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    pelculas. Siempre de noche. Siempre en el umbral del mircoles al jueves y deldomingo al lunes. Un predio que supo ser balneario popular durante la dcada

    de 1950 hoy se renueva como paseo de compras transnacional y multitudina-rio. Desembarcan all cada vez ms micros, combis y autos de todo el pas, as

    como de Uruguay, Bolivia, Paraguay y Chile.

    La Salada es un territorio migrante por su composicin: sus fundadores, ainicios de la dcada de 1990, fueron un puado de bolivianas y bolivianos.Actualmente, la mayora de los feriantes provienen de diversas partes de Bo-

    livia, pero tambin hay argentinos, paraguayos, peruanos y, ltimamente,senegaleses encargados de la venta de bijoux. La Salada es migrante, adems,

    por el circuito que siguen sus mercancas: los compradores llegados de paseslimtrofes abren rutas de distribucin y comercializacin hacia sus pases, almismo tiempo que muchas mercancas arriban desde distintos lugares del

    planeta. La Salada, en su carcter aparentemente marginal, es un punto de

    una red transnacional en expansin.

    La hiptesis que proponemos aqu es que La Salada es un lugarprivilegiadopara mostrar la multiplicidad de economas y de procesos de trabajo hetero-

    gneos en los que se materializa el sistema econmico global. Esta localiza-cin singular constituye un ensamblaje donde se combinan un componenteanmalo y diferencial, capaz de sostener la hiptesis de la existencia de unaglobalizacin popular desde abajo, y dinmicas de subordinacin y explo-tacin que sealaran una modalidad caracterstica del mando capitalista ensu fase posmoderna. Sin embargo, en La Salada se perla una singularidadque nos interesa remarcar: el uso de un capital comunitario. Se trata de una

    especicidad de los recursos puestos en juego que posibilitan esta economapopular cuyo peso es cada vez mayor en un contexto de alta inacin, y que

    sirve de ejemplo respecto de un mercado de trabajo caracterizado por la cre-ciente pluralizacin de formas.

    Microeconomas proletarias

    La Salada logra combinar una serie de microeconomas proletarias, compues-

    tas por pequeas y medianas transacciones y, al mismo tiempo, es base de unagran red transnacional de produccin y comercio (mayoritariamente textil). Estoocurre porque en ella se desarrolla la venta al por menor, el menudeo comercial

    que posibilita diversas estrategias de supervivencia para revendedores,pero tambin suculentos negocios para pequeos importadores, fabrican-tes y feriantes, adems de dar espacio a un consumo masivo. Los nmeros

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    Nueva Sociedad / Daniela Rico 2012

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    que se manejan en La Salada son enormes: con solo dos das por semana de

    actividad, su facturacin en 2009 fue mayor que la de los shoppingsde todo el

    pas (casi 15.000 millones de pesos argentinos contra 8.500 millones de pesosargentinos de los centros comerciales, segn datos ociales del Instituto Na-cional de Estadstica y Censos, Indec)1.

    Las ferias populares, con la experiencia masiva del trueque, tuvieron en Ar-

    gentina su punto lgido durante la crisis de 2001. La multiplicacin de mo-nedas y la posibilidad de intercambio bajo reglas diversas respecto al mer-

    cado tradicional son antecedentes decisivos a la hora de pensar el xito deLa Salada. Durante la crisis, cuando en gran parte del pas circulaban las

    llamadas cuasimonedas emitidas por las provincias para responder a lafalta de liquidez, se expandieron modalidades de produccin y consumo quemezclaban autogestin y contrabando, plagio e invencin. Se difundi enton-ces una serie de instituciones econmicas novedosas (de ahorro, intercambio,prstamo y consumo), que combinaron estrategias de supervivencia con nue-vas formas de empresariado popular y sistemas brutales de explotacin. A suvez, la repercusin de La Salada en el ltimo tiempo no puede pensarse sinconsiderar el ritmo inacionario, otro modo en que se hace presente ciertainestabilidad de la moneda (y su virtual desvalorizacin).

    La Salada se hizo fuerte entonces en la crisis de 2001, aunque estrictamente

    no debe su origen a esa decisiva coyuntura. Tampoco se debilit en el perio-do posterior a la crisis; la reactivacin econmica de los ltimos aos no lahizo estancarse ni reducirse. Por el contrario, el conglomerado de La Salada

    y el complejo entramado econmico que funciona ligado a la megaferia sehan vuelto una pieza clave de nuevas articulaciones poltico-econmicas. Elvnculo entre La Salada y los talleres textiles clandestinos es una de estas

    articulaciones. A la vez, hay un eslabn ms: la relacin de muchos talleris-tas/feriantes con marcas de primera lnea, que centran su produccin en elcircuito de talleres textiles que utilizan el llamado trabajo esclavo. Si enlos aos 90 la industria textil fue desmantelada como resultado del ingresomasivo de importaciones favorecido por la convertibilidad peso-dlar, tras lacrisis, el n de la paridad cambiaria y la devaluacin del peso argentino, la in-dustria se revitaliz, aunque sobre nuevas bases: tercerizando su produccinen pequeos talleres cuya mano de obra son costureros y costureras prove-nientes de Bolivia.

    1. Patricia Barral: La Salada vende ms que los shoppings en Perfl, 9/5/2010, disponible en.

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    transnacional hace de la experiencia de plagio masivo una irnica y desaan-te provocacin.

    En todo caso, la tarea de reventa de la produccin de marcas reconocidas queencuentra un canal en La Salada revela la ambigedad de la marca verdadera,que solo se conrma como tal de un modo tautolgico: es decir, cuando se pagaun alto precio por ella. Sin embargo, la prenda de marca aun si ha sido confec-

    cionada del mismo modo y con los mismos materiales, y la mayora de las ve-

    ces, por los mismos trabajadores, una vez

    sustrada del circuito en que la marca ter-

    mina de valorizarse como tal, se multiplica

    en una cadena popular y transnacional deventa y comercializacin, lo que pone en

    jaque el valor de exclusividad.

    En este punto, La Salada queda en el cen-

    tro de un debate de enorme actualidad: las

    pugnas por la apropiacin de lo inmaterialque se traducen, justamente, en la bata-

    lla librada alrededor de los derechos de

    marcas y de propiedad intelectual. JeanComaroff y John Comaroff sealan que ciertas zonas del mundo estarandestinadas o, mejor dicho, tendran una anidad histrica con una moder-nidad falsa, en la cual todo sucede como copia, bajo la apariencia del objetofalso o del documento apcrifo2. La modernidad perifrica, en este sentido,sera cuasiccional. Y su doble opuesto, el reino del original, sera aquelespacio dominado por la legalidad. Sin embargo, el capitalismo global con-

    temporneo evidencia esos espacios de modernidad homognea y reglada(una modernidad original) como espacios en crisis, en la medida en que la

    heterogeneidad que mantenan con el afuera colonial ahora est inmersa y

    prolifera en su propio interior. Pero, adems, la supuesta ilegalidad del Sur se

    revela, en la economa global, como un componente ms que adecuado para

    los ensamblajes transnacionales.

    Los talleres textiles

    En los aos 90, los talleres textiles eran llevados adelante mayoritariamentepor migrantes coreanos, que empleaban a costureros y costureras de origen

    2. Jean Comaroff y John L. Comaroff: Violencia y ley en la poscolonia: una reexin sobre las complici-dades Norte-Sur, Katz, Buenos Aires, 2011, p. 22.

    Ciertas zonas del mundo

    estaran destinadas o,

    mejor dicho, tendran una

    afnidad histrica con

    una modernidad falsa, en

    la cual todo sucede como

    copia, bajo la apariencia

    del objeto falso o del

    documento apcrifo

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    boliviano; en la ltima dcada, estos talleres se han masicado, pero ahora lospatrones-talleristas tambin son bolivianos. Esto ha signicado un cambio

    decisivo, en la medida en que permite ver su crecimiento sobre la base de uncapital comunitario. Ese capital ingresa como atributo laboral diferencial para

    el reclutamiento de mano de obra a partir de lazos de conanza y parentesco,y fusiona unos modos de vivir y laborar que explotan la riqueza comunitaria.

    Pero, al mismo tiempo, esto pone en discusin las formas de expansin deuna economa popular especca.

    La Salada y los talleres textiles arman un circuito en el cual las categoras la-

    borales son cambiantes e intermitentes. Adems, dan cuenta de vidas labora-

    les que se articulan como trayectorias complejas, en las que la misma personapuede transitar con exibilidad por momentos del trabajo como aprendiz ycomo microempresario, sumarse a la economa informal con la perspectiva de

    formalizarse, estar desempleado por un tiempo y, en simultneo, conseguir

    recursos por medio de tareas comunitarias y sociales; transitar, usufructuar

    y gozar, de modo tctico, relaciones familiares, vecinales, comerciales, comu-

    nales y polticas. En n, son las zonas grises que pueblan esta economa lasque revelan la pluralidad de formas laborales y ponen de relieve las fronteras

    mismas de lo que llamamos trabajo.

    La feria, a su vez, es el espacio donde se realiza parte de la mercanca que se

    produce en los talleres, pero es tambin la prolongacin de una tradicin co-mercial que ha cruzado las fronteras y que incluye tcnicas de sabotaje de lasformas mercantiles o, por lo menos, usos mltiples de las cosas (del contra-

    bando a lo trucho). Aqu habra tambin que sealar, aunque no es posibledesarrollarlo, que la importancia econmica del taller textil clandestino comoncleo de la economa migrante se entreteje directa o indirectamente con

    la economa habitacional, espacial, informal y migratoria que se asienta en lasvillas de emergencia porteas y suburbanas.

    Una cuestin que merecera un desarrollo aparte es la feminizacin de estaseconomas. Destaquemos al menos que la feminizacin del trabajo reere enla feria a un doble proceso: por un lado, la presencia pblica de las mujeres se

    incrementa y las ubica como un actor econmico relevante, al mismo tiempoque se feminizan tareas desarrolladas en esa misma economa informalpor los varones; por otro, se trasladan a lo pblico caractersticas propias de

    la economa del hogar o la comunidad, entendida esta la mayora de las vecesen trminos barriales. Al poner de relieve esta perspectiva, surgen algunosinterrogantes: en qu medida esta feminizacin de la economa altera las

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    jerarquas laborales y domsticas?; hasta qu punto tal feminizacin de laeconoma habla de una tendencia que no se reduce a la cantidad de mujeres

    que pasan a formar parte de ella sino que expresa, ms bien, una modica-cin cualitativa de los procesos de trabajo y las formas de intercambio?

    Lo arcaico como fuente de innovacin

    La Salada exhibe una nueva composicin de la fuerza de trabajo informal/ilegal/precaria que se ha hecho notoria en la poscrisis argentina como ele-

    mento clave de la recomposicin econmica bajo nuevas formas laborales. Aello se suma el declive de las prcticas alternativas que impugnaron el traba-

    jo asalariado surgidas de los sectores ms radicalizados del movimiento dedesocupados.

    En el caso particular de la migracin boliviana, con ella viaja y se reformulaun capital comunitario caracterizado por su ambigedad: capaz de funcio-

    nar como recurso de autogestin, movilizacin e insubordinacin pero tam-bincomo recurso de servidumbre, sometimiento y explotacin.

    Se trata de una empresarialidad especca: surge de la informalizacin que

    explotan los talleres textiles y que se prolonga en La Salada, la cual valorizaelementos domstico-comunitarios, pone en juego dinmicas de autoorgani-zacin y nutre redes polticas concretas.

    Avancemos sobre su caracterizacin comunitaria. Tal empresarialidad com-bina competencia y cooperacin, lo que da un estatuto fundamentalmenteambivalente a sus modalidades operativas. Competencia: intrnseca a la l-gica de proliferacin y fragmentacin de los talleres que proveen de prendas,por medio de intermediarios, a las grandes marcas. Cooperacin: debido a la

    representacin unicada como economa boliviana que se yergue frente alas denuncias (mediticas y de algunas organizaciones contra el trabajo escla-vo) y que abroquela a las entidades que renen a los dueos de talleres. Estasentidades, sin embargo, no se exhiben como laborales o empresariales, sino

    como representaciones comunitarias.

    Debido a la misma formulacin comunitaria de su estructura asociativa, seconforma un empresariado poltico-social que asume una gestin cuasi inte-gral de la mano de obra: traslado, vivienda, comida, salud, empleo, ocio, etc.

    La gura del trabajador asalariado libre es puesta en cuestin por la mismalgica de funcionamiento es decir, de rentabilidad, a favor de una modali-dad que en el lenguaje meditico fue difundida como trabajo esclavo.

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    Este tipo de empresarios viabilizan la ayuda a los recin llegados, consiguenviviendas, comunican contactos, actan como bolsas de trabajo y agencia de

    sepelios, intervienen a la hora de hacer reclamos al gobierno local y se cons-tituyen corporativamente frente a organizaciones polticas, mediticas y em-

    presariales argentinas. Su efectividad est dada por una suerte de poder de

    gueto: en la medida en que connan la red en la que el taller textil funciona ala economa boliviana, se erigen en defensores y garantes de esa economa.Pero, a la vez, como esa economa se presenta indisociable respecto de un

    ethos cultural, los empresarios tambin validan su representatividad comolegtimos intrpretes de esas culturas y tradiciones3. No es casual que la ma-yora de las organizaciones que renen

    a talleristas tengan nombres de asocia-ciones culturales ms que empresarias.

    Esta empresarialidad explota la perte-

    nencia comunitaria en un doble aspecto.

    Uno es ms literal: los talleristas van di-

    rectamente a las comunidades en Bolivia

    a reclutar trabajadores. El otro es ms

    amplio: una vez en el taller textil, las cualicaciones del trabajo reeren a

    un saber hacer comunitario. La implicacin de la familia entera, la relacincon el empleador basada muchas veces en una conanza tambin familiar(se lo llama usualmente to y no jefe o patrn, ms all de que el lazofamiliar exista o no) y la interpelacin de saberes y modalidades ances-trales de esfuerzo y labor colectiva dan lugar a una cualicacin exible,capaz de enormes sacricios y privaciones, que funciona como sustentomaterial y espiritual de un tipo de explotacin de la fuerza de trabajo quela vuelve extremadamente rentable como eslabn primero de la fabrica-

    cin textil.

    Para entender la dinmica de la fuerza laboral migrante, nos enfocamos en

    la potencia de decisin y voluntad de progreso que mixtura la denicinfoucaultiana del migrante como inversor de s con la puesta en juego de un

    capital comunitario. Se trata de un impulso vital que despliega un clculo en

    el que se superpone una racionalidad sustentada en el anhelo del progreso

    personal y familiar con un repertorio de prcticas comunitarias. Una segunda

    3. Otros temas claves de la poblacin migrante que son ledos y resueltos dentro de esta lgicacomunitaria son las denuncias por trata, el aborto (y cuestiones de salud en general: de la tubercu-losis a las emergencias odontolgicas) y el envo de remesas.

    No es casual que la mayorade las organizaciones

    que renen a talleristas

    tengan nombres

    de asociaciones culturales

    ms que empresarias

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    hiptesis, complementaria, es la articulacin especcamente posmoderna delo comunitario con el mundo productivo posfordista: su capacidad de con-

    vertirse en atributo laboral, en cualicacin especca para la mano de obramigrante del altiplano en Buenos Aires. Lo comunitario deviene, en su labo-ralizacin, fuente de una polivalencia pragmtica, transfronteriza, capaz deadaptacin e invencin.

    Lo comn y lo comunitario

    Nos interesa subrayar cmo se articula esta economa con la puesta en jue-go de saberes comunitarios que sern fundamentales para la produccin

    y para el sostenimiento de formas laborales de intensa explotacin. Esossaberes tambin han tenido derivas diversas, como repertorio de formas deorganizacin territorial autogestionaria y de constitucin de un mercadopopular que posibilita ciertos consumos en escala de masas. Es justamente

    ese punto de permanente ambivalencia y oscilacin, de perl a un tiempoarcaico y posmoderno, democratizante y reaccionario, lo que se recombina-

    r como un modo exible y variable de produccin comunitaria, popular,plebeya.

    Sin embargo, sobre qu se produce esa ambivalencia? Siguiendo a RaquelGutirrez Aguilar, lo comunitario rene unos principios operativos, cier-tos modos de organizacin de la vida social, productiva, poltica y ritualque en nuestro continente perseveran desde antiguas tradiciones, pero que

    al mismo tiempo son extraordinariamente exibles y dinmicos y tienen unacapacidad de contaminacin, expansin y reinvencin que constituye la cla-ve de su actualidad4. Ese hacer social comunitario se sustenta en una economa

    de la reciprocidad que bosqueja tendencialmente una trama expansiva de

    circulacin de bienes materiales y simblicos en la que, a su vez, tales bienestienden a ser crecientes5. Esta economa compleja proyecta rasgos de auto-noma y autodeterminacin, exhibe procedimientos de decisin colectivos ytambin supone un debate sobre la riqueza.

    En este punto, no es fortuito que la perseverancia en el hacer social comu-

    nitario se enhebre hoy con un gran debate poltico y terico acerca de locomn, como nocin que va ms all de la clsica y liberal divisin entre

    4. R. Gutirrez Aguilar: Modernidades alternativas. Reciprocidad y formas comunitarias dereproduccin material, 2011, mimeo.5. Ibd.

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    lo pblico y lo privado y como clave de

    una produccin cada vez ms socializa-

    da y dependiente de complejas redes yniveles de cooperacin. Tambin aqu lapregunta es: cul es una nocin operati-va de lo comn? La equivocidad, comotensin entre signicaciones opuestas,las singularidades tico-polticas reuni-das en el hacer social multitudinario,

    que coexisten con las apropiaciones de

    un comunismo del capital, sealan ese

    terreno de disputa y ambivalencia. Sinembargo, no permiten dejar de lado el nfasis en que la lucha decisivapasa hoy por la construccin y destruccin de lo comn6.

    Remarcamos la nocin de lo operativoque muestran ambas deniciones por-que all est la clave: lo comunitario en su capacidad para exhibir y ampliar

    modos de hacer. Con esto queremos sealar que, cuando hablemos de am-bivalencia de lo comn, no estaremos haciendo uso de un artilugio retricoo de una pirueta terica, sino destacando hasta qu punto estn en disputaentre nosotros formas sociales del hacer colectivo con capacidad de cons-

    truir autonoma y apropiarse de la riqueza social. Y que, al mismo tiempo,no podemos ser ajenos a sus debilidades y perversiones, a sus pliegues y

    contradicciones, si queremos comprender su complejidad. Porque el punto

    de partida es claro: en estos modos existe una potencia vital capaz de inau-

    gurar y desarrollar otras lgicas, otros tiempos, otros espacios respecto a lahegemona neoliberal.

    En la economa que va del taller a la feria se ponen en tensin la productividady los usos de lo comunitario. Cuando Gutirrez Aguilar habla de entramadocomunitario, se reere a las formas mltiples de reproduccin y produccinde la vida social bajo pautas diversas de respeto, colaboracin, dignidad,cario y reciprocidad, no plenamente sujetos a las lgicas de acumulacin delcapital aunque agredidos y muchas veces agobiados por ellas7. Aqu hemos

    6. Anna Curcio y Ceren zseluk: On the Common, Universality, and Communism: A Con -versation between tienne Balibar and Antonio Negri en Rethinking Marxismvol. 22, 2010, pp.

    304-311; lvaro Reyes: Subjectivity and Visions of the Common en Rethinking Marxismvol. 22,2010, pp. 498-506.7. R. Gutirrez Aguilar: Palabras para tejernos, resistir y transformar, Pez en el rbol, Mxico, df,2011, p. 13.

    No es fortuito que la

    perseverancia en el hacer

    social comunitario se

    enhebre hoy con un gran

    debate poltico y terico

    acerca de lo comn, como

    nocin que va ms all de

    la clsica divisin entre

    lo pblico y lo privado

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    tratado de contrapuntear y vincular la nocin de entramados comunitarioscon acepciones de otro tipo, capaces de organizar formas de explotacin y

    negocio, de microempresa y de progreso econmico.

    Pueden hablar los feriantes?

    A pesar de su alta composicin de origen migrante, La Salada ha ganado no-toriedad en los medios masivos de comunicacin a travs de la voz de uno desus lderes argentinos: Jorge Castillo. Con l, los feriantes han logrado tam-

    bin integrarse a la comitiva empresarial ocial que visit Angola junto con lapresidenta Cristina Fernndez hace unos meses. La representacin de la feria

    su voz poltica y meditica es argentina, lo que deja en la sombra a la mayo-ra de sus hacedores. Aqu se debate un conicto central: la identicacin deltrabajo argentino como trabajo digno, en tanto el trabajo migrante se vincula

    al mote de trabajo esclavo. De ah que, ms all de la famosa pregunta deGayatri Spivak8, no resulte fcil escuchar las voces de los migrantes en La

    Salada y sus adyacencias. En ese sentido se

    vuelve central el rol de las radios comuni-

    tarias, orgnicas a la economa que va del

    taller a la feria9.

    Lo que revelan las frecuentes apariciones en

    la prensa de Castillo es tambin la lgica ex-pansiva a futuro que promete la feria: el di-

    rigente ha revelado ms de una vez ante los

    medios que ya consigui terrenos en Miamipara instalar all una sucursal de La Salada

    y, an ms importante, anunci la incorpo-

    racin del rubro alimentos como parte dela oferta de la feria. El argumento con que se busca legitimar la expansin esdoble: por un lado, pone el acento en la ampliacin del consumo popular, altiempo que se atribuyen los sobreprecios a las intermediaciones corporativas

    (sindicatos, comerciantes, etc.), argumento que logra mayor repercusin en

    8. Puede hablar el subalterno?, El Cuenco de Plata, Buenos Aires, 2011.9. Este punto es central aunque no es posible desarrollarlo aqu. Basta sealar que las radios bo-livianas, ms de 20 solo en la ciudad de Buenos Aires, son parte del cotidiano del taller y la feria.En su mayora, sus propietarios son dueos de talleres. Y, en este sentido, es un conglomerado

    que no puede disociarse. Por eso mismo, el trabajo es el tema-tab de las emisoras. Para pro -fundizar la discusin sobre la voz de los trabajadores textiles, v. Colectivo Simbiosis y ColectivoSituaciones: De chuequistas y overlockas. Una discusin en torno a los talleres textiles, Tinta Limn /Retazos, Buenos Aires, 2011.

    Jorge Castillo ha revelado

    ms de una vez ante los

    medios que ya consiguiterrenos en Miami para

    instalar all una sucursal

    de La Salada y anunci

    la incorporacin del rubro

    alimentos como parte

    de la oferta de la feria

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    un contexto de ascendente inacin; por otro lado, deja al descubierto que lamodalidad productiva que posibilita La Salada (exible, precaria, sostenida

    por un autoempresariado variado, etc.) est en la base de la mayora de loscircuitos productivos y, por tanto, no es algo exclusivo de la feria de ferias. En

    el caso del futuro y promisorio mercado de alimentos, La Salada, bajo el eslo-

    gan Del campo al consumidor, pondra en marcha una de las aspiracionesque la economa social publicit durante la crisis pero no logr instalar a granescala. Llevada adelante por La Salada, esta propuesta puede convertirse en

    una oportunidad de masas.

    Globalizacin desde abajo?

    Un trabajo multidisciplinar realizado por los colectivos Rally Conurbano y TuParte Salada(mayoritariamente compuestos por arquitectos y urbanistas) se-

    ala que La Salada, aun con sus conocidos orgenes asentados en la pequeaescala y el comercio casi artesanal, opera en sincrona con centros mundiales

    de comercio no-hegemnico: El Alto (urbe vecina a La Paz, en Bolivia) o las fe-rias de Oshodi y Alaba en Lagos (Nigeria) y la provincia china de Guangdong,la mayor zona de produccin de mercaderas del sistema mundial no hegem-nico10. La Salada se congura, entonces, como centro de una red de ferias regio-

    nales y es nodo, al mismo tiempo, de una red global de comercio informal.

    La feria, con sus pliegues y recovecos, sus montajes y desmontajes, tendra el

    estatuto de un espacio otro, capaz de instalar en los bordes de la ciudad una

    dinmica de abigarradas transacciones. Como en una heterotopa, que tiene

    por regla yuxtaponer en un lugar real varios espacios que normalmente debe-

    ran ser incompatibles, en esa superposicin estaran presentes la idea de otroorden y su crtica al existente. La feria, en ese sentido, propone un espacio de

    mltiples usos y tambin un tiempo otro, aunque cclico.

    Por su parte, la copia de las marcas produce un efecto simultneo de parodia y

    devaluacin11. La complejidad de La Salada, en este punto, es la ampliacin delconsumo que en principio estara segmentado por clases (el acceso restringido

    a las marcas), sustentada en un modo de produccin que implica condiciones

    10. Julin DAngiolillo, Marcelo Dimentstein et al: Feria La Salada: una centralidad perifricaintermitente en el Gran Buenos Aires en Margarita Gutman (comp.): Argentina: persistencia ydiversifcacin, contrastes e imaginarios en las centralidades urbanas, Olacchi, Quito, 2010, p. 10.11. El caso del conicto de la marca Lacoste con el grupo de cumbia Wachiturros es emblemtico

    en este sentido. En especial, por la polmica sobre si la empresa ofreci o no dinero al grupo paraque dejara de desprestigiarla usando sus productos y por el modo en que los msicos defendie-ron su derecho a usar las prendas del cocodrilo. Martn Bidegaray: Desafo para Lacoste: cmoser top y a la vez vestir a los Wachiturros enClarn, 30/11/2011.

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    de explotacin intensiva de trabajadores migrantes. Se puede desprender deesta falsicacin masiva un modo de subversin de las reglas de mercado, o es

    su raticacin popular?

    Los consumos de prendas de marca falsi-cadas desbaratan el prestigio de esta como

    signo de exclusividad y a la vez evidencian

    cmo esa exclusividad se sostiene en unaexhibicin restringida de modo clasista. Estosupone que, en la medida en que la marca es

    deseada, usada y exhibida por clases popu-

    lares, su valor es subvertido/devaluado. Esun tipo de produccin de la copia que desvaloriza el original al mismo tiem-po que expone la disputa por ese bien intangible y cada vez ms decisivo: la

    construccin de un modo de vida.

    En La Salada, lo falso a gran escala arma un paisaje heterotpico: una regla-mentacin meticulosa pero no institucionalizada organiza el intercambio acielo abierto. Ni su heterognea contextura ni su extensin, tampoco su apa-ricin y desaparicin en el medio de la noche, permiten comparar esta feriacon otros espacios urbanos. Durante el siglo xix, la heterotopa por excelen-

    cia, dice Michel Foucault, es el barco12. El reino de la copia transnacional que

    caracteriza la megaferia del conurbano bonaerense tal vez sea un plagio de

    aquella multitud annima, multitnica y mvil que poblaba los barcos. Con-juga, en su heterclita composicin, todos los rasgos de un nuevo tipo deproletariado, seguramente falso si se lo compara con aquel que se estabilizen los tiempos modernos.

    La feria como espacio abigarrado

    La feria es un espacio espeso, de mltiples capas, sentidos, transacciones. Un

    espacio abigarrado que simultneamente abriga tradiciones y es herticorespecto de muchas de ellas, que se dispone como mbito celebratorio

    y de disputas, como momento de encuentro, consumo y diversin, perotambin como jornada intensa de trabajo y de negocios, de competenciay oportunismo. Se sostiene y se desarrolla como negocio masivo sobre re-

    des familiares, vecinales, de compadrazgo y de amistad. Es tambin una

    economa de lenguajes diversos: de vestuarios, bailes, promesas, comidas

    12. El cuerpo utpico. Las heterotopas, Nueva Visin, Buenos Aires, 2010.

    Se puede desprender

    de esta falsicacin

    masiva un modo de

    subversin de las reglas

    de mercado, o es su

    raticacin popular?

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    77 TEMACENTRALLa Salada: un caso de globalizacin desde abajo?

    y excesos. Lo abigarrado aqu no es, sin embargo, un rasgo cultural o una

    diferencia colorida, sino el sustento de la desmesura de estas economas.

    Proponemos, nalmente, puntualizar algunos rasgos salientes:

    - La Salada, a la vez connada en un territorio de frontera geogrca y simb-lica, tiene una dinmica proliferante, que replica en otros barrios y ciudades,

    nacionales y extranjeras, la mercadera y la forma-feria que la caracteriza. A

    su vez, representa un modelo de centro comercial a cielo abierto que pone en

    tensin todas las categoras clsicas de la economa: informal/formal, legal/ilegal, etc. Funciona en sintona con espacios similares en otras partes del

    mundo, que algunos no dudan en catalogar como ncleos de comercio nohegemnico.

    - La denimos como una red transnacional creciente sustentada en mlti-ples microeconomas proletarias. En este punto, como hemos notado, se re-

    vela como un espacio privilegiado para analizar cmo la economa informalconstituye, sobre todo, una fuerza de desempleados, migrantes y mujeres que

    puede leerse como una respuesta desde abajo a los efectos desposesivos delneoliberalismo.

    - Es decisivo su impacto urbano (a pesar de no estar sealada en los mapas):una ciudad como Buenos Aires se ve transformada por esta nueva marea

    informal, predominantemente migrante y femenina, que con su trajn y sus

    transacciones redene el espacio metropolitano, la familia, el lugar de las mu-jeres y el universo del trabajo que no cabe en las reglas del empleo asalariado.

    En este sentido, estos tipos de economas funcionan a la vez como agentes de

    reestructuracin del capital y del espacio urbano.

    - La Salada es un entramado multitudinario de produccin de bienestar noestatal. Con el proyecto amante de convertirla en mercado de alimentos,la feria realiza de un modo paradojal y diverso lo que se propusieron, en el

    momento clmine de la crisis argentina de 2001, mltiples experiencias de la

    economa social: abaratar los costos, eliminar intermediarios, contribuir al

    consumo masivo y popular. En un momento de inacin como el actual, esuna intervencin decisiva.

    - La Salada muestra formas de gran versatilidad y exibilidad en trminosde organizacin poltica, a partir de asambleas multitudinarias, dirigentes ymiles de puesteros y puesteras que organizan el cotidiano de la feria y que la

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    conectan con otros espacios como la villa, el taller y la esta. Una imagen delespacio abierto desreglado cede a una coordinacin compleja de una inni-

    dad de ujos. Una festividad y una mstica (vrgenes, santos, milagros, ekekos)que acompaan la bonanza. Finalmente, un modo del progreso urbano queescapa de los planes y de los planos.

    - El trabajo migrante, en particular, permite poner en cuestin la idea de unanormalizacin del mundo del trabajo que remite a un patrn estrictamenteasalariado y de composicin nacional.

    - La feria, como parte de un ensamblaje complejo con la economa del taller

    textil, es un territorio especialmente productivo para pensar la ambivalenciade lo comn: es decir, los mltiples usos, conictos, apropiaciones y reinven-ciones de un capital comunitario que es capaz de funcionar como recursode autogestin, movilizacin e insubordinacin, pero con no menor intensi-dad como recurso de servidumbre, sometimiento y explotacin, lo que seala

    justamente que esa experiencia comunitaria es un momento clave de la rique-

    za social en disputa.

    Julio-Diciembre de 2011 Buenos Aires No202-203

    ARTCULOS:Manuel Baln, La denuncia como estrategia: escndalos de corrupcin en Ar-gentina y Chile. Leonardo Gasparini, David Jaume, Monserrat Serio y Emmanuel Vz-quez, La segregacin entre escuelas pblicas y privadas en Argentina. Reconstruyendo la evi-dencia. Osvaldo Barreneche, Paro de y represin a policas. Reclamos salariales, protestas yhuelga en la polica bonaerense (1955-1973). Fernando Groisman, Friedrich Bossert y MaraEugenia Sconfenza, Polticas de proteccin social y participacin econmica de la poblacin

    en Argentina (2003-2010). Martn Grandes, Rodrigo Prez Artica y Diego Dorcazberro, Cono sin paradoja. Explorando la distribucin del capital externo mundial. Matthew Amengual,Cambios en la capacidad del Estado para enfrentar las violaciones de las normas laborales. Lostalleres de confeccin de prendas de vestir en Buenos Aires. COMUNICACIONES: Gerald A.McDermott, El surgimiento de nuevas instituciones de upgradingen Argentina. Lecciones paraAmrica Latina. Gerald A. McDermotty Rafael A. Corredoira, Recombinar para competir:las instituciones pblico-privadas y la transformacin del sector vitivincola argentino. JorgeWalter, Estrategias multicadena y modalidades multinivel de organizacin de los productores dectricos de la Cuenca del Plata. Miguel Federico Lengyel y Gabriel Bottino, La produccin enred en Argentina y sus fundamentos institucionales. INFORMACIN DE BIBLIOTECA.

    Desarrollo Econmico Revista de Ciencias Sociales es una publicacin trimestral editada porel Instituto de Desarrollo Econmico y Social (IDES), Aroz 2838, C1425DGT, Buenos Aires, Ar-

    gentina. Tel: (54 11) 4804.4949, Fax: (54 11) 4804.5856.Correo electrnico: .Pgina web: .