Evangelización y Medios de Comunicación.

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Evangelización y medios de comunicación Hacia una radio misionera José María Rojo García “El hombre urbano actual presenta un tipo diverso del hombre rural: confía en la ciencia y la tecnología; está influido por los grandes medios de comunicación social; es dinámico y proyectado hacia lo nuevo; consumista, audiovisual, anónimo en la masa y desarraigado” (Documento de Santo Domingo, 255). Este conciso y penetrante diagnóstico del poblador urbano del continente latinoamericano, hecho por los obispos reunidos en Santo Domingo en 1992, conserva su vigencia actual. La comisión que trabajó la base del documento final de Comunicación Social y Cultura fue categórica en otro punto: “La radio es el medio de mayor alcance y, al mismo tiempo, el de mayor penetración popular” 1 . Puede ser discutible esa contundente apreciación de la comisión en el reino de la cultura de la imagen, pero no cabe duda de que los sectores urbano-marginales de nuestras ciudades están fuertemente inmersos en las ondas sonoras de emisoras nacionales y locales. 1. CONTEXTUALIZANDO: LA CULTURA AUDIOVISUAL Estamos penetrados por “la cultura audiovisual”, que se impuso progresivamente en todos los ámbitos de la sociedad en la segunda mitad del siglo pasado. Desde los textos escolares hasta el aprendizaje de idiomas o el sistema de juego y diversión de niños y adultos; desde las señales de tráfico a los video-clips del cantante de moda; desde la propaganda comercial a las “campañas electorales”; desde la pantalla de cine o televisión hasta las últimas tecnologías incorporadas a la informática, incluyendo 1 Ysern de Arce, la comunicación social en Santo Domingo, p. 82.

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Dossier sobre la Evangelización

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Evangelización y medios de comunicaciónHacia una radio misioneraJosé María Rojo García

“El hombre urbano actual presenta un tipo diversodel hombre rural: confía en la ciencia y la tecnología;está influido por los grandes medios de comunicación

social; es dinámico y proyectado hacia lo nuevo;consumista, audiovisual, anónimo en la masa y

desarraigado” (Documento de Santo Domingo, 255).

Este conciso y penetrante diagnóstico del poblador urbano del continente latinoamericano, hecho por los obispos reunidos en Santo Domingo en 1992, conserva su vigencia actual. La comisión que trabajó la base del documento final de Comunicación Social y Cultura fue categórica en otro punto: “La radio es el medio de mayor alcance y, al mismo tiempo, el de mayor penetración popular”1. Puede ser discutible esa contundente apreciación de la comisión en el reino de la cultura de la imagen, pero no cabe duda de que los sectores urbano-marginales de nuestras ciudades están fuertemente inmersos en las ondas sonoras de emisoras nacionales y locales.

1. CONTEXTUALIZANDO: LA CULTURA AUDIOVISUAL

Estamos penetrados por “la cultura audiovisual”, que se impuso progresivamente en todos los ámbitos de la sociedad en la segunda mitad del siglo pasado. Desde los textos escolares hasta el aprendizaje de idiomas o el sistema de juego y diversión de niños y adultos; desde las señales de tráfico a los video-clips del cantante de moda; desde la propaganda comercial a las “campañas electorales”; desde la pantalla de cine o televisión hasta las últimas tecnologías incorporadas a la informática, incluyendo imagen y sonido; desde la cirugía hasta la astronomía… Todo está dominado por la imagen y el sonido.

Esos dos elementos se han desarrollado de tal modo que hoy no se entendería ningún proceso de capacitación o transmisión de conocimientos o mensajes sin tenerlos muy en cuenta. Y es que la persona no es sólo cerebro, y con la imagen y el sonido se apunta a diversos órganos y facultades del ser humano para hacer más plena la comunicación y relación entre emisor y receptor.

2. LA RADIO, MEDIO PRIVILEGIADO PARA LA EVANGELIZACIÓN

Si me centro en la radio es porque ha sido el tema de mi reciente investigación2. Igualmente rica la reflexión sería desde cualquiera otro de los medios (los grandes y los chicos) y urge hacerlo a propósito de la internet y las

1 Ysern de Arce, la comunicación social en Santo Domingo, p. 82.

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inmensas posibilidades que abre. No sería bueno tropezar en la misma piedra y llegar de nuevo con retraso a la cita.

El cruce que he realizado al investigar la radio religiosa en los sectores urbano-marginales me ha permitido una doble constatación: la importancia de la radio hoy en esos sectores y la deficiente atención prestada por parte de las iglesias históricas a ese medio (en televisión, sin duda, andamos bastante peor).

2.1 La investigación

Como trabajo de investigación me decidí por un “estudio de caso comparativo” entre dos sectores de Lima Este: 1) el cuadrante superior derecho de Canto Grande (el ángulo que forman la Av. El Sol como base y la Av. Próceres de la Independencia o Wiesse, como lateral, hasta el límite con Jicamarca), y 2) Huaycán, en el distrito de Ate-Vitarte. Ambos con una población aproximada de entre 120 y 150.000 habitantes.

Razones importantes para la elección fueron tanto las coincidencias como las divergencias:

a) Por el lado de las coincidencias: un fuerte porcentaje de población migrante andina (sobre todo en los mayores de 30 años), algunos directamente llegados de la zona rural y la mayoría después de un paso por otros distritos de la capital. Desde el punto de vista de la radio, a ambos sectores llegan con fuerza las principales emisoras comerciales y religiosas de la capital (unas con cobertura nacional y otras sólo metropolitana o poco más). Ambos sectores se sienten “alejados” de la gran ciudad: tienen débil su identidad como limeños: “estamos yendo a Lima”, se les escucha con frecuencia.

b) Por el lado de las diferencias: la formación de los dos sectores fue muy distinta: muy organizada en Huaycán, en coordinación con el municipio capitalino y sus técnicos, y de muy diversas formas en el sector de Canto Grande. También la composición humana, ya que Huaycán –en los comienzos– contó con contingentes organizados del propio distrito, muchos con experiencia sindical obrera, mientras que Canto Grande fue población más aleatoria.

Por el lado de la radio, una diferencia fundamental es la presencia de varias emisoras locales en Canto Grande –pero ninguna religiosa–, mientras que Huaycán cuenta, prácticamente, con una sola emisora local: la católica parroquial Radio Emmanuel, que compite en solitario con las “limeñas”.

El tema de la investigación fue Las audiencias de programación religiosa radial en el Cono Este de Lima. Se trataba de cruzar tres ejes: radio, evangelización y sectores urbano-marginales, pero desde las audiencias, lo que piensan y sienten los consumidores de programación religiosa radial en los sectores populares urbano-marginales: por qué eligen esas emisoras y esos programas y no otros; cuáles son sus gustos e intereses; a qué responden y a qué no responden en sus vidas; cómo afectan su rutina diaria; cómo realizan la recepción de los mensajes religiosos y cómo interactúan; qué uso le dan... La novedad, lo que no había sido estudiado antes, es el triple cruce desde la audiencia, no desde la programación ofrecida.

Se optó por una triangulación entre técnicas de investigación cuantitativas y cualitativas apoyadas en todo el proceso por la observación participante. En el primer caso, una encuesta de 300 muestras en cada sector y, para el segundo, debates de audiencia3 y entrevistas en profundidad. Todo ello condujo al logro

2 Se trata de un trabajo de investigación como parte de una tesis para acceder al título de Maestría en Comunicación por la Pontificia Universidad Javeriana de Bogota.3 Es una técnica, variable de los “grupos focales”, que permite orientar la discusión del grupo a los puntos que interesa profundizar y da un rol más activo al coordinador

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de unos resultados que permiten no sólo conocer una realidad sino plantear estrategias de trabajo futuro de investigación y de pastoral desde la radio.

2.2 Importancia de la radio en los sectores populares urbanos

Datos más saltantes

Para comenzar, dos datos son iluminadores en cuanto a resultados: uno de cada dos encuestados escucha más de tres horas de radio al día y uno de cada tres la escucha más de cinco horas diarias. Por supuesto que no se trata siempre de una escucha concentrada y exclusiva, la misma investigación demuestra que la principal función de la radio es el entretenimiento y el hacer compañía mientras se realizan múltiples tareas. En eso, la radio no tiene competidor, a no ser los nuevos aparatos para escuchar exclusivamente la música seleccionada, bajada previamente de internet.

Esos dos datos son razón más que suficiente para que las iglesias se tomen en serio tanto el evangelizar ese medio como el evangelizar desde el mismo. ¿Puede haber algún púlpito desde el que se llegue a tanta gente? ¿Alguna plataforma eclesial desde la que podamos llegar a sectores tan variados?

Obviamente, cuando entramos a ver cuántos de esos oyentes escuchan programación religiosa, la cosa cambia: son muchos menos (en la encuesta, “programación religiosa” incluía lo que comúnmente la gente entiende por tal: aquellos programas que explícitamente tienen temática o contenidos referidos a las creencias o prácticas religiosas o los que son conducidos por alguien que la gente ubica como “religioso” y que, de una u otra forma, tiene lo religioso como telón de fondo, por ejemplo Hablando con el P. Pablo).

Acá nos encontramos con otro dato contundente al comparar los dos sectores geográficos estudiados, uno sin ninguna emisora religiosa local –de ningún grupo religioso– y otro con una emisora parroquial católica, Radio Enmanuel. En el primero, escucha “algún tipo de programación religiosa a la semana” menos de un 14%; en el segundo, llega a un 36% (a los dos sectores llegan, y por igual, muchas emisoras y programas religiosos desde el “centro” de Lima). La influencia de esa emisora parroquial es capital. Más aún, en este sector de Huaycán, con unos 120.000 habitantes y una sola parroquia, de los que escuchan programación religiosa más del 40% escuchan su programa religioso preferido en Radio Enmanuel. Queda muy atrás la radio católica más escuchada en el país, Radio María, y todas las otras emisoras que entran desde el centro de Lima.

Otros datos significativos

a. Los que más y los que menos escuchan

Diferencias notables en los dos sectores: en Huaycán se mantiene aquello de que gana el devoto femineo sexu: son las mujeres las más asiduas a escuchar programación religiosa, pero no así en Canto Grande, que son más los varones quienes lo hacen.

Por edades, jóvenes y adolescentes son los que más programación radial escuchan, pero los que menos programación religiosa. ¿No están interesados o la actual programación no empata con ellos? La segunda parte de la investigación, con metodologías cualitativas, inclinó la balanza hacia la segunda hipótesis: los jóvenes sí están interesados en los temas religiosos, pero no lo están en la manera como éstos son presentados en la mayoría de programas radiales. Con toda claridad dicen que “no son de ellos, no se sienten representados, son hechos por otros y sin consultarlos, no recogen ni sus

del debate. La desarrolló la argentina María Cristina Mata (Cf. Cómo conocer la audiencia de una emisora: los debates de audiencia, ALER, Quito, 1996).

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gustos ni sus sensibilidades (…)”. Más aún, cuando citaban algún programa que sintonizaba con ellos no sólo lo aprobaban escuchándolo, sino que mostraban su emoción al describirlo. Tal el caso del comentario de una joven de Huaycán ante el programa Hablando con el P. Pablo, en Radio Ritmo Romántica, los domingos en la noche:

“Habla de todos los jóvenes, historias de amor, historias de fe, historias de sufrimiento… y nos da varias enseñanzas. Lo más lindo de él es que en la parte más interesante nos pone música, hace pasar varios minutos y después dice: ‘Esperen un momento que ahorita venimos con la segunda parte’. Y uno está pegado para escuchar la segunda parte, la parte más interesante. Después de terminar la historia dice: ‘Ahorita venimos con el comentario’, y los comentarios que hace son lindos. Hay jóvenes que llaman y el padre les ayuda en sus problemas, da muchas perspectivas, no te hace quedar solo con una idea sino que hace que tu idea tenga otros puntos de salida”.

b. Qué escucha la gente de programación religiosa

No había duda de que entre los encuestados (aleatoriamente, tratando de cubrir todo el universo geográfico) la tendencia mayoritaria era escuchar programas de tipo emotivo, intimista, sensacional-milagrero, etc. Una programación más dirigida al corazón que a la cabeza. Esto está quizás más acentuado en la audiencia no católica, pero también existe un sector de católicos que escuchan programas de esas características en espacios católicos y no católicos. Es claro que la división no es por iglesias sino por orientación o “gustos”.

El peso del formato “testimonio” adquiere una importancia capital. Más aún si el testimonio viene de una persona cercana, de alguien identificado claramente como vecino o como de su estrato social. Podemos pensar que este testimonio con frecuencia es manipulado o dirigido hábilmente a mover las fibras más sensibles, pero es un dato a tener en cuenta: la fuerza del testimonio frente al discurso. Parecido sucede con el tema de las “sanaciones” y el impacto que generan a través de la radio, donde la magia de la imaginación y el sentimiento tienen tanta fuerza.

El tema de la música es el más claro. Los jóvenes investigados definían la música que les gusta como “la música loca, que les mueva, que se sientan libres”. Tratando de quitarle hierro al calificativo ‘loca’, se busca una comunicación no sólo con el entendimiento sino con lo afectivo, el sentimiento, más aún, con el propio cuerpo. Por eso añadían que su música religiosa ha de ser aquella “música y canciones con una letra que nos llene a nosotros, con ritmo alegre”. No hay para ellos “ritmos religiosos” y “ritmos profanos” y menos “instrumentos religiosos” e “instrumentos no religiosos”. Me imagino cómo se hubieran sentido los jóvenes en general presenciando las discusiones litúrgicas de nuestros obispos en el último sínodo en Roma sobre la eucaristía y la liturgia: el desencuentro hubiera sido casi total

Siempre aparecía en la investigación –desde distintas entradas– entre un 20 y 25% que reclamaba mayor relación entre la programación religiosa y la vida cotidiana. Aquella intuición del Vaticano II de recoger “los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres (y mujeres) de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren” (GS 1) es exigida permanentemente por uno de cada cuatro o cinco de los oyentes de programación religiosa. Está en consonancia también con la insistencia que han mostrado algunos sectores eclesiales en no presentar una fe y una religión etéreas, sin cuerpo ni rostro, sino que empaten con las preocupaciones más fuertes del poblador urbano-marginal. Y son los problemas más cercanos y sentidos, los de la familia (educación de los hijos y juventud) y los de los barrios

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(violencia, droga, inseguridad ciudadana…) los que prioritariamente se pide sean iluminados desde la programación religiosa. Nuevamente el comentario-pregunta de uno de los sacerdotes de la parroquia de Huaycán: “¿Y si en mi programa de oración a las 6 de la mañana, que dices es bastante escuchado por los fieles, yo hiciera referencia permanente a ese tipo de problema?”. ¡Bingo! Se juntaron los cables y se prendió el foco: es obvio, el impacto sería mucho mayor.

El dato anterior nos lleva a otra constatación que no aparecía tanto en la encuesta como en los debates de audiencia, en las entrevistas y en las conversaciones. Dependiendo de la orientación de las emisoras o los programas religiosos, varía totalmente el tipo de público al que llegan. Uno es el llamado público cautivo, fijo y fiel, pero que se reduce al sector practicante que acude al culto y a los distintos grupos religiosos (no importa de qué iglesia, pues hay trasvase de unas a otras en la escucha radial). Es el público de emisoras o programas tradicionales (rosario, misa, consejería religiosa…) o los muy intraeclesiales (todos los apologéticos y en busca de adeptos, los más espiritualistas y emotivos, los más doctrinales, tampoco importa si de una u otra iglesia).

Por otro lado –no frecuente, por desgracia– estaría la radio que podríamos denominar más misionera, la que apunta a un público amplio, con propuestas mucho más abiertas, la que asume una problemática “menos religiosa” y que incide más en la vida real y los problemas de hoy (no esa problemática moralista e individual, que es propia del primer grupo), la que tiene un carácter más profético, tanto de cuestionamiento del sistema actual y sus manifestaciones como de oferta de propuestas para el compromiso individual y colectivo. Es, por tanto, un tipo de radio que piensa menos en la institución eclesial y sus problemas que en empatar con la vida y las necesidades de las personas y, por supuesto, de un público heterogéneo. Seria también la que reclama aquel 20 o 25% del punto anterior. Hay esa radio –poca, es cierto– y no es necesariamente católica (también acá la audiencia es ecuménica). Cruzando la encuesta con los debates y entrevistas, podemos decir que en este sector están los oyentes asiduos del P. Clemente Sobrado y Miguel Humberto Aguirre en Domingo es fiesta, de RPP, con una escucha significativa, sobre todo en Canto Grande, así como de algunos programas de Radio Santa Rosa (aunque en ésta, con gran diferencia, su programa más escuchado es el rosario).

En la investigación, sin lugar a dudas, la emisora que más se acercaría a esa definición de “radio misionera” es Radio Enmanuel: la gente no identificaba mucho los nombres de los programas, pero de múltiples formas manifestaba que era “su” emisora porque acercaba la religión a los problemas de la vida real.

El caso de Radio María, la emisora católica más escuchada en Lima4, es paradigmático: mientras que en nuestra encuesta (público heterogéneo) el porcentaje es muy bajo, en los debates de audiencia (público católico practicante) la mayoría declaraba escucharla. Según la encuesta, en Huaycán sólo un 3.5% de los que escuchan programación religiosa oyen su programa favorito en Radio María (frente al 40% de Radio Enmanuel, 7.8% de Radio Pacífico y 5% de RPP). En Canto Grande (a donde no llegan las ondas de Radio Enmanuel), tenemos 21.6% Radio Pacífico, 15.7% Radio la Luz, 13.7% Radio María, 9.8% RPP y 7.8% Radio Santa Rosa (todas limeñas y las dos primeras no católicas). No cabe duda de que con Radio María estamos ante un caso de “público cautivo”: son los católicos practicantes y/o miembros de grupos

4 En realidad, en la encuesta realizada por CPI, en diciembre del 2004, Radio Enmanuel figura en el número 37 y Radio María en el 39, en cuanto a emisoras más escuchadas en Lima metropolitana. Obviamente, se debe a la altísima audiencia de la primera en el sector de Huaycán.

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parroquiales quienes la escuchan en gran número, pero no llega a otro público más heterogéneo, no es –hoy por hoy– una “radio misionera”.

c. Qué buscan los oyentes: acentos

Hay una marcada diferencia entre el público que escucha la radio en general y el que escucha la programación religiosa. El primero claramente tiene como primer objetivo el entretenimiento de todo tipo, mientras que el religioso se inclina más por los contenidos por los mensajes. Hilando más fino, profundizando más, se descubre que en parte es porque no halla esos programas bien hechos que cuiden no sólo los contenidos cuanto los géneros y formatos, la presentación de los mismos de manera atractiva. Y nuevamente eran los jóvenes los más críticos, los que cambiaban el dial en cuestión de segundos cuando lo que escuchaban les sonaba a “rollo repe”. La constatación del traslado mecánico del micrófono del púlpito a la cabina de radio, de la poca profesionalización, era un hecho claro para la audiencia, aunque no lograra expresarlo así, sobre todo el público no cautivo.

Podríamos seguir comentando datos interesantes de la investigación y sacando conclusiones, pero una es evidente: la investigación estaría dando en buena parte la razón a los analistas de la Conferencia Episcopal de Santo Domingo: “La radio es el medio de mayor alcance y, al mismo tiempo, el de mayor penetración popular”. En sectores como los estudiados, el poblador urbano-marginal de nuestras grandes ciudades sigue fuertemente influenciado por la cultura oral. Los mayores porque lo vivieron muy fuerte en sus comunidades de origen (en el campo) y los más jóvenes porque están viviendo otra oralidad distinta, desde la globalización y la mundialización de la cultura, pero sin renunciar a la magia del sonido, tan ligada a una cualidad muy humana: la imaginación.

2.3 Deficiente atención prestada por las iglesias históricas a la radio

Sé que ha habido y hay buenas y excelentes experiencias de presencia eclesial en la radio en muchos de nuestros países. El caso de Radio Sutatenza en Colombia probablemente sea el más conocido y el que marcó un hito en la historia de la radio religiosa. Acá, en Perú, ha habido y sigue habiendo experiencias muy valiosas. He conocido de cerca la mejor etapa para el Altiplano peruano de Radio Onda Azul en Puno y ahora, mucho más chiquita, la de Radio Enmanuel, en Huaycán. No menciono otras, con seguridad tanto o más significativas. Va en razón de ellas mi reconocimiento a quienes han apostado, y con muy buena visión, por ese medio de evangelización. Pero las excepciones no hacen sino confirmar la regla: la presencia, globalmente, ha sido y es sumamente pobre.

En bloque, pareciera claro que la Iglesia católica en el Perú no ha sido consecuente con lo dicho y firmado en muchos congresos y documentos. De lo contrario, la Conferencia Episcopal Peruana por nada hubiera dejado perder, con gran miopía, la emisora Radio Omega hace pocos años, por ejemplo.

Remitiendo a uno de los lugares de mi investigación, en todo el distrito de San Juan de Lurigancho, con su aproximadamente millón de habitantes, no había ninguna emisora religiosa (de ninguna denominación). Tampoco ningún programa católico en alguna de las cuatro radios comerciales del distrito5. El solo dato estadístico nos juzga y condena: no se entiende que en el tercer milenio, en un lugar donde una de cada tres personas escucha más de cinco horas diarias de radio, una Iglesia que tiene el 83% de esa población en su seno lleve tantas décadas sin invertir un sol (a mediano y largo plazo, al menos) en ese medio. San Pablo, el del Areópago de Atenas, debe estar avergonzado, por decir lo menos.

5 Se abrió uno semanal poco después de realizada la investigación.

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La experiencia de Radio Enmanuel en Huaycán, en otro distrito, quebrada y cerros por medio, es iluminadora en el sentido opuesto. Por un lado, muestra una identificación fuerte entre los pobladores, la parroquia y la radio. Los primeros sienten que las otras dos han estado presentes, desde los inicios de su asentamiento en el lugar, en todos los acontecimientos importantes, pero también en el día a día, en la cotidianidad. A su vez, la radio es evaluada por las comunidades cristianas y exigida a cumplir su labor evangelizadora con toda la población. Y la parroquia siente que la radio llega allá donde ella no llega o lo hace con dificultad y muestra la imagen de una iglesia cercana y samaritana frente a toda necesidad. En mi investigación capté que la radio siente que se debe a su público –amplio y heterogéneo, mucho más allá de los que van al templo y capillas– y que éste tiene el derecho de participar; también que los moradores sienten como que ésa es “su” radio (no sólo ni principalmente la radio de la parroquia). Eso es lo que hace que, sin tener aún una programación religiosa muy precisa –estaban haciendo una reprogramación fuerte en aquellos momentos– acaparara la audiencia religiosa y fuera, además, la emisora más escuchada en la localidad, por encima de Radio Programas del Perú (18.8% frente a 12.3%), siendo RPP la cadena noticiosa más popular de todo el país y, con diferencia, la más escuchada.

Por otro lado, ha elevado el nivel cualitativo en la escucha de la población: significativamente, en Huaycán los oyentes están más preocupados por programas de tipo informativo y cultural que en Canto Grande, donde domina claramente lo musical. A eso nos referíamos también al hablar de “emisoras misioneras” o una “radio misionera”. Por ésta entendemos una radio que piense en un público mucho más amplio y distinto del que acude a los templos y grupos parroquiales, por lo tanto, de entrada tiene que dejar de lado el “lenguaje eclesial” para asumir los diversos lenguajes de la calle, los que entiende bien el poblador urbano-marginal; una radio que se centre fundamentalmente en proponer “ofertas libres” basadas en los valores evangélicos, válidos para todos los creyentes y para todas las personas de buena voluntad (que influya, por tanto, no solo en la práctica religiosa sino en el cambio de valores); una radio misionera ha de ser, en verdad, una radio ecuménica, que no excluya a nadie, a no ser a los que se auto-excluyen, los que buscan su propio interés y fomentan la división en el pueblo pobre.

En palabra”, personas preocupadas por humanizar las relaciones y hacer una sociedad más cercana al proyecto inicial de Dios Padre (un paraíso donde poder vivir felices), concretado después por Jesús en la oferta del Reino de Dios (la realización de los valores evangélicos que desbordan el ámbito estrictamente religioso).

Nada de eso se puede hacer hoy sin diálogo y diálogo verdadero, de igual a igual, entre la radio y la población. Condición sine qua non para que la radio comunique; de lo contrario, es simple correa de transmisión de mensajes. Cobra especial importancia no lo que se comunica sino el cómo se comunica; por eso, cuando la radio no construye diálogo, incomunica.

La experiencia pequeña y con muchas debilidades de Radio Enmanuel es, a la vez, un juicio a lo que no hace la Iglesia peruana en su conjunto, a su pecado de omisión respecto al medio de la radio, y una buena pista para plantearse lo que podría hacer. Nos muestra una especie de paradigma en pequeño de por qué caminos debe transitar la relación comunidad, Iglesia y radio religiosa.

Ello puede y debe realizarse sin caer en la tentación del poder: ni arrojarse desde el pináculo del templo para que todo el mundo vea y crea ni someterse o adorar a los poderes de este mundo o algún proyecto político concreto, pues ninguno agota ni puede identificarse con el reino de Dios.

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Tampoco en este punto hay incompatibilidad entre el pensar en la eficacia evangelizadora que puede dar un correcto uso de un medio moderno como es la radio y la necesaria humildad de saber que el protagonista de la misión es siempre el Espíritu. Por lo tanto, ni nos atribuimos el derecho a ser dueños únicos de la verdad ni a pensar que contra más poder (¡y los medios hoy dan mucho poder!) podemos garantizar el estar más cerca del proyecto del reino. Dependerá todo de cómo nos ubiquemos y los usemos.

3 RETOS PARA LAS IGLESIAS

Es bueno dejar claro que, al analizar la actual presencia de las iglesias en la radio, y de igual forma la de la audiencia, la división no es vertical: a un lado los católicos y a otro los no católicos. El corte es más bien transversal: dos orientaciones básicas que dividen o separan sectores en cada iglesia o en varias de ellas (por eso es que hay trasvase de oyentes de unas hacia otras en emisoras y programas). Es verdad que, en la gran mayoría de iglesias nuevas (o nuevos grupos religiosos), casi nunca se da el corte transversal: son monocolor.

Las tendencias u orientaciones en la programación, siguiendo a Rolando Pérez6, podrían concretarse así:

– Desde el punto de vista de la temática:

a) una muy intra-eclesial, institucional.

b) Otra a partir más de las necesidades y exigencias de la gente.

– En la presentación también hay dos enfoques:

a) uno totalmente doctrinal y discursivo

b) Otro orientado por lo afectivo, la emotividad y frecuentemente canalizado hacia lo milagroso y la sanación, con fuerte dosis de espectacularidad mediática y sensacionalismo.

Optando por una tendencia de cada uno de los dos bloques se ubican emisoras y programas y de igual forma se sitúan los radioescuchas. Claramente hay una mayoría que se ubica en la opción a) del primer bloque y la b) del segundo, con lo que tenemos posiciones encerradas en sí mismas, pero tratando de captar adeptos vía la emotividad, el sensacionalismo y hasta el temor o el miedo. Y son muy pocas las emisoras o programas que ubicándose en la b) del primer bloque y discretamente en la b) del segundo logran abrirse a un público heterogéneo desde sus necesidades o expectativas pero sin adoctrinamiento, sino utilizando los recursos que ofrece la radio para llegar a la persona integralmente, en lo que lo afectivo juega un papel importante.

Lo anterior nos introduce ya en los retos que el tema plantea a las iglesias, para el presente y para el futuro. Hago la precisión de que ahora me estoy refiriendo fundamentalmente a la Iglesia católica y a las iglesias históricas que surgen en el contexto de la Reforma protestante iniciada por Lutero. Veo muy difícil pensar en propuestas comunes para iglesias o grupos religiosos de aparición más reciente y que están totalmente encerrados en posturas fundamentalistas y pensando sólo en fortalecer su institución.

CONVERTIRSE A LOS MEDIOS

La más sana y tradicional teología nos dice que para la penitencia se requieren esencialmente dos cosas: dolor de corazón (no sólo de la mente, sentirlo de veras) y firme propósito de la enmienda. Las dos cosas juntas son lo esencial de toda conversión. Pienso que en el punto que estamos tratando también se

6 Rolando Pérez, entrevistado personalmente en el 2004.

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requiere, por parte de las iglesias, una real y verdadera conversión y, por lo tanto, son esenciales los dos pasos.

Lo primero es reconocer el error de encerrarnos en nuestros púlpitos y nuestras clases de religión y habernos olvidado en la práctica de evangelizar los medios de comunicación y de servirnos de ellos para evangelizar en esta cultura audiovisual. Es un grave pecado de omisión el no estar donde debimos estar hace décadas. Y el arrepentimiento debe dolernos. Está claro que no nos ha dolido cuando se han escrito tantos bellos documentos, cuando cada año el Papa saca su declaración por la Jornada Mundial de los Medios de Comunicación y al día siguiente todo sigue igual. Lo segundo, obligatorio también, es el firme propósito de la enmienda. Propósito que ha de concretarse y que exige un proceso con unos pasos mínimos indispensables. Señalo algunos:

– Decisión de situarse en los medios –en todos, y en la radio en concreto–. Se requiere una política en la práctica, no en las declaraciones. Estar en los medios propios, pero también –y sobre todo– saber estar en los otros, en los comerciales (lógicamente, para estar ahí nos van a pedir calidad, pues la competencia no perdona).

– Implica, es obvio, siturase como tarea prioritaria en los distintos niveles (nacional, diocesano, zonal, parroquial y, por supuesto, las congregaciones religiosas y seminarios) y destinar recursos económicos para ello (para lo que realmente consideramos prioritario casi siempre se encuentran los recursos).

– En consecuencia, establecer unas estrategias claras de mediano y largo alcance, tanto para estar en los medios comerciales como para obtener medios propios. Estrategias que obligan a implementar obligatoriamente unos mecanismos para que el proyecto funcione, lo que debe incluir planes para capacitación de agentes pastorales, creación de comisiones diocesanas de comunicación, infraestructura, producción de materiales, etc.

Sin lo anterior, la conversión a los medios se queda nuevamente en palabrería, como algunas confesiones.

CONCLUYENDO

Juan Pablo II, ya en 1990, en el número 37 de la Redemptoris Missio, nos habló de “nuevos ámbitos” de la misión y “nuevos areópagos”. Uno de esos nuevos ámbitos, no cabe duda, son las grandes ciudades, como Lima. Se ha dicho que son una especie de ollas donde se cocina ese sancocho llamado cultura urbana, o también el panel donde se arma el “rompecabezas cultural”, hecho de múltiples fragmentos, como la vida urbana misma, comenzando por las casas hechas con materiales reciclados7. Ello nos habla de complejidad, de dificultad y de reto. A pesar del enorme esfuerzo desarrollado, tenemos, como iglesias, una asignatura pendiente en ese terreno donde se juega el presente y el futuro del llamado “continente de la esperanza”: la evangelización en profundidad de las grandes ciudades de América Latina.

Respecto a los nuevos areópagos, si hay uno por excelencia es el de los medios de comunicación y, en el caso que nos ocupa, la radio.

Uniendo las dos cosas, si queremos ser fieles a los signos de los tiempos, ahí tenemos uno claro. Ello desde la evangelización ad gentes y desde la opción por los pobres. Es verdad que sigue siendo cierto que la proporción mayor de pobres y pobres extremos está en el campo en casi todos los países –en Perú también–, pero el mayor número de los mismos está en los tugurios del centro y

7 Difícil encontrar un ejemplo mejor que nuestra ciudad de Lima, la que pareciera estar hecha de fragmentos de todo tipo de material desechable y donde las casas nunca están acabadas.

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las enormes barriadas del extrarradio de las grandes ciudades, Lima incluida. Grandes ciudades y medios de comunicación: desafío pastoral de este siglo XXI.

Por ello, tarea prioritaria hoy, primero evangelizar los medios. Se trata de que los medios –todos– puedan reflejar los valores evangélicos, sirvan a la verdad y contribuyan a la humanización de mujeres y hombres de nuestra sociedad audiovisual, valores evangélicos que son válidos para creyentes y no creyentes. Se trata de salirnos de las murallas de las iglesias para abrirnos al gran campo del reino, la cancha grande donde se juega la apuesta de aquel Jesús de Nazaret, para nosotros el Hijo de Dios. Segundo, evangelizar desde los medios, por ser herramientas valiosas y eficaces en nuestra sociedad.Cristo es la “Palabra hecha carne”. Si en algún lugar hoy esa Palabra necesita hacerse presente es en las ondas radiales. Pero para que esa Palabra sea eficaz, como la lluvia que no regresa vacía sino después de haber fertilizado la tierra (Is 55,10-11), se requiere que nos lo creamos y pongamos los mecanismos apropiados. La pelota está en nuestra cancha y, como iglesias, podemos subirnos al tren con todas las consecuencias o quedarnos cómodamente en la estación viéndolo pasar y haciendo “lo de siempre”.