ESTADO, VECINOS E INDÍGENAS EN LA CONFORMACIÓN DEL …

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1 Corpus. Archivos virtuales de la alteridad americana, Vol. 2, N° 2, 2do semestre 2012, ISSN 1853-8037, URL: http://corpusarchivos.revues.org/ 1 TESIS DOCTORAL ESTADO, VECINOS E INDÍGENAS EN LA CONFORMACIÓN DEL ESPACIO FRONTERIZO: BUENOS AIRES 1810-1852 TESISTA: SILVIA RATTO DIRECTOR: JORGE GELMAN DICIEMBRE 2003

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TESIS DOCTORAL

ESTADO, VECINOS E INDÍGENAS EN LA CONFORMACIÓN DEL

ESPACIO FRONTERIZO: BUENOS AIRES 1810-1852

TESISTA: SILVIA RATTO

DIRECTOR: JORGE GELMAN

DICIEMBRE 2003

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INDICE Introducción pag. 3

Estado de la cuestión pág 5

1. La expansión territorial del estado provincial pag. 5 2. Las relaciones interétnicas pag. 13 3. Las sociedades indígenas pág. 21 Primera parte: El largo camino hacia la consolidación del territorio provincial. pág.42 Capítulo 1. Una errática política de frontera. Los proyectos de avance en las décadas de 1810 y 1820 pág 45 Capítulo 2. La “pax rosista”: el negocio pacífico de indios. pág 97 Segunda parte. Estado y vecinos en el diseño y aplicación de las políticas de frontera. pag. 159 Capítulo 1. Los intentos de agremiación de los hacendados. pág. 163 Capítulo 2. Milicianos y proveedores. La participación de los vecinos en la defensa y mantenimiento del espacio fronterizo. pág. 206

Tercera parte. Conflictos y alianzas en el espacio pan araucano. pág 255 Capítulo 1. Hacia una nueva forma de liderazgo étnico. pág 261 Capítulo 2. Del ocaso de los boroganos al apogeo de Calfucurá. pág 305

Cuarta parte. Mestizaje cultural en la frontera. pág 350

Conclusiones pág. 448 Fuentes pág. 467

Bibliografía pág. 468

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INTRODUCCION

Los procesos de independencia en América Latina no condujeron automáticamente a la

formación de estados que mantuvieran las jurisdicciones coloniales existentes hasta ese

momento. En general, lo que se produjo fue el desmembramiento de esas grandes unidades

políticas representadas por los Virreinatos, en entidades menores1. Aún así, tampoco fue

sencillo organizar políticamente las nuevas regiones independientes. Las disputas entre

liberales y conservadores, o entre centralistas, confederacionistas y federalistas enfrentaron,

durante gran parte del siglo XIX, a las élites locales. Por debajo de estas formulaciones

políticas se enfrentaban muchas veces intereses económicos contrapuestos; regiones que

durante la época colonial ocuparon una posición secundaria en la estructura administrativa,

intentaron modificar su situación, reclamando su independencia frente a las tentativas de

subordinación intentadas desde los centros revolucionarios. Estos enfrentamientos se

plasmaron, en algunas regiones, en las guerras civiles que sucedieron a los procesos

independentistas y que llevaron a primer plano a los jefes militares. Estos caudillos dirigían

milicias rurales que respondían más a sus jefes que al Estado todavía incipiente lo que

exacerbó el sentimiento regional dificultando la unificación política de las regiones2.

Dentro de este lento desarrollo en la conformación de estados autónomos, uno de los

problemas centrales que debieron enfrentar los nuevos grupos dirigentes fue el poblamiento y

la delimitación de sus fronteras. En algunos de estos escenarios, la presencia indígena agregó

un ingrediente conflictivo más a este proceso. Durante la primera mitad del siglo XIX, los

espacios fronterizos de estos nacientes estados compartirían ciertos rasgos comunes.

Centrándonos exclusivamente en sus aspectos sociales y políticos, los más representativos

fueron una continua reducción de los gastos de defensa fronteriza que, iniciada en la época

tardo colonial, se acentuaría en el período independiente en virtud de las urgencias de la

guerra revolucionaria; cierta autonomía de acción por parte de las autoridades fronterizas que

debieron tomar a su cargo la seguridad del espacio apoyándose fundamentalmente en los

pobladores; un movimiento espontáneo de población hacia estos nuevos espacios dando

origen, en un primer momento, a una sociedad de pequeñas explotaciones y, en forma

paralela, a un estado de conflicto latente con los grupos indígenas que habitaban del otro lado

del límite fronterizo. Como la otra cara de la misma moneda, esa convivencia tan estrecha

1 Annino, A Castro, L y F.X.Guerra, De los Imperios a las Naciones: Iberoamérica. Zaragoza, 1994. 2 Carmagnani, M. (ed), Federalismos latinoamericanos: México, Brasil, Argentina. México, FCE, 1993.

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entre poblaciones criollas e indígenas derivó en situaciones de contacto que, según la región,

adoptarían características particulares.

En el territorio de la actual Argentina se dio un proceso similar de lenta determinación de

sus fronteras con el indígena que tuvo su punto culminante en la década de 1880 con la

ocupación efectiva de la Patagonia y del Chaco3. Sin embargo, en momentos previos, el

proceso de constitución de estados provinciales enfrentó a algunos gobiernos con problemas

similares. En este sentido, y centrándonos en la provincia de Buenos Aires, desde la década de

1820 los sucesivos gobiernos establecieron como un asunto prioritario dentro de su agenda, la

expansión y consolidación de la frontera con los indígenas del área pampeana. El estudio de

este proceso entre 1810 y 1852 fue abordado, como veremos más adelante, desde distintas

perspectivas y con objetivos diferentes. Por un lado y desde una perspectiva que ponía el

énfasis en el desarrollo de la sociedad provincial, ha sido objeto de estudios centrados en los

fundamentos y consecuencias económicas de la expansión territorial, de trabajos que

analizaron los cambios y continuidades en el tipo de explotaciones agropecuarias que llevaron

adelante la producción en las nuevas tierras conquistadas y de análisis poblacionales dirigidos

a determinar la composición y crecimiento de la sociedad bonaerense. Este tipo de enfoque

centrado en las políticas del gobierno bonaerense, también ha dado origen a estudios que

tratan la cuestión más general de las relaciones interétnicas entre blancos e indígenas; en estos

trabajos el período en cuestión ocupa un lugar relevante debido a la intensificación del

conflicto que se produjo como consecuencia de la expansión territorial. Por otro lado, y desde

la óptica de la sociedad indígena, se ha trabajado sobre el impacto que provocó dicha

expansión en la estructura socio política de los grupos que habitaban la región de pampa y

patagonia.

Como se puede observar, todos estos enfoques más allá de la rigurosidad histórica de unos y

otros, presentan más bien una mirada unidireccional del problema ya sea centrado en las

políticas estatales de los gobiernos bonaerenses, o en el impacto de las mismas en el interior

de la sociedad indígena. Veremos en detalle los avances historiográficos que se han producido

desde cada una de estas perspectivas para, a continuación, presentar nuestra hipótesis de

trabajo.

3 Lagos, Marcelo, La Cuestión Indígena en el Estado y la Sociedad Nacional. Gran Chaco, 1870-1920. Unidad de Investigación en Historia Regional. Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales. Universidad Nacional de Jujuy. Jujuy, 2000. Mases, Enrique, Estado y cuestión indígena. El destino final de los indios sometidos en el sur del territorio (1878-1910). Buenos Aires, Prometeo libros/Entrepasados, 2002.

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ESTADO DE LA CUESTION

1. La expansión territorial del estado provincial

El título del acápite refleja la mirada de algunos trabajos históricos que se han

centrado en el proceso de ocupación territorial teniendo como marco analítico la formación y

consolidación de una economía capitalista con una modalidad agroexportadora. Dicho

proceso implicaba la conformación de un mercado de factores de producción, entre los cuales

se encontraba el mercado de tierras. En este sentido, el avance de las relaciones capitalistas de

producción requería la expansión de la frontera y la ocupación y puesta en producción de las

tierras recientemente incorporadas. Para estos historiadores, la frontera aparecía como un

espacio a ocupar, como una “tierra virgen”. El control material de los territorios pampeano-

patagónicos surgía como algo necesario e inevitable, sus pobladores originarios como un

obstáculo y su ocupación efectiva como un “problema que el país tenía pendiente”. La

frontera, en estos trabajos, tiene una clara connotación política, es la “frontera interna” de una

unidad territorial preexistente4.

En la década de 1960, los trabajos de Halperín Donghi sobre el proceso de expansión

territorial llevado adelante por el gobierno bonaerense a partir de la década de 1820,

presentarían un panorama mucho más completo y complejo del mismo y, a pesar de las

reformulaciones que el mismo autor ha realizado sobre algunos aspectos allí planteados,

marcarían un hito en esta temática. En ellos se encuentran expuestos toda una serie de

aspectos económicos, sociales y políticos que permiten estudiar este proceso: los

condicionantes económicos internos y externos. que permitieron el impulso ganadero; la

relación de los precios pecuarios con los mercados internacionales; las características

organizativas de las nuevas explotaciones agrarias; la relación entre el estado provincial y los

sujetos económicos que llevarían adelante las mismas; la expansión y evolución demográfica

de los territorios ocupados, fundamentalmente en la zona que denominaría el Nuevo Sur5.

En estos trabajos la política de fronteras desarrollada por el gobierno bonaerense es

presentada como un elemento más que mostraría la estrecha relación entre los hacendados de

4 Cortés Conde, Roberto, “Algunos rasgos de la expansión territorial en Argentina en la segunda mitad del siglo XIX”, en Desarrollo Económico, vol. 8, núm. 29 1968; Cortés Conde, R. y E. Gallo, La República Conservadora, tomo 5 de la colección “Historia Argentina”, Piadós, Buenos Aires. 1972 5 Halperín Donghi, Tulio, "La expansión ganadera en la campaña bonaerense (1810-1852)", Desarrollo Económico, 3:1-2, 1963 y “La expansión de la frontera de Buenos Aires (1810-1852)” , en Marcos Giménez Zapiola, (comp.), El Régimen Oligárquico, Amorrortu, Buenos Aires, 1975.

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la campaña y el poder político. Este planteo de Halperín se asemeja a una posición muy

arraigada en la historiografía argentina en la cual el tema de la frontera se ha presentado como

parte de un conflicto entre federales y unitarios, sectores que representarían, a su vez,

intereses económicos diferentes: la ganadería y el comercio. Según esta interpretación, la

etapa 1820-1829 estaría dominada por el enfrentamiento entre los dos grupos en donde uno de

los temas centrales del conflicto que haría eclosión en el período 1824-1827 sería

precisamente la frontera. En ese sentido los autores coinciden en que la campaña y la política

indígena no recibieron la atención necesaria durante el gobierno de Martín Rodríguez y la

presidencia de Bernardino Rivadavia reflejando un verdadero enfrentamiento entre la ciudad y

el campo6.

La etapa siguiente, que se inicia con la llegada al poder de Juan Manuel de Rosas, es

identificada según una visión muy arraigada en la historiografía tradicional y que ha

encontrado seguidores en trabajos más recientes, con la acumulación del poder político por

parte de los terratenientes7. Al decir de Milcíades Peña, fue “el paraíso de los terratenientes”

reflejada en una acción decidida del gobierno por favorecer los negocios de los propietarios

agropecuarios8. Una elaboración reciente sobre el fenómeno del caudillismo propondría que

en este tipo de regímenes políticos, los hacendados serían los brazos armados del gobierno en

la campaña teniendo en sus manos los principales instrumentos de control y coercion: la

justicia de paz y las milicias. El estado provincial, en síntesis, reproducía a gran escala, el

esquema que se desarrollaba en las estancias donde el patrón había organizado una amplia red

clientelar que incluía a sus peones. En este esquema, Rosas, el gran hacendado, se convertiría,

al asumir el gobierno de la provincia, en el “super-patrón”9.

Esta rígida caracterización del mundo político y sus vinculaciones con la economía provincial,

ha sido reformulada en las ultimas décadas, ofreciendo un nuevo contexto político y social.

Con respecto a la primera etapa, se ha criticado la idea de una estricta división entre unitarios

y federales en el ámbito económico y se ha tendido a poner el énfasis en las relaciones que

6 Bagú, S. El plan económico del grupo rivadaviano (1811-1827) Rosario, Universidad Nacional del Litoral 1966; Barba, E. Unitarismo, federalismo, rosismo. Buenos Aires, CEAL 1982; Burguin, Miron, Aspectos económicos del federalismo argentino. Buenos Aires, Hachette, 1960; Carretero, Andres, Dorrego. Buenos Aires, Platero, 1968 7 Nicolau, J.C. La economía bonaerense (1829-1835). Buenos Aires, Sadret,1980; Lynch, John, Los caudillos en Hyspanoamerica, Madrid, Mapfre, 1985. Algunos autores remontan el interés del gobierno por la frontera a la gestión de Manuel Dorrego quien de hecho fue el que decretó la realización de la expansión territorial. (Carretero, A, Dorrego…, p.112) 8 Peña, Milcíades, El paraíso terrateniente. Buenos Aires, 1969 9 Lynch, J. Juan Manuel de Rosas, Buenos Aires, Emece, 1984

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comenzaron a entablarse entre el capital comercial y la producción agropecuaria luego del

proceso revolucionario. En efecto, luego de la revolución, el quiebre de los circuitos

comerciales coloniales y la aparición de los comerciantes británicos con una nueva política

comercial más dinámica, llevo a los comerciantes rioplatenses a desviar sus capitales hacia

otras actividades rentables entre las que se encontraba la producción agropecuaria10.

Esta interrelación económica habría derivado en la promoción de la producción agropecuaria

en una suerte de "consenso agroexportador", término que también se ha cuestionado

ultimamente en el sentido de que la transición hacia la producción agropecuaria no fue tan

pacífica y acordada como se plantea. Esta reformulación apunta a destacar que, a pesar de la

mayor disponibilidad de tierras merced a la política gubernamental de apoyar el avance sobre

tierras explotables, el conflicto por la ocupación de tierras entre antiguos ocupantes precarios

y nuevos denunciantes no habría estado ausente en la campaña bonaerense11. A esta situación

se agregaría el hecho de que, antes que el gobierno encarara de manera oficial la expansión

territorial, el espacio ubicado allende la frontera había comenzado a ser ocupado de manera

espontánea por pobladores que habían concertado su asentamiento con los grupos indígenas

poseedores del territorio12.

A partir de 1820, el mayor peso económico del sector agropecuario modificó la relación que

existía hasta el momento entre los sectores económicos dominantes y los elencos

gubernamentales. Aun cuando estos ultimos fomentaron la explotación pecuaria a traves de

las políticas de tierras, fiscales y monetarias no tenian intereses únicos e iguales a los de los

propietarios rurales. Esta idea se asienta en la argumentación de que a partir de 1810 y con

mayor intensidad en la década siguiente, el Estado que se va estructurando fue más precoz y

más desarrollado que el grupo de hacendados por lo cual sus necesidades excedieron los

intereses de cualquier grupo particular13. De ahí que la relación entre el gobierno provincial y

los propietarios no estuviera exenta de conflictos ni se mantuviera inalterable durante todo el

período. Precisamente, las necesidades propias del Estado no siempre coincidieron con las de

10 Halperin Donghi, T. Revolución y guerra. Formación de una elite dirigente en la Argentina criolla. Buenos Aires, Siglo XXI, 1976; Romero, Luis Alberto, La feliz experiencia. Bs. As., Bastilla 1983 11 Banzato, G y G. Quinteros "La ocupación de la tierra en la frontera bonaerense: el caso de Chascomús, 1779-1821", Estudios de Historia Rural, II, La Plata ,1992; Gelman, Jorge, Un funcionario en busca del Estado. Pedro Andrés García y la cuestión agraria bonaerense, 1810-1822. Bernal, Universidad Nacional de Quilmes, 1997. 12 Rico, Alejandra, "Francisco Ramos Mejía: una historia de frontera" Tesis de licenciatura, UBA, 2001. 13. En este punto es fundamental la reformulación de Halperín realizada en un trabajo reciente (Halperin, T. “Clase terrateniente y poder político en Buenos Aires (1820-1930)", Cuadernos de Historia Regional, 15. UNLujan, 1995) en donde matiza apreciaciones anteriores sobre la fuerte coincidencia de intereses entre los terratenientes y el estado provincial.

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los grandes propietarios, situación que sería claramente visible en dos ámbitos: las

necesidades financieras y la competencia por la mano de obra.

Vinculado a estos desarrollos historiográficos, se ha producido asimismo un resurgir de la

historia política que reformula fuertemente la relación existente entre el estado provincial en

formación y los habitantes del territorio. En torno a este eje, se ha avanzado recientemente

sobre la estructuración del aparato judicial y policial en la campaña planteándose que el

Estado debió recurrir a la colaboración de los vecinos de los distintos partidos para desplegar

su poder sobre el territorio. En ese sentido, los vecinos debieron asumir, entre otras, las tareas

de jueces de paz. El objetivo del gobierno central con la creación de esta institución en la

década de 1820 fue imponer un nuevo orden en la campaña. Orden que penalizaría

fundamentalmente los delitos contra la propiedad, contra el Estado, contra las personas y

contra el orden público. Este último, a través de la persecución de los considerados “vagos”,

tenía el propósito de fijar la mano de obra. Frecuentemente, el objetivo de proteger los

derechos a la propiedad privada entraría en contradicción con prácticas de apropiación directa

y de usufructo en común de ciertos recursos. Esta circunstancia crearía una tensión entre los

jueces de paz y los pobladores que, ocasionalmente, resistirían la presencia estatal. En este

contexto, las nuevas autoridades frecuentemente debieron debatirse entre las exigencias del

gobierno y la necesidad de respetar una serie de normas establecidas por la costumbre14.

Siguiendo esta línea interpretativa, en la caracterización del periodo siguiente regido por la

presencia de Rosas, se ha matizado la noción de una relación unívoca entre los terratenientes

y el Estado provincial en donde el segundo se hallaría a disposición de los primeros15. Esta

reformulación se vincula asimismo con las nuevas consideraciones acerca del caudillismo. La

visión más tradicional del caudillo hispanoamericano es aquella que lo presenta como un

hombre fuerte local que sustentaba su poder en la propiedad de la tierra y en el control de una

amplia red clientelar estructurada en lazos personales de dominio y sumisión. Estos grupos de

14 Garavaglia, J.C. "Paz, orden y trabajo en la campaña: la justicia rural y los juzgados de paz en Buenos Aires, 1830-1852", Desarrollo Económico, 146, 1997; Salvatore, R. "Los crímenes de los paisanos: una aproximación estadística", Anuario IEHS, 12. Tandil, UNCPBA, 1997; Fradkin, R, "La experiencia de la justicia: estado, propietarios y arrendatarios en la campaña bonaerense”, en AAVV, La fuente judicial en la Construcción de la Memoria, Buenos Aires, 1999 y Gelman, J. “Crisis y reconstrucción del orden en la campaña de Buenos Aires. Estado y sociedad en la primer mitad del siglo XIX”, Boletin de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani, 21, Facultad de Filosofia y Letras, UBA, 2000 15 El levantamiento de los Libres del Sur en el año 1839 es un claro ejemplo de la oposición que, en una coyuntura desfavorable para sus negocios, presentaron poderosos hacendados del sur a la política rosista (Gelman, J. “La rebelión de los estancieros contra Rosas. Algunas reflexiones en torno a los Libres del Sur de 1839”, en Entrepasados No. 22, 2002).

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base rural lo ayudarían a acceder en forma violenta al poder y serían un factor clave para su

mantenimiento en el mismo. Asociada a esta idea se planteaba la importancia de sostener esas

redes de subordinación cobrando vital importancia el "sistema de repartos" implementado por

el caudillo. En ese sentido, el caudillo, una vez llegado al poder, protegía celosamente los

recursos locales, tierra y cargos, ya que en la distribución acertada de éstos entre sus

"dependientes" se basaba, en última instancia, su permanencia en el gobierno surgiendo así su

imagen como benefactor o distribuidor de patronazgo16. El otro elemento fundamental en este

esquema es que los caudillos, opuestos al gobierno y a las elites urbanas, impidieron el

establecimiento de poderes legales e instituciones republicanas en el ámbito provincial17.

Desde hace pocos años, sin embargo, esta visión sobre el significado del caudillismo se ha

modificado considerablemente. Actualmente se sostiene que la conformación de los espacios

provinciales a partir de 1820 se produjo en un marco de institucionalización del poder político

que había antecedido el ascenso de estas figuras a los primeros planos de la vida pública18

reflejando una coexistencia de formas legales y políticas modernas en una sociedad

estamental y tradicional. De manera que la extensión de la autoridad de un caudillo no fue

contraria al asentamiento institucional del Estado, al surgimiento de esferas de poder estatales,

provinciales y municipales, a un ordenamiento burocrático, a la legitimación de su gobierno

mediante la apelación al necesario respecto de las leyes y de los derechos del pueblo y al

desarrollo de una sociabilidad republicana. Esta línea de interpretación pondrá entonces el

énfasis en la coexistencia junto con el poder personal del caudillo, de estructuras legales

provinciales; coexistencia caracterizada por una combinación de sometimiento, concurrencia

y colaboración19.

En este sentido la experiencia de la provincia de Buenos Aires adquiere características

particulares. En efecto, la relativa densidad de las prácticas políticas inauguradas durante la

"feliz experiencia" rivadaviana llevaría a que, durante el período rosista se mantuvieran gran

16 Wolf, E y Hansen, E. “Caudillo politics: a structural analysis”, en Comparative Studies in Society and History, No. 9, 1966 17 Lynch, J. Juan Manuel de Rosas, Buenos Aires, Emece, 1985 18 Chiaramonte, J.C. "Legalidad constitucional o caudillismo: el problema del orden social en el surgimiento de los estados autónomos del Litoral argentino en la primer mitad del siglo XIX", Desarrollo Económico, 102, 1968; “El federalismo argentino en la primer mitad del siglo XIX", en Carmagnani, M. (comp), Federalismos latinoamericanos: México, Brasil, Argentina, FCE, México, 1993; Goldman, N. y R. Salvatore (comp) Caudillismos rioplatenses. Nuevas miradas a un viejo problema, Buenos Aires, Eudeba, 1998 19 Goldman, Noemí, "Legalidad y legitimidad en el caudillismo. Juan Facundo Quiroga y la Rioja en el interior rioplatense (1810-1835)", Boletin de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani, 7. Facultad de Filosofia y Letras, UBA, 1993

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parte de éstas con el objeto de dotar de legalidad y legitimidad al régimen. Las

investigaciones más recientes han avanzado en el conocimiento del marco jurídico

implementado para reglar las relaciones entre los individuos y el Estado20, en la persistencia

de prácticas electorales durante todo el período21, en las estructuras locales de poder

representadas por los juzgados de paz22 y en los discursos políticos que difundían una imagen

republicana del gobierno23.

Pasando al aspecto socio-económico de la expansión de la frontera, vemos que en esta

temática, también se ha avanzado considerablemente. Así, por ejemplo, una serie de trabajos

recientes han contribuido a complejizar la imagen que se tenía acerca de la expansión agraria

de la primer mitad del siglo XIX, mostrando algunos rasgos de continuidad en relación con el

período colonial, el más representativo de los cuales sería la persistencia, junto a las grandes

unidades productivas, de pequeñas explotaciones campesinas, basadas en el trabajo doméstico

y dedicadas a la agricultura y al pastoreo de ganado24. Al lado de estos avances, una serie de

estudios microrregionales está avanzando en el conocimiento puntual de este proceso

expansivo en distintos partidos de la campaña rioplatense (no solamente aquellos que fueron

creados con el avance territorial) desde las primeras ocupaciones hasta, en general, mediados

del siglo XIX, haciendo hincapié en la composición poblaciónal de estos espacios y los

procesos de ocupación territorial.

En estas investigaciones se torna fundamental una nueva mirada hacia los espacios de frontera

que, en este aspecto, sigue a una renovación historiográfica más amplia. En efecto, se ha

producido una modificación fundamental de los primeros planteos que sobre esta temática

hubiera planteado Frederick Jackson Turner a quien, sin embargo, no se le puede negar su

importancia en el sentido de haber presentado una definición nueva de la frontera. A partir de

sus escritos se abandonó la noción unívoca de frontera como límite de separación entre

20 Cansanello, Carlos, "De súbditos a ciudadanos. Los pobladores rurales bonaerenses entre el Antiguo Régimen y la Modernidad", Boletin de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani, 11.Facultad de Filosofía y Letras, UBA, 1995; "Las milicias rurales bonaerenses entre 1820 y 1830", en Cuadernos de Historia Regional, 19, UNLuján,1998 21 Ternavasio, M. "Entre la deliberación y la autorización. El régimen rosista frente al dilema de la inestabilidad política", en Goldman y Salvatore (comp), Caudillismos rioplatenses... 22 Garavaglia, J.C.”Paz, orden y trabajo…; Fradkin, R. “La experiencia de la justicia…”y Gelman, J. “Crisis y reconstrucción…” 23 Myers, Jorge, Orden y virtud. El discurso republicano en el regimen rosista, Bernal, Univ. de Quilmes, 1995 24 Gelman, J. “Unos números sorprendentes. Cambio y continuidad en el mundo agrario bonaerense durante la primer mitad del siglo XIX”, Anuario IEHS 11, UNCPBA, 1996 y Garavaglia, J.C. Pastores y Labradores de Buenos Aires. Una historia agraria de la campaña bonaerense, 1700-1830, Ed. De la Flor, Buenos Aires, 1999

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sociedades adoptando en su lugar la connotación de un espacio habitado. Las ideas de Turner

fueron fundamentales para sustentar la construcción teórica de la identidad americana a la que

se caracterizó como un espíritu individualista que no encontraba barreras para su expansión y

desarrollo. Pero, más allá de este fundamento ideológico, el modelo de frontera turneriano fue

duramente criticado poniéndose en duda su validez histórica. Una de los grandes errores que

se imputaron al modelo fue el de circunscribir los sujetos que protagonizaron el avance

fronterizo al pionero blanco de descendencia europea, lo que borraba del escenario tanto a

diferentes minorías que acompañaron el proceso (esclavos, mestizos, mujeres, asiáticos) como

a los mismos pueblos nativos con quienes los “pioneros” debieron encontrarse.

Luego de algunos intentos aislados que marcarían otras fallas históricas del modelo

turneriano, a inicios de la década de 1980, varios investigadores se nuclearon en un

movimiento que se conoció con el nombre de New Western History y que produciría más

fuertes críticas a los escritos de Turner. Las principales se centraron en los siguientes ejes: la

necesidad de incorporar al análisis el "lado oscuro" de la expansión al oeste, es decir, los

conflictos de raza, genero y poder; el impacto de dicha expansión sobre el medio ambiente y

la definición del oeste como una región con características propias y con diversas conexiones

con el resto de la nación y con Europa. Lo que subyace en estos últimos planteos que

muestran la diversidad de actores que convivieron en la frontera, es la necesidad de estudiarla

como un espacio multicultural, como un ámbito de interacción de culturas diferentes, en

donde centrarse en el análisis de un solo grupo implicaría el riesgo de considerar una sola fase

del proceso25.

En el ámbito local, fundamentalmente si nos centramos en los estudios más recientes sobre la

frontera bonaerense, solo en unos pocos casos se puede registrar el eco de ideas turnerianas.

De todos modos, aún cuando no exista en ellos una clara referencia sobre las reformulaciones

a las que hicimos mención, las investigaciones han avanzado sobre los mismos temas que

renovaron la historiografía de la frontera en Norteamérica. En los trabajos más actuales sobre

la expansión de la frontera en la región rioplatense hay un general consenso por definir estos

ámbitos como espacios de gran complejidad derivada, entre otros factores, de la diversidad de

actores en escena (pobladores originales, migrantes, esclavos, indios) situación que, como

25 Para una reseña sobre los avances historiográrficos en torno al concepto de frontera remitimos a nuestro trabajo Ratto, S. "El debate sobre la frontera en la historiografía americana. La New Western History, los Borderland y su repercusión en “las pampas”. En Boletin de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani No. 24. Facultad de Filosofia y Letras, UBA, 2003a.

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hemos visto, se halla prácticamente ausente en la obra de Turner. Sin embargo, a la hora de

buscar un marco analítico que encuadre la investigación se apela, en general, a ciertos

aspectos del modelo turneriano como sucede en los trabajos de Juan Carlos Garavaglia26 y

Carlos Mayo27 sobre la frontera bonaerense.

En efecto, si bien Garavaglia reconoce el peso ideológico que subyace en la formulación de

Turner y que trasciende el análisis histórico, toma ciertos planteos turnerianos para aplicarlos

a la frontera pampeana, como el concepto de apertura y cierre de la oferta de tierras fértiles.

En ese sentido, el autor considera que existió una presión social sobre las tierras fronterizas al

igual que en Norteamérica pero que el resultado fue diferente porque los valores imperantes

en las sociedades detrás de las fronteras eran también diferentes.

De igual manera, en los trabajos de Mayo sobre la frontera bonaerense la referencia a Turner

es bien explícita. Mayo, apelando a los diferentes sentidos que en los escritos turnerianos se le

otorgó a la frontera se define el concepto como límite geográfico entre dos sociedades y a la

vez, como lugar de encuentro entre culturas. Esta doble definición lleva a que, al analizar la

relación con los indígenas por momentos se caiga en un relato tradicional donde las

sociedades se conectan principalmente a través de enfrentamientos bélicos, donde las políticas

indígenas españolas se analizan solamente en función de las estrategias blancas y, finalmente,

se mencione como ámbito casi exclusivo de contacto pacífico, el comercio. En relación con

esta dificultad por incorporar de manera más general al indígena en el mundo de la frontera,

Carlos Mayo advierte en la introducción a su último libro, que el mismo no aparecerá en los

trabajos compilados en el volumen no obstante lo cual debe entenderse que, como telón de

fondo, se encuentra muy presente en el espacio fronterizo.

De los temas que concentraron la atención de los historiadores de la frontera, los que más

han sido desarrollados por nuestra historiografía fueron la influencia del medio ambiente en la

ocupación del espacio, el proceso de poblamiento de estas regiones y el papel desempeñado

por algunos grupos subordinados, como los migrantes internos.

26 Garavaglia, J.C. Pastores y labradores… 27 Mayo, C y A. Latroubesse, Terratenientes, soldados y cautivos: la frotnera (1736-1815). Buenos Aires, Universidad de Mar del Plata, 1993 y Mayo, Carlos Vivir en la frontera. La casa, la dieta, la pulperia, la escuela (1770-1870). Buenos Aires, Biblos, 2000.

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Con respecto al primer aspecto, el papel del medio ambiente es incluido como un

elemento tan importante como la población en la explicación de los procesos de ocupación de

la tierra, haciéndose referencia, por ejemplo, a las motivaciones económicas que determinan

el asentamiento en determinado lugar, la forma de distribución de las unidades productivas en

función de los recursos naturales, etc.28 De igual manera se ha integrado al análisis, la

influencia de los ciclos climáticos sobre el desarrollo de la región29. Con respecto al segundo

tema, los estudios demográficos más recientes han arrojado luz sobre la estructura poblaciónal

de la campaña destacándose en estos trabajos el papel que tuvieron los migrantes del interior

en la ocupación de algunas zonas de la campaña bonaerense30. Algunos de ellos lograrían una

inserción en la sociedad como vecinos a través de distintos mecanismos, en tanto otros, en la

medida en que no lograran integrarse a las redes de relaciones existentes entre los pobladores

del lugar, permanecerían como transeúntes31.

De todos modos, y a pesar de estos indudables avances en el conocimiento del proceso de

ocupación del espacio y del desarrollo de poblaciónes en la campaña bonaerense, aún faltan

trabajos que logren desplegar en su plenitud el estudio de la frontera como un ámbito

multicultural que integre a los distintos grupos que vivían en ella. Esta falencia, como

veremos más adelante, también se encuentra en los trabajos centrados en la sociedad indígena.

2. Las relaciones interétnicas.

Desde otra perspectiva historiográfica, el tema de la frontera ha sido analizado por autores que

centraron su atención en la relación entre “blancos” e “indios”. Dentro de este enfoque se

pueden señalar distintos tipos de estudios con objetivos muy diferentes. Por un lado, podemos

señalar trabajos tradicionales en los que esta relación adopta excluyentemente el carácter de

enfrentamiento armado y de conflicto irresoluble en donde el indígena es caracterizado como

la suma de todo lo negativo y como el principal obstáculo para el desarrollo de la

28 Canedo, Mariana Propietarios, ocupantes y pobladores. San Nicolás de los Arroyos, 1600-1860, GIHRR/Univ. de Mar del Plata, 2000, Banzato, Guillermo, “De ocupantes a propietarios, los conflictos entre vecinos de la frontera bonaerense. Chascomús y Ranchos, 1800-1840”, en Quinto Sol, Año 4, No. 4. Universidad Nacional de La Pampa, 2000, Mascioli, Alejandra, “Población y mano de obra al sur del Salado. Dolores en la primera mitad del siglo XIX”, en Fradkin, Canedo y Mateo (comp) Tierra, población y relaciones sociales en la campaña bonaerense (siglos XVIII y XIX). Universidad Nacional de Mar del Plata, 1999 29 Garavaglia, J.C., Pastores y labradores… 30 Moreno, J.L. y J.Mateo, "El redescubrimiento de la demografía histórica en la historia económica y social", Anuario IEHS, 12. Tandil, UNCPBA, 1997 31 Cansanello, C. “De súbditos a ciudadanos…”; Mateo, J. Población, parentesco y red social en la frontera. Lobos (Provincia de Buenos Aires) en el siglo XIX. UNMar del Plata, 2001

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“civilización blanca”32. Acordando con la idea básica del vínculo interétnico como una

relación de conflicto, otros autores presentaban una visión diferente en donde se hace evidente

cierta simpatía hacia el indígena al que se intenta limitar al papel de víctima de los embates

militares de los “blancos”33.

Un caso particular que podemos incluir dentro de esta última tendencia son los trabajos del

padre Meinrado Hux que ha encarado la encomiable tarea de presentar una serie de biografías

de caciques de los distintos grupos que habitaron la zona de pampa-patagonia a lo largo de la

historia. Estos relatos, que presentan con bastante frecuencia datos inexactos, tienen el

inconveniente de dificultar una comprensión global de la dinámica interna de la sociedad

indígena al presentar relatos fragmentados de cada uno de estos líderes34. A pesar de esta

mejor predisposición hacia el objeto de estudio, estos trabajos adolecen de la misma falla que

los anteriores: el indígena no es un sujeto activo en la historia que se cuenta sino un

espectador pasivo de la violencia “blanca”.

A pesar de los avances historiográficos que con mayor rigurosidad científica han indagado

sobre los pueblos nativos (ver en el próximo acápite), la visión interétnica recientemente

señalada, aún tiene representantes en la producción más reciente. Ejemplo de esta persistencia

son los libros de Carlos Martínez Sarasola y Hugo Trinchero quienes, posiblemente

preocupados por la situación de los pueblos indígenas luego de la conquista al desierto,

retrotraen esta imagen de avasallamiento y dominación a momentos muy anteriores

impidiendo la posibilidad de indagar sobre las diferentes estrategias de adaptación y

resistencia que los mismos pusieron en juego desde el periodo colonial35.

En todos estos trabajos, viejos y nuevos, subyace el presupuesto de que los pueblos nativos se

hallaban aislados, con poco o ningún contacto entre ellos, viviendo de manera autosuficiente

32 Indudablemente el texto más representativo de esta corriente es el de Juan Carlos Walther (La Conquista Del Desierto, Buenos Aires, Círculo Militar,1964). Ver también Muñiz, Rómulo (Los indios pampas. Buenos Aires, Editorial Bragado,1966) y Schoo Lastra, Dionisio (El indio del desierto 1535-1879.Buenos Aires, Ed Goncourt, 1977). 33 Franco, Luis, Los grandes caciques de la pampa. Buenos Aires, Ediciones del Candil, 1967. Franco produjo asimismo una serie de pintorescos artículos periodísticos dedicados a diferentes caciques indígenas y a personajes de la frontera. Ver “Calfucurá” en La Prensa, 15/8/65; “Las Cautivas”, en Ibidem 3/10/65; “Cipriano Catriel”, en Ibidem, 12/12/65; Yanquetruz”, en ibidem 9/10/66. 34 Entre los años 1992 y 1993, el padre Hux editó una serie de libros con las biografías de los principales caciques de las agrupaciones indígenas de pampa y patagonia. Ver bibliografía. 35 Martínez Sarasola, Carlos, Nuestros paisanos los indios. Vida, historia y destino de las comunidades indígenas en la Argentina. Buenos Aires, Emecé, 1992; Trinchero, Hugo, Los dominios del demonio. Civilización y barbarie en las fronteras de la Nación. El chaco central. Buenos Aires, Eudeba, 2000

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hasta la llegada de los conquistadores. Se hace evidente en estos textos una gran dificultad por

percibir la heterogeneidad que caracteriza al mundo indígena. En efecto, en ellos “la sociedad

indígena” aparece como un bloque monolítico que no reconoce significativas diferenciaciones

internas. Los términos ranqueles, pehuenches, “chilenos”, que son utilizados en los textos

cumplen el objeto de localizar geográficamente a los diferentes grupos nativos ya que lo que

se quiere mostrar es que el indio, los indígenas, la sociedad indígena, son términos

intercambiables que identifican al “enemigo” quienes, a pesar de algunos conflictos

domésticos, se hallaban unidos en su oposición hacia el blanco. La aparición de los europeos

actuaría como un dispositivo de cambios. Por un lado, derivó en la adopción del caballo que

permitió a estos grupos una mayor movilidad, un incremento de la actividad guerrera, un

abandono de los patrones de agricultura y su conversión a una economía cazadora y

recolectora. Por otro lado, la posibilidad de incrementar su área de acción habría puesto en

contacto a pueblos hasta el momento incomunicados36.

En esta perspectiva en la cual el indio no es un sujeto que merece una caracterización más

profunda, se hace evidente la dificultad y/o falta de interés por entender una sociedad con

lógicas de organización distintas. Este preconcepto lleva a la infructuosa búsqueda de códigos

y estructuras “occidentales” en estos grupos. El resultado de esta traspolación se ve plasmada

en la presencia de fuertes estereotipos como, por ejemplo, el rol subordinado de la mujer en

estas comunidades. Así, podemos leer que “… entre las tribus araucanas a la mujer le estaba

asignada la función de esclava universal”37 o, “la mujer se concebía como propiedad absoluta

del hombre”, de lo que el autor colegía una “… aparente disminución femenina”38.

Por otro lado, la necesidad de otorgar a los pueblos nativos una organización política que

pudiera asimilarse a la “blanca” llevaba asimismo a caracterizaciones erróneas planteándose

la existencia de una gran concentración del poder, una estructura política en la cual la jefatura

tenía un poder “ilimitado e indiscutido”39. En algunos autores, el anclaje a este esquema

entraba en contradicción con la evidencia empírica que manejaban dando por resultado

afirmaciones difíciles de entender. Así, uno de los autores que sostenía el presupuesto anterior

sobre la concentración del poder en los caciques, agregaba en otra parte de su trabajo que

“aunque rudimentaria y sin mayores formas exteriores los indios argentinos tuvieron su

36 Muñiz, R, Los indios pampas…; Martínez Sarasola, C. Nuestros paisanos… 37 Franco, L, Los grandes caciques…, negrita nuestra. 38 Martinez Sarasola, C. Nuestros paisanos… p. 130. 39 Zeballos, E. La dinastía de los Piedra. Buenos Aires, Hachette, 1961; Muñiz, R. Los indios pampas…

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organización política propia”40. Vinculado a esta dificultad por comprender lo distintivo de la

organización política indígena, existe también la tendencia a generalizar un proceso de

concentración del poder que solo algunos grupos llegaron a experimentar a la vez que

retrotraen esa situación a momentos muy tempranos. Por ejemplo, según Sarasola “La

incorporación del caballo en el transcurso del siglo XVII [provoco que] la institución del

cacicazgo, antes laxo y que no sobrepasaba el nivel de la banda, se fuera convirtiendo en algo

más general desparramando su jefatura a numerosas bandas”41.

En relación con esta tendencia por quitar especificidad a la sociedad indígena hay un punto

que vale la pena mencionar porque se ha convertido últimamente en una temática muy

estudiada desde la antropología y la historia: las características de la guerra llevada adelante

por los indios. En los trabajos mencionados se señala que éstos no tenían ningún tipo de orden

para la guerra. El autor más representativo de esta posición es Félix Best de quien vale la pena

rescatar algunas expresiones. En un esfuerzo evidente por evaluar la táctica guerrera indígena

en relación con la que era conocida por el militar, puede leerse en su trabajo que “Las fuerzas

indias, todas de caballería, no tenían unidades tácticas especiales, sino que se constituían

grupos por tribus con más o menos efectivos. No podría pues, decirse que conocieran esas

unidades ni las operativas de los ejércitos regulares. Formaban el “montón”, confuso núcleo

sin orden ni reglas” en donde, por ejemplo los capitanejos “cuyas atribuciones eran harto

indefinidas jugaban el papel de los cuadros subalternos” las empresas maloneras estaban

organizadas por “el principio de la masa” agregando que los caciques que habían servido

coyunturalmente en las fuerzas provinciales para luego regresar a sus tolderías “aplicaban lo

aprendido”42.

Finalmente cabe señalar el uso del sustantivo “desierto”, como idea que implica la doble

concepción de zona deshabitada e improductiva, lo cual legitimaría la apropiación de dichas

tierras. Asimismo, estos autores sustentan la noción de indio como perteneciente a una

nacionalidad (ya sea argentina o chilena) convalidando así la idea de invasión del araucano

“chileno” sobre “nuestro” territorio. Esta línea historiográfica, reivindicatoria de la gesta

40 Ronco, Bartolomé, Los indios pampas. Buenos Aires, 1920, negrita nuestra 41 Martinez Sarasola, Nuestros paisanos… p. 126. 42 Best, Felix. Historia de las guerras argentinas, de la independencia, internacionales, civiles y con el indio. Buenos Aires, Ed. Peuser. 2 tomos, 1960. Tomo 1. p. 106-108

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militar de Roca, experimentó un notable impulso editorial en ocasión del centenario de la

conquista del desierto43.

Con un enfoque totalmente diferente, existe una corriente historiográfica que analiza las

relaciones interétnicas entre blancos e indígenas desde una perspectiva jurídica. Dentro de

esta tendencia, algunos autores han centrando la atención en las características legales de los

parlamentos y acuerdos de paces realizados a lo largo del tiempo, lo que les permite hablar de

tratados o capitulaciones en virtud de los derechos y/u obligaciones que surgen de la

documentación44.

Si algunos autores se han limitado a analizar el texto de los tratados para colegir de su lectura

el estado de la relación interétnica45, otros han avanzado mucho más tratando de entender el

significado mismo que tuvieron los encuentros diplomáticos llevados a cabo entre las

autoridades hispano criollas y las parcialidades indígenas para los participantes. En esta línea

podemos ubicar los excelentes trabajos de Lázaro Ávila. Para el autor, estos encuentros

incluían rasgos culturales de las dos sociedades. Por un lado, la realización de los parlamentos

hacía referencia al carácter lingüístico de los acuerdos y se enlazaba con la tradición oral y

ágrafa de los indios. Por otro lado, la redacción de las actas en las que se transcribían los

acuerdos a los que se llegaba en el encuentro, era un reflejo de la tradición oral de la cultura

europea que desea dar validez jurídica a lo resuelto en el parlamento. La validación indígena

de estas reuniones se apoyaba en otro tipo de elementos vinculados con rituales propios y solo

luego de mucho tiempo, los caciques comenzaron a firmar las actas, reclamándolas en

encuentros posteriores para verificar el cumplimiento de acuerdos previos46.

Las características señaladas permiten analizar estos encuentros en dos niveles diferentes pero

complementarios. Por un lado, las vicisitudes que se produjeron en el encuentro de las

43 Para esa ocasión se publicaron una colección de 4 volúmenes editada por la Academia Nacional de la Historia, Congreso Nacional de Historia sobre la Conquista del Desierto, General Roca, 1979, Buenos Aires, 1980; y un número especial de la Revista Logos, año IX, núm. 15, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires, 1979. 44 Levaggi, Abelardo, “Tratados celebrados entre Gobiernos argentinos e indios del sur de Buenos Aires, Santa Fe, Córdoba y Cuyo (1810-1852) en Revista de Historia del Derecho “Ricardo Levene”, 30. Buenos Aires, 1995 y Paz en la Frontera. Historia de las relaciones diplomáticas con las comunidades indígenas en la Argentina. (Siglos XVI-XIX). Buenos Aires. Universidad del Museo Social Argentino, 2000; Lázaro Ávila, Carlos, “Parlamentos de paz en la Araucanía y las Pampas: una visión comparativa (1604-1820)2, Memoria Americana. Cuadernos de Etnohistoria 7. Facultad de Filosofía y Letras, UBA, 1999. 45 Levaggi, A, “Tratados…” y Paz en la frontera… 46 Lázaro Ávila, Carlos, "El reformismo borbónico y los indígenas fronterizos americanos", en Guimera, Agustín (Ed.), El reformismo borbónico. Madrid, Alianza editorial, 1996 y “Parlamentos de paz…”.

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comitivas, los discursos y las argumentaciones de ambas partes permiten conocer las

estrategias puestas en juego por cada una de las partes que “trataban de intimidar y

deslumbrar al Otro evitando de esa manera el encuentro militar”. Por otro lado, las actas

producidas como conclusión del parlamento reflejaban el acuerdo final al que se llegaría

luego de las discusiones previas. Si bien estos documentos nos hacen conocer, a través de las

exigencias, compromisos y solicitudes mutuas, cuál era el estado de la relación en ese

momento, presentan, una seria limitación para la comprensión de la dinámica de interrelación

que es la de pretender que el contacto interétnico reproducía la letra de los tratados firmados.

O en palabras de Lázaro Ávila, “el carácter jurídico de la redacción de las actas no

correspondía a la realidad histórica que se vivía”.

Esto es particularmente notorio cuando se comparan el valor de los encuentros

diplomáticos en diferentes espacios fronterizos. Solo en aquellos lugares en donde la tradición

de parlamentos y tratados fue muy sólida, como por ejemplo, la frontera de Araucanía, puede

plantearse que el instrumento legal adquirió con el tiempo, la misma validez jurídica para

ambas sociedades. Esto no sucedió en la frontera bonaerense donde los tratados fueron muy

esporádicos tanto en el período colonial como en el independiente. Por otro lado, el gobierno

hispano-criollo a través de estos documentos buscaba acuerdo con algunos caciques

intentando lograr en estas figuras una concentración del poder. La inexistencia de este tipo de

estructura política en los grupos cercanos a la frontera bonaerense llevaría a que los acuerdos

firmados por un jefe étnico en particular produjera frecuentemente el efecto inverso al

deseado, es decir, una mayor rivalidad por monopolizar y usufructuar la relación con el poder

hispano-criollo (que derivaba fundamentalmente en la percepción de regalos).

En relación con esta perspectiva que privilegia un acercamiento desde la normativa, hay

trabajos que han indagado acerca del lugar que ocupó el indígena en la sociedad blanca luego

de la independencia. Esta preocupación se integra a la problemática más general que estudia

los cambios en la condición jurídica de los habitantes a partir de la difusión de valores

liberales que comenzaron a expandirse a fines del período colonial y actuaron con mayor

fuerza a partir de los movimientos revolucionarios. En un proceso que se ha definido como el

pasaje de la condición de súbdito a ciudadano, distintos autores han marcado que el ciudadano

ideal que figuraba en las distintas cartas constitucionales promulgadas luego de la

independencia como sujeto con derechos políticos y sociales fue, en los hechos, el vecino,

antiguo sujeto político de las ciudades ibéricas y americanas. De manera que la obtención de

la categoría de vecino a partir del período revolucionario cobraría una importancia

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fundamental como garantía de derechos políticos47. Pero a su vez, la misma definición de la

vecindad sufrió transformaciones. Si durante la etapa colonial, se encontraba

indisolublemente unida a la de propiedad, con el tiempo, la vecindad se extendió al conjunto

de los domiciliados, fueran o no propietarios48.

En este contexto, varios trabajos han estudiado lo que se ha dado en llamar el “proceso de

ciudadanización del indígena” en aquellas regiones en las cuales los habitantes nativos

constituían un porcentaje nada desdeñable de la población total: Bolivia, México,

Guatemala49. En estos trabajos y de igual manera que planteamos para los trabajos centrados

en el análisis de los tratados, existe el peligro de que, en el análisis, se traspole una

intencionalidad jurídica a las prácticas sociales50.

En el espacio objeto de nuestra investigación nos encontramos en presencia de grupos

indígenas que tenían una fluida comunicación con las poblaciónes hispanocriollas pero eran

políticamente independientes por lo cual el modo de referenciarlos y la preocupación acerca

de su situación debía ser necesariamente diferente. Un caso similar al que nos interesa fue el

que se planteó en el ex reino de Chile donde gran parte de la población indígena se hallaba al

sur del territorio sobre el que el nuevo gobierno revolucionario podía verificar una verdadera

ocupación. Pinto Rodríguez señala que desde muy temprano se produjeron discusiones en

torno al lugar que ocuparían los indígenas de Araucanía luego del movimiento emancipatorio.

En una declaración del Senado del año 1819 se incorporó a los indígenas de encomienda a la

nación convirtiéndolos en ciudadanos y cuatro años más tarde fueron incluidos dentro de sus

alcances a los indios de frontera. El autor prosigue explicando que, en ocasión del debate para

promulgar la constitución de 1828, la inclusión de los indígenas dentro de la nacionalidad

chilena volvió a ser un punto de discusión. Lamentablemente el análisis se detiene en la

explicitación de estos debates políticos que si bien son reveladores en cuanto a las

concepciones que tenían distintos grupos de la elite chilena sobre los indígenas, no nos

47 Annino, A. “Ciudadanía versus gobernabilidad republicana en Mexico. Los origenes de un dilema”, en Sábato, Hilda (coord), Ciudadanía política y formacion de las naciones. Perspectivas históricas de América Latina. México, FCE, 1999; Guerra, F.X, “El soberano y su reino. Reflexiones sobre la génesis del ciudadano en América Latina”, en Sabato, H (coord.), Ciudadanía política y formación de las naciones. Perspectivas históricas de América Latina. México, FCE, 1999. 48 Cansanello, C. “De súbditos…” 49 Irurozqui. Marta, A bala, piedra y palo. La construcción de la ciudadanía política en Bolivia 1925-1952. Sevilla, 2002, Annino, A. “Ciudadanía…”, Mejías, Sonia, La participación indígena en la construcción de la república de Guatemala, siglo XIX. Madrid, UAM Ediciones, 2002 50 Quijada, Mónica, “El paradigma de la homogeneidad”, en Quijada, M., C. Bernand y A. Schneider. Homogeneidad y nación. Con un estudio de caso: Argentina, siglos XIX y XX. Madrid, CSIC, 2000.

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permite conocer el impacto que estas medidas pueden haber tenido sobre la población

araucana51.

Los trabajos que analizaron esta problemática en el actual territorio argentino se

centraron fundamentalmente en el noroeste debido al peso que tenía en esa región la

población nativa. Se plantea así que las autoridades revolucionarias del ex virreinato del Río

de la Plata tomaron como primera medida con respecto a la población indígena del Alto Perú,

la abolición del tributo y el fin de la servidumbre52, rasgos de un pensamiento integracionista

que tuvo su punto culminante en la constitución de 1819 donde se decretó la ciudadanización

de los nativos53. Pero, ¿cuál sería la reacción con respecto a los grupos indígenas no

sometidos?

En las negociaciones de paz realizadas en la provincia de Buenos Aires durante la década

de 1810, los enviados del gobierno se dirigían a los indígenas nombrándolos como “hermanos

americanos”, “compatriotas”54 reproduciendo la misma ficción integradora que se aplicó con

los indígenas del noroeste. De hecho, ninguna de estas declaraciones proponía los medios por

los cuales se espera integrar a los pueblos nativos interpelados a la, en ese entonces llamada,

“nación americana”55. En un trabajo reciente, planteamos que esta tendencia por incorporar al

indígena no sometido aunque sea en la letra de los documentos oficiales, no había desplazado

totalmente sino que se conjugaría con la persistencia de la tradición colonial fundada en el

Derecho de Gentes que hacía hincapié en la concepción de naciones separadas y soberanas. A

estas dos posiciones se sumaría más tarde otra posición que tendía a no reconocerle al

indígena la categoría de nación soberana. Planteábamos asimismo, y en este punto

coincidíamos con el riesgo de aferrarse a lo establecido en la normativa, que la situación

jurídica de los indios no sometidos debía confrontarse con los itinerarios personales que

siguieron algunos indígenas de manera individual. En este sentido habíamos señalado que

51 Pinto Rodríguez, Jorge, De la inclusión a la exclusión. La formación del estado, la nación y el pueblo mapuche. Universidad de Santiago, 2000 52 Halperín, T, Revolución y guerra…, Gil Montero, Raquel, Guerra y frontera interna. La Puna de Jujuy a comienzos del siglo XIX. Mimeo, 2001 53 La Constitución establecía que “Siendo los indios iguales en dignidad y en derecho a los demas ciudadanos, gozan de las mismas preeminencias y serán regidos por las mismas leyes. Queda extinguida toda tasa o servicio personal bajo cualquier pretexto o denominación que sea. El cuerpo legislativo promoverá eficazmente el bien de los naturales por medio de leyes que mejoren su condición hasta ponerlos al nivel de las demás clases del Estado”. Capítulo II, Derechos particulares, CXXVIII. Constitución de 1819, en Estatutos, reglamentos y constituciones argentinas (1811-1898). Facultad de Filosofía y Letras, Instituto de Historia Argentina Dr. Emilio Ravignani. 54 Levaggi, A, Paz en la frontera… 55 Sobre la coexistenica de distinto tipo de identidades políticas en el territorio del ex virreinato del Rio de la Plata durante la década de 1810, ver, Chiaramonte, J.C. “Legalidad constitucional o caudillismo…”.

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aquellos que pudieron integrarse a las redes existentes dentro de los pueblos de campaña

habían podido seguir una original trayectoria de “indio a vecino”56.

3. Las sociedades indígenas.

En las últimas décadas y recogiendo una tendencia más general a nivel historiográfico, se

han comenzado a producir en nuestro país trabajos cuyo centro de atención está situado en el

interior del mundo indígena. En ellos se parte de la idea básica de que las sociedades

indígenas no constituyen un bloque monolítico que se opone a la sociedad hispano-criolla. Por

el contrario, comprende una diversidad de agrupaciones con relaciones complejas tanto entre

ellas como con los diferentes gobiernos de turno con quienes interactúa.

Este enfoque ha debido sortear distintos obstáculos historiográficos y metodológicos para

poder llevarse a cabo. La reconstrucción de lo que podría llamarse “historia indígena” en el

sentido de, como señala León Solís para el caso chileno, una historia que “sin ser indígena en

el sentido propio –hecha por mapuches para mapuches- no sea tampoco un mero reflejo de los

eventos que tuvieron lugar en los ámbitos hispano-criollos” presenta algunas dificultades

derivadas de la falta de documentación escrita producida por los propios actores57. Esta

ausencia lleva a que para reconstruir la historia de pueblos “sin historia” se deba partir de los

testimonios que han dejado individuos pertenecientes a otra cultura. Para recorrer este camino

se deben tener en cuenta las precauciones lógicas de despojar a esas “voces” de los prejuicios

que se pueden presentar al describir una sociedad diferente y de las contaminaciones

frecuentes derivadas de la trasposición de elementos culturales que no son propios del pueblo

del que se habla.

No terminan allí las dificultades al analizar estas fuentes. En primer lugar, el frecuente

desconocimiento de la lengua indígena hacía que los informantes expresaran el nombre de los

líderes étnicos según su fonética por lo que un mismo cacique podía llegar a tener, en la

documentación, una gran variedad de nombres asignados; por otro lado, puede percibirse una

fuerte insistencia por catalogar étnicamente a los jefes indígenas dentro de los grupos más

conocidos. En ese sentido y hasta hace poco, se tendía a tomar sin recaudos las

56 Ratto, S. “Soberanos, clientes o vecinos? Algunas consideraciones sobre la condición del indígena en la sociedad bonerense”. En Villar,D (ed.), Jimenez y Ratto Conflicto, poder y justicia en la frontera bonaerense, 1818-1832. Bahía Blanca-Santa Rosa, Depto de Humanidades UNSur, Facultad de Ciencias Humanas UNLPampa, 2003 57 León Solís, Leonardo, “El pacto colonial hispano-americano y el parlamento de 1692», Nütram 30 Santiago,. 1992b

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denominaciones étnicas que brindaban las fuentes58. Esta decisión metodológica respondía a

una acción conciente por mostrar un mundo indígena estático, con grupos que mantenían una

especificidad identitaria y/o cultural a lo largo del tiempo, con lo cual se negaba su

historicidad. Esa postura de ubicar un momento inicial de culturas puras reproducía la visión

que los conquistadores quisieron brindar de la situación que hallaron. En efecto,

conquistadores y colonizadores buscaron “cuadricular” el espacio concibiendo a las

comunidades con las que se relacionaron como entidades culturalmente homogéneas, dotadas

de una misma lengua, de una misma cultura e instituciones políticas y funcionando en un

equilibrio estable que solo comenzó a ser perturbado a partir del proceso de conquista.

Los nuevos planteos metodológicos comparten asimismo, una critica a ciertos conceptos

canónicos como etnía, cultura e identidad. Durante muchos años y con variantes según las

distintas escuelas antropológicas de que se trate (difusionismo, funcionalismo, culturalismo)

se consideró a la cultura como un conjunto cerrado de elementos que podían ser aislados y

estudiados; la cultura, para estas interpretaciones era una sustancia y en consecuencia, los

procesos de mestizajes que se habían producido entre nativos y conquistadores eran

analizados en una sola dirección como la pérdida de la cultura e identidad original de los

grupos indígenas59. Recién con las investigaciones acerca de la aculturación pudo lograrse un

cambio sustancial en la concepción que los investigadores tenían sobre la cultura. De todos

modos, en los primeros tiempos, estos estudios mantuvieron cierto apego a la noción de la

cultura como un fenómeno cerrado y aislable al centrarse en las permanencias de algunos

elementos culturales que no habían sido modificados en el proceso de contacto. Más tarde

comenzó a plantearse que la aculturación era un fenómeno universal y que no existían

culturas puras. Esta posición invalidaría la tradicional dicotomía entre sociedades frías,

claramente diferenciadas entre ellas, que resisten encarnizadamente cualquier cambio para

defender una tradición ancestral y sólo se transforman por contaminación y las sociedades

calientes, permeables al cambio60. En ese sentido Denys Cuche señalaría recientemente que

“Toda cultura está en un permanente proceso de construcción, desconstrucción y

58 Lidia Nacuzzi se refiere puntualmente a este inconveniente. La autora analiza la relación entre los pobladores del asentamiento de Carmen de Patagones establecido a fines del siglo XVIII en el sur de la provincia de Buenos Aires y las parcialidades circundantes que se llaman: tehuelches, pampas y aucas. Estos no eran nombres inventados por los pobladores sino que se usaban ya para referirse a los habitantes del lugar pero funcionaron como identidades impuestas en el sentido de que no existió interes de los funcionarios españoles por ver que nombre se daban los indígenas a si mismos sino que los catalogaron así para facilitar la relación diplomática y comercial con ellos (Nacuzzi, Lidia, Identidades impuestas. Tehuelches, aucas y pampas en el norte de la Patagonia. Sociedad Argentina de Antropología,1998). 59 Boccara, G. “Mundos nuevos en las fronteras del Nuevo Mundo” en E-review (CNRS-CERMA), 2001 60 Según la clásica distinción realizada por Levi Strauss.

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reconstrucción… Quizás habría que reemplazar la palabra ´cultura´ por la de ´culturación´

para subrayar esta dimensión dinámica de la cultura”61.

Una evolución similar se produjo en torno a la categoría de identidad y su relación con la

cultura. Antiguamente prevalecía una concepción objetivista de la identidad que se apoyaba

en la determinación de elementos “objetivos” que determinaban la identidad de un grupo:

lengua, territorio, etc. Para estas concepciones la identidad cultural remitía a un sentimiento

de pertenencia innato, era una condición inmanente del individuo, lo que da por resultado la

definición de una identidad como algo fijo e inmutable. Un importante giro en torno a la

identidad fue considerarla como una construcción que se elabora en función de la relación con

otros grupos, es decir la identidad se define como una manifestación relacional. El pionero en

avanzar en este sentido fue Fredrik Barth62. Para el autor, la definición de la identidad de un

grupo se encuentra en aquellos rasgos utilizados por el grupo como “marcas” para

diferenciarse de los otros. Esto lleva a que la identidad sea algo que se construye y

reconstruye permanentemente en función de las relaciones con otros grupos. Estas marcas no

necesariamente son siempre las mismas, pueden variar. Todo cambio en la situación social,

económica o política puede producir desplazamientos de las fronteras culturales impuestas por

un grupo en su relación con otros.

El mismo replanteo fue realizado por Amselle al uso del término etnía63. El autor, refiriéndose

al contexto africano, considera que, en cierto modo, las “etnias” se originaron por la acción

del colonizador quien, en su afán de territorializar al continente africano, recortó entidades

étnicas que luego fueron reapropiadas por las poblaciónes. Para Amselle el escenario africano

preconquista debe analizarse en función de “cadenas de sociedades”. Cada sociedad local era

un efecto de una red de relaciones que incluían diversos espacios sociales de relación: de

intercambio (en donde se establecerían espacios de producción, de circulación y de consumo);

estatales, políticos y/o guerreros (en donde pueden hallarse procesos de fusión y/o de fisión en

un constante ir y venir en el tiempo que incitan a abandonar una visión evolucionista de la

historia en la que formas menos desarrolladas preceden a las más complejas); lingüísticos;

culturales y religiosos. Con la conquista se produciría un proceso de desarticulación de esta

cadena relacional de sociedades locales.

61 Cuche, D. La noción de cultura en las ciencias sociales. Buenos Aires, ediciones Nueva Vision, 1999. p. :82 62 Barth, F (comp), Los grupos étnicos y sus fronteras. Mexico, FCE, 1976. 63 Amselle, J.L. Logiques métisses. Antropologie de l´identité en Afrique et ailleurs. Paris, Ed. Payot, 1990.

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Al dotar a todos estos conceptos de dinamismo e historicidad se pudo detectar cambios en las

estrategias de algunas comunidades; así, por ejemplo, un mismo grupo pudo haber pasado de

épocas de gran innovación y cambio a otras, de aparente apatía y de rechazo a la adaptación o

situaciones en donde, en su interior coexistían al mismo tiempo estas dos lógicas, creando

tensiones políticas entre los diferentes sectores. Estas interpretaciones sostienen que las

transferencias y circulación de objetos y personas así como la adopción de elementos

exógenos tuvieron una doble dirección que involucró a los dos grupos en contacto y permiten,

asimismo, retrotraer el análisis a momentos anteriores a la conquista, al pensar la relación con

el exterior como un elemento estructural de la reproducción interna de una sociedad.

Estas nuevas perspectivas de análisis centradas en rescatar la historicidad de los pueblos

nativos, han producido estudios extremadamente novedosos. Una línea de análisis está

centrada en los procesos de etnogénesis por los que han transitado distintos grupos

aborígenes. El concepto de etnogénesis experimentó cierta evolución a lo largo del tiempo.

Utilizado por primera vez por William Sturtevant hace ya unos treinta años, los fenómenos de

etnogénesis remitían estrictamente a la emergencia “física” de nuevos grupos políticos a causa

de la llegada de los europeos. En su trabajo mostraba cómo los Seminola se habían

diferenciado históricamente de los Creek64. Esta nueva entidad había emergido a través de un

doble proceso de fisión con la Confederación Creek y de fusión con los indios nativistas Red

Stick y con los esclavos fugitivos de la colonia. Luego de estas incorporaciones tuvo que

enfrentar varias guerras contra las tropas norteamericanas, lo que la llevó a refugiarse cada

vez más al sur de la Florida.

Retomada luego por otros estudiosos norteamericanos, la noción de etnogénesis experimentó

un notable cambio semántico en los últimos tiempos. En la actualidad se la utiliza para

caracterizar procesos muy diversos de transformaciones no solamente políticas sino también

en las formas de definición identitarias de un mismo grupo a través del tiempo. Al desvincular

la noción de etnogénesis de su acepción estrictamente biológica, los estudios recientes

pusieron énfasis en las capacidades de adaptación y de creación de las sociedades indígenas y

empezaron a considerar la posibilidad de que las nuevas configuraciones sociales tuvieran

lugar no sólo a través de los procesos de fisión y fusión sino también a través de la

64 Albers, P. “Changing patterns of ethnicity in the northeasterns plains 1780-1870” en Hill, J (comp) History, Power, & Identity. Ethnogenesis in the Americas, 1492-1992. University of Iowa Press, 1996; Sattler, R. “Remnants, renegades and runaways: seminole ethnogenesis reconsidered”, en Hill (comp) History, Power...

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incorporación de elementos alógenos. De esta manera, la categoría etnogénesis no se refiere

sólo al nivel de emergencia de pueblos culturalmente distintos, sino a un proceso de creación

de identidades persistentes en contextos de radicales cambios y discontinuidades.

Hickerson señala que el proceso de etnogénesis puede ser dividido en tres fases: separación

(momento de negación de las lealtades hacia un grupo específico), período liminal (en donde

los lazos sociales y/o económicos sobrevivientes son descartados comenzando a generarse

nuevos vínculos de relación) y reintegración (que hace referencia a la consolidación de una

nueva identidad). Como dice la autora, en general se ha tendido a utilizar el término de

etnogénesis para describir la tercera fase, lo cual oscurece los momentos previos en los cuales

los antiguos vínculos se van desintegrando y se promueve entonces cierta creencia en un

origen milagroso o una creación especial y espontánea. El resultado de este tipo de análisis es

que se “da un aire de misterio al asunto en la aparición de… nuevas tribus que parecen

‘emerger’ de la nada, o sin predecesores obvios”. 65

Este surgimiento de nuevos grupos a partir de un “punto cero” en que no contaban con algún

tipo de antecedente cultural, histórico o territorial inmediato es bastante difícil de encontrar

aunque no imposible. En efecto, el caso de los marroon, sería un ejemplo. Se trataba de

comunidades de esclavos nacidos en distintos puntos de África, con diferentes lenguas y

culturas, que luego de fugados de su confinamiento en las plantaciones desarrollaron nuevas

identificaciones étnicas con base en mitologías culturales y biológicas que los adscribían a

nuevos territorios en áreas selváticas de Surinam, Guyana, Jamaica y Brasil. Quizá por esta

dificultad, en la práctica, los estudios que han explorado la emergencia étnica no parecen

haber podido dar cuenta acabadamente del proceso de constitución de grupos étnicos donde

antes no existían como tales, es decir, sin presuponer la existencia previa de conjuntos

poblaciónales, identidades, adscripciones o sentidos de pertenencia y devenir que, aún

pequeños o desarticulados, o “sin autoconciencia” de su etnicidad, constituirían el referente

para la formación de colectivos sociales más amplios66.

Uno de los cambios más tajantes a partir de los cuales se han estudiado en profundidad los

procesos de etnogénesis indígena, o de grupos afroamericanos en América, sería la

65 Hickerson, N. “Ethnogenesis in the South Plains”, en Hill (comp) History, Power... 66 Bilby, K. “Ethnogenesis in the Guianas and Jamaicas: an emerging regional picture”, en Hill (comp) History, Power...

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“expansión histórica de los estados coloniales y nacionales” en el continente americano67.

Vinculado también al impacto de la expansión de los estados coloniales, Ferguson y

Whitehead elaboraron el concepto de zona tribal con el objeto de aplicarlo a aquellas áreas

donde el contacto de las sociedades indígenas con sociedades estatales -europeas primero y

criollas más tarde- desencadenó complejos procesos de mutuas transformaciones y

modificaciones de los patrones de la violencia. Los autores se referirán especialmente a los

cambios producidos en las tácticas de guerra indígena, a raíz del contacto permanente con

sociedades estatales introductoras de nuevos bienes, tecnologías y enfermedades68.

El término zona tribal define concretamente un área geográfica continuamente afectada por la

proximidad de un estado pero que no se encuentra bajo su administración directa. El impacto

que produce el estado sobre estas poblaciónes puede verificarse a través de una dinámica de

coerción y seducción. En el primer caso mediante el uso de la amenaza militar y en el

segundo a través de distintas vías como los obsequios a jerarquías indígenas, condiciones

favorables para el intercambio comercial y/o ayuda militar. Los autores señalan que el

proceso de intrusión estatal no se efectúa solamente a través de la acción de actores estatales,

los que a su vez conforman un grupo heterogéneo de personas: gobernadores, soldados,

religiosos, comerciantes y pobladores cada uno con sus propios intereses. La acción estatal

también puede registrarse por la acción de factores específicos. Dentro de éstos se encuentran

las epidemias (cuyos efectos pueden ser devastadores produciendo cambios fundamentales en

la densidad, tamaño y ubicación de las poblaciónes), los cambios en el medio físico por la

introducción de nuevas plantas y animales y cambios tecnológicos derivados de la aparición

de bienes europeos que originan la conformación de nuevos circuitos económicos.

La respuesta ante la expansión estatal es variada y puede dar origen a diverso tipo de

estructura política dentro de la zona tribal69: cacicazgos, redes de alianzas, villas autónomas,

clanes segmentales, familias extendidas, bandas especializadas y tribus. Más allá de las

modificaciones en la estructura sociopolítica de estas agrupaciones, las respuestas de estos

67 Hill, Johnatan (comp) History, Power... 68 Ferguson, B. “Blood of the Leviathan: western contact and warfare in amazonia”, en American Ethnology No. 17 (2), 1990; Ferguson & Whitehead, "The violent edge of empire" en Ferguson, B y N. Whitehead (eds) War in the Tribal Zone. Santa Fe. New Mexico. School of American Research Papers, 1992 69 Un plateo similar acerca de la influencia de un poder estatal sobre las conformaciones políticas nativas habia sido planteado por Morton Fried en lo que denominó "el sesgante efecto de las situaciones secundarias", es decir "un cambio en complejidad de las instituciones políticas en presencia de sociedades más desarrolladas políticamente". Citado en Bechis, Martha, "Los lideratos políticos en el área arauco-pampeana en el siglo XIX: autoridad o poder?" en La etnohistoria en CD Número especial de la revista Naya, Facultad de Filosofía y Letras, 1999.

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grupos ante la expansión estatal se reducen, según los autores, a tres opciones básicas: la

resistencia, la cooperación y la huida hacia otros espacios. La definición del tipo de estrategia

a establecer con la estructura estatal puede producir una división al interior de los grupos en

donde algunos líderes pueden apoyar una vía de resistencia en tanto otros sostengan la

conciliación.

Como señalamos más arriba, dentro de los cambios que se producen en la zona tribal, los

autores centrarían su atención en la conducta guerrera clasificando los tipos de guerras que

pueden identificarse dentro de la misma: guerra de resistencia o rebelión ante este avance

estatal; entre indígenas respondiendo a sus propios intereses en las cambiantes circunstancias

de la zona tribal o, entre diferentes grupos indígenas con la particularidad de que uno de ellos

está conformado por soldados étnicos que están bajo control o influencia del estado. Estos

soldados étnicos son indígenas que responden a las directivas del estado con un grado variable

de dependencia con respecto al mismo; puede tratarse de milicias auxiliares, grupos

fuertemente integrados a las fuerzas estatales o grupos mercenarios que son convocados

coyunturalmente70.

Si nos acercamos más al ámbito de la frontera, veremos que también en este campo se ha

dado una redefinición del papel jugado por los pueblos nativos en situación de contacto.

Tradicionalmente se presentaba solo una doble alternativa en cuanto a las posibilidades que

tuvieron los pueblos indígenas en situaciones coloniales: la aculturación o la resistencia. Se

postulaba asimismo que estos dos procesos habían tenido lugar en territorios distintos y bajo

modalidades radicalmente diferentes. Así, mientras el proceso de aculturación se ubicaba en

espacios que habían sido conquistados a través de una triple acción que involucraba la acción

evangelizadora de la Iglesia, la normalización jurídico-política y la organización de la

producción colonial, los casos de resistencia se localizaban, fundamentalmente, en espacios

fronterizos tomando la forma de enfrentamientos bélicos.

La reformulación de estos presupuestos derivó en la constatación de la amplísima gama de

relaciones que involucraron a los pueblos indígenas, a los colonizadores europeos y a distintos

grupos de migrantes que arribaron asimismo a la frontera. De manera que, en contraposición

con lo sostenido anteriormente es en los espacios fronterizos “donde se operan los cambios

70 Whitehead, Neil, “Carib ethnic soldiering in Venezuela, the Guianas and Antilles, 1492-1820”, en Etnohistory No 37 (4), 1990

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más radicales”71. Dentro de las nuevas propuestas metodológicas para analizar el encuentro

entre pueblos nativos y conquistadores se hallan los conceptos de middle ground72,

pensamiento mestizo73 y lógica mestiza74 todos los cuales tratan de dar cuenta de los diversos

prestamos culturales que se produjeron entre los grupos en contacto para lograr una

comunicación adecuada y permitir el desarrollo de la vida diplomática y cotidiana.

En estos encuentros cobrarían un papel relevante determinados “individuos (interpretes,

traductores, misioneros, cronistas, curanderos) o sectores (mercaderes, caciques, mestizos)

que por su posición económica, social, política, religiosa, desempeñaron el papel de “passeurs

culturels” o mediadores culturales entre varios mundos”75. De manera que ante la imagen

metafórica de una frontera cultural entre dos mundos encontramos a estos intermediarios que

se ocupan en hacer pasar elementos de un lado a otro desdibujando esos límites. El verdadero

desafío en el estudio de estas figuras se encuentra en descifrar “de qué manera se realiza la

comunicación entre diferentes tradiciones en contacto. ¿Quiénes se convierten en agentes

mediadores y que elementos de una determinada cultura se busca difundir? ¿Cuáles parecen

más susceptibles de ser recibidos por otra o cuáles elige el receptor?”76. Los “intermediarios

culturales” más estudiados han sido los mestizos y los caciques. Los primeros, rechazados

tanto por los españoles como por los indígenas, eran individuos que vivían en el medio de dos

mundos, con una gran movilidad espacial que coincide con la idea del movimiento entre dos

mundos y quienes también en el plano económico cumplen papeles de intermediarios

(transporte de mercancías, mayordomos, intérpretes).

El rol de los caciques ha producido, desde los clásicos trabajos de Wachtel y Spalding77,

cantidad de trabajos en los que se reconocía su importancia como intermediarios claves entre

las comunidades rurales andinas y el estado colonial. De su éxito para mediar con el mundo

exterior dependía en buena medida la supervivencia de la comunidad rural andina. Aunque se

reconocía asimismo que las oportunidades de enriquecimiento personal y ascenso social

71 Boccara, G. “Mundos nuevos…” 72 White, Richard, The Middle Ground. Indians, Empires, & Republics in the Great Lakes Region, 1650-1815. Cambridge University Press, 1991 73 Gruzinski, Serge, El pensamiento mestizo. Paidós, Barcelona, 2000 74 Boccara, G. “Antropología Diacrónica. Dinámicas culturales, procesos históricos y poder político" en Guillaume Boccara & Sylvia Galindo (Eds.) Lógica mestiza en América. Instituto de Estudios Indígenas. Universidad de la Frontera. Temuco. Chile, 2000. 75 Ares, B y Gruzinski, S. Entre dos mundos: fronteras culturales y agentes mediadores. Sevilla, EEHA, 1997 76 Ibidem, p. 416-420. 77 Wachtell, Nathan “La desestructuración economica y social del mundo andino”, en Sociedad e ideología. Lima, IEP, 1973 y Spalding, Karen, De indio a campesino. Lima, IEP, 1974.

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creadas por la economía mercantil habían operado como formidables presiones sobre la

función del cacicazgo en la sociedad andina. Vinculado a las reformulaciones acerca del

significado de los mestizajes, también se ha tendido a abandonar la idea de que “el nivel de

consenso de las autoridades étnicas era proporcional al grado de apego a principios andinos,

precolombinos de comportamiento”. Por el contrario, se plantea actualmente “que la

acumulación económica individual, la observancia de rituales y creencias religiosas católicas

o el manejo de la escritura y el idioma español no eran elementos que trazaban por si mismos

la línea que separaba a los caciques legítimos de los caciques despóticos”78.

Hecha esta rápida y seleccionada revisión de nuevas propuestas para el estudio de los

pueblos nativos y de los procesos de contacto, pasaremos a reseñar los avances que la

historiografía local ha realizado alrededor de estos ejes. En primer lugar cabe destacar que la

misma se ha plegado a los avances más tempranos que, desde la década de 1980, se

produjeron en Chile alrededor del estudio de la sociedad indígena y su relación con la

sociedad colonial. Uno de los puntos de mayor acuerdo entre los historiadores de ambos

países fue el de plantear como unidad espacial de análisis para estos procesos un área “pan

araucana” que abarcara las dos vertientes cordilleranas, en virtud de la fluida y constante

interrelación de los grupos indígenas al este y al oeste de los Andes79.

Teniendo en cuenta este acuerdo y haciendo una revisión conjunta sobre la historiografía

de ambos países, se debe ubicar indudablemente como punto inicial de renovación el ya

clásico libro compilado por Sergio Villalobos donde se rechazaba la noción de la frontera

como límite entre sociedades y un contacto entre ellas básicamente militar80. En su lugar se

plantearía la existencia de, como se señala en el mismo título del libro, relaciones fronterizas

entre indios y españoles a lo largo de una frontera que pierde el carácter de línea divisoria

para convertirse en un espacio habitado por individuos pertenecientes a ambas culturas y

cruzado permanentemente por una multiplicidad de relaciones de diverso tipo (comercial,

78 Serulnikov, Sergio, “Legitimidad política y organización social en las comunidades indígenas de la provincia Chayanta (siglo XVIII)”, en Anuario de Estudios Americanos, en prensa. 79 León Solís, Leonardo, Maloqueros y conchavadores en Araucanía y las Pampas, 1700-1800. Ed. Universidad de la Frontera, 1991; Palermo, Miguel Angel, "La compleja integración Hispano-Indígena del sur argentino y chileno durante el período colonial", América Indígena, 1, 1991; Bechis, Martha, Interethnic relations during the period of Nation-State formation in Chile and Argentina: from sovereign to ethnic. Ph. D., Ann Arbor, University Microfilm International, 1989. El libro compilado por Jorge Pinto Rodriguez y publicado en el año 1996 da cuenta de este acuerdo en su mismo título: Araucanía y Pampas. Un mundo fronterizo en América del Sur. 80 Villalobos, Sergio et al.Relaciones fronterizas en la Araucanía. Santiago, Universidad Católica de Chile, 1982.

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laboral, etc)81. Acompañando esta nueva imagen, el mismo Villalobos, en otro libro

contemporáneo al anterior, trazaría una periodización de los momentos conflictivos y de

calma en la frontera con el objetivo de demostrar que la guerra no fue ni el único ni el más

relevante modo de contacto interétnico82. Este rechazo a viejos presupuestos tuvo su correlato

en trabajos locales que cuestionaron el impacto del llamado complejo ecuestre en los pueblos

nativos de pampa y patagonia83 y el significado de la araucanización en los mismos84.

En las contribuciones incluidas dentro de los libros mencionados anteriormente, se

plantearon algunas de las líneas de investigación que serían desarrolladas por ambas

historiografías. Una de las primeras indagaciones se centró en las modificaciones económicas

producidas en el espacio pan araucano por la incorporación de especies animales y

manufacturas europeas85. La derivación más clara de estos cambios fue la conformación de

extensos circuitos de intercambio que surcaban la zona de pampa-patagonia a ambos lados de

la cordillera basados fundamentalmente en el comercio de ganado en pie (caballos y vacas).

Para sostener estos circuitos se organizaron en un primer momento, grandes malocas que

convocaban a indígenas de diversas etnías que cruzaban la cordillera para apoderarse del

ganado cimarrón86. Con el tiempo, se produjeron asimismo procesos de especialización

regional producto de los cuales algunos pueblos se dedicaron al pastoreo y engorde de

ganado87 en tanto otros usufructuaron su papel de intermediarios a través del control de los

pasos cordilleranos88. El constante pasaje a uno y otro lado de la cordillera derivó en la

conformación de alianzas intertribales y, en casos más extremos, en el asentamiento de grupos

81 Los llamados “estudios fronterizos” impulsados por Villalobos recibieron una fuerte crítica centrada en que esta corriente tendía a limitar o suplantar el estudio de las relaciones interétnicas o la historia indígena por las relaciones fronterizas dandose por hecho que la cultura dominante había sido desde un principio la hispano-criolla y que la indígena había perdido su autonomía y capacidad de gobierno propia. Este presupuesto derivaba en que se perdiera la especificidad de la dinamica indígena; se limitara el estudio a un espacio y a un tiempo determinado y se viera una sola direccion del contacto (Foerster, R y Vergara, "¿Relaciones interétnicas o relaciones fronterizas?", en Revista de Historia Indígena, nº 1, Universidad de Chile, 1996). 82 Villalobos y Pinto Rodríguez (ed) Araucanía. Temas de historia fronteriza. Temuco (Chile), Universidad de la Frontera, 1985 83 Palermo, Miguel Angel, "Reflexiones sobre el llamado «complejo ecuestre» en la Argentina" en Runa. Archivo para las Ciencias del Hombre. Vol. XVI. Buenos Aires. ICA/UBA, 1986 84 Mandrini, R y S. Ortelli “Repensando los viejos problemas: observaciones sobre la araucanización de las pampas”, en Runa No 22. Buenos Aires 1996 y Ortelli, Sara, “La araucanización de las pampas: realidad histórica o construcción de los etnólogos?, en Anuario IEHS, Nro 11. Tandil, Universidad del Centro de la Provincia, 1996. 85 Zapater, H. “La expansión araucana a las pampas”, en Villalobos, Sergio, Relaciones fronterizas… ; Mandrini, Raúl, “Desarrollo de una sociedad indígena pastoril en el área interserrana bonaerense”, en Anuario IEHS, Nro 2. Tandil, UNCPBA, 1987; Palermo, M. A. "La compleja integración Hispano-Indígena…” 86 León Solís, Leonardo, Maloqueros y conchabadores… 87 Mandrini, R. “Desarrollo …” 88 Varela, G. y Manara, C. "Particularidades de un modelo económico en un espacio fronterizo Nordpatagónico. Neuquén, siglos XVIII y XIX" en Quinto Sol, Año 3, No. 3. Universidad Nacional de La Pampa, 1999.

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mapuches en la pampa89. Este proceso no fue siempre pacífico ni acordado ya que

frecuentemente se produjeron conflictos territoriales por el control de zonas estratégicas de

caza de ganado o de rutas comerciales90.

Esta nueva economía provocó la generación de excedentes necesarios para sostener el

comercio y generó asimismo una creciente jerarquización interna dentro de los grupos

indígenas. La adquisición de nuevas riquezas y la creciente relación con los poderes

coloniales produjo modificaciones en la estructura interna de los pueblos nativos, entre ellas

un cambio en el tipo de liderazgo indígena. Esta temática ha provocado mucho interés y dado

origen a trabajos imprescindibles como los realizados por Leonardo León Solís, cuya prolífica

producción está centrada fundamentalmente en la lucha por el poder dentro de linajes de

diferentes butalmapus91 en el período tardo colonial92. El tema ha sido tomado por

investigadores locales siendo de destacar los trabajos de Martha Bechis sobre la

caracterización de los lideratos pampeanos y Juan Francisco Jiménez sobre el liderazgo

pehuenche93.

Otro aspecto que fue objeto de estudio estuvo centrado en la institución de los

parlamentos. El trabajo pionero de Luz Méndez Beltrán inició este camino. En el mismo la

autora se centró en categorizar los diferentes tipos de encuentros diplomáticos (parlas, juntas

de guerra, parlamentos) y en describir con total minuciosidad la organización de estas

reuniones en cuanto a la elección de los lugares para el encuentro y el sistema de

financiamiento implementado para la provisión de la comida y los obsequios que se

89 Palermo, M.A. “La compleja…” y "El revés de la trama. Apuntes sobre el papel económico de la mujer en las sociedades indígenas tradicionales del sur argentino". En Memoria Americana No. 3, Buenos Aires, 1994 y Bechis, Martha, "Matrimonio y política en la génesis de dos parcialidades mapuche durante el siglo XIX", Memoria Americana. Cuadernos de etnohistoria 3. Facultad de Filosofía y Letras, UBA, 1994 90 Alcamán, E. "Los Mapuche-Huilliche del Futahuillimapu septentrional: expansión colonial, guerras internas y alianzas políticas (1750-1792)", en Revista de Historia Indígena No. 2. Santiago, 1997. 91 Los butalmapus eran jurisdicciones territoriales que, aunque reconocen una existencia pre colonial momento en que designaban reuniones esporádicas y coyunturales para resolver temas concretos, adquieren en el período colonial carácter de jurisdicciones territoriales permanentes (Boccara, G. “Etnogénesis mapuche: resistencia y restructuración entre los indígenas del centro-sur de Chile (siglos XVI-XVIII)" en The Hispanic American Historical Review, Duke University Press, Vol. 79, Nro. 3, 1999). 92 León Solís, L. “El pacto colonial hispano-americano y el parlamento de 1692», Nütram 30 (Santiago). 1992; “Política y poder en la Araucanía: apogeo del toqui Ayllapangui de Malleco, 1769-1774”, Cuadernos de Historia 12: 7-68, 1992 y “El parlamento de Tapihue, 1774”, Nütram 32 (Santiago), 1993. 93 Bechis, Martha, “Los lideratos políticos…” y Jimenez, J.F. "Guerras Intertribales y economía en la Cordillera de los Andes (1769-1798). El impacto de los conflictos sobre la economía de los pehuenches de Malargue”, en Revista Frontera No. 16. Temuco, 1997.

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entregarían en la reunión94. Esta línea encontró seguidores en León Solís y Boccara quienes

con diferentes presupuestos y objetivos estudiaron también la institución de los parlamentos

en la frontera araucana. El primero incluyó esta temática dentro de su planteo más general

sobre la reedición de un “pacto colonial” entre la Corona y los principales líderes indígenas

durante el periodo borbónico, por el cual los naturales se declaraban súbditos de la monarquía

española a cambio de que ésta reconociera su independencia política. En este esquema, el

parlamento se había convertido, para el autor, en un instrumento legal a través del cual ambas

partes reconocían esta relación y garantizaban el cumplimiento mutuo de sus obligaciones95.

Boccara por el contrario, parte de la idea de una dominación mayor ejercida por la Corona

sobre los indígenas. Utilizando un marco analítico foucoultiano, designa al parlamento, al

igual que la misión, como dispositivos de poder aplicados por la monarquía como forma de

control de la población nativa96.

Con respecto a esa ultima institución, tanto la actividad misionera y evangelizadora así

como la repercusión de la misma en la religiosidad indígena dieron origen a cantidad de

interesantes trabajos que ahondan en los diferentes objetivos de las órdenes que se asentaron

en la frontera araucana97 y en las formas que adoptó la incorporación de elementos católicos

por parte de los indígenas98. Como un punto de contacto entre las dos miradas vale la pena

nombrar el trabajo pionero de Holdenis Casanova que analiza un proceso judicial por

hechicería en el siglo XVIII donde el sincretismo religioso es el principal protagonista99.

Algunas de estas temáticas han sido desarrolladas asimismo para el área de pampa y

patagonia aunque es de destacar que el volumen de trabajos es apreciablemente menor. Por un

lado se han producido estudios que analizan las motivaciones de los acuerdos realizados entre

los pueblos nativos y los diferentes poderes regionales, así como el impacto que produjeron

los movimientos revolucionarios de inicios del siglo XIX en los grupos indígenas del área

94 Mendez Beltrán, L. M. “La organización de los parlamentos de indios durante el siglo XVIII”, en Villalobos, S, Relaciones fronterizas… 95 León Solís, L. “El pacto colonial… ” y “El parlamento de Tapihue …”. 96 Boccara, G. “Notas acerca de los dispositivos de poder en la sociedad colonial fronteriza, la resistencia y la transculturación de los reche mapuche del centro sur de Chile (XVI-XVIII), en Revista de Indias. Vol LVI, No. 208. Madrid, 1996. 97 Pinto Rodríguez, Jorge, Misioneros en la Araucanía 1600-1900. Temuco, Ediciones Universidad de la Frontera, 1991 98 Foerster, Rolf, "La conquista bautismal de los mapuches de la Araucanía" en Nutram, Año VI, No. 3. Santiago, 1993; Introducción a la religiosidad mapuche. Santiago, Editorial Universitaria, 1997. 99 Casanova, H. Diablos, brujos y espíritus maléficos. Chillán, un proceso judicial del siglo XVIII. Temuco, Ed Universidad de la Frontera, 1994.

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panaraucana100. La acción de la iglesia en su rol evangelizador y el impacto de la doctrina

católica en los pueblos nativos de pampa y patagonia no se han desarrollado de manera

notable. En el caso de la frontera bonaerense la explicación se encuentra en el escaso éxito

que tuvo la evangelización hasta la segunda mitad del siglo XIX101. Muy poco se conoce aún

sobre la existencia de misiones en las fronteras de Mendoza, Córdoba y Santa Fe.

Todos los autores mencionados anteriormente coinciden asimismo con la noción de la

inexistencia de entidades étnicamente “puras” y se refieren a los complejos procesos

etnogenéticos que se dieron en todo el espacio. En el área pan-araucana pueden mencionarse

ejemplos de procesos de etnogénesis. El grupo ranquel se constituyó hacia la segunda mitad

de la década de 1770, cuando contingentes pehuenche y huilliche favorecidos por vínculos de

parentesco y desplazados de la cordillera a consecuencia de una serie de conflictos intra-

étnicos desfavorablemente resueltos para ellos, debieron trasladarse hacia el monte pampeano,

en la región conocida como Mamil Mapu102. El estudio más completo sobre este tema es de

Guillaume Boccara quien tomó la difícil tarea de verificar el modo en que se produjo lo que

denomina “etnogénesis mapuche”, es decir, el proceso por el cual los reche precoloniales

derivaron en los pueblos mapuches que se conocen históricamente103.

Finalmente, un último tema de investigación que reconoce asimismo su punto de inicio

en el libro de Villalobos es la caracterización de los llamados “tipos fronterizos”, personajes

que se originaron en el espacio fronterizo, siendo propios de ellos o que se generaron en el

100 Bechis, M. “De hermanos a enemigos: los comienzos del conflicto entre los criollos republicanos y los aborígenes del área arauco-pampeana, 1814-1818”, en Bandieri, S. (Coord), Cruzando la cordillera… La frontera argentino-chilena como espacio social. Universidad Nacional del Comahue, 2001; Ratto, S. "Relaciones interétnicas en el sur del Salado, 1810-1830", en Villar, D (ed.), Jimenez, J.F. y Ratto, S. Relaciones inter-étnicas en el Sur Bonaerense, 1810-1830, Univ. del Sur/IEHS, Bahía Blanca, 1998, Varela, G. y C. Manara, “Particularidades …” 101 En la década de 1740 se instalaron tres misiones jesuíticas en la frontera bonaernse pero la más duradera apenas alcanzó a perdurar 10 años. 102 Fernández, J. Historia de los indios ranqueles. Origenes, elevación y caída del cacicazgo ranquelino en la Pampa central (siglos XVIII y XIX). Buenos Aires, Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano, 1998. 103 Boccara, G. “Etnogénesis mapuche…”. Para el autor la llamada “araucanización de la pampa” con la difusión de elementos culturales mapuches como lengua, tejidos, agricultura, la intensidad de la circulación entre los dos lados de los Andes, el establecimiento de redes comerciales y las alianzas político-matrimoniales, es un proceso etnogenético que amerita aún un análisis profundo.

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proceso de contacto. Esta línea fue continuada produciendo estudios sobre los cautivos104; los

indios amigos en diferentes espacios y contextos105, los aindiados106.

Así como iniciamos el panorama historiográfico con la aparición de dos libros chilenos

fundantes en cierto modo de la renovación en nuevos enfoques y temáticas sobre la sociedad

indígena, cerraremos el mismo con el comentario de dos libros publicados recientemente en

nuestro país por Raúl Mandrini y Lidia Nacuzzi107. Los estudios incluidos en ellos son una

excelente muestra de la vitalidad de las nuevas investigaciones así como permiten observar la

existencia de “huecos” historiográficos sobre determinados espacios y períodos.

Por un lado hay un avance indudable en el conocimiento de las relaciones entre los pueblos

indígenas del área pan araucana desde fines del período colonial hasta mediados del siglo

XIX. Estos trabajos se han centrado tanto en las alianzas y conflictos intertribales como en las

relaciones diplomáticas con los gobiernos coloniales; en este ultimo punto se ha trabajado

sobre el tipo de contacto establecido entre los líderes indígenas y personajes de renombre

afectados al servicio de la frontera así como sobre las visiones que tenían los pueblos nativos

sobre los conquistadores108.

Las investigaciones sobre el espacio panaraucano se detienen a partir de 1850 para volver a

producir trabajos referidos a los momentos previo y posterior a la conquista de Roca.. Para ese

104 Socolow, S. "Los cautivos españoles en las sociedades indígenas: el contacto cultural a través de la frontera argentina", en Anuario IEHS, nº 2, Tandil, UNCPBA, 1987; Villar, D. "Sobre la condición de los cautivos en las sociedades indígenas de la región pampeana (siglo XIX)". En Actas de las X Jornadas de Investigación de la Facultad de Cs.Humanas, UNLPam, Santa Rosa, 1997. 105 Ruiz Esquide, Andrea, Los indios amigos en la frontera araucana. Biblioteca Nacional de Santiago, Chile, 1993; Ratto, Silvia, "Indios amigos e indios aliados. Origenes del Negocio pacífico en la provincia de Buenos Aires (1829-1832)". Cuadernos del Instituto Ravignani No. 5. Facultad de Filosofía y Letras, UBA, 1995. 106 Villar, D. y J. F. Jiménez, "Aindiados, indígenas y política en la frontera bonaerense (1827-1830)" en Quinto Sol, Año 1, No. 1, 1997. 107 Mandrini, Raúl y C. Paz (comp), Las fronteras hispanocriollas del mundo indigena latinoamericano en los siglos XVIII y XIX. Un estudio comparativo. IEHS, UNS, CEHIR, 2002 y Nacuzzi, Lidia comp) Funcionarios, diplomáticos, guerreros. Miradas hacia el otro en las fronteras de pampa y patagonia (Siglos XVIII y XIX). Sociedad Argentina de Antropología, 2002. En el primero de estos libros, cobra importancia el aporte de trabajos de arqueología para el conocimiento del pasado (Bayon, C. y A. Pupio, “La Construcción del Paisaje en el Sudoeste Bonaerense (1865-1879): Una Perspectiva Arqueológica”; Gomez Otero, J. “Movilidad y contactos en la costa centro-norte de Patagonia. Argentina en tiempos pre y posthispanicos” y Mazanti, Diana, “Problemáticas de la arqueología postconquista en la región pampeana”) 108 Villar y Jiménez, “El fuego de la guerra. Conflictos indígenas por la hegemonía en Araucanía y las Pampas, durante el lapso 1780-1840” en Mandrini y Paz (ed) Las fronteras … ; Ratto, S. “Cuando las “Fronteras” se diluyen. Las formas de interrelación blanco-indias en el sur bonaerense”, en Mandrini y Paz (ed) Las fronteras…; Nacuzzi, L. “Francisco de Viedma, un “cacique blanco” en tierra de indios”, en Nacuzzi (comp), Funcionario…; Irurtia, P. “La visión de los indios respecto de los cristianos y huincas en el norte de la Patagonia, siglos XVIII y XIX”, en Nacuzzi (comp), Funcionarios…; Roulet, F. “Guerra y diplomacia en la frontera de Mendoza: la política indígena del Comandante Jose Francisco de Amigorena (1779-1799)”, en Nacuzzi (comp), Funcionarios…

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período los estudios compilados en estos libros se han centrado, por un lado, en las estrategias

diseñadas por los líderes indígenas ante un escenario que, ahora sin lugar a dudas, se mostraba

francamente hostil al mantenimiento de cualquier tipo de independencia por parte de los

grupos indígenas109. Por otro lado se ha puesto el énfasis en los proyectos integracionistas de

Argentina y Chile en los que cobraba vital importancia la definición acerca del lugar que se le

asignaría al indígena110. De manera que existe un hiato entre 1850 y 1870, momento de

extrema y rica complejidad en el escenario diplomático interétnico en virtud de la existencia

de dos poderes, la Confederación Argentina y el Estado de Buenos Aires, que se disputarían la

alianza con los principales jefes indígenas de Pampa y Patagonia. Sin embargo, a pesar de la

indudable importancia de este período y de la existencia de valioso material documental no ha

concitado aún el interés de los investigadores111.

Pero a pesar de que en todas estas investigaciones, y al igual que comentamos al analizar

los estudios sobre la campaña bonaerense, se parte de la noción de la frontera como un ámbito

de interrelación cultural, esta premisa no se encuentra verdaderamente desarrollada. Es que,

como ha expresado recientemente Raúl Mandrini, “la frontera sigue separando los ámbitos de

conocimiento: los historiadores del mundo rural hispano criollo suelen mostrar un

conocimiento escaso del mundo indígena, al que generalmente ignoran; quienes trabajan

sobre el mundo indígena suelen tener una ignorancia no menor de lo que ocurre al otro lado

de la frontera”112. Sin embargo, una lectura más abierta de las fuentes nos permitiría ver a

distintos sujetos (pobladores locales, migrantes del interior, indígenas) conviviendo en la vida

diaria fronteriza, intercambiando activamente sus productos en distintos puntos de la

campaña, trabajando en actividades rurales e intentando reproducir sus patrones culturales en

109 Tamagnini y Zavala “El debilitamiento de los ranqueles: el tratado de paz de 1872 y los conflictos interétnicos” y Delrio, Walter, “Indios amigos, salvajes o argentinos. Procesos de construcción de categorías sociales en la incorporación de los pueblos originarios al estado-nación (1870-1885)” en Nacuzzi (comp), Funcionarios… 110 Finkelstein y Novella, “Percepciones y construcción de una frontera sin límites precisos en el “Oeste” de Río Negro, Chubut y Norte de Santa Cruz (1879-1902).” en Mandrini y Paz (ed) Las fronteras … 2002 y de Jong, Ingrid, “Indio, nación y soberanía en la cordillera norpatagónica: fronteras de la inclusión y la exclusión en el discurso de Manuel José Olascoaga” en Nacuzzi (comp), Funcionarios… 111 El mismo desbalanceo en las investigaciones se encuentra en el estudio de la frontera chaqueña, otro ámbito ocupado por poblaciónes nativas no sometidas hasta fines del siglo XIX. Este espacio cuenta con trabajos centrados en el período colonial (pero luego la indagación se suspende hasta el momento post conquista. Los trabajos compilados en los libros anteriormente citados reflejan esta situación (Vitar, Beatriz, “Algunas notas sobre la figura de los líderes chaqueños en las postrimerías del siglo XVIII”, Paz, Carlos, "...como es su costumbre hacer casi cada año...Algunas consideraciones sobre las actividades económicas de los pueblos del Gran Chaco argentino. Siglo XVIII” y Lagos, Marcelo, “Estado y Cuestión Indígena. Gran Chaco 1870-1920”, todos ellos en Mandrini y Paz (comp), Las fronteras…) 112 Mandrini, Raúl, “Hacer historia indígena. El desafío a los historiadores”, en Mandrini y Paz (ed) Las fronteras…

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un contexto social diferente que los llevaría a modificar, en parte, esas prácticas dando origen

a un modo de vida particular.

HIPOTESIS DE LA TESIS

El objeto de nuestra investigación es la conformación del espacio fronterizo bonaerense a

partir del movimiento independentista hasta la caída del régimen rosista. La recapitulación

historiográfica hecha hasta aquí permite señalar que esta temática ha sido estudiada desde

distintos campos de investigación. Hemos visto que desde una perspectiva socio-económica

sobre la evolución de la provincia porteña, se han estudiado los incentivos y

condicionamientos que la creciente demanda internacional de productos pecuarios impuso a la

expansión territorial que se llevó a cabo en Buenos Aires a partir de 1820. Desde la

perspectiva del estudio de las relaciones interétnicas así como aquella centrada en los pueblos

indígenas, este período fue analizado, con mayor o menor rigurosidad científica, en función

del impacto que provocó la expansión sobre los pueblos que habitaban la zona objeto del

avance provincial.

Si el tema ha sido abordado desde tan diferentes perspectivas cabría preguntarse cuál es el

sentido de volver sobre el mismo. Precisamente porque consideramos que el estudio parcelado

de la problemática lleva a que cada una de las perspectivas señaladas deje sin explicación

elementos de indudable importancia para la comprensión acabada del proceso. En efecto, en

los trabajos centrados en las características de la expansión territorial y ocupación del espacio,

están ausentes tanto el otro protagonista de esta historia (los indígenas) como los

condicionamientos que su misma presencia pudo haber creado en el proceso expansivo. Del

otro lado, los estudios referidos al mundo indígena logran brindar la imagen de un mundo

nativo sumamente complejo en sus alianzas y enfrentamientos pero analizan como un bloque

monolítico al estado provincial que se expande, perdiéndose la perspectiva de una sociedad

también heterogénea con sus propios conflictos internos.

De esta manera, los avances que se han hecho sobre el tema no han llegado a producir un

estudio que integre de manera global las características y evoluciones simultáneas que se

producían en la sociedad provincial y en la sociedad indígena del área pan araucana y que

derivaron tanto en un específico proceso de expansión territorial como en un particular modo

de convivencia en el espacio fronterizo en la primera mitad del siglo XIX. Como ha señalado

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recientemente Enrique Mases, “la situación de las fronteras [así] como… la problemática de

la sociedad indígena misma [corresponden a] cuestiones que en realidad son sólo aspectos

diferentes de un mismo problema”113.

Nuestra investigación se propone cubrir esta ausencia. La hipótesis que esperamos desarrollar

y probar en la tesis es que el proceso de expansión territorial de la provincia de Buenos Aires

se vio condicionado tanto por factores internos a la sociedad criolla como por procesos

intrínsecos de la sociedad indígena. Las marchas y retrocesos experimentados por las políticas

provinciales tendrían como basamento diversos proyectos sostenidos por distintos actores de

la sociedad provincial así como situaciones intestinas de los pueblos nativos que impactaron

sobre la política de frontera. Paralelamente y como la otra cara de este proceso, la creciente

presión del poder estatal sobre el territorio indígena (que actuaría como un poder de gran

influencia sobre los pueblos nativos) implicó para los líderes étnicos la toma de decisiones

muy diferentes en torno a la estrategia a seguir en su relación con ese estado. La idea que

subyace a lo largo del trabajo es que la imposibilidad y/o la ineficacia por parte del gobierno

de encarar un curso de acción excluyentemente agresivo y militar (tendencia con la que se

inició el proceso) derivó en la necesidad de realizar la expansión territorial y la consolidación

del nuevo espacio provincial mediante el acuerdo con los grupos indígenas del sur de la

provincia. Del lado indígena, la misma imposibilidad de detener bélicamente el avance

provincial, habría llevado a algunas parcialidades a aceptar las condiciones impuestas por el

gobierno bonaerense integrándose como habitantes en el nuevo espacio fronterizo. Ignorar la

presencia de los indígenas como protagonistas de este proceso lleva a tener una visión

absolutamente parcial del mismo. El espacio de negociación entre, por un lado, autoridades y

pobladores de la campaña y, por otro, distintas agrupaciones indígenas marcaría, con distinta

intensidad y con algunas modificaciones, todo el período analizado tanto en el nivel

diplomático como en el de la vida cotidiana. En el ultimo sentido proponemos que se

configuró en el espacio fronterizo una cultura mestiza, un “lugar en el medio” entre la

sociedad indígena y la sociedad criolla, que combinaba elementos culturales de las dos

sociedades en contacto dando orígen a una formación diferenciada.

El período que abarca la presente investigación tiene como punto de inicio el proceso

revolucionario iniciado en 1810 ya que este conflicto derivaría por un lado, en una rápida

desestructuración de los carriles diplomáticos que habían regido las relaciones interétnicas

113 Mases, Enrique, Estado y cuestión indígena… p. 16.

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durante el período tardo colonial y por otro lado, en un abandono creciente de los asuntos de

frontera por parte del gobierno revolucionario. Lentamente y en un proceso que incluyó

marchas y retrocesos en las políticas diseñadas desde el gobierno para resolver el avance

territorial y la cuestión indígena, se logró una cierta estabilización de las relaciones fronterizas

durante el extenso gobierno de Juan Manuel de Rosas (1829-1852). La investigación finaliza

precisamente con la caída del régimen rosista debido a que a partir de entonces, y como había

sucedido a fines del período colonial, el sistema defensivo en la frontera y la problemática

indígena serían relegados a un segundo plano en virtud de los conflictos políticos tanto

internos como interprovinciales, situación que impactaría negativamente en la estructura de

relaciones diplomáticas que se había establecido con algunas agrupaciones indígenas y que se

sostenía en gran parte en un sistema de entrega de raciones que no pudo ser mantenido por el

nuevo gobierno en los términos en que se había dado hasta el momento.

Si bien las fechas escogidas como punto de partida y de finalización de esta investigación son

claramente “etnocéntricas”, en el sentido de que señalan acontecimientos decisivos para la

historia de la provincia, no puede dejar de reconocerse que estos hechos fueron igualmente

disruptivos en la relación interétnica sostenida con anterioridad a ellos. En efecto, para los

nativos, esas crisis institucionales repercutieron en el quiebre de las relaciones formales

sostenidas hasta el momento y, por ende, en la necesidad de reformular el tipo de relación.

La tesis se inserta en la problemática historiográfica sobre el desarrollo y formación de

espacios fronterizos que se ha señalado más arriba y que define a la frontera como un ámbito

social particular marcado por la multiculturalidad en donde precisamente el contacto entre

formaciones culturales diferentes llevó a la conformación de un específico modo de vida que

integró elementos de los grupos que entraron en contacto. De esta idea principal que sirve de

base a la investigación, desarrollaremos tres ejes argumentativos íntimamente relacionados

entre sí para la comprensión del proceso.

En primer lugar, analizaremos la participación de los propietarios y pobladores de la campaña

en la formulación y puesta en práctica de proyectos de avance territorial, defensa de la

frontera y relaciones interétnicas. A partir de 1810 y hasta mediados de la década siguiente, el

gobierno provincial comenzaría, primero tímidamente y desde 1820 con mayor decisión, a

delinear un curso de acción tendiente a expandir el territorio provincial hacia el sur. Para ello,

el Estado debió avanzar sobre un espacio ocupado no solo por indígenas sino también por

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criollos que espontáneamente habían traspasado el límite oficial y se habían asentado en

tierras al sur del río Salado, iniciado un modo de vida particular en donde el indígena era un

poblador más. La decisión del gobierno provincial de encarar oficialmente la expansión

territorial implicaría el planteo y la resolución de una serie de temas: la política de tierras, la

aplicación de medidas para asegurar y controlar los espacios recientemente incorporados y la

definición de una política indígena.

Para poder resolverlos, debió recurrir a la colaboración y auxilio de los vecinos y pobladores

de la campaña que se convirtieron en protagonistas principales cubriendo distintos roles como

milicianos, proveedores de recursos y gestores de la expansión de la frontera. Sin embargo, la

relación entablada entre ambos no estaría exenta de conflictos. Luego de la expansión y

fundación de fuertes realizada a fines de la década de 1820 se produjo una estabilización de la

línea fronteriza que se mantuvo hasta la caída del régimen rosista. También durante ese

período los propietarios de campaña mantuvieron un rol protagónico en dos aspectos centrales

relacionados con la gestión de los asuntos de frontera: el abastecimiento y racionamiento de

las fuerzas militares adscriptas a los destacamentos fronterizos y de los indios amigos

asentados en sus alrededores y, como milicianos, en la misma defensa de los poblados

fronterizos.

En segundo lugar indagaremos sobre las alianzas y conflictos intertribales que se produjeron

en el área pan araucana a lo largo del período en estudio. La presencia estatal que se hacía

cada vez más fuerte a ambos lados de la cordillera configuró en el espacio pan araucano,

habitado por agrupaciones indígenas con débiles liderazgos, una zona tribal dentro de la cual

éstas seguirían distintos cursos de acción. Este proceso sumado a las transformaciones

etnogenéticas que se estaban produciendo en la región desde el siglo XVII, derivó en una

diversidad de estrategias implementadas por las agrupaciones indígenas tanto en su relación

de contacto con esos poderes estatales como entre ellas mismas. Dentro de la variedad de

situaciones que se pusieron en juego durante el periodo en estudio, identificamos y

analizamos tres de ellas. En primer lugar, la constitución de coaliciones pan étnicas

mayormente efímeras, que adoptaron una actitud de enfrentamiento hacia el gobierno

bonaerense. En segundo lugar el quiebre en el interior de una agrupación, por el

enfrentamiento de dos sectores, uno a favor de sostener la relación diplomática con el poder

estatal y otro que privilegió la constitución de una coalición con otros grupos indígenas para

enfrentar a dicho poder. Finalmente, se verificó otro desarrollo caracterizado por la

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consolidación de un liderazgo fuerte que, aprovechando el contacto con el gobierno basado en

una estructura de raciones y regalos logró construir, mediante la redistribución de esos bienes,

una densa red de relaciones personales a ambos lados de la cordillera.

Si concluyéramos aquí el estudio sobre la expansión territorial de la provincia de Buenos

Aires, habríamos, en buena medida, reproducido un esquema bastante tradicional en el que la

relación interétnica se centra y es analizada exclusivamente a través del contacto diplomático

que, en ocasiones, llevaría a la concertación de paces mediante tratados y, en otras, al

enfrentamiento militar. Pero, además de este aspecto de la relación, se encuentra otro que es el

que se desarrollaba cotidianamente en el espacio de frontera. Blancos e indígenas fueron

pobladores de ese espacio y se integraron a la vida en la frontera a través de la creación de un

espacio de negociación y relaciones personales que surcó diferentes aspectos de lo cotidiano.

Este será precisamente el tercer eje que desarrollaremos.

Estas redes de relaciones personales se habían originado desde fines del período colonial e

inicio del independiente, entre los pobladores criollos e indígenas en el espacio fronterizo. La

política de frontera e indígena tuvo como base y debió servirse de estas redes relacionales

para tejer la relación diplomática. Si bien esta premisa fue una constante del período es

posible mostrar algunos cambios y/o rupturas. En efecto, en las dos primeras décadas

independientes aunque el gobierno reconociera la necesidad de apoyarse en relaciones

personales en la frontera con los indios, intentaría simultánea y contradictoriamente, terminar

con ellas y diseñar una relación “estatal” entre el gobierno y los principales caciques. Esta

estrategia sería muy difícil de comprender y aceptar para la cultura indígena fuertemente

basada en relaciones personales y reciprocitarias. En contraposición, el gobierno provincial

intentaría en ese período, relaciones asimétricas en las cuales los indígenas asumieran una

posición de subordinación. El resultado fue el fracaso de esta política que se haría evidente en

el curso de la década de 1820 durante la cual la agresividad fronteriza alcanzó el punto más

alto del período. Sin embargo, de manera paralela, y esto es algo que es necesario remarcar, se

mantuvieron las relaciones cotidianas y personales en la frontera.

Durante el período rosista se daría una verdadera conjunción de las dos esferas de relación: la

cotidiana y la diplomática en las cuales se mantuvo como premisa fundamental la noción de

un vinculo reciproco entre los indígenas y el estado / vecinos criollos. La única corrección

que se produjo en este período fue el intento por cortar este tipo de relaciones en aquellos

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vecinos considerados opositores al régimen. Teniendo en cuenta esta diferenciación

planteamos que en el espacio fronterizo bonaerense se configuró durante el período en estudio

un espacio de negociación y búsqueda de entendimiento donde indígenas y criollos se

integraron en una diversidad de actividades que trascendieron las normas que buscaban

regular el contacto y que se basaron fundamentalmente en relaciones personales y en

negociaciones particulares.

Las cuatro partes en que se divide el cuerpo de la tesis tienen la característica de referirse al

mismo período histórico abordado desde perspectivas diferentes. Así, la etapa 1810-1852 será

analizada desde la formulación de las políticas indígena y de frontera (parte primera), desde el

impacto y condicionamientos producidos en la sociedad criolla (parte segunda) y en la

sociedad indígena (parte tercera) para finalmente ser estudiado desde las modalidades que

adoptó el contacto interétnico en la frontera (parte cuarta).

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PRIMERA PARTE

EL LARGO CAMINO HACIA LA CONSOLIDACION DEL TERRITORIO PROVINCIAL.

En esta parte se reseñará el devenir de la política indígena y de frontera del

gobierno provincial haciendo jugar en la explicación del proceso, los acontecimientos

producidos en ambas sociedades, que impactarían de manera recíproca en el diseño de las

mismas. Esta premisa de incorporar al indígena con un rol protagónico en el desarrollo de los

proyectos estatales tiene actualmente un general consenso y ha sido explícitamente utilizado

como marco de análisis en estudios muy diversos que analizan las políticas de integración

indígena a fines del siglo XIX en aquellos espacios donde representaba un porcentaje

importante de la población total.

En su estudio sobre el proceso de ciudadanización del indígena en Bolivia,

Marta Irurozqui alertaba sobre el riesgo de asumir que la normativa funcionaba como un

espejo de la realidad. Para la autora, por el contrario, este proceso se vio cruzado por la

ambigüedad legislativa, el paternalismo estatal y las acciones rebeldes, judiciales y políticas

indígenas: “Dado que se trato de un proceso mediatizado por la convivencia de nociones

jurídicas y prácticas sociales mixtas, la clarificación de la situación del indio respecto a la

ciudadanía requiere entrecruzar dos perspectivas de análisis. Mientras una hace referencia a

la concepción oficial derivada de las medidas estatales, la otra incide en las acciones

desarrolladas por los indígenas”114.

De manera similar, Sonia Mejía quien estudió recientemente el proceso de

adaptación de las comunidades indígenas en el marco de la formación del Estado en

Guatemala, señalaba que “los proyectos de dominación debieron contar necesariamente con

la capacidad de resistencia y movilización de las comunidades [indígenas] y con su potencial

para bloquear determinadas iniciativas, impidiendo la acción unilateral de las elites”115.

Teniendo en cuenta estos aportes, la hipótesis sustentada en esta parte es que no

puede entenderse la relación interétnica como un simple reflejo de la normativa que intentaba

regularla sino que la operación analítica debe ser, precisamente, la inversa. Es el estado de esa

relación el que brinda el contexto para la formulación de dichas políticas. Teniendo en cuenta

114 Irurozqui, M, A bala, piedra y palo… p. 23. 115 Mejías, Sonia, La participación indígena…, p. 25, negrita nuestra

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que, finalmente, son los gobiernos criollos quienes las enuncian, consideramos que el éxito

y/o fracaso de las mismas evidenciará la lectura correcta o incorrecta que los mencionados

poderes gubernamentales realizaron sobre el estado y características de la relación interétnica.

Presentado de otra manera, proponemos que el indígena fue un actor interviniente decisivo en

el diseño de las políticas estatales.

Las fuentes utilizadas en esta parte han sido la documentación oficial producida

por autoridades fronterizas y por el gobierno central116, diarios de viajes y expediciones

militares117 y periódicos de la época118. El análisis de la información proporcionada por estas

fuentes permite ver la diferencia en la percepción que sobre el problema fronterizo tenían, por

un lado, las autoridades de la campaña, las que al vivir en el mismo lugar sobre el que estaban

aplicando las medidas gubernamentales, tenían un mayor conocimiento sobre las

características de la vida en la frontera y, por otro lado, las autoridades centrales asentadas en

la ciudad de Buenos Aires y los militares de carrera que se desempeñaron al frente de

empresas militares, caracterizadas ambas por una cierta lejanía con respecto al espacio

fronterizo.

Esta doble perspectiva incidía también en el tipo de acercamiento que realizaban

sobre la presencia del indígena en este espacio. La perspectiva lejana y extraña que se

encuentra en los partes de batalla enviados por las autoridades militares, arroja la visión

simple y llana de un enemigo que hay que combatir porque provoca el caos y la destrucción

en la campaña; sólo en alguno de estos documentos puede llegar a encontrarse cierto

reconocimiento a las tácticas guerreras de los indígenas, basabas en una guerra de guerrillas,

que dificultaban enormemente a las fuerzas provinciales lograr algún éxito en los encuentros.

Una mirada más cercana puede hallarse, en general, en los diarios de viajes, en el transcurso

de los cuales se realizaron parlamentos y encuentros diplomáticos con líderes indígenas,

116 Archivo General de la Nación, en adelante AGN, Sala X, legajos correspondientes a Guerra (1817-1828); Secretaría de Rosas (años 1829-1852). Archivo Histórico de la Provincia de Buenos Aires, en adelante AHPBA, legajos correspondientes a Negociación pacífica con los indios de la Provincia de Buenos Aires 1825-1828 117 Pedro Andrés García. Diario de un viaje a Salinas Grandes, en los campos del sud de Buenos Aires. Buenos Aires, Eudeba, 1974; Pedro Andrés García, “Diario de la expedición de 1822 a los campos del Sud de Buenos Aires desde Morón hasta la sierra de la Ventana”, en Pedro de Angelis, Colección de obras y documentos relativos a la historia antigua y moderna de las Provincias del Río de la Plata. Vol. 4. Buenos Aires, 1910; Rodríguez, Martín Diario de la expedición al desierto. Buenos Aires, Editorial Sudestada, 1969; “Fragmentos póstumos” de Manuel Pueyrredon (relativos a la tercera expedición de Martín Rodríguez), publicados en Revista de Buenos Aires. Vol. 12. Buenos Aires, 1867; Goldwasser y Cansanello (ed), … de los hechos de armas con los indios. Informe del Sargento Mayor Juan Cornell solicitado por el Ministro de Guerra y Marina. IEHS-UNLujan, 1995. 118 La Gaceta de Buenos Aires (1819-1821); El Americano (1820), El Patriota (1821); El Argos (1821-1823); El Centinela (1820); El Republicano (1821-1822); El Mensajero Argentino (1822-1827).

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donde el autor “reproduce” los discursos de éstos. En estas fuentes, la relación más directa

entre el observador-narrador y el indígena deriva en una mirada más subjetiva en la cual el

autor desliza permanentemente su opinión acerca de los grupos con quienes está tratando. La

primera perspectiva fue usada con mucho recaudo y fundamentalmente para tratar de

reconstruir los movimientos, alianzas y conflictos de los diversos grupos indígenas. La

segunda nos aportó indicios sobre las motivaciones que habrían llevado a los jefes indígenas a

asumir tal o cual vía de acción y, a través de los principales reclamos que surgían en esos

encuentros diplomáticos, pudimos conocer el estado de la relación.

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CAPITULO 1.

UNA ERRATICA POLITICA DE FRONTERA. LOS PROYECTOS DE AVANCE EN LAS DECADAS DE 1810 Y 1820

Tradicionalmente se plantea que hacia fines de la primera década revolucionaria y

con mayor fuerza a partir de la década de 1820 finalizó una etapa de relaciones pacíficas que

había logrado establecerse con los diferentes grupos indígenas de la pampa desde fines del

período colonial, dando paso a otro período caracterizado por los enfrentamientos bélicos. En

general los trabajos explican este retorno a una agresividad interétnica en función de los

intentos cada vez más claros del gobierno bonaerense por extender la línea fronteriza119. Esta

interpretación deja de lado un aspecto muy importante que se vincula a las dinámicas internas

que se producen en el territorio indígena. En efecto, la visión tradicional encuentra su

explicación en una mirada fundamentalmente centrada en los acontecimientos de la sociedad

provincial sin incluir en su explicación los otros actores de este proceso, los indígenas.

Adicionalmente, estos planteos tienden a periodizar la situación fronteriza en la provincia de

Buenos Aires en momentos excluyentes de paz y de guerra, donde el énfasis está puesto en

las causas que llevaron al desencadenamiento de conflictos bélicos o en las negociaciones de

paces. De todos modos, si bien es innegable un incremento de las hostilidades desde mediados

de la década de 1810, esto no implicó automáticamente un abandono de las relaciones

pacíficas que siguieron desarrollándose en la frontera120.

El motivo de esta aparente paradoja se debe a que generalmente se considera a la

sociedad indígena, como un bloque homogéneo que actúa en forma conjunta con respecto a su

relación con el gobierno provincial. Por el contrario, aún los grupos más “fronterizos” a la

campaña bonaerense, que tenían una relación estrecha con la población hispano-criolla,

adoptarían posiciones diferentes en el curso de las primeras décadas independientes que

llevaron a algunos caciques a acercarse al gobierno en tanto otros se decidieron por una

estrategia de enfrentamiento.

119 Ver, entre otros Marfany, Roberto “Frontera con los Indios en el Sur y Fundación de pueblos”, en Levene, R. Historia De La Nación Argentina , Vol IIV, 1ª. Sección. 2ª ed. Buenos Aires, El Ateneo, 1940; Walther, J.C. La Conquista Del Desierto…, 1964; Política seguida con el aborigen , Buenos Aires, Círculo Militar, 2 vols. 1973. Más recientemente, pero manteniendo esta idea de ciclos de paz y guerra ver Mayo y Latrubesse, Terratenientes soldados y cautivos… 120 En una investigación en curso sobre el partido de Luján, Eugenia Néspolo propone reemplazar esta visión por otra centrada en lo que denomina paradigma de resistencia y complementariedad lo que, según la autora, permitiría analizar ambos aspectos de la relación como "procesos interactivos que funcionan en un mismo espacio-tiempo". E. Nespolo "La sociedad de frontera como el emergente de las relaciones interétnicas. Luján 1736-1784". Ponencia presentada en la Red de Estudios Rurales, Instituto Ravignani, Facultad de Filosofía y Letras, UBA, agosto 2001.

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Como ya hemos mencionado, la producción historiográfica de las últimas décadas

sobre el mundo indígena ha sido verdaderamente reveladora acerca de la complejidad de esta

sociedad. La misma muestra una realidad mucho más rica que la que se tenía hasta hace poco

siendo un punto fundamental en esta revisión historiográfica el definir como unidad de

análisis un espacio pan araucano121 cruzado por fluidos contactos comerciales a la vez que por

conflictos y alianzas interétnicas protagonizadas por las diferentes agrupaciones indígenas que

ocupaban el espacio a ambos lados de la cordillera. Este último punto tiene su explicación en

la estructura de poder de estos grupos. Efectivamente, ésta se asentaba sobre bases débiles y

los líderes indígenas carecían de un poder de coerción sobre sus indios basando su autoridad

en la capacidad de organización y administración de los asuntos internos de la parcialidad y

en su habilidad y destreza para lograr buenos resultados. Esta laxitud de la autoridad cacical

llevaba a que frecuentemente el jefe no pudiera “contener” acciones autónomas de sus indios

como, por ejemplo, la realización de malones a establecimientos fronterizos122.

Este delicado y complejo sistema de relaciones intertribales se vio complejizado,

durante el proceso revolucionario, debido a que las tolderías comenzaron a recibir con cierta

asiduidad a refugiados realistas y desertores patriotas, presencia que agregó un elemento más

de potencial conflicto en el interior de estas parcialidades123. En efecto, estos personajes

aportaron al grupo indígena donde encontraron refugio, una serie de saberes de gran interés

como por ejemplo el conocimiento preciso del territorio poblado por los “blancos” y,

subsidiariamente, el manejo de armas de fuego124. Concretamente, estos “refugiados”

provocaron una división entre grupos o sectores indígenas que apreciaron estos conocimientos

para llevar a cabo incursiones en los establecimientos fronterizos en tanto otros mantuvieron

una política de amistad con el gobierno bonaerense. En la década de 1820, la llegada de

nuevos grupos criollos e indígenas procedentes del otro lado de la cordillera profundizarían

modificaciones en las estrategias de las parcialidades de pampa y patagonia.

121 Se denomina área pan-araucana al espacio comprendido a ambos lados de la cordillera. Existe un acuerdo historiográfico en la definición de este espacio como unidad de análisis para estudiar la dinámica de la población indígena en virtud del estrecho contacto que existía a ambos lados de la cordillera entre las parcialidades nativas. 122 Para un análisis sobre la diferencia entre los conceptos de poder y autoridad aplicado a estos grupos ver Martha Bechis, "Los lideratos políticos…”. Para un panorama más general sobre la estructura de poder en el mundo indígena tardo colonial ver Palermo, M.A. "La compleja integración … 123 Silvia Ratto, "Relaciones interétnicas…” ; Martha Bechis, “De hermanos a enemigos …”. 124 El trabajo de Daniel Villar y Juan Francisco Jimenez, "Aindiados, indígenas y política…", presenta un excelente análisis sobre la incorporación de grupos alógenos en parcialidades indígenas a fines de la década de 1820. Sobre la utilización de armas de fuego en los grupos del area pan araucana ver Juan Francisco Jimenez, “De malares y armas de fuego. Guerras intra-étnicas y transformaciones en la tecnología bélica en Araucanía y las Pampas (1818-1830)”, en Villar, D (ed), Jimenez y Ratto, Relaciones interétnicas…

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El objetivo de este capítulo será presentar un panorama general del devenir de

las relaciones interétnicas en la frontera bonaerense entre 1810 y fines de la década siguiente

haciendo jugar en el análisis los distintos elementos que hemos mencionado más arriba. En

términos generales podemos señalar las siguientes etapas a lo largo del período.

Un primer momento se ubica en la primera década revolucionaria y se caracterizó

por un pedido constante por parte de algunas parcialidades indígenas amenazadas por grupos

hostiles, por concretar paces con el gobierno de Buenos Aires. El gobierno revolucionario, por

su parte, aceptó diplomáticamente esos ofrecimientos y encargó a diferentes funcionarios

militares que presentaran informes sobre la situación en la campaña y la forma y los medios

más viables para realizar la expansión territorial. A pesar de este mutuo interés por extender el

territorio provincial más allá del limite oficial reconocido hasta el momento, las urgencias de

la guerra revolucionaria postergaron constantemente estas iniciativas que a fines de la década

se tradujeron en débiles y aislados avances.

A partir del año 1820 y hasta mediados de esa década la expansión territorial se

convirtió en una preocupación constante del gobierno. Sin embargo, éste no parecía encontrar

un rumbo a seguir en cuanto a los medios para llevarla a cabo lo que se verificó en la

combinación de misiones pacificadoras y expediciones ofensivas que caracterizaron esta

etapa. La explicación de esta política oscilante y, a menudo contradictoria, se debió a que en

el diseño de la política de frontera prevaleció una “mirada” lejana del problema. En virtud de

esta mirada que no reparaba en las reales posibilidades de avance territorial y desconocía la

red de relaciones ya existentes con algunas parcialidades indígenas, se impulsó una expansión

excesivamente ambiciosa sobre las tierras del sur que atacó indiscriminadamente a las

poblaciónes nativas. Estas acciones produjeron la unión de parcialidades, hasta el momento,

antagónicas que rechazaron la política del gobierno y llevaron adelante una acción

permanente de hostigamiento sobre las poblaciónes del norte y sur de la campaña. El punto de

mayor tensión se alcanzó a fines del año 1824 cuando el gobierno decretó la prohibición total

de comerciar en todo el ámbito de la provincia con los indígenas. Conociendo la importancia

del comercio para los indígenas el gobierno esperaba, con esta medida, forzarlos a lograr un

acuerdo y detener la agresividad.

Sin embargo, el éxito en volver a impulsar las negociaciones no se logró por esta

medida de fuerza sino que fue el resultado de la conjunción de dos acontecimientos internos a

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cada sociedad que posibilitaron un cambio en la relación. La declaración de la guerra con el

Brasil planteó la necesidad de contar con el apoyo de los indígenas en el caso hipotético de un

desembarco portugués en la costa bonaerense. Este acontecimiento se combinó con una nueva

predisposición de las parcialidades más fronterizas a concertar paces. Esta nueva opción

dentro de las estrategias de algunos grupos tuvo su origen, en parte, en que a mediados de la

década de 1820, los hermanos realistas Pincheira aliados a parcialidades indígenas, habían

cruzado la cordillera escapando de la persecución de que eran objeto por parte el ejército

patriota. La amenaza que representaban los “recién llegados” derivó en el acercamiento de

algunas parcialidades a las autoridades de la provincia para conseguir protección ante la

posibilidad de un ataque.

Esta nueva etapa en las relaciones interétnicas tomó un mayor impulso a partir de

1826. El fin de la experiencia presidencial y la llegada al gobierno de la provincia de hombres

más vinculados con la problemática de la campaña derivó en una nueva concepción acerca de

la manera de encarar la política de frontera. En efecto, a partir de entonces prevalecería una

“mirada” cercana, sostenida por los mismos propietarios de la campaña que apoyaba la

postergada expansión territorial pero acotada a las posibilidades reales de poblar y defender el

nuevo territorio. En relación con ello, la política indígena que proyectaban descartaba las

acciones militares que habían probado invariablemente su fracaso y proponían una relación

basada en contactos pacíficos y negociaciones. Del lado indígena, la llegada de nuevos

contingentes chilenos complejizó el escenario incentivando aún más el acercamiento de

algunas parcialidades a la alianza con el gobierno.

Como resultado de ambas circunstancias se llegó al diseño de un proyecto de

avance que, en cuanto a la política indígena, se basó en la negociación y el pacto. Ambas

tareas fueron encomendadas a Juan Manuel de Rosas quien dirigió las expediciones

fundadoras de los fuertes Federación, 25 de Mayo, Laguna Blanca y Bahía Blanca y, a la vez,

se erigió como comisionado de la negociación pacificadora de indios.

1. Los primeros avances territoriales cruzando el Salado

Desde fines del período colonial, el río Salado se había constituido en el límite

oficial de separación entre la sociedad española y la indígena. Esta línea defensiva había sido

asegurada mediante el establecimiento de cinco fuertes ubicados en Chascomús, Monte,

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Lujan, Salto y Rojas y una serie de fortines en Ranchos, Lobos, Navarro y Areco que

contaban con una pequeña dotación militar y servían de nexo entre los otros fuertes125.

Sin embargo, este límite oficial no impidió que algunos pobladores decidieran

traspasar dicha frontera militar para asentarse en territorio indígena. Los nuevos pobladores

debieron realizar pactos y negociaciones personales con las parcialidades que vivían en ese

espacio. En virtud de esos acuerdos, algunos hacendados habían albergado grupos indígenas

dentro de sus establecimientos que aportaban una nada desdeñable fuerza de trabajo para las

tareas agropecuarias. El caso del hacendado de la estancia Miraflores, Francisco Ramos

Mejía, es paradigmático en este sentido. En 1815 Ramos Mejía obtuvo la concesión en

propiedad de sesenta y cuatro leguas cuadradas al sur del río Salado. Su permanencia en un

territorio aún poblado por indígenas dependió en gran medida de las relaciones amistosas que

creó con estas parcialidades. Si Ramos Mejía fue un personaje que, como veremos más

adelante, cobró mayor visibilidad en la política indígena y de poblamiento, no fue el único y

mucho menos el primero de una cantidad de ocupantes de tierras que, más allá de la línea

fronteriza, establecieron relaciones similares con los indígenas126.

En efecto, al menos ya desde el año 1811 otros habitantes de la campaña habían

poblado de ganado las tierras al sur del Salado127. Gregorio Domínguez, vecino de

Magdalena, había denunciado en 1811 un terreno de cuatro leguas “a la parte del sur a

distancia de 80 leguas jurisdicción de los bárbaros de 4 leguas de frente por igual fondo en

la laguna del Hinojal entre los montes Monsalvo y Vecino”. En momentos en que poblaba

estas tierras, no tenía más vecinos que los indígenas de la zona. Pero Domínguez no gestionó

solamente con el gobierno, mediante denuncia, su instalación en este lejano espacio.

Paralelamente pidió el “permiso de los indios que heran los unicos havitantes de aquellos

campos entonces desconocidos y tenian su residencia en dicho paraje” quienes más tarde le

hicieron donación de dichas tierras “en pago y compensacion de los muchos servicios y

socorro que les hizo en sus necesidades”. Con poco tiempo de diferencia, Julián Salomón se

125 Con la creación del Virreinato del Rio de la Plata, el virrey Ceballos se planteó el objetivo de asegurar el transito interior del espacio para lo cual consideraba indispensable una “entrada general” sobre el territorio indígena para terminar con sus incursiones. El proyecto fue aprobado por el rey durante el virreinato de Vértiz quien lo sometió a la consideración de una junta de militares y propietarios de la campaña. Esta junta consideró impracticable dicha entrada ofensiva por lo que Vertiz sustituyo ese plan por otro centrado en la construccion de fuertes para resguardar el espacio poblado. Política seguida con el aborigen. Tomo I, 1750-1819, p. 171-182. 126 Para un desarrollo de la experiencia de Ramos Mejía ver Rico, A. "Francisco Ramos Mejía…”. 127 Para una descripción sobre la ocupación del espacio con anterioridad a la expansión estatal en Chascomús, ver Banzato, G y G. Quinteros "La ocupación de la tierra…”

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instalaría cerca de Domínguez, en tierras que se extendían “hasta la orilla de los montes del

Tordillo” haciendo mención que “muy posteriormente… pobló Don Francisco Ramos”128.

Contemporáneamente a la llegada de Ramos Mejía, los vecinos de la campaña

Mauricio Pizarro, Santos Calvento y Eladio de la Quintana se habían asentado también en las

cercanías de la laguna de Kaquel habiendo obtenido del gobierno la concesión de los terrenos

que ocuparon. Un pleito que involucró a los tres hacendados en el año 1825 por superposición

de sus tierras nos permite conocer un poco más sobre la mecánica de instalación en tierras

ubicadas fuera del control del gobierno129. Si bien éste había realizado la concesión de los

terrenos denunciados por los vecinos, en ningún caso medió la mensura de los mismos debido

precisamente a lo expuesto del espacio. Según declararía Pizarro, él mismo “llevo una vez a

un agrimensor hasta sus tierras pero éste regreso ante el rumor constante de invasiones de

indios que en la época se daban repetidamente” y agregaba que “esta falta de mensuras era

general en todo el terreno exterior a la línea de frontera”. De todos modos, aun cuando era

evidente que el gobierno no tenía control sobre el territorio, exigiría a los agraciados con estas

concesiones de tierras que auxiliaran en la defensa del territorio. En los tres casos se repetiría

asimismo la “compra” o “arriendo” que debieron realizar a “los salvajes que tenían sus

tolderías vecinas a su población” y que “eran realmente entonces sus propietarios porque los

ocupaban con sus tolderías y sin que fuerza alguna de nuestro Gobierno hiciese el menor

acto que tendiese a expulsarlos y manifestar su dominio”.

De manera que, aunque hasta mediados de la década de 1810 no existieron otros

avances territoriales oficiales al sur de la línea fronteriza, varios pobladores de campaña se

aventuraron a poblar esas tierras lejanas combinando el pedido meramente formal al gobierno

para obtener la concesión de las tierras que se ocupaban, con la negociación constante llevada

a cabo con los indígenas que habitaban la zona. Precisamente esta relación cotidiana que

involucraba frecuentemente la posibilidad de sufrir ataques130, sería un argumento alegado

para obtener la propiedad de la tierra al igual que el hecho de que en un tiempo en el cual el

gobierno no había podido efectivizar su dominio sobre ese espacio, ellos ya lo ocupaban por

compra a los mismos indios, compra que habían hecho “con nuestra propia sangre”.

128 Archivo Historico de la Provincia de Buenos Aires, Escribanía Mayor de Gobierno. 153-12157-1825. Agradezco a Alejandra Mascioli haberme llamado la atención sobre este legajo. 129 Archivo Historico de la Provincia de Buenos Aires, Escribanía Mayor de Gobierno 146-11752-1825. Agradezco igualmente a Alejandra Mascioli haberme llamado la atención sobre este legajo. 130 Uno de los declarantes insistiría en los grandes sacrificios que debió sortear para mantener su establecimiento ganadero: cautiverio de sus propias personas, muertes de tres esclavos, perdida de ganado “por tres veces”.

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Pero si el gobierno no tenía los medios y/o interés por avanzar el territorio

provincial, pocos meses después de instalada la Junta de Gobierno, se evidenció su

preocupación por la situación de la campaña. En efecto, en septiembre de 1810, el gobierno

revolucionario nombró al coronel Pedro Andrés García para dirigir la expedición a Salinas

Grandes131. En forma paralela, se le ordenó que realizara un informe sobre el estado de las

guardias fronterizas y sugiriera los medios que considerara más viables para su “mejora”.

Para la realización de los contactos diplomáticas interétnicos el gobierno debió

apoyarse y recurrir a personajes que habían establecido contactos personales con algunos

caciques de la pampa, para que oficiaran a manera de “introductores” de los comisionados

oficiales en territorio indígena o para sondear y preparar el terreno para iniciar negociaciones

de paz. Si la presencia de relacionados de los caciques revestía los encuentros diplomáticos de

cierta dosis de confianza para estos últimos, veremos que las acciones posteriores del

gobierno o, mejor dicho, la inacción que seguía a los acuerdos preliminares contradecían los

pactos a los que se había llegado.

El informe presentado al gobierno por García proponía un plan de avance

territorial excesivamente ambicioso ya que pretendía ubicar en Salinas Grandes el punto

central de la expansión a partir del cual se establecerían los otros poblados132. Probablemente

la predisposición encontrada en algunos caciques que habitaban la región de Salinas en

aceptar la localización de guardias en sus territorios haya incentivado a García a proponer esta

idea133. En el documento del militar español se pueden percibir asimismo con claridad los

conflictos y alianzas que se estaban produciendo en el interior de algunas parcialidades

indígenas más alejadas de la campaña bonaerense. García tomó contacto en la zona de Salinas

Grandes con caciques “ranqueles”134 y con caciques que, procedentes de la región de

131 Las expediciones a las Salinas Grandes se realizaban anualmente para abastecerse de sal. Durante el siglo XVII eran organizadas por los particulares pero a partir del siglo siguiente pasaron a la orbita del Cabildo quien se encargó de su convocatoria. El costo de las expediciones era adelantado por el Cabildo (incluía sueldos de escolta, capellan, baqueano, cirujano, obsequios para los indios, etc) que luego lo cobraba en los impuestos a la sal a su entrada en la ciudad. Ver Taruselli, Gabriel, El comercio de la sal en el Rio de la Plata durante la etapa colonial. Siglos XVII-XVIII. Tesis de Licenciatura, Universidad Nacional de Lujan, 2002. 132 García, Pedro. Diario de un viaje a Salinas Grandes… . 133 Este plan de avance no fue mantenido en informes posteriores que retrotraían el límite de la expansion a la Sierra de la Ventana. Ver Gelman, Jorge Un funcionario en busca del Estado… 134 Debemos hacer una aclaración con respecto a las denominaciones étnicas que aparecen en las fuentes, aspecto que será retomado y analizado en profundidad en la parte tercera de esta tesis. Las categorizaciones étnicas que surgen en la documentación de la época deben ser tomadas con mucha precaución debido a que, en general, los grupos indígenas estaban involucrados en procesos etnogenéticos desde la segunda mitad del siglo XVIII y principios del XIX que

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Valdivia, al otro lado de la cordillera, se habían asentado hacía tiempo en la región. Los

primeros tenían un mayor contacto con las poblaciónes de la frontera sur de Córdoba y

Mendoza por lo que negociaban diplomáticamente y comerciaban con los gobiernos de dichas

provincias. Por el contrario, la relación con las autoridades de Buenos Aires era más

conflictiva y de hecho, los malones que caían sobre la parte norte de la provincia, eran

protagonizados por ellos.

Los dos grupos plantearían una concepción diferente en torno a los derechos sobre

los recursos de las salinas; a través de estas posiciones divergentes podemos acercarnos a los

cambios que se estaban produciendo en estos grupos a partir de la llegada de nuevos

contingentes “chilenos” y a la existencia de desertores y refugiados en las tolderías; esta

circunstancia asimismo impactaría en la relación con los blancos.

Los caciques valdivianos Epumer, Victoriano y Quintelau sostenían que las

Salinas eran de usufructo común de todos, de igual manera que lo eran los campos de pastoreo

para los rebaños de ganado, por lo cual cualquier persona, indios de ambos lados de la

cordillera y aun españoles, podían ir a cargar sal de ella. Los jefes “ranqueles”, Carripilum135

y Curritipay, mostraron una actitud desafiante ante la expedición y plantearon su propiedad y

exclusividad en el uso de las Salinas Grandes arrogándose el primero de ellos el “mando

general de aquellas tierras”136. Según los valdivianos, esta pretensión de los ranqueles era

nueva ya que antiguamente estos indios tenían su asentamiento en los montes y no en las

pampas137. Los motivos que expresaban los caciques chilenos como causantes de este

incluían rasgos tehuelches, mapuches y/o pehuenches de ambos lados de la cordillera. Los ranqueles habían surgido de un primer mestizaje entre indios andinos de los alrededores de Neuquén y autóctonos de mamil mapu, (o “país de los montes”, era un espacio que se extendía al este del complejo Atuel-Salado-Chadileuvu) en el último cuarto del siglo XVIII. Las fuentes frecuentemente extenderían la designación de ranquel a todo indio que viviera en dicho paraje. Por tal motivo, transcribiremos entre comillas las denominaciones étnicas que figuran en la documentación. Otro aspecto que vale la pena aclarar es que las fuentes mencionan de manera generica a los indios del otro lado de cordillera como “chilenos”, término que, en un primero momento, tiene la connotación de “enemigo”, “malonero”. Con el paso del tiempo, el ingreso de partidas indígenas “patriotas” a las pampas llevaría a un mayor interés por consignar el nombre de los jefes indígenas que lideraban a los grupos migrantes. 135 Este cacique había firmado en 1799 un acuerdo de paz con el comandante de la frontera de Mendoza, José de Amigorena en el marco del cual, fue nombrado por las autoridades coloniales “cacique gobernador y principal caudillo de la nación ranquelche”. Roulet, Florencia, “Guerra y diplomacia …”. A fines de la década de 1810 mantendría una relación pacífica con las poblaciónes de Córdoba alertando a las autoridades de campaña sobre posibles incursiones. Lobos, Héctor. La frontera sur de Córdoba 1810-1826. Córdoba, Junta provincial de Historia de Córdoba, 1979. Estos datos hablan de una relación más fluida del cacique con las provincias del norte y una actitud de cierta hostilidad con Buenos Aires. 136 García, Pedro, Diario de un viaje… p 77 137 En efecto, en terminos generales, el ambito de acción de los ranqueles no se extendería hasta las Salinas Grandes (ver nota 21). Probablemente los caciques valdivianos hayan migrado hacia las pampas ubicandose precisamente en esa región por lo que consideraban “intrusos” a los primeros.

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conflicto en cuando a la posesión de las Salinas van más allá de este tema en concreto y

remiten a dos elementos que hacen a la estructura de poder indígena: la escasa autoridad de

los caciques y la presencia de los refugiados como un elemento más de potencial conflicto.

Según los jefes indios la posición de los ranqueles era motivada por

“la falta de sujeción en los indios y los muchos cristianos que hoy habia entre

ellos, cuyo numero se hacia ya respetable á los mismos indios por sus determinaciones, así en los consejos que les daban para resistir á los mismos españoles y su venida á estos campos, como para ir a maloquear ó robar las haciendas de los españoles”138.

Es en torno a esta situación nueva en el escenario político indígena que debe

entenderse la mejor predisposición de los valdivianos con respecto a la expedición de García

así como a la posibilidad de que se establecieran fuertes en la región. En efecto, según los

caciques el conflicto recientemente creado “sólo podía remediarse situándose allí los mismos

cristianos”139 y para ser más explícitos defendían la idea de establecer pueblos de españoles

en Salinas y Guaminí “así por el comercio recíproco que tendrían, remediando sus

necesidades, como por la seguridad de otras naciones que los perseguían, como los

Ranqueles, Guilliches y Picuntos”.

Además de los dos grupos mencionados que evidenciaban cierto antagonismo, la

expedición tuvo contactos con otros jefes indígenas. Entre ellos, García menciona al cacique

“pampa” Lincon, a quien encontraremos de manera recurrente en los hechos posteriores,

quien es nombrado como cacique comarcano, es decir, que vivía cercano al espacio fronterizo

lo que haría suponer una relación amistosa con la población de la campaña. No obstante esta

esperable actitud de amistad, el coronel apuntaba que Lincon había “hecho correr la voz de

que los españoles querían avanzar sus pueblos hasta Salinas y Guaminí para crear

oposición140.

Finalizada la expedición, los caciques valdivianos se presentaron en diversas

oportunidades al Cabildo ofreciendo sus tierras y su ayuda para que se estableciera una

guardia en ellas. Reiterando el esquema planteado durante los parlamentos con García, pedían

en contraprestación el auxilio del gobierno en caso de ser atacados por otros grupos del sur y

138 En distintas oportunidades García haría referencia a la presencia de estos desertores; en una de ellas señalaba el peligro que significaba que éstos enseñaran a los indios el manejo de armas de fuego. García, Pedro, Diario de un viaje… , p. 90. 139 Ibidem, p. 82-83 140 Ibidem, p. 87.

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del oeste que los amenazaban si no se unían a ellos en sus ataques a la frontera141. Estos

ofrecimientos de los jefes indígenas fueron agradecidos por las autoridades revolucionarias y

motivaron el pedido realizado a distintos militares para que propusieran la forma en que

consideraban viable encarar la expansión territorial. Entre los funcionarios que presentaron

sus propuestas de avances, el más representativo del período fue, nuevamente, el coronel

Pedro Andrés García que produjo distintos informes (1811, 1814)142 en los que se destacaba

la necesidad de mantener una política de negociación como forma de contener las incursiones

de los indígenas. El militar español proponía incorporar a los indios haciendo “de ellos una

misma familia con nosotros” y realizar la expansión mediante la obtención legal de los

terrenos a sus ocupantes. Estas expresiones fueron muy comunes durante la primera década

revolucionaria en la que se sostuvo una tendencia filo indigenista que buscaba integrar al

indio dentro de una imaginaria “nación americana” como hermano y compatriota143.

García fue nombrado comisionado del gobierno para llevar a cabo una

exploración de reconocimiento de la campaña con miras a realizar la expansión territorial. En

julio de 1812 el Cabildo aprobó el proyecto presentado por el militar para iniciar su comisión

librando los gastos necesarios para llevarla a cabo. Sin embargo, los trabajos realizados por

García se limitaron a tareas de reconocimiento, propuestas de lugares propicios para el

asentamiento de las nuevas poblaciónes y el inicio de negociaciones con grupos indígenas

para realizar un avance concertado. La organización y envío de las expediciones fundadoras

era permanentemente suspendida aunque la idea del avance territorial se mantenía dentro de

los proyectos del gobierno144.

En 1815, encontrándose García en camino para la celebración de un acuerdo con

16 caciques, fue arrestado y enviado a prisión145. Esto no significó el abandono del plan de

141 En las actas del Cabildo se menciona la presencia de estas delegaciones indias en octubre de 1811, enero de 1812, mayo de 1812 y una última entrevista en febrero de 1815. 142 El general Francisco Xavier de Viana, Secretario de Estado en 1815, presentó asimismo un plan de avance territorial que suponía la realización de tres etapas sucesivas al final de las cuales se podría llegar a los ríos Negro y Diamante. El proyecto incluía como parte integrante de las medidas a tomar, la concertación de pactos de amistad con los caciques Epumer, Victoriano y Quinteleu. En Política seguida con el aborigen…. Tomo I. 143 Sobre la existencia y connotaciones de una identidad americana en el período revolucionario ver José Carlos Chiaramonte, El mito de los orígenes en la historiografía latinoamericana, Cuadernos del Instituto Ravignani, 2, Buenos Aires, 1991. Tulio Halperín Donghi, considera que esta declaración de “hermandad” con los indígenas ocultaba una necesidad concreta de apoyo a la revolución en una zona de escasa fidelidad a la causa. Sería la esperanza de obtener ventajas políticas más que la convicción, la que inspiraba esta orientación filoindigenista, T. Halperin Donghi, Revolución y guerra... p.264-265. Para un desarrollo sobre el discurso acerca de la condición jurídica del indígena en dicho período remitimos a nuestro trabajo, “Soberanos, clientes o vecinos? …”. 144 Política seguida con el aborígen…, Tomo I, p. 431-497. 145 Barros, Alvaro, Fronteras y territorios federales de las pampas del sur. Buenos Aires, Hachette, 1975. p. 148. La prisión de García respondió a sus vínculos con el Director Alvear que fuera depuesto en dicho año.

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avance ya que la dirección del proyecto fue encargada sucesivamente a Juan Ramón Balcarce

y Francisco Pico, en su carácter de comandante general de fronteras146.

A pesar de que la proyectada expansión hacia el sur no se llevó a cabo, en 1815 se

produjo un avance concreto cruzando el Salado con el asentamiento del presidio “Las

Bruscas” (luego llamado “Santa Elena”) con el fin de alejar a los presos políticos de la capital.

En el mismo año se instaló un destacamento miliciano “San Martín” a cargo del Capitán

Ramón Lara en la laguna de Kaquel Huincul. Estas fundaciones se completaron con la

“Estancia de la Patria”, cuyo objetivo fue abastecer de ganado a los establecimientos

anteriores147. En agosto de 1817, una nueva fundación tuvo lugar cerca de los montes del

Tordillo: el curato de Nuestra Señora de los Dolores y la Comandancia política de las Islas del

Tordillo. Al año siguiente se fundó el pueblo de Dolores148.

En ninguno de estos casos medió una negociación con las poblaciónes indígenas

existentes en la zona sino que se trató de acciones unilaterales del gobierno. Este tipo de

avances contrastaban fuertemente con los asentamientos que, paralelamente, seguían

realizando los particulares. De manera que los pobladores que se habían asentado pasando el

Salado y organizado su vida a partir de acuerdos con los grupos nativos eran concientes que,

cualquier acción de avance que llevara a cabo el gobierno y que desconociera este modo de

vida que se había creado, podía crear serios problemas haciendo peligrar la permanencia

misma de estos establecimientos149.

146 La Comandancia de Fronteras fue creada a fines del período colonial en el marco de una serie de regulaciones y modificaciones vinculadas a la defensa de la frontera que, con pocas modificaciones, se mantuvo hasta la década de 1820. Sobre la reorganización militar a fines de la colonia ver Juan Beverina. “El Virreinato de las Provincias del Río de la Plata. Su organización militar”, Bs. As. Círculo Militar, 1992. 147 Según Biedma, el ganado existente en dicha estancia procedía del rodeo de propiedad fiscal y del que, en proporcion al que poseían los europeos, debían entregar para sostenimiento del presidio. Entre los propietarios que se encontraban en ese situación estaban: Antonio Dorna, Agustín García, Ignacio Alvarez y Juan Jose Boado por San Vicente, Andrés Caxaravilla por Magdalena y Martín de la Calleja, Antonio Izurrieta y Manuel Villar por Chascomús. Biedma agrega que posteriormente Dorna fue excluido de esta obligación por haber perdido a su hijo en la guerra revolucionaria. Crónicas militares. Antecedentes históricos sobre la campaña contra los indios. Buenos Aires, Eudeba, 1975. p. 254. 148 Mascioli, Alejandra, “Población y mano de obra…”. 149 Estos avances fueron criticados por el estanciero Francisco Ramos Mejía precisamente porque habían sido realizada sin una previa negociación con los indígenas ocupantes del territorio. Ver Rico, Francisco Ramos Mejía…

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2. Una conflictividad en ascenso

Desde mediados de la década de 1810 algunas incursiones indígenas en busca de

ganado comenzaron a dejarse sentir sobre los establecimientos de la campaña bonaerense150.

Estos ataques reflejaban una competencia cada vez mayor por la obtención de ganado entre

criollos e indígenas. Los mismos fueron protagonizados por pequeñas partidas cuyo botín se

limitaba a unas pocas cabezas de ganado y se produjeron tanto en el norte como en el sur de la

provincia. A pesar de esta mayor conflictividad, los informes de los comandantes mostraban

que estos ataques no habían producido una interrupción en las relaciones cotidianas que se

desarrollaban en la frontera. En 1814 el comandante de la guardia del Monte reportaba el robo

de ganado agregando que con el botín los indios habían hecho su “faena de cueros, sebo y

grasa que luego vendían en la campaña”. De manera que el ganado robado volvía, en alguna

forma de manufactura, a la misma economía de donde se había sido hurtado. Por el norte de la

campaña la situación era similar. El comandante de Luján, Don Manuel Corvalán anunciaba

que el vecino Juan Soto, “recientemente llegado con procedencia de los toldos le prevenía

que los indios se aprestaban a iniciar hostilidades por lo cual las familias radicadas en las

poblaciónes expuestas a las depredaciones abandonaban sus hogares e intereses movidas por

el pavor”151. El pasaje de personas a uno y otro lado de la frontera sería una frecuencia

constante en todo el período y además de los contactos comerciales que presumiblemente eran

su mayor fundamento, cumplían un rol fundamental en la obtención de información. De

manera que los ataques coexistían con tratos comerciales y movimientos de población en la

campaña cercana al Salado. La frontera, en ese sentido, conjugaba niveles de trato pacífico

con incursiones y robo de ganado creando una situación de “violencia latente” en este

espacio152.

Durante los años 1819 y 1820 los ataques se incrementaron y la frontera norte

cobró una especial significación153. Los grupos indígenas más cercanos a ese sector de la

provincia se vieron presionados por varios frentes todos los cuales intentaban captar fuerzas

indígenas para sus propios fines: el jefe “chileno” Pablo Levnopán154, recién arribado a las

pampas; desertores y/o pobladores de la campaña contrarios a la política directorial del

150 Sobre los motivos de este incremento de la conflictividad ver Martha Bechis, “De hermanos …”. P. 85-90. 151 Biedma. Crónicas militares…. p. 197-198. Negrita nuestra. 152 Tomamos el término de Arturo Leiva quien lo aplicaba para caracterizar el estilo de vida en la frontera de la Araucanía. El primer avance a la Araucanía. Angol. Universidad de la Frontera, Temuco, 1981. 153 Ver Apéndice, cuadro I, Estado de la frontera entre 1819 y 1825. 154 El cacique Pablo Levnopan había cruzado la cordillera a fines de la década de 1810 ubicandose por la zona de Salinas Grandes. Hux, Menirado. Caciques ranqueles. Buenos Aires, Marymar, 1991.

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gobierno de Buenos Aires y las fuerzas del militar chileno José María Carreras que, aliado a

los caudillos del Litoral, López y Ramírez, integraba las fuerzas que enfrentaban la política

directorial de Buenos Aires. Como consecuencia de la aparición de esta diversidad de actores,

las agrupaciones de la región hallarían posibilidades muy variadas de realizar alianzas según

las posibilidades que éstas ofrecieran155.

En este contexto, en noviembre de 1819 el gobierno impulsó la realización de un

parlamento con los “ranqueles” de Mamil Mapu con el objetivo de captarlos, ante el

incremento del accionar de partidas “montoneras” en la campaña norte y el temor de que éstas

involucraran a grupos indígenas156. La decisión de llevar a cabo el encuentro diplomático

encabezado por Chiclana se apoyó en contactos anteriores que habían iniciado algunos

caciques, entre los que se contaba Nicolás Quintana, inquietos también ellos por la presencia

cada vez mayor de grupos armados realistas y patriotas en sus tolderías. De manera similar a

otros encuentros diplomáticos en territorio indígena, la comisión debía contar con un

“introductor”, una persona de confianza de los jefes indígenas, que sería el encargado de guiar

a la comisión hasta las tolderías donde se realizaría el parlamento. En este caso, se contó con

la ayuda del “protector especial de ellos D. Juan Francisco Ulloa”, vecino de Salto y alcalde

de hermandad en aquellos momentos157.

El parlamento se llevó a cabo en las tolderías del cacique Lienan donde

Carripilum158 actuó como comisionado para hablar en nombre del resto de los caciques.

Carripilum aceptó la exigencia de Chiclana de no amparar a los españoles, expresión que

causo demostraciones de apoyo del resto de los concurrentes lo que decidió a Chiclana a

aumentar sus pretensiones pidiendo que tampoco prestaran apoyo a los “indios chilenos”

amigos de los españoles, entre los que se encontraba el cacique Pablo Levnopán. La respuesta

de los caciques puso en evidencia que también ellos se hallaban preocupados ante la presencia

155 La inclusión de desertores y refugiados no era exclusiva de los grupos indígenas del norte. En enero de 1820 una partida de 200 indios entre los que se hallaban algunos desertores cristianos había incursionado sobre los establecimientos situados por el arroyo de Las Flores. Según el informe del comandante de la Guardia del Monte, don Pedro Nolasco López, los atacantes arrasaron con la caballada y yeguada de todos los hacendados en un número de 5.000 animales. El parte enviado por Lopez describía un enfrentamiento con solo 100 indios armados de lanza, flechas y bolas agregando que "Los christianos que estaban entre ellos eran los que hacian más fuerza”. Entre la milicia convocada por Lopez se hallaba Juan Manuel de Rosas. (Política…, Tomo III, p. 159). 156 Un mes antes de la realicion de este parlamento se había quebrado el armisticio de San Lorenzo que habían firmado, en enero de 1819, el gobierno nacional y el gobernador de Santa Fe luego que tropas nacionales tomaron el pueblo de Rosario. 157 AGN,X,9.9.6. Con ese título es nombrado en las fuentes pero no hemos podido encontrar ninguna orden superior en la que se registre este nombramiento ni las funciones ajduntas al mismo. 158 Sobre este cacique ver nota 22.

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de estos nuevos contingentes y eran contrarios a una alianza con ellos denunciando que solo el

cacique Quintileo se había sumado a los “montoneros”159. En efecto, el arribo del cacique

“chileno” Pablo aparentemente ya vinculado al oficial chileno José María Carrera había

producido una división de los jefes “ranqueles” entre aquellos que habían concertado una

alianza con los recién llegados y otros que se habían mantenido apartados. Entre los primeros

se encontraba el cacique Quintileo y entre los segundos, Nicolás Quintana que precisamente

asistía al parlamento160.

La positiva respuesta de los caciques hizo creer al comisionado Chiclana que la

alianza con el gobierno bonaerense era un hecho. Sin embargo, la relación no era tan directa.

Si el gobierno no ofrecía en reciprocidad por este compromiso de los caciques algún claro

beneficio para ellos, el acuerdo se apoyaba sobre bases muy débiles y en la medida en que

apareciera otro aliado que ofreciera mejores oportunidades, éste naufragaría. Las anotaciones

finales del diario de viaje de Chiclana son particularmente ilustrativas a este respecto. En

efecto, el comisionado culminaba su diario con el relato del encuentro con “un tal Don Tomas

Bernal” que hacía días que se encontraba en dichas tolderías con algunos hombres armados.

Este personaje, que debía haber adquirido un gran prestigio ante los caciques ya que tomó la

palabra en el parlamento luego de la ultima alocución de Chiclana, solicitó al comisionado

que, en virtud del acuerdo logrado en cuanto a enfrentar a Carrera, gestionara ante el gobierno

un auxilio militar para los caciques.

Chiclana quedó sorprendido con la petición y luego de responder que no estaba en

sus atribuciones acceder a un pedido de esa naturaleza trató de obtener información acerca de

quién era Bernal. Según sus informantes, éste tenía “seducidos” a los caciques Carripilun,

Curritipay161 y otros con promesas de obtener ganado. Para ello los había convocado a un

malón sobre las localidades de Pergamino, Melincue y Rojas donde el mismo Bernal contaba

159 El término “montonero” utilizado en las fuentes adopta exclusivamente la connotación de “contrario al gobierno”. Para una discusión sobre el uso historiográfico del concepto, ver Raúl Fradkin, “¿Facinerosos contra cajetillas? La conflictividad social rural en Buenos Aires durante la década de 1820 y las montoneras federales”, en Illes i Imperi No. 5. Tardor, 2001, p. 5-7. 160 Según Martha Bechis, se produjo una división en “un f́rente patriótico ́dirigido por el cacique Nicolás Quintana… en contra del ´frente realista ́liderado por el cacique [procedente del otro lado de la cordillera] Pablo Levnopán quien eventualmente se unirá a Carrera”. 161 El cacique Curitipay había participado con Carripilum en el encuentro con García en Salinas Grandes.

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con el auxilio de “montoneros” enemigos de Buenos Aires162. Como sería habitual a lo largo

de esta década y la siguiente, estas negociaciones no tuvieron continuidad.

El 1 de febrero se produjo el encuentro en Cepeda entre 2000 soldados

nacionales y fuerzas muy inferiores de los caudillos del litoral y el 23 de febrero de 1820 se

firmó el tratado del Pilar. La calma sin embargo fue efímera y en marzo la agitación política

retornó a Buenos Aires. Simultáneamente, las autoridades de campaña informaban sobre un

recrudecimiento de los malones por la zona de Lobos, Lujan y Navarro. Los informes

señalaban que los maloneros pertenecían a Quintileo y Pablo, caciques relacionados, según

vimos, a las fuerzas de Carrera pero no mencionaban la participación de “montoneros”. Por lo

que podría pensarse que en esta etapa se produjo, de manera sincrónica al giro político en la

provincia, una conversión en los protagonistas de los malones. Los “montoneros” de 1819 se

habían convertido en los federales que apoyaban el gobierno de Dorrego163 en tanto el término

comenzó a ser utilizado para designar a Carrera y sus soldados, que mantenían su oposición al

gobierno. Relacionado con esto, los indios invasores pertenecían a los caciques que estaban

vinculados con el oficial chileno.

En agosto de 1820 los enfrentamientos civiles se renovaron. Las fuerzas

bonaerenses, a cargo del gobernador Dorrego enfrentaron y expulsaron a López, Alvear y

Carrera de Morón, San Nicolás y Pergamino sucesivamente. En este contexto, y con el

objetivo de controlar la frontera oeste de la provincia, el vecino Ulloa volvería a cobrar

especial relevancia ya que el gobierno le encomendó la reanudación de los contactos

diplomáticos con los indios intentado captar a algunos caciques y obtener la mayor

información posible sobre lo que estaba sucediendo en territorio indígena. Según los informes

162 La relación de Bernal con algunos indios ranqueles pudo ser rastreada hasta el año 1816 cuando, involucrando al lenguaraz Dionisio Morales en Rosario, buscó integrar un grupo de indios para una invasión a los establecimientos rurales, también aquí en combinación con “montoneros” (Biedma, Crónicas militares... pag. 229-230). Dos años más tarde y en momentos en que el enfrentamiento entre las fuerzas nacionales y federales era inminente, Bernal se trasladó directamente a las tolderías ranqueles intentando nuevamente crear una situación de desorden en la campaña integrando a algunos indígenas a sus planes de ataque a la frontera. Su misión parece hacer sido exitosa ya que poco después del encuentro con Chiclana, en enero de 1820 la frontera norte fue escenario de una serie de malones indígenas en los que, según las denuncias, actuaban también desertores y montoneros. Entre estos se contaba el robo de unos bueyes que tenía José María Lemos por “las Saladas” (arroyo que separa los actuales partido de Chacabuco y Salto). Antes del robo según informaba el damnificado “anduvo por estos parajes el montonero Bernal con una partida de indios. La influencia de Bernal habría llegado al sur de la provincia ya que días despues, se notificaba al gobierno que el capataz de la estancia de Pedro Trapani, Bernardo Quiroga, intentó ser captado por Mariano Lucho, un baqueano de los campos ocupados por los indios para integrar un plan contra el gobierno dirigido por Bernal. Política seguida…, Tomo III, p. 162-163 163 De hecho, el 8 de septiembre Dorrego informaba que “el capital Bernal y otros oficiales hacia la frontera cruzaban sus partidas de observaciones” indicando que no había anarquistas por San Nicolás y Pergamino. De manera que al menos nuestro amigo “montonero” había abandonado la clandestinidad para actuar de manera oficial como miliciano del nuevo gobernador. Gaceta de Buenos Aires, 13 septiembre 1820.

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de Ulloa los caciques hostiles seguían siendo Quintileo y Pablo pero podía contarse con la

alianza de Nicolás Quintana quien a su vez ofrecía la colaboración de 18 jefes indios.

Luego de la derrota de Pavón, en el mes de septiembre, López y Carrera

abandonaron el territorio provincial. Poco después, el encuentro en el Gamonal invertiría la

relación de fuerzas164. El exitoso resultado llevó a López a cesar las hostilidades y pactar con

Buenos Aires abandonando la alianza con Alvear (que escapó a Montevideo) y con Carrera

(que organizó un campamento cerca de Rosario). En ese sitio, el oficial chileno recibió la

visita de 14 capitanejos enviados por Pablo Levnopan que le ofreció protección y el auxilio

del número de indios que necesitara. Entre los participantes se encontraba el lenguaraz José

Bielma que se convirtió a partir de entonces en el portavoz de Carrera165. Por la paz firmada

con Buenos Aires, López se había comprometido a desarmar a Carrera pero en los hechos

solo se limitó a conseguir que abandonara su campamento de Rosario. Carrera debió

internarse en territorio indígena y durante su estadía en el campamento se organizó el ataque a

Salto que cayó sobre el pueblo en diciembre de 1820. Al regresar de la incursión, Carrera por

intermedio de Bielma, intentó convencer a los caciques de devolver las cautivas. Pero los

caciques

“no estuvieron de acuerdo porque ese principio chocaba con lo más íntimo de sus hábitos guerreros y afectaba al concepto que ellos tienen de la honra. En efecto, el honor y los prestigios de un indio se juzgan por el sequito de sus cautivos. Exterminan a los hombres y si no se apoderan de las mujeres y niños aparecen sin cautivos y se resienten mucho sus prestigios… Y si algún jefe por muy popular que fuera, tratara de hacer la guerra privándolos de ese derecho, nadie le acompañaría”.

En esta descripción de Yates se haría evidente la dificultad por consensuar una

forma de proceder en las incursiones mixtas entre las fuerzas de Carrera y los indígenas. Para

el oficial chileno la toma de cautivos significaba un exceso y una práctica inhumana; para los

segundos formaba parte integrante de las empresas maloneras que buscaban adquirir recursos

dentro de los que se incluía tanto el ganado como las personas166.

164 Para ese momento, Martin Rodriguez y Juan Manuel de Rosas que comandaban cuerpos milicianos en el ejército provincial habían pedido su relevo al no acordar con Dorrego en el mantenimiento de la guerra contra Lopez. 165 Yates, William. Jose Miguel Carrera 1820-1821. Traducción, prologo y notas de Jose Luis Busaniche. Buenos Aires, Ediciones Argentinas Solar, 1941. 166 Esta divergencia en las tácticas guerreras entre ranqueles y Carrera había sido advertida por Martha Bechis en “Fuerzas indígenas en la política criolla del siglo XIX”, en Goldman y Salvatore (comp), Caudillismos rioplatenses…

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3. El retorno de la diplomacia en la frontera norte Luego del ataque a Salto y al menos por un par de años, no se registraron

incursiones significativas en el norte de la provincia. La internación de Carrera en la pampa y

su posterior avance sobre San Luis había provocado ciertos reacomodamientos entre los

grupos indígenas. Algunos de los caciques aliados a Carrera intentarían revertir su posición

acercandose a las autoridades de la provincia. Otros, por el contrario, no solo mantendrían una

actitud distante sino que confrontarían con aquellos más proclives a un acuerdo de paces. A lo

largo del año 1821 los caciques ranqueles que habían estado alejados de la coalición con

Carrera y temerosos de ser atacados por éste y sus caciques aliados, intentaron rápidamente

consolidar el vínculo con el gobierno de Buenos Aires. Respondiendo a ese motivo, pocos

días después del malón de diciembre a Salto, Nicolás Quintana tuvo un parlamento con Juan

Francisco Ulloa para iniciar las negociaciones tendientes a concretar una mutua ayuda militar.

El gobierno, por su parte, desde fines de diciembre se hallaba abocado a los

preparativos de la expedición al sur que dirigió el gobernador Martín Rodríguez convencido

que los indígenas de aquella región habían auxiliado a Carrera en el ataque. Esta medida del

gobierno reflejó su decisión por mostrar una posición de fuerza hacia los grupos indígenas

que no había tenido en la década anterior y derivó asimismo en un giro en la atención de la

frontera desde el norte hacia el sur167.

La oferta del cacique Quintana fue transmitida a Rodríguez en momentos en que

éste se hallaba en la estancia de Cascallares haciendo los aprestos para comenzar la

expedición militar. El gobernador contestó aceptando el ofrecimiento y ordenando iniciar los

arreglos correspondientes. Cuando esta orden llegó a Salto ya no se encontraba allí Ulloa

quien en los primeros días de enero había sido notificado de la orden del gobierno para que se

incorporara al ejército expedicionario de Rodríguez. Ulloa desobedecería en dos

oportunidades dicha disposición reflejando su rechazo a la política agresiva llevada a cabo por

el gobernador168.

167 Ver más adelante el acápite Los “errores” de Martín Rodríguez en la frontera sur 168 Ulloa se presentó al comandante del fuerte de Chascomús pero al saber el gobernador ya se habia internado en territorio indigena “se detuvo en el punto tanto por no saber el paradero del ejercito como para restablecer su salud” (AGN,X,12.4.3). En realidad, según el informe del comandante, Ulloa urdió este engaño para escaparse en la madrugada siguiente y regresar a Salto. Su desobediencia derivó en una orden dirigida al comandante de Salto para que a su llegada al punto fuera apresado y enviado a Buenos Aires. Ulloa repetiría una escena similar. Luego de haberse presentado de manera espontánea y haber aceptado su prisión en la misma casa del comandante, huyó durante la noche. Pero esta vez se encontraba en sus pagos y contó con la ayuda de sus amigos. El comandante informaba que no había logrado obtener información sobre su paradero y “las repetidas recomendaciones del cura y vecinos que

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De manera que las negociaciones con el cacique Quintana no pudieron realizarse a

través de Ulloa y fueron continuadas por el comandante Juan León Charras que. acompañado

por otro vecino, Matías Gutiérrez, emprendió su viaje a las tolderías ubicadas en la “punta de

Ranquilco”169. Luego de acordar con el cacique Quintana la ayuda prometida, Gutiérrez se

dirigió a mediados de enero al campamento de Hortiguera, jefe de la división norte, para

concertar el lugar en donde se produciría el encuentro de las fuerzas. A su regreso a los toldos,

el cacique le solicitó un plazo de 5 días para convocar al resto de los jefes y plegarse a

Hortiguera.

Pero el día del encuentro llegó y el refuerzo indígena no se encontraba en el lugar

concertado. Un nuevo encuentro entre Gutiérrez y Quintana permitiría aclarar los motivos.

Según el cacique, al enviar a sus chasques para convocar a los jefes aliados había sido

informado que el lenguaraz Dionisio Morales, vecino de Pergamino, se hallaba en las

tolderías de Curritipay negociando la devolución de las cautivas que se habían tomado en un

asalto a Rojas. La aparición de Morales en dichas tolderías produjo entre los indios de

Quintana el temor de que se estuviera realizando una alianza para enfrentarlos; a eso se

agregaba el rumor de que unos indios chilenos, recién arribados, iban a atacar sus tolderías.

Ambas circunstancias habían decidido a los caciques aliados a permanecer en sus toldos.

Quintana se disculpó con el gobierno por este fallido auxilio quien contestó aceptando las

disculpas y ratificando su amistad.

Si el episodio no había creado en el gobierno recelo hacia el cacique Nicolás, no

sucedió lo mismo con la actuación del lenguaraz Morales de quien se ignoraba el móvil de su

viaje a los toldos. Por tal motivo se ordenó con fecha 25 de enero que fuera apresado y

enviado a la capital. Cuando la orden llegó a Salto, el Comandante General de campaña,

Cornelio Saavedra, informó que Morales ya había regresado de los toldos y se había

presentado en la guardia de Pergamino acompañando a chasques del cacique Lienan con el

objeto de iniciar tratativas de paz. En la entrevista que sostuvieron los enviados de Lienan con

Saavedra y el coronel Manuel Guillermo Pintos (al mando de una división volante en Salto) el

29 de enero, los chasques expresaron que

vinieron de esa con respecto a la onradez e inocensia de Ollua me han hecho sufrir este disgusto”. Ante este evidencia el gobierno ordeno la libertad de Ullos y de los bienes que el comandante le habia embargado” (X AGN,X,,2.5.6). 169 Para la ubicación de este sitio ver Política…, Tomo III, p. 230.

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“Morales con el mayor empeño y firmeza les había persuadido [de abandonar la alianza con Carrera SR] sosteniendo que el Gobierno solo deseaba establecer una paz firme con todos los indios; que les hacia ver y conocer que Carrera y los que los seducían solo obraban por sus fines particulares pretendiendo servirse de ellos como instrumentos para sus venganzas; que al fin no podría durar mucho en los campos y se había de ir a Chile dejándolos a ellos envueltos en una guerra cruel y desastrosa sin poderles después servir de nada”

Según la exposición de uno de los chasques, estos argumentos habían convencido

a sus jefes a abandonar la alianza con el militar chileno y acercarse a un acuerdo con el

gobierno de Buenos Aires. Además alegaban que estaban tratando de atraer al cacique chileno

Pablo, único que aun se mantenía con Carrera aunque estaba comenzando a separarse. Según

esta declaración, Morales cobraba importancia, entre estos indígenas, como mediador para un

acuerdo de paces. Las prevenciones del gobierno sobre su sospechosa actitud, que hacía

suponer acciones autónomas, fueron desvirtuadas al coincidir la información que el lenguaraz

aportaba sobre el distanciamiento que estaba produciéndose entre los jefes ranqueles, incluido

el cacique Pablo, y Carrera con noticias similares obtenidas por vías diferentes. Por tal motivo

Saavedra que, además de funcionario estatal pertenecía a una familia con propiedades en

Arrecifes170, decidió dejar sin efecto la orden de captura que había sido emitida por el

gobierno.

Saavedra, actuando de manera bastante autónoma ya que ni siquiera llegó a

consultar al gobierno sobre la propuesta traída por los chasques, aceptó el ofrecimiento de

paz de los caciques a condición de que se cumplieran dos puntos: la entrega de las cautivas

tomadas en las invasiones a la frontera y la total separación de Carrera. Por lo que, aún

cuando el gobierno había demostrado poco interés en sostener negociaciones interétnicas en el

norte de la provincia, se vio involucrado en ellas a partir de una decisión bastante personal de

su comandante de frontera. Los indios accedieron a ambas pretensiones solicitando el envío

de testigos a los toldos para verificar la entrega de los cautivos. Para tal misión se envió “a los

paisanos D. Martín Juan Quiroga y D. Juan Francisco Ulloa, hombres íntimamente

relacionados con los indios [que] se prestaron a hacer este servicio”171.

170 Agredezco a Daniel Santilli este dato. 171 Todas las actuaciones de Saavedra en AGN,X, 12.4.3

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El envío de estos comisionados derivó, hacia febrero de 1821, en la existencia de

dos misiones paralelas que, como veremos, no tendrían demasiado acuerdo entre ellas. Por un

lado, el comisionado del gobierno en los toldos de Quintana, Matías Gutiérrez y por otro, los

enviados por el comandante general de campaña Quiroga y Ulloa tratando el rescate de

cautivas en las tolderías de Curritipay, Lienan y Guaychul. La abundante correspondencia que

a partir de entonces arriba a la frontera procedente de estos dos puntos y las escuetas

respuestas oficiales a la misma confirman la imagen de un gobierno como un pasivo

espectador que recibe las noticias de los sujetos involucrados y se limita a aprobar lo actuado

u ordenar algunas acciones que a veces, no eran tomadas en cuenta.

En el mismo mes de febrero de 1821, el campamento indígena del cacique

Quintana se vio conmocionado con la noticia de la llegada a los toldos de Guaychul, distante

unas 15 leguas del anterior, de la comitiva integrada por el lenguaraz Dionisio Morales, Don

Juan Francisco Ulloa y Don Martín Juan Quiroga que, según informaban los chasques,

llevaban cartas del gobierno para Gutiérrez. Sin embargo el encuentro de los comisionados no

se produciría. Seis días después de haber tenido la noticia del arribo de los nuevos

representantes, éstos aún no habían acercado las notificaciones del gobierno. El chasque

enviado por Nicolás para saber el motivo de la demora regresó con la respuesta que “no

benian los de Salto ni las cartas… porque el cacique Huechun referido no queria”.

Es probable que las referidas cartas del gobierno fueran un intento por conciliar

ambas misiones pero los mismos comisionados impidieron que esto sucediera lo que

permitiría suponer la existencia de cierta rivalidad entre Gutiérrez y Ulloa en torno a

monopolizar o usufructuar la relación con los caciques. Desde estos dos centros de negociación, a su vez, se intentaría captar a otros

grupos indígenas. A fines de febrero Gutiérrez informaba que Guaychul se había internado

para captar en sus negociaciones a “los caciques más lejos” los que, según el comisionado, ya

estaban tratando con él. Pocos días después, “caciques de más adentro” enviaron chasques a

Nicolás y a Gutiérrez para tener un parlamento porque “el cacique Neicu que ha llegado con

Morales les ha traído no se que otras inteligencias que no les agradan y quieren despedirlo”.

Mientras tanto Gutiérrez seguiría negociando la entrega de cautivas para lo cual

Santiago, a quien nombra recurrentemente como el cacique mayor de todos, le ha dado “sus

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poderes en publico para que trate las paces y rescate de cautivas”. Para el comisionado la

buena disposición de los caciques en avanzar en las negociaciones derivaba de la suma

pobreza en que se encontraban.

“Antes no han sido tan pobres como ahora… siendo la razon de esto el que antes todos los campos estaban cubiertos de yeguadas cimarronas y de ahí comian y hacian caballos y bendian porque si hoy daban 100 mañana salian a correr y los reponían o excedian, pero en el dia se zurcan campañas enteras y no se encuentra una bestia y de aquí la necesidad que tienen del trato y amistad por cuya razón para conseguirlo ellos deben interesarse con mayor modo y pasar por todo en esta vez”

¿Cuál habría sido la causa de la penuria económica por la que estaban transitando

los ranqueles? En el año 1806, en el relato del viaje realizado por Luis de la Cruz a Mamil

Mapu, el alcalde de Concepción señalaba que en la región se encontraban cantidades

considerables de ganado caballar que los ranqueles comerciaban con grupos cordilleranos y

transcordilleranos172. Contemporáneamente a este viaje, precisamente en los años 1805-1806

la región pampeana había padecido una gran sequía acompañada de una epizootia que abarcó

los partidos de Arrecifes hasta Magdalena173. Es probable que esta situación se haya

extendido con algún retraso al corazón del territorio ranquel provocando la desaparición de

los rodeos.

Cualquiera haya sido la causa del deterioro económico, era claro que la alianza

con el gobierno en estas circunstancias implicaba para los indígenas la expansión de los

intercambios comerciales y la percepción de los obsequios que siempre acompañaban las

negociaciones lo que redundaría en cierto alivio económico. Esta comunicación fechada el 27

de febrero fue la última de Gutiérrez. A partir de entonces, Quiroga y Ulloa llevaron adelante

las negociaciones de paz con ambos grupos. Los pedidos concretos de auxilio militar por parte

de los caciques recibirían solamente expresiones de buena fe por parte del gobierno reflejando

un escaso interés del mismo por avanzar diplomáticamente en pos de un acuerdo definitivo.

Sin embargo, los intentos por concertar paces se mantuvieron en el año 1821

involucrando otros personajes. A inicios de junio de 1821 el gobernador de Santa Fe se

comunicó con su “estimado amigo y paisano” el lenguaraz Dionisio Morales, avisándole que

había derrotado a Ramírez y temía que intentara reunirse con Carrera. Para evitar la

172. Ver Villar y Jimenez, “El intercambio de castas y textiles entre Ranqueles, Huilliche, Pewenche y Llanistas (1770-1806).” Mimeo. 2001. 173 Sobre los ciclos climáticos en la región pampeana ver Garavaglia, J.C. Pastores y labradores…p. 30-35.

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reorganización de las fuerzas enemigas le pedía a Morales que se trasladara a las tolderías

para alertar a los caciques aliados. El comandante de Pergamino, solicitó y obtuvo la

autorización del gobierno para que Morales pudiera internarse hacia los toldos pues “es

sumamente amado de los dos caciques Leynan y Guaichu”. En esta oportunidad, un nuevo

personaje se integraría a estas negociaciones. El cura de Pergamino, Fray Ramón González,

escribió al gobernador ofreciendo sus servicios debido a que “… creo que ganaríamos mucho

con que V.E. me permita llamar a Leynan que es íntimo amigo mio para tratar con él y todo

cuanto resulte poner yo en su conocimiento yo sino fuera el estar con el curato iria también a

los toldos” y proponía también utilizar el fondo de redención de cautivos que se hallaba en su

convento ya que “en que ocasión mejor se podría invertir sino en este”. El gobierno aceptaría

la oferta.

En septiembre de 1821 hallamos los últimos rastros de estas negociaciones que

parecen haber naufragado por la desatención del gobierno. Morales, junto al cacique Lienan,

regresaban a Pergamino donde esperaban la llegada de Guaychul para realizar un parlamento.

Pocos días antes Ulloa abandonaba las tolderías “con toda la gente que lo acompañaba y

quince cautivas rescatadas después de haber entregado lo que el gobierno mando a los

caciques”. El comisionado informaba que el conflicto con el cacique Pablo no solo no se

había resuelto sino que parecía haber llegado a un punto crítico siendo vital el auxilio militar

del gobierno para resolver en conflicto. Pero éste nunca llegaría y las negociaciones con los

indígenas cercanos a la parte norte de la provincia se suspenderían y no volverían a intentarse

hasta mucho después.

4. Los “errores” de Martín Rodríguez en la frontera sur

Mientras eso sucedía en el norte de la campaña, la frontera sur experimentaría un

curso bastante diferente. Hacia 1820, el incentivo dado por la apertura comercial convirtió en

uno de los objetivos prioritarios del gobierno bonaerense la expansión territorial hacia el sur

para incorporar tierras fértiles que permitieran incrementar la exportación de productos

pecuarios174. La misma debería realizarse sobre un espacio ocupado por indígenas pero que,

174 En enero de 1820, el enfrentamiento entre los caudillos de las provincias del Litoral (Entre Ríos y Santa Fe) y Buenos Aires, produjo la caída del gobierno central que intentaba mantener unido a gran parte del ex territorio del Virreinato del Río de la Plata. Como consecuencia de la desaparición de un poder central, se aceleró un proceso de organización autónoma de las provincias que, en algunos casos, llegaron a convertirse en estados provinciales. Sobre el proceso de constitución de estados provinciales ver José Carlos Chiaramonte, “El federalismo Argentino en la

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de manera no oficial, también se hallaba habitado por algunos pobladores criollos habiéndose

creado entre ambos una convivencia basada en la negociación y el consenso. El gran error del

gobernador Martín Rodriguez fue no haber tenido en cuenta esta característica de la relación

interétnica y plantear el contacto desde una indudable posición de fuerza que bien pronto

demostraría su fracaso.

La primera acción del gobierno autónomo provincial con respecto a los asuntos de

frontera sur fue la firma de un pacto de amistad con los jefes indígenas de la zona. En marzo

de 1820, utilizando los buenos oficios del hacendado Francisco Ramos Mejía, se firmó un

tratado en su estancia Miraflores donde “...residían las tribus de Ancalifú, Pichiman, Antonio

Grande y Landao..." Además de éstos la negociación incluyó a otros grupos “pampas” y

“tehuelches” ubicados en el arroyo de Chapaleufu. Si bien este tratado tenía “el objetivo de

cortar de raíz las presentes desavenencias ocurridas entre ambos territorios” reconocía que

“La paz y buena armonía que de tiempo inmemorial ha reinado entre ambos territorios queda

confirmada y ratificada solemnemente sin que los motivos que impulsan esta manifestación

puedan perturbarla en lo sucesivo”. El punto central del acuerdo se encontraba en el articulo 4

que establecía que

“Se declara como línea divisoria de ambas jurisdicciones el terreno que ocupan en esta frontera los hacendados, sin que en adelante pueda ningún habitante de la provincia de Buenos Aires internarse mas al territorio de los indios”175.

Este inicio diplomático dio bien pronto lugar a medidas más agresivas. En

diciembre de 1820 se produjo el malón sobre el pueblo de Salto y como respuesta al ataque, el

gobernador de la provincia, Martín Rodríguez, planeó la que sería la primera de sus tres

expediciones al sur con el objetivo de castigar a los invasores. La decisión de actuar sobre el

sur de la provincia se justificaba en que si bien el gobernador reconocía que Carreras había

sido el autor del ataque, estaba convencido que había recibido la ayuda de parcialidades

indígenas del sur: “Bárbaro, cien veces mas bárbaro y ferino que los salvajes errantes del Sud,

a quienes se ha asociado”176.

Juan Manuel de Rosas haría su primera aparición en escena con respecto a la

política indígena del gobierno durante estos acontecimientos como oficial a cargo de un

primera mitad del siglo XIX.” en: Marcelo Carmagnani, Federalismos Latinoamericanos… y Ciudades, provincias, Estados: Orígenes de la Nación Argentina (1800-1846). Buenos Aires, Ariel. Bs. As., 1997. pp. 81-132. 175 El texto completo del tratado se encuentra en Levaggi, Abelardo: Paz en la frontera…. 176 Gaceta 6 de diciembre de 1820, subrayado nuestro.

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cuerpo de milicianos del sur de la provincia. Desde muy temprano, Rosas expresaría su

oposición a la expedición de Rodríguez hacia el sur de la provincia donde, a su entender,

vivían grupos indígenas que no habían tenido nada que ver con las acciones de Salto y con

quienes era fundamental mantener relaciones cordiales si se quería llevar a adelante la política

de avance territorial. Según el estanciero

“He hecho seguir muy lejos el rastro de los indios y por los rumbos que conozco me afirmo en que no son pampas y si ranqueles los que han invadido y robado nuestras fronteras. Por ello es que clamo al cielo por que nuestras operaciones militares no alcancen a ofender a los pampas a quienes debemos buscar por amigos y protegerlos como tales”177

Sin embargo el gobernador prosiguió con su plan. El ejército que componía la

expedición de Rodríguez estaba organizado en dos divisiones. La división del norte, bajo el

mando general del coronel Hortiguera incluía importantes contingentes de fuerzas milicianas

comandadas por Lamadrid y Rosas. Esta división, que debía actuar sobre la Laguna de los

Huesos tuvo una escasa acción debido a las deserciones producidas que redujeron

notablemente la dotación militar178. La división del sur, dirigida por el mismo Rodríguez se

componía de más de 2600 efectivos regulares y milicianos.

Un relato detallado de los acontecimientos producidos alrededor de la acción de

esta división permitirá conocer los errores de una política estatal que desconocía la base de

negociación que fundaba la relación interétnica. La división sur se acercó a la frontera por la

zona de Kaquel Huincul e intentó captar a los caciques localizados en la zona apelando a la

ayuda del vecino Pablo Pérez que era conocido de los indios. Cabe preguntarse cuál habra

sido la impresión que tuvieron los indios pampas al ver llegar a sus tierras un ejercito de más

de 1000 efectivos cuando, según el tratado firmado pocos meses atrás ese territorio no

volvería a ser cruzado por pobladores de la provincia. La estrategia de Rodríguez fue, en todo

aspecto, equivocada. Ante la primer desconfianza de los indios por esta demostración de

fuerza, el gobernador no solo no interrumpió su marcha hacia el sur sino que llegando al

arroyo Chapaleufu, como los indios no habían enviado embajadores para recibirlo y

sospechando algún plan por parte de éstos, resolvió “dar un albazo sobre la primera toldería”

de la que obtuvo “haciendas, compuestas de caballada, yeguada, ganado bacuno y lanas,

algunos indiezuelos y chinas que no pudieron fugar”. No satisfecho con esta prueba de fuerza

177 Citado en Política… Tomo III, p. 350. A pesar de esta categórica afirmación, distintas comunicaciones al gobierno de Buenos Aires dejan entrever la posibilidad de que la influencia de Carreras efectivamente pudiera haber llegado al sur de la provincia. De todos modos, los autores reales del malon a Salto no debían buscarse entre los grupos indigenas que habitaban esa región. 178 Politica seguida … , Tomo III, p. 354

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sobre los caciques fronterizos de quienes esperaba obtener ayuda en su expedición, volvió a

enfrentarse con los jefes Ancafilú y Anepan179.

Luego de estas escaramuzas, los caciques agredidos se acercaron a Rodríguez

prometiéndole su ayuda en la expedición. Para sellar la amistad le solicitaron al gobernador

que les devolviera las familias y ganado que les habían tomado en su ataque a las tolderías.

Esta actitud de los caciques fue interpretada erróneamente por Rodríguez. El militar

consideraba que la expresión de fuerza llevada a cabo había logrado quebrar la resistencia de

estos grupos e informaba al gobierno sustituto que en virtud de ello había captado la amistad

de estos caciques luego de haberles devuelto el ganado y los cautivos apresados en el ataque a

las tolderías. Rodríguez no alcanzaba a entender que el acercamiento de los indios tenía el

objetivo concreto de recuperar sus familias apresadas. En otra comunicación del 10 de enero,

luego de estos episodios, sus expresiones agregan mayor confusión sobre su actuación. En

ella informaba que

“Los expresados cuatro casiques [Ancafilu, Anepan, Pichiloncoy y Catriel] quedan reuniendo sus parcialidades y dentro de tres días marcharé ya en reunión con ellos contra los Ranqueles que fueron los invasores de nuestra provincia”180.

Es probable entonces que Rodríguez nunca hubiera dudado que habían sido los

ranqueles los que unidos a Carrera habían perpetrado la incursión sobre Salto pero que

esperaba que este uso de la fuerza lograra captar la ayuda de los caciques “pampas” para

integrarlos a la expedición.

El final de la misma reflejó el error de cálculo de Rodríguez. En lugar de

efectivizar la ayuda que habían prometido, los caciques pampas atacaron a las fuerzas

provinciales una vez que consiguieron su objetivo de recuperar cautivos y ganado. Este

incidente decidió el regreso de la fuerza expedicionaria hacia Kaquel Huincul. El resultado de

la campaña había sido desalentador para el gobernador ya que no solo no había podido atacar

179 Ibidem. 180 Gaceta de Buenos Aires, 24 de enero de 1821, subrayado nuestro. Resulta llamativo el poco espacio que los periódicos de la ciudad le otorgaban al tema de la frontera y el desconocimiento que evidenciaban en general sobre la situación de la campaña. Para citar un ejemplo muy representativo de este estado, en su edición del 9 de julio el Argos, comentaba el proyecto del gobierno por extender la frontera, tema al que considera necesario dedicar algunas lineas “cuando tome conocimiento del numero de fuertes existentes, distancia entre ellos y de allí a la capital, población, situación local…”. Y para informarse sobre estos puntos solicitaba a los lectores que acercaran información a la imprenta. En el mismo diario no se hizo en todo el año 1821 ninguna mención sobre la expedición de Rodriguez.

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a los autores del malón de Salto sino que había creando una gran desconfianza entre los

caciques con quienes había firmado hacía poco el tratado de Miraflores181.

Para culminar con esta serie de desaciertos, Rodríguez decidió castigar lo que

consideraba una traición de los indios que no habían llegado a incorporarse a su expedición,

centrando su ofensiva sobre aquellos que vivían en la estancia Miraflores y apresando a

Ramos Mejía a quien consideraba culpable, al menos, de encubrirlos. El capataz de la

estancia, José Luis Molina, escapó con algunos indios y logró convocar una fuerza de 1500

lanzas con las que atacó el destacamento de Kaquel Huincul. Esta acción contra un hacendado

del sur del Salado debe entenderse dentro de los esfuerzos del estado provincial por extender

y consolidar su poder sobre un espacio nuevo. Dentro de esta política y en relación con el

proyecto de expansión territorial, uno de los puntos fundamentales era lograr la centralización

de las relaciones diplomáticas con los indios en la figura impersonal del gobierno. Esto

implicaba quitar de manos de los particulares las alianzas o acuerdos potencialmente

peligrosas a los que habían arribado con algunos grupos indígenas182. Pero, asimismo, la

necesidad de recurrir a esos mismos personajes como “interlocutores válidos” para iniciar el

contacto diplomático creaba una situación ambigua y la prisión de Ramos Mejía había sido un

claro ejemplo de ello.

Pocos meses después, en un intento por recomponer las relaciones, el cacique

Cayupilqui, por sí y en representación de otros jefes “pampas”, se acercó al gobierno

solicitando que se reiniciaran negociaciones de paz para lo cual se ofrecía a acompañar a la

comisión hasta el sitio del parlamento. Se encomendó la dirección de la misma al coronel

Pedro Andrés García quien podía acreditar un gran conocimiento de la situación de la

campaña. La expedición se compuso de apenas unos 30 soldados, 14 indios y dos interpretes

y se extendió del 6 de marzo al 1 de junio de 1822183.

181 Si bien la expedición de Rodríguez había representado una flagrante violación del tratado de Miraflores, el episodio no significó un quiebre absoluto de las relaciones pacíficas con los indígenas del sur. Una resolución de la Junta de Representantes de fecha 28 de febrero de 1821 hacía lugar a la denuncia de D. Domingo Lamadrid de un terreno al sur del Río Salado recomendando que el denunciante observara “los tratados del mismo gobierno con los caciques infieles en el campo de Miraflores a 7 de marzo del presente año”. Gaceta de Buenos Aires 7 de marzo de 1821. 182 Ver S Ratto, "Relaciones interétnicas…” 183 Pedro Andrés García, “Diario de la expedición de 1822 …”

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En realidad la misión de García parece no haber tenido la intención de lograr

verdaderamente un acuerdo con los caciques. En varios pasajes de su diario presentado al

gobierno un año luego de finalizada la comisión, el coronel expresaba que

“la única ventaja que se propuso la Comisión, y aun el Gobierno, [era] reconocer sus intenciones [de los indios], sus fuerzas físicas, sus campañas, la población de las diferentes tribus, la estadística en general y su industria, con menos dudas y obscuridad que la que hasta aquí teníamos: convencida la Comisión de que una fuerza imponente o medidas correspondientes podrían hacer que abatiese el orgullo con que se creían sobrepuestos a las nuestras”184

El 27 de abril se produjo la reunión con caciques “pampas” y “huilliches”185.

Entre los primeros se menciona a Lincon, Avouné, Anepan, Pichiloncoy, Cachul y Catriel;

entre los segundos a los jefes Niguiñile, Quinfoló y Pichincurá. En ella se conferenció acerca

de los puntos que, para los indígenas, eran esenciales para llegar a un acuerdo de paces: la

ocupación de la tierra, el rescate de cautivos y el intercambio comercial. En el primero de los

puntos los caciques reclamaban la devolución de las tierras ocupadas, exigencia que García no

pudo resolver por lo que se comprometió a elevar la preocupación al gobierno. El encuentro

con los “ranqueles”, realizado unos días después, presentó un clima de mayor conflictividad.

El análisis de García sobre esta reunión fue que

“no queda pues duda que será efímero cualquier esfuerzo que se haga para entablar paces y pactos de amistad [con los ranqueles]; lo que debe convencernos de la necesidad de poner en planta todos nuestros recursos para castigar su audacia y refrenar su osadía: de lo contrario estaremos sufriendo insultos con impunidad que no harán mas que aumentar su desenfreno...”186.

A poco de retirarse García, comenzó a sentirse en toda la campaña la presión de

los grupos indígenas. Los ataques en el sur se centraron en las estancias de los partidos de

Monsalvo y Montes Grandes. En el norte, los malones se sintieron sobre la frontera de Santa

Fe y las estancias de Pergamino y Rojas. Estas incursiones habían sido protagonizadas, según

las noticias de los periódicos, por indios “chilenos” que respondían al cacique Toriano y por

soldados españoles.

A partir de ahora comienza a haber un mayor interés por identificar a los

“chilenos” con el nombre de los caciques. Precisamente el nombre de Toriano permite

184 Pedro Andrés García, “Diario…”, p. 136. 185 Huilliches es utilizado en la fuente como equivalente al castellano "sureños" por lo que luego se confunde con “tehuelches”. 186 Pedro Andrés García, “Diario…”, p. 150.

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referenciar estas incursiones como un desarrollo de la Guerra a Muerte187 en la región

pampeana. La confrontación entre realistas y patriotas en Chile tuvo como característica más

remarcable el hecho de que ambas filas sumaron el apoyo de parcialidades indígenas. La

participación de las mismas en estos enfrentamientos no debe reducirse al simple hecho de

una alianza coyuntural donde lo que se ponía en juego era la mera obtención de recursos

producto de los encuentros bélicos. La decisión de sumarse a uno u otro bando formaba parte

de una estrategia mayor. En efecto, la desaparición de los mecanismos de pacificación

implementados por la Corona española en el reino de Chile a través, entre otras instituciones,

de los parlamentos, hizo resurgir a primer plano los conflictos intertribales que caracterizaban

a las sociedades segmentarias del área pan araucana. Estos conflictos derivaban del objetivo

de algunos grupos por obtener una posición hegemónica que les permitiera subyugar a otras

parcialidades188.

En el parte mencionado se hacía referencia a la presencia en las pampas del

cacique Toriano. Este jefe indígena se hallaba enfrentado al cacique Luis Melipán en torno al

objetivo de dominar el espacio cordillerano y extracordillerano en la región cercana al paso de

Villarrica. Para dirimir este conflicto, ambos caciques habían resuelto su participación en la

Guerra a Muerte a favor de los realistas y patriotas respectivamente189. Entre los primeros se

hallaban los hermanos Pincheira que debieron abandonar el territorio chileno y pasar a las

pampas para escapar de la persecución de que eran objeto por parte de las tropas patriotas190.

Volviendo al curso de la política de fronteras, a su regreso de la expedición a la

Sierra de la Ventana, García presentó el informe de su viaje en el que proponía el avance

territorial mas allá del Salado asentando nuevos fuertes en las sierras de Tandil y de Volcán.

El informe decidió al gobierno a llevar adelante una nueva expedición que concretara el

establecimiento de un fuerte de avanzada en la frontera sur. En esta ocasión se firmó el

Tratado de Unión contra los Bárbaros con la provincia de Santa Fe para realizar la campaña

de manera conjunta. Por ese acuerdo Santa Fe ponía a disposición una división de 800

187 Con este término se conoció el proceso de la guerra independentista en el reino de Chile y fue acuñado por el historiador chileno Vicuña Mackenna. 188 Para un desarrollo de este planteo ver Villar y Jimenez. “Yo mando en este campo. Conflictos inter-tribales en los Andes meridionales y pampas durante los años de la Guerra a Muerte”, en Susana Bandieri Cruzando la cordillera…, p. 101-116. 189 Ibidem 190 Sobre el accionar de los hermanos realistas Pincheria en el reino de Chile y su proyección en el área pampeana ver Ana M. Contador, Los Pincheira. Un caso de bandidaje social. Chile 1817-1832, Santiago de Chile, Bravo y Allende Editores, 1999 y Varela, G y Manara, C, "Particularidades ….

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hombres, pagados por la tesorería de Buenos Aires la que además proveería de dinero para

caballos de monta, raciones y gastos menores191. La segunda expedición de Rodríguez se

realizó entre marzo y julio de 1823 y volvió a repetir un esquema en donde se intentó captar a

los indios pampas de la región mediante demostraciones de fuerza. El resultado, de igual

manera que en la expedición anterior, fue incrementar la hostilidad de algunos de estos

grupos192.

La nueva guarnición se denominó Fuerte Independencia. Su carácter de avanzada

en un territorio aún escasamente poblado llevó a que en sus inicios dependiera en gran parte

para su subsistencia del comercio de ganado con los indios. El gobernador era conciente de

ello y escribía preocupado al ministro de guerra desde el campamento en el Arroyo Chico que

temía que los indios aliados se pusieran de acuerdo y retiraran sus haciendas y familias lo que

"haría escasear de víveres al ejército". La argumentación de Rodríguez es muy clara en

reflejar algo que ya se ha mencionado pero que vale la pena remarcar: a pesar del conflicto

creciente entre las dos poblaciónes, el contacto interétnico, al menos en su faz comercial, se

mantenía aún en la zona de tensión más clara como era el nuevo asentamiento militar.

El temor de Rodríguez ante la posibilidad de que los recursos de ganado

escasearan no derivó en el mantenimiento de una relación diplomática con los indios. A poco

de instalado el fuerte, los caciques Lincon, Cayupilqui y Pichiloncoy enviaron a sus chasques

para concertar un parlamento con Rodríguez. Al igual que en la primera expedición, luego de

una negociación de paz, en este caso la misión de García, los caciques no solo no habían

obtenido una respuesta del gobierno, sino que en los hechos se proseguía con la ocupación del

espacio y esta vez, mediante la instalación de una guarnición militar. El intento de parlamento

no llegó a concretarse. Los caciques pidieron el envío de rehenes para iniciar las

negociaciones pero éstos fueron asesinados antes de llegar a las tolderías193.

La instalación de Tandil provocó una fuerte reacción por parte de algunos grupos

indígenas. Los jefes mencionados, dejando de lado su actitud negociadora, pasaron

directamente a una posición de confrontación y desde el mes de julio comenzaron a hostigar a

191 Ratto, S y S. Tedeschi, “Política, Instituciones y relaciones interétnicas en la frontera. Un estudio comparativo entre Buenos Aires y Santa Fe en la primera mitad del siglo XIX”. Mimeo, 2003. Sumas importantes en metálico por acuerdos ad hoc se sucedieron entre 1827 y 1828 de Buenos Aires a Santa Fe como también entrega de vestuarios y armas destinados a las guarniciones de la frontera compartida. 192 Martín Rodriguez, Diario de la expedición al desierto. Buenos Aires, Editorial Sudestada, 1969 193 Diario… p. 64-65.

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las fuerzas del destacamento194. En el que sería el primero de una serie de ataques, una partida

de 200 indios entre los que se encontraba el cacique Ancafilú se apoderó de unos 700

caballos. Los caballos que no habían podido ser llevados “fueron chuceados y desjarretados

sobre un trayecto de ocho leguas”.

5. La campaña desvastada195

Entre los años 1823 y 1825 la conflictividad fronteriza alcanzó un nivel sin

precedentes; el estado de alarma llegó a tal punto que constantemente circulaban por la

campaña rumores de invasión que con frecuencia no pasaban a acciones concretas196. Las

incursiones indígenas siguieron un ritmo estacional, incrementándose a partir de la primavera.

Los primeros ataques indígenas que iniciaron esta etapa de conflictividad comenzaron a

sentirse con fuerza en la primavera de 1823 y cubrieron un arco que se extendía desde

Chascomús hasta la Guardia de Luján. El recientemente creado fuerte Independencia cumplía

la función de avanzada de un territorio al que debía proteger. Sin embargo, la facilidad con

que las partidas indígenas llegaban a localidades como Ranchos, Monte y Lobos, ubicadas

varias leguas a la retaguardia del fuerte, reflejarían que el espacio entre el nuevo destacamento

militar y el curso del Salado aún no se hallaba suficientemente protegido.

En este contexto de inseguridad se decidió realizar una nueva expedición ofensiva

hacia el sur. La tercera y última expedición comandada por Martín Rodríguez se extendió

desde enero hasta junio de 1824. El ejercito, que totalizaba unos 3000 efectivos, contó entre

sus integrantes en calidad de baqueanos, a personajes que ocuparían un lugar importante en la

194 Rodriguez abandonó el fuerte en el mes de julio que quedó bajo la protección de 200 infantes y 100 soldados blandengues. 195 Los datos para reconstruir los ataques sobre la frontera fueron tomados fundamentalmente de los partes de batalla publicados en la prensa. Este tipo de fuentes debe ser analizada con ciertos recaudos debido a las probables tergiversaciones de sus autores interesados en destacar la herioca conducta de los militares y desmerecer la verdadera envergadura de los ataques indígenas. En este sentido vale la pena transcibir la consideración que estos partes oficiales le merecían al coronel miliciano Prudencio Arnold que prestó servicios en la frontera desde 1826. Según el oficial, estos documentos “daban cuenta de haber batido a los indios despues de una marcha precipitada de 30 leguas cuando en verdad sólo fue de 3 ó 4 leguas, de haberles quitado dos mil y tantos animales, vacunos y yeguarizos, diez caballos ensillados y quince indios muertos… cuando, en realidad, sólo han tomado a los invasores ciento y tantos animales de los primeros, tres caballos ensillados, habiendo muerto al acaso un indio”. Si esta reflexión es sugerente lo es mucho más la forma en que, según Arnold, estos partes tomaban estado público mediante su publicación en los periódicos. “Luego de las oficinas del Ministerio de la Guerra donde siempre se cuenta con un amigo, el famoso parte con sus formas ampulosas redondeadas en el mismo Ministerio va a la prensa, donde otro amigo lo precede de frases encomiásticas al valor y a la pericia”. Prudencio Arnold, Un soldado argentino. Buenos Aires, Eudeba, 1970, p. 93-94. 196 Ver Cuadro 1.

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campaña en la década siguiente: Ventura Miñana, “Pancho” Sosa y el chileno Miranda197. La

expedición tenía el objetivo de contener las incursiones indígenas; sin embargo llevaba como

propósito adicional continuar con el avance territorial mediante la instalación de una

población en la zona de Bahía Blanca. De manera que, ignorando los motivos de la

agresividad indígena, profundizaba el plan de ocupación del espacio que había provocado la

conflictividad.

El proyecto de formar un pueblo en Bahía Blanca había comenzado en 1823

cuando el gobierno convino con el ingeniero Martiniano Chilavert la exploración de la zona.

Siguiendo con esta idea, al año siguiente se firmó otro contrato con Vicente Casares para que

explorara las costas entre el cabo San Antonio y la Bahía Blanca. El 20 de abril la vanguardia

expedicionaria comandada por el general Rondeau se reunió con los comisionados Chilavert y

Lemoine que habían desembarcado en la costa del arroyo Parejas, unas leguas al norte de la

Bahía Blanca confundiendo esa zona con la reconocida previamente. Lo inhóspito del lugar

llevó a Rodríguez a ordenar el regreso de los comisionados y cancelar la fundación198. El

establecimiento del fuerte debió esperar cuatro años más199.

Paralelamente a estas acciones, Rodríguez comenzaba sus primeros contactos con

los grupos indígenas. El primer encuentro reprodujo en términos generales lo ocurrido en la

expedición anterior: la imposibilidad de llegar a un acuerdo sobre el lugar y la forma de

197 Ventura Miñana sería un vecino importante del pueblo de Azul ocupando un lugar de jerarquía dentro de la milicia del partido. Francisco Sosa fue jefe del regimiento de blandengues en el fuerte de Bahía Blanca y se convirtió en un importante interlocutor de algunos jefes boroganos que arribaron a las pampas a mediados de la decada de 1820. Finalmente Miranda fue destacado por Rosas a las tolderías boroganas de Salinas Grandes donde cumplió tareas diplomáticas entre estos indios. El relato de la tercera expedición de Rodriguez se encuentra en los “Fragmentos póstumos” de Manuel Pueyrredon, publicados en Revista de Buenos Aires. Vol. 12. Buenos Aires, 1867. 198 El desarrollo de este primer intento de instalación de un fuerte en Bahía Blanca es bastante confuso. El informe de reconocimiento realizado por la comisión mencionada fue elevado al gobierno en febrero de 1824 y apoyaba fuertemente la instalación de un fuerte en la zona. En virtud del mismo el gobierno decidió el envío de una expedición encargada de los trabajos de construcción de las instalaciones; sin embargo, enviada la expedición y luego de iniciados las tareas de construcción, se recibió orden del gobierno de que la comisión regresara y cancelara el proyecto. Chilavert dejó un testimonio en que expresaba su oposición a la cancelación. Dice que “... como se ha dicho a VE que no existe la Bahia Blanca o mas bien que se limitaba a un pequeño arroyo incluyo a VE los certificados de dos capitanes nauticos que han estado en ella y el de don Vicente Casares como inteligentes en el particular: ellos podran hacer ver que hay un magnifico y dilatado puerto en la Bahia Blanca y distinto del arroyo Pareja a los que sin haberlo visto se han atrevido a negarlo...”. En definitiva el proyecto de Casares no llegó a buen término AGN,X, 13.4.5 199 A pesar de fracaso de la expedición sus integrantes aprovecharon la oportunidad para realizar lucrativas transacciones comerciales con los indígenas de la zona y para obtener tierras en la zona. En marzo de 1824 uno de sus integrantes, Jose Valentín García, solicitaba en enfiteusis y en reconocimiento de sus servicios, una extensión “de 10 suertes de estancia hacia el este de la bahía blanca cuyo arranque sea el arroyo Sauce Grande”. El gobierno se lo otorgó junto con la preferencia a la compra cuando el gobierno decretara la venta de las tierras. En las actuaciones de García se hacía mención a un otorgamiento similar hecho a Vicente Casares. AGN,X,13.4.5

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concretar un parlamento. Esta vez, la actitud de los indios fue más firme ya que no aceptaron

las condiciones que el gobernador intentó imponer y si bien se retiraron del centro de la

escena se mantuvieron durante el transcurso de la expedición en gran numero (unos 400

hombres de pelea) a la vista de las tropas, sin presentar batalla frontal sino “guerrillas todos

los días, porque ya no nos dejaron de seguir, rodear e incendiar los campos ni un

momento”200.

El resultado de esta expedición no había podido ser peor: el asentamiento de una

población en la Bahía Blanca había fracasado y los indios habían hostigado constantemente a

los expedicionarios sin llegarse a un enfrentamiento frontal ni a un inicio de negociación.

Como si estas adversidades no hubieran sido suficientes, la inclemencia del tiempo

incrementó la sensación de fracaso. Manuel Pueyrredón, señalaba que “la retirada se hizo en

los meses de junio y julio… el invierno se presentaba con un carácter cruel y riguroso. Jamás

he esperimentado tanto frío como en esas pampas desiertas, ni aún en los páramos de las

cordilleras”. Al rigor del clima que produjo varios decesos entre los soldados (“todos los días

morían tres, cuatro y hubo alguno de siete”), se sumó la extrema escasez de alimentos y aún

de leña para hacer fogatas201.

Mientras la expedición se desarrollaba en el sector sur de la provincia, la frontera

norte se vio constantemente agredida por ataques indígenas. En enero de 1824, el gobernador

de Santa Fe, Estanislao López, se comprometió a localizar en la frontera compartida entre

ambas provincias una dotación de 200 soldados. La medida se produjo luego de un ataque

sufrido en Pergamino202. A pesar de estas prevenciones, en marzo se registró una nueva

incursión sobre los campos inmediatos a Areco que venció a las fuerzas de López en el

Arroyo del Medio203. La inseguridad de este sector de la campaña llevó a una reorganización

de las fuerzas militares. En Pergamino se ubicó un piquete de los regimientos milicianos 4 y 6

200 Pueyrredon, “Fragmentos…” p. 56 201 En el escrito de Pueyrredon, puede leerse la idea totalmente desproporcionada que tenía Rodriguez sobre el objetivo de la campaña. Según Pueyrredon “Los indios se habían retirado hacia el Sud, con motivo de las derrotas sufridas en los años anteriores. Era pues preciso arrojarlos al otro lado del Rio Negro, para lo cual, despues de fundada Bahía Blanca, dejando aquel punto fortificado, avanzaría el Ejercito hasta el Rincon del Colorado, donde haria cuarteles de invierno y despues de reponer las caballadas, abriría nuevamente la campaña en el año 25 y si era posible, luego de limpiarla de indios trataria de establecer fuertes en el Rio Negro”.Resulta por lo tanto muy llamativa la evaluación que realizó más adelante con respecto al resultado de la expedición militar “Los indios, que hasta entonces estaban contenidos, porque el general Rodriguez no les daba descanso, volvieron a las invasiones con un furor tal que si no vinieron hasta la capital era porque no tenian que buscar en ella”. 202 Argos 24 de enero de 1824 203 Argos 17 y 20 marzo de 1824

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de campaña; en la Guardia de Lujan, una partida de húsares con 2 piezas de artillería y en

Areco otro piquete miliciano de los regimientos 2 y 3 de campaña. Con esta reorganización,

las fuerzas destinadas al norte de la provincia totalizaban 203 húsares, 17 artilleros y 310

milicianos204.

Si esta concentración de tropas llevó cierta tranquilidad a los pobladores de las

áreas más fronterizas, la sensación de inseguridad y desamparo se trasladó a aquellos partidos

que, aún cuando estaban más resguardados de los ataques, eran los que habían aportado sus

contingentes de milicianos. En estos partidos, la reacción de la población se expresó en el

abandono de las explotaciones rurales y el retiro hacia los centros poblados. Así, en agosto de

1824, el comandante militar de San Nicolás, Cipriano Zeballos, informaba al gobierno que el

estado de alarma en que se encontraba el pueblo había llevado a la concentración de los

pobladores en el pueblo. De todos modos, para Zeballos, este repliegue no garantizaba la

seguridad de los habitantes ya que se hallaban prácticamente sin dotación miliciana debido a

que las divisiones correspondientes al partido había sido movilizadas desde hacía 6 meses

hacia Pergamino para evitar el ingreso de partidas indígenas205.

Poco antes de culminar la expedición de Rodríguez, los ataques indígenas

volvieron a impactar fuertemente sobre el sector sur de la campaña. En junio de 1824, algunas

partidas atacaron las poblaciónes de Lobos y Monte provocando un importante éxodo de

población206. Las expresiones del alcalde de Lobos en referencia al ataque sufrido en junio de

1824 son verdaderamente elocuentes. Carlos Wright, informaba al comisario de Lujan,

Francisco Sempol, que

"los indios los han dejado en un estado deplorable en su invasión del 3 de junio en que entraron tan sutilmente que cuando fueron sentidos estaban a media legua de distancia del pueblo robando las haciendas y llevandose cautivos, cuyo numero calculado por bajo excede de 300. Vale decir a Ud. que a no haber sido el haber tirado yo 2 cañonazos los cuales les hicieron retirar hubieramos perecido todos que vinieron hasta las quintas del pueblo de cuyas inmediaciones llevaron varias cautivas. El número de los vecinos muertos

204 Argos 24 de marzo de 1824 205 AGN,VII, legajo 1041, colección Biedma. 206 Según Rosas, que se hallaba en la estancia San Martín, ubicada en el partido de Cañuelas "el camino está lleno de familias que se retiran”. Además de este fenómeno de despoblación momentánea, los malones provocaban una crisis de mortalidad que afectaba el crecimiento regular de la población. Ver José Mateo, Población, parentesco y red social en la frontera. Lobos (Provincia de Buenos Aires) en el siglo XIX. UNMar del Plata, 2001.

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pasa de 40 los que se han hallado y en fin nos han dejado en un estado que no se halla un caballo ni una vaca…"207.

La reacción de las autoridades de campaña repetía, ante cada ataque, el mismo

esquema: se convocaba con urgencia a cuerpos milicianos para salir en persecución del

enemigo y rápidamente se abandonaba la misma por la escasez de armamentos y cabalgaduras

que condenaba de antemano al fracaso la posibilidad de obtener algún resultado positivo. Este

tipo de relatos se reproducían constantemente en los informes de los militares de la campaña y

no dejaba lugar a dudas sobre la sensación de inseguridad que reinaba en ella. En efecto, esta

documentación arroja una imagen de permanente hostigamiento por parte de las guerrillas

indígenas y una igualmente constante imposibilidad por parte de las fuerzas provinciales por

contener y hacer frente a estas agresiones.

La dificultad por resistir los malones derivaba del tipo de táctica bélica indígena

que consistía en la reunión y separación constante de los grupos, en el abandono del ganado

para evitar enfrentamientos y en la internación en territorio pampeano desconocido para las

fuerzas provinciales que rápidamente hallaban un límite en su persecución por el agotamiento

de las cabalgaduras. Un experto conocedor en las prácticas guerreras indígenas, el coronel

Prudencio Arnold describía de esta manera las acciones de los nativos:

“Los indios marchan siempre apresuradamente, dejando en el camino todo animal que se cansa… en caso de ser atacados largan una punta de animales para interrumpir la acción del enemigo que se entretiene en seguirla. Luego lanzan otra fracción de hacienda mezclando en ella algunos caballos orejanos y ensillados algunos de ellos. Con este sistema consiguen desmoralizar a sus perseguidores que, entretenidos en tomar esos trozos de hacienda, olvidan que los invasores le adelantan distancia, para escapar con el resto del botín” 208

La escasez de caballos para emprender una larga persecución hacía

frecuentemente infructuosos los esfuerzos de la milicia para enfrentar a los invasores. En

efecto, la disponibilidad de caballadas era un aspecto esencial para el éxito en la persecución

de los invasores. Así, en el ataque de septiembre de 1823 a los pueblos de Lujan y Areco las

fuerzas provinciales, formada en gran parte por milicianos, fueron derrotadas en la Laguna

Sucia. El coronel Saubidet justificaba su derrota en el hecho de que, a pesar de contar con una

207 En Areco el informe del comisario de Policía reproducía las expresiones similares; en octubre del mismo año caracterizaba de "formidable el destrozo hecho por los barbaros en el partido tanto en los habitantes como en las haciendas".en AGN,VII, legajo 1041. 208 Prudencio Arnold, Un soldado…, p. 86-87.

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fuerza apreciable y tener a la vista a los indios, había carecido de caballos para hacer la

persecución209.

Un ejemplo del tipo de incursión llevada a cabo por los indígenas se encuentra

claramente descripto en el desarrollo de la entrada anteriormente mencionada. Un grupo de

indios “pampas” y criollos capitaneados por el ex capataz de Miraflores, José Luis Molina,

atacó los establecimientos de la zona del arroyo Chapaleufú. A su retirada el grupo atacante se

separó en dos partidas que se dirigieron una al sur, hacia el destacamento de Kaquel Huincul

donde a fines de octubre saquearon varias estancias. La segunda contaba con unos 200 indios

y atacó las estancias ubicadas entre Areco y la Guardia de Lujan. Con el ganado que lograron

tomar, los indios siguieron por la costa de las Saladas y se unieron a otra partida que los

esperaba en la “chacra de Molina”210. La reunión de ambos grupos alcanzó a 500 hombres que

se dirigieron al Bragado en donde volvieron a separarse en dos divisiones, que atacaron por

las Saladas y por Palantelen. Los partes que registraron estas diferentes acciones mencionan

algunos encuentros con distintas partidas de indios que se tradujeron en escaramuzas en las

que solo se logró recuperar una parte del ganado sin que se pudiera derrotar definitivamente a

los indios211.

Según los informes dados por una cautiva rescatada, los indios tenían el objetivo

de atacar permanentemente la frontera y "no dar descanso a los cristianos hasta reducirlos al

último grado de pobreza". El producto de sus malones, ganado y cautivos lo utilizaban para

intercambiar con otros grupos. Patagones, en particular, era uno de los puntos más utilizados

para comerciar ya que allí cambiaban el ganado por “todos los artículos que necesitan por lo

cual no tienen necesidad de hacer las paces”212.

En un intento por cortar las incursiones indígenas y presionar a estos grupos para

que depusieran su actitud, el gobierno decretó en noviembre de 1824 la prohibición “en todo

el territorio de la provincia el comercio con los salvajes mientras que ellos no adhieran a

alguna transacción o avenimiento”213.

209 AGN,VII, legajo 1041. 210 Este sitio que figura con esa denominación en la fuente no pudo ser localizado. 211 AGN,VII, legajo 1041. 212 Declaración de la cautiva Polonia Ibarra, esposa del hacendado Lorenzo San Roman, que logró llegar a la frontera luego de 8 meses de cautiverio. En AGN,VII, legajo 1041. 213 Registro Oficial de la Provincia de Buenos Aires, en adelante ROPBA, año 1824.

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Esta medida no sería perjudicial solamente para los indígenas. Algunas

poblaciónes fronterizas habían creado una dependencia tan extrema con respecto al comercio

interétnico que se verían seriamente lesionadas de aplicarse dicha prohibición. El fuerte de

Carmen de Patagones se encontraba en una situación muy delicada a este respecto. Fundado

como parte del proyecto borbónico de controlar el espacio colonial y defenderlo de la

amenaza extranjera, el asentamiento debía su supervivencia a una relación pacífica con los

grupos indígenas que lo circundaban214 y, fundamentalmente, del comercio que lograran

sostener con ellos. La prohibición del comercio interétnico en ese punto no sólo implicaba

inconvenientes graves para que los pobladores de Patagones lograran aprovisionarse de los

bienes necesarios para su subsistencia sino que implicaba un riesgo concreto para su

supervivencia en caso de que los indígenas, en represalia por la medida, decidieran atacar el

fuerte. Estas consideraciones llevaron a que un mes más tarde de la promulgación del decreto

mencionado, el gobierno retrocediera en su dictamen y

“habiendo considerado que es indispensable adquirir varios conocimientos que necesita para conciliar el cumplimiento de dicha ley con la seguridad del establecimiento de Patagones ha resuelto que se suspenda su egecucion en aquel destino hasta nueva determinación de la superioridad por bajo el concepto de que el comandante debera continuar observando el decreto del 29 de noviembre de 1821 por el cual se declara prohibido el comercio con los indios de ganado con marcas de los hacendados de la provincia”215.

6. El cambio de estrategia: del enfrentamiento a la negociación

A comienzos del año 1825 las incursiones en la frontera comenzaron a mostrar un

ritmo más calmo. Según el editor del Argos esta circunstancia era producto de las victorias

que se habían obtenido sobre los indios en las últimas incursiones. Esta calma, sin embargo,

fue momentánea y muy pronto dio paso a un ciclo de renovada agresividad sobre los

establecimientos de frontera.

En agosto de 1825, en notas periodísticas y en la correspondencia oficial ya se

hablaba de la presencia de los realistas chilenos Pincheira en las pampas y se alertaba sobre la

posibilidad de que éstos protagonizaran invasiones sobre la provincia de Buenos Aires. En un

214 A pesar de ser una fundación oficial de la Corona, el asentamiento debió recurrir, al igual que los pobladores “espontáneos” del sur del Rio Salado, al “pago” de algun tipo de compensación a los indígenas que habitaban la región por la cesión de las tierras. En efecto, en distintas oportunidades se mencionaba el hecho de que los españoles habían “comprado” a los indios de la zona las tierras donde se estableció el fuerte. Ver Ratto, S “Poblamiento en áreas de frontera”. Mimeo, 2001. 215 Ibidem

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primer momento, la acción de estos grupos se centró en la frontera norte de la provincia

donde, unidos a “ranqueles”, saquearon los poblados mas fronterizos216. Poco después, el

centro de los ataques se trasladó a la frontera sur cayendo no solamente sobre las poblaciónes

criollas sino también sobre otros grupos indígenas. Recordemos que junto a los Pincheira

habían cruzado la cordillera agrupaciones que esperaban extender su dominio sobre este

espacio por lo cual era inevitable su enfrentamiento con grupos locales y otros que, también

procedentes de Chile, tenían los mismos objetivos de dominio extracordillerano.

Luego de la mención señalada en el año 1822 sobre la participación del cacique

Toriano en un ataque a la frontera norte, los partes de batalla no profundizaban sobre la

composición de los malones. En 1825 esto cambia radicalmente y los nombres de oficiales

pertenecientes a los hermanos Pincheira y diversos caciques chilenos recién arribados a las

pampas inundan las noticias procedentes de la frontera. En octubre de dicho año,

comunicaciones de Córdoba informaban que Pincheira, aliado al cacique Victoriano, había

enfrentado a Melipan217. Este enfrentamiento sería el primer episodio de una serie de

conflictos intertribales que derivó en nuevos acercamientos de grupos indígenas a las

autoridades provinciales.

Paralelamente, la declaración de guerra con Brasil, creó el temor de un

desembarco brasileño en la costa patagónica y, en consecuencia el gobierno intentó aplicar un

mayor control sobre la región. Por ese motivo se enviaron distintas comisiones a la zona de

Patagones para obtener información sobre la seguridad y recursos con que contaba el fuerte lo

que mostraba el escaso conocimiento que se tenía hasta ese momento sobre este “lejano

sur”218. Uno de los objetivos de las misiones era captar la amistad de los indígenas de la zona

para evitar que se aliaran a los brasileros en un hipotético desembarco en la región. Para este

punto en particular se encomendó que algún vecino de Carmen de Patagones que tuviera trato

216 El primer ataque que inciaría este nuevo ciclo de agresividad fue realizado en octubre sobre la localidad de Rojas. 217 Argos, 22 de octubre de 1825. 218 Entre estas comisiones, se encomendaba a Vicente Dupuy que averiguara la fuerza existente en el fuerte, el armamento, la caballada y la fuerza necesaria para auxiliar el establecimiento en caso de ataque indígena, “… si la fuerza disponible podra defender las tierras de pan llevar que labra la población y cuanto tiempo podrán subsistir con esa produccion hasta que se los auxilie”. Otra comisión a cargo de José María Reyes debía levantar un croquis de la región e informarse de la cantidad de ganado existente, los establecimientos de saladeros que existían, extensión y calidad del terreno en producción ganadera y agrícola, exportaciones de carnes y cueros y sus dueños. AGN,X,13.8.2

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frecuente con los indígenas realizara una conferencia con los caciques de los alrededores con

el objeto de firmar las paces. Esta comisión fue desempeñada por el vecino Mateo Dupin219.

Pocos meses después, el gobierno firmaría un contrato con los hermanos Fernando

y Ángel de la Oyuela para retomar el proyecto de establecer un pueblo en Bahía Blanca. En

esta ocasión y correspondiendo a un cambio en la mirada del gobierno con respecto al avance

territorial, los comisionados debían tratar de captar la amistad de los caciques de la zona, para

lo cual llevaban distintos obsequios por un valor de 4.000 pesos, según el presupuesto de

gastos que habían realizado los hermanos Oyuela220. La comisión demoró su arribo a ese

punto por desperfectos en una de las naves que debió ser reparada en Patagones de manera

que su llegada a Bahía Blanca recién pudo verificarse varios meses después de su partida221.

Presumiblemente, ante la falta de noticias de estos delegados, en octubre de 1825

el gobierno nombró a Juan Manuel de Rosas, Juan Lavalle y Felipe Senillosa como

integrantes de una nueva comisión que debía encargarse del reconocimiento de los lugares

más apropiados para llevar adelante la expansión de la línea fronteriza. Y en noviembre del

mismo año, Rosas fue nombrado como representante del gobierno para tratar con los caciques

y formalizar con ellos un tratado de paz y amistad222.

Esta superposición de misiones provoca bastante confusión a la hora de intentar

ordenar la situación producida al sur del Salado a fines del año 1825. En la memoria

presentada al gobierno en julio de 1828, Rosas hacía un resumen de su actuación como

comisionado para negociar las paces con los indios del sur. En la misma, el hacendado

mencionaba que, luego del encargo recibido en noviembre por el ministro García, había

219 El diario de viaje realizado por Mateo Dupin con los pormenores de las negociaciones llevadas a cabo con los indígenas de la zona está transcripto en el apéndice documental del libro Villar (ed.) Jiménez & Ratto. Conflicto, poder y justicia …. 220 En el contrato firmado con el gobierno, los Oyuela, considerando que el pago ofrecido por su tarea no era suficiente por los servicios que iban a prestar, se había solicitado permiso para aprovechar el viaje y vender a los indios algunos artículos de consumo. Y adelantándose al éxito de las negociaciones los Oyuela pedían que, en caso de asentarse los indios en las cercanías del fuerte Independencia, se los designara como representantes para conservar las relaciones de comercio y amistad en dicho sitio. La comisión de los Oyuela originó una extensa actuación en donde se denunciaba que más que una expedición diplomática se había tratado de una empresa comercial de los comisionados. Las actuaciones mencionadas se encuentran en AGN,III, 2.10.5 221 A. Levaggi, “Tratados celebrados entre gobiernos argentinos e indios del sur de Buenos Aires, Santa Fe, Córdoba y Cuyo (1810-1852)”, en Revista de Historia del Derecho “Ricardo Levene”, No. 30. Buenos Aires 1995. p. 158. 222 Ibidem

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utilizado como introductores223 para contactarse con los caciques del sur, a los mismos indios

“que tenía en la estancia ´Los Cerrillos´, a quienes he procurado complacer de tal modo que

no se han movido con sus toldos de aquel punto durante la guerra”224. Paralelamente, el

comisionado recibió del gobierno 11 prisioneros indios existentes en la capital para entregar a

los caciques con quienes parlamentaría como señal de buena voluntad. Dicho parlamento fue

sostenido en noviembre de 1825225.

En el mismo, Rosas debió vencer la fuerte resistencia de los caciques a entrar en

negociaciones debido a los engaños que habían sufrido constantemente por parte del gobierno

y particularmente por la exigencia actual de marcar una nueva línea de fronteras más

avanzada. En relación a este punto Rosas criticaba el accionar de la comisión Oyuela que,

según la memoria de 1828, había sido previa al encuentro que estaba relatando. En efecto,

según el comisionado, la mayor resistencia de los caciques a aceptar una nueva línea divisoria

“Concurría a que los comisionados por el gobierno, que anteriormente habían ido a Bahía Blanca, habían ofrecido a los indios demoler la guardia del Tandil y como yo me negaba terminantemente a tal oferta, mis pretensiones parecían tanto menos asequibles, cuanto que esos mismos comisionados habían sido bien recibidos por mis recomendaciones en las que, sin tener conocimiento de las instrucciones que llevaban, aconsejaba a los indios confiaran francamente en lo que les propusieran”226.

Dejando de lado la posible exageración de Rosas acerca de la influencia que

podría haber tenido entre los caciques de la zona, lo cierto es que, a pesar de que la duplicidad

de misiones puso en riesgo la continuación de las negociaciones de paz, éstas pudieron ser

reencausadas y dirigidas a partir de entonces por el nuevo comisionado

Sin embargo, el éxito de esta nueva política que conjugaba avance territorial y

negociaciones pacíficas no tiene una explicación unilateral. La situación en el interior de las

pampas evidenciaba una aceleración del conflicto intertribal que llevaría al acercamiento de

algunas agrupaciones al curso diplomático del gobierno. Este conflicto decidió a los caciques

Negro y Tetrue a acercarse al comandante de Patagones pidiendo auxilio militar para

enfrentar a los chilenos “recién llegados”. En este punto sería una constante en las directivas

del gobierno provincial que se intentara mantener una actitud amistosa con los indígenas

223 Nótese que en este caso se debe recurrir a un “introductor” indio para iniciar las negociaciones lo que afirma la idea de relaciones básicamente personalistas en los encuentros interétnicos. 224 “Memoria que elevó el coronel Rozas al gobierno de Buenos Aires”, en Adolfo Saldías, Historia de la Confederación Argentina. Tomo I. Buenos Aires, Hyspamerica, 1987. p. 357. 225 En AHPBA, Negociacion pacífica con los indios de la Provincia de Buenos Aires 1825-1828. 226 “Memoria…”, p. 357. Negrita nuestra

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aliados pero sin auxiliarlos militarmente ni con la entrega de armas ni con el envío de

soldados. Esta exigencia ponía a los comandantes de los fuertes en una posición muy

delicada: debían mantener una actitud amistosa pero no podían acceder a los pedidos

concretos de auxilio militar por lo que era necesario poner en juego una gran habilidad

diplomática para negar la ayuda sin que eso enemistara a los caciques.

Mientras esto sucedía en el extremo sur de la provincia, en febrero de 1826 la

comisión de reconocimiento de la nueva línea de fronteras entregaba al gobierno su informe

con un proyecto sobre los lugares indicados para realizar el avance territorial. En el mismo se

proponía la formación de tres nuevas guardias que cubrirían los espacios ya poblados al sur

del río Salado. En el noroeste, una guardia ubicada cerca de la laguna Potroso aseguraría los

partidos de Rojas, Salto y Lujan; en el punto intermedio constituido por la laguna Cruz de

Guerra la guarnición que se estableciera cubriría los territorios de Navarro, Lobos, Monte y

Ranchos; el extremo sur, desde Chascomús hasta el fuerte Independencia sería guardado por

un fuerte ubicado cerca de la laguna Curalaufquen227.

El giro que había tomado la política de frontera llevó a Rosas a expresar su

optimismo sobre el éxito de un avance territorial fundado en estas bases en las que incluía la

negociación con los indios fronterizos. Pero consideraba que para que se llegara a tener éxito

en las gestiones se debía centrar en una sola persona el curso de las negociaciones. En una

carta enviada al Ministro de Gobierno, Manuel García, sostenía

"yo creo a los Indios del Sud tratando de buena fe a pesar de que me parece que cuentan con algo mas que sus recursos para hacernos la guerra. La razón que tengo más poderosa para pensar así, es la claridad con que hablan en la fuerte resistencia que hacen a las proposiciones del Gobierno. Si no trataran de buena fe ya hubieran pasado por todo. Si el gobierno no varía de plan. Si por ello uno solo es el que como delegado se entiende con los Yndios yo no dudo que se hagan las paces como las desea el gobierno. …"228

El gobierno acordó con esta propuesta ratificando a Rosas como encargado de las

acciones tendientes a llevar adelante la “negociación pacífica” con los indios. A partir de abril

de 1826, los contactos con los caciques se intensificaron y el curso de la negociación tomó un

ritmo acelerado. Las comunicaciones entre Rosas y el gobierno eran constantes y

generalmente las autoridades acordaban con todas las decisiones y/o sugerencias presentadas

por el comisionado.

227 Política seguida… Tomo II, p. 57. 228 AGN,VII, 1.6.5

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El centro de las negociaciones fue el fuerte Independencia, la avanzada

poblaciónal de la frontera sur, donde comenzaron a realizarse las primeras entrevistas con los

caciques. El comandante del fuerte, Bruno Vázquez, jugó un papel de importancia como

“segundo” de Rosas en el período. En un extenso informe fechado en abril de 1826, éste

relataba al ministro de Gobierno el curso de las negociaciones y presentaba asimismo la

cuenta de gastos que había realizado de su propio bolsillo, en el hospedaje y obsequios de

estas partidas indígenas. Pocos días después el presidente de la república aprobaba las

gestiones realizadas por Rosas, ordenaba el reintegro de los gastos insumidos y le solicitaba

que diseñara un presupuesto de lo que sería necesario utilizar para sostener la relación con los

indios "estando resuelta la presidencia a designar una cantidad fija que debe anualmente

emplearse en obsequios para los Indios"229.

Las nuevas condiciones creadas entre el gobierno y grupos indígenas del sur

llevaron a que también José Luis Molina, el ex capataz del estanciero Ramos Mejía, intentara

un acercamiento con el gobierno. En junio de 1826, Molina se presentó al comandante de

Tandil para pedir el indulto del gobierno. A pesar de que se lo consideraba uno de los

principales promotores de los ataques que se habían producido en la campaña, el 4 de julio el

gobierno nacional

“teniendo en cuenta su presentación voluntaria y deseando dar a los indios esta nueva prueba de la buena fe en que procede le concede el completo indulto autorizándole a radicarse con su familia en el punto de la ciudad o campaña que mas le acomode y se ocupe en lo que más le agrade con la precisa condición de dar cuenta a la policía antes de fijarse en parte alguna del punto en que se radicara y ocupación que piensa emprender y todos los conocimientos y noticias que se le exijan”230.

¿Cuáles habían sido los móviles de Molina para que se decidiera por este

acercamiento? Según el gobierno, fueron las tratativas pacificadoras las que habrían motivado

el cambio de actitud de Molina. Sin embargo, y de igual modo que había sucedido con los

grupos indígenas que se hallaban negociando en Tandil, el arribo de nuevos contingentes

chilenos (indígenas y criollos) y la posibilidad de confrontaciones con los recién llegados, fue

una causa importante para el cambio de opción. De manera que el estado de inseguridad

sumado a la nueva política del gobierno tendiente a negociar paces podría haber decidido a

Molina a intentar esta vía del perdón e indulto231.

229 AHPBA, Negociacion pacífica … 230 Ibidem. 231 En sus memorias Juan Cornell presenta otra interpretación. Según Cornell una invasión realizada por Molina y jefes “pampas” entre los que se encontraban Ancafilu y Pichiman fue derrotada por los escuadrones de Husares y

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Pocos días después de verificado éste, los caciques Tetruel y Chanil alertaron

sobre la posibilidad de ataques por parte de indios chilenos. Las noticias no eran falsas y a

partir de agosto las invasiones a diferentes lugares de la campaña se convirtieron en una

realidad constante produciendo un retorno a las condiciones del periodo 1823-1825 aunque

esta vez los protagonistas de los enfrentamientos fueron otros232. En efecto, los atacantes

fueron fundamentalmente chilenos y oficiales de Pincheira aliados en ocasiones a

“ranqueles”. Si a comienzos del año 1826 las acciones se centraron en el norte de la provincia,

luego se trasladarían al sur de la campaña. Los partidos de Dolores, Chascomús y Monsalvo

fueron los más afectados en estos acontecimientos y en el mes de septiembre los “maloneros”

permanecieron durante más de una semana dentro del territorio sin poder ser expulsados por

las fuerzas provinciales.

Esta situación de extrema inseguridad decidió al gobierno a interrumpir la

comisión pacificadora de indios y retornar a las expediciones punitivas con el objetivo de

repeler estos ataques. El cambio de política del gobierno creó un enfrentamiento momentáneo

con Rosas quien se vio apartado de la escena. Tal vez como una forma de resolver el

conflicto, el gobierno lo invitó a formar parte de una junta de hacendados convocada para

auxiliar en el proyecto de avance territorial233. La respuesta de Rosas no deja lugar a dudas

sobre el impacto que tuvo en el hacendado la suspensión (no formalmente expresada) de sus

funciones y su reemplazo por la vía militar.

En la nota dirigida al gobierno en noviembre de 1826 contestando a la invitación,

Rosas expresaba el error en que había incurrido aquél en modificar el curso de acción

producto de no haber escuchado sus advertencias, ya que “En vano exponía, recordaba,

instava y proponía oficialmente … en vano se aserco [el comisionado] en su carácter al exmo

sor ministro de la guerra en dos ocasiones … todo fue ocioso y el comisionado tuvo el

sentimiento de verse desairado y de conocer que havia ya perdido la confianza y que de echo

se la habria retirado la comisión. desoyendo los de su propia posición al respecto”. Rosas

culpaba al gobierno de no haber tomado las precauciones que él había sugerido y que habían

Dragones; en los enfrentamientos murió el cacique Ancafilu y los indios culparon a Molina del reves. El temor a ser asesinado por ellos habría llevado a Molina a pedir el indulto. Goldwasser y Cansanello (ed), … de los hechos de armas …, p. 38 232 Ver Cuadro 2. 233 Este tema será desarrollado en profundidad en la parte segunda de la tesis.

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permitido que la frontera sur sufriera las ultimas invasiones las que, en su caso particular,

habían llevado al saqueo de “tres pingues establecimientos de su administración” y a que la

necesidad de reclutar milicianos con urgencia para hacer frente a los ataques derivara en

“haver sido llevada la gente [de sus haciendas] por una partida armada; lo que translucido

por la peonada de la hacienda de Los Cerrillos empleada en la labranza de grande

consideración pricipiava a ausentarse”234.

Por todo esto,

Acometido pues el que subscribe con ideas que le recuerdan esa serie de echos funestos a la memoria del que se advierte erido en lo mas vido (¿) de su honor del que ha sido desairado y despreciado entre los azares que acaban de agobiarlo, del que se ve ofendido por desconfianzas… podrá no reusar un nuevo cargo que en los anteriores no ha correspondido o no ha sabido mereser? ¿Seria delicado en su honor si la indiferencia, el silencio y la aceptación se subrogasen a la expresión del sentimiento? ¿Podrá haver confianza ni merecerla quien ha perdido su opinión en el gobierno? ¿Podrá alternar con los buenos hacendados que asta hoy no resivido la menor satisfaccion de sus ofensas? No Excmo. Sor Ministro, la excuzacion franca del infrascripto es fundada y forzosa y no es posible que la resiva mal VE y la resista235.

Suspendida, entonces, la vía diplomática con los indígenas, el coronel Federico

Rauch llevó adelante tres campañas entre octubre de 1826 y febrero de 1827 hacia el territorio

indígena. La primera de ellas contó con José Luis Molina como baqueano de la expedición236.

A fines de 1826 los caciques Negro y Tetruel volvieron a pedir auxilio militar al comandante

de Patagones. Esta vez, el pedido de ayuda tuvo mejor suerte y se resolvió la realización de

una acción conjunta entre las fuerzas provinciales comandadas por el coronel Rauch y

milicias auxiliares de los caciques “tehuelches” Negro, Tetruel y Chanil y los “pampas”

Catriel, Calfiao, Pichiloncoy, Antuan237.

En general se plantea que estas campañas lograron frenar la ofensiva indígena de

años anteriores y permitieron encarar la tan postergada expansión territorial. Uno de los

factores que habría llevado al éxito de las mismas estuvo, según los informes de los

contemporáneos, en que las tropas provinciales atacaron a los indígenas en sus propias

tolderías238. Lo que no se explica en estos planteos es que las tropas pudieron llegar a las

234 AHPBA, Negociación pacífica… 235 Ibidem. 236 La confianza del gobierno con respecto a este integrante no era total ya que se alertaba a Rauch que vigilara el comportamiento de Molina sobre todo cuando las tropas se acercaran a los toldos. 237 Política seguida… Tomo II, p. 73-74. 238 Los partes del coronel Rauch merecen el comentario que Prudencio Arnold hacía sobre este tipo de documentación. En su informe sobre el ataque a las tolderías en Toldos Viejos, Rauch señalaba que había quitado a ls indios 12.000 cabezas de ganado vacuno, de 3 a 4.000 caballos, 60 cautivas grandes y 150 entre chinas y chinitos. El

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tolderías porque, por primera vez, contaron con el auxilio de milicias indígenas. Este hecho

fue de vital importancia ya que refleja un verdadero quiebre de la coalición indígena en

grupos que se aliaron al gobierno y los que permanecieron hostiles. En efecto, en ambos

factores (la desaceleración de los ataques indígenas y la posibilidad de enfrentar a los indios

en sus mismas tolderías) el papel que cumplieron los nuevos aliados no puede dejar de

mencionarse tanto en el sentido de disminuir las fuerzas enemigas como de brindar

conocimientos precisos sobre la ubicación de los lugares de asentamientos de las

parcialidades hostiles.

En enero de 1827, Rosas escribía una carta al ministro de Gobierno, Manuel

García donde, además de insistir en lo que consideraba un curso errado en la política con los

indios se hacía evidente el recelo que sentía al haber perdido el protagonismo en este asunto

"… sentimiento que debe quedarnos al ver que habiendo preparado la tierra y sembrándola el Gobierno de la Provincia con tanta abilidad y acierto y corrido con el cuidado de la sementera asta ver el fruto conseguido y fuera de todo peligro se haya mandado recoger por otro, con desperdicios tan notables que es preciso sentir, sin dejar por esto de confesar la parte recomendable que tiene el Gobierno Nacional y el benemérito Coronel Raus… 239

Sin embargo, poco después, se produjo un nuevo acercamiento entre Rosas y el

gobierno central que le encomendó la tarea de recaudar las donaciones que algunos vecinos

habían realizado para obsequiar a los soldados e indios amigos que habían participado en las

expediciones de Rauch240. Luego de esta actuación, en agosto de 1827, Rosas consultó al

gobierno si aún estaba encargado de las negociaciones ya que había estado obsequiando al

cacique Catriel y su comitiva de 27 indios en su paso por sus establecimientos de Monte y

Matanza y en la ciudad y quería saber si podía disponer de fondos para obtener el reintegro de

ese gasto. De manera inmediata, al día siguiente, recibió una respuesta en donde se le

ratificaba en el cargo "con la mayor satisfacción"241. A partir de entonces la comunicación

volvió a ser fluida y constante y el curso de la política indígena volvió a encausarse

exclusivamente en esta vía.

enfrentamiento había producido más de 200 muertos entre los indios. El ejercito provincial, por el contrario había tenido una sola baja y 30 heridos. 239 AGN,VII, 1.6.5 240 AHPBA, Negociacion pacífica … 241 Ibidem.

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La “negociación pacífica” siguió incrementando sus filas cuando, del otro lado de

la cordillera, llegaron nuevos grupos “chilenos”, esta vez patriotas enviados por el gobierno

para enfrentar a los Pincheira. A fines del año 1827, el gobierno había conseguido la alianza

con algunos grupos indígenas “locales” y con agrupaciones “chilenas” recientemente

arribadas. El papel cumplido por Rosas en estas tareas no pasaría desapercibida para el

gobierno. El hacendado había demostrado tener excelentes relaciones personales con los

caciques que se habían avenido a la paz y contaba con suficientes recursos para adelantar los

gastos que requería el mantenimiento de esta vía diplomática. En este contexto, el plan de

avance territorial fue retomado y concretado durante el gobierno de Manuel Dorrego. Y

teniendo en cuenta la gestión realizada hasta el momento por Rosas, el mismo fue nombrado

Comandante general de campaña y encargado de realizar los preparativos para el

asentamiento de los nuevos fuertes de Federación, 25 de Mayo, Laguna Blanca y Bahía

Blanca a la vez que se mantenía al frente de la Negociación Pacífica. Los fuertes se

construyeron en el transcurso del año 1828 y significaron un incremento considerable del

territorio ocupado. Con esta nueva línea de frontera se buscaba asimismo lograr una

comunicación más segura con el establecimiento más austral de la provincia: el fuerte de

Carmen de Patagones creado a fines del siglo XVIII.

7. La revolución de Lavalle y la sublevación de la campaña. ¿Una rebelión autónoma de los indígenas?

El 1 de diciembre de 1828 una revolución encabezada por Juan Lavalle puso fin al

gobierno, y también a la vida, de Manuel Dorrego. Los motivos del alzamiento llevado a cabo

por las tropas que regresaban de la guerra con Brasil, se encontrarían en el rechazo de los

términos en que se había acordado el fin de las hostilidades y a la oposición política creada en

la ciudad de Buenos Aires por el triunfo del federalismo en las elecciones del año 1828242.

Si la ciudad se mantuvo bastante pasiva ante el hecho, la campaña mostraría bien

pronto una fuerte agitación que derivó en un movimiento armado que mantuvo en vilo la

política provincial hasta mediados del año siguiente. Los momentos centrales de esta

sublevación rural marcan un inicio favorable a Lavalle con la derrota de los federales en

febrero, en el enfrentamiento de Las Palmitas. Sin embargo este revés no doblegaria a las

242 Halperin Donghi, T, De la revolución de indenpendencia a la confederación rosista. Buenos Aires, Paidós, 1985, pág. 261-261 y Ternavasio, M, "Hacia un régimen de unanimidad. Política y elecciones en Buenos Aires, 1828-1850”, en H. Sábato (comp), Ciudadanía política…

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fuerzas federales que siguieron hostilizando distintos puntos de la campaña hasta lograr, a

fines de marzo, una decisiva victoria enVizcacheras donde murió el coronel Rauch uno de los

principales oficiales de Lavalle. El centro de atención pasaría al norte, a la frontera con Santa

Fe, donde se habían concentrado las fuerzas de Rosas y Lopez que, un mes después,

derrotaron al gobernador de facto en Puente de Marquez. A partir de entonces se comenzaría a

plantear la necesidad de lograr un acuerdo de conciliación.

El estudio de este levantamiento rural ha dado origen a diversas interpretaciones.

Una de ellas plantea que el levantamiento había sido una acción de las tropas conformadas por

peones de los estancieros federales que respondían totalmente a Rosas, y a las que se habían

incorporado grupos indígenas que también lo apoyaban fielmente243. Halperin Donghi

propondría una interpretación diferente al dejar entrever cierta autonomía de acción en este

movimiento rural al caracterizarlo como llevado a cabo por “poblaciónes rurales hartas de

guerra”; esta expresión de fuerza para el autor, representaría “un cambio real en el modo de

expresión política que encuentra la campaña”244. En estos movimientos, para Halperín “la

amenaza indígena [fue] no muy real pero constantemente esgrimida por la propaganda

decembrista, que no se cansa de denunciar la presencia de indios entre los alzados de la

campaña”245.

Sobre esta línea interpretativa, Pilar González realizó hace ya más de 20 años un

trabajo muy novedoso en donde el centro del planteo se encontraba precisamente en postular

una acción bastante autónoma tanto de las partidas campesinas como de los grupos indígenas

originada por la conjunción de tensiones estructurales y coyunturales que habrían provocado

esta “cólera rural”246. La autora señala tres momentos diferentes de conflictividad en la

campaña. El primero se habría desarrollado entre diciembre de 1828 y febrero de 1829,

momento en que la derrota de las Palmitas resta importantes dirigentes al movimiento rural

243 Ver, por ejemplo, el análisis que realiza Lynch para quien el levantamiento rural fue una “… incongruente alianza de federales, gauchos, delincuentes e indios [que] no se mantenía unida por intereses sociales … sino por el mismo Rosas, quien era en ultima instancia la autoridad reconocida por todos en distintos grados”. (Lynch, J, Juan Manuel de Rosas…pág. 43-45 244 Halperin Donghi, T, De la revolución de indenpendencia…”, pág. 263. 245 Ibidem, pág. 266. 246 González, Pilar “El levantamiento de 1829: el imaginario social y sus implicaciones políticas en un conflicto rural”, en Anuario IEHS, No. 2. Tandil, 1982. Dentro de las tensiones estructurales la autora menciona la escasez de mano de obra para el ejercito y las actividades agropecuarias, la necesidad de recursos materiales para asegurar la frontera y una política de tierras publicas que derivó en una concentración de tierras en pocas manos. Dentro de las coyunturales se menciona el bloqueo del puerto como consecuencia de la guerra con Brasil y una fuerte seguía que, iniciada en diciembre de 1828 se prolongó hasta el año 1835

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como el sargento Mesa. En esta etapa, para la autora, la vinculación entre las fuerzas de la

campaña y Rosas es muy evidente. Pero, a partir de marzo de 1829 se puede observar “la

proliferación de bandas armadas dirigidas por pequeños caudillos” caracterizadas por “la

relativa autonomía de cada una de estas partidas” en las que participa “una población

relativamente suelta –vecinos, vagos y fascinerosos- para cuya captación cumplen un rol

importante los intermediarios culturales y políticos: los pulperos, los curas y las autoridades

civiles de la campaña”247. Un ultimo momento se localizaría entre el triunfo federal de las

Vizcacheras, en febrero de 1829 hasta julio de ese año cuando algunas de esas partidas se

integraron a las fuerzas de Prudencio Rosas respondiendo de manera directa a las directivas

de Rosas y otras más pequeñas, de no más de 10 hombres, se dedicaron al saqueo

generalizado.

Dentro de este planteo, también la acción indígena cobrará una notable autonomía.

El motivo de estas revueltas se halla, según la autora, en la difícil coyuntura por la que

atravesaba la provincia que habría derivado en la dificultad “para continuar con la política de

subsidios a las tribus amigas”. Este hecho sumado a la sequía que arrasó con el ganado

cimarrón habría llevado a algunos de estos grupos a unirse a agrupaciones enemigas para

llevar a cabo empresas maloneras. Entre aquellas se encontraba la banda de los caciques

aliados a Pincheira. Este trabajo fue muy novedoso para el conocimiento existente en el

momento de su publicación. Y si bien no han surgido investigaciones que hallan cuestionado

el planteo de la autora en lo que respecta a la aparente autonomía de la acción campesina, la

participación independiente de los indios fue matizada por Martha Bechis en un trabajo

reciente. Bechis planteaba que el negocio pacífico se hallaba bastante consolidado, como

hemos visto, habiendo integrado a varios grupos indígenas y que “Este orden de cosas no se

rompe con la revolución ni con la sequía. Lo nuevo fue que aquellos amparados por el

gobernador Dorrego, en vez de seguir al nuevo gobernador Lavalle, se reunieron en contra del

gobierno de facto lo que implicaba seguir a Rosas”248.

Creemos que los planteos de ambas autoras no son necesariamente contradictorios

sino que, por el contrario, la conjunción de ambos permite entender con mayor claridad el tipo

de vínculo que podía lograrse con los indígenas en lo relativo a la participación militar de

247. Ibidem 248 M- Bechis, “Fuerzas indígenas en la política criolla del siglo XIX”, en Goldman y Salvatore, Caudillismos rioplatenses…

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éstos en conflictos políticos criollos. Según el desarrollo que hemos hecho sobre las

visicitudes de la Negociación Pacífica, es claro que esta política gozaba de muy buena salud y

que tendía a conformarse en una estrecha vinculación de tipo personalista entre algunos

grupos indígenas y Rosas. Estas características nos llevan a coincidir con el planteo de Bechis

sobre la inexistencia de un levantamiento indígena autónomo y una participación en apoyo a

Rosas. Sin embargo, y debido a las características intrínsecas de la participación indígena en

conflictos “blancos”, como señalamos al comentar la relación de los ranqueles con Baigorria,

acordamos con parte de la hipótesis de González en el sentido de que es muy probable que,

aprovechando la situación de confusión existente en la campaña, y así como algunas partidas

criollas se dedicaron al saqueo, bandas de indígenas tomaran el mismo camino. La misma

estructura se reflejaría en la colaboración que, diez años después, prestaron los indios amigos

para sofocar la rebelión de los estancieros del sur de la provincia. Aun cuando, para esa época

no podía dudarse de la fidelidad de estos indígenas a Rosas, la represión del movimiento

sedicioso fue aprovechada para procurarse de ganado que en buena medida pertenecía a leales

federales. Como veremos en el próximo capítulo, esta apropiación de ganado fue interpretada

por Rosas como un costo esperable de la intervención indígena.

Los editoriales del periódico El Pampero, órgano del gobierno de facto, no

dejaban lugar a dudas sobre una participación indígena fuertemente vinculada a la relación

con los principales caudillos Rosas y Lopez. Esta inclusión de fuerzas indias creaba un gran

rechazo en los unitarios por el temor a que no pudieran contenerse los “excesos” que los

indios pudieran cometer en la campaña: “Lopez y los indios han llenado su nefanda alianza;

ya se llevan una inmensa riqueza; ya han quemado, talado y cometido todo género de excesos

en nuestra campaña. Rosas mismo no puede contenerlos”249. Pero también los federales se

encontraban obligados a justificar la participación de fuerzas indias que, según ellos, no eran

tan “bárbaras” como se quería hacer creer. El Pampero menciona las expresiones de un folleto

impreso en Santa Fe con el título “Breve respuesta a las acusaciones que hacen contra el

ejército de la unión en campaña, los diarios Pampero y Tiempo de Buenos Aires”. En el

mismo, aunque se aceptaba la participación indígena en las tropas federales se minimizaba su

fuerza diciendo que “forman una parte mui pequeña de cada división” agregando que “hai

indios, pero no salvages, indios que no tienen de tales sino el origen y que desde muchos años

están dedicados al trabajo ó al servicio militar y perfectamente habituados á la vida y

costumbres de nuestros campesinos”250.

249 El Pampero, 5 junio 1829. 250 El Pampero, Ibidem

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Si esto se decía sobre los indios que habían sido incorporados a las filas del

ejército de López, ¿qué sabemos de los que participaron al lado de las fuerzas leales a Rosas?

¿Cómo fueron captados para que colaboraran con las fuerzas federales? ¿Los “desmanes” a

los que alude El Pampero serían el botín ofrecido como recompensa? Es muy probable que

haya sido así. Pero por si esta retribución no hubiera sido suficiente, dos años despues de

estos hechos, y ya gobernando Rosas la provincia de Buenos Aires, se realizó el pago de una

fuerte suma a los indios de Collinao (segundo de Venancio), Llanquelen y Catriel de 28.700

pesos “para los indios que sirvieron en el ejercito restaurador en la acción de las

Vizcacheras”251.

251 AGN,X,43.1.1

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CUADRO 1. ESTADO DE LA FRONTERA ENTRE 1819 Y 1825 Fecha Lugar Características 1819 Abril Salto Ataque al vecino José María González establecido al sur del Salado Mayo “al sur del

Salado” Ataques a las estancias de Mauricio Pizarro, Narciso Maciel. El gobierno envió armas y fuerzas para ayudar a los vecinos a contener estas incursiones.

1820 Enero Salado Ataque a las estancias de Agoste, Sosa y Miguens. Se llevan 652

bueyes. Antes del robo el “montonero” Bernal estuvo por la zona con una partida de indios

Enero Laguna de las Flores

Ataque a la estancia de Carranza

Marzo Navarro Lobos Lujan

Invasión de 400 indios pampas a chacras de Miguel Pérez, Juan Tiquino inmediatas a la costa del Salado en el partido de Navarro. Invasión a varias chacras de la frontera (partido de Lobos) y rumor de ataques sobre Lujan, Navarro y Lobos. La información nombra a 800/1000 indios del cacique Bolito. Desde Areco se informa que los indios pertenecen al cacique Quintileo con ayuda del cacique Pablo (chileno).

Abril Rojas y Monte

Invasiones sobre chacras de dichos partidos. En el segundo caso se menciona que Rosas reunía al vecindario desde su estancia para la defensa, a la vez que pedía refuerzos al gobierno.

Octubre Kaquel Huincul

Ataque de 300 indios de lanza y varios cristianos con armas de chispa.

Noviembre Rojas Ataque de una pequeña partida de 160 indios Noviembre Monsalvo Unos 1000 indios atacan estancias de la zona y vencen a una división a

cargo del comandante Lara. Los informes señalan que el cacique Negro amenaza constantemente a los hacendados.

Noviembre Navarro Ataque de indios que vencen a las tropas provinciales. En la defensa participó Rosas que luego informó “los indios pampas según noticias que he tenido ... no han tenido parte sino los ranqueles y chilenos que son los que han invadido a Lobos, Navarro y Pergamino y los queguelches a los Montes. Con todo no juzgo a los pampas sin pecado”.

Diciembre Salto Invasión de indios y militares chilenos de Carrera 1821 Enero Rumores desde Ranchos traídos por el lenguaraz Baldevenito sobre que

los indios “habían levantado sus tolderías seducidos por Carreras y que se habían retirado a la Sierra a recibir la gente e instrucciones que dicho Carreras les ha prometido para hacer una entrada por las dos guardias de Ranchos y los Montes”.

Abril-Mayo Ranchos Entre el pueblo de Ranchos y la costa del Salado ataque de un malón de 500 indios en 5 grupos que mantuvieron sitiadas a las tropas provinciales de Pedro Burgos por espacio de 4 días. El sargento Echauri señala que según informes de Baldevenito “Lincon y demás hermanos se hallan reunidos en son de guerra desde la Sierra de la Ventana hasta Salinas manteniendo comunicaciones con Carreras quien los engaña diciendo que es ya dueño de las fronteras de Melincue, Pergamino y Salto y que muy en breve ocupara la guardia y villa del Lujan”

1822 Diciembre Kaquel Los indígenas saquean haciendas y no logran ser alcanzados por los

milicianos y fuerzas regulares por falta de caballadas. Diciembre Rojas Ataque de indígenas por Rojas y Pergamino. 1823

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6 enero Ranchos El Sarg. Mayor Inarra sorprende a los indios con la milicia. 54 indios muertos, 30 prisioneros más 6 chinas inclusas sus efectos de comercio que se remitieron a Ranchos

11 junio Independencia 200 indios pampas inmediatos al fuerte dirigidos por los caciques Lincon, Cayupilqui, Pichiloncoy atacan el destacamento defendido solamente por 150 cazadores Los indios consiguen llevarse toda la caballada consistente en 150 caballos.

19 junio Independencia Rumor de un ataque masivo desde Chascomús hasta Pergamino dado por cautiva fugada que involucraba fuerzas conjuntas de pampas, chilenos y ranqueles

23 julio Independencia Nueva alerta de ataque sobre Independencia dado por el comandante de Patagones. El fuerte cuenta con 400 hombres para enfrentarlo

12 septiembre

Independencia Se descubre partida de 200 indios y gente de Molina por el arroyo Chapaleufu. Se ordena que húsares, cazadores y milicia se pongan en movimiento para perseguirlos.

24 septiembre

Independencia Un indio detenido, perteneciente al grupo de Molina señala que éste con 200 hombres se prepara para atacar el fuerte y robar la caballada y que ranqueles y chilenos se aprestaban para atacar al fin de esta luna

12 octubre Rincón del Toro

600 indios pampas se llevan unas 12.000 cabezas

18 octubre Independencia Se presentaron unos 2000 indios y en pequeñas partidas se acercan al fuerte haciendo demostraciones de fuerza.

26 octubre Ranchos Ataque sobre estancias. Fuerzas milicianas dirigidas por Arévalo, Cajaravilla e Inarra consiguen recuperar parte del ganado vacuno pero no se puede recuperar el caballar

27 octubre Kaquel Huincul Invasión de indios pampas en la que toman varios cautivos

28 octubre Lujan. Indios pampas más una partida criolla que existía en la chacra de Molina a 2 leguas de la chacra de Barrancos saquean algunas estancias entre Areco y la guardia de Lujan

1 noviembre Combate de Arazá (entre laguna del Sermón y Dolores)

Los indios entran por la laguna Vielma hasta Samborombon; atacaron estancias de Benito y Juan Miguens, León Rosas, Lorenzo López, finado Gaete lo que indica que llegaron hasta el Rincón de López. Se menciona que la fuerza atacante es de 400 tehuelches y la tropa provincial reunía soldados blandengues y milicianos de Chascomús (entre la milicia participa Rosas con 20 peones)

15 noviembre

Guardia de Lujan

Repetidos avisos de posibles invasiones de indios existentes en la costa de Las Saladas que lleva a que "multitud de familias despavoridas se refugien en la Guardia

1824 enero Pergamino Ataque a estancias 14 marzo Guardia Areco Algunas familias dispersas anuncian que los indios habían invadido por

las Toscas en dirección a las chacras de Ranchos 18 marzo Laguna del

Uncal (cerca de Salto)

Partidas de indios se retiran con el ganado arrebatado

3 junio Lobos y Monte Ataque a las estancias y chacras cercanas a los pueblos de Lobos y Monte

5 octubre Pergamino Se enfrentan en Cabeza del Tigre unos 150 indios del cacique ranquel Curipitay con 208 húsares, 14 milicianos de Salto y 18 de Pergamino Rescate del ganado y cautivos

7 octubre

Las Toscas Aviso sobre existencia de partidas indias por la zona

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10 octubre Arrecifes Encuentro entre 400 indios y 640 soldados. Se persigue a los indios hasta el Salado y allí se abandona la persecución

11 octubre

Salto y Areco Constantes avisos de invasión

15 octubre Areco El comisario de Policía informa que ha sido "formidable el destrozo hecho por los bárbaros en el partido tanto en los habitantes como en las haciendas"

4 noviembre De Ranchos a Navarro

"Son las 9 de la noche en que acabo de recibir aviso que la partida de campo de mi derecha ha sido corrida por una división de salvajes que venía internándose en dirección a las postas del Salto. Hoy caminó el destacamento a Kaquel y no tengo un solo miliciano de que echar mano”

8 diciembre Tandil Los indios se llevan 59 bueyes y 90 caballos

1825 4 al 6 abril Navarro hasta

Durazno incluye Lobos

Encuentro con distintas divisiones.

13 –16 julio Sauce Partida de 400 indios se llevan hacienda. Se les quita alguna caballada y el resto la llevan a Dolores. Atacaron estancias de Pedro Islas Vicente Casco y otros En India Muerta son vencidos por Morel. Los indios huyen hacia Toldos Viejos

17 agosto Salto Ante los rumores de ataques se movilizan 600 milicianos de los reg 2 y 3 que deben situarse en Salto

Octubre Navarro Por rumores de ataques se ordena al reg 3 de milicias, reunido en Asamblea que se sitúe en la guardia de Navarro

17 octubre Carpincho ? Partidas indígenas se internan por la estancia de Dorrego, Arrecifes arriba, otros por Portezuelo y Arroyo Dulce En Arroyo Dulce se enfrentan 800 indios y 480 entre milicianos y húsares

20 octubre Pergamino Se vence a los indios en Pergamino y Arroyo del medio

Fuentes: AGN,Sala VII, Archivo Biedma, legajos 1041 y 1042. Periódicos: La Gaceta de Buenos Aires, El Republicano, El Argos, El Centinela. Política seguida con el aborigen.

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ESTADO DE LA FRONTERA EN EL AÑO 1826

17 julio Independencia. Los caciques Tetruel, Pety y Chañil (tehuelches y pampas) avisan que los chilenos Pablo, Viñul y Casiruel piensan atacar la frontera en la próxima luna. Se moviliza la milicia para hacer frente al posible ataque pero al no ocurrir novedad en agosto se la licencia por ser época de siembra.

15 agosto Independencia Se reiteran los avisos de invasión que serían protagonizados por una fuerza de 2000 chilenos con cañones de pequeño calibre. A los chilenos se incorporarían los caciques Pety, Lincon, Cayupilqui y Angarrupa

31 agosto Salto 400 indios chilenos y 35 desertores del grupo de Pincheira se llevan todas las haciendas del partido. Las fuerzas provinciales incluyen 318 soldados del 5 de caballería y 25 milicianos del 4 y en el enfrentamiento muere el oficial realista Godet.

9 septiembre Dolores, Chascomús y Monsalvo

Son tres ataques diferentes sobre estancias del lugar en todos se informa que los indios atacaron junto a desertores cristianos

11 – 19 septiembre

Cerrillada de los huesos, a inmediaciones de la laguna de Gómez Paso del Salado llamado Villar

Un partida saquea la estancia grande de Callejas y arrea el ganado hacia la laguna del cacique. En la división hay desertores con armas de fuego. El día 13 los indios entran en la estancia Camarones de Anchorena y marchaban con algunas puntas de hacienda en dirección a los Tolditos, estancia de Rosas. El capataz de esa estancia que pudo escapar informaba que la fuerza de los enemigos superaba los 1000 hombres existiendo entre ellos un oficial, un trompa y 20 soldados con armas de fuego. Los indios permanecen durante toda la semana en la zona sin que puedan ser expulsados.

28 octubre Laguna Cargud Aguel (?)

Informes de indios prisioneros que dicen que en dicha laguna hay tolderías con unos 2000 indios pampas (entre ellos los caciques Ancafilú y Pety) y chilenos a los que se agrega un mulato chileno llamado Morcilla. El ganado robado está invernando en Sierra de la Ventana

6 noviembre Monsalvo Noticia de próxima invasión dada por el baqueano Ventura Miñana. El juez de paz pide armas para el vecindario porque las que tenían fueron perdidas en la acción del 11 de septiembre

Fuentes: Idem cuadro 1.

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CAPITULO 2 LA “PAX ROSISTA”

La política de frontera e indígena durante el período rosista es presentado por la

historiografía en función de un par de hitos. Por un lado, se ha discutido fuertemente sobre los

móviles y significados de la campaña al sur realizada entre los años 1833-1834 que convocó

fuerzas de varias provincias. Por otro lado, aun cuando no adquiere la importancia del tema

anterior, se ha estudiado la implementación de una política indígena que se conoció en la época

como Negocio Pacífico de Indios.

La campaña al sur realizada entre los años 1833-1834 que convocó fuerzas de varias

provincias, no pasó desapercibido por ningún historiador sea cual fuera su filiación historiográfica.

Las explicaciones acerca de las motivaciones de dicha campaña y los resultados de la misma

presentan un variado abanico de posibilidades. Por un lado, encontramos el presupuesto de que la

expedición al sur encubría un claro objetivo político. Así, podemos hallar análisis que, partiendo de

la centralidad del conflicto político en ciernes dentro del partido federal, proponen que la misma

fue una estrategia de Rosas para desaparecer momentáneamente del escenario. En esta línea se

encuentra la caracterización realizada sobre esta expedición militar por Enrique Barba, redactor del

capítulo correspondiente incluido en la Historia de la Nación Argentina, editada por la Academia

Nacional de la Historia. En el mismo se plantea que “el profundo significado político de la empresa

no escapó a la percepción de sus enemigos que la hostilizaron. Rosas pensó que alejándose de la

lucha política inmediata solo él se salvaría de la crisis que preveía y que con mano maestra iba bien

pronto a fomentar”. Con este claro trasfondo, Rosas pretendía que la campaña al sur robusteciera su

prestigio en la campaña, le permitiera tener a sus ordenes un ejercito superior al del gobernador252 y

“disponer de mucha tierra para asentar a sus amigos”253.

Contemporáneo a este planteo, Emilio Ravignani realizaría una nueva aproximación

abandonando la tesis de “simulación de los móviles o objetos de la expedición”. Para el autor la

campaña se justificaba y encontraba su fundamento en la necesidad de resolver la crítica situación

252 Esta misma posición es sostenida por Celesia para quien el objetivo de la campaña fue puntualmente “el interés politico de tener un ejército fuerte”. Celesia, Ernesto, Rosas, aportes para su historia. Buenos Aires, 1968. Tomo I, pág. 283. 253 Levene, Ricardo, Historia de la Nación Argentina. Buenos Aires, Academia Nacional de la Historia, 1939, Tomo 7, Segunda sección. pág. 54-56. Esta idea sobre el reparto de tierras realizada por Rosas entre sus “amigos” fue matizada recientemente en el trabajo de Infesta, M.E. y Valencia, M., "Tierras, premios y donaciones, Buenos Aires, 1830-1860", Anuario IEHS, 2, Tandil, 1987.

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fronteriza a la vez que impulsar una expansión territorial para incrementar la explotación

ganadera254.

Historiadores más actuales como John Lynch realizarían una combinación de ambas

motivaciones señalando que la seguridad de las fronteras era un tema que siempre había

preocupado a Rosas y desde que había asumido la gobernación comenzó a planear la expansión del

territorio provincial hacia el sur. A pesar de este evidente interés, el autor señala que existieron

otros motivos que impulsaron la expedición. “Si la legislatura se negaba a renovar sus poderes

extraordinarios y se veía obligado a abandonar la gobernación al final del periodo en el cargo ¿cuál

sería su papel y donde estaría su poder? El comando de un ejército fuerte, por cierto virtualmente el

de todas las fuerzas de la provincia, le proporcionaría una base inatacable. Y si él conducía ese

ejército en una exitosa expedición para expandir y asegurar la frontera, no podía fracasar en el

fortalecimiento de su influencia ante los estancieros de su propia provincia y los caudillos de

cualquier parte”255.

Desde una óptica revisionista, una serie de trabajos borraron totalmente el posible

trasfondo político de la campaña y se centraron en otro tipo de discusiones. Esta corriente halló un

órgano de difusión en la Revista del Instituto de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas,

donde se plantearía en diversos trabajos que la campaña al “desierto” había derivado en la

“expansión de la provincia hasta casi sus límites actuales en absoluta paz con el indio”256 donde

“los salvajes ensangrentados, deshechos y hambrientos huyen buscando ponerse a salvo en

territorio chileno donde siempre se sintieron cómodos257. Ya no existen enemigos, la expedición ha

terminado con el éxito más completo”258.

Esta visión resulta muy similar a la que, desde una perspectiva militarista, ha analizado

los objetivos y resultados de la campaña dentro del relato de un continuum de enfrentamientos

254 Ravignani, Emilio, “Trato de Rosas con los indios y su proyecto de expedición al desierto”, en Revista Azul.Año 1, No. 4, 1930. Una ligera variante puede hallarse en Ronco que reconoce la “exterioridad brillante” que le dio a Rosas dicha expedición dudando de la consolidación territorial que la misma pudo haber provocado (Ronco, Bartolomé, “La política de fronteras de Rosas”, en Revista Azul, Año 1 No. 4, 1930. 255 Lynch, J, Juan Manuel de Rosas… pág. 56 256 Stieben, Enrique, “Rosas y la expansión de la provincia de Buenos Aires”, en Revista del Instituto de Investigaciones históricas Juan Manuel de Rosas No 12, 1946. 257 Esta referencia a Chile como el lugar de origen o residencia del “indio salvaje” sería una argumentación muy utilizada a partir de la década de 1860 cuando se intentara definir una nacionalidad en donde sólo tenían cabida los indios “argentinos”. 258 Ramírez Juárez, Evaristo, “Conquista del Desierto. Campaña 1833-1834”, en Revista del Instituto de Investigaciones históricas Juan Manuel de Rosas, Año 1, No. 2-3, 1939.

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interétnicos. En estos trabajos el interés está puesto en el éxito o fracaso del esfuerzo bélico

“blanco” privilegiándose el análisis de aspectos fundamentalmente militares (los recursos en

hombres y ganado; organización militar, tácticas y estrategias de guerra, etc) y en general existe un

acuerdo en señalar el éxito de esta campaña en expulsar a los grupos nativos más allá del Río

Colorado produciendo una importante incorporación de tierras259.

En la monumental obra de Julio Irazusta, Vida política de Juan Manuel de Rosas a

través de su correspondencia, se plantean dos temas que motivaron cierta polémica entre diversos

autores. Uno de ellos se relaciona con el financiamiento de la expedición militar. En este punto

existiría cierto acuerdo entre liberales y revisionistas en el sentido de que el gobierno de Balcarce

hizo todo lo posible para frustrar la campaña obstaculizando la provisión de alimentos y envío del

ganado necesario para llevar adelante la empresa260. Ernesto Celesia sería el primero que,

aportando documentación original procedente de los Libros mayores de Contaduría, mostraría los

desembolsos que el gobierno había realizado mes a mes, para la compra de ganado y otros artículos

de consumo destinados al ejército expedicionario261.

El otro tema de discusión se vincula con determinar quién fue el autor de la iniciativa

para realizar esta expedición que aunó los esfuerzos de aquellas provincias que tenían una zona de

frontera con los indios del área pan araucana y sufrían las incursiones indígenas. En general, las

opciones se dividen entre Rosas y Quiroga, que fue el comandante general de las distintas

divisiones que actuaron sobre territorio indígena. Para Saldías el “problema indígena” era vital para

Rosas quien desde el momento en que fue nombrado Comandante General de Campaña dedicó sus

esfuerzos por lograr la defensa de la frontera mediante la captación de algunos grupos nativos. Para

el autor, al asumir la gobernación buscó dotar a este asunto del carácter de una negociación política

intentando atraer la atención del gobierno de Chile y de otras provincias limítrofes a los indios262.

Esta argumentación no deja lugar a dudas acerca de la autoría de Rosas. Celesia por su parte,

259 Walther, J.C. La conquista … ; Política seguida con el aborigen… 1979, tomo IV 260 Para Barba “… el gobierno no proveía con largueza”, lo cual no impidio que Rosas utilizando su “credito personal” contratara igualmente con negociantes de Bahía Blanca y Patagones la provición de las mercancías necesarias emitiendo “papel moneda, numeraria y con su firma que los comerciantes aceptaron”. De igual manera Irazusta señala las dificultades económicas que tuvo que sortear el comandante general de campaña para realizar la expedición (en Levene, R, Historia… Tomo II, p. 169-170) 261 Celesia, E. Rosas, aportes… 262 Con este planteo por el cual la idea de expedicionar tenía una larga trayectoria Saldías rechaza implícitamente la noción de una estrategia política. No así la idea de que el gobierno pondría obstáculos a la misma negando el auxilio economico necesario, y de manera similar a Levene, concluye que la tenacidad de Rosas logró que la campaña se llevara a cabo “con sus recursos propios y con los de sus amigos.. Saldías, Adolfo, Historia de la confederación … Tomo I: 279,

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refiere las distintas presentaciones de Rosas ante el gobierno donde plantea el error de encarar una

política agresiva contra los indígenas. Estas consideraciones del hacendado tornan difícil de

sostener, para el autor, que haya sido él quien planeó semejante campaña263.

Todos los trabajos mencionados anteriormente pese a los diferentes enfoques, objetivos

y presupuestos coinciden en señalar el éxito militar de la campaña en el sentido de haber avanzado

hasta el río Colorado y expulsado a las poblaciónes indígenas más al sur de ese curso de agua.

Actualmente, si bien no existen trabajos puntuales sobre el tema, los análisis tienden a mostrar la

escasa efectividad militar que tuvo la empresa, la realización de pocos encuentros bélicos de

importancia y, finalmente, que no existió una incorporación efectiva de nuevas tierras sino, al

menos, una consolidación de la línea que ya se había logrado con la fundación de los fuertes del

año 1828264.

El otro tema que ha marcado la interpretación historiográfica sobre el período tiene que

ver, como señalamos arriba, con la aplicación de una política pacífica con los indios que se

denominó Negocio Pacífico de Indios. Según los autores que tratan el tema, esta política consistió

en el asentamiento de indios amigos en la frontera a los que se racionaba con ganado y artículos de

consumo. La elección de ir a vivir a la frontera como aliado del gobierno es, para estos autores, una

decisión que era permanentemente replanteada por los caciques debido a su “naturaleza traicionera

y primitiva”265. De manera que, si en un momento aceptan esta relación de amistad, era muy

probable que, sin mediar ningún motivo, cambiaran de decisión y se internaran nuevamente en las

pampas para atacar los establecimientos fronterizos266. Con respecto al tema de las raciones

gubernamentales se presenta a estos indios como grupos parasitarios que vivían de estos recursos,

los que a su vez se incrementaban constantemente por la naturaleza pedigüeña y voraz de los

mismos, sin realizar ningún tipo de actividad productiva267.

263 Un trabajo verdaderamente novedoso en esta discusión en el que se pone de manifiesto un fuerte sentimiento localista, es el de Margarita Ferrá de Bartol quien resta total centralidad al gobierno de Buenos Aires en la organización de la empresa militar plantenado que fueron las provincias de Mendoza y San Juan quienes tomaron la iniciativa e invitaron al resto de los gobiernos a unirse a la misma. (Ferrá de Bartol, M, “El origen de la campaña al desierto de 1833”, en Trabajos y comunicaciones, No. 10, 1961). 264 Halperín, T, De la revolución… pág. 318. 265 Del Valle, A. Recordando el pasado. Campañas por la civilización. Buenos Aires, 1926 266 Zeballos, La dinastía de los Piedra…; Ronco, B, Los indios pampas… 267 Ramos Mejía, J.M. Rosas y su tiempo. Buenos Aires, 1927; Allende, Andrés, “Reiniciación de la guerra contra el indio en la frontera sur de la Provincia de Buenos Aires” en Primer congreso de historia de los pueblos de la provincia de Buenos Aires, La Plata, 1949; Grau, Carlos, El fuerte 25 de Mayo en Cruz de guerra. La Plata, Publicaciones del Archivo Historico de la provincia de Buenos Aires, 1949

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No puede dejar de observarse, además, que en estos trabajos subyace una ideología

claramente contraria al régimen político instaurado por Rosas. Respondiendo a esta necesidad de

los autores por denigrarlo, los indios en ocasiones adquieren la caracterización de víctimas de la

dictadura rosista. De manera que, los que podrían considerarse intentos por dotar al indígena de

cierto protagonismo, en realidad son utilizados argumentativamente para reforzar la imagen de un

gobierno autoritario; en ese sentido si algunos indios había logrado ser sometidos como otros

sectores de la población; otros habían logrado resistir y hacer frente al tirano. En esta última

perspectiva surge la figura del cacique Calfucurá como la persona en quien Rosas había encontrado

“la horma de su zapato”268. Pero la necesidad de encontrar un interlocutor a la altura del

gobernador llevó a estos autores a retrotraer el momento de mayor poderío del cacique de Llaima al

período rosista, momento en que el jefe indígena fue construyendo lentamente su autoridad, sus

alianzas con otros caciques utilizando de manera fundamental las raciones del gobierno para

sustentar esta red de alianzas.

En este capítulo se discutirán los dos presupuestos que guiaron la caracterización

historiográfica de la política de frontera e indígena durante el régimen rosista. Con respecto a la

expedición al sur, si bien no derivó en una adquisición significativa de territorio, reflejó el interés

cada vez mayor del gobierno por obtener tierras de pastoreo en el sur de la provincia269. Pero, para

llevar a cabo este objetivo, veremos que la posición de Rosas en todo el período, fue la de rechazar

cualquier intento de expansión territorial y aún, de avance de puestos militares para la defensa de la

línea de frontera, sin una negociación previa con las agrupaciones indígenas del espacio. En lo que

respecta a su política indígena, el Negocio Pacífico de Indios, estuvo basado en un sistema de

relaciones pacíficas que excedía la esquemática caracterización que se encuentra en los trabajos

mencionados. Este sistema no se mantuvo inalterable en todo el período sino que, al igual que

planteamos en el período anterior, sufrió diversos ajustes motivados tanto por acontecimientos

producidos en el interior del territorio indígena como en conflictos internos de la sociedad

provincial.

Podemos señalar tres momentos diferenciados en cuanto al contenido y función de las

relaciones interétnicas en el marco del negocio pacífico. Un primer momento se ubica entre 1829 y

1832. Este lapso estaría marcado, en la sociedad criolla, por el conflicto entre las provincias del

268 Franco, Luis, Calfucurá… 269 Halperin señala que, como consecuencia de la fuerte sequía que asoló la provincia entre los años 1829 y 1832 el ganado sobreviviente se internó hacia el sur del Salado, provocando un interés creciente por la expansión sobre ese espacio (De la revolución… pág. 287).

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Litoral y la liga del Interior, que convocó la mayor atención política y económica del gobierno

bonaerense. En el territorio indígena, el acontecimiento central fue la llegada e instalación de la

agrupación borogana, en un principio unida a los hermanos realistas Pincheira, en una zona que,

como vimos en el capítulo anterior, era objeto de disputa por parte de diversos grupos: las Salinas

Grandes. Con este escenario, la política indígena del gobierno comenzó a marcar la diferenciación

entre grupos indígenas ya asentados en el interior del territorio provincial (indios amigos) y otros

que tenían asimismo una relación amistosa con el gobierno pero cuyo asentamiento se mantenía en

las pampas (indios aliados). El final de esta etapa se produjo cuando se hizo evidente una

contradicción fundamental entre la aspiración del gobierno por sostener la alianza con grupos

indígenas que tenían fuertes conflictos entre sí y la exigencia de algunos de ellos de que el gobierno

los auxiliara para dirimir esos mismos conflictos. Colateralmente, se producirían algunos ajustes en

la relación con los indios amigos a los que se comenzó a exigir la prestación de servicios militares.

.

A partir de la expedición al sur realizada entre 1833 y 1834 ubicamos un segundo

momento que se extendería hasta fines de la década de 1830. La campaña militar buscó asegurar el

territorio provincial que, en virtud de los avances espontáneos y oficiales, había quitado una

considerable extensión al espacio indígena. La demostración de fuerza que significó el ingreso a las

pampas de las tropas provinciales posibilitó, asimismo, consolidar la estructura del negocio

pacífico. Los indios amigos, localizados en el espacio fronterizo, cumplirían aceitadamente su

función como milicias auxiliares para defender la campaña tanto de malones exteriores como de

rebeliones internas. El elemento disruptor del período se ubicó nuevamente en el interior del

territorio indígena. La intrínseca indefinición de la categoría de indio aliado (simplificada ahora a

una sola agrupación, los boroganos) en torno a las expectativas que ambas partes tenían sobre la

relación continuó provocando serios problemas para el sostenimiento del negocio pacífico. El

recelo mutuo entre las partes llevó a los indios aliados a convocar el auxilio de grupos

transcordilleranos como una forma de presionar al gobierno desde una posición de mayor fuerza.

Esta estrategia actuó de manera inversa a la esperada ya que significaría una acentuación de los

conflictos intertribales y el fin de los boroganos como grupo de importancia.

El período rosista se cierra con una nueva etapa del negocio pacífico en donde se logró

una mayor estabilización de la relación interétnica. En la provincia, las turbulencias políticas de

fines de la década de 1830 derivaron en una movilización casi permanente de las fuerzas milicianas

a las que se unieron de manera estable algunas divisiones de indios amigos. La otra pata de la

política indígena, los indios aliados, se concentrarían en este período en una coalición dirigida por

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el cacique de Llaima, Calfucurá, que ocupó Salinas Grandes. Este cacique a diferencia de los

boroganos, logró tejer, en gran medida usufructuando la continua y voluminosa corriente de

obsequios del gobierno que llegaba a su campamento, una red personal de alianzas intertribales y a

través de ella, ejercer un mayor control sobre otros grupos indígenas del área pan araucana que

derivó en un aflojamiento de la tensión fronteriza.

1. El “Negocio Pacífico de Indios”

Como se ha visto en el capítulo anterior, hasta inicios de la década de 1820, las

negociaciones con los grupos indígenas del sur de la provincia habían sido llevadas en forma

personal por los hacendados de la campaña quienes tenían a su cargo el costo derivado de los

obsequios que realizaban a las principales figuras de estos grupos para mantener una relación

amistosa. Esta mecánica intentó ser revertida por el gobierno provincial a lo largo de la década con

resultados poco satisfactorios. Solo a fines de la misma, con la llegada al gobierno de Juan Manuel

de Rosas, el Estado provincial logró monopolizar los contactos interétnicos y se ocupó de financiar

la política indígena siendo un punto fundamental la disponibilidad de recursos para obsequiar a las

agrupaciones que pactaban con el gobierno. Sin embargo, el mismo Rosas se encargaría de

personalizar totalmente la relación interétnica con el objetivo de que Estado y su propia persona

fueran lo mismo para los indígenas.

La política indígena rosista se caracterizó por la conjunción de una acción negociadora

tendiente a la captación de algunas parcialidades y otra de guerra ofensiva hacia aquellas que no

aceptaran las condiciones de paz. El sistema de relaciones pacíficas implementado con algunos

grupos indígenas se conoció con el nombre de "Negocio Pacífico de Indios" y posibilitó una

relativa paz en la frontera durante todo su gobierno270. El mismo representó en uno de sus aspectos,

la instalación de grupos indígenas amigos en el espacio fronterizo al que se integraron buscando

protección ante la persecución de enemigos y/o un auxilio económico, vía las raciones de ganado y

artículos de consumo proporcionadas por el gobierno. Para el gobierno, el asentamiento de estos

grupos en la frontera significaba la captación de algunos caciques y su anulación como enemigos.

Este es el rasgo más visible del Negocio Pacífico y en virtud de ello, las descripciones

acerca de esta política se centraron básicamente en él. Sin embargo reducirlo a ello empobrece

270 Sobre las características generales y distintas etapas de esta política, ver Silvia Ratto, ·"El negocio pacífico de los indios: la frontera bonaerense durante el gobierno de Juan Manuel de Rosas (1829-1852)". En: Siglo XIX núm. 15. México, Instituto Mora.1995.pp. 25-47

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fuertemente la verdadera significación que alcanzó el Negocio Pacífico durante esta etapa. Vale la

pena señalar, para apoyar esta idea, que a la caída de Rosas siguieron existiendo grupos asentados

en la frontera que continuaron percibiendo raciones de ganado las que eran imputadas

prespuestariamente a la misma partida que años anteriores. Sin embargo, ni a los mismos

contemporáneos escapaba que la política indígena que Rosas había ideado había colapsado; solo

quedaba un armazón vacío de contenido.

En efecto, el Negocio Pacífico representaba mucho más que lo anterior. Significaba el

tejido de una delicada red diplomática que partiendo desde el gobernador anudaba a cada uno de

los caciques y capitanejos que iban incorporándose al sistema y a un número selecto de

colaboradores provinciales. Los jefes étnicos que integraban este sistema tenían diverso status

dentro del negocio pacífico por lo que los indios amigos que, asentados en la frontera, gozaban de

las raciones del gobierno eran solo una de las figuras. Al lado de ellos se encontraban a quienes

definimos como indios aliados271 y en un tercer lugar, líderes que esporádicamente se conectaban

con el gobierno bonaerense con algún objetivo puntal. Esta red diplomática tenía como función

primordial proveer de información acerca de lo que sucedía no solo en el espacio fronterizo sino

también en el interior del territorio indígena, a ambos lados de la cordillera.

Un ejemplo representativo de ello fueron los contactos que mantuvo Rosas con

Santiago Lincogun y Ramón Coyhuepan, primo e hijo del cacique Venancio Coyhuepan

respectivamente, que se hallaban en Santiago de Chile. La correspondencia entre ellos permite

conocer el tipo de relación que estableció Rosas con los jefes indios de la Araucanía. La función de

Santiago era informar a Rosas sobre los acontecimientos de Chile así como difundir en algunas

reducciones de dicho espacio noticias referentes a la situación del otro lado de la cordillera

obtenidas a su vez, tanto por intermedio del gobernador como por su primo Venancio272. Además

de esto, la relación de los indios con Rosas era utilizada por los primeros para obtener algún tipo de

beneficio tanto económica como personal. En el momento en que se sitúa la correspondencia

aludida, la situación política en Chile había experimentado un cambio. En 1829 la revolución

conservadora posibilitó la implantación de un régimen político oligárquico marcado por la

271 Volveremos sobre esta diferenciación analítica más adelante. 272 Así, por ejemplo, en marzo de 1831 Lincogun expresaba que iba a demorarse unos meses en cumplir el encargo de Venancio de “informar la causa que defiende… porque las reducciones [de Llaima, Alli-pan, Tolten de los llanistas y las de la costa] están distantes unas de otras y lo que es mas no están en la misma linea”. A lo que se agregaba la dificultad de “hallarse mis paisanos en el tiempo de sus beverajes o de sus mansanas . Bien sabe mi primo lo pesados que son en esa epoca para reunirlos”. Asimismo el cacique pedía a Rosas que le enviara “algunos ejemplares para saber los progresos de esa eroyca Capital [porque] sabiendo que Quiroga entró en Mendoza esta inquieto por el curso de la guerra” , en alusión al desarrollo de la guerra contra la Liga del Interior. AGN,X, 23.9.5

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presencia de Diego Portales en diversos Ministerios de gobierno. Es probable que en el llamado

“período portaliano” la posición de los caciques aliados a los patriotas independentistas sufriera un

significativo cambio. Los corresponsales de Rosas no dejarían de señalar la situación de

desprotección en que se encontraban en el nuevo contexto pidiéndole diverso tipo de ayuda273. Para

mantener estos contactos al otro lado de la cordillera, el gobernador contaba con el auxilio del

comerciante Sebastián Lezica, que poseía una casa comercial en Chile. Por intermedio de ella, se

enviaba la correspondencia que circulaba a ambos lados de la cordillera y también los diversos

pagos y/u obsequios que se realizaban274.

Efectivamente, el alcance de esta red diplomática requería de la colaboración de

muchas personas. En la campaña bonaerense el ingreso constante de grupos al negocio pacífico y la

imposibilidad del gobernador de ocuparse personalmente de cada uno de estos casos llevó, por un

lado, a la conformación de una suerte de jerarquización de los caciques amigos dentro de la cual

unos se presentaban como los representantes del gobierno para negociar y tratar las paces en una

suerte de intermediarios entre nuevos caciques amigos y el gobernador. Esta delegación de

atribuciones también comenzó a aplicarse en las autoridades provinciales entre las cuales Rosas

seleccionaría a personas de su total confianza para llevar adelante la gestión de “los asuntos de

indios” en la frontera. De manera que este esquema se organizó en una densa red de relaciones

personales que tenía en Rosas en el vértice superior y por debajo, de un lado a los jefes pampas

Catriel y Cachul y del otro a distintos funcionarios de la campaña que fueron variando en la medida

en que se modificara su destino; no obstante podemos mencionar como los principales

interlocutores a Vicente González en San Miguel del Monte275, Bernardo Echeverría276 en el cantón

de Tapalqué, Francisco Sosa277 y Martiniano Rodríguez278 en Bahía Blanca. La información que

273 Por ejemplo, Lincogun había recibido de Rosas “una representación con los servicios que he prestado a esa Nacion floreciente” con el objeto de entregarla al nuevo gobierno y lograr restituirse en su posición. Ramon, por el contrario, parecía preferir cambiar de espacio para un mejor posicionamiento. Decía haber sido destituido de su empleo y que el gobierno no hacía caso a sus reclamos por lo que se hallaba en la mayor indigencia motivo por el que le solicita auxilios para poder “berificar mi marcha con el objeto de emplearme al servicio de ese Ejercito”. Ramon Coñuepan a Rosas, 7 de abril de 1831, en Ibidem. 274 La relación con los representantes de esta casa comercial debía asentarse en contactos muy personales ya que hacia fines del año 1831, Lincogun había pedido un cambio de representación debido a que por la vía de D. Diego Barros se había producido el extravío de comunicaciones razon por la cual sugería que se utilizara en su reemplazo a la casa de Sebastián Lezica y hermanos. Ibidem. 275 González fue un importante colaborador de Rosas en la campaña sur, desempeñándose ya en el año 1824 como juez de paz de San Miguel de Monte. En ese sitio logró una relación personal muy estrecha con los principales caciques que acostumbraban visitar a Rosas en su estancia Los Cerrillos. 276 Volveremos sobre este personaje más adelante. 277 Francisco Sosa comenzó su desempeño en la campaña como baqueano en las expediciones de Rodriguez. Su carrera militar, iniciada desde este humilde origen, lo llevó a ser capitán del regimiento de Blandengues asentado en el fuerte de Bahía Blanca donde permaneció hasta su muerte en 1836.

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circulaba por estos canales resultaba de vital importancia para diseñar los cursos de acción a seguir

por lo cual era fundamental que se hallara en manos confiables279. De ahí el constante control que

se ejercía sobre los tratos y relaciones que los caciques pudieran establecer en su vida cotidiana con

hacendados y pobladores de la campaña.

Esto era así ya que, por debajo de estas relaciones que organizaban el negocio pacífico

a nivel diplomático, se reproducían a nivel micro contactos personales a través de las cuales indios

y criollos realizaban tratos comerciales y laborales. De manera que si bien el esquema es bastante

similar a la mecánica por la cual las relaciones interétnicas “privadas” se habían desarrollado hasta

entonces lo nuevo y fundamental del Negocio Pacífico fue que las relaciones diplomáticas oficiales

se asentarían sobre el mismo tipo de vínculo personalizado.

La “base material”280 del negocio pacífico fue de fundamental importancia para

asegurar el éxito de esta política. En diversas oportunidades Rosas expresaría que el pilar del éxito

estaba en la disponibilidad de recursos para obsequiar a los indios281. Un componente esencial de

estos encuentros diplomáticos eran los obsequios que los comisionados repartían entre los

principales caciques y éstos luego distribuían a sus indios. La importancia y el rol que jugaban

estos bienes en la sociedad indígena eran generalmente incomprendidos por los “blancos”. Para

éstos, el indio era un constante pedigüeño, que mostraba un insaciable interés por los regalos que se

repartían en estas ocasiones. Lo que no llegaban a entender los comisionados era que estos bienes

formaban parte de la “básica trilogía con la que se construyen las relaciones políticas –como

distintas a las de parentesco- en una sociedad no estatal: la obligación de dar, la de recibir y la de

retribuir”, en donde los regalos que eran entregados a los indios se consideraban una retribución

por la amistad y las paces que se estaban aceptando y que, a su vez, debían ser redistribuidos entre

otros jefes menores. Como señala Martha Bechis, “Los regalos en estas sociedades son más

278 Martiniano Rodriguez también estuvo fuertemente vinculado al fuerte de Bahía Blanca. Bajo las ordenes de Del Valle comenzó a servir en dicha fortaleza desde el inicio de su asentamiento llegando a ocupar el cargo de comandante en el año 1832 hasta su muerte casi una década más tarde. 279 Por tal motivo, la muerte de algunos de estos colaboradores provocaría ciertos desequilibrios en el sistema. El año 1836 sería dramático en este sentido. En dicha fecha murieron el cacique Venancio Coyuepan y el teniente Francisco Sosa. 280 Tomamos la expresión de White quien con ese término se refería a la corriente de regalos que sostenía la relación entre pueblos nativos y autoridades francesas en la región de los Grandes Lagos. White, The Middle ground… 281 El diseño de esta estructura de gastos recorrió un largo camino en el que fueron ensayandose distintos medios y formas de implementarlo Para un análisis sobre la evolución del registro contable de la partida del Negocio Pacífico y los mecanismo de provisión implementados en cada etapa remitimos a nuestro trabajo, ·"Finanzas públicas o negocios privados? El sistema de racionamiento del negocio pacífico en la epoca de Rosas", en Goldman, N. y R.Salvatore (comp.) Caudillismos rioplatenses….

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constitutivos de una relación que las palabras y… que las firmas en los oficios intercambiados”282

Rosas no desconocía estas prácticas y por eso adjudicaba tanta importancia a la entrega de bienes

en el marco de las relaciones pacíficas.

Las raciones de ganado y artículos de consumo constituían solo una parte del circuito

de obsequios. Estas eran entregadas con cierta regularidad y en función de la cantidad de indios que

componían el grupo con el objeto de ayudar económicamente a su subsistencia. Pero al lado de

ellas se había desarrollado un sistema de regalos por el cual se gratificaba en forma personal a los

indios que hubieran cumplido cualquier tipo de tarea encomendada por el gobierno. Estas incluían

un enorme abanico de posibilidades: tareas de chasques, acarreo de bienes, provisión de

información, entrega de cautivas, etc. Todo acto cumplido por un indio a partir de un pedido del

gobierno o la realización de un acto voluntario considerado valioso por el mismo era gratificado

con la entrega de algún bien. Para establecer la retribución se tenía en cuenta tanto la categoría del

indio dentro de su grupo (cacique, capitanejo) como la relación que tenía con el gobernador. Es

decir, existía una gradación muy clara sobre el tipo y la cantidad de bienes que debían entregarse

según quien fuera el beneficiado. Este especial cuidado en la jerarquización de los obsequios puede

verse muy claramente en la siguiente distribución de ovejas realizada a fines del año 1830. En

dicha oportunidad los caciques Catriel y Cachul recibieron 1.000 ovejas cada uno en tanto otros

caciques de menos importancia percibieron la mitad de cabezas. Lo mismo sucedió con otra

jerarquía indígena: los caciquillos Nicasio y Antaque pertenecientes a los primeros caciques

obtuvieron 500 ovejas cada uno en tanto a caciquillos de menor importancia se les dio 100 cabezas.

El ultimo agraciado en esta distribución fue un indio sin jerarquía, el indio Cecilio que recibió 200

ovejas, es decir, el doble de lo que percibieron algunos capitanejos283. Al lado de estas

retribuciones, se hallaban los pedidos concretos de artículos por parte de los indios que cubrían una

gran variedad de bienes tanto para uso personal (vestimenta, artículos de consumo) como para

auxiliar a sus actividades económicas (semillas, arados para cultivar).

Veamos un poco más en detalle las dos categorías de indios que hemos

identificado en el marco del negocio pacífico.

282 Martha Bechis, “Estructuras y procesos políticos de la agrupación borogana pampeana en un documento inédito de 1830”, en Cuadernos de Historia Regional No. 19, Universidad Nacional de Lujan, 1996 y “Cuando los regalos no llegan, los jefes se ponen verdes: politica y regalo entre caciques de las pampas en una Junta General de 1830 descrita por participantes”, en Cuadernos del Sur. No. 29, UNSur, 2000. 283 AGN,X,.24.3.2

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Indios aliados e indios amigos En los documentos del período se refiere de manera genérica a los grupos indígenas que

pactaron con el gobierno como indios amigos. Sin embargo, no todos los indígenas que formaban

parte de este “negocio” gozaban del mismo status. Por ese motivo hemos realizado una

diferenciación analítica entre los que denominamos indios amigos y los indios aliados.

Las parcialidades de indios aliados han sido caracterizadas analíticamente como grupos

indígenas con autonomía política, asentados en territorio no controlado por el gobierno provincial

pero que habían acordado una relación pacífica con éste284. Sin embargo, más allá del acuerdo de

no agredirse militarmente, no resulta muy claro en esta definición que otro tipo de compromisos

mutuos derivaba de la relación. A lo que agregaríamos que tampoco para los propios actores se

hallaba claramente establecido qué esperaba uno del otro.

Los indios aliados que se relacionaron con el gobierno bonaerense durante el período

rosista eran grupos demográficamente viables y, en algunos casos, numéricamente importantes.

Ambas circunstancias los convertía en grupos "potencialmente" peligrosos para la seguridad de la

frontera ya que no necesitaban del auxilio del gobierno para subsistir y podían fácilmente aliarse

con otras agrupaciones hostiles pasando rápidamente de aliado a enemigo285. Esta circunstancia

llevaba a que, más allá del acuerdo general de paces, existiera un recelo mutuo entre las dos partes.

El hecho nos parece clave para afirmar que la figura de indio aliado era altamente inestable y, de

hecho, con la excepción del caso del cacique chileno Calfucurá, las tribus que entraron dentro de

esta categoría tuvieron muy corta vida como tales y derivaron tanto en grupos amigos como en

hostiles.

De manera que si encontramos una cantidad apreciable de grupos indígenas "aliados" a

comienzos de la década de 1830, luego de la expedición al sur efectuada por Rosas entre 1833 y

1834, éstos se redujeron a un solo grupo: los boroganos. Pero aún este grupo que puede ser

considerado el mayor poder indígena de las pampas hacia 1830 sufrió un rápido proceso de

desarticulación que llevó a su desaparición como grupo de importancia pocos años después. El

análisis de ciertos hitos en la relación entre los boroganos y el gobierno bonaerense nos permitirá

conocer la labilidad de la relación entablada con los indios aliados que, en este caso particular,

284 Ver Silvia Ratto, "Indios amigos e indios aliados…” y Martha Bechis, "Fuerzas indígenas … “ 285 En 1831 algunos grupos aliados del gobierno bonaerense ante la negativa de los comandantes de frontera de auxiliarlos militarmente para enfrentar a sus rivales provocó el giro de aliado a enemigo. Sobre este tema ver el trabajo de Daniel Villar "Ni salvajes ni aturdidos, la guerra de los indios comarcanos (y extracomarcanos) contra la Vanguardia de Pincheira, a través del Diario del Cantón de Bahía Blanca" en Villar (ed) Relaciones interétnicas….

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llevaría a la separación de la parcialidad en grupos que se convertirán en amigos y otros que

pasarán a engrosar el conjunto de indígenas hostiles a pactar con el gobierno bonaerense.

Los llamados indios amigos en la época de Rosas reúnen características muy

peculiares. Una dificultad que se presenta para lograr una definición bien ajustada de esta categoría

deriva de que en esta etapa no existió, a diferencia de otros períodos, tratados escritos que

consignaran las obligaciones a que se comprometían ambas partes. El hecho no es casual y

responde a una política deliberada de Rosas de no plasmar en forma escrita ningún tipo de acuerdo

con las tribus amigas. Esta estrategia le permitía actuar con total libertad para aplicar una política

discriminatoria con respecto a los grupos que no le merecían total confianza y privilegiar a aquellos

que eran más fieles. De todos modos, es posible encontrar algunos rasgos comunes para definir a

esta categoría particular de indígenas teniendo en cuenta tres elementos: la territorialidad de los

grupos, sus obligaciones laborales, y el lugar que ocupaban en la sociedad provincial.

Con respecto al primer punto, una característica básica de estos grupos fue su

asentamiento en la frontera. En efecto, indio amigo designa en primera instancia al indio asentado

dentro del territorio controlado por el gobierno provincial y en las cercanías de un fuerte. Para los

indios amigos la instalación dentro del territorio provincial les brindaba la seguridad frente a

posibles ataques de grupos hostiles pero, asimismo, produjo modificaciones en los patrones de

subsistencia de estos grupos. La economía de estos indígenas se basaba fundamentalmente en el

pastoreo de ganado, recolección y caza. En función de dichas actividades la territorialidad era

dispersa, existiendo lugares de asentamiento permanentes, propios de cada cacique y lugares

estacionales que podían ser compartidos por varios jefes. El gobierno intentó la sedentarización de

estos grupos a través del fomento de la agricultura. Para ello, se entregó a los caciques distintos

elementos de labranza y semillas a la vez que ofreció el asesoramiento de personas que les

enseñaran la práctica286.

En cuanto a las obligaciones laborales, durante el primer gobierno de Rosas los indios

amigos cumplieron una diversidad de tareas (chasques, trabajo rural, todos los trabajos "que se le

ofrezcan a V.S. al bien de la patria y al de ellos mismos") la que fue reduciéndose hacia la década

de 1840 momento a partir del cual quedó como función principal de los indios amigos, la

286 En algunos casos el intento fue verdaderamente exitoso como en el fuerte Federación donde de los 500 indios adultos con que contaba la tribu, cerca de la mitad tenía quintitas de media cuadra sembrada de maíz, zapallo, sandías y melones y en algunas parcelas yerba, algodón, nueces y duraznos. El cacique, por su parte, tenía una quinta de dos cuadras, 300 vacas, 100 caballos, 500 ovejas y 300 cabras (AGN,X,24.8.6). También en el cantón de Tapalqué se registraban prácticas agrícolas (Sobre cultivos desarrollados por el cacique Reylef ver AGN,X,43.1.2)

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prestación de auxilio militar. Esta exigencia no era casual y respondía a un mayor control que se

comenzó a ejercer sobre la sociedad luego del crítico año de 1839 cuando diversos acontecimientos

de oposición al régimen rosista provocaron un control más estricto de la población y se produjo una

verdadera “militarización” de la sociedad.

Las características señaladas más arriba no muestran una diferencia fundamental con

otros grupos de indios amigos estudiados para otros espacios y momentos históricos. Con más o

menos obligaciones laborales, con mayor o menor estabilidad en los territorios que ocupaban, estos

grupos compartían los rasgos generales de un indio amigo. La cualidad más distintiva de los indios

amigos en este período fue el lugar que ocuparon en la sociedad provincial. La primera

constatación que podemos hacer es que no estuvo en la intención del gobierno incluir a los indios

amigos en los censos realizados en esa etapa. En efecto, los recuentos de población realizados en

los años 1836 y 1838 establecían las categorías de blancos, pardos y morenos, extranjeros, tropa y

familia de tropa no existiendo en las planillas censales la categoría "indio". El cómputo de la

población indígena estuvo a cargo de los comandantes de los fuertes de frontera donde ésta se

hallaba asentada lo que permite señalar que eran contingentes particulares que estaban bajo

jurisdicción de los comandantes de frontera.

Pero no terminaba ahí la especial posición de los indios amigos en la sociedad

provincial. Lo más llamativo de la misma era el claro vínculo personal que se estableció entre estos

grupos y el gobernador. Si bien los indios amigos participaron de algunas prácticas políticas y

rituales del rosismo, su inclusión buscaba mostrar claramente el vínculo personal con Rosas,

situación que era particularmente evidente en los grupos asentados en la región de Azul y

Tapalqué. En efecto, estos grupos habían desarrollado un lazo de exclusiva fidelidad hacia la

persona de Rosas; eran indios amigos… de Rosas. Las negociaciones llevadas a cabo en forma

personal entre el gobernador y los caciques, la construcción de una jerarquización de caciques

amigos donde los principales, los pampas Catriel y Cachul, aparecían como delegados de Rosas

para tratar con otros grupos, la práctica de regalos discriminados y personales, son todos elementos

que permiten observar una relación básicamente personalista.

Teniendo en cuenta las diferentes características que hemos señalado consideramos que

los indios amigos en el período rosista eran grupos reducidos en el espacio fronterizo, que

tenían una relación muy precaria con la tierra ya que podían ser reubicados en función de las

necesidades del gobierno o propias, con obligaciones laborales cuya composición fue

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cambiando en el tiempo siendo en el inicio muy variadas y, con la consolidación del régimen

rosista, centradas en el servicio militar y que, básicamente, tenían un vínculo de dependencia

personal con el gobernador287.

2. Inicio del sistema: la conversión de los indios amigos en fuerzas milicianas.

Hemos visto en el capitulo anterior que desde mediados de la década de 1820 se

produjo el ingreso constante de grupos indígenas del otro lado de la cordillera con el objetivo de

instalarse en las pampas. Esto produjo un reacomodamiento de las relaciones intertribales en donde

las alianzas y conflictos entre los grupos variaban continuamente en pos de objetivos también

cambiantes que derivaban en un paisaje altamente inestable. Una situación que respondía a estas

características se produjo hacia mediados de la década de 1820 con el ingreso de los caciques

boroganos, de la región de Boroa en Chile, unidos a los realistas Pincheira. Este grupo borogano

era un desprendimiento de la agrupación llanista, que había migrado a las pampas en alianza con la

banda de los hermanos Pincheira luego de los reveses sufridos en la Guerra a Muerte. Para escapar

de la persecución de las tropas patriotas, habían decidido su instalación en la zona de Salinas

Grandes. Paralelamente a este ingreso, un grupo de caciques entre los que se contaban Catriel,

Cachul y Venancio había definido un acuerdo con el gobierno bonaerense en virtud del cual se

asentaron dentro del territorio provincial, en lo que podríamos denominar la primera oleada de

indios amigos. Otros caciques, aliados, mantenían una independencia territorial ubicándose al sur

de la nueva línea de frontera teniendo como límite norte de sus asentamientos la sierra de la

Ventana mas allá de la cual se habían ubicado los nuevos pobladores. Entre estos jefes se

encontraban algunos que habían participado en las negociaciones de mediados de la década de

1820 (Pety, Maica, Tetruel, Chanil) a los que se agregaron otros caciques que cobrarían un mayor

protagonismo en los años siguientes, entre ellos Chocorí288 y Vicente Cañigual (o Quiñigual), hijo

del cacique Toriano quien ya había estado por las pampas anteriormente289.

A inicios de agosto de 1830 los indios aliados tuvieron noticia del arribo de la

vanguardia de los Pincheira unida a los boroganos a la región de Salinas Grandes. La aparición de

este compacto grupo instaló en los indios aliados el temor a ser atacados por los recién llegados,

287 Ratto, Silvia “Una experiencia fronteriza exitosa: el Negocio Pacífico de Indios en la provincia de Buenos Aires (1829-1852). Revista de Indias vol LXIII, No. 227, 2003. 288 Cacique huilliche o pehuenche del Limay, suegro de los cacique Cayupan (tehuelche) y Catriel (D. Villar, “Ni salvajes … p. 99) 289 Diario del Cantón de Bahía Blanca y Fortaleza de la Guardia Argentina”, p. 160, en Villar, Daniel (ed), Relaciones interétnicas…

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razón por la que comenzaron a pedir insistentemente auxilio militar a la guarnición de Bahía

Blanca, que les sería negada sistemáticamente. El rechazo de los militares de Bahía Blanca a

auxiliar a los caciques aliados habría llevado a que algunos de ellos iniciaran ciertas negociaciones

con los Pincheira. En efecto, el cacique Vicente Quiñigual había recibido a tres españoles

procedentes del campamento de Pincheira que le pidieron refuerzos para atacar el fuerte. Este

contacto podría haber estado asentado en una alianza previa que su padre, Toriano, había realizado

con los Pincheira290. En relación con estas negociaciones, algunos informantes del fuerte señalaban

que tanto Quiñigual como Maica habían mudado sus tolderías para ubicarse cerca de los

Pincheiras. Sin embargo, los contactos fracasaron bien pronto y esos mismos caciques junto con

otros, entre ellos Chocorí, volvieron a una posición de confrontación con los recién llegados.

Mientras esto sucedía en el sur de la provincia, el gobernador comenzó una estrategia

tendiente a lograr la separación de los caciques boroganos de los Pincheira. La captación de los

boroganos por Rosas es un hecho extensamente tratado en la bibliografía en la que se repiten

ciertas ideas fundamentales. Eugenio del Busto, cautivo de los indios desde niño había sido

rescatado a la edad de 25 por Rauch en una de sus expediciones militares. Conocedor de la lengua

indígena, fue destinado por Rosas a las tolderías boroganas con un presente sumamente apreciado

para el cacique Cañuiquir: su esposa Luisa. La mujer del cacique había sido tomada prisionera en

una incursión militar y se había alojado durante su cautiverio en la estancia Los Cerrillos donde fue

tratada con el ceremonial y el cuidado acorde a su categoría. Combinando, entonces, la acción de

Luisa con los oficios de Bustos, Rosas logró obtener la atención de los boroganos que comenzaron

a negociar una alianza con el gobierno. Sin embargo, dos obstáculos se presentarían a tal empresa:

Rosas exigía a los boroganos que se separaran de los Pincheira y éstos, alegando enfrentamientos

ancestrales, pedían las cabezas de los caciques Venancio Coñuepan, Catriel y Cachul. Esta última

exigencia era impensable para el gobernador y logró ser desarticulada al punto que los cuatro

caciques fueron reunidos en Chacarita de los Colegiales a inicios del año 1830 en donde se logró

negociar un acuerdo de paces291. Como coralario del mismo, un pequeño destacamento militar se

asentó en el campamento borogano para controlar su comportamiento. Pero si era un objetivo

fundamental conseguir la armonía entre estos jefes, no sucedería lo mismo con los caciques aliados

a los que se dejó librados a su propia suerte.

290 Villar y Jimenez “Yo mando en este campo…” 291 Como sería práctica en las negociaciones de Rosas no hemos encontrado documentos que refieran expresamente los acuerdos alcanzados en Chacarita. Solo se han encontrado cuentas de gastos de hospedaje de los cuatro caciques en dicho sitio (AGN,X,43.1.2 y VII, 1.2.5) y la referencia de Parish, utilizada por autores posteriores que hace referencia a dicho encuentro.

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El desenlace para estos ultimos fue la confrontación militar con los recién llegados. El

enfrentamiento entre Pincheiras-boroganos y los caciques aliados se produjo el 25 de septiembre de

1830 y en el murieron varios jefes aliados. La reacción de los sobrevivientes fue disímil

reproduciendo lo sucedido pocos años antes cuando el arribo de indígenas extracordilleranos puso a

los grupos locales en una situación similar. Algunos caciques (Yuscabel, Maica, Lomo Colorado,

Chañil y Chocorí) sintiéndose traicionados por los “cristianos” por no haber recibido ningún tipo de

ayuda militar, comenzaron a planear un ataque a la guarnición que si bien finalmente no se

concretó, marcó un evidente distanciamiento del gobierno; otros grupos adoptarían la decisión

inversa acentuando su contacto con las autoridades provinciales llevando su asentamiento a las

cercanías de los fuertes militares como sucedió con los caciques Quiñigual, Cayupan, Canilao y

Chañá, a quienes encontramos a inicios del año siguiente viviendo en las cercanías del fuerte

Independencia292.

Esta coyuntura reflejaría por primera vez una situación que era estructural al negocio

pacífico y que se vinculaba con los diferentes objetivos de las partes. Los indios aliados pretendían

una participación efectiva del gobierno en auxilio militar para dirimir conflictos internos; este

último procuraba no involucrarse en ellos pero captar la mayor cantidad posible de grupos

indígenas a su política de pacificación. Sería evidente, a lo largo del período, que esta estrategia fue

altamente riesgosa al intentar incluir y lograr el acuerdo entre jefes que, en ocasiones, mantenían

conflictos entre ellos. Cuando estos peligros se concretaban en hechos bélicos el resultado sería la

división de los grupos aliados en aquellos que acentuarían su relación con el gobierno pasando a

constituirse como agrupaciones amigas y otros que pasarían a una actitud de enfrentamiento.

Pero otro elemento de fragilidad en esta primera etapa del negocio pacífico sería la

inexistencia de obligaciones concretas, a excepción del compromiso implícito de no atacar los

establecimientos fronterizos, que les correspondía a estos caciques por el “amparo” que habían

obtenido del gobierno. En 1831 la llegada de un contingente de cerca de 2000 indios procedentes

del otro lado de la cordillera provocó una situación de extrema inseguridad en la frontera que hizo

evidente la necesidad de producir algunos cambios en la estructura del negocio pacifico exigiendo

de manera directa, la participación de los indios amigos como milicias auxiliares del gobierno.

292 AGN,X, 24.5.2

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En marzo de 1831, arribaron a distintos puntos de la frontera chasques del cacique

Toriano quien había producido un extraño viraje en su política de alianzas. Si en los inicios de la

Guerra a Muerte se hallaba enfrentado a los indígenas de Venancio y, acorde con este conflicto,

alineado junto los Pincheira, en estos momentos estaba opuesto a estos ultimos quienes, como

vimos más arriba, habían atacado a su hijo poco antes. Desde la guardia de San Miguel del Monte,

Catriel informaba que tendría unos días de parlamento con el chasque de Toriano para indagar el

motivo de su llegada a la frontera293. Los pasos diplomáticos que se siguieron en este episodio

muestran que algunos caciques se irían constituyendo como intermediarios de Rosas en las

negociaciones. Después del parlamento con el chasque de Toriano, ambos se dirigieron a Pavón

para informar a Rosas de la situación y, con sus instrucciones, regresaron a la zona de Tandil para

conferenciar con Quiñigual. Enterado éste que Toriano ya se había acercado a la frontera y se

hallaba acampado cerca de Bahía Blanca se dirigió hacia allí para informarle lo tratado con

Rosas294.

A partir de entonces Quiñigual abandonaría su asentamiento en la frontera y se uniría al

poco feliz devenir de su padre. A principios de julio, ambos explicitaron ante el comandante de

Bahía Blanca una de sus principales intenciones: acabar con los Pincheira y los boroganos para lo

cual ofrecían sus armas al comandante con el fin de lanzar una expedición conjunta295. La

propuesta no fue aceptada por Rodríguez debido a las negociaciones de paz que, paralelamente, se

habían entablado con los boroganos. Nuevamente se plantearía aquí para el gobierno, la difícil

situación de concertar paces con distintos grupos que se hallaban enfrentados entre ellos. Esta

doble estrategia de Rosas de pactar con agrupaciones en conflicto entre ellas debía ser llevada con

mucha cautela y diplomacia296. El gobernador era conciente de esta delicada situación:

293 González a Rosas, 25 marzo 1831, en AGN,X,23.9.5 294 Según el relato de Rosas a Estanislao Lopez en carta del 28 de julio de 1831. AGN,VII, 3.3.2 295 Martiniano Rodriguez a Rosas, Bahía Blanca, 5 de julio de 1831. AGN,X,24.3.2 296 La diplomacia se extremaba en todos los casos; en lo referido a los obsequios y raciones esta ductilidad cobraba una importancia fundamental. A fines de septiembre de 1831, autoridades boroganas habían obtenido el permiso para pasar a Buenos Aires a realizar unos cambios. A su regreso, como era practica, recibirían algunos regalos para llevar a las tolderías. Entre los obsequios que incluían algun ganado, yerba, aguardiente, tabaco, se agregaron vestuarios militares. En las instrucciones enviadas por Rosas con la especificación de cantidades e indios que debían recibir estos bienes advertía que ya había avisado a los indios que “cuando reciban el vestuario no lo usen hasta que esten fuera de la frontera manifestandoles que esto es por que despues mis amigos los Pampas se ponen zelosos. Por esta misma razon cuando regresen es ueno que las yeguas se las entregue Ud en Lobos…”. Ese mismo cuidado mirando a otros grupos se ponía en los mismos beneficiarios ya que se indicaba que “Al entregarles los vestuarios cuanto menos prendas militares puedan darseles es mejor, Pero si tanteandolos se ve que esto puede disgustarlos en tal caso puede seguirse como siempre” Rosas a Vicente González, 30 de septiembre de 1831. AGN,X,23.9.5. En una carta del dia siguiente realizaría prevenciones similares a su ministro de guerra, Marcos Balcarce: “conviene persuadir a los [indios] … que reciban vestuarios de paisanos mas que de militar aunque se gaste mas en aprontarlos y entregarlos de todos modos debe haber mucha diferencia en la calidad de unos y de otros … si se entregan de paisanos, que los de los capitanes sean vistosos”. Rosas a Balcarce, 1 octubre 1831. AGN,X,23.9.5.

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“Los de Toriano están unidos con los pampas, tehuelches y la mayor parte de los ranqueles. Los chilenos, boroganos y toris [¿] están unidos en contra de aquellos … yo estoy bien con todos”297.

Y aclarando la táctica de captar a unos y otros decía “Yo no debi exponerme a perder la amistad de los yndios amigos, entre los que estaba

incluso Toriano y sus aliados por atraerme la de los Boroganos y demás tribus enemigas de aquellos peligrando tanto mas cuanto por necesidad tenia que hacerles regalos y recibimientos que nunca podrían producir otra cosa que celos y desconfianza … Pero no hubo remedio: tube que correr esta ventura después de bien meditado mi plan … Por que le daria a Quiñegual 100 chuzas y 100 sables cuando lo derrotaron los de Cañuiquil”298

En el caso que señalamos anteriormente en el cual el gobierno concertó alianzas con

grupos enfrentados entre sí (boroganos y Catriel-Cachul-Venancio), ambas facciones recibieron

suficientes ventajas del gobierno como para decidir abandonar, al menos momentáneamente, sus

conflictos propios. En efecto, los indios amigos se encontraban hospedados dentro del territorio

provincial donde estaban a salvo de cualquier ataque y, a la vez, percibían todo tipo de ayuda

económica. Los boroganos comenzaron a recibir con cierta regularidad ganado para su subsistencia

y contaban con un pequeño destacamento militar en su propio campamento que si bien tenía el

objetivo de controlar sus movimientos, representaba además, una fuerza armada que disuadiría a

potenciales enemigos de atacarlos. Como veremos, el caso de Toriano y los boroganos fue

totalmente diferente.

A pesar de los temores que permanentemente elevaban sus colaboradores acerca de las

no demasiado claras intenciones de Toriano, Rosas insistía en que el cacique “venía de paz” y que

Catriel y Cachul habían tenido mucho interés en esta alianza299. Por ello preveía que una vez

terminadas las acciones contra los unitarios300, se realizaría un parlamento conjunto con los tres

caciques. Mientras se ejecutaban estos contactos diplomáticos entre Toriano y el gobierno, el

cacique se instaló en Tapalqué.

Pero Toriano no había venido solo a las pampas. Entre los caciques que lo

acompañaron se encontraba un hermano del cacique Venancio Coyuepan que se acercó a Los

297 Rosas a González, 17 de septiembre de 1831. AGN,X,23.9.5. Negrita nuestra. 298 Presumiblemente se refiere al enfrentamiento entre las agrupaciones en septiembre de 1830 en las cercanías de Bahía Blanca.Ibidem. 299 Rosas a Cachul, 27 de diciembre de 1831. AGN,X,23.9.5 300 Recordemos que paralelamente a estos hechos se estaba desarrollando el enfrentamiento entre las provincias federales y la liga del Interior reunida bajo la influencia de Jose María Paz. El mismo Rosas había trasladado su asentamiento a Pavón.

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Cerrillos para reunirse con él. Luego de largos parlamentos y opíparas comidas sostenidas por

Vicente González con Venancio para obtener información sobre el motivo del arribo de su

hermano, él mismo notificaba a Rosas que, según Venancio, Toriano había convocado a una fuerza

de importancia con la promesa de obtener bienes en Buenos Aires, pero que, al acercarse a la

frontera bonaerense vieron frustradas sus expectativas. En las tratativas para captar a los jefes

trascordilleranos había cumplido un papel importante el Cacique Mayor Guilipan de la región de

Llaima

“… (quien) mando conquistar a su hermano y la jente que trae prometiendole que llegando a la frontera de Buenos Ayres tendrían mucho ganado y Ropa y que en el camino ya les tendría puestas caballadas para marchar…”301

Pero al llegar a Patagones “encontraron a Toriano que allí los estaba esperando y quando se encontraron sin

caballos y los ausilios que este les había prometido ally empesaron a disgustarse … todo se bolbio juntas y a enbolberse en temores y no deliberaban nada y Toriano resolbio mandarle chasque a Quiñagual disyendo a los demas Indios que el los desengañaria del estado de la frontera y según las noticias que este diese resolber lo que habian de aser … Quiñagual les dijo que el no seguiria otro camino sino el que quisiera su Amo Don Juan Manuel Rosas … que si asian daño a Buenos Ayres en el estado en que estaban era perdidos por que Cañuquil los costaria y los Pampas se declararían enemigos que era mejor entrar en paz”302.

Las expresiones de Quiñigual decidieron al hermano de Venancio a entrevistarse con él

porque “ya que estaba ay queria consultar con su hermano que era amigo del Gobierno”303. La

misma incertidumbre sobre el camino a seguir se habría propagado en el tercer grupo que

acompañó a Toriano. Desde Llaima y captados asimismo con las promesas de obtener bienes,

habían venido otros caciques, entre ellos Calfucurá y Namuncurá quienes, a inicios de agosto, se

presentaron ante Toriano molestos porque no habían logrado conseguido los obsequios prometidos

ni de las autoridades de Bahía Blanca ni de Rosas, produciéndose una fuerte tensión entre los

grupos. Luego de un parlamento entre los principales caciques en el que se reclamó a Toriano el

cumplimiento de sus promesas, en los dos campamentos, ubicados a muy corta distancia uno de

otro “se guardo un silencio… que no se ablaban unos a los otros nada mas que observandose los

movimientos”. En esta situación “se levantó un fuego [donde estaban los indios rebeldes]…que no

tenían donde huir ni como defenderse de el… que se han chamuscado mas de 100 indios … que

cuando estaba en el incendio Toriano se estaba rillendo y diciendo que aquello era su castigo por

301 González a Rosas, 9 de agosto de 1831. AGN,X,23.9.5. 302 Ibidem. 303 Ibidem.

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haber faltado a su palabra”304. Es difícil saber si este episodio fue inventado por Toriano para

explicar la nueva reunión de los grupos debido al “castigo” recibido. Lo cierto es que, pese a este

aparente acuerdo, la desconfianza se había instalado entre los coaligados.

Aunque el argumento que más firmemente se expresaba como móvil de la llegada de

estos grupos a la frontera era el ingreso al negocio pacífico, otro objetivo se dejaría traslucir en las

diversas entrevistas y parlamentos que sostuvieron algunos caciques con las autoridades

fronterizas: el ataque a los boroganos. Los caciques Toriano y Quiñigual lo habían planteado de

manera explícita a Martiniano Rodríguez. Pocos días después, Vicente González elevaba una nueva

versión del cacique Venancio sobre la llegada de su hermano en la que se planteaba como principal

objetivo la reunión de todos, incluídos los caciques de Llaima, para atacar a Cañuiquir305. De todos

modos, sea cual fuera el verdadero motivo de la reunión, fue claro poco después de llegar a la

frontera que no se iban a obtener los bienes esperados y que el ataque a los boroganos los

enfrentaría directamente con el gobierno de Buenos Aires. Como resultado de ello, los grupos

comenzaron a dividirse.

Toriano, con permiso del gobernador se asentó por Tapalqué y el hermano de Venancio

se hospedó junto a él en Los Cerrillos. Los únicos que no habían logrado establecer contacto con

las poblaciónes fronterizas306 fueron los caciques de Llaima. Abandonados por sus aliados y faltos

de recursos para sostenerse o emprender el regreso a su tierra, a fines de septiembre de 1831

comenzaron a atacar los establecimientos rurales por la zona de Chapaleufú, Tapalqué y laguna de

Leonchos307. Entre las víctimas también se contaron las tolderías de los indios amigos Antuan y

Guilitru quienes sufrieron el robo de gran cantidad de ganado308. A principios de noviembre otra

ofensiva se centro en la guardia de Bahía Blanca309. Luego de las incursiones, los asaltantes

regresaron a la zona cordillerana.

304 González a Rosas, 16 de agosto de 1831 AGN,X,23.9.5 305 González a Rosas, 19 de agosto de 1831. AGN,X,23.9.5. El plan no carecía de lógica. Así como los boroganos habían pedido originalmente la cabeza de Venancio el iniciar las negociaciones con Rosas era esperable que la familia de dicho cacique estuviera enfrentada a los primeros. Con respecto a los caciques de Llaima, pocos años despues se produciría un fuerte enfrentamiento entre éstos y los boroganos que podría indicar la existencia de rivalidades previas (ver más adelante, la masacre de Masallé). 306 Según los informes que le diera Venancio a Vicente González, el parlamento entre los grupos coaligados había dado como resultado la decisión de que “los indios buscarían amigos que les dieran de comer hasta su regreso a Chile”. González a Rosas, 9 de agosto de 1831, AGN,X,23.9.5 307 González a Rosas, 28 septiembre de 1831. AGN,X,23.9.5 308 AGN,X, 23.9.5 309 Los atacantes fueron identificados por Martiniano Rodriguez como Calfucura, Choquellau, Rapil, Yancamay. Rodriguez a Rosas, 4 noviembre 1831. AGN,X,24.3.2. Para una cronologia con estos acontecimientos fronterizos, ver Cuadro 3.

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Estos ataques reflejaron la existencia de dos posiciones diferentes en torno al problema

de la defensa del espacio fronterizo. Por un lado, se alzarían voces que planteaban la necesidad de

establecer cantones o destacamentos militares que se ubicaran fuera de la línea de frontera para

proteger los establecimientos más avanzados. En esta posición se encontraban el ministro de guerra

Marcos Balcarce310 y el comandante de San Miguel del Monte, Vicente González311. Por otro lado,

el gobernador mantendría una posición tendiente a desalentar cualquier intento por expansión más

allá de la última línea de estancias. Por tal motivo, sostenía que los destacamentos militares debían

localizarse sobre la línea fronteriza, cercanos a los establecimientos rurales de manera que los

mismos sirvieran de fuente de aprovisionamiento del ganado y caballada necesaria312. De todos

modos, las dotaciones de militares regulares previstas por el gobernador eran muy pequeñas ya que

el grueso de la fuerza debía provenir de los vecinos-milicianos que serían convocados

puntualmente para un caso de necesidad”313.

La lectura que realizaba Rosas de los ataques era que éstos se habían producido por la

negativa del gobierno delegado en disponer de recursos para auxiliar a los indios que habían

llegado, situación que él había planteado en varias oportunidades314. Al no “matarles el hambre”

era previsible que se apropiaran del ganado que necesitaban para vivir.

310 Balcarce se quejaba de que, de haberse tenido en cuenta una propuesta que había realizado al conocerse la llegada de estos grupos indígenas, que preveía es establecimiento de varios cantones afuera de la linea de frontera con dotaciones regulares de soldados, esto no hubiera sucedido. Balcarce a Rosas, AGN,X,23.9.5. 311 Para Vicente González debian colocarse puestos militares avanzados que “deben estar en contacto con los indios de la parte donde puedan resguardar las haciendas a fin de que los indios amigos que están afuera tengan un apollo y que les de impulso al menor movimiento que ellos hagan y de este modo yo creo que todos los que no son amigos lo seran aunque sea en la apariencia … Ud debe estar en que los indios por si solo no han de impedir estos robos … Si en esos cantones que se pongan donde yo diga mandase Ud. un hombre de genio que se ocupara nada mas que hablar con las cabezas los mas de los lias sobre instrucciones que Ud le diera todo sería completo”. González a Rosas, 30 septiembre de 1831. AGN,X,23.9.5 312 Rosas a González, 9 de octubre 1831. AGN,X,23.9.5 313 En la respuesta a González sobre este tema, el gobernador dejaría entrever otro aspecto de su política de defensa: la imposibilidad de proteger absolutamente a todos los establecimientos. “Supongamos las fuerzas situadas la una en el Arroyo Azul como se quería y la otra en Tapalque. Solo 6 leguas hay de un arroyo a otro Y si hubiera venido la noticia de que habian sido sorprendidas y deshechas o que les habian dejado a pie? Cual hubiera sido peor esto o lo que ha sucedido? No van en alcance de los indios? Que mas se quiere? Colocado Valle donde estava (Monte) no esta en aptitud de atender a una incursion en toda la parte del sud asta el mismo Tapalque? Pero se querrá que hasta el simple robo de una estancia situada a 20 leguas mas afuera de la linea de las ultimas estancias pueda atenderse?… Suponga Ud que situado Espinosa en Tapalque no se tema esa sorpresa. En tal caso es claro que los indios no entrarian por alli y que se vendrian sobre Lobos y saldrian recostados a la Cruz de Guerra… por la falta de fuerzas acantonadas en el centro y norte. Por el contrario colocado [Espinosa] donde estaba se hallaba en actitud de proteger a Valle si la invasion era por el sud y de atender y atacar con suceso si asomaba alguna por las alturas de Monte, Lobos y Navarro. Rosas a González, 9 de octubre 1831. AGN,X,23.9.5. Negrita nuestra. 314 En carta a Juan Ramon Balcarce de fecha 15 de noviembre, Rosas recapitulaba que al llegar estas partidas indígenas había alertado que “era necesario matarle la ambre y si bien desde el gobierno habían acordado con ello, no liberaban recursos para ello; finalmente y luego de cuatro meses en que los indios estuvieron comiendose hasta sus propios caballos pudo entregarles 1000 yeguas, cantidad nimia teniendo en cuenta que ellos eran más de 2000 de lo que resulto la decision de una parte de ellos a robar de donde pudiesen”. AGN,X,23.9.5

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“… se cumplió mi pronóstico mas claro que el agua. Yo lo veía como en un espejo pero no estaba en mis manos remediarlo…. Tampoco podía ser de otro modo al verme … marcado nada menos que por mi Ministro de la Guerra … por un omiso, negligente y sin previsión … yo que me he sacrificado y no he dispensado arbitrio ni fatiga por conciliar la falta de elementos para sostener el negocio pacifico con los indígenas, con la protección de las personas y propiedades rurales .. que en vano he clamado por recursos para tapar el hambre de esa multitud de huéspedes”315.

Sin embargo, también era cierto que no podía sostenerse un sistema de relaciones que

debiera soportar el gasto de obsequios de un número tan elevado de indios. Ya en el mes de agosto

Rosas había explicitado en una carta a González uno de los objetivos centrales de la campaña al sur

que desarrollaría dos años después. En la misma decía que “acabada la guerra [contra los

unitarios SR] me es necesario decir tales y tales indios son enemigos para declararles guerra de

frente porque a todos hade ser imposible mantener” 316.

Las incursiones sobre la frontera habían derivado, por otra parte, en una movilización

de fuerzas hacia el sur de la provincia. Sobre el arroyo Chapaleufú se habían ubicado algunas

compañías bajo las órdenes de Del Valle, Sosa y Zelarrayán. En Azul, una división de carabineros

del regimiento 6 de milicias de campaña al mando de Gervasio Rosas reunía unos 300 hombres317.

Sin embargo, el gobernador era conciente que eran necesarias más fuerzas para garantizar la

seguridad del territorio. A partir de estos ataques tanto Rosas como diferentes y cercanos

colaboradores del gobernador en la frontera comenzaron a considerar la necesidad de exigir a los

indios amigos el aporte de auxilio militar. Para Vicente González, “los inmensos gastos que se

están haciendo para mantener a los indios amigos” requería que “estas masas de indios amigos sean

los primeros que deven presentarse en campaña”318. De la misma opinión era el gobernador quien

ordenó “mover a los Casiques amigos de los Cerrillos para que marchen a escarmentar a los

ladrones… hasta dejar tranquila la tierra y que no deben regresar hasta conseguir este objeto”319.

Más allá de esta respuesta puntual a la coyuntura guerrera, el gobernador reconocía la necesidad de

reorganizar y poner pautas claras en la relación con los indios que habían comenzado a establecerse

en territorio provincial. En carta a su hermano diría que una vez culminada la campaña contra los

unitarios del interior realizaría un parlamento con los principales caciques para establecer una base

sólida que sustentase el acuerdo. “Base que hoy no encuentro sino movediza y muy expuesta a

desplomar todo cuanto sobre ella quiera trabajarse”. Ese acuerdo debería resolver el destino de los

315 Rosas a Balcarce, 9 octubre 1831. AGN,X,23.9.5 316 AGN,X,23.9.5 317 Gervasio a Rosas, 11 de octubre 1831. AGN,X,24.5.2 318 González a Rosas, 4 de octubre de 1831. AGN,X,23.9.5 319 Rosas a Espinosa, 9 de octubre de 1831. AGN,X,24.3.2

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indios amigos insubordinados y de otros caciques como Catriel y Cachul que “están dispuestos a

seguir las órdenes del gobierno”320.

En las negociaciones que se realizaron con la llegada de los grupos transcordilleranos y

en la convocatoria y movilización de las divisiones auxiliares indígenas, los caciques Catriel,

Cachul y Venancio actuaron a manera de un “triunvirato consultor” para el gobernador. En efecto,

las dudas o inquietudes acerca de los cursos a seguir con determinados caciques eran planteadas en

parlamentos con estos jefes que, debido a sus conocimientos más precisos sobre la situación en el

territorio indígena, podían ofrecer un mejor asesoramiento.

La respuesta de los indios amigos ante la requisitoria del gobierno para que auxiliaran a

las tropas provinciales no fue tan entusiasta como esperaba el gobernador321. Desde Los Cerrillos,

el triunvirato de caciques se había comprometido a enviar a sus indios. Sin embargo,

“los indios y familias que han quedado al cuidado de los toldos son mas que los que han salido … Cachul … me mando avisar que los casiques Anquepan, Manuel Huanquen y Llanquelen no quieren ir a la expedicion contra los indios invasores de la frontera y que dichos casiques estaban situados en el Sapallar … De los indios nuevos de Don Benancio y que salieron juntos con el algunos destos se están volviendo …, malo sera que se esten volviendo unos y que otros se hayan empacado como dice o avisa Cachul…”322.

La respuesta de los tres caciques acerca del incumplimiento de sus disposiciones fue

diferente. Catriel y Cachul comenzaron a perfilarse como los principales interlocutores y de plena

confianza del gobernador a quien no solo responderían ante sus exigencias sino que le servirían de

informantes sobre las actitudes de otros jefes indígenas. La posición del cacique Venancio no sería

la misma reflejando asimismo una relación distante con respecto a los indios que tenía a su

cargo323.

Catriel y Cachul enviaron chasques a sus tolderías de Cerrillos llamando a todos los

indios que se habían quedado para que se reunieran con ellos permaneciendo solamente unos pocos

320 Rosas a Gervasio, 9 de noviembre de 1831. AGN,VII, 3.3.2, fs 268-271 321 Según Gervasio Rosas, solo 24 indios de Antuan (uno de los damnificados directamente en los ataques) lo acompañaron ya que el resto regresó a los toldos con el argumento de que no tenían caballos ni que comer (Gervasio a Rosas, 9 y 16 octubre 1831. AGN,X,24.5.2). 322 Juan Jose Diaz (capataz de la estancia Los Cerrillos) a González, 13 octubre 1831. AGN,X,24.5.2 323 Juan Jose Diaz informaba que al entregar vicios a los caciques para que repartieran a sus indios antes de ir a la frontera, Venancio no había distruibido las raciones sino que se las habia apropiado. Diaz a González, 13 octubre 1831. AGN,X,24.5.2

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al cuidado de las familias324. La reacción de Venancio no sería la misma. A inicios de noviembre

Gervasio Rosas informaba que el cacique se había retirado hacia la Blanca Vieja

“diciendo que allí estará pronto para cuando se le llame … sus indios ya abian empesado a desgranarse y yo creo que el por no sufrir el bochorno de quedarse solo se marcho con los ultimos a pesar de las reflexiones de Don Genaro y Catriel”325.

Luego de los malones de septiembre y octubre y viendo que no obtendría el auxilio

económico esperado, el hermano de Venancio decidió regresar a “su país”326. Para garantizar un

retorno pacífico y evitar que los indios a su regreso aprovecharan para aprovisionarse de ganado se

pidió al cacique Venancio que los detuviera mientras se organizaba la entrega de obsequios,

indicándoles que para hacer el viaje debía contar con una autorización del gobernador. Pero los

consejos del cacique no fueron muy tenidos en cuenta por sus huéspedes debido a que, según

Venancio, dichos indios no le pertenecían razón por la cual le resultaba muy difícil influenciar en

su decisión

“en repetidas ocasiones les ha recombenido a los casiques que de ningún modo deven retirarse sin expresa orden del Sor. Governador de quien debe venir el pasaporte para que puedan livremente regresar a sus Paises… Pero a pesar de todo esto, ellos insisten en salir y que en este caso el no los puede contener mediante a que no han sido llamados por el, ni menos los govierna”327.

A principios de diciembre y luego de haber sido obsequiados y racionados para su

viaje, cerca de 200 indios abandonaron la guardia del Monte rumbo a la cordillera. La partida fue

acompañada hasta Tandil por el teniente coronel Miguel Miranda donde quedaron a cargo de

Gervasio Rosas328. A pesar de que el regreso de los indios se hallaba controlado, Rosas no dejaría

pasar la oportunidad para enfrentar a Venancio y testear su amistad. Pocos días después de la

partida de la comitiva, le escribió al cacique

“... U es quien ha recibido y ospedado en sus toldos a estos indios chilenos y de cualquier daño que hagan el nombre de U hade padecer... U debe ir acompañando con su gente a estos indios que se retiran y mire Don Benancio que si asi no lo hace pierde U su credito”329.

Rosas era conciente del lugar en que colocaba a Venancio y así lo expresaría en carta a

González en respuesta a la critica de éste por la actitud dual que observaba en el cacique: “Dn

Benancio se encuentra en una posición apurada. Malo si queda mal con sus parientes y malo si

324 Genaro Chaves a González, 20 octubre de 1831. AGN,X,23.9.5 325 Gervasio Rosas a Rosas. 1 noviembre de 1831, AGN,X,24.5.2. Negrita nuestra. 326 González a Rosas, 7 de noviembre de 1831 y Gonzalez a Pedro Orona, 28 noviembre de 1831, ambas en AGN,X,23.9.5 327 Arteche a González, 11 noviembre de 1831. AGN,X,23.9.5. Negrita nuestra. 328 Gonzalez a Pedro Orona, 28 de noviembre de 1831. AGN,X,23.9.5 329 Rosas a Venancio, 10 diciembre de 1831. AGN,X,23.9.5.

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pierde mi amistad. De aquí su conducta y la necesidad de conocer que ella no debe considerarse

en rigoroso grado de extrañeza”330. Esta sería una actitud recurrente del gobernador: tensar al

máximo la relación con los caciques amigos exigiendo la mayor fidelidad a riesgo de perder la

posición que estaban gozando. De todos modos esto no pasaba de ser una estrategia discursiva ya

que aún cuando no obtuviera la respuesta esperada la relación amistosa se mantenía.

Como corolario de esta turbulenta etapa se definió una nueva relación con los indios

que pactaron con el gobierno en la cual un punto fundamental fue la instalación de esos grupos en

el espacio fronterizo, concretamente en tres puntos: Tandil, Tapalqué y Azul donde, según el plan

de Rosas, estarían bajo la mirada vigilante de los caciques Catriel, Cachul y Venancio331. El interés

principal del gobernador era que estos indios no estuvieran “ociosos” por lo cual era necesario que

ayudaran a defender la frontera.

¿Qué había pasado entretanto con el grupo liderado por Toriano? La posición del

cacique en esta coyuntura no era la mejor. Según la percepción de Gervasio Rosas luego de los

ataques a la frontera,

“Toriano tiene hoy una posición difícil, contrario de Cañuiquir y temeroso de los indios que fueron batidos el 1 y el 3 del corriente332 no tiene mas remedio que ampararse en nuestros campos… si el esta en esta necesidad como yo lo creo, devemos aprovecharnos de ella pidiéndole que controle a los indios ladrones que ha traído”333.

El 29 de octubre Del Valle informaba desde Tandil que Toriano se había presentado en

el fuerte, muy enfermo, junto a los caciques Chocori, Quiñigual y otros “con 100 indios

desarmados … El estado de miseria de estos indios es extremo, cuando salen a correr avestruces

se pelean por el botin”334. Para el militar, al igual que para Gervasio Rosas, eran las condiciones

propicias para pactar con ellos335.

330 Rosas a Gonzalez, 18 de noviembre de 1831. AGN,X,23.9.5 331 En carta a Cachul le avisaba que a todos los indios amigos los había intimado a que “se vaian para … Bahia Blanca o bien para dos vos estas [Tapalque], pues repito que solo asi estando reunidos bajo la obediencia y vista inmediata de los caciques mayores y lejos de la ocasión para robar y hacer daño podran ser buenos y entrar en orden. AGN,X,24.5.3ª.. 332 Los caciques de Llaima que habían sido convocados por él. 333 Gervario Rosas a Rosas, 27 octubre de 1831. AGN,VII 3.3.2, fs. 264. Una lectura similar había realizado González para quien la situacion del cacique era de debilidad “pues que todos los casiques se rien de el mirandolo como aun pobre viejo”. González a Rosas, 4 octubre de 1831. AGN,X,23.9.5 334 Los pedidos de auxilio económico del cacique hallaron un freno en la respuesta de Gervasio Rosas de que solo les daría yeguas porque tenía orden del gobernador de no dejarlos morir pero que el resto de los bienes debían comprarlos agregando que “si yo lo regalaba cuando no había ayudado en nada que diría Catrie, Cachul & que yo igualaba a los buenos servidores”. Gervasio a Rosas, 14 noviembre 1831. AGN,VII, 3.3.2, fs 281. 335 Del Valle a Gervasio Rosas, Tandil 29 de octubre 1831. AGN,X,24.5.2.

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Durante su estadía en Tandil, Gervasio sostuvo varios parlamentos con Toriano en uno

de los cuales se volvió a plantear la enemistad que tenían con los boroganos, al expresar Vicente

Quiñigual su intención de atacar a los ladrones que habían maloneado en la frontera y también a

Cañuiquir. La respuesta de Gervasio le dejó las manos libres para atacar a los primeros pero no al

segundo “pues Rosas se enojaría”. La enemistad entre Toriano y los boroganos y la misma relación

entre el primero y el gobierno no terminó de definirse aquí sino que, por el contrario, fue el inicio

de una serie de enfrentamientos que se prolongarían al año siguiente.

En efecto, a inicios del año 1832, el comandante de Bahía Blanca expresaba sus dudas

con respecto a la actitud de Toriano debido a los informes obtenidos por algunos cautivos

rescatados. Según éstos, Toriano había rearmado su alianza con los caciques Choqueta,

Namuncurá, Calfucurá, quienes bajo la apariencia de haber regresado a sus tierras, se habían

dirigido a la cordillera para reorganizarse. El plan de los coaligados era atacar la frontera y vengar

la derrota sufrida por los últimos en el ataque del año anterior por la zona de Tapalqué336.

Estos planes se tradujeron poco después en hechos concretos: en el mes de marzo los

campos existentes entre Bahía Blanca, Patagones y el resto de la provincia se hallaban en poder de

los enemigos cortando todo tipo de comunicación entre esos puntos. A fines de abril se produjo un

enfrentamiento en la zona de Tandil en el cual las fuerzas provinciales tomaron 242 prisioneros

indígenas de ambos sexos. A partir de entonces, y respondiendo a la exigencia que se había

plasmado a fines del año anterior, las fuerzas que actuaran en la represión de los malones serían

mixtas, criollo-indígenas e incluirían una característica básica de las estrategias guerreras

indígenas: la toma de mujeres y niños. Los indios amigos que conformaban estas fuerzas mixtas

buscarían quedarse con dichos prisioneros alegando, en algunos casos de manera fehaciente,

relaciones de parentesco con los mismos. La reacción de los damnificados sería diversa: algunos

caciques intentarían pactar con el gobierno para recuperar a sus familias o, en caso extremo,

asentarse junto a ellas en la frontera; otros, de acuerdo con las fuerzas disponibles, seguirían el

camino inverso atacando las tolderías en donde se encontraban sus familias para rescatarlas y,

colateralmente, responder con la misma moneda a sus captores337.

336 Declaración del cautivo Teodoro Gusman natural de la guardia de Salto que estuvo más de 10 años entre los indios, Luis Videla natural de la punta de San Luis, Domingo Llomí, natural de Salto y Micaela Bustamante de la misma guardia, AGN,X,24.5.2 337 Este proceso no era muy diferente al que regía la costumbre indígena donde los frecuentes ciclos de violencia intertribal no llevaban necesariamente a la destrucción total del adversario ya que las batallas eran seguidas por una activa diplomacia que pretendía resarcir los daños a través del intercambio mutuo de cautivos, la devolución de propiedades o el pago en especies para compensar las perdidas ocasionadas a sus contrarios. “Esas fases de

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Todos estos movimientos de población, forzados y/o voluntarios llevan a que, a medida

que avanzamos en el relato de los acontecimientos, la mezcla de grupos indígenas en la frontera se

haga cada vez más densa y muy difícil determinar el momento y las circunstancias por las cuales

un determinado grupo se instaló en el espacio fronterizo. Esta conformación de grupos étnicamente

mixtos provocaría además y como veremos más adelante, un conflicto de lealtades difíciles de

sostener. Si las prácticas mencionadas formaban parte de la cultura indígena, lo que cambia en este

contexto es la interferencia de las autoridades fronterizas agregando un elemento más de

complejidad a este escenario. Al gobernador no se le escapaba que la posesión de las familias de

los indios enemigos constituía un precioso anzuelo para captarlos338 y por ello intentaba ser

cuidadoso con el destino que se diera a los prisioneros. Concretamente, aquellos indios tomados en

el encuentro mencionado más arriba debían, por orden expresa del gobernador, ser mantenidos “en

depósito” hasta que decidiera que hacer con ellos. Sin embargo, el coronel Don Narciso del Valle, a

cargo de las fuerzas militares había distribuido varios de ellos entre vecinos de las guardias de

frontera, decisión que fue duramente criticada por el gobernador y revertida poco después339.

El ataque perpetrado por la coalición indígena decidió al gobierno a encarar una

expedición punitiva. El 1 de junio de 1832 una fuerza militar procedente del fuerte de Bahía Blanca

y dirigida por su comandante Martiniano Rodríguez, avanzó sobre las tolderías del cacique Toriano

asentado en la región de Mamil Mapu. Según el parte oficial enviado al gobierno de la provincia, la

expedición obtuvo una victoria absoluta sobre este grupo. Más importante aún, se logró la prisión

del cacique y de otras 70 personas. A fines de ese mes, se realizó un acuerdo entre el gobierno y el

cacique mayor borogano Cañuiquir, en lo que sería una de las pocas oportunidades en que Rosas

dejó por escrito un compromiso con los indios, por el cual se formó una fuerza militar conjunta

momentánea pacificación usualmente concluían en acuerdos que se traducían en alianzas contra otros grupos que aprovechando la debilidad de los combatientes se esforzaban por capturar los vestigios de un poder que nadie podía controlar; de ese modo, se reforzaban las redes militares que subyacían a la estructura social y se revigorizaba el ethos epico que conformaba gran parte de la ideología y el ritual. Contradictoriamente el tiempo de la paz servía de preparacion para la guerra que se avecinaba, a su vez esta no cesaba de alimentar el anhelo de paz” (Leon Solis, L. Los señores de las cordilleras y las pampas. Los pehuenches de Malalhue, 1770-1800. Mendoza, Universidad de Congreso/Municipalidad de Malargue, 2001) 338 Recordemos el importante papel diplomático que cumplió la india Luisa, esposa del cacique Cañuiquir en las negociaciones de paces. 339 Así se expresaba Rosas: “no puede persuadirse que V.S. traspasando los limites de us mas estricto deber haya dispuesto de lagunas personas de esas familias que ha debido conservar precisamente todas a las ordenes de S.E” Rosas a Del Valle, 4 junio de 1832. AGN,X,24.5.4. La resolución final del tema se logró recién en noviembre de ese año cuando Catriel y Cachul, comisionados por Rosas para tal fin, notificaban que habían terminado de “repartir todas las familias que se hallaban presas” aconsejandoles “que se porten bien pues de este modo serán felices y los seran todas sus familias. Catriel a Rosas, Tapalque 20 noviembre de 1832, AGN,X,24.1.3.

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para “terminar con los agresores”340. La campaña se extendió durante todo el mes de agosto de

1832 y derivó en la obtención de cantidad de familias prisioneras, muchas de ellas pertenecientes a

Quiñigual (que logró escapar reuniéndose con Chocorí) de las cuales, probablemente algunas

permanecieron en los toldos boroganos.

En septiembre de 1832, concluida la expedición contra los enemigos, los caciques

boroganos dirigieron una nota al comandante de Bahía Blanca en la que solicitaron la entrega del

cacique Toriano junto con 12 jefes indios también prisioneros. Este pedido originó la reunión de

una Junta de Guerra en Bahía Blanca en la que participaron todos los oficiales de la guarnición en

donde se accedió de manera unánime a conceder al pedido de los indios. Pero como la remisión de

los presos se demoraba, cinco días más tarde se presentaron en Bahía Blanca dos caciques

boroganos solicitando una definición sobre el asunto. Como consecuencia se realizó una nueva

Junta de Guerra para decidir la suerte de los prisioneros con la particularidad de que la misma

reunió “en Sociedad armoniosa” a las máximas autoridades militares del Fuerte y a los caciques

boroganos. Nuevamente, como en la oportunidad anterior, el voto unánime de los integrantes

estuvo por la entrega del cacique prisionero. Como resultado del dictamen se entregaron los doce

prisioneros indígenas a dos integrantes de la Junta: el Teniente Coronel Manuel Delgado y el

cacique borogano Guicham. La comitiva se dirigió a las afueras de la guarnición y allí, ante la

presencia del Secretario de la Junta, Capitán del Ejército Fabián González, fueron ejecutados los

indígenas rebeldes.

Esta decisión autónoma de la oficialidad de Bahía Blanca no dejó de ser señalada por

Rosas. Un mes luego de estos hechos una carta misiva el gobernador dejaba en claro su posición

con respecto al modo en que debía actuarse en cuestión de indios

“debo prevenirle para que le sirva de regla en lo subsesibo que estando el citado casique preso y bien seguro a disposicion del Governador de la provincia todo lo que debio U. contestar a la solicitud de los casiques amigos debio haber sido reducido a decirles que no podia resolver sin orden del indicado Señor Governador”.

No obstante surgía como elemento decisivo para transgredir esta premisa las

condiciones particulares del fuerte de Bahía Blanca, hasta hacía poco aislado y sin comunicaciones

con el resto del territorio precisamente por la presencia de estos indios enemigos a quienes los

340 Los términos del acuerdo señalaban que “perseguirán de muerte a todos los indios enemigos que haya en puntos donde puedan ser atacados y muy principalmente los que tanto por estar cituados y muy principalmente por la Ventana como de esa guardia para adentro tienen interrumpida la correspondencia y atajado los caminos… de modo de haciendo desaparecer del todo a los enemigos se transcite con toda seguridad hasta esa Guardia”. AGN,X,24.5.4

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boroganos habían ayudado a combatir. Por ello, la comunicación de Rosas concluía que “Vien me

hago cargo de los motivos que han obligado a VS a condecender con los casiques en la entrega

creiendo acertar y por esta razon es que repito que apruevo todo cuanto VS ha hecho y dispuesto

en este asunto”341.

En octubre, una nueva campaña, procedente de Independencia se dirigió hacia Bahía

Blanca para confirmar la apertura del contacto entre los puntos australes. El coronel Del Valle, a

cargo de la misma, confirmaba no haber encontrado en su transito rastros de indios enemigos ni

aun asentamientos de amigos. Según sus informes los primeros se habían retirado hacia el Colorado

existiendo solamente unos 30 indios en dicho paraje342. En octubre de 1832 el gobernador se

jactaba de que los caciques Quiñigual, Chocorí, Cumio y Cayupan “son los únicos enemigos que

hay”343.

3. Una “pax rosista” no tan pacífica. De la expedición al sur al arribo de Calfucurá.

La expedición militar al sur que se desarrolló entre marzo de 1833 y enero de 1834 fue

convocada y organizada de manera conjunta por las provincias de Buenos Aires, Córdoba y San

Juan344. La misma tenía el objetivo de consolidar el espacio que se había incluido al territorio

provincial luego de las fundaciones de 1828 y, en palabras de Rosas “decidir que indios son amigos

y cuáles no”. La expedición contó con tres divisiones, la de la derecha a cargo del brigadier José

Félix Aldao, salió de Mendoza hacia el sur buscando la confluencia de los ríos Limay y Neuquen;

la del centro bajo las ordenes del general Ruiz Huidobro partió de la provincia de San Luis y

recorrería el espacio de norte a sur hasta encontrar a la división izquierda en el Río Colorado. Estas

dos divisiones debían incursionar sobre los indios ranqueles, con quienes nunca se había podido

establecer la paz. La división sur, dirigida por el mismo Rosas, se concentró en la guardia de San

Miguel del Monte y se dirigió principalmente hacia los caciques que habían protagonizado la

alianza de Toriano: Chocorí, Cumio y Quiñigual345. Rosas sentía un especial encono hacia

341 AGN,X,24.6.4ª 342 Ibidem 343 AGN,X,24.7.1 344 Para no agobiar al lector con la descripción de esta campaña remitimos a los trabajos que se han realizado sobre la misma, entre ellos Politica seguida con el aborigen … 345 La correspondencia de Rosas con distintas autoridades militares y civiles de la expedición y de la provincia es extensísima y evidencia la meticulosidad y detalle que habitualmente se señala como caracterísitca de su estilo de gobierno. Las instrucciones del comandante de la divisón expedicionaria cubrían una amplia gama de situaciones referidas al curso de la guerra en donde no estaba de más señalar, por ejemplo, qué debía hacerse con los prisioneros indígenas. En una carta verdaderamente aterradora, Rosas le indicaba al coronel Pedro Ramos la forma de proceder con los prisioneros indígenas tomados en las incursiones: “cuando tome prisioneros indios, una vez que les haya

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Quiñigual a quien consideraba el autor de una verdadera traición. Recordemos que el cacique había

sido amparado luego del ataque sufrido a fines del año 1830, en manos de los boroganos y se había

instalado con sus familias en la zona de Independencia346.

Del éxito de la campaña al sur dependía, para el gobernador, la consolidación del

sistema de relaciones pacíficas que ya se había iniciado sobre la base de una trilogía de caciques

amigos asentados por la zona de Tandil, que cuidarían la frontera sur; más al sur, la amistad con

caciques tehuelches cercanos a Patagones incentivaría el activo comercio que siempre los había

unido al fuerte; los boroganos, asentados en Salinas Grandes “contribuirian a la defensa, ayuda y

fomento del Fuerte Argentino cuyo pueblo deberian ayudar a cuidar para que allí fuesen felices

ellos y sus hijos con el comercio”, a la vez que actuarían a modo de barrera de contención ante

posibles ataques de grupos trascordilleranos. Para que el modelo funcionara a la perfección, solo

faltaba organizar algunas piezas sueltas: los ranqueles y los indios que constantemente arribaban

del otro lado de la cordillera. En efecto, en la estructura soñada por Rosas

“... lo de los ranqueles no mas es lo único que falta... pues arreglado... se juntarian en el Tandil todos los caciques principales y allí asistirán Catrie, Cachul y Dn Benancio. Yo asistiria a la junta y acordariamos lo unico que hay que hacer con los Indios de las cordilleras que haran lo que se les diga por que estan deseando la paz. Esto seria muy facil de arreglarlo y hecha la paz general de toda la tierra hasta Chile claro esta que yo y todos mis ejercitos nos retirariamos dejando la tierra llena de la paz347.

El objetivo final de Rosas era que, logradas estas paces,

“Todas estas naciones... harian sus casas, principalmente los caciques, sembrarian y serian dichosos en sus tierras y pueblos… [de manera similar a] Yanquelen [que] quedaria por la Federacion como esta pues ese indios siembra y ya esta haciendo una buena casa”348.

Este esquema contemplaba la idea de incorporar al indígena a la sociedad criolla

mediante su participación en la economía provincial (a través del comercio349 y de la práctica

tomado declaracion puede, al dejar el punto, mantener una pequeña guardia para que cuando no haya nadie en el campo los fusile. Digo esto así porque despues de prisioneros y rendidos da lastima matar hombres y los indios que van con Ud que lo vean aunque quizas les gustaria esto porque asi son sus costumbres pero no es lo mejor... Si los indios preguntan por ellos debe decirseles que intentaron escapar y fueron ultimados. Por esto mismo no conviene que al avanzar una toldería traigan muchos prisioneros vivos con dos o cuatro hay bastantes y si mas se agarran esos alli en caliente nomas se matan a la vista de todo el que este presente pues que entonces en caliente nada hay de extraño y es lo que corresponde. Cuando asi hablo es de indios grandes y no muchachos chicos que no es facil escapen y que estos y las familias son las que deben hacerse prisioneras” 2 septiembre de 1833 (27.5.7). 346 Así se expresaba Rosas con el cacique Catriel sobre Quiñigual: “... asi me paga el que yo haya echo con el las veces de un verdadero padre: Que se acuerde lo que hice cuando vino pidiendo despues que lo corrieron los Boroganos: que se acuerde lo que hice cuando lo atacaron en esta ciudad las biruelas, per que repito que me las han de pagar y que nada absolutamente quiero con ellos y que por lo tanto para ahora y para siempre hasta la muerte me cuenten por enemigo de todos ellos AGN,X,24.5.3 347 AGN,X,27.5.7 348 Ibidem.

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agrícola) pero no de manera forzada sino apoyada en la misma dinámica de la relación. La cercanía

y/o la convivencia con población criolla tenderían, según Rosas, a fomentar en los indios amigos

prácticas económicas que finalmente llevarían a su integración a la sociedad provincial.

Mientras la expedición se desarrollaba en el sur de la provincia, el clima político en la

ciudad de Buenos Aires se veía cruzado por un fuerte conflicto entre dos sectores del federalismo,

los llamados doctrinarios que apoyaban el gobierno de Balcarce y los restauradores, apoyos de

Rosas. En esta disputa no fueron ajenos los indios amigos y aliados que, por distintas vías

intentaron ser captados por los balcarcistas. Por lo menos eso puede deducirse de los siguientes

hechos. En enero de 1834, cuando Balcarce ya había sido relevado del gobierno, se realizó un

sumario contra el porta estandarte Rodríguez perteneciente al escuadron de línea del Regimiento 2

de campaña sospechado de "desparramar noticias funestas y perjudiciales de que ha resultado que

las tribus boroganas y ranqueles se hayan alarmado al punto de haberse malogrado todos los

trabajos del infrascripto para la entrega total de los cautivos cristianos y pacificación general". El

acusado fue sentenciado a muerte350. Años después de estos hechos, el comandante de Tapalqué,

Bernardo Echeverría, al realizar una reseña del fuerte vínculo que unía a los indios del cantón con

Rosas refería que aprovechando la partida de grupos indígenas que acompañaron a la expedición al

sur, “dos indios de entre … [los que habían permanecido en Tapalqué] alusinados con falsas

promesas, los invitaron a unirse al gobierno del general Balcarce [pero los indios amigos] no solo

no aceptaron el convite sino que … se pusieron sobre las armas … como más de dos mil y solo se

contentaron con mandar chasques al Rio Colorado para que por conducto de sus caciques mayores

llegase este acontecimiento al conocimiento de nuestro ilustre Restaurador de las Leyes”351.

Era evidente que la presencia de estos nutridos contingentes de indígenas en territorio

provincial, o cercanos a la zona fronteriza significaba para cualquier facción una interesante fuerza

auxiliar militar deseable de ser captada para cualquier enfrentamiento político. Sería también

evidente con éstos y otros acontecimientos que tanto la relación privilegiada que tenían con Rosas

como el estrecho control ejercido por las autoridades militares sobre estos grupos, desbarataba

cualquier posibilidad real de romper este vínculo.

349 Planteo que tiene un lejano eco de la política borbónica de fines del período colonial basada en relaciones pacíficas con una fuerte apoyatura en el comercio. 350 “Interrogatorio al porta Rodriguez del escuadron de linea del regimiento 2”, en AGN,X,24.9.1 351 Echeverría a la Sala de Representantes, 20 de febrero de 1840. AGN,X,25.9.1

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En general, se tiende a señalar que la campaña al sur resultó exitosa al lograr una

"relativa paz" en la frontera bonaerense. Si bien no puede dejar de señalarse que el período rosista

fue, en términos generales, más estable en lo relativo a las relaciones interétnicas que lo que

sucedió en las etapas anterior y posterior, un análisis más pormenorizado de los acontecimientos

permite matizar aún más esta noción de "paz relativa". Luego de finalizada la expedición al sur, los

recelos del gobernador con respecto a la actitud de los boroganos, llevaron a una serie de

acontecimientos bélicos y una situación de fuerte inestabilidad en la frontera sur de la provincia

que se extendió hasta fines de la década de 1830 cuando el cacique “chileno” de la región de

Llaima, Calfucurá, se instaló definitivamente en las pampas, más precisamente en la zona de

Salinas Grandes.

En efecto, la participación de los boroganos en la expedición al sur no cubrió las

expectativas de Rosas. La tarea que les había encomendado era auxiliar a una de las divisiones

expedicionarias que debía operar sobre los indios ranqueles. Esta exigencia tenía el objetivo de

cortar la relación que existía entre ambas agrupaciones ya que Rosas recelaba del estrecho contacto

que mantenían. Los caciques boroganos tuvieron una actitud sumamente dual en sus relaciones con

el gobierno a este respecto lo que motivó una reacción de marcada desconfianza por parte de

Rosas. Temerosos de que la misma se tradujera en un ataque efectivo sobre su campamento al

culminar la expedición militar, los jefes boroganos buscaron captar a jefes cordilleranos

seduciéndolos con la posibilidad de obtener ganado en la frontera bonaerense. El convite dio

resultado pero mientras dichos caciques se aprontaban y avanzaban hacia Salinas Grandes, los

boroganos reconstituyeron su relación con el gobierno. A la llegada de Calfucurá (uno de los

caciques transcordilleranos convocados) a Salinas se encontró con una situación totalmente

diferente a la prometida ya que los boroganos intentaron disuadirlo de atacar la frontera. El fin de

este episodio fue lo que se ha conocido con el nombre de “masacre de Masallé”, en septiembre de

1834 en la cual los caciques boroganos Rondeau y Melin fueron asesinados por los jefes

cordilleranos352.

Esta agresión en la zona de Salinas hizo prever posibles derivaciones en ataques sobre

los establecimientos fronterizos. Para poder enfrentarlas se reorganizaron las fuerzas militares en la

campaña. En estas operaciones de movilización quedarían muy claramente reflejadas las esferas de

influencia del gobierno bonaerense por un lado y de Rosas por el otro. Desde el ministerio de

352 Este episodio, extremadamente complejo, será objeto de un analisis en profundidad en el capitulo 2 de la Tercera Parte.

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Guerra se ordenaba la reunión y envío de diferentes divisiones regulares y milicianas a la

frontera353. Paralelamente, por carriles confidenciales, el comandante de Bahía Blanca, Martiniano

Rodríguez, notificaba a Rosas que había ordenado a Catriel que mandase sus chasques a Tapalqué

y a Cachul que se pusiera al frente de los indios pampas para "correr el campo y estar sobre las

armas para lo que fuese necesario recogiendo también los dispersos de los borogas que vengan

buscando … nuestra protección…"354. Pocos días después de esa carta, Rosas le escribía a su

hermano Prudencio que

"Con los soldados que has mandado al Azul y los indios pampas fieles en numero muy crecido que hay en Tapalqué sobra fuerza para escarmentar qualquiera invacion que intentasen los chilenos si su rudeza llegase a tal extremo pues ademas quedarían a retaguardia de las fuerzas de Bahia que unidas a los indios de don Venancio y borogas que ya se estaran rehaciendo…"355.

Podríamos plantear que, mientras el gobierno se ocupaba de movilizar las fuerzas

criollas, Rosas tenía exclusivamente en sus manos la reunión de divisiones indígenas, marcando

una tendencia que ya se había iniciado a fines de la década anterior y cada vez se profundizaría

más: la centralización de la relación interétnica en su persona356.

El ataque de Masallé provocó un proceso de desmembramiento de la agrupación

borogana repitiéndose el itinerario de aliado a amigo que experimentaron algunos grupos

abandonando su asentamiento en las pampas y buscando una ubicación en la frontera que los

protegiera de posibles nuevos ataques. Este derrotero fue seguido por un sector encabezado por los

caciques Caneullan y Guayquil que se situó en las cercanías del fuerte 25 de Mayo. Teniendo en

cuenta las circunstancias en que los distintos grupos ingresaron al negocio pacífico (debilidad

económica, aislamiento con respecto a otras parcialidades, conflictos intertribales) es evidente que

el sistema implementado por el gobierno captaba a tribus agotadas en sus recursos y perseguidas

por sus enemigos a las que obviamente les seducía la posibilidad de obtener protección y ayuda

económica. Para mencionar un ejemplo, el cacique Caneullan poco después de asentarse en el

fuerte Mayo había enviado una carta al gobernador en donde reflejaba su sentir ante el hospedaje

recibido en el mismo:

"… Mi general estoy tan sobremanera satisfecho con hallarme yo y mi familia viviendo entre los cristianos que creo que si sien años mas viviera serian los mismos que no los pasaria en otra parte sino entre los cristianos de quienes estoy reciviendo todos los dias favores

353 AGN,X,24.8.6 354. Ibidem. 355 Ibidem. 356 Por otro lado, toda la correspondencia que detallaba las campañas militares que realizaron las fuerzas criollo-indígenas fue dirigida exclusivamente a Rosas no existiendo documentacion similar cursada a autoridades provinciales.

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sobre favores. No me olvidare confesar abiertamente que el gefe que se haya hoy en la fortaleza no solo me socorre diariamente con lo que necesito sino que también ha hecho que su tropa respete nuestros alojamientos y mire como sagrado cuanto pertenece a nosotros…"357

Mientras estos grupos buscaron protección en la frontera, el cacique borogano

Cañuiquir permaneció asentado en Salinas Grandes manteniendo una relación muy estrecha con los

ranqueles, lo que provocaría constantes recelos por parte de Rosas y otras autoridades de frontera

que tenían un contacto más directo con la situación. En el desarrollo de lo que podríamos llamar el

declive final de los boroganos como grupo de poder en las pampas, cobrarían especial significación

los vínculos personales sobre los que se organizaba básicamente la relación interétnica y volvería a

plantearse la capacidad de actuación autónoma que tenían algunas autoridades fronterizas ubicadas

en puntos alejados de la campaña, como Bahía Blanca. El centro de atención de los hechos que

relataremos se ubicó precisamente en la región sur de la provincia, en el área que abarcaba desde el

fuerte de Bahía Blanca hasta Salinas Grandes. En los mismos, las acciones desarrolladas por

Francisco Sosa, comandante del regimiento de blandengues de la guarnición provocaron una

reacción en cadena de sublevaciones y ataques indígenas que recién pudo aquietarse a fines de la

década de 1830.

Las relaciones personales que Sosa había establecido con algunos jefes boroganos y el

encono personal que sentía el militar hacia el cacique Cañuiquir a quien recurrentemente culpaba

de acciones hostiles lo llevaron a plantear en varias ocasiones la necesidad de realizar un ataque

final sobre el jefe borogano. Esta insistencia de Sosa hacía temer a Rosas que éste decidiera actuar

de manera independiente en este tema, razón por la cual, el gobernador intentaría apaciguarlo

argumentando que, a pesar de algunos actos de traición, los boroganos habían actuado en general

con la fidelidad necesaria como para sostener la relación pacífica.

En un extenso relato Rosas reseñaba a Sosa una serie de acciones fieles de estos

caciques "… cuando fueron atacados por Quiñigual y demás pampas a pesar de haberlos

barrido triunfando de ellos completamente, al llegar a la Bahía hicieron alto sin pasar la línea cumpliendo lo que me habían prometido y me pasaron el parte358 … No declaraban la guerra a los ranqueles es verdad, pero es preciso tener presente que en sus cálculos debía entrar una convinacion prudente y natural que debían vuscar en su favor desde que tenian enemigos hacia esta parte también hacia el sur, que don Venancio, Catriel y Cachul tampoco eran sus amigos y que mi amistad era modesta. Todo esto naturalmente los detenia a no romper con los unicos verdaderamente aliados que tenian a la inmediación… Llego la epoca de la expedicion. Desde

357 AGN,X,25.1.4. 358 Se refiere a los acontecimientos de septiembre de 1830.

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entonces si me dieron sobrados motivos para haberlos atacado. Mas yo miraba las cosas en un circulo grande y tendia la vista muy lejos hasta donde me lo aconsejaba la desgraciada situacion del pais a virtud de sus desgracias domesticas y de la exausticidad del tesoro publico … De todo esto resulto la inquietud de ellos, el perdon a los enemigos indigenas que se le presentavan, el llamamiento que hicieron a los que vinieron de la cordillera y sus demas preparativos y maquinaciones secretas con el objeto de resistir al ejercito de mi mando que creian los atacaria a su regreso … [a pesar de eso Rosas considera que los boroganos buscaban la paz con el gobierno] y la prueba es que teniendo tan cerca en Tapalque las familias de los pampas en numero de mas de tres mil personas no se las llevaron ni tampoco robaron en las estancias cuya linea estava enteramente desamparada por el gobierno … solo el temor les obligaba a una conducta desconfiada" 359

Entre los caciques que habían buscado el amparo del gobierno luego de Masallé se

encontraba el jefe Meligur que mediante acuerdos particulares con Sosa, se había establecido con

cerca de 300 indios por la sierra de Ventana. Esta negociación personal del militar provocó un

fuerte desagrado en Rosas quien vería en esta acción un doble peligro: la concentración de fuerzas

indígenas tan numerosas en las cercanías de Bahía Blanca (que superaban ampliamente el

destacamento militar del fuerte) y la desprotección en que quedaba la región de Salinas Grandes,

punto estratégico en donde era vital contar con fuerzas aliadas. El gobernador se encargó de

reprender duramente a Sosa por este acto360:

"Lo que has hecho en ese delicado asunto resolviendolo vos mismo del modo que lo has dispuesto es malo, muy malo, malísimo y de una trasendencia que puede traer consecuencias muy desagradables y efectos tan perjudiciales como de difícil reparación… Me manifiestas decir Meligur que se iva a incorporar a don Venancio por que teme ser envuelto en un ataque que hagan a Cañuiquir los mismos ranqueles a quienes esta apadrinando. Que asi lo ha verificado a virtud de tus consejos apartándose con 300 lanzas y correspondientes familias. Y si por esta desmembración de fuerza reciben un golpe los que quedan incluso con la tropa que yo mande a Cañuiquir a quien se le culpa y quales seran los resultados que sobrevengan… ¿y si al ejemplo de lo hecho por Meligur y a virtud de los mismos temores y con vista de la proteccion que le ha dado por vos se van otros muchos dejando en esqueleto la fuerza de Cañuiquir y la tropa indicada que alli tengo? … "361.

En resumen, la decisión de Sosa de amparar a otro numeroso grupo en las cercanías del

fuerte de Bahía Blanca dejaría muy expuesto al cacique Cañuiquir en la región de Salinas y, por

carácter transitivo, quedaría indefensa la extensa distancia existente entre dicho fuerte y

Federación. E insistía en que a pesar de las desconfianzas de los boroganos lo cierto es que

cumplían con el objetivo de servir como barrera de contención de malones. El otro riesgo de esta

359 AGN,X,24.8.6. Negrita nuestra. 360 Recordemos que aun en ocasión del fusilamiento de Toriano, cuando las circunstancias puntuales habían ameritado una resolución rápida sin poder esperar la confirmación desde el gobierno, Rosas había dejado sentado que él tenía la ultima palabra sobre estos temas. En este caso, el desplazamiento y la ubicación cercana a la frontera de un grupo tan numeroso de indios no podía dejar de ser consultado con él. 361 AGN,X,24.8.6

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migración era que la unión de fuerzas entre boroganos y Venancio llegaría a equiparar las fuerzas

militares de la guarnición.

Pero esta reprimenda no hizo mella en Sosa quien no solo mantuvo el campamento de

Meligur cercano a Bahía Blanca sino que profundizó el curso de acción que evidentemente ya

había tomado y que derivaron en el envío de dos ataques, en marzo y abril de 1836, contra el

cacique Cañuiquir. El parte de la última campaña expresaba que la fuerza atacante constaba de 200

indios de Venancio, 270 de los caciques Meligur y otros boroganos y el regimiento de blandengues

de Bahía Blanca. Como resultado del encuentro se tomaron "600 personas de sus familias

salvages, majadas de ganado lanar en numero de mas de ocho mil, como quinientas cabezas

vacuno, algunos caballos y el todo de su menage y servicio de sus hogares que como legitimo botín

obra en manos de nuestros soldados". En el mismo encontró su final el cacique Cañuiquir cuya

cabeza fue colocada sobre un palo en la cima de una pequeña colina del paraje Lanquiyu362.

La premonición de Rosas sobre las consecuencias muy desagradables y efectos tan

perjudiciales como de difícil reparación de las acciones inconsultas de Sosa no tardarían en

evidenciarse. Cuatro meses después de las expediciones contra Cañuiquir, los indios amigos de

Tapalqué informaron al comandante del cantón que en el fuerte de Bahía Blanca se estaba

preparando una sublevación de los indios amigos que incluía a los mismos indios de Venancio,

quien, sin embargo, ignoraba esos movimientos. Según estos informes, los caciques “chilenos”

Reilef y Tracaman que vivían en Tapalqué, estaban en combinación con los complotados y recibían

diariamente chasques de Alón (otro cacique borogano que había buscado refugio en la frontera

luego de Masallé) que se hallaba a una distancia intermedia entre Tapalqué y Bahía Blanca. Estos

informes no fueron tenidos en cuenta por Rosas para quien se trataba de rumores infundados

producto de la enemistad existente entre chilenos y pampas.

Pero ¿quiénes eran esos caciques “chilenos” de Tapalqué? No hemos podido hallar

información de Tracamán pero sabemos que Reilef había arribado en 1831 junto al hermano de

Venancio y en julio de 1833 se asentó en el cantón, con permiso del gobierno. Poco después el

comandante Echeverría diría de él que “es hombre de mucho juicio y muy laborioso, tiene una

chacra bastante grande de maíz, porotos, zapallos, papas y otra porción de cosas y sus indios casi

todos trabajan y ningún vecino del Azul se queja de él”363. En unas fiestas federales realizadas en el

362 AGN,X,25.3.2 363 AGN,X,43.1.2

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año 1835 este cacique junto con Catriel, Cachul y Tracaman ocuparon un lugar de importancia

junto a vecinos del fuerte de Azul. En momentos previos a estos acontecimientos, un censo de las

tolderías en Tapalqué computaba que tenía 140 hombres a cargo.

En todos estos rumores y noticias, Quiñigual jugó un papel de importancia. Es muy

probable que se tratara del cacique Vicente Quiñigual, hijo de Toriano que, luego de la expedición

de 1833-34, habría optado por abandonar la coalición y buscar nuevamente refugio en la

frontera364. Según el informe de Echeverría, Quiñigual había recibido noticias sobre la sublevación

que iba a producirse de parte del mismo Reylef. Nuevamente, la lectura de Rosas era de total

descreimiento sobre estos rumores y volvía a centrar su explicación, esta vez, en enemistades

personales. Para el gobernador, Quiñigual y Reylef no eran amigos por lo que probablemente en

esos informes “puede haber alguna figura de tramoya de Quiñigual con el objeto de que alarmado

U. con tal noticia el resultado sea que Reylef y Tracaman sean atacados...”365. Por lo cual, Rosas

ordenaba a Echeverría “actuar con pulso y tino sobre el particular y no proceder asi nomas contra

los referidos caciques [Reylef y Tracaman]”366.

Lo cierto es que en el cantón se vivía una situación de gran intranquilidad motivo por el

cual Echeverría incrementó la seguridad del fuerte y tomó algunas medidas de precaución entre las

que se contaba de manera prioritaria el control de los movimientos entre las tolderías de Tapalqué y

las situadas fuera del territorio provincial que pertenecían al cacique Alón, uno de los posibles

implicados en la sublevación. Estas prevenciones no fueron en vano ya que finalmente el día 24 de

agosto de 1836 se produjo en el fuerte de Bahía Blanca la temida sublevación de los indios amigos

asentados en sus alrededores. Entre los cabecillas del ataque se hallaban los caciques boroganos

Meligur y Alón y el caciquillo de Venancio, Pedro Guayquil. El malón que convocó unos 800

indios cayo sobre los establecimientos ubicados sobre el arroyo Naposta, cautivando pobladores,

arreando ganado y llevando consigo como prisionero al cacique Venancio367.

¿Cuál habría sido el motivo de la sublevación de estos indios que explícitamente y

hacía poco tiempo, habían buscado el amparo de las fuerzas de frontera? La explicación debe

364 Meinrado Hux, Caciques huilliches y salineros, p. 44. Buenos Aires, Marymar, 1991. 365 AGN,X,25.2.5. Esta presunción de Rosas tenía cierto fundamento. Tengamos en cuenta que, si bien existió una coalición original en 1830 por la cual, el hermano de Venancio (en cuya comitiva se hallaba Reylef) y Toriano (padre de Quiñigual) se dirigieron a la frontera bonaerense, el curso posterior separó a estos grupos: Reylef se instaló en Tapalqué y Quiñigual junto a Toriano pasaron al enfrentamiento con el gobierno. 366 Ibidem. 367 El relato que sigue a continuación se ha realizado con la documentación archivada en AGN,X,25.2.5

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buscarse en las campañas contra el cacique borogano Cañuiquir a las que hicimos mención. El

desencadenante habría estado en el tratamiento y destino de las familias de los boroganos que

fueron apresadas en las incursiones, las que incluían parientes de caciques que se habían asentado

en la frontera luego de Masallé368. De manera más dramática que en el episodio señalado más

arriba, la interferencia de las autoridades provinciales en las prácticas indígenas de captura y

redención de los prisioneros de guerra, provocaría consecuencias insospechadas. En efecto, en esos

ataques habían sido apresadas familias de boroganos ahora amigos que, en vez de obtener el

regreso de sus parientes, vieron que se mantenían en cautiverio o eran entregados a pobladores del

fuerte. Los reclamos que realizara el cacique Alón por este tema, nos permiten seguir estos

acontecimientos.

El cacique borogano había enviado chasques a Buenos Aires para solicitar a Rosas que

sus familias, tomadas en el ataque final a Cañuiquir y repartidas entre pobladores e indios amigos

del fuerte de Bahía Blanca, le fuesen devueltas. Pese a la importancia del asunto que debían tratar,

los chasques estuvieron tres meses en la ciudad sin poder entrevistarse con el gobernador. Si Rosas

no pudo prever las derivaciones que tendría esta dilación, el cacique Alón pudo haberla

interpretado como una estrategia conciente para no acceder al pedido y hacer uso de los prisioneros

indios. Es factible suponer que a Meligur le habría sucedido algo similar lo que derivó en la unión

de estos caciques para poner fin a lo que consideraban un abuso. A esta estrategia se habrían unido

algunos indios de Venancio igualmente descontentos con el rumbo que tomaba la relación del

cacique con el gobierno. Precisamente lo que se produjo en este acontecimiento fue la ruptura de la

agrupación encabezando la rebelión el capitanejo Guayquil que aprovechó la ausencia de los

caciquillos Collinao y Juan, los más leales a Venancio que se hallaban en Buenos Aires, para

levantarse contra la guarnición.

Tanto el comandante de Bahía Blanca, como el mismo Rosas se vieron sorprendidos

por el ataque. Rodríguez expresaba que "en la tribu de Venancio tenia mucha confianza por las

repetidas pruebas de fidelidad que tantas veces nos habian dado mucho mas cuanto estaba

penetrado de los buenos sentimientos de Venancio, [y de los capitanejos] Collinao y Juan" aunque

reconocía su recelo hacia un capitanejo del grupo, Pedro Guayquil "por berlo siempre sobervio y

poco dado con los cristianos". Tampoco Rosas pudo prever la magnitud de la reacción indígena y

su confianza en Venancio era tal que no alcanzaba a imaginar la posibilidad de un conflicto al

interior de la agrupación que representaba. Para Rosas la relación del cacique con sus indios era

368 Comunicación personal con Juan Francisco Jimenez.

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buena y éstos además, estaban "muy ligados y unidos a las tropas que guarecen Bahía Blanca a

cuyo lado han peleado y comprometidose contra los borogas y ranqueles en diversos encuentros y

ocasiones". Aún luego del ataque a Bahía Blanca, Rosas seguía preguntándose "en qué habrán

fundado los sublevados la conveniencia para ellos de lo que han hecho ni a virtud de que cuento o

creencia falsa habrán procedido. Y tanto mas lo ha extrañado S.E. cuanto que es raro que estando

en esta Collinao y tantos otros capitanejos e indios de Venancio hayan procedido a la sublevación

sin esperar el regreso de estos y de otros indios del mismo Venancio" sin alcanzar a comprender

que precisamente la ausencia de estos fieles amigos del gobierno había decidido al grupo rebelde a

sublevarse369.

Pocos días después de estos hechos, el 30 de agosto, Quiñigual había apresado a un

indio enemigo que había confesado la inminente sublevación de los caciques chilenos de Tapalqué,

Reilef, Tracaman y los oficiales Culliu, Manquen y otros. Las partidas de bomberos pampas370

informaban asimismo que los chilenos “se presentaban armados y se retiraban como desafiando a

los pampas”. Para adelantarse a la posible sublevación, Echeverría decidió atacar, en la noche del 1

de septiembre, las tolderías chilenas. En el encuentro se tomó una gran cantidad de prisioneros en

tanto los principales caciques, entre ellos Reylef, huyeron hacia territorio indígena. Este avance

sobre las tolderías tapalquinas hacía prever futuras represalias indígenas que se concretaron en el

ataque sufrido por el cantón un mes más tarde. La fuerza atacante era de unas 300 lanzas boroganas

y ranqueles y el ataque se centró principalmente sobre las tolderías de los indios amigos apresando

a las familias de Catriel, Anuepan, Nicasio, Quiñigual y arreando unas 5.000 cabezas de ganado. El

encuentro duró unas tres horas y finalmente los atacantes se retiraron pudiendo recuperarse gran

parte de los prisioneros y del ganado371.

El ataque centrado en las tolderías pampas, adquirió más el carácter de una “vendetta”

que de un malón de aprovisionamiento de ganado (lo que no obstante fue un objetivo colateral). En

efecto, estos acontecimientos mostrarían claramente una divisoria entre los indios pampas, como el

grupo mas fiel y vinculado al gobierno, y otros que coyunturalmente se habían acercado a la

369 AGN,X,25.2.5 370 Individuos que se encargaban de recorrer el territorio más avanzado con el fin de que informaran sobre los movimientos que se detectaran. 371 AGN,X,25.2.5. A partir de este momento la fuente principal para conocer lo que sucedía en el area panaraucana son los testimonios y declaraciones de los cautivos e indios tomados prisioneros que logran escapar de la coalición enemiga y regresan a la frontera. Esta fuente presenta el riesgo de que estos “escapados” pueden haber sido en realidad, personas enviadas por los enemigos con el propósito de esparcir noticias falsas. Alertados sobre este inconveniente, los datos que hemos reconstruido para este turbulento período, partieron de la confrontación de dos o mas testimonios.

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frontera (boroganos y aún ranqueles). El enfrentamiento con los pampas siguió en las propias filas

de la fuerza coaligada que atacó el cantón ya que, según el informe de un indio prisionero que pudo

regresar a la frontera, al regreso del avance del 1 de octubre, se habían matado a "todos los indios

que tenían una relación inmediata con los pampas". Otros cautivos indios informaron que la

coalición borogana-ranquel que estaba bajo la dirección del cacique Alón, esperaba la unión de

fuerzas chilenas que ya había cruzado la cordillera y se hallaba a un día de camino de Salinas.

Reunidas las fuerzas se esperaba atacar nuevamente por la zona de Tapalqué372. Se repetía una

situación que, a partir de ahora, se convertiría en una estrategia recurrente para incrementar las

fuerzas que actuarían sobre la frontera: la formación de coaliciones entre grupos locales y

extracordilleranos que se reunirían, en ocasiones de forma meramente coyuntural, para la

realización de ataques planeados cuidadosamente y en otras darían origen a agrupaciones mixtas

más estables que permanecerían más tiempo en las pampas.

Hasta ahora tenemos entonces, un primer ataque en el fuerte de Bahía Blanca motivado

por el trato inhumano dado a las familias de caciques boroganos que habían optado por un mayor

compromiso con el gobierno. El móvil del segundo ataque en Tapalqué es más difícil de

determinar. Si tomamos como cierta la información de los caciques pampas, se trató de una

ramificación del primero en donde Alón habría captado a los jefes Reylef y Tracaman, aunque

ignoramos cuál sería el beneficio que obtendrían estos caciques con su participación en la empresa.

Como señalamos, la interpretación de Rosas se había centrado en la supuesta enemistad existente

entre Reylef y Quiñigual motivo por el cual suponía que éste había fraguado la información.

Teniendo en cuenta que verdaderamente fue Quiñigual el principal informante sobre la conducta

sospechosa de los jefes chilenos resultan más claras las argumentaciones que, como veremos,

realizaría Reylef poco después.

En enero de 1837, la coalición borogana-ranquel con el aporte de un contingente

chileno que había aumentado sus fuerzas hasta alcanzar el número de cerca de 1800 indios de

pelea, realizó una formidable invasión sobre la región de Tapalqué, Azul e Independencia. Un

grupo de indios liderados por el cacique Meligner hizo pie en Azul, en la estancia de Ventura

Miñana a quien tomó como interlocutor para un parlamento en el que expusieron sus

condiciones373. La elección del hacendado como mediador para exponer sus exigencias, vuelve a

poner en un primer plano la importancia de las relaciones personales entre caciques y vecinos de la

372 AGN,X,25.2.5 373 AGN,X,25.2.5

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campaña, sobre las que se asientan las relaciones diplomáticas que regulan o intentan resolver

conflictos interétnicos374. En el parte enviado por Miñana al gobierno participando las

negociaciones que se llevaron a cabo en su estancia e informaciones posteriores recibidas por

cautivos que regresaron a la frontera, se presentan dos pistas que pueden ayudar a entender los

acontecimientos de agosto y septiembre en Tapalqué. Por un lado, el hacendado informaba que

según Raylef, la participación de Quiñigual en estos hechos había sido fundamental, como

incentivo para que los indios chilenos se rebelaran; por otro lado la cautiva Desideria Vaca, tomada

por los indios atacantes en la estancia de Don Juan José Mansilla, hace referencia a que también

estos caciques tenían familias prisioneras en Bahía Blanca, situación que los unía a los reclamos de

Alón.

Miñana expresaba que los indios habían tomado su estancia

"me tienen sitiado y estoy en parlamento con ellos y me dicen que les encarga el cacique Reylef que no peleen conmigo, al cacique Quiñigual es el que piden porque es el que los a mandado llamar375 y es el que tiene la culpa de esta revolucion lo mismo piden de que VS y yo les entreguemos al cacique Quiñigual y piden de favor que no pelee VS que ellos no vienen a pelear… PD… igualmente le doy aviso a VS que a mi me llevan en clase de prisionero buenamente marcho por la libertad de todos los cristianos que an agarrado por que no han muerto a nadie por la livertad de mi familia y todos los demas”376.

Miñana pudo escapar poco después y regreso con un grupo de cautivos a la frontera.

Las negociaciones de Reylef no parecen haber continuado luego del regreso de Miñana a su

estancia. Desde fines de abril de 1837, los rumores sobre posibles ataques a la frontera fueron

moneda corriente pero no llegaron a concretarse en grandes invasiones sino, en pequeños robos y

saqueos377. Hacia agosto de dicho año se había logrado la reunión de una considerable fuerza

indígena de cerca de 1700 indios. A la alianza original de boroganos y ranqueles que había atacado

la zona fronteriza hasta el momento, se habían agregado 23 líderes transcordilleranos entre ellos,

los caciques de Llaima, Calfucurá y Guilipan. A partir de entonces fue constante el arribo de

contingentes procedentes del otro lado de la cordillera que engrosaban las filas de los indios

maloneros protagonizando nutridas invasiones sobre los establecimientos fronterizos. La reunión

374 Volveremos sobre Miñana más adelante. 375 Recordemos que probablemente la llegada de Toriano en 1831 pudo haberse debido al pedido de auxilio realizado por Quiñigual cuando fue derrotado por los boroganos el año anterior. 376 Miñana a Rosas, enero 1837, AGN,X,25.2.5 377 Así, el 13 de mayo, una partida cayó sobre los establecimientos ubicados en Quequén y Pescado Castigado llevandose las haciendas de la estancia del Sr. Faramiñan y una tropa de ganado del Estado que se conducía para el consumo de Bahía Blanca. Para perseguirla se organizó una fuerza mixta que incluía la participación de unas 200 lanzas pertenecientes a los caciques Calfiao, Canuanti, Peti, Felipe, Anculuan y Elli (?) (AGN,X,25.5.1). En julio, dos chasques enviados desde el fuerte Argentino al Fortin Colorado fueron interceptados por una partida de siete indios enemigos que los despojaron de sus caballos y armamento pero no los mataron porque entre la partida se encontaban indios que habían sido de Venancio e intercedieron por ellos. (AGN,X,25.5.1)

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de los coaligados no sería, en algunos casos, demasiado pacífica. Frecuentemente estas alianzas

reunían grupos entre los que existían previos conflictos intertribales que intentaban ser aplacados

mientras durara la incursión. Sin embargo, antes o después de los ataques, se producirían con

frecuencia, fuertes enfrentamientos entre las partes. De manera más general, luego de las

incursiones en procura de ganado y cautivos, gran parte de los atacantes regresaba a la zona

cordillerana.

A mediados de 1837, volvió a conformase una coalición con los mismos integrantes

que se habían reunido a inicios de la década cuando algunos caciques “chilenos” fueron llamados

por los boroganos de Salinas Grandes para realizar ataques sobre la frontera, los que finalmente no

se produjeron por un cambio en la relación de los últimos con el gobierno. En esta ocasión, el plan

de los coaligados era tomar el fuerte de Bahía Blanca "o rendirlo por citio y después pasar a

Patagones y Fortín Colorado"378.

El ataque se produjo el 14 de agosto pero fue rechazado por las fuerzas del fuerte379. Al

día siguiente, doña Juana Iturra, esposa del lenguaraz del fuerte, Francisco Iturra, que había sido

cautivada en la acción logró regresar al fuerte. Juana declaró que había sido informada sobre un

enfrentamiento que se produjo en las filas de los coaligados antes de la invasión a Bahía Blanca; al

llegar los caciques de Llaima al campamento borogano "mataron al cacique Alón y seis u ocho

capitanejos y caciquillos boroganos (en tanto)... el cacique Meligur y Quilaleo con toda su indiada

permanecian en clase de prisioneros despues de haberles quitado la mayor parte de sus haciendas

y familias". De manera que la reunión de las mismas fuerzas que se habían unido en 1834 repetían

asimismo los conflictos que habían llevado a la masacre de Masallé: el ataque de caciques

boroganos por líderes de Llaima.

Pocos días mas tarde un indio borogano que había pertenecido a Alón llegó al fuerte

ratificando la situación conflictiva que se estaba viviendo en la coalición indígena producto de dos

proyectos diferentes: unos caciques “no quieren pelear con los cristianos y sí retirarse para su

tierra”, en tanto otros, entre ellos Calfucurá, sostenía la idea de continuar con los ataques a la

frontera380. De hecho, éstos se mantuvieron durante todo ese año motivando la preparación de una

incursión hacia las mismas tolderías rebeldes.

378 Declaraciones de el capitanejo Nicolas y el indio Felipe dependientes del finado cacique Venancio habían llegado a la fortaleza de Bahía Blanca trayendo nuevas noticias sobre los movimientos de los indios rebeldes. AGN,X,25.2.5 379 Rodriguez a Rosas, agosto de 1836. AGN,X,25.5.1. 380 AGN,X,25.2.5

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La expedición a Salinas Grandes comandada por el coronel Del Valle se extendió de

octubre de 1837 a enero de 1838 y logró desarticular en parte la coalición invasora produciéndose

el ingreso al negocio pacífico de algunos grupos boroganos. Para esa oportunidad la alianza

indígena ya no contaba con Calfucurá quien, como había sucedido en oportunidades anteriores381 se

había retirado del epicentro del conflicto encontrándose, junto a Choqueta y Chocori, en el país de

las manzanas382.

Los distintos enfrentamientos mostrarían la constitución de fuerzas mixtas en la

coalición enemiga. Por ejemplo, entre los indios de Cheuqueta “se haya un oficial con doce o trece

soldados armados de tercerola y sable todos cristianos que hace mucho tiempo que están en los

toldos… y que el referido oficial cristiano es de mucha opinión entre los indios”383. A la vez, Del

Valle intentaría adiestrar de cierta forma a los indios amigos auxiliares para coordinar el accionar

de las tropas conjuntas. A la división de 200 indios que se le reunieron en el campamento militar el

oficial les impartió una pequeña instrucción con la que, según él, “ya están al corriente de todos los

toques de clarín y hacen lo que les corresponde en las guerrillas de los flancos”384.

Gracias a los informes recibidos en Bahía Blanca sobre la ubicación de las fuerzas

enemigas, el ejercito pudo llegar a las mismas tolderías de algunos caciques385 apresando "todas las

familias que en ellas existían hasta el numero de 309 de ambos sexos y edades”. A partir de

entonces comenzarían a acercarse de manera constante varios caciques que habían sido atacados

solicitando paces y, colateralmente, reunirse con sus familias. La primera incorporación de este tipo

fue la del cacique Reylef a quien habíamos perdido en el relato de los acontecimientos desde la

invasión de 1837, quien buscó refugio en la frontera junto con su hermano, y nueve indios más386.

Poco después, el cacique Millanquelen, víctima de los ataques de Del Valle siguió el mismo

camino presentándose a la división del militar con 57 personas entre indios de pelea, chinas y

chicos "y todos en el caballo montados y muy flacos"387. Según Del Valle

381 Nos referimos al año 1830 cuando la alianza con Toriano fracasó y 1834 cuando, luego del ataque de Masalle vuelve a abandonar las pampas recostandose sobre la cordillera. 382 Los preparativos y acciones de esta expedición militar se encuentran dispersos en varios legajos de la Secretaría de Rosas. 383 Del Valle a Rosas, 3 de octubre de 1838. AGN,X,25.6.1 384 Del Valle a Rosas, 6 de septiembre de 1837. AGN,X,25.4.4 385 En los que se encontraban Cheuquepil, Guilipan, Meligner, Millanquelen y Guaiquinecul 386 AGN,X,25.5.1. 387 El cacique Millanquelen solicitaba que se le entregaran una cuñada y dos sobrinas que habían sido tomadas por un soldado de la escolta. Rosas respondió a Del Valle que "haga V.S. lo posible para comprarselas a dicho soldado pero

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"… con el golpe dado en sus … se presentaran los pocos indios que quedan en el campo … a vivir entre nosotros pues ya se consideran cansados de ella y sin conseguir ningún resultado favorable y hoy mucho mas que ya se hallan entre nosotros el indicado Millaquelen quien puede llebar nuestras fuerzas a cualquier punto de los grandes desiertos donde ellos pueden habitar tal es la vaquia y conocimiento que tiene el expresado indio pues es tal su temor que ya el cacique Carupan a mandado chasque al que suscribe pidiendo la paz"388.

En efecto, a partir de entonces, la llegada de comitivas a la frontera para negociar el

asentamiento en la campaña se incrementó notoriamente mostrando cierta insistencia por lograr un

rápido acuerdo. Entre los argumentos utilizados por los chasques como forma de presión para que

los comandantes accedieran al pedido resaltaban los conflictos intertribales que se habían

incrementado como consecuencia de la descomposición de la coalición indígena y de la escasez de

recursos que padecían. Un chasque del cacique Carupan se lamentaba que la demora en ajustar las

paces había llevado a que hubieran sido

"avanzados en sus toldos para robarles la poca hacienda que tenían por los caciques chilenos Guilipan, Cumiu, Meligner y Choquepil los cuales después de haberlos robado se han marchado para las cordilleras"389.

El otro grupo que conformaba la alianza, los ranqueles, se centraron en esta etapa en

efectivizar una vendetta más personal e interna. En mayo de 1838 atacaron las tolderías del cacique

ranquel Llanquelen390 en Federación, matando a éste y a su hermano. Luego de esta acción "hubo

un parlamento entre borogas y ranqueles...” para determinar el curso de acción a seguir en virtud

de los tratados de paces que estaban realizando algunos caciques boroganos. El resultado del

encuentro fue terminar con la coalición original ya que “... los ranqueles se habían comprometido

de tal modo que no les era posible hacer las paces en virtud de la invasión de que acababan de

regresar” lo cual no impedía que “Epul, Carupan y Guayquinecul (boroganos) podían continuar

en sus tratados”. Para evitar que este pase de grupos al negocio pacífico derivara en un ataque a los

ranqueles que permanecían hostiles, éstos decidieron retirarse “a los parajes Leufucoo,

Colilauquen y Tuay que dista como quince o veinte leguas al norte de Salinas considerandose allí

a salvo por la distancia en caso de ser perseguidos"

sin forzarlo ni obligarlo y que le ofresca V.S. hasta 600 pesos quedando V.S. facultado en caso de admitirlo para tomarlos de algun negociante dandole libranza para su abono…" (abril 1838, AGN,X,25.5.3) 388 Del Valle a Rosas, AGN,X,25.5.3. 389 Nuevos indios escapados arribaron a la guardia de Bahía Blanca con noticias de los chilenos. El 18 de marzo un indio sobrino del caciquillo amigo Juan informaba que "Guilipan y demas caciques enemigos se retiraban para las manzanas con miras de invernar sus caballadas y luego volver a invadir la provincia". El 21 de abril 8 indios, 3 chinas y 5 muchachos dependientes del cacique Collinao confirmaban los movimientos de los chilenos "Guilipan, Munio y otros con fuerza de 100 indios que… se dirigian en retirada para su tierra [pero que] pensaban antes invadir sobre Patagones para ver si podían robar algunos animales para su manutención" (Rodriguez a Rosas, 20 de abril y 15 de mayo de 1838. AGN,X,25.6.1) 390 El cacique había decidido su ingreso como indio amigo asentándose en Federación a inicios de la década de 1830.

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Resueltas así las cosas en el interior del territorio indígena, en junio de 1838

continuaron las incorporaciones al negocio pacífico produciéndose sensibles incrementos de

población indígena en la frontera sur. En julio, el coronel Del Valle informaba que entre Tandil y

Tapalqué había un total de 600 indios de pelea y 309 prisioneros. En casi todos los casos, los

caciques que se incorporaban al negocio pacífico lo hacían invocando la protección de otros jefes

ya establecidos: Catriel, Cachul y aún Reilef391.

Desde 1836 hasta 1838 la situación en la campaña había sido altamente insegura:

sublevaciones de indios amigos, grandes invasiones y pequeños ataques a los establecimientos

fronterizos, incursiones a las tolderías indígenas marcaron la historia fronteriza en este lapso y los

límites de la campaña al sur de 1833 para asegurar la paz en la campaña. Hacia fines del año 1838

la conflictividad se fue apagando lográndose cierta calma. En esa misma etapa, la participación

indígena como milicias auxiliares para defender la frontera y enfrentar a indígenas hostiles había

probado ser muy efectiva. Esta constatación llevó a que fueran asimismo utilizados como fuerzas

complementarias para reprimir conflictos internos de la provincia. En efecto, en octubre de 1839,

se produjo la llamada revolución de los libres del sur con epicentro en Dolores y ramificaciones en

otros partidos del sur como Chascomús. En la represión de este movimiento de oposición al

régimen la actuación de los indios amigos al lado de las tropas fieles al gobernador, resultó de gran

ayuda y no pasaría desapercibida para el gobernador392.

El desorden que provocó esta sublevación en la campaña sur fue aprovechado por los

indios amigos para apropiarse de ganado alegando que se trataba de rodeos correspondientes a los

“malvados unitarios”. En la copiosa correspondencia cruzada entre Rosas y los comandantes de

frontera de la zona sur con respecto a estos hurtos se plantearía un tema esencial del negocio

pacífico: ¿qué costo era razonable soportar por contar con el auxilio de este refuerzo militar? En

torno a este interrogante se evidenciarían posiciones divergentes entre el gobernador y sus

colaboradores. Estos últimos, probablemente como consecuencia de estar más en contacto con la

conflictiva realidad derivada de estos robos (y posiblemente acostumbrados a que estas situaciones

fueran moneda corriente en la vida cotidiana) plantearían la necesidad de exigir a la fuerza y por

todos los medios la devolución del ganado robado que, expresamente, llevaba las marcas de

391 AGN,X,25.5.3 392 Sobre este acontecimiento ver Jorge Gelman, “La rebelión de los estancieros contra Rosas. Algunas reflexiones en torno a los Libres del Sur de 1839” en Entrepasados. Revista de Historia No. 22. Buenos Aires, 2002.

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propietarios reconocidamente federales y fieles al gobierno. La posición de Rosas era totalmente

diferente. El gobernador se alegraba de haber conseguido la participación de los indios en la

represión de la sublevación, motivo por el cual, dando vuelta el argumento, había dictaminado la

entrega de obsequios “a los indios que no hayan cometido robos”393.

4. La política indígena a fines del régimen rosista. Un retorno al esquema de indios amigos y aliados

Antes de entrar en el relato de este período vale la pena hacer una referencia al cambio

experimentado por las fuentes correspondientes al mismo. Las características de la documentación

existente tanto en el AGN como en el AHPBA para el período final del rosismo pierde

sustancialmente la riqueza de momentos anteriores. La correspondencia entre diferentes

autoridades provinciales se burocratiza fuertemente centrándose fundamentalmente en acuses de

recibo de ordenes oficiales, pases para conductores de correspondencia, listados de lo más diversos

(de población, de bienes entregados a divisiones militares e indios amigos, pagos a empleados en

distintas actividades encargadas por el estado, etc) en donde se torna evidente el interés del

gobierno por tener un control del movimiento y de las actividades de la población. Paralelamente a

este proceso de rutinización de la gestión administrativa, las escasas leyes y decretos publicados en

el Registro Oficial de la Provincia, reflejan una exigua acción legislativa. Estas cualidades de la

documentación no hacen más que confirman los planteos que, desde diversas perspectivas de

análisis, sostienen que a finales del período rosista se había logrado una creciente estabilidad y

control de la situación política en la provincia394. El negocio pacífico no escapó a este proceso de

rutinización observándose una tendencia por mediatizar la gestión de los “asuntos de indios” a

través de un apartamiento de Rosas del centro del escenario y la delegación de los mismos en dos

personajes claves: Pedro Rosas y Belgrano como juez de paz de Azul y Catriel como el principal

cacique del negocio pacífico.

Por otra parte, de manera similar a lo que ocurría dentro del territorio provincial con la

población criolla, pesaría sobre los indios amigos un proceso de fuerte militarización integrando

nuevas divisiones militares tanto en los asentamientos de frontera donde vivían como en cuarteles

generales de las fuerzas provinciales. Así, a comienzos del año 1840 se estableció un campamento

militar estable en Chapaleufú, en donde servía la División de operaciones y reserva situada al sud

393 Ibidem, p. 134. 394 Sobre la efectividad alcanzada por la estructura judicial de los juzgados de paz, ver Garavaglia, “Paz, orden y trabajo…” y Gelman “Crisis y reconstrucción…”; la misma hipótesis centrada en el desarrollo de los procesos eleccionarios y la conformación de la Sala de Representantes en Ternavasio, M “

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del Salado que, además de la dotación militar procedente de Bahía Blanca, incluía una división de

60 indios amigos al mando del cacique Collinao quien había reemplazado a Venancio en la

representación de la agrupación. En Azul, desde noviembre de 1845 el juez de paz había formado

un piquete de “indios amigos voluntarios de los que viven en el punto para ser alistados como la

milicia”395. En el cuartel general de Santos Lugares se instalaron divisiones de los caciques

Caneullan, Quentrel y Nicacio Macedo. En el norte de la provincia, el fuerte Federación incluía

entre sus fuerzas un cuerpo de indios de pelea al mando del cacique Quechudeo y en el fortín

Mulitas, grupos de los jefes Canuellan y Guayquil396.

Si esta era la situación en el interior de la provincia con respecto a los indios amigos,

¿qué sucedía entretanto en el territorio indígena? Según informes del cacique Ilan397, que se

convertiría en asiduo visitante del fuerte de Bahía Blanca, se sabía a inicios del año 1840 que

“hace tiempo hubo un parlamento promovido por el cacique Guete al que comparecieron los caciques Ilan, Puraiquen, Cayupil, Painecal, Pichun, Painen, Calfutru, que dicho Parlamento tuvo objeto para combenir entratado de Pas verdadero con los cristianos proponiendoles no robar mas en ninguna de las fronteras y que solo combenian en la propuesta los caciques Guete, Ilan, Puraiquen, Cauyupil, Painecal y Painen ciendo por la oposicion Pichun y Calfutru diciendo con tenacidad de que ellos no habian de dejar de robar porque el Señor Governador los engañaba con las paces que a si les habia asegurado Baigorria que se hayo entre ellos”398.

Manuel Baigorria, unitario que había buscado refugio entre los ranqueles luego de la

derrota de la Liga del Interior, había tejido una importante red de relaciones personales con los

principales caciques de la agrupación quienes frecuentemente pedían sus consejos sobre el curso

diplomático a seguir con los diversos gobiernos provinciales399. La manifiesta oposición de

Baigorria al gobierno bonaerense, unida a la tradicional enemistad de los mismos caciques hacia

Buenos Aires, se conjugaba para frustrar cualquier tipo de acuerdo que se quisiera establecer con

dicha provincia.

395 AHPBA, 39.1.2B. 396 Ratto, Silvia “El negocio pacífico …” 397 Los boroganos, luego de las últimas incursiones militares de Del Valle y los ingresos a la frontera, habían desaparecido como grupo de importancia. A partir de ahora las fuentes dejan de utilizar categorías étnicas para identificar a los caciques (con excepción de los ranqueles) producto de los procesos etnogenéticos a los que hemos hecho alusión en varias oportunidades que dificultaba a los observadores catalogar étnicamente a los caciques y aún diferenciar entre líderes nativos y “extranjeros”. 398 Palavecino a Rosas, 21 junio 1841. AGN,X,26.1.3 399 Ver la “Cronología comentada” de J.A. de Diego incluida en M. Baigorria, Memorias. Buenos Aires, Solar/Hachette, 1975.

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Como consecuencia de la incompatibilidad de opiniones manifestadas en el parlamento,

se produjo un distanciamiento espacial entre los caciques enfrentados que se profundizó con la

llegada y asentamiento definitivo de Calfucurá en Salinas Grandes. En efecto, en junio de 1841,

una coalición de 37 caciques encabezada por el cacique de Llaima que incluía “500 indios de lanza,

100 de machete y bola y 100 muchachos para arrear”, se asentaría de manera definitiva en Salinas

Grandes, el estratégico sitio que, desde la desarticulación de los boroganos en 1836, no había sido

ocupado de manera permanente por ningún grupo. El cacique Calfiau, dependiente de Calfucurá,

acompañado de 6 indios había arribado poco después a Bahía Blanca para solicitar un auxilio de

yeguas e informar su ubicación. Según Calfiau, a su regreso a los toldos se realizaría un parlamento

con otros grupos indígenas para “luego entrevistarse con S.E. o con Catriel en su nombre para

ajustar las paces con ellos”400. A esta altura, la posición de Catriel como intermediario entre el

gobierno y nuevos grupos que hacían su ingreso en el negocio pacífico estaba bien establecida.

El asentamiento de esta fuerza agregó un elemento de incertidumbre en el panorama

indígena repitiéndose esquemas ya probados en donde algunos grupos temerosos de ser atacados

por los “nuevos vecinos” pedirían algún tipo de auxilio militar a las autoridades fronterizas. Y

también de manera similar a otros momentos, éstas negarían sistemáticamente la ayuda intentando

conservar buenas relaciones con todos los grupos401. Pero a pesar de que, en términos generales, se

estaba reiterando el esquema existente cuando los boroganos ocupaban las Salinas Grandes, la

evolución de esta relación fue totalmente diferente.

Dentro de la agrupación liderada por Calfucurá, a diferencia de lo sucedido entre los

boroganos, no existía un cacicazgo compartido que pudiera derivar en una competencia interna por

el poder. La presencia del cacique de Llaima en las pampas había sido constante durante cerca de

10 años; sin embargo recién en 1841 decidió su asentamiento definitivo por Salinas. Podría

suponerse que esta decisión final fue realizada luego de haber tomado conocimiento bien preciso

del estado de los otros grupos nativos que podían haber rivalizado con él y evaluado

suficientemente las posibilidades de lograr una instalación que no derivara en conflictos

intertribales que lo pudieran poner en peligro. En efecto, la situación en el territorio indígena se

había simplificado fuertemente: los boroganos ya no constituían una autoridad de envergadura y los

ranqueles se hallaban bastante disminuidos en número y recursos. De manera que Calfucurá no

400 Palavecino a Rosas, Bahía Blanca 11 junio 1841. AGN,X,26.1.2 401 En este contexto, el cacique Ilan ante el temor a ser atacado llevo al cacique a solicitar el auxilio de las autoridades de Bahía Blanca Ibidem

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tenía rivales de consideración a su poder, el que intentaría incrementar utilizando los bienes que

obtenía como raciones del gobierno de Buenos Aires, configurando una amplia red redistributiva.

Este drenaje de bienes que tenía un peso incomparablemente mayor que en etapas anteriores

pagaba, entre otras tareas, la de proveer de información sobre los acontecimientos al interior del

territorio indígena402.

Coincidente con el ingreso y asentamiento de Calfucurá a Salinas, en el extremo austral

de la provincia, los jefes tehuelches Cochichochi y Sacao “cuidaban los campos” al sur de

Patagones403 y se había logrado el establecimiento de relaciones pacíficas con los caciques que,

desde la expedición militar de 1833, habían sido enemigos de la provincia: Cheuqueta y Chocorí404.

Ambos acudían a Patagones para comerciar y recibir obsequios y raciones405. Todas estas alianzas

tendían a reflejar una etapa de cierta tranquilidad en la frontera sur de la provincia perturbada por

incursiones poco numerosas en procura de ganado406.

Pero si en el sur se producían estos ataques aislados, el escenario sería diferente en el

norte donde la situación de inseguridad volvió a incrementarse. Con la reorganización de las

fuerzas provinciales luego de los acontecimientos de fines de la década de 1830, el coronel Ángel

Pacheco pasó a desempeñarse como Comandante del Departamento del Norte, sirviendo Lucio

Mansilla como comandante accidental de la misma jurisdicción. La seguridad en esta zona

descansaba en las fuerzas asignadas a los fuertes de la línea de frontera que no se había modificado

desde 1828, con la excepción de una fuerza móvil de 600 hombres que desde el año 1846 y a las

ordenes del lenguaraz Eugenio del Busto, se hallaba ubicada en la laguna del Bragado Grande al

exterior del Salado407. Para la ubicación de esta fuerza, los vecinos del partido de Lobos habían

402 Retomaremos estos temas en la Tercera Parte. 403 De ellos opinaba Rosas que “desde que hizo las paces con ellos en la expedicion del 33, 34 no hubo robos y por eso los considera sus amigos” 404 A quienes el gobernador “aprecia porque hace años que no roban y están en orden manteniendose de lo que Dios les da. Que SE les ha de socorrer y ayudar ocn algo para ayudar a su mantencion”. Rosas a Crespo, 30 agosto 1841. AGN,X,26.1.2 405 AHPBA, 39.1.2B. Desde diciembre de 1844 en nota para arreglar el modo de entregar las raciones de ganado para los caciques amigos se establecía la cantidad de 500 yeguas “para repartir entre Chocorí, Cheuqueta y demas partidas que suelen venir a pedir”. Ibidem. 406 En octubre de 1843 chasques de Calfucura avisaban la llegada de indios invasores a la laguna Blanca, identificandose a los ladrones como pertenecientes a los caciques Pichun y Paine AHPBA 39.1.2B. En diciembre de 1845 se informaba sobre el ataque del cacique Rimqui con 50 indios por las poblaciónes hacia la sierra de Tapalque robando algunas manadas AHPBA, 39.1.2B. 407 Pacheco a Rosas, 2 mayo 1846. AGN,X,25.5.6

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colaborado con la donación de útiles y maderas para la construcción de las habitaciones que

constituían el campo militar408.

A lo largo de la década de 1840, los caciques ranqueles intentaron mantener su

estrategia diplomática de negociar con diversos gobiernos provinciales intentando sacar el mejor

partido de estas alianzas. Esta política se complicaría desde que el gobierno de Buenos Aires

obtuviera la delegación de las otras provincias “limítrofes al desierto del Sud”409 para negociar las

paces con los indígenas de la pampa. De todos modos, hacia 1846 el gobernador reconocía que, a

pesar de esa delegación, su demora en contestar consultas relativas al tema a los gobiernos

provinciales había derivado en la reasunción de ciertas relaciones y decisiones básica en aquellos.

La situación del grupo en ese período era de una gran precariedad económica. Distintas

fuentes coinciden en señalar los escasos recursos de que disponían estos indios circunstancia que

los habría llevado a buscar las paces con distintas provincias para obtener raciones de los

gobiernos. En los años 1840 y 1841 las negociaciones del cacique Paine se habían centrado en la

provincia de Córdoba410 pero paralelamente se intentaron concertar paces con el gobierno de

Buenos Aires enviándose al cacique Guichal para llevar adelante las negociaciones. La verdadera

intencionalidad de los caciques con estas negociaciones era obtener la liberación de sus hijos que

habían sido apresados en el ataque que habían realizado dos años antes a las tolderías de

Llanquelen411. En las instrucciones que Rosas envió a su edecán Manuel Corvalan para organizar el

curso de las negociaciones se detallaban las obligaciones que se espera imponer a los caciques

entre las que se destacaban el compromiso de poner fin a las hostilidades sobre la provincia. En

compensación el gobierno se comprometía a entregarles regularmente unas 500 cabezas yeguarizas

cada 1000 indios y para iniciar estas negociaciones y mostrar su buena fe les envió 1070 yeguas

408 Pachecho a Corvalan, 31 de marzo y 5 de abril de 1846. Adjunta la lista de los vecinos donatario. AGN,X,26.5.6 409 Esta delegación de representación en el gobierno de Buenos Aires es similar a la que, en temas de relaciones exteriores, se habían realizado asimismo en Rosas. Vale la pena mencionar que esta delegación en cuanto a tratados con los indios no incluía a los aborígenes del Chaco lo que demuestra el escaso interés que tenía Rosas sobre este espacio. 410 Lo que no impedía que coincidentemente, otros grupos realizaran malones sobre San Luis y Mendoza Manuel Lopez a Bustos, 27 abril 1841. AGN,X,25.9.5 411 Según el relato de Santiago Avendaño, cautivo de los indios ranqueles por unos 7 años, en el curso de las negociaciones se liberaron a los hijos de los caciques esperando que intercedieran ante sus padres por la terminacion de la guerra y por la entrega de Baigorria (S. Avendaño, Usos y costumbres de los indios de la pampa”. Buenos Aires, El elefante blanco, 2000 p. 70). Sin embargo, en el texto con las instrucciones que Rosas envió a Corvalan para tratar las paces con los ranqueles se hace mención que los hijos de los caciques habían fugado poco antes.

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(con la aclaración de la asignación que debía hacerse de ellas) más dos valijas conteniendo ropa

para Paine y para Pichun412.

Mientras las negociaciones se estaban desarrollando se produjo una momentánea

quietud en la frontera pero, cuando los hijos de los caciques fueron recuperados, se reanudó la

agresividad. Estas incursiones caían por igual en poblados del norte de la provincia de Buenos

Aires y en localidades de la provincia de Santa Fe. El incremento de los malones sobre la frontera

llegó a tal grado que, a partir del año 1842, la situación era incluida en los mensajes que

anualmente realizaba el gobernador ante la Sala de Representantes413.

Para hacer frente a estas incursiones se retomó la idea de realizar una defensa conjunta

de la frontera común entre las provincias de Buenos Aires y Santa Fe. El coronel Prudencio Arnold

que había comenzado su carrera militar como miliciano, se hallaba en el año 1842 en el regimiento

de Vicente González destinado a su vez a Córdoba para enfrentar al ejército unitario. Pacificado el

interior,

“el coronel González recibió orden del gobernador de Santa Fe, general don Pascual Echagüe, para atender la frontera Sur de la provincia, para evitar las frecuentes invasiones de los indios de la pampa, bajando nosotros hasta el “Boqueron” distante una legua del Rosario, donde permanecimos por largos años ” 414

. Pero las incursiones mantuvieron su ritmo contando en ocasiones con la participación

de fuerzas de Baigorria. En marzo de 1845 dos prisioneros que habían podido escapar de su

cautiverio luego de una invasión a la zona de Chivilcoy proporcionaron una elocuente imagen

sobre las características de algunos campamentos ranqueles. Los cautivos estaban en un

campamento de reserva ubicado cerca de la laguna Mataco en donde las mujeres, niños y ancianos

quedaron al cuidado del ganado mientras los hombres se dirigían a sus empresas maloneras.

Mientras esperaban su regreso, llegó a las tolderías una partida comandada por Baigorria “con

cantidad de gente e indios y más tarde puntas de indios con remesas de hacienda vacuna y

caballar”. Reunidas todas las fuerzas, el campamento mostraba una singular mezcla de los más

variados personajes que permite constatar que el mestizaje cultural no se verificaba solamente en el

412 El texto de las instrucciones se encuentra reproducido en Fernandez, Jorge, Historia de los indios ranqueles. Buenos Aires, Secretaría de Cultura de la Nación, 1998. 413 Desde el año 1842 y hasta 1845 se reiteraría en el mensaje del gobierno la mención de incursiones indígenas, sin especificar la región en donde se habían producido “que han robado obligados por el hambre”. A fines de 1845 se especificaría que los indios habían entrado “varias ocasiones en pequeñas partidas por el Norte y una ultimamente por el sur” agregando la idea de establecer una nueva guardia y fortines en la linea de frontera.”. en Mabragaña, H. Mensajes de los gobernadores de la provincia de Buenos Aires 1822-1849. La Plata, 1976, Tomo 2, pág. 173. 414 Las expediciones que se hicieran contra los maloneros debían coordinarse entre dos divisiones, una a las ordenes del capitán Mariano Soto que se hallaba en el fuerte La Horqueta y una al mando del teniente Víctor Flores situado en Pavón con expresa orden de que no actuaran aisladamente. Arnold, Prudencio, Un soldado…, p. 49.

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territorio provincial sino también en pleno espacio indígena. Al lado de los nativos había

“cristianos con armas de fuego, otros con lanza, unos vestidos de cristianos y otros de indios”.

Periódicamente llegaban también a los campamentos, indios procedentes del otro lado de la

cordillera; entre ellos, “los indios que vienen de la Villa de Los Ángeles en Chile cambian

pertrechos de guerra por ganado vacuno en los ranqueles”415.

Sería necesario tomar acciones más decididas para contener la agresividad indígena. En

este contexto, se llevó a cabo una expedición militar en 1846 al mando del general Pacheco. Esta

expresión de fuerza habría llevado nuevamente al inicio de negociaciones de paz con los ranqueles

que tendrían al juez de paz de Azul, Pedro Rosas y Belgrano como principal referente416. Estas

tampoco tuvieron un resultado exitoso ya que en 1847 se interrumpieron y los malones volvieron a

incrementarse pero esta vez no solamente sobre la provincia de Buenos Aires sino también

afectando a las fronteras de Córdoba y San Luis.

Dos años después, Mansilla proponía adelantar la línea defensiva más allá de los fuertes

existentes y aún, organizar una expedición hasta las mismas tolderías indígenas para terminar de

manera definitiva con el problema de inseguridad. En esa ocasión volvería a hacerse evidente la

existencia de dos concepciones diferentes en cuanto al tipo de política defensiva que debía

realizarse. Frente al ambicioso proyecto de Mansilla, Rosas volvería a insistir en el riesgo de

avanzar excesivamente los puestos militares a la vez que plantearía la inoportunidad de una

expedición militar a los campamentos indígenas.

En 1849 Mansilla proponía formar cantones en Salinas Grandes y en la laguna del

Guanaco a una distancia de 8 leguas entre ellas en las que podría destacarse una fuerza de unos 600

hombres con piezas volantes. A este proyecto agregaba la formación de una expedición a las

tolderías para escarmentar de manera definitiva a los indios. La respuesta de Rosas que demoró

415 Declaracion del cautivo, 30 abril 1846. AGN,X, 28.4.6. La compra de armas a indios “chilenos” se menciona en otras fuentes. En julio de 1846, el gobernador de San Luis informaba al de Cordoba los planes de Pichun de entretener con tratados al gobierno mientras intentaba rescatar a sus prisioneros y que la fuerza que reunía era de 2000 hombres y solo 1000 lanzas “porque este año no han traido armamento los pocos indios que vinieron de Chile” Lucero a Lopez, 1 julio 1846. AGN,X,26.5.4 416 Avendaño menciona que en 1847 el cacique Pichuin estaba preparando una remesa de cautivas para entregar en Buenos Aires con el objeto de ratificar las paces firmadas en año anterior con Pedro Rosas y Belgrano. Avendaño, S, Memorias… p. 161

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más de un mes en formularse417, volvía a insistir en los mismos argumentos sobre la inefectividad

de fortificaciones alejadas de las poblaciónes de la frontera

“donde además el gobierno no seria capaz de atenderlas de todo lo preciso como jefes aparentes, caballos gordos y repuestos constantemente, de reses, de reposición de desertores, muertos por soldados de línea. Por el contrario una división en las poblaciónes mas avanzadas se presenta como una fuerza respetable y capaz de hacer frente a cualquier invasión de indios y de perseguirlos hasta las tolderías” 418.

No escapaba a Rosas que la critica que realizaba a la situación de exposición en que se

encontrarían puestos militares avanzados de la línea de fronteras era similar a la que experimentaba

el fuerte de Bahía Blanca desde el momento de su instalación

“La situada de aquel modo en el fuerte argentino nunca evito las incursiones por esa parte de la frontera y siempre permaneció aislada y siempre le arrrebataron los indios las caballadas. Jamas pudo esa fuerza estar bien montada ni dar noticias oportunas. …Jamas pudo reunirse a las demas fuerzas de la frontera para operar unidas en alguna invasion; no quiere decir esto que no haya sido ni sea inconveniente esa fuerza y ese fuerte. Lo que quiere decir es que con esas fuerzas a largas distancias no puede presisamente contarse en los casos de invasión a no ser que haya sobrados elementos para enviarle constantemente caballos y mas caballos... y se encuentran hombres muy propios y aparentes para esa clase de guerra que manden esas fuerzas avanzadas y aun así mismo no siempre se logra el buen resultado del plan...”419

En definitiva, en lugar del ambicioso plan de Mansilla le autorizaba solamente a

avanzar 4 fortines con pequeñas guarniciones no muy distantes unos de otros en la línea de las

ultimas estancias en puntos aparentes de buenos pastos y aguadas destinando a cada uno de ellos

solamente 20 infantes, 8 artilleros y 20 hombres de caballería y combinar esta defensa con el

recurso a las fuerzas militares en épocas de malones “siendo el otoño y la primavera los momentos

predilectos para la realización de malones420. Para esos momentos debía contarse con

“…fuerzas milicianas de entre setecientos u ochocientos hombres para poder perseguir a los invasores hasta sus mismas tolderías y aun mas allá si posible fuera. Terminado el otoño y primavera las milicias de esas fuerzas pueden retirarse en el invierno y verano a sus hogares y durante no vuelvan al servicio no deben tener sueldo según esto así esa mandado por las disposiciones vigentes dejando en la frontera solamente durante el invierno y verano la fuerza necesaria para perseguir cualesquiera partidas o fuerzas de poca consideración que aparezca a robar como a veces suele suceder”421.

417 En efecto, a partir de 1840 aproximadamente se comenzó a dar una extraordinaria dilación en las respuestas enviadas por Rosas a sus colaboradores. Conciente de estas demoras y evidenciando la importancia que el gobernador le adjudicaba a la “cuestión indígena”, alertaba a los jueces de paz de Azul y Tapalque que todo lo relacionado con los indios fuera enviado con carácter de urgente y, en caso de no responder prontamente, que volvieran a enviar la comunicación a su hija Manuelita. 418 AGN,X,26.8.3 419 Ibidem 420 Esta prevención era habitual que se planteara a las autoridades de la frontera. De hecho en mayo de 1840 se alertaba a los jueces de paz de frontera que desde el inicio al fin de otoño y primavera debían estar alertas por posibles ataques de indios en la ultima linea de frontera.AGN,X,20.10.2 421 AGN,X,26.8.3

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Para la misma época, la situación en la frontera sur parecía también tender a

resquebrajarse. En mayo de 1849 chasques de Calfucurá se reunieron en Azul en un parlamento en

el que participaron el juez de paz del fuerte y el caciquillo Juan Catriel “representante de su padre

el cacique mayor” en el que informaron sobre el estado de alarma en que se hallaban los indios de

Salinas y de Tapalqué “por los cantones y poblaciónes que se estaban formando en la frontera

quedando todos ellos sin el campo necesario para sus correrías”. Por otras vías, Rosas y Belgrano

se había informado que se esperaba la llegada de indios “chilenos” entre los que se encontraba el

cacique Coliqueo, para invadir la frontera422.

Ante estas noticias Rosas emitió con inusual rapidez varias respuestas. Una al juez de

paz de Azul en la que le avisaba estar al tanto de la venida de indios “chilenos” tanto por informes

que le había enviado el presidente de Chile como por “cartas que ha tenido de cristianos chilenos

que han estado los unos en los toldos de esos indios y otros que se han impuesto de todo por

conversaciones con los mismos indios”. Asimismo decía saber que Coliqueo había sido disuadido

por Calfucurá de incursionar sobre la frontera. Con la misma fecha, envió una carta a los indios de

Tapalqué en respuesta al supuesto desagrado que sentían ante el avance poblaciónal de los vecinos

de la campaña. En la carta intentaba calmarlos diciendo que ellos “tenían suficiente campo para

vivir y que el gobierno a su vez les ayudaba con su manutención y además, que esos mismos

hacendados que se habían internado eran los que los proveían de ganado y, al estar todos ellos

“relacionados y amigos”, si se les obligaba a regresar hacia el interior perjudicarían a los

hacendados de más adentro”. Finalmente, con términos muy similares a la anterior, escribió una

ultima carta dirigida a Calfucurá agregando que pensaba “irles dando a los indios pobres a

aquellos que tengan familia y no tengan de que mantenerse algunas ovejas desde el próximo

entrante verano”423.

La seguridad y firmeza que transmitían estas misivas de Rosas en cuanto a su

conocimiento sobre los movimientos existentes en el interior del territorio indígena y el descrédito

que daba a los reclamos de los indios por la expansión de los hacendados, se diluyen con los

términos de otra carta que, en forma paralela escribiría asimismo al juez de paz de Azul pidiendo

que se le informara de manera urgente sobre la población situada en la frontera de Tapalqué y Azul

“indicando cuales son las poblaciónes de que se quejan los indios que extensión tienen para sus

422 AGN,X,20.10.2 423 Rosas a Pedro Rosas y Belgrano, 19 de mayo de 1849. AGN,X,20.10.2

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toldos y animales y con que permiso se han situado esos establecimientos al oeste y sur oeste del

arroyo Tapalqué”424.

La respuesta no se hizo esperar y a los pocos días Rosas y Belgrano le enviaba un

detallado informe sobre los distintos pobladores que se hallaban avanzados de la línea de frontera:

“de Tapalqué al norte y a distancia de 5 leguas se hallaba la población de José Balenzuela; 3 leguas mas allá la de don Ilario González; hacia el médano negro y a unas 12 leguas los puestos de San José Portugués, El Mirador, San Pedro, San Francisco, todos correspondientes a su establecimiento 9 de julio. Del cantón al sur por la costa del arroyo occidental a 5 leguas la población de don Tomas Blanes y Arguibel; le sigue la de Gregorio Barragan a 4 leguas y 2 leguas en el mismo rumbo la de Pedro Rosas y Belgrano. Entre las nacientes del arroyo Tapalqué y Azul, unas 6 leguas, 3 poblaciónes en el arrollito del Perdido de pedro Fuentes, Justo Martínez y Dionisio Solano casi tocando el Azul. De este arroyo al oeste a 10 leguas la población de Mariano Artalejo; de ahí al SO a 14 leguas las poblaciónes de Juan Ornos y el puerto La Golondrina de Manuel Larma425.

A pesar del convencimiento del gobernador sobre el retroceso de la invasión proyectada

entre Coliqueo y Calfucurá, Rosas y Belgrano, más en contacto con la situación fronteriza, insistió

en el tema. Para el juez de paz, la invasión tenía una relación directa con el descontento que

Calfucurá sentía sobre el avance fronterizo en lo que habría obtenido el acuerdo de los indios de

Tapalqué.

“Calfucurá espera a los indios de las provincias [Mendoza] y a los de Chile. Que reunidos todos se hera una grande invasión contando también con la mayor parte de los indios de Tapalqué. Que este movimiento lo hace Calfucurá porque no esta conforme con la marcha del gobierno que esta formando cantones en sus campos y estancias… que conoce que ha nacido para morir y que con la gran fuerza con que el cuenta el gobierno no ha de poder por su cuenta hacerle nada en mucho tiempo y el suficiente para enriquecerse y hacer hagan fortuna sus caciques compañeros. Dice también que la ración y regalos que se le hacen todos los meses no tiene que agradecerlo pues que es pago de arrendamiento por sus tierras ocupadas426.

A fines del año 1849 la situación parecía haber desbordado al gobierno. En el mensaje

del gobierno enviado a la Sala de Representantes, Rosas reconocía que

“Las partidas de indios ladrones enemigos, que se desprenden del desierto a robar a la frontera han incomodado en este año con frecuencia en toda la extensión al exterior de ella. En algunos puntos han sido escarmentados y se les ha quitado la hacienda robada. En otros fugaron rápidamente con algún ganado y caballos: no han sido alcanzados427.

Y aceptaba que un motivo de esta reacción podía encontrarse en que

424 AGN,X,26.8.2a. Negrita nuestra. 425 AGN,X,20.10.2 426 Ibidem 427 Mabragaña, H, Los mensajes… tomo 2, p. 473

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“Muy considerable número de estancias, sin el previo permiso del gobierno, se han avanzado mucho mas allá en el desierto, hasta donde el gobierno ha estado distante de cubrir y asegurar con las tropas de frontera, el todo de estos establecimientos”428.

La situación interétnica en la frontera durante los meses finales del régimen rosista se

nos hace bastante “invisible” en la documentación. Ella solo nos permite verificar el mantenimiento

del negocio pacífico a través de los pagos tanto para las divisiones militares de indios amigos en el

territorio provincial como la entrega de obsequios y raciones a los indios aliados destacándose

fuertemente la agrupación liderada por el cacique Calfucurá.

Como es conocido, casi inmediatamente después de la caída de Rosas, los ataques

sobre la frontera se reiniciaron con una violencia inusitada y, con el tiempo, derivarían en una

considerable retracción del espacio provincial. ¿Había Rosas verdaderamente contenido la

agresividad indígena que, luego de la partida del caudillo, se encontró libre para reanudar sus

empresas maloneras? ¿Reflejaban estas incursiones una suerte de oposición a la desaparición de

Rosas? ¿O simplemente representaban la concreción de las amenazas de invasión que se habían

comenzado a escuchar a fines de su gobierno? En este sentido cabría preguntarse si, aún cuando

siguiera gobernando Rosas, no se había llegado a una situación sin retorno ante la evidencia de un

constante avance sobre el territorio indígena.

En términos más generales, la pregunta que surge es, por qué luego de Caseros la

campaña no produjo un masivo levantamiento campesino similar al ocurrido en el año 1829 en

defensa de Rosas. Para Lynch, la respuesta debe encontrarse en tres elementos que reflejaban una

situación totalmente distinta a la anterior. Por un lado, se había producido un quiebre evidente en la

alianza entre el gobierno y los hacendados luego de la revolución de los Libres del Sur; por otro

lado, la despolitización y desmovilización creciente impuestas a la población había logrado su

objetivo y, finalmente, la población rural ya se encontraba “militarizada” sirviendo en unidades

milicianas o en otras actividades dispuestas por el Estado lo que restaba considerables fuerzas que

pudieran levantarse de manera espontánea. Si planteamos que los indios amigos habían seguido, en

términos generales, un camino similar al de los pobladores criollos en torno a su militarización,

cabría suponer que apoyaron al ejercito rosista en la medida en que formaban parte de éste.

Esta investigación se propuso presentar una visión lo más integral posible sobre el

curso de la relación interétnica tratando de poner en pie de igualdad las motivaciones y acciones de

428 Ibidem

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ambas sociedades. Sin embargo, la decisión de culminarla en el momento de la caída de Rosas

presenta un enfoque bastante etnocéntrico. En efecto, la caída de Rosas, es un hecho decisivo en el

devenir de la política provincial y también interprovincial pero en ese período, paralelamente,

Calfucurá no hace más que comenzar a diseñar y organizar el gran poder que desplegará en el área

pan araucana en la década siguiente. De todos modos, acordando con la centralidad del fin del

periodo rosista para la historia política provincial, creemos que este hecho produjo asimismo

fuertes consecuencias en el liderazgo del jefe de Llaima. Si es cierto que en el año 1850 hay

indicios bastantes ciertos sobre los proyectos de invasión de Calfucurá y aliados transcordilleranos

sobre la frontera bonaerense, lo cierto es que desde su instalación en Salinas no se produjeron

ataques de envergadura sobre las estancias rurales. ¿Cuál sería el beneficio de llegar adelante un

extenso malón? Obviamente la adquisición de ganado y cautivos, pero ¿no estaban más preparadas

las fuerzas de frontera como para hacer frente a esta invasión? o ¿valía la pena correr el riesgo de

dejar de percibir las raciones que gozaban en ese momento y que, según nuestro planteo, permitían

mantener una red de alianzas a ambos lados de la cordillera? Contestaríamos por la afirmativa al

primer interrogante y por la negativa al segundo.

En esta linea argumental se entiende por qué, poco despues de caído el gobierno rosista

con el traslado de tropas desde la campaña a la ciudad y con el abandono casi inmediato del sistema

de racionamiento de los indígenas, Calfucurá parece haberse “liberado” de su relación con el

gobierno lo que lo decidió a llevar a cabo las expediciones de caza de ganado y prisioneros

proyectadas. El surgimiento de dos centros de poder a partir de entonces (el Estado de Buenos

Aires y la Confederación) actuarían como un mayor incentivo para negociar desde una posición de

fuerza y consolidar su creciente poder en las pampas. De esta manera podemos concluir que la

caída de Rosas, también para Calfucurá, significó una inflexión importante en su política con los

criollos. Pero el análisis de ésta deberá ser objeto de otra investigación.

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CUADRO 3. ESTADO DE LA FRONTERA ENTRE 1830 Y 1852 Fecha Características Septiembre 1830 Enfrentamiento entre boroganos e indios aliados (Pety, Maica,

Yuscabel, Lomo Colorado, Chañil, Chocorí, Quiñigual) Enero- marzo 1831 Negociaciones de Rosas para quebrar la alianza borogana-Pincheira.

Parlamento conjunto con caciques boroganos, Catriel, Cachul y Venancio

Marzo 1831 Arribo de un importante contingente transcordillerano con los caciques Toriano, Calfucurá y Lielmilla (hermano de Venancio).

Septiembre 1831 Toriano asentado en Tapalque. Lielmilla asentado en Monte junto a Venancio

Septiembre y octubre 1831

Grupo liderado por Calfucurá ataca establecimientos fronterizos del sur de la provincia

Octubre 1831 Formación de una división para perseguir a los indios maloneros en donde participaron 110 indios de Venancio y 96 de Catriel con los caciques a la cabeza ayudando también los jefes Antica y Guilitru

Noviembre 1831 Ataque a Bahía Blanca. Los atacantes fueron identificados por Martiniano Rodriguez como Calfucura, Choquellau, Rapil, Yancamay

Diciembre 1831 Regreso del cacique Lielmilla a Chile

Marzo 1832 Toriano y otros caciques ocupan el espacio existente entre Bahía Blanca, Patagones y el resto de la provincia cortando la comunicación entre esos puntos

Junio y agosto 1832 Ataque a tolderías de Toriano con la colaboración de indios boroganos

Septiembre 1832 Ejecución de Toriano en Bahía Blanca

Marzo 1833-enero 1834 Expedición al sur Septiembre 1834 Asesinato de los caciques boroganos Rondeau y Melin en Masallé, por

fuerzas del cacique Calfucurá Septiembre-diciembre 1834

Asentamiento grupos boroganos en la frontera: Guayquil y Caneullan en Fuerte Mayo; Meligur y Alon en las cercanías de Bahía Blanca

Marzo- abril 1836 Ataques a las tolderías boroganas de Salinas Grandes. Muerte del cacique Cañuiquir.

Agosto 1836 Sublevación de los indios amigos de Bahía Blanca

Septiembre 1836 Ataque a las tolderías “chilenas” de Tapalqué por tropas del cantón

Octubre 1836 Malón de una coalición ranquel, borogana y transcordilleranas sobre Tapalqué

Enero 1837 Invasión de 1.800 indígenas sobre los establecimientos de Tapalqué, Azul e Independencia

Agosto 1837 Malón de cerca de 1.700 indígenas sobre Bahía Blanca Octubre de 1837 a enero de 1838

Expedición a Salinas Grandes a cargo del coronel Del Valle

Enero-abril 1838 Incorporación de nuevos grupos indígenas a la frontera (Reylef, Guayquinecul, Epul, Carupan)

Mayo 1838 Ataque ranquel a las tolderías del cacique amigo Llanquelen en

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Federación. Abril 1840 Negociaciones de los ranqueles con el gobierno de Buenos Aires que no

llegan a un acuerdo definitivo Junio 1841 Asentamiento de Calfucurá en Salinas Grandes Mediados 1847 Negociaciones de los ranqueles con el gobierno de Buenos Aires que no

llegan a un acuerdo definitivo Mayo 1849 Inquietud de Calfucurá por expansión sobre territorio indígena

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SEGUNDA PARTE

ESTADO Y VECINOS EN EL DISEÑO Y APLICACIÓN DE LAS POLITICAS DE FRONTERA.

En esta parte analizaremos la participación de los pobladores criollos de la campaña en

la organización y gestión de los nuevos pueblos de frontera. Comprende un primer capítulo que se

centra en el período 1810-1828 y un segundo capítulo referido al período rosista. La hipótesis que

se desarrolla en esta parte se inscribe dentro de las discusiones historiográficas formuladas en torno

a las características de los espacios fronterizos y, desde una perspectiva más local, las centradas en

las dificultades del estado provincial por extender su dominio sobre el territorio.

Con respecto a la primera problemática es conocido que el costo de defensa de los

espacios fronterizos fue un problema recurrente tanto para la corona española como,

posteriormente, para los gobiernos independientes. Desde la época de los Borbones se intentó

disminuir el peso militar insumido por la frontera a través de la modificación de la política llevada

hasta el momento por los Austrias basada en un costoso sistema defensivo y en igualmente costosas

expediciones punitivas contra los indígenas, política que había demostrado un escaso éxito en

pacificar el territorio. En contraposición a este esquema, los Borbones llevaron a cabo una

reorganización de la estructura militar disminuyendo el peso del ejército en la frontera e

implementando una política de conciliación y negociación con los pueblos indígenas429.

Con el período independiente, las urgencias de la guerra revolucionaria profundizarían

esta tendencia. En la mayoría de los casos las ya escasas dotaciones existentes en los fuertes de

frontera fueron enviadas al interior del territorio para unirse a los ejércitos patriotas dejando aún

más desprotegido el espacio. Entre las soluciones puestas en práctica para hacer frente a la cada vez

más acuciante inseguridad de las zonas fronterizas se contaría la política de establecer “colonias

militares”. Esta estrategia fue implementada de manera particular en algunas provincias de la

frontera norte de México luego de la independencia. El elevado costo que significaba para el

gobierno central sostener cuerpos regulares en la zona motivó una reorganización militar por la cual

se derivaba al ámbito provincial la defensa de sus fronteras con los indígenas. De esa manera,

algunas provincias implementaron la política de hacer descansar la seguridad de su región en las

milicias cívicas de pobladores; mediante el otorgamiento de algunos privilegios como subsidios

429 Weber, David, “Borbones y bárbaros. Centro y periferia en la reformulación de la política de España hacia los indígenas no sometidos”, en Anuario IEHS, No. 14. Tandil, 1999

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financieros, exención de ciertas cargas impositivas o que los pobladores que se asentaran en la

región fronteriza debían cumplir con la obligación militar en su circunscripción430.

En la frontera bonaerense, a pesar de las voces a favor que insistirían

permanentemente en la entrega de tierras “en propiedad” como la manera más efectiva de resolver

el peligro de la deserción y lograr el arraigo de la población, estas políticas no llegaron a

concretarse. Por el contrario, los pobladores que, en forma espontánea o coercitiva, habían

acompañado a las expediciones fundadoras asentándose de manera precaria en las tierras de

frontera, frecuentemente debieron litigar con nuevos denunciantes para hacer valer sus derechos de

precedencia.

El tema de la delegación de ciertas funciones como la defensa, en manos de los

pobladores de la región se vincula asimismo, en nuestro espacio de estudio, con otra problemática

que se está desarrollando actualmente y tiene que ver con relación entablada a partir de la década de

1820, entre un estado que se va consolidando y extiende su dominio sobre el territorio provincial, y

los pobladores del mismo. Esta relación no estuvo exenta de conflictos, poniéndose en evidencia, en

el caso de la estructuración de un aparato judicial en la campaña, una tensión entre el estado que

intentaba establecer una estructura republicana de gobierno y aplicar nuevas medidas liberales y las

prácticas corporativas y de derechos comunitarios que existían en la sociedad431.

La hipótesis que sostenemos es que en lo relativo a los proyectos de expansión y

consolidación territorial, el gobierno bonaerense delegó en los pueblos de frontera tareas como la

defensa del territorio y el sostenimiento de las guarniciones militares. La primera a través del rol

cumplido por los vecinos de la campaña como fuerzas milicianas; la segunda mediante la provisión

de los bienes necesarios para la subsistencia de los efectivos militares asentados en los fuertes y, a

partir de 1830, de los indios amigos reducidos asimismo en la zona. Esta delegación no fue

inmediata ni caracterizó desde el principio la política del gobierno sino que fue el resultado de un

proceso en el cual se pueden hallar marchas y contramarchas. Por otro lado, se haría evidente en

todo el período un tratamiento diferencial en cuanto a los asuntos de la frontera norte y sur de la

provincia. En efecto, desde el año 1820 el sur de la campaña se convirtió en el objetivo principal del

430 Para un análisis de la región de Chihuahua, ver Ana María Alonso, Thread of blood. University of Arizona Press, Tucson, 1995 y para Texas, Andrés Tijerina, Tejanos & Texas under the Mexican flag, 1821-1836. Texas A&M University Press, 1994. 431 Cansanello, O.C., "De súbditos a ciudadanos.. .; Garavaglia, "Paz, orden y trabajo … "; Fradkin, "La experiencia de la justicia….”; Gelman, “Crisis y reconstrucción … ”.

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gobierno. Sobre ese espacio se encararía una expansión territorial con el claro objetivo de poner en

producción nuevas tierras que permitieran incrementar la exportación de productos pecuarios. Este

objetivo justificaba derivar toda la atención sobre la zona. Los partidos del norte eran pagos de vieja

colonización en los que el proceso de apropiación legal del territorio prácticamente se había

completado. Donde, por otro lado, al lado de unos pocos grandes propietarios de tierras, se hallaba

una mayoría de medianos y pequeños productores. El sur, por el contrario, iba adquiriendo rasgos

de gran propiedad y se presentaba asimismo como la promesa de inmensas extensiones a ser

apropiadas y puestas en producción. Precisamente esta posibilidad del estado provincial de

apoderarse de un territorio donde la ocupación era precaria, dada por la presencia de pobladores

criollos que no tenían títulos sobre esas tierras y por la existencia de habitantes indígenas a los que

ese Estado les negaría igualmente cualquier tipo de derechos sobre las mismas. Esto llevaba a la

inexistencia de obstáculos a una mayor apropiación.

Pero la complejidad de este mundo rural no se puede explicar solamente en términos

de diferencias socio-económicas. Los alineamientos políticos y/o la formación de redes de poder

político en los distintos partidos de la campaña también deben haber jugado un papel importante a

la hora de definir posiciones con respecto a la política del gobierno. Durante el período que nos

ocupa, recientes investigaciones que estudiaron las tendencias políticas de las elites urbanas y

rurales han planteado que los partidos del norte se presentaban más cercanos a tendencias

confederales (en el movimiento de 1816) y federales (en la crisis de 1820) y, en consecuencia,

enfrentados al gobierno directorial que gobernaría entre 1815-1820. Este sector de la provincia

apoyaría asimismo al ex - centralista Martín Rodríguez, en la salida a la crisis de 1820432. En los

partidos de sur y en el espacio que Halperín denominó “el nuevo sur”, la definición de las

tendencias políticas estarían fuertemente impactadas por redes de relaciones en donde el rol jugado

por personajes fuertemente vinculados a Rosas no puede soslayarse433.

Desde el momento en que se decidió llevar a cabo el avance territorial, el gobierno

provincial se encontró con cierta oposición por parte de los propietarios de campaña que buscaban

protagonizar y/o diseñar las estrategias para llevar a cabo esta expansión. En este sentido cobraría

una importancia singular como representantiva del pensamiento de los propietarios, la memoria que

432 Herrero, F. “Buenos Aires, año 1816. Una tendencia confederacionista”, Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana “Dr. Emilio Ravignani”, Tercera serie, núm. 12, 2do semestre de 1995 433 Ver Gelman, Jorge, "Unitarios y Federales. Control político y construcción de identidades en el primer rosismo". Ponencia presentada a las IX Jornadas Interescuelas departamentos de Historia. Córdoba, 24 al 26 de setiembre de 2003.

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en el año 1820 Juan Manuel de Rosas elevara al gobierno provincial. En la misma, el hacendado

proponía la constitución de sus pares en una corporación que no sólo representara sus intereses sino,

también, funcionara como un cuerpo delegado del poder político para la organización y orden en la

campaña. Esta memoria refleja con total claridad los alcances y los límites de la formación estatal

que se intentaba establecer fundamentalmente a partir de la experiencia rivadaviana. Pero esta

tensión no adoptaría necesariamente la forma de un conflicto ni enfrentamiento entre ambas

concepciones sino que, de alguna manera, el estado provincial debió reconocer y apoyarse en estas

iniciativas corporativas para lograr asentar su poder sobre el territorio. Durante el gobierno rosista,

algunas de las ideas centrales plasmadas en dicha memoria serían llevadas a la práctica como, por

ejemplo, la participación de los vecinos en la defensa de sus tierras y en el aporte de recursos para

sostener los nuevos asentamientos militares.

Las fuentes utilizadas en el primer capítulo de esta sección fueron las mismas que se

señalaron para la parte primera434 privilegiándose en este momento el análisis del contrapunto entre

las voces oficiales que provenían de los grupos dirigentes de la ciudad de Buenos Aires y las voces

de los propietarios de la campaña. Estas últimas encontrarían un importante lugar de difusión en la

prensa periódica donde es posible hallar, en determinados momentos, cierta discusión en torno a las

políticas de frontera e indígena. En efecto, es frecuente encontrar en estos periódicos, al lado de

decretos oficiales que establecen, por ejemplo, proyectos de expansión fronteriza, cartas de lectores

que se definen como habitantes de la campaña y que rechazan explícitamente las políticas oficiales

planteando en su lugar proyectos alternativos que, según ellos, tienen la ventaja de ser redactados

por personas que conocen la problemática de la que se está hablando. En el segundo capítulo,

correspondiente al período rosista, la información proveniente de la prensa periódica fue escasa

debido a la disminución notable que se experimentó en la publicación de periódicos, de manera que

el análisis se centró fundamentalmente en la documentación oficial existente en el AGN. De todos

modos, la tensión entre la percepción desde la ciudad y desde los poblados fronterizos sigue siendo

claramente evidente. Se agregó asimismo la consulta de los legajos existentes en el AGN

correspondientes a Juzgados de Paz (Sala X) y las Listas de Revista (Sala III) para lograr un cuadro

representativo de las fuerzas puestas en movimiento para la defensa de la frontera. Para el estudio

del caso de Bahía Blanca se ha utilizado la documentación del Juzgado de Paz, los libros de

patentes que nos brindaron información sobre el número de pulperías habilitadas y las sucesiones de

algunos comerciantes y militares involucrados en los negocios del fuerte.

434 Ver notas 3, 4 y 5 de la Primera parte, cap. 1.

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CAPITULO 1.

LOS INTENTOS DE AGREMIACIÓN DE LOS HACENDADOS

Durante la primera década independiente y hasta la fundación de los nuevos fuertes en

el año 1828 fue frecuente la reunión de comisiones y juntas de hacendados citadas por el gobierno,

o autoconvocadas, para la discusión de temas que hacían a la cuestión fronteriza en donde se

plantearían y elevarían a éste tanto sugerencias vinculadas a la defensa del territorio como proyectos

para llevar adelante la expansión del espacio provincial. Dentro de estos ultimos y en relación con

la necesidad de garantizar la defensa de la campaña, un punto recurrente fue la propuesta de

entregar tierras a los pobladores que se asentaran en las nuevas tierras en un esquema que recuerda

a las colonias militares que se establecieron en otros ámbitos fronterizos.

Una vez establecida la nueva línea de frontera con la fundación de cuatro nuevos

fuertes, la presencia de los vecinos siguió manteniendo su importancia, tanto como proveedores de

los distintos bienes (ganado y artículos de consumo) que eran necesarios para sostener los

destacamentos militares asi como en su función de milicianos.

Antes de entrar en el desarrollo del tema es necesario realizar algunas precisiones en

cuanto a los términos que se usarán. Al referirnos a los habitantes de la campaña hablaremos de

vecinos, hacendados y pobladores. Por pobladores entendemos en términos genéricos a los

habitantes de la campaña que ocupan de manera precaria la tierra que producen sin tener derechos

jurídicos sobre ella. En cuanto a la categoría de vecino es necesario remarcar que el contenido de la

misma sufrió variaciones a lo largo del tiempo. En el período que nos interesa, el término refiere

fundamentalmente a los habitantes domiciliados de un partido pero que no necesariamente eran

propietarios de tierra. En efecto, a diferencia del período colonial, en este momento no era la

propiedad sino el establecimiento de domicilio el que determinaba la vecindad. Dentro de las

obligaciones que tenían los vecinos se encontraban los servicios demandados por la justicia (cargos

de jueces de paz y personal subalterno) y la milicia; estas obligaciones públicas tenían como

contrapartida el otorgamiento del derecho al voto435. Como la propiedad no se hallaba dentro de los

atributos de la vecindad, distinguimos dentro de este grupo a los propietarios-hacendados para

nombrar a los personajes más ricos de la campaña. De todos modos, estas categorías sociales no

deben tomarse como compartimentos cerrados debido a la íntima relación que los une a las redes

personales y las prácticas de sociabilidad que los individuos conformaban en su vida cotidiana. En

435 Cansanello, O.C., "De súbditos a ciudadanos…”.

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este sentido, la categoría de vecino definía claramente la relación del individuo con una comunidad

determinada y en vinculación a esa relación, le otorgaba una serie de derechos y obligaciones. Pero

en la forma de acceder a esa categoría, los lazos de amistad, parentesco y/o dependencia, jugaban

un papel fundamental436.

1. Las Juntas de hacendados en la primera década revolucionaria

En la década de 1770 se registraron los primeros intentos por organizar un gremio de

hacendados. Desde esa fecha, la actividad ganadera comenzó a cobrar un mayor dinamismo y,

como consecuencia, los propietarios rurales intentarían consitutirse como un segmento social

diferenciado con características o objetivos más nítidos y específicos, que no se encontraba

representados por los cuerpos existentes en la época como el Consulado, ámbito propio de los

intereses mercantiles437. Esto llevó a que los ganaderos buscaran sus propios espacios de

organización y representación derivando en la constitución de un Gremio de Hacendados que se

planteó como objetivos fundamentales garantizarse la exclusividad en el abasto del mercado local y

evitar su subordinación total al capital mercantil. Esta institución contó con el beneplácito del

gobierno que esperaba utilizarlo “como un instrumento para el arreglo de la situación rural”. Raúl

Fradkin, que ha analizado la composición y objetivos de la institución en sus comienzos plantea

precisamente que

“El poder colonial… lo incorpora a una estructura de poder preestablecida con margenes que lo acotan; intentará en realidad transformarlo en apoyatura para el ejercicio efectivo de ese poder en un ámbito, el rural, donde ha arraigado muy poco solidamente”438.

Según el autor, a pesar de estos intentos de constituirse como cuerpo y de los

incentivos que llegaban desde el gobierno, el gremio de hacendados no llegó a consolidarse en esta

etapa. Sin embargo, los intentos por hacer surgir una asociación que representara a los propietarios

de campaña se mantuvo a lo largo del tiempo. En efecto, durante el período objeto de esta

investigación, y con cierta regularidad a partir de mediados de la década de 1810, fue frecuente la

constitución de comisiones y juntas de Hacendados para la realización de tareas puntuales

vinculadas a la expansión, poblamiento y defensa de la frontera. En algunas ocasiones fueron los

hacendados quienes espontáneamente se reunieron proponiendo acciones al gobierno por

considerarse los más directamente involucrados en el tema; estas propuestas serían analizadas por

436 Herzog, Tamar, “La vecindad: entre condición formal y negociación continua. Reflexiones en torno a las categorías sociales y las redes personales”, en Anuario del IEHS, No. 15. Tandil, Universidad del Centro de la Provincia de Buenos Aires, 2000. 437 Fradkin, Raúl, “El gremio de hacendados en Buenos Aires durante la segunda mitad del siglo XVIII”, en Cuadernos de Historia Regional. 438 Ibidem, p 77.

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aquél y en ocasiones, cuando las presentaciones giraban en torno a la defensa de la campaña, fueron

llevadas a la práctica. En otras ocasiones, fue el mismo gobierno quien promovió la formación de

estas comisiones con el objetivo de obtener el apoyo de los vecinos en diversos aspectos que hacían

a la política de frontera lo que señala que, en todos los casos, se aceptaba como representativas a

estas reuniones.

Ahora bien, si retomamos el argumento de que una corporación es aceptada por el

poder político cuando se considera representativa de un sector social, debe señalarse que los sujetos

que conformaron las juntas mencionadas, al menos durante una primera etapa, pertenecían

exclusivamente al sur de la provincia. De manera que el cuerpo representativo de los hacendados,

en realidad, era representativo solamente de los propietarios del sur y no de toda la provincia. Esto

nos está marcando el peso diferenciado que tenían los propietarios rurales en la campaña. Mientras

los hacendados del sur, por su cuenta o convocados por el gobierno, se reunieron frecuentemente

para debatir sobre problemas relacionados con la defensa y seguridad de la campaña (sur), los

propietarios del norte y del oeste no fueron incluidos en estas convocatorias.

Esta diferenciación entre la campaña del sur y del noroeste amerita que nos

detengamos al menos brevemente en las características económicas y sociales de la campaña

bonaerense. La misma comprende una significativa diferenciación regional que puede marcarse por

la extensión y orientaciones de sus unidades productivas. Los partidos cercanos a la ciudad se

orientaban a la producción cerealera-hortícola en quintas y chacras, para el abasto del mercado

urbano. La estructura económica de los partidos del norte, en términos generales, reflejaba la

existencia de “un reducido puñado de hacendados” junto con una mayoría de unidades productivas

medianas que combinaban agricultura con ganadería; los del oeste de predominio agrícola, tenían

una estructura de propiedad más dividida; hacia el sudoeste se entraba en una zona de transición

hacia formas de explotación mixta con unidades de producción más extensas que en el norte y,

finalmente, los partidos del extremo sur presentaban un predomino claramente ganadero439.

En cuanto a las carácterísticas poblaciónales de la campaña, la comparación entre los

datos censales de 1744 (4.663 personas) y 1815 (38.474 habitantes) nuestra un vertiginoso aumento

poblaciónal en el cual la campaña crece más rapidamente que la ciudad y dentro de ella con un

439 Juan Carlos Garavaglia, “Ecosistemas y tecnología agraria: elementos para una historia social de los ecosistemas agrarios rioplatenses (1700-1830)”, en Desarrollo Económico No. 28:112. Buenos Aires, 1989.

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ritmo desigual según las zonas440. En efecto, en los datos del ultimo censo mencionado surge un

primer grupo con un porcentaje muy elevado de la población rural total que incluye a la campaña

cercana (Flores, Morón, Matanza, Quilmes, San Fernando y San Isidro) la que concentra un 31.2%

de ésta; le siguen los partidos del norte (Areco, Arrecifes, Baradero, Pergamino, San Nicolás y San

Pedro) con un 28,4% de la población total y finalmente el sur (Chascomús, Magdalena y San

Vicente) con un 24%. Detrás de estas zonas más densamente pobladas se ubicaba la campaña oeste

(Lobos y Pilar) con el 16% del total y mucho más lejos el Nuevo Sur con solo el 0.4% El

crecimiento medio anual del 22 por mil que se registra entre ambos censos no solo proviene del

crecimiento vegetativo de la población sino que tiene un fuerte componente en las migraciones

internas que encontraron como puntos de mayor recepción a los partidos de Flores, Morón, Matanza

y los del Nuevo Sur441.

De manera que los partidos del norte y oeste, con nula representación en las juntas de

hacendados convocadas en el período eran zonas que, a pesar de contener una población elevada

que en su conjunto llegaba a más del 40% del total de la campaña, reflejaban cierto predominio de

la agricultura y una estructura de propiedad bastante dividida a excepción de unas pocas grandes

propiedades ganaderas en el norte. Esta diferenciación entre regiones sería más evidente con el

transcurso del tiempo. En un trabajo reciente basado en el pago de la contribución directa para el

año 1839, Gelman y Santilli, mostraban la desigual distribución de la riqueza que podía encontrarse

en las distintas regiones y partidos de la campaña:

“… es evidente que los lugares de la frontera en el norte de la campaña, al igual que algunos puntos del oeste, muestran una pobreza espartana, un claro límite a la expansión ganadera, comparado con el avance irresistible de la frontera sur… [reflejando el] contraste entre un sur pletórico y que reúne las explotaciones más ricas de la campaña, con los puestos fronterizos en el norte de la campaña, que son en su mayoría de colonización más antigua y que parecen vegetar en medio de la escasez”

El contrapunto entre estos dos sectores de la frontera bonaerense no se hallaría, para

los autores, en la calidad de las tierras, en ambas de una gran riqueza sino

440 Jose Luis Moreno, “La estructura social y ocupacional de la campaña de Buenos Aires: un análisis comparativo a través de los padrones de 1744 y 1815”, en J.C. Garavaglia y J.L. Moreno, Población, sociedad, familia y migraciones en el espacio rioplatense. Siglos XVIII y XIX. Buenos Aires, Cántaro, 1993. 441 A. Mascioli, S. Lanteri, V. Collia y N. Perea, “La temprana llanura aluvial. La inmigración en la campaña de Buenos Aires hacia 1815”, en Revista de Historia Bonaerense. Año VI, No. 21. Instituto Historico de Morón, Junio de 2000.

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“en la historia, y en especial en la historia de las relaciones fronterizas con los indígenas… que parecen apuntar a una mayor fragilidad en la seguridad en esta parte menos desarrollada de la frontera”442

En esta historia deben haber pesado indudablemente las vinculaciones políticas que las

elites de estos partidos hubieran desarrollado. Como habíamos señalado, hacia 1816 los partidos del

norte se mostrarían fuertemente contrarios a la política centralista llevada adelante por el gobierno

directorial443. Esto podría haber derivado, además de la mayor atención que suscitaba el sur de la

provincia como espacio hacia donde impulsar la expansión territorial, en la exclusión de los

propietarios del norte en las Juntas de Hacendados realizadas durante el período. Aunque aquellos

se hallaban aquejados de los mismos problemas de inseguridad fronteriza que sus pares del sur, sus

reclamos, realizados de manera individual, no encontraban demasiado eco en el gobierno

provincial.

La primera referencia que hallamos sobre la convocatoria a una organización

corporativa de hacendados se remonta al año 1814 cuando el coronel García, encargado por el

Director Supremo Posadas de realizar una expedición exploradora para el avance de la frontera,

propuso en la sesión capitular del 15 de noviembre

“que entre los demás cuidados de su consideración será de los primeros convenir con los Hacendados en el nombramiento de un Apoderado General que los represente y acuerde los medios que hagan efectivo las altas miras del Gobierno y de este Exmo Cavildo en el avanzamiento de las fronteras y poblaciónes”.

La propuesta fue aceptada por el Cabildo pero, tal vez debido a la suspensión del

proyecto de avance, esta iniciativa no fue concretada444.

De manera paralela, se hizo evidente que a los hacendados del sur de la provincia no

les preocupaba tanto avanzar en la ocupación territorial como defender los asentamientos ya

existentes. El asentamiento del otro lado del Salado resultaba sumamente precario y dependía en

gran medida de la habilidad de los hacendados por concertar relaciones pacíficas con los indios que

ocupaban el territorio. Uno de los riesgos que debieron correr los nuevos pobladores fue el robo de

ganado por parte de los indios y de los delincuentes o desertores criollos que habían buscado

refugio cruzando el límite oficial de la frontera. Precisamente en esta región donde el gobierno no

442 J. Gelman y D. Santilli “Una medición de la economía rural de Buenos Aires en la época de Rosas. Expansión ganadera y diferencias regionales”, en Revista de Historia Económica, XX:1, Madrid, 2002. 443 Herrero, F, “Buenos Aires…” 444 AGN, Acuerdos del Extinguido Cabildo de Buenos Aires. Buenos Aires, 1907-1934. Buenos Aires, 1937. Negrita nuestra.

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llegaba a extender su control, eran los mismos pobladores quienes debían tomar a su cargo la

defensa de sus tierras. Alrededor de esta búsqueda de mayor seguridad se dieron una serie de

presentaciones de los vecinos del sur que culminaron, pocos años más tarde, en la constitución de

una fuerza militar especial para defensa de ese sector de la provincia.

En fecha tan temprana como octubre de 1813 Joaquín Suárez, vecino de Montes

Grandes, propuso formar una compañía de milicianos para contener los ataques indígenas

ofreciendo a sus peones como soldados; además de la autorización del gobierno, solicitaba que se lo

proveyera de armamento y de un jefe idóneo para dirigir la fuerza. El pedido no contó con la

aprobación del gobierno. Al año siguiente, dos propietarios de tierras situadas cruzando el río

Salado, cerca de la laguna del Hinojal, los hacendados Domínguez y Salomón, habían sufrido el

robo de ganado por parte de los mismos indios que vivían en sus propiedades. Ante el hecho

pidieron al gobierno el envío de una partida armada para intentar recuperar el ganado, a la que

ofrecían incorporar 40 hombres armados que tenían en sus estancias. De manera similar al pedido

de Suárez, se solicitaba la designación de un militar de carrera para que dirigiera la fuerza. Este

pedido fue elevado a una Junta de hacendados que fue convocada por el Alcalde de Hermandad del

partido y que dictaminó en contra del envío de dicha fuerza en virtud del peligro que se correría al

internarse en territorio desconocido445.

Sin embargo, la preocupación por la escasa defensa de la campaña no se circunscribía

a los pobladores que habían avanzado más allá de la línea fronteriza en el sur sino que abarcaba a

toda la provincia. Las fuerzas militares de que disponía el gobierno se componían de tropas

regulares (compuesta de voluntarios y contingentes reclutados de manera forzosa) y de milicias de

vecinos. Un informe del año 1817 reflejaba que las fuerzas regulares existentes en los distintos

fuertes y fortines eran muy exiguas. En Chascomús y Salto se contaba con solo 32 efectivos en cada

fuerte, Ranchos al igual que Monte y Rojas tenía 25 soldados y en Lujan se hallaba asignada una

división con 40 efectivos. En cuanto a los fortines había solo 10 soldados en Lobos, Pergamino,

Mercedes y Melinque en tanto existían 13 plazas en Navarro y Areco. El más reforzado de todos los

puestos era precisamente uno que no tenía la categoría de fuerte y era el que se hallaba más al sur,

el puesto de Kaquelhuincul con 53 efectivos446. La exigüidad de estas fuerzas regulares derivaba en

que el mayor peso en la defensa de la frontera recayera en los cuerpos de vecinos milicianos que

445 Ambos episodios están descriptos en Política seguida con el aborígen, tomo I, pag. 466/469 sin que se indique la documentación probatoria de estos hechos. 446 Política seguida …

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eran movilizados en caso de peligro. Esta participación miliciana se hace evidente en la

presentación que el jefe interino del estado mayor, Brigadier Cornelio Saavedra, elevara al gobierno

dos años más tarde. En el mismo se informaba que la seguridad de la frontera descansaba en solo

353 plazas, de las cuales 105 eran soldados regulares y 248 milicianos447.

Era evidente que el gobierno no contaba con los medios necesarios para garantizar de

manera eficiente la seguridad de las propiedades ubicadas en los límites del territorio provincial y

mucho menos las que se ubicaban fuera de la línea fronteriza. Como forma de paliar esta deficiencia

se comenzaría a plantear de manera oficial la posibilidad de entregar terrenos en forma gratuita a los

pobladores y soldados de la frontera para que actuaran a manera de vecinos-soldados. En mayo de

1817 un decreto del gobierno confirmaba el interés por expandir el espacio provincial aclarando que

“uno de los medios de realizarla [la expansión] es interesar a los nuevos pobladores con la

adjudicación en propiedad de los terrenos en que se sitúen”448. Sin embargo, como ya hemos

señalado, el avance no fue efectivo en este momento. Luego de una consulta a una junta

extraordinaria de autoridades civiles y militares quedaría claro la imposibilidad de extender el

territorio más allá de la guardia de Kaquelhuincul. Según el comandante general de fronteras, Juan

Ramón Balcarce

“Más allá de la expresada Laguna [de Kaquel Huincul] están avanzados algunos pobladores con establecimientos ya formados. Ellos han sabido cultivar tales relaciones con los infieles vecinos que han recogido el fruto de no ser incomodados por estos. Así es que semejantes poblaciónes son las que constituyen la verdadera línea por su inmediación al lugar del fuerte, y por la proporción y necesidad en que se hallan sus dueños de proteger a este y ser protegidos de él. La indispensable precisión de consolidar, quanto sea dable, toda clase de relaciones con los indígenas inmediatos de que resultará un aumento al grado de sociabilidad que ya van estos adquiriendo, y otras razones políticas y de conveniencia pública que no se expresan por demasiado obvias, convencen la necesidad de aumentar los establecimientos que estan avanzados á la expresada laguna ó paralelos á la línea de ella concediendo tierras á los que quieran dedicarse á la cría de ganado, e industria agricultora…”(subrayado nuestro).

Como contrapartida de la entrega de tierras se esperaba que los nuevos pobladores

tomaran la responsabilidad “de contribuir con quantos auxilios estén de su parte, á segundar las

disposiciones de esta supremacía, en el caso que los infieles executen alguna irrupción ú acto hostil

contra la mencionada línea”449.

447 Ibidem. 448 Registro Nacional de la Republica Argentina, Buenos Aires 1884-1906, 62 vols. Año 1817. 449 Gaceta 2 de diciembre de 1818. Desde la década de 1810 los distintos proyectos de avance territorial presentados al gobierno insistían, en general, en la importancia de entregar tierras a los pobladores de la frontera como una manera de asentar a la población, y de solucionar el problema de los ocupantes precarios de tierras. En los escritos de Pedro Andrés García se planteaba la necesidad de lograr la ocupación efectiva de la campaña integrando en sus propuestas de poblamiento además de los pobladores civiles, a los soldados e indios. Así, como parte de esta política de

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Esta propuesta no parece haber dado ningun resultado concreto en resolver el tema de

la defensa en el sur de la campaña. Es por ello que en abril de 1819, los hacendados del sur

retomaron la iniciativa proponiendo costear una fuerza veterana “que estando á disposición de

ellos tenga por único destino cubrir las fronteras” del ataque de indígenas y “toda clase de

malhechores” por la zona de Kaquelhuincul. Al mes siguiente la fuerza formada por sólo 25

hombres y cuyo sueldo era pagado por los hacendados se encontraba en funciones y se hallaba al

mando del capitán de dragones retirado D. Antonio Sáenz450. Esta fuerza contuvo en parte los

ataques garantizando cierta tranquilidad en la frontera y asimismo llevó a cabo la aprehensión de

una buena cantidad de delincuentes. Sin embargo, para el secretario de estado, Gregorio Tagle, se

trataba de una fuerza muy exigua para cumplir con su objetivo por lo que planteó el proyecto de

incrementarla creando una compañía de 100 hombres. Para cubrir los gastos que demandara su

mantenimiento, Tagle proponía que se utilizara todo el ganado existente en Kaquel Huincul, que

había sido donado por los hacendados, al que se agregaría el que se tomase orejano.

La propuesta del funcionario derivó en la reunión de varios hacendados del sur, en

septiembre de 1819, para determinar la factibilidad de la propuesta. En ella se acordó con la

creación de la fuerza propuesta y se decidió la constitución de una comisión de hacendados que se

ocupara del cuidado e incremento del ganado destinado al consumo de la misma a la vez que de

formar “un fondo para subvenir con él a los gastos que demanda el sostén de la fuerza expresada”.

El vecino D. Lorenzo López sería el encargado de cuidar los bienes existentes en Kaquel Huincul y

recolectar las donaciones aportadas que consistían principalmente en hombres para incrementar la

fuerza militar. La comisión sería provisoria hasta tanto los hacendados en una reunión más general

acordaran las medidas que consideraran necesarias para defensa de la frontera451.

ocupación del espacio sugería la cesión de terrenos de chacras para los indios que “quieran venir a sociedad” y daba el ejemplo de varios grupos asentados en la frontera como el cacique Llati en Chascomús. Este modo de atraerlos, según García, “harán… más conversiones que los misioneros de Propaganda [Fide]”. Con respecto a los soldados mencionaba la experiencia fallida del regimiento de blandengues con que se pretendió cubrir la defensa de la línea fronteriza y terminó en la desaparición del cuerpo. Para García el motivo se debió a la falta de arraigo de estos soldados que, cumplida “su ocupación que les da su subsistencia vagan por las campañas con la misma facilidad que lo hacen los árabes o los pampas”. Para solucionar esto proponía la conversión del soldado en vecino y propietario. “El soldado de la frontera debe ser al mismo tiempo vecino y propietario con documento fehaciente para que pueda él y sus descendientes quedar a cubierto de la codicia de los pudientes” Ver Jorge Gelman, Un funcionario en busca del Estado… 450 Los hombres para formar la dotación pueden haber provenido de los desertores perdonados por el gobierno los que debían presentarse ante el D. Antonio Saenz, comandante de la fuerza veterana destinada a resguardar la frontera. Gaceta 16 de junio de 1819 451 Aún en el año 1819 el gobierno de la provincia expresaba que “nada les ha dado antes de ahora [a los pobladores que] se han establecido fuera de la linea de demarcación de nuestras fronteras” agregando que “nada les ofrece a los que al presente quieran hacer otro tanto [quienes no gozaran] de la protección y salvaguardia que dispensa el Estado a las demás propiedades que están comprendidas dentro de las lineas de demarcación de las fronteras”, en Ramos Mejía, E. Los Ramos Mejía. Apuntes históricos. Buenos Aires, Emecé, 1988.

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En la edición del 27 de septiembre de 1819 de la Gaceta se incluía una lista con los

hacendados que habían aportado hombres, esclavos y dineros para armar la fuerza defensiva.

Además de los hacendados ya mencionados (Joaquín Suárez, José Domínguez y Lorenzo López) se

incluían 20 propietarios más entre los que se contaban los que serían poderosos terratenientes del

sur, Juan José Ezeiza y Juan Manuel de Rosas.

Un conflicto sucedido en forma paralela a estas acciones concretas para garantizar la

defensa del territorio, pero con un sustento totalmente distinto, permite matizar la mirada centrada

en los reclamos económicos de los vecinos de la campaña, incorporando el conflictivo proceso

político que estaba atravesando la provincia. En efecto, si los hacendados del sur dialogaban con el

gobierno directorial sobre la forma de resolver la seguridad de la frontera, la posición de éstos, al

menos de unos cuantos de ellos, sería diferente cuando ese mismo gobierno requiriera su auxilio

para combatir en el norte de la provincia contra los ejércitos de Lopez y Ramirez. El hecho en

cuestión enfrentó a cuatro hacendados del sur con delegados del gobierno directorial que intentaron

recoger contribuciones de ganado para el auxilio de las fuerzas expedicionarias que se enfrentaban a

las tropas de los caudillos federales.

En agosto de 1819 el periódico El Americano publicaba una denuncia que habían

presentado los hacendados D. Joaquín Suárez, D. Domingo Lamadrid, D. Juan Bautista Chávez y su

hermano Mariano sobre una contribución de ganado solicitada por el delegado directorial Pedro

Galup. Según la presentación, Galup, había enviado partidas de milicianos desde Chascomús con el

fin de obtener ese auxilio. Los recolectores de ganado habían entregado a los propietarios recibos

por el monto del ganado tomado, el que sería liquidado por la Tesorería “en mejores

circunstancias”. Según los denunciantes ésto constituía verdaderamente una contribución forzosa

por medio de la cual se habían tomado 1430 cabezas de ganado de solo 9 propietarios situación que

llevó al “desaliento general [que] se ha apoderado de los de nuestra clase; su ruina es segura si se

repitan estos abusos”. Los hacendados culminaban su presentación denunciando que al negarse

Juan Chávez, uno de los firmantes, a cumplir con el pedido del delegado, se le emitió una orden de

arresto452.

En días sucesivos el periódico presentó los descargos realizados por el brigadier

Cornelio Saavedra, nombrado en la documentación como “delegado directorial de campaña”, y por

452 El Americano 23 agosto 1819.

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Pedro Galup. Saavedra, como hemos visto, importante propietario del norte de la provincia,

explicaba que el ganado solicitado tenía por destino la subsistencia del ejército de observación cuyo

consumo ascendía diariamente a 70 reses. Esta contribución había sido decretada por una orden

superior de mayo de dicho año e incluía a los propietarios del sur debido a que

“La devastacion de las haciendas al norte de nuestra provincia, desde la primer campaña sobre Santa Fe, apurada por las irrupciones de las indios y demas concausas de que estuvo a cubierto la parte del sur reclamaba por su cooperacion”453.

Saavedra apelaba al sentimiento patriótico de los propietarios del sur al describir el

estado en que se hallaban sus pares del norte y alegando que, del auxilio pedido “pendia la

subsistencia de la fuerza que afianzaba el orden e iba a libertar su mismo territorio”.

Por su parte, Pedro Galup insistió en que la saca de ganado no había sido arbitraria.

Según las ordenes recibidas del gobierno, había citado a los hacendados del sur para determinar las

cantidades que iban a aportar pero “a la reunion no fueron los que firman el petitorio, todos

hacendados de la costa del Salado”. En la misma, se había acordado en realizar la donación

contando para ello con la colaboración de los alcaldes de hermandad y tenientes de los partidos del

sur. Galup finalizaba su descargo sosteniendo que los firmantes habían

“violado los mas sagrados derechos [ya que] no solo calumnian a los gefes y oficiales de milicias que han respondido a la confianza con que se les distinguió sino que quieren poner en problema el patriotismo de los benemeritos hacendados del sur usurpando un poder que no tienen para representarlos y transmitiendo su sentimientos con una falsedad y desenfreno imperdonables”454.

¿Podemos encontrar en este conflicto algo más que un fundamento económico al

rechazo de estos propietarios en aportar ganado para el conflicto con los caudillos del Litoral? El

estudio de las afinidades políticas de las elites rurales es un tema que aún no se ha estudiado de

manera sistemática. Solo contamos con la breve referencia incluida en el trabajo de Fabián

Herrero455, el estudio de Jorge Gelman para inicios del período rosista que muestra un panorama

general de las afiliaciones políticas en la campaña456 y el análisis de José Mateo sobre el partido de

Lobos donde, entre otros temas, se plantean los roles políticos de las principales familias. De todos

modos, los elementos aportados en estos trabajos nos permitirían conjeturar que el rechazo de

Suarez y sus compañeros a cumplir la orden directorial podía remitir a la oposición generada en

453 Ibidem, negrita nuestra. Sobre la situación en el norte de la provincia en 1819 ver capitulo 1 de la Primera Parte. 454 Idem, 27 agosto 1819. Negrita nuestra. 455 Herrero, F “Buenos Aires…”. 456 Gelman, J. “Unitarios y federales…”.

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algunos sectores hacia la política militarista e intervencionista que lo caracterizaba y que, en

definitiva restaba recursos a la propia provincia457.

Esta hipótesis sobre los motivos que habían llevado a los mencionados propietarios del

sur a negar la contribución solicitada se ve confirmada al no negarse a realizar aportes económicos

cuando el objetivo era la defensa de su propia frontera y, además, el gobierno directorial había

sucumbido. En marzo de 1820, siendo gobernador Manuel Sarratea, se volvió a recurrir a ellos

citándolos para una reunión con el fin de tratar “asuntos interesantes con motivo de la multitud de

males que se experimentan y evitar su total ruina”. Se volvería a plantear en esta ocasión que el

estado del tesoro provincial no hacía posible que el gobierno tomara a su cargo el pago de un

destacamento militar para defender la frontera sur y por ello pedía ayuda a los propietarios. Estos

respondieron favorablemente al pedido del gobierno proponiendo la creación de una fuerza militar

costeada por ellos. Pero en los considerandos de la creación de este cuerpo quedaba claramente

establecido que esta fuerza sería sostenida económicamente en tanto fuera para defensa exclusiva de

sus propiedades. Asimismo la gestión autónoma que se adjudicaban para el cobro de los aportes con

que se sostendría la misma (que implicaba la delegación de dicha prerrogativa por parte del

gobierno) apuntan a la idea de crear una cierta autonomía de la región donde los propietarios

llevaran adelante, en gran parte, la dirección de los asuntos de defensa.

De manera que, inversamente a lo que planteamos con respecto a la política indígena

del gobierno en la cual, el estado provincial intentó concentrar en sus manos la gestión diplomática

inhibiendo las relaciones personales que habían entablado los pobladores del sur del Salado, en este

caso puntual, la dificultad material por hacerse cargo de manera integral de la defensa del nuevo

territorio llevaría a delegar parte de este tema en los propietarios de la región.

En abril de 1821 el cuerpo de hacendados del sur compuesto por 22 propietarios,

propuso la creación de una compañía de 100 hombres que se denominaría Blandengues veteranos

del cuerpo de los hacendados, es decir, una fuerza armada al servicio exclusivo de los intereses

económicos de los propietarios localizados en, y en este punto es muy clara la resolución presentada

a la Sala de Representantes,

457 Herrero, F. “Buenos Aires…”. El autor señala que, en el movimiento confederal de 1816 fueron tres las causas que motivaron las representaciones de este grupo: el rechazo a que Buenos Aires fuera la capital de las Provincias Unidas que no lograban conformarse, la existencia de un federalismo de hecho y, precisamente, el rechazo a seguir adelante con la guerra revolucionaria. Pág. 10-11.

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“los partidos de la Magdalena y Chascomús con los demas terrenos y haciendas que desde la otra banda del Salado salen a fuera en derechura de aquellos dos partidos: de modo que se defiendan las estancias y ganados que en esta dirección se avanzan hacia los indios”458.

De manera que su formación tenía el “propósito de contribuir para el único y exclusivo

objeto de resguardar sus haciendas y ganados de las incursiones de los indios”. En el caso de que

esta compañía se destinara a otros objetivos que no fueran los señalados anteriormente los

hacendados se consideraban liberados del compromiso del pago de impuesto que habían previsto

para sostener económicamente a la fuerza459.

En efecto, la misma, a la que debería agregarse de ser posible una división de

milicianos, gozaría de una gratificación que se obtendría del cobro de un impuesto de 2 reales por

cada cabeza vendida para saladero o abasto. Se preveía la organización de una comisión de

hacendados nombrados en forma conjunta por éstos y el gobernador para el cobro y distribución de

este impuesto. Esta comisión, asimismo, tendría competencia para multar al vendedor o comprador

de ganado que no hubiera pagado dicho impuesto460.

Si bien se solicitaba al gobierno que nombraba los oficiales idóneos para dirigir esta

compañía agregaban que los mismos debían ser personas que guardaran “consideración a los

hacendados” y se reservaban una suerte de control sobre ellos. En ese sentido la comisión tendría la

atribución de “observar si cumplen con su instituto de recorrer el campo a menudo [y cuidar] que

no hagan extorsiones en sus propiedades a los hacendados”. La verificación de algunas de estas

fallas les permitía solicitar al gobierno que designara un reemplazante.

La formación de esta fuerza armada produjo ciertas repercusiones en la “opinión

pública”461. En septiembre de 1821 el periódico El Patriota consideraba la iniciativa de los

hacendados del sur como la vía más apropiada para lograr la defensa de la frontera. Y sostenían que

esta iniciativa que había llevado a la reunión coyuntural de los hacendados debía prolongarse en el

establecimiento “de gremios o al menos que los hacendados formen el suyo particular”462.

458 Gaceta de Buenos Aires. Suplemento a la extraordinaria del jueves 26 de abril de 1821. 459 Ibidem. 460 En noviembre, la Comisión de Hacendados avisaba al Cabildo haber cesado el cobro del derecho de 2 reales que se cobrara por cada cabeza de ganado de la parte del sur con cuyo motivo la comisión cesaba en sus funciones. Acuerdos … 23 de noviembre de 1821. Posiblemente a partir de entonces el pago del destacamento militar se derivó al gobierno. 461 Sobre la utilización de los conceptos de “espacio público” y “opinión pública” en el período, ver Jorge Myers, Orden y virtud. El discurso republicano en el regimen rosista, Univ. de Quilmes, Buenos Aires, 1995. (estudio preliminar) y Noemí Goldman, “Libertad de imprenta, opinión pública y debate constitucional en el Río de la Plata (1810-1827)”, en Prismas, Revista de historia intelectual No. 4, Universidad nacional de Quilmes, 2000. 462 El Patriota 8 septiembre 1821

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Si estas medidas habían sido efectivas para el sur de la provincia, nuevamente

encontramos quejas de los vecinos del norte sobre el estado de desamparo en que se hallaban. En el

mismo periódico, se publicaba un mes más tarde una nota de Un vecino de Salto que criticaba al

gobierno por centrar su atención en el extremo sur de la provincia cuando las incursiones indígenas

se hacían sentir en toda la campaña por lo cual, los vecinos del norte tenían una fuerte sensación de

desprotección. El lector expresaba que las guardias eran abandonadas y estaban expuestas al asalto

de los indios sin defensa alguna y concluía que en las últimas reuniones de hacendados los

propietarios del norte no habían sido convocados. En efecto, el norte no tenía

“representación en la comisión de hacendados que es el órgano propio para representar sus males al gobierno. Los que componen esta comisión son todos hacendados del Sur”463.

2. Los proyectos de avance de los hacendados: la memoria al gobierno de Juan Manuel de Rosas (1820)

Paralelamente a la toma de estas medidas coyunturales que llevaban algún tipo de

protección a la frontera del sur, a fines de la década de 1810 y en la siguiente se presentaron y

discutieron una variedad de informes y proyectos de “arreglo” y avance de la frontera. Los

proyectos presentados por los hacendados del sur tendrían como características distintivas proponer

el establecimiento de una relación pacífica con los indios y avanzar hasta donde fuera posible

garantizar la ocupación del nuevo espacio464. La memoria elevada al gobierno por Juan Manuel de

Rosas en 1820, siendo comandante del 5to regimiento de Milicias de Campaña, es representativa de

esta posición con el agregado de que expresa con mayor claridad la búsqueda de una intervención

más activa de los hacendados en la “gestión” de la frontera mediante la delegación, por parte del

gobierno provincial, de una alta cuota de autoridad en manos de los propietarios.465

Vale la pena detenerse en detalle en el análisis de esta memoria ya que contiene las

ideas de quien sería en pocos años el encargado de dirigir la expansión de la frontera y la

negociación con los indios y, poco después, gobernador de la provincia por un largo período. Los

463 El Patriota 24 y 31 de octubre de 1821. Negrita nuestra. 464 No está de más insistir en que todos los proyectos de avance y fortificación de la campaña se centraban en el sector sur de la provincia. El espacio existente desde Lobos hacia el norte no entraba en ninguno de estos planes lo que acarrearía permanentes quejas de los pobladores de ese sector que se hallaban igualmente indefensos antes los ataques de indios. 465 La memoria se encuentra transcripta en Saldías, Adolfo, Historia de la confederación argentina. Buenos Aires, Hyspamérica, 1987. Vol 1, p. 347-356 y fue parcialmente reproducida en Politica seguida con el aborígen, Tomo II, sin embargo en ninguno de estos textos mereció un análisis profundo.

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elementos más importantes de este documento son tres: la política con el indígena, el alcance que

debía tener el avance territorial y el rol de los hacendados en el control de la nueva zona

incorporada al espacio provincial.

Para Rosas mantener una política ofensiva contra los indios era la peor estrategia que

podía plantearse para iniciar un avance territorial. Sostenía esta posición en dos aspectos, por un

lado en el costo económico de esta política. La organización de constantes expediciones punitivas

que tenían escasas posibilidades de obtener éxito significaba una erogación elevada para el

gobierno. Y, aún en el caso de que éstas triunfaran, sería necesario basar la seguridad de la frontera

en el mantenimiento de un costoso aparato militar que permitiera controlar el nuevo espacio. A

estas consideraciones se agregaba la posibilidad de que las expediciones militares no fueran

verdaderamente exitosas con lo cual el riesgo de este tipo de política era mucho más claro. El otro

argumento que esgrimía para rechazar una actitud bélica se vinculaba a que, de esa manera, se

mantenía en los indios el espíritu bélico, ejercitando permanentemente su hábito guerrero. En

contraposición a esta política, su propuesta para el “arreglo de la frontera” se basaba en

negociaciones pacíficas con algunas parcialidades con el objetivo de atraerlas a la vida en la

frontera y, secundariamente suplir con estos indios la escasez de mano de obra que padecía la

campaña.

El avance del territorio oficial era indispensable, sobre todo teniendo en cuenta que,

cruzando el río Salado se hallaban una buena cantidad de poblaciónes que habían traspasado el

límite oficial de manera espontánea. Sin embargo, ese avance debía ser gradual y llegar hasta un

punto que pudiera ser verdaderamente ocupado y garantizado por el gobierno. En este sentido,

juzgaba impracticables otras propuestas que proyectaban ubicar poblaciónes en la sierra de la

Ventana466. Un establecimiento tan avanzado sería difícil de sostener y crearía una situación

alarmante para las poblaciónes indígenas que serían desplazadas más hacia el sur. Un avance que

consideraba factible y realizable se basaba en la colocación de 6 guardias en los parajes de

Viborotá, Kaquel Huincul (donde en realidad proponía mantener el destacamento ya existente),

laguna del Sermón, laguna de los Huesos y Cabeza del Toro. Con estas seis guardias se formaría un

cordón que cubriría las poblaciónes ya existentes entre Ranchos y “el rincón de los ex jesuitas las

que se han abandonado por la inseguridad”. Esta línea de guardias debía ser complementada con

dos fortines; uno de ellos en Laguna Blanca que representaría una avanzada de las poblaciónes de la

466 En una obvia alusión a los proyectos de Pedro Andrés García que poponían centrar en dichas sierras la guardia principal para iniciar el avance territorial.

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Guardia del Monte y otro en la laguna de las Polvaredas como avanzada de Lobos y los gastos que

demandara el avance de la frontera se obtendrían de los diezmos de cuatropea y granos por el

termino de 10 años, el derecho de corrales, y un impuesto sobre algunos frutos de la campaña.

Como se ve, el plan de avance propuesto por Rosas se limitaba al sector de la frontera ubicado hacia

el sur del arroyo de Las Flores.

Luego de estas consideraciones generales sobre las que, según Rosas, debía

proyectarse la expansión territorial, se detiene en lo que consideramos la parte más sustancial de su

memoria y que se relaciona con el intento de constituir un cuerpo de hacendados y dotarlo de un

peso y una representatividad tal que le permitiera llevar adelante la elaboración y desarrollo de un

régimen especial para la organización de la campaña. En este punto, Rosas sí incluiría a los

propietarios del norte, presentando un esquema general para todo el espacio provincial.

El proyecto presentaba la división de la campaña en tres departamentos cada uno de

los cuales elegiría un representante con el que se formaría una comisión de tres hacendados. Esta

comisión propondría al gobierno el nombramiento de un jefe militar y entre la comisión y el

comandante se realizaría una división de funciones. El ultimo tendría una autoridad militar y

política plena, al punto que “sus facultades han de extenderse hasta poder imponer la ultima pena,

[debido al] estado de sumo desorden que hoy lloramos …[que] exige y pide una autorización

extraordinaria”. Para su función de policía el comandante contaría con un cuerpo de alcaldes que

deberían velar por la propiedad de los hacendados y se encargarían de apresar a los criminales y

entregarlos al comandante quien, según el crimen, les impondría el castigo o los destinaría a los

trabajos públicos de las guardias, fosos, etc.

La comisión de hacendados, por su parte, funcionaría como contralor del comandante

notificando los defectos que observara. Cada dos meses se reunirán la comisión y el jefe militar por

el término de 8 días para tratar diversos temas como: abasto de las guardias, persecución y destino

de los delincuentes, repartimiento de terrenos “bien por donación, bien por venta, bien por

arrendamiento”, colocación de facultativos y capellanes y transacciones con los indígenas. Además

de esta comisión general, en cada departamento funcionaría una junta de hacendados y labradores

que se ocuparía de obtener los recursos que requiriera el gobierno en ganado y hombres. Estas

comisiones servirían de nexo entre el gobierno y los vecinos y serían las que, en lo relativo a las

donaciones y contribuciones solicitadas por éste, designarían la proporción que debía aportar cada

propietario según sus bienes.

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De manera que nos encontramos ante una propuesta similar a la que había surgido a

fines del período colonial cuando, desde el gobierno virreinal, se había apoyado la creación y

consolidación de una junta de hacendados que pudiera ser integrada al poder político colonial como

instrumento para lograr el orden en la campaña. Esta vez la propuesta surgía directamente de un

hacendado que proponía la constitución de sus pares en una corporación que no sólo representara

sus intereses sino, también, funcionara como un cuerpo delegado del poder político para la

organización y orden en la campaña. En este planteo, la designación de la autoridad militar en la

campaña sería realizada por el gobierno, pero partiría de una propuesta de los hacendados los que,

además, se reservaban el poder de contralor sobre su accionar.

En cuanto al tema de defensa, si bien se plantea una acción conjunta de tropas

veteranas y milicianas, se propone que los soldados y/u oficiales de los cuerpos de línea que se

destacaran en las guardias tanto los que fueran casados como los que se casaran en los pueblos de

frontera obtendrían terrenos en propiedad para su subsistencia. De esa manera se buscaba la

conversión de los militares regulares en vecinos. Las milicias entonces, se convertían en este

proyecto, en el centro de las fuerzas que debían defender el espacio.

Vale la pena comparar este proyecto con otro presentado en el año 1823 en el

periódico El Argos por El Militar que refleja acabadamente la posición contraria con respecto tanto

a la política de expansión territorial como a la defensa del territorio, posición que se hallaba más

cercana a los planes del gobierno durante esta etapa. En el “comunicado”, escrito luego de la

fundación de Tandil, El Militar proponía continuar con el avance territorial mediante el

asentamiento simultáneo de tres guardias militares cuyo punto más avanzado debería fijarse en

Salinas Grandes. El proyecto abundaba en consideraciones sobre el personal que debería componer

las expediciones señalando la importancia de las tareas de reconocimiento del territorio que

llevarían a cabo los ingenieros topograficos. Las dotaciones militares que deberían fijarse en cada

uno de los nuevos fuertes oscilaban entre 150/250 soldados de infantería y 300/600 de caballería,

cantidades absolutamente excesivas teniendo en cuenta las fuerzas que existian en la epoca en los

fuertes de frontera. Finalmente el proyecto señalaba las tácticas de guerra que debían emplearse

para poder derrotar de manera definitiva a los indígenas llevando los ataques hasta las mismas

tolderías. En ninguna parte de este proyecto se hace mención a la población civil que ocuparía el

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nuevo espacio dando la pauta de que se planteaba como una acción fundamentalmente de ocupación

militar467.

Propuestas como la presentada por Rosas no coincidían con los proyectos del gobierno

que, como vimos en la primera parte, adoptó una política expansiva y agresiva hacia las poblaciónes

indígenas del sur mediante el envío de las expediciones militares de Martín Rodríguez. Recordemos

asimismo como un dato no menor que luego de la primera de ellas se produjo el apartamiento de la

escena de dos importantes interlocutores en los asuntos de campaña: Juan Manuel de Rosas que no

participó de la segunda expedición de Rodríguez y Francisco Ramos Mejía que fue encarcelado en

1822 acusado de haber participado del levantamiento de los indios pampas.

La ausencia de Rosas en la segunda expedición de Rodriguez puede vincularse a

ciertos conflictos suscitados entre ambos poco antes. Aparentemente, el fracaso de la primera

campaña parece haber llevado al gobernador a decidir una nueva incursión sobre los indios del sur.

En efecto, hemos hallado correspondencia de Rosas dirigida a Rodriguez, datada en el mes de

septiembre de 1821 que permiten ver los preparativos de una nueva expedición que, evidentemente

no llegó a concretarse468. En estas cartas volvería a hacerse evidente el rechazo del primero a esta

política agresiva del gobernador.

El día 6 de septiembre de 1821, desde la Guardia del Monte hacia donde se dirigía

para licenciar a los milicianos que lo habían acompañado en la expedición al sur, Rosas respondía la

nota oficial fechada el 3 de septiembre en la que se ordenaba alistar a la gente de su milicia para una

nueva marcha. En ella expresaba su sorpresa ante el pedido y mostraba cierta oposición en volver a

movilizar a los milicianos sin contar con los recursos para compensar este nuevo esfuerzo y sin

caballos para garantizar una eficaz campaña militar. En las distintas misivas enviadas por Rosas se

encuentra expresada en forma recurrente la necesidad de garantizar la fidelidad y entusiasmo de los

milicianos mediante la entrega de beneficios. Para el hacendado, el miliciano no consideraba la

función miliciana como un deber o un esfuerzo necesario para lograr la tranquilidad de la campaña

o en las mismas palabras de Rosas, “el comun de esta clase de gentes no se posesiona tan pronto de

la inminencia de los riesgos ni de la necesidad de los sacrificios”, motivo por el cual la captación

del miliciano debía adquirir los rasgos de una relación reciproca. En esa relación, las acciones

cumplidas por los milicianos debían ser compensadas no sólo con el pago del sueldo que le

467 El Argos, 27 de agosto y 3 de septiembre de 1823. 468 AGN,X,, 26.8.3.

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correspondía por estar en servicio sino también con los recursos en caballos y raciones suficientes

para que las campañas militares no resultaran tan penosas garantizando de esa manera, su

concurrencia a la empresa. En la carta enviada a Rodriguez el hacendado del sur expresaba que

“yo creo un mal la reunion que VE me pide y un imposible la marcha que se me ordena... Si con alguna milicia de confianza podia contarse por lo pronto en mi seccion es la que ayer acavo de despachar a sus casas y la peonada de mi acienda. Aquella despues de dos meses de campaña activa y fatigosa si se trata de que se reuna para marchar nuevamente al proponerselo tan solo se exasperaría y se desabriria. De modo que pudiendo contar con ella despues de algun descanso hoy sin este no es posible conseguirle. ... Por otra parte para mover y entusiasmar a la misma en una premura como la que ofrecen nuestras calamidades no debe faltar el aliciente del ynteres cuando el onor no es un estimulo. Por lo tanto creo que sin dinero nada podra hacerse. Y que dire a VE sin caballos?469

Estas expresiones de Rosas son suficientemente elocuentes acerca de la visión del

hacendado sobre el papel de los milicianos y el tipo de relación que debía entablarse con ellos. Para

Rosas, la milicia no podía ser convocada solamente apelando a su obligación del servicio militar

que debía al Estado. Era necesario garantizarle un adecuado incentivo económico y la

disponibilidad de recursos para poder llevar a cabo una campaña exitosa. La inexistencia del

“honor” como fuerza convocante haría referencia a que estos “vecinos” consideraban una verdadera

carga la defensa de su propio territorio razón por la cual la movilización parece haber descansado en

el poder de negociación de los oficiales que estimularían a sus milicianos mediante el otorgamiento

de beneficios concretos.

A pesar de esta evidente oposición ante el proyecto de una nueva campaña, Rosas se

entrevistó con Rodríguez con quien llegó a cierto acuerdo por el cual, el gobierno le envió a los

pocos días la cantidad de 4000 pesos para distribuir entre los milicianos que debían componer la

división que se incorporaría al ejército de línea. Los otros artículos necesarios para alistar a la tropa

se concentrarían, según su pedido, en el partido de Cañuelas “en casa del comandante Castro”. El

23 de septiembre, notificaba al gobierno que el regimiento 5 de campaña compuesto de 500

milicianos ya estaba alistado y dispuesto a marchar pero solicitaba que, en virtud de sus escasos

conocimientos militares, se nombrara un oficial de carrera para dirigir la compañía proponiendo

para el cargo “al coronel Don Gregorio Araos de la Madrid que ademas de su eficacia sera

recibido con agrado por los comandantes de escuadron, oficiales y milicianos del 5to”470.

469 Ibidem 470 Ibidem, negrita nuestra.

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Aquí surge nuevamente esta idea de cuidar la relación de los milicianos con los

oficiales a cargo de los destacamentos. En este caso, Rosas haría hincapié en que los oficiales que

se pusieran al frente de las compañías no se destacaran solamente por su destreza militar sino, como

un punto de gran importancia, por el vínculo que los uniera a la tropa, lo que garantizaría, en

definitiva, la fidelidad de ésta.

Este giro en la actitud de Rosas que mostraría un aparente acuerdo hacia el proyecto

expedicionario fue rápidamente revertido ante la escasez de armas, caballos y otros recursos

enviados por el gobierno. Con respecto a lo primero expresaría su desagrado por la falta de

carabinas y sables en todas las divisiones ya que se habían enviado una cantidad importante de

chuzas en vez de sables las que fueron devueltas porque “solo a la fuerza recibiría esta arma el

miliciano; mas sin aliento y sin esperanza de pelear”. Los 4000 caballos igualmente enviados los

consideraba insuficientes para llevar a cabo la empresa y finalmente se quejaba de la escasa

cantidad de vicios con que se pretendía racionar a la tropa.

“Antes de ahora he dicho a VS que amo al hombre y este amor es el que tanto me

hace conocer la obligacion de respetar las propiedades y protegerlas por el estado de prostitucion en que se halla este santo respeto es que estoi empapado de lo mui combeniente que es que el miliciano encuentre en el seno de su regimiento todos los recursos. Los que VS me ha mandado no alcanzan para sostener a mas de 500 hombres en sus necesidades. Por lo tanto VS debe hacer un esfuerzo para que con la brebedad posible caminen auxilios de tabaco, yerba y papel con arreglo a las notas dadas al efecto que puede VS estar cierto que no se hubieran dado si en algo las considerara innecesarias”471.

Lo cierto es que estos preparativos no prosiguieron y recién en diciembre de 1822

volvemos a encontrar menciones sobre los planes para llevar a cabo una segunda expedición militar.

Para la realización de ésta, se volvió a convocar a los hacendados para que elaboraran un plan de

defensa mientras se organizaba la salida de la expedición prevista para marzo del año siguiente. Los

hacendados organizaron una comisión de ocho miembros que se comprometió a entregar su

propuesta hacia el 15 de enero472. Aunque no encontramos el texto de la misma, existen referencias

sobre ella que permite señalar que, al igual que el plan presentado por Rosas, proponía realizar una

línea que, desde Kaquel a Rojas, se hallara en contacto con las poblaciónes rurales ya existentes las

que, de esa manera, podían colaborar en la defensa del territorio473.

471 Ibidem. 472 El Centinela, 24 de diciembre de 1822 473 El Republicano 7 de marzo de 1824. El interés de los vecinos en los asuntos de frontera no se limitaba al diseño de proyectos de avance y relaciones interétnicas. En marzo de 1823 el vecino D. J. Pacheco hacía una curiosa presentación al gobierno ofreciendo el diseño de una coraza más protegida para la lucha contra los indios. Pachecho

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Esta propuesta no llegó a modificar la idea del gobierno de extender más allá del

territorio poblado la línea defensiva. Según el editorial de “un Estanciero” la política

gubernamental tenía el error de crear un espacio de cerca de 80 leguas entre el río Salado y la nueva

línea que, al no encontrarse aún totalmente ocupada asemejaba un verdadero desierto. Otro

comunicado expresaba que el proyecto de avance del gobierno representaba

“un camino regular a Patagones para poner muchos pueblos en él de aquí a ciento o doscientos años: a no ser que lleguen antes los colonos europeos que ha mucho tiempo se están anunciando… Mas pensar en lo uno sin haber conseguido lo otro es un delirio tamaño”474

3. La cuestión de la frontera en la “opinión pública”

A partir de la segunda expedición de Rodriguez la problemática fronteriza comienza a

ocupar un lugar más relevante en la prensa periódica. En distintas publicaciones del período se

sucedían notas y comunicados de editores y lectores que señalaban la situación de indefensión en

que se hallaba la frontera, fundamentalmente la parte norte y proponían diversos planes para hacer

frente a este problema. En casi todos los casos se planteaba la intervención activa de los vecinos en

la defensa de sus propiedades y, en coincidencia con el fracaso de la segunda expedición de

Rodríguez y el incremento de las incursiones indígenas, las críticas a la política del gobierno se

incrementarán notablemente.

Esta creciente oposición al curso de la política fronteriza resultaba más evidente en el

cambio de opinión de aquellos que habían defendido hasta el momento esa línea de acción. En

efecto, el periódico El Argos, en su edición del 22 de febrero de 1823, en momentos en que

Rodríguez organizaba su segunda expedición informaba sobre la “feliz salida del gobierno a la

campaña” para terminar con los ataques de indios confiando que con dicha expedición

desaparecerían los peligros y “un cúmulo de beneficios dará derecho al jefe de Estado para que

todos bendigan sus nobles afanes”. Al termino de la expedición y cuando los ataques de septiembre

de ese año habían asolado algunos partidos de la campaña, el mismo periódico daría un giro de 180

grados en sus opiniones planteando que

“no es la fuerza de las armas la que debe calmar esta tempestad, sino antes bien la que irritará mas su cólera ciega; y que si se desea poner un fin a escenas de carnicería muy multiplicadas, es preciso imaginar un medio de acomodamiento con ellos”475.

dice que siempre ha prestado sus servicios para defender el orden y seguridad de la campaña y que formó parte de la Comisión de hacendados que presentó un plan de campaña. AGN,X,12.10.9 474 El Republicano 24 de abril de 1824. 475 El Argos, 8 de octubre de 1823.

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Más llamativa aún es la opinión que vierte el editorialista en el mismo número acerca

de los derechos de los pueblos indigenas a defender los territorios que el gobierno intentaba ocupar,

equiparando la lucha que libraron los criollos contra España a la que, en ese momento, llevaban

adelante los indígenas.

“Estos infelices pueblos a quienes se ha despojado, y á quienes se les ha dicho para atrás, para atrás y siempre para atrás, son dignos de conmiseración y de piedad… Los ciudadanos de las provincias unidas deben tener una fuerte adhesión a estas tribus que conocen el precio de la independencia y de la libertad… Nosotros sacudimos el yugo, porque la España nos agovio con la opresión ¿Qué hubieramos hecho si hubiese pretendido exterminarnos? Y bien! Con que derecho querríamos internarnos hasta sus mas remotas posesiones cuya propiedad han acreditado con la cultura o por otros trabajos! Nosotros deseamos por el honor de la libertad y por la gloria de la nacion que las autoridades discurriesen un medio pacífico de retirar á estos salvages; que esta operación se hiciese de un comun acuerdo; y que una diputacion solemne enviada á todas las poblaciónes principales manejase con destreza y sinceridad este acomodamiento”476.

El autor del editorial llega incluso a cuestionarse la legitimidad de avanzar sobre

territorio indígena. De manera similar a otros propietarios de la campaña plantearía que, de ser

inevitable esa expansión, sería conveniente concertarlo de manera pacífica, a través de parlamentos

oficiales que intentaran convencer a los pueblos nativos de abandonar algunos territorios para que

pudieran ser ocupados por pobladores criollos.

En diciembre de 1823 el periódico El Republicano recogía la opinión de los

propietarios de la campaña al decir que la próxima expedición que proyectaba el gobierno477 “solo

significará un esfuerzo de contribuciones en los pobladores pero no se conseguirá pacificar la

campaña”.

A esta altura parecía claro que los propietarios de la campaña esperaban poco del

gobierno y que en los hechos tomaban en sus propias manos la cuestión de la defensa. Esto producía

en ocasiones lo que el gobierno consideraba un conflicto entre la “seguridad pública y la propiedad

privada”. En marzo de 1823 se había ordenado a los jueces de paz de los partidos del norte que

recogieran el armamento que se hallaba en poder de los propietarios y que no fuera de ellos, y que

se convocara a los vecinos “con sus criados” para que se reunieran en el pueblo de Arrecifes por la

posibilidad de un ataque indígena. La misma medida del gobierno está mostrando prácticas oficiales

de entrega de armamento a los vecinos para su propia defensa. Ante la orden del gobierno el

476 Ibidem. Subrayado nuestro. 477 Se refiere a la tercera expedición de Rodriguez que intentaría frenar las incursiones que se habian producido durante ese año.

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hacendado de Arrecifes, D. Manuel Pinto, había elevado una certificación de que los 20 fusiles que

existían en su estancia eran de su propiedad y que si acudía al llamado de concentrarse en el pueblo

con su gente y armas, su establecimiento quedaría desamparado y expuesto a los ataques.

El gobierno contestó inmediatamente con respecto al tema del armamento

autorizándolo a conservar las armas que fueran de su propiedad; sin embargo la consulta acerca de

la seguridad de su establecimiento no encontró tan rápida respuesta. De hecho, la actuación fue

girada a la Inspección General de Guerra “para que presente al gobierno las reglas que deban

observarse por ahora en los casos de alarma en la campaña consultando la seguridad publica con

la de cada propiedad privada”478.

La entrega de armamento a los vecinos se convertiría en una práctica habitual. En

septiembre de 1824 el juez de paz de Areco había distribuido armas entre su vecindario, el de

Chascomús, Monte, Ranchos y San Nicolás. El diario El Argos en su edición del 22 de septiembre

de 1824 felicitaba la medida del funcionario y agregaba que

“jamás [será posible] que pueda cubrirse la prolongada línea de frontera con la tropa veterana suficiente para impedir una repentina incursión de bárbaros para estos casos es sin duda necesario que los vecinos se hallen siempre preparados a resistir cualquier grupo que se presente, defender a pie firme sus propiedades…”479

Otro vecino, El Ciudadano proponía desde las páginas del mismo periódico un plan de

defensa de la campaña basado en convertir “cada estancia principal [en] un pequeño fortín [que]

al paso que pusiese en salvo las familias de sus dueños, estendiese este beneficio á todas sus

convecinas menos pudientes”. El autor del comunicado apelaba a “los sentimientos generosos” de

los hacendados que haciendo una pequeña inversión en la construcción de casas con azoteas y

parapetos llevaría a la seguridad de sus vecinos. Y recordaba que la experiencia había demostrado

que las ocasiones en que esta medida pudo llevarse a cabo habían dado resultados efectivos480. El

ciudadano consideraba que la defensa de la frontera descansando en fortificaciones privadas y en el

aporte de la milicia más un “puñado de hombres” en los puestos militares, sería exitosa481.

478 AGN,X,12.10.9. 479 Argos, 22 septiembre 1824. 480 Por ejemplo, en agosto de 1825, el informe del juez de paz de Monsalvo, Benito Miguens, expresaba que ante la ultima incursión de los indígenas, “todos los vecinos y sus familias se refugiaron en la fortaleza de don Bernardo Faramiñan…” AGN, X-35-11-13. Agradezco a Raúl Fradkin esta referencia. 481 En este proyecto, el papel que se le adjudicaba al gobierno se limitaba a sugerir que su cuerpo de ingenieros ayudara en el diseño de estas construcciones y que proveyera de armas de chispa a los vecinos. El Argos, 8 de noviembre de 1823.

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Estas “fortificaciones privadas”, como reconocía el escritor, no podían ser costeadas

por todos sino por los propietarios más pudientes que, brindando esta protección a otros vecinos,

cobraban una relevancia particular en el partido. Este hecho no pasaba desapercibido para los

mismos propietarios que en ocasiones, trataban de sacar algún rédito de ello. En efecto, en julio de

1821, Juan Manuel de Rosas hizo una presentación al gobierno expresando la decisión de despoblar

un puesto de salazón de carnes que se hallaba dentro de su estancia Los Cerrillos, “fronteriza a los

indios”, en virtud de las ultimas invasiones que había arruinado a los labradores y hacendados de la

zona reduciendo a cautiverio a “centenares de inocentes familias” y diezmando asimismo dicha

propiedad482.

Ese puesto había sido establecido a comienzos de dicho año y según Rosas, los

pobladores de la frontera y de la guardia de Monte, la consideraban la verdadera defensa de la zona.

El establecimiento contaba, asimismo, con algunos soldados que se hallaban allí para, en caso de

alguna invasión, echar partidas al campo y proteger tanto a la guardia como al puesto. El hacendado

argumentaba que el establecimiento representaba más un servicio a la humanidad que a su

conveniencia económica ya que teniendo en cuenta la lejanía del mercado y una medida reciente del

gobierno de cargar con un peso el quintal de carne que se exportara, le resultaba imposible

mantener ese establecimiento. Sin embargo, a pesar de que la presentación se iniciaba con la

decisión tomada de despoblar el puesto, la misma finalizaba descubriendo las verdaderas

intenciones de Rosas, al solicitar la exención del impuesto mencionado para poder mantener el

negocio reiterando que el pedido no lo había por su beneficio “sino el de tantos vecinos labradores

y hacendados que protege la fuerza que forma el saladero [quienes] son los verdaderos interesados

en la suplica”. De manera que el papel cumplido por su estancia en el partido de Monte como

centro de defensa de los pobladores cercanos a su establecimiento, era utilizado como estrategia

discursiva para obtener un privilegio económico concreto483.

El contraste entre los hacendados del sur y del norte de la provincia volvía a hacerse

presente en este asunto. Si los primeros criticaban al gobierno la política de expansión territorial que

insistía en llevar a cabo, los vecinos del norte centrarían su protesta en la inactividad que

demostraba en esa región de la provincia con respecto a la seguridad. En una carta publicada en El

Republicano el 29 de febrero de 1824, un lector se quejaba de la escasa protección militar que había

en los partidos del norte y para mostrar el poco interés del gobierno en esta región expresaba que el

482 AGN,VII, Archivo Saldías, legajo 226. fs. 142-143 483 Ibidem.

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grueso del ejercito se encontraba localizado en Tandil existiendo otra división en las Saladas a 8

leguas al sur de la Guardia de Luján. Esto llevaba a que, ante la necesidad de movilizarlo hacia el

centro o norte de la provincia por algún anuncio de invasión y teniendo en cuenta la escasez de

cabalgaduras, la llegada de las fuerzas de Tandil podría demorarse entre 15 y 20 días en tanto la de

las Saladas no alcanzaría a proteger Pergamino o Salto en menos de 6 u 8 días. La propuesta del

hacendado era localizar dos divisiones, una en Salto que estaría en un punto intermedio entre

Pergamino, Rojas, Guardia de Luján y Areco y otra en la estancia de Callejas, equidistante de

Monte, Chascomús y Lobos. Un punto central en este planteo es que se proponía que las fuerzas

que se ubicaran en estos campamentos fueran de vecinos-milicianos pertenecientes a los partidos

involucrados.

Los constantes reclamos de los vecinos del norte obtuvieron una respuesta del

gobierno que reorganizó las fuerzas que debían proteger a esos partidos pero siempre manteniendo

la supremacía de los cuerpos milicianos. En Pergamino se ubicó un piquete perteneciente a los

regimientos 4 y 6 de milicias de campaña; en la Guardia de Lujan, una partida de húsares con 2

piezas de artillería y en Areco otro piquete miliciano de los regimientos 2 y 3 de campaña. Con esta

reorganización, las fuerzas destinadas al norte de la provincia totalizaron 203 húsares, 17 artilleros y

310 milicianos484.

Vale la pena preguntarse si esta sensación permanente de indefesión por parte de los

pobladores de la campaña se encontraba verdaderamente justificada en cuanto a las fuerzas

destinadas a la campaña. En un reciente trabajo, Barral y Fradkin ofrecen un esquema muy preciso

sobre la distribución de la que denominan red militar y miliciana para mediados de la década de

1820485. Según sus datos, el ejercito de línea se componía, en la campaña, de tres regimientos (de

blandengues, husares y coraceros) con una dotación de 1800 hombres. Por su parte, la estructura

miliciana en la campaña estaba integrada por cuatro regimientos de caballería que reunían 3200

milicianos y 80 veteranos486. En 1826 se agregó un 5º regimiento con jurisdicción en el partido de

484 Argos 24 de marzo de 1824 485 M.E. Barral y R. Fradkin, “Redes y sedes de poder institucional en la campaña bonaerense (1785/1836)”. Ponencia presentada a las Jornadas de la Red de Estudio Rurales, Instituto Ravignani, Facultad de Filosofía y Letras, UBA, agosto de 2003. 486 Los regimientos 1 a 4 habían sido creados por la ley de milicias del año 1823 y tenían las siguientes jurisdicciones. El Regimiento 1º comprendía los suburbios de la ciudad y los partidos más cercanos (San Isidro, San Fernando, Las Conchas, Santos Lugares y San José de Flores). El Regimiento 2º se reclutaba en los partidos del oeste de Buenos Aires (Morón, Villa de Luján, San Antonio de Areco, Pilar y Capilla del Señor). El Regimiento 3º tenía jurisdicción sobre los partidos del sur de la provincia hasta el línea del Salado (Quilmes, Ensenada, Magdalena, Chascomús, San Vicente, Cañuelas, Ranchos, San Miguel del Monte y Lobos). El Regimiento 4º comprendía los partidos del noroeste

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Monsalvo por lo cual los milicianos se habrían elevado a 4000 y los veteranos a 100. En diciembre

de ese año se dispuso que todos los regimientos de caballería agregarían un escuadrón de milicias

de 200 plazas por lo que el número de milicianos de caballería debió haberse elevado a 4600487. Las

cifras son suficientemente elocuentes en dos aspectos. Por un lado, en mostrar el peso relativo que

tenían las milicias en la campaña y, por otro, el escaso numero de efectivos que habían sido

enviados al norte de la provincia teniendo en cuenta la totalidad de la fuerza disponible.

4. La Junta General de Hacendados y Propietarios de la Campaña de 1826: la fundación de los nuevos fuertes.

A fines del año 1826 se produjo un cambio en la política del gobierno que decidió

encarar el avance del territorio dando un lugar de importancia a los propietarios de la campaña. En

el mes de noviembre y a instancias del gobierno se realizó la reunión de una Junta General de

Hacendados y Propietarios de la Campaña. Las características de esta Junta en cuanto a algunas de

sus funciones y la división en distintas comisiones se asemejan en gran medida a las propuestas

presentadas por Rosas seis años atrás. Uno de los objetivos de la Junta era ayudar a obtener los

auxilios en ganado para las expediciones fundadoras de la nueva línea de fronteras. Para organizar

la recolección de las donaciones se dividió la provincia en tres secciones, una por cada fuerte a

construir y en cada uno de los partidos se formó una comisión particular “compuesta de los

principales hacendados” las que debían dedicarse a “estimular al vecindario” para realizar las

contribuciones. Los vecinos de Baradero, San Pedro, San Nicolás, Pergamino, Salto y Arrecifes

deberían aportar bienes para el fuerte Federación; los de Pilar, Lujan, Exaltación de la Cruz, Areco,

Guardia de Luján, Navarro y Lobos harían lo mismo con respecto al fuerte de Cruz de Guerra. En

tanto la guarnición de la Laguna Blanca recibiría auxilios de los partidos de Monte, Ranchos,

Chascomús, San Vicente, Cañuelas, Magdalena, Monsalvo y Ensenada.

Aunque el establecimiento de la Fortaleza Protectora Argentina, o Bahía Blanca,

formaba parte del proyecto de avance de la frontera, no se previó la formación de una comisión de

propietarios que auxiliara en los preparativos de este fuerte. Probablemente se debía a que el criterio

por el cual algunos partidos debían contribuir al esfuerzo de fundación, se sustentaba en que debían

ser aquellos que iban a ser defendidos por los nuevos fuertes los que aportaran recursos. En el caso

de Bahía Blanca su aislamiento del resto del territorio lo convertía más en un enclave y en el inicio

(Guardia de Lujan, Fortín de Areco, Salto Rojas, Pergamino, San Nicolás, Arrecifes, San Pedro y Baradero). Estos regimientos se complementaban con una milicia activa de infantería compuesta por unos 3960 ciudadanos y 89 veteranos. 487 M.E.Barral y R. Fradkin, “Redes y sedes de poder…”

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de un lugar de asentamiento más que en la vanguardia de un territorio poblado al que había que

defender.

Las comisiones de hacendados de cada partido o comisiones clasificadoras, debían

asimismo ocuparse, como se desprende de su nombre, de “clasificar” a los individuos aptos para el

servicio regular de armas lo que evidenciaba una mayor presión sobre la población rural no

arraigada488. Estas comisiones clasificadoras debían conseguir los hombres necesarios para

completar los cuatro contingentes militares, que iban a defender la frontera, por lo que se recordaba

a sus integrantes que

“la Comisión de que es Vd. miembro, es encargada muy particularmente de tomar los conocimientos necesarios acerca de todos los hombres vagos, mal entretenidos, viciosos y perjudiciales, que existan en todo ese partido; de todos ellos formará una lista con expresión de su nombre, apellido, y punto en que residan, la que pasará al Juez de Paz”489.

Si bien el proyecto de avance fue nuevamente postergado debido a un cambio en la

política del gobierno que, abandonando la negociación pacífica dirigió dos campañas punitivas

sobre las poblaciónes indígenas del sur de la provincia, la tarea de las comisiones se mantuvo en

cuanto a la reunión de los elementos necesarios para las expediciones490. En marzo de 1827, uno de

los comisionados para el fuerte Federación, Ángel Fernández Blanco informaba sobre el estado de

las donaciones y pedía al gobierno que cuando fuera momento de efectivizarlas se le diera noticia

solicitando, además, que se publicaran los nombres de los vecinos que habían aportado bienes por

pedido expreso de ellos. El fuerte Federación (cuya comisión estaba encargada a Mariano Andrade,

Ángel Fernández Blanco, Pedro Echegaray y Luis Dorrego) recibió donaciones de los vecinos de

los partidos involucrados por un total de 6.696 pesos m/c. El fuerte de Cruz de Guerra (representado

por la comisión de los hacendados Juan Pedro Almeyda, Juan José Salces y Pedro Robledo) fue

auxiliado con un aporte de 4.145 pesos m/c, 704 reses y 13 caballos. Finalmente la comisión para el

fuerte de la Laguna Blanca (a cargo de Felipe Miguens, Antonio Dorna, Antonio Piñero, Francisco

Villanueva, Eugenio Fernández y Juan Nepomuceno Fernandez) debía recibir donaciones de los

partidos de Monte, Ranchos, Chascomús, San Vicente, Cañuelas, Magdalena, Monsalvo y

488 AGN,X,14.6.1.Sobre la creciente presión enroladora del estado provincial sobre la población rural en esta coyuntura ver Raúl Fradkin, “El asalto de los pueblos de Navarro y Lujan en 1826”. Ponencia presentada en las Jornadas Interescuelas/Deptos de Historia, Salta, 2001. 489 AGN, X-13-10-5. 490 Colateralmente se obtuvo la colaboración de estas comisiones para la procura de caballos destinados a las expediciones militares de Rauch. Ver listados de contribuyentes en El Mensajero Argentino, 9 de enero de 1827.

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Ensenada. De todos ellos solo aportaron vecinos de Chascomús y Ranchos por 858 pesos m/c, 298

reses, 48 caballos y 11 carretas491.

Dos meses más tarde, en un decreto sobre el fomento de la nueva línea de frontera, se

retomaría la idea de entrega gratuita de tierras492. Para aquellos pobladores que no tuvieran tierras

en la campaña se establecía la entrega en propiedad de un terreno; para los que gozando de la

propiedad de la tierra en otro partido, quisieran agregar otro establecimiento en las nuevas tierras,

obtendrían los terrenos en enfiteusis. Además, y como una forma de incentivar el asentamiento de la

población, se los eximiría del pago del canon enfitéutico por un tiempo determinado. Sería el

comandante del fuerte, como máxima autoridad del lugar, quien realizaría el reparto de tierras, tarea

que en otros pueblos de campaña lo cumplían los vecinos organizados en comisiones de solares493.

En el decreto se expresaba asimismo que a pesar de la demora en realizar el avance

proyectado “mucho tiempo hace se tiene reunido cuanto se ha considerado necesario para llevar a

efecto una obra que tan urgentemente demanda la seguridad de nuestra campaña…” 494 y se

estimaba que las expediciones fundadoras podrían ponerse en campaña en la primavera de ese año

pero los acontecimientos políticos volvieron a postergar la decisión495

Finalmente, durante el gobierno de Dorrego se designó a Juan Manuel de Rosas como

Comandante General de Campaña y encargado de los preparativos para las expediciones

fundadoras. A fines del año 1827, Rosas entregaría los presupuestos de gastos para cada uno de los

cuatro fuertes sugiriendo que los donativos de los propietarios ya recolectados no fueran

491 AGN,X, 14.8.2 492. Registro Oficial de la Provincia de Buenos Aires. 1820-1860. En la expedición de fundación del fuerte Independencia, el gobernador en campaña, Martín Rodríguez había planteado esta idea solicitando al gobierno delegado que arbitrara los medios para enviar unas treinta familias para instalarse a inmediaciones y bajo la protección del fuerte para que “formen una masa de Población respetable que asociándose para la defenza ala Guarnición militar no solo resista las incursiones de los barbaros, que en los primeros tiempos podran ser repetidas con vigor“Rodriguez al Gobernador Delegado, Independencia 4 de abril de 1823. Reproducido en Diaz, Víctor, “Contribución a la historia de la ciudad de Tandil”, Boletin del Instituto de Investigaciones Históricas. Años 13 y 14, 1935. Facultad de Filosofía y Letras. De manera que, a pesar de insistir en una expansión territorial excesivamente ambiciosa, el mismo Rodríguez era conciente de la necesidad de incorporar población civil a los destacamentos militares para garantizar la ocupación del espacio y disminuir el peso económico de una dotación militar demasiado elevada. Pero a pesar de los constantes pedidos de Rodríguez para que el gobierno enviara esas familias de pobladores, el proyecto no llegó a realizarse. 493 Las Comisiones de Solares debían ocuparse del reparto de suertes de quintas o chacras en las partes baldías de los egidos de los pueblos de campaña. 494. Registro Oficial de la Provincia de Buenos Aires. 1820-1860 495 Luego de la renuncia de Rivadavia, asumió como presidente provisional Vicente Lopez y Planes quien convocó elecciones legislativas para el 22 de julio. La nueva Sala nombró a Manuel Dorrego como gobernador de la provincia en agosto de 1827.

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descontados de los montos presupuestados sino que se utilizaran una vez que los fuertes se hubiesen

asentado.

La organización de las expediciones fundadoras también estuvo bajo la dirección de

Rosas. Una vez determinado el lugar del asentamiento y comenzadas las obras de construcción de

los fuertes, el comandante de campaña consideraba que su tarea debía darse por concluida. Sin

embargo, eso no significaba para Rosas depositar en el gobierno la prosecución de las tareas sino

que, insistiendo en su idea de que fueran los hacendados quienes tuvieran a cargo la gestión de esta

empresa, sugirió que se nombrara un comisionado que debía ser propietario de la campaña para que

llevara a cabo las tareas necesarias para finalizar las obras de construcción de los fuertes y de

abastecimiento de las guarniciones. Esa persona funcionaría a manera de nexo entre el gobierno, el

fuerte y los hacendados de la región. De manera que, acotado a la jurisdicción de los fuertes, Rosas

pudo poner en práctica su proyecto de centrar en los hacendados la dirección de los asuntos de la

campaña. La propuesta fue aceptada por el gobierno de manera que, a medida que los trabajos de

construcción iban avanzando, Rosas delegaba en otro propietario la gestión de los fuertes. La

función de estos comisionados no debía entrar en conflicto con el comandante de la fuerza

expedicionaria. Esto se hallaba claramente establecido en las instrucciones impartidas por Rosas a

los mismos comandantes. Por ejemplo, en las instrucciones entregadas por Rosas al coronel Manuel

García, comandante del fuerte de Laguna Blanca se especificaba que “el comisionado no se ingiere

en la conducta militar del Sr. teniente coronel García, es el gefe de la expedición y a este respecto

nada toca al comisionado”496.

La organización de la campaña en estas comisiones de hacendados y la misma

designación de comisionados especiales para determinadas tareas no estuvieron exenta de

conflictos. Las críticas de algunos de ellos sobre las actitudes entorpecedora de otros propietarios, la

renuncia de algunos de ellos a tareas de coordinación y, en algunos casos, el expreso pedido de

reemplazo de otros, muestra una imagen no totalmente idílica sobre este “cuerpo”.

Veamos algunos casos. Ángel Fernández Blanco, integrante de la comisión

clasificadora para el fuerte Federación informaba en febrero de 1828 las dificultades que encontraba

para conseguir hombres para completar las dotaciones regulares del fuerte. Su empeño había

496 Otra figura que acompañaba las expediciones era el comisario quien era “el economo del estado en el punto: el es quien debe distribuir las raciones previa orden del gefe [militar]. Las raciones las distribuira a todos los expedicionarios y trabajadores desde que la expedicion se moviere del punto de reunion. Cada ocho dias se daran raciones repartiendose media libra de yerva, una cuarta de tabaco y un pliego de papel”, en AGN,X,14.10.6.

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llegado al punto de ofrecer un enganche de 100 pesos en el partido de Arrecifes pero no había

conseguido resultados. Para Blanco, un factor que había jugado en su contra era la escasa ayuda que

le daban las juntas de hacendados de cada partido que tenían el deber de clasificar a todos aquellos

individuos casados o solteros que pudieran ser enviados al cuerpo de húsares. Si bien la comisión

cumplía con esta tarea, luego de realizada la clasificación no colaboraban en la concentración de los

hombres que debían ser tomados a la fuerza y con tropa para que no escaparan, como había ocurrido

en varias ocasiones en que los “clasificados” habían huido al Arroyo del Medio en Santa Fe. Según

Blanco, los vecinos ayudaron en la huida de estos hombres para evitar la pérdida de una potencial

mano de obra concluyendo que “los jueces no deben ser de paz sino de guerra ya que con

decretos no se organiza el país sino que es necesario fuerza y palo"497. El reclamo del

comisionado sobre la falta de colaboración de jueces de paz y vecinos se vincula a las dificultades

que hallaba el gobierno provincial por consolidar su poder en la campaña. La necesidad del estado

de apoyarse en los vecinos para desplegar su poder creaba en ocasiones una tensión entre las

directivas del gobierno y los intereses de estos últimos498.

En otros casos, la rivalidad entre algunos propietarios y Rosas se revelaba como el

motivo principal de los enfrentamientos. La comisión designada para auxiliar en el establecimiento

del fuerte de Laguna Blanca, era presidida por Don Antonio Dorna, quien asimismo había prestado

su hacienda para el acopio de maderas y otros materiales de construcción que se utilizarían en el

fuerte. Dorna era un importante hacendado de Monte que ya en el año 1808 tenía 14 leguas

cuadradas en el partido. Estas posesiones se fueron incrementando con la compra de una propiedad

de tres leguas a Sosa y Marín (1811), la denuncia de un terreno lindero a éste (1818) donde fundó el

establecimiento El Rosario y, en sociedad con su yerno José Zenón Videla, la adquisición de las

tierras de Francisco Ramirez de siete leguas de frente por dos de fondo (1824)499. Estas

adquisiciones llegaron a conformar una propiedad conjunta de 47.857 hectáreas que convirtió a la

“familia Dorna-Videla en una de las más poderosas de la zona”500.

En diciembre de 1827, se produjo un enfrentamiento entre Vicente González

(comisionado asimismo de la junta de dicho partido y eficaz colaborador de Rosas en la campaña) y

Dorna porque, según González, este ultimo había entorpecido las tareas de sus empleados en el

497 AGN,X,14.8.2. negrita nuestra 498 Ver nota 4 de la Introducción. 499 Mayo y Latrubesse, Terratenientes, soldados y cautivos…”, p. 106-107. 500 Banzato, G. Características y funcionamiento del mercado de tierras en la campaña bonaerense. Chascomús, Ranchos y Monte durante la primera mitad del siglo XIX. En 50º Congreso Internacional de americanistas. Varsovia, 2000.

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acarreo de esos materiales hacia Laguna Blanca. Esta actitud de Dorna puede interpretarse mejor si

se hace referencia a un enfrentamiento que había tenido con Rosas hacía un tiempo501. En una

presentación al gobierno realizada por Rosas en noviembre de 1826, período en el cual su relación

con el gobierno se hallaba en su punto de mayor tensión en virtud de la suspensión de la

negociación pacífica con los indios, el hacendado acusaba a Dorna de haber creado el rumor de una

supuesta asonada contra el gobierno en la cual lo acusaba de participar. Se trataba de “la solemne

delacion de Don Antonio de Dorna al gobierno de una asonada escrita en el famoso libelo

precentado al efecto que no tiene una línea que no alarme, no viste un consepto que no sea ofensivo

y no vierte un echo que no sea una calumnia y una atroz infamia. [en la cual ]El infrascripto…

[aparece como] el principal objeto de la alevosia mas negra”502.

La actitud de Rosas ante este caso puntual puede tomarse como un ejemplo de lo que

sería su política de gobierno: apartar de su camino a los opositores. En la presentación mencionada

y siguiendo con la supuesta asonada, se quejaba de que “si bien… ha tenido la satisfaccion de que

el gobierno y los magistrados de justicia vieron lucir la verdad… sin embargo la providencia del

gobierno en este estado no contiene ni una sola palabra… que muestre disgusto contra el crimen

del embustero delator”, lo que hacía evidente que Dorna no era un personaje fácil de desplazar por

el momento. De hecho, en la fecha del escrito de Rosas, era presidente de la comisión clasificadora

para el fuerte de laguna Blanca. Sin embargo, poco después, el mismo lugar de Rosas ante el

gobierno cambiaría y podría actuar con más fuerza. En efecto, luego del incidente con González, y

en su carácter de encargado de las expediciones solicitó al Ministro de Gobierno que reemplazara a

Dorna como presidente de la comisión clasificadora en virtud de que “no se presta a facilitar al

comisionado los conocimientos precisos de lo que la sección de su cargo hubiese trabajado” y

proponía para reemplazarlo a Don Félix Alzaga. La propuesta fue aceptada por el gobierno y Dorna

fue desplazado en sus funciones503. No sería la última vez que Rosas se enfrentara, aunque de

manera indirecta, con la familia Dorna-Videla. Durante la revolución de Lavalle, Videla no sólo

auxilió con caballadas al general sino que llegó a comandar una división unitaria504.

501 Sería lógico suponer que este enfrentamiento tendría algún sustento en la importancia de ambos personajes como hacendados del partido donde Rosas poseía el importante establecimiento Los Cerrillos. 502 AHPBA, Negociación pacífica… 503 En la designación de comisionados para los nuevos fuertes también se pondrían en juego las posiciones y relaciones personales de estos personajes. En la elección del comisionado para el fuerte Federación se reflejarían posiciones divergentes en cuanto al manejo de la relación con los indígenas. En una correspondencia intercambiada entre Rosas y Fernandez Blanco se menciona el interés del primero en convencer a Luis Dorrego para dicho cargo; Blanco contestaría que se había informado de los contactos que había tenido éste con su hermano, el gobernador, sobre la conveniencia de expedicionar sobre los indios. Esta posición de Dorrego llevó a que fuera descartado como candidato para asumir el cargo de comisionado que recayó finalmente en D. Jorge Pacheco. 504 Gelman, J. “Unitarios y federales …”, pág. 20.

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Signficativamente, durante el levantamiento campesino iniciado a finales de 1828, una partida de

“bandoleros” atacó su estancia de Monte llevándoselo prisionero505.

El creciente poder que el hacendado iba adquiriendo en la campaña era manipulado

con suma cautela, para evitar recelos en el gobierno. Durante los preparativos para la instalación del

fuerte de Laguna Blanca, Rosas recomendaba que, teniendo en cuenta que el destacamento debía

defenderse a sí mismo y servir de barrera de contención para los asentamientos de Bahía Blanca y

25 de Mayo, debía ser protegido por una fuerza militar considerable por lo que sugería que se

destinaran 200 milicianos del regimiento 6 de caballería, que debían incorporarse a la fuerza de

línea que allí se asentara. Para armar a estos milicianos, se solicitaba el envío de 100 carabinas con

correajes y dotación de cartuchos y 150 fusiles haciendo el total de 250 armas. Esta propuesta no

fue aceptada por el gobierno que ordenó, en su reemplazo, formar la dotación del fuerte con dos

compañías completas del Regimiento 3 con oficiales armados con las armas de chispa y blancas que

tuviere el cuerpo.

En su respuesta al gobierno, Rosas sostenía que el regimiento 3 no estaba en

condiciones de reunir más de 25 milicianos en virtud de tener hombres destacados en distintos

puntos, además de ser precisos para la conducción de yeguas para manutención de los indios en

Tandil, de ganado vacuno para Laguna Blanca y otras tareas de servicio. Asimismo dudaba que el

regimiento tuviese el armamento necesario para la expedición. Finalmente se llegó al acuerdo de

convocar 150 milicianos de los siguientes regimientos: 25 hombres del regimiento 3, 75 del

regimiento 1 y 50 del regimiento 6 que se hallaban en el fuerte 25 de Mayo los que serían

reemplazados por igual número de milicianos del regimiento 2506.

Este cruce de correspondencia y esta maraña de compañías milicianas que aportarían

contingentes al fuerte, adquiere algo de sentido si se tiene en cuenta las jurisdicciones dentro de las

cuales se reclutaban los hombres de cada compañía. En efecto, mientras los regimientos 3 (del que

se movilizarían 25 hombres) y 1 (con 75 milicianos) pertenecían a partidos que se hallaban al norte

del río Salado, el regimiento 6 del cual Rosas pretendía en su primera propuesta convocar 200

milicianos, correspondía a los partidos del sur que, según sus mismas palabras, eran de su

jurisdicción. Estos milicianos aparentemente ya habían sido movilizados cuando Rosas presentó su

primera propuesta al gobierno y la negativa de éste, tal vez al tanto de lo anterior, implicó en

505 El Tiempo, 7 enero 1829. 506 AHPBA, Negociación pacífica…

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realidad la desmovilización de estas personas. En enero de 1828 Rosas le escribía a Vicente

González que había

“recibido la relacion que U me ha remitido de los milicianos que han ocurrido voluntariamente con la mira de acompañarme en la expedicion de frontera. He escrito sobre el particular a Inarra y no devo dejar de decir a Ud que es necesario se mantengan en las casas sin reunirse por que yo contando con que el gobierno consentiria que llevase doscientos voluntarios propuse que vinieran pero el gobierno no lo permite y yo temo que si se llega a entender que estos hombres existen reunidos se pueda dar una mala interpretacion a este paso por que las cirucunstancias tienen mucho de vidrioso”507.

A pesar de que el ascendiente de Rosas en la campaña era cada vez más evidente, el

gobierno necesitaba de sus servicios para llevar a cabo las comisiones de avance territorial y

negociación con los indios por lo que debía aplicarse una estrategia que combinara el acuerdo a

ciertas acciones del comisionado con el freno impuesto a otras. El acceder al desplazamiento de

enemigos personales era un acto que el gobierno podía permitirse sin exponerme en demasía.

Acceder, por el contrario, a la movilización “casi personal” de una dotación de 200 milicianos

significaba una concesión demasiado riesgosa.

Como organizador de las expediciones, Rosas volvería a insistir en la utilidad de

entregar tierras para garantizar la población de la frontera. En una nota enviada al gobierno en

septiembre de 1827 exponía que “Al mismo tiempo que la frontera se forme es convenientísimo

presentar alicientes que atraigan población a las nuevas guardias. Hay muchas familias pobres y

conducidas sin violencia poblarían con ventajas propias y comunes la nueva línea bajo la

protección de la fuerza” para lo cual proponía que en los pueblos de campaña se publicara la

noticia de que las familias que marchasen con las expediciones fundadoras serían auxiliadas con

útiles de labranza y animales. Y, retomando su propuesta del año 1820, el comandante de fronteras

agregaba que la entrega de tierras no debía limitarse a los pobladores civiles sino que debía incluir

también a los soldados destacados en los nuevos fuertes. Para ello proponía que los soldados

casados y los que se casaran en las nuevas guardias fueran recompensados con tierras de la reserva

que se hará en ellas de un campo de 6 leguas de frente y fondo para la distribución de solares,

chacras y suertes de estancia. Esta medida, además de favorecer su asentamiento evitaría un

problema recurrente en la campaña: la deserción.

507 Negrita nuestra. Todo este párrafo está tachado en el borrador de la carta escrita por Rosas. Por otro lado agregaba que “Ha sido nombrado el comandante Garcia para la expedicion a la Laguna Blanca por consiguiente estamos todavia dudosos sobre si ire yo o no a ella pero conviene callar esto por que no se retire mucha gente de la que esta dispuesta a marchar”.

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Sin embargo, tampoco en esta oportunidad prosperaría la idea. Establecidos los fuertes

en el año 1828 los comandantes de las guarniciones insistirían constantemente en la necesidad de

cumplir con la promesa de entrega de tierras ya que, de no ser así, se corría el riesgo de que los

soldados desertaran y regresaran a la “frontera vieja en donde no falta quien de compasión les de

abrigo en algún rancho y un pedazo de carne para su manutención”508. Para el comandante de

Federación el establecimiento no prosperaría a menos que por algún decreto se declarara a los

regimientos que cuidaban la frontera como "fronterizos" lo que implicaba afincarlos en la zona y

que sólo por causas de urgencia fueran convocados para servir en otros pagos, regresando cuando

finalizara el motivo del abandono. Este punto llevaba consigo la necesidad de proceder al reparto de

terrenos de las chacras y estancias entre los pobladores, promesa que según Rauch “hicieron el jefe

del regimiento de donde se recluto la gente, el ministro de Guerra y el comandante General de

Milicias”509. También desde el fuerte 25 de mayo se pedían instrucciones para llevar a cabo este

proyecto. El 2 de marzo de 1828 el comandante Perdriel expresaba que

“estando facultado por las instrucciones del Superior Gobierno para distribuir suertes de chacra a los pobladores y no sabiendo de que cantidad de terreno deben formarse estas, la distancia de esta fortaleza hasta donde han de darse aquellas y si en fin el comisario de este fuerte y los oficiales e individuos de tropa casados que lo guarnecen permanentemente y han coadyubado y concurrido los primeros a la formación del establecimiento deben ser considerados como a mi ver con justicia lo piden en la clase de aquellos para la distribución indicada”.

Perdriel expresaba que ya había enviado varias comunicaciones al Comandante

General de Frontera y al Ministro de Guerra y no había podido obtener respuesta por lo que

nuevamente insistía con el tema. La respuesta del ministro de guerra fue categórica y ordenaba que

se notificara al Comandante General de Campaña “que no se realice reparto alguno de terrenos ni

aun en las suertes de chacra en la nueva línea de frontera hasta tanto que se de el reglamento que

el gobierno esta elaborando al presente”. Ese reglamento nunca vio la luz. De manera que, a pesar

de que a lo largo de todo el periodo se planteó como un elemento fundamental dentro de la política

de expansión territorial la entrega de tierras a los pobladores tanto civiles como militares, la

propuesta no llegó a concretarse en ningún caso510. No es difícil imaginar la delicada situación que

508 Federico Rauch, comandante de Federación, al Inspector General Jose Rondeau, 26 de febrero de 1828 AGN,X,14.8.2. Rauch, pedia solicitaría asimismo que se entregara madera en forma gratuita a los soldados que habían ido con su familia para que pudieran construir sus ranchos separados del resto debido a que no podían costear de su salario la fabricación de éstos. También en Laguna Blanca se pedía la entrega de madera sobrante de la construcción del fuerte a los soldados para que realizaran sus propios ranchos. 509 Rauch a Rondeau, marzo de 1828, Ibidem 510 Recién en el año 1832 se puso en práctica esta idea en la fundación del pueblo de Azul. En dicho partido se dieron a los pobladores civiles donaciones condicionadas de extensiones medianas, de poco más de 2000 hectáreas, que correspondía a las necesidades de una familia tipoSobre el proceso de poblamiento de Azul ver María Elena Infesta, “Propiedad rural en la frontera. Azul, 1839” en Enrique Barba, In Memoriam. Estudios de Historia. Buenos Aires, edición Bando Municipal de La Plata, 1994 y María Sol Lanteri “"Pobladores y donatarios en una zona de la frontera

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enfrentarían los comandantes de los nuevos fuertes ante esta negativa del gobierno. Parte de las

tropas y familias que habían acompañado a las expediciones fundadoras posiblemente lo habían

hecho por la promesa de obtener tierras en donde asentarse de manera estable. El comandante, para

estas personas, se presentaría como el único interlocutor al cual reclamar las promesas incumplidas.

Aquel, por su parte, se encontraría con la amenaza constante de la deserción y el abandono del

fuerte por parte de estos pobladores al no poder cumplir con las ofertas del gobierno.

5. Los vecinos como abastecedores de los fuertes: donaciones y contratos de provisión.

Como se ha visto, desde los preparativos de las expediciones fundadoras, el gobierno

había buscado comprometer a los propietarios de la campaña -así como lo había hecho en la

cuestión de la defensa- a que colaboraran económicamente en el esfuerzo por avanzar la línea

fronteriza. Desde una perspectiva diferente, Halperin sostenía que el Estado había llevado adelante

su política de fronteras

“reservando sus presiones fiscales más severas a grupos menos prósperos y menos

directamente interesados en la empresa que los hacendados. Sin duda la provincia de Buenos Aires tuvo desde 1821 un complejo sistema de impuestos, que no excluía ese gravamen sobre el capital que era la contribución directa. Por otra parte no es menos cierto que las rentas de aduanas (que golpeaban sobre todo a la importación y distribuían su impacto entre una masa de consumidores que estaba lejos de limitarse a las clases altas), formaban lo más importante de los ingresos fiscales, y que cuando un bloqueo cegaba dramáticamente ese fuente, el Estado, antes de agravar la carga impositiva de los terratenientes y hacendados, prefería recurrir a la emisión de papel moneda que, de nuevo, arrojaba la carga sobre otros sectores”511.

Una y otra aseveración aún cuando lo parezcan, no son, sin embargo, antagónicas sino

que reflejan coyunturas particulares y políticas más generales del gobierno. En efecto, si en

determinados momentos se apelaría directamente al esfuerzo económico de los propietarios

mediante el pedido de donaciones o contribuciones de recursos para fines específicos, no existió

una política definida para gravar impositivamente y de manera estable a los sectores propietarios

con el objeto de financiar la expansión territorial. Muy por el contrario, una vez asentados los

nuevos fuertes de frontera, la necesidad de abastecerlos de ganados y artículos de consumo (para el

rancho de las dotaciones del ejército regular) creó un mercado adicional tanto para los hacendados

como para los comerciantes de la campaña. También en este punto, las condiciones de los contratos

sur durante el rosismo. El arroyo Azul durante la primera mitad del siglo XIX", Quinto Sol, No. 5. Universidad Nacional de La Pampa, 2002. 511 Halperin Donghi, Tulio. Guerra y finanzas en los orígenes del Estado argentino (1791-1850). Editorial de Belgrano, Buenos Aires, 1982.

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de abasto reflejarían las cambiantes condiciones económicas y políticas por las que atravesaba la

provincia. En efecto, si en momentos de conflictos políticos hubo un fuerte control de los precios

pedidos por los abastecedores y aún se dieron confiscaciones encubiertas de ganado, en otros en los

cuales la situación de la provincia era más calma, los contratos de provisión representaron una

importante fuente de ganancias para los hacendados.

Ya en el año 1817 al programarse la constantemente postergada campaña de

adelantamiento de frontera que tampoco en esta ocasión se efectivizó, se haría evidente la

imposibilidad económica del gobierno por tomar a su solo cargo esta empresa de conquista

territorial. Un decreto del gobierno de mayo de ese año planteaba que

“se espera de los hacendados pudientes, en cuyo provecho redunda tan conocidamente este proyecto, que coadyuvarán a tan laudables fines manifestando su generosidad en los auxilios efectivos que presten; pues sin ellos sería impracticable e insubsistente en los primeros quatro años de los nuevos establecimientos”512.

En diciembre de 1820 al proyectarse la primera expedición de Rodríguez los

hacendados D. Juan Miguez, D. Juan Agustín Lastra y D. Julián Carmona realizaron una donación

de 48 onzas de oro para armar la misma513. Y en ocasión de la tercera expedición de Rodríguez en

el año 1823, el mismo general exhortaba a “hacendados, comerciantes, propietarios todos” a que

“reforzeis [vuestro] crédito: esto bastará para hacer frente a los gastos de la campaña”514.

Una vez instalados los fuertes, la participación de los vecinos adoptaría otras formas.

Los comerciantes asentados en los nuevos poblados, podían llegar a actuar como prestamistas del

Estado, adelantando bienes y/o dinero para la entrega de rancho y el pago de los salarios a los

piquetes militares, lo que significaba para ellos un mercado extra y cautivo. Este esquema no era

una innovación del período sino que reproducía prácticas desarrolladas en el período colonial como

512 Registro Oficial…, negrita nuestra. En general en el caso del pedido de contribuciones se aclaraba que la misma se pedía en función de los recursos que tuviera cada propietario. 513 Gaceta 20 de diciembre de 1820 514 El Argos, 29 de noviembre de 1823. El aporte de los vecinos de la campaña no se limitaba a las acciones referidas al avance de la frontera. En la Gaceta de Buenos Aires se pueden encontrar listados de vecinos de algunos partidos de la campaña que realizaban donaciones para distintas actividades. Los vecinos de Chascomus aportaron dinero para recomponer el cuartel que servía de vivienda a la tropa de la guarnición (Gaceta 16 de mayo de 1821); los vecinos de Lujan hicieron lo propio para la fortificación del pueblo (Gaceta 30 de mayo de 1821)

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un mecanismo de enriquecimiento de los comerciantes515. La expansión territorial y la fundación de

fuertes reproducirían este esquema en los nuevos espacios516.

El proyecto de gastos para el establecimiento de fuerte Independencia preveía un

desembolso de 150.880 pesos517. En el mismo se calculaban las erogaciones durante cuatro meses518

e incluían sueldos de soldados, milicianos, empleados y fleteros (107.780 pesos), útiles, víveres y

medicinas (3.700 pesos), 5000 caballos (20.000 pesos), materiales de construcción (12.000 pesos),

flete de 130 carretas (3900 pesos), 30 carretillas (1500 pesos) y se preveía una suma para gastos

extraordinarios (2000 pesos).

Sin embargo, las sumas totales que efectivamente se gastaron hasta el fin de la

campaña expedicionaria excedieron ampliamente el monto presupuestado ya que alcanzaron en los

cuatro meses que duró la empresa a 226.653 pesos. La diferencia entre una y otra cantidad fue

compensada por adelantos que se dieron al comisario de la expedición, Juan Valdepares y, desde el

mes de abril por diferentes sumas adelantadas por algunos vecinos del fuerte que “según orden

superior entraron a la caja del ejercito expedicionario”. Desde abril hasta junio esas entradas

reportaron a la caja del fuerte 9.152 pesos519. En los dos meses siguientes, cuando las tropas

expedicionarias ya habían abandonado el asentamiento y permanecía solamente un pequeño

destacamento militar, estos adelantos se mantuvieron por valores mucho mas altos520.

Este esquema de adelantos se concentró, a partir del año 1826, en la obtención de las

sumas necesarias para el pago mensual de los piquetes militares y empleados de la guarnición. En

efecto, desde esa fecha el comerciante Francisco Xavier Casal entregó en tal concepto una cantidad

promedio de 800 pesos mensuales. Dos años más tarde, Casal y otros comerciantes establecidos en

el fuerte junto con sus familias, abandonaban el fuerte para unirse a la expedición que fundaría la

515 Ver Jorge Gelman, “Un repartimiento de mercanías en 1788: los sueldos monetarios de las milicias de Corrientes”, en Cuadernos de Historia Regional 1:3, Universidad Nacional de Lujan, 1985, y Z. Moutoukias, "Burocracia, contrabando y autotransformación de las elites: Buenos Aires en el siglo XVII", Anuario IEHS, 3, 1988. 516 Como ha señalado Halperin “… en la nueva frontera, en torno a los fuertes, surgen poblaciónes cuya actividad comercial otroga a mercaderes locales una influencia que en la más segura retaguardia han perdido ya: en Bahía Blanca, en la década del 30 y del 40, Pedro José Vela, comerciante, traficante con los indígenas, proveedor de la guarnición, prestamista de sus oficiales en penuria, eterno representante del partido en la legislatura rosista, es el más caracterizado notable local”. Halerín Donghi, “La expansión ganadera…” p. 71. 517 El Argos, 3 de julio de 1822 518 La expedición cubrió el periodo de marzo a junio de 1823. Rodriguez abandó el fuerte a comienzos del mes de julio con que podría darse por concluido la etapa de fundación. 519 En abril Ramon Lara aportó 802 pesos y Leandro Artayeta 1200 pesos; en mayo, se recibieron aportes de Romualdo Nadal por 1250 pesos y Blas Mancebo por 5500 pesos; en junio se registró una sola entrada de Juan Manuel Rivera por 400 pesos. Fuente. 520 En julio entraron por esta vía 4712 pesos y al mes siguiente 4699 pesos.

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Fortaleza Protectora Argentina en Bahía Blanca521. A partir de ese año los préstamos recibidos por

el comandante del fuerte se concentraron en el comerciante Manuel Vázquez, habilitado de Don

Pedro Vela que entregaba mensualmente el monto en efectos para el pago de los salarios de

piquetes, prisioneros, empleados y otros gastos extraordinarios entre los que se incluían los

obsequios a indios amigos522.

Durante la segunda etapa de avance y consolidación territorial representada por la

fundación de fuertes realizada en el año 1828 se intentó un mayor control en cuanto al

financiamiento de las expediciones. La característica principal fue el estricto cumplimiento de los

presupuestos elevados por Rosas y, finalizada la etapa de edificación de los fuertes, por la

existencia de la figura de los comisionados en cada uno de ellos que centralizaba los gastos

necesarios para el abastecimiento de las guarniciones.

Los recursos necesarios para establecer y fortificar la nueva línea de frontera fueron

autorizados por la Sala de Representantes por ley de noviembre de 1827 mediante el cobro de un

impuesto que se aplicaría durante los años 1828 y 1829 y que consistía en un real sobre cada cabeza

de ganado vacuno y caballar que tuvieran los estancieros. El presupuesto estimado fue de 97.600

pesos para cada uno de los fuertes del norte y centro de la provincia, es decir para Federación, Cruz

de Guerra y Laguna Blanca. El presupuesto para la instalación del fuerte de Bahía Blanca involucró

mayores recursos y hombres que en el resto de los fuertes debido a la distancia, el aislamiento y los

riesgos derivados de ingresar en una región poco conocida y circundada por agrupaciones

indígenas. De ahí que el monto total estimado, a diferencia de los otros fuertes involucró gastos por

200.150 pesos. De manera que el costo total de asentamiento de la nueva línea de frontera insumió

un total de 492.950 pesos523.

La observancia estricta de los gastos realizada por los comisionados llevarían el sello

de la obsesividad que caracterizaría la gestión rosista. En abril de 1828 el comisionado del fuerte 25

de mayo, D. Miguel Marín, elevó al gobierno un presupuesto de gastos para la compra de ganado

para subsistencia de la guarnición y de útiles y materiales necesarios para concluir con las

fortificaciones y fosos; dos meses más tarde presentaba la rendición de gastos expresando que había

521 Uno de ellos, Jose Crowther se avecinaría finalmente en Carmen de Patagones. En regiones en constante expansión territorial es frecuente este esquema de migración en varias etapas. En un primer destino el migrante obtiene ciertos recursos que le permiten luego, iniciar una nueva apuesta en otras zonas que comienzan a ser ocupadas. Para la campaña bonaerense ver el trabajo de José Mateo, “Migrar y volver a migrar… 522 AGN,III, 4.4.6 523 AHPBA, Negociación pacífica…

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recibido del gobierno 14.000 pesos y, según los documentos que adjuntaba, había gastado 14.078

pesos razón por la cual solicitaba se le reintegrara el monto que había debido cubrir de sus propios

fondos524

En cuanto a la provisión del ganado, el período se inicia con un intento permanente del

gobierno por controlar y mantener estables los precios pedidos por los hacendados-proveedores. El

abasto del fuerte Federación en ese rubro dio lugar a una serie de consultas y disposiciones del

gobierno que permiten conocer el mecanismo de aprovisionamiento.

A principios del año 1828 el comisionado Don Ángel Fernández Blanco había recibido

un monto de 20.000 pesos para la compra de ganado. El comandante del fuerte debía obtener el

ganado de los hacendados que tuvieran contrato de abastecimiento con el gobierno, girando luego

un comprobante de la compra a Fernández Blanco quien debía hacerse cargo del pago. En abril de

ese año la Comisaría General de Campaña había concertado contratos de provisión con los

hacendados Don José Antonio Picon y Don Javier de la Fuente para abastecer el fuerte pero se

preveía que, en caso de que esta vía no resultara suficiente por no encontrarse ganado en buenas

condiciones, el comandante del fuerte estaba facultado para recurrir a otros hacendados que tuvieran

contratos pendientes con el gobierno. Y sólo en el caso de que ninguno de estos productores pudiera

cumplir con el tipo de ganado requerido se podía solicitar auxilio a los jueces de paz de los partidos

cercanos.

Una situación de este tipo ya había sucedido en el fuerte. El comandante Rauch

notificaba que, al no haber encontrado ganado en buen estado en las estancias de Don Antonio

Ramírez y Don Ramón Villanueva que tenían contratos pendientes con el gobierno, había recurrido

al juez de paz de Salto. El Inspector General Rondeau desautorizó ese proceder e indicó a Rauch

que se dirigiera al hacendado Don Félix Ignacio Frías para abastecerse de ganado de su estancia de

Laguna del Bragado525 y que sólo en el caso de que en dicha estancia no hubiera ganado disponible

“puede recurrir a donde lo encuentre mejor pero que no sea a los precios excesivos que ha sido

hasta ese momento”526. Bajo esta premisa de control de precios se canceló un contrato que se había

acordado con Javier de la Fuente porque el productor había aumentado el precio de los novillos de

20 a 22 pesos527.

524 A,X,14.10.6 525 AGN, III, 2.11.16. 526 AGN,X,14.8.2 527 AGN,X, 14.8.2.

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Esta política del gobierno se entiende más claramente al vincularla con el proceso

inflacionario que desde 1826 y por primera vez se estaba desarrollando en la provincia. El bloqueo

del puerto derivado de la guerra con Brasil había reducido considerablemente los ingresos

aduaneros, principal vía de recursos del estado provincial, y producto de ello se había caído en un

déficit fiscal. Para hacer frente a los gastos el gobierno debió recurrir, a través del Banco Nacional,

a la emisión de papel moneda no convertible. Estas dos circunstancias, déficit fiscal y aumento del

circulante generaron un aumento general de los precios desde mediados de 1826528. Este proceso

sumado al apogeo de la producción agropecuaria había llevado ya desde el año 1817, a un ascenso

considerable en el precio de las vacas de cría, ascenso que alcanzó el punto máximo en 1827. Estos

valores bajaron levemente hasta 1829 y al año siguiente volvieron a subir con rapidez529. En este

contexto, era vital para el gobierno insistir en la utilización de los contratos pendientes con

hacendados de la provincia como forma de controlar los precios. Mientras éstos especificaban el

precio a que debía pagarse el ganado, el recurso a los jueces de paz dejaba en manos de éstos y de

los productores la fijación de los valores.

En los años 1829 y 1830 en razón de las dificultades por las que atravesaba la

provincia530, este esquema parece revertirse y la provisión de ganado adopta la forma de una

contribución no demasiado voluntaria para los propietarios de la campaña. Un escrito del hacendado

Don Manuel de Arroyo y Pinedo es elocuente sobre el tema. En diciembre de 1829 el hacendado

alegaba haber suministrado 150 reses de su estancia en Monsalvo y entregar semanalmente de 7 a 8

reses para consumo del piquete de Dolores, ganado por el que no recibió letra alguna llegando a

totalizar unas 700 cabezas. Esta saca había producido la casi total desaparición de novillos por lo

que en adelante debería recurrirse a las vacas lo que implicaba la destrucción del establecimiento

que había vuelto a poblar luego de la invasión de los indios fronterizos. Pinedo concluía que “Por

esta consideración y la de que las cargas públicas deben distribuirse entre todos los que puedan

528 Halperín, T., Guerra y finanzas…” p. 155-157; .Samuel Amaral, “Alta inflación y precios relativos. El pago de las obligaciones en Buenos Aires (1826-1834), en El trimestre económico. Vol LVI (1), No. 221, México, 1989; 529 Garavaglia, Juan Carlos, “Precios de productos rurales y precios de la tierra en la campaña de Buenos Aires: 1750-1826”, en Boletin del Instituto Ravignani No. 11. Buenos Aires, 1995 y “La economía rural de la campaña de Buenos Aires vista a través de sus precios (1754-1852)”. Mimeo, 1999. 530 Nos referimos por un lado a los conflictos políticos derivados de la revolución de Lavalle que fue vencida en el año 1829 a la que prosiguió el enfrentamiento con la Liga unitaria del Interior liderada por el general José María Paz; el envío de tropas y recursos al Interior derivó en una necesidad creciente de caballos y ganado de consumo. Paralelamente, la sequía que afectó duramente a la campaña bonaerense entre 1828 y 1832 produjo asimismo una situación crítica para la ganadería. Ambos factores deben haber reducido de manera notable el stock ganadero, lo que explicaría esta política coyuntural de apropiación de recursos.

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sufrirlas se pide al comisionado deje de hacer esas sacas pues hay otras haciendas que han sufrido

menos y pueden realizar esos mantenimientos”531.

De manera similar, el vecino Don León Montes de Oca se quejaba de que, además de

las sacas de ganado, se le sustrajeron 7 peones y ante el temor de seguir el mismo camino otros se

habían fugado, lo que había llevado a que el ganado se había alzado por falta de brazos. Ante esta

situación reiteraba su pedido de que no le sacaran más hacienda. Don Mariano Miró, vecino de

Dolores, argumentaba que se habían tomado de su estancia en el Pozo del Fuego 230 cabezas entre

vacas y novillos “a más de 2 vacas y 8 terneros de los que el comisionado no le dio recibo”. Por

otra parte denunciaba que "En los momentos de haber mandado apartar 300 vacas y novillos de

grasa que había vendido en la ciudad a 30 pesos se presentó un comisionado pidiendo de auxilio

este ganado que le fue entregado”. Por tal motivo pedía que se abonara dicha tropilla que estaba

comprometida para la venta teniendo en cuenta, además, que no había cobrado “un peso por las

tropas de ganado que se habían sacado en los meses anteriores a la convención con Lavalle”532.

Hacia 1832, normalizada la situación en la provincia, volvió a implementarse la

provisión de ganado mediante la contratación con particulares. En los contratos firmados durante

ese año se constata la tendencia alcista del ganado que había comenzado en 1830 pagándose por el

abasto del fuerte Federación 42 pesos por los novillos y 40 pesos por las vacas533.

Ahora bien, ¿qué representaban los precios pagados a los propietarios de campaña por

el ganado destinado al abasto de los fuertes con respecto a los precios corrientes del mercado?

¿Significaron una importante vía de enriquecimiento para éstos o representaron sólo un mercado

alternativo al urbano donde colocar su producción? Para acercarnos a una respuesta contamos con

dos series de precios bien diferentes. Por un lado, se encuentra una serie elaborada por Juan Carlos

Garavaglia de precios pecuarios al pie de la estancia, lo que representa el valor adjudicado al

ganado en las testamentarías y sucesiones es decir, no son precios de mercado534. Según sus datos

531 AGN,III. 3.5.10 532 Ibidem 533 En un contrato anterior del 3 julio 1832 los valores eran más elevados. Por dicho contrato, Angel Pacheco se comprometía a entregar 1.500 cabezas de ganado de matadero para Federación a 42 pesos las vacas y 46 los novillos que se irían sacando de su estancia de Salto ha medida que se fueran necesitando. El Ministro de Guerra rebajó los precios a 40 y 42 respectivamente. Para la misma época, se contrató con Pedro Galup el abasto del Fuerte Mayo pagándose por cada cabeza, 42 pesos. 534 Precisamente el autor se pregunta sobre la relación que puede establecerse entre unos y otros llegando a la conclusión de que “Es difícil decirlo, pero … la fuente tiene una sensibilidad muy alta y una gran coherencia interna y si bien está muy lejos de constituir la fuente ideal para el estudio de precios, la cantidad de mediciones anuales y su uniformidad le otorgan una fiabilidad sorprendentemente grande”J.C. Garavaglia, “Precios de productos…”, p. 66.

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los precios registrarían esta evolución en el período que estamos considerando: para el año 1827 un

valor para las vacas de 10 pesos; para el año 1828, 9 pesos 4 reales; para 1829, 8 pesos; en 1830

reflejando una importante alza, el precio treparía a 15 pesos con 1/2 real; en 1832, 20 pesos y en el

año 1833, 22 pesos 4 reales535. La otra serie disponible fue elaborada por Fernando Barba, y esta sí

registra los precios de venta en el mercado urbano aparecidos en la Gaceta Mercantil. Según estos

valores, los vacunos se pagaron en 1829, 45 pesos; en 1830, 50 pesos; en 1831, 51 pesos y de 1832

a 1835, 50 pesos536. Estos ultimos valores no presentan las fuertes alteraciones que pueden

advertirse en la anterior y la diferencia entre ambas es bastante sinuosa. En la primera fecha los

valores encontrados por Barba más que quintuplican los de Garavaglia, pero al no registrarse en los

primeros una tendencia al alza, la diferencia se achica hasta representar un poco más del doble en

el ultimo año comparado. La distancia entre ambos valores está representada por los distintos gastos

que debía asumir el productor para colocar su producción en el mercado: transporte, intermediación,

etc.

Si recordamos los valores pagados a los proveedores del estado (20 pesos en 1829, 40

en 1832), vemos que éstos duplican los índices de inventario acercándose bastante a los precios

urbanos. Teniendo en cuenta que el productor evitó en gran medida los gastos que habrían

implicado la venta del ganado en la ciudad, no es descabellado concluir que la provisión resultó un

negocio lucrativo tanto por los precios obtenidos como por tratarse de una demanda constante y

segura.

El fuerte de Bahía Blanca amerita un tratamiento diferente ya que debido a su

situación de extremo aislamiento, las vías de provisión de ganado fueron más variadas. El abasto de

ganado se debía realizar idealmente, a través del envío de tropas desde la campaña de Buenos Aires.

Esta vía era bastante intermitente y dependía de que el camino hacia Bahía Blanca estuviera libre de

indígenas hostiles y se dispusiera de chasques que aceptaran transportar el ganado por grandes

extensiones fuera del control criollo. De ahí que la subsistencia descansaba frecuentemente en la

compra de ganado a los indios. Efectivamente, la relación con los indígenas en este extremo sur de

la provincia era un dato fundamental que podía llevar a la supervivencia o fracaso de los pobladores

que se instalaran en la región. Desde los primeros documentos producidos por los expedicionarios

que se asentaron en la costa patagónica se mencionaba como factor esencial para el éxito de los

535 Ibidem. 536 Barba, Fernando "Aproximación al estudio de los precios y salarios en Buenos Aires desde fines del siglo XVIII hasta 1860", UNLP, 1999.

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asentamientos, una buena relación con los indígenas asentada, fundamentalmente, en relaciones

comerciales. En relación a ello los documentos también mencionaban que precisamente ese

intercambio fue lo que posibilitó, en determinados momentos de escasez, que los fuertes pudieran

subsistir537.

A poco de instalado el fuerte, desde junio de 1828 la entrega de ganado vacuno y

yeguarizo para consumo del fuerte de Bahía Blanca la realizaba Don José de la Quintana que había

firmado un contrato de abasto con el gobierno. Pero bien pronto se informaba al gobierno que el

hacendado no cumplía ni en la cantidad ni en la calidad del ganado prometido en su contrato lo que

llevó a cancelar el mismo. En septiembre de 1829 el comandante informaba que el establecimiento

se había salvado del abandono por la compra que los comerciantes habían hecho a los indios.538.

Existía aún otra vía alternativa para la provisión de ganado: la compra a los vecinos

del fuerte de Carmen de Patagones. Sin embargo, la situación de ese fuerte tampoco era muy

estable. En 1831 el comandante de Patagones informaba no poder cumplir con el contrato realizado

entre Bahía Blanca y el vecino de Patagones, Don Eduardo Lumb, para la remisión de 200 cabezas

de ganado vacuno porque el ganado "ha sido recibido y consumido por esta Guarnición por que

casualmente recibí este contrato cuando estaba amagado por Cheuqueta"539.

A partir del año 1833 la provisión de ganado para los distintos fuertes de frontera

comenzó a concentrarse en un número reducido de personas que se mantuvieron prácticamente

hasta el fin del gobierno rosista. Esta etapa, si bien quedaría fuera del período en estudio, repite la

situación de años atrás en donde ser proveedor del estado provincial representaba un gran negocio.

La diferencia es que en este momento los personajes que llevarían adelante la provisión son muy

pocos y en todos los casos tienen un vínculo personal con Rosas y como dice Halperín “la selección

de proveedores comienza a reflejar la rígida división entre amigos y adversarios que está en la

base misma de la organización del Estado rosista”540.

537 Esta situación ha sido estudiada en profundidad para el caso del fuerte de Carmen de Patagones fundado a fines del siglo XVIII. Ver Bustos, J.“Indios y blancos, sal y ganado más allá de la Frontera. Patagones 1820-1830”, en Anuario del IEHS No. 8, 1993; Ratto, S. “Relaciones interétnicas …; Luiz , M. T. Contactos interétnicos en Patagonia durante el período colonial, Tesis de Maestría, UNIARA, Huelva, 1999. 538 AGN,III,3.5.5 539 AGN,X,23.9.5 540 Halperin, Guerra y finanzas…, p. 172.

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La zona norte, que comprendía los fuertes de Federación y 25 de Mayo sería

abastecido por Pedro León Martínez y la región sur de la frontera, con los fuertes de Azul, Tandil y

Bahía Blanca por el hacendado Nicolás Anchorena. En cuanto a los valores del ganado, los

contratos especifican para el año 1833, 42 pesos tanto para vacas como para novillos. En los años

siguientes la tendencia alcista se mantiene contratándose la provisión de ganado para 1835 en 46

pesos para las vacas y 50 para los novillos y al año siguiente 54 pesos por los novillos y 50 por las

vacas.

Si volvemos a comparar estos valores con los indices de Garavaglia y Barba vemos

que, mientras el primero señala para los tres años de que disponemos información una tendencia

alcista de 22.5 pesos, 25.4 pesos y 28.4 pesos, los precios aportados por el segundo presentan un

valor estable de 50 pesos. Si nos guiamos por este ultimo dato, la ganancia de los productores se

había incrementado ampliamente ya que habían logrado superar el posible beneficio de vender su

ganado en Buenos Aires sin haber realizado ninguno de los gastos inherentes a esa operación.

Esta participación creciente de los vecinos como proveedores del Estado se mantendría

a lo largo del período rosista y no se limitaría al tema del abasto de ganado sino que abarcaría una

diversidad de esferas entre las que el financiamiento de los regalos y raciones que formaban parte

del negocio pacífico, al menos en algunos puntos de frontera que serían centrales en el desarrollo de

la relación interétnica, se constituiría en una importante fuente de ganancias como veremos en el

capítulo siguiente.

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CAPITULO 2 MILICIANOS Y PROVEEDORES. LA PARTICIPACION DE LOS VECINOS EN LA DEFENSA

Y MANTENIMIENTO DEL ESPACIO FRONTERIZO

Como hemos visto en la parte anterior, durante el período rosista la frontera logra cierta

estabilidad producto de una detención en el avance territorial y del establecimiento del Negocio

Pacífico que permitió articular una relación bastante armónica con algunos grupos indígenas. De

manera que, a diferencia del período anterior, los propietarios de la campaña no estarían acosados y

no serían interpelados por el gobierno para colaborar o proponer medidas de expansión del espacio

fronterizo ni serían involucrados en la política indígena. Sin embargo, esto no significó su

desaparición como interlocutores indispensables del gobierno en cuestiones de frontera. Por el

contrario, seguirían desempeñando un papel fundamental como oficiales de las milicias de campaña

en las cuales serían involucrados una cantidad creciente de vecinos para defender el espacio que

habitaban. Además, y como se iba perfilando en el período anterior, algunos ganaderos y

comerciantes comenzaron a tener un creciente papel como abastecedores del estado en la provision

de distinto tipo de bienes para el sostenimiento de las fuerzas militares y civiles asignadas a los

fuertes de frontera y para mantener el flujo regular de obsequios y raciones sobre el que se

organizaba el Negocio Pacífico.

En este capítulo nos ocuparemos precisamente de estas dos esferas de acción en las cuales la

participación de los vecinos fue fundamental. Para ello hemos optado por realizar dos estudios de

caso en cada uno de los cuales abordaremos una de estas problemáticas. Si bien consideramos que

en todo el espacio fronterizo las prácticas que se describirán guardaron fuertes similitudes, la

eleccion de las áreas estudiadas se vincula a las características peculiares de la región que permiten

relfejar con mayor nitidez las temáticas que se desarrollarán. En efecto, para analizar el tema de la

defensa de la frontera hemos centrado el estudio en la zona de Azul-Tapalqué, región sobre la cual

caerían con mayor regularidad los malones indígenas y en donde, no casualmente, se hallaban

ubicados los grupos más nutridos de indios amigos. Esta zona, volcada indudablemente a la

explotación ganadera, cobraba especial relevancia en una economía provincial orientada a la

exportacion de productos pecuarios por lo cual, la frecuencia de las empresas maloneras con la

pérdida de ganado que involucraban, convertía a la defensa de esta región en una indudable

preocupación para el gobierno. El estudio se centrará en la coyuntura de los años 1836 y 1837

cuando esta zona fue escenario de una vertiginosa sucesión de acontecimientos bélicos que

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involucraron a las tropas de los fuertes, los vecinos de los partidos fronterizos, indios amigos

asentados en la frontera, indios aliados e indios procedentes del otro lado de cordillera541.

Para indagar sobre el papel cumplido por los proveedores del estado nos centramos en el

pueblo de Bahía Blanca. La elección de este sitio radica en una serie de características que lo

diferenciaron hasta bien entrado el siglo XIX del resto de los asentamientos fronterizos del espacio

provincial. Entre ellas se encontraba la situación de virtual aislamiento en que se hallaba el poblado

del resto del territorio provincial lo que implicaría que la relación con los grupos indígenas de sus

alrededores fuera un dato insoslayable en la vida de los bahienses que frecuentemente dependieron

de los contactos comerciales con ellos para asegurar su subsistencia. Esta característica de extrema

inseguridad se relaciona con otra que tiene que ver con la tardía instalación de explotaciones

pecuarias en sus alrededores; recién a mediados de la década de 1830 comenzaron a intesificarse las

denuncias de tierras en las costas de los ríos Sauce Grande y Chico. Cabe señalar asimismo que la

guerra latente implicó también una composición bastante atípica con respecto a otros pueblos de

frontera: la dotación de militares regulares revestía una gran importancia y superaba ampliamente a

la población civil. De manera que, la lejanía del fuerte y su frecuente aislamiento con respecto a los

centros de aprovisionamiento de ganado y otros bienes de consumo convierten a este poblado en un

escenario privilegiado para conocer el funcionamiento de las prácticas de provisión que

involucraban a los vecinos.

1. Soldados, milicianos e indios de “lanza y bola”. La defensa de la frontera en la región de Azul y Tapalqué

Como hemos vista en la primera parte, entre agosto de 1836 y fines de 1837, el sur de la

frontera bonaerense fue escenario de una violencia interétnica que vino a romper con la relativa

tranquilidad que poco antes se había logrado establecer mediante las alianzas que derivaron en el

establecimiento del negocio pacífico. Los diversos enfrentamientos que se produjeron en esta

coyuntura, superaron las previsiones de las autoridades provinciales y hasta pusieron en evidencia

que el mismo Rosas falló en sus aparentemente precisos conocimientos sobre las relaciones entre

las distintas parcialidades indígenas. Esto nos lleva a considerar un elemento que demostró ser

esencial dentro de la diplomacia indígena y que constituía una de las garantías del éxito o fracaso

del negocio pacífico: la necesidad de contar con personas de confianza en los fuertes de frontera que

541 Ver Parte Primera.

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tuvieran la habilidad suficiente para mantener el trato cotidiano con estas poblaciónes y procurarse

de la información necesaria para decidir los cursos de acción a seguir.

Dentro de este esquema los comandantes de los fuertes y de las divisiones militares adjuntas

a los mismos, fueron figuras relevantes. A ellos era a quienes se dirigían los indios amigos para

tratar una diversidad de situaciones: problemas con las raciones, pedidos especiales de algunos

artículos, transmisión de noticias recibidas sobre los movimientos de indios en las pampas, etc. En

el caso concreto de Tapalqué, la relación tan estrecha del comandante Bernardo Echeverría con los

indios que vivían inmediatos al cantón llevó al viajero inglés Mac Cann, en su paso por el fuerte, a

decir que "cada vez que nos apeábamos para hablar con mujeres y niños [indios] todos se

mostraban muy afectos a él, que parecía ejercer la más bondadosa y paternal autoridad".

Pero no eran éstos los únicos interlocutores de los indígenas. Junto a ellos se encontraban

algunos hacendados y pobladores de la campaña que merced a los contactos personales que habían

establecido con algunos caciques o por su función de lenguaraces se constituyeron en

“interlocutores válidos” para la relación entre los criollos y los indios542.

La serie de invasiones producidas en el lapso de dos años respondieron a dos tipos de

móviles; uno de ellos estaba vinculado fundamentalmente a los conflictos entre parcialidades que,

en cierto modo, la misma política del gobierno había profundizado al introducir un elemento de

quiebre fundamental en el mundo indígena. En efecto, la creación de "indios amigos" y la

utilización de ellos como milicias auxiliares, exacerbó los conflictos intertribales existentes entre

distintos grupos indígenas y de esa manera produjo un resultado no previsto y menos deseado por

las autoridades provinciales. De ahí el particular asombro que manifestaría Rosas ante los

acontecimientos que iban desarrollandose en la frontera sur. El otro tipo de ataque que se produjo

fue guiado fundamentalmente por la obtención de ganado en los establecimientos fronterizos.

Con este telón de fondo, veremos de qué manera se planteó el gobierno provincial la defensa

de la región sur de la provincia echando mano a los tres cuerpos militares de que disponía: el

ejército regular, los cuerpos de milicias y las fuerzas de los indios amigos. El ámbito fronterizo era

potencialmente explosivo, una región donde se vivía una situación de “violencia latente” que podía

estallar en cualquier momento. En caso de sostener la defensa por medio de cuerpos regulares

542 El estudio de estos personajes nos permitiría conocer con mayor detalle las características de las relaciones interétnicas.

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hubiera sido necesario dotar a cada fuerte fronterizo de una guarnición permanente lo que implicaría

un gasto constante en sueldos, en la provisión del rancho de la tropa y otro tipo de elementos como

vestimentas y armas. En lugar de ello, el gobierno optaría por recurrir a los cuerpos de milicias y los

indios amigos que podían ser rápidamente movilizados ante la inmimencia de un ataque y, en el

caso de los miliicianos, significaban una erogación en sueldos circunscripta al período de

movilización.

En el caso puntual de la participación de los indios amigos, la actitud de los caciques amigos

no sería idéntica ante los requerimientos del gobierno y el mismo Rosas reconocería que el valor de

los jefes dependía de las características particulares de éstos. No todos los jefes indígenas eran

valiosos para el negocio pacífico por su papel como guerreros en la defensa de la frontera; algunos

centraban su importancia en su rol de negociadores y mediadores con otros grupos.

La población de la frontera sur

Nos referiremos a la región de Azul y Tapalqué de manera conjunta ya que la distancia entre

ambos era tan pequeña que los pocos km que las separaban eran recorridos por sus habitantes en

pocas horas a caballo543 razon por la cual existía un permanente movimiento entre ambos puntos. El

poblamiento de esta zona tuvo características distintivas en el proceso de expansión fronterizo. A

diferencia de otros avances oficiales que se caracterizaron por el establecimiento de un

destacamento militar acompañado por una escasa población civil, el poblamiento de Azul presentó

una imagen inversa: fue esencialmente una ocupación civil con una escasa dotación militar. En el

caso de Tapalqué, las fuerzas militares del cantón también eran bastante exiguas y se habrían

establecido para garantizar la incipiente ocupación del espacio que había comenzado a mediados de

la década de 1820544. La otra característica distintiva de la región fue la importante concentración de

indígenas amigos que se ubicaron allí; población que superaba ampliamente a sus vecinos blancos.

El pueblo de San Serapio Martir del Arroyo Azul se fundó a fines del año 1832 y configuró

una experiencia atípica del proceso de poblamiento de la campaña sur debido a que en esta zona se

realizaron donaciones condicionadas de extensiones medianas, poco más de 2000 hectáreas, que

543 El viajero inglés William Mac Cann, relata que en su viaje a caballo entre ambos puntos, a poco de salir de Azul "… por campos de pastos altos y duros; anduvimos ya entre las chozas o toldos de los indios [existentes en los alrededores de Tapalqué]" William Mac Cann, Viaje a caballo por las provincias argentinas. Buenos Aires, Hyspamerica, 1982. 544 Ramón Capdevila, Tapalqué en la historia. 1era parte. Tapalqué, 1963.

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correspondían a las necesidades de una familia tipo545. Este tipo de poblamiento respondía a lo

establecido en un decreto promulgado durante el gobierno de Viamonte que tenía el objetivo de

proteger la frontera a través del establecimiento de familias en la zona para defensa de la misma.

Esta medida fue llevada a la práctica para la zona de Azul a través de otro decreto del año 1832.

Las donaciones de tierras implementadas en la zona incluían la exigencia de que el poseedor

cumpliera con una serie de condiciones: poblar la suerte de estancia, levantar rancho, etc. Un punto

importante del decreto era que los pobladores estaban exentos del servicio de milicias en otro

territorio que no fuera Azul lo que recuerda a los proyectos nunca concretados de establecer

colonias militares. El censo provincial realizado el año 1836 indicaba que la población establecida

en dicho partido era de 1.514 personas distribuídas de la siguiente manera: 1.369 personas censadas

como blancos, 117 pardos o morenos y 26 extranjeros. La guarnición militar, a su vez contaba con

92 soldados y 19 personas catalogadas como familia de la tropa.

El cantón de Tapalqué fue creado en octubre de 1831. El coronel Gervasio Espinosa al

mando de una pequeña fuerza de 27 soldados pertenecientes al 3er regimiento de Caballería de

Campaña se estableció en el punto levantando un fuerte en la margen derecha del arroyo Tapalqué.

Para el momento en que se levantó el censo del año 1836 se registraron solo 31 personas en 7

unidades censales de las cuales tres correspondían a pobladores que eran asimismo propietarios de

estancias en Azul.

Junto a la población militar y civil de estos asentamientos y dentro del territorio controlado

por el estado provincial se hallaba una cantidad significativa de indígenas provenientes de

diferentes agrupaciones y que habían entrado en calidad de indios amigos en el negocio pacífico. En

esta región los grupos más numerosos respondían a los caciques pampas Catriel y Cachul junto a los

que se hallaban agrupaciones más pequeñas encabezadas por los caciques “chilenos” Francaman,

Reylef, Cayupan, Quiñigual y los caciquillos Painen y Llanqueman.

Los jefes pampas Catriel y Cachul tenían una larga relación con el gobierno de Buenos

Aires; sin embargo las características de la misma no era igual para ambos caciques. Durante la

primera expedición al sur de Martín Rodriguez en 1821 mientras el cacique Catriel mostró una

545 Sobre el proceso de poblamiento de Azul ver María Elema Infesta, “Propiedad rural en la frontera. Azul, 1839” en Enrique Barba, In Memoriam. Estudios de Historia. Buenos Aires, edición Bando Municipal de La Plata, 1994 y María Sol Lanteri “Articulando un proceso colonizador en la frontera sur bonaerense. Las donaciones condicionadas del arroyo Azul en la primera mitad del siglo XIX”, mimeo, 2001.

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actitud conciliatoria asegurando al gobernador que podía contar con él para pelear contra los indios

hostiles, Cachul se opuso a ayudar y debió ser intimidado por las fuerzas militares para que

depusiera su actitud. En la expedición a la Sierra de la Ventana realizada por Pedro Andrés García

entre los años 1821 a 1823, ambos caciques al mando de 364 indios, participaron del parlamento

que tuvieron diversas agrupaciones indígenas con el coronel. Luego de esta intervención volvemos

a encontrarlos en el año 1827 ya totalmente vinculados al gobierno bonaerense pero cumpliendo

tareas muy diferentes. Catriel acompañó al coronel Rauch en la primera de sus expediciones y fue

especialmente recomendado al gobierno por su actuación en la misma. Cachul, por el contrario, no

participó con sus indios como milicias auxiliares en las expediciones de Rauch. Poco después fue

enviado por Rosas como encargado de la Comisión Pacificadora de Indios a una misión diplomática

en los toldos ranqueles. Se esperaba que el cacique convenciera a este grupo de deponer su actitud

de hostilidad, se separara de los indios chilenos y aceptara negociar las paces con el gobierno.

Según un censo de las tolderías de Tapalqué existían para el año 1836 un total de 2628

indígenas, de los cuales 899 eran indios de pelea, 970 mujeres y 769 chicos de ambos sexos. La

mayor parte de esta población respondía a los caciques pampas. El cacique Catriel comandaba un

total de 1736 individuos, 519 hombres de pelea, 672 mujeres y 543 muchachos/as; el cacique

Cachul tenía a su cargo 149 hombres de pelea, 158 mujeres y 126 muchachos, es decir, un total de

344 almas. El resto de los caciques lideraban grupos mucho más pequeños: Francaman, 188, Reylef

unos 140, Cayupan 58, Quiñigual 67 y los caciquillos Painen y Llanqueman representaban

solamente 6 personas.

Teniendo en cuenta que, como hemos visto, la población criolla (tanto civil como militar)

era muy pequeña, la presencia indígena cobraba gran importancia. De manera que estamos en una

región donde la relación entre la población blanca e indígena era bastante despareja, es decir,

teniendo en cuenta los datos arrojados por el censo de 1836 se contaban en los dos puntos con poco

más de 1500 habitantes en tanto la población indígena entre ambos lugares la superaba ampliamente

con un total de 2600 personas. Esta relación numérica haría pensar el estado de inseguridad que

existía en la zona, expuesta permanentemente a la posibilidad de un levantamiento de indígenas.

Creemos sin embargo, que en gran parte, estos grupos pampas, se hallaban verdaderamente

"integrados" al mundo fronterizo, en el sentido de que habían aceptado las condiciones de la vida en

la frontera las que resultaban bastante beneficiosas para su reproducción. De manera que la

sublevación hacia ese orden de cosas no se planteaba como una posibilidad atractiva ya que eso

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hubiera implicado más cosas por perder que por ganar: perderían un asentamiento seguro y las

raciones gubernamentales y ganarían su independencia lo que significaba en realidad encontrarse

desamparados y expuestos a que los conflictos intertribales hicieran peligrar su propia vida.

Organización administrativa y militar de la frontera sur

Azul y Tapalqué dependieron administrativamente desde el momento de su instalación, del

juzgado de paz de Chascomús546. En 1835 se nombró el primer juez de paz de Azul, Francisco

Serantes, y al año siguiente se hizo cargo del juzgado, Manuel Capdevila. A partir de entonces

Tapalqué pasó a formar parte de su jurisdicción. Esta subordinación se mantuvo hasta 1846, año en

que fue nombrado el primer juez de paz del partido. El cargo recayó en Bernardo Echeverría quien,

además, era comandante del fuerte desde hacía varios años.

Con respecto a la dotación militar, los cuerpos de ejercitos de linea (o regulares) que

guarecían las zonas fronterizas eran, en general, muy pequeños. De norte a sur de la línea fronteriza,

los fuertes más avanzados eran Federación, 25 de Mayo, Tapalqué, Azul e Independencia. En el

extremo sur de la provincia, el fuerte de Bahía Blanca y Carmen de Patagones parecen haber

mantenido una estrecha relación entre sí, conjuntamente con las guardias Constitución y fortín

Colorado, creadas luego de la expedición al sur realizada por Rosas entre 1833 y 1834.

Las dotaciones de ejercito regular apostados en estos puntos de la línea fronteriza para

el año 1836, se limitaban a una compañía de dragones con 49 soldados en el fuerte Federación; un

piquete de infantería con 50 soldados en 25 de Mayo, un piquete de infantería con 22 soldados en

Azul y en el fuerte Independencia un piquete de infantería con 9 soldados y otro de dragones con 11

efectivos.

546 En 1821 fueron creados en todo el ámbito de la provincia los juzgados de Paz. Cada partido debía contar con un juzgado que a su vez tenía a su cargo para una mejor administración, alcaldes por cada cuartel del partido y cada uno de ellos un cuerpo de tenientes alcaldes. Estas nuevas autoridades tendrían funciones administrativas y judiciales desde el comienzo; las tareas de policías se mantuvieron durante al década de 1820 en las Comisarías de Campaña pero, suprimidas éstas los juzgados de paz concentran también esta función. Sobre la instalación y funcionamiento de los juzgados de paz pueden consultarse la clásica obra de Benito Diaz, Juzgados de Paz de Campaña de la Provincia de Buenos Aires (1821-1854). UNLa Plata, Buenos Aires, 1959 y los trabajos más recientes de Jorge Gelman, "Crisis y reconstrucción del orden en la campaña de Buenos Aires. Estado y sociedad en la primer mitad del siglo XIX", en Boletín del Instituto Ravignani, No. 21, Facultad de Filosofía y Letras, 2001 y Juan Carlos Garavaglia, "Paz, orden y trabajo en la campaña: la justicia rural y los juzgados de paz en Buenos Aires, 1830-1852", Desarrollo Económico, 146, 1997.

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No eran estas las únicas fuerzas militares con las que contaba el gobierno. Para la misma

época existían en todo el ámbito de la provincia 6 Regimientos de Caballería de Milicias547. Cada

regimiento, según la ley de milicias del año 1824 estaba conformado por 4 escuadrones y cada uno

de ellos por 2 compañías de 100 soldados cada una. Esto haría un total de 4.800 milicianos pasibles

de ser movilizados en toda la provincia.

De acuerdo con la distribución de los cuerpos milicianos que hemos reconstruido para el año

1836, se puede ver que el territorio incorporado mediante la expansión de la línea fronteriza a través

de la fundación de los fuertes Federación, 25 de Mayo y Bahía Blanca en 1828, fue protegido por

los siguientes regimientos milicianos: el espacio comprendido al norte del arroyo de las Flores

quedó bajo jurisdicción de los regimientos del norte (2) y noroeste (4), en tanto la zona al sur de

dicho curso de agua fue guarecida por los regimientos 5 y 6 de milicias.

Veamos brevemente cuáles eran estas fuerzas para el año 1836. El fuerte Federación

contaba con tres compañías de carabineros del regimiento 4 con un total de 293 efectivos; 25 de

Mayo se encontraba resguardado por tres cuerpos de 130 milicianos pertenecientes al regimiento 2;

en Azul-Tapalqué existían 2 compañias de regimiento 6 con 270 milicianos y dos cuerpos del

regimiento 3 con 120 efectivos; finalmente, el fuerte Independencia contaba con un destacamento

del regimiento 5 con 94 soldados.

Además de los fuertes que guarecían la línea de frontera existían campamentos militares

cercanos a los mismos cuya seguridad parece haber estado mayormente en manos de cuerpos

milicianos. Así, encontramos un campamento en Mulitas, a 10 leguas al sur del fuerte de 25 de

Mayo donde el regimiento 1 de mlicias tenía destacado un piquete de caballería con 35 soldados. El

regimiento No. 2 tenía en La Escondida, una compañía de carabineros con 42 soldados, en las

Encadenadas otra similar con 93 soldados y en las Saladas una partida con solo 6 soldados.

Dependiente del regimiento 3 se hallaba el escuadrón de línea del capitán Ramón Maza con un total

de 156 efectivos que tenía su asentamiento en La Botija.

547 Los regimientos 1 a 4 habían sido creados por la ley de milicias del año 1823 y tenían las siguientes jurisdicciones. El Regimiento 1 comprendía la ciudad y los partidos más cercanos (San Isidro, San Fernando, Las Conchas, Santos Lugares y San José de Flores), el Regimiento 2 los partidos del oeste de Buenos Aires (Morón, Luján, Areco, Pilar y Capilla del Señor), el Regimiento 3 tenía jurisdicción sobre los partidos del sur de la provincia hasta el linea del Salado (Quilmes, Ensenada, Magdalena, Chascomús, San Vicente, Cañuelas, Ranchos y San Miguel del Monte); el Regimiento 4 comprendía los partidos del noroeste (Guardia de Lujan, Fortín de Areco, Salto Rojas, Pergamino, San Nicolás, Arrecifes, San Pedro y Baradero). El regimiento 5 fue creado en 1826 teniendo como jurisdicción el partido de Monsalvo. El regimiento 6, del que no hallamos fecha de creación, comprendería los nuevos territorios ocupados al sur del Salado, con excepción de Monsalvo y el asentamiento de su plana mayor; integrada por vecinos de Azul, se hallaba en dicho pueblo.

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Resumiendo la información que hemos ido anotando más arriba y teniendo en cuenta que a

las fuerzas regulares y milicianas se agregaban los grupos de indios de pelea que se hallaban

inmediatos a los fuertes fronterizos, veremos que la seguridad de la frontera descansaba

fundamentalmente en los cuerpos de milicianos e indígenas como se puede ver en el siguiente

cuadro:

CUADRO 1. Fuerzas regulares, milicianas e indígenas en 1836

Fuerte Fuerzas

regulares Milicias Indios amigos Totales por

fuerte Federación

49 (6,5%) 290 (38,6%) 412 (54,9%) 751

25 de Mayo

54 (21,3%) 130 (43,5%) 89 (35,2%) 273

Tapalqué - Azul 22 (1,7%) 390 (29,7%) 899 (68,6%) 1311

Independencia

20 (4,6%) 94 (21,7%) 320 (73,7%) 434

Bahía Blanca

672 (51,2%) Sin milicianos 640 (48,8%) 1312

Totales por tipo de cuerpo

817 904 2360

Fuente: Listas de Revista, AGN, Sala 3, cajas 124, 125 y 126

Tomando el conjunto de las fuerzas utlizadas para la defensa del territorio se pueden observar

tres zonas diferentes en cuanto al recurso de las mismas: la frontera norte (entre Federación y 25 de

Mayo), el sur (Azul, Tapalqué e Independencia) y el extremo sur (Bahía Blanca). En la primera

existía cierto equilibrio entre las fuerzas provinciales criollas (regulares y milicianas) y las fuerzas

indígenas. En la frontera sur este equilibrio desaparece ya que los contingentes indígenas duplican

ampliamente a las tropas provinciales. Dentro de esta región el mayor peso en la defensa se

encuentra indudablemente en la zona de Azul-Tapalqué y el fuerte Independencia parece funcionar

como reserva de retaguardia. Esto reflejaría que el avance de la frontera habría llevado a la zona de

Tandil se encontrara más a cubierto de las invasiones y que la “puerta” de entrada de los malones se

hallara en los dos primeros puntos.

En Bahía Blanca se invierte totalmente la relación con respecto al tipo de fuerza criolla siendo

exclusivamente regular y levemente superior a las milicias auxiliares indígenas. Esto lleva a que, si

comparamos en su totalidad las fuerzas regulares y milicianes utilizadas en la frontera, los

guarismos sean similares. Con respecto a las tropas indigenas, el número de indios de pelea en

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condiciones de ser movilizados indica la indudable importancia de contar con este auxilio militar

para enfrentar ataques indígenas.

Los ataques sobre la frontera

Hemos dicho que las invasiones producidas en estos años respondieron a objetivos

diferentes; en un caso, el origen de los ataques estuvo vinculado a conflictos intertribales y tuvieron

como objetivo prioritario las tolderías de los indios amigos. De todos modos, al encontrarse estas

tolderías en el espacio fronterizo, fueron acompañadas con el robo de hacienda de las propiedades

cercanas. En otro caso, se trataron de incursiones de caza de ganado que tuvieron por principal

objetivo los establecimientos fronterizos.

Esta diferenciación en cuanto a los moviles de los ataques se tradujo en la envergadura de

las fuerzas indígenas involucradas y las características del encuentro bélico que se produjo. En el

primer tipo de enfrentamiento, las fuerzas atacantes inlcuían partidas indígenas hostiles al gobierno,

grupos que habían sido directamente embestidos por la acción conjunta de tropas provinciales y

milicias indígena y sectores disidentes de indios amigos existentes en la frontera. En este caso, los

enfrentamientos fueron más fragosos ya que uno de los objetivos básicos de los incursores fue caer

sobre las tolderías de los indios amigos y aproderarse de sus familias y bienes.

En el segundo tipo de ataque las fuerzas enemigas eran mucho más numerosas, y

representaban una coalición de distintos grupos, en este caso, a una agrupación inicial de boroganos

y ranqueles se le sumarían otros grupos chilenos. El objetivo específico de arrear ganado llevó a que

estas incursiones fueran más rápidas y, en los hechos que mencionaremos, no se registraran

demasiados encuentros concretos con las fuerzas provinciales. En este sentido, una descripción de

Prudencio Arnold, miliciano que sirvió en la frontera durante mucho tiempo, es particularmente útil

para entender el tipo de guerrilla que realizaban los indios en esta clase de incursiones. Según

Arnold cuando los indios atacan para obtener ganado y se ven perseguidos, abandonan parte del

rodeo que no pueden arrear y siguen con el resto; “el indio no tiene interés de matar donde corre él

el peligro de ser muerto (…) todo su afán consiste en salvar el botín a todo trance, fiados

únicamente en su agilidad y buenos caballos, sin comprometer combate” 548

La coyuntura de 1836-1837 mostró el estado de indefensión en que se hallaban las

poblaciónes fronterizas. La deficiencia en las obras de fortificación y la escasez de fuerzas para

548 Prudencio Arnold, Un soldado argentino. Buenos Aires, Eudeba, 1970.

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defender las poblaciónes, fueron problemas que surgían permanentemente en la correspondencia de

los comandantes de los fuertes y de las divisiones milicianas que existían en la zona.

El grado de deterioro en los fuertes en Azul y Tapalqué era verdaderamente notable. En el

segundo punto el comandante informaba que las obras de defensa estaban totalmente obsoletas y,

además, el cantón ni siquiera contaba con foso ni potrero. Esto había llevado a utilizar la quinta del

general Marcos Balcarce para asegurar las familias de los indios amigos y de los vecinos del punto

reparando el fozo y la zanja549. Para las tareas de reparación, Rosas recomendaba contratar peones

y no utilizar al personal de tropa porque “es necesario que los soldados estén descansados en caso

de alarma”. Los jornales debían ser pagados con dinero que se pediría a los negociantes a los que se

daría un recibo por el importe para que fuera luego liquidado por la Contaduría550. Solo cuando se

terminara la alerta por los ataques, el comandante debería dedicarse a reparar las obras del mismo

fuerte que involucraban la realización de un buen foso y potreros para la seguridad de las familias y

haciendas. La falta de estos últimos había llevado a que, para asegurar la caballada, yeguada y

ganado, se lo enviara a un potrerito distante a 2 leguas hacia Pluma Augero. La situación de temor y

el repliegue de la población había llegado a tal extremo que los ningún toldo de los indios amigos se

ubicaba más avanzado que el cantón “a la parte de afuera desta comandancia”. Con respecto a la

fuerza efectiva para la defensa del mismo, se contaba solamente con 6 hombres ya que el resto de la

dotación se encontraba ocupada en el cuidado de la yeguada, caballada y ganado y servicio de

posta.

Esta imagen era muy similar a la que describía Prudencio Rosas, comandante del regimiento

6 de milicias, para Azul donde el estado de alarma había llevado también a cierto despoblamiento

del lugar551. En octubre de 1836, informaba que "casi han habandonado las familias el pueblito…

pero mi benida y la fuerza al mando de Aguilera a echo desterrar algun tanto el terror panico que

tenian pues asta las mujeres anduvieron arrimando carretas para aser un cuadro dentro del foso".

549 Echeverría consideraba que todas las familias del cantón podían ubicarse dentro de la quinta por tener mucha extensión. Los toldos de los indios se ubicaban a la orilla de la zanja a distancia de doce varas de ella “y muy unidos unos a otros para que los indios y cristianos puedan impedir en caso de sorpresa que los indios enemigos se internen hasta la orilla del zanjeado pues se ha visto en la invasión anterior que ningun indio atropelló toldo que veia gente a pie y con armas...”. Echeverría a Rosas, 29 de octubre de 1836. 550 Era frecuente que los negociantes y vecinos de los fuertes adelantaran dinero y recursos para los gastos del asentamiento militar. Ver Ratto, S “Poblamiento en áreas de frontera: el funcionamiento de los fuertes al sur del río Salado en la década de 1830”. Mimeo, 2002. 551 De igual manera, en marzo de 1837 el comandante del fuerte Independencia, informaba que la posibilidad de otro ataque había provocado "estar todos los vecinos de Chapaleufu sobresaltados y en estado de despoblar sus estancias" Muñoz a Rosas, 28 de febrero de 1837 (AGN,X,25.5.1).

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Las obras de defensa del fuerte, para el comandante, dejaban mucho que desear; el fuerte

"es muy grande [pero] no hay ni un baluarte para colocar un cañon..." por lo que sugería "… aser

dos baluartes uno en la esquina del foso que mira al este y otro en la que mira al oeste deste modo

los cañones colocados pueden crusar los fuegos y defenderse con la mayor facilidad"552.

A la sensación de inseguridad que se desprende de estas imágenes se agregaba una gran

desorganización en la estructura de mandos. El informe de Prudencio Rosas ya señalado, alertaba

sobre el estado de caos que existía en Azul al punto que describía que “esto asido aquí un

laberinto" donde distintas autoridades civiles y militares se consideraban las indicadas para tomar

las medidas de acción. Según Prudencio, el juez de paz del partido de Azul, Manuel Capdevila

"recibía ordenes de diversos lados y no sabía a quien obedecer… todos querian que se hisiese lo

que acada uno parecia casi todos se oponian a las medidas que el comandante [de Tandil, Pablo

Muñoz] queria tomar". Además de Muñoz, el comandante de Azul, Pedro Burgos, también daba

sus órdenes al juez de paz.

“Burgos le ha dado orden a Capdevila para que algunos milicianos residentes en el partido de Ranchos se les de papeletas de enrolamiento como pertenecientes al Azul y diciendole yo a Capdevila que abia hecho mal en dar papeletas a individuos que por ningun titulo pertenecen al partido de su cargo dice este que no save como entenderse pues Don Pedro le da una orden y yo le doy otra, asi es que no nos podemos entender y arreglar”553

De manera que tenemos al juez de paz de Azul, bajo cuya jurisdicción se encontraba también

el cantón de Tapalqué, que se ve presionado por dos comandantes militares para cumplir sus

órdenes. Podría pensarse que en Azul, el hecho de que la autoridad mayor se la arrogaba el

comandante, se fundamentaba en el hecho de que el juzgado de paz recién había sido creado y que,

anteriormente, su dependencia del lejano juzgado de Chascomus lo podría haber dotado, en los

hechos, de una autoridad mayor. Más llamativo es el caso del comandante del fuerte Independencia

que también se creía con derechos para ordenar al juez de paz, Capdevila. Un dato llamativo es que,

al realizarse el censo del año 1836, mientras el correspondiente al partido de Azul fue realizado por

su juez de paz, Independencia fue censado por el comandante del fuerte quien se disculpaba ante el

gobierno por la demora en entregarlo debido a que, al “no conocer el deslinde de esta fortaleza con

los Departamentos de Azul y Monsalvo… debió tomar conocimiento con los jueces de paz de

dichos partidos para formar el Padrón”554. Esta superposición y/o indefinición de las jurisdicciones

de cada autoridad estaría indicando que en los partidos de frontera, la conflictividad inherente a esas

552 Prudencio Rosas a Rosas, 18 de octubre de 1836 (AGN,X,25.2.5) 553 Ibidem. 554 AGN,X,25.2.4. De la misma manera, aunque el fuerte de Tapalqué se encontraba bajo la jurisdicción de Azul, el censo fue levantado por el comandante Echeverría.

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zonas otorgaba a la autoridad militar una prerrogativa poco común con respecto a resto del espacio

provincial, al punto que se podía exceder a la del juez de paz555.

En este contexto de inseguridad y desorganización nos preguntamos de qué manera se hizo frente a

la agresión indígena que se mantuvo de manera constante en este período.

Los cuerpos de milicianos

La defensa de la frontera sur durante esta etapa descansó fundamentalmente sobre los

cuerpos de vecinos-milicianos y las unidades de indios amigos. Las ventajas económicas de utilizar

estas fuerzas eran evidentes. El tipo de ataque indígena basado en tácticas de guerrilla y rápidas

incursiones habría significado el establecimiento de cuerpos estables en cada uno de los puestos con

los consiguientes gastos fijos de abastecimiento y salarios de dichos cuerpos. Esta situación era

similar a la que puede observarse en otros ámbitos geográficos que contaban con con fronteras

indígenas, como es el caso de Chile y México en su frontera norte. El peso que signficaba para el

erario el mantenimiento de una estructura militar defensiva en los límites fronterizos era una

preocupación constante de los gobiernos centrales que intentaron distintos recursos para disminuir

el gasto en defensa556.

Entre las soluciones puestas en práctica, la política de establecer “colonias militares” fue una

práctica implementada en algunas provincias de la frontera norte de México luego de la

independencia. El elevado costo que significaba para el gobierno central sostener cuerpos regulares

en la zona motivó una reorganización militar por la cual se derivaba al ambito provincial la defensa

de sus fronteras con los indígenas. De esa manera, algunas provincias implementaron la política de

hacer descansar la seguridad de su región en las milicias cívicas de pobladores; mediante el

otorgamiento de algunos privilegios como subsidios financieros, exención de ciertas cargas

555 Una situación similar a ésta es analizada por Raúl Fradkin en un trabajo reciente sobre la criminalidad en la provincia de Buenos Aires durante la década de 1820. Fradkin señalaba que la presión enroladora que se produjo en el año 1826 como consecuencia de la guerra del Brasil llevó a que los jueces de paz y comisarios de campaña debieran actuar de acuerdo con los comandantes militares para cumplir las órdenes que éstos recibieran. Esta circunstancia fue acompañada por una subordinación de las milicias al Ejército con lo cual la autoridad del juez de paz se erosionó. Fradkin, Raúl, "El asalto de los pueblos de Navarro y Luján en 1826". 2001. Mimeo. 556 Para la frontera chilena, ver Patricia Cerda-Hegerl, Fronteras del sur. La región del Bio Bio y la Araucanía chilena 1604-1883. Chile, Universidad de la Frontera, 1995. Para la situación de la frontera norte de México, David Weber, La frontera norte de México, 1821-1846. Madrid, Mapfre, 1992.

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impositivas, los pobladores que se asentaran en la región fronteriza debían cumplir con la

obligación militar en su circunscripción557.

En el caso de la frontera bonaerense, el recurso de los indios amigos tenía la doble

ventaja de no generar un costo extra en sueldos ya que la percepción de las raciones era, de hecho,

el “pago por todo tipo de servicio” y además vivían en la misma zona que requería auxilio militar.

Con respecto a los milicianos, su movilización para actuar en acontecimientos

puntuales significaba una erogación en sueldos circunscripta al tiempo de durara su actividad. Si

bien no llegó a implementarse aquí una política de asentamientos del tipo de colonias militares,

creemos que el decreto del 5 de mayo de 1827 que establecía la entrega de terrenos en propiedad

sobre la nueva línea de fronteras a personas y familias pobres, puede considerarse el fundamento de

esta idea de la utilización de los vecinos-milicianos en la defensa del territorio.

Sobre esta idea, Rosas, entonces comandante general de campaña, encaró el avance

fronterizo de 1828. Su propuesta para lograr la radicación de la población en las inmediaciones de

los nuevos fuertes debía centrarse en la entrega de tierras para que con el tiempo se convirtieran en

centros productores. Para alentar la instalación de familias en las nuevas zonas debía informarse en

todas las parroquias y partidos "que las familias que gustaren marchar a las nuevas guardias serian

conducidas y alli abilitadas con tierras y con los mas auxilios que proporcione la suscripcion así

de instrumentos y utiles de labranza como de algunos animales...”. Esta propuesta de reparto de

tierras no se limitaba a los pobladores civiles, sino que contemplaba también que “... los soldados

que fueren casados y los que se casaren en las nuevas guardias tendrán los mismos auxilios y

consideraciones que las familias pobres que fueren... ´la tropa como los oficiales participarán de la

distribucion de tierras a la que precederá la planta del pueblo, al que bajo la proteccion del fuerte

se adjudicará un campo de seis leguas de frente y fondo; para la distribucion de solares, chacras y

suertes de estancia" 558.

En el caso de Azul, como ya vimos, este esquema de poblamiento asemeja a una colonia

militar. Recordemos que, a la entrega de parcelas de tierra para su explotación se agregó la

557 Para un análisis de la región de Chihuahua, ver Ana María Alonso, Thread of blood. University of Arizona Press, Tucson, 1995 y para Texas, Andrés Tijerina, Tejanos & Texas under the Mexican flag, 1821-1836. Texas A&M University Press, 1994. 558 Ver Ratto, “Poblamiento …”

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exigencia del servicio miliciano solamente en esa circunscripción559. Para redondear la concepción

que tenía Rosas acerca del rol que debían cumplir los habitantes de la frontera, vale la pena

transcribir el fragmento de una carta que le escribió a su hermano Prudencio, en Azul, como

consecuencia de los ataques que estaba sufriendo el pueblo. Rosas expresaba que el comandante del

fuerte no debía ocuparse de

"la defensa del Pueblito pues que el vecindario para esto debe estar con las armas en la mano toda ves que sea necesario para su propia defensa para lo que ya le han ido sobrados armamentos y municiones; asi como de los mismos recursos del vecindario deben sacarse recursos para los artilleros que falten por que todo no lo hade mandar el gobierno en los casos en que los pueblos fronterizos deben hacer los esfuerzos necesarios para su propia conservacion y defensa.”560

Esta idea era compartida por el mismo comandante de Tapalqué quien consideraba que con

las fuerzas de los vecinos y de los indios amigos se podía defender eficazmente la zona. Luego del

ataque a las toderías chilenas en septiembre de 1836 Echeverría proponía al gobernador que

“estando mas en contacto con los sucesos recientes [y] ... habiendo por otra parte reconocido una

parte del terreno hasta fuera de la sierra de Tapalqué y habiendo tomado los conocimientos que los

caciques y demas indios amigos le han dado de los puntos por donde pueden abanzar los indios

enemigos”, se destinara solo una división regular de 150 hombres ya que, teniendo en cuenta que

los indios podían aportar entre 800 y 900 guerreros y que el vecindario de Azul había respondido

tán rapidamente al ataque anterior se podrían reunir unos 1500 hombres entre cristianos e indios

amigos con lo que consideraba que se aseguraría totalmente la zona.

A fines del año 1836 los cuerpos de milicianos habían experimentado una rápida y amplia

movilización por la zona fronteriza. Resumiendo los datos en el siguiente cuadro, la cantidad de

milicianos movilizados en cada circunscripción y para cada fuerte y campamento militar fue la

siguiente:

559 Una prerrogativa similar pero con un límite temporal fue otrogada para los pobladores de Dolores en el año 1828. Por un decreto del gobierno se establecía que los vecinos de dicho pueblo quedaban eximidos del servicio de milicia “fuera del punto de su domicilio” durante de 8 meses, a excepción de casos de invasión u otro peligro de entidad. Registro Oficial. 560 Rosas a Prudencio Rosas, 26 de octubre de 1836 (AGN,X,25.2.5). Consideraciones similares había hecho en otra carta a Echeverría donde expresaba que los 30 infantes que enviaba al cantón sumado a “los vecinos y los indios que no esten en campaña … debe Ud hacer su defensa en caso de aparecer enemigos”. Rosas a Echeverría, 21 de octubre de 1836 (Ibidem). Esta medida del gobernador es coincidente con la visión que los mismos pobladores de Azul habían mostrado en la década de 1860: "… se han creado grandes y pingues condados sirviéndoles de antemural a sus haciendas los pobres vecinos de Azul, quienes a mas de haber sido sacrificados por los indios, fueron y son los mejores y más baratos soldados de la frontera …" (citado en Infesta, “Propiedad rural …”).

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CUADRO 2. FUERZAS MILICIANAS POR REGIMIENTO Y POR FUERTE EN 1837 Federación Barrancosa 25 de

Mayo Mulitas Laguna

Blanca Azul- Tapalqué

Tandil Totales

Regimiento 1

150 150 (6,6%)

Regimiento 2

220 260 480 (21,2%)

Regimiento 3

470 470 (20,7%)

Regimiento 4

290 290 (12,8%)

Regimiento 5

24 100 193 317 (14%)

Regimiento 6

560 560 (24,7%)

Totales 290 220 260 150 494 660 193 2267 Fuente: idem cuadro 1

Teniendo en cuenta que el total de la fuerza miliciana en la provincia era de 4.800 efectivos,

puede verse que en esta ocasión fueron convocadas casi la mitad de las fuerzas existentes. El peso

que tuvo este reclutamiento en los partidos del sur es verdaderamente notable ya que alcanzó a más

del 59% del total. Si nos centramos en el llamado nuevo sur, el porcentaje se reduce all 38,7%. Sin

embargo, teniendo en cuenta que la cantidad de población en estos nuevos pueblos era muy inferior

al resto de los partidos de mas antigua colonización es imaginable suponer el peso que habrá

significado para los pobladores el reclutamiento realizado.

En cuanto a las fuerzas regulares, los refuerzos enviados fueron muy limitados. El fuerte

Federación contaba en 1837 con dos compañías de dragones con un total de unos 80 soldados; en el

fuerte 25 de mayo se había agregado una compañía de dragones con 25 soldados y Tapalqué recibió

una compañía de dragones de solo 11 soldados.

De manera que, a inicios de 1837, suponiendo que la fuerza de los indios de pelea amigos no

experimentó cambios de importancia -a excepción del fuerte de Bahía Blanca producto de la

sublevación de los boroganos-, las fuerzas que guarecían la frontera mostraban el siguiente cuadro

resultando indudable que la zona de Azul y Tapalqué fue la más protegida:

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CUADRO 3. FUERZAS REGULARES, MILICIANAS E INDÍGENAS EN 1837 Fuerte

Fuerzas regulares Milicias Indios amigos Totales por fuerte

Federación

80 (dragones)

10,2%

290

37,1% 412

52,7% 782

25 de Mayo 55 (dragones e infantes

13,6% 260

64,4% 89

22% 404

Tapalqué - Azul

53 (dragones e infantes)

3,3% 660 40,7% 900 56% 1613

Independencia 43 (dragones y artilleros)

7,7% 193

34,7% 320

57,6% 556

Bahía Blanca 672 (blandengues, dragones y artilleros)

62,7% Sin milicianos

400 37,3% 1072

Totales por tipo de cuerpo

903 1403 2121

Nota: no se agregan en este cuadro las fuerzas milicianas existentes en los campamentos de Mulitas, Barrancosa y Laguna Blanca. Fuente: idem cuadro 1

Si bien el incremento de milicianos fue muy notable con respecto al año anterior, el número

de indios amigos de pelea siguió siendo apabullante.

Sin embargo, la cantidad de efectivos movilizados y dispuestos a enfrentar los ataques

indígenas no habría sido una garantía de éxito en los enfrentamientos. Un informe del comandante

del fuerte Independencia sobre los acontecimientos que siguieron a la invasión de enero de 1837 lo

señala claramente. Muñoz relataba en su informe que la entrada indígena había demostrado su

"audacia… en haver llegado hasta la inmediacion del Azul dejando a Tapalque a su izquierda y a

la división Ramos [en Laguna Blanca] a su retaguardia". Ante las noticias del avance indígena por

los arroyos de Chapaleufu y los Huesos, el comandante de Tandil ubicó su fuerza compuesta de 200

hombres de la milicia y 200 indios en la cabeza de dichos arroyos, situación desde la cual buscaba

proteger la fortaleza y mantenerse en contacto con las divisiones de Ramos y Aguilera en Azul. La

atinada estrategia del comandante no se prolongó en sus acciones militares ya que según su relato

"… marche el dia 7 [de enero] con 200 hombres de la milicia reunida de antemano y 200 indios pampas … el 8 llegue a la estancia de Morilla … el 9 al medio dia recivi una nota del señor Mayor Islas y a la tarde la del comandante Aguilera en que me avisava la retirada del Coronel Ramos y la orden que tenía de este jefe para hacerlo con su division, sorprendido entonces por la retirada de aquellas fuerzas dispuse también mi regreso a este punto [fuerte Independencia] donde llegue el dia 10 al medio dia"

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El gobernador no recibó con el mejor humor esta noticia, por el contrario los hechos

descriptos por Muñoz le resultaban "vergonzosos a la fama belicosa del ejercito, a sus gloriosas y

demas virtudes marciales". Según sus cálculos, "con una sola división había vastante para haber

acuchillado a los indios y con solo haberlos seguido en quadro el teniente coronel Don Juan

Aguilera habria habido vastante para que se llevasen las haciendas y para acuchillarlos".

A pesar del enojo de Rosas y de su vision sobre la rápida victoria que pudo haberse obtenido

en el encuentro, un punto a tener en cuenta en estos enfrentamientos son las diferentes tácticas de

guerra utilizadas por criollos e indígenas. Recurriendo nuevamente al coronel Prudencio Arnold,

puede leerse en sus memorias, la dificultad que encontraban las tropas provinciales por vencer a la

guerrilla indígena a pesar de contar con armas de fuego561.

Según Arnold, la caballería indígena era superior a la criolla tanto por la destreza del indio

como por el tipo de arma que usaba: una larga lanza que atacaba en primer lugar al caballo del

contrario. Esto provocaba un retroceso del animal que chocaba con los soldados que venían detrás,

desorganizando la formación. De ahí, según Arnold que las bajas que se daban en uno y otro lado

podían contarse en una relación 10 a 1. En este tipo de encuentros, la infantería era poco efectiva

por el hecho de ser pesada lo que explicaría la escasa cantidad de infantes que hemos detectado en

los fuertes. Por otra parte, la formación en cuadro de las fuerzas provinciales, única según Arnold

que inspiraba temor en los indígenas, era enfrentada mediante pequeñas guerrillas que atacaban

distintos flancos; mientras unos grupos llevaban el ataque por el frente, otros picaban los caballos

por retaguardia para producir la desorganización en las filas562.

561 Las ventajas que pudo haber tenido la posesión de armamento bélico europeo en los enfrentamientos interetnicos es un tema muy discutido y en general se plantea que al menos, las primeras armas de fuego no tuvieron una decisiva ventaja sobre las armas nativas fundamentalmente por su dificultad para la recarga (ver la Introducción de Ferguson, Brian R. y Neil Whitehead (eds.),War in the Tribal Zone. Expanding States and Inidgenous Warfare. School of American Research Press,1992). Para un estudio sobre el rol de la tecnología militar en los enfrentamientos intertribales en la zona de Bahía Blanca, ver Juan Francisco Jimenez, “De malares y armas de fuego. Guerras intra-étnicas y transformaciones en la tecnología bélica en Araucanía y Pampas (1818-1830)”, en Daniel Villar (editor), Relaciones inter-étnicas en el Sur bonaerense 1810-1830, Bahía Blanca, Departamento de Humanidades, Universidad Nacional del Sur/ IEHS, Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires, 1998 562 Esta imagen sobre la dificultad de contener las guerrillas indígenas se percibe frecuentemente en los partes de campaña. Citamos a modo de ejemplo un parte del coronel Mariano Ibarrola emitido en el año 1825 que hace referencia a este tema. Ante una entrada de indios por Navarro su fuerza que contaba con 300 hombres y tenía como armamento un cañón, enfrentó la partida indígena derrotándolos. Sin embargo una legua más arriba otra división de indígenas arreaba haciendas. Las fuerzas fueron en su persecución pero los indios huyeron dejando parte de la hacienda. Mientras esto sucedía otra división mayor que las anteriores les quitaba de la retaguardia los caballos de repuesto. Cuando intentaron alcanzarlos, los indios abandonaron la hacienda y se internaron en las pampas. AGN,VII, Archivo Biedma.

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Otro aspecto que conspiraba contra la efectividad de las fuerzas milicianas se relacionaba

con la insubordinación de estas tropas y el desorden en la dirección de las mismas. Prudencio Rosas

consideraba que el elemento más valioso para manejar la situación era el "gran pulso en el manejo

de hombres". Mencionaba que el desorden existente en Azul llegaba, como era habitual, a las

milicias: "Acido tanto el desorden que habido en el pueblo de Azul que la milicia citada se haido

cuando le hadado la gana la mas de ella asi es que se han ido algunas familias". Y ponía en

evidencia el escaso resultado que brindaría este tipo de complemento militar si no se tomaban

ciertas precauciones que ayudaran a disciplinar una tropa poco habituada a estas tareas. En efecto,

Prudencio era conciente que el servicio de milicia creaba cuerpos desmoralizados y sin disciplina, a

menos que fueran "dirigidos por un oficial [de carrera] responsable y de mando". Esta prevención,

sin embargo, desde la óptica del gobernador podía traer mayores problemas ya que Rosas

consideraba que "enviar un oficial de carrera podría traer conflictos con el comandante efectivo

del fuerte con lo cual posiblemente el remedio fuese peor que el mal". La solución intermedia a la

que se llegó en este caso puntual fue que la milicia convocada fuera puesta bajo la dirección

inmediata del comandante de Independencia, coronel Muñoz, a la vez que se procurara "proveerle

de algunos oficiales buenos".

El mismo Muñoz expresaba su recelo acerca de la utilidad de la milicia y escribía a Rosas su

temor por la seguridad del fuerte en caso de tener que salir a campaña ya que solamente contaba con

"174 milicianos, 37 dragones y 6 artilleros teniendo que dejar en esta guarnicion en caso de salir a campaña una corta fuerza para su custodia [por lo cual] solo se puede contar con la milicia resultando que de esta hay muchos que ya han cumplido once meses de destacamento en este punto, otros nueve y ocho sin haver tenido relevo pues aunque el que habla mando algunas partidas a traer gente de los montes para relevo de esta fuerza no se ha podido conseguir"

Aquí se volvió a plantear un choque de atribuciones. El comandante del fuerte no tenía la

atribución de "traer gente… para relevo" de la milicia. En la respuesta del gobernador a la nota

citada, se reprendió a Muñoz por haber llamado la milicia ya que no estaba dentro de sus facultades

hacerlo y mucho menos tomarla con partida "puesto que a los milicianos lo que corresponde es

citarlos previa orden superior… y entonces los que no obedecen se prenden y se remiten a esta

capital para ser destinados a los cuerpos de linea".

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Las milicias auxiliares de los indios amigos

Hemos señalado ya el peso indudable que tenían las milicas indígenas en la defensa de la

frontera. La pregunta que nos surge con respecto a estos grupos es de qué manera actuaron en los

enfrentamientos armados y qué rol cumplieron en ellos.

Ferguson y Whitehead se refieren a las fuerzas auxiliares indígenas con las que podía contar

un Estado, como “soldados étnicos”. Estos serían grupos nativos que pelean bajo el control o la

influencia de los agentes estatales y son empleados para diversos fines como atacar fuerzas de otros

estados, nativos aliados de esos estados enemigos o indígenas independientes. La enseñanza de

tácticas militares estatales es muy común en situaciones de contacto sobre todo con la existencia de

soldados étnicos563.

Desde otra perspectiva, Guillaume Boccara señala que los indios amigos del sur de Chile no

asimilaron las estrategias bélicas hispanas sino que continuaron con sus propias tácticas guerreras.

Por otra parte, tampoco a los españoles les interesaba la unificación de las tecnologías bélicas; el

objetivo de contar con estos aliados guerreras era precisamente tener cuerpos auxiliares que

conocieran el territorio y los lugares de asentamiento de los grupos hostiles. La única exigencia que

tenían los españoles en este sentido, era que a la cabeza de las fuerzas indias existiera un jefe militar

español que compartiera la dirección de estos cuerpos con un jefe indio564.

En el caso de nuestros indios amigos, la coordinación entre las fuerzas indígenas y criollas

respondía más al segundo esquema. En el parte elevado luego del encuentro del 1 de septiembre en

Tapalqué, el coronel Manuel García, expresaba, con una mirada muy etnocéntrica, la dificultad que

encontró para combinar una estrategia conjunta “por ser los indios incapaces de comprender todo

cuanto se les dise” motivo por lo cual el militar recomendaba “que operasen según combiniese a

las circunstancias teniendo presente el auxiliarnos unos a otros pues que de otro modo era muy

facil confundir a los indios amigos con los enemigos a pesar de la divisa que llebaban los

nuestros".

563 Ferguson y Whitehead , War … Para los autores, el control que ejerce el estado sobre estos soldados etnicos puede ser muy diverso y abarcaría esquemas en donde grupos nativos independientes se relacionan medante alianzas con el estado, unidades auxiliares asalariadas y regulares, grupos mercenarios de indígenas con una cuestionable lealtad hacia el estado del que dependen, etc. En todos los casos, y fundamentalmente en aquellas relaciones en las que los grupos indígenas gozan de una mayor autonomía, se combinan los objetivos del estado y los propios de estos últimos. 564 G. Boccara, “Tipos de poder y estrategias de sujeción en el sur de chile”, en Anuario de Estudios Americanos, LVI, 1, 1999.

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El coronel Echeverría también coincidía con la desorganización creada en el ataque por lo

que sugería que, en adelante, las fuerzas fueran dirigidas por diferentes personas reservándose él

mismo la relación con los indígenas en tanto el jefe del cuerpo militar que se designara para el

cantón se limitara a comandar sus tropas. Más allá de las cuestiones prácticas alegadas por

Echeverría no hay que perder de vista la intención del comandante por monopolizar la relación con

los indios amigos teniendo en cuenta las características personalistas que caracterizaban las

relaciones interétnicas La propuesta fue aceptada por el gobernador Rosas quien, sin embargo,

consideró que para una mejor dirección, una vez organizada la milicia indígena bajo el mando

directo de Echeverría, éste debía ponerse a las órdenes del jefe de la fuerza criolla de manera que

"obrando de este modo y procurando proceder con tino y madurez no puede haber esa

contradiccion, es decir, U una cosa a los indios y el gefe de la division otra, por que para evitar

esto, es que U debe siempre ponerse de acuerdo con el referido gefe y no obrar en contradiccion a

lo acordado..."

De todos modos era fundamental para Rosas, que los indios se ejercitaran cotidianamente

para salir a campaña. En efecto, Rosas sugería que la mejor manera para "... entuciasmarlos y

hacerles crear coraje" debía ser "incitarlos siempre a que diariamente hagan exercicio a la

madrugada. Esto los entusiasma mucho y los desentumece (¿) y acostumbran a madrugar y a estar

en vigilancia y dispuestos a esa hora. Esto prevengo a Chavarria que tambien les diga a los

casiques que conviene mucho que lo exerciten diariamente y V por su parte debe tambien

aconsejarselos".

Al mes siguiente, en octubre de 1836, el encuentro entre las fuerzas de Azul y Tapalqué y

300 boroganos produjo las mismas críticas sobre la actuación de los indios amigos esta vez

expresada por el coronel Pedro Ramos565. La respuesta de Rosas a este parte, como en el caso

anterior, volvió a restar importancia a las críticas que se realizaban agregando además, otras

consideraciones que permiten ver la lectura que realizaba el gobernador acerca de la importancia del

negocio pacífico. Estos indios no eran importantes solo y exclusivamente como milicias auxiliares

ni su función se terminaba en esta ayuda militar. Si bien esta obligación no era menor, los indios

amigos sirvieron de importante recervorio de mano de obra para una economía rural en expansión y,

565 La división a cargo de Ramos se componía de los escuadrones de carabineros de los regimientos 3 y 6 de campaña (este último a cargo de Manuel García) que llegaban a 462 hombres veteranos a la que se agregó una fuerza de 340 indios amigos a cargo del caciquillo Nicasio. La formación de las fuerzas se realizó de la siguiente manera: en el costado derecho se ubicó parte del regimiento 3 bajo las ordenes de Maza, al centro el resto del regimiento 3 junto al número 6 bajo el mando de García y en el costado izquierdo los indios amigos dirigidos por Eugenio Bustos.

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durante esta etapa, crónicamente escasa de trabajadores, como ya hemos planteado en otros

trabajos566.

Según el informe del coronel Ramos

"los nuestros [indios amigos] no querían salir de nuestro costado ni cargar por que escandalosamento los asian volber y se nos metian dentro de mi cuadro hasta que para la retaguardia mia aparecio el cacique Payne y alentando a sus compañeros junto con Quiñigual y a la cabeza Bustos entraron en pelea"567.

La respuesta del gobernador restó importancia al comentario del militar. Para Rosas la

primera reacción de temor de los indígenas era lógica fundamentalmente porque el ataque se había

centrado en sus mismas tolderías y buscaba como botín a sus familias568, pero lo principal a tener en

cuenta era que “los pampas ha tambien muchos años que no se exercitan y toda esa mosetonada de

20 a 30 no tiene absolutamente motivos para conocer la pelea ni el modo de vencer”569.

Efectivamente, gran parte de estos indios hacía más de 10 años que estaban viviendo en la

campaña bonaerense bastante preservados de los enfrentamientos intertribales que se desarrollaban

en el área pan araucana. Este hecho avala la idea que planteamos al comienzo del trabajo sobre lo

poco conveniente que debía resultar a los indios pampas rebelarse contra el gobierno. Teniendo en

cuenta esta falta de práctica guerrera de los indios, la argumentación de Rosas proseguía con un

llamado de atención al hecho de que, a pesar de ello, los indios habían acompañado a las fuerzas

provinciales y habían combatido contra los enemigos; de ahí que lo importante era felicitar en su

nombre a "los caciques mayores, caciquillos y capitanejos todos… por el triunfo que hemos

obtenido en union con ellos sobre los enemigos". Estas expresiones debían ser acompañadas con la

realización de una fiesta para celebrar el triunfo y además de este festejo general, Rosas indicaba

que el mismo Ramos o Echeverría debían felicitar a cada uno de los caciques, caciquillos y

capitanejos con la expresa indicación de que debía hacerse "a cada uno aparte por separado

cuando U tenga oportunidad de poderlo hacer sin hacerse notar de otros indios”570.

566 Ver Ratto, S, “Una experiencia fronteriza…” 567 Ramos a Rosas, Tapalqué, 1 de octubre de 1836 (AGN,X,25.2.5) 568 Así se expresaba Rosas:“es natural en el primer efecto de una sorpresa pues que asi son todos los indios cuando al sorprenderlos se apodera el invasor de sus toldos y familias y como que no pueden tener orden ...” 569 La misma opinión tenía Echeverría al escribir a Rosas que los indios de Tapalqué estaban tan habituados al trabajo en las estancias que resultaba difícil convocarlos para conformar las milicias auxiliares (Echeverría a Rosas, 3 de marzo de 1836, AGN,X,25.3.2). 570 La recomendación de felicitar a cada indio por separado y en forma reservada era una práctica habitual que Rosas ponía en juego para cristalizar la idea sobre la existencia de vínculos personales que lo unían a los indios más importantes en quienes quería crear un relación de confianza y obediencia personal.

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La recomendación de felicitar a cada indio por separado y en forma reservada era una

práctica habitual que Rosas ponía en juego para cristalizar la idea sobre la existencia de vínculos

personales que lo unían a los indios más importantes en quienes quería crear un relación de

confianza y obediencia personal.

El análisis de esta coyuntura nos permite plantear algunas cuestiones en torno al estilo

de vida propio del espacio fronterizo. Un primer aspecto tiene que ver con la relativa autonomía que

cobran los poblados de frontera en la resolución de determinados asuntos derivada de la distancia

existente entre ellos y el centro de poder. Distancia que no tiene que ver solamente con lo

geográfico sino también con las prácticas y la dinámica interna que frecuentemente escapaba a las

previsiones del gobierno. La distancia espacial no fue el factor principal que hubiera aislado a los

poblados fronterizos y que contribuyera a un accionar autónomo de sus autoridades. De hecho, las

comunicaciones más urgentes que se cruzaron entre uno y otro punto durante los hechos relatados

demoraron, en la mayoría de los casos, solamente un día.

Lo más relevante en determinar una dinámica propia se vincula fundamentalmente al

conocimiento personal que tenían los pobladores de la zona sobre los diferentes actores que vivían

allí, particularmente los distintos grupos indígenas y las relaciones que existían entre todos ellos. La

sorpresa de Rosas ante los acontecimientos de Bahía Blanca muestra a las claras que, a pesar de su

minucioso conocimiento y su habilidad para tratar los “asuntos de indios”, no llegó a percibir el

malestar que se estaba produciendo en los grupos amigos que habitaban cerca del fuerte. Por eso,

para un conocimiento más “cercano” de que se estaba produciendo en la frontera era fundamental

contar con interlocutores válidos y fieles al gobernador que pudieran informar sobre ello.

Esta particular situación de la frontera nos lleva a otro punto que queremos señalar y

que se vincula al conflicto y/o superposición de funciones entre las autoridades civiles y militares.

Las zonas de frontera tienen una conformación particular derivada del origen mismo de los nuevos

poblados. Originalmente fundados en el asentamiento de un destacamento militar alrededor del cual

se ubicaban algunas familias, la autoridad que regulaba la vida en este espacio era el comandante

del fuerte quien, explícitamente cumplía las funciones civiles y militares. Lentamente y a medida

que se avanzaba en la ocupación del espacio, estos poblados obtendrían la separación de dichas

funciones a través de la creación de un juzgado de paz (en Azul en 1835; en Tapalqué en 1846 y en

Bahía Blanca en 1834). De todos modos esta reorganización administrativa, fundamentalmente al

mantenerse la presencia de un comandante militar, no garantizaría una convivencia armónica entre

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ambas autoridades571. Esta situación de superposición se haría más evidente en momentos de

conflictividad en los cuales la necesidad de organizar la defensa de la frontera llevaría a la autoridad

militar a intentar avasallar a la civil.

Esto nos lleva al último tema que queremos mencionar: la defensa de la frontera. Los

datos que logramos obtener sobre las fuerzas convocadas en esta coyuntura muestran muy

claramente que la misma estaría en manos de los mismos pobladores de la región. Este esquema no

es nuevo ni original del período sino que marca una continuidad en el territorio provincial que

puede rastrearse hacia los inicios del período independiente. Lo verdaderamente original del

período es que, dentro de estos se encontraban nutridos contingentes de indios amigos quienes

igualmente contribuyeron a la defensa del espacio fronterizo que ocupaban.

La utilización de milicias auxiliares indígenas debe entenderse dentro del marco y

formando parte de la política del gobierno del Negocio Pacífico de Indios. Por un lado, vimos que el

sistema tenía algunos costos que escapaban a los objetivos del gobierno como el robo de ganado y

aún más, a sus previsiones. Otro costo del negocio pacífico se vinculaba a la dificultad planteada

por algunas autoridades fronterizas con respecto a lo que denominaban la indisciplina militar de los

indios de pelea y, en algún caso, al evidente intento de evadir el servicio militar. Este aspecto no fue

considerado por el gobernador como un inconveniente o una falla del negocio pacífico. Para Rosas,

girando el centro del tema, era esperable que algunos indios sin la práctica guerrera adecuada para

actuar en enfrentamientos, no rindieran servicios eficientes. Esto hacía más destacable el hecho de

que algunas partidas hubieran peleado valerosamente al lado de las tropas provinciales. En esta

argumentación se ve con claridad que los indios amigos cumplían diversas tareas como por

ejemplo, el empleo rural, que los alejaba de las practicas guerreras de la frontera y que, en casos

especiales como el del cacique Cachul, no se espera su participación destacada en la batalla ya que

la importancia del jefe indígena se centraba en sus dotes diplomáticos.

El otro cuerpo que resultó esencial en la defensa de la frontera fue la milicia. Si bien la

movilización alcanzó a todos los partidos de la provincia, el peso sobre las poblaciónes del sur,

aquellas más directamente afectadas por los ataques fronterizos, fue impactante. Es por eso que

571 Los conflictos entre jurisdicciones civiles y militares es un tema recurrente que preocupaba a las autoridades desde antiguo. A modo de ejemplo citemos que en enero de 1817, el comandante general de fronteras, Francisco Pico, prevenía a las autoridades militares que guardasen “toda urbanidad y armonía con las autoridades civiles, sin proceder de modo alguno en lo judicial, siñiendose solo a los limites de su instituto”. Cuatro meses más tarde, el gobierno ordenaría a Pico que reiterara la recomendación a los comandante militares de abstenerse en intervenir en cuestiones civiles y judiciales que eran competencia de los “Alcaldes y demas jueces pedáneos” AGN,X,9.9.6.

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creemos que la política del gobierno parece haberse quedado a medio camino en un esquema que

tendía a realizar asentamientos defensivos en la misma línea de frontera donde los pobladores

actuaran a la vez como soldados. Si estas “colonias militares” no pudieron implementarse, con la

excepción del pueblo de Azul, el concepto de que los pobladores más afectados por la violencia

fronteriza debían asumir el costo de su defensa parece haber estado en los cálculos del gobierno

provincial572.

Para concluir, quedaría evaluar si este tipo de estrategia defensiva fue exitosa. Nos

inclinamos por una respuesta afirmativa. A pesar de las pérdidas sufridas por los propietarios de la

frontera debido a los ataques indígenas y de los comentarios de las autoridades militares sobre el

“éxodo” que estas incursiones habían producido en algunos pueblos, el crecimiento de población en

los siguientes años no indicaría un retroceso ni una detención en el poblamiento de la frontera sur.

Y, especialmente en el partido de Azul, la mayor parte de los hacendados afectados por las

invasiones siguieron trabajando en las unidades productivas del partido573. Con respecto a los indios

amigos, y como ya hemos señalado en la primera parte, la participación de esta fuerza auxiliar

volvió a ponerse a prueba muy poco después, durante la represión de la rebelión de los Libres del

sur, confirmando que los costos esperables del negocio pacífico no eran de importancia ante el

hecho de contar con una eficaz fuerza auxiliar.

2. Provisión de ganado y artículos de consumo en Bahía Blanca. ¿Los vecinos al servicio del Estado o un Estado al servicio de los vecinos?

El fuerte de Bahía Blanca fundado en el año 1828 poseía características distintivas que

hicieron de él un poblado atípico con respecto a otros destacamentos fronterizos. Una de estas

características era el peso que tenía la actividad comercial dentro de la economía del fuerte. La

importancia de este sector fue señalada en un trabajo reciente de Gelman y Santilli, basado en el

análisis del pago de la Contribución Directa para el año 1839. Los autores denominan a los partidos

de Patagones y Bahía Blanca como factorías en virtud de su estrecha vinculación con el comercio

interétnico. Del análisis del pago del impuesto a la propiedad, surgía un porcentaje mínimo

572 La amplia movilización miliciana que se produjo en esta coyuntura parece haber inaugurado una etapa de militarización de los vecinos que poco despues se hizo permanente. En un trabajo realizado sobre el presupuesto provincial para el año 1841, Juan Carlos Garavaglia indica que el estado preveía para ese año el pago de sueldo de manera regular y constante de más de 2400 milicianos; y de igual manera que nosotros concluye que esto “muestra la importancia que han adquirido a ojos de Rosas estos milicianos campesinos, uno de los sostenes fundamentales del régimen”. Juan Carlos Garavaglia, “Ejército y milicia: los campesinos bonaerenses y el peso de las exigencias militares, 1810-1860”. Mimeo, 2002. 573 Comunicación personal con María Sol Lanteri.

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correspondiente a la propiedad de ganado en tanto casi las tres cuartas partes del capital estaba

constituido por giro mercantil. Según los autores esta composición del capital de los vecinos de

Bahía Blanca ponía en evidencia el carácter de factoría comercial vinculada con el mundo

indígena574.

En efecto, la relación con los indígenas en este extremo sur de la provincia era vital para

la supervivencia o fracaso de los pobladores que se instalaran en la región. Desde los primeros

documentos producidos por los expedicionarios que se asentaron en la costa patagónica se

mencionaba como factor esencial para el éxito de los asentamientos, una buena relación con los

indígenas asentada, fundamentalmente, en relaciones comerciales. Vinculado a ello los documentos

también mencionaban que precisamente ese intercambio fue lo que posibilitó, en determinados

momentos de escasez, que los fuertes pudieran subsistir.

Este activo comercio interétnico que se verifica en el lejano sur, se complementaba con

la política de obsequios y agasajos hacia los indios aliados que se acercaban a los fuertes a

parlamentar. En efecto, el mantenimiento de relaciones diplomáticas con estos grupos descansaba

fundamentalmente en la entrega periódica de obsequios a los caciques que, con sus comitivas, se

acercaban a los fuertes de frontera por motivos diversos: parlamentos, pedidos concretos, etc. Estas

partidas eran alojadas en las casas y corrales de los comerciantes quienes debían hacerse cargo de la

manutención del grupo el tiempo que durara su estadía y de obsequiarlos a su partida. Los gastos

ocasionados en estas oportunidades eran cuidadosamente documentados por el comandante del

fuerte quien los elevaba a la Tesorería de la Provincia y entregaba al comerciante letras para su

cobro quien las gestionaba en Buenos Aires a través de representantes.

Las delegaciones diplomáticas de manera frecuente incluían dentro de sus contingentes

a partidas indígenas que se dirigían al fuerte para sus tratos mercantiles por lo que, la diplomacia y

el comercio se involucraban permanentemente. Esta confusión es muy evidente en las fuentes que

mencionan el hospedaje de partidas indígenas en los corralones de los comerciantes donde la

situación descripta puede estar significando tanto el alojamiento de caciques o chasques que

esperaban entrevistarse con el comandante del fuerte como de partidas de comercio que

permanecían varios días en el poblado mientras realizaban sus tratos mercantiles. En ambos casos,

el papel cumplido por el comerciante era el mismo, alojar a estas partidas mientras terminaran con

574 Gelman y Santilli, “Distribución de la riqueza…”.

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sus “negocios” y obtener el mayor beneficio tanto del comercio directo con los indios o a través de

su rol como proveedor del Estado de los bienes involucrados en el Negocio Pacífico.

El contexto: población y relaciones interétnicas.

La población del fuerte de Bahía Blanca tenía una composición que la diferenciaba

totalmente del resto de los asentamientos fronterizos. A diferencia de ellos, la población militar del

fuerte excedía notablemente a la población civil. Hacia 1836, fecha para la que contamos con una

estimación segura de la fuerza militar asignada, el fuerte era protegido por el Regimiento de

Blandengues de la Nueva Frontera575 que comprendía cuatro escuadrones con 2 compañías cada

uno. A esos efectivos se sumaba el Regimiento de Dragones de Nueva Frontera que contaba con

dos escuadrones de dos compañías cada una con cerca de 250 personas a las que se agregaba un

piquete de infantería con 72 soldados.

Precisamente en virtud de la lejania de Bahía Blanca se agregaba un artículo especial en el

decreto de creación del cuerpo de Blandengues que establecía que los soldados serían considerados

como pobladores del fuerte gozando como tales de las consideraciones y auxilio que el gobierno

tenía destinados a éstos. Para ello se exigía que el soldado fuera casado y que se comprometiera “a

avecindarse en el territorio de ella [la Guardia Argentina] aún después de concluido el tiempo de su

empeño”576. Pero la dedicación militar de estos soldados no parece haber sido de “tiempo

completo” ya que encontramos datos acerca de su empleo como peones en distintas tareas. En

efecto, la necesidad de mano de obra para tareas dentro del poblado, en las quintas cercanas al

mismo y, a partir de la decada de 1840, en las estancias que se estaban poblando por la región de

Sauce Chico, era cubierta con estos soldados que eran “cedidos” por el comandante para su

contratación por los vecinos. La unica restricción que tenía la misma era que, en caso de ser

requeridos para el servicio de la guarnición, debían regresar inmediatamente a sus puestos ya que

“está en las atribuciones del Gefe de la Guarnicion reunir la fuerza que manda sin excusa ni

pretestos de que esten conchabados en albañilerias, en carretas ni demas trabajos particulares que

ninguna obligacion han contraido para semejantes servicios y cuando la Patria los necesita tienen

que acudir irremisiblemente sin ninguna escusa”577.

575 Este cuerpo fue creado en agosto de 1832 con los efectivos que quedaron del regimiento 2 de caballería de linea que fue disuelto.Registro Oficial. 576 Registro Oficial. 577 AGN,X, 43.6.10.

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La primera estimación de población que contamos para este punto es el censo realizado en el

año 1836, 8 años luego de su fundación. El mismo arrojaba una población de 1461 pobladores de

los cuales solo 155 eran civiles (de los cuales 77 figuran como quinteros). La población censada

como militar incluía 337 efectivos entre la oficialidad y tropa del regimiento de Dragones y piquete

de artilleria en tanto las familias (mujeres y niños) de dichos soldados eran de 312 personas. La

compañía de Blandengues (Oficiales y tropa) era de 462 personas y sus familias 195, lo que hacía

un total de 1306 personas.

Si nos centramos en la población civil del area “urbana” en 1836 se censaron 10 unidades

con un total de 76 personas. La mayor parte de estas unidades estaban encabezadas por

comerciantes. Los proximos datos que tenemos señalan que en 1843 la población se mantenia

estable con 76 personas, 63 blancos, 11 pardos y morenos y 2 extranjeros y dos años despues una

pequeña disminucion hablaba de 67 habitantes, 56 blancos, 9 pardos y morenos y 2 extranjeros.

No sucedió lo mismo con la población militar. En 1843 el regimiento de Dragones había

disminuido a 194 entre oficiales y tropa aunque sus familias experimentaron cierto incremento

llegando a 386 entre mujeres y niños. El Regimiento de Blandengues sufrió una variación similar:

los efectivos bajaron a 158 en tanto las familias mantuvieron un valor de cerca de 180 personas.

Dos años despues volveria a disminuir la población militar. Esta baja de cerca de 300 efectivos se

debió a que, a partir de 1840, una División de Observaciones perteneciente al fuerte había sido

enviada a la zona de Chapaleufú donde permaneció algunos años. Esto explicaría que el número de

personas que componían las familias de los militares se mantuviera estable ya que no se había

producido un abandono definitivo del fuerte.

A partir de 1840 se comenzó a registrar, en las relaciones enviadas por el comandante del

fuerte, la población existente en el Fortin Colorado, establecido luego de la expedicion al sur

llevada adelante por Rosas. Para 1843 dicha guarnicion contaba con 18 efectivos, 19 familiares y

una signficativa, en comparacion con la anterior, población indigena: 25 indios de pelea y 89 entre

mujeres y niños. En 1845 la población militar se mantuvo estable y la única variación se registró en

la población indigena (ver Anexo, cuadro 1).

Aun cuando no contamos para los dos ultimos años con el registro de la población asentada

fuera de los límites del poblado, en la zona de quintas, la conflictividad indígena del período no

permitiría pensar en un crecimiento notable. De manera que la importante reducción militar

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derivada del alejamiento de la División de Observaciones no podría haberse cubierto con ella ni

tampoco con la población existente en el Fortín Colorado.

Bahía Blanca, al igual que el resto de los asentamientos fronterizos durante el periodo

rosista, albergaba en sus alrededores a grupos indigenas aliados y amigos del gobierno. Los indios

asentados en las cercanías de Bahía Blanca correspondían al cacique chileno Venancio Coñuepan

que había cruzado la cordillera a fines de la década de 1820 junto con tropas patriotas perseguiendo

a los realistas Pincheira y sus aliados boroganos. En 1828 concertó su alianza con el gobierno

bonaerense que le otorgó el grado de teniente coronel; más tarde integró la expedición fundadora de

Bahía Blanca instalandose a inmediaciones del mismo578. Hacia 1832 la agrupación contaba con

708 personas de las cuales 440 eran indios de pelea. Cuatro años más tarde se situaron a

inmediaciones del fuerte los caciques boroganos Meligur con 300 indios y Alon (más cerca de

sierra de la Ventana), con una cantidad similar de indios. De manera que, para la fecha del censo

provincial de 1836 que mencionamos, la estimación de la población indígena cercana a Bahía

Blanca era de aproximadamente unas 1500 personas. Como consecuencia de los ataques de los años

1836/1837 la población indígena debió haber disminuido sensiblemente pero no contamos con datos

sobre ella. A inicios del año 1840 un nuevo cambio afectaría las relaciones interétnicas del fuerte: el

asentamiento del cacique Calfucurá en la zona de Salinas Grandes y en calidad de indio aliado, fue

incorporado al negocio pacífico. Bahía Blanca se convirtió en el punto central de los contactos

interétnicos.

El universo de los comerciantes.

Analizaremos ahora quiénes eran los comerciantes de Bahía Blanca que, desde el

inicio mismo del asentamiento del fuerte se convertirían en proveedores del Estado para abastecer

de ganado y otros artículos a la guarnición militar y qué evolución experimentó el universo de los

comerciantes a lo largo del período rosista.

En 1830 el fuerte de Bahía Blanca contaba con solo cuatro pulperos. Dos años más tarde

la cantidad de negocios se había casi triplicado. Este aumento de las casas de comercio prosiguió en

los años siguientes llegando a existir en 1838, 15 negocios. A partir de entonces se produjo un leve

578 Sobre el ingreso del cacique Venancio Coñuepan a las pampas y su posterior asentamiento en la frontera bonaerense ver Villar y Jimenez, "Indios amigos. El tránsito progresivo desde la autonomía a la dependencia étnica en un sistema de contactos múltiples. El caso de Venancio Coihuepan en sus momentos iniciales (1827, frontera sur de Argentina)", en Pinto Rodriguez, J (comp) Araucanía y Pampas. Un mundo fronterizo en América del Sur. Temuco, Ed Universidad de la Frontera, 1996.

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descenso que, a mediados de la década de 1840, empezó a revertirse (ver cuadro 4). Teniendo en

cuenta estos datos vemos que, para el año 1836, según la estimación de la población total que

alcanzaba a unas 1400 personas existiría una relación de una pulpería por cada 100 personas,

relación bastante cercana a la planteada para otros ámbitos579. El número de pulperías cae

levemente a partir de entonces para volver a incrementarse a mediados de la década de 1840. Si

tenemos en cuenta que la población del fuerte había disminuido notablemente en ese lapso podemos

suponer que uno de los motivos del incremento de pulperías podía hallarse en el asentamiento del

cacique chileno Calfucurá en la región de Salinas Grandes. La aparición de este nutrido contingente

de indios con la consiguiente creación de un mercado adicional de bienes debió haber incidido

fuertemente tanto en un incremento de los intercambios en el fuerte de Bahía Blanca como de los

negocios derivados de la política indígena.

El elenco de los comerciantes que estuvieron al frente de estas casas experimentó un

cambio cualitativo durante el período. En tal sentido podemos señalar un núcleo original de

pulperos que se mantiene cerca de una década, algunos de los cuales llegaría a tener más de una

pulpería mediante la habilitación de dependientes. A inicios de la década de 1840 se produjo un

importante recambio entre el grupo desapareciendo algunos de los más representativos de la

primera etapa, por fallecimiento, persecución política y por abandono del pueblo. Surgen a partir de

entonces nuevos nombres, algunos vinculados al sector militar del fuerte y otros provenientes de

Patagones.

En lo que llamamos el “grupo original”, hallamos a varios comerciantes que tuvieron

una experiencia previa en el fuerte Independencia donde a fines de la década de 1820 tenían casas

de comercio. En efecto, Francisco Casal, José Maria Araujo, Gregorio Álvarez, Pablo Acosta, Pedro

Vela y José Maria Hidalgo habían tenido pulperías en Tandil y los cuatro primeros habían formado

parte de los primeros vecinos del nuevo fuerte. El incremento en el número de pulperías en la

década de 1830 se sustentó básicamente en la apertura de nuevas pulperías por el mismo grupo de

comerciantes y la incorporación de tres nuevos vecinos: Felipe Vela, León Cámara y el comerciante

francés Pedro Gascogne.

579 Mayo señala la existencia de 1 pulpería por cada 93 habitantes en la ciudad de Buenos Aires en la década de 1810. Mayo, Miranda y Cabrejas “Anatomía de la pulpería porteña”, en Mayo (dir) Pulperos y pulpería… Buenos Aires, Biblos, 1996. Virgili menciona que, hacia 1815, la proporción hablaría en Lobos de una pulpería cada 152 habitantes; en uno y otro extremo el autor señala en Pergamino una relación de 1 pulpería por 274 personas y en Magdalena 1 cada 94 habitantes. Virgili, D. “Las esquimas de la pampa. Pulperos y pulperías (1788-1863)”, en Mayo (ed), Vivir en la frontera. Biblos, 2002.p. 108.

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En los años siguientes desaparecieron varios de estos negociantes por diversas causas.

Pablo Acosta falleció en el año 1839 en un ataque de indios en la zona del arroyo de Los Huesos

donde tenía su estancia. El comerciante Gascogne fue encarcelado en 1839 por actitudes de rechazo

al régimen y aunque poco después fue puesto en libertad se ordenó “que abandone el punto

prohibiéndosele que en adelante se instale allí, Patagones o Fortín Colorado y Constitución o que

tenga casa de trato en dichos lugares”580. En 1841 el juez de paz informaba al gobierno que los

vecinos Pedro y Felipe Vela y Gregorio Álvarez habían abandonado el pueblo “habiendo

redondeado sus negocios” en dicho punto581.

De este grupo original de comerciantes se reclutaron la casi totalidad de los jueces de

paz que existieron en el fuerte en el periodo rosista: Francisco Casal (1834), Basilio Araujo (1835 y

1836) José María Araujo (1837), Pablo Acosta (1838 y 1839 año de su fallecimiento) y José María

Hidalgo (1840 a 1849 año de su fallecimiento).

En la década de 1840, como ya señalamos, se produjo un nuevo crecimiento en la

cantidad de casas de negocios en Bahía Blanca. Algunos de estos nuevos comerciantes eran vecinos

de Patagones que, posiblemente, consideraron más rentable trasladar su negocio a dicho fuerte.

Fueron los casos de José Antonio Lasaga (como dependiente del vecino de Patagones Juan Crespo),

Estanislao Araque y Zenón Ituarte582. Otros nuevos pulperos provenían directamente del grupo de

los militares. En este caso se encontraba Juana Iturra, esposa del lenguaraz de la guardia Francisco

Iturra; Felipa Araque, viuda del comandante Martinano Rodríguez vuelta a casar con el sargento

Manuel Leyba y Estanislao Palao, hermano del oficial Juan Francisco Palao.

La apertura de estas últimas pulperías se había logrado a través de negocios

fraudulentos que involucraron a oficiales de la guarnición. Juana Seguel de Iturra, era hija de un

gobernador de Chile que había sido capturada por los Pincheira y rescatada por el cacique Venancio

quien la entregó en Bahía Blanca583. Allí se casó con Francisco Iturra, militar que arribó a las

pampas formando parte del contingente de "aindiados" que acompañó al patriota Juan de Dios

580 AGN,X,20.10.4 Para tener una idea del ambiente de la época señalemos que el encarcelamiento de Gascogne se produjo por no acatar la orden de cerrar su casa de trato el día de la Virgen de Mercedes, fecha en la que se había organizado una procesión encabezada con el retrato de Rosas. Además de su negativa a cerrar la pulpería el negociante había amenazado a sus empleados con despedirlos si participaban del baile que se llevaría a cabo por la noche. 581 Ibidem 582 Hasta el momento no hemos podido hallar información sobre los negociantes Antonino, Plunket, Villanueva e Ibañez que figuran al frente de casas de negocios en el año 1851. 583 Ginobili, M.E., La cautiva o Rayhuemy. Relato historico inédito del Padre Lino Carbajal. Bahia Blanca, 1995.

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Montero en 1827. Iturra alcanzó el grado de alférez y se convirtió en lenguaraz del fuerte. Su

estrecha relación con indios de distintas parcialidades lo llegó a hacer sospechoso para las mismas

autoridades del fuerte que en ocasiones dudaron de su fidelidad. Lo cierto es que, gracias a esos

contactos personales, decidió instalar una pulpería a fines de la década de 1840 y logró establecer

cierto monopolio en la compra de cueros a los indios derivado de su rol de lenguaraz al punto que

según otro vecino del fuerte “Los demás negociantes muy raro cuero compran a los indios pues el

mayor Iturra se los negocia”584. Con respecto a Araque y Palao, una denuncia del oficial Pedro

Sánchez a la que nos referiremos más adelante, indicaba que el inicio de estos pulperos tuvo que ver

con la sustracción de los “vicios” enviados por el gobierno para racionar a la tropa.

En este período también desaparecieron por fallecimiento dos importantes

comerciantes: León Cámara y José María Hidalgo. Si agregamos el caso del comerciante Pablo

Acosta que según vimos había muerto en un enfrentamiento con los indios en 1839 veremos que el

rumbo tomado por las viudas fue totalmente distinto en los tres casos. Javiera de Piñero, viuda de

Acosta abandonó el pueblo poco después de la muerte de su marido y se instaló con sus hijos en

Buenos Aires. Sin embargo, mantuvo por varios años un contacto con Bahía Blanca. La casa de

comercio permaneció en manos del dependiente Anacleto Leri solo un par de años más pero hasta la

década de 1860 Javiera siguió percibiendo los alquileres de una casa de su propiedad sita en el

pueblo, calle del Gral. Rosas585.

Luisa Varela de Cámara no siguió con el negocio de su marido; no encontramos

registros de que su casa de negocios siguiera funcionando ni siquiera a cargo de un dependiente. Sin

embargo, eso no significó que Luisa abandonara el pueblo ya que la encontramos a inicios de la

década de 1850 como una de las vecinas que vendía ganado vacuno para el consumo de la

guarnición por lo cual suponemos que se produjo una derivación de la actividad comercial a la

pecuaria586. Esta inversión posterior en establecimientos rurales parece haber sido un recorrido

habitual entre los comerciantes587.

584 AGN, X, 17,7,2 585 AGN,Sucesiones, 3528. 586 AGN,Sucesiones, 5352 587 Las denuncias de tierra en la zona de Bahía Blanca se incrementaron notoriamente en la década de 1840. El procedimiento de otorgamiento de tierras era el siguiente: el vecino denunciaba ante el juez de paz el terreno que quería ocupar y provisoriamente éste otorgaba el permiso elevando luego el pedido al gobierno. En ocasiones hemos encontrado que los vecinos denunciaban tierras “donde se ha poblado provisionalmente”. (Denuncia de León Camara, en AGN,X, 26.7.3).

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Finalmente, sabemos que Catalina Díaz, viuda de Hidalgo, siguió con la casa de

comercio que había sido de su marido. El matrimonio entre Hidalgo y Díaz es la primera alianza

que hallamos entre comerciantes y militares. Catalina era hija del coronel Francisco Díaz y su

primer matrimonio la había unido al coronel Francisco Sosa que había fallecido en el año 1836588.

Seis años después de la muerte de Hidalgo, Catalina volvió a casarse con un nuevo vecino del

fuerte: Gerónimo Calvento. En el contrato matrimonial realizado en el año 1856 ambos cónyuges

declaraban tener casas de comercio en el pueblo y una chacra en sociedad en la costa del arroyo

Napostá. Catalina, además, poseía una quinta en las afueras del pueblo y Calvento 2 suertes de

chacra sobre el Napostá589.

Los negocios de los pulperos

Las actividades llevadas a cabo por los negociantes de Bahía Blanca no diferían en

general a lo descripto para las pulperías de campaña590. Una de ellas era la venta a crédito o el fiado

que en este caso derivaba en el endeudamiento de los soldados quienes, ante la demora en la llegada

de sus salarios, sacaban artículos del negocio “a cuenta” o empeñaban bienes personales para

acceder a otros. A la muerte del Coronel Juan Zelarrayan, la presentación de un reclamo por parte

del negociante Don Felipe Vela por deudas del militar nos permite ver en que consistían éstas. Las

cuentas presentadas por Vela incluían gastos por el retiro de artículos de los más diversos desde

vestimenta (botones, sombreros, paño, broches, pañuelos, camisas, chaquetas), vicios (vino carlón,

azúcar, harina, pan), aperos de montar, y artículos para la casa como sillas. Además de estos gastos

se especifica el retiro de dinero tanto para el mismo Zelarrayán, como para su sobrino y otros

soldados. La rendición presentada por Vela incluye, asimismo, algunos de los pagos realizados por

el militar para cancelar la deuda. Entre éstos se consignan pagos en dinero, en onzas de oro, la venta

de cueros de novillo y de un chaleco591.

Al igual que en otros fuertes de frontera, algunos comerciantes actuaron como

prestamistas del Estado para el pago de los sueldos correspondientes a la guarnición. Desde 1834

(fecha para la que contamos con el primer registro) hasta 1837 Don Felipe Vela se había convertido

588 AGN,Sucesiones, 6321 589 AGN,Sucesiones, 5414. 590 Ver Gelman, J. “Mundo rural y mercados: una estancia y las formas de circulación mercantil en la campaña rioplatense tardocolonial”, en Revista de Indias. 195-196. Madrid, 1992 y “Los caminos del mercado: campesinos, estancieros y pulperos en una región del Río de la Plata colonial”, en Latin American Research Review No.28:2. 1993 y Mayo, Carlos “La pulpería como empresa” y Duart y Hauvart, “Las practicas mercantiles de los pulperos”, en Mayo, Carlos (dir), Pulperos y pulperías de Buenos Aires (1740-1830). Buenos Aires, Biblos, 1996. 591 AGN,X,20.10.4.

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en el prestamista de la guarnición para el pago de los sueldos militares tanto en Bahía Blanca como

en el Fortín Colorado592; en 1837 hizo lo propio el negociante Pedro Álvarez. Al año siguiente el

gobierno firmó un contrato con Vela en el cual se reglaba la forma de compensación de estos

préstamos. En el mismo se estipulaba que la deuda que el estado contraía con el particular sería

liquidada, una parte mediante la entrega de letras para ser cobrada en la Tesorería y otra parte con la

entrega de los cueros de consumo de la guarnición a los que se había asignado un valor de 8 pesos

por unidad. La cantidad de cueros obtenidos por Vela a través de esta vía oscilaba alrededor de 200

por mes593.

Este circuito parece haberse agotado en 1839. A partir de entonces el gobierno comenzó

a enviar el dinero correspondiente a los sueldos a través de chasques. Esta estrategia, que podría

haber tenido como objetivo el intento de cortar la autonomía relativa del poblado y mostrar un

mayor control estatal sobre esta área, representó por otro lado una notable demora en el pago de los

salarios. Por ejemplo, en agosto de 1842 se recibieron los sueldos de febrero a julio de dicho año y

en diciembre de 1841 los correspondientes a junio-diciembre594.

A los fuertes de frontera arribaban los cautivos rescatados en el curso de las

negociaciones interétnicas con algunos grupos indígenas que derivaba en la conformación de un

comercio bastante lucrativo para los pulperos, quienes bajo el manto de una actitud altruista

obtenían ganancias en “vestir” a estos personajes. El “Diario de observaciones de Bahía Blanca”

realizado entre agosto y diciembre de 1830 permite conocer con cierto detalle este mecanismo595.

En septiembre de 1830 fueron entregadas al fuerte 10 cautivas mujeres y 4 niños. El comerciante

Francisco Casal promovió la formación de un fondo para vestir a las cautivas que se integró con el

aporte de los negociantes del fuerte. Casal ofreció 25 pesos para cada cautiva extendiendo esta

donación a las cautivas que se rescataran en adelante596. El resto de los pulperos se sumó a la

iniciativa aportando cantidades similares. En total, Casal había contribuido con 250 pesos que

fueron entregados en mano, al sargento mayor del fuerte. Pero esa cantidad tan generosamente

entregada, volvió a los bolsillos del comerciante para adquirir en su pulpería 46 varas de sarasa a

cinco pesos la vara; 6 pañuelos de reboso a 18 pesos y un par de zapatos por 7 pesos. Estas compras

592 AGN,3,10.1.4 593 AGN,III, Listas de revistas. 594 Ibidem. 595 En Villar, D (ed) Relaciones interétnicas…. 596 En efecto, a fin de dicho mes se entregaron otras 6 cautivas y los negociantes entregaron las sumas pactadas anteriormente.

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totalizaron la cantidad de 345 pesos, con lo cual se produjo un exceso de 95 pesos con respecto al

aporte del comerciante. La diferencia fue cubierta en efectivo por la caja de la guarnición597.

Si las actividades relatadas hasta ahora resultan comunes a otros puntos de ciudad y

campaña, la especificidad de Bahía Blanca pasaba a nuestro entender por dos circunstancias: la

importancia de la relación interétnica que derivó en la creación de un mercado de gran amplitud y la

lejanía con respecto al centro político que permitió un mayor desarrollo de prácticas fraudulentas al

Estado que involucraron a militares y comerciantes tanto de Bahía Blanca como del Fortín Colorado

y Patagones. Para desarrollar esta idea contamos con un documento de excepcional riqueza, que es

la denuncia presentada al gobierno provincial en noviembre de 1846 por el sargento Pedro Sánchez,

escribiente de la comandancia desde el año 1833598. En la misma se describen con gran detalle las

irregularidades que se estaban produciendo en el fuerte a partir de la gestión del comandante José

Luis Palavecino. Las denuncias de Sánchez involucraban distintos aspectos de la vida en el fuerte y

principalmente los negociados que realizaban Palavecino, su segundo el teniente Juan Francisco

Palao, otros oficiales cercanos a él y los comerciantes, con los bienes remitidos por parte del

gobierno, tanto el ganado para el consumo del fuerte, las raciones de la tropa como los cueros

provenientes del ganado consumido. En el relato de Sánchez se puede ver asimismo la actitud dual

del juez de paz en ese período, el comerciante José María Hidalgo. Si bien en ocasiones Hidalgo

denunciaría algunas practicas irregulares, en general participó como otros comerciantes de los

“negocios” propuestos por el comandante.

A pesar de esta extensa presentación que relataba con minuciosidad estas prácticas

fraudulentas - que hemos podido confirmar con otras fuentes- el gobierno no tomó ninguna medida

para eliminarlas. De hecho, el comandante y los otros oficiales y soldados involucrados se

mantuvieron en sus cargos en la guarnición599. Creemos que el motivo de esta aparente indiferencia

del gobierno radicaba en la necesidad de hacer “la vista gorda” en ciertos espacios donde el control

estatal era difícil de imponer.

En la denuncia de Sánchez se mencionan las acciones ilegales organizadas en torno al

abasto de ganado y vicios para el consumo de la guarnición, la apropiación y venta de los cueros de

597 Villar, Daniel (ed) Relaciones interétnicas… , p. 215-217. 598 En AGN,X,17.7.3 599 Desde el año 1840 el comandante del fuerte Martiniano Rodriguez había sido destinado a Chapaleufu donde se hallaba a cargo de la división establecida en la zona. En marzo de 1841 Rodriguez falleció siendo reemplazado por Jose Luis Palavecino hasta su muerte en 1849. Manuel Leyba, otro de los involucrados en estos negocios se hizo cargo de la comandancia un año mas tarde.

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consumo y de los regalos correspondientes al negocio pacífico. Veremos a continuación cada una

de estas actividades

- abasto de ganado y vicios para el consumo de la guarnición

Ya hemos señalado que desde el asentamiento del fuerte el abasto de ganado para el

consumo del poblado tuvo diversas vías. Una de ellas era el envío desde el fuerte Independencia,

circuito bastante intermitente que dependía de que el tránsito hasta Bahía Blanca estuviera “libre de

indios hostiles” y de que dispusiera de chasques que aceptaran llevar los rodeos de ganado por

grandes extensiones expuestas a ataques indígenas.

Otra vía de abasto de ganado era la compra a los indios. Al año de haberse asentado el

fuerte, en septiembre de 1829, el comandante informaba que el establecimiento se había salvado del

abandono por la compra de ganado que los comerciantes habían hecho a los indios. El mecanismo

era el siguiente: los comerciantes compraban el ganado a los indígenas y luego lo vendían al

comandante para el abasto de la guarnición. Sin especificar el período que cubrieron estas compras

se menciona la adquisición de 1300 cabezas que fueron pagadas a 25 pesos cada una con órdenes de

pago contra la Tesorería que fueron gestionadas en Buenos Aires por Pedro Vela. Los comerciantes

que participaron en este intercambio fueron José María Araujo vendiendo 186 cabezas de ganado

por un valor de 4.650 pesos, Pablo Acosta aportó 692 cabezas por 10.300 pesos y Gregorio

Álvarez, 420 cabezas que totalizaron 10.550 pesos600. En 1830 se reprodujo este esquema de

compra de ganado a los indios. Entre el 3 y el 31 de agosto de ese año se introdujeron 205 cabezas

de ganado y entre el 2 y el 30 de septiembre unas 400 cabezas601.

Como hemos visto, desde 1833 se intentó regularizar el abasto de ganado para los

fuertes de frontera mediante contratos de provisión con hacendados de la provincia. Estos envíos

que, de todos modos, se hallaban supeditados a la posibilidad de transitar sin peligro la campaña del

sur, permitieron, con el tiempo, el establecimiento de una Estancia del Estado ubicada a

inmediaciones del arroyo Sauce Grande donde se iba reuniendo y pastaba el ganado vacuno que se

recibía. Existía asimismo un puesto similar donde se cuidaba la caballada patria. Estos puestos se

hallaban bajo el cuidado de soldados de la guarnición que fueron cambiado durante la gestión de

Palavecino. La Estancia del Estado pasó a estar a cargo del capitán Manuel San Román quien

contaba con la total confianza del comandante. Según la denuncia de Sánchez este capitán se

600 AGN,III,10.3.4 601 En “Diario de observaciones de Bahia Blanca”, en Villar (ed), Relaciones interétnicas…

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apropiaba de algunas cabezas del ganado para sus negocios particulares vendiéndolo tanto en Bahía

Blanca como en Patagones “sin más guía ni pasaporte que la que le firma el comandante”602.

Esta sustracción de animales llevó a una rápida disminución del rodeo debiendo

recurrirse nuevamente a la compra de ganado a los vecinos para poder llevar a cabo el abasto de la

guarnición hasta que se recibieran nuevamente las remesas enviadas por el gobierno. Estas

operaciones implicaban asimismo acciones adversas a los intereses del estado ya que los

vendedores entregaban al comandante vacas sumamente flacas y a cambio se quedaban con las

reses “de cuenta” que enviaba todos los meses el gobierno para el consumo de la guarnición. La

operación era la siguiente: si habitualmente bastaban unas 12 reses diarias para abastecer a la tropa,

los animales entregados por los vecinos eran tan flacos que era necesario carnear 18 para alimentar

al personal de la guarnición. Sin embargo, al llegar el ganado enviado desde Independencia, el

proveedor retiraba el número de cabezas que había vendido pero de un ganado de mucha mejor

calidad que el que habían entregado. En estas operaciones, según Sánchez, habrían participado el

soldado Santiago Maldonado que tenía un puesto de hacienda en terrenos del Estado, el

comerciante-juez de paz José María Hidalgo y el negociante León Cámara.

Sobre este ultimo personaje, Sánchez denunciaba otro negociado en donde estuvieron

involucrados, además, el teniente coronel Manuel Leyba y el comerciante de Patagones, Santiago

Daso. En julio de 1845 se había informado al gobierno sobre una operación de venta de carne de

276 reses que había realizado el comerciante Cámara y por la que se le había entregado un número

similar de cueros. De la misma manera que en el circuito anterior, la carne entregada correspondía a

animales chicos en tanto los cueros del Estado que fueron especialmente seleccionados entre Leyba

y Daso (a quien posteriormente Cámara vendió dichos cueros) pertenecían a animales de cuenta. Y

para dar una idea de la ganancia obtenida por el comerciante, Sánchez señalaba que el ganado que

Cámara había entregado a la comandancia para consumo procedía de una remesa que no había

podido vender de manera particular en el poblado “ya que estaban tan flacos que le ofrecían solo 20

pesos”. Si agregamos que al final de la operación, Cámara se hizo con 276 cueros que vendió a

Santiago Daso en 40 pesos cada uno, vemos que sin ningún esfuerzo el comerciante había

conseguido duplicar el valor original de su ganado.

Con el reparto de los “vicios” a los soldados sucedía algo similar. La guarnición recibía

desde Buenos Aires los artículos de consumo que eran entregados semanalmente al personal que

602 AGN,X,17.7.3

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gozaba de este auxilio. Desde la gestión de Palavecino la entrega de estas raciones se comenzó a

hacer quincenalmente a la vez que se redujeron las cantidades de tabaco y yerba que recibía cada

individuo. Los artículos que se sustraían por esta vía eran vendidos por el comandante y su segundo

Palao, a los comerciantes de Patagones o eran entregados a los propios pulperos de Bahía Blanca.

Según Sánchez, la misma apertura de la pulpería de Eustaquio Palao, hermano de un oficial de

confianza de Palavecino, había estado originada en estos negocios. En efecto, el denunciante decía

que la yerba y tabaco enviados desde el gobierno para todo un año alcanzó solamente para 6 meses

ya que con esos artículos abrió una pulpería el hermano del teniente Juan Francisco Palao.

Eustaquio, que hasta el momento se había desempeñado como albañil puso una casa de comercio en

el año 1842 donde, a raíz de los negociados de su hermano y del comandante Palavecino, “tenía

yerba y tabaco en exceso y en mayor cantidad que las otras casas vendiéndose la yerba a dos pesos

menos del precio corriente de 6 la libra. La situación era tan “publica y notoria” que los soldados al

dirigirse a casa de Palao decían… vamos a la pulpería de la Patria que hay buena yerba y tabaco

de la que nos manda nuestro gobierno de ración y no la venden tan cara”.

En este circuito de sustracción estaban involucrados los mismos personajes ya

mencionados en otras operaciones. De la ultima remesa de vicios que había enviado el Estado,

Palavecino vendió parte al comerciante León Cámara a un ínfimo precio quien a su vez y en

sociedad con el teniente coronel Leyba lo cambió al comerciante de Patagones, Ignacio León, a

cambio de unos veinte tercios de yerba “de desecho que [León] no había podido vender ni en

Patagones ni en Bahía Blanca”.

En noviembre de 1845, el comandante había informado al gobierno que, ante la escasez

de artículos para racionar a la tropa, había debido adquirir del negociante Daso 12 tercios de yerba y

14 rollos de tabaco así como una bolsa de arroz y 8 libras de fariña para el hospital. Según Sánchez,

de los vicios adquiridos se destinó solamente la mitad para el racionamiento de los soldados y el

resto se lo quedaron Palavecino y el oficial Juan Francisco Díaz quienes, a su vez, lo cambiaron a

las mujeres de la tropa y a las chinas por toda clase de aves. Tampoco el arroz y la fariña habrían

tenido el destino señalado ya que fueron utilizados por los mismos oficiales “para consumo de sus

familias y solo dejaron un poco de fariña para los empleados de la cancha de adobes del Estado”.

-el negocio de los cueros

El comercio de cueros daba lugar asimismo a un circuito clandestino mediante el cual

los cueros del ganado de consumo que debían ser enviados a la Capital o entregados a los

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prestamistas y/o proveedores del fuerte, eran desviados para negocios particulares. Mediante el

argumento de que existía una cantidad de cueros inservibles, se disminuía el número de los que

podían ser enviados a Buenos Aires; en realidad ese “desecho” no era tal y se entregaba a los

comerciantes del fuerte. Según Sánchez la desviación era tan numerosa que había llevado a la

existencia de una barraca paralela a la del Estado donde se guardaba el cuero así obtenido. Los

comerciantes que habrían participado en mayor medida en este negocio eran Eustaquio Palao y

Felipa Araque, esposa del coronel Manuel Leyba y propietaria asimismo de una pulpería. Este

negocio era tan “escandaloso” que el juez de paz lo había denunciado y al poco tiempo cesó de

existir esa barraca paralela. Sin embargo, a pesar de su denuncia, el juez de paz había participado de

este circuito clandestino.

En una minuciosa reconstrucción hecha por el denunciante, se señalaba que entre 1842

y 1846 se apartaron entre 50 y 60 cueros mensuales que debían ser enviados a Buenos Aires y de

esa manera se llegaron a totalizar unos 3.090 cueros sustraídos al Estado. Estos cueros fueron

entregados por Palavecino a los comerciantes del fuerte bajo la máscara de préstamos que nunca se

devolvían, o vendiéndoselos directamente a cambio de ganado vacuno. Así, se mencionaba que en

septiembre de 1846 había arribado la goleta norteamericana Chief con efectos de negocios pero

como los comerciantes no tenían dinero para adquirir artículos y no querían desaprovechar dicha

mercancía, le solicitaron al comandante los cueros del estado. Por esta vía se entregaron del 19 al 22

de septiembre las siguientes cantidades:

-Al comerciante y juez de paz Hidalgo 150 cueros por igual numero de reses sumamente flacas.

-A León Cámara 150 cueros por igual numero de terneras sumamente flacas.

-A Mauricio Díaz 118 cueros “con la mascara de cambio por igual numero de reses que no ha

tenido efecto por cuanto ningún ganado tiene de su propiedad”. Este negocio habría involucrado

también al oficial Manuel San Román y al propio comandante ya que mediante la entrega de estos

cueros habían liquidado deudas que ambos tenían con el comerciante.

-A Juana Iturra 200 cueros “con la mascara de cambio por igual numero de vacunos que no llego

aun a entregar”. En este caso no se esperaba que el ganado fuera entregado ya que Palavecino había

emitido un certificado haciendo pasar esos cueros del Estado como si hubieran sido comprados a los

indios.

-A Felipa Araque 200 cueros por los que obtuvo un certificado similar al entregado a Iturra de

“cueros comprados a los indios” 603.

603 En la documentación elevada por el comandante del fuerte al gobierno figuran compras de ganado a distintos vecinos del punto que corroborarían esta denuncia. En efecto, se señala que en el año de 1846 se compró ganado

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Los negocios denunciados por Sánchez se extendían al Fortín Colorado, creado luego de

la expedición al sur de Rosas (1833-1834) y dependiente de Bahía Blanca. Manuel Leyba había sido

comandante interino de dicho punto y durante su gestión se había apropiado de parte del ganado

yeguarizo que el gobierno enviaba como parte de las raciones que debían ser entregadas al cacique

Ilan. Con ese ganado Leyba hizo negocios en Patagones y formó su propio rodeo que según

estimaciones de Sánchez alcanzaba a unas 500 o 600 reses vacunas. En otro momento estuvo como

comandante interino del fortín el teniente del tercer escuadrón de blandengues don Miguel Ramírez

quien por órdenes escritas recibidas de Palavecino, entregó a distintos negociantes, los cueros

vacunos del consumo de la guarnición y de propiedad del estado604:

Además de estos grandes negociados donde participaban el comandante, oficiales y

comerciantes, existían pequeños robos realizados por individuos de tropa cuando, por ejemplo, se

hallaban de centinelas de noche y aprovechaban para sustraer algunos cueros que luego vendían a

los comerciantes. Ese fue el caso del soldado Evaristo Mansilla a quien se lo encontró una noche

robando cueros mientras debía cumplir con su ronda de prevención. Ante el hecho y por tratarse de

un soldado, fue el comandante quien procedió a levantar el correspondiente sumario; luego de

muchas indagatorias, Mansilla confesó que no era la primera vez que robaba y que estas incursiones

las realizaba a pedido de la pulpera Felipa Araque, esposa de Leyba, a quien luego vendía los

cueros. La aparición de esta vecina como instigadora de los robos decidió al comandante a derivar

las actuaciones al juez de paz; sin embargo, Hidalgo, ni corto ni perezoso las devolvió rápidamente

alegando que al ser Araque esposa de un oficial “el castigo tocaba al jefe principal del punto”. En

palabras de Sánchez, el comandante Palavecino “dejó el delito impune (como lo acostumbra) por

temor que siempre ha tenido y tiene al mayor Leyba”. Lo cierto es que, por temor o mediante el

alegato de una no muy clara falta de jurisdicción, la práctica no fue penalizada.

-El contacto interétnico y el negocio pacífico.

Ya hemos señalado en paginas anteriores la importancia que tenía para los fuertes de

frontera y con mayor medida para los asentamientos del extremo sur de la provincia un contacto

vacuno, entregandose cueros a cambio a los siguientes vecinos: a Hidalgo 150 cueros por igual cantidad de cabezas, a Camara idem, a Iturra 200 cueros, a Diaz 118 y al soldado Santiago Maldonado 50 cueros. Si bien el gobierno aprobó la medida, le indicó al comandante que debió aclarar por qué fue necesario contratar ganado. 604 Sin llegar a las dimensiones que alcanzo este “negocio” en Bahía Blanca, entre 1843 y 1844 las cantidades de cueros entregados en el fortin fueron de 226 cueros a Juana Iturra; 26 cueros a la esposa de Leyba; 100 al oficial de Bahía Blanca Manuel Collao, otros 100 al mismo comandante que a su vez vendió 70 de estos al comerciante de Patagones Jose Maria Martinez y finalmente 36 cueros a León Cámara.

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pacífico con los indígenas que en los hechos se sustentaba en un activo comercio y en el despliegue

de una relación diplomática basaba en la entrega de obsequios. Precisamente esta relevancia del

contacto interétnico amerita que nos detengamos brevemente en una caracterización de esta relación

para luego retomar el eje principal del apartado centrado en el rol de los comerciantes como

proveedores del Estado, en este caso, en el ámbito del negocio pacífico.

El contacto comercial directo como el contacto diplomático adoptaban formas muy

similares de relación: alojamiento de los indios en los corralones que tenían los comerciantes para

tal fin, manutención de éstos el tiempo de su estadía. En los dos casos también significaba un

negocio para el comerciante con la diferencia de que en el primer caso (el intercambio directo) eran

los indígenas los que contrataban con los comerciantes entregando sus artículos de comercio a

cambio de su hospedaje y de los bienes adquiridos; en el segundo caso, los gastos realizados por el

comerciante en la manutención y obsequio de las partidas eran elevados al comandante que a su vez

los giraba a la Tesorería de la provincia donde se ordenaba el pago correspondiente.

Para llegar a una estimación de la envergadura de este negocio nos encontramos con la

dificultad de que para la primera vía, el intercambio directo, no disponemos de fuentes que nos

permitan acercarnos al valor de los bienes intercambiados. Para el segundo caso, los que

llamaremos “gastos diplomáticos”, disponemos de las rendiciones elevadas por el comandante del

fuerte al gobierno provincial que, aunque no son homogéneas para todo el período, permiten

conocer en parte este negocio de los pulperos.

Una fuente de indudable valor para avanzar en este sentido es el Diario que se llevó en

el fuerte durante agosto y diciembre de 1830 momento en que Bahía Blanca se encontró en una

situación de extrema inseguridad a raíz de la llegada de grupos indígenas y españoles provenientes

del otro lado de la cordillera y del que nos hemos referido en varias oportunidades605. En ese

periodo se cortaron las comunicaciones con Buenos Aires y el temor a un posible ataque llevó a

extremar las relaciones pacíficas. El documento refiere la presencia periódica de partidas de

comercio que permanecían varios días alojadas en las casas de los comerciantes (con quienes en

ocasiones tenían relaciones personales606) mientras realizaban sus tratos. Durante el periodo que

cubre la fuente casi todos los días ingresaban partidas indígenas tanto para parlamentar como

605 Diario de Bahía Blanca, reproducido en D. Villar (ed), Relaciones interétnicas … 606 Estas no se limitaban a los comerciantes; también tenían contactos personales con algunos integrantes del cuerpo militar. El sargento Dionisio Guerra guardaba una estrecha amistad con el lenguaraz del cacique Reynaguel quien cada vez que llegada al fuerte iba a visitar al militar para tomar unos mates, “trayendole… de regalo a Guerra vaca, cavallo, ternera o grasa en prueba de la amistad que profesan”. Diario… p. 135

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directamente para comerciar por lo que la presencia indígena formaba parte de la vida del

poblado607. En ocasiones llegaron a entrar al pueblo tres partidas en un día lo que implicó la

imposibilidad de que se cumpliera con la orden de que las partidas fueran introducidas con una

escolta militar608.

El intercambio lo realizaban con los negociantes o con el comandante a quien vendían

fundamentalmente ganado para el consumo. Al no existir precios establecidos para los productos, el

cambio dependía de las equivalencias que realizaran los comerciantes. A modo de ejemplo, durante

este periodo fue frecuente la compra de ganado vacuno por parte del comandante del fuerte para el

consumo de la guarnición. No disponiendo de dinero para pagar el ganado, Rodríguez emitía

órdenes a los comerciantes del fuerte para que entregaran bienes equivalentes al valor asignado de

20 pesos por cada vacuno vendido por los indios. La vaguedad de la orden de compra, dejaba a los

comerciantes un amplio margen de maniobra para establecer los términos del intercambio.

No queremos plantear con esto la imagen de un indígena pasivo, victima de los abusos

de los comerciantes. Por el contrario, en el diario de Bahía Blanca, hay varias referencias que hacen

a los reclamos de los indios por el obsequio de bienes o por tratos poco amistosos de los pulperos.

En una oportunidad, estas denuncias se centraron en “no haver sido obsequiados [por el pulpero] en

su ospedaje”. El reclamo dio origen a la emisión de una orden de la comandancia en la que se

expresaba que “habiendo llegado a entender (con el mayor disgusto) no se observan

completamente las armoniosas y amigables reglas de pacificación que tengo ordenado… me será

responsable qualquier individuo de este Establecimiento de mi mando (de cualquier clace que

fuese) que contraviniese o que bolviese ha contravenir por el iniciado concepto”609.

Esta orden de Rodríguez fue exhibida en la puerta de ingreso de la fortaleza y en los

distintos corrales en que se alojaban los indios. Poco después, ante una nueva queja de algunos

caciques chilenos, se apercibió directamente al comerciante José Quintana ordenándosele que

607 En ocasiones llevaban a contarse más de 40 indios y chinas en las distintas pulperías del fuerte. 608 El comandante se quejaba de que “triplicandose las ordas de Indios apresentarseme en esta Fortaleza [se llegó al punto de que no eran] … condusidas a mi presensia por individuos alguno de los exploradores como esta mandado repetidas vezes”. No puede dejar de notarse que, en este momento de tension, se intentaban disimular algunas desconfianzas creadas por la aparición de caciques no conocidos y aún de jefes indígenas sobre los cuales existia la sospecha sobre su verdadera intención al acercarse al fuerte. No obstante, en todos los casos, se “disimulo” la desconfianza y se los obsequió según la politica de pacificación que debía seguirse. Diario… p. 148 609 Ibidem … p. 179

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alojara y obsequiara al cacique Felipe y la comitiva que lo acompañaba “en términos graciables y

pacíficos con todo lo necesario… cuatro o cinco dias que ellos dicen deben estar en este destino”610.

Los indígenas no ignoraban la importancia que tenía para los pobladores del fuerte el

mantenimiento de esta relación diplomática. Así, el hermano del cacique Tetruel se había

presentado en una oportunidad ante el comandante “manifestando un gran enojo por que a el no se

le davan barriles de Aguardiente” y apelaba a la amistad que lo unía con el comandante

“sentandolos a la mesa alguna otra vez los Gefes y oficiales y dándoles hasta la ración del sustento

diario de algún otro individuo de la Guarnición”611.

La necesidad de extremar los cuidados llevaba a tratar de acceder a los pedidos de

obsequios de los indios recurriendo a las más diversas estrategias. A fines del mes de noviembre,

luego de tres meses de aislamiento y de no recibir aprovisionamiento desde Buenos Aires, las

pulperías del fuerte estaban bastante desprovistas. Ello poco importaba a los caciques que, a su

llegada al fuerte seguían pidiendo y reclamando los obsequios de rigor. Precisamente en estas

circunstancias, el cacique Felipe, integrante del grupo Pincheira-borogano, solicitó la entrega de

algunas “alhajas” y una chaqueta colorada porque se debía llevar a cabo un matrimonio en señal de

alianza con otro cacique. Por más que se le expresó la dificultad y los esfuerzos que se hacían para

poder obsequiarlos y que esta situación se resolvería cuando arribara el barco que debía traer

refuerzos desde Buenos Aires, el cacique insistió en su pedido. Rodríguez no encontró más salida

que intentar complacer a Felipe “principiando abuscar las halajas que pedia [el día 4 de

noviembre] y son las nueve de la noche del dia 5 y aun no se le han podido completar como

deseamos”. Con respecto a la chaqueta “como haci lo exsijiese la politica pacifica… se accedio con

agraciable generosidad aque el Sastre en el momento diese principio ala obra buscando los

materiales un poco de cada parte hasta llegar al completo”612.

La importancia del negocio pacífico, sin embargo, no se limitaba a estos momentos

críticos en la vida del fuerte. En mayo de 1841 el entonces comandante accidental del fuerte, José

Luis Palavecino había elevado una queja al gobernador sobre la falta de colaboración de algunos

pulperos que se habían negado a prestar bebidas a la comandancia para obsequio de unos indios que

habían llegado de chasques. La presentación de Palavecino derivó en una orden de Rosas al juez de

610 Ibidem, p. 261 611 Ibidem, p. 143-144. 612 Ibidem, p. 250-251.

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paz para que realizara una filiación de los comerciantes que se habían negado a colaborar y la

inmediata remisión de las actuaciones.

El juez de paz Hidalgo envió poco después una información sumaria en donde se

aclaraban las cosas. Según la declaración de Palavecino se habían requerido 16 frascos de

aguardiente para agasajar a los chasques que habían ido a retirar las yeguas de ración para el

cacique Ilan. De los comerciantes requeridos solo José Antonio Lasaga entregó la bebida ya que

parte de las casas estaban cerradas; otras tenían escasa cantidad del artículo y Pedro Alvarez “se

negó”. Álvarez debió adivinar que su negativa no sería bien vista por el gobierno porque la misma

noche en que había sido requerido para que entregara el aguardiente, el comerciante se dirigió a la

casa del comandante e intentó por todos los medios justificar su posición. En su descargo alegó que

no contaba con los frascos solicitados de bebida pero que ofrecía a Palavecino otros artículos de los

que disponía en cantidad. Y para finalizar agregaba que “había tomado algunos efectos del

negociante Don Gregorio Álvarez para que los vendiese por hallarse su casa cerrada y no estar en el

destino y que dentro de esos artículos había bebida que le ofrecía”.

Hidalgo elevó las actuaciones que sostenían el descargo realizado por Álvarez pero

fueron devueltas por el gobernador que reiteró la demanda de que se realizara una clasificación del

comerciante en cuestión613. Hidalgo volvió a enviar el expediente incluyendo la filiación solicitada

donde se especificaba que Álvarez era vecino, soltero, de 25 años y natural de la Banda Oriental y

enrolado en la milicia pasiva. El final de este incidente fue una nota de Rosas ordenando al juez de

paz que expresara a Álvarez “el desagrado con que vio su negativa a prestar auxilios para obsequiar

a los indios amigos cuyo procedimiento es bien extraño en un individuo que se reputa federal y

patriota y muy reprensible, por consiguiente, pues tal proceder solo había sido propio de un salvaje

unitario sin patriotismo ni honor”614

Pero a pesar de este caso puntual de negativa de un comerciante en entregar bienes para

obsequios a los indios, la existencia de este circuito diplomático creaba para los comerciantes tanto

un mercado "extra" de importancia como una vía más para realizar negocios ilícitos.

613 A partir del segundo gobierno de Rosas, las “clasificaciones” se convirtieron en un documento fundamental como medio de control de la población que, a través de ellas era catalogado como federal o unitario. En este cruce de correspondencia entre Hidalgo y Rosas, el ultimo aclara qué datos debían ser incluidos en este documento: “relación de edad, patria, estado, domicilio, color, cuerpo a que pertenece sea de linea o milicia activa o pasiva, si es federal de notoriedad con servicios positivos y notorios o sospechoso de tal, si ha usado y usa constantemente la divisa federal y el cintillo y demas circunstancias que puedan servir a ilustrar el juicio del Sr. Governador”. AGN,X,20.10.4 614 Ibidem

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El negocio pacífico incluía la entrega de ganado y distinto tipo de artículos (de

consumo, vestimenta, etc). En términos generales, el ganado era enviado por el gobierno y los

artículos tomados de los comerciantes de los fuertes. En la denuncia realizada por Pedro Sánchez

que comentamos más arriba se muestra el circuito clandestino que se realizaba con el ganado

yeguarizo que se enviaba para los caciques amigos. De las 500 yeguas mensuales se le entregaba

menos de 300 y el resto era vendido a Patagones. Los involucrados en ese negociado fueron Iturra y

San Román, encargados por el comandante de la entrega de yeguas a los indios615.

La entrega de los artículos de consumo también permitía la realización de ciertas

irregularidades basadas en la falsedad de las relaciones de los bienes entregados a los indígenas y en

la adulteración de algunos productos. El aguardiente, por ejemplo, era frecuentemente rebajado con

agua con el argumento de que a los indios no les gustaba el aguardiente tan fuerte “porque los

quema interiormente”; esto permitía entregar dos frascos de aguardiente con el contenido de uno

solo y elevar la rendición por la primera cantidad. De igual manera, ante la ausencia de algún

artículo se reemplazaba por otro de menor calidad y valor enviándose el recibo por el artículo

original “no entregado”. Sánchez comentaba que era frecuente que ante la escasez de fariña los

indios recibieran semita o afrecho fino616.

A partir del año 1841, el asentamiento del cacique Calfucurá en Salinas Grandes derivó

en el ingreso de una cantidad notable de “consumidores” para los pulperos de Bahía Blanca que se

convirtió en uno de los centros de distribución de obsequios. Los presentes entregados a los

indígenas por esta vía repetían en todos los casos 8 artículos básicos: aguardiente, pan, cigarros,

fariña, yerba, azucar, tabaco y barajas. A estos bienes se agregaban de manera muy esporádica

vestimenta o artículos de bazar como ollas y jarras de lata. Lentamente fue conformándose una

relación cada vez más estrecha entre algunos caciques y capitanejos dependientes de Calfucurá y las

autoridades y comerciantes del fuerte al punto que, desde 1848, la presencia de partidas indígenas

en Bahía Blanca reprodujo la situación planteada para el año 1830 cuando era frecuente el ingreso

diario de más de una de estas comitivas. La centralidad de Bahía Blanca como centro de

distribución de los obsequios a los indios aliados queda en evidencia al señalar que, si los gastos

insumidos por esta vía representaban en el año 1841 un poco más del 15% del total gastado por la

partida presupuetaria destinada a la compra de artículos de consumo en el marco del negocio

615 AGN,X,17.7.3 616 Ibidem

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pacífico, su porcentaje luego de cuatro años se elevaba al 48,37%, participación que se mantuvo

hasta fines del período rosista617.

Pero no todos los comerciantes del fuerte participaron de este “comercio”. A inicios de

la década de 1840 fueron pocos los comerciantes que participaron del negocio pacifico teniendo en

cuenta que para esa fecha existían 13 pulperías en el fuerte. (Ver cuadro 4). Entre ellos encontramos

a los “viejos” pulperos Hidalgo, Acosta y Casal y nuevos comerciantes como Juana Seguel y

Mauricio Díaz, hermano de Catalina Díaz y cuñado de Hidalgo que desde el año 1843 figura al

frente de una pulpería (tal vez habilitado por su cuñado). Cinco años después la provisión de bienes

para el negocio pacífico incluiría a una mayor cantidad de comerciantes618 entre los que se cuentan

nuevos pulperos. Es el caso de los hermanos Araque (Estanislao y Felipa, esposa del oficial Leyba),

Estanislao Palao y Zenón Ituarte. En ambos casos la participación de Juana Iturra, esposa del

lenguaraz del fuerte Francisco Iturra, cobra una gran relevancia lo que habla de la importancia de

los contactos personales para captar el favor de los caciques para que se dirigieran a su pulpería.

En síntesis, en Bahía Blanca, la centralidad del sector comerciante es bien evidente

desde los comienzos del asentamiento siendo de destacar que su evolución y crecimiento se hallaba

fuertemente vinculado al comercio interétnico. Esa importancia no decaería hasta avanzado el siglo

XIX cuando la explotación pecuaria comenzara a expandirse de la mano de la llegada de

inmigrantes europeos. Pero, a pesar de esta diferencia con respecto a otros asentamientos

fronterizos durante el período rosista, las actividades desarrolladas por estos pulperos no se

diferenciaban en lo sustancial de las prácticas habituales de los comerciantes de campaña.

¿En qué medida los casos seleccionados en este capítulo nos permiten extender las

conclusiones al resto del espacio fronterizo? Con respecto al primer tema que nos planteamos, las

fuerzas utilizadas para defender la campaña, los cuadros confeccionados con la distribución de

tropas regulares y milicianas creemos que son suficientemente elocuentes en mostrar el peso que

tenía la milicia tanto criolla como indígena en todos los fuertes fronterizos. En efecto, parece formar

parte de la política estatal hacer descansar la seguridad de la campaña en los mismos pobladores

movilizados en caso de peligro, a los que se agregaría el auxilio militar indígena. En razón de ello,

617 Libros mayores de la Tesorería de Buenos Aires, AGN, Sala III 618 El único pulpero que desaparece en este año es Casal, dependiente de Vela quien, como señalamos más arriba, había abandonado sus negocios en dicho fuerte.

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cada uno de los nuevos fuertes creados en el año 1828 desde su misma fundación y unos años más

tarde como fue el caso de 25 de Mayo, incluía una población determinada de indios amigos. La

participación conjunta de fuerzas criollo-indígenas tanto en la defensa del territorio como en la

organización de expediciones punitivas al interior del territorio indígena también sería una práctica

común en cada punto fronterizo.

Para mencionar algunos ejemplos, citemos la campaña que realizó el coronel Maza con

el auxilio de los indios amigos de Guayquil y Caneullan asentados en fuerte Mayo619, las campañas

del coronel Sosa para atacar al grupo borogano de Salinas Grandes en combinación con fuerzas de

Venancio620 y, en Federación, incursiones semejantes que partieron hacia territorio ranquel

incluyendo tropas criollas e indios de pelea del cacique Llanquelen e, inversamente, la defensa del

espacio ante el ataque ranquel en el que fue asesinado dicho cacique621. En todas estas incursiones

se produciría asimismo una acción en cierta manera autónoma de cada una de las unidades en donde

la estrategia indígena sería tomar prisioneros de los grupos rivales, en algunos casos, para

recomponer desequilibrios demográficos622.

El estudio de la región de Azul-Tapalqué en una coyuntura de fuerte conflictividad

fronteriza que, precisamente derivó en la producción de una voluminosa documentación centrada en

estos conflictos, presentó la ventaja de que en ella se concentraron todas las posibilidades de

enfrentamiento que podían producirse en la frontera y, en respuesta a ello, la forma implementada

por el gobierno para restablecer la tranquilidad.

Con respecto a Bahía Blanca, su estudio nos permitió ilustrar con la descripción de un

caso en particular, algunos elementos que se plantearon a lo largo del trabajo: la participación de los

vecinos como proveedores del estado tanto en su rol como abastecedores de ganado y bienes de

consumo así como prestamistas para el pago de salarios militares, la relativa autonomía que podían

tener los poblados de frontera en determinadas circunstancias (en este caso vinculadas a su relativo

aislamiento con respecto al resto de la provincia), la importancia del comercio interétnico y el fuerte

619 Año 1836, AGN,X,25.3.2 620 Año 1836, AGN,X,25.3.2 621 Año 1838, AGN,X,25.5.3 622 En la campaña realizada por las fuerzas del fuerte Mayo, citada en nota 143, los grupos boroganos tomaron como prisioneros una cantidad de mujeres y niños de les permitió reorganizar el desbalance de sexos que tenían (AGN,X,25.3.2).

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basamento que éste tenía en las relaciones personales que se establecían entre los indígenas y los

comerciantes de la campaña. Con respecto al último punto, la evolución de Iturra desde un inicio

bastante humilde como lenguaraz hasta su conversión en uno de los más importantes pulperos del

fuerte no es muy diferente al camino recorrido por otro lenguaraz del período tardo colonial. En

efecto, Blas de Pedrosa, otrora cautivo de los indios, llegó a monopolizar el comercio indígena en la

ciudad de Buenos Aires en la década de 1790 gracias a los vínculos que había logrado crear con los

principales caciques desde su posición de intérprete oficial del Virreinato623.

De manera que, a pesar de las peculiaridades de su condición austral y, su frecuente

aislamiento del resto del territorio, las prácticas comerciales que se desarrollaron en Bahía Blanca

tenían una larga tradición en la cultura criolla y no parecen ser demasiado diferentes a las

planteadas, por ejemplo, para el Rio de la Plata colonial con respecto al pago de los sueldos de los

milicianos624, o a los abusos denunciados por Alvaro Barros con respecto al racionamiento de los

indios amigos en la década de 1860625.

623 Sobre Pedrosa ver Mariluz Urquijo, José M. “Blas Pedrosa, natural de La Coruña y baqueano de la Pampa”, en Historia, Año III, No. 9, 1957 y el más reciente trabajo de Cutrera, Laura, “Hospedaje y agasajo de los indios que bajan a esta capital. Una mirada a las relaciones pacíficas de fines del siglo XVIII”, en Ramos y Néspolo, Signos en el tiempo y rastros en la tierra. Luján, 2003. 624 Ver, por ejemplo, Gelman, J “Un repartimiento de mercancías” en 1788: los sueldos monetarios de las milicias de Corrientes”, en Cuadernos de Historia Regional, Añi 1, No. 3. Luján, 1985 y Moutoukias, Z. “Burocracia, contrabando y autotransformación de las elites. Buenos Aires en el siglo XVII”, En AnuarioIEHS, No 3. Tandil, Universidad del Centro de la Provincia de Buenos Aires, 1988. 625 Barros, Alvaro, Fronteras y territorios…

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CUADRO 4. EVOLUCION DE LAS CASAS DE COMERCIO EXISTENTES EN EL FUERTE DE BAHIA BLANCA ENTRE 1830 Y 1851. 18301 18322 18363 18384 18415 18436 18517

Araujo, José Maria 1 3 3 3 2 2 1 Álvarez, Gregorio (dep Vela) 1 1 1 1 1 Casal, Francisco (dep Vela) 1 1 1 1 1 1 Quintana, José Maria 1 Acosta, Fco (dep Vela) 1 1 1 1 1 1 Acosta, Pablo 2 2 2 1 Vela, Pedro 2 3 2 2 Hidalgo, José Maria 1 1 1 1 1 Cámara, León 1 1 1 1 1 Gascogne, Pedro 1 1 Vela, Felipe 2 1 Crespo, Juan (Lasaga su dep) 1 1 Silva, Juan Felipe 1 Palao, Eustaquio 1 1 Araque, Felipa 1 1 Díaz, Mauricio 1 1 Araque, Estanislao 1 1 Ituarte, Zenón 1 1 Iturra, Juana 1 1 Antonino, Manuel 1 Plunket, Juan 1 Villanueva, Ildefonso 1 Ibáñez, Eusebio 1 Total de comercios 4 11 14 15 11 13 13 1 “Diario de Bahía Blanca”, en VILLAR, Daniel (ed), Relaciones interétnicas en el sur bonaerense 1810-1830. Universidad Nacional del Sur-Universidad del Centro, 1998 2 AGN,X,18.5.8 3 AGN,X,20.10.4 4 AGN,X,20.10.4 5 AGN,X,17.2.2 6 AGN,X,20.10.4 7 AGN,X,20.10.4

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TERCERA PARTE

CONFLICTOS Y ALIANZAS EN EL ESPACIO PAN ARAUCANO

Esta parte estará dedicada a los otros actores de esta historia, los indígenas, y se inserta en

los avances recientes que se están realizando en torno a las modificaciones que experimentaron los

pueblos nativos del área pan araucana ante la presencia cada vez más amenazante de poderes

estatales a ambos lados de la cordillera. El objetivo de esta parte es estudiar los modos de hacer

política en los grupos indígenas del área pampeana y las formas que asumió el liderazgo en la

época.

Para ello debemos comenzar con una descripción de las características de los pueblos

nativos a comienzos del período en estudio. El espacio pan araucano se hallaba poblado hacia fines

del siglo XVIII por una cantidad de grupos indígenas que compartían ciertas características socio

económicas producto de profundos cambios que se remontaban al siglo anterior. Uno de ellos fue la

llamada araucanización de las pampas que consistió, en una primera etapa que puede ubicarse en el

siglo XVII, en la difusión de elementos culturales típicos de los grupos indígenas ubicados al otro

lado de la cordillera (tejido, metalurgia y cultivo unidos a ciertos rituales y creencias) que

impactaron primero en la zona cordillerana para bajar lentamente hacia las pampas626.

Coincidiendo con la primera etapa de araucanización, comenzaron a hacerse evidentes los

signos del contacto con la sociedad colonial que provocaron modificaciones en la economía de los

grupos indígenas de pampa y patagonia, tradicionalmente cazadores y recolectores. En relación con

estos cambios, desde el siglo XVIII se intensificaron rutas comerciales de largo alcance en las

cuales el ganado, tanto caballar como vacuno, fuertemente adoptado por las poblaciónes del área

pan araucana se convirtió en el motor de circuitos comerciales que unían todo el territorio a uno y

otro lado de la cordillera. Por estos circuitos se movían asimismo otros bienes europeos como la

yerba mate, bebidas alcohólicas, instrumentos de hierro, incentivándose cada vez más el contacto en

función de la dependencia que se había creado hacia esos bienes.

La disminución del ganado cimarrón en el siglo XVIII coincidió con un incremento de la

demanda de ganado por parte de mercado colonial chileno y derivó en una modificación en las

626 Palermo, M.A. "La compleja integración…”; Raúl Mandrini, “Las transformaciones de la economía indígena bonaerense (1600-1820), en Madrini y Reguera (eds), Huellas en la tierra. Indios, agricultores y hacendados en la pampa bonaerense. Tandil, IEHS/UNCPBA, 1993.

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formas de apropiación del mismo. Las primeras expediciones de caza pasaron a convertirse en

malones que tenían como objetivo las estancias ganaderas de las fronteras del Virreinato del Río de

la Plata. El malón tomó el carácter de una empresa económica colectiva que llevaba a la

concertación de alianzas entre distintas parcialidades. Generalmente estas uniones eran fugaces y

convocadas con el único objetivo de obtener ganado de los establecimientos fronterizos de manera

que, producido el malón, los grupos se separaban.

El constante intercambio y circulación de bienes y personas implicó, asimismo, la necesidad

de concertar acuerdos con las parcialidades que habitaban o controlaban los territorios de paso.

Estas negociaciones podían derivar en matrimonios interétnicos, en alianzas coyunturales de tipo

político y, en casos extremos, en la formación de grupos étnicamente mixtos. Esta ultima estrategia,

iniciada como una alianza para un fin específico (guerra, arreo de ganado), podía dar origen a

confederaciones de relativa estabilidad. La diversidad de opciones que pusieron en juego los jefes

étnicos se relaciona con el tipo de estructura política de estas agrupaciones, caracterizada por

liderazgos competitivos que mantenían un delicado equilibrio entre ellos. En estos grupos era la

sociedad la que “creaba a sus jefes” los que debían su lugar al reconocimiento de sus seguidores en

virtud de su desempeño en el cargo y de sus habilidades guerreras y diplomáticas627.

Centrándonos específicamente en la región de la Araucanía, recientes trabajos han planteado

que la nueva economía basada en la producción de excedentes que permitieran obtener no

solamente artículos necesarios para la subsistencia sino también bienes de prestigio, produjo

modificaciones de importancia en esa estructura sociopolítica. Al nivel de la dinámica política

interna se produjo una transformación de los caciques “de gran hombre” que debía su autoridad a

sus capacidades guerreras y su habilidad oratoria, a “una especie de jefe” que debía su lugar a la

acumulación de capital económico (producto de las malocas y el comercio), capital político

(adquirido en los parlamentos) y capital informacional (a través de la constitución de alianzas

políticas, económicas y matrimoniales con otros grupos indígenas)628. El cacique se convirtió en un

hombre verdaderamente rico y como tal, obligado a la función de redistribuir las riquezas para

legitimar y reforzar su posición. En este contexto, la empresa guerrera que hasta entonces había sido

la fuente principal de la autoridad del cacique, pasó a ser un medio más de obtención de bienes para

redistribuir que se complementaba con el comercio y con los obsequios de las autoridades

627 Ver trabajos ya citados de Bechis, M. “Los lideratos pampeanos…” y Palermo “La compleja integración…”. 628 Boccara, G. “Etnogénesis mapuche…”.

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coloniales. Por lo que, al nivel de la comunidad, el respeto hacia el líder comenzó a asentarse más

en su habilidad diplomática que en sus destrezas guerreras.

Los nuevos jefes intentarían consolidar su poder buscando los modos de transmitir el

mando para que éste no se perdiera a su muerte. Los hispano-criollos fomentarían esta

estabilización del poder y utilizarían asimismo a los hijos de los principales caciques como nexos de

comunicación. Esta modificación política interna se vio complementada por la conformación de una

jerarquía política alentada por el poder colonial que creó la figura de “caciques gobernadores”.

Estas autoridades representaban en los encuentros diplomáticos a los diferentes butalmapus en que

se dividía la Araucanía.

Este nuevo poder no se erigiría sin enfrentar conflictos internos. En efecto, la

consolidación y cristalización del poder en una sociedad en donde había regido una tendencia al

equilibrio de poder entre los diferentes cacicazgos, produjo reacciones negativas en el resto de la

sociedad mapuche y derivó en luchas faccionales. En las décadas de 1770 y 1780, se produjo en

Araucanía un ciclo de conflictos inter-tribales promovidos por una nueva generación de líderes

embarcados en disputas por la hegemonía. Estos líderes apelarían al tradicional ethos guerrero

incitando a una posición de enfrentamiento hacia el poder colonial y atacando la política

contemporizadora de los caciques gobernadores reconocidos y “mimados” por las autoridades

españolas629.

Esta no sería la única vía por la cual se intentaría disputar o, al menos, sustraerse del poder

de los nuevos líderes. Para Villar y Jiménez existió la posibilidad de migrar hacia el este de la

cordillera, precisamente a la región de Mamil Mapu, donde algunos guerreros a los que denominan

“corsarios”, se harían de suculentos botines en ganado y cautivos a través de incursiones de caza.

Esos bienes les permitirían crear una base propia de poder, alejada de los caciques gobernadores de

Araucanía, con los que conformarían su propia base de poder630.

Los movimientos revolucionarios que a inicios del siglo XIX comnocionaron la vida a

ambos lados de la cordillera agregarían nuevos elementos a este contexto profundizando los

conflictos intertribales e interétnicos. Por un lado, el accionar de realistas e independentistas en

629 León Solís, L. “Guerra y lucha faccional en Araucanía (1764-1777)”, en Proposiciones No. 24. Santiago de Chile, 1994. 630 Villar, D. Y Jimenez, J.F. “Un Argel disimulado. Aucan y poder entre los corsarios de Mamil Mapu (segunda mitad del siglo XIX)”, en E-review (CNRS-CERMA), 2003.

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Chile, que perseguían la incorporación de indígenas a sus respectivas fuerzas derivó en una

extensión de la “guerra a muerte” en las pampas. La presión ejercida por las tropas revolucionarias

lograron concentrar la resistencia realista al sur del territorio y esta presión decidió a algunos grupos

a cruzar la cordillera buscando refugio en las pampas631. Esta etapa, que se considera

historiográficamente como el segundo momento de la araucanización, se caracterizó por el hecho de

que estos movimientos de población derivaron en el asentamiento de grupos indígenas

extracordilleranos en la región pampeana. Por otro lado, el fracaso en establecer un poder nacional

en el territorio del ex virreinato del Río de la Plata, derivó en el surgimiento de las administraciones

autónomas provinciales de Buenos Aires, Santa Fe, Córdoba, San Luis y Mendoza quienes con

frecuencia se enfrentaron políticamente entre sí y ofrecieron a los grupos indígenas un abanico de

posibilidades para negociar y construir diferentes redes de relaciones..

La hipótesis que desarrollaremos en esta parte, siguiendo el planteo formulado por

Villar y Jimenez para la segunda mitad del siglo XVIII, es que al inicio del período que nos interesa

existía un contexto de gran tensión y conflicto entre diversas agrupaciones que vivían en la zona

pampeana contándose entre ellos algunos grupos locales que podían demostrar una larga

territorialidad en ese espacio y otros que se habían establecido recientemente. Esa tensión llevaría a

un incremento de la actividad guerrera derivada de la pugna de los distintos protagonistas indígenas

por alcanzar posiciones que les permitieran controlar espacios estratégicos de los circuitos

económicos que unían el territorio a ambos lados de la cordillera. Esta situación conflictiva se vio

acrecentada por la cada vez más agresiva presencia estatal procedente del este que apelando a una

poco clara política que combinaba negociaciones con incursiones militares, intentaba usurpar ricas

tierras de pastoreo.

Los elementos anteriormente señalados nos permiten hablar de la existencia de una

zona tribal en el espacio pampeano dentro de la cual los jefes indígenas pondrían en juego una

diversidad de estrategias tanto para relacionarse con los poderes estatales como para dirimir

conflictos internos. Como señalan Whitehead y Ferguson, serían tres las soluciones básicas que se

presentaban a los caciques: el acuerdo, el enfrentamiento y el abandono del espacio. Todas ellas se

verificaron en este espacio en el período que nos ocupa. Un elemento clave en la constitución del

liderazgo indígena se hallaría en el tipo de relación que los diversos caciques entablaran con el

631 Jorge Pinto Rodriguez señala que, de 26 caciques que existían en la Araucanía, 17 se plegaron al movimiento realista, 5 a los patriotas y 4 se mantuvieron neutrales. (De la inclusión…, p. 50). Sobre los móviles y características de la adhesión indígena a la Guerra a Muerte, ver capitulo 1, p.

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gobierno provincial. Desde el período rosista, el contacto pacífico significaría la percepción regular

de una cantidad nada desdeñable de bienes sobre la cual el cacique, en su carácter de jefe

redistribuidor, podía construir un nuevo poder. Dependería de su habilidad por legitimar al interior

del grupo el nuevo rol diplomático por sobre el guerrero lo que llevaría al éxito o fracaso de su

estrategia.

Las fuentes principales utilizadas para el período 1810-1828 fueron los parlamentos y

encuentros diplomáticos que se llevaron a cabo en esta etapa632. Para el tema que desarrollamos en

esta parte nos centramos fundamentalmente en la evolución que experimentaron los reclamos y

exigencias que los caciques plantearían ante la realización de cada encuentro diplomático. La

permanencia e insistencia en mantener algunos y de manera inversa, el abandono de otros junto a la

aparición de nuevos requerimientos se presentaron como caminos ricos para explorar los

fundamentos de la relación interétnica así como los motivos que llevaron a algunos jefes indígenas

a producir cambios en sus estrategias políticas. A pesar de las limitaciones de esta documentación,

que ya hemos señalado, los parlamentos son fuentes claves para indagar sobre la distribución del

poder dentro de las agrupaciones ya que la participación en los mismos demuestra el lugar de

prestigio que ocupaba el interviniente en su grupo. Como expresa León Solís, “Solo ellos [los

indígenas presitigiosos] gozaban del privilegio de hacer uso de la palabra frente al resto de la

sociedad. Durante el parlamento, los caciques gobernadores, lonkos y ulmenes que habían llegado

a la cúspide del poder tribal, a través de la aclamación demostraba públicamente su

reconocimiento a los jefes...”633.

Durante el período rosista esta fuente es prácticamente inexistente ya que, como

señalamos más arriba, no se produjeron acuerdos escritos con los indígenas. La documentación

usada para esa etapa fue la fluida y voluminosa correspondencia que provenía de los principales

grupos aliados / amigos y era dirigida a distintas autoridades provinciales incluido el gobernador634.

Estas misivas que partían de las tolderías y arrojaban por lo tanto una información directa sobre los

acontecimientos que se vivía en ellas provienen de diversas fuentes: los escribientes de los caciques,

lenguaraces que se hallaban cumpliendo algún tipo de misión y oficiales criollos asimismo

afectados a algún servicio de vigilancia o espionaje. En el primer caso las cartas eran firmadas por

632 Pedro Andrés García. Diario de un viaje a Salinas Grandes…; Pedro Andrés García, “Diario de la expedición de 1822 …”; Rodriguez, M. Diario de la expedición al desierto… ; “Diario de Mateo Dupin”, en Villar, Jimenez y Ratto, Conflicto, poder y justicia…. 633 Leonardo Leon Solis, “El parlamento de Tapihue…”. 634 AGN, sala X, Secretaría de Rosas (varios legajos correspondientes al período 1832-1852).

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los caciques y se supone que reflejarían con bastante aproximación el discurso de los jefes

indígenas635. En los otros dos casos se trataba de personas ajenas a la comunidad no obstante lo cual

su presencia en las tolderías significaba la existencia de lazos personales con integrantes de éstas

que les habría permitido obtener información fidedigna.

635 Sobre el tema ver Bechis, M. “Cuando los regalos no llegan, los jefes se ponen verdes: politica y regalo entre caciques de las pampas en una Junta General de 1830 descrita por participantes”, en Cuadernos del Sur. No. 29, UNSur, 2000

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CAPITULO 1

HACIA UNA NUEVA FORMA DE LIDEREZGO ETNICO

En este capítulo nos proponemos analizar el período 1810-1828 recordando que durante

esta etapa, dos grandes procesos incidieron en la vida de las comunidades indígenas que

habitaban en Pampa y Patagonia: la cada vez más decidida expansión territorial del gobierno

bonaerense y las migraciones indígenas del otro lado de la cordillera que durante el período

cambiarían su carácter de expediciones de caza para derivar en el asentamiento permanente de

nuevos grupos en dicho territorio. Estos acontecimientos provocaron la toma de importantes

decisiones de los líderes indígenas de pampa-patagonia en torno a las estrategias a poner en

práctica para hacer frente a ambas presiones.

Hemos ya señalado las características más generales que relacionaban a los distintos

grupos que conformaban el mundo indígena del área pan araucano. Nos centraremos ahora

específicamente en el espacio pampeano para hacer un recorrido por el “corazón” de territorio

indígena mencionando dónde se hallaban ubicadas las tolderías y de manera estimativa, cuál era

la población que habitaba la zona a inicios del período que nos interesa.

1. Los grupos indígenas al sur del Salado

Hemos señalado que el espacio pan araucano se hallaba poblado hacia fines del siglo

XVIII por una cantidad de grupos indígenas que compartían ciertas características básicas

producto de profundos cambios que se remontaban al siglo anterior. Más allá de estas

transformaciones que, a nivel macro, se vinculaban específicamente al ciclo del comercio de

ganado a gran escala, la vida cotidiana de las comunidades también había experimentado

modificaciones. Si la adopción del caballo había permitido un mayor y más rapido

desplazamiento por el territorio posibilitando pasar de pequeñas partidas de caza a grandes

expediciones de cacería también modificó los hábitos alimenticios de estas poblaciónes ya que la

carne de yegua pasó a ser una de las comidas preferidas para los indígenas; el cuero, asimismo,

se convirtió en materia prima para actividades artesanales y para la construcción de sus

viviendas, las tolderías636.

636 Miguel Angel Palermo, “Reflexiones sobre el llamado ´complejo ecuestre´…” y “La innovación agropecuaria entre los indígenas pampeano-patagónicos: génesis y procesos”, en Anuario IEHS. No 4. Tandil, 1988.

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La toldería era la unidad socioeconómica esencial del mundo indígena. Reunía una

cantidad variable de toldos, en cada uno de los cuales vivía una familia ampliada, las que se

hallaban relacionadas entre sí por lazos familiares. Por encima de la autoridad que ejercía cada

cabeza de familia en su respectivo toldo se encontraba la del cacique de la toldería. Además de

aquellos habitantes que reconocían una relación de parentesco con el jefe de toldería, se hallaban

incorporados a ésta, refugiados y cautivos. El rol y la función de estos personajes en el mundo

indígena variaban, en el caso de los cautivos, en función del sexo y edad y, entre los refugiados,

por los conocimientos particulares que pudieran resultar de valor para los indígenas. Los

cautivos y, fundamentalmente si se trataba de mujeres, representaron una incorporación de mano

de obra para el cuidado de ganado, la realización de tareas domésticas y, coyunturalmente,

cumplieron la función de mantener o aumentar el nivel poblaciónal en períodos de conflictividad

intertribal e interétnica, especialmente a partir de la década de 1820. En el caso de los refugiados,

el lugar que ocupaban dentro de las tolderías se encontraba fuertemente relacionado con el tipo

de habilidades o conocimientos que pudieran aportar, por ejemplo, el manejo de la lengua

indígena, la capacidad de lecto-escritura; el conocimiento de terrenos y recursos en puestos

fronterizos; los contactos con hispanocriollos en zonas fuera del territorio bajo control indígena;

la experiencia con armas de fuego, etc.637.

En las tolderías se realizaban una serie de actividades artesanales que producían bienes

tanto para el consumo interno del grupo como para el intercambio. Artesanías de madera, cuero,

piel y tejidos salían de los rudimentarios talleres de las pampas para encontrar destino en los

diversos puntos de intercambio tanto con otros grupos indígenas como con poblaciónes criollas.

En las cercanías de los toldos pastaban los rebaños que brindaban la materia prima para las

actividades artesanales y para la alimentación de la población638. La ubicación de los toldos no

era fija sino que variaba en función de la disponibilidad de recursos, buscando siempre asentarse

en la cercanía de aguadas y campos de pastoreo639.

637 Para un estado de la cuestión sobre los trabajos que tratan el tema del cautiverio y la funcion de los refugiados ver Claudia Salomón Tarquini, “Refugiados y cautivos entre los ranqueles: sus funciones sociopolíticas a mediados del siglo XIX”. Ponencia presentada en VIII Jornadas inter-escuelas departamentos de historia, Salta, 19 a 22 de septiembre de 2001 638 R. Mandrini y S. Ortelli, Volver al país de los araucanos. Buenos Aires, Sudamericana, 1992. 639 Lidia Nacuzzi realiza una interesante caracterización sobre el nomadismo de las agrupaciones de pampa y patagonia para el siglo XVIII señalando diferentes tipos de asentamiento en función de dos variables: la cantidad de toldos que se agrupaban y el tiempo que permanecían en él, lo que dependía a su vez de la finalidad de los movimientos: busqueda de caza, lugares de intercambio, encuentros políticos. Nacuzzi, L. Identidades… p. 203-204.

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El incremento de la circulación e intercambio de bienes a ambos lados de la cordillera

había derivado, en algunos casos, en procesos de especialización regional, por los que algunas

comunidades se concentraron en la producción de algunos de los bienes requeridos. Así, por

ejemplo, grupos pehuenches se dedicaron a la extracción y comercialización de sal, otros

pehuenches de los valles cordilleranos a la adquisición y engorde de ganado para su venta al otro

lado de la cordillera640. Dentro de este proceso y en un espacio más cercano a nuestro interés, se

desarrolló una economía pastoril especializada en el área existente entre las sierras de Tandilia y

Ventania que proveía de ganado para el circuito a larga distancia. Este núcleo, inicialmente

dedicado al pastoreo de ganado equino fue integrando, con el tiempo, vacunos y ovinos en

función de las demandas de los mercados. Vinculada a esta actividad se desarrolló una incipiente

tecnología pecuaria a través de la construcción de corrales y potreros de piedra que se hallaban

cercanos a las rutas de comercio indígena641.

Para que esta especialización pudiera desarrollarse fue necesaria una relación muy

estrecha con otros nucleos productivos y de comercialización que proveyeran a los indígenas de

los bienes que éstos no producían. Ya hacia fines del período colonial, el comercio interétnico

había adquirido una dimensión importante y se verificaba en diversos lugares como las chacras y

establecimientos de la campaña bonaerense, en las pulperías rurales y en la misma ciudad de

Buenos Aires. Excediendo estos lugares específicos de intercambio, las prácticas comerciales

comenzaron a formar parte de las entradas que el gobierno realizaba, por diversos motivos, al

territorio indígena. Por ejemplo, en las expediciones anuales a Salinas Grandes, viajaban

comerciantes blancos que aprovechaban el acompañamiento de una comitiva armada para hacer

sus negocios en las mismas tolderías642.

De manera que, a inicios del siglo XIX, las agrupaciones indígenas pampeano-

patagónicas compartían un sistema económico que tenía un fundamento muy importante en el

comercio de ganado a gran escala lo que había derivado en un proceso de especializacion

regional de algunos grupos. La relación con la sociedad hispano-criolla se basaba en la mutua

dependencia comercial, en un contexto general de conflictividad o fricción interétnica,

repesentada por agresiones mutuas que de acuerdo a las épocas era mas o menos frecuente. Una

640 Varela, G y Manara, C, “Particularidades … .”. 641 Raúl Mandrini. "Procesos de especialización regional en la economía indígena pampeana (siglos XVIII-XIX): el caso del suroeste bonaerense", en Boletín Americanista, año XXXII, No. 41. Barcelona, 1991. 642 Ibidem.

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característica fundamental en este esquema de relación es que se daba en un marco de autonomía

política y territorial de los indígenas.

Algunos de estos rasgos serían fuertemente impactados por la doble presión que

experimentaron aquellos grupos ubicados fundamentalmente en el area interserrana. El más

inmediato se produjo con el avance poblaciónal de la provincia de Buenos Aires, y fue la

desarticulación del nucleo de especializacion ganadera; los grupos que habitaban la región

debieron abandonar sus tierras de pastoreo y reconstituir su economía. Sin embargo, el efecto

más disruptivo de todos fue la perdida de la autonomía territorial y política que lentamente,

comenzaron a experimentar los grupos que optaron por un mayor acercamiento a las autoridades

provinciales aun cuando eran concientes de los riesgos que acarrearía esa opción.

Localización espacial y estimación de la población indígena en la década de 1820

El ciclo de marcada conflictividad que se produjo en la primera mitad de la década de

1820, se describe comúnmente y en virtud de una mirada etnocéntrica que prima en el análisis,

como un período de despoblamiento criollo de la campaña más avanzada, de desprotección de la

frontera y de amenaza constante de los establecimientos que se hallaban cruzando el Salado.

Pero, por otro lado, también se plantea que las demostraciones de fuerza realizadas durante la

primera expedición de Rodríguez (1820-1821) habrían derivado en un movimiento de repliegue

similar de algunos grupos indígenas. Esta situación estaría mostrando un proceso en espejo de las

poblaciónes criollas e indígenas en torno al límite oficial, que refuerza la idea de la frontera

como un lugar de confrontación y de hostilidad. Idea fuertemente vinculada a aquella otra que

caracteriza la relación interétnica en una rígida división de momentos de guerra y de paz.

Ninguna de estas imágenes se corresponde con los datos que brinda la documentación que

analizaremos.

La ocupación del espacio entre el río Salado y las sierras del sur de la provincia en el

período 1820-1825 presenta aspectos mucho más complejos y en ese sentido el diario de viaje a

la sierra de la Ventana de Pedro Andrés García, realizado en 1822 es un documento riquísimo

para dar cuenta de ello643. En el mismo se puede ver claramente que ninguno de estos

pretendidos abandonos territoriales fue tan profundo y que los contactos pacíficos (al menos en

643 García, P “Diario de la expedición de 1822 …”..

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lo que atañe a las prácticas comerciales) se mantuvieron fuertemente a pesar de la conflictividad

latente644.

En su diario de viaje resulta evidente el interés de García por mostrar un escenario de

penuria entre las poblaciónes criollas al describir explícitamente el abandono de algunos

asentamientos. En efecto, al cruzar el río Salado por el partido de Monte, García señalaba que

“Al acercarnos a ellos [los antiguos establecimientos] no encontramos sino vestigios de que un dia existieron. Los barbaros, en sus últimas y sangrientas incursiones, asolaron todos los situados en esta y la otra parte del rio, en este partido [de la guardia del Monte]. Al aproximarnos descubrimos las ruinas de aquellas poblaciónes de los labradores que un día servian de abrigo a su indigencia y que el fuego devorador habia consumido: solo existian tristes y ensangrentados restos de algunos arboles: rastrojos, destruidos o pequeñas sementeras quemadas, que servian de sustento a las familias de un labrador honrado que alli moraba”645.

Sin embargo, y a pesar de este oscuro panorama, el abandono del espacio no había sido

permanente ni generalizado ya que realizado el cruce de dicho curso de agua, el comisionado

señalaba que se presentaba a su vista

“un horizonte, hermoso y nivelado… lleno de pequeños establecimientos de labranza, que nuevamente se habian repoblado, confiados en la proxima paz que debia efectuarse con los infieles: algunas sementeras que comenzaban a trabajarse y preparativos para una siembra considerable se hacian por algunos labradores de fondos”646.

La situación de los grupos indígenas ante el avance o, al menos, los intentos de avance

provincial guardaba similitudes con respecto a sus vecinos criollos. Para García, la expedición de

Rodríguez había logrado efectivamente el retiro de algunos grupos no encontrándose poblaciónes

hasta las sierras de Cairu y Volcán y daba el ejemplo de “los celebres caciques Ancafilu647 y

Pichiloncoy [que] se retiraron a la vista de la segunda sierra de la Ventana”. Sin embargo, a

pesar de esta presunción sobre los resultados de la expedición militar del año 1821, García

644 García mencionaba permanentemente el encuentro con partidas de comercio indígena que iban o volvían de la capital. Por ejemplo: “El 19 de abril [el cacique Antiguan] estuvo de vuelta á la Guardia [de Lobos] a los diez y nueve dias de haber salido de ella con catorce indios, parientes e inmediatos deudos de los caciques … con otras varias partidas de comercio que pasaron a esta capital”. Ibidem, p. 103. Por el intercambio constante que existía con la misma comisión podria pensarse que ésta era alcanzada por comerciantes criollos que aprovechaban la masiva presencia de indígenas para hacer sus tratos. Por ejemplo, en momentos en que se esta por verificar el segundo parlamento con los indios “ranqueles”, el comisionado expresaba que una tolderia proximo a su campamento se habia provisto de aguardiente por “una pequeña partida que habia arribado de esta ciudad”. Ibidem, p. 156. 645 Ibidem, p. 105. 646 Ibidem, p. 106. Negrita nuestra. 647 “El cacique Ancafilu fue el primero que abandono la suya situado con su tribu en las margenes del arroyo Chapaleufu, cerca de las faldas del Tandil, cuando fue sorprendido y acuchillado en la expedicion del año 20 hasta cerca de la Ventana adonde permanece al presente”, p. 117. Vale resaltar que el cacique Ancafilú no murió en dicho encuentro.

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proseguía su relato mencionando que “Las poblaciónes las desampararon poco antes del paso

de la Comisión por la sierra, pues se encontraban aun claros en donde habían existido”648.

De manera que, también en este caso, el abandono del territorio probablemente hubiera

sido sólo momentáneo como respuesta a la presencia del ejército provincial, volviéndose a

ocupar esos territorios una vez pasado el peligro. Esta estrategia sería señalada por el cacique

Pety (o Pooti) cuando, pocos años después de la misión de García se realizara un nuevo

parlamento con los caciques del sur649. El jefe indígena mencionaba en esa ocasión que

“quando el Sor Rodríguez nos invade, montamos a cavallo: si urge abandonamos los toldos y las ovejas: el anda todo el campo perdiendo cavallos y nosotros nos divertimos en veerlo caminar en balde. Quando cansado se retira matamos algunas yeguas con cuyos cueros hacemos nuevos toldos (que es casi lo unico que podemos perder) nuestros aliados nos mandan las ovejas que necesitamos mediante lo qual quedamos tan ricos como antes”650.

Esta estrategia se vinculaba asimismo, como ya hemos señalado, con el tipo de actividad

económica realizada por estos grupos, basada fundamentalmente en la caza, recolección y

pastoreo de ganado de manera que, como el mismo García podía observar, las poblaciónes iban

modificando su lugar de asentamiento en función de los recursos naturales y las aguadas

necesarias para el apacentamiento de sus rodeos. De ahí que, algunas de las poblaciónes halladas

en el inicio de su viaje no fueran encontradas al retorno ya que:

“Continuamente secan los lagos y sus habitantes tienen que cargar sus viviendas y arrear sus tropas de ganado hasta encontrar otro, en donde vuelven a domiciliarse: de modo que sus poblaciónes no son constantes en un mismo punto. En la estacion del estio tienen que abandonar todas sus campañas y abrigarse en las faltas de la sierra de la Ventana en donde se hallan buenas aguadas; y en la siguiente se retornan a sus terrenos o posesiones”651.

Si el espacio existente entre el río Salado y la laguna Milla Lauquen podría considerarse

de ocupación estacional, pasando dicha laguna se encontraba un territorio indígena más

densamente ocupado. El “corazón” de este territorio estaba limitado por el río Sauce y la costa

del mar hacia el sudoeste y por la Sierra de la Ventana hacia el oeste. Al noroeste de dicha sierra,

la escasez de lagunas impedía el asentamiento de poblaciónes, por lo que éstas desaparecían para

volver a ubicarse a una distancia cercana al camino a Salinas. La riqueza ganadera de estas

poblaciónes producía el continuo asombro de García que no dejaba que anotar que los “inmensos

648 Negrita nuestra, ibidem, p 117. 649 Nos referimos al parlamento realizado por el vecino de Patagones Mateo Dupin en el año 1825, ver Capítulo 1, pág. 650 “Diario de viaje de Mateo Dupin…”, negrita nuestra. 651 Como ejemplo, se señala que al pasar nuevamente la comision por la laguna donde había tenido lugar el primer parlamento y en la que se habían contado 4 toldos, existian en ese momento la cantidad de 22 porque “el cacique Ancaliguen habia mudado su lugar de asentamiento al haberse secado su laguna”. Ibidem, p. 146.

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rodeos de ganado de toda especie, se multiplican mas allá de todo calculo”652. La riqueza de la

campaña se veía complementada con diversidad de plantas y una variedad increíble de especies

animales para la caza: gamos, ciervos, avestruces, liebres y mulitas.

Las tolderías se ubicaban en el espacio existente entre las serranías de Tandilia y

Ventania, a orillas de las pequeñas lagunas que tachonaban el paisaje. Desde la ultima sierra

partían hacia el noroeste rumbo al camino de Salinas, tres arroyos paralelos, el Quetroiqué, el

Malloleufú y el Inglés Mahuida en cuyas orillas se concentraba un importante número de

tolderías. Al sur de la Sierra de la Ventana653, las poblaciónes volvían a concentrarse a ambos

lados de los cursos de agua que partían de sus estribaciones: el arroyo Naposta y el Sauce

Grande, que desembocaban en la bahía blanca. Y, siguiendo rumbo al sur, en las márgenes del

río Colorado otras poblaciónes asentaban sus tolderías.

Si bien la territorialidad de estos grupos era estacional, había algunas zonas, como por

ejemplo, el cruce de los ríos, sobre las que existía un control directo por parte de los jefes

indígenas654. Para cruzar el río Colorado, el comisionado Mateo Dupín debió pagar un derecho

de peaje a los caciques Canilao y Churlaquin que consistió en dos mantas de paño, tres barriles

de vino, 25 pesos de cuentas, dos arrobas de yerba y una de azúcar. Situación similar se presentó

al pasar el río Sauce Chico donde debió pagar derecho de cacicazgo al jefe Chana.

Hemos resumido en el cuadro que se haya a continuación, los datos de la población

indígena encontrada por los comisionados García y Dupin en los años 1822 y 1825.

652 En otra oportunidad diría que “El transito por esta campiña lo hicimos apartando la inmensa cantidad de ganados que de todas clases se presentaban sobre la marcha” p. 139. 653 Las poblaciónes ubicadas al sur de Ventania se hallan descriptas en el “Diario de viaje de Mateo Dupin” ya mancionado. 654 Las características que asumía el control ejercido por parte de los caciques del área pan araucana de algunos territorios estratégicos son analizadas por Miguel Angel Palermo para el período tardo colonial; "La compleja integración …”

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POBLACIÓN INDÍGENA AL SUR DEL SALADO (1822-1825).

Cacique Cantidad de toldos Indios de pelea que asisten a parlamento bajo bajo el mando del cacique

Población total estimada

Entre laguna Milla Lauquen y Sierra de la Ventana Huilletrur 10 Antiguan 4 Llanqueleu 10 50 140 Avoune 16/20 150 180 450 450 Ancaliguen 21 180 300 500 500 Anepan 260 Lincon 25/30 150 200 500 Necul 28 560 Catrillan 5 Catriel y Cachul 364 Chañabilu 450 Sierra de la Ventana Neclueque/ Salomon

59 1200

Río Napostá Negro 14 420 Río Sauce Chico Quesné Sin datos Chaná Sin datos Rio Colorado Pichiloncoy 296 Catrepán y Enequile Sin datos Churlaquin 12 Canilao 7 toldos chicos Maciel 4 toldos agregados al anterior

Fuentes: Diario de García a Sierra de la Ventana y Diario de Mateo Dupin.

Los datos del cuadro se refieren exclusivamente a la población indígena situada entre el río

Salado y el rio Colorado teniendo como centro la región interserrana de Tandilia y Ventania655.

Como puede verse, existieron dos criterios usados por los comisionados para consignar la

población que encontraron en su viaje. Uno de ellos, utilizado exclusivamente por García, fue el

de señalar la cantidad de toldos pertenecientes a cada cacique y estimar la población total que

vivía en ellos (que refleja un promedio de 21 indios por toldo). El otro, usado por ambos

comisionados, fue el de determinar el número de indios de pelea que acompañaron a cada jefe

indígena a los parlamentos. Aún cuando la participación de estos conas no refleje la totalidad de

indios de pelea existentes en las tolderías, este dato nos permite realizar una estimación de

655. Los comsionados que en la misma época trataron con grupos “ranqueles” ubicados al norte del arroyo de Las Flores y en la zona de Mamil Mapu no han dejado apreciaciones sobre la cantidad de habitantes en las tolderías en las que se hospedaron.

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mínima sobre la población total que se encontraría en la región interserrana a mediados de la

década de 1820.

En los recuentos de población realizados en la Araucanía a fnes del período colonial, se

estimaba una relación de 5 a 6 personas por cada indio de pelea656. Valiéndonos de esas

correlaciones podemos considerar una población de 9470 a 11.364 almas. Si agregamos a este

número la población estimada por García en las tolderías ubicadas en la Sierra de la Ventana las

cifras ascenderían a 10.670 ó 12.564 habitantes. Esta cifra es semejante a la población criolla

existente en el año 1815 en los partidos del norte (10.773) y superaba ampliamente a la asentada

en los partidos del sur y del nuevo sur (6.309)657.

2. Los encuentros diplomáticos en la primera mitad de la década de 1820 En el año 1810, la misión de García a Salinas Grandes fue el primer contacto que el

gobierno revolucionario intentaría con agrupaciones indígenas de las pampas. En el desarrollo de

la misma comenzaría a ser evidente para las autoridades centrales la creciente complejidad del

escenario indígena debido al asentamiento de grupos transcordilleranos en la zona de Salinas

Grandes, lo que provocaría conflictos intertribales en torno al control territorial del área. La

misión no llegó a concretar ningún acuerdo específico de paces y las relaciones diplomáticas se

interrumpieron por varios años.

Hacia fines de la década de 1810 se produjo un incremento de la conflictividad fronteriza.

Entre los cambios que trajo esta nueva etapa se hallaría, por parte del gobierno provincial, una

preocupación por reiniciar los contactos diplomáticos con los grupos indígenas de la pampa. Sin

embargo esta premisa fue acompañada por empresas militares concretas tendientes a extender el

espacio ocupado. Esta duplicidad de acciones produjo en los grupos indígenas, una fuerte

incertidumbre acerca de los objetivos del gobierno. Mientras los pedidos de los caciques

mantenían una constante y se centraban invariablemente en los mismos reclamos, el gobierno no

llegaba a garantizar ninguno ni tampoco tenía ofertas concretas para hacer. Los encuentros

diplomáticos eran encabezados, del lado criollo, por personas de confianza de los principales

caciques a quienes denominamos “introductores”.

656 Ver Villar y Jimenez, “Saca de ganados mayores y menores para la tierra de Indios. Convites, consumo y política entre los Indígenas de Araucanía y las pampas (segunda mitad del siglo XVIII)”. Mimeo, 2003. 657 A. Mascioli, S. Lanteri, V. Collia y N. Perea, “La temprana llanura aluvial…”

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Las negociaciones en el sector norte de la provincia: entre “montoneros” y “chilenos”.

El primer contacto diplomático con el que iniciamos el análisis fue el realizado en

noviembre de 1819 con los “ranqueles” en Mamil Mapu658. Como hemos visto, para esta época,

los grupos indígenas cercanos a la frontera norte de la provincia intentaban ser seducidos por una

diversidad de actores: caciques “chilenos”, montoneros federales y el militar chileno José María

Carrera659. Conociendo el gobierno de Buenos Aires la situación potencialmente explosiva que

existía en ese sector de la provincia, intentó captar la amistad de los principales jefes indígenas.

La misión diplomática encomendada por el gobierno al coronel Chiclana debe entenderse

dentro de este panorama de inquietud ante posibles incursiones en la frontera norte. El vecino y

hacendado de Salto, Juan Francisco de Ulloa actuaría en esta oportunidad como “introductor” al

territorio indígena.

A fines de octubre, Chiclana partió con una reducida comitiva hacia territorio indígena.

En dos días de marcha recorrieron la distancia que existía entre el río Salado y las tolderías del

cacique Nicolás Quintana. Luego de las primeras presentaciones, comenzó la entrega de

obsequios, momento en el cual el cacique solicitó a Chiclana que le entregara aguardiente660. El

comisionado le informó que la bebida había sido dejada en la Guardia de Luján para no estropear

el curso de las negociaciones y que sería entregada una ver finalizadas éstas. La respuesta de

Chiclana fue tomada como un condicionamiento y el cacique se negó terminantemente a que se

prosiguiera con el curso de las negociaciones si el aguardiente no era entregado661. La posición

658 “Diario del viaje al parlamento de indios ranqueles realizado por Chiclana y su segundo D. Santiago Lacasa”, en Revista de la Biblioteca Nacional. Tomo XIII, No. 35 (1945). En adelante, señalaremos entre comillas las designaciones étnicas con que se nombran a los grupos indígenas en la documentación utilizada. 659 Sobre la actuación de Carrera en el espacio pampeano, ver capítulo 1 de la Primera Parte. 660 El consumo de bebidas alcohólicas en los parlamentos y el peso de este artículo dentro de los obsequios entregados a los participantes indígenas era verdaderamente notable. En un trabajo sobre los parlamentos de indios en Araucanía, Luz Mendez Beltrán mencionaba que en cada encuentro diplomático se llegaba a consumir un promedio de 10.000 litros de vino que repercutía en un incremento de la actividad viñatera del distrito de Penco. Mendez Beltrán, “La organización de los parlamentos…”. 661 Ya hemos señalado la importancia simbólica que tenían los obsequios en los encuentros diplomáticos que los comisionados repartían entre los principales caciques y éstos luego distribuían a sus indios. Ver cap. 2 de la Primera parte. De manera similar, en su análisis sobre el contacto entre las culturas indias y la de los pobladores franceses en la zona de los Grandes Lagos entre mediados del siglo XVII e inicios del XIX , Richard White señala que la entrega de obsequios constituía un pilar fundamental de la alianza interétnica. La importancia de esta “base material” llegaba al punto de que, su ausencia o retaceo, podía poner en peligro al sostenimiento de la alianza. Ante el incumplimiento en la entrega de obsequios pactados, un cacique había enviado al gobernador francés el siguiente mensaje “no teniendo en nuestro pais ninguno de los articulos que te solicitamos y que el año pasado nos prometiste que tendríamos y no tenemos … no nos verás a nosotros nunca más, yo lo prometo si los franceses nos quitan esto”. White, R. The Middle Ground...

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del cacique fue apoyada por Ulloa662 lo cual puso al comisionado en una clara situación de

desventaja que lo llevó a enviar chasques a Lujan para que recogieran los obsequios.

Llegado el aguardiente se realizaron los regalos correspondientes (2 barriles para cada

cacique). Este no había sido sino la primera etapa del viaje ya que el parlamento general se

realizaría en las tolderías del cacique Lienan. Un nuevo paso en la travesía fue la toldería del

cacique Curritipay a tres días de camino de la de Quintana. El 27 de noviembre de 1819, arribaba

la comitiva a Mamil Mapu luego de recorrer 180 leguas desde Buenos Aires663, se realizó el

parlamento. Carripilum actuó como comisionado para hablar en nombre del resto de los

caciques. Asistieron asimismo los jefes Quinchun, Millaan, Flumiguan, Neguelche

(Neclueque?), Nicolás Quintana y otros. La celebración del parlamento guardó las formalidades

habituales en estos encuentros: los caciques y sus comitivas se dispusieron en círculo en tanto

Chiclana y su segundo don Santiago Lacasa junto con dos lenguaraces se ubicaron en el centro

del círculo y presentaron las propuestas del gobierno. Estas se centraron básicamente en lograr

que los caciques no ampararan “españoles, ladrones y bandoleros en sus tolderías aunque sus

amigos los indios chilenos se lo pidan”.

En el parlamento se haría evidente la división de los caciques ranqueles entre algunos que

habían realizado acuerdos con el cacique Pablo y el oficial Carrera y otros que, apartados de esta

alianza, intentaban acercarse más al gobierno bonaerense. Esta circunstancia había llevado a un

rápido compromiso de los caciques a acceder al pedido de Chiclana. Al ver la buena disposición

de los caciques en relación a ese punto, el comsionado pasó a plantear el segundo tema que

importaba al gobierno: la extensión del territorio poblado. Los caciques respondieron que ya se

habia acordado que el río Salado sería el límite entre las dos poblaciónes pero Chiclana insistió

en la necesidad de nuevos territorios que dispusieran de aguadas para extender la cría de ganado.

Este pedido derivó en un parlamento entre los caciques que se prolongó un largo rato al término

de la cual los jefes indios informaron al comisionado que aceptaban el avance de las guardias de

Lujan, Salto y Rojas “con tal que en ellas solo se pusiese la Fortaleza y algunas Pulperias para

comerciar con los Indios a quienes se les habia de auxiliar con cabalgaduras y carne”.

Evidentemente los caciques dieron su opinión sobre el avance de la línea fronteriza en el sector

norte de la provincia, espacio en el cual interactuaban con la población criolla. Espacio

662 Según la opinión de Chiclana, Ulloa mostraba permanentemente una actitud desafiante acordando en todas las exigencias del cacique Nicolas. 663 En Política seguida… se presume por la distancia y rumbo seguido por la comisión que los toldos de Lienan debían encontrarse en la región de Toay, actual provincia de La Pampa. Tomo III, p. 292.

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asimismo, sobre el cual el gobierno no tenía prevista una expansión territorial. Resulta muy claro

en el planteo de los caciques que éstos accederían a un avance territorial en la medida que éste se

centrara exclusivamente en puntos de comercio y en destacamentos militares que, a la vez,

debían ser considerados por los líderes indígenas como un punto de apoyo en caso de conflictos

intertribales. Huelga insistir en que, al no constituir una prioridad para el gobierno el sector norte

de la provincia, este inicial acuerdo por avanzar el límite demarcatorio no prosiguió en nuevas

negociaciones.

La amenaza que representaban para algunos caciques ranqueles la presencia de Carrera y

sus aliados indígenas664, los llevaría a insistir en la necesidad de acordar una alianza defensiva

con el gobierno de Buenos Aires. Para seducir a éste, se había ofrecido una ayuda militar para

incorporarse a la expedición que, a inicios del año 1821 llevaría a cabo el gobernador de la

provincia, sobre los grupos indígenas del sur. Si bien la participación indígena en esta campaña

no se efectivizó665, las negociaciones de paz continuaron, llegando a existir dos misiones

paralelas en territorio indígena, dirigidas por dos vecinos del partido de Salto (Juan Francisco

Ulloa y Matías Gutierrez) que tratarían con diferentes caciques.

El mantenimiento de esta duplicidad diplomática a la vez que produjo rivalidad entre los

comisionados en torno a monopolizar los contactos diplomáticos, derivó asimismo en conflictos

similares entre los caciques ranqueles. La primera misión encabezada por Matías Gutierrez

había llevado al comisionado al paraje denominado Punto de Ranquilcó666 y en ella participaron

como principales, los jefes Santiago (quien según Gutiérrez hablaba en correcto español y “si no

es el mas poderoso [cacique] es uno de los principales”) y Nicolás Quintana, quien había

iniciado anteriormente las negociaciones previas por intermedio de Juan Francisco Ulloa. La

otra misión enviada casi un mes más tarde estaba encabezada precisamente por dicho vecino

junto a Martín Quiroga “hombres intimamente relacionados con los indios” y se había dirigido

hacia Mari Mamuel667 posición que, con respecto a las tolderías anteriores se hallaba “más

664 Amenaza que, desde inicios del año 1821, se limitaría a estos ultimos en virtud del alejamiento del oficial chileno hacia la provincia de San Luis y que era bastante real. Antes de abandonar el territorio ranquel, fuerzas del militar chileno cayeron sobre las tolderias de los caciques Nicolas Quintana y Neicu (distantes unas 30 leguas unas de otras). El ataque diezmo los recursos de los indios de Nicolas que debió solicitar yeguas al gobierno para alimentar a su gente. AGN,VII, 1041(Archivo Biedma) 665 Ver capítulo1, Primera parte, pág. 666 En Política seguida… se relaciona este nombre con la deformación de Sanquilcó registrado por Vúletin y Erize que se halla al oeste del actual partido bonaerense de Olavarría. Similar ubicación se obtendía de Olascoaga que considera Sanquil-có como corrupción de Ranquil- có ó agua de carrizales. Tomo III, p. 230. 667 Paraje que en la actualidad se encuentra en la provincia de La Pampa, departamento de Guatraché.

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afuera pero tirando al centro de la indiada”668. Los principales caciques que se encontraban

parlamentando en ese punto eran Lienan, Felipe Guaychul y Milla-Cuel incorporándose

posteriormente Curritipay. De manera que nos encontramos con los mismos jefes que pocos

años atrás se hallaban parlamentando de manera unida con Chiclana pero que, en ese momento,

había decidido realizar negociaciones en forma separada.

En el primer parlamento realizado por Gutiérrez habían participado cuatro caciques y

“ciento y más indios”. En el mismo se había acordado realizar un nuevo encuentro la semana

siguiente en las tolderías del cacique Currutipay “a quien da por cierto Santiago de poderlo

sacar de la amistad de Carrera y tratar de la captura de este”. Este compromiso de Quintana lo

ponía en una posición de privilegio en la relación con el gobierno ya que se presentaba como el

principal interlocutor que, a su vez, intentaría captar a otros jefes para la alianza. Entre éstos se

encontraban también “Los caciques de Guaminí que es donde ha parado Carrera” y con

quienes según Gutierrez “ya hay algo adelantado y todo bien dispuesto al parecer a no ser que

por algun otro movimiento se descomponga”.

Este papel central de Santiago Quintana se vio frustrado cuando, paralelamente, Lienan,

Guaychul y Currupitay iniciaron sus propias negociaciones. Ante la negativa del otro grupo de

unirse en estos parlamentos Santiago y Nicolás le dijeron a Gutiérrez que “no quieren nada con

[el lenguaraz Dionisio] Morales [que integraba la otra comision] ni con el otro cacique porque

estos han contado que bienen a tratar de paz y de todo cuando ya Nicolás y Santiago todo lo

tienen allanado”. Poco después, la reacción de Nicolás fue mucho más enfurecida explicando al

comisionado que “yo ya no quiero nada y en mandando algún chasque he de mandar cuantos

papeles me han mandado por que no quiero ser cacique ya” (subrayado en el documento).

Gutiérrez intentó calmar los ánimos de los jefes desnudando la verdadera preocupación

de éstos ya que les aseguró que

“ellos siempre han de tener su lugar preferente por haber trabajado en sugetar y persuadir a todos desde los tiempos criticos y ardientes en pro del Montonero [Carrera] y que sigan en exercicio en fabor de Buenos Aires porque el gobierno no se los ha quitado”.

668 Según Gutierrez las tolderías de Guaychul donde se encontraban los otros comisionados se encontraban a 15 leguas de ellos. En el relato de su viaje a los toldos, Martín Quiroga señalaba que había demorado 17 días en llegar “después de un penoso viaje en que tuvieron que extraviar camino huyendo de los montoneros [de Carrera]” (Carta de Martin Quiroga, 12 de marzo de 1821, en AGN,VII, 1041).

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En esta tensión entre las dos comisiones se jugaba algo más que la prioridad en iniciarlas

o en dirigir los contactos. En efecto, en los comentarios de Matías Gutierrez puede percibirse

claramente el proceso de incorporación constante de grupos transcordilleranos que siempre era

vivido de manera armónica sino que podía dar lugar a conflictos recurrente entre agrupaciones

antiguas y nuevas en el territorio. Según el comisionado el cacique “Santiago mueve con

generalidad a todos los caciques que se le prestan… [en tanto] Huechum [Guaychul] tiene mala

opinion entre ellos y no es criollo destos lugares como son todos los caciques del dia quienes

los mas son parientes”.

El conflicto encontró finalmente algun tipo de resolución ya que el 5 de marzo de 1821

el comisionado Ulloa notificaba al gobierno sobre un parlamento que había congregado en

forma unida a “todos los caciques de este continente” entre los que se contaron Nicolás

Quintana, Lienan, Payllaquin, Millan, Guaychul, Yanquelen, Cuel, Nahuelchu, Millaqueo,

Millanamun, Emiquan, Quincham. Y tres caciques “de los alzados… que recién entran en el

gremio”, Curritipay, Ranquel y Quilapay. En el parlamento Curritipay plantearía un tema

neurálgico de las negociaciones: el rescate de cautivos. Las argumentaciones del cacique

presentarían claramente un conflicto que se tornaría insoluble: quién haría el primer gesto de

amistad, los caciques entregando las cautivas o el gobierno pagando el precio del rescate.

Curritipay accedía a entregar las cautivas que existían en sus tolderías si el gobierno se

comprometía a pagar por ellas la suma de “9000 pesos, 400 yeguas, 4 tercios de yerba, 20 sacos

de tabaco, casacas y algunas camisas”. Y solo

“…luego que el Gobierno les diese [el rescate] y entonces quebrarían sus chuzas y las enterrarian para no alzar mas armas contra la Provincia y que solo ayudarian con los demas caciques amigos a la defensa de Buenos Aires y tratarian de atraer a los demas a la paz”669.

No hemos hallado la respuesta del gobierno ante esta propuesta. Pocos días después

Quiroga regresaba a Salto con las comunicaciones acerca del curso de las negociaciones

permaneciendo en las tolderías Francisco Ulloa. Desde Mari Mamuel a fines de marzo, el vecino

de Salto informaba sobre sus gestiones para desvincular a Carrera de sus aliados indígenas.

Ulloa logró convencer a los caciques Nicolás y Lienan para que llegaran a “la frontera con los

montoneros .. y de alli pasarles unos embajadores convidandolos con la paz y pasando el aviso

a los caciques amigos y a los capitanes conocidos que se hallaban en la montonera”. Si la

669 AGN,X,12.4.3

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persuasión no tenía resultado, debían amenazarlos con la engañosa idea de que “… estaban

prontos los ejercitos de todas las provincias para entrar en sus tierras”.

Ulloa acompañó a la comitiva. Al llegar al campamento de los rebeldes y presentadas las

propuestas “comenzaron a pasarse con todos sus ganados y familias a nosotros dejando al

cacique Pablo según me dicen solo con 200 indios”. Solo faltaba conseguir el acercamiento del

jefe chileno. En las charlas con los caciques aliados para convencerlos de realizar esta misión

volvió a plantearse el problema de los cautivos. Según Ulloa los indios esperaban la paga del

rescate “para ver y determinar lo que han de hacer con Pablo pues dicen que ellos no pueden

buscar el sustento para sus familias; yo les he dicho a nombre de V.S. que todo se les ha de

pagar por su trabajo” y pedía al gobierno el envío de 4 ponchos colorados para obsequiar a 4

caciques. Sin embargo, y a pesar de la disposición de los indios en seguir los planes del

gobierno, los auxilios no llegaban. Ante esto Ulloa exhortaba al gobierno

“Espero que V.S. le conteste al cacique Curitipay [Curritipay] con mucha politica a fin de que no perdamos lo trabajado. Puede V.S. disculparse con que no puede mandar nada porque Pablo dijo que saldrá al camino, que luego que no haya peligro mandara todo lo que pidan y pagara a todos los caciques que han trabajado. Espero esta contestacion pues los caciques quieren ver el resultado de V.S. y que sea lo mas pronto que se pueda”

Pero el gobierno, concentrado en los asuntos de la frontera sur, como veremos más

adelante, no parecía estar apurado en resolver este tema. Luego de 13 días contestaba al

comisionado que “está pronto a obsequiar a los caciques con dinero siempre que atacando al

cacique Pablo lo obliguen a hacer la paz y en prueba del afecto que como paisanos les tiene les

remite para cuatro caciques cuatro ponchos de paño grana”670. Lo que significaba muy

claramente que el problema no se destrabaría.

Y finalizaba la comunicación remarcando la importancia de la compensación económica

solicitada. En efecto, Ulloa insistía nuevamente en la necesidad de que el gobierno asegurara a

los caciques que llevaría el dinero con el ejército que enviaría para auxiliarlos. El argumento del

vecino de Salto estaba fundado en su conocimiento sobre las relaciones de reciprocidad entre los

indígenas y no respondía a una defensa de sus derechos. La entrega de obsequios era la

condición sine qua non para conseguir el propósito de terminar con el cacique Pablo pero, para

Ulloa “luego [de] concluido con Pablo V.E. podrá hacer lo que quiera con estos otros”671.

670 Todas las actuaciones mencionadas en la descripción de estas misiones paralelas se encuentran en AGN,X,12.4.2 671 AGN,X,12.4.3

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La ayuda del gobierno no llegó y las negociaciones se fueron diluyendo. Este desinterés

del gobierno por los asuntos de la frontera norte, que fue señalado anteriormente, vuelve a

hacerse evidente en la esfera de las relaciones interétnicas. En este caso derivó en la

imposibilidad de concretar el acuerdo con los caciques ranqueles. Para ello, y teniendo en cuenta

los consejos y por momentos, las apelaciones de los comisionados, hubiera sido necesario decidir

el vuelco de recursos hacia esos grupos tanto en bienes de consumo como en auxilio militar.

Habría que preguntarse cómo afectó este abandono del gobierno a los grupos indígenas

que buscaban el acuerdo. Si la presencia de relacionados de los caciques revestía los encuentros

diplomáticos de cierta dosis de confianza, las acciones posteriores o, mejor dicho, la inacción

que seguía a los acuerdos preliminares contradecían los pactos a los que se había llegado. Este

hecho originaría en los jefes indígenas una pérdida de confianza en estas negociaciones y no

sería descabellado encontrar la explicación de la constante negativa que posteriormente tendrían

los caciques “ranqueles” por establecer acuerdos de paz con la provincia de Buenos Aires, en los

desencuentros que caracterizaron la relación interétnica en esta etapa.

Hasta el momento las fuentes mencionaban de manera privilegiada a estos grupos

indígenas proporcionando datos que nos permitían acercarnos a sus relaciones intertribales e

interétnicas. A comienzos de la década de 1820, la atención del gobierno provincial dio un giro

fundamental hacia el sector sur de la provincia. Es precisamente a partir de ahora que los pueblos

indígenas del área interserrana comienzan a cobrar mayor importancia para el gobierno y la rica

documentación que acompaña este “descubrimiento” de la población nativa es la que nos

permitirá efectuar las aproximaciones a la dinámica intertribal que realizaremos en el proximo

acápite.

Los conflictos interétnicos al sur del Salado La caída del gobierno directorial y con él, la disolución del gobierno central,

descomprimió la tensión en el norte y desvió la mirada de las nuevas autoridades bonaerenses

hacia el sur de la provincia, zona donde debía realizarse la proyectada expansión territorial. Con

la excusa del malón a Salto en diciembre de 1820, el gobernador Rodríguez impulsó una

expedición punitiva hacia el sur de la provincia. Durante el corto período que media entre ella

(1820-1821) y el establecimiento del negocio pacífico (1826) se produciría un importante

cambio en el liderato de los grupos pampeanos en donde se enfrentarían caciques a favor de

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lograr el acuerdo con el gobierno aun cuando ello significara un grado de subordinación mayor al

que pudieran haber tenido hasta entonces y otros que, manteniendo la distancia, intentarían

negociar en igualdad de condiciones. Estos ultimos, al no encontrar forma de mantener esta

posición, acabarían uniéndose a grupos indígenas hostiles.

En su primera expedición, Rodríguez había atacado las tolderías de los caciques Ancafilú

(quien hasta hacía poco había residido en la estancia Miraflores) y Anepan en el arroyo

Chapaleufu, creándose la enemistad de éstos junto con los jefes Pichiloncoy y Catriel que se

unieron a los anteriores para atacar al campamento militar. La actitud del comandante mostró en

todo momento una posición de fuerza, desconociendo las formalidades de los contactos

diplomáticos. Si bien recurrió a un “introductor” para contactarse con los caciques del sur, el

vecino Pablo Pérez, ante la primera actitud de desconfianza de los indios, no dudó en usar la

fuerza para obligarlos a colaborar militarmente en la expedición. Esto implicaría un quiebre

fundamental en las relaciones diplomáticas en las cuales hasta el momento, se habían guardado

el respeto y las formalidades.

De todos modos, paralelamente a estas hostilidades se mantuvieron ciertos contactos

diplomáticos entre los caciques agredidos y el gobierno. Poco despues de esta expedición, el

cacique Catriel que cobraría una gran relevancia en el período rosista, se presentó en el fuerte de

Ranchos para negociar la entrega de cautivas:

“el cacique Oyalaú (Catrie es su nombre) sobrino legítimo del principal Antenau el que

ha presentado todos los documentos que ha obtenido de los anteriores gobiernos de su buena comportación y viene representando a los caciques Ancafilu y Pichiloncoy con las cautivas que ha comprado y pasa a entregar… lleva además una carta para S.E. del cacique Benancio escrita con fecha 20 de mayo”672.

Al año siguiente, la expedición a Sierra de la Ventana tendría en Pedro Andrés García, un

interlocutor válido para los indígenas. El coronel había dirigido misiones diplomáticas en otras

oportunidades673 y tenía una relación personal con algunos de los caciques con quienes

negociaría674 por lo que podía ostentar un amplio conocimiento sobre las formas que debían

672 Ignacio Inarra al gobierno, Ranchos, 17 agosto de 1821. AGN,X,12.4.3. Las negritas que agregamos al parrafo transcripto tiene el objeto de resaltar que la relación de estos dos caciques con el gobierno bonaerense antecedieron en mucho al período en que tradicionalmente se ubica su alianza con el mismo. 673 Por ejemplo, la expedición a Salinas Grandes en el año 1810 y las negociaciones de paz que se frustraron en el año 1815. Ver capítulo 1. 674 Del cacique “ranquel” Quirusepe diría que lo unía una antigua amistad y que había acompañado la comision para evitar que fuera atacada. Pedro Andrés García, “Diario de la expedición de 1822…”, p. 161.

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adoptarse en estos encuentros. La primera reunión formal con uno de sus anfitriones se produjo

en la toldería del capitán Antiguan. Llegados al sitio, García y sus compañeros fueron invitados a

comer en el toldo del jefe indio un asado de cordero “este obsequio es para ellos el mayor que

pueden hacer y la carne que mas aprecian” y a tomar mate lo que “por no desairar a los

invitantes, tomaron el que les toco por turno”675.

Los caciques que parlamentaron con García fueron los mismos que se habían enfrentado

con Rodríguez en su primera expedición, con la excepción de Ancafilu que ya es mencionado en

el relato como un cacique disidente. En el desarrollo de los parlamentos que se sucedieron a lo

largo del viaje se haría evidente una división entre los caciques participantes ya que mientras

algunos intentaban mostrar una actitud negociadora con el gobierno, otros exigirían el

cumplimiento de determinadas propuestas como base para el tratamiento de un acuerdo de paz.

Luego de varios días de marcha, tres caciques, en representación de Lincon y Avouné

pidieron dialogar con García. Recelosos por la experiencia anterior de Rodríguez, uno de los

indios enviados, el cacique Ancaliguen, expresó que existía el temor entre ellos de que la

comisión, bajo la fachada de paces, llevara una fuerza armada hacia el territorio para enfrentarlos

militarmente. Ante la expresión de desconfianza, García hizo formar a todos los integrantes de la

comisión para que fueran examinados y contados por los indios enviados quienes al ver que ésta

se componía de poco más de 30 personas regresaron a sus toldos para informar a los caciques

principales676.

Entre los indios principales que se habían presentado en el campamento de la comisión

para saludar y pedir obsequios, el coronel observó la presencia de uno muy bien vestido, con un

excelente apero, adornado con un chapeado completo de plata. El indio no expresó su nombre y

consultado con otros indígenas éstos dijeron no conocerlo por lo cual García supuso que no era

ni cacique ni principal sino “uno de los muchos que han robado largamente en las incursiones

en la provincia y vienen a lucir en sus tierras la presa”677. La obtención de bienes a partir de los

enfrentamientos llevaba a los indios a tener otro tipo de artículos como sables y multitud de

675 Este manejo diplomático no impidió que Garcia, en ésta y en otras oportunidades, dejara anotada su opinión sobre el desagrado que le causaban algunas de estas ceremonia; en esta ocasión agregaría que “el mate que ellos usan es correspondiente a su miseria… La esquerosidad de el y el modo con que lo sirven es mas bien para estremecer al que lo mira que para tomarlo… La bombilla asquerosa jamas se limpia y ella sirve hasta que no quedan mas pedazos”. Pedro Andrés García, “Diario de la expedición de 1822…”, p.120. 676 Ibidem, p. 120. 677 Ibidem, p. 124.

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armas blancas y de chispa, carabinas y tercerolas inútiles que por lujo cargaban en sus espaldas,

a la vez que uniformes y gorras de los soldados. Estas adquisiciones materiales incidirían en

modificaciones en la estructura de poder: ya no son solamente los caciques quienes ostentan

bienes de prestigio sino también indios de pelea que han podido obtener dichos bienes en los

enfrentamientos bélicos678.

El 27 de marzo de 1822 se produjo el primer encuentro entre la comisión y los principales

caciques. Primeramente se realizó una junta de todos los caciques que habían sido convocados a

la reunión en la que se acordaron los puntos que serían exigidos al gobierno para llegar a un

acuerdo. El encuentro de las distintas divisiones que llegaron al campamento se inició con una

presentación de las fuerzas de cada una de ellas, luego de lo cual “prorrumpieron en grande

alboroto, desordenándose la línea, corriendo o dando cargas en grupo con sable en mano y

lanza, tirando cortes y lanzasos al aire a diestro y siniestro: dando vueltas a toda carrera

circularmente alrededor del cacique que se hallaba en el medio, presenciando este ensayo

guerrero de su tribu”679. Luego de esta presentacion las divisiones formaron un amplio círculo

dentro del cual se instalaron los caciques.

En este parlamento se produjo un serio enfrentamiento entre el cacique Lincon que intentó

convencer al resto de los jefes de reunirse en forma conjunta con los “ranqueles” para ajustar las

paces. La propuesta fue violentamente rechazada por los otros jefes; el cacique que encabezaba

la oposición era Avouné que fue apoyado en sus dichos por el resto de la concurrencia. La

presencia y las voces de los indios sorprendieron a García que, a escasa distancia del lugar

presenciaba los hechos y mencionaba asombrado las voces que daba “el pueblo” en la junta que,

siguiendo la opinión de la mayor parte de los caciques, insultaba a grandes voces a Lincon680:

A pesar de mantener su posición, Lincon debió aceptar la opinión mayoritaria y se llamó

a los comisionados del gobierno para informarles sobre el resultado del parlamento681. Para

traducir el parlamento, además de los intérpretes que llevaban los comisionados, los caciques

678 Leonardo Leon Solís, “Guerra y lucha faccional…”. 679 Pedro Andrés García, “Diario de la expedición de 1822…”, p.126-127. 680 “… el poder que en estos actos ejerce la voz viva de este ultimo [el pueblo] sobre las decisiones del pacto y su opinion es seguida y obedecida de sus caciques o de lo contrario se hacen obedecer de un modo hostil, vengandose en el acto del que no obecede: no valiendo en estos casos el poder que egercen en el trato domestico de su gobierno interior” Ibidem, p. 138. 681 Las formalidades del evento llevaron a la formación de un nuevo circulo en donde entraron los comisionados y los caciques; éstos “se apearon de sus caballos y formados en tierra, cada uno abrazó y dio la mano a los integrantes de la comisión”. Ibidem.

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pusieron los propios que en la mayor parte eran desertores682. En esta oportunidad fue el cacique

Avouné quien presidió la reunión habiendo indicado a su intérprete que expresara a García el

deseo de los caciques de ver realizadas las paces pero insistiendo en la reunión en forma

separada de los “ranqueles” en virtud de sus problemas internos. Por tal motivo, la comisión

debería internarse mas en territorio indígena, cerca de la sierra del Volcán donde debían llevar a

cabo la conferencia con estos ultimos. García se opuso firmemente a seguir avanzando

recurriendo a distintos argumentos como su avanzada edad, su salud delicada y el estado de las

cabalgaduras, etc. En esa posición fue apoyado por el cacique Lincon pero sus quejas no dieron

resultado; el sector disidente había logrado imponer su posición683. De todos modos, ésta había

sido solo una reunión preliminar estableciéndose que al día siguiente se tendría el parlamento

oficial. Al anochecer se realizó un primer reparto de obsequios que continuó al día siguiente684.

El relato de las vicisitudes en estas entregas refleja claramente la importancia que tenía la

percepción de estos regalos para los indígenas.

“Sentados en tierra, formando un gran circulo, se regocijaban, acomodando los presentes provisionales que se les hacia, en las mantas, ponchos y bolsas … En estas ocupaciones pasaron toda la tarde hasta que anochecio y se marcharon todos los caciques a sus campamentos … A los caciques se les obsequio lo mejor que se pudo, pero de los muchos que habia querian que todo se les diese y no pasase nada la Comision adelante para sus enemigos. Tanta fue la impudencia de estos hombres que fue menester darles la mayor parte de lo reservado, segunda vez…”

Es claro en este párrafo, el interés de los caciques participantes por que se les entregaran

todos los obsequios sin que se reservara ningun bien para los restantes grupos con los que la

comisión esperaba parlamentar los que, por otra parte, son catalogados como sus enemigos.

Como veremos más adelante, el acaparamiento de los presentes tendría sus consecuencias.

En el parlamento general que tuvo lugar al día siguiente fue nuevamente Avouné quien

presidió la reunión en donde se trataron las bases para un futuro acuerdo de paces. Teniendo en

682 Los intérpretes jugaban un rol importantísimo en estos encuentros diplomáticos y era habitual que cada parte pusiera su propio lenguaraz para garantizar una correcta transcripción de los discursos. 683 El descrédito del cacique Lincon ante sus pares sería evidente en el curso de esta reunión. Según García “…lo que sucedió fue que el pueblo incomodado contra Lincon y sus parciales, arremetieron algunos atrevidos contra el y los suyos: en la confusion el bravo cacique no se turbaba y a todos atendia con su espada en mano y causaba respeto a los desertores que eran los que capitaneaban estos insultos con un objetivo diferente: no directamente contra el cacique, sino para que fuesemos envueltos en sus contiendas y disponer francamente de la yerba, tabaco que anhelaban a mas del odio con que nos miraban” (Ibidem, pág. 128). 684 Como parte de los obsequios se habian llevado para los caciques unos mates especiales. “Los mates que se les tenia preparados para este caso, eran algunos cuernos de 1 ½ pies de largo, y algunos jarros que se habian llevado de lata, de un tamaño casi igual al de los primeros. En estos cabia una libra de yerba con su parte de azucar correspondiente la que despues de consumida el agua, se la echaban al cuello y repetian la misma dosis cuantas veces se les daba. A todos se les satisfizo con este obsequio a mas de las buenas bolsas que al efecto traian preparadas para proveerlas con diferentes especies” Ibidem, p. 129 y 136.

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cuenta el verdadero objetivo de la comisión oficial, es decir, el reconocimiento del territorio y de

las poblaciónes indígenas existentes, el delegado no llevaba propuestas ni temas concretos para

debatir, por lo que los planteos que se realizaron reflejaron directamente los intereses y objetivos

de los lideres indígenas. Estos se centraron en tres temas que se reiterarían en los siguientes años

en las diferentes negociaciones que se entablaran: la ocupación de la tierra, el rescate de cautivos

y el intercambio comercial.

Con respecto al primer tema, los caciques denunciaron que habían sido los “cristianos”

quienes siempre habían violaban los tratados tomando la iniciativa de agredir avanzando sobre

sus territorios y usurpándolos. Los reclamos territoriales ocuparon un lugar central en el

parlamento y se remontaron a la primera etapa del proceso de avance territorial realizado por

particulares en el cual algunos indígenas se consideraban víctimas del despojo de sus tierras.

Según vimos en el capítulo 1, el asentamiento en tierras allende el Salado se había dado de

manera espontánea por los pobladores criollos que, en algunas ocasiones, negociaron su

establecimiento con grupos indígenas. En el parlamento se denunciaron aquellos avances que no

tuvieron esa instancia negociadora y las mismas fueron pronunciadas tanto por el cacique

Avouné dentro de un extenso relato sobre el deterioro de las relaciones interétnicas como por los

mismos damnificados. Así, “Un viejo de talla gigantesca, de los mas elocuentes, que hablaba y

sobresalía en sus quejas a todos los demás”, señaló que había sido dueño y poseedor de una

parte considerable de terreno en las costas del Salado, en el rincón llamado del Toro y que de allí

lo habían arrojado los cristianos, con graves perjuicios de sus intereses y espuesto a perecer de

indigencia en países estraños; pidiendo por ultimo que se le devolviese. Otro indígena que había

tenido su asentamiento cerca de donde se hallaba la guardia de Kaquelhuincul señaló que si bien

no había sido directamente expulsado por los nuevos pobladores, debió “emigrar a una gran

distancia para librarse de las tropelías que sufría de los cristianos”, argumento que reproduce

las mismas quejas que los pobladores criollos tenían con respecto a sus vecinos indígenas. Los

reclamos por tierras crecieron en intensidad al punto que “Una multitud de ellos redoblo estas

mismas quejas porque les parecía que había llegado el caso de pagarles todo cuanto habían

perdido y que en los tratados había de acordarse para su indemnizacion”685.

García intentó diluir este tema apoyando su argumentación en el fallido acuerdo que no

había llegado a concretarse en el año 1815 en el cual, aparentemente, se buscaba convenir con

los indios el adelanto de la frontera para dejar libre el contacto con Patagones y la defensa de la

685 Ibidem, p. 134-135.

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costa686. Los caciques rechazaron este supuesto acuerdo a la vez que exigieron el retiro de la

tropa de Patagones, el levantamiento del fuerte de Kaquelhuincul y el abandono en el termino de

un año, de todas las estancias y familias situadas al sur del Salado. Ante la exigencia, García solo

pudo atinar a contestar que le parecía muy corto el plazo de un año pero que igualmente al no

estar en sus atribuciones resolver sobre ese punto, daría cuenta al gobierno del reclamo para que

éste decidiera el curso a seguir.

Una voz en cierto modo diferente con respecto al tema de los reclamos territoriales fue la

del cacique Negro o Llampico, que comandaba una división de 420 indios de pelea. Negro

expresó que “a parte de su tribu y a el se les había despojado por un derecho injusto de los

terrenos que antes habitaban desde el cabo San Antonio o rincón del Tuyu hasta las faldas del

monte Volcán y principalmente al que habitaba la laguna de los Camarones grandes y chicos”.

Sin embargo, había decidido trasladar sus tolderías a las riberas del Colorado en paz donde nadie

perturbó su tranquilidad ni sus propiedades fueron atacadas687. Según la lectura de García, el

cacique Negro buscaba el acuerdo con el gobierno “sin poner ningunas condiciones” debido a las

ventajas incalculables que obtendría de éste. Es evidente que el cacique, cuyo ámbito de acción

se localizaba más al sur de las sierras de Tandilia, pensaba fundamentalmente en sostener las

relaciones comerciales que lo unían con el poblado de Carmen de Patagones al sur y con el resto

de la campaña bonaerense hacia el norte.

El intercambio comercial fue precisamente otro aspecto recurrente en las negociaciones

de paz. En este punto las exigencias de los indígenas contenían distintos puntos: levantar la

limitación que aparentemente existía para comerciar solo con algunos puntos de la campaña y

obtener el permiso para realizar tratos en toda la frontera; conseguir un cambio en los corrales y

corralones habilitados para estas operaciones solicitando la supresión de unos y la apertura de

otros, reclamando además la seguridad de sus personas y de sus bienes durante el tiempo que

duraran los tratos; finalmente, pedir que se establecieran precios por los productos

intercambiados para no caer bajo los abusos de los comerciantes. Nuevamente García no

comprometió su posición en ningún momento contestando que “entre las partes contratantes

continuarían del mismo modo la amistad y la paz existente, procurando del mejor modo posible

terminar el presente tratado y retirarse”688.

686 Recordemos que García era esperado por 12 caciques principales para cerrar un acuerdo de paz cuando fue arrestado y detenido por las nuevas autoridades “nacionales” en el año 1815. Ver capítulo 1. 687 García, “Diario…” p. 137. 688 Ibidem, p 136

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El rescate y/o intercambio de cautivas sería el tercer tema que se trató tanto en este

parlamento como en el que se concertó con los “ranqueles” poco después. El tratamiento del

asunto generó algunos inconvenientes en virtud de una diferente concepción acerca del

significado de esta entrega. Para los indígenas se trataba de un “rescate” por lo cual debía existir

un intercambio de bienes: cautivos a cambio de otros bienes; los criollos, por el contrario

intentaban hacer valer una “devolución” de estos prisioneros. En efecto, los caciques plantearon

a García que los cautivos habían sido adquiridos en buena ley en un enfrentamiento militar y por

tal motivo formaban parte del botín de guerra. De ahí que la entrega de éstos, al significar la

pérdida de un bien para su poseedor debía ser compensada con la entrega de bienes equivalentes,

que podría tratarse tanto de bienes como de prisioneros indios tomados a su vez por los

criollos689. Por el lado de estos últimos, se consideraba que los cautivos habían sido tomados en

momentos de enfrentamiento por lo cual, finalizado éste o, en tratativas de hacerlo, era esperable

que los cautivos fueran devueltos. La situación se tornó dramática ya que dentro de la comitiva

que acompañaba la expedición habían viajado algunos pobladores que, habiendo averiguado que

sus parientes estaban cautivos entre los indios con quienes se trataría, esperaban poder

encontrarse nuevamente con ellos. Sin embargo, estos pobladores no habían llevado bienes para

rescatarlas pues suponían que sería devueltas “sin costo” en virtud de la negociación de paces. El

mismo García se ofreció como garante de la entrega pero no obtuvo respuesta favorable de los

caciques.

En efecto, al plantearse el tema del rescate, el cacique Avouné expuso que la entrega

general de cautivas solicitada por el gobierno como base para las paces se realizaría a costa de

una suma que se pagase por cada una de ellas. García reclamó que esa posición era injusta

teniendo en cuenta que el gobierno había devuelto a los prisioneros indios en el momento en que

estos habían sido reclamados690. Sin embargo, el cacique no acepto el argumento del coronel y

sostuvo su posición acerca de la necesidad de obtener una compensación691.

Luego del primer parlamento, la comisión debió seguir camino rumbo a la sierra de la

Ventana para tratar con los “ranqueles”. Lincon, demostrando su compromiso con García, junto

689 Una concepción similar se planteaba con respecto al ganado obtenido en los malones ya que, ante la prohibición de comprar ganado “robado”, los indígenas alegaban que este había sido obtenido por su trabajo. 690 Es probable que García se refiera a los prisioneros tomados por Rodriguez en su primera expedición que fueron devueltos a sus parientes en el curso de la misma. 691 García, “Diario…”, p. 138

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con otros tres caciques acompañaron a la comisión para asegurar su tránsito por territorio

indígena692. El jefe indio que desempeñó el papel principal en las negociaciones con los llamados

ranqueles fue el cacique Neclueque693. A pesar de ser nombrado permanentemente como ranquel,

el mismo García reconocería la dificultad de catalogar étnicamente a Neclueque ya que

“no pertenecía, según las indicaciones que hacíamos, ni a los aucases, ni ranqueles, mucho menos a los huilliches porque habita en puntos muy distantes en donde se nos aseguro tenia su residencia … No pertenecía a los primeros porque ocupaba el terreno de los segundos, ni pertenecía a estos porque sus antiguos predecesores eran de la primera tribu hasta el ultimo nombrado Callmegue hermano suyo que murió en una de las incursiones en la frontera de Navarro y a quien sucedió como el mayor de los hermanos de los que existen. Sus relaciones con ambas son continuas y en los pactos, incursiones o tratados es consultado por las dos, sin pertenecer a ninguna”694.

Estas expresiones de García, similares a las utilizadas por el comisionado Gutierrez al

referirse a un cacique “ranquel” no criollo de las tierras habitadas por éstos, muestran

nítidamente los procesos etnogenéticos que se estaban produciendo en el área pampeana

mediante la incorporación de grupos no originarios. Pero a pesar de la constatación de este

hecho, los enviados oficiales no podían dejar de catalogar a los caciques con los que dialogan en

algunas de las categorías étnicas conocidas, “imponiendo identidades”, según plantea Lidia

Nacuzzi, que debían estar alejadas de las que tenían los mismos indígenas.

Lo cierto es que Neclueque, mientras la comisión iniciaba su viaje rumbo a la sierra de la

Ventana, había enviado chasques invitando al parlamento a los principales caciques “ranqueles”

entre los que se mencionaban Pablo, Calimacuy, Joaquín, Antenau y Grenamon695. Neclueque

había alertado a García que entre esos caciques había muchos desertores que posiblemente se

opusieran a negociar con la comisión pero que él “mediaría para que los consejos de éstos no

influyesen en nada sobre las disposiciones de los caciques”696

A pesar de su “buena disposición” los caciques rechazaron la convocatoria. Los

argumentos por los cuales se opusieron a parlamentar con García reflejan que, a pesar de no

haber participado en el primer parlamento, estaban informados de lo que había sucedido allí. En

692 García, “Diario…”, pág. 146. 693 Probablemente se tratara del jefe que participó del parlamento con Chiclana quien es nombrado en la fuente como Neguelche. 694 Negrita nuestra. En este párrafo García entiende por aucas a los pampas y utiliza el termino huilliche en su connotación toponímica para designar a los tehuelches, la “gente del sur”. 695 Ninguno de los caciques mencionados participó de los encuentros previos con Chiclana o con Gutierrez y Ulloa. Por el contrario, el nombrado Pablo podría ser el jefe “chileno” aliado a Carrera lo que habla de grupos enfrentados a los anteriores. 696 García, “Diario…” p. 141.

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efecto, los caciques denunciaban que el gobierno estaba en deuda con ellos porque les había

prometido la entrega de algunos presentes que, según sabían, no llevaba la comisión y que

además conocían que ya se habían repartido la mayor cantidad de obsequios entre los indios

“pampas”. En este punto los caciques criticaban no sólo la actitud de la comisión que había

obrado de tal manera sino también la de los otros caciques que al haberse quedado con los

mejores obsequios los ponían en una posición secundaria, que hace recordar el conflicto entre

diversos grupos ranqueles a inicios de la decada de 1820 por centralizar las negociaciones de paz

con el gobierno. En efecto, siendo la percepción de obsequios un elemento esencial en la

creación de una relación diplomática, el hecho de recibir solo los restos despreciables que sus

enemigos les enviaban ponía a los “ranqueles” en un papel triste por lo cual, algunos caciques

contestarían a la comisión que no admitían la negociación poniendo en planta los recursos que

de su negativa eran consiguientes, es decir, una guerra interminable”697.

Esta posición de algunos caciques ranqueles no sería apoyada por Neclueque que decidió

concurrir al segundo parlamento sólo con su gente. Sin embargo, la cantidad de indios que se iba

acercando al encuentro hizo suponer a García y a los caciques que lo acompañaron, Lincon y

Pichiloncoy, que los jefes disidentes habían enviado gente para seguir de cerca el curso del

parlamento698.

En esta oportunidad volvió a darse una reunión previa de los caciques antes del parlamento

con el comisionado. A la “parla” concurrieron Neclueque, Lincon y una partida de “tehuelches”

que no había podido reunirse en el parlamento anterior. Luego de una hora fue llamado García

que se introdujo en el círculo junto con más de 20 caciques y capitanejos presididos por el

cacique principal. Neclueque, al igual que otros jefes en el parlamento anterior, hizo una reseña

de los enfrentamientos pasados donde ellos habían sido permanentemente subyugados y

engañados por los blancos y refirió especialmente la muerte de su hermano Calhueque en

Navarro y las vejaciones que sufrían constantemente los indios que transitaban por la campaña

con sus objetos de comercio. En la reunión se hallaban precisamente algunos indios que habían

sido robados por el comandante de Navarro recientemente y habían debido volver a sus tolderías

697 Negrita nuestra. La evaluación de Garcia sobre la posicion de los “ranqueles” reflejaba la lucidad del oficial sobre el panorama indígena. Para el coronel era claro que “Ellos conocen bien que geograficamente, por su situacion, se hallan garantidos de todo lo funesto o desgraciado que puede sobrevenirles: ellos no ignoran la imposibilidad de nuestros recursos, para poner en egecucion la empresa de buscarlos en sus mismas guaridas e indemnizarlos de lo mucho que nos han arrebatado y rescatar los esclavos que han usurpado a nuestra población industriosa. Lo conocen, no hay duda”. García, “Diario…”, pág. 150. 698 Ibidem p. 155

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a pie escapando de una fuerza que había sido enviada para asesinarlos699. Viendo García que era

necesario calmar el animo de los ofendidos “porque pronosticábamos por sus semblantes cual

seria el fin de aquella fiesta”, les prometió que los culpables serian castigados y que serian

remunerados por los objetos perdidos700.

El rescate de cautivos y el intercambio comercial tuvo las mismas características que en el

parlamento anterior. En el primer caso el cacique pidió sumas altísimas para entregar las que se

encontraban en sus tolderías701 y en el segundo se pidió el establecimiento de precios para los

productos de consumo que ellos compraban en la ciudad y campaña como yerba, tabaco, azúcar,

etc; y garantía en los corraleros o casas de hospedaje donde depositaban sus productos. Esta vez

García tuvo una actitud más positiva ya que “a todos los caciques y capitanejos se les dio

patentes de paz, para que pudiesen arribar libremente a cualquier punto de la frontera que

quisiesen con recomendaciones particulares para evitar cualquier hostilidad que se

intentase”702

Finalizado el parlamento se procedió al reparto de obsequios, en el cual los indios

volvieron a reclamar los artículos que según ellos habían sido prometidos a un capitanejo en

rehenes en la ciudad. Convencidos de que la comisión no contaba con esos efectos comenzaron a

distribuirse los bienes que se habían llevado: yerba, tabaco, mantas, ponchos, sombreros. La

avidez de los indios por estos artículos volvió a impactar a García que señalaba que se estuvo a

punto de llegar a un enfrentamiento del que se salvo por la intervención del cacique Lincon y del

cacique “ranquel” Quirusepe.

En mayo de 1822, luego de dos meses en territorio indígena, la comisión comenzó a

preparar su retorno a la frontera. Estando en esos preparativos, se recibieron noticias de que los

“ranqueles” disidentes, que no habían aceptado parlamentar con García, estaban preparando una

699 Ibidem p. 157. 700 Estas denuncias de los excesos que sufrian las partidas de comercio en la campaña ya habian sido planteadas por los caciques ranqueles disidentes responsabilizando al gobierno por la escasa proteccion que tenian en sus negocios. Sobre este tema Garcia opinaba que no debia culparse al gobierno por estos actos realizados por los pobladores o aun por los comandantes sin autorizacion del gobierno y respondiendo a un espiritu de venganza. Es mas, el coronel justificaba en cierto modo esta violencia que se producia, según él, como una respuesta logica a las invasiones sufridas en la campaña. “Si… un deudo o un infeliz labrador o hacendado a quien habian dejado en la miseria a mas de haberle muerto un hermano o hijo y haberle cautivado su familia, cometio un hecho tal ¡como se le puede reconvenir! “150. 701 García suponía que los ranqueles eran quienes tenían la mayor cantidad de cautivos por sus ataques a la frontera del oeste que según sus palabras habían “concluido con su población”. Ibidem, p. 144. 702 Ibidem… p, 161.

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invasión sobre Salto, Rojas y Pergamino703. Lincon decidió asegurar el regreso de los

comisionados para lo cual convocó a otros jefes “pampas y tehuelches”704, y al cacique

Neclueque. Todos acordaron con Lincon en acompañar a la comisión con una comitiva que les

indicaría el camino menos peligroso para llegar hasta Monte705. Paralelamente los caciques

enviarían chasques al gobierno dando cuenta de estos acontecimientos.

El interés de los caciques por que no se malograran las negociaciones guardaba una

relación muy estrecha con sus objetivos comerciales. La compañía ofrecida por Neclueque para

acompañar la comisión eran partidas de comercio que, precisamente se hallaban cargando sus

efectos para comerciar en la campaña. Los otros caciques a su vez y ante el temor de que el

presunto ataque derivara en una renovada agresividad de las fuerzas provinciales, pidieron a

García que previniese al gobierno “que se cuidase de que las partidas que traficaban en la

frontera no fueran confundidas con las enemigas y que se advirtiese al cacique en rehenes,

Cayupilqui que las reconociese y si se encontraban algunas enemigas se ordenase su

prisión”706.

Ante el temor de que los ataques que se proyectaban sobre la frontera cayeran asimismo

sobre las tolderías de los caciques aliados, Lincon solicitó la ayuda del gobierno a lo que García

respondió que el gobierno castigaría a los disidentes y que si el cacique era atacado por ellos

pidiera auxilio al gobierno que este se la brindaría707.

En momentos en que se estaba dando esta reunión, los caciques recibieron chasques del

otro lado de la cordillera, que informaron en nombre del cacique araucano Victoriano acerca del

triunfo que había conseguido sobre lo que García denominó “un partido rival” finalizando su

interpretación en que, “la guerra civil hacia estragos entre los mismos indígenas y que dicho

cacique estaba victorioso”708. Para los caciques de la pampa esta noticia no tenía la vaguedad que

expresaba el comentario de García sino que formaba parte de un canal de información por el cual

703 El cacique Neclueque ampliaría poco despues esos informes señalando que el ataque se concentraria en Pergamino y Areco a donde se dirigian capitaneados por desertores y soldados de Carrera a las ordenes de un oficial chileno de apellido Curado. 704 Acudieron a la convocatoria de Lincon, entre otros, los jefes Pichiloncoy, Ancaliguen, Chanabilu, Neculpichui, Pitri, Avoune, Huilletrur (hermano del capitán Antiguan que acompaño a la comision desde el principio), Llanqueleu, Chanapan, Epuan, Califiau. 705 García, “Diario…” p. 163 706 Ibidem, p.165. De hecho la comision partió finalmente con unos 100 hombres que integraban las partidas enviadas por cada cacique que aprovechando el viaje llevaba sus articulos de comercio. 707 Ibidem, p. 168 708 Ibidem, p.170

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podían seguir de cerca las rivalidades intertribales que se estaban produciendo cruzando los

Andes y que, de a poco, comenzaba a tener sus repercusiones en las pampas a través de las

migraciones de población.

La misión de García pudo cumplir el objetivo principal que había sido informarse con

mayor exactitud de las poblaciónes existentes entre las sierras y las posibilidades de explotación

de dichas tierras. En los distintos parlamentos que el comisionado mantuvo con los caciques se

percibía la fuerte resistencia de algunos a iniciar negociaciones de paz con el gobierno

bonaerense. En el caso de los “ranqueles” no sería de extrañar teniendo en cuenta cómo se

frustaron los intentos de acuerdo anteriores. El mismo comisionado no dejaba de señalar

permanentemente la opinión que le merecía cada jefe indígena y las posibilidades de llegar a un

acuerdo con cada uno. Sin embargo, estas observaciones no fueron aprovechadas por el gobierno

para encarar una expansión territorial pacífica y negociada al menos con algunos grupos. La

expedición de Rodríguez realizada en 1823, que derivó en el establecimiento del fuerte

Independencia no dejaba lugar a dudas sobre el escaso interés del gobierno por seguir esa vía.

Como si los hechos del año anterior no hubieran ocurrido, en el transcurso de su segunda

expedición al sur, el general Rodríguez tuvo un parlamento con los caciques Lincon y

Cayupilqui en el cual

“trató de entrar al tratado…, es decir, los medios que debían facilitar para hacer la campaña sobre los ranqueles; sobre la compra de los terrenos nuevamente adquiridos, entrega de prisioneros y en fin sobre tratados de una paz perpetua”709.

De manera que, la respuesta que se les dio a los caciques que habían planteado a García

como una de las condiciones para la paz, el retiro de las poblaciónes avanzadas, fue la irrupción

de una fuerza armada que volvía a introducirse en su territorio y comenzaba a edificar una

fortificación en tierras “nuevamente adquiridas”. La reacción fue unánime y los caciques

atacaron el nuevo fuerte de Independencia que se había creado en esa oportunidad.

Recapitulando brevemente el panorama indígena hasta el momento podemos decir que

existía por un lado una diversidad de caciques localizados al norte de una línea imaginaria que

seguía el curso del arroyo de Las Flores hasta la sierra de la Ventana. Estos caciques,

generalmente denominados “ranqueles” en las fuentes incluían en ese momento a grupos de

709 Martín Rodriguez, Diario de la expedición al desierto. Buenos Aires, Editorial Sudestada, 1969, p. 63. negrita nuestra.

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diversa procedencia que compartían únicamente el asentamiento en la zona de Mamil Mapu,

región tradicionalmente vinculada a esta agrupación. Al igual que para otros grupos, la pregunta

que se impone es ¿qué significaba ser ranquel en este momento? ¿Tenía que ver con su

localización, con su orígen en la región que habitaba, con lazos de parentesco con grupos

originarios de la misma? Teniendo en cuenta los complejos procesos etnogenéticos que se venían

desarrollando en el área panaraucana es muy difícil responder estas preguntas. Lo claro es que en

la documentación hay una insistencia muy grande por encasillar a los caciques en una categoría

étnica conocida que, en términos generales, terminaba haciendo referencia al espacio que

habitaban. Por tal motivo, por “ranqueles” se designaría a los grupos asentados en Mamil Mapu,

por “pampas” a los que se ubicaban en el área interserrana y “tehuelches” serían las agrupaciones

localizadas al sur del río Negro.

En la década de 1810 muchos de los jefes ranqueles, probablemente debido al arribo de

estos nuevos grupos, intentarían insistentemente obtener el apoyo del gobierno bonerense para

contar con un aliado en caso de conflicto intertribal. El fracaso sistemático de todas las

negociaciones que se iniciaron durante el período habría derivado en el posterior rechazo que

tendrían estos grupos a negociar con las autoridades bonaerenses girando el centro de atención a

las provincias del norte (Córdoba, Mendoza).

Pasando al sur del arroyo de Las Flores, en el espacio interserrano, existía un elenco

bastante estable de jefes “pampas y tehuelches” que desde el tratado de Miraflores hasta la

tercera expedición de Rodríguez resultaron los interlocutores del gobierno. Estos caciques no

actuaron de manera homogénea sino que comenzaron, precisamente en esos momentos, a

mostrar actitudes diferentes en su relación con el gobierno bonaerense. Luego de la primera

expedición de Rodríguez, se produjo un quiebre entre los caciques del sur ya que el cacique

Ancafilú, uno de los principales signatarios del tratado de Miraflores y a la vez, víctima de los

ataques de Rodríguez, dejo de participar en las negociaciones. En los encuentros sostenidos por

García en 1822 el cacique Lincon se erigiría como principal jefe de estos grupos pero su

adhesión a los fines de la comisión llevaría al enfrentamiento con otros caciques entre los que se

destacaba Avouné. Junto a Lincon, Pichiloncoy también había demostrado una buena disposición

con respecto a la comisión. Sin embargo, la nueva expedición de Rodríguez realizada al año

siguiente, habría llevado a una reversión en la política de estos caciques que se opusieron al

asentamiento del fuerte Independencia. En efecto, los indios que atacaron el destacamento

respondían a los jefes Lincon, Pichiloncoy y Cayupilqui (ver cuadro 6).

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Estas disputas entre los caciques muestran además, la búsqueda de algunos por lograr un

mejor posicionamiento en la relación con el gobierno que derivaría en la obtención de una

centralidad con respecto a otros jefes y percibir los mejores regalos en las negociaciones. Los

conflictos entre jefes “ranqueles” por monopolizar el contacto en los años 1820 y 1821, los

enfrentamientos entre algunos de éstos y caciques “pampas” durante el viaje de García y

finalmente los desafíos mencionados entre jefes pampas, dan acabada cuenta de ésto. Si en los

primeros años de la década de 1820 los conflictos intertribales no demuestran una violencia

excesiva, hacia fines de la misma y, de manera más evidente, durante la siguiente, los

enfrentamientos incrementarían su dureza. Este hecho sumado a una presencia cada vez más

notoria del estado bonaerense permite caracterizar el area pampeana como una zona tribal en la

cual los jefes indígenas pondrían en juego una diversidad de estrategias tanto para relacionarse

con los poderes estatales como para dirimir conflictos internos.

3. Hacia un nuevo acuerdo: el negocio pacifico de indios

Entre febrero y marzo de 1825, una nueva misión negociadora encabezada por el vecino

de Patagones, Mateo Dupin, mostraría que, a este panorama indígena se habían incorporado de

manera definitiva grupos provenientes del otro lado de la cordillera que, traspasando el espacio

dominado por los “ranqueles” buscaban su instalación en la pampa. Por otra parte, en los

parlamentos llevados a cabo por Dupin no participaron ninguno de los caciques que hasta el

momento habían sido los interlocutores de misiones anteriores ni los que se habían enfrentado

con las fuerzas provinciales, por lo que resultaría factible suponer que la sucesión de engaños de

que habían sido víctimas llevó a dichos jefes a mantener una posición de desconfianza y

distancia ante una nueva misión negociadora710.

El objetivo de esta comisión había sido recomponer la relación con las poblaciónes

indígenas del sur, lesionadas fuertemente con la prohibición de comercio decretada para toda la

provincia, en vista de un posible desembarco portugués en la costa patagónica. De manera que si

el comercio era generalmente un punto de interés para los indígenas, en este caso, la necesidad

de garantizar su mantenimiento le otorgó una mayor importancia. A poco de iniciado el viaje y

llegando al cruce del río Colorado, el enojo e incredulidad de los indios ante la prohibición del

710 El análisis de la misión de Dupin está basada en su diario de viaje incluido en Villar (ed), Jimenez y Ratto, Conflicto…

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comercio de ganado que había formado parte desde siempre de sus relaciones con Patagones,

hizo temer a Dupin por su propia vida.

En estas circunstancias, la misión se detuvo unos días a la espera del resultado de las

conferencias que, relacionadas con este tema, habían decidido tener algunos caciques con el

comandante de Patagones. En la correspondencia que Dupin envió al comandante no tuvo

miramientos en sugerirle que suspendiera la aplicación de la medida, al menos hasta su regreso

al fuerte para garantizar su seguridad.

El regreso del indio Ignacio quien dice haver abandonado su ganado marcado en esa, ha

alarmado los caciques; estos han celebrado una Junta y en ella han dicho “como harian la paz con Buenos ayres por la mediacion de un gobierno que al mismo tiempo les prohibe el comercio, lo que es equivalente a una declaracion de guerra” a esto me han aconsejado que no pasase adelante por que era probable que no me libraria del resentimiento de sus paysanos y asi se serraría para siempre la unica via por donde se pueda verificar la paz. ... Por fin estos caciques tienen ganado en este punto esperan mas y piden licencia de introducirlo. V.S. decidira si conviene mas entrar en una negociacion cuyo resultado puede ser la paz, suspendiendo por algun tiempo la prohibicion, esto es, hasta mi regreso y da lugar a V.S. de ponerse en estado de defensa o seguir con una orden que frustra todas nuestras esperanzas y nos ha quitado ya mucha parte de la confianza de los indios. Yo por mi parte Sor. me tomo la libertad de decir a V.S. que creo que debe suspender la prohibicion y quedo en este punto esperando sus ordenes con el portador de este.711

Los caciques que se entrevistaron con el comandante de Patagones, Martín Lacarra, no

obtuvieron el permiso para comerciar el ganado que llevaban pero el militar era auspicioso con

respecto al curso de la misión ya que aunque “no ha podido recabar de mi el permiso que

solicitava para que le dexase vender el ganado que el y los suyos han trahido. De todos modos el

éxito de la entrevista tambien pudo haber estado fundada en que a dichos jefes se les ha

regalado suficientemente”.

Lacarra no se equivocaba ya que el cacique Enequile, satisfecho con los presentes

obtenidos en el fuerte, se ofreció a acompañar a Dupin hasta el lugar del parlamento. Resuelto

temporalmente el tema, la misión continuó su marcha realizándose un primer parlamento en

Cabeza del Buey, en las tolderías del cacique Chanil, hijo del cacique Negro. Al mismo

711 Las misiones negociadoras no estaban solamente dirigidas por personas de confianza de los indios con quien debía tratarse sino que incluía varios personajes de este tipo. Aun cuando no se explicite en los diarios de viaje, no es descabellado suponer que estos “interlocutores válidos” aprovecharan la ocasión para tener tratos comerciales con sus conocidos. La correspondencia que Dupin envió al comandante Lacarra con sus temores por el éxito de la empresa fue entregada en el fuerte por el Sor. Dn. Andres Gelli quien, según expresaba el comisionado en una de esas cartas “asistio a todas las conferencias y por su parte ha adquirido muchas noticias asi para aclarar algunas que pueden ir mui confusas por la incomodidad con la qual escrivo, me remito a él que las tendra bien presentes.”

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asistieron los caciques Dedué712 y Enequile, el primero acompañado de siete caciques

subalternos y setenta indios. El protocolo reprodujo las actuaciones del parlamento con García.

Las comitivas indígenas hicieron sus ceremonias de presentación a cierta distancia, tras lo cual se

acercaron al lugar del encuentro y se dispusieron formando un semicírculo dentro del cual se

sentaron Dupin, el cacique Negro a su derecha y un intérprete a la izquierda.

El comisionado inició los discursos exponiendo el objeto de su comisión; habló

seguidamente el cacique Negro apoyando el discurso del comisionado y luego otro cacique que

presentó los reclamos de los indígenas presentes. En este caso fue el cacique Dedué (Tetruel)

quien pronunció un discurso similar al que García escuchara en los parlamentos anteriores. El

jefe realizó un relato de los inconvenientes que traía la guerra y que no habían sido ellos los

primeros agresores. En su discurso, la crítica a la política de Rodríguez fue muy directa y

reflejaba el conocimiento que tenían sobre su accionar, similar a las denuncias que algunos

hacendados como Rosas habían hecho directamente.

Quando el cacique chileno Pablo hostilizo las fronteras de Buenos ayres el governador Don Martin Rodríguez se vengo en nosotros pillandonos descuidados por que como no haviamos dado motivo para ello no esperavamos semejante invasion nos vengamos de ese insulto e impezo la guerra.

Pero las críticas al gobierno de Buenos Aires no terminaban allí sino que incluyeron los

sucesos posteriores que derivaron en la fundación del fuerte Independencia. Dedué relataba que,

luego de la expedición de 1820

Vino entre nosotros el Sor de Garcia con igual comision a la que U. trahe e hicimos la paz de buena fe713. Tratan los chilenos y ranqueles de hacer nueva invasion, nosotros avisamos al Sor governador de sus intenciones y mandamos a Buenos ayres muchas remesas de efetos; pero en pago de nuestro aviso el hizo prender nuestros comerciantes decomiso sus haveres entro a mano armada en nuestro territorio y edifico una fortaleza que nos quita nuestras mejores tierras. La guerra actual no promete ventajas a ninguno de los partidos y de todo corazon deseo que cese.

El buen entendimiento del cacique no pasaba por alto la situación particular del fuerte de

Patagones: aislado en un territorio no controlado por los criollos y “rodeado” de agrupaciones

indígenas con quienes necesariamente debía mantener una relación pacífica como salvaguarda de

712 Villar y Jimenez consideran que al no hablar la lengua indígena, Dupin debió echar mano al recurso de la escritura fonética de los nombres por lo cual Dedue debe haber sido el cacique Tetruel que a partir de entonces sería representante obligado en los encuentros deiplomaticos con los tehuelches. “La guerra no trahe sino males. Conversaciones de paz con Caciques Aucas y Chehuelchus, en el marco de la prohibición de comercio con indígenas, a través del Diario de Mateo Dupin”, en Villar, Jimenez y Ratto, Conflicto… 713 Se refiere obviamente al parlamento de Sierra de la Ventana.

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su subsistencia. Consciente del hecho, el cacique Dedué no dejó de expresar una velada amenaza

sobre el peligro que corría el fuerte, como un asentamiento totalmente aislados del resto de la

provincia, asentado en territorio indígena y rodeado de agrupaciones con las cuales era menester

tener una política de acuerdo. Dedué agregó que, a pesar de las anteriores muestras de mala fe

por parte del gobierno de la provincia, confiaba en

“… las buenas intenciones del Sor comandante. su comportacion para con nosotros lo acredita; a mas que la situacion de Patagones en medio de la nacion Chehuelchu lo obliga a vivir en buena inteligencia con nosotros. Dios haga que este estado de paz sea eterno”

Luego de demostrar su buena predisposición para el encuentro, el cacique señaló que al

día siguiente se realizaría un parlamento general con representantes de las “naciones aucas y

chehuelches”. De manera similar y como ya lo había intentado García, Dupin trató de conseguir

una reunión conjunta con los “ranqueles” a los que agregó en este caso a los “chilenos”. La

respuesta del cacique fue rotunda con respecto a estos últimos señalando que “no estavan en mui

buena inteligencia con los chilenos desde que estos asesinando los oficiales de Buenos ayres

havian puesto un gran impedimento a la paz, a mas que los havian ofendidos varias veces

robandoles sus haciendas” y sobre los ranqueles se limitó a responder que sus asentamientos se

hallaban demasiado lejos de los suyos propios aun cuando opinó que sería su jefe quien

contestaría en detalle este tema. Finalizado el parlamento se realizaron los obsequios de

costumbre y se concluyó con la reunión.

El día siguiente se llevó a cabo un nuevo parlamento con los caciques Pootí –o Pety-,

Mahicá –o Maicá-, Tenindin, Mchileví y Chalené que reconocían a Ancafilú como jefe principal

quien no se presentaría al encuentro porque no “había podido abandonar la inmediación de la

frontera”. El cacique Ancafilú vuelva a aparecer nuevamente en las negociaciones pero con un

grupo de caciques que hasta el momento no había participado en parlamentos anteriores.

También asistieron como representantes de los “indios tehuelches” los caciques Dedué,

Llerequen, Basilio, Quesne y Caná. En este encuentro se escuchó la posición de los primeros

caciques en la voz del jefe Pootí. El discurso del cacique giro sobre los mismos tópicos que se

habían planteado anteriormente: denuncia de los abusos de Rodríguez y abandono de las tierras

ocupadas. El cacique rechazó la realización de un parlamento conjunto con los ranqueles y

“chilenos” y finalizó exigiendo la presencia de Francisco Ramos Mejía como garante de las

negociaciones y el levantamiento de la prohibición de vender ganado en Patagones.

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Sobre el ultimo punto el cacique intentó captar la alianza del comisionado sugiriendo que,

al aplicarse la prohibición por un pedido de los hacendados de la campaña con miras a cortar el

robo de ganado, “ustedes estan en el mismo caso que nosotros y si sigue la guerra deverian

ustedes unirse con nosotros pues otros han hecho el daño y ustedes y nosotros lo pagamos”.

Ante la negativa de Dupin sobre la conveniencia de tomar una determinación de esa naturaleza,

Pooti cambió la argumentación pasando a un plano de velada amenaza expresando que

“yo por mi parte aconsejo al Sor Comandante que vuelva a permitir la introducción del ganado marcado, los indios están mui sentidos de la prohibicion, puede esta tener resutlados mui funestos y me creo obligado a avisarselo”

Y para dejar a salvo su posición finalizaba que “de nosotros no hay que temer pero los

chilenos son numerosos y mal intencionados”. Sin respuesta para dar ante estas exigencias pero

deseoso de captar la buena voluntad del cacique, Dupin le pidió que le indicara la forma o los

pasos indicados para lograr las paces generales. Para el cacique era fundamental realizar un

nuevo parlamento con jefes indígenas ubicados más al norte entre los cuales, además de los

“ranqueles” se menciona por primera vez como sujetos que debían entrar en las negociaciones de

paces a los “chilenos”.

De manera que ya para este momento (1825) las migraciones desde el otro lado de la

cordillera habían modificado su carácter estacional y habían dado lugar a la instalación de grupos

que debían indefectiblemente ser tomados en cuenta para cualquier tipo de negociación general

que se pretendiera lograr. En ese sentido Pooti recomendó que con el plazo de un mes enviara un

mensaje al cacique Negro para que éste convocara a “ranqueles y chilenos” a un parlamento

general autorizando que se realizara en el mismo lugar donde se estaba celebrando ése.

Asimismo le indicó el nombre de los caciques que debían ser convocados al encuentro. Por la

“nación chilena” se mencionó a los caciques Pablo, Conepan,

Cuñol, Urenamon, Quelmacuy o poncho colorado, Cañuilan y Caneuquis y por los “ranqueles” a

Neclueque y Chilca o Victoriano714. Pero, más allá del compromiso que tanto el cacique Negro

y el mismo Pootí asumían en convocar o intermediar ante dichos jefes, se sugería a Dupin que

indicara al comandante de Patagones que “mandase un enviado a los chilenos y ranqueles por

que estos se podían sentir que no se hiciese igual diligencia que con los aucas y chehuelchus”.

714 Nuevamente se hecha en falta en este listado de caciques ranqueles los anteriores interlocutores del gobierno bonaerense.

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La misión de Dupin finalizó con la entrega del detallado informe de su viaje al

comandante de Patagones quien lo elevó al gobierno provincial. Como resultado del mismo, se

firmo un contrato con los hermanos Fernando y Ángel María de la Oyuela, pocos meses después

(julio de 1825) para proseguir las negociaciones con los indios del sur de la provincia715. Estos

comisionados llevaban algunas instrucciones que en sus puntos, recogía uno de los constantes

reclamos que los jefes indios habían estado planteando en los parlamentos anteriores: el gobierno

devolvería las tierras del Tandil aun cuando no accediera al pedido de derribar el fuerte

Independencia. Y para compensar la existencia de este destacamento se establecía que los grupos

que fueran a poblar esas tierras serian gratificados periódicamente.

Los comisionados llegaron con cierta demora a Bahía Blanca, lugar donde debía

realizarse el parlamento, como consecuencia de desperfectos en el navío que los conducía por lo

que debieron fondear en Patagones para reparar la avería. El encuentro se realizó con 40

caciques, varios de los cuales habían sido los interlocutores de Dupin poco antes716, en quienes

debió vencerse el temor y la sospecha de un nuevo engaño por parte del gobierno. Aquietados los

ánimos se acordó la firma de un tratado de paz que seria ratificado en Buenos Aires con Chanil,

Tetruel y otros 16 caciques.

Luego de las negociaciones y al retirarse a sus tolderías los caciques Pety y Maica se

encontraron con una comisión que, enviada por el gobierno provincial, se hallaba estudiando el

terreno para trazar una nueva línea de frontera717. Suponiéndose víctimas de un nuevo engaño,

los caciques interceptaron a uno de los comisionados Oyuela en su regreso a Buenos Aires y

luego de referirle el encuentro con la comisión demarcadora, decidieron mantener como rehén al

comisionado hasta que se aclarara este asunto. Sin embargo, esta nueva acción poco clara del

gobierno decidió a los caciques mencionados a apartarse definitivamente de las negociaciones de

paces que siguieron.

Otros jefes seguirían con las negociaciones, que a partir de entonces y en lo sucesivo,

serían encabezadas por Rosas. Esta nueva etapa significó no solo un cambio sino también una

reducción en el “elenco” de caciques negociadores. En efecto, la abundante documentación que

715 Ratto, S, “Relaciones interétnicas…” 716 Se hallaron en dicha reunión, entre otros los caciques Pety, Pichiloncoy, Maica y los mencionados más abajo Negro, Chanil y Tetruel. 717 Abelardo Levaggi, Paz en la frontera... Recordemos que ante la falta de noticias sobre la misión Oyuela, el gobierno nombró, en octubre de 1825, una comisión demarcadora y, poco después, designó a Juan Manuel de Rosas como comisionado para tratar las paces con los caciques del sur. Ver capitulo 1.

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consigna los obsequios y gastos de hospedaje de los jefes que concurrían a los parlamentos con

Rosas en Tandil a partir de fines del año 1825, menciona solamente a los caciques Negro,

Chanil, Tetruel, Lincon, Cayupilqui y Catriel. Los tres primeros, habían participado en forma

prácticamente constante en todas las negociaciones del período; Lincon y Cayupilqui habían

“desaparecido” de la escena diplomática luego del encuentro con las tropas de Rodríguez en su

segunda campaña; en esta oportunidad vuelven a aparecer y se mantienen hasta fines del período

en las negociaciones.

El caso de Catriel es más interesante ya que luego de haber figurado junto con el cacique

Cachul como uno de los participantes del parlamento con García en 1822, no vuelve a ser

mencionado en parlamentos ni en enfrentamientos bélicos. Sin embargo, para la misma fecha lo

encontramos recibiendo distintos tipos de bienes en una estancia de Anchorena administrada por

Rosas718. El hacendado, en su memoria de 1828, al relatar las negociaciones de paz, había

mencionado que en su estancia Los Cerrillos se alojaban algunos indios que le habían ayudado

como nexo para contactarse con otros caciques. Sería muy probable que el cacique Catriel

formara parte de los indios “hospedados” en la estancia y se convirtiera desde entonces en un

referente importante de Rosas para sus negociaciones de paz.

La decisión de algunos grupos de abandonar las negociaciones se vio ayudada por otro

acontecimiento: la presencia de indios “chilenos” se hacía sentir cada vez con mayor fuerza en

las pampas agregando un elemento disruptor más en el mundo indígena. En efecto, los caciques

que hasta el momento habían mantenido una actitud de recelo ante la oscilante política

bonaerense hallaron la ocasión para aliarse a jefes indígenas que habían cruzado la cordillera y

pasar de manera más directa a la confrontación. Entre los jefes que siguieron esta última vía las

fuentes mencionan a Ancafilú, Pety, Maica y, llamativamente, también a Lincon.

Simultáneamente, y por el mismo motivo, aquellos grupos que mantuvieron su distancia con

respecto a los “recién llegados” y temían ser atacados por ellos, debieron profundizar la idea de

pactar con el gobierno bonaerense,

Esta nueva situación produjo una modificación en los argumentos que hasta entonces

había formado parte de las exigencias de los indígenas para iniciar las negociaciones de paz. Los

reclamos territoriales, posiblemente ante la constatación de la imposibilidad de lograr el retiro de

las poblaciónes criollas, abandonaría el lugar central siendo reemplazado por el pedido de ayuda

718 AGN,VII, Archivo Saldías, 3.3.1

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militar ante la posibilidad de un ataque por parte de grupos enemigos. La urgencia en obtener

este auxilio militar llevaría a que el mismo fuera solicitado no ya en encuentros diplomáticos

organizados formalmente sino a través de encuentros directos entre algunos caciques y los

comandantes de los fuertes mas cercanos como Patagones e Independencia. Se abría ahora para

estos caciques un nuevo interrogante: ¿cómo actuarían las fuerzas provinciales ante este pedido?

¿Harían caso omiso como había sucedido con otro tipo de reclamos o encontrarían una mejor

predisposición a llegar a un acuerdo?

Un caso paradigmático sobre el tratamiento que se hizo de esta exigencia indígena de

auxilio militar se encuentra en el pedido de ayuda militar solicitada en 1826 por los caciques

Negro y Tetruel para hacer frente a un grupo de indios “chilenos”, al comandante de Patagones.

Lacarra respondió:

“Caciques hermanos yo me alegro de su buena salud. El auxilio que me piden no puedo embiarlo por ahora porque tambien estoy esperando ha ser atacado por los portugueses que quieren aserse dueños de estas tierras que son de ustedes y yo devo defenderlas como hermano que soy y por ello estoy enseñando a pelear cien negros que tengo luego que esten diestros en la pelea yo mandare alla un cristiano para que platique con ustedes”719

La negativa directa del comandante intentó ser compensada con un ficticio

reconocimiento acerca del derecho de propiedad de los indios sobre las tierras. Pero la situación

requería una definición más drástica y pese a esta primera respuesta negativa, poco después se

llegó a un acuerdo realizándose una acción conjunta entre las fuerzas provinciales comandadas

por el coronel Rauch y milicias auxiliares de los caciques Negro, Tetruel, Chanil (que habían

solicitado la ayuda), a quienes se agregaron los jefes Catriel, Calfiao, Pichiloncoy y Antuan. La

participación de estas milicias indígenas no hizo más que exacerbar los conflictos inter tribales.

Las fuerzas provinciales vencieron a la coalición indígena que en represalia cayó sobre las

tolderías de los jefes “pampas”. Los partes de batalla enviados por los jefes militares señalaban

que las familias tomadas prisioneras720 se repartieron “entre los pampas aliados a los

chilenos”.721

719 AGN,X,44.3.35, negrita nuestra 720 AGN,X,14.6.1 La captura de familias (niños y mujeres), así como la eliminación de los adultos y el saqueo y destrucción de bienes eran las características distintivas del estilo de guerra llevado a cabo por los indígenas. Ver Villar y Jimenez “Yo mando en este campo… , p 105. 721 Este ejemplo sobre la división de los “pampas” en grupos aliados al gobierno y otros que se unen a los “chilenos” permite ver la dificultad y/o inutilidad de realizar un análisis basado en las definiciones étnicas de las agrupaciones indígenas. Como ya señalamos, el proceso de alianzas y conflictos cruzaba a distintos grupos y aún, producía divisiones al interior de los mismos.

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Es precisamente este marco conflictivo el que permite entender la posibilidad de éxito

que tendrían las negociaciones de paz que a partir de este momento serían dirigidas por Rosas.

Algunos grupos indígenas se acercarían al gobierno como una última alternativa para

recomponerse debido a la “suma indigencia en que se encuentran… poca hacienda lanar,

ninguna vacuno y solo caballos”722. Por otro lado, por primera vez en las negociaciones

realizadas con Rosas se comenzaba a dar respuesta a los diversos reclamos que los caciques

habían estado planteando desde comienzos de la década: comercio y rescate de cautivos. Con

respecto al primer punto, se aseguraba a los indios que se establecerían precios de venta para los

artículos más intercambiados con la población criolla: 6 reales los cueros de león, 2 los de zorro,

2 los de perro, 1 real los de zorrino al igual que los de venado, 2 pesos los de tigre, 4 reales las

jergas regulares y 6 las buenas. El rescate de cautivos tendría precisamente ese carácter; los

cautivos serían comprados a sus poseedores723 “por los mismos comerciantes que fueran a tratar

con los indios a los toldos” y los prisioneros indios que se hallaran en poder del gobierno

provincial serían devueltos vestidos y obsequiados724.

Quedaba aún un tema importante por definir: la propiedad de las tierras. En este punto se

haria evidente un cambio fundamental dentro del discurso de los líderes indígenas. Las

condiciones interétnicas e intertribales habían variado fundamentalmente. Por un lado, el

constante ingreso de indios transcordilleranos representaba un peligro latente para los grupos

nativos que los llevó a privilegiar la necesidad de lograr un acuerdo con el gobierno bonaerense.

Por otro lado, también era evidente para los jefes indios que no se lograría retrotraer la línea

divisoria y que los reclamos territoriales tendrían escaso eco en el gobierno. De todos modos el

tema debía ser zanjeado definitivamente. Teniendo en cuenta el estado de conflicto intertribal

que se estaba desarrollando en las pampas, se establecía en las proposiciones del gobierno que,

realizadas las paces, los indígenas podían vivir “al sud de la linea en lo suyo legitimo y adentro

en donde gusten siempre que hallen un patron hacendado que valga para protegerlos”. La

propuesta de instalación en estancias de la provincia reproducía el esquema que, espontánea y

privadamente, habían llevado adelante los hacendados del sur antes del avance oficial de la

“frontera”725.

722 “Memoria que elevó el coronel Rozas al gobierno de Buenos Aires”, en Adolfo Saldías, Historia… 723 Para lo cual se estipulaba por cada cautiva el valor de 34 pesos o un tercio de yerba 724 Y para dar fuerza a este planteo, las negociaciones se iniciaron con la devolución de 11 prisioneros que fueron entregados a sus familias en el fuerte Independencia. 725 La misma no era guiada solamente por un espíritu generoso y de ayuda, sino que es muy probable suponer que entre los objetivos de instalar indios en estancias se hallara la necesidad de contar con mano de obra extra. El mismo Rosas aprovecharía la aceptación de los caciques ante esta propuesta para su propio beneficio. En noviembre de 1827

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El conflicto intertribal había agregado entre los reclamos indígenas, como hemos visto,

un nuevo punto: el auxilio militar. También esto era contemplado ya que se ofrecía protección en

caso de ser atacados por sus enemigos pero si la disputa sucedía entre parcialidades amigas el

gobierno “entonces no se mezclara en nada sino que si ellos quieren hara el oficio de buen

amigo para componer sus diferencias y evita el que se maten y se hagan daño unos a otros”.

No terminaban aquí las características de las negociaciones. Hemos visto que para los

indígenas ningún pedido ni acuerdo podía lograrse sin el cambio de obsequios y, por otro lado, la

importancia de los acuerdos se medía por la magnitud de los obsequios involucrados. Esta

premisa no escapaba al nuevo comisionado que pondría un especial cuidado en mantener este

aspecto. Las relaciones de gastos enviadas constantemente al gobierno abundan en

especificaciones sobre los artículos entregados a cada uno de los indígenas. La importancia de

este circuito es clara en el diseño que, a pedido del gobierno, realizaría Rosas sobre el

presupuesto de gastos que se estimaban para sostener la política indígena en la que quedaba del

año 1826:

“Preexpuesto de gastos para el resto del año 26... Sobre el total de caciques y caciquillas involucrados en las paces no sabe a ciencia cierta el numero pero estima unos 80 a los que hay que obsequiar cuidando que no aparezca desigualdad en la distribución para no romper los celos Para comprar 500 yeguas gordas al precio de 2 pesos, costear a quienes deban comprarlas, reunirlas y conducirlas a un punto que probablemente será la guardia del monte y cuidarlas, 12.500 Por 100 tercios de yerba Paranagua, 10000 100 rollos de 3 arrobas de tabaco negro del bueno, 6000 500 fanegas de maíz, 2000 aguardiente, ropa y prendas, 10.000 compensaciones por rescate de cautivas, construcción de galpones y corrales, 30.000 compra caballos, 1000 dependientes, 1500 alquiler de barraca y asistentes, 1200 total 74.200”726

El presupuesto contenía todos los gastos que podían esperar los indígenas: obsequios

particulares a los caciques, ganado y bienes de consumo para repartir entre los indios, sumas

le proponía al gobierno que, teniendo en cuenta la gran cantidad de indios que se habían instalado a inmediaciones del fuerte Independencia, era conveniente dividirlos "y colocarlos más acá así por la comodidad de ellos mismos como por los bienes que resultarían de esta medida y porque la mantencion podría proporcionarseles sin las dificultades consiguientes a la distancia en el Tandil…. El encargado que suscribe tiene en los mismos establecimientos de su administración como acomodarlos en ellos y hacerlos asistir con la manutención dispuesta y ofrecida". 726 AHPBA, Negociacion pacífica…

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destinadas a la compra de cautivas y otros relacionadas con el establecimientos de lugares de

hospedaje y comercio durante la estadía en la campaña.

Esto nos lleva a señalar un elemento más que creemos fundamental para que esta vez las

negociaciones fueran exitosas. Los indígenas volvían a encontrar, en la figura de Rosas, a un

interlocutor válido; además de las relaciones personales que lo unían con algunos jefes, éstos

veían que nuevamente se estaban escuchando sus reclamos y existían respuestas concretas para

algunos de ellos. La confianza había vuelto a instalarse en las negociaciones. De todos modos, el

otorgamiento de plenos poderes con que lo había investido el gobierno para estas negociaciones

le permitían a Rosas jugar con una combinación perfecta entre persuasión y coerción para captar

a los caciques. Así se expresaba el mismo Rosas con ellos

“yo no podre separarme de las instrucciones que el gobierno me ha dado porque es quien todo lo manda y dispone; pero que les aseguro que lo que les diga por mi conducto se lo ha de cumplir… Que si me pierden a mi cuenten con que no han de tener paces jamas; porque entonces no ha de haber quien ataje los planes de acabarlos ni quien los defienda”.

Asentadas las bases para el acuerdo que, por el momento, se limitaba a unos pocos

caciques, nuevos protagonistas procedentes del otro lado de la cordillera, se sumaron a las

negociaciones con el gobierno bonaerense. Uno de los casos más relevantes fue el de Venancio

Coñuepan. El cacique había sido enviado por el gobierno chileno para perseguir a los realistas

Pincheira e integraba una coalición que reconocía además del suyo, otros dos grupos: el liderado

por el jefe Alkavilu y el que acompañaba al oficial chileno Juan de Dios Montero. El cacique

Luis Melipan actuaba como el líder que coordinaba los tres grupos727.

En los primeros días de agosto, el comandante de Independencia, Ramón Estomba

informaba haber recibido chasques de los caciques Melipan y Venancio que junto con el teniente

Juan de Dios Montero se hallaban en la Sierra de la Ventana con 1000 indios y 130 soldados

chilenos desde donde pedían auxilios para seguir persiguiendo a sus enemigos728. La actitud de

Estomba se ajustó estrictamente a las directivas del gobierno en estos casos: obsequiar a los

parlamentarios, garantizarles protección para lo cual les ofrecía refugio cerca del fuerte pero

evitar el envío de soldados y/o armas. Todas las acciones de Estomba fueron ratificadas por el

727 Villar y Jimenez, “Aindiados, indígenas…” 728 AGN,X,14.6.1. Los enemigos de los que hablaban eran los Pincheira y sus aliados indígenas, los boroganos. Estomba agregaba en sus comunicaciones que el cacique era "recomendable por si y que ha merecido la estimación particular del gobierno de Chile hace mucho tiempo”. Sobre el ingreso e instalación del cacique chileno en las pampas, ver de Villar y Jimenez "Indios amigos. El tránsito progresivo desde la autonomía a la dependencia étnica en un sistema de contactos múltiples. El caso de Venancio Coihuepan en sus momentos iniciales (1827, frontera sur de Argentina)", en Pinto Rodriguez, J (comp) Araucanía y Pampas…y “Aindiados, indígenas…”

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gobierno que le encargó asimismo el envío de hombres de confianza a las tolderías para

informarse de las intenciones y el mantenimiento de una política de obsequios y negociación.

A partir de entonces comenzaron a acercarse pequeños grupos que buscaban refugio en el

fuerte Independencia debido a los ataques que están sufriendo de los grupos rivales que

aprovecharon la ausencia de Venancio (que se había dirigido a Buenos Aires para entrevistarse

con Rosas) y de Montero (que se hallaba en Patagones) para caer sobre las tolderías. En

noviembre de 1827 el gobierno accedió a la instalación de unos 200 indios que respondían a

Pedro Melinao y Martín Collinao en las cercanías del mismo729.

A finales del año 1827, a través de las gestiones del comisionado Rosas, se había logrado

un nuevo entendimiento entre el gobierno y grupos indígenas del sur de la provincia. Estos

habían debido resignar uno de sus reclamos más fuertes: la recuperación de las tierras entre el

Salado y las sierras de Tandilia. La doble presión de que eran objeto algunos caciques por parte

de la expansión territorial del gobierno y de los conflictos que los enfrentaban a otros grupos

indígenas, los decidió a abandonar ciertos reclamos y garantizar otros más urgentes como el

auxilio económico y militar que, esta vez, el gobierno provincial estaba dipuesto a brindar. La

contrapartida indígena de la alianza fue la pérdida de su autonomía territorial y, en general, la

participación militar en campañas punitivas hacia territorio indígena. La primera premisa,

derivaría en el asentamiento de los grupos indígenas en los nuevos fuertes que se establecieron

en el año 1828; la segunda, produciría una intensificación de los conflictos interétnicos.

En los siguientes cuadros se ha sistematizado la información sobre los encuentros

diplomáticos llevados a cabo en las décadas de 1810 y 1820. La organización de la misma en

cada uno de ellos tuvo un objetivo diferente. En el cuadro 5 los datos se han ordenado en función

de mostrar el alcance de la convocatoria de estos parlamentos en donde, en algunos casos, se

intentaría al menos reunir a varias agrupaciones étnicas diferentes. En el cuadro 6 se ha puesto el

énfasis en la trayectoria de algunos caciques en función de su participación en estos encuentros.

De la lectura de ambos se pueden ver con claridad dos procesos. Por un lado el desplazamiento

del interés del gobierno por tratar con los jefes indígenas del sur del espacio pampeano. Por otro

lado, la reducción en el elenco de caciques que participarían en estas negociaciones a fines de la

década de 1820. El ultimo proceso estaría, a su vez, indicando un quiebre al interior de la

729 Villar y Jimenez, “Indios amigos …”, p. 154

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sociedad indígena por el cual algunos caciques deciden proseguir con las negociaciones en tanto

otros se alejan de las mismas.

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CUADRO 5. PARLAMENTOS Y MISIONES DE PAZ REALIZADAS EN LAS DECADAS DE 1810 Y 1820 Año

Misión diplomática Caciques intervinientes Lugar de desarrollo

1810 García en Salinas Grandes

- Caciques valdivianos Epumer, Victoriano y Quintelau - Caciques “ranqueles”, Carripilum y Curritpitay

Salinas Grandes

1819 Misión de Chiclana entre los “ranqueles”

Caciques “ranqueles” Nicolás Quintana, Neguelche (Neclueque?), Lienan y Curritipay

Mamil Mapu

1820 Misión de Matías Gutierrez entre los “ranqueles”

Caciques Santiago y Nicolás Quintana

Ranquilcó

1820 Misión de Juan Fco. Ulloa entre los “ranqueles”

Caciques Lienan, Felipe Guaychul y Curritipay

Mari Mamuel

1821 1era expedición Rodriguez

Caciques “pampas” Ancafilu, Anepan, Pichiloncoy, Catriel y Cachul

Area interserrana de Tandinia y Ventania

1822 García en Sierra de la Ventana

Caciques “pampas” Avoune, Anepan, Lincon, Catriel, Cachul, Necul, Antiguan, Ancaliguen, Pichiloncoy. Cacique “tehuelche” Negro Caciques “ranqueles” Neclueque, Salomon, Pablo, Calimacuy, Joaquín, Antenau y Grenamon

Area interserrana

1823 2da expedición Rodriguez

Caciques “pampas” Lincon, Pichiloncoy y Cayupilqui

Area interserrana

1825 Misión Mateo Dupin Caciques “tehuelches” Chanil, Negro, Tetruel, Enequile Caciques “pampas” Pety, Maicá,Tenindin, Mchileví y Chalené que reconocían a Ancafilú como jefe principal

Del Rio Colorado a Bahía Blanca

1826 Misión Oyuela Caciques “pampas” Pety, Pichiloncoy, Maicá, y “tehuelches” Negro, Chanil y Tetruel

Zona de Bahía Blanca

1826 Negociación pacífica de Rosas

Caciques “tehuelches” Negro, Chanil, Tetruel, y “pampas” Lincon, Cayupilqui y Catriel.

Area interserrana

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CUADRO 6. PARTICIPACION DE LOS PRINCIPALES CACIQUES EN ENCUENTROS DIPLOMATÍCOS (DECADA 1810-1820) Caciques

1810 García

1819 Chiclana

1820 Gutierrez-Ulloa

1821 Rodríguez

1822 García

1823 Rodriguez

1825 Dupin

1826 Oyuela

1826 Rosas

Epumer, Victoriano y Quintelau

SI

Carripilum SI Curritpitay SI SI SI Nicolás Quintana SI SI Neguelche (Neclueque?)

SI SI

Lienan SI SI Guaychul SI Santiago Quintana SI Ancafilu SI Anepan SI SI Pichiloncoy SI SI SI SI Catriel SI SI SI Cachul SI SI Avoune SI Lincon SI SI SI Necul SI Antiguan SI Ancaliguen SI Pablo SI Negro SI SI SI SI Cayupilqui SI Chanil SI SI SI Tetruel SI SI SI Pety, Maicá que pertenecen a Ancafilú

SI SI

Antuan SI Calfiao SI

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CAPITULO 2 DEL OCASO DE LOS BOROGANOS AL APOGEO DE CALFUCURA

Desde mediados de la década de 1820 las migraciones indígenas procedentes del otro

lado de la cordillera habían cambiado su signo. De expediciones de caza y empresas maloqueras se

transformaron en asentamientos permanentes de algunos grupos que basados en una estrategia

geopolítica buscaron controlar zonas estratégicas en la pampa. Este cambio de decisión tuvo su

origen en el incremento de los conflictos intertribales en el área pan araucana en donde un elemento

adicional a la tradicional rivalidad entre los grupos nativos fue el proceso independentista en el

reino de Chile. Este acontecimiento produjo nuevas alianzas y enfrentamientos que excedieron a las

parcialidades indígenas integrando a los sectores hispano-criollos en pugna. Si el proceso

revolucionario con epicentro en Buenos Aires tuvo una repercusión centrada en las agrupaciones

indígenas más cercanas a la frontera, la llamada Guerra a Muerte en Chile tuvo una proyección más

amplia. Hacia 1825 el arrinconamiento de los realistas chilenos en el sur del territorio produjo la

migración de estos grupos hacia las pampas a los que siguieron en poco tiempo coaliciones patriotas

blanco-indígenas en persecución de esos grupos.

Este panorama complejizó la situación en la zona tribal en donde el protagonismo pasó

a esos grupos originarios del otro lado de la cordillera. Hemos visto en el capitulo anterior que las

agrupaciones indígenas del área pampeana, en virtud precisamente del arribo de estos contingentes,

habían en gran parte decidido un mayor acercamiento al gobierno bonaerense. A partir de 1829 la

implementación del negocio pacífico, introduciría un elemento más de disrupción dentro de este

esquema. En efecto, la creación de una relación de cierta ambigüedad con grupos indígenas que

caracterizamos como “aliados” llevó a que éstos se encontraran en una situación de gran

precariedad tanto en su relación con el gobierno como con otras agrupaciones indígenas. De manera

que si encontramos una cantidad apreciable de grupos indígenas "aliados" a comienzos de la década

de 1830, luego de la expedición al sur efectuada por Rosas entre 1833 y 1834, éstos se redujeron

notoriamente.

En el período se produjo asimismo una importante modificación en el espacio. El

avance de la ocupación provincial con el asentamiento de los nuevos fuertes de Independencia en

las sierras de Tandilia y la Fortaleza Protectora Argentina en Bahía Blanca había producido un

quiebre del núcleo pastoril interserrano y un desplazamiento de los pueblos nativos hacia el interior

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del territorio indígena. Paralelamente, el asentamiento de grupos indígenas que habían cruzado la

cordillera en busca del control de pasos estratégicos situaría en la zona de Salinas Grandes –

Guaminí – Carhue el centro de poder dentro del territorio indígena. Por otro lado, ese “espacio de

nadie” descripto por García en donde no se mencionan asentamientos indígenas ni criollos, parece

haberse reducido sustancialmente o directamente desaparecido reflejando una ocupación mucho

más densa del territorio que no da lugar para espacios libres.

Para analizar las transformaciones acaecidas en las relaciones intertribales en este

conflictivo período, nos centraremos en el estudio de las dos agrupaciones indígenas “aliadas” que,

procedentes de la Araucanía, se asentaron en territorio pampeano y fueron protagónicas en la

historia del espacio pan araucano durante el mismo. Nos referimos a los Boroganos, llanistas de la

región de Boroa, y a la agrupación liderada por el cacique Calfucurá, originaria de la región de

Llaima. Con ambos grupos se aplicó el esquema de indios aliados que, ubicados en la pampa,

recibían raciones y obsequios por parte del gobierno a cambio de su neutralidad y del cumplimiento

de tareas de espionaje e información. Sin embargo, la trayectoria de los dos grupos fue diferente. En

un primer momento tanto Calfucurá como algunos líderes boroganos utilizaron esta relación con el

estado provincial para construir su propio ámbito de poder incrementando su importancia dentro del

territorio indígena. En el caso de los boroganos, que pueden ser considerados el mayor poder

indígena de las pampas hacia 1830, la agrupación sufrió un rápido proceso de desarticulación que

llevó a su desaparición como grupo de importancia pocos años después. La evolución de Calfucurá

fue inversa llegando a constituir un liderazgo fuerte que se extendía al otro lado de la cordillera.

En el momento de su asentamiento en las Salinas Grandes la jefatura de la agrupación

borogana era ejercida de manera plural por seis caciques de los cuales tres constituían la cúspide de

la autoridad (Cañuiquir, Rondeau y Canuillan) en tanto los tres restantes variaban frecuentemente

sin llegar a componer un cuerpo estable730. Dentro de esa cúspide, el primero de ellos era nombrado

y se autoreferenciaba como “el cacique mayor”. Este surgimiento de un primus inter pares pudo

haber tenido mucho que ver con la necesidad de centralizar en un solo cacique el curso de las

negociaciones; en efecto, el cacique Cañuiquir sería nombrado en la documentación como el

representante de la parcialidad para ajustar las paces.

730 Martha Bechis ha estudiado son detalle la estructura de poder de los boroganos a traves del análisis de la correspondencia emitida desde sus tolderías (M. Bechis, “Estructuras y procesos políticos…” y “Cuando los regalos no llegan…”). Según la autora, desde diciembre de 1830 los boroganos se estaban organizando con prescindencia de los pincheirinos Bechis, “Estructuras… p. 165-174.

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Nuestra hipótesis es que, luego del ajuste de paces con el gobierno bonaerense, la

disputa por el poder tribal se situó en la cúspide de la trilogía de caciques en donde concretamente

Rondeau intentó, mediante un mayor contacto con Rosas, situarse por encima de Cañuiquir. La

forma en que el cacique buscó encumbrarse en el poder no fue aceptada por el resto de la

agrupación provocando una crisis profunda en el interior de la misma. De manera que en la historia

de este grupo se registraron distintas etapas vinculadas a las estrategias que los líderes pusieron en

juego en su relación con el gobierno bonaerense. Una primera etapa en la cual las negociaciones

con el gobierno llevarían a una paulatina concentración del grupo que se hallaba hasta ese momento

bastante disperso, incluyendo en sus tolderías a familias ranqueles. En virtud de la alianza, los

boroganos ingresaron al negocio pacífico y comenzaron a recibir raciones.

Con el tiempo, el gobierno intentaría una relación cada vez más subordinada del grupo

exigiendo su separación de los ranqueles que seguían hostigando la frontera norte de la provincia.

Ante esta presión la agrupación entraría en un proceso de conflicto interno que se abriría

posteriormente al incluir grupos indígenas no boroganos. La crisis final se zanjaría en septiembre de

1834 con el asesinato de los caciques boroganos que habían mostrado una mayor predisposición a

aceptar las exigencias de Rosas. Dispersado el grupo en pequeñas partidas, algunas de las cuales

buscaron el refugio en la frontera, permaneció un sector independiente en Salinas Grandes que

formaría una coalición con grupos ranqueles y extracordilleranos. El ultimo acto de esta agrupación

otrora poderosa en las pampas fue el ataque sufrido en abril de 1836, en manos de fuerzas

provenientes de Bahía Blanca que culminó con la muerte del cacique Cañuiquir provocando

asimismo una gran mortandad en las tolderías.

El devenir de la agrupación dirigida por Calfucurá, sería absolutamente diferente. Su

presencia en las pampas puede remontarse a inicios de la década de 1830. Durante la misma el

cacique participó en diversas coaliciones que protagonizaron malones de importancia sobre la

frontera bonaerense. Luego de estas incursiones, el cacique retornaba a la zona cordillerana. Sólo a

inicios de la década de 1840 cuando los boroganos representaban grupos poco importantes

numéricamente, decidió su instalación en el mismo espacio que ocuparan ellos: Salinas Grandes. A

partir de entonces comenzaría un lento ascenso como líder indígena de la zona. En efecto, el jefe

indígena iría incrementando su poder y tejería fuertes relaciones con otros líderes étnicos a ambos

lados de la cordillera. La incorporación en el negocio pacífico le permitiría disponer de importantes

recursos vía raciones del gobierno que utilizaría para consolidar esta red de relaciones. A fines del

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período en estudio su lugar como líder indígena de las pampas no podía dejar de ser reconocido ni

por las autoridades bonaerenses ni por otros grupos indígenas del área pan araucana.

1. Los boroganos: crónica de una muerte anunciada

Desde junio de 1833 las tropas provinciales que habían irrumpido en territorio indígena

abandonaban gradualmente el espacio. El resultado de la expedición militar iniciada en el mes de

marzo había sido por lo menos incierto. El único enfrentamiento verdaderamente dramático fue el

de las Acollaradas, cerca de la provincia de Córdoba, en el cual la división del centro atacó a las

fuerzas del cacique Llanquetruz quien debió bucar refugio en la cordillera escapando de las fuerzas

militares a la vez que intentaría recomponer sus filas. Lentamente, los grupos nativos que habían

sido víctimas de las acometidas iban regresando a sus tierras. Sin embargo, el escenario había

cambiado radicalmente para los indígenas. Los boroganos, con pocos años de estadía en la pampa,

surgieron a partir de entonces como el mayor poder indígena del período. No obstante, ese papel

duraría muy poco ya que rápidamente sufrieron un irreversible declive. En este proceso fueron

factores fundamentales el intento por conformar un grupo étnicamente mixto mediante la

incorporación constante de familias ranqueles y la ambición de algunos caciques boroganos por

concentrar mayor poder en sus manos. Ambos factores derivarían en un creciente conflicto interno

en la agrupación indígena que fue saldado con la muerte de dos principales líderes. Esta solución no

llevó a una reconstitución del grupo sino que marcó una fuerte división y dispersión del mismo.

Un acuerdo inicial sobre bases muy débiles

Luego de intensas negociaciones, el gobernador de Buenos Aires, Juan Manuel de

Rosas, consiguió romper la alianza borogana-pincheirina y lograr un acercamiento con los caciques

boroganos731. Aunque no existen tratados escritos que permitan datar la formal inclusión de éstos al

negocio pacífico, a comienzos del año 1831, la agrupación comenzó a recibir con cierta regularidad

distintos tipos de bienes por parte del gobierno. Durante esta etapa de negociaciones el cacique

mayor Cañuiquir aparecía como representante del grupo y en virtud de ellas permaneció largas

temporadas en distintos puntos de Buenos Aires en los que fue atendido con toda ceremonia. Al

regresar al campamento borogano en Guaminí a fines del año 1832 dejó a su esposa Luisa e hijas

Juana y Carmen en el fuerte Mayo. Lo acompañarían en su viaje al campamento borogano donde

permanecerían por un tiempo, un piquete de 46 carabineros al mando del coronel Manuel Delgado,

731 Ver capítulo 2, segunda parte.

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los capitanes Pablo Millalicán y Pablo Castro732 y el lenguaraz Juan Verdugo. Inmediatamente de

acordadas las paces se concretó la participación borogana en las campañas que se llevaron a cabo

contra Toriano y otros caciques que habían llegado a las pampas en el año 1831.

Esta primera actuación de los boroganos como milicias auxiliares podía hacer pensar que

su relación con el gobierno no presentaría inconvenientes. Habían participado en la expedición

punitiva sobre grupos hostiles al gobierno -y asimismo enfrentados a ellos- recibiendo por su

intervención las raciones y obsequio correspondiente y, en este caso concreto, se había tenido en

cuenta su pedido de ajusticiamiento del cacique Toriano733. Las cosas comenzaron a complicarse

cuando Rosas intentó obtener la misma respuesta de los boroganos para que atacaran a los indios

ranqueles. En la repercusión de esta exigencia se pondría en evidencia el aspecto más frágil del

negocio pacífico: no se podía obtener de los indios aliados el mismo tipo de compromiso y fidelidad

que se tenía de los indios amigos. Los primeros, al vivir en territorio indígena, participaban de una

red de alianzas y vínculos con otros grupos vecinos, no todos los cuales tenían una relación cordial

con el gobierno bonaerense. A diferencia de este esquema, los indios amigos, al abandonar el

territorio indígena habían realizado un corte bastante abrupto con los otros grupos que habitaban las

pampas. De hecho, como consecuencia de los conflictos dentro de ese espacio, habían decidido su

asentamiento dentro del espacio provincial. El intento de Rosas por obtener una adhesión total a los

objetivos del gobierno chocaría frontalmente, en este caso, con los fuertes vínculos que los

boroganos habían creado con los ranqueles.

La relación entre ambas agrupaciones puede datarse fehacientemente desde fines del

año 1830 cuando los boroganos tomaron el papel de intermediarios para intentar la realización de

una alianza entre los ranqueles y el gobernador de Buenos Aires que no llegó a lograrse. Esta

reunión, en la que también participó el cacique Pablo (a quien vimos unido a Carrera en los años

1819 y 1820) fue analizada con gran detalle por Martha Bechis en un par de trabajos a los que

remitimos para conocer los pormenores de esta alianza que no fue734. En uno de ellos se transcribe

una carta firmada por los caciques boroganos Cañuiquir y Rondeau en la que se adjunta una nómina

de los caciques que intervinieron en el encuentro adjudicando a cada uno la pertenencia a una

732 Los dos ultimos se contaban entre los oficiales que acompañaron a Pincheira cuando migraron hacia las pampas. En las negociaciones con los boroganos fueron asimismo captados por Rosas quien les adjudico cargos del ejercito provincial con el sueldo correspondiente y fueron destinados precisamente al campamento borogano para cumplir funciones de control y espionaje 733 Ver capitulo 2 de la Primera Parte. 734 M. Bechis, “Estructuras y procesos políticos …” y “Cuando los regalos no llegan …”

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agrupación determinada: la propia, “los del Sor Llanquitur (Llanquetruz)” y “los del Sor Pablo”735.

Entre los caciques atribuidos a Llanquetruz, considerado en la época como el principal líder de los

“ranqueles” no figura ninguno de los jefes que, con esa designación étnica en las fuentes, habían

llevado adelante negociaciones y acuerdos con el gobierno bonaerense en la década de 1820. El

encumbramiento de Llanquetruz, de quien hay registros sobre su actuación en las pampas desde

fines de dicha década, se habría producido por la desaparición de algunos de esos jefes (muerte de

Curritipay y sus hijos) y el declive de otros (pérdida de poder de Pablo con el alejamiento de

Carrera)736.

La alianza borogana-“ranquel” cobraría cada vez mayor solidez llegando a conformarse

una suerte de grupo mixto luego de la campaña expedicionaria de Rosas al sur en los años 1833 y

1834. El revés que sufrió la agrupación de Llanquetruz en los encuentros con las fuerzas

provinciales provocó una dispersión de la misma por la cual varias familias buscaron amparo y

protección en las tolderías boroganas. A partir de entonces sería constante la mención sobre la

existencia de “parientes y relacionados” entre los dos grupos. Para poder seguir de cerca la

conformación de este grupo mixto (que en las fuentes seguirá denominándose como borogano)

partiremos de la mencionada nómina de caciques realizada a fines del año 1830 (cuadro 7) y

veremos cómo, en los acontecimientos posteriores a la expedición de 1833, la diferenciación entre

los grupos, es muy difícil de sostener737.

Al finalizar su primer gobierno, Rosas había llevado a cabo algunos ajustes de su política

indígena entre los que se contaba el traslado y ubicación de los indios amigos en la zona fronteriza y

la exigencia de que prestaran auxilio militar en las campañas punitivas y en la defensa del territorio.

Con respecto a los indios aliados, categoría circunscripta en este momento a los boroganos, se

agregaría como exigencia, además de su participación militar, la entrega de los cautivos que

existieran en las tolderías. En abril de 1833 Rosas le escribía al cacique borogano Cañuiquir sobre

el tema en un estilo que sería característica en su relación con los indios en el cual combinaba una

dosis de coerción con otra de paternalismo

“si así no lo hacen se exponen a perder mi amistad. Mediten ustedes un poco y verán que mi amistad les vale mucho y que deben procurar conservarla a toda costa. También es necesario que no olviden que yo sé todo lo que pasa y que aunque algunas veces guarde prudencia y silencio

735 M. Bechis, “Estructuras…”, p. 187-188. 736 M. Bechis, “Cuando los regalos…”, p. 19-20. 737 Para ello, cada vez que aparezcan mencionados algunos de los caciques que participaron de dicho encuentro agregaremos entre paréntesis su pertenencia “original” en dicho momento, refiriendo (B) por borogano, (LL) por pertenecientes a Llanquetruz y (P) por pertenecientes a Pablo.

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no es porque no sepa las cosas sino porque soy generoso y caballero con mis amigos. Y así como soy buen amigo de mis amigos y no les se faltar en nada, así también los persigo de muerte a los que me llegan a ser infieles y traidores”738

El recurso a la amenaza seria una constante en la relación de Rosas con los boroganos.

Sin embargo, probaría ser poco efectiva para conseguir los objetivos perseguidos por lo que debía

ser contrabalanceada constantemente con gestos más amistosos centrados principalmente en la

entrega de obsequios y raciones. La resistencia de los caciques por entregar a sus prisioneros derivó

en una tensión en la relación que se haría más extrema en el transcurso de la campaña al sur donde

se les exigió que, formando un cuerpo auxiliar, ayudaran en la persecución de Llanquetruz.

Recordemos que la campaña contó con tres divisiones y la del centro, comandada por

Ruiz Huidobro, actuó sobre Llanquetruz. Sin embargo, fue la división izquierda la que contó con la

participación de milicias indígenas. Dentro de esta división, existían diferentes compañías a cargo

de oficiales que cumplían un importante papel como interlocutores de los indígenas. Entre ellos se

encontraba el teniente coronel Miguel Miranda que había participado del encuentro de diciembre de

1830 con boroganos y ranqueles, el alférez y lenguaraz Francisco Iturra, de vital importancia en el

fuerte de Bahía Blanca para el contacto interétnico; el teniente coronel Manuel Delgado (edecán

del gobernador entre 1830 y 1832) quien permanecería varios meses en el campamento borogano

luego de la expedición militar.

El combate más importante llevado a cabo por la división del centro fue el de las

Acollaradas el 16 de marzo de 1833 donde se produjo la derrota de Llanquetruz quien debió buscar

refugio en la cordillera junto a Pichun y otros jefes indígenas739. Como resultado de la campaña los

caciques Marileo (B), Mariqueo (B), Antibil (B) comenzaron a presentarse al ejército pidiendo

perdón y autorización para ir a vivir “con sus hermanos los boroganos”740. De manera que ya en los

encuentros de 1833 encontramos caciques boroganos que, unidos a Llanquetruz, fueron atacados

por las fuerzas provinciales y debieron pedir la protección de sus “hermanos”741.

738 AGN,X,27.5.6. Negrita nuestra. 739 Manuel Baigorria, Memorias. Buenos Aires, Hachette, 1975, p. 78 y 80. 740 Ibidem. 741 En las Memorias de Baigorria, el refugiado unitario que vivió varios años en las tolderías “ranqueles”, se puede ver con mucha claridad la dificultad de categorizar etnicamente a los caciques. En su relato, el oficial diferencia claramente a Llanquetruz de los ranqueles y comenta que, atacado el primero por la división expedicionaria, junto con sus indios “salieron al escape para los ranqueles”. Poco despues, disminuidas en gran parte sus fuerzas, algunos jefes decidieron retirarse hacia la cordillera pero al llegar al rio Salado “dispuso el cacique Marileo (B) volverse a los ranqueles en donde habia dejado una partida”. Ibidem , p. 80. Negrita nuestra.

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Luego de la acción de las Acollaradas, Rosas envió a la división del coronel Manuel

Delgado para localizar y terminar con Llanquetruz. El 6 de junio reunidos en una Junta, los caciques

boroganos acordaron incorporarse a la partida de Delgado. El resultado de la misma fue que “...

después de una porción de días de marchas en que los persiguieron por entre los montes donde se

escondían, abandonando cuanto tenían, viendose sin tener con que mantenerse, se empezaron a

presentar pidiendo misericordia”742; sólo Llanquetruz había huido con unos 100 indios y se había

refugiado en los montes. El estado de precariedad en que habían quedado los caciques ranqueles

habría llevado a que Payne (LL) y Carriagué (LL) iniciaran negociaciones con el objetivo de unirse

a los boroganos “porque no tienen mas que 60 lanceros”. De manera que a fines de junio del año

1833 el resultado de las acciones sobre los ranqueles si bien había provocado un fuerte impacto

entre sus filas, por un lado no había podido terminar con Llanquetruz y, por otro lado, había

derivado en la incorporación de jefes ranqueles con sus familias a las tolderías boroganas.

La situación no fue del mayor agrado para Rosas quien en varias cartas (dirigidas a

Delgado, Rondeau y Cañuiquir) expresaba su oposición al amparo que se estaba ofreciendo a jefes

ranqueles exponiendo puntualmente que no estaba dispuesto a sostenerlos económicamente. Y

concluía que, para acceder a su incorporación como indios aliados, era necesario que se cumpliera

con una serie de exigencias que eran verdaderamente irrealizables. Estas se basaban en cinco puntos

centrales: la obligación de que los ranqueles se pusieran bajo las ordenes de los boroganos y

estuvieran desarmados por dos años “hasta que no quede duda de su buena fe”; en relación con ello

debían situarse cerca de los toldos boroganos para que éstos pudieran vigilarlos; debían remitir a los

cautivos que existieran en sus tolderías; se comprometerían a entregar a Llanquetruz y Pichun vivos

o muertos; y finalmente debían garantizar que los ranqueles jamas volverían a robar en las fronteras.

Y para rematar la posición crítica en que ponía a los caciques boroganos los hacía responsables

absolutos de la conducta de sus “huéspedes”743.

A pesar de estas fuertes exigencias los caciques boroganos, entre los que comienza a

sobresalir Rondeau como principal interlocutor, a pesar de que Cañuiquir había llevado adelante las

primeras negociaciones de paz, expresarían un total acuerdo en atacar a los ranqueles que

permanecieran hostiles y en tener bajo su mando y control a aquellos que se acercaran a pedir

742 AGN,X, 743 Rosas a los caciques boroganos, 3 de julio de 1833. AGN,X,27.5.7

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protección744. Rondeau asentaría su postura en función de los acuerdos de amistad que habían

concretado:

“Nosotros hemos jurado las paces y la verdadera amistad con VE encado de Rodillas, en la precencia del mismo Dios castigador, y vengador contra los perjuros y engañadores: nosotros temimos los rrigorosis castigos de Dios tanto como puede temer VE bajo de su honrado proceder y de su Religiosidad. Nuestros juramentos Señor y Padre están estampados en los papeles de los más sagrados de los asuntos de la paz y por lo mismo deceamos complacer con VE en todo y por todo”745.

Sin embargo, el cacique lograría poner cierta distancia a la ansiedad de Rosas por hacer

cumplir rápidamente sus exigencias en una brillante declaración de diplomacia indígena en la que

apelaba a las mismas estrategias que utilizaba el comandante de frontera para alcanzar sus

objetivos746.

Pero muchas veces, no se puede hacer las cosas con tanta brevedad y ligeresa como VE

lo pide porque quando las cosas se hace con toda ligeresa y prontitud, muchas veces no hay acertacion. VE mismo sabimos que sus cosas las hace con pausa, con mucha calma! Y por eso tiene acertacion, en sus maniobras! Y sale victorioso y triunfante en sus grandes obras!! Nosotros Señor y hermano también querimos obrar con esa sutilesa engañando a los Rebeldes con dulsura, con toda suavidad: que salgan de los montes varios que se han ocultado, unos por temor y otros por soberbios, porque si les metemos muchos ruidos se nos yran los mas de ellos a muchas distancias y caballos no hay para seguirlos. ...No Señor, Padre y amigo, tenga un poquito de paciencia: un hombre tan grande como VE no crea que lo hemos de engañar”747.

Si una de las exigencias de Rosas, la de mantener controlados a los ranqueles, al menos

en teoría parecía haber sido aceptada, el punto que provocaría un conflicto irresoluble es el que se

refería a la devolución total de los cautivos en donde se encontraban involucrados también los

caciques boroganos. En agosto de 1833, Delgado informaba desde Guaminí748 que el tema había

744 La misma imagen es presentada por Pablo Millalican quien se convertiría en el escribiente de los boroganos en esta etapa. Millilican informaba que “los yndios [ranqueles] estan llegando con sus familias a esta yndiada cada dia mas y mas estos son unos vasallos como a esclavos y lo mismo han de ser los demas dentro poco. Estos caciques estan muy firmes de tenerlos sujetos bajo sus ordenes y quieren hacerlos sembrar este año paque tengan que comer y toda esta indiada van a sembrar y estam muy empeñosos yo lo deceo con ansias (Millalican a Rosas, 30 de julio AGN,X,27.5.7). Mientras esto sucedía en el campamento borogano, otros grupos intentarían imitar la estrategia de los “ranqueles” de deponer la hostilidad pero mantener cierta independencia mediante la intermediacion de los boroganos. En efecto, en esos días había llegado a las tolderías un chasque dirigido a Cañuiquir por parte de los caciques Chocorí y Mauli, quienes estaban sufriendo los embates de la division del coronel Angel Pacheco, pidiendo que intercediera por ellos para terminar con las hostilidades. 745 Rondeau a Rosas, 30 julio 1833, AGN,X,27.5.7. En la cuarta parte retomaremos el tema sobre esta aparente adopción de un Dios cristiano por los indígenas. 746 Rondeau a Rosas,29 de julio de 1833. AGN,X,27.5.7 747 Ibidem, negrita nuestra. 748 Las cartas enviadas desde allí por los “agentes” de Rosas y el escribiente Millalican están datadas indistintamente desde Guaminí, Masallé, Carhué y Napostá lo que marca la amplitud del campamento borogano. Además de estas tolderías centrales existían otras estacionales para la procura de diversos recursos, como hemos visto con la instalación de una partida ocupada en cazar avestruces por Salinas.

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sido tratado en una junta general con los principales jefes749. El cacique Cañuiquir participó a todos

los caciques la exigencia del gobierno con respecto a las cautivas y todos se comprometieron a

entregarlas en el plazo de 4 días. Luego del parlamento,

“el cacique Payne disperso la fuerza que no se quería unir que eran el cacique Paillan(Ll) y Carriague (Ll) los que fueron a tratar con el comandante Bengolea que se halla en la laguna del Cuero y otros han ido donde esta Santiago Ñanquilen (¿) [por lo que] no han quedado mas enemigos que Yanquetruz y Pichun750.

Sin embargo, este supuesto compromiso con respecto a los cautivos fue más aparente que

real ya que, como veremos, el tema volvería una y otra vez a provocar conflictos tanto con Rosas

como dentro del campamento borogano.

Para esa misma fecha un hecho confuso que terminó con el asesinato de un tal “capitán

Rodríguez” perteneciente a la fuerza de Bahía Blanca evidenció que, detrás del aparente acuerdo y

alianza con el gobierno, se vivía una situación de gran tensión. Según los informes elevados a

Rosas, una partida de entre 40 a 80 indios cuyas familias se hallaban prisioneras en el fuerte de

Bahía Blanca, atacó a una partida militar asesinando al capitán Rodríguez. Si bien no se creía que

los agresores fueran boroganos, Rosas le escribió a Delgado que trasmitiera a los caciques su

profundo enojo “por haber permitido el ingreso de la partida de indios que mato a Rodríguez y 5

soldados más allá de la Ventana y la poca disposición de perseguirlos”. En tono fuertemente

amenazador les reclamaba que mostraran su amistad con hechos y no con palabras y que recordaran

que en vez de dejarlos solos frente a todos los enemigos que tenían (Catriel, Cachul, Venancio

yToriano) había logrado hacer las paces con todos751.

Pocos días después de estos acontecimientos, indios pertenecientes al campamento

borogano se instalaron con sus toldos en las inmediaciones de Salinas para cazar avestruces y otros

animales. Estando en sus cacerías se encontraron con otro grupo de indios que aparentemente

habían sido los autores de la muerte de Rodríguez ya que tras ellos apareció una división

comandada por Miguel Miranda y Francisco Iturra con quienes se trabaron en batalla. Los indios

cazadores se apresuraron a identificarse como boroganos a la voz de “somos voroganos, indios de

Canuiquir y de Rondeao”. Sin embargo, la advertencia no detuvo a los soldados que realizaron una

749 En la misma participaron caciques que pertenecían a las tres agrupaciones que se habían encontrado unidas en el encuentro de diciembre del año 1830: Marileo (B), Paine (Ll), Mariqueo (ó Maliqueu? B), Quele (ó Guele? P), Antibil (B), Calbulef (ó Calbulen? B), Guircan (B). 750 Delgado a Rosas, Guaminí, 24 de agosto de 1833. AGN,X,27.5.7 751 Rosas a Delgado, 29 de agosto de 1833. AGN,X,27.5.7

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matanza indiscriminada en la que murieron 4 indios y 2 capitanes de los caciques Mulato y Marileo

(B). Unos pocos que pudieron escapar llevaron la noticia de estos hechos a las tolderías752.

Los asesinatos provocaron gran consternación en el campamento como refería Millalicán

en una carta a Miguel Miranda en la que manifestaba su asombro por la muerte de indios

pertenecientes a los jefes boroganos, entre ellos “un cabeza llamado Loncoñ (B)... pariente muy

cercano de estos casiques”. La cercanía entre los dos hechos (la muerte del capitán Rodríguez y el

asesinato de varios indios boroganos) resultaba bastante sospechosa para los caciques y el mismo

Millalicán expresaba en la carta que se temía un ataque de las fuerzas provinciales. Cada vez serían

más evidentes las desconfianzas mutuas entre los interlocutores. Los boroganos respondían

constantemente accediendo a las exigencias de Rosas pero en sus actos no solo mantenían sus

vínculos con los “ranqueles” sino que continuaban amparando e incorporando cada vez más

familias pertenecientes a grupos hostiles al gobierno753. La reacción del comandante de frontera ante

esta situación se manifestaría en una conjunción entre claras críticas e intimidaciones sobre estas

acciones y el mantenimiento del vínculo diplomático aceptando obsequios y entregando bienes754.

La vida en el campamento se veía, en estos momentos de tensión, constantemente surcada

por diverso tipo de juntas. Cuando era necesario tomar una resolución como consecuencia de un

pedido o exigencia del gobierno, cosa muy frecuente en ese tiempo, se realizaban juntas reservadas

donde participaban solamente los caciques y de las que los enviados de Rosas dificilmente llegaban

a tener conocimiento. Con posterioridad a esos encuentros se convocaba a una junta general a la

cual asistían, además de los jefes nativos, Delgado, Plaza, Castro, Millalicán y el lenguaraz Juan

Verdugo; en ellas se notificaba a los “agentes” de Rosas las decisiones que se habían tomado755.

752 Millalican sin destinatario ni fecha, AGN,X,27.6.1 753 Por ejemplo, el amparo de una partida de cerca de 20 indios que fuera la atacada poco antes por Miranda e Iturra. Se argumentaría que estas familias no se habían entregado a Rosas porque “entre ellos no hay cabezas y… son muy pobres”. Delgado a Rosas 16 septiembre 1833. AGN,X,27.5.7 754 En una de esas cartas en que el tono general era de fuerte amenaza, la misma terminaba con una respuesta detallada de cada uno de los pedidos que poco antes le había realizado Rondeau (el reclamo de dos sobrinos tomados por la división de Bahia Blanca con los que tiene “parentesco no de boca sino de sanguinidad; la mujer de su corneta Soto que es una cautiva tomada por ellos en la expedicion contra Quiñigual y Cumio el año anterior) finalizando con un agradecimiento al cacique por una jerga que le había enviado de obsequio. Ambas cartas en AGN,X,27.5.7. 755 La relación entre los agentes de Rosas y los caciques era fundamental para mantener el vínculo. La actuación de éstos como lenguaraces y/o mediadores llevaba a que se tuviera especial cuidado en su elección De los personajes que en esos momentos existían en las tolderías, en varias oportunidades se elevarían las críticas hacia el teniente Pablo Castro “por sus frecuentes embriagueces y el vicio del juego” (Millalican a Rosas, 5 septiembre 1833. AGN,X,27.6.1) pidiendo que fuera relevado del cargo y reemplazado por Manuel Baldebenito “muy puro en honradez y es mas querido de todos los indios y caciques.” (Millalican a Rosas 30 de julio 1833. AGN,X,27.5.7).

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Las desconfianzas mutuas que se habían instalado en la relación interétnica habían creado

en el campamento borogano el temor de que las fuerzas expedicionarias, una vez que terminada la

campaña, avanzaran sobre las tolderías. Sobre este telón de fondo, Rosas volvería a la carga

exigiendo la entrega de los cautivos existentes allí. En efecto, en septiembre de 1833, en un

parlamento que había sostenido con el cacique Guichan (B) enviado de Cañuiquir, junto con el

lenguaraz Baldevenito, había exigido la entrega de 150 cautivos756. Para cumplir con esta orden la

estrategia de los boroganos sería conseguir que fueran los ranqueles quienes entregaran las suyas

evitando así la entrega de las propias.

Al regreso de los enviados se realizó una junta entre los caciques boroganos para

determinar el curso de acción a seguir. En la misma, comenzó a reflejarse más nítidamente una

diferenciación en el cuerpo de caciques en donde se haría evidente un protagonismo creciente de

Rondeau en la dirección de los asuntos diplomáticos. En la junta mencionada, Cañuiquir plantearía

que la entrega de cautivos debía conseguirse de sus poseedores mediante la persuasión. Rondeau,

por el contrario, apoyaría el uso de la fuerza de ser necesario para completar con el contingente

exigido por Rosas757. La última posición fue la que primó y se decidió realizar una expedición a los

toldos ranqueles, aprovechando la ausencia de una partida que se había ido a malonear, para quitar

los cautivos. Al regreso de la misma, en una nueva junta a la que asistieron Millalicán, Castro y

Baldevenito se relataron los pormenores de ella.

“estuvieron los casiques Canuiquir y Melin y otros capitanes dando cuenta al casique Rondeao como les havia ido y como se habian portado ellos en su comision diciendo los que no querian entregar a la fuerza; Melin (B), Ynaypil (B) y Bena (B) se portaron con mas energia que Canuiquir al cabo es suplicador con sus yndios ynferiores … , dicen que anduvo siempre rogando y suplicando como acostumbra; solamente Melin dicen que por un tris se serro a lansas con el casique Carriane (Ll) que era el sobervio que no queria oyr decir pas y dicen que Melin le hiso humillarse a la paz ...”758

En el relato de Millalicán se presenta a Cañuiquir con una participación no

suficientemente enérgica como para lograr el objetivo. Por el contrario, Melin y otros más usaron la

fuerza para apoderarse de los cautivos. A la llegada de éstos al campamento, los indios que

participaron en la expedición intentaron ocultar algunos en sus toldos. Nuevamente en esta

oportunidad Rondeau y Melin no dudarían en quitarlas por la fuerza759. Como resultado de estas

756 Según se señala en una carta posterior de Millalican a Delgado del 26 de noviembre de 1833. AGN,X,27.6.1 757 Ibidem 758 Millalican a Delgado, 3 de diciembre de 1833. AGN,X,27.6.1 759 Mientras Rondeau “comenso a quitar [las cautivas] aunque no a todo rigor... con un poco mas ymperio que antes”, Melin “anda con una partida de yndios recogiendo para completar los numeros” (Millalican a Rosas, 3 de diciembre de 1833. AGN,X,27.5.7)

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operaciones lograron juntarse 150 cautivos que en el mes de diciembre se entregaron en Bahía

Blanca760.

Este gesto de los boroganos fue entendido por Rosas como una claudicación y, en virtud

de esa lectura, siguió presionando con el mismo objetivo de rescatar cautivas y subyugar totalmente

a los ranqueles. Del lado borogano podemos pensar que la devolución de 150 cautivas no habría

implicado más que la entrega de una parte de los prisioneros existentes en las tolderías,

fundamentalmente ranqueles, y que sería considerado como una prueba de buena fe que los dejaría

a salvo de nuevas exigencias. Sin embargo, esto no sería así y la presión in crescendo de Rosas al

respecto provocaría serios conflictos en el interior de la agrupación.

Hasta el momento, entonces, la relación entre boroganos y Rosas se apoyaba en una

conjuncion de consenso y amenaza en donde los primeros utilizaban estrategias discursivas para

justificar lo que para Rosas eran “conductas desleales”, apelando constantemente a la bondad de su

autoridad paternal. En los discursos del hacendado de Monte se evidenciaría la importancia que

tenía para él, contar con un aliado en la zona de salinas. Era evidente, como diría años después de

manera explícita, que estas “infidelidades” podían llegar a olvidarse en tanto los boroganos

cumplieran con el objetivo principal de cuidar la extensa distancia existente entre Federación y

Bahía Blanca impidiendo el paso de malones sobre las estancias fronterizas.

Esto momento de tensión en la relación sería aprovechado por el cacique Rondeau, y en

menor medida por Melin, para intentar obtener mayor poder dentro de la agrupación. Serían estos

caciques quienes no dudarían en utilizar la fuerza para apropiarse de cautivas ajenas a su grupo con

el objetivo de cumplir con una exigencia de Rosas. La imagen de la junta realizada luego de esta

incursion a los toldos ranqueles es muy elocuente: Cañuiquir y Melin se presentan, según el relato

de Millalicán, como jefes menores que informan a Rondeau sobre el resultado de esas incursiones.

El principio del fin: el fallido intento de Rondeau por monopolizar el poder A inicios del año 1834, las cartas enviadas a las autoridades provinciales por el escribiente

de los boroganos, Pablo Millalicán, reflejaban que en las tolderías se vivía un clima de gran

760 La comitiva fue atacada durante su viaje por indios de los caciques que habían sido despojados de sus cautivas. Los boroganos volvieron a atacar esas tolderías pero cuando los primeros se presentaron pidiendo paces, fueron perdonados de inmediato. Asi se incorporaron 92 entre chinas, chicos y grandes y 23 lanzas que se repartieron entre los caciques como prisioneros.

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incertidumbre acerca del futuro de la relación con el gobierno temiéndose que el ejército provincial

atacara el campamento. Para resguardarse de este posible ataque, los caciques boroganos habían

convocado contingentes del otro lado de la cordillera prometiendo la adquisición de botín en la

frontera, con el fin de incrementar sus fuerzas. Pero paralelamente a esta estrategia, se intentó

recomponer la relación con el gobierno a través de contactos más fluidos con el cacique chileno

Venancio Coñuepan asentado en las cercanías del fuerte de Bahía Blanca. Es decir, ante un

debilitamiento de la relación con el gobierno, los boroganos jugaron una doble diplomacia:

intentaron reanudar el contacto pacífico con Rosas y, para el caso de que esta estrategia no diera

resultados, buscaron la ayuda de aliados indígenas para contrarrestar un posible ataque.

Resulta llamativo el interés por reforzar la relación con Venancio, ya que el vínculo entre

éstos no era precisamente amistoso761. No obstante, a comienzos del mes de febrero comenzó a

tejerse un contacto entre ambas agrupaciones sustentado en la devolución de cautivos obtenidos, tal

vez, en encuentros pasados762. El inicio de estos contactos con un grupo tan cercano a Rosas fue el

primer paso hacia una reconstitución de las relaciones diplomáticas. El mes de febrero sería clave

en la reformulación de los acuerdos con el gobierno. En una carta conjunta firmada por los caciques

Cañuiquir, Rondeau, Canuillan y Melin el 21 de febrero, se informaba sobre la deliberación tomada

en una Junta General de enviar a tres capitanes (Colimill, Huenubil y Antonio Correa) para

entrevistarse con Rosas en un intento por restablecer la confianza. En la carta que llevaban los

chasques, los caciques exponían que

“suplicamos y rogamos a SE muy rendidamente se digne hablar con ellos y escucharles en

estos razonamientos pues estamos confundidos de ver que SE siendo un Gefe tan benigno y tan amoroso Padre de los pobres nos hayga echado en olbido. …. Es muy verdad que hablamos algunas pesadeses … de ver que nos pedían mas cautivas y cautivos sin darnos algun alivio sin duda en eso habremos agraviado y disgustado a S.E. y por eso no habremos merecido más sus cariñosas espresiones … hablamos torpesas doloridos de ver que no hubiese hablado S.E. con nuestros enviados a mas de eso no han traido un poco de tabaco y vinieron diciendo que pasaron muchas necesidades en el fuerte"763.

761 Recordemos que en las negociaciones iniciales con Rosas, los boroganos habían pedido “las cabezas de Venancio, Catiel y Cachul”. Aún en estos momentos de acercamiento, mencionaba que al menos "Cañuiquir siempre a estado dudoso de la amistad de don Venancio para con ellos" 762 El 7 de febrero Millalicán informaba a Manuel Delgado que los caciques boroganos enviarían chasques a Venancio para "darle las gracias por la gran generosidad que ha usado para con ellos mandandoles las familias del indio Huenchu sin interés [a la vez que] van a entregarles un chinito que pide el señor Venancio"En AGN,X,24.9.1 763 En AGN,X,24.9.1

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Y apelando al sentimiento religioso pedían que “Aunque haygan sido nuestras ofensas y

agravios tan horrorrosas en su precencia disimule con prudencia nuestras faltas que Dios Nuestro

Señor le agradecera y le dara premio en esta vida Y en la eterna Bienaventuranza”764.

Rosas aceptó el parlamento argumentado que a pesar de la desconfianza que le habían

merecido algunas de sus acciones, no los había atacado debido a que “sin saber por que no puedo

negar que los aprecio a pesar de la infidelidad que han usado con migo desconfiando y

perjudicandome”. Para avanzar en la recomposición de la relación y viendo el creciente contacto

que los caciques iban estableciendo con Venancio, Rosas lo utilizaría como mediador y consejero

en esta etapa. Además, y conocedor de lo que estaba sucediendo entre los caciques boroganos,

sugería que fuera Rondeau quien se acercara a Bahía Blanca alegando las buenas relaciones que

tenía con Venancio765.

Sin embargo, a pesar de este mutuo intento por normalizar la relación, el doble juego de los

caciques boroganos de amparar a ranqueles y mantener el lazo con el gobierno mostraba

constantemente su inconsistencia. La constante incorporación de familias “ranqueles” derivó en una

escasez de recursos propios para sostener una población tan grande. Los envíos del gobierno no sólo

no habían reflejado un aumento sino que, en estos momentos de tensión, parecían disminuir. La

salida más rápida y directa para obtener recursos sería el ataque a establecimientos fronterizos.

Algunos indios mencionados como “ranquiles” en las fuentes, intentarían obtener el apoyo de los

boroganos para incursionar sobre la frontera cordobesa. En febrero de 1834, Millalicán informaba

que ante la noticia de partidas maloneras sobre la frontera “el casique Rondeao hizo una Junta de

sus yndios y los amenaso muy agriamente…”766.

764 Ibidem. 765 Rosas a Millalican, 27 febrero 1833, AGN,X,24.9.1. Paralelamente, Rosas intentaría llegar a los caciques de otra manera. Con la misma fecha y dirigida a Millalicán, había escrito otra carta que hizo firmar por Manuel Delgado en la que con un tono más persuasivo y confidente sugiere a los caciques que no pierdan la oportunidad de reafirmar su alianza. El supuesto Delgado expresaba que como consecuencia de la entrega de los cautivos reclamados “el general estuvo muy contento y perdono a todos los presos tanto cristianos como indios hasta a Yanqueman y Paynen los perdono les hizo sacar los grillos y los caso con chinas”. Y introduciendo la figura de Venancio como un posible mediador agregaba que “... ese dia consiguio Don Benancio por un brindis que el sr General oyera a algun chaque que mandasen los Borogas y que si venia casique lo recibiese”. Y finalizaba la carta retomando la idea de escoger al cacique más adicto para seguir con los parlamentos aconsejando que “Ahora que resta es que no pierdan tan buena oportunidad y que todos los casiques lo faculten a Rondeado y que este venga con todas facultades cuanto antes a hablar con el señor general”. Delgado a Millalican, 27 de febrero de 1833. AGN,X,24.9.1 766 Según su relato, el mismo Millalican amenazó a los indios con convocar 10.000 hombres para castigarlos y acabarlos. La pretensión del escribiente de arrogarse un poder que no tenía en el grupo se hizo evidente ya que, según él mismo relataba “estas voces que di entre los yndios sin duda le fueron a darle cuentos a los casiques y hoy en la junta me ynsulto mucho Melin sobre esto…”.

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Los enviados de los caciques ya habían regresado de Bahía Blanca y había que dar una

respuesta a la invitación a parlamentar realizada por Rosas. La designación de Rondeau para llevar

a cabo esta operación provocó algunas resistencias en la agrupación. El mismo cacique comentaba

en una carta enviada a Rosas, anunciándole su partida hacia el fuerte, la dificultad que había

encontrado en la Junta general para que los otros caciques y capitanes aceptaran realizar esta

entrevista marginando a Cañuiquir que hasta el momento se había desempeñado como el

interlocutor del grupo.

“Yo vengo Señor y hermano no a quitarle el derecho y la facultad que le tenemos dado a nuestro antiguo mayor, a Canuiquir, que el esta lleno de facultades para trabajar las paces hasta concluirla; perdone VE nuestras torpesas. En nuestras leyes no se puede privar a un hombre superior en las facultades que se le han conferido ayudarle si se puede: en todo lo posible pero no quitarle el empleo. Estas son leyes de nuestros Antiguos y estamos muy firmes de concervarlas y no abolirlas esto lo hago saber a SE con todo respeto”.767.

Lo evidente es que era el mismo Rondeau quien no estaba muy firme en conservar las leyes

de los antepasados intentando efectivamente “privar a un hombre superior en las facultades que se

le han conferido”. En esta expresión del cacique se revela de manera transparente su intención por

romper precisamente las reglas del admapu, de las tradiciones ancestrales que guiaban la vida de

estas comunidades. Las leyes de “los antiguos” también establecían las formas de hacer política

mediante el consenso de toda la agrupación. Y era a través de este consenso que la persona

seleccionada debía llevar adelante las negociaciones con otros grupos. Si bien Rondeau reconoce

que esa es la tradición y que según ella es Cañuiquir quien debería ocupar su lugar en el

parelamento, lo desplaza en esta ocasión en lo que constituiría el primer paso hacia un quiebre más

profundo de las prácticas políticas de la agrupación.

En el parlamento realizado en marzo de 1833, Rosas le hizo varios cargos al cacique entre

los que se encontraba el llamado que se había hecho a los indios transcordilleranos y el

ocultamiento de una gran cantidad de cautivos que aún permanecían en las tolderías. Para mostrar

una actitud contemporizadora Rondeau denunció que algunos ranqueles cercanos a su toldería

habían realizado un malón sobre la frontera de Río Cuarto aun cuando, poco despues se supo que

indios pertenecientes o cercanos al cacique, habían participado asimismo en estas incursiones768.

767 Rondeau a Rosas, 29 de febrero de 1833 AGN,X,24.9.1 Una version similar sobre la dificultad en conseguir la aceptación para esta entrevista fue la presentada por Millalicán en la carta enviada a Venancio el 27 de febrero de 1834. en ella planteaba que “… ha costado tanto conseguirlo que fue un triunfo sacarle el si a los caciques y los demas cabezas Cañuiquir el que resistía más” Ibidem. 768 Según informes que obtuvo Delgado desde el mismo campamento borogano unos indios de Rondeau habían participado en dicho malón, entre ellos “el cacique Milan cuyo toldo distaba unas 25 cuadras del de Rondeao”, indios

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Luego del parlamento en el que el cacique borogano se comprometió a insistir en la entrega

de cautivos, se acordó que Cachul acompañaría a Rondeau para ayudarlo a cumplir con esa tarea.

Sin embargo, la misión de ese cacique, que se extendió de abril a mayo de 1834, tenía un propósito

oculto: obtener información acerca de la convocatoria que se había hecho a los caciques

extracordilleranos. Mientras Cachul marchaba desde Bahía Blanca con Rondeau hacia el

campamento borogano, Manuel Delgado partía desde el fuerte Mayo con un convoy de carretas

repleto de obsequios destinados a recompensar la entrega de los cautivos.

En una Junta General que fue precedida por otra reservada realizada en la noche anterior a la

que sólo asistieron Rondeau, Melin, Canuillan y Cañuiquir

"… se les iso entender cual era la comisión de Cachul que era para entregar todo el cautiverio chico y grande sin dejar ninguno que era lo que ordenaba V.E.[y] todos los caciques boroganos le contestaron a Cachul y Rondeau que entregarían todo el cautiverio que tenían en su poder como ordenaba V.E. … se acabo de hablar y entramos al reparto de los intereses que V.E.mandaba”769

La avidez de los indios por obtener la mayor parte de los obsequios derivó en que quedaran

pocos bienes para entregar a los ranqueles770. El papel jugado por Cachul en esta misión refleja el

lugar de prestigio que tenía aún entre estos grupos. Delgado notificaba a Rosas que

“ … dice Cachul que el dia 10 del que rige se pone en camino a mas tardar que solo aguarda a el cacique Paine que fue en comision por el a ver a los ranqueles a ver si podia traer a Yanquetruz y a ver los cautivos y cautivas que entregaban … me encarga Cachul que le diga a V.E. que le mande 200 yeguas para darle al cacique Paine para mandar a las familias de los ranqueles para que se mantengan mientras el viene a tratar Cachul dice que le haga este favor que el ya las a ofrecido y que no se mueve de los toldos boroganos sin darles este auxilio …"771.

Es evidente que Cachul no estaba actuando como un simple emisario sino como un

personaje de importancia que tomaba sus propias decisiones aún cuando comprometiera los

recursos del gobierno.

Luego de unos días de festejo por el reparto de los obsequios, se acordó que el 28 de mayo

Delgado abandonaría el campamento junto con la comitiva que entregaría los cautivos en el fuerte

del cacique Nincolao que se hallaba bajo las ordenes de Rondeau y gente de un capitanejo que estaba acompañando al cacique en su viaje a Bahia Blanca. Delgado a Rosas, 14 marzo 1834. AGN,X,24.9.1 769 Delgado a Rosas, 3 de mayo de 1834, AGN,X, 24.9.1. 770 “Rondeao se agarro la tercia parte del cargamento para el Melin, Cañuquil Canullan lo mesmo ysieron solo Cachul repartio su carreta a parte alos ranqueles que binieron con el casique Paine y lo mismo repartio las lleguas…”. Delgado a Rosas, 3 de mayo de 1834. AGN,X,24.9.1 771 Ibidem.

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Mayo. Pero, como había sucedido en la entrega de diciembre del año anterior, los principales

caciques boroganos realizaron una cuidadosa selección de los cautivos a entregar para no perder los

propios. Delgado, que presenció los hechos, los narraría con sumo detalle. Según el oficial entre las

cautivas que se entregaron se contaban

“29 que entrego Rondeao de los indios pobres que les quito y eso eran basuras unas biejas y muchachitos dies entrego Cañuquil entre unos muchachos con Barba que fue menester sacarlos a palos y traerlos bajo de guardia, ocho entrego Melin y uno Canullan y an quedado en todas las tolderias sobre 120 solo en el toldo de Rondeao ay dies y seis y el no a entregado ninguna de su tolderia lo mismo cañuquil lo mesmo melin y lo mesmo Canellan lo mesmo los capitanejos todo sea buelto embrolla…”772.

Mientras se desarrollaban estas “cacerías” de cautivos los informes reservados de Cachul

comenzaron a proveer información acerca de la llegada de los indios transcordilleranos.

"… hace siete o seis dias que he sabido por un cacique que esta de amigo con Cañuiquir que havian llegado los chilenos a las Manzanas y que alli estaban esperando ordenes de los caciques boroganos esta fuerza es fuera de la que ya esta en Chadileu también sé que luego nos vamos marcha el cacique Melin con 50 indios para Chadileu a llamar la fuerza que se haya ayi a los lados de Mendoza o el Rio Cuarto … es preciso que esten con cuatro ojos los de Bahia Blanca los de Patagones y en fin los de todos puntos porque estas indiadas no han de volverse de valde asi es que es preciso tener mucho cuidado…"773

El 20 de mayo, Delgado ya se encontraba en el fuerte Mayo esperando que en pocos días

regresara Cachul de su comisión junto con Cañuiquir y "un mundo de indios" que esperaban

entrevistarse con el gobernador en Buenos Aires. Llamativamente vuelve a cambiar el representante

de la agrupación retornando Cañuiquir a cumplir ese papel. En esos días se había producido el robo

de cerca de 200 cabezas cerca del fuerte y se suponía que los ladrones eran boroganos. El pedido de

informes realizado por Delgado llego rápidamente al campamento borogano desde donde Millalicán

informaba poco después que se había realizado una junta en la que, luego de saber que el robo había

sido realizado por “indios boroganos pertenecientes a Calbutur (P)”, Rondeau había expresado

“furiosamente [que] iba a asolarlos y a lancearlos supuesto que lo miravan con tanto desprecio

haciendolo quedar tan feamente delante del señor general”774

Paralelamente el campamento iba incrementando sus habitantes cada vez más con la

incorporación de nuevos grupos. El 2 de julio Millalicán informaba la llegada de "100 indios entre

chinas, chicos y grandes estos infelices vienen muertos de ambre a entregarse a lo del cacique

772 Ibidem. 773 Cachul a Rosas, 7 de mayo de 1834. AGN,X,24.9.1 774 Millalican a Delgado 30 de mayo de 1834. AGN,X,24.8.6.

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Rondeau… estos se fueron huyendo con Quiñegual quando fueron derrotados por los boroganos

dicen que an estado muy cerca de los huiliches y se han venido de puras necesidades". Ocho días

después se notificaba que 500 lanzas chilenas habían llegado con el fin de pedir las paces con los

boroganos y cristianos. Según Millalicán, el cacique Rondeau no notificó al gobierno sobre estos

grupos por estar averiguando las verdaderas intenciones de los mismos775.

De manera que, a mediados del año 1834, varias cosas habían sucedido en la relación con el

gobierno y en la estructura misma del grupo borogano. En primer lugar, la constitución de un grupo

étnicamente mixto queda fuertemente evidenciada por las incorporaciones que se habían producido

desde mediados del año 1833. Estas anexiones se habían justificado en la precaria situación

económica de los grupos que habían buscado el amparo de estos caciques y en ciertas ocasiones,

precisamente el auxilio del cacique Rondeau. Pero muchos de estos nuevos habitantes de Salinas se

vieron fuertemente presionados para entregar sus cautivas como una forma de cumplir con la

exigencia de Rosas, al tiempo que veían que sus “protectores” no realizaban la misma operación.

Otras incorporaciones, como las mencionadas en último lugar, parecían ser, a simple vista, bastante

conflictivas. Por un lado, un grupo de 100 personas pertenecientes a Quiñigual que había sido

atacado anteriormente por los mismos boroganos y por otro lado, la requerida ayuda “chilena” que

entre julio y septiembre de 1834 se había acercado a las tolderías boroganas.

En el caso de la anexión de grupos “ranqueles” se crearía en los jefes boroganos una

contradicción fundamental en el doble juego que llevaban a cabo. La posición de Rosas con

respecto a ellos era muy clara: debían ser desarmados y estar bajo la vigilancia de los boroganos.

Pero la necesidad de obtener recursos via malones se imponía como fundamental alternativa para

abastecer a un grupo cada vez más numeroso. Estas incursiones que se dirigían sobre las provincias

del Interior intentaban contar con auxilios boroganos. Accedieran o no a estos convites, los jefes

boroganos se hallarían en falta con respecto a la condición impuesta por Rosas de garantizar que los

ranqueles no actuaran sobre las estancias ganaderas. Ante esta contradictoria actitud no había

demasiadas opciones. Una de ellas era el quiebre de la alianza con el gobierno reafirmando la

existencia de este grupo mixto y la otra, mucho más riesgosa para la agrupación, implicaba un

acercamiento mayor al gobierno intentando dotar a este grupo mixto de jefaturas que, utilizando un

poder poco común en estas sociedades, mantuviera firmemente sujeto a los sectores minoritarios.

775 Millalican a Manuel Martinez, comandante del fuerte Mayo, 2 y 10 de julio de 1834. (AGN,X,24.9.1).Una información similar sobre el agregado de una importante fuerza de indios de lanza fue elevada por Delgado desde el fuerte Mayo. Delgado a Rosas, fuerte Mayo 8 de septiembre de 1834. AGN,X,24.8.6

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Esta última fue la opción escogida por el cacique Rondeau secundado por su par Melin. En

efecto, a esta altura de los acontecimientos, sería muy clara la intención de Rondeau por erigirse

como el principal jefe de la agrupación arrogándose un poder mayor del que tenían sus pares, poder

que utilizaba sin vacilar para imponer su decisión política de acentuar el acercamiento con el

gobierno bonaerense. Sin embargo, esta operación no fue exitosa. No es difícil imaginar la reacción

que produjo esta estrategia en una agrupación básicamente igualitaria donde “la jerarquía política,

militar y social era entregaba voluntariamente por el resto de la sociedad a los hombres que la

merecían por razones de sabiduría, ecuanimidad, prestigio, inteligencia, generosidad o habilidad

militar...”. La apropiación personal del poder en este tipo de sociedades “encerraba el peligro del

quiebre de la legitimidad política tradicional [y]… separaba a sus jefes del resto de la sociedad”776.

Llamativamente, cuando la situación parece alcanzar un punto máximo de tensión producto

de la llegada de los indígenas “chilenos”, los caciques Cañuiquir y Alon se hallaban en el interior

del territorio provincial con el objetivo de entrevistarse con Rosas. Este hecho no debe pasarse por

alto rápidamente sino que podría interpretarse como una maniobra planificada por estos caciques

para encontrarse fuera de las tolderías en momentos de incierto descenlace. En efecto, mientros

ellos se encontraban en la guardia del Monte, en el campamento borogano, los caciques Rondeau y

Melin se enfrentaban a la llegada del contingente que había sido convocado por ellos mismos. Si

querían mantener la alianza con el gobierno era claro que debían disuadirlos del proyectado ataque

a la frontera. En este sentido la conjetura de Cachul probaría ser muy acertada. Si los caciques

boroganos retrocedían en su invitación para atacar las fronteras estas indiadas no han de volverse

de valde.

El ataque de Masallé y la dispersión de la agrupación.

El 8 de septiembre, los indios chilenos que se habían incorporado a los boroganos, viendo

frustrados sus objetivos de malonear sobre la frontera atacaron las tolderías en Masallé asesinando a

los caciques Rondeau y Melin777. En este ataque habían participado también indios ranqueles y

boroganos descontentos con los intentos de los jefes mencionados por arrogarse un poder mayor al

que tenían. Las expresiones de fuerza que ambos mostraron para cumplir con las exigencias de

Rosas en torno a la devolución de los cautivos, el castigo de aquellos indios que participaron en

776 León Solís, “Guerra y lucha faccional…”. 777 Según una versión muy arraigada en la historiografía, el ataque habría sido planeado por Rosas quien captó a Calfucurá para que asesinara a los caciques boroganos. En un trabajo previo discutimos en profundidad esta interpretación. Ratto, Silvia “Conflictos y armonías…”

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malones sobre otras provincias y, finalmente, la marcha atrás en la convocatoria a malonear hecha a

los chilenos provocaron una oposición creciente en el campamento borogano que culminó con el

asesinato de los caciques.

La noticia del ataque fue recibida por los comandantes de los fuertes Mayo y Bahía Blanca

por indios que, escapando al enfrentamiento, se dirigieron a buscar protección en dichas

fortalezas778. Otros, temerosos de nuevos enfrentamientos y suponiendo la participación de Rosas

en el ataque, habían tomado direcciones diversas: algunos se habian unido a los enemigos y otros

habían huido hacia Mamil Mapu779. Ante estos hechos el gobierno tomaría inmediatas medidas de

precaución que involucraban la participacion de los indios amigos. Los caciques Catriel y Cachul

fueron enviados con sus indios a ponerse en guardia en la línea de frontera con la recomendación de

que ampararan a los indios boroganos que se acercaran a buscar protección780. El caciquillo

Collinao, segundo de Venancio que se hallaba en Monte, fue enviado a reunirse con su gente en la

guardia de Bahía Blanca781.

Recién a partir de octubre, la correspondencia desde las tolderías boroganas, que se había

silenciado totalmente, volvió a mostrar la continuidad y frecuencia de antes. El contacto se

restablecería a través del cacique Venancio. Pasado el momento de aturdimiento inicial las

comunicaciones de Millalicán, quien había sido apresado en el ataque de Masallé pero

posteriormente pudo escapar, son elocuentes en cuanto a la situación que estaban viviendo los

sobrevivientes y sobre los cambios que había recibido su misma posición en la agrupación. Si hasta

entonces las autoridades de Bahía Blanca se dirigían a Millalicán como el principal nexo para

comunicarse con los caciques, la desaparición de unos y la ausencia de otros782 dejaba al escribiente

sin los interlocutores habituales. Este informaba que en la tribu los únicos caciques que eran

778 Entre los caciques que buscaron refugio en la frontera se hallaba el cacique Caneullan que arribó al fuerte Mayo“con 25 indios de lanza, 30 chinas con sus dos hijos con la chusma de 40 de chicos, como 250 caballos y como 400 ovejas. Delgado a Rosas, 18 y 30 de septiembre de 1834. AGN,X,24.8.6. 779 Rodriguez a Rosas, 10 octubre de 1834. AGN,X,24.8.6 780 Rosas a Martiniano Rodriguez, 22 septiembre de 1834, AGN,X,24.8.6 781 A Bahía Blanca llegarían también chasques de los mismos atacantes de los boroganos que intentaron justificar su acción "… fundando las razones que les habia asistido para quitar del medio a Rondeau en que él los había engañado haciendoles benir de su pais para hacerlos ricos con las haciendas de los cristianos de la provincia de Buenos Aires … al mismo tiempo nos exijia nuestro parecer o aprovacion sobre aquel echo y se le hizo entender en contestacion que nosotros estariamos en un todo a la disposicion de SE a quien se le iba a dar parte inmediatamente y que con su superior contestacion seria el resultado de los que desean saber…"M. Rodriguez, 15 y 16 de octubre de 1834. AGN,X,24.8.6. 782 Por muerte de Rondeau y Melin, por ausencia de Cañuiquir y Alon que se hallaban en la provincia intentando parlamentar con Rosas y por el desplazamiento de Caneullan hacia el fuerte Mayo.

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obedecidos en todo lo que decían eran los difuntos Rondeau y Melin y que él, por el contrario, no

tenía el menor mando

"el uno es porque no soy casique, ni deceo serlo, yo estoy acostumbrado mandar en las tropas de linea; soldados veteranos y diciplinados y no entre estos ynfelises que me manejan con torpesas, y se obedecen a rruegos y no con ymperios”783.

Estas expresiones confirman la estructura de poder de estos grupos en donde los caciques

debían ratificar su autoridad mediante la aprobación de sus indios por lo cual, la pretensión de

Rondeau y en menor medida de Melin, de modificar este estado de cosas había provocado un fuerte

rechazo. Con la muerte de los caciques y ante la ausencia de Cañuiquir, se decidió que Meligur, hijo

de Rondeau, se hiciera cargo de la tribu. "Hago saber a VS a mi primo Dn Venancio, que el hijo

mayor del finado Casique Rondeao, que se a elegido por Casique otra ves paque no se acabe el

nombre de Rondeao784 que es un hombre muy capaz" y, además, porque "no hay quien escoger para

ponerlo en lugar del finado "785.

Pocos días después se produjo un nuevo ataque sobre las tolderías de Meligur de donde los

incursores se apoderaron de una importante cantidad de prisioneros. Luego del ataque, el cacique se

encontraba rodeado por los que Millalicán denomina, dejando en claro la participación activa de

jefes boroganos en el ataque que terminó con la vida de Rondeau y Melin, como los traidores

“Antibil (B), Cheuquepill (B) con los demas yndios de Gulumapus [butalmapus]". E insistía en otra

carta que “Los entregantes según dicen que an sido Antibil (B), Llanquitur (R), Mariqueu (B),

Cheuquepil (B), solo Marileu (B) dicen que lloro las muertes de los dos caciques…"786.

Luego del ataque que había sufrido, Meligur se dirigió al campo enemigo para intentar

recuperar sus familias. Estando en dicha misión, las fuerzas de Bahía Blanca cayeron sobre el

mismo campamento provocando la huida de Calfucurá, Cheuqueta y Cumio787. Este ataque disipaba

la sospecha de una intervención de Rosas en los hechos de Masallé y devolvió cierta calma a las

tolderías boroganas por lo que algunas familias que se habían refugiado en Mamil Mapu,

comenzaran a reunirse nuevamente en el campamento. El cacique Cañuiquir, desde San Miguel del

Monte, pidió a Meligur que le informara sobre la situación que se estaba viviendo en las tolderías.

783 Millalican a Rodriguez, 16 de octubre de 1834. AGN,X,24.8.6 784 Volveremos sobre esto al final del acápite. 785 Millalican a Rodriguez, 17 de octubre de 1834. AGN,X,24.8.6 786 Millalican a Martiniano Rodriguez, 3 de octubre de 1834. AGN,X,24.8.6 787 Ibidem.

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En una extensa relación, Millalicán notificaría la posición de varios caciques especificándose cuáles

se presentaban como aliados y cuáles eran abiertamente hostiles:

"Los capitanes que están firmes a favor… son Quilaleu [B], Maguin [P], Calbutur [P], Millaclen [P], Guele [P], Curriquen , Carripan[P], Loncoñ [B], Juanicu, Antileu. Los aucentes son Inaipil[B], Llanquiluen [B], Luemipil, Caniugan, Lincolafas, Cafileu; estos se han disparados llenos de temor y de susto … [Sobre] como se hallan y que determinacion tienen los casiques Mariquen[B], Marileu[B], Antibil[B], Cheuquepil[B] y Cagulen[Calbulen-B], Guircan[Guican-B] y Piena. La respuesta es que algunos de ellos están a favor de los voroganos y que están de camino asia aca… Piena mando secretamente decir con un chasque que se venia de cierto resentido que le hubiesen muerto a su hermano Rondeau”788

El informe de Millalicán también permitía constatar que dentro del grupo “chileno” había

sectores diferentes. Por un lado, boroganos que habían cruzado la cordillera, como un hermano de

Melin, el cacique Nahuelquen, que evidentemente no habría participado en el ataque de Masallé, y

por otro lado, un grupo de la región de Llaima de donde se distinguían los hermanos Calfucurá y

Namuncurá de quienes no quedada lugar a dudas sobre su protagonismo en dicho acontecimiento789.

Pasado el momento de mayor tensión, se decidió trasladar el campamento a Carhué para

alejarlo de otro posible ataque790 y enviar a Meligur a Bahía Blanca para informar personalmente lo

sucedido y coordinar acciones conjuntas con las fuerzas del fuerte791. En respuesta a ello marcharon

dos expediciones combinadas de fuerzas provinciales e indígenas comandadas por Meligur,

Guayquil y Venancio. Los ataques no lograron alcanzar a las fuerzas de Calfucurá que ya se habían

retirado cruzando el Colorado pero cayeron sobre las tolderías que tenían en el Chadileu los

caciques Ancapi, Marileu (B), Antepil (ó Antibil? B), Choquepil (B) y Mariqueo (B) obteniéndose

en las campañas más de 190 prisioneros de ambos sexos792.

Paralelamente a estas acciones, el cacique Cañuiquir regresó al campamento junto con un

destacamento a las órdenes del mayor Ramón Maza que tenía el objetivo de servir de protección y

788 Millalican a Delgado, 7 de octubre de 1834. AGN,X,24.8.6. 789 “El cacique Nahuelquen uno de los que ha venido de Gulumapus hermano del finado Melin ha mandado decir que esta muy pronto ayudar en los asuntos de la guerra contra los asesinos de su hermano y que le mande chasque Meligur comunicandole varias cosas para resolverse y estar firme para ayudar… “ Ibidem. Millalican agregaba que en ese momento, la fuerza con que contarían los boroganos para defenderse en caso de un nuevo ataque era de doscientos sesenta y siete hombres con lanzas y más de doscientos sin lanzas. 790 Para Millalican esta nueva ubicación traía ciertos riesgos ya que “siempre están viniendo indios de los ranqueles y de aquí también están yendo para alla con mil embustes empeñense muy mucho el retirar esta indiada de los infames ranqueles que son enemigos de la paz y de los cristianos" por lo que pedía a Rodriguez que sugiriera a Meligur que se acercaran más hacia la sierra de la Ventana. Millalican a Rodriguez, 17 de octubre de 1834. AGN,X,24.8.6 791 Millalican a Rodriguez, 16 de octubre de 1834, AGN,X,24.8.6. 792 Sosa a Rosas, 11 noviembre de 1834. AGN,X,24.8.6. En una nota enviada por el lenguaraz Bustos a Rosas desde Guaminí comentando esta expedición se nombraban a dichos mismos caciques como ranqueles. 14 de noviembre 1834. AGN,X,24.9.1

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disuadir a los enemigos de cualquier ataque793. Con la desaparición de Millalicán quien abandonó

las tolderías para asentarse en Buenos Aires794, Maza, junto al lenguaraz Bustos quien también fue

destinado a Guaminí, se convertirían en los principales informantes de los hechos en el campamento

borogano.

La unión de las fuerzas militares en persecución de los atacantes de Masallé no derivaría en

una recomposición total de la, hasta entonces, tensa relación entre los boroganos y el gobierno. La

piedra del conflicto seguiría siendo el indisoluble vínculo de los primeros con los ranqueles. Esta

segunda etapa, en la que volverían a producirse conflictos en el interior del grupo borogano en torno

al tema, estaría marcada por la resistencia del cacique Cañuiquir a cumplir con la permanente

exigencia de Rosas de “acabar con los ranqueles”. Nada más elocuente para reflejar la situación que

acabamos de plantear que las mismas palabras que pronunció el cacique al ser interpelado por el

lenguaraz Bustos con motivo de haber cobijado a grupos ranqueles que habían atacado los

establecimientos rurales de la frontera cordobesa. Ante la reconvención del lenguaraz por haberlos

recibido y amparado “con los brazos abiertos”, el jefe borogano respondió que:

“como va de desamparar a puros amigos hermanos parientes y lo que es mas a su llerno … que es suficiente castigo el aberlos abansado [el ejercito provincial] en los Montes y que por eso los perdona” 795.

A fines del año 1834 los boroganos habían experimentado un fuerte desgranamiento de su

núcleo original y, lo que es más importante, algunos grupos habían pasado a la categoría de

“amigos” abandonando la independencia territorial para pasar a habitar en el interior de la

provincia. La separación de Caneullan y Guayquil (hermano de Rondeau) quienes habían sido

acogidos bajo la protección del fuerte Mayo no hizo sino preanunciar futuros desmembramientos.

En Salinas Grandes permanecía el cacique mayor Cañuiquir y otros jefes boroganos, entre ellos

Alón y Meligur quien había estado a cargo de la agrupación en ausencia del primero.

Luego de las incursiones realizadas por las fuerzas conjuntas en el mes de noviembre,

algunos jefes boroganos sospechados de complicidad en el ataque de Masallé796 y sobre quienes

793 Delgado a Rosas, 12 noviembre de 1834. AGN,X,24.8.6. 794 Los motivos de la desvinculación de Millalican del campamento borogano no son claras. En febrero de 1835 se hallaba en Buenos Aires. Uno de los “indios sirvientes” que había traido del campamento le había solicitado pase para volver a su tierra pero él se había limitado a autorizar su viaje hasta el fuerte Mayo “precabiendo que no vaya hablar cosas impropias de mi al resto y cause tristezas y desconsuelos en los voroganos”. Y pedía ser avalado en esa decisión “Hasta que mis gefes y superiores dispongan de mi que destino devo seguir despues de los castigos con razon y justicia”. Millalican al edecan Corvalan, 9 de febrero de 1835. AGN,X,43.1.3 795. AGN,X,24.8.6 796 Se trataba de los caciques Antibil y Mariqueo, ambos boroganos según el listado de 1830.

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habían caído las expediciones punitivas, se presentaron al cacique Meligur pidiendo las paces y

solicitando las familias que habían sido apresadas en dichos encuentros. El cacique aceptó la

anexión de estos grupos y negoció personalmente con el coronel Francisco Sosa, comandante de

blandengues de Bahía Blanca, su traslado a dicho fuerte para integrarse a las tolderías de

Venancio797. Dicho desplazamiento provocó la férrea oposición del gobernador Rosas. Además de

los inconvenientes en cuanto a la seguridad que significaba el traslado de Meligur con 300 indios de

pelea a Bahía Blanca y su unión a Venancio el gobernador dudaba de las buenas intenciones del

cacique por haber amparado a algunos jefes que habían participado en el ataque a Masallé798.

El lenguaraz Bustos, desde las tolderías boroganas de Salinas Grandes, abundaría en

comentarios sobre el papel que estaba jugando el coronel Sosa en estos momentos799. Según su

interpretación, el coronel no buscaba más que aislar a Cañuiquir a quien hacía responsable del aviso

que tuvieron los ranqueles sobre una expedición que se proyectaba desde Bahía Blanca, advertencia

que había frustrado la incursión800. El encono del coronel de blandengues hacia el cacique borogano

había llegado al extremo de haberle dicho "en Salinas [que] lo iba a matar y no lo hizo por estar la

tropa cristiana pero que no perdía las esperanzas de hacerlo"801. La denuncia de Bustos sobre las

actitudes de Sosa involucraba también la toma de bienes que había realizado en encuentros

anteriores con los ranqueles, apoderándose de “todas las vacas, caballos, yeguas, cabras, ovejas y

su tropa con todo el botin que habia en las tolderias y a más de esto con 16 caballos pertenecientes

a los borogas”. Finalmente, para Bustos, la separación de Meligur había sido obra exclusiva del

coronel ya que el cacique “… dice ser mandado por el comandante Sosa y que él no obecede a otro

y que este le a ordenado que se separe de Cañuiquir”. La captación del cacique había sido realizada

por Sosa mediante la promesa de retribuciones mayores de las habituales por la entrega de sus

cautivos. Esta promesa, hecha en Bahía Blanca a Meligur y Guayquil, fue conocida al regreso de los

indios al campamento con lo cual “todos se negaron a entregar sus cautivos y pretendían moverse

hacia el fuerte en busca de los obsequios prometidos”. Esta situación había producido un conflicto

797 Según carta de Sosa a Rosas de fecha 8 de diciembre de 1834. AGN,X,24.8.6 798 Rosas a Sosa, 31 diciembre de 1834. AGN,X,24.8.6. 799 Bustos a Rosas, 22 noviembre de 1834. AGN,X,24.9.1 800 Para Bustos el delator había sido "un indio de Don Venancio llamado Lupileu que fue con el aviso al enemigo y les hizo presente que ibamos a atacarlos y les impuso el plan que habiamos echo con el mayor secreto entre el coronel Sosa, don Venancio, Cañuiquir y yo. Esto puedo justificarlo a V.S. de buen modo cierto por que en esta tolderia esta un indio que presencio el aviso por hallarse prisionero en esas circunstancias y ahora se les a escapado y el dice lo vio y oyo todo lo que les dijo Lupileu al enemigo amas de 6 indios que se fueron de Don Venancio de sus mismos toldos a los dos o tres dias de la marcha de Don Venancio … con dirección a Chile; la comision con que fueron no se sabe pero es muy probable que alla sido a dar parte al enemigo que marchabamos sobre ellos". Ibidem. 801 El mismo cacique se quejaba ante Rosas de este trato y su temor se fundaba además en que "no creee que el Coronel Sosa se gobierne de por si para que lo este amenazando con la muerte". Maza a Rosas, 9 de diciembre de 1834 AGN,X,24.9.1

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tan grande en las tolderías que según Bustos “es tan grande las desavenencias que hay entre los

indios que en un mismo toldo se han querido agarrar a lanzasos”802.

Desde inicios del año 1835, la incorporación de familias boroganas y ranqueles al

campamento de Salinas Grandes fue una constante. Así, se incorporarían a Cañuiquir el cacique

Marileo (B) que había estado involucrado en el asesinato de Rondeau y Melin, con 50 toldos y 150

indios de pelea803. Poco después arribarían el cacique Guircan (B) con 12 toldos, 26 indios de pelea

y las familias de estos, el cacique Llanú Manque con 8 toldos, 18 indios de pelea y familias, el

caciquillo Fernando, yerno de Cañuiquir, con 26 toldos, 60 indios de pelea y sus familias, estos

últimos, según la documentación, pertenecientes a los ranqueles804. Paralelamente, Cañuiquir

recibiría chasques de Paine (Ll) que le avisaban que el cacique “viene en marcha con ciento y más

indios de pelea y doscientas y tantas de familia para presentarse a Cañuiquir quien dijo que no hay

problemas”805.

¿Las relaciones entre estos grupos eran puramente coyunturales? ¿Respondían solamente a

una alianza derivada de la precariedad de recursos? En algunos casos esto no era así. Ante la

exigencia de que los grupos que se incorporaran al campamento borogano entregaran sus cautivos,

Marileo y sus indios se negaron a cumplirla. Maza, Bustos y Cañuiquir convinieron en hacer una

“visita” conjunta a las tolderías para obtenerlas aunque fuera a la fuerza. Pero, llegado el día,

Cañuiquir retiró su apoyo diciendo que él no se metía en esos asuntos. La explicación de Maza

sobre la conducta del cacique se vinculaba a la presunción de lazos parentales entre las dos tolderías

y , de hecho, se informó que

“Cañuiquir no quiere atacar a Marileo porque tiene casada la hija que estubo aquí la Carmela con un sobrino de Marileo y esto mismo sucede con los demas indios en virtu de esas mismas relaciones de parentesco”806.

Según Maza, en el campamento existían en esos momentos mas indios ranqueles que

boroganos y que sus propias fuerzas, por lo que suponía que Cañuiquir no podría ni intentaría

dominarlos en virtud a su numero. Con esta composición poblaciónal, el ansiado ataque a los

ranqueles tendría cada vez menos posibilidades de concretarse. Pero, reproduciendo lo sucedido

802 Todo el relato sobre la conducta de Sosa en Bustos a Rosas, 9 de diciembre de 1834. AGN,X,24.9.1 803 Vicente Gonzalez sin fecha ni destinatario. AGN,X, 24.9.1 804 Bustos a Rosas, 24 enero 1835. AGN,X,24.9.1. 805 Ibidem 806 Vicente Gonzalez sin fecha ni destinatario. AGN,X, 24.9.1. Con el mismo argumento, el cacique Guele (P), recientemente incorporado, se negó a participar de la expedición que se diponía a incursionar sobre los ranqueles alegando que no atacaría a Llanquetruz “porque era su suegro al haberse casado con una de sus hijas y que los unicos enemigos sobre los que había que incursionar eran los chilenos”. Buscar fuente.

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antes de Masallé, no todos los caciques boroganos tendrían la misma actitud en torno a la disyuntiva

entre aceptar las condiciones del gobierno o mantener la alianza con los ranqueles. Ante noticias de

un malón ranquel sobre la frontera de Córdoba, se pidió colaboración a los boroganos y solo el

cacique Alón se unió a las fuerzas comandadas por el oficial Carbajal. En la incursión se logró

apresar a los caciques Guete (Ll) , Guele (P) y Piena que fueron llevados al campamento junto con

el ganado que habían robado. A pesar de la exigencia de Bustos y Maza para que Cañuiquir obligara

a los vencidos a entregarlo, el cacique se negó a reclamarlo alegando que “como va a reclamar

hacienda a unos indios que no tienen que comer y que, además, es de otra provincia807.

Esta respuesta, que es brillante para comprender la lectura que hacían los indios acerca de

las empresas de captura de ganado, estaría encubriendo otra estrategia puesta en juego por el

cacique. En efecto, según un informe de Bustos, estos caciques habían pagado una buena cantidad

en ganado a Cañuiquir “según costumbre de ellos para que no se les toque ni se les siga mal

ninguno”808. Esta percepción de bienes parece haber sido una práctica del cacique en estos

momentos de tensión ya que según Bustos era muy llamativo que, si a su partida a Buenos Aires no

tenía prendas, ahora “tanto él como su hijo y los demas indios que estos tienen en sus toldos están

llenos de prendas” de lo que deducía que Cañuiquir ha sido comprado para que no atacara a los

ranqueles.

Como si este tema no bastara para tensar al máximo las relaciones con los boroganos, Rosas

volvería a insistir en la necesidad de que los indios entregaran las cautivas existentes en las

tolderías. La tensión llegaría hasta el extremo de volver a producir un quiebre en el interior del

campamento. En una junta general a la que concurrieron todos los caciques boroganos se harían

evidentes las diferentes posiciones en torno a la relación con el gobierno. Cañuiquir comenzó a

“mover la historia en contra de los cristianos...” a lo que reaccionó el cacique Alón quien

“…le dijo a canuiquir que bas hablar de los cristianos cuando tu hijo y tu mujer y todos tus Indios los han yenado de todas cosas y bos sos un picaro que estas engañando a los cristianos todos los dias y yo soi el que te ha de dar la muerte por esta mano porque mi nayor desgracia sera el morir entre los indios y no ir a morir entre los cristianos que es a quienes he entregado mi corazon y es por quienes he de pelear mientras sea Alon. Esto yego al estremo de andar con sable en mano... de suerte que la Junta se bolvio un remolino...809.

807 Bustos a Rosas, 30 agosto 1835. AGN,X,24.9.1 808 Ibidem 809 Bustos a Rosas, AGN,X, 24.9.1

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Las palabras de Alon representaban un quiebre total en el interior de la agrupación y una

opción por el acuerdo con el gobierno. Luego de este suceso los acontecimientos se precipitaron.

Por un lado, Alon decidió separarse de Cañuiquir y esperar el retiro de la fuerza de Maza para ir a

situarse junto a Caneullan. Por otro lado, pocos días después de la realización de la junta, Cañuiquir

envió chasques a Llanquetruz que se hallaba en los montes. La situación entre los dos grupos que se

habían definido nítidamente era de gran desconfianza y temor. Alon vigilaba a su par y comunicaba

a los comisionados de Rosas de todos sus pasos. En estos momentos de tensión informaba que “los

querquenes810 de Cañuiquir” habían avisado que Llanquetruz realizaría un ataque con una partida de

cerca de 300 indios sobre la frontera cordobesa. Dentro de los planes del cacique se hallaba el

asesinato de los caciques Llanquelen y Calfulen quienes “debían morir como Rondeau y Melin”811.

Llanquetruz había enviado algunos indios a las tolderías a Llanquelen para preparar el ataque y

solicitaba auxilio a Cañuiquir para protegerlos cuando se verificara la invasión.

Todas estas noticias habrían llevado a Rosas a reconsiderar su alianza con Cañuiquir

tomando como medida concreta el retiro del contingente militar a cargo de Maza y Bustos. Así

surge de una carta enviada al último en la que le pide que avise a Cañuiquir que “mando retirar mis

soldados por que estan de balde y que ya alli no tienen que hacer que cuando yo los mande fue

para que peleasen contra los enemigos y que habiendo esto cesado deben regresar a ver sus

familias”812. Tal vez por temor a que el retiro de este piquete fuera seguido por un ataque directo a

las tolderías, en noviembre de 1835 Cañuiquir realizó una campaña contra las tolderías boroganas

de los caciques Marileu, Mariqueo, Antufil, Cheuquepil y Ancapi ubicadas en Leuvucó813. En dicha

expedición "del javon se vinieron a dar a Tapalqué una punta de pampas de 157 entre chico y

grande. Ellos alegan que los enemigos los tenían a la fuerza y Catriel y Cachul asi también lo

aseguran yo, sin embargo, he dispuesto lo que corresponde para que en ningun tiempo puedan

perjudicar y esten seguros"814.

Los intentos de acercamiento por parte de Cañuiquir llegaron hasta el punto de apresar a

unos caciques ranqueles a los que, mediante engaños, había conseguido que se le presentaran. Para

congraciarse con Rosas, el cacique le consultaría por intermedio de Bustos si era conveniente

810 Mensajeros especializados en la adquisición y transmisión de información, tarea en la que se ejercitaban desde edad temprana. 811 Bustos a Rosas, AGN,X, 24.9.1 812 Rosas a Maza, 23 de octubre de 1835. AGN,X,24.9.1 813 Informe de Maza, noviembre de 1835, AGN,X,25.1.4 814 Ibidem

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ejecutarlos. En su respuesta, el gobernador volvería a aplicar la estrategia de no involucrarse de

manera directa en la decisión sino, sugerir por intermedio de un tercero, de la confianza del cacique,

el camino que consideraba verdaderamente el más indicado. Rosas respondería que

"como no es propio que yo le diga que fusile unos hombres a quien el mismo llama siendo por otra parte muy malo que los agregue a sus indios voy a contestarle a Bustos que él como cosa suia propia le aconseje que luego que lleguen los fusile por que si los perdona yo me hede enojar por que el tiene la culpa de haberlos llamado"815

Si estas acciones del cacique pudieron hacer reconsiderar a Rosas su opinión sobre la

relación con los boroganos, no sucedió lo mismo con el coronel Sosa que mantenía una oposición

extrema hacia Cañuiquir. Sosa no se convenció de las buenas razonas que esgrimía Rosas para

tolerar lo que para el comandante eran hechos incuestionablemente censurables de Cañuiquir y

atacó en dos oportunidades (22 de marzo y 26 de abril de 1836) al cacique. El primer encuentro

cayó sobre las tolderías de Cañuiquir en el arroyo del Pescado produciéndose una cruel matanza

pero el cacique borogano pudo huir con algunos de sus hombres. El último encuentro se produjo en

la zona de Lanquillú ó Longague (próxima a la actual ciudad de 9 de julio). La fuerza atacante

constaba de 200 indios de Venancio, 270 de los caciques Meligur y otros boroganos y el regimiento

de blandengues de Bahía Blanca. El botín del encuentro fueron "600 personas de sus familias

salvages, majadas de ganado lanar en numero de mas de ocho mil, como quinientas cabezas

vacuno, algunos caballos y el todo de su menage y servicio de sus hogares que como legitimo botin

obra en manos de nuestros soldados" agregando el parte enviado a Rosas que la cabeza de

Cañuiquir fue colocada sobre un palo en la cima de una pequeña colina del paraje Lanquiyu. “Todo

esto horrorizaba a Meligur y otros borogas. No habían visto semejante crueldad ni en la guerra a

Muerte”816.

Si este fue el fin de la agrupación borogana como el grupo de mayor peso en las pampas

a inicios de la década de 1830, la muerte de Cañuiquir significó el inicio de una escalada de

violencia tanto interétnica como entre distintos grupos indígenas que se prolongó hasta fines de la

década de 1830817.

La segunda y última etapa de los boroganos como grupo poderoso se inició con la

muerte de Rondeau. La desaparición del cacique, había producido un pequeño y efímero intento por

instituir un cargo hereditario que rapidamente fue descartado ya que no conto con la aprobacion de

815 Rosas a Bustos, 15 diciembre de 1835. AGN,X,24.8.6. 816 Hux, Meinrado. Caciques borogas y araucanos. Buenos Aires, Marymar, 1993. 817 Ver capítulo 2 de la Segunda Parte.

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los jefes boroganos existentes en Monte. El nombramiento de un hijo de cacique asesinado para

hacerse cargo de la agrupación, podría entenderse como un elemento más en la tendencia a la

concentración del poder que había iniciado Rondeau, intentandose mantener la autoridad en el

mismo linaje. Este intento parece haber sido realizado por los pocos jefes que permanecieron en el

campamento pero, una vez que Cañuiquir se aseguró mediante el detallado pedido de informes que

solicitó, que no había demasiado peligro, recuperó el mando de la agrupación.

El excesivo detalle que se ha utilizado para describir esta etapa permite graficar el tipo

de relaciones conflictivas y de alianza en el interior de la zona tribal. Luego del segundo ataque

recibido por Meligur por parte de los chilenos, sus tolderías se mantenían cercadas por el enemigo

y, poco después, él mismo recorrería los toldos enemigos reclamando sus familias prisioneras. Esta

imagen es muy similar a la descripta por León Solís en su análisis sobre la guerra huilliche –

pehuenche en donde se ve reflejada la compleja red de relaciones que unía a estos dos grupos

fuertemente enfrentados entre sí. Sin embargo

“estos ciclos de violencia no llevaban necesariamente a la destrucción total en la medida que las batallas más brutales eran seguidas por una activa diplomacia que de acuerdo al admapu, pretendía resarcir los daños a través del intercambio mutuo de cautivos, la devolución de propiedades o el pago en especies para compensar las perdidas ocasionadas a sus contrarios. Los rivales en momentos de paz recorrian los toldos de sus eventuales enemigos rescatando a los cautivos habidos en momentos de guerra”818.

Por otra parte, esta estrecha relación derivaba frecuentente en la realización de alianzas

matrimoniales. Recurriendo nuevamente a Leon Solís, el autor menciona, por ejemplo, el caso de un

jefe pehuenche rebelado contra su “etnía” y casado con dos mujeres huilliches. El autor se

preguntaba ante este caso que debía ser muy frecuente “¿dónde recaían la lealtad del guerrero

pehuenche que despues de haber sido capturado durante un malon pasó su infancia en un rehue

huilliche? ¿Podian los capitanejos atacar a mansalva un asentamiento opositor cuando alli vivían

algunos de sus parientes maternos?”819. En el caso que estamos analizando la rivalidad entre

boroganos y ranqueles no formaba parte de su propia relación sino que intentaría ser creada e

impuesta por el gobierno y se asienta precisamente sobre una red de relaciones de parentesco y

consanguineidad existentes. Teniendo en cuenta el tipo de relaciones existentes entre estos grupos,

el resultado debía ser necesariamente opuesto al planeado.

818 Leon Solis, L.Los señores de la cordillera…pág. 43 819 Ibidem, pág. 16

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2. El declive de los ranqueles y el asentamiento de Calfucurá a Salinas Grandes820

Con la muerte de Cañuiquir y la dispersión del campamento borogano en Salinas,

desaparece también la información precisa y detallada que, desde dentro mismo de las tolderías,

llegaba a los fuertes de frontera. El fin del cacique borogano derivó en una serie de conflictos

interetnicos e intertribales que se extenderían hasta fines de la década de 1839. ¿Qué sucedió con

los ranqueles durante esa etapa? Las fuentes de que disponemos coinciden en señalar el creciente

deterioro económico que sufría la agrupación. Esta situación ya era evidente hacia el año 1839

cuando los informes aportados por cautivos escapados señalaban la imperiosa necesidad que tenían

los grupos ranqueles de enviar malones a las estancias fronterizas “obligados por el hambre”821. No

sería ajena a esta situación la influencia de los ciclos climáticos que podían provocar tanto

abundancia822 como escasez de agua. Las sequías, por su parte, podían ser “más graves y no tenían

mucha solución salvo la de arrojar a los animales hacia áreas de lagunas en búsqueda de agua”. Los

efectos de las sequías provocaban una baja en la productividad animal, el secado de los pozos, la

aparición de plagas y epidemias en las poblaciónes humanas823. En efecto, paralelamente a estos

informes otros similares señalaban los desastres sufridos por estos grupos producto de “una

quemason horrorosa en una laguna cerca de Guaminí en que estavan parados y se les incendio el

campo… que las monturas, lanzas, mantas que no sacaron pronto en la fuga fueron quemadas y aun

algunos caballos flacos tuvieron la misma suerte”824.

La extrema penuria que estaban soportando habría llevado a los caciques a comenzar

con la práctica agrícola para intentar complementar el pastoreo de ganado obtenido en los malones a

820 No podemos dejar de mencionar nuevamente en este acàpite la frustrante modificación en el carácter de la documentación que se experimenta para esta etapa. A pesar de esta limitación difícil de superar hemos incorporado otro tipo de fuentes como los registros contables de las raciones o obsequios entregados a los indios aliados hacia fines del período rosista, para intentar acercarnos a la composición de estos grupos, y las memorias del cautivo de los ranqueles, Santiago Avendaño, una fuente de exquisita riqueza que nos permite acercarnos a un conocimiento más dinámic sobre la vida en el interior de este grupo. 821 Informe enviado por Echeverría desde Tapalque, 30 septiembre de 1839. AGN,X,25.6.5. Los datos sobre la condición de los ranqueles se repiten constantemente. En enero del año siguiente otras cautivas que alcanzaron el fuerte Independencia repetían que en la coalición borogana-ranquel “unos y otros están sumamente pobres que carecen de elementos para su manutención pues no se les ve sino una u otra vaca, una u otra vaca”. Informe del comandante de Tandil, 1 enero de 1840. AGN,X,25.9.1. Poco después volvería a señalarse que “los caciques [Paine y Pichun] no tenian como mantenerse ni como darles [a sus indios] para comer”. Declaración del capitanejo Lefiau, marzo de 1840. AGN,X,25.6.6 822 En el año 1845 una inundación general “como nunca se ha visto” había producido que, en la zona de Tapalqué, muchos arroyitos debían ser pasados a nado Informe comandante de Tapalque, 30 julio 1845. AGN,X,26.5.3 823 Garavaglia, Juan Carlos, Pastores y labradores…, p. 31-32. 824 Informe según declaracion de cautivas emitido desde Tapalque, 8 de septiembre de 1839. En el informe señalado en la nota anterior también se hace referencia al “incendio que sufrieron en una laguna cerca de guamini [donde] perdieron … las mas de las lanzas”.

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las estancias fronterizas. El aprendizaje de la técnica del arado y siembre les fue enseñado por otros

grupos transcordilleranos que constantemente se acercaban a su territorio825.

A comienzos del año 1840 la agrupación contaba con dos jefes: Paine, a quien sucedería

en 1844 su hijo Calvaiñ, con asiento en la región de Leuvuco y Pichuin, cacique de las tolderías

ubicadas en los parajes Toay y Poitahue. En ese momento intentarían comenzar negociaciones de

paz con el gobierno bonaerense. Para iniciarlas utilizarían como intermediario al cacique Catriel a

quien enviaron un chasque para preguntarle “si era cierto que los cristianos asian la paz con ellos

para venir a vivir todos juntos”. Esta presentación fue combinada con una dosis de presión ya que el

chasque señalaba que le habían dado 24 días de plazo para volver con una respuesta y de no

regresar en ese término “que pasado este tiempo los casiques no podían responder de sus indios

pues todos estaban pereciendo de necesidad y que en tal caso los indios desesperados podían

venirse en pequeñas partidas a causar daños”826.

Luego del parlamento Catriel, demostrando una marcada intención de actuar de manera

totalmente autónoma, dijo al chasque que respondiera a sus caciques que vinieran sin temor a tratar

las paces con la seguridad de que éstas se realizarían. Echeverría logró evitar la partida del chasque

y “aconsejó” al cacique pampa que consultara previamente con Rosas. Convencido Catriel, el

comandante luego debió disuadir igualmente al chasque a que esperara la respuesta del gobernador.

Esta no se demoró mucho y coincidió en términos generales con la propuesta de Catriel sobre la

posibilidad de iniciar las negociaciones agregando una exigencia bastante ilusoria como era el

compromiso de los ranqueles de no volver a atacar la frontera. De todos modos, a partir de entonces

se puede evidenciar una delegación mucho más evidente de los asuntos de indios tanto en el cacique

Catriel como en las autoridades de frontera, Echeverría y Rosas y Belgrano que actuarían como

comandante y jueces de paz de Tapalque y Azul respectivamente.

En el año 1846 volvió a hacerse evidente la situación de precariedad de los grupos

ranqueles lo que motivaba el envío permanente de pequeñas partidas para aprovisionarse de ganado

en la frontera al punto que “a la llegada de una partida inmediatamente salía otra”827. Para esa fecha,

una plaga de langosta había arruinado los sembrados “causando daños hasta tal extremo que todas

825 Así lo relata Avendaño en una entrevista que tuvo con Rosas luego de su fuga del campamento ranquel. El ex cautivo agrega que desde el año 1842 en que llegó a las tolderías, el cultivo se iba incrementando año a año cultivandose trigo, maíz, zapallos, sandías y melones. Avendaño, Memorias… p. 256-157. 826 AGN,X,20.10.4 827 Pedro Rosas y Belgrano a Corbalan, 16 enero 1846, AGN,X,20.10.2.

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las hermosas huertas se talaron devoradas por esta plaga que al año siguiente fue más dañina.

Hasta las cortezas de los frondosos algarrobos eran atacadas. Paralelamente se había extendido

una terrible epidemia en las tolderías828.

En este contexto de penuria, y fundamentalmente como consecuencia de él, se había

intentado llegar a un acuerdo con el gobierno de Buenos Aires a través del juez de paz de Azul,

Pedro Rosas y Belgrano, con la mediacion de Catriel. Por ese acuerdo se esperaba obtener algunas

raciones que aliviaran la situación de la agrupación. Las declaraciones de los enviados de los

caciques confirmaban el estado de pobreza en las tolderías derivado de las condiciones climáticas y

el escaso éxito de los malones que se enviaban tanto a la frontera bonaerense como a la de San Luis.

La comitiva llegó a Azul donde fue convenientemente hospedada y al regresar llevaba algunos

obsequios: 200 yeguas para Pichuin, 26 yeguas para cada uno de los componentes de la comitiva,

mantas de paño, ropa blanca, tabaco y bebidas. Avendaño, que presenció el retorno de la comisión,

describía que

“La mayoría de los caciques y la muchedumbre esperaban ansiosos la asignación de raciones para saber que habían cesado por completo las hostilidades, Todos parecían estar en un estado febril del contento. Las mujeres afanadas por las telas que iban a vender, los indios por las boleadas en las que podrían aglomerar plumas de avestruces y cueros. … No se sentía sino un alboroto agradable en todas las tolderías”829.

Sin embargo, las negociaciones no prosperaron y el acuerdo no llegó a concretarse. El

alejamiento de esta posibilidad de obtener recursos, decidió a los ranqueles a proseguir con su

estrategia de malones ya que “era necesario robar para vivir… puesto que no había otro recurso, y

la epidemia iba tomando un carácter serio. Empezaron a morir majadas enteras. Las pocas vacas

criollas que de ningún modo eran carneadas por su mansedumbre, tuvieron que servir de

alimento”. Si bien el botín obtenido en estas invasiones aliviaba la situación del grupo, ésto era

momentáneo y debía renovarse de manera constante. Además, el ganado no era solamente

consumido por la población de las tolderías sino que servía asimismo como bien de intercambio con

otros grupos indígenas y aún con “cristianos”830. Paralelamente

“La seca principio de nuevo a asomarse. La carestía de pastos era una nueva calamidad, porque las langostas habían talado los campos... La epidemia se había presentado más aterradora. En la toldería e inmediaciones ya no había más que pasto amargo. Las lagunas

828 Avendaño, Memorias… p. 156. 829 Ibidem, p. 167. 830 En palabras de Avendaño “los picunches y muluches chilenos, incluso cristianos, venían a comerciar y eran como una esponja que absorbía numerosas haciendas, además del consumo fabuloso que se hacia alli mismo”.

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profundas se iban secando con suma rapidez. Los animales criollos se morían o estaban en un estado asombroso de flacura”831.

De manera que la situación de estos grupos era extremadamente precaria. Su

imposibilidad por lograr un acuerdo con el gobierno de Buenos Aires, fundado en la constante

hostilidad que existía entre ellos, había frustado la posibilidad de recomponer su situación mediante

la percepción de raciones. Si bien el contacto diplomático con las provincias del norte,

fundamentalmente Córdoba, les aportaba algun tipo de auxilio económico, no llegaba a compararse

con el flujo de bienes derivados a través del negocio pacífico. Sin embargo, la alianza con otro

importante actor recientemente instalado en el territorio pampeano podía llegar a derivar en cierto

mejoramiento de las condiciones económicas de los ranqueles.

Desde inicios de la década de 1830 la presencia de Calfucurá en las pampas fue una

constante. El cacique participaría en diferentes incursiones que se produjeron a partir de esa fecha

pero, luego de los ataques y pasado un breve lapso, se retiraba hacia la cordillera. Es probable que

estuviera aguardando que la agrupación borogana fuera totalmente dispersada y abandonara la

estratégica región de Salinas Grandes, para decidirse a ocupar ese espacio de manera definitiva a

mediados del año 1841832.

En efecto, Calfucurá llegó a Salinas en junio de 1841, acompañado por 37 caciques y

una fuerza de “500 indios de lanza, 100 de machete y bola y 100 muchachos para arrear”833. Poco

después de su asentamiento, envió chasques al cacique Catriel para notificarle de su arribo e iniciar

un contacto diplomático, por su intermedio, con el gobernador. Rápidamente, el cacique comenzaría

a recibir raciones mensuales de ganado conformadas por 1500 yeguas y 500 vacas. Este acuerdo,

del que no hemos encontrado documentación pero es frecuentemente mencionado en la bibliografía,

habría sido llevado a cabo en la estancia del Pino, donde se encontraron el gobernador y

831 Ibidem, 168-173. En la campaña bonaerense la sequía también hacía sentir sus efectos. A fines de 1849, el administrador de la estancia Chacabuco, propiedad de Rosas le informaba a su patrón que “la seca del exterior del Salado se prolonga. Los campos aunque se restablecieron por las garuas de septiembre los pastos no han tenido lugar a crecer de suerte que sintiendo otra vez la seca prontamente se concluiran los pastos toda vez que no tengamos algunas lluvias abundantes… El Salado esta muy bajo se vadea en cualquier parte … las lagunas están secas”. AGN,X,26.8.4. 832. También parece haber existido una puja en la región de Llaima, lugar de procedencia del cacique, en torno a la ocupación de este espacio. En ella, los hermanos Calfucurá y Namuncurá se habrían enfrentado con sus “primos hermanos” los caciques Hulmané y Colonet, logrando imponérseles y ser ellos quienes llevaran a cabo el asentamiento. No obstante, pocos meses después del arribo de Calfucura y sus caciques a Salinas, los ultimos enviarían un mensaje a los nuevos “dueños” de Salinas avistando que, pasado el motivo del enfrentamiento se aprestaban para dirigirse al sitio para pasar a vivir allí con sus parientes. Pedro Rosas y Belgrano a Rosas, marzo 1842. AGN,X,20.10.2 833 AGN,X,26.1.2

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Namuncurá, hermano del cacique, sirviendo de intérprete nuestro viejo conocido Pablo

Millalicán834.

Desde inicios de la década de 1840 hasta finales de la misma, la frontera sur de la

provincia experimentó una tranquilidad poco conocida. ¿Cuál habría sido el origen de esta etapa de

paz? ¿Habría sido verdaderamente exitosa la política indígena de Rosas al punto que ya no

quedaban más grupos hostiles de peso en el territorio pampeano? Y en este sentido, ¿fue un

elemento fundamental en esta quietud el asentamiento de Calfucurá en Salinas que actuó como

verdaderamente se esperaba de un indio aliado? Responder afirmativamente a estas preguntas nos

llevaría a una explicación peligrosamente etnocéntrica en la que situaríamos el eje del devenir

interétnico en la política estatal, lo que amerita que avancemos con mayor precaución en el intento

por explicar esta coyuntura.

Veamos, en la medida en que nos los permitan las fuentes, cómo fue armando Calfucurá

su red de relaciones teniendo en cuenta los diferentes frentes hacia los que dirigió su política. En

primer lugar, la frontera bonaerense donde estaban asentados los indios amigos. El espacio en el

que centró su atención fue el sur de la provincia, fundamentalmente en la zona de Azul-Tapalqué en

la que residían los grupos de Catriel835 y Cachul y asimismo se hallaba la división militar a cargo del

cacique Collinao. Azul se convirtió en el lugar de llegada de partidas y chasques de Calfucurá que,

cumpliendo con su misión de notificar los movimientos dentro del espacio indígena, llevaban

información sobre los proyectos de invasión a la frontera que se estaban planeando836. Pero, como

siempre sucede, estos “paseos” por la campaña eran aprovechados para procurarse algunas cabezas

de ganado extra. En noviembre de 1841 los indios amigos de la División Observación asentada por

Chapaleufú, denunciaban que “los indios que vinieron de chasques del cacique Calfucurá en su

regreso a sus tolderías fueron a la noche a las inmediaciones de su campamento y se robaron los

enunciados caballos”. El robo habría abarcado asimismo a una “tropilla perteneciente al Mayor

Molina” perteneciente a la guarnición del fuerte. Los indios realizaron la denuncia ante el juez de

paz, Pedro Rosas y Belgrano, quien acordó hablar personalmente con el cacique mayor Catriel

sobre el particular para intentar llegar a una resolución837. Aun cuando no disponemos de

información que nos permita conocer a qué acuerdo se llegó, en caso de haber existido, queda claro

834 Zeballos, Estanislao, Calfucurá… 835 Según Avendaño, Calfucurá y Catriel descubrieron con el trato que eran parientes ya que la madre del último tratada de hermano al padre del primero. Avendaño, Memorias… p. 58. 836 A modo de ejemplo, ver informe de abril de 1843 en AGN,X,20.10.2. 837 Rosas y Belgrano a Rosas, 17 de noviembre de 1841, AGN,X,26.1.3

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el lugar que cumpía el cacique pampa como bisagra entre las autoridades provinciales y el grupo

liderado por Calfucurá. A diferencia del período anterior en el cual existía un destacamento militar

en el mismo asentamiento de los indios aliados, en este caso, y posiblemente como consecuencia de

la atención del gobierno en sus asuntos políticos internos, ese control dejó de ser ejercido de manera

directa derivándose la resolución de conflictos a los jefes amigos más confiables.

La relación de Calfucurá con los “ranqueles” no comenzó de manera muy armónica.

Pocos meses después de la llegada del cacique de Llaima a Salinas, informes de cautivos escapados

de las tolderías avisaban sobre los planes de los ranqueles de atacar las tolderías para apoderarse de

caballos y, con este recurso volver a incursionar sobre la frontera838. Con el tiempo, ambas

agrupaciones decidieron su vinculación a través de una alianza matrimonial839 por la cual, el hijo del

cacique Pichuin, se casó con una sobrina de Calfucurá, hija de Namuncurá “que aunque vivía su

primer marido, el hijo del cacique Guete no por eso dejaba de reputarse como viuda puesto que la

había repudiado sin razón alguna”840. Avendaño, que presenció estos hechos describió con

minuciosidad los mecanismos implementados para concretar ese enlace. Según el cautivo

“Calfucurá le comunico (a Pichuin) que (su sobrina) había sido repudiada por su primer marido pero que para con él y para su hermano no tenia que pensar en pagarles que solo pensase en indemnizar lo pagado por el primer marido841. Así fue que Pichuin y su hijo se apuraron en apelar a sus parientes y nobles para poder cumplir con ese pago. Era de gran tenor porque ella era hija de un cacique y esposa de un hijo de otro cacique, primero y por ultimo mujer de un gran cacique ranquilche. Se pidió contribución a todos los grandes y aun según era costumbre, los pobres colaboraron gustosos con lo que podían. Así se concreto la alianza y Pichuin y Calfucurá comenzaron a llamarse mutuamente Chezcui (suegro)” 842

Siguiendo el relato de Avendaño, esta alianza matrimonial sirvió para evitar

confrontaciones entre ambos grupos que, hasta el momento, estaban enfrentados y guardaban gran

recelo uno de otro.

Calfucurá también intentó y logró organizar una red de contactos diplomáticos con

agrupaciones del área cordillerana. En primer lugar, un elemento esencial en el diseño de estas

relaciones estaba en la ubicación de su hermano Reuquecura en un paso cordillerano de lo que es

838 14 enero 1842. AGN,X,20.10.2 839 La misma estrategia habría sido usada para relacionarse con lo que quedaba de los boroganos desposando a la viuda del cacique Rondeau. 840 Avendaño, S, Memorias...p. 73. 841 Se refiere al pago de la novia que, consistente en diverso tipo y cantidad de bienes de acuerdo con la categoría del grupo dador de mujeres, debía pagar el grupo al que pertenecía el novio. 842 Ibidem 75-76.

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actualmente el norte de provincia de Neuquen843 que cumplía la función de mantener un contacto

fluido con el país transcordillerano a la vez que de proveer de información sobre los movimientos y

situación de los pueblos indígenas de la Araucanía. Pero, además, concretó alianzas con otros

grupos huilliches pertenecientes a Chocorí y Cheuqueta y picunches del cacique Gudmané844.

De manera que la estrategia de Calfucurá sería ampliar al máximo su área de influencia

dentro del espacio pan araucano, utilizando diversos tipos de estrategias: control de espacios vitales

a cargo de personas de confianza, alianzas matrimoniales con grupos anteriormente hostiles para

bloquear cualquier tipo de enfrentamiento y relaciones más indirectas, diplomáticas y, en cierto

sentido, poco transparentes con el cacique Catriel y, por su intermedio, con el gobierno bonaerense.

En efecto, lo que puede verse claramente en esta época es que existía un contacto más integral entre

distintas agrupaciones en todo el territorio indígena, a uno y otro lado de la cordillera. Calfucurá

había instalado una suerte de “globalización” de la política indígena pan araucana. Parte de estos

contactos eran comunicados de manera directa al gobierno. Así, podemos encontrar referencias

sobre la presencia de partidas de comercio indígena extracordilleranas que se asentaban en el

campamento de Salinas mientras realizaban sus tratos845, informes sobre el envío de chasques y

embajadas a Chile y a la frontera de Mendoza846, el arribo de grupos procedentes de dichos

lugares847 y la incorporación de caciques con sus familias al campamento848. Podría pensarse que

esta información que se enviaba al gobierno significaba una subordinación de Calfucurá que no

dejaba de notificar cualquier movimiento en el territorio indígena. Sin embargo, todas estas

comunicaciones incluían finalmente el pedido de algún tipo de ayuda económica en bienes para

hospedar y agasajar a los visitantes. Más que aceptar un control del gobierno sobre un espacio sobre

el que no tenía incumbencia, se buscaba su aporte como proveedor de bienes para mantener las

relaciones diplomáticas intertribales.

Esto nos lleva al tema de las raciones y obsequios que, de manera regular, recibían

Calfucurá y sus caciques aliados. En un primer momento la percepción mensual de 2000 cabezas de

843 Varela, G y C. Manara, “Particularidades…”. 844 Avendaño, S. Memorias…p. 41 845 Por ejemplo se informaba en agosto de 1847 que 1000 indios de Colicó habían llegado a las tolderías de Salinas para hacer sus negocios de tejidos AGN,X,20.10.2 846 AGN,X,20.10.2 847 AGN,X,20.10.2 848 En febrero de 1850 se avisaba la incorporación de los capitanejos boroganos Meliguer, Requinqueo y Quenupil con 100 indios a la vez que el cacique notificaba el envio de chasques a Chile para “atender a los caciques amigos de Chile que suelen venir a sus negocios”. febrero 1850, AGN,X,20.10.2. Estas llegadas de indios chilenos a comerciar era frecuentemente avisada al gobierno. en agosto de 1847 1000 indios de Loncomay habian arribo a sus negocios de tejidos. AGN,X,20.10.2

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ganado equino y vacuno habría posibilitado que el grupo gozara de cierta riqueza y que “no hubiera

indio que no tuviera hacienda que cuidar”. Sobre la distribución de este ganado nos relata Avendaño

que,

“Calfucurá arreglo con cada cacique a quien le correspondía ir a recibir el ganado mes a mes y dentro del grupo se había estipulado la entrega de 250 animales para los caciquillos y 125 para los capitanes. Cada comitiva llevaba 2 caciques grandes, dos caciquillos y 4 capitanejos los que a su regreso llevaban también distinto tipo de obsequios.

Al lado de estos suministros de ganado, los caciques asentados en Salinas recibirían

desde el fuerte de Bahía Blanca distintos bienes de consumo que incluían fundamentalmente los

llamados “vicios” (yerba, azúcar y tabaco), aguardiente y alguna vestimenta. Ya hemos visto, desde

la óptica de los comerciantes de dicho fuerte, cómo este flujo de bienes que llegaban a las tolderías

se fue incrementando aceleradamente hacia el fin del período rosista. Si, como planteamos en esa

oportunidad, estos obsequios que formaban parte de la diplomacia indígena debieron haber

reportado interesantes ganancias para los pulperos, tendremos que plantearnos de manera análoga,

qué efectos produjeron dentro del territorio indígena.

Cabría preguntarse si los obsequios y raciones en bienes de consumo corrían el mismo

destino. Hemos podido hallar para el año 1850 las cuentas de todas las entregas de artículos que,

procedentes del fuerte de Bahía Blanca, encontraron destino final en las tolderías de Salinas849.

Durante todo el año se realizaron 167 entregas a 36 caciques y más de 100 capitanejos que

recibieron los bienes para sí mismos o en representación de sus respectivos caciques. Los presentes

destinados al grupo de Calfucurá excedieron con creces los percibidos por cualquier otro jefe. De su

grupo, se presentaron en Bahía Blanca 47 capitanes que recibieron un total de 3648 frascos de

aguardiente, 5635 pesos de pan, 1400 pesos de cigarros, 54@ 2 libras de fariña, 2@ 6 libras de

harina, 25@ 4 libras de yerba, 148 ¼ varas de tabaco, 74 barajas, 9 camisas, 6 calzoncillos, 7

pañuelos de algodón, 17 jarros grandes de lata, 4 id chicos, 5 gorras de cuero de mono, 2 gorras de

paño punzo y 1 manta punzó.

Entre los caciques que se beneficiaron con estos obsequios pudimos hallar algunos que

acompañaron al jefe de Llaima en su asentamiento en Salinas desde el año 1841, entre ellos los

jefes Manqueful, Millaqueo y los hijos de Guilipan, ya fallecido para entonces. El flujo de bienes

hacia estos grupos fue bastante diferente entre sí. Del cacique Manqueful se presentaron 7 capitanes

dos de los cuales eran sus hermanos (Marileo y Canuillao) los que recibieron 530 frascos de

849 AGN,X, 26.8.6

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aguardiente, 706 pesos de pan, 180 pesos de cigarros, 7@ ¾ libras de fariña, 1@ 21 libras de harina,

3@ 7 libras de yerba, 3@ 8 libras de azucar, 24 ½ varas de tabaco, 12 barajas y 2 varas de bayeta.

El cacique Millaqueo recibió para sí y para los cuatro capitanejos que llegaron el fuerte en su

representación, 293 ½ frascos de aguardiente, 390 pesos de pan, 90 pesos de cigarros, 2@ 21 libras

de fariña, 12 libras de harina, 2@ libras de yerba, 2@ 5 libras de azúcar, 10 ½ varas de tabaco, 6

barajas y 4 mantas, 4 pañuelos de algodón y 2 jarros de lata. Finalmente, los dos hijos de Guilipan

(Guilipan y José Acosta Rosas) recibieron 191 frascos de aguardiente, 203 pesos de pan, 70 pesos

de cigarros y 40 libras de fariña.

En este caso no podríamos asegurar que se mantuviera una distribución vinculada a la

categoría del indio en el grupo, que fuera señalada por Avendaño con respecto al ganado. De las

167 entregas personales que cotejamos (obtenidas por caciques, caciquillos y capitanejos) muy

difícilmente puede hablarse de una coincidencia en cuanto a la jerarquía del indio beneficiario. Ni

aún dentro de un mismo grupo, categorías idénticas recibieron las mismas raciones lo que nos

llevaría a vincular la diferencia con la cantidad de indios a cargo que tenía cada favorecido con

estos regalos.

Es muy tentador considerar que este flujo constante y voluminoso de bienes hacia las

tolderías indígenas fue utilizado, fundamentalmente por el cacique de Llaima, para erigirse en un

poderoso jefe redistribuidor. De todos modos, la existencia de la función redistribuidora no implica

necesariamente que un grupo indígena, básicamente igualitario, haya mutado hacia una sociedad

jerárquica850. En este sentido, Marvin Harris realiza una distinción entre dos modalidades diferentes

de redistribución: una igualitaria y otra estratificada. En la primera, el distribuidor trabaja mucho

para producir lo que va a distribuir, guarda para sí lo mínimo y una vez acabado el acto distributivo

tiene menos que lo que tenía al principio. En la modalidad estratificada, el distribuidor se abstiene

850 La redistribución es considerada una de las vías que llevaría al surgimiento de sociedades jerarquizadas (Service, Elman, Los origenes del Estado y la civilización. Madrid, Alianza, 1984). Esta posición sería rechazada por otras interpretaciones para las cuales se estaban confundiendo los rasgos funcionales de las jefaturas con el origen en sí de las mismas. En esta lína, para Carneiro, "lo que realmente obtiene un jefe de la distribución es estima, no poder. Solo acumula poder cuando deja de distribuir extensamente comida y bienes y comienza a acumularlos" (Carneiro, Robert "The chiefdom: precursor of the state", en: Jones and Kautz (eds): The transition to the statehood in the New World. Cambridge, Cambridge University Press.1981). El problema se plantea entonces en términos de si la existencia de una figura redistribuidora dentro de un grupo alcanza para suponer que dicha persona ejerce un poder coactivo sobre su grupo. Para Morton Fried esto no sería así ya que la persona de más importancia de una red redistributiva "es tanto la víctima de su rol como su manipulador. Su función especial es reunir, no expropiar, distribuir, no consumir. En un conflicto entre la acumulación personal y las demandas de distribución es el primero que sufre. Cualquier otra cosa motiva acusaciones de acumulación y egoísmo y socaba el prestigio del status central". (Fried, Morton, "On the evolution of social stratification and the state", en: Diamond (comp) Culture in history. New York, Columbia University Press 1960, p.138).

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de producir, se queda con la mayor parte y termina con más posesiones materiales que nadie851. Si

planteamos que Calfucurá tuvo la posibilidad de convertirse en un jefe redistribuidor merced a las

raciones del gobierno, el esquema se asemejaría más al ultimo modelo analítico planteado por

Harris. Esta incorporación de riqueza externa, es presentada asimismo por Karl Oberg como un

mecanismo de estratificación social tanto en tribus homogéneas como segmentadas, sin que este

hecho por sí solo altere la base económica de la tribu852.

En resumen, la existencia de un jefe indígena que distribuye bienes excedentes en su

comunidad no implica por sí misma la existencia de una sociedad jerarquizada. Solo en la medida

en que esta distribución se realice en forma desequilibrada privilegiando unos grupos sobre otros

puede plantearse la existencia de un poder centralizado. Recurriendo nuevamente a Avendaño, en

su relato puede verse claramente cómo, dentro del esquema de reciprocidad esencial en estas

sociedades nativas, Calfucurá comienza a distinguirse como dador de obsequios

“Hoy todos lo adulan; compiten por rendirle homenajes y hacerle obsequios. Cada

uno, desde el más encumbrado hasta el más humilde puede presentársele para saludarlo de tiempo en tiempo. Cada visita viene con su regalo, según las respectivas posibilidades; ya un par de estribos de plata, ya espuelas, un buen caballo, una buena manto o un par de yeguas gordas y más… Cuando regresa el obsequiante, el cacique Calfucurá rivaliza con aquel, en cuanto al regalo. Le retribuye con un objeto diferente del que ha recibido pero su regalo es siempre de valor superior853.

Los informantes de Guevara en su texto Las ultimas familias, mencionarían un proceso

de lento ascenso político de Calfucurá fundado tanto en las alianzas matrimoniales que realizó con

distintos grupos como en la percepción de estas raciones. Uno de ellos diría que

“el poder del cacique de Llaime fue creciendo con el aumento de su familia, de sus animales i de los allegados que venían de las pampas i de Chile … Kalfucura estaba en comunicación con todos los caciques chilenos i ninguno podía ir a los malones de la provincia de Buenos Aires sin pedirle permiso para pasar … como este cacique recibía del gobierno argentino raciones de animales, yerba mate, tabaco, azucar, etc, muchos de este lado se agregaban por algun tiempo a su parcialidad para gozar de estos beneficios”854

Otro testimonio más reciente tomado por José Bengoa a Don Jose Carril Pircunche

presenta una imagen similar:

851 Harris, Marvin, Introducción a la Antropología general. Madrid, Alianza 1986, p.242 852 Oberg Karl "Types of social structure among the lowland tribes of South and Central America", en: American Anthropologist, 57 (3) 1955, p.196 853 Avendaño, S, Memorias... p. 46-47. 854 Guevara, Tomás. Las ultimas familias i costumbres araucanas. Santiago, 1913. p. 123-124.

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“… Calfucura llevó a mis bisabuelos a la Argentina. Alli iban a pelear, asi de a poquito los fueron arrinconando (a los españoles). Traian animales de allá, los animales de los españoles o iban a un pueblito los mapuches y los atropellaban. Se peleo muy duro por la tierra; antes eramos todos emparentados de este lado y del otro lado de la cordillera”855.

Lo que podemos concluir sobre las características del cacicazgo de Calfucurá durante la

década de 1840, en base a la documentación existente para el período, es que era el jefe que tenía

mayor cantidad de capitanes bajo su mando, que recibía cantidades considerables de bienes por

parte del gobierno (mucho más que cualquier otro cacique) que había logrado establecer una red de

relaciones intertribales que cruzaba ambos lados de la cordillera y que gozaba de la estima de sus

pares apoyado básicamente en su generosidad para realizar presentes. No sería aventurado suponer

que todas estas características habían permitido que Calfucurá se consolidara en un lugar

protagónico dentro del área pan araucana produciéndose una verdadera concentración del poder en

sus manos. La declaración tomada al capitanejo Necul, que vivía en Salinas hacia el año 1846,

arroja un dato muy revelador acerca de esto. El capitanejo, perteneciente a los “ranqueles”, había

sido apresado por Calfucurá, quien sospechaba que estaba induciendo a sus indios a incursionar

sobre la frontera, y lo había enviado a Azul. La interpretación de Necul sobre su prisión era bastante

diferente. El capitanejo negaba su intervención en empresas maloneras y denunciaba que Calfucurá

lo había apresado por una enemistad personal que tenía con él debido a que le había planteado su

decisión de abandonar el campamento junto con su familia para asentarse cerca de Catriel donde

vivía un primo hermano suyo. Calfucurá no sólo no le permitió abandonar las tolderías sino que

“esta resentido con ellos y no les deja ir a Salinas a buscar sal sino que quiere vendérsela”856. La

pretensión de convertirse en poseedor exclusivo de esta zona estratégica no es nueva. Ya hemos

visto que en la década de 1810 el tema había creado conflictos entre diversas parcialidades. En esta

oportunidad, no parece haber existido un poder que pudiera rivalizar con Calfucurá en torno a este

punto, lo que aportaría un elemento más para sostener el progresivo encumbramiento del jefe

indígena como líder indiscutido del espacio pampeano.

Es innegable, por una parte, que la agrupación borogana ya no existía como un grupo

cohesionado y de peso a inicios de la década de 1840. Que, paralelamente, los ranqueles no habían

podido reconstituirse tampoco como un grupo fuerte. Esta situación no había sido producto

únicamente de la acción de las fuerzas provinciales sino también, y en gran medida, de los propios

conflictos intertribales que surcaban el área pan araucana. En ellos, la participación de Calfucurá no

había sido precisamente secundaria. Lo vimos pelear contra Toriano luego de su separación de la

855 Bengoa, Jose, Historia del pueblo mapuche. p. 104. 856 Pedro Rosas y Belgrano a Corbalan, 16 enero 1846, AGN,X,20.10.2.

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coalición que lo había llevado a las pampas en 1831; 3 años más tarde atacando las tolderías

boroganas en Masallé por el fallido proyecto de incursionar sobre la frontera; con el mismo

objetivo, en 1837 formaría en dos oportunidades alianzas con grupos boroganos y ranqueles que en

uno de los casos se inició con una feroz contienda interna857. De manera que no sería descabellado

suponer la existencia de una estrategia por parte del cacique de Llaima en pos de liquidar los

posibles rivales que debería enfrentar en las pampas, antes de decidir su instalación en las mismas.

A diferencia de los boroganos, esta agrupación no parece haber estado organizada en torno a una

pluralidad de caciques sino, en todo caso, a las figuras de los hermanos Calfucurá y Namuncurá. El

fallecimiento del último en 1844858 y la ubicación de otro hermano, Reuquecurá, en los pasos

cordilleranos para mantener un contacto fluido con el país trasandino, habría dejado a Calfucurá el

dominio exclusivo de la región de Salinas.

A fines de la década de 1840 la relación de Calfucurá con el gobierno bonaerense

parece haberse deteriorado. Ya hemos visto que en mayo de 1849 se informaba a Rosas sobre

presuntos contactos entre el jefe indígena y grupos de Mendoza y Chile para realizar un ataque

sobre la frontera. Esta información era avalada por mensajes que, tres meses antes, había enviado el

gobernador de Concepción (Chile) al gobierno de Buenos Aires. En ellos, a través de las noticias

proporcionadas por un comerciante que había estado por tierras huilliches y un indio amigo del

gobierno, se hacía una relación mucho más detallada de los contactos que Calfucurá había realizado

con agrupaciones indígena de Araucanía para reunir fuerzas. Según el gobernador, el cacique, quien

“se hallaba en relaciones amistosas con el gobierno de Buenos Aires y de improviso se revelo

contra dicho gobierno” había logrado el auxilio de huiliches y puelches para atacar la frontera. El

“jefe que se propone encabezar a los huiliches en la expedición de que se trata es Currihuinca indio sumamente belicoso y bastante inteligente que desde el tiempo en que los españoles dispersos del ejercito real se asilaron en el terreno de los bárbaros ha sabido conservar en buen estado veinte y tantas carabinas que distribuye entre algunos indios que saben tirar i entre los foragidos que abriga en su tribu para hacer sus expediciones”859.

Este dato es confirmado por el testimonio de Don Pablo Huichalef Alcapán tomado por

José Bengoa en su Historia del pueblo mapuche. Pablo relataba que

“Había el cacique Calfucura. A ese le pagaban una tropilla de caballos al mes, vino, ropa, de todo para que se sosegara. Para acá se vino un hijo de Calfucura, Pichicurá… lo mando para que viniera a ver a un cacique de Maquehua y trajeron dice caballos, una tropilla. Porque

857 Todas estas acciones fueron desarrolladas en el capitulo 2 de la Segunda Parte. 858 Según informe de junio de ese año enviado desde las tolderías de Salinas hacia Azul. AGN,X,20.10.2 859 Miguel Zañartu al Ministro del Interior, 1 febrero de 1849. AGN,X,27.7.6

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para que hubiese conversación tenia que pagarse un caballo para conversar. Se llamaba Currihuinca ese cacique maquehuano”860.

Para finalizar, y si nos centramos en la función del cacique como indio aliado y

comparamos su devenir con la de los boroganos, podemos señalar una diferencia fundamental. La

situación dentro de la provincia era de extrema gravedad política como lo habían demostrado los

diversos actos de oposición al régimen que se habían producido desde el año 1839. Como resultado

de estos acontecimientos, según ya hemos planteado, el gobierno había acentuado una política de

mayor control de la población en la que fueron incluidos los indios amigos. En este nuevo esquema,

el negocio pacífico no sería llevado delante de manera tan personal con Rosas sino que, sería

mediatizado y delegado en personajes claves de la frontera. Pero, paralelamente, los fuertes

conflictos intertribales del período previo y la intromisión del estado provincial en esos

enfrentamientos habían llevado a la “liquidación” de grupos importantes. Los ranqueles acarrearían,

luego de la expedición al sur de 1833, una inestabilidad económica y demográfica que los llevaría a

unirse a otros grupos y a incursionar en las fronteras. Los boroganos a su vez, fueron consumidos

por el conflicto derivado del ansia de poder de algunos de sus caciques. Sobre estas bases

totalmente diferentes a las de la década de 1830, construiría Calfucurá su liderazgo.

Resumiendo, creemos que esta etapa de relativa tranquilidad en el sector sur de la

frontera bonaerense se debió a la desaparición de grupos hostiles de peso como los boroganos y sus

aliados ranqueles y al armado de una estructura de poder que pudo mantenerse de manera autónoma

por parte de Calfucurá porque la atención del gobierno estaba centrada en asuntos internos de la

política criolla y porque las mismas raciones obtenidas del gobierno que le permitían configurar la

red de relaciones que sustentaban su poder, llevaban a sostener una relación cordial con la

provincia. Pero, como planteamos más arriba, éste no sería más que el primer paso de Calfucurá

hacia la construcción de su liderazgo.

860 Bengoa, Jose, Historia del pueblo mapuche. P. 104.

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CUADRO 7. Nómina de los caciques participantes en el encuentro de diciembre de 1830

Cacique Boroganos

Caciques pertenecientes a Llanquitur

Caciques pertenecientes a Pablo

J.I.Cañuiquir Pichuñ Calbutur M. Rondeao Paynegur Carripan Caniullan Payllan Quirquelef Malin Carriane Millaclen Ynaytaru Colipayun Magnin Antibil Millaman Paninan Licanquen Guichal Guele Llanquihuen Nahuelan Remin Guenupill Llevil Quiñigur Ynaypill Liguan Epull Calbun Guicham Turrenpill D. Pedro Antibil Carripilum Cheuquepill Peneypill Alon Guilan Quilalau Guayquigur Calbulen Guete Guican Caniunill Loncoñ Maribil Maliqueu Beña Guayquinecul Turrencoy

Fuente: Bechis 1996

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Mapa 4

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CUARTA PARTE.

EL MESTIZAJE CULTURAL EN LA FRONTERA

En esta parte abordaremos el tema de la convivencia fronteriza planteando que la misma

estuvo fundada en la construcción de un modo de vida que tomó elementos culturales de los

distintos grupos que habitaban la frontera. Como se ha señalado más arriba, en los últimos años

se avanzó notablemente en el estudio de los procesos de contacto interétnico. Uno de los

aspectos más profundamente reformulados se relaciona con las formas de analizar los cambios y

continuidades y los préstamos culturales que se produjeron entre los grupos en contacto. En esta

dirección podemos señalar tres nuevas perspectivas de análisis: la lógica mestiza elaborada por

Guillaume Boccara, el pensamiento mestizo de Serge Gruzinski y el middle ground de Richard

White. Las tres propuestas, que a la vez presentan diferencias y similitudes entre ellas, resultan

muy estimulantes para avanzar en el conocimiento del tipo de relación interétnica puesta en

prácticaen el espacio fronterizo bonaerense. Estos autores plantean que el mestizaje no fue sólo

biológico sino que se extendió a todo tipo de contacto en los cuales el préstamo y la mezcla de

rasgos culturales fueron parte intrínseca de ellos. El mestizaje, planteado de esta manera, refleja

la necesidad que tenían los contemporáneos para “inventar” a diario modos de coexistencia y

soluciones para sobrevivir. En los primeros momentos del contacto, o producto del desinterés y/o

la imposibilidad de cada uno de los grupos en contacto por imponer su fuerza, se llegaría a una

situación de construcción de un mundo que fuera mutuamente inteligible para lo cual debía

apelarse a símbolos y valores del otro.

Un elemento central en estas propuestas se encuentra en mostrar la existencia de dos

esferas de contacto: la diplomática que hace referencia a la relación “oficial” entre los dos grupos

y la cotidiana. Acceder al conocimiento del mestizaje producido en este último ámbito presenta

indudables dificultades derivados de la escasa documentación que pueda brindar elementos en

esa dirección. En la esfera diplomática, por el contrario, es relativamente más sencillo percibir

actos de adecuación ya que éstos se hallan explícitamente consignados en las fuentes. En efecto,

en la documentación oficial que describe los encuentros diplomáticos o en las actuaciones

judiciales pueden distinguirse los intentos de ambas partes por llegar a un acuerdo apelando a

nociones y/o costumbres de cada una de ellas. No ocurre lo mismo con los encuentros cotidianos

que, por su naturaleza espontánea al hacer referencia a la vida día a día, no derivan en la

producción de testimonios escritos. De modo que, acercarse al conocimiento de esa “cultura

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mestiza” que indudablemente habían conformado los habitantes de la frontera resulta una tarea

mucho más difícil de realizar.

A pesar de estos acuerdos iniciales, es posible encontrar algunas diferencias analíticas en

las investigaciones de los tres autores mencionados, basadas fundamentalmente en la dirección

en que cada uno de ellos analiza las relaciones de contacto. El planteo de Boccara se centra

exclusivamente en la sociedad nativa analizando los procesos de contacto desde una perspectiva

de resistencia nativa a los intentos de dominación de los hispano-criollos. Al estudiar de manera

conjunta los conceptos de etnogénesis861 y etnificación (“la compleja obra de construcción de las

diferencias por parte de los agentes coloniales”) a los que señala como las dos caras de un mismo

proceso, el análisis tiende a la unilinealidad. En efecto, en los trabajos de Boccara se tiende a

analizar el mestizaje solamente desde el lado del indígena dejando de lado procesos similares en

el universo hispano-criollo. Ese es precisamente el objetivo del autor quien explícitamente

pretende a través de su planteo de lógica mestiza “... analizar... los procedimientos utilizados por

los agentes estatales para imponer la legitimidad de una dominación y de un ejercicio

centralizado de la fuerza pública”862.

A diferencia del anterior, los modelos de White y Gruzinski están centrados en el doble

proceso de contacto, es decir, en las adecuaciones que debieron realizar ambas sociedades para

lograr el entendimiento. En ambos modelos se señala asimismo, la heterogeneidad de los grupos

que se encuentran. Si la diversidad indígena es un aspecto sobre el que ya nos hemos extendido

suficientemente, vale la pena señalar que los autores remarcan el hecho de que los

conquistadores tampoco formaban un grupo homogéneo sino que incluían una diversidad de

actores con sus propios valores, costumbres y formas de vida. Por tal motivo, en la relación con

el nativo se ponían en juego solamente fragmentos de la cultura europea. Otro elemento central

en el planteo de estos autores se encuentra en caracterizar a las situaciones de contacto como

experiencias únicas e irrepetibles. Cada hecho conflictivo o aún, cotidiano, sería resuelto de

manera singular teniendo en cuenta la situación coyuntural en que se encontraba la relación

interétnica.

La hipótesis que sostenemos en esta parte de la tesis es que, tanto por imposibilidad de

imponerse un grupo sobre el otro como por la decisión de lograr una convivencia pacífica y

concertada, se constituyó un espacio de negociación entre pobladores criollos/ estado e indígenas

861 Ver Estado de la cuestión, III. Las sociedades indígenas. 862 Boccara, G. “Antropología diacrónica…”, pág. 461

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en donde fue necesario apelar a elementos culturales de cada grupo para lograr un acuerdo de

coexistencia. El modelo del middle ground de White resulta, en este sentido, muy estimulante

para emprender este análisis. El autor estudia el proceso de contacto que se produjo en la zona de

los Grandes Lagos entre los indios algonquianos y los distintos colonizadores-conquistadores

que ocuparon la región entre los siglos XVII y XIX (franceses, británicos y norteamericanos)

partiendo de la idea de que el mismo no fue una batalla entre distintas fuerzas cuyo resultado

debería ser la supervivencia de una de ellas. Por el contrario, su análisis plantea la hipótesis de

que el encuentro produjo la formación de una nueva situación en la que indios y blancos

buscaron un significado común para construir un mundo mutuamente comprensible. White habla

de acomodación en lugar de aculturación ya que el último término haría referencia a un proceso

unilineal donde un grupo dominante dictaría el comportamiento del subordinado. En lugar de

ello, el autor habla de un cambio cultural en lo que denomina middle ground o lugar en medio:

en medio de culturas, pueblos e imperios. En el mismo, la noción fundamental que guía la

convivencia cotidiana es la persuasión; un grupo intenta persuadir al otro apelando a lo que

percibe como valores y prácticas del segundo. Esta práctica no estaba exenta de riesgo y

frecuentemente provocaría malentendidos o distorsiones ya que para lo que un grupo

representaba un valor o una práctica habitual, para el otro posiblemente no lo fuera. De todos

modos, a través de estos “experimentos”, de estos ensayos de prueba-error, se construirán

nuevas prácticas863.

Teniendo en cuenta esta definición del autor y concientes de la diferencia en el contexto

socio politico entre el espacio estudiado por White y la situación de la frontera bonaerense en el

período analizado (donde el elemento diferenciador más evidente es que los indios amigos se

hallan asentados dentro del territorio provincial, en tanto los indios algonquianos de los Grandes

Lagos tienen una total autonomía) utilizaremos el término de middle ground es su sentido más

amplio: un lugar en el medio. En efecto, como demostraremos a lo largo del capítulo, entre la

sociedad urbana y la indígena asentada en el interior del territorio pampeano, se conformó un

863 Vale la pena resaltar que White coloca la experiencia del middle ground en un momento determinado dentro de un esquema circular en el que se desarrolla el proceso de contacto. La historia que narra empieza con el primer contacto entre indígenas y colonizadores, en la cual el indio era definido como el extraño, el enemigo. En un segundo momento se llega a la etapa del entendimiento, del acomodamiento; es un momento en el cual ambos grupos saben que no pueden vencer al otro y por ello diseñan un modo de convivencia, es el momento del middle ground. Esta etapa termina cuando, circularmente, los republicanos norteamericanos vuelven a instalar esa concepción de extraño y enemigo con respecto al indígena. Por otra parte la potencia militar de los norteamericanos supera ampliamente a los indígenas que ya no tienen la capacidad de forzar a éstos a mantenerse en el middle ground. De manera que la etapa plena de middle ground se dió en el siglo XVII con la relación entre franceses y algonquianos en la cual los franceses eran incapaces tanto de dominar a los indígenas como también de ignorarlos ya que los necesitaban como aliados, como compañeros en el comercio, etc. White, R. The middle ground…

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espacio mestizo, diferente de los anteriores y caracterizado por la apropiación de elemenos

culturales de las sociedades en contacto que dio origen a una cultura particular y distintiva.

Esta parte, a diferencia de las anteriores, no fue dividida cronológicamente en dos etapas

tomando como punto de inflexión el final de la década de 1820 cuando se produjo un decidido

avance sobre tierras indígenas y se implementó la mecánica del negocio pacífico. Esta decisión

está asentada en que, en términos generales, no se produjo una modificación sustancial en las

características del tipo de relación entablada entre estado e indígenas a partir de esa coyuntura.

Por el contrario, el intento por consensuar la vida fronteriza se mantuvo durante gran parte del

período rosista y solo hacia el final de esta etapa, en la década de 1840, podemos señalar ciertos

cambios en la relación, producto de las modificaciones ya señaladas en la política provincial.

Asimismo, la información disponible para todo el período es bastante irregular. Para la década de

1810 es relativamente importante, produciéndose un vacío muy llamativo en la década siguiente,

donde no se han podido hallar referencias de la calidad del período anterior y, mucho menos, del

período siguiente, el rosista, donde la información vuelve a ser de una gran riqueza. A pesar de

este frustrante “silencio” de los años 20, los datos obtenidos para la década siguiente, nos

permiten sostener la viabilidad de analizar el período sin que pueda señalarse un quiebre

evidente en el contacto interétnico a nivel cotidiano, a diferencia del que se produjo en términos

diplomáticos. Por estos motivos, hemos modificado en esta sección el criterio cronológico que

mantuvimos hasta aquí y organizamos la información no por etapas sino por las distintas esferas

de interacción que hemos podido estudiar.

Por tal motivo esta parte se dividirá en tres secciones. En la primera nos acercaremos al

conocimiento de unos personajes muy particulares que podemos caracterizar como

intermediarios culturales o interlocutores válidos en el espacio fronterizo. Dentro de estos

personajes pondremos el énfasis, por un lado, en los caciques y en las autoridades de frontera

que son las personas más visibles y que de manera oficial estructuraban la relación interétnica.

Pero al lado de estos mediadores se hallaban los intermediarios culturales, sujetos que favorecían

el diálogo y transferencias entre culturas adoptando y/o difundiendo rasgos culturales de las

sociedades en contacto. Dentro de este grupo nos referiremos tanto a criollos, vecinos de la

campaña y lenguaraces como a indígenas que, abandonando los asentamientos de frontera se

instalaron en otros partidos de la campaña llevando gran parte de sus prácticas culturales a la vez

que adoptaban otras de la sociedad que los incluía.

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En segundo lugar, el centro de atención estará puesto en los grupos indígenas con el

objetivo de conocer, a la manera de Boccara, los cambios y adecuaciones que los indígenas

realizaron de sus costumbres y prácticas ancestrales en virtud de su contacto con la sociedad

provincial. Pero aún cuando el énfasis se encuentra en los indígenas, no podemos dejar de

mencionar el papel jugado por el estado provincial, que en general no intentaría violentar

prácticas sociales indígenas aun cuando éstas fuesen contrarias a las costumbres criollas, sino

que apelaría a la persuasión y a la negociación para incitar a su abandono. Esta doble

adecuación, por parte de los indígenas adoptando rasgos que eran resignificados o aprovechando

posibilidades para resolver conflictos internos y por parte del gobierno intentando disuadir pero

aceptando la existencia de esas prácticas, nos llevan a que planteemos la constitución de un

middle ground o espacio de negociación y entendimiento que hiciera de la vida en común un

“mundo mutuamente inteligible”.

Finalmente, ampliaremos el análisis de los procesos de mestizaje incluyendo a la

población criolla rural tratando de determinar las características que adoptó la vida en la

campaña. La documentación más rica para acercarnos a este conocimiento son los,

lamentablemente escasos, sumarios y actuaciones judiciales que se produjeron por hechos de

violencia interétnica, los que nos permiten conocer la situación de contacto en los dos ámbitos

que habíamos mencionado: el diplomático y el cotidiano. En efecto, el análisis de la

documentación judicial a la que agregaremos otro tipo de fuentes, nos permite asomarnos al

conocimiento del tipo de integración que tuvo el indígena en la sociedad provincial reflejándose

las modificaciones que fue sufriendo a lo largo del período en estudio. Por otro lado también nos

permite conocer aún cuando sea de manera muy inicial, las características de la vida cotidiana en

la campaña, las relaciones laborales, comerciales y, aún, de parentesco y compadrazgo, que

fueron articulando indios y criollos.

1. Los personajes centrales del middle ground

A lo largo de los capítulos anteriores hemos visto una gran cantidad de situaciones de

contacto donde surgía con claridad la centralidad e importancia de aquellos personajes que

funcionaban a manera de bisagra entre los dos mundos o que transitaban ambos entrando y

saliendo sin demasiadas complicaciones. En el primer caso el papel de los caciques amigos /

aliados y de las autoridades de frontera fue decisivo para sostener la relación oficial

constituyéndose en sujetos esenciales en la construcción del middle ground. En el segundo caso,

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los lenguaraces, los vecinos de la campaña y los mismos indios mostraron una constante

movilidad espacial y cultural entre los dos mundos siendo los agentes principales del mestizaje.

En este sentido los intermediarios culturales o “passeurs culturels” han sido definidos por Ares y

Gruzinski como “aquellos agentes sociales que … a caballo entre culturas, favorecieron las

transferencias y el diálogo entre universos aparentemente incompatibles, elaborando

mediaciones muchas veces insólitas y contribuyendo así a su articulación y a la

permeabilización de sus fronteras”864.. El verdadero desafío en el estudio de estas figuras se

encuentra en descifrar “de qué manera se realiza la comunicación entre diferentes tradiciones en

contacto. Quiénes se convierten en agentes mediadores y que elementos de una determinada

cultura se busca difundir. ¿Cuáles parecen más susceptibles de ser recibidos por otra o cuáles

elige el receptor?”.

a) La diplomacia en el middle ground: caciques y autoridades de frontera.

Comenzaremos analizando la forma en que se movieron discursivamente los caciques

aliados y amigos en este incierto espacio del middle ground a través de las alocuciones y

argumentaciones sostenidas por éstos para actuar como mediadores ante el poder estatal. La

posición de los primeros (caciques aliados) se refleja desde el inicio como sustancialmente

diferente de los segundos (caciques amigos) en virtud de que los últimos habían perdido en gran

parte su autonomía política en tanto los aliados la mantenían.

La situación de los caciques aliados no estaba expuesta, en principio, a los controles

estatales que sufrían los grupos amigos. Sin embargo, la relación de aquellos con el gobierno

provincial fue de gran inestabilidad derivada, como vimos, de la falta de claridad con respecto al

conjunto de obligaciones que los involucraba mutuamente865. Empecemos entonces con la

posición del mismo Rosas hacia estos grupos866. En una coyuntura especialmente delicada como

fue el regreso de la división expedicionaria al sur en la que participaron los boroganos, el

comandante de campaña utilizaría una mezcla de amistad e intimidación para lograr afianzar la

relación con estos indígenas o, mejor dicho, para obtener el cumplimiento de una tarea en

particular: el acuerdo de los caciques para incursionar sobre el grupo ranquel.

864 B. Ares y S. Gruzinski, Entre dos mundos… p. 10 865 Para un desarrollo de esta situación remitimos al capítulo 2 de la tercera parte en donde se ha analizado la crisis intrínseca que caracterizó la relación de Rosas con la agrupación borogana asentada en Salinas Grandes. 866 Nos referiremos exclusivamente al caso de los indios boroganos de los que contamos con una extensa “secretaría” redactada por su escribiente Pablo Millalicán. La documentación de Calfucurá recié comenzará a ser voluminosa a partir de la década de 1860.

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Así se dirigía Rosas al cacique borogano Cañuiquir en abril de 1833:

“Mediten ustedes un poco y verán que mi amistad les vale mucho y que deben procurar conservarla a toda costa. También es necesario que no olviden que yo sé todo lo que pasa y que aunque algunas veces guarde prudencia y silencio no es porque no sepa las cosas sino porque soy generoso y caballero con mis amigos. Y así como soy buen amigo de mis amigos y no les se faltar en nada, así también los persigo de muerte a los que me llegan a ser infieles y traidores”

Esta mezcla de consenso y coerción esgrimida por el comandante de campaña no es una

creación rosista sino que tiene fuertes antecedentes en la política borbónica implementada en el

período tardo colonial. La monarquía hispana había producido un giro fundamental en la relación

con las poblaciónes nativas de sus dominios coloniales mudando el énfasis que hasta ese

momento se había puesto en los enfrentamientos armados hacia la conciliación y negociación

otorgando al comercio un lugar central para la obtención de esta meta867. Este tema fue

profusamente tratado por la historiografía chilena y especialmente los trabajos de León Solís

ahondan en los cambios en el contenido de los discursos con que los funcionarios reales se

dirigieron a los indígenas. En estos, comenzó a utilizarse un lenguaje conciliatorio, a veces casi

demagógico, y generalmente pragmático. En esta nueva visión sobre la relación interétnica, la

Corona comenzó a brindarles a los indígenas la protección de la justicia real, el otorgamiento de

algunos derechos, se le “sugería” la adopción de la doctrina católica, etc868. Sin embargo, a pesar

de este tono conciliatorio, las amenazas no estaban totalmente ausentes en estas declaraciones.

En efecto, en el parlamento de Tapihue, celebrado con representantes de los distintos butalmapus

de la Araucanía en el año 1774, el gobernador Jáuregui agregó a las expresiones de conciliación,

un tono fuertemente amenazador advirtiendo que

“… de no mantenerse en paz, así como me han experimentado benigno hasta ahora, verán tan mudado mi semblante que sin admitirles escusa, ni suplicas por deberlas estimar fingidas y aparentes, no embainaré la espada hasta dejar asegurado un perpetuo escarmiento en lo horroroso de el castigo dando cuenta al Rey de lo que executare, por haver abusado de su real Benignidad y grandes beneficios que están recibiendo de su mano poderosa” 869.

De manera semejante a la política borbónica en sus dominios coloniales, otras potencias

europeas aplicarían un esquema similar de combinar persuasión, paternalismo y amenaza de la

fuerza en la relación con las poblaciónes nativas americanas. En la región de los Grandes Lagos

analizada por Richard White, el gobernador francés Vaudreuil se dirigía de esta manera a los

jefes Ottawa ante el asesinato de comerciantes franceses en 1707:

867 Ver Weber, D. “Borbones y bárbaros…” 868 Leon Solis, “”El pacto colonial hispano-araucano…” p. 35 869 Leon Solis “El parlamento de Tapihue…”, p.22

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“Yo soy un buen padre y si mis hijos escuchan mis consejos ningún peligro puede sucederles… [pero] no hay … presentes que yo pueda aceptar cuando mis hijos me han desobedecido y han cometido una falta como la que han hecho ustedes”870.

Podríamos plantear entonces que la combinación de paternalismo y amenaza velada

formaba parte intrínseca del discurso de los poderes coloniales, y en nuestro caso independiente,

cuando no existía la posibilidad o no había intención en doblegar a los pueblos nativos. ¿Cuál

sería la respuesta de éstos?

Ante las crecientes presiones de Rosas por lograr una mayor subordinación de la

agrupación, los caciques boroganos debieron extremar su ingenio diplomático para, también

ellos, expresar su acuerdo con el comandante sin mostrar una sumisión total a sus exigencias. El

pedido de devolución de los cautivos existentes en las tolderías insistentemente realizado a lo

largo del año 1833 mereció la siguiente respuesta de los caciques

“… muchas veces, no se puede hacer las cosas con tanta brevedad y ligeresa como VE lo pide porque quando las cosas se hace con toda ligeresa y prontitud, muchas veces no hay acertacion. VE mismo sabimos que sus cosas las hace con pausa, con mucha calma! Y por eso tiene acertacion, en sus maniobras! Y sale victorioso y triunfante en sus grandes obras!! Nosotros Señor y hermano también querimos obrar con esa sutilesa. ...No Señor, Padre y amigo, tenga un poquito de paciencia: un hombre tan grande como VE no crea que lo hemos de engañar”871.

La imagen aquí vuelve a relacionarse con el tipo de vínculo que se había establecido en la

relación colonial entre los nativos y el Rey. Rosas es nombrado como padre y amigo al igual que

el rey para los indios había sido un “padre que protegía a sus vasallos imagen que no estaba

alejada del concepto que los propios hispano-criollos tenían del monarca”872. El rey era como

un “Padre tratándolos como hijos humildes y obedientes”873. Pero con respecto a este punto la

noción de paternalismo que tenían los indios y los hispano-criollos entraría en contradicción. Si

para los últimos el poder patriarcal era autoritario, debía ser obedecido e implicaba la sumisión

por parte de los súbditos, para los primeros se entendía como una autoridad generosa y

protectora que se equiparaba en cierto modo con las características del Dios (castigador pero

también generoso y dador de bienes). Por eso, un padre, ante los errores de sus hijos, debía tomar

el camino del perdón y brindar la posibilidad de arrepentimiento de éstos más que la

penalización de sus errores. Esta imagen que se espera de Rosas es más clara en la siguiente

870 Citado en White, p 85 traduccion nuestra. 871 Ibidem, negrita nuestra. 872 León Solis, “El parlamento de Tapihue…”, p. 50 873 León Solís, “El pacto ...”, p. 22

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alocución realizada poco después de la anterior en el mismo contexto de inestabilidad de la

relación:

“suplicamos y rogamos a SE muy rendidamente se digne hablar con [nuestros chasques]… y escucharles en estos razonamientos pues estamos confundidos de ver que SE siendo un Gefe tan benigno y tan amoroso Padre de los pobres nos hayga echado en olbido. …. Es muy verdad que hablamos algunas pesadeses… de ver que nos pedían mas cautivas y cautivos sin darnos algún alivio sin duda en eso habremos agraviado y disgustado a S.E. y por eso no habremos merecido más sus cariñosas espresiones… hablamos torpesas doloridos de ver que no hubiese hablado S.E. con nuestros enviados a mas de eso no han traido un poco de tabaco y vinieron diciendo que pasaron muchas necesidades en el fuerte"874.

El elemento disruptivo que planteaban los caciques pasaba por la falta de cumplimiento

de su rol de proveedor. Rosas no se había comportado ante sus “pobres hijos” como un padre

generoso que los auxiliaba; les había enviado solo “un poco de tabaco” y había hecho pasar a los

chasques “muchas necesidades en el fuerte”. E incluyendo en su argumentación elementos de la

religión católica que hacía referencia a la búsqueda de perdón por las ofensas y agravios en que

podrían haber incurrido concluían que

“Aunque haygan sido nuestras ofensas y agravios tan horrorrosas en su precencia disimule con prudencia nuestras faltas que Dios Nuestro Señor le agradecera y le dara premio en esta vida Y en la eterna Bienaventuranza”875.

¿Cómo se podría desarmar o desatender un razonamiento tan profundamente cristiano

fundado en al arrepentimiento de los indios que suplicaban asimismo un pedido de perdón por

esos errores?876. Como hemos visto, la relación con los boroganos se deterioró sin posibilidad de

recomposición por una serie de acontecimientos que mostrarían la imposibilidad de lograr un

acuerdo sobre las bases de esta relación en la cual Rosas exigiría una subordinación cada vez

mayor de los boroganos y éstos intentarían por todos los medios mantener su autonomía877.

Este trato patriarcal establecido entre Rosas y los caciques aliados que retomaba con

bastante fidelidad las características de los vínculos tardo coloniales entre los pueblos nativos y

el Rey, se modifica en gran medida si giramos la mirada hacia los caciques amigos establecidos

874 En AGN,X,24.9.1 875 Ibidem. 876 White señala una estrategia discursiva similar que aplicaron los indios algonquianos en el contexto del middle ground para obtener el perdón de unos indios culpables del crimen de unos comerciantes franceses. El jefe indígena vincularía en su discurso la práctica indígena de la compensación por muerte con conceptos cristianos vinculados al arrepentimiento y el perdón asimilando además el poder patriarcal del gobernador francés con el de Dios. Así se dirigiría Kiraueria al gobernador francés. “I know that the Great Spirit, the Spirit Creator, God, forbids us, my father, to kill our children ... But does noy God, who es Master of all, raise his eyes above our follies when hi ask him to be no longer angry? He forgives; pardon as He does, mi father, and for de love of Him”. Reproducido en White, R The Middle Ground... p. 92. 877 Ver parte tercera, capítulo 2. p.

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dentro del territorio provincial. En el inicio del negocio pacífico, dentro del elenco de caciques

amigos existían tres jefes que se encontraban en un lugar privilegiado con respecto al resto. Se

trataba de los caciques Catriel y Cachul localizados en las cercanías del cantón Tapalqué y el

cacique Venancio a inmediaciones de Bahía Blanca. Ellos recibían las mejores raciones y

obsequios. En general, la entrega de artículos de consumo y vestimenta que formaban parte de

las raciones respondían muy fielmente a cada jerarquía de mando dentro de la agrupación:

cacique, caciquillo, capitanejo. Sin embargo, los tres caciques señalados obtenían siempre

regalos adicionales o cantidades mayores de raciones. El cacique Venancio, por ejemplo, recibía

de manera regular 1.000 pesos en billetes de 20 y de 10 pesos, entrega que debía realizar el

comandante del fuerte de Bahía Blanca "a solas para que no lo sepan los demás indios"878 y 6

reses personales para su consumo879. Además, actuaban como intermediarios para tratar con

otras parcialidades. Con el tiempo, Catriel y Cachul serían las principales autoridades de esa

pirámide cacical. En octubre de 1835 Rosas ordenaba al comandante de Tandil que

"si alguna vez ocurre a ese punto el cacique mayor Catriel ya sea a pasar alguna larga temporada o ya sea de visita, le obsequie y atienda y facilite lo necesario según corresponde a su clan y esto mismo encargo respecto del cacique mayor Cachul pues estos dos caciques son los principales y a quienes considera siempre como tales S.E”880.

El resto de los caciques amigos, conscientes de esta diferenciación intentaban lograr un

mejor posicionamiento dentro del sistema mediante un contacto más directo con los caciques

pampas que llegaba incluso al asentamiento en Tapalqué. Así, el incremento de estos grupos fue

verdaderamente notable a lo largo del período analizado. De los cerca de 2.900 indios que

estimamos para 1836 en función del ganado entregado de ración, en 1854, según los datos del

censo provincial de 1854 existían en la zona unos 6.000 indios reducidos.

En este contexto que se refleja como bastante diferente al que existía con los caciques

aliados había asimismo una diferenciación muy marcada en las formas de dirigirse entre ellos y

Rosas. En este caso la relación adoptaba rasgos más horizontales y si bien se mantenían las

apelaciones de padre y/o hijos, éstas serían complementadas con la de “hermano” y “amigo”. En

este contexto tampoco la amenaza tenía un lugar de centralidad siendo reemplazada

fundamentalmente por la persuasión y el consejo.

878 Orden de Rosas a Martiniano Rodriguez, enero de 1835. AGN,X,25.1.4A. A su muerte, Venancio dejaría como herencia para su hijo Ramón la cantidad de 1.000 pesos metalicos en diferentes monedas (505 patacones, 301 bolivianos, 80 peruanos, 43 patrios, 19 mexicanos, 4 españoles de rostro, 13 chilenos, 13 macuquinos cordoncillos y 33 cortada (¿) y ropa y aperos por valor de 2.499 pesos. Notificación del juez de paz de Bahía Blanca, 15 junio 1838. AGN,X,18.5.8 879 10 enero 1833. AGN,X,24.8.2 880 AGN,X,43.1.2

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En todos los casos, Rosas se dirigía a los tres caciques como amigos y hermanos881. La

respuesta de los caciques era similar882. En un discurso realizado en ocasión de unas fiestas

federales realizadas en Tapalqué en julio de 1835, Cachul expresaría que

“Juan Manuel es mi amigo muy bueno; nunca me ha engañado. Yo y mis indios han de morir por él. Si no fuera por Juan Manuel no nos veríamos como nos vemos hoy viviendo entre los cristianos todos unidos como hermanos. Mientras viva Juan Manuel todos seremos felices y viviremos en orden y sosiego al lado de nuestras mujeres e hijos”883

La última frase de Cachul refleja una característica esencial de la relación de Rosas con

los indios amigos: un fuerte personalismo. En efecto, estos ultimos no se vinculaban con la

imagen impersonal de un poder central sino que tenían una clara relación de dependencia

personal y compromiso con el gobernador. Nada más claro que el siguiente juramento realizado

por los indios amigos del Fuerte Mayo en agosto de 1839 ante el descubrimiento del supuesto

complot de Maza para atentar contra la vida de Rosas. Los indios juraron

"... por Dios y por el Sol que los alumbra, por sus hijos, que serán constantes hasta morir, por defender la Patria y la opinión de S.E. y que ellos son amigos de D. Juan Manuel de Rosas, que donde muera él y su gente también morirán ellos y darán la ultima gota de sangre por él, que no conocen más padre que a S.E. así es que viviese cierto en que lo habrán de acompañar hasta el fin de su vida"884.

Estas expresiones fueron realizadas en momentos de gran visibilidad donde los discursos

debieron ser cuidadosamente preparados para representar y mostrar a la concurrencia al festejo la

posición de los indios amigos en su personal relación con el gobernador. ¿Pero cómo se

desarrollaría cotidianamente la vida en la frontera? ¿Sería la posición de los caciques igualmente

conciliadora y, fundamentalmente, vivirían tan “felices, en orden y sosiego” como afirmaba

Cachul en su discurso? Para conocerlo relataremos brevemente algunos episodios sucedidos en

Tapalqué que nos permitirán conocer las estrategias de los caciques y del comandante del cantón,

Bernardo Echeverría, en la resolución de conflictos más cotidianos.

881 Las misivas enviadas a los caciques comenzaban indefectiblemente con el encabezamiento “Mi querido hermano…” y finalizaban “Salud te desea tu afectisimo hermano”. 882 Además de dirigirse a Rosas como “apreciado hermano”, las cartas de Catriel y Cachul incluían en los saludos finales a la familia del gobernador mostrando una confianza que dificilmente podía hallarse entre los caciques aliados. Así se despedía Cachul en una carta de noviembre de 1832 “Espreciones a Encarnacion, a Dn Leon Rosas y Da Agustina y a toda la demas familia y tu recibe el cariño de este tu hermano”. AGN,X,24.1.3 883 Gaceta Mercantil, 31 julio 1835. 884 Grau, C. El fuerte 25 de Mayo en Cruz de Guerra. Publicaciones del Archivo Historico de la Provincia de Buenos Aires, La Plata, 1949, p. 299-301 (negrita nuestra).

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Luego del ataque de Masallé en que fueron asesinados los caciques boroganos Rondeau y

Melin, algunas familias de esa agrupación abandonaron el asentamiento en Salinas Grandes y

buscaron refugio en la frontera. La situación en la campaña era de gran inquietud por el temor

existente de que el conflicto intertribal se extendiera a los asentamientos indígenas de la

frontera885. En este contexto, cuatro indios pertenecientes al cacique borogano Alón que se había

ubicado a inmediaciones de Bahía Blanca, llegaron a Tapalqué sin pasaporte886. Estos indios

pretendían situarse con sus familias cerca del cacique Cachul alegando ser parientes de su

suegro. Ante la presencia de estos indios sin pasaporte, el comandante Echeverría sondeó la

opinión de los caciques y mientras Catriel manifestaba su sospecha de que estuvieran actuando

de mala fe, Cachul salió en su defensa disculpando su llegada sin pasaporte alegando que eran

indios ignorantes que no sabían que debían portar licencia para transitar por la campaña. No sería

la primera vez que el cacique utilizara el argumento de la ignorancia de los indios para obtener lo

que se proponía. Precisamente el empeño de Cachul en retenerlos en su toldo motivó la sospecha

del comandante que decidió remitirlos a Buenos Aires para que fueran interrogados por Rosas

con la precaución de que "los caciques Cachul y Catriel no se disgustasen uno con el otro por la

variedad de opiniones que han manifestado en ese asunto".

La respuesta de Rosas, como era habitual, fue sumamente cautelosa ordenando la

liberación de los indios y su reenvío a la frontera para no disgustar a los caciques. Regresados a

los toldos de Cachul, éste envió uno de sus indios a Echeverría pidiéndole que se acercara a

leerles una carta que le enviaba Rosas a cuyo efecto había convocado a un parlamento. El

comandante, desconfiando del pedido pidió ver la carta antes de leerla en público por si se

trataba de noticias reservadas a los caciques. La respuesta causó el enojo de Cachul que desarmó

el parlamento que había convocado. Echeverría se acercó al cacique y logró enterarse, por el

pasaporte que llevaban los indios recientemente arribados, que la carta en cuestión había sido

remitida por el gobernador para el mismo comandante. Interrogado Cachul sobre la misiva

"me contesto que la abia tirado en el campo de rabia por lo que le ise todos los cargos que debia aserle por el desprecio con que abia mirado una carta de SE y me dijo que ya no tenia remedio pues que ya estaba echo, le dije que no seria malo que la buscase y me contesto que no sabia donde la abia tirado. Volvi después a decirle que VE se enojaría mucho si llegaba a saber esto y que si el quería yo podía decirle a VE que la carta la había perdido y que esto no seria tan malo como lo primero;… y a pesar de los cargos que le hice me contesto con indiferencia que hiciere lo que quisiese. Volví a decirle que yo como amigo no quería acerlo

885 Ver capítulo 2 de la Tercera Parte. 886 Al igual que la población criolla, el tránsito de los indios por el territorio provincial debía estar avalado por un pase o pasaporte emitido por la autoridad rural correspondiente.

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quedar mal con VE y esto se lo repetí por dos o tres veces y su contestación asido lo mismo que la primera"887

Más allá de lo risueño del episodio, el mismo refleja claramente el fuerte carácter del jefe

indio y los límites que ponía a los intentos de reprimenda de Echeverría. Esta actitud desafiante

se repetiría continuamente. En marzo de 1836 Rosas le encargó al comandante que emitiera un

pase para que Cachul enviara algunos indios a Salinas. El cacique “luego que le ise saber la

orden de V.S. me dijo que ya no mandava a Salinas por que temia a los chilenos” y terminaba

diciendo que “este indio [Cachul] es el que mas trabajo da en orden a pasaportes porque sin

embargo decirle que no tengo orden para darlos siempre los solicita para sus indios y concluye

por enojarse al estremo que suele decirle a uno cosas…”888.

Pero el cacique no solamente mostraba este talante como un freno personal hacia

Echeverría sino que otras actitudes igualmente desafiantes permiten ver a Cachul como un jefe

que actuaba en defensa de sus indios cuando eran culpados por la autoridad por algún tipo de

delito. En efecto, las quejas de Echeverría se relacionaban con la protección dada por el cacique

a indios de su agrupación que cometían robos de ganado en las estancias vecinas. En una de las

situaciones relatadas por el comandante, uno de los ladrones había sido el mismo hermano del

cacique que había carneado una vaca ajena en tanto otro de sus indios había cometido un robo de

ganado. Echeverría no apresó al hermano de Cachul “por consideración al cacique” pero sí al

otro ladrón. Cachul, apelando a la práctica indígena de la compensación, ofreció una paga para

que Echeverría liberara al indio. En efecto, el robo o la rapiña en la sociedad mapuche eran

prácticas legítimas de apropiación, excepcionales dentro del grupo local, pero que no daba lugar

a sanción hacia el exterior. En esos casos, “Las costumbres se oponían a que [el ladrón] fuera

entregado a los agraviados de la otra agrupación. Se compensaba y solo si los damnificados eran

del grupo local y el ladrón no se corregía, era expulsado”889. En la compensación, si el ladrón no

contaba con bienes propios para entregar, actuaba la comunidad de manera solidaria y en

algunos casos era “el cacique [quien] corregía daños materiales de los de su dependencia”890.

Pocos días después se produjo un nuevo robo de otra yegua que fue carneada cerca de los toldos

de Cachul y el cacique nuevamente "se empeño en pagar el daño con tal que no lo castigase"891.

El atribulado comandante concluía su exposición diciendo que

887 Echeverría a Rosas, 5 marzo 1836.AGN,X,25.3.2 888 Ibidem. 889 Guevara, Tomas. Las ultimas familias…, p. 203-204. 890 Ibidem, p. 206. 891 Echeverría a Rosas, 5 marzo 1836.AGN,X,25.3.2

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"a pesar que siempre que hablo con el me dice que me agradese mis consejos no cumple con lo que dice asi es que cada ocacion que sucede algun caso destos viene Catriel a decirme que es malo lo que su compañero Cachul ase pero que es viejo y no sabe lo que ase. Entre estos indios de Cachul hay uno muy lenguaraz pero es el mas malo que hay pues ya e sabido que algunos indios que roban aquí son seducidos o instigados por el y en este ultimo robo de la yegua el mismo les presto lazo y caballos para que enteraran los otros pero el no da la cara y amas es muy díscolo y siempre anda ablando en las pulperías con los otros indios del mal trato que se les da y otra porción de faltas a este respecto que pudiese citar a VE mas lo conozco desde que servia de lenguaraz a Cachul"892

Podríamos concluir de esta actitud "poco amistosa" de Cachul que el cacique pampa no

incluía dentro de sus obligaciones de indio amigo, permitir la intromisión de las autoridades en

actos cometidos por sus indios. Esto parece muy claro si se observa que la actitud del cacique era

bien diferente cuando se producían hechos delictivos que involucraban a indios que no eran de

su parcialidad. En estas oportunidades, la conducta de Cachul era idéntica a la Catriel. Así, en

agosto del conflictivo año 1836 los caciques, en forma conjunta, enviaron por medio de su

lenguaraz la información de que los oficiales indios Culliu y Manquen conocían y habían

consentido unos robos cometidos por el indio Lefipan a las estancias de Azul. Los caciques

informaban que habían pensado castigar a estos indios pero luego convinieron en enviarlos a

Echeverría para que Rosas decidiera qué hacer. ¿Quiénes eran esos indios? Se trataba de dos

indios chilenos que habían pertenecido al cacique Venancio y que hacía unos 4 años que se

habían situado en Tapalqué. La conducta de Cachul podría haber tenido otro aliciente.

Aparentemente estos indios se hallaban bajo "sus inmediatas ordenes" pero ante su orden de que

acercaran sus tolderías a las suyas por temor a ataques de los boroganos dispersos de la tribu de

Cañuiquir, éstos no quisieron obedecer893. En este caso, entonces, el cacique pampa habría

apelado a la "justicia blanca" para hacer valer una autoridad que aparentemente no le era

reconocida por los indios en cuestión.

Más allá de esta coincidencia coyuntural, la desigual actitud de los caciques pampas no se

limitaba al encubrimiento de estos hechos cotidianos. Una gran diferencia se produjo, como

hemos visto, en la forma en que participaron en el rechazo de los malones padecidos en la

frontera sur en los años 1836 y 1837 lo que nos permite ver la disímil función que cumplían

estos jefes en el negocio pacífico. Según Echeverría, Catriel estando casi ciego al estremo de no

distinguir a su inmediación por cuya causa se cayó en un poso pocos días ha y se fractura una

892 Ibidem. 893 Echeverría a Rosas, AGN,X,25.2.5

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costilla; fue sin embargo destos inconvenientes el primero que se presento con sus dos hijos a la

cabeza de sus indios894.

La participación de Cachul no resultó tan heroica, por el contrario, el coronel Manuel

Ramos, al mando de una división conjunta de fuerzas provinciales e indígenas informaría que en

la misma oportunidad

"Cachul y todos los indios se han comportado con mucha cobardía a términos de abochornarnos disiendoles a todos los cobardes que eran que se lo iva a poner en conocimiento de VE que no valian ni la carne que comen ultimamente que era una vergüenza que no concluian con los enemigos y que eran unos cobardes pues solo eran 300 y ellos 1000".895

La respuesta de Rosas es verdaderamente elocuente sobre la función que cumplía Cachul

para el negocio pacífico. El gobernador le prevenía a Ramos que

"En orden al Casique Cachul de ningun modo conviene que llegue a traslucir que U cree o dice que se ha portado con cobardia. Tal persuación en él seria un grave mal y podría traer malisimos resultados; la razon es la siguiente. Este casique Cachul no es hombre de pelea, sino de politica y así es que yo jamás lo he ocupado en dicha pelea por el contrario siempre he cuidado de un modo indirecto que no marche a ella, por que sabia que no había de hacer sino barros. Mas este mismo hombre flojo en la pelea es muy baliente en los consejos de la política sabiéndolo conducir; es entonces muy util y de mucho acierto en sus discursos. Y de aquí mismo se deduce la razón para creer que si se le desagrada y el se propone enrredar con su astucia en el manejo de la política puede hacer un mal inmenso. Conviene pues por todo que se lo trate con toda atención y que procure guardarle todos los fueros de caciques mayor, conservando con el una perfecta amistad…"896

De manera que, ante situaciones de enfrentamientos fronterizos, la función de los dos

caciques no era idéntica y mientras era esperable un compromiso militar de Catriel y sus indios,

Cachul debía su importancia a sus dotes diplomáticos. Podríamos entonces proponer que Cachul

había logrado establecer una relación con el gobierno que si bien era de gran fidelidad, planteaba

ciertos frenos a la intención de Echeverría por cortar prácticas que provocaban disturbios en la

campaña.

Si de un lado tenemos a los caciques aliados y amigos diseñando su propia estrategia para

convivir lo más pacíficamente posible con los criollos, del otro lado, un elenco de autoridades de

frontera, delegados del poder central, eran igualmente piezas claves en la estructura del negocio

pacífico. Su habilidad o su torpeza para llevar adelante la difícil tarea de consensuar con los

894 Ibidem 895 Ramos a Rosas, Tapalqué, 1 de octubre de 1836, AGN,X,25.2.5 896 Rosas a Ramos, octubre 1836, AGN,X,25.2.5

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indígenas modos de convivencia eran decisivas para el curso del contacto interétnico. Como

ejemplo del ultimo caso se ha señalado que la actuación inconsulta del coronel de Blandengues

de Bahía Blanca, Francisco Sosa, al destruir el asentamiento borogano de Salinas Grandes

produjo una escalada de violencia en la frontera que, iniciada en el año 1836 se prolongó durante

todo el año siguiente. Inversamente, la presencia de hábiles negociadores como Vicente

González en San Miguel del Monte o Bernardo Echeverría en Tapalqué permitieron un

desarrollo más armónico de la convivencia.

Sobre este ultimo personaje nos detendremos en este momento a quien caracterizamos

como un típico exponente del middle ground que manejaba a la perfección la diplomacia

indígena. La relación tan estrecha del comandante Bernardo Echeverría con los indios que vivían

inmediatos al cantón llevó al viajero inglés Mac Cann, en su paso por el fuerte, a decir que "cada

vez que nos apeábamos para hablar con mujeres y niños [indios] todos se mostraban muy

afectos a él, que parecía ejercer la más bondadosa y paternal autoridad"897.

Un hecho puntual nos permitirá observar de cerca la manera en que Echeverría manejó

una situación extremadamente delicada. Durante la revolución de los Libres del Sur, los indios

de Tapalqué e Independencia que fueron convocados para auxiliar a las tropas provinciales,

aprovecharon la confusión y se apoderaron de gran cantidad de ganado proveniente de estancias

pertenecientes tanto a unitarios como a federales. Paralelamente, la amplia movilización de

tropas por la campaña sur como consecuencia de este movimiento rebelde y la ausencia de Rosas

en el teatro de operaciones creó cierto temor en los indios amigos sobre el futuro de la relación.

Sin embargo, la comparación de fuerzas entre las pertenecientes a las tropas provinciales y las

propias fuerzas indígenas produjo una sensación de superioridad en los indios que, en algunos

casos, adoptaron una actitud desafiante. En estas críticas circunstancias, Echeverría intentaría

doblegar esta disposición de los indígenas y obtener la devolución del ganado robado.

La revuelta de los hacendados comenzó a fines de octubre de 1839 en Dolores y

rápidamente se extendió a Chascomús, Monsalvo y Tandil. Con la misma rapidez fue sofocada y

un mes después estos focos habían sido derrotados. En la reconquista del fuerte Independencia,

la participación de los indios amigos de aquel punto y de Tapalqué, comandados por Echeverría

había sido de gran ayuda898. Pero a su regreso a los toldos, según informaba Prudencio Rosas

897 William Mac Cann Viaje a caballo por las provincias argentinas. Buenos Aires, Hyspamerica, 1982. 898 Ver Jorge Gelman, “La rebelión…”

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“Los indios llevan trozos de caballos, yeguas y ovejas, y han saqueado todas las estancias hasta

las inmediaciones de Azul”899. A partir de fines de noviembre comenzaría entonces una tensa

negociación tendiente a recuperar el ganado. Echeverría se hallaba fuera de Tapalqué y Luis

Gómez se encontraba a cargo de la comandancia. El fue quien notificó a Catriel900 sobre los

robos realizados por sus indios en las estancias de los federales a lo que el cacique contestó que

“no había estado en sus manos contenerlos a la distancia pero que podía mandar ya a los

mayordomos o capataces de todas las estancias de donde se habían traído las haciendas y que

yo considerase amigos para que reconociesen y apartasen todas las haciendas que les

perteneciesen”901.

Como esta vía no dio resultados inmediatos y teniendo en cuenta los aires de rebeldía que

se observaba en algunos grupos902, Echeverría ideó una estrategia bastante original fraguando

una carta enviada desde un lugar imaginario en las pampas denominado Laguna del Lagarto por

un también inexistente Pancho Gómez. El ficticio autor de la carta, supuestamente un cautivo

escapado de los indios, informaba al lenguaraz Bustos sobre una reunión de indios enemigos en

Mamil Mapu con el objetivo de “dir por los pagos de Tapalqué aver si les quitaban las familias

a esos indios amigos y aber si los concluian a todos… y yo como se que Ud, es amigos de ellos y

también lo es nuestro gobierno… se lo aviso para que no les vayan a pegar algun albaso”903. El

objetivo de esta carta que fue leída a los indios amigos de Tapalqué era crear alarma para que

depusieran su actitud de rebeldía. Para Rosas ésta era una estrategia adecuada ya que el objetivo

central debía ser desvanecer en los indios el temor de que pudieran ser atacados “pero la

habilidad en tal caso consistiría en hacerlo sin que aparezca adulación ni temor”904.

Avanzando en esa línea el comandante había decidido suprimir la entrega del aguardiente

que formaba parte de las raciones bimestrales de vicios, considerando que la ingesta de la bebida

podía acarrear mayores peligros a la ya delicada situación que se estaba viviendo. Teniendo en

899 Citado en Gelman, “La rebelión…” 900 Cachul ya había fallecido y su hijo se hallaba a cargo de la agrupación. 901 Gomez a Rosas, noviembre de 1839. AGN,X,25.6.5 902 Echaverría informaba a Rosas que en estas circunstancias “El cacique Catriel salio ayer como tiene de costumbre a la costa del arroyo [Tapalque] y no ha vuelto mas y en este momento que son las seis de la mañana se hallan todos reunidos a distancia como 12 cuadras de este punto con pretexto de hacer ejercicio … el lenguaraz del cacique Catriel acaba de estar conmigo pocos momentos antes y me a hecho notar la reunion de los indios a caso con el objeto de ver si yo me sorprendia a lo cual aparentando que no me habia fijado le contesto como preguntandole que si andaban haciendo ejercicio y el me repuso que si; con tal motivo le dije que me parecia muy bien que los indios hicieran ejercicio por si los chilenos llegasen a venir…” Echeverría a Bustos, 3 de diciembre de 1839. Ibidem. 903 Pancho Gomez a Bustos, 1 de diciembre de 1839. Ibidem. 904 Rosas a Echeverrìa, 4 de diciembre de 1839. Ibidem.

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cuenta la afición de los indios por la bebida, en una entrevista que mantuvo con el cacique

Catriel, le indicó la medida que iba a realizar

“pero de un modo como si le pidiera consejo poniéndole de manifiesto que estando amenazado este punto por los indios chilenos es muy espuesto el que los indios se embriagasen y el cacique Catriel convino en el acto en aprovar esta determinacion con tal motivo, le hice entender que yo lo iva a hacer por su prudente consejo … concluí por decirle que estava mui contento de su juiciosidad y prudencia en el modo de obrar y que se lo iva a comunicar a V.E. para que viese cuanto hacia él por restablecer el orden”905.

Pocos días después comenzó la recuperación del ganado robado y los peones y capataces

enviados por los vecinos se dirigieron a los toldos para identificar el ganado de sus patrones.

Muchos indios se negaron a entregarlo y nuevamente el comandante debió hacer gala de toda su

habilidad de mediador. Para ello se reunió con Catriel y Cachul (hijo) volviendo a reclamarles el

ganado hurtado a lo que los caciques respondieron que

“ellos asen cuanto pueden que algunos ollen sus consejos pero que hay entre ellos como entre los cristianos algunos malos que con estos me entienda yo del modo que me paresca significándome de un modo indirecto lo opuesto que es a sus leyes o costumbres el valerse ellos mismos de la fuerza… solo me han pedido que no les de castigo alguno”906.

Nos inclinamos a pensar por la declaración de los caciques que, con la desaparición de

Cachul, se estaba logrando una mayor sumisión en los indios de Tapalqué, avalando los jefes

indios la intromisión de la autoridad provincial en la resolución de conflictos que, por la

estructura de poder característica de estos grupos, no podían solucionar por ellos mismos.

Además de los indios de Tapalqué, también los asentados en Independencia habían

cometido robos de ganado. Como medida de presión, Echeverría había decidido denegarles

cualquier pedido de pase que solicitaran para comerciar con las estancias de la campaña. Esta

medida no solo no había quebrado la resistencia de los indios en devolver el ganado sino que

había provocado un mayor recelo. Para desandar el camino y recomponer la relación, el

comandante debería redoblar su cautela. El primer punto que se plantearía el comandante era la

conveniencia de llamarlos para tratar el asunto: “no havia querido llamarlos porque temía que

no me obedecieran… pues no siendo posible ni prudente valerse de la fuerza para aserse

obedecer era de necesidad dejarlos estar si ellos se negaban a venir”. De ahí que Echeverría

esperara a que los mismos caciques se acercaran al cantón por asuntos particulares “como

905 Echeverría a Rosas, 10 de diciembre de 1839. A,X,25.6.5 906 Ibidem

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sucedió que vino el cacique Calfiau907 a visitarme y con este invité a los otros caciques Maica y

Pety “. Aun cuando el paso de éstos por el cantón era frecuente, la relación que tenía Echeverría

con estos jefes no era demasiado directa lo que derivó, teniendo en cuenta el sustento

personalista que tenían las relaciones interétnicas, en la necesidad de Echeverría por “aserme

conocer y acerles ver el largo tiempo que yo servia a las ordenes de V.E. para que ellos

dedugesen de esto de que todo lo obrado por mí era del gusto y con la autorización de V.E.”

Luego de estas presentaciones Echeverría pasaría al tema central por el cual había

convocado a los caciques: lograr la devolución de la hacienda robada. Para captar la confianza de

los caciques y lograr el objetivo, utilizó dos estrategias. Por un lado confrontar su actitud con la

de los caciques “verdaderamente amigos” Catriel y Cachul, ratificando que los mismos indios

reconocían una jerarquización muy evidente dentro del negocio pacífico en donde los

anteriormente citados eran los caciques más cercanos al gobernador. Por otro lado, dando vuelta

la argumentación sobre la prohibición de comercio que había impartido, la presentaría como una

medida de protección para los mismos indios. Pero escuchemos directamente el informe que

Echeverría elevó a Rosas sobre su reunión con los caciques:

“… les puse de manifiesto… el sentimiento que tenía de ver que no podía decir a V.E. que los caciques tandileros a imitación de Catriel y otros marchavan con orden y que aproximandose el tiempo en que yo devia dar cuenta a V.E. de todo lo ocurrido iva si ellos no mudavan de conducta a escribir a V.E. todos los males que havian echo y la indiferencia con que los que se decian amigos de V.E. como Calfiau, Pety, Maica miran estas cosas y no ponian remedio alguno”908.

Con respecto a la negativa de pases para las estancias del sur argumentó que

“…estando todas las estancias de esa parte del Tandil resentidos por los males recientemente causados … entonces quisas los individuos parientes de los ofendidos quisieran vengar los males que les hubieren echo y entonces yo y todos los jueces del transito darian cuenta a V.E. de lo sucedido y sin duda alguna V.E. los castigaría [y del] mismo modo castigaría a los cristianos que hicieran mal a los indios que transitasen con orden pero … tampoco era facil saberse quienes eran los crisitanos malos ni V.E. iba a poner preso a quien los indios dijeran que les havia causado mal sin antes averiguar lo primero, porque asi lo mandavan nuestras leyes y que ellos viesen y reflexionasen cuantos males evitava yo con no dar pase a los indios…”909

De manera que, invirtiendo la verdadera causa de la prohibición del comercio y

enfrentando a los caciques tandilenses a la comparación con los jefes “mas queridos del

907 Quien, según Bustos, había expresado junto a otros indios de Tandil que “nosotros somos hoy muchos y los cristianos son muy poquitos”. Bustos a Granada, 12 diciembre 1839. AGN,X,25.6.5 908 Echeverría a Rosas, enero 1840, AGN,X,25.6.5 909 Ibidem.

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gobernador”, Echeverría consiguió el compromiso de los caciques, previo agradecimiento de sus

consejos y cuidados, de ir devolviendo la hacienda robada. Como recompensa por esta acción el

comandante pidió a Rosas que se incrementara la cantidad de ganado entregaba a estos grupos

como ración.

b) intermediarios e interlocutores válidos.

Junto a estos caciques y autoridades fronterizas que servían de nexo entre los dos mundos

existía una diversidad de personajes que también actuaron de puente para la convivencia

interétnica. Hemos visto a varios de ellos funcionar como interlocutores válidos o como

introductores de comitivas diplomáticas dentro del espacio indígena. Se trataba de vecinos,

militares de frontera y lenguaraces que, en virtud del contacto constante y fluido con las

poblaciónes indígenas del espacio fronterizo, habían establecido lazos personales con algunos

indios en pos de la obtención de determinados objetivos dentro de los cuales el comercio se

presentaba como el vínculo más notorio.

A lo largo de los capítulos precedentes se ha señalado que Rosas fue uno más de los

hacendados de campaña que lograron establecer sólidos vínculos con los indígenas “fronterizos”,

aunque indudablemente fue el más importante y que mayores réditos supo sacar de estos

contactos. Pero dentro de este grupo de hacendados, algunos vecinos de campaña utilizaron sus

contactos previos con caciques de importancia para actuar como mediadores entre éstos y el

gobierno en ocasión del inicio de relaciones diplomáticas. Otros, recorriendo un camino inverso,

tuvieron un inicio más “humilde” desempeñándose como baqueanos o lenguaraces y basaron su

ascenso social precisamente en la importancia de esa tarea.

Como ejemplo del primer caso podemos mencionar al vecino de Salto, Juan Francisco

Ulloa quien en el año 1819 era Alcalde de Hermandad del partido y era nombrado en los

documentos como Protector Especial de los indios. Ulloa cumplió un papel fundamental como

introductor del gobierno en las negociaciones con algunos grupos ranqueles en el lapso 1819-

1821, acompañado en esta tarea por otro “vecino de probidad” de Salto, Don Martín Juan

Quiroga910. En el año 1820, la superposición de comisiones enviadas por el gobierno a distintas

tolderías ranqueles mostraría la competencia creada entre los sujetos anteriormente mencionados

910 Quiroga había sido seleccionado como elector para elegir diputados al congreso de Tucumán respondiendo a la característica esperada de ser “vecino y hacendado de probidad”. Abril de Ciafardini, Nobelda, Salto. Un pueblo con historia. Arrecifes, Deferrari hnos, 1997.

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y otro vecino, Matías Gutiérrez, por monopolizar el contacto interétnico911. Para los

comisionados sería fundamental poder mostrar a los caciques quién era el interlocutor más

válido para concertar un acuerdo con el gobierno que derivara, esencialmente, en la percepción

de ayuda económica (vía regalos de ganado y otros bienes) y militar. La búsqueda por obtener

esta centralidad debía tener otros motivos adicionales que imaginamos se centrarían

fundamentalmente en direccionar el tráfico comercial hacia ellos.

Dentro del segundo grupo, encontramos a Ventura Miñana que comenzó su actuación en

la campaña como baqueano de la tercera expedición al sur realizada por el gobernador Martín

Rodríguez en 1823912. Trece años después era un próspero vecino propietario del pueblo de

Azul. El camino recorrido por Miñana para llegar a esta ultima condición estuvo estrechamente

vinculado al contacto interétnico. Luego de la expedición de Rodríguez siguió desempeñándose

como baqueano de la campaña mencionándose sus constantes idas y vueltas “a los toldos”. En

uno de estos viajes avisaría sobre los preparativos de un malón que estaba planeándose sobre el

partido de Monsalvo913. En el levantamiento rural del año 1829 su participación al frente de

fuerzas de paisanos e indígenas fue muy clara914: En febrero organizó una partida de más de cien

personas en el partido de Dolores915 y más tarde comandaría una división de indios de Tapalqué

en la batalla de "Las Vizcacheras" donde las fuerzas de Lavalle fueron derrotadas y el coronel

Rauch encontró la muerte916.

Es probable que estas acciones fueran premiadas con un ascenso militar ya que en 1832

integró como comandante, el escuadrón fundador de Azul en 1832, junto a Juan Zelarrayan y

Francisco Sosa917. Su asentamiento en dicho sitio podría haberse originado en ese momento. Lo

cierto es que en un censo de Azul realizado en el año 1839 ya figuraba como propietario de dos

suertes de estancias, pobladas con 500 vacunos, 91 lanares y 400 caballos y un capital de

25.446$918.

911 El desarrollo de estas negociaciones las hemos señalado en la Parte primera, capítulo 1, p XX 912 Ver capitulo 1, parte primera, pág. 913 Ver cuadro 1. 914 Esta relación con los indígenas habría llevado a Pilar González a caracterizarlo como un cacique indígena en su análisis sobre el levantamiento en la campaña durante el año 1829. 915 El Pampero, 12/2/29 916 Sarramone, Alberto, Los indios pampas… pág. 113 917 Sarramone, A. Historia de Azul. Biblos, 1997, pág. 57 918 Censo de propietarios de Azul (1839) en Infesta, M. E. “Propiedad rural en la frontera. Azul, 1839” en E Barba (in Memoriam), Estudios de Historia…, p.269-286.

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La relación tan estrecha que lo había vinculado con los indios desde mediados de la

década de 1820 se mantuvo en Azul. Precisamente en su estancia se alojaban 22 indios de los

cuales 5 eran indios adultos, un muchacho de 14 años, 8 mujeres y 8 chicos de ambos sexos919.

Su contacto con los caciques pampas lo convertía asimismo, en un interlocutor de importancia.

Durante los acontecimientos de fines de 1836, cuando la región sur de la provincia se vio

prácticamente arrasada por los malones indígenas, Miñana invitó a los caciques Cachul y Catriel

"para tener con ellos una entrevista y tratar de los ultimos sucesos ocurridos en las estancias

del Azul"920. Poco después, ante la inseguridad de la zona y, sin consultar previamente a

Echeverría, el caciquillo Nicasio dependiente de Catriel le había consultado “....si el cacique…

podía venir a Azul”921. En el ataque de enero de 1837, el cacique Reilef que había vivido en

Tapalqué hasta 1836 y se presentaba como uno de los promotores del malón, había elegido a

Miñana como interlocutor para lograr un entendimiento con el gobierno y obtener el canje de

prisioneros conociendo que “el Coronel Miñana… era muy caritativo y muy dispuesto a favor

de los cautivos y cautivas" 922.

Si en los casos anteriores es clara la pertenencia de esos personajes a la sociedad criolla,

en los lenguaraces ésto se diluye bastante adquiriendo características más cercanas al aindiado923

que se mueve de manera armónica entre los dos mundos. Esta doble pertenencia llevaba a que,

en ocasiones, su “fidelidad” resultara bastante dudosa pero que, paralelamente debieran

disimularse algunas prácticas non santas por la necesidad de contar con sus servicios.

Veamos el caso del lenguaraz Dionisio Morales cuyo desempeño tuvo una gran centralidad

en los inicios de la década de 1820 como nexo entre el gobierno de Buenos Aires (enfrentado a

las fuerzas de Carrera en esos momentos) y algunos caciques ranqueles. De él se diría que, junto

a Ulloa “mueven a estos casiques a fabor de Buenos Aires”. A pesar de su importancia en el

contacto interétnico, el gobierno tenía una gran desconfianza hacia su persona. En 1820, se

recibieron noticias de que Morales se hallaba en unas tolderías ranqueles negociando la entrega

de cautivos sin conocerse quién había impulsado esa misión. Se decidió entonces ordenar su

919 Miñana a Rosas, 5 mayo 1834. AGN,X,24.9.1. Es bastante razonable suponer que estos indios cumplían algún tipo de tarea rural dentro de la estancia. De hecho, encargado de cuidar una caballada de Estado existente en Azul Miñana informaba que había puesto en servicio a algunos indios “que tengo en mi chacara y han aceptado voluntariamente la ocupación seis indios”. Como dato adicional vale señalar que mientras los peones criollos cobraban un sueldo de 30 pesos, los indios eran retribuidos con la suma de 20 pesos. 920 AGN,X,25.5.1 921 AGN,X,25.2.5 922 Ibidem. 923 Para una caracterización de este “tipo fronterizo” ver el trabajo de Villar y Jimenez, “Aindiados, indígenas y política…”.

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captura y remisión a Buenos Aires para indagar el motivo de su presencia en los toldos,

sospechándose que el objetivo era captar a los indios para algún tipo de incursión sobre la

frontera. La orden de arresto, sin embargo, no fue acatada por Cornelio Saavedra, comandante de

la frontera norte, quien desestimó esos temores y revalorizó el papel del lenguaraz como

interlocutor válido para la realización de negociaciones. De hecho, poco después, junto a Ulloa y

Quiroga, encabezaría la misión de paz enviada a los mismos toldos reconociéndose que Morales

“es sumamente amado de los dos caciques Leynan y Guaichu”.

Pero esta estrecha relación con los indios lo llevaría a realizar ciertas prácticas indígenas

no bien vistas por el gobierno que en marzo de 1822 ordenó, y esta vez logró, la prisión de

Morales por “estar en los toldos y vender un cautivo cristiano por 25 cabezas de ganado y 60

pesos”924. A pesar de esta penalización, Morales debe haber vuelto a cumplir tareas esenciales

para el contacto interétnico ya que, completando su sinuoso derrotero, al morir, el gobierno

decidió entregar a su viuda una pensión por los “invalorables servicios realizados por su marido

en la campaña”925.

Un caso similar al de Miñana en cuanto al ascenso social fue el de Francisco Iturra,

oficial chileno que formó parte del contingente de "aindiados" que arribó a las pampas en 1827

junto con el cacique Venancio. Entre 1820 y 1827 formó filas en el ejército patriota durante la

llamada Guerra a Muerte en Chile. En 1828, ya establecido en Bahía Blanca, alcanzó el grado de

alférez y se convirtió en el lenguaraz del fuerte926. Su estrecha relación con indios de distintas

agrupaciones lo llegó a hacer sospechoso para las mismas autoridades del fuerte que en

ocasiones dudaron de su fidelidad. En agosto de 1831, en momentos en que el fuerte se hallaba

en una difícil situación por la llegada de la coalición borogano-Pincheira, sucedió que

habiéndoselo llamado “para que tradujese las expresiones de ciertos Indios que se han

presentado no fue havido Iturra en el destino, contextando … su asistente que havia ido ha

cuidar los cavallos … dos millas distante de este punto”, situación que creó gran sospecha y

descontento en el comandante ya que, para impedir que con esa excusa el oficial se ausentara

924 AGN,VII, Archivo Biedma, legajo 1041. 925 Ibidem 926 Una evolución similar realizó Jose Bielma, capitán de milicias de la frontera de Penco que se asentó en la campaña bonaerense y sirvió “de lenguaraz en las fronteras de esta capital en cuyo tiempo se ha desempeñado con el mayor celo”. En octubre de 1815 pidió la exención del servicio miliciano por su avanzada edad pero solicitaba “que no se le ponga incoveniente para ir a visitar a los caciques amigos”, pedido que fue concedido. Durante el enfrentamiento entre las fuerzas bonaerenses y Carrera, Bielma actuó como nexo fundamental en la coalición entre el cacique Pablo y el oficial chileno. Esta opción de Bielma contra las autoridades bonaerenses estaría fundada en la muerte de su hijo en manos de los “montoneros” federales AGN,VII, Archivo Biedma, legajo 1041.

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para tratar con los indios hacía tiempo que “fue preciso comprarle su tropilla de cavallos”.

Como ultimo recurso para lograr su obediencia se emitió una orden en donde se apercibía “al

alférez lenguaraz Don Francisco Iturra que si buelve a delinquir en separarse amas distansia de

seis cuadras sin conocimiento de alguno de los señores Gefes sera… castigado con el rigor de la

Ley … Luego que el expresado lenguaras Alferez Iturra hay regresado de su viaje alos campos

se presentará arrestado en el cuarto de vanderas”927.

Pero estas medidas no implicaron una caída en desgracia del personaje que siguió

cumpliendo su papel como intérprete oficial e incrementado su relación con los indígenas. Los

vínculos personales que anudó paralelamente con algunos oficiales del fuerte, incluido el mismo

comandante Palavecino, le permitieron instalar a fines de la década de 1840 una pulpería y

establecer cierto monopolio en la compra de cueros a los indios derivado de su rol de lenguaraz

al punto que según otro vecino del fuerte “Los demás negociantes muy raro cuero compran a los

indios pues el mayor Iturra se los negocia”928. Al frente de la casa de comercio se hallaría su

esposa, Juana Seguel (que había sido cautiva de los indios y rescatada por el cacique Venancio

quien la entregó en Bahía Blanca) y su hijo Francisco Pío. A fines de la década de 1840 el

comercio interétnico del fuerte (a lo que se agregaban las raciones del gobierno) se incrementó

notablemente por el arribo de un contingente transcordillerano liderado por el cacique Calfucurá.

Precisamente este cacique se convirtió en cliente privilegiado de Iturra929.

El ascenso de Iturra en el fuerte tuvo su punto culminante cuando en 1858 lo

encontramos ejerciendo la comandancia. Tal vez, aprovechando esa posición, elevó al gobierno

seis solicitudes de terrenos en propiedad que se hallaban en poder de sus ocupantes desde el año

1844930. Entre esas denuncias se encontraba la de su mujer Juana quien argumentaba para

obtener la propiedad del terreno “haber sufrido [en la ultima invasión indígena de 1858] el

cautiverio junto con sus hijos, muriendo uno de ellos por el cruel tratamiento recibido por la

gran prevención de estos contra su esposo el comandante”931.

927 “Diario de Bahía Blanca”, en Villar, D Relaciones interétnicas… p. 151. 928 AGN, X, 17,7,2 929 En el Archivo Salesiano de Bahía Blanca (al que hasta el momento no hemos podido acceder) se encuentra una voluminosa correspondencia mantenida en la decada de 1850 entre Calfucura e Iturra. 930 Las solicitudes eran propias, a nombre de su esposa, su hijo y otros parientes como Luis Iturra, Manuel Iturra y Miguel Seguel. AHPBA, Escribanía Mayor de Gobierno, 97-8124/0, 169-12750/0, 98-8194/0, 220-15653/0, 86-6709/0 y 74-5656/0. 931 AHPBA, Escribanía Mayor de Gobierno, 86-6709/0.

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¿Cómo interpretar la “gran prevención” de los indígenas hacia Iturra con quien

aparentemente tenían tan buenas relaciones? Precisamente este fluir entre dos mundos

representaba un serio peligro para los aindiados. La opción final por algunos de estos mundos

podría implicar la enemistad total con el otro. Eso fue lo que sucedió a Juan de Dios Montero

cuando sus opciones implicaron el corte de relación con uno de sus referentes. Es probable

pensar que Iturra haya, al final de su vida932, realizado una opción por la sociedad criolla que lo

haya llevado a enemistarse con los grupos nativos que hasta el momento habían sido sus

principales contactos con el mundo indígena.

Los personajes descriptos hasta aquí fueron centrales en la comunicación entre los dos

mundos en contacto. Es hora de abandonar el estudio de estos casos particulares para acercarnos

al conocimiento de este mundo en movimiento. El primer paso que nos proponemos es analizar

de qué manera, algunas prácticas sociales indígenas adoptaron y resignificaron elementos de la

cultura criolla las que no derivaron en la pérdida de su especificidad.

2. Prácticas indígenas en un ámbito de frontera

Los mapuches se regían por el admapu o ley tradicional sancionada por fuerzas

sobrenaturales que emanaban de los ancestros. El admapu impartía las leyes de comportamiento

que vinculaban a los hombres con el mundo terrenal así como con las fuerzas sobrenaturales que

los rodeaban. Esas costumbres se transmitían de generación a generación y se repetían “porque

lo hicieron los ancestros y porque nuestros abuelos dijeron que era bueno”933. Precisamente los

antepasados cumplían para los mapuches la función de intermediación entre el mundo terrenal y

las divinidades lo que les otorgaba asimismo cierta aureola de deidades. El admapu reglaba la

vida social y política (por ejemplo, las alianzas matrimoniales, la resolución de conflictos

internos y externos, las prácticas sucesorias del grupo) por lo que, cualquier modificación

estructural de ellas, como por ejemplo, los cambios en el liderazgo étnico, provocaban hondos

conflictos en el interior de las agrupaciones. Pero también regulaban las relaciones entre las

comunidades y el mundo divino.

Dentro del panteón de divinidades mapuches se destacaba un dios principal: Ñenechen.

Con respecto a esta deidad existe una discusión en torno a la conexión entre los orígenes

932 No sabemos la fecha de su muerte pero en la documentación anterior se señala que en el año 1860 ya había fallecido. 933 Faron, L. Antupaiñamko. Moral y ritual mapuche. Santiago, Editorial Nuevo Extremo, 1997, p. 16

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politeístas del pueblo mapuche y la centralidad que adquiriría posteriormente Ñenechen que

remitiría al impacto y la función que pudo haber ejercido la evangelización en este proceso. Ana

María Bacigalupo propone una evolución religiosa de los mapuches en tres etapas partiendo del

culto al Pillán (las almas de los antepasados) caracterizado por la existencia de espíritus

múltiples, pasando por la constitución de un único antepasado mítico de la etnía para llegar

finalmente a una divinidad central, Ñenechen, que, para la autora, comparte rasgos mapuches y

cristianos934. En su trabajo sobre religiosidad mapuche Foerster resume la existencia de dos

posiciones enfrentadas en torno al impacto del cristianismo. Una de ellas plantea que “para el

mapuche no hay más que un solo Dios Soberano Creador aunque nombre varias personas en

Dios… así como los cristianos creen en la trinidad sin ser por ello politeístas” en tanto la otra

considera que no puede homologarse a Ñenechen con el dios cristiano ni considerarse un dios

único “ya que dicha traducción fue hecha por los jesuitas para enseñar la religión y explicar la

existencia de un dios único universal”935.

Pero en general se acepta que la evangelización no habría afectado sustancialmente ni las

representaciones ni los ritos ni la comunidad ritual936. Para Faron “la ínfima influencia cristiana

tiene menos impacto que la estructura de valores mapuches que ha permanecido intacta”937.Lo

claro es que, hacia el siglo XIX, las agrupaciones mapuches reconocen la existencia un dios

central nombrado Ñenechen que es, según se puede observar de las invocaciones que se le

realizan durante las ceremonias rituales, un padre bondadoso938. Ñenechen adopta las

características de creador, sostenedor, alimentador, protector, castigador y poderoso. De estas

invocaciones, Foerster concluye que “se desprende la imagen del Dios mapuche asociada a un

esquema de reciprocidad, donde la divinidad aparece como donante de toda clase de beneficios

y donde el mapuche debe hacer una serie de contraprestaciones [mediante los sacrificios

ceremoniales] para restablecer la reciprocidad so pena de castigos”939.

Entre Ñenechen y los espíritus ancestrales se movían una serie de dioses menores así

como también fuerzas malignas. Toda calamidad sufrida por las agrupaciones, tanto personales

934 A.M.Bacigalupo, citado en Foerster, R Introducción a la religiosidad mapuche. Santiago, Editorial Universitaria, 1993, pág. 71-72. 935 Ibidem, p. 72 936 Rolf Foerster, "La conquista bautismal de los mapuches de la Araucanía" en Nutram, Año VI, No. 3. Santiago, 1990; Pinto, Jorge, Misioneros en la Araucanía 1600-1900. Ediciones Universidad de la Frontera, Temuco, 1991. Para Foerster aún en la actualidad las comunidades mapuches no fueron afectadas tanto por la accion evangélica de la Iglesia como por el contacto con la piedad popular campesina. Introducción… p. 119 937 Faron, L. Antupaiñamko… p. 185 938 Ibidem, p. 50 939 Foerster, R Introducción p. 73

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(como la enfermedad o muerte de una persona) como generalizadas (desastres climáticos,

pérdida de cosechas) era interpretada como la acción de espíritus malévolos o como

consecuencia de la escasa atención prestada a los ritos propiciatorios a las divinidades. En este

esquema, la realización de ritos y ceremonias suponía la conexión entre el ámbito de lo divino y

lo profano actuando como medios de comunicación con las divinidades y los ancestros. Dentro

de estos ritos los que adquirían mayor centralidad porque además de su valor simbólico tenían un

amplio poder de cohesión al convocar a gran cantidad de grupos, eran el nguillatún o rito de la

fertilidad y las ceremonias de enterramiento.

En general, estas prácticas sancionadas por el admapu se mantuvieron en los grupos

aliados / amigos. Lo que puede observarse, no obstante, es que en la mayoría de los casos se

introdujeron elementos “extraños” a la cultura mapuche que fueron tomados y resignificados.

Siguiendo a Boccara planteamos que este proceso de incorporación selectiva de algunos

elementos de la cultura criolla representó un “mestizaje-superposición” en el sentido de que los

indígenas tanto en el ámbito de la salud como en el de la religión, “navegan entre varios mundos

y recurren a diversos sistemas profilácticos, etiológicos y terapéuticos aparentemente

contradictorios”940.

Del lado del gobierno existía una gran cautela en no forzar la modificación de prácticas

indígenas aun cuando fuesen contrarias a las costumbres criollas941. Los cambios debían ser

trabajados con una gran dosis de persuasión por parte de las autoridades fronterizas. Una

estrategia utilizada por el gobierno para lograr la conversión de los indígenas era la selección de

determinados actores con el propósito de que se convirtieran en una suerte de "ejemplo" a ser

imitado por el resto de los indios. En este punto jugaron un papel fundamental los caciques

pampas Catriel y Cachul, considerados para el gobierno como los intermediarios claves en la

estructura del negocio pacífico. Otra estrategia a la que apeló el gobierno fue la captación de los

hijos de los caciques mediante su educación en la ciudad. Para los jefes étnicos, la elección de un

hijo para servir como interlocutor con el gobierno significaba una garantía de que no serían

engañados942. En ese sentido se expresarían los chasques de los caciques Paine y Pichun al

940 Boccara, G, “Antropología diacrónica”, en Boccara y Galindo (eds), Lógica mestiza en América, pág. 39-40 941 La más evidente es la tolerancia de la poligamia. 942 Esta selección de los hijos de caciques es una práctica antigua que puede rastrearse desde la época de los Borbones. En Chile, se había ordenado a las autoridades coloniales que “sin limitacion [se] gaste de los caudales… cuanto fuese necesario para la educacion o enseñanza en Escuelas y Colegios de los hijos de Caciques, indios nobles y aun de todos los de menos clases o calidad… logrando de esa suerte tener personas capaces e instruidos que les honren, amparen y

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iniciar negociaciones de paz con el gobierno bonaerense pidiendo a uno de los hijos de estos

jefes que se hallaba en Buenos Aires

“para dar con ello mayores garantías a la negociación de paz pues ellos sacan por ejemplo al finado Don Venancio que todo cuanto el gobierno le mandaba era por conducto de su hijo quien de ninguna manera podía engañarle y… pueden ser algún dia el órgano para comunicar las disposiciones del gobierno a sus padres y ellos cumplirlas religiosamente seguro de que sus hijos no los engañaran”943.

En términos generales se puede plantear que se esperaba que fuera el indígena el que

mostrara interés por las prácticas criollas y de esa manera fuera abandonando lentamente las

suyas944. Teniendo en cuenta lo anterior, analizaremos en este acápite la persistencia de algunas

prácticas indígenas, tanto aquellas vinculadas con su relación con la divinidad así como otras que

hacían a la vida terrenal, en las cuales se incorporaron elementos criollos / cristianos sin que esto

conllevara la modificación sustancial del admapu.

a) Las plegarias a la divinidad: el nguillatún

Comenzaremos con la celebración del nguillatún. En el campamento borogano situado en

Salinas Grandes se practicaba, además del pastoreo del ganado, “cierta agricultura de sandias,

sapallos y mais”945. Esto no es sorprendente sabiendo que estos indios en la Araucanía “se han

dedicado a sembrar más que a la crianza de animales desde los años de sus primeros mayores.

defiendan sin que tengan necesidad de valerse de Interpretes ni de otros sujetos para sus representaciones…” (Establecido en el Parlamento de Tapihue del año 1774. reproducido en León Solís p. 43). 943 Echeverría a Rosas, 7 febrero de 1838. AGN,X,25.5.3. A la muerte de su padre Ramón Coñuepan se separó totalmente de la agrupación indígena pasando a cumplir funciones determinadas por el gobierno como la de interprete junto a otros oficiales, como se señalará más adelante. Santiago Avendaño, cautivo de los indios ranqueles que logró escapar a fines de la década de 1840, dejó una clara imagen sobre la total incorporación de Ramón a la sociedad criolla. Para esa época vivía en una casa cerca de Santos Lugares “donde vivía con mucha comodidad … Poseía un estante lleno de libros militares y otras obras. Su cuarto estaba bien amueblado, en él ví una alfombra, un buen reloj de sobremesa y su butaca. Tenía un escritorio con todos sus accesorios. Vestía siempre pantalón de fino paño azul con franja, casaca de presillas y su gorra bordada, sin descuidar jamás ni la corbata ni el lustre de sus botas”. Avendaño, S, Memorias… p. 38. 944 Rosas era muy severo en cuanto a que las autoridades militares de la frontera no intervinieran perturbando las relaciones sociales de las tolderías. Por ejemplo, el juez de paz de Dolores anunciaba en octubre de 1837 que debido a la muerte de algunos indígenas del partido una indiecita de 4 años, de religión cristiana había quedado sin padres por lo cual el juez de paz la sacó de los toldos y la trasladó a su casa en donde permanecía hasta que el gobernador le ordenara qué hacer con ella. Rosas contestó que “devuelva la india a los toldos de donde la hizo sacar pues que se han muerto sus padres debe tener hermanos, parientes o deudos y que aun cuando no los tenga puede hacerse cargo de ella alguna china del mismo toldo” AGN,X,25.3.5 945 La persistencia de prácticas agrícolas queda aquí totalmente confirmada en contra de una visión tradicional que postulaba el abandono de la agricultura y del tejido en los grupos araucanos que cruzaban la cordillera. En una carta de Rondeau a Rosas expresaba que en octubre de 1833 el cacique Rondeau expresaba que “ya estamos muy empeñados de sembrar todos los yndios, este año ya he dado muy fuertes ordenes para trabajar ya tengo bueyes, araos y yugos para sembrar y todos estan muy empeñados para sembrar” Rondeau a Rosas, 3 de octubre de 1833, AGN,X,27.6.1

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Han cultivado toda clase de sembrados: maíz, habas, cebada, arvejas i trigo”946. Estos cultivos,

según la práctica habitual se realizaban en chacras de la comunidad que eran trabajadas en

común. Pablo Millalicán, el escribiente de los caciques, habría cumplido un papel vinculado al

cuidado de estas sementeras y, fiel a su critica constante sobre los indígenas, se lamentaba que

los indios roban como ratones y no dejan crecer las plantas”947.

Vinculada a esta práctica agrícola se mantenía uno de los rituales más importantes de la

cultura araucana: el nguillatún o rito de la fertilidad948. Esta ceremonia, a pesar de las diferencias

regionales que se han detectado en los estudios etnográficos de la zona araucana, representaba en

términos generales una apelación a la divinidad por una buena cosecha y la abundancia de

alimentos. Una carta del cacique Rondeau presenta algunos detalles sobre esta ceremonia.

“... nuestros mayores en sus antiguas edades han tenido siempre hacerles honras y sacrificios a Dios Nuestro Señor ausansas y costumbres de la tierra. Y nosotros como hijos de ellos hemos heredado sus vuenas costumbres de hacerles sacrificios a Dios al principio de la Primavera y en tiempos de las cosechas949.

Rondeau, que invocaba a las enseñanzas de los antepasados como origen de este rito,

envió esta carta a comienzos del mes de octubre, es decir, a inicios de la primavera por lo que

puede suponerse que se pediría por una abundante cosecha. La ceremonia del nguillatún

consistía en un par de días de celebración en donde se bebía y comía copiosamente, se hacían

sacrificios al dios y se realizaban juegos típicos. “El ánimo y el espíritu del nguillatún es festivo

y se materializa en la abundancia de alimentos compartidos. Las familias los acumulan con

meses e incluso años de anticipación para ser consumidos dispendiosamente”950. Era organizada

por el jefe de la agrupación que la patrocinaba y todas las familias debían participar aportando

alimentos y bebidas que, en general, habían sido acumulados durante un tiempo para esa

ocasión. En la ceremonia siempre existía una figura masculina central que idealmente era el jefe

de la reducción anfitriona que debía conocer las oraciones rituales y ser capaz de organizar las

actividades. En este caso sería Rondeau quien había tomado a su cargo la organización de la

ceremonia ya que en la carta mencionada señalaba que

946 Referencia de Guevara sobre los indios boroganos en Las ultimas familias… p. 133 947 Millalican a Delgado, 27 de febrero de 1834. AGN,X,24.9.1 948 Aún cuando no encontramos referencias para el período en estudio, esta práctica debió desarrollarse también en las tolderías de frontera. En el año 1871 el viajero francés Henry Armaignac presenciaría un nguillatún en Azul, realizado por la tribu del cacique Catriel (nieto del cacique que gobernaba la agrupación en tiempos de Rosas) en donde se pidió “a las divinidades celestes que se dignaran enviar a la tierra un poco de agua” debido a la gran sequía que asolaba la región desde había tiempo. H. Armaignac, Viajes por las pampas argentinas. Cacerías en el Quequén Grande y otras andanzas. 1869-1874. Buenos Aires, Eudeba, 1974. p. 125. 949 Coincidiendo con el calendario que figura en los relatos etnográficos y que aún en la actualidad sigue en vigencia. 950 Foerster , Introducción … p. 97

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“… para cumplir nuestras devociones he dado orden a todos mis capitanes y los demás yndios a que contribuyan en lo que puedan con sus pobresas y desdichas. Y asi es que hemos dispuesto que vayan a la Baya Blanca llevando sus gergas a buscar aguardientes y otras cosas aunque sean unas migajas951.

Aquí ya se introduce un elemento “extraño” a la práctica ritual ya que se apela al

comercio para obtener los bienes que permitan realizar la ceremonia. Pero, por si ésto no fuera

suficiente, el cacique solicitaba directamente la ayuda económica,

“si puede darles [a los indios que llevan gergas] un poco de Yerva, asucar y tabaco y en fin SE como Padre piadoso y compacivo de ellos dignece admitir nuestras pobresas; si tuvieramos riquezas y caudales también le dariamos con mil amores y vuena voluntad... ”952.

En este pedido del cacique se hace evidente los beneficios que buscaban obtener algunos

jefes de su relación con el gobierno. La solicitud de bienes para organizar los festejos del

nguillatún introducía un elemento extraño en la ceremonia ya que derivaba en que no serían

solamente los participantes al mismo quienes aportaban los recursos materiales para llevarlo a

cabo. Sin embargo, esta incorporación no habría implicado un cambio en el ritual sino,

concretamente, el aprovechamiento de una vía externa de provisión de alimentos que permitiría,

en caso de escasez, que la ceremonia se realizara de la manera habitual.

b) De enfermedades y gualicho

Para los indígenas las enfermedades eran producto de la posesión del enfermo por un

espíritu maligno, el gualicho953. No existía para ellos la muerte natural, sino que se creía que ésta

era causada por alguien, de ahí la preocupación casi obsesiva por encontrar al culpable954. Se

consideraba que un hechicero o kalku había introducido el gualicho en el cuerpo del enfermo. Si

bien en la búsqueda del culpable toda la comunidad era potencialmente sospechosa, había una

cierta constante en que las sospechas recayeran sobre las mujeres. La detección del culpable

estaba a cargo de la machi, persona dotada de saberes médicos y adivinatorios.

En el siglo XIX la mayor parte de las machis eran mujeres producto de una feminización

de este rol en la comunidad. Estos personajes tenían poderes sobrenaturales que les permitían

comunicarse con las divinidades utilizando esos saberes para diagnosticar y curar las

951 Rondeau, 6 de octubre AGN,X,27.5.7 952 Ibidem. En estas ceremonias, el jefe oficiante o ñillatufe podía ser el cacique anfrition o el machi. 953 Faron, L Antupaiñamko…, pág.. 80 954 Foerster,. Introducción ….pág. 90

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enfermedades. Cuando un indio se enfermaba, los parientes recurrían a los servicios de las

machis que cobraban por sus servicios derivando, según Faron, en personas generalmente

ricas955. Los ritos de curación llevados a cabo por la machi, que llegaba hasta la morada del

enfermo acarreando su parafernalia consistente en el kultrun (tambor de madera recubierto de

cuero), campanillas o sonajeros y el rewe (poste con peldaños por el que la machi “ascendía” al

mundo divino), comprendía tres etapas: el diagnóstico de la enfermedad, la expulsión del mal

mediante una serie de operaciones (oraciones, cantos, manipulación de objetos) y la revelación

sobrenatural sobre la sanación. En esta ultima etapa y fundamentalmente si las curaciones no

habían dado resultado, la machi señalaba la causa del mal generalmente adjudicando a otra

persona el haber introducido el gualicho en el cuerpo del enfermo. Si éste finalmente moría, su

familia buscaba al culpable para ajusticiarlo956.

Un aspecto fundamental para entender el impacto de esta práctica conocida como

“matanza de brujas” es detectar, en palabras de Faron “entre cuáles individuos o grupos hay

sentimientos hostiles lo suficientemente fuertes como para provocar mutuos temores y

acusaciones de hechicería y cómo se canalizan estos sentimientos?957. Por eso el autor plantea

que, cuando la muerte se produce en grupos con fuertes lazos de parentesco o amistad, se busca

al hechicero fuera de ellos. En la misma línea explicativa, para Guevara las sospechas de

brujerías recaían sobre los “extraños” representados en primer lugar por los españoles y luego

por los prisioneros indios residentes en una comunidad que no fuera la suya958. En el contexto

que estamos analizando, donde se producía una continua incorporación de grupos “extraños” y

se formaban débiles coaliciones y alianzas entre agrupaciones no siempre demasiado apegadas

entre ellas, pensamos que la llamada matanza de brujas podía haber incorporado también una

intencionalidad política en la búsqueda de los culpables con lo cual se posibilitaba la eliminación

de potenciales enemigos.

La pregunta que nos formulamos en este punto es, nuevamente, el impacto que pudo

haber tenido el contacto con el blanco sobre estas prácticas. En las fuentes consultadas para esta

investigación es particularmente notable la invisibilidad del / la machi959. Del cúmulo de

955 Faron, L Antupaiñamko… pág. 127 956 Ver entre otros Faron, L Antupaiñamko…, Guevara, T Las ultimas familias…; De Augusta, Felix, Lecturas araucanas. Valdivia, 1934; Foerster, Introducción… Avendaño, S, Memorias de un ex cautivo… 957 Faron, L Antupaiñamko… p. 152 958 Guevara, T Las ultimas familias. P. 281 959 Para el espacio que nos interesa pero en un período bastante anterior, estos personajes, de manera bastante comprensible, ocuparon un importante lugar en los relatos de los misioneros jesuitas que establecieron con poco éxito

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documentación que manejamos solo hallamos una escueta referencia en una carta enviada por

Rosas al comandante de Tapalqué, Pedro Lorea, desde el campamento del Río Colorado en

ocasión de la expedición al sur. En la misma le advertía que “Cachul me ha encargado que le

mande decir de su parte a Mariano Cuzá que a la enferma muger de Colliu que la hagan ver

con la médica mujer de Pequeñ y que le paguen para que la curen”960. Pero si el/la machi no

aparece, sí surge el proceso directamente vinculado a la acción de estos médicos indígenas como

es el ajusticiamiento de los brujos / hechiceros que han provocado la muerte mediante la

manipulación del gualicho, tema del que nos ocuparemos en un momento.

El contacto con el blanco trajo enfermedades nuevas para los indígenas, una de ellas fue

la viruela. Esta enfermedad no solo era peligrosa para éstos sino que también era temida por la

población hispano-criolla y hacía estragos en las ciudades. Recién a fines del siglo XVIII

comenzó a difundirse en el virreinato del Perú y de México la inoculación variólica, práctica

importada de Europa que limitó en gran medida la aparición de las variantes más graves de la

enfermedad. En Buenos Aires, durante el llamado período rivadaviano, la salud fue contemplada

dentro del proyecto político del estado provincial para modernizar y centralizar la organización

administrativa. De esta etapa data la creación de la Academia y la Facultad de Medicina, del

Tribunal de Medicina, de un cuerpo de médicos de campaña, de ejército, de hospitales y puertos.

Dentro de este interés por la salud pública se organizó una comisión para la vacuna destinada a

administrarla, generalizarla y conservarla961.

¿Qué sucedía cuando una epidemia atacaba las tolderías indígenas? Ante la imposibilidad

de los machis por hacer frente a la masividad del contagio, la respuesta más común era apartar a

los afectados para evitar nuevas propagaciones. En efecto, los enfermos eran dejados en las

tolderías y el resto del grupo se mudaba a cierta distancia962. Durante el período en estudio,

hemos podido verificar la aparición de la viruela en las tolderías de frontera fundamentalmente

en los años 1836 y 1837. Veremos que ante la enfermedad los indígenas pusieron en juego una

diversidad de estrategias, algunas que reproducían sus patrones culturales y otras innovadoras.

misiones en el territorio pampeano. Para el período en estudio las únicas referencias que hemos podido hallar se refieren a grupos que habitaban en las pampas. Uno de estos relatos que incluye a las machis y les dedica un espacio al hablar de sus actividades son las memorias de Avendaño. El otro es el viaje a la sierra de la Ventana realizado por el coronel García. 960 Rosas a Pedro Lorea, Rio Colorado 21 enero 1834. AGN,X,24.9.1 961 M.S. Di Liscia, Saberes, terapias y prácticas médicas en Argentina (1750-1910). Biblioteca de Historia de america, CSIC, Madrid, 2003 p. 59-61 962 D´Orbigny, Alcide, Viaje por América meridional, Vol II. Buenos Aires, Emecé, 1999

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Entre las últimas encontramos la aplicación de la vacuna antivariólica963. Al producirse los

primeros contagios entre sus indios, el cacique Cachul había consultado a Rosas acerca de la

utilidad de esta vacuna. El gobernador contestó al cacique que

“En cuanto a la vacunación de los indios que me mandan ustedes consultar sobre esto ustedes son los que deben ver lo que es mejor les convenga. Entre nosotros los cristianos este remedio es muy bueno por que nos priva de la enfermedad terrible de la viruela pero es necesario para administrar la vacuna que el medico la aplique con mucho cuidado y que la bacuna sea buena”964.

No hemos encontrado referencias sobre vacunaciones masivas de los indios en las

tolderías de Tapalqué lo cual no parece descabellado teniendo en cuenta la gran cantidad de

indígenas que existían en el punto y la escasa difusión de esta práctica en la campaña965. Pero la

respuesta de Rosas es clara en el sentido de no irrumpir en la vida de las tolderías sino

simplemente sugerir o aconsejar los beneficios, en este caso, de la inoculación para evitar la

propagación de la enfermedad.

Pero no sólo en la frontera se intentaba atender a los indios sino que la asistencia médica

entraba dentro de los “servicios” que, a demanda, podía brindar el gobierno en el contexto del

negocio pacífico. La atención y cura de los indios enfermos se realizaba tanto en la Chacarita de

los Colegiales como en la Casa de la Piedad, esta ultima ubicada en el cuartel 31 de la ciudad, en

diagonal a la actual Iglesia de la Piedad, que actuaba verdaderamente como una suerte de

"hospital" para indios. En ese sitio, el cacique Catriel fue atendido por una dolencia en sus ojos

desde enero de 1834 hasta agosto del año siguiente966. Entre septiembre y octubre de 1836, como

consecuencia de la epidemia de viruela se asistió en dicha casa a un promedio de 6 indios por día

contando con los servicios de una enfermera y las visitas profesionales de un médico967.

Chacarita de los Colegiales, en las afueras de la ciudad de Buenos Aires, también sirvió en

963 Sobre esta práctica el embajador inglés Woodbine Parish mencionaba en sus memorias que en 1830 cerca de 150 indios que se hallaban en la ciudad para entrevistarse con Rosas fueron vacunados por expresa indicación del gobernador, entre ellos Catriel, Cachul, Tetrue, Quirdule, Collinao, Toriano y Venancio. W. Parish, Buenos Aires y las provincias del Rio de la Plata. Buenos Aires, Hachette, 1958, p. 199. 964 AGN,X,25.3.2 965 Según Di Liscia es claro el detenimiento que se produjo en el avance técnico-sanitario a partir de 1830. A pesar de esto, para la autora Rosas tuvo la intención manifiesta de propagar la vacunación con el objetivo de “formalizar la figura del Restaurador como protector de la salud de toda la población”. Di Liscia, M, Saberes, terapias… p. 67-69. en un trabajo reciente, Jorge Sulé, profundiza esta idea señalando que “Durante sus gobiernos [de Rosas] se incrementó el suministro de la vacuna llegando el servicio a los pueblos de la campaña bonaerense, en lo que los médicos de policía también se ocuparon de aplicarla”. Sulé, J, Rosas y sus relaciones con los indios. Buenos Aires, Instituto de investigaciones históricas Juan Manuel de Rosas, 2003, p. 109 966 La “cuenta de la asistencia facultativa que ha hecho en la enfermedad de los ojos al cacique Catriel desde el 15 de agosto hasta octubre de 1835” incluía 75 visitas médicas en el primer año y 56 en el siguiente. AGN,III,4.7.15 967 Entre los enfermos se encontraban Collinao y otros capitanejos e indios del cacique Venancio. Rosas a Rodriguez, Buenos Aires 5 septiembre 1836. AGN,X,25.3.3

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ocasiones como lugar de asistencia de indios enfermos968. Durante la epidemia de viruela se

libraron cuentas por el gasto de viajes realizados por practicantes de medicina para “propagar y

reconocer la vacuna a los Indios”969. En octubre de 1836 se vacunaron en ese sitio “cincuenta y

dos indios entre adultos y niños de ambos sexos”970.

Además de la posibilidad de recurrir de manera diferencial a la vacunación y de obtener

algún tipo de atención médica particularizada, los indígenas siguieron aplicando las mismas

prácticas que realizaban en territorio indígena. Una de ellas fue la separación de los enfermos

que, en el caso de los indios amigos asentados en la frontera, significó por ejemplo que los

grupos de Tapalqué internaran las familias sanas dentro del territorio provincial dejando a los

enfermos en las tolderías de la frontera. Así, en agosto de 1837 se avisaba al gobierno que, como

consecuencia de la epidemia de viruela existían tolderías “en una Estancia por Lobos y hay más

tolderías en Camarón, Ciago y Monte". Esto constituía un verdadero peligro para la defensa de

la frontera considerada una de las principales obligaciones de los indios amigos. En ese sentido

Rosas expresaba al cacique Catriel que “… esa dispersion de indios por las estancias no esta

buena porque es obligacion de todos estar juntos para defender reciprocamente la tierra y sus

familias lo que si estan desparramados no podra ser porque cada familia tirara por su

lado…”971.

Cuando el enfermo era un personaje de jerarquía de la tribu parece haber mayor

permeabilidad en las prácticas médicas972. De ahí que cuando, como consecuencia de la viruela,

el cacique Catriel solicitó se le designara un lugar seguro para estar con su familia se le permitió

mudarse a las inmediaciones de la Posta de Lozano y poco después la mayor parte de sus toldos

se encontraba sobre la costa de las Flores y del Trigo. Más tarde, el cacique pidió permiso para

hospedarse en la misma ciudad de Buenos Aires. Rosas contestaba que "…en la casa de la

Piedad, donde existían algunos enfermos ya habían muerto algunos" por lo que le sugería

instalar sus toldos con su familia en los hornos de ladrillos de la Catedral973.

968 El cacique Caneullan se hospedó una temporada en la Chacarita de los Colegiales a mediados del año 1838 para reponerse de una enfermedad Grau, C El fuerte 25 de Mayo en Cruz de Guerra. Publicaciones del Archivo Historico de la Provincia de Buenos Aires, La Plata, 1949, p. 173. 969 AGN,III,4.7.15 970 Pineda a Rosas, 17 de octubre de 1836, reproducido en Sulé, J, Rosas y sus relaciones con los indios, p 112. 971 AGN,X,25.4.1 972 En el Fuerte Argentino el cacique tehuelche Ninquinille se encontraba de paso para ir a situarse con Catriel y Cachul en Tapalqué. En ese momento acontece el fallecimiento del cacique que fue “asistido en su toldería por el facultativo del este punto” (AGN,X,25.3.2) 973 Ibidem

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La salud de Catriel no se recompuso con estas atenciones médicas constituyendo un tema

recurrente en la correspondencia entre Echeverría y Rosas donde se evidencia el cuidado que

merecía este cacique y la aceptación de éste de las prácticas médicas de los criollos. Poco

después de regresar a los toldos, Catriel, escribió a Rosas pidiéndole el envío de “algunas

medicinas para la vista pues que le son de mucho alivio”974. Sin embargo, a fines de septiembre

de 1836, la salud del cacique había empeorado y luego de varias insistencias, Echeverría logró

que el cacique accediese a ser examinado por “algún médico cristiano y manifestó deseos de que

fuera lo mas pronto posible”. Como el cantón no contaba con un facultativo, se “invitó” al

cirujano del Regimiento numero 6 de campaña asentado en Azul, Don Manuel Ramos, a que se

trasladara a Tapalqué. Ramos reconoció a Catriel en los toldos y sugirió que se trasladara al

fuerte donde podría recomponerse con mayores comodidades que allí. Se le ofreció a Catriel una

carreta para su traslado pero éste expresó que prefería ir a caballo ayudado por sus indios. Allí

permaneció durante un tiempo, hospedado en la casa de un pulpero y recibiendo la medicación

aconsejado por el facultativo975.

De todos modos, tanto la vacunación voluntaria de los indios como la aceptación de los

cuidados médicos no significaban que los indígenas hubieran modificado definitivamente su

visión sobre la vida y la muerte o sobre el origen de las enfermedades. Paralelamente a las

situaciones que relatamos los comandantes de frontera mencionaban los intentos de los indios

por matar a los brujos, considerados culpables de la aparición de estas enfermedades. En el

escaso período de tiempo en que se desarrolló esta epidemia, los casos encontrados son

verdaderamente importantes en cuanto a la frecuencia y a la cantidad de supuestos brujos

involucrados976. Lo que lleva a sostener que lejos de apartarse de estas prácticas por la adopción

de otras, lo que sucedía era el mantenimiento de aquellas que representaban verdaderamente el

admapu, a las que se sumaban prácticas que podían reportar beneficios concretos. Un reciente

974 Tapalque, 13 de agosto de 1836 (Echeverria a Rosas) La preocupación de Rosas por la salud de Catriel era marcada insistemente en la correspondencia. En esta oportunitdad el gobernador le escribía que “ ... SE siente mucho la indisposicon del cacique mayor Catriel y dice que le diga Ud que ya sabe lo que SE lo ama y que esta por ello dispuesto a complacerlo en todo en cuia virtud que el vea lo que le paresca, ya sea seguir hay curandose ya venirse para esta con su familia. Que el es quien debe pensar y hacer lo que considere mejor porque SE en esta parte no sabe que consejo darle”. 975 La permanencia del cacique en Tapalqué fue muy breve. En octubre de 1836, el cantón fue asalatado por un malón indígena. Los indios atacantes llevaron algunas mujeres de Catriel y saquearon las pulperías del pueblo. En una de ellas se encontraba el cacique recuperándose de su enfermedad pero no fue visto por los indios “siendo que estaba en la cama”. El impacto que produjo en el cacique el riesgo que había corrido en ese lugar lo llevó a regresar inmediatamente a sus toldos “dando por razones el que no estaba seguro en este punto … y que amas el medico no le daba remedios para sanar pues eran muy escasos siendo que el mismo medico dice que a su edad y estado de salud no le permitia ser aglomeracion de medicamentos sin que lo perjudicaran”. 976 En enero de 1839 se informaba que los indios chilenos existentes en la isla Martín García se hallaban alli “por librarlos S.E. de que los matasen por brujos los boroganos”. AGN,X,25.7.1

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estudio de María Di Liscia en el que, precisamente, la autora estudia la relación entre medicina

académica, popular e indígena, plantea que “La visión que tradicionalmente se tiene de estos

procesos es de compartimientos estancos, de desarrollo particular y sin relación entre sí

…[pero] El estudio de fuentes históricas … permite una interpretación diferente, en la medida

en que no se observan estructuras fijas ni cerradas, sino un proceso de interacción y movilidad

permanente del conocimiento médico”977. Coincidiendo con el planteo de Di Liscia creemos que

la detección y posterior muerte de los hechiceros fue una práctica que se mantuvo aún cuando se

recurrió a la medicina académica para intentar sanar a los enfermos.

Como ya señalamos, en las fuentes no hay referencias a las prácticas curativas ejercidas

por el/la machi (ni siquiera a la existencia de este personaje en las tolderías) pero sí sobre la

persistencia de la matanza de brujas. El coronel Prudencio Arnold, oficial que actuó en la

frontera durante el período rosista, presentaba en sus memorias una detallada descripción de esta

práctica que pudo realizarse sin interferencia de las autoridades provinciales. Relataba el oficial

que cerca del cantón de Tapalqué, en la estancia de Don Bernardo Romero, se hallaban algunas

familias de los indios amigos de aquel punto que “se ocupaban en los trabajos de campo

inherentes al establecimiento y pasaban su vida tranquilamente”. Un día, murió un indio de los

asentados en Tapalqué y la “bruja o agorera” consultada para conocer el motivo de la muerte

señaló que los indios que vivían en la estancia de Romero eran los culpables porque “tenían el

gualichu”. Inmediatamente una partida de treinta indios se dirigió al establecimiento,

“circunvalaron los toldos y no encontrando sus moradores adultos por haber salido ya a vigilar las estancias, como era de practica, fueron a buscarlos al campo, donde los mataron a todos, volviendo después a los toldos donde hicieron salir los chicos a una cuadra de distancia … los rodearon a caballo. Luego permanecieron hablando y gritando y en ratos se desprendía alguno de los sitiadores, el cual salía corriendo y gritando gualichu, gualichu, acompañando esos gritos con lanzazos al aire … uno en uno acabaron con aquel grupo de víctimas inocentes”978.

Estas prácticas intentaron ser erradicadas en los fuertes de campaña donde las autoridades

civiles y militares tenían un control más directo sobre la vida de estos indios amigos. El mismo

Arnold señalaría que en Tapalqué, el comandante Echeverría le había comentado “Yo trabajo

con Catriel, porque dejen o modifiquen esa ley bárbara de matar sin compasión a todos lo que

por decreto de un brujo, se le ocurra decir que tiene gualichu”. A poco de estar Arnold en el

cantón, sucedieron nuevos episodios en los que los indígenas recurrieron a sus machis para

977 M.S. Di Liscia, Saberes, terapias y prácticas médicas…. 978 P. Arnold, Un soldado... p. 97-98.

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detectar a los kalku. Ante la reiteración de los hechos, Echeverría decidió tener un parlamento

con los caciques Catriel y Cachul a quienes expreso que el motivo de su convocatoria había sido

para que

“hablemos los tres solos, porque están haciendo matar indios y chinas por el gualichu. Catriel contestó: Es cierto: nuestros padres nos han enseñado que nosotros tenemos que hacerlo´. – Ustedes ven que cuando un crisitano mata a otro, le roba o le hace otra cosa –replicó Echeverría- se manda preso para que el gobierno lo castigue; pero no nosotros no podemos matarlos de ninguna manera… ustedes deben hacer lo mismo. –No podemos modificar lo que nuestros padres nos enseñaron. … - Ustedes son hijos de Juan Manuel [de Rosas]… y él los quiere mucho. A mí me han enviado aquí para que los cuide porque son sus hijos… Guardaron silencio observándose que gruesas lágrimas rodeaban por sus mejillas. Todos los esfuerzos de Echavarría para obtener más ventajas de estos dos caciques fueron inútiles. Cuando más los apuraba con razonamientos a fin de que no continuasen la bárbara costumbre de matar por simples ordenes de ellos, se ponían de pie, se agarraban la cabeza y lloraban sin pronunciar una palabra”979.

Las insistencias de Echeverría eran demasiado duras para los caciques que compartían

costumbres, transmitidas de generación en generación por sus antepasados, por lo que no podían

modificar “lo que nuestros padres nos enseñaron”. La angustia de los jefes ante la presión del

comandante llevaría a que éste abandonara el camino de la presión para intentar disuadirlos por

otros medios. A fines del año 1836 la epidemia de viruela hizo pie en las tolderías de la frontera.

Las autoridades mostrarían una actitud dual ya que aunque denunciaban los intentos de los indios

por terminar con los brujos, buscaban cortar la práctica sin enfrentarse en forma directa con

ellos. Tanto en el fuerte Mayo como en Tapalqué la epidemia provocó sendos informes sobre las

maniobras realizadas por los comandantes en este sentido.

En agosto de 1837 el comandante del fuerte Tapalqué presentaba un interesante informe

sobre el manejo que había hecho del tema980. Echeverría comunicaba que hacía años que estaba

intentando disuadir a los indígenas de eliminar a las personas que se suponía producían las

muertes y que, merced a estas conversaciones, había conseguido que los caciques entregaran a

dichos indios con la promesa del gobierno de que serían ubicados en un lugar lejano para

que no causaran más daño. Esta ultima frase refleja el tipo de discurso que estaba poniendo en

juego el comandante: ya no trataba de hacer entender a los indios que su costumbre era errada

sino que, aceptando que esos indios podían provocar daño, se ofrecía apartarlos de los toldos. De

hecho, por esta vía, se había salvado a 13 indios considerados responsables de la muerte del hijo

del cacique Catriel. Merced a hábiles negociaciones se obtuvo que esos indios le fueran enviados

979 Ibidem, p. 100-101. 980 AGN,X,25.5.1

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a Rosas. Se trataba de Rufina y Lucía, dos chinas grandes chilenas, Manuela, china chilena de 12

años, un chinito de 7 años, hijo de Rufina, otro de 6 años, 1 chinita de 6 años hija también de

Rufina, 2 chinitas de 5 y 3 años hijas de Lucía, Calipan, indio chileno de 18 años, Naytuypan

china pampa de 40 años, juanita, pampa de 20 años, Teresa, pampa de 18 y Manuela, pampa, de

35981.

Esta práctica habría dado resultado por un tiempo como lo prueban, según dice

Echeverría todos los indios que remitió a la ciudad por esa causa. Sin embargo “el estado de

alarma en que estos indios han estado y están hizo que ellos siguieran con su antigua costumbre

de sacrificios siempre reservándose de mi”. De manera que se continúa con la práctica pero se

intenta ocultarla a los observadores blancos. Es decir, no se llega a modificar totalmente la

costumbre pero no se realiza con la publicidad y libertad que se hacía anteriormente por saber

que era una actividad que contaba con la reprobación del gobierno. ¿Cuál es la reacción de éste?

Mantenerse en la ignorancia del hecho. El comandante reconocía que “aunque yo no ignoraba

que tal sucedía asia entender que nada savia y busque otros medios para llevar a cabo mi plan

protegiendo ocultamente a todas las que debían morir y mandándolas para dentro”.

El objetivo de esta conducta es no confrontar directamente; si los indios intentan ocultar

el mantenimiento de prácticas “reprobadas por la religión”, el gobierno se mantenía

aparentemente en la ignorancia pero en los hechos trataba de impedirlas. Rosas aprobaba la

conducta del comandante, considerando que “esta clase de asuntos son delicados por su

naturaleza y por lo tanto deben siempre manejarse con el pulso necesario por que envejecidos los

indios en esas costumbres no siempre conviene contrariárseles de frente sino poco a poco con

reflexiones conciliatorias que llenen el objeto y no perjudiquen la armonía"982.

Sin embargo, la "paciencia" de Echeverría parecía tener sus límites. Pocos días antes de

remitir el citado informe, el mismo cacique Cachul había mandado matar a su hermana "de una

manera tan pública" que el comandante no pudo dejar de observarlo. Echeverría lo reprendió “de

un modo amistoso por la falta de cumplimiento de su palabra” y el cacique por medio de un

lenguaraz “se disculpo a su modo” comprometiéndose a no volver a realizar ese tipo de

ceremonias. Pocos días después, prohibió que se quitara la vida de nadie ante la muerte de la

mujer de uno de sus capitanejos.

981 AGN,X,25.4.1 982 Rosas a Echeverría, octubre 1836, AGN,X,25.4.1

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Pero la actitud del comandante sería más extrema cuando el indio involucrado no era un

cacique. En agosto de 1837 Echeverría había apresado y enviado a la ciudad al indio García

quien, junto con algunos de sus parientes, había invadido un toldo con el objeto de quitar la vida

de una mujer por considerarla con gualicho. Cachul pidió la libertad del indio argumentando,

como lo hacía habitualmente que la falta cometida por García “era efecto de su ignorancia”. Pero

el comandante no se quedaría atrás ya que justificó la prisión del indio en el hecho de que “éste

sin consultar a su cacique avia tomado atribuciones que no le competían faltando deste modo al

respecto que él se merecía”. El fin del episodio fue la liberación de García debido a que el

mismo Rosas desautorizó la acción de Echeverría insistiendo en la necesidad de manejar “con el

pulso necesario” el cambio de las costumbres indígenas.

El comentario final del comandante sobre este episodio arroja un elemento interesante

sobre la práctica de matanza de brujas. Según Echeverría, al indio García

“lo he creido más que crédulo al gualicho, malicioso pues el por sí a concluido con casi toda la familia del oficial Galvan y según averiguaciones hechas, una parte de la regular fortuna que posee en hacienda lanar es devida a los despojos de las víctimas que a sacrificado”983.

De manera que podríamos pensar que en la detección de los supuestos brujos podían estar

involucrados otros móviles como, por ejemplo, la resolución de rencillas personales o de

conflictos previos. Esta interpretación adquiere mayor visibilidad en el siguiente caso que

analizaremos sobre el tratamiento de la epidemia de viruela en el Fuerte Mayo.

En ese fuerte, la epidemia produjo una gran mortandad. Poco antes de que se declarara la

enfermedad, el comandante del fuerte había realizado un censo de las tolderías del cacique

Caneullan, que arrojó 13 toldos con una población de 119 personas distribuidas en 38 indios de

pelea incluyendo al cacique, 33 mujeres y 48 chicos de ambos sexos984. Las tolderías de

Guayquil que también se hallaban en el fuerte tenían 117 indígenas985. En noviembre de 1836 el

comandante elevaba la nómina de los 23 indígenas muertos por la epidemia correspondiente 9 a

983 Echeverría a Rosas, AGN,X,25.5.1 984 En AGN,X,25.1.4ª. 18 meses antes el comandante había realizado un primer recuento que señalaba la existencia de 80 personas. Los 38 nuevos habitantes que hay entre uno y otro recuento se deben a la incorporación de nuevas familias y prisioneros de guerra. En el primer caso se encontraba el indio Cañuiñuir que fue incorporado como cabeza de una toldería con su mujer y cuatro hijos a pedido de su hermano que pertenecía a la agrupación de Caneullan. (AGN,X,25.1.4). En el segundo caso se trataría de “indios y chinas que ha traido el capitanejo Panchito de la expedición que hizo con el mayor Ramon Maza” sobre los ranqueles (AGN,X,25.3.2) 985 Fuerte Mayo, 1 de septiembre de 1836. AGN,X,25.3.2

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la tribu de Caneullan, 12 a la de Guayquil y 2 pertenecientes a la cacica Luisa986. Entre estos se

encontraba el capitanejo Panchito, sobrino de Caneullan que se hacía cargo de la toldería en

ausencia de su tío. Ante su muerte lo sucedió en el mando el yerno del cacique, Coliquinca,

casado con Manuela Caneullan.

En el mes de octubre la enfermedad había matado a 4 indios adultos y a un chico. En

respuesta el comandante Julianes informaba que “viendo que la fiebre contagiosa de viruelas y

sarampión continúa en su contagio he dado la orden para que sean mudados a la distancia

todos los indios de ambas tribus que se hayan contagiado de este mal a fin de que no se trasmita

a los que no la sufren”, aclarando que la medida fue tomada asimismo para que la enfermedad

no se extendiera a la tropa acantonada en el fuerte987. Sin embargo, estos cuidados del

comandante no detuvieron la epidemia ni impidieron que los indígenas, apoyados en sus

creencias, buscaran cortarla por otros medios. A comienzos de noviembre, el intento de matar a 8

indios considerados brujos derivaría en la búsqueda de una solución que evitara la ejecución de

los indígenas.

Rosas conseguiría que el cacique Caneullan, que se hallaba en Chacarita, aceptara

entregárselos para que los alejara de las tolderías y los ubicara en un lugar donde no les hicieran

daño. Julianes logró hacer cumplir la orden de Rosas y enviar las personas solicitadas junto con

sus hijos a la ciudad quedando solamente en los toldos la china Josefa, esposa de uno de los

“brujos”, por encontrarse ella misma enferma de viruela. La china fue interrogada por los indios

para que les explicara el motivo de la epidemia. Según Julianes, quien mandó vigilar el

encuentro para evitar cualquier acción que los indios intentaran cometer sobre la india, ella “les

contestó que… no les había hecho daño pero que tenía una lechuza y que tal esta tendría el

gualicho”988.

Así como sucedió en Tapalqué con el indio García, otro motivo parece traslucirse en

estos intentos por eliminar a los brujos. En un detallado relato enviado por Julianes sobre las

negociaciones que tuvo con el cacique Guayquil y el capitanejo Panchito, se señalaba que todos

los indios acusados de tener gualicho eran pampas y según el comandante “a la verdad las

intenciones de estos indios borogas es acabar con todos los pampas con el pretexto de que son

986 AGN,X,25.3.2 987 Julianes al edecán Corbalan, 11 octubre 1836. AGN,X,25.3.2 988 Las formas más comunes que podían adoptar las fuerzas malignas era de animales del campo y del bosque y pájaros. Entre estos ultimos se contaba la lechuza.

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brujos”. El temor a que se produjera verdaderamente un ataque general sobre los indios pampas

existentes en el campamento habría llevado al cacique Cachul a solicitar el retorno de unas

personas que le pertenecían y que se encontraban anexados a las tolderías del fuerte. El

capitanejo Panchito accedió al pedido contestando que “él no los sugetaba y que se fuesen

cuando se ordenase [por]que no pertenecían a su tribu”. Poco después catorce indios regresarían

a Tapalqué989.

Julianes intentaría disuadir a los indios de buscar responsables de la epidemia señalando

que la enfermedad era general en toda la provincia y había atacado también a la población criolla

que intentaba protegerse mediante la vacunación. Pero la difusión de la vacuna no siempre daba

buenos resultados influyendo en este caso, la ineptitud del médico encargado de suministrarla.

Según el comandante la vacuna, “se puso dos veces y no surtía efecto ya sea porque no servía o

porque el físico de este punto no supo ponerla porque es trémulo por su vejez tanto que

parecía sangría la herida que hacia con la lanzeta990”. La crítica sobre la aptitud del médico

prosigue con el pedido de relevo del Dr. Pedro Piscueta por no tener “las dos facultades de

cirujía y medicina” sino solamente la primera. Para reemplazarlo en la aplicación de la vacuna,

el comandante expresaría contar con el boticario de la Guardia de Luján que lo entiende y lo

hace gratuitamente en general”. Ante el pedido Rosas ordenaría enviar “vacuna buena” y una

nueva lanceta para aplicarla991.

Cerraremos este acápite con el relato de la muerte de un cacique amigo en el pueblo de

San Miguel del Monte. En septiembre de 1838 falleció el cacique Reilef que se hallaba en el

pueblo en compañía de su mujer y un indio. Vicente González, comandante del punto, pidió al

médico de la guardia que reconociera el cadáver quien “opinó que no encontrando señales de

leción alguna su muerte hera natural”. Pero el indio que lo acompañaba no consideró lo mismo

ya que quiso matar a la mujer del cacique “porque creya que ella había causado la muerte del

desgraciado cacique” debiendo intervenir González para que no lo hiciera. A pesar de ello, y

según las averiguaciones que realizó el último entre los indios y familia del cacique, éste había

sido bautizado en Valdivia “con cuyo motivo se a dispuesto para las dos de la tarde de hoy que

el entierro sea con toda la pompa posible para cuyo efecto se a imbitado el vecindario para que

lo acompañe al sementerio debiendo asistir a este acto los indios que se hallan en esta”.

989 Julianes al edecán Corbalan, 11 octubre 1836. AGN,X,25.3.2. 990 La lanceta era un instrumento de acero con punta afilada utilizado para sangrar haciendo una incisión en la vena. Diccionario de autoridades 1832. Real Academia Española. 991 Julianes a Rosas, 3 noviembre 1836 y respuesta del 13 de noviembre en AGN,X,25.3.2

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He aquí un típico episodio mestizo en donde se mezclan elementos de ambas culturas

originando un resultado particular: un cacique bautizado hacía cerca de 10 años (recordemos que

lo encontramos en la pampa por primera vez en el año 1831) conviviendo con indios que

mantienen sus creencias sobre la acción del gualicho y un entierro cristiano “decretado” por la

autoridad del lugar al que se “invita” a participar tanto al vecindario criollo como a indios que

existían en el punto sobre los que no sería raro dudar de su fervor religioso.

Pero no solo los rituales o los acontecimientos vinculados a la relación de los indígenas

con el mundo divino fueron impactadas por y/o adoptaron rasgos criollos. Otras prácticas que

hacían al contacto con otros grupos o a situaciones internas aprovecharon en cierta medida las

posibilidades de la interrelación con el gobierno. Dentro de éstas nos referiremos a las alianzas

matrimoniales, la resolución de conflictos intra étnicos y la sucesión de los cacicazgos dentro de

los grupos amigos.

c) Las alianzas matrimoniales

Las negociaciones matrimoniales entre los mapuches negaban cualquier concepto de

equidad. Estas vinculaban a dos grupos mediante el intercambio de mujeres y regalos en donde

la toma de una esposa comprometía el pago de un precio que debía realizar el grupo receptor de

mujeres. A su vez, el padre de la novia entregaba una dote por ella. Pero, en términos

comparativos, el precio de la novia siempre era mucho más alto que la dote lo que colocaba al

grupo receptor en continua deuda con respecto al dador992.

Por otro lado, el pago de la novia convertía al marido en dueño absoluto de la mujer lo

que significaba tener poder sobre su vida, es decir, en caso de infidelidad manifiesta, el indio

podía matarla. Cuando una mujer moría su viudo debía pagarle al padre una compensación que

representaba el doble de la dote entregada para el matrimonio. Si el viudo no tenía los bienes

suficientes para hacer frente al pago, pedía la ayuda de sus vecinos. Pero si estos se negaban o

alegaban no tener recursos para prestar, era frecuente que el viudo realizara un malón para

apropiarse de manera directa de lo que necesitaba. Esta acción era luego recompuesta con un

nuevo ataque sobre el primer ladrón “creándose un círculo interminable” de compensaciones993.

992 Faron, L, Antupaiñamku. 993 Moesbach, P.E.W. Vida y costumbres de los indios araucanos en la segunda mitad del siglo XIX. Imprenta de la Universidad, Santiago de Chile, 1936.

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En el caso contrario, cuando era la mujer quien enviudaba cabían dos posibilidades.

Podía permanecer en la familia del finado donde probablemente volvía a casarse con un hermano

de éste o con algunos de sus hijos (excluyendo los propios) y, de esa manera, se renovaba la

alianza. Si la viuda decidía regresar con sus hijos a la familia de sus padres y casarse

(transcurridos dos años), el nuevo esposo debía pagar una dote idéntica a la entregada en el

primer matrimonio, es decir, la familia del difunto recibía “prenda por prenda o en su lugar

cualquier objeto de valor equivalente”994

Algunos aspectos de los acuerdos matrimoniales sufrieron alteraciones en las tolderías

fronterizas. Entre los distintos grupos de indios amigos y aliados se mantuvo la práctica de

alianzas matrimoniales que estructuraban la relación entre ellos en términos de desigualdad.

Asimismo, resulta muy claro de la información que presentan las fuentes, el contacto asiduo que

existía entre las distintas agrupaciones incluidas en el negocio pacífico: los “pampas”, primeros

que habían concertado una alianza con el gobierno provincial acogiéndose a la protección de las

autoridades fronterizas en Tapalqué; los grupos dependientes del cacique Venancio Coñuepan

que se hallaban en Bahía Blanca; los boroganos, arribados a las pampas a fines de la década de

1820 que, con algunos de sus parientes ranqueles se habían situado en diversos espacios del área

fronteriza a la que vez que mantuvieron un campamento en la región de Salinas Grandes y un

grupo desvinculado de los ranqueles que, a la cabeza del cacique Llanquelen se había asentado

en las inmediaciones del fuerte Federación.

Los traslados, visitas y asentamientos temporarios de algunas familias, evidencian una

estrecha vinculación entre todos estos grupos. En algunos casos es claro que el contacto está

basado en alianzas matrimoniales, en otros no tenemos la certeza de que ése sea el motivo. Los

únicos grupos entre los que no hemos encontrado vínculo directo son el de Llanquelén y los

distintos grupos boroganos, lo cual no resulta muy extraño si consideramos que el primero había

“traicionado” a otros sectores ranqueles amparándose en la frontera y los segundos tenían una

relación tan estrecha con aquellos. Como veremos a continuación los vínculos de población se

daban principalmente entre distintos grupos boroganos (tanto de Salinas como del fuerte Mayo)

y la agrupación de Llanquelen con los caciques de Tapalqué.

994 Seguimos en esta descripción el relato de Avendaño, Memorias… pag. 76-77.

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La celebración de un matrimonio era un acontecimiento de gran importancia en la vida de

las comunidades nativas. Según relata Avendaño, había diversas formas de concertar un

matrimonio de las que nos interesa señalar dos. La primera remite a la elección voluntaria de los

novios “fruto o resultado de relaciones secretas del galán con la pretendida”. La otra se plasma

cuando un indio, generalmente mayor de edad, envía a un “comprador de gente-novia”

(nguilliachen) a buscar una novia teniendo en cuenta razones de alianza política. En ambos casos

el precio de la novia es un elemento fundante en la relación pero existían algunas diferencias

entre ellos. En el primero, el padre debía conformarse con aquellas prendas que el novio hubiera

podido conseguir entre sus familiares y vecinos ya que no tuvo intervención en la elección de la

pareja. En el segundo, el futuro suegro tiene un papel decisivo en la determinación del monto o

cantidades de bienes que conforman el precio al punto que, examinados los que presenta el novio

puede, “con palabras llenas de cumplimiento y urbanidad”, exigir que se aumenten éstos para

poder llevar a cabo el casamiento995. Teniendo en cuenta la centralidad y papel jugado por el

precio de la novia en la relación entre los grupos, el casamiento voluntario implicaría cierto

desprestigio al interior del grupo dador de mujeres al no poder imponerse un monto determinado

de bienes. De ello nos da cuenta el relato que realizó Millalicán sobre el impacto que causó

dentro de la agrupación borogana la realización de dos matrimonios que respondían a las

posibilidades mencionadas:

“Llegó aquí Cañuiquir, muy contento, apenas vino a saber que la hija del Casique Caniullan, se havia casado con mucha ostenta y aparatos, en los toldos, con un yndio de estimacion, dijo lleno de furor, es pocible que yo he de ser ynfeliz y menos que otros? Caniullan es mas respetado que yo, le ruegan paque se case su hija? Y la mia me la roban? Disiendo estas palabras tomo su puñal furioso, anduvo como un loco buscando al yndio que le robo la hija para matarlo junto con la Carmen [su hija] … [Cañuiquir le dice a Millalican] quiero que se casen porque me es muy bochornoso llegar a mis toldos con esa afrenta; diciendome que si no se casan y no viene a llevar su mujer ese gran hombre, no vive la Carmen, ni la Luisa [su esposa]; en casandose me voy contento y no les hago nada … luego mando a la Carmen que siguiese su marido, diciendole ya no eres mi hija … nunca mas te vere mientras vivas en el mundo; yrce muy lejos de mi precensia, si los veo en mis toldos cerca los despedaso a puñaladas; enseguida la mando desnudar de la ropa diciendole a la hija que te vista mejor tu marido”996.

El cacique Cañuiquir se había sentido profundamente disminuido con respecto a su par

Caneullan al no haber tenido intervención en la elección de su yerno. Hasta aquí la situación

planteada por el escribiente de los boroganos reproducía situaciones habituales dentro de las

tradiciones indígenas. Sin embargo, ahora el contexto era muy diferente. Algunos grupos se

995 Avendaño, Memorias… p. 83 y 91. 996 Millalican a Rosas, Fuerte Mayo, 18 diciembre 1832. AGN,X,24.7.1

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hallaban asentados en la frontera o tenían una relación particular con el gobierno que les permitía

solicitar cierto tipo de acciones que provocaban indudablemente una modificación de las

prácticas tradicionales.

Pocos meses después del episodio relatado, la cacica Luisa llegó al fuerte Mayo y pidió al

comandante que elevara a Rosas su solicitud de "permanecer en este destino para poderse

contraer a trabajar en algunos texidos". El motivo de este pedido queda claro al agregar Julianes

que Luisa pedía que Rosas "inter[pusiera]… todo su influjo con su referido esposo a fin de

conseguirle que la deje recibir (sic) en esta guardia y que no lleve a los toldos en donde dice

siente el ir por haberle echado de ellos su referido esposo a su hija mayor…"997. El gobierno, o

mejor dicho Rosas, se convierte en un mediador, un personaje que puede intervenir y que es

solicitado por los indios para modificar algunos aspectos de las prácticas más tradicionales. De

manera similar, en agosto de 1837, la cacica mujer de Caneullan solicitaba permiso para ir a

Tapalqué acompañada de otros indios para celebrar un casamiento. Rosas además de sugerirle

que esperara que la situación de la campaña se tranquilizara, le aconsejaba que además le “pida

la venia al cacique Caneullan” que se hallaba en Chacarita998.

Otros dos casos muestran la apelación que hacían las esposas ofendidas ante lo que

consideraban excesos de sus maridos donde es evidente que algunas indias parecen haberse

tomado muy en serio el papel paternal del gobierno. En abril de 1836 la india Anita, amenazada

de muerte por su marido perteneciente a los toldos de Alón, intentó apelar a las autoridades de

frontera para salvar su vida. Fugada de los toldos se presentó ante el comandante Julianes en el

Fuerte Mayo solicitando permiso para quedarse en el fuerte; el comandante permitió que lo

hiciera permaneciendo al cuidado de un oficial del fuerte. La decisión de Rosas ante la situación

evidencia el rechazo que éste tenía en modificar prácticas indígenas. El gobernador ordenó que la

india fuera devuelta al marido "aun cuando ella se resista a ir con el debe V.S. obligarla a que lo

siga999.

El caso siguiente se resolvería de manera más satisfactoria para la china pero el éxito se

debió a que, precisamente, la mujer en cuestión no era india sino cautiva. En este caso, para la

mujer, era esperable que el gobierno interviniera. En diciembre de 1835, también en el fuerte

997 AGN,X,27.5.5 998 Rosas al comandante del fuerte mayo, 3 de agosto 1837. AG,X,25.5.1 999 AGN,X,25.3.2

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Mayo, la cautiva Luisa se presentó al comandante del fuerte Mayo solicitando refugio "por[que]

su marido … la había castigado" pidiendo asimismo ser restituida a su familia que vivía en

Salto. El capitanejo Panchito, sobrino del cacique Caneullan reclamó que su mujer fuera

devuelta a su poder y ante la respuesta del comandante de que al ser cautiva debía ser entregada,

argumentó de manera poco creíble que "el motivo de no haberla entregado era por que ignoraba

que fuese cautiva y en su concepto la había tomado siempre por china pero que se conforma[ba]

con la disposición que ha tomado el que habla…"1000. Sin embargo, a pesar de avenirse a la

decisión del comandante, envió a un hermano para reclamar ante gobierno la devolución de las

prendas que dio por ella a un indio ranquel "que se hallaba entre los indios borogas que se ignora

su nombre y que ya es muerto"1001.

El pedido de recuperación de las prendas entregadas en concepto de precio de la novia,

vuelve a poner de relieve el uso que hacían los indios de este nuevo poder “proveedor”

representado por Rosas. Él mismo en las instrucciones recibidas por parte del gobierno en 1826

ofrecía a los indígenas que aceptaran las paces con el gobierno que “A estos indios y a sus hijas

o a sus mujeres el Gobierno los cuidará… como a hijos pobres y proveerá que lo pasen bien y

tengan de qué vivir. Y cuando sus hijos se quieran casar les dará un presente en señal de alegría

y les pagará su casamiento”. Pero serían los mismos indígenas quienes pretenderían una

intervención más destacada del gobierno no en el pago del precio de la novia sino, en caso de

disolución del vínculo matrimonial ya sea por repudio como por muerte del marido, en la

devolución de los bienes entregados en ese concepto.

Veamos algunos ejemplos: El primer caso se refiere a una india casada con un primo

hermano del cacique borogano Cañuiquir. Durante un enfrentamiento, la india fue tomada

prisionera por las fuerzas provinciales en tanto su esposo resultó muerto. Mientras se hallaba

prisionera en Buenos Aires, fue tomada por el cacique Reilef con quien volvió a casarse.

Enterado del hecho, el cacique Cañuiquir pidió que se le devolvieran las prendas con que él

mismo había pagado el casamiento. El segundo caso relaciona a las tribus de Cachul y Rondeau;

la hermana de un indio de Cachul se había casado con el cacique borogano Rondeau y a su

muerte fue reclamada por su pariente. Guayquil, hermano de Rondeau, pidió en compensación

1000 AGN,X,24.1.4 1001 AGN,X,25.1.4

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las prendas que le costó a su hermano. En ambos casos el gobierno ofreció hacer la entrega de

los artículos que formaron parte del precio de la novia lo que fue aceptado1002.

Vinculada a esta noción de poder apelar al gobierno/Rosas para modificar algunos

aspectos de estas prácticas la podemos advertir en el “destino” de las viudas. Habíamos visto que

la viuda podía optar por permanecer en la familia del finado o volver con los suyos. En estos

casos parece abrirse una tercera alternativa: irse a vivir “con los cristianos”. En efecto, la viuda

del cacique Venancio, quien decía ser comadre de Rosas, solicitó permiso, en marzo de 1836

para ir a vivir a la guardia del Monte donde se encontraba uno de sus hijos cuidando unos pocos

caballos de su propiedad1003.

Un último punto que nos interesa analizar con respecto a este tema se vincula a la

realización de ceremonias religiosas tanto en los matrimonios como en los bautismos,

problemática que debe incluirse dentro de la situación general de la campaña donde los índices

de ilegitimidad familiar a lo largo de la primera mitad del siglo XIX reflejaban un nivel alto y

ascendente1004. Vinculado a ello, la escasa presencia del clero en las regiones rurales más

apartadas llevaría a un escaso impacto de los sacramentos del matrimonio y bautismo. La

negativa del gobierno de echar mano a sacerdotes que no fueran comprobadamente federales

derivaba en una escasez de clérigos a lo que se unía la negativa de muchos por hacerse cargo de

curatos rurales donde las penurias económicas eran evidentes. Esta doble circunstancia llevó a

1002 Cañuiquir había entregado 8 prendas de plata, 3 ponchos de algodón, 7 mantas de paño, 7 yeguas, 10 caballos, 12 yeguas y una esclava mujer. El indio de Cachul había pagado 1 esclava, 2 caballos, un chapeado de plata, unos estribos y un poncho de algodón. Ambas actuaciones en AGN,X,25.1.4. Estos casos hablan de alianzas matrimoniales concretas que unieron a diferentes grupos boroganos con los tapalquinos. Otros episodios que muestran movimientos de población entre estas agrupaciones no permiten inferir el motivo de estos desplazamientos. Por ejemplo, en agosto de 1836 en una relación enviada por el comandante del fuerte Federación sobre las tolderías del cacique amigo Llanquelen se señala la existencia de grupos ranqueles y pampas dentro del campamento que, no obstante, vivían separados. Al amparo de este cacique existían dos indios “relacionados de Catriel con quien estuvieron dos meses o mas en buenos Aires aprendiendo la religión cristiana” (Rosas a Lopez, 19 agosto 1835. AGN,X,24.9.5). Si bien parece muy claro el interés de algunas familias en vincularse con los caciques tapalquinos, también se produjeron movimientos inversos. En octubre de 1839 un capitanejo amigo de las tolderías del fuerte Mayo, Coliquinca (yerno del cacique Canuillan) solicitaba permiso para traer a su hermano Levipan que, con sus dos mujeres y mocetones, se hallaba en Tapalqué, en las tolderías del finado cacique Cachul (Fuerte Mayo, 31 octubre de 1839. AGN,X,25.7.1). En marzo de 1840 el cacique Caneullán desde Chacarita señalaba que los caciques Carupan y Guayquinecul se habían presentado en Tapalque pidiendo asentarse en la guardia pero que dentro de estos grupos se hallaban “los indios Quincaleu y Jacinto con sus familias, los que no son gustosos de estar en esa y quieren agregarse a Canuillan y pide si es posible se digne ordenar V.E. su traslado” (AGN,X,25.8.3) 1003 AGN,X,25.2.3 1004 Ver; Mateo, José “Bastardos y concubinas....”. Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana “Dr. E. Ravignani” N 14, 1996; Moreno, José Luis “Sexo, matrimonio y familia: la ilegitimidad en la frontera pampeana del Río de la Plata, 1780-1850” en Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana “Dr. E. Ravignani” Nº 16-17, Buenos Aires, UBA 1998. Santilli, Daniel “La familia y la economía de la campaña de Buenos Aires: Quilmes c.1770/c.1840” en Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. E. Ravignani Nº 23, 2001

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que varios pagos de la campaña permanecieran sin sacerdotes o atendidas irregularmente1005. De

todos modos el gobierno rosista le dio una gran importancia a la Iglesia y a la posibilidad de

utilizar el púlpito como medio de propaganda, como ya había sucedido en la época

revolucionaria.

En efecto, el régimen se asentaba en una permanente movilización de la sociedad y las

fiestas patrióticas y federales realizadas con tal objeto apelaron a símbolos religiosos. "En estas

fiestas los símbolos republicanos y católicos se entremezclan y confunden para expresar la

identificación del pueblo con el gobierno de Rosas…".1006. En una de estas ceremonias federales

realizada en julio del año 1835 a las que asistieron, además de las autoridades y vecinos del

pueblo, los indios amigos de Tapalqué el cura que ofició el Te Deum realizado el segundo día de

festejos, destacó entre las ventajas obtenidas por el gobierno, el "piadoso beneficio que disfrutan

los nuevos cristianos reducidos" haciendo referencia a dichos indios amigos. Y para dejar en

evidencia la mentada conversión de los indios, en la misma ceremonia fueron bautizados "30 y

tantos indios" acompañados por sus padrinos y vestidos al estilo cristiano las mujeres y

paisanos los hombres. Estos indios habían sido enseñados en la doctrina cristiana y demás

oraciones necesarias "por un anciano pagado por el Sr. Juez de paz".1007

Este bautismo colectivo tiene un lejano eco en las correrías apostólicas de los misioneros

coloniales que recorrían distintas reducciones en pocos días para realizar gran cantidad de

sacramentos de bautismos y matrimonios1008. A pesar de que por el relato precedente es claro

que el gobierno se ha involucrado directamente en la evangelización, al pagar a la persona

encargada de enseñar a los indios, el hecho de que la ceremonia se realizara en el contexto de

una fiesta federal refleja claramente la búsqueda de que la misma tuviera una gran publicidad.

No fue ésta la única ocasión de estas ceremonias "colectivas y públicas". En otras oportunidades,

las mismas se realizaron contando con la presencia y hasta la participación directa del

gobernador. En octubre de 1829 Rosas comentaba a Ángel Pacheco desde la Guardia del Monte,

que estaba dedicado a pacificar a los indios.

1005 Di Stefano y Zanatta, Historia de la Iglesia Argentina. Buenos Aires, Grijalbo Mondadori, 2000 1006 Ibidem 1007 Gaceta Mercantil, 31 julio 1835. 1008 Pinto Rodriguez, J. Misioneros en la Araucanía…

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“Estoy ya contraido al templo y dandoles yo mismo el exemplo. Si consigo hacerlo formando esta obra hara progresos de mucha importancia. El domingo se han bautizado barios habiendo sido yo el padrino”1009.

Al igual que el bautismo, el matrimonio religioso se realizaba, en ocasiones con gran

publicidad, en momentos de "fervor federal". En febrero de 1834, al regreso de la expedición al

sur contra los indios enemigos, Rosas se detuvo en Bahía Blanca donde se organizaron algunos

aspectos de la defensa del fuerte y la instalación de una iglesia. El escribiente del gobernador

describía que habiéndose establecido el sitio donde se levantaría la iglesia asistió toda la tropa al

acto, “… se rezó el rosario y hasta los indios y las chinas todos concurrieron hincados de

rodillas. En este dia el señor general estuvo muy contento y perdono a todos los presos tanto

cristianos como indios hasta a Yanqueman y a Paynen los perdonó, les hizo sacar los grillos y

los caso con chinas… 1010

No todos los matrimonios religiosos se llevaron a cabo de manera masiva y pública.

Hubo casos en que estas ceremonias partieron de pedidos particulares por parte de algunos indios

lo que abonaría nuestra idea de que, en gran medida, la asimilación no era forzada sino que se

tendía a satisfacer los pedidos que surgieran de los indígenas. Así, en octubre de 1837, en el

fuerte de Bahía Blanca, el comandante informaba que un indio llamado Felipe “y honrado con el

apellido de S.E. de Rosas en la Estancia del Pino” fue bautizado a su pedido en la parroquia del

fuerte donde también se casó. Asimismo, el mismo comandante notificaba que otro capitanejo

dijo ser cristiano y querer que su mujer fuera bautizada para casarse por iglesia “como los

cristianos”; también fue bautizada su niña de menor edad1011.

La pregunta que nos surge es ¿cuál era el objetivo de los indígenas en estas ceremonias?

Podría plantearse que no estaría exclusivamente vinculado con incorporar la religión católica

sino, además, por crear lazos personales, vía padrinazgo, con habitantes de la campaña, como fue

el caso del bautismo colectivo en Azul, o directamente con Rosas, como sucedió en San Miguel

del Monte. El ser cristiano, además, jugaría un papel importante a la hora de hacer algún tipo de

pedido al gobierno. Por ejemplo, el indio Felipe Rosas anteriormente señalado, que había pedido

ser bautizado y casarse por iglesia solicitó poco después el retorno de unos parientes que “se los

quitaron”, apoyando para dar más fuerza a su pedido que “vive como buen cristiano con su

1009 Rosas a Pacheco, AGN, Sala 7, legajo 1.2.5. Subrayado nuestro 1010 AGN,X, 24.9.1 1011 Rodriguez a Rosas, en AGN,X, 25.5.1.

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legitima mujer” y a la vez que “promete sangrar como siempre sus brasos y servicios y vida a

favor de la Santa Causa de la Federación…”1012.

Creemos que en realidad la aceptación o el pedido de estos sacramentos se vinculaban

con los beneficios que se recibirían a partir de estos actos. En el caso de pedidos de matrimonios

con cautivas cristianas es claro que la solicitud remite a la búsqueda de legitimar su posesión ya

que una de las obligaciones fundamentales de los indios amigos era la devolución de todos los

cautivos que existieran en las tolderías. El hecho de solicitar un casamiento religioso, que a su

vez podría conllevar el bautismo del indio y de los hijos en caso de que existieran, implicaba la

aceptación del indígena de ciertas prácticas que implicaban la legalización de esta unión. Para el

gobierno no era reprobable la posesión de una cautiva desde el momento en que tanto ella como

su poseedor legalizaban la unión "cristianamente". Este fue el caso de un hermano del cacique

Guayquinecul, indio borogano que, luego que su grupo decidiera ingresar al sistema del negocio

pacífico, manifestó sus deseos de quedarse en la frontera “con la condición de que se le permita

unirse a una cristiana cautiva rescatada por la división… Dice el referido indio que se allana a

casarse cristianamente quedando al lado del capitán Linconao”1013.

d) La administración de justicia

Hemos señalado en varias oportunidades las características de los liderazgos indígenas en

este período. Carentes de un poder coercitivo, los caciques no tenían la posibilidad de juzgar por

sí mismos cualquier tipo de delito sucedido en el grupo. Cuando un indio era ofendido por otro

con el robo de algún bien, recurría a su cacique a quien le expresaba la situación. Este enviaba un

mensajero al cacique a quien pertenecía el indio ladrón pidiendo la realización de un encuentro.

En éste, el primero expresaba el motivo de la reunión y pedía compensación por el hecho. El

segundo llamaba a su indio para que ratificara los hechos y luego de ello se combinaba la forma

en que se repararía el daño. Si el ladrón no tenía bienes que entregar en compensación, algún

vecino o el mismo cacique cubría la deuda ya que ésta se consideraba como una deuda

comunitaria a la que respondía solidariamente la agrupación. Sin embargo, una vez efectivizado

el pago hacia el exterior del grupo, quedaba por resolver la situación dentro de la comunidad

donde, al igual que se señaló en el tema del pago de bienes al grupo dador de mujeres, se podía

poner en funcionamiento un circuito interminable de compensaciones1014.

1012 Rodriguez a Rosas, 2 noviembre de 1838. AGN,X,25.5.3 1013 Del Valle a Rosas, en AGN,X,25.5.3 1014 Moesbach, Vida y costumbres…, p. 76.

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Al establecerse algunos grupos indígenas en territorio controlado por el estado hispano-

criollo, la justicia emanada de dicho poder comenzaría a extender su brazo sobre éstos. Pero más

allá de la penalización que pudiera realizarse de delitos interétnicos, tema que trataremos más

adelante, se haría evidente la apelación de los indígenas a distintas autoridades provinciales

como un medio de utilizar un recurso hasta el momento fuera de su alcance y que garantizaba el

logro de sus reclamos. Coincidimos en este punto con el planteo de Brad Asher en su análisis

del funcionamiento del sistema judicial americano en las tribus asentadas al oeste del territorio

de Washington a fines del siglo XIX. Asher señala dos momentos claves en el proceso. A partir

de 1834 se estableció que los crímenes intra tribales se mantendrían dentro de la jurisdicción

tribal en tanto los conflictos interraciales debían ser resueltos en los tribunales estatales. En 1885

se eliminó drásticamente la competencia tribal previendo la injerencia de las cortes federales en

determinados delitos ocurridos dentro de los límites del país indio1015. Este segundo momento

fue considerado por muchos historiadores como el reflejo de una política tendiente a someter a

los indios a la orbita estatal. Asher considera, por el contrario, que la mayor intromisión de la

jurisdicción blanca no se debió solamente a presiones de los pobladores americanos asentados a

inmediaciones de las reservaciones para precaverse de la violencia intra-indígena sino también a

un cambio en la actitud de los mismos indios al percibir la ley americana como una herramienta

potencial para resolver disputas o proteger derechos que, con los mecanismos tradicionales

tribales no satisfacían al damnificado1016.

En los grupos que estudiamos es posible afirmar que los caciques tomaron en algunas

ocasiones la aplicación de la justicia provincial como un medio de contar con un poder

coercitivo que ellos personalmente no tenían. Dicha carencia era subsanada por la fuerza que

ejercían las autoridades de frontera, merced a un pedido expreso del cacique. Veamos algunos

ejemplos.

En las tolderías existentes en el fuerte Federación el cacique Llanquelén denunciaba que

"unos pocos indios con un capitanejo no le guardan la obediencia debida al cumplimiento de sus

disposiciones" y pedía en consecuencia que "si es de la aprovacion de V.S. puede situar estos

indios con sus familias a inmediacion de la Fortaleza a pie y con un hombre de su confianza a la

cabeza para de este modo tenerlos a la vista y sugetos"1017. En otra oportunidad también entre

1015 Asher, Brad, “Their own domestic difficulties: intra – Indian crime and white law in western Washington territory, 1873-1889”,, en The Western Historical Quarterly. Vol XXVII, No. 2, 1996, pág. 191 1016 Ibidem, pág. 200-201 1017 AGN,X,24.8.5

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este grupo indígena, se había producido una pelea en el toldo del capitanejo Yanquetruz

producto de la cual éste en compañía de su hermano Curupi asesino al indio soldado Callubucal.

El cacique Llanquelen intervino apresando a Yanquetruz a quien entregó al comandante del

fuerte para que lo enviara a Rosas1018.

En algunos casos el gobierno volvía a presentarse como una fuente de recursos extra

factible de ser utilizada. En ese sentido era frecuente que se apelara a las autoridades para

obtener la devolución de indios pertenecientes a la parcialidad. El rescate de indios ya sea que se

hallaran en poder de cristianos o aún de otra agrupación indígena conllevaba el pago de una

"recompensa" a sus poseedores1019. La mecánica de la compensación para la recuperación de

prisioneros de guerra no era nueva dentro de la sociedad indígena, lo que se modifica es que,

apelando al gobierno para el logro de este objetivo era aquél el que se hacía cargo del pago del

rescate1020.

Pero también el mismo gobierno mostraba su interés por poner la justicia, de cierta

manera, al servicio de los caciques amigos para resolver algún tipo de problema. Es muy

explícito en este sentido, el procedimiento de búsqueda que se implementó para localizar a un

pariente del cacique Caneullán. En julio de 1837, desde Chacarita de los Colegiales, Caneullan

pedía que se ubicara a un indiecito sobrino suyo llamado Huinquita que, según el cacique, había

sido llevado por “un individuo nombrado Manuel Alvares avecindado en el Fuerte de Mayo”. El

vecino había abandonado el fuerte, estableciéndose primero en la Guardia de Luján y

1018 Enero de 1846. AGN,X,17.7.2 1019 Aun cuando Rosas en distintas oportunidades se había pronunciado en contra de la distribución de prisioneros indígenas etre los vecinos de la campaña porque éstos no debían ser considerados como esclavos, en los hechos, el pago de un rescate por su devolución los acercaba a esa figura. Más evidente se tornaba la situación con la "compra" de estos prisioneros. En diciembre de 1834 el juez de paz de Lobos informaba que una india pampa tomada prisionera durante la expedicion al Colorado y en poder del teniente José Aguilar, se había escapado y refugiando en la estancia de Don Gregorio Rodriguez desde donde dirigió una queja al juzgado de paz por los malos tratos recibidos por la mujer de Aguilar pidiendo ser vendida al tal Rodriguez. Ante el pedido, Rosas determinó que se hiciera lugar al pedido de compra pero teniendo en cuenta el comprador que si el Estado reclama la china para entregarla a sus deudos o para cualquier otra cosa deberá devolverla a cuyo fin deberá mostrar la constancia judicial de su compra para que el estado le devuelva la suma invertida (AGN,X,43.1.2). 1020 Los precios ofrecidos o pedidos por la devolución de prisioneros indios eran de lo mas variados discriminandose si el poseedor era vecino, militar o aún si era cristiano o indio. Al solicitar el cacique borogano Alon la entrega de 42 indios de su tribu tomados prisioneros en un enfrentamiento y que existían en su mayoría en Bahía Blanca, Rosas autorizó la devolución de dichos cautivos teniendo en consideración que "para exigirseles [la devolución] sera preciso regalarles algo" por lo que envió el dinero del rescate especificando que debía pagarse entre 50 y 300 pesos según el tenedor fuera indio o cristiano de tropa, oficial o vecino (AGN,X,25.5.3). En octubre de 1841 ante la solicitud del cacique Collinao de dos indias de su tribu existentes en poder del cura y de una vecina de BahíaBlanca, los poseedores solicitan una compensación de 1.000 pesos moneda corriente (AGN,X,26.1.3). En 1838 el cacique borogano Millaquelen solicitaba desde Tapalqué una cuñada y dos sobrinos que se hallan en poder de un soldado de la Escolta de S.E. Se resolvió intentar la compra de dicho indio "pero sin forzarlo" para lo cual se autorizaba el pago de hasta 600 pesos (AGN,X,25.5.3)

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posteriormente en San Isidro. La búsqueda del indiecito (a través de ordenes impartidas a las

diferentes autoridades civiles de los partidos mencionados) llegó a aquel ultimo punto donde el

juez de paz respondió en el mes de agosto que Don Manuel Albares dice “…no haber tenido

indiecito alguno y dixo que con el Cacique Canuillan y su familia ha tenido siempre la

mayor amistad y hecholes favores [pero que] en casa del Coronel Julianes tenían un indiecito

muy pequeño perteneciente a los toldos de dicho cacique a quien habían vestido y lo tenían para

que jugase con los niños; éste cré lo tenían de acuerdo con sus parientes de quienes sin dudo lo

habian obtenido”1021. No sabemos cuál fue el desenlace de esta búsqueda pero resulta bastante

claro el interés del gobierno por resolver una situación conflictiva en la que se encontraba

involucrado un importante cacique amigo.

De manera similar se procedería con otros grupos amigos. En octubre de 1831 el parte de

novedades del partido del Monte elevaba un informe sobre la prisión de varios individuos

involucrados en delitos interétnicos. Recordemos que en ese momento, grupos de los caciques

Catriel, Cachul y Venancio se hallaban hospedados en la estancia Los Cerrillos y es razonable

suponer que se tendría especial cuidado en mantener una relación lo más cordial posible con

ellos. Dentro de esa política podría incluirse la penalización de actos delictivos sobre ellos. Así,

el juez del partido mencionaba la prisión de Santiago Vera por andar ebrio y dar una cuchillada a

un indio del cacique Catriel; a Manuel Silva por haber sacado unas botas y unos caballos a indios

de Catriel y a Juan Vera por haber robado unos caballos a los indios1022.

En la guardia de Salto también se produjeron algunos casos de violencia interétnica. En

septiembre de 1836 se envió a Victoriano Caldevila “por haver robado un cavallo y un potro en

el Fuerte Federación a Pedro Lucero capatas del Cacique Mayor Don Santigano Llanquelen”.

La relación cuatrimestral de septiembre-diciembre de 1837 adjuntaba la clasificación de

Gregorio Arce, “natural de esta Guardia del Salto [que] dice que… lo han tenido cautivo los

Indios Pampas y que hase como cinco años que vino con los Indios amigos a esta Guardia y

seles quedó y fue preso el 1 del que espira por haberle robado a un indio amigo que ebrio se

avia caido en la calle la noche del 28 de agosto ultimo”. En la 2da relación cuatrimestral del año

siguiente se notificaba la prisión del cautivo Jose Salome Balmaseda, natural del pueblo de Salto,

de más de 20 años de edad quien “fue preso el dia 12 [de junio] por haber dicho a la viuda del

1021 Ambas notificaciones (Chacarita de los Colegiales, 30 de julio de 1837 y San Isidro 14 agosto 1837) se encuentran en AGN,X,21.6.4. 1022 Parte de novedades septiembre-octubre 1831. AGN,X,24.5.1

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finado Casique Yanquelen y otros Indios amigos que se hayan en este Pueblo que iban a

degollar a todos los Indios que se hayaban en este Pueblo y en el Fuerte Federación”1023.

La causa de la última detención no deja lugar a dudas sobre el lugar que ocupaban los

indios amigos en la sociedad como un nada desdeñable grupo de presión y, precisamente como

consecuencia de ello, el control de información que se esperaba tener sobre ellos.

e) Prácticas sucesorias

Para finalizar este recorrido por prácticas indígenas que se vieron de alguna manera

modificadas por la introducción y/o utilización de elementos criollos vamos a hacer referencia a

la forma en que se resolvió el tema de la sucesión de los caciques amigos asentados en territorio

provincial. La sucesión del cacicazgo de Cachul así como otro caso que hemos podido localizar

nos permite verificar la interferencia que había creado el gobierno en esta práctica y que refleja

un decidido avance sobre la escasa independencia política que aún gozaban estos grupos. Como

hemos señalado, en las tolderías de frontera debía primar la habilidad diplomática de los

caciques para lograr el mejor posicionamiento dentro del territorio provincial. Pero asimismo, el

gobierno debería requerir determinadas cualidades de sus caciques amigos. En ese sentido

parecería haber existido un acuerdo tácito de que la elección debía ser realizada en forma

conjunta entre los mismos indios y el gobernador.

En el año 1834 falleció el cacique Antuan, cabeza de un grupo asentado en Tapalqué

planteándose el problema de su sucesión. El cacique Catriel, que se encontraba en Buenos Aires

reponiéndose de una enfermedad, recibió chasques provenientes de Tapalqué que le notificaron

del hecho informándole asimismo que el sucesor sería el capitán Calfiao. En forma inmediata se

produjo la comunicación entre Catriel y Rosas quien a su vez, había sido notificado del caso por

el comandante de Tapalqué. La reacción de Rosas fue muy reveladora; el gobernador se mostró

sorprendido por la medida ya que, como expresaba en carta a Catriel "aun no haviamos

acordado una cosa definitiva" y si bien se había pensado en Calfiao como sucesor "no recuerdo

que resolviesemos que ya se mandase reconocer". También Catriel se mostró sorprendido por el

aparente nombramiento de Calfiao porque "desde que este reconocimiento no ha tenido la

asistencia del comandante… jefe del punto, lo considera todo muy informal e impropio". Este

cruce de misivas termina con una de Rosas en la que presenta lo que para él sería el esquema

ideal para la elección de un cacique amigo. En primer lugar debería realizarse una junta entro los

1023 Ambas relación en AGN,X,21.5.4

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indios de la agrupación acéfala y representantes de Rosas, de Catriel y de Cachul; estos ultimos

presentarían a los primeros su propuesta sobre quién sería el candidato más apto para

desempeñar el cacicazgo. Pero si esta propuesta no era aceptada por los indios se aceptaba que

ellos reconocieran a otro jefe ya que "es preciso consultar también en la parte posible que los

súbditos queden contentos"1024. El énfasis en las ultimas palabras sugeriría que Rosas

contemplaba que en alguna oportunidad podía no ser posible acordar con los indios la elección

de su cacique.

En febrero de 1839 se produjo la muerte del cacique Cachul. En esta oportunidad parece

haber pesado más la propuesta conjunta de Rosas y Catriel sobre el posible sucesor, que el hecho

de que “los súbditos queden contentos”. No es extraño que en este caso tan particular, tratándose

de uno de los grupos más importantes dentro de la estructura del negocio pacífico, la intromisión

del gobierno se haga sentir con mayor fuerza intentando garantizar que el cacique elegido fuera

suficientemente leal para sostener la relación con el gobierno. En el momento de su muerte se

hallaba en Tapalqué el cacique Catriel a quien el comandante Bernardo Echeverría informó que

"pensaba consultar a V.E. sobre la persona que debía aser cabeza de dicha tribu... [alertando a

Rosas que] los encargados interinamente del cacicato estan advertidos que deben sujetarse a lo

que V.E. disponga"1025. Y adjuntaba un listado con los indios considerados más apropiados para

suceder a Cachul.

Es interesante detenerse en cuáles fueron las cualidades consideradas más importantes

para convertirse en el sucesor de la agrupación. La "filiación" de cada indio comenzaba con el

cargo que ocupaba en ella y su relación con el cacique difunto. En todos los casos se trataba de

capitanejos, es decir, indios que por su posición jerárquica tenían indios de pelea a su cargo. La

segunda característica que se registra es la relación con los blancos y en general con las

costumbres "cristianas". Así, los indios propuestos aparecen como "cristiano muy apegado a

todas nuestras costumbres, muy docil…" "muy amigo de los cristianos", "indio pacífico y amigo

antiguo pero poco dado con los cristianos" "muy amigo de los cristianos, muy docil aun cuando

este ebrio" "indio anciano pero no es de toda confianza pues es de los ranqueles". Y sólo en

tercer lugar se especificaba el poder de mando que tenían en relación con los indios que dirigían.

Es de remarcar que de los seis indios seleccionados, solo uno sabía "hablar nuestro idioma

1024 En los hechos el informe de los chasques era falso y los indios de Antuan solicitaban permiso para radicarse en Tapalque "puesto que no tenian sucesor nombrado" (AGN,X,43.1.3) 1025 Echeverría a Rosas, AGN,X,25.6.5

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castellano como cualquier paisano de campo". Resulta evidente de esta relación que la

característica principal de un cacique debía ser su relación dócil con el gobierno.

Indefectiblemente la convivencia tan estrecha entre estas poblaciónes indígenas y la

sociedad criolla debía provocar una permeabilidad tal que originara prácticas sociales híbridas.

En la conformación de éstas podemos diferenciar algunas en las que la adopción de rasgos

criollos se limitaba a elementos externos que no producían un impacto fundamental en las

tradiciones originales, como puede ser el recurso a las vías de provisión externas representadas

por los obsequios o raciones del gobierno. En otros casos, la intromisión de rasgos extraños

parecería tender a un resultado más disruptor como por ejemplo, las modificaciones señaladas en

las prácticas sucesorias y la aplicación de la justicia provincial en el interior de los grupos. De

todos modos, debemos tener en cuenta que estas alteraciones se producían sobre grupos en

donde el liderazgo tradicional se hallaba bastante diluido y se puede, al menos, dudar de la

verdadera independencia política de ellos, situación que licuaría fuertemente el impacto de estos

cambios.

Pero no podemos limitar el estudio del mestizaje cultural y la creación de prácticas

culturales híbridas en la campaña sólo a las modificaciones o adopciones que registraron algunas

costumbres indígenas. Hacer esto sería mostrar solo una de las direcciones del mestizaje. De ahí

que el próximo y ultimo acápite del capítulo intentemos introducirnos en un conocimiento más

de conjunto sobre la vida en la frontera donde podamos indagar asimismo sobre las influencias

de elementos indígenas en la población criolla.

3. El delicado equilibrio de la vida fronteriza

Las habituales relaciones que unían a criollos e indígenas son las más difíciles de detectar

en la documentación porque, debido a su espontaneidad y a formar parte de la vida diaria, no

encuentran lugar en las fuentes a menos que esta misma vida cotidiana se viera alterada por

algún acontecimiento disruptivo. Siguiendo a Turner, en un momento de conflicto o de quiebre

de la normatividad social “se abre una delimitada área de transparencia en la superficie opaca

de la regularidad de la vida social lo que nos permite observar en operación los principios

cruciales de la estructura social”1026. Por tal motivo, las actuaciones judiciales se presentan

como la vía más fructífera para introducirnos en el conocimiento de la convivencia entre criollos

e indígenas en la campaña bonaerense. Esta interrelación habría hallado una base común sobre la

1026 Turner, V, Schism and continuity in an african society. Manchester University Press, 1957.

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cual edificarse ya que, como decía Mayo al preguntase sobre la adecuación de los renegados de

la sociedad hispano criolla a la vida en las tolderías,

“las diferencias entre la toldería y el medio rural… de la frontera eran todo menos abismales. Ambas economías giraban, en buena medida, en torno al ganado… Las formas de vida material… eran extremadamente sencillas y en absoluto incompatibles… [por lo que] vivir entre los indios no comportaba, pues un cambio radical en las condiciones de vida material ni implicaba un largo proceso de readaptación laboral”1027.

A este planteo inicial de Mayo con el que coincidimos totalmente, incorporaremos la

existencia de otro tipo de prácticas sociales igualmente similares que permitieron una

interrelación muy fluida entre las dos sociedades en donde era posible hallar núcleos de

población que para algunos vecinos de la campaña era “una mezcla que no se entendía porque

unos son bautizados y otros no y... hay cristianos casados con pampas y pampas casados con

cristianas a su estilo”1028.

a) La convivencia fronteriza a ambos lados de la línea fronteriza (década de 1810)

Hasta la expansión territorial llevada a cabo por el gobierno provincial, la línea oficial de

demarcación entre la sociedad hispano criolla y las agrupaciones indígenas se situaba en el curso

del río Salado. Esta frontera militar no impidió el permanente cruce de poblaciónes a uno y otro

lado siendo la causa más frecuente de contacto, el intercambio de bienes. Recordemos, por

ejemplo, la importancia que cobraba el comercio interétnico a través de los constantes pedidos de

los indígenas para que se les autorizara a comerciar con la mayor cantidad posible de puntos en

la campaña, las mismas dificultades que se le presentaban a los comandantes para cumplir las

normas o, como sucedió a mediados de la década de 1820, llevar a cabo la prohibición total del

comercio1029. A pesar de estos mutuos deseos por expandir los intercambios, estas relaciones

derivaban frecuentemente en actos de violencia interétnica1030 que se expresaban en heridas y

aún en la muerte de alguno de los participantes. Estos hechos que involucraban algún tipo de

respuesta por las autoridades de campaña nos permite acercarnos a las relaciones más cotidianas

entre dos poblaciónes que se hallaban formalmente separadas por la frontera del Río Salado. Este

hecho era central para que las autoridades extremaran las medidas diplomáticas con el fin de

evitar la confrontación directa originándose soluciones ad hoc que no necesariamente eran

1027 Mayo y Latrubesse, Terratenientes, soldados y cautivos…” p. 99-100. 1028 AGN,X,9.9.6. 1029 Ver Parte primera, capítulo 1. 1030 Un estimulante estudio sobre la violencia interracial como parte constitutiva del comercio se encuentra en el trabajo de White varias veces citado. Para el autor “Commerce, in short, was not a peaceful process; violence was an option both for acquiring goods and for protecting them. In part, violence was so prevalent ... because agreement on the nature of the exchange itself developed only gradually”, The Middle Ground p. 75

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utilizadas para resolver conflictos posteriores de similares características. Por ejemplo, cuando la

víctima del hecho de sangre era un indígena las opciones que plantearon los comandantes y

alcaldes de campaña fueron tanto el apresamiento del culpable y la realización de un sumario

como la compensación económica de los parientes de la víctima. Mientras la primera vía

respondía a los procedimientos judiciales propios de la sociedad provincial, la última se

vinculaba en mayor medida con las prácticas de la sociedad indígena lo que indica el alto grado

de imprevisibilidad que se aplicó en la resolución de estos conflictos.

Un ejemplo de la primera situación fue el sumario realizado al lenguaraz Antonio por

haber herido a un indio. En este caso se procedería a la formación de un sumario pero con

características absolutamente atípicas. En efecto, el sumariante no sería el alcalde de hermandad

de Cañada de la Cruz, Luis Burgos, quien en agosto de 1815 elevó las actuaciones al gobierno

central, sino un tal “indio Rosales” quien según el alcalde “ha sido en estos casos el juez”.

Rosales, por su cuenta, tomó declaración al cabo de escuadra Benito Tapia quien declaró “quel

lenguaraz Antonio fue que le comenzo a pegar... con un rebenque al indio asta que cayo del

caballo abajo”. La declaración fue entregada por Rosales en compañía del indio ofendido en la

misma casa del alcalde. Este se vio totalmente superado por el hecho y ante la insistencia de

Rosales decidió elevar la actuación al gobierno sin dejar de remarcar

“… la ignorancia que el indio Rosales me hace en su pedimento y que a tal proposicion no podria yo entender en semejante causa ni menos autorizarla como la tengo autorizada sino fuera por las repetidas suplicas que el indio me hacia que se la autorizara a fin de que el espresado Tapia no se desdijera de lo que le havia declarado al indio Rosales.”

Pero la irregularidad del procedimiento no pasaba solamente por haber sido Rosales el

sumariante sino que, según intentó hacerle entender el alcalde, “Tapia es miliciano y como tal

goza de fuero militar y solo su capitan puede tomarle declaracion”. A pesar de todos estos

razonamiento Burgos no logró disuadir al indio y, lo que es mucho más llamativo, terminó

avalando con su firma el escrito al que no le quito ni un tilde “pues con mas razon se quejarian

los indios diciendo que yo les acortaba las diligencias que havian practicado a el efecto”. La

declaración de Burgos muestra muy claramente el objetivo de no confrontar con los indígenas y

llegar a un acuerdo con ellos aún cuando esto implicara dejar de lado una cantidad de normas

claramente establecidas. El enojo del alcalde por haber aceptado estas reglas de juego lo llevó a

hacer responsable de estas prácticas a su par de la frontera de Luján a quien culpaba de haber

autorizado “la introduccion de indios que se conocen ser mas de su partido que del que esta a

cargo del que firma, autorizandolo a tomar informe de un vecino quien no puede darselo sino

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vervalmente”. El alcalde en cuestión era Don Ildefonso Barrancos, perteneciente a una familia

que daría que hablar en cuanto a su vinculación con los indios como veremos más adelante.

La agresión hacia un “indio infiel” que terminó con su muerte motivó también la

realización de un sumario en el partido de Ranchos. En mayo de 1815, una partida de indios que

se hallaba “en la pulpería cita en la loma propia de Don Juan Díaz” fue atacada por unos

paisanos; en el encuentro un indio resultó muerto y otros heridos. Esta partida indígena había

llegado a la pulpería con una carga de sal y jergas para vender. El pulpero les compró un saco de

sal y los indios quedaron en la pulpería bebiendo hasta las nueve de la noche pero

despachándolos por una ventana chica para que no se juntaran con el resto de la concurrencia y

así evitar una posible pelea. Luego de los hechos violentos, “no queriendo los indios esperar mas

tiempo… sino de llevar al muerto a sus tolderías”, la partida se retiró a sus campos. No obstante,

el comandante prosiguió con la indagatoria “pidiéndoles que luego regresaran para hacer las

diligencias correspondientes”, reflejando su interés por no dejar sin resolver el hecho de

sangre1031.

En mayo de 1817, el comandante de Chascomús, Juan de Igarzabal, informaba al

gobierno que el desertor Martín Cruz había asesinado al cacique Chincolef en un paraje

denominado los Camarones chicos, herido a uno de los indios que lo acompañaban y al indio

Pascual hijo del cacique amigo Vicente “establecido en aquel puesto con sus toldos”. En este

caso se hallaban involucrados indios asentados dentro del territorio provincial lo que habría

llevado al comandante a arrestar inmediatamente al desertor Cruz con una partida en la que

participaron dos indios que habían formado parte de la comitiva del cacique asesinado. Arrestado

Cruz, los indios que acompañaron la partida pidieron que les fuera entregado para hacer justicia

entre los caciques que los estaban esperando. El comandante denegó el pedido “prometiéndoles

que la justificación de SE no dejaría sin un escarmiento publico capaz de darle satisfacción

semejante delito”. Igarzabal envió un relato de los hechos al gobierno avisando que luego de

terminar el sumario correspondiente remitiría asimismo al agresor. El gobierno respondió de

manera inmediata que no se remitiera el preso a Buenos Aires, solamente las actuaciones

pidiendo al comandante que “haga entender a los indios que solicitan la entrega del reo que

esto no puede verificarse pero que permanezcan en el punto unos días hasta presenciar la pena

de sangre que debera sufrir el delinquente en satisfaccion de la vindicta publica”1032.

1031 AGN,X,8.8.4 1032 AGN,X, 9.9.6

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En este caso, no solo se llegó a penalizar al agresor de los indios sino que el castigo se

realizó de una manera bien visible para que los mismos damnificados pudieran observar la pena,

intentando crear una sensación de confianza.

En los casos en que el damnificado era un poblador de la campaña y aún cuando el

agresor indígena hubiera sido identificado, no se procedía a su prisión. En marzo de 1819, el

alcalde de Lobos se limitaba a informar al gobierno sobre el asesinato cometido por el cacique

Caligueque y su comitiva en la persona del chacarero Juan José Navarro peón del vecino Don

Pedro Peña1033. Pero ¿se podría haber actuado de otro modo? ¿El no tomar acciones más directas

sobre un cacique que evidentemente era conocido por los pobladores refleja el escaso poder de

las autoridades de campaña sobre la relación interétnica? ¿Tendría que ver también la calidad de

las personas involucradas: por un lado un cacique y por otra un simple chacarero de la zona? Lo

cierto es que juzgar o apresar al jefe indio habría llevado solamente a un incremento de la

violencia ya que el gobierno no podía alegar jurisdicción sobre estos indios por lo que, hechos

como éstos, debían entenderse dentro de los riesgos intrínsecos de la convivencia fronteriza. En

estos casos, la solución hallada se limitaba a ordenar un mayor control en el transito de las

partidas de comercio indígena. En marzo de 1819 se ordenó a los comandantes militares de

Salto, Rojas, Luján, Monte, Chascomús y Ranchos que en adelante todas las partidas de

comercio indígena que ingresaran por esos puntos fueran acompañadas con una escolta de “al

menos 4 hombres, licencia escrita en donde se exprese el numero de indios, nombres, filiación y

la del lenguaraz que los acompaña, toldería de que proceden, efectos que traigan…”1034.

En relación con esa violencia latente y al lado de estos incidentes menudos y, hasta cierto

punto cotidiano, la zona fronteriza era escenario de malones e incursiones en procura de ganado

y cautivos. Cabría preguntarse si estas ultimas acciones, a diferencia de las anteriores,

conllevaban, aunque sea de manera momentánea, a una ruptura de las relaciones pacíficas y el

inicio de hostilidades. La documentación no permite inferir una relación tan directa. En marzo de

1820, el cacique Quinteleu dirigió un ataque sobre el pueblo de Navarro tomando gran cantidad

de ganado y algunas cautivas. A pesar de esta agresión, las acciones que siguieron muestran que

el comercio y la prudencia diplomática en la relación interétnica mantuvieron su primacía. Luego

1033 Comunicaciones del 5 y 31 marzo 1819,AGN,X,11.5.7 1034 AGN,X,11.5.7

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del malón, se enviaron comisionados al mismo territorio indígena para negociar con el cacique

Quintileu el rescate de las 19 cautivas que habían sido tomadas; el jefe declaró que

“las cautivas que están en nuestro poder están prontas para despacharlas pero para contentar a los Casiques y demás soldados que fueron a la despedision nos gratifycaran con ochosientos pesos. Estos seran en plata sellada lo que se pueda y lo restante en prendas de planta chatas yerba aguardiente ponchos de algodón hasi estimare a VS no me falte en lo que pido pues no es para mi que es para los que fueron a la despedision”1035.

De manera que, luego de producido el ataque, el comandante no dudó en enviar

comisionados a las mismas tolderías donde se encontraban los cautivos tomados en esa

oportunidad, para negociar con Quintileu el rescate de los mismos. Tampoco el cacique dudó en

mostrar su disposición a canjearlos si se satisfacía el pago de una determinada cantidad de

bienes. A pesar de la importancia que tenían los cautivos en la sociedad indígena1036, se aceptaba

negociar su regreso a la campaña compensando la pérdida de ese bien por otro considerado

equivalente.

Poco después, el comandante militar de Navarro detuvo dos partidas indígenas de

comercio que venían de la ciudad, al reconocerse entre sus integrantes a algunos de los que

habían participado en el ataque de marzo. El gobierno desautorizó esta acción y ordenó que los

liberara y los gratificara para que regresaran a los toldos. Antes de cumplir con la orden, el

comandante fue informado por el vecino Juan Verdugo “que había regresado de los toldos” que

el cacique Aucayanca, perteneciente a las tolderías de los indios invasores, pretendía ir a la

guardia con un cargamento de sal para cambiarla por yeguas “a menos que los otros indios

estuvieran enojados [y se lo impidieran]”. La buena disposición del cacique llevó al comandante

a enviar al mismo Verdugo de vuelta a las tolderías, a costa del vecindario y acompañado de dos

de los miembros de la partida de comercio detenida para tratar por medio de Aucayanca el

rescate de los cautivos1037.

Es claro entonces que las incursiones no producían el quiebre del fluido contacto que

existía entre las dos poblaciónes1038 ni eran una alternativa al mismo1039. El pasaje de personas a

1035 Politica…, Tomo III, p. 162-169. 1036 Para una puesta al día historiográfica sobre el tema ver Salomón Tarquini, "Refugiados y cautivos entre los ranqueles: sus funciones sociopolíticas a mediados del siglo XIX”, en Quinto Sol … 1037 Política, Tomo III, p. 195 1038 Unas leguas más al sur, el comandante de Luján, Don Manuel Corvalán informaba que el vecino Juan Soto, “recientemente llegado con procedencia de los toldos le prevenía que los indios se aprestaban a iniciar hostilidades por lo cual las familias radicadas en las poblaciónes expuestas a las depredaciones abandonaban sus hogares e intereses movidas por el pavor. Biedma. Crónicas militares… p. 197-198. Negrita nuestra.

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uno y otro lado de la frontera seguía a pesar de los malones y los mismos participantes del

hecho, integrarían poco después partidas de comercio. Dentro de las tolderías agresoras, se

evidencia la existencia de grupos con diferentes posiciones. El cacique Aucayanca deseaba

realizar operaciones comerciales pero temía que sus compañeros no lo dejaran llegar a la guardia

en virtud de los ultimos acontecimientos. Esto nos permite hablar de un circuito diplomático y

cotidiano que se cruzan permanentemente con los mismos personajes que malonean y

comercian, que repelen invasiones y envían comisionados a las tolderías.

En 1821 una situación similar se presentaría en Pergamino. Al fuerte habían arribado

chasques del cacique Currutipay con el mensaje de que “se hallaba pesaroso y arrepentido de la

invasión que hizo en la guardia de Rojas en tiempo de la montonera1040 y de acuerdo con ella”.

Por ello ofrecía devolver las cautivas tomadas en esa ocasión “si el Gobierno lo indultaba y

perdonaba aquel delito”. En este caso fue el cacique quien apeló a procedimientos de la

sociedad criolla para reiniciar las relaciones con la población rural que se garantizó con la

emisión de un salvoconducto para transitar por la campaña. El comandante de la frontera norte,

Cornelio Saavedra decidió otorgar a Curutipay el indulto solicitado bajo el acuerdo de que el jefe

cumpliría sus promesas

“protestanto que cumplidas éstas, sera olvidado todo y restituido a la amistad que antes tenía con los cristianos como si nada hubiere hecho contra ellos y que todo será ratificado por el Gobierno y para que le sirva de resguardo y seguro salvo conducto doy este en la Guardia de Salto como General de la Nación y Comandante General de la Campaña1041.

Hacia el sur de la provincia, la región de Monte y Ranchos durante la década de 1810

muestra una muy similar relación de fluidez con los indios. Para conocer en parte el tipo de vida

que unía a criollos e indígenas contamos con algunos juicios originados en su mayor parte por

robo de ganado a hacendados de la campaña y su posterior venta a los indios que vivían del otro

lado del Río Salado. A través de ellos podemos hacer un análisis sobre las relaciones interétnicas

en dos niveles. El primero se refiere a las prácticas cotidianas de la vida en la frontera. En este

sentido además de los datos que la fuente aporta acerca de los tipos de relaciones que se

producen entre los grupos (relaciones comerciales, de trabajo, circulación de la información), se

ve claramente la distancia que existía entre las normas establecidas para reglar la relación

interétnica y las prácticas concretas que se alejaban bastante de aquellas. En otro nivel, los

1039 Este planteo se encuentra expresado, para la frontera chaqueña, por Santamaría y Peire, "¿Guerra o comercio pacífico? La problemática interétnica del Chaco centro-occidental en el siglo XVIII" en Anuario de Estudios Americanos, Tomo L, Nro. 2. Sevilla, 1991 1040 En referencia a los tiempos en que el oficial chileno Carrera se halló entre los indios ranqueles. 1041 AGN, Archivo Biedma, legajo 1041.

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procesos judiciales que se originaron nos permiten indagar acerca del lugar que tenía el indígena

en la sociedad, es decir, que significaba su inclusión y/o exclusión en los diversos momentos del

proceso judicial.

El primer juicio que analizaremos se produjo en el partido de Ranchos1042. En octubre de

1815, los vecinos Don Martín Balenzuela, Don Francisco Planes y Doña Justa Islas presentaron

una denuncia por robo de ganado que involucraba a un labrador del partido, José García. El

ganado robado a dichos propietarios alcanzaba en su conjunto a 45 yeguas, 25 potros, 32

caballos, 19 mulas y 10 potrancas y, según los denunciantes, había sido vendido a los indios que

se hallaban cruzando el Salado. El labrador García tenía, en la costa del río Salado, una chacra

con una sementera de 14 fanegas de trigo y dos huertas de frutas y legumbres. En el momento

del robo, el mes de junio, tenía contratados 6 peones, tres de ellos “cristianos” y otros tres indios,

algunos de los cuales aparecen involucrados en la venta del ganado robado. En efecto, en las

declaraciones de algunos testigos, que fueron los capataces de las estancias de donde se extrajo

el ganado, se acusaba a los criollos José Atanasio, al “tuerto” Cosio y a los peones indios Cicilio

Yandai y su hijo José, de haber participado en el arreo del ganado. Un primer elemento que

debemos destacar es que, a pesar de esta concordancia en denunciar a los cuatro personajes

anteriormente mencionados como autores del robo, la carátula del expediente expresa “Causa

criminal contra Atanasio Fernández y José Cosio por atribuírseles el robo de unos cavallos”,

sin figurar en la misma los peones indios. De hecho, Fernández, Cosio y el mismo García fueron

apresados en el momento en que se conoció la denuncia y luego de prestar declaración ante el

comandante del fuerte, fueron enviados a la Cárcel Pública de Buenos Aires donde luego fueron

nuevamente interrogados por el Alcalde del Cabildo. A diferencia de ellos, los indios acusados

nunca fueron apresados.

La primera inferencia que puede hacerse es que, al tratarse de población que no estaba

incorporada a la sociedad provincial, no podía ser imputada por vía judicial. Sin embargo, la

explicación no parece ser tan sencilla y da cuenta de la complejidad de las relaciones

desarrolladas en la frontera. A pesar de que los indios no estaban totalmente integrados a la

sociedad, su participación como testigos en el proceso judicial y, particularmente la forma en que

se produjo su intervención, muestran que eran considerados, al menos, como testigos válidos.

1042 Archivo Historico de la Provincia de Buenos Aires (AHPBA), Archivo del Crimen, 34-2-36, expte 19.

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Veamos este tema con mayor detenimiento. Los indios mencionados no se hallaban en el

pueblo de Ranchos en el momento en que se estaba realizando el procedimiento sumario ya que

habían pasado a unas tolderías ubicadas al otro lado del Río Salado, a 6 leguas del pueblo. La

forma en que se prosiguió con la indagatoria refleja hasta qué punto carece de sentido hablar de

la existencia de un “límite oficial” entre ambas sociedades representado por ese curso de agua.

En efecto, a pesar de que los indios supuestamente involucrados se hallaban fuera del territorio

provincial, el oficial a cargo del sumario no dudó en comisionar a un vecino hasta las tolderías

para que realizara allí el interrogatorio.

Se eligieron para tal tarea dos vecinos del partido que, presumiblemente, debían ser

conocidos de los indios. José Rodríguez, “acompañado de otro vecino de providad [pasó] a las

tolderías en que se hallan cituados los expresados Indios y vajo de la religion que profesan les

[recibió] declaracion”. A su regreso al fuerte, el comisionado Rodríguez, declaró que “yse

comparecer ante mi al Indio Cicilio Yandai Mañande y a su yjo Jose a quienes yse cargo de la

obligasion a que esta contraido todo ombre de desir verdad en lo que fuesen preguntados”1043.

Los indios aceptaron la indagatoria y contestaron en castellano.

La forma que adopta la declaración del indio Cicilio remite a cierta adaptación de las

prácticas judiciales en función de encontrarse con un sujeto que no se encontraba dentro del

universo alcanzado por la justicia provincial. Por tal motivo, y a la manera que plantea White

sobre la apelación a los elementos culturales del otro grupo, debió buscarse otro tipo de

acercamiento que comprendiera nociones propias de la otra sociedad para lograr su integración al

acto judicial. Así por ejemplo, el juramento tomado a los testigos indios revistió una forma

particular. Mientras las declaraciones de los pobladores criollos se realizaban por “Dios Nuestro

Señor y una señal de cruz, bajo del qual y por la Patria ofreció decir verdad”, en este caso

particular se pide que lo hagan por “la obligación a que esta contraido todo ombre de desir

verdad en lo que fuesen preguntados”. Es decir, se reemplaza en este caso el compromiso con la

religión y la Patria para apelar a la religión propia de los indígenas y a una obligación ética que

hace al mantenimiento de las relaciones cotidianas. Hay que señalar que la prosecución del

proceso judicial en tolderías indígenas ubicadas fuera del territorio provincial es relatada tan

naturalmente que no parece haber sido sentida como una intromisión para los indígenas.

1043 Negrita nuestra.

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El indio Cicilio comenzó su declaración reconociendo, a diferencia de los otros

sospechosos, tanto el robo como la participación de su hijo en la recogida del ganado marcado.

Retomando la hipótesis anterior podríamos plantear que, sabiendo Cicilio que su hijo no sería

imputado, no tuvo problemas en reconocer los hechos. Y en efecto, a pesar de esta confesión el

indio José no fue procesado. Sobre este telón de fondo que muestra la estrecha relación que

existía entre las poblaciónes a ambos lados del Salado, la declaración del indio es muy elocuente

con respecto a la forma que adoptaban las prácticas comerciales interétnicas en la campaña.

Cicilio expresó que estando con sus toldos inmediato a la casa de José García1044, se le

acercó una partida de comercio que había llegado desde “afuera” y le habían pedido al indio que

los acompañara hasta Magdalena para comprar yeguas. Cicilio accedió al pedido pero enterado

García del objetivo de los indios los convenció de que se quedaran allí ofreciéndoles ganado más

barato que el que podían obtener en Magdalena. Los indios aceptaron; el trato duró 4 días al

término del cual la partida de comercio volvió a sus campos pagando por el ganado 4 ponchos, 2

mantas oberas y 2 jergas pintadas. Según esta declaración, el ganado incluía animales de García

y de los vecinos Balenzuela e Islas.

La mención de Cicilio sobre el objetivo de la partida indígena de llegar hasta Magdalena

a comprar yeguas refleja que el intercambio no se limitaba a los puntos más cercanos al Salado.

El mismo García, antes de su asentamiento en Ranchos había vivido en San Vicente donde,

según varios vecinos “es público” que tenía frecuentes tratos comerciales con los indios que

llegaban al partido; en uno de éstos se había descubierto que el ganado intercambiado había sido

hurtado por lo cual se obligó a García a pagar a su dueño el valor de las cabezas vendidas.

En Ranchos, los vecinos declaraban que, además de los tratos comerciales “siempre le

han visto dos o tres toldos de los expresados Indios en su casa como es publico y notorio y que

aun al presente existe uno de los dichos en ella” (presumiblemente el de Cicilio). Las

declaraciones de estos testigos provocaron una consulta que la autoridad sumariante hizo al

gobierno en relación a si la existencia de tolderías en los establecimientos de campos “es una

prácticatolerable en la Campaña”. García acepto haber realizado tratos comerciales con la

1044 Es probable que Cicilio, al conchabarse como peon de García, haya instalado alli su toldo. En Chile era una práctica común que los estancieros permitieran a los indios que contrataban que levantaran en sus propiedades sus toldos para no violentar su estilo de vida. Ver, Leonardo Leon Solis, Maloqueros y conchabadores en Araucanía y las Pampas, 1700-1800, Temuco (Chile), Universidad de la Frontera, 1991.

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partida de comercio que llegó a su chacra1045 pero alegó en su defensa que habían sido estos

indios los autores del robo porque éstos

“roban quanto se les proporciona y que pillados con la masa en la mano como suele decirse, su exculpacion es que compraron a fulano y fulano aunque no lo conozcan sino es por el nombre; que estos robos no son frequentes sino diarios”1046.

Este constante pasaje de personas a uno y otro lado del Salado se reflejaba también en

una fluida circulación de la información. Uno de los hacendados que había sido víctima de los

robos, Don Martín Balenzuela, pudo informarse que su ganado había sido adquirido por el

cacique Cachul. Pero nuevamente aquí nos encontramos con la necesidad de adecuar las

prácticas judiciales a aquellos casos en donde se hallaban involucrados indios no sometidos. En

lugar de reclamar la devolución del ganado robado, Balenzuela debió “rescatar” uno de sus

caballos más preciados, uno blanco, a cambio de yerba y 10 pesos plata. De manera que aunque

el hacendado pudo constatar que su ganado había sido robado y se hallaba en las tolderías de

Cachul, la estrategia para recuperarlo no fue utilizar la vía judicial para conseguir la restitución

sino que optó por comprarlo.

Asimismo Balenzuela sabía, por intermedio del indio Cicilio que García, al obtener su

libertad por el pago de una fianza, había tratado de convencer a dicho cacique para que matara a

Cicilio por haberlo denunciado. Otro testigo presentado por Balenzuela, Don Juan Fermín Pérez,

quien también reconoció tener asiduos tratos comerciales con los indios, contaba con el agregado

de entender la lengua pampa y hablar en ella. Eso le permitía tener un contacto más fluido con

los indios y obtener a su vez mayor información. Por los elementos que figuran en su

declaración, que repiten los dichos de Balenzuela, parece claro que Pérez fue quien puso a

Balenzuela al tanto de lo que había sucedido con su ganado.

El otro juicio sobre robo de ganado se produjo en el partido de San Miguel del Monte1047.

En marzo de 1818 el comandante de la guardia, Sargento Mayor Don Pedro Nolasco López

elevaba un nota dando cuenta de los frecuentes robos de hacienda en esa frontera que los mismos

ladrones pasaban a los Indios pampas “a causa de la facilidad de conducirla sin ser sentidos por

1045 García había contratado la compra de una manta por 10 yeguas y su hermano Francisco dos ponchos y una jerga también por yeguas propias. 1046 La caracterización del indio como un “ladrón compulsivo” era utlizada frecuentemente para descargar culpas. Conociendo esta estrategia, el Comandante General de Campaña sostenía que “los robos de caballos… se atribuyen las mas beces a los infieles siendo los principales ladrones algunos de los havitantes de esta Campaña”. 1047 AHPBA, Juzgado del Crimen, 32-2-37, expte 1.

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no haver poblaciónes abanzadas, siendo todo originado del clandestino trato que sin mi

conocimiento se tiene con los mismos Indios”.

El sumario se inicia con la denuncia del vecino Cipriano Sánchez de que Carlos Cruz y

Casimiro Rodríguez habían cruzado el Salado para vender ganado yeguarizo a los indios pampas

sin licencia del gobierno regresando con ganado vacuno adquirido en las tolderías. Ese mismo

día se había denunciado el robo de entre 14 a 16 manadas de yeguas por lo que se suponía que el

ganado vendido a los indios provenía de dicho robo. Los dos acusados negaron la acusación

alegando que el ganado era propio aunque reconocían que no tenían licencia del gobierno para

realizar tratos con los indígenas.

En esos días llegó al pueblo el “indio cacique ladino llamado Manuel” que, con otros

indios, iba a Buenos Aires a obtener una licencia de comercio para comprar ganado yeguarizo a

los vecinos. Manuel le refirió a López que “havia encontrado a unos indios de toldería

inmediata a la suya [con ganado yeguarizo] y que preguntado de donde la havian havido y su

costo… le havian contestado que era robada y trocada por gergas y sal a Julián Cáceres de este

vecindario”.

Cáceres, que era peón de Cipriano Sánchez, el vecino que inició la denuncia, negó estar

involucrado en dicho trato comercial por lo cual, al regreso del cacique Manuel hacia sus toldos

4 días después de haber conseguido la “licencia superior para comprar lleguas a los vecinos que

quisiese venderle con conocimiento de esta Comandancia”, se lo comprometió para que,

acompañado de un vecino de Monte fuera a las tolderías donde había hallado el ganado tratando

de aclarar estos hechos.

Nuevamente aparece aquí la irrupción de procedimientos judiciales que se extienden

hacia un espacio sobre el que el estado no tiene jurisdicción. Vale la pena hacer referencia a que

el cacique aceptó realizar la comisión porque no quería “que a él lo tuviesen por malo”. De lo

que podría concluirse que estos procedimientos que estamos relatando dependen en gran parte de

la “buena voluntad” de los interlocutores. Manuel fue acompañado por el vecino lenguaraz Juan

Berdun “natural de Chile en quien concurre la circunstancia de poseer el idioma”. De todos

modos, para evitar confusiones con respecto a los hechos, López pidió al cacique Manuel que

por su propia vía le enviara el informe separadamente de la de Berdún.

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El 16 de abril regresó el comisionado con una versión totalmente diferente de los hechos

ya que en esta oportunidad los indios compradores, entre ellos el indio ladino Antonio Niquera y

un cristiano soldado desertor de artillería señalaban como vendedor a un nuevo personaje que se

incorpora a esta escena, el vecino Carmen Vera. El soldado desertor ofrecía ir al pueblo para

hacer una descripción más detallada de los hechos si se le prometía el indulto. Carmen Vera,

“vecino del lugar nombrado las Saladas, con familias y alguna labranza” reconoció haber tenido

tratos con el indio Niquera aunque negó que el ganado intercambiado fuera robado. La relación

con Niquera era frecuente ya que el indio, cuando estaba de paso hacia el pueblo acostumbraba

hospedarse en la casa de Alexos Garay, yerno de Vera. En esa oportunidad el indio junto a dos

compañeros había llegado con jergas, algunas ovejas, peludos y sal, bienes que trocó por

charque, porotos, trigo, maíz y sandías en el pueblo y en las inmediaciones de la casa de Garay

en cuya casa permanecieron dos días. Entre esos negocios Vera cambió una jerga por 4 reales de

trigo y 4 reales de plata y dos ovejas por sandías.

Para confirmar esta ultima declaración el comandante López accedió a conceder el

indulto solicitado por el desertor cristiano que estaba en las tolderías, indulto que concedió “a

nombre del supremo gobierno en quanto puedo y deva”. El 13 de mayo llegaron a la guardia del

Monte el desertor José María Andrés y el indio comprador del ganado robado. Para tomar

declaración al primero y en función de su calidad de miliciano y contar con el fuero

correspondiente se convocó a los “capitanes Don Vicente González y Don Santiago Salas, a los

tenientes Don Luis Gomes y Don Juan Bautista Idalgo, al alférez Don José Manuel Saavedra y

al vecino Don Antonio Dorna que vino por si y por indisposición de su hijo político el

comandante de esquadron Don José Zenón Videla”. En la indagatoria participaron también el

vecino Carmen Vera y el indio Antonio que comprendía el castellano debido a que se había

desempeñado hacía poco como mozo en una pulpería de la guardia.

El indio confirmó que en sus viajes a Monte acostumbraba hospedarse tanto en la casa de

Garay como en la de Vera con quienes asimismo tenía tratos comerciales. Precisamente a este

último le había entregado hacía un tiempo algo de sal a cambio de unas yeguas que le debía

entregar. Para realizar el arreo de la hacienda que consistió en 12 a 14 manadas de yeguas Vera

le había solicitado al indio que le prestara “al desertor para utilizarlo como peón”. Las yeguas

fueron arreadas de noche desde diferentes lugares que el desertor no podía identificar lo que

apoyaba la idea de que habían sido robadas. Al retirarse a los toldos Vera les pidió que si les

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preguntaban quien les había vendido el ganado nombraran a José Benito Márquez o Julián

Cáceres y los indios “en obsequio lo habían echo”.

Este expediente, al igual que el anterior se halla trunco y no podemos conocer cómo

finaliza la historia. Sin embargo queremos anotar un dato que surge de la ultima presentación de

Vera desde su prisión en Buenos Aires y que hace referencia a las relaciones de poder en la

campaña. El reo denunciaba que su enjuiciamiento había sido provocado por una maliciosa

denuncia de Don Zenón Videla cuyo regimiento de milicias integraba y en virtud de ello pedía

una nueva indagatoria a otro integrante de dicho regimiento que apuntaba a descubrir la

participación de Videla en el proceso. Si bien esta actuación no llegó a realizarse o, al menos, no

figura dentro del expediente, interesa ver los mecanismos que, según Vera, fueron utilizados por

el hacendado para acusarlo. Entre los puntos que solicitaba fueran interrogados al nuevo testigo

se preguntaba si sabía que Videla había mandado buscar a las tolderías cruzando el Salado “dos

indios Pampas de los mas ladinos ofreciendoles gratificarlos para que… depusiesen en mi

contra … si sabe quanto se les pago a cada uno de ellos… [y si] es cierto que antes de haber

sido … conducidos a la Guardia fueron a la casa de D. Zenón Videla y si este alli los impuso de

lo que habian de declarar”.

La precisión de las preguntas formuladas por Vera hace factible pensar que los hechos

denunciados realmente ocurrieron y muestran que las redes de relaciones de la campaña incluían

asimismo a los indígenas.

Los dos procesos citados presentan un cuadro bastante similar de convivencia entre

personajes de dos sociedades que sólo en la norma se encontrarían separadas por un límite

fronterizo. En esta convivencia los tratos comerciales sobresalen como el rasgo más notorio pero

de ningún modo son el único. En efecto, estos documentos también nos permiten ver el contacto

laboral que unía a las poblaciónes indígenas con la población criolla de la campaña. Si el peonaje

agrario de los indios es un aspecto conocido, vale la pena resaltar el caso del indio Niquera que

se desempeñó como mozo de pulpería, tarea que implica otro tipo de conocimientos y destreza,

entre ellas, el hablar castellano.

La centralidad del comercio interétnico es demasiado evidente como para insistir sobre

ella. Lo que queda claramente reflejado en estos juicios es la distancia que existía entre las

normas dictadas para controlar el contacto comercial y las prácticas concretas. Las disposiciones

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del gobierno en general y desde los tiempos coloniales, intentarían constantemente fiscalizar y

regular este comercio indicando que los tratos debían realizarse en lugares especialmente

designados para el intercambio. Debía contarse, asimismo, con licencias otorgadas por el

gobierno las que serían controladas por los comandantes de frontera. En la práctica, el

intercambio no seguía estas disposiciones a las que desbordaba permanentemente. Las partidas

indígenas no contaban, en general, con las licencias mencionadas, no pasaban necesariamente

por las guardias autorizadas para el intercambio sino que se realizaban en las mismas casas de

los pobladores de la campaña con los cuales los indígenas tenían una relación y un conocimiento

personal. De todos modos, es probable que la evidencia de la imposibilidad de limitar estos

contactos llevaba a que las irregularidades mencionadas no constituyeran per se un acto

delictivo. Hemos visto que, a pesar de que en varias ocasiones los comerciantes reconocían no

tener licencia para realizar los tratos, no eran penalizados por las autoridades de campaña1048 y

hasta el comandante de Monte reconocía el habitual “trato clandestino” entre los pobladores de

la guardia y los indígenas.

¿Cuáles eran los bienes intercambiados? En los casos mencionados los indios fueron

vendedores de ganado vacuno (y también ovino) y compradores de ganado yeguarizo, granos

(maíz, trigo, porotos) y frutas como sandías lo que marca el importante cambio que se había

producido en su dieta. En pago de estos bienes, circulaban principalmente distinto tipo de textiles

y, en un caso al menos, encontramos referencia a la entrega de sal.

¿De qué manera se realizan los tratos ó cuáles eran los términos de intercambio? Hemos

visto que precisamente un reclamo constante de los indios a lo largo de las décadas de 1810 y

1820 sería el establecimiento de “precios fijos y justos” para sus bienes. En estos casos parece

muy claro que no hubo violencia en los tratos y que existió una gran disparidad de los valores

intercambiados. Resumamos estos datos: por 45 yeguas, 25 potros, 32 caballos, 19 mulas y 10

potrancas se habían recibido 4 ponchos, 2 mantas oberas y 2 jergas; 10 yeguas habían sido

compradas con una manta; otras 14 yeguas fueron cambiadas por 2 jergas bordadas; con 4 reales

de trigo y 4 reales de plata se obtuvo una jerga bordada; por un caballo bayo el vecino

Balenzuela pagó 10 pesos en plata y yerba. Esta diversidad en los términos del intercambio,

reflejaría que la variabilidad que existía en los tratos dependía, en gran medida, del tipo de

relación que había entre las personas involucradas al punto que se llegaban a confundir tratos

1048 Carlos Cruz y Casimiro Rodriguez reconocieron haber comerciado con las tolderías cruzando el Salado sin licencia del gobierno pero no fueron imputados por este hecho.

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comerciales con entrega de obsequios. En efecto, en la compra de ganado a Carmen Vera, el

soldado desertor declaraba que los indios habían entregado sal a cuenta de yeguas y una vez

obtenido el ganado, los indios “le regalaron a Vera dos gergas bordadas”.

El detallado relato sobre estos contactos comerciales nos permitió asimismo acercarnos a

las modalidades de la vida fronteriza donde pudimos observar indígenas conviviendo con los

criollos en sus propios toldos en establecimientos de campo o en las mismas casas de los

vecinos; permaneciendo en estos asentamientos por varios días en tanto terminaban de concretar

sus negocios, recibiendo en las tolderías allende el Salado a sus vecinos criollos para comerciar,

para tomar conocimiento de hechos sucedidos en la campaña, contratándose estacionalmente en

la campaña bonaerense como peones de campo y aún como ayudantes de pulperías. Este

contacto estaba basado en gran parte en la confianza, en la búsqueda de entendimiento entre las

partes. La naturalidad con que las autoridades de la campaña enviaron a sus representantes a las

tolderías ubicadas fuera del límite militar y la disposición de los indios en participar de las

indagatorias judiciales, muestra la fluida integración que existía entre estas poblaciónes y que se

basaba en las relaciones personales creando redes de relaciones. En este tema hemos visto el

intento adjudicado a Zenón Videla por captar el favor de algunos indios para que declararan en

contra de un vecino del partido.

Un año después del ultimo proceso, en 1819, Zenón Videla, como alcalde de Hermandad

del partido de San Vicente, volvería a aparecer en la denuncia de robo de ganado que

involucraba a indios fronterizos1049. En este caso la población indígena se hallaba asentada

dentro del territorio provincial; se trataba de los llamados “Indios Medina” ubicados en un

terreno despoblado cerca del arroyo del Siasgo, límite entre los partidos de Monte y Ranchos lo

cual cambiaría totalmente la situación planteada hasta el momento. En este caso y a diferencia de

los anteriores, nos encontramos frente a un delito cometido por indígenas que habitaban dentro

del espacio provincial. ¿Cambiaría esta situación el modo en que se llega a la resolución del

caso? Nos preguntamos concretamente si estos indios serían juzgados de manera similar a la que

podría caber a otra minoría o grupo subalterno como los negros o mestizos o si seguían teniendo

un status particular y, de ser así, sobre qué elemento se sustentaba esta diferencia. Veremos que,

a pesar de la evidencia sobre las acciones non sanctas de los “Medina”, éstos no fueron

penalizados como simples habitantes de la campaña. Creemos que en este punto la etnicidad

1049 El expediente se encuentra en AGN,X,9.9.6.

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indígena en el contexto de cierta fragilidad por el que transitaban las relaciones interétnica en

esta coyuntura1050 seguiría jugando un papel central para decidir el curso de acción a seguir.

Videla había elevado al gobierno la denuncia del maestro de posta y hacendado del

partido Don Ignacio Arista sobre los “frecuentes robos” cometidos por estos indios a quienes en

esta oportunidad se los había encontrado con el objeto del delito, una vaca que le habían robado

a Arista y habían carneado encontrándose todavía en los alrededores de su vivienda el cuero con

la marca del propietario. El alcalde Videla elevo las actuaciones al gobierno notificando que se

había logrado que los indios pagaran una indemnización por el robo.

La reacción del gobierno ante estas actuaciones es muy clara en cuanto al tipo de relación

que consideraba necesario entablar con los indios fronterizos. En la nota dirigida a Videla se

expresa que por más que el robo fue comprobado fehacientemente “cuando razones de policia y

conveniencia se interponen en el camino de la justicia, suele ésta aun a su peso atemperarse a

aquellas cediendo a su impulso poderoso”. Precisamente el caso en cuestión parece adoptar estas

características debido a que “concurriendo en Medina las circunstancias de un estrecho

parentesco con un cacique a quien en lo posible es necesario contentar, la de haberse hecho

cristiano caso poco comun entre los de su clase y que lo recomienda, la de hallarse casado y

reproducido cuyo ejemplo para con los de su esfera puede valer bastante y últimamente

avecindado y con sus sementeras hechas…”.

Por todo ello, se sugiere a Videla que deje sin efecto la medida propuesta de trasladarlos

al otro lado del rió Salado, o al menos detenerla hasta el verano para que hayan podido levantar

la cosecha esperando que en ese tiempo cambiaran su actitud. Solo en caso de no ser así y

mantener una conducta reprobable, convenía aplicar la medida del traslado. De manera que si

bien estos indios están asentados en territorio provincial, es claro para el gobierno el nexo que

tienen con grupos de las pampas con los que es necesario mantener buenas relaciones. Además,

Medina no solamente era pariente de un cacique lo que le otorgaba cierta importancia sino que

tenía una serie de rasgos “civilizados” que lo hacían acreedor de un trato particular: ser bautizado

y casado por la iglesia, haberse avecindado y tener sementeras. De todos modos, existía también

cierto reconocimiento del gobierno en que las autoridades de campaña actúen de manera

1050 Recordemos que hacia fines de la década de 1810 la situación fronteriza había comenzado a violentarse producto de los avances más claros de los pobladores sobre territorio indígena y la agresiva respuesta de éstos ante la pérdida de sus tierras.

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autónoma. En efecto, en la actuación se “sugiere” suspender la medida de traslado o posponerla

hasta que se levante la cosecha pero si la actitud de los indios se mantiene hostil, se deja en

libertad de acción al alcalde para que lleve a cabo su resolución. Situación que demuestra que no

estamos ante la presencia de un estado que utiliza su fuerza para imponer una orden sino

solamente ante un poder que intenta conciliar su opinión con la decisión del poder local.

La respuesta del gobierno parece haber provocado cierto disgusto en Videla quien

respondió que en su decisión tuvo muy cuenta las relaciones amistosas con los indios y que su

orden de traslado no significó su alejamiento al otro lado del Salado sino a la guardia de Ranchos

donde “se les dio tierras quitándolos del despoblado en tierras de propiedad agena” y donde no

podrían robar. De manera que el traslado fue realizado aún antes de que el gobierno tomara

conocimiento de los hechos sucedidos en el Siasgo y mucho menos se esperó su consentimiento

para llevarlo a cabo. La mudanza de los Medina fue realizada a costa del vecindario y el alcalde

se lamentaba que, precisamente por mantener una relación diplomática con los indios, se vio

“degradando la rectitud de mi carácter en no haber lebantado sumario para que se les aplicasen

las dignas penas de sus delitos”. Sin embargo, Videla parece haber considerado que esta

explicación no era suficiente para que se entendieran los motivos de su accionar ya que decidió

levantar un sumario sobre, según sus palabras, “ocupación, vida y costumbres de los indios

Medina” poniendo en conocimiento del gobierno el tipo de convivencia que se había originado

alrededor de estos indios.

Antes de comenzar con las declaraciones de varios vecinos, el alcalde de hermandad no

se privó de describir a estos personajes como

“hombres sin ninguna ocupación pues no labran, no crian ni trabajan y solo se ocupan de ir y volver de los Indios. Unos indios que ni rancho tienen y su toldería es paradero de infractores y partidas de Indios que se conducen sin tocar en los asuntos de frontera1051, unos hombres a tener el nombre de religion sin ejercerla solo sirve de pretexto para residir impunemente entre nosotros quando la acomoda asegurándose el nombre de indios si se les trata de reprender, a unos hombres que llamándose cristianos jamás concurren a ningún acto religioso y que entre ellos hay varios casados al estilo pampa con infieles, y por ultimo a unos hombres situados de autoridad propia en despoblado donde eran abrigo de la mayor parte de los robos ... y servían de espías de los pampas”.

Vale la pena detenerse en el comentario de Videla acerca de que los Medina reivindican

“el nombre de indios si se les trata de reprender”. De igual manera que en los casos anteriores,

1051 Con esto se refería Videla a que las partidas de comercio no pasaban ni se presentaban a los comandantes de los fuertes quienes, según la normativa, debían controlar el comercio interétnico. Ejemplo muy claro de la imposibilidad de ejercer control sobre un espacio tan dilatado y poco ocupado.

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parecería que los indios son totalmente concientes de su especial lugar en la sociedad provincial

ya que a pesar de adoptar algunos rasgos católicos como el bautismo para lograr cierta

integración, ponen en evidencia su etnicidad para no ser penalizados por algún delito. En este

caso, la portación de etnicidad indígena actuaría como una salvaguarda. De hecho la toma del

sacramento del bautismo, como vimos, era un elemento utilizado frecuentemente por los indios

con objetivos bastante diferentes a la esperada adopción de la religión católica. En este sentido,

uno de los vecinos declarantes comentaría indignado que a la muerte de una de las indias

bautizadas ni ella ni alguno de sus parientes solicitó que se le administrase ninguno tipo de

socorro espiritual.

Sobre los distintos puntos de esta descripción de Videla (ocupación, viviendas, religión,

relación con la población criolla y con los indios de las pampas) se realizarían las preguntas que

contestaron los doce vecinos (hacendados y labradores) que fueron llamados a declarar. Aunque

éstos avalarían esencialmente los dichos del alcalde hay algunas desviaciones y/o agregados que

permiten armar una imagen un poco más compleja de estos grupos (de los que por otro lado y

lamentablemente, ignoramos su número ya que en ningún momento se señala la cantidad de

personas englobadas bajo la categoría de indios Medina). El primer punto que Videla intentaría

mostrar era la holgazanería de los indios que según varios testimonios llevarían en el lugar entre

“6 a 8 años”. De manera reiterada se expresaba en las declaraciones que los indios a pesar de

tener sus toldos siempre provistos de trigo, maíz, frutas y carne fresca, “no trabajan ni se les

conoce mas ocupación que ir y volver de los pampas”. Aún los vecinos más próximos a las

tolderías señalaron que “no les han visto nunca rastrojos”. Sin embargo, uno de los declarantes

expresó que “nadie trabaja excepto uno que se conchaba en la siega”. Y otro testigo invocado

por Videla, Juan Gregorio de Igarzabal que fuera comandante de Monte en el año 1817 señalaba

que, existiendo ya en ese momento denuncias por robos perpetrados por los Medina, los había

conminado a que abandonaran el lugar y se trasladaran al otro lado del Salado “luego de

levantada la cosecha” de su sementera la que “con dificultad alcanza a ½ anega de trigo”. De

manera que, pese a los denodados intentos de Videla por mostrar, a través de la declaración de

unos testigos convenientemente seleccionados, la holgazanería de los indios Medina, algunos de

esos mismos declarantes dejaban entrever algún tipo de actividad económica realizada por

aquellos.

En los reiterados robos que según los vecinos se venían produciendo desde hacía años,

los Medina no actuaban solos. El dueño de la vaca que se halló en las tolderías reconocería que

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el hurto fue realizado en complicidad con un criado negro suyo que hacía tiempo “dormía en los

toldos con las chinas, con el permiso de los indios”. Pero este negro no era el único criollo en las

tolderías. En una declaración que se repetía prácticamente incambiada en todos los testimonios,

se decía que en las mismas había “una mezcla que no se entendía porque unos son bautizados y

otros no y... hay cristianos casados con pampas y pampas casados con cristianas a su estilo”.

Las tolderías asimismo eran refugio, además de las partidas de indios pampas que

constantemente cruzaban la línea de frontera (al igual que se les imputa a los Medina), de “todos

los cristianos tratantes sin licencia y criminales... y aún pulperos sin licencia del gobierno”. Esta

convivencia y relaciones entre criollos e indígenas fue confirmada asimismo por el capitán Don

José María Sosa que había sido comandante militar del Monte y comisionado especial para

perseguir desertores quien, a pedido de Videla, incluyó una declaración en la que afirmaba haber

encontrado en los toldos en dos oportunidades a desertores que eran ocultados por los indios para

que no se los llevara.

Pero las relaciones personales de estos indios no se limitaban a la población “marginal”

de la campaña. Uno de los vecinos invocados como declarantes, don Luis Gómez, teniente de

milicias, señalaba que los Medina, luego de su detención “se empeñaron con él para que con su

influjo mediase a que no se siguiese causa proponiendo pagar todos los perjuicios y despoblarse

del paraje en que estaban”. El vecino acepto el pedido agregando que luego los mismos indios

le “confesaron la indulgencia con que fueron tratados y que han mejorado con exceso en el

destino en que se les ha puesto”. Gómez había sido alternativamente en años anteriores,

comandante y juez territorial y había recibido quejas constantes de los vecinos con respecto a los

robos de estos indios pero “ha sido de necesidad disimularlos y no llevarlos a efecto por las

consideraciones políticas de su mucho trato, parentesco y conexiones con los Indios”.

Gómez no sería el único declarante en señalar asimismo hechos delictivos que serían

tratados de una manera muy peculiar. Don Gerónimo Arista, labrador inmediato a los Medina,

confirmaba que éstos no cultivaban ni tenían ganado para criar. La huerta de este vecino había

sido saqueada en varias oportunidades por los indios hasta que “acosado de los robos

considerables que le hacían los persiguió y quitó dos caballos blancos”. Pero Arista no terminó

aquí su actuación ya que de manera bastante inexplicable su enojo por estos robos reiterados dio

lugar, al día siguiente, a que “de compasión” les devolviera los caballos que les había quitado.

Este caso muestra una realidad bastante diferente a la que habíamos encontrado hasta

ahora lo cual es lógico si tenemos en cuenta que estamos ante indios que llevaban cerca de 10

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años viviendo en la campaña. Las relaciones con los otros pobladores habían derivado en

matrimonios interétnicos sancionados tanto por las costumbres indígenas como por la iglesia

católica. Este imbricación había creado “mucho trato, parentesco y conexiones” entre las dos

poblaciónes creándose en el asentamiento de los Medina un verdadero mundo mestizo habitado

por indios y por desertores y pobladores criollos que habían adoptado la vida en toldos. Si

aceptamos las declaraciones de los testigos este grupo era verdaderamente un estorbo para el

desarrollo de la vida en el partido. ¿Por qué entonces fue tan difícil lograr su erradicación? ¿La

relación que tenían con los indios más allá del Salado era tan fuerte como para que se temiera

que alguna medida contra ellos derivara en un ataque masivo a la zona? ¿Cómo compatibilizar

las quejas de los vecinos-testigos con sus mismos dichos sobre las relaciones de parentesco

creadas entre las dos poblaciónes y la compasión hacia los Medina? Las expresiones del ultimo

testigo en este sumario puede ayudarnos a entenderlo.

La ultima declaración con la que se cierran las actuaciones que en septiembre de 1819

fueron elevadas por Videla al gobierno, fue la de don Juan Gregorio de Igarzabal, comandante

mayor de campaña en esos momentos y que se había desempeñado como comandante de Monte

dos años antes. Durante su desempeño había recibido constantes quejas de los vecinos por robo

de ganado pudiendo deshacer un intercambio que se hallaban realizando los Medina con una

partida de comercio indígena. Este trato había sido arreglado por un hijo del maturrango Antonio

a cambio de sus productos. Igarzabal logra desbaratar la operación, devolver el ganado robado a

sus dueños y enviar a la partida de comercio a que hiciera sus tratos en la guardia de Monte.

Inmediatamente se dirigió al asentamiento de los Medina y, como señalamos arriba, los exhorto

a que abandonaran el lugar y se retiraran al otro lado del Salado, medida que “ofertaron obedecer

puntualmente”. Sin embargo el traslado no se verificó ya que

“estando ya próximos a executarlo se les intimó por el teniente alcalde de ese partido que lo era entonces el teniente de milicias D. Manuel Barda una orden del alcalde Manuel Izeta y el parroco de san Vicente para que no se moviesen de donde estaban situados aun cuando la comandancia mandase otra cosa; la cual he oido decir que obra agregada al expte promovido por don Antonio Dorna contra algunos pobladores intrusos de suerte que con semejante arbitrariedad resultaron ilusorios mis facultades, desairada la alta autoridad que las ha concedido y burlados con escandalo mis deteminaciones al paso que nadie se havia avanzado a oposicion alguna en otras iguales que he tomado con otros mucho menos gravosos y criminales que los Medina. Y aunque puede desde luego y debi reclarmar de un tal abuso tuve a bien conducirlo al silencio consultando a la paz y buena armonia entre aquellos cuyos destinos y condecoraciones nos imponen el preciso deber de sostener los derechos y prerrogativas del hacendado honrado”.

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La declaración de Igarzabal pone de relieve un conflicto bastante habitual que enfrentaba a

las autoridades militares y civiles. En este caso, el alcalde había contado con el apoyo del

párroco de San Vicente. El rechazo de los dos ultimos a que se efectivice una orden emitida por

la autoridad militar de la guardia pone en evidencia la tensión ya mencionada entre el Estado

(que nombra a los comandantes entre los militares de carrera) y los pobladores (entre los que el

gobierno elegiría a los alcaldes de hermandad). Pero no son éstos los únicos personajes del

conflicto. Volvemos a encontrar aquí mencionado al hacendado Dorna1052, quien, según el

informe precedente, habría iniciado, en un momento previo a los hechos relatados, una acción

tendiente a desalojar a “pobladores intrusos” entre los que posiblemente se encontraran los

Medina. Esta acción parece ser la que rechazan tanto el alcalde como el párroco actuando en

defensa de estos pobladores. No es casual que el traslado de los Medina se logre finalmente

cuando Videla, yerno de Dorna, ejercía como alcalde de hermandad del partido.

De manera que podríamos plantear que este núcleo mestizo, como otros pobladores

intrusos, había creado vínculos personales y redes con algunos vecinos del partido que los

defenderían del despojo que algunos hacendados, como Dorna, intentaban hacer sobre ellos. Sin

embargo, la incorporación de los indios en esas redes que, para la población criolla, podría

derivar en la conversión de transeúntes a vecinos, no parecería haber llevado a la pérdida de la

identidad étnica y en el surgimiento de vecinos. Por el contrario, la condición étnica sería

utilizada tanto por los mismos indígenas para evitar acciones legales sobre ellos así como por

algunos vecinos que, sustentados en una ideología fuertemente etnocéntrica, equipararían lo

indígena a la suma de todos los elementos negativos y contrarios a la civilización y, por ello,

pasibles de ser sancionados.

Para terminar con esta historia, a fines del año 1836 y como consecuencia de una

epidemia de viruela, el juez de paz de Monte notificaba que, Manuela Medina residente frente a

la laguna de la Leña, jurisdicción del partido, había perdido a su hijo Juan José Medina y su

mujer María Rosa, ambos indios pampas según el juez de paz, dejando a su cargo 5 hijos de

menor edad. Según el inventario y tasación de los bienes de los difuntos que se realiza en Monte,

tenían 14 vacas lecheras, 2 manadas de ganado yeguarizo de 60 a 70 cabezas ambas inclusas en

ellas 14 de silla, 34 ovejas y 5 rastrojos o sementeras de trigo blanco1053. ¿Podría tratarse de la

1052 Ya hemos visto que Dorna y su yerno Videla constituirían mediante la compra de tierras y la unión de sus propiedades una de las familias más poderosas de la zona (Cap 1 de la Segunda parte). 1053 AGN,X,24.7.3

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misma familia Medina que casi 20 años antes había sido trasladada a Ranchos? Es difícil

confirmarlo pero al menos podemos plantearlo como posibilidad. En ese caso los Medina pueden

mostrar un asentamiento más efectivo y “civilizado” pudiendo constatarse la realización de

actividades productivas, como el pastoreo y la agricultura, no obstante lo cual siguen siendo

mencionados por el juez de paz que envía el informe como “indios pampas”. Cabría preguntarse

si ellos mismos se sentirían tan indios y tan diferentes a la población criolla junto a la cual

convivían.

b) La generalización del mestizaje cultural en tiempos de Rosas

Como hemos señalado en la introducción de esta parte, para la década de 1820 nos

encontramos ante un frustrante vacío documental. Recordemos que el período se caracterizó, en

lo que respecta a la relación “oficial” interétnica, por un quiebre definitivo del esquema que,

dificultosamente se arrastraba del período tardo colonial y por una serie de desencuentros

provenientes de una politica estatal bastante sinuosa (en la que se sucedían avances militares y

negociaciones diplomáticas) y conflictos intertribales bastantes disruptores en el espacio

panaraucano. ¿Permite esta transformación fundamental de la relación diplomática, sostener que,

a nivel del contacto cotidiano no se produjeron modificaciones similares? Sostenemos que en lo

sustancial esto fue así. Así como planteamos que, en la década anterior, los malones y ataques a

la frontera no derivaron en una ruptura de los contactos diarios, de igual manera, la mayor

agresividad que se produjo en el periodo siguiente no implicó una modificación sustancial de la

relación interétnica ya que la densidad de los vínculos entre ambas poblaciónes era demasiado

fuerte para que se quebrara.

Veamos por ejemplo, la única referencia que hallamos para esa etapa. En marzo de 1828,

el pueblo de Dolores se vio conmocionado por las “tropelías” y el intento de “insurreccionar a

los indios” del vecino Paulino Martínez1054. Martínez sería apresado por había creado una

situación de alarma en “una gran reunión de Indios” que se hallaba en una pulpería del poblado

que motivó el llamado “a los Indios que habían quedado en los Toldos”. Se imputaba al vecino

que, hablándoles en su lengua, había alertado a los nativos que “este Pueblo era de ellos y no

nuestro”. El proceso tomaría luego un camino bien diferente poniéndose en evidencia que existía

un conflicto entre el juez de paz y Martínez por otras cuestiones, pero centrémonos en esta parte

del mismo.

1054 AHPBA, Juzgado del Crimen, 34.4.81, Expte 32.

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Nos encontramos en un pueblo fundado hace más de 10 años donde la presencia indígena

es ciertamente importante, dejándose entrever la existencia de tolderías cercanas. Los indios

encontrados en el pueblo no hablarían castellano. Al menos, los testigos convocados coincidían

en que no podían extenderse en lo que decían los indios porque no entendían su lengua.

Martinez, por el contrario, sí hablaba la lengua indígena lo que evidenciaba una relación estrecha

con los pueblos nativos que puede remontarse a su participación en “dos expediciones a los

Indios en los años veinte y veinte y cuatro al mando del general Don Martín Rodriguez”. Pero el

punto más destacable es que, ante las evidencias confirmadas por varios vecinos de que los

dichos de Martínez habían producido en los indios un peligro estado de alarma que hacía temer

algún movimiento hostil, la decisión del juez fue encarcelar al vecino y luego enviarlo a Buenos

Aires por temor a que los indios, quisieran sacarlo de la carcel produciendo una “asonada”.

Creemos que este caso permite mantener que, a fines de la década de 1820, se mantiene la

dualidad señalada para el período anterior de una estrecha convivencia entre poblaciónes criollas

e indígenas y la imposibilidad de las autoridades fronterizas por imponer un orden sobre las

primeras.

Pasando ya al período rosista, los grupos de indios amigos asentados en territorio

provincial, aumentaron la heterogeneidad de la sociedad fronteriza constituyendo un porcentaje

nada despreciable de la población en el sector sur de la provincia. De estos asentamientos

fronterizos frecuentemente se producían desprendimientos de algunas familias que buscaban

localizarse en partidos más interiores. Dos procesos judiciales realizados por acontecimientos

sucedidos en las cercanías de la estancia del hacendado Felipe Barrancos, vecino de la Guardia

de Luján, nos permiten seguir acercándonos a las características de la convivencia interétnica. En

el año 1836 se produjo el asesinato del cacique Felipe Alarcón a inmediaciones de dicha

estancia. Felipe era hermano del indio Baldivia que pertenecía a la tribu de Caneullan ubicada en

fuerte Mayo1055, y se había instalado en la Guardia de Luján, cerca de Barrancos nada más y

nada menos que al frente de una pulpería. El asesinato del cacique y otros indios produjo un

extenso procedimiento judicial para encontrar a los culpables1056.

En julio de 1836 tres personajes con sus caras cubiertas ingresaron en la casa pulpería del

cacique Felipe Alarcón diciendo Venimos a matar al Indio Felipe tras lo cual acometieron con

sables al cacique, su mujer Clara y su hermano Santiago. Jacinta, mujer del último pudo

1055 AGN,X,25.1.4 1056 AGN,X,16.8.4

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esconderse en la cocina y luego escapar de los asaltantes; Santiago, el hijo mayor de Felipe de 10

años pudo hacer lo mismo. Perpetrados los crímenes, los atacantes robaron la poca yerba, azúcar

y tabaco que había y algunas prendas. El rastro de huellas y yerba encontrado se dirigía hacia la

casa del vecino Gabriel Torres.

El teniente alcalde de la guardia, Eustaquio Rivero, notificado de los hechos, inició lo que

se convertiría en un extensísimo sumario. El motivo del crimen había estado, según algunos

declarantes, en una discusión suscitada entre el cacique Felipe y Gabriel Torres asiduo visitante

de la pulpería por una venta de yerba. El episodio era conocido por todos los declarantes aún

cuando se presentaron dos versiones distintas sobre el mismo en cuanto a quién había sido el

culpable del altercado. Según Torres, viendo que la yerba que había comprado era muy poca le

había pedido a Felipe la “yapa”1057 y éste se había negado terminantemente al punto de no

venderle la yerba. El hijo de Felipe, y otros declarantes alegarían que Torres habría introducido

en la platilla de la balanza donde se encontraba la pesa, unas espiguillas y un marlo para

aumentar la cantidad de yerba que estaba comprando. Al descubrir Felipe la treta del vecino, “se

enojó, le dijo que a él no lo había de gobernar, que se fuese a comprar yerba a la Guardia, le

echó una puteada y se fue para la cocina”. Luego de esta discusión, Torres relataría que “salió

de la pieza y se fue a un toldo que tenía separado la mujer de Felipe para tejer, se sentó a su

lado en el suelo y le dijo que su marido se había enojado injustamente con él”. En lo que

coincidirían ambas versiones es que el incidente culminó con la invitación a tomar mate y la

venta de yerba a Torres por parte de Santiago, el hijo de Felipe. El conflicto, aparentemente, se

había distendido con estos gestos de amabilidad. ¿Es posible encontrar un espacio más mestizo

que éste? Una familia borogana que hacía escasos años había llegado a la frontera, se encontraba

asentada en el interior del territorio provincial al frente de una pulpería cuyos clientes eran

pobladores y vecinos criollos. Pero paralelamente, se mantenían ciertas prácticas tradicionales

como el tejido que, además, se desarrollaba en un toldo que habían levantado a inmediaciones de

la casa pulpería.

El episodio había sido notificado al alcalde con anterioridad a los hechos de sangre por el

mismo Felipe quien lo había ido a ver a su casa para consultarle sobre la posibilidad de incluir en

su casa de negocios la venta de aguardiente “para cuyo caso pensaba ponerse con más

1057 La yapa era una práctica habitual que realizaban los pulperos para retener a su clientela y consistía en el agregado de un plus del artículo que se había comprado. Ver Duart y Van Hauvart, “Las prácticas mercantiles de los pulperos”, en Mayo (dir), Pulperos y pulperías…”, p. 71-72.

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inmediación a la población de D. Felipe Barrancos”. La relación de Felipe y su familia con

Rivero parece haber sido bastante fluida. La tarde de la noche en que fueron asesinados, según

declaró Santiago, el hijo de 10 años del cacique, su padre, su “madrastra” Clara y su tío Santiago

“estaban en casa del alcalde tomando mate”. Posiblemente por esta relación de amistad, al

conocer los hechos, Rivero ordenó el inmediato embargo de los bienes de Torres y de Domingo

Porcel, otro vecino igualmente sospechado de haber participado en el crimen. No podemos dejar

de notar que Santiago en todas las ocasiones en que mencionó a Clara, esposa de Felipe, se

refirió a ella como su “madrastra”, traducción totalmente criolla de esta forma familiar.

Gabriel Torres, santiagueño de 59 años tenía su asentamiento dentro de la estancia de

Barrancos de quien era habilitado poseyendo a medias con el hacendado 39 cabezas vacunas

“fuera las utilidades”. Torres, además, cultivaba una chacra que en momentos del sumario

consistía en 10 fanegas de trigo sembrado poseyendo además 300 ovejas, 15 vacas y 8 más con

cría. Para el cuidado del ganado contaba con dos peones indios, Pedro y su sobrino Gervasio,

quienes vivían en su casa junto con su esposa y sus hijos. En una situación totalmente inversa a

la que vimos en el caso de los indios Medina, aquí, la relación con los indígenas sería usada por

Torres como un elemento a su favor. El vecino apelaría a este contacto para demostrar su buena

disposición ya que “más que cualquier otro vecino ha hecho servicios a los indios: así es que

cuando llegaban éstos con partida acostumbraban ir a casa del declarante y siempre tiene

indios de peones” lo cual esperaba sirviera para probar su inocencia en el asesinato del cacique.

Además, al ser apresado pidió que se llamara como testigo de su buena conducta al indio Pedro

que trabajaba con él1058.

Entre los testigos llamados a declarar se hallaba el indio Cristóbal Ñancubil quien declaró

vivir también dentro de la estancia de Barrancos donde tenía “algunas vaquitas”. La noche del

asesinato se hallaba en su casa cuando recibió la visita de la china Jacinta quien le contó lo

ocurrido. Ñancubil envió a la pulpería a su hijo Mariano, al lenguaraz indio José María

Barrancos, que residía a inmediaciones de Cristóbal “en el lugar de las Saladas… y a un cristiano

llamado Narciso”. Al día siguiente, Cristóbal, junto con los indios Ramón, Benancia, Alonso,

Juan José y Mariano sepultó los cuerpos de los indios asesinados. La declaración de este indio

nos genera una serie de interrogantes que no estamos en condiciones de responder con certeza.

El hecho de vivir dentro de la estancia de Barrancos con algún ganado propio podría acercar la

situación de Cristóbal a la del mismo Torres aún cuando no contamos con mayores datos sobre

1058 Pedro no llegó a declarar en la causa porque murió a consecuencia de la viruela.

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las actividades que realizaba. Es probable también que los otros indios mencionados por

Cristóbal fueran vecinos y, posiblemente, también vivieran en la estancia de Barrancos. Si a ellos

sumamos la familia del cacique Felipe (con su mujer y sus hijos) y la de su hermano Santiago

(con su mujer y 5 hijos) nos encontramos ante un grupo bastante nutrido de indígenas viviendo

muy cerca entre sí y con otras poblaciónes criollas como la de Torres y Porcel. Esto debería crear

un espacio de sociabilidad entre los peones indígenas y criollos. El peón de Torres, Gervasio

Quiñellan, declaró que se había enterado de la muerte de Felipe por su tío Pedro a quien se lo

había contado un peón de Barrancos “que encontró en el campo”.

Sin embargo, hay un elemento que crea cierta confusión en este esquema de sociabilidad

que damos por sentado. De los seis indios que declararon en este sumario solo dos de ellos

pudieron comunicarse sin necesidad de intérprete. Se trataba de Santiago Alarcón, hijo de Felipe

que ayudaba a su padre en la pulpería y había sido peón de Barrancos y el lenguaraz indio José

María Barrancos. El resto de los testigos que debió recurrir a los oficios de un intérprete fueron

Jacinta, cuñada del cacique Felipe, el ya mencionado Cristóbal Ñancubil, Martín Cayuquen, hijo

de Lorenzo y Jacinta que no vivía con sus padres ya que se había conchabado “en la estancia de

Barroso” y Gervasio Quiñellan que trabajaba con Torres. ¿Significa esta evidencia que no era

indispensable conocer el castellano para realizar trabajos rurales? ¿Serían los propietarios

criollos quienes conocían la lengua indígena? En el caso de Torres en particular, el vecino, al

hablar de sus peones indios no pudo dar el nombre de uno de ellos por ser “muy arrevesado”. Sin

embargo lo encontramos en el toldo de Clara, luego de la discusión con su marido, comentándole

lo sucedido. ¿En que lengua habrán hablado? ¿Cómo se darían estos contactos periódicos y

cotidianos? ¿Podría tratarse de un ocultamiento deliberado de la lengua por parte de algunos

indígenas en circunstancias determinadas? Por el momento no podemos contestar este

interrogante.

Pero, al menos, sabemos que esa última fue la estrategia utilizada tanto por Catriel como

por Cachul que siempre utilizaron lenguaraces para comunicarse con Echeverría. En la década de

1870, cuando el nieto de nuestro conocido Catriel estaba a cargo de la agrupación ubicada para

esa fecha en Azul, el viajero francés Armaignac que se encontraba de visita en su toldería diría

que “el cacique fingía ignorar el español y aunque hablara sin tropiezos esa lengua se hacía

traducir mis respuestas al idioma pampa cuando [el lenguaraz] Avendaño o alguna otra

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persona estaban presentes”1059. Avalando esta hipótesis sobre el mantenimiento de la lengua, el

mismo Armaignac en su bellísimo relato sobre la presencia de las mujeres indias comerciando en

las joyerías o almacenes de Azul, señalaba que “Pese a sus relaciones diarias con los cristianos,

los pampas… muy pocas veces saben el español necesario para decir las cosas más simples y

usuales de manera que los comerciantes se ven obligados a aprender su lengua”1060.

La muerte de Felipe y sus familiares volvería a ser mencionada pocos meses después, en

otro sumario judicial. El indio Queputripay perteneciente también a la agrupación borogana,

había arribado en agosto de 1836 a la estancia de Barrancos con un pasaporte expedido por el

gobernador para que fuese alojado en la misma durante una noche debiendo trasladarse luego a

la chacra del indio Dámaso Tapia que vivía cerca de la estancia. La desaparición del indio esa

misma noche motivó la realización de un sumario1061. Este indio y su padre, habían venido de

Chile y se instalaron en el campamento de Salinas donde el primero conoció a Ramón Maza

cuando éste se hallaba en el sitio controlando los movimientos del cacique Cañuiquir. En agosto

de 1836, Queputripay se acercó al fuerte Mayo donde se hallaba el cacique Caneullan para

informar sobre los planes de Marileo1062 de atacar la frontera1063. De allí, fue enviado a Buenos

Aires para entrevistarse con Rosas y luego del parlamento, obsequiado con bienes y dinero,

regresó a la frontera haciendo un alto en la estancia de Barrancos a quien, por orden verbal, se le

pidió que lo hospedara por una noche luego de la cual debía seguir viaje hasta la chacra de Juan

Tapia con quien se alojaría.

Según la declaración de Queputripay, durante su corta estadía en la estancia de Barrancos

había sido despojado del pasaporte que tenía para llegar hasta la frontera y de los obsequios

recibidos. Profundamente asustado por esas acciones y temiendo por su vida, Queputripay

aprovechó la oscuridad de la noche y escapó a pie. El 16 de agosto, exhausto, asustado y

llorando, fue encontrado en la estancia de Don Mariano Viaus quien lo envió con un peón al

fuerte Mayo donde se hallaba Maza. El relato del indio sobre los abusos que había sufrido en la

estancia de Barrancos derivaron en el pedido al juez de paz de la Guardia de Lujan de que

1059 Armaignac, Viaje… p. 123 1060 Ibidem, p. 115-116 1061 AGN,X,21.2.2 1062 Recordemos que el cacique había estado involucrado en el asesinato de Rondeau y Melin y que en 1835 se incorporó a las fuerzas de Cañuiquir manteniendo una posiciòn de enfrentamiento con respecto a la exigencia del gobierno de que entregara sus cautivas. 1063 En efecto, en una carta del comandante del fuerte Mayo se notifica el arribo de Queputripay y Quentequeo (ó Quintequen) escapados de la tribu de Marileo. El primero sería primo hermano de Guayquil. (18 julio 1836. AGN,X,25.3.2)

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realizara un sumario que esclareciera los hechos. El juez realizó cuatro indagatorias (al vecino

Juan Tapia, al hijo y a la esposa de Barrancos y a un peón de la estancia) las que fueron enviadas

al gobierno desconociéndose el resultado final de este sumario.

El primer declarante fue, “el vecino de esta jurisdicción Juan Tapia de nación pampa”

quien dijo conocer a Queputripay de cuando vivían en Chile y que el año anterior había estado

en su chacra cerca de dos meses momento en el cual conoció también al cacique “pulpero”

Felipe. Sobre el presunto plan de asesinato, Tapia declararía que al conocer la presencia de

Queputripay en la estancia de Barrancos fue a saludarlo al día siguiente y encontró solo a su

compañero, el indio Quintequen con la ropa, montura y una valija que había dejado el fugitivo.

Tapia intentó localizarlo en “las casas inmediatas” y luego de cinco días “se apareció en la

chacra de Don Manuel Biñas” quien lo envió a la casa del hijo del declarante, Don Dámaso

Tapia. En la charla que tuvieron en casa de Dámaso, Queputripay relató que el motivo de su fuga

había sido porque la mujer de Barrancos había intentado matarlo y “que el mencionado indio

fundó esta presunción en que vio hablar en secreto a un anciano llamado Simón Turvis y al hijo

de Barrancos y vio también el citado indio que la puerta [del cuarto en donde iba a dormir con

los personajes citados] se iba a cerrar con llabe y [cuando] presencio todo eso fue cuando fugo

sin sombrero”

La explicación no convenció a Tapia quien reconvino varias veces a Queputripay por

haber abandonado de esa manera la estancia. Para el declarante, el indio, que volvió a escapar de

la chacra de Dámaso la noche siguiente “estaba asustado y medio fuera de sí”. Esta actitud

tendría que ver con el asesinato del cacique Felipe. En efecto, Tapia finalizaba su declaración

recordando que el compañero de Queputripay le había comentado que en todo el trayecto de

Buenos Aires hasta la estancia de Barrancos, el indio había recordado en varias ocasiones ese

hecho “diciendo que sera de mi”. Tanto el hijo como la esposa de Barrancos (los siguientes

declarantes) confirmarían este temor del indio concluyendo que “estaba algo demente pues

variaba con la muerte del casique Felipe… y los demás asesinados”. Ambos también

desmintieron el robo de los efectos denunciados alegando que la valija y efectos entregados por

Rosas estaban en poder del acompañante de Queputripay.

¿Qué podemos concluir de esta información? El caso de los indios Dámaso y Juan Tapia

es bastante peculiar. Estos habían conocido pocos años antes al indio Queputripay en Chile lo

que habla de un asentamiento bastante reciente en el partido. Allí, cada uno de ellos poseía una

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chacra y algún ganado. Este hecho parece haber sido suficiente para que el teniente a cargo de la

investigación les adjudicara el título de vecinos en el expediente judicial aún cuando mantiene su

designación como indios pampas. Sin embargo, en el censo de población realizado ese mismo

año, ambos Tapia serían censados como blancos. Lo que se observa entonces es que aún los

indígenas participaban de este fenómeno generalizado de movilidad social característica de la

campaña bonaerense en esta época. Por un lado, la autoridad policial representada por el teniente

alcalde a cargo de la indagatoria consideró que en el caso de los indios Tapia la propiedad de

ganado, el asentamiento en el partido y, además, el hablar castellano eran factores suficientes

para categorizarlos como vecinos; por otra parte, los censistas que realizaron los recuentos de los

años 1836 y 1838 comprendieron que por el hecho de ser cabeza de unidad de producción, les

valía el reconocimiento social a través del título de Don y su conversión en vecinos “blancos”.

Esta diferenciación entre los dos ejemplos mencionados sucedidos en el mismo espacio y con

sujetos no muy diferentes podría estar reflejando la importancia de la imbricación entre

categorías étnicas y redes sociales señalada por Tamar Herzog. Según la autora, las categorías

étnicas y profesionales no derivaban exclusivamente de la normativa existente sino que podían

ser reformuladas en virtud de las redes sociales que lograran construir los sujetos1064.

Estos sumarios permiten ver nuevamente la centralidad que adquirían algunos personajes

en la campaña, en este caso, Don Felipe Barrancos, vecino de la guardia de Luján alrededor del

cual se ubicaba una cantidad relativamente numerosa de indios. La relación de Barrancos con

los indios parece antigua y al hacerse cargo Rosas del negocio pacífico intentaría desvincularlo

de ellos1065. En julio de 1831 le aconsejaba a su hermano Gervasio que se hallaba en Monte que

“si Vicente Quiñigual te habla de que se le facilite a Toriano a Don Felipe Barrancos para que

lo ayude dile que eso es cosa que yo solo puedo resolverla; pero que crees que este hombre ya

esta muy apoltronado y no en estado de andar en los campos”1066. Sin embargo, la prevención

de Rosas no se basaba en un sentimiento humanitario sino en una gran desconfianza hacia el

hacendado. En efecto, en agosto de 1831 Barrancos había sido filiado como “unitario malo. De

40 años, casado, natural de esta Guardia [de Luján], tiene una casa en ella y una muy buena

estancia a unas leguas al sud en la costa de las Saladas. Sabe leer y escribir, fue capitán de

milicias y Alcalde de hermandad. Reunió gente a favor de Lavalle… Es perjudicial se le

1064 Herzog, T. “La vecindad…” 1065 Su hermano Ildefonso había sido el alcalde de Lujan a quien había acusado su par de Cañada de la Cruz por dejar pasar a los indios hasta su territorio. 1066 Rosas a Gervasio Rosas, Pavon, 28 julio 1831. AGN,VII, 3.3.2.

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permita estar en el partido”1067. Sin embargo no se tomaron medidas directas hacia el hacendado

y la relación de éste con los principales caciques aliados se mantuvo al punto que un hermano

del jefe borogano Melin adoptó su nombre. A fines del año 1831 en un listado de dinero

entregado a caciques y capitanes de esta agrupación se menciona un capitán segundo llamado

Felipe Barrancos que recibe 200 pesos1068. Poco después, desde el campamento borogano de

Salinas se enviaban chasques a Buenos Aires para saber sobre el curso de las negociaciones que

estaba llevando a cabo el cacique Cañuiquir; entre los enviados “[el cacique] Melin manda

también su ermano Felipe Barrancos”1069.

En septiembre de 1833 Rosas insistiría a los jefes boroganos que cortaran esa relación y

pedía fundamentalmente a Cañuiquir que “no lo visitase ni mandase allí indios1070” volviendo a

caracterizar al hacendado como “un pícaro enemigo mío y que aunque no le hacía caso por ser

un cachafaz que nada valía pues poco me costaba el fusilarlo si hubiese querido”. Sin embargo

la advertencia no parece haber sido muy escuchada ya que poco después Felipe Alarcón junto a

su familia y los indios Tapia, se instalaron cerca de su estancia. Para mostrar otro ejemplo de las

fuertes relaciones personales que se mantienen en el tiempo, señalemos que la familia de

Francisco Ramos Mejía quien fuera uno de los primeros hacendados de campaña que lograría

crear un vínculo estrecho con agrupaciones indígenas del sur de la provincia, también alojaría en

esta etapa a familias indígenas. Hacia marzo de 1837, los toldos, familias y animales de la china

Juana Grande y su familia fueron trasladados desde la hacienda Las Víboras hasta la estancia del

finado Francisco Ramos “previo permiso de Don Ildefonso Ramos y de la señora su esposa Doña

María Antonia dueña de la dicha estancia” recomendando que no se pusiera inconveniente en su

traslado “ni se les mueva del expresado lugar ni a ella [la india Juana Grande] ni a ninguna de las

personas de las familias que le pertenecen”. La población indígena se componía de cinco

matrimonios con sus hijos lo que hacía un total de 19 personas1071.

Estas relaciones personales y los procesos de mestizaje cultural que las acompañaban se

extenderían por diversos lugares de la campaña. En el fuerte Independencia, la denuncia de la

india Pascuala, hermana del cacique Felipe, uno de los jefes amigos asentados en Independencia,

1067 AGN,X,24.3.5 1068 Listado sin fecha con entrega de dinero a los indios. AGN,X,23.9.5 1069 Delgado a Rosas, campamento frente de Calque (¿). 7 octubre 1832. AGN,X,24.7.1 1070 Rosas se enojaría con el cacique al saber que, a pesar de la indicación le había regalado un esclavo, y habia enviado alli a su mujer e indios los que en dicha estancia “oyeron todas las picardías que les conto”. Rosas a Delgado, 20 septiembre de 1833. AGN,X,27.5.7 1071 AGN,X,25.3.5

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permitió apresar a un cristiano que “solo se ejercitaba en robar caballos a unos y otros”. Dicho

paisano hacía cerca de tres años que vivía con los indios y se había casado con la hermana de

otro cacique amigo, Maicá1072. El vecino de Tapalqué, Don Juan Francisco Hollos, había

entablado muy buenas relaciones con el cacique Reilef y éste, creyéndolo amigo de Rosas

frecuentemente “le pedía consejos” según informaba el comandante Echeverría. Hollos, al igual

que Barrancos era considerado unitario y por tal motivo se intentaría cortar esa relación ya que

“no sería extraño que siente la discordia entre unos y otros”. Pero Hollos no se limitaba a

aconsejar a los indios; él mismo vivía con una china y, según el informe del comandante, había

comprado otra al cacique Londao que vivía en el Azul1073. Los bienes entregados por el vecino

son interpretados por Echeverría como el pago por la “compra” de la china a manera de la

adquisición de una esclava. ¿Podríamos pensar que el mismo en realidad representó para el

cacique Londao el pago del precio de la novia? En ambos casos hubo una transferencia de

bienes, mujer por otros objetos, sin embargo el significado de la misma pudo haber sido bien

diferente. En un caso se trataría de una simple transacción comercial, en el otro, actuaría como

fundante de una relación de alianza entre ambos. Lo que es evidente es que una costumbre

indígena había sido claramente adoptada por el buen vecino Hollos: la poligamia.

Este solitario caso que hemos hallado sobre enlaces interétnicos podríamos suponerlo

bastante extendido teniendo en cuenta las altas tasas de masculinidad que caracterizaban los

pueblos de frontera1074, por lo que, la cercanía de poblaciónes indígenas con una estructura

demográfica más balanceada, pudo haber sido un poderoso incentivo para estos matrimonios.

Estas alianzas debían haber actuado, como sucedía también en los grupos indígenas, para crear

relaciones personales que permitieran un contacto más profundo entre los grupos.

El movimiento de partidas indígenas y de los caciques con sus comitivas por el territorio

provincial era constante. Los incesantes pedidos de pase que solicitaban los indios para transitar

se fundaban en el deseo de ver a sus “relacionados, amigos y compadres” en distintos puntos de

la campaña. En marzo de 1835, cuando la relación con los boroganos de Salinas estaba en una

etapa muy crítica, Echeverría retacearía fuertemente la entrega de pases; no obstante los indios

“se van sin ella según me lo han avisado los que están en Pluma Augero que han visto venir

tropas de indios”1075.

1072 Parte bimestre del juez de paz de Independencia, agosto de 1838. AGN,X,25.6.1 1073 Echeverría a Rosas, 21 de febrero de 1836. AGN,X,25.3.2 1074 Moreno y Mateo, “El redescubrimiento …” 1075 Echeverría a Rosas, 5 marzo 1835. AGN,X,25.3.2

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El pueblo de San Miguel del Monte se convertiría en un lugar de destino privilegiado,

principalmente de algunos caciques. Si tenemos en cuenta que las “tribus” de Catriel, Cachul y

Venancio estuvieron alojadas en la estancia Los Cerrillos por un período de tres años

manteniendo una fluida vinculación con habitantes de dicho pueblo, se entiende la creación de

relaciones personales con aquellos y, aún la instalación de manera permanente de algunas

familias indígenas. En ocasión de la muerte del cacique Venancio, su mujer María solicitó

permiso para pasar a la dicha guardia a ver "sus animales" que estaban al cuidado de un hijo

suyo1076. En febrero de 1835 el cacique borogano Caneullan, ya instalado en el Fuerte Mayo,

pedía licencia para trasladarse a la guardia del Monte "con el fin de ver a sus amigos

principalmente al coronel graduado Vicente González y demás conocidos en aquel destino".

Pocos meses más tarde González notificaba el arribo de la cacica Luisa, esposa del borogano

Cañuiquir con el fin de "trasquilar las obejas que yo le entregue el viaje pasado y las había

dejado a cuidar a un compadre de esta"1077. También el cacique Reilef, que había arribado

posteriormente a las pampas, asentándose junto a Catriel y Cachul en Tapalqué, solicitaría

licencia para pasar al Monte a ver a su “compadre Bejarano”.

En estos contactos se mantenía la centralidad de las transacciones comerciales las que,

como hemos visto, se sustentaban básicamente en la confianza y el conocimiento entre las partes

para garantizar unos equitativos términos de intercambio. En estas operaciones y, precisamente,

por el vínculo personal que involucraban, era frecuente que se combinaran con un flujo de

obsequios y regalos hacia ambas direcciones. Una carta de Pablo Millalicán, escribiente de la

tribu de los boroganos dirigida al vecino de Monte, Francisco Santellanes, describe

detalladamente este mecanismo de relación:

"suplico a Ud. me haga el favor de llevarlo a ese indio Manuel Casales a la casa de mi amigo su yerno donde fuimos a tener gran comilona con el cacique Cañuiquir y mi compañero Delgado acordándome de ese gran cariño y de las buenas ofertas que me hizo. Mando a esos indios que me haga el favor de darle ospedaje en su casa pidiendo auxilio en los jueces para sus mantenciones. Y juntamente que me haga el favor de ayudarles a cambalachear sus pobresas por mais... [el cacique Rondeau SR] en señal de que desea ser su intimo amigo le manda una jerga de estimacion a ese señor donde fuimos a comer y dice ... que le haga la gracia de mandarle un saco de porotos y un saco de mais..." 1078

1076 AGN,X,25.2.5. 1077 Los informes del comandante sobre los pases dados a los indígenas en AGN,X, 25.1.4 y X,25.2.2 1078 AGN,X,24.9.1.

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El texto es verdaderamente expresivo al mostrar esta interrelación entre obsequios y tratos

comerciales. El pedido de hospedaje solicitado por Millalicán incluye asimismo la ayuda para

que la partida indígena realice sus tratos comerciales en los cuales podemos suponer que el

dueño de casa intentaría sacar algún rédito. Donde más clara se puede ver esta confusión entre el

cambalache y el intercambio de “dones” se encuentra en la referencia al cacique Rondeau quien

envió “de obsequio” una jerga adelantando que el bien que espera como retribución era “un saco

de porotos y un saco de mais”. Utilizamos precisamente el término “don” para acercarnos al

planteo de Marcel Mauss que describe la economía de las sociedades primitivas como gobernada

por la triple obligación de dar, recibir y devolver1079. En esta estructura, una persona estaba

obligada a aceptar el obsequio que se le daba lo cual, a su vez, lo comprometía a devolver, en

algún momento, otro bien en retribución. De esta manera se creaba un círculo de dones y

contradones generando relaciones personales constantemente deudoras unas de otras.

Podríamos decir entonces que la población criolla adoptaría y se integraría en esta red

reciprocitaria característica de las sociedades primitivas. Sin embargo, ¿era muy diferente la

relación entre los mismos vecinos de la campaña? Las investigaciones más recientes sobre el

mundo campesino en el espacio rioplatense nos muestran que, de manera similar, los pobladores

desarrollaron ampliamente relaciones de reciprocidad entre ellos. Estas les permitían acceder a

instrumentos de labranza, ganado y fuerza de trabajo sin recurrir al mercado sino a través del

préstamo de algún vecino. La obtención de bienes por esta vía creaba una situación de deuda

que, en otra oportunidad sería compensada de manera similar. En palabras de Garavaglia, “en

esta sociedad campesina [rioplatense]… la costumbre de ayuda mutua, regida por reglas de

reciprocidad, es una realidad indudable y ampliamente difundida”1080. Por lo que, de manera

similar al planteo que realizara Carlos Mayo, encontramos que ambas poblaciónes en contacto

participaban de prácticas culturales bastante similares que permitirían un entendimiento más

directo entre las partes.

Pero no todos los contactos tenían un trasfondo comercial o económico, indios y criollos

también compartían la pasión por los juegos de azar. Entre los mapuches, los más conocidos

juegos de azar prehispánicos en los que se apostaba eran un juego de semillas que se realizaba

con 8 a 12 semillas pintadas de blanco en uno de sus lados que se arrojaban apostándose por la

1079 Marcel Mauss, “Ensayo sobre el don”, en Sociología y Antropología. Tecnos. 1971 1080 Para una descripción más detallada de estos mecanismos de reciprocidad ver Garavaglia, Juan Carlos. Pastores y labradores …, cap.VIII “El mundo de las relaciones laborales”.

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salida de la cara blanqueada. El otro juego llamado Kechu, se jugaba con 5 discos de forma

triangular hechos de madera o hueso. La introducción de los juegos de cartas encontró así un

campo ya existente y hacia inicios del siglo XVII las crónicas describen a los mapuches como

“jugadores empedernidos”1081. Una visión similar la podemos encontrar en la descripción que

realizó Pedro García sobre los juegos de los indígenas de la zona interserrana. En ocasión de su

expedición a la Sierra de la Ventana, García no cesaría de señalar los juegos que realizaban los

indios con los que se encontraban en su viaje llegando momentos en que “teníamos alrededor de

nuestras tiendas y carruajes mas de 1500 [indios] de ambos sexos, que nos aturdían

pidiéndonos por un lado yerba, tabaco, azúcar, por otro jugando a la baraja, por otro al dado,

armando con estos corrillos gran bulla y confusión”1082. Entre los juegos de baraja más

difundidos y “que jugaban con destreza”, García mencionaba “al monte, paro y otros juegos

conocidos, pero con más generalidad el llamado tenderete que lo usan mucho y lo prefieren a

todos los demás”.1083 En estos juegos los indígenas, según el coronel español, podían llegar a

perder su pequeña fortuna en animales y las pocas telas que tenían para sustento1084.

. Tampoco este gusto de los indígenas por los juegos de azar parece ser muy diferente al

de los pobladores rurales. En efecto, dentro de la población criolla, los juegos de barajas estaban

profundamente difundidos siendo las pulperías lugares típicos en donde se desarrollaban estos

juegos de igual manera que las carreras de caballos1085 y el juego de bochas. Los pulperos

intentaban retener a sus clientes fomentando el juego de barajas y las bochas que iban

acompañados del consumo de bebidas alcohólicas1086. En un reciente trabajo Slatta y Robinson

planteaban que el 6% de los crímenes urbanos y rurales en el período 1820-1850

correspondieron a infracciones de juego por dinero, pasatiempo que los autores señalan como

“favoritos de los argentinos rurales y urbanos”1087

1081 Cooper, John, “The Araucanians”, en Handbook of South American Indians. Vol I, Smithsonian Institute. Washington, 1946. 1082 García, Diaro de la expedición a la Sierra de la Ventana… p. 121 1083 Estos juegos de cartas habían sido adoptados de los hispano criollos. El tenderete, que según García, era el que más interés despertaba en los indios era un juego “en el que repartiendo tres o más cartas a los que juegan y poniendo en la mesa algunas otras boca arriba, procura cada uno por su orden emparejar en puntos o figuras sus cartas con las de la mesa y acabada la mano gana el que mas cartas ha recogido”. Diccionario de Autoridades 1837, Real Academia Española. 1084 García, Diaro de la expedición a la Sierra de la Ventana…, p. 123 1085 También los indios, con la introducción del caballo se habían convertido en hábiles jinetes y hacia fines del siglo XIX las carreras de caballos en Araucanía habían tomado una difusión impresionante convirtiendose junto a la chueca en las reuniones populares principales de los araucanos. Guevara, T, Las ultimas familias. P. 253. 1086 Mayo (comp), Juego, Estado y sociedad (1730-1830). Universidad Nacional de La Plata, 1998. 1087 "Continuities in crime and punishment. Buenos Aires 1820-1850", en L. Johnson (de.), The Problem of Order in Changing Societies, Albuquerque, University of New Mexico Press, pp.2-45.

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Esta mutua pasión por el juego reunía a indígenas y criollos en la campaña bonaerense.

En Tapalqué, en ocasión del robo de ganado durante la revolución de los Libres del sur,

Echeverría esperaría a que la relación tomara su curso habitual en el cual “los indios venían a

pedirme yerva y azúcar y otras frioleras como tenían de costumbre, ellos y sus familias entraban

sin desconfianza en el zanjeado, y los indios se reunían los domingos con los cristianos en las

carreras”1088. Siguiendo con este episodio, luego de algunas negociaciones se acordó que la

tarea de recolección del ganado estaría a cargo de los capataces o empleados de los hacendados

afectados los que eran enviados a los toldos para que realizaran el aparte y arreo de las cabezas

correspondientes a sus patrones. Sin embargo, esta operación no transcurrió con la rapidez que

hubiera deseado Echeverría ya que los peones “lejos de ocuparse de los apartes que sus patrones

les encomendavan se hivan a los toldos a jugar”1089.

Este creciente mestizaje entre los grupos, ¿habrá derivado en una dilución de la etnicidad

indígena y la integración definitiva de los habitantes indios a la sociedad criolla? La respuesta

merecería una investigación aparte. Sin embargo, a modo de cierre del capítulo podemos intentar

un acercamiento al tema a partir del análisis de la resolución de delitos interétnicos al término

del período rosista. El estudio de estos pocos casos que hemos hallados nos permite verificar,

también en ámbito de la justicia que, desde fines de la década de 1830 y con mayor fuerza en la

década siguiente, el tratamiento de delincuentes indígenas no parece mostrar demasiadas

diferencias con respecto al destino de los demás presos. Lo que viene a corroborar un cambio

notorio en la política del gobierno provincial que, ahora sí, iría incorporando a los indios amigos

dentro de la estructura militar y judicial de la provincia sin que la etnicidad represente en este

momento una salvaguarda o un elemento diferenciador a la hora de juzgar un delito. Veamos

algunos ejemplos.

Desde Tapalqué, en enero de 1834, Pedro Lorea informaba a Rosas sobre el envío de

Santiago López apresado por haber robado 2 caballos a los indios. Dice que lo hace porque días

pasados apresó a algunos indios por el mismo hecho y ahora éstos exigían “que también se

castigue al cristiano que se separe de la senda de sus deberes”1090. En agosto de 1838 se

enviarían desde el fuerte Independencia cuatro indios apresados por diversos delitos. En uno de

los casos se hallaban involucrados los indios Guenueque (casado de 34 años) y Curruman

1088 Prácticas que se señalan también en el fuerte Mayo donde los indios ocupaban días en salir a bolear animales y otros en “sus lavados y carreras”. Comandante del fuerte Mayo a Rosas, febrero de 1835. AGN,X,25.1.4 1089 Ibidem. 1090 Pedro Lorea a Rosas, Tapalqué 9 febrero de 1834. AGN,X,24.9.1

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(soltero de 14 años) quienes con otros dos más había robado de la pulpería de Don José Armol, 4

jergas, un freno de plata, un fiador y 10 pesos en plata. Antes de perpetrar este robo habían

intentado asaltar las pulperías de Guillermo Randle y José Nogueyra1091. En enero de 1839 se

remitió preso al indio pampa José María, de patria pampa, soltero, 22 años de edad, color pampa

quien, siendo peón del vecino Don Juan José Gómez le había hurtado 3 jergas, 2 fajas, 1 lazo, 1

caballo y 1 chiripa de paño; posteriormente había robado una tropilla de caballos a Pedro

Antonio Pais1092. En marzo de 1838 se enviaba desde Chacarita de los Colegiales la filiación del

indio borogano Filuchu, ladrón prófugo, de 25 años de edad, “habla un poco delgada y ronca y se

le conoce muy poco el acento indio”. El motivo de su prisión había sido que “este indio así como

algunos otros se hallaba trabajando en estos contornos y cuando se presentaba a la Chacarita

robada cosas a los indios de ésta”. Filuchu había trabajado unos días en la casa de un tal

Villarreal en los Santos Lugares de Rosas1093. Recién en enero del año siguiente fue encontrado.

El indio “fue tomado escondido en uno de los cuartos de esta Chacarita… Según el dice todo

este tiempo lo ha pasado conchavado en la punta de San Fernando”1094.

¿Qué podemos inferir de estos dispersos informes? En todos los casos el delito es el robo

de distintas especies. Mientras en la primera referencia sabemos de manera indirecta que los

indios ladrones fueron apresados (lo que llevaría al comandante a actuar de manera similar en el

caso inverso que se relata) en los otros se realizaría una filiación de los culpables. Recordemos

que, en cierto modo, los robos de ganado perpetrados por los indios amigos formaban parte de

los riesgos del negocio pacífico y eran resueltos generalmente sin intervención de mecanismos

judiciales. Hemos mencionado por ejemplo, la actitud del cacique Cachul que se ofreció a

compensar los bienes robados por uno de sus indios1095 y la forma en que se resolvió el robo de

ganado realizado por los indios amigos de Tapalqué e Independencia durante la revolución de los

Libres del Sur en donde se puso en práctica un mecanismo de persuasión. En los casos

anteriormente señalados la diferencia más notoria es que los ladrones son apresados y el informe

elevado al gobierno. Podríamos plantear que este cambio en el tratamiento del delito se funda en

que los ladrones son indios que parecen haberse desvinculado de sus grupos de origen y

1091 Informe bimestral del juez de paz de Independencia, agosto 1838. AGN,X,25.6.1 1092 Informe del comandante de Independencia enero 1839. AGN,X,25.6.6 1093 AGN,X,25.5.5 1094 AGN,X,25.6.5 1095 Este papel cumplido por el cacique Cachul presenta algunas similitudes con respecto a la acitud de jefes mapuches en Chile cuando la justicia emanada por el estado hispano-criollo comienzó a extender su brazo sobre las comunidades. Según relataba Pascual Coña, cuyas memorias fueron editadas por el padre Moesbach, en tiempos en que ya existían autoridades chilenas, el cacique “Painemilla recibió muchos animales [porque] sus mocetones le traían bueyes, vacas, caballos y ovejas a fin de que los ayudar en sus pleitos y los defendiera ante los jueces”. Moesbach, Vida y costumbres... p. 123

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comenzado a insertarse de manera individual en la economía provincial fundamentalmente

mediante su contratación como peones de campo. En estos casos, estos indios “sin

representación” no podrían contar con el apoyo o protección que les ofrecía un cacique. Además,

y a diferencia de un período anterior donde hemos visto que la etnicidad podía ser usada como

salvaguarda, la condición de indígena no representaba un elemento diferenciador a la hora de

penalizar un delito común como el robo.

Sin embargo, durante la década de 1840 podemos ver un cambio importante en el

tratamiento y penalización de la violencia interétnica cuando el culpable era un indígena donde si

bien la identidad étnica no termina de diluirse, ésta no deriva en un tratamiento particular del

acusado ni siquiera en los casos en que fuera clara su pertenencia a una agrupación amiga. Esto

lo podemos ver en la prisión del indio Lefil acusado de matar a un “cristiano” para robarle quien

fue remitido a Santos Lugares en mayo de 1846. La indagatoria realizada en esa cárcel permite

conocer que el indio pertenecía a la tribu de Catriel y estaba domiciliado en Azul. Pero hay más

datos interesantes. La filiación del preso indica que Lefil es de ejercicio domador y no ha servido

en el ejército porque “ha conseguido evadir del servicio hasta la fecha”. A la hora de resolver la

pena que va a imponerse la que, en definitiva, se concentra en el arma en la que va a prestar

servicios, el indio alega problemas en la cintura “como lo observó cuando anduvo segando trigo

en la anterior cosecha”1096.

En este caso vemos que el indio se conchabó como peón cosechero, es notoria su

pertenencia a una “tribu” amiga y se hallaba domiciliado en la localidad designada a ese grupo

para su asentamiento. Sin embargo, este dato no impidió que el indio fuera apresado por su delito

ni que la filiación tuviera las mismas características que las realizadas para la población criolla

donde era fundamental conocer los servicios brindados a la Federación y las características y

aptitudes físicas para resolver el destino militar a donde sería destinado. En efecto, derivado de la

constante necesidad de soldados que padecía el gobierno provincial, el servicio de las armas era

una de las condenas más habituales para penalizar los delitos. Solo en caso de “desertores y

asesinos incurables, reincidentes múltiples Rosas reservaba la pena máxima: la ejecución y

colgado en la plaza pública”. El cumplimiento de la sentencia en un espacio público tenía el

objetivo de actuar como castigo ejemplar que fuera visible por la sociedad. Otro código utilizado

1096 AGN,X,20.10.2

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en las ejecuciones era el de la retribución por la cual “la violencia de la ley se concentra en el

miembro del delincuente que ha atentado contra la vida de otro ciudadano1097.

Esta equiparación cada vez mayor entre criollos e indígenas en el ámbito judicial debemos

insertarla en la evolución que había experimentado la misma justicia rosista. Según Garavaglia, a

fines del período, “la política de control instaurada por el rosismo pudo haber sido bastante

eficaz y [posiblemente]… un cierto disciplinamiento de esa población consideraba peligrosa…

haya sido finalmente uno de sus resultados”1098. Si acordamos con el autor, este disciplinamiento

no podía dejar de incluir a los indios amigos sino que, por el contrario, los habría alejado cada

vez más de la tutela de sus caciques para contenerlos dentro de la estructura judicial provincial.

De manera similar y desde la perspectiva del elenco de los funcionarios que ocupaban los

juzgados de paz, Gelman planteaba que a partir del segundo gobierno de Rosas se logra cierto

orden expresado en la estabilidad que comienzan a evidenciar estos cargos y en la existencia de

un consenso que va a estar expresado en la adhesión a la Federación. En este sentido las

filiaciones de los candidatos a ocupar cargos en el juzgado de paz van a otorgar un lugar central

a los servicios prestados a la causa federal1099.

Analizaremos, para concluir, tres causas de violencia interétnica en donde los indígenas

son culpables de asesinato. Si bien esta muestra no permite hacer generalizaciones lleva no

obstante a que podamos verificar ciertos cambios en el tratamiento de los indígenas por la

justicia provincial. Las filiaciones realizadas a los seis involucrados en estos hechos reproducen

el esquema general de estos documentos donde los datos más relevantes a los fines de dictar la

sentencia serían la pertenencia del individuo a alguna división militar (regular o miliciana) y los

servicios prestados a la Federación. En estos casos aún cuando la adscripción étnica se mantiene,

la pertenencia del indígena a un grupo determinado representaría solamente un elemento más que

hace a su descripción.

El primer caso sucedido en mayo de 1846 e involucró a los indios José Losano, Huenchau,

José Luis Solano y Paillanghir en el asesinato de Don Manuel Quiroga, capataz de la estancia

Centinela en Azul, donde se había alojado momentáneamente la división del Cnel Aguilera a la

1097 R. Salvatore, “El impero de la ley. Delito, Estado y Sociedad en la era rosista”, en Delito y Sociedad. Revista de Ciencias Sociales. 1098 J.C.Garavaglia, “Paz, orden y…”. Un planteo similar se encuentra en Slatta y Robinson aunque estos autores señalar que hacia 1849 vuelven a incrementarse el número de arrestros proponiendo que esta coyuntura podría indicar el movimiento de presiones políticas y la inquietud social que sacaron al dictador del poder en 1852. 1099 J. Gelman, “Crisis y reconstrucción…”

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que pertenecían todos ellos1100. Los indicados indios habían salido a correr avestruces y buscar

huevos. Interpelados por Quiroga sobre quién les había autorizado a cazar en tierras de la

estancia se produjo una pelea en la cual Losano, “le dio un bolazo a Quiroga” y Huenchau “lo

remato dándole cuatro puñaladas”. Luego se repartirían entre los cuatro algunos bienes del

difunto. Además de la declaración de los propios imputados (en la que todos afirmarían no ser

cristianos) se llamaría a otros tres testigos, dos de ellos indios. Uno se llamaba Ilario Quidulef

quien al no hablar castellano y ante la ausencia de un intérprete, provoca “dificultad para

entenderlo” por lo que se decidió suspender la declaración. El siguiente testigo fue el capitanejo

Reylef, hermano del cacique del mismo nombre, que a diferencia de su hermano declaró no ser

cristiano pero hablar castellano y formar parte de la división de Aguilera cuando esta estuvo

detenida en el Centinela. Reylef no pudo aportar ninguna información referente al asesinato del

capataz lo que sí pudo hacer el ultimo testigo. José de Santiago, de 17 años, reconoció a Losano

como uno de los indios que había visto por el campo el día que desapareció Quiroga vestido con

el poncho ingles que había pertenecido al capataz.

Pero la resolución final se lograría al reconocer los mismos imputados el haber asesinado

a Quiroga. El dictamen de Rosas sería de “fusilar” a Losano a bolazos y a Huenchau a puñaladas,

lo que confirma el planteo de Salvatore sobre la característica de “retribución” que adoptaba la

sentencia. Cada uno de los involucrados directamente en el crimen sería ajusticiado de la misma

manera en que habían asesinado al capataz. Los otros dos indios involucrados en el crimen pero

no actuantes directos fueron castigados a 150 azotes cada uno.

El siguiente hecho de sangre se produjo en febrero de 1848 en el fuerte Azul1101. Allí se

apresó al indio Juan Galván por haber asesinado junto al indio Alpion “al vecino de la Lobería,

Don Rafael Navarro, a su peón José Maria Reynaga y al chico hijo de éste robando después de

este suceso su casa pulpería”. Galván declaró pertenecer a la “tribu de Cayupan” y tener

domicilio en Tapalqué. Sobre el hecho en sí, el indio relató que en el año 1847 estuvo

conchabado en la estancia de Don Gervasio López en el partido de Chapaleufu a donde llegó el

indio Alpion acompañado del cristiano Victoriano Juan quienes lo invitaron a perpetrar el

asesinato de Navarro. Llegados a la casa de Navarro, Galván quedó fuera actuando como espía

para que no los descubrieran. Al salir Alpion y Juan de la casa le dijeron que habían matado tres

personas y le entregaron parte del botín: un poncho ingles, una camisa y unos calzoncillos. Al

1100 Mayo 1846. (AGN,X,18.3.7) 1101 AGN,X,18.3.7

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regresar a Tapalqué, Galván contó el hecho a un indio amigo quien lo puso en conocimiento del

juez de paz razón por la cual aquél ordenó su prisión. En la declaración se trató de obtener

información sobre otro hecho, el asesinato de un tal Pardo. El indio dijo que su cacique le había

contado que “Panilef que esta en Tapalqué, sobrino del cacique Cayupan lo asesino junto al

indio Lepil”. La nota marginal de Rosas en respuesta a estas actuaciones expresa su desagrado

por no haber buscado y apresado a los indios Alpion y Panilef “lo mismo que a cualquier otro

que resultare criminal o cómplice”.

Es muy clara en este sumario la pérdida de peso de los caciques dentro de la comunidad. Si

ya habíamos visto que la pertenencia a una agrupación amiga no garantizaba un tratamiento

diferencial por parte de la justicia ahora se ve claramente, y Rosas es muy preciso en sus

palabras, que indio o cualquier otro debe ser juzgado por sus delitos. En la práctica, los indios, al

conocer un hecho delictivo, no acudían a sus caciques sino, como en el caso del amigo de

Galván, directamente al juez de paz; los caciques por su parte intentarían proteger a sus indios

pero aún cuando se tratara de sus propios parientes, como el caso del sobrino de Cayupan, la

justicia debía caer sobre ellos.

Finalmente, contamos con el sumario realizado en agosto de 1849 al indio

Queñulef. Este había sido apresado y entregado por el cacique Nicasio y sus capitanejos por

haber asesinado de tres puñaladas al capitanejo Ñancuneo1102. El sumario sería muy breve en esta

ocasión ya que el indio no intentó en ningún momento negar su acción. Queñulef que pertenecía

a la división militar de Nicasio, con asiento en Santos Lugares, relataría que “el 10 del corriente

salió con dirección a Morón con el capitanejo y que ambos iban ebrios, que recuerda que le dio

una puñalada al finado y cayo del caballo y en seguida apeándose el clasificado lo degolló con

su cuchillo”. El único descargo que realizó Queñulef estuvo vinculado a los malos tratos que

recibía constantemente del capitanejo, los que se incrementaban cuando se embriagaba. Para

avalar su declaración añadía que “de todo esto son testigos sus compañeros los de su campo por

que como era su asistente tenia que sufrir lo expuesto...”. El alegato no modificó en nada la

sentencia del caso que fue la pena de muerte. La sentencia incluía una nota final que expresaba

“Que su fusilamiento puede ser presenciado por la viuda del capitanejo pues así lo desean todos

los indios por cuanto dicho capitanejo era muy querido entre ellos. Antes puede ser bautizado si

así lo desea”. Esta ultimo agregado de puño y letra de Rosas nos podría hacer pensar que

algunos rasgos del middle ground se mantienen al permitir la presencia de los deudos del

1102 AGN,X,18.3.7

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capitanejo en la ejecución del culpable. Sin embargo, como hemos señalado, la visibilidad del

castigo formaba parte de la justicia rosista que buscaba por este medio grabar en la población el

temor al incumplimiento de las normas.

Estos ultimos casos nos llevan a plantear que la etnicidad indígena se hace visible o se

invisibiliza respondiendo a la coyuntura política o al estado de la relación. En la década de 1810

el ser indio garantizaba, en cierto modo, un tratamiento bastante benigno en casos de violencia

interétnica debido a la necesidad de incentivar la coexistencia pacífica en momentos en que se

estaba resquebrajando el sistema pacífico que había imperado desde fines del período colonial. A

inicios del negocio pacífico, imperaría un cuidado especial de la relación con los principales

caciques amigos penalizándose los delitos en su contra y desestimándose en gran parte los

cometidos por ellos.

En la década de 1840 la situación política de la provincia experimentó un cambio notable

con respecto al período anterior. Los acontecimientos de 1839 llevaron a un control mucho más

estricto sobre los individuos y a lo que Halperín denominó la “militarización” de la sociedad. En

efecto, se produjo a partir de esa fecha una conversión de los ejércitos milicianos en cuerpos

regulares que se mantuvieron movilizados de manera permanente, ya como soldados ya como

peones en distintas tareas encomendadas por el gobierno (cuidado de caballadas patrias, servicio

de chasques). Esta necesidad estatal de contar con mano de obra y de controlar de manera

extrema los movimientos de la población incluyó a los indios amigos que fueron integrados de

manera casi general a este esfuerzo militar.

Este proceso que llevaría a una mayor dilución del poder cacical se vio acompañado por

la desaparición, en forma paralela, de importantes jefes indígenas. El cacique Venancio fue

asesinado en el año 1836 y Collinao, que se hizo cargo de la jefatura, paso a cumplir tres años

después un papel básicamente militar al ser trasladado con la mayor parte de sus indios de pelea

a la zona de Chapaleufú donde se incorporó a la división del Coronel Aguilera. El cacique

Llanquelén también fue víctima de un ataque ranquel en el año 1838 que puso fin a su vida. La

agrupación fue trasladada a Salto donde también comenzó a servir como división militar. Los

grupos boroganos del fuerte Mayo sufrieron la dispersión de sus indios de pelea; un grupo se

asentó en el cuartel general de Santos Lugares y otros fueron trasladados al fortín Mulitas.

Aparentemente las únicas agrupaciones que no tuvieron un impacto tan disruptivo en esta nueva

etapa fueron los asentados en Tapalqué. Sin embargo, el cacique Cachul, a quien vimos como un

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jefe que podía llegar a hacer algún tipo de resistencia a los avances del comandante, falleció en

el año 1839. Del viejo elenco de caciques solo quedaría Catriel quien siempre había mostrado

una actitud de acuerdo con el gobierno. En este contexto básicamente diferente a los períodos

anteriores resulta entendible que la etnicidad representara, para el gobierno, un dato más en las

características de la población que podía ser afectada al esfuerzo militar.

Pero si bien estas características hacen a lo que definimos al comienzo del capítulo como la

faz diplomática, y ahora podríamos señalar como jurídica, de la relación, no habría razón para

suponer que el contacto cotidiano haya sido impactado por estos cambios. En este campo hemos

hallado una extendida interrelación de rasgos y elementos culturales indígenas y criollos que

conformarían formas mestizas de vida en la campaña.

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CONCLUSIONES

Los diferentes procesos que llevaron a la formación y consolidación de los estados

nacionales latinoamericanos, tuvieron en la expansión y el poblamiento de sus fronteras un aspecto

central de los mismos. Con más o menos diferencias, estos procesos compartieron parámetros

similares en los distintos espacios geográficos en que se desarrollaron. Centrándonos

exclusivamente en sus aspectos sociales y políticos, los más representativos fueron una continua

reducción de los gastos de defensa que iniciada en la época tardo colonial, se acentuaría en el

período independiente en virtud de las urgencias de la guerra revolucionaria; cierta autonomía de

acción por parte de las autoridades fronterizas que debieron tomar a su cargo la seguridad del

espacio apoyándose fundamentalmente en los pobladores; un movimiento espontáneo de población

hacia estos nuevos espacios dando origen, en un primer momento, a una sociedad de pequeñas

explotaciones; una relación que combinaba conflicto y convivencia estrecha con las poblaciónes

indígenas poseedoras de ese territorio produciéndose situaciones de contacto que, según la región,

adoptaba características particulares.

La frontera norte de México es un escenario privilegiado para observar distintos rasgos

dentro del proceso general de consolidación de los límites territoriales debido a la división del

espacio en jurisdicciones administrativas (provincias durante el período colonial y estados en el

período independiente) que más allá de las directivas generales impartidas desde los centros del

poder político, tendrían cierta autonomía en la dirección y gestión de sus asuntos. Durante el

periodo colonial, la política borbónica, sentó las bases para el funcionamiento de los espacios

fronterizos1103. Las premisas generales de esta política cubrían diversos aspectos. Con respecto a la

política con los grupos indígenas, se trató de reducir el gasto militar que significaba el

mantenimiento de destacamentos voluminosos y permanentes, dando un mayor peso a las

negociaciones de paces. Esto no significó sin embargo, abandonar la faz militar ya que se

combinaría la vía diplomática con unos grupos (aprovechando la disposición de éstos a realizar

negociaciones las en virtud de conflictos internos) y el envío de expediciones punitivas sobre otros.

Este cambio de política se reflejó en una disminución en el ramo de guerra a comienzos del siglo

XIX y, dentro de éste, un peso relativo decreciente de los gastos de defensa militar.

1103 Weber, David "Borbones y Bárbaros …

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En Arizona1104 y siguiendo el diseño de Gálvez, se llevó a cabo el proyecto de

impulsar una doble política de concertación y ofensiva hacia los grupos indígenas. La última se

verificó a través del asentamiento de nuevos fuertes militares y del restablecimiento de aquellos

que debieron ser abandonados debido a las incursiones indígenas. Un ejemplo del segundo caso fue

el del fuerte de Tubac, abandonado en 1776 y vuelto a establecer en 1787. Para incentivar el

asentamiento de población civil junto al fuerte se recurrió a una Real Regulación del año 1772 que

establecía la entrega de tierra a los pobladores que quisieran asentarse allí con la condición de que

dispusieran de armas y caballos para hacer frente a la defensa de la zona. Asimismo, se les otorgó

una exención de impuestos. A partir de entonces algunos grupos apaches se acercaron al fuerte

solicitando un espacio para asentarse en son de paz. Para afirmar las paces, las autoridades

españolas entregaron raciones de azúcar y ganado y vestimenta para las jerarquías indígenas. En

poco tiempo los apaches asentados en la frontera llegaron a ser más de cien. De manera que la

nueva política impulsada por Gálvez que se verificó en la repoblación de algunos fuertes llevó a un

incremento de la población en la frontera con la particularidad de que este aumento, en esta región,

se debió en mayor parte a la presencia de indígenas provenientes de grupos anteriormente hostiles

que de pobladores de descendencia española.

Este esquema poblaciónal que combinaba fuertes militares, poblados civiles e

indígenas aliados, dio origen a patrones de conducta muy similares en las distintas provincias donde

los civiles se interrelacionaron con la población militar a través del matrimonio. En la región de

Chihuahua una de las zonas más afectadas por las incursiones de los indios apaches1105, se habían

establecido a fines del período colonial como límite territorial con el espacio indígena, colonias

militares cuyos pobladores (generalmente miembros de grupos subalternos) fueron atraídos

mediante el otorgamiento de generosos términos de asentamiento que conllevaban la contracara de

tener que servir como fuerzas militares. Al lado de estas colonias se hallaban los presidios, al frente

de los cuales se encontraban los comandantes militares que supervisaban y regulaban las milicias.

La cercanía de las colonias con los puestos militares derivó en una estrecha convivencia entre los

pobladores civiles y los militares. El proceso de militarización de los campesinos y de conversión

de los soldados en campesinos una vez que se retiraban del servicio militar, llevaría a que con el

tiempo se fueran desdibujando los límites que existían entre unos y otros1106.

1104 James Officer, Hispanic Arizona, 1536-1856. The University of Arizona Press, Tucson, 1989. 1105 Ana María Alonso, Thread of blood... 1106 Un esquema similar plantea Andres Tijerina para Texas donde a inicios del siglo XIX, cuerpos militares denominados compañías volantes porque originalmente eran móviles e iban de presidio en presidio a lo largo de la

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Algunos indígenas asentados junto a estos poblados experimentaron cierto

mejoramiento económico lo que hace referencia a la posibilidad de ascenso social que se produce

en zonas de frontera donde el control del estado no es tan fuerte y en el que los principales valores

no se centraban tanto en lo racial y étnico sino en otros como por ejemplo la vecindad, la

pertenencia a una comunidad. Este ascenso se vería finalmente cristalizado mediante el

otorgamiento del título de don y vecino en los censos.

Con la independencia, el gobierno central derivó en los diferentes estados el manejo de

la defensa creando el resentimiento de los pobladores de la frontera que se sintieron abandonados

como huérfanos. Conforme las guarniciones de la frontera se desorganizaban por el deterioro de las

fortificaciones, la falta de armamento y las demoras en el pago de los salarios (situaciones que

derivaban, asimismo, en una creciente deserción) el peso de la defensa recaería mas y mas en los

propios pobladores, tanto criollos como indígenas. En ocasiones, los cuerpos milicianos indígenas

superaban ampliamente a los criollos.

Para enfrentar el problema de la deserción se volvería a plantear la necesidad de

entregar tierras a quienes prestaran servicios en la frontera. La idea, que partiría principalmente de

militares conocedores de la problemática fronteriza, encontraría ecos en las esferas políticas y en un

debate parlamentario desarrollado en 1844 un diputado plantearía “¿quién más digno de poseer el

terreno que el que defiende su integridad con las armas en la mano?”1107. Pero a pesar de que

existieron muchas propuestas para la constitución de colonias militares, la implantación de estos

planes cristalizó únicamente cuando la guerra con los Estados Unidos hizo que el gobierno central

de México se ocupara centralmente del problema de sus fronteras.

Al lado de esta situación de delegación de funciones y, como consecuencia de ello, se

produjo un incremento del poder de las elites provinciales y cierta autonomía de acción. En Laredo,

Alta California, el alcalde recibía los decretos y regulaciones del rey y del virrey y las hacía circular

por la región; pero aquellas que interferían con tradiciones bien establecidas no las hacía cumplir.

“La supervivencia mas que el mantenimiento de la ley y del orden era el principal problema de

Laredo”1108.

frontera, fueron asignadas en forma permanente a determinados poblados. Esto dio por resultado un mezcla racial entre soldados y pobladores mestizos, españoles e indígenas. A. Tijerina, Tejanos & Texas… 1107 Citado en David Weber, La frontera norte de México, 1821-1846. Madrid, Mapfre, 1992. p. 205. 1108 Gilberto Miguel Hinojosa, A borderlands town in transition. Laredo 1755-1870. Texas A&M University Press, 1983.

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La participación de los hacendados en el tema de la defensa se había limitado, durante

el período colonial, a auxiliar económicamente a los cuerpos militares a través de subsidios y

contribuciones en ganado u otro tipo de bienes. Si bien algunos de ellos tenían la capacidad de

armar a sus propios peones como un cuerpo miliciano, en general dependieron del Estado colonial

para su seguridad. La situación cambiaría con el proceso de independencia, cuando, debido al retiro

de gran parte de las fuerzas militares, estos hacendados jugarían un papel más importante al

convertirse en comandantes de las milicias cívicas que a partir de entonces tendrían en sus manos la

defensa del territorio. Ana María Alonso plantea, para la región de Chihuahua, que esta situación

favoreció la aparición de líderes regionales que basaban fundamentalmente su poder en la

organización de cuerpos militares autofinanciados.

Pasando al extremo sur del continente americano, la frontera araucana en el reino de

Chile, presenta similitudes y diferencias con respecto a los casos anteriores. Durante la colonia, los

oficiales del ejército, conforme a su rango, a sus servicios y a sus relaciones personales con los

funcionarios coloniales, pudieron adquirir tierras en la frontera y transformarse en hacendados en la

región del Bio Bío. Estos oficiales-hacendados aprovecharon su situación estratégica para

convertirse asimismo en proveedores del estado abasteciendo de determinados productos al ejercito.

Al lado de estas haciendas se ubicaban pequeñas parcelas en manos de los soldados devenidos

campesinos que, con sus familias, se dedicaron a la producción agrícola.

La institución de los indios amigos se hallaba fuertemente consolidada en el reino de

Chile desde el siglo XVII. Esta figura jurídica tenía en este espacio, características muy definidas

que incluían la reducción de los indios en pueblos donde serían evangelizados, su cooperación

como milicias auxiliares y en otros trabajos vinculados con el sostenimiento de la frontera como la

edificación y reparación de fuertes, el acarreo de madera, las comunicaciones. En pago de estas

obligaciones los indios amigos gozaban de ciertos privilegios siendo el más importante la liberación

de la encomienda1109.

Durante el período borbónico, se llegó a una estabilización de la línea limítrofe y a la

consolidación de un espacio fronterizo cruzado por relaciones pacíficas que se ratificaban y

regulaban a través de los parlamentos realizados regularmente. El proceso de independencia

produjo efectos fuertemente disruptores en la frontera sur. La resistencia realista se concentró en la

región y logró captar a una cantidad considerable de los ocupantes precarios de tierras y a caciques

1109 Ruiz Esquide, Andrea. Los indios amigos en la frontera araucana, Ediciones Bidam, 1993.

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amigos que se plegaron al movimiento. Hacia 1830 el fin de la lucha por la Independencia llevó a

una reconstitución de las relaciones fronterizas hasta que, dos décadas más tarde, la creciente

demanda de los mercados externos de productos chilenos funcionaría como factor fundamental en

la decisión de ocupar definitivamente el territorio indígena1110.

Lo que subyace en estos últimos planteos que muestran la diversidad de actores que

convivieron en la frontera, es la necesidad de estudiarla como un espacio multicultural, como un

ámbito de interacción de culturas diferentes, en donde centrarse en el análisis de un solo grupo

implicaría el riesgo de considerar una sola fase del proceso. La frontera, en estos estudios, aparece

como un espacio de gran complejidad derivada, entre otros factores, de la diversidad de actores en

escena (pobladores originales, migrantes, esclavos, indios) y de los conflictos de poder suscitados

los que, en gran medida, y en virtud de la distancia que lo separaba de la autoridad central y/o la

imposibilidad de ésta por lograr una mayor presencia en el espacio, llegaban a resolverse de manera

bastante autónoma.

Esta visión sobre los espacios fronterizos se encuentra y es desarrollada asimismo en

investigaciones recientes que se están realizando sobre el espacio rioplatense. El estudio de Roberto

Schmit nos permite conocer de cerca la conformación del espacio fronterizo en el este

entrerriano1111. Según el autor ésta fue una zona donde pastores-labradores expulsados de las

regiones de más antigua colonización por la consolidación de la producción rural en grandes y

medianos establecimientos, encontraron tierras libres para asentarse basando su producción en la

mano de obra familiar. Una característica propia de la zona fue ser escenario de una guerra

permanente en los inicios del proceso revolucionario lo que dotaba a la región de una singular

movilidad espacial. De este movimiento migratorio participarían asimismo pobladores provenientes

de zonas vecinas y grupos indígenas que, en ocasiones, se vincularon a las unidades productivas

familiares como agregados o conchabados.

A partir de 1820, coincidiendo con el proceso de organización de estados provinciales

en el cual los gobiernos se dedicarían a la tarea de lograr las bases de un nuevo orden social y

político dentro de su territorio, el gobierno de Entre Ríos extendería su dominio sobre el nuevo

espacio apoyándose en los Comandantes militares y los Alcaldes a través de una compleja trama de

1110 Jorge Pinto Rodriguez, De la inclusión a la exclusión. La formación del estado, la nación y el pueblo mapuche. Universidad de Santiago, 2000 1111 Roberto Schmit, “Continuidades y cambios en la sociedad de frontera del oriente entrerriano”. Mimeo, 2001.

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relaciones y negociaciones. Entre los temas vitales para organizar la campaña se hallaba la defensa

del territorio. En este punto, la participación de los habitantes en el esfuerzo militar tuvo un peso

decisivo para ser reconocidos como miembros de la sociedad local y, en ocasiones, representó un

elemento importante para acceso al usufructo de la tierra. De entre estos vecinos-milicianos

surgirían hombres de las principales familias que adquirirían un fuerte liderazgo y prestigio dentro

de la comunidad.

Con respecto a la frontera bonaerense se han realizado trabajos generales sobre la

evolución de la explotación agraria durante el siglo XIX que mostró una conjunción de cambios y

continuidades con respecto a las características de las unidades productivas y la pervivencia de

sujetos sociales que habían sido centrales en la etapa anterior como los pequeños y medianos

productores. Pero, centrados en análisis de tipo micro regional se ha avanzado, en algunos partidos

de la campaña, en el conocimiento de los procesos de ocupación del espacio y las peculiaridades de

la sociedad asentada en el mismo teniendo un lugar privilegiado en estos estudios los conflictos por

el acceso a la tierra entre viejos y nuevos ocupantes y la conformación de redes sociales que

vinculaban a los vecinos.

Asimimismo el conocimiento del espacio indígena pan araucano experimentó un

avance indudable a partir de las investigaciones que, siguiendo la línea marcada por los pioneros

trabajos de Raúl Mandrini, Martha Bechis y Miguel Angel Palermo, han permitido conocer con

bastante profundidad la economía de estos grupos, su estructura socio política, la red de alianzas y

conflictos entre ellos y las cambiantes relaciones que diseñaron con los distintos poderes hispano-

criollos.

Esta investigación se propuso constituir un aporte al conocimiento de la sociedad

fronteriza bonaerense poniendo un especial énfasis en la presencia indígena dentro y fuera del

espacio controlado por el poder estatal. Este objetivo se ha resuelto a través de un exhaustivo y

pormenorizado estudio de la política de frontera e indígena llevada adelante por el estado provincial

(en donde las estrategias de los grupos nativos independientes tuvieron una importante presencia) y

abriendo una ventana hacia el conocimiento de la conformación de una peculiar sociedad mestiza en

la campaña bonaerense que además de incluir habitantes criollos (vecinos y migrantes del interior)

se vio nutrida con la presencia de compactos contingentes de indígenas que se asentarían en el

territorio provincial a partir de 1830.

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Desde fines del período colonial, el estado virreinal había logrado estabilizar la

frontera oficial con los indígenas sobre la base de una línea de fortines y un contacto básicamente

pacífico sostenido en un activo intercambio. Este esquema respondía a los objetivos de la política

borbónica tendiente a reducir los gastos militares de la frontera y a incentivar los encuentros

diplomáticos con los indígenas1112. Las memorias de los ultimos virreyes serían muy explícitas en

describir una etapa de contactos pacificos con éstos1113 y los mismos gastos realizados para agasajar

partidas diplomáticas evidenciarían el peso creciente de esta política1114. Si bien esta etapa estuvo

inclinada indudablemente hacia relaciones apacibles, los pequeños ataques sobre algunos partidos

de la campaña no desaparecieron por completo, reflejándose un estado similar al que Arturo Leiva,

describiendo la situación en la frontera de Araucanía, llamaría de “guerra latente”.

Pero, al lado del desarrollo de este circuito diplomático que reglaba las relaciones

“oficiales” entre el estado y los pueblos nativos, la vida cotidiana reflejaba un esquema de mayor

imbricación entre las poblaciónes a uno y otro lado del límite oficial. Esta interrelación se verificaba

en un constante cruce de ese límite por individuos de ambas que, si bien tenían su mayor peso en las

relaciones comerciales, involucraba asimismo otro tipo de contactos. Paralelamente, hacia el sur del

espacio provincial, varios pobladores de la campaña habían traspasado la linea oficial de

demarcación asentándose en territorio indígena. En este ultimo caso, el asentamiento había sido

posible mediante tratos personales entre los nuevos pobladores criollos y los ocupantes indios

creándose espesas redes de relaciones que en algunos casos, y el ejemplo de Francisco Ramos Mejía

es paradigmático en este sentido, configuró una pacífica convivencia interétnica aún dentro de las

unidades productivas que alojaron algunas familias indígenas.

El espesor de estas prácticas cotidianas llevarían a que ni aún los conflictos declarados

y expresados en los malones que intermitentemente caían sobre los establecimientos de frontera,

derivaran en un corte abrupto de las relaciones pacíficas ni en represalias armadas por parte de las

tropas españolas. Esta situación donde conflicto, negociación y convivencia se presentaban como

elementos complementarios permite hablar de la creación de un middle ground en el espacio

fronterizo en donde la convivencia estaba basada en la permanente negociación entre las partes que

recurrían a elementos culturales de cada grupo para lograr un acuerdo de coexistencia. De ahí que,

1112 En el libro de A. Levaggi, Paz en la frontera… que recoge todos los tratados firmados entre las distintas autoridades del actual territorio argentino y grupos indígenas de pampa-patagonia, se puede ver muy claramente el incremento de los contactos diplomáticos hacia fines del periodo colonial. 1113 Memorias de los virreyes del Rio de la Plata. Buenos Aires, Ed Bajel, 1945. 1114 En el quinquenio 1791-1796 se habían gastado 701,3 pesos en gastos para los indios amigos mientras que el período 1801-1805 esta suma se elevó a 4.478.4 pesos. T. Halperin, Guerra y finanzas…, p. 63 y 67.

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cuando lo que llamamos curso diplomático de las relaciones interétnicas no tuviera en cuenta esta

particular forma de interrelación, se produjera una profunda perturbación en el mismo. Hasta fines

de la década de 1820 ésa fue la situación creada por el nuevo gobierno independiente.

Durante las dos primeras décadas independientes, sería evidente una gran dificultad

por definir una política estable tanto en lo que respecta a la acción a seguir con los indígenas así

como, de manera más imperiosa desde principios de la década de 1820, al diseño de un avance

territorial. Ambas políticas eran las dos caras de la misma moneda y el no considerarlas así

mostraría el error de esta posición. En efecto, los avances que no tuvieron en cuenta la existencia de

los actores indígenas a los que era necesario contemplar para definir una expansión territorial,

mostraron rápidamente el fracaso de esta vía. Las vacilaciones del gobierno y, en ocasiones, las

marchas y contramarchas que se producían en las negociaciones crearon una profunda sensación de

incertidumbre y desconfianza en los líderes indígenas.

En términos generales, se enfrentaron en la década de 1820 dos posiciones

contrapuestas. Una que ponía el énfasis en el avance militar de la frontera por el cual los grupos

indígenas de las pampas debían ser expulsadas hacia el sur. La otra política, defendida

fundamentalmente por los hacendados de la campaña, tendría muy en cuenta la necesidad de llegar

a una solución acordada y negociada con los indígenas, muchos de los cuales eran vecinos y aún

empleados de estos propietarios. La existencia de estos planes ciertamente opuestos se vio reflejada,

a medida que avanzaba la década, en una discusión de proyectos y estrategias de avance en la

opinión publica. La inicial indiferencia de los periódicos por este tema fue reemplazada, en virtud

de un incremento de la conflictividad fronteriza y del escaso resultado de las expediciones de

Rodriguez, por una participación más activa. Así, a mediados de la decada de 1820, editoriales y

cartas de lectores presentaban y discutían las dos posiciones centrales acerca del problema de la

inseguridad de la campaña. Pero el gobierno no hizo totalmente caso omiso a estos reclamos.

En efecto, en el desarrollo de expansión territorial, la presencia y participación de los

vecinos y hacendados como interlocutores del gobierno fue muy evidente. La relación del gobierno

con los hacendados del sur reflejaba bien a las claras la creciente importancia económica de este

sector de la provincia y, en contraposición, el escaso peso que tenían los propietarios del norte para

exigir medidas similares de protección ante los mismos o aún mayores problemas de seguridad que

aquejaban al sur. La participación de los propietarios del sur se constató tanto en el diseño de las

políticas de frontera como en la política indígena. En uno y otro caso, la relación hacendados-

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gobierno mostraría una relación opuesta. En lo relativo a la política indígena, el accionar del estado

provincial reflejaba una situación contradictoria. Por un lado, se veía en la necesidad de recurrir a

los vecinos que tenían relaciones personales con los caciques del sur para poder iniciar los acuerdos

diplomáticos con ellos; cualquier iniciativa diplomática que no tuviera en cuenta las personas de

estos “introductores” al territorio indígena estaba condenada al fracaso. Pero por otro lado, estas

mismas relaciones personales resultaban ciertamente riesgosas ya que significaban para el

hacendado, la posibilidad de contar con aliados indígenas que, eventualmente, podían ser utilizados

para beneficio propio. Por tal motivo, el gobierno, paralelamente al recurso de estos interlocutores

válidos, intentaría concentrar en sus manos la gestión diplomática anulando el manejo de las

relaciones interétnicas que, de manera personal, habían entablado los pobladores del sur del Salado.

La relación Estado-vecinos en cuanto a la política de frontera, tendría el signo inverso.

Ante la dificultad material del gobierno por hacerse cargo de manera integral de la defensa del

nuevo territorio llevaría a delegar parte de este tema en los propietarios de la región. Más allá de las

propuestas concretas de avance realizadas por los hacendados en virtud de su conocimiento directo

del espacio y de las posibilidades reales de encarar una expansión territorial, éstos cumplieron un

papel importante en cuanto a la defensa del territorio tanto como poseedores de estancias que

actuaban a la vez como lugares de refugio de los vecinos debido a la solidez de sus construcciones

como a la posesión de armamento y a la vez como jefes de las milicias de campaña que serían las

fuerzas centrales para la defensa de la campaña.

De manera que los hacendados, tanto en el diseño de proyectos de expansión a través

de las juntas reunidas a tal efecto, como en la defensa concreta de la frontera mediante su rol de

jefes milicianos, obraron como actores claves en esta historia. Y lo que es más importante, no solo

fueron reconocidos como tales por el gobierno provincial sino que aparecieron directamente

involucrados por éste en el proceso expansivo. De igual manera que se ha planteado con respecto al

desarrollo del sistema judicial en la campaña, en el sentido de que el estado provincial debió

recurrir a los vecinos de los partidos para que tomaran a su cargo las funciones vinculadas a los

juzgados de paz, en lo que respecta a los asuntos de defensa del territorio, los vecinos-milicianos

también debieron cumplir un rol fundamental.

La dificultad del gobierno por hallar un rumbo estable en su política de frontera-

indígena creó en los líderes étnicos de la pampa una mezcla de desconcierto y desconfianza.

Tradicionalmente habituados a contar con interlocutores confiables que mantenían una política

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borbónica de reconocimiento de espacios autónomos y relaciones basadas en el comercio y la

constante negociación, se hallaron en el período que se inicia con el movimiento revolucionario con

una fuerte incertidumbre con respecto al curso a seguir. Esta inseguridad se vio complementada por

las modificaciones sustanciales que se produjeron en el escenario indígena dentro del espacio pan

araucano. En efecto, ya desde la década de 1810, las alteraciones poblacionales motivadas por el

arribo de patriotas, realistas e indígenas procedentes del otro lado de la cordillera, habían creado

una situación de extrema conflictividad en donde los nuevos pobladores y las agrupaciones

originarias de la pampa se disputarían espacios estratégicos dentro del espacio. Este desarrollo en

donde se involucraron migraciones estacionales y/o permanentes, conflictos y alianzas,

profundizaron asimismo procesos etnogenésicos que eran característicos del área desde fines del

siglo XVIII. De esta manera surgirían nuevos grupos que serían muy difíciles de incluir para los

observadores criollos dentro de las agrupaciones conocidas. Esta dificultad, pero asimismo, la

necesidad de catalogar en identidades étnicas familiares a estos nuevos interlocutores indígenas

produciría expresiones como las del comisionado del gobierno Matías Gutierrez, quien reconocía

que uno de los caciques “ranqueles “ que estaba negociando las paces no es criollo destos lugares

como son todos los caciques del dia quienes los mas son parientes y que el cacique Ranquel “solo

es ranquel de apellido y no de la familia de los ranqueles”1115, o, finalmente, que García dijera del

jefe Neclueque al que denominaba ranquel que “no pertenecía, …, ni a los aucases, ni ranqueles,

mucho menos a los huilliches porque habita en puntos muy distantes en donde se nos aseguro tenia

su residencia1116. Pero a pesar de estas constataciones la necesidad de “imponer identidades” 1117 se

mantuvo fuertemente.

Si el escenario era confuso para los criollos, para los mismos indígenas era de un

peligro latente. Esto impulsó a algunos caciques a deponer la actitud básicamente hostil que habían

mantenido con el gobierno bonaerense como reacción a su política poco clara de negociaciones e

incursiones. En su lugar comenzaron a presionar insistentemente para lograr un acuerdo de paces

que derivara concretamente en ayuda militar en caso de extrema necesidad. Pero los tiempos no

eran los mismos para las dos sociedades en ese momento. Lo que para los indígenas era una

urgencia, para el gobierno de Buenos Aires no entraba decididamente dentro de sus prioridades. Por

tal motivo toda la década de 1810 fue una etapa de desencuentros constantes entre caciques que

buscaba afanosamente algún tipo de acuerdo con el gobierno que derivara en el auxilio económico

1115 Misión de Gutierrez a los ranqueles en el año 1820 (ver cap 1 de la Primera Parte) 1116 Misión de García a la sierra de la Ventana en 1822 (ver idem) 1117 Para el desarrollo de esta idea ver el trabajo de Nacuzzi, Lidia, Identidades impuestas…

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(para compensar las dificultades derivadas de la sequía de los años 1805-1806 que había mermando

de manera notable los stocks ganaderos) y militar (para hacer frente a la agresividad intraétnica

derivada del ingreso cada vez más asiduo de contingentes extracordilleranos que parecían

dispuestos a quedarse). Fue necesario esperar a que coincidieran las necesidades de ambos grupos

para llegar finalmente a un acuerdo.

Para el gobierno este momento llegó a partir de los peligros derivados de la guerra con

Brasil que hacían temer una captación de los indígenas del sur desde la costa patagónica. Para evitar

este riesgo y teniendo en cuenta el escaso éxito obtenido a través de la política de avance agresivo

para eliminar la inseguridad fronteriza, se decidió un giro fundamental en la dirección de la política

indígena que quedó en manos de “interlocutores válidos” que pondrían como punto inicial de

cualquier tipo de “arreglo de la frontera”, el pacto con algunas agrupaciones indígenas. Esta nueva

coyuntura fue rápidamente aceptada por ciertos grupos debido a una acentuación de los conflictos

intertribales que, en algunos casos, amenazaba la supervivencia misma de las comunidades.

Sería entonces cuando Juan Manuel de Rosas, que hasta el momento habia mostrado

cierta visibilidad en el asunto fronterizo pero sin asumir un papel protagonico precisamente por su

oposición al curso que se le estaba imprimiendo, tomó definitivamente las riendas de la política

fronteriza-indígena. En el año 1828 la, tantas veces postergada, expansión territorial derivó

finalmente en el asentamiento de tres nuevos fuertes luego de un acuerdo con agrupaciones

indígenas del sur de la provincia. En efecto, el avance de la línea fronteriza en 1828 se había

sostenido en la negociación previa con aquellos grupos que buscaban asimismo una alianza con el

gobierno para dirimir sus propios conflictos intertribales. Esta combinación de motivaciones

produjo una solución inédita para el gobierno provincial pero que sería similar a la aplicada en otros

espacios fronterizos como fue la incorporación de grupos indígenas amigos como pobladores de la

frontera. Este proceso, que tuvo su punto de inicio en la fundación de los nuevos fuertes se

profundizaría con el correr de los años dando origen a la política que se conoció con el nombre de

negocio pacífico de indios y que fue aplicada por Rosas durante su extenso gobierno.

Desde el momento en que Rosas se hizo cargo de los asuntos de la frontera hasta fines de la

década de 1830, sería muy claro que la relación interétnica adoptaba las características de un middle

ground. En este espacio de negociación surgieron con toda claridad unos personajes claves para

asegurar la convivencia. Estos interlocutores válidos y/o intermediarios culturales no fueron en lo

absoluto creaciones de esta época sino que, simplemente, volvieron a tener una centralidad que

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habían perdido en el período previo. Respondiendo a la idea central de asegurar la convivencia en

términos pacíficos, varios de ellos debieron hacer gala de toda su capacidad diplomática y

adecuación a rasgos culturales del otro grupo para lograr ese objetivo. Esta prudencia por no

comprometer la relación fue particularmente notoria en la resolución de los conflictos que

implicaban violencia interétnica. En la década de 1810 el ser indio garantizaba, en cierto modo, un

tratamiento bastante benigno debido a la necesidad de incentivar la coexistencia pacífica en

momentos en que se estaba resquebrajando las bases del acuerdo que había imperado desde fines

del período colonial. En los inicios del negocio pacífico, a esta noción básica se agregaría un interés

por cuidar especialmente la relación con los principales caciques amigos penalizándose los delitos

en su contra y desestimándose en gran parte los cometidos por ellos.

El sistema del negocio pacífico representaba una compleja y complicada red de

alianzas y de circulación de información que conectaba a grupos indígenas de ambos lados de la

cordillera con el gobierno de Buenos Aires. Estas relaciones estaban sustentadas en un nada

despreciable flujo de bienes que llegaban a las tolderías para auxiliar económicamente a los grupos

que habían expresado su opción por aliarse al gobierno bonaerense y, además, para gratificar los

distintos servicios que éstos cumplían. Para algunos de estos grupos indígenas, aquellos que se

asentaron dentro del territorio provincial a los que llamamos indios amigos, esta alianza implicaría

la pérdida de su autonomía territorial y política. Al lado de ellos se encontraban los indios aliados,

agrupaciones que mantuvieron su independencia y conservaron la territorialidad en las pampas.

Para poder hacer frente al drenaje de recursos hacia las tolderías, se había establecido

dentro del presupuesto provincial, una partida dedicada exclusivamente a sostener esta política

indígena. En este punto y en lo relativo al suministro de bienes para las tropas provinciales que

guarecían los fuertes de frontera, los proveedores del estado cobrarían un papel central. Este

negocio de proveeduría, permitió que algunos vecinos (tanto hacendados como comerciantes) se

insertaran de manera legal en un circuito económico que les permitió obtener grandes ganancias. En

este punto vale la pena distinguir entre los proveedores de ganado y los que suministraban artículos

de consumo. En el primer caso, algunos hacendados obtuvieron contratos con precios bastante

elevados por el ganado vacuno que entregaban para rancho de la tropa de los fuertes así como por

las yeguas que conformaban las raciones mensuales para los indios amigos.

Los comerciantes o pulperos de campaña también cumplieron su papel central como

proveedores de artículos de consumo y, también, como prestamistas de los fuertes adelantando el

dinero correspondiente a los sueldos de los soldados afectados a los mismos. En algunos casos, la

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lejanía de los puestos fronterizos y la necesidad de recurrir a estas vías de préstamos y adelanto de

mercancías, derivaba en la posibilidad de realizar grandes negocios por parte de estos pulperos. Este

esquema no era nuevo sino que reproducía prácticas vigentes desde el período colonial. Estas han

sido objeto de investigaciones que las han calificado, por un lado, como muestra de la corrupción

colonial y, desde una perspectiva opuesta, como característica e integrante del pacto colonial que

involucraba a la Corona, sus funcionarios coloniales y las elites locales. Este esquema de

proveeduría, en el caso de Bahía Blanca, muestra una particular especificidad por la dificultad del

estado provincial en imponer su autoridad en un espacio tan alejado. Este hecho, sumado a la

importancia que adquirió en ese punto la provisión de artículos de consumo para los indios aliados

hacia fines del período rosista, actuaron como poderosos incentivos para llevar a cabo negocios

fraudulentos que derivaron concretamente en un incremento en el número y la envergadura de los

negocios de estos pulperos.

Pero los vecinos de la campaña no limitaron su presencia en la política de frontera a la

participación de unos pocos proveedores del gobierno. De manera más inclusiva, cumplieron un rol

fundamental como milicianos para la defensa del territorio. En este punto, la mayor diferencia entre

la experiencia bonaerense y otros espacios fronterizos con características similares radicó en que

pese a los proyectos que permanentemente se presentaron desde distintos grupos de la sociedad

(militares, funcionarios de gobierno, hacendados), no pudo llevarse a cabo la implementación de

colonias militares que mediante la entrega de tierras a los nuevos pobladores, los comprometiera a

defender militarmente el espacio. A pesar de las voces a favor que insistieron permanentemente en

la entrega de tierras “en propiedad” como la manera más efectiva de resolver el peligro de la

deserción y lograr el arraigo de la población, estas políticas no llegaron a concretarse. Por el

contrario, los pobladores que, en forma espontánea o coercitiva, habían acompañado a las

expediciones fundadoras asentándose de manera precaria en las tierras de frontera, frecuentemente

debieron litigar con nuevos denunciantes para hacer valer sus derechos de precedencia1118. Las

únicas medidas similares que tuvo el objetivo de asentar a la población aunque con un límite

temporal bien pautado, se registró en el año 1828 cuando por medio de un decreto del gobierno se

otorgó la exención del servicio miliciano a los vecinos de Dolores “fuera del punto de su domicilio”

por el término de ocho meses1119 y la experiencia del pueblo de Azul en donde, además de

1118 Guillermo Banzato, “De ocupantes…” y Jorge Gelman, Un funcionario… 1119 Registro Oficial de la Provincia de Buenos Aires, año 1828.

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entregarse en donación condicionada, extensiones medianas de tierras, se eximió a los vecinos a

prestar servicio miliciano fuera del partido1120.

La delegación en las autoridades locales de la gestión tanto de asuntos de provisión

como la defensa de la frontera contribuyó a incrementar de alguna manera cierta autonomía de

acción por parte de éstas. En este punto hay que tener en cuenta que los pueblos de frontera son,

precisamente, poblados recientes en los cuales no se ha constituido totalmente la estructura

institucional de poder que existe en los partidos ya consolidados. De hecho, el ordenamiento

judicial se obtiene, en algunos pueblos, con bastante posterioridad a su creación por lo cual

dependían en lo que respecta a la justicia a juzgados de paz de otros partidos (como fue el caso de

Tapalque dependiente de Tandil y posteriormente de Azul) o, en virtud de su aislamiento,

concentraron esa función en la autoridad militar (como sucedió en Bahía Blanca). De todos modos,

en la frontera sur, aún luego de lograda la organización administrativa con la creación de los

juzgados de paz, el mantenimiento de una autoridad militar, dificultaría una convivencia armónica

entre ambas autoridades. Esta situación de superposición se haría más evidente en momentos de

conflictividad en los cuales la necesidad de organizar la defensa de la frontera llevaría a la autoridad

militar a intentar avasallar a la civil.

Así como los vecinos cumplieron un rol fundamental como fuerzas milicianas, dentro

de éstas se incorporarían los cuerpos de indios amigos asentados en la frontera, desempeñando una

labor igualmente decisiva. Pero no solamente se esperaba contar con el aporte militar de estos

indios. También se buscaba que los indios aliados se incluyeran en esta política. En este punto el

error fundamental del negocio pacífico fue presuponer que se podía obtener de los indios aliados el

mismo tipo de compromiso y fidelidad que se tenía de los indios amigos. Los indios amigos, al

abandonar el territorio indígena habían realizado un corte bastante abrupto con los otros grupos que

habitaban las pampas. De hecho, los conflictos dentro de ese espacio, habían decidido su

asentamiento dentro del espacio provincial. Por el contrario, los ultimos, al mantener su

independencia política y territorial formaban parte de alianzas y conflictos que excedían el marco

del negocio pacífico por lo que, en ocasiones sus proyectos políticos no coincidían con los del

gobierno provincial. El caso más evidente de esta incompatibilidad de objetivos fue el fracaso en

mantener la relación con la agrupación borogana.

En el proceso de crisis y desestructuración de este grupo jugó también un rol

fundamental el conflicto por el poder que se había suscitado en su interior. En el momento de su

1120 Infesta, M.E. “Propiedad rural…” y Lanteri, M.S. “Pobladores y donatarios…”

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asentamiento en las Salinas Grandes la jefatura era ejercida de manera plural por seis caciques de

los cuales tres constituían la cima de la autoridad. Luego del ajuste de paces con el gobierno

bonaerense, la disputa por el poder tribal se situó en la cúspide de la trilogía de caciques. En la

historia de este grupo se registraron distintas etapas vinculadas a las estrategias que los líderes

pusieron en juego en su relación con el gobierno bonaerense. Una primera etapa en la cual las

negociaciones con el gobierno habían derivado en su ingreso al negocio pacífico y a la percepción

de raciones. Este flujo de bienes actuó como elemento aglutinante del grupo y, además, como

incentivo para la incorporación de otras familias no boroganas. Con el tiempo, el gobierno intentaría

una relación cada vez más subordinada del grupo exigiendo su separación de aquellos incorporados

recientemente. Ante esta presión la agrupación entraría en un proceso de conflicto interno en el

cual, uno de los jefes principales intentaría concentrar mayor poder erigiéndose en la principal

autoridad del grupo. Esta maniobra produjo un fuerte rechazo en una sociedad básicamente

igualitaria, que fundaba el poder de los jefes en la aprobación y consenso de sus indios. La crisis

final se zanjaría con el asesinato de este cacique y la dispersión del grupo en pequeños sectores que

buscaron refugio en la frontera.

La trayectoria de otra agrupación aliada, dirigida por el cacique Calfucurá, procedente

de la región de Llaima en la Araucanía, sería absolutamente diferente. Su presencia en las pampas

puede remontarse a inicios de la década de 1830. Durante la misma el cacique participó en diversas

coaliciones que protagonizaron malones de importancia sobre la frontera bonaerense. Luego de

estas incursiones, el cacique volvía a la zona cordillerana. Solo a inicios de la década de 1840

cuando los boroganos habían desaparecido como grupo de importancia, decidió su instalación en el

mismo espacio que habían ocupado aquellos: las Salinas Grandes. A partir de entonces comenzaría

un lento ascenso como líder indígena en el espacio pampeano. La relación con el gobierno no

presentó aristas tan conflictivas como en la experiencia anterior y llegó a alcanzarse una verdadera

estabilidad en el sector sur de la frontera bonaerense. El motivo de esta disímil evolución tiene su

explicación en dos diferencias fundamentales. Por un lado, Calfucurá decidió su asentamiento en las

pampas cuando la situación dentro del espacio pampeano se había aquietado fuertemente luego de

la desaparición de los boroganos como un grupo numéricamente importante y del creciente

deterioro económico sufrido por los ranqueles. Si bien Calfucurá también intentaría erigirse como

una autoridad con mayor poder que el que caracterizaba a los liderazgos pampeanos, la estrategia

para lograrlo no fue, como en el caso de los boroganos, la imposición de una política fuertemente

vinculada al gobierno bonaerense sino el armado de una extensa red de alianzas sostenida en la re-

distribución de las raciones obtenidas, a su vez, del gobierno bonaerense.

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Por otro lado, la situación política dentro de la provincia de Buenos Aires había

experimentado un cambio notable con respecto al período anterior. Los actos de oposición al

régimen que se sucedieron a lo largo del año 1839 produjeron un fuerte impacto en el gobierno que

comenzó a extremar las medidas de control sobre la población. Dentro de esta política se tendió a

una extendida movilización de los vecinos en su carácter de milicianos para el cumplimiento de una

diversidad de servicios al estado entre los que el servicio militar tenía un lugar central. En este

nuevo contexto, el gobierno no mantuvo como prioridad el control y observación de los indios

aliados como había sucedido en el período anterior. En la década de 1830 no sólo existía una

constante comunicación entre las tolderías aliadas y el gobernador sino que en el mismo

asentamiento indígena se encontraba un pequeño destacamento militar que tenía el doble propósito

de controlar a ese grupo y auxiliarlo o, al menos, disuadir a sus enemigos de iniciar un conflicto. A

partir de 1840 el gobierno se concentraría en asuntos más internos, relajando la vigilancia sobre

nuevos interlocutores indígenas. Acompañando este proceso, la política indígena había logrado

cierto grado de estabilidad generando una jerarquización tanto entre los caciques amigos como en

las autoridades fronterizas que se presentaban como personas hábiles para sostenerla. Por tal

motivo, se produjo también una mediatización en la relación del gobernador con los nuevos grupos

indígenas que se incorporaban al negocio pacífico. Rosas ya no tendría la presencia y centralidad

del período anterior, delegando en Catriel y en sus más confiables autoridades de campaña (Vicente

González, Bernardo Echeverría y Pedro Rosas y Belgrano) la gestión de los “asuntos de indios”.

Pero este cambio en la política provincial afectó asimismo la relación con los grupos

de indios amigos. La necesidad estatal de contar con mano de obra y de controlar de manera

extrema los movimientos de la población incluyó a los indios amigos que fueron integrados de

manera casi general a este esfuerzo militar. Este proceso provocaría un quiebre fundamental en el

middle ground. Ya no se trataría de consensuar un modo de vida sino que sería el estado quien

determinara de manera más unilateral, las reglas del juego. Retomando la vía que mostró de manera

más clara los modos de funcionar en el middle ground, los casos de violencia interétnica fueron

resueltos a partir de entonces sin que la etnicidad se constituyera en un elemento definitorio a la

hora de penalizar un delito. En efecto, en este nuevo contexto básicamente diferente a los períodos

anteriores la etnicidad representó, para el gobierno, un dato más en las características de la

población que podía ser afectada al esfuerzo militar. Esta penetración cada vez mayor del poder

estatal sobre los grupos indígenas llevaría a un mayor dilución del poder cacical, lo que se vio

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favorecido por la desaparición, en forma paralela, de los más importantes jefes indígenas que habían

sido fundantes del negocio pacífico.

Estas modificaciones sustanciales del aspecto jurídico de la relación interétnica no

tuvieron efecto igualmente disruptor en el contacto cotidiano que criollos e indígenas desarrollaron

en la campaña bonaerense derivando en la conformación de prácticas sociales híbridas que

combinaron elementos culturales de ambas sociedades. Desde el lado de los grupos indígenas,

muchas de sus prácticas sancionadas por el admapu añadieron rasgos foráneos a la manera de un

mestizaje – fusión definido por Boccara como la incorporación de elementos de la cultura criolla

que resultan adaptados funcionalmente sin alterar las marcas distintivas de la especificidad

indígena. Estos agregados tendieron en la mayoría de los casos a aprovechar una fuente externa de

riqueza para resolver cuestiones materiales. Así se recurrió a la ayuda económica del gobierno para

“financiar” varias prácticas indígenas: la ceremonia del nguillatun, la compensación del precio de la

novia y el rescate de prisioneros. En otros casos se apelaría a elementos de la otra sociedad para

hacer frente a nuevas enfermedades ante las cuales las estrategias tradicionales se mostraban

totalmente ineficaces.

Sin embargo no todas las prácticas indígenas pudieron mantener, dentro de esta

política de mestizaje, su especificidad. En este sentido, hubo dos áreas donde la misma

incorporación del elemento extraño estaba produciendo verdaderas alteraciones: la apelación a la

justicia provincial y las prácticas sucesorias. En el primer caso, cuando era el cacique quien recurría

a la justicia provincial se estaba produciendo, de alguna manera, un incremento en su poder que

contradecía totalmente la estructura propia de estos grupos indígenas. Colateralmente, el mismo

interés de algunos jefes en que intervinieran autoridades de campaña podía derivar en que éstas

decidieran seguir actuando aún cuando no fuera a pedido expreso del cacique. En el caso de las

prácticas sucesorias, la intervención de Rosas en la propuesta de los indios considerados más

propicios para desempeñar el cacicazgo es suficientemente disruptiva como para que sea necesario

extendernos sobre ella.

La contracara de este proceso estuvo dada por mestizajes en dirección inversa, es

decir, adopciones criollas de elementos indígenas. Esta situación, aún cuando es mucho menos

visible en la documentación, no pasa desapercibida. En ese sentido, hemos podido comprobar la

adopción de prácticas matrimoniales indígenas como la poligamia; pero, expresiones vagas que

surgen en las fuentes como los “casamientos a lo pampa”, o la “compra” de una esposa, son

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elementos que resultan seductores para suponer que estas prácticas matrimoniales habían adoptado

muchos más rasgos que la práctica de la poligamia. En lo relativo a los intercambios comerciales, el

habitual flujo de vendedores criollos a las tolderías y los datos que hemos podido obtener sobre los

términos del intercambio en algunas de estas operaciones, permiten plantear que en las mismas se

habían adoptado rasgos indígenas donde los valores de los bienes intercambiados no dependían

tanto de “precios justos” sino de la necesidad que se tuviera de ellos. Vale la pena insistir en este

sentido, en el costo que tuvo para el vecino de Ranchos, Don Matías Balenzuela, “recuperar” un

caballo muy querido que fuera robado por los indios: una cantidad no especificada de yerba y 10

pesos plata.

Finalmente, algunos vecinos de la campaña bonaerense, aprendieron la lengua

indígena para lograr un mejor contacto con sus vecinos nativos. En este punto, vale la pena señalar

que, en los casos judiciales que hemos analizado, la mayor parte de los indios que testificaron

debieron recurrir a los servicios de un intérprete para poder comunicarse. Pero esos mismos indios

trabajaban como peones en estancias rurales lo que nos llevó a preguntarnos si existía un

ocultamiento deliberado del conocimiento del español en estos procesos y, colateralmente, cómo se

daría el contacto diario en las estancias entre trabajadores criollos e indígenas.

Por todos los datos anteriormente señalados, es válido plantear que en el espacio

fronterizo bonaerense se constituyó en middle ground, un lugar en medio de culturas, que dio orígen

a la conformación de una sociedad particular que combinó elementos de ambas poblaciónes

derivando en la creación de prácticas absolutamente mestizas. Estas últimas involucraron a

individuos de la sociedad indígena y criolla en aspectos como las formas familiares (en donde es

posible encontrar casos de poligamia entre los criollos), formas de enlaces (criollos casados con

indias “a la manera indígena” e indígenas contrayendo enlaces religiosos al que seguiría el bautismo

de sus hijos) y de vivienda (indígenas asentados en estancias con sus toldos, criollos viviendo en

toldos indígenas en la campaña). Estos encuentros pudieron realizarse porque ambas sociedades

tenían varios puntos en común: una base material no demasiado diferente, prácticas económicas que

se centraban en el pastoreo de ganado y la caza de animales, relaciones de reciprocidad que

vinculaban fuertemente a los integrantes de la comunidad (indígena y/o de vecinos) y, aún, formas

de diversión. Este sustento común permitió lograr un entendimiento básico en las formas de vida

creándose una fuerte vinculación entre las poblaciónes. Uno de los elementos mencionados, la

relación de reciprocidad compartida en lo sustancial por ambas poblaciónes generó vínculos de

amistad y compadrazgo entre criollos e indígenas y posibilitó que los ultimos ingresaran en redes de

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relaciones ya existentes en los partidos de campaña. Y así como la pertenencia a esas redes era un

elemento que podía contribuir a la conversión de un transeúnte en vecino, un proceso similar podía

operar en los indígenas asentados en territorio provincial.

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