Guerra de Ideas; Politica y Cul

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Pedro RjulayJordi Canal (eds.)Guerra de ideasPoltica y cultura en la Espaa de la Guerra de la IndependenciaJefePEDRO RJULA JORDI CANAL(EDS.)GUERRA DE IDEASPoltica y cultura en la Espaa de la Guerra de la IndependenciaInstitucin Fernando el Catlico Marcial Pons HistoriaIlustracin de cubierta:El Dos de Mayo,obra de Eugenio Lucas Velzquez, 1869. Museo de Bellas Artes de Budapest.Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorizacin escrita de los titulares del Copyright, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproduccin total o parcialde esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografia y el tratamiento informtico, y la distribucin de ejemplares de ella mediante alquiler o prstamopblicos.O Gustavo Alares, Jordi Canal, Marieta Cantos, Demetrio Castro, Emilio de Diego,Antonino De Francesco, Javier Fernndez Sebastin, Carlos Forcadell, RichardHocquellet, Juan Lpez Tabar, Jean-Philippe Luis, Stphane Michonneau, Ignacio Pei-r, Alberto Ramos, Mari Cruz Romeo, Pedro Rjula, Pierre Serna, Jos Tengarrinha. Institucin Fernando el CatlicoPlaza de Espaa, 2 - 50071 Zaragoza 97 628 88 [email protected] nmero 3.123 de la Institucin Fernando el Catlico Marcial Pons, Ediciones de Historia, S. A.San Sotero, 6 - 28037 Madrid 91 304 33 [email protected]: 978-84-96467-64-1Depsito legal: M. 11.792-2012Diseo de la cubierta: Sobelman Corta y PegaFotocomposicin: Milsima Artes Grficas, S. L.Impresin: Efca, S. A.Madrid, 2011

ndicePresentacin Guerra de ideasEntre revolucin y contrarrevolucin:el nacimiento de una cultura poltica nacionalen la Italia de Napolen*1808 o cmo pensar la repblica pasiva?La batalla de las ideas: conservadoresy reformistas en Portugal (1808-1810)Nuestra antigua legislacin constitucional,modelo para los liberales de 1808-1814?Razones serviles.La Constitucin y las estructuras del Antiguo RgimenLa moderacin como divisa.El cambio de representacin de los pueblos:lites nuevas y antiguas en el procesorevolucionario liberal *La densificacin del universo poltico populardurante la Guerra de la IndependenciaRey, familia y autoridad: otra facetadel papel de la Guerra de la Independenciaen el hundimiento del Antiguo Rgimen*La guerra de pluma y la conquista femeninade la tribuna pblica*Guerra de palabras. Lengua y polticaen la revolucin de Espaa*Transmutacin de valores y disputas por el significadoen la revolucin de EspaaGobernar el diccionario: constitucin lingstica,filologa poltica y gramtica de la libertadHabitantes del mundo todo.Una aproximacin a la propagandaen la Guerra de la IndependenciaFuentesMedios de difusin: la calleLas contrafiguras enemigasConmemorar la Guerra de la Independenciaen Barcelona: tradicino modernidad poltica? (1814-1823)Polticas de la memoria en la Zaragozade 1908: el centenario de los Sitiosy la Exposicin Hispano-FrancesaDe caudillos, mrtires y patriotas.El mito de los Sitios en la Zaragozacontempornea (1958-2008)*La retirada, en el cementerio. La rplica gerundenseLa Espaa de Gabriel AraceliEl Dos de Mayo: el pueblo y la patria[...]La historia de la historia: modernos e innovadoresEplogo historiogrfco

Presentacin Guerra de ideasEl tiempo que sigui a la irrupcin hostil de los ejrcitos napolenicos en la vida espaola ha sido estudiado a travs de dos vas muy consolidadas. La primera de ellas sita el conflicto militar en el eje deldiscurso y se aproxima a lo acontecido durante aquellos seis aos decisivos desde la perspectiva del enfrentamiento armado. La otra va centrasu atencin en el proceso poltico que llev desde las juntas formadas enlos primeros das del levantamiento antifrancs hasta los escaos de laasamblea gaditana donde se aprobara la Constitucin en 1812. Este librose propone explorar el territorio que queda entre ambas y que, al mismotiempo, las une.Los importantes cambios polticos que tuvieron lugar durante la Guerra de Independencia fueron resultado de la propia guerra, sin la cualhubiera sido muy difcil imaginar el sesmo institucional que pudieroncontemplar los espaoles de comienzos del Ochocientos. Y a la inversa.La poltica, en su febril bsqueda de soluciones al crtico vaco de poderque se haba producido, fue mucho ms all de lo que la lgica del enfrentamiento militar, por s sola, hubiera llegado. La excepcionalidad deeste perodo nace de la espiral guerra-poltica que se produce, una espiralque todo lo arrastra y todo lo transforma generando un marco de relacinmuy diferente del que exista poco tiempo atrs. Este escenario nuevo,donde todo est sometido a un cambio vertiginoso, tiene muchas posibilidades de ser comprendido en trminos culturales, porque los comportamientos y actitudes sociales caractersticos de esta poca nacern de lapluralidad de interpretaciones surgidas ante aquella situacin compleja,crtica e incierta.Para hacer frente a esta realidad diversa que se pliega sobre s misma dependiendo de niveles sociales, planos ideolgicos, ubicaciones espaciales y segn el desarrollo cronolgico del conflicto, proponemos diversos ejes de aproximacin que permitan tanto acceder al universo de ideas que hizo del tiempo de la Guerra de la Independencia el crisol poltico dela modernidad espaola, como desentraar los procesos que lo hicieronposible. En realidad resulta inviable separar las ideas que circularon estos aos de los procesos mediante los cuales se difundieron y arraigaron,de modo que prcticas y contenidos circulan combinadas, sin una claradiferenciacin y alimentndose mutuamente.El primero de los ejes de aproximacin aborda la dimensin europea de estos cambios. La presencia francesa durante la poca republicanaconvirti a Italia en un extraordinario laboratorio de modernidad. Fueun complejo sistema de transferencias en el que circularon ideas, modelos polticos, noticias y ejrcitos, integrando a la pennsula italiana enel corazn de las dinmicas europeas. Por eso no es de extraar que elRisorgimientoitaliano buscara sus orgenes en los aos del Trienio y enlas corrientes polticas desarrolladas bajo la influencia francesa (Antoniode Francesco). Sin embargo, en Portugal, el monopolio del discurso nacionalista qued prcticamente en manos de los defensores del AntiguoRgimen. Los partidarios de introducir cambios en el sistema polticoexpresaron sus discrepancias pero no llegaron a salir de una cierta margi-nalidad. Fueron aos de efervescencia en la prensa y en la imprenta, queutilizaron tanto la propaganda francesa como la resistencia lusa. La derrota de los franceses supuso la eliminacin poltica de quienes confiabanen que de su mano llegaran las reformas, lo que termin dando un sesgomuy conservador al nacionalismo portugus (Jos Tengarrinha). En elcaso de Francia, se pone de manifiesto que la Revolucin no solo generara modelos de revolucionarismo progresista, sino que tambin incubproyectos conservadores acomodaticios a una concepcin pasiva de larepblica muy acorde con los intereses de un Napolen que, a la alturade 1808, pretenda haber salvado con el imperio los sueos democrticosdel pas (Pierre Serna).En Espaa, la situacin provocada por el estallido de la guerra y el hundimiento institucional forz la adopcin de posiciones polticas definidas, caracteriz los campos y oblig a formular soluciones. En estasituacin cabe preguntarse cmo fue posible que un proyecto tan novedoso como el liberal surgiera de un marco poltico-institucional tanarcaico como el espaol (Mari Cruz Romeo). Apoyados en nuevos conceptos, como soberana o nacin, los liberales espaoles construyeron laposibilidad de otro mundo diferente al del Antiguo Rgimen que era elnico conocido por todos hasta entonces. Su recurso al tradicionalismosirvi para transmitir la idea de normalidad ante una situacin que, enrealidad, era excepcional y posea un enorme potencial de cambio revolucionario. Compartiendo el campo patriota, pero opuestos frontalmentea estas soluciones, los hombres de cultura del Antiguo Rgimen tuvieronque adentrarse en las agitadas aguas de la publicstica poltica (Demetrio Castro). Los serviles esgrimieron viejas ideas pero utilizaron nuevas armas para defenderlas, ya que la situacin les llev a transformar susactitudes intelectuales guiados por el objetivo superior de defender loya existente. Al final, la guerra termin por cambiar a todos. A los quequeran transformar el mundo orientando los cambios hacia sus intereses,y tambin a los implicados en la defensa de la sociedad tal como existahasta ese momento. Al otro lado de la trinchera una trinchera que noera tan profunda que no permitiera transitar de un campo a otro, losafrancesados apostaron sin xito aparente por una frmula poltica devocacin intermedia, la Constitucin de Bayona, que permita introducirreformas en la monarqua absoluta alejndose de los riesgos de la participacin popular que haban introducido en la poltica los movimientosde la Espaa patriota. La paradoja fue que aquel programa reformista,prximo al justo medio, que haba sido derrotado terminara con el tiempo convirtindose en la base programtica del moderantismo durantebuena parte del siglo, una influencia que superara con creces los lmitesdel conflicto (Juan Lpez Tabar).La guerra trajo consigo una redefinicin de las relaciones sociales que, si bien estaba apoyada en la situacin anterior, tuvo que articularse sobre una realidad completamente nueva. Fue en este proceso de recomposicin social en el que las lites se ofrecieron a desempear unpapel mediador. Esto les permiti recuperar buena parte del poder enuna poca de grandes cambios que hubiera podido desposeerles, ya quelas estructuras que hasta la fecha haban legitimado su posicin habansido destruidas. Como nuevos representantes de la comunidad, las viejaslites volvieron a ocupar una posicin de preferencia, aunque en el trnsito se haba operado un cambio fundamental en la legitimidad de estarepresentacin que dejara de ser territorial para ser nacional (RichardHocquellet). Al mismo tiempo, se hizo imprescindible la movilizacinpopular para oponer una respuesta ante el avance de las tropas napolenicas sobre la pennsula. Esto supuso la atraccin hacia el territorio dela poltica de gentes que hasta ese momento apenas haban estado implicadas en ella. La construccin del discurso movilizador y la insistentedifusin de las consignas que lo justificaban terminaron ensanchando labase poltica del pas y aumentando la densidad del medio poltico en elque se desenvolvieron los espaoles durante la guerra (Pedro Rjula).El trastorno de las relaciones con motivo de la guerra tambin tuvo incidencia en el interior de las propias familias. As como la metfora delrey como padre de la monarqua haba sido puesta en entredicho con ladesaparicin de la escena del titular de la Corona, tambin la familia vioquebrarse en medio de la crisis el reconocimiento de la autoridad paternay se abrieron grietas por las que cundi la desintegracin y se difundieron actitudes individualistas. Pese a todo, el proceso no fue completoni sbito, por lo que los patrones de comportamiento durante el tiempo del conflicto mostraron tanto la inercia de lo anterior como la aparicinde nuevas formas (Jean-Philippe Luis). Tambin las mujeres se vieronafectadas de lleno por este trastorno de las relaciones sociales que trajoconsigo la guerra. Su protagonismo en mltiples mbitos puso de manifiesto la posicin central que ocupaban en el seno de la comunidad,pero tambin su voluntad de aprovechar las nuevas posibilidades que seabran delante suyo para participar de lo pblico y de lo poltico. Algunasde ellas tomaron la pluma para sumar su voz al discurso patriota, pero almismo tiempo afirmaron su condicin femenina y expresaron una visinparticular sobre los hechos (Marieta Cantos).En realidad muchas de las ideas que se impusieron entre los patriotas espaoles de la Guerra de la Independencia no eran nuevas. Lo que lesdot de trascendencia fue el uso que se hizo de ellas al convertirlas en uninstrumento que permita justificar los cambios. Durante estos aos, losacontecimientos se aceleraron y casi siempre fueron por delante de lasideas. Las palabras llegaron despus para dar cobertura a lo deseado o alo actuado. Por eso buena parte de la batalla se libr por los significados,una lucha con pluralidad de lenguajes en concurrencia que sancion laprdida del monopolio intelectual de los eclesisticos mientras iba naciendo la Constitucin como una nueva gramtica de la libertad (JavierFernndez Sebastin). Frente al enemigo, los espaoles volcaron sus esfuerzos en construir un discurso movilizador, simple y bien definido, quepermitiera identificar al adversario y dirigir contra l todos esfuerzos.El modelo retrico antinapolenico se difundi con eficacia por toda lapennsula apoyado en los ms diversos medios. Todos los gneros se pusieron al servicio de la propaganda, desde los catecismos y poemas hastala prensa y los grabados (Alberto Ramos). Estos ltimos desempearonun importante papel en la difusin de mensajes polticos entre el pblicoiletrado. La estampa grfica franqueaba bien las barreras del idioma y lasde la cultura y tuvo gran aceptacin entre el pblico. En ella la imagendel monarca siempre tuvo una presencia muy importante, lo que tal vezdeba ponerse en contacto con la eficaz construccin de Fernando VIIcomo rey deseado y su enorme popularidad cuando regres a Espaa en1814 (Emilio de Diego).El final de la guerra abri el tiempo de la memoria. La construccin sentimental del pasado se gua entonces mucho ms por la voluntad delpresente que por los acontecimientos vividos. id.,pg.89.15Pierreserna,Existe-t-il un Extreme Centre?... Le point aveugle de la Rpubli-que directoriale, l'exemple de la Dcade, en Jacquesguilhaumouy Raymondemon-nier(dirs.),Des Notions Concepts en Revolution,Paris, Socit des tudes robespierris-tes,2003,pgs. 149-167.16Los Estados que componen Amrica tienen cada uno su gobierno particular,pero por los vnculos de un gobierno federativo, constituyen una misma nacin, y aeste gobierno federativo han entregado la direccin suprema de todos los intereses [...].Cada Estado particular de Amrica, segn la observacin del seor Necker, posee en suseno el conjunto y, si se puede explicar as, el aparato entero del gobierno. En cadaEstado, la estrecha aproximacin del poder ejecutivo, del poder legislativo, del poderjudicial y del poder de la opinin pblica, los hace obrar juntos con un acuerdo comn.Todos los ciudadanos se vuelven entonces en otros tantos agentes de mismos principiosy de misma autoridad. Jeanchas,Histoirepolitique etphilosophique de l'Amrique...,op. cit.,pg. 420.17/>W.,pg.415.18Entonces, la Repblica americana fortificar y embellecer su existencia poltica,su fuerzi crecer, sus virtudes se multiplicarn, y su poder se levantar hasta el punto demandar o imponer sus leyes a los pueblos del universo. El americano refluir a su turnosobre Europa, pasar por encima de los mares, cruzar por Japn y por las Indias, recorrer las tierras profundas, navegar contra la corriente de sus ros y con el oro del Surcomprar el hierro del Norte; por fin, unificar el Occidente y el Oriente. Pero serenaos,amigos de la humanidad, no ser con combates, homicidios e incendios que se harn esasadmirables revoluciones. Amrica no imitar la ferocidaddoEuropa, no tomar las armaspara destruir o para degollar. No derramarn la sangre, opresores crueles, y no sacrificarnvctimas sobre los altares de la intolerancia y del fanatismo. Los habitantes del nuevomundo sern los bienhechores, los amigos y los consoladores del antiguo continente,ihid.,p;. 455.nAu Citoyen Bonaparte, Premier Consul de la Rpublique frangaise.Dedicatoria sin nmero de pgina. Jeanchas,Histoire politique et philosophique de l'Amrique...,op. cit.19Mucha prudencia se ha manifestado al declarar inviolable el primer magistradode la Repblica. Encargado de hacer ejecutar las leyes y de vigilar todas las partes de laadministracin, tiene que ser elevado por encima de los otros ciudadanos, para que suaccin, que siempre tiende al orden, pueda ejercerse. Excelente disposicin la que da alprimer magistrado la iniciativa de las leyes,ibid.,pg. 90. ... Una asamblea obra mspor sentimiento que por reflexin. Todas las pasiones se renen en una asamblea numerosa,ibid.,pg. 95. En la elaboracin de la ley, el legislador manifiesta mucha prudencia[...]. No encuentra obstculos; el gobierno sigue siendo el depositario de la fuerza pblica,el ejecutor supremo de la voluntad nacional, el representante inmediato del pueblo. Es labase sobre la cual se erige el edificio social,ibid.,pg. 97. Contra la idea de que la soberana slo est en lo legislativo: La soberana consta, pues, del ejercicio de la voluntadgeneral y de la fuerza pblica, la cual no debe moverse sino bajo las rdenes del poderejecutivo o del gobierno. La soberana rene la voluntad y el poder del cuerpo moral: lavoluntad para hacer las leyes, el poder para hacerlas ejecutar,ibid.,pg. 104.20El gobierno ilimitado o absoluto es aquel en que el jefe que se llama rey o emperador, como en Dinamarca y en Rusia, rene los poderes legislativo y ejecutivo [...] Elgobierno limitado, mixto o representativo, es aquel en que, como en Inglaterra, el poderlegislativo es ejercido por los representantes de la nacin y el poder ejecutivo por un jefeque obra asociado con el poder legislativo: estos dos poderes son iguales, independientesy comparten el ejercicio de la soberana que el pueblo les ha delegado. Cmo llamaremosal gobierno de Francia o al de los Estados Unidos cuyos Primer Cnsul y Presidente sloejercen el poder ejecutivo durante un tiempo limitado? Los llamaremos gobiernos mixtoso representativos, aunque el Presidente del Congreso americano slo tiene un veto deobservacin y aunque, en Francia, el Primer Cnsul tiene la iniciativa de las leyes. Jeanchas,Sur Bonaparte Premier Consul de la Rpublique frangaise par le Citoyen JeanChas de Nismes,Pars, Carteret, Ventoso, ao VIII, pg, 108.21Aqu no hay que confundir la Constitucin y el Gobierno [...] La Constitucinrepresenta el poder creador. El Gobierno es el poder conservador. La Constitucin puede ser republicana y el Gobierno mixto. La Constitucin es republicana, cuando crea unpoder legislativo ejercido por los representantes de la nacin; el Gobierno es mixto orepresentativo, cuando existe en el Estado un ser nico que ejerce el poder ejecutivo yque aprueba las leyes o conserva la iniciativa de stas. La perpetuidad o la amovilidad deeste poder, su herencia o su eleccin, no cambian la naturaleza o la esencia. Este gobiernopermanece siempre mixto, porque no hay ninguna interrupcin en su ejercicio,Ihid,pg. 109. Chas afirma que es el gobierno ms antiguo, ya que la autoridad paterna hasido, para l, la fuente y el modelo,ibid.,pg. 109. Se considera al gobierno mixto orepresentativo como la obra maestra de la razn y del espritu humano. [... ] El jefe de lanacin, l tambin obedece a las leyes, ya que recibe el cargo de hacerlas ejecutar: se hallaen la feliz impotencia de hacer el mal y posee la libertad, el deseo y la voluntad de hacerel bien [...]. En un Estado gobernado por un jefe, las discordias se apaciguan fcilmente ylas guerras civiles son escasas, porque tiene en sus manos un poder coercitivo que imponea los dos partidos por la prudencia de las leyes y por la fuerza militar; entonces inspira unmiedo saludable,ibid.,pg. 115.22Referencia al artculo del senado-consulto del 28 floreal del ao XII (18 de mayode 1804), el cual afirma que el Imperio es una Repblica. Artculo I: Se confia el gobierno de la Repblica a un Emperador.... Artculo II: Napolen Bonaparte, Primer Cnsulactual de la Repblica, es Emperador de los Franceses, en Jacquesgodechoty Hervfaupin,Les Constitutions de la France depuis 1759,Pars, Flammarion, 2006, pg. 185.23Jeanchas,Sur Bonaparte Premier Cnsul..., op. cit.,pgs. 50-58.24Esta tierra ser, de aqu en adelante, el asilo del Indio fugitivo, del Africanooprimido, del Europeo avasallado. Sus habitantes harn revivir las antiguas virtudes, lassantas leyes de la naturaleza, desconocidas y ultrajadas durante tantos siglos, mientrasque Europa slo ha presentado a Amrica, asesinos y verdugos; las orillas del Atlnticopresentarn al universo el espectculo apacible de las virtudes y el cuadro consolador dela felicidad y de las costumbres. As es como todo se pondr en orden y la naturaleza yla providencia quedarn justificadas. Jeanchas,Histoire politique etphtlosophique deVAmrique, op. cit.,pg. 455.25Gerardgengembre,La Confe Rvolution ou l'histoire desesperante,Imago,Caen, 1989.

La batalla de las ideas: conservadores y reformistas en Portugal (1808-1810)Jos TENGARRINHAUniversidad de LisboaEl gran debate sobre la necesidad de reformas modernizadoras que se desarroll en Portugal desde la segunda mitad del siglo xvm tuvoalgn reflejo en la legislacin de Pombal (1750-1777) y, sobre todo, enlas medidas tomadas por el trono a partir de la dcada de 1790. En estafase, el impulso reformista no significaba que sus inspiradores tuvieranla voluntad oculta de transformar el rgimen poltico, sino, simplemente,la de superar la crisis de la agricultura, poner lmites al poder seorial,aumentar la recaudacin e intentar calmar la agitacin campesina ante elespectro de la Revolucin Francesa. En comparacin con Espaa, estasmedidas fueron tmidas, sobre todo lo referente a las propiedades y lasrentas de la Iglesia.Aunque una parte de la nobleza ms conservadora se mostrara insatisfecha con la supresin de algunos derechos y privilegios, en los crculos ms lcidos se hizo cada vez ms generalizada la concienciade la necesidad de reformas. Para muchos de ellos habra que reformarlos derechos seoriales, limitar el inmenso poder material de la Iglesia(como los diezmos) e introducir medidas para garantizar el fomento dela agricultura, lo que chocaba, sobre todo, con los intereses de la aristocracia terrateniente absentista (aproximadamente el 80 por 100 de losgrandes propietarios).En el campo poltico, unos defendan discretamente las ventajas de una Constitucin, otros, ms moderados o prudentes, la convocatoria deCortes tradicionales (que no se reunan desde 1697). Ilustrados, unos yotros, sin embargo, crean discretamente que los cambios que era necesario realizar en las estructuras productivas y en la sociedad en general no podran hacerse sin transformaciones del rgimen poltico que limitase elpoder de las lites sociales tradicionales del pas.Despus de 1789, lo que se discuta discretamente se propag a la calle. Inicialmente, en los espacios pblicos de sociabilidad de Lisboa,los debates sobre la situacin en Francia alcanzaron el punto en que lapolica tuvo que prohibir todas las conversaciones sobre cuestiones polticas, como revelan las relaciones de los esbirros del gobierno. Pero fueimposible impedir la presencia pblica de la Revolucin. Muchas personas ostentaban prendido de su ropa el emblema tricolor y algunas nochescentenares de personas cantabanLa Marsellesaen las calles de Lisboa.Despus de una efmera paz en Europa, las hostilidades recomenzaran en 1803, lo que provoc un cambio poltico del gobierno portugus que hasta entonces se haba visto ms influenciado por los defensoresde las posiciones britnicas. Pero entonces se mostr ms favorable laaproximacin con Francia, al revs de Espaa, que, entretanto, abandonaba el campo francs y optaba por una posicin neutral, aunque a costade un precio muy elevado. Siguiendo la misma actitud, en 1804, Portugal obtuvo onerosamente el reconocimiento de su neutralidad, comprometindose a pagar diecisis millones de francos y asegurando que,terminada la guerra, hara cesar las prohibiciones sobre las manufacturas francesas. Lo que originaba este cambio de la posicin portuguesa,acercndose a Francia, no eran motivos ideolgicos, sino de naturalezacomercial y estratgica.Las ocupaciones napolenicas en Europa provocarn efectos contradictorios en los crculos polticos portugueses. Entre los ilustrados liberales despertaban alguna esperanza de que su influencia pudiera provocar cambios en Portugal, incluso, para algunos, la cada de la monarquaabsoluta. Hasta Portugal llegarn los ecos de las proclamaciones napolenicas de que las invasiones tenan el contenido de una exportacinde la revolucin, de una guerra de los pueblos contra los reyes, de ladefensa de las nacionalidades contra los reyes reaccionarios, de unalucha contra el feudalismo, la intencin de modernizacin administrativa de los pases para crear Estados modernos. Ante la indiferenciade las poblaciones rurales, la repercusin en Portugal de estas ideas libertadoras evidencia cmo, adems de en los reducidos crculos ilustrados,tambin entre las capas urbanas ms politizadas haba una generalizadaaspiracin de reformas ms profundas o incluso de cambio del rgimen.Esto se puso de manifiesto cuando el ejrcito francs entr en Lisboa el 30 de noviembre de 1807. Junot fue cumplimentado por los miembrosde la masonera, del ejrcito, de la Iglesia, de la aristocracia, del cuerpode comercio y otros elementos de las clases superiores de la nacin. Conello, respetaban las determinaciones del prncipe (que se retiraba a Brasil) y de las cartas pastorales de los obispos que aconsejaban no hostilizar a los invasores, lo que en aquellas circunstancias hubiera llevado a unsangriento desenlace. Por otro lado, en algunos de ellos y entre las capasurbanas ms politizadas todava se mantena la esperanza de que Junotpudiera implementar las reformas deseadas. Pero desde muy tempranoestas esperanzas se vern frustradas.Apenas dos semanas despus de la entrada de Junot en Lisboa estallaron las primeras hostilidades populares provocadas por los comportamientos agresivos de los invasores y la eliminacin de los smbolos de la nacin y de la casa real. Hay que subrayar que, al contrario de Espaa,los franceses entraron en Portugal como ocupantes, dominadores y arrogantes, cometiendo violencias y pillajes en su trnsito por las provinciasigual que en el resto de los pases ocupados como consecuencia delas habituales dificultades de aprovisionamiento de los ejrcitos napolenicos. Las poblaciones rurales apenas queran defender sus vidas ysus bienes. Para ellas era indiferente la cuestin de la Constitucin o delrgimen poltico.En Portugal, el estatuto de ejrcito de ocupacin del ejrcito francs tuvo como consecuencia la rpida disolucin del ejrcito portugus endiciembre de 18071; al contrario que en Espaa, donde su ejrcito semantuvo operativo e incluso particip en la primera invasin de Portugal. Tambin en contraste con Espaa, aliada de Francia en esa primera fase, en Portugal fueron los franceses quienes ocuparon los ms altoscargos, aunque conservando algunos colaboradores portugueses12. Desdeel principio, en Portugal se asisti a una ocupacin total, en el doble aspecto militar y poltico-administrativo.En estas condiciones, muy temprano, desde mediados de diciembre de 1807, la resistencia creci en Lisboa y en las provincias. Las contribuciones en las comarcas no eran suficientes para asegurar el pago de lastropas sobre el terreno, como los invasores haban decidido. El rechazodel pago de la contribucin extraordinaria de guerra era tan generalizadoque en junio de 1808 Napolen acept eximir a Portugal de la mitad deesta carga. La produccin agropecuaria disminua, Junot amenazaba conmedidas severas a los agricultores y ganaderos, que en gran nmero seresistan a proseguir su actividad. Se incrementaron, desde entonces, elnmero y la violencia de las protestas pblicas, aumentando la inseguridad del dominio francs. Y creci tambin la violencia de las medidas represivas, incluso contra los monasterios y conventos que servan deguarida a los rebeldes. Se consumaba as el aislamiento de los reducidos crculos intelectuales liberales, sin apoyo entre las capas rurales nisiquiera entre las clases bajas y medias de las ciudades. Las aspiracionesde reformas y las confrontaciones poltico-ideolgicas quedaron reducidas desde muy temprano al crculo ms prximo al gobierno de Junotcon la intencin influenciarlo.En este crculo haba una gran diversidad de posiciones: desde los afrancesados y anglofilos ilustrados, con un pensamiento ms o menosliberal, hasta la aristocracia conservadora, colaboracionista, que pretenda evitar reformas institucionales. En estas circunstancias, no siemprees fcil distinguir entre el oportunismo, el pragmatismo y las verdaderasconvicciones. Las diferentes aspiraciones reformistas tenan casi siemprefronteras muy difusas y deberan definirse no nicamente por coordinadas ideolgicas, sino tambin por opciones prcticas sobre el intersnacional y, asimismo, sobre la opcin dominante del apoyo o no a laambicin de Junot de ocupar el trono de Portugal.En verdad, las divergencias entre los defensores de Francia y de Inglaterra estuvieron dominadas, sobre todo, no tanto por postuladosideolgicos, sino por la consideracin de las ventajas comerciales, delas repercusiones internas de la dependencia exterior respecto a una uotra potencia, de los beneficios para la seguridad nacional, de la defensa de los territorios del imperio portugus y la proteccin en los mares,y de los alineamientos internacionales. En cuanto a la clase mercantil,los intereses no estaban tan divididos porque el comercio con Inglaterra y el de Francia eran complementarios, puesto que los productoscoloniales (sobre todo brasileos) ocupaban una posicin preponderante en las importaciones de los dos pases. La poderosa clase de loscomerciantes portugueses era, en lo esencial, defensora de una polticade neutralidad, pero una neutralidad ms favorable a Inglaterra, paraunos, o ms favorable a Francia, para otros. Hay que subrayar, incluso,que, en contradiccin con la apariencia, esta neutralidad y no el bloqueo continental decretado por Napolen, sera ms ventajosa para losintereses comerciales franceses.La verdadera batalla ideolgica fue entre los ilustrados afrancesados y la aristocracia ms conservadora. Pero hay que definir ms precisamente la clasificacin, muchas veces utilizada de forma difusa y ambigua,de afrancesados. La denominacin contiene posiciones muy diversasy, con frecuencia, contradictorias. Los ms radicales se situaban en laclase intelectual, incluso en la nobleza, tenan una formacin jacobina,masnica (aunque la masonera portuguesa tuviese relacin ms estrechacon la inglesa que con la francesa), estaban impregnados de los filsofosfranceses y desde finales del siglo xvm apoyaban ms o menos claramente a la Revolucin. Entre ellos, haba una parte de laintelligentsiaque se identificaba con la Espaa napolenica y presentaba grandes semejanzas con el poderoso grupo que apoy a Jos Bonaparte en el trono y laConstitucin de Bayona. Otra parte, apoyaba a los franceses en nombrede un sentimiento anglfobo, que tena sus orgenes ms evidentes en elsiglo xvm, culpando a Inglaterra del atraso econmico portugus. Finalmente, estaban quienes crean una posicin muy generalizada (sobretodo en la nobleza) que Francia podra impedir la anexin de Portugal por Espaa (recelo secular), como Junot informaba a Napolen.Este conjunto tan heterogneo de afrancesados interpretaba de formadiversa las promesas de reformas, incluso las de una Constitucin y de unrey constitucional, como en Varsovia y en aples, y como parcialmentehaban sido formuladas para Espaa.Al final, la denominacin de afrancesados se identific con los ilustrados que podramos denominar liberales o ideolgicos. Fueron muy activos en la formulacin de propuestas. Elaborarn las bases de unaConstitucin que combinaba las reglas que Bonaparte haba otorgado aPolonia con algunas normas de las antiguas Cortes portuguesas (comolas elecciones indirectas a travs de los individuos escogidos por losmunicipios) y que incorporara cambios sociales de carcter liberal, ascomo el fin del sistema feudal. La extincin de los derechos feudales eratambin insistentemente pedida a Junot por algunos responsables franceses, como Henri Carrion-Nisas, quien en su relacin con Napolenenumera las reformas ms importantes para consolidar la base de apoyodel bonapartismo en Portugal3.Las posiciones se dividan en torno a la profundidad de los cambios y a la figura del rey, que fueron motivo de confrontaciones muy duras.Debe recordarse que, al contrario que en Espaa, el trono estuvo siemprevaco despus de la salida de la familia real hacia Brasil en noviembre de1807, pocos das antes de la entrada de Junot en Lisboa. La destitucinformal de la Casa de Braganca por Napolen fue decidida por la proclamacin a los portugueses, el 1 de febrero de 1808, que estableca quetodo el pas fuese administrado y gobernado en su nombre, como Emperador de los Franceses, Rey de Italia y Protector de la Confederacindel Rin, y por el general en jefe del ejrcito de ocupacin, Junot4. Esemismo da decret la extincin del Consejo de Regencia nombrado porel prncipe antes de su partida, lo que supuso el ltimo golpe contra la continuidad dinstica anterior5.As, entonces la lucha ideolgica no se puede aislar de la lucha por la ocupacin del trono, mezclando ideas reformistas, posiciones conservadoras, intereses particulares y de grupo, personalizacin de diferentesproyectos, estrechos y efmeros pragmatismos.Sobre esta cuestin, tres posiciones diferentes contendan entre s con fuerza. Los adversarios de Junot e ilustrados moderados proponan laconvocatoria de las Cortes antiguas para decidir quin ocupara el trono.Otros pedan a Napolen una Constitucin y un rey constitucional miembro de su familia era la frmula en general adoptada por los afrancesados ideolgicos o liberales menos moderados. Ms fuerte era la influencia sobre Junot de la aristocracia conservadora, que prometa apoyarsus ambiciones de ocupar el trono de Portugal, ambicin inspirada enel modelo deaplescon el general Murat. El precio de esta ayuda erala promesa de que Junot no hiciese reformas profundas. Para legitimarsu nombre, esta aristocracia concibi una especie de Cortes antiguas, laJunta de los Tres Estados, que finalmente, el 30 de mayo de 1808, firmla representacin dirigida a Napolen y a la diputacin portuguesa enBayona, lo cual no fue posible porque el emisario no logr atravesarEspaa, que estaba ya entonces en plena insurreccin.En su relacin con Napolen, Carrion-Nisas reconoca que no fueron tomadas medidas con sentido liberal y anti-feudal porque cedieron antela aristocracia conservadora que como se supo despus constituaun grupo secreto que conspiraba contra el gobierno francs, simulandoapoyarlo. Admitan algunos cambios, sin duda, pero en el mismo sentido de otros casos conocidos en el Imperio en que las reformas limitadasfueron el ltimo aliento del absolutismo ilustrado y terminarn produciendo efectos reaccionarios. As, Junot se apoy en las lites existentessin crear nuevas lites, y de la ocupacin militar no result la emergenciade una nueva clase poltica.Puede admitirse que Napolen, despus de su entrevista con la diputacin portuguesa en Bayona, en abril de 1808, considerara otorgar una Constitucin a Portugal. Pero es cierto que, en lo relativo a reformas institucionales, nicamente expres claramente la intencin de introducir el Cdigo de Derecho Civil de 1804, cuya traduccin ya habasido preparada por los afrancesados ideolgicos y estaba lista para supublicacin apenas una semana despus de la llegada a Lisboa de la orden de Pars. En verdad, la capacidad gubernativa de este Consejo, despus de la entrada de los franceses, fue prcticamente nula.6 L.demigny,Carrion-Nisas et l'Espagne,op. cit.,pg. 144.En todo este proceso de reformas para Portugal fueron evidentes las dudas de Napolen, que contrastan con lo que pas en Espaa. El caosadministrativo y la reconocida incapacidad de Junot para superarlo nogarantizaran la eficacia de las reformas, como expresamente el emperador haba admitido. Por otra parte, siempre estaba presente la posibilidadde la anexin de Portugal por parte de Espaa, en donde se produciranlos cambios. Tambin se debe considerar que el dominio poltico-administrativo de Junot sobre el territorio fue dbil y breve: en junio ya estaba todo el pas en revolucin. Adems, el apoyo a los ocupantes de losafrancesados ideolgicos (localizados sobre todo en Lisboa y Coimbra),igual que en Espaa, no fue tan amplio como se haba previsto.Pero, al contrario de Espaa, en Portugal no surgi una corriente reformista independiente de los invasores. Las propuestas reformistas fueron siempre presentadas bajo la forma de peticiones a los ocupantes. El compromiso bonapartista era para los ilustrados moderados o para los liberales la nica va posible para alcanzar reformas institucionales y econmicas. En estas condiciones, los afrancesados reformistas, totalmenteidentificados con el apoyo a los invasores, no podran conducir la luchapatritica de los sectores populares, que los iban a perseguir, matando amuchos en las provincias durante y despus de la ocupacin.Al contrario, la alta y media nobleza que se mantuvo en sus dominios, o que haba salido de Lisboa cuando lleg Junot hacia sus casas solariegas en el norte y el centro, aguardaba. Su papel de agregacinsocial se vio favorecido porque los seoros fueron un espacio msamplio de unidad territorial y coordinacin poltica en el plano local yregional que el de los municipios. Creca as la importancia del papelpoltico de la aristocracia provincial que segua conservando algunaautoridad sobre las elecciones de las Cmaras y otros aspectos administrativos, judiciales y polticos regionales. Adems, su ascendenciasobre las poblaciones derivaba tambin de la relacin de un cierto pa-ternalismo que, sobre todo en el nordeste, los seores tenan con loscampesinos, creando una dependencia social que sera bien aprovechada por la aristocracia provincial para conseguir apoyo popular para acciones contrarrevolucionarias en toda la primera mitad del siglo xix.As, despus de una primera fase expectante, en el momento oportunopudo levantarse para dirigir la insurreccin popular contra el ejrcitode los jacobinos y herticos en nombre de la Patria, del Trono y del 5Altar y promoviendo la organizacin de las fuerzas que defendan la seguridad de las poblaciones.Por lo que respecta a la Iglesia, despus de un primer perodo conciliatorio, asumi un papel decisivo en la resistencia contra los franceses. Adems de su influencia como intermediaria entre la proteccin divinay el sufrimiento humano, era la nica institucin uniflcadora de todo elpas, correspondiendo as al fuerte sentimiento nacional de los portugueses, y cuyo poder era reconocido tambin por su identificacin anclada en el pasado y en la tradicin popular. El prestigio popular de losmiembros del clero en la guerra nacional aumentaba no slo porque eranmillares los que combatan, sino tambin porque mostraban gran capacidad de mando. Algunos tuvieron intervenciones tan valerosas que fueronlegendarios, verdaderos hroes populares cuyos nombres fueron conocidos en todo el norte. Temidos por los generales franceses (Loison, porejemplo), que decan que un clrigo comandando una guerrilla vala msque un ejrcito. Fama que se divulgara y generara en el imaginario dela poblacin rural una dimensin sobrenatural de los clrigos-guerreros(como el clebre fraile del hbito blanco), hasta el punto de creer quelas balas de los franceses nunca los alcanzaran. ste es un factor fundamental para comprender cmo la guerra patritica contra el invasor setransform en una guerra religiosa contra los horrendos jacobinos y herejes, los demonacos enemigos de Dios que profanaban las iglesias,robaban los sagrados objetos de culto y maltrataban a los sacerdotes. Enestas condiciones, le fue fcil transferir su autoridad del campo espiritualal poltico y asumir tambin el liderazgo de la resistencia patritica.Se definan as las dos fuerzas Iglesia y aristocracia provincial-cuya alianza, aprovechando las circunstancias favorables, bloqueara el proceso reformista que se haba desarrollado desde finales del siglo xvmy tendra una influenza dominante en el trayecto contrarrevolucionariode la lucha patritica durante las invasiones e incluso despus de ellas.La composicin de una parte de las juntas patriticas (en el norte y el centro) refleja la influencia dominante de estas fuerzas, siendo muygeneralizado el criterio de la representacin tradicional de los tres rdenes o estados. Pero no hay una perfecta uniformidad nacional. En elnorte, los datos conocidos nos permiten concluir que estaban integradaspor miembros de los poderes administrativos locales que estuvieron enfunciones y que no fueron colaboracionistas muy comprometidos; pormilitares graduados, que as asuman por la primera vez funciones polticas; por negociantes y letrados no afrancesados y, en una posicin preponderante, miembros del alto y medio clero secular y de la alta y medianobleza provincial. En el sur, la composicin de las juntas presentabaalgunas diferencias, con predominio aqu de la participacin de oficialesy clrigos de grado medio o bajo y de una burguesa de comerciantesmedios y tambin de letrados, siendo diminuta la presencia de la nobleza. Lo que justifica esta diferencia es que en el sur era escasa la implantacindel rgimen seorial y la Iglesia ejerca (como an hoy) mucha menosinfluencia popular. En general, en la constitucin de las juntas locales yprovinciales hubo la preocupacin de integrar a los grupos sociales msinfluyentes, sin la participacin de elementos populares (excepto en doscasos efmeros), y tambin a las magistraturas e instituciones anterioresque apoyaran la aclamacin del Prncipe legtimo, con el objetivo dehacer ms incontestada su legitimidad, reforzada por actos de aclamacin popular.En el conjunto del pas se puede concluir que es en el sur donde los magistrados anteriores del poder central estn con ms frecuencia en elpunto de mira de la furia popular y que es ms evidente en el centro ysur el contenido social de las confrontaciones. Pero la dbil coordinacin regional de los movimientos y la ausencia de dirigentes ilustrados einfluyentes no han permitido que estas acciones aisladas pudiesen transponerse al plano poltico de una contestacin del Antiguo Rgimen o dedefensa de reformas amplias.Al contrario, en el norte y parte del centro, en donde predominaba la guerra religiosa, era relativamente eficaz la coordinacin de la Junta Provisional do Govemo Supremo do Reino, constituida en Oporto el19 de junio de 1808. Como la Junta de Sevilla, la de Oporto se declarabacon autoridad sobre todo el reino, pero en realidad nicamente estabanbajo su dependencia jerrquica los nuevos rganos de gobierno y losayuntamientos restaurados en el norte y el centro. Asimismo, la Juntade Oporto fue el rgano poltico ms importante de la guerra patritica.Su composicin era muy conservadora y estaba presidida por el ultraconservador obispo de Oporto que interpretaba estrictamente el sentidode la guerra religiosa y tradicionalista sin contestar el Antiguo Rgimen.Por ejemplo, cuando estall la revuelta de Oporto contra los invasores,el 18 junio de 1808, aprovechando la gran convulsin, algunos militaresintentaron constituir un poder nacional en la ciudad con el objetivo dereponer la legalidad e instaurar un nuevo sistema de gobierno legitimadoen Cortes y sancionado por el trono, a quien pediran una Constitucin.En realidad, se trataba de una propuesta de giro poltico en un sentidoliberal conservador. Pero el obispo de Oporto, que el da siguiente ocupla presidencia de la Junta Provisional, orden la prisin de los responsables de esta accin, bajo la acusacin de crimen atrocsimo.As, aunque creo que se puede admitir que la composicin social de las juntas locales y provinciales no fue, en general, tan diferente en Portugal y en Espaa, en las juntas portuguesas del norte (las que tuvieranms capacidad de decisin poltica) podemos asumir que la influenciade la Iglesia y de la alta y media nobleza fue dominante, mucho menorla presencia de elementos acomodados de la burguesa e inexistente la participacin de los ilustrados no alineados con el Antiguo Rgimen. Enel medio rural, la hostilidad popular contra los ilustrados y los liberales,identificados con franceses y traidores, les impeda cualquier posibilidad de influir en los gobiernos locales o regionales. nicamentepodan intentar influir sobre Junot, como decimos.En Espaa, algunas juntas tuvieron una cierta perspectiva de cambio poltico, incluso estando constituidas mayoritariamente por subditos deun rey al que le haban impedido de reinar. Por eso sus proclamas y documentos utilizaron a menudo el trmino revolucin, aunque acompaado de los calificativos de gloriosa, feliz o santa. En Portugal noes conocida la utilizacin del trmino revolucin por las juntas, sinolos de movimiento restaurador o restauracin, guerra nacional,guerra santa, guerra patritica o revuelta popular. En estas juntasno se impone la voluntad de introducir cambios polticos, sino la de restauracin o de regreso al rgimen anterior anclado en la triloga Altar,Trono y Patria y en la conservacin de la sociedad tradicional. Desde lasjuntas locales hasta la Junta Suprema el lenguaje es el mismo.La cuestin trasciende lo meramente terminolgico. En Espaa hubo un proceso liberal que se desarroll a partir de la oposicin a los franceses y que culmin en las Cortes revolucionarias de Cdiz. En Portugal,una revuelta popular no encuadrada en un proyecto reformista, sino contrarrevolucionario. La insurreccin pudo ser contenida sometida al respeto del sistema y no tuvo proyeccin poltica en los centros superioresde decisin del movimiento patritico. Y en stos no hubo Floridablan-cas que defendieran la idea de una Junta Central con mayor autoridadque las Cortes8, ni un Jovellanos que afirmara con claridad ideas sobrela necesidad de introducir reformas profundas en la agricultura, que necesariamente chocaran con derechos seoriales y con la organizacineconmico-social.Pero lo que pas en Portugal no fue nicamente una revuelta patriti-co-nacional. En realidad tuvo tambin, confluyendo con ella, un contenido de revuelta social contra ciertas cargas seoriales y sus recaudadores y contra las autoridades administrativas ms opresivas de la monarquaabsoluta (algunos corregidores y sobre todo odiados jueces de forafueron asesinados y brutalizados). Se trataba de viejas lneas de conflictividad que ahora explotaban. Sin embargo, slo fue formulado una vez un programa concreto de reformas agrarias por una junta popular que,por eso, fue prontamente reprimida con ferocidad por la Junta Provisoriado Porto6. Fue la prueba ms evidente de que el rgano ms poderosode la direccin de la guerra patritica no admita reformas econmico-sociales.' Richardhocquellet,Resistencia y revolucin durante la Guerra de la Independencia. Del levantamiento patritico a la soberana nacional,Zaragoza, Prensas Universitarias de Zaragoza, 200', pg. 179. Texto de 1796,Informe en el expediente de ley agraria,3." ed., pg. 19 (citado en Miguelartola,Antiguo Rgimen y revolucin liberal,2. ed., Barcelona. Ariel, 19'3).Veamos ahora, segn otra perspectiva, el sentido y la dimensin de la influencia ejercida en este conflicto por los impresos, peridicos o no,como instrumentos de la lucha ideolgica.El brote de la literatura de resistencia agita completamente el estado letrgico en que antes se encontraba la prensa portuguesa. Primero fueron los panfletos, con mayor facilidad de produccin y distribucin. Secalcula que entre 1808 y 1815 (con mayor intensidad hasta 1811, cuando desaparece la amenaza militar sobre el territorio nacional) circularonms de dos mil, adems de muchos otros impresos en prosa y verso. Lospanfletos pueden ser clasificados en cuatro tipos principales: anti-franceses en general, especficamente anti-napolenicos, anti-afrancesados(esto es, contra los que manifestaban simpata por las ideas liberales) ypuramente patriticos. El punto de mira era casi siempre el mismo: lafigura del emperador, contra la cual eran ms violentos los panfletistas, ytambin contra los generales franceses. Denunciaban violentamente lasatrocidades de los jacobinos e impos invasores, instigaban contra losafrancesados, pugnaban por la Santa Iglesia tradicional, defendan apasionadamente la Casa Real y la liberacin de la patria, o exaltaban lasvictorias militares portuguesas y espaolas. Al mismo tiempo, circulabanen Portugal impresos anti-franceses venidos de Espaa y el inverso tambin ocurra. Esta combativa literatura panfletaria crece desde diciembrede 1807 y alcanza su punto culminante hacia principios de junio de 1808,lo que provoc gran preocupacin entre las autoridades francesas, muyevidente en las violentas medidas represivas que tomaran contra ella.Los peridicos no acompaaron inicialmente esta torrencial produccin panfletista, por su mayor dificultad de impresin y distribucin clandestina, pero se multiplicaron rpidamente tras la salida del ejrcitofrancs al final de la primera invasin. Napolen ordena dos invasionesms, en 1809 y 1810, pero stas dominarn nicamente partes del reinoy as el gobierno portugus, al contrario que en 1808, pudo establecerseen Lisboa como poder legtimo general. No obstante, aunque el dominiomilitar francs fuese limitado territorialmente, el gobierno portugus saba que las ideas de los invasores iban ms all, por consiguiente tuvo que utilizar medios de propaganda ms intensos no limitados a la iniciativa oficial. se fue el motivo de la relativa tolerancia concedida a laprensa, lo que permiti formar un espacio pblico de debate poltico queno exista hasta entonces. Todava era una libertad limitada, ya que noestaban permitidos los ataques al gobierno ni la defensa de ideas que pudieran ser confundidas con afrancesamiento. Apenas se poda escribirlibremente contra los franceses, contra la ambicin imperialista de Napolen y exaltar las luchas libertadoras en los pases europeos. La mayorade los peridicos fundados entonces se limitaban a publicar noticias deacontecimientos militares y polticos en Europa, sin comentarios o concomentarios muy prudentes. Pero, a la vez, la buena acogida que tuvieron aquellos que sutilmente introducan algn mensaje liberal y quepor eso fueron suspendidos en 1810 es una buena seal de cmo enlos crculos ilustrados permanecan las ideas anti-absolutistas. La batallade ideas apoyada en los medios de informacin pblica se intensificaba,aunque de manera subrepticia. En un solo da, el 1 de septiembre de1809, fueron fundados cuatro peridicos, lo que provoc el pnico en elgobierno, que orden a la Junta de Impressao Regia que no permitiesela impresin de ningn peridico nuevo. A partir de Ro de Janeiro, eltrono reacciona con mucha severidad, ordenando al gobierno que apenas autorizase la circulacin de los impresos que contribuyesen para lasalvacin del Estado y de ninguna forma los que pudiesen pervertir a losciudadanos bien intencionados.Por lo tanto, contrariamente a lo que es comn afirmar, no se puede decir que esta pequea tolerancia del poder fuera el resultado de la formacin compleja de un espacio de opinin publica crtica, sino el intento de crear un bloque de opinin nacional para servir a los interesesde los gobernantes. De hecho, no se trataba todava un espacio pblicoautnomo respecto del poder.Por otra parte, considerando el campo contrario, hay que tener en cuenta que esta abundante literatura de resistencia mantena una duralucha con la propaganda de los invasores, siendo uno de los aspectosms expresivos y desconocidos del combate ideolgico que entonces sedesarrollaba en Portugal. Se sabe que en otras regiones europeas ocupadas las fuerzas napolenicas tuvieron la preocupacin de desarrollaruna intensa actividad propagandstica, intentando atraer el apoyo de losgrupos ilustrados e incluso de otras capas sociales11. Pero la orientacinde esa ofensiva y sus resultados no dependan apenas de la voluntad de los invasores, sino tambin de la tradicin y de la fuerza de la prensa delpas. As, por ejemplo, en Bruselas y Amsterdam, dos de los centros europeos ms desarrollados, la administracin francesa tuvo que controlar,respectivamente, entre die? y veinte peridicos. A veces, las autoridadesnapolenicas vacilan o incluso retroceden ante la fuerte tradicin liberaldel pas, como fue el caso de Holanda. Por eso, en ciertos casos, lejos desuprimir peridicos, optan por ejercer una estrecha vigilancia sobre ellos.Esta solucin, sin embargo, se revel ineficaz. Como alternativa, decidieron la creacin de otros peridicos. Fueron, por ejemplo, los casos deMalta, Egipto o Italia. En Portugal, los invasores tuvieron dos peridicosa su servicio: laGazeta de Lisboa,en la primera invasin, y elDiario doPorto,en la segunda." Destacamos tres obras sobre este tema: Robertholtman,Napoleonic Propaganda,Baton Rouge, Louisiana State University Press, 1950; Andrcabanis,Lapresse sousNo obstante, por sus caractersticas y su precio, los peridicos tuvieron una influencia limitada. Ms eficaz fue la abundante literatura pan-fletaria que era divulgada con facilidad, fijada en los muros y distribuida de mano en mano. Como en otros pases ocupados, el ejrcito francsfue precedido de proclamas dirigidas a los pueblos defendiendo enfticamente sus ideas y propsitos libertadores de las cargas feudales y de laopresin del rgimen absoluto. Amenazaban tambin con castigos a lossoldados franceses que cometiesen delitos, con el fusilamiento a los portugueses que tomasen armas contra los invasores y con ser incendiados alos pueblos que resistiesen. Evidentemente, para las poblaciones ruralesesta propaganda francesa era completamente ineficaz. Sin embargo, algunos crculos lustrados la lean, la distribuan por vas particulares,la ocultaban, la copiaban multiplicando el nmero de ejemplares e incluso producan clandestinamente papeles originales defendiendo que losfranceses podran libertar Portugal de la opresin social y poltica, y dela sumisin a Inglaterra.Aunque muy interesante, este asunto no est estudiado, versando los estudios nicamente sobre la propaganda patritica anti-francesa. Laspesquisas que hicimos en los archivos de la polica muestran que estapropaganda pro-francesa en la segunda y tercera invasiones era comprada por muchas personas en las libreras de Lisboa y Oporto, dondelas inspecciones policiales descubrieron muchos ejemplares. Se puedeevaluar la abundancia de la literatura panfletaria pro-francesa, la acogidaque recibieron en algunos crculos y el recelo que provocaban en las autoridades portuguesas por la enorme dureza de las medidas legales que promulgaran (sobre todo el decreto de 20 de marzo de 1809 y el edictode 6 de septiembre de 1810). En ellos se reconoca que los infames ysediciosos papeles de los franceses representaban gran peligro porqueintentaban con sofismas artificiosos alucinar a los simples, aterrorizar alos flacos y animar a los perversos, con la finalidad de conseguir por latraicin y por medio de la desconfianza entre los pueblos lo que jamspudieren conseguir contra el valor y el herosmo de la nacin portuguesay de sus generosos aliados. Castigos muy pesados estaban previstospara todos los que tuviesen estos papeles y los divulgasen.le Consulat et l'Empire (1799-1814),Pars, Socit des tudes Robespierristes, CNRS, 1975, y Marcmartin,Les origines de lapresse militaire en France: 1770-1799,Paris,Ministere de a dfense, 1975. Las dos primeras poseen el gran mrito de que, superandolas monografas locales, por primera vez estudiasen el conjunto de la prensa peridicadominada y orientada bajo las rdenes del Imperio.Entretanto, a mediados de ese ao de 1809, aunque pasada la segunda invasin, se reconoca que todava la situacin era inestable y peligrosa. Las autoridades conservadoras an recelaban de los efectos sobre la seguridad poltica de las ideas reformistas y afrancesadas que continuaban latentes e incluso en difusin a partir de crculos no muy limitados.Desde finales de 1809, un conjunto de circunstancias polticas y militaresprovoc la toma de medidas gobernativas restrictivas que ocasionaronla quiebra del movimiento periodstico. Se saba que la amenaza francesa no estaba suficientemente distante, lo que sin tardanza se confirmcon la tercera invasin, en el verano de 1810, por un ejrcito de 80.000hombres, bajo el mando de Massena, que slo se retir del territorio portugus a finales de marzo de 1811. Como respuesta, el gobierno refuerzala necesidad de defender el nimo patritico y las instituciones, con laconciencia del peligro que significaba para el poder absoluto el desarrollo de las aspiraciones reformistas.Ya antes, terminada la primera invasin, desde finales de 1808, el gobierno afrontaba una situacin delicada porque una parte de la poblacin de Lisboa manifestaba hostilidad contra los soldados de la guarnicinmilitar inglesa. Los gobernantes acusaban a los partidarios de Francia defomentar el sentimiento anglfobo, que era antiguo y muy fuerte en ciertas capas de la poblacin. El propio gobierno incitaba a los portugueses adenunciar a los sospechosos, incluso cuando no existan pruebas suficientes. Por influencia de los gobernantes, de la Iglesia y de los grupos msconservadores, los sectores populares pasaran a aplicar indiferentemente y con igual odio el sambenito de afrancesado, jacobino y masn a todosospechoso de colaboracionismo. De esta forma, la acusacin presentabaun contenido simultneamente patritico, antiliberal y en defensa de lareligin tradicional. En estas condiciones, la reaccin popular contra losacusados de colaboracionismo fue terrible a lo largo de todo el pas ysobre todo en Lisboa: persecuciones violentas se sucederan basndoseen acusaciones annimas e indiscriminadas que resultaban ser muchasveces ajustes de cuentas personales. Los sectores populares se tomabanla justicia por su mano. En marzo de 1809, numerosas personas fueron presas, la mayor parte miembros de la masonera. Al ao siguiente,despus de la nueva entrada de los franceses y de la desastrosa toma, el 28 agosto, de la simblica plaza de Almeida (en la frontera con Espaa),la represin fue an ms intensa. El endurecimiento del gobierno portugus culmin con la prisin y deportacin, en septiembre, de medio centenar de prestigiosas personalidades sospechosas de afrancesamiento(magistrados, comerciantes, oficiales del ejrcito, clrigos y elementosde las profesiones liberales), bajo el pretexto infundado de organizar unaconspiracin. Fue verdaderamente el terror blanco desencadenado porel gobierno y la furia popular descontrolada, sobre todo en Lisboa, desdefinales de 1808 hasta finales de 1810.El recelo del gobierno hacia estos afrancesados no era por que ellos pudiesen promover una revolucin, sino por la influencia que pudieran ejercer en el desarrollo de un proceso reformista. Queran eliminarcualquier vestigio de las propuestas constitucionales que fueron discutidas durante la primera invasin.Es paradjico que fuera el prncipe, desde el Brasil, quien defendiera la necesidad de reformas como forma de evitar la propagacin de losgrmenes ms radicales lanzados por los franceses y sus seguidores portugueses: las Instrucciones regias de 1808 dirigidas al obispo de Oporto,y despus las Cartas de Ley de 1809 y 1810, proponan reformas en loscampos de la defensa y tambin de la administracin econmica y financiera que presentaban algunos aspectos relativamente osados (comoreducir las cargas seoriales y reformar los diezmos). Por eso fueroncontestadas por los sectores ms conservadores del Consejo de Estadoy del gobierno de Lisboa, que las consideraban demasiado avanzadas ydificultaron por todos los medios su aplicacin.Desde mediados de 1809, el incremento de la presin represiva amenaz tambin a la prensa peridica, lo que hizo desarrollar el combate ideolgico en otro plano. Ese ao fue publicado en Londres un peridico,elArgus,cuya finalidad era combatirlas ideas liberales que, como deca,se difundan en ncleos ilustrados de Portugal y en los influyentes crculosde comerciantes portugueses en Londres. Los periodistas sospechosos deno repudiar suficientemente las ideas liberales sufrieron persecuciones,aunque hubieran combatido con decisin a los invasores y estigmatizadoduramente a Napolen. As, a comienzos de 1810, fue prohibido elCrrelo da Tardey, en 25 de julio de 1810, sucede lo mismo con elCrreloda Pennsula ou Novo Telgrafo.Algunos periodistas, temiendo persecuciones, emigran para Londres, en donde fundan peridicos defensoresde las ideas contrarias al Antiguo Rgimen. Estos peridicos entrabanclandestinamente en Portugal y as tuvieron influencia en la defensa delas ideas liberales, lo que ayud a preparar la Revolucin de 1820. Enla opinin pblica ilustrada (burgueses y nobles) se generalizaba la ideade que las reformas eran improrrogables. Pero las opiniones se dividanen cuanto a la finalidad y a los medios. Unos defendan que las reformas regeneradoras, moderadas, eran conciliables con el orden monrquicoexistente bajo la Constitucin Antigua de Portugal (esto es, las Ordenaciones y las Cortes como medio de consulta popular); otros previeronque la convocatoria de las Cortes segn el modelo tradicional desencadenara un proceso que conducira inevitablemente a la convocatoria deCortes nuevas y, en el proceso, a la quiebra de la monarqua absoluta(era presente para ellos la experiencia francesa de 1789 de una asambleaconvocada segn el modelo tradicional que se transform en una asamblea revolucionaria). As, el debate sobre las reformas se centraliza ahorasobre la cuestin del rgimen poltico. Para combatir estos peridicosson creados en Portugal muchos peridicos y panfletos que defienden elAntiguo Rgimen con un lenguaje despojado y persecutorio, exigiendolas ms crueles torturas y la horca para los periodistas liberales. El debatepoltico adquiere una pasin y una violencia indita hasta entonces. Estatensin pona de manifiesto que exista la conciencia de un inminentedesastre. La clase comercial, debilitada con la abertura de los puertos deBrasil en 1808, que les haba privado del monopolio sobre aquel lucrativo comercio, y ms interesada en los negocios externos, no tuvo un papeldestacado en este proceso. En una situacin de degradacin extrema delpas, la conciencia de que era necesario y urgente introducir cambiospermiti superar las, generalmente, sencillas y limitadas aspiraciones dereforma para dar paso a una transformacin revolucionaria del rgimenpoltico en 1820.ESPAALIBERALES, SERVILES Y AFRANCESADOS1Junot organiz una divisin con oficiales portugueses (afrancesados) y soldadospara combatir al servicio de Napolen, que ste denomin Legin Portuguesa.2La excepcin ms grande fue el mantenimiento del afrancesado intendente generalde la polica, aunque slo hasta finales de marzo.3Louisdemigny,Carrion-Nisas et l'Espagne, enFederation Historique du Languedoc Mditerranen et du Roussillon,XXIX Congrs, Montpellier, 40, rue Proudhon,1956,pg.113.4Todo el pas significaba que el reparto con Espaa de la autoridad sobre el territorio portugus no era ya admitido.5El Cdigo fue publicado por la Prensa Imperial y Real, en 1808, con el ttuloCdigo do Processo Civil.6La violenta revuelta popular de Arcos de Valdevez, el 10 de julio de 1808, destituy al gobierno local y formul un pequeo programa de reformas del rgimen seorial.Dos das despus era sofocada la rebelin, considerada por las autoridades como un insulto a la soberana, y sus jefes ahorcados o deportados a frica.

Nuestra antigua legislacin constitucional, modelo para los liberales de 1808-1814?Mara Cruz ROMEO MATEOUniversitat de ValenciaQuien lea hoy, doscientos aos despus, el registro de la primera sesin de las Cortes Generales y Extraordinarias de 24 de septiembrede 1810 no puede dejar de sentir una cierta extraeza y perplejidad. Losdiputados que se reunieron en la Real Isla de Len se haban congregadopreviamente en la iglesia Mayor de San Fernando a implorar la asistencia divina por medio de la misa del Espritu Santo. Despus del Evangelio y de la oracin exhortatoria pronunciada por el obispo de Orense,presidente del Supremo Consejo de Regencia, el secretario de Estado ydel Despacho de Gracia y Justicia pronunci la frmula del juramento,que dice as:Juris la santa religin catlica, apostlica, romana, sin admitir otra alguna en estos Reinos? Juris conservar en su integridad la nacin espaola y no omitir medio alguno para libertarla de sus injustosopresores? Juris conservar a nuestro amado soberano el Seor DonFernando VII todos sus dominios, y en su defecto a sus legtimos sucesores, y hacer cuantos esfuerzos sean posibles para sacarlo del cautiverio y colocarlo en el Trono? Juris desempear fiel y legalmenteel encargo que la Nacin ha puesto a vuestro cuidado, guardando lasleyes de Espaa, sin prejuicio de alterar, moderar y variar aquellas queexigiesen el bien de la nacin?.Los diputados juraron, por supuesto, y pasaron de dos en dos a tocar los Evangelios. Los actos religiosos finalizaron con el himnoVeni, SneteSpiritusy elTe Deum.Se dirigieron luego en comitiva hacia el teatro de la ciudad, habilitado para sede de las Cortes, cuyas galeras de asistentes estaban preparadas para la ocasin, segn un orden prefijado: cuerpo diplomtico, nobleza, militares de alta graduacin, seoras de distincin y, porltimo, el pblico en general. Despus del discurso del obispo de Orensey de la lectura de la memoria de la Regencia, tom la palabra el diputadoDiego Muoz Torrero y expuso la conveniencia de decretar quelas Cortes Generales y extraordinarias estaban legtimamente instaladas; que en ellas reside la soberana; que convena dividir los tres Poderes, legislativo, ejecutivo y judicial, lo que deba mirarse comobase fundamental, al paso que se renovase el reconocimiento del legtimo Rey de Espaa el Seor Don Femando VII como primer actode la soberana de las Cortes; declarando al mismo tiempo nulas lasrenuncias hechas en Bayona, no slo por la falta de libertad, sino muyprincipalmente por la del consentimiento de la nacin.Casualmente, o tal vez no tanto, y tras otras intervenciones del mismo tenor, un diputado, Manuel de Lujan, ley la minuta del decreto que se haba preparado para la ocasin. Fue el primer decreto de las Cortesde Cdiz y, en opinin de muchos historiadores, el ms trascendental detodos. Vale la pena recordar cuatro de sus puntos: los diputados decanrepresentar a la nacin; en las Cortes resida la soberana nacional; sedeclaraba nula la cesin de la Corona, acaecida en Bayona en 1808, y seestableca la separacin de poderes, reservndose las Cortes el ejerciciodel legislativo1.Haba nacido el liberalismo? En todo caso, el triunfo de quienes por entonces comenzaran a llamarse liberales fue indudable. Sin embargo,desde entonces, sus fundamentos no han dejado de ser discutidos y, enparte, con razn. El giro radical que representaban las nociones de soberana y de nacin respecto al imaginario poltico del Antiguo Rgimeny a la estructura de la monarqua hispnica se produjo, paradjicamente, en un entorno simblico y material la escenificacin de la primerasesin que privilegiaba el poder de la religin, la presencia del reyausente y la jerarquizacin de la sociedad en estados y rangos. Cmofue posible este giro? Cmo fue posible que en una monarqua como lahispnica, que para todo europeo informado era ejemplo de fanatismoreligioso y retraso cultural, se produjera una revolucin poltica como laque se escenific el 24 de septiembre de 1810?' Diario de Sesiones de las Cortes Generales y Extraordinarias (DSC),24 de septiembre de 1810. Agradezco los comentarios de Jess Milln, Xavier Andreu y Josep Ramn Segarra.Esta pregunta no ha dejado de plantearse desde entonces. Para unos, era la providencia; para otros, era el resultado del sacrificio de un puebloque, tras siglos de despotismo, rompa las cadenas que lo esclavizaban;otros, en fin, responsabilizaban a la filosofa moderna que, aduendosede las conciencias de unos pocos, haba logrado destruir las esencias patrias. Fuera cual fuese la respuesta que entonces se dio, todas coincidanen envolver de un cierto misterio lo ocurrido en Cdiz entre 1810 y 1812;un misterio que la historiografa ha intentado desvelar.A vueltas con los orgenes de 1812Durante buena parte del siglo xx, en especial de su segunda mitad, ha sido hegemnico un modelo explicativo que implcita o explcitamentevea 1808-1814 como el momento fundacional de la Espaa contempornea, como el arranque de un tiempo nuevo, que la Constitucin de 1812sintetizaba como expresin ms acabada de la nueva ideologa liberal odel programa revolucionario de la burguesa liberal1. En cierta forma ysalvando las distancias de todo orden, 1812 sera un 1789 a la espaola.Tambin en Francia la historiografa aliment durante mucho tiempo la imagen de 1789 como el ao cero de un mundo nuevo. Aceptandola definicin temporal de la identidad nacional elaborada por los protagonistas de la revolucin de 1789, la historia como disciplina tenala funcin social de conservar este relato de los orgenes, segn elcual 1789 representaba un cambio radical, una ruptura con el pasado y eladvenimiento de una nueva poca. Como es bien sabido, esta imagen fueradicalmente criticada por Francois Furet, quien encontr en Tocquevilleel fundamento de su interpretacin: y si en este discurso de la rupturaslo existiese la ilusin del cambio?2. Como es tambin conocido, lasrespuestas a este interrogante impulsaron un espacio ms complejo dereflexin en torno a ese acontecimiento.La historiografa poltico-cultural de las dos ltimas dcadas del siglo xx sostuvo que la Revolucin Francesa se inscriba en un proceso cuyos materiales bsicos no se haban creado en 1789. Para Keith M.Baker, la pregunta clave era entender cmo se invent la revolucin,cmo pudo pensarse en el interior de la cultura poltica de una monarqua absoluta como era la francesa de la segunda mitad del siglo xvm.Plantear este problema obligaba a una reconsideracin de la dinmica del Antiguo Rgimen que atendiera a la invencin del escenario revolucionario, de sus principios y de sus prcticas, en el interior de la culturapoltica dieciochesca, a su vez modificada por la aparicin de un lenguajede la disensin que, adems de colocar en el centro del debate la opininpblica, se inscriba en un contexto de disputas sobre el orden poltico religioso de la monarqua3. Desde otros planteamientos tericos que, sibien crticos con el giro lingstico defendido por Baker, parten del concepto de cultura poltica definido por ste , tambin Roger Chartier hamostrado cmo el itinerario que enlazaba ilustracin y revolucin, ideasfilosficas y ruptura revolucionaria, fue menos evidente, lineal y progresivo del que en su da sostuvo Daniel Mornet. Para Chartier no se trata deapuntar, como sostiene Baker, que los orgenes culturales sean la causade la revolucin, de modo que sta est escrita antes de su advenimiento,sino de analizar las condiciones, es decir, los cambios de sensibilidades,los modos de interpretacin de la realidad, que la hicieron posible, restituyendo la radicalidad del surgimiento de 1789 y encontrando las continuidades que lo insertan en la historia de la monarqua francesa4.La historiografa francesa, por lo tanto, ha propuesto como problema la conciencia histrica de los actores de 1789, obsesionados por la certidumbre de la ruptura absoluta con el pasado, y ha cuestionado el relatode la identidad del que hablaba Furet. En el caso espaol, un interssemejante por discutir la supuesta inauguracin de la contemporaneidadaunque fundado en otros presupuestos terico-metodolgicos haanimado los estudios sobre los orgenes ideolgicos y polticos del debate constitucional de 1810-1812. En Espaa, sin embargo, el problema noera tanto histrico como historiogrfico o de las visiones del pasado y delpeso de los paradigmas.En efecto, el relato de los orgenes de la contemporaneidad encontraba ms de una dificultad cuando se haca partir de la conciencia histrica de los individuos del momento fundacional de 1808 y de las Cortes deCdiz. A diferencia de 1789, la revolucin poltica iniciada en Cdiz nose present como discontinuidad sustancial con el pasado, sino comoreforma, tal y como se argument en el famosoDiscurso preliminara la Constitucin de 1812, atribuido a Agustn de Arguelles: La ignorancia,el error y la malicia alzarn el grito contra este proyecto. Le calificarn de novador, de peligroso, de contrario a los intereses de la naciny derechos del Rey. Mas sus esfuerzos sern intiles y sus impostoresargumentos se desvanecern como el humo al ver demostrado hasta laevidencia que las bases de este proyecto han sido para nuestros mayoresverdades prcticas, axiomas reconocidos y santificados por la costumbrede muchos siglos. Para los redactores del proyecto constitucional, setrataba de adaptar las leyes fundamentales de Aragn, Navarra y Castillaa un nuevo mtodo, acorde con el adelantamiento de la ciencia delgobierno.En los ltimos aos, en consecuencia, se han hecho grandes y valiosos esfuerzos por poner de relieve el trasfondo doctrinal y poltico-cultural del que surgi la Constitucin de 1812, tenida, a su vez, como sntesis y expresin del primer liberalismo espaol. En cierta forma, el punto departida de esas investigaciones, procedentes de los campos de la historiao el derecho, ha sido la inadecuacin entre los fundamentos de la culturaconstitucional movilizados entonces y los presupuestos historiogrficosque vean en aquel momento los inicios de una nueva era. Hasta qupunto se puede aplicar al caso espaol el itinerario francs que conducede la filosofa poltica ilustrada, iusnaturalista y contractualista, al proceso constituyente de 1789 y 1791? Fue realmente ese hilo cultural el quesostuvo el armazn constitucional de los liberales gaditanos?De estos trabajos surge una interpretacin que vincula estrechamente la reflexin gaditana con el pensamiento ilustrado espaol, bien diferente al francs, y con los debates polticos acaecidos durante el reinado de Carlos IV. En este sentido, ms que inaugurar un tiempo nuevo,1812 fue la culminacin de un proceso cuyas races se encontraban en elsigloXVIII.En general, se pueden destacar tres caracterizaciones bsicas que definiran la cultura constitucional de 1812 y, por extensin, el propioliberalismo. En primer lugar, ms que de orgenes de un tiempo nuevo,estaramos ante las postrimeras de una manera de entender la naciny el individuo fruto de una cultura ilustrada y catlica que no lleg aintegrar una idea secularizada y natural del hombre, ni una concepcincontractual de la sociedad y el orden poltico56. Las implicaciones deesta ilustracin catlica se manifestaron en la ausencia de una declaracin formal de derechos individuales y de un establecimiento real de la divisin de poderes y en la relevancia otorgada a la nacin catlica, comosujeto poltico, pero sobre todo como titular de derechos.En segundo lugar, la cultura constitucional de 1812 sera, adems de catlica, profundamente historicista. Ese historicismo y en especial el entramado de constitucin histrica y leyes fundamentales de la monarqua, que la reflexin doctrinal de la segunda mitaddel siglo xvm subray, conformaran la piedra angular del edificiogaditano. El arraigo de las leyes fundamentales fue tal que stas seconvirtieron en principios informadores y constitutivos del cdigode 1812, como se hara constar reiteradamente en elDiscurso preliminar,y se transformaron, ahora s, en leyes constitucionales. Es loque sucedi con aquellas que ms se concretaron en el pensamientopoltico anterior a 1810: la convocatoria de Cortes, la integridad territorial y la religin8.Por ltimo, dado el itinerario que conecta ilustracin y revolucin, el dogma de la soberana nacional, eje nuclear de la Constitucin de1812, no estaba pensado en el marco de la filosofa revolucionaria delcontrato social, ni implicaba necesariamente una aceptacin por partede los diputados gaditanos de un principio rousseauniano. En realidad,seala Jos Mara Portillo, la soberana de la nacin estaba pensadadesde, por un lado, la interpretacin de la crisis abierta en 1808 y, porel otro, de su conexin con la cultura catlica existente en Espaa. Deeste modo, el liberalismo de la Constitucin de 1812 se presentaracomo una combinacin entre la filosofa poltica moderna y la tradicincultural catlica; un liberalismo, en fin, que encontr en Santo Tomsde Aquino la idea de pacto como origen del orden social y poltico.Tendra, por tanto, razn el diputado valenciano Joaqun Lorenzo Villanueva cuando se propuso, como relata en sus memorias, sacar delerror, extirpar la impostura que por entonces se divulgaba por Cdiz deque la medida adoptada por las Cortes era derogatoria de la soberanadel rey. Nada ms alejado de este decreto que pretender imitar la soberana del pueblo proclamada por los revolucionarios franceses, conel fin de trastornar su gobierno monrquico, derribar su trono y ponerse a la vanguardia de las dems naciones para convertirlas en repblicas,en palabras de Villanueva, un divulgador del modo en que los catlicos podan entender la asignacin radical y esencial de soberana a lanacin en unos trminos que no fueran contradictorios con su propiateologa.pg. 31; tambin, Entre la monarqua y la nacin: Cortes y constitucin en el espacio imperial espaol, en Jos Mara PORTILLO, Xos Ramn VEIGA y Mara Jess BAZ (eds.),A Guerra da Independencia e o primeiro liberalismo en Espaa e Amrica,Santiago deCompostela, Universidad de Santiago de Compostela, 2009, pgs. 129-156.R Clara LVAREZ, Un rey, una ley, una religin: goticismo y constitucin histrica en el debate constitucional gaditano, enHistoria Constitucional. Revista electrnica,1,2000,http://hc..ediris.es/01/Numero01/html. Sobre la constitucionalizacin de elementos importantes de la cultura e instituciones de la Monarqua catlica y corporativa, Carlos GARRIGA yMarta LORENTE,Cdiz, 1812. La Constitucin jurisdiccional,Madrid, CEPC, 2007.No hay duda de que gracias a estas aportaciones historiogrficas se dispone de una interpretacin mucho ms rica y compleja sobre el momento de 1810 y se han descubierto itinerarios slidos de conexin entre1812 y el mundo ilustrado anterior. Al fin y al cabo, la generacin liberalde 1808 se form en las tres ltimas dcadas del siglo xvm y el movimiento ilustrado no puede restringirse a las aportaciones del pensamientoradical, ni en Europa ni, con mayor razn, en Espaa. Sin embargo, creoque el anclar en exclusiva las propuestas liberales en el universo catlico,pactista, escolstico e historicista anterior limita lo que de invencin yruptura tuvo 1812, oscurece la comprensin y la diversidad de matices delas propuestas de aquellos primeros liberales y nos devuelve una imagende un liberalismo cuyos tintes de radicalidad se han evaporado a favorde unos ideales reformistas, moderados y respetuosos con la tradicincatlica, cultural y monrquica del pasado.Este texto tiene como objetivo apuntar algunos interrogantes que surgen del encuentro de esas investigaciones con las percepciones quelos sujetos protagonistas de aquella poca tenan de ese mundo que paraellos se haba trastocado dramticamente en 1808. Las continuidadesque insertan los planteamientos gaditanos en una historia de los debatespolticos y culturales de reforma de la monarqua absoluta es una partesustancial de los orgenes del liberalismo espaol, pero no es toda lahistoria. La otra es cmo articular la radicalidad del surgimiento de unacontecimiento que, no en ltimo lugar, fue discursivo. El liberalismono fue una reforma de la tradicin pasada, incluso aunque sta estuvieramuy presente. El universo conceptual del liberalismo conllev un desplazamiento del campo de discusin en el que las ideas o los motivos sedesenvolvan hasta entonces78.El constitucionalismo histrico como lenguaje: un vocabulario compartidoNo hubo que esperar al golpe de Fernando VII de mayo de 1814 para que el liberalismo gaditano adquiriera, en otro contexto poltico, connotaciones radicales. Estas se expresaron ya en el momento de instalacinde las Cortes y giraron en torno al significado poltico, prctico y concreto, del decreto de 24 de septiembre de 1810. Entre otras cuestiones,ste habilitaba al Consejo de Regencia para que continuara en el ejerciciodel poder ejecutivo previo juramento, cuya frmula fue elaborada parala ocasin:Reconocis la Soberana de la Nacin representada por los diputados de estas Cortes generales y extraordinarias? Juris obedecer sus decretos, leyes y Constitucin que se establezcan, segnlos santos fines para que se han reunido, y mandar observarlos y hacerlos ejecutar? Conservar la independencia, libertad e integridadde la Nacin? La Religin catlica apostlica romana? El gobierno monrquico del reino? Restablecer en el trono a nuestro amadoRey don Fernando VII de Borbn? Y mirar en todo por el bien delEstado?.Que la frmula del juramento no era inocente, y estableca con claridad un orden de prelacin en absoluto inocente, se demostrara con prontitud, cuando el obispo de Orense, Pedro Que vedo, se neg a acatarla. Fue ste el primer reto al que tuvieron que enfrentarse las Cortesy lo protagonizaba un obispo que haba rechazado participar en la Juntade Bayona en nombre, precisamente, de la nacin. En su escrito de 3 deoctubre de 1810, agradeciendo a las Cortes el haber aceptado su renuncia a la presidencia de la Regencia y a la representacin como diputadopor Extremadura fue sustituido por Jos Mara Calatrava, el obispopresent unas observaciones, cuyo objeto era criticar el principio de lasoberana nacional contenido en el primer decreto de las Cortes: Estaenunciacin absoluta sin limitacin alguna, y sin tomar el nombre delRey nuestro Seor D. Fernando VII, [...] parece desde luego dar al Cuerpo nacional congregado todos los poderes sin respeto a la cabeza de lanacin, al monarca o a cuerpo alguno que lo represente11. El problemaera, por tanto, de definicin del concepto de soberana. Desde una interpretacin pactista y neoescolstica, el obispo no conceba quelos representantes del Cuerpo nacional en su congreso se estimen arbitros soberanos, ya la nacin por ellos representada sin ningunasubordinacin ni sujecin a sus Monarcas; y que si los particularesson vasallos de stos, son los Reyes como los primeros vasallos dela nacin; y est siempre libre para disponer del trono o gobiernoespaol segn le parezca conveniente tomada en cuerpo o considerada en sus representantes. Se podra mirar los Reyes de Espaaconforme a las leyes y constitucin espaolas solo como Ministrosde la nacin y ejerciendo un poder ministerial, quedando siempre lasoberana radicada en el cuerpo de la nacin, y sta sin impedimentopara traspasarlo a otras manos o disponer la forma de gobierno quele parezca? [...] Y as reservndose el poder legislativo en toda suextensin, se reserv la sancin de sus propias leyes; y un cuerporepresentante de subditos y vasallos qued Pueblo y Monarca a untiempo, y pudo atribuirse la majestad, rebajndola al Consejo de Regencia, representante del Soberano, y todas las funciones del cuerpoy de cabeza9. Obispo de Orense,Manifiesto del Obispo de Orense a la nacin espaola,Valencia, Imp. de Francisco Brusola, 1814 (reimpresin), pg. 4.En consonancia con estos postulados, el obispo sostena en su extensa y razonada representacin que el Congreso no haba sido formado para crear nuevas formas de gobierno o hacer nueva constitucin, sino para restablecer la antigua dando vigor a las leyes anticuadasque convenga renovar, para hacer en las que rigen la variacin queen alguna de ellas pida la necesidad y el bien comn de la Nacin10.Ante tales observaciones, las Cortes endurecieron inmediatamente supostura se revoc el permiso para reintegrarse a su dicesis y sele orden permanecer en Cdiz, al tiempo que se le oblig a jurar entanto que obispo la frmula prescrita, lo que condujo a un fuerteenfrentamiento entre ambos. De poco sirvi la mediacin de AntonioOliveros, quien intent convencerle en cartas particulares del verdadero sentido de las palabras, coincidente, segn l, con el del obispo.Para Oliveros, no haba secretas intenciones tras el decreto y lafrmula del juramento; las Cortes estaban congregadas para mejorarla Constitucin, que asegura la soberana del rey y la libertad de suspueblos, los diputados no nombran de nuevo, sino reconocen, jurany proclaman de nuevo al Rey y, en fin, no caba duda de que en lascircunstancias extraordinarias que atravesaba Espaa resida en lasCortes la soberana nacional:El infame tirano urdi de tal modo la trama, que dej la nacin en una completa orfandad; pero Dios, que es el autor de la autoridadreal, es tambin padre de los pueblos: no autoriza la usurpacin, iniquidad [...] ama el orden, lo manda y prescribe; de donde el poder delos pueblos, y en especialidad del hurfano espaol para organizarsede nuevo, y establecer un gobierno interino hasta la venida de su Rey.Y vea V. S. I. la soberana nacional confiada a los representantes deeste pueblo en el estado en que se halla en las Cortes generales y extraordinarias; es decir, que en la ausencia del Rey ellas poseen toda lasoberana. De donde se infiere que cuando se reservan el poder legislativo en toda su extensin, el sentido literal es que se lo reservan ahoraen la ausencia del Rey no excluyndolo, sino excluyendo a todos losdems Cuerpos...1112.Similares recelos a los expresados por el obispo cundieron en el nimo de Jovellanos cuando tuvo conocimiento del primer decreto de las Cortes. Reticencias que expuso reiteradamente en la correspondenciacon lord Holland y con su sobrino, Alonso Caedo y Vigil, diputado enCdiz y miembro de la Comisin de Constitucin en 1810 y 1811.Para Jovellanos, el problema no estaba tanto en el enunciado, sino en el sentido en que est concebido, y ese sentido destruye nuestraantigua constitucin. Desde sus planteamientos ideolgicos, la nacinno era soberana, sino suprema, por lo que no poda crearex novounaConstitucin, sino que posea una reserva de poder que le permita tanslo alterarla o reformarla: La Constitucin es siempre la efectiva, lahistrica, la que, no en turbulentas Asambleas ni en un da de asonada,sino en largas edades, fue lenta y trabajosamente educando la conciencianacional, con el concurso de todos y para el bien de la comunidad. Qumayor locura que pretender hacer una Constitucin como quien hace undrama o una novela".Jovellanos se quejaba a lord Holland a primeros de diciembre de 1810 de la forma libre y confusa en que se constituyeron las Cortes;de que se hubiera negado a la Regencia la posibilidad de intervenir en las leyes (ni veto, ni sancin, ni revisin, ni nada) y, en consecuencia, de la prctica desaparicin del poder ejecutivo; del modo en quese tomaban resoluciones tan trascendentales sin preparacin y reflexinprevias; de los inconvenientes del juramento y, sobre todo, de su primerafrmula, que declara la soberana de la nacin sin explicacin alguna, sedestruye nuestra antigua constitucin, y, aunque envuelve un dogma generalmente reconocido por los polticos en la terica, era cosa muy gravepara presentarle desde luego a una nacin que no le conoca ni penetrabasu extensin en la prctica1. El obispo de Orense haba manifestadoidnticas inquietudes, con otras palabras.Desde posiciones ideolgicas diferentes, ambos coincidan en su crtica al primer decreto de las Cortes, aquel que poco tiempo despus la Comisin de Constitucin justificara en clave historicista y de reformade las leyes fundamentales. Los tres sujetos, el obispo de Orense, Jo-vellanos y los diputados gaditanos, compartan un lenguaje comn, eldel constitucionalismo histrico. Utilizaban el mismo vocabulario y sinembargo el significado de los conceptos el sentido de las palabras delque hablaba Antonio Oliveros no era coincidente. De ah que se puedadecir que aquel constitucionalismo como lenguaje compartido y por ssolo no determinaba el contenido de los discursos polticos respectivos.Ciertamente, el constitucionalismo histrico se haba instalado en las ltimas dcadas del siglo xvn como eje del debate y, tambin, dela oposicin al despotismo monrquico, y no desapareci en 1808. Laatraccin por la historia, en especial por la poca medieval, se abri pasocomo una va de resolucin de las encrucijadas polticas del presente. Lavaloracin utilitarista del goticismo alcanz gran relieve en el debate poltico y cultural en torno a la idea de nacin o el problema de identificarunas leyes histricas fundamentales que formaban la constitucin de lamonarqua hispnica1314. Las aportaciones sobre el pasado jurdico medieval y la propia tradicin escolstica de transmisin del poder a travs del pueblo contribuyeron a propiciar una interpretacin de la relacin entregobernantes y gobernados en clave de pacto y consenso. Esto era especialmente importante cuando, cerradas por ltima vez las Cortes castellanas en 1789 en un clima enrarecido, a raz de un cierto enfrentamientoentre el rey y el reino, y producida la Revolucin Francesa, se buscabasuperar la vertiente desptica, es decir, patrimonial del proyecto monrquico de Godoy18. En ese contexto, marcado tambin por los problemaseconmicos, las tensiones sociales y las dificultades internacionales, lamemoria del pasado evocaba un paraso de limitacin del poder regio yde representacin de la comunidad.El inters creciente por recuperar el momento fundacional de la monarqua abra mltiples posibilidades, que no conducan necesariamente hacia la ruptura con el absolutismo y hacia el liberalismo. Constituan msbien una amalgama de significados plurales, que, desde planteamientostradicionales y desde la asimilacin de las nuevas corrientes europeas,sealaban los riesgos de la corrupcin de la historia y del absolutismo protagonizada por Godoy; una corrupcin fruto de su idea monrquica, queni era tradicional, ni se ajustaba a la visin legitimadora preponderante,segn la cual el gobierno de la Corona, para ser justo, requera la representacin de los reinos y cuerpos constitutivos del orden social19.En esa apelacin a la historia medieval y a las leyes fundamentales caban tanto propuestas absolutistas, reformistas en la estela de Jovella-nos, acadmicas como las de Martnez Marina o radicales al estilo deLen de Arroyal2", y podan remitir a la tradicin neoescolstica tantocomo al iusnaturalismo. Caba tambin una interpretacin de los cambiosque por aquel entonces experimentaba Francia en clave historicista nacional, como fue el caso de una annima carta de un religioso amante de su patria remitida a otro religioso sobre la constitucin del reino y abuso de poder, fechada en Toro en 1794. Segn Elorza, la firma fr. M. S.corresponde a fray Miguel de Santander, reputado predicador capuchino,reformador ilustrado y ms tarde afrancesado. Un afrancesamiento queSantander justificara tiempo despus en razn del desorden que cundien Espaa a partir de 1808: Todos se metan a mandar, nadie se sujetabaa obedecer15. En