Gabriela Mistral

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Gabriela Mistral. ANIVERSARIO Todavía, Miguel, me valen, como al que fue saqueado, el voleo de tus voces, las saetas de tus pasos y unos cabellos quedados, por lo que reste de tiempo y albee de eternidades. Todavía siento extrañeza de no apartar tus naranjas - PowerPoint PPT Presentation

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 ANIVERSARIOANIVERSARIO

Todavía, Miguel, me valen, como al que fue saqueado,

el voleo de tus voces, las saetas de tus pasos

y unos cabellos quedados, por lo que reste de tiempo

y albee de eternidades. 

Todavía siento extrañeza de no apartar tus naranjas ni comer tu pan sobrado

y de abrir y de cerrar por mano mía tu casa.

 Me asombra el que, contra el logro

de Muerte y de matadores,sigas quedado y erguido,caña o junco no cascadoy que, llamado con voz

o con silencio, me acudas. 

Todavía no me vuelven marcha mía, cuerpo mío.

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Todavía estoy contigo parada y fija en tu trance, detenidos como en puente,sin decidirte tú a seguir, y yo negada a devolverme. Todavía somos el Tiempo, pero probamos ya el sorbo primero, y damos el paso adelantado y medroso. Y una luz llega anticipada de La Mayor que da la mano, y convida, y toma, y lleva. Todavía como en esamañana de techo heridoy de muros humeantesseguirnos, mano a la mano,escarnecidos, robados,y los dos rectos e íntegros. Sin saber tú que vas yéndote, sin saber yo que te sigo, dueños ya de claridades

y de abras inefables o resbalamos un campo que no ataja con linderos ni con el término aflige. Y seguirnos, y seguimos, ni dormidos ni despiertos, hacia la cita e ignorando que ya somos arribados. Y del silencio perfecto, y de que la carne falta, la llamada aún no se oye ni el Llamador da su rostro. ¡Pero tal vez esto sea¡ay! amor mío la dádivadel Rostro eterno y sin gestosy del reino sin contorno! 

(Del libro Lagar)

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BBALADA DE MI NOMBREALADA DE MI NOMBRE

 El nombre mío que he perdido, ¿dónde vive, dónde prospera?

Nombre de infancia, gota de leche, rama de mirto tan ligera.

 De no llevarme iba dichoso o de llevar mi adolescencia

y con él ya no camino por campos y por praderas.

 Llanto mío no conoce

y no la quemó mi salmuera; cabellos blancos no me ha visto,

ni mi boca con acidia, y no me habla si me encuentra.

 Pero me cuentan que camina

por las quiebras de mi montaña tarde a la tarde silencioso

y sin mi cuerpo y vuelto mi alma.  

Lagar II (1991)   

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CCANCIÓN AMARGAANCIÓN AMARGA

 ¡Ay! ¡Juguemos, hijo mío,

a la reina con el rey!

 

Este verde campo es tuyo.

¿De quién más podría ser?

Las oleadas de la alfalfa

para ti se han de mecer.

 

Este valle es todo tuyo.

¿De quién más podría ser?

Para que los disfrutemos

los pomares se hacen miel.

 

(¡Ay! ¡No es cierto que tiritas

como el Niño de Belén

y que el seno de tu madre

se secó de padecer!)

 

El cordero está espesando

el vellón que he de tejer,

y son tuyas las majadas.

¿De quién más podrían se

Y la leche del establo

que en la ubre ha de correr,

y el manojo de las mieses

¿de quién más podrían ser?

 

(¡Ay! ¡No es cierto que tiritas

como el Niño de Belén

y que el seno de tu madre

se secó de padecer!)

 

—¡Sí! ¡Juguemos, hijo mío,

a la reina con el rey!

 

Ternura

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DAME LA MANO (*)DAME LA MANO (*) 

A Tasso de SilveiraA Tasso de Silveira  

Dame la mano y danzaremos; Dame la mano y danzaremos; dame la mano y me amarás. dame la mano y me amarás. Como una sola flor seremos, Como una sola flor seremos, como una flor, y nada más... como una flor, y nada más...

  El mismo verso cantaremos, El mismo verso cantaremos,

al mismo paso bailarás. al mismo paso bailarás. Como una espiga ondularemos, Como una espiga ondularemos, como una espiga, y nada más. como una espiga, y nada más.

  Te llamas Rosa y yo Esperanza; Te llamas Rosa y yo Esperanza;

pero tu nombre olvidarás, pero tu nombre olvidarás, porque seremos una danza porque seremos una danza en la colina y nada más...en la colina y nada más...

(*) Mi compañero el poeta Tasso de Silveira me salvó una estrofa perdida de esta (*) Mi compañero el poeta Tasso de Silveira me salvó una estrofa perdida de esta

Ronda, la única que tal vez importaba cuidar, y que había sido suprimida por editor o Ronda, la única que tal vez importaba cuidar, y que había sido suprimida por editor o tipógrafo... (Nota de la autora) tipógrafo... (Nota de la autora)

     

Ternura (1924) RondasTernura (1924) Rondas   

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DESOLACIÓNDESOLACIÓN 

La bruma espesa, eterna, para que olvide dónde me ha arrojado la mar en su ola de salmuera.

La tierra a la que vine no tiene primavera:tiene su noche larga que cual madre me esconde.

 El viento hace a mi casa su ronda de sollozos

y de alarido, y quiebra, como un cristal, mi grito.Y en la llanura blanca, de horizonte infinito,

miro morir inmensos ocasos dolorosos.  

¿A quién podrá llamar la que hasta aquí ha venido si más lejos que ella sólo fueron los muertos?

¡Tan sólo ellos contemplan un mar callado y yerto crecer entre sus brazos y los brazos queridos!

 Los barcos cuyas velas blanquean en el puerto

vienen de tierras donde no están los que son míos; sus hombres de ojos claros no conocen mis ríos y traen frutos pálidos, sin la luz de mis huertos.

 Y la interrogación que sube a mi garganta al mirarlos pasar, me desciende, vencida:

hablan extrañas lenguas y no la conmovida lengua que en tierras de oro mi pobre madre canta.

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Miro bajar la nieve como el polvo en la huesa; miro crecer la niebla como el agonizante,

y por no enloquecer no cuento los instantes, porque la noche larga ahora tan sólo empieza.

 Miro el llano extasiado y recojo su duelo, que vine para ver los paisajes mortales.

La nieve es el semblante que asoma a mis cristales; ¡siempre será su albura bajando de los cielos!

 Siempre ella, silenciosa, como la gran mirada

de Dios sobre mí; siempre su azahar sobre mi casa; siempre, como el destino que ni mengua ni pasa,

descenderá a cubrirme, terrible y extasiada.

 (Tomado del libro Desolación)

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BBEBEREBER

Recuerdo gestos de criaturas

y eran gestos de darme el agua.

 

En el Valle de Río Blanco,

en donde nace el Aconcagua,

llegué a beber, salté a beber

en el fuete de una cascada,

que caía crinada y dura

y se rompía yerta y blanca.

Pegué mi boca al hervidero,

y me quemaba el agua santa,

y tres días sangró mi boca

de aquel sorbo del Aconcagua.

 

En el campo de Mitla, un día

de cigarras, de sol, de marcha,

me doblé a un pozo y vino un indio

a sostenerme sobre el agua,

y mi cabeza, como un fruto,

estaba dentro de sus palmas.

Bebía yo lo que bebía,

que era su cara con mi cara,

y en un relámpago yo supe

carne de Mitla ser mi casta.

 

En la Isla de Puerto Rico,

a la siesta de azul colmada,

mi cuerno quieto, las olas locas,

y como cien madres las palmas,

rompió una niña por donaire

junto a mi boca un coco de agua,

y yo bebí, como una hija,

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agua de madre, agua de palma.

Y más dulzura no he bebido

con el cuerno ni con el alma.

 

A la casa de mis niñeces

mi madre me traía el agua.

Entre un sorbo y el otro sorbo

la veía sobre la jarra.

La cabeza más se subía

y la jarra más se abajaba.

Todavía yo tengo el valle,

tengo mi sed y su mirada.

Será esto la eternidad

que aún estamos como estábamos.

 

Recuerdo gestos de criaturas

y eran gestos de darme el agua.

 

Ternura

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DEVUEDEVUE LTOLTO

A la cara de mi hijo

que duerme, bajan

arenas de las dunas,

flor de la caña

y la espuma que vuela

de la cascada...

 

Y es sueño nada más

cuanto le baja;

sueño cae a su boca,

sueño a su espalda,

y me roban su cuerpo

junto con su alma.

 

Y así lo van cubriendo

con tanta maña,

que en la noche no tengo

hijo ni nada,

madre ciega de sombra,

madre robada.

 

Hasta que el sol bendito

al fin lo baña:

me lo devuelve en linda

fruta mondada

¡y me lo pone entero

sobre la falda!

 

Ternura (1924) La desvariadora

 

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HIMNO AL ÁRBOLHIMNO AL ÁRBOL

Árbol hermano, que clavado

por garfios pardos en el suelo,

la clara frente has elevado

en una intensa sed de cielo;

 

hazme piadoso hacia la escoria

de cuyos limos me mantengo,

sin que se duerma la memoria

del país azul de donde vengo.

Árbol que anuncias al viandante

 la suavidad de tu presencia

con tu amplia sombra refrescante

y con el nimbo de tu esencia:

la suavidad de tu presencia

con tu amplia sombra refrescante

y con el nimbo de tu esencia:

 haz que revele mi presencia,

en las praderas de la vida,

mi suave y cálida influencia

de criatura bendecida.

 

Árbol diez veces productor:

el de la poma sonrosada,

el del madero constructor,

el de la brisa perfumada,

el del follaje amparador;

 el de las gomas suavizantes

y las resinas milagrosas,

pleno de brazos agobiantes

y de gargantas melodiosas:

 

hazme en el dar un opulento

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¡para igualarte en lo fecundo,

el corazón y el pensamiento

se me hagan vastos como el mundo!

 

Y todas las actividades

no lleguen nunca a fatigarme:

¡las magnas prodigalidades

salgan de mí sin agotarme!

 

Árbol donde es tan sosegada

la pulsación del existir,

y ves mis fuerzas la agitada

fiebre del mundo consumir:

 

hazme sereno, hazme sereno,

de la viril serenidad

que dio a los mármoles helenos

su soplo de divinidad.

Árbol que no eres otra cosa

que dulce entraña de mujer,

pues cada rama mece airosa

en cada leve nido un ser:

 

dame un follaje vasto y denso,

tanto como han de precisar

los que en el bosque humano, inmenso,

rama no hallaron para hogar.

 

Árbol que donde quiera aliente

tu cuerpo lleno de vigor,

levantarás eternamente

el mismo gesto amparador:

 

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haz que a través de todo estado —niñez, vejez, placer, dolor— levante mi alma un invariado y universal gesto de amor!   

Ternura (1924) Casi escolares  

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NNIÑO SOLOIÑO SOLO

A Sara Hübner 

Como escuchase un llanto, me paré en el repecho y me acerqué a la puerta del rancho del camino. Un niño de ojos dulces me miró desde el lecho

¡y una ternura inmensa me embriagó como un vino! 

La madre se tardó, curvada en el barbecho;el niño, al despertar, buscó el pezón de rosa

y rompió en llanto... Yo lo estreché contra el pecho,y una canción de cuna me subió, temblorosa.

 Por la ventana abierta la luna nos miraba.

El niño ya dormía, y la canción bañaba,como otro resplandor, mi pecho enriquecido.

 Y cuando la mujer, trémula, abrió la puerta,me vería en el rostro tanta ventura cierta

¡que me dejó el infante en los brazos dormido! 

(Tomado del libro Desolación)

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PPATAGONIA , LA LEJANAATAGONIA , LA LEJANA

A la Patagonia llaman

sus hijos la Madre Blanca.

Dicen que Dios no la quiso

por lo yerta y lo lejana,

y la noche que es su aurora

y su grito en la venteada

por el grito de su viento,

por su hierba arrodillada

y porque la puebla un río

de gentes aforesteradas.

 

Hablan demás los que nunca

tuvieron Madre tan blanca,

y nunca la verde Gea

fue así de angélica y blanca

ni así de sustentadora

ni así de sustentadora

y misteriosa y callada.

¡Qué Madre dulce te dieron,

Patagonia, la lejana!

Sólo sabida del Padre

Polo Sur, que te declara,

que te hizo, y que te mira

de eterna y mansa mirada.

 

Oye mentir a los tontos

y suelta tu carcajada.

Yo me la viví y la llevo

en potencias y en mirada.

 

—Cuenta, cuenta, mama mía,

¿es que era cosa tan rara?

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Cuéntala aunque sea yerta

y del viento castigada.

 

Te voy a contar su hierba

que no se cansa ni acaba,

tendida como una madre

de cabellera soltada

y ondulando silenciosa,

aunque llena de palabras.

La brisa la regodea

y el loco viento la alza.

 

No hay niña como la hierba

en abajar bulto y hablas

cuando va llegando el puelche

como gente amotinada,

y silba y grita y aúlla,

vuelto solamente su alma.

Es una niña en el gajo

y en el herbazal, matriarca.

Hierba, hierba, hierba sólo

niña hierba arrodillada,

hierba que teme y suspira,

y que canta así postrada.

 

Pequeñita hierba niña

voz de niña balbuceada.

Dulce y ancho es su fervor

y su voz es balbuceada.

 

El oscuro cielo mira

y oye a su hija arrodillada,

ya no son huertas sensuales,

mimadas y cortesanas,

locas de color y olor

y borrachas de palabras,

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ya sólo es Niña la Hierba,

Ángel la Hierba, nonada,

una ondulación divina

y su alma balbuceada.

 

Niña la hierba, doncella

la hierba, corta palabra,

dos turnos no más y el mismo

subir y ser abajada.

Un solo y largo temblor

mientras cruza aquel que mata

y el viento loco que se alza

y dobla por bufonada.

 

Cánsese el viento, sosiegue

el cacique de las landas.

Sienta su temblor de niña

y duérmase en la llanada.

Sólo hierba, sólo ella

y su infinita palabra.

 

Las mujeres le olvidaron

la voz pequeña y quedada,

el siseo innumerable

y la sílaba quedada.

 

Hierba del aire querida,

pero hierba apenas siseada.

Pase el viento, escape el viento,

quiero oír a la postrada.

 

La oveja le dice Madre,

el viento le dice Amada.

Yo no te quise doblar

con dedos ni con guadaña.

 

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Yo esperaba que callases,

Arcángel de manos alzadas,

para escucharle el respiro

de niña que gime o canta.

 

Pasta la oveja infinita,

de tu grito atribulada

y una cubro con mi cuerpo

y parezco, así, doblada,

una mujer insensata

que ama a los dos, trascordada.

 

Todo lo quiere arrasar

el Holofernes que pasa.

A la vez ama y detesta

como el hombre de dos almas

y en el turno que le dieron

agobia y abate o alza.

 

Calla, para, estás rendido

como está rendida mi alma.

Viento patagón, la hierba

que tú hostigas nunca matas.

Hierba al Norte, al Sur, al Este,

y la oveja atarantada

que la canta y que la mata.

 

Hierba inmensa y desvalida,

sólo silencio y espaldas,

palpitador reino vivo,

Patagonia verde o blanca,

con un viento de blasfemia

y compunción cuando calla,

patria que alabo con llanto.

 

Verde patria que me llama

con largo silencio de ángel

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y una infinita plegaria

y un grito que todavía

escuchan mi cuerpo y mi alma.

 (Del libro Poema de Chile)

Page 21: Gabriela Mistral

RONDA DE LOS COLORESRONDA DE LOS COLORES

Azul loco y verde loco

del lino en rama y en flor.

Mareando de oleadas

baila el lindo azuleador.

 

Cuando el azul se deshoja,

sigue el verde danzador:

verde-trébol, verde-oliva

y el gayo verde-limón.

 

¡Vaya hermosura!

¡Vaya el Color!

 

Rojo manso y rojo bravo

—rosa y clavel reventón—.

Cuando los verdes se rinden,

él salta como un campeón.

 

Bailan uno tras el otro,

no se sabe cuál mejor,

y los rojos bailan tanto

que se queman en su ardor.

 

¡Vaya locura!

¡Vaya el Color!

 

El amarillo se viene

grande y lleno de fervor

y le abren paso todos

como viendo a Agamenón.

A lo humano y lo divino

baila el santo resplandor:

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aromas gajos dorados y el azafrán volador.   ¡Vaya delirio! ¡Vaya el Color!  Y por fin se van siguiendo al pavo-real del sol, que los recoge y los lleva como un padre o un ladrón.  Mano a mano con nosotros todos eran, ya no son: ¡El cuento del mundo muere al morir el Contador!

Ternura (1924) Rondas

Page 23: Gabriela Mistral

INTERROGACIONESINTERROGACIONES

¿Cómo quedan, Señor, durmiendo los suicidas? ¿Un cuajo entre la boca, las dos sienes vaciadas,

las lunas de los ojos albas y engrandecidas, hacia un ancla invisible las manos orientadas?

 ¿O Tú llegas después que los hombres se han ido,

y les bajas el párpado sobre el ojo cegado, acomodas las vísceras sin dolor y sin ruido

y entrecruzas las manos sobre el pecho callado?  

El rosal que los vivos riegan sobre su huesa ¿no le pinta a sus rosas unas formas de heridas?

¿No tiene acre el olor, sombría la belleza y las frondas menguadas de serpientes tejidas?

Y responde, Señor: Cuando se fuga el alma por la mojada puerta de las largas heridas,

¿entra en la zona tuya hendiendo el aire en calma o se oye un crepitar de alas enloquecidas?

 ¿Angosto cerco lívido se aprieta en torno suyo? ¿El éter es un campo de monstruos florecido?

¿En el pavor no aciertan ni con el nombre tuyo? ¿O van gritando sobre tu corazón dormido?

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¿No hay un rayo de sol que los alcance un día? ¿No hay agua que los lave de sus estigmas rojos?

¿Para ellos solamente queda tu entraña fría, sordo tu oído fino y apretados tus ojos?

 Tal el hombre asegura, por error o malicia;

mas yo, que te he gustado, como un vino, Señor, mientras los otros siguen llamándote Justicia,

¡no te llamaré nunca otra cosa que Amor!  

Yo sé que como el hombre fue siempre zarpa dura; la catarata, vértigo; aspereza, la sierra.

¡Tú eres el vaso donde se esponjan de dulzura los nectarios de todos los huertos de la Tierra!

 

Desolación (1922) Dolor

Page 25: Gabriela Mistral

EEL PAPAGAYOL PAPAGAYO  

El papagayo verde y amarillo, el papagayo verde y azafrán,

me dijo «fea» con su habla gangosa y con su pico que es de Satanás.

 Yo no soy fea, que si fuese fea,fea es mi madre parecida al sol,fea la luz en que mira mi madre

y feo el viento en que pone su voz,y fea el agua en que cae su cuerpo

y feo el mundo y El que lo crió. 

El papagayo verde y amarillo el papagayo verde y tornasol,

me dijo «fea» porque no ha comido y el pan con vino se lo llevo yo,

que ya me voy cansando de mirarlo siempre colgado y siempre tornasol.

 

(Del libro Ternura)

 

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LLA EXTRANJERAA EXTRANJERA  

A Francis de De Miomandre 

—«Habla con dejo de sus mares bárbaros, con no sé qué algas y no sé qué arenas;

reza oración a dios sin bulto y peso, envejecida como si muriera.

En huerto nuestro que nos hizo extraño, ha puesto cactus y zarpadas hierbas.

Alienta del resuello del desierto y ha amado con pasión de que blanquea, que nunca cuenta y que si nos contase

sería como el mapa de otra estrella. Vivirá entre nosotros ochenta años,

pero siempre será como si llega, hablando lengua que jadea y gime

y que le entienden sólo bestezuelas. Y va a morirse en medio de nosotros, en una noche en la que más padezca,

con sólo su destino por almohada, de una muerte callada y extranjera».

 (Del libro Tala)

 

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LLA FUGAA FUGA

 Madre mía, en el sueño ando por paisajes cardenosos:

un monte negro que se contornea siempre, para alcanzar el otro monte; y en el que sigue estás tú vagamente, pero siempre hay otro monte redondo

que circundar, para pagar el paso al monte de tu gozo y de mi gozo.

 Mas, a trechos tú misma vas haciendo

el camino de burlas y de expolio. Vamos las dos sintiéndonos, sabiéndonos,

mas no podemos vernos en los ojos, y no podemos trocarnos palabra, cual la Eurídice y el Orfeo solos,

las dos cumpliendo un voto o un castigo, ambas con pies y con acento rotos.

 Pero a veces no vas al lado mío:

te llevo en mí, en un peso angustioso y amoroso a la vez, como pobre hijo

galeoto a su padre galeoto, y hay que enhebrar los cerros repetidos,

sin decir el secreto doloroso: 

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que yo te llevo hurtada a dioses crueles

y que vamos a un Dios que es de nosotros.

 

Y otras veces ni estás cerro adelante,

ni vas conmigo, ni vas en mi soplo:

te has disuelto con niebla en las montañas,

te has cedido al paisaje cardenoso.

Y me das unas voces de sarcasmo

desde tres puntos, y en dolor me rompo,

porque mi cuerpo es uno, el que me diste,

y tú eres un agua de cien ojos,

y eres un paisaje de mil brazos,

nunca más lo que son los amorosos:

un pecho vivo sobre un pecho vivo,

nudo de bronce ablandado en sollozo.

 

Y nunca estamos, nunca nos quedamos,

como dicen que quedan los gloriosos,

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delante de su Dios, en dos anillos

de luz, o en dos medallones absortos,

ensartados en un rayo de gloria

o acostados en un cauce de oro.

 

O te busco, y no sabes que te busco,

o vas conmigo, y no te veo el rostro;

o en mi tú vas, en terrible convenio,

sin responderme con tu cuerpo sordo,

siempre por el rosario de los cerros,

que cobran sangre por entregar gozo,

y hacen danzar en torno a cada uno,

¡hasta el momento de la sien ardiendo,

del cascabel de la antigua demencia

y de la trampa en el vórtice rojo!

 (Del libro Tala)

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RRONDA DE SEGADORASONDA DE SEGADORAS

 Columpiamos el santo perfil del pan, voleando la espigade Canaán. Los brazos segadores se vienen y se van. La tierra de Argentina tiembla de pan. A pan segado hueleel pecho del jayána pan su padrenuestro,su sangre a pan. Alcanza a la cintura el trigo capitán. Los brazos segadores los lame el pan. El silbo de las hoceses único refrán,y el fuego de las hocesno quema al pan. 

Matamos a la muerteque baja en gavilán,braceando y cantandola ola del pan. 

(Del libro Ternura)

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En la falda yo me tengo

una cosa de pasmar:

niña de algodón en rama,

copo de desbaratar,

cabellitos de vilanos

y bracitos sin cuajar.

 

Vienen gentes de Paihuano

y el «mismísimo» Coguaz

por llevarse novedades

en su lengua lenguaraz.

 

Y no tiene todavía

la que llegan a buscar

ni bautismo que le valga

ni su nombre de vocear.

 

AARROLLO ELQUINORROLLO ELQUINO

Tanta gente y caballada

en el patio y el corral

por un bulto con un llanto,

y una faja, y un puñal.

 

Elquinada novedosa,

resonando de metal;

que se sienten en redondo

como en era de trillar.

 

Que la miren embobados,

—ojos vienen y ojos van—

y le pongan en hileras

pasas, queso, uvate, sal.

 

Y después que la respiren

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y la toquen como el pan,

que se vuelvan y nos dejen

en «compaña» y soledad.

 

Con las lunas de milagro,

con los cerros de metal,

con las luces, y las sombras,

y las nieblas de soñar.

 

Me la tengo todavía

siete años de encañar.

¡Madre mía, me la tengo

de tornearía y rematar!

 

¡Ah!, ¡ah!, ¡ah!,

¡viejo torno de girar!

¡Siete años todavía

gira, gira y girarás!

¡Ah!, ¡ah!, ¡ah!,

¡viejo torno de girar!

¡Siete años todavía

gira, gira y girarás!

 

(Del libro Ternura)

Page 33: Gabriela Mistral

SSONETOS DE LA MUERTEONETOS DE LA MUERTE

I

Del nicho helado en que los hombres te pusieron,

te bajaré a la tierra humilde y soleada.

Que he de dormirme en ella los hombres no supieron,

y que hemos de soñar sobre la misma almohada.

 

Te acostaré en la tierra soleada con una

dulcedumbre de madre para el hijo dormido,

y la tierra ha de hacerse suavidades de cuna

al recibir tu cuerpo de niño dolorido.

 

Luego iré espolvoreando tierra y polvo de rosas,

y en la azulada y leve polvareda de luna,

los despojos livianos irán quedando presos.

 

Me alejaré cantando mis venganzas hermosas,

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¡porque a ese hondor recóndito la mano de ninguna bajará a disputarme tu puñado de huesos!

 II 

Este largo cansancio se hará mayor un día, y el alma dirá al cuerpo que no quiere seguir

arrastrando su masa por la rosada vía, por donde van los hombres, contentos de vivir.

 Sentirás que a tu lado cavan briosamente, que otra dormida llega a la quieta ciudad.

Esperaré que me hayan cubierto totalmente... ¡y después hablaremos por una eternidad!

 Sólo entonces sabrás el por qué no madura para las hondas huesas tu carne todavía,

tuviste que bajar, sin fatiga, a dormir.

Se hará luz en la zona de los sinos, oscura; sabrás que en nuestra alianza signo de astros había

y, roto el pacto enorme, tenías que morir. III 

Malas manos tomaron tu vida desde el díaen que, a una señal de astros, dejara su plantel

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en que, a una señal de astros, dejara su plantelnevado de azucenas. En gozo florecía.

Malas manos entraron trágicamente en él... 

Y yo dije al Señor: —«Por las sendas mortales le llevan. ¡Sombra amada que no saben guiar!

¡Arráncalo, Señor, a esas manos fatales o le hundes en el largo sueño que sabes dar!

 ¡No le puedo gritar, no le puedo seguir!

Su barca empuja un negro viento de tempestad.Retórnalo a mis brazos o le siegas en flor».

 Se detuvo la barca rosa de su vivir...

¿Que no sé del amor, que no tuve piedad? ¡Tú, que vas a juzgarme, lo comprendes, Señor?

 (Tomado del libro Desolación)

Page 36: Gabriela Mistral

TTODAS HÍBAMOS A SER REINASODAS HÍBAMOS A SER REINAS

Todas íbamos a ser reinas,

de cuatro reinos sobre el mar:

Rosalía con Efigenia

y Lucila con Soledad.

 

En el Valle de Elqui, ceñido

de cien montañas o de más,

que como ofrendas o tributos

arden en rojo y azafrán.

 

Lo decíamos embriagadas,

y lo tuvimos por verdad,

que seríamos todas reinas

y llegaríamos al mar.

 

Con las trenzas de los siete años,

y batas claras de percal,

persiguiendo tordos huidos

en la sombra del higueral.

 

De los cuatro reinos, decíamos,

indudables como el Korán,

que por grandes y por cabales

alcanzarían hasta el mar.

 

Cuatro esposos desposarían,

por el tiempo de desposar,

y eran reyes y cantadores

como David, rey de Judá.

 

Y de ser grandes nuestros reinos,

ellos tendrían, sin faltar,

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mares verdes, mares de algas,

y el ave loca del faisán.

 

Y de tener todos los frutos,

árbol de leche, árbol del pan,

el guayacán no cortaríamos

ni morderíamos metal.

 

Todas íbamos a ser reinas,

y de verídico reinar;

pero ninguna ha sido reina

ni en Arauco ni en Copán.

 

Rosalía besó marino

ya desposado con el mar,

y al besador, en las Guaitecas,

se lo comió la tempestad.

 

Soledad crió siete hermanos

y su sangre dejó en su pan,

y sus ojos quedaron negros

de no haber visto nunca el mar.

 

En las viñas de Montegrande,

con su puro seno candeal,

mece los hijos de otras reinas

y los suyos no mecerá.

 

Efigenia cruzó extranjero

en las rutas, y sin hablar,

le siguió, sin saberle nombre,

porque el hombre parece el mar.

 

Y Lucila, que hablaba a río,

a montaña y cañaveral

en las lunas de la locura

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recibió reino de verdad.

 

En las nubes contó diez hijos

y en los salares su reinar,

en los ríos ha visto esposos

y su manto en la tempestad.

 

Pero en el Valle de Elqui, donde

son cien montañas o son más,

cantan las otras que vinieron

y las que vienen cantaran:

 

—«En la tierra seremos reinas,

y de verídico reinar,

y siendo grandes nuestros reinos,

llegaremos todas al mar».

 (Del libro Tala)

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LLA MAESTRA RURALA MAESTRA RURAL

 A Federico de Onís

 La Maestra era pura. «Los suaves hortelanos»,decía, «de este predio, que es predio de Jesús han de conservar puros los ojos y las manos, guardar claros sus óleos, para dar clara luz».

 La Maestra era pobre. Su reino no es humano.

(Así en el doloroso sembrador de Israel.) Vestía sayas pardas, no enjoyaba su mano

¡y era todo su espíritu un inmenso joyel! 

La Maestra era alegre. ¡Pobre mujer herida! Su sonrisa fue un modo de llorar con bondad.

Por sobre la sandalia rota y enrojecida, tal sonrisa, la insigne flor de su santidad.

 ¡Dulce ser! En su río de mieles, caudaloso, largamente abrevaba sus tigres el dolor.

Los hierros que le abrieron el pecho generoso ¡más anchas le dejaron las cuencas del amor!

¡Oh, labriego, cuyo hijo de su labio aprendía

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el himno y la plegaria, nunca viste el fulgor del lucero cautivo que en sus carnes ardía:

pasaste sin besar su corazón en flor! 

Campesina, ¿recuerdas que alguna vez prendiste su nombre a un comentario brutal o baladí? Cien veces la miraste, ninguna vez la viste

¡y en el solar de tu hijo, de ella hay más que de ti! 

Pasó por él su fina, su delicada esteva, abriendo surcos donde alojar perfección.

La albada de virtudes de que lento se nieva es suya. Campesina, ¿no le pides perdón?

 Daba sombra por una selva su encina hendida

el día en que la muerte la convidó a partir. Pensando en que su madre la esperaba dormida

a La de Ojos Profundos se dio sin resistir.

Y en su Dios se ha dormido, como en cojín de luna; almohada de sus sienes, una constelación;

canta el Padre para ella sus canciones de cuna ¡y la paz llueve largo sobre su corazón!

 Como un henchido vaso, traía el alma hecha

para volcar aljófares sobre la humanidad; y era su vida humana la dilatada brecha

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que suele abrirse el Padre para echar claridad. 

Por eso aún el polvo de sus huesos sustenta púrpura de rosales de violento llamear.

¡Y el cuidador de tumbas, cómo aroma, me cuenta, las plantas del que huella sus huesos, al pasar!

 (Tomado del libro Desolación)