el mercado
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Transcript of el mercado
Por LEON SALVATIERRA
Poeta nicaragüense
La escena del mun-
do ha venido
cambiando verti-
g i n o s a m e n t e ; esto se ha percibido muy claro en las últimas décadas. Resulta impresio-nante la inmedia-tez con que la tec-nología impulsa la globalización del mercado, que ca-da vez más inten-sifica nuestra ex-periencia, homoge-nizando la cultura y la sociedad en ge-neral. En Nicara-gua, desde hace mucho tiempo nues-tro sabroso pinol no es competencia para la delirante Coca Co-la. Más allá de lo simbólico, no tiene mucho sentido lla-
marnos pinoleros.
(Pasa a la página siguiente)
Editorial/ 1- 4
COLABORACIONES / Páginas
India caída en el mercado/ 4 - 5
Las magdalenas del desierto/ 5- 6
Cuestiones para pensar/ 6, 9
El mundo es malo/ 7-8
¿Cuál es la temperatura de un país?/ 10
Sala 3 / (Págs. 10,11,13)
Anónimo/ 12
Distribución de la palabra y la imagen/ 13-
14, 16-17
Aún de pie, señora/ 15
Reseñas (Fragmento II)/ 18 –19
Vodka, sprite y limón/ 20
CONCEJO EDITORIAL:
León Salvatierra
Marcia Ondina Mantilla
José Luis Pereira
Fotografías, Ilustraciones y Diseño:
A cargo del Concejo Editorial
(viene de la página anterior)
Auxiliado por la tecnología que soberbia-mente ostenta su bata de ―progreso‖, el mercado, en sus diversas dimensiones, asedia los cuerpos, los ordena, los etiqueta y moldea nuevas subjetividades. Esta reali-dad disfruta de muchos aplausos intelectua-les. No olvidemos que la tecnología ha he-cho posible realidades que eran inimagina-bles en otros tiempos. Tal situación exige a los artistas y por consiguiente al arte, nue-vas formas de interpretación y expresión. Sin embargo, el triunfo del libre mercado y la política liberal significa, para cierta inte-lectualidad reaccionaria, el fin de la historia del que habla Fukuyama; es decir, que no hay nada que hacer, que nosotros hemos alcanzado la recta final; ni el arte ni la con-ciencia humana en sus diversas manifesta-ciones de creatividad serían capaces de
cambiar el curso de la historia.
Bajo la condición actual de las cosas, a mi juicio, siendo realista, es más probable que el efecto sea irreversible. Pero hoy respiro los versos de Bukowski, debe haber una forma, seguramente debe haber una forma que todavía no hemos pensado, ¿quién pu-so este cerebro dentro de mí? que exige que dice que hay todavía una oportunidad, que nunca dirá que No, y todavía más pro-fundo dentro de mi corazón, se niega a
aceptarlo.
(Pasa a la página siguiente)
Hacia 1930 murió, al costa-
do de la iglesia Matriz, una anciana que nunca
fue santa, quien había bailado con sus pies des-
nudos por los bares, con el nombre de Divino Te-
soro y juraba que había sido amada por el joven
Félix, quien nunca pudo pagarle sus servicios…
mas que con palabras. Pero le dejó algunos re-
cuerdos: La novela Emelina autografiada y ma-
nuscritos de las “Acuarelas porteñas”. El rumor
se esparció como pólvora.
(Emelina. 3ª ed. 2007.-- Rubén Darío y Eduardo
Poirier. Santiago: Ril editores. Prólogo de Víctor
Rojas Farías, pp. 32-33. )
César Vallejo se rehusó a ser presentado a Miguel de Unamuno en el Café Rotonde de
París. Esta fue su explicación:
"Respeto al maestro en todo lo que representa para España y en todo lo que merece su
sabiduría... Pero si desdeñaba a Rubén (Darío) porque le veía la pluma india debajo del
sombrero, ya es fácil deducir lo que sentiría por mí que llevo sombrero entero de plu-
mas...
Además, esa avaricia de Don Miguel, eso de que no quiera aceptar de nadie un café...
es algo que hiere a mi temperamento. Y lo principal es que nada pierde el maestro con
no conocerme..."
(Armando Bazán. César Vallejo: Dolor y poesía. Fondo Editorial UAP, el año 2007.)
(viene de la página anterior)
Hay un dicho muy crudo en Nicaragua que dice: ―a la conciencia se la comió
un perro en el mercado Oriental‖. Aunque aparentemente los días se
suceden, de algún modo, reafir-mando este dicho, creo que mien-
tras tengamos imaginación, emociones, sentidos y volun-
tad, siempre habrá esperanza
para girar nuestra suerte.
En la afirmación de esa voluntad, intentamos re-ducir la distancia entre
vida y arte: el mercado es la revista en la cual po-
nemos nuestros esfuerzos para llevar a cabo este pro-
yecto. La iniciativa responde a la necesidad de un espacio don-
de se plantee la situación social, considerando la experiencia colec-
tiva en el mercado contemporáneo desde el arte. A nivel formal, plantea-
mos ideas que problematizan la rela-ción artista/arte/espectador. De tal ma-
nera, asume coherencia el formato de nuestra revista, creando tensión entre los textos literarios con elementos extra-literarios, que sur-gen directamente del movimiento espontáneo de la cotidianidad. También suprimimos los marca-dores de géneros literarios, dejando al lector ejercer su propio criterio en la categorización de los
textos.
En tanto discurso social, el arte en la actualidad ha quedado en banca rota, articulado por un ar-tista desdeñoso de las formas de entretenimiento masivo, consecuencia del mercado global. En dicho contexto, vemos la necesidad de una actitud más dinámica en el entorno social, abordando aspectos tradicionalmente considerados de poca importancia en el arte, aunque en un cotejo más amplio, son determinantes en la transformación de la sociedad. Por ejemplo, un tipo de cine dirigido únicamente a un público especializado, filmes que usualmente son analizados por críti-cos-teóricos para generar nuevo conocimiento del campo cultural, ignorando las películas que entretienen a la multitud. Reconocemos la importancia del cine independiente, pero la influencia de Hollywood en la mayoría de la gente, nos obliga a considerar también la realidad de ese es-
pacio, generando una crítica más pertinente al público en general.
(Pasa a la página siguiente)
Hay un dicho
muy crudo en
Nicaragua
que dice: “a
la conciencia
se la comió
un perro en
el mercado
Oriental”.
(viene de página anterior)
Lo anterior nos remite a una reflexión necesaria entre estética y política, asumidas generalmen-te como realidades separadas. Nosotros entendemos el arte y la política como dos caras de la misma moneda ya que la dimensión estética en las estructuras jerárquicas de la sociedad (que todavía se mantienen rígidas, pese a la aparente despolitización del mercado) se relaciona con la experiencia estética del espectador ante el arte, quien percibe y ordena, acorde a su propia
subjetividad, un modo particular de experimentar e interpretar la obra.
Lo cotidiano y el arte exhiben un tipo de relación en el que se incluyen ciertos espacios y se ex-cluyen otros. En otras palabras, el espacio en que se permite decir, imaginar, hacer, etc., resulta amplio para algunos y reducido para otros. En este sentido, el mercado como una fuerza domi-nante en la experiencia colectiva, también juega un rol decisivo en el modo político de percibir lo
cotidiano.
Desde esta perspectiva, pensamos que sin caer en el panfleto, los artistas tendrán que respon-der de forma activa a las contradicciones del ser humano en esta sociedad, cuyo comportamien-to y producción cultural se sujeta mayormente a las leyes del intercambio. De esta manera pro-ponemos una esperanza: que la conciencia humana no siempre sea víctima de los colmillos ca-
ninos del mercado, según el dicho nicaragüense.
* * *
JOAQUIN PASOS
(Misterio Indio)
Pobre India doblada por el ataque
todo su cuerpo flaco ha quedo quieto
todo su cuerpo sufrido está pequeño, pequeño
todo su cuerpo tronchado es un pajarito muerto.
Su corazón─¡ah corazón despierto!─ pájaro libre, pájaro
Suelto,
Carlos, ha dormido un momento.
Ella se desmayó, la desmayaron.
Al lavarle el estómago los médicos
Lo encontraron vacío, lleno de hambre,
De hambre y de misterio.
Muy doloroso y sumamente amado.
(Pasa a la página siguiente)
Hace 15 años que no regresaba. Mi padre, aburrido del desierto, me trajo al verde valle central. La nostalgia y el fin de Chuquicamata nos empujaron a vol-ver, era la ceremonia del adiós definiti-vo. Llegamos a Calama a media maña-na, el sol reverberaba en la loza lo que presagiaba un día pesado, de aquellos
que el desierto sostiene luminoso hasta bien en-
trada la noche.
Arrendamos un peque-ño auto y enfilamos a
la mina, mi papá silencio-so bajó la ventanilla izquierda
pero el blanquecino polvillo nos provocó un concierto de estornudos
como si una bolsa de pimienta se hu-biese desparramado en
nuestras caras.
De las viejas casas nada quedaba, el imponente club con sus canchas de bowling parecía bombar-deado, los grandes bolos negros que antes roda-ran por las vitrificadas
maderas hoy parecían
(pasa a la página siguiente)
(viene de la página anterior)
Han volteado su cara─¡ah oscura palidez!─, Con el
derrame
las yugulares están secas y la sangre
huyó secretamente, ¡ah, la viera su madre!
Cerca, Carlos, cerca del occipucio
Una moña chiquita se desgaja
Y deja ver en la nuca una cruz blanca.
Tan cerca de la muerte y tan lejana,
Su vida vale mucho, vale nada.
Los lustradores esperaban
Obscenidades al levantar la falda
Pero ella tiene una desnudez muy médica,
Un lunar en la espalda,
Y da la impresión de una ave herida
Cuando cae su brazo como un ala.
Abran, abran
Todos las gentes malas sus entrañas
Y no encontraba nada.
Ella tiene un ataque
que no lo sabe nadie.
Un ataque malo,
Carlos.
* * *
QUINCHITO, TENÉS RAZÓN!!!
SÓLO BAINAS NOS PASAN A
NOSOTROS LOS PALMADOS.
TIRSO TRONCOSO SAAVEDRA
Licenciado en Filosofía.
Profesor de la Universidad
Diego Portales.
Santiago de Chile.
(viene de la página anterior)
viejas municiones de barcos piratas. Los al-tos pimientos de la plaza proyectaban su ári-da sombra, haciendo más inmenso el aban-dono. Nos estacionamos para estirar las pier-nas y recorrer aquellas calles que alguna vez en coche recorrí junto a mi madre. Merenda-mos las magdalenas que guardamos del avión y luego de un par de sorbos de las ya
tibias bebidas iniciamos la caminata.
La inmensa mole gringa del hospital desple-gaba aún su fortaleza, pero al acercarnos, su verdad era otra, la fachada se mantenía en pie, el resto ya había sido demolido. El viento hacía sonar el cartel ―urgencia‖ que pendía amenazante en la cornisa. Desde la explana-da de ingreso recorrimos con la mirada el
pueblo, es decir, sus ruinas.
―Vamos a la tumba de tu madre‖ -me dijo- y bajamos con la ventisca del mediodía. ¿El cementerio también desaparecerá? No, los cementerios siempre se dejan en pie –me
respondió-.
* * *
MARCIA ONDINA MANTILLA
Poeta nicaragüense
E l término deuda externa dicho de
manera simple sugiere la situación
económica determinada de un país
cuya subsistencia tiene como base princi-
pal o únicamente los préstamos realiza-
dos por los Estados con mayores ―recursos
económicos” a través de sus organizacio-
nes u órganos particulares destinados pa-
ra ello, a otros estados o bien personas par-
ticulares.
Sin olvidar la incidencia que dicho estado
de cosas, tiene de manera directa o indi-
recta en el desarrollo económico y social
de un País. En principio no es un término
asociado de manera directa al ámbito litera-
rio; sin embargo a propósito del ejercicio de
la literatura en sus diversos géneros, se ob-
serva de manera decidida, la presencia de
este concepto en la tradición literaria. Vol-
viendo al término en su acepción restringida
conviene observar los elementos que carac-
terizan tal estado de cosas, a fin de estable-
cer la conexión. Al parecer los elementos
préstamos- recursos por un lado y mayo-
res recursos- menores recursos por el
otro, destacan de tal manera que puede
construirse a partir de los mismos una rela-
ción que indefectiblemente y desde su naci-
miento se define como una relación de po-
der. Determinado el tipo de relación; los
efectos o consecuencias inmediatas de ello
se traduce en una clara incidencia en el
desarrollo económico y social de un País
directa o indirectamente. En tales condi-
ciones se instala el desarrollo en el ámbito
literario.
(pasa a la página 9)
JOSÉ CORONEL URTECHO
Poeta nicaragüense.
--Pitirre conoce un nido de chorchitas--decía el
diablo.
--Pero Pitirre no se lo enseña a nadie-- decía el
niño.
--Sólo por cinco cigarros--decía el diablo.
--Si faltan los cigarros me cuerea mi papá--decía
el niño.
--Tu papá anda bebiendo guaro en La Azucena--
decía el diablo.
El niño miraba la gaveta.
--Ya las chorchitas están emplumadas--decía el
diablo.
El niño abría la gaveta.
--Quién anda en la gaveta--gritó desde la cocina
la mamá.
--Decí que andás buscando tu cortaplumas--decía
el diablo.
--Yo mamá, que ando buscando mi cortaplumas--
gritó el niño, metiéndose los cigarros en el bolsillo.
Pitirre estaba en la orilla del río.
--¿Qué estás haciendo?--dijo el niño.
--Nada--dijo Pitirre.
--Vos conocés un nido de chorchitas--dijo el niño.
--Quién dice--dijo Pitirre.
--El diablo--dijo el niño.
--Mentiras--dijo Pitirre.
--Juralo--decía el diablo.
--Por ésta--dijo el niño.
--Ya juraste en vano--dijo Pitirre.
--Decile me condeno--decía el diablo.
--Me condeno--dijo el niño.
--Te condenás--dijo Pitirre.
--Sacá un cigarro--decía el diablo.
El niño sacaba un cigarro.
--Dame la Chiva--dijo Pitirre.
--Si me das cinco cigarros te enseño--dijo Pitirre.
--Bueno--dijo el niño.
--Andá trete el tizón--dijo Pitirre.
El niño no se atrevía a entrar en la cocina.
--En la cocina está mi mamá--decía el niño.
--Llamá a la Socorrito que te lo saque--decía el diablo.
La muchachita estaba junto a la puerta de la cocina.
El niño la llamaba por señas desde largo. La muchachita lo mira-
ba desconfiada.
--Vení--dijo el niño.
La muchachita se le acercaba.
--Andá treme un tizón a la cocina--dijo el niño.
--Anda vos--dijo la Socorrito.
--Pegale--decía el diablo.
--Si no vas te pego--decía el niño.
--Para qué querés tizón--dijo la Socorrito.
--Para prender un cigarro--dijo el niño.
--Si me das uno--dijo la Socorrito.
--Bueno--dijo el niño.
--A ver--dijo la Socorrito.
--Andá primero--dijo el niño.
La muchachita se hiba a traer el tizón a la cocina.
--¿Te gusta?--dijo el diablo.
--Sí--decía el niño.
La muchachita volvía con el tizón.
El niño cogía el tizón.
--A ver mi cigarro--dijo la Socorrito.
--Decile sólo que juguemos a los casados--decía el diablo.
--Sólo que juguemos a los casados--decía el niño.
--Dame primero mi cigarro--dijo la Socorrito.
--Tomálos-- dijo el niño.
(continúa en la página siguiente)
(viene de la página anterior)
El niño y la muchachita encendían sus cigarrillos con el
tizón.
--Vamos, pues, a jugar a los casados--dijo la Socorrito.
--Primero vamos a ver un nido--dijo el niño.
Pitirre los esperaba a la orilla del río.
--A ver mis cinco cigarros--dijo Pitirre.
--Tomálos--dijo el niño.
--Ónde está el nido--dijo la Socorrito.
--¿Cual nido?--dijo Pitirre
--El nido--dijo el niño
--Te engañé, baboso--dijo Pitirre.
El niño cambiaba de colores.
--¿Son mentiras?-- dijo la Socorrito.
--¡No pues!--dijo Pitirre.
--A ver mis cigarros--dijo el niño.
--Tomá--dijo Pitirre haciéndole la guatusa.
--Mentale su mama--decía el diablo.
--Tu mama--dijo el niño.
--La tuya--dijo Pitirre.
--Decile tu papa es ladrón--decía el diablo.
--Tu papa es ladrón--dijo el niño.
--Y tu papa es picado --dijo Pitirre.
--Más picado es el tuyo--dijo el niño.
--Tu papa tiene cara de lechuza--dijo Pitirre.
El niño estaba enfurecido. Pitirre se reía. La muchachi-
ta los miraba el uno al otro. El niño se contenía para no
llorar.
--Tu papa le pega a tu mama--dijo Pitirre.
--Tambien mi papa le pega a mi mama--dijo la Socorri-
to.
El niño estaba ciego de rabia.
--Cortalo con tu cortapluma--decía el diablo.
El niño estaba sacando su cortapluma. Pero Pitirre era
más fuerte, le arrebataba el cortapluma y le pegaba.
El niño, dando gritos, corría en busca de su madre.
--Ya salió llorando--dijo Pitirre.
--Cochón--dijo la Socorrito.
Cuando quedaron solos Pitirre y la muchachita, el dia-
blo quedó con ellos, mirándolos y sonriendo.
--¿No tenés nido, pues?--dijo la Socorrito.
--Tres tengo--dijo Pitirre.
--Dame uno--dijo la Socorrito.
--Sólo que hagamos aquello--dijo Pitirre.
--Primero dame el nido—dijo la Socorrito.
--Después--dijo Pitirre.
--Júralo--dijo la Socorrito.
--Por ésta--dijo Pitirre.
--Bueno-dijo la Socorrito.
El diablo nada tenía que decir y se pasaba la lengua
por el hocico. Tenía sueño y se durmió.
* * *
Ilustración: Alex — 2004.
Page Web: AL CIELO UN BARRILETE
(viene de la página 6)
Usamos entonces el término deuda externa en la literatura, al identificar la pre-
sencia de elementos como el préstamo que en principio en la relación literaria naci-
da de un País a otro, su origen no es enteramente de carácter económico; como
ocurre en el tipo de relación nacida para la subsistencia, donde los préstamos cons-
tituyen su esencia. En la literatura muda de rostro, por cuanto la idea de la ca-
rencia da cabida a ese tipo de relación. Se crea un estado de necesidad respecto
al uso de las formas o bien la selección de los temas juzgados de mayor interés en
ciertas épocas, generando así un tipo de literatura particular. Al establecer esa rela-
ción de necesidad se concentra principal y peligrosamente la atención en países
considerados de alguna manera con mejores recursos económicos y por ende con
más facilidad de publicidad, venta y expansión de su literatura a otros países. Es
ese punto donde otro de los elementos requeridos para definir la deuda externa co-
mo el desarrollo económico y social se coloca a la par del desarrollo literarito e
influenciado este ejercicio de la literatura por esa idea de necesidad, se endeuda
con variables consecuencias. Las característi-
cas de la relación nacida a partir de esa prácti-
ca, donde uno presta y otra recibe de manera
reiterada, marca el tipo de relación en la cual
una terminará dominando a la otra; en dicho estado de relación literaria es nece-
sario observar las consecuencias derivadas de ello. Respecto a esta situación,
se asumen diferentes posiciones, sin embargo la coincidencia de criterios se ano-
ta en: existencia de un estancamiento literarito, incorporación de elementos en la
literatura al margen de la realidad de la cual forma parte la literatura dominada o
sujeto pasivo; aparición de una literatura más de mercado dirigida a reafirmar la
posición de dominancia, entre otros. Se trata entonces de cuidar la postura asu-
mida en el ejercicio de la literatura una vez decidido incorporar dichos préstamos
o bien no ignorar su riesgo. Debemos cuestionar con libertad los planteamientos y
despojarnos de la idea de que la mejor posición económica de un País significa necesariamente el mayor desarrollo
literario, pues aún en tales circunstancias pueden presentarse estancamiento o práctica de una literatura decadente.
Finalmente se trata de intentar convencernos del perjuicio de colocar la literatura de forma dependiente respecto a
otra asumida como dominante; más aún si deviene de un criterio económico y no estético, pues significa el empobre-
cimiento de la literatura receptora y el crecimiento de la deuda externa literaria volviéndola impagable, colocando el
asunto en una cuestión para pensar no a corto, mediano o largo plazo, sino a lo inmediato. Es el momento apropia-
do para aplicar lo que en términos económicos se expresa sobre el objetivo de la deuda externa, uso de los recursos
ajenos en función de conservar los propios teniendo como resultado nuevos bienes y servicios. Que sea pues este
recurso teórico, con malos resultados en las políticas económicas; usados con mejor suceso en el ejercicio literario.
* * *
“Se trata entonces
de cuidar la postu-
ra asumida en el
ejercicio de la lite-
ratura una vez de-
cidido incorporar
dichos préstamos
o bien no ignorar
su riesgo.”
MILENA RODRÍGUEZ
(La Habana, 1971)
¿Cuánta sal hay que echarle,
Y cuánta azúcar,
para que esté en su punto?
¿Debe hervir un país
o debe cocinarse a fuego lento?
Y, sobre todo, quién se atreve
a probarlo y decir:
-Está ya listo.
Traigan sus platos, por favor,
y buen provecho.
* * *
DANIEL PULIDO
Escritor nicaragüense,
de origen colombiano.
- ¡Sección B, ticket 93, pasar a la ventanilla
18…!
Aun no es mi turno, soy el 109. Saco mi
celular, marco el número de una oficina, me res-
ponde una voz mecánica, robótica:
- Hola, bienvenido a “Financiera Americana”, si
conoce el número de extensión marque ahora,
para información general marque 1, para comer-
cialización y ventas marque 2, para atención al
cliente marque 3, para contabilidad marque 4 o
espere en línea para ser atendido, gracias…
(pasa a la página siguiente)
Decido colgar, demasiada burocracia.
Ahora todo es con números. Sos un número
más, una cifra. No importan tus señas parti-
culares, tu sexo, tu historia personal. No im-
portan tus huesos, el timbre de tu voz, si te
gusta cantar, qué comes…nada de eso, sólo
tu número, tu placa colgando de la frente, tu
marca de propiedad y tu estado de cuenta.
Estoy sentado en una sala amplia repleta de
sillas modulares plásticas, todas del mismo
color. Pasa gente de todo tipo, edades, color,
contextura, sexo. Parejas con hijos, inválidos,
ancianas, “Miami boys”, chicas fresas, pandilleros… unos buscan asiento, otros deambulan
con expresión extraviada. Todos aferrados a un papel numerado, esperando a ser llamados
fríamente por el altoparlante.
Ya dije que soy el 109, ese es mi sello, mi identidad, nada más vale. Hay muchos nú-
meros en los monitores que circundan el salón, cada número tiene su historia pero eso no
es relevante. Mañana el 109 será alguien totalmente diferente ¿qué importa? Los individuos
pasan, los números en las papeletas quedan. Los números, las pantallas y los altavoces son
el control que te deja respirar, sentirte con derecho a vivir, casi sentirte libre, casi te olvidás
que sos un número, casi llegás a creer en la felicidad, en la libre empresa, en los sueños,
hasta que te toca la hora de un trámite, entonces volvés a lo que sos: primero una cifra en la
lista infinita de nacimientos, después una cifra durante el tiempo que seas mercancía pro-
ductiva y, finalmente, otro número a la hora de tu muerte.
Los números entran, salen, se sientan, ríen, comen, comentan, se tocan, preguntan,
escriben incoherencias en los formularios, se toman fotos asustadas donde saldrán sus imá-
genes con caras de difuntos, con caras de delincuentes. Tu rostro monstruoso, grasoso, mal
iluminado, el flash de la cámara aplanándote las facciones, rostro arrugado brillante, cabeza
despeinada por más que intentés no estarlo (antes de la foto tratarás de componerte el ca-
bello con algún peine que traes en el bolsillo, en la cartera. Tal vez será el fotógrafo de algún
cuchitril de esos que ofrecen servicio de fotos instantáneas, quien te pase un artefacto mu-
groso lleno de pelos y caspas de otras personas o, al menos, como último recurso intentarás
alisarte el pelo con los dedos de tu mano).
(pasa a la página 13)
JAVIER O. HUERTA
Poeta chicano
Termina su doctorado en Literatura Inglesa
en la universidad de Berkeley California.
―Lo Voy Hacer‖ tiene algunas tareas
para hoy. Las ha escrito ya
abajo ...:
Ir a la oficina de correo.
Ir al supermercado con una lista
-Hablarle a mamá por Skype o en su defecto, escribir un correo electrónico-
Recordarme de mi amigo obeso con un SMS –
Limpiar el apartamento,
Darle de comer a las aves.
ok, he estado durante 2 horas haciendo nada.
Es hora de ponerse a trabajar.
Actualización:
alimentar a los colibríes, el alimentador está vacío!
* * *
(viene de la página 11)
Tu foto siempre con gesto ausente, con
expresión de cifra estadística, nervioso,
la mirada fría, gestos extraños de tu bo-
ca, de tus pómulos (―suba un poco la ca-
beza‖ te dirá el fotógrafo), hasta los cue-
llos de la camisa, camiseta o vestido sa-
len arrugados, nunca impecables.
- ¡Los tickets 100 al 149, favor pasar a la
sala número 3...!
Mi turno, el 109, corro a la fila que
ya se forma en la entrada de la sala 3.
Frente a una puerta metálica similar a
una fauce, un hombre nos hace señas
con el brazo izquierdo mientras el dere-
cho lo mantiene recto, horizontal, indi-
cándonos la dirección a seguir. Su sem-
blante indica el aturdimiento de la rutina,
su trabajo lo podría hacer dormido. Es un
bicho insignificante, sólo cobra importan-
cia al momento de plantarse frente a la
boca abierta de la sala 3 y ejercer su fun-
ción de policía de tráfico; entonces su
rostro se llena de arrogancia, a simple
vista te das cuenta que ese mísero ejer-
cicio de poder es la razón de su existen-
cia. Su vida depende de su uniforme y
del gesto diario de levantar el brazo de-
recho de manera horizontal mientras con
el izquierdo va empujándonos como re-
cua, a nosotros, los números 100 al 149
de hoy, hacia el estómago de la sala 3.
* * *
JOSÉ LUIS PEREIRA
Poeta nicaragüense.
A donde quiera que vayamos, se escucha fre-
cuentemente hablar sobre la crisis actual. Esta
expresión ―crisis actual‖, es como una enferme-
dad viral que se manifiesta en cualquier tipo de
conversación. Al escuchar esta frase o similares,
damos por sentado que alude a los altos costos
de la vida; a la escasez y precios elevados de los
bienes que aseguran nuestra subsistencia. En
resumen, ―crisis actual‖ formula la imposibilidad
del individuo común y corriente, por alcanzar el
estándar de lo que hoy se concibe como ―calidad
de vida‖.
Contrario a lo anterior, nos percatamos que los
centros de entretenimiento reciben un flujo masi-
vo de personas, lo que valida la siguiente pregun-
ta: ¿Por qué la gente despilfarra su dinero en el
estado de ―crisis actual‖ en que vivimos, habida
cuenta que no somos necesariamente privilegia-
dos, los que consumimos en tales sitios? Algo ha-
brá en estos que nos dice ofertar una buena parte
de la ―calidad de vida‖ que orienta todos nuestros
esfuerzos.
Esta contradicción entre ―crisis actual‖ y despilfa-
rro, nos alerta acerca de lo que se dice con rela-
ción a lo que se observa; nos ubica en actitud vi-
gilante de las palabras frente a las imágenes y
cómo la distribución que de éstas hacemos
(pasa a la página siguiente)
en la vida cotidiana, ya sea de forma volitiva o inconsciente; reorganiza el sistema de rela-
ciones en la sociedad moderna.
Si el acto de pensar es figurarse o imaginar, entonces figura e imagen, en el sentido de
forma que adquiere el pensamiento, nos revela desde un inicio la presencia de signos orga-
nizados otorgando valor semántico a las palabras, pero también encontramos una fuerte
participación de símbolos e imágenes de uno mismo ejerciendo roles en la realidad concre-
ta, y nos damos cuenta que interactuar en ella; implica someternos continuamente al inter-
cambio de palabras e imágenes que son el inventario de recursos con los cuales, en el
transcurso del tiempo y las relaciones, se construye o se adopta, un sentido de la existencia
que vendría a ser la famosa ―calidad de vida‖.
No es difícil encontrar personas cuyos hábitos de consumo nos dan una idea hacia dónde
se inclina la balanza de su ―calidad de vida‖. Vemos el peso decisivo que en ellos ejercen los
bienes suntuarios que pueden adquirir en beneficio de su propia imagen, aún cuando aten-
tan contra su economía.
―A como te ven, te tratan‖: No dudamos que la imagen es uno de los bienes de consumo
más apetecibles y onerosos, puesto que la imagen nunca se termina de adquirir por comple-
to y siempre habrá de ajustarse a la tendencia socialmente aceptable. Pero ¿qué sucede
con los bienes alimenticios que gozan de prioridad en el orden de los gastos? La carne, los
granos básicos, las frutas; la mayoría de los alimentos ahora se nos venden bajo un sello o
marca que nos dice asegurar su calidad, entretanto, observamos que las tablas de nutrición
impresas en los empaques, no son un distingo competitivo a la hora de comprar o vender en
el mercado interno.
La marca de un
producto, las pro-
mociones que este
financia, sus anun-
cios publicitarios, y
las rifas de bienes
suntuarios para la cap-
tación y conservación de clientes, han sepultado en el fondo
de nuestro interés las tablas nutricionales y puesto por encima la posibilidad de comprar un
producto en promoción con la esperanza de obtener el premio; que aun cuando no se trata
de objetos estrictamente suntuarios, responden en cierta medida, más a la imagen de la
―calidad de vida moderna‖ que a la necesidad.
(pasa a la página 16)
DAVID ROBINSON
Poeta panameño
A "Peraltón"
Hay fieras que saltan la
cerca, se arrastran por el
prado, se cuelan por una
ventana y atacan a sus vícti-
mas en su propio hogar; así
es el cáncer, no sospechas
su presencia hasta que es
muy tarde. El Checo, sin ser
un anciano, era devorado
por uno. Cuando representó
al país en un congreso en
Praga le dieron las llaves de
la ciudad; fue tan grande su
orgullo que creyó estar en el cielo en el que no creía. ¡Qué tiempos! La revolución era un hecho
real defendido por muchos; ahora, parecía negocio abandonado. Él, a su modo, seguía defen-
diéndola. Pero los tragos, la pobreza y el ataque certero del cáncer lo separaban de aquellos
días. Ahora, acostado en un rincón de su cuarto, alumbrado por el punto rojo de un cigarrillo, oía
los pasos de la muerte, su última novia, rondar su viejo colchón.
Asistía a la escuela y mal que bien, intentaba dar sus clases; las fuerzas no le duraban mu-
cho y pronto debía acostarse en un sofá del salón de profesores. Era entonces cuando la cafete-
ría hervía en rumores sobre su evidente deterioro. Él, desde su cama improvisada, replicaba iró-
nico: "Eso es cuento de los guacamayos". No soportaba el olor de la intriga. Su desquite, pedir
prestado. Para nadie fue sorpresa que dejara de ir al colegio. Hubo quien dijo verlo por las canti-
nas del mercado y muchos se quejaron por no cobrarle lo adeudado. Otros lo encontraron en una
cama de hospital. Allá fue a verlo su última novia y sintió el roce de su velo, el olor de las flores
del ramo y aquella mano fría acariciándole el pecho. A su pregunta final de: "¿Cómo está profe-
sor?", él le contestó: "Muriéndome, señora, pero aún de pie".
* * *
(viene de la página 14)
Obviamente la palabra conserva su vigencia en nuestra forma de vida, cualquiera que esta
sea; pero es claro que asistimos al nacimiento de una era en que la comunicación visual,
podría terminar suplantando al lenguaje oral y escrito, en su función dialéctica para las ma-
yorías.
Hubo una edad de oro de la palabra hablada o es-
crita, un tiempo casi mítico durante el cual la cali-
dad de vida de un individuo estaba determinada
por el manejo de la retórica, y aun cuando el uso
de ésta fuera rudimentario, la ―palabra‖ era sinóni-
mo de garantía.
Es posible que a partir de la primera guerra mun-
dial, esta importancia dada a la palabra cayera
con todas las consecuencias observadas, en un
profundo descrédito. Así vemos por ejemplo en
Altazor o el viaje en paracaídas de Vicente Hui-
dobro, un registro crítico en el que se pone en du-
da la eficacia de la palabra en todas las dimensio-
nes de la vida y la necesidad de echar por tierra el
lenguaje de una fe basada en la razón. La gran
depresión, la Segunda Guerra Mundial y la llama-
da guerra fría, así como los conflictos socio políti-
cos, terminaron por instaurar el escepticismo en la conciencia colectiva, acerca de los dis-
cursos políticos. La era de la comunicación es para este escepticismo, una especie de ace-
lerador, que informa a la comunidad, de la marcada diferencia entre los discursos oficiales y
la gestión gubernamental.
La historia nos ha demostrado que los discursos sociales pierden todo sentido frente a las
necesidades básicas. Tristemente, también nos ha enseñado que la intervención de los es-
critores sólo ha sido crucial en momento de crisis bélica. Por lo demás, estos buenos hom-
bres que somos los escritores, por bien intencionados que seamos, nuestro papel se ve re-
ducido a la imaginación que de nosotros, demanda un mercado angustiado por su realidad
―pacífica‖. El Best Seller es un claro ejemplo del gusto y la preferencia del mercado y desde
luego el único discurso político que parece atractivo para las mayorías, pues a la vez que
nos muestra la magia y la atrocidad del mundo, nos brinda fuerzas anímicas con breves y
oportunos manuales de instrucciones para sobrevivir en este sistema de producción, que
dicho sea de paso, rediseña sus estructuras en función de las oportunidades que genera la
desigualdad.
(pasa a la página siguiente)
El diálogo y por consiguiente la importancia de la palabra se nos
reducen al ámbito estrictamente político o debería decirse a la tra-
dición partidaria. El libre mercado por su parte, también ha contri-
buido a distanciar al gran público de la palabra, a la vez que nos
acerca a la imagen por el sentido de inmediatez que genera y la
eficacia persuasiva que posee, puesto que ―una imagen vale más
que mil palabras‖. Con lo anterior tenemos evidencias para sospe-
char que en el clima de negocios y de las relaciones en general se
promueve el uso moderado del diálogo, entendido este en términos
de comunicación básica de las necesidades, de las instrucciones
básicas para realizar un trabajo técnico o profesional.
Por su parte la literatura no científica: teatro, poesía y demás géne-
ros, se enfrentan a esta realidad en que la palabra funciona como
un recurso distribuido y administrado por el gobierno, y aplicado en
menor grado a los requisitos formales del entorno laboral. Aque-
llas artes que en otros tiempos gozaban de mejor posición, hoy tie-
nen que mendigar un espacio y tratar de conservarlo aún sabiendo
que la lentitud de la palabra escrita y el esfuerzo de concentración
mínima que esta demanda de sus consumidores, no compite con el ritmo acelerado de la
imagen audio visual. Sobra decir que uno de los valores promovido en este sistema, es la
correcta administración del tiempo, ya que perderlo implica también, perder las oportunida-
des de generar riquezas.
Quizás el único recurso que nos aporta una visión crítica de la sociedad lo encontramos en
la literatura que propone maneras de enfocar nuestra realidad al margen de la moda, aun-
que sepamos que la conciencia es débil ante las circunstancias adversas, y fácil de seducir
con las imágenes apropiadas. Si no me traiciona la memoria, E. Pound proponía ―cargar las
palabras de significado‖, apuntando a la economía del lenguaje, sin necesidad de empobre-
cer el discurso es decir, sin exponer la conciencia. Hoy esta propuesta de ―cargar‖ se aplica
a las imágenes audiovisuales, porque se sabe que a las palabras, simplemente ―se las lleva
el viento‖.
* * *
E. Pound pro-
ponía “cargar
las palabras de
significado”,
apuntando a la
economía del
lenguaje, sin
necesidad de
empobrecer el
discurso es de-
cir, sin exponer
la conciencia.
La materia no desaparece, se transforma:
Una polilla se hace polvo alrededor de la ampolleta.
El vecino ronca que se traga el oxígeno:
todo ese aire útil: faringe, laringe, pulmón y su regreso
llega
ineludiblemente
a mezclarse con lo echo polvo,
como quien dice:
polvo eres y en polvo te convertirás;
o una chica medio caliente y chilena: y del polvo naciste.
No sé si reírme o disimular el aburrimiento,
limpiar el polvo de la cama de mis padres hace mis 34 años,
ese intercambio de fluidos que me hizo ser;
sacárselo tan fácil como pegarle un sablazo a un amigo y decirle:
mañana te pago;
envuelto en la primera de cervezas de una cantina portuaria en 3D,
esquivo y ramificado, hijo!
Pero la materia no desaparece, se transforma.
El único triunfo es haberle ganada a ese millón y medio de espermios metantropófagos allá dentro:
lo demás son interpretaciones de quien escribe la historia o
cómo la recuerda para contarla – padre.
Celebrar el último puesto.
Desaparecer en la materia de quien dice llamarse
ANTONIO SALAZAR WACEOLS
Poeta chileno
Actualmente radica en Valparaíso.
YO!
Celebrar el primer puesto.
Meterme en esa bola de carne nuevamente y no salir jamás,
comida y techo gratis.
El primer triunfo y la primera derrota: desarrollarse.
Uno más en la fila de desempleados:
agua y circo,
encontrar algo por hacer,
objetivos en la vida,
relaciones sociales,
mi propio espacio metas.
Poner mi materia donde sea (en ella, en el condón)
Fumar el cigarro.
Echarla a patadas de mi pieza hace mis 34 años,
Porque:
La materia no desaparece se la roban otras materias similares
Porque:
ladrón que roba a ladrón…: para que nada nos amarre, que no nos una nada:
el único triunfo sin primeras planas,
piolamente…
…a ese millón y medio de metacaníbales,
anónimos desesperados.
* * *
La moneda que usa-
mos en el mercado
tiene valor facial sim-
bólico y su propósito
es llevar un registro
de las publicaciones
de cada colaborador.
El valor incrementará
a razón de colabora-
ciones publicadas en
próximas ediciones.
***
MANUEL MEMBREÑO
Poeta nicaragüense
El silencio es polifónico.
Las luces trazan manos
que te acarician,
imperceptibles,
el rostro,
el cuello,
los senos,
el alma.
Te aferras
a tu trago acerbo
y te dejas caer a la noche con la boca abierta,
mordiendo la oscuridad en sus cuatro rabos;
dulce veneno de escorpión mezclado con Petrov.
El cazador y la presa bailan juntos en el salón de los espejos y violines,
la selección natural termina en siete horas.
Lejos del reggaetón y el encanto de un jueves cualquiera,
tratas de convencerte
de que la resaca no le da tregua a la moral.
Así y sólo así
la soledad será menos
que un condón tirado en el piso.
* * *
Síntomas del CCPM:
Padecimiento
ocasionado por el
Cierre de
convocatoria para
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MERCADO
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