Salazar, Gabriel - La Historia Desde Abajo y Desde Dentro

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Gabriel Saki A HISTORIA ^JITES PROGRAMA DE MAGÍSTER EN THEA DEPARTAMENTO DE TEORÍA DE LAS ARTES

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Gabriel Saki

A HISTORIA

^JITES PROGRAMA DE MAGÍSTER EN THEA

DEPARTAMENTO DE TEORÍA DE LAS ARTES

LA HISTORIA DESDE ABAJO

Y DESDE DENTRO

© Gabriel Salazar Facultad de Artes, Universidad de Chile Departamento de Teoría de las Arles

Inscripción N°: 132.731

ISBN: 956-19-0405-5

Director Jaime C^ordcro

Comité Editorial

Francisco Brugnoli Jaime Cordero Pablo Oyarzún

Esta edición se terminó de imprimir en mayo del año 2003, en LOM Ediciones S.A. Santiago.

Derechos exclusivos reservados para todos los países.

Prohibida su reproducción total o parcial, para uso privado o colectivo, en cualquier medio impreso o electrónico, de acuerdo a las leyes N°17.336

y 18.443 de 1985 (Propiedad intelectual)

IMPRESO EN CHILE/PRINTED IN CHILE

GABRIEL SALAZAR

LA HISTORIA DESDE ABAJO Y DESDE DENTRO

COLECCIÓN TEORÍA

FACULTAD DE ARTES

UNIVERSIDAD DE CHILE

DEPARTAMENTO DE TEORÍA DE LAS ARTES

Esta publicación se realiza gracias al auspicio y patrocinio del Programa de Magíster en Historia y Teoría del

Arte, Facultad de Artes de la Universidad de Chile

ÍNDICE

PRÓLOGO 7

CAPÍTULO I

HISTORIA POPULAR, CHILE, SIGLO XIX: UNA EXPERIENCIA TEÓRICA Y METODOLÓGICA 9

CAPÍTULO II

HISTORIOGRAFÍA CHILENA, 1955-1985: BALANCE Y PERSPECTIVAS (ACTAS DE UN SEMINARIO).. 29

CAPÍTULO III

HISTORIOGRAFÍA Y DICTADURA EN CHILE: BÚSQUEDA, DISPERSIÓN, IDENTIDAD 97

CAPÍTULO IV

CHILE, HISTORIA Y "BAJO PUEBLO": DE LA IRRACIONALIDAD Y LA VIOLENCIA 145

CAPÍTULO V

LA HISTORIA COMO CIENCIA POPULAR: DESPERTANDO A LOS "WEUPIFES" 159

CAPÍTULO VI

MODERNIZACIÓN Y REFLEXIÓN HISTÓRICO-SOCIAL EN CHILE HOY 209

CAPÍTULO VII

DESCENTRALIZACIÓN ADMINISTRATIVA VERSUS SINERGIA SOCIAL-COMUNITARIA: ¿QUÉ PAPEL PARA LA CIENCIA HISTÓRICA? 221

CAPÍTULO VIII

VOLUNTAD POLÍTICA DE MATAR, VOLUNTAD SOCIAL DE RECORDAR (A PROPÓSITO DE SANTA MARIA DE IQUIQUE).. 247

CAPÍTULO IX

DE LA PARTICIPACIÓN CIUDADANA: CAPITAL SOCIAL CONSTANTE Y CAPITAL SOCIAL VARIABLE

(CONCIENCIA HISTÓRICA Y SENDEROS TRANS-LIBERALES). 267

CAPÍTULO X

DE LA ENSEÑANZA DE LA HISTORIA EN LA ÉPOCA DEL POST-FORDISMO (DEBATE CHILENO) 319

CAPITULO XI

MEMORIA, HERMENÉUTICA Y MOVIMIENTO DE LA "BAJA SOCIEDAD CIVIL" (CHILE SOBRE EL 2000) 343

CAPÍTULO XII

CIUDADANÍA E HISTORIA ORAL: VIDA, MUERTE Y RESURRECCIÓN 365

CAPÍTULO XIII

MEMORIA HISTÓRICA Y CAPITAL SOCIAI 391

CAPÍTULO XIV

LA NUEVA HISTORIA Y LOS NUEVOS MOVIMIENTOS SOCIALES 415

CAPÍTULO XV

FUNCIÓN PERVERSA DE LA 'MEMORIA OFICIAL, FUNCIÓN

HISTÓRICA DE LA 'MEMORIA SOCL\L: ¿CÓMO ORIENTAR LOS PROCESOS AUTOEDUCATIVOS? (CHILE, 1990-2002) 433

PRÓLOGO

Durante las décadas de 1970 y 1980 se produjo el desplome de las grandes estructuras políticas, empresariales e ideológicas que habían caracterizado el llamado período fordista de la historia mundial (1945-1980, aproximadamente). Con su caída, se produjo el eclipse de las "planificaciones centrales" que habían sido propias del Estado social-demócrata, populista, desarrollista y socialista, y con ellas, se desencadenó también el desperfilamiento de las Ciencias Sociales, que habían sido convocadas a trabajar desde la perspectiva de las grandes estructuras, las planificaciones centrales y los grandes cambios de la sociedad.

La masa ciudadana se quedó, en menos de una generación, sin referentes estructurales para construir sus identidades sociales, culturales y, aun, políticas. Se proclamó el quiebre de "los grandes relatos", que antes habían dado identidad y sentido histórico a esa masa. Otros hablaron del "crepúsculo de las ideologías". Aquél sentenció "el fin de la historia", y no pocos creyeron que había llegado la "crisis de la modernidad". De un modo u otro, se tomó conciencia de que se vivía una transformación histórica profunda, de carácter epocal. Constatando eso, no pocos anunciaron que se estaba viviendo una época "post-moderna", caracterizada por la fragmentación, la dispersión y la pérdida de los sentidos históricos de la vida y la sociedad.

Fue tras la constatación de ese cambio profundo que se

precipitó lo que se llamó "el retorno de los sujetos", o el "re

greso de los actores sociales". Sujetos sin estructuras sobre sí,

PRÓLOGO 8

o al margen de ellas. Actores sin ideologías directrices, o sólo

con los restos de ellas. Sujetos y actores llenos de preguntas.

Unidos por la búsqueda. Excluidos de las altas cúpulas de la globalización, el capital financiero y la comunicación estratégica.

Sin más certezas que su experiencia reciente. Sin otro recurso a la mano que su memoria. Sin otra fuerza o poder que sus grupos de conocidos y sus redes locales. Fue de ellos que surgió, de nuevo, la pregunta por la historia y por el papel que, en este contexto, debía jugar la Ciencia Histórica. Nuevas preguntas. Nuevas responsabilidades.

En este libro se reúnen los diálogos, las reflexiones y las respuestas que nos correspondió hacer—generalmente en voz alta— frente a distintos grupos que necesitaban y necesitan formular una pregunta histórica para realizar una acción his

tórica. Grupos de chilenos (estudiantes, pobladores, funcionarios de municipios, jóvenes, jefas de hogar, sacerdotes, etc.), en su mayoría. Fue delante de ellos y con ellos que hicimos estas reflexiones, para después escribir estas líneas. Son parte, pues, de una reflexión social, contemporánea, urgente.

La Reina, abril 9 de 2003.

CAPITULO I

HISTORIA POPULAR, CHILE, SIGLO XIX: UNA EXPERIENCIA TEÓRICA Y

METODOLÓGICA'

La exposición que sigue se refiere a los problemas y disyuntivas de orden teórico, metodológico y personal que el que suscribe enfrentó (y eventualmente resolvió) a lo largo de una investigación realizada, entre 1972 y 1984, sobre la historia social del "bajo pueblo" chileno del siglo XIX. Problemas y dilemas que fueron interpuestos por el propio objeto de estudio (se enfocó la trama social de los sujetos

populares, pese a la ausencia o escasez de testimonios directos y a la lejanía temporal de los procesos examinados), pero también por el proceso histórico contemporáneo que envolvió y aprisionó al propio historiador (prisión, tortura y exilio, precisamente por asumir políticamente la causa del movimiento popular).

Ocurrió que, entre las fechas señaladas, los procesos históricos de varias épocas y distantes siglos se comunicaron entre sí y se dieron la mano, como si fueran de una misma prosapia, parte de un mismo drama, y fraternidad de un mismo dolor. Era imposible investigar el pasado sin sentirlo como parte viva del presente. Sin dialogar y clamar dentro de un mismo coro. Sin asumir la representación del

' Conferencia ofrecida en FLACSO, Santiago, 26 de julio de 1985. Una versión condensada se publicó en el Boletín del Encuentro de Historiadores # 3 (Santiago, 1985. C.E.H.).

H3 HISTORIA POPULAR, CHILE, SIGLO XIX

pasado como una vivencia profunda del propio presente. Vivencia, sin duda, fraternal. Lacerante, a veces, también.

Con todo, pese a la instalación impositiva de esa vivencia trans-secular —que dejó al historiador, al contrario de Heráclito, nadando dos veces en las aguas de un mismo río— no hay riesgo de que esta 'conferencia', como dijo alguna vez Lucien Febvre, se convierta en "confidencia". Pues mi subjetividad, antes y ahora, no quiere ser otra cosa que la palanca revivificadora de las subjetividades e intersubjetividades del "bajo pueblo" del siglo XIX. Pues no es más que —después de todo— la zarandeada aventura de la identidad personal y el trabajoso avance del pensamiento social que crepitan detrás de dos trabajos académicos ya concluidos: mi tesis doctoral, titulada "Entrepreneurs and Peons in the Transition to Industrial Capitalism. Chile, 1820-1878" (University of Hull, United Kingdom, 1984) y el libro Labradores, peones y prole

tarios. Formación y crisis de la sociedad popular chilena del siglo

XIX, que corresponde al desarrollo de un capíttilo de esa tesis y que será publicado próximamente^.

1

Las opciones estratégicas

La investigación se montó sobre dos opciones de carácter estratégico: una de tipo epistemológico (relativo a la posición que adoptaría el investigador frente a su campo de estudio y a los desplazamientos que realizaría sobre él), y otra de carácter propiamente teórico (relativo a la visión de la totalidad real en la que se enmarcarían tanto los sujetos bajo estudio como el propio investigador).

^ Publicado por SUR Ediciones en 1985. Reeditado en 1990 por SUR y en 2000 por LOM Ediciones.

GABRIEL SALAZAR \ \

C o n respecto a la opción epistemológica, cabe decir que

el historiador es, qué duda cabe, en primera y úl t ima instan

cia, un sujeto cognoscente inevitablemente viviente, que ob

serva, codifica y sistematiza lo realizado his tór icamente por

otros sujetos cognoscentes inevitablemente vivientes. N o sien

do los sujetos y acciones sociales observados por el historia

dor una 'cosa' ajena a él, un producto estr ic tamente 'natural '

o un ' fenómeno' impersonal , heterogéneo o pu ramen te esta

dístico, el conoc imiento histórico no puede ser otra cosa que

la vida social reconociéndose y comprendiéndose a sí misma.

Una 'convivencia' d ia logando consigo misma. Esto le pe rmi

te al historiador desplegar una activa movilidad gnoseológica

entre él y los sujetos que estudia; es decir: una acción cognitiva

que al mismo t iempo es una interacción social. N o está in

movilizado en su puesto de observación y frente a su 'objeto

de estudio ' , como los cientistas naturales o los den t i s t a s so

ciales de fe positivista dura. N o le es prohib ido acercarse a los

'sujetos' que estudia, ni socializar con ellos, ni interiorizarse

en ellos. C o m o tampoco hablar o sentir 'por' ellos (pues, en

su mayoría, vivos o no, están en la historia, de alguna mane

ra, mudos). Por eso, el sujeto viviente historiador puede , res

pecto al sujeto histórico que estudia:

a) ir hacia él movido por sent imientos (cognitivos) de soli

daridad y comprens ión, en act i tud 'humana ' , como para

asumir su misma inter ioridad, su misma vivencia, su voz,

para mantener su hálito vital y su existencia social;

b) apartarse de él, alargando las distancias, en horizontal o

en vertical, para objetivar (cosificar) como mero 'dato' su

presencia pretérita, o para transfigurarlo en un 'concepto '

general o particular, como parte de un discurso científico;

c) moverse a lo largo de la distancia gnoseológica erráticamente,

yendo, viniendo, sin opciones epistemológicas claras, ni

éticas, ni teóricas.

1 2 HISTORIA POPULAR. CHILE, SIGLO XIX

Frente al río caudaloso de Heráclito, cabe mirarlo desde lejos, sin moverse, ni mojarse; construyendo de él una representación puramente gráfica y estática. Pero también es posible ir hacia él, entrar una vez —constatando el fluir infinito de su corriente— y retornar al punto supino de observación, para complejizar la imagen científica. Y cabe, asimismo, ir hacia él, entrar en él y nadar en la misma dirección de la corriente, para vivir y revivir su fijerza social, intentando corregir la línea de desplazamiento histórico de esa corriente.

El h i s tor iador social puede salvar la dis tancia gnoseológica, anularla, y entrar en la corriente misma de la his tor ia . Pues esa corr iente no está segmentada en compartimentos estancos. Ni es invertebrada. Dentro de ella, la distancia gnoseológica no es una cordillera inhibitoria, una montaña insalvable o un ventisquero congelante, sino un sendero difícil, pero transitado y transitable. Un desfiladero de las Termopilas, lleno de riesgos, pero que lleva hasta la vivencia solidaria. Que es la verdadera plenitud del afán de conocer.

Se comprende que las alternativas anotadas no las determina la Ciencia en tanto que Ciencia. O sea: la rígida tradición disciplinaria. Ni la deciden los guardianes institucionales de esa tradición. No. Pues se trata de opciones y decisiones del 'sujeto' historiador en tanto 'sujeto' viviente y sujeto social. Pues tiene que ver, sobre todo, con el modo cómo orien

ta valórica y socialmente su sensibilidad cognitiva y representativa, y con el modo cómo sintoniza su arsenal de métodos y técnicas de investigación con su sentido humano de sociabilidad.

Con todo, es un hecho que hacer ciencia con sentido vivencial y responsabilidad social (e histórica) implica un riesgo vivencia! y social (e histórico). Un riesgo que no es sólo epistemológico o metodológico. De la naturaleza concreta de ese riesgo, bien se sabe hoy en Chi le . Pues nadar

GABRIEL SALAZAR

cognitivamente en las turbulentas aguas de la historia es tan riesgoso como nadar en ellas preñado de responsabilidades políticas. ¡Acaso por esto, no pocos historiadores y cientistas sociales optan por refugiarse en la impersonalidad de los métodos, en la asepsia de los objetos de estudio, en el autoproclamado equilibrio neutro de los sistemas teóricos o en la majestad autónoma de la institucionalidad científica, terminando por asumir todo eso como identidad social y personal. ¿Es la 'ciencia por la ciencia' un buen asilo académico contra la opresión? Pero ¿es la ciencia por la ciencia un buen socorro para los oprimidos?; En todo caso, lo que es evidente es que un investigador social, epistemológica y éticamente sano o normal, no dejará de nadar en la corriente histórica por la presencia 'normal' de la represión, ni se dejará tentar por la seguridad 'normal' de los ramales académicos laterales (que, para efectos de seguridad, han sido prudentemente drenados, convenientemente descontaminados, y revestidos de materiales supuestamente asépticos a la historia).

Los historiadores y cientistas sociales que toman posición en la perspectiva y lógica del sistema autónomo del saber (las universidades están, lo acepten o no, sujetas al sistema de dominación) enfocan también, a veces, la historia de los procesos sociales vivos, pero asegurándose de no correr ries

gos. Para ello echan mano de la supuesta impersonalidad, ahistoricidad y formalidad de los métodos y técnicas de investigación 'científica', a los que convierten, de hecho, en un refugio de oportunidad, y no en un recurso de autenticidad o veracidad. Al hacer eso, no se van por la gran alameda históri

ca de la ciencia social, sino por el atajo aséptico lateral, por donde caminan, embozados, también, los intereses estratégicos de! sistema dominante. Que esos historiadores y científicos sociales acepten, a título de ciencia, tal compañía de camino, es, por paradoja, el modo peculiar que tienen de reconocer que 'son', después de todo, sujetos de carne y hueso. Si

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la ciencia aséptica no se juega la vida por la historia viva, entonces su utilidad histórica neta consiste en potenciar la fuerza del sistema dominante por medio de omitir su crítica, y sobrevivir incólume ella misma por medio de ahorrarse la represión. Esta es la verdadera fortaleza de la historiografía conservadora en Chile, y de todos los historiadores y cientistas sociales que pretender socorrer científicamente a los dominados sin bajarse de la seguridad que ofrece la abstracción de los conceptos, la universalidad de la teoría, el carácter críptico de la jerga académica y la ortodoxia imperativa de la política ideologizada.

Fue en consideración a estas reflexiones que tomamos nuestra primera opción estratégica: la de intentar trabajar una historia social viva, que salga desde dentro de los sujetos históri

cos, y surja desde abajo del sistema de dominación. O sea: desde esos escondrijos insobornablemente humanos, a los cuales el sistema de dominación puede reprimir y arrinconar, pero no controlar, porque son esencialmente diferetites él. Porque la vida que llena esos escondrijos es insobornablemente autónoma.

Nuestra primera opción consistió en tratar de instalarnos, como historiador y a la vez como sujeto histórico, en la enmarañada red humana de esos escondrijos.

Instalados allí, hicimos nuestra segunda opción: mirar

al horizonte desde esos mismos escondrijos. Totalizar la mi

rada desde ese punto perdido en el espacio, sin abandonar el

latido vivo que llena esa posición. Sin dar el salto a la abstrac

ción, a los conceptos químicamente puros, a las teorías

grandilocuentes que flotan como galaxias sobre los seres

apretujados en tales escondrijos. Totalizar la mirada, sí, pero

yendo de un escondrijo a otro. Enredando los ojos de unos con

los ojos de otros. Tejiendo un ojo colectivo, ancho, en expan

sión, hecho de millones de ojos, como un espejo creciente

que, poco a poco, se hace capaz de reflejar no sólo la sociedad

GABRIEL SALAZAR ] 5

entera, sino el universo entero. Y al reflejarlo t odo , se apode

ra de todo , sin salirse de sí. Sin abandonar , ni la vida, ni la

human idad . Jamás. El sistema dominan te tiene, en cambio ,

sólo, 'un' ojo (el que , según Foucault , está instalado en la to

rre central del gran presidio), y es por eso que necesita mover

su único haz de luz en torno a sí mismo, ro ta tor iamente , ner

viosamente, vigi lantemente, como la mira del fusil que, si no

mata, no vive. El ojo de los dominados no es uno , sólo, sino

millones. Es un valle entero o una llanura entera de ojos. N o

tienen que mirar, por tan to , en torno a sí, ro ta tor iamente ,

como un faro aislado y temeroso, pues lo único que t ienen

que hacer es mirar, todos, como los girasoles, hacia un solo

punto. Pues lo que tienen que hacer es dirigir todos los ojos

(¡todos!), desde sus millones de escondrijos, hacia el foco único

que los mira (o los apunta) . Sin dejar de sentir, por cierto, el

latido vital y h u m a n o que los une lateral y sol idariamente.

Esta fue mi segunda opción estratégica: la de construir

una mirada teórica dis t inta a la que nos ha regido en la acade

mia. No una adherida a las abstracciones conceptuales que

flotan por arriba de la vida sin integrarse a ella, sino una sur

gida de aquella vida y aquella h u m a n i d a d que , precisamente

por haber sido reprimida, despojada y arr inconada, es redu

cida a lo estr ic tamente esencial, a su pureza social pr imigenia

y a su capacidad de ver el m u n d o desde una transparencia

lateral (la que va de un ser h u m a n o a o t ro , sin in t e rme

diaciones), fraternal y solidaria. D o n d e la totalización reque

rida por la mirada teórica no se produce por el abandono del

escondrijo h u m a n o , sino por la expansión del mismo hacia el

hor izonte . Una mirada teórica que requiere no sólo vida y

h u m a n i d a d reducida al l ímite, sino también mirada colectiva

hacia fuera, solidaridad desde den t ro que no puede proyectar

su energía latente sino por medio de acción dirigida hacia el

horizonte. Una mirada teórica que se hace acción teórica. Avan

ce sobre el hor izonte . Proyecto histórico de ocupación de ese

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horizonte. Porque el horizonte no se asalta y transforma desde otro horizonte (en un combate de abstracciones), sino desde dentro de la vida y desde abajo del sistema de dominación.

Pensamos que la tarea de un historiador social que quiere caminar por la gran alameda histórica de la ciencia, no consiste en producir simplificaciones químicamente puras de la realidad (datos duros y conceptos unívocos), sino reproducciones perfeccionables de su energía vital y humanizadora (miradas y recuerdos que se transforman en acción). Para él, pues, los arsenales 'autónomos' de la ciencia aséptica no pueden ser otra cosa que un acervo de instrumentos auxiliares. Respetables, pero no indispensables. Los procesos humanos e históricos necesitan, coyuntura a coyuntura, cada vez, construir los instrumentos auxiliares adecuados a la ocasión. Pues se necesita 'contaminarlos' de humanidad, una y otra vez, incesantemente (y no descontaminarlos de lo subjetivo y humano, como aconseja el positivismo tradicional).

Premimidos de ambas opciones, dirigimos nuestra mirada historiográfica (o, mejor dicho, historiológica) a los escondrijos del movimiento popular chileno del siglo XIX desde nuestro escondrijo particular en el movimiento popular chileno del siglo XX. Era una mirada lateral, en la línea de transversal de la solidaridad. Siguiendo la horizontal de un mismo latido.

¿Qué vimos? ¿Qué sentimos? ¿Qué imágenes surgieron de ese latido?

En primer lugar, el aspecto prometeico del movimiento

popular: su estar atado, su entraña agredida, su ira, sus

sacudones. O sea: su drama, su resistencia, su rebeldía.

En segundo lugar, el aspecto solidario: la camaradería, la fraternidad, la conciencia colectiva. O sea: su identidad, su fuerza, su poder latente.

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Era la imagen del camarada tendido en la parrilla, torturado, retorciéndose de dolor, impotencia y rabia contenida. Y era la imagen del camarada recibiendo en la celda al recién torturado, hablándole, alentándolo, reviviéndolo en fraternidad. Negación y afirmación. Muerte y vida. Historia.

¿Cuál de esos 'aspectos' constituye el eje central de la historicidad popular?

La historiografía de Izquierda tradicional se ha concentrado, principalmente, sólo en el primer aspecto: en la 'negación'. Y a partir de ese aspecto, sobre bases ideológicamente políticas, ha entendido la rebeldía como negación de la negación. De modo que la historicidad popular queda reducida a 'lo político' en términos de pura negación del 'enemigo'.

Nuestras opciones, por el contrario, nos indujeron a concentrarnos —de preferencia, no exclusivamente— en el otro aspecto: el de la vida, la identidad, la solidaridad y la afirmación. Y a partir de esto nos fue posible entender la historicidad popular centrada, no en la negación, sino en la afirmación de la afirmación. O sea: centrada en 'lo propio' (no en lo ajeno o en el enemigo); en la 'identidad' (no en la alienación), y en el 'poder' que emana de la solidaridad y la mirada colectiva. Lo cual conduce a la afirmación del proyecto histórico propio, a su pleno despliegue lateral, y basado en este despliegue, a la generación de la fuerza social y cultural necesaria "^^X^L prescindir de la negación, negándola por una vía distinta.

En este sentido, nos sentimos identificados con el siguiente texto:

"Esa tradición oscura, que se proyecta en la vida de todos

los países y de todas las razas cual si fuera su propia sombra,

es la historia del pueblo; del pueblo-soldado, del pueblo-

1 8 lüSTORIA POPULAR, CHILE, SIGLO XIX

campesino, del pueblo-guerrillero, del pueblo, en fin, rudo

e ignorante, pero grande, empero, en su unidad, en su vigor

y en su creencia, y que, si no es filósofo es héroe, y que, si no

es apóstol, es mártir. Tal historia faltaba en nuestro país, y

el presente libro es un ensayo de esa historia"^.

Construyendo el 'sujeto' de estudio

Una vez que se tomaron las opciones fundamentales, se pre

sentó el siguiente problema: ¿cómo formalizar historiográ-

ficamente un 'objeto de estudio' que se definió como 'sujeto

de acción'? Pues, aunque la distancia gnoseológica no se defi

na como una barrera des-subjetivadora, sino como un sende

ro de diálogos inter-subjetivos, subsistía la necesidad de ha

llar un pun to de apoyo sólido o un núcleo sinérgico funda

mental; una base de apoyo desde donde miren los ojos popu

lares, do nd e se concentren los latidos solidarios y desde don

de proyecten el accionar colectivo.!Un pun to axial para la

mirada teórica, pero también para la historicidad. En suma:

un criterio de verdad común para actores e historiadores, y

para todos los escondrijos.

Decid imos que ese pun to de apoyo debía ser el consti

tu ido por las 'relaciones intra-populares de mayor significa

do estratégico'. Pero ¿cómo detectarlas? ¿Cómo aislarlas?

En apariencia, había dos caminos posibles:

a) recorrer el rito académico de dialogar con el orgulloso 'corpus

íeo neo 'acumulado por las ciencias sociales en sus departa-

' Benjamín Vicuña Maclcenna: La Guerra a Muerte (Santiago, 1868), pp. XXXIV-V.

GABRIEL SALA/AR 1 9

mentos respectivos y sus bibliotecas conjuntas de Facultad

("esos barriles de marxismo teórico que se apilan en los pasi

llos de la universidad", dijo E.P.Thompson); gran oráculo al

que todo investigador profesional debe consultar, gran maes

tro con el que todo aprendiz debe discutir, y gran inquisidor

al que se debe entregar un óbolo cognitivo original y primi

genio para alcanzar la suprema excelencia del 'sabio';

b) descender hacia el estero bajo del "realismo ingenuo"; allí

donde abrevan su sed las preguntas vitales del pueblo, de

los niños y de esos estudiantes que sienten en sus antenas el

horrísono fi-agor de su t iempo y de su época. Allí donde las

preguntas se acumulan y se estancan, sin hallar las respues

tas requeridas.I Allí donde la ciencia oficial no i lumina ni

sacia necesidades, pues sólo proyecta su propia sombra.

Mis preguntas de niño se habían acumulado inú t i lmen

te, por largos años, unas sobre otras. Se referían a los peones

gañanes, a los vagabundos, a los niños del río, a los h a m p o

nes, a los trabajadores, a los grupos de bebedores, que yo veía

cerca de mi casa y en todas partes, pero menos en los libros

de Historia, o en los discursos oficiales. Preguntas vitales, para

las que no encont ré respuestas ni cuando estudié Historia, ni

cuando estudié Filosofía, ni cuando estudié Sociología. Y para

las cuales sólo hallé respuesta —s iendo ya m a d u r o — cuando ,

en las celdas de Villa Grimaldi , descubrí el sent ido, el calor y

la fuerza inagotable de la ' ident idad solidaria que surgía es

pon táneamen te entre los tor turados , que era la misma que

había sentido crepitar, afuera, entre los callamperos y trabaja

dores. Y que era la misma que, por las calles adyacentes al

C a m p a m e n t o de Prisioneros Políticos de Tres Alamos, comen

zó a chisporrotear entre los amigos, parientes, curas, monjas,

camaradas y otros 'visitantes ' , que demos t ra ron entusiasta

solidaridad con esos prisioneros. Esa fuerza vital, latente den

tro y alrededor de los escondrijos —fui descubr iendo—, no

2 0 HISTORIA POPULAR. CHILE, SIGLO XIX

era pregunta, sino respuesta, y no era dato, ni concepto, ni

teoría, sino afirmación vital, social y cultural. No era epitafio

para algo que moría, sino bautismo de algo que nacía. Era

origen y fundamento de algo distinto. Era historia nueva. En

tonces me dije: ¿por qué no asumir esa identidad solidaria

como el punto de apoyo, o núcleo sinérgico, de la investiga

ción que quería realizar?

Es lo que hice. Pero no bien tomé esta decisión, se presentó el siguiente problema: ¿dónde hallar los testimonios directos y las fuentes documentales que revelaran la identidad solidaria de los pobres y oprimidos del siglo XIX? La respuesta fue obvia: era preciso hallar las fuentes documentales donde esos pobres y oprimidos hablaran de si mismos y

por si mismos, revelando su alma social. Y fue claro desde el principio que ese tipo de fuentes era escasísima, o inexistente (las fuentes documentales de origen estatal configuran una masa aplastante en los archivos, y en ellas la voz que habla no es la del bajo pueblo, sino la del sistema dominante, o de sus elites dirigentes). Sólo existían dos regueros documentales posibles: los documentos públicos donde se dejó registro de los '' crímenes y delitos^ del bajo pueblo (aquí los "rotos" aparecen hablando por sí mismos, pero respondiendo a las preguntas del Juez o la Policía), o bien aquellos donde quedó testimonio de su buen comportamiento respecto a las normas y hábitos del sistema dominante, como es el caso de los "testamentos" de aquellos campesinos o artesanos que lograron apilar legalmente algún capital, o bien algunas propiedades. Eso implicaba bucear exhaustivamente en los Archivos Judiciales y los Archivos Notariales. De más está decir que, mientras en los primeros encontramos enormes masas de declaraciones de rotos acusados, juzgados y encarcelados, en los segundos apenas se halló uno que otro testamento de roto 'enriquecido'. Pero nada acerca de lo que ellos hacían o sentían como hombres libres.

GABRIEL SALAZAR 21

C o n todo , sobre esas bases pud imos avanzar y descubrir

abundantes muestras de la ' ident idad solidaria' que estába

mos buscando. Sin embargo, pronto se hizo evidente que la

mera riqueza cot idiana y el calor popular inter-subjetivo que

hal lamos en esas 'muestras ' no consti tuía una base suficiente

men te amplia como para sostener y explicar el sentido de un

siglo de agitada historia popular. N o nos pareció posible tra

zar sobre el largo plazo la línea de desarrollo o evolutiva del

movimiento popular sin referencia al contexto histórico global

y sin considerar las estructuras de dominac ión que rodeaban

por todas partes a los grupos populares. Lo cot idiano podía

expresar la fuerza de la sinergia popular, pero esas expresio

nes estaban traspasadas co t id ianamente por la expoliación

económica y comercial , la opresión judicial y policial y el

hermet i smo del sistema .dominante, que hacía imposible la

integración de los rotos a ese sistema. Más complejo aun, ese

contexto de dominac ión aparecía quebrado in te rnamente por

las dificultades de la propia clase dominan te para manejar

con éxito su difícil pa t r imonio capitalista y su no menos difí

cil pa t r imonio insti tucional y estatal. Era evidente que la lu

cha de esa clase con sus propias incapacidades y ambigüeda

des definía en buena medida la naturaleza real y especifica de

la dominac ión oligarca sobre el bajo pueblo.

La sinergia solidaria e identi taria interna de los rotos no

podía, por t an to , ser estudiada de modo aislado. C o m o un

fenómeno histórico qu ímicamente puro . Eso podía conduci r

a una estética contemplat iva, pero no a una visión his tor io-

gráfica capaz de cumpli r la tarea que habíamos definido para

ella, a saber: que const i tuyera un conocimiento vital con po

tencialidad para desencadenar la acción social La sinergia inter

na de la identidad popular no podía tener real sentido históri

co (de acción) si no contaba con la cartografía veraz y comple

ta del específico sistema de dominación que la rodeaba por

todas partes. ¿Cómo construir historiográficamente esa carto-

2 2 HISTORIA POPULAR, CHILE, SIGLO XIX

grafía? ¿Cómo poner de pie y hacer caminar, también, al terco acompañante histórico del movimiento popular?

Teníamos por delante tres caminos posibles: a) la visión de la "Sociología del Desarrollo", que, examinando la historia

del sistema capitalista chileno, había deducido la decadencia y fracaso de la oligarquía capitalista nacional (razón por la cual convocó a los grupos medios y al proletariado a desarrollar el país desde el Estado, y/o a perpetrar la revolución socialista); b) la visión de la Escuela Historiográfica de los Anales, que invitaba a estudiar cuantitativamente los parámetros estruc

turales y de largo plazo del capitalismo chileno, sin pronunciarse sobre sus eventuales salidas políticas, y c) la posibilidad de estudiar la lógica de acción del empresariado nacional y de la clase política civil (asumiéndolos como 'otros' actores sociales o sujetos históricos), a fin de observar de modo más específico sus contradicciones, limitaciones y las razones concretas de su forma típica de dominar, expoliar y reprimir; dotando así al movimiento popular de un conocimiento más real y concreto de su adusto 'acompañante histórico'.

Optamos, obviamente, por la tercera alternativa. Si habíamos tomado, para el caso de los rotos, la epistemología del sujeto real y concreto, no podíamos sino tomar el mismo camino para el caso de sus opresores. A hombres concretos, debíamos oponer hombres concretos. No sólo 'sistemas'. Ni, mucho menos, mitos.

Debíamos, pues, para hacer una adecuada historia 'ínti

ma' del movimiento popular, investigar a dos bandas. De una

lado y de otro. De hombre a hombre.

Luego de esta opción, nos quedó claro lo que no necesi

tábamos: en primer lugar, no necesitábamos la mera acumu

lación de imágenes coloridas de la sinergia cotidiana del bajo

pueblo (esto sería un folklorismo estético, un pintoresquis-

GABRIEL SALAZAR 2 3

m o o una galería abierta convocando a con templa r retratos

de compasión) . En segundo lugar, t ampoco necesi tábamos

repetir el largo vía cruets (con sentidas letanías para cada 'es

tación') del trabajo explotado y la represión. Menos requería

mos de la prepotencia metodológica de esas curvas estadísti

cas que dibujan perfiles de masas sin rostro, de caras sin nom

bre y seres sin sinergia ni calor. O de esos exangües conceptos

universales que , p re tendiendo ser 'históricos ' , no hacen otra

cosa que borrar de o t ro modo esos rostros, esos nombres y ese

calor, para dejar en el aire su mero flatus vocis.

Fue a través de ese estrecho desfiladero de opciones que

llegamos al bosquejo de lo que sería nuestro 'sujeto' de estu

dio.

Construyendo la "caja de herramientas"

Si se trataba de seguir por dentro el desenvolvimiento

identitario del movimiento social popular, entonces era evi

dente que la metodología pertinente debía ser sometida (no

que ella sometiera burocráticamente por sí misma nada de lo

que nos proponíamos) al acatamiento de los siguientes requi

sitos:

a) debería ser eficiente en ofi-ecer flexibles 'tácticas de segui

miento' de los grupos populares sobre una larga línea de

tiempo;

b) debería operar, a la vez, en términos de descripción, explicación y expresividad, pues de lo que se trataba era reflejar eJ movimiento social desde sí mismo, de modo que éste mostrara de por sí su propia fiíerza y explicación;

2 4 HISTORIA POPULAR, CHILE, SIGLO XIX

c) debería recoger y reproducir la dialéctica inter-subjetiva de los grupos populares, y no sólo sus expresiones subjetivas individuales o sus magnitudes objetivas cuantificadas.

Es notorio que el acatamiento de estos requisitos nos llevaba a la construcción de métodos de trabajo que estaban casi por completo reñidos con el código metodológico oficial de la Historia y las Ciencias Sociales. Como se sabe, las normas de este código emanan de una situación cognitiva ideal, que presupone condiciones asépticas de laboratorio (donde el 'científico' debe despojarse de su vestuario histórico e incluso de su propia identidad histórica, para dejarse invadir totalmente por el hecho objetivo). Nuestras opciones, por el contrario, nos llevaban a construir métodos desde y para sujetos completamente historificados y totalmente posesionados por los flujos móviles de su subjetividad e intersubjetividad. Estábamos ante la tarea de construir métodos para operar dentro de la historia, no en condiciones de laboratorio. O sea: en el fondo de la "tradición oscura" mencionada por Vicuña Mackenna.

Desprender la metodología del principio mecánico 'causa-efecto' implicaba aceptar que los fenómenos sociales, dentro de una 'totalidad viviente', ocurren por relaciones más complejas, cruzadas, diagonales, y de ida y vuelta, que pulverizan la linealidad simple de ese viejo principio. De modo, por ejemplo, que lo que viene después (como la memoria, por ejemplo) puede determinar y alterar lo que venía antes (el pasado), para producir efectos y consecuencias mayores que las supuestas causas (la sinergia social produce siempre un efecto mayor que la mera suma de sus partes o factores). Implicaba también asumir que el tiempo histórico no es ni unilineal ni homogéneo, sino ancho, multilineal, heterogéneo y multidireccional (puede moverse hacia diferentes nortes). Pues el tiempo de los sujetos es más profundo e in-

GABRIEL SALAZAR 25

sondable que el t i empo de los relojes, el calendario o el t iem

po inst i tucionalizado de los sistemas. El t i empo subjetivo y

vertical puede interceptar y quebrar el t iempo inst i tucional ,

t omándo lo de sesgo, por sorpresa, como si hubiera venido

moviéndose por otros rieles y a otro r i tmo, entre las sombras .

E implicaba, por ú l t imo, que el t iempo del his tor iador (o el

t i empo de la investigación) debería disolverse en el t i empo

social, y sumarse a éste, reforzando uno u otro de los movi

mientos que allí ocurren.

Semejante 'asunciones' no implicaban, sin embargo, des

cartar este o aquel método historiográfico, o rechazar de pla

no el posit ivismo, sino, más bien, convalidar todos los mé to

dos y técnicas de investigación, masivamente, sobre la base

de conceder una responsabilidad científica l imitada a cada

u n o , pero una responsabilidad máxima al conjunto. Por lo

t an to , la investigación debía montarse:

a) sobre observaciones coyunturales básicamente cualitativas, pero engarzadas en una osamenta cuantitativa de larga duración;

b) sobre un examen multivariado de toda la anchura y pro

fundidad del proceso social (tomando en consideración, a

la vez, lo económico, lo social y lo cultural);

c) sobre la detección de procesos superpuestos de corta, me

diana y larga duración;

d) sobre una masa articulada de hechos subjetivos, inter-sub-

jetivos y sobre regularidades objetivas, y

e) sobre dimensiones diacrónicas y sincrónicas articulándose en el tiempo.

En consecuencia, el imperativo mayor consistía en que todos los métodos y técnicas de investigación debían conver-

2 6 HISTORIA POPULAR, CHILE, SIGLO XIX

ger entre sí; debían integrarse mutuamente; generar una coherencia recíproca; producir una verosimilitud de conjunto y

develar la logicidady la racionalidad interna de los procesos sociales en estudio.

Pensamos que sólo ateniéndose a ese imperativo era posible que la descripción fijera a la vez comprensión, y la comprensión, explicación, y todo eso, sinergia interior del propio movimiento popular.

Construyendo el método de exposición

En la metodología positivista, la "exposición" no es un método en sí mismo, sino el reflejo tardío del método de 'investigación'. Y la razón es que la ciencia positivista no considera ciencia el diálogo entre el científico y la masa social, ni la identidad entre el científico y su propio ser social.

El resultado de eso es que la ciencia positivista ha desarrollado sólo el lenguaje profesional de la investigación, pero no el lenguaje social de la historización real del conocimiento construido.

El camino construido por nuestras opciones, por el con

trario, empezaba y terminaba con la identidad social e histó

rica del historiador y con la identidad social e histórica de los

sujetos de estudio. Por tanto, el lenguaje interactivo debía

adquirir aquí una importancia igual o mayor que el lenguaje

codificado de la investigación. La "exposición", desde esta

perspectiva, es 'comunicación' entre dos sujetos que buscan

potenciarse históricamente a través de la investigación cientí

fica. La "exposición" necesita hablar desde un sujeto vivo a

otro sujeto vivo, no desde un método al vacío desocializado

GABRIEL SALAZAR 2 7

de la verdad 'pura' , exhibida al universo y a lo a-histórico. La

"exposición" puede , por tan to , incluir la fraternidad y el sen

t imien to , en tan to éstos favorecen la comunicación y el in

dispensable diálogo social de la verdad.

Pensamos, por eso, que, al comunicar nuestra investiga

ción, podíamos escribirla o exponerla 'con cariño' . La ' iden

t idad sinérgica' del bajo pueblo está tejida con cariño. C o n

calor h u m a n o . ¿Por qué no querer a. los sujetos de estudio? Si

la historiografía conservadora hace uso a menudo de una arro-

lladora 'elocuencia patronal ' , o de una ab rumadora 'retórica

parlamentaria ' , y si la historiografía académica puede exhibir

una lejana 'frialdad académica' ¿porqué la historiografía po

pular no puede ser expuesta y narrada 'con cariño'?

Es cierto que el puro cariño, sin las bridas de una masa

de datos y una nut r ida caja de herramientas metodológicas,

produce un a u m e n t o desmesurado del umbral de compren

sión y compasión, generando una distorsión cómplice, una

rarefacción cogni t iva miser icordiosa , o una a n d a n a d a de

mentirillas perdonadoras. O sea: una literatura romántica. Para

evitar esto, es necesario convertir "la exposición" en una pa

riente más den t ro de la extendida familia metodológica (de

lo contrar io , la "puerta de la viuda" puede convertirse en un

amplio boquerón por donde entre , por la puer ta trasera, lo

que se ha despedido por la puer ta delantera) .

5

Resultados

La investigación nos condujo, a final de cuentas, a descubrir

que el movimiento popular chileno del siglo XIX constó, en

lo fundamental, de:

2 8 HISTORIA POI'UIAK, CHILE, SIGLO XIX

a) un g r an p r o c e s o t r o n c a l (el de c a m p e s i n i z a c i ó n y

descampesinización del grueso de la gran masa popular) ;

b) cuatro procesos laterales de peonización (el del peonaje

rural, el del peonaje u rbano , el del peonaje minero y el del

peonaje femenino);

c) un proceso tardío de lenta transición y convergencia de

esos ramales hacia el tor tuoso nacimiento del proletariado

moderno .

Y hallamos, en la verticalidad subjetiva e intersubjetiva

de cada uno de esos procesos, una fuerte aunque cambiante

solidaridad interna, un abigarrado conjunto de identidades

m a r g i n a l e s , d o t a d a s de u n a s o r p r e n d e n t e a u t o n o m í a y

autoconfianza. Con todo , no es el objetivo de esta conferen

cia dar cuenta de las conclusiones objetivas de nuestro traba

jo, sino, más bien, de exponer (comunicar) el proceso subjeti

vo e intersubjetivo de la investigación realizada, y de las difí

ciles opciones que tuvimos que hacer para intentar ser cari

ñosamente fiel a la interioridad del movimiento social que

queríamos estudiar. Cada opción tomada const i tuyó un ries

go asumido. Y cada riesgo implicaba adentrarse en terreno

controversial. E implica, como se dijo al pr incipio, no sólo

mirar el río desde lejos, o introducir por una vez el pie en él,

sino lanzarse al mismo y nadar en él, a favor, pero también en

contra de la corriente.

Es por esto que hemos t i tulado esta conferencia como

"experiencia" de investigación, y no de otro modo .

CAPITULO II

HISTORIOGRAFÍA CHILENA, 1955-1985: BALANCE Y PERSPECTIVAS

(ACTAS DE UN SEMINARIO)'

Primera Sesión

La búsqueda de una nueva historiografía Expositor: Gabriel Salazar

Es indudable que , en los úl t imos 12 ó 15 años, la sociedad

chilena ha vivido un período de ' ruptura h is tór ica , en el sen

t ido de que las tendencias económicas, políticas, sociales y

cul turales que habían regido su desarrollo desde, c u a n d o

menos , 1925 o 1930, exper imentaron quiebres o alteraciones

significativas. Quiebres y alteraciones que pueden ser irrever

sibles, o no; fundamentos para un nuevo orden social, o no;

pero que, en todo caso, han produc ido un profundo impacto

en la memoria social y en el modo de construir las percepcio

nes colectivas de la coyuntura. Es por eso que la mayoría de los

chilenos se siente caminando a tientas sobre un nuevo piso his-

' Seminario sobre el estado actual de la Historia de Chile, realizado en SUR Profesionales entre julio y noviembre de 1985. Organizó y coordinó el Seminario el autor que suscribe, quien, también, tomó las notas y redactó un resumen de las actas respectivas. El texto fue publicado como "Historiografía chilena: balance y perspectivas" en Proposiciones # 1 2 (Santiago, 1986. SUR), pp. 157-170. La presente versión se basa en una revisión más detallada de las notas manuscritas del Seminario.

30 HIsrORinCRAFÍA CHILENA, 1955-1985

torteo, lo cual ha puesto en guardia su conciencia social y a la

orden del día la pregunta por la dirección que deben tomar

ahora su accionar individual y colectivo, amén de sus proyec

tos de vida y de sociedad. En este contexto, surge la necesidad

de realizar un balance objetivo y/o social del pasado, un diag

nóstico compart ido del presente y una reflexión imaginativa

sobre los posibles "escenarios" futuros. Todo lo cual configura,

como es obvio, una compleja pregunta de naturaleza histórica.

Pregunta que no se dirige necesariamente a la historia formal,

hasta ahora objetivista y positivista, puesto que, en rigor, es la

pregunta de un sujeto histórico viviente que necesita pregun

tarse cómo continuar haciendo (no escribiendo) historia. La

pregunta de esos sujetos plantea problemas que exigen, según

parece, poner en marcha nuevas líneas de investigación, con

otros métodos y otras urgencias. C o m o que se requiere tras

cender los límites clásicos de la historia académica para cons

truir conocimientos de inversión a corto plazo en el mismo pro

ceso histórico (en marcha) que se quiere conocer mejor.

No es de extrañar que, en respuesta a la generalización

creciente de esa nueva pregunta por la historia, se hayan de

sarrollado en Chile variantes o disciplinas historiográficas que,

de un lado, convergen en estudiar problemas del presente y,

de otro , se acercan a trabajar en colaboración con las Cien

cias Sociales. Pal es el caso de la Historia Urbana (Armando

de R a m ó n , Universidad Catól ica) ; Demográf ica (Rolando

Mellafe, C E L A D E ) ; Cuant i ta t iva (Alvaro Jara, Universidad

de Chile); Historia Ora l (Leopoldo Benavides, F L A C S O , y

antropólogos del GIA); Llistoria de los Movimientos Sociales

(Mario Garcés y Pedro Milos, de E C O ; Vicente Espinoza, de

SUR) ; Nueva His tor ia Económica (Luis Or tega y Gabriel

Palma, Inglaterra); Nueva Historia Política (Tomás Moulian,

F L A C S O ) ; Nuevas His tor ias Generales (Mar io Góngora ,

Gonzalo Vial, Sergio Villalobos) y la emergente Historiografía

Popular (publicaciones del TAC, E C O , GIA y SUR) . Si se

GABRIEL SÁLAZAR 31

observan estas líneas de desarrollo — q u e no se r emontan más

atrás de 1965 o 1 9 7 0 — se comprueba que la historiografía

chilena t iende a trazar la misma trayectoria de la historiografía

europea reciente, pues se constata que:

a) se pasa de la historia política, documental is ta y fdológica

a la historia económico-social regida por la teoría estructu

ral de la la rga d u r a c i ó n ( i n f l u e n c i a del p a r a d i g m a

braudel iano de los Anales);

b) se pasa al mismo t iempo de la hegemonía de las estructu

ras económicas y políticas a la de \os procesos de desarrollo

y/o de movimiento social, y

c) se pasa de las metodologías objetivistas 'develadoras' de

hechos, a las metodologías que rigen la 'producción so

cial' de los procesos.

La ' rup tu ra histórica' ha producido un efecto doble so

bre el movimiento historiográfico chileno. De un lado, ha

frenado los desplazamientos anotados en los pun tos 'a, b , c' ,

provocando en numerosos historiadores un repliegue hacia

posturas empiricistas, documentalistas y tradicionales (a m o d o

de refugio). De ot ro , ha acelerado el desplazamiento hacia

posiciones de avanzada, especialmente entre los historiadores

que trabajan fuera del establishment universitario. En este úl

t imo caso, se ha producido un incremento notable de todas

las variantes de la Historia Social de Chi le y un desarrollo

significativo del trabajo mult i-discipl inario, sobre todo res

pecto al engarce de la Historia con la Educación Popular. De

hecho, la Historia Social ( incluyendo en ésta la Historia Oral)

se ha convert ido en un polo de reagrupación para los intelec

tuales que in tentan responder más d i rec tamente a la 'nueva'

pregunta por la historia mencionada más arriba. Sin embar

go, ese polo es, a la vez, una vía de desarrollo historiográfico

que circula por fuera del ámbi to universitario, como un ra-

32 UIsrORlOGRAI-ÍA CHILENA, ¡955-1985

mal secundario o lateral. ¿Existen hoy dos Historias distintas

de Chile? ¿Puede consti tuirse y desarrollarse una Historia de

Chi le fuera del ámbi to universitario? Si así fuera ¿qué signifi

ca eso en términos estr ictamente epistemológicos, sociales,

culturales y, aun, políticos?

Está claro, al parecer, que la His tor ia de Chile no-uni

versitaria se mueve sobre supuestos teóricos que no son toda

vía por completo autoevidentes, en base a un bagaje de méto

dos y técnicas cuya product ividad final aun se discute, y con

un impacto en los procesos sociales y políticos chilenos que

sólo podr ía medirse en el mediano o largo plazo. ¿Cuál es, en

definitiva, su importancia real?

Este Seminario se convoca para discutir estos (y otros)

problemas. N o se trata de dar un "combate por la Historia"

(L.Pebvre) para probar su caricter científico frente a las otras

ciencias. Se trata más bien, de un ejercicio que apunta a "com

prender el presente por el pasado" (M.Bloch). Porque, en defi

nitiva, se trata de dar un combate por los procesos históricos

del futuro. Y a nombre de los sujetos históricos del presente.

Discusión

En general, los asistentes al Seminario concuerdan en la idea

de se está viviendo en Chile un per íodo de ' rup tura históri

ca , y que esta situación ha de te rminado dist intos procesos de

búsqueda y nuevas aproximaciones al estudio del proceso so

cial, cultural y polít ico. Armando de Ramón , que trabaja den

tro del establishment universitario, se hace la pregunta de cuál

es el sentido real de la Historia que se practica en las univer

sidades chilenas. Siente que las investigaciones que allí se ha

cen son "irreales e inútiles". Q u e la realidad que viven los

a lumnos es d ramát icamente ajena a esas orientaciones acadé

micas; t an to , que ese contraste lo obliga a replantearse como

GABRIEL SALAZAR 3 3

historiador. ¿Qué hacer, para que la Historia sea congruen te

con la realidad actual, para que recupere el "sentido social"

de la ciencia? Alfredo Riquelme dice estar de acuerdo con la

existencia de una rup tu ra histórica y que eso ha gatil lado

nuevas preguntas y búsquedas, pero siente que no se ha gene

rado un "movimiento historiográfico hegemónico" , que mar

que una clara tendencia. Cree que existe mucha dispersión

en las búsquedas y que "lo interdisciplinario" está cruzándolo

todo , compl icando más la situación. Esta es la realidad, "más

allá está sólo la ideología". Angélica Illanes también concuer

da con la existencia de una rup tura histórica y con que a par

tir de allí ha florecido una mult ipl icidad de enfoques. Cree,

sin embargo, que la Historia Social t iende a situarse en el

centro de las búsquedas, sobre todo porque la rup tura parece

haber liberado a los actores sociales "no sólo del domin io de

las estructuras, sino también de los grandes esquemas teóri

cos", lo que ha permi t ido al historiador social "dejar hablar a

los sujetos reales". Por su parte, Pedro Milos, concordando

en que "nos estamos descolgando desde diferentes áreas del

conocimiento" , cree que lo impor tan te es plantearse las pre

guntas de fondo: "¿qué estamos realmente buscando? ¿Qué

significa en Chi le , hoy, "comprender el presente desde el pa

sado"? Soí Serrano dice que el desarrollo historiográfico se

produce por ciclos, donde cada ciclo es impulsado por una

de te rminada "generación de historiadores". Pero n inguna ge

neración ha pod ido "cerrar" su ciclo, dejando su trabajo in

concluso. De este m o d o , va "quedando como un plural ismo",

y esto se reproduce en nuestra generación: "yo hablo por mí

misma, pero ¿quién sabe y se preocupa de lo que hace el del

lado?". Cons iderando este plural ismo, ella no cree que exis

tan hoy tendencias históricas hegemónicas , tampoco. La His

toria Social, a su juicio, no t iene "fundamentos teóricos sóli

dos". Al menos por ahora. "El proceso está todavía m u y ver

de: el t iempo no ha llegado".

34 HISTORIOGRAFÍA CHILENA. ¡955-1985

Al cierre de la sesión, se concuerda en que la situación actual de la Historiografía chilena es compleja y cambiante, razón por la que se requiere seguir discutiendo el problema.

Segunda Sesión

Aspectos actuales de la Historiografía Inglesa Expositor: Gabriel Salazar

La Historiografía Chilena ha buscado —tal vez demasiado a menudo— las fuentes de sus definiciones epistemológicas, teóricas y metodológicas, en el exterior. A veces en Alemania, sobre todo en la década de 1950, cuando los 'maestros de maestros' fueron von Ranke, Burckhardt, Huizinga, Bloch, Dilthey o Hegel, y los maestros locales Mario Góngora o Ricardo Krebs. Otras veces las fuentes se buscaron en Francia, sobre todo en la década de 1960, lo que implicó el predominio del 'estructuralismo geográfico' inspirado en Braudel (caso de GóngorayJ.Borde, por ejemplo), del 'estructuralismo económico-social' siguiendo a Labrousse o Chunu (caso de Alvaro Jara) o la combinación de ambas tendencias en una historia 'social-institucionalista' (tipo R.Romano) como lo realizado por Góngora y Carmagnani, sobre todo. Y desde los afíos '60, también, se han trabajado historiográficamente las fuentes internacionales del materialismo histórico, en dos variantes: una, derivada de los "consensos" producidos en la Tercera y la Cuarta Internacionales, amén de lo publicado por los centros intelectuales de la Unión Soviética, y la otra, adaptada del 'marxismo estructuralista' francés, en particular de las tesis nominalistas difundidas por L.Althusser, que han centralizado la categoría teórica del "modo de producción" (caso de los historiadores H.Ramírez, L.Vitale y los dentistas sociales enrolados en la "teoría de la dependencia" o en la "sociología del desarrollo", respectivamente).

GABRIEL SALAZAR 35

Al observar este panorama, se concluye que el desarrollo

ín t imo de la Historiografía nacional de los úl t imos 30 años

ha operado como si: a) existiera una 'autoridad general ' de la

ciencia histórica, la que ha producido una suerte de normat i

va teórica válida para todos los historiadores, aunque cam

b i a n t e ; b) exis t iera u n a ' m e t o d o l o g í a gene ra l ' v a l i dada

in ternacionalmente , que opera localmente como un código

académico formal. De este modo , la formación normal de un

his tor iador chileno presupone la realización de un obligado

'peregrinaje intelectual ' al exterior, pero no la obligación de

construir ciencia, teoría y métodos a partir de los problemas es

pecíficos de la historia chilena. Y éste es, sin duda , un proble

ma mayor, que no trataremos en esta exposición.

El peregrinaje al exterior presenta, en sí mi smo , algunos

p r o b l e m a s . Y u n o de ellos es q u e La Meca de n u e s t r a

historiografía no es un bloque científico homogéneo (como

debiera ser un modelo universal) sino un czm^o fragmentado

por numerosas controversias teóricas y metodológicas que ,

sospechosamente, coinciden con los quiebres de las fronteras

nacionales. No es porque sí que circula el dicho: "los france

ses p roponen , especulando; los ingleses objetan, verificando,

y los alemanes resumen, profundizando. Mientras los ameri

canos tratan de dividir, para reinar". Pero más allá de esta

imagen, hay problemas que generan profundas divisiones, por

ejemplo: el origen del capitalismo industrial . Sobre esto, los

ingleses sostienen ( incluyendo a K.Marx) que la revolución

industrial surgió sólo en Inglaterra porque allí fue el lugar

dond e el m o d o de producción feudal evolucionó "por sí mis

m o " hacia el capitalismo. De Marx a M . D o b b hay una sola y

la misma línea de desarrollo teórico en lo que a este problema

respecta, que es la misma que va de M.M.Postan a Tom Kemp.

Esta opción implicaba descartar cualquier 'otro ' origen del

capitalismo; por ejemplo: que derivara de la evolución del

"capital mercant i l" (que se había desarrollado como sistema

36 HISTORIOGRAFÍA CHILENA, 1955-1985

económico en el mundo latino y árabe del Mediterráneo, en paralelo al feudalismo anglosajón del norte de Europa). Ante este factum teórico, que amenazaba con un monopolio chovinista de la verdad histórica, los historiadores del Mediterráneo, desde H.Pirenne hasta los jóvenes historiadores de las universidades de Jeriisalén y Constantinopla, han demostrado lo contrario, y que Inglaterra no fue más que una "colonia mercantil" de las ciudades industriales italianas. E.Hamilton y P.Sweezy, desde Estados Unidos, apoyaron con sus investigaciones y reflexiones esta última tesis. En Chile, por el contrario, la mayoría de los historiadores y cientistas sociales se mantuvieron fieles a la tesis de Marx y a las de los historiadores ingleses (M.Dobb, sobre todo), de modo que, al estudiar la historia económica de Chile, muchos de ellos creyeron ver en la economía del período colonial y post-colo-nial no otra cosa que el viejo "modo de producción feudal" del norte de Europa, y no las herencias mercantiles del mundo latino. Huelga detallar las consecuencias teóricas y políticas de este prestado prisma epistemológico.

Todo esto viene a colación porque, al referirme al desa

rrollo reciente de la historiografía inglesa (tema solicitado en

la última sesión), no pretenderé asumir, ni la idea de que la

historiografía europea es homogénea y arquetípica, ni menos

convertirme en portavoz de una nueva 'moda' chilena (leer a

E.P.Thompson, por ejemplo), o acólito de uno de los bandos

en pugna acerca del origen del capitalismo. Mi intención es,

sólo, asumir el papel de quien —precisamente por haber te

nido que realizar un peculiar 'peregrinaje' a las fuentes teóri

cas de nuestra Historia— puede entregar algunos insumos

útiles para despejar nuestras dudas y perplej idades

historiográficas.

Hablando ahora específicamente de la historiografía inglesa reciente, cabe decir que se observan dos líneas funda-

GABRIEL SALAZAR 3 7

mentales de desarrollo: una que se refiere a la historia del

capital ismo, no sólo inglés, sino también al capitalismo emer

gente en los países del l 'ercer M u n d o , y la otra, a la historia

del movimiento popular inglés y europeo, sobre todo en sus

fases transicionales, con algunas referencias al movimien to

social actual. En ambos casos, j u n t o con trabajar empírica

men te los procesos estudiados, se pone énfasis en las catego

rías económico-sociales, mientras se trabaja con un análisis

interpretat ivo que recoge buena parte de la cosecha teórica

de las Ciencias Sociales y de la tradición más "histórica" del

marxismo (en oposición a la escuela francesa, que optó más

por la tradición "filosófica").

No fue Ashton (1948) , sino D o b b (1946) , quien puso

en órbita la historia teórica e interpretativa del desarrollo ca

pitalista mundia l , que se ha caracterizado por trabajar con

una 'teoría histórica' basada en una significativa pero no ma

siva acumulación de datos. D o b b afirmó que "su objetivo es

efectuar generalizaciones acerca del desarrollo histórico del

capi ta l i smo. . . para enriquecer la confección de modelos eco

nómicos para el presente". Claramente , la investigación his

tórica estaba aqiu' regida por una pregunta surgida de las ne

cesidades teóricas de la polít ica con temporánea (centrada en

las transiciones posibles que trascendieran el capitalismo). Para

ella, la base empírica debía ser sólo la necesaria y suficiente

para poder realizar la reflexión teórica que se necesitaba, sin

convertirse en un fin en sí misma. Na tu ra lmente , el énfasis

en lo teórico redundó en la mult ipl icación de los debates, y el

propio D o b b se vio envuelto en un duro intercambio con

Hi l ton , Sweezy, Hill y Takahaschi, entre otros (debate sobre

la "transición", publ icado en la revista Science & Society, entre

1950 y 1953, conocido en Chi le sólo en 1972) . Las polémi

cas p r o d u c i d a s p o r es te t i p o de H i s t o r i a t e n d i e r o n a

empantanarse a fines de la década de 1970, tras numerosos e

improduct ivos seminarios internacionales.

3 8 HISTORIOGRAFÍA CHILENA. 1955-1985

Dado el encajonamiento que afectó a ese tipo de historia, diversos historiadores procuraron 'desteorizar' el estudio de los procesos económico-sociales, lo que implicaba dejar de lado las categorías rígidas (y por tanto las "transiciones" entre unas y otras) y abocarse más a los procesos específicos. Esto implicaba centrarse menos en el sistema mundial del capitalismo y más en los diversos procesos históricos nacionales o regionales que confluían, conflictivamente o no, dentro de ese sistema dominante. Es la opción que, entre otros, tomó Tom Kemp, profesor de la Universidad de Hull. Esa opción le permitió descubrir la existencia de diferentes "transiciones al capitalismo industrial", sobre todo en lo que él llamó "Non-Western World", en un libro publicado en 1 983. Sin embargo, resultó inevitable que Kemp estudiara los procesos de industrialización del "non-western world" en base a materiales empíricos "recogidos por otras manos", lo que no le permitió revisar de modo radical las tesis generales sustentadas sobre el problema de la transición al capitalismo. No es extraño que terminara aceptando la misma tesis tradicional, de que "dentro del marco del feudalismo europeo, los medios de producción fueron transformados en capital".

El desarrollo de la historiografía social inglesa ha sido, en cambio, menos polémico y fragmentado y más continuo, aunque no menos referido al materialismo histórico de Karl Marx.. Cabe citar el célebre trabajo de E.J.Hobsbawn (1959) sobre los rebeldes primitivos y luego los de G.Rude (1964), E.P.Thompson (1964), C.Hill (1972) y R.Hilton (1973), entre otros, que componen una corriente historiográfica en expansión creciente, que contrastó con la otra variante citada más arriba. En general, es una línea de investigación que se concentra en las etapas primitivas, incluso pre-industriales de la "lucha de clases" y del movimiento marginal de los pobres y excluidos. Al hacer eso se construyó una galería de "casos históricos" y "tipos sociales", que fueron asumidos como

GABRIEL SALAZAR 39

representaciones válidas no sólo para Europa, sino en general.

Const i tu ida la "escuela", estos historiadores iniciaron un 'com

bate teórico' contra la prosopografía de la historia tradicional

y contra el marxismo economicista y estructuralista. Las cri

sis políticas de 1956 (Hungría) y la de 1968 (Praga) acentua

ron la crítica a esas tendencias, la que se prolongó luego con

tra el estructural ismo marxista de L.Althusser y contra el sta-

linismo en general (E-RThompson , 1978). Este debate tuvo

como corolario la adopción de la idea (teórica) de que era

preciso disolver las "estructuras" en los "procesos" de lo social,

mientras que lo social debía examinarse en función de lo que

T h o m p s o n llamó "la experiencia social". La orientación his

tórica y teórica que siguió la historia social inglesa condujo

inevi tablemente a buscar y utilizar otro tipo de fuentes docu

mentales (las "cartas anónimas" populares de los siglos XVII

y XVl l l , por ejemplo, por E.P .Thompson) , que permit ieran

reconstruir más d i rec tamente la vida cotidiana y los objetivos

de los sujetos populares o marginales y, al mismo t iempo, un

bagaje conceptual que necesariamente se centró en la catego

ría "movimiento social". Sobre estos fundamentos , la práct i

ca política de estos historiadores no sólo se apartó de todas

las variantes stalinistas, sino que amplió el concepto de lucha

de clase, razón por la que han tendido a militar en movi

mientos de nuevo t ipo: anti-nucleares, feministas, etc. N o

obstante , cabe decir que la historiografía científica que pro

dujeron, j un to con abrir una ancha avenida a la historia so

cial profesional, académica y mil i tante , con t inuó siendo aca

démica, de arriba hacia abajo, y no desde abajo o desde den

tro de los propios sujetos populares. Basta leer, a este efecto,

al artículo escrito p o r T h o m p s o n sobre lo que él llamó "Histoy

from below", que , en rigor, sigue siendo "from above".

Es de interés señalar que estos historiadores — e n part i

cular E .P .Thompson— enfatizan la necesidad de utilizar el

marxismo no como teoría pura, sino como método, y por tan-

4 o HISTORIOGRAFÍA CHILENA, 1955-1985

to, sólo como herramienta de análisis. Thompson considera que el marxismo europeo se ha cosificado en una producción académica esencialmente conceptualista ("esos barriles de marxismo envasado que se apilan, fila tras fila, en los corredores de politécnicos y universidades"), sin eco alguno de significación en el movimiento social y en la política real ("en el muy celebrado renacer del marxismo en Gran Bretaña durante las últimas dos décadas, una montaña de pensamiento no ha engendrado todavía un ratón político").

Recientemente, Thompson y los historiadores de esta tendencia (los del famoso History Workshop incluidos) han debido enfrentar el contra-ataque de los teóricos del marxismo. G.McLennan, por ejemplo (1981) y A.Kalinicos (1982) han sometido a un riguroso análisis las propuestas de la historia social, y han señalado que los alegatos históricos no han logrado refutar del todo los postulados epistemológicos levantados por el nuevo racionalismo idealista francés, y que las categorías de "experiencia, valores sociales y otros" también son postulados esencialmente teóricos...

La historia social inglesa, pese al importante desarrollo que ha tenido desde 1964, sigue siendo, pese a todo, un fenómeno académico.

Discusión

Aunque algunos asistentes (Patricio Valdivieso y Rene Sali

nas) anotaron que era posible señalar todavía "otros" desarro

llos interesantes en la historiografía inglesa, la mayoría con

cordó en que las dos corrientes que se habían presentado, y

en especial el aporte de E.Thompson, eran absolutamente

relevantes, además de influyentes en su propia visión del que

hacer historiográfico. José Bengoa dijo que nuestra depen

dencia teórica y metodológica de la ciencia histórica externa

GABRIEL SALAZAR 41

e ra u n " h e c h o a l a r m a n t e " , a u n q u e los a p o r t e s d e

E.P .Thompson cier tamente "salen de lo tradicional", porque

ha abierto camino a un análisis más profundo de los sectores

populares (en su caso, del campesinado chi leno) , pero, con

todo , se alarma porque ¿no se tratará de una "nueva moda"?.

Alfredo Riquelme sostiene que la lectura del libro Miseria de

la teoría, de T h o m p s o n , había sido para él una "experiencia

liberadora", especialmente al descubrir la "lógica de la his to

ria, en el sentido de diálogo entre la hipótesis y el dato empí

rico", y también porque protagoniza al "sujeto social" más

que "las estructuras". Ambos aportes han sido para él impor

tantes, en la práctica historiográfica tanto como en la visión

de la política. Isabel Torres dice que concuerda p lenamente

con la crítica de Thompson al estructural ismo teórico, lo que

permi te dar salida a "la historia desde abajo". Esto implica

una verdadera reformulación del método marxista, a la vez

que convierte la teoría en una herramienta lítil. El riesgo es

que se puede focalizar en exceso el habla de los pobres, sin

considerar el impor tan te peso histórico de "los otros" y de las

"situaciones objetivas". Rene Salinas considera que el es tudio

del habla y las conductas populares exigen la aplicación de

una teoría y una metodología específicas, pero ¿cómo se apli

ca, en cada caso particular, la teoría? ¿Cómo, a lo largo de

una investigación a nivel de sujetos, uno puede mantenerse

"fiel a la teoría"? El problema central aquí es cómo opera la

"conciencia teórica" en los procesos históricos. Angélica luanes

piensa que en la obra de T h o m p s o n se da una conjunción

entre los procesos sociales "nacionales" que él estudia y la su

puesta "validez universal" de lo que encuentra , lo cual es evi

den temente una conexión "teórica", una visión "de conjun

to". Pero ¿qué es lo está ocurr iendo hoy en este nivel? ¿No se

está viviendo una crisis general de lo teórico? Tomás Moul ian

concuerda con Angélica. Dice que , para él, la Miseria de la

Teoría se sitúa en el terreno de "la gran teoría", aunque no

aquella de t ipo sistémico y universal, sino de aquella que pro-

42 HISTORIOGRAFÍA CHILENA, ¡955^1985

porciona al individuo una "caja de herramientas" para identificar o construir su "relación con la totalidad". Son herramientas "que no dejan al sujeto en el aire". Pero esto mismo sugiere que "no se puede pensar el sujeto fuera de las estructuras" y fuera de la necesidad de "totalización", y que él mismo descubrió el historicismo analizando internamente el paradigma estructuralista francés. Patricio Valdivieso acota que "no hay crítica posible al historicismo en tanto que tal, porque no podemos ver el pasado estáticamente, sólo como mero pasado". En consecuencia, cabe asumirlo como una teoría útil para enfrentar e intentar resolver los conflictos. En el mismo sentido se plantea Isabel Torres, para quien lo importante es construir un conocimiento adecuado al "movimiento de la realidad", que no sea puramente positivista. Tomás Moulian indica que de algún modo se puede llegar al "teleologismo o finalismo históricos" como alternativa al ya viejo "empirismo á la Hume", en cuyo caso "¿cómo se aplica el principio de la refutabilidad?". Estima que este principio, fundamental, es más válido aplicarlo a la construcción teórica y no tanto a la fundamentación metodológica. José Bengoa se pregunta dónde y cómo aparece la teoría cuando actuamos en la realidad empíricamente'^. ¿Cabe refutarla o, simplemente, validarla como un hecho? María Angélica lllanes pregunta también "¿qué pasa cuando las teleologías que sostienen nuestra conducta empírica se rompen, como parece estar ocurriendo hoy"? Pues, si hay ruptura, queda en pie, siempre, "lo social". Y lo social no es nunca un puro y craso empirismo, sino, a menudo, una "búsqueda". ¿Búsqueda de "otra" teleología?. AnaTironi pregunta si la teleología implica siempre la búsqueda de la totalidad, si "el sentido de las cosas" sólo se encuentra en lo total. "El hecho es —acota Alfredo Riquelme— que estamos viviendo una ruptura histórica, que cuestiona todo lo que pensábamos antes sobre sentido, totalidad y teleología".

Se acuerda que "la búsqueda" debe continuar...

GABRIEL SALAZAR 4 3

Tercera Sesión

La historiografía conservadora en Chile. Expositor: Cristian Gazmuri

Es indudable que la historiografía conservadora ha sido exitosa en Chile, incluso en las librerías. En torno a ella se han formado "los mitos chilenos", como también los "anti-mitos". Y en esta visión mítica, las Fuerzas Armadas constituyen, por cierto, un actor protagónico central. No cabe duda que el fundador efectivo de esta corriente fue Alberto Edwards Vives, que es el que definió las categorías fundamentales, escribió con brillo estilístico y creó "seguidores" (aunque no todos reconocen su influencia). Pero Edwards, como sus seguidores, siguen a su vez las ideas medulares de Spengler, con algunas variantes de uno a otro. Toman de él, por ejemplo, "la intuición y la analogía" en lo metodológico, y la "forma arqueiípica" en lo teórico. Tienden, por eso, a exponer sus ideas en forma de "ensayos históricos", en los que predominan conceptos como "alma nacional o cultural", "evolución orgánica", "estratificación idealista y aristocratizante". Estado "en forma", etc. Ninguno de ellos trabaja con el principio de "causalidad". Por esto, todos son, de una manera u otra, partidarios de los regímenes aristocráticos o autoritarios, y por tanto, anti-democráticos. La importancia que le dan al "alma nacional", y en ésta, a "lo aristocrático" (su "forma" superior) les ha llevado en ocasiones a exponer ideas de carácter racista, a partir de las cuales tienen una percepción ambigua o ambivalente sobre la dominación ejercida en Chile por el capital extranjero. Basados en estas ideas matrices, consideran que el "alma nacional" chilena se encarnó —por obra y gracia de Diego Portales y su séquito oligárquico— en el Estado aristocrático de mediados del siglo XIX, configurando con ello un período clásico, de apogeo. Pero en 1861

4 4 HISTORIOGRAFÍA CHILENA, 1955 1985

triunfan los "frondistas" (liberales, radicales y revoltosos que luchan contra el "orden" y el poder central), que destruyen progresivamente lo realizado en los años '30. Eso gatillo la gran "decadencia" (categoría medular en la historiografía conservadora), configurada por la suma histórica del parlamentarismo a partir de 1891 y la del democratismo posterior a 1 920. La "decadencia" del espíritu de orden configura así una larga etapa histórica, de la cual no hay más escapatoria que una posible intervención ''cesarista' (como la de Portales); o sea: dictatorial o autoritaria (A.Edwards apoyó la gestión caudillesca de Carlos Ibáfiez en 1927). Esta visión, presente en KA.Encina y N.Palacios, fue recogida y sistematizada por A.Edwards, el 'segundo' F.A.Encina, J.Eyzaguirre y, en alguna medida, también por M.Góngora. Recientemente, Gonzalo Vial Correa ha retomado las banderas de esta corriente historiográfica, y ha vuelto a hacer circular la tesis de que el "consenso nacional" se rompió entre 1861 y 1 891, para abrir un proceso sostenido de "decadencia" que se prolongó (como una espiral cada vez más crítica) hasta 1973 (cuando aparece en la historia de Chile el nuevo "César" salvador del orden y el alma nacionales)...

Discusión

Los asistentes se concentran en resaltar las diferencias que existieron y existen entre los distintos historiadores conservadores. Sol Serrano acota que el reciente ensayo histórico de Mario Góngora no encaja exactamente en la línea más conservadora de esta historiografía. Cristian Gazmuri concuerda en que, en varios sentidos, Góngora se aparta de esa línea, pero el hecho es que "no ha sido menos crítico del siglo XX que los otros historiadores... en verdad, está aterrado por el mundo contemporáneo". Sol Serrano insiste en que el conservadurismo de esos historiadores no es homogéneo. Señala

GABRIEL SAiAZAR 4 5

que tan to Encina como Edwards fueron, de alguna manera ,

"modernistas", lo que Jaime Eyzaguirre de n ingún m o d o fue.

" C i e r t o — r e p l i c ó G a z m u r i — pero t a m b i é n lo es q u e

F.A.Encina, después de 1930, dejó de ser modernista". Ana

Ti roni tercia en el debate preguntándose cómo esta corr ien

te, considerando lo dicho, pudo haberse convert ido en u n a

suerte de "sentido c o m ú n en Chile". El Coord inador del Se

minar io interviene diciendo que estos historiadores han lo

grado legitimar académicamente —al margen de su posición

po l í t i ca— el m é t o d o filológico, una variedad de géneros

historiográficos (donde resaltan sus "historias generales") y

un peculiar estilo "patronal" de exposición (mezclan la narra

ción erudi ta con la anécdota, los documentos oficiales con

los recuerdos de familia, y la filosofía de la historia con la

oratoria par lamentar ia) , con todo lo cual han cons t ru ido una

"Histor ia de Chile" que opera como un virtual ' m o n u m e n t o

nacional ' , de presencia académicamente in t imidator ia para

(algunos) historiadores jóvenes. Cristian Gazmuri agrega que ,

en todo caso, su aporte académico va con retraso respecto a la

historiografía europea (sobre todo de t ipo liberal) y que su

éxito en Chile ha tenido que ver, parcialmente, con el hecho

de que la clase media emergente t iende a leer historias c o m o

ésta y a seguir ideologías de fácil recepción, como es, t am

bién, ésta. Alredo Riquelme agrega que el desarrollo de esta

historiografía se ciñe a la historia de la democracia chilena,

pero en cont rapunto : critican los períodos democráticos como

parte de una "decadencia" y se "refugian en los períodos de

autor i tar ismo, para fortalecerse". ¿Qué está ocurr iendo hoy?

Pues, que se han "reactualizado", y escriben sobre la "crisis de

la democracia" con una autor idad tal, como si fueran ellos los

que "administraran en Chile la teoría de la crisis". Angélica

luanes piensa que ésa es una historiografía "de tesis" (referida

a cómo y por qué la clase oligárquica ha sido 'subversivamente'

apar tada del poder por la democracia) , referida al "destino y

a la tragedia de la clase dominan te" . El problema es que la

46 mSTORIOGRAl-ÍA CHILENA. 1955-1985

historiografía alternativa (marxista, sobre todo) no ha sabido construir una historiografía distinta sobre "lo nacional", pues se ha mantenido centrada en algunas etapas de la historia y en algunos aspectos parciales. Es necesario, por ello, atreverse a "hacer de una vez una gran historia, y tirarse al agua de los grandes procesos". Pedro Milos concuerda con esto y agrega que es necesario "tirarse al agua de \os procesos y los momentos

coyunturales de la historia, que tienen una historicidad distinta a la de lo institucional". Los historiadores conservadores están centrados en el orden y la institucionalidad. Por eso se fortalecieron a partir de 1920 y ahora a partir de 1973, cuando era necesario superar la crisis. Tienden, por eso, a politizar el análisis histórico en grado máximo. Sin embargo, en la actualidad, sus "bases institucionales son precarias", pese al poder dictatorial. Debemos y podemos romper, en consecuencia, la "paternidad" que ellos tienen sobre las ideas de orden e intitucionalidad. Debemos ser capaces Ác pensar y proponer

"otra institucionalidad". Cristian Gazmuri dice que el "consenso social" de que habla Gonzalo Vial respecto del orden y la institucionalidad de la sociedad chilena es "un consenso oligárquico y de dominación" (gestado en el siglo XIX), y que, después de 1950, hubo en la historia de Chile no uno sino "tres proyectos de sociedad, distintos y recíprocamente excluyentes", dentro de los cuales el consenso oligárquico perdió su hegemonía. "Hoy estamos viviendo una situación muy distinta a la de 1920 o a la de 1960". Alfredo Riquelme acota que, en todo caso, después de 1 970 se fue perdiendo el "consenso democrático" de coexistencia de proyectos distintos. Y después de 1973 se inició la "persecución ideológica", que profundizó la ruptura de ese consenso. Que el deterioro de éste, en todo caso, se inició antes de 1970, tal vez en la época de Reforma Agraria (1 965 y después).

Se acuerda trabajar el problema, ahora, examinando la

historiografía marxista en Chile.

GAl'^: S ALAZAR 4 7

Cuarta Sesión

La historiografía marxista (clásica) en Chile. Expositor: Gabriel Salazar (en sustitución de María E.Horvitz)

Proponer a un Seminario la discusión de la 'historiografía marxista chilena', en un momento en que vivimos, aquí, una triunfante dictadura capitalista-liberal, y afuera, lo que los mismos intelectuales chilenos de Izquierda llamaron en Chantilly "/a crisis del marxismo", puede parecer, o un inoportunismo, o un anacronismo. O un motivo para preguntar, junto con A.Kallinicos: "¿hay algún futuro para el marxismo teórico?". Y por esto mismo, tal vez no tiene mucho sentido recordar hoy a los historiadores marxistas "clásicos" (Marcelo Segall, Julio César Jobet, Hernán Ramírez y Luis Vitale, entre otros) para rendirles una suerte de homenaje 'postumo', o discernir el lugar preciso que ocupan en el parnaso de historiadores del siglo XX (rescatándolos del olvido en que han querido sumirlo algunos colegas que, recientemente, han escrito sobre la Historiografía Chilena) o, en tanto marxistas, sepultarlos piadosamente bajo la lápida del materialismo histórico 'primitivo'. Lo que sí parece tener sentido es recordarlos en función de un balance historiográfico riguroso que apunte a poner los fundamentos epistemológicos y teóricos —ajustados además a los requerimientos del tiempo histórico actual— de una 'nueva historia'. En Chantilly, los cientistas sociales y la militancia de Izquierda realizó un balance crítico de lo que fue en Chile la política marxista. No comentaremos aquí las conclusiones de ese evento, pero sí señalar la necesidad de realizar un balance crítico de lo que fue la producción historiográfica que acompañó las luchas políticas del movimiento popular entre 1957 y 1985. Hablar de la historiografía marxista chilena

48 HISTORIOGRAFÍA CIIIIENA, 1955-1985

no puede consistir en otra cosa que evaluar su relación con

ese movimiento popular.

En todo caso, t ampoco se puede eludir el problema de

la llamada crisis del marxismo con temporáneo , en tan to ésa

afecta de varios modos al enfoque epistemológico y a las op

ciones metodológicas que han tipificado el material ismo his

tórico chileno. Cabe hacer un breve resumen de esta crisis,

por tanto . Según varios autores, la crisis (teórica) del marxis

mo se gestó lentamente , pero devino en un acontec imiento

público en el Seminario Internacional realizado en Venecia

entre el 11 y el 1.3 de noviembre de 1977. Allí, intelectuales

de la talla de L.AIthusser, R.Debray, R.Rossanda y P.Swcezy,

entre otros, concordaron en que el marxismo había desembo

cado para entonces en una grave crisis teórica, casi irreversi

ble. La crisis —se dijo— estalló en tres niveles: a) en el plano

de las prácticas políticas, donde se observó una diferencia

ción radical entre las distintas corrientes; b) en el plano del

"socialismo real", que no podía ser ni explicado ni justificado

en términos marxistas, y c) en el cuerpo clásico de la teoría

marxista, donde se habían detectado déficits significativos.

Paul Sweezy concluyó que "el resultado es que el marxismo

está en crisis al día de hoy, y sólo puede remontar esa crisis

reconociéndola". Althusser, por su parte, cerró el Seminario

diciendo: "el marxismo ya no es más — c o m o dijo Len in—

'un bloque de acero ' . . . " . De hecho, el quiebre teórico más

profundo se dio ent te la escuela francesa (dominada a la sa

zón por la filosofía estructuralista de Althusser) y la escuela

inglesa ( c e n t r a d a en el h i s t o r i c i s m o de E . P . T h o m p s o n ,

P.Anderson, E .Hobsbawn, etc.); la pr imera, cercana a la he

rencia de Stalin (el "socialismo real"), y la segunda centrada

en una alternativa teórica con poca práctica política aun. Sin

considerar aquí la tercera posición, esencialmente pragmát i

ca, asumida por el marxismo político italiano. El divortium

acquarum lo const i tuyó, sin duda , la filosofía estructuralista

GABRIEL S.> í 49

francesa, que había recibido, antes del Seminario y recibió durante el mismo, una crítica masiva y letal de parte de E .P .Thompson , B .Hindess , P.Hirst , A.Cal l in icos , G.McLennan y el propio P.Sweezy (antes y después de Venecia), sobre todo, porque esa fílosofía desechaba no sólo la estratégica categoría de la "historicidad", sino también la de "sujeto social". Como se sabe, dos años después del Seminario de Venecia, se suicidó N.Poulantzas, y al año siguiente estalló la locura semi-homicida de L.Althusser. Por eso, hacia 1980 o 1982, la conciencia de la crisis se habían instalado profundamente entre los marxistas europeos, razón por la cual el grueso de la reflexión crítica y científica tomó un rumbo que podría llamarse 'de búsqueda, proceso en el que se perfilaron con cierta nitidez la filosofía 'anarco-nietzcheana de M.Foucault (que reconocía vagamente su origen marxista), la historia social inglesa (con E.P.Thompson a la cabeza), el nuevo "materialismo dialéctico" aplicado a la historia por Hindess & Hirst, y la emergente 'escuela comprensiva' de Frankfurt (encabezada por J.Habermas). No ha) duda que estas corrientes emergentes abrieron líneas nuevaí ! • investigación y reflexión, no coincidentes con los postulados del marxismo dogmático —razón por la que se las reunió bajo el término genérico de "post-marxismo"— pero tampoco coincidentes las unas con las otras (aunque la mayoría concurrió a criticar el "imperialismo filosófico" que, desde Francia, intentó e intenta aun monopolizar la herencia marxista). Ante esto, varios autores, como A.Callinicos y G.McLennan, creen que es necesario extirpar las "obsesiones filosóficas" tanto como las "obsesiones economicistas" (los "imperialismos" que florecieron dentro del marxismo), para quedarse con un "marxismo mínimo", que no podía ser otro que el mismísimo mé

todo dialéctico utilizado por K.Marx.

La búsqueda del marxismo mínimo y del método dialéctico de investigación ha producido un movimiento general

50 imrORIOGRAFlA CHILENA, 1955-1985

tendiente a estudiar los procesos y movimientos históricos reales

(económicos, sociales, culturales, orales, feministas, anti-nu-cleares, etc.) y a la renovación metodológica, a efecto de trabajar en conexión con esos procesos y movimientos. Según H.Fleischer, esta tendencia gira en torno a varias categorías que fueron centrales en el pensamiento de Marx: la que se refiere a los procesos sociales de "humanización del hombre"; la que se refiere a los procesos estructurales de la historia, y la que se refiere a la "praxis social" o política (que lleva a transformar la realidad). En conjunto, es claro que el marxismo teórico, luego de su crisis (proclamada en 1977), tendió a depurarse de los componentes estructurales y estalinistas de la teoría, y a entender la historia como "autoexpansión del hombre y su conciencia" (Fleischer).

En cuanto al marxismo teórico chileno, cabe decir que no se reduce, sin duda, a los historiadores "clásicos" ya citados. Si pudiera establecerse una periodificación del marxismo chileno, habría que distinguir, al menos, cuatro etapas: a) la de recepción pasiva de los postu\aáospolíticos del marxismo internacional, entre 1920 y 1949, aproximadamente; b) la del surgimiento de una historiografía marxista chilena ce

ñida a los postulados del marxismo internacional, a partir del "Ensayo" de Julio César Jobet y cerrado por la "Interpretación marxista de la Historia de Chile", de Luis Vitale, entre 1949 y 1972; c) la etapa abierta por la aparición de una cien

cia social marxista ("sociología del desarrollo y teoría de la dependencia"), que trabajó más con la categoría 'estructura' que con la categoría 'proceso', la cual siguió de cerca los postulados filosóficos de L.Althusser, y d) la que estamos viviendo actualmente, definida por diversos procesos de búsqueda y dispersión (domina, a veces, Gramsci, otras veces la tradición clásica, otras veces el pragmatismo político de Lenin, etc.). De aceptarse esta periodificación, se desprende que el 'balance' no puede agotarse en el análisis crítico de lo hecho

GABRIEL SALAZAR 5 1

por los historiadores de la segunda etapa. Deber íamos incluir

lo hecho o no hecho en las cuatro etapas (ejercicio, en todo

caso, que no me corresponde hacer ahora).

Si nos a tenemos hoy sólo a la segunda etapa, cabe decir

que la producción intelectual de los historiadores marxistas

chilenos const i tuyó: a) una historiografía crítica, al ternativa

a la "erudita" (Jobet) o conservadora; b) una variante científi

ca nacional de l m a r x i s m o i n t e r n a c i o n a l ( a p l i c a r o n

'demostra t ivamente ' , sobre todo , las ideas matrices del "Ma

nifiesto" de Marx y del "Imperial ismo", de Lenin) , y c) echa

ron las bases para el inicio de una educación popular or ienta

da a transformar la sociedad. Con todo, fue una historiografía

que tendió a concentrar su análisis en el per íodo 1810-1891

(en cuanto a la lucha de clases), y en el per íodo 1870-1960

(en cuanto al problema del imperial ismo), descuidando el

estudio del Estado, del proceso de industrialización, del m o

vimiento campesino, mapuche , de la mujer, de los grupos

medios, entre otros. Estos déficits, por paradoja, eran los mis

mos de la historiografía conservadora. En cuanto a la p roduc

ción historiográfica p rop iamente tal de estos autores, ella re

vela, de una parte, una insuficiencia general de la base empí

rica de apoyo (salvo algunas excepciones), al mismo t iempo

que una débil asimilación del mé todo dialéctico y de la p ro

p u e s t a t e ó r i c a m á s f ina de l m a r x i s m o . D o m i n ó el

economicismo simple y la lucha de clases en su forma más

cruda. "Transportaron el esquema marxista clásico, derivado

de la historia europea occidental —escribió Simon Coll ier—

al siglo XIX ch i leno . . . (produciendo) versiones marxistas cru

das y simplistas". Las consignas de t in te ideológico t iñeron

de m o d o notor io muchas de sus páginas, razón por la cual los

"ensayos históricos" escritos por los den t i s tas sociales de fi

liación cepaliana (Aníbal P in to , Jorge A h u m a d a , Osvaldo

Sunkel, Enzo Faletto, entre otros) tuvieron m u c h a más acep

tación entre los estudiantes y la mili tancia política de los años

52 HISTORIOGRAFÍA CH!LENA.^1955JP85^

60, en la medida que sus hases metodológicas y teóricas parecían más formales, consistentes y re/lejahan mejor, tanto la coyuntura del presente, como la disposición política de las nuevas generaciones. En otro piano, el impacto de la historiografía marxista en la formación política del movimiento obrero fue, también, escaso, en la medida en que no innovó respecto a lo planteado por los dirigentes de los partidos políticos de la Izquierda Parlamentaria. La aceptación de las directivas políticas tornaba innecesaria la lectura y estudio de la historiografía marxista.

Dada esta situación, se puede pensar que la posibilidad de restaurar y restablecer una historiografía marxista "cruda y simplista" (S. Collier) es remota. Por su propia crudeza y por su propio simplismo, y por el hecho de que, hoy, domina la idea de que las formas puramente teóricas y dogmáticas del marxismo están siendo sobrepasadas por las prácticas dialécticas de investigación a fondo de los procesos reales, por la relevancia que adquiere en esto la metodología como tal y, sobre todo, por la necesidad de que no sólo los intelectuales profesionales y los políticos de profesión construyan la ciencia de la acción popular y del movimiento social que transforme la realidad, sino todos Jos que sienten que esto último es imperativo y necesario. Es lo que sugiere la suma dialéctica de los diversos post-marxismos: la variante histórico-social, la del marxismo mínimo, la del marxismo comprensivo, el marxismo como método, etc.

Los nuevos 'marxismos' coinciden en no tener una "gran teoría" que esté por sobre las búsquedas de todos. Enhorabuena. Esto determina que la investigación colectiva y permanente de la realidad propia y global queda a la orden del día, siempre y cuando haya una apertura hacia el lado y hacia abajo; esto es: que todos (incluyendo el propio pueblo) seamos investigadores y, a la vez, actores y sujetos de la historia. Para nosotros, tal vez, tiene más sentido empaparnos de núes-

GABRIEL SALA7AR 53

tra propia realidad y nuestra propia identidad, que leer y re

leer a los autores clásicos, y acumular fuerza social, cultural e

histórica más bien que tratar de identificarnos con vagas to

talidades o estructuras 'objetivas' . '

Discusión

Tomás Moulian interviene diciendo que la exposición que escuchó "se me atragantó", porque el marxismo ha vivido en "crisis permanente". Que, en todo caso, la actual crisis es específica, distinta. Pero que no ha sido la única. Recuerda la de 1921, en tiempos de Lenin, Rosa Luxemburgo y Gramsci. Lo que ocurre es que hay continuos "cambios de paradigma", y hoy se ha llegado a plantear la "inutilidad del marxismo". Con todo, lo que cabe preguntarse es cuál, concretamente, es la metodología de una historiografía propiamente marxista: ¿la que Marx usó en su "18 Brumario", por ejemplo, o la usada por historiadores como Vilar o Sobul en sus trabajos recientes?. ¿Existe, acaso 'una' metodología, como forma pura? Los marxistas chilenos están "situados en otra época y tenían el marxismo que podían". Son muy diferentes a los clásicos. Tuvieron que luchar contra un fuerte pensamiento político de Derecha y de Centro, que eran dominantes. Y en este sentido, su aporte consistió en relevar lo económico-social frente a lo político. Habría que agregar otros esfuerzos en este sentido: el aporte de Carmen Castillo y A.Mattelart, por ejemplo. Cree que el marxismo tiene, aun, cierta vigencia. "Me gusta la idea de un marxismo mínimo, porque da sensibilidad frente a los problemas históricos y aporta a la constitución de un (nuevo) proyecto histórico". Rosarla Stabili dice que concuerda con Moulian, en el sentido que "las crisis reconfirman la teoría marxiana", pues el cotejo entre la teoría y la praxis produce un fortalecimiento de ambos. Cree que hay que distinguir entre la producción propiamente 'marxiana'

5 4 HISTORIOGRAFÍA CHILENA, 1955-1985

(de Marx) y la que es propiamente 'marxista' (de sus seguidores). Concuerda con la idea de McLennan sobre el marxismo mínimo y sobre la posibilidad de discutir el feminismo en la línea del marxismo. Cree, en todo caso, que "es necesario reformular el marxismo en función de lo que está pasando". Isabel Forres concuerda en lo mismo, afirmando que "la crisis no envuelve negación, sino reorientación". Que es cierto, en todo caso, que la obsesión economicista hizo desaparecer al sujeto social e histórico. El marxismo, obsoleto o no, no es en ningún caso la Biblia, pero está aüí, frente a la realidad. Y "hay muchos historiadores que no se declaran marxistas pero que, frente a esa realidad, usan categorías marxistas". Alfredo Riquelme sostiene que "el marxismo nunca ha sido un bloque de acero". Entre las corrientes actuales que distingue Fleischer, quedarse con una de ellas sería, por lo mismo, peligroso. El marxismo no debe ser endógamo y vivir de sí mismo: debe proyectarse hacia fuera, y permanecer allí en los términos que planteó Moulian: como "una sensibilidad frente a los problemas históricos". En todo caso, no puede negarse que estamos viviendo una crisis general. Sol Serrano tercia en el debate diciendo que ella no ve mayores diferencias entre lo dicho por el expositor y lo dicho porTomas Moulian, pues todos concuerdan en la existencia de "un mínimo" en torno al cual se puede seguir trabajando. Por su parte, Pedro Milos interviene para decir que, sobre el problema estrictamente teórico del marxismo "yo no tengo opinión". Lo importante es centrar la discusión en la realidad que se vive y en la práctica histórica frente a esa realidad, pues discutir lo teórico desde lo teórico es improductivo. "La aproximación a la teoría debería hacerse desde nuestra práctica como historiadores y como entes políticos". María Angélica luanes dice que ella está, al mismo tiempo, en acuerdo y desacuerdo con lo dicho por el expositor. Que es un hecho que el paradigma marxista cambia y se transforma, pero que, tras esos cambios queda un acumulado teórico y, sobre todo, una "sensibilidad marxis-

CABRIELSALAZAR 55

ta". Pero ¿qué es esto? ¿Un resto de teoría y un resto de méto

do? ¿Una percepción vaga? Lo impor tan te es considerar el

(|uehacer historiográfico en tanto práctica científica, pues esto

es lo que está en cuestión. Y como quiera que sea la situación

del marxismo, el hecho es que se sigue haciendo historia e

historiografía. José Bengoa se pregunta si una historiografía

marxista debe definirse entre aceptar el sensibilismo rema

nente del marxismo o el sistema estructural de relaciones de

producción, o entre los procesos sociales a nivel de sujeto e

individuo y las leyes históricas de los modos de producc ión .

La l lamada crisis del marxismo ¿consiste en su fluctuar per

manente entre esos dos polos? Y el marxismo en sí, como

cuerpo teórico ¿se reduce al juego de esa disyuntiva? Vicente

Espinoza retoma este problema diciendo que la historiografía

marxista puede tener pleno sent ido, o n inguno , en el día de

hoy, pero lo impor tan te es que el marxismo tiene sentido en

tanto "teoría de la revolución y la liberación". El análisis aca

démico puede tematizarse en una dirección u otra, orientarse

hacia el rol de los sujetos o hacia los modos de producción.

AparenteiTiente, hoy domina la "obsesión por lo subjetivo".

Está bien. Pero la cuestión marxista de fondo es: ¿tiene senti

do la revolución hoy en Chile? Y de tenerlo ¿cómo se apre

hende la realidad para acomodar la conciencia polít ica en ese

sentido? ¿Cómo incorporamos en el análisis, por ejemplo, a

los sectores populares? El Coord inador interviene para decir

que el colofón principal de su exposición apun taba al hecho

de que en Chi le , hoy, el "marxismo mín imo" , o la inquie tud

científico social que acá realmente exista, debería orientarse

hacia la construcción o reconstrucción del 'proyecto históri

co popular ' , en el sentido sugerido por Vicente Espinoza. Es

necesario recuperar la idea de cómo debería reorientarse el

movimiento popular. Tomás Moul ian dice que concuerda con

las conclusiones del expositor, y señala que "la mera sensibili

dad marxista no basta para realizar la l iberación, pues se tra

ta, en el fondo, de una sensibilidad populista". Se requiera

56 HISTORIOGRAFÍA CHIIENA. 1955-1985

esencialmente de la fuerza y decisión que proviene de la propia lucha de clases. O sea: es preciso trabajar con una "lógica de necesidad", que es la que rige esa lucha. Sin esa lógica, que en el fondo es la de la liberación, el marxismo y el mismo proceso quedan reducidos a la nada, o a muy poco. Si el "marxismo mínimo" se desentiende de esa lógica de necesidad, se convierte en un marxismo inocuo. José Bengoa toma la palabra para decir que él se opone a la idea de que el marxismo se identifique con esa lógica de necesidad. El marxismo "no tiene el monopolio de los procesos de liberación". La lógica que rige estos procesos admite otras perspectivas también.

Se acuerda continuar y profundizar la discusión de estos temas.

Quinta Sesión

Historiografía marxista y teoría de la dependencia.

Expositores: María Eugenia Horvitz y Enzo Faletto

Marta Eugenia Horvitz: Los historiadores marxistas citados (l lamados aquí "clásicos") no eran ni propia ni intencionalmente marxistas. Pues ¿qué significaba en los años '50 ser marxista? Dominaba en el pensamiento histórico la escuela de Barros Arana, basada en "fotografías de la realidad y en la evolución de la idea de nación-estado". Hernán Ramírez y los otros rompieron con esa escuela historiográfica, y así como ellos, muchos otros lo hicieron, como, por ejemplo, Mario Góngora. Tanto Ramírez como Góngora fueron "rupturistas", sólo que con temáticas distintas y distintas posiciones frente a la vida real. Construyeron "objetos teóricos" nuevos que, para el caso de Ramírez, fue el gran tema del

GABRIEL SALAZAR 57

"imperialismo", que era un tema polít icamente cargado, mien

tras los de Góngora eran temas pol í t icamente neutros . Sus

métodos , sin embargo, eran más bien "tradicionales", en am

bos casos. Por la misma época, la Economía y la Sociología

alcanzan estatuto académico en las Universidades, a la par

con la Historia, y, al mismo t iempo, una orientación marxis-

ta. Fueron las Ciencias Sociales las que rompieron más di

rectamente con el paradigma científico tradicional en Chile.

"Fueron ios teóricos de la dependencia los marxistas clásicos,

los que creen que el capitalismo existía en Chile desde el Des

cubrimiento". Se ha producido una evidente ruptura con el

positivismo tradicional, y hoy predomina la tendencia a "cons

truir un objeto teórico", como señalara P.Vilar. Se abren mu

chas posibilidades, a pesar de que con Gonzalo Vial estamos

ante una nueva arremetida de métodos tradicionales sobre te

mas tradicionales. Creo que la jvivcntud es también rupturista,

aunque tiende a concentrarse en el problema de "los orígenes".

Pero es necesario estudiar los "modos de producción" y desa

rrollar la "historia comparada", al modo en que lo está hacien

do Marcello Carmagnani , para lo cual se requiere formar equi

pos interdisciplinarios. De modo que no creo que existan "mar

xistas clásicos" en Chile en el campo de la Historia.

Enzo Faletto: Más que una gran ' teor ía , lo que se hizo

fue plantear un conjunto de problemas de la realidad latinoa

mericana. En todo caso, esta 'teoría' surgió vinculada a las

investigaciones de la CEPAL y, en general, fue un derivado

de los planteamientos desarrollistas de la época. Los sociólo

gos y los economistas que trabajaron estos problemas mane

j a b a n " e s q u e m a s h i s t ó r i c o s " más b i en q u e u n a formal

historiografía del imperial ismo. Pero se acuñaron términos

nuevos. Y se habló de "dependencia" como alternativa al con

cepto "imperial ismo = malo de la película". A este respecto

no se produjo m u c h o diálogo con los historiadores, pero sí se

in tentó aplicar una concepción de "proceso histórico", que

HISTORIOGRAFÍA CI HIENA. 1955-1985

era la tínica categoría de análisis capaz de dar cuenta de "las singularidades del desarrollo capitalista en América Latina". Eso permitió conocer las estructuras políticas, económicas y sociales de nuestro continente, y concluir de allí que "nuestras capacidades de decisión eran limitadas". En este sentido, se procuró determinar el grado de autonomía de las burguesías latinoamericanas; si existía o no una "burguesía autónoma", y si era posible un efectivo "desarrollo nacional". Por este camino se comprobó el estaticamiento del crecimiento económico y quedó en evidencia "la marginalización creciente de amplios sectores urbanos y rurales". El estudio de estos procesos derivados llevó a la necesidad de "totalizar el análisis", pero en el sentido de entender el capitalismo como un proceso histórico y no como una modalidad puramente estructural y estática. Aquí se entendió "lo histórico" como la comprensión del conjunto de posibilidades que se abren a par

tir de una situación presente, donde se dan determinadas "relaciones de poder". Era importante, entonces, detectar cuáles eran los agentes sociales con capacidad para construir y/o ejercer poder. Los sociólogos y economistas "desarrollistas" (o sea: los que no eran "dependentistas") se concentraron sólo en las "condiciones estructurales para las opciones de desarrollo", sin apuntar a detectar y establecer el rol de los agentes sociales del desarrollo. Los desarrollistas eran neutrales respecto a este pimto. Y el problema es que centrar el análisis en esos agentes y examinar cuáles son sus opciones equivale a considerar centralmente el problema político. La historia, en tanto

mirada desde esos agentes, "es política". Nosotros —los dependentistas— enfatizamos en nuestros análisis el papel histórico de esos agentes, "pero no rematamos todo esto con una propuesta política diferenciada". Creíamos que el poder potencial de los agentes sociales "dominados" se debía expandir si la estructura de dominación (o sea: la dependencia) tendía a resquebrajarse por sí misma, y sólo en ese momento era posible entrar en acción "para transformarla". Pero al concen-

GABRIEL SALAZAR 59

t ramos más "en la reproducción sistémica de la dependencia,

esa ruptura o resquebrajamiento no nos aparecía". ¿Cómo en

cajar allí, entonces, "lo popular"? ¿Podía lo popular por sí mis

mo "generar las condiciones y las alternativas?. Desde 1973 o

1974 se abandonó el tema, y entró el problema del "autorita

rismo" — e n la estela del famoso estudio de O ' D o n e l l — y el

del "capital financiero", tanto en el mercado externo como en

el interno. En la nueva situación ¿cuáles son las "opciones his

tóricas"? Nosotros enfatizamos mucho lo económico, en des

medro de otras dimensiones (la política en sí, por ejemplo). Es

preciso reexaminar el rol y las posibilidades de los grupos y las

relaciones sociales específicas de América Latina, ahora en re

lación a la nueva situación de los mercados.

Discusión

Angélica lllanes pregunta acerca del papel jugado por Hernán

Ramírez en la difusión del concepto de "imperial ismo negro"

(o "malo de la película"), y si los teóricos de la dependencia ,

al no presentar una propuesta política que coronara sus aná

lisis, habían dejado campo libre para el accionar de los part i

dos po l í t i cos . M a r í a Eugenia H o r v i t z dice q u e H e r n á n

Ramírez examinó las relaciones entre la clase dominan t e chi

lena y el imperial ismo inglés, sin referirse al problema en sí del

imperialismo. En este sentido, se atuvo a la teoría de Lenin.

En cuanto al Part ido Comuni s t a , se identificó relativamente

más con la teoría desarrollista que con la de la dependencia ,

"en su esfuerzo por afirmar la ident idad nacional" . Enzo

Faletto señala que ellos, de una parte , se esforzaron por dife

renciarse cr í t icamente de la teoría desarrollista, no pon iendo

énfasis en la ¡dea del "atraso económico", sino en el "modo en

que se dieron las relaciones económicas externas e internas

del capitalismo la t inoamericano, según el modelo histórico

de las relaciones entre Lima y Buenos Aires duran te el perío-

6 0 HISTORIOGRAFÍA CHILENA, 1955-1985

do colonial". No nos concentramos sólo en el "yanaconaje interno" (o sea: en la pura explotación de la fuerza de trabajo). Pero, considerando la complejidad de esas relaciones, nuestras propuestas anti-dependentistas resultaron ser inevitablemente "voluntaristas". María Rosaria Stabili reconoce que las exposiciones de esta sesión y la de la semana anterior habían sido densas y sobre-estimulantes. Agrega que los desarrollistas, en general, sí formularon propuestas políticas específicas, acaso porque ten/an a mano el modelo inglés o el norteamericano. Sin embargo, cree que, pese a la riqueza de su análisis histórico, los teóricos de la dependencia no trabajaron en profundidad algunas categorías importantes, como la "burguesía nacional", por ejemplo. Considera que la discusión sobre la historia de la Historiografía debe centrarse en el contexto epocal en el que se dieron los distintos desarrollos, pero también "se deben recoger sus límites para determinar cómo se puede seguir adelante". José Bengoa anuncia que, para él, "la teoría de la dependencia, lo mismo que la Unidad Popular, ha muerto". Este marco teórico, hoy, "me suena como ajeno". De hecho, hoy por hoy, Pinochet "nubla" por sí solo todo el fenómeno de la dependencia y del imperialimo. El imperialimo se ha probado a sí mismo; está claro todo respecto a él. ¿Qué más? Enzo Faíetto, en reíación a esto, sefíaía que son ías situaciones históricas las que defitien la relevancia de "ciertos temas" y que, de hecho, "los temas se constituyen socialmen-te". En el pasado, por ejemplo, se buscó la "integración nacional", para objetivos de desarrollo. Hoy se busca algo distinto: "la identidad de los movirnientos sociales y su posible proyección e incidencia sobre los procesos". Mario Garcés previene contra la posibilidad de reincidir "en el voluntarismo político". Enzo Faletto acota que, debido a la crisis actual, las "masas populares están allí, como disponibles". ¿Qué hacer con ellas? Por de pronto, lo que se está haciendo es estudiar la nueva situación histórica de esos grupos, para medir sus capacidades actuales y reales de acción. Lo que está bien, lo

GABRIEL SALAZAR 61

impor tan te ahora es no incurrir en una eventual "idealiza

ción" de los mismos.

Se consideró que las dos últ imas sesiones habían sido

densas y sobre-est imulantes, y que se requería de otra sesión

adicional para concluir la discusión.

Séptima Sesión

Historiografía marxista y teoría de la dependencia (II)

Expositor: no hubo, el Coordinador hizo un balance de las sesiones anteriores

Balance: Respecto de los historiadores marxistas "clásicos"

(Jobet, Segall, Ramírez y Vítale) cabe hacer las siguientes con

sideraciones: a) se les puede llamar así porque, viniendo de la

fase de mera "recepción doctrinaria" (años 20 y 30) fueron

los pr imeros que , sin romper con esc legado, in tentaron ha

cer " c i e n c i a d e I z q u i e r d a " en C h i l e ; b) u t i l i z a r o n

militantemenle el marxismo clásico de Marx, Lenin, Totsky,

etc., lo que se reflejó ostensiblemente en sus escritos; c) rom

pieron con la t radición historiográfica erudi to-conservadora,

y d) t empora lmente , precedieron la aparición de los cientistas

sociales l lamados "neomarxistas" (teoría de la dependencia) y

de los "marxismos mín imos" de la fase crítica actual. Su apor

te fue, sin duda , relevante, pero no se puede negar que, 30

años después, su proyecto historiográfico y teórico ha sido

fuertemente cri t icado, sobre todo por su ostensible militancia

ideológica (que to rna muy difícil no entenderlos como "mar

xistas"). Su proyecto, por esto, ha perdido vigencia académi

ca e incluso política, excepto algunos estudios científicamen

te mejor logrados (libro de Ramírez sobre el capital inglés y

la "revolución de Balmaceda", por ejemplo). Su pérdida de

6 2 HISTORIOGRAFÍA CHILENA, 1955-1985

vigencia pone de relieve, en parte, la crisis del marxismo chile

no, sobre todo en lo que se refiere específicamente ai materia

lismo histórico. En este sent ido, la aparición de la "teoría de

la dependencia" const i tuyó un intento por superar los vacíos

que revelaba hasta allí ese materialismo histórico, sobre todo

respecto a cómo interpretar dialéct icamente la coyuntura his

tórica del presente (período de post-guerra y de guerra fría).

Sin embargo, el esfuerzo de los cientistas sociales fue, tam

bién, heterogéneo, no sólo por la oposición entre desarrollistas

y ant i -dependent is tas , sino también porque dentro de estos

úl t imos se produjo una diferenciación entre 'estructuralistas

netos', como A.C.Frank, M.Marini y l'.Dos Santos, por ejem

plo (que se centraron en la estructura del "sistema mundia l "

del c ap i t a l i smo) y ' e s t r u c t u r a l i s t a s - h i s t o r i c i s t a s ' , c o m o

E.Faletto 8¿ F.Cardoso (que procuraron, como se ha visto,

investigar los procesos sociales y económicos de cada país).

La teoría de la dependencia también ha perdido vigencia des

pués de 1 973 (la crítica teórica a la misma partió antes de esa

fecha, con F^.Laclan y otros), sobre todo debido a una pro

funda revisión crítica realizada por cientistas sociales euro

peos y norteamericanos. Con todo, el trabajo de E.I'aletto &

F.Cardoso ha permanecido como un texto académicamente

vigente en muchas universidades extranjeras, en particular,

porque mant iene centralizada la perspectiva histórica. Se pue

de decir que este trabajo no ha sido demol ido , ni por la ava

lancha crítica, ni por la crisis misma, pero tampoco forma

parte de los procesos de búsqueda que se han abierto a partir

de esa crisis, ni del actual reciclaje teorético. En cuanto a la

l lamada "crisis del marxismo", existe consenso en el sentido

de que caba "reconocerla" (incluso dentro de esta misma sala).

Sobre lo que no existe igual consenso es sobre el grado de

profundidad de esta crisis y hasta dónde debe ser recorrida.

Pues se ha dicho que la crisis es un "estado normal del mar

xismo" y un s ín toma inequívoco de su vitalidad histórica. Si

ese 'estado de crisis' es normal , entonces cabe hablar con pro-

CABRIEL SALAZAR 6 3

piedad de un "marxismo mín imo" , que está al final de los

problemas y al pr incipio de 'otro ' in tento de solución. N o

está claro, sin embargo, en qué consiste ese mín imo . Para al

gunos es el mé todo dialéctico en sí. Para otros es un nuevo

tipo de material ismo dialéctico, de carácter filosófico. Para

otros consiste en establecer y consolidar la historiografía so

cial y popular. Y aquí, en este Seminario, se ha planteado que

sobrevive una "sensibilidad marxista" que, al parecer, consis

te en sentir, percibir y conceptualizar los procesos sociales e

históricos de la realidad, que , en sí misma, evoluciona como si

fuera dialéctica o marxista. La percepción de las brutal idades

perpetradas por el Capi tán General no pueden ser sino de

'sensibilidad marxista' , por ejemplo. Es en esta dirección a

d o n d e a p u n t a n las p r o p u e s t a s de Pomas M o u l i a n (de

"sensibilizarnos frente a la historia"); de Pedro Milos, en cuan

to a teorizar a part ir de nuestra "práctica histórica", y de Enzo

Faletto, respecto a la necesidad de analizar y desarrollar las

opciones históricas y de poder que conlleva hoy el movimien

to popular. Esto, en síntesis.

Discusión: Eduardo Devés sostiene que los historiadores

"clásicos" florecieron en un per íodo corto (1948-1956) y que,

efectivamente, no se puede negar su "militancia marxista".

Además, vistos en perspectiva, "fue insuficiente lo que hicie

ron". Sin duda, los teóricos de la dependencia in tentaron "re

emplazar la historiografía marxista", con un enfoque y una

temática muy dist intas. Pero no lograron superarla, porque

no fueron exactamente "científicos, sino metafísicos", y con

una perspectiva casi teleológica. Sus tesis centrales fueron,

defini t ivamente, "ahistóricas". Para Enzo Faletto, los his to

riadores marxistas crecieron escuchando "los debates de los

estudiantes de los años ' 20 , y su sensibilidad se formó no le

yendo p rop iamente a Marx, sino las novelas criollistas de de

nunc ia social", razón por la cual, sobre todo en el caso de

Jobet , hicieron gala de un " h u m a n i s m o socialista". Nadie se

64 HISTORIOGRAFÍA CHILENA. 1955-1985

hacía socialista leyendo a Marx, sino las novelas criollistas. De aquí que estos historiadores entendieron la sociedad conforme una división simple: "oligarquía versus el pueblo", de donde se derivó una especie de "mecanicismo marxista" de tinte positivista. La dominación conducía a la "alienación o degradación" del pueblo, y la percepción de ésta es lo que encendía los sentimientos "progresistas del movimiento intelectual de entonces". Estas fueron, de algún modo, las raíces culturales de estos historiadores. Eduardo Valenzuela replica diciendo que la "historiografía socialista surgió como reacción ante la

frustración del Frente Popular, como un intento de recuperar un

marxismo ortodoxo. Por eso nació a fines de los años '40 y no en los '20. Aunque los historiadores conocieron la cultura criollista que venía de la tradición chilena, ellos "recibieron el marxismo de modo directo y por vía ortodoxa". No desa

rrollaron la tradición cultural criolla, y esto explica su rápida

transformación en marxismo vulgar. Eduardo Devés responde diciendo que, cuando menos J.C.Jobet, reconoció la influencia que Valdés Canje, Nicolás Palacios y Pinochet Le Brun tuvieron en su obra (lo cual configuraban parte de la "tradición"). Enzo Faletto acota que, en esa época (los años '40, sobre todo) era difícil "reelaborar e\ marxismo que se recibía", por traer, precisamente, un evidente sello ortodoxo. José Bengoa interviene para preguntarse por qué estos historiadores hicieron primar en sus escritos el enfoque político y porqué se concentraron en el estudio de la revolución de 189L Enzo Faletto responde que, en rigor, el análisis de la revolución del '91 significó pasar del enfoque esencialmente político a un enfoque de tipo socio-económico, paso que ya habían dado hacia 1910 tanto Valdés Canje (hacia lo social) y F.A.Encina (hacia lo económico-cultural). María Eugenia Florvitz insiste en que los historiadores llamados marxistas eran "poco marxistas" y que no entiende por qué se les llama "clásicos". Para empezar, J.C.Jobet y H.Ramírez eran muy diferentes, porque ambos respondieron a influencias distintas

CABRIEL SALA7AR 6 5

de su propio t i empo . N o se les puede en tender ni explicar sin

referirlos a su p r o p i o t i e m p o . N o cabe asumirlos "a-histórica

mente". De algún m o d o , "somos todos mil i tantes en nuestro

t iempo", y Marx n o es u n a receta positivista que uno asume y

aplica. N a t u r a l m e n t e , t o d o s ellos conocían los escritos de

Lenin, y en este sen t ido , estaban influidos por su época. Pero

ellos luchaban, sobre t o d o , por el progreso de Chile y la revolu

ción popular. "La obra d e ellos se justifica por sí misma". El

(Coordinador in te rv iene para decir que, a su juicio, hay dos

formas de examinar la o b r a de los historiadores marxistas: la

primera, " comprend iéndo la en función de la época y el con

texto histórico específico en que ellos vivieron", y la segunda,

"evaluándola en función de comprendernos a nosotros mis

mos como his tor iadores en nuestro propio t iempo" . Agrega

que el Seminario tenía c o m o objetivo encaminarse en la se

gunda de esas formas. Isabel Torres interviene y dice que "si

nos quedamos con la segunda búsqueda, se constata un des

encanto, porque esos historiadores no dieron cuenta de lo que

señalaban en la teoría". Lo que ellos dijeron, por t an to , nece

sita de una crítica y una reelaboración. El proceso debe ser

d inámico. María Rosarla Stabili dice que concuerda con lo

dicho por el C o o r d i n a d o r y que son perfectamente válidas las

preguntas del presente para reformular la visión del pasado.

Q u e , en consecuencia, el marxismo debe ser en tend ido desde

nuestro concreto quehacer historiográfico. Debemos apren

der a conjugar el presente y el pasado sin caer en una fórmula

determinis ta del uno sobre el otro. Un marxista no puede

eludir ni escapar a esa conjugación. El asunto es llegar a lo

teórico desde problemáticas reales, tales como la oligarquía o el

feminismo ("son mis categorías favoritas"), por ejemplo. Y

aquí cabe la pregunta : ¿en función de qué variables somos

marxistas? Alfredo Rique lme se pregunta si t iene sentido opo

ner "el" marxismo con "los" marxismos. Q u e él sospecha de

todo lo que se diga en función de "el" marxismo, por los dis

t intos legados que existen, que se mueven como otros tantos

66 HISTORIOGRAFÍA CHILENA. 1955-1985

fantasmas. Por eso, "tiendo a reaccionar frente a la afirmación de María Eugenia, de que Ramírez no era marxista: ¿qué sentido tiene?". Hoy no estamos buscando grandes marcos teóricos, sino conceptos más bien instrumentales, precisamente para lo que queremos construir. "Los jóvenes somos hoy más eclécticos y menos apasionados respecto a ciertas creencias". Buscamos lo que es útil para realizar determinadas investigaciones particulares y monográficas. La verdad es que no me interesa el "lote de marxistas clásicos: la ortodoxia marxista no es la única ciencia histórica que hay". Y los llamados neomarxistas tampoco superaron las limitaciones de la historiografía marxista clásica. Enzo Faletto concuerda con la idea de realizar un análisis crítico de esos historiadores, "porque nos metieron en muchos callejones sin salida". Eran militantes y probaban tesis partidarias; entre otras, la relativa a una supuesta "burguesía capitalista" (cuando en rigor había sólo una "burguesía mercantil"). El tema central sigue siendo, sin duda, el problema del capitalismo en Chile y América Latina. Nosotros, para examinar esto "nos dábamos de cabezazos con Karl Marx", que no nos entregaba elementos suficientes para descubrir la especificidad de ese capitalismo. En cambio, Max Weber o G.Lukacs nos entregaban más elementos que, en todo, caso, había que reelaborar. El trabajo por hacer es grande: incluye la crítica a la historiografía marxista clásica, la reelaboración de diversos legados del marxismo, pero, sobre todo, se necesita estudiar lo específicamente nuestro. Eduardo Devés se muestra reticente en realizar "un juicio histórico a los historiadores marxistas" hasta tanto no se tenga una comprensión profunda de su producción y su contexto histórico. María Eugenia Horvitz señala que, en realidad "nosotros estamos más atrasados que los historiadores marxistas", porque aun no hemos realizado una verdadera reflexión teórica a partir de nuestra práctica científica. Y sin reflexión teórica no podemos hacer verdadera crítica. La propuesta de una teoría "como caja de herramientas conduce derecho al

GABRIEL SALAZAR G7

positivismo". Y en este sentido, debemos probar la validez teórica de la categoría "modo de producción", por ejemplo. María Rosaria Stabili replica diciendo que en Italia, durante los años '60, se vivió una profunda crisis sindical y partidaria, y en ese momento "nos jodia la teoría marxista clásica, que estaba centrada en la idea de organización". Allí aprendimos que las categorías teóricas válidas son aquellas que se construyen desde la realidad histórica concreta.

Se acuerda cerrar la discusión sobre la historiografía marxista y examinar, en la próxima sesión, la historia demográfica y cuantitativista.

Séptima Sesión

La historiografía demográfica y cuantitativa Expositor: Rolando Mellafe

Sostiene que, hasta más o menos 1975, la "historia social" prácticamente no existía, porque, de un lado, "toda historia es social", y de otro, lo que podría ser historia social no era en los hechos sino la proyección temporal de las categorías socio

lógicas (como las "clases sociales", por ejemplo). De hecho, la producción existente hacia 1950 era, en este sentido, muy rudimentaria (trabajos de Bagú, Rosenblat, etc.). Pero hacia I960 comenzaron a perfilarse algo así como "parcelas de historia social", y desde entonces las temáticas han cambiado, se han estructurado algunos problemas generales y definido ciertos intereses específicos. De este modo, algunas de esas "parcelas" (se pueden contabilizar siete u ocho de ellas) se desarrol laron aco tando un campo propio y def iniendo metodologías específicas, mientras otras tendían a desaparecer. Entre esas parcelas cabe citar: 1) la historia de la población y la demografía histórica; 2) la historia propiamente eco-

68 HISTORIOGRAFÍA CHILENA, 1955-1985

nómica; 3) la historia urbana (que es un todo de por sí, ya que recibe aportes de diversas disciplinas afines); 4) la historia de la mujer (que ha arrastrado también un paquete de temáticas afines: sexualidad, familia, prostitución, alcoholismo, etc.); 5) la historia de la familia (incluye vida cotidiana, la educación); 6) la historia de las minorías étnicas (que arrastra el caso de los marginales, los desafiliados, los grupos intermedios, etc.); 7) las monografías parroquiales, que incorpora la historia local y regional y revoluciona las metodologías micro-analíticas; 8) historia de las clases sociales en general. El desarrollo de estos campos de estudio ha desenvuelto, sobre todo, un arsenal de nuevos métodos y técnicas de investigación, lo que suma un enfoque científico muy superior al tradicional. Sobre la base de esta aglutinación metodológica, se observan tres o cuatro vías por donde tiende a desenvolverse la "historia social": 1) a través de estudios monográficos; 2) a través de interpretaciones globales, como es el que proporciona el análisis de las clases sociales; 3) a través de interconexiones entre los diversos campos, que abre mayores posibilidades de interpretación, y 4) a través del perfeccionamiento constante de los métodos y técnicas de investigación. En este último sentido, el desarrollo ha sido mayor en el campo de la demografía histórica y la historia de la familia, sobre todo por la necesidad de utilizar métodos estadísticos refinados. Hoy día "o calculas correlaciones entre variables, o mueres".

Discusión

El Coordinador pregunta respecto al caso de "la historia de

las mentalidades", que, según entiende, ha sido un campo de

particular interés para el profesor Mellafe. El aludido respon

de que, en realidad, esta historia no es propiamente una "par

cela", porque su temática se extiende sobre todas las parcelas;

en sí misma, "la historia de las mentalidades es algo más bien

GABRIEL SALAZAR 69

esotérico e inasible". Podría aceptar el uso de los métodos

cuanti tat ivos, pero la verdad es que "todo significa algo para

la historia de las mental idades". Angélica luanes sostiene que

es cierto que el desarrollo de la historia social avanzó a lo

largo de "parcelas", pero que todas esas parcelas apun taban y

apun tan a "buscar un lugar en la Historiografi'a, para llenar

vacíos que en ella existían". Rolando Mellafe replica que las

parcelas sí, pero la "historia sociológica" no. En todo caso, el

resultado ha sido una gran acumulación de datos, t an to que ,

ahora, "es posible volver a lo global; por ejemplo, al es tudio

de las clases sociales". María Rosarla Stabili sostiene que esos

estudios estaban, sin duda, parcelados, pero que su in tención

era, en todo caso, "totalizadora". La cuestión es cuan totaliza

dor puede ser el a]cancc de ios mé todos cuanti tat ivos. ^Tiene

sent ido, por ejemplo, aplicarlos al caso de la historia de la

mujer? Rolando Mellafe responde que la historia de la fami

lia ha desarrollado sus propios métodos , pero que la historia

de la mujer no. No tiene métodos específicos. En general , los

métodos cuanti tat ivos tienen aplicación en los " fenómenos

recurrentes". En cambio, lo que impl ique de algún m o d o ' sue

ños" no puede ser estudiado con esos métodos. Juan Carlos

Gómez dice que, en la práctica, la historia cuant i ta t iva no ha

tenido mucha aplicación en Chile. N o se ha logrado, po r ejem

plo, estudiar con precisión el p rob lema de la "estratificación

social". Rolando Mellafe dice que eso es así, pero que , en todo

caso, la historia cuanti tat iva no consiste en apilar c o l u m n a s

de cifras, ni puras series temporales . H o y se requiere de aná

lisis más sofisticados, como las correlaciones de variables ya

mencionadas. José Bengoa señala que , en la h is tor ia social

actual, se puede dist inguir entre la historia social "co t id iana

(esencialmente descriptiva y estática) y la de los "mov imien

tos sociales" (con intención pol í t ica) . En este s en t ido , estas

tendencias se apar tan de los his tor iadores marxistas clásicos,

pues éstos en tendieron la historia d e la clase prole tar ia c o m o

una especie de "rol metafísico", de predest inación, y es la ra-

70 HISTORIOGRAFÍA CHILENA, 1955-1985

zón por la que han entrado en crisis. Los nuevos historiadores sociales, en todo caso, necesitan precisar la diferencia y definir teóricamente el sentido de su práctica. Rolando Mellafe replica que los historiadores marxistas clásicos no utilizaron para nada los métodos cuantitativos —fueron una especie de Alberto Edwards al revés— y de ahí su sesgo metafísico. En cuanto a la historia de lo cotidiano, sefíala que ella fue practicada antes, pero incurriendo en la descripción de "lo pintoresco", superficialmente, y que hoy la tendencia es calar más hondo en el significado de los hechos cotidianos. Isabel forres dice que es cierto que el desarrollo de la Historia ha ido últimamente parcela por parcela, que es un modo de ir "de lo chico a lo grande" y de lo particular a lo general. En el caso de la historia sindical, por ejemplo, se puede ir desde el análisis de lo social-cotidiano hasta los "contenidos de mentalidad que determinan la conciencia obrera". Las parcelas desembocan en lo general. Pero entonces ¿qué es 'la historia científica propiamente tal? "Me crean o no —responde Rolando Mellafe— la. historia científica, en estricto rigor, no existe. En ese nivel, lo que hay son sólo ensayos históricos ". El Coordinador tercia en el diálogo diciendo que el avance a través de parcelas históricas ha significado a menudo escaparse de la responsabilidad social de hacer una historia seria de lo que es

estratégicamente importante, a pretexto de ser científico y 'objetivo' (lo que se entiende como trabajar monográficamente 'un' tema, con 'una' metodología y 'una' demostración factual). El resultado de esta práctica ha sido la fragmentación del conocimiento histórico duro, la validación ensayística de ciertas impresiones generales, y la "totalización del análisis histórico" sobre la base de extrapolar los contenidos monográficos, violentando las metodologías y haciendo, en definitiva, historias generales con bases empíricas unilaterales o insuficientes. Isabel Torres se pregunta si, al darse ese cuadro de dispersión, es posible, realmente, hacer una "historia global". Rolando Mellafe dice que "estamos en camino

CABRIEL SALAZAR 71

a la aparición de una nueva historia de Chile". Están —sin duda — los peligros que señala Gabriel. Las universidades regionales, por ejemplo, impulsan estudios regionales con metodologías bastante pobres, y lo que uno encuentra en todas partes, en dispersión, o no sirve para una nueva historia global, o sirve poco. Con todo "yo estoy optimista en el sentido de que, en el largo plazo, se desarrollará una nueva historia de Chile". María Rosaría Stabili se siente inquieta respecto a cuáles son o podrían ser las "categorías de análisis o interpretación" que deberían utilizarse para eso. Por lo común, el problema de las categorías se plantea muy tardíamente, y cuando se plantea, las categorías resultantes tienden a ser muy inclusivas. Para Rolando Mellafe, la categoría "de moda en el momento es la de sujeto social, no la clase social", pero que, en todo caso, el historiador no puede tratar las categorías como cuestiones per se (al estilo de la Filosofía), ni sobreponer 'el' método a la problemática que se estudia. Tanto el método como las categorías debería surgir del análisis del problema. "O sea que el sueño de la Cenicienta murió — se lamenta Isabel Torres—, es decir: la validación teórica en sí de las categorías, pues no tienen aplicación si no la corrobora el dato empírico. Aquí manda "la información". "Sin duda que sí —repone Rolando Mellafe—: el método no es otra cosa que el juego entre la Cenicienta y sus zapatos".

Octava Sesión

La Historiografía Chilena en el exterior Expositor: Gabriel Salazar

(en sustitución de Luis Ortega)

No cabe duda que los problemas nacionales, aunque 'competen' a los chilenos, también 'interesan' a los extranjeros, a veces por razones de vecindad, a veces por razones políticas y

7 2 HISTORIOGRAFÍA CHILENA, 1955-1985

estratégicas. En varias oportunidades, Chile se ha convertido en un foco de atención mundial, en especial por sus "experimentos políticos". Debido a esto, los vacíos que se registran en la producción científico-social nacional suelen ser detectados mejor por la mirada externa. Ya en I960 el sociólogo Kalman Silvert (supuestamente de la CÍA norteamericana) advirtió que "Chile es un país mal estudiado". Sea por esta advertencia, o por otras razones, el hecho es que, desde entonces, un número creciente de académicos norteamericanos y europeos comenzó a investigar la sociedad chilena desde todos los ángulos imaginables. Hacia 1980, la acumulación de "estudios externos" sobre Chile había superado, en cantidad y en calidad, a la producción de "estudios internos". Es como si hubiese existido una muy vigilante 'conciencia nacional foránea. Es por esto que los intelectuales y estudiantes chilenos que salimos a hacer estudios de post-grado en Europa o Estados Unidos (algunos forzados, otros no) descubrimos pronto que nuestros conocimientos se hallaban poco desarrollados o "retrasados" respecto a los problemas estratégi

cos de nuestra sociedad (no sólo respecto a las vanguardias del trabajo académico). Y afuera experimentamos la extraña sensación de saber que no éramos expertos en el conocimiento de nuestro propio país, sino, más bien, neófitos. De hecho, éramos fuertes en "la teoría, o en la ideología", pero no en la masa empírica que sustentaba esa teoría. En ciertos seminarios, a algunos colegas se les recomendó que "fueran a documentarse". Este conocimiento externo se ha generado, por ejemplo, en los 70 centros universitarios que en Estados Unidos estudian los problemas de América Latina y en los 26 que existen en Inglaterra. A eso se agregan corporaciones privadas y trusts de cerebros (como la Rand Corporation), agencias de Gobierno (U.S. Department of Commerce), bancos y empresas internacionales (World Bank), organismos internacionales, como el F.M.I o la O.I.T., confederaciones de iglesias (la World Association of Christian Churches) y aun agen-

CAHRIEL SALA'/AR 7 3

I ias de espionaje que tienen centros de estudios estratégicos (C3IA), etc. todos los cuales comandan investigaciones de carácter académico para consumo propio o por encargo de cú

pulas de poder. Es una red mundial que coopta una gran cantidad de dentistas sociales de alto nivel. La producción de conocimientos estratégicos que genera ese amplio complejo entra luego en una red de circulación compuesta por lo que algunos han llamado el "imperio monopolista de Ph.D.s" que comanda Estados Unidos, el amplio abanico de revistas de estudios estratégicos que circula en las esferas de poder y el nutrido calendario de reuniones y seminarios convocados para informar a la clase política, empresarial o militar. La investigación, en este nivel, compele a los dentistas sociales a centrarse en los sensitive issues, o sea: en problemas candentes, estratégicos y de impacto mundial, y no en las rencillas domésticas del mundillo académico. Para entrar en este circuito, es indispensable contar con un Ph.D. de alguna universidad prestigiosa. Una vez dentro, no se trabaja para producir una teoría general para explicar todo y para instruir a todo el mundo {urbi el orbi), sino una seguidilla de estudios específicos para resolver problemas específicos, por lo común, en el mismo terreno donde se presentan los problemas. Se trabaja

directamente para el poder, no para la ciencia y por la ciencia.

Con este respaldo, los dentistas extranjeros que 'bajan' a un país en vías de desarrollo (o en vísperas de revolución), no encuentran dificultades en estos países: se le abren todas las puertas (Philip O'Brien, cientista político de la Universidad de Glasgow, por ejemplo, no tuvo problemas en 1983 para entrevistar a todos los miembros de la Junta Militar). Este paradigma científico contrasta agudamente con el nuestro (que está centrado en el ensayismo, la ideología y la especulación discursiva, en su mayor parte). Nosotros realizamos en Inglaterra un estudio cuantitativo de la producción cognitiva externa e interna con valor académico sobre la realidad chilena, para el período (crítico) 1950-1978. Hallamos un total (no

7^ HISTORIOGRAFÍA CHILENA, 1955-1985

absoluto) de 2.320 títulos (contando libros, artículos e informes relevantes), todos relativos al área de las Ciencias Sociales. Conforme la producción total anual, hallamos que, hasta 1959, el 72 % de esas publicaciones se producían y editaban en Chile, pero que, desde I960, la producción externa superó

sistemáticamente a la interna, del siguiente modo: 53 % en 1965, 69 % en 1972, para llegar a 86.9 % entre!973 y 1978. El predominio de la producción externa se dio, principalmente, en las tesis doctorales y en los artículos de valor académico y

estratégico. El enfoque predominante de esos trabajos era el llamado "liberal" (crítico para los estándares anglosajones). En el campo de la historiografía, la producción externa llenó vacíos de gran importancia. Por ejemplo, en el campo de la "clase dominan te" los aportes de J.Barbier, J.Rector, G.Marcella, Ch.Pregger, R .Oppenheimer , T .O'Br ien , C.Menges, J.Carriere y otros, han permitido definir con más precisión las debilidades y fortalezas específicas de los empresarios y políticos que configuran la clase dominante chilena; mientras que J.Morris, P.Peppe, P.de Shazo e incluso A.Angelí han enriquecido notoriamente la visión del desenvolvimiento específico de la "clase obrera chilena". Lo mismo ha ocurrido en el campo del Estado y la política (P.Cleaves), la industrialización (H. Kirsch) y los problemas de la acumulación capitalista (T.Davis), etc. Se comprende que los historiadores que completamos los estudios en Europa nos dimos de cabeza con un paradigma científico duro, altamente profesional, que nos forzó a "documentar empíricamente" cada afirmación y a situar la teoría en la consideración concreta de los problemas estratégicos. El impacto obligó a muchos a abandonar sus estudios de doctorado. En otros provocó la conversión completa al empirismo puro. Pero la mayoría optó por hacer una síntesis entre la cultura académica traída de Chile y las prácticas metodológicas aprendidas en el Viejo Mundo. En esta última línea, la producción historiográfica que los chilenos realizaron en el exterior es de interés, especialmente

(.ABRIELSALAZAK 7 5

las tesis de doctorado. La producción ideológica de los exiliados íue también abundante, sobre todo en Francia, Suecia, Italia y países como México y Venezuela. En Inglaterra y Alemania la presión académica redujo el sesgo ideológico y aumentó la lundamentación empírica y el análisis estratégico (puede observarse esto último en los trabajos de Manuel Fernández, Oistóbal Kay, Luis Ortega y Gabriel Palma, entre otros). Los que estábamos en Inglaterra (Leonardo León, Luis Ortega y el que habla) procuramos fundar una suerte de "nueva historia", que, junto con basarse en una adecuada base empírica, procurara desplegar análisis rigurosos sobre los problemas estratégicos de nuestra historia. Y nos ha alegrado saber que, en Chile, los historiadores jóvenes tienden a moverse en la misma dirección.

Discusión

Alfredo Riquelme sefiala que concuerda con lo dicho por el expositor, y que el panorama general es que, como sociedad que tiene necesidad de producción científico-social, "estamos a merced de un mercado académico mundial". José Bengoa piensa que, en efecto, existe un mercado académico y empresarios del intelecto —lo que tiene algo de negativo—, pero que éstos, de un modo u otro, han impulsado la investigación y la han centrado en problemas más neurálgicos. Agrega que los historiadores jóvenes chilenos tienden, en la actualidad, a un "factualismo algo estrecho de miras", pero que sus monografías contrastan, de todos modos, con los viejos académicos "que eran más profesores que investigadores y, en todo caso, grandes charlistas". Eduardo Valenzuela está de acuerdo en que el énfasis en los problemas concretos y en el empirismo ha traído consigo "la crisis de ios paradigmas teóricos de la sociología", obligando a muchos cientistas sociales (como él mismo) a "refugiarse en la historia empírica". María

76 HISTORIOGRAFÍA CHILENA, 1955-1985

Rosaría Stabili confiesa que, cuando fue a Estados Unidos, se sintió "neófita en el conocimiento de su tierra" y que la habían invitado que fuera a "documentarse para continuar en el Seminario". Reconoce que "ellos trabajan lúcidamente". Y en ese contexto es claro que se ha producido la crisis de los grandes paradigmas teóricos. Sin embargo, "lo ideológico no muere, sigue, de algún modo, vigente". Cree que es necesario discutir esta situación en profundidad. María Angélica Illanes dice: "Abrumador". Se refiere a la "ciencia externa" que mira y prensa a Chile. Agrega que, en todo caso, se trata de "una

ciencia utilitaria". Ante ésta es preciso oponer "lo propio". Pero ¿qué es lo propio? Lo propio es "cómo llegar y potenciar

la conciencia del pueblo". Hay una contraposición entre la ciencia externa y la conciencia del pueblo, una distancia crítica. Cree que aquí hay un problema de fondo que es necesario discutir. Mario Garcés interviene para decir que, respecto a la conciencia histórica del pueblo mencionada por Angélica, la producción historiográfica reciente no sólo es poca, sino desenfocada y además no comunicada. Se podrían mencionar los estudios de Vial, Villalobos, los que publicaron la historia de Chile del siglo XX, etc.. Y el Boletín del Encuentro de

Historiadores ayuda, pero no es suficiente. En las universidades el factualismo histórico es inapelable y no sirve mucho, aunque es cierto que para demostrar la falsedad del Chile de Pinochet basta la historia factual. Y también es cierto que la conciencia popular necesita ser alimentada con "información histórica", y en este sentiáo hemos inaugurado entre nosotros "una etapa positivista" que, aunque necesaria, deberemos superar. Pues no se trata sólo de "entregar materiales al pueblo para que reflexione, sino algo más". ¿Qué más? Sobre todo, el "tratamiento teórico de las problemáticas que surgen de la misma reflexión popular, como por ejemplo, el problema de la unidad". José Bengoa añade a eso que la "historia desde adentro es parte de la cultura viva de nuestro país y se opone a la historia curricular de los historiadores gringos".

CAHRIELSALAZAR 7 ' /

l'.n este sentido, cabe desarrollar ese tipo de historia, sobre lodo la que se refiere al movimiento popular. "Hay en esto iiii.i tarea grande por realizar, y es bueno ir con los ojos más ,il)icrtos a los datos". Alfredo Riquelme concluye que "en cual-ijiiier caso, lo que aquí manda es la crisis, y aunque ya no lidie validez la interpretación global de la historia de Chile, liay más libertad teórica y riqueza metodológica para trabajar. Se puede, por tanto, generalizar. Es lo que demuestra la Historia de Chile del siglo XX, por ejemplo. No podemos abandonar del todo el ensayo histórico, porque tenemos que de-i antar cosas globales". Juan Carlos Gónez sostiene que la his-loria externa sirve como guía general, mientras en Chile se Ice la Historia de los jóvenes del CERC, pero cree que es posible reconstituir la historia marxista, aunque no es un problema de fácil solución. Alfredo Riquelme replica que "la respuesta a la crisis no tiene que ser, necesariamente, marxista". iin la palestra hay muchas alternativas abiertas. Juan Carlos tíómez retruca que la historiografía marxista está en recons-irucción, sobre nuevas bases metodológicas, como muestra el trabajo de RVilar, por ejemplo. Quien se siente crítico es de izquierda, y ser de izquierda en un sentido científico es ser marxista. "Pero la historia que se ofrece colgada en los kioscos de diarios no sirve —fulminó enseguida Pedro Milos—, y tampoco las historias generales que cuentan todo como pasivamente". La historia debe difundirse con una capacidad

comunicativa que vaya más allá de la mera publicación. La historiografía no puede morir allí. Debe ser un mensaje que se incorpore, asimile, discuta e incentive la acción. María Rosarla Stabili se pregunta por qué nunca se plantea a fondo la cuestión de cómo se construye el conocimiento histórico en términos de comunicación y saber social.

78 lUSrORIOGRAFÍA CHILENA, 1955-1985

Novena Sesión

Historia económica e historia urbana Expositores: Osear Muñoz

y Armando de Ramón

Osear Muñoz: Dice que, en rigor, él no es un historiador, sino "un aficionado". Que en un primer momento se interesó en el análisis histórico por la necesidad de examinar las estructuras económicas en perspectivas de largo plazo. Había observado ciertas deficiencias en las series estadísticas construidas por Ballesteros y Davis. Como las fuentes estadísticas eran continuas y consistentes después de 1914, construyó series que le permitieron descubrir ritmos de crecimiento que ¡a

teoría del desarrollo hacia fuera no había considerado. Sobre esas series pudo descubrir que en Chile existía, antes de 1914, un sector industrial bastante significativo. La teoría tradicional había minimizado o desconocido ese desarrollo antes de 1930, en la idea de que el liberalismo comercial posterior a 1 860 lo había inhibido. Pero su descubrimiento lo llevó a una segunda reflexión: ¿era liberal la ideología dominante y protectora del sector primario exportador? Además ¿pudo haber surgido el sector industrial anterior a 19.30 como derivación o subproducto del mismo sector exportador? Consideró que, por un lado, las exportaciones generaban "ingresos" y éstos podían eventualmente invertirse en el sector industrial. Por otro, el impacto dinámico de las exportaciones iba a depender de los "precios relativos"; o sea, en qué medida la economía tendría o no un cinturón protector frente a los vaivenes de precios del mercado exterior. Y por ixltimo, el efecto dinámico dependía de) roJ intervencionistA deJ ¥.sta.Áo que, pese a ser liberal, podía generar barreras protectoras, como actuar también como un gran inversionista. Sus reflexiones en este sentido se vieron reforzadas por otros investigadores, que de-

(,'A/IRÍEL SALA'/AR

s.irroUaban hipótesis similares: C .Hur tado , H.Kirsch, I .Ortega, G.Palma, y otros. A partir de estas hipótesis es-micturales de la historia económica se dedica, desde 1984 "a poner carne a las hipótesis industrialistas, pero ahora enfo-i ;uido el quehacer específico de los empresarios". Esto lo condujo al análisis micro-económico y al impacto en este plano de las políticas económicas. Pero quedan muchas cuestiones pendientes, sobre todo para el período 1870-1920, entre otras razones por la dificultad de cuantificar adecuadamente la información que existe. Queda por resolver el problema de las relaciones entre la economía chilena y la "economía mundo", además del problema de la crisis y la recesión. "Tenemos una ventaja debido a la crisis de 1930: sabemos lo que es la recesión, y podemos pensar con cierta seguridad sobre la situación actual. Esto es lindo para los economistas". Se comprueba con esto, una vez más, el carácter fluctuante de la economía y sobre todo del aparato financiero. Está por ver, en todo caso, cuál será en la actual coyuntura el papel de la nueva tecnología, el de los ingenieros, economistas y el de los empresarios. La situación sigue abierta.

Armando de Ramón: Su interés en la historia urbana data desde su participación, entre 1965 y 1967, en la elaboración de una Censos de Poblaciones a nivel de todo Chile (de Arica a Castro), y desde su vinculación al grupo de historia urbana de CLACSO (R.Morse, E.Hardoy y otros). Estima que esta disciplina encubre, en realidad, "el estudio de cosas más profundas". En Chile se desarrolló vinculada a la política de transformación de las ciudades, como una suerte de "ideología urbana", que consistió en la propuesta de una ideal de ciudad más bien que en el estudio de la ciudad real. Ya Vicuña Mackenna había imaginado una ciudad con oropeles parisinos. En general se han construido símbolos históricos artificiales. Hoy se sigue igual. Es la disciplina histórica la que está comenzando a dar cuenta de la ciudad real, y es la que ha mos-

80 HISTORIOGRAFÍA CHILENA, i^sí^j^

trade la existencia de la ciudad bárbara. "A mí me interesa la ciudad bárbara". Aquella que fue formada por el proceso de industrialización y el poblarniento popular. Durante la Colonia la ciudad fue concebida como la instalación del Orden,

como un instrumento para disciplinar la sociedad, que estaba en

formación. La ciudad real se desarrolló fuera de ese orden, t-s-toy estudiando la formación de las primeras poblaciones populares, allá por 1850, como la Población Yungay, por ejemplo". En la actualidad se está publicando mucho sobre lo urbano, "pero románticamente, regido por los planes de modernización, que son cortinas de humo para ocultar la miseria social". En oposición a esto trabaja, con Patricio Gross y Luz Phillippi, un libro que revela la "otra ciudad". Ha sido interesante también, en tste^ sentido, el estudio de Isabel lo-rres sobre los conventillos de Santiago.

Discusión

El coordinador le pregunta a Osear Muñoz si el análisis económico mantendrá ahora —1985, coyuntura de crisis— el enfoque estructuralista y cuantitativo propio de la década de \ 960. E¡ aludido responde que en }os años 60 dominó eFecti-

vamente un enfoque económico estructuralista. Más aún: "catastrofista, porque tanto los analistas de Derecha como los de Izquierda habían llegado a la conclusión de que el sistema

económico y social chileno estaba agotado, diagnóstico que siguió vigente incluso algunos afíos después de 1973". Sin embargo, el enfoque actual es mis equilibrado, pues se reconoce el valor específico no sólo de lo económico, sino también de lo social, lo cultural y lo institucional. Esto no significa que el análisis de lo económico haya sido dejado de lado, sino al contrario. Sin embargo, se han estudiado poco todavía las relaciones entre esos espacios y variables. José Bengoa pregunta si los nuevos estudios han refutado la tesis tradicio-

CABRIEL SALAZAR 81

iial de que la industrial ización se desarrolló después de 1930.

Oscar M u ñ o z dice que Gabriel Palma y Luis Or t ega "han

ex t remado la no t a sobre la industr ia l ización, al afirmar que

se inició antes de 1870" . Pero la economía chi lena, por en-

lonces, era primario exportadora, si se t o m a en c u e n t a el or i

gen del Ingreso Nacional . Aníbal P in to había señalado que

las exportaciones pr imar ias , en cierto sen t ido , p u e d e n p ro

ducir a re taguardia un l imi tado desarrollo indust r ia l . Esto

aun no está p robado . "Ahora, qué razones esgr imen esos

autores para decir algo d i s t in to , no sé, aqu í no me meto" .

A r m a n d o de R a m ó n s o s t i e n e q u e en Sao P a u l o y en

Ant ioquía (Colombia ) la economía expor tadora t amb ién ,

como en Chi le , había p roduc ido una significativa "acumu

lación de capital" . Alfiedo Rique lme se p r egun ta d ó n d e se

investigan en Chi le la historia u rbana y la his tor ia e c o n ó m i

ca y qué relaciones interdiscipl inarias t i enen . Osear M u ñ o z

dice que en His tor ia Económica no hay grupos cons t i tu idos

de invest igadores, ni siquiera en C I E P L A N (donde él t raba

ja), po rque nadie financia ese t ipo de es tudio . Y t a m p o c o

tiene relaciones interdiscipl inarias con otras ciencias socia

les. La historia económica de Chi le se es tudia más y mejor

fuera de Chile . Los contac tos in ternacionales son pocos , y

se dan como relaciones personales ent re los propios econo

mistas. A r m a n d o de R a m ó n agrega que , du ran t e un t iem

po, Marcel lo C a r m a g n a n i monopo l i zó la His tor ia Econó

mica de Chi le , asociado con Ruggiero R o m a n o , pero que

ahora, y en Chi le , no hay m u c h a invest igación en esta área.

Y en cuan to a la His tor ia Urbana , no hay t a m p o c o grupos

cons t i tu idos . Osear M u ñ o z , para concluir , señala que , en

cuan to al origen de la indust r ia l ización, cabe establecer un

da to i m p o r t a n t e : la recuperac ión de la e conomía chi lena

después de la crisis de 1930 se deb ió , en gran par te , a la

fortaleza demos t r ada por un sector industr ia l que ya existía.

Este dato es revelador. A r m a n d o de R a m ó n concluye dicien

do que la c iudad de los marginales se formó y se sigue for-

82 HISTORIOGRAFÍA CHILENA, ¡955 1985

mando fuera del Orden establecido por la política de fundación de ciudades, y allí se reproducen fenómenos como el bandidaje, la prostitución y el negocio del alcohol que, a su vez, ocultan las grandes fallas del sistema.

Décima Sesión

Historiografía chilena actual (interior) Expositores: María Angélica Illanes

y Mario Garcés

María Angélica Illanes: Antes de 1973 se desarrolló una historiografía crítica y a la vez centrista, que se opuso, tanto a la escuela conservadora como al marxismo tradicional. Se privilegió lo económico y social por sobre lo político y lo cultural. Esta tendencia, sin embargo, se empantanó en los conceptos estructuralistas, sobre todo el de "modo de producción". Esos conceptos operaron como callejones sin salida. Los que eludieron esos conceptos tomaron rumbos más específicos: hacia la historia demográfica, la cuantitativa y la nueva historia política. El año 1973 marca un quiebre en esta í/nea evolutiva y pone sobre e/ tapece un conjunta de

temas nuevos y de intuiciones científicas poco consolidadas. Los intelectuales de izquierda abandonan toda forma de autoritarismo, sea militar, político o téorico-ideológico. Queda en pie, en todo caso, una exacerbada "sensibilidad social, lo que lleva a trabajar sobre supuestos no racionales, diferentes a los del racionalismo marxista tradicional" y, a desarrollar disciplinas nuevas, como la historia de las mentalidades, la historia oral, la historia social, etc.; en todas las cuales "el sujeto social tiene una importancia central". Esta óptica pone de relieve otras realidades: la de las mujeres, de ios seres marginales, de los grupos medios, etc. Es sintomático que, como resultado de esto, los historiadores estén

CABRIEL SALAZAR 8 3

" abandonando su refugio colonial" y que , al m i s m o t i e m p o ,

estén concediendo una impor tanc ia significativa a! "lenguaje

liistoriográfico c o m o medio de comunicac ión" . T o d o esto

se resume en el hecho de que se ha p roduc ido un qu i eb re

radical del es t ruc tura l i smo de los años '60 y, lo que es más

impor t an t e , "la liberación de las temáticas". Es t amos en o t r a

etapa de desarrollo, probablemente superior, pero, en todo

caso, vamos "sobre arenas movedizas". Se requiere pensar

"los nuevos fundamentos" de la Historiografía chilena.

Mario Garcés: Respecto a su práctica historiográfica, él se ha movido en dos planos: uno, la historia popular y del movimiento obrero, y el otro, la historia "como práctica de educación popular". En este último sentido, cabe decir que la historia es un elemento importante en la educación popular. Hay una fuerte demanda por la Historia, dado que sienten que es necesario "iniciar procesos de recuperación de la memoria popular". La memoria histórica de los grupos populares puede y debe ser un objeto de análisis e investigación. De serlo, determina una serie de opciones significativas, tanto en el plano de la educación, como en el de la política. "Uno se da cuenta que aquí es necesario producir y potenciar un cierto tipo de saber". Un saber que, junto con ser comprensión histórica, es comprensión política, "porque la comprensión histórica de sí mismo conlleva afirmación de la identidad y mayor autonomía de acción histórica, lo que abre posibilidades de futuro". La comprensión histórica es siempre comprensión política. Pero ¿qué hace la historiografía académica y profesional frente a esto? Poco. Lo que se requiere aquí es abrir nuevas temáticas y trabajar nuevos métodos. Lo que hemos hecho en este campo es todavía insuficiente. Hay mucho por investigar y por conseguir que los historiadores trabajen "orgánicamente con los actores populares", incluso en términos de acción. Existe un "universo de problemas" muy marcado todavía por ex-

8 4 HISTORIOGRAFÍA CHILENA, 1955-1985

periencias locales y por la subjetividad de todos, y se requiere convertir eso, válidamente, en un "universo teórico" claro, popular y nítido.

Discusión

Eduardo Devés, Pedro Milos y Alfiedo Riquelme hacen diversas preguntas acerca de cómo la historia es utilizada en la educación popular, en cuanto a "entrega de materiales y conocimientos", en cuanto a las "pregimtas específicas que la guían" y a la posibilidad de trabajar "académicamente la historia oral". El Coordinador opina que, en los últimos años, se ha pasado de un "universo teórico de tipo estructuralista" a un vago "universo aporético", en que predominan preguntas abiertas y una agudizada sensibilidad social. Se vive, en este sentido, una fase de transición que se mueve en el sentido de superar el empantanamiento del universo aporético. Pero ¿cómo debe ser esa superación? ¿Por la vía de una "nueva historia", probablemente más centrada en la memoria social que en el objetivismo académico, o mediante la construcción de una nueva "praxis política"? Si es esto último (como sugirió Mario Garcés) se correría el riesgo de que, arrastrados por la búsqueda de una nueva praxis política, cayéramos de nueva en un tradicional "universo teórico". Mario Garcés responde que "cualquier quehacer político con pretensiones de validez es hoy una apuesta". En este sentido, trabajar para "afirmar la identidad y afianzar el protagonismo popular es, por un lado, una lectura de la derrota, y por otro, una forma de desarrollar las capacidades propias". Los educadores populares procuran "producir un saber histórico de identidad", pero es claro que esto no es suficiente, se "requiere un diálogo cultural con toda la sociedad", y es lo que también se quiere lograr. María Rosarla Stabili concuerda en que "uno como historiador tiene que conocer su objeto de estudio no sólo desde su escrito-

CAIiRIEL SALAZAR 85

rio: uno tiene que ir a fondo y ensuciarse las manos" ; agrega

que, en ciertos aspectos del conocimiento social y del saber

social, el his tor iador es insustituible, y esto obliga a "com-

jirometerse todo el t iempo", pues se está es tudiando "suje

tos". Pero una historia compromet ida con los sujetos necesita

resolver el t ema de "las fuentes legí t imas" y adecuar las

metodologías (de la historia oral, por ejemplo), pues ha de

reducir el impac to de lo p r o p i a m e n t e subjetivo. E d u a r d o

Devés interviene para decir que "no estoy de acuerdo ni con

María Rosarla ni con Garcés, porque esas perspectivas son de

la Antropología y no de la Historia". La Historia estudia el

pasado y "los historiadores no pueden contactarse directa

mente con el objeto que estudian", a menos que estudien la

historia del presente, "lo que sería una gran novedad". Un

a lumno de la Universidad de Chi le no identificado piensa

que lo que hace Mario Garcés es, en rigor, "historia aplicada,

que no es lo mismo que historia compromet ida" . En la his to

ria aplicada, según él, "no entra en juego la globalidad". Es

cierto que la historia social opera como etnografía y rescata el

papel de los sujetos, pero a "la ciencia le interesa más lo in

consciente y lo estructural". Alfredo Riquelme sostiene que

"la His tor ia utiliza de hecho todas las fuentes posibles, de

modo que es en la metodología d o n d e se producen las dife

rencias y lo que da investidura científica". Pero de todos mo

dos es válido acercarse a los métodos de la Antropología o a

los de otras ciencias. De aquí van a surgir no uno , sino varios

"universos teóricos". Habrá un plural ismo de universos teóri

cos. Concuerda con lo dicho por Angélica a este respecto.

Maria Rosaría Stabili le pregunta a Angélica si los cambios

que ella detecta se dan sobre bases epistémicas poco sólidas.

María Angélica luanes dice concordar con lo d icho por el

Coordinador , en el sentido de que "concentrarse en la sensi

bilidad es dar un salto al vacío del universo aporét ico", del

cual no todas las salidas son válidas o correctas, sino, más

bien, "riesgosas". N o se ha dado una discusión teórica de peso

86 HISTORIOGRAFÍA CHILENA, 1955-1985

respecto a los "nuevos fundamentos". Se requiere mucha más

discusión antes de construir un nuevo "universo teórico".

Pedro Milos toma este problema y se pregunta: "¿quién, en

definitiva, en la situación actual, construye el conoc imiento

histórico legítimo? ¿El historiador? No estamos seguros. ¿Los

pobladores?". Maria Rosarla Stabili acota que "los poblado

res no pueden .ser historiadores p rop iamente tales, pero sí

sujetos y actores políticos, para los cuales la ciencia es un

insumo o ámbi to particular, no general". Pedro Milos retruca

que él, como especialista, trabaja para la memor ia popular y a

la vez para la historia profesional. María Angélica Illanes dice:

"pensar y, a la vez, ser". Eduardo Devés in te r rumpe para pre

guntar: "¿qué significa que los pobladores te reconozcan como

uno de los suyos? ¿Y en qué medida nosotros somos part íci

pes de "la obra de Pedro Milos"?. Pedro Milos replica que

"ellos son mi dato , pero ellos, al mismo t iempo, son diferentes

de mi dato, porque soy como un dato para ellos. Hay recipro

cidad". María Rosaria Stabili opina que "el ser los pobladores

va más rápido que el conocer de los historiadores, y así se pro

ducen encuentros y desencuentros", y a ella le parecen más

ricos y cogni t ivamente fértiles "los desencuentros" . Mario

Garcés, respondiendo a un alcance del Coordinador , confiesa

que, en la disyuntiva de elegir entre la His tor ia y el Pueblo, él

opta por el segundo, pues es "sujeto y no objeto de la his to

ria". Esta opción es cognitiva y política a la vez, pero que,

obviamente, puede tener "estatus académico también". La His

toria no es sólo para que "los muer tos se mantengan vivos",

sino para que los vivos tengan más vida. María Angélica Illanes

piensa que las metodologías son diferentes entre sí, pero que

"el problema de fondo es que el conocimiento es y debe ser

unificado", como una demanda existencial, pues el sujeto his

tórico "debe estar un ido por el conoc imiento a su propia rea

lidad". Eduardo Devés cierra el debate diciendo en voz alta:

"¡no estoy de acuerdo!".

CABRIEL SAI AZAR 87

Undécima Sesión

Historia de los movimientos sociales Expositores: José Bengoa, Eduardo Valenzuela

y Gabriel Salazar

¡osé Bengoa: Ha estudiado el movimiento campesino y la historia indígena, en ese orden. Llegó a la Historia porque no es posible explicar la situación del pueblo mapuche sin recurrir a la Historia. Los mismos dirigentes indígenas reclamaban que querían conocer mejor su pasado. Inició la investigación entrevistando a "los viejos que sabían más", porque intentaba construir una historia desde la misma perspectiva indígena, "desde el otro lado del Bío Bío" y centrada en la identidad mapuche. Los mapuches tienen una poderosa historia oral, que, en gran parte, está perdida. Pero en la mitad de la investigación hubo que ir a los archivos y "redactar todo académicamente". Este giro de la historia oral a la académica es complicado. A los dirigentes no les gustó "mi versión popular": ellos querían saber más. ¿Qué faltaba? ¿Más testimonios o más liistoria académica, más recuerdos o más documentos? "La historia oral y testimonial no se rige por fechas, sino por una cierta circularidad: ¿cómo pasar de los recuerdos a las fechas sin hacer una maldad?". En todo caso, el cotejo de los testimonios con los documentos revela una correspondencia notable. Pero los indígenas "no reconocen su historia en la versión académica"; o sea, en la objetividad. De un modo u otro, sería útil trabajar para ampliar el desarrollo de la historia oral como tal. Respecto a la historia campesina (a la que está ahora dedicado) hizo lo mismo: se propuso encontrar la identidad del movimiento social campesino. Son relevantes en este sentido las tradiciones y la poesía campesina. El problema aquí es que la memoria social está ligada a las masacres de los mismos campesinos, que son muchas y recurrentes. A cada

88 HISTORIOGRAFÍA CHILENA, 1955-1985

ascenso de conciencia y de unidad, correspondió una represión violenta. Hay aquí una recurrencia circular. ¿Cómo salir de ella? ¿Cuál es, entonces, el contexto histórico global del movimiento campesino? Algo menos que la identidad, parece ser el "sistema de dominación en el agro", que es lo que trabaja actualmente.

Eduardo Valenzuela: Confiesa ser un sociólogo que se dedicó a la Historia., y ha trabajado principalmente el desarrollo del movimiento estudiantil universitario, desde sus orígenes. Da dos razones para esto. La primera: "vivimos una crisis política profunda que generó el quiebre de nuestras certezas", lo que lo indujo a mirar hacia el pasado y a los procesos que desembocan en el presente. La segunda: "la crisis que el estructuralismo y el nominalismo han desencadenado en la teoría sociológica, lo que ha hecho caer el primado de la Sociología". El sujeto histórico definido por la primacía de los partidos se ha desintegrado. "Nosotros, nuestra generación, ha intentado enfrentar esta descomposición, y para ello buscamos la reconstrucción romántica de la Historia, para lo cual levantamos las figuras sociales del movimiento popular". Sin embargo, el retorno a la Historia en función de esta descomposición no ha contado con la presencia activa de los historiadores profesionales. Y de todo esta propensión romántica ha surgido la idea de ver los movimientos sociales como tendencias "autonomistas", como reacción al determinismo político de la tradición estructuralista anterior (marxista, sobre todo). En busca de esa "autonomía de los movimientos nos adentramos en la Historia". Se interesó entonces en examinar el movimiento estudiantil, precisamente cuando éste "llevaba siete años de inactividad". Y al estudiar esa inactividad descubrió "la desintegración de los movimientos sociales con posterioridad a 1973, constatación que nos alejó del romanticismo histórico, pues estábamos rescatando autonomías que eran de la época preindustrial". Había que reconocer que la

CAHRIEL SALAZAR 89

iiistoria vivía la etapa industrial , con movimientos indus t r ia

les y peleando no por la au tonomía , sino por el control del

lisiado. Pero esta pelea también se había perdido. ¿Qué hacer?

"Nos sentimos frustrados en nuestras certezas y en nuestras

b ú s q u e d a s " . La c o n c l u s i ó n era q u e " h a b í a q u e

profesionalizarse, y de hecho t e rminamos académicamente

más acá del Bío Bío". Nos enfrentamos a una vacío, para salir

ilcl cual hay un p a q u e t e de o p c i o n e s : 1) p r a c t i c a r u n a

historiografía escéptica, sin sujetos sociales, cen t rada en la

decadencia de las tradiciones revolucionarias del pueb lo ; 2)

practicar una historia positivista, empírica, para sacar de allí

hipótesis de todo t ipo, y 3) una historiografía mi l i t an te , de

resistencia o transgresión, "que a mí me desagrada". El recur

so a la Historia no es algo definitivo. La Sociología "ha abier

to un camino hacia la Historia , que surge como una al terna

tiva a la seca sociología de sistemas". Esto implica una posibi

lidad de desarrollo y de colaboración conjunta . Se puede ha

cer algo.

Gabriel Salazar: Me aboqué , sobre todo , al es tudio del

movimiento social del "bajo pueblo" durante el siglo XIX, en

un in ten to por percibirlo y exponerlo desde la perspectiva de

su p r o p i a i d e n t i d a d . Esta o p c i ó n , i n e v i t a b l e m e n t e , me

involucró no sólo como historiador, sino también c o m o suje

to histórico viviente. Este involucramiento , riesgoso de por sí

( implicaba abandonar el objetivismo académico) , me exigió

incrementar el empir i smo historiográfico y utilizar toda clase

de fuentes y toda clase de métodos . N o podía dar pasos en

falso. Traté de trabajar una "descripción que , a la vez, fuese

explicación, y una explicación que , a la vez, fuese mot ivación

para actuar; síntesis que conlleva interpretación teórica, pero

que también impide la reificación conceptual p rop ia de los

universos teóricos". Pero esta opción exige volcar los resulta

dos de la investigación al pueblo mismo. El problema es cómo

transmitir , comunicar o socializar esos resultados. Creo que .

90 HISTORIOGRAFÍA CHILhNA, 1955-1985

en este último sentido, cabe emplear, de nuevo "todos los métodos: la educación popular, las clases universitarias, el diálogo, la interacción social, las publicaciones, los talleres". Quien ha hecho clase alguna vez, o por largo tiempo, sabe el poder del diálogo y la palabra oral. Esto liltimo es el mejor método de comunicación y circulación.

Discusión: María Rosarla Stabili cree que las alternativas no se agotan en el dilema 'historia romántica' versus 'historia escéptica'. E! historiador puede manejar varias perspectivas y posibilidades. ¿Es posible combinar la memoria social ("de los mapuches y los campesinos") con la memoria documental en una síntesis, diferente, a su vez, a la "historia de la bandera"? Ella cree que sí. Es interesante ("lo rico") que ellos (los mapuches o los campesinos) confunden sus fechas, subjetivamente, y de aquí se abren problemas de gran interés. Cree que la crisis que se ha producido es, después de todo, positiva, en el sentido que ha proporcionado a los historiadores la posibilidad de jugar con múltiples perspectivas. Angélica lUanes, por su parte, no cree que pueda existir "una historiografía escéptica, sin sujetos", porque siempre, en todo movimiento social (aun si no hay movimientos) hay sujetos, y éstos no son sino los portadores de nuestras valoraciones, y en ellos reconoceremos siempre la presencia de un sujeto histórico. Por eso, "el recurso a la Historia no puede ser un mero instrumentalismo, sino una inmersión en lo que realmente somos". Alfredo Riquelme agrega que el desastre del estructuralismo y la desilusión ideológica pueden conducir al escepticismo, pero es preciso recordar que la identidad es cambiante de por sí, y nadie debe desesperarse por ello. Eduardo Valenzuela replica que, a su juicio, todas las alternativas que se barajan (el marxismo mínimo, "la Historia como venga", etc.) no tienen, en último análisis, utilidad alguna. Se está viviendo de hecho —guste o no— un período de crisis y escepticismo, tanto en lo teórico como en lo político, aunque

ÜAHRIEL SAI AZAR 91

lo valórico mantenga alguna vigencia. Patricio Valdivieso dice

i|iie es preciso superar el escepticismo, pues conduce a un

"pesimismo desalentador", y para ello existen varias salidas,

i.iiito sociales como culturales y aun políticas, sólo que es

necesario desarrollarlas. Mario Garcés apunta que él concuerda

ion la propuesta hecha por el Coord inador respecto a la ne-

icsidad de comunicar la Historia y trabajar más el proceso

educativo hacia el pueblo. Cree, sin embargo, que "hay otra

entrada que es más política, cual es la reconstrucción de los

sujetos políticos". El mismo se mueve en esta dirección. Cree

impor tante , en este sent ido, revisar el proceso de formación

del F ren te Popu la r de los años ' 3 0 , tan o lv idado por la

historiografía marxista clásica. Pues fue esa " ident idad" (el

l'rente) la que ent ró en crisis hacia 1973 . N o se debe olvidar

lo polít ico. Y en "la lógica del escepticismo hay también, de

algún modo , componen tes políticos". María Angélica luanes

sostiene que no se debe renunciar al "encuentro entre el in

vestigador y los grupos populares", pero ¿cómo debe ser ese

"encuentro"? ¿Se reduce sólo a la actividad educativa y do

cente? ¿Hay algo más? José Bengoa cree que "el encuen t ro" es

casi inmanejable por el historiador o por el autor de im libro

de Historia , debido a que "el pasado es parte de la lucha polí

tica del presente". Hay una d isputa por el pasado. Y no todos

investigan o leen para apoderarse de él (Allende jamás leyó,

por ejemplo, a Ramírez Necochea) . Y en este contexto , "el

escepticismo es un peligro real, lo mismo que el mero refu

giarse en la His tor ia o agarrarse al positivismo de los Ph .D.s" .

La salida lógica del escepticismo es la recuperación de la polí

tica, en términos de construcción de futuro. N o se trata de

eludir la política (como in tentó hacer Mario Góngora ) , pero

t a m p o c o se t r a t a de caer de n u e v o en el p l a n f l e t i s m o

historiográfico (como ocurre a veces con Luis Vítale). La pa

sión de la polít ica no t iene que llevarnos a la superficialidad.

Lo impor tan te es conectar el análisis histórico con la cons

trucción del futuro. Un a lumno presente interviene para res-

92 HISTORIOGRAFÍA CHIIIiNA. 1955-1985

catar lo dicho por Eduardo Valenzuela, en el sentido de que

los sociólogos han cont r ibu ido a la "reconstrucción de los

sujetos sociales en Chile" (durante el per íodo dictatorial) .

Añade que a él le impactó el análisis de Mario Góngora res

pecto a que el Estado es el verdadero const ructor de la Na

c i ó n . El cree q u e — a p a r t á n d o s e en es to de E d u a r d o

Valenzuela— es preciso, ahora, "pensar mís t icamente el suje

to nacional o popular" , en oposición al sobrepeso histórico

del Estado.

Se acuerda cerrar el Seminario examinando la Historia

Política de Chile .

Duodécima Sesión

La Historia Política Actual Expositor: Tomás Moulian

Dice que "es mi opor tunidad para t i tularme de historiador,

porque soy sociólogo". Se orientó hacia la Historia desde el

terremoto político de 1973. Trabajó el período de la Unidad

Popular, por una necesidad de saldar cuentas con los fantasmas

del pasado. A este efecto construyeron, con Manuel Antonio

Carretón, "una gigantesca cronología de hechos, sobre la cual

realizamos un análisis histórico conforme se desarrollaban los

conflictos políticos". Es decir: realizaron un "análisis de co

yuntura". Define coyuntura como "modificaciones de corto pla

zo en el campo político de fuerzas". Dice que "no se nos ocu

rrió usar fuentes orales, sino, sólo, prensa y folletos". Luego de

este estudio, él se concentró en el análisis de la evolución histó

rica de la Izquierda chilena, desde 1933, poniendo énfasis en

las razones y factores que permitieron la "entronización del mar

xismo". Se preguntó: "¿por qué el marxismo tuvo un estatuto

ideal para la Izquierda chilena desde el principio? ¿Y qué era o

GABRIEL SALAZAR 9 3

fue el marxismo para las masas populares? ¿Un imaginario co

lectivo, un conjunto de creencias?" A este respecto, hizo un

estudio "algo anfibio, porque planteó este problema a nivel de

las élites y, a la vez, a nivel de la cultura popular". Por esa época

no conocía los trabajos de E.P.Thompson. La tercera explora

ción historiográfica que realizó fue el estudio del compor ta

miento político de la Derecha. Esta vez fue un trabajo no m u y

sistemático, aunque se concentró en el estudio de los part idos

de Derecha. En todo caso, in tentaron (con Isabel Torres) usar

otra estrategia metodológica: investigaron ciertos "aspectos re

veladores del accionar político de la Derecha" para, desde ellos,

plantear hipótesis más generales. Eue una aproximación a la

historia de las mentalidades. Les pareció que "la mental idad"

es algo diferente a "la ideología", po rque aquélla está en un

nivel de subconciencia y subideológico. La cuestión resultó más

complicada de lo que parecía. También , de modo complemen

tario, ha estado examinando las campañas electorales de Dere

cha, sobre todo desde la campaña presidencial de Gustavo Ross

en adelante. En todos estos trabajos no ha habido "ninguna

pretensión teórica, lo que es efecto, tal vez, de nuestra conver

sión a la historia". Sus análisis han sido muy positivistas o

historicistas. Podría haber utilizado el marxismo, como herra

mienta de trabajo. Se declara part idario de su recuperación,

"pero no para repetir lo hecho por J .C.Jobet o H.Ramírez".

Cree que su trabajo necesita más reflexión teórica, "pero no

quiero hacerla todavía". N o es necesario apurarse por escribir

la historia general de Chile del siglo XX. Es mejor trabajar

monográficamente una serie de problemas importantes , por

que se ha hecho poco en este sentido. En resumen, se siente un

"sociólogo viejo que ha devenido en historiador joven".

Discusión: María Rosaria Stabili pregunta por qué se optó

por el plazo corto y el coyuntural ismo. "Porque —responde

Tomás Mou l i an— la perspectiva de largo plazo tiende a mos

trar a 1973 como una tragedia ineluctable, en circunstancia

94 HISTORIOGRAFÍA CUU¡-NA, 19551985

que se dieron varias oportunidades para cambiar de rumbo". Para evitar esto, él optó por el "politicismo", aunque reconoce que el corto plazo no basta como perspectiva. Es preciso trabajar el largo plazo, pero no para volver a A.G.Frank o T. Dos Santos, o al teoreticismo de Pedro Morandé. Un alumno asistente le objeta que, después de todo, cuando él estudia la Izquierda, lo que hace es examinar el "discurso teórico de la Izquierda", y eso es teoría. "Insisto en que no tengo teoría — replica Tomás Moulian— o si tengo alguna está todavía en estado práctico. Puede que se desprenda más adelante". La Izquierda, además, opera con un doble standard: "en los hechos es pragmáticamente estatista, y en el discurso, anti-estatista". Angélica Illanes sostiene que toda reflexión histórica implica una definición u objetivo político, y quisiera saber cuál es el objetivo político de Tomás Moulian, "¿o estás viviendo una crisis personal?". Sol Serrano se suma rápidamente a lo anterior y sugiere que Tomás debía "hacerse un sicoanálisis delante de todos". Alfredo Riqueime acepta que es necesario trascender la ideología de la Izquierda, pero "¿por qué te interesaste por la Derecha.' ¿Es que te fuiste a la Derecha.'". Tomás Moulian responde que a él le interesa el marxismo en tanto pueda formar parte de la cultura popular, porque el marxismo pequeño-burgués no tiene destino. Las élites de Izquierda siguen siendo "irracionalmente marxistas", y sin embargo, pretenden influir o comandar sobre la cultura política popular. Su cultura política es sincrética, orientada a las estrategias globales. Es interesante preguntarse si en el Partido Comunista predomina la cultura marxista popular o el sincretismo de las élites de Izquierda. José Bengoa acota que la fuerza orgánica del Partido Comunista es, desde 1946 (masacre de la Plaza Bulnes), una "fuerza cultural, que el Partido Socialista no tiene y que, por lo mismo, teme y envidia". Un alumno asistente opina que las élites de Izquierda no reflexionan sobre su experiencia, sino "sobre la historia universal", especialmente de Europa. Alfredo Riqueime sostiene que "fuimos por la cultura popular, pero

CABRIEL SAI AZAR 95

terminamos volviendo a la cultura política de las élites", y la

teoría o ideología de éstas "no me explica la crisis de la Unidad

Popular", por ejemplo. Tomás Moulian concuerda en que "las

élites devoran teorías extranjeras" y agrega que el marxismo

sobrevive precariamente en las relaciones circulares que existen

entre esas élites y las masas populares. Las élites hacen las ofer

tas políticas y las masas las aceptan, en parte, pero las crisis, al

estallar, "desarticulan esas relaciones" y dejan la lucha de clases

desnudas teóricamente. Varios asistentes discuten luego simul

táneamente sobre si la crisis envuelve sólo al sistema político o

incluye también el proceso social, si los discursos políticos, en

ese trance, guían la acción o más bien la enmascaran. María

Rosaria Stabili resume que en esta sesión se han acumulado

m u c h a s ideas , q u e es p rec i so o r d e n a r . ¿ C ó m o se pasa

metodológicamente, por ejemplo, de un sincretismo ideológi

co a otro? ¿Coinciden todas las variantes del marxismo? ¿Cómo

establecer de un modo científicamente claro las relaciones en

tre las élites de Izquierda y el pueblo? Eduardo Valenzuela esti

ma que, dentro de la cultura popular, coexisten dos grandes

tendencias: la cultura comunista (que no es propiamente mar-

xista), de una parte, y la cultura religiosa pentecostal, la católi

ca y el culto mariano, de otra. En la cultura popular existe un

evidente sincretismo. María Rosaria Stabili se queja de que,

por ese sincretismo y por esa cultura popular, a ella le prohi

bieron, por ser mujer, ingresar a la mina de El Teniente. Y fue

un militante de Izquierda quien le dio las razones de por qué

existía esa prohibición. . }

'• Asistentes al Seminario: José Bengoa, Ximena Cruzat, Eduardo Devés, Vicente Espinoza, Enzo Faletto, Cristian Gazmuri, Mario Garcés, Juan Carlos Gómez, María Eugenia Horvitz, María Angélica luanes, Osear Muñoz, Rolando Mellafe, Tomás Moulian, Pedro Milos, Luz PhiUippi, Ana María Portales, Armando de Ramón, Alfredo Riquelme, Gabriel Salazar, Rene Salinas, Sol Serrano, Maria Rosaria Stabili, Ana Tironi, Isabel Torres, Eduardo Valenzuela, Patricio Valdivieso, y numerosos alumnos de las universidades de Chile y Católica, cuyos nombres no fueron registrados.

CAPITULO III

HISTORIOGRAFÍA Y DICTADURA EN CHILE: BÚSQUEDA, DISPERSIÓN, IDENTIDAD'

Omnipotencia política y oscuridad histórica

lil sociólogo Kalman Silvert lo anunció categóricamente en el Handbook of Latin American Studies, en I960; "Chile es un país mal estudiado".

La década de los años '60 fue en América Latina, sin lugar a dudas, un período crucial, preñado de coyunturas desarrollistas, reformistas, revolucionarias o, eventualmen-te, reaccionarias. En razón de eso, la necesidad de disponer de un conocimiento científico de la sociedad y del momento histórico que se vivía se agudizó en grado superlativo. Sobre todo en Chile, que parecía ser el país más próximo a experimentar una crisis revolucionaria similar, en sentido genérico, a la vivida por la sociedad cubana. Pero Chile "estaba mal estudiado". Y no sólo cuando lo anunció el sociólogo citado, sino también —según otros cientistas extranjeros— a finales de la década de los '60 y aun después que, en 1973, el gobierno de la Unidad Popular fuera derribado.

' Una primera versión de este artículo fue publicada en Cuadernos Hispanoamericanos # 4H2-483 (Madrid, 1990), pp. 81-94.

98 HISTORIOGRAFÍA Y DICTADURA ENCHILE

Pues, pese al desenvolvimiento de las teorías del desarrollo y

la dependenc ia , ocur r ido en esos años, el conoc imien to his

tórico de la economía , la sociedad, el Es tado y la polí t ica

chi lena con temporáneas se había retrasado en exceso, confi

gu rando un gran vacío y un desfase impor t an t e en relación

a los urgentes requer imientos cognit ivos de la coyuntura^ .

Vacío que estuvo de algún m o d o presente no sólo en el fra

caso histórico de la ' revolución socialista' in ten tada por la

Un idad Popular entre 1970 y 1973 , sino también en el r um

bo dictatorial y an t i -popul i s ta asumido por la cont ra- revo

luc ión neol iberal pe rpe t r ada desde 1973 por el rég imen

militar.

La comprobación definitiva del deficiente desarrollo de

la His tor ia y las Ciencias Sociales respecto al proceso h is tó

rico chi leno se produjo tras el exhaustivo análisis crítico rea

lizado en Europa y Estados Unidos , entre 1972 y 1975 , so

bre las teorías la t inoamer icanas del desarrollo y la depen

dencia, ambas aplicadas a fondo en el l lamado "experimen

to chi leno". Se concluyó, por un lado, que esas teorías, en

t an to fundadas sobre una visión estructural is ta del sistema

mund ia l del capi ta l i smo, no hacían otra cosa que cons t ru i r

leyes "cJrculacionales" del desarrollo l a t inoamer icano , sin

a tender a los procesos sociales y culturales específicos de las

historias nacionales . De este m o d o , el p roduc to de esa prác

tica teórica fue un "catálogo descriptivo de diferentes t ipos

estructurales de dependencia" y no una "síntesis de los p ro -

^ Ver, por ejemplo, las observaciones de W.P. Me Greevery: "Recent Research on the Economic History of Latin America", en Latin America Research Review, (L.A.R.R., en adelante) 3:2 (1967); tam-b/c'n de 5.5tein &cW.HvLai: "Principa.} Currents in the Economic Historiography of Latin America", en Journal of Economic History, 31:1 (1971), y en K.P. Erickson et al.: "Research on the Urban Working Class in Argentina, Brazil and Chile: What it to Be Done?", en L.A.R.R., 9:2 (1 974).

GABRIEL SALAZAR 99

cesos históricos específicos" que , en cada país, admin i s t r a

ban el interjuego de los factores económicos , cul tura les , so

ciales y polí t icos^. Por otro lado, se concluyó que , en el caso

de Chi le , a lo anter ior se había sumado el no compromiso del

análisis histórico con las coyunturas del presente, deb ido a:

1) el sobrepeso gravitante de la tradición historiográfica posi

tivista y conservadora (centrada en la documentac ión estatal

y en la decadencia del régimen oligárquico del siglo XIX); 2)

el escaso desarrollo empírico de la historiografía marxista (su-

b o r d i n a d a a las d i r e c t r i c e s p a r t i d a r i a s y c e n t r a d a

denuncia t ivamente en los fenómenos del imperial ismo y la

explotación del trabajo), y 3) el neutralismo de la historiografía

academicista (dominada por el estructural ismo de la Escuela

de los Anales y el insti tucionalismo provenientes del legalismo

hispánico)"*.

De este m o d o , el proceso chileno ingresó, desde 1955 ,

en un dramát ico tobogán histórico sin la luz y or ientación

que pudie ra haberle p roporc ionado una 'ciencia orgánica '

const ruida d i rec tamente sobre las especificidades internas de

la sociedad. Así, no sólo la reformista generación del '38 y la

revolucionaria generación del '68 acometieron sus objetivos

desarrollistas y populistas haciendo gala de "omnipotenc ia

polí t ica" pese a estar rodeadas de u n a espesa 'oscur idad

cognitiva', sino también la fuerza armada que, con igual o

m a y o r " o m n i p o t e n c i a " , i m p u s o la vía d i c t a t o r i a l al

neoliberalismo. La orgullosa "infalibilidad ideológica" de los

' Ver de P.O'Brien: "A Critique of Latin American Theories of Dependency", en Occasional Papers # 1 2 (Glasgow University, 1974), pp. 2-3, y de C.R.Bath & D.D.James: "Dependency Analysis of Latin America: Some Criticisms, Some Suggestions", enL.A.R.R. # 1 1 : 3 (1976).

^ G.Salazar: "El movimiento teórico sobre desarrollo y dependencia en Chile, 1950-1975", en Nueva Historia 1:4 (London, 1982), passim.

1 0 0 HISTORIOGRAFÍA Y DICTADURA EN CHILE

militantes del '38 y del ' 68 ( fundamento de su "omnipo ten

cia") fue así replicada y acrecentada por una no menos atrevi

da 'infalibilidad fáctica' de los militares, basada en la omni

potencia de las armas, sin que para n inguno de ellos se hubie

ra "hecho la luz" propia de una verdadera ciencia orgánica

del proceso específicamente ch i l eno ' .

Derrota y reagrupación: memoria colectiva e identidad subjetiva

La violencia de la derrota polí t ico-mili tar de 1973 erosionó

todas las capas y articulaciones de los paradigmas ideológicos

del '38 y del ' 68 , t e rminando por descalabrar la misma inti

midad cultural y emocional de esas generaciones de mili tan

tes e intelectuales. Devueltos por la represión dictatorial a la

vida cot idiana y al espacio privado — c u a n d o no fueron per

seguidos, encarcelados, tor turados , o e l iminados— y por la

crisis global a la necesidad de refugiarse en el pragmat ismo de

la supervivencia inmediata y en el dolor de la memoria , la

mayoría de los mili tantes e intelectuales desplazados comen

zaron a buscarse unos a otros, a intercambiar sus experiencias

y a iniciar, desde aproximadamente 1978, un movimiento de

recordación, reflexión y búsqueda colectivas' ' .

^ Sobre el colapso de la infalibilidad ideológica: E.Tironi: "Sólo ayer éramos dioses...", en Revista Análisis, de enero 30 de 1979. También de G.Salazar: "De la generación chilena del '68: ¿omnipotencia, anemia, movimiento social?", en Proposiciones # 1 2 (Santiago, 1986).

^ Una mirada sobre la situación subjetiva de la militancia de Izquierda en M.Le Soux: "Aspectos sicológicos de la militancia de Izquierda en Chile desde 1973", en Proposiciones # 1 2 (1986), passim.

CABRIEL SALAZAR 101

El pr imer impulso intelectual consistió en recordar el

pasado y rci onsti tuir , con perspectiva autocrítica, lo que ha

bía sido la experiencia de la Unidad Popular (1970-1973) .

¿("uál fue el error que se cometió? ¿Se había comet ido , efecti

vamente, un error? Se evaluó, entonces, cr í t icamente, el ses

go leninista de los part idos y se recuperaron otras variantes

del marxismo internacional , más cercanas al sujeto social li

bre y más alejadas del mil i tante disciplinado. Se consideró de

suma impor tanc ia definir y precisar pol í t icamente el verda

dero 'carácter' del régimen militar (¿era fascista, o no?), la

profundidad de la "ruptura" provocada en 1973 (¿era una re

volución capitalista o un retorno al orden constitucional?) y

los posibles "escenarios de salida" de la dic tadura (¿lucha ar

mada o democracia?). Resulta hoy evidente que este pr imer

impulso intelectual reprodujo los análisis esencialmente po

líticos sobre el "carácter del período" que habían sido típicos

de la coyuntura 1967-1973 ; ahora, claro, dando mayor peso

a la memor ia histórica individual y colect iva ' . Por esto, la

consideración de la "cultura popular" como posible e lemento

central del movimiento de resistencia ocupó, en estos pr ime

ros impulsos intelectuales, un lugar secundario, marginal" .

El balance de estos primero esfuerzos, con todo , fue ca

tegórico: era preciso 'revisar' las acti tudes y conductas polít i

cas del pasado y construir sobre esa revisión un modelo "re

novado" de acción histórica militante. Pero si quedó claro lo

que no había que hacer, no quedó en absoluto claro cuál sería

el papel del movimiento social popular en ese modelo reno-

^ Entre otros estudios, ver de M.A.Garreton: El proceso político chileno (Santiago, 1983. FLACSO) y de M.A.Garreton yT.Moulian: La Unidad Popular y el conflicto político en Chile (Santiago, 1983. FLACSO).

* Por vía de excepción, ver de C.Ossandón: "Para una comprensión de la cultura popular", tin Andes # 3 (Santiago, 1985).

1 0 2 HISTORIOGRAFÍA Y DICTAI URA EN CHILE

vado de acción política. En este punto no fue el ar.ilisis teórico el que puso la premisa mayor, sino el mismo )vimien-to social popular, que, desde 1983, inició una se; 'dilla de "jornadas nacionales de protesta" que se prolonga!, i hasta, cuando menos, 1987. Y el problema suscitado por isas protestas no fue sólo el impresionante número de muertos, heridos, presos y torturados que provocó la represión militar de las mismas, sino también Iz premisa histórica defacto interpuesta por los sujetos sociales que promovieron a alto costo esas protestas, los cuales, no siendo en su mayoría de las generaciones derrotadas del 38 y del 68 sino de la generación joven emergente de los '80, no siempre se movieron por disciplina militante, sino por iniciativa social y cultural espontá

nea. De hecho, era la irrupción de un nuevo actor histórico; la juventud, sobre todo marginal, de los '80. Y la entrada en la teoría política e histórica del 'sujeto social' en tanto que tal. ¿Cómo integrar estos actores a las viejas o a las nuevas teorías?

Fue entonces cuando se desenvolvió un segundo impulso reflexivo e intelectual: el que exploró ya no en la historia de la Unidad Popular, sino en la memoria de todos y cada uno de los chilenos afectados por la crisis de ] 973. Es decir; en el problema de la constitución y reconstitución de la iden

tidad soc\i\, histórica y ciudadana. Hacia ese problema convergían no sólo la (dolorosa) reflexión retrospectiva e introspectiva de las generaciones derrotadas en 1973, sino también la (rabiosa) reflexión prospectiva de la generación emergente que nació y creció combatiendo la dictadura en las calles durante cinco años consecutivos. Se hizo poco a poco evidente que el proyecto histórico del bajo pueblo chileno ya no podía seguir discutiéndose sólo según la politología prac-ticada por los militanates del '38 y del '68, sino también según la experiencia que estaban acumulando los sujetos sociales que, a pulso y pecho descubierto, debieron enfrentar de

CABRIEL SALAZAR 1 0 3

diversos modos el terrorismo de Estado impuesto por la dic-

(adura militar. D e este m o d o , la unidad analítica demos t rada

por los cientistas sociales que entre 1978 y 1983 in ten ta r ron

revalidar la mil i tancia democrát ica revisando cr í t icamente la

iiistoria de la Unidad Popular, fue reemplazada por una an

cha diaspora de búsquedas micro-históricas de la ident idad

social y cultural de cada grupo social afectado, tan olvidada

duran te el longevo domin io del estructural ismo y legalismo

tie la vieja política chilena.

La investigación, recuperación y reconstrucción de la

' ident idad ' const i tuyó, sin duda, un complejo movimien to

social y cultural introspectivo, diverso y de lento desarrollo

que, de un m o d o u o t ro , se apartó de la reflexión c rudamente

política que acompañó el proceso de retirada de los militares

y de transición a la 'nueva' democracia'^. En gran medida,

este movimiento fue un proceso autoeducaiivo emprend ido

por una gran diversidad de sujetos y grupos sociales, en to rno

a los cuales se instalaron, reforzándolos en esa tarea, las nue

vas generaciones de educadores populares y la pléyade de

Organizaciones No Gubernamenta les ( O N G s ) . En rigor, el

movimiento intelectual que inició la exploración y reconsti

tución de las identidades 'olvidadas' no se preocupó tanto de

reestablecer la polít ica democrát ica del per íodo anter ior a

1973 , sino, más bien, de iniciar el desarrollo de la sociedad

civil, tan postergada e ignorada desde el inicio de la Repúbl i

ca. Es lo que se l lamó, vagamente, la "recomposición del teji

do social". C o n esto, el segundo impulso de reflexión intelec

tual tendió a bifurcarse y separarse del pr imero , escisión que

no resultó tan visible y obvia, por su notor io carácter abierto,

de aparente dispersión.

^ Ver de J.Pinedo: "La ensayística y el problema de la identidad, 1960-1988", en J.Pinedo et al.: Chile, 1968-1988 (Georgia, U.S.A., 1988).

104 imiORIOGRAFÍA YDICIADURAEtUmi,

Los buscadores de identidad se dispersaron, siguiendo diversas rutas. Para algunos, la búsqueda de sí mismos los llevó al espacio privado, a la vida cotidiana y la comunidad, "mundo de la vida" que la época del estructuralismo político había devaluado casi hasta su anonadación. Allí, en esos espacios, como que la vida civil pudo, casi gozosamente, reecontrarse consigo misma. Para otros, la búsqueda condujo de nuevo al punto de partida; o sea: a la recuperación de los orígenes y a los fundamentos teóricos de la historia. Esto implicaba purificar la ideas y linipiar la ortodoxia marxista despojándola de las adherencias "desarrollistas", pequcño-burguesas o de los devaneos "revisionistas" que comenzaron a brotar a raudales —por miedo u otras razones— después de la crisis de 1973. Para otros, en cambio, la búsqueda consistió en un retorno nostálgico a ciertas etapas del pasado (por ejemplo, al período en que floreció el movimiento anarquista), donde, por similitud contextual, era posible hallar explicaciones, ejemplos e incluso inspiración para iluminar la depresiva coyuntura histórica del presente. Para otros, todavía, la búsqueda no podía ser subjetiva o introspectiva, ni siquiera retrospectiva, sino pragmática, prospectiva e incluso futurista, lo que implicaba aceptar el nuevo estado de cosas, asumir /as nuevas propuestas y "renovarse" en un sentido adaptativo y oportunista. Pues, después de todo, había que seguir viviendo y prosperando. Por último, no fueron pocos los que optaron por buscar la dimensión social e histórica de su identidad integrándose a los p)rocesos de reagrupación y resistencia que comenzaron a desenvolverse en la propia masa popular.

La diaspora exploratoria a tiavés de la cual se desplegó la búsqueda de las identidades cívicas no produjo, sin embargo, ni real dispersión ni menos terisión lateral entre las diversas huestes de exploradores. De una lado, porque los múltiples caminos de búsqueda compartían un arranque común:

CABRIEL SA1.AZAR

la dictadura militar en su fase más represiva. De otro, porque lodos los exploradores valorizaban y centralizaban al 'buscador' mismo; es decir: al sujeto social que había padecido la derrota, la crisis y la dictadura y que, ahora, actuaba como actor protagonice en la búsqueda y recuperación de sí mismo. Fue como si todos los afectados, instintiva, simultánea y coincidentalmente, se hubieran puesto en movimiento para echar las bases, desde sí mismos, de un nuevo proyecto histórico popular'".

No fue extraño ni sorprendente que, en ese contexto y dentro de ese movimiento, se echara mano, también, de la Historia. Pero no de aquella vieja Historia tradicional centrada en la sucesión de los gobiernos republicanos y en sus guerrillas parlamentarias; tampoco de la nueva Historia académica, entusiastamente adherida a los postulados estructura-listas de la Escuela de los Anales; ni siquiera de la Historia Política —supuestamente 'renovada'— que se elaboró apresuradamente para consumar el balance histórico de la Unidad Popular y restaurar las viejas prácticas democráticas. Los exploradores de la identidad olvidada necesitaron crear —en el contexto chileno— una nueva historia, centrada en los sujetos de carne y hueso, en la reconstrucción cultural de la sociedad civil y en los movimientos sociales que tendían a desprenderse de todo eso. Un tipo de Historia que surgiera de los propios procesos de búsqueda, de la reagrupación por la base, de la memoria colectiva y, sobre todo, de las propias necesidades orgánicas del proceso autoeducativo que se había puesto en marcha. Una Historia que, por eso mismo, no podía provenir ni de la Academia ni del discurso público construido en conformidad a las "razones de Estado", sino de la

'" Ver de A.Romero & G.Salazar: "Notas acerca del nuevo proyecto histórico del pueblo chileno", en Utopía 1:4 a 2:12 (Santiago, 1984-1985).

1 0 6 HIS TORIO GRAFÍA Y DICTAD URA EN CHILE

calle y de los sujetos mismos. O sea: del fondo social de la crisis, la derrota y la represión.

Este artículo tiene como objetivo exponer los intentos realizados, al margen de los aparatos universitarios y durante la década de los '80, por los intelectuales remanentes de la generación del '68 y los emergentes de la generación del '80, en orden a remontar la crisis cognitiva y teórica de 1973 y desenvolver un proyecto basado en las identidades detectadas. Aquí se describirán esos intentos en le medida que recurrieron al 'paradigma histórico' y en tanto socializaron, por esta vía, la hasta allí desocializada Historia de Chile.

La nueva historia como polo de reagrupación cognitiva

La canalización historiológica de la reflexión social y colectiva convirtió la Historia en un inesperado polo de convergencia intelectual y reagrupación cultural, y al mismo tiempo, en una matriz de la cual surgieron diversos grupos de investigadores e instancias de reproyección común. El resultado fue la lenta aparición, no sólo de una 'nueva historia', sino también de una particular generación de historiadores, cuya ficha identificatoria pareció ser el año 1985.

El grupo intelectual que inauguró la búsqueda de una nueva praxis historiográfica fue el que se formó bajo la coordinación de algunos de los dentistas sociales que operaban en la Facultad Lat inoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO). De hecho, a poco de producido el golpe de Estado, los dentistas que permanecieron en Chile (Enzo Faletto, Manuel Antonio Carretón y Tomás Moulian, entre otros) promovieron, desde 1974, en el marco de esa institución, el

CARRIEL SALAZAR \ 07

inicio de un programa de trabajo que incorporó la perspecti

va histórica en un sentido a m p l i o " . C o n todo , después de

I 975 el programa se or ientó fundamenta lmente hacia la his

toria política. La idea matriz fue que, hacia 1978 o 1979, no

(•raya posible restablecer el proceso democrát ico en Chi le sin

.intes evaluar cr í t icamente el período democrát ico que se ex

tendió entre 1920 y 1973 , en particular, el gobierno de la

Unidad Popular. Y se pensó que, para realizar adecuadamen

te esa evaluación, era necesario no sólo rectificar las prácticas

democráticas, sino también refundar la Ciencia Política, so

bre la base de una nueva Historia Política. Lo pr imero no

pudo llevarse a cabo, sin embargo, debido a la desarticula

ción represiva del espacio ptiblico, de m o d o que sólo h u b o

lugar para realizar la ' refundación' de la Ciencia Política. Se

comenzaron a abandonar , entonces, las orientaciones teóri

cas del pasado: la Sociología del Desarrollo, la Teoría de la

Dependencia , el Estructural-Funcional ismo y el Marxismo

Or todoxo , mientras se trabajaba —sobre la base de renova

dos materiales historiográficos— en la construcción de un

nuevo modelo de análisis y proyección del proceso polí t ico.

Bajo una fuerte influencia de Giovanni Sartori, se concluyó

que lo relevante era, en todo caso, el "sistema polí t ico", en

tendiendo por tal un "campo art iculado de confrontación de

fuerzas políticas", en el cual se producían determinadas "co

yunturas" , que no eran otra cosa que "modificaciones de ese

campo de fuerzas en el corto plazo" '^. En ese campo, los su-

' El autor que suscribe participó en estos programas iniciales, producto de lo cual fue la investigación titulada "Formas económicas de transición: Chile, 1844-1914", que se centró en los orígenes sociales del proceso de industrialización chileno. (Informe CLACSO, 1975)

'- Intervención de Tomás Moulian en el Seminario "Balance y Perspectivas de la Historiografía Chilena". Ver Capítulo # 2 de este libre.

1 08 HISTORIOGRAFÍA Y DICTADURA ENCHILE

jetos políticos, aunque se movían subjet ivamente conforme

su "consti tución social", de hecho su acción no podía sobre

pasar las normas consti tucionales y consensúales del Estado

establecido en 1925, por más agudos que fuesen los desacuer

dos "coyunturales". El proceso estaba de hecho l imitado por,

y subsumido en, las cláusulas generales establecidas históri

camente por un amplio y tradicional 'consenso c iudadano '

(base de la famosa estabilidad consti tucional de Chile) . De

ahí que el sistema político vigente duran te el período 1932-

1970 fuera denominado "Estado de Compromiso" . Por eso,

habiéndose produc ido en la coyuntura de 1958 una impor

tante "reorganización del campo de fuerzas" que permit ió ini

ciar un movimiento tendiente a "profundizar la democracia"

(debe entenderse como 'forzar' los límites exteriores del "con

senso"), el resultado de ello no p u d o ser otro que la "ruptura

del consenso" en la coyuntura de 1973 ' ^ . En este contexto, la

const i tución 'social' de cada sujeto no podía entenderse de

otro m o d o sino diluida en la categoría "fuerza política" co

rrespondiente (Derecha, Cent ro e Izquierda), y su propia sub

jetividad o calidad de sujeto histórico como subsumida a su

vez en la categoría "mental idad política"''*.

N o hay d u d a que los estudios históricos efectuados en

FLACSO hacia 1980-1982 const i tuyeron el segundo esfuer

zo realizado desde las Ciencias Sociales en Chile para incor

porar la Historia a la reflexión teórica sobre el presente (el

pr imero se había hecho en los años '60 por parte de los soció

logos del desarrollo, y en particular, por Enzo Faletto). Es

cierto que ambos esfuerzos privilegiaron más el enfoque es

tructural que el enfoque propiamente historicista (con lo cual

'̂ T.MouIian: "Desarrollo político y Estado de Compromiso: desajustes y crisis estatal en Chile", en Cuadernos de CIEPLAN # 8 (Santiago, 1982), passim.

''' Ibidem, pp. 109 et seq.

GABRIEL SALAZAR 109

lo social, lo subjetivo y los procesos culturales emergentes

quedaban en el espectro invisible del análisis), pero esos in

tentos establecieron un puente para que los historiadores sa

lieran de su hermet i smo insular y se adentraran en los cam

pos epistemológicos y metodológicos propios de las Ciencias

Sociales. Fue impor tan te , en este sent ido, la or ientación asu

mida por los historiadores Leopoldo Benavides en sus estu

dios sobre la política popular, e Isabel Forres en el ámbi to de

las "mentalidades pol í t icas"" . La aproximación recíproca per

mitió el desarrollo de un polo de convergencia entre dent i s tas

sociales e historiadores que, en noviembre de 1982, asumió

la forma de una agrupación denominda Encuent ro de His to

riadores Jóvenes. Es significativo que este "encuentro" haya

atraído, sobre todo , a historiadores jóvenes (en su mayoría

recién egresados o a lumnos resistas), los que, sin duda , dota

dos de una nueva y más profunda experiencia de la historia

real y de los límites planteados por la crisis de 1973 , llevaron

su búsqueda más en un sentido de cambio y prospect ividad

(propio de la generación emergente de los '80) que en un

sentido de con t inu idad y retrospectividad (propio de la gene

ración decl inante del '68) . Es impor tan te , pues, considerar

rápidamente lo realizado por ese Encuent ro de Histor iadores

Jóvenes.

El " Enc u en t ro" — c o m o se le l lamó en la p rác t i ca— no

fue una Organizac ión N o G u b e r n a m e n t a l ( O N G ) ni un Se

minar io Univers i tar io , s ino, más bien, una reagrupación in

telectual espontánea , no- ins t i tuc iona l , similar a las n u m e

rosas ' redes ' y organizaciones sociales que , con diversos fi

nes, b ro ta ron e spon táneamen te , por doquier , en los años

' 80 . En rigor, fue un espacio libre de reflexión colectiva, en

este caso, de his tor iadores jóvenes (de edad o de pensamien-

' Entrevista a Leopoldo Benavides realizada por Nancy Nichols. Mayo 2 de 1990.

1 1 o HISTORIOGRAFÍA Y DICTADURA EN CHILE

to), en presencia y compañía de los otrora sospechosos cientistas sociales. Un espacio en cierto modo privado y, a la vez, público (o sea, 'comunitario'); coloquial, pero, al mismo tiempo, científico; científico, pero, a la vez "pirtisa-no" (de resistencia a la dictadura). No hay duda que el "Encuentro", que tenía una formalidad de seminario académico, se nutría de una fuerte motivación extra-académica, más auténtica y social que la propiamente académico-profesional. Esto dio a ese Encuentro una vida y un interés que atrajeron a sus sesiones a algunos connotadores historiadores del establishment universitario (como, por ejemplo, Mario Góngora). Bajo ese impulso se formó gran parte del es tamento joven de la innovadora generación historiográfica del ' 8 5 " ' . Contribuyó a ello, también, la publicación del Boletín del Encuentro de Historiadores, que durante algunos años, recogió, de forma resumida, las ponencias presentadas en sus sesiones, los avances de las nuevas investigaciones y la información académica relevante a las inquietudes de todos.

De modo paralelo, el cientista social Claudio Orrego

formó, bajo el auspicio del Instituto Chileno de Estudios

Humanísticos (ICHEH) un grupo de historiadores jóvenes

de inspiración social-cristiana. Formaron parte de ese grupo

Cristian Gazmuri, Sol Serrano, Mariana Aylwin y Carlos

Bascuñán, entre otros. El grupo se reinstituyó luego como

Centro de Estudios de la Realidad Contemporánea (CERC),

cuya intención fue abrirse a las Ciencias Sociales, pero pri

mó, a la larga, el historicismo del grupo principal. Su matriz

analítica fue, en términos generales, similar a la aplicada por

"* Entrevista realizada por el autor a María Angélica luanes, una de las principales coordinadoras del Encuentro de Historiadores Jóvenes. Mayo 2 de 1990. Fue importante también, en esa coordinación, el papel jugado por la historiadora argentina Alicia Frohman.

GABRIEL SALAZAR 1 1 1

los den t i s tas sociales de FLACSO: se trataba de replantear la

Historia de Chi le desde una perspectiva civil y democrát ica ,

en contraposición al enfoque oligárquico de la historiografía

conservadora (centrada en la "decadencia" política p roduc ida

por la acción del liberalismo y luego del socialismo) y como

alternativa al enfoque marxista' ' ' . En este sentido, sus investi

gaciones se or ientaron a rescatar las figuras de algunos líderes

democrát icos (Arturo Alessandri Palma), de algunos historia

dores ant i-autori tar ios (Alberto Edwards) y ofrecer un texto

diferente de la historia general de Chile. Su pensamiento se

difundió a través de la revista Opciones, que tuvo una amplia

circulación'*'. En general, su aporte consistió, lo mismo que

el grupo FLACSO, en popularizar la propuesta según la cual

el más adecuado "escenario de salida" del régimen dictatorial

del general Pinochet consistía en la recuperación del proceso

democrát ico existente en el país entre 1932 y 1973 , pero de

purado de los vicios que habían precipi tado su de r rumbe .

S imul t áneamen te , en el Reino U n i d o , un g rupo de his

toriadores exiliados (encabezados por Leonardo León, Luis

Or tega y el que suscribe) in ten ta ron , desde 1 9 8 1 , echar las

bases de una "nueva historia", que superara las l imitaciones

de la historiografía conservadora , marxista y academicis ta ,

tan to en lo que se refiere a su relación con los enfoques y

métodos de las ciencias sociales, al m o d o de cons t ru i r los

conceptos y el enfoque teórico, a su inserción activa en los

debates con t emporáneos , c o m o también a su capacidad de

integrar las preguntas de la base social. Esta or ientac ión per

mit ió ensanchar el hor izon te temát ico (se incluyó el proble

ma del desarrollo indust r ia l , el m o v i m i e n t o his tór ico de las

etnias indígenas, la crítica his tór ica de las teorías del desa-

" Entrevista a Cristian Gazmuri por Nancy Nichols. Abril 20 de 1990.

'"Ver de Mariana Aylwin et al.: Chile en el siglo XX (Sa^ntugo, 1984).

1 1 2 HISTORIOGRAFÍA Y DICTADURA EN CHILE

rrollo y la dependencia, etc.), incorporar un panel más variado de metodologías, incrementar la capacidad crítica de la disciplina e incorporar numerosos dentistas sociales de la comunidad internacional al trabajo de reconstrucción del pensamiento histórico y político latinoamericano. Este grupo constituyó la Asociación de Historiadores Chilenos del Reino Unido, que contó con el respaldo del Instituto de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Londres y el patrocinio del World University Service (WLÍS, U.K.). La producción historiográfica de la Asociación se canalizó a través de la revista Nueva Historia, la cual, dU" rante siete años, logró mantener una amplia circulación internacional y nacional. Es significativo que este grupo, * diferencia de los mencionados más arriba, se preocupo menos de echar las bases historiográficas de un posible r^' torno a corto plazo de la democracia (tradicional) y más o^ refundar la Historia de Chile sobre bases epistemologi*^* y metodológicas más amplias y eficientes, con el fm '^

capacitarla mejor para producir proyectos históricos ^

largo plazo.

Una línea de desarrollo diferente —pero en convergc^^ cia con Ja anterior— fue Ja que trabajaron los historiador^ Mario Garcés, Pedro Milos y otros cientistas sociales deso la ONG denominada Educación y Comunicación (ECO) Esta institución implemento un programa de educación / desarrollo socio-cultural de las organizaciones sociales p " pulares, que incluyó las por entonces activas Comunidad^ Cristianas de Base^°. La naturaleza de su programa de trao^

e 19.

" El historiador que suscribe colaboró directamente con este gf̂ po entre 1978 y 1983.

^'^ Este grupo trabajó también las comunicaciones internas de ' base popular, logrando montar, a este efecto, una ancha Red ^ Prensa Popular.

GABRIEL SALAZAR 1 13

jo condujo inev i t ab l emen te a un i r sus m é t o d o s educa t ivos

( in te racc ión y reflexión colectivas, con c o m u n i c a c i ó n d i

recta, cara a cara) , con la m e m o r i a social i n m e d i a t a de los

sujetos popula res , con la necesidad de definir un p rogra

ma de acción social (de resistencia a la d i c t a d u r a y más

allá) y con la urgencia de incorporar , al desarrol lo de este

proceso , una visión popu la r de la h is tor ia social de Ch i l e .

Sin d u d a , el t rabajo de este g rupo cons t i tuyó un crisol en

el que t end ie ron a fundirse todas las búsquedas pol í t icas e

ident i ta r ias que recurr ían a la perspect iva h is tór ica , con la

salvedad que esa fusión se t rabajaba, en este caso, d e n t r o

de la m e m o r i a , exper ienc ia , c o n t e x t o y r ep royecc ión de

la i d e n t i d a d p o p u l a r . N o es ex t r año que la ref lexión de

los h i s to r i ado re s y c ien t i s tas sociales de E C O — r e a l i z a d a

en gran m e d i d a en la d i n á m i c a i n t e r n a de sus Tal leres de

Educac ión P o p u l a r — t e r m i n a r a c e n t r á n d o s e en el p r o

b lema h i s tó r i co , educa t ivo y po l í t i co de lo que era o de

bía ser el el movimiento social. Su p r o d u c c i ó n se cana l izó

a t ravés de d iversas p u b l i c a c i o n e s ( revis tas , c u a d e r n o s

educa t ivos , l ib ros) , s i endo de especial i m p o r t a n c i a su re

vista Cal y Canto^-^ .

En cambio, los historiadores (jóvenes) Patricio Quiroga,

Carlos M a l d o n a d o y Juan Carlos Gómez , agrupados j u n t o a

otros en el Ins t i tu to de Estudios C o n t e m p o r á n e o s ( l E C ) ,

op ta ron por volver a las fuentes del marx ismo y rescatar el

mé todo dialéct ico en su esencia histórica. En su op in ión , la

práct ica científica del mater ia l i smo his tór ico no hab ía sido

óp t ima en Chi le antes de 1973 , y la investigación teórica

posterior, o no existía por miedo a la represión, o estaba

" Su diaporama "Historia del Movimiento Obrero" tuvo una amplia difusión, siendo importante, también el libro de M.Garcés & G. de la Maza: La explosión de las mayorías. Protesta nacional, 1983-1984 (Santiago, 1985. ECO), entre otras publicaciones posteriores.

1 1 4 HISTORIOGRAFÍA Y DICTADURA EN CHILE

siendo arrastrada por la tentación del "revisionismo"^^. En este contexto, era importante reconstruir ideológicamente la Izquierda chilena y reeducar teórica y políticamenie a la militancia. El grupo se planteó diversas líneas de investigación, cuyos avances y perspectivas publicó en su órgano de expresión principal: la rcv'istí Andes. Sin duda, estos historiadores recogieron e intentaron representar las inquietudes ideológicas de los militantes de Izquierda cuya identidad les exigió mantenerse en actividad y conservar las convicciones políticas de 'siempre', aun en los difíciles años de la decada de 1980.

La necesidad de profundizar la reflexión teórica en relación a la coyuntura histórica se extendió también al campo de la filosofía, donde surgió la preocupación por replantear la historia 'de las ideas'. Filósofos como Carlos Ossandón, Mario Berríos, Eduardo Devés y otros, consideraron que las ideas no debían estudiarse como 'conceptos' puros engarzados en grandes sistemas teóricos o ideológicos, sino como productos culturales surgidos del mismo proceso histórico-social. Era preciso, por tanto, autentificar social e históricamente la "identidad teórica" de la cultura que animaba a los actores del proceso político. Agrupados en el Centro de Estudios Latinoamericanos (CEL), estos filósofos consideraron que el movimiento popular se había "encajonado" en una compleja crisis histórica, cuya salida necesitaba de cogniciones distintas a las que, en cierto modo, habían contribuido a ese encajonamiento. Por tanto —pensaban— era necesario buscar inspiración en otras etapas de la historia popular (por ejemplo, la que siguió al "encajonamiento" popular de 1907) que permitieran construir (o reconstruir) una cultura ideológica de liberación, post-dicta-

^̂ Entrevista a Juan Carlos Gómez realizada por este autor. Mayo 18 de 1990.

GABRIEL SALAZAR ] 15

tor iaP ' . La producción del CEL, por tan to , incluyó la publ i

cación de investigaciones relativas a la historia de las ideas de

comienzos del siglo XIX, de crítica a la producción teórico-

abstracta de mediados de siglo y sobre la validación de la cul

tura popular de todas las épocas^^. La necesidad de explorar

con más profundidad la historia social llevó al grupo a incor

porar a la historiadora María Angélica luanes.

Finalmente , cabe citar la producción intelectual de los

historiadores y dent is tas sociales agrupados en la O N G "SUR

Profesionales". Esta inst i tución, formada en 1979, in ten tó

desarrollar todos los aspectos de las Ciencias Sociales y la

Educación que tuvieran incidencia, de una parte , en el desa

rrollo integral del movimiento popular, y de otro , en la evo

lución de la coyuntura política relativa a la 'salida' de la dicta

dura . Esta dob le opc ión (convergente en los años ' 8 0 y

bifurcante desde 1990) condujo al desarrollo de una investi

gación mult idiscipl inaria del proceso chileno y, a la vez, a

una inserción y compromiso crecientes de su producción in

telectual con el proceso que se denominó "transición a la de

mocracia". Sin duda , el resultado de estas líneas de trabajo

fue la producción de una suerte de ciencia social 'aplicada',

en donde la capacidad del conocimiento paira, producir reali

dad y resultados concretos tendió a pr imar a la larga sobre la

inves t igac ión p u r a m e n t e ' expl ica t iva ' . En esta eco log ía

inst i tucional , las investigaciones históricas tendieron a confi

gurar trabajos científicos y teóricos de largo aliento y de pro

yección estratégica en la consolidación de las nuevas tenden-

^' Entrevista a Eduardo Devés, realizada por el autor que suscribe. Abril 16, 1990.

^* Entre otras publicaciones: E. Devés: Escépticos del sentido (Santiago, 1988. CEL); E. Devés & X. Cruzar (Comp.): Recabarren. Escritos de Prensa (Santiago, 1988), 4 volúmenes; C.Ossandón: Reflexiones sobre la cultura popular (Santiago, 1987), entre otros.

1 1 6 HISTORIOGRAFÍA Y DICTADURA EN CHILE

cias cognitivas. Tal fue el caso de los libros publicados por José Bengoa en el ámbito de la historia indígena; del sociólogo Vicente Espinoza en la historia de "los pobres de la ciudad"; del sociólogo Eduardo Valenzuela respecto de la juventud popular y universitaria; del arquitecto Alfredo Rodríguez sobre la historia urbana reciente, y del que suscribe, en cuanto a la historia propiamente social del pueblo chileno, entre otros. La Serie Histórica de la Editorial SUR configuró, entre 1985 y 1990, un cuerpo historiográfico sustantivo, tal vez el de mayor peso de lo que por entonces fue el "mundo alternativo"''. SUR Profesionales desarrolló, en ese sentido, una amplia línea de publicaciones (documentos de trabajo, newsletters, libros y revistas), siendo su órgano de expresión más conocido la revista Proposiciones. Esta ONG, junto a FLACSO, el Instituto de Estudios Transnacionales (ILET) y el Centro de Estudios del Desarrollo, desempeñó un papel central en la configuración teórica de la (pactada) transición chilena a la democracia.

No hay duda que la dispersión aparente de las búsquedas identitarias encubrió, en el fondo, la común unión en una perspectiva histórica que todos, de una manera u otra, utilizaron como matriz refundacional de sus urgencias cognitivas. Esta comunión implicó la asociación creciente — hecho prácticamente inédito en Chile— de los campos hasta allí separados de la Historia, las Ciencias Sociales, la Educación, la Filosofía y la Política. La crisis percuto el desarrollo

" Ver de J.Bengoa: Historia del pueblo mapuche (Santiago, 1985. SUR), también su El poder y la subordinación (Santiago, 1989. SUR); V.Espinoza: Para uns historia de los pobres de la ciudad (Santiago, 1988. SUR); E.Valenzuela; La rebelión de los jóvenes (Santiago, 1985. SUR), y G.Salazar: Labradores, peones y proletarios. Formación y crisis de la sociedad popular chilena del siglo XIX {Sín-tiago, 1985. SUR) y Violencia política popular en las 'grandes alamedas'. Santiago de Chile, 1947-1987 {S^nÚTLgo, 1990. SUR).

CABRIEL SALAZAR 117

de ios enfoques interdisciplinarios, pero al mismo t i empo la

vinculación de la ciencia con la praxis social e histórica (evi

dente en el trabajo de SUR Profesionales y de E C O ) y, por

lanto, del pasado (determinista) con el presente y el futuro

(autopoiéticos). Fue dent ro de este contexto de búsquedas y

c a m i n o s e n t r e c r u z a d o s d o n d e m a d u r ó la g e n e r a c i ó n

iiistoriográfica del '85^''.

La gran bifurcación: movimiento social popular y transición política superestructura!

La 'búsqueda ' de las identidades olvidadas a través de la pers

pectiva histórica era un proceso impor tan te , sin duda , pero

de desarrollo lento. Sobre él, la violencia estructural ejercida

por la represión, el desempleo, el estallido de la pobreza y el

impacto de la crisis (mundial ) de 1982 agudizaron la contra

dicción entre la c iudadanía democrát ica y la d ic tadura mili

tar, desencadenando de hecho una coyuntura de confronta

ción abierta entre las masas populares —sobre t o d o — y el

régimen imperante . La violencia política, hasta allí m o n o p o

lizada por los militares, comenzó a ser utilizada masivamente

por los opositores al régimen. C o n ello, todos los procesos se

^'' Evidentemente, !a denominación "generación del '85 " es posterior a la redacción original de este artículo. El término comenzó a utilizarse después que los historiadores citados en este texto publicaron el Manifiesto de Historiadores (Santiago, 1998. LOM Ediciones), redactado en relación al debate que se desencadenó sobre la memoria pública y contra la hegemonía que sobre aquélla pretendían establecer los intelectuales adictos al régimen militar y el propio general Pinochet, arrestado a la sazón en Londres. El Manifiesto tuvo una profusa difusión nacional e internacional. (Nota insertada en febrero de 2003).

1 1 8 HIS TORIOGRAFÍA Y DICTA D URA EN CHILE

aceleraron y las preguntas (de fondo) por la identidad fueron entonces rebasadas por la necesidad de proponer, con grado de urgencia máxima, programas definidos de acción colectiva, tanto de efecto destructivo como de afán propoiitivo y constructivo. Así, de modo abrupto, la coyuntura volvió de nuevo a ser 'política', lo cual tendió a posponer o dejar de lado las perspectivas 'históricas' que se habían utilizado hasta allí no sólo para reconstruir las identidades y el tejido básico de la sociedad civil, sino también, más trascendentemente, la capacidad de proyección histórico-constructiva del movimiento social popular. Por paradoja, la aceleración del proceso (que permitió la recuperación de la 'política desde la coyuntura propiciada por los intelectuales y militantes que planteaban la recuperación de la democracia tradicional, y la marginación de la 'política desde la historia ., que planteaba la construcción de una democracia nueva, social-participativa) se debió a las acciones de resistencia frontal emprendidas por la ciudadanía y el mismo movimiento popular desde 1983, como réplica a la crisis de 1982. La contraofensiva popular, que demostró con hechos la expugnabilidad de la dictadura, no produjo la unificación de las biísquedas cognitivas sino, más bien, su quiebre, división o bifurcación.

La violencia armada, como método de acción de resistencia o de acción revolucionaria, había sido adoptada teóri

camente por la generación militante del '68, para intentar superar de una vez por todas la cansina ambivalencia y esterilidad del legalismo democrático-liberal practicado por la generación reformista del '38. Ese método, en los hechos, fue apenas 'ensayado' en algunos operativos puntuales realizados, sobre todo entre 1969 y 1970, por pequeños grupos de militantes jóvenes, y nunca se manifestó como un fenómeno social masivo. Con todo, entre 1977 y 1978, y bajo la presión de un virtual terrorismo de Estado, esas operaciones tendieron a legitimarse y multiplicarse, alcanzando elevados niveles

CABRIEL SALAZAR 11 9

(le audacia y tecnología operativa, pero siguieron siendo acciones 'de élite', no 'sociales'. Desde 1983, sin embargo, las acciones de violencia no sólo se tornaron sociales y masivas, sino también de confrontación abierta y de obvio impacto político nacional. El costo en vidas, heridos, presos y torturados aumentó cxponencialmente, convirtiendo la violación de derechos humanos —hasta allí aplicada selectivamente a la militancia de Izquierda predictatorial— en una suerte de genocidio de la masa ciudadana, que golpeó principalmente a la juventud popular. De este modo, la violencia de Estado, manejada hasta allí como un encubierto trabajo intra-carcc-lario de la policía secreta, se convirtió en una dramática e inmanejable crisis del espacio público. Y por tanto, en un grave problema político nacional e internacional para la dictadura. Desde el momento en que el movimiento popular, superando el "miedo al Estado", invadió las calles y avenidas con abiertas acciones de resistencia (apoderándose, en cierto modo, del espacio público), la represión militar se convirtió, de hecho, en un peligroso boomerang político para el gobierno del general Pinochet; tanto, que éste, para evitar la corrosión de su régimen, tuvo que recurrir a la negociación política. Y ésta era la coyuntura que esperaban la clase política civil y sus intelectuales adictos para hacer valer 'su' propuesta de democracia. Y éste fue también el punto en que se produjo la bifurcación de los caminos cognitivos de oposición al régimen.

En mayo de 1983, la directiva máxima de la Confederación de Trabajadores del Cobre convocó a paro nacional, en protesta por la grave crisis económica existente. Parecía una convocatoria inocente, de muy improbable éxito si se tomaba en cuenta la brutal represión que existía. Sin embargo, la respuesta de la masa ciudadana a tal convocatoria, por su masividad tanto como por la combatividad demostrada, superó todas las expectativas, sorprendiendo incluso al pro-

1 2 0 HISTORIOGRAFÍA Y DICTADURA EN CHILE

pió gobierno militar^^. Fue la pr imera "jornada nacional de

protesta".

A esa pr imera desafiante ocupación masiva del espacio

público siguieron luego, y hasta mediados de 1987, otras 21

jornadas similares. Era, sin duda , la más masiva, atrevida y

larga rebelión de la Sociedad Civil contra el Estado que se

había producido en Chile. Y sin duda, la que tuvo, por eso

mismo, el más alto índice de violación de los derechos huma

nos perpetrado por el Estado contra esa Sociedad Civil. His

tór icamente , el ciclo de protestas ciudadanas (1983 a 1987)

constituyó no sólo un hito especialmente dramático, sino tam

bién una ruptura del tejido cívico chileno, del rango de un

holocausto o de un Auchswitz. Por eso, la masiva rebelión

popular contra el gobierno del general Pinochet no podía sino

configurar una coyuntura histórica trascendental , que aquél

no podía eludir. Pues, de hecho, equivalía, cívica y política

mente (no mi l i ta rmente) , a un jaque mate.

Para percibir mejor la naturaleza de ese ' jaque', es conve

niente explorar la estructura social y la tecnología cívica de las

"protestas". Pues éstas, en general, demostraron fundarse sobre

más o menos una misma base social, en una misma voluntad

de resistencia y tener la capacidad para crear e implementar un

consistente repertorio de acciones y rutinas de 'violencia polí

tica'. La coherencia y persistencia de esas rutinas dejó muy pron

to en claro que ellas constituían, no una protesta incidental y

coyuntural , sino un acto de soberanía popular.

Norma lmen te , el inicio de tales rutinas lo marcaba al

gún referente social corporativo (cúpulas sindicales, bloques

p a r t i d a r i o s , a l ianzas m u l t i g r e m i a l e s , etc .) o personajes

'^'' Una descripción detallada de esta primera "jornada de protesta" en A.Rodríguez: Por una ciudad democrática (Santiago, 1984. SUR), capítulo 4.

GASSIEL SALAZAR 121

carismáticos, cuya tarea consistía, fundamenta lmente , en 'fi

jar' y 'anunciar ' el día y la consigna general de la protesta. N o

se trataba de una voz de comando emit ida por una vanguar

dia, sino de una 'señal' o bengala audible o visible — e m i t i d a

por cualquier grupo de identidad anti-dictatorial reconoci

d a — que daba la par t ida a la movilización s imul tánea de to

dos los que estaban 'preparados'. La apuesta implicada en esa

simple señal consistía en que, estando la mayoría de los chile

nos dispuestos a protestar, no era necesaria la existencia de

un expuesto aparato central de coordinación; orgánico, jerár

quico y pensante , que comandara y liderara la protesta. Esta

'ausencia' permit ía — y p e r m i t i ó — el despliegue espontáneo ,

creativo y voluntario de todos los sujetos y grupos que sen

tían como algo imperat ivo protestar, generando de este m o d o

un amplio movimiento social aparentemente inorgánico pero

histórica y pol í t icamente convergente, cuya mayor vi r tud era,

de un lado, su enorme masividad, y de otro , su capacidad

para hacer inútiles, inefectivas o insuficientes las rut inas re

presivas de la dic tadura. Pues, ante tal despliegue de protes

tantes anónimos, la policía secreta —esencia lmente 'selecti

va '— era ineficiente, de m o d o que sólo cabía la acción mili

tar o policial en términos de masacre o genocidio, lo cual

equivalía al suicidio polít ico de la dictadura. La reiteración

de la protesta masiva, en esos té rminos , era una jugada de

alto costo h u m a n o , pero en términos estr ic tamente políticos,

una apuesta ganadora. Por eso, ins t in t ivamente , las rut inas

sociales de la protesta con t inuaron repit iéndose una y otra

vez, más allá de lo que la consideración del alto número de

muer tos , heridos y tor turados que ellas dejaban tras de sí pa

recía aconsejar; esto es: el t é rmino ' razonable y negociado'

del conflicto.

Lanzada la bengala o señal de part ida, la ' rut ina ' indica

ba que , en la m a ñ a n a del día señalado, debían movilizarse los

l lamados "grupos funcionales". Esto es: los c iudadanos que

1 2 2 HISTORIOGRAFÍA Y DICTADURA EN CHILE

tenían trabajo, algún tipo de organización y que, por lo mismo, podían hacerse presente en el espacio público con legitimidad reconocida. La movilización de estos grupos tendía a producirse en los puntos del espacio público 0( upado funcionalmente por ellos mismos: fábricas, universidades, iglesias, sedes gremiales, establecimientos educacionales, etc. Allí, el repertorio de protesta era prácticamente el mismo que se utilizaba en un período democrático normal: trabajo lento, paros breves, mítines callejeros, desfiles, pancartas, gritos y diversos tipos de consignas. Allí, por tanto, la 'violencia política no consistía en las 'acciones' mismas de la protesta, sino en la actitud de desafío al gobierno dictatorial y en el desacato civilác los decretos y ordenanzas que organizaban el "estado de sitio" que el gobierno militar mantuvo permanentemente a lo largo de su mandato. Esto, unido al hecho de que, en esa configuración desafiante del espacio público ciudadano, comenzaron a aparecer y operar grupos políticos paramilitares (llamados "extremistas" o "terroristas" por el gobierno militar y sus aliados políticos), cuya acción tendía magnificar el impacto de la movilización fiíncional por medio de interrumpir el tránsito, el comercio, el transporte, cortes de energía eléctrica, bombazos, etc. La 'magnificación' de las movilizaciones sociales (que era im objetivo distinto a la 'vanguardización' del movimiento social que intentó la militancia revolucionaria del '68) creaba un escenario comunicacional apropiado para que los grupos y personeros "representativos" (dirigentes gremiales, dignatarios eclesiásticos y políticos democráticos) pudieran hacer pesar sus propuestas de 'salida' y la denuncia de las violaciones a los derechos humanos. Pese a ser éste, en lo fundamental, un escenario típico de protesta ciudadana, la violenta represión lanzada sobre él por la dictadura —que respondía más a la 'magnificación' de la protesta que a su núcleo civil— convertía a su vez la violencia del desacato de ciudadanos en una contraviolencia de militares, lo que equivalía a la magnificación

CAHMELSALATAR 123

lie la violencia 'en si". C o m o resultado de todo esto, a med io

día del día señalado, ya se computaban luctuosos hechos de

violencia, con saldo de algunos muer tos y heridos y de m u

chos c iudadanos golpeados y detenidos.

De este m o d o , en la tarde del día señalado imperaba el

impacto sicológico y social producido por los acontec imien

tos de la mañana: los autobuseros retiraban por precaución

sus máquinas de locomoción colectiva, los comerciantes ce

rraban sus tiendas, los escolares eran enviados a sus casas, los

empleados de todo tipo iniciaban largas caminatas hacia su

domicil io, los automóviles atoraban las calles emprend iendo

el re torno y la sociedad civil entera aparecía ocupada en una

retirada total , p roduc iendo así un 'paro general ' de mayores

proporciones aun que el producido por la protesta mat inal

de los 'grupos funcionales' . La disciplina interna de la socie

dad se veía así p rofundamente alterada y resquebrajada. Y el

régimen militar no podía impedir esa alteración.

En ese contexto, y ya a la hora del crepúsculo, la ru t ina

de proresta incluía el lanzamiento (esta vez tácito) de una

segunda 'señal': se iniciaban los ensordecedores bocinazos de

los automovilistas que retornaban a sus hogares y el martilleo

incesante de las cacerolas y sartenes domésticos de las dueñas

de casa, ocultas en el anon ima to de cada hogar y en las pri

meras sombras de la noche. No era un 'discurso' ni gramati

cal ni ar t iculado, pero era uno que todos —inc luyendo los

mil i tares— entendían perfectamente su ensordecedor signi

ficado. El ' ru ido ' de la protesta podía prolongarse por horas.

A voluntad de cada uno . A voluntad de todos. Hasta perderse

en las sombras de la noche.

Y era en la noche cuando las masas populares de los

distr i tos más pobres en t raban , de preferencia, en acción. Y

recién en tonces culminaba la j o rnada de protesta . Pues era

el m o m e n t o en que se p roduc ían los más crudos enfren-

1 2A HISTORIOGRAFÍA Y DICTADURA EN CHILE

tamientos. Cuando la protesta y la represión chocaban directamente. A piedra, sangre y fuego. Cuando el régimen imperante encontraba frente a sí, ya no a trabajadores, empleados, sacerdotes o estudiantes, sino a la gran masa de la juventud popular. Y a los grupos paramilitares apoyando el tipo de acción desarrollado por esa juventud. Que era, por supuesto, distinto a! de los grupos funcionales. Pues aquí las fuerzas represivas encontraban, por doquier, barricadas ardientes y trincheras de resistencia que estorbaban el desplazamiento de los vehículos militares. Y pobladas de jóvenes y niños desempleados, respaldados por enjambres de mujeres pobladoras e improvisados 'militantes de base', que no sólo construían y vigilaban las barricadas, pues también combatían con piedras, bombas molotov y amparaban la acción de los grupos armados. En este escenario, y de noche, los militares tuvieron menos escrúpulos para tirar a matar, para arrear, encerrar y rastrillar a grandes masas de pobladores y para tender un estrecho cerco represivo en torno a las poblaciones populares. Pero este cerco, necesariamente zonal, no impidió que, en las calles y pasajes interiores de esa poblaciones se realizaran mítines, marchas, concentraciones y asambleas de autogobierno que, sin duda, desarrollaban oíros aspectos más estratégicos del movimiento popular (participación, solidaridad, protagonismo, etc.). No hay duda que, en el contexto social de la protesta nocturna se forjó no sólo la pérdida del miedo a la dictadura y el desarrollo de un amplio repertorio de acciones de 'enfrentamiento masivo' (los grupos paramili tares demostraron también que los cuarteles policiales podían ser atacados y los supermercados o sucursales bancarias expropiados o saqueados), sino también la asociatividad lateral y territorial de los sectores populares, el sentido de autonomía y la formación incipiente de un nuevo tipo de ciudadano participativo. Aquí, la política 'desde el sujeto y desde la historia' encontró, junto a la

GABRIEL SALAZAR 125

educac ión p o p u l a r y la nueva his tor ia , la base social y el

proceso cu l tura l que no sólo leg i t imó, sino que t amb ién

proyectó su desarrollo posterior'^'*.

La línea de desarrollo de la protesta de masas, pese a la

represión de tipo genocida, y en tan to respaldada en los gru

pos paramilitares (el Movimiento de Izquierda Revoluciona

ria y el F r e n t e P a t r i ó t i c o M a n u e l R o d r í g u e z ) y en la

potenciación interna de su soberanía protagónica, estaba de

most rando ser, hacia 1985 , un crescendo histórico sin t é rmino

a la vista. Pues, de un lado, las operaciones armadas de resis

tencia incrementaron sus objetivos hasta ejecutar, en 1986,

un complejo a tentado contra la propia vida del dictador. Por

su lado, las organizaciones populares de nuevo t ipo, acompa

ñadas por la emergente y ubicua educación popular, tendían

a recomponer de m o d o más integral, local y a u t ó n o m o lo

que hacia 1 972 , dubi ta t ivamente , se había motejado ác poder

popular " incipiente" e, incluso, "contra-revolucionario". En

cajonado por las protestas nacionales, el gobierno militar tuvo

que esforzarse para, con inusitada premura , realizar dos ope

raciones simultáneas: de un lado, atacar y desmantelar a cual

quier costo las organizaciones paramilitares de resistencia (lo

gró desmantelar sangr ientamente al F P M R y al MIR, pero

no logró evitar que apareciera una tercera organización: el

Movimiento Juvenil Lautaro) y, de o t ro , acelerar las negocia

ciones con la dirigencia remanente de la vieja clase política

civil de filiación democrát ica.

Hacia 1987 era evidente que la dic tadura mili tar estaba

viviendo, en té rminos estr ic tamente cívicos, políticos e his

tór icos, una fase dec l inante . A la inversa, el m o v i m i e n t o so

cial popular, tras cinco o seis años de confrontación directa

con la dictadura, esta viviendo una (inédita) fase ascendente

*̂ Sobre la violencia popular y las jornadas de protesta, ver de G.Salazar: Violencia política popular..., op. cit., Tercera Parte.

1 2 6 HISTORIOGRAFÍA Y DICTADURA EN CHILE

de desarrol lo cu l tu ra l a u t o - s u s t e n t a d o , de insospechada

proyección histórica. Y era también evidente que la dictadura,

necesitada de negociar en términos político-legales para ma

niobrar una retirada pacífica y ordenada, no iba a negociar con

el movimiento social popular (que, precisamente, la había en

cajonado en el terreno de la 'violencia política'), sino con aque

llos que también necesitaban y querían negociar la retirada de

los militares en términos político-legales. Tai interlocutor no

podía ser otro que la vieja clase política civil (CPC, en adelan

te) de filiación democrática, sus intelectuales adictos y la so-

cial-democracia internacional que la respaldaba y financiaba.

La dictadura no necesitaba tanto, sin embargo, negociar con la

C P C criolla sino, más bien, con la C P C internacional, que era

la única que podía garantizar su repliegue ordenado y asegurar

la conservación de su obra consti tucional, institucional y de

mercado. Sin el reconocimiento (y el apoyo virtual) de Europa

y Estados Unidos, esa obra no tenía ninguna posibilidad de

perdurar. Una negociación con el movimiento popular, en cam

bio, en esos términos, era imposible, y en otros términos (o sea,

en los del proyecto popular en desarrollo), implicaba la insta

lación de un tipo de democracia participativa aun más radical

que la que había existido antes de 1973. En esa coyuntura, los

militares utilizaron la C P C local como un intermediario para

negociar con quienes verdaderamente podían consolidar su obra

magna. De este modo , el ávido afán de esa C P C por retornar

de algún modo a las oficinas de un Estado democrático fue el

señuelo o la zanahoria que los militares usaron para que aqué

lla les prestara ese señalado servicio.

No todo fue avidez en la C P C , sin embargo. Pues los

polít icos democrá t icos que se d isponían a negociar se apo

yaban, de preferencia, en una base social significativa: la ma

yoría de los "grupos funcionales" de clase media y de op

ción legalista (profesionales, intelectuales de alto nivel, em

pleados de cuello blanco, dignatar ios eclesiásticos, federa-

GABRIEL SALAZAR 127

ciones sindicales, etc.) . Estos grupos habían par t i c ipado ac

t ivamente du ran t e las pr imeras cuatro jo rnadas de pro tes ta

(habían p ro tagonizado la protes ta 'mat ina l ' o de 'mediodía ' )

en sus espacios funcionales respectivos, o en su p u n t o axial

de convergencia: el 'centro ' de la c iudad. Por su iden t idad

esencialmente funcional , eran grupos que tenían dif icul tad

para sostener su asociatividad du ran te todo el día: deb ían

dispersarse en la tarde para re tornar a sus respectivos ba

rrios de residencia, d o n d e no tenían asociatividad orgánica,

ni funcional , ni terr i tor ial , ni par t idar ia . N o pod ían desa

rrollar, pues, poder territorial . Ni solidaridades vecinales que

les permi t ie ran practicar formas puntua les de democrac ia

participativa, de autogo-bierno, de nueva ciudadanía. De este

modo , desde que en la cuarta jornada de protesta la violencia

política de lado y lado se incrementó y la aper tura negocia

dora del régimen se hizo evidente, estos grupos dejaron de

estar presentes, y no tuvieron una part icipación protagónica

en las siguientes 18 jornadas. Se replegaron de la calle, aun

que no de la negociación. Los intelectuales 'democrát icos ' ,

habiendo detectado esto, se preocuparon de dejar en claro

que la violencia política civil estaba siendo practicada, ahora,

sólo por las masas populares y sus grupos paramilitares aso

ciados. O sea: por la juven tud marginal y los "extremistas".

Es lo que se l lamó, e legantemente , "rutinización de la protes

ta"; o bien, algo más despect ivamente: "la revuelta de los po

bladores". Pues, desde la lógica de la negociación se sintió y

se hizo sentir todo eso como "miedo a la Sociedad"; miedo

nuevo, que venía a suceder y susti tuir el anter ior "miedo al

Estado". El nuevo miedo vino así a cavar un abismo entre los

dos caminos de la bifurcación cognitiva —ahora , t ambién ,

pol í t ica— mencionada más arr iba^ ' .

' Ver, entre otros, de E.Tironi: "El fantasma de los pobladores", en Mensaje # 345 (Santiago, 1985), y "La revuelta de ios pobladores", en Nueva Sociedad# 86 (Bogotá, 1986).

1 2 8 HISTORIOGRAFÍA Y DICTADURA EN CHILE

Los negociadores sintieron que, dada la coyuntura , te

nían que, rápidamente , construir una teoría científica o, al

menos legit imadora, de la negociación; o, lo que es lo mis

mo: una teoría 'de opor tun idad ' para la "transición negocia

da a la democracia". Tal teoría tenía como prerrequisito lógi

co evaluar negat ivamente la violencia política desplegada (so

bre todo) en las jornadas nacionales de protesta, para que,

por oposición, se revalidaran y sustentaran los principios pa

cifistas de la democracia (se asumía la democracia sólo como

s inónimo 'paz' y 'orden legal'). Eso implicaba descartar de

plano la línea de desarrollo del movimiento popular, los gru

pos paramilitares que lo apoyaban, la educación popular que

lo proyectaba estratégicamente y la emergente teoría política

de los 'nuevos' movimientos sociales, que apun taba a la cons

trucción de ima democracia no sólo pacífica y lega!, sino, so

bre todo, social-participativa. Sin duda, la implicancia y los

prerrequisitos ' técnicos' exigidos por la teoría pragmática de

la transición inducían e indujeron a los negociadores a abrir

un fi-ente de debate teórico y refittación política de retaguar

dia, que tenía por fin desbancar la emergente teoría del mo

vimiento popular , sus eventuales inspiradores y, sobre todo,

la política social tendiente a derribar la dictadura^".

Enfrentada a esa encrucijada, la reflexión historiológica

se ha l l ó a n t e u n g rave d i l e m a : o b i en p r o f u n d i z a b a

desafiantemente la nueva teoría del movimiento popular (ba-

"̂ Se realizaron varios Seminarios para realizar ese 'desbancarmiento'. Entre otros, el Seminario convocado por CLACSO-UNU, que fue publicado como Los movimientos sociales y la lucha democrática en Chile (Santiago, 1986). La misma táctica de desbancamiento se utilizó en el lanzamiento público del libro Violencia política popular... (op. cit.), del autor que suscribe, en 1990. Ver también de G.Arriagada: "Negociación política y movilización social: la crítica de las protestas", en Materiales de Discusión # 1 6 2 (Santiago, 1987. CED).

CABRIEL SALAZAR 129

sada ahora en la percepción y sistematización populares de la

liistoricidad, y en el desarrollo político del poder social terri

torial), en alianza con los grupos de educación popula r y la

nueva militancia política de base, o bien se replegaba ante la

'teoría de opor tun idad ' impuesta por los cientistas sociales de

los '80 y sus asociados nacionales (las clases políticas civil y

militar) e internacionales (la social-democracia mundia l ) , para

refugiarse en la paz e inst i tucionalidad del historicismo neo-

cmpiricista, o neo-objetivista, o en un más c ó m o d o post-

ínodernismo 'de opor tun idad ' .

Una teoría política 'de oportunidad'

La necesidad de construir una teoría legit imadora de la nego

ciación requería asentar, antes que nada, varias premisas:

a) debía demostrar que la 'obra' del gobierno militar se

inscribía en procesos de cambio y transformación de

más largo plazo que la dic tadura misma, en correspon

dencia con los procesos mundiales de modernización y

pos t -modernización (con lo cual se asignaba a esa obra

un signo histórico positivo);

b) debía demostrar el carácter ant i -democrát ico de todo

t ipo de violencia política o de íoda acción directa de

soberanía (con lo cual se asignaba un signo histórico

negativo a la violencia perpetrada, desde 1973 por los

militares, y desde 1987 o 1990 por el movimien to po

pular y los grupos paramili tares, con la salvedad de que

estos úl t imos no tenían entonces ni tendr ían después

una "ley de amnistía" que los protegiera y asegurara su

impunidad , como la tuvieron los militares, que se la

auto-otorgaron) ;

| j 3 0 _ _ lUSrORlOGRAFfA Y DICTADURA ENCHILE

c) debía demostrar que los actores que componían el

movimien to popular (los pobladores, la juventud mar

ginal y los grupos juveniles armados) no eran actores

modernos ni ciudadanos responsables, sino sujetos sin

ident idad definida, sujetos "anómicos", y sujetos "te

rroristas", de manera tal que n inguno de ellos pudiera

ser invitado a la mesa de negociaciones y al nuevo pac

to social (o político) que se estaba fraguando, y

d) debía refutar, de cualquier modo , todo brote cientí

fico o teórico que postulase lo contrar io —cualquiera

fuese su consistencia empírica o su coherencia social y

teórica—, imperativo que obligaba a utilizar una lógi

ca p o s t - m o d e r n a , más vir rual q u e e m p í r i c a , más

discursiva que real y más comunicacional que concep

tual (la imagen y la televisión, más que la palabra escri

ta y la ciencia, fue la orientación final de esta opción

teórica, sobre todo , luego del tr iunfo del N O en el ple

biscito de 1988, que se atr ibuyó en gran medida a la

correspondiente campaña televisiva).

De im m o d o u otro , y una tras otra, las investigaciones

'democráticas ' fueron asentando todas estas premisas.

En pr imer lugar, se investigaron los "cambios estructu

rales" in t roducidos por la dic tadura y se midió , relativamente

al pasado, su real peso histórico. Se concluyó, entre otros ha

llazgos, que la d ic tadura había hecho "estallar la estructura de

clases de la sociedad chilena", desmante lando la clase media

"burocrática" (asociada Estado) , pulverizando el poder sindi

cal y político de la clase trabajadora y al terando radicalmente

el mercado sobre el cual hab ía ope rado en el pasado el

empresariado capitalista, chileno y extranjero. De este m o d o ,

los dos actores sociales motrices de! viejo proyecto nacional-

desarrollista o nacional-populis ta (el proletariado y los em

pleados de Estado) quedaban reducidos a "masas" que tal vez

CABRIELSALAZAR 131

podían tener ident idad de clase, pero no 'poder de ciase'. El

m a p a c las is ta de la soc i edad civil c h i l e n a q u e d a b a así

trastrocado, de tal manera , que se tornaba práctica y política

mente imposible el re torno al pasado y a cualquier forma de

populismo o de nacionalismo económico. Pero también to rnaba

imposible o a l tamente improbable que el conjunto de masas

sociales desestructuradas (o anómicas) , que esos cambios ha

bían dejado como saldo, pudieran const i tuir el actor sobera

no que rigiese o siquiera participase en la construcción de la

'nueva democracia' (que no podría por tanto ser ni desarrollista

ni populis ta sino, exclusivamente, liberal, tal como querían

los asesores del régimen militar). En este p u n t o , la 'revolu

ción liberal' impuesta por los militares no era un cambio ins

crito en las transformaciones estructurales in tentadas por la

democracia chilena anterior a 1973 , sino en la línea mundia l

de t ransformaciones neoliberales que se venía regis t rando

desde la crisis económica, también mundia l , de 1982. Desde

este pun to de vista, la 'obra de los militares no hacía otra

cosa sino 'actualizar' el desarrollo histórico del pueblo chile

no, pon iéndolo a la par con los grandes procesos mund ia -

les3' .

En segundo lugar, se in tentó demostrar que la revuelta

de los pobladores no provenía de una clase social, sino de una

masa sin proyecto histórico (se reconocían a sí mismos como

"obreros", pese a estar desempleados), centrada además en una

juventud anómica. Por t an to , el movimiento poblacional no

podía ser reconocido como un movimiento social "moderno"

(según definición de Alain Touraine) , sino como un movi

m i e n t o r e t r ó g r a d o , que i n v o l u c i o n a b a hacia u n t ipo de

asociatividad pr imaria (basada en lazos identi tarios y comu-

'̂ Entre otras publicaciones, ver de J.Martínez y E.Tironi: Las clases sociales en Chile. Cambio y estratificación (Santiago, 1985. SUR).

1 3 2 HISTORIOGRAFÍA Y DICTADURA EN CHILE

nitarios), sin desarrollar una asociatividad moderna (basada

en vínculos contractuales, racionales y negociados). N o eran,

por tan to , verdaderos actores sociales e históricos, sino una

abigarrada masa en disponibi l idad política. Requei .an ser

c o n d u c i d o s , r e h a b i l i t a d o s y m a n e j a d o s d e s d e a r r i b a

(televisivamente, en lo posible). Si sabían "protestar", no sa

bían "proponer", ni menos "negociar". En la coyuntura de

transición, tan crucial, no se les podía reconocer, en conse

cuencia, ni derechos de soberanía, ni poderes const i tuyentes,

sino, sólo, derecho a ser comparsa histórica y derecho a votar

cuando se les convocase a ello. La nueva democracia, pues,

no era de masas sino eJitaria en la coyuntura estratégica de su

construcción const i tucional , y podía no ser clitaria sino de

masas cuando se viviese la coyuntura cotidiana de la política.

C o n ello se negaba al bajo pueblo (o a la masa cívica desarti

culada a golpes) su soberanía his tór ica" . Eso incluyó el juicio

de que la violencia política popular (la expresada en las jor

nadas nacionales de protesta) no provenía del afán de soste

ner e imponer un nuevo proyecto histórico de sociedad sino,

más bien, del miedo. Se in tentó probar, a part i r de eso, que

los pobladores y trabajadores rechazaban, por ello, la violen

cia política'^.

En tercer lugar, se in tentó probar que la movilización

popular y las acciones armadas que la acompañaban habían

'^ Ver de E.Tironi: "Pobladores e integración social", en Proposiciones # 14 (Santiago, 1987) y de G.Campero: "Organizaciones de pobladores bajo el régimen militar", en ibidem.

" Fue lo que intentó probar el equipo compuesto por Eugenio Tironi, Eugenia Weinstein y Javier Martínez a través del proyecto de investigación sobre "Violencia política popular en Chile" (financiado entre 1987 y 1989 por la Fundación Ford). La tesis contraria fue probada por el autor que suscribe, dentro de ese mismo proyecto (publicado en el libro Violencia política popular. .. op. cit.)

GABRIEL SALAZAR 133

fracasado de hecho en 'derribar' la dictadura (esta afirmación

se construyó teóricamente después que los grupos funcionales

abandonaron la acción callejera a partir de la quin ta protesta,

sin considerar, en consecuencia, las 18 protestas populares pos

teriores y su impacto político real). Q u e era efectivo que la

movilización popular había iniciado una "transición invisible"

(social) a la democracia, pero que la verdadera transición (la

política) se había iniciado y cont inuaba cuando su predecesora

ya había fracasado (en la 'cuarta protesta). La 'transición a la

democracia' no debía entenderse por tanto como un proceso

social o masivo, sino como uno puramente político y de nego

ciación, donde los actores políticos ' teóricamente' calificados

para ello eran, sólo, la C P C criolla (con su respaldo en la C P C

internacional) y la propia dictadura militar^'^. De este m o d o , la

masa poblacional y sus aliados "extremistas" quedaban excluidos

por su ser anómico, por su inclinación a la violencia política y

por su involución asociativa, de modo tal que, para el proceso

de transición y para la futura democracia, consti tuían, no un

aliado o una masa ciudadana, sino una amenaza cierta de "des

integración social". Tanto , que los ciudadanos negociantes co

menzaron a temerla, como una suerte de enemigo interno. Esto

daba pie para que surgiera, en la superestructura del emergente

Estado democrático (neoliberal) un significativo y estratégico

"miedo a la Sociedad"^\

En síntesis, cabe decir que la teoría de transición para la

nueva democracia surgió pr imero (hacia 1980) como una

mirada hacia atrás, hacia los valores democrát icos del sistema

polít ico existente antes de 1973 , pero en tanto depurado de

"̂̂ Ver de M.A. Carretón: "Las complejidades de la transición invisible. Movilizaciones populares y régimen militar en Chile", en Proposiciones # 14 (Santiago, 1987).

' ' J.Martínez: "Miedo al Estado, miedo a la Sociedad", en Proposiciones # 12 (Santiago, 1986).

1 34 HISrORlOGRAhÍA Y DICTADURA EN CHILE

los errores que condujeron a la crisis de ese año. La teoría continuó después desarrollándose en torno al encajonamiento que las acciones de violencia popular produjeron en las bases de estabilidad cívica y política de la dictadura (no en su estabilidad militar o en su racionalidad económica), etapa en que la posibilidad de negociar con aquélla llevó a los políticos a centralizar, como legítimo actor negociante, a la propia dictadura, y a marginar, como tal, al principal enemigo de esa dictadura: el movimiento social popular y sus aliados param¡litares. De este modo, el concepto de democracia 'histórica quedó viciado, en el sentido de que, para negociar el retorno a la democracia, algunos chilenos eran considerados como más democráticos (la dictadura, por ejemplo) que otros (el bajo pueblo, por ejemplo). Con lo cual, el concepto 'político' de democracia quedó también viciado, en el sentido de que la dimensión gobernabilidad (desde arriba y desde el Estado) era y debía ser más central y determinante que la dimensión participación ciudadana (desde abajo y desde la Sociedad Civil). Lo cierto es que la teoría de la nueva democracia definió la transición como una suerte de asamblea constituyente castrada, elitista y deficitaria, duplicando por vía de la negociación el carácter unilateral y dictatorial del proceso constituyente que le dio al país la Constitución (militar) de 1980. En este sentido, la nueva democracia no superaba nj era más democrática que la que existía antes de 1973, sino, al revés, estaba resultando ser, en su mismo nacimiento, lo que no f̂ ue aquélla: verticalista y discriminatoria . La nueva teoría, pues, estaba más comprometida con el pragmatismo de Iq̂ negociación política que con la dirección real a la que apuntaba el proceso social, cultural e histórico de la sociedad civi] chilena (sobre todo de su hemisferio inferior)^''.

"• Una cruda versión sintética de este planteamiento en A.Tourainc; "De la modernización a la modernidad", en Convergencia (Mar^ zo 17 de 1990).

GABRIEL SALAZAR 135

La 'teoría de opor tun idad ' , en definitiva, trazó el i t ine

rario estructural de 'una' de los dos vías posibles de re torno a

la democracia: la que más convenía a los militares y a la hasta

allí desfuncionalizada C P C , y la que menos convenía a la gran

masa popular de la sociedad civil. En este sent ido, t e rminó su

trayectoria siendo, en términos estr ictamente históricos, un

cuerpo conceptual que sirvió de pantalla legi t imadora a la

'obra' de la dic tadura (con lo cual legitimaba por reflejo a ios

constructores de esa obra, dejando de soslayo el impacto so

cial y h u m a n o de sus métodos) . La teoría de o p o r t u n i d a d no

const i tuyó, por eso, una verdadera ciencia social, s ino, ape

nas, una ciencia ins t rumental , al servicio de una C P C que, a

su vez, actuaba como un agente intermediario en el proceso

de consolidación internacional de la 'obra' del gobierno del

general Pinochet .

La teoría de opor tun idad legitimó 'democrá t icamente ' ,

pues — c o m o se ha d i c h o — , la obra de la dic tadura , pero

conv i r t i ó a sus teór icos y mi l i t an t e s en pa r t e o rgán ica ,

cogestora y finiquitadora de esa obra. De ahí su sorprendente

c o n v e r s i ó n a la fe n e o l i b e r a l y su a p o s t a s í a del v ie jo

populismo^^.

El repliegue de los grupos historiográficos

C o m o quiera que sea o haya sido la consistencia científica de

la teoría de opor tun idad , fiíe inevitable que, desde 1989 o

1990, se convirt iera en factor o ins t rumento de poder. De

hecho, se integró de m o d o conspicuo al nuevo sistema (pac-

Ver de E.Tironi: La invisible victoria (Santiago, 1990).

136 HISTORIOGRAFÍA Y DICTADURA EN CHILE

tado) de dominación. Constituyó una muestra distintiva de la nueva cultura hegemónica.

La derrota del marxismo democrático, la impotencia del marxismo revolucionario, la caída del muro de Berlín y

la crítica universal al populismo desalentaban, por otro lado, la construcción de teorías alternativas basadas en la tradición. Al mismo tiempo, el proceso de búsqueda a través de la identidad social dejó de ser financiado por la solidaridad internacional , progresivamente. Después de todo, la globalización neoliberal del mundo estaba más dispuesta a negociar con la obra gruesa construida a golpes por Pinochet, que a impulsar el in t r incado trabajo fino realizado microscópicamente por los buscadores de identidad. Identidad de base, cuya construcción o reconstrucción debía realizarse ahora, tras la aceptación mundial de aquella obra gruesa, como una tarea de responsabilidad social estrictamente privada, puramente doméstica, irremediablemente cultural, sin amparo de la ciencia académica, sin grandes teorías ni "grandes relatos" orientadores, al margen del Estado, en guerra muerte con el Mercado, y a espaldas del proceso político formal. Una tarea que la 'educación popular', tan activa a mediados de los '80, ya no podía asumir con comodidad, si tenía por delante ya no un dictador sino un gobierno democrático; si el socorro solidario internacional tendía a retirarse poco a poco; si la frustración generada por la dictadura tendía a ser reemplazada por la desilusión generada por la nueva democracia y si, por añadidura, tenía que enfrentar la crítica letal de los intelectuales conversos a la flamante 'teoría de oportunidad'^*.

' Respecto de la crítica letal a la educación popular, ver de R.Martinic: Profesionales en acción (Santiago, 1988. CIDE), que transcribe las ponencias expuestas en el Seminario Internacional sobre Educación Popular organizado por el CIDE en ese mismo

GABRIEL SALAZAR 137

Tal como en 1964 la teoría estructuralista del desarrollo

y la dependencia se t ransformó en teoría hegemónica margi

nando de la coyuntura la reflexión histórica, así, entre 1988 y

1990, la ' teoría de opo r tun idad ' marginó los diversos ramales

de la reflexión historiológica iniciada hacia 1980, así como

los múlt iples talleres de educación popular. D e este m o d o , al

inaugurarse el ciclo de los nuevos gobiernos democrát icos ,

los diversos grupos historiográficos tendieron a replegarse,

disolverse o a l imitar su búsqueda y proyección. Se abrió una

etapa de dispersión y desconcierto.

El grupo de reflexión historiológica surgido al amparo

de la F L A C S O , por ejemplo, tendió progresivamente a des

echar la perspectiva histórica. El peso que tuvo en ese g rupo

la principal categoría analítica empleada: "el campo polít ico

de fuerzas", no inducía la incorporación del lado 'social' de

los procesos, ni el peso del 'movimiento social' en las salidas

del escenario dictatorial, ni el rol de la historicidad en la mecá

nica de las fuerzas políticas. N o hab iendo una conexión orgá

nica consistente con la educación popular ni programas siste

máticos de potenciación de las nuevas identidades populares,

la historia social ( incluyendo la historia oral) no se incorporó

de m o d o permanen te ni central en la producción intelectual

de este g rupo . La reflexión polít ica maduró aquí como un

compar t imen te cerrado, auto-referido. De este m o d o , sus úl

t imos trabajos históricos tendieron a centrarse en la descrip

ción pormenor izada de ciertas "mental idades políticas" del

pasado y en ciertos vectores del campo de fuerzas, sin fertili

dad teórica viva para los problemas del presente^' . En verdad.

^' Ver, entre otros, de T.Moulian e I.Torres: Discusiones entre honorables: las candidaturas presidenciales de la Derecha. 1938-1946 (Santiago, 1988. FLACSO) y de T.Moulian: "La reorganización de los partidos de la Derecha entre 1983 y 1988", Documento de Trabajo # 388 (Santiago, 1988. FLACSO)

1 3 8 HISTORIOGRAFÍA Y DICTADURA EN CHILE

la inst i tución como conjunto se compromet ió a fondo con la

transición pactada a la democracia (neoliberal).

Por su parte, los historiadores jóvenes vinculados a la red

del "Encuentro", después de 1987, vieron que la mayoría de

los cientistas sociales e historiadores profesionales tendían a

desertar de sus sesiones, unos para incorporarse a la política

superestructura! de la transición, otros para engolfarse en los

esfuerzos de la Educación Popular por mantenerse viva. Sobre

todos ellos pesaba la sospecha, crecientemente oficial, de que

todo compromiso más o menos orgánico con la base popular

implicaba sumarse a un movimiento que estaba siendo no sólo

descartado polít icamente, sino, incluso, considerado como un

riesgo para la recuperación de la democracia. Las tesis de licen

ciatura que los jóvenes historiadores expusieron en el "Encuen

tro" no lograron reponer la Historia en el centro del debate.

Era un hecho que ese centro estaba ocupado, ahora, por las

opciones del "realismo político". Significativamente, en junio

de 1988, el "Encuentro" realizó su últ ima sesión'*"'.

En cuanto a los historiadores agrupados en el CERC, tras

su in tento por refutar la historiografía conservadora y ofrecer

u n a h i s t o r i o g r a f í a d e m o c r á t i c a , se c o n c e n t r a r o n en

monografías menores , en sus tesis de postgrado, en su carrera

académica y, en grado variable, en el proceso de transición a

la democracia. La aparición de la 'teoría de opor tun idad ' exi

mió a este grupo de realizar un trabajo teórico de rango ma

yor, ya que , de un modo u o t ro , le dieron su apoyo. De he

cho, el r umbo tomado por la transición permit ió que varios

de sus miembros llegaran a ocupar cargos relevantes en la

Universidad y en el propio gobierno del Presidente Aylwin'".

•*" Entrevista a M.A. Illanes por el autor que suscribe. Mayo 2 de 1990.

^' Entrevista a C.Gazmuri por N.Nichols. Abril 20 de 1990.

CABRÍ EL SAL AZAR 139

La dispersión de los historiadores del l E C , en cambio ,

divo otras características. Sin apoyo instituciofjjl consisten

te, el g rupo enfrentó, de un lado, una crisis financiera, y de

otro , la dificultad de construir un consenso in terno respecto

de cómo restaurar la validez del material ismo histórico. Las

posibilidades eran muchas , de m o d o que cada investigador

optó por seguir su propio camino. La revista Andes dejó de

publicarse en 1988. Ya desmembrado , el g rupo sólo pudo

mantener lazos de amistad y simpatías políticas, pasando a

engrosar lo que comenzó a llamarse, vagamente , "cul tura

marxista'"*^.

El grupo de historiadores que editaba en Londres la re

vista Nueva Historia se dispersó de otro modo: por el progre

sivo re torno a Chi le de la mayor parte de sus componen te s y

por las dist intas vías de inserción de estos exiliados en el

m u n d o intelectual chileno de la segunda mitad de la década

de 1980. Con todo , la revista con t inuó publ icándose hasta

fines de esa década, sobre todo por el esfuerzo personal de

Leonardo León, que retornó a Chile algo más tarde que sus

compañeros . En Chile , el g rupo no logró reunificarse ni edi

tar su revista, a pesar de que algunos de sus miembros m a n t u

vieron contacto y una significativa afinidad en cuanto a cómo

mantener viva la "nueva historia".

Los filósofos e historiadores que trabajaron unidos en el

C E L t a m b i é n se v i e r o n a f e c t a d o s p o r p r o b l e m a s de

financiamiento. Su intento de reformular la historia de las ideas

halló ante sí, también, en diversos frentes, el peso político de la

'teoría de opor tunidad ' . El grupo, como tal, optó por disolver-

"- Entrevista a J.C.Gómez por el autor que suscribe. Abril 30 de 1990. Entre las publicaciones realizadas por este grupo cabe citar, de P.Quiroga y C.Maldonado: Elprusianismo en las Fuerzas Armadas chilenas (Santiago, 1988) y de C.Maldonado: La milicia republicana, 1932-1936 [SiLnüigo, 1988).

^Í0_ HISTORIOGRAFÍA Y DICTADURA EN CHILE

se. Pero cada uno de sus miembros cont inuó realizando traba

jos de investigación, sea en el plano de la historia cultural (so

bre todo los filósofos) o en el de la historia social (M.A.luanes),

áreas en que su producción ha sido significativa'*^

Diferentes, pero al mismo t iempo similares, han sido

los problemas enfrentados por los historiadores de las O N G s

llamadas "SUR Profesionales" y " E C O " . Para los de SUR, la

aparición de la 'teoría de la opor tun idad ' significó una desa

fiante diferenciación teórica y política interna, dado que los

cientistas sociales de esta insti tución (Eugenio f i roni , Javier

Martínez, Eduardo Valenzuela, etc.) estuvieron entre los prin

cipales arquitectos de esa teoría. El debate entre esos cientistas

y los historiadores, realizado puertas adentro de la institu

ción, resultó abierto y enriquecedor, cuando menos hasta 1989

( término del proyecto Eord sobre violencia política popular) ,

pues, después de 1990, la emigración de los cientistas socia

les a diversas oficinas del p r i m e r gob ie rno d e m o c r á t i c o

postdictatorial impidió cont inuar ese debate. La insti tución

fue capaz de absorber y asimilar la diferenciación producida,

lo que permit ió que la investigación historiográfica cont inuara

realizándose, ya no conectada a la coyuntura política, pero sí

a la coyuntura social, por donde el trabajo se orientó sobre

todo hacia la historia popular. C o n rodo, la posibilidad de

asociar esa investigación a los requerimiento políticos del mo

vimiento y la educación populares se tornó improbable , por

la tácita oposición existente en todas partes a todo posible

in tento por desarrollar y agitar un programa político alterna

tivo al pactado en la transición democrát ica (tr iunfante en

1990). El grupo historiográfico de SUR no ha trabajado como

''̂ E.Dcvés publicó su importante Los que van a morir te saludan. Historia de una masacre (Santiago, 1988), mientras M.A.luanes se encuentra trabajando en un novedosa historia social de la salud en Chile.

GABRIEL SALAZAR 141

equipo, pero mant iene — e n tanto la inst i tución lo a d m i t e —

un potencial y una disposición a la crítica que p romete man

tenerse fértil a futuro.

Los historiadores de E C O , en cambio, centrados en la

realización de Talleres de Educación Popular (ámbito donde se

validaba su investigación histórica, sobre todo de tipo oral) se

vieron encajonados no sólo por la 'teoría de opor tunidad ' , sino

también por la inesperada desautorización que la Iglesia Cató

lica fulminó sobre las "comunidades cristianas de base" y por

la dificultad de no haber podido levantar opor tunamente una

teoría específica y operacional para el "movimiento social po

pular" (que era su categoría histórica y política fundamental) .

La creciente crisis de la educación popular y el retiro de los

fondos de la solidaridad internacional han empujado el grupo,

en parte, a la dispersión de sus profesionales, y de otro , a desa

rrollar investigaciones de historia social académica, mientras

intenta reespecializarse en un nuevo tipo de 'taller': el que tra

baja en terreno el desarrollo de la historia popular "local"'''*.

Los historiadores de E C O y de SUR Profesionales, sin

embargo, son los únicos del m u n d o extra-universitario que

han contado con respaldo inst i tucional , aunque no despro

visto de dificultades, según se anotó más arriba. Su p roduc

ción historiográfica ha sido, sin duda, impor tante , pues, como

tal, ha sido y es leída y trabajada especialmente por la juven

tud (universitaria y no universitaria) que permanece expec

tante y aun crítica frente al r umbo tomado por el proceso

chileno desde 1988. Cabe preguntarse, sin embargo , por la

capacidad real de ese t ipo de insti tuciones y de los historia

dores que trabajan en ellas para realizar con éxito en t iempos

'''' Mario Garcés, que publicó junto a P.Miles el libro FOCH, CTCH, CUT: las centrales unitarias del sindicalismo chileno (Santiago, 1988. ECO), trabajo ahora en la historia socio-política popular de fines del siglo XIX.

14 2 HISTORIOGRAFÍA Y DICTADURA EN CHILE

de democracia (neoliberal) lo que no pudo hacerse en tiempos de dictadura, esto es: construir desde las bases populares un proyecto histórico y social alternativo, basado en una percepción y sistematización directa de la experiencia y la memoria históricas de esas bases. Parece evidente que el apoyo institucional para realizar esa tarea es y será débil. Probablemente más débil de lo que fue en la década de los '80. Tanto más si el grueso de ios cientistas sociales que habían aprendido a caminar con la Historia se encuentran hoy emigrando a las oficiras del nuevo Estado, pasando a ser funcionarios del modelo neoliberal.

Todo indica que no serán ni los 'encuentros' espontáneos de historiadores jóvenes ni los grupos de trabajo de las ONGs los que puedan realizar esa tarea, sino los que puedan contar con un apoyo institucional y financiero mínimo y seguro. La pregunta es: ¿podrán ser los historiadores de la universidad chilena actual? ¿Será posible llevar a cabo la democratización del trabajo universitario al punto de que esa tarea pueda ser retomada y completada? ¿Será posible reunir y reorganizar a todos los historiadores y cientistas sociales que exploraron los caminos vírgenes de la identidad y la memoria sociales, bajo el techo de una institución académica? De momento, eso no parece probable, pero es una alternativa necesaria y, acaso, posible. Los Departamentos de Historia de las actuales universidades chilenas están, todavía, regidos por el cientifismo y el empirismo documentalista propios del siglo XIX. Rechazan la conexión orgánica con las Ciencias Sociales y rehuyen el trabajo en equipos interdisciplinarios. Se concentran de preferencia en el pasado y vuelven la espalda a la historicidad del presente. ¿Podrán los grupos historiográficos extra-universitarios descritos más arriba rectificar ese rumbo e instalar la "nueva historia" en los recintos académicos formales?

Son preguntas, por cierto, que sólo el tiempo despejará.

CABRIEL SALAZAR

7

De la memoria, la identidad y de "viejos topos"

En 1960, como se dijo, el sociólogo norteamericano declaró que "Chile es un país mal estudiado". Hacia 1990 ¿puede decirse lo mismo? La teoría 'de oportunidad' ¿ha logrado construir el bagaje cognitivo suficiente no sólo para permitir la exitosa instalación del modelo neoliberal (y legitimar de paso la 'obra' de la dictadura), sino para orientar también a los chilenos mds allá de ese modelo y de esa teoría?

Todo indica que la teoría 'de oportunidad' se agotó en iluminar la instalación del dicho modelo, y que no podría ir contra sí misma e investigar en profundidad las contradicciones y déficits históricos y sociales del modelo que ayudó a legitimar. Es una teoría que, al haber sido exitosa en su implementación práctica, se esterilizó teórica, social e históricamente. Su vida posterior a 1988 —año de su triunfo político— no puede ser otra que deducirse a sí misma, una y otra vez, de modo tautológico. Ilustrativamente, pedagógicamente, como todo discurso oficial o como roda meiDoria oficia). Puede tener vida aim como 'cuerpo teórico', pero ya no como 'ciencia orgánica'.

Sobre todo, porque la experiencia social sigue acumulán

dose, ahora en relación a las eficiencias e ineficiencias del

modelo impuesto, y en relación a los reflejos y reverberos del

pasado, que siguen vivos en la memoria social. Una teoría puede

envejecer y esclerotizarse, pero no la experiencia social, que

ni agoniza, ni muere jamás. Y la memoria social, alimentada

permanentemente por aquélla, tampoco. La vida social va de

la experiencia a la memoria y de la memoria a la experiencia,

en un vaivén interno y subjetivo que es la historicidad viva de

H4-^ HISTORIOGRAFÍA Y DICTADURA EN CHILE

la identidad. Y ésta, abandonada ahora por el Estado y la po

lítica, por el Mercado y la economía, por la Teoría y los inte

lectuales, sigue viva y activa, a pesar de todo. Ahora depen

diente, más que nunca, de sí misma. Lo que equiv.iie a la

centralización estratégica de la historicidad de los sujetos,

individuados o asociados.

¿Están los sujetos sociales de base bien o mal estudiados

en el Chile de 1990? Lo que cabe decir hoy a este respecto es

que, cuando menos , esos sujetos han aprendido y están apren

diendo a estudiarse bien a sí mismos. Lo que no sólo es un

fenómeno inédito en Chile, sino, además, un proceso subte

rráneo, propio del espacio privado y comuni ta r io , que tiene

un enorme camino por delante que recorrer. Pues, si bien la

teoría 'de opor tun idad ' voló y d o m i n ó , como águila, las altu

ras superestructurales del Estado y el Mercado chilenos, la

'ciencia de los sujetos' y los 'procesos autoeducativos ' se han

apoderado del subsuelo de la historia chilena. Se trata de la

aparición — c o m o escribiera alguna vez Karl Marx— del "viejo

topo" de la historia popular, que , ciego y todo , horada con

sabiduría propia, subterránea e invisiblemente, los nuevos

caminos de esa historia.

En este sent ido, los historiadores sociales del "bajo pue

blo" no parecen hallarse ante un pantano esterilizante — como

la teoría 'de o p o r t u n i d a d ' — , sino, más bien, ante un sendero

abierto, de alta fertilidad. Para avanzar por el cual se requie

re, sin duda, creatividad, audacia y, sobre todo , solidaridad.

La Reina, abril-junio de 1990

CAPITULO IV

CHILE, HISTORIA Y "BAJO PUEBLO": DE LA IRRACIONALIDAD Y LA VIOLENCIA'

El triunfo de la Historia "Nomotética"

De acuerdo a su definición originaria, la Historia ha sido la

ciencia que estudia la realidad social en tan to ésta se compor

ta como un conjunto de 'part icular idades en movimiento ' .

Así la in tuyeron, en sus principios helénicos, sus funda

dores. Así también la en tendieron , en los siglos XVÍII y XIX,

los grandes autores de la historiografía moderna y de la lla

mada teoría de la historia. Y así también han procurado sos

tenerla, ya en este siglo, los historiadores (motejados a menu

do de "revisionistas") que intentan defender la historicidad

de 'lo part icular ' y la legit imidad del 'proyecto' y del 'cambio '

sociales, frente a la expansión avasalladora del modern i smo

abstracto y la supremacía valórica aplastante de los equili

brios macro-sistémicos, que , por doquier, han privilegiado

las ciencias que Wi lhem Winde lband , en el siglo pasado, lla

mó "nomotéticas" (por su tendencia a concentrarse exclusiva

mente en las totalidades, en lo general-estático, y en las leyes

Estas reflexiones fueron publicadas como Editorial de la revista Proposiciones# 19 (julio de 1990), número dedicado enteramente a los temas implicados en el título.

H 6 ^ _CHILE, HISTORIA Y "BAJO PUEBLO"

O teorías sistémicas o tautológicas que se derivan de esa opción), marginando las que asumen la vida cotidiana e histórica del hombre concreto (que el mismo Windelband llamó "ideográficas").

l ia sido un hecho significativo que, en sus orígenes, la Historia haya surgido, libre de toda presión ideológica colateral, como un anuario sencillo de hechos particulares dignos de ser recordados; como un eruditismo amable relativo a hechos de ese tipo, e incluso, como una liviana 'chismografía social', que todos los hombres de carne y hueso creyeron necesario íeer o conocer para ilustrar su propio desenvolvimiento individual. Así la Historia, surgida de lo particular, fortaleció y nutrió el movimiento de lo particular.

Ha sido también significativo otro hecho: el que, durante los siglos XVIII y XIX, esta ciencia haya sido utilizada centralmente por las elites constructoras del Estado Moderno, aprovechando su capacidad para proporcionar la información y en cierto modo la teoría concreta que permitían explicar y a la vez implementar las 'hegemonías modernas' (noción de Estado Nacional, de ciudadanía electoral, de política económica, de mercado, etc.). Durante esos siglos, la Historia, surgida de lo particular, nutrió y fortaleció los movimientos sociales (liberales) que promovieron con éxito los proyectos históricos que devinieron en valores más o menos universalmente 'dominantes'.

Es aun más significativo, sin embargo, que hoy (fines del siglo XX), cuando esos movimientos y valores han cristalizado en un sistema moderno hegemónico mundialmente distribuido, la Historia sea de hecho considerada y tratada como una ciencia marginal, que subsiste —cuando subsiste— gracias a su precaria defensa de lo 'particular-pasado' (los orígenes de la modernidad triunfante), inerme frente al imperialismo ideológico de lo 'general-presente'.

CABRIEl SALAZAR 147

De algún m o d o , la creciente marginalidad de la His to

ria ha sido un fenómeno correspondiente y paralelo a la t am

bién creciente devaluación que la civilización moderna , en su

expansión mundia l , ha venido perpe t rando respecto de lo

particular, lo cot idiano y el cambio social. Tan sólo ayer —

Guerra Fría, confrontación entre macro-sis temas— el estatus

de esa d imensión de la realidad llegó a ser más bajo que n u n

ca. Hoy, cuando se habla de "post -modernidad", es casi t an to

como ayer (dictadura liberal indisputada del Fondo Mone ta

rio Internacional , el capital financiero y los servicios secretos

coligados de las grandes potencias) . De modo que, al consi

derar lo anterior, no debería ser una sorpresa para nadie que ,

por ejemplo, el "materialismo histórico", surgido en el siglo

XIX como una ciencia de proyección para lo 'par t icular-pro

letario', exper imente hoy más o menos la misma devaluación

y crisis que ha estado afectando a casi todo lo denominab le

histórico. Y menos debería extrañar que, en 1998, Francis

Fukuyama — u n prominente planificador de macro-equilibrios

sistémicos en el m u n d o occidental— proclamara, urbi et orbi,

que el "fin de la historia" ha llegado, con la derrota definitiva

del socialismo, y el triimfo irreversible de los mecanismos au

tomáticos del mercado y del modernismo abstracto propios del

capitalismo liberal. Y no tendría porqué extrañarnos también

que su proclama fortaleciera en todas partes —incluso en este

país— la fe sistémica de las elites dirigentes.

La Historia de Chile, ciencia nomotética

En Chile, sin duda, el proceso de modernización no ha empapado todavía todos los rincones de la sociedad. El equilibrio sistémico, después de los sismos experimentados en los años '70, no parece aún consolidado del todo. Sin embargo,

1 4 8 CHILE, HISTORIA Y "BAJO PUEBLO"

y sin necesidad de recurrir a Francis Fukuyama, aquí se ha puesto fin a la historia. Para ello, ha bastado solamente la acción de la misma Historia de Chile y de las Ciencias Sociales predominantes en el país, que han proclamado el triunfo de la "globalización" y eliminado el valor estratégico de las simples particularidades en movimiento (sobre todo las de identidad popular).

En Chile, la Historiogafía ha trabajado predominantemente con lealtades divididas. Pues, de un lado, en lo tocante al pasado remoto (Descubrimiento, Conquista, Colonia, Independencia y Estado Portaliano), ha operado conforme la más pura tradición clásica: reconstituyendo con detalle el hecho particular, la trayectoria de los actores protagónicos, y sobre todo los procesos que, partiendo desde abajo, remataron arriba en la construcción del sistema general de la Patria, la Nación, el Orden, la Institucionalidad y el Estado. Es decir, procediendo con lealtad hacia un enfoque social-progre-sista. Sin embargo, de otro lado, en lo tocante a los tiempos contemporáneos (específicamente, respecto del período que se inicia con la crisis del primer tipo de Estado portaliano, en 1 860), ha operado más cerca de la tradición "nomotética" que de la "ideográfica": ilustrando uno a uno los rasgos funcionales y paradigmáticos del sistema portaliano (presidencialismo, jerarquía social, empresariado schumpeteriano, probidad administrativa, moneda estable, apertura al mercado internacional, alto sentido patriótico de unidad nacional, etc.) y juzgando las acciones erosivas de sus opositores (los caudillos de masas, la democracia populista, el movimiento popular y el marxismo principalmente) como factores de su corrupción y

decadencia sistémica.

De este modo, los historiadores y cienistas sociales llegaron a formular una suerte de ley general que rige hasta hoy la evolución de la sociedad chilena, a saber: la historia, como

GABRIEL SALAZAR 149

construcción de sistema, se agotó con el establecimiento del

listado Portal iano, en el siglo XIX; lo que ha venido después

de esta culminación , en consecuencia, sólo ha sido o podr ía

ser histórico en la medida que contr ibuya a la estabilidad de

ese sistema. De lo contrar io , aparte de ser regresivo, sería

involutivo. No sería 'histórico' (sino subversivo) por t an to ,

construir en el siglo XX un sistema distinto al que ha regido

t radicionalmente la sociedad chilena.

Así, la Historia Con temporánea de Chi le ha t e rminado

por asumir, p redominan temen te , la forma de una mul t i -vo-

luminosa lamentación ética por el quiebre del "espíritu" uni

tario de la Nación (por obra de la lucha de clases) y de la

'noción' portal iana de Estado (obra de la democracia popu

lista). Esta lamentación, iniciada a comienzos de siglo por

ensayistas como Agustín Ross y Francisco Encina, ha sido

insti tucionalizada más tarde por historiadores del prestigio

de Alberto Edwards, Mario Góngora y Gonzalo Vial, entre

otros. El realce etico que estos autores han hecho de los valo

res s u p u e s t a m e n t e queb rados por la lucha de clases y el

popul ismo, ha encubier to , además, una sorda condenación

factual de las acciones 'particulares' y los 'cambios ' in tenta

dos en el siglo XX por el movimiento popular, la Izquierda

par lamentar ia y la no parlamentaria . Es evidente, por todo

eso, que la Historia de Chi le p redominan te se ha convert ido

en una más de las ciencias nomotét icas que operan al servicio

del oficialismo sistémico.

En cambio, los in tentos "revisionistas" que han tenido

como objetivo aplicar el clásico paradigma social-progresista

a la historia nacional del siglo XX (es el caso, por ejemplo, de

los historiadores marxistas de las décadas de 1950 y I 9 6 0 , y

de los de filiación demócratacr is t iana después de 1980) , aun

que encomiables en sí mismos, no han tenido la consistencia

científica ni la persuasividad suficiente como para quebrar la

1 5 0 CHILE, HISTORIA Y "BAJO PUEBLO'

mental idad portal iana que prevalece — m á s en los hechos que

en la misma academia— en el grueso de la clase política chi

lena, tanto civil como militar.

La distribución desigual de la historicidad

Lo anter ior no tendría n inguna importancia si sólo formara

parte de un debate académico. Pero ha sido y es algo más

relevante que eso.

C o m o todo profesor de Historia sabe, la enseñanza de

su ciencia es de te rminante en la formación de la conciencia

cívica e histórica de todo c iudadano. Pero ¿qué es lo que un

chileno medio —formado en el sistema oficial de educación—

ha incorporado como sustrato básico de su conciencia histó

rica?

Esto:

a) que la Historia de Chile es la Ciencia de la Patria; que,

por tan to , demuestra cómo algunos puñados de hombres

ejemplares levantaron un sistema nacional 'clásico' (mode

lo en América Latina), y cómo, después, masas de indivi

duos con poca o n inguna conciencia patriótica, han cons

pirado contra ese sistema, provocando una dramática "crisis

moral" y rompiendo , de paso y de un m o d o apenas recu

perable, la un idad de todos los chilenos;

b) que la historicidad radica de m o d o preferente en las esen

cias espirituales que conforman el alma o sistema nacional

según fue formado por sus hombres ejemplares, pero no

en las acciones sociales concretas que masas de hombres co

rrientes, con temporáneamente , ejecutan para desafiar la

CABRIEL SALAZAR 151

legitmidad de ese sistema y construir otro supues tamente

superior;

i) que, en el presente, sólo hacen historia los que, a nivel de

sistema, luchan por preservar la estabilidadáe\ mismo y la

gobernabilidad ác la sociedad, pero no los que luchan ahe

rrojados y reprimidos en su part icularidad social.

Según enseñan los hechos, aunque es cierto que todos

los chilenos han vivido y viven inmersos en su par t icular idad

concreta, sólo algunos han tenido y tienen la posibil idad de

operar en los comandos del sistema. La absoluta mayoría no

sólo ha permanecido por siglos aprisionada en su part iculari

dad social, sino que, además, ha creído y cree que , por eso

mismo, estará siempre al margen de la historia. Y ha creído y

cree que sus acciones cotidianas no construyen 'sistema (es

materia de héroes militares y caudillos civiles), que su t ipo de

protagonismo rebelde carece de historicidad positiva (pues

suele configurar delito contra el Estado y/o contra la un idad

nacional) y que, en definitiva, su rol en este m u n d o es cons

tituirse en comparsa social, acampada en el lado "bárbaro" de

las fi"onteras históricas.

La Historia (conservadora) de Chi le ha ejecutado una

desigual distr ibución de la conciencia histórica entre los chi

lenos. De donde ser deriva que algunos chilenos han sido y

son más históricos que otros.

Tampoco eso tendr ía n inguna importancia , si no fuera

porque , entre todos los chilenos a quienes ha correspondido

una cuota mín ima de historicidad académica y real, se cuenta

nada más y nada menos que la masa mayoritaria de la Na

ción. Y ella, casualmente, coincide con ser también la masa

más marginada , pauperizada y necesitada. Y esto sí es impor

tante . En pr imer lugar, porque , en t an to 'necesitada', es una

mayoría que está dispuesta a presionar más consis tentemente

1 52_ CHILE, HISTORIA Y "BAJO PUEBLO'

que ningún otro sector social para reformar o derribar el sis

tema nacional que la particulariza de ese modo, o para cons

truir (emulando a los héroes y caudillos del siglo XIX) otro

de calidad superior. De modo que sería, cuando me/ios, un

constrasentido negarle el derecho histórico a moverse en esa

línea. En segundo lugar, porque, en tanto mayoría nacional y

en tanto necesidad masiva, esos chilenos son dueños de un

'poder histórico' mayúsculo (no son un "puñado", precisa

mente), el cual, al no estar adecuadamente equilibrado por

una conciencia histórica cívicamente cultivada, podría ser

usado de un modo que estaría más cerca de la destrucción

irresponsable de un sistema que de una destrucción 'cons

tructiva'. Y en tercer lugar, porque quien niega a semejante

actor social la conciencia y el derecho históricos necesarios

para convertir su particularidad indeseada en una generali

dad satisfactoria, comete un grave error de lesa soberanía y de

lesa política, pues, en lugar de cultivar democracia y unidad

nacional, profundiza las divisiones y cultiva irracionalidad his

tórica. Y ningún sistema puede soportar por mucho tiempo

el peso interno de esa irracionalidad, como el sistema

portaliano, entre el inicio de su crisis en 1860 y su colapso de

1930, demostró hasta el cansancio.

La violencia política, que ha caracterizado la historia

contemporánea de Chile, ni es inherente a la intrínseca per

versidad de las masas, ni a la intrínseca represividad de las

elites. Es, más que nada, una cuestión de no saber 'hacer

historia. Y este no saber es un producto social que reconoce

diversas raíces. Una de éstas es la historiografía conservado

ra —hegemónica en el país actual— que ha traicionado las

raíces fundantes de la Historia para adherir al cientifismo

oficial de los sistemas. Otra de esas raíces ha sido la incapa

cidad de los historiadores "revisionistas" para levantar un

paradigma capaz de ser efectivamente útil a las mayorías ne

cesitadas de la nación. Y otra —no por última la menos re-

CARRIEL SALAZAR 153

levante— la i racional idad pol í t ica de la propia clase d i r i

gente que , al jugar c o n s t a n t e m e n t e todas sus cartas a un sis-

lema liberal que ha ten ido y t iene en la mayoría popu la r de

la nación a su más i m p o r t a n t e enemigo (según enseñan los

hechos acumulados a lo largo de casi dos siglos), ha con

cluido por vivir d o m i n a d a por un nervioso "miedo a la So

ciedad". Q u e es un m o d o de gobernar el país sin p lena con

ciencia social y con escasa conciencia histórica. Y son estos

déficit de 'conciencia los que cul t ivan, so lapadamente , las

semillas de la violencia polí t ica.

El revisionismo histórico no es, pues, hoy, en Chile , un

simple exper imento más de algunos porfidados historiadores

"neopopul is tas" o, acaso, "pre-modernis tas" . Se trata, más

bien, de una compulsiva necesidad de 'hacer historia' que ex

per imenta la mayoría social de la nación. Q u e es no sólo una

necesidad de la gran masa popular necesitada y deshistorizada

de este país, sino una necesidad global que tiene que ver con

la posibil idad de asentar un sent ido más social y cívico de

un idad nacional que el que ha defend ido por décadas la

historiografía conservadora, y con un sentido más racional y

eficiente de acción política a nivel de sistema.

Encierros históricos y violencia política

Las masas populares chilenas han permanecido encerradas en

su celdilla estructural desde, cuando menos, fines del siglo

XVII. Los estudios de esa celdilla revelan que ése ha sido un

encierro tenso. Un encierro que devuelve todo hacia adentro:

los recuerdos, la rabia, los reventones sociales, la esperanza.

Todo intento de salida es bloqueado desde fuera y devuelto, a

presión, hacia el fondo del mismo encierro. La conciencia

1 5 4 CHILE, HISTORIA Y "BAJO PUEBLOÍ

social e histórica del bajo pueblo tiende, así, a girar en círcu* los en torno a una misma y larga identidad, cargándose una y otra vez de energía rebelde. La ira sorda, la agresión lateral, la adicción alcohólica o lúdica y la violencia delictual o política han sido 'expresiones' frecuentes de ese forzado encierro histórico. Estallidos que, con cierta periódica recurrencia, han remecido los cimientos mismos del sistema. La inestibilidad profunda que esos estallidos provocan en esos cimientos contrasta, sin embargo, con la estabilidad aparente y flotante de sus cúpulas. Las recientes 22 "jornadas nacionales de protesta" revelaron no sólo la potencia del poder histórico incultivado

que late por dentro del movimiento popular chileno, sino también cuan subcutáneamente está ese poder en el sistema mismo.

La historiografía conservadora y las elites que usualmente 'comandan' el sistema han percibido siempre el ruido subterráneo de ese poder como una amenaza de desintegración antisocial, y/o como subversión política. No habiendo estudiado jamás la sismología profunda del pueblo chileno (la mirada de la ciencia oficial permanece clavada en el sistema dominante mismo), esas elites y esos historiadores han asumido, frente a ese poder, no una actitud racional de negociación ciudadana, sino la actitud más bien irracional de quien se defiende de un ataque a mansalva de un enemigo externo. O de bárbaros de frontera. Pues, al no haber desarrollado una apropiada 'ciencia social', han terminado desarrollando un nervioso 'miedo a lo social'. Y en vez de apoyarse en las mayorías nacionales para establecer un Estado con sustancia social, han perpetrado nueróticas represiones militares y promulgado raquíticas políticas sociales. Su única respuesta a la amenaza aprisionada en la cárcel histórica del bajo pueblo ha sido estrechar el cerco y aumentan la presión sobre aquélla. Sin embargo, ningún miembro de la clase dirigente (versión militar, civil o cualquiera otra) reconocerá jamás que aquéllas

CAHRÍEL SALAZAR 155

IK) son otra cosa que políticas basadas en el miedo a lo social.

Y en la ausencia de una teoría profunda de lo social, se con-

icntan con repetir y reponer una y otra vez la vieja teoría del

Orden públ ico ' , la 'defensa de la democrac ia , los 'valores de

1.1 cul tura occidntaF, etc.; fórmulas discursivas que cubren

cosméticamente el vacío cognitivo que los inspira. Norma l

mente, las ciencias nomotét icas chilenas han gastado la ma

yor parte de su vida justificando esas fórmulas discursivas.

Y hemos visto que, por razones nomotéticas, la clase po

lítica militar no ha dudado en violar los derechos cívicos de

la mi tad de los chilenos y los derechos humanos de la déc ima

parte de la nación. Y por razones ideográficas, los chilenos

afectados no han dudado , a lo largo de un siglo y medio , de

echar mano a la violencia subversiva contra el sistema. El

miedo a lo social, inherente a todas las elites dirigentes chile

nas — c o n su efecto directo en la irracionalidad que demues

tran las conductas de la d o m i n a c i ó n — ha llevado esas élites a

hacer historia equivocada; esto es: no de humanizac ión , sino

de deshumanización. No una historia de ciudadanos, sino una

historia violenta de lesa modern idad . Podría decirse que ellas

se han autoencerrado en una cúpula de irracionalidad, tal vez

más peligrosa que la irracionalidad que surge del encierro his

tórico del pueblo.

De la irracionalidad histórica a la humanización

Si las masas populares necesitan escapar de su encierro para

iniciar una gran marcha histórica de destrucción-construc

ción sobre el sistema social, deberán cultivar su conciencia

histórica, investigar su propia realidad, mirar en torno y dis-

1 5 6 CHILE. HISTORIA Y 'BAJO PUEBLO"

ponerse a construir por sí mismas l;i realidad que necesitan.

Como no podrán hacer eso auxiliándose con la historiografía

conservadora (de fe nomotética), ni del marxismo vulgar

(nomotético por degradación), entonces deberán construir su

propio paradigma cognitivo y echar andar una específica cien

cia popular. De lo contrario, frente a la violencia emanada del

miedo, no podrán hacer otra cosa que oponer la violencia

(que a veces es auto-agresión) emanada de la frustración y la

rabia. Y ni una ni otra cosa es saber hacer historia.

Paralelamente, si las elites dirigentes aspiran aun a establizar la sociedad chilena conforme a un patrón global de integración y unidad nacionales, necesitarán cultivar también su conciencia histórica, investigar oficialmente los encierros históricos del bajo pueblo y dejar salir de allí las corrientes de humanización que, desde hace mucho tiempo, pugnan por inundar la sociedad. De lo contrario, no harán otra cosa que seguir alimentando 'fieras sociales' en el subterráneo de su frágil modernidad y de su aun más frágil estabilidad sistémica. Fieras que, a veces, podrán atacar con explícitos objetivos políticos, pero otra veces sólo con objetivos anómicos, de desesperación, o netamente delictuales. Si esas elites no se acercan a conocer la particularidad concreta del bajo pueblo y el origen real de sus movimientos y estallidos, no podrán ni racionalizar ni modernizar humanamente la sociedad nacional.

Para unos y para otros, pues, es necesaria la mirada histórica hacia lo particular. Es decir, la producción social Ae un conocimiento histórico sobre los sujetos reales que habitan la sociedad chilena. Esto implica un gran esfuerzo por refundar desde sus raíces la Historia de Chile. Tanto a nivel de los actores sociales (sobre todo populares), como a nivel de los dentistas sociales en general.. De lo contrario las fieras políticas de altura y las fieras sociales de calabozo barrerán con

CABRIEL SALAZAR 1 57

los vanos intentos de la historia nomotét ica y los vacíos dis

cursos legitimadores de la dominac ión . Pues lo que se requie

re no es una Historia 'para' el sistema, sino una Histor ia que

medie y unifique el polo part icular y el polo general de la

realidad, anu lando la irracionalidad ciega de uno y de o t ro .

La reducción de la violencia sistémica y anti-sistémica sólo es

posible en la medida que se preserve y cultive el derecho y el

poder históricos de las grandes masas ciudadanas. Derecho y

poder que sólo pueden emanar e inspirarse en el conoc imien

to específico de la realidad concreta de todos y cada uno de

los chilenos de carne y hueso.

Privilegiar y fortalecer ese derecho y ese poder equivale

a situar los procesos sociales de humanizac ión , s imul tánea

mente , en el corazón de los movimientos sociales, y en el co

razón del sistema democrát ico. Hacer eso es saber hacer his

toria, saber construir democracia y, a la vez, saber practicar

'socialismo'.

¿Quiso decir Francis Fukuyama que con el "fin de la

historia" concluyó también la lucha social por la humanización

de los sistemas? ¿Quiso decir que el modelo neoliberal es el

más humanizado de los sistemas sociales? ¿Quiso decir que

los hombres (parr icularmente los del bajo pueblo) se hallan

conformes con el estado actual de sus condiciones materiales

y espirituales de existencia?

Es poco probable que haya implicado todo eso con su

famosa y apocalíptico apotegma histórico. C o m o t ampoco

los historiadores conservadores dirían que , con el t r iunfo del

Estado Portal iano en 1830 la historia de Chi le llegó a su fin

(por culminación y p len i tud) . Los triunfos nomoté t icos han

sido muchos a lo largo de la historia, y n inguno de ellos ha

sido capaz de detener el movimien to de humanizac ión , como

tampoco las irracionalidades de cúpula o de calabozo. Y si el

movimiento de humanizac ión no se detiene jamás — p o r q u e

1 5 8 CHILE, HISTORIA Y "BAJO PUEBLO"

conlleva la legitimidad misma de toda acción— entonces ¿por

qué no ir const ruyendo la ciencia que más potencie ese movi

miento y que mayormente extienda por el m u n d o esn legiti

midad?

¿Por qué la Historia de Chile no puede sumarse, con

todas sus energías y todo su arsenal de datos y métodos , a esa

magna tarea que aun no encuentra su verdadero fm?

Santiago, mayo 1 de 1990.

CAPÍTULO V

LA HISTORIA COMO CIENCIA POPULAR: DESPERTANDO A LOS ''WEUPIFES"'

'Ciencia oficial' y bajo pueblo.

A menudo , la Ciencia Social y el Estado se sitúan en una mis

ma atalaya 'superior' para mirar los procesos históricos que

deben vivir los pobres, los marginados y los ciudadanos comu

nes y corrientes. Tal 'superioridad' consiste en que los observan

desde arriba y desde lejos, de m o d o que los ven como totalidad

numérica, como problema político general que se debe resol

ver, o arcilla a ser modelada. O 'masa social' a ser gobernada..

Desde tal perspectiva, la vida social es aprehendida, re

gistrada y t ransformada en un sistema lógico de conceptos

generales, estadísticos, abstractos, y en una 'grafía' inscrita y

grabada como escritura pública. Sobre la cual se deciden y

promulgan los mandatos públicos, los decretos, la leyes, la

acción represiva o pun i t i va y los sagaces discursos de la

gobernabil idad. Así, en la epistemología de la ciencia y la gran

política, la vida social t e rmina a m e n u d o convert ida en un

ideológico y por tan to maleable objeto de poder.

Inédito. Este texto fue originalmente escrito a comienzos de 1992 como documento de trabajo personal, en la expectativa de que debía probarse en la práctica, en el desarrollo de la educación popular. La presente es una versión revisada.

1 6 0 LA HISTORIA COMO CIHNCJA POPULAR

Q u e no es lo mismo, ciertamente, que ser sujeto histórico.

No cabe extrañarse, por eso, de que las Ciencias Sociales

publ iquen su producción cognitiva en textos teóricos <lc difí

cil t raducción al lenguaje coloquial de la 'vida', y que el Esta

do se rodee de textos escolares y legales, estadísticas naciona

les y discursos oficiales donde difícilmente los ciudadanos

corrientes de carne y hueso reconocerán los cruciales proble

mas 'históricos' que deben arrostrar y resolver en su vida co

t id iana . De este m o d o , p r o d u c t o de tal c o n s a n g u i n i d a d

epistemológica, la Ciencia formal y el Estado sustentan su

hegemonía sobre una "ciencia oficial" , que es presentada,

enseñada y controlada como si fuera la tínica ciencia legítima

y verdadera.

En la cual, sin embargo, no vive el 'sujeto social'. Ni la

'historicidad' del día a día. Ni, por tanto, los procesos de cons

trucción y reconstrucción de la identidad y el poder sociales.

Si se hojean las publicaciones científicas, los textos es

colares y las leyes de la República en relación a la historia

general de Chi le , a su economía, a la estructura de su socie

dad, a la política del Estado ¿dónde están los capítulos en los

que se presenta a los chilenos pobres, no como cifra y por

centaje, no en cuadros estadísticos y conceptos universales,

sino de m o d o cualitativo, representando su vida cotidiana,

sus experiencias límites, sus recuerdos concretos, sus opinio

nes y expectativas? ¿Y dónde se deja constancia del estado

real de su soberanía?

La Ciencia Social y la Política de Estado t ienden a ob

viar a menudo lo que J .Habermas llamó el "mundo de la vida".

Sobre todo , la vida de los pobres. Aquella vida, por ejemplo,

que repta asfixiada y violentada bajo el peso ab rumador (es

tadístico) del "salario mín imo" (de explotación). Aquella que

va desde los afluentes domésticos de su frustración hasta la

GABRIEL SALAZAR 161

explosión callejera de su impotencia. La vida de espacio pú

blico, apaleada por la policía, encerrada en la cárcel, juzgada

por subversiva y "antisocial", porque un día cualquiera deci

dió hacer valer ante todos su dignidad de 'vida'. Esa vida apri

sionada día a día en la mediagua, aterida por el invierno, inun

dada por la lluvia, mania tada por la cesantía. O el aliento de

esos niños, hund idos en el vertedero de la ciudad, buscando

su propia vida. O la de esas niñas prost i tuyendo su adoles

cencia en el frío circular de las ro tondas . . . ¿Y qué texto ofi

cial recuerda lo que esas vidas, pese a todo , hicieron en el

p a s a d o y es tán h a c i e n d o en el p r e s e n t e p o r todos sus

connacionales, incluyendo los que no son pobres? ¿Aquellas

vidas peonales, por ejemplo, que colonizaron a pie y a m a n o

las fronteras mineras, el desierto salitrero, los llanos de la fron

tera sur, las estepas patagónicas, los pasos cordil leranos, el

secano costero y los suburbios de la ciudad? ¿No fueron los

pobres y vagabundos los que expandieron las fronteras eco

nómicas del país, los que tejieron vida económica y social

donde no había nada'^. ¿Y no fueron ellos también los que ,

reclutados a la fuerza para el ejército 'de la Patria', ganaron

las batallas de la Independencia , las guerras contra los veci

nos del nor te y las represiones fratricidas contra el pueblo

mapuche y las propias masas peonales? ¿No se han ma tado

también a sí mismos para mantener el orden social?

N o hay, en los textos oficiales, ni vida, ni pobres, ni ver

daderos recuerdos. ¿Es eso ciencia social^.

C u a n d o Ja ciencia oficial y la polít ica estatal miran al

conjunto de los c iudadanos como ' totalidad' miran y ven, por

lo tan to , lo que necesitan y quieren ver^. Lo cual implica que

su forma de ver y conocer no es exhaustiva. N o es total. La

^ Un mayor desarrollo de este aspecto en G.Salazar: Violencia política popular en las grandes alamedas. Santiago de Chile, 1947-1987 (Santiago, 1990. SUR), especialmente su Introducción.

1 6 2 LA HISTORIA COMO CIENCIA POPULAR

mirada ' teórica, en tanto regida por los conceptos abstractos

y la estadística, no integra cognit ivamente toda la realidad

vital e histórica, s ino, sólo, ciertos aspectos y escorzas. Y la pro

pia mirada 'política' (o gubernamenta l ) , en tan to mira sólo

con el ojo único del Estado y no con los dos ojos vivos del

c iudadano concreto, t ampoco integra toda la realidad, sino,

sólo, ciertos aspectos y escarzos. Para esos 'aspectos y escorzos',

pues, la vida y los sujetos son, de hecho, generalidades anóni

mas, masas sociales desubjetivadas. Un plano despliegue de

'cosas'. Por eso, cuando los cientistas sociales 'bajan' — d e tarde

en t a rde— a la base social, no bajan a desenvolver la perspec

tiva y la historicidad específica de los pobres, sino a obtener

muestras estadísticas teóricamente confiables; mientras los polí

ticos, cuando 'van a terreno' , lo hacen para reproducir o au

mentar la muestra electoral(\VLe les permite mantener sus car

gos representativos o funcionales, y su visión gubernamenta l

de imiversalidad o totalidad.

Es pos ib le que el Es tado , en t an to def in ido por la

'gobernabil idad' que ejerce sobre la sociedad civil, necesite

ver la vida y el sujeto social de ese modo . Y es posible que la

C i e n c i a S o c i a l , en t a n t o c o m p r o m e t i d a con esa

gobernabi l idad, necesite mirar, también, del mismo modo.

Pe ro ¿qué o c u r r e si el E s t a d o no se d e f i n e p o r esa

'gobernabil idad' , sino a partir de la soberanía de la sociedad

civil sobre el Estado? ¿No asumiendo que es la 'historia la

que hace a los hombres , sino éstos a aquélla? ¿Es posible ima

ginar o construir una ciencia social invertida, de abajo hacia

arriba y no de arriba hacia abajo?

El p roblema es que una ciencia social de arriba hacia

abajo equivale a dejar la soberanía popular (el poder que per

mite a los hombres dominar la historia y no a la inversa) sin

ciencia social. C o m o si el conocimiento científico, como prác

tica, debiera tener un distr ibución desigual: cientifismo para

GABRIEL SALAZAR 1 63

el Estado, acientifismo para la Sociedad Civil. Asesoría cien

tífica para políticos, pero no para ciudadanos rasos. Pues, entre

otras cosas, la estadística nacional y oficial ¿de qué le sirve al

c iudadano medio en la resolución práctica de sus problemas

cotidianos?

La reproducción permanente de la 'ciencia oficial' en el

espacio público contro lado por la gobernabil idad ha dejado a

los pobres y a los c iudadanos corrientes sin un adecuado tra-

tamiento científico de su memoria , sus experiencias, sus rela

ciones y sus reacciones colectivas. Estar fiaera de la ciencia

equivale con m u c h o a estar fiíera de la racionalidad contrac

tual y, por t an to , del poder c iudadano y de la historia. Pues,

sin ciencia, no se pueden educar ni potenciar sistemáticamente

las capacidades cognitivas, asociativas y proyectivas de la gran

masa popular; es decir: su soberanía. Sin ciencia, la memor ia

social es un capital cultural derrochado en el vacío. Anulado.

Anonadado. Q u e deja a los sujetos sociales de base ignorándose

a sí mismos. Amnésicos. C o m o masa inerte a la espera de ser

conduc ida y vanguardizada. C o m o si los c iudadanos no tu

vieran ident idad, ni dignidad, ni derechos soberanos, ni cali

dad de "pueblo".

Es notable que esa involución cultural le ha estado ocu

rr iendo al pueblo chileno desde, tal vez, antes de 1973 . Pro

b a b l e m e n t e , desde q u e , en 1 9 2 7 , el E s t a d o c o m e n z ó a

burocratizarse y tecnocratizarse, reduciendo la sociedad civil

a una condición de masa y comparsa. Y es más notable aun

que, en cambio , el pueblo mapuche haya dado y siga d a n d o

muestras de no querer dejarse atrapar en ese mismo proceso

involutivo. Q u e , en este sent ido, haya desarrollado prácticas

culturales que le han permi t ido y permi ten mantener , inter

pretar y sistematizar por sí mismos su propia memor ia y su

propia ident idad como pueblo . Q u e hayan sabido man tener

una suerte de ciencia popular que ha logrado no sólo conser-

1 6 4 LA HISTORIA COMO CIENCIA POPULAR

var con vida su ident idad, sino también hacer valer con auto

nomía , una y otra vez, como pueblo , su propio proyecto his

tórico. Es significativo, en este sent ido, el papel que desem

peña, en la historicidad de la identidad mapuche , el "weupife"

(equivalente a la figura de historiador 'orgánico') .

Así definió José Hui lcamán al "weupife":

"El weupife se preparaba largos años; sentado a los pies

del historiador viejo, aprendía una a una las hazañas de

los antiguos hombres de Arauco; cuidaba de imitar la en

tonación del relato; memorizaba nota a nota las cancio

nes; lloraba cuando habla que llorar, se paraba y recitaba

emocionado en los momentos en que los héroes hablaban

al pueblo congregado"^.

La memoria social del pueblo mapuche se ha conserva

do y repotenciado, en cada coyuntura histórica crítica, gra

cias a una práctica historiológica en la que el pasado se 'revi

ve' oral y emocionalmente en el presente, reproduciendo en las

nuevas generaciones el sentimiento (no el mero concepto) de

una misma ident idad y un mismo proyecto de pueblo. Aquí,

la Historia es palabra viva, un relato oral de ident idad que se

expone y áxdsCí'íúi.-Si frente al pueblo congregado. Frente al due-

fio de esa ident idad. N o fi-ente al vacío de una masa anónima

de lectores. Aquí la historicidad no es un objeto de estudio,

sino una responsabilidad común .

La "gran teoría" escrita para la liberación de los pueblos

(el marxismo tradicional) reconoció su crisis teórica en el Se

minar io Internacional de Venecia en 1977. Y cuando vivió

su derrota polí t ico-mili tar en Chi le en 1973 . Y después, en

Citado por J.Bengoa, en su Historia del pueblo mapuche (Santiago, 1985), p. 1!. Para el Aukiñ Wallmapu Ngulam (Consejo de Todas las Tierras) el "weupife", además, es "pensador y dramaturgo".

CABRíEL SALAZAR 165

1989, cuando tuvo que asimilar la caída estrepitosa del Muro de Berlín. La gran teoría triunfante de reemplazo (la del neoliberalismo y la posmodernidad) y la sucursal chilena de esa gran teoría (la teoría 'de oportunidad' mencionada más arriba), se consolidaron simultáneamente hacia 1988 (año en que F.Fukuyama proclamó el "fin de la historia" y los talleres historiológicos de resistencia cerraban en Chile sus puertas) practicando un mismo tipo de militancia anti-populista. Los simulacros de clencisipara el pueblo se han, pues, eclipsado, o carecen hoy de credibilidad. Sólo queda, triunfante, la 'ciencia oficial'.

¿Qué hacer?

La sugerencia de este ensayo es simple: despertar a los

weupifes del pueblo chileno.

Memoria Popular

La vida histórica de los pobres enfrenta, usualmente, más dilemas de vida o muerte que la vida histórica de la 'política nacional'. El poder y el sistema de dominación, para los pobres, se sienten además, a cada paso, ejerciéndose en contra, no a favor. Como una amenaza que, siendo externa y objetiva en su origen y consistencia, ingresa en las profundidades del sujeto social, frustrando sus deseos y voluntad, generando sentimientos y emociones de impotencia, acumulándose como una memoria desabrida, acida, ajena a los proyectos subjetivos de identidad. Como una gran mole que termina desvirtuando y esterilizando la capacidad de 'acción' social e histórica .

Los hechos históricos de los pobres tienen, por todo eso,

más tejido humano involucrado que los hechos normativos de

1 6 6 LA HISTORIA COMO CIENCIA POPULAR

la 'gobernabil idad' . Movilizan, por lo mismo, mayores y más

grandes masas de historicidad social. Procesos lentos de his

toria profunda.

Los sistemas de dominación son i r remediablemente fla

cos: están revestidos de un magro tejido h u m a n o y de un duro

esqueleto normat ivo. Su masa de historicidad es, por ello,

menos profunda: no da cabida a grandes sent imientos , ni a

una gran emocional idad, porque carece de esa gran caja de

resonancia que es la memor ia social. Es Estado no tiene me

moria social: t iene archivos. Escrituras. Anaqueles. Las órde

nes, los decretos, los mandatos (que proyectan poder, sin re

cibirlo) conllevan ima subjetividad o intersubjetividad mí

nima. Insignificante. El poder sistémico es frío, calculador.

Puede, por ello, fácilmente, caer en la deshumanización.

La historicidad social de los pobres no gobierna el siste

ma de dominac ión . Ni su estructura política, ni su estamento

militar, ni su madeja normativa. Pero controla grandes, enor

mes masas de sensibilidad subjetiva e intersubjetiva, que, ati

borradas y en aparente desorden, conserva y recicla en su an

cha memoria social. Cont ro la por eso, bajo tierra, los sensiti

vos procesos de humanización. Q u e son más sensitivos y más

humanizantes mientras mayor sea la deshumanización que les

opone el sistema dominante . Pues es mucho más probable que

la humanización sea una tarea 'identitaria' que emprendan los

sujetos sociales en su vida cotidiana y en sus espacios privados

o comunitari ios, a que sea una 'obra' planificada y ejecutada

por un sistema de dominación (como sistema en sí).

Si la ' c u l t u r a ' no es o t r a cosa q u e u n p roceso de

humanizac ión puesto en marcha por los mismos hombres y

las mismas mujeres en su interacción histórica, entonces los

pobres y los excluidos, los marginales y perseguidos, van a

controlar siempre, más y mejor, la cultura social de los pue

blos. Pues la humanización no puede sino ser un proceso vivo,

GABRIEL SALAZAR 167

propio de 'sujetos' que, para superar la negación que los ani

quila, crean humanidad y se 'cultivan' a sí mismos. Y los siste

mas de dominac ión son gigantes que carecen de vida propia .

Pues ¿qué ocurre si se escudriña detrás de lo que ha sido

y es la auténtica cultura 'nacional'? ¿La cultura específicamente

chilena?

Lo que se descubre allí detrás no son, por lo c o m ú n ,

presidentes, generales, ministros y grandes empresarios (que

t radic ionalmente han imi tado la cul tura colonizadora del ca

pitalismo occidental) , sino una abigarrada galería de "rotos",

peones, pi rquineros , cateadores, poetas y cantoras populares ,

chinganeras, vivanderas, fondistas, ¡aquil inos, placilleros, la

bradores, chinchorreros , veguinos, obreros, vagabundos , etc.

que 'crearon' la cul tura chilena mientras trataban de humani

zarse a sí mismos, al margen, a pulso, en contra y a pesar del

sistema central de dominac ión que existía y existe aun en

C h i l e l

Los microprocesos identi tarios de humanizac ión de los

pobres y excluidos const i tuyen un movimiento histórico per

pe tuo . Cons tan te , insistente, m o n ó t o n o , pero infinito. Es el

oleaje cultural de la ident idad. Un oleaje que se mueve sobre

su gran mar de fondo: la memor ia social, que almacena todas

y cada una de las luchas identitarias por la humanizac ión de

la vida. Todas sus sales, todos su logros (mínimos para el sis

tema, insondables para la ident idad) , toda su sangre, sus ra

bias, sus alegrías, su solidaridad. Pues allí los recuerdos se trans

forman, pero no se olvidan. D u e r m e n y sueñan (lo que se

quiere ser pero que no puede ser, t ampoco se olvida, y forma,

Una visión general de este proceso de construcción cultural en G.Salazar (Ed.): "Chile, historia y bajo pueblo", Proposiciones # 19 (Santiago, 1990. SUR). El número completo está dedicado a este tema.

1 6 8 LA HISTORIA COMO CIENCIA POPULAR

como utopía, parte orgánica de la memoria), pero no son

nunca presas de la amnesia. El 'sueño' de los recuerdos popu

lares no es un sueño célibe, sino uno conyugal: el recuerdo de

los hechos de impotencia duerme creativamente junto al re

cuerdo de las esperanzas y las utopías frustradas. Por esto, la

memoria social no es sólo un archivo del tiempo pasado, pues,

también, es un archivo permanente del futuro que se quedó

en cada pasado, sin morir. Pues la vida no es sólo pasado.

La memoria del sistema es, sobre todo, una bóveda de archivos escritos. Y lo escrito es, en lo esencial y lo material, tiempo pretérito. Un registro inerte de lo que fue vida. Por eso, la memoria del sistema necesita, para revivir, de la intermediación de historiadores vivos (si se trata de pasados lejanos) y de las clases políticas activas (si se trata de un pasado normativo cercano). La memoria popular, en cambio, que es memoria de vida, vive de una vez todos ios tiempos de la historicidad. Es, por eso, una memoria móvil, en transformación constante, donde lo pretérito revive y vuelca su olelaje, una y otra vez, sobre el futuro, y donde éste se revuelve y resignifica lo pasado. Por eso, si la memoria del sistema, en tanto registro inerte del pasado, exige como principio de verdad la 'objetividad' rígida propia de lo inerte, la memoria social, en tanto vida en movimiento, exige como principio de verdad la creatividad y producción de vida que es propia de la subjetividad. Y por todo eso, la memoria social 'disuelve' los principios científicos de la objetividad.

La cultura social es una ciencia de vida. Un 'poder histórico' que trabaja sobre la base de principios epistemológicos y acciónales distintos a las ciencias del sistema de dominación.

La gran masa de historicidad que arrastran los pobres por el subsuelo de la sociedad no es, en consecuencia, el desecho inerte del sistema de dominación. No constituye una aureola de sucesos sobrantes e intrascendentes, como polvo

GABRIEL SALAZAR 169

cósmico ya utilizado que se pierde en el espacio y en el t iem

po. La cul tura social de los pobres no es un sedimento estéril,

muer to y prescindible para la sociedad y la historia. Y que no

lo es, lo demuestran las innumerables veces que esa gran masa

de historicidad popular ha entrado por sorpresa en estado de

erupción, i n u n d a n d o de lava los formalizados pies del Es tado

y las clases dominan tes , calcinándolos. Sin que la 'ciencia ofi

cial' hubiera pod ido no sólo prevenir, sino, sobre todo , impe

dir tal catástrofe política. La historia de Chi le está plagada de

los ' reventones históricos' producidos por la i r rupción de los

incediarios vastagos acciónales y masivos que han bro tado a

borbotones de la gran memor ia sociaP.

Y como la 'ciencia oficial' no p u d o ni prevenir los ni

impedir los , el Estado (o los mili tares), para responder a se

mejante e rupc ión , renuncia a su propia ciencia y, sin más,

recurre a la violencia represiva. I r r a c i o n a l m e n t e . Deshumanizadoramente. Y la historia de Chile está plagada de masacres de ciudadanos —tantas como reventones históricos populares ha habido— y de violaciones legales o semilegales de los derechos humanos de los afectados. No menos de 21 masacres pueden contabilizarse entre 1830 y 1990 en la vida política chilena (sin incluir la "pacificación de la Araucanía" y contando la dictadura del general Pinochet como una sola de ellas)^. Semejante recurrencia revela no sólo la incapacidad de la 'ciencia oficial' para leer los procesos profundos de la memoria popular, sino también su inutilidad para los propósitos de buena gobernabilidad a los que se supone que esa ciencia sirve y para los cuales 'es'. Lo que revela que, más que nada, es una ciencia de acompaña-

' Sobre los "reventones sociales" del período 1947-1987, ver de G.Salazar: Violencia política... op. cit., passim.

^ Para una descripción de la mayoría de ellas, G.Kaempffcr: Así sucedió (Santiago, 1962).

1 7 0 LA HISTORIA COMO CIENCIA POPULAR

miento del poder, útil para legitimar lo ilegitimable. Y para

poco más.

La memoria y la cultura sociales del "bajo pueblo", sin embargo, no se han desarrollado ni sistematizado como 'ciencia. No han potenciado históricamente lo que deberían haber potenciado. Por esto, sus "reventones" no han logrado imponer la lógica de la humanización sobre la lógica del poder formal y la dominación. El conflicto entre esta 'cultura social' y la 'ciencia oficial' ha sido largo, irregular e irresoluto. Y sin duda, hoy, todavía, continúa. Y mañana, por todo lo que se ve, continuará también.

En la memoria popular yace hoy, adormecido, un sujeto social con más soberanía y potencialidad históricas que las que hasta ahora se le ha reconocido y que las que ella misma cree. Se trata de un creador cultural que no ha sabido ponerse histórica y políticamente de pie, para medir su estatura, cara a cara, con el sistema que lo domina. Y contiene un proceso potencial de humanización capacitado para ir mucho más allá del modelo neoliberal que se le ha impuesto. Fodo depende, al parecer, de que despier te sus sueños y organice sistemáticamente sus recuerdos adormecidos.

Los esfuerzos 'científicos' espontáneos de la memoria histórica popular

La dictadura militar del período 1973-1990 desarticuló el tutelaje 'nacional' que el Estado Social Benefactor había desarrollado desde 1925 sobre la Sociedad Civil chilena, cambiándolo por el tutelaje capital-benefactor del Mercado Mundial. Esto implicó, de una parte, dejar a los chilenos a la suerte de sus proyectos y su fuerza social privada, en franca rivali-

GABRIEL SALAZAR I 7 I

dad contra otros chilenos y sus respectivas fuerzas y proyec

tos privados. De otra parte, implicó que los chilenos pobres ,

si antes debieron resolver por sí mismos sus problemas te

n iendo sobre sí un Estado nacional 'amigo' (populista) pero

ineficiente, ahora debían resolver por sí mismos su viejos pro

blemas teniendo sobre sí un Estado nacional ' indiferente ' (li

beral) y un Mercado Mundia l anti-populista 'eficiente.

Lo pr imero, en tan to instala como mecanismo de regu

lación social la abierta competencia de mercado, t iende a des

truir los lazos asociativos y solidarios al interior de la sociedad

civil. Lo segundo, en tan to instala un hor izonte global de

compet i t iv idad sin freno, t iende a destruir la esperanza y la

utopía sociales, eliminando de paso el sentido humanizante de

la historia.

La intelectualidad pragmática que ha celebrado esos cam

bios como el advenimiento de la "posmodernidad" , ha p ro

clamado con entusiasmo el fin de la historia, la crisis de la

modern idad , la bancarrota del marxismo, la desart iculación

de las clases sociales, la "huelga de los acontecimientos his tó

ricos" y el "triunfo de la seducción, los simulacros, el sin-

sentido y la imagen virtual" (J.Baudril lard). A partir de eso,

se niega la existencia de movimientos sociales de nuevo t ipo.

Y en Chile abundan los intelectuales que consideran los p ro

cesos de búsqueda identi taria y los intentos de recomposi

ción del movimiento popular como "fundamental ismos me-

tafísicos" o como ridículos "particularismos delirantes"^. Para

estos den t i s tas sociales, el Estado nacional ya no es la casa de

todos los chilenos, y menos del "bajo pueblo". Pues, para ellos,

hoy (vale decir: después de Pinochet) la 'casa de todos ' es el

Mercado. Lo demás — o sea, el pasado y lo popu la r— no es

'' Un ejemplo de esta actitud en Eduardo Sabrovsky: "Socialismo, modernidad, futuro", en/^iro 2000 1:3 (Santiago, 1991), pp. 11-13. Las frases entre comillas corresponden a este artículo.

1 7 2 LA HISTORIA COMO CIENCIA POPULAR

más que delirium tremens. Algo así como cosa de borrachos, o

cosa de fanáticos.

Sin embargo, una cosa es lo que los intelectuales 'de

opor tun idad ' se dicen a sí mismos para legitimar o conven

cerse de su 'renovación teórica' (o su cambio de conciencia),

y otra cosa es lo que , de hecho, están haciendo con sus vidas

los c iudadanos corrientes de carne y hueso y, sobre todo, los

chilenos pobres (que, pese a todos los cambios, siguen siendo

mayoría absoluta dent ro de la nación). Pues lo que se observa

en el terreno es que , si bien los pobres no están ac tuando

hacia 1992 con arreglo a una conciencia "de clase", o confor

me a una ideología específica de liberación, sí lo están ha

ciendo con arreglo a su memor ia histórica, a sus intentos de

construir ident idad 'a como dé lugar' , y con arreglo a sus so

lidaridades espontáneas (pese a la guerrilla desintegradora del

Mercado). Al hacer eso de ese m o d o ¿están los pobres "deli

rando metafísicamente", o están asumiendo la realidad con

creta de un modo pragmático y, a la vez, humanizante^.^.

Así es como define el problema, no metafísica, sino poé

t icamente , una pobladora:

"Cuando ha pasado el tiempo, y el dolor

en vez de marcharse, te golpea

todos los días con sus diferentes brazos...

y tú piensas: 'algún día me acostumbraré'

¿no será tiempo de hacer algo?

ide no llorar en silencio?

La calificación de los procesos auto-identitarios de los pobres chilenos post-dictadura como mera "hipostasización metafísica" fue utilizada también por Tomás Moulian en la presentación del libro Violencia política popular... op.cit., del autor que suscribe. Ver transcripción de sus palabras en Proposiciones # 20 (Santiago, 1991. SUR).

GABRIEL SALAZAR 173

¿ni morderse de rabia?

¿ni controlar el grito?

Ellos tienen un solo dios: el Poder,

lo consolidan los gobiernos

y lo mantienen los pueblos que no gritan

(y si lo hacen, mueren)

los pueblos que no cantan, que no ríen

aquellos que se humillan...

¿No será tiempo de hacer algo?"^.

C u a n d o el impulso a "gritar, reír, cantar y hacer algo"

brota de las profundidades identitarias (y poéticas) del 'no

acos tumbramien to al dolor sistémico', ¿de qué se trata? ¿Se

trata de un fundamental ismo metafísico y de un ridículo par

ticularismo? ¿O se trata, s implemente , de la vida social tra

t ando ¡otra vez! de construir la humanizac ión propia y, al

mismo t iempo, la de todos?

Los renovados cientistas sociales emiten, desde su alta

academia, un juicio filosófico que , por querer ser objetivo,

resulta despectivo. Rosa Quintani l la , pobladora, sumida en

los bajos fondos del Mercado, habla de qué hacer para cont i

nuar la vida. ¿Quién de ellos está en camino de desarrollar

una verdadera ciencia histórica y social? ¿Cuál de ellos t iene

interés y necesidad de una verdadera ciencia?

Es sin duda notable el t iempo y el interés que los secto

res populares, desde mediados de la década de 1980, le han

dedicado al in tercambio oral de sus recuerdos y a la exposi

ción por escrito de su memor ia colectiva. Q u e es casi tan to

como el interés y el t i empo que han dest inado a construir en

su propio terri torio nuevas formas asociativas e inéditas "re

des sociales" de ident idad, acción y solidaridad recíproca.

^ En Rosa Quintanilla: Yo soy pobladora (Santiago, 1990. PIRETT), pp. 9-10.

174 LA HISTORIA COMO CIRNOA POPULAR

Tareas ambas que han asumido por iniciativa propia, espontánea, y en la cual las mujeres y los jóvenes —sobre todo— han promovido sorprendentes procesos de desarrollo personal, grupal e identitario. La organización de la memoria y la experiencia populares no se ha producido, sin embargo, como un trabajo puramente intelectual o cultural, sino como parte de un movimiento más ancho de reagrupación social y reformuiación identitaria, donde es difícil aislar o separar una d imensión de las otras. Un movimiento cultural de humanización básica que, pese a todo, se ha instalado y desarrollado por debajo o en los intersticios del tejido tensional y desintegrador tramado por el Mercado, a todo nivel, en la sociedad chilena.

Dentro de ese movimiento, es posible distinguir, aproxi

madamente, siete etapas de desenvolvimiento 'científico' de

la memoria histórica del bajo pueblo post-dictatoriai.

La primera etapa se configuró cuando los chilenos pobres, simplemente, padecieron y absorbieron las experiencias 'límites' provocadas por el golpe militar: la prisión, la tortura, la muerte, la cesantía, el miedo, la delación, la destrucción de los gremios, los partidos políticos popidares, etc. A las que se sumaron luego las experiencias de 'acomodación': las frustrantes diligencias judiciales por los presos y desaparecidos, la cesantía, la detención por sospecha, el cartoneo, la prostitución callejera, la desintegración del hogar, la irrupción de niños en la calle, el hambre, etc. Ambos tipos de experiencia constituyeron el 'delirio histórico' a que sometió la dictadura a la gran masa de chilenos pobres y ciudadanos opositores. Pues era la demolición total del pasado. La desarticulación de los recuerdos populistas y la decapitación de las utopías reformistas y revolucionarias. La aniquilación de las identidades colectivas amparadas por el Estado. Fue, pues, la etapa de la ruptura histórica y el shock identitario.

GABRIEL SALAZAR 175

Segunda etapa. El a turd imiento provocado por la fase

de shock duró menos de lo que se esperaba: ya en 1976 se

inició la entrega y registro, oral y escrito, de testimonios. Es

decir: la fijación e intercambio de las experiencias reales acu

muladas. Oral ; en los campos de prisioneros polít icos, en los

grupos de familiares de detenidos y desaparecidos, en las po

blaciones populares, en los patios de las iglesias. Escritos: en

los archivos de la naciente Vicaría de la Solidaridad de la Iglesia

Católica, en las primeras organizaciones nacionales e inter

nacionales de derechos humanos , en agencias extranjeras de

solidaridad. De este m o d o , frente a una 'memoria oficial' que

no quería recordar ni registrar; que quería imponer en el es

pacio público la amnesia y el olvido, la memor ia social aceró

su voluntad de recordar, archivar y registrar. Ora lmen te , y

por escrito. Y éste era el "delirio" por conservar la vida, la

verdad y la ident idad.

Tercera etapa. Entregar, intercambiar y registrar testi

monios , sin embargo, no era suficiente. Era preciso, además,

dialogar en vivo las nuevas y antiguas experiencias. Conver

sar e interpretar su conten ido y su significado. Su repercu

sión transversal, en todos los sentidos del t iempo. Es decir:

era necesario recoger, organizar y pulir la memoria colectiva.

Así surgieron los "espacios de encuentro", los "talleres de iden

tidad", los de "autoestima", y las "metodologías participativas"

que, jun to con impulsar el desarrollo de un nuevo t ipo de

educación popular (en rigor: auto-educación) , formaban las

células ge rmina l e s de u n a (mic ro ) d e m o c r a c i a social y

participativa. En esta etapa, la memor ia social tendía a colec

tivizarse y a unir la memor ia de las experiencias límites con la

memor ia emergente de la ident idad colectiva y con la ten

dencia a abrir cursos de acción e historia nueva ("¿no será

t iempo de hacer algo?").

1 7 6 LA HISTORIA COMO CIENCIA POPULAR

Cuarta etapa. Hacia 1983, los grupos populares (y de ciudadanos corrientes) ya habían intercambiado y dialogado una gran parte de sus experiencias dictatoriales y neoliberales, Suficiente como para reconocer la naturaleza del nuevo período histórico y la profundidad y anchura de la nueva identidad popular. El intercambio, la evaluación y la interpretación de las experiencias ya estaban, de algún modo, concluidas y clarificadas: la situación era insoportablemente deshumanizadora, y, por tanto, sólo cabía inaugurar una resistencia masiva, pasando del diálogo introspectivo a la acción directa colectiva. La mayoría sintió entonces llamear, en su interior, el imperativo categórico de la historicidad. Otro delirium tremens: esta vez, el de desafiar y enfrentar, a como diera lugar, el poder armado y la fragilidad política de la dictadura. ¿A nombre de qué? Nada más simple: a nombre de la vida, la identidad y la humanización. Y durante cinco años consecutivos (1983-1987), a costo de sangre y muerte, las masas populares lucharon contra la dictadura, hasta derrotarla cívica y políticamente. De este modo, pudieron dejar registro, no sólo en su memoria privada o comunitaria sino también en la memoria piíblica nacional y mundial, de las accio

nes y gestas históricas que realizaron por sí mismas, como una masa ciudadana que había aprendido a regirse, no por el sistema que lo dominaba, sino por su propia memoria.

Quinta etapa. Corrían lósanos 1988-1990. Encajonada por la violencia política popular, la dictadura concedió el plebiscito, la elección presidencial y el arranque del primer gobierno civil después de 17 años de gobierno militar. ¿Qué hizo entonces el movimiento popular? Bajó el volumen de su fuego historicista. Racionalizando su desbocado delirium tre

mens, concedió a las negociantes clases políticas un 'tiempo de gracia'. Y aceptó dar a esas clases políticas una oportunidad: 'prueben, ahora, que la democracia neoliberal es mejor que la dictadura neoliberal'. Al frenar el movimiento popular

GABRIEL SALAZAR 177

la velocidad y virulencia de su acción histórica, y al asentarse

en paralelo la democracia neoliberal, los intelectuales oposi

tores se fueron, en masa, al nuevo gobierno, y las O N G s (in

cluyendo la misma educación popular) , por t an to , se debili

taron. Apareció la 'ciencia oficial' en la faz pública del Estado

(los militares no habían necesitado echar mano de esa cien

cia, excepto al m o m e n t o de su retirada), y con ella la consi

guiente desvalorización de los test imonios, experiencias y ac

ciones históricas de la masa popular. Para la 'ciencia oficial'

se te rminaba la etapa de la memor ia y se iniciaba la etapa del

recuerdo "en la medida de lo (polí t icamente) posible". C o m o

cabe comprender , para la emergente 'ciencia popular ' , esta

fase fue de estagnación, incer t idumbre y, aun, de retroceso.

Sexta etapa. La memorización popular, sin embargo , no

se detuvo. Pues, a la 'tregua' del período 1988-1990 , siguió

rauda la experiencia democrát ica del período 1990-1992 , que

popu la rmen te fue bautizada como "los anos del desencanto".

La experiencia vivida duran te estos años, como es natural , se

integró y agregó a la ya 'vigilante' memor ia popular, que a esta

altura ya no olvidaba ni desperdiciaba nada. Y se inició un

nuevo in tercambio privado y comuni ta r io de tes t imonios ,

experiencias y críticas, esta vez sin el amparo orgánico de la

solidaridad internacional y sin el apoyo de la mayoría de las

O N G s , pero referido a la eficiencia social de la nueva demo

cracia. Pues las bases populares, tras diez años de resistencia,

de un m o d o u o t ro , habían aprendido a recordar. N o sólo

espontáneamente , sino también con arreglo a métodos cuali

tativos y proyectos autogest ionados. La recordación popular,

ni se de tuvo, ni fue ingenua. Y esta vez la recordación traba

jó , no para resistir la dictadura, sino para moverse con autono

mía relativa dent ro de una democracia que no satisfacía a nin

gún chileno pobre . Y se registró y dialogó el m o d o de vivir en

democracia sin estar de acuerdo con ella. Y se or ientó la me

moria social hacia las formas sociales y culturales que expre-

1 7 8 LA HISTORIA COMO CIENCIA POPULAR

saban el "no estar ni ahí" con el nuevo sistema dominante. Pero que consolidaran el 'estar con' las identidades sociales que, bajo dictadura o bajo democracia, el pueblo había aprendido a darse a sí mismo (incluso aquellas identidades transitorias vinculadas al alcohol, la droga o la violencia delictual). La memoria social giró sobre sí misma, moviéndose desde las identidades de supervivencia y resistencia (bajo la dictadura neoliberal) a las de convivencia autónoma y reproyección histórica (bajo la democracia neoliberal). Como si la 'baja sociedad civil se hubiera decidido a asumirse a sí misma como tal, al margen del Estado, a tientas en el IVIercado, y en búsqueda de un nuevo proyecto histórico para sí misma y, tal vez, para el conjunto de la sociedad chilena. Un proyecto que, esta vez, no se 'dedujera de las grandes teorías, sino que 'naciera' de la experiencia popular, la memoria social y las iden

tidades autónomas que de aquéllas se desprendieran.

La séptima etapa es aquella que se inicia con el "desencanto" y el "no estar ni ahí", y continúa con el desarrollo cultural, lento y progresivo, de las autonomías identitarias y proyectuales que se habían venido fraguando desde que se hizo (brutalmente) evidente la desocialización del Estado y la no solidaridad del Mercado. Ese desarrollo tiene, sin duda, muchas facetas. La que interesa aquí es, sobre todo, la tendencia de los grupos populares no sólo a dejar registro oral y escrito de sus testimonios individuales, sino a investigar y sistematizar sus recuerdos colectivos. Pues esa tendencia revela su conciencia de que, ahora, ellos están en la historia, que son sujetos y actores de ella y que son constructores de la realidad inmediata de sus vidas. Tanto más, cuanto que el Estado está más preocupado por integrarse al mercado mundial que representarlos a ellos. Saben que su capacidad para construir su propia realidad pone de relieve, de un modo u otro, su poder social e histórico. La conciencia de este poder, por mínimo y personal que sea, ha acrecentado su asertividad

GABRIEL SALAZAR 179

cultural , de una lado, y de o t ro , ha acentuado su a u t o n o m í a y

su desinterés respecto al sistema democrát ico vigente. D e este

m o d o , ni el apoli t icismo ni la indiferencia del movimien to

popular (sobre todo de su gran masa juvenil) por la polí t ica y

la 'ciencia oficial' del sistema dominan te ceden o d i sminu

yen, sino al contrar io . Sin duda, se trata de una etapa que

puede ser larga, lenta y opaca. Pero se trata de una ' t ransición

por abajo' que, de no mediar un en tend imien to intel igente

entre las dos 'ciencias', camina hacia un nuevo e impredeci-

ble reventón histórico

Cier tamente , las etapas anotadas son dist inciones con

ceptuales. En los hechos mismos, todas se disolvieron en un

proceso histórico cont inuo . Q u e ha sido el proceso de asimi

lación in in te r rumpida de las experiencias polares que se han

vivido (represión, muer te , cesantía y tor tura , al pr incipio;

rabia, comunidad , ident idad, acción directa y protesta, des

pués; frenaje, tregua, alegría y desencanto, al final, y, de nue

vo, cerrando el círculo: ident idad, au tonomía , indiferencia

política y búsqueda socio-cultural de un proyecto propio , esta

vez como parte de un principio propio). El ciclo histórico de

las clases políticas se inició con el golpe mi l i t a ry t e rminó con

la transición pactada. El movimiento popular vivió el ciclo

de las clases políticas en con t rapun to y concomitancia , pero

sólo después del "desencanto" (del per íodo 1990-1992) ca

bría decir que ese movimiento inició un ciclo propio , en afán

de au tonomía .

Tal vez, podría considerarse el inicio de esa au tonomía

desde que, en 1983, el movimiento popular decidió rebelarse

contra el régimen militar. Pero 'esa au tonomía era, en buena

medida , reactiva. Es decir: la vida reaccionando cont ra la

deshumanización. El m o m e n t o , en cambio, en que los gru

pos populares tendieron a dejar registro historiográfico de su

ident idad y sus acciones (lo que ocurrió a mediados de la dé-

1 8 0 LA HISTORIA COMO CIENCIA POPULAR

cada de 1980) puso de relieve una autonomía de segundo grado; o sea: una autonomía reflexiva, que apuntó a la autoconciencia y al perfeccionaminto. Una toma cuhural de la identidad rebelde, para permitir su desarrollo superior. Sobre tal base, la autonomización de 1992, referida esta vez 'contra' la democracia, no podría entenderse del todo sin esa toma cultural de la identidad, ocurrida en los '80 (es paralela a la aparición del rock de protesta, a la aparición del Movimiento Juvenil Lautaro y a la voluntad de resistencia a la dictdura).

Significativamente, fue en Chiloé donde, en 1986, se inició el registro historiográfico popular. Allí, bajo la coordinación del Obispado de Ancud, decenas de niños, profesores, jóvenes y adultos investigaron y auto-investigaron la historia de las comunidades locales de Chonchi, Notuco, Quilipulli, VillipuUi, Melleico, Río Malito, Lliuco y Millinco, entre otras. Se recogieron testimonios y se hizo una redacción conjimta, provisoria, de la memoria histórica de cada comunidad. Y las mismas comunidades corrigieron los textos. Este trabajo se hizo "para conocer cada vez mejor lo que somos y para que con fuerza sigamos adelante". A fines de 1986, esos trabajos se publicaron como una colección de cuadernos "hechos por la comunidad".

Dos años después, numerosos pobladores, de distintas ciudades, se interesaron en investigar, recordar, redactar y discutir las respectivas historias de sus comunidades vecinales. Con indisimulado orgullo (era la confirmación de que los pobladores estaban en la historia y que ellos mismo estaban haciendo historia), Guillermina Farias escribió y entregó su "Lucha, vida, muerte y esperanza: historia de la Población La Victoria". Juan Lobos, por su parte, envió su "Historia de la Villa Eyzaguirre". Desde Concepción, David Jestís Avello remitía su "El junio de lo Pequen Alto: Historia de la Pobla-

GABRIEL SALAZAR 181

ción Boca Sur", en tan to que, desde Santiago, Gustavo Pare

des hac ía l legar su "El s u e ñ o c o n q u i s t a d o : P o b l a c i ó n

H e r m i n d a de la Victoria". En total , 30 pobladores investiga

ron, escribieron y enviaron sus 'historias ' a la inst i tución —

S U R Profesionales, de Sant iago— que convocó al concurso '" .

En todas ellas se encuent ra la elocuencia estilística derivada

del orgullo identi tar io por haber hecho historia por sí mismo

y haber alcanzado, colect ivamente, los objetivos propues tos .

Era no sólo el registro de un 'pasado', sino, sobre todo , el

au to- reconocimiento de un poder social y de la fuerza cultural

de una ident idad construida a pulso, entre todos , comuni t a

r iamente .

¿Era el nac imiento espontáneo de los weupifes del bajo

pueblo chileno? ¿Cuál era el significado histórico de ese naci

miento?

C o m o quiera que sea, la producción historiográfica de

autor ía popular con t inuó a u m e n t a n d o y ensanchando sus

direcciones temáticas, estilísticas y comunicacionales . Se tra

taba de un micro-movimiento editorial de "nicho" bajo, cier

to , pero que, por ni imero y significado, podía equiparar la

producción historiográfica más profesional edi tada por las

universidades y las mayores O N G s de nuestros días. Lo cier

to es que, en 1 989 , los pobladores de la c o m u n a de Pefialolén

publ icaron un trabajo que unió la investigación histórica so

bre la c o m u n a con las necesidades y proyecto de desarrollo

local, un iendo , por tan to , la memor ia del pasado con las ur

gencias acciónales del p re sen te" . Entre 1989 y 1991 surgie

ron múlt iples talleres en los que , colectivamente, grupos de

' Los trabajos premiados (9 en total) se publicaron como D.J.Avelio et al.: Constructores de ciudad (Sinúago, 1989. SUR).

B.Michcli ct al.: La comuna de Peñalolén vista por sus actores (Santiago, 1989).

182 LA HISTORIA COMO CIENCIA POPULAR

mujeres, de campesinos o de pobladores recordaron juntos

para publicar sus respectivas 'memorias históricas'''^. En la

actualidad, algunos 'historiadores locales' procuran investi

gar la historia local —basados en los métodos de la historia

ora l— como un medio de potenciar la identidad local y los

proyectos de desarrollo local en un sentido más a m p l i o " .

N o es posible, al m o m e n t o , predecir el desarrollo e im

p a c t o q u e p o d r á t e n e r es te e m e r g e n t e m o v i m i e n t o

historiográfico popular. Es evidente que, por de p ron to , es

un movimiento que necesita de apoyo insti tucional externo

para desplegarse. Sobre todo respecto a los problemas de

financiamienro y trabajo editorial (el movimiento popular de

la época de Luis Emilio Recabarren no tenía estos problemas,

porque las sociedades mutuales y mancomúnales disponían

no sólo de fondos propios, sino también de imprentas y edi

toriales). Ha sido, por eso, impor tan te el apoyo de la Iglesia

(obispado de Ancud, vicarías de solidaridad, etc.) y de algu

nas O N G s (caso de E C O , SUR y del Taller de Acción Cul tu

ral, T A C , entre otras). Es un hecho que los historiadores de la

"nueva historia" están trabajando en la misma temática y orien

tación estratégica que los 'historiadores locales' del bajo pue

blo (o weupifes), pero es impor tan te que no se confundan, ni

que los primeros susti tuyan o marginen el trabajo de los se

gundos . Y es un tema a considerar y discutir si la Universidad

(reformada) debería o podría incentivar y dar el marco ade

cuado al desarrollo de los weupifes populares en tan to que

tales. Desde ya, es significativo que un número creciente de

'̂ Entre varios otros, cabe mencionar el de C.Oro7xo et al.: Viña El Campesino cuenta su historia (Santiago, 1990).

'̂ Son pioneros en esta línea los trabajos de L.Morales: Voces de Chuchunco (Santiago, 1989) y de G.Hernández: Historias locales (Santiago, 1990). El historiador Mario Garcés está orientando su trabajo de investigación-acción dentro de esta misma línea.

GABRIEL SALAZAR 1 83

estudiantes de Historia esté trabajando sus Tesis de Licenciatura o de Magister en el campo de la historia social popular, incorporando a su bagaje metodológico y epistemológico el "trabajo de campo" y cara a cara propio de la emergente "historia oral"'"*.

En todo caso, es evidente, a esta altura, que los emergentes "weupifes" del bajo pueblo no caminan solos: de hecho, van en compañía de los historiadores de la "nueva historia" (generación de 1985), del creciente número de licenciados en Historia y Ciencias Sociales que se orienta hacia los procesos sociales concretos y, también, del decreciente pero leal número de educadores populares, que se mantienen activos. El movimiento conjunto, pues, no es insignificante.

¿Para qué sirve la historiografía popular?

Refiriéndose a la historia oral —matriz metodológica de la historiografía popular— un importante cientista social inglés, Paul Thompson, escribió:

"la historia oral es una historia hecha con la gente mis

ma. .. Permite que el protagonismo no se circunscriba sólo

a las elites, sino que abarque también a la masa anónima

de la gente... Consigue que la Historia pase por dentro y

hacia afuera de la comunidad. Ayuda a los menos privile

giados, y sobre todo a los viejos, a recuperar su dignidad y

autoconfianza... Desafia los mitos fijados por la historia

''' Un inventario de este tipo de tesis historiográficas en G.Cáceres: "Tesis sobre Historia de Chile, 1973-1988", en Proposiciones # 19 (Santiago, 1990).

1 84 LA HISTORIA COMO CIENCIA POPULAR

oficial, los juicios autoritarios de la tradición... En fin,

humaniza a todos los seres humanos"'^.

Un grupo de lavanderas de Santiago, que pesquisaron y

escribieron la historia de su taller de lavandería, escribieron:

"El haber hecho este libro es una prueba de que estamos

educándonos. Ha sido tan importante para nosotras la his

toria del taller que, por eso, surgió la necesidad de darlo a

conocer, para que sirva a otras organizaciones... El libro

es una arma de lucha"'^.

Y ellas mismas dijeron:

"Sabemos cuál es nuestro lugar en la sociedad, y a través

de nuestra historia vamos comprobando que somos capa

ces de transformar la realidad... "'''.

O t r a pobladora, Malva, le dijo a su vecina Rosa:

"La conciencia histórica y concreta permite el desarrollo

de la persona como conjunto; es un germen de poder in

cuestionable que lleva a la futura toma del poder por el

pueblo... La cuestión es el poder, eso es lo que hay que

profundizar... "'*.

Está claro que la historiografía popular no es un ejerci

cio de ciencia por la ciencia, o del saber por el saber. Es, más

bien, una auto-investigación de la memoria propia y de la

capac idad p rop ia de acción h is tór ica , pero para efectos

'5 RThonipson: The Voice of the Past. Oral History {Oxford, 1988), p. 21.

"' Taller de Lavandería "Santa Maria": Lavando la esperanza (Santiago, 1984. TAC), p. 201.

•Mbidem, p. 198.

"* R.Quintanilla, op. cit., pp. 202-204.

GABRIEL SALAZAR 185

autoeducativos, para sistematizar la memoria colectiva, para

desarrollar el protagonismo ("arma de lucha"), el "poder popular" y, en definitiva, el proyecto social de liberación ("toma del poder por el pueblo"). La dignidad y autoconfianza que se alcanza por esta vía (P.Thompson) no se obtiene por el sólo hecho de 'aparecer' en las páginas de la Historia que así se escribe, sino por los 'para qué' se hace eso. La ciencia, aquí, está tanto en la investigación de lo que se investiga como en lo que se hace con esa investigación. El criterio de verdad de la historiografi'a popular no es, por tanto, unívoco, sino, al menos, biunívoco; no sólo representativo y objetivo, sino también prospectivo e intersubjetivo. No es sólo la correspondencia estática entre la idea y la realidad, sino \a producción

dinámica de esa realidad ("ser capaz de transformar la realidad que nos rodea").

Modalidades de la historiografía popular

La 'ciencia popular' no es una praxis académica, ni individual, ni profesional, ni 'curricular'. Tampoco es institucional. En rigor, es un proceso histórico cultural y un movimiento social. Y esto es no sólo más ancho y diverso que los procesos científicos formales, sino también mucho más complejo, menos formalizado y, por tanto, más difuso, lento e invisible. Pero no menos trabajado.

El trabajo 'científico' o cultural, aquí, no se reduce a la investigación necesaria para rescatar, publicar y difundir un hecho pasado o un recuerdo, puesto que —como se dijo—, tanto o más importante que la investigación es lo que se hace con ella y para qué y cuánto sirve. Es memoria e investigación para la acción. Tanto importa la verdad 'de la experien-

186 LA HISTORIA COMO CIENCIA POPULAR

cia' (memoria de los hechos vividos) como la reinversión de esa memoria en el mismo proceso histórico real. Los criterios de verdad de la ciencia popular están regidos por la necesidad superior de 'actuar' en función de humanizar la vida. Aquí, la verdad pragmática (construcción de la realidad circundante) prima sobre la verdad objetiva (de estática re-presentación exacta), por un imperativo categórico más trascendente puesto por la historicidad esencial de la vida. Esta estructuración epistemológica diferencia radicalmente la historiografía popular de la académica.

Se comprende que la 'ciencia popular' es una actividad de sujetos y actores históricos reales, en tanto unidos por una memoria común y por la necesidad de una acción colectiva.

No cabe aquí la idea ni la necesidad de una profcsionalización científica personal o individual, pese a que es vitalmente necesario ser riguroso, con arreglo a métodos y concepciones teóricas, 'como si' se tratara de una ciencia formal. Aquí se necesita del concurso presencia! y del modelo de acción de la ciencia formal (los historiadores de la "nueva historia", por ejemplo), pero como proceso coadyuvante, solidario o complementario, no hegemónico, ni sustitutivo. Son dos ramales cognitivos distintos, así como dos formas diferentes de praxis social e histórica. Donde, sin embargo, tanto la historiografía popular como la "nueva historia" convergen y forman parte de un mismo movimiento cultural, social e histórico.

Tratándose de acciones cognitivas emprendidas por grupos o colectivos sociales en función de sus necesidades históricas, la 'ciencia popular' no puede trabajar sus verdades sino como verdades concretas, particulares, diversas y locales. La memoria colectiva es inevitablemente particular y local. Si esta ciencia —o 'memoria' — promueve la acción identitaria e histórica, lo hace a través de diversos procesos particulares que, si convergen coincidentalmente, no es por derivación de

GABRIEL SALAZAR 1 87

su es t ructura epistemológica (que es local y diversa), sino

porque los dist intos actores populares están homogenizados

previamente por un mismo sistema estructural de dominac ión .

Por esto, la 'ciencia popular ' — a la inversa de la ciencia for

m a l — no se p ropone producir conocimientos de 'lo general '

o una teoría de 'la total idad' , sino conocimientos particulares

(de orientación accional) que no están obsesionados por dar

el salto a la abstracción y la generalidad, puesto que t ienden,

más bien, a incentivar una serie de procesos históricos part i

culares que convergen en producir una determinada realidad

(o verdad). Q u e , con poca ciencia, no será más que un 're

ventón histórico' (miel sobre hojuelas para los aparatos re

presivos), pero que, con más ciencia, bien podr ía ser un mo

delo más humanizado de sociedad.

Cons iderando estos parámetros generales, se compren

de que la ciencia o historiografía popular no puede ser, tam

poco, una y unívoca, sino diversa y multívoca. Se anotarán a

cont inuación algunas de sus variantes.

a) Variante historiográfico-popular. Consiste en el trabajo de

un investigador o coordinador externo (profesional o no,

historiador o den t i s t a social) que, en base a entrevistas

individuales y grupales, reúne test imonios diversos de una

comun idad o grupo social popular. A partir de esos testi

monios , el coordinador , por sí mismo o con la ayuda de

alguno de los entrevistados, compone un relato histórico

'objetivo' y coherente (se suele enfatizar 'los orígenes' del

grupo y sus mayores ' logros') . Los test imonios transcritos

consti tuyen la total idad o la mayor parte del texto. El re

lato, una vez t e rminado , puede o no 'devolverse' al grupo

de referencia para discutir lo, pulir lo, o para considerar

como parte del texto las 'reacciones' que genere. En este

ú l t imo caso, el análisis del texto puede servir de base para

mon ta r un taller de ident idad, o de memor ia colectiva. O

1 8 8 LA HISTORIA COMO CIENCIA POPULAR

bien, puede publicarse, en cualquiera de las versiones trabajadas. La variante historiográfico-popular es la más conocida, y ha sido predominante durante el período 1984-199L Ejemplos de ella han sido los cuadernos históricos de Chiloé y los relatos de la colección Constructores de ciu

dad, ya citados.

b) El "taller de historia". Esta variante presupone que los propios miembros de un grupo, colectivo o comunidad se constituyen como equipo de trabajo para reconstituir su memoria histórica, o escribir un relato basado en la misma. Pueden necesitar un coordinador externo, pero sólo para los efectos de asesoría general y, sobre todo, para las tareas de edición y publicación. El taller permite aclarar los hechos y los procesos, profundizar los consensos, destacar los logros y las dificultades, desarrollar el trabajo en equipo y, sobre todo, fortalecer la identidad colectiva lo suficiente para dar nuevos impulsos a la línea de acción del grupo. La ptiblicación del trabajo (y de la historia particular de que se trate) difunde la "experiencia" específica y genera posibilidades de comparar esa experiencia con la de otros grupos, ensanchando así el ámbito de la memoria colectiva, la identidad y los consensos por la base. Normalmente, el Taller de Acción Cultural (TAC) opera de este modo: incentivando la formación de talleres históricos entre los grupos populares. Un ejemplo de esta variante fue el tallet histórico realizado por las lavanderas que publicaron el libro Lavando

la esperanza.

c) La recordación dramatizada. El acto de 'recordar juntos' es, en lo esencial, un tipo de interacción grupal, un diálogo comunitario, una asamblea o congregación popular. Es un intercambio de relatos y experiencias, el hallazgo de una experiencia común, la conversación (o fies-

GABRIEL SALAZAR 189

ta) de la identidad que se devela, y el acuerdo o consenso que se requiere para 'publicar' la memoria colectiva. A lo largo de todo este evento o proceso (taller) están en juego los sentimientos y las emociones. Y \z palabra (no la escritura) por naturaleza conlleva y transmite esos sentimientos y emociones, los que pueden, siempre, ser 'hechos' en sí mismos, tan relevantes como los sucesos que se vivieron y relatan. Tanto, que sobre esa base es posible 'construir' un relato que es real a la vez que ficticio, verdadero y exagerado, pero que, en tanto centrado en el 'criterio' emocional, permite profundizar la mirada y simplificar el análisis de los problemas (y las salidas) de fondo de lo que se relata. Los weupifes no dudaban en dramatizar (reír, llorar, cantar, gritar) el relato que entregaban al pueblo "congregado" a sus pies, subrayando de ese modo lo importante y lo central. Por esto, es posible tea-

tralizar un relato histórico con los mismos actores reales, a efecto de aislar los argumentos medulares, los con-fiictos más relevantes, los distintos puntos de vista y los posibles cursos de acción a seguir. Es una operación que tiende a la clarificación histórica de la memoria. De este tipo es el trabajo que la actriz Patricia Requena está realizando con los vecinos de la Población Los Navios, o el que realiza el grupo "Quercum" con los pobladores de la comuna de Huechuraba.

d) La épica popular. Si la memoria popular no encuentra prácticas 'científicas' para socializarse y sistematizarse, lo normal es que encuentre su salida bajo forma de poesía popular, payas, mitos o leyendas, en la que la profundidad de los sentimientos va de la mano con el relato de los hechos, la opinión popular y la crítica social. Es el mismo intercambio oral de las experiencias (la poesía es una derivación de la elocuencia oral y auditiva), con la ventaja de que, aquí, esa oralidad se recubre de formas literarias y

1 9 0 LA HISTORIA COMO CIENCIA POPULAR

estéticas, a la par que logra una circulación mayor, por lo común en anonimato. El anonimato es importante para el desarrollo del pensamiento crítico popular, el cual puede lograrse recubriendo la crítica con una capa literaria, musical y estética (la metáfora, en tanto que arte, es aceptada en todas partes), o manteniendo en las sombras el nombre

del autor de lo que se comunica. Así 'disfrazado', un texto, un recuerdo, un discurso, una décima o una crítica puede incrementar notablemente su circulación y, por tanto, el impacto que puede producir en sus lectores/oyentes. No siempre, sin embargo, el 'disfraz' es una acto conciente e intencional, pues, muchas veces, los intercambios orales del bajo pueblo (que son infinitos) tienden a conservar,

reproducir y aun estilizar las frases críticas más agudas e ingeniosas, los giros poéticos más representativos, los dichos más perspicaces o corrosivos, los sobrenombres y chistes más caricaturescos, etc., sacándolos del medio o grupo donde se originaron (quedando sus autores o creadores en anonimato), para hacerlos circular como productos culturales y críticos 'puros'. ¿Se puede desarrollar esta práctica como parte de la 'ciencia popular'? No de modo directo, sin duda, pero sí por vía indirecta. Esto es: multiplicando

las instancias o espacios donde los sujetos populares se encuentren, dialoguen, recuerden y evalúen críticamente la coyuntura histórica que están viviendo. La 'congregación' de los ciudadanos, cara a cara y en un plano relajado de igualdad, permite la libre expresión del pensamiento y la creatividad, lo cual crea una atmósfera favorable para que sen t imien tos o recuerdos profundos puedan socializarse e integrarse a la memoria colectiva. En una 'congregación' de pobladores realizada en la comuna de La Granja en junio de 1990, María Leorita Sandoval, sintió que ella podía decir allí lo que sentía y leyó, por tanto, lo que había escrito. Su poema decía:

GABRIEL SALAZAR 191

"Para quien quiera

escuchar mi voz, así

sabrán quién soy y por quién ruego...

Al saber que día a día

me iba quedando sola

rodeada de mucha gente

que no me veía

pasaban sin darse cuenta

de lo mucho que sufría.

Mi cansancio no valía

ni menos mis sacrificios

pues, eso, me correspondía... " " .

Muchos ciudadanos pobres de la República de Chi le vi

ven sitiéndose solos pero "rodeados de mucha gente que no

los ven, ni se dan cuenta". Asumiendo que su soledad, su can

sancio y su dolor no son relevantes para nadie, porque es "lo

que corresponde". Pero María Leorita pudo decir eso, preci

samente eso, en la congregación de sus iguales. Y su 'valentía'

en decirlo permit ió que su poema (y la denunc ia que conlle

va) fuera escuchado, circulara y que, ahora, podamos publ i

carlo, para que siga circulando.

e) La ciencia como proyecto histórico y movimiento social. La

'ciencia popular ' , como se dijo, opera en lo particular, en el

aquí y ahora, y promueve acciones que propenden a "cam

biar la realidad en torno nuestro". Es decir: en lo inmedia

to. En el pasaje de la población. En un grupo de esquina o

en un taller productivo de señoras. Sus cambios son como

granos de arena que se desplazan unos sobre otros. ¿Signifi

ca esto que los weupifes del pueblo realizan sólo tareas mi

croscópicas, redundantes en pequeños "proyectos", que se

M.L.Sandoval: "Trocito de luz.. ." (manuscrito), 1990.

1 9 2 LA HISTORIA COMO CIENCIA POPULAR

agotan en seis meses, uno año, o dos? ¿Significa que, por eso mismo, carecen de sentido y real trascendencia histórica y política? La respuesta es 'sí', de darse los grupos populares por satisfechos con autorretratos instantáneos de sí mismos. Pero la respuesta es 'no', si comprenden que son millones los granos de arena que se desplazan unos sobre otros y que todos ellos tienden a moverse, más o menos simultáneamente, en la misma dirección. Los grupos juveniles, por ejemplo, que, desde la calle demuestran indiferencia al sistema y, a la vez, construyen desafiantemente una identidad y una manifestación cultural paradlos mismos, no son uno o dos, sino decenas de miles a lo largo de todo Chile, y no sólo ahora, sino que desde hace décadas. Puede entenderse como lógico que el sistema dominante no 'quiera' ver la masividad y movilidad histórica coincidentes de los grupos populares, pero resulta menos lógico que los grupos populares no se

pan ver la existencia de ese movimiento mayor, que 'trabaja' en otra escala de la historia. La ciencia popular es eficiente en promover cambios en la micro-realidad circundante. Está bien: es su tarea básica, esencial. Pero su segunda tarea esencial es enseñar a ver esa otra escala y nivel del movimiento social del pueblo. El 'otro' plano donde puede proyectarse el poder social de Jas comunidades y grupos locales. O sea: ese plano donde pesan históricamente las coincidencias, las convergencias y el peso gravitacional totalizado del conjunto global de granos de arena en movimiento. La memoria social directa (o sea: la basada en testimonios individuales o grupales) no da cuenta, ni completa, ni rigurosa, de la escala mayor de magnitud del movimiento popular. Por eso, por tradición, se tiende a confiar esa escala al trabajo de los representantes políticos y a la investigación de los cientistas sociales profesionales. Pero políticos e intelectuales, como se dijo, no 'ven', ni a partir de la memoria social ni a partir de los sujetos de carne y hueso, sino desde los conceptos universales y la estadística nacional. Se produce, entre me-

GABRIBL SALAZAR 1 9 3

dio, un vacío cognitivo, provocado en parte por el corto al

cance científico y político de la memoria popular, y en parte

por el larguísimo o desenfocado alcance de la ciencia y la

política oficiales. ¿Quién debe llenar ese vacío? Sin duda:

quien necesita más hacerlo. Y en Chile, no cabe duda: lo

necesita hacer la ciencia popular. ¿Cómo? De una parte,

exigiendo, de cada micro-proyecto popular, cognitivo y/o

de desarrollo, su proyección hacia su escala mayor inmedia

ta, su continuidad en el t iempo (más allá de los límites del

financiamiento externo) y la conversión de las tendencias

socio-culturales en objetivos políticos de corto y mediano

alcance. Sin el avance desde lo micro a lo macro no se lo

grará la plena eficiencia 'histórica' de la ciencia popular, pues

las transformaciones en lo pequeño y las satisfacciones pu

ramente personales o grupales por lo hecho localmente a

partir de [a memoria, aunque forman parte de la historicidad

popular, carecen de poder sobre las magnitudes del proceso

histórico 'nacional' , a menos que se integren unas con otras,

para potenciar la simulteneidad y coincidencia de todos.

Por cierto, el imperativo de la proyección, cont inuidad y

conversión del quehacer de los weupifes populares se con

creta, también, en muchas variantes. Y muchas de ellas plan

tean la necesidad de coordinar ese quehacer con el trabajo

de los cientistas sociales que investigan el proceso social a

nivel nacional y con los 'militantes sociales' que consideren

el imperativo señalado como un deber inscrito en su propia

conciencia política. Esta coordinación, sin embargo, no debe

llevar la ciencia popular a una situación de 'dependencia' ,

como ha ocurrido con el trabajo social de algunas ONGs^" .

' E l autor gestiona un proyecto de investigación (FONDECYT, 1991-1992) que asume la historia popular en este sentido. El proyecto se está realizando con los pobladores de la comuna de San Miguel.

1 9 4 LA HISTORIA COMO CIENCIA POPULAR

f) La reversión epistemológica. La ciencia popular investiga y

promueve la acción desde abajo hacia arriba y desde den

tro hacia fuera. C o m o tal, más que ciencia del pasado o de

alguno de los hitos polares del t i empo, es la ciencia de la

historicidad; es decir: de la acción y el movimiento ema

nado desde el interior de la ident idad social. C o m o tal,

cada sujeto popular e incluso cada c iudadano puede y debe

ser su propio historiador, su propio científico social y su

propio político. C o m o ser h u m a n o y sujeto cognoscente,

en lo que se refiere a la vida y la soberanía, ese sujeto no

tiene que delegar nada, ni tiene que ser sust i tuido ni usur

pado por n ingún t ipo de ' representante ' . Tomada esa de

cisión, puede y debe consti tuirse en el eje protagónico de

toda investigación histórico-social, de toda planificación

política y de toda construcción teórica. Si exige su dere

cho a ocupar esa posición y esgrime su legítimo poder para

hacerlo, desarrolla un movimiento cognit ive, intelectual

y p o l í t i c o q u e p l a n t e a u n a r a d i c a l r e v o l u c i ó n

epistemológica en la sociedad, la universidad y en el siste

ma político. N o se trata aquí, como cabe suponer, de una

de terminada práctica historiográfica o una de te rmina dis

ciplina de la ciencia popular, sino, más bien, de la práctica

de una actitud epistemológica, frente a la ciencia formal,

frente a la política formal, frente a la educación y frente a

la sociedad. Act i tud que no responde a una alternativa

anal í t icamente construida, sino al ejercicio del derecho

cultural inherente al ejercicio real de la soberanía. Sin el

desarrollo de una act i tud epistémica de este t ipo, la cien

cia social no podrá ni desarrollarse ni ser eficiente en los

planos macroscópicos de la historia popular.

g) La ciencia popular como ciencia de la comunidad nacional.

La ciencia popular, como ciencia de la memoria , la identi

dad y la acción de los sujetos de carne y hueso; en cuanto

ciencia 'de la soberanía popular ' , se mueve en dirección a

GABRIEL SALAZAR 195

la totalización (no como salto al vacío de la abstracción, sino como integración y totalización, práctica e histórica, de los poderes sociales y culturales del pueblo). Pasa, en consecuencia, de cubrir lo local a cubrir lo comunal, y de aquí a lo regional, y de aquí a lo nacional. Recorre todo el trayecto que dominan la ciencia y la política formales según la gobernabilidad, pero en sentido inverso. Esto es: no bajando de lo general a lo particular, sino de lo particular a la integración totalizadora. No bajando normativamente y por mandato, sino subiendo culturalmente y por consenso democrático. Si logra coronar este movimiento reconstruyendo el sistema social global, podrá entonces sustituir la "planificación estratégica" (mecánica, estadística y abstracta) de la gobernabilidad, por los nuevos "contratos sociales" que puedan surgir del consenso y la voluntad del pueblo. Es la aplicación política de lo que alguna vez Luis Emilio Recabarren llamó "la inteligencia del pueblo", para desarrollar la cual trabajó toda su vida, hasta su muerte.

Historicidad y metodología

En su actual situación histórica, el movimiento popular y el de los ciudadanos comunes y corrientes ya no pueden continuar guiándose por su rabia, sus meras consignas o por la fe que depositan en sus eventuales líderes o representantes. No pueden continuar actuando sin ciencia propia. Dejando de lado sus experiencia y su memoria colectiva. Reincidiendo en los 'reventones sociales', en las resignaciones populistas y en la inútil irracionalidad histórica. Los viejos discursos liderales y vanguardistas de las clases políticas civil y militar deben ser desechados y remplazados por un discurso metodológico elaborado y practicado por el propio pueblo. Un discurso capaz de

1 9 6 LA HISTORIA COMO CIENCIA POPULAR

imponer tanto la verdad socialmente construida como la cons

trucción social de la realidad (circundante y nacional) .

¿Cuál es el pr incipio epistemológico que rige y define la

metodología adecuada a la ciencia popular?

Para esa ciencia, el problema de la 'verdad objetiva está

práct icamente resuelto desde la part ida, por el hecho de que

el p u n t o de arranque es la certeza inherente a la experiencia

social, al tes t imonio directo, a la memor ia colectiva. No tiene

sent ido, aquí , investigar lo que 'ya' se sabe y lo que 'ya' se es.

Si es necesario investigar eso, no es una necesidad central ni

estratégica, sino más bien secundaria o suplementaria. El pro

blema cognitivo mayor a resolver en el m u n d o popular es la

diversidad de lo particular, el estado de dispersión de la experien

cia social y el relativo desconocimiento de todos sobre los parámetros

macroscópicos de su m u n d o y su propio movimiento (ver más

arriba). La necesidad metodológica se vuelca, en este caso, ha

cia el problema de cómo descubrir lo común en lo diverso, siste

matizar el estado caótico de los particularismos, cómo desarro

llar y proyectar 'lo común ' hacia los planos macroscópicos de

la sociedad y, sobre todo, cómo construir un consenso cognitivo

entre todos, a efecto de constituir la capacidad y el poder que

permitan producir la realidad que se requiere. En este caso, la

necesidad metodológica se vuelca -—como dijo la pobladora

citada más arriba— hacia "la cuestión del poder".

Se comprende que la necesidad metodológica la experi

men ta (o debería experimentarla) cada grupo popular con

creto (cada grano de arena), y 'el' mé todo , en consecuencia,

no puede consistir sino en el camino histórico-social que va

desde cada uno de esos grupos hacia la globalidad sobre la

que interesa, en defintiva, actuar como poder. N o puede ha

ber, por tan to , 'un' método único, sino 'muchos ' , tantos como

grupos necesiten hacer el recorrido hacia la globalidad. Por

t an to , t ampoco puede haber un método 'general' que opere

GABRÍEL SALAZAR 1 97

como un decálogo académico obligatorio (como ocurre con

las ciencias sociales que trabajan con herramientas del siglo

XIX), que compele a sus practicantes a memorizar lo , a apli

carlo mecánicamente y considerar como verdadero todo lo

que aparezca tras su aplicación. La metodología, en la ciencia

popular, es una tarea a realizar por cada grupo. El mé todo ,

por definición, en este caso, es esencialmente constructible,

según responsabilidad de cada cual; según cada experiencia y

cada realidad. Por eso, en su p u n t o de arranque, los métodos

de la ciencia popular parten de todos los puntos cardinales de

su diversidad, pero con una orientación común . C o m o un

masivo peregrinaje hacia un lugar sagrado. Por do nd e el p ro

blema metodológico esencial a resolver es cómo trazar el de

rrotero específico que cada cual, desde su particularizado arran

que, debe recorrer para converger hacia un mismo p u n t o to

tal. Porque se trata de una metodología para que los 'sujetos

históricos ' hagan la historia que necesitan hacer, no para

develar, fuera de la historia, lo que es este o aquel 'objeto' .

Aquí, el mé todo es reclamado por un proceso vital en

marcha, no impuesto por una función sistémica. N o t iene

que , por esto mismo , proclamar 'leyes del conoc imien to ' ,

conclusiones unversales, ni predicar sus hallazgos urbi et orbi.

Pues es un conjunto de herramientas útiles para desbrozar el

camino que se debe construir. Herramientas que pueden ser

útiles para un t ramo del camino , pero no para el siguiente.

Q u e , por lo t an to , puedan ser, llegado el caso, desechadas.

Pues, por ejemplo, el mé todo para descubrir lo c o m ú n en lo

diverso no es necesariamente el mismo para d inamizar 'lo

común ' hasta convertir lo en poder histórico, como ése tam

poco es el mismo que se requiere para pasar de la lógica más o

menos unívoca de la ' ident idad ' a la lógica mult ívoca y tensa

de 'lo nacional ' . O como el que se requiere para producir la

dirección unificada del movimiento o adminis t rar los impac

tos que produce el propio avance de ese movimien to .

198 LA HISTORIA COMO CIENCIA POPULAR

En t é rminos generales , lo más que cabe decir sobre la

me todo log ía inhe ren te a la c iencia popular , apar te de su

obvia na tura leza oral e in te racc iona l , es que se rige y ar

m o n i z a en func ión de cier tas orientaciones generales de

historicidad, y que , d e n t r o de estas o r ien tac iones (que con

figuran un proceso o proyecto his tór ico) , cabe dis t inguir

algunas etapas metodológicas (no un paque te cerrado de mé

todos "confiables").

Den t ro de la orientación general de historicidad, cabe

d i f e r e n c i a r , c u a n d o m e n o s , t r es i m p o r t a n t e s ' e t a p a s

metodológicas ' :

a) la que se refiere a cómo desarrollar el auto-conocimiento

del sujeto o actor popular (a part ir de la memor ia indivi

dual , grupal o comunitar ia) que se asumirá como 'sujeto

de poder ' o actor protagónico en el movimiento social;

b) la que se refiere a la socialización del conocimiento obteni

do, a objeto de desarrollar identidades colectivas y la pro

yección de ellas hacia los planos macroscópicos del movi

miento social, y

c) la que se refiere al movimiento socio-cultural p ropiamente

tal, en términos de ampliación de su poder y ejercicio del

mismo, ya no hacia dent ro de la ident idad originaria, sino

en relación a 'otras' identidades sociales.

Se examinarán a cont inuación los problemas propios de

cada una de estas etapas metodológicas.

a) Avanzando en el 'auto-conocimiento del sujeto social e his

tórico.

La pr imera orientación metodológica en este plano con

siste en ordenar, sistematizar y rectificar la ordinariamente con

fusa masa de recuerdos contenida en la memor ia personal o

GABRIEL SALAZAR 1 99

grupal de los sujetos populares. La experiencia ob ten ida en

diversos estudios revela que, si se realiza ese o rdenamien to , la

auto-percepción de los sujetos mejora de manera ostensible,

repotenciando su disposición a actuar h is tór icamente . Pero

¿cómo puede lograrse eso?

• No asumiendo a esa persona o grupo como objeto de estudio, sino como sujeto de acción; es decir: como una identidad que necesita expresarse eficientemente hacia el mundo y la sociedad. Esto implica situarse en la línea de su perspectiva interior y en la corriente histórica que de allí emana. Mirando con sus mismos ojos. Y quedándose en esa posición, sin salir apresuradamente en retorno a las atalayas de la 'ciencia'.

• Creando condiciones sociales y ambientales para que ese sujeto exponga y comunique, de modo fluido, continuo y

exhaustivo, todos sus recuerdos, sus miedos, rabias y aprehensiones (lo normal es que nadie escucha exhaustivamente lo que un sujeto tiene que decir). Se trata de crear y desarrollar el hábito de expresar ordenadamente todo lo que se tiene que decir o se quiere hacer.

• Entrevistando también a los que interaccionan con el sujeto con el que se trabaja, para que expongan su visión de él y completen \aperspectiva social sohre la situación concreta en la que vive y opera. Su autopercepción no queda completa sin el haz de percepciones que tiene los otros sujetos sobre él, pues éstos completan el perfil de su ser 'histórico'. Estos 'otros' incluyen a sus seres más cercanos e incondicionales, a los distantes y ocasionales y, también, a sus 'enemigos'. La visión de los otros permite rectificar o matizar la visión subjetivada de los actores sobre sí mismos y, a la vez, mostrarle la red social en la que se mueve y se puede mover.

2 0 0 LA HISTORIA COMO CIENCIA POPULAR

Reconstituyendo la historia y rol de los grupos en los cuales ha participado el sujeto-actor. Todo individuo, a lo largo de su vida, ha pertenecido y ha actuado con diversos 'nosotros', en cada uno de los cuales perfiló y perfila un aspecto de su identidad, desarrollando en cada caso un tipo específico de conducta. Es claro que algunos de esos 'nosotros' potencian su capacidad de acción histórica, mientras que otros, no. Es importante evaluar el valor estratégico de cada uno de ellos para modelar sus acciones fit tu ras.

Recopilando información documental, gráfica o de otro tipo, relativa a los procesos históricos vecinales, corporativos, comunales o nacionales en los que el sujeto se ha visto envuelto, a objeto de determinar el impacto de esos procesos en él y, a la vez, el carácter de su participación en ellos. La pertenencia a un 'todo en movimiento es una dimensión fitndamental de su conciencia histórica.

Organizando la información global obtenida en conformidad a los criterios y valores contenidos en la línea de expresión y acción del sujeto social, en conjunto con sus redes asociativas y con referencia a los procesos en los que participa. La organización de la información debe tener la

forma de un proceso histórico o la de un movimiento, la cual puede materializarse en un documento escrito, un diaporama, un video, una historieta dibujada, una obra de teatro, un poema o un simple alegato. Lo importante no es la forma que adopte el relato, sino la percepción de proceso y movimiento que transmita al propio sujeto.

La devolución del 'relato' al sujeto es un aspecto funda

mental de la metodología. La reacción de ese sujeto ante

la intelección de su 'retrato histórico' ordenado y corregi

do positivamente es, por lo común, de un impacto emo

cional fuerte, que se traduce en una renovada disposición

GABRIEL SAIAZAR 201

a actuar y hacer historia nueva. Pero es importante que el sujeto actúe sobre ese retrato, para corregirlo o profundizarlo, sobre todo, en dirección a la nueva historia que se dispone a hacer.

b) Avanzando en la socialización del conocimiento popular.

La sistematización de la memoria de los sujetos y la ordenación social e histórica de su disposición a actuar no agotan las posibilidades y 'deberes' de la metodología que requiere la ciencia popular. La tarea siguiente consiste en orientar metodológicamente su disposición a actuar socialmente y a

construir historia 'nueva'. ¿Qué es necesario hacer a este respecto?

• Mantener el trabajo de sistematización de vivencias y recuerdos en una dirección histórica, sólo que, en esta etapa, la tarea no está tan centrada en el sujeto y referida a su pasado, sino centrada en la red social li la que se dirige su acción y en la memoria social o colectiva que existe entre los miembros de esa red.

• Sistematizar la memoria social á^ la red, grupo o corpora

ción (el 'nosotros' estratégico actual en el que se mueve el

sujeto-actor), lo que supone hacer entrevistas de grupo,

talleres de memoria local o vecinal, incentivar el intercam

bio de recuerdos y testimonios, proponer la sistematiza

ción colectiva de la memoria, etc.

• Proponerse como objetivo que el método de recordar juntos y sistematizar la memoria para ajustar la acción colectiva se convierta en un método creado y recreado por la misma red o grupo, hasta devenir en un hábito cognitivo

social permanente.

• Las redes o grupos sociales que practican ese hábito suelen

llegar pronto al momentode hallar su dentidad común.

2 0 2 LA HISTORIA COMO CIENCIA POPULAR

Tal hallazgo produce, comúnmente, un estallido de ale

gría, de humor y entusiasmo (auto-celebración de la iden

tidad). Este momento es, en cierto modo, la culminación

del método y la cima de un proceso que, a veces,

paradojalmente, pone término a la cadena de acción. Por

esto, debe ser tratado también en términos metodológicos,

como una etapa que inaugura procesos posteriores de mayor

relevancia aun. De hecho, este momento es un momento

sinérgico, de carga energética y potencialidad de acción.

El reconocimiento de la identidad grupal es el inicio de im impulso a 'salir', como grupo, hacia el territorio circundante, hacia el mundo, hacia la sociedad. La identidad social auto-descubierta necesita manifestarse públicamente.

Comunicar su experiencia, difundir su palabra, dejar huellas, marcar territorio, demostrar su poder. Es evidente que la sistematización metodológica de esta 'salida' tiene una importancia crucial, y representa un imperativo mayor.

Si la auto-celebración de la identidad puede convertirse en una fiesta históricamente estática, la salida grupal hacia el mundo puede convertirse en un estallido faccional, sectario, fanático o fundamentalista. La identidad social auto-referida puede devenir en una 'carga', que puede ser hermética e introvertida, como también explosiva; lo que lleva al aislamiento, o al inicio de una guerra contra el mundo. El único modo de evitar esos desarrollos es que la red o grupo social, junto con constituir su identidad y salir al mundo, haga todo eso teniendo en su mente una adecuada

visión global del mundo circundante, de las identidades distintas que van a encontarar allí y de las posibilidades reales de cambiar ese mundo en lo local, en lo comunal, o en lo regional. Se requiere elaborar socialmente una teoría histórica de la situación que circunda las identidades populares, sobre todo, en términos de 'balance de poder'.

GABRIEL SALAZAR 2 0 3

• Cuando el grupo entra en contacto histórico con el mundo, se requerirá trabajar con especial cuidado la elaboración teórica del mundo circundante (o "proyecto históri-co-social") y, a la vez, el equilibrio participativo de la red, grupo, o del movimiento social que esté en desarrollo (se deberá evitar la dispersión y/o la aparición de oligarquías internas). Se debe cuidar, por tanto, que el grupo no sólo haga historia nueva, sino también historia exitosa, que refuerce la memoria positiva de sí mismos.

c) Avanzando en la racionalización del movimiento social popular.

Finalmente, el método —en tanto asumido como 'proceso' coadyuvante— necesita trabajar el problema del sentido

histórico que deberá darse al poder sinérgico contenido en las redes, grupos y movimientos sociales que han recalibrado su memoria y las premisas de su acción. El poder socio-cultural no es para gozarlo o para celebrarlo (fiesta de la identidad), sino para proyectarlo como trabajo 'productor de realidad', en un sentido creativo y constructivo, o en un sentido reconstructivo de cambio social, lo que implica que ese poder puede y debe trabajar, con sentido de soberanía, sobre las estructuras vecinales, comunales, regionales y, aun, nacionales. Trabajar el problema del poder popular es tratar el problema de su transformación zn fuerza política, y ésta, en im poder capaz de actuar sobre el Estado, el Mercado y sobre la misma Sociedad. Se trata de las implicancias macroscópicas de la soberanía popular y de la transformación de su metodología historiológica en una efectiva voluntad de futuro.

¿Cuáles son, en este caso, las orientaciones que deben regir el proceso metodológico?

• Trabajar la idea de que el 'poder' y el 'sistema de domina

ción' no son entidades metafísicas o fuerzas etéreas que re-

2 0 4 LA HISTORIA COMO CIENCIA POPULAR

corren el mundo alienando a los pobres e incautos (como sugiere M.Foucault) o tabúes legales o institucionales de formalidad intocable (como presuponen los acápites de la "Ley de Seguridad Interior del Estado") o elites superiores que estarán siempre por arriba de los postergados, sino

acciones sociales y culturales históricamente exitosas de 'otros' sujetos o actores sociales, tan sujetos y tan sociales como son los de identidad popular. Además, que los factores y condiciones del éxito histórico no son privativos ni son privilegio de esos 'otros' sujetos y actores, sino una capacidad social e histórica que todo sujeto y actor puede y debe desarrollar. Producir realidad, levantar sistemas y legislar para todos es un derecho de 'todos', que, por cierto, ningiin sistema otorga o admite graciosamente, razón por la que cada cual debe construirlo como poder.

Todo proyecto histórico-social destinado a producir realidad debe tener una dirección de totalización; es decir: plantearse, como liltimo objetivo, su relación con la Sociedad Global, el Mercado Nacional o Internacional y el Estado, que es donde suelen concretarse, en términos de realización o no, los valores esenciales de la humanidad. El movimiento popular no puede divagar construyendo realidades irrelevantes con respecto a esa totalidad. No puede derrochar la energía histórica que a tan alto costo logra construir. No puede, por tanto, amontonar recuerdos que no potencien su soberanía (sólo las clases dominantes y plutocráticas derrochan la historia al deshumanizar el sistema amnésico que dominan). La acumulación de memorias laterales (de procesos que no avanzaron en dirección estratégica) no potencia la soberanía y el poder popular, pues sólo cultiva fantasmas, miedos y distracciones inútiles.

Las acciones históricas y políticas del movimiento popular

pueden, deben y necesitan ser, en todo caso, exitosas. Es

GABRIEL SALAZAR 2 0 5

decir: deben ser comprobaciones y ratificaciones del po

der que efectivamente se ha construido. Esto se logra, de

una parte, desarrollando ese poder, y de o t ro , adecuando

los planes y objetivos a la capacidad real de ese mi smo

poder. Esto implica que la exigencia de ' totalización' no

debe entenderse como un salto teórico al vacío, o un asal

to utópico a "lo imposible", sino como una dirección que

orienta pe rmanen temen te lo que es posible hacer. P ropo

nerse objetivos totales (la Revolución, el C o m u n i s m o , o

la "vuelta de tortilla") sobre la base de un poder improvi

sado, sin memoria , sin ciencia y sin part icipación infor

mada de todos, es apostar a un suicidio histórico. Los ob

jet ivos no d e b e n , po r eso, ser p u r a m e n t e valóricos o

doctr inar ios , sino consensúales, locales, territoriales, ac

tuales y, siempre, de proceso histórico. La construcción

soc ia l de l c a m i n o es s i e m p r e m á s i m p o r t a n t e

metodológicamente que la prefiguración abstracta de la

' m e t a .

Lodo poder or ientado a la totalización debe probarse, an

tes que nada, en lo propio. En el gobierno de sí mismo. En

el control colectivo del propio espacio o terr i torio. Ese

poder se basa — c o m o se d i jo— en la afirmación de la

afirmación (de lo propio) no en la mera negación del otro

alienante. La propuesta de sociedad global participativa

no puede ser sino la extensión de la comun idad popular

participativa.

La extensión del mode lo p rop io , sin embargo , implica

avanzar sobre los 'otros' . Implica plantearse y resolver el

problema de la diversidad, la heterogeneidad y la integra

ción de la oposición. Implica, sobre todo , entender que la

' ident idad popular ' no está universalmente repart ida en la

sociedad nacional o mundial . Resolver este problema obliga

a readccuar la metodología en un sentido dialéctico. La iden-

2 0 6 lA HISTORIA COMO CIENCIA POPULAR

tidad popular tiende a expresarse de modo unilineal, avanza en linea recta y en ánimo de confrontación antinómica. La extensión del poder y del modelo propio obliga —si tiende a ser exitoso— a convertir la metodología de la identidad parcial en la metodología de la comunidad integrada. Es evidente que, para esto, el movimiento popular requiere realizar un segundo gran esfuerzo metodológico, porque ahora se enfrenta a la necesidad de sistematizar nada más y nada menos que la memoria de la más bien heterogénea comunidad nacional. El paso a la dialéctica histórica (de incorporación del otro) implica relativizar el peso de las identidades populares y aumentar el peso de los proyectos de humanización global. Estos últimos constituyen el único modo de avanzar en la dirección de una adecuada totalidad histórica.

Es evidente que el movimiento popular no puede desenvolver su identidad, concentrar su sinergia y desarrollar su proyecto histórico sino a través de un proceso complejo, cambiante y de largo plazo, en el transcurso del cual necesitará realizar, no una, sino varios y sucesivas

sistematizaciones metodológicas de su experiencia y de la de otros. Si ei proceso de su realización histórica es \aigo, la

tarea de adecuación metodológica es permanente, siempre inconclusa y nunca definitiva. La mantención y frescura de su poder sinérgico dependerá de ello.

Lo anterior presupone que el movimiento social y cultural no puede detenerse en la percepción o creencia de que, en un cierto momento o en una cierta coyuntura, se logró el 'éxito', o que la historia llegó a su fin por simple 'culminación'. El movimiento de humanización (que es el que, en el fondo, rige al movimiento social popular) no tiene "edades de oro" ni etapas "clásicas" que induzcan a los sujetos a mirarse hacia atrás, a contemplar su juventud triunfante

GABRIEL SAIAZAR 2 0 7

y a adorar el m o n u m e n t o levantado a su propio pasado.

Cada día tiene su héroe. Cada lucha tiene su mi to . Cada

futuro es más glorioso que cualquier pasado 'exitoso'. El

aprendizaje de lo que vale y pesa la historicidad es, tal vez,

la mayor culminación de esta metodología.

7

Perspectivas

La Historia, como ciencia popular, es hoy un rebrote actualizado de prácticas culturales de la memoria que el bajo pueblo desarrolló en el pasado. Es altamente significativo que, ahora, en esta coyuntura histórica neoliberal, se haya presentado ese rebrote. Tan significativo como para pensar que él no es más que el 'primer paso' de un proceso que puede alcanzar mayor extensión y fuerza en las décadas próximas (las transiciones por abajo no son noticia de cada día). Lo que hay hasta ahora es, sin duda, poco. Pero lo poco que es, es más firme e insistente de lo que algunas autoridades quisieran. Pues en este campo hay identidades fuertes. Y en torno a él, adversarios poderosos que lo miran con sospecha.

El despertar de los weupifes es exactamente eso: un despertar. Un despertar rodeado de muchas y grandes tareas por hacer. La sistematización de la enorme memoria popular — que lleva casi dos siglos acumulando datos y sentimientos— no es una tarea a realizar en un día o dos, en un semestre académico o en una generación. Pues involucra devolver a los chilenos pobres su "inteligencia social" (L.E.Recabarren) y, con ella, su expropiada soberanía histórica.

¿Dónde comenzar? Los rebrotes se han presentado dis

persos, pero en el mismo territorio popular. En sus poblacio

nes, en sus comunas, en sus barrios marginales. Por ahora, en

2 0 8 LA HISTORIA COMO CIENCIA POPULAR

esas bases que orientan su acción rnirando hacia el gobierno

local

"Nuestro deber es convencernos cada vez más de que sólo

la progresiva capacidad del pueblo será efectivamente el

arma formidable que ha de producir la reorganización de

la sociedad... Pero la capacidad progresiva del pueblo no

se adquiere en períodos de eterna teorización, ni en inter

minables ejercicios huelguísticos, sino que esa capacita

ción debe adquirirse en la práctica de la vida... Cuando

las poblaciones, las familias aglomeradas en cada munici

pio. .. desarrollen una amplia labor municipal, se habrán

colocado en el camino que conduce a la perfección progre

siva de sus medios de vida"^'.

La Reina, febrero-marzo de 1992.

' L.E.Recabarren: Lo que puede hacer en la Municipalidad un pueblo inteligente (Buenos Aires, 1917). Folleto publicado en Austral (Eds.): El pensamiento de Luis Emilio Recabarren (Santiago, 1971), Tomo 11, p. 449. Las negritas son del propio Recabarren.

CAPÍTULO VI

MODERNIZACIÓN Y REFLEXIÓN HISTÓRICO-SOCIAL EN CHILE HOY'

Desde el siglo XIX, Chile se ha visto sacudido por una se

guidilla de 'modernizac iones ' . Una serie sostenida de saltos

al futuro, que susci taron, cada uno a su t i empo , oleadas de

debate teórico y estallidos de lucha ideológica, prec isamen

te por la necesidad de discernir qué aspectos del pasado pre-

m o d e r n o debían desecharse y cuáles del presente m o d e r n o

debían incorporarse , y a lo largo de qué líneas asestar el tajo

separator io . Fueron debates en los que , a veces, par t ic ipa

ron sólo unos pocos iniciados (caso de los intelectuales de la

"generación de 1842" que , para modernizar el país confor

me el mode lo anglo-francés, se concer ta ron para ext irpar

t an to la barbarie del "bajo pueb lo" c o m o el oscuran t i smo

del "coloniaje español") ; otras veces, un tercio de los estra

tos medios de la sociedad (caso de los grupos sociales que

' Este texto reproduce (con algunos afinamientos de estilo) la Editorial que, con Julio Pinto, escribimos para la revista Proposiciones # 24 (Santiago, 1994. Ediciones SUR), en la que se publicaron las ponencias presentadas al Seminario "Problemas históricos de la modernidad en Chile contemporáneo", efectuado en 14 sesiones entre agosto y noviembre de 1993, en SUR Profesionales, con el auspicio de esa institución, el Departamento de Historia de la Universidad de Santiago, la Maestría en Ciencias Sociales de la Universidad ARCIS y la Corporación de Historiadores Sociales (CORPHIS).

209

21 O MODERNIZACIÓN Y REFLEXIÓN HISTÓRICO SOCIAL

lucharon, entre 1910y 1931, por extirpar la arcaica oligarquía autoritaria e imponer la modernidad democrática) y, otras veces, la mitad inferior de la sociedad civil (caso de los movimientos sociales y organizaciones políticas que, entre 1938 y 1973, procuraron erradicar la inequidad económica y social de la modernidad capitalista, para reemplazarla por una equidad moderna de carácter socialista).

En el pasado, pues, la sociedad chilena se enfrascó, por grupos o por mitades, por tercios o por tres cuartos, en debatir cada uno de los sucesivos partos que la modernidad, con dolor variable, le producía. Fue en esos debates donde los políticos mostraron (o no) su calidad de verdaderos ciudadanos o verdaderos estadistas, donde las clases sociales cotejaron (o no) sus respectivos proyectos históticos, donde los estudiantes definieron (o no) su hambre de mejor futuro, y donde los cientistas sociales y los tecnócratas probaron (o no) la confiabilidad y eficiencia de sus métodos y técnicas de trabajo, formalizando en términos teóricos los sentimientos y la voluntad histórica de los distintos sectores de la sociedad. De cualquier modo, hubo reflexión teórica y hubo debate ideológico.

El desenvolvimiento de esas reflexiones y debates fue dando vida social a "ideas-fuerza" (como las de progreso, democracia, nacionalismo, desarrollo, socialismo, etc.) en torno a las cuales se fueron aglutinando significativos consensos sectoriales y legitimidades grupales que —pese al modo antagónico con que se expresaron en la sociedad civil— terminaron configurando voluntades políticas con no poca raigambre en el sentir de la masa ciudadana. Fue por la existencia de esas ideas, esa raigambre y esas voluntades que muchos adultos, intelectuales y políticos creyeron que te

nían algo importante que transmitir a la creciente masa de niños y jóvenes del país. Algo así como un gran proyecto

GABRIEL SALAZAR 21 1

nacional que no sólo se podía agitar, sino que , t amb ién , se

debía enseñar, po rque con él era posible formar " h o m b r e s

nuevos" , una "nueva sociedad" , o, por lo m e n o s , echar an

dar un proceso ab ie r to al fu turo , en el cual todos p u d i e

sen, democrá t i camen te , part icipar . Y dar así un sent ido his

tór ico al c o n j u n t o de la sociedad nac iona l .

Por cont ras te con esa t radic ión, nos parece un hecho

grave que las "siete modernizaciones" impuestas mi l i ta rmente

al país desde 1973 y reimpuestas civi lmente desde 1989 , no

hayan generado ni estén generando , ni reflexión teórica de

relevancia, ni debates públicos de impor tanc ia ni, s iquiera,

rencillas ideológicas. Ni sobre lo que se está i n s t au rando , ni

sobre lo que se ha desechado, ni m u c h o menos sobre por

d ó n d e y c ó m o se debe asestar el tajo d i sc r imina tor io . Y esto

es así cuando ya se sabe que las modernizac iones que se han

echado a andar son las más radicales, drásticas e inconsul tas

que se hayan, hasta ahora , inyectado a la sociedad chi lena.

Los acalorados debates de an t año entre oreros y papeleros

(fines del siglo XIX), entre desarrollistas y monetar is tas (dé

cada de 1950) , en t re desarroll istas y an t i -dependen t i s t a s

(década de I 9 6 0 ) , o entre reformistas y revolucionarios (co

mienzo de los años ' 70) , no se han reedi tado después de

1990. Ni siquiera pá l idamente . Y es grave que , por ejem

plo, hoy se vean las cant inas y cafés universi tarios vacíos o

silenciosos, sin es tudiantes d iscu t iendo a viva voz sus dife

rencias teóricas e ideológicas (hoy, ent re hermét icos mur

mul los , beben pisco o cerveza sobre los pastos de sus respec

tivos campuses) . Es grave que la modern izac ión neoliberal

o la globalización pos t -mode rn i zan t e no gatillen en la ima

ginación juvenil la eclosión de nuevas u topías , nuevos com

promisos u otras consis tentes rebeldías. Es grave que en las

revistas académicas la mayor par te de sus art ículos no ten

gan relación con lo que les ocurre a los indiv iduos de carne

y hueso y a esos mismos jóvenes. Es grave que los nuevos

2 1 2 MODERNIZACIÓN Y REFLEXIÓN HISTÓRICO SOCIAL

procesos sociales no estén en el origen motivacional de la nueva producción teórica y que, en cambio, giren en ella el "molino sin fin" de la semiótica, el "agujero negro" de las arqueologías discursivas y los símbolos dispersos de la realidad virtual o los sistemas cibernéticos. Y que, por desnutrición financiera o laboral, desfallezca la verdadera reflexión sobre la pauperización social y cultural que está produciendo el nuevo modelo dominante. O que se arroje el populismo como agua sucia del pasado, sin considerar la sensibilidad social y la propensión humanizadora que fiotaban en ella. O sea: es grave que se tienda a paralizar —a nombre de una modernización que, por sentirse ya parte del futuro, demuele los valores del pasado— la reflexión sobre nuestra específica iden t idad h is tór ica como chi lenos y sobre los desgarramientos subjetivos que produce el parto de esta nueva criatura modernizadora.

Y es evidente que los triunfantes mensajes, señales e imágenes que emiten hoy los medios de comunicación y la llamada industria cultural no bastan ni bastarán para suplir la ausencia de una reflexión teórica y conducir una sociedad entera (que sigue estancada en su eterna 'vía de desarrollo') a través de los oscuros desfiladeros históricos por donde avanzan hoy el modelo neoliberal, la nueva modernización y la misma globalización. Es evidente que esos mensajes, señales e imágenes pueden 'llenar' algunas horas de soledad, una o dos noches perdidas y acaso un completo week end, pero no bastarán para empujar el pesado carro de la historia hacia metas de humanización y solidaridad. Por sí mismas, esas imágenes dispersas no pueden configurar metas, ni sentidos.

No, sin la presencia y concurso de sujetos posesionados de todo el rango de su humanidad y socialidad. Que, pese a todo, subyacen adormecidos pero vivos, bajo la piel flaccida del mero consumidor.

GABRIEL SALAZAR 213

Pensamos, en vista de todo eso, que era necesario ha

cer algo. Agitar un poco la m o d o r r a . Averiguar, po r e jem

plo , qué q u e d a o qué hay bajo la apa ren te frigidez de los

in te lec tuales y la apa ren te apat ía de la generac ión joven de

los ' 9 0 . O cuán ta sensibi l idad his tór ica y social pa lp i t a aun

en fondo de todos ellos. Sondear hasta qué p u n t o la socie

dad sigue viva y soberana bajo el peso acromegál ico del

Mercado y del Es tado: ¿queda allí abajo 'algo' que vive pero

q u e , an te la nueva s i tuac ión , no sabe c ó m o expresar su en

cierro? ¿Que no e n c u e n t r a en la a tmósfera cu l tu ra l de hoy

los pa rad igmas cogni t ivos necesarios para fo rmular p ú b l i

c a m e n t e su nuevo ser y su nuevo descon ten to? ¿O es que ,

allí, en ese bajo fondo , no hay nada p o r q u e , s i m p l e m e n t e ,

no q u e d ó nada: ni sens ib i l idad his tór ica , ni m e m o r i a , ni

conc ienc ia cr í t ica, ni rabia, ni ganas de futuro? ¿Ha llega

do la h is tor ia , en Chi le , a s u / z « ? ¿Y debe la H i s to r i a de

Ch i l e p reocuparse , sólo, del pasado r e m o t o , o mit i f icar los

héroes (mil i tares y civiles) que ins ta laron ese ' f in?

An te esas sospechas , d e c i d i m o s que era necesar io y

u rgen te provocar un ' e n c u e n t r o ' en t re in te lec tuales y suje

tos sociales de carne y hueso . Un seminar io- ta l le r , no or

gan izado según la f lamante p roducc ión empresarial de los

"eventos cul turales" posmodernos (posters, t r íp t icos , invi

tación a "los medios" , cóctel o "vinos de honor " , informes a

la prensa, etc .) , ni según la ru t inar ia formal idad académica

(informes de invest igación, análisis de texto , balances bi

bl iográf icos , r igu ros idad m e t o d o l ó g i c a , p r e sen t ac ión de

curr icula , etc .) , s ino, más bien, según la necesidad de sujetos

sociales reflexivos que buscan un espacio libre y p rop io para

' in te rcambiar ' lo que han vivido y lo que s ienten, lo que

quieren y lo que t emen , su especialidad profesional y su sen

sibil idad h u m a n a , al mismo t i empo (como los ' encuent ros '

que , du ran te ios años ' 8 0 , se celebraron en P u n t a de Tralca).

Ch i l enos inv i tados a salirse, parcial o t o t a l m e n t e , de su

2 1 4 MODERNIZACIÓN Y REFLEXIÓN ¡ÍISTÓRICO SOCIAL

identidad hermética, de su encierro metodológico o disciplinario, de su función institucional o de su particularismo social, para pensarse a sí mismos junto a otros, y para pensar a los otros desde ellos mismos. Pensamos que era saludable crear —aunque más no fuera en un seminario— una atmósfera de autenticidad social liberada de cufias oficialistas, fueren éstas políticas, mercantiles o académicas. Liberada de todo eso, sí, pero sujeta a una triple condición: a) que cada expositor o asistente examinase la nueva modernidad chilena (no su manifestación universal); b) que se refiriese a su propia expe

riencia de los tiempos que corren (no a las abstracciones sin sujeto o a las sin tiempo), y c) que su enfoque tuviese un carácter histórico (no sistémico o funcionalista).

Esa triple condición tenía por objeto forzar a los histo

riadores a pensar la contemporaneidad (de la cual suelen

andarse escapados); a los cientistas sociales a pensar históri

camente (pues sus esquemas teóricos y sus conceptos rígidos

suelen oponerse a 'lo histórico'), y a los actores sociales a to

talizar su mirada y sus proyectos de acción (pues suelen andar

enceguecidos por su particularidad social y cultural). Se in

tentaba con ello sacar a los expositores de sus celdillas y refu

gios habituales, donde, creyendo resolverlo todo desde allí,

no hacen más que incomunicarse (para beneficio de la moder

nización actual).

Los resultados de este ejercicio son los textos que se exponen en esta publicación^. Son 53 exposiciones que deben ser leídas y meditadas, no tanto como artículos, sino como lo que son: 'reflexiones en autenticidad'.

Es de interés consignar que un número significativo de expositores aceptó y aplicó las reglas del juego. Así, se oyó a no pocos historiadores abandonar su erudición do-

'• Se alude a la citada revista Proposiciones # 24.

GABRIEL SALAZAR 21 5

cumental para reflexionar libremente —no sin cierta incomodidad— y en voz alta, frente a todos los asistentes. Y se oyó a numerosos dentistas sociales y aun filósofos manipular sus categorías, habitualmente rígidas, para tejer un desacostumbrado y sinuoso hilo histórico. Los actores sociales que asistieron al compromiso —no llegaron todos los invitados— dejaron oir, por su parte, su peculiar y apasionada manera de salir de sí mismos hacia la totalidad social e histórica. También es de interés dejar registro de que no todos rompieron el metal de sus rutinas, ni abandonaron del todo el bunker de su práctica profesional, y en este sentido, hubo disciplinas enteras (el lector las descubrirá) que permanecieron porfiadamente distantes de la contemporaneidad, de los sujetos sociales de carne y hueso, c incluso de la misma modernidad.

Se podría concluir, al observar el conjunto de los productos obtenidos, que los chilenos no hemos alcanzado todavía un adecuado dominio intelectual y social de los procesos puestos en marcha por la nueva modernización que nos aqueja. Como si nos hallásemos a medio camino de un complicado cambio de paradigma cognitivo; sumidos, como el Cid, en la "terrible estepa castellana" de uno de esos ciclos largos del pensamiento social, del que ("polvo, sudor y hierro") aun no hemos emergido. Como si la nueva modernización hubiese llegado como un proceso bruto, alienante e invasor, sin sellos identificatorios, sin ideas reconocibles, ni memoria social. Como un androide robotizado, sin boca ni ojos ni cabeza, que, por eso, sólo puede ser reconocido después de su irrupción, después de la incomodidad que produce, y dotado de humanidad sólo por la reacción tardía de todos los afectados. Pues se le piensa como si no fuera un proceso de la sociedad nacional, sino de un mundo anónimo: con referencias indirectas al pasado (neo-liberalismo, post-modernidad), con signos que no pertenecen al coló-

2 1 ^ MODERN ¡/ACIÓN Y REFLEXIÓN HISTÓRICO SOCIAL

quio grupa! (lenguaje de la cibernética, según lyotard),

con un realismo que no es histórico (el "virtual"). O sea: se

le piensa con rodeos, desde sus reflejos, sobre su aureola.

Pero no desde sí mismo. Como si no tuviera 'sí mismo'.

Prácticamente, ninguno de los expositores del Seminario se identificó con la nueva modernización, asumiéndola como algo suyo o como un proyecto definitivo. Ninguno de ellos — salvo sospechas poco fundadas— podría ser tildado de "intelectual orgánico" de ella. Ninguno, tampoco, asumió una actitud de ruptura belicista contra ella. La mayoría de los ponencistas se posicionó en tierra de nadie (como si la modernización de marras no existiera), sea porque se refugió en la celdilla neutral de su especialización; sea porque aceptando lo que se desecha no acepta de buena gana lo que se incorpora; sea porque la crítica que se formula no se acopla a una propuesta de alternativa, etc. El peso factual de la modernización introducido por la violencia en 1973 y el éxito de la reactivación macro-económica que se registra desde 1984, parecen frenar, desde un polo y otro, la radicalización de la crítica y la vigorización de la propuesta. Como si el monstruo robótico que se nos instaló encima paralizara el fluir de la sangre sociaJ. Casi todos dieron cuenta del peso muerto de ese robot, pero no revistieron esa sensación con una fuerza discursiva de alta definición histórica frente a él. Como si dudaran de la duda. Por eso, no pocos de ellos optaron por utilizar un lenguaje elíptico, a veces aséptico, a veces humorístico y —en más de un caso— críptico.

El balance global, sin embargo, muestra una marcada tendencia crítica respecto, cuando menos, del triunfalismo neoliberal en Chile. Los historiadores coinciden en que el modelo económico actual no es sino una variante del ya tantas veces probado (y fracasado) modelo primario-exportador. Los economistas coinciden a su vez en que, pese al surgimiento de un nuevo tipo de empresariado y de una nueva

CABRIEL SALAZAR

clase trabajadora (precarista y subcontratada), el potencial de cambio y desarrollo del modelo ya se agotó, que el mercado ya no puede dar más, en términos de 'desarrollo', de lo que hasta aquí ya ha dado, y que, por todo ello, es indispensable levantar a mediano plazo un Estado capaz de "regular" el Mercado.

En este contexto —pensó la mayoría—, los discursos de dominación carecen no sólo de suficiente fuerza reguladora, sino de real capacidad conductora. El Estado carece de legitimidad y de sensibilidad social como para regular el Mercado desde la Sociedad, y para educar a ésta en términos de soberanía. Los medios de comunicación no sólo se han monopolizado, sino que tienden a un mercantilismo de feria y circo, mientras se frena en todas partes el desarrollo de la comunicación popular (sobre todo de las radios y cadenas televisivas de los pobladores). La Iglesia, como para no ser menos, abandona la "opción preferencial por los pobres", para refugiarse en una intimidad pietista, litiirgica y neoconservadora. Así, mientras las funciones superestruc-turales se encierran en sí mismas o se conectan con la estratosfera del mercado mundial o la realidad virtual, la sociedad civil se fragmenta como "archipiélago Gulag" sobre sus identidades locales y de emergencia, desvestida ya de sus viejas identidades colectivas y nacionales. En cuanto a los grupos medios, tan influyentes antaño, deambulan hoy sobre un plano inclinado, entre la Globalidad o la Localidad, entre la pre y la post modernidad, entre la gran metrópoli y el pequeño condominio, con menos conciencia histórica que nunca.

No hay duda que, mayoritariamente, la atención de los expositores se dirigió a los procesos 'comunales' que están viviendo los sectores populares (todos: los obreros, los nuevos artesanos, los indígenas, los pobladores, las mu-

2 1 8 MODERNIZACIÓN Y REFLEXIÓN HISl ÓRICO SOCIAL

jeres, la juventud, los marginales, los drogados, etc.) y a la transición histórica subterránea e intersubjetiva que ellos están experimentando. Como si el verdadero barómetro de la actual modernización estuviese allí, sólo allí, y en ninguna otra parte. Más que en la conciencia de cada uno o en la disciplina científica que se practica. Como si el nuevo intelectual no pensara ya por sí mismo o en compañía de su Ciencia, sino que, sólo, aspirara caminar con, o detrás de, los pobres. Como si la única o última fuerza humanizadora se hubiera ocultado en los pobres, y en la capacidad de ellos para hacer historia.

Y es absolutamente evidente que, en el balance final (que en general resulta crítico y sobre todo irónico respecto a la nueva modernidad), el único proceso cultural y el único actor histórico que concentran lo positivo, el humanismo y la esperanza es —¡qué duda cabe!— el desarrollo asertivo de las mujeres pobladoras. Su reciente, corta, pero efectiva lucha por llegar a ser sujetos históricos en su propio medio, para atravesar con ganancia todos y cada uno de los atolladeros que les interpuso la neo-modernidad, ha sido y es, tal vez, la premisa mayor de las tímidas propuestas solidarias y humanizadoras que laten tras las puertas entornadas del escepticismo chileno sobre esa neo-modernidad. Porque, en contraste con las mujeres de pueblo, el hombre de pueblo está hoy, evidentemente, viviendo una crisis histórica profunda. Sin empleo estable, sin partidos populistas, sin Estado Social-Benefactor, sin referentes revolucionarios en el plano mundial y sin una real Izquierda doméstica, su antiguo estatus histórico parece hoy desmantelado. Tanto, que ya no puede ser el 'buen proveedor' de su familia, como antaño. La nueva modernización lo derribó de sus antiguos pedestales.

GABRIEL SALÁZAR 21 9

Por eso, c o m o balance final, cabría decir que esta nue

va modern izac ión es preciso descifi^arla h i s tó r icamente se

gún las claves que se han encarnado en la mujer de p u e b l o y

en el h o m b r e de pueblo . Los asistentes al Seminar io , de un

m o d o u o t ro , confluyeron en sentir cso^.

Santiago, agosto de 1994

^ Los expositores en el Seminario fueron, sociólogos: Rodrigo Baño, Guillermo Campero, Pablo Cottet, Vicente Espinoza, Mauricio Rodríguez, Augusto Varas y Hernán Víllablanca; economistas: Alvaro Díaz, Patricio García, Fernando Lciva, Cecilia Montero, Osear Muñoz y Luis Soto; historiadores: Alejandra Brito, Sofía Correa, Lorelo Egafia, Manuel Fernández, Joaquín Fermandois, Mario Carees, Edda Gavióla, Sergio Grez, María Angélica luanes, Alfredo Jolcelyn-I lolt, Leonardo León, José Luis Martínez, Leonardo Mazzei, Víctor Hugo Miranda, Luis Ortega, Julio Pinto, Claudio Robles, Patricio Quiroga, Gabriel Salazar, Rene Salinas y Sol Serrano; otros cientistas sociales y filósofos: Miguel Bahamondes, José Bengoa, Fernando Castillo, Eduardo Devés, Gloria Elgueta, Francisca Márquez, Susana Mena, Salomón Magendzo, Víctor Molina, Carlos Ossandón, Loreto Rebolledo, Patricio Rivas, Carlos Ruiz, María Emilia Tijoux y Ximena Valdés. Entre los actores sociales, la tínica expositora que entregó texto escrito fue la pobladora Rosa Quintanilla.

CAPÍTULO VII

DESCENTRALIZACIÓN ADMINISTRATIVA VERSUS SINERGIA SOCIAL-COMUNITARIA:

¿QUÉ PAPEL PARA LA CIENCIA HISTÓRICA?'

El desgarro de las congruencias modernistas

"Todo lo tangible, todas las entidades visibles

han quedado sumergidas en procesos invisibles

y degradadas a funciones de un proceso global"

(Hannah Arendt)

La ' imposición' de la descentralización administrat iva — q u e

ha sido una estrategia de aplicación práct icamente m u n d i a l —

ha provocado por doquier la aparición de 'situaciones inédi

tas' , de confrontación entre un poder centralizado que se ha

abierto hacia la globalización, y una ident idad comuna l que

se resiste de un m o d o u otro a dejarse descentralizar para lue

go dejarse globalizar.

Conferencia inaugural de la VII Jornada Nacional de Historia Regional de Chile, efectuada entre el 22 y el 26 de julio de 1996 en el Departamento de Ciencias Históricas de la Universidad de Chile. Publicada en Departamento de Ciencias Históricas (Ed.): Bases históricas del desarrollo regional de Chile. Actas de la VII Jornada Nacional de Historia Regional de Chile (Santiago, 1996. Universidad de Chile), pp. 13-26. En la presente versión se ha mejorado su estilo expositivo.

2 2 2 ÜESCENrRALIZACIÓN ADMINISTRATIVA VERSUS SINERGIA SOC.

Lo inédito de esas situaciones proviene, en parte, de las sorpresivas decisiones adoptadas por la mayoría de los gobiernos occidentales, desde 1982, de descentralizar administrativamente el Estado, buscando, con cierta desesperación, una salida rápida, radical y expedita a la imparable inflación de costos económicos y políticos que atacó al modo de acumulación fordista (y a sus planificaciones keynesianas, cepalistas, desarrollistas, anti-dependentistas y socialistas) desde mediados de la década de 1970. Salida que significó romper abruptamente con la fuerte tendencia centrípeta y sistémica que se instaló en el mundo tras el término de la II Guerra Mundial y las conferencias de Bretton Woods.

Y proviene también, en parte, de la tendencia opuesta

surgida en las sociedades civiles a no abrirse hacia la globa-

lización propuesta por esas decisiones, sino a replegarse sobre

sí mismas —en un inesperado giro 'fundamentalista'—, en

torno a sus identidades, etnias, creencias y tradiciones comu

nitarias, locales y/o regionales.

Es evidente que las políticas superestructurales de la descentralización, de un lado, y la reacción introvertida de las sociedades civiles, de otro, se movieron en direcciones históricas contrapuestas; hecho que, en cierto modo, vino a desga

rrar la congruencia y consonancia que habían sido característi

cas de la modernidad. Por primera vez en mucho tiempo, las sociedades civiles tienden a no seguir pasivamente tras la ruta marcada por sus clases dirigentes. Y esto ha traído consigo un enorme desafío de gobernabilidad para los flamantes gobiernos neoliberales, los que, tras una larguísima etapa de modernismo macroscópico estructuralizante (desarrollo del Estado burocrático moderno y de la gran empresa fordista), hallaron que no habían acumulado suficiente sapiencia ni manejo histórico sobre sociedades civiles que, desertando de las nuevas macroscopías ofrecidas, se refugiaran en los intrincados vericuetos microscópicos de la historia.

GABRIEL SALAZAR 223

La razón de fondo de ese divortium acquarum parece estar en el hecho de que las clases dirigentes que han intentado implementar su estrategia dual de 'descentralización' con 'globalización', jugaron a la primera no por las virtudes propias de los vericuetos microscópicos de la historia, sino por la necesidad de escapar de los vicios inherentes por naturaleza a las estructuras macroscópicas (las enfermedades i:>! saínales del fordismo) y por el intento (ingenuo) de hacer ate; ir el enorme zeppelin de la globalización neoliberal sobre ' ;upuesta-mente) suave prado de las comunidades íocales y la microscopía de la sociedad civil. £1 hecho de que, durante décadas y aun siglos, la sociedad civil subiera pasiva y pacientemente las ascendentes gradas de la modernidad, hizo creer que el último escalón sería umbién escalado por aquélla, sin resistencia mayor. Asumiendo que la sociedad civil y las comunidades locales eran, o de identidad 'escaladora', o de pasividad infinita, pero en ningún caso fíeles a esos oscuros y arcaicos íundamentalismos microscópicos de la historia.

Las clases dirigentes nei|»liberales están intuyendo ahora, sin embargo, que saben poco o nada sobre esos niveles microscópicos y que, en un momento crucial de sus decisiones, ignoran cómo gobernar o conducir a los ciudadanos que se han refugiado allí. Ante la resistencia encontrada en esas madrigueras, esas clases se hallan, pues, política y teóricamente, desarmadas. Sin racionalidad útil para trabajar con ellas y en conformidad con ellas. £1 desacuerdo y desgarramiento surgido en las tradicionales congruencias de antaño no es, por tanto, un problema menor. Un problema que no es, sólo* político, sino también epistemológico, teórico y atingente al enfoque y los trabajos de la ciencia social. £n rigori es un 'confluí to' social, cultural e histórico de inéditas dimensiones y pit^ yecciones, que no será solucionado echando mano del vi^o repertorio 'moderno' de medios para resolver conflictos (campañas políticas, proyectos de ley, decretos de £sudo, propa-

224 DESCENTULIZACIÓN ADMINISTRATIVA VERSUS SINERGIA SOC.

ganda ideológica, etc.), sino de otros recursos que nadie o muy

pocos barruntan cuáles podrán ser. Es lo que hace de este con

flicto un problema especialmente interesante e importante .

De ahí que el aparente tr iunfo mundia l del neolibe-

ralismo se encuentre empañado por la necesidad de resolver

el problema de cómo mantener una adecuada gobernabil idad

de una masa c iudadana que se está tribalizando, refugiándose

en sí misma y re tomando identidades particulares y locales

que, tras siglos de modern idad , se creían superadas, abando

nadas y vaciadas de poder y sentido.

Detectando el desgarro

El problema anotado ha emergido con nitidez — a u n q u e re

vestido de domest ic idad— en las "evaluaciones de impacto"

que se han aplicado en Chile a las políticas sociales "focalizadas"

y a los proyectos y programas de "desarrollo local" (que son

las opciones de gobierno tendientes a implementar y llenar de

sustancia desarroUista la amplia estrategia nacional de descen

tralización. Esas evaluaciones han registrado la presencia del

desgarro señalado más arriba en diversos tipos de (inespera

dos) resultados o "impactos"; a saber:

a) en los l lamados "rebotes de proyectos";

b) en la aparición no programada de "procesos divergentes", y

c) en sorpresivos "rebasamientos de objetivos".

a) Den t ro de este tipo de impacto cabe citar los diversos p ro

y e c t o s de d e s a r r o l l o l oca l q u e se h a n t r a t a d o de

implementar en San Juan de la Costa; o los proyectos de

educación para niños de extrema pobreza que se funda-

CABRIEL SALAZAR 225

mentaron en la metodología Feuerstein; o bien los programas de capacitación canalizados a través del Instituto Nacional de la Juventud, o de Chile Joven. En todos estos casos, los proyectos de desarrollo local no lograron inyectarse en el torrente sanguíneo, ni social ni cultural, de las redes y organizaciones sociales de la localidad en que se aplicaron. Concluido su "tiempo administrativo" (o sea, la duración del cronograma respectivo) no quedó otra huella visible de la experiencia vivida que el "informe final" de los ejecutores del proyecto, que normalmente se centraron en demostrar el cumplimiento de los "objetivos de cobertura" (a cuántas personas cubrió el proyecto) y el "produc to inmedia to" (los resul tados de fin de cronograma), sin considerar e\ proceso histórico realáe antes y después de aplicado el proyecto en sí. La no incidencia significativa de esos proyectos en estos procesos es lo que se ha llamado "rebote", el cual demuestra que la lógica de descentralización que respalda la gestación y ejecución de esos proyectos es, en el fondo, externa a los procesos locales. La opción política por lo local sigue siendo, por esto, centralista, mientras que lo local demuestra tener una especificidad social y cultural refractaria a todo lo que no respete el contenido de ella, y a todo desarrollo que no dimane de ella misma.

b) Dentro del segundo tipo de impacto cabe citar el costoso

programa denominado Todos Juntos, que, según se cree,

es hasta ahora el más participativo de los programas desti

nados a capacitar jóvenes y adultos para la anunciada

"autogestión ciudadana" del desarrollo local. Diversas eva

luaciones cualitativas (basadas en el testimonio de los pro

pios "beneficiarios") revelan que, en muchos casos, este

programa ha gatillado el desarrollo de procesos locales dis

tintos a los previstos, que han resultado de la crítica que

esos beneficiarios han hecho al programa en sí o a la for-

2 2 6 DESCENTRAUZACIÓN ADMINISTRATIVA VERSUS SINERGIA SOC.

ma de implenientación del mismo. Es decir: los "beneficiarios" han tendido a menudo a utilizar el espacio y los recursos de un programa de desarrollo como tribuna abierta

para criticar el programa y las políticas centrales que lo respaldan y decidir hacer 'otra cosa. Esta tendencia revela no sólo la especificidad social y cultural de lo local, sino, también, su autonomía de pensamiento y acción en cuestiones de política ylo método.

c) Dentro del tercer tipo de impacto pueden clasificarse los programas de construcción de viviendas básicas con participación de los comités de vivienda involucrados. Un caso notable de este tipo de impacto se registró en la comuna de Pudahuel, donde los arquitectos e ingenieros de la obra observaron que las metas del plan de construcción (que incluía ítems de costo y cronogramas predefinidos) habían sido significativamente superadas al calcular el peso que en ello había tenido la variable ^Cooperación de la comunidad locaF. No sólo el costo final fue significativamente inferior, sino también el plazo de entrega de la obra. La intervención de la comunidad en el plan de ejecución de loas consrrucciones puso en juego un factor sinérgico tal que superó los rendimientos normales de la fuerza laboral y de sus capataces y técnicos respectivos. ¿Cómo era posible que un conglomerado social definido por sus carencias y necesidades se transformara en un factor productivo organizado y eficiente hasta 'ese' punto? ¿Y por qué esa misma sinergia no se movilizaba para otro tipo de programas de desarrollo? ¿Cuándo se integraba y actuaba y cuándo permanecía dispersa e inactiva?

La evaluación conjunto de estos y de otros tipos de "impacto" revelan, pues, la existencia de núcleos micro-sociales o micro-culturales duros, que resisten, rodean o reciclan la in-

(GABRIEL SALAZAR ' 7

tervención de los poderes externos (o centrales) que intentan focalizar sus políticas en el seno de lo que son esos nii-cleos. Aun cuando esas políticas llegan anunciadas como de "beneficio" para los actores sociales. ¿Dónde está el error? ¿En el beneficio mismo que se intenta entregar, o en el método —pretendidamente ajustado a la identidad local y a su sentido de la participación— con que se entregan? ¿Se trata de un déficit de 'eficiencia' o un déficit de 'legitimidad'? De cualquier modo, es notable que esos núcleos duros no son aquellos que han sido organizados explícitamente para resistir (no son agrupaciones políticas), sino, precisamente, aquellas redes y organizaciones sociales que son propias de la comuni

dad local. Es decir: las formas asociativas que reflejan la vida cotidiana. Aquellas que, por eso mismo, más y mejor recogen la identidad local.

Surge, en consecuencia, la duda de si el problema tiene que ver con el carácter técnico de las políticas sociales focalizadas del régimen neoliberal, o tiene que ver con la validez y legitimidad profunda del modelo neoliberal en sí. La reiterada repetición de esos tipos de impacto sugiere la hipótesis de que no se trata de un problema meramente técnico que no se ha podido corregir en un lustro o en una década, sino, más bien, de un problema de validez y legitimidad del modelo en su conjunto. Pues el problema no es sólo nacional, sino mundial. El conflicto surgido en el 'desgarro' descrito más arriba es suficientemente complejo como para que los líderes y técnicos de ese modelo se reúnan periódicamente a nivel mundia l —los problemas p lan teados por la globalización neoliberal no se discuten en los parlamentos nacionales sino en las "cumbres mundiales"— para tratar de diagnosticarlos y resolverlos, como lo demuestran los encuentros recientes realizados en Copenhague (1995) y en Davos e Istanbul (1996). La colisión entre las políticas de descentralización que bajan desde 'lo macro' y los núcleos de identidad

228 DESCENrRAUZACIÓN ADMINISTRATIVA VERSUS SINERGIA SOC.

que se atrincheran en 'lo micro' es, tal vez, sordo y soterrado, pero con capacidad de poner en alerta todos los sismógrafos teóricos y políticos del mundo.

De bifurcaciones y debates de nuevo tipo

.Se ha hecho progresivamente evidente que la naturaleza social, cultural e histórica de 'lo local' es, por el momento, una incógnita teórica y, sobre todo, política. Un indócil fantasma del pasado que parece obedecer sólo a su inherencia. Y que, desde allí, amaga diversas zonas de la sociedad, produciendo, aquí, apatía política; allá, diversos tipos de tribus urbanas; acá, expresiones culturales nuevas e irreductibles; acullá, permanencia de actitudes y formas asociativas pre-modernas, etc. Y no se trata de un núcleo social rígido, arcaico, petrificado prehistóricamente en el fondo de las comunidades locales, sino de un ubicuo plasma cultural vivo, enraizado como hiedra en el pasado y volando como polen en el presente, fertilizado de un rincón a otro por densas redes de incesante circulación oral directa, de cara a cara. Como sugiriendo que, en el hemisferio profundo de la sociedad civil, la vida social es más fluyente y viva que la política, y menos externa y mecánica que el poder central.

Con todo, el fantasma de lo local es considerado en los poderes centrales como un obstáculo susceptible de ser superado con un adecuado afinamiento tecnocrático de la gran política de desarrollo local. Después de todo —se piensa— , el problema no puede ser otra cosa que un déficit de eficiencia en la aplicación de esa gran política; que, por tanto, puede y deber ser superado por medios tecnocráticos más sofisticados y de mayor impacto democrático en la pobla-

GABRIEL SALAZAR 2 2 9

ción. La premisa mayor de esta gran polí t ica — q u e no p u e

de ser modif icada bajo n i n g u n a c i rcuns tanc ia— es el deber

del Estado de man tene r discipl inada la sociedad civil bajo

un régimen de gobernabi l idad y un modern izado estado de

derecho.

D o n d e no se percibe ese fantasma de igual m o d o es en

el ambien te mi smo del trabajo de terreno. Los profesionales

que ejecutan en las mismas localidades la gran polí t ica de

descentral ización t ienen la impresión de que el p r o b l e m a

no es p u r a m e n t e técnico ni metodológ ico , sino relativo a

los 'fines' que i m p o n e el s istema d o m i n a n t e y a los 'fines'

que persiguen los actores envuel tos en la porfiada iden t idad

local. N o se t ratar ía , en consecuencia , de un déficit de efi

ciencia burocrá t ica s ino de un conflicto de sentidos y fines

que , en lilt ima instancia, es de naturaleza his tórica y pol í t i

ca. De m o d o que lo que desde el Estado se ve como núcleos

'duros ' que resisten las políticas estatales, desde el te r reno

mi smo se ven c o m o 'proyecciones ' de la iden t idad social,

cuyo despliegue legí t imo se ve obstacul izado por las accio

nes implementadas por los poderes 'externos ' .

Esta doble percepción de lo local ha provocado la emer

gencia de procesos bifurcantes y cont rapues tos de investiga

ción (unos regidos por la razón tecnocrát ica y otros regidos

por la razón histórico-social) , que , sin embargo , confluyen

y se encuen t ran en el seno de la misma realidad: las redes

sociales de la c o m u n i d a d local. Así, de un lado, el Banco

M u n d i a l — q u e ha l iderado el d i seño , la apl icac ión y el

f i n a n c i a m i e n t o d e las p o l í t i c a s d e d e s a r r o l l o s o c i a l

foca l izado— ha dir igido su l ínea de investigación hacia los

m í d e o s duros de la realidad local, a efecto de utilizar su

sinergia in te rna (lo que l lama "capital social") c o m o un fetc-

tor asociado a la tecnología de las políticas focalizadas, a efecto

de aumen ta r la eficiencia y d i sminu i r los costos de estas til-

2 3 0 DESCENTRA[jyM:iÓN ADMINISTRATIVA VERSUS SINERGIA SOC.

t i m a s ' . De otro lado, dirigentes de organizaciones sociales

y profesionales ' todo terreno ' se esfuerzan, a su vez, por con

seguir — m e d i a n t e investigaciones de corto aliento y talleres

de capaci tación— el pleno desenvolvimiento a u t ó n o m o de

las identidades específicas que han detectado en los actores y

las redes locales; l ínea de t rabajo que , i n d u d a b l e m e n t e ,

colisiona históricamente con las políticas del Banco Mundia l

(tienen 'sentidos' con t rapues tos ) ' .

Desde los lados opuestos de una misma 'situación inédi

ta han surgido, pues, dos procesos contrapuestos de produc

ción cognitiva que, a su vez, avalan procesos históricos de

sentidos contrarios. Se trata, en cierto m o d o , de un debate

teórico referido a cómo tratar el desarrollo histórico de la si

nergia comuni ta r ia en la coyuntura actual. Pero es un debate

que no se oponen un paradigma tradicional contra otro más

moderno (como ocurrió en los debates del pasado), o el clási

co posit ivismo científico contra las nuevas tendencias marca

das por las metodologías "cualitativas", pues ambas corrien

tes compar ten el mismo paradigma cualitativo. Ambas están

en el lado 'de acá' del reciente cambio de los paradigmas del

conocimiento . Y para ambas corrientes la verificación de la

línea 'correcta' no puede darse sino en los respectivos impac

tos en el terreno. Es un debate que se di r ime en los resultados

'• C. Moser: "Confronting Crisis: A Summary of Household Responses to Poverty and Vulnerability in Four Poor Urban Communities", en World Bank (Ed.): Studies & Monographies Series (Washington, 1996. World Bank), # 7. Vcr también de A.M.Ezcurra: "Banco Mundial y Fondos Sociales en América Latina", en Ideas. Documento de Trabajo (Buenos Aires, 1996).

^ S. Verter: "Movilización de recursos: el desarrollo de base como empresa social", en Desarrollo de Base 19:22 (Arlington, 1995. lAF). Ver también de E.Valenzuela: "El miedo pre-moderno a los gobiernos comunales", en La Época, lunes 24 de junio de 1996, p. 8.

GABRIEL SALAZAR 231

concretos, no en la confi-ontación puramente teórica. En otras palabras, la 'verdad' se juega más en el mismo proceso histórico que en las formalidades lógicas o epistemológicas de la academia. Y depende, por cierto, de la dirección que asuman por sí mismos los sujetos sociales de carne y hueso que están involucrados en el impasse.

Evidentemente, el desafío que plantea el 'fantasma' de lo local exige, pues, no sólo reflexionar acerca del futuro de las políticas de descentralización y del modelo neoliberal que las respalda, s ino, t ambién , acerca de cómo ajustar orgánicamente las ciencias sociales (ciencia histórica incluida) a las demandas que surgen de los procesos sociales e históricos de nuestra contemporaneidad.

Las "tradiciones cívicas"

Robert D. Putnam, un cientista social especializado en el estudio de redes sociales, publicó en 199.3 un libro de gran impacto en relación al debate arriba esbozado. Trabajando con un enfoque interdisciplinario, Putnam investigó la historia y la consistencia interna de las comunidades locales italianas y cómo ellas se comportaron frente a las políticas de descentralización aplicadas por el Gobierno de Italia desde la década de 1970. Al estudiar esas comunidades, detectó la presencia de núcleos sinérgicos internos que él denominó "tradiciones cívicas". Estas tradiciones estaban constituidas por una consistente memoria social y cultural referida a hechos realizados en el pasado por la comunidad, la misma que en el presente se manifestaba en una fuerte identidad local y en una serie de redes y formas asociativas de carácter horizontal, con definidas tendencias a la acción. Se trataba de un poder

2 3 2 DESCENTRAUZACIÓN ADMINISTRATIVA VERSUS SINERGIA SOC.

sinérgico con potencialidad de despliegue en varias direccio

nes. R.Putnam pudo comprobar que, donde esas tradiciones

eran fuertes y desarrolladas, y donde las políticas de descentra

lización se acoplaron a esas tradiciones para trabajar en línea

con su despliegue sinérgico, el resultado de esas políticas fue

invariablemente exitoso. Por el contrario, donde esas tradicio

nes eran débiles y primaban en cambio formas asociativas je

rárquicas y verticales (clientelismo, patronazgo, formalismo

representativo, etc.) la aplicación de las políticas de descentra

lización dieron resultados negativos. Lo mismo en aquellos lu

gares donde ellas no se acoplaron a las tradiciones cívicas allí

existentes. Al observar estos hechos, D .Pu tnam concluyó:

"Aunque nosotros estamos acostumbrados a pensar que el

Estado y el Mercado son los mecanismos únicos y alterna

tivos para resolver los problemas sociales, la historia su

giere que ambos, tanto estados como mercados, sólo ope

ran con eficiencia óptima en sociedades cívicamente desa

rrolladas"^.

Si lo que R . D . P u t n a m concluye para el caso de Italia

t iene validez general, entonces cabe plantear una serie de

interrogantes de cierta relevancia. Por ejemplo: ¿cómo se de

sarrollan las tradiciones cívicas de una sociedad? ¿Cómo se

puede generar el desarrollo cívico? ¿Es una tarea a realizar por

el Estado, a esperar que la produzca el Mercado, o es un pro

ceso a consumar por parte de los propios ciudadanos? Si es

una tarea de c iudadanos — c o m o parece ser la respuesta natu

ra l— ¿deben considerarse las políticas 'autorreferentes' del

E^stado y el Mercado (las que protegen y aseguran su repro

ducción) como un obstáculo impor tan te para el desarrollo

cívico de la Sociedad? En este sentido ¿a qué apun tan verda-

R.D.Putnam: Making Democracy Work: Civic Traditions in Modern Italy (Princeton, N.J., 1993), p.181. Las negritas son nuestras.

GABRIEL SALAZAR 2 3 3

deramente las políticas neoliberales de descentralización del

Estado y centralización del Mercado? ¿Se p roponen desarro

llar la sociedad civil conforme la lógica a u t ó n o m a y soberana

de las ' tradiciones cívicas', o, más bien, adaptarla como una

pre-condición del éxito de políticas que en úl t ima instancia

son Mercado-Estado referentes?

En este p u n t o cabe in t roducir todavía otros elementos

en el análisis. Cabe citar, por ejemplo, la caracterización de

poder social que propuso Hannah Arendt. C o m o se sabe, para

e l l a , t o d o poder legítimo, s in e x c e p c i ó n , s u r g e de la

asociaiividad humana (del "estar juntos") y desaparece o pier

de su legit imidad si los hombres y mujeres se disocian y dis

persan. El poder legítimo permanece cons tan temente al inte

rior de la comun idad , y desde allí se expresa en acciones y

ejercicios de poder, para retornar, una y otra vez, a su misma

fuente^.

Se deriva que la tradición cívica, si se ha formado y di

mana del interior de una comunidad , es un poder social que

t iene mayor legitimidad y validez histórica que los civismos

'sistémicos', pu ramente representativos, normativos o legales

(como los del Estado) o que los encarnados en 'éxitos' pura

mente materiales y coyunturales (como los del Mercado) . Y

esto es así, cuando menos , en el ámbi to teórico y valórico de

los significados y las legitimidades del poder c iudadano. En

los hechos, sin embargo, la situación revela que , en muchos

casos, el poder sinérgico y cívico de las comunidades locales

se halla en una situación larvada de mera potencial idad, de

sofocación, cuando no de opresión. Y esto hace necesario 'tra

tarla' científica, educativa y pol í t icamente , para que salga de

ese estado y se desarrolle p lenamente como las tradiciones

' H.Arendt; La condición humana (Barcelona, 1993), pp- 222 et seq.

2 3 4 ÜESCENTRALIZACIÓN ADMINISTRATIVA VERSUS SINERGIA SOC.

cívicas detectadas por R.D.Putnam. Pues, sin su desarrollo, ni el Estado ni el Mercado tendrán éxito en la implementación de sus políticas, situándose más bien como obstáculos u opresores de ese desarrollo.

Y una conclusión adicional —de no menos significación— es que, ranto en el proceso de formación de las tradiciones cívicas como en el de su liberación y desarrollo a partir de su estado actual, la historicidad SLpiLrece como una dimensión central (sea como memoria, sea como proceso, sea como proyecto) , lo cual revela que, den t ro del enfoque interdisciplinario que requiere el 'tratamiento' de esas tradiciones, el papel que puede y debe desempeñar allí la Historia es, sin duda, de carácter estratégico.

¿Rompiendo el eje de la historicidad?

Es evidente que en 'lo local' se articulan —dentro de una densidad social y cultural más bien elevada— corpúsculos institucionales simples (clubes, iglesias, colegios, etc.), redes sociales chatas pero extensas (raperos, ligas deportivas, cofradías religiosas, etc.) y procesos históricos de rodaje lento pero data remota. El conjunto ofrece una realidad social de fuerte consistencia cultural, de asociatividad orgánica, de funcionamiento fluido y sinergia en aparente reposo.

El punto neurálgico de esa articulación parece radicar

en la intersección entre las redes sociales extensas y el proceso

histórico lento. Pues, de un lado, lo que la comunidad 'es' en

términos de identidad, no es más que lo que ha 'llegado a ser'

en términos de esfuerzo propio. La asociatividad 'comulga'

en la memoria colectiva y ésta 'consiste' en el recuerdo del

proceso por el cual la comunidad se auto-produjo como tal.

GABRIEL SALAZAR 235

Los factores externos o superestructurales (como el Estado y

el Mercado) , normalmente , no se perciben aquí c o m o los ges

tores sociales de ese proceso (aunque lo hayan de te rminado

es t ructura lmente) , puesto que lo que se archiva en la m e m o

ria social en términos de ident idad es sobre todo lo que se

hizo y se hace (acción) más que el todo contextual que co-

de te rminó los resultados. En la memor ia social (popular) ni

el Estado ni el Mercado aparecen como factores internos o

gestores directos de ident idad, sino, más bien, c o m o factores

externos, obstáculos o, a lo más, como fuerzas suplementa

rias coadyuvantes del esfuerzo propio. En cambio , la lucha,

los éxitos parciales, los fracasos, los intentos y los errores, los

éxitos y los logros subjetivos e intersubjetivos se sienten, due

len y se gozan, se lloran y se celebran. Y por todo eso, copan,

pr imero que nada, la memor ia social. Por esto mismo , una

comun idad local que ha logrado producirse exi tosamente a sí

misma, no sólo consolida una memor ia fuerte, sino una ca

pacidad de logro eficiente, que le da seguridad en sí misma y

sent ido de soberanía. El prestigio de las conductas pretéritas

es el cordón umbilical que a l imenta las tradiciones cívicas

descubiertas por R . D . P u t n a m y, también, las conductas que

pueden 'producir ' el futuro. La historicidad inherente a esas

tradiciones cruza rauda, por eso, desde el pasado más remo

to, consol idando el presente y preanunciado el futuro.

"Es frecuente encontrar en el discurso de los actores del

desarrollo local referencias relevantes al pasado. Cuando

se explica un proceso, aparecen nombres de personas, de

asociaciones o instituciones que ya no existe, pero que son

consideradas piezas claves en toda tentativa explicativa.

No recuerdan los hechos para archivarlos... no se buscan

vestigios del pasado como lo haría un historiador, tampo

co se trata de un retorno nostálgico a las raíces. En estas

referencias, el pasado aparece estrechamente ligado al pre

sente. Las personas e instituciones que se mencionan están

236 DESCENTRALIZACIÓN ADMINISTRA TIVA VERSUS SINERGIA SOC.

'vivas' hoy en el mismo proceso que contribuyeron a gene

rar. El pasado, el presente y el futuro no forman más que

una sola realidad de desarrollo"^.

La preponderancia que el t iempo presente (como t iem

po detenido) puede tener en las acti tudes de la comun idad

local se explica, aparentemente , por el nivel de suficiencia (que

es una categoría cultural , no económica, respecto a la 'efi

ciencia' de un modo de vida) que ella ha alcanzado en cuanto

a resolver por sí misma, en un mín imo aceptable, el proble

ma de las necesidades inherentes al desenvolvimiento de su

vida cotidiana. Es claro que esa 'suficiencia' no está definida

por la voluntad 'futurista' de producir ciclos de desarrollo

acumulat ivo o de modernización sostenida, tal, que esa vo

luntad rompa, sobrepase y redefina la ident idad que se des

prende de la memor ia y la tradición cívicas. La vida cot idiana

de una comun idad 'con' tradición cívica t iende a reposar so

bre la memor ia de esa tradición, lo cual se t raduce en un rit

mo de vida lento , más bien rut inario y cíclico, pero que está

cargado de densidad cultural identitaria. Muy dist into sería

el r i tmo si esa comunidad fuera forzada, por la intervención

de factores externos (como las políticas de desarrollo focalizado

del modelo neoliberal, por ejemplo), no a 'reposar' sobre su

memor ia colectiva, sino a 'cabalgar' sobre una presionada y

artificial voluntad futurista.

Lo normal en una comunidad 'con' tradición cívica es

que su historicidad, por tan to , se defina por un fuerte eje

pasado-presente, donde el futuro es const ru ido en gran parte

por la misma fuerza de ese eje, y donde la 'voluntad de futu

ro' no podrá desarrollarse sino como expresión del consenso

colectivo (la exigencia de 'consenso' deriva de la misma fuerza

' 'J. Arocena: El desarrollo local: un desafio contemporáneo (Caracas, 1995. CLAEH), p. 24.

GABRIEL SALAZAR 2 3 7

sinérgica de la ident idad común) . Estas características son las

que consri tuyen, en una comunidad con tradición cívica, su

sentido de au tonomía y soberanía, como también su capaci

d a d de res i s tenc ia a los factores ex te rnos q u e i n t e n t a n

intervenirla. Los estudiosos de lo local son conscientes de esta

resistente complej idad:

"Debemos avanzar en definir qué buscamos designar por

espacio y realidad locales, en reconstituirlos en su mate

rialidad interna, en sus flujos, en sus componentes, en sus

subjetividades y en sus historias... para entender los pro

cesos constituyentes de su dinámica"'.

Se comprende que , sobre tal conglomerado ident i tar io ,

las i n s t i t u c i o n e s y los p royec tos de ace le rada v o l u n t a d

modernizadora no pueden aclimatarse ni prosperar, a menos

que hayan sido 'criados' dent ro de esa matriz conglomeral .

En lo local, la organicidad identitaria (social y cultural) que

se exige a las políticas centralistas de desarrollo es alta, y son

condiciones sine qua non. Por esto mismo, los 'corpúsculos

insti tucionales ' de lo local (iglesias, clubes, escuelas, etc.) se

definen por su simplicidad funcional y su alta corresponden

cia con los r i tmos de la vida cotidiana, y no por su diferencia

ción funcional, su jerarquía administrat iva, su planificación

estratégica y su evaluación por cober tura e ítem de costo. Por

la misma razón, el sistema inst i tucional centralizado (aunque

se presente como 'descentralizado') es de inserción precaria,

externa, o propio de una elite burocrática exógena. El hecho

de que esa elite burocrát ica sea t ra tada con rango de "autori

dad" y se le conceda sitio de h o n o r en las asambleas comuni

tarias, no prueba su organicidad con lo local, sino todo lo

contrar io.

^ R.González: Espacio local, sociedad y desarrollo (Santiago, 1994. PET), p. 93.

2 3 8 DESCHNTRAIIZACIÓN ADMINISTRATIVA VERSUS SINERGIA SOC.

Las políticas de desarrollo que están concebidas según los parámetros estadísticos de la Nación y conforme los objetivos estratégicos de la Globalidad desconectan las comunida

des locales del cordón umbilical que las une con un pasado local

conocido y satisfactorio, para sumirlas, a cambio, en un futuro hipotético desconocido que no produce satisfacción sino inseguridad. Y que no descansa en certezas, sino en promesas de poderes ajenos. Así, se tiende a reemplazar la estabilidad identitaria por una inestabilidad que puede llegar a ser caótica. La identidad, si descansa sobre un presente que a su vez reposa sobre un pasado satisfactorio, se despliega con asertividad; pero si descansa sobre un presente que a su vez se apoya en un futuro incierto, lo más probable es que despliegue conductas inseguras y aleatorias. Es evidente que el resultado histórico de tales políticas es la descomposición de la comunidad y la agonía de sus tradiciones cívicas. En líltima instancia, es la desarticulación de su historicidad.

Las tradiciones cívicas, en tanto definidas por un pasado de realizaciones exitosas o, al menos, satisfactorias, constituyen un recurso o capital social y cultural de difícil (o cuando menos, larga) construcción. Lo mismo que los alerces del sur de Chile, es fácil derribarlas en función de una drástica voluntad de futuro, pero es muy difícil construirlas históricamente y aun más difícil reconstruirlas políticamente. Las políticas de modern idad y las de descentral ización (o "globalización", que es lo mismo) se aplican a veces, simplemente, como bulldozers que se envían a talar las tradiciones cívicas de los pueblos, produciendo una erosión tal en la sociedad civil, que ésta puede perder, con ese talaje, no sólo su identidad cultural, sino su misma soberanía. Es cierto que algunos funcionarios de la descentralización han comprendido la 'erosión' que han desencadenado en las comunidades locales, y están tratando de utilizar la misma maquinaria del talaje como medio para "reforestar" la sociedad civil, inyec-

CAHRIEL SALAZAR 2 3 9

lando en ella, en vez de sus tradiciones 'suficientes', las inquie-i.i.s tradiciones de la 'eficiencia' globalizada. Y es en fijnción de esta política de reforestación que convocan a la "participación t iudadana" en las políticas de desarrollo local. El problema es si tal inyección podrá levantar un bosque de alerces en un plazo (corto) definido por la política y no por la historia.

"Dos décadas puede ser tiempo suficiente para detectar el

impacto de alguna reforma institucional sobre las con

ductas políticas, pero no para rastrear sus efectos sobre los

patrones más profundos de la cultura y la estructura so

ciales. .. Construir capital social no será fácil, pero es la

clave para el éxito real de la democracia"^.

La triple demanda por la Historia

Asumir el pasado en tanto que pasado (es decir: como catego

ría historiográfica) no es lo mismo que asumirlo en tanto que

pasado de presente (es decir: como categoría de la identidad

viva), y tampoco es lo mismo asumir el pasado vivo de una

comunidad local como parte del pasado que se integra en el

concepto político de Nación. El pasado como dato científico y el

pasado como connotación de concepto político no son, como

el pasado de una identidad viva, factores sinérgicos producto

res de identidad (presente), y de acción y movimiento (futu

ro). Aquellos pasados pueden tener sentido lógico y discursivo,

pero no, como el segundo, en sentido vital, historicidad.

Si se acepta lo anterior, se comprenderá también por qué todos los estudiosos profesionales que trabajan en el desarrollo de 'lo local' concuerdan en que, para descifrar y propulsar

R.D.Putnam, op.cit., pp. 184-185.

2 4 0 DESCENTRAUZAC/ÓN ADMINISTRATIVA VERSUS SINERGIA SOC.

los factores y claves dinámicas de ese t ipo de desarrollo, es

indispensable el concurso activo y comprometido de la Ciencia

Histórica. Concuerdan en ello, por ejemplo, los propios acto

res locales, que necesitan reencontrarse con su pasado y re

afirmar per iódicamente sus identidades históricas y tradicio

nes culturales. En la coyuntura actual, que se caracteriza por

una penet rante llegada intervencionista de los poderes cen

trales y globales, esos actores sienten que se está cuest ionan

do su eje pasado-presente, lo que los obliga a reconsiderar su

p a s a d o , a c o n v e r s a r l o , e s c r i b i r l o , r e p a s a r l o e i n c l u s o

sistematizarlo. ¿Para qué? Para reafirmar una ident idad que

los nuevos proyectos pretenden negar y reemplazar por otra

nueva que no tiene pasado. O para 'negociar' la integración de

los elementos identitarios externos o desconocidos que se pro

mueve desde arriba y desde fijera. Y en todo caso, para no ser

cul tura lmente anonadados por la gran marea globalizadora

que se descuelga por los tentáculos de la descentralización.

También concuerdan en que la Historia se haga presen

te los mismos diseñadores y ejecutores de las políticas de de

sarrollo local (o de globalización descentralizada), precisamen

te porque necesitan descifrar las claves culturales de lo local

— q u e hasta ahora ha hecho rebotar sus proyectos de desarro

l lo— a fin de aumenta r la eficiencia de sus políticas y bajar el

costo de sus inversiones. C o n o c i e n d o las conclusiones de

R .D .Pu tnam, los estrategos de la descentralización han com

prendido que , para vencer la 'resistencia' de lo local, no cabe

otra cosa sino tomar posesión de la esencia ín t ima de lo local,

para sumar su recóndita sinergia a la 'ejecución participativa

de las políticas sociales que bajan del sistema nacional.

N o son los únicos. También demandan el concurso de

la Historia los dirigentes sociales, los educadores populares y

los estudiosos del problema que, cons ta tando el fracaso re

lativo de la estrategia globalizadora del desarrollo local y la

GABRIEL SALAZAR 241

sorprendente 'resistencia' a la misma por parte de las comu

nidades locales, han llegado a la conclusión de que se debe

trabajar desde las propias identidades y sinergia locales, no

para afianzar en la base el modelo neoliberal globalizado, sino

para, desde allí, y en línea con su historicidad viva, se activen

procesos y movimientos sociales tendientes a reconstruir el Esta

do, el Mercado, y la misma Sociedad Global

Las demandas para que la Historia se involucre están,

pues, planteadas. Se trata de un triple desafío, que exige una

tr iple respuesta. Y un compromiso , sin duda , conflictivo.

Analicemos el problema.

7

La Historia: función social con responsabilidad histórica

En pr imer lugar, es evidente que el triple desafío pone a la

Historia en la disyuntiva de, o bien adaptarse a la demanda

cultural específica que brota de los procesos históricos actua

les en Chile ( incrementando con ello su vigencia social), o

bien mantenerse adher ida a los patrones clásicos de la ciencia

pura (debil i tando aun más esa vigencia).

La disyuntiva, c laramente, amaga y pone en juego su

tradicional y cómodo emplazamiento epistemológico: esa ata

laya supra-histórica y trans-subjetiva donde se afinca el ojo

incon taminado de Í o científico', el pr isma frío de i o objeti

vo' y la majestad inmóvil de i a ' verdad. Desde d on de no se

oyen y no se a t ienden los gritos cont ingentes que reclaman

teoría, ciencia o verdades útiles, que surgen a borbotones del

bajo fondo h u m a n o de la historicidad. La Histor ia , modela

da por la et iqueta formal de esa atalaya, no ha admi t ido con-

2 4 2 DESCENTRALIZACIÓN ADMINISTRATIVA VERSUS SINERGIA SOC.

vivir en un mismo callejón temporal con los convulsos even

tos donde se juega la vida, cada día, la historicidad social. La

historicidad del presente y del fragor cot idiano nunca ha sido

aceptada por la Historia Académica como la ecología o el

ambiente epistemológico 'apropiado' para hacer ciencia. Por

eso, ella recomienda tomar una saludable distancia gnoseológica

respecto de ese presente y de los sujetos que revuelcan su

historicidad en él. La Historia —dice ella misma— no debe

trabajar allí, sino más atrás. Muy atrás. Pues debe estar lejos

para esperar que esa historia caliente se enfríe, cristalice, y que

sus gritos de angustia, ignorancia e incomprensión se acallen.

Sólo cuando la historicidad muere entre los escombros de la vida

los historiadores pueden escarbar e inspeccionar lo que quede

de ella. Si la Historia depende sólo y exclusivamente de 'sus'

decisiones formales y de 'sus' ecologías asépticas y objetivas,

entonces la historicidad viva no puede esperar de ella ninguna

colaboración: lo prohiben sus estatutos.

La cuestión es, sin embargo: la Historia ¿depende sólo

de sí misma? ¿Existe sólo como tal, en sí misma y por sí mis

ma? ¿O es um función social con responsabilidad histórica que

responde y debe responder a los requerimientos específicos

que recaen sobre ella? ¿Es una función cognitiva interna o

externa al desenvolvimiento vivo de la historicidad? Lo que

es claro, en todo caso, es que las urgencias y dilemas que plan

tea actualmente el desarrollo local (que a su vez consti tuye la

condición de éxito del desarrollo global) requieren de un tri

ple enfoque historiológico de la historicidad concreta y espe

cífica que cont iene 'lo local'. Y probablemente ha llegado el

t iempo de que la Ciencia Histórica sea concebida, también,

como una ciencia con responsabilidad social e histórica y como

una ciencia aplicada. El desafío, pues, no es menor.

En segundo lugar, si la Historia responde a las deman

das cognitivas que la acosan desde el presente, deberá asumir

GABRIEL SAL ¿Ai

el pasado ya no como una realidad objetivada y cosificada (muerta), sino como una realidad en permanente subjetivación y rehumanización (viva). Es decir: deberá asumirlo como una realidad que no sólo se muestra en 'hechos cerrados', sino también, y sobre todo, en 'procesos abiertos'; no como una estática o estratigrafía sedimentante (hacia atrás), sino como una dinámica morfologizante (hacia delante). Debería convertirse entonces en la ciencia de! 'movimiento', que es la única dimensión que le permite tratar la historicidad en toda su lon

gitud (pasado-presente-futuro) y no recortada y reducida a su segmento pretérito. Eso implica asumir a los sujetos sociales como un proceso en el que, incesantemente, se auto-constru

yen en hechos, y no como una capacidad objetiva de los hechos para construir a los sujetos. Si la Historia asume los sujetos de ese modo, entonces la historicidad será asumida como un proceso de humanización y liberación, y no como uno de incesante enajenación.

En tercer lugar, si la Historia asume su responsabilidad social e histórica, le implicará utilizar, también, otro tipo de fuentes y testimonios: no sólo la documentación pública que dejan tras sí el Estado, la Iglesia o el Mercado, sino también los que provienen más o menos directamente de la vida social, subjetiva e intersubjetiva, y, por cierto, de la memoria colectiva. Las fuentes del 'movimiento' son, normalmente: la acción misma, las actitudes, la asociatividad, los testimonios orales o escritos, la gestualidad, los significados, el arte, la cultura viva y, por cierto, el movimiento en sí (que se prueba a sí mismo). Las fuentes del movimiento no son otras que los circuitos orales y gestuales que configuran la red interna del mismo. Que configuran los paneles de su memoria y los impulsos de su accionar. Son fuentes, por lo mismo, que pierden su calidad de tal sin son extraídas de ese movimiento y de esa interioridad. Si se las extirpa de allí para darle el tratamiento metodológico equivalente a un 'resto material', no

244 DESCENTRÁLI/AaÓN ADMINISTRATIVA VERSUS SINERGIA SOC.

podrá aprehenderse entonces su sentido de verdad, que es la identidad viva y la acción.

En cuarto lugar, si la Historia trabaja con las fuentes internas del 'movimiento', deberá trabajar con premisas generales o referentes teóricos distintos a los que ha utilizado para interpretar el sentido global del pasado (inmóvil). La gran teoría, deducida de los conceptos filosóficos o construida para dar un sentido a las grandes estructuras de la modernidad (modos de producción. Estado, Iglesias, etc.), tiene poca aplicación directa a nivel local, donde lo que realmente está en juego son proyectos individuales (subjetivos) de vida, grupales o comunitarios (inter-subjetivos) o, incluso regionales, para los que el verdadero marco que da sentido a sus procesos históricos es la construcción de identidad y la producción de realidad circundante, y no las esferas transubjetivas que, más bien, obstruyen, oprimen o destruyen ese sentido. La verdad, aquí, está asociada a ese marco de sentido, y ella no se prueba por generalizaciones lógicamente impecables o demostraciones rigurosas de su objetividad, sino por la capacidad social de imaginarla, realizarla y sostenerla. A como dé lugar. Con el favor o el disfavor de las grandes estructuras institucionales de la Nación o la Globalidad. Aunque para ello haya que renunciar a la racionalidad, la formalidad, lo político y al 'orden público' de la sociedad global. Aquí, la verdad que da sentido a los procesos históricos está y puede estar sujeta a una permanente rectificación y una incesante reconstrucción; tanto así, que la reconstrucción de ella viene a ser, en definitiva, la verdadera verdad, sobre todo si la globalidad cae sobre lo local como un proceso erosivo de la identidad. El historiador debe, por eso, reconocer que los referentes teóricos que le permiten interpretar los procesos locales son los que manejan —variablemente o no— los propios sujetos locales, razón por la cual el historiador no puede hacer más a este respecto que colaborar con esos sujetos en la

GABRIEL SALAZAK 2 4 5

tarea de precisar y sistematizar la teoría que conllevan enre

dada en sus propias vidas. Lo cual, sin duda, quiebra el m o

nopol io teórico que los historiadores y otros cientistas socia

les creen tener sobre los procesos de desarrollo local.

Lo anterior lleva a una consecuencia (la quinta) de enor

me importancia: la incorporación orgánica de la investigación

historiológica al mismo proceso histórico de la c o m u n i d a d

local. C o m o una función social interna de responsabil idad

estratégica. Esto implica convertir las metodologías científi

cas en ins t rumentos útiles para los procesos de vida. O bien,

or ientar los procesos de vida en base a la construcción de

metodologías que permitan realizar con eficiencia la verdad

'histórica' (o sea, la que conduce a la producción social de la

realidad). Esto obliga a la His tor ia a moverse en el plano de la

ciencia objetiva (que trabaja los parámetros mayores de la

sociedad global que inciden en lo local) y, a la vez, en las

calles atestadas y convulsas de los procesos a ras de suelo (don

de viven los sujetos reales). Y la obliga también a desarrollar

una relación dist inta consigo misma: no sólo unilineal, deri

vada de sus normas de higiene científica, sino bi-unívoca (de

bajada a la calle y de subida a sus parámetros mayores). N o

só\o tautológica (reincidente con sus definiciones fundantes) ,

sino diversa, dialéctica y progresiva (adaptada a las demandas

reales). N o sólo como ciencia de los 'hechos ' , sino, especial

mente , de la 'acción histórica' ' . Y no sólo como una ciencia

aprisionada en sus propias definiciones y fronteras, sino abierta

hacia otras ciencias y otros enfoques, pues lo local y los p ro

cesos vivos no son unidimensionales , sino abigarrados paque

tes de múltiples dimensiones .

Todo lo anterior, sin embargo , depende de las decisio

nes que tomen los propios historiadores. N o t an to , tal vez.

^ Son de interés los análisis que, en este sentido, desarrolla H.Arendt en De la Historia a la acción (Barcelona, 1995).

2 4 6 DESCENTRALIZACIÓN ADMINISTRATIVA VERSUS SINERGIA SOC.

como representantes profesionales de una función institucional (la ciencia oficial, la academia), sino como sujetos sociales de carne y hueso, cuya conciencia y responsabilidad no puede ser sólo funcional o profesional, sino integral y cívica. El deber de responder a la triple demanda por la Historia emana de su condición de sujeto histórico y, sobre todo, de ciudadano responsable.

Providencia, agosto de 1996.

CAPÍTULO VIII

VOLUNTAD POLÍTICA DE MATAR, VOLUNTAD SOCIAL DE RECORDAR

(A PROPÓSITO DE SANTA MARÍA DE IQUIQUE)'

Duda y opción

Tras aceptar la invitación a participar en este evento, me asal

tó la duda acerca del verdadero carácter 'histórico' del mis

m o : ¿se trataba de un seminario académico, un encuent ro

profesional y técnico entre historiadores —«un evento biblio

tecario» lo llamó una expositora el día de ayer—, o, más am

plio que eso, se t rataba de una 'acción social y pública de

recordación' decidida por una comunidad local viva? La me

moria , sin duda , es un amplio lugar de peregrinaje, visitado

no sólo por historiadores de profesión, sino también por to

dos los seres vivientes que, caminando desde el pasado, tie

nen que construir, paso a paso, su presente y su futuro. Indi

vidual, o colectivamente. Porque, en verdad, hay muchas for

mas de recordar, y momen tos diferentes para hacerlo: hay

formas 'conmemorat ivas ' , adscritas a rituales públicos y a la

memor ia oficial. Hay formas 'profesionales', inscritas en los

Transcripción corregida y ampliada de la exposición realizada en el Primer Congreso de Historia Regional. Universidad Arturo Prat, Iquique, noviembre de 1997. Publicada en S. González (Ed.): A 90 años de los sucesos de la Escuela Santa María (Santiago, 1998. U.Arturo Prat & DIBAM), pp.291-302

247

24 8 VOLUNTAD POLÍTICA DE MATAR

paradigmas normativos de producción cognitiva. Y formas

'sociales', de recordación, surgidas de las líneas subjetivas del

corazón, los afectos, los valores, la identidad.

En diciembre de 1907, entre quince y veinte mil personas bajaron de la Pampa a la ciudad de Iquique para testimo-niat su denuncia, proyectar su descontento y exigir la justicia social debida. Y fueron masacrados. Ayer, noviembre 1 de 1997, entre veinte mil (según Televisión Nacional) y cuarenta mil personas (según el periódico La Estrella) subimos a la Pampa, hasta la oficina Santa Laura, para recordar cantando el himno de esa masacre.

Hay fuerza social para denunciar, para exigir, para lu

char. Y hay fuerza social para recordar.

Fue anoche, todavía con la imagen vivida de la recordación social de Santa Laura (anidada entre la chimenea ardiente, el desierto frío, el enrojecido cielo crepuscular y el himno por los caídos) cuando opté por centrar esta exposición en lo que podemos llamar 'la voluntad social de recordar', dentro de la cual se inscribe —a mi juicio— este particular encuentro de h is tor iadores . Pude haber presentado una ponencia historiográfica formal (que, pese a no ser un experto en los problemas de esta zona, no es difícil de escribir para quien suma sobre treinta y cinco años de práctica en el ramo), pero me pareció más pertinente, al final, exponer una reflexión oral sobre las formas sociales no-profesionales de recordación. Pues, a éstas, le es más pertinente la oralidad que la escritura.

Me propongo, pues, reflexionar en voz alta desde la perspectiva 'cordial' —social— de recordación.

GABRIEL SALAZAR 249

Como fantasma, la 'recordación' recorre Chile

N o hay d u d a que , ac tualmente , estamos en presencia y bajo

el imperio de una voluntad social de recordación. N o es por

azar que , ayer, se ' juntaron ' en Santa Laura t reinta mil perso

nas para recordar. Ni que, hace menos de un mes, setenta y

cinco mil se reunieron en el Estadio Nacional de Santiago

para ' recordar juntas ' a Ernesto «Che» Guevara. Ni que , du

rante la semana pasada — y sólo en lo que a mi part icipación

conc ie rne— diversos grupos se jun ta ron en Santiago para, el

día Lunes, en un Ins t i tu to Profesional privado, recordar a los

jóvenes de la generación del '60 que soñaron, lucharon y pe

recieron; el día miércoles, en una hostería del Cajón del

Maipo , para recordar las luchas y problemas de las comun i

dades locales de Chile , Ecuador, Perú, Co lombia y Nicara

gua; y el día viernes, en el Munic ip io de la C o m u n a El Bos

que, para recordar la trayectoria chilena desde la d ic tadura

neoliberal a la democracia neoliberal, etc. Todo ello sin con

tar los actos recordatorios que se han celebrado y se celebran

en otras comunidades metropol i tanas y de provincia ^.

C o m o un fantasma del pasado, la voluntad social de re

cordar recorre Chi le , pues, de nor te a sur.

Entre noviembre de 1997 y octubre de 1998 han tenido lugar innumerables actos masivos para recordar héroes políticos (Allende, Miguel Henríquez, Che Guevara), héroes musicales (Víctor Jara, Violeta Parra), mártires (hermanos Vergara, Claudia López), períodos históricos (de la Unidad Popular, de los últimos 25 años), de generaciones relevantes (generación del 38, generación del 60), etc. A lo que es preciso agregar la nutrida asistencia de público al lanzamiento de libros atingentes a la historia contemporánea de Chile, y la instalación de días de recordación activa como el 11 de septiembre y el «día del combatiente».

250 VOLUNTAD POLÍTICA DE MATAR

¿Qué significa esto? ¿Por qué, en flagrante oposición a

la obvia voluntad política de olvidar o conmemora r sólo «en

la medida de lo posible», surge desde abajo la voluntad im

pertérr i ta de recordar juntos? ¿Qué alcance histórico real tie

ne esa forma masiva de recuerdo? ¿Cómo nos implica a los

historiadores?

Las 'conmemoraciones ' oficiales son periódicas, públ i

cas y marcas de ca lendar io . Las ' r econs t i t uc iones h i s to -

riográficas del pasado' consti tuyen un trabajo profesional de

cada día. Pero la voluntad social de recordar no es ni una

efeméride ni un laboreo funcional sino un hecho histórico. No

ocurre todos los días, sino de tarde en tarde. N o a propósi to

de rutinas sino en razón de problemas. O de crisis. C o m o

epílogo de algo grande y preludio de algo mayor. Si se hace

un recuento histórico, esa voluntad no forma parte ni de las

transiciones políticas ni de las fluctuaciones de mercado, sino

de las ' transiciones ciudadanas ' . C o m o un sismo subterráneo,

cuyo epicentro radica en lo más profundo de la conciencia

social.

Surgió, de algún m o d o , después de 1835, y empujó des

de abajo la ola liberal e historiográfica del período 1842-1887

(en cuya cresta florecieron los llamados historiadores libera

les). Surgió otra ola después de 1907, y empujó desde abajo la

amplia crítica social e historicista que, después de 1920, hizo

posible la lenta democratización de la sociedad. Ot ra nueva ola

se formó después de 1947, que empujó desde abajo ías teorías

de desarrollo económico-social y la historiografía marxista, que

forzaron los atrevidos «cambios estructurales» del período 1964-

1973. Y todo indica que, desde 1985 o desde antes, la volun

tad social de recordar, de nuevo, desde abajo, está empujando

la profunda y crepitante marea de su memoria.

De acuerdo a este breve inventario, se colige que la vo

luntad social de recordar sigue la línea in terna del corazón

GABRIEL SALAZAR l i

cuando va hacia el pasado, pero te rmina siguiendo la línea

externa de la acción cuando , desde ese pasado, da la cara ha

cia el futuro. Es este 'giro' el que, tal vez, hace de la recorda

ción un fantasma temible. Y es en previsión del mi smo , qui

zá, que las políticas de olvido y amnesia públicas necesitan

ser convenien temente erigidas y administradas.

«Es peligroso ser pobre, amigo»

«Es peligroso ser pobre» reza la Cantata de la Escuela Santa María. Pero es aun más peligroso ser pobre, y no olvidar. La pobreza, converrida en recuerdo, es un arma política de largo alcance. Y esto, sin lugar a dudas, es peligroso en un doble sentido: para el sistema que produce la pobreza, y para el pobre que le recuerda su pobreza al sistema. ¿Por qué?

Porque el recuerdo, como actividad del corazón, es una

facultad privada inembargable. Es el reflejo más directo y or

gánico de la realidad concreta; tanto, que existe 'fusionado'

con ésa. Y si el recuerdo simple es privado e inembargable,

aun lo es más la experiencia del dolor, de la muerte, de la

exclusión y de la tortura. La victimización es, sin duda, la

forma más radical y brutal de autonomización que existe. Y si

la recordación de esa experiencia victimal se realiza en colec

tivo (juntos), la autonomía victimal se transfigura en un ger

men de poder. Dando paso al 'giro' que hace de la voluntad

social de recordar un fantasma temible.

Porque 'recordar juntos' implica una doble asociatividad: la del presente que evoca el pasado, y la vinculación 'cordial' de los que recuerdan juntos. Es sobre este doble andamio donde surge una conciencia básica de 'identidad' (grupal, comunal, de clase o generacional). Una red tenue de reagru-

252 VOLUNTAD POLÍTICA DE MATAR

pación. Que permite que el 'estar juntos' permanezca más

allá del evento recordatorio. Que el estar juntos 'se quede',

como en crisálida, en los cantos, iconos, leyendas, mitos, sím

bolos y fetiches donde se encarna, transfigurada, esa tenue

identidad. El evento identitario flota como cultura simbóli

ca, entre el ir y venir de signos dispersos, reteniendo la uni

dad más allá y después de la dispersión física de los que se

juntaron. Tanto como para que, bajo esos mismos símbolos,

se convoquen y se junten de nuevo.

La recordación, pues, une. «El poder surge —escribió Hannah Arendt hace ya cincuenta años— cuando los hombres están juntos, y desaparece cuando los hombres se dispersan». El 'poder' es una categoría de la asociatividad humana. La 'fuerza', una categoría o instrumento del sistema. El poder tiene una relación orgánica y positiva con la recordación. La fuerza no tiene memoria (se define como puro presente, por su temor al poder de la sociedad civil), por donde se relaciona de modo orgánico y positivo con la amnesia y el olvido. La fuerza puede derrotar, en los hechos puntuales (por lo común, de carácter político-militar) al poder, pero éste derrota siempre a la fuerza en los procesos de mediana o larga duración (por lo común, de carácter socio-cultural). El poder se reconstituye recordando los hechos de sus derrotas, pero se despliega en procesos victoriosos con el arma de largo alcance de su memoria.

El poder, sin embargo, no se despliega del todo en el mero acto de recordación. Recordar juntos es sólo un germen de poder. Y un germen inocuo que se pierde históricamente si no gira hacia una acción creadora de nueva realidad. Pues la recordación —como puro acto cordial— puede transformarse en una estéril revivencia contemplativa y estética del pasado. Que se agota en sí misma y termina aherrojada a sus símbolos y fetiches. Que puede devenir en una efeméride obsesiva, sobrecargada de ritos y simbolismos, pero sin salida a

GABRIEL SALAZAR 2 5 3

futuro. C o m o , por ejemplo, la ' conmemoración ' social del

día 11 de septiembre. De este m o d o , el germen de poder que

brota de la recodación social puede marchitarse sin historia,

apris ionado a perpetu idad en sus ritos de calendario.

El germen de poder contenido en la recordación con

vierte su potencial idad en acto sólo cuando gira, sobre la mis

ma línea del corazón, hacia el hor izonte de la acción. Cuan

do, mi rando atrás (hacia el futuro) ensancha la mirada, con

vir t iendo la cartografía de los signos recordatorios en una car

tografía de hitos y nortes para la acción (conjunta) . C u a n d o

despliega la inteligencia social desde su focalización en los

'hechos ' del pasado que duele, hacia los 'procesos' del presen

te y futuro que alivian. Y cuando , en definitiva, amplifica la

memor ia hasta englobar todo lo propio y todo lo ajeno, lo

subjetivo y lo transubjetivo, lo social y lo polí t ico, lo local y

lo nacional, el eje presente-pasado y el eje pasado-futuro. Pues,

si para recordar basta evocar los 'hechos ' que se valoran, para

actuar (en conjunto) es preciso totalizar la mirada, ensanchar

la memor ia hasta los límites externos del sistema y trazar los

itinerarios hasta donde se h u n d e n en el hor izonte .

Hay una memor ia que retorna, se clava y h u n d e en los

'hechos ' que atraen la recordación. Pero hay también otra que,

desde allí, avanza en longi tud y lat i tud hacia los procesos que

construyen la realidad futura: es la memoniL para la acción.

La memor ia 'de' los hechos es una. La memor ia 'para' la ac

ción, que engloba la anterior, es otra. El poder surge de la

pr imera, pero 'madura ' cuando la pr imera se funde con la

segunda. La memor ia 'para' la acción es, pues, la memor ia

histórica del poder.

La recordación es espontánea, intensa, emotiva. N o re

quiere de auxilios externos, ni de apoyo técnico. La 'memoria

histórica del poder ' , en cambio , es una construcción comple

ja, que requiere de un esfuerzo técnico y sistemático adicio-

254 VOLUNTAD POLÍTICA DE MATAR

nal. Madura, por tanto, más lentamente. Por lo mismo, la transformación de la cidtura simbólica de recordación —que puede perdurar décadas como una elástica arma identitaria de resistencia— en un proyecto político de poder local o nacional no es un proceso simple, ni breve. Sobre todo, si se trata de grupos marginales. De amigos que son pobres. El problema histórico de la pobreza y la marginalidad sociales es que, si bien pueden espontáneamente construir culturas prácticas de sobrevivencia y transgresión, y aun culturas simbólicas de identidad y resistencia, tienen dificultades para construir una 'memoria histórica de poder'. Pues, mucho antes que madure esta memoria, los pobres ya son un peligro para el sistema, sobre todo por el poder de sus recuerdos y las 'transgresiones' que derivan de su asociatividad natural.

«Bs peligroso ser pobre». Es aun más peligroso ser pobre, y recordar. Todavía más, si se es pobre, se tiene recuerdos y, en virtud de esto, crece la asociatividad marginal. Pero si, siguiendo esa línea, se construye una 'memoria histórica de poder', se llega a una cima en que ser pobre ya no es sólo peligroso: es, desde la perspectiva del 'sistema', insoportable. Inadmisible: implica declaración de guerra. Por ello, el sistema ataca mucho antes de que los pobres lleguen a esa cima.

La anti-política del recuerdo

La recordación y la memoria histórica, en manos del bajo pueblo, constituyen un arma política de largo alcance. Su uso libre por la sociedad civil y, sobre todo, por los pobres y marginales, puede constituir, pues, un peligro grave para el sistema y para el Estado. Por lo que éste tiende a 'regular' esa libertad. A 'intervenir' en la instalación pública de los recuer-

GABRIEL SAMZAR 255

dos y en la configuración civil de la memor ia social. A fijar

un calendario inst i tucionalizado de ' conmemoraciones ' y a

r e g l a m e n t a r la t r a n s m i s i ó n e d u c a t i v a del ' saber h i s t o -

riográfico'. Procura que las recordaciones dolorosas del bajo

pueblo permanezcan en el ámbi to privado, o como efeméri

des iracundas, que el mismo Estado convenien temente atiza

(como los 11 de septiembre) para h imdir la recordación en la

ira, la ira en un puro gesto de violencia, y la violencia en la

reacción policiaca que legitima el 'orden' del sistema. Para

evitar, en suma, que la recordación gire hacia la acción polí t i

ca totalizada ^.

Una forma de mantener la recordación popular en el

pozo estéril del recuerdo ritual y la violencia simbólica es evi

tar que se convierta en una memor ia pública a la vista de

todos. En un trozo de conciencia que, en exhibición abierta,

se muestre al respeto y a la consideración de todos. Los mo

numen tos son trozos de memor ia social en exhibición públ i

ca. Indicios materiales que convocan a la reflexión ciudada

na. ¿Por qué el Estado insiste en levantar m o n u m e n t o s sólo a

los políticos que ocuparon altos cargos, a los militares que

pelearon alguna batalla o cumpl ieron con éxito a lguna tarea

y a los artistas laureados por algún premio? ¿Por qué esos per

sonajes monopol izan los m o n u m e n t o s y no los héroes socia

les que, en un número diez veces mayor, han caído masacrados

luchando por la justicia, la igualdad y los derechos humanos?

¿Por qué Arturo Prat sí y no el pueblo minero masacrado en

la Escuela Santa María? ¿Por qué Yungay y no Ranquil? ¿Por

qué Alessandri y no Recabarren? ¿Por qué E d u a r d o Frei

Montalva y Bernardo Leighton y no Clotar io Blest? ¿Por qué

el principal aeropuesto de Chi le lleva el (ridículo) n o m b r e de

Con notable estupidez histórica, se pretende borrar la recordación 'social' (iracunda) de día 11 instalando, por decreto y calendario, un día 'parlamentario' de reconciliación.

256 VOLUNTAD POLÍTICA DE MATAR

« C o m o d o r o del Aire Arturo Mer ino Benítez» y no el nombre

vernacular , típico, de «Pudahuel»?

Sin duda , la política rnonumental is ta y toponímica es

un ejercicio de la 'fuerza para gloria de la misma fuerza. H a

sido d i señada y aplicada para producir admiración, reveren

cia, pleitesía. No para invitar a la reflexión sobre nuestras rea

l idades, problemas y miserias. No para exaltar la crudeza del

r e a l i s m o local (caso del no t ab l e y o lv idado p i n t o r José

Venturell i) sino para vanagloriar el éxito 'parisino' de algún

nac ional (caso del también notable p in tor Rober to Mat ta

Echaur ren ) . No educa al c iudadano instalando en su camino

m o n u m e n t o s que le hablen de la realidad que duele, sino,

sólo, de la realidad que brilla. De este modo , la regulación

estatal de la memoria piiblica permit ida y difundida sofoca la

recordación popular. La encarcela en sus ritos privados, en su

cul tura simbólica y en sus días de ira. No la mata sin duda -

pero la esteriliza, his tór icamente. Impid iendo que, con cal

ma, profundice su reflexión, amplifique su mirada y, sobre

todo , gire hacia la acción creadora de futuro.

La polít ica rnonumentalista y topon ímica del Estado

ch i leno ha sido y es una apresurada ocupación estatista de la

m e m o r i a pública, para evitar que la recordación social llegue

hasta ella y se posesione de ella ''.

Sin acceso a la monumenta l idad pública, la recordación

social se ha revolcado en sí misma, sin hallar otras salidas que

La excepción ha sido la reciente construcción del Parque de la Paz en lo que fue el centro de torturas de Villa Grimaldi, en Santiago. Es el primer parque-monumento que se ha levantado en Chile por presión de la recordación social y en memoria pública de los caídos en ese centro de torturas. Esto se debió a la iniciativa privada de una corporación de ciudadanos, que logró que el Ministerio de la Vivienda tomara las medidas pertinentes.

GABRIEL SALAZAR 2 5 7

los días de ira y la cul tura funeraria. La explosión pública de

recuerdos 'privados', y el culto 'semi-público' (bajo permiso

formal de la In tendencia respectiva) a los hechos de derro ta

exper imentados. Todo lo cual termina girando en to rno a los

muer tos . Bajo flores funerarias. En ruta al cementer io . C o m o

una cul tura de deudos y no de sujetos históricos.

Olv idando , por eso mismo, los largos procesos sociales

en los que — c o m o se d i jo— la sociedad civil y el bajo pueblo

suelen obtener, de preferencia, sus grandes victorias.

¿De qué manera es posible mantener viva, intacta, la

memor ia social de los grandes procesos históricos do nd e esa

sociedad y ese pueblo logran sus anónimas victorias.' ¿Cómo

materializar esos procesos en m o n u m e n t o s públicos? ¿Cómo

pasar de la encajonada recordación simbólica a una ampliada

memor ia histórica que permita potenciar la cul tura funeraria

como una cul tura d inámica para la acción? ¿Cómo doblegar

y trascender la anti-polí t ica pública de recordación?

«Vamos, mujer...»

Antes de llegar a los asientos que en el 'anfi-teatro' de la Ofi

cina Santa Laura nos fueron asignados, deambulamos por ahí,

entre las rocas, los restos de caliche, las zanjas y el suelo ras

pado por el polvorazo. En la imponencia de ese inmenso tea

tro histórico, los historiadores nos sentimos empequeñecidos.

Sobrecogidos. Aplastados por tanto pasado. ¿Cómo traducir

todo eso a papel, computador y libro? ¿Cómo traspasar tan

recargado silencio, toda esa aterradora mudez, a las páginas

de un artículo o a la alocución de una clase? Y entre tantos

miles de personas que apretujaban sus sombras para recordar

¿qué nos diferenciaba de todos ellos?

258 VOLUNTAD POLÍTICA DE MATAR

Llegamos a nuestros sitios. Pero ¿dónde se quedó María Angélica Illanes.'' ¿Se habrá perdido entre tanta gente? ¿O habrá bajado por un terraplén equivocado? Comenzamos a preocuparnos. Sentíamos instintivamente que, como gremio, debíamos estar juntos. Como para multiplicar nuestras fuerzas y enfrentar unidos tan inmenso pasado. Como si sólo apretujándonos unos con otros pudiera ese inmenso drama histórico caber en la conciencia profesional de la Historia. Como si sólo el calor sumado de todos nosotros pudiera reencender el frío pretérito del desierto.

Y estábamos juntándonos cuando la chimenea de la derruida Oficina comenzó a crepitar y las luces del escenario fueron encendidas. El hechizo del pasado electrizó la espina dorsal. Fue entonces cuando apareció, por fin, María Angélica.

— «¿Dónde estal^ash)

— «Fuimos a recorrer la Oficina. Miramos el viejo caldero. Los

fierros oxidados de la máquina. Estaba prohibida la entra

da. Es peligroso. Pero la cruzamos. Es impresionante. Hun

dimos las manos en la costra del piso y desenterramos estos

fierritos. Mírenlos: tal vez los tocaron los obreros. En esta

herrumbe está todo el pasado...»

Eso éramos nosotros: unos que, como todos, necesitábamos estar juntos para recordar mejor. Para desenterrar restos e indicios del pasado. Para sentir su latido en nuestros dedos, dejar fluir el efluvio de los hechos muertos e imaginar y representarnos toda la escena viva. Era nuestra forma particular de recordar.

— «Vamos, mujer, partamos a la ciudad...y>.

El Quilapayún cantaba el himno de los caídos. El viento

nos erizó la piel de melodías y recuerdos. Las líneas vivas y

GABRIEL SALAZAR 259

pretéritas del corazón se cruzaron en un sólo chispazo eléctri

co. El rito llegó a su m o m e n t o culminante . . .

— «Pinochet volverá... ¡Pinochet volverdl», gritó de improviso

alguien a nuestras espaldas. Me volví: era un obrero , que

no parecía electrizado por la recordación colectiva. Estaba

parado de o t ro m o d o . Miraba de otra manera . Parecía

achispado y con varios grados de alcohol en el cuerpo.

Escuchaba, pero no sumido en silencio, sino hablándole a

los demás. E insistía:

— <.<\Pinochet volveráh...

A l g u n o s se i n c o m o d a r o n : «¡No i n t e r r u m p a ! » . El

Qui lapayún cantaba: «las autoridades de Iquique no los reco

nocieron».. . Y el obrero rezongaba: «¡y el choro Soria t ampo

co!». La liturgia recordatoria se vio así entrecor tada e interfe

rida por una forma distinta, no ritual, de recordación. Era

ima voz aislada — a u n q u e tenía un grupo que la secundaba

como un ' coro '—, pero que , sin lugar a dudas , in terponía

otra forma legítima de recordar: teniendo a la vista el presente

y mirando el futuro. C o m o una premonic ión básica, germinal ,

del 'giro' que, desde el pasado, era necesario dar para encarar

el futuro. Porque — q u i z á s — en la memor ia de ese obrero la

'voluntad política de matar ' no era una pura fuerza del pasa

do, sino también del presente y del futuro; a la que cabía no

sólo recordar sino, también , enfrentar...

Bajo el mismo frío del desierto y en el mismo h i m n o , se

anudaron , pues, diversas y dist intas formas de recordación, y

una misma voluntad política de matar.

260 VOLUNTAD POLÍTICA DE MATAR

«... porque había que matar...»

— «¡Pinochet volverá!»...

Al revisar la historia, se torna evidente que la voluntad

social de recordar está indisolublemente atada a la voluntad

política de matar. Q u e es una voluntad de Estado. Q u e res

ponde a una 'razón o sin razón de Estado' . A una lógica de

fuerza que lleva rauda a la violación del sentido h u m a n o de

las decisiones políticas. ¿Qué razón o sin razón de Estado ge

nera la voluntad política de matar?

— «Porque había que matary>, dice la Canta ta Santa María.

La 'fuerza —como se dijo— no tiene memoria. Mejor di

cho: sólo tiene memoria de su propio temor. Y sólo teme a lo

que no puede matar: a la soberanía histórica de la sociedad civil;

a la autonomización permanente de las víctimas; al ciclo de re

torno periódico de los derrotados; a la articulación horizontal,

independiente, de la opinión pública; a la tendencia del bajo

pueblo a construir su propia realidad. En suma: teme a las raíces

siempre vivas de la historicidad social. Que son y constituyen el

fundamento perpetuo de los derechos humanos.

Es para controlar esa indócil historicidad que el Pastado

n e c e s i t a l e v a n t a r las rejas de c o n t e n c i ó n q u e l l a m a

'gobernabilidad'. Q u e los dent is tas políticos definen como la

capacidad del Estado para disciplinar la sociedad civil bajo un

estado de derecho (que podría también definirse como la capa

cidad de la 'fuerza' para imponer determinados derechos polí

ticos a los derechos humanos que son privativos del 'poder').

Para lograr la gobernabilidad de la inquieta sociedad civil, el

Estado necesita reconocer o/y establecer, cuando menos, cua

tro subsistemas de relación institucional con ella, a saber:

GABRIEL SALAZAR 261

a) un subsistema de asociatividad cmÁ3.¿.zn2., que , en princi

pio, debería surgir por iniciativa espontánea, privada, co

muni ta r ia y local de la misma ciudadanía;

b) un subsistema de representación (electoral o de o t ro t ipo) ,

que permita la canalización política de la opin ión ciuda

dana y la legitimación de los elencos estatales;

c) un subsistema de negociación pública, que permi ta resol

ver de m o d o racional y transparente los conflictos de los

grupos sociales con el Estado o de esos grupos entre sí, y

d) un subsistema áeparticipación directa de la ciudadanía en las

decisiones públicas que la afectan, especialmente en las co

yunturas de reorganización del Estado y en el gobierno local.

En estricto rigor, los subsistemas de la gobernabi l idad

no son ni deberían ser otros que los que permi tan a la socie

dad civil ejercer expedi tamente su soberanía. Sujetando el

Estado a los recuerdos y decisiones de su voluntad soberana ' .

Sin embargo, his tór icamente, los Estados han cercenado esa

soberanía y no han instalado todos esos subsistemas. Hacia

1 9 0 7 , en C h i l e ex is t ían , de un l ado , un s u b s i s t e m a de

asociatividad c iudadana (había miles de asociaciones forma

les y redes microasociativas informales) y de o t ro , un inci

p iente subsis tema electoral , pero no existían mecan i smos

institucionales de negociación pública y menos , sin duda , de

par t ic ipación ' ' . Asociada, la baja sociedad civil podía recor

dar. Podía, incluso, manifestarse pol í t icamente (aunque de

^ Cuando es la sociedad civil la que, en el ejercicio de los derechos humanos y la soberanía, impone a! Estado y la clase política su voluntad histórica, los cientistas sociales actuales no hablan de 'gobernabilidad', sino de 'gobernanza'.

^ La 'participación' concedida a los electores por la Ley de Comuna Autónoma de 1891 estaba siendo combatida en 1907 por sus propios gestores, y sería eliminada en 1914.

2 6 2 VOLUNTAD POLÍTICA DE MATAR

m o d o limitado) a través de los partidos de retórica a n t i —

oligárquica. Pero, de hecho, no tenía capacidad pnra imponer

su voluntad mayoritaria, por la inexistencia de mecanismos

adecuados de negociación y participación. Los conflictos no se

desenvolvían bajo forma de diálogo: no existía una racionali

dad dialéctica para resolverlos. Concluían atr incherando, de

un lado, la desesperanza y la ira, y del otro, el temor y la fuerza.

Polarizando las legitimidades del poder y las amenazas de la

fuerza.

¿A qué temió la 'fuerza' en 1907? ¿Qué la llevó a consti

tuirse como voluntad política de matar?

— vPorque había que matara.

Desde luego, la sin razón. La ausencia de una lógica co

m ú n , de intermediación, entre el Estado y la Baja Sociedad

Civil. La anulación de la 'política' como expresión directa de

las masas ciudadanas. La configuración de la política como

e x p r e s i ó n de i n t e r e s e s m i n o r i t a r i o s y d e u n a fuerza

deshumanizada. Y el temor. Temor a perder privilegios ilegí

t imos frente ai único juez capaz de denunciar y condenar,

h is tór icamente , a los violadores de la soberanía popular. Pero

¿cuál fue y es el p u n t o de quiebre que desencadena la 'deci

sión' de matar?

— liPorque había que matart<.

Sin duda: el p u n t o en que la masa de pampinos/>/?j¿)' de

la recordación a la acción. De sus derechos humanos a su po

der soberano. Y del poder como simple 'derecho' a la 'partici

pación' en las decisiones públicas. Pues, cuando el 'poder ' se

hace efectivo, part icipa del Estado. Se apodera del Estado. Y

puede expulsar a los suplantadores. Y castigar a los violado

res. Este es el p u n t o l ímite. El m o m e n t o asesino.

Es peligroso 'participar ' , amigo.

GABRIEL SALAZAR 2 6 3

7

El 'síndrome Huntington'

«Poca democracia —escribió alguna vez Samuel Huntingto

— asegura la gobernabilidad; mucha, la inestabiliza».

Permitiendo la asociatividad ciudadana, promoviendo la re

presentación electoral, admitiendo una negociación limitada

y excluyendo la participación, usted logra suficiente «poca

democracia» y mucha "gobernabilidad". Si usted, en cambio,

permite que la negociación directa se dé a todo nivel y que la

masa ciudadana participe a todo nivel, entonces tendrá «mu

cha democracia» y una alta inestabilidad.

Inestabilidad, claro, significa una seria amenaza de cesantía para las clases políticas (militar y civil) que han hecho de la política y del control del Estado no sólo una profesión, sino también un monopolio. Y, por supuesto, una Tuerza. Por eso, es peligroso participar, amigo...

Esta situación límite, dilemática, se puede llamar, pues, algo así como 'el síndrome Huntington'.

Desde 1973 hasta 1990, la Tuerza aplastó y cercenó la soberanía ciudadana. Sobre todo de la baja sociedad civil. Desplegando, con una frialdad históricamente excepcional, de norte a sur, su 'voluntad política de matar'. Desencadenando, pues, hoy, la 'voluntad social de recordar'. ¿Qué subsistemas de gobernabilidad (o gobernanza) tiene hoy a su favor esa voluntad social para expresarse históricamente? ¿Qué situación institucional, pública, puede facilitar su giro desde la recordación a la acción?

Bajo el imperio abusivo de la fuerza, la baja sociedad

civil tejió por sí misma un espeso subsistema microasociativo.

26 4 VOLUNTAD ¡'OLÍTICA DE MATAR

más informal que formal, pero fuertemente recordatorio e

identitario. La Const i tución Neoliberal de 1 980 y la democra

cia neoliberal desde 1990, han establecido un manipulado

subsistema electoral y un limitado subsistema de negociación

(que la gran masa ciudadana no ha tomado en serio). Sin em

bargo, irónicamente, el modelo neoliberal (por conveniencia

política, doctrina, y por imposición de la propia pobreza y vio

lencia que genera) ha lanzado una política general de descen

tralización del Estado que, en su extremo inferior, remata en la

repotenciación de los gobiernos locales y en una propuesta tam

bién local de incrementar la... ¡participación ciudadana!

¿Por qué eso? ¿Por qué el sistema — h e c h u r a de la fuer

za— quiere jugar con fuego histórico? ¿Por qué provocar lo

que siempre ha temido más?

Es cierto: para algunos, la participación se entiende como

un sistema de 'consultas a la ciudadanía acerca de cuestiones

int rascendentes de equ ipamien to u rbano a nivel comunal

(modelo Alcalde Lavín); para otros, la participación se en

t iende como una 'asociación con los pobres ' para que éstos

sumen su «capital social» (que es gratis) a la «inversión social»

(que no lo es) para superar la pobreza y producir el desarrollo

local (modelo FOSIS y Banco Mundia l ) . C o m o el modelo

neoliberal ya ha probado que el simple «chorreo» (desarrollo

en base al mercado) no está e l iminando ni la pobreza, ni el

empleo precario, ni la violencia urbana y doméstica, ni la dro-

gadicción, etc., lo que ahora necesita (para evitar el estallido

social y no aumenta r la inversión social) es echar mano del

capital social de los pobres para superar esas lacras ^. Necesi-

El «capital social» incluye —según el Banco Mundial— todos ios recursos que los pobres utilizan para sobrevivir: sus en seres domésticos, casa, calificaciones laborales, mano de obra femenina e infantil, redes sociales vecinales, sinergia interna de sus asociaciones, etc.

GABRIEL SALA'/AR 265

ta hablar, pues, de participación. ¿De cuánta participación? Sin duda: tanta como sea necesario para abaratar el costo de las políticas sociales de desarrollo local. Pero no tanta como para que las redes locales practiquen la participación como toma local (o nacional) de decisiones públicas. Suficiente para que haya 'gobernabilidad', pero no tanta como para que haya «mucha democracia».

Están, pues, jugando con fuego. Equilibrándose en el fdo del 'síndrome Huntington'. Como para que el mismo sistema neoliberal se diga a sí mismo: 'es peligroso que participe, amigo'. O como para que se responda: 'es que no podemos hacer otra cosa, amigo'.

¿Qué deberes históricos se derivan del 's índrome

Huntington' que hoy, según parece, se ha instalado en el mis

mo plexo del modelo neoliberal? ¿Es el momento preciso para

que el 'bajo pueblo' se plantee el giro de la recordación a la

acción? ¿El punto en que los historiadores deberían pasar de

su conciencia profesional a su conciencia ciudadana para con

tribuir a transformar los actos de recordación simbolista en

una ampliada memoria histórica de poder? ¿El momento en

que, por primera vez en la historia de Chile, tendría sentido

luchar para iniciar la instalación de un verdadero subsistema

de participación ciudadana y de ejercicio efectivo de la sobe

ranía popular? ¿El momento de tomar en serio el verdadero

'poder popular'?

Es peligroso, sin duda, construir 'poder de participación'. Lo es para el sistema. Y lo es, también, para los pobres («¡Pinochet volverá!»). Pero la voluntad social de recordación no puede anonadarse en el simbolismo, ni anquilosarse en el temor del posible retorno de la fuerza. La voluntad social de recordación es el único antídoto conocido contra la voluntad política de matar. El único germen capaz de desarrollar al máximo lo que la fuerza no puede matar.

2 6 6 VOLUNTAD POLÍTICA DE MATAR

Por eso, si participar es pehgroso, también es un deber. Un

imperativo histórico. Un irrenunciable derecho ciudadano.

Iquique, noviembre 2 de 1997,

Santiago, octubre 10-13 de 1998.

CAPITULO IX

DE LA PARTICIPACIÓN CIUDADANA: CAPITAL SOCIAL CONSTANTE Y CAPITAL SOCIAL VARMBLE (CONCIENCIA HISTÓRICA Y

SENDEROS TRANS-LIBERALES) *

Historia y poder: concentración y desconcentración

I.a: Concentración

A lo largo de sus primeros cuatro ciclos Kondratiev, y en pa

ralelo a la concentración del poder económico, la sociedad

capitalista impulsó una sostenida concentración del poder

polí t ico, proceso que configuró las diferentes formas del Es

tado Moderno . C o m o movimiento reflejo, se concent ró tam

bién el saber, en las altas cúpulas de la Ciencia Moderna .

Desde la Revolución Comercial del siglo XII hasta la

Crisis Comercial de 1930, la relación entre esos procesos fue

cambiante pero equitativa: a veces la lógica del poder polít ico

se impuso a la del poder económico (período del absolutis

mo) ; otras veces, fue éste el que se impuso sobre aquél ( impe-

Este trabajo es una ampliación de la Conferencia Central sobre «Participación y Gobernanza» dictada en el Seminario Internacional organizado por CUSO, lULA, SERNAM y la Municipalidad de El Bosque en Las Vertientes, octubre 19 de 1997. Publicado en Proposiciones # 2?, (Santiago, 1998. Ed. SUR), pp. 156-183.

268 LA PAR'riaPACIÓN CIUDADANA

rialismo industrial de fines del siglo XIX), para rematar en una fase (1914-1944) en que la hegemonía desenfrenada del Mercado condujo a crisis de tal envergadura, que la Razón de Estado debió intervenir a fondo para reducir el juego irracionalista del puro interés económico (ciclo iniciado tras la crisis de 1930 y culminado en la Conferencia de Bretton Woods en 1944). El poder del 'saber', durante esos cambios, aumentó cuando la hegemonía fue del Estado, y disminuyó cuando fue del Mercado. Los cambios de hegemonía no alteraron, sin embargo, el efecto histórico combinado, que fue no otra cosa que la llamada 'modernización del mundo occidental'.

La oposición histórica entre el Estado y el Mercado no ha sido, pues, antagónica, sino de carrera de postas. Su aparente rivalidad encubre una complicidad dinámica, que explica tanto la modernización capitalista como la modernización política y cultural del mundo occidental. Parodiando los términos de Karl Marx, el Mercado y el Estado van por la historia como twin brothers (mellizos), tomados de la mano, conforme una división dialéctica del juego explotación-modernización.

Uno de los rasgos característicos de esos twin brothers^

hasta 1982, fue la tendencia común a concentrar poder en

estructuras compactas, centralizadas, racionalizadas y

estratificadas, con una densidad cuyo grado máximo lo dio

su único vastago: el poder militar. Desde el principio, la con

centración de los poderes se realizó a costa de vaciar las redes

sociales y las organizaciones civiles de sus poderes específi

cos. El despojo de los medios de producción experimentado

por campesinos, artesanos y pequeños empresarios fue un

ejemplo de ello. La proletarización de los productores direc

tos, que siguió a ese despojo, lo mismo. El escamoteo de los

fueros, la autodeterminación y espacio público de las comu

nidades locales que proliferaban en el mundo post-medieval

y en el colonial americano, lo mismo. La atonía de la socie-

GABRIEL SALAZAR 269

dad civil y la pérd ida del sent ido republ icano de la vida fue

o t ra de sus victorias estratégicas. Por la misma razón, las

ident idades locales y aun las nacionales queda ron exangües

bajo el c rec imiento de las cúpulas mercanti les y financieras

de la economía nor-a t lánt ica . En suma: la tr iple concen t ra

ción del pode r fue de j ando tras sí masas de i n d i v i d u o s

desocializados, sin más ident idad que la recibida de los «de

rechos individuales» desprendidos de ese proceso y sin o t ra

h is tor ic idad que la de los planes hiper-desarroll is tas de esos

mismos poderes ' .

El cuarto ciclo Kondrat iev (llamado también 'modo de

acumulación fordista'), que culminó esc largo proceso de con

centración, se caracterizó, pues, por la hegemonía total de los

grandes aparatos de Estado, los grandes monopol ios del Mer

cado y las macro-teorías de la Ciencia Social. Su vida, por

comparación a los ciclos anteriores, fue, sin embargo , corta:

desde 1930 a 1982, más o menos. Sus tensiones internas, por

el contrar io , fueron mayores que en n inguna otra etapa ante

rior. M on t ado en la cresta mayor de la concentración de po

der, el ciclo fordista enfrentó tres graves tensiones internas:

1) la polarización política entre dos grandes sistemas estruc

turales (el Este contra el Oeste); 2) la tensión económica, so

cial y política entre el m u n d o desarrollado del Nor t e y los

subdesarrollados del Sur, y 3) la inflación mundia l de costos

provocada por el mismo gigantismo estructural . Tres tensio

nes que desembocaron en tres problemas insolubles: la even

tual guerra nuclear entre poderes de máxima concentración,

el bombardeo de revoluciones nacionalistas y socialistas que

impactaban de Sur a Nor te , y la explosión inflacionaria de

retaguardia (crisis del petróleo) que llevó todas las estructu-

Un análisis más extenso de estos problemas en S.Crook et al.: Postmodernization. Change in Advanced Society [honáon, 1992. Sage), Y en P.Corrigan & D.Saycr: The Great Arch: English State Formation as Cultural Revolution (London, 1985. B.BIackwell).

270 _ LA PARTiaPACIÚN CIUDADANA

ras al borde del abismo. Si ios dos primeros problemas pudie

ron sofocarse, negociarse o dilatarse a veces incrementando

aun más el poder ya concentrado, y otras especulando con su

sobrepeso, el tercero (catapultado desde 1974 por la OPEP,

sobre la cual esos poderes no tenían control) hizo evidente

que la multi-secular corriente concentradora debía ser dete

nida y disuelta mediante una operación histórica de gran es

cala, para permit i r la reformulación o actualización histórica

de las lógicas globales del poder ' .

La urgencia por el cambio se agudizó tras la crisis eco

nómica mundia l de 1982. Por ello, fue impuesto en términos

de emergencia y conditio sine qua non por el Fondo Moneta

rio Internacional y el Banco Mundia l , asociándose, como

•partners de opor tunidad , los Doctores en Economía de ia Uni

versidad de Chicago (que eran sólo libre-mercadisras teóri

cos). El tono imperativo del cambio no era compatible con

un ajuste au tomát ico del Mercado, pero sí con una interven

ción 'autoritaria del Estado. La crisis de 1982, así como la de

1930, aunque estallada en el ámbi to del Mercado, implicó

un urgente recurso al poder político y no al económico. Es

que sólo éste podía implementar un «ajuste estructural» que

consistía, nada más y nada menos, que en revertir la corriente

histórica del poder, forzando el proceso de concentración a

tomar el camino opuesto de desconcentración ' . La reversión

fue t a m b i é n t r ip l e : se d e b i ó ' descen t ra l i za r ' el E s t a d o ,

'flexibilizar' la Gran Empresa y 'focalizar' la Ciencia. La idea

estratégica era reducir el costo global y los problemas globales

^ J. Walton & D.Scddon: Free Markets & Food Riots: The Politics of Global Adjustment (Oxford, 1994. Blackwell), y también D.Harvey: The Condition of Postmodernity (Oxford, 1990. Blackwell.

' C.Colclough & J.Manor: States or Markets? Neo-liberalism and the Development Policy Debate [Oxiord, 1995. Clarendon).

GABRIEL SALAZAR 271

sembrándolos (y ocultándolos) en los millones de poros del

sistema. A pr imera vista, la nueva siembra (que inauguró el

'qu in to Kondratiev') consistía en una generosa «devolución

de poder» a la base c iudadana y a la base social-productiva,

con un redescubrimiento y aparente potenciación de la socie

dad civil ' .

I .b: Desconcen t rac ión

El qu in to Kondrat iev (o fase 'post-fordista') se caracteriza,

pues, por una lógica de poder de desplazamiento reverso que

es diferente a todas las anteriores; aunque , en estricto rigor, la

desconcentración no implica necesariamente ni disgregación

real (con estallido de la historia), ni efectiva descentraliza

ción (con diseminación del poder) . O sea: ni real pos t -mo

dern idad, ni real democracia participativa, sino algo entre

medio , que es preciso determinar. Con todo , es un hecho que

desde 1 9 8 5 , más o menos , se vive bajo una lluvia de par t ícu

las de poder en t rámite de 'devoluc ión; lluvia que , al igual

que la de los aerolitos, tiene algo de fugaz, pero también algo

de luz, por lo que sirve para esperanzar e i luminar la vieja y

ensombrecida potencia de la sociedad civil.

El problema medular, aquí , es examinar la naturaleza

real de esa devolución, su grado de irreverslbilidad histórica y

los límites sociales y polít ico-culturales de su expansión. ¿Ha

cia qué puntos cardinales se dirige su avance? ¿A qué grado

de profundidad puede penetrar en los poderes dormidos de

la sociedad civil?

Según lo real izado desde 1 9 8 2 , la «devolución» no ha

sido sólo 'hac ia abajo' (hacia c i u d a d a n o s y p r o d u c t o r e s ) .

"* Ash Amin: «Post-fordism: Models, Fantasies and Phantoms of Transition», en A.Amin (Ed.): Post-Fordism. A Reader (Oxford, 1997. Blackwell).

272 LA PARTiaPAClÓN CIUDADANA

sino también 'hacia arriba' y 'hacia el lado'. Entre las devoluciones 'hacia arriba', cabe citar la transferencia de decisiones económicas a las bolsas de comercio mundiales, sobre todo de Londres, Nueva York y Tokio (caso de los ADR y precio del cobre en Chile) y a las empresas transnacionales (que controlan las grandes opciones de inversión); el alineamiento de los gobiernos nacionales con las políticas sociales planetarias diseñadas y semi-fínancia-das por el Banco Mundial; la aceptación de la gendarmería política mundial ejercida por Estados Unidos y sus aliados

de oportunidad; el disciplinamiento bajo las 'leyes globales' acordadas en las diversas Cumbres Mvindiales sobre pobreza, desarrollo, medio-ambiente, tráfico de droga, etc.; el acatamiento de los tratados comerciales por bloque, que implican diversas formas y grados de soberanía compartida; la adscripción a redes y flujos mundiales de información y comunicación, etc.

La dcvoJucrdn de poderes 'hacia el lado' tiene también diversas formas: regionalización administrativa; transferencia a grandes consorcios empresariales (privatización) de antiguos servicios públicos del Estado, como la previsión, la salud y, en parte, la educación superior y media; licitación pública desagregada del diseño y la ejecución de planes, programas y proyectos 'públicos' de desarrollo social, local o urbano (que implican devolución alícuota de poderes al 'mercado' nacional e internacional de empresas consultoras y unidades de ejecución); privatización de los programas nacionales de capacitación a trabajadores y micro-empresarios, etc.

La devolución de poder 'hacia abajo' se refiere, básicamente, a la municipalización de antiguos servicios estatales; a la mayor asignación de recursos centrales para los gobiernos locales; a la ejecución de programas focales de desarrollo con

GABRIEL SALAZAR 2 7 3

'participación' de la masa vecinal beneficiarla; al desplazamien

to de las exigencias de eficacia, responsabilidad o rendimien

to burocrát ico desde el Estado Central al Gobierno Local; al

énfasis creciente puesto en la capacitación de los ejecutores

locales de polí t icas piiblicas diseñadas cen t ra lmen te ; a la

externalización (por otro nombre outsourcing) de funciones

productivas de la empresa hacia la trabajadores y micro-em

presarios, e tc . ' .

En las Ciencias Sociales la 'devolución ' ha impl icado

sobre todo la desteorización de ios mé todos , su vo lcamien to

a la p roducc ión de «resultados», «productos» e «impactos»

y, por consiguiente , su d isponib i l idad mercant i l ante cual

quier cl iente eventual . O sea: ha impl icado un desl izamien

to desde las c imas es t ruc tura les has ta los poros acciónales

del sistema*".

La 'ola devolutiva' es presentada como una dispersión

calculada y mul t id i recc ional (una suerte de big-bang con

trolado) de los poderes centrales acumulados , a efectos de

llevar el viejo proceso de «modernización» a una fase toda

vía más avanzada. Cua lqu ie ra sea el t é rmino con que se la

baut ice , la dispersión devolut iva t iende a operar c o m o un

flujo nu t r i en te de la l lamada «globalización». Es decir: como

un mecan i smo des t inado a p roduc i r un nuevo orden distr i

but ivo y una nueva cartografía para los mismos viejos pode

res. La globalización comunicac iona l e informát ica (que ha

s ido c o n s i d e r a d a po r a lgunos en tus ias tas c o m o la base

sustant iva de la globalización) sería, según esto, no más que

' Sobre aspectos generales, LWalIerstein: Después del liberalismo (México, 1996. Siglo XXI); sobre el caso de Chile, J.Collins & J.Lear: Chile's Free Market Miracle: A Second Look (Monroe, Or., 1995. IFDP).

^ G.Salazar: Los pobres, los intelectuales y el poder (Santiago, 1995. PAS).

274 LA FARriCIPAClÓN CIUDADANA

una «caja de heramientas» para los magmáticos movimien

tos 'reversivos' del poder.

Como se dijo, el problema a resolver son las cuestiones de irreversibilidad histórica y frontera limítrofe de la ola devolutiva y, por cierto, el problema de sus posibles tensiones o polarizaciones internas. ¿Hasta dónde puede estirarse esa ola sin descuartizar la secreta centralidad que asegura la armonía global de sus disgregaciones superficiales? ¿Cómo puede, mientras devoluciona, organizar y mantener eficientes, si no 'organismos', al menos 'principios fácticos' de auto-regulación? ¿Cómo podrá evitar explosiones de irracionalidad y desregulación como las vividas en el período 1914-1945?^.

En esta reflexión no se intenta examinar todas las direcciones de la ola desconcentradora, sino sólo uno de los flujos que van 'hacia abajo': el que desciende hacia las bases ciudadanas. El que, sin querer, está desenterrando la cultura republicana.

Desenterrando 'repúblicas' perdidas

II.a: La resurreción de los fantasmas republicanos

La ola devolutiva 'hacia abajo' ha erosionado la estratigrafía histórica de Chile, desnudando, cuando menos, dos importantes sepulcros: el de los municipios y el de las comunidades locales. Entidades que, desde 1817, fueron víctimas del avance triturador deí centralismo, ía expansión del capital

^ Linda Weiss: «Globalization and the Myth of the Powerless State», en New Left Review, septiembre-octubre 1997.

GABRIEL SALAZAR 2 7 5

mercant i l - f inanciero y, desde fines del siglo XIX, del esta

t i smo. Sin embargo , desde 1979, la ola descentra l izadora

(las «siete modernizaciones») ha desenterrado en quince años

lo que la ola central is ta enter ró en cien. Por ello, desde esa

fecha, ambas ent idades , cubiertas de sudario y polvo, cual

Lázaro del Evangelio, a paso arqueológico, comenza ron a

caminar. Pero su paso ha despertado viejos espíritus localistas

de obvio linaje republ icano, t ambién adormec idos : el con

cepto de c iudadanía , el de sociedad civil, par t ic ipac ión , le

g i t imidad, poder local, etc. La cadena de resurrecciones se

to rna larga: autores olvidados, como Alexis de Tocquevi l le ,

Guizo t , H a n n a h Arend t y otros , se levantan hoy de su olvi

d o , pa ra e span to de los que m e d r a b a n sobre su t u m b a :

Ferd inand T o n n i e s (que reenvió las «comunidades» al pasa

do p r e -mo de rno ) ; l 'a lcot t Parsons (que a n o n a d ó el m u n d o

de la vida al in ter ior de los «sistemas»); G i n o G e r m a n i (que

scpidtó las ident idades históricas en su «sociedad de ma

sas»), etc. C o n t u m a c e s «asociaciones de munic ip ios» , varias

veces devueltas a su t u m b a entre 1914 y 1973 , rechinan de

nuevo sus voces críticas. Y como los aprendices de brujo, el

Fondo Monetar io Internacional y el Banco Mimdial , al invo

car la descentralización del Estado, están desencadenando por

todo el m u n d o una larga marcha de 'fantasmas cívicos' que,

al desnudar su impúdica inmortal idad histórica, devienen hoy

en su principal t emor de futuro.

De este m o d o , los fantasmas de los 'lares', resurrectos,

se yerguen hoy frente al genio de la 'globalización'. O , si se

quiere, las múltiples polaridades verticales que con t raponen

la ' comunidad local' con la 'aldea global ' , susti tuyen cada vez

más las densas bipolaridades horizontales, inter-estructura-

les, del pasado (guerra fría). D e m o d o que si éstas aplanaron

y diluyeron en el pasado los conflictos locales y subjetivos del

desarrollo, los múlt iples conflictos focalizados del «quinto

Kondratiev» (post-fordismo) t o rnan hoy p rominen t e s por

276 LA PARTICIPACIÓN CIUDADANA

doquier los ejes inter-subjetivos de lo local. Así se produjo el

«retorno del sujeto», y la creciente «centralidad» de los acto

res sociales ".

La reversión de los flujos de poder ha desnudado , pues,

un nuevo (o antiguo) eje de conflicto. Fan nuevo o tan anti

guo, que los mecanismos de poder no logran identificar las

fuerzas dormidas que están desper tando: no aparecen en los

files de la modern idad . La sapiencia acumulada en resolver

conflictos horizontales y en acumular información 'estructu

ral' en cúpulas y sobre-cúpulas, carece hoy de util idad para

resolver el desafío 'viral' que acosa hoy a la «gobernabilidad

liberal», pese a su gran triunfo de 1989 (caída del Muro de

Berlín). Por eso, tras una década de acción desccntralizadora,

aun no se resuelve el problema de cómo y hasta dónde llevar

la ola devolutiva en el bajo fondo de la masa c iudadana y las

comunidades locales. En los demás frentes la devolución se

ha consumado con éxito. Pero no aquí. La duda radica en

que, si con un 'poco' de devolución se levantó ima polvareda

de fantasmas republicanos ¿qué pasará si la devolución, exigi

da por las circunstancias, fuera 'mucha? Por ello, el Banco

Mundia l , acicateado por la seguidilla de cumbres mundiales

que han denunc iado , una a una, las 'plagas neoliberales' (em

pleo precario, drogadicción, inseguridad urbana, corrupción,

crisis de representatividad, contaminación ambienta l , etc.),

se ha abocado a un gigantesco esfuerzo de investigación sobre

el 'poder' oculto contenido en lo social. Incluso Peter Drucker

afirma hoy que la crisis económica de los países del «milagro

asiático» tiene como base una profunda «crisis social».

En Chile , este problema se ha planteado en torno a la

cuestión de cómo y hasta dónde descentralizar el Estado y

Sobre el retorno del sujeto y el relevamicnto del actor, ver los estudios de Alain Touraine, Jesús Ibáñez, Orlando Fals Borda y Elizabeth Jelin, especialmente.

GABRIEL SALAZAR 2 7 7

au tonomizar los municipios . La Historia informa que éstos

fueron s is temáticamente vaciados de todo poder y toda au to

nomía desde la pr imera Ley Orgánica de Munic ipal idades

(1854) hasta la víspera de la úl t ima (1980) ' . Aparentemen

te, los repetidos abortos sufridos por la cul tura municipal is ta

chilena permit ieron al gobierno del general Pinochet cons

t r u i r u n s i s t e m a m u n i c i p a l ex-nihilo, q u e c o n c o r d a r a

orgánicamente con el modelo libremercadista de desarrollo y

con bajo riesgo de remover fantasmas localistas mayores. Sin

embargo, después de casi 20 años, el munic ip io , ni aparenta

concordar con ese modelo , ni parece i nmune frente a los vi

rus au tonomizantes cultivados, algunos, por las redes locales

(que resisten la integración plena a las políticas piiblicas), y

otros, por el propio es tamento profesional de esas corpora

ciones, el que, al trabajar cara a cara con esas redes, adquiere

contagios.

En Chile , h is tór icamente , el central ismo ha reducido el

au tonomismo local a una condición inocua y declamativa.

En otros países, d o n d e la t rad ic ión c o m u n a l no ha sido

abort iva sino permanente , la actividad viral ha sido capaz de

diluir la onda devolutiva en una marea inversa de empowerment

c iudadano (construcción local de poder y au tonomía ) . Allí,

los fantasmas locales han sido menos t ímidos , y han en t rado

a disputar el rediseño y control del gobierno local.

n . b : El empoderamiento y los nuevos movimientos cívicos

El empoderamien to de c iudadanos , desde la década de 1980,

es un fenómeno que abarca desde el «movimiento cívico por

la reinvención del gobierno local» de Estados Unidos hasta el

' Ver de Angélica luanes: «El proyecto comunal en Chile (fragmentos), 1810-1891», Historia 27 (1993). También G.Salazar: «La lucha por la democracia comunal en Chile» (Informe Proyecto FONDECYT, 1993).

278 LA PARTICIPACIÓN CIUDADANA

de los «campesinos sin tierra» del Brasil, pasando por diversos movimientos del mismo tipo en Africa y Asia. La refundación (neoliberal) de los municipios ha encendido una lucha social, política y teórica que, a diferencia del pasado, no se plantea como un avance de las bases para la 'conquista de las cúpulas, sino como un movimiento en círculo para controlar los mecanismos locales del poder. La lucha se extiende sobre los millones de 'centros' del nuevo sistema. El sistema global no está siendo atacado en el nivel alto de su globalidad sino, simultáneamente, en el nivel bajo de todos sus poros. La lucha no se está dando en el nivel alto donde el sistema ha apilado sabiduría operacional y fortaleza informática, sino en el nivel bajo donde históricamente acumuló despectividad e ignorancia: las redes inicrsubjetivas de lo local. La lucha tiende a estacionarse donde, precisamente, los actores locales son más fuertes. El 'quinto Kondratiev', pues, trajo un nuevo encuadramiento estratégico de los conflictos.

En Estados Unidos —segiin una encuesta realizada por CBS News en mayo de 1992- - el 85 % de los ciudadanos «quieren ver cambios fundamentales y una completa reconstrucción del gobierno», en el sentido de descentralizarlo e incrementar la participación efectiva de las bases ciudadanas. Ya en 1990 el ex-senador Lawton Chiles fue electo gobernador de Florida bajo la consigna de «reinventar el gobierno». Esta consigna se convirtió luego en la insignia de un movimiento civil que ha cubierto casi todos los estados de la Unión e influido al propio Presidente Clinton. A partir de allí se formó the Alliance for Redesigning Government. «Somos —se autodefine—una universidad virtual, una ilimitada red de aprendizaje, donde los innovadores públicos producen conocimiento al paso que producen cambios». La retroaiimenta-ción entre el conocer y el hacer —principio básico de los nuevos movimientos cívicos— generó una espiral sinérgica que

GABRIEL SALAZAR rj3

impulsó a varias comunidades a lograr altos índices de desa

rrollo (caso de Michigan) . Logros que, según insisten, se al

canzaron no porque operen como «organización», sino c o m o

«red» ' ' ' . El movimiento ha favorecido también la activa pro

pagación de los communitarians., t an to en Estados Unidos

como en 1 nglaterra; quienes, al programa de la Alliance, agre

gan la necesidad de restaurar «las virtudes cívicas, para que la

gente viva según sus responsabilidades y no sólo por sus dere

chos individuales; a efecto de refundar las bases éticas de la

sociedad»".

En Brasil, el Movimiento de los Campesinos sin Tierra

( M S I ) , surgido 'desde abajo' s imul táneamente en varios lu

gares y de diversos orígenes, es un levantamiento localista

absolu tamente nuevo en la historia del Brasil, que comenzó a

perfdarse a mediados de la década de 1980. En un comienzo,

las acciones se l imitaron a la toma de tierras, sobre todo en

Río Grande do Sul. A partir del Primer Encuent ro Nacional

de los Sin fierra, en 1984, se estableció una coordinadora o

«red», que planteó no sólo el problema de la tierra y la vivien

da, sino también la reforma agraria y la construcción de una

sociedad más justa; un iendo objetivos económicos inmedia

tos con objetivos sociales y políticos de largo alcance. El M S T

se autodefmió como movimiento «sindical (porque lucha por

la tierra para resolver el problema económico de sus fami

lias); popular (porque es amplio , part icipan diferentes cate

gorías de trabajadores), y polít ico (no en el sent ido par t ida

rio, sino en el sent ido que quiere cont r ibui r a los cambios

'" Barbara Dyer: «The Alliance for Redesigning Government», en R.WiJion & R.Cramer (Eds.): International 'Workshop on Good Local Government (Austin, Tx., 1995. U.ofTexas), vol.1, pp.137-42.

" Amitai Etzioni: The Spirit of Community. Rights, Responsibilities and the Communitarian Agenda (London, 1995. Fontana).

280 LA PARTICIPACIÓN CIUDADANA

sociales»'''. El MST, más allá de sus «invasiones» y sus deman

das, ha levantado proyectos de ley y un programa de Asam

blea Const i tuyente . En todas sus negociaciones aplica «pre

sión mult i tudinar ia», llegando incluso a la desobediencia ci

vil o a la resistencia activa frente a desalojos violentos. l i a

organizado múltiples cooperativas de producción y merca

deo, que opetan en coordinación con ima extensa red de es

cuelas propias y actividades autoeducativas. Lo integran más

de 1 2 millones de personas, razón por la cual negocian desde

posiciones de fuerza, lo que les da ventajas frente a las autori

dades locales y frente a los part idos políticos (caso del VKV

de Lula). En 1991 , el Par lamento de Suecia concedió al Mo

vimiento de los Sin Tierra el Premio Nobel Al ternat ivo" .

En el caso de las comunidades de Gal Oya, Sri Lanka, la

sinergia local se volcó a la construcción de una gran represa,

dest inada a el regadío de sus tierras y la producción de ener

gía, demos t rando con hechos que podían susti tuir la acción

de! gobierno central. N o r m a n Uphoff, que asesoró el proyec

to, descubrió que en la sinergia comuna! no sólo se daba la

interacción con t inua entre hacer y conocer (prominente en

los dos casos expuestos arriba), sino, además, una lógica dis

t inta a la newtoniana, implícita en las ciencias de Occidente .

En éstas, el raciocinio es regido por la disyunción «esto o lo

otro» {either-ür), que da como producto una «suma constan

te» {zero-sum), dado que en esa oposición se estudia el equili

brio entre lo negativo y lo positivo. Es el mismo principio

que rige el análisis i npu t -ou tpu t . En cambio, en la lógica

sinérgica de 'lo social', el raciocinio es regido por la conjun-

'"̂ J.P.Stcdilc & S.Frei: La lucha por la tierra en el Brasil (Barcelona, 1994. MST), pp. 22-23. Ver también D.Armani (Ed.): So Much Land, So Much Hope: The Struggle for Agrarian Reform in Brazil (London, 1996. Brazil Network),

" D.Armani, op.cit., passim.

GABRIEL SALAZAR 281

ción «esto y lo otro» {both-and), que da como produc to una

«suma positiva» {positive-sum), de m o d o tal que «el todo pue

de ser más que la s u m a de sus partes, cap tu rando efectos

sinergísticos». La lógica del both-andácÚ^avU, según Uphoff,

del concepto de karma conten ido en el sánscrito, y del con

cepto árabe de adah, los cuales unen en general lo que los

conceptos occidentales separan. En Gal Oya, la lógica del both-

and emergió - dice Uphoff— de lo que las ciencias sociales

de Occ iden te han olvidado sistemáticamente: la vinculación

definida como «amistad» {friendship). En ésta, el ' ou tpu t ' no

depende de m o d o mecánico o ar i tmético del 'input'*''.

En la India, la reacción civil ha englobado a la mayor

parte del (gigantesco) campesinado. Para éste, la economía

agraria es un apéndice de la moderna economía de las urbes,

del mismo modo que la India tradicional (llamada Bharat) ha

sido víctima del país 'moderno ' fundado por los ingleses ('In

dia', p ropiamente tai). De este modo , a la lucha constante

por conseguir mejores precios para su.« productos y rebajas

para sus insumos, las comunidades campesinas (sobre todo

del Punjab) han agregado una lucha cultural y política de

vastas proporciones . Las olas represivas lanzadas por el G o -

bieruQ central no las han disuadido. Más b ien , las ha impul

sado a sofisticar sus métodos de presión, al p u n t o que han

provocado la caída de dos gobiernos sucesivos. Su forma

organizativa recuerda a la del MST, de Brasil:

«Su forma organizativa es anárquica o 'post-moderna' en

el sentido de que... construye sus estructuras no en torno a

rutinas sino en torno a 'acciones'. No tiene membrecía fija,

ni reglas rígidas de organización, ni enlace estricto entre

N.Uphoff: Learning from Gal Oya. Possibilities for Participatory

Development and Post-Newtonian Social Science (Ithaca & London, 1992, CUP), pp.281-283.

282 LA PARTICIPACIÓN CIUDADANA

el nivel local, intermedio y superior del movimiento. Cual

quiera que lleve su insignia es un miembro. Cualquiera

que participe en sus agitaciones, que vaya a la cárcel, etc.

es un miembro reconocido... como quiera que sea su filia

ción ideológica o de casta...» " .

En Chile , donde la destrucción de las comunidades lo

cales ha sido mayor, la sinergia local ha emergido esporádica

y pun tua lmen te : a veces, refractando los proyectos guberna

mentales y proyectándolos en una dirección dist inta a la pla

nificada. A veces, superando con creces el impacto o la efi

ciencia prevista. Y en no pocos casos, donde la destrucción

era completa , di luyendo los proyectos en el vacío total. Las

políticas focalizadas aplicadas por los gobiernos neoliberales

no han producido en Chi le movimientos cívicos con desarro

llo de poder local, salvo en el período álgido de las «protestas

nacionales». Sin embargo, después de 1992 —tras darse por

concluida la transición política a la democracia - tanto el

ministerio de los pobres ( M I D E P L A N ) , como la agencia que

aplica en el país las estrategias recomendadas por el Banco

Mundia l para erradicar la pobreza (FOSIS) , han descubierto

que las políticas «focales» no se insertan en el torrente san

guíneo del desarrollo social y que , más bien, pese al gasto

creciente, despiertan ant i -cuerpos. Es por este camino rever

so que las autoridades chilenas han llegado a comprender el

poder de las sinergias locales y la necesidad cada vez más ur

gente de sumarlas como un plus (capital) indispensable para

elevar la eficiencia de la política social (ya que no se hará

ningiina inversión gigante de tipo ' reforma estructural ' ) . Sin

embargo, en este sent ido, el Gobierno ha investigado menos

el problema que el Banco Mundial .

'̂ Staffan Lindbcrg: «Peasants, Communities and the State: Social Movements as Political and Social Forces in Contemporary India», Research Reports 27 (1992. Lund, Suecia. LU).

GABRIEL SALAZAR 283

II.c: La disputa por el capital social

¿Cuan impor tan te es la sinergia local en la estrategia polít ica

contemporánea? Todo indica que, para los gestores del m o

delo neoliberal, es de impor tancia trascendental , puesto que

su obsesión por definir los problemas del desarrollo como

algo transitorio y residual (superable en el t iempo por la p ro

pia economía de mercado) les lleva a utilizar recursos 'esca

sos' y políticas ' l imitadas' (marginales) frente a problemas que,

si resisten al t ra tamiento , sólo podrían resolverse incorporan

do nuevos recursos marginales. La sinergia local t iene la ven

taja que no sólo es marginal ai proceso acumulat ivo central

del modelo , sino que , además, al ser aplicada, produce un

surplus de rendimiento neto '^. No pudiendo ni retroceder a

estrategias populistas ni superar con recursos l imitados las

plagas que lo acechan, el modelo libre-mercadista no puede

avanzar más, a menos que atrape y expolie las fuerzas sinérgicas

de la comun idad local. Es ésta la tarea en la que está empeña

do hoy el Banco Mundia l .

La sinergia local —llamada también «capital social»—,

además de ser el gran descubrimiento político del post-fordismo,

se ha mostrado como un factor socio-cultural de difícil pro

ducción o reproducción en el corto plazo. N o se puede enseñar

desde arriba ni construir por decreto. En este sentido, las polí

ticas públicas de administración directa, o son infértiles, o

impotentes . Esto se debe a que la sinergia local es un capital

comuni ta r io , au to-produc ido por un grvipo o una comuni

dad local; un 'potencial ' acumulado por sus propias acciones

y experiencias; un cúmulo de 'conjunciones ' {both-ands) que

producen outputs más allá de todo input ; una «fuerza de iden-

' G.Salazar: «Descentralización y sinergia histórica local: fracasos y desafíos», en Departamento de Ciencias Históricas de la Uni-vervidad de Chile (Ed.); Bases históricas del desarrollo regional de Chile (Santiago, 1996. U.Chile).

284 IJ. PARTICIPACIÓN CIUDADANA

tidad» que pervive a toda exterioridad, etc. '^ . El capital so

cial proviene de la historia interna de los grupos y comunida

des más que de n inguna transmisión externa.

Robert Pu tnam, investigando las comunidades italianas,

descubrió que ese capital se forma al paso de las decadas y los

siglos, razón por la cual su construcción es tan lenta como

irreparable su destrucción. Su importancia es tal —demos t ró

P u t n a m — que n inguna política de Estado o de Mercado pue

de ser exitosa si no establece con él un metabol ismo orgánico

y positivo. Al parecer, el capital social no sólo cont iene un

sorprendente surplus de eficiencia sino también, para efectos

de negociar con él, una exigencia de contexto, sin el cual no

reacciona ni fertiliza"*.

¿Qué ocurrirá con esos países radicalmente neoliberales

— c o m o Ch i l e— cuya historia es de aplastante central ismo e

incesante destrucción de comunidades locales? Las conclu

siones de R .Pu tnam, son, en este sentido, pesimistas. Impli

caría que las políticas sociales carecerían de suficiente meta

bolismo cívico para ser exitosas, de m o d o que no sólo el capi

tal social no entraría en acción sino que, en añadidura, la

sinergia del desencanto podría generar un ou tpu t mayor que

el impacto real de esas políticas.

Ante esa posibil idad, resulta urgente investigar si el ca

pital social puede ser const ruido en un t iempo menor que el

neces i tado por la s inergia del desencan to para i r rumpir .

Jona than Fox est ima que la reconst rucción o la formación

de capital social es posible, sobre la base de lo que Albert

H i r s c h m a n llamó «energía social» y «principio de conserva

ción de la energía social». Según Hi r schman — q u e estudió

M.Cascells: The Power of identity {London, 1997).

' R.Putnam: Making Democracy Work: Civic Traditions in Modern

Italy (Pinceton, N. ] . , 1993. PUP).

GABRIEL SALAZAR 285

este fenómeno en varias comunidades de América L a t i n a —

la energía social (colectiva) se despliega y acumula de m o d o

p e r m a n e n t e , ap rend iendo tan to de sus éxitos c o m o de sus

fracasos, de m o d o que , ante nuevas c i rcunstancias , puede

hallarse con un potencia l mayor de eficiencia. La dispers ión

física de las comun idades no implica desintegración de su

potencia l , puesto que pervive en los sujetos dispersos. La

energía social puede acumularse en comunidades de vecin

dad epocal t an to c o m o en comunidades de vecindad espa

cial. En este sen t ido , la sociedad civil puede , even tua lmen-

te, c o m o recipiente global, conservar el potencial pe rd ido

por 'una' c o m u n i d a d vecinal.

Las «tradiciones cívicas» acumuladas por una c o m u n i

dad que se dispersa, suman su conten ido al pa t r imonio glo

bal. Esto permite —sost iene J .Fox— realizar intervenciones

políticas destinadas a 'cultivar' los gérmenes latentes de capi

tal social. La cuestión es crear las condiciones ecológicas para

ese cultivo, las que deberían incluir, entre otras exigencias,

«un cambio en la estructura de opor tun idades , reducción de

costo para el actuar colectivo, presencia de nuevos aliados

potenciales y evidencia de que élites y autoridades son vulne

rables». Con todo , el ítem crucial de ese cambio de opor tun i

dades es la transformación real del poder estatal, en el senti

do de que sus representantes puedan ser efectivamente con

trolados por las bases c iudadanas, que devengan responsables

ante éstas (principio de «accountability^^) y que, en base a esta

mayor transparencia, pe rmi tan a esas bases inc rementa r su

par t ic ipación efectiva en las decisiones públicas (pr incipio

de «empowerment»)^''.

J.Fox: «Local Governance and Citizen Participation: Social Capital Formation and Enabling Policy Environments», en R.Wilson & R.Cramer (Eds.): International Workshop..., op.cit., voLH, pp.3-23. A.Hirschman: Getting Ahead Collectively: Grassroots Experiences in Latin America (New York, 1984. Pergamon).

286 LA PARTíCIPACJÓN CIUDADANA

«Las organizaciones cívicas locales —dice J. Fox— se halla

rán prisioneras en la influencia puramente local a menos

que puedan escalar a redes horizontales de mayor poder

decisional... La participación ciudadana directa aumenta

rá si la democracia representativa deviene más representa

tiva, y la descentralización más descentralizada... evitando

en todo momento la 'ley de hierro de la oligarquía'...a^'^.

La «energía social», sin embargo, puede no estar en completa disponibilidad a una política impulsora del capital social, no sólo cuando ha sido aniquilada sino también cuando ha quedado sepultada bajo una larga (y frustrada) práctica de acción colectiva en términos de 'movimiento de masa'. La cultura de 'masas' puede constituir un peso muerto considerable. Es evidente que los transversales movimientos 'de clase' de los años 50 y 60 acumularon un capital social cuya lógica política es notoriamente perpendicular a la de los movimientos cívicos localistas de los de los 80 y 90, Este tipo de capital social (muy acendrado en Chile), sumado a la destrucción de las «tradiciones cívicas», puede dificultar seriamente el tratamiento político de las 'repúblicas enterradas' y la eliminación focalista de las plagas que acechan al modelo neoliberal.

Pre-condiciones históricas y contextúales de la participación ciudadana

IILa: Capital social constante y capital social variable.

La 'participación' de la ciudadanía en el diseño o ejecución

de las políticas públicas no es un resultado fácil de conseguir.

' J.Fox: «Local Governance...», Joc.cit, pp. 17-1 8.

GABRIEL SALAZAR 2 8 7

En parte, porque — c o m o se d i jo— la part icipación es un

produc to histórico derivado del accionar de los propios ciu

d a d a n o s ; lo que i m p l i c a q u e , p r á c t i c a m e n t e , no t i e n e

sucedáneos. O se produce , o no se produce: los p roduc tos

históricos no admiten sin más los susti tutos. Y en parte , por

que la participación depende de que el contexto estructural ,

de por sí, avance de m o d o consistente en esa misma direc

ción. La instalación efectiva de la part icipación c iudadana

requiere, así, de la confluencia de dos pre-condiciones his tó

ricas, una social y otra estructural .

El capital social puede consti tuirse a sí mismo, según se

dijo, de diversos modos . Puede, por ejemplo, articularse como

«energía social» libre o en estado de espontaneidad, sin ha

llarse acumulado en términos de tradición o pre-condición

participativa. Y puede, también, articularse en té rminos de

esta úl t ima. Si se acumula en términos de tradición o pre-

condición participativa, entonces cabría hablar de capital so

cial constante. Si no se acumula de ese m o d o y permanece

como energía libre, podría hablarse, entonces, de capital so

cial variable.

Puede ser, por t an to , que en un país de te rminado los

hechos sigan un curso tal que no construyan o que , incluso,

destruyan (total o parcialmente) las pre-condiciones históri

cas de la part icipación c iudadana, sea en el afluente del capi

tal social 'constante ' , sea en el de la aper tura estructural (el

capital social 'variable' es indestructible) . La democrat ización

política real y el desarrollo con integración real dependen de

la situación existente en esos afluentes. Es impor tan te tener a

la vista el balance global de esa situación —sobre todo en el

caso de que el capital social 'constante ' esté decons t i tu ido—,

para afrontar el p roblema planteado por Jona than Fox frente

a las conclusiones pesimistas de Rober t Pu tnam: ¿es posible

construir o re-construir el capital social en base a las semillas

2 8 8 LA PARTICIPACIÓN CIUDADANA

flotantes de la «energía social»? En cualquier caso, el plantea

miento de este problema requiere reconocer los indicadores

del contexto ecológico en el que puede prosperar el capital

social 'constante'. Una rápida inspección permite reconocer

los siguientes indicadores:

a) la permanencia de comunidades cívicas tanto rurales como

urbanas;

b) la permanencia de municipios y gobierno regionales con

un índice significativo de recursos propios y autonomía;

c) la permanencia o desarrollo de una importante clase media rural o semiurbana;

d) el reconocimiento público del saber social que se forma y desarrolla en relación metabólica con la autogestión local y

e) la existencia de procesos económicos con capacidad para incorporar a todos los sectores sociales a un mismo patrón de desarrollo.

En el caso de Chile, la tendencia del proceso histórico central ha sido debilitar o destruir todas esos 'indicadores'. La matriz del problema ha consistido en que los ciclos de desarrollo económico no han logrado ni generar procesos dinámicos auto-reproductivos {take-off¡, ni integrar las mayorías nacionales a los standards de la vida moderna. En rigor, típicamente, sólo han sido ciclos de 'crecimiento hacia afuera', de carácter más mercantil que industrial y con efecto depredador sobre los recursos naturales. El resultado neto ha sido una excesiva concentración del capital, la subordinación y despueble de las provincias y la constitución de un Estado altamente centralizado. Por su lado, el efecto depredador (huella invariable del capital mercantil-financiero) destruyó la mayoría de las comunidades productivas locales, desatando con ello una imparable emigración a Santiago de las proles de

GABRIEL SALAZAR 289

los microempresarios despojados; proceso que r edundó en la

rápida aniquilación de la clase media ru raP ' .

La eliminación de la clase media rural (perpetrada a me

diados del siglo XIX) ha sido, con toda probabilidad, el más

lapidario golpe asestado a las precondiciones históricas de la

part icipación ciudadana. C o m o se sabe, este conglomerado

social es el que más t iende a vivir en comunidad, en aldeas y

ciudades menores; el que, por ser propietario y tener medios

de producción, desarrolla un alto sentido de au tonomía y di

versas tipos de poder o gobierno locales, y el que más valoriza

las i n s t i t u c i o n e s de c a r á c t e r c o l e g i a d o , i g u a l i t a r i o o

participativo. La clase media rural, por estas predisposiciones

históricas, pudo ser el polo en torno al cual pudieron aglutinarse

otros sectores sociales, hasta devenir en la base fundamental de

la sociedad civil. Sin embargo, la instalación del pesado siste

ma de haciendas y compañías mineras (que centralizaron su

acción en el eje mercantil y político de Santiago-Valparaíso) y

la sedimentación del gigantesco peonaje semi-cesante (que tras

vagabundear por todas partes se radicó en ese mismo eje), no

sólo fueron testimonios residuales de la desintegración de la

clase media rural, sino también factores estructurales que hi

cieron difícil o imposible la formación de núcleos duros de

sociedad civil. El proyecto democrático-republicano, usualmen-

te vinculado al d inamismo au tónomo de los gobiernos locales

y a la participación local de la ciudadanía careció, en Chile, de

la 'clase social' que lo testimoniara y promoviera. Su ausencia

favoreció el enquistamiento crónico del centralismo político y

económico, por arriba, y el aposamiento de una sociedad de

masas en vez de una auténtica sociedad civil, por abajo^^.

'̂ G.Salazar: «Los límites históricos de la modernidad neoliberal en Chile», Cuadernos de Historia 12 (1992. U.Chile).

^̂ G.Salazar: «Para una historia de la clase media en Chile», SUR

Documento de Trabajo No.60 (1986).

290 LA PARnClPACIÓN CIUDADANA

En este contexto, no podían prosperar —y no prospera

ron—las 'comunidades cívicas'. Sobre su agostaniiento pros

peró, en cambio, una abstracción política: 'la comunidad na

cional ' . Tampoco florecieron los municipios , los gobiernos

locales, las asambleas regionales ni el proyecto republicano

de Estado Federal. Sobre ellos se instalaron, todopoderosos ,

el Estado Central y el Mercado Internacional . Ni pudo el 'sa

ber social' situarse a la par con el saber 'científico', ya que

éste, acuartelándose en las altas cúpulas universitarias, se ra

dicó en el mismo barrio que los otros poderes centrales.

¿Cómo reaccionó la masa ciudadana después de destrui

do su capital social 'constante ' (o sea: la precondición históri

ca básica de su posibilidad participativa)? Los hechos mues

tran que los residuos de las comunidades desintegradas (o que

'no fueron') tendieron a improvisar micro-comunidades de

emergencia, privadas, móviles, autogestionarias y de corta du

ración. La «energía social» de las primitivas comunidades , en

este caso, no se acumuló , pero sí se t ransformó, dispersó y

diversificó. No fue (o dejó de ser) un capital social 'constan

te', pero sí se refugió en, y se potenció como capital social

variable. Es decir: no como un capital acumulable en tradi

ciones cívicas de desenvolvimiento en espiral, sino como ca

pital de alta sinergia y uso inmediato . Exactamente , consti

tu ido en terreno para sobrevivir. Su gasto o consumo no ga

rantizó, pues, n inguna otra cosa que la vida misma (valía más

su valor de uso que su valor de intercambio) . Por ello, no

estaba calibrado para proyectarse al espacio público 'nacio

nal ' , ni como propuesta de gobierno local ni como modelo

pol í t icamente al terno de organización social ^^.

Por su naturaleza emergente, el capital social 'variable'

(CSV, en adelante) , no está necesariamente de te rminado por

^̂ Un mayor desarrollo de estos problemas se hallará en trabajos de próxima publicación.

GABRIEL SALAZAR 291

ninguna lógica normativa exterior. Su espontaneidad, creatividad y ubicuidad lo hacen porfiadamente pre, sub o trans-estructural. Por ello, la lógica either-or pesa menos en él que la both-and, lo cual favorece la asociatividad entre los sujetos que lo detentan. Inspira por lo mismo la 'acción directa', no tironeada por dilemas normativos ni intermediada por redes institucionales, ni aun por los roles e identidades estructurales establecidos y compulsados por el sistema central. El CSV promueve la auto-construcción de identidades, proceso que, en im contexto de subdesarroüo o exclusión estructurales, puede devenir caudaloso e invasivo (durante el siglo XIX el oleaje 'peona!' cubrió todo el territorio, rebalsando incluso sus fronteras). De este modo, densas galerías de personajes 'típicos', autóctonos y populares pueden contrastar agudamente con las galerías cultivadas dentro de las estructuras dominantes. Y la lógica masiva de las acciones directas puede convertirse en una amenaza global para el mundo de las acciones normadas. El conflicto, en este caso, no tiene una resolución fácil por la vía del arbitraje normativo: la legalidad acumida-da de uno no es homologable a la legalidad emergente del otro. No son co-participativas. Aquí, sólo cabe la negociación directa, previa a todo marco legal (como los «parlamentos» de los españoles con los indígenas en el período colonial) o, en su defecto, algún nivel de enfrentamiento físico (delictual, pre-político o post-político). Esto ayuda a explicar por qué plantear políticas normadas de participación a una población formada por residuos de comunidad (que sólo ha podido construir CSV pero no CSC), sólo conlleva frustración, rebote de proyectos y refracción de las políticas públicas.

La acción ciudadana en despoblado (es decir: sobre las ruinas de las comunidades cívicas) ha tendido y tiende, por ello, a convertirse en un poder fáctico, con una inminente proclividad a la violencia. Como un civismo nómade de baja legalidad pero fuerte «poder de identidad». Como un movi-

2í)2 LA PARTICIPACÍÓN CIUDADANA

miento de intensa creatividad micro-social, micro-cultural y

micro-económica (a ras de la vida), pero de proyección polí

tica larvaria y potencial ^''.

El curso seguido por la corriente central de la historia

de Chi le ha forzado a una gran mayoría c iudadana a actuar

'en despoblado' y a depender, fundamenta lmente , de su pro

pio CSV. Incluso duran te el período del «populismo» (1938-

1973, sobre todo) , cuando las élites de turno procuraron con

ver t i r esa mayor í a en u n a «masa social» p e t i c i o n i s t a y

clientelizada — l o que desarrollaba el CSV en una dirección

divergente con relación al C S C — e incentivar la 'moviliza

ción de masa en sust i tución de una real 'participación ciuda

d a n a . Los ensayos realizados después de 1971 para crear «po

der popular» (cordones industriales, comandos comunales, ca

bildos, asambleas del pueblo o co-administración de empre

sas), no se realizaron a partir de conceptos de ciudadanía o

comunidad cívica, sino a partir, siempre, de la idea de 'masa .

Fue precisamente el sobrepeso de la política de masas y de las

«vanguardias» de masas lo que abor tó esos intentos en térmi

nos de poder local o poder c i u d a d a n o " . Después de 1987, la

transición a la democracia se realizó, pr imero, en base a una

episódica resurreción de las movilizaciones de 'masas' (entre

el plebiscito de 1988 y la elección presidencial de 1989) y,

luego, en base a una drástica ' individuación' de la masa elec

tora. Finalmente , la propuesta actual de construir un 'ciuda

dano participative ' no surge de los c iudadanos mismos sino

de la evidente inconveniencia coyuntural de practicar polít i-

""̂ C.Salazar: Violencia política popular en las 'grandes alamedas'. Santiago de Chile,, 1947-1987 {SanÚ2Lgo, 1990, SUR).

^' Miguel Silva: Los cordones industriales y el socialismo desde abajo (Santiago, 1998). Ver también O.Carretón (Coord.): «Desde diversas trincheras se analiza el problema de la participación», Panorama Económico 271 (1972), pp.16-32.

GABRIEL SALAZAR 2 9 3

cas de masas y de la también evidente insuficiencia global de la pura individuación. Es decir: proviene de las reacciones instintivas del sistema neoliberal frente a las 'plagas' que lo infectan internamente. Con todo, a pesar de este origen, implica cuando menos una tímida apertura del afluente estructural hacia la participación ciudadana. Pero el problema mayor sigue siendo el afluente obturado: el que aloja el CSC. ¿Cómo conseguir que fluya?

Acerca de este problema, como se dijo, no hay suficiente saber político ni académico ni 'de la gente'. Particularmente en Chile. Así, la emergente voluntad participativa de los diseñadores y ejecutores de políticas focalizadas se manifiesta, entre otros modos, por carreras paralelas hacia la investigación y la disputa pública por los conceptos claves. El problema, por su novedad y valor estratégico, se atiborró súbitamente de turistas y slogans de propaganda, lo que amenaza con convertirse en una Torre de Babel. Es de interés, por tanto, itemizar los discursos que circulan competitivamente en este (nuevo) ámbito.

Ill.b: Los discursos contrapuestos sobre 'participación'

Cabe destacar, primero, el discurso neoliberal esgrimido por el propio Banco Mundial. Para éste, la participación consiste en «movilizar el potencial de los pobres» para reducir su pobreza y vulnerabilidad. Esto implica reconocer y promover los 'activos' {assets) que los pobres tienen en su hogar {household), en sus mujeres y en sus relaciones comunitarias. Esto presupone asumir que entre la dimensión económica y la social de la vida existe una relación metabólica inseparable («son como la inhalación y exhalación en el proceso de respirar»); de modo que el «poder de los pobres» podría acrecentarse potenciando la inhalación social para lograr éxitos en la exhalación económica. El aumento de los outputs económicos a partir de los inputs sociales permitiría resolver gran parte

294 LA PARTICIPACIÓN CIUDADANA

del p roblema material de la pobreza y, por carambola, parte

del p rob lema democrát ico de la part icipación:

«El progreso efectivo se logra potenciando al pobre, al

débil y al vulnerable para que devengan en los p roduc

tores de su propio bienestar y no en meros recipientes

de la caridad o beneficiarios de la ayuda pública».

f,a pobreza se define aquí como una posición de 'vulne

rabil idad' de ciertos individuos, hogares o comunidades fren

te a un en to rno cambiante . La vulnerabil idad, con todo , no

se define sólo como un riesgo, sino también como «resiliencia»

(capacidad de resistir a los efectos negativos del cambio) ; por

tan to , el concepto de vulnerabil idad cont iene también el de

«propiedad de activos». Al examinar con mayor detalle los

assets de los pobres, el Banco Mundial dist ingue cinco ítems

sobre los cuales puede imprimirse la potenciación: la activi

dad laboral asalariada o de autoempleo, el capital h u m a n o

(habilidades, estudios), los assets productivos (la casa, el ta

ller), las relaciones internas del grupo familiar, y el capital

social (redes comunitar ias con capacidad de producir solu

ciones colectivas)^''. Es evidente que el Banco Mundia l res

tr inge el concepto de participación a la movilización del acti

vo social de los pobres (que no se podría movilizar sin 'part i

cipación') , pero a la vez reduce el concepto de pobreza a sus

contenidos dinámicos, sustrayendo del mismo sus conteni

dos pasivos (los factores estructurales que la generan). La ex

clusión de las dimensiones estructurales de la pobreza deja

por tan to el concepto de participación sin n inguna connota

ción política:

''' Caroline Moser: «Confronting Crisis: A Summary of Household Responses to Poverty and Vulnerability in Four Poor Urban Communities», liSD Studies and Monographs Series No.7 (Washington D.C., 1996. World Bank).

GABRIEL SALAZAR 2 9 5

«Enfatizar las causas del nivel macro no revela el comple

jo conjunto de factores causales que explica el empobreci

miento de individuos, familias o grupos sociales... Algu

nos se empobrecen porque han perdido la fuente de su sus

tento... Para muchos la pobreza es el resultado de un golpe

súbito: la pérdida de un familiar adulto que proveía el

sustento, la confiscación de la mercadería de un vendedor

callejero... Del mismo modo, las guerras civiles han gene

rado pobreza considerable, sobre todo en algunos países

africanos... La cuestión clave es que la pobreza refleja la

inhabilidad de un individuo, una familia o una comu

nidad para satisfacer ciertas necesidades básicas. ..Y la cues

tión clave es ahora cómo pasar de una acrecentada com

prensión de la pobreza urbana a la acción que pueda re

ducirla»^'.

La acción que p ropone el Banco Mundia l no envuelve

necesariamente ni comple tamente al Estado, dado que debe

ser una acción privada, estr ictamente técnica (no política) y

l imitada al t ra tamiento casuístico del problema. A este efec

to, el Banco promovió la creación de una red mundia l de

Fondos Sociales —financiado en gran parte por él m i s m o — ,

que adminis t ra la estrategia, diseña los programas concretos

de acción y evalúa los resultados. El Banco promueve la «re

organización del vínculo entre Estado y Sociedad» desde la

acción privada del mercado (las agencias ejecutoras compi ten

mercant i lmente entre sí), lo que «tiene un fuerte impacto en

el caso de los Fondos Sociales, que excluyen de m o d o directo

al Estado de la ejecución de los programas». En to rno a este

eje central de la lucha contra la pobreza, el Estado puede ins-

F.Vanderschueren et al.: "Policy Programme Options for Urban Poverty Reduction: A Framework for Action at Municipal Government Level", en Urban Management and Poverty ISS (Washington D.C., 1996, World Bank). El subrayado es nuestro.

296 Í.A PARIICIPACIÓN CIUDADANA

talar agencias o programas 'fiscales' (como M l D I i P L A N o los

Fondos de Desarrollo Vecinal en Chile), pero sólo como com

plemento o política coyuntura! de 'legitimación' '^.

En suma, para el Banco Mundia l , la 'participación' no

es ni puede convertirse en una práctica 'política' (y menos en

un poder polít ico), sino permanecer todo el t i empo como

una práctica de 'empresarialidad' . Por tan to , se trata de una

forma económica de incorporar los pobres al Mercado, no al

Estado,

Para un Estado Neoliberal neto (o «ultra-liberal» como

J.Coll ins, A.Przeworski y otros han l lamado al Estado chile

no) la definición de una política social-participativa y la ins

talación de agencias estatales ad hoc es, sin duda , un proble

ma incómodo. Aceptar la compañía interviniente de una agen

cia activa de globalización como el Banco Mundial no es algo

que dé dividendos electorales, y no es menos riesgoso apar

tarse de esa agencia para lanzar, por razones puramente elec

torales, una política social de dimensiones reestructurantes.

El Mercado, en la duda , es lo único que podr ía resolver el

problema sin dolor, ú fuera eficiente en erradicar la pobreza

y otras plagas. Pero no lo ha sido; o lo es, sólo, a medias. En

consecuencia, ías opiniones de ios personeros públicos pue

den variar considerablemente, desde la adhesión entusiasta a

los parámetros globalizantes, hasta la postulación audaz de

formas políticas de participación. Lo primero es lo que hace

el Minis t ro J .J .Brunner:

«Mientras no se asuma que las prácticas de consumo son,

vitalmente, modos de hacerse parte de la sociedad... no

será posible abordar adecuadamente los nuevos fenóme-

' Ana María Ezcurra: «Banco Mundial y Fondos Sociales en América Latina y el Caribe», Documento de Trabajo IDEAS (Buenos Aires, abril de 1996).

GABRIEL SALAZAR 2 9 7

nos de la participación social... los análisis no consideran

tampoco la participación en el mundo de los mensajes

transmitidos por la industria de la comunicación. ¿Cómo

eludir el hecho que esa forma de participación hace parte

del vínculo social contemporáneo?... La primada de la

sociedad civil sobre el Estado y el derecho de expresión sólo

han mudado de naturaleza...» • '̂.

El gobierno del Presidente Aylwin prefirió hablar de «in

tegración al desarrollo», la que sería una polít ica de Estado

dest inada a que «las personas puedan desarrollar sus po ten

cialidades y, por lo t an to , logren remover los obstáculos que

se lo impiden». Esta definición, que es perfectamente coinci

den te con la del Banco Mundial , recibió, sin embargo , una

formulación más política:

«El fin ú l t imo del gasto social no es o t ro que propor

cionar a la población de escasos recursos mayores opor

tunidades para su propio desarrollo. Por eso se requie

re más y mejor educación; más y mejor atención en

salud, más viviendas, más seguridad social, más recrea

ción. Es una responsabil idad colectiva que t enemos

como comun idad nacional».

Esa responsabilidad colectiva se concretaría «a través de

los representantes de la c iudadanía en los Gobiernos Regio

nales y Municipales . . . y la part icipación directa, estable y

mayoritaria de las personas, familias y grupos usuarios de los

programas sociales, tanto en su priorización, gestión, como

evaluación de resultados». Desde la perspectiva del Estado

Neoliberal , la 'participación' se compondr í a de dos procesos

convergentes: la descentralización administrat iva del Estado, ,

'̂̂ J.J.Brunner: «Participación y democracia: nuevos y viejos dilemas», en Secretaria General de Gobierno (Ed.): Temas de Participación ?> 3 (1996), pp.16-17.

298 LA PARriCIPACIÓN CIUDADANA

' complementada ' con la part icipación de las comunidades

organizadas en la solución de sus problemas de integración al

desarrollo. De cualquier modo , se reconoce que «la participa

ción ciudadana es un elemento central de la política de go-

bierno»^^".

Es evidente, sin embargo, que la política de descentrali

z a c i ó n de l E s t a d o d e r i v a de u n a r a z ó n ' e s t r a t é g i c a '

(desconcentrar el poder ) , mientras que la política de partici

pación ciudadana deriva de una necesidad 'transitoria': elimi

nar los bolsones de pobreza con apoyo participative de los

pobres. No existe, por t an to , correspondencia lógica ni pro

porcional idad histórica entre una y otra política. Es paradojal

que los c iudadanos pobres tengan, en la sociedad neoliberal,

una opor tun idad exclusiva, privilegiada, de participar como

comunidad en la «priorización, gestión y evaluación» de las

políticas públicas que les afectan. Q u e tengan, por lo mismo,

una posibilidad sistemáticamente est imulada para desarrollar

sus assets no sólo en términos económicos, sino también en

im sentido socio-político. Q u e se eduquen para potenciar el

poder c iudadano. La pobreza lleva a los municipios a incre

menta r la part icipación de los pobres a un nivel que excede

los niveles óp t imos de part icipación requeridos por el siste

ma político neoliberal y la propia descentralización.

Esto hace s u p o n e r que mien t r a s la pobreza no sea

erradicada, el surplus de part icipación que se fomentará en

tre los pobres seguirá confundiendo a analistas y policymakers.

Porque el carácter residual o transitorio de la pobreza — c o n

cepto básico en el enfoque neoliberal del p rob lema— puede

eventualmente convertirse en un rasgo permanente , lo que

'" Sergio Molina: «Presentación», en Luz Cereceda et al.: Participación de la comunidad en el desarrollo social: logros y proyecciones (Santiago, 1992. MIDEPLAN), pp.9-10.

GABRIEL SALAZAR 299

podría t ransformar ese surplus, a su vez, en una bola de nieve

de incalculables consecuencias. En la duda , las definiciones

oficiales t ienden a ser prudentes , cuando no vagas. Un estu

dio realizado por Mi D E P L A N dice al respecto:

«Esprobable que la indefinición existente en torno alterna

de la participación se deba a diversos factores. En primer

lugar, hay poca claridad y consenso en lo que significa

participar. Para algunos es consultar, y en el otro extremo

es co-gestión o co-gobierno. Segundo, las autoridades no

tienen claro hasta qué punto la estructura estatal es ade

cuada para fomentar la participación desde el Estado.

Tercero, la diversidad de Ministerios... ha hecho difícil

definir una política de participación que sea general para

todos. Por último, parecía conveniente aplicar una políti

ca de índole más pragmática, dado el temor de que se pro

dujeran desbordes y demandas de la población que no se

pudieran satisfacer»^\

A lo anterior habría que agregar que el Gobie rno pre

senta como 'desarrollo social', t ambién, sus inversiones en la

modernización infraestructural de la educación y la salud,

m i e n t r a s no desg losa lo q u e r e a l m e n t e i n v i e r t e en la

potenciación de los pobres o en la reducción de la 'pobreza

participativa de la ciudadanía, que son los ítems directos del

desarrollo social efectivo. Todo indica que el Gobie rno está

en t r ampado entre la lógica pura del modelo , que le exige li

mitar la part icipación al desarrollo material de los pobres, y

la necesidad político-electoral de presentar un discurso más

radical de democracia participativa.

Es s in tomát ico que las definiciones teóricas de part ici

pación formuladas a comienzos del proceso de t ransición

(mediados de la década de los 80) , sean más radicales que las

Luz Cereceda et al: Participación..., op.cit., p . l4 .

300 LA PARTICIPACIÓN CIUDADANA

formuladas después de la democratización (mediados de la dé

cada de los 90). En 1984 por ejemplo, E.Boeninger señalaba

que la participación es, en sí, un rasgo interno de la «acción o

decisión colectiva», pero que ésta no es plena mientras no «tenga

ingerencia en el mecanismo de decisión colectiva», en térmi

nos de «autoridad» '^. A.Flisfisch, en 1980, reducía el concep

to de participación a la posibilidad de «intervenir en alguna

forma de acción colectiva», de modo que lo relevante era la

existencia de algún «grado importante de organización social»,

desde la cual se pudiera ejercer algún tipo de influencia (emitir

opinión, ser consultado, presión, etc.). De modo que «para ejer

cer influencia no siempre es indispensable participar en una

mecanismo formal de decisión» ' ' . F.Guerra, en 1984, distin

guía un nivel participativo con incidencia en el régimen políti

co nacional; otro con alcance sectorial o regional y, finalmente,

un tercero, a nivel del «destino cotidiano de individuos y gru

pos pequeños, que podríamos definir como micro-participa

ción» '^. De estas definiciones, los hechos han retenido dos

aspectos: la condición de que la participación sea grupal o co

lectiva, y la condición de que sea a nivel micro-social.

Hacia 1997 , las definiciones p romedio seguían refle

j a n d o aun esa incer t idumbre . Se dist inguía entre «participa

ción social» (a través de organizaciones sociales) y «participa

ción ciudadana» (relaciones generales entre sociedad civil y

Estado), sin hacer desembocar la pr imera en la segunda y sin

abandonar la lógica estatal de asegurar la legit imidad y la

gobernab i l idad :

^^ E.Boeninger: «Participación: oportunidades, dimensiones y requisitos para su desarrollo», Documento de Trabajo CED 16 (1984).

' ' A.Flisfisch : «Algunos problemas conceptuales en el análisis de la participación», E/CEPAL/ILPES 1220 (Santiago, 1980).

'"* L.Cereceda et al.: Participación..., op.cit., pp.16 et seq.

G.UiRlEL SALAZAR 301

«Se requiere (hoy) de otras modalidades de vinculación

entre la sociedad civil y el Estado, lo que explica que el

nivel local sea un lugar de generación de estos nuevos es

pacios, y que el Estado deba utilizar nuevas formas de

participación social, las cuales le pueden permitir legiti

mar su actuación a través de la búsqueda del consenso y

de la eficiencia en la gestión de políticas sociales»^''.

El cambio del énfasis desde la 'acción colectiva a la 'ne

cesidad estatal de legit imidad, consenso y eficiencia' es evi

dente .

Las agencias internacionales preocupadas de la pobreza

t ienen, al respecto, menos dudas: para la mayoría de ellas, la

part icipación es una cuestión de «poder». En una publica

ción auspiciada por el P N U D , James Midgley sostiene: «para

que pueda haber una auténtica participación, es necesario que

la gente local se libere de controles externos. Ello supone in

dependencia tanto política como económica. Para tener po

der se requiere autosuficiencia económica y también implica

la creación de insti tuciones que permitan a la gente local la

toma de decisiones»^^'. Mary Racelis por su par te , sostiene:

«Las estrategias de Desarrollo Social Alternativo promue

ven el conferimiento de poder al pueblo en vez de perpe

tuar las relaciones generadoras de dependencia tan carac

terísticas de los enfoques 'de la cima a la base'... Un pro

grama que dé poder a la población promoverá un proceso

evolutivo nutrido por el acuerdo mutuo entre los agentes

del desarrollo y la población... A través del conferimiento

^' A.Bóhme: «Articulación de actores locales y participación: cuatro experiencias», Temas Sociales 15 (1997. SUR), p.5.

^^ J.Midgley: «La política social, el Estado y la participación de la comunidad», en B.Kliksberg (Comp.): La Pobreza, un problema impostergable (México, 1993. CLAD), pp.210-211.

302 LA PARTICIPACIÓN CIUDADANA

de poder... se da la tónica para un desarrollo (alternativo)

genuinamente centrado en elpueblo»^^.

Dotar al concepto de participación con la dimensión del 'poder' equivale, definitivamente, a cambiar el énfasis desde «el pobre, el débil y el vulnerable» hacia el ciudadano y las comunidades locales, y desde la política transitoria referida a los bolsones residuales de pobreza a aquellas atingentes a los problemas de fondo que aquejan al modelo neoliberal. Es obvio que el empowerment ciudadano requiere de algo más que de Fondos Sociales e intervenciones técnicas del Banco Mundial, puesto que depende mucho más de lo que hemos llamado 'capital social constante' y de una reconstrucción social del Estado. Al momento, el discurso del Banco Mundial ha copado el tema de la participación, a tal punto que ha dejado sin discurso propio al Estado y con poca autonomía a las ONGs. Y así como el Estado Neoliberal, aunque cuenta con las intervenciones 'sabias' del Banco Mundial, sigue dependiendo del Mercado para encontrar soluciones de fondo, así también el discurso (alternativo) del empowerment ciudadano depende aun del lento proceso autoformativo del capital social constante. A la carrera superficial por el control teórico, político y financiero de la participación se agrega, por abajo, la carrera histórica de dos desarrollos diferentes y antagónicos: el «chorreo económico» del Mercado, y la auto-potenciación cívica de la Sociedad Civil.

Esta es, aparentemente, la tensión de fondo. En torna a

ella giran también discursos menores, de oportunidad, cuya

órbita no altera los movimientos profundos. Un ejemplo es el

discurso del Alcalde de Las Condes, Joaquín Lavín. Para él, el

desprestigio de la actividad político-partidaria se debe a que

'̂ M.Racelis: «Movilizando a la población para el desarrollo social», en B.Kliksberg (Comp.): Lapobreza..., op.cit., pp.246-247.

GABRIEL SALAZAR 3 0 3

los part idos no trabajan con los problemas cot idianos de «la

gente»; es decir: sin considerar de verdad el sentir y querer de

la sociedad civil. Es necesario, según Lavín, aprender a escu

charla mejor, a que se p ronunc ie ella misma, y a ejecutar sus

opciones de m o d o práctico y eficiente. La 'part icipación' , en

este discurso, no potencia el poder c iudadano tan to como

repotencia el de los políticos; de un lado, por medio de un

'modo de representación' de formato plebiscitario (o de en

cuesta de opinión) y, de otro , por medio de un 'modo de ad

ministración' directo y ejecutivo. ¿Equivale esto a «reinventar

el gobierno local» o el nacional? Menos que eso (la reinvención

implica una reforma estructural del Estado liberal), de lo que

se trata en esos modos es la reinvención del estilo de hacer

política por parte de la misma clase política; reinvención que,

a lo más, dejaría en un segundo plano a los par t idos para

exaltar a los 'prohombres ' . Dice Lavín:

«Nadie en Chile está preocupado de la conformación del

Consejo de Seguridad Nacional, sino que de sus proble

mas de la vida diaria... En gran medida, los votos anula

dos y el desprestigio de la política son por no precuparse de

la gente... Estoy seguro de que hoy uno puede arreglar esos

problemas sin pasar por problemas políticos... El enfoque

no es tanto defender un modelo económico, sino que resol

ver los problemas» •"*.

Miradas al trasluz, esas declaraciones no discrepan de

las del Banco Mundia l , en cuanto a que lo relevante no es

'explicar' nada sino 'resolver', caso a caso, los problemas coti

dianos de los pobres y también ¿por qué no.'' de los ricos. Si se

hace eso, el 'sistema' no tiene para qué ser tocado.

J.Lavín: «No le temo a un gobierno de Lagos», en Caras 254

(1998) ,pp. l8-19.

304 IJ PARTÍCIPACIÓN CIUDADANA

Sobre el filo del punto Huntington

IV.a: Gobernanza I y Gobernanza II

«Poca democracia —escribió S.Huntington— permite consolidar la gobernabilidad; mucha, la desestabiliza». Pudo también decir: poca 'participación' garantiza gobernabilidad; mucha, no.

La gobernabilidad —que consiste en mantener disciplinada una sociedad bajo un estado de derecho— es una función y a la vez una obligación política del Gobierno, pero es también algo de máximo interés para los poderes del Mercado. En consecuencia, todo gobierno, y en especial aquel que tiene baja legitimidad, necesita manejar las políticas de 'participación' con prudencia e incluso con mezquindad. En términos estructurales, la democracia óptima en términos de gobernabilidad es aquella que, entre el Estado y los ciudadanos, establece un subsistema electoral para elegir los representantes y un subsistema de negociación para resolver los conflictos públicos y privados. También permite y regula un subsistema de asociación privada entre los ciudadanos.

Una democracia radical añade a eso un subsistema de participación ciudadana, que limita el subsistema de representantes, sobrepasa el subsistema de negociación y torna-hegemónico el de asociación horizontal de la sociedad civil. Claramente, la participación, si se rige por su lógica natural, conduce a crear una red de poder y un tipo de regulación que no sólo inestabiliza la gobernabilidad del sistema político establecido, sino que tiende a crear otro paralelo o alternativo que, más temprano que tarde, tenderá a exigir un cambio estructural. Una vez que se instala y crece, el subsistema de participación torna obsoleta la gobernabilidad y promueve

GABRIEL SALAZAR 305

una disciplina ciudadana distinta a la del estado de derecho: aquella que, basada en la dinámica social, promueve la construcción de poder (empowerment) ciudadano y la reconstrucción del Derecho y el Estado. ¿Cómo denominar esta forma distinta de regulación o disciplina? Desde 1990, la tendencia es denominarla «gobernanza».

Es evidente que el Estado Neoliberal chileno está obligado, en parte por su lealtad al Mercado (imposición del FMI) y en parte por la necesidad de erradicar los bolsones de pobreza (imposición del Banco Mundial) a echar mano del capital social y de políticas sociales que operen incentivando la participación de los pobres. Este imperativo deja el Estado al fdo del 'punto Huntington'; es decir: en aquella posición en que deéie usar la participación, pero manteniéndola en niveles de «poca democracia», sin provocar los riesgos de la «mucha democracia». O sea: debe recurrir a la 'gobernanza, pero desde dentro de la 'gobernabilidad'. El Estado chileno está obligado, por ello, a jugar con fuego histórico.

Hay, por tanto, dos tipos históricos de 'gobernanza'.

La Gobernanza I es aquella que se promueve según la lógica de la gobernabilidad pero no desde la lógica del capital social. Por interés táctico del Estado y no por interés estratégico de la Sociedad Civil. Limitando el subsistema de participación a la interacción local entre las autoridades municipales, las agencias ejecutoras y las organizaciones de pobres beneficiarios. Mientras y hasta cuando se erradiquen los bolsones residuales de pobreza. Se deduce de ello que la Gobernanza I es definible como un perfeccionamiento o modernización de la Gobernabilidad en términos de acercar la autoridad a la gente, de aumentar el involucramiento civil, la transparencia de las políticas públicas, el incremento de la eficacia y el ensanchamiento de la legitimidad global del sistema. Es un método para perfilar, en la imagen y en los hechos, la preva-

306 LA PARTICIPACIÓN CIUDADANA

lencia de un 'buen gobierno ' . La Gobernanza I potencia el

capital social constante de la masa popular, pero sólo para

que produzca un excedente o surplus que será luego 'estatizado'

(o expropiado) , en beneficio histórico de la estabilidad global

del sistema. Es una exacción de plusvalía (aquí, para uso po

lítico) que se agrega a la utilización capitalista de los 'fondos

de pensiones' y a la utilización mercantil de los excedentes

producidos por el trabajo asalariado y la producción micro-

empresaria. Es decir, es 'otro ' modo de acumulación en los

desconcentrados 'poros' del sistema'' ' .

La Gobernanza H, por el contrar io , no se desprende de

la función gobernabi l idad sino del despliegue histórico del

capital social en todas sus formas. Aunque puede comenzar

en la lucha de los pobres por su sobrevivencia, su acción

reguladora se extiende más allá, incluyendo los movimientos

sociales que luchan contra los factores globales que generan

la pobreza y las otras plagas de la sociedad. Incluye, por tan

to, no sólo a los pobres, sino también al conjunto de la socie

dad civil. No promueve la modernización del Estado o del

Mercado sino la socialización de ambos. Ni respeta por prin

cipio las leyes del Mercado porque , también por principio,

respeta los Derechos H u m a n o s que demandan construir so-

c i a l m e n t e la p r o p i a r e a l i d a d . I m p l i c a r e c o n s t r u i r los

subsistemas de representación y de negociación en base a la

hegemonía legislativa de la sociedad civil. Implica también

reconocer y desarrollar el saber social a la par o por sobre el

saber académico, consultorial o polít ico. Por ú l t imo, no im

plica concen t r a r o desconcen t r a r el 'm i smo ' poder , sino

'construir lo ' , distr ibuir lo y densificarlo a nivel de las redes

39 La caracterización de la Gobernanza I se ha obtenido desarrollando las definiciones hechas por el Banco Mundial, según A.Lcftwich: «Governance, Democracy and Development in the Third World», en Third World Quarterly \A-3 (1993), pp.606-608.

GABRIEL SALAZAR 3 0 7

asociativas de la civilidad; refuncionalizando, refundando y

subsumiendo en él a todas las clases políticas'"'.

Si la Gobernanza I t iene al Estado Neoliberal j ugando

con fuego, la Gobernanza l í , est imulada por ese juego, puede

aprender a convertirse en hoguera. El plazo histórico en que

se mueve la pr imera es más largo que lo que ese Estado qui

siera. El plazo histórico en que se mueve la segunda es usual-

men te largo, pero la Gobernanza I le está dando t i empo. El

carácter del per íodo es, pues, transicional, abier to: los proce

sos en pugna están en movimiento , y los dos necesitan correr.

Los dos están sobre el ' punto de Hun t ing ton ' .

La oposición entre los dos tipos históricos de 'gobernanza'

es, considerada de ese m o d o , radical y cruda. Así vista, repro

duce el di lema que las sociedades lat inoamericanas enfrenta

ron cuando , hacia los años 60 , se evidenció el colapso del

«desarrollo dependiente»: reforma o revolución, socialismo o

facismo. Se teme, pues, por realismo polít ico, que la lógica

confrontacional conducir ía de nuevo a salidas de fuerza. De

m o d o que hoy se in tenta morigerar la oposición buscando

conceptos y fórmulas omniabarcadoras que permi tan p r o m o

ver consensos y plazos más largos. Esto es lo que insta hoy a

m u c h o s ana l i s t a s a c o n c o r d a r en un t i p o ' t e ó r i c o ' de

Gobernanza , que integra y funde los dos tipos históricos des

critos más arriba. Teniendo presente que se trata de una defi

nición teórica y de conveniencia política, podr ía hablarse,

pues, de una Gobernanza IIL ¿Cómo se define ésta?

IV.b: Omniabarcando el problema: la Gobernanza III

La Gobernanza III se define, fundamenta lmente , como una

relación global entre el Estado y la Sociedad Civil. Es decir:

'"' El concepto de Gobernanza II se obtuvo desarrollando los contenidos lógicos de los autores incluidos en el libro citado de Bernardo Kliksberg.

3 0 8 LA PARTICIPACIÓN CIUDADANA

como una relación al interior de una 'estructura' constituida por dos entidades pre-existentes. No es, sin embarg •, una relación estrictamente institucional, pues no intercdiiecta acciones o entidades normadas propias del régimen de Gobierno o de Estado, sino relaciones 'históricas' (abiertas) entre aquéllos y la sociedad civil. Debe tenerse presente que, si bien el Estado no puede ni debe hacer más que lo que ha sido normado para él, la Sociedad Civil debe hacer lo que está normado pero 'puede' hacer algo más que eso. El margen de libre albedrío histórico que es privativo de la Sociedad Civil (que equivale al margen de irracionalidad que se le permite al Mercado) está determinando hoy que el Estado inaugure un tipo especial de relaciones 'hacia afuera' de su constitucio-nalidad, que es lo que los teóricos están llamando «gobernanza». En este sentido, la gobernanza es una apertura del sistema jurídico del Estado (por lo común rigidizado en un peligroso rigor mortis) hacia la historicidad más abierta de la sociedad civil; apertura que no es tanto como para dar a ésa poderes constituyentes que le permitan reconstruir el Estado, pero suficiente para que éste no colapse por falta de acoplo a la sociedad civil. En el fondo, lo que se busca a través de la gobernanza es, en este caso, impedir que la brecha existente entre el rigor mortis de la institucionaiidad y la historicidad de la sociedad civil se incremente a niveles peligrosos para el Estado y frustrantes para aquélla. De ahí el carácter históri-co-estructural de la definición teórica de la Gobernanza III:

«Gobernanza, en tanto que distinta de gobierno, se refie

re a la relación entre la sociedad civil y el Estado, entre

gobernantes y gobernados, entre el Gobierno y lo goberna

do. Es central a esta relación la idea de credibilidad res

pecto a los políticos y la institucionaiidad. Y los caminos

para incrementar la credibilidad y la legitimación del

Gobierno pasan por incrementar la responsabilidad ha

cia abajo, la transparencia, la participación real, el

GABRIEL SALAZAR in9

empoderamiento de los grupos componentes de la sociedad

civil y las consultas ciudadanas» '".

Es evidente que la mayoría de las definiciones teóricas de la Gobernanza III (que la arriba anotada tipifica), aunque se asientan en una posición epistemológica que privilegia un enfoque histórico-estructural, se deslizan luego hacia los términos de la Gobernanza I. Su «género próximo» es amplio y abierto a un desarrollo flexible, pero su «diferencia específica» se encierra en el trillado sendero de «aumentar la credibilidad» en las clases políticas y en el Gobierno; de modo que, al final, muestra que su verdadera categoría de análisis es, una vez más, la «gobernabilidad» y no, exactamente, la gobernanza. El desliz hacia la gobernabilidad tiene que ver, aparentemente, con la opción —sin duda política— de dar, todavía, otra oportunidad al Estado. O, si se prefiere, intentar resolver los entrampamientos del modelo neoliberal optando por una prudente democratización más profunda del Estado, en vez de potenciar toda la lógica histórica y política de la sociedad civil (lo que podría, tal vez, ser 'imprudente').

El raciocinio de ese desliz está claro en las consideracio

nes que hace Nuria Cunill cuando explica las opciones teóri

cas de su estudio sobre la participación ciudadana:

«La participación ciudadana puede implicar dos tipos de

movimiento. Uno, que coloca a la sociedad en contacto

con el Estado. El otro, que la reconcentra en sí misma,

buscando su fortalecimiento y desarrollo autónomos. El

horizonte que marca los límites... está dado, en este tra-

Patricia McCarney et al.: «Towards and Understanding of Governance: the Emergence of an Idea and its Implications for Urban Research in Developing Countries», R.Stren & J.Kjellberg (Eds.): Urban Research in the Developing World # 4 (Toronto, 1995. UT), pp. 95-96.

310 LA PARTICIPACIÓN CIUDADANA

bajo, por el primer tipo de movirniento. Ello, porque cree-

mos que, en primera instancia, es de central importancia

problematizar sobre la medida de la democratización del

aparato estatal, a fin de que actúe en función de los pú

blicos respectivos... lograr que lo estatal se convierta en

público, desde la perspectiva de las mismas instancias es

tatales» 42

Es, con todo , impor tan te de terminar la estructura his

tórica que engloba las relaciones (móviles) entre un Estado

que está semi-maniatado por su const i tucional idad jurídica,

y una sociedad civil que siempre tiene libre su brazo históri

co. El problema teórico de la gobernanza es articular dos di

ferencias: la d i fe renc ia de j u r i c i d a d , y la d i ferencia de

historicidad. La pr imera debería ser t ratada históricamente;

es decir: según cómo la sociedad civil pueda actuar para legis

lar, lo que no encuentra escrito en el derecho público. Ea se

gunda, al revés, debería definirse jur ídicamente; esto es: cómo

el Estado debería legislar para que la sociedad civil pueda trans

formar expedi tamente lo que ella siente que debe ser trans

formado. El problema no puede resolverse forzando al Esta

do a salirse de la ley, puesto que no es ni puede ser más que

esa ley; pero sí facilitando que la sociedad civil pueda actuar

his tór icamente , dado que ésta, por naturaleza y definición,

monopol iza la historicidad libre.

Ese m í n i m o anál is i s t eó r i co m u e s t r a q u e el ac to r

protagónico de la gobernanza (entendida como matriz históri

ca de la relación entre Estado y Sociedad Civil) es esta úl t ima y

no el Estado, puesto que de lo que se trata en la gobernanza es

eliminar el déficit de historicidad del Estado sobre la base de

eliminar el déficit de juricidad de la Sociedad Civil.

''^ NuriaCunill: Participación ciudadana: perspectivas y dilemas para la democratización de los Estados latinoamericanos (Caracas, 1991-CLAD), pp.5-6.

GABRIEL SALAZAR 311

Las definiciones teóricas, como se sabe, no obligan a

nadie, puesto que las cosas se resuelven (o no se resuelven)

según se dé el problema en los hechos concretos. Y en el caso

de Chi le , los hechos concretos muestran al Estado y al Mer

cado no sólo con un déficit creciente de historicidad (la Cons

t i tución Neoliberal de 1980 es una «jaula» de siete cerrojos),

sino además con un gran déficit de arrastre de legi t imidad.

Es evidente para todos que la brecha que separa a los twin

brothers (el Estado y los principios del Mercado) de la socie

dad civil chilena se ensancha cada vez más, pese al buen m o

m e n t o por el que atraviesan los parámetros supra-económi-

cos, y que, sobre esa brecha, las políticas sociales de 'partici

pación' flotan un poco a la deriva. El colapso de M I D E P L A N ,

la vida vegetativa del FOSIS y los ensayos esporádicos de los

munic ip ios por instalar, por su cuenta, «sistemas cívicos de

participación», j un to a la absorción de esas políticas por el

Minister io del Mercado (Hacienda) , revelan hasta qué p u n t o

la mencionada brecha está haciendo naufiagar todo lo que

flota en ella. Naufragios que se anudan , desesperadamente,

del cuello de la palabra mágica ( 'participación') y de su con

sorte teórica: la palabra 'gobernanza' .

¿Puede el Estado chileno, como dice Nuria Cuni l l , por

sí mismo y desde sí mismo (en 'gobernabil idad') democra t i

zarse tan to como para que «lo estatal se convierta en público»

o, como dice P.McCarney, para que se aumente al máximo

«la credibil idad de los políticos y la legit imidad del Estado»?

O , dicho a la manera de S .Hunt ing ton : ¿pueden las políticas

participativas del Estado Neoliberal chileno resolver los p ro

blemas de la pobreza y otros con «mucha gobernabil idad» y

«poca democracia»? Sin duda , h ipoté t icamente , si el Estado

potencia al máximo sus niveles de eficiencia gubernativa, la

«poca democracia» no sería óbice para resolver las plagas que

infectan al modelo neoliberal, y t ampoco lo sería la «baja le

git imidad». Pero ¿qué ocurrir ía si la eficiencia maximizada

312 LA PARTICIPACIÓN CIUDADANA

no basta, o las plagas son mayores a toda potencia gubernativa y si la el brazo historicista de la sociedad civil comienza a hacer 'de las suyas'? Claro, para eso, siempre hay una razón interviniente de fuerza mayor: las fuerzas armadas. O sea: la negación absoluta de la sociedad civil. La hegemonía bruta de la historicidad del gatillo. ¿Es esta razón lo que motiva las definiciones en ú l t ima instancia 'estat is tas ' de la Gobernabilidad? ¿Es, todavía, la lógica del miedo? ¿Es, todavía, la eternizada 'transición'?

Todo indica que los militares son un 'dato', pero esto no

implica pensar con la cabeza de los militares. No es necesario

encuadrar tanto el análisis. Ni la gobernanza. Ni es necesario

limitarse a pensar con la cabeza de los políticos profesionales,

pues éstos, normalmente —según muestra hasta el cansancio

la historia de Chile—, piensan sobre las huellas de aquéllos.

Lo importante es, o pensar realmente en términos teóricos,

y/o con la cabeza de la sociedad civil, la cual, en última ins

tancia, monopoliza la soberanía global. Por décadas, la

juricidad establecida por unos pocos ha pesado demasiado

sobre la historicidad de las mayorías, y si hoy se habla (inclu

so demasiado) de participación y sociedad civil, de descen

tralización y democracia ¿por qué no liberar entonces la

historicidad aherrojada de la ciudadanía?

Históricamente, el nudo gordiano radica en el notable rigor mortis de la Constitución de 1980 y la triple cadena de cerrojos que, en su texto, impiden reformarla y provocar una coyuntura constituyente. Hasta el recurso al plebiscito está pensado para no reformar la Constitución. Los políticos que la defienden se han asegurado mayoría constitucional (más que electoral) y se disponen además a impedir su reforma por cualquier medio. Como dice el ex-senador designado y ahora electo, Sergio Fernández:

GABRIEL SALAZAR 3 1 3

«En Chile tenemos un sistema de democraciaparticipativa

(sic). Eso significa que los parlamentarios tienen efue asu

mir su rol de tales y representar al pueblo que los ha elegi

do... El plebiscito que está proponiendo el Gobierno (para

reformar la Constitución) es para darle más poder, más

facultades, saltándose el quorum constitucional. Asila es

tabilidad del país pasa a depender de mayorías... No pue

de depender de mayorías ocasionales.., Eso no es democrá

tico. Significa la inestabilidad, la anarquía...» '^^.

N o hay d u d a q u e a q u í se c o n f u n d e d e m o c r a c i a

participativa (social) con democracia representativa (iiberal),

mientras se asume que el plebiscito implica una mayoría oca

sional (¿hay mayorías inválidas?), razón por la que la estabili

dad del Estado (y la gobernabi l idad de la sociedad civil)

deviene en un principio superior a todo plebiscito y a toda

mayoría civil. Tal principio superior, en este caso, radica en

las 'razones' de la intervención mil i tar y en la voluntad cons

t i tuyente del gobierno del general Pinochet: «él lo tuvo (el

podcf total) y se fue desprendiendo de el. Se auto l imi tó en

1980 —con t inuó el senador Fernández— con su propia Cons

t i tución. . . Ese es un hecho histórico: entregaron al país el

pode r const i tuyente que lo forman el Presidente y el Congre

so... la democracia directa es un mal sistema». O sea: lo que

está por encima del plebiscito y de toda mayoría c iudadana es

el «poder total» de los militares y su (autoconferido) poder

const i tuyente , de m o d o que la democracia se const i tuye por

el (generoso) desprendimiento , no de ese 'poder ' , sino de los

artefactos de ese poder (el sistema político de 1980); los que,

por ello, son un sistema mejor que la democracia directa.

"" S.Fernández: «Desde Ja UDI. La Constitución se puede reformar», El Mercurio 12/04/1998, D4.

314 LA PARTICIPACIÓN CIUDADANA

Son las aberraciones lógicas, sociales y jurídicas conte

nidas en este razonamiento las que precisamente le restan cre

dibil idad y legit imidad a la clase política militar, a la civil, al

Estado de 1980 y a sus políticas participativas de opor tun i

dad. Las que, por lo mismo, activan, lenta y pacientemente ,

los mecanismos libres de la historicidad social. Y las que , por

tan to , dejan las definiciones teóricas de la Gobernanza I y

III, o como artilugios meramente políticos, o como produc

tos meramente académicos.

IV. c: Precondiciones, rnoléculas y proformas de la

Gobernanza II

¿Qué probabi l idad de desarrollo t ienen, en ese contexto, las

redes sociales y potencias históricas de la Gobernanza II? ¿Cuá

les son sus fortalezas y debilidades actuales? ¿Qué balance

historiológico — d e proyección futura— puede realizarse al

respecto?

De una parte, hay ciertas precondiciones históricas y

ciertas tendencias estructurales que favorecen el desarrollo de

la Gobernanza II. Entre ellas cabe citar: a) La creciente pola

ridad entre la Globalización y las Comun idades Locales, ten

sión que t iende a resolverse en el terreno y en la lógica (capi

tal social) propia de esas últ imas; b) la creciente crisis de legi

t imidad y representatividad del Estado Neoliberal Central (o

nacional) , pese a sus políticas de descentralización y partici

pación; c) la persistencia e incluso aumen to de las 'plagas

neoliberales' de empleo precario, pobreza. Deter ioro de iden

tidades colectivas, material ismo consumista , drogadicción,

violencia urbana, etc.; d) la memor ia histórica y colectiva del

terror ismo de Estado, el hambre y la violencia del período de

los 'ajustes estructurales ' (década del ochenta) , un ido al re

cuerdo de las potencias cívicas movilizadas contra todo eso

(jornadas de protesta y "food riots"), y e) la creciente insufi

ciencia del desarrollo económico y la d inámica mercant i l

GABRIEL SALAZAR 31 5

(«chorreo») para resolver los problemas de marginal idad, baja

product iv idad y polarización del ingreso.

De otra parte , y p roduc to de lo anterior, se observa la

presencia de múltiples gérmenes o moléculas de poder ciuda

dano: a) en las redes emergentes de 'ciudadanía comuni tar ia ' ,

sobre todo en los grupos de mujeres populares; b) en la mul

tiplicación de redes de diverso t ipo, con au tonomía de acción

y creación creciente, que acumulan saber y potencia ac tuan

do dentro o fuera del estado de derecho, indis t intamente (caso

de las «tribus urbanas» como los raperos, las redes de trafi

cantes, etc.); c) la emergencia espontánea de debates focales,

puntuales o locales (sobre la droga, la seguridad, la con tami

nación, la cesantía, la reconversión productiva, la part icipa

ción, el desarrollo local, etc.) , que aunque no configuran un

debate polít ico nacional, consolidan una op in ión crítica glo

bal, el espacio público de c iudadadnos a la vez que fortalecen

la capacidad de acción local; d) la consolidación de elencos

profesionales de orientación socio-tecnológica que apoyan el

desar ro l lo local , p r o m u e v e n la pa r t i c ipac ión y f luc túan

cr í t icamente entre la Gobernanza I y la Gobernanza II (pro

fesionales de O N G s , es tamento técnico de los munic ip ios ,

funcionarios de base del FOSIS, representantes o consultores

locales de agencias extranjeras, cientistas sociales del C L A D

o del P N U D , tesistas de universidades chilenas, etc.) , y e) la

difusión masiva de libros que sistematizan la crítica global

del sistema neoliberal {best-sellers) y profundizan de m o d o

discursivo la brecha existente entre los twin-brothers y la so

ciedad civil chilena (caso de los libres recientes de Tomás

Moul ian y Alfredo Jocelyn-f lol t ) .

Las prácticas anteriores han conduc ido a la consolida

ción de ciertas formas de inst i tucionalización, que proyectan

las redes civiles como 'artefactos políticos' básicos. En Chile ,

este t ipo de artefactos es aun m u y pr imigenio, pero han al-

3 1 6 LA PARTICIPACIÓN CIUDADANA

canzado un gran desarrollo en otros países de América Latina y del Tercer Mundo que también operan bajo un régimen neoliberal. Se pueden citar: a) las «mesas de concerración», que son asambleas civiles locales permanentes, que negocian con la autoridad local, co-legislando o co-administrando con ellas los problemas del desarrollo (caso de las «mesas comunales» de Coquimbo y Talcahuano, donde se dio una fuerte intervención de agentes externos; además de los innúmeros «cabildos abiertos» transitorios); b) las «coordinadoras» entre organizaciones sociales, divisiones municipales y agencias ejecutoras para activar políticas públicas o proyectos sociales de desarrollo); c) las leyes o proyectos de ley emanados desde abajo, en que se definen las formas locales y nacionales de participación ciudadana (caso de la Ley de Participación Popular, de Bolivia; sin parangón en Cbilc) y d) el desarrollo de movimientos sociales 'permanentes', que no tienen carácter reivindicativo sino más bien impositivo y regulatorio sobre el Estado y el sistema político, pues, basados en su capacidad ejecutiva y en su masividad, se mueven como un 'plebiscito en acción' más bien que como masa electoral (caso del Movimiento de los Sin Tierra en Brasil, o el de Chiapas, en México; ambos sin parangón en Chile).

Este breve balance historiológico muestra de una parte que, si bien la transición político-liberal está clausurada, la transición ciudadana continúa, activada por su 'brazo libre'. De otra parte, demuestra que, si bien el capital social constante puede hallarse destruido o minimizado, la «energía social» (conservada) y el capital social variable (siempre emergente) son capaces, casi siempre soterrada e intersticialmente, de roturar diversos senderos, improvisar diversos 'campamentos cívicos', de promover movimientos sociales con creciente «poder dual», y de mantener inminentes los contenidos cívicos e históricos de la Gobernanza IL En la India, como se dijo, la presión de estos (nuevos) movimientos cívicos han

GABRIEL SALAZAR 3 1 7

sido capaces de derribar dos gobiernos centrales, pese a las represiones violentas desatadas contra ellos. En Brasil y México, el Estado tiende a negociar y transar con ellos, dudando en lanzar en su contra una oleada más del ya conocido terrorismo de Estado, que el caso Pinochet, entre otros, ha tipificado a tal grado en el mundo actual, que pocos creen en su eficacia social de mediano o largo plazo.

IV.d: Equilibrándose sobre el punto Huntington

¿Hasta cuándo permanecerán hegemónicos los discursos de las Gobernanzas I y III, y sofocado el movimiento que promueve la Gobernanza II? Equilibrarse sobre el filo del 'punto Huntington' asegura tiempo, pero nada más. «La mera duración de los gobiernos —escribió G.Sartori— no garantiza eficiencia». No se puede eternizar la «poca democracia» cuando, precisamente, se está insinuando la posibilidad de «mucha democracia» (participación). No se puede impulsar la democracia participativa si, al mismo tiempo, se impide toda posibilidad de reformar la Gonstitución (que es anti-participativa) y dar libre curso a la legítima transición ciudadana. No se puede hacer política resolviendo problemas de tránsito o delictuales (como hace el Alcalde de Las Condes) e ignorando las relaciones h is tór ico-es t ruc tura les entre el Estado+Mercado y la Sociedad Civil; no, por cierto, mientras a la vez se devoluciona poder hacia abajo. Tampoco se puede ignorar el origen histórico de la crisis combinada de legitimidad y representatividad del sistema político actual (como hizo Enrique Krauss y los que rechazaron la acusación constitucional contra Pinochet) apostando a la 'precisión jurídica de los problemas. Ni se puede seguir hipotecando la soberanía global de la sociedad civil escudándose detrás de, o invocando permanentemente la presencia de algún caudillo autoritario (Pinochet) o de algún poder armado incontrarrestable, como hace Sergio Fernández y toda la Derecha chilena. Los

318 LA PARTiaPACIÓN CIUDADANA

juegos discursivos pueden generar engaños televisivos o tecnocráticos de un día, o dos, pero no pueden detener los topos de la «energía social», del «capital social variable» ni los muchos de la 'transición por abajo'. Pese a «los dichos» de Fukuyama o Pinochet, no se puede detener la rueda de la historia: la auténtica legitimidad es, a la larga, más fuerte.

El ramal democrá t ico que va por den t ro de la

constitucionalidad está bloqueado por el cerrojo del plebisci

to (única posibilidad para que la Concertación de Partidos

por la Democracia descerraje la «jaida») y la altísima impro

babilidad de eliminar el voto binominal y los senadores de

signados y vitalicios. El ramal democratizador que iría a tra

vés del chorreo capitalista parece caminar en sentido inverso

a la democratización, pues se ensancha la brecha entre ricos y

pobres y promueve el aumento de la delincuencia urbana. Por

su lado, los partidos políticos rehusan, por conveniencia o te

mor, romper el statu-quo. Ninguno de los ramales formales o

fáciles de la democratización está pues realmente despejado.

Sólo tiene sentido de realidad y sensibilidad histórica tomar el atajo informal y tortuoso de la sociedad civil. O, si se quiere, el rumbo a tientas, a veces ciego pero en todo caso lleno de vida social, de los lentos 'topos del pueblo'. Es un rumbo que da poco éxito material y a veces poco prestigio; lo que, usualmente, ocurre con los procesos históricos de profundidad, no de superficie. Eso puede demandar 'sacrificios éticos' para el que quiera irse por allí; pero también esfuerzos técnicos, teóricos y proyecciones concretas (amén de científicas) para una nueva ciencia social, una nueva educación y una nueva generación de científicos, profesores y técnicos en desarrollo social.

La Reina, abril, 1998.

CAPITULO X

DE LA ENSEÑANZA DE LA HISTORIA EN LA ÉPOCA DEL POST-FORDISMO

(DEBATE CHILENO)'

Educación y cambio histórico

¿Es la educación una función piiblica que, de m o d o preferen

te — y a veces exclusivo—, trabaja al servicio de los l lamados

'valores superiores' que, a lo largo de los siglos, ha producido

la historia de Occidente? ¿O, aparte de ese servicio, trabaja

también para responder a las necesidades y demandas coyun-

turales de la sociedad nacional de hoy? ¿Y cómo debe la edu

cación combinar y dosificar ese doble servicio? ¿Cómo trabaja

cuando los cambios del t iempo histórico se aceleran (con es

t ruc tura inestable), o cuando el t iempo histórico es de cam

bio lento, con estructuras sociales estables? Y ante los proce

sos de cambio ¿se sitúa a la vanguardia de los mismos, i lumi

nándolos , o a la zaga, como furgón de cola? ¿Y quiénes son

sus aliados estratégicos? ¿Los celosos ancianos que adminis

tran los grandes valores de Occ idente , las comisiones polí t i

cas que fraguan entre sí el destino de la República, la cofradía

de padres y madres de familia, los altos comandos que con-

Publicado en Alamedas # 3 (Santiago, 1997. FACTUM Eds.) pp. 11-19

320 ENSEÑANZA DE LA HISTORIA

trolan el poder fáctico, los jueces que aplican leyes que legislaron otros, la curia eclesiástica que vigila la fe todos (incluso de los no creyentes), los sectores sociales que se asfixian bajo el peso de esas cúpulas, o, lisa y llanamente, la juventud, que divaga desorientada por todos ellos? ¿Quiénes?

Lo menos que se puede decir, intentando responder esas preguntas, es que la educación no puede ser una función pública atada a valores intemporales, a estructuras de poder que trabajan con adultos y para adultos, o a sistemas normativos que se desacoplan de los procesos históricos. Por el contrario, debe ser una función social sujeta de modo orgánico a la historicidad que rige en todo momento a la sociedad nacional y también a toda la humanidad. Es decir: a la dirección que toma el movimiento de las identidades sociales en las condiciones locales y coyunturales del proceso histórico cpocal. El ajuste de su funcionalidad social es, también, ajuste de su fimcionalidad histórica. De este modo, todo ajuste educativo debe realizarse sobre la base de un estudio cuidadoso (con participación activa de la sociedad civil) de sus condiciones específicas de historicidad. De no ser así, lo más probable es que la educación quede sujeta, más o menos arbitrariamente, a la voluntad moralizadora de los ancianos, a la voluntad normativa del legislador, a la imposición arbitraria de los poderes fácticos, a los cuoteos políticos de las fuerzas parlamentarias, etc. Todo lo cual hace llover anacronismos varios sobre la realidad concreta de los jóvenes educandos, mientras despoja a la comunidad de su responsabilidad soberana en la tarea educadora.

El problema que se pretende examinar en este trabajo se puede formular así: ¿cuáles son las condiciones de historicidad del sistema educacional chileno a fines del siglo XX?

Los estudiosos del siglo XX "corto" (1920-1997, aproximadamente) concuerdan en que la humanidad ha estado pa-

GABRIEL SALAZAR 321

sando, veloz pero confusamente, por el desfdadero de tres

transformaciones históricas de rango epocal: en pr imer lugar,

el p a s o , d e s d e 1 9 4 4 , de u n a h u m a n i d a d a b i e r t a y

n a c i o n a l m e n t e c o m p e t i t i v a ( l ibe ra l i smo clásico) a o t r a

es t ruc turada en grandes sistemas cerrados y central izados

(modo de acumulación fordista, guerra fría); en segundo lu

gar, el paso, de nuevo, desde 1982, a una human idad abierta

globalmente competi t iva (neoliberalismo), la que desde 1992

o 1994, está exper imentando , por tercera vez, en poco más

de tres décadas , s í n t o m a s de o t r o c a m b i o epoca l (em-

pan tanamien to social del neoliberalismo, nuevos movimien

tos sociales, post-fordismo, etc.)^-

La generación joven del ' 38 debió adaptarse a la crisis

del liberalismo clásico y luchar por el establecimiento de sis

temas sociales racionalizados y centralizados. Pero la genera

ción joven del '68 se rebeló contra la acumulación fordista y

contra las grandes estructuras que la dominaban . A su vez, la

generación joven de los ' 80 se rebeló con t r a el desman-

telamiento militar del Estado Social Benefactor y la pulveri

zación mercantil de la gran clase asalariada, que perpetró el

modelo neoliberal. Y todo indica que la generación joven de

mediados de los '90 está t ra tando de entender y tomar el peso

al f ragmentado m u n d o post-fordista, para roturar caminos

propios que la conduzcan más allá del modelo neol iberaP.

^ Sobre estos grandes cambios, ver de D.Harvey: The Condition of Postmodernity (London, 1990. Blackwell); S.Crook et al.: Post-Modernization. Change in Advanced Society (London, 1992); l.Wallerstein: Después del liberalismo (Madrid, 1996) y Ash Amin: Post-Fordism: A Reader (Oxford, 1997). También de E.Hobsbawn: Historia del Siglo XX (BuiceloniL, 1995. Crítica).

^ C.Baudelet et al.: Los estudiantes, el empleo y la crisis (Madrid, 1987).

322 ENSEÑANZA DE LA HISTORIA

La conduc ta histórica de esas cuatro generaciones juve

niles ¿se rigió por los valores supremos de la culttira occiden

t a l , p o r los d i c t á m e n e s de las c o m i s i o n e s p o l í t i c a s

hegemónicas, por los pontificados papales, por la gran teoría

de las ciencias sociales, por los jerarcas del Ministerio de Edu

cación, o por su propia intuición histórica'. ¿Quién las educó

para hacer lo que hicieron, o para intentar hacer lo que, al

final, no pudieron hacer? Y el sistema educativo, en esas cua

tro ocasiones ¿se adaptó a la línea de acción histórica seguida

por la juventud , que respondía a su propia percepción del

contexto histórico en que vivían? ¿C) más bien se abstuvo,

guardando silencio cómplice detrás de los grandes "ajustes

estructurales" decididos más o menos inconsul tamente por

las clases políticas, militares y empresariales?

Lo que está claro es que esas generaciones, en cuatro

coyunturas distintas, tomaron un curso de acción que en gran

medida —al margen de las lecturas de libros y periódicos y

de debates académicos o pol í t icos— se inspiró en su expe

riencia directa de la situación que ellos y la sociedad (sobre

todo la "baja" sociedad civil) estaban viviendo bajo el modelo

liberal, fordista o neoliberal. Pues, en t iempos de cambio, el

sistema educativo (básico, medio y superior) se retrasa, inevi

tablemente , lo que obliga a los actores sociales (sobre todo

jóvenes) y a la ciudadanía, a apostar cultural y pol í t icamente

por su propia experiencia y sus propios consensos, aprendien

do de sí mismos c impulsando urgentes/)roc«oí auto-educati

vos.

La cuestión es evaluar, caso a caso, hasta qué p u n t o el

sistema educativo formal está preparado, en t iempos de cam

bio, para capacitar a los jóvenes en la resolución de las com

plejas ecuaciones históricas que les presenta su t iempo. O has

ta qué p u n t o sólo está preparado para preservar el o rden

inst i tucional y el equilibrio histórico pre-existente.

GABRIEL SALAZAR 323

Cambio histórico y propuestas educativas

La historicidad de la sociedad (que, como se dijo, puede ace

lerarse o frenarse) genera continuos desajustes entre ella y los

sistemas funcionales que la articulan. En el caso de la educa

ción, al experimentarse uno de esos desajustes, surgen nor

malmente diversas propuestas de reforma o 'modernización'

del sistema educativo, las que dejan a la vista los distintos

actores involucrados en la historicidad de ese sistema.

En Chile, durante el período de la dictadura neoliberal, el desajuste que provocó su irrupción fue tapado con una drástica, unilateral y autoritaria política educacional. Pues no había más actor en la liza que la propia dictadura. Pero, durante la democracia neoliberal (esto es: desde 1990), el desajuste se ha producido en varios planos a la vez, es más complejo, y se caracteriza porque no hay ni puede haber una política educacional unilateralmcnte impositiva, y porque hay, además, no uno, sino 'varios' actores involucrados. El desajuste es más intrincado y, a la vez, está múltiplemente percibido. Pues, de una parte, permanecen los desajustes introducidos por el hoy replegado autoritarismo dictatorial. De otra parte, están los desajustes que el mercado neoliberal introduce en las condiciones de vida de la juventud en general y popular en particular, determinando así, en ellos, la sedimentación de un tipo de experiencia que los insta a moverse según impulsos transliberales. Y de otra parte, está el desajuste entre un Estado regido por una Constitución Política hermética y un modelo económico desocializado, y una baja sociedad civil que no puede hacer valer ni su experiencia real ni su voluntad; desajuste que impide al sistema educativo adaptarse fluidamente a la experiencia real y a la percepción de historicidad de los jóvenes. El sistema educacional, pues, es de origen dictato-

3 24 ENSEÑANZA DE LA HISTORIA

rial, pero no puede seguir siendo dictatorial , sino democrát i

co; es neoliberal, pero debe hacerse cargo de los estragos so

c i o - c u l t u r a l e s q u e p r o d u c e el m o d e l o n e o l i b e r a l ; está

mercant i l izado, pero debe actuar ' como si' luchara por la

humanización solidaria de la sociedad.

La complejidad de esta situación ha movido a casi todos

los actores cupuiares a presentar propuestas de reforma y ajuste

del sistema educacional. Esto ha abierto un debate teórico, ideo

lógico y político que se de sa r ro l l a - - como se vio más a r r i b a -

en el ciclo histórico del post-fordismo, en el que tienden a apa

recer, progresivamente, las tendencias trans-liberaies. Yes, des

de luego, notable que este debate no incluya a los actores so

ciales más afectados por el desajuste, y que el pronunciamiento

que el Magisterio hizo en este sentido no haya sido considera

do. Y que sea, en definitiva, sólo un debate cupular.

Cua t ro son las estrategias educativas que han 'saltado a

la a rena : a) la que responde pr incipalmente a las necesidades

y la lógica de la economía de mercado; b) la que, sin rechazar

la anterior, intenta, en conj imto con ella, satisfacer además la

necesidad social de equidad, integración y desarrollo; c) la

que asume la defensa y preservación de los valores universales

de la cultural occidental y los presupuestos de la ciencia posi

tivista; d) la que at iende a la necesidad social e histórica de

superar los problemas planteados por el modelo neoliberal y

el post-fordismo.

El pr imer t ipo de estrategia vincula directamente el pro

ceso educativo al objetivo (globalizado) de que Chi le mejore

sus índices de competitividad internacional, no sólo a nivel de

empresa, sino también a nivel de Estado, sociedad civil, edu

cación, cultura, medios de comunicación, inst i tucionalidad,

etc.; es decir: en tan to que 'país'. D e n t r o de la globalización

neoliberal, compi te todo: la empresarialidad, la gobernabi-

lidad, las acti tudes sociales y las orientaciones educativas. La

GABRIEL SALAZAR 3 2 5

g u e r r a del m e r c a d o i nvad ió t o d o , desde los p u e r t o s y

aeropuestos hasta la casa y el colegio; desde lo global al espa

cio público y desde éste al espacio privado. No sólo la Nación

debe competir , sino también cada sujeto social. En esta pers

pectiva, cada sujeto, desde n iño , debe compet i r y debe ser

adecuadamente preparado para ello. Cada cual debe luchar

contra sí mismo (en pr imer lugar) para elevar sus rendimien

tos productivos, su capacidad para producir impactos , para

superar a otros. Todo el sistema educativo debe trabajar para

que el país ascienda en los rankings de compet i t iv idad que las

grandes consultoras mimdiales [Standard dr Poor, entre otras)

mant ienen a la vista de los grandes inversionistas (porque el

objetivo supremo es atraer la inversión del capital financiero

mundia l ) . Aquí la educación debe ser en tendida como una

"inversión" focalizada en cada sujeto, para generar, a media

no plazo, una "rentabil idad" generalizada a todo el país (con

impacto en el bienestar de la globalidad). C o m o dice Ernesto

Cohen , experto de la CEPAL:

"La educación es el eje que articula el crecimiento econó

mico y el desarrollo social. Proporciona los conocimientos

y destrezas que permiten aumentar la productividad del

trabajo y enfrentar los desafíos de la competitividad... Para

asignar racionalmente los recursos... es imprescindible

conocer los costos de los insumas y los impactos que de cada

uno de ellos se deriva. Sólo asi será posible construir ca

nastas de insumas que maximicen el impacto al menor

casto posible)/' ..4

Es evidente que, en esta lógica, decir 'desarrollo educa

cional ' es equivalente a decir 'empresarialización' de \digestión

educativa. Pues, como dice Ca rmen Paya, de la S O F O F A :

E.Cohen: "Educación, eficiencia y equidad: una difícil convivencia", en ídem (Ed.): Educación, eficiencia y equidad (Santiago, 1997), pp. 11 y 30.

326 ENSEÑANZA DE LA HISTORIA

"Tiene que haber una gestión de administración al inte

rior de los colegios que sea consecuente con los objetivos.

Una mejor utilización de los recursos, una mejor inver

sión, trabajar sobre la base de la planificación, con pro

yectos que puedan ser evaluados... ".

La 'gestión educativa' debería, por eso, ser un proceso efi

ciente, transparente y público. Más aun: algo que no puede

"encerrarse" en la relación exclusiva entre maestros y alumnos,

sino "abrirse" a la sociedad y, sobre todo, al mercado, de m o d o

que el perfil educacional y profesional de los jóvenes "no lo

debe diseñar sólo el profesor, sino que debe complementarse

con la visión de los empresarios" ' . En la práctica, se pugna por

correlacionar el sistema educativo formal con el sistema nacio

nal de capaci tac ión laboral supervisado y financiado po r

S E N C E —pero administrado por las empresas en beneficio de

sí mismas— donde esta estrategia ya está en operación' ' .

C o m o se puede apreciar, en la estrategia empresarial, los

grandes valores 'humanis tas ' de la cultura occidental no ocu

pan un lugar p rominen te , pero sí sus grandes valores 'mate

riales' (que se juegan compet i t ivamente en el Mercado) .

La segunda estrategia no se con t rapone con la anterior,

pues, de hecho, cohabitan en un mismo Estado: el neoliberal

establecido dictatorialmente en la Const i tución de 1980. Pero

apunta en un sentido lateral, en cuanto pretende resolver los

problemas de equidad, integración y desarrollo que el mode

lo neoliberal, por sí mismo, parece no resolver''. Los objeti-

' G.Meza: "La gran reforma educacional: bajo la lupa de los empresarios", en La Época 2SIQ9I\997. Cuerpo Nacional, p. 8.

"̂ G.Salazar: Capacitación, competitividad e innovación tecnológica en Chile (1976-1997) (Santiago, 1997. CEPAL).

' M.Hopenhayn: "El desafío educativo: en busca de la equidad

perdida", en E.Cohen (Ed.), op.cit., passim.

GABRIE! SALAZAR 327

vos de "equidad" de la estrategia educacional forman parte ,

en rigor, no de la gran estrategia de desarrollo globalizado del

país (polarizado hacia la compet i t ividad internacional) , sino

de las políticas sociales paliativas que procuran, desde atrás,

resolver los problemas que esa gran estrategia produce por

delante. Aquí los actores proponentes no son sólo empresa

rios exportadores y tecnócratas de rango internacional , s ino,

más modes tamente , algunos académicos cooptados, técnicos

municipales, profesores at random, a lumnos , y hasta grandes

"sostenedores" de colegios privados. Todos los cuales, más que

'actores', han sido más bien 'consultores consultados ' a lo lar

go del proceso político de reforma de la educación. D o n d e la

úl t ima decisión es, invariablemente, política, y de políticos

demócratas de fe neoliberal. C o m o quiera que sea, esta estra

tegia se basa, al menos formalmente , en un consenso social

selecto, pero ampl io; consult ivo, pero civilizado. Se trata de

introducir , bajo la lógica educativa de la compet i t iv idad, la

lógica educativa de la sociedad civil, pero morigerada y futra

da por la lógica neoliberal de la gobernabil idad. La comple-

mentar iedad de ambas lógicas es el nudo gordiano de esta

segunda estrategia. La posibil idad de que esa complemen-

tariedad camine acompasadamente en línea de desarrollo, es

una cuestión que sólo la historia concreta podrá ratificar. Pues,

en lógica, pura, se trata de un ente hermafrodita de improba

ble desarrollo.

Hasta ahora, la estrategia de la 'equidad educativa' ha

trabajado apos tando, sin embargo, a dos dimensiones rele

vantes del proceso educativo: a) la "cobertura" del sistema

(capacidad numérica del sistema educativo) y b) la "auto-pro

yección" del proceso (capacitación de los a lumnos para que

se integren al sistema global). La pr imera es una tarea asumi

da — c o n no poca pub l ic idad— por el Estado. La segunda,

en cambio, es una tarea para los directores, los profesores, los

municipios , las comunidades locales y los a lumnos mismos.

328 ENSEÑANZA DE LA HISTORIA

todos los cuales son, a la vez, responsables y evaluables. Si el

proceso global no avanza en el sentido de elevar sus rendi

mientos (caso de la prueba S I M C E ) , la responsabilidad recae

sobre los planteles educativos, pero no sobre los estrategos

mismos. Y si el proceso global avanza, de todos modos , en

tonces el impacto se medirá por una mayor identificación de

los a lumnos con los objetivos de competi t ividad del sistema

y de integración a la economía globalizada. En este sentido,

la incorporación suplementaria de la lógica social y comuni

taria permi te avanzar en este úl t imo sentido.

Lo anter ior puede apreciarse en los "Objetivos Funda

mentales y Conten idos Mín imos Obligatorios de la Educa

ción Media", definidos por el Ministerio de Educación. En

ellos se ofrece otorgar a los colegios márgenes de libertad para

que "elaboren sus propios planes y programas . . . en función

de los requer imientos específicos de su comunidad escolar"'*.

Esta proposición es coherente con el objetivo de orientar la

educación en torno a lo que es "relevante para la vida de las

personas". Es decir, respecto a la experiencia real que viven

los educandos:

"Cruza el conjunto de definiciones... el intento sistemáti

co de conectar los conceptos, actividades y significados pro

puestos con la vida de las personas; en especial, con los

contextos personales, sociales, de trabajo y culturales en

los que viven hoy en día los alumnos y a los que accederán

cuando egresen de la Educación Media"^.

Esto c o n d u c e a e n t e n d e r el aprendizaje , preferente

m e n t e , c o m o una "empresa h u m a n a , por lo t a n t o , h is tór i -

* Ministerio de Educación: Objetivos fundamentales y contenidos mínimos obligatorios de la Educación Media (Santiago, 1997), p. 23.

' Ibidem, pp. 34-35.

GABRIEL SALAZAR 329

ca, de p e r m a n e n t e d e s c u b r i m i e n t o y redef inición de sus

La estrategia educat iva de la ' equidad ' in ten ta por tan

to a c o p l a r , al g r a n s i s t e m a e d u c a t i v o o r i e n t a d o a la

compet i t iv idad internacional , la experiencia directa de la rea

lidad social que viven los a lumnos y la "redefinición" per

m a n e n t e de los objetivos de vida que se derivan de ella. A

pr imera vista, el 'acople' es una estrategia historiológica (pro

ducción social de los conoc imien tos , que lleva a la p r o d u c

ción social de la realidad), en s intonía con la alta historicidad

de la época post-fordista en que se vive, y no una m e r a m e n

te historiográfica ( t ransmisión vertical de conocimientos , con

una realidad social p r e - c o n s t i t u i d a ) " . Sin embargo, en la

medida en que el 'acople ' está o rgán icamente in tegrado a la

estrategia del mercado, lo que de hecho se hace es propulsar

educat ivamente los jóvenes envolviéndolos equi ta t ivamente

en su experiencia vital (frustrante) del modelo neoliberal, para

acercarlos a la integración — c u a n d o menos de expectativa—

a la gran red nacional y mund ia l de la globalización. Así, se

educa para avanzar par t ic ipa t ivamente desde la realidad de

'lo social ' hacia la realidad excluyente de ' lo compet i t ivo ' .

Se volverá sobre esto más adelante .

La tercera estrategia educacional que se anotó más arri

ba no es otra que aquella que 'insiste' en imponer sobre el

sistema educativo la hegemonía de los valores superiores le

gados por la cul tura occidental y el saber acumulado duran te

un siglo y medio por las ciencias naturales y culturales de

•° Ibidem, p. 35.

" Ver de G.Salazar: "Tendencias transliberales del movimiento ciudadano en Chile" (Santiago, 1997. Documento de Trabajo. Universidad ARCIS). Publicado más tarde en Sociedad Hoy 1:1 (Concepción, 1998. Universidad de Concepción).

330 ENSEÑANZA DE LA HISTORIA

lógica positivista o neopositivista. Es una estrategia que se rige por la idea de que no sólo es posible, sino que imperativo, avanzar siempre hacia el descubrimiento e imposición de verdades objetivas, certezas absolutas y valores supremos. Por lo mismo, la Historia Universal —sobre todo de Occidente— valdrá siempre más que la historia nacional, y ésta siempre más que la local o barrial. Lo general tiene más validez que lo particular, y lo abstracto más que la contingencia. En consecuencia, la educación no puede girar en círculos y revolverse dentro de lo particular contingente, pese a la presencia ultra-empírica de fenómenos como la pobreza, la violencia, la inmoralidad, el ateísmo, etc. sino avanzar hacia las esferas superiores de la ciencia y la moral. La unión que aquí se hace de una esfera de valores ideales, trascendentes y a-históricos, con una concepción empiricista y positivista de la ciencia, conduce, de una lado y otro, a postular objetivos de excelencia y confi

guración elitista de los procesos cognitivos y de los conformadores de sociedad. Es una pos tu ra , pues , oligarquista y conservadora. Y no puede extrañar que, en este período post-fordista, sea defendida en Chile pot académicos de la talla de Ricardo Krebs, Gonzalo Vial e Isabel Cruz. Más adelante se discutirá el sentido actual de esta propuesta.

La cuarta estrategia se identifica, en algunos aspectos, con la segunda, en cuanto busca enraizarse en la experiencia social efectiva de la sociedad civil y, en especial, de los jóvenes. Sin embargo, se aparta de aquélla en un aspecto crucial: no asume, como marco de referencia histórica, el modelo neoliberal ni la competitividad internacional, sino las ten

dencias ciudadanas que se proyectan más allá de la globalización

neoliberal. De modo que enfatiza menos actitudes cognitivas neutras, de mero aprendizaje escolar (como "reconocer", "analizar", "apreciar", "identificar", "opinar" y otras, que

GABRIEL SALAZAJi 3 3 |

abundan en los programas actuales del Ministerio de Educación), sino aquellas que tienden a sistematizar la experiencia y la memoria sociales como un medio de fortalecer y racional la acción colectiva de la masa ciudadana, su sobera

nía Y su poder histórico-constructtvo. Aquí se trata de educar lo que, instintivamente, tienden a hacer los jóveites, pero no como un ejercicio circular en torno a la identidad, sino como un movimiento social tendiente a refundar la Cultura, el Estado y la Sociedad. Único camino para refundar el Mercado. Aquí se educa para producir socialmente la realidad que se necesita. Al respecto dice John Durston:

"Tanto para los maestros como para la comunidad, en

tonces, se busca un empowerment que les dé mayor

protagonismo. Este empou/erment se puede definir como

el otorgamiento de mayor poder a actores sociales débiles,

mediante la combinación de dos ámbitos de promoción:

capacitación y acceso a información, y definición de dere

chos en la loma de decisiones. Los programas que aquí se

consideran coinciden en cuanto a la importancia asigna

da a la participación comunitaria en la reforma de la

escuela... Pues los establecimientos educacionales perte

necen no a la clase política, ni a los sindicatos de profeso

res o a otras asociaciones corporativas, sino a la comuni

dad local"'^.

En este sentido, lo relevante es dinamizar los procesos de auto-educación popular y ciudadana, IL objeto de incrementar el poder de las comunidades locales y avanzar hacia el control de los procesos regionales y nacionales que inciden en su vida diaria y en su destino histórico. Es la única educación que permite avanzar hacia la superación del es-

'̂ J.Durston: "La participación comunitaria en la gestión de la escuela rural", en E.Cohen (Ed.), op.cit., pp. 131 y 136.

332 ENSEÑANZA DE LA HISTORIA

t ancamien to neoliberal y de la confusión propi.i de la e tapa

post-fordis ta '^ .

Estas cuat ro estrategias educacionales son las que , hoy,

están disputándose la primacía histórica en Chile actual. Q u e

estén en d i spu ta histórica no significa, con todo , que están

trenzadas las cuatro en un debate formal. En rigor, la polé

mica pública se ha desarrollado entre la estrategia de la 'equi

dad' (que trae bajo la manga la del 'mercado ' ) y la estrategia

de la elite conservadora , sobre todo por el acople social que

aquélla ha quer ido in t roduc i r en los "objetivos fundamen

tales Y con ten idos m í n i m o s " del p rograma oficial de educa

ción, a objeto de hacer h o n o r público a su confesada fe de

mocrát ica.

Para este ensayo, con todo, lo relevante es establecer,

pr imero que nada, la situación real y la historicidad viva de

los niños y jóvenes chilenos de la generación del 2000 .

De la historicidad juvenil en Cliile

Uno de los temas prioritarios discutidos recientemente en el

Primer Congreso Nacional de Educación convocado por el

Colegio de Profesores fue el de "identificación de las necesi

dades y expectativas de aprendizaje de los a lumnos , como

soporte de una política educacional"'"*. En los acuerdos de

" G.Salazan "Las avenidas del espacio púbiico y el avance de la auto-educación ciudadana en Chile", en Cuadernos del Centro de Investigaciones Sociales # 8 (Santiago, 1996. U.ARCIS), passim.

''' Colegio de Profesores (Ed.): Materiales para el Congreso Nacional de Educación (Santiago, 1997), 'a . Tema II, y 'b' , pp. 13-14.

GABRIEL SALAZAR 3 3 3

ese Congreso se señala que el proyecto educativo nacional no

ha sido más que el p roducto histórico de las

"visiones ideológicas y políticas de quienes eran responsa

bles de la conducción del pais... El pais tiene la educa

ción que sus distintos gobierno han creído que necesita, a

partir de teorizaciones muchas veces externas, no necesa

riamente educacionales ni coincidentes con la realidad de

las escuelas y liceos del país... muchas veces al margen de

la dinámica social especifica que el proceso educativo en

cierra, y del rol y constitución del grupo familiar, sus con

diciones socioeconómicas, los contenidos valóricos diversos

que sustentan los padres y apoderados, etc.. "".

Hab i endo acordado eso, los profesores insistieron en

preguntarse sobre las "necesidades y expectativas de apren

dizaje de los a lumnos" y, en esa misma lógica, sobre "por

que educar" . Algo ajenos a la exigencia de compet i t iv idad

internacional del país, los profesores insist ieron en t omar

en cuenta "los cambios globales de nuestra sociedad, los in

tereses part iculares de cada c o m u n i d a d y los intereses, nece

sidades, deseos y expectativas de los a lumnos" . Las mallas

curr iculares, en consecuencia , debían fundarse en la reali

dad de esos cambios y de esos intereses. Los equipos docen

tes deberían fortalecerse en té rminos mul t id isc ipl inar ios , a

efecto de "asesorar y apoyar el quehacer educat ivo c o m u

nal". Por este camino , definieron t ambién el objetivo ma

yor de su práct ica educativa: "desarrollar un sujeto transfor

mador de sí mi smo , de su medio y de las relaciones que en

" ídem: Chile educa a Chile (Documento base de discusión) (Santiago, 1997), 'b', p. 13.

"• ídem: Materiales..., op.cit., 'a'. Tema 2, pp. 2-3 y 6-7.

3 34 ENSEÑANZA DE LA HISTORIA

La estrategia educacional propuesta por los profesores

centraliza, pues, la historicidad juvenil, la soberanía educa

tiva de la comunidad local y la producción social de la rea

lidad circundante. Es a este conglomerado protagónico al

que se invita al Estado para participar en él con sentido ver

daderamente democrático.

Centrar la investigación y la acción pedagógica en la historicidad real de los niños y los jóvenes no es, sin embargo, una tarea fácil. Primero, porque esa historicidad, en la época post-fordista, es extremadamente heterogénea, de orientaciones múltiples, fragmentada y, lo que es peor, sin antecedentes previos o experiencias presentes en la memoria social de las últimas generaciones. Segundo, porque, para la mayoría de la juventud chilena, 'su' historicidad está sujeta a sospechas policiales, morales y políticas, razón por la que su despliegue necesita enfrentar, simultáneamente, a varios enemigos que están, desde ya, al acecho de que ese despliegue no ocurra. Tercero, porque en una economia 'de mercado', la oferta de medios evasivos y de escapismo (alcohol, drogas, industria del entretenimiento, etc.) es mayor, más imaginativa y, por lo mismo, eficiente, que los medios disponibles para la integración a las ventajas del desarrollo global, o a los valores superiores de la cultura occidental.

Las estadísticas nacionales revelan que 43 % de los jóvenes chilenos (entre 15 y 29 años) vive en niveles de pobreza (quintiles I y II), porcentaje que duplica el de nivel nacional (que fluctúa en torno al 26 %, según cifra oficial)'^. De acuerdo a la Encuesta CASEN de 1996, sólo el 30 % de los jóvenes en situación de pobreza (quintiles 1 y II) se encontraban estudiando al ser encuestados. Del resto, 42.1 %

MIDEPLAN Situación de los jóvenes en Chile. 1996. Citado por La Época. 28/09/1997, Cuerpo Nacional, p. 8.

GABRIEL SAL' ^H 3 3 5

del quintil I, y 26,6 % del quintil II, se hallaban sin estudiar ni trabajar. Podría decirse, pues, que mds de un tercio de los jóvenes en estado de pobreza no se hallaba, en 1996, transitando por alguna vía educacional, para alcanzar objetivos propios o los objetivos del sistema. Y es significativo además que, 20,2 % de los jóvenes del quintil III y 13,9 % de los del quintil IV se hallaban por la misma fecha, también, fuera de esas vías. Esta situación se ha logrado —o se mantiene— después que el modelo económico, según cifras oficiales, ha experimentado elevadas tasas de crecimiento eco

nómico por un lapso de, al menos, 13 años (1984-1997). Si algo está bien en la economía de mercado, algo parece andar mal en el desarrollo social y cultural del país. Sobre todo de su juventud.

Se hace cada vez más evidente que la posibilidad de escapar al estrato laboral del empleo precario o estacional (tínico destino para los que alcanzan sólo a la educación Básica o Media) es asegurarse un título universitario o de educación superior. Pero en este nivel se ha producido una fuerte mercantilización de los estudios, de modo que un alto porcentaje de jóvenes no logra acceder a la Universidad. Podrían optar, tal vez, por los institutos de formación técnico-profesional, pero es sabido que la capacitación laboral necesaria para encontrar empleo en las grandes empresas no se obtiene en esos institutos o en los cursos financiados por el SENCE, sino en los trainings privados que las compañías extranjeras que importan tecnología dan a las compañías chilenas que la compran, donde éstas, regularmente, inscriben en esos cursos sólo a sus propios técnicos o a los operarios "regalones". La capacitación útil en Chile es hoy aquella que se da como parte de un paquete de importación, donde la moderna maquinaria y los equipos que se compran constituyen el 'material didáctico' fundamental. Todos los demás cursos de capacitación no ca-

336 ENSEÑANZA DE LA HISTORIA

pacitan en la tecnología "de punta", que es lo que se necesita'**.

La mayoría de las empresas chilenas han adoptado, además,

sólo una de las muchas variantes de la "reingeniería del proceso

productivo", a saber: la "externa-lización" o outsourcing, que

implica desprenderse de secciones costosas de la planta princi

pal, para formar con ellas racimos de microempresas indepen

dientes en administración de costos, pero dependientes en el pla

no mercantil. La oferta laboral de estas microempresas es, nor

malmente, de empleo precario. Y éste es el destino más probable

para la mayoría de los jóvenes chilenos.

Tanto la vía educacional como la laboral están, pues,

para la mayoría de los jóvenes chilenos, bloqueadas. Esto

implica no tener futuro a la vista como para const i tuir en rela

ción a él una ident idad moderna y competi t iva (como quiere

el Estado). Sus vidas, por tan to , pueden y deben construirse

sin esa referencia ("no están ni ahí", por tan to , con el sistema

dominan te ) . Sus identidades sólo pueden construirse, por el

c o n t r a r i o , h u n d i é n d o s e en el t i e m p o p r e s e n t e de su

historicidad. Q u e es el t iempo del escapismo, de la evasión,

del alcohol y la droga. Y también el t iempo de la rebelión y el

delito. Las cifras de C O N A C E , en este sent ido, son expresi

vas: 25 ,9 % de los trabajadores precaristas (los que no traba

jan, los de jornada parcial o temporeros) son consumidores

habituales de droga, mientras que sólo 7,9 % de los estudian

tes la consumen (sobre todo, marihuana) y 3,5 % de los tra

bajadores de jornada completa^''.

Es claro que la realidad mercantil y laboral que rodea a

los jóvenes chilenos los conduce a hundirse , evasivamente,

' G.Salazar: Capacitación, competitividad.... op.cit.

' G.Salazar: Droga y comunidad: economía, sociedad, política. El caso déla Comuna de El Bosque, 1982-1 S>97iSinúa^go, 1997. Municipalidad de El Bosque).

GABRIEL SALAZAR 3 3 7

en las profundidades del mero 'presente' . Ante eso ¿de qué

sirve una estrategia educacional que pretende capacitarlos para

"reconocer" el en to rno local de su realidad? ¿O ciencias que

les enseñen a construir verdades "objetivas"? ¿O cursos siste

máticos que los instruyan en los "grandes valores" de la cul

tura occidental? ¿Para qué enseñarles lo que objet ivamente ya

saben y lo que va ló r i camen te no se cumple? El s i s tema

neoliberal excluye los jóvenes y les bloquea su futuro. ¿Qué

puede enseñarles que sea dist into a esa exclusión? ¿No es legí

t imo pensar que la única educación humanizadora que pue

den recibir (o desarrollar) esos jóvenes es aquella que los ca

pacite y los "empodere" para cambiar el sistema que los exclu

ye y cancela su futuro de vida?

"Los programas preventivos no han salvado a nadie de la

droga, apenas los distraen. Son apenas un Alka. Creen

que con trabajar dos o tres meses contigo 'tai a salvo, pero

a los que creen que están salvados, los sueltan y vuelven a

'moverse'... Desde los tiempos de la dictadura que nos es

tán construyendo multi-canchas, pero esto es sólo la muía

deportiva, y a todos no, no nos gustan los deportes... El

problema al que nos enfrentamos es un problema moneta

rio: no se encuentra trabajo... El mal es la pobreza... Yo

compro puros pitos de marihuana, nada de pasta. Hay

que plantar para no traficar"^^.

El joven que entregó este t e s t imonio no necesitó un

curso formal para "reconocer" la realidad que lo rodeaba a

él y a su generación. La mayoría de los jóvenes piensa lo

mismo. Y por lo visto más arriba, la mayoría de los profeso

res t ambién .

Joven entrevistado de la Comuna de El Bosque. En ibidem, p. 53.

338 ENSEÑANZA DE LA HIS TOR!A

De la historicidad y los historiadores

"La observación más importante de

las ciencias sociales sobre este problema

es que la experiencia es una maestra

más efectiva que la clase de aula"'"

El estatuto epistemológico y metodológico que rige a la mayo

ría de las Ciencias Sociales (incluyendo la Historia) fue consti

tuido en una época fuertemente marcada por el positivismo,

en la segunda mitad del siglo XIX. Desde entonces y hasta me

diados de la década de 1980, las ciencias han asumido ese esta

tuto anidadas en departamentos estancos, separadas entre sí

por fronteras formales que, sin embargo, han estado tensadas

por luchas teóricas y debates académicos que tienen mucho, a

veces, de chovinismo institucional. Definida cada una de ellas,

sin embargo, como una empresa cognitiva productora de ver

dades objetivas, "científicas" y, por tanto, con validez casi ab

soluta, terminaron rodeándose de una majestad académica ele

vada, jerárquica, a cuyos pies debieron esperar, pacientes, los

jóvenes, los profesores básicos y medios, amén de los profanos

que necesitaban recibir, desde arriba, ei saber, la cultura y las

certezas. Todo lo cual — q u e ya venía etiquetado con la palabra

'verdadero'— no había más que memorizar y repetir.

El desarrollo histórico de ese sistema científico culminó a

mediados del siglo XX con lo que el historiador Mario Góngora

llamó "las planificaciones centrales"; con lo que el cientista

político Claus Offe motejó de "maridaje de las ciencias sociales

con la lógica de los poderes centrales"; con lo que el filósofo

Amitai Etzioni: The Spirit of Community (Glasgow, U.K., 1995),

p. 103.

GABRIEL SALAZAR 3 3 9

J.F.Lyotard catalogó como "los grandes relatos" y lo que, final

mente , Asti Amin englobó como "la era del fordismo". El

fordismo catapultó las ciencias sociales a las cimas de los pode

res centrales. Pero la crisis de las estructuras fordistas (precipi

tada desde 1982) las dejó flotando en el aire, sin fundamentos

institucionales ni contextos de poder. Se habló entonces de "la

crisis de las ciencias sociales". Los grandes conflictos Este-Oes

te, Norte-Sur y Capital-Trabajo se desperfilaron, o desapare

cieron. En su ausencia, se ha levantado una tensión distinta,

entre las comunidades locales y el m u n d o globalizado. Entre la

lógica circulacional del gran mercado mundial y la lógica pura

mente identitaria de los grupos y comunidades locales.

La crisis del fordismo y la emergencia de una nueva pola

rización ha provocado una transformación significativa de los

paradigmas cognitivos, que ha eclipsado, poco a poco, los mo

delos científicos heredados del siglo XiX^^.

Y en ese contexto, es sorprendente que un número im

por tante de historiadores chilenos no se haya percatado de ese

cambio trascendental, y del impacto que el mismo ha tenido

en las necesidades cognitivas de la masa juvenil y ciudadana y

en cl diseño de las nuevas investigaciones en el ámbito del de

sarrollo social, local y regional. Es sorprendente que muchos

de ellos cont inúen apegados a los cánones del siglo XIX y que

insistan en que la educación debe seguir internalizando en la

juventud los grandes valores de la cultura cristiana y occiden-

taF^. Y que debe rechazarse la idea de que los jóvenes deben

^̂ A.Toura ine : " C o m u n i c a c i ó n pol í t ica y crisis de !a representatividad", en J.M.Ferry: El nuevo espacio público (Barcelona, 1995). Ver también de G.Salazar: Los pobres, los intelectuales y el poder (Santiago, 1995, PAS), passim.

^' Ver los artículos que Gonzalo Vial publicó en el diario La Segunda sobre los programas de enseñanza de la Historia (ediciones

340 ENSEÑANZA DE LA HISTORIA

aprender Historia y Ciencias Sociales "reconociendo" su rea

lidad c i rcundante .

Todo indica que el t ra tamiento de los problemas que esa

realidad c i rcundante genera en la historicidad de los jóvenes

chilenos de hoy no puede guiarse por los enfoques unilatera

les, objetivistas y sistémicos de las ciencias que el siglo XIX

entregó divididas, compar t imentadas y en guerrilla recípro

ca. La realidad c i rcundante no viene ni parcelada ni cuartea

da en 'disciplinas', sino revuelta, fusionada y como bloque.

Los jóvenes necesitan una herramienta integrada que, sobre

todo, se forje con la experiencia r ^ / a c u m u l a d a dentro de ellos

mismos. Pues son ellos los que más saben de esa realidad cir

cundante . "Son" esa realidad. Ellos mismos con.stituyen el

criterio de verdad.

De ser así — y los mismos jóvenes creen que 'debe' ser

así— la Historia no puede seguir pagando t r ibuto al pasado

lejano (la tierra de los "orígenes" de todo) ni a los modelos

heredados del siglo XIX. Los tiempos exigen de ella que 'apren

da' a responder a las demandas de conocimiento que provie

nen de la juven tud y la propia masa ciudadana, a trabajar con

la historicidad viva del presente y a trabajar cooperat ivamente

con las demás Ciencias Sociales que, hoy, necesitan encon

trar otro terreno fértil donde anidarse.

Aprender a respetar la historicidad del presente no signi

fica que se va a abolir o a destruir el positivismo historiográfico

o el clasicismo conservador. O que se van a quemar en la plaza

pública los grandes valores de Occidente. O que se derribarán

las estatuas de los héroes de la República.

del 5/08/1997,p.9; del 12/08/1997, p. 3; y del 2/09/1997). También los de Ricardo Krebs en El Mercurio (ediciones del 17/08/ 1997, Crónicas, y del 31/08/1997, Nacional, p.8). También de Isabel Cruz en ibidem, edición del 30/08/1997, A, p.2.

GABRIEL SALAZAR 341

Respetar la historicidad del presente — q u e está espe

cialmente latente en la juventud actual— significa, sobre todo ,

crear y fortalecer circuitos autoeducativos que unan la 'reali

dad c i rcundante ' de los jóvenes y los maestros, los proyectos

de f u t u r o de las nuevas g e n e r a c i o n e s y la e x p e r i e n c i a

metodológica y teórica acumulada por los dent i s tas sociales

e historiadores, a efecto de lograr, entre todos , producir so-

cialmente la realidad que se requiere. D a n d o a la ciencia, por

este camino , una función histórica por par t ida doble. Y a la

educación, toda la fuerza social y cultural que anida en las

nuevas generaciones.

La Reina, octubre de 1997.

CAPÍTULO XI

MEMORIA, HERMENÉUTICA Y MOVIMIENTO DE LA "BAJA SOCIEDAD CIVIL"

(CHILE SOBRE EL 2000)*

El poder hermenéutico de la memoria social

Los hechos históricos —sean de la vida individual o de la vida en comunidad— se imprimen en la memoria social con un sello 'empírico' tal que, a la larga, terminan aglomerando esa memoria como una sólida fortaleza cognitiva de pendón 'positivista'. Como logística de retaguardia, que a los hombres de carne y hueso les permite, impertérritos, fraguar sus críticas, perfilar sus opciones y decidir sus rebeldías. Es decir: invadir la historia desde abajo, pese a todo, con la movediza arena del «sentido social de la realidad». Impregnándolo todo con esa granulosa persistencia del criterio cotidiano de verdad que, a menudo, opera como una imparable erosión interna de los sistemas de dominación que tratan de imponer verdades de 'realismo virtual' (símbolos triunfalistas, simulacros de futuro-presente , memorias de conveniencia , voluntarismos comunicacionales, cosméticas de servicio público, etc.).

* Publicado en M.Garcés et al. (Comp.): Memorias para un nuevo siglo. Chile, miradas a la segunda mitad del siglo XX (Santiago, 2000. Universidad de Santiago, ECO & LOM), pp. 257-270.

344 MEMORIA HERMENÉUTICA

Es cierto que el empirismo de los hechos, caso a caso, no es el mismo. La implantación del modelo neoliberal en Chile, por ejemplo, produjo hechos 'discursivos' (que han requerido de una recepción dominantemente intelectual, para comprender en sí los que es el modelo neol iberal) ; 'situacionales' (que actúan de manera contextual y gradual sobre los sujetos, como el mercado sobre el empleo, o la desaparición de prisioneros sobre sus amigos y familiares) o 'sensoriales' (ser aprisionado, torturado o perder la vida). Los hechos, en la memoria social, son empíricos, tanto cuando son intelecciones, que cuando son percepciones de cambio situacional, o cuando, llanamente, se trata de sensaciones físicas de placer o dolor. Y lo son también cuando, a la larga, las intelecciones devienen en sensaciones.

Con todo, la implantación (dictatorial) del modelo neoliberal en Chile, para la mayoría de los chilenos, ocurrió de modo tal que el empirismo histórico de la realidad exterior resultó avasalladoramente 'activo', en tanto que, el de los sujetos, abrumadoramente 'pasivo'. De suerte que la suma algebraica de esa asimetría no hizo más que acerar el 'positivismo' militante de la memoria social. O sea: produjo una aglomeración granítica de la fortaleza cognitiva (de retaguardia) del ciudadano medio.

¿Cabe esperar, por tanto, que el aceramiento positivista

de la memoria social produzca ventiscas empiristas que

erosionen el sistema de dominación neoliberal.'' ¿Pasando los

sujetos de una dolida posición de pasivividad a una asertiva

condición de 'actividad'? ¿Transformando el dicho sistema,

ahora, en un objeto históricamente 'pasivo'?

Eso depende, sin duda, del balance que los sujetos realicen de los hechos discursivos, situacionales y sensoriales acumulados hasta ahora en su memoria subjetiva e intersubjetiva. Desde antes de 1973 a esta parte.

GABRIEL SALAZAR 3 4 5

¿Qué puede pesar más en ese balance? Desde luego, el

sentir soberano de la mayoría. Y además — p o r lo que empír i

camente hoy se sabe— el hecho de que la mayoría de los chi

lenos está 'sensorialmente ' her ido por la violación de dere

chos h u m a n o s pe rpe t r ada en t re 1973 y 1990 , ' s i tuac io-

nalmente ' afectado por la masiva precarización de los empleos

hasta el día de hoy y — n o lo m e n o s — ' in te lectualmente ' crí

tico por el sentido que adoptan los hechos y su propia inse

guridad de futuro.

El empir ismo pasivo que ha abrumado a la mayoría so

cial desde 1 973 hasta hoy, ha adoptado la forma —al hacer el

balance de la memor ia colectiva— de una 'gran víctima' que ,

desde el fondo de esa memoria , se desaletarga, d isponiéndose

a hablar y actuar. No desde las cenizas de su sepulcro — n o

hay sepulcros para la memor ia social—, sino desde el insos

pechado bastión de au tonomía configurado tanto por su ati

borrada memor ia empírica, como por su justiciera condic ión

de vict imidad. Porque la memor ia social es, por redundancia ,

ima inembargable propiedad social. Y porque la vict imación,

mientras más extrema y dolorosa, más soberanía subjetiva

genera en las víctimas, permi t iendo a éstas el gobierno histó

rico de sus recuerdos.

La memor ia social, por lo t an to , no cont iene sólo las

huellas pasivas marcadas a fuego por los hechos externos. Tam

bién cont iene las 'reacciones en cadena' que , transversal y

soberanamente , chisporrotean entre esas huellas. Es decir: el

' empir ismo transversal' de la au tonomía y la soberanía subje

tiva sobre los recuerdos, que opera, en el sujeto individual o

en las redes i n t e r s u b j e t i v a s , c o m o u n v e r d a d e r o poder

hermenéutica in terno, pues esos sujetos y esas redes son libres

para refractar los hechos y dar un 'sentido interpretat ivo pro

pio ' al conjunto de 'huellas' que se a t iborran en su memor ia .

Go b e rnan do así los ' rebotes ' de la realidad exterior en la mo

vediza realidad interior.

346 MEMORIA HERMENÉUTICA

Los hechos externos no son, pues, bólidos que llegan sin novedad hasta el fondo de las cosas. De hecho, al penetrar en la memoria social, tropiezan y se 'enrarecen', pegajosamente, entre los encadenamietos hermenéuticos transversales que, atados aun a los pasados remotos, configuran, caso a caso, no sólo nebulosas interpretativas, sino la autogravitante identidad de los sujetos. Porque, a fin de cuentas, la identidad propia y el sentido de la historia son logros autogestionados. Córneas endurecidas que, hacia adentro, protegen el don indoblegable de la vida. Por eso, cuando, en el límite de una derrota objetivamente devastadora, los sujetos levantan hermenéuticamente la 'mentira de su identidad, no están actuando irracional y demencialmente: están actuando con el sentido racional y práctico necesarios para mantener de pie y en desarrollo su existencia vital. La porfiada hermenéutica se ejerce en responsabilidad por la vida. Por ello, la configuración interpretativa de los recuerdos, en sí misma, más que una 'verdad objetiva', es un 'hecho de libertad', un factum de autonomía, un bastión de identidad armado desde la memoria social, que se opone, contrafactualmente, a la facticidad dictatorial que impacta desde lo exterior. Es ese poder hermenéutico el que da fuerza y vida a la porfiada fe vital de los vencidos.

Es que los sujetos recuerdan más —y más históricamente— que la realidad exterior. Los poderes externos tienen, en el mejor de los casos, 'memoria oficial', que es sólo la parte externa, escrita y comúnmente ajena de la memoria social. La minúscula cabeza visible de un témpano que, a la larga, y en el fondo, navega y gravita según la sumergida memoria subjetiva e inter-subjetiva. Los largos anaqueles de la memoria oficial almacenan, en hileras, los residuos materiales de los hechos, pero no recogen los chisporroteos interfactuales que, como rápidos topos, recorren las madrigueras, túneles y vericuetos de la memoria social. Donde se fragua la conspira-

GABRIEL SALAZAR 3 4 7

ción contrafactual de la vida. Los poderes externos no saben

de eso. No ven la subterránea articulación empírica pero t am

bién hermenéut ica de los impactos que gatillan sus manda tos

en la memor ia social. N o captan la cablería subcutánea por la

que circula a tientas la empir ic idad vital de los sujetos. N i

pueden gobernar, por tan to , la dirección que tomará la her

menéut ica libre de los recuerdos colectivos.

Por eso, la reacción hermenéut ica de los sujetos no in

tenta dar un sentido 'objetivo' a los hechos (reflejando sólo la

actividad hegemónica de la realidad exterior), sino uno de

empiricidad contrafactual (que contrarrefleja, a través de la

r e a c c i ó n m e n t a l y c o n d u c t u a l , la a c t i v i d a d t a m b i é n

hegemónica de 'su' realidad interior) . La empiricidad objeti

va exige que se 'descubra' el sentido externo que traen cifra

dos los hechos que impactan en los sujetos. La 'empiricidad

contrafactual ' exige, encima de lo anterior, que se 'realice', a

través de la acción, el sentido subjetivo fraguado he rmenéu-

t icamente. La memor ia social media entre ambas fuentes de

empir ic idad. Por lo t an to , hay memor ia 'de' los hechos y

memor ia 'para' la acción. Siendo, según se ve, ambas empír i

cas, sólo que con direcciones contrapuestas (sobre todo en el

caso del per íodo dictatorial reciente en Chile) .

La memor ia para la acción puede estar contextual izada

y cercada por una derrota 'externa' de magni tud superlativa

para los sujetos —caso del movimiento popular chileno des

pués de 1 9 7 3 — , pero eso no implica restar jerarquía, ni em

pírica ni histórica, a las acciones contrafactuales que han bro

tado y brotan, después de la derrota, de esa memoria . Las

acciones contrafactuales no t ienen que ser victoriosas en lo

exterior para ser empíricas y para estar llenas de sentido so

cial. Pues no es la derrota sino e\ factum he rmenéut ico inspi

rado en la con t inu idad de la vida lo que da a esas acciones su

rango de verdad, su peso factual y su jerarquía histórica. La

348 MEMORIA HERMENÉUTICA

lealtad a la vida implica privilegiar, como sentido básico, la

acción, y a través de ésta, e) Futuro. La hermenéutica de Ja

vida puede, por ello, apoderarse del futuro con una fuerza

tal, que puede llegar a tener mayor validez como verdad his

tórica que las 'verdades objetivas' determinadas por el pasa

do o por los sistemas de dominación exterior. Cuanto más,

si tiene por delante la verdad forzosa de algún régimen dic

tatorial.

La historia de Chile 'exterior' ha sido, desde 1938, avasallante. Los 'cambios situacionales' han estallado uno tras otro, con violencia creciente sobre los sujetos, especialmente después de 1973. La memoria social (popular, sobre todo) ha sido acribillada con impactos objetivos; aplastada por un bombardeo externo que obligó y aun obliga a los sujetos a refugiarse en sí mismos, sin tiempo suficiente para procesar hermenéuticamente el diluvio empírico que, por décadas, inundó sus vidas. Sin poder atinar, por tanto, a erigir una fortaleza cognitiva, operable, de retaguardia; un factum de sentidos propios; un proyecto de acción hacia afuera hegemonizado por su hermenéutica interior. Cuando, después de 1992, el diluvio externo pareció amainar, no pocos observadores 'externos' concluyeron un diagnóstico sombrío:

las identidades colectivas estaban arrasadas; los perfiles de clase, incinerados, y las bases intersubjetivas de la autonomía social, despanzurradas. Lo que queda, han dicho, es un bosque quemado, de sujetos atacados de muerte lenta, por la individuación...

EJ bombardeo duró medio siglo. Tiempo suficiente para

arrasar, en lo exterior, los 'alfiles solidarios'. Pero insuficiente

para que ese bombardeo no quedara dentro de, y atrapado

en, la memoria social. Tanto así que el climax del bombardeo

(período 1973-1990) es, hasta hoy, también, el nudo central

de esa memoria. Podría decirse que, por eso mismo, recién el

tiempo histórico se volvió propicio para que los 'peones

GABRIEL SALAZAR 3 4 9

hermenéut icos ' trabajen con calma la enorme información

empírica acumulada. Podrá no haber allí afuera — c o m o an

t e s— grandes sujetos colectivos, pero no hay duda que , bajo

la supe r i c i e , se han m u l t i p l i c a d o al i n f i n i t o los t o p o s

hermenéut icos del «bajo pueblo». Por eso, hoy, es el tiempo

social de la memoria. Pero no sólo de la 'memoria objetiva'

que registra — a veces do lo rosamente—, uno a uno , los im

pactos recibidos, sino también de la 'memoria para la acción',

que organiza todos los recuerdos, de conjunto , con vistas a la

verdad futura. C o m o base y f u n d a m e n t o para la acc ión

contrafactual.

Es ese fundamento el que nos interesa examinar en esta

ponencia .

Hermenéutica para la acción y estratos mnémicos

La memoria subjetiva que se organiza hermenéuticamente en una relación de 'lealtad para con la acción', no pierde, por ello, ni su carácter empírico, ni incurre en traición a la objetividad. Pues su relación con 'lo objetivo' es doble: de un lado, por el impacto empírico de la realidad exterior en los sujetos (base del realismo pasivo, cognitivo o «ingenuo» de la memoria social) y, de otro, por el impacto empírico de la acción social sobre la realidad exterior (base del realismo activo, fác-tico y productivo de los sujetos). Si la realidad objetiva es, a final de cuentas, un 'producto histórico', una forma esculpida por las acciones convergentes de todos los sujetos, 'lo objetivo' no puede definirse separándolo de —o ignorando su paso subterráneo por— la memoria social de los sujetos. Y por tanto, tampoco puede ser definido al margen del 'hecho

350 MEMORIA HERMENÉUTICA

hermenéutico' que, en esa memoria, inspira la acción social que incide productivamente en la realidad exterior. El proceso histórico objetivo va animado internamente, en todo momento, por la construcción hermenéutica del 'sentido social' que anima ese proceso.

Al hacer el balance 'social' del siglo XX chileno, es preciso, pues, hacer un inventario de doble entrada, que haga converger, de un lado, los impactos de la realidad exterior en los sujetos de carne y hueso (principalmente de la baja sociedad civil) y, de otro, los 'hechos hermenéuticos' que determinaron las acciones de esos sujetos y su impacto en la producción de la realidad exterior. Es evidente que los impactos de la realidad exterior han sido y son, en tanto que impactos, de tiempo presente (aunque su lógica objetiva'implique' un tiempo mayor). Los hechos que llueven desde los sistemas dominantes se configuran, en la memoria social, como impactos de tiempo corto pero de resonancia interna larga. Los hechos que emanan de los sujetos, en cambio, puede que tengan una resonancia externa no sólo corta, sino además efímera y fugaz, pero su tiempo de gestación es de construcción ancha y profunda. Los sistemas de dominación dominan, por ello, sincrónicamente, en tiempo presente, dando a sus 'hechos' tma gran fuerza fáctica. Las acciones de los sujetos impactan, en cambio, diacrónicamente, con escasa fuerza fáctica, pero con una poderosa y longeva fuerza hermenéutica. Si esas acciones pueden ser o son dominantes, no lo son, por tanto, a través de hechos puntuales de presente 'cronométrico', sino a través de procesos de sentido, que no son eventuales sino más bien longilíneos, de duración 'histórica.

Por tanto, la historicidad de los movimientos sociales no hay que buscarla en su producción de hechos determinantes (donde, con toda probabilidad, se hallarán derrotas determinantes), sino en su producción de procesos de mediano o

GABRIEL SALAZAR 351

largo plazo (donde podrá hallarse el perfil de victorias insos

pechadas). La historicidad de los movimientos sociales no debe

ser examinada y juzgada según la objetividad factualista y

corto-placista propia del sistema de dominac ión , sino según

la objetividad procesalista y hermenéut ica que rige esos m o

vimientos. Así, la potencia y eficacia históricas de los movi

mientos sociales depende , sobre todo , de la forma en que los

sujetos involucrados organicen hermenéut icamente las ' hue

llas mnémicas ' que el sistema de dominac ión exterior va mar

cando a fuego rápido en su memoria colectiva. La superiori

dad procesal de lo objet ivo-hermenéut ico sobre lo objetivo-

factual radica en que la memoria social puede utilizar, en su

trabajo configurativo, todas las huellas grabadas en ella por

todos los presentes pasados (es decir: todo el pasado del suje

to), de m o d o tal, que puede ofrecer, para la acción subjetiva,

una gama aitcha y variada de 'modelos posibles de acción' .

Así, la lógica diversa de los recuerdos subjetivos puede rodear

y cercar por todos lados la lógica unilateral de los hechos p u n

tuales (a través de los cuales la realidad exterior, de preferen

cia, 'ataca'). El cercamiento del hecho externo por los abiga

rrados procesos hermenéut icos es uno de los factores de au to

nomía y l ibertad de los sujetos.

Ese cercamiento, sin embargo, por sí mismo, no produ

ce eficiencia accional exterior. La acción eficiente necesita algo

más que una mera saturación hermenéut ica de los impactos

recibidos. La rápida y abigarrada concurrencia de todos los

recuerdos al p u n t o del impacto puede que dé al sujeto una

nít ida sensación de porfiada au tonomía respecto de los he

chos que lo invaden, pero no le da, necesariamente, poder

sobre ellos. N o le da contrafacticidad suficiente. ¿Qué nece

sita, además de eso?

De una parte, requiere la concurrencia de recuerdos 'ú t i

les y per t inentes ' . Es decir: que tengan capacidad para for-

352 MEMORIA HERMENÉUTICA

talecer el 'sentido' de la identidad subjetiva y 'producir ' con

éxito la realidad externa requerida. De otra parte, requiere que

esos recuerdos titiles y pertinentes sean invocados e interpreta

dos inter-subjetivamente; o sea: a través de intercambios orales

y societales. La utilidad y pertinencia de los recuerdos para la

acción sería un ejercicio puramente académico si el ejercicio de

selección correspondiente no se realiza al interior de una red o

colectivo social que asegure, al menos, un grado significativo

de potencialidad de acción. Es importante, pues, 'recordar jun

tos'. En grupo, en comunidad, o 'en generaciones'.

La selección de los recuerdos útiles opera sobre los re

cuerdos que ya están en la memoria social; pero si no están,

es necesario traerlos e insertarlos en ella. La memoria para la

acción, que no siempre está organizada en términos de pert i

nencia y poder sino de pasividad e impotencia , necesita ser

apertrechada con todos los recuerdos útiles que ¡a historia

externa o la inter-subjetiva no hayan deposi tado en ella, o

que, por cualquier razón, hayan salido de ella. No basta, pues,

para potenciar la acción, ordenar los recuerdos de rápida evo

cación que están allí a flor de piel: es preciso, también, enri

quecer la memor ia anu lando el olvido, la amnesia provocada,

y la posible ignorancia. Pues es preciso tener presente que, si

bien la memor ia social cerca e inunda los impactos puntuales

de la realidad externa con una marea de recuerdos y oleajes

hermenéut icos , los sistemas externos de dominación produ

cen hechos sobre una extensión tan amplia de t iempo y espa

cio que las memorias subjetivas no logran abarcarla, de m o d o

que ellas quedan cercadas a su vez por el océano — e n todo

caso regulable— de su propia ignorancia. O sea: por esquirlas

'erráticas' de poder que los sujetos, por de p ron to , no 'recuer

dan'. Esa realidad exterior, como las resacas, ataca de revés,

por la espalda. La cuestión es: ¿ese poder supletorio, para los

sujetos, es incontrastable? ¿Algo que, definit ivamente, escapa

a la elástica ampl i tud de la memor ia social?

GABRIEL SALAZAR 3 5 3

Esas preguntas pueden reformularse del siguiente m o d o :

la memor i a social ¿puede ser ensanchada para reducir sus

bolsones de olvido y/o de ignorancia, inc rementando así su

eficiencia contrafactual ante el aparen temente globalizado

b o m b a r d e o v e r t i c a l i s t a ( p o s t - d i c t a t o r i a l ) de l m o d e l o

neoliberal? Todo indica que , de ser posible, lo es, y que , aun

más: parece necesario. De m o d o que el problema se reduce a

c ó m o diseñar una operac ión soc ia lmente 'metodológica ' :

¿cómo es posible detectar, identificar y llenar los bolsones de

olvido e ignorancia de la memor ia social?

La memor ia social incorpora, como se dijo, el recuerdo

de los i m p a c t o e x t e r n o s y el r e c u e r d o de las a cc iones

contrafactuales (o sea, su doble objetividad), a la vez que in

tegra todo eso en un conjunto hermenéut ico de relaciones

dialécticas, de ida y vuelta, de reciprocidad, de conflicto, o

como sea, pero siempre de correspondencia biunívoca. C o n

jun to d inámico en el que , a la larga, perfila o sedimenta ' in

quietos ' períodos de t iempo y zonas temáticas, que cada gru

po, colectivo o generación de sujetos recibe, oraliza, adapta e

historifica a través de su reflexión y acción. Bolsones mnémicos

— e n s u m a — que pueden tener mayor o menor precisión

recordatoria. Mayor o menor amnesia. Más o menos igno

rancia 'objetiva'. Y que permi ten , a la acción histórica de los

sujetos, una mayor o menor eficiencia.

Así, por ejemplo, los grupos y redes articulables bajo el

rótulo de 'generación del 3 8 ' , que creció impactada por la

doble amenaza del «peligro negro» militarista y el «peligro

rojo» bolchevista (segiin Ar turo Alessandri Palma), reaccionó

a f e r r á n d o s e , c o m o a t a b l a de i d e n t i d a d , a los t e x t o s

consti tucionalistas de la política. Su memor ia social integró

aquellas amenazas y esa reacción en una constelación históri

ca biunívoca, tensa, pero claramente or ientada al «respeto

irrestricto de la ley».

354 MEMORIA HERMENÉUTICA

Muy diferente fue, casi medio siglo después, la sedimen

tación mnémica dP la «generación de los 80», que, frente al

terrorismo patente- del Estado dictatorial, reaccionó en masa

aferrándose a la resistencia callejera, ignorando la posible 'va

lidez' de la Constiíución dictatorial de 1980. La lógica inte

grada de esta men^oria fue también biunívoca y tensa, pero

no se orientó hacia^ el respeto irrestricto de la ley, sino hacia la

profundización d í la 'acción directa de las bases. Es decir:

todo lo contrario.

Si la memoria social actual está constituida, entre otros,

por estos dos —ta" diferentes— 'estratos mnémicos' ¿cuál es

su utilidad conjunta o separada para que los sujetos popula

res puedan definir de un modo hermenéutica y factualmente

adecuado su conducta frente al modelo neoliberal actual?

¿Cuánto sirve hoy privilegiar por sobre todo el legalismo po

lítico, o, al revés, la civilista acción directa (callejera) de la

masa social?

Cabe distinguir» en la memoria social de la baja sociedad civil chilena —aparte de los anotados—, un cierto número de estratos o constelaciones mnémicas (tensas y biunívocas) que sf refieren a ciertos períodos 'objetivos' de la historia nacional. Que constituyen, en cierto modo, el capital mnémico de es^ baja sociedad civil. Cabe hacer un balance —escueto y riesgc'so, pero útil como introducción al problema— del grado de pertinencia y posible utilidad de cada una de esas constelaciones.

I. Constelación histórica 1890-1925 (más o menos)

Bombardeo externo abrumador de esquirlas pictóricas de decadencia, a sabef. oligarquismo abusivo, desvirtuación de la política y las ¡eyes, polarización extrema de la sociedad, pobreza, conventillos, alcoholismo, prostitución, violencia delictual. La integración hermenéutica y contrafactual de ta-

GABRIEL SALAZAR 3S5

les esquirlas (en la memoria popular) no condujo a la 'generación de los 20' a privilegiar ni lo legal ni la violencia callejera, sino la 'asociatividad civil', la 'autonomía social' frente al gobierno y los partidos políticos, y la 'propuesta de refundación sociocrática' del Estado, la Sociedad y el Mercado. Este estrato mnémico particular constituyó una 'memoria fresca' que maduró y presidió las acciones sociocráticas emprendidas por gran parte de la sociedad civil entre 1918 y 1925. Sin embargo, acosado y ajusticiado desde arriba («proceso a los subversivos y anarquistas») desde 1919, ignorado o reprimido sistemáticamente (gobiernos autoritarios de Ibáñez y Alessandri) desde 1927, tendió a eclipsarse de la memoria oficial, donde fue transformado, desde 1938, en un recuerdo neutro sobre «los orígenes de» o «la fase primitiva de» (por tanto, sin validez arquetípica) el modelo estatista y legalista que dominó desde esa última fecha. Es obvio que transformar una constelación mncmica social en un discurso sobre el mero 'origen' de algo es, sin duda alguna, una forma política de olvidar (caso notable es el rol de mero 'fundador de partido' asignado a Luis Emilio Recabarren, el principal líder sociocrático de esta constelación). La generación de 1920, en cuya memoria 'fresca' se forjó esta constelación, a eso, debió soportar el paso de las décadas y las generaciones, y la 'caducidad' natural que eso percuta en la memoria social.

IL Constelación histórica 1936-1973 (más o menos)

Bombardeo externo abrumadoramente político, gatillado des

de un Estado que se presentó no sólo como 'hombre bueno'

(desarrollista y social-benefactor) sino además como una 'ra

zón pública' situada tanto sobre la Sociedad como sobre el

Mercado. A cuya doble identidad necesitó rodearse de brazos

repartidores de bien popular y desarrollo nacional (y adecua

dos cosechadores de votos agradecidos): los partidos políti

cos. No fue, en este caso, el temor al autoritarismo o el recha-

356 MEMORIA HERMENÉUTICA

zo a la corrupción lo que gatillo la reacción contrafactual de los sujetos de carne y hueso de la 'generación del 38', sino la brecha estimada entre la 'demanda' (o necesidad social) y la 'oferta' estatal recibida (satisfacción real alcanzada). La polarización biunívoca se dio aquí entre los distintos grados estimados del bien social (pugna entre la demanda popular y la oferta estatal), y entre estimaciones distintas de los costos globales que implicaba reducir esa brecha (conflicto entre los distintos intereses gremiales y/o parlamentarios). La masa social del '38 y aun la de los '50 y '60 no llevó a cabo una configuración hermenéutica unívoca y definida, pues quedó fluctuando entre proteger el marco constitucional manteniendo la demanda social regulada por la oferta política (tesis de la generación del '38), o maximizar la oferta maximizando la demanda social, con derrota total del polo parlamentario opositor (tesis de la generación del '68). Es claro que este estrato mnémico particular no logró —o no tuvo tiempo— llevar a cabo una adecuada 'integración biunívoca' entre las hermenéuticas entrecruzadas de una y otra generación, y de uno y otro polo de la política. Como si —aimque el estrato mnémico era uno solo— las hermenéuticas hubieran sido de suyo, en sí mismas, irreconciliables. Así, como 'memoria fresca', esta constelación se grabó, oficialmente, como impasse

ideológico más bien que como una integrada memoria generacional; anomalía que permitió a terceros actores —los militares y sus asociados— instalarse como cuña y disparar sobre ambas hermenéuticas hasta anularlas. Como 'memoria fresca' perduró hasta fines de los años 70, retornando brevemente entre 1988-1990, pero desde 1992 tiende a convertirse en una 'memoria mítica' (recordada, respetada y querida, pero, como la de 1920, sin vigencia arquetípica).

IIL Fase 1978-1992 (más o menos)

Bombardeo abrumadoramente 'fáctico', tendiente a introdu

cir cambios estructurales de neta y ortodoxa inspiración

GABRIEL SALAZAR 3 3 7

neoliberal, que desmanteló todo lo realizado hasta allí por el

' hombre bueno ' y la 'razón piiblica mon tada por la genera

ción del '38 en complicidad con el ávido y masivo seguidor

de ese h o m b r e bueno (el movimiento de masas). La polít ica

estatal operó como hegemonía in extremis (dictadura mil i

tar) , se abolió la majestad contractual de la ley civil y se im

puso, por encima de todo , la 'asociatividad' automát ica , invi

sible y foránea del Mercado. La 'legalización' tardía de todo

eso fue, bajo cuerda, una victoriosa operación militar, que

asoc ió a los p o l í t i c o s civi les c o m o u n a ú t i l c o m p a r s a

obsecuente. El certero poder de fuego que respaldó el b o m

bardeo empír ico de la «revolución neoliberal» no tuvo como

respuesta, de parte de la masa popular afectada, una medita

da hermenéut ica para el largo plazo, sino una rápida herme

néutica instintiva, para el plazo corto. Q u e surgió, precisa

mente , de la au tonomía instintiva de los sujetos vict imados.

La victimización de los contrar ios (estrategia medular de los

poderes fácticos), tiene la vir tud, para los victimarios, de ase

gura r u n a d o m i n a c i ó n ráp ida , y para las v í c t imas , u n a

autonomización rápida. La polarización fáctica potenció la

au tonomía de la sociedad civil —sólo la a u t o n o m í a — , pero,

a la vez, desocializó el poder fáctico, sin debilitar su ' fuerza.

La transición política, en tan to que legalización de lo fáctico,

no desmontó la polarización, ni la mayor au tonomía civil ni

la mayor fuerza de los militares. Pero, por eso mismo, permi

tió que la mayor au tonomía de los sujetos cont inuara su de

sarrollo hermenéut ico redondeando constelaciones cada vez

menos instintivas, al p u n t o de dar vida a un proceso (o t ran

sición civil) de insospechada trascendencia histórica. La baja

sociedad civil p u d o así dar algunos pasos significativos desde

su instintiva resistencia callejera a la sapiente autogest ión de

la sobrevivencia local. De la imagen de sí mismo como indi

viduo-masa y masa reivindicativa, a la de actor part icipat ive

en la defensa y desarrollo de la 'vida' local. La au tonomía civil

fue así encendida y reforzada tanto por la memoria protagónica

358 MEMORIA HERMENÉUTICA

de la resistencia (grabada a fuego como una real 'gesta' contrafactual) como por la memoria protagónica de la gestión autónoma y asociada de la identidad local (grabada como 'otra' gesta contrafactual). La 'generación popular de los 80' integró ambas gestas en una sola memoria 'mítica, que no sólo integró los bólidos factuales de la dictadura, sino también, y sobre todo, su recordar juntos, su oralidad hermenéutica, sus proezas comunitarias, su rabia y la vida compartidas; es decir: el poder de su acción 'soberana'. Allí, en esa constelación mnémica, no tuvieron cabida ni héroes políticos ni héroes militares (excepto como anti-héroes) sino, sólo, anónimos héroes sociales. Locales. De población. Como tal, inspiró la (exitosa) contrafactualidad de resistencia, y la no menos exitosa contrafactualidad de sobrevivencia.

IV. Fase 1992 y siguiente

Bombardeo de leyes y decretos 'buenos' que no tienen como origen, sin embargo, un 'hombre bueno' como en la constelación histórica 1936-1973, dado que el Mercado (que, en el recuerdo de las masas populares, nunca se ha constituido como hombre bueno) predomina sobre el Estado (que sí podría constituirse). Por ello, las leyes buenas hablan pero no convencen. La incredulidad hermenéutica de la masa popular se corresponde biunívocamente con la ilegitimidad del aparato legal impuesto por los poderes fácticos. Y también con la baja capacidad del Mercado para configurar una oferta satisfactoria a las demandas agregadas de los individuos. Sobre todo en el plano laboral. La memoria social tiende a no distinguir entre esta constelación histórica y la anterior, dejando en claro que la 'memoria fresca' de la democracia neoliberal carece de potencialidad para borrar la memoria de la dictadura neoliberal. Más bien, tiende a 'refrescarla'. De consiguiente, la dirección de las operaciones hermenéuticas coincide más bien con la línea de desarrollo del 'heroísmo anónimo'; o sea:

GABRIEL SALAZAR 3 5 9

con la au tonomía y capacidad autogestionaria de las asocia

ciones civiles de base. C o m o si la vict imidad (que gatillo esa

au tonomía) aun cont inuara , propulsada ahora por el discur

so autolegi t imante de la misma autonomía . La integración

global de los recuerdos sociales apun ta sin duda hacia el futu

ro. Conf igurando una memor ia que, de m o d o creciente, se

liga más a la lógica de la acción que a la inercial lógica 'obje

tiva del pasado.

La memor ia social 'trabaja' directamente con los mate

riales fácticos que le entrega cada período (const i tuyendo la

'memor ia fresca'), independien temente de lo que diga o haga

el poder que maneja la 'memoria oficial'. Pero también, como

se d i j o , con los ' e s t r a to s m n é m i c o s ' r e s idua le s de las

constelacions históricas anteriores (que t ampoco controla la

memor ia oficial). La tendencia de la memoria social es a no

tomar en cuenta la política de la memor ia que domina el pre

sente, sino la memor ia de la política global, desplegada a lo

largo del t i empo, que da a los sujetos que recuerdan jun tos

una ventaja comparat iva. Pero es la ut i l idad y per t inencia de

esta memor ia la que puede convert ir esa ventaja comparat iva

de t ipo hermenéut ico en una ventaja de tipo histórico en la

disputa por la construcción social de la realidad. En este sen

t ido, es relevante precisar la extensividad real de esta m e m o

ria (si incluye todos los estratos mnémicos , o, por olvido es

pon táneo o provocado, ha excluido algunos), y la selectivi

dad con que actúa respecto de los estratos que recuerda.

La memor ia social (popular) actual parece configurarse

de m o d o tal que excluye, por olvido y/o desconocimiento , el

estrato mnémico correspondiente a la Constelación Histór i

ca I (período 1890-1925) . Incluye posi t ivamente —es casi

'memor ia fresca'— el estrato mnémico de la Constelación II

(período 1936-1973) , pero de m o d o mitif icante, pues cam

bia el signo negativo de la derrota por el signo positivo de la

360 MEMORIA HERMENÉUTICA

mitificación (heroificación nacional de los líden ;•, de la generación del '38, como Salvador Allende, juntos y revueltos con los de la generación del '68, como Miguel Henríquez o Víctor Jara, por ejemplo), con proliferación de símbolos y fetiches recordatorios. La mitificación no debe aquí entenderse como arquetipización, pues las huellas mnémicas de este estrato se asumen hermenéuticamente en su calidad de memoria y en su condición de figuras a respetar, pero no necesariamente como arquetipos a imitar o reproducir. Es evidente que las huellas de este estrato carecen de una 'alta' utilidad en la definición de las acciones contrafactuales de los sujetos autonomizados por el drástico bombardeo de la Constelación III (dictadura neoliberal). En cambio, es notorio que la memoria social actual incluye positivamente el estrato mnémico de las Constelaciones III y IV (neoliberales), en cuanto a la memoria de la resistencia ins t in t iva y de la acción autogestionaria, con relación a las cuales se configura una suerte de mitificación de héroes anónimos (los mismos sujetos), pero arquetipizando sus conductas. Proceso que es muy notorio, sobre todo, entre las mujeres populares, que desde 1992 tienden a imitarse a sí mismas, según su actuación protagónica anterior a esa fecha.

La cuestión clave parece ser la siguiente: ¿es suficiente la hermenéutica mitificadora y arquetipizadora de los estratos correspondientes a los períodos III y IV (neoliberales)? ¿Hasta qué punto esa hermenéutica sigue siendo 'instintiva', oriunda de los hechos presentes, sin apoyo en una extendida y meditada 'memoria para la acción'? ¿Basta la actual hermenéutica social para que, apoyada en ese tipo de memoria, los sujetos y actores puedan operar con proyectos históricos de mediano y largo plazo?

La triple mitificación (de las Constelaciones II, III y IV) revela que están dadas los fundamentos positivos para desa-

GABRIEL SALAZAR 361

rrollar y sistematizar una 'memoria para la acción', pero, tal vez, no están todos los ingredientes para potenciarla, precisamente, como lógica de acción y de futuro, o como poder social constructivo de realidad. Es posible que el 'plus' adicional que se requiere cabe extraerlo de la misma fuerza reactiva, instintiva y espontánea que ha surgió de los sujetos desde 1978, más o menos. Pero puede que eso sea —como ha sido en el pasado— un proceso lento, de tentativa y zigzagueo y, por todo ello, frágil. Puede que eso anime movimientos sociales que hagan el mismo recorrido de los movimientos del pasado, y lleguen al mismo punto de non plus ultra. Pero ¿es esto lo que implica el ya mencionado proceso de transición por abajo?

Plataforma mnémica para el 2000

El estrato mnémico que proporciona bases identitarias de

encuadre 'pretérito' para los sujetos y actores (populares) del

año 2000 parece estar allí: es la memoria mitificada de la

Constelación Histórica II (1936-1973). El estrato mnémico

que proporciona bases 'frescas' para la proyección autopoiética

y autogestionaria de esos sujetos y actores (populares) tam

bién parece estar allí: es la memoria mitificada y arquetipizada

de la Constelación III (1978-1992), sobre todo. Se ha confi

gurado, al parecer, una sólida plataforma mnémica y cognitiva

para la acción, sobre la cual podrían surgir 'nuevos' movi

mientos sociales en Chile.

La cuestión es, como se dijo, que esa articulación (excepcional) de estratos mnémicos surgió como reacción a la acción fáctica de la fuerza neoliberal. Morigerada ésta por el advenimiento de la transición, la fuerza autogestionaria de

362 MEMORIA HERMENÉUTICA

los movimientos sufrió una merma notoria, pi ro no se ha producido desgaste alguno en la articulación estructural de los estratos mnémicos. De modo que la estimulación 'bi-po-lar' —patente hasta 1992— puede y debe ser sustituida por una auto-estimulación uni-polar de parte de los sujetos y actores autonomizados por la victimización fáctica y la continuidad legalista. ¿Cómo se puede avanzar en este sentido?

Al parecer, hay, cuando menos, dos orientaciones lógicas: 1) impulsar el desarrollo histórico de las 'redes microasociativas' que surgieron espontáneamente en la base social durante las Consteleciones 111 y IV y que hoy vegetan estimuladas a medias por la descentralización centralista del modelo neoliberal, sin vuelo hermenéutico de trascendencia, y 2) impulsar el desarrollo de: a) la información histórica profesional que pueda llenar los vacíos de los bolsones social-recordatorios; b) las prácticas autoinvestigativas de los actores sociales; c) las instancias autoeducativas de esos mismos actores y, d) las acciones autogestionarias de la baja sociedad civil, tendientes a incrementar su eficiencia en términos de poder y desarrollo local.

Es evidente que en la coyuntura actual —dominada por la ausencia del 'hombre bueno'— se requiere trazar y sistematizar una cartografía memorística amplia y completa para reanudar el avance interrumpido en 1992. Entre otras cosas, eso implica profundizar el conocimiento y extender la difusión y discusión del estrato mnémico de la Constelación I (1890-1925), que es el que tiene la mayor similitud con la situación actual y del cual se pueden extraer mayores reflexiones útiles para movimientos sociales que, al entrar el siglo XXI, necesitan operar incrementando al máximo su potencial auto-gestionario. Rescate que necesita ser conectado con una producción teórica autopoiética, que tenga su autoría en los mismos sujetos de carne y hueso. El apoyo técnico-profe-

GABRIEL SALAZAR 3 6 3

sional a la confección de esa cartografía debería ser maximizado, pero en el entendido de que el protagonismo de la operación no radica en los intelectuales sino en los actores de carne y hueso. Los movimientos sociales para el siglo XXI no deberían tener mentores ideológicos, pues, según la memoria de lo realizado por instinto durante las Constelaciones III y IV, los nuevos movimientos necesitarán producir por sí mismos la teoría que les permita construir por sí mismos la realidad que necesitan y proyectan.

Providencia, enero de 1999.

CAPÍTULO XII

CIUDADANÍA E HISTORIA ORAL: VIDA, MUERTE Y RESURRECCIÓN '

De acuerdo a la invitación que se me hizo llegar, voy a referir

me al sent ido, uso y proyecciones de la historia oral, en tanto

que metodología utilizada — n o sin deba t e— por ia l lamada

'nueva historia' . Es decir: por esa línea de investigación que

procura trabajar la historicidad en tan to existe en los actores

vivientes de la 'baja sociedad civil actual. C o m o un gerundio

que integra d inámicamente pasado y presente en proyección

de fit turo.

N o es fácil centrar la exposición en eso. N o es fácil por

que, en parte , se trata de una opción aparentemente nueva

surgida de una matriz científica extraordinar iamente vieja, y

en parte, t ambién , porque es un vastago de nuestro t i empo,

que compar te con otros gemelos (idénticos, pero distintos)

esa misma opción. Me refiero, con lo segundo, al hecho de

que la historia oral de la 'nueva historia es una her ramienta

semi-colectiva, que se compar te , no sin cierto t i roneo, con

' Transcripción ampliada y corregida de una exposición presentada en el Seminario de Métodos Cualitativos realizado en el Departamento de Sicología, Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Chile, en enero de 1997.Publicada en Proposiciones # 29 (Santiago, 1999. SUR Profesionales).

366 CIUDADANÍA E HISTORIA ORAL

otras ciencias sociales: la antropología, la micro-sociología, la

sicología social, etc. Conf igurando ese paquete amplio y pro

miscuo pero gratificante y fértil l lamado «metodologías cua

litativas». De este modo , tal como ocurrió a comienzos del

siglo XIX, la historia oral es hoy una opción metodológica

que necesita desplegar una guerrilla lateral de definiciones

'contra la vieja Historia, la nueva Sociología y las siempre

cualitativas Antropología y Sicología Social, para crear un

espacio y perfilar mejor su ' ident idad ' y su específico 'modo

de opera r ' . ¿Es esto un resabio de las viejas c o n t i e n d a s

neokantianas de fines del siglo XIX, de las que brotaron, cual

zonas de propiedad privada (no trespassing^^) las ciencias socia

les que hegemonizaron el siglo XX? ¿O es la lucha de la nueva

inter-subjetividad por sobrevivir?

En esta exposición haremos un recuento breve de la sor

prendente y larga trayectoria de la 'historia oral '; disparare

mos algunas andanadas identitarias a lado y lado para despe

jar el camino propio que para la 'nueva historia' abre este

mé todo , y concluiremos exponiendo tes t imonia lmente las

conclusiones que hemos derivado de la utilización propia de

esta herramienta .

C o m o se sabe, la 'historia oral' surgió al mismo t iempo y en el

mismo proceso que 'la' Historia. Más aun: puede decirse que la

ciencia histórica no fue más, en sus comienzos, que lo que fue

(y no fue poco) la historia oral. Pues ambas nacieron en el in

tento realizado por los pueblos de la Antigüedad Clásica para

perpetuar los contenidos de su memoria social, especialmente

los referidos a las hazañas, gestas y proezas efectuadas por ellos

mismos, en tanto que 'comunidad ' (polis). Cier tamente, con

el objetivo de mantener y reforzar 'su' identidad y 'su' poder.

GABRIEL SALAZAR 3 6 7

La memoria de esos pueblos se perpetuó, primero, convirtiendo esos recuerdos en una red de transmisiones e intercambios orales. Es decir: en un 'logos' colectivo. Circulante Comunalizado. La oralización comunal de la memoria fue sin duda, la primera forma de objetivación y monumentalización de los recuerdos, pero al mismo tiempo fue una forma recurrente de inter-subjetivación, que modeló la conciencia identitaria. Base fundante, a su vez, de la Política (razón colectiva que intenta desenvolver los objetivos compartidos de la comunidad). Todos los pueblos antiguos se 'civilizaron' desarrollando una razón identitaria y política, anidada en un conjunto de relatos circulantes (los epos), de fuerte permanencia en el tiempo, que usualmente operaron como fundamento supremo de la acción colectiva. De aquí la importancia jerárquica adquirida por los conservadores y reproductores de esos relatos (viejos y poetas de tipo homérico, «weupifes»

en el caso del pueblo mapuche).

Los fundadores de la ciencia histórica propiamete tal (Heródoto, Lucídides, Polibio, Tito Livio, etc.) no hicieron otra cosa que recoger, de la oralidad identitaria, los relatos estratégicos, y ponerlos por escrito. Fundando, con ello, la metodología clásica de la historia oral . Como leales transcriptores de los epos de sus pueblos respectivos, esos historiadores se constituyeron en logógrafos (es decir: en escrituradores del logos comunal del pueblo), y es evidente que su función, inicialmente, consistió en reforzar, mediante la objetivación material de la escritura, la perpetuidad de los contenidos identitarios de su memoria social. En este sentido, la Historia surgió para consolidar los circuitos orales que constituían la identidad y la política de los pueblos antiguos. Pues lo relevante para su memoria social no era la escrituración como tal, ni la archivística como tal, ni la conservación impolu ta del pasado, sino las decisiones o ra lmente consensuadas y la acción colectiva de la comunidad (polis).

368 CIUDADANÍA E HISTORIA ORAL

que dependían de la mantención 'adecuada de las tramas identitarias de su memoria.

Los historiadores romanos (Tito Livio y Polibio, especialmente) fueron explícitos en señalar que sus transcripciones y relatos historiográficos avalaban las verdades sociales que circulaban oralmente, y que tenían como norte mantener y acrecentar «el poder y la grandeza de Roma». No estaban preocupados, pues, por establecer verdades en sí, objetivas y válidas en general, sino verdades 'política,s'; es decir: útiles al potenciamiento efectivo de la polis. Como factores dinámicos de la acción colectiva. Como instrumentos del 'logos' del pueblo. Es por ello que los trabajos de esos historiadores, aunque fueron historio-gráficos en lo formal (o sea: escriturados para la perpetuidad), en el fondo fueron historio-lógicos (pensados para mantener activo y potente el 'logos' su pueblo).

Se comprende que, en esta etapa fundante, la historia oral no se utilizó como una metodología deducida lógicamente del saber escritural, sino inmanente de la lógica del saber oral. No tuvo entonces —como tendría más tarde— ese ominoso rango de método 'auxiliar' del escrituralismo científico, sino el rango 'supremo' de presidir la perpetuación de los intereses identitarios, de largo plazo, del pueblo. Porque la soberanía popular, más que escribir, habla. Y luego, actúa.

Sin embargo, la modernización del mundo occidental arrasó con la tradición logográfica. El Estado Moderno (originado en el derecho divino, dinástico, mercantilista o en la razón maquiavélica) atrapó y concentró en sí mismo el logos cívico de la polis, monopolizó la política y desintegró, una a una, las comunidades autónomas del pasado. El Capitalismo Moderno, por su parte, cosmopolitizó la vida social, descomunalizó la polis, e incentivó la individuación consumista de la ciudadanía. Los poderes modernos no do-

GABRIEL SALAZAR 3 6 9

minaron el m u n d o basados en circuitos orales sino en docu

mentos escritos. El Estado, ahora centralizado y soberano

sobre miiltiples comunidades y naciones de diferente t radi

ción y lengua, no pudo basarse en la horizontal oralidad co

m ú n , sino en verticales dictámenes escritos. El Mercado, ex

tendido por el m u n d o pero nucleado sobre unos pocos 'cen

tros de cuentas ' , no p u d o funcionar sin escriturar y archivar

los giros y contragiros del dinero. La memoria social fue aplas

tada y ar r inconada por la irrupción de la correspondencia

mercanti l , la archivística, la estadística, las filas de anaqueles

y bóvedas subterráneas donde , agazapada, se cobijó la m e m o

ria 'pública del Estado y del Mercado modernos . La filosofía

y las ciencias, que hasta allí habían sido, sobre todo, dialógicas

y peripatéticas, fueron trastornadas por la hinchazón de las

bibliotecas y el silencio despótico de la lectura. Los libros

obligaron a pensar otros libros. La letra, a yuxtaponer otras

letras. La oralidad, arrojada en el suelo, se filtró a la alcanta

rilla. Y con ella, se arrojó también lo más vivo del logos co

munal y soberano de los pueblos: la interacción cognitiva y

política cara-a-cara.

Fue a fines del siglo XIX —apogeo del capitalismo libe

ra l— cuando la Historia anunció pública y formalmente su

conversión apostólica a la lógica escritural de los nuevos po

deres. Eso fue lo que hicieron Leopold von Ranke y otros

historiadores adictos al 'documenta l i smo total ' . Cemen ta ron

posiciones epistemológicas, diseñaron metodologías y jura

ron fidelidad a las verdades de t ipo 'objetivo' (emulando las

ciencias naturales). Al forjar al acero esas definiciones, creye

ron sepultar para siempre las verdades 'logográficas'. Es sor

prendente que el mismo formalismo vertical y autori tario que

caracterizó los centros de poder polít ico y económico del mo

dern ismo liberal caracterizó también los códigos científicos

de la H i s t o r i a d o c u m e n t a l i s t a , tal c o m o fue ' f undada '

neokant ianamente , a fines del siglo XIX. Los métodos docu-

370 CIUDADANÍA E HISTORIA ORAL

mentales y objetivistas de la Historia se convirtieron rápidamente en normas taxativas destinadas a excluir todo asomo de subjetivismo, toda expresión de logos individual o social espontáneo, toda otra verdad que no fuera la construida mediante la 'disciplinada aplicación de 'sus' métodos. Se comprende que la Historia, así construida, no se transformó en matriz hormonal de la opinión pública, sino —junto a las restantes ciencias sociales— en su institutriz, conductora o correctora. O, si se quiere, en una forma usurpatoria de plagio y sustitución.

Fue un cambio radical. Una revolución epistemológica. E incluso —tal vez— una inversión copernicana de la soberanía, del logos y la política. La Historia abandonó el epos, la oralidad y la comunidad cívica, y se sentó a la diestra del poder centralizado. ¿Devino en una más de las ciencias del Estado? ¿En 'otro' agente camuflado del Mercado? En todo caso, la Historia asumió de lleno la labor funcionaria de sistematizar, redactar y difundir la enorme masa de datos de la memoria pública moderna. Se hizo letra y polvo en los archivos estatales, en cuyos vericuetos, enredada con esa pálida m u c h e d u m b r e burocrá t ica de copistas, archivistas, catalogadores, conservadores, paleógrafos, etc. pareció olvidar la sangre y la furia de la historicidad viva. Irremediablemente lejos de la cambiante pero intensamente 'viva' memoria social (que no está atiborrada de 'datos' sino poblada de 'recuerdos').

Todos los modernos historiadores chilenos, desde Diego

Barros Arana hasta Sergio Villalobos, de un modo u otro,

fuimos formados en la draconiana historia documentalista.

Que, desde el siglo pasado, ha clonado —en letra y tinta— la

obra y gestas de los centros de poder público. Vayan ustedes a

cualquiera Escuela de Historia de cualquiera universidad chi

lena, y encontrarán, por doquier, la misma tradición predo-

GABRIEL SALAZAR 371

minante. La misma multisecular sospecha acerca de la histo

ria oral. Acerca del logos popular. Sobre la soberanía cívica.

Hasta hace poco tiempo, no tuvimos otra alternativa.

La Historia, como ciencia, nació —como se dijo— confian-dida con la historia oral, pero al modernizarse no sólo se apartó de ésta, sino que también la repulsó y arrojó de sí. Con ello, arrojó también «el agua de la vida», la historicidad misma: los sujetos de carne y hueso, la comunidad local, la oralidad ininterrumpida de la vida social, la sociedad civil, etc. Es decir: renunció al presente, cercenando así el plexo fundamental de la temporalidad. Tras jurar adhesión perpetua a la lógica escrita de los poderes modernos, por más de un siglo, la Historia se concentró más en sistematizar las redes de la dominación sistémica que las redes de la historicidad social. Aun hoy, de modo prominente, se sienta a la diestra de la dominación.

No fue pues la Historia sino los propios sujetos de carne y hueso los que reinstalaron la historia oral en el escenario académico: fueron los campesinos polacos que emigraron a Estados Unidos los que, por la intensidad de lo vivido, inspiraron a Thomas y Znaniecki su célebre estudio 'oral' de esa migración. Lo que les significó fundar, en los años '20, la «escuela de Chicago» —la primera, la 'buena'—, que, tímidamente, instaló una avanzadilla oral dentro de la mole escritural montada por la Historia, la Sociología y otras ciencias estructuralistas de la época. La avanzadilla se mantuvo en estado larvario, sin crecer ni desarrollarse: el estructuralismo cosmopolita dominante había transformado los sujetos y las comunidades en individuos-masa o en organizaciones rígidas. Pero un invento tecnológico (la cinta magnetofónica y la grabadora) creó un revuelo oral que, aunque no condujo di-

372 CIUDADANÍA E HISTORIA ORAL

rectamente a recuperar la 'soberanía que los sujetos, las comunidades y la sociedad civil habían tenido en el pasado, al menos repuso el 'testimonio oral' sobre el tapete de algunas ciencias y en el aire globalizado de las noticias. Podría decirse que, desde 1960, más que la revalorización de los sujetos y las comunidades, fue el perfeccionamiento tecnológico de los medios de comunicación de masa lo que puso en circulación, al lado del vértigo escritura!, el nuevo estatus de la oralidad. De un modo u otro, la 'resurrección' de la oralidad tuvo lugar por referencia al concepto estadístico y estructural de 'masa' más que por la intención de rescatar o potenciar la soberanía de lo subjetivo.

Las ciencias sociales (la sociología, la antropología e incluso la sicología social) tendieron a desarrollar metodológicamente la nueva oralidad sacando provecho del avance tecnológico, pero conservando la estructuración neokantiana y modernista de sus disciplinas respectivas. La adopción, por tanto, de los métodos o técnicas biográficas, de relatos de vida, historia oral y de otros similares, se realizó en la perspectiva de innovar o de modernizar, pero no de revolucionar. Sin cambio efectivo en los paradigmas académicos. Ninguna de esas ciencias renunció al 'corpus teórico acumulado' que constituía su polo central de referencia, y al cual, como a norte magnético, continuaron dirigiendo todos sus hallazgos. Como testimonio de que el juramento de lealtad hacia la verdad general y objetiva —que gravitaba más allá del mundo revuelto de la vida— no sólo no había sido roto, sino que se había reforzado con el nuevo arsenal de instrumentos. De consiguiente, la nueva oralidad no consideró a los sujetos como sujetos sino como «informantes»; o sea: como meros portadores de 'datos objetívables' titiles para la ciencia. Como portadores de un 'zumo esencial' que podía ser exprimido mediante metodologías adecuadas y transportado escritural o estadísticamente al gran corpus central, desechan-

GABRIEL SALAZAR 3 7 3

do , como cascara vacía, el resto no-esencial de ios informan

tes. A saber: su subjetividad misma. Su paquete de recuerdos.

Su memor ia viva. Su historicidad. Su soberanía. Su futuro.

La nueva oralidad tuvo su boom académico: en casi to

das las universidades norteamericanas y en muchas europeas

los m é t o d o s y t é c n i c a s de la h i s t o r i a o r a l f u e r o n

insti tucionalizados como cátedras y talleres y sus p roduc tos

difundidos en revistas y más tarde en videos, algunas de las

cuales alcanzaron gran difusión y venta. Bajo esta marejada

de apariencia 'oral ' prosperaron nuevos 'géneros escri tos ' ,

nuevos estilos descriptivos y nuevos símbolos o representa

ciones, que oscilaron entre la l i teratura científica y la ficción

romántica: historias de la vida cotidiana, relatos de vida, his

torias locales o regionales, historias testimoniales de grandes

sucesos locales, teorías particularistas del desarrollo local, de

la subjetividad, del lenguaje, etc. Todo eso de un m o d o tal,

que da la impresión que los poderes centrales, a través de las

ciencias sentadas a sus pies, tuvieron a bien acoger, tan mag

nánima cuanto central izadamente, la infinitesimal micro-par

t icularidad de la vida, de los sucesos cot idianos y de ...la

modern idad . Así, la nueva oralidad insufló una segunda vida

al viejo estructural ismo y al viejo modern ismo. C o n la única

condición de que pasaran de lo macro a lo micro. De su gi

gant ismo pasado a su l i l iputismo presente.

Los conceptos , sin embargo, no retienen ni det ienen la

vida, ni menos los sujetos. Y éstos, desde la misma década de

los '60 , no dejaron de romper los viejos y los nuevos esque

mas académicos. Los reventones sociales se sucedieron uno

tras otro: en Estados Unidos fue el caso del movimiento ne

gro por los derechos civiles y del movimiento sindical enca

bezado por Hoffa; en Francia fue el reventón obrero-estu

dianti l de 1968; en Chi le la fatídica asonada popular del 2-3

de abril de 1957, etc. La crisis mundia l del fordismo, expío-

37 4 aUüADANÍA E HISTORIA ORAL

tada en 1982 y el draconiano correctivo neoliberal recetado por el Fondo Monetario Internacional desencadenaron en todo el mundo las llamadas food-riots (revueltas por hambre), que pusieron en jaque, simultáneamente, tanto a los poderes modernos como a los posmodernos. Si los poderes modernos hundían a los sujetos en la densa individuación del hombre-masa y los poderes posmodernos (neoliberales) en la pulverizada individuación del hombre-mercado, los movimientos sociales de los '60 y más tarde de los '80 revelaron que, por debajo de toda individuación decretada por los poderes centrales, los 'sujetos' permanecían fieles al sentido colectivo de la acción, unificándose de algún modo por utopías rápidas, imperceptiblemente orales (casi mudas) y por epos que aparecían, por lo comiín, después de su 'abrupta' acción (irrupción) conjunta.

La grabadora desencadenó el boom de la nueva oralidad en el mundo académico y en la mass-media, pero los reventones sociales Rieron obligando a políticos y metodológos a devolver, a regañadientes, el rango de 'sujeto' a sus exprimidos 'informantes'. Y estimaron necesario y hasta urgente diseñar a toda prisa «entrevistas en profundidad» para aplicar a sujetos que ya no eran dóciles portadores de 'datos' objetivos, sino díscolos generadores de infecciones inter-subjetivas como autonomía, movimiento social, soberanía, comunidad local, etc. La parsimonia científica perdió su majestad apolínea y arrastró los pies hacia el pasado. A sus fuentes y a su origen. A espaldas de su fe modernista. Pues los procesos de individuación — sobre los que descansaba, a fin de cuentas, esa parsimonia —, en lugar de disolver los sujetos en la misma vertical de su individualidad, terminaron potenciándolos horizon-talmente como actores societales. Libres. Cualitativamente incontrolables. Cualitativamente históricos.

GABRIEL SALAZAR 375

¿Cómo pudo ocurrir eso? ¿Cómo la individuación — destinada a matar a sujetos y comunidades — pudo girar sobre sí en 180 grados y volver sobre sus pasos transformada en imprevistas y atrevidas solidaridades a toda marcha?

Durante la década de los '80, en Chile —así como en casi todo el mundo— los procesos ya centenarios de individuación, al ser intensificados por el autoritarismo neoliberal, elevaron la presión a un nivel de ebullición, punto en el que los sujetos eludieron la presión individuante y escaparon en en fuga lateral hacia otros individuos. Iniciando movimientos de reagrupación. Generando espacios de reencuentro. Echando mano del lenguaje, no para elaborar datos y conceptos, sino para intercambiar trozos de memoria, experiencias, percepciones, lazos intersubjetivos y epos colectivos de tiempo presente. Epos que no narraban las proezas de los antepasados, sino la gesta de la vida resistiendo al dolor, la tortura y la muerte. Pues salvaguardando la vida es cuando y donde reverbera en tono mayor la épica de los sujetos. Cuando estalla la antorcha de la subjetividad. ¿Cómo no recordar la gesta de la sobrevivencia? ¿Y cómo no recordar juntos el 'triunfo' de la vida? La derrota político-militar de los sujetos rebeldes —propinada a nombre de la individuación— envió los derrotados, no por cierto a la anonadación total de su vida histórica, sino a su madriguera oral, intersubjetiva, donde no lloraron para siempre su derrota sino, a final de cuentas, el triunfo asociado de su sobrevida.

La 'nueva oralidad', inspirada por los campesinos polacos a Thomas y Znaniecki, por los pobres hispanoamericanos a Osear Lewis y por la masa informante a la mass-media y a las ciencias modernizadas, fue así sobrepasada por los reventones de 'baja oralidad' que la instalación draconiana del modelo neoliberal gatillo en todo el mundo. Reventones que, desde las madrigueras mismas de los sujetos derrotados, acri-

376^ CIUDADANÍA H HISTORIA ORAL

bularon los escritorios de la modernidad liberal y neoliberal,

obligándolos a reconocer la presencia y poder del 'logos oral'

de la baja sociedad civil de todas partes. La 'baja oralidad'

—cuyo estallido puede fecharse en los '80— ha sido la pri

mera contra-marejada del logos popular tras siglos de adorme

cimiento bajo el dominio escritural de la modernidad. La tíni

ca resurrección masiva del logos intersubjetivo en muchas dé

cadas. El tínico moviiTiicnto que tiende a utilizar directa e his

tóricamente la ancha panoplia de las 'metodologías' orales.

En Chile, la primera manifestación sistemática de ese

movimiento ocurrió en Chiloé, hacia 1986. Respondiendo a

un extraño instinto horizontal, las comunidades chilotas sin

tieron que debían narrarse a sí mismas las historias que cons

tituían su identidad. Como que había llegado para ellas el

tiempo de reconocerse, de nuevo, como comunidades. El

obispado de Ancud captó esa inquietud y promovió la inves

tigación. Y todos fueron preguntando y todos fueron entre

gando, oralmente, el testimonio de sus recuerdos, sin inter

vención de historiadores académicos. Y todos, como por un

instinto ancestral, supieron ser sus propios logógrafos.

4

Al llevar la individuación al punto límite de fusión societal y

al mantener constante la ebullición, el poder neoliberal, como

el aprendiz de brujo, abrió la Caja de Pandora, y ahora no

sabe cómo cerrarla. De este modo, las reagrupaciones y redes

de emergencia, pensadas para la sobrevida, fueron

remachándose en la memoria. Formando experiencia social.

Recuerdos de autonom/a. Ensanchando los procesos laterales

de micro-asociación. Endureciendo, por tanto, las actitudes

de indocilidad y rebeldía. Permitiendo a los sujetos degustar

en extensión y profundidad las posibilidades de su subjetivi-

GABRIEL SALAZAR 3 7 7

dad e inter-subjetividad. Tan to , que los técnicos del Banco

Mundia l anunciaron , uréii et orbi, el descubr imiento más im

por tan te de la modern idad tardía: la elasticidad a toda prue

ba del «capital social». La «resiliencia» a toda prueba de la

vida social tensionada al máximo, que es capaz de producir

un «plus» de resistencia, trabajo, acción y poder más allá de

toda relación matemát ica insumo-produc to o costo-benefi

cio. Tanto, que juzgó no haber mejor ant ídoto contra la po

breza que una sabia asociación contractual entre una min i

mizada « invers ión social» del Es tado Neo l ibe r a l y u n a

maximizada «resiliencia» del capital social de los pobres. Si la

individuación maximizada no produjo una mayor individua

ción — c o m o esperaban los brujos liberales— sino la i r rup

ción sorpresiva del capital social, la tendencia ha sido no in

sistir en la individuación sino en cooptar y utilizar el capital

social. Lo que implica abrir un frente (l imitado) de fomento

a la asociatividad y part icipación ciudadanas. Lo que implica

a su vez reconocer la i m p o r t a n c i a de Í o cua l i ta t ivo ' , la

'oralidad' y del ' logos' propio de la sociedad civil.

¿Se está a b a n d o n a n d o la vieja estrategia escritural de

proceder a la individuación infinita de los sujetos? ¿O se si

gue haciendo lo mismo, pero ahora con métodos científicos y

políticos propios de 'lo oral'? ¿O es que, derrotado por la

empecinada resistencia microasociada del «mundo de la vida»,

el modelo neoliberal está t ransando (forzadamente) con los

sujetos de carne y hueso y con toda su cohor te societal de

energías ciudadanas?

De cualquier m o d o , las primitivas madrigueras orales

de encuentro y resistencia (tan típicas de los años '80) están

dando paso a un proceso de reestructuración o refundación

societal del espacio públ ico, en el que t iende a pr imar el logos

horizontal , el peso oral de la op in ión pública y la soberanía

de la sociedad civil. En Estados Unidos , las comunidades lo-

3 7 8 CIUDADANÍA EHISTORIA ORAL

cales, reanimadas, exigen por doquier «reinventar el gobierno local», en el sentido de dar mayor participación a la masa ciudadana. Nuevos movimientos de tipo comunitarista aparecen en varios países desarrollados. En los países del antiguo Tercer Mundo diferentes movimientos de raíz localista se mueven con autonomía del sistema político central y al margen de ios partidos, mientras construyen ima ubicua pirámide 'sociocrática' de poder. En Chile, la crisis de rcpresen-tatividad de ese sistema y la inundante despoiitización de la masa ciudadana han hecho inevitable introducir—en el discurso oral— conceptos reñidos con la instalación escritural del neoliberalismo (patente hoy en el tenso debate sobre el alcance nacional o internacional de las normas legales inscritas en la Constitución de 1980 y en otras leyes posteriores). ¿Cómo entender la contradicción existente entre la textualidad escrita (individuadora) del modelo, y el discurso oral que, hablando de sociedad civil y participación, intenta hoy legitimarlo? ¿Cuál de los polos de esta contradicción e.stá, históricamente, en los hechos, sobreponiéndose al otro?

De cualquier modo, sea por la elasticidad resiliente de la socialidad intersubjetiva —cristalizada en el concepto de «capital social»—, o por la desescrituración oportunista de la política neoliberal, la 'baja oralidad' emergió para quedarse. Y no como esa vieja y quebrantada 'oralidad para masas' que brotó desde arriba en la época del fordismo, sino como esa oralidad participativa que brotó de los reventones sociales de los '80. Que no fue ni es, tampoco, esa 'nueva oralidad' que los académicos de esa misma época fordista desarrolllaron como método para estrujar zumo teórico de sus masificados 'informantes'.

La actual situación amerita considerar 'lo oral' de un

modo dis t in to . Más histórico y menos sociológico o

antropológico. Más social y menos político. Desde abajo y

GABRIEL SALAZAR 3 7 9

no desde a r r iba . E n func ión de «gobernanza» y no de

«gobernabilidad».

Nuestra experiencia personal con la historia oral se desarrolló

marcada por la siguiente situación: hacia 1988-89 era evi

dente que los métodos cualitativos (entrevistas, grupos de

áxscuúón, focus groups c intervenciones sociológicas) estaban

siendo aplicados a la masa poblacional conforme la más pura

lógica de la 'nueva oralidad' . Es decir: ut i l izando a los pobla

dores como informantes u objetos de intervención. Utilizan

do la información reunida para engrosar los cúmulos teóricos

de cada ciencia, o perfeccionar los escenarios posibles de la

transición política de la dic tadura neoliberal a la democracia

neoliberal. O para inducir conductas adecuadas en la masa

social a objeto de 'demostrar ' hipótesis de conveniencia polí

tica. O para ' ilustrar ' algunos paradigmas heroicos de lucha.

Y así como los políticos neoliberales consideraban al pobla

dor como un mero receptor de beneficios («beneficiario»), así

el cientista neoliberal usaba a ese mismo poblador como mero

produc tor de datos («informante»). Mientras todos ellos se

beneficiaban con una cuota mayoritaria de la ayuda social

extranjera. Para los pobladores, la política y la ciencia daban

lugar a un ' tur ismo' de paso que pasaba sobre ellos y sobre sus

problemas e ident idades, del que pron to t e rminaron por can

sarse: los datos no volvían. Los entrevistadores t ampoco . Los

políticos, casi nunca . ¿Quién no fue a la Población Victoria o

a la Villa Francia a nutr irse de datos, de mística o a ofrecer

proyectos? ¿Cuál fue el impacto real de la 'nueva oralidad'

practicada por los cientistas sociales domici l iados entonces

en las O N G s ? ¿Cuánta de esa nueva ciencia devino política

pública y cuánta de esa política pública resolvió de veras los

problemas de esas villas y poblaciones?

3_8^ CIUDADANÍA E HISTORIA ORAL

Era evidente que, hacia 1989, los pobladores estaban, ya, desencantados. No querían más entrevistas. Ni más historias de vida o talleres orales: ¿quién estaba negociando con quién? Como si fuera poco, tres años después, la transición daba muestras evidentes de que el nuevo Estado no operaba, siquiera, como las desfallecientes ONGs. Que, a decir verdad, ni siquiera estaba interesado en hacer 'turismo local' («por la Bandera, y por La Legua»). Que su interés estratégico planeaba sobre los amplios espacios mercanti les de la globalización más que sobre las densas madrigueras orales de los «bolsones focalizados de la pobreza». Estaba claro que los reventones sociales de los '80, que pusieron en jaque a la dictadura neoliberal forzando la transición y que reinstalaron en los 'escritorios' la oralidad y acción soberanas de los sujetos, estaban siendo políticamente olvidados y devaluados en los '90, como efecto de la pesada escrituralidad fimdacional de la Constitución neoliberal de 1980. Que fue la que en definitiva inclinó la balanza dentro de la 'transición'.

Hacia 1 992 era ya visible para todos el abandono y aislamiento de los sujetos. Sobre todo, de aquellos que, en la década anterior, habían hecho notar patentemente la épica de la subjetividad. Mi pregunta fue, entonces: ¿cómo hacer para que, por lo menos, la ciencia se quedara al lado de esos sujetos? ¿Cómo hacer ciencia de su abandono? ¿Cómo trabajar la 'baja oralidad' en el sentido de potenciar, desde sí misma, el «capital social» que hoy procura capitalizar para sí el Banco Mundial? ¿Cómo trabajar la historicidad de los sujetos en el punto preciso en que desafiaron la dominación escritural de los poderes modernos, restableciendo en los hechos la olvidada pero clásica soberanía comunal de la sociedad civil?

GABRIEL SALAZAR 381

La primera regla metodológica para una opción científica cen

trada en los sujetos debía ser, sin duda, 'quedarse' al lado de

ellos. Permanecer allí, a todo trance, contra viento y marea. Y

no sólo permanecer allí, sino 'seguirlo'. Ir con él, donde quie

ra que fuera. Y, deseablemente, no sólo quedarse ai lado o ir

j un to a él, sino, también, instalarse 'en' él. 'Ser' él mismo. En

otras palabras: devenir en su propio ' logos'. Encarnarse como

un mismo soplo. O , más simple, subjetivarse en él.

Eso equivalía a invertir las prácticas de la 'nueva oralidad':

no estrujar al informante para llevarse los datos, sin volver,

sino traer la metodología recreándola con y en el sujeto, para

hundi r la en él, sin salir. Si lo pr imero equivalía a anular la

condición de sujeto del informante para potenciar el corpus

general de la ciencia, lo segundo equivale a diluir la condi

ción de científico para potenciar el logos social de los sujetos.

En el pr imer caso la ciencia se iba con los datos, para volver

convert ida en política pública y dominac ión . En el segundo,

la ciencia se queda potenciando el logos subjetivo e inter

subjetivo para salir convert ida en acción social y poder. La

verdad, en el pr imer caso, necesitaba ser 'objetiva', para ser,

pr imero , teoría, y, después, dominac ión . En el segundo, ne

cesita ser, cons tan temente , un principio subjetivo para la ac

ción social e histórica eficiente. Para un ejercicio pleno, de

libertad y product ividad. La primera, se ' impone ' política

mente desde sí misma. La segunda, se 'construye' socialmen-

te, en los hechos.

¿Cómo llevar esa regla metodológica mín ima a la prácti

ca? Sin duda , era preciso trabajar con el pr incipio motor de

los sujetos: su 'experiencia'. Su memor ia histórica. Q u e son

(o es) las que presiden, regularmente , sus decisiones, acti tu

des y conductas . Las que cont ienen los e lementos const i tut i -

382 CIUDADANÍA gHISTORIA ORAL

vos, pasados y presentes, de su identidad. O de su proyecto de existencia. La experiencia subjetiva (o memoria histórica) es en todo momento 'social' e intersubjetiva, y opera como un principio dinámico que cambia y se acomoda para presidir y justificar la conducta. De ser así, esa experiencia o memoria no sólo podía ser trabajada para exprimirle uno a uno sus rectierdos, como si fuera un saco lleno de 'datos', sino también en función de su propio rol dinámico, como flexible promotor de conductas. Como capital social potenciable y repotenciable. O como una batería histórica susceptible de ser cargada y recargada. Cabía plantearse la hipótesis de si la experiencia o memoria operaba como ese promotor de conductas, entonces era posible plantearse también la posibilidad de incrementar su rendimiento en ese sentido. O sea: su desempeño histórico. Su trabajo efectivo en la línea de historicidad del o los sujetos. Como sujeto individual y/o como grupo, red, asociación o comunidad.

Si los poderes centrales incrementan su rendimiento de dominación sistematizando su pasado y reflexionando sobre él (que es el rol oficial de 'la' Ciencia Histórica) ¿por qué el sujeto individual o los grupales no pueden hacer lo mismo, para existir mejor, para rebelarse o, incluso, para dominar? La memoria social es, sin duda, un instrumento dinámico esencialmente perfectible. Entre otras cosas, porque es abigarrada y cambiante. Recordar es un ejercicio espontáneo de libre albedrío que todo sujeto, día a día, realiza conforme le parece mejor y en función de su interés coyuntural. Nadie lo obliga a hacerlo sistemáticamente. Pero todo indica que, en tanto ejercicio productor de presente y futuro, podría y hasta cierto punto debería ser sistemático. Que puede y debe, en ciertas c i rcuns tancias , hacerse de modo rigoroso y metodológico. No en términos de una intervención externa o de un despliegue disciplinante de dominación (á la Foucault), sino como un ejercicio autopoiético, como una auto-proyec-

GABRIEL SALAZAR

ción histórica con capacidad para «producir realidad exterior». Pues ¿qué ocurre cuando los sujetos no tienen organizados sus recuerdos para la acción sino más bien para la inacción? ¿O cuando no los tienen organizados, o sólo de manera defectuosa? Lo normal entonces es que esos sujetos no dominen su propia experiencia, ni puedan construir en torno a ellos la realidad que quisieran. ¿Y qué ocurriría si una memoria subjetiva caótica o maniática es reorganizada en términos de un principio historiológico para la acción? ¿Podría aumentar su rendimiento 'productivo'?

Quisimos experimentar estas ideas en la práctica. Y lo hicimos no una sino muchas veces. En ocasiones, de modo directo y personal. En otras, a través del trabajo de ayudantes, tesistas o de alumnos. Es imposible exponer aquí todos los resultados, caso a caso. Ni convendría 'teorizar' en general sobre ellos. Bástenos exponer un par de experiencias, realizados ambos por tesistas que operaron 'esta' manera de entender la 'historia oral'. A través de una de ellas se logró aislar, de modo patente, la naturaleza del «capital social». A través de la otra, se pudo apreciar la capacidad de los sujetos para sistematizar su memoria histórica y rectificar su relación con el mundo.

La primera experiencia la ha estado realizando en la co

muna de Cerrillos, desde hace casi tres años, Graciela Muñoz,

como proyecto central de su tesis de Maestría en Ciencias

Sociales (Universidad ARCIS). Se trata de un estudio de la

historicidad de los pobladores que ocuparon y compraron los

terrenos baldíos que se denominaban Parcela 21, donde dise

ñaron y construyeron por sí mismos sus casas, calles y el

equipamiento urbano básico (agua, luz, canchas, etc.). En su

mayoría, eran chacareros de la zona, que fueron desplazados

por la crisis económica de comienzos de los años '70. Es no

table que su cultura original se aplicó al momento de

384 CIUDADANÍA E HISTORIA ORAL

autogest ionar su nuevo emplazamiento: los sitios que traza

ron fueron amplios para dar lugar al cultivo de pequeñas cha

cras, de animales, a la construcción de ladrillos, etc. Cabe

precisar que la Parcela 21 estaba siendo dest inada a la extrac

ción de áridos cuando fue comprada por los ex-chacareros.

De modo que todo su per ímetro estaba lleno de hoyos, que

fueron usados por los camioneros, c landest inamente , como

vertederos de basura. En el centro de ese círculo de hoyos y

basurales, la Parcela 21 surgió como una isla, de la cual sólo

se podía salir por un estrecho y polvoriento camino. En apa

riencia, la Parcela era una nít ida expresión de la extrema po

breza urbana.

Graciela llegó allí con la expresa recomendación de en

trar para 'quedarse' (en el sentido relacional, no físico). Se

dio a conocer y explicó su proyecto. Miró , observó, pregun

tó. Realizó múltiples entrevistas, la mitad para saber de la

historia de la población, la mitad para saber (en profundi

dad) de las historias de vida de sus pobladores. Pernoctó en

sus casas, para saber de su vida cotidiana. Realizó encuestas.

Confeccionó la cartografía del tráfico de personas, para de

terminar los espacios públicos, comunales y privados. Intere

só a los pobladores en investigar su propia historia, a cuyo

efecto organizó un Taller de Historia que trabajó más de 20

sesiones a fin de 'concordar ' un texto básico, que recogiese

los hechos y recuerdos más importantes . El texto dejó a la

vista la presencia de una 'comunidad ' con capacidad para 'pro

ducir ' la realidad que deseaba a su alrededor. Los pobladores

tomaron conciencia de ello, y concientes de ello plantearon

con fuerza sus demandas al Ministerio de la Vivienda (que

quería erradicarlos por tratarse de terrenos blandos, de relleno,

inadecuados para viviendas sociales). La investigación — c o n

vertida en autoinvestigación— se proyectó como planificación

de la lucha 'contra' el Ministerio. La lucha consistía, sobre todo,

en que la comunidad quería seguir siendo comunidad. Que , si

GABRIEL SALAZAR 3 8 5

tenía que ser erradicada, tenía que serlo «como comunidad», y

radicada como tal en su nuevo emplazamiento.

El hallazgo principal del trabajo de Graciela fue el he

cho de que la comun idad de la Parcela 21 no sólo sabía cons

t ruir casas, canchas, ladrillos y materiales de construcción,

sino también actuar como comunidad con respecto a sí mis

ma: podía acordar y vigilar su propia conducta , educar a sus

hijos, dosificar el trabajo y la sociabilidad. El resultado con

creto de ello fue la absoluta ausencia de alcoholismo, droga y

delincuencia dent ro de la población. Los niños y niñas juga

ban en la calle hasta las 10 u 11 de la noche, sin luz, recono

ciéndose sólo por sus voces. De un m o d o u otro , todos se

sentían t ranqui los , confiados, felices. Los jóvenes buscaban

pareja fuera o dent ro de la población, pero vivían como alle

gados den t ro de las espaciosas casas construidas por sus pa

dres, lodos apreciaban por sobre todo la seguridad y la con

vivencia. La gente dialogaba pe rmanen temen te entre sí, den

tro de sus casas y fuera de ellas. Una densa red oral unía por

dent ro y a lo ancho y largo, la Parcela 2 1 .

Graciela ' en t ró ' también en la vecina Villa Los Presiden

tes, que había sido c o n s t r u i d a para d i s t in tos g rupos de

erradicados. Era preciso mirar la Parcela 21 desde dent ro y

desde fuera, desde sí misma y también comparat ivamente . La

Villa Los Presidentes es una población heterogénea, sin his

toria común , sin organizaciones vecinales estables. Hay alco

hol ismo, drogadicción y delincuencia, razón por la que los

pobladores se sienten inseguros. Todos t ienden a refugiarse

en sus casas. A las niñas se les prohibe salir. N o hay grupos

mixtos de niños jugando en las calles. Las redes orales están

fragmentadas, aprisionadas puertas adentro . Nadie está segu

ro de poder construir , puertas afuera, la realidad que desean.

Graciela descubrió p ron to que la conciencia histórica

de los pobladores de la Parcela 21 no era sólo orgullo de pasa-

3 8 6 CIUDADANÍA E HISTORIA ORAL

do o confiada alegría de presente, sino también actitud de lucha hacia el futuro. Ella fue invitada a participar en esa lucha. Lo hizo. Y se triunfó: a fines de 1998, los pobladores fueron instalados, como comunidad, en una villa próxima a la de Los Presidentes. Pero no fueron los únicos: habían también otros grupos. Graciela —que es ya una amiga reconocida por todos— recogió sus actuales sentimientos: «estamos inseguros, porque en las manzanas vecinas hay drogadicción y delincuentes; hemos perdido nuestra seguridad, la posibilidad de tener chacras, animales, de hacer ladrillos; los niños no juegan en las calles sino defitro de las casas...». ¿Cómo seguirá la lucha de la comunidad autolormada en la Parcela 21? ¿Prevalecerán sobre ella los poderes de la individuación? ¿Corroerá la inseguridad callejera los lazos comunitarios tejidos desde dentro? Esto, aun no puede saberse. Lo que Graciela sí sabe es que, por ello mismo, es preciso quedarse junto a ellos...

Edith Rebolledo trabajó por más de dos años la historia de vida de Sara, una pobladora de Peñalolén. Era su tesis de Licenciatura en Sociología (Universidad ARCIS). Como Graciela, su desiderátum metodológico fue permanecer junto a Sara y lograr que Sara asumiera por sí misma la investigación. Edith la conoció en un taller de desarrollo social y quedó impresionada por su fuerza y laboriosidad. Y más aun por su asertividad. Sara era la mayor de 12 hermanos, con un padre alcohólico y una madre enferma. Pronto Sara tuvo que hacerse cargo de todos sus hermanos. No pudo estudiar. Se vino a Santiago sólo cuando sus hermanos estaban crecidos. Fue obrera, empleada doméstica. Se casó, y como madre y dueña de casa, trabajó en las ollas comunes y luchó contra la dictadura. Asistió a cursos, se desarrolló como mujer y líder vecinal. Devino pronto en un prototipo de la «nueva ciudadanía». Llegó a tener un cargo directivo en la organización metropolitana de pobladores y un visión clara de las luchas

GABRIEL SAIA'/AR 3 8 7

sociales. La crisis de los 80 la endureció y agrandó. A su ma

rido, en cambio , la crisis lo marginalizó y destruyó: se hizo

alcohólico. Sara lo echó de su lado y se quedó con la casa y

los hijos. Después de 1990, con el cambio de régimen, Sara

se transformó en una exitosa microempresaria, lo que t rans

formó a sus ex-camaradas de lucha en sus asalariadas. La de

mocracia le significó a ella no cont inuar desarrollando sus

liderazgo solidario sino su calidad de patrona, empresaria y

su habilidad para operar en el mercado. El modelo neoliberal,

a la larga (o sea, en su fase democrática) deterioró su resiliencia

subjetiva, su capital social interior, incluso su microcomunidad

familiar.

Edith entrevistó a Sara en profundidad, dos, tres, diez

veces: se hicieron amigas. Sara asumió su rol de co-investiga-

dora. Pero Edi th entrevistó en profundidad, también, al ma

rido de Sara, a su madre, a sus hijos, a sus ex-camaradas, a sus

'socias' en la microempresa , etc. Edi th recorrió todos los

vericuetos de la red social, cartográfica, de Sara. Pronto quedó

a la vista que la trayectoria histórica de Sara, luego de ir en

'alza' (o sea, con fuerte capacidad de producir realidad a su

alrededor), ingresó en un ciclo de 'baja (con decreciente capa

cidad para controlar las resbaladizas relaciones de mercado).

La dictadura neoliberal había fogueado la identidad comuni ta

ria de Sara, pero el mercado p ro tec to r de la democrac ia

neoliberal deterioró esa identidad y la reemplazó por una inci

piente crisis ética, familiar y política. La amistad (y la investi

gación) entre Sara y Edith se tensó, al pasar sobre los baches

de esa crisis. La investigación comenzó a descubrir terreno de

fondo, pedregoso, hir iente . Edi th enfrentó una duda ¿debía

cont inuar j u n t o a Sara? Por un t iempo, se apar tó . Pero la re

flexión historiológica de Sara siguió su propio curso. Tras un

t i empo, la l lamó: «no puedes irte, el trabajo hay que cont i

nuarlo». Sobre todo , porque ahora era más complejo, puesto

que la democracia era un 'enemigo' más solapado y sibilino.

388 CIUDADANÍA E HISTORIA ORAI

Edith terminó su tesis. Dio su examen final. El «traba

jo» de ambas es ahora más esporádico, pero Sara, con una

visión —según ella— enriquecida, lo continúa...

7

Es evidente que la 'historia oral' que se instala junto al sujeto

para que éste potencie su logos histórico plantea un serie de

problemas epistemológicos, metodológicos y éticos.

Un problema de tipo epistemológico es, por ejemplo, si el rango de ciencia se pierde por el hecho de instalarse como un dispositivo interno de las relaciones sociales cotidianas entre sujetos (o cuando el investigador se transforma en sujeto cotidiano durante el proceso de 'trabajo'). Problema que puede ser irrelevante si se plantea lo inverso: si el rango de sujeto cotidiano se pierde por el hecho de recordar (y actuar a partir de los recuerdos) de manera sistemática y metodológica. En el fondo, el problema radica en si los 'roles' e 'identidades' de investigador e investigado pueden intercambiarse o integrarse, para beneficio de ambos. Para 'socializar' (o democratizar) el proceso científico. Y para incrementar por esa vía la eficacia de la productividad subjetiva e intersubjetiva.

Un problema de tipo metodológico podría ocurrir si las 'mentiras' subjetivas, por ejemplo, pueden inundar y determinar el relato acordado entre los concurrentes a la investigación (relato que puede ser verbal o escrito, en prosa o verso, en letra o imagen, cerrado o abierto, etc.), lo que puede ser facilitado por el lazo de amistad que habitualmente surge entre esos concurrentes. Pero este problema sólo es relevante si esas 'mentiras' reducen la eficiencia de las (buenas) acciones del sujeto, y si se han realizado entrevistas sólo al sujeto protagónico. Si la verdad objetiva es levemente 'adaptada' para incrementar la eficacia en la acción subjetiva, entonces el pro-

GABRIEL SALAZAR -^89

b lema es m e n o r (en este mé todo la verdad objetiva no es

d racon ianamente imposit iva). Y si el investigador entrevista

no sólo al sujeto protagónico sino al máximo de sujetos ins

talados en su red social fundamental , entonces la ment i ra 'gra

ve' puede ser descubierta, rectificada y el iminada. Cabe seña

lar que la verdad subjetiva debe completarse con la verdad

intersubjetiva, social y refleja de cada sujeto protagónico. N o

existen ' individuos ' desocializados, fuera de toda red. Y me

nos para la historia oral historicista.

Un problema de t ipo ético puede presentarse si se esti

ma que la historia oral así en tendida es una ' intervención' y

una posible manipulación del sujeto estudiado. Q u e esto pue

de reproducir el verticalismo de la ciencia social neokant iana,

estructuraiista y fordista. El p u n t o es, sin duda , debatible e

interesante. Pero la cuestión es: en una relación microasocia-

tiva entre sujetos, la posible influencia de un amigo sobre

otro —ejercida en función de esa amis tad— ¿es legítima o

ilegítima? C u a n d o los sujetos, en el m o m e n t o en que la do

minación sistcmica aumenta a niveles críticos, se unen entre

sí solidarizando unos con otros, influyéndose m u t u a m e n t e a

part i r de sus (comunes) experiencias respectivas ¿es esa soli

daridad legítima o ilegítima? Parece claro que la solidaridad

entre sujetos es un sistema ida y vuelta de influencias recípro

cas. Q u e es precisamente de esta red de influencias recíprocas

de donde brota la elasticidad de la vida y la resiliencia del

capital social. Si esto es así ¿por qué — e n t o n c e s — no traba

jar esa red metodológicamente? ¿Por qué no hacer de ella un

'trabajo' científico social?

Tanto más, si el grueso de la baja sociedad civil chilena

parece haber hallado en esa red un sust i tuto más atractivo y

ventajoso que la ya vieja y gastada póc ima de disciplinarse

bajo las normas escritas del mismo viejo sistema de domina

ción. C u a n d o la 'baja oral idad ' , en todo el m u n d o , explora

3 9 0 aUDA DANÍA t HISTORIA ORAL

caminos laterales plenamente sociocráticos para disputar con el modelo neoliberal la adecuada producción de la realidad circundante. Pues no hay duda que está en desarrollo un nuevo conflicto, en el que cada vez más sujetos deciden acompañarse entre sí para no ser, de nuevo, vencidos.

Macul, enero de /í 'í 'Z (versión oral)

Providencia, enero de 1999 (versión escrita)

CAPITULO XIII

MEMORIA HISTÓRICA Y CAPITAL SOCIAL^

1

Movimiento social popular en Chile: emergencias y subsidencias

Nuestra aproximación al concepto de capital social deviene

de una larga investigación en historia social popular. Debiera

agregar al mismo t iempo que nuestro interés en este sent ido

t iene que ver no sólo con una caracterización meticulosa de

ese concepto y con su aplicación a una coyun tura de termina

da, sino, sobre todo , con procesos histórico-sociales de larga

duración. Por eso el p roblema del capital social lo vemos es

t rechamente vinculado a los cambios que ocurren en la cara

interna del movimien to social popular, el que nos parece ra

dicalmente dist into de los otros movimientos sociales que exis

ten en la sociedad global.

Al estudiar los movimientos realizados por «la clase po

pular chilena», pud imos observar varias situaciones significa

tivas que, al analizarlas en la larga duración, tendían a apare-

' Transcripción corregida de una exposición efectuada en CEPAL para el Seminario sobre Capital Social. Julio de 2000. Publicado en J.Durston &C F.Miranda (Comp.): Capital social y políticas públicas en Chile (Santiago, 2001. CEPAL), vol. I.

3 9 2 MOmmNTOSOCIAL POPULAR EN CHILE

cer y repetirse periódicamente, pero que, al restringir la óptica de observación a ciclos de corta duración, esas situaciones o fenómenos tendían a desaparecer.

Constamos así que el movimiento social popular, ai ser examinado en una perspectiva de largo plazo, aparece efectuando periódicas emergencias o irrupciones en el espacio público y en la esfera de lo político, revistiendo distintas formas y niveles de organización, con o sin discurso o proyecto, configurando 'episodios' de agitación social y 'reventones' que han producido diversos grados de desestabilización del sistema institucional. Sin embargo, además de estos episodios de emergencia del movimiento social popular, identificamos 'períodos' en que los sectores populares desaparecen del espacio público y se sumergen en lo que hemos llamado fases de suhsidencia. Cuando esto último ocurre, los teóricos y los políticos ya no hablan de "agitación social", "subversión del orden público" y otros términos, sino de "refiujo del movimiento de masas", de "despolitización", "apatía ciudadana", "fragmentación" y de otras expresiones que, en general, se vincidan con el concepto de "anomia social".

Normalmente las Ciencias Sociales, la Sociología, las

Ciencias Políticas, la Antropología y, sobre todo, la Historia

(particularmente la historia social tradicional y la historiografía

marxista) se han concentrado sólo en las fases de emergencia

del movimiento social, descuidando el estudio de lo que ocu

rre con estos sectores en los períodos de subsidencia o, como

los llama Melucci, de «invisibilización».

De este modo, sobre un período de larga duración, podríamos trazar una línea fronteriza, por encima de la cual reluce lo político, lo estatal, el espacio público, lo nacional, lo institucional y lo escritural, mientras por debajo subyace, oscuramente, lo social, lo privado, lo subjetivo, lo comunitario, lo intersubjetivo y lo oral. Comenzamos a trabajar en

SALAZAR 3 9 3

esta úl t ima d imens ión , porque nos pareció que el movimien

to social es tan social y tan movimiento cuando i r rumpe en el

espacio de lo público y lo polít ico, que cuando subyace en

estados de subjctivación, privatización y alejamiento aparen

te de lo públ ico. Nos pareció que era tan movimiento y tan

social lo que se presenta como un conflicto objetivo y polí t i

co, t rami tado ins t i tucionalmente , como lo que se sumerge

c o m o un conflicto subjetivo o intersubjetivo, que se expresa

a través de act i tudes y conductas privadas, no necesariamente

"racionales con arreglo a fines", no organizacionales, ni nece

sariamente políticas, sino a través de acti tudes, lenguajes e

interacciones que requieren de 'otro' código interpretat ivo,

d is t in to al que usualmente usan las Ciencias Sociales y la Po

lítica.

Cons ideramos que el 'capital social', en tan to que fenó

m e n o social c histórico — n o como puro c o n c e p t o — se origi

na, desarrolla y potencia en los procesos que ocurren en los

períodos de subsidencia del movimiento popular, más que en

los episodios de emergencia.

Movimientos y transformaciones en el período de subsidencia

Constatamos que los períodos de subsidencia, normalmente,

tienen lugar después de una derrota político-militar del mo

vimiento social popular, o después de una crisis económico

social mayor. Es preciso tener presente que, en Chile, el siste

ma político, regularmente, no ha tenido capacidad para ma

nejar los "reventones sociales" que producen las emergencias

del movimiento popular; no, al menos, mediante los recursos

normales del mismo sistema político. Normalmente, ha teni-

3 94 MOVIMIENTO SOCIAL POPULAR UN CHIIJ:

do que echar mano a medios extra-parlamentarios y extra-políticos: la represión policial y militar. Como si esos reventones no fueran reventones ciudadanos, sino de algún infiltrado "enemigo interno". Es que el sistema político chileno nunca ha incorporado mecanismos institucionales de participación ciudadana en la toma de decisiones públicas. La ausencia de esos mecanismos ha llevado al movimiento popular a acumular rabia sorda, impotencia, y a expresar ese polvorín interno a través de ex abruptos: los "reventones sociales". Tal vez la única excepción en este sentido fue la Ley de Comuna Autónoma de 1891, que permitió a las Asambleas Comunales de Electores gobernar soberanamente el poder municipal. Fue abolida en 1914, cuando la élite política se dio cuenta de que el artículo pertinente estaba siendo utilizado por las sociedades mutuales y mancomúnales —siguiendo los instructivos de Luis Emilio Recabarren— para tomarse el poder municipal y, a través de éste, la economía comunal. Es lo que ocurrió en Valparaíso hacia 1900 y en Tocopilla, poco después. Las posibilidades que ese mecanismo de participación abrió para el desarrollo del poder ciudadano y popular fueron tales, que la clase política sintió amenazado su monopolio profesional de la política, y nunca más incluyó cláusulas participativas en las leyes fundamentales del país.

En consecuencia, no habiendo mecanismos de participación, y estando los mecanismos de representación viciados por diversos mecanismos espurios de votación —en Chile estos mecanismos han ido desde la negación de la ciudadanía al bajo pueblo y a las mujeres, el robo de los documentos que habilitaban para votar, pasando por el cohecho universal, el voto calificado, hasta los sistemas binominales de la actualidad—, la respuesta política normal a los exabruptos ciudadanos ha sido la represión, no sólo policial y judicial, sino, principalmente, militar. De ello dan testimonio suficiente las diversas seguidillas de masacres que han proliferado en la histo-

GABRIEL SALAZAR 3 9 5

riade Chile: en el período oligárquico autoritario (1828, 1832, 1848, 1851 y 1859), en el período oligárquico parlamentario (1890, 1903, 1905, 1906, 1907 y 1919), en el período democrático liberal (1922, 1924, 1931, 1934 y 1938) y aun en el período democrático populista (1946, 1949, 1955, 1962, 1966 y 1969). No mencionaremos el período neoliberal (1973-1990). Es sintomático que la represión haya terminado, en todos esos casos, siendo militar. Como si ése fuera un recurso 'político' normal para casos que se estiman 'de excepción'. La recurrencia de este procedimiento se debe, tal vez, a que en el siglo pasado siempre las asonadas populares rebasaron la defensa judicial y policial del sistema, obligando a los gobierno de turno a echar mano del Ejército en formación de batalla contra las masas ciudadanas alzadas. Como si el legítimo alzamiento ciudadano fuera un deleznable 'enemigo interno'. Las Fuerzas Armadas, en Chile, han sido regularmente el factor o la fuerza que ha devuelto el movimiento social popular a su redil social y local. Realizando de hecho una 'pacificación ciudadana' que no ha producido otro resultado que enriquecer aun más los complejos procesos sociales, culturales e históricos que tienen lugar en los períodos de subsidencia.

Al estudiar esos períodos, se detectan allí varios movi

mientos y acomodaciones de gran interés. En primer lugar,

encontramos diversos ^roceíoí de reagrupación local, similares

a lo que Jesús Ibañez llama «movimiento de reagrupación».

Se trata de la multiplicación y desarrollo de diversos tipos de

los lazos microasociativos, espontáneos, no estatutarios y dife

rentes a lo que habitualmente se entiende por 'organización'.

Se les puede adscribir a lo que Aristóteles señalaba respecto a

los lazos de amistad, de afecto y a los valores fundamentales,

todos los cuales se tejen como relaciones cara a cara, de modo

intersubjetivo. A menudo esos lazos se tejen en un mismo lu

gar de derrota, en un mismo momento de desesperanza y

3 9 6 MOVIMIENTO SOCIAL POPULAR EN CHILE

marginación, y también en la misma decisión de salir' al espa

cio público. Consti tuyen ese tipo de relación que estaba en la

base del concepto griego de homonoia; esto es: de 'concordia',

una situación de identificación colectiva y im sentimiento so

cial que es el fundamento sobre el cual puede surgir la sobera

nía ' comuni t a r i a . O , lo que es lo mismo: ' republicana' .

Las formas asociativas a las que nos referimos no se

mueven sobre el plano público y a nivel nacional, sino en el

plano vecinal y local. Mencionemos tres o cuatro de ellas, al

paso, entre tantas otras que se podrían niencionar: está el caso

de las «montoneras» del siglo pasado, o el de los "cuatreros",

o las infinitas "gavillas de peones", o las "colleras de trabaja

dores", los grupos de "hermani tos" que combat ían en algún

batallón del Ejército del siglo XIX, etc. Todas ellas formaron

parte de un movimiento social que no fue asumido ni trata

do, ni como movimiento c iudadano ni como acción legítima

dent ro del espacio público. La Historia Oficial no las incluye

en sus páginas. Y sin embargo, sin ellas, ni se habría podido

convertir Chile en el pr imer exportador mundial de cobre, ni

se habría pod ido ganar ("a bayoneta calada") la guerra del

Pacífico, ni se habrían podido ocupar los territorios salitreros

del Nor te Grande ni los territorios ganadero.s de la Patagonia.

Ni se habrían producido la llamada "gue:rra a muerte" de 1819

a 1832, ni los alzamientos sociales de 1851 o 1859-

Por otro lado, observamos la aparición de lo que hoy en

día se l laman espacios sociales, es decir: lugares de convergen

cia y reunión de individuos y grupos marginales. Se trata nor

malmente de espacios 'móviles', pues se const i tuyen donde

quiera que se jun ten esos sujetos. N o son necesariamente es

pacios físicos. De cualquier m o d o , el espacio en sí está cons

t i tuido por la red de interacción y, sobre todo , por el inter

cambio oral. En ellos se habla, se canta, se trabaja, se bebe, se

come y se hace el amor. La oralidad, en ellos, t iende a ocupar

GABRIEL SALAZAR 3 9 7

un rol central , a través de la cual se intercambia información,

recuerdos, datos, sent imiento y odios. La reagrupación toma

vida y fuerza dent ro de estos espacios.

Cabe una mención especial a la intensificación de la

oralidad, en tan to a través de ésta se van creando nuevas for

mas expresivas, nuevas palabras e imágenes. En los espacios

de refugio, el lenguaje popular cambia y se enriquece. Y a

través de él comienzan a fluir nuevas representaciones, leyen

das, derroteros, mitos y héroes de todo t ipo. Podría decirse

que la oralidad, en ese contexto, ampara y prohija el desarro

llo de una suerte de mental idad mágica. Pero es un hecho que

ésta const i tuye, precisamente por eso, un crisol flexible en el

que se reconstruyen las identidades y la conciencia colectiva.

Duran t e los períodos de subsidencia, la memor ia popular se

carga de una intensa y no necesariamente objetiva 'memoria

asociativa', const i tuida de recuerdos amables de sociabilidad,

de elementos mágicos entrecruzados, de imágenes y palabras

socializadas; es decir: un piso cultural que opera como fun

damen to sano para el florecimiento de una nueva ident idad

colectiva.

El tercer e l e m e n t o q u e e n c o n t r a m o s en la fase de

subsidencia es, por t an to , ei que se refiere a la constante re

construcción de la identidad popular. Duran te esa fase, cuando

el sistema central ya no proporc iona iclentidades o no genera

los canales para que las identidades se const i tuyan dentro de

las celdillas del sistema, los sectores populares t ienden a cons

truir por sí mismos, a pulso, ' ident idades expresivas', margi

nales, que no deben confundirse con las identidades de tipo

estructural . Casi todos los extranjeros que en el siglo XIX

observaron la sociedad chilena coincidieron en señalar que

los personajes populares estaban dotados de un fuerte carác

ter propio , a la inversa de los individuos de clase alta, que

sólo eran pálidos reflejos de la cul tura europea. En este senti-

3 9 8 MOVIMIENTO SOCIAL POPULAREN CHILE

do, los rotos aparecían como gigantescos consiructores de identidad, ante los cuales los oligarcas parecían enanos. Si se escribiera la historia de la identidad nacional, es muy probable, pues, que ¡a Historia Oficial quedara cabeza abajo, pues la clase popular está en condiciones de mostrar una recargadísima galería de 'característicos' personajes populares, todos con una intensa odisea constructora de identidad por detrás. Aunque ninguno de ellos haya inscrito su nombre entre los fundadores y refundadores del Estado o del Mercado nacionales.

Quisiera hacer mención de, cuando menos, uno de los espacios populares en torno al cual se gestaron las identidades populares del siglo pasado. Se trata de aquel espacio que las mujeres solas y abandonadas conformaron bajo el nombre de «chingana». Como ellas no fueron vagabundas, ni "se echaron a recorrer el mundo" (excepto cuando se fueron a California durante el siglo pasado), tendieron a 'arrancharse' y a subsistir vendiendo comida, alojamiento, sociabilidad, baile y música a los «rotos» que pasaban. O a la marinería extranjera que bajaba a puerto. Siendo un poderoso foco de reunión e intercambio de identidades, la «chingana» entró en un ciclo de transformaciones, convirtiéndose en «fonda» a fines del siglo XIX y en «quinta de recreo» durante la primera mitad del siglo XX. Como fue comercial y culturalmente exitosa, los sectores medios y altos se la apropiaron (por lo primero) y se 'vistieron' con ella (por lo segundo, ya que necesitaban 'emular' lo popular para dar contenido cultural a su ambigua pero dominante 'identidad nacional), dando para ellos razones morales, de urbanización y de modernidad. Lo interesante es que la chingana fue un punto de atracción para todas las identidades volantes y vagabundas de la clase popular, un lugar de desenfada auto-expresividad, de intenso intercambio oral, todo ello condimentado con comida, alcohol, baile, canto y sexo. Las mujeres abandonadas hicieron de

GABRIEL SALAZAR 3 9 9

su rancho una "chingana" para sobrevivir, pero la chingana se

convirt ió a su vez en un abierto y hospitalario hogar para

toda la masa de rotos que deambulaba por el país. Fue una

especie de gran ma t r imonio del pueblo con el pueblo , un lu

gareño carnaval de ident idad al que confluían todos los peo

nes y trabajadores que no podían casarse (vagabundeaban para

encontrar empleo o para escapar de la justicia o de las levas

militares) y las mujeres que , "cargadas de niños", necesi taban

sobrevivir. Allí se anudaban , aunque por algunas horas o u n

día o dos, todas las hebras de las extensas redes que c o m p o

nían el movimiento popular de entonces. Tras esos m o m e n

tos quedaban, como es natural, enjambres de "niños huachos".

Desde entonces, los huachos han compuesto la mayoría emer

gente en la clase popular chilena (hasta el día de hoy), y han

sido los que, también , han marcado a fuego el gran desafío

histórica de esa clase: cómo construir, en ausencia de padre o

madre, a contrapelo del sistema social, pero en presencia del

conjunto de la clase popular, un proyecto aceptable de iden

tidad. Señalo esto no por afán de plantear algo pintoresco,

sino porque el capital social en su forma más pura , más pr ís

t ina y originaria surge de la forma cómo los niños huachos

r e s u e l v e n ese p r o b l e m a . E s t o , q u e lo o b s e r v a m o s

clar ís imamente en el siglo XIX, lo observamos también en la

investigación que realizamos en Rancagua, a la que me voy a

referir más adelante.

En consecuencia, en los períodos de sumergimiento del

movimiento social, la articulación convergente de movimien

tos de reagrupación, de oralidad intensificada, de const i tu

ción de múlt iples 'espacios sociales' y miles de afluentes cons

tructores de ident idad, dio lugar al desarrollo de potentes

núcleos o colchones culturales e identi tarios, que permi t ió a

los sujetos populares adquir ir visiones compar t idas , op in io

nes conjuntas, críticas masivas y acompañamien to suficiente

como para tomar decisiones grupales, realizar acciones colee-

4 0 0 MOVIMIENTO SOCIAI POPUIAR EN CHILE

tivas e inundar la sociedad principal con una marejada de pro

cesos auíogestionados. La variedad de esos •procesos fue casi

infinita, pues incluyó desde la del incuencia hasta el arte y el

lenguaje, pasando por la insolencia, el desacato y un ensorde

cedor 'silencio político' . La historia popular de la subsidencia

aflora por capilaridad natural a la superficie, p roduc iendo

borbotones de dist into t ipo en distintos lugares, fenómenos

que no son reconocidos como 'históricos' por la élite dir igen

te mientras no se revisten de objetivos políticos. Pero su inun

dación cont inúa , porque va const ruyendo identidades expre

sivas donde no había nada, tejido económico informal do n d e

no había n inguno , redes básicas de sociedad civil donde sólo

había marginación, sujetos y actores históricos donde sólo se

acumulaba victimización, transgresiones donde se creyó que

había sólo derrota , cul tura viva donde no llegaba la cul tura

impor tada , etc. Más aun: esc avance se realiza consol idando

en su retaguardia una poderosa e inamovible memoria social

que se opone , cont rapone y disuelve la frágil Memoria Ofi

cial. No se trata, pues, de oleadas simples, sin raigambre,

producto sólo de los infaltables "agitadores externos" o de los

no tnenos oinnipresentes "antisociales", sino de tuovimientos

que han gestado larga, paciente y anchurosamente su retorno

al espacio piiblico al que, al menos por legitimidad (no por

represión), pertenecen. Y el que, por lo mismo, es su norte

permanente y su ley gravitacional natural. Atracción magnéti

ca o lazo filial que ninguna represión, por sangrienta que fuere,

podrá anular y eliminar. Y es por eso que, así como se registran

varias seguidillas de masacres, un cierto t iempo después de és

tas observamos la presencia de sucesivas irrupciones populares

en el espacio público: entre 1819 y 1832, entre 1834 y 1837,

1846-1852, 1888-1890, 1900-1907, 1 9 0 8 - 1 9 2 5 , 1 9 3 1 - 1 9 3 2 ,

1946-1955, 1967-1973 y 1982-1989. ¿Cómo explicar ese 'ob

sesivo' retorno después de cada 'obsesiva expulsión?

GABRIEL SALAZAR 401

Así fuimos poco a poco derivando hacia la necesidad de

acuñar algún concepto capaz de dar cuenta de esa indoblega

ble capacidad de retorno. A los historiadores no nos gusta

construir conceptos de obsesiva 'univocidad' o pretenciosa

'operacionalidad' . Las definiciones 'unívocas' no son históri

cas, y las 'operacionales' están más ligadas a la lógica del po

der y la dominac ión que a la de los movimientos sociales. La

capacidad popular de sobrevivir en la pobreza y la marginación

y de construir sobre ellas la fuerza histórica necesaria para

volver, como m o n o porfiado, al escenario piiblico del que tan

violentamente se la expulsa, merece tener un 'nombre ' (no

necesariamente un concepto formal). Aunque más no sea para

construir un lenguaje y un discurso alternativo al que rige o

justifica los actos represivos que la excluyen. Podemos llamar

a esa capacidad, por ejemplo, "capital social", o no. Podemos

llamarla de cualquier manera, siempre y cuando no se pierda

de vista el fenómeno real, su variabilidad y su especificidad

de cada caso. Pues no existen en historia 'procesos generales'.

Si concordamos en llamar a eso 'capital social' , entonces de

bemos eo ipso aceptar también que el capital social t iende a

surgir al interior de un proceso de te rminado y después de un

acto marg inador específico. Cada proceso, cada ident idad

local, cada comunidad y cada grupo tiene un capital social

específico que está ligado a una memor ia social específica. Y

la especificidad de esta memor ia radica en que puede conte

ner más o menos recuerdos de pro tagonismo, más o menos

sent imiento de derrota y fatalismo, más o menos percepción

de conjunto sobre lo propio y sobre lo ajeno, y más o menos

convicción de que lo que la memor ia 'concluye' volcándose al

futuro en términos de acción política. El paso de la derrota a

la i rrupción de retorno implica una (lenta) t ransformación

de esa memor ia social, pues, para que ésta se convierta en un

capital social volcado a la acción, t ienen que sobreponerse en

aquélla los recuerdos propios de la reagrupación a los recuer

dos propios de la marginación; o sea: los de la fuerza propia

4 0 2 MOVIMIENTO SOCIAL POPULAR EN CHILE

por sobre los de la fuerza alienadora. La historia interna de la memoria es lenta, como todo proceso cidtural. Puede ser, por largas etapas, un lastre difícil de sobrellevar, pero también puede convertirse, andando el tiempo, en un wo¿or explosivo, difícil de contener. La historia del capital social parece tener, pues, mucho que ver con la evolución interna de la memoria social.

Hemos llegado a la conclusión que la 'memoria social' y la 'memoria popular' son temas más importantes que el de 'capital social', porque lo que éste tíltimo pueda hacer, como instrumento activo a partir de una sedimentación estática, va a depender de cómo haya evolucionado y cómo esté organizada

la memoria social y popular. En realidad, la memoria histórica es la gran matriz de todas las criaturas identitarias que engendra el movimiento popular para sobrevivir como seres humanos y como ciudadanos en un sistema social en el que, más a menudo que no, se le asume como un incómodo 'enemigo interno'. Es éste, por tanto, el concepto matlre del subconcepio de 'capital social'.

Tipos de memoria histórica y origen del capital social

En los sectores populares la memoria es fundamentalmente un resumen 'interpretado' de la experiencia empírica acumulada en ellos. Recalco lo de empírico porque actualmente se habla mucho de "la producción social de la realidad" y porque no son pocos (sobre todo en Chile) los que estiman que la producción de la realidad no es social en sí misma sino, sólo, en tanto "los símbolos" son los verdaderos productores de ella. Hay muchos intelectuales que, con toda seriedad, so-

GABRIEL SALAZAR 4()3

breponen el simbolismo y la realidad virtual al peso posible

de la realidad empírica. Y algunos han dicho que la "novela" y

la "telenovela" han sustituido a la Ciencia Social. Mientras

otros sostienen que a los niños debe enseñársele lo que el pen

samiento oficial estima como posible y necesario para mante

ner la "gobernabilidad". Pero a nosotros, los historiadores

sociales, nos parece que en un niño "en riesgo social" (como

se llama hoy a los "niños huachos" que viven en y de la calle)

pesa más la realidad cinpírica que la virtual, y el frío y el des

amparo más que los símbolos dispersos de la post-moderni-

dad. O el robo y la droga más que los 'principios' que rigen el

"desarrollo neoliberal" por sobre la utopía populista de la

"igualdad". A nosotros, que estudiamos la historia popular,

nos parece que la exclusión, la represión, la tortura, la muer

te, el hambre, etc. son feroces constituyentes empíricos de la

realidad y tremendos configuradores de 'memoria social'. Nada

más empírico y menos simbólico en la historia que ser 'vícti

ma' de todo eso. La vicíimización, en tanto inminencia de

muerte física, es una experiencia límite, integral, que 'marca

la memoria de cada sujeto de manera tai, que todo 'lo virtual'

(por ejemplo, las explicaciones, los discursos y los recuerdos

'oficiales') resulta externo, indigerible o masticable a medias.

Tornándolo 'rebotable'. No anula —sólo flotará encima— los

procesos internos de esa memoria. Y si es toda una clase po

pular la que es victimizada, la memoria rebalsará todos los

límites del recuerdo individual y se volcará caudalosamente

sobre los espacios orales y de reagrupación de los afectados.

En estos espacios, esa memoria puede permanecer por mu

cho tiempo, quizás —incluso— para siempre, con períodos

de adormecimiento aparente y períodos de explosivo desper

tar. Puedo citar aquí un artículo que denominamos «Volun

tad política de matar, voluntad social de recordar» relativo a

la masacre de la Escuela Santa María de 1907. Y fue a propó

sito de que, casi un siglo después, treinta mil personas subi

mos desde Iquique a la Pampa para escuchar la Cantata Santa

4 0 4 MOVIMIENTO SOCIAL POPULAR EN CHILE

María en versión del actual Quilapayún. 'Simbólicamente', tras el escenario natural, se encendió la vieja chimenea de la oficina Santa Laura. S imból icamente , era el fuego 'siemprevivo' de la memoria social. Era el fantasma chispeante de las treinta mil personas que, noventa años antes, habían 'bajado', desde la Pampa a Iquique, disruptivamente, para protestar por la violencia 'empírica' que los patrones estaban ejerciendo sobre todos ellos. Violencia que ya había atiborrado en demasía a su memoria. Se sintieron entonces compelidos a hacer valer, en el espacio público de Iquique, su condición de seres humanos y de ciudadanos. Y, claro, fueron masacrados.

La memoria popular está formada, en su mayor parte, por la experiencia empírica de la historia. Pero sobre esta opera la 'interpretación' de los hechos que la componen. Interpretación que puede ser, al comienzo, individual y puramente subjetiva, pero que, a la larga, inevitablemente, termina siendo grupal, social y comunitaria, siguiendo el mapa expansivo de la oralidad. Es el continuo ejercicio de la interpretación y la reinterpretación el que va convirtiendo la memoria social, de ser un mero recipiente inerte de recuerdos violentos y puramente empíricos, en una memoria flexible orientada a la

acción. A lo largo de este proceso, el sentido interpretativo tiende a pesar más que el peso inerte de lo puramente empírico. Y el sujeto social en disposición a actuar tiende a primar por sobre la mera víctima. El recuerdo se hace más sujeto y menos objeto. La verdad objetiva —tan cara a los cientistas sociales del siglo XIX— comienza a ser trascendida por la ver

dad de la acción, que ya no es preterizante sino proyectante. No formalmente cerrada sino histórica y socialmente abierta. Es por eso que, por ejemplo, el pueblo mapuche entiende y maneja su his tor ia en un sent ido d o m i n a n t e m e n t e interpretativo, no objetivo, de un modo que tiende a discrepar de la historia mapuche estudiada y contada por los historiadores profesionales.

GABRIEL SAI.AZAR 4 0 5

Hace un t i empo atrás hicimos una investigación en la

c o m u n a de San Miguel con el objetivo de que los pobladores

recordaran cómo había sido el gobierno local en lo que se

l lamó «la república de San Miguel», duran te la época de los

«Palesrro». Pr imero hicimos un video sobre lo que fue la his

toria de San Miguel en ese período y luego lo most ramos con

el fin de abrir un debate , para que pudieran comparar lo que

fi.ie ese gobierno local populista, con el gobierno neoliberal

de fines de ios ochenta y comienzos de los noventa. Y nos

encont ramos con una gran sorpresa: las mujeres se negaron

t e rminan temen te a hablar sobre el período de la Unidad Po

pular, sobre los años sesenta y setenta, y echaron por tierra

toda nuestra metodología . Al ver el video lloraron, se e m o

cionaron y se negaron a hablar de ese pasado. Hasta que una

señora, ante nuestro desconcierto, dijo: «es que la historia,

para nosotras, comenzó con Pinochet». Les preguntamos «ah,

¿son pinochetistas?». «No, de n inguna manera. Lo que ocurre

dijo la señora en cues t ión— es que, desde Pinochet para

acá, nosotras las mujeres hemos estado unidas, y hoy consti

tu imos una sola fiaerza. Antes de Pinochet estábamos dividi

das y nos peleábamos por esto, por lo otro , porque tú eres de

otro par t ido, tú no eres de este Gobie rno , etc.». Su memoria ,

sin duda , no se regía por principios objetivistas, sino por los

de la acción. Habían evolucionado más de lo que nosotros

sospechábamos.

Algo similar nos dijo un día una werkena, cuando yo le

pregunté «¿por qué tú eres werkena?». Me respondió: «por

que se supone que las mujeres pertenecen a la estructura de

poder». Me sorprendió porque yo pensaba — l o mismo que

los cronistas de la colonia y los historiadores profesionales—

que las mujeres de la sociedad mapuche sólo tenían roles ser

viles y no de poder, excepto la machi . Entonces ella agregó:

«siempre las mujeres hemos estado en la estructura de poder;

lo que ocurre es que si aceptamos como válida esa historia

406_ MOVIMIENTO SOCIAL POPULAR EN CHILE

antigua, cuando las mujeres estábamos subordinadas, estaríamos entonces diluyendo y debilitando la actual estructura, de poder». Esto nos convenció de que existen diversos tipos de memoria en general y, según su grado de evolución interna, varios tipos incluso de memoria social.

En primer lugar, existe una memoria retrospectiva que se ancla y fija en un hecho o determinado grupo de hechos. Que retorna obsesivamente a ese punto, configurando conductas rituales, puramente rememorativas, con acciones de sentido litúrgico que, pese a su valor humano, son convenientes para el sistema de dominación, ya que este comportamiento produce esterilización histórica de los recuerdos, con acciones que el sistema puede controlar y reprimir también de modo ritual. Surge así un movimiento ritual atado a otro movimiento contra-ritual, anulándose entre sí como proceso histórico global. Generando un statu quo. Vean ustedes lo que ocurre en las efemérides del día 4 o del día I 1 de Septiembre con relación a Salvador Allende, o en el Día del Joven Combatiente con relación a los hermanos Vergara: en ambos casos se escenifican hechos históricos rituales (escaramuzas con la policía) que, si bien mantienen presentes a determinados recuerdos, su rememoración no implica avance neto en el proceso histórico global. Lo mismo ocurre en ciertas historias de vida, donde un hecho de frustración, derrota o desilusión genera sentimiento fatalistas que desarman la energía que mira hacia el futuro. Es un tipo de memoria que se mira a sí misma en circuito lastimero, inspirando romerías al cementerio, consagración de 'lugares santos', levantamiento de mitos e ídolos de carácter cada vez más simbólico, cultura pública de la muerte, martirologios, etc. Son, sin duda, sellos de identidad, pero no, todavía, impulso histórico.

Se observa también una memoria volcada hacia la acción,

como la de los mapuches o de las mujeres de San Miguel,

GABRIEL SALAZAR 4 0 7

quienes, ac tuando con adecuada flexibilidad interpretativa

respecto a los hechos 'objetivos' de su pasado, se descuelj;an

de éste para construir , con él, una verdad factual propia, cuyo

ámbi to de construcción no es el pasado sino el futuro. En

este caso, el pasado y los recuerdos —sean éstos de derrota o

de éxi to— actiian como propelentes dentro de los actores que

producen historia nueva.

Se detectó un tercer tipo de memor ia a través de un

estudio realizado entre los pobladores de Cerro Navia, por

una parte, y sobre un grupo de pinochetistas, por otro. Mien

tras los pobladores demost ra ron tener una memor ia configu

rada en to rno a una serie de acciones prolagónicas que ellos

habían realizado en la década de 1 97Ü (sacaban los cadáveres

que traía el Mapocho y los sepultaban en su terr i torio, arries

gando una posible represión), de tal m o d o que ellos mismos

ocupaban el rol heroico central en sus relatos históricos; los

seguidores de Pinochet , por el contrar io, demost raron tener

una iriemoria configurada en to rno a las acciones realizadas

por un otro (Pinochet) que absorbía en sí mismo no sólo todo

el pro tagonismo, sino también la historicidad. Se trataba, al

parecer, de una memoria protagónica con una propensión in

trínseca a la acción autogest ionada, en contraposición a o t ra

memoria cesarista, con clara propensión a actuar al ienadamente

siguiendo el liderazgo de un hombre o ídolo superior (César,

Bonapar te , Hitler, etc.).

Poder hermenéutico y posibilidad metodológica

Al descubrir todos estos tipos de memoria y sus impactos diferentes en la acción, surgieron algunas preguntas obvias: ¿es

4 0 8 MOVIMIENTO SOCIAL POPULAR EN CHILE

posible intervenir en la memoria social, sobre todo cuando está volcada hacia el pasado, anulando su potencial de acción? ¿Es posible resistematizar esa memoria a través de apropiados métodos interactivos, a efecto de reorientarla hacia la acción? ¿Es posible desanclarla de los hechos de derrota y uncirla al recuerdo de hechos exitosos? Es una pregunta por la posibilidad de una intervención y la oportunidad de una metodología. Avala esta pregunta el hecho - -ampliamente observado— de que sobre la memoria subjetiva y social opera una capacidad o poder absolutamente inalienable, que no es otro que la soberanía que tienen todos los sujetos vivos (populares, en especial) para interpretar a su modo todo lo que hay

en su memoria. Es un poder hcrmenéutico, privativo de cada sujeto, especialmente de los que han sido una y otra vez victimizados por el sistema dominante. Es el poder y la libertad para, en primer lugar, recordar, y en segundo lugar, para recordar como me parezca mejor. Como para decir: lo que yo decido recordar, no se olvida, y yo interpreto esos recuerdos 'según me duelen o según me gustan'. El poder hcrmenéutico es precisamente el que permite liberarse de la tiranía obsesiva de los recuerdos y el que permite tejer el fundamento mnémico (memorístico) de las actitudes y conductas que se proyectan al futuro. En consecuencia, hay aquí una posibilidad de intervención y un espacio o tránsito en el cual se puede operar metodológicamente.

Desde hace como diez años hemos estado aplicando tal metodología, en historias de vida individuales y grupales, nunca en gran escala. Fundamentalmente, el método consiste en que la persona o el grupo involucrado cuenta su historia tal cual quiere contarla, para luego devolvérsela y retrabajarla por dos o más veces consecutivas, o las veces que fuese necesario, con el fin de ir poniendo énfasis en la línea de hechos recordables que mejor pueden desembocar en la propensión a actuar. Quebrando el sentido reverso de

GABRIEL SALAZAR 4 09

los sen t imientos de 'fatalidad' . Lo que nos ha quedado claro

después de estos trabajos es que cuando se t ranscr ibe la his

tor ia de vida de alguien que ha creído estar s iempre fuera de

la historia, y se la devuelve al involucrado, el resultado in

evitable han sido dos cosas: el quiebre emocional , en algún

m o m e n t o , del actor que entrega su tes t imonio (la memor i a

casi s iempre está reclusa, po rque nadie o muy pocos at ien

den y se interesan en su descarga total) y, el cu lmina r la

experiencia, la i r rupción de una estado de júbilo o de op t i

mismo general, que lleva na tura lmente al actor involucrado a

preguntar (se): «Y bueno: ¿qué es lo que viene ahora? ¿Qué

hago, qué puedo hacer yo?». Y del pasado pasamos a estudiar

lo problemas del presente y del presente pasamos a examinar

los proyectos posibles de acción.

Es una metodología que opera ora lmente dentro de los

flujos y esquemas interpretativos de la memor ia social, y per

manece allí hasta tanto se logre reorientar esos flujos y esque

mas. Y hasta cuando el actor opere metodológicamente sobre

sí mismo. Es una metodología que trabaja del mismo m o d o

con que lo hace el 'espacio social u oral' sobre los recuerdos

de todos, sólo que, en este caso, se trabaja cuando esos espa

cios, o no han existido para ciertos sujetos, o cuando existien

do, su trabajo no ha sido completo ni suficiente. Pues, a decir

verdad, en la historia popular no sólo ha existido siempre capi

tal social, sino también prácticas metodológicas naturales que

son las que han favorecido su aparición y desarrollo.

La naturaleza empírica originaria de la memor ia social,

la soberanía individual y colectiva de su poder hermenéut ico

y la au todeterminación de la acción a futuro, han sido y son

los elementos que confluyen en la producción y desarrollo

del capital social en los sectores populares. Y son los 'meca

nismos' históricos que trabajan activamente en las (largas) fases

de subsidencia del movimiento social popular . Son los que

4 1 O MOVIMIENTO SOCIAL POPULAR EN CHILE

hacen posible la aparición por doquier de múltiples identidades expresivas, de intemperie (como 'desierto florido') donde no llegan las identidades estructurales; los que hacen brotar redes de sociedad civil donde no había sino marginación, y

cultura viva, social y humana allí donde no llega la mercantilizada cultura importada. Son los qtie llenan a los pobres, pese a su pobreza y marginalidad, de orgullo propio, de altanería, de creatividad y de espíritu carnavalesco. En suma; de potencial rebelde. Son las raíces que nutren las oleadas de bajo fondo que irrumpen en la superficie de modo incomprensible para las élites que dominan esa superficie. Generando, casi siempre, miedo elitario. Miedo a lo que se origina en otra parte, en un submundo inferior, en las sombras. A lo que amenaza de nuevo, pese a todas las represiones anteriores. La historia del capital social (popular) debiera escribirse en paralelo con la historia del miedo (burgués). De ese viejo miedo de los "vecinos notables" (como se llamaban en la Colonia) al saqueo por parte de los miles de rotos que merodeaban siempre la Ciudad. Miedo que ha impedido que esos vecinos notables traten a esos rotos como a conciudada

nos y no como a 'enemigos emergiendo de las sombras'.

La sociedad civil popular del sur Y poniente de Rancagua:

conclusiones generales de una investigación

Todo esto es lo que teníamos en mente cuando hicimos la

investigación sobre la sociedad civil popular de Rancagua

durante el año 98. Los testimonios recogidos, de un modo u

otro, verificaron lo anteriormente dicho. Pero observamos

también un fenómeno adicional que nos pareció de gran in

terés. Yes que las 'identidades expresivas' que los pobres cons-

GABRIEL SALAZAR 4 ] ]

truyen a pulso roturando terreno desértico producen, sobre sus creadores, un efecto embriagador similar a las memorias que se encierran en sí mismas para funcionar de modo ritual y litúrgico. Y es que la identidad auto-construida y auto-gestionada puede ser tan 'rica' (desde el punto de vista de los esfuerzos realizados, las micro-victorias obtenidas y la cantidad de habilidades desarrolladas) que puede generar sentimientos de auto-complacencia históricamente estática. A menudo, los sectores populares con mayor vida tienden a emborracharse con su propia identidad, aturdiéndose en el goce de la misma. La "concordia" se autocelebra. La cultura resultante de lo propio se vuelve para sí misma una suerte de carnaval. La fiesta de lo logrado puede ser para muchos una recompensa suficiente, que se sobrepone al dolor de lo no logrado. Tanto asi que se deíiene el tránsito desde lo social y lo cultural hacia lo político y lo nacional. Desde la red social hacia la organización, desde la comun idad hacia la corporatividad. Y desde la rebeldía pura hacíala capacidad legislativa capaz de reconstruir el sistema social como conjunto, revirtiendo la dominación. Ese tránsito ha demostrado ser el verdadero «talón de Aquiles» de los movimientos populares. Por eso nos interesa el capital social no sólo en tanto constituye sinergia local (la que está dada en esos movimientos casi por naturaleza) sino, sobre todo, en tanto permita continuar el camino hacia lo político. No sólo como ese factor que hace florecer los movimientos, sino como el que los hace madurar en su destino real: construyendo nuevos sistemas o reconstruyendo los viejos. Pues, mientras los sectores populares no construyan Estado y mientras no legislen sus propios intereses, el estudio del capital social no será otra cosa que 'otro' divertimento teórico para intelectuales, u 'otro' mecanismo que sumar al arsenal de la gobernabilidad.

Como conclusión de nuestra investigación en Rancagua

podemos plantear que la memoria social en las comunidades

4 1 2 MOVIMIENTO SOCIAL POPULAR EN CHILE

populares está hoy fragmentada. Identificamos una memoria social de las mujeres adultas: ellas han logrado tener casa, luchando, tomándose el terreno y registrando una larga historia de participación en las organizaciones locales y en proyectos del Municipio. Por otra parte, los hombres adultos —después de su exclusión del espacio sindical y político— han constituido una memoria de participación e identidad local ligada a los clubes de barrio, donde han organizado actividades para todas las edades y han aprendido a manejar recursos y discurso éticos hacia la juventud. Y estas dos memorias aparecen divorciadas de la 'memoria frágil e inconclusa de los jóvenes (reducida a la actividad de sus grupos de esquina). Y existe una especie de alianza entre los pobladores adultos y la policía local (incentivada ahora por las políticas de "seguridad ciudadana") 'contra los espacios sociales y ora

les de los jóvenes; cuya actividad constructiva de capital social e identidad expresiva queda así sujeta a sospecha y a razzias policiales frecuentes, so pretexto de la droga y la delincuencia. Esto introduce una cufia en los procesos internos de la comunidad local, impidiendo la integración de las memorias y por tanto de los actores. Esto dificulta, como es obvio, el surgimiento de movimientos sociales comunales, capaces de ocupar de modo creciente los espacios públicos. Por su parte, los niños tienen más una memoria ajena (de lo que son o no son sus padres, de lo que es y no es su hogar, etc.) que una propia, razón por la que crecen algo alienados, realizando acciones de fuerte impacto autodestructivo: abandonan los estudios propios para trabajar y solidarizar con la crisis laboral de sus padres, se van a la calle a construir identidades expresivas y alternativas a falta de otros rumbos a su alcance, etc. De cualquier modo, ellos actúan por solidaridad (con los padres o con ellos mismos) y, además, generan en torno suyo

acciones solidarias de todo tipo (los viejos, los jóvenes de esquina, las profesoras, etc. todos solidarizan con los "cabros chicos"). Entonces los niños reproducen tejido solidario en

GABRIEL SALAZAR 4 1 3

un doble sent ido; es decir: son los promotores germinantes

de la producc ión de capital social básico. Es cierto que, no

bien los cabros chicos se convierten en cabros jóvenes esa so

lidaridad interna, comunal , se termina, y los viejos — c o m o

se d i jo— optan por buscar la alianza de la policía contra el

riesgo incontrolable que plantean los jóvenes de esquina. Sin

embargo , si hay algiin p u n t o donde es posible comenzar a

trabajar sistemática y masivamente el capital social, es con los

niños llamados "en situación de riesgo". Y aquí está todo por

hacer.

La Reina, mayo 6 de 2001.

CAPITULO XIV

LA NUEVA HISTORIA Y LOS NUEVOS MOVIMIENTOS SOCIALES^

Lo que aquí vamos a plantear respecto al tema (o problema)

de los movimientos sociales no lo deduciremos de la Teoría, o

de conceptos generales, de la estática o de la d inámica social,

sino de lo que la nueva historia social\\2L logrado detectar en el

plano de los sectores populares y de la baja sociedad civil en

general.

Tal vez es conveniente señalar por an t ic ipado que la

Historia trabaja muy poco con conceptos teóricos puros. La

investigación histórica t iende a adherirse a la piel de los p ro

cesos, a trabajar — p o r decirlo de esta mane ra— con la reali

dad particular y concreta en movimiento. Es su 'diferencia es

pecífica'. Esta adhesión irrestricta a esa forma de aprehender

la realidad to rna dificultoso, por eso, la utilización de con

ceptos generales, las definiciones teóricas duras y otras abs

tracciones. Y torna enojosa también su relación con la polí t i

ca formal, en tanto ésta se debe más a 'lo general y estático'

que a lo 'particular y en movimiento ' .

El presente texto corresponde a un extracto (revisado) de la exposición efectuada en noviembre del 2001 en el Scminano Interno del Departamento de Sociología de la Universidad Cardenal Silva Henríquez, sobre los "Movimientos Sociales en la Sociedad Chilena Contemporánea". Publicada en Revista Chilena, de Temas Sociológicos 8:4 (Santiago, 2002. UCSH), pp. 253-266.

4 1 6 LA NUEVA HISTORIA

Estar apegado a la realidad en su movimiento no lleva a

trabajar con conceptos puros, sino con 'nombres ' ; es decir,

con las voces y signos que los propios sujetos históricos o

actores sociales usan para designar esa realidad, designarse a

sí mismos o a los cambios que van ocurr iendo a su alrededor.

Antes que construir depurados conceptos, los sujetos históri

cos dan nombres o sobrenombres a todo lo qtie se ve y se

mueve, los cuales, muy a m e n u d o , no const i tuyen una defi

nición, sino, sólo, una palabra. Por esta razón, se puede afir

mar que la Historia no tiene una 'jerga científica', im diccio

nario para iniciados o un código semántico que sólo conocen

los entendidos . Esto le permite al h'istonador dialogar con los

actores sociales, pasados o presentes y, por lo mismo, asu

mir su lenguaje, su voz y su perspectiva. Por esta caracterís

tica — m u y resaltada en la "Nueva Historia" que se ha desa

rrol lado en Chi le desde 1985 , más o menos los historia

dores pueden entrar en el debate teórico o público desde una

perspectiva inesperada: la de los sujetos corrientes, no la de

los profesionales de la élite académica. La Historia puede ser

una ciencia muy noble, en tanto se mant iene todo el t iempo

jun to a los sujetos, lealmente apegada a sus experiencias y

perspectivas, usando, incluso, su propia voz. La Llistoria puede

ser la voz ampliada de los que tienen poca voz, o n inguna.

Puede ser la continuación, por lo mismo, de los procesos que

examina, no sólo en el plano de la Historiografía y la ciencia,

sino en el plano de los mismos hechos y del mismo proceso.

El realismo histórico, que es un realismo de movimiento y

cont inuidad , necesita, a través de la misma Historia, realizar

se de nuevo en los hechos, de m o d o permanente . No se detie

ne, ni cuando es hecho, ni cuando es recuerdo, ni cuando es

conocimiento . Por eso, si la ciencia histórica se apega — p o r

e jemplo— a la realidad de la 'baja sociedad civil (los pobres,

los d e r r o t a d o s , los excluidos) su voz p u e d e llegar a ser

disruptiva, insolente, provocativa y dura, pues t ransporta, al

p lano de la academia y a la misma esfera del poder, una reali-

GABRIEL SALAZAR /\ \ 7

dad y un alegato que cuadran mal con las teorías ¡idoicnmlu» y los balances optimistas que en esos planos y esferas .suelen circular y 'gobernar'. En el contexto de las verdades o(iciíi|p« y de la gran política centrada en la mera 'gobernabilidad' dr la Nación, los hallazgos de la nueva historia social pueden ser perfectamente irreverentes. El realismo histórico ha cuadra do siempre mal con el realismo político. Puede ser un verdadero manotazo en la cara del rey. No es porque sí que el marxismo debió hacerse 'histórico' para ser revolucionario.

Hemos hecho csta.s salvedades porque, a lo mejor, las perspectivas que a continuación desarrollaremos no van a encajar bien en las formalidades del debate teórico. Que, según entiendo, es el que ha prevalecido en el curso de Movimiento Social al que ustedes están asistiendo. Y mucho menos van a encajar bien en el formato de las verdades oficiales que circulan sobre la actual 'baja' sociedad civil chilena, sobre todo en boca de los políticos profesionales.

Un segundo aspecto que es necesario destacar es el hecho que la Nueva Historia Social ha tenido un boom considerable en los años '80, un desarrollo espectacular, tanto en el mundo como también en Chile. Como ustedes saben, las Ciencias Sociales han estado viviendo una compleja crisis, particularmente en su nivel teórico. Los grandes sistemas teóricos que en los años '60 diagnosticaban, explicaban y pronosticaban lo que ocurría en las sociedades modernas, hoy están reconocidamente colapsados. Pero esta crisis, que ha reventado en la parte más prominente y orgullosa del sistema científico social —la Teoría— no ha afectado, en cambio, al estrato más bajo de sus metodologías, que, tras el desastre, han seguido siendo utilizadas. Incluso, como que, a falta de teoría, hoy las metodologías se en.^eñan, aplican y aun se venden (a alto precio) con un plus que recuerda la teoría, pero que no es teoría. El vacío teórico le ha dado a los mé-

4 1 8 LA NUEVA HISTORIA

t o d o s — h o y d e s n u d o s — u n e x t r a ñ o ' c a r i s m a ' y u n

desusadamente alto valor de cambio. Pues hoy día existe lo

que podr íamos llamar un 'mercado de métodos ' . Hoy los

métodos son mercancías de moda. Se venden. O se prost i tu

yen, ya que, sin teoría, carecen de eticidad y moral idad. Por

esto, las Ciencias Sociales están viviendo hoy una crisis do

ble: de desteorización y de impudicia metodológica (conside

rar la fo rma en q u e se v e n d e n y ap l i can ' d i spos i t i vos

metodológicos ' tales c o m o el "marco lógico", el "análisis

F O D A " , la Carta Gant , la Planificación Estratégica, etc.). Por

esto mismo, las ciencias como ciencias (o las universidades

como universidades) ya no tienen el mismo prestigio y el

mismo rol de antaño: están siendo superadas y reemplazadas

por dent i s tas sociales yrfí lance ("consultores"), o sea: por

individuos o mercaderes que sólo saben manejar y vender

métodos y dispositivos metodológicos desteorizados.

Decimos esto porque la Nueva Historia Social no ha sido

afectada por esa crisis. Y no lo ha sido, porque nimca se iden

tificó, ni con las 'grandes teorías' (que hoy están en crisis), ni

con 'dispositivos mecánicos' de investigación aplicada (que

hoy valen según se venden) . El boom que hoy está viviendo

no se debe, pues, a una moda social o a un vaivén de merca

do, sino a la vida que siguió viva después de la crisis de 197.3

y bajo el modelo neoliberal que le cayó encima. Su apego a la

vida social concreta y a su movimiento la han manten ido viva

cuando las grandes pirámides teóricas en que se sostenían las

otras Ciencias Sociales cayeron, y cuando , tras el der rumbe ,

como ratones, salieron escapando hacia la luz sus petrificados

'métodos y técnicas' . Y por esto mismo, no es raro que algu

nas de esas Ciencias Sociales (!a Sociología o la Antropología,

por ejemplo) han tratado de recuperarse adop tando la postu

ra y las acti tudes epistemológicas de la Historia Social (la his

toria oral y local, por ejemplo, han sido un virtual polo de

reagrupación intercientífica).

• .ABRIEL SALAZAR 41')

Para ejemplificar lo anterior, cabe decir que los Munici

pios están convocando continuamente a historiadores para

que realicen 'ejercicios' de historia oral y local, en los cuales

participan no pocos sociólogos, antropólogos e incluso

sicólogos sociales. Es que les interesa la identidad local; o sea:

la experiencia concreta de los actores sociales locales, proyec

tada como memoria, actitud, conducta y movimiento. Sin la

cual no puede hoy tener éxito ningún programa focalizado

de desarrollo local (es preciso decir también que les interesa

la historia local como ejercicio de apoyo a una política públi

ca, no como fase de despliegue de un verdadero movimiento

social). También se ha convocado a la Historia Social para

examinar cómo surge, cómo se pierde o cómo podría 'crearse'

el famoso ^^capital sociaF que, desde 199.3, tan imprescindi

ble parece hoy para legitimar y bajar el costo de las políticas

públicas que propenden a eliminar o reducir la pobreza. Pues

el 'capital social' no es otra cosa que la memoria histórica

positiva (o proiagónica) de una determinada comunidad o

grupo social. Y no es menos significativo el interés que han

demostrado los propios pobladores, independientemente de

los municipios y de la Academia, quienes, obedeciendo al

acrecentado peso de su memoria histórica (que atesora la ex

periencia de tres 'revoluciones' en el lapso de 'una' genera

ción), se han puesto por sí mismos a investigar, transcribir y

hacer circular los materiales recordatorios de su actual identi

dad. Hay una literatura enorme, en este momento, de histo

rias locales e historias poblacionales, escritas por los propios

pobladores, con ayuda o sin ayuda de ONGs, de intelectua

les o de académicos. La Nueva Historia Social, que se apega a

la vida concreta y móvil, ha terminado por surgir directa

mente de esa vida, sin esperar que lleguen los investigadores

profesionales de la Universidad. Por esto, se puede decir que,

hoy, en Chile, la ciencia histórica se investiga, se publica y

lee, dentro y fuera de la Universidad, trascendiendo de alto

abajo todo el cuerpo social. Borrando los viejos límites

4 2 0 LA NUEVA HISTORIA

positivistas del siglo XIX. La cultura social, cargada de una

pesada memoria social, ha terminado por hacer germinar cien

cia de su propio seno, y está atrayendo hacia sí la ciencia aca

démica y profesional. Potenciando la historicidad que late

dentro de ella.

La Nueva Historia Social palpita a borbotones en todas

partes. Dispersa. Lanzando sus chorros por doquier, como

\osgeysers-, al ancho espacio intercultural . Llenándolo todo de

vapor historicista. De olores volcánicos, como si preparara

una futura erupción social, pues la memoria colectiva no hier

ve ni arde en vano. Y las claves de esta nueva historia no son

las de antaño. Pues, a decir verdad, esas claves no se fijan hoy

para que ent iendan todos — n o es, como la positivista, una

ciencia que se anuncia urbi et orbi— sino para que ent iendan

los que ent ienden. Es decir: los que participan de la misma

experiencia (exclusión o derrota) . Pues no es una ciencia (so

cial) para universalidades, sino para complicidades; no del

saber por el saber, sino del saber por el poder. Por esto, por

ejemplo, los 'historiadores ' de la Población La Legua — d o n

de el historiador Mario Garcés ha hecho una muy buena siem

bra— han investigado la memoria de las piedras de La Legua.

Piedras que un día por la tarde se plegaron, sin más, a la lu

cha mortal de los legüinos contra las tanquetas de los carabi

neros y las caras tiznadas de los militares. Piedras que apren

dieron a volar, a silbar en el aire, a chocar contra el metal

verde de las tanquetas o el casco gris de los enemigos. Piedras

con ident idad. Piedras con experiencia popular. Recuerdos

que suman recuerdos, rabia, frustración, pero también iden

tidad, orgullo, rebeldía. ¿Qué legüino quedará frío ante el

recuerdo de esas 'compañeras ' de lucha? ¿Y hacia dónde se

vuelca esa complic idad de los legüinos con sus piedras y de

ellos consigo mismos?

La Nueva Historia Social no baja desde las escaleras de

piedra del Archivo Nacional , ni de las escalinatas de mármol

GABRIEL SALA7AR All

de los Ministerios Públicos, ni de los patios pétreos del Palacio de Gobierno. No tiene olor húmedo de legajo antiguo, ni letra tiritona de pluma de amanuense. No tiene la voz centenaria de la Universidad ni el mandato untuoso de los hombres de Gobierno. Sube, por el contrario, desde el polvo y el barro de las poblaciones, del recuerdo vivo de los que aun viven, de las piedras protagónicas de La Legua, y tiene una voz de muchedumbres y un andar de pobladora en el frío de la mañana. No tiene verdades objetivas, pero sí complicida

des, llenas de recuerdo. Ni tiene voz de mando, sino cuchicheos en el almacén, o en la esquina, o bajo la escalera del Block de población. La Nueva Historia Social es una ciencia para una nueva historia social. Es, por eso, una ciencia que prepara la venida de los nuevos movimientos sociales.

Todo el que cree en la nueva historia social, o el que espera que surjan los nuevos movimientos, o el que trabaja grano a grano su venida, hace, hoy, mucho o poco, algo de historia social. Día a día aumenta la demanda por la Historia. Los Departamentos de Historia de las universidades chilenas tienen más postulantes que nunca. No hace mucho me tocó estar en Iquique, para dialogar con un grupo de académicos y estudiantes sobre cómo echar mano de la memoria colectiva y de la identidad local para frenar la destrucción de la cultura y la economía locales que está efectuando allí la globalización, a título, precisamente, de política de desarrollo 'descentralizado'. Pues la cultura 'nacional', o el Estado 'nacional' no tienen capacidad ni voluntad para impedir eso. Sólo la identidad local, la memoria local y el movimiento social y regional pueden ser hoy capaces de frenar y revertir la invasión destructora que, difundida como globalización y modernidad, hace estragos en las comunidades vecinales.

El boom de la Nueva Historia Social no es, por tanto, el

boom de los historiadores, sino el boom de un proceso socio-

4 2 2 LA NUEVA HISTORIA

cultural de nuevo tipo que, en líneas generales, anuncia o prepara la aparición en Chile de un nuevo movimiento social popular. Entonces, cuando me invitaron y me plantearon que hablara sobre qué pasa con los movimientos sociales, uno se pregunta: ¿existen o no existen?. Porque es muy sintomático que, hoy, en Chile, la expresión 'movimiento social' ya no se usa. ¿Quién habla hoy de movimiento social?. Se habló de él en los años '80, pero en los '90 esta noción fue desapareciendo: la olvidaron, la criticaron y la marginaron, por consiguiente, hoy ya no se usa, pero sí se usa la noción de "capital social", que ha venido a reemplazarla. Ahora todos conciierdan en que el capital social es una herramienta fundamental para el desarrollo local y el perfeccionamiento de la gobernabilidad de la baja sociedad civil, pero que no es apropiado ponerlo al servicio de un eventual movimiento social. El capital social es una herramienta metodológica del arte de gobernar, no del arte de rebelarse. Como dice el último informe del PNUD, del año 2000, se trata de un recurso privilegiado, disponible para potenciar las actitudes participativas "lícitas" de la ciudadanía; esto es: aquellas que permiten hacer fructificar las políticas de Estado y asegurar el éxito y la legitimidad del 'modelo'. Entonces, si Augusto Pinochet barrió los movimientos sociales de la escena pública y de la transición pactada por arriba, los intelectuales neoliberales, para no ser menos, han eliminado su concepto del vocabulario académico y político. Yo conozco todos los departamentos de Historia y Sociología del país y en ninguna parte hay una cátedra de Movimiento Social, como no la hay tampoco de Educación Popular (o de Pedagogía Social). Cuando se borra con la mano un concepto ¿se borra también la correspondiente realidad en movimiento?

Incluso en los años '80, los movimientos sociales (eran

los años de las grandes jornadas de protesta) fueron definidos

de una manera tan reduccionista que, pese a que los bombazos.

GABRIEL SALAZAR ^¿i

los apagones y el caceroleo ensordecian y enceguei (an a inr dio mundo (dejando muchos muertos, heridos y toruirado.s), sociólogos como Guillermo Campero, Eugenio Ti ron i, Javier Martínez y otros, negaron la existencia en Chile de movimientos sociales, porque no estaban organizados a la manera de un partido político, porque no negociaban a la manera de los políticos modernos, ni tenían programas definidos de acción a la manera de un programa político de gobierno. Y dijeron: son "anómicos", porque se basaban en relaciones primarias, comunitarias (no secundarias y contractuales), y sólo se jugaban por defender e imponer su pura identidad particular, sin pensar el país. En consecuencia, el movimiento popular no podía ser invitado a la mesa en que se discutía la transición de la dictadura neoliberal a la democracia neoliberal (donde la negociación ' rac iona l ' consist ía en mantener el neoliberalismo a todo trance, pese a que la mayoría popular pensaba distinto). El movimiento popular debía, pues, ser marginado del 'nuevo contrato' entre los políticos profesionales y los militares profesionales, y con él debían desecharse también todos sus conceptos y todos sus intelectuales. La sospechosa Nueva Historia Social debía ser no sólo desechada, sino, incluso, rebatida piiblicamente en seminarios y mesas redondas. Debía, en lo posible, ser aniquilada. Había que limpiar el camino. Y lo fue. Hacia 1989, los estorbos intelectuales rebeldes habían sido dejados de lado.

Con todo, ¿sólo hay movimiento social cuando hay conceptos que recojan, como cajas de resonancia, su existencia real? Escribió una vez José Joaquín Brunner: "los problemas sociales no existen hasta que son investigados y formulados conceptualmente". Y escribió otro sociólogo: "los símbolos (conceptuales) son los que producen la realidad". ¿Debemos aceptar esto? ¿Significa que para las élites que administran el sistema de dominación no hay más realidad que la que 'definen' ¡os informes de sus consuJtores, y que sólo gobiernan

4 2 4 LA NUEVA HISTORIA

para símbolos forjados en la trastienda? ¿Es que la experien

cia social y la memor ia colectiva no existen por sí mismas,

que son puro ilusionismo de esclavos que, como los de Platón,

nunca vieron ni verán la verdadera luz?

Reduccionismo en los ' 80 , idealismo neohegeliano en

los '90. No es extraño, pues, que se diga hoy que, como no

hay huelgas masivas ni concentraciones de masas que supe

ren las 5.000 personas, no hay movimientos sociales en Ch i

le. Las calles han sido ocupadas por los automóviles: ya no

son 'de las masas'. El gigante popular está pulverizado, dis

perso y "allegado" en sus casas, esquinas y escondrijos. Por

t an to , como los metros cuadrados de pavimento no resuenan

ya con las grandes marchas de an taño , no hay ya movimien

tos s o c i a l e s . Y és te es un n u e v o y a u n más b u r d o

reduccionismo: los movimientos sociales serían formas de

ocupar numér icamente el espacio físico de la ciudad.

Entonces, el problema de fondo —dice u n o — es: o real

mente no existen los movimientos sociales (como quieren los

adminis tradores del sistema), o es que son algo más que su

mero concepto . Si es este ú l t imo caso, cabe decir que, por

estar const i tuidos por memor ia colectiva, necesidades con

cretas e identidades espontáneas, los movimientos sociales son

procesos profundos que cambian de apariencia, que alternan

ropajes históricos dist intos, apareciendo de un modo , des

apareciendo tras otro, manifestándose en diversos planos, unos

públicos, polít icos y visibles y otros —para la escrutadora

mirada oficial— privados, culturales e invisibles.

Aquí aparece el viejo problema de si la historia es sólo

aquella que se ve, que se puede fotografiar — o apalear— en

la calle, o si es también aquella que vapor dentro de cada uno ,

o entre aquellos que se mueven en privacidad: sumergida, pro

funda, abismal. ¿Existe historia en lo que no se ve? Esta pre

gunta es crucial para comprender la verdadera naturaleza (o

GABRIEL SALAZAR 4 2 5

ident idad) de los movimientos sociales y, en particular, lic los

actuales movimien tos de la baja sociedad civil.

A esta al tura, los múlt iples trabajos realizados por la

Nueva Historia Social — d e n t r o la academia o en el terreno

m i s m o — revelan claramente que los movimientos sociales no

dejan de moverse jamás, ni siquiera después de una derro ta

sangrienta. Dicho de otra manera: la sociedad civil no deja de

moverse por el hecho de que no sea visible para los poderes

centrales del sistema de dominac ión , o porque, en lo visible,

haya sido inmovilizada por esos poderes. Entre un período de

visibilidad (como el de las jornadas de protesta de los años

'80) y o t ro , ¿qué ocurre? La inmovil idad visible ¿implica in

movil idad invisible?

Al observar en perspectiva los úl t imos siglos, la historia

de Chile muestra ciclos de irrupción pública de los movi

mientos sociales y ciclos de sumergimiento . C o m o olas que

revientan y luego se pierden en su resaca. O como resacas que

permanecen estancadas como pantanos , pero que de repente

p roducen "reventones his tóricos" de fuerza insospechada.

Todos los historiadores y todos los políticos y todos los mili

tares han aprendido lo que ocurre cuando esas olas revientan

en la superficie. Y hoy saben qué hacer para destruirlas en su

perficie. Pero n inguno de ellos sabe qué ocurre bajo la super

ficie. Q u é se mueve bajo la línea de flotación. Q u é fuerza

emergente se prepara en las profundidades. La historia de las

luchas sociales en Chile muestra que, en cada resaca se estuvo

preparando algo en las profundidades. Si no ¿cómo se explica

que , después de tantas derrotas polít ico-militares del movi

mien to popular hayan estallado otros tantos movimientos so

ciales de superficie? ¿Tan porfiadamente? ¿Tan elásticamen

te?

Puede hacerse un rápido recuento: luego de la larga "re

saca" del per íodo colonial 1750-1820 , vino el gran "reventón

4 2 6 LA NUEVA HISTORIA

histórico" del período 1820-1837, en el que coincidieron las rebeliones campesinas ("guerra a muerte"), la de los mapuches y la de los ubicuos "pipiólos". Y tras la breve resaca del período 1837-1848, vino la explosión anti-autoritaria del ciclo 1848-1859, donde, a la rebelión de los "liberales rojos", se unió la rebelión pirquinera y peonal. No fue todo: el período 1860-1890 correspondió a ima aparente paz liberal-conservadora y a un aparente desarrollo económico del país, pero desde 1890 y hasta 1907 se desencadenó una serie de estallidos sociales en todas las ciudades, que sólo pudieron ser sofocados por el Ejército en formación de batalla, disparando a quemarropa. De nuevo, tras la paz parlamentarista del período 1907-1918, vino la tormenta social, con las grandes "marchas del hambre" y la primera Asamblea Constituyente Popular (1918-1925). Y del mismo modo, tras la estabilidad democrático-desarrollistadel período 1930-1955, vino la ofensiva popular que terminó con Salvador Allende en la Presidencia y el Poder Popular en la calle y en los campos (1 955-1973).

Cabe hacer notar que, cada vez que el movimiento popular fue devuelto a su madriguera, a su invisibilidad y su silencio, lo fue a fuerza de balazos y bayonetazos. Restableciendo la majestad soberana del sistema mediante lo que Max Weber llamó "la seriedad de la muerte". Porque no fue la legitimidad cívica lo que restableció esa majestad, sino el fantasma de la muerte. El desconocimiento de los derechos humanos básicos. Y por eso el sumergimiento del movimiento popular fue, en cada caso, producto forzado de una derrota militar. No fue por el vaciamiento de su memoria. No por la solución de sus problemas y demandas. No por pérdida de su identidad, o de su ánimo y propensión a la rebeldía. Ni menos por deterioro de su sentido de humanidad. Por eso fue que conservó su historicidad, su impulso vital, su afán de re-agruparse y reconsiderar, frente a la pobreza y la exclusión, la validez de sus poderes y derechos.

GABRIEL SALAZAR 4 2 7

El poder mil i tar no puede destruir o erradicar, ni la

memor ia social, ni las identidades que surgen de ella, ni el

poder a u t ó n o m o de la rebeldía. Es decir: no puede destruir la

matr iz cultural de la que surgen los 'proyectos históricos' que

hacen reaparecer los movimientos sociales. Y esa matriz, en

cada caso y tras cada derrota, quedó intacta.

Bueno, ¿qué quiero plantear con todo esto? Q u e , así

como hay períodos en que los movimientos sociales i r rumpen

en el espacio publico con organización y objetivos políticos

(o sin ellos), con capacidad de negociación (o sin ella), así

también hay períodos en que los movimientos sociales, a so

las consigo mismos, sistematizan sus recuerdos, retejen sus

redes asociativas, expresan cul tura lmente su nueva rebeldía,

construyen nuevos objetivos políticos y nuevos repertorios

de lucha. Queremos decir que estos ciclos, profundos, soterra

dos y poco conocidos son tan o más importantes que los ciclos

de incursión en la superficie. Q u e en esta fase de subsidencia, el

rol de lo cultural, del conocimiento, de la autoeducación y del

trabajo intelectual puede ser aun más impor tante que en las

fases de emergencia, donde los hechos políticos se precipitan,

en sucesión, uno tras otro, sin dar mucho t iempo para pensar.

Podríamos, incluso, decir que el destino histórico de los movi

mientos sociales, sus posibilidades de éxito o fracaso definiti

vo, dependen de cómo se lleven a cabo las tareas implicadas en

la fase del movimiento profundo.

C o m o dij imos, en Chi le no se ven hoy movimientos

masivos de superficie. N o , por lo menos, como los movimien

tos clasistas de los años 50 ó 60 . Lo que estamos viendo son

movimientos puntuales , de superficie, pero que revelan mar

profundo, corrientes nuevas, desconocidas. C o m o es el caso,

por ejemplo de las flamantes "huelgas de ciudades" (caso de

Arica, Iqu ique , Tocopil la , Valparaíso, Curan i l ahue , C o m -

barbalá, lUapel, etc.) que , significativamente, no enarbolan

4 2 8 LA NUEVA HISTORIA

banderas de par t ido, ni banderas chilenas, sino banderas ne

gras. Tradicionalmlente , las banderas negras han sido las ban

deras de la au tonomía ciudadana, de la rebelión anarquista,

de la Sociedad Civil contra el Estado o contra el Mercado. Es

imposible no ver bajo esas banderas un mar de fondo dist into

al del período 1955-1973 , ya ci tado, e incluso dist into al del

ciclo 1983-1987 (el de las jornadas de protesta). Los nuevos

movimientos sociales están, hoy, en Chile, mos t rando algo de

sus nuevos repertorios. Porque hay otros (que no podemos

analizar hoy acá). Las banderas negras no están reconociendo

la bandera 'nacional ' , porque 'lo nacional ' ha sido const ruido

a balazos, no a través del consenso y la voluntad ciudadanas.

Y esto, después de Pinochet , lo saben hasta los niños.

Recordemos que las generaciones actuales han acumula

do dentro de sí una experiencia y una memoria social como

nunca antes se había producido en Chile. Nunca antes tres pro

cesos revolucionarios sucesivos se habían sumado a una "serie

dad de la muerte" tan penetrante y tan próxima a la mayoría de

los chilenos. La memoria social — c o m o diría Lenin— está hoy

"forjada al acero", y se ha consti tuido por sí misma como un

criterio de verdad cz^zz de desafiar a todos los intelectuales, a

todos los conceptos, a todas los Informes Retlig, todas las me

sas de diálogo, todos los textos escolares y toda la realidad vir

tual de la televisión y los discursos políticos. Es un ancla en

tierra profunda, no en olitas de superficie. La batalla por la

memoria ya se ha desencadenado en Chile (como antaño en

Alemania, a propósito de Auchswitz), pero aquí es el propio

pueblo y no una masa de inmigrantes los que tienen su memo

ria atiborrada. Nadie podrá vencerlos en esa batalla.

En otras épocas, cada uno se movía girando en torno al

Palacio de Gob ie rno (se creía que allí estaba el Poder), en

to rno a la Ideología (se creía que allí estaban los criterios de

verdad), o en torno al Partido (se creía que aquí se forjaba la

GABRIEL SALAZAR Í29

ident idad de cada cual), pero hoy todos nos guiamos según lo

indique el peso de los recuerdos. Giramos en to rno a la Me

moria. Sobre todo , los que siguen siendo golpeados por el

empleo precario, la exclusión y la marginal idad. Siendo vie

jo, joven o siendo n iño . Y la Memor ia nos autonomiza , inte

lectual y conduc tua lmen te . Y al au tonomizarnos , y al reagru-

parnos , nos permi te en tender que el 'poder ' está en la ' ident i

dad ' (social) y no en La Moneda . Porque el ' recordar juntos '

nos permi te 'construir jun tos ' las percepciones, las opiniones

y los conceptos que necesitamos para movernos. Para creer

nos nosotros mismos. Para educarnos y hacer ciencia por nues

tra propia cuenta . C o m o lo hacen los historiadores-poblado

res de La Legua.

C u a n d o los movimientos sociales no se ven en la epider

mis política de la sociedad, es porque están deslizándose a lo

largo de \os procesos internos de cada sujeto y a lo ancho y alto de las redes asociativas subalternas de todos esos sujetos, cultivando privadamente el caldo picante de su nueva rebelión. La centralidad de la memoria social está provocando una segunda crisis en las ciencias sociales (ahora de las regidas por los métodos desteorizados y la lógica consultorial) y consolidando una nueva revolución epistemológica. Pues está instalando un paradigma cognitivo distinto al tradicional, distinto al universitario y distinto incluso al consultorial. Un paradigma que no es profesional, sino marginal, pues se ha consolidado al interior de las reagrupaciones sociales periféricas (colectivos universitarios, grupos de esquinas, redes de raperos, barras bravas, etc.), pero que, pese a su obvia marginalidad, circula por las venas de los nuevos procesos sociales. Como afluente que buscan converger hacia más caudalosos movimientos de sociedad.

Uno diría que la naturaleza de los movimientos sociales en su fase de sumergimiento, es fundamentalmente cultural.

430 ÍA NUHVA HISTORIA

Ahora, si uno tiene en cuenta este hecho, uno puede comprender que los movimientos sociales casi siempre son derrotados sólo en el terreno político-militar y en e¡ corto plazo, pues ganan todas las batalles culturales, en el largo plazo. Su eficiencia mayor no está en lo político o en lo militar, sino en lo social y lo cultural. El problema radica en que siempre se ha intentado construir estrategias políticas para lo primero, pero no para lo segundo. Y la cuestión es ¿se pueden ganar batallas políticas por medios socio-culturales, en el largo o mediano plazo?

Hoy se sabe que, cuando los sectores populares construyen identidades a pulso, y haciendo esto producen una gran fuerza sociocultural, se sitúan en una posición de poder rebelde que los insta a 'moverse'. Pero hay un problema importante: la misma fuerza sociocultural creada y la misma identidad rebelde pueden ser 'frenos' para el avance exitoso del movimiento sobre el terreno político puro. Y la razón es que esa fuerza y esa identidad son plenas en si mismas. La identidad y la rebeldía producen un licor fuerte, embriagador, "fan-to, que se puede gozar, cantar, bailar, celebrar, carna-valizándose. Y esta plenitud pentecostal puede tener mayor magnetismo que la tediosa tarea política de construir a partir d'e ef/a una sociedad o un mode/o de socfeJad que incluya, a los otros, a los extraños e, incluso, a los enemigos. Produciendo un engendro mixto y simbiótico que no dan ganas de celebrar ni de cantar, pues se basan en una pacto, tal vez una transacción y, a veces, hasta en una traición. El contraste entre esa plenitud y esa tarea tediosa se subsana, a menudo, convocando a los intelectuales, creyendo en ellos y dejando que algunos ("ley de hierro de la oligarquía") asuman la tarea por sí mismos, especializándose en ella y alej4ndose del espíritu original y emotivo de la rebeldía. Con lo cual la politización no viene a ser otra cosa que la traición a la lógica profunda del movimiento social.

GABRIEL SALAZAR -431

Un ejemplo de ello fue el movimiento social de los 80 ,

que culminó en 1986 con la Asamblea de la Civilidad. En ésta,

los actores sociales dejaron paso a los políticos y los intelectua

les. ¿Y qué hicieron éstos? Desecharon el 'movimiento' para

negociar por su cuenta con la dictadura. Por eso, el movimien

to social de los '80 en Chile no fue derrotado por su enemigo

(tras 22 jornadas de protesta y centenares de muertos, Pinochet

reconoció que hnbía experimentado una "derrota sicológica"),

sino por sus amigos negociadores profesionales que se encara

maron sobre ese movimiento. Traicionándolo.

Por todo lo dicho, uno deber/a pensar que los movimien

tos sociales t ienen, cuando menos, dos planos de acción, y no

sólo uno y el más obvio. La tendencia, sin embargo, es a pen

sar que sólo se mueven en el espacio publico (como si éste

fuera el único que existe y el único por donde pasa la his to

ria), razón por la cual se les quiere detectar, medir, inducir y

controlar aplicándoles sólo categorías políticas (como han

hecho Gui l le rmo Campero y otros cientistas sociales en Ch i

le). Pero esto no debe hacer olvidar que los movimientos so

ciales se mueven también en planos sumergidos, dent ro de la

sub je t iv idad , en la in t c r sub je t iv idad , en el c en t ro de la

privacidad, en los intercambios orales, según la memor ia acu

mulada y las experiencias vividas. Tejiendo nuevas tramas so

ciales y culturales. Afinando las nuevas voces y perfilando las

nuevas conductas . Pues no sólo hay transiciones políticas por

arriba, sino también transiciones ciudadanas por abajo. N o

sólo transiciones marcadas por el comando de la 'fuerza', sino

también aquellas tejidas por la deliberación ciudadana, y el

peso legítimo del 'poder ' y la 'soberanía' . N o sólo es historia

el r i tmo rápido y acelerado de las primeras, sino también el

r i tmo lento y pausado de las segundas.

En suma, para terminar, creo que, ac tua lmente , hay en

Chi le movimientos sociales profundos , dotados de una me-

4 3 2 LA NUEVA HISTORIA

moria densa y pictórica de alternativas extremas, que construyen poco a poco, desde dentro hacia fuera y desde abajo hacia arriba, nuevos repertorios de rebeldía y nuevos tejidos culturales de sociedad. Estamos viviendo una transición histórica profunda, de mediano y largo plazo, cuyos productos y desenlaces no están aun a la vista. Porque no se trata de aplicar modelos establecidos, conceptos ya consagrados o verdades definitivas, sino de reconstruir socialmente la realidad. Desde todos y cada uno. Y esta es una madeja ancha, densa y lenta, donde cada hebra o cada puntada tiene peso y valor por SI' misma (los jóvenes rebeldes de hoy no tienen prisa por construir la sociedad nueva o/y el hombre o la mujer nueva). La conciencia histórica, hoy, no es una raya rectilínea clavada en el futuro o descolgada como un rayo desde un pasado arquetípico, sino un trazo vertical de vivencia profunda, un gerundio intenso donde cada paso vale más o tanto que toda la eternidad. Donde 'lo que vendrá' descansa, menos en la certeza que pueda dar la teoría pura, que en la confianza que da la transparencia y autenticidad de la producción colectiva de la realidad, la sociedad y el futuro.

De ser todo como parece ser, el compromiso de cada sujeto y de cada intelectual o profesional debe definirse de 'otra manera'. A la manera profunda de los nuevos movimientos sociales.

Santiago, Noviembre de 2001.

CAPITULO XV

FUNCIÓN PERVERSA DE U 'MEMORIA OFICIAL', FUNCIÓN HISTÓRICA DE LA

'MEMORIA SOCIAL': ¿CÓMO ORIENTAR LOS PROCESOS AUTOEDUCATIVOS?

(CHILE, 1990-2002)'

1

Transformaciones violentas, sistemas fácticos, e inercia histórica

En los grandes procesos violentos de transformación históri

ca intervienen, con pro tagonismo desigual, la voluntad ciu

dadana y los poderes fácticos. C o n visibilidad desigual, los

procesos de cambio lento y los torbellinos de cambio rápido.

C o n peso específico desigual, las causas justas y las solucio

nes innobles . Y tras el paso arrol lador de esas desigualdades

— c o m o el mít ico Juggernaut de la Ind ia— quedan muer tos

y heridos, privilegiados y excluidos, vencedores y vencidos. Y

un gran fragor, una gran polvareda donde se mezclan la más

nerviosa alegría y el más inmenso dolor, efigies heroicas de

un día y crímenes abominables de larga impunidad .

Los 'actos' de un i nd iv iduo p u e d e n ser p o n d e r a d o s

ét icamente y juzgados, más tarde o más t emprano , a través de

procedimientos públicos. Pero las desigualdades que operan

Publicado en la Revista de Historia y Ciencias Sociales 1:1 (Santiago, 2003. U.Arcis).

4 3 4 FUNCIÓN PERVERSA DE LA MEMORIA OFICIAL

dent ro de las 'grandes transformaciones' de la historia ¿quién

las juzga? ¿Existe el juicio de la historia? ¿Cabe hablar del Tri

bunal de la Historia? ¿Quiénes lo forman? ¿Los historiadores?

Y la Historia, si puede 'juzgar', puede, acaso, condenar^. ¿Y qué

decir de aquellos hombres o grupos de hombres que esconden

sus actos criminales en los pliegues de impunidad de los gran

des procesos históricos, o en los múltiples intersticios de im

punidad de los grandes 'sistemas sociales' que, a través de esos

procesos, ellos mismos contribuyeron a construir?^

Es cierto que — c o m o se dijo más a r r i b a - - tanto la vo

luntad c iudadana mayoritaria (con sus causas justas) como

los poderes fácticos (con sus soluciones innobles) activan, de

un lado y de o t ro , las grandes transformaciones históricas.

Pero su peso específico en el desenlace final de esos procesos

es, siempre, desigual. En casi todos los casos, la mera presen

cia de los poderes fácticos en la historia implica e! predomi

nio de éstos en el desenlace final: ¿qué pueden las causas jus

tas contra el 'poder de fuego' organizado y politizado? En los

hechos materiales que deciden ese desenlace, poco, o nada.

Por eso, los sistemas sociales construidos a sangre y fuego son

más 'sistémicos' que los construidos de otra manera. Desde

un pun to de vista teórico, son uni la teralmente 'puros' . Res

ponden más exacta y fielmente a una 'idea' de terminada . Re

presentan mejor y más di rectamente a quienes se deseaba re

presentar. Son, en este sentido formal, más perfectos. Sobre

todo, si después de establecidos, siguen teniendo la garantía

del mismo poder de fuego que los ayudó a nacer. C o m o 'sis

temas' pueden, incluso, desplegarse, expandirse y crecer. Y

enorgullecerse públ icamente de ello.

El p rob lema que los aqueja, sin embargo, es que, ro-

^ G.Salazar: "De la justicia estatal al tribunal de la Historia (Dictadura en Chile: 1973-1990)", £«o<f«íwJ(X/2:6 (1996), pp. 140-149.

GABRIEL SALAZAR 4 3 5

deándolos , j un to a su perfección formal y solidez aparente,

pervive el 'fragor' y la 'gran polvareda' que se levantó cuan

do fueron cons t ru idos . Q u e no son par te del sistema mis

m o , sino de su inercia histórica. Inercia que no está const i

tu ida , ni por balas, ni por leyes, sino por dolores viejos, in

justicias sin olvido, cicatrices políticas que no se bor ran ,

causas justas que no mueren , impotencias frente al 'orden ' ,

eclipses de futuro, rabias sordas, rezongos cul turales , iden

t idades al margen , energía social empozada, etc. La inercia

histórica de un sistema const ru ido por poderes fácticos es,

antes que nada, pegajosa. Se adhiere al sistema y ensucia su

blancura. Más aún: lo oxida, lo corroe, lo debilita. Molesta,

estorba, embaraza sus piernas, no lo deja avanzar con fluidez.

N o permite celebrar el tr iunfo a t ambor bat iente y hacer de él

una efeméride para toda la posteridad. Impide reír a carcaja

das. Preocupa. La inercia histórica de un sistema const ru ido

a sangre y fuego se convierte, con el t i empo, en el principal

enemigo de los vencedores. Y viene a dar con ellos una segun

da guerra. N o caliente, por cierto, sino tibia. N o con balas,

sino con recuerdos. N o decretando, sino debat iendo. C o m o

un conflicto cultural y político del sistema consigo mismo.

C o m o un pugilato con su propia sombra. O sea: con la me

moria y la palabra de sus c iudadanos .

Los dent is tas políticos ven en esa inercia histórica el pro

blema de la legitimidad cívica de los sistemas sociales y polí t i

cos^ . Los historiadores de la Nueva Historia ven allí el rol

protagónico que, en ese problema, juega la memoria sociat.

^ P.Berger &;T.Luckmann: La construcción social de la realidad [Buenos Aires, 1993. Amorrortu), pp. 121-122, y J.Habcrmas: Problemas de legitimación en el capitalismo tardío (Buenos Aires, 1991), pp. 120-128.

'' Ver de M.Garcés et al. (Comp.): Memorias para un nuevo siglo. Chile, miradas a la segunda mitad del siglo XX (Santiago, 2000, LOM), passim.

4 3 6 FUNCIÓN PERVERSA DE LA MEMORIA OFICIAL

Los intelectuales a sueldo de esos sistemas y sus polí t icos

respectivos ven allí un p rob lema de " imagen pública", un

trabajo urgente de legitimación tardía que deben realizar a

como dé lugar ' .

La inercia histórica de un sistema social const ruido a

sangre y fuego es, en sí misma, un poder cultural disponible,

peligroso para algunos, p rometedor para otros. Un contra

poder que, para los primeros, debe ser ' combat ido ' , acotado,

recortado, reacomodado, disciplinado y anulado (no se pue

de encarcelar, ni asesinar), y para los segundos, un criterio de

verdad que debe ser desplegado, proyectado, aplicado y con

vert ido, si fuera posible, en im nuevo sistema social (pues no

ha sido encarcelado, ni asesinado). La supervivencia de ese

'poder ' de te rmina que , como quiera que sea el statu quo im

puesto (con reconciliación entre los bandos o sin ella), el con

flicto contini ia más allá de su desenlace político-militar, sólo

que en otros té rminos y con otras proyecciones. Razón por la

cual ni los vencedores son vencedores definitivos, ni los de

rrotados han sido aniquilados definit ivamente. Pues les resta

el combate por la legitimación o deslegitimación tardía del

sistema. La guerra de las memorias . La aniquilación sistémica

de la inercia histórica, o la transformación cívica del sistema

dominan te . Confl icto que no es aun otra' t ransformación

histórica u otro cambio revolucionario, sino la l iquidación

de los saldos, el pago de deudas, la sistematización de la con

ciencia colectiva. O sea; el ú l t imo trámite político de la trans

formación anterior, y el pr imer t rámi te^«í / /«Wdel verdadero

t r ibunal de la historia. Q u e puede, o no, dar curso a un nue

vo proceso de cambio social.

Para los vencedores, surge el imperativo histórico de te

ner que imp lemen ta r una estrategia polí t ica especial para

' Entre otros: E.Boeninger: Democracia, en Chile. Lecciones para la

gobernahilidad {SsinúaLgo, 1997. Andrés Bello), passim.

GABRIEL SAL4ZAR 437

enfrentar la corrosión que conlleva la inercia cul tural del

s istema que c o m a n d a n . Es una estrategia apa ren temen te su

p lementar ia , de añad ido , pero que , en el fondo , es de 'salva

vidas'. En sí, consiste en la necesidad de que el sistema exude

por sí mismo y desde sí mismo (como un ectoplasma) su

p rop ia imagen públ ica de D o r i a n Gray (ocu l tando en las

sombras su retrato verdadero) . Una propia cuan to artificial

inercia histórica. 'Su' discurso de legi t imación tardía (para

asegurar la "gobernabi l idad" de los vencidos) . 'Su' propia

memoria oficial. M i n t i e n d o su efigie e inven tando su espe

jo. C o m o un Narciso horr ip i lan te que con templa extasiado,

sólo, la belleza impúd ica de sus ment i ras .

Por eso, los sistemas fabricados por los poderes fácticos

no sólo viven admin i s t r ando sus logros: t ambién , para io

que viene después , deben auto-justificarse. Y no una, sino

muchas veces. Casi todo el t i empo . C u a n t o más, si sus lo

gros, en ese t i empo , se vuelven decrecientes. C u a n d o , a la

larga, a la i legi t imidad de su origen agregan la ineficacia

social de su func ionamien to^ . Si, por ejemplo, son atacados

por el e s tancamien to o la crisis, la necesidad de man tene r o

mejorar su imagen de ment i roso Narciso o h ipócr i ta Dor ian

Gray aumen ta . Si esto ocurre — y aun antes que esto ocu

r ra—, la memor ia oficial comienza a convert irse en \xría.fiin-

ción perversa que c o n t a m i n a todas las d imens iones de la vida

públ ica y a m e n u d o de la privada: la polí t ica, la in terco

municac ión masiva, la educación , la legislación, la justicia,

la cul tura , la convivencia, etc. Ante lo cual, por oposic ión

na tura l , la memor i a social asume, en par te , o en to ta l idad ,

Xzfiínción virtuosa de traer hacia la his tor ia procesos cívicos

de refresco. De legi t imación saneada.

^ G.Salazar: "Construcción de Estado en Chile: la historia reversa de la legitimidad", en Proposiciones 24 (1994), pp. 92-110.

4 3 8 FUNCIÓN PERVERSA DE LA MEMORIA OFICIAL

Y si todo eso ocurre, la batalla por la memor ia se con

vierte en un combate estratégico, de trascendentes proyeccio

nes históricas^.

Funciones estáticas y fluyentes de la 'memoria oficial'.

¿Cómo monumenta l izar el Dorian Gray del 'sistema' y ocul

tar el Dorian Gray de la 'historia'? ¿Cómo construir un espe

jo para verse y no ser visto? ¿Cómo disimular las aristas de un

sistema social ilegítimo? ¿Cómo seducir sin descubrir la men

tira?

C u a n d o un sistema social es const ruido i legí t imamente

y cuando llega la hora 'nona' de su autojustificación pública,

ocurre, a m e n u d o , que se acepta entregar los ' individuos ' cul

pables a la justicia pública, para salvar al sistema ilegítimo de

la justicia histórica. O sea: se prefiere sacrificar los 'medios '

empleados para salvar los 'fines' alcanzados". Pues, a media

no plazo, el sistema en sí es más necesario e indispensable

(para los beneficiados de antes y de después) que sus funda

dores. Y porque , a la larga, los beneficiados por él pueden

aumentar, lo que no ocurre con sus perpetradores originales

(por ejemplo, aumentan los que, con opor tun i smo , escalan

las posiciones de comando del sistema, legitimándolas con su

propio escalamiento). Así, a la jauría inicial de 'fundadores

fácticos' se agrega después la manada de beneficiarios que

Un aspecto de este problema en M.A.luanes: La batalla de la memoria (Santiago, 2002. Planeta).

Considérese el comportamiento de la clase política civil chilena respecto del juicio a Augusto Pinochet.

GABRIEL SALAZAR 4 3 9

operan como 'salvadores legit imantes ' del sistema. Y son és

tos los que, sobre todo , necesitan legitimar a como dé lugar

lo que era ya, por nac imiento , ilegítimo. Son éstos los que

levantan el m o n u m e n t o público de Dorian Gray y ocultan su

retrato histórico, y los que, haciendo eso, extienden una mano

legal {pero 'amiga') a los fundadores fácticos que se enredaron

en las flojas redes de la justicia insti tucional. La Ley, más tar

de que t emprano , juzga a los individuos que no han podido

dis imular su responsabilidad fáctica en la i legitimidad de los

sistemas, pero no los juzga con la rapidez fulminante de la

justicia fáctica, sino con la modor ra de la justicia legalizada

por esa misma ilegitimidad.

'Fundadores ' y ' legi t imadores ' necesitan, por razones

distintas pero con igual urgencia, construir una memoria ofi

cial opues ta a la inercia his tór ica que arrastra el s is tema

insti tucional i legítimo, para, una vez construida, ampararse

en ella ' \ Los primeros, para salvarse de la justicia histórica, y

los segundos, para justificar sus beneficios. Y ambos , para

mantener a los perjudicados en una conveniente subordina

ción legalizada.

¿Cómo se construye, consolida y funciona la 'memoria

oficial'?

a) Convirtiendo la dominación fáctica en Ley de la República.

La ley suele tener más prestigio del que merece. Por eso,

los perseguidos por la justicia histórica se apresuran a re

fugiarse en ese surplus de prestigio, a objeto de moderar o

anular la virulencia de esa justicia. Los que se han refugia

do allí (que no son pocos, ni muy inocentes) han logrado

' Para un análisis teórico de la "memoria oficial" en un país desarrollado, ver de M.W.Apple: Official Knowledge: Democratic Education in a Conservative Age (New York, 2000. Routledge), sobre todo capítulos 1 y 4.

4 4 O FUNCIÓN PERVERSA DE LA MEMORIA OFICIAL

montar la doctr ina (pública) de que la legitimidad radica

en la ley misma, y no en el proceso histórico cjue la 'dictó'.

Asegurando que el texto legal en sí, y el acatamiento del

texto legal garantizan legit imidad suficiente como para

anular el proceso histórico originario. Y fundar así las po

líticas 'oficiales' del olvido. La ley dictatorial es, por eso,

la pr imera fórmula consti tucional del olvido. Lo cual tie

ne obvias ventajas, porque el ejército de jueces y abogados

que existe en todo país sólo entra en acción cuando hay

leyes. Pues son las criaturas putativas de la Ley. No la crean:

la obedecen. N o la razonan: sólo la aplican. Y al aplicarlas,

movilizan el ejército de policías, detectives y gendarmes

que están a la espera de esa aplicación. Por eso, si un dic

tador o un grupo fáctico convierte su poder de fuego en

Ley, de m o d o automát ico con.sigue el apoyo y la adhesión

de dos ejércitos históricamente durmientes , que sólo la Ley

Escrita sabe despertar y movilizar. La Ley, como Jesiís, pone

de pie a los 'lázaros formales', esos androides que no tie

nen vida histórica propia, sino, sólo, la que baja hasta ellos,

mecánicamente , de las Escrituras. Seres que , por lo mis

mo, carecen de memoria propia. Operan , en tales circuns

tancias, como los ángeles perversos del o lv ido '" .

b) Convirtiendo el 'orden legal' en un valor (metafísico) supre

mo. Si la ley termina a t rapando la legit imidad, entonces el

paso siguiente es convertir el orden público establecido

por esa misma ley en un valor superior, s inónimo de 'so

ciedad' , de 'civilización' y, llegado el caso, de 'espíritu na

cional ' , o 'Patria'. Se trata de la cosificación, reificación o

sustanciación valórica de una idea política de te rminada

'" Un testimonio de esto en Rene García Villegas: Soy letigo. Dictadura. Tortura. Injusticia (Santiago, 1990. Amerinda). También A.Matus: El libro negro de la justicia chilena (Buenos Aires, 1999. Planeta).

GABRIEL SALAZAR 44 1

(la escri turada en los textos const i tucionales y legales),

como si fuera el gran espíritu del pueblo , ante el cual cabe

sacrificarse, dar la vida, reprimir o violar los derechos ciu

dadanos , "si fuere necesario". Es la principal "razón de

Estado": aquella que es preciso defender a toda costa, con

tra cualquier enemigo, externo, o interno. Aquella que, por

su importancia suprema, debe ser velada y garantizada por

el mismísimo poder defiíego de la Nación" . Aquella razón,

en definitiva, que autoriza a los poderes del Estado a ma

sacrar trabajadores (como en Santa María de Iquique) , a

reclutar por la fuerza al peonaje desempleado (como las

"levas" del siglo XIX), a tor turar y hacer desaparecer mili

tantes reformistas y revolucionarios (como ordenó el 'Pre

sidente' Pinochet) , a masacrar pueblos indígenas para apo

derarse de sus tierras (como duran te la "pacificación de la

Araucanía"), o dictar Leyes Malditas (como la que arreba

tó la c iudadanía a los mili tantes comimistas en 1 947) , etc.

En este caso, la reificación ontológica del "orden legal"

opera como un enérgico disolvente de la memoria , en el

sentido de que asienta un b loque político que de hecho

aplasta la iniciativa soberana e histórica de la sociedad civil.

Así se termina configurando una segunda capa de amnesia

pública: el olvido de la soberanía c iudadana, que se insta

la sobre el olvido de la historia fáctica. La memor ia oficial

— q u e sepulta los hechos— necesita acumular y estratificar

los olvidos.

c) Difiindiendo una nueva periodización del tiempo histórico.

Si el nuevo orden legal (de origen fáctico) involucra un

'valor supremo' , entonces sus adminis t radores sienten que

es necesario diferenciarlo categóricamente de los valores

" Nótese la importancia que todos los políticos e historiadores conservadores le han dado, desde el siglo XIX hasta hoy, a la noción de "Estado en forma", "orden público", "defensa permanente de la Democracia", "seguridad interior del Estado", etc.

4 4 2 FUNCIÓN PER VERSA DE ¡A MEMORIA OFICIAL

eventuales que hayan inspirado los órdenes legales anterio

res. Y diferenciarlo, además, de un modo dicotómico: el

presente (t iempo de valores) es cualitativamente superior al

pasado (tiempo de anti-valores). Pues el t iempo pasado no

fue mejor, sino peor; ni fue progreso, sino estancamiento o

retroceso; ni fue "orden", sino caos o "anarquía". Los siste

mas de origen fáctico no establecen una memoria de conti

nuidad con el pasado, sino de ruptura y negación. O sea:

una relación antitética y antagónica. Necesitan asentar, por

ello, un ^'tiempo-eje", que corte el proceso de la memoria,

que fije una frontera rígida, más acá de la cual debe cons

truirse la memoria oficial, más allá de la cual debe verterse

la noche del olvido. Por eso, los militares vencedores en 1817

y 1818 establecieron el "tiempo-eje" de 1810, más acá del

cual se levantó la memoria de la libertad, más atrás del cual

quedó la memoria negativa de la esclavitud colonia!. Y los

vencedores de Lircay, en 1829, marcaron el hito de 1830,

que separó el t iempo negativo de la "anatquía" del t iempo

glorioso del Estado "en forma". Y los vencedores de 1925 y

1932, proclamaron el inicio del Estado Democrát ico, que

llevó el olvido sobre los movimientos sociales "anarquistas"

del período 1912-1925. ¿Y no se quiso proclamar el año

1973 como el año de la "segunda independencia nacional",

que dejó atrás el "caos marxista"? ¿Y no ha rechazado cate

góricamente la democracia neoliberal el "populismo" que

rigió en el orden legal anterior a 1973? Aquí, la afirmación

de ciertos valores (encarnados en el presente) 'justifican \3^

negación de los antivalores (encarnados en el pasado), jus

tificando de paso, también, la deformación y olvido de ese

pasado^' .

'̂ Nótese la presencia de este tiempo-eje en la carta que Augusto Pinochet dirigió a los chilenos y en los análisis periodísticos del historiador Gonzalo Vial Correa. Ver de S.Grez & G.Salazar (Comp.): Manifiesto de Historiadores (Santiago, 1999. LOM).

GABRIEL SALAZAR 4 4 3

d) Instalando nuevos héroes, altares y símbolos en el espacio pú

blico o en el imaginario colectivo, para monumentalizar los

nuevos valores. Todos los fundadores de los sistemas fácticos

chilenos han pasado a la posteridad como "caudillos", "hé

roes militares" o "grandes estadistas", y en vir tud de tales

se han convert ido, más t emprano que tarde, en estatuas

de paseo públ ico, en bustos de galería palaciega y letanías

de memorización para los escolares. Mientras , sobre sus

sienes, con brillo y ampl i tud de laurel nacional, campea el

"valor supremo" (la Patria), encarnado en símbolos sacrales

(la bandera) , en altares de llama eterna, o en sepulturas de

mármol solemne que convoca al peregrinaje. Si el funda

dor fáctico fue despótico, puede que no gane el rango de

héroe ni sea fundido al bronce, pero sí tendrá la investi

dura bulliciosa y callejera del "caudillo" (como Carlos

Ibáñcz y Augusto Pinochet) ; si j un to con ser dictatorial

part icipó en batallas formales, entonces califica para "hé

roe" (Bernardo O 'Higg ins ) , y si no fue militar, pero se

apoyó en las armas para diseñar las líneas matrices del Es

tado de los vencedores, entonces reputa al honor de "gran

estadista" (Diego Portales, Arturo Alessandri). Jun to a ellos,

poco a poco, los his tór icamente opacos adminis t radores

civiles del sistema fáctico pueden ganarse un sitio estatuario

en el espacio piiblico, siempre que hayan sido Presidentes.

Y en agudo contraste con este reguero m o n u m e n t a l que se

desprende de las intervenciones fácticas, los derrotados por

esas intervenciones, aunque hayan luchado con heroísmo

o hayan devenido mártires de la sociedad civil, no llegan a

instalarse en el parque estatuario de los héroes. Los líderes

mi l i ta rmente derrotados no entran en la 'memor ia oficial'

(a menos que hayan sido presidentes suicidas, como José

Manuel Balmaceda y Salvador Allende). Y los luchadores

sociales anón imos no t ienen otro monol i to piiblico que

sus modestas sepulturas. O un descuidado hi to recordato

rio. Sólo por rara excepción es posible hallar una estatua

4 4 4 FUNCIÓN PERVERSA DE LA MEMORIA OFICIAL

olvidada de algún revolucionario (como Recabarren), o un

arr inconado santuario levantado en honor de los caídos

ante el poder de fuego de la Nación (Parque de la ex Villa

Grimaldi) . La ciudadanía chilena (es decir: la soberanía

p o p u l a r ) c a r e c e de ' a l a m e d a s m o n u m e n t a l e s ' p a r a

recordarse y admirarse a sí misma. Su única avenida tran

sitable son las sombras del olvido '^ .

e) Configurando y difundiendo el nuevo valor supremo en tér

minos de 'proyecto de país', entendiendo éste como realiza

ción local de un modelo externo de sociedad. En Chile , los

poderes fácticos no han trabajado nunca, ni para desarro

llar i a producción ' , ni para potenciar el desenvolvimiento

de 'lo au tóc tono ' , sino para establecer o restablecer un ré

gimen l ibrecambista que permi ta al capital extranjero y

las potencias extranjeras ingresar al país y operar en él en

calidad Ae. promotores residentes del desarrollo y la moderni

zación, según m o d e l o s eu ropeos , yanqu i s o según el

"globalizado". Eso ha significado proponer e imponer como

'proyecto país' el modelo de sociedad 'de tu rno ' en la civi

lización occidental . La memoria oficial, por esto, ha fun

cionado his tór icamente como si fuera la memoria de la ci

vilización occidental {en todas sus formas: política, econó

mica, religiosa y cultural) y no la memoria de la identidad

nacional o local. En vir tud de esto, los valores de esa civi

lización, externos como son, han sido validados siempre

de m o d o vertical, acen tuando su peso hegemónico y su

carácter ontológico (se aplican como si fueran autogra-

' Los libros editados a propósito del Primer Centenario (1910) contienen fotografías que reproducen la silueta del Chile Monumental: estatuas de héroes, retratos de presidentes, parques de estilo francés, palacios de arquitectura europea u oriental, clubes sociales tipo Tercer Imperio y uno que otro cuadro de "escenas típicas" (la cueca, la trilla, etc.). Los del Segundo Centenario prometen algo parecido.

GABRIEL SALAZAR 445

vitantes valores "en sí"). El 'proyecto país' p romovido por

los sistemas fácticos ha tenido normalmente , por eso, un

fuerte resabio de país colonizado, que insiste en dejarse

atraer inercialmente hacia el carrusel giratorio de las me

trópolis. Centr í fugamente . Hacia fuera. Dejando i n m ó

vil, a sus espaldas, y en el olvido, su eje ident i tar io, au tóc

tono y a u t ó n o m o ' ' ' .

f) Manteniendo la vigencia institucional de valores morales pri

vados de ascendencia metafísica, apelando a la autoridad de

la Iglesia Católica. La memor ia oficial manipula mecanis

mos públicos (poder de fuego, leyes, jueces, policías, esta

tuas, etc.), que disciplinan la conducta 'exterior' de los

c iudadanos . Pero n inguno de esos mecanismos está capa

citado por penetrar y controlar la conciencia subjetiva y la

conducta privada, que es la zona donde se gesta, espontá

neamente , la ident idad social y cultural . N o pud iendo el

listado intervenir en esa zona (ni la autor idad ni la fuerza

pueden controlar ú pensamiento), debe echar mano y bus

car la colaboración de aquellos valores que sí, teór icamen

te, se filtran en ella y controlan, de algún m o d o , el pensa

miento . Esos valores son los de tipo religioso, metafísico y

teológico, que circulan como glóbulos morales en el to

rrente subjetivo e intersubjetivo de la sociedad, y que, en

Chile , son adminis t rados mayor i tar iamente por la Iglesia

Católica. En concreto, esos valores apun tan a regir, sobre

todo , la conduc ta sexual de los individuos, y en especial,

respecto a los deberes relativos a \a. familia heterosexual y

monogámica (cuya esencia tendría , a este efecto, garantía

divina). La familia heterosexual y monogámica es asumi

da como la base molecular del orden legal. C o m o la ma

triz natural de su estructura ética. Familia y orden social

''' Algunos aspectos de este problema en J.Larraín: Identidad Chilena {Santiago, 20()L LOM).

446 FUNCIÓN PERVERSA DE LA MEMORIA OFICIAL

han tenido, de hecho, una evidente coextensividad moral ,

de suerte que muchos problemas del orden social (deserción

escolar, callejeo de niños, prost i tución infantil, drogadic-

ción juvenil , etc.) han podido ser atr ibuidos a la deficien

cia moral de los padres de familia, o al debi l i tamiento de

los valores propios de la familia. Así, la responsabilidad

histórica de esos problemas es normalmente atr ibuida al

insuficiente acatamiento de esos valores por parle de los indi

viduos componentes del núcleo familiar, y no a las deficien

cias estructurales del orden social. El prestigio teológico y la

autoridad 'moral ' de la Iglesia Católica sirven, en la prác

tica sistémica, para mantener en un plano hegemónico el

valor 'funcional ' de la familia. Es su tarea 'política' esen

cial. Dada la importancia de esa tarea, los adminis t radores

del sistema fáctico tenderán a respetar la opinión moral

de la jerarquía eclesiástica (por ejemplo, respecto al divor

cio, el sexo y el aborto) mucho más que la opinión ciuda

dana. Sobre todo en momentos críticos. La memoria ofi

cial, por t an to , necesita utilizar un paquete valórico de

tipo ontológico y una insti tución eclesial que vigile y per

petúe esos valores, a efectos de olvidar. 1) las deficiencias

estructurales del orden legal vigente, y 2) la soberanía ciu

dadana respecto a la gestación y producción social de los

valores (ajustados a la conveniencia de todos, en corres

pondencia con la realidad histórica, favoreciendo la con

vivencia rea l )" .

g) Controlando los sistemas educativo y comunicacional de la

sociedad. Las funciones descritas más arriba estructuran la

" Nótese el compor tamien to de los líderes políticos de la Concertación respecto a las opiniones oficiales de la Curia Eclesiástica sobre cuestiones relativas ai divorcio, los anticonceptivos, el aborto y el rol social de la mujer. La búsqueda de consenso 'con' los poderes fácticos ha primado sobre la voluntad de hacerse cargo de la opinión mayoritaria de la ciudadanía.

GABRIEL SALAZAR 447

'obra gruesa de la memoria oficial. Los cimientos estáticos sobre los que se alza su dominación. Si consistiera sólo en estos cimientos, la memoria oficial se marchitaría pronto, como los viejos monumentos. Se convertiría, irremediablemente, en memoria de sí misma. Ninguna dominación puede devenir peso muerto, si quiere perdurar. Necesita, por ello, vivir. Sin perder su identidad estática, necesita ser, también, flujo permanente, movimiento perpetuo. O sea: necesita ser discurso vivo, incesante, un cuento

de las mil y una noches. Una voz ancestral, paternal, autoritaria o seductora. Un 'manantial de sabiduría derramándose pedagógicamente sobre los niños. Un 'estimulante embriagador', que se inyecta en la conciencia sensorial de los adultos. Una 'razón de Estado' que intenta razonar por todos, sustituyendo la razón de todos, a nombre de la Ciencia, a nombre del Orden, a nombre de la Verdad Conveniente, a nombre de la Soberanía, a nombre de lo que usted quiera, pero supremamente 'a nombre de'. ¿Cómo y de quién obtener los flujos de vida que necesita la obra gruesa de la memoria oficial? Si la vida y el movimiento están en los sujetos sociales de carne y hueso ¿cómo inyectar el sistema dentro de ellos, para vivir en ellos con vidí prestada, como parásito? Hay dos modos: educando a 1-niños, cuidadosa y sistemáticamente, por largo tiempo bombardeando a los adultos astutamente, en breves lap pero con estimulantes sistémicos de alto octanaje. Los si temas fácticos necesitan controlar, en latitud y longitud, el sistema educacional y la red de medios de comunicación de masa. Si los controlan suficientemente, entonces pueden reproducirse a sí mismos, de un modo u otro, en reflejo directo o indirecto, dentro de cada uno de los ciudadanos. Intentando invadir y arrinconar la memoria social, subjetiva e intersubjetiva, dentro de ella misma. Apuntando a generar en los sujetos procesos de auto-olvido, encubrimiento de su experiencia histórica, desvalorización

4 4 8 FUNCIÓN PERVERSA DE LA MEMORIA OEICIAL

de su memor ia viva, anonadación de sus propios criterios

de verdad, instalación de cuñas sistémicas en las relacio

nes entre actores sociales, etc. La manipulación que la me

moria oficial ejerce sobre la educación y los medios de co

municac ión puede configurar la peor de sus fijnciones

perversas, pues haciendo eso arroja las sombras del olvido

sobre la conciencia que los sujetos sociales t ienen de sí

mismos, debi l i tando las fijentcs mismas de la soberanía" ' .

Una vez que ha integrado orgánicamente todas las fian-

ciones (perversas) resefíadas más arriba, la memor ia oficial

actúa como un 'tanque cultural' que t iende a arrollar las sen

saciones y recuerdos sociales que pueden haber quedado por

allí y por allá respecto de la ilegitimidad perpetrada en la cons

trucción del sistema dominan te . Pero no es todo: la arrogan

cia que puede exhibir la memoria oficial no sólo surge de su

calidad de tanque cultural, sino también del hecho de que los

dispositivos sistcinicos que la educación y los medios de co

municación han sembrado y siembran en la subjetividad ciu

dadana le permiten contar, eventualmente, con mayorías elec

torales de apoyo que apuntalan su vocación de perpetuidad.

Pues la memor ia oficial es una máquina sembradora de olvi

dos y, por lo mismo, es también una máquina alienadora de

conciencias.

" Sobre estos aspectos están centrados los estudios de Leonora Reyes: "De la armazón de la memoria oficial: elaboración de programas y textos de Historia y Ciencias Sociales. Chile, 1973-2001"; de R.Canter & R.Zarzuri: "Memoria, cultura y nuevas narrativas juveniles", y de Nelly Cubillos: "Política democrático-neoliberal para la infancia y la juventud. Un análisis crítico", que se publican en este mismo número de la Revista de Historia y Ciencias Sociales.

GABRIEL SALAZAR 4 4 9

Desenvolvimiento histórico de la memoria social.

Si un sistema social no fuera cons t ru ido por los poderes

fácticos sino por la voluntad informada y deliberante de la

c iudadanía (es decir: de un m o d o histórico y cívicamente le

gít imo) entonces no habría necesidad de construir mañosa

mente una memor ia oficial, puesto que, en este caso, la 'me

moria del sistema' y la 'memor ia ciudadana ' concordarían.

Serían coextcnsivas. No habría lugar para el establecimiento

de zonas de olvido forzado, y existiría, a cambio , una sola

'memoria pública'; es decir: la memoria del contrato social t^ue^

dio origen al sistema legítimo. El libre contra to social entre

los c iudadanos (es decir: el ejercicio pleno de su soberanía)

no requiere intervenir la memoria para inyectar olvidos, ya

que , por el contrar io , la deja fluir l ibremente, coherente con

sigo misma, sin sombras, sin vacíos. La 'memoria pública, en

este caso, es un campo abierto de credibilidades en diálogo' ' ' .

C u a n d o no hay libre con t ra to social sino imposic ión

de un sistema fáctico, entonces la 'memor ia pública ' no se

configura c o m o un proceso fluido de credibi l idades abier

tas, sino c o m o una zona de comba te y d isputa , do nde se

polar izan, de un lado, la 'memor ia oficial', y de o t ro , la 'me

mor ia social ' . '"

" Revisar, en esta línea de reflexión, los trabajos de J.J.Rousseau y A.de Tocqueville.

'" Ver de B.Groppo: "Traumatismos de la memoria e imposibilidad del olvido en los países del Cono Sur", en B.Groppo & RFlier (Comp.): La imposibilidad del olvido (La Plata, 200L Al Margen), pp. 19-42.

4 5 0 FUNCIÓN PERVERSA DE LA MEMORIA OFICIA L

Llamaremos aquí 'memoria social' a la situación de opre

sión, marginalidady refugio de la memoria ciudadana, en au

sencia de un libre contrato social y en presencia del ' tanque

cultural ' de la memor ia oficial. C o m o tal, no es ima memoria

estática o congelada, sino dinámica., que se revuelve en la sub

jetividad de los individuos y en la inter-subjetividad de los

grupos afectados por el sistema fáctico, que busca su salida

lateral, su reconsti tución colectiva para, una vez consolidada

en lo ancho, inicie un movimiento hacia lo alto, contra la

memor ia oficial, y para reconquistar no sólo la 'memoria pií-

blica', sino también —sobre t o d o — la legitimidad áe\ siste

ma social (o sea, su reconstrucción histórica). La memor ia

social, más que una 'estructura' , es un 'movimiento ' profun

do de recuerdos, de origen empír ico, de articulación herme

néut ica , de circulación oral y de proyección ac t i tud ina l ,

conductual y social; o sea: un proceso de honda historicidad' ' ' .

¿Cómo se const i tuye y desenvuelve, his tór icamente, la

memoria social?

a) Al principio, como un haz de recuerdos violentos inyectados a

presión en la memoria fragmentada de individuos y grupos

aislados. Los poderes fácticos atacan, sobre todo, las for

mas asociativas y las relaciones horizontales de la sociedad

civil (sobre todo de la 'baja' sociedad civil), para debili tar

su fuerza colectiva, social. Su soberanía política. Bloquean

o p u l v e r i z a n el espac io p ú b l i c o . Aislan los g r u p o s ,

incomunican a los sujetos. Det ienen la voz, la delibera

ción, la voluntad comuni tar ia . La violencia se aplica en

directo a los nudos neurálgicos del tejido c iudadano. De

este modo , el recuerdo de esa violencia disruptiva se empoza

en los sujetos, o en las familias, o en grupos reducidos,

" Una visión filosófica de este concepto en G.Vattimo: "El olvido imposible", en Y.Yerushalmi et al.: Usos del olvido (Buenos Aires, 1989. Nueva Visión), pp. 79-90.

GABRIEL SALAZAR 451

minúsculos . C o n impacto de muer te , con dolor de desga

r ramiento , con pérdida del movimiento ; cuando no es pr i

sión, to r tura o sordera total respecto a la información so

bre los amigos, familiares o correligionarios. Al recuerdo

agudo de tales experiencias, se agrega el recuerdo del te

mor. El temor, que aisla con doble cerradura, que duplica

el diapasón de todo lo que ocurre. Q u e tapa o revienta los

oídos. Por todo esto, al pr incipio, frente al a taque de los

poderes fácticos, la memor ia social, tensada al máximo, se

refugia en la memor ia de los sujetos y los grupos aislados,

fragmentadamente. Dis t r ibuida en millones de refugios,

escondrijos y madrigueras. Tensa, nerviosa, alerta. Pero

empírica. Viva '" .

b) Luego, horadando y construyendo vasos comunicantes. Los

sujetos aislados y los grupos incomunicados son cont inen

tes inadecuados para la memoria 'febril' que genera en ellos

la acción violenta de los poderes fácticos. Son demasiado

pequeños , o demasiado frágiles. Sus paredes no están he

chas para aislar tal fiebre, sino para contagiarla. Los suje

tos no son pirámides para guardar secretos, sino sujetos

sociales que hacen historia conjunta . Están construidos

con múltiples grietas y filtraciones. De hecho, son t an to

como las filtraciones que los unen . Y n ingún poder fácti-

co puede taponar la enmarañada irifinitud de esos vasos

comunicantes . Y un individuo buscará a o t ro , y el otro al

o t ro , y uno a uno se comunicarán lo que recuerdan, o sus

temores, o sus dolores. Un hilo de verdad social que abre

su trayecto sedimentando laberintos y madrigueras, micro-

' La literatura testimonial de estos recuerdos fragmentados es abundante en Chiíe. Entre otras compiíacíones, ver de T.Marshaíí (Comp.): "Mujeres de la ciudad" (Santiago, 1984. Ed. SUR) (Mimeo). También de D.Becker & M.LCastillo: "Recuperar la memoria abandonada", en H.Vidal (Ed.): Política cultural de la memoria histórica (Santiago, 1997. Mosquito), pp. 240-272.

4 5 2 FUNCIÓN PERVERSA DE LA MEMORIA OFICIAL

espacios de e n c u e n t r o y c o m u n i c a c i ó n . C o m o arroyo

m u r m u r a n t e que , sin embargo, avanza a borbotones , ho

radando, expandiendo su camino o su salida. Fo rmando

'archipiélagos gulag' de rebeldía carcelaria. Y en cada rin

cón podrá un sujeto entregar a otros 'su' verdad: en las

celdas de Villa Grimaldi , en los patios de Tres Alamos, en

las escaleras de los blocks de población, en las esquinas, en

las arenas de Puchuncaví , en las rocas de Pun ta de Tralca,

en los parques y chimeneas del exilio. Dondequie ra . D o n

de vaya. Son millones de recuerdos fragmentados, sin duda,

pero donde todos y cada uno de ellos, como obedeciendo

una orden misteriosa, s imul táneamente , se ponen en movi

miento, con r u m b o conocido: el tejido social de la ciuda

danía. Su centro natural de gravedad" .

c) Consolidando espacios nuevos, conviviales, de diálogo y re

cordación progresiva. La memor ia social, en tan to provie

ne de la acción global f^z los poderes fácticos, y aunque

se refugia por fragmentos en la p rofundidad dispersa de

los sujetos y grupos , t iende , como a su centro natural de

gravedad, a reconst i tu i r la situación general que le dio

origen. Los fragmentos comienzan a unirse uno con o t ro ,

magnet izados por la matr iz es t ructural (el sistema fácti-

co) que los f ragmentó. I odo rompecabezas t iene su di

bujo matr iz . Su lógica reconst i tut iva. Está en el código

genét ico de cada recuerdo his tór ico. El sistema no puede

ocultar su composic ión ín t ima. Por eso, un individuo con

o t ro , un g rupo con o t ro , se sent i rán empujados magné

t i camente a descifrar el código, a reconst i tu i r el r ompe-

'̂ Este proceso, muy activo en Chile después de 1978 y 1979, dio origen a la 'nueva educación popular ' y a la constitución metodológica de las nociones de 'espacio', 'encuentro' y 'taller'. L.Bustos: "La propuesta de capacitación del Programa de Educación Popular del CIDE" (Tesis de Maestría en Educación de Adultos. UMCE, 1996), passim.

GABRIEL SALAZAR 4 5 3

cabezas. Por parcelas, por par tes , por segmentos . ¿Qué

impor ta? Si cada par te es un m u n d o en sí mi smo . Si un

secreto e ro t i smo histórico los empuja a recordar j u n t o s ,

a j un t a r las piezas tuyas con las mías, con las de ellos. Y

vamos a r m a n d o el puzzle de la Población La Legua, el

d rama de los desaparecidos, los ritos de Villa Gr imald i ,

las paradas de la Caravana de la Muer te , las matanzas de

Paine, los ent ierros de Calama, los hornos de L o n q u é n ,

etc. Poco a poco , el sistema comienza a aparecer, pá l ido

o sangr iento , a pedazos, en cada barrio del puzzle, en

cada islote de memor i a social. C o m o croquis borroso del

verdadero Dor i an Gray. D o n d e , para recordar, para ar

mar el puzzle, no se necesita m o n t a r un gran labora tor io

conspirat ivo, académico o polí t ico, sino una amable con

vivencia, una peña folklórica, una fogata de amigos, un

paseo a la playa, una procesión religiosa; pues , para re

cordar, para reconocerse como partes de una misma memo

ria, no hace falta un gran trabajo de investigación y una

gran denuncia , sino una conversación, un gesto, una can

c ión , un s ímbo lo , un fetiche. O un si lencio. De este

m o d o , j u n t o con perfilarse la sombra y la silueta del sis

t ema fáctico, nace la mística cul tural de la ident idad nue

va: la que es hija de la memoria social, no de la violencia

fáctica^^.

d) Haciendo de la oralidad recordatoria una nueva forma

asociativa y un nuevo fundamento cultural de identidad. Los

• Sobre el papel que la creatividad cultural desempeña en la reconstitución de la memoria social (que es más importante que la reconstitución documental e historiográfica) ver de H.Vidal (Ed.): Poética de la población marginal. Fundamentos materialistas para una historiografía estética (Minneapolis, USA., 1987. Prisma Institute), vol. I, passim. Desde una perspectiva documentalista: J.Narváez (Ed.): La invención de la memoria (Santiago, 1988. Pehuén).

4 5 4 FUNCIÓN PERVERSA DE LA MEMORIA OFICIAL

múltiples 'refugios intersubjetivos' de la memoria social, pese a su carácter de nido o madriguera, a despecho de su pequenez y grande aislamiento, llegan a formar parte, también, de esa misma memoria. Si nos hemos encontrado en un refugio para contarnos el drama de nuestros recuerdos (que reconstituyen los escorzos fácticos del sistema), el 'encuentro', en sí mismo, y el 'diálogo', como tal, constituyen un acto de confianza, de credibilidad, solidario, que se fija por su propio peso en el recuerdo, para construir, pieza por pieza, el puzzle alternativo de una

nueva identidad. La crudeza de los recuerdos fácticos empuja a buscar al 'otro', y a fabricar encuentros para compartir con él esa crudeza, pero la calidez del contacto y la descarga de la memoria instan a mantener el encuentro, a reproducirlo, a consolidarlo, a potenciarlo. Así, la crudeza de los recuerdos fácticos se convierte en un pre tex to para cons t ru i r y consol idar una nueva asociatividad. Para que aparezca uno, dos, mil, millones de minúsculos contratos sociales; a ras de tierra, entre tú y yo, entre tú y nosotros. La (ragmentación continúa, dispersa, invisible, pero cada fragmento, cada partícula, cada memoria compartida, se transforma, sin dejar de ser fragmento y partícula. Y de ser recuerdo y temor, se convierte en recuerdo y celebración. Recuerdo de lo que murió, celebración de lo que nació. Porque la nueva identidad, una vez nacida y auto-reconocida, es gozosa. Se celebra, se canta a sí misma en sus peñas, en sus estadios, en sus parques, en sus poblaciones. Se pinta en sus muros y grafitos. En sus ropas, medallas y pasamontafias. En sus piedras y molotovs. Se da fuerzas y aliento a sí misma. Se alimenta de cultura propia. Se consolida. Así, el sistema fáctico ve que, a sus pies, no sólo se dibuja poco a poco la odiosa silueta de su propia sombra, sino el perfil sinérgico de una memoria alternativa. De la memoria social, que sale del pasado para caminar, asida a una nue-

GABRIEL SALAZAR 4 5 5

va iden t idad , en dirección al hor izon te , s iguiendo u n

r u m b o que no revela^\

e) Convirtiendo las culturas de la nueva identidad en prácticas

auto educativas, sinérgicas, de desarrollo. Las identidades que

brotan del 'encuentro ' y del 'diálogo' generan, como se

dijo, su propia cul tura. O sea: las expresiones simbólicas

que permi ten a un sujeto reconocer a otro como parte o

miembro de su misma ident idad. Q u e le permiten sentir

lo vibrar al unísono con él. Q u e lo habili tan para dirigirse

al del lado en un código comunicat ivo que las fuerzas re

presivas ignoran, o no saben descifrar, o no pueden repri

mir. Porque el 'arte' —expresión subl imada de lo intr ínse

camente h u m a n o — no puede ser reprimido violentamen

te sin dejar la impresión de haber comet ido un crimen de

lesa h u m a n i d a d . C o m o c u a n d o la p o l i c í a del j u e z

Astorquiza empujó a la locura y la muerte al joven poeta

D o m i n g o Gómez Rojas, en 1920. Pues el arte protege.

Difunde sensibilidad. Comunica . Da fuerza, potencia la

human idad y, por ende, abre camino a las nuevas identi

dades. La rearticulación de la memor ia social —la recons

trucción progresiva del puzzle s is témico— genera identi

dades que necesitan, para consolidarse, de la creación de

claves y símbolos culturales propios. Y ése es un proceso

histórico que debe ser cultivado, multiplicado y desarrolla-

^^ La memoria social, que gravita en los gerundios de la historicidad, no se apresura a definir grandes objetivos y lejanos fines. Tiene 'tranco' social: no es un disparo intelectual. Asienta y extiende toda la riqueza de la socialidad y disfruta la cultura que construye 'al paso'. Es en este sentido que caminan las "máquinas" que Canter y Zarzuri exponen en el artículo que se incluye en este mismo volumen. Ver de B.Subercasezux: "La constitución del sujeto: de lo singular a lo colectivo", en B.Subercaseaux et al.: Identidades y sujetos. Para una discusión latinoamericana (Santiago, 2002. U. de Chile), pp . l29- l46 .

4 5 6 FUNCIÓN PERVERSA DE LA MEMORIA OFICIAL

do por doquier. La memoria social, a poco de hallarse a sí

misma, necesita ayudarse con prácticas auto-educativas que

reconsti tuyan lo.s tejidos sociales, que acompañen los pro

cesos de encuent ro y diálogo, que incentiven la celebra

ción y la proyección cultural, que despliegue los lenguajes

simbólicos de la nueva ident idad, para que ésta se reco

no/xa a sí misma por doquier, extendiéndose, como pri

mavera. La memor ia social, para colectivizarse y operar

como criterio de verdad para las nuevas identidades, nece

sita darse un ins t rumento adicional, una ''educación popu

lar o ciudadana' básica. Un kindergarten de sociedad ci

vil. Un apresto de soberanía popular mínima. Sin este re

fuerzo ' técnico', la memoria social no podrá desplegar to

das sus potencial idades, ni disputar con éxito a la memo

ria oficial la franja de la 'memoria piíblica'"^''.

f) Asumiendo el 'encuentro'y el 'diálogo como un nuevo contra

to social, como un proyecto histórico nuevo, participativo,

plenamente ciudadano. El t ipo de asociatividad que surge

en los refugios fragmentados de la memoria social es oral,

dialógico, horizontal y deliberativo. Y como la interacción

recordatoria entre las víctimas de un mismo sistema no

puede ser sino igualitaria, sus recuerdos particulares se ar

ticulan como 'partes' de una misma memoria ' total ' , o tra

bajos de un mismo producto social. La dinámica interna de

la memor ia colectiva es un trabajo comiin, participativo.

Por todo esto, los senderos y circuitos orales de la m e m o

ria social son abiertos, igualitarios, trasparentes. Se puede

circular l ibremente a través de ellos. Conf iadamente . Tras-

'̂' Son éstos los procesos que se examinan en el artículo de M.Garcés: "De las memorias del pueblo: los pobladores de La Legua y el golpe militar de 1973", y de L.Bustos: "Discursos y prácticas de la Educación Popular en Chile. 1973-1990", que se incluyen en este volumen.

GABRIEL SALAZAR 4 5 7

pasando todos los umbrales , sin chequeos. De m o d o que

la memor ia social almacena en su interior, desde el pr inci

pio, prácticas de democracia social dialógica y participativa.

D o n d e las puertas están abiertas y nadie tropieza con esta

tutos restringidos, ni jerarquías excluyentes. Las culturas

de la ident idad son amables, acogedoras. Rotatorias. En

lazan hacia adentro . Invitan a entrar. Y atraen. Integran

gente, sin organizaría, ni masificarla. Sin volverla pública

y visible para la mirada política o policial. ¿Para qué? Mien

tras la fiesta sea 'puertas adentro ' , no se requiere hablar el

lenguaje, ni desplegar las maneras 'de la calle'. De este

m o d o , poco a poco, en esos refugios se construye un nue

vo "contrato social", un nuevo modelo — m á s p u r o — de

democracia, tal como el que, en el pasado, construyeron

den t ro de sí las sociedades mutuales y mancomúnales . C o n

todo , la democracia puertas adentro no puede permane

cer como mera ident idad introvertida. Si la memor ia so

cial la creó allí es porque estaba en confrontación con la

'memor ia oficial' y el sistema fáctico. Confrontación que

sigue siendo una tarea pendien te y un imperativo históri

co que deben ser re tomados. ¿Cómo? Uti l izando esta vez,

como alabarda y proyecto polí t ico, la propia asociatividad

democrát ica que surgió en ios refugios de la memor ia so

cial. Porque es la iutrxa. proyectiva de esa memoria^^.

g) Dotando a la memoria democrática de sí mismo con una 'teo

ría' o estrategia histórica que le permita avanzar hacia la

reconstrucción del sistema social. N i n g u n a ident idad nueva

puede agotarse en su auto-celebración, pues debe saber

^̂ G.Salazar: "Memoria histórica y capital social", en J.Durston & F.Miranda (Eds.): Capital social y políticas públicas en Chile (Santiago, 2001. CEPAL), vol. I. También "De la participación ciudadana: capital social constante y capital social variable". Proposiciones 2?t (Santiago, 1998), pp. 156-183.

4 5 8 FUNCIÓN PERVERSA DE LA MEMORIA OFICIAL

convertirse en un nuevo movimiento social. Ninguna cultura de identidad nueva p.uede agotarse en su auto-celebración, pues debe saber convertirse en un nuevo proyecto democrático. Y ninguna memoria social confrontada a una memoria oficial puede extinguirse recordando el pasado, pues debe crear desde sí la teoría de un nuevo modelo de sociedad. "Lo que prometía ser y no fue —escribió Osear Wilde—, no era nada". Ni la experiencia dolorosa de los poderes fácticos, ni la memoria democrática del encuentro, ni el diálogo de los portadores puntuales de ese dolor, pueden extinguirse en su propia ceniza. Hay un punto en que la identidad debe transformarse en voluntad teórica y voluntad política, y ambas, fundidas desde atrás por una memoria común, pueden y deben desplegarse como un nuevo y legítimo proyecto histórico. Como un verdadero 'proyecto país'. Pues la identidad es, sobre todo, historicidad y producción social de la realidad""̂ .̂

Del sistema educativo inerte y del proceso auto-educativo vivo

Si en una sociedad los poderes fácticos construyen una 'memoria oficial', el sistema educativo formal queda, inevitablemente, de un modo u otro, atrapado en ella. Al servicio de ella. Expuesto a sus funciones productoras de legitimación tardía. Y esto puede ser mucho, o poco. O mucho al comienzo, y menos después. En todo caso, en un grado y por un tiempo que se restan a la posibilidad de que las nuevas gene-

^̂ Ver de S.Tarrow: Power in Movement. Social Movements and Contentious Politics (Cambridge, 1998. CUP), y de M.Castells: The Power of Identity (Oxford, 1997. Blackwell).

GABRIEL SALAZAR ^ _ ^ 4 3 9

raciones se eduquen conforme a las necesidades y tendencias

del tiempo histórico de 'su época, conforme a 'su propia memo

ria. Pues el t i empo, la energía y los contenidos educativos

que el sistema fáctico necesita enseñar para estabilizar 'su'

propia condición de i legitimidad, distraen, retrasan u obsta

culizan la espontánea formación de los jóvenes en relación a

su contemporaneidad. O desiguala las oportunidades para que

' todos ' los jóvenes se formen en esa dirección. Genera, así, no

una educación 'formativa', sino, his tór icamente, 'sustractiva'.

Si una sociedad, a lo largo de su historia, se ve expuesta

una y otra vez a la dominac ión de sistemas fácticos (la chilena

está muy cerca de esto), entonces la 'sustracción' se acumula ,

no como capital social positivo, sino como capital social ne

gativo; o sea: como ident idad nacional deficitaria. Pues suma

déficit sobre déficit en el plano de la soberanía popular. Défi

cit que se petrifica como pobreza ciudadandP. C o m o ausen

cia de comunidades cívicas. C o m o predominio de la indivi

duación sobre la colectivización. C o m o hegemonía de la pe

tición sobre la part icipación. C o m o polarización en lugar de

homogeneización del ingreso. C o m o dominac ión aplastante

del centro metropol i tano sobre las regiones, y de 'lo nacional '

sobre 'lo local'. C o m o perpetuación fáctica de las clases polí

ticas militar y civil, y anulación de la deliberación democrá t i

ca bajo el sobrepeso de las escrituras const i tucionales, legales,

reglamentarias y gubernamentales .

En ese contexto , y sobre ese sedimento formado por los

siglos, la educación sustractiva t iende a especializarse en el

'dictado' de los conocimientos que bajan de la cul tura occi

dental (a t í tulo de ciencias y asignaturas) y en la 'validación'

de los emblemas y valores que cabalgan a horcajadas sobre la

'" Un mayor desarrollo de este concepto en G.Salazar: Los pobres,

los intelectuales y el poder. Chile, 7í>«ÍJ-/ííi?5 (Santiago, 1995. FAS), cap. 3.

4 6 0 FUNCIÓN PERVERSA DE LA MEMORIA OFICIAL

idea suprema de Patria (a t í tulo de ident idad nacional y or

den cívico), mientras cultiva en todas partes y entre los plie

gues del s istema formal de educac ión , s i s t emát i camente ,

obcecadamente , la más perfecta ignorancia ciudadana'^. Así,

aprende a educar las 'masas' de la sociedad, pero no a desen

volver el ser social y \2^ solidaridad comunal Ae. sus c iudadanos.

C o n lo cual puede exhibir lo primero como logro de moder

nidad y factor de legit imidad, ocul tando la función perversa

que anida en la práctica lo segundo.

Cier to es que el sistema educativo formal no trabaja

'expresamente ' para producir y multiplicar la pobreza ciuda

dana. Pues este déficit es producido en su mayor parte, de

modo directo, por el sistema fáctico mismo. Pero el sistema

educativo es cómplice de aquél si incluye acríticamente los

'fetiches' de los discursos que legitiman lo ilegítimo (caudi

llos, héroes , efemérides , valores pa t r ios , bandera , r i tmos

folklóricos, respeto a l a Ley, respeto al orden público, respeto

a las autoridades, etc.); si no forma a los niños y jóvenes para

oponerse a la violencia fáctica y para transformar los sistemas

[adieos, y si, en definitiva, no se suma a, o no integra dentro

de sí, los contenidos y procesos de la memoria social. En otras

palabras, el sistema educativo, aunque juegue a ser neutral y

occidentalista, aunque se aboque entero a elevar los "rendi

mientos" por asignatura y la "cobertura" como sistema, si no

trabaja para dar cabida al autént ico ''contrato saciar entre to

dos los c iudadanos, no educa, ni forma, ni r inde, ni cubre, ni

hace otra cosa que colaborar en el sostenimiento de la ilegiti

midad del sistema (fáctico) que la domina .

C u a n d o la construcción ilegítima reiterada del sistema

inst i tucional viola los derechos humanos , los derechos cívi

cos, e instala subsistemas (laboral, educativo, judicial , etc.)

^' Un interesante análisis de este problema en M.Apple: Education and Power (New York, 1995. Routledge), capítulos 2 y 5.

GABRIEL SALAZAR 46j .

que acumulan y profundizan la pobreza c iudadana al p u n t o

de convertirla en un 'molde formativo' para las generaciones

emergentes , entonces el 'proceso educativo' debe reaccionar

en algún m o m e n t o y darse a sí mismo, como imperativo su

premo, el objetivo áe. preparar las generaciones emergentes para

que desarrollen el poder ciudadano orientándolo hacia la erra

dicación definitiva de toda ilegitimidad y toda desigualdad, y

hacia la construcción ciudadana de instancias realmente legíti

mas de poder jormaP'. C u a n d o un país — c o m o es el caso de

C h i l e — ha acumulado décadas y aun siglos de pobreza ciu

dadana, entonces la el iminación de esta pobreza es y debe ser

el principal objetivo estratégico de su sistema educativo. Es

un objetivo 'histórico ' , sin duda , que debe ponderarse como

superior a toda ciencia por la ciencia, a toda destreza como

destreza, a todo saber por el saber. Pues n inguna sociedad

puede desarrollarse como ' comunidad ' (o sea, no sólo su elite

superior) si no ejercita en pleno su soberanía total. Sólo así

puede opt imizar su rendimiento global. Y maximizar el p ro

duc to de su fortaleza. Y esto no en razón de un 'nacionalis

mo ' fetichista y t rasnochado, sino por la necesaria l impidez

del cont ra to social que debe fundar esa sociedad^".

C u a n d o los ' tanques culturales' de la memor ia oficial

p re tenden aplastar la memor ia social, entonces el proceso

educativo — c u y o valor i rrenunciable no puede ser otro que

el desenvolvimiento de la verdad socialmente válida, la soli

dar idad interna de la comunidad y la soberanía externa de la

'̂̂ M.Apple: Education and Power..., op.cit., Chapter 6. Vcr también S.Pefiafiel (Ed.): "La ciudadanía, la participación social democrática y el papel de la escuela. Entrevistas a Gabriel Salazar y Volodia Teitelboim", en Docencia 15 (Santiago, 2001. Colegio de Profesores), pp. 26-36.

^̂ G.Salazar: "Las avenidas del espacio público y el avance de la auto-educación ciudadana", en Documentos de Trabajo 8 (Santiago, 1996. C.LS., Universidad ARCIS), 37 pp.

4 6 2 FUNCIÓN PER VERSA DE LA MEMORIA OFICIA L

c iudadanía— no puede hacer otra cosa digna sino trabajar

para desarrollar la memoria, la solidaridad y el poder ciudada

nos. Pues los derechos humanos y cívicos, en tanto que mero

derecho escrito, si no están avalados por un efectivo poder

c iudadano, no son nada. Son letra muerta . O mejor dicho,

son, a lo más, textos que se consultan después de perpetrados

los abusos y las muertes . C o m o una oración y homenaje fu

nerarios^'. Por eso, de poco sirve que los niños y los jóvenes

'memoricen ' la Declaración de Derechos H u m a n o s de la Re

volución Francesa, de la Conferencia de San Francisco, o los

incisos que a este respecto contiene, de paso, la Const i tuc ión

Política del Estado, si esos niños, precisamente por estar mc-

morizando textos abstrusos, no desarrollan hábitos sociales ác

deliberación, de crítica, opinión, decisión y participación, que

son los que les impedirán sumarse a la cola de las masas de

individuos peticionistas, escaladores, clientelistas, electoreros,

periféricos, consumistas, escapistas, indiferentes, opor tunis

tas, pituteros y otros especímenes que atestiguan a simple vista

las lacras de la pobreza ciudadana. Especímenes que, por eso

mismo, más t emprano que tarde, te rminan sumándose a los

escalones descendentes de \2Lpobreza material. O ascendien

do a la riqueza espuria.

El sistema formal de educación, sin embargo, depende

en un grado decisivo, política y adiuinis t ra t ivamente, del sis

tema dominan te . Sobre todo si éste es de origen fáctico. Por

esta razón, el proceso educativo se ciñe más a la línea de ese

sistema d o m i n a n t e que a la dirección marcada por la m e m o

ria social. Es el caso de la educación en Chile actual, en la que

pr iman , como herencia post-dictatorial , los 'objetivos especí

ficos' del sistema neoliberal, a saber:

'̂ Un balance postumo en E.Padilla: La memoria y el olvido. Dete

nidos desaparecidos en Chile (Santiago, 1995. Ed. Orígenes).

GABRIEL SALAZAR 4 6 3

a) elevada capacidad competi t iva frente ai Mercado;

b) alto rendimiento en saberes específicos;

c) adhesión irrestricta a la Ley y a las autoridades que esta

blece la misma;

d) d e s t r e z a p a r a m o v e r s e en las redes v i r t u a l e s de la

globalización;

e) respeto esencial a la moralidad propia de la familia hete

rosexual y monogámica ;

f) adaptación sico-social a la precariedad y movilidad de los

empleos, y

g) valoración de la a rmonía social por sobre el conflicto'^.

Todos los cuales posponen y encubren la necesidad his

tórica de desarrollar en Chile , fuera y dentro del sistema edu

cacional, el poder c iudadano y esa soberanía cívica que sabe

erradicar las lacras acumuladas tanto en la pobreza c iudadana

como en la pobreza material. Sin embargo, tan to los planifi-

cadores militares de ayer (que organizaron en 1980 el sistema

educativo a través de dictatoriales "Directivas Presidenciales")

c o m o los "asesores democrát icos" de hoy (que realizan con

sultas s imból icas a diversos educadores para encubr i r el

"cuoteo político" al que deben en úl t ima instancia rendir plei

tesía) hallaron y hallarán medios para posponer y encubri r

aquella estratégica necesidad educativa. En consecuencia, con-

c u e r d a n y c o n c o r d a r á n en a p r o b a r p o m p o s a s re formas

edulcorantes; es decir: reformas de apariencia 'modernizadora

pero, en el fondo, de funcionamiento 'sustractivo' . Y dota-

Una visión sinóptica y técnica de estos objetivos en E.Cohcn: "Educación, eficiencia y equidad: una difícil convivencia", en E.Cohen (Ed.): Educación, eficiencia y equidad {SAnúngo, 1998. CEPAL-OEA-SUR), pp. 14-36.

4 6 4 FUNCIÓN PERVERSA DE LA MEMORIA OEICIAL

rán de computadores y redes de Internet profusamente a to

das las escuelas. Y extenderán la jornada escolar hasta límites

p ro l e t a r i o s : de 'sol a sol ' . Y p e r m i t i r á n que las mal las

curriculares se flexibilicen para que 'especifiquen' cómo lo local

está englobado por lo nacional, y lo nacional, irrevocable

mente , por lo global. Y capacitarán focalizadamente a los pro

fesores para hacer eso. Mientras estarán cu idando de evaluar

met iculosamente , nivel por nivel, segiin comunas y tipos de

colegio, los rendimientos 'duros' de la educación en términos

contables, según la polaridad costo-beneficio". Y ya que es

tán aplicando matrices empresariales de evaluación, se permi

tirá que el 'gran capital ' invierta d i rectamente en el sistema

educacional, muy en especial en su nivel superior, puesto que

es ese gran capital y no el 'gran' Estado (ni menos el 'pobre'

Municipio) el que debe tener la gestión directa de un sistema

de educación que , después de todo , deberá estar por comple

to al servicio de la "competi t ividad internacional" del país.

Pero como esto podr ía ser excesivo, se permit i rá por allí y por

allá un cursillo de Derechos H u m a n o s , y otro cursillo (breve)

de Historia Local. Así, con estos úl t imos placebos, se podrá

completar un discurso redondo de legitimación tardía para

este flanco del sistema. Sin que, por supuesto, se incluya en

n inguna parte una condenación ética, valórica, cívica y polí

tica respecto al despliegue violento de los poderes fácticos y a

los sistemas insti tucionales ilegítimos que ellos construyen.

Ni mención habrá acerca de la fea pobreza c iudadana que

campea entre las patas del huemul y del cóndor de la Patria,

p roducto más de la fuerza que de la razón.

^̂ Ver del Ministerio de Educación: Curriculum. Objetivos fundamentales y contenidos mínimos obligatorios de la Educación Media (Santiago, 1998), y Reforma en marcha: buena educación para todos (Santiago, 1998). Una visión crítica en L.Reyes: "Reforma curricular ¿qué es preciso olvidar para enseñar?", en Pedagogía Critica 2 (Santiago, 2002), pp. 11-14, y en J.Pavez. "Hacia una verdadera reforma educativa", en Alamedas 3 (1997), pp. 18-21.

GABRIEL SALAZAR 4 6 5

Es que todos los reformadores de un sistema que per

manece, pese a todo , fáctico, están y estarán atados al "cuoteo

pol í t ico" (en Chi le se usa como legít ima consul ta y práct ica

'democrát icas ' ) que , en la actual idad, t iene c o m o única fun

ción real reconocer que los poderes fácticos remanentes (mi

litares, policías, cardenales, catedrát icos conspicuos , cent ros

de estudios sociales que investigan para el control pol icíaco,

medios de comunicac ión , etc.) t ienen, de hecho , un au tor i

tario poder de veto^'^. Y este pode r de veto sobrepasa y anu la

no sólo el parecer técnico de los expertos invocados al paso

por el Minis ter io de Educac ión , sino también la op in ión

mayori tar ia de la c iudadanía (respecto al divorcio o la pil

dora ant i -concept iva , por ejemplo) y, lo que es peor, las ne

cesidades históricas profundas de la sociedad chi lena c o m o

con jun to .

Por esto, en este sistema educativo, n ingún minis t ro de

Educación puede ser peligro para nadie. Ni tener liderazgo

para n inguno . Pues su papel consiste en oficiar de portavoz

ingenuo (e inocuo) de la memoria oficial.

¿Qué hacer? ¿Qué pueden hacer a este respecto los tra

bajadores de la educación? ¿Qué papel deben desempeñar

aquí las universidades o los intelectuales críticos? ¿Qué rol

les compe te a las O N G s y a los educadores populares sobre

vivientes? ¿Cómo pueden in tervenir aqu í las c o m u n i d a d e s

locales?

Es un hecho r o t u n d o que el sistema educacional chile

no actual , por sí m i smo , no sabe ni puede canalizar, desa

rrollar y po tenc ia r la m e m o r i a social. El peso de la m e m o r i a

oficial op r ime a los profesores y los acosa todos los días con

Es lo que se observa en el retiro de ciertos textos escolares por parte del Gobierno, según anota el artículo de L.Reyes: "Del armazón de la memoria oficial...", incluido en este volumen.

4 6 6 FUNCIÓN PERVERSA DE LA MEMORIA OEICIAL

el despido laboraP' ' . Mientras sean funcionarios bajo contra

to precario, por horas y no por jornada, y a entera disposi

c ión del " sos t enedor" , no p o d r á n ser los " in te l ec tua les

transformativos" de que habla Henry Giroux" ' . Y mientras

estén dentro del sistema (lo mismo da que sea municipal , pri

vado o subvencionado) los prolesores no podrán pensarse a sí

mismos, ni podrán rescatar el proceso educativo del cepo que

le ha tendido la memoria oficial. Por esto, el sistema educati

vo, que pretende enseñar a pensar por sí mismo para apren

der a aprender, ni se piensa a sí mismo ni aprende lo que

debe: es sólo un ins t rumento inerte del poder fáctico que lo

creó y lo sigue cont ro lando hasta hoy (sólo que con las manos

'legales' del gato de las castañas).

Y de todo lo anter ior se desprende que el saber acumu

lado a presión en la memoria social y el potencial de acción

histórica que ella contiene necesitan de algo más que el (po

bre) servicio que hoy le ofrece la educación formal, lis un

hecho que, hoy, Chile necesita de un segundo proceso educativo,

o bien de un aparato educativo dual: uno formalizado (pero so-

cialmente castrado) y otro necesitado de formalización (pero so

cial e históricamente vivo). Si el sistema formal de educación

no estuviera intervenido por la memoria oficial, y asimilara

en cambio las necesidades de desarrollo de la memor ia social,

entonces ese segundo proceso educativo no sería necesario.

Ni tendr ía sentido un sistema educativo dual. Ni existiría

demanda por una educación crítica, de poder, or ientada a la

reconstrucción legítima del sistema dominan te . Pero el he

cho es que la educación formal está intervenida, en un grado

apreciable, por la memor ia oficial. Y esto obliga a pensar

' ' L.Astorga (profesor): "El Magisterio. El momento que nos toca", en Pedagogía Crítica, loc.cit., pp. 10 y 15.

"" H.Giroux: "Los profesores como intelectuales transformativos", en Docencia 15, pp. 60-66.

GABRIEL SALAZAR 467

' subversivamente ' . Desde, por supuesto, los procesos históri

camente vivos^''.

La "educación popular" del per íodo 1976-1992 consti

tuyó, de hecho, ese segundo ramal educativo. Fue la respues

ta subversiva a la violenta memoria oficial que el pinochet ismo

infiltró en el sistema educacional de entonces. Y fue ella la

que , en esa opor tun idad , trabajó al servicio de la memor ia

social y la reconsti tución de los tejidos asociativos de la baja

sociedad civil. Pero el retiro de la solidaridad internacional

(que financió ese proceso en los años '80) y el desembozado

in tento de los gobiernos democrát icos neoliberales duran te

los '90 por fundir esa segunda corriente educativa en el mis

mo ' tanque cultural ' de la memoria oficial (a través de la políti

ca de desarrollo social subcont ra tado , adminis t rada por el

FOSIS , las Direcciones Regionales y el Banco Mundia l ) , han

debil i tado la infraestructura insti tucional y profesional de ese

tipo de educación, o la han 'neoliberalizado', usándola como

'otro ' mecanismo de legitimación tardía del sistema fáctico

legado por el Pinochet . Así, el proceso educativo 'b ' , iniciado

auspiciosamente desde 1976 en torno a la memor ia social, se

frenó después de 1992, por lo que se encuentra hoy estanca

do, disperso, girando en círculos, justo cuando el modelo eco

nómico chileno está mos t rando síntomas notorios de estan

camiento y polarización (sobre todo , desde 1997)^'*.

Todo indica que el segundo proceso educativo debe ser

reconstituido y reimpulsado. A como dé lugar. Duela a quien

^' C.Salazar: "Los dilemas históricos de la autoeducación popular en Chile: ¿integración o autonomía educativa?", en Proposiciones 15 (Santiago, 1987. Ed. SUR), pp. 84-129.

'" Sobre el debilitamiento de la infraestructura de apoyo de la educación popular en Chile, ver de C.Salazar: "Rol histórico de las ONGs en Chile", en M.Águila et al. (Eds.): Congreso Nacional de ONGs de Desarrollo (Santiago, 2001), vol. I, pp. 39-47.

4 6 8 FUNCIÓN PERVERSA DE LA MEMORIA OEICIAL

duela. Pues la lucha contra la memoria oficial debe ser reanu

dada, con más decisión y precisión que antes, porque se ha per

dido —para la educación de los poderes básicos de la ciudada

nía— una década completa. Y porque, en estricto rigor, la me

moria social no sea ha debili tado, sino más bien 'actualizado'

(la memoria fresca de los niños y los jóvenes de los '90 y del

2000 ha trasladado el eje gravitacional de los recuerdos desde

el pasado hasta el presente y el futuro). Lo que sí se ha deterio

rado parcialmente ha sido su 'superestructura funcional': su

antigua red de instituciones y profesionales coadyuvantes y,

sobre todo, sus fuentes de financiamiento. Urge resolver el pro

blema logístico. Urge pensar la economía política de la subver

sión educativa. La lucha con la memoria oficial, en su nivel

estratégico, no se ha perdido. Más bien, en ese plano, se ha

avanzado. Donde el proceso está estancado es en el 'frente' de

los recursos. Y en este frente específico ha llegado la hora de

abandonar la fuente de recursos que controla el 'enemigo' (la me

moria oficial), para constituir una red de aprovisionamiento pro

pia, autónoma. Fuera del radio de acción de los 'vetos' oficiales.

Con todo ¿qué hacer?

Perspectivas

N o hay duda que, desde 1997 — c o n la l lamada crisis asiática

y la abrupta caída de la inversión extranjera—, el modelo eco

nómico chileno muestra s íntomas de agotamiento en su ca

pacidad de reforma y de es tancamiento en su tasa anual de

crecimiento. A lo cual se agrega toda clase de pronósticos más

bien sombríos , dada la evolución reciente de la economía

mundia l . Esta tendencia, sumada a la alta tasa de desempleo,

a la sideral tasa de empleo precario, a la aguda polarización

GABRIEL SALAZAR 4 6 9

de los ingresos y al excepcional desprestigio de las clases polí

ticas civil y mili tar (indicadores que registran, en cada caso,

índices m u y superiores a los de I 9 6 0 ) , señala que se está lle

gando a un per íodo —ta l vez de mediano p lazo— de crecien

tes tensiones críticas, que no sólo invita a reponer los ant i

guos análisis de coyuntura que apun taban a develar teórica

mente el "carácter del período", sino también a inaugurar una

nueva etapa histórica en C h i l e ' ' .

C o m o antes — o como s iempre—, esta nueva etapa debe

ser imaginada y promovida por el movimiento social popular

(o por la "baja" sociedad civil), que ha sido el sujeto histórico

más golpeado no sólo por la ' instalación' (fáctica) del modelo

económico neoliberal desde 1973, sino también por el 'es

tancamiento ' (fáctico) del mismo desde 1997. Sin embargo,

a diferencia del pasado, el movimiento popular deberá afron

tar este desafío desde una situación inédita o, al menos, distin

ta a la que tuvo regularmente duran te el siglo XX. Pues, en

los úl t imos t re inta años ha exper imentado un sostenido pro

ceso de descapitalización ideológica y política. Proceso que

puede describirse así: a) en 1973 , el movimien to popular se

quedó sin Allende, o sea: sin el líder que, por décadas, encabe

zó la Izquierda Parlamentaria; b) en la década de 1980 , y de

bido a la crisis de los "grandes relatos" y la "gran teoría", el

movimiento popular se quedó sin Karl Marx, y práct icamen

te sin "teoría social revolucionaria"; c) desde 1990, debido a

que la Concer tac ión de Partidos por la Democracia aceptó

'administrar ' el modelo neoliberal legado por P inochet y 're

chazar' toda forma de popul i smo, el movimiento popular se

Son de interés los análisis de Joseph Stiglitz —Premio Nobel de Economía de 2 0 0 1 — en relación a la paralización económica general a que conduce la lógica financiera de la "globalización". Ver entrevista en la revista Capital 92 (septiembre de 2002), pp. 54-59. También de S.Amin: El capitalismo en la era de la globalización (Buenos Aires, 1998. Paidós).

4 7 0 FUNCIÓN PERVERSA DE LA MEMORIA OFICIAL

quedó, además, sin Izquierda, y d) desde 1992 (año del "desencanto"), comenzó a quedarse —como si fuera poco— sin

ONGs, debido a la retirada de las agencias de cooperación solidaria internacional y a la entrada de las políticas sociales de subcontratación, que acorralaron y cooptaron a la mayor parte de esas ONGs.

La drástica descapitalización ideológica y política del movimiento popular quedó en evidencia cuando la UDI (Unión Demócrata Independiente) —el partido político más identificado no sólo con el modelo neoliberal, sino también con Pinochet— se convirtió, a comienzos del siglo XXI, en el partido electoralmente mayoritario, desplazando a la Democracia Cristiana. Y cuando ese mismo partido pudo darse el lujo —beneficiado por el hecho de que la Concertación está realizando un 'buen' gobierno neoliberal— de asumir el

'populismo' que la Izquierda dejó vacante, así como la oposición virtual y coyuntural al Estado Democrático Neoliberal^".

El sistema neoliberal, por lo mismo, carece, hoy por hoy, de un real enemigo político. La Concertación de Partidos por la Democracia, que debió ser ese enemigo, se encuentra hoy administrando, con elogiada responsabilidad neoliberal, ese mismís imo sistema. Conver t ida la Concer tac ión al neoliberalismo, y la UDI al populismo, se logró la maravilla dialéctica de que la Izquierda sea Derecha, y la Derecha sea Izquierda. Desdoblamiento cruzado que no podía producir sino confusión y un ambiguo 'empate electoral' (que será, probablemente, rotatorio y, por lo mismo, endémico) muy similar al empate rotatorio en que incurrió la oligarquía política en la época del parlamentarismo.

''" G.Salazar: "Reprcsentatividad y legitimidad del sistema político: ilusiones históricas e ilusiones presentes", en Universidad de Chile y La Nación (Eds.): Anuario de Chile2001-2002 (Santiago, 2002), pp. 11-16.

GABRIEL SALAZAR 471

N o teniendo un enemigo político externo y antagónico,

el sistema neoliberal no tiene ante sí otro adversario que no

sea su propia sombra. O sea: su inercia histórica. Sombra e

inercia que, sin embargo — c o m o se dijo más ar r iba—, se han

encarnado y vivificado en la 'memoria social'. Más para mal

de ese sistema que para su bien.

Por eso, si bien el movimiento social popular está sin

Allende, sin Marx, sin Teoría, sin Izquierda e incluso sin ONGs,

cuenta, al menos — y no es poco decir—, con la mayor par te

de la 'memor ia social' . Es un problema a investigar y debat ir

si 'esta' memor ia social es un capital histórico y polít ico ma

yor o menor, con más o con menos poder estratégico que la

' tradición política de Izquierda' en Chile. Si la experiencia

acumulada a borbotones en los recuerdos populares ( tanto de

dolor como de ident idad, del pasado lo mismo que del pre

sente y futuro) y convert ida allí en una emergente cultural

social, es o no un legítimo p u n t o de arranque para un nuevo

movimiento social, un nuevo proceso subversivo y un nuevo

proyecto de sociedad. Si la ciencia (cultura) que surge de la

calle t iene más o menos capacidad que la ciencia académica

que baja de los anaqueles para i luminar los procesos de cam

bio social que el movimiento popular necesita activar con efi

ciencia hoy, siglo XXI. Y si esa memor ia social a t iborrada pue

de sacar de sí una nueva 'teoría' (no de los genios individua

les, sino del colectivo), una nueva forma de hacer 'política'

(no desde arriba, sino desde abajo) y, por cierto, una nueva

'sociedad' (basada en el diálogo, el cont ra to social y la sobe

ranía y no en el clientelismo de individuos o de masas).

C o m o quiera que sea, ante la ausencia real de la t radi

ción política de Izquierda, no hay más alternativa que traba

jar desde y con la memor ia social. N o se trata de una opción

entre varias posibilidades, sino de la única salida. Salida que

no está definida por la aplicación de una t radición o de es

quemas preestablecidos, sino por el impulso de la creatividad

4 7 2 FUNCIÓN PER VERSA DE LA MEMORIA OFICIA L

social permanente. Lo que implica, al mismo t iempo, dar vida

a un amplio y estratégico proceso de auto-educación.

¿Cómo avanzar en ese sentido?

a) Orientando las disciplinas cognitivas especializadas

(ciencias) en el sentido de que asuman de lleno deberes y respon

sabilidades histórico-sociales, abandonando su prácticas de auto-

referencia teórica, comunicacional e inst i tucional , e instalán

dose con ident idad dinámica y consonancia global en la me

moria social y cultural de la sociedad civil (en especial, de la

'baja' sociedad civil). Esta orientación implica romper con el

positivismo ahistórico del pasado, con la memor ia oficial y el

esoterismo académico. Si esto implica inaugurar un 'segun

do' proceso educativo, producir una situación de 'dualidad' y

abrir un 'frente conflictivo', santo y bueno: es señal de que la

responsabilidad asumida es, precisamente, histórica y social,

y no un mero flatus vocis académico^';

b) Generando centros locales de articulación cognitiva en

tre actores sociales, profesores, estudiantes, profesionales e insti

tuciones solidarias coadyuvantes, tales que permi tan acoger,

localizar y concretizar el trabajo histórico-social de las cien

cias especializadas y, a la vez, proyectar en un sentido amplio

los procesos locales de producción identitaria y cultural. Sin

esta art iculación, ni las ciencias sociales (cuya 'fortaleza' radi

ca en el c o n o c i m i e n t o de lo nac iona l y global) p u e d e n

socializarse, ni la cul tura local puede proyectarse, ni las co-

G.Salazar: "De la enseñanza de la Historia en la época del post-fordismo: el debate chileno", en Alamedas 3 (1997), pp. 11-19; "Descentralización y sinergia histórica local: fracasos y desafíos", en O.Silva (Ed..): Bases históricas del desarrollo regional de Chile (1996. U. de Chile), pp.13-28, y "Los actores educativos y la ciudadanía emergente en el desarrollo local", en A.Araya y M.FoIchi (Eds.): Recopilación de textos de apoyo a la docencia (Santiago, 1999. Universidad de Chile).

CAB RIEL SALAZAR 4 7 3

munidades pueden, por t an to , autoeducarse en el sent ido de

desarrollar su poder social'^^;

c) Asumiendo que toda práctica cognitiva, todo desarrollo

cultural y todo proceso autoeducativo tienen, como responsabili

dad históricO'Social convergente, el cultivo sistemático del poder

social (local) y ciudadano. En tend iendo que el poder c iudada

no no consiste ni en el derecho a voto (individual) ni en un

hipoté t ico derecho político ' formar (de petición, consul ta o

de lo que fuere), sino en una capacidad social multidimensional

que incluye las capacidades específicas para investigar, deli

berar, decidir, producir , administrar, evaluar, recordar, inter

pretar, opinar, recabar e invertir recursos, proyectar, nego

ciar, planificar, educar, crear, socializar, etc. Es decir: todas

las capacidades para ejercer, en cualquier m o m e n t o y respec

to de cualquier problema, la soberanía c iudadana. Capacida

des que, por cierto, no pueden darse en un solo individuo,

pues sólo pueden darse, reunidas y potenciadas, en una co

mun idad o colectivo social"*^;

d) Proyectando el poder multidimensional de la ciudada

nía hacia y sobre todas las agencias locales de la memoria ofiícial

(o del sistema dominante): las escuelas y colegios locales, las

universidades, los municipios , los centros de salud, etc. Pues

el poder ciudadano (que es de base local y colectiva) está mejor

capacitado para atacar y transformar el sistema en sus meca

nismos locales que para atacarlo en su total idad abstracta. La

memor ia y la cul tura sociales (locales) pueden y deben insta

lar sus 'contenidos y prácticas' den t ro de esos mecanismos,

''̂ Es el horizonte de desarrollo posible para los Colectivos de Profesores de Historia y Ciencias Sociales que se han formado en Concepción, Rancagua, San Felipe, Santiago, Temuco y otros lugares.

••̂ Un ejemplo práctico de desarrollo de este tipo de poder lo ofrece

el Movimiento de los Sin Tierra, en Brasil.

4 7 4 FUNCIÓN PERVERSA DE LA MEMORIA OFICIAL

poco a poco, como una forma de vaciarles su médula sistémica,

pero sin que esa memor ia y esa cultura pierdan su au tonomía

local y sus centros propios de gestación y acción. Es preciso,

por ello, ir copando las mallas curriculares de la educación

básica y media, proyectar los colegios y la educación hacia el

desarrollo local (barrial) y, sobre todo , regional (el único que

tiene real sentido económico) , integrar las universidades a la

acción radial de los establecimientos básicos y medios, etc'*'*.

e) Utilizando las metodologías cualitativas y cuantitativas

de las ciencias históricas y sociales no para extraer datos que be

neficien a 'la' ciencia, a los investigadores o a las políticas públi

cas, sino, fundamentalmente, al desarrollo de los poderes múlti

ples del ciudadano. Esto implica trabajar los métodos y técni

cas de investigación no sólo para producir el dato 'duro ' , s ino

para desenvolver la comunicac ión e interacción 'social', e

incrementar , sobre todo , la capacidad y la eficiencia de la

'acción colectiva'. Es preciso en tender los métodos y técni

cas de inves t igac ión — h o y p o r hoy m e r c a n t i l i z a d o s y

desteorizados— no sólo como parteros de información, sino,

sobre todo , como 'ocasiones de colectivización potenciada' .

C o m o ins t rumentos de soberanía práctica''^;

f) Orientando políticamente el poder ciudadano hacia el

control del gobierno local pero, sobre todo, al control de los pro

cesos regionales de desarrollo económico y locales de desarrollo

cultural. El poder c iudadano no tiene como 'fin' u objetivo

máximo ' tomarse inst i tucionalmente ' el gobierno local o re

gional, sino controlar los procesos locales y regionales de desa-

'*'* Es el horizonte histórico posible para la ímplementación de conceptos tales como "empoderamiento" y "gobernanza".

'" Es de interés, en este sentido, la propuesta de John Elliot. Ver "Compartiendo experiencias de investigación-acción con John Elliot", en Docencia 14 (2001), pp. 69-80.

GABP.IEL SALAZAR 4 7 5

rroUo social, económico y cultural. El poder c iudadano no se

realiza convir t iéndose (apresuradamente) en poder formal e

inst i tucional , puesto que es, por nacimiento e ident idad, el

poder mult idimensional de lo social y lo histórico, que es siem

pre 'potencial ' . Si el poder c iudadano mant iene el control de

los procesos locales y regionales y una ubicua presencia his tó

rica general, el sistema d o m i n a n t e a nivel nacional va que

dando , poco a poco, descolocado y, localmente, desfuncio-

nalizado'"'. Y no tendría sentido gastar energías extras en ata

carlo como si fuera 'el' Poder, pues, para entonces, ese siste

ma sería sólo una cascara.

g) Planteando el conflicto real entre las comunidades loca

les y la globalización impuesta por el gran capital financiero. El

verdadero enemigo estratégico del poder c iudadano actual no

es el Estado nacional , sino el gran capital financiero interna

cional. Y el ins t rumento mayor que el poder c iudadano pue

de utilizar para enfrentar a ese enemigo no es, t ampoco , el

Estado nacional, sino las redes asociativas internacionales del

propio poder c iudadano (sea de etnias, de género, de comu

nidades locales, de educadores, de juristas de derechos huma

nos, etc.). El Estado nacional está sujeto a potentes presiones

del capital internacional y del mil i tar ismo internacional , así

como del capital y el mili tarismo 'nacionales' . En compara

ción, las redes internacionales del poder c iudadano t ienen las

manos menos atadas, su legit imidad es superlativa y su poder

internacional — q u e aun está en g e r m e n — puede tener un

desarrollo insospechado. También es posible u n a educación

contra-globalizadora.

La gran anchura , riqueza y profundidad de la memor ia

social que existe hoy en Chile —sobre todo en su baja socie-

'"' Ver de G.Salazar: Estrategia globalizadora versus desarrollo regional y local en Chile contemporáneo (Arica, 2001. Universidad de Tarapacá) (Conferencia), 21 pp.

4 7 6 FUNCIÓN PERVERSA DE LA MEMORIA OFICIAL

dad civil— permite incubar y cultivar dentro de ella diversos e inéditos procesos autoeducativos, culturas identitarias de fuerte proyección histórica, prácticas políticas de alta legitimidad y sentido participativo, producción cognitiva de amplio consenso social / 'contratos sociales' varios, democráticos y factibles. La tarea es, en este campo, enorme, inédita, posible y éticamente ineludible.

La Reina, septiembre de 2002

"f-nleste libio se reúnen.los diúloíios,

fas*re1T¿\iones \ "j^srespueíilas Que nos correspondió hacer

•^éiT^i^mbitfc en yor^ia-y frenic-a distintos grupos que

!ieeesitab\ui y necesitan formuTar «na pregun|a-histD|FÍea

para reali/arjlia ÍICL-ÍÚII hislóiim. Cir^ipos d5 chilenos

(estudiantes, pobladores, tlincioliarios de municipios,

jo\enes. ¡elas de ho^ar. sacerd^ts^,-etc.), en su mavória.

[•uFdelatiie de ellos \ ío», ei los^ié hícinios estas líaeas. ^ . - — . ^ • T "

Son parle, pues, ele unarenexioirsocial.

contcmpoianea. urLiente'li • ; !íRl6iO(.(i).