Elogio de La Ociosidad

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    Elogio de la ociosidad(Escrito en 1932)Como casi toda mi generacin, fui educado en el espritu del refrn "La ociosidades la madre de todos los vicios". Nio profundamente virtuoso, cre todo cuanto medijeron, y adquir una conciencia que me ha hecho trabajar intensamente hasta elmomento actual. Pero, aunque mi conciencia haya controlado mis actos, mis

    opiniones han experimentado una revolucin. Creo que se ha trabajado demasiadoen el mundo, que la creencia de que el trabajo es una virtud ha causado enormesdaos y que lo que hay que predicar en los pases industriales modernos es algocompletamente distinto de lo que siempre se ha predicado. Todo el mundo conocela historia del viajero que vio en Npoles doce mendigos tumbados al sol (eraantes de la poca de Mussolini) y ofreci una lira al ms perezoso de todos. Oncede ellos se levantaron de un salto para reclamarla, as que se la dio al duodcimo.Aquel viajero haca lo correcto. Pero en los pases que no disfrutan del solmediterrneo, la ociosidad es ms difcil y para promoverla se requerira una granpropaganda. Espero que, despus de leer las pginas que siguen, los dirigentes dela Asociacin Cristiana de jvenes emprendan una campaa para inducir a losjvenes a no hacer nada. Si es as, no habr vivido en vano. Antes de presentarmis propios argumentos en favor de la pereza, tengo que refutar uno que no puedoaceptar. Cada vez que alguien que ya dispone de lo suficiente para vivir sepropone ocuparse en alguna clase de trabajo diario, como la enseanza o lamecanografa, se le dice, a l o a ella, que tal conducta lleva a quitar el pan de laboca a otras personas, y que, por tanto, es inicua. Si este argumento fuese vlido,bastara con que todos nos mantuvisemos inactivos para tener la boca llena depan. Lo que olvida la gente que dice tales cosas es que un hombre suele gastar loque gana, y al gastar genera empleo. Al gastar sus ingresos, un hombre pone tantopan en las bocas de los dems como les quita al ganar. El verdadero malvado,

    desde este punto de vista, es el hombre que ahorra. Si se limita a meter susahorros en un calcetn, como el proverbial campesino francs, es obvio que nogenera empleo. Si invierte sus ahorros, la cuestin es menos obvia, y se planteandiferentes casos.Una de las cosas que con ms frecuencia se hacen con los ahorros es prestarlos aalgn gobierno. En vista del hecho de que el grueso del gasto pblico de la mayorparte de los gobiernos civilizados consiste en el pago de deudas de guerraspasadas o en la preparacin de guerras futuras, el hombre que presta su dinero aun gobierno se halla en la misma situacin que el malvado de Shakespeare quealquila asesinos. El resultado estricto de los hbitos de ahorro del hombre es elincremento de las fuerzas armadas del estado al que presta sus economas.

    Resulta evidente que sera mejor que gastara el dinero, aun cuando lo gastara enbebida o en juego.Pero -se me dir- el caso es absolutamente distinto cuando los ahorros se inviertenen empresas industriales. Cuando tales empresas tienen xito y producen algo til,se puede admitir. En nuestros das, sin embargo, nadie negar que la mayora delas empresas fracasan. Esto significa que una gran cantidad de traba o humano,que hubiera podido dedicarse a producir algo susceptible de ser disfrutado, seconsumi en la fabricacin de mquinas que, una vez construidas, permanecenparadas y no benefician a nadie. Por ende, el hombre que invierte sus ahorros enun negocio que quiebra, perjudica a los dems tanto como a s mismo. Si gasta sudinero -digamos- en dar fiestas a sus amigos, stos se divertirn -cabe esperarlo-,al tiempo en que se beneficien todos aquellos con quienes gast su dinero, comoel carnicero, el panadero y el contrabandista de alcohol. Pero si lo gasta -digamos-en tender rieles para tranvas en un lugar donde los tranvas resultan innecesarios,

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    habr desviado un considerable volumen de trabajo por caminos en los que nodar placer a nadie. Sin embargo, cuando se empobrezca por el fracaso de suinversin, se le considerar vctima de una desgracia inmerecida, en tanto que alalegre derrochador, que gast su dinero filantrpicamente, se le despreciar comopersona alocada y frvola.Nada de esto pasa de lo preliminar. Quiero decir, con toda seriedad, que la fe en

    las virtudes del trabajo est haciendo mucho dao en el mundo moderno y que elcamino hacia la felicidad y la prosperidad pasa por una reduccin organizada deaqul.Ante todo, qu es el trabajo? Hay dos clases de trabajo; la primera: modificar ladisposicin de la materia en, o cerca de, la superficie de la tierra, en relacin conotra materia dada; la segunda: mandar a otros que lo hagan. La primera clase detrabajo es desagradable y est mal pagada; la segunda es agradable y muy bienpagada. La segunda clase es susceptible de extenderse indefinidamente: nosolamente estn los que dan rdenes, sino tambin los que dan consejos acerca dequ rdenes deben darse. Por lo general, dos grupos organizados de hombres dansimultneamente dos clases opuestas de consejos; esto se llama poltica. Para estaclase de trabajo no se requiere el conocimiento de los temas acerca de los cualesha de darse consejo, sino el conocimiento del arte de hablar y escribirpersuasivamente, es decir, del arte de la propaganda.En Europa, aunque no en Norteamrica, hay una tercera clase de hombres, msrespetada que cualquiera de las clases de trabajadores. Hay hombres que, merceda la propiedad de la tierra, estn en condiciones de hacer que otros paguen por elprivilegio de que les consienta existir y trabajar. Estos terratenientes son gentesociosas, y por ello cabra esperar que yo los elogiara. Desgraciadamente, suociosidad solamente resulta posible gracias a la laboriosidad de otros; en efecto,su deseo de cmoda ociosidad es la fuente histrica de todo el evangelio del

    trabajo. Lo ltimo que podran desear es que otros siguieran su ejemplo.Desde el comienzo de la civilizacin hasta la revolucin industrial, un hombrepoda, por lo general, producir, trabajando duramente, poco ms de loimprescindible para su propia subsistencia y la de su familia, aun cuando su mujertrabajara al menos tan duramente como l, y sus hijos agregaran su trabajo tanpronto como tenan la edad necesaria para ello. El pequeo excedente sobre loestrictamente necesario no se dejaba en manos de los que lo producan, sino quese lo apropiaban los guerreros y los sacerdotes. En tiempos de hambruna no habaexcedente; los guerreros y los sacerdotes, sin embargo, seguan reservndosetanto como en otros tiempos, con el resultado de que muchos de los trabajadoresmoran de hambre.

    Este sistema perdur en Rusia hasta 1917 [*] y todava perdura en Oriente; enInglaterra, a pesar de la revolucin industrial, se mantuvo en plenitud durante lasguerras napolenicas y hasta hace cien aos, cuando la nueva clase de losindustriales gan poder. En Norteamrica, el sistema termin con la revolucin,excepto en el Sur, donde sobrevivi hasta la guerra civil. Un sistema que durtanto y que termin tan recientemente ha dejado, como es natural, una huellaprofunda en los pensamientos y las opiniones de los hombres. Buena parte de loque damos por sentado acerca de la conveniencia del trabajo procede de estesistema, y, al ser preindustrial, no est adaptado al mundo moderno. La tcnicamoderna ha hecho posible que el ocio, dentro de ciertos lmites, no sea laprerrogativa de clases privilegiadas poco numerosas, sino un derechoequitativamente repartido en toda la comunidad. La moral del trabajo es la moralde los 'esclavos, y el mundo moderno no tiene necesidad de esclavitud.

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    Es evidente que, en las comunidades primitivas, los campesinos, de haber podidodecidir, no hubieran entregado el escaso excedente con que subsistan losguerreros y los sacerdotes, sino que hubiesen producido menos o consumido ms.Al principio, era la fuerza lo que los obliga-ba a producir y entregar el excedente.Gradualmente, sin embargo, result posible inducir a muchos de ellos a aceptaruna tica segn la cual era su deber trabajar intensamente, aunque parte de su

    trabajo fuera a sostener a otros, que permanecan ociosos. Por este medio, lacompulsin requerida se fue reduciendo y los gastos de gobierno disminuyeron. Ennuestros das, el noventa y nueve por ciento de los asalariados britnicos, sesentiran realmente impresionados si se les dijera que el rey no debe teneringresos mayores que los de un trabajador. El deber, en trminos histricos, hasido un medio, ideado por los poseedores del poder, para inducir a los dems avivir para el inters de sus amos mas que para su propio inters. Por supuesto, losposeedores del poder tambin han hecho lo propio an ante si mismos, y s lasarreglan para creer que sus intereses son idnticos a los ms grandes intereses dela humanidad. A veces esto es cierto; los atenienses propietarios de esclavos, porejemplo, empleaban parte de su tiempo libre en hacer una contribucinpermanente a la civilizacin, que hubiera sido imposible bajo un sistemaeconmico justo. El tiempo libre es esencial para la civilizacin, y, en pocaspasadas, slo el trabajo de los ms haca posible el tiempo libre de los menos. Peroel trabajo era valioso, no porque el trabajo en s fuera bueno, sino porque el ocio esbueno. Y con la tcnica moderna sera posible distribuir justamente el ocio, sinmenoscabo para la civilizacin.La tcnica moderna ha hecho posible reducir enormemente la cantidad de trabajorequerida para asegurar lo imprescindible para la vida de todos. Esto se hizoevidente durante la guerra. En aquel tiempo, todos los hombres de las fuerzasarmadas, todos los hombres y todas las mujeres ocupados en la fabricacin de

    municiones, todos los hombres y todas las mujeres ocupados en espiar, en hacerpropaganda blica o en las oficinas del gobierno relacionadas con la guerra, fueronapartados de las ocupaciones productivas. A pesar de ello, el nivel general debienestar fsico entre los asalariados no especializados de las naciones aliadas fuems alto que antes y que despus. La significacin de este hecho fue encubiertapor las finanzas: los prstamos hacan aparecer las cosas como si el futuroestuviera alimentando al presente. Pero esto, desde luego, hubiese sido imposible;un hombre no puede comerse una rebanada de pan que todava no existe. Laguerra demostr de modo concluyente que la organizacin cientfica de laproduccin permite mantener las poblaciones modernas en un considerablebienestar con slo una pequea parte de la capacidad de trabajo del mundo

    entero. Si la organizacin cientfica, que se haba concebido para liberar hombresque lucharan y fabricaran municiones, se hubiera mantenido al finalizar la guerra,y se hubiesen reducido a cuatro las horas de trabajo, todo hubiera ido bien. Enlugar de ello, fue restaurado el antiguo caos: aquellos cuyo trabajo se necesitabase vieron obligados a trabajar largas horas, y al resto se le dej morir de hambrepor falta de empleo. Por qu? Porque el trabajo es un deber, y un hombre no deberecibir salarios proporcionados a lo que ha producido, sino proporcionados a suvirtud, demostrada por su laboriosidad.sta es la moral del estado esclavista, aplicada en circunstancias completamentedistintas de aquellas en las que surgi. No es de extraar que el resultado hayasido desastroso. Tomemos un ejemplo. Supongamos que, en un momentodeterminado, cierto nmero de personas trabaja en la manufactura de alfileres.Trabajando -digamos- ocho horas por da, hacen tantos alfileres como el mundonecesita. Alguien inventa un ingenio con el cual el mismo nmero de personas

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    puede hacer dos veces el nmero de alfileres que haca antes. Pero el mundo nonecesita duplicar ese nmero de alfileres: los alfileres son ya tan baratos, quedifcilmente pudiera venderse alguno ms a un precio inferior. En un mundosensato, todos los implicados en la fabricacin de alfileres pasaran a trabajarcuatro horas en lugar de ocho, y todo lo dems continuara como antes. Pero en elmundo real esto se juzgara desmoralizador. Los hombres an trabajan ocho horas;

    hay demasiados alfileres; algunos patronos quiebran, y la mitad de los hombresanteriormente empleados en la fabricacin de alfileres son despedidos y quedansin trabajo. Al final, hay tanto tiempo libre como en el otro plan, pero la mitad delos hombres estn absolutamente ociosos, mientras la otra mitad sigue trabajandodemasiado. De este modo, queda asegurado que el inevitable tiempo libreproduzca miseria por todas partes, en lugar de ser una fuente de felicidaduniversal. Puede imaginarse algo ms insensato?La idea de que el pobre deba disponer de tiempo libre siempre ha sidoescandalosa para los ricos. En Inglaterra, a principios del siglo XIX, la jornadanormal de trabajo de un hombre era de quince horas; los nios hacan la mismajornada algunas veces, y, por lo general, trabajrn doce horas al da. Cuando losentrometidos apuntaron que quiz tal cantidad de horas fuese excesiva, les dijeronque el trabajo aleja a los adultos de la bebida y a los nios del mal. Cuando yo eranio, poco despus de que los trabajadores urbanos hubieran adquirido el voto,fueron establecidas por ley ciertas fiestas pblicas, con gran indignacin de lasclases altas. Recuerdo haber odo a una anciana duquesa decir: "Para qu quierenlas fiestas los pobres? Deberan trabajar". Hoy, las gentes son menos francas, peroel sentimiento persiste, y es la fuente de gran parte de nuestra confusineconmica.Consideremos por un momento francamente, sin supersticin, la tica del trabajo.Todo ser humano, necesariamente, consume en el curso de su vida cierto volumen

    del producto del trabajo humano. Aceptando, cosa que podemos hacer, que eltrabajo es, en conjunto, desagradable, resulta injusto que un hombre consuma msde lo que produce. Por supuesto, puede prestar algn servicio en lugar de producirartculos de consumo, como en el caso de un mdico, por ejemplo; pero algo ha deaportar a cambio de su manutencin y alojamiento. En esta medida, el deber detrabajar ha de ser admitido; pero solamente en esta medida.No insistir en el hecho de que, en todas las sociedades modernas, aparte de laURSS, mucha gente elude aun esta mnima cantidad de trabajo; por ejemplo, todosaquellos que heredan dinero y todos aquellos que se casan por dinero. No creo queel hecho de que se consienta a stos permanecer ociosos sea casi tan perjudicialcomo el hecho de que se espere de los asalariados que trabajen en exceso o que

    mueran de hambre.Si el asalariado Ordinario trabajase cuatro horas al da, alcanzara para todos y nohabra paro -dando por supuesta cierta muy moderada cantidad de organizacinsensata-. Esta idea escandaliza a los ricos porque estn convencidos de que elpobre no sabra cmo emplear tanto tiempo libre. En Norteamrica, los hombressuelen trabajar largas horas, aun cuando ya estn bien situados; estos hombres,naturalmente, se indignan ante la idea del tiempo libre de los asalariados, exceptobajo la forma del inflexible castigo del paro; en realidad, les disgusta el ocio aunpara sus hijos. Y, lo que es bastante extrao, mientras desean que sus hijostrabajen tanto que no les quede tiempo para civilizarse, no les importa que susmujeres y sus hijas no tengan ningn trabajo en absoluto. La esnob atraccin porla inutilidad, que en una sociedad aristocrtica abarca a los dos sexos, queda, enuna plutocracia, limitada a las mujeres; ello, sin embargo, no la pone en situacinms acorde con el sentido comn.

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    El sabio empleo del tiempo libre -hemos de admitirlo- es un producto de lacivilizacin y de la educacin. Un hombre que ha trabajado largas horas durantetoda su vida se aburrir si queda sbitamente ocioso. Pero, sin una cantidadconsiderable de tiempo libre, un hombre se ver privado de muchas de las mejorescosas. Y ya no hay razn alguna para que el grueso de la gente haya de sufrir talprivacin; solamente un necio ascetismo, generalmente vicario, nos lleva a seguir

    insistiendo en trabajar en cantidades excesivas, ahora que ya no es necesario.En el nuevo credo dominante en el gobierno de Rusia, as como hay mucho muydiferente de la tradicional enseanza de Occidente, hay algunas cosas que no hancambiado en absoluto. La actitud de las clases gobernantes, y especialmente deaquellas que dirigen la propaganda educativa respecto del tema de la dignidad deltrabajo, es casi exactamente la misma que las clases gobernantes de todo elmundo han predicado siempre a los llamados pobres honrados. Laboriosidad,sobriedad, buena voluntici. para trabajar largas horas a cambio de lejanasventajas, inclusive sumisin a la autoridad, todo reaparece; por aadidura, laautoridad todava representa la voluntad del Soberano del Universo. Quien, sinembargo, recibe ahora un nuevo nombre: materialismo dialctico.La victoria del proletariado en Rusia tiene algunos puntos en comn con la victoriade las feministas en algunos otros pases. Durante siglos, los hombres hanadmitido la superior santidad de las mujeres, y han consolado a las mujeres de suinferioridad afirmando que la santidad es ms deseable que el poder. Al final, lasfeministas decidieron tener las dos cosas, ya que las precursoras de entre ellascrean todo lo que los hombres les haban dicho acerca de lo apetecible de lavirtud, pero no lo que les haban dicho acerca de la inutilidad del poder poltico.Una cosa similar ha ocurrido en Rusia por lo que se refiere al trabajo manual.Durante siglos, los ricos y sus mercenarios han escrito en elogio del trabajohonrado, han alabado la vida sencilla, han profesado una religin que ensea que

    es mucho ms probable que vayan al cielo los pobres que los ricos y, en general,han tratado de hacer creer a los trabajadores manuales que hay cierta especialnobleza en modificar la situacin de la materia en el espacio, tal y como loshombres trataron de hacer creer a las mujeres que obtendran cierta especialnobleza de su esclavitud sexual. En Rusia, todas estas enseanzas acerca de laexcelencia del trabajo manual han sido tomadas en serio, con el resultado de queel trabajador manual se ve ms honrado que nadie. Se hacen lo que, en esencia,son llamamientos a la resurreccin de la fe, pero no con los antiguos propsitos: sehacen para asegurar los trabajadores de choque necesarios para tareas especiales.El trabajo manual es el ideal que se propone a los jvenes, y es la base de todaenseanza tica.

    En la actualidad, posiblemente, todo ello sea para bien. Un pas grande, lleno derecursos naturales, espera el desarrollo, y ha de desarrollarse haciendo un usomuy escaso del crdito. En tales circunstancias, el trabajo duro es necesario, ycabe suponer que reportar una gran recompensa. Pero qu suceder cuando sealcance el punto en que todo el mundo pueda vivir cmodamente sin trabajarlargas horas?En Occidente tenemos varias maneras de tratar este problema. No aspiramos aInjusticia econmica; de modo que una gran proporcin del producto total va aparar a manos de una pequea minora de la poblacin, muchos de cuyoscomponentes no trabajan en absoluto. Por ausencia de todo control centralizadode la produccin, fabricamos multitud de cosas que no hacen falta. Mantenemosocioso un alto porcentaje de la poblacin trabajadora, ya que podemos pasarnossin su trabajo haciendo trabajar en exceso a los dems. Cuando todos estosmtodos demuestran ser inadecuados, tenemos una guerra: mandamos a un cierto

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    nmero de personas a fabricar explosivos de alta potencia y a otro nmerodeterminado a hacerlos estallar, como si furamos nios que acabramos dedescubrir los fuegos artificiales. Con una combinacin de todos estos dispositivosnos las arreglamos, aunque con dificultad, para mantener viva la nocin de que elhombre medio debe realizar una gran cantidad de duro trabajo manual.En Rusia, debido a una mayor justicia econmica y al control centralizado de la

    produccin, el problema tiene que resolverse de forma distinta. La solucinracional sera, tan pronto como se pudiera asegurar las necesidades primarias y lascomodidades elementales para todos, reducir las horas de trabajo gradualmente,dejando que una votacin popular decidiera, en cada nivel, la preferencia por msocio o por ms bienes. Pero, habiendo enseado la suprema virtud del trabajointenso, es dificil ver cmo pueden aspirar las autoridades a un paraso en el quehaya mucho tiempo libre y poco trabajo. Parece ms probable que encuentrencontinuamente nuevos proyectos en nombre de los cuales la ociosidad presentehaya de sacrificarse a la productividad futura. Recientemente he ledo acerca deun ingenioso plan propuesto por ingenieros rusos para hacer que el mar Blanco ylas costas septentrionales de Siberia se calienten, construyendo un dique a lo largodel mar de Kara. Un proyecto admirable, pero capaz de posponer el bienestarproletario por toda una generacin, tiempo durante el cual la nobleza del trabajosera proclamada en los campos helados y entre las tormentas de nieve del ocanortico. Esto, si sucede, ser el resultado de considerar la virtud del trabajo intensocomo un fin en s misma, ms que como un medio para alcanzar un estado decosas en el cual tal trabajo ya no fuera necesario.El hecho es que mover materia de un lado a otro, aunque en cierta medida esnecesario para nuestra existencia, no es, bajo ningn concepto, uno de los fines dela vida humana. Si lo fuera, tendramos que considerar a cualquier bracerosuperior a Shakespeare. Hemos sido llevados a conclusiones erradas en esta

    cuestin por dos causas. Una es la necesidad de tener contentos a los pobres, queha impulsado a los ricos durante miles de aos, a reivindicar la dignidad deltrabajo, aunque teniendo buen cuidado de mantenerse indignos a este respecto.La otra es el nuevo placer del mecanismo, que nos hace deleitarnos en los cambiosasombrosamente inteligentes que podemos producir en la superficie de la tierra.Ninguno de esos motivos tiene gran atractivo para el que de verdad trabaja. Si lepreguntis cul es la que considera la mejor parte de su vida, no es probable queos responda: "Me agrada el trabajo fsico porque me hace sentir que estoy dandocumplimiento a la ms noble de las tareas del hombre y porque me gusta pensaren lo mucho que el hombre puede transformar su planeta. Es cierto que mi cuerpoexige perodos de descanso, que tengo que pasar lo mejor posible, pero nunca soy

    tan feliz como cuando llega la maana y puedo volver a la labor de la que procedemi contento". Nunca he odo decir estas cosas a los trabajadores.Consideran el trabajo como debe ser considerado como un medio necesario paraganarse el sustento, y, sea cual fuere la felicidad que puedan disfrutar, la obtienenen sus horas de ocio.Podr decirse que, en tanto que un poco de ocio es agradable, los hombres nosabran cmo llenar sus das si solamente trabajaran cuatro horas de lasveinticuatro. En la medida en que ello es cierto en el mundo moderno, es unacondena de nuestra civilizacin; no hubiese sido cierto en ningn perodo anterior.Antes haba una capacidad para la alegra y los juegos que, hasta cierto punto, hasido inhibida por el culto a la eficiencia. El hombre moderno piensa que tododebera hacerse por alguna razn determinada, y nunca por s mismo. Laspersonas serias, por ejemplo, critican continuamente el hbito de ir al cine, y nosdicen que induce a los jvenes al delito. Pero todo el trabajo necesario para

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    construir un cine es respetable, porque es trabajo y porque produce beneficioseconmicos. La nocin de que las actividacles deseables son aquellas queproducen beneficio econmico lo ha puesto todo patas arriba. El carnicero que osprovee de carne y el panadero que os provee de pan son merecedores de elogio,ganando dinero; pero cuando vosotros digeris el alimento que ellos os hansuministrado, no sois ms que unos frvolos, a menos que comis tan slo para

    obtener energas para vuestro trabajo. En un sentido amplio, se sostiene que,ganar dinero es bueno mientras que gastarlo es malo. Teniendo en cuenta que sondos aspectos de la misma transaccion, esto es absurdo; del mismo modo quepodriamos sostener que las llaves son buenas, pero que los ojos de las cerradurasson malos. Cualquiera que sea el mrito que pueda haber en la produccin debienes, debe derivarse enteramente de la ventaja que se obtenga consumindolos.El individuo, en nuestra sociedad, trabaja por un beneficio, pero el propsito socialde su trabajo radica en el consumo de lo que l produce.Este divorcio entre los propsitos individuales y los sociales respecto de laproduccin es lo que hace que a los hombres les resulte tan difcil pensar conclaridad en un mundo en el que la obtencin de beneficios es el incentivo de laindustria. Pensamos demasiado en la produccin y demasiado poco en el consumo.Como consecuencia de ello, concedemos demasiado poca importancia al goce y ala felicidad sencilla, y no juzgamos la produccin por el placer que da alconsumidor.Cuando propongo que las horas de trabajo sean reducidas a cuatro, no intentodecir que todo el tiempo restante deba necesariamente malgastarse en purasfrivolidades. Quiero decir que cuatro horas de trabajo al da deberan dar derecho aun hombre a los artculos de primera necesidad y a las comodidades elementalesen la vida, y que el resto de su tiempo debera ser de l para emplearlo comocreyera conveniente. Es una parte esencial de cualquier sistema social de tal

    especie el que la educacin va a ms all del punto que generalmente alcanza enla actualidad y se proponga, en parte, despertar aficiones que capaciten al hombrepara usar con inteligencia su tiempo libre. No pienso especialmente en la clase decosas que pudieran considerarse pedantes. Las danzas campesinas han muerto,excepto en remotas regiones rurales, pero los impulsos que dieron lugar a que selas cultivara deben de existir todava en la naturaleza humana. Los placeres de laspoblaciones urbanas han llevado a la mayoria a ser pasivos: ver pelculas, observarpartidos de ftbol, escuchar la radio, y as sucesivamente. sto resulta del hechode que sus energas activas se consuman solamente en el trabajo; si tuvieran mstiempo libre, volveran a divertirse con juegos en los que hubieran de tomar parteactiva.

    En el pasado, haba una reducida clase ociosa y una ms numerosa clasetrabajadora. La clase ociosa disfrutaba de ventajas que no se fundaban en lajusticia social; esto la haca necesariamente opresiva, limitaba sus simpatas y laobligaba a inventar teoras que justificasen sus privilegios. Estos hechosdisminuan grandemente su mrito, pero, a pesar de estos inconvenientes,contribuy a casi todo lo que llamamos civilizacin. Cultiv las artes, descubri lasciencias, escribi los libros, invent las mquinas y refin las relaciones sociales.Aun la liberacin de los oprimidos ha sido, generalmente, iniciada desde arriba. Sinla clase ociosa, la humanidad nunca hubiese salido de la barbarie.El sistema de una clase ociosa hereditaria sin obligaciones era, sin embargo,extraordinariamente ruinoso. No se haba enseado a ninguno de los miembros deesta clase a ser laborioso, y la clase, en conjunto, no era excepcionalmenteinteligente. Esta clase poda producir un Darwin, pero contra l habran desealarse decenas de millares de hidalgos rurales que jams pensaron en nada

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    ms inteligente que la caza del zorro y el castigo de los cazadores furtivos.Actualmente, se supone que las universidades proporcionan, de un modo mssistemtico, lo que la clase ociosa proporcionaba accidentalmente y como unsubproducto. Esto representa un gran adelanto, pero tiene ciertos inconvenientes.La vida de universidad es, en definitiva, tan diferente de la vida en el mundo, quelas personas que viven en un ambiente acadmico tienden a desconocer las

    preocupaciones y los problemas de los hombres y las mujeres corrientes; poraadidura, sus medios de expresin suelen ser tales, que privan a sus opiniones dela influencia que debieran tener sobre el pblico en general. Otra desventaja esque en las universidades los estudios estan organizados, y es probable que elhombre que se le ocurre alguna lnea de investigacin original se sientadesanimado. Las instituciones acadmicas, por tanto, si bien son tiles, no songuardianes adecuados de los intereses de la civilizacin en un mundo donde todoslos que quedan fuera de sus muros estn demasiado ocupados para atender apropsitos no utilitarios.En un mundo donde nadie sea obligado a trabajar ms de cuatro horas al da, todapersona con curiosidad cientfica podr satisfacerla, y todo pintor' podr pintar sinmorirse de hambre, no importa lo maravillosos que puedan ser sus cuadros. Losescritores jvenes no se vern forzados a llamar la atencin por medio desensacionales chapuceras, hechas con miras a obtener la independenciaeconmica que se necesita para las obras monumentales, y para las cuales,cuando por fin llega la oportunidad, habrn perdido el gusto y la capacidad. Loshombres que en su trabajo profesional se interesen por algn aspecto de laeconoma o de la administracin, ser capaz de desarrollar sus ideas sin eldistanciamiento acadmico, que suele hacer aparecer carentes de realismo lasobras de los economistas universitarios. Los mdicos tendrn tiempo de aprenderacerca de los progresos de la medicina; los maestros no lucharn

    desesperadamente para ensear por mtodos rutinarios cosas que aprendieron ensu juventud, y cuya falsedad puede haber sido demostrada en el intervalo.Sobre todo, habr felicidad y alegra de vivir, en lugar de nervios gastados,cansancio y dispepsia. El trabajo exigido bastar para hacer del ocio algo delicioso,pero no para producir agotamiento. Puesto que los hombres no estarn cansadosen su tiempo libre, no querrn solamente distracciones pasivas e inspidas. Esprobable que al menos un uno por ciento dedique el tiempo que no le consuma sutrabajo profesional a tareas de algn inters pblico, y, puesto que no dependerde tales tareas para ganarse la vida, su originalidad no se ver estorbada y nohabr necesidad de conformarse a las normas establecidas por los viejos eruditos.Pero no solamente en estos casos excepcionales se manifestarn las ventajas del

    ocio. Los hombres y las mujeres corrientes, al tener la oportunidad de una vidafeliz, llegarn a ser ms bondadosos y menos inoportunos, y menos inclinados amirar a los dems con suspicacia. La aficin a la guerra desaparecer, en parte porla razn que antecede y en parte porque supone un largo y duro trabajo paratodos. El buen carcter es, de todas las cualidades morales, la que ms necesita elmundo, y el buen carcter es la consecuencia de la tranquilidad y la seguridad, node una vida de ardua lucha. Los mtodos de produccin modernos nos han dado laposibilidad de la paz y la seguridad para todos; hemos elegido, en vez de esto, elexceso de trabajo para unos y la inanicin para otros. Hasta aqu, hemos sido tanactivos como lo ramos antes de que hubiese mquinas; en esto, hemos sido unosnecios, pero no hay razn para seguir siendo necios para siempre.

    [*] Desde entonces, los miembros del partido comunista han heredado esteprivilegio de los guerreros y sacerdotes.

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    Conocimiento "intil"Francis Bacon, hombre que lleg a ser eminente traicionando a sus amigos,afirmaba, sin duda como una de las maduras lecciones de la experiencia, que "elconocimiento es poder". Pero esto no es cierto respecto de todo conocimiento. SirThomas Browne quera saber qu cancin cantaban las sirenas, pero si lo hubieraaveriguado, ello no le hubiese bastado para ascender de magistrado a gobernador

    de su condado. La clase de conocimiento a que Bacon se refera es la que nosotrosllamamos cientfica. Al subrayar la importancia de la ciencia, continuabatardamente la tradicin de los rabes y de la Alta Edad Media, segn la cual elconocimiento consista principalmente en la astrologa, la alquimia y lafarmacologa, todas ellas ramas de la ciencia. Era un sabio quien, tras dominarestos estudios, haba adquirido poderes mgicos. A principios del siglo XI, y por lanica razn de que lea libros, todo el mundo crea que el papa Silvestre II era unmago en tratos con el demonio. Prspero, que en los tiempos de Shakespeare erauna mera fantasa, representaba lo que durante siglos haba sido la concepcingeneralmente aceptada de un sabio, al menos por lo que se refiere a sus poderesde hechicera. Bacon crea -acertadamente, segn ahora sabemos- que la cienciapoda proporcionar una varita mgica ms poderosa que cualquier otra en quehubieran soado los nigromantes de pocas anteriores.El Renacimiento, que estaba en su apogeo en Inglaterra en tiempos de Bacon,implicaba una rebelin contra el concepto utilitarista del conocimiento. Los griegoshaban adquirido gran familiaridad con Homero, como nosotros con las cancionesde los cafs cantantes, porque les gustaba, y ello sin darse cuenta de que estabancomprometidos en la bsqueda del conocimiento. Pero los hombres del siglo XVIno podan empezar a entenderlo sin asimilar primero una considerable cantidad deerudicin lingstica. Admiraban a los griegos y no queran verse excluidos de susplaceres; por ello los imitaban, tanto leyendo los clsicos como de otras formas

    menos confesables. El saber, durante el Renacimiento, era parte de la joie devivre, tanto como beber o hacer el amor. Y esto es cierto no solamente de laliteratura, sino tambin de otros estudios ms speros. Todo el mundo conoce lahistoria del primer contacto de Hobbes con Euclides: al abrir el libro, casualmente,en el teorema de Pitgoras, exclam: "Por Dios! Esto es imposible!", y comenz aleer las demostraciones en sentido inverso hasta que, llegado que hubo a losaxiomas, qued convencido. Nadie puede dudar de que ste fue para l unmomento voluptuoso, no mancillado por la idea de la utilidad de la geometra en lamedicin de terrenos.Cierto es que el Renacimiento dio con una utilidad prctica para las lenguasantiguas en relacin con la teologa. Uno de los primeros resultados de la nueva

    pasin por el latn clsico fue el descrdito de las decretales amaadas y de ladonacin de Constantino. Las inexactitudes descubiertas en la Vulgata y en laversin de los Setenta hicieron del griego y del hebreo una parte imprescindibledel equipo de controversia de los telogos protestantes. Las mximas republicanasde Grecia y Roma fueron invocadas para justificar la resistencia de los puritanos alos Estuardo y de los Jesuitas a los monarcas que haban negado obediencia alpapa. Pero todo esto fue un efecto, ms bien que una causa, del resurgimiento delsaber clsico, que en Italia haba sido plenamente cultivado durante casi un sigloantes de Lutero. El mvil principal del Renacimiento fue el goce intelectual, larestauracin de cierta riqueza y libertad en el arte y en la especulacin, quehaban estado perdidas mientras la ignorancia y la supersticin mantuvieron losojos del espritu entre anteojeras.Se descubri que los griegos haban dedicado parte de su atencin a temas nopuramente literarios o artsticos, como la filosofa, la geometra y la astronoma.

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    Estos estudios, por tanto, se consideraron respetables, pero otras cienciasquedaron ms abiertas a la crtica. La medicina, es cierto, se hallaba dignificadapor los nombres de Hipcrates y Galeno, pero en el perodo intermedio habaquedado casi estrictamente limitada a los rabes y a los judos, einextricablemente entremezclada con la magia. De aqu la dudosa reputacin dehombres como Paracelso. La qumica todava tena peor reputacin, y comenz a

    alcanzar con dificultades alguna respetabilidad en el siglo XVIII.Y de esta forma vino a resultar que el conocimiento del griego y del latn, con unasnociones superficiales de geometra y quiz de astronoma, fuera consideradocomo el equipo intelectual de un caballero. Los griegos desdeaban lasaplicaciones prcticas de la geometra, y solamente en su decadencia hallaronutilidad a la astronoma, a guisa de astrologa. En los siglos XVI y XVII,principalmente, se estudiaron las matemticas con desinters helnico, y se tendia ignorar las ciencias que haban sido degradadas por su conexin con la magia.Un cambio gradual hacia una concepcin ms amplia y prctica del conocimiento,que haba ido producindose a lo largo de todo el XVIII, experiment de pronto unaaceleracin al final de aquel perodo a causa de la Revolucin francesa y deldesarrollo del maquinismo: la primera dio un golpe a la cultura seorial, mientrasel segundo ofreca un nuevo y asombroso campo de accin para el ejercicio de lastcnicas no seoriales. Durante los ltimos ciento cincuenta aos, los hombres sehan venido cuestionando, cada vez ms vigorosamente, el valor del conocimiento,y han llegado a creer, cada vez con ms firmeza, que el nico conocimiento quemerece la pena adquirir es aquel que resulta aplicable en algn aspecto a la vidaeconmica de la comunidad.En pases como Francia e Inglaterra, que tienen un sistema educacionaltradicional, el aspecto utilitario del conocimiento ha prevalecido slo parcialmente.Hay todava, por ejemplo, en las universidades profesores de chino que leen los

    clsicos chinos, pero que no conocen las obras de Sun Yat-sn, que crearon laChina moderna. Hay todava personas que conocen la historia antigua en tanto fuerelatada por autores de estilo depurado, es decir, hasta Alejandro en Grecia yNern en Roma, pero que se niegan a conocer la mucho ms importante historiaposterior en razn de la inferioridad literaria de los historiadores que la escribieron.Aun en Francia e Inglaterra, sin embargo, la vieja tradicin est desapareciendo, yen pases ms actualizados, como Rusia y los Estados Unidos, se ha extinguidototalmente. En los Estados Unidos, por ejemplo, las comisiones de educacinsealan que mil quinientas palabras son todas las que la mayor parte de la genteutiliza en la correspondencia comercial, y proponen, en consecuencia, que todaslas dems se eviten en el programa escolar. El ingls bsico, una invencin

    britnica, va todava ms all y reduce el vocabulario necesario a ochocientaspalabras. La concepcin del lenguaje como algo capaz de valor esttico estmuriendo, y se est llegando a pensar que el nico propsito de las palabras esproporcionar informacin prctica. En Rusia, la persecucin de finalidadesprcticas es todava ms intensa que en Norteamrica: todo lo que se ensea enlas instituciones de educacin tiende a servir a algn propsito evidente decarcter educacional o gubernamental. La nica escapada la permite la teologa:alguien tiene que estudiar las Sagradas Escrituras en el original alemn, y unoscuantos profesores tienen que aprender filosofa para defender el materialismodialctico contra la crtica de los metafsicos burgueses. Pero cuando la ortodoxiase establezca ms firmemente, aun esta estrecha rendija se cerrar.El saber est comenzando a ser considerado en todas partes, no como un bien ensi mismo, sino como un medio.

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    No crear una visin amplia y humana de la vida en general, sino tan slo como uningrediente de la preparacin, sto es parte de la mayor integracin de lasociedad, aportada por la tcnica cientfica y las necesidades militares. Hay msinterdependencia econmica y poltica que en el pasado y, por tanto, hay unamayor presin social, que obliga al hombre a vivir de una manera que susconvecinos estimen til. Los establecimientos docentes, excepto los destinados a

    los muy ricos o (en Inglaterra) los que la antigedad ha hecho invulnerables, nopueden gastar su dinero como quieren, sino que han de satisfacer los propsitostiles del estado al que sirven, proporcionando preparacin prctica e inculcandolealtad. Esto es parte sustancial del mismo movimiento que ha conducido alservicio militar obligatorio, a los exploradores, a la organizacin de partidospolticos y a la difusin de la pasin poltica por la prensa. Todos somos msconscientes de nuestros conciudadanos de lo que solamos, estamos msdeseosos, si somos virtuosos, de hacerles bien y, en todo caso, de obligarles a quenos hagan bien. No nos gusta pensar que alguien est disfrutando de la vidapertinente, por muy refinada que pueda ser la calidad de su disfrute. Sentimos quetodo el mundo debera estar haciendo algo para ayudar a la gran causa (cualquieraque sta sea), tanto ms por cuanto tantos malvados estn trabajando en contrade ella y tienen que ser detenidos. No gozamos de descanso mental, por lo tanto,para adquirir ningn conocimiento, excepto los que puedan ayudarnos en la luchapor lo que quiera que sea que juzguemos importante.Hay mucho que decir en cuanto al estrecho criterio utilitarista de la educacin. Nohay tiempo de aprenderlo todo antes de empezar a crearse un medio de vida, y nohay duda de que el conocimiento "til" es muy til. l ha hecho el mundo moderno.Sin l no tendramos mquinas, ni automviles, ni ferrocarriles, ni aeroplanos;debemos aadir que no tendramos publicidad ni propaganda modernas. Elconocimiento moderno ha dado lugar a un inmenso mejoramiento en el promedio

    de salud y, al mismo tiempo, ha revelado cmo exterminar grandes ciudades congases venenosos. Todo lo que distingue nuestro mundo al compararlo con el deotros tiempos, tiene su origen en el conocimiento "til". Ninguna comunidad se hasaciado todava de l, y es indudable que la educacin debe continuarpromovindolo.Tambin tenemos que admitir que buena parte de la tradicional educacin culturalera estpida. Los jvenes consuman muchos aos aprendiendo gramtica latina ygriega, sin llegar a ser, finalmente, capaces de leer un autor griego o latino, ni asentir siquiera el deseo de hacerlo (excepto en un pequeo porcentaje de loscasos). Las lenguas modernas y la historia son preferibles, desde cualquier puntode vista, al latn y al griego. No solamente son ms tiles, sino que proporcionan

    mucha ms cultura en mucho menos tiempo. Para un italiano del siglo XV, dadoque prcticamente todo lo que mereca la pena leer estaba escrito, si no en supropia lengua, en griego o en latn, estos idiomas eran indispensables llaves de lacultura. Pero desde aquellos tiempos se han desarrollado grandes literaturas endiversas lenguas modernas, y el proceso de la civilizacin ha sido tan rpido, queel conocimiento de la antigedad se ha hecho mucho menos til para lacomprensin de nuestros problemas que el conocimiento de las nacionesmodernas y su historia comparativamente reciente. El punto de vista tradicionaldel maestro de escuela, admirable en los tiempos del resurgir cultural, se fuehaciendo cada vez ms totalmente estrecho, ya que ignoraba lo que el mundo hahecho desde el siglo XV. Y no slo la historia y las lenguas modernas, sino tambinla ciencia, cuando se ensea apropiadamente, contribuye a la cultura. Es posible,por tanto, sostener que la educacin debe tener otras finalidades que la utilidadinmediata, sin defender el plan de estudios tradicional. Utilidad y cultura, cuando

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    ambas se conciben con amplitud de miras, resultan menos incompatibles de lo queparecen a los fanticos abogados de una y otra.Aparte, no obstante, de los casos en que la cultura y la utilidad inmediata puedencombinarse, hay utilidad mediata, de varias clases distintas, en la posesin deconocimiento que no contribuye a la eficiencia tcnica. Creo que algunos de lospeores rasgos del mundo moderno podran mejorarse con un mayor estmulo a tal

    conocimiento y una menos despiadada persecucin de la mera competenciaprofesional.Cuando la actividad consciente se concentra por entero en algn propsitodefinido, el resultado final, para la mayora de la gente, es el desequilibrio,acompaado de alguna forma de alteracin nerviosa. Los hombres que dirigan lapoltica alemana durante la guerra cometieron equivocaciones en lo que se refiere,por ejemplo, a la campaa submarina, que llev a los americanos al lado de losaliados, y que cualquier persona que hubiera tratado el tema con la mentedespejada hubiera estimado imprudente, pero que ellos no pudieron juzgarcuerdamente a causa de la concentracin mental y la falta de descanso. El mismotipo, de situacin se ve dondequiera que grupos de hombres, emprenden tareasque imponen un, prolongado esfuerzo sobre los impulsos espontneos. Losimperialistas japoneses, los comunistas rusos, los nazis alemanes, todos viven enuna especie de tenso fanatismo que procede del vivir demasiado exclusivamenteen el mundo mental de determinadas tareas que deben realizarse. Cuando lastareas son tan importantes y tan realizables como suponen los fanticos, elresultado puede ser magnfico; pero en la mayor parte de los casos la estrechez demiras ha determinado el olvido de alguna poderosa fuerza neutralizante o hahecho que todas aquellas fuerzas semejen la obra del diablo, que ha de cumplirsepor el castigo y el terror. Los hombres, como los nios, tienen necesidad de jugar,es decir, de peridos de actividad sin ms propsito que el goce inmediato. Pero si

    el juego sirve su propsito, ha de ser posible hallar placer e inters en asuntos norelacionados con el trabajo.Las diversiones de los habitantes de las ciudades modernas tienden a ser cada vezms pasivas y colectivas, y a reducirse a la contemplacin inactiva de lashabilidosas actividades de otros. Sin duda, tales diversiones son mejores queninguna, pero no son tan buenas como podran serlo las de una poblacin quetuviese, debido a la educacin, un ms amplio campo de intereses intelectualesconectados con el trabajo. Una mejor organizacin econmica, que permitiera a lahumanidad beneficiarse de la productividad de las mquinas, conducira a un muygrande aumento del tiempo libre, y el mucho tiempo libre tiende a ser tediosoexcepto para aquellos que tienen considerables intereses y actividades

    inteligentes. Para que una poblacin ociosa sea feliz, tiene que ser poblacineducada, y educada con miras al placer intelectual, as como a la utilidad directadel conocimiento tcnico.El elemento cultural en la adquisicin de conocimientos, cuando es asimilado conxito, conforma el carcter de los pensamientos y los deseos de un hombre,haciendo que se relacionen, al menos en parte, con grandes objetivosimpersonales y no slo con asuntos de importancia inmediata para l. Se haaceptado demasiado a la ligera que, cuando un hombre ha adquirido determinadascapacidades por medio del conocimiento, las usar en forma socialmentebeneficiosa. La concepcin estrechamente utilitarista de la educacin ignora lanecesidad de disciplinar los propsitos de un hombre tanto como su prcticatcnica. En la naturaleza humana no educada hay un considerable elemento decrueldad, que se muestra de muchas formas, importantes o insignificantes. Losnios en la escuela tienden a ser crueles con un nuevo nio, o con cualquiera

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    cuyas ropas no sean totalmente convencionales. Muchas mujeres (y no pocoshombres) provocan todo el sufrimiento que pueden por medio de la murmuracinmaliciosa. Los espaoles disfrutan con las corridas de toros; los ingleses disfrutancazando. Los mismos crueles impulsos adquieren formas ms serias en la caza dejudos en Alemania y de kulaks en Rusia. Todo imperialismo ofrece campo paratales impulsos, y en la guerra son santificados como la ms elevada forma del

    deber pblico.De modo que se debe admitir que gente con un alto nivel de educacin es a vecescruel; y creo que no puede haber duda de que esa gente es cruel mucho menosfrecuentemente que aquella cuya mente se ha dejado en barbecho. El bravucndel colegio rara vez es un muchacho cuyo aprovechamiento en los estudios estpor sobre el promedio. Cuando tiene lugar un linchamiento, los cabecillas son casiinvariablemente hombres muy ignorantes. Esto no es as porque el cultivo de lamente produzca sentimientos humanitarios positivos, aunque puede hacerlo; esms bien porque proporciona otros intereses que el mal trato a los vecinos, y otrasfuentes de respeto a la propia personalidad que la afirmacin de dominio. Las doscosas ms universalmente deseadas son el poder y la admiracin. Los hombresignorantes, generalmente, no pueden conseguir ninguna de las dos sino pormedios brutales que llevan aparejada la adquisicin de superioridad fsica. Lacultura proporciona al hombre formas de poder menos dainas y medios msdignos para hacerse admirar. Galileo hizo ms que cualquier monarca paracambiar el mundo, y su poder excedi inconmensurablemente del de susperseguidores. No tuvo, por tanto, necesidad de aspirar a ser, a su vez,perseguidor.Quiz la ventaja ms importante del conocimiento "intil" es que favorece unestado mental contemplativo. Hay en el mundo demasiada facilidad, no slo parala accin sin la adecuada reflexin previa, sino tambin para cualquier clase de

    accin en ocasiones en que la sabidura aconsejara la inaccin. La gente muestrasus tendencias en esta cuestin de varias curiosas maneras. Mefistfeles dice aljoven estudiante que la teora es gris pero el rbol de la vida es verde, y todo elmundo cita esto como si fuera la opinin de Goethe, en lugar de lo que stesupona que era probable que dijera el diablo a un estudiante. Hamlet es tenidopor una terrible advertencia contra el pensamiento sin accin, pero nadie tiene aOtelo como una advertencia contra la accin sin pensamiento. Los profesorescomo Bergson, por una especie de culto de moda al hom bre prctico, condenan lafilosofa y dicen que la vida, en su manifestacin ms elevada, debera parecerse auna carga de caballera. Por mi parte, estimo que la accin es mejor cuando surgede una profunda comprensin del universo y del destino humano, y no de

    cualquier impulso salvajemente apasionado de romntica pero desproporcionadaafirmacin del yo. El hbito de encontrar ms placer en el pensamiento que en laaccin es una salvaguarda contra el desatino y el excesivo amor al poder, unmedio para conservar la serenidad en el infortunio y la paz de espritu en lascontrariedades. Es Probable que, tarde o temprano, una vida limitada a lo personalllegue a ser insoportablemente dolorosa; slo las ventanas que dan a un cosmosms amplio y menos inquietante hacen soportables los ms trgicos aspectos de lavida.Una disposicin mental contemplativo tiene ventajas que van de lo ms trivial a loms profundo. Para empezar estn las aflicciones de menor envergadura, talescomo las pulgas, los trenes que no llegan o los socios discutidores. Al parecer,tales molestias apenas merecen la pena de unas reflexiones sobre las excelenciasdel herosmo o la transitoriedad de los males humanos, y, sin embargo, la irritacinque producen destruye el buen nimo y la alegra de vivir de mucha gente. En

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    tales ocasiones, puede hallarse mucho consuelo en esos arrinconados fragmentosde erudicin que tienen alguna conexin, real o imaginaria, con el conflicto delmomento; y aun cuando no tengan ninguna, sirven para borrar el presente de lospropios pensamientos. Al ser asaltados por gente lvida de rabia, es agradablerecordar el captulo del Tratado de las pasiones de Descartes titulado "Por qu sonms de temer los que se ponen plidos de furia que aquellos que se

    congestionan". Cuando uno se impacienta por la dificultad existente para asegurarla cooperacin internacional, la ansiedad disminuye si a uno se le ocurre pensar enel santificado rey Luis IX antes de embarcar para las cruzadas, alindose con elViejo de la Montaa, que aparece en Las mil y una noches como la oscura fuentede la mitad de la maldad del mundo. Cuando la rapacidad de los capitalistas sehace opresiva, podemos consolarnos en un instante con el recuerdo de que Bruto,ese modelo de virtud republicana, prestaba dinero a una ciudad al cuarenta porciento y alquilaba un ejrcito privado para sitiarla cuando dejaba de pagarle losintereses.El conocimiento de hechos curiosos no slo hace menos desagradables las cosasdesagradables, sino que hace ms agradables las cosas agradables. Yo encuentromejor sabor a los albaricoques desde que supe que fueron cultivados inicialmenteen China, en la primera poca de la dinasta Han; que los rehenes chinos en poderdel gran rey Kaniska los introdujeron en la India, de donde se extendieron a Persia,llegando al Imperio romano durante el siglo I de nuestra era; que la palabra"albaricoque" se deriva de la misma fuente latina que la palabra "precoz", porqueel albaricoque madura tempranamente, y que la partcula inicial "al" fue aadidapor equivocacin, a causa de una falsa etimologa. Todo esto hace que el frutotenga un sabor mucho ms dulce.Hace cerca de cien aos, un grupo de filntropos bienintencionados fundaronsociedades "para la difusin del conocimiento til", con el resultado de que las

    gentes han dejado de apreciar el delicioso sabor conocimiento "intil".Al abrir al azar la Anatoma de la melancola de Burton, un da en que meamenazaba tal estado de nimo, supe que existe una "sustancia melanclica",pero que, mientras algunos piensan que puede ser engendrada por los cuatrohumores, "Galeno sostiene que solamente puede ser engendrada por tres,excluyendo la flema o pituita, y su asercin cierta es firmemente sostenida porValerio y Menardo, al igual que Furcio, Montalto, Montano... Cmo -dicen- puedelo blanco llegar a ser negro?". A pesar de tan incontestable argumento, Hrculesde Sajonia y Cardan, Guianerio y Laurencio son (as nos lo dice Burton) de opinincontraria. Confortada por estas reflexiones histricas, mi melancola, fueraproducida por tres o por cuatro humores, se disip. Como cura para una

    preocupacin excesiva, pocas medidas ms efectivas puedo imaginar que un cursosobre tales controversias antiguas.Pero en tanto que -los placeres triviales de la cultura tienen su lugar en el alivio delos problemas triviales de la vida prctica, los mritos ms importantes de lacontemplacin estn relacionados con los males mayores de la vida: la muerte, eldolor y la crueldad y la ciega marcha de las naciones hacia el desastre innecesario.Para aquellos a quienes ya no proporciona consuelo la religin dogmtica, existe lanecesidad de algn sucedneo, si la vida no se les hace polvorienta y spera yllena de agresividad ftil. Actualmente el mundo est lleno de grupos de iracundosy egocntricos, incapaces de considerar la vida humana como un todo, ydispuestos a destruir la civilizacin antes que retroceder una pulgada. Para estaestrechez ninguna dosis de instruccin tcnica proporcionar un antdoto. Elantdoto, en tanto sea cuestin de la psicologa individual, ha de hallarse en lahistoria, en la biologa, en la astronoma, en todos aquellos estudios que, sin

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    aniquilar el respeto a la propia personalidad, capacitan al individuo para verse ensu verdadera perspectiva. Lo que se necesita no es este o aquel trozo especficode informacin, sino un conocimiento tal que inspire una concepcin de los finesde la vida humana en su conjunto: arte e historia, contacto con las vidas de losindividuos heroicos y cierta comprensin de la extraamente accidental y efmeraposicin del hombre en el cosmos -todo esto tocado por un sentimiento de orgullo

    por lo que es distintivamente humano: el poder de ver y de conocer, de sentirmagnnimamente y de pensar y comprender-. La sabidura brota ms fcilmentede las grandes percepciones combinadas con la emocin impersonal.La vida, siempre llena de dolor, es ms dolorosa en nuestro tiempo que en las doscenturias precedentes. El intento de escapar al sufrimiento conduce al hombre a latrivialidad, al engao a s mismo, a la invencin de grandes mitos colectivos. Peroesos alivios momentneos no hacen a la larga sino incrementar las fuentes desufrimiento. Tanto la desgracia privada como la pblica slo pueden ser dominadasen un proceso en que la voluntad y la inteligencia se interacten: el papel de lavoluntad consiste en negarse a eludir el mal o a aceptar una solucin irreal,mientras que el papel de la inteligencia consiste en comprenderlo, hallar unremedio, si es remediable, y, si no, hacerlo soportable vindolo en sus relaciones,aceptndolo como inevitable y recordando lo que queda fuera de l en otrasregiones, en otras edades, y en los abismos del espacio interestelar.

    Arquitectura y problemas socialesLa arquitectura, desde los tiempos ms remotos, ha tenido dos propsitos: por unaparte, el puramente utilitario de proporcionar calor y refugio; por otra, la finalidadpoltica de inculcar una idea a la humanidad por medio del esplendor de su

    expresin en piedra. El primer propsito bastaba, por lo que se refiere a la moradade los pobres; pero los templos de los dioses y los palacios de los reyes fueronpensados para inspirar temor a los poderes celestiales y a sus favoritos en latierra. En unos pocos casos no se glorificaba a monarcas individuales, sino acomunidades: la Acrpolis de Atenas y el Capitolio de Roma ponan de manifiestola majestad imperial de aquellas orgullosas ciudades para edificacin de sbditos yaliados. El mrito esttico era considerado deseable en los edificios pblicos y,ms tarde, en los palacios de plutcratas y emperadores, pero no se tena encuenta en las chozas de los campesinos ni en las desvencijadas viviendas delproletariado urbano.En el mundo medieval, a pesar de la mayor complejidad de la estructura social, el

    propsito artstico en arquitectura estaba igualmente restringido; en realidad, mstodava, ya que los castillos de los grandes se proyectaban con miras a la fortalezamilitar, y si tenan alguna belleza era por accidente. No fue el feudalismo, sino laIglesia y el comercio, lo que produjo la, mejor arquitectura de la Edad Media. Lascatedrales exhiban la gloria de Dios y de sus obispos. Los comerciantes en lana deInglaterra y los Pases Bajos, que tuvieron a su servicio a los reyes de Inglaterra y alos duques de Borgoa, expresaban su orgullo en las esplndidas lonjas yedificaciones municipales de Flandes y, con menor magnificencia, en muchosmercados ingleses. Pero fue Italia, el lugar de nacimiento de la plutocraciamoderna, la que llev la arquitectura comercial a la perfeccin. Venecia, la noviadel mar, la ciudad que desviaba cruzadas y que atemorizaba a los monarcasunidos de la cristiandad, cre un nuevo tipo de majestuosa belleza en los palaciosdel dux y los de los prncipes mercaderes. Contrariamente a los rsticos baronesdel norte, los magnates urbanos de Venecia y Gnova no necesitaban soledad ni

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    defensa, sino que vivan unos junto a otros, y creaban ciudades en las que todo lovisible para el extranjero no muy curioso era esplndido y estticamentesatisfactorio. En Venecia, especialmente, era fcil ocultar la miseria: los tugurios sehallaban ocultos y alejados, en callejones interiores, donde nunca los vean losocupantes de las gndolas. Jams, desde entonces, ha alcanzado la plutocracia unxito. tan completo y perfecto.

    En la Edad Media, la Iglesia no solamente construy catedrales, sino tambinedificios de otra clase, ms apropiados a nuestras necesidades modernas: abadas,monasterios, conventos y colegios. Estaban basados en una forma restringida decomunismo, y proyectados para una vida social pacfica. En esos edificios, todo loindividual era espartano y simple, y todo lo comunal, esplndido y espacioso. Lahumildad del simple monje quedaba satisfecha con una celda tosca y desnuda; elorgullo de la orden se exhiba en la gran magnificencia de naves, capillas yrefectorios. En Inglaterra, de los monasterios y las abadas sobrevivenprincipalmente ruinas para agradar a los turistas; pero los colegios, en Oxford y enCambridge, todava son parte de la vida nacional y conservan la belleza delcomunalismo medieval.Con la expansin del Renacimiento hacia el norte, los toscos barones de Francia eInglaterra se dieron a trabajar para adquirir el refinamiento de los italianos ricos. Altiempo que los Mdicis casaban a sus hijas con reyes, los pintores, los poetas y losarquitectos al norte de los Alpes copiaban los modelos florentinos y los aristcratasreemplazaban sus castillos por mansiones campestres que, con su indefensincontra el asalto, sealaban la nueva seguridad de una nobleza cortesana ycivilizada. Pero esta seguridad fue destruida por la Revolucin francesa, y desdeentonces los estilos arquitectnicos tradicionales han perdido su vitalidad.Persisten donde las viejas formas de poder persisten, como es el caso de lasadiciones de Napolen al Louvre; pero estas adiciones tienen una florida

    vulgaridad, que muestra su inseguridad. Parece tratar de olvidar la constanteadvertencia de su madre en mal francs: "Pourvou que cela dure...".Hay dos formas tpicas de arquitectura en el siglo XIX, debidas, respectivamente, ala produccin maquinista y al individualismo democrtico: de un lado, la fbrica,con sus chimeneas; -del otro, las hileras de minsculas viviendas para las familiasde la clase obrera. Mientras la fbrica representa la organizacin econmicadeterminada por el industrialismo, las pequeas casitas representan el aislamientosocial a que aspira una poblacin individualista. Donde el alto valor del suelo hacedeseable la construccin de grandes edificios, stos tienen una unidad meramentearquitectnica, no social; son bloques de oficinas, casas de apartamentos u hotelescuyos ocupantes no forman una comunidad, como los monjes en un monasterio,

    sino que tratan, en todo lo posible, de permanecer ignorantes de la existencia delos dems. En Inglaterra, dondequiera que el valor del terreno no es demasiadoelevado, el principio de una casa para cada familia se reafirma. A medida que seentra por ferrocarril a Londres o a cualquier gran ciudad del norte, se pasa porcalles sin fin, formadas por tales pequeas viviendas, donde cada casa es uncentro de vida individual, y la vida comunitaria es representada por la oficina, lafbrica o la mina, segn la localidad. La vida social fuera de la familia, en tanto quela arquitectura pude asegurar tal resultado, es exclusivamente econmica, y todaslas necesidades sociales no econmicas han de ser satisfechas dentro de la familiao verse frustradas. Si han de juzgarse los ideales sociales de una poca por lacalidad esttica de su arquitectura, los cien ltimos aos representan el punto msbajo alcanzado hasta ahora por la humanidad.La fbrica y las hileras de pequeas casas que la rodean ilustran una curiosainconsistencia de la vida moderna. En tanto que las condiciones de la produccin la

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    fueron convirtiendo en una cuestin de grupos cada vez ms numerosos, nuestraactitud, en general, en todo lo que se considera ajeno a la esfera de lo poltico o delo econmico, ha tendido a hacerse cada vez ms individualista. Esto es cierto nosolamente en materias de arte o cultura, donde el culto a la expresin del yo haconducido a una anrquica rebelda contra toda clase de tradiciones oconvenciones, sino tambin -quiz como una reaccin contra la superpoblacin- en

    la vida diaria del hombre corriente y ms an de la mujer corriente. En la fbricahay forzosamente vida social, lo que ha dado lugar a los sindicatos; pero en elhogar, cada familia desea aislamiento. "Vivo para m misma", dicen las mujeres; ya sus maridos les gusta pensar en ellas sentadas en el hogar esperando el regresodel jefe de la casa. Estos sentimientos hacen que las esposas soporten, y aunprefieran, las pequeas casas separadas, las pequeas cocinas separadas, lamonotona de las las labores domsticas separadas y, mientras no estn en elcolegio, el cuidado separado de los nios. El trabajo es duro, la vida montona y lamujer casi una prisionera en su propia casa; a pesar de todo, y aunque agota susnervios, ella prefiere esto a una forma de vida ms comunitaria, porque elaislamiento le procura la estimacin de s misma.La preferencia por este tipo de arquitectura est en relacin con la condicin socialde la mujer. A pesar del feminismo y del voto, la situacin de las esposas, por lomenos en las clases trabajadoras, no ha cambiado. La esposa depende todava delos ingresos del marido y no recibe salario aunque trabaje intensamente. Siendoprofesionalmente un ama de casa, le gusta tener una casa que llevar. El deseo dehallar campo para la iniciativa personal, comn a la mayor parte de los sereshumanos, no se satisface para ella sino en el hogar. Al marido, por su parte, legusta que su mujer trabaje para l y dependa econmicamente de l; poraadidura, su mujer- y su casa satisfacen ms su instinto de propiedad quecualquier tipo diferente de arquitectura. En cuanto a la posesividad conyugal, tanto

    al marido como a la esposa, aun cuando alguna vez sientan deseos de una vidams social, les alegra el que el otro tenga tan pocas ocasiones de encontrarse conmiembros posiblemente peligrosos del sexo opuesto. Y as, aunque sus vidas seempequeezcan y la de la mujer resulte innecesariamente penosa, ninguno de losdos desea una organizacin diferente de su existencia social.Todo esto cambiara si la regla, y no la excepcin, fuese que las mujeres casadasse ganaran la vida trabajando fuera del hogar. En las clases profesionales hay yabastantes esposas que ganan dinero con su trabajo independiente como paraproducir, en las grandes ciudades, cierto acercamiento a lo que sus circunstanciashacen deseable. Lo que tales mujeres necesitan es un apartamento con losservicios resueltos o una cocina comunitaria que las exima de la tarea de preparar

    comidas, y una guardera que se haga cargo de los nios durante sus horas deoficina. Convencionalmente, se supone que una mujer casada lamenta lanecesidad de trabajar fuera de casa, y si al final de la jornada, tiene que realizarlas labores de cualquier esposa que no tenga otra ocupacin, es probable querecaiga sobre ella un considerable exceso de trabajo. Pero con un tipo dearquitectura apropiado, las mujeres podran verse libres de la mayor parte deltrabajo en la casa y en el cuidado de los nios, con ventaja para ellas, para susmaridos y para sus nios, y en este caso la sustitucin de los tradicionales deberesde la esposa y de la madre por el trabajo profesional sera una ventaja evidente.Todo marido de una esposa a la antigua se convencera de esto si, durante unasemana, intentase llevar a cabo las tareas de su mujer.El trabajo de la esposa de un asalariado nunca se ha modernizado, porque no sepaga; pero, en realidad, es en gran parte innecesario, y el grueso de la restanteactividad podra repartiese entre diferentes especialistas. Pero para hacer esto, la

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    primera reforma que se requiere es una reforma arquitectnica. El problemaconsiste en asegurar las mismas ventajas comunales que garantizaban losmonasterios medievales, pero sin celibato; es decir, debern preverse lasnecesidades de los nios.Consideremos primero las desventajas innecesarias del sistema actual, en el quecada hogar de clase obrera es autrquico, tanto en la forma de una casa separada

    como en la de habitaciones en un bloque de viviendas.Los mayores males recaen sobre los nios. Antes de la edad escolar, les falta sol yaire; su dieta es la que puede proporcionarles una madre pobre, ignorante,atareada e incapaz de confeccionar una clase de comida para los adultos y otrapara los pequeos; stos estn molestando constantemente a su madre mientrasguisa y hace su trabajo, de lo que resulta que la ponen nerviosa y reciben un tratospero, tal vez alternado con caricias; nunca tienen libertad, ni espacio, ni unambiente en el que sus actividades naturales sean inocuas. Esta combinacin decircunstancias tiende a hacerlos raquticos, neurticos y sumisos.Los males son tambin muy considerables para la madre. Tiene que combinar losdeberes de una niera, los de una cocinera y los de una sirvienta, funciones paraninguna de las cuales ha sido preparada; casi inevitablemente las realiza todasmal; siempre est cansada y encuentra en sus hijos un motivo de fastidio en lugarde una fuente de felicidad; su marido descansa cuando termina su trabajo, peroella no descansa nunca; al final, casi inevitablemente, se vuelve irritable, mezquinay envidiosa.Para el hombre son menores las desventajas, ya que permanece menos tiempo encasa. Pero cuando llega al hogar no est en disposicin de disfrutar con losreniegos de la esposa o la "mala" conducta de los nios; probablemente acuse a sumujer, cuando debiera culpar a la arquitectura, con desagradables consecuencias,que varan segn el grado de su brutalidad.

    No digo, por supuesto, que todo esto sea universal; pero digo, s, que cuando no esas, tiene que haber una excepcional cantidad de autodisciplina, de sabidura y devigor fsico en la madre. Y es obvio que un sistema que requiere de los sereshumanos cualidades excepcionales, solamente en casos excepcionales alcanzarbuen xito. La existencia de raros ejemplos en los que tales males no aparecen, noprueba nada en contra de la maldad de tal sistema.Para acabar con todos estos inconvenientes simultneamente, basta con introducirun elemento comunitario en la arquitectura. Las casitas separadas y los bloques deviviendas, cada una con su cocina, deberan ser derribados. En su lugar deberahaber altos edificios en torno a un cuadriltero central, con el lado sur ms bajo,para que penetrara la luz del sol. Una cocina comn, un espacioso saln comedor y

    otro saln para las distracciones, las reuniones y el cine. En el cuadriltero centraldebera haber una guardera, construida de forma tal que los nios no pudieranhacer dao fcilmente, ni a s mismos, ni a objetos frgiles: no debera haberescalones, ni chimeneas abiertas, ni estufas calientes al alcance de sus manos; losplatos, copas y fuentes habran de ser de material irrompible y, en general, deberaevitarse en todo lo posible la presencia de aquellas cosas que obligan a decir "no"a los nios. Durante el buen tiempo, la guardera podra funcionar al aire libre;durante el mal tiempo, excepto en el peor, en habitaciones abiertas al aire por unlado. Todas las comidas de los nios deberan tener lugar en la guardera quepodra, en forma considerablemente econmica, proporcionarles una dieta mscompleta que la que sus madres pueden darles. Desde el momento del destetehasta el de la escolarizacin, deberan pasar todo el tiempo, desde el desayunohasta su ltima comida, en la guardera, donde habran de tener oportunidad dedistraerse, y el mnimo de vigilancia compatible con su seguridad.

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    Las ventajas para los nios seran enormes. Su salud se beneficiara con el aire, elsol, el espacio y los buenos alimentos; su carcter se beneficiara con la libertad yel alejamiento del clima de constante y malhumorada prohibicin en que pasan susprimeros aos la mayor parte de los asalariados. La libertad de movimientos, quesolamente se puede permitir sin peligro a un nio rodeado por un ambienteespecialmente dispuesto, podra concederse casi sin restriccin en la guardera,

    con el resultado de que el espritu de aventura y la capacidad muscular sedesarrollaran en ellos naturalmente, como se desarrollan en otros animales jvenes. La constante prohibicin de movimientos a los nios pequeos es unafuente de descontento y de timidez en su vida posterior, pero es inevitable entanto vivan en un medio adulto; la guardera, por tanto, sera tan beneficiosa parasu carcter como para su salud.Para las mujeres, las ventajas seran igualmente grandes. Tan pronto como sushijos fuesen destetados, podran entregarlos, durante todo el da, a mujeresespecialmente preparadas para el cuidado de nios pequeos. No tendran quepreocuparse por comprar comida, guisarla y fregar. Podran salir a trabajar por lasmaanas y regresar por la tarde, como sus maridos; como sus maridos, podrantener horas de trabajo y horas de ocio, en lugar de estar siempre ocupadas.Podran ver a sus hijos por la maana y por la tarde, durante el tiempo suficientepara el cultivo de los afectos, pero no para alterar sus nervios. Las mujeres quepasan todo el da con sus hijos, rara vez disponen de las reservas de energanecesarias para jugar con ellos; en general, los padres juegan con sus hijos muchoms que las madres. Aun el adulto ms afectuoso tiene que encontrar cargantes alos nios si no encuentra un momento para descansar de sus clamorosasdemandas de atencin. Pero al final de una jornada que se ha pasado lejos deellos, tanto la madre como los nios se sentiran ms cariosos de lo que esposible cuando han estado todo el da encerrados juntos. Los nios, fsicamente

    cansados pero mentalmente en paz, gozaran de las atenciones personales de lamadre despus de la imparcialidad de las mujeres de la guardera. Sobrevivira lobueno de la vida en familia, sin factores irritantes y destructores del cario. Tanto el hombre como la mujer evitaran el confinamiento en pequeashabitaciones y la sordidez, asistiendo a grandes salas pblicas, que podran ser tanesplndidas arquitect-nicamente como los paraninfos de las, universidades. Labelleza y el espacio no tienen por qu continuar siendo prerrogativa de los ricos.Se pondra fin a la irritacin que ocasiona el hacinamiento, y que tan a menudohacen imposible la vida de familia.Y todo esto sera la consecuencia de una reforma arquitectnica.Robert Owen, hace ms de cien aos, fue grandemente ridiculizado por sus

    "paralelogramos cooperativos", que eran un intento de asegurar a los asalariadoslas ventajas de la vida en comunidad. Aunque la propuesta haya sido prematura enaquellos tiempos de agobiante pobreza, en muchos aspectos se acerca a lo quehoy resulta practicable y deseable. l mismo lleg a establecer, en New Lanark,una guardera sobre principios muy sabios. Pero las especiales condiciones de NewLanark lo condujeron errneamente a considerar sus "paralelogramos" comounidades productoras, no simplemente como lugares de residencia. Elindustrialismo tendi, desde el principio, a cargar excesivamente el acento sobre laproduccin v demasiado poco sobre el consumo y la vida diaria; ello la sido elresultado de la prioridad otorgada a los beneficios, que se asocian nicamente conla produccin. La consecuencia es que la fbrica se ha hecho cientfica y ha llevadohasta el final la divisin del trabajo, mientras que el hogar ha permanecidoacientfico v todava acumula las ms diversas labores sobre las espaldas de lasobrecargada madre. Es un resultado lgico del predominio del beneficio como

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    meta, el que los ms azarosos, desorganizados y por completo insatisfactoriosaspectos de la actividad humana sean aquellos de los que no se espera ningnbeneficio pecuniario.Debe admitirse, sin embargo, que los ms poderosos obstculos a una reformaarquitectnica como la que he venido proponiendo se hallarn en la psicologa delos mismos asalariados. Aunque puedan pelearse en l, la gente quiere el

    aislamiento del "hogar", y encuentra en l la satisfaccin de su orgullo y de susentido de la propiedad. Una vida comunitaria en el celibato, como la de losmonasterios, no suscita el mismo problema; son el matrimonio y la familia los queintroducen el instinto de lo ntimo. No creo que el cocinar en privado, ms all delo que ocasionalmente pueda hacerse en un hornillo de gas, sea realmentenecesario para satisfacer este instinto; creo que un apartamento privado conmuebles propios sera suficiente para personas acostumbradas a l. Pero siemprees difcil cambiar hbitos ntimos. El deseo de independencia de las mujeres, sinembargo, puede conducir gradualmente a que se ganen la vida fuera del hogarcada vez en mayor nmero, y esto, a su vez, puede llevar a que un sistema comoel que he venido considerando les resulte apetecible. Al presente, el feminismoest todava en un estadio temprano de su desarrollo entre las mujeres de la clasetrabajadora, pero es probable que se incrementar, a menos que haya unareaccin fascista. Quiz a su tiempo este motivo llegue a determinar la preferenciade las mujeres por la preparacin comunitaria de alimentos y la guardera. No serde los hombres que surja un deseo de cambio. Los asalariados, aun cuando seansocialistas o comunistas, rara vez ven la necesidad de un cambio en la situacin desus mujeres.Mientras el paro sea un mal grave y mientras la falta de comprensin de losproblemas econmicos sea casi universal, se condenar, naturalmente, el empleode mujeres casadas como probable causa de que queden sin trabajo aquellos

    cuyos puestos garantizan las esposas que permanecen en su casa. Por esta razn,el problema de las mujeres casadas est estrechamente relacionado con elproblema del paro, que probablemente sea insoluble sin un considerable avanceen el camino al socialismo. En cualquier caso, no obstante, la construccin de"paralelogramos cooperativos" como los que he defendido, solamente serpracticable en gran escala como parte de un gran movimiento socialista, ya que elbeneficio como nica finalidad nunca les dar lugar. La salud y el carcter de losnios, y los nervios de las esposas, deben continuar, por tanto sufriendo mientrasel deseo de beneficio regule las actividades econmicas. Algunas cosas puedenalcanzarse en la bsqueda de este objetivo, y otras no pueden alcanzarse; entrelas que no se pueden alcanzar est el bienestar de las mujeres y los nios de la

    clase asalariada y -lo que puede parecer todava ms utpico- la belleza de lossuburbios. Pero aunque demos la fealdad de los suburbios por supuesta, como losvientos de marzo y las nieblas de noviembre, no es, en realidad, igualmenteinevitable. Si fuesen construidos por los municipios en lugar de serlo por empresasprivadas, con calles planificadas y casas como salones de residencias, no hayrazn para que no resulten un placer para los ojos. La fealdad, como la inquietud yla pobreza, es parte del precio que pagamos por ser esclavos de la meta delbeneficio privado.

    El Midas moderno(Escrito en 1932)

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    La historia del rey Midas y del Toque de Oro es familiar a todos aquellos que seeducaron con los Tanglewood Tales de Hawthorne. Aquel digno monarca,anormalmente aficionado al oro, obtuvo de un dios el privilegio de trocar en orocuanto tocaran sus manos. Al principio se sinti encantado, pero cuando comprobque la comida que deseaba tomar se converta en slido metal antes de quepudiera tragarla, comenz a sentirse inquieto; y cuando su hija qued petrificada

    por un beso de l, se sinti horrorizado y pidi al dios que lo librara de su don.Desde aquel momento supo que el oro no es la nica cosa de valor.Esto es un simple cuento, pero para el mundo resulta muy difcil aprenderse lamoraleja. Cuando los espaoles, en el siglo XVI, se hicieron con el oro del Per,consideraron deseable conservarlo en sus propias manos y pusieron toda clase deobstculos para la exportacin de los metales preciosos. La consecuencia fue queel oro dio lugar a la elevacin de precios en todos los dominios espaoles, sin quepor ello Espaa fuese ms rica que antes en verdaderos bienes. Podra satisfacer elorgullo de un hombre el saber que tiene dos veces ms dinero que antes; pero sicon cada dobln slo comprase la mitad de lo que sola comprar, la ventaja serapuramente metafsica y no le permitira tener ms alimentos y bebidas, ni unacasa mejor, ni ninguna otra ventaja tangible. Los ingleses y los holandeses, menospoderosos que los espaoles, se vieron obligados a contentarse con lo que hoy esel Este de los Estados Unidos, una regin despreciada porque no tena oro. Pero,como fuente de riqueza, esta regin ha demostrado ser inconmensurablementems productiva que las zonas aurferas del Nuevo Mundo, que todas las nacionesenvidiaban en los tiempos de Isabel.Aunque, como asunto histrico, ste ha llegado a ser un lugar comn, su aplicacina los problemas actuales parece estar ms all de la capacidad mental de losgobiernos. Los temas econmicos siempre han sido considerados de un modoenrevesado, y esto es ms cierto ahora que en cualquier poca anterior. Lo que

    ocurri al terminar la guerra, en este terreno, es tan absurdo que cuesta creer quelos gobiernos estuviesen formados por hombres adultos que no vivan enmanicomios. Queran castigar a Alemania, y el modo de hacerlo, sancionado por laexperiencia, era imponer una indemnizacin. De modo que impusieron unaindemnizacin. Hasta aqu todo fue bien. Pero la suma que quisieron que Alemaniapagara superaba con mucho el valor de todo el oro de Alemania, y aun el de todoel mundo. Era, por tanto, matemticamente imposible para los alemanes pagar,excepto en mercancas: los alemanes deban pagar en productos o no pagar enabsoluto.En este punto, los gobiernos recordaron de pronto que tenan la costumbre demedir la prosperidad de una nacin por el excedente de sus exportaciones sobre

    sus importaciones. Cuando un pas exporta ms de lo que importa, se dice quetiene una balanza comercial favorable; en el caso contrario, se dice que su balanzaes desfavorable. Pero al imponer a Alemania una indemnizacin mayor de la quepoda pagar en oro, haban decretado que, en el comercio con los aliados,Alemania iba a tener una balanza favorable v los aliados una balanza desfavorable.Para su horror descubrieron que, sin proponrselo, haban estado haciendo aAlemania lo que consideraban un beneficio, al estimular su comercio deexportacin. A este argumento general fueron aadidos otros ms especficos.Alemania no produce nada que no puedan producir los aliados, y la amenaza de lacompetencia alemana se sinti en todas partes. Los ingleses no queran carbnalemn cuando su propia industria extractiva del carbn estaba en crisis. Losfranceses no queran manufacturas de hierro y acero alemanas cuando se habanpropuesto incrementar la propia produccin de hierro y acero con la ayuda de losrecin adquiridos yacimientos loreneses. Y as sucesivamente. Los aliados, por

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    tanto, a la vez que seguan decididos a castigar a Alemania hacindola pagar,estaban igualmente decididos a no consentir que pagara en ninguna formaparticular.Para esta loca situacin hallse un loco remedio. Se decidi prestar a Alemaniatodo lo que Alemania tena que pagar. Los aliados dijeron, en efecto: "No podemosdispensaras la indemnizacin, porque ella es un justo castigo a vuestra maldad;

    por otra parte, no podemos dejar que nos paguis, porque ello arruinara nuestrasindustrias; entonces, os prestaremos el dinero y vosotros nos pagaris lo que osprestemos. De este modo, la cuestin de principio quedar salvada sin dao paranosotros. En cuanto al dao que hemos de haceros, esperamos que solamentequede pospuesto".Pero esta solucin, evidentemente, slo poda ser temporal. Los suscriptores de losprstamos a Alemania queran sus intereses, y se planteaba con respecto al pagode los intereses el mismo dilema que se haba planteado en relacin con el pagode la indemnizacin. Los alemanes no podan pagar los intereses en oro, y lasnaciones aliadas no queran que se les pagase en productos. De modo que se hizonecesario prestarles el dinero con que pagar los intereses. Es obvio que, ms tardeo ms temprano, la gente llegara a cansarse de este juego. Cuando la gente secansa de prestar a una nacin sin obtener nada a cambio, se dice que el crdito detal pas ya no es bueno. Cuando esto sucede, la gente comienza a exigir que se lepague realmente lo que se le debe. Pero, como hemos visto, esto era imposiblepara los alemanes. De aqu que se produjeran numerosas quiebras, primero enAlemania, despus entre aquellos a quienes los alemanes en quiebra debandinero, ms tarde entre aquellos a quienes estos ltimos deban dinero, y assucesivamente. Resultado: depresin universal, miseria, hambre, ruina y toda lacadena de desastres que el mundo ha estado sufriendo.No quiero insinuar que la indemnizacin de los alemanes haya sido la nica causa

    de nuestras calamidades. Las deudas de los aliados a Norteamrica contribuyeron,as como tambin, en grado menor, todas las deudas, pblicas o privadas, en lasque el deudor y el acreedor estaban separados por un alto muro arancelario, quehiciera difcil el pago en productos. La indemnizacin alemana, si bien de ningnmodo es el origen exclusivo de las dificultades, es, sin embargo, uno de los msclaros ejemplos de la confusin de ideas que ha hecho tan difcil remediar elestropicio.La confusin de ideas que ha dado lugar a nuestras desgracias es la confusinentre el punto de vista del consumidor y el del productor, o, ms exactamente, delproductor en un sistema de competencia. Cuando fueron impuestas lasindemnizaciones, los aliados se consideraron consumidores; creyeron que sera

    agradable tener a los alemanes para que trabajaran por ellos como esclavostemporales, y poder consumir, sin trabajar, lo que prudujeran aqullos. Entonces,despus de concluido el tratado de Versalles, recordaron sbitamente que ellostambin eran productores y que el influjo de los productos alemanes que habanestado pidiendo arruinara sus industrias. Quedaron tan perplejos que comenzarona rascarse la cabeza, pero ello no sirvi de nada, aunque lo hicieron en unareunin y la calificaron de Conferencia Internacional. El hecho simple es que lasclases gobernantes del mundo son demasiado ignorantes y estpidas para resolverun problema as, y demasiado engredas para pedir consejo a quienes podranayudarlas.Para simplificar nuestro problema, supongamos que una de las naciones aliadasestuviese formada por un solo individuo, un Robinson Crusoe que viviera en unaisla desierta. Los alemanes estaran obligados, segn el tratado de Versalles, aofrecerle todos los artculos de primera necesidad a cambio de nada. Pero si l

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    actuara como actuaron las potencias, dira: "No; no me traigis carbn, que elloarruinara mi industria de leador; no me traigis pan, que ello arruinara miagricultura y mi ingenioso aunque primitivo aparato de moler; no me traigisropas, porque tengo una naciente industria de confeccin de vestidos con pieles deanimales. No me importa que me traigis oro, porque ello no puede hacerme dao;lo pondr en una cueva y no volver a hacer uso de l. Pero de ningn modo estoy

    dispuesto a aceptar el pago en especies que puedan servirme de algo". Si nuestroimaginario Robinson Crusoe dijera esto, pensaramos que la soledad ha alteradosus facultades mentales. Sin embargo, esto es exactamente lo que las nacionesrectoras han dicho a los alemanes. Cuando una nacin, en lugar de un individuo,es atacada de locura, se piensa de ella que est exhibiendo una notable sabiduraindustrial.La nica diferencia notable entre Robinson Crusoe y una nacin entera es queRobinson Crusoe organiza su tiempo cuerdamente y la nacin no lo hace. Si unindividuo consigue sus ropas sin dar nada a cambio, no pierde su tiempoconfeccionndolas. Pero las naciones creen que deben producir todo lo quenecesitan, excepto cuando hay algn obstculo natural, como el clima. Si lasnaciones tuvieran sentido comn, acordaran, por tratado internacional, qu cosashabra de producir cada nacin, y dejaran de hacer ms esfuerzos de los quehacen los individuos para producirlo todo. Ningn individuo intenta hacerse suspropias ropas, sus propios zapatos, su propia comida, su propia casa, etc.; sabeperfectamente que, si lo hiciera, tendra que contentarse con un muy bajo nivel debienestar. Pero las naciones todava no han comprendido el principio de la divisindel trabajo. Si lo comprendieran, podan haber permitido que Alemania pagase enciertas clases de bienes, que ellas hubieran dejado de producir por su parte. Loshombres que hubiesen quedado sin trabajo podran haber aprendido otro oficio acosta del estado. Pero esto hubiese requerido organizar la produccin, lo cual es

    contrario a la ortodoxia empresarial.Las supersticiones acerca del oro estn curiosamente arraigadas, no solamente enquienes se benefician de ellas, sino aun en aquellos a quienes traen desgracia. Enel otoo de 1931, cuando los franceses obligaron a los ingleses a abandonar elpatrn oro, creyeron estar causndoles un mal, y los ingleses, en su mayor parte,coincidieron con ellos. Una especie de vergenza, un sentimiento como dehumillacin nacional pas por Inglaterra. Sin embargo, los mejores economistashaban estado insistiendo en el abandono del patrn oro, y la experienciasubsiguiente ha demostrado que tenan razn. Tan ignorantes son los hombres enel manejo prctico de las finanzas, que el gobierno britnico tuvo que sercompelido por la fuerza a hacer lo que ms convena a los intereses ingleses, y

    slo la hostilidad de los franceses llev a Francia a otorgar este involuntariobeneficio a los ingleses.De todas las ocupaciones que se suponen tiles, casi la ms absurda es la minerade oro. El oro se extrae de la tierra en Sudfrica y es transportado, con infinitasprecauciones contra robos y accidentes, a Londres, Pars o Nueva York, dondenuevamente es colocado bajo tierra en las cmaras acorazadas de los bancos.Podra haber continuado bajo tierra en Sudfrica. Posiblemente, las reservasbancarias hayan tenido alguna utilidad mientras se sostuvo que, llegada laocasin, podran utilizarse, pero tan pronto como se adopt la poltica de nopermitir que nunca descendieran por debajo de cierto mnimo, pasaron arepresentar lo mismo que si no existieran. Si yo digo que guardar cien libras paraun da lluvioso, tal vez sea sabio. Pero si digo que, por muy pobre que llegue a ser,nunca gastar las cien libras, stas dejan de ser una parte efectiva de mi fortuna, ydara lo mismo que las hubiese regalado. sta es, precisamente, la situacin de las

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    reservas bancarias s