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34 ENTREVISTA Diseñador, coleccionista y anticuario, ha levantado un imperio basado en su personal visión artística. Inés Martínez Ribas EL SABIO HUMILDE E s un hombre exquisito. En su mirada, en su caminar, en su sonrisa, en sus gesticulaciones, en sus silencios, en sus atenciones… De su interior emana una luz especial, y su juventud es eterna. Axel Vervoordt (Amberes, 1947) es la persistencia en el arte de crear. Diseñador de hogares para estrellas de cine y de rock, magnates y demás celebridades, sueña con aunar el este en el oeste. Hacedor de libros maravillosos, además de anticuario, coleccionista (desde los 14 años), comisario y rehabilitador del patrimonio arquitectónico, se sienta a la mesa-río que ha diseñado a la entrada del Museo de Arte Moderno de Amberes (M HKA), su ciudad natal, para conversar con Tendencias del Mercado del Arte. Es un verdadero placer fluir por los espacios que ha creado en el museo: el vestíbulo-librería y las salas dedicadas a las grandes obras de la colección permanente del museo. Ahora está concentrado en la creación de una Fundación propia en la misma ciudad, en un antiguo complejo industrial recuperado, que dispondrá de hasta 12.000 metros cuadrados solo para exposiciones. Todo un lujo. Arte y espacio, ¿van de la mano? Sí, van juntos. Hay que crear un espacio para dar alas al arte. El mismo arte, en un buen espacio, nos habla diferente. El arte es como la amistad: te gusta, te inspira, hay que cuidarla, contemplarla… Incluso acabas pareciéndote a las obras de arte que te gustan mucho. El arte, ¿es necesario? Sí, es muy importante convivir con él: te influencia y te inspira. El arte va cincuenta años por delante de la ciencia. Los artistas descubren cosas sin pretenderlo. ¿Cómo? Porque el arte es el trabajo de la intuición, y la intuición se manifiesta de manera libre. En cambio, los científicos tienen que probarlo, demostrar que lo que dicen es verdadero. El arte emite sus ideas de forma libre; cuanto más pura sea esta idea, mejor. ¿Qué espacio ha querido recrear aquí, en el M HKA, para las obras de arte? Los museos de arte contemporáneo suelen ser muy ‘cool’. Mi primera idea aquí fue: “Quiero hacer un hogar.” Para los vecinos del barrio, y también para otros visitantes. Crear un lugar al que la gente quiera ir porque se siente a gusto, se siente inspirada por su arte. ¿Es su primer ‘hogar de arte’? También lo han sido mis exposiciones en el Palazzo Fortuny, en Venecia. Las compongo pensando en ‘habitaciones’. Cuando entras en cada sala, es como si las obras de la exposición hubieran estado allí antes. Como aquí: todo lo que hay parece que ha estado antes. Es como muy cercano. ¿Qué opina de los museos donde prima la arquitectura? En el M HKA la arquitectura no es importante. Era un edificio industrial ‘feo’ que se transformó en museo. En su ‘fealdad’ y en su estructura caótica es donde hemos encontrado el orden. Para mí, el orden y la proporción de cada lugar son fundamentales. Mucho del material que hemos utilizado es reciclado. Las puertas y el mostrador del vestíbulo están hechas de viejos contenedores recuperados del puerto de Amberes. ¿Reciclar es importante? Sí, me gusta la idea de reutilizar. En el siglo XXI hay suficientes rastros y no es necesario Vervoordt A x l

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ENTREVISTA

Diseñador, coleccionista y anticuario, ha levantado un imperio basado en su personal visión artística.

Inés Martínez Ribas

EL SABIO HUMILDE

Es un hombre exquisito. En su mirada, en su caminar, en su sonrisa, en sus gesticulaciones, en sus silencios, en sus atenciones… De su interior emana una luz especial, y su juventud es eterna. Axel Vervoordt (Amberes, 1947) es la persistencia en el arte de crear. Diseñador

de hogares para estrellas de cine y de rock, magnates y demás celebridades, sueña con aunar el este en el oeste. Hacedor de libros maravillosos, además de anticuario, coleccionista (desde los 14 años), comisario y rehabilitador del patrimonio arquitectónico, se sienta a la mesa-río que ha diseñado a la entrada del Museo de Arte Moderno de Amberes (M HKA), su ciudad natal, para conversar con Tendencias del Mercado del Arte. Es un verdadero placer fluir por los espacios que ha creado en el museo: el vestíbulo-librería y las salas dedicadas a las grandes obras de la colección permanente del museo. Ahora está concentrado en la creación de una Fundación propia en la misma ciudad, en un antiguo complejo industrial recuperado, que dispondrá de hasta 12.000 metros cuadrados solo para exposiciones. Todo un lujo.

Arte y espacio, ¿van de la mano? Sí, van juntos. Hay que crear un espacio para dar alas al arte. El mismo arte, en un buen espacio, nos habla diferente. El arte es como la amistad: te gusta, te inspira, hay que cuidarla, contemplarla… Incluso acabas pareciéndote a las obras de arte que te gustan mucho. El arte, ¿es necesario? Sí, es muy importante convivir con él: te influencia y te inspira. El arte va cincuenta años por delante de la ciencia. Los artistas descubren cosas sin pretenderlo.

¿Cómo? Porque el arte es el trabajo de la intuición, y la intuición se manifiesta de manera libre. En cambio, los científicos tienen que probarlo, demostrar que lo que dicen es verdadero. El arte emite sus ideas de forma libre; cuanto más pura sea esta idea, mejor. ¿Qué espacio ha querido recrear aquí, en el M HKA, para las obras de arte? Los museos de arte contemporáneo suelen ser muy ‘cool’. Mi primera idea aquí fue: “Quiero hacer un hogar.” Para los vecinos del barrio, y también para otros visitantes. Crear un lugar al que la gente quiera ir porque se siente a gusto, se siente inspirada por su arte.

¿Es su primer ‘hogar de arte’? También lo han sido mis exposiciones en el Palazzo Fortuny, en Venecia. Las compongo pensando en ‘habitaciones’. Cuando entras en cada sala, es como si las obras de la exposición hubieran estado allí antes. Como aquí: todo lo que hay parece que ha estado antes. Es como muy cercano.

¿Qué opina de los museos donde prima la arquitectura? En el M HKA la arquitectura no es importante. Era un edificio industrial ‘feo’ que se transformó en museo. En su ‘fealdad’ y en su estructura caótica es donde hemos encontrado el orden. Para mí, el orden y la proporción de cada lugar son fundamentales. Mucho del material que hemos utilizado es reciclado. Las puertas y el mostrador del vestíbulo están hechas de viejos contenedores recuperados del puerto de Amberes.

¿Reciclar es importante? Sí, me gusta la idea de reutilizar. En el siglo XXI hay suficientes rastros y no es necesario

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que hagamos cosas nuevas todo el tiempo, solo cuando estas no existen. También es clave la ‘nobleza de las proporciones’. Por ejemplo, este vestíbulo-librería donde estamos sentados, conversando. Es un espacio con forma de cubo doble. Está basado en las proporciones. Transmite una armonía pacífica; la sensación de eternidad, como si el tiempo se detuviera. Es un espacio contemporáneo y, al mismo tiempo, pertenece a todos los tiempos. Incluso ganará a base de ser utilizado. No me convence la arquitectura contemporánea basada en la idea de que, al utilizarla, pierde valor. Me gustan los rasguños, las marcas, como reflejo de la vida. Esta mesa, dentro de diez años, tras ser utilizada mucho, será más bonita. Estoy convencido.

La mesa, ¿es un diseño suyo? Sí, la he creado para este espacio de manera específica. Tiene ocho metros de largo. Ahora me doy cuenta que podría haberla hecho incluso más larga, hasta doce metros. De hecho, es lo que voy a hacer, revenderla y diseñar otra más grande [risas]. Mientras hablo con usted, me doy cuenta que el primer impulso de toda la gente que entra en el museo es sentarse aquí.

Es como estar en la biblioteca de una universidad. Sí. También como estar en un río. Amberes está construida sobre un río, y ahora este museo se levanta sobre este río de madera que es la mesa.

En este espacio hay influencia japonesa. Sí, hice el libro Wabi inspirations junto a Tatsuro Miki. Él estudió en Bélgica. Conozco a su padre desde hace treinta años. Es un gran arquitecto japonés, especializado en restaurar casas ‘minka’ antiguas. Las ha salvado en la ciudad de Kioto. Es interesante la manera como está respetando la tradición clásica japonesa, rehabilitando sus edificios y preservándolos.

¿Desde cuándo trabaja con Miki? Desde 2007. Trajimos una casa ‘minka’ a Bruselas. Tenía 200 años y estaba destrozada. Doce artesanos japoneses la reconstruyeron, sin utilizar un solo clavo. Fue entonces cuando iniciamos una conversación fructífera con Miki. ¿Dónde se encuentra el este con el oeste? ¿Cómo podemos crear un estilo donde los principios del este se den la mano con los de la arquitectura del oeste y reconstruir, juntos, el futuro?

Precursores del futuro. Sí, así es. Tratar de hacer cosas sanas, ecológicas, pacíficas, que den espacio a la mente y que respeten la naturaleza y los materiales. Entonces decidimos escribir Wabi inspirations, traducido a cinco idiomas.

Todo un éxito. Sí, más del que nunca pude imaginar. Es un libro muy sencillo. Habla sobre la belleza, sobre la Tierra, y es muy humilde. Cada detalle está muy cuidado. El arte necesita ser puro, si no, no funciona. Hemos hecho

proyectos fantásticos. En Nueva York, en el mismo Tokio, en Dusseldorf, en Texas, en Shanghai y en ciudades de Francia e Italia o para familias notables de Oriente Medio… Es fantástico, y cada vez es diferente. ‘Wabi’ es muy único. Es decir, cada cosa es única, no puedes repetirla.

¿Y en España? Todavía no, pero todo llega… Bueno, en Mallorca, hicimos muchas casas allí, incluso un palacio antiguo. Es como vivo yo, en antiguos edificios que datan de la Edad Media.

Curioso contraste. Sí, me gustan las cosas muy yin yang. Me cautiva vivir en el lujo de una mansión barroca y que se note que es antigua, no nueva. Oro envejecido y telas de otros tiempos. Me encanta esto. También, crear en su interior espacios meditativos. En función de tu humor, vas de un espacio a otro. En este museo también lo he buscado. Estas estanterías que nos rodean están llenas, aunque el espacio de la sala está muy vacío. Son complementarios. No me gustan las casas totalmente llenas o totalmente vacías. En el primer caso, te pones nervioso, quieres salir de ellas; en el segundo, resulta muy frío. En toda casa incluso necesitas un

Jan Fabre, Ik, aan het dromen (Spijkerman). Colección M HKA

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‘El arte va medio siglo por delante de la ciencia’lugar para colocar los objetos horrorosos que recibes de tus amigos [risas]. Los conservas, porque vienen de personas muy agradables. En una biblioteca cabe de todo, y eso la hace incluso más interesante.

¿Qué me dice de los objetos que adornan estas librerías que nos rodean? Los puedes tocar y coger. Todo el mundo puede hacerlo. Los objetos los escogimos juntos. Tatsuro Miki, Bart de Baere [director del M HKA] y yo. Ha sido una colaboración estupenda, fruto de un diálogo fluido.

¿Está trabajando en crear nuevos museos? Hace diez años que colaboro en las exposiciones del Palazzo Fortuny de Venecia. Cada año hay un leitmotiv. El de este es la intuición. Es mi última colaboración. Ahora estoy concentrado en crear una Fundación propia aquí en Amberes que estará acabada a finales de año, y donde organizaré grandes exposiciones. Se ubicará en un complejo industrial en desuso, así que no se trata de un único edificio, sino en una pequeña ciudad dentro de la ciudad, con panadería, carnicería, teatro… y 12.000 metros cuadrados para exponer arte. Estará todo abierto a finales de noviembre. Expondré arte contemporáneo junto a obras de todas las épocas de mi colección.

¿Cómo se describiría a sí mismo? No sabría qué decir. He hecho y hago tantas cosas. Soy muy trabajador. Empecé a coleccionar siendo muy joven. Mi padre me dijo que tenía que

estudiar y tener un buen negocio para poder convertirme en un buen coleccionista. Así que estudié matemáticas y ciencias. Mientras, vendí algunas de las piezas que coleccionaba e invertí las ganancias en otras nuevas. El negocio fue tan bien que me convertí también en marchante de arte. Tenía 21 años. Era 1969, y compré una pequeña calle medieval en Amberes, junto a la catedral.

¿Entera? Sí, con once casas, ahora son más [risas]. Así que también me convertí en… coleccionista de casas [más risas]. Todo se ha dado muy bien. Aún tengo esa calle, se llama Vlaeykensgang. Tenía allí mi galería, que ahora he trasladado al nuevo complejo industrial. También empecé a coleccionar arte contemporáneo desde muy joven, además de antigüedades. Lo primero que me atrajo fue el Grupo ZERO: Heinz Mack, Otto Piene… También compré un Magritte, Le Mémoire, que entonces no era tan conocido, y con el tiempo dejó de gustarme y lo descolgué. Descubrí también a Fontana, y adquirí una obra por mil dólares; era 1970 o 1971. Ahora tengo varios. También una pieza fantástica de Mack de 1959. Continué con Anish Kapoor. Su pieza no cabría en este espacio [el vestíbulo-librería del M HKA, donde estamos conversando]. Es una de sus primeras obras de gran tamaño más importantes. Hemos equipado un espacio específico para mostrarla en la nueva Fundación. Un lugar especial para una pieza especial.

¿Ha hecho también de comisario aquí en el M HKA? Sí, para la sala oscura queríamos piezas que tuvieran luz interior propia, misterio. Mi favorita es: Hoofdbreker, una obra de 1988 de Thierry De Cordier. Es de la Colección del M HKA. En ese espacio mostramos las grandes obras del museo. Podemos ir juntos a verla, ahora. [Nos desplazamos a la sala en cuestión.] Esta sala es cuadrada. Es mi favorita. La parte más renovada del museo. Le concede al arte un lugar muy especial. Las paredes están pintadas del color de… la sombra. Ni negro ni marrón; color sombra. Aquí hay una pieza de Jan Fabre, Ik, aan het dromen (Spijkerman), de 1979. Como ve, la atmósfera es totalmente diferente a la de los museos blancos con mucha luz. Aquí apenas hay luz. Es para preservar el misterio. Estas obras se ven magníficas en este espacio. La luz emana del interior de las propias obras. Como esta de James Lee Byars [The Giant, de 1975].

¿Es su lugar favorito? Sí, mi espacio preferido. Es el más diferente. Es cuadrado, con cuatro columnas que crean un espacio singular. Fue diseñado por Tatsuro Miki. Crean este ‘toko no ma’ [cubículo o pequeño espacio elevado sobre una plataforma con piso de tami donde se cuelgan rollos desplegables con pinturas]. El resultado es tremendamente poético. Al final, detrás, está mi pieza favorita, la de De Cordier que le mencionaba antes. Se encuentra prácticamente escondida, precisamente por eso: porque es mi favorita. Está oculta, al igual que los tesoros. Es extremadamente silenciosa.

Bart de Baere es el director del Museo de Arte Moderno de Amberes (M HKA). Deambula, exultante, por los nuevos espacios diseñados por Axel Vervoordt y Tatsuro Miki. Cercano, es de palabra fácil. “Cuando la gente me pregunta en qué quiero convertirme, digo: el tamaño del MACBA y el programa del Reina Sofía”. Admira los logros de Manuel Borja Villel en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía (MNCARS). “Combina de una manera muy audaz las exposiciones dirigidas al público mayoritario con los ‘experimentos’ y las muestras propias.” Amberes, Madrid y Barcelona: estos tres museos forman parte de L’Internationale. También pertenecen a esta red otros tres museos europeos: la Moderna Galerija, de Liubljana, en Eslovenia; el SALT, en Estambul y Ankara (Turquía), y el van Abbemuseum, en Eindhoven, Países Bajos. “Estamos felices de que el Reina Sofía forme parte de nosotros. Está al nivel del MoMA, del Pompidou... Para mí, es el museo-ejemplo de todo el mundo”, remacha De Baere.L’Internationale es una red que establece una colaboración a largo plazo entre los seis museos, bajo unos parámetros hasta ahora poco habituales. Potencia un nuevo internacionalismo artístico, no jerárquico y descentralizado. El objetivo es consolidar vínculos entre las instituciones que forman parte de ella, crear redes de trabajo, favorecer proyectos de investigación y compartir metodologías.