El Mes en El Que EEUU Arrasó Manila

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5/19/2018 ElMesenElQueEEUUArrasManila-slidepdf.com http://slidepdf.com/reader/full/el-mes-en-el-que-eeuu-arraso-manila 1/3 La batalla por las Filipinas se decidió cuando el almirante Ozawa perdió sus último rtaaviones el 26 de octubre, cerrándose con ello la batalla de Leyte, conjunto de choque entre diversas agrupaciones norteamericanas y japonesas que durante cuatr o días se disputaron los mares de Filipinas en el mayor choque de la historia nava l. El almirante Yonai, ministro japonés de Marina, declararía tras la guerra: "Nuest ra derrota de Leyte equivalía a la pérdida de las Filipinas y la toma norteamericana  de las Filipinas significaba el fin de nuestros recursos". Tras perder 26 buques -con lo mejor de sus portaaviones, acorazados y cruceros- y más de 400 aviones, incluidas las primeras oleadas kamikazes, Japón ya nada podía oner a los estadounidenses en el Pacífico y el general Douglas MacArthur podría diri gir la batalla de las Filipinas con toda comodidad, golpeando al general Tomoyok i Yamashita donde más pudiera dolerle y peor defensa tuviera. De la fantasía táctica e MacArthur y de su ilimitada superioridad aeronaval en las Filipinas basta deci r que sus fuerzas realizaron 38 desembarcos en tres meses, estableciendo sus cab ezas de playa donde menos se les esperaba por lo que hallaron poca oposición o, en  algún caso, ninguna. Partidas por la mitad Para MacArthur lo esencial era dividir por la mitad el archipiélago, de modo que l as fuerzas de Yamasita, unos 450.000 hombres, quedaran divididas en dos y las de  la zona sur (Mindanao, Negros, Samar, Panay, Cebú...) no llegaran ni a intervenir . Para ello eligió atacar la isla de Leyte, donde el 20 de octubre de 1944 desemba rcó el 6º Ejército norteamericano mandado por el general Walter Krueger y él cumplió omesa de regresar a Filipinas. Poco pudieron hacer los poco más de 30.000 defensores japoneses ante el alud de me tralla y hombres que se les echaron encima y, aunque Yamashita logró reforzarles c on otros 45.000 soldados, constituían una fuerza exigua frente a los 183.000 norte americanos que les atosigaban y más cuando MacArthur, el 7 de diciembre, les sorpr endió desembarcando a su espalda, en el golfo de Ormoc, otros 20.000 hombres, que destruyeron las reservas de alimentos y munición enemigas en pocas horas. La guarnición japonesa, rodeada, batida por tierra, mar y aire y sin reservas esta ba condenada a la rendición o al exterminio. Eligieron lo último y durante cuatro me ses prolongaron una resistencia guerrillera desesperada en que sólo fueron captura dos 828 soldados, el resto, unos 70.000, pereció en la lucha. La guarnición japonesa estaba condenada a la rendición o al exterminio Sobre el cadáver de uno de ellos apareció su última carta, que jamás envió a casa: "E agotado. No tenemos nada que comer. El enemigo se encuentra ahora a 500 metros d e nosotros. Madre mía, querida esposa, hijo mío os escribo esta carta a la débil luz e una vela. Nuestro fin se acerca. ¿Cuál será el futuro de Japón si cae esta isla en er del enemigo? Nuestra aviación no ha aparecido. El general Yamashita no ha llega do. Centenares de soldados japoneses demacrados esperamos un fin glorioso y nada  más..." Y mientras sus tropas de Leyte se agotaban corriendo tras los japoneses y maldic iéndole por imponerles aquella campaña asquerosa (que no fue barata: más de 15.000 b as, con más de 3.000 muertos), MacArthur amagaba dos operaciones nuevas contra las  grandes islas e Negros y Panay, que Yamashita tuvo que reforzar, pese al inmens o desgaste que suponían los envíos de tropas con los norteamericanos dominado el mar . Pero lo peor es que tanto sacrificio no le serviría para nada: MacArthur dejó atrás s dos islas y sus fuerzas anfibias se dirigieron mucho más al norte, desembarcando  sin una sola baja en la isla de Mindoro, de la que se apoderaron con rapidez y escaso coste; desde allí sus aviones amenazaban directamente Manila y sus fuerzas navales podían golpear cualquier punto del oeste de Luzón en cosa de horas.

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La batalla por las Filipinas se decidi cuando el almirante Ozawa perdi sus ltimos portaaviones el 26 de octubre, cerrndose con ello la batalla de Leyte, conjunto de choque entre diversas agrupaciones norteamericanas y japonesas que durante cuatro das se disputaron los mares de Filipinas en el mayor choque de la historia naval. El almirante Yonai, ministro japons de Marina, declarara tras la guerra: "Nuestra derrota de Leyte equivala a la prdida de las Filipinas y la toma norteamericana de las Filipinas significaba el fin de nuestros recursos".Tras perder 26 buques -con lo mejor de sus portaaviones, acorazados y cruceros- y ms de 400 aviones, incluidas las primeras oleadas kamikazes, Japn ya nada poda oponer a los estadounidenses en el Pacfico y el general Douglas MacArthur podra dirigir la batalla de las Filipinas con toda comodidad, golpeando al general Tomoyoki Yamashita donde ms pudiera dolerle y peor defensa tuviera. De la fantasa tctica de MacArthur y de su ilimitada superioridad aeronaval en las Filipinas basta decir que sus fuerzas realizaron 38 desembarcos en tres meses, estableciendo sus cabezas de playa donde menos se les esperaba por lo que hallaron poca oposicin o, en algn caso, ninguna.Partidas por la mitadPara MacArthur lo esencial era dividir por la mitad el archipilago, de modo que las fuerzas de Yamasita, unos 450.000 hombres, quedaran divididas en dos y las de la zona sur (Mindanao, Negros, Samar, Panay, Ceb...) no llegaran ni a intervenir. Para ello eligi atacar la isla de Leyte, donde el 20 de octubre de 1944 desembarc el 6 Ejrcito norteamericano mandado por el general Walter Krueger y l cumpli su promesa de regresar a Filipinas.Poco pudieron hacer los poco ms de 30.000 defensores japoneses ante el alud de metralla y hombres que se les echaron encima y, aunque Yamashita logr reforzarles con otros 45.000 soldados, constituan una fuerza exigua frente a los 183.000 norteamericanos que les atosigaban y ms cuando MacArthur, el 7 de diciembre, les sorprendi desembarcando a su espalda, en el golfo de Ormoc, otros 20.000 hombres, que destruyeron las reservas de alimentos y municin enemigas en pocas horas.La guarnicin japonesa, rodeada, batida por tierra, mar y aire y sin reservas estaba condenada a la rendicin o al exterminio. Eligieron lo ltimo y durante cuatro meses prolongaron una resistencia guerrillera desesperada en que slo fueron capturados 828 soldados, el resto, unos 70.000, pereci en la lucha.La guarnicin japonesa estaba condenada a la rendicin o al exterminioSobre el cadver de uno de ellos apareci su ltima carta, que jams envi a casa: "Estoy agotado. No tenemos nada que comer. El enemigo se encuentra ahora a 500 metros de nosotros. Madre ma, querida esposa, hijo mo os escribo esta carta a la dbil luz de una vela. Nuestro fin se acerca. Cul ser el futuro de Japn si cae esta isla en poder del enemigo? Nuestra aviacin no ha aparecido. El general Yamashita no ha llegado. Centenares de soldados japoneses demacrados esperamos un fin glorioso y nada ms..."Y mientras sus tropas de Leyte se agotaban corriendo tras los japoneses y maldicindole por imponerles aquella campaa asquerosa (que no fue barata: ms de 15.000 bajas, con ms de 3.000 muertos), MacArthur amagaba dos operaciones nuevas contra las grandes islas e Negros y Panay, que Yamashita tuvo que reforzar, pese al inmenso desgaste que suponan los envos de tropas con los norteamericanos dominado el mar.Pero lo peor es que tanto sacrificio no le servira para nada: MacArthur dej atrs las dos islas y sus fuerzas anfibias se dirigieron mucho ms al norte, desembarcando sin una sola baja en la isla de Mindoro, de la que se apoderaron con rapidez y escaso coste; desde all sus aviones amenazaban directamente Manila y sus fuerzas navales podan golpear cualquier punto del oeste de Luzn en cosa de horas.Una decisin criminalYamashita no quera librar una batalla en Manila porque saba que costara un ro de sangre sin aportar nada positivo a la causa japonesa: una defensa con garantas exiga plantearla sobre un gran permetro lejos de la ciudad para lo cual careca de hombres, armas suficientes y de una ayuda que ya no podan enviarle; por otro lado, le afectaba el argumento humanitario: Cmo alimentar a una ciudad que contaba con 800.000 habitantes?Yamasita, apodado el Tigre de MalasiaNo era Yamasita, apodado el Tigre de Malasia, un general escrupuloso, pero s muy hbil e inteligente y toda aquella poblacin no le supondra beneficio alguno, sino slo un problema. Por tanto, orden dejar en libertad a los prisioneros y se dispuso a retirarse hacia el interior donde poda plantear una resistencia ms elstica y eficaz.Lamentablemente tropez con la oposicin del contralmirante Sanji Iwabuchi, que no estaba a sus rdenes, quien decidi emplear sus 16.000 marineros, en parte supervivientes de la batalla del golfo de Leyte y el resto personal de las dependencias portuarias, en la defensa de una parte de la ciudad para lo que contaba con poca artillera, pero le sobraban ametralladoras armas individuales y municin salvadas de barcos y aviones.Adems haban quedado en Manila varios batallones de infantera que optaron por unirse a Iwabuchi, quien tena -en palabras de Max Hastings- "el corazn de un len y el cerebro de una oveja", como otros muchos comandantes japoneses de esta fase de la guerra, cuya regla de oro era obedecer hasta la muerte sin preguntarse si lo que les ordenaban tena algn sentido militar.La lucha en la ciudad viejaEstirando al mximo las posibilidades de sus fuerzas, menos de 20.000 hombres, Iwabuchi se repleg sobre la vieja ciudad colonial, apoyando su flanco norte en la orilla del ro Pasig; el oeste, en la zona portuaria; el este en la amplia zona ajardinada situada frente a las desdentadas murallas espaolas y el sur, atrincherado en algunos grandes edificios (ministerios de Agricultura y Economa , Hotel Manila y Hospital civil) y los barrios de Ermita y Malata, con bastante poblacin espaola o nativos hispanizados. En total, un permetro defensivo no mayor de 10.000 metros. En las ocho semanas que le otorg el avance norteamericano, realiz un extraordinario trabajo de fortificacin cuya nica finalidad era morir matando.Los norteamericanos llegaron el tres de febrero y fueron recibidos como libertadores en la periferia de Manila, donde apenas tuvieron que rechazar algunos tiroteos avanzadillas japonesas. MacArthur, tan capaz por un lado y tan teatral por otro, hizo su entrada triunfal el da 4, dedicando especial atencin a la liberacin de los campos de prisioneros, donde hall reunidos todo el sufrimiento y la miseria: "Jams he asistido a una escena tan desgarradora como la que se ofreci a mis ojos (...) Y los lastimosos ocupantes del campo de Santo Toms, medio muertos de hambre, lanzaron gritos de alegra. Me vi aplastado contra la pared por centenares de estos desgraciados locos de emocin con sus rostros baados de lgrimas. Parecan emplear sus ltimas fuerzas en abrirse camino hasta m y tocarme la mano..."Los norteamericanos dieron por liberada Manila el 5 de febreroEl da 5, declar liberada Manila; el 6, la prensa dio por hecho que la ciudad haba cado "como una ciruela madura" (Time) y el general se refiri a los combates callejeros como los habituales trabajos de limpieza...en los que perecieron unos 1.500 japoneses en pequeos nidos de resistencia.Ni se imaginaba la sangrienta sorpresa que esperaba a su ejrcito en el ddalo a callejuelas de la ciudad vieja, plena de edificios coloniales edificados en fuertes piedras de sillera, que sus soldados hubieron de tomar casa por casa, calle por calle durante todo un mes de incesante combatir. Los grandes edificios hubieron de ser demolidos con fuego directo de caones de 155 ms. Mientras los japoneses rechazaban a la infantera disparando de aspilleras abiertas a nivel de calle; los grandes proyectiles de artillera revolvan las tremendas barricadas sin terminar con ellas, pues los tanques, que hubieran podido hacerlo, saltaban por los aires antes de alcanzarlas, destruidos por grandes proyectiles navales profundamente enterrados y convertidos en minas. Pelea de ratas, defendiendo cada stano o cauterizndolo con lanzallamas y granadas...La plata esta intactaMacArthur quera la preservar la ciudad por lo que haba prohibido los bombardeos y, despus de haberla dado por conquistada, con mayor motivo, para no desmentirse de forma tan rotunda, pero a partir del 9 de febrero, dio va libre a caones y morteros, que llegaron a disparar ms de 45.000 proyectiles. Tal lluvia de explosivos y metralla no slo demolieron la ciudad colonial espaola, sino que causaron muchos millares de vidas civiles. De los cien mil manileos (238/350, espaoles) que perecieron en la lucha se considera que el 40% lo caus el "fuego amigo americano".Al dao producido por la guerra se uni pronto la fiebre especuladoraLo de los japoneses constituy una autntica bestialidad: sintindose perdidos se dedicaron a matar y a violar sin piedad. El sacerdote Juan Labrador, que vivi aquellas atrocidades, comentara irnicamente: "Temamos actos de barbarie, pero no matanzas al por mayor". La iglesia de San Agustn fue uno de los pocos edificios histricos que permanecieron en pie; al dao producido por la guerra se uni, a continuacin la fiebre reconstructora y especuladora: muchos monumentos que contaban con tres siglos de historia y que haban resultado daados por las bombas, en vez de ser reconstruidos o restaurados fueron erradicados por los buldceres.Aunque MacArthur dio por dos veces concluida la toma de Manila, la verdad es que hasta el 3 de marzo siguieron los combates e, incluso, hubo espordicos tiroteos despus. Los japoneses dejaron 16.6065 cadveres en sus posiciones defensivas, pero ms de tres mil lograron abrirse paso durante la ltima noche y escapar por el ro. Los estadounidenses sufrieron un millar de bajas.Ese da el general lleg al Hotel Manila, en el que se haba combatido planta por planta. Al llegar al tico, donde haba residido como Comandante en jefe del Ejrcito filipino, encontr todo destrozado, quedando especialmente impresionado por la destruccin de su despacho, por los miles de libros de su biblioteca esparcidos por el suelo y por el cadver de un coronel sobre su alfombra, sobre un gran charco de sangre reseca. Al parecer esa noche escribi a su esposa, Jean, pidindole que se reuniera con l en Manila y dndole la buena noticia de que la vajilla y la cubertera de plata estaban intactas.