Hughes sharrock-1997 módulo uno

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Traducción de MÓNICA UTRIIJLA DE NEIRA La filosofía de la investigación social /wJOHN HUGHES y WES SHARROCK FONDO DE CULTURA ECONÓMICA MÉXICO L

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Traducción deMÓNICA UTRIIJLA DE NEIRA La filosofía de la

investigación social

/wJOHN HUGHESy WES SHARROCK

FONDO DE CULTURA ECONÓMICAMÉXICO

L

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Primera edición en españolde la primera edición en inglés, 1987

Segunda edición en español,de la tercera en inglés, 1999

Se prohibe la reproducción total o parcial de esta obra—incluido el diseño tipográfico y de portada—,sea cual fuere el medio, electrónico o mecánico,sin el consentimiento por escrito del editor.

Título original:The, Philosophy of Social Research© Longman Group UK Limited 1990© Addison Wesley Longman Limited 1997, parala presente ediciónISBN 0-582-31105-5

Esta traducción de la tercera edición en inglés de La filosofía de lainvestigación social se publica por acuerdo con Addison WesleyLongman Limited, Londres

D. R. © 1999, FONDO DE CULTURA ECONÓMICACarretera Picacho-Ajusco, 227; 14200 México, D. F.

ISBN 968-16-5656-3

Impreso en México

PREFACIO

Esta tercera edición ha sido considerablemente re-visada de diversas maneras; en primer lugar, al in-vitar a Wes Sharrock como coautor. Wes y yo he-mos estado trabajando juntos sobre toda unavariedad de proyectos durante buen número deaños, y esta tercera edición no habría sido factiblesiquiera sin su docta y considerable participación.En segundo lugar, incluye exposiciones de varias la-gunas que había en la segunda edición; especial-mente faltaban Foucault, Derrida y los esfuerzos delos posempiristas por sostener el espíritu del posi-tivismo. El tercer cambio, uno de los más impor-tantes, se encuentra en la estructura del libro. Enefecto, la revisión de los argumentos se divide aho-ra más claramente en dos partes: la primera tratadel positivismo y la segunda examina toda unagama de ideas que constituyen reacciones a aquél.La trama que une ambas partes es la del funda-mentalismo y el antifundamentalismo, y ayuda adar cierta continuidad temática a las que podríanparecer cuestiones muy diferentes e inconexas. Eltexto ha sido extensamente revisado e incluye doscapítulos nuevos, los cuales responden a las inte-rrogantes que rodean la fundamentación del len-guaje en la ciencia social. También la conclusión ha

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VIL LENGUAJE, REALIDADY RACIONALIDAD

Si, COMO en el capítulo anterior, se dice que los fe-nómenos sociales son de naturaleza predominante-mente "significativa", y están constituidos por me-dio del lenguaje, cabe preguntar si la adopción detales enfoques correrá el riesgo de caer en el subje-tivismo, el idealismo y el relativismo. Dada la con-cepción de significado y de lenguaje como mediospara "definir la realidad" o "constituir la realidad",¿no significa esto que se ha roto la conexión esen-cial entre lenguaje y significados, por una parte, yuna realidad externa, por la otra; que la realidad seha vuelto interna al significado y al lenguaje, y notiene ningún nexo con nada que exista fuera dellenguaje y el significado, como un mundo natural?Examinaremos dos conjuntos de ideas, las de Witt-genstein y las de su seguidor Peter Winch, acercadel lenguaje, y las de Thomas Kuhn sobre la racio-nalidad del progreso científico; unas y otras sonfuentes importantes de las angustias antes mencio-nadas. Estas angustias han provocado argumentosen contra que intentaban reafirmar el que conside-ran un realismo necesario acerca de la existencia deun mundo externo, material o natural y, por lo tan-to, tratan de recuperar parte del terreno perdido en

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el enorme giro adverso al positivismo, mientras dancabida a muchas de las objeciones hechas contra él.El "realismo trascendental" de Roy Bhaskar ilustraeste punto de vista.

Uno de los resultados de la reacción contra elproyecto positivista ha sido la súbita prominenciade las preocupaciones epistemológicas.1 En el capí-tulo anterior hemos visto algunos intentos de tratarla cuestión del significado básicamente en términosmetodológicos y sociológicos, es decir, dirigiéndosea la pregunta de cómo una sociología que pretendeestudiar los fenómenos que son significativos en lanaturaleza llega a enfrentarse a esos fenómenos deuna manera intelectualmente rigurosa pero no po-sitivista ni, de modo necesario, científica. Sin em-bargo, aunque tales enfoques acaso no se propusie-ran hacerlo, han servido, al menos en parte, paraprecipitar un movimiento de cuestiones epistemo-lógicas hasta el centro del escenario. Tales preocu-paciones serán el principal tema de los dos próxi-mos capítulos. El rechazo del proyecto positivistafue inspirado o condujo a la aceptación de muchostipos diferentes de actitudes "antipositivistas", enparticular posiciones "antifundacionistas" o "anti-formalistas".

1 Connolly (1995) sugiere que el cambio del positivismo alposestructuí alismo es un paso de preocupaciones epistemológi-cas a preocupaciones oncológicas. El proyecto positivista depen-día de suposiciones oncológicas implícitas, que estaban tanprofundamente arraigadas que no se las ponía en duda. Elposestructuralismo, afirma Connolly, cuestiona precisamenteesta suposición.

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Una de las consecuencias de negar a la cienciauna posición privilegiada sería el rechazo de la ideade que la ciencia podía ser la portadora de la certi-dumbre acerca de la naturaleza de la realidad. Lanecesidad de tener certidumbres fue parte de unaconcepción filosófica llamada "fundacionismo", lacual sostenía que sólo podíamos tener confianza ennuestro conocimiento si lográbamos identificar al-gunas certidumbres. El conocimiento era como unedificio que sólo podía mantenerse en pie si estababasado en cimientos seguros e inamovibles. Y parael conocimiento tales cimientos serían las certi-dumbres absolutas. Por lo tanto, como lo hemos es-bozado en el capítulo i, desde el principio mismode la filosofía moderna se lanzó la búsqueda de unconjunto de certidumbres, un conjunto de proposi-ciones de las que no se pudiera dudar. De estemodo, el concepto mismo de fundaciones está co-nectado con el problema del escepticismo pues,desde luego, tales certidumbres absolutas deberíanser capaces de resistir a las más persistentes y pro-fundas dudas de los escépticos desafiantes. Comoes bien sabido, las únicas certidumbres que logrópresentar Descartes fueron la existencia de Dios y"pienso, luego existo". Sin embargo esto bastó, yaque a partir de dichas certidumbres iniciales Des-cartes pudo entonces deducir otras cosas que, porestar derivadas lógicamente, compartirían la verdadde las premisas de las que procedían. Los empiris-tas, con quienes se asoció el positivismo, buscaronla certidumbre en la experiencia sensorial, es decir,

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la experiencia que pudiéramos conocer directa-mente. Tenemos nuestras experiencias sensorialesy no necesitamos hacer inferencias para conocerlas;por consiguiente, no corremos el riesgo de hacer in-ferencias discutibles acerca de ellas. Cuando hable-mos de W. V. O. Quine, en el siguiente capítulo, loasociaremos con el término "posempirismo", enparte por el modo en que abandona la posibilidadde encontrar certidumbres del tipo empirista.

De esta forma, abandonar doctrinas como el po-sitivismo podría ser —y así fue considerado— aban-donar también las aspiraciones fundacionistas y, se-gún muchos, adoptar posiciones antifundacionistas.A menudo se ha considerado que rechazar el positi-vismo porque tiene un carácter fundacionista impli-ca la adopción de la opinión opuesta: que no hayfundamentos. Sin embargo, ¿es éste un paso haciael escepticismo ¿No es ésta una emigración a la ideade que no existe cosa tal como los fundamentospara el conocimiento y que, por lo tanto, nuncapuede haber un conocimiento auténtico, final, de-finitivo y categórico? ¿No tiene que haber siempremargen para la duda y no debemos, por lo tanto,aceptar que nuestras convicciones más íntimas pue-den estar tan desviadas como las de nuestros pre-decesores históricos? Por consiguiente, ¿no debe-ríamos retirarnos a una posición de mucho mayorhumildad y aceptar que nuestras propias creencias,incluso los tan elogiados logros de la ciencia, tal vezno sean mejores, no sean más ciertos o seguros quelos de cualquier otro? Ésta es, por lo tanto, otra ruta

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por la cual el relativismo empieza a parecer no me-nos convincente.

Otro cambio que ha ocurrido en la filosofía du-rante este siglo, y que ha cobrado importancia en susegunda mitad, es lo que se ha llamado el "giro lin-güístico", reflejado en todos los argumentos que re-visaremos en los restantes capítulos. La naturalezay el papel del lenguaje se han vuelto la manzana dela discordia para muchas de las principales cuestio-nes de la filosofía, incluyendo las epistemológicas.Que podamos conocer algo o no se ha vuelto, enparte importante, una pregunta sobre si las expre-siones de nuestro lenguaje (en que se expresannuestro pensamiento, teorías y creencias) puedencaptar la naturaleza intrínseca de la realidad. Lasposiciones relativistas tienen que negar esto. Suscríticos sostienen que deben negar al menos que ellenguaje pueda conocer alguna realidad externa in-dependiente. Si distintas creencias, expresadas endiversas formas lingüísticas, son todas ellas igual-mente válidas, no pueden identificar todas una y lamisma realidad. Por lo tanto, el relativismo implicaque el lenguaje no puede ser un medio de conoceruna realidad externa. Los relativistas pueden soste-ner que la idea de una "realidad independiente dellenguaje" es válida, afirmando que la realidad esproducida, constituida o construida por medio dellenguaje, y que por ende podemos conocer la reali-dad, pero no puede ni podrá ser jamás una realidadindependiente del lenguaje y del pensamiento. De estemodo, la idea de que la naturaleza de una realidad

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caracterizada por el lenguaje deberá depender de laestructura de la realidad a la que caracteriza, y quepor lo tanto debe haber una forma única que eselenguaje pueda adoptar, resulta casi invertida por laafirmación de que la naturaleza de la realidad sederiva del lenguaje y de que el lenguaje —o, dichomás estrictamente, los hablantes del lenguaje— "cons-tituyen" o "construyen" la realidad. De este modo,puede haber tantas realidades diferentes como di-ferentes estructuras del lenguaje y de la creenciahay. Hablar de "realidades múltiples" —aunque noprecisamente en el mismo sentido en que las iden-tifica Schutz— se vuelve posible, y claras las impli-caciones relativistas: lo que puede ser verdadero enuna realidad es independiente y diferente de lo quees verdad en otra.

Nos concentraremos en algunas de estas cues-tiones mediante un examen de los argumentos con-tenidos en las obras de dos de las principales figu-ras en gran parte responsables de precipitar losdebates acerca del relativismo: The Idea of a SocialScience de Peter Winch (1990, 1977) y The Structureof Scientific Revolutions (1996), de Thomas Kuhn [Laestructura de las revoluciones científicas, México, Fon-do de Cultura Económica]. Estos dos libros inicia-ron unos debates que se han enconado cada vezmás desde su publicación. Ambos han sido acusa-dos de engendrar posiciones relativistas al subva-luar la racionalidad de la ciencia. Continuaremostambién el análisis de algunos temas revisados en elcapítulo v en relación con la concepción positivista

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de la naturaleza de la investigación social, que tam-bién son pertinentes a los problemas de la relaciónentre los conceptos legos y de las ciencias sociales.

Sin embargo, antes deseamos analizar con mayordetalle algunas de las consecuencias de llevar el len-guaje a un lugar principalísimo en la escena de losdebates metodológicos.

LOS CIMIENTOS DEL LENGUAJE

La idea de la acción como fenómeno profunda-mente arraigado en el uso del lenguaje ordinarioapoya de manera marcada una idea del lenguajecomo constitutivo del mundo social. También im-plica que las acciones sólo pueden ser identificadaspor medio de los conceptos de los propios actoresde acuerdo con las visiones que éstos tienen delmundo. Además, implica una marcada distinciónontológica entre el mundo físico y el mundo huma-no y, lo que no es de sorprender, esta distinciónbien podría tener serias consecuencias epistemoló-gicas. Por ejemplo, sobre este último aspecto Winchafirma que, aunque las ciencias naturales y tambiénlas sociales hacen que los sistemas de conceptos in-fluyan sobre sus respectivos temas, lo que estudianlos científicos naturales tiene:

una existencia independiente de esos conceptos. Exis-tieron tormentas y truenos mucho antes de que hu-biera seres humanos para formarse conceptos de ellos

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[. . .] no tiene sentido suponer que los seres humanospudieran estar emitiendo órdenes y obedeciéndolasantes de que llegaran a formarse el concepto de man-do y de obediencia [Winch, 1990: 125].

Como ya lo hemos visto en el capítulo anterior,los miembros de la sociedad tienen sus propias con-cepciones de lo que están haciendo y de las "concep-ciones según las cuales normalmente pensamos enlos hechos sociales [. . .] entran en la vida social mis-ma y no simplemente en la descripción de ella quehace un observador" (Winch, 1990: 95).

Se considera que la tesis según la cual la identifi-cación de las acciones debe necesariamente estar enel lenguaje del actor social tiene muy serias conse-cuencias sobre el estatus del conocimiento acercade lo social. Lo que se está proponiendo es másque, simplemente, apremiar a los investigadores so-ciales a investigar las ideas y las creencias de aque-llos a quienes estudian. La discusión es acerca de lanaturaleza de los conceptos utilizados por la cienciasocial para explicar sus fenómenos. La identifica-ción de las acciones no sólo depende de conceptosempleados por los actores sociales en el curso desus vidas, sino también las normas de evidencia,prueba, racionalidad, y similares, que afectan la crea-ción y evaluación de dichas identificaciones. Así,poder ver que alguien que está tallando una piezade madera está efectuando un acto religioso exigeatribuirle a esa persona el concepto de "religión",cuya posesión es la capacidad de utilizar debida-

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mente ese concepto y establecer distinciones entreesta actividad y otras.2 Las concepciones de la rea-lidad y de cómo se la puede estudiar, aunque inde-pendientes de las ideas de cada individuo, dependende las actividades humanas del caso que, a su vez,deberán ser definidas por quienes las practican.Esto, puede decirse, es tan verdadero para la cien-cia como para la religión, para el arte, para crear fa-milias, para la política y para cualquier otra activi-dad humana.

Estos argumentos tienen una fuerza especial conrespecto al estudio de las culturas que son distintasde las nuestras propias. Tales estudios se enfrentanal problema de catalogar las conductas que se estánpresenciando. Para seguir con el ejemplo anterior,¿qué está haciendo un hombre que talla una piezade madera? ¿Está dedicado a una actividad econó-mica? ¿Es un acto de culto? ¿Un gesto político?¿Simplemente un modo de pasar el tiempo?3 El pro-blema, como lo ha señalado Schutz, es que las acti-vidades pueden parecer similares pero tener di-ferentes significados dentro de sus respectivasculturas.4 Si un patrón de actividad es "una danza

2 "Concepto" no es lo mismo que "palabra". Podría decirseque alguien que se dedica a actividades similares a la plegaria yel culto tiene el concepto "religión", aunque tal vez su lenguajeno tenga esa palabra.

3 Desde luego, no hay una razón necesaria por la que deba-mos limitarnos a una sola categoría. La pertinencia de las des-cripciones está atada al punto de vista adoptado con respecto ala actividad.

4 Esto también es aplicable dentro de culturas.

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de guerra, un intercambio de mercancías, la recep-ción de un embajador amigo u otra cosa" (Schutz,1963: 237) es algo que sólo pueden decir los pro-pios participantes.

Han sido observaciones como éstas las que hanservido para plantear la cuestión del relativismo.Una cultura distinta de la nuestra puede parecemosun ámbito de discurso distintivo y justificado por símismo, con su propia lógica y normas de racionali-dad, en función de las cuales se la debe describir yjuzgar. Para algunos esto implica una inconmensu-rabilidad de esquemas de pensamiento, ya quenuestros propios esquemas de pensamiento, inclu-yendo el de la ciencia, están arraigados en nuestracultura y por lo tanto no pueden constituir una po-sición absolutamente independiente desde la cualcomprender e investigar otras culturas. Ese relati-vismo radical surge de las ideas de los lingüistas Ed-ward Sapir y Benjamin Lee Whorf, a quienes se hainterpretado diciendo que sostienen que las dife-rencias entre lenguajes reflejan diferencias en lametafísica o en las "cosmovisiones". Esta tesis nosólo es acerca de las diferencias notadas en el voca-bulario de los diferentes lenguajes sino sobre elmodo en que los vocabularios están organizadospor sus gramáticas y, de esta manera, organizan lasformas de pensamiento de quienes hablan ese len-guaje. Entonces, la gramática de un lenguaje es vis-ta como una teoría de la realidad. Diferentes modosde ver el mundo se expresan en diferentes sistemasclasificatorios que quedan indicados por las dife-

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rencias de gramáticas y, de este modo, es la gramá-tica la que determina el pensamiento y el modo enque el mundo es visto y constituido. No hay mane-ra de apartarse del lenguaje para determinar el va-lor de verdad de las "cosmovisiones". No podemosenfrentar una "cosmovisión", como teoría completade la realidad, contra otra. Aunque podría argüirse,por ejemplo, que la lengua apache, al convertir sus-tantivos como "crepúsculo" en verbos como "cre-pusculcar", muestra mejor la naturaleza procesal delacontecimiento que el sustantivo inglés, esto no esmotivo suficiente para decir que la lengua apachein toto es superior al inglés. Las estructuras grama-ticales son subdeterminadas por el modo de ser delmundo. El mundo y sus palabras se pueden organi-zar de muy diversos medios, sin que haya manerade decir que uno es superior a otro (por ejemplovéanse Whorf, 1956; Horton y Finnegan, 1973).

Lo que tenemos es, una vez más, cierto númerode cuestiones que giran en torno de los fundamen-tos del lenguaje en la investigación social; cuestionescomo el relativismo, la naturaleza de la ciencia socialy su relación con concepciones legas y, desde luego,la importante cuestión de la naturaleza del lenguajemismo y su relación con la realidad. La obra de Pe-ter Winch es particularmente apropiada para explo-rar con mayor profundidad algunas de estas cues-tiones y, como parte esencial de él, para esbozar eltrato dado por Ludwig Wittgenstein a la relación en-tre el lenguaje y la realidad, ya que esto es impor-tante para comprender los argumentos de Winch.

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LENGUAJE Y SIGNIFICADO

The Idea of a Social Science, de Winch, fue un inten-to por hacer que la filosofía de Wittgenstein pesaracríticamente sobre la concepción de los estudios so-ciales como ciencia. Algunos de los argumentos yafueron analizados en el capítulo anterior. Tomadosplena pero sucintamente, diremos que Wittgensteintrató de poner fin a la filosofía tal como tradicio-nalmente se la había practicado, dudando de si te-nía algunos problemas serios y auténticos que sepudieran considerar en términos de la búsquedade un conocimiento general y auténtico. De estemodo, aunque creyera que los problemas a los quese enfrentaba la filosofía eran a menudo serios yprofundos, como los relacionados con el significa-do de la vida y de la ética, no creyó que existieranrespuestas teóricas, y por lo tanto filosóficas, a talespreguntas. En la medida en que se les podía dar res-puesta, esto sólo podría hacerse por medio de unabúsqueda espiritual o ética, no filosófica. Sostuvoque la impresión de que los problemas de la filoso-fía eran cuestiones teóricas profundas, solemnes yfundamentales era el resultado de confusiones acer-ca del modo en que funciona el lenguaje. Por con-siguiente, Wittgenstein trató de convencer a los fi-lósofos de que adoptaran una visión diferente de sudependencia del lenguaje.

Una de las primeras tradiciones del pensamien-to filosófico era considerar la cuestión de saber si

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era posible, y cómo, hablar con verdad acerca de lanaturaleza del mundo, de la realidad exterior; ana-lizando esta cuestión, Wittgenstein argüyó que lacomprensión de la naturaleza del lenguaje se de-formaba de dos maneras importantes. En primer lu-gar, el lenguaje era considerado exclusivamente entérminos del papel de hacer declaraciones fácticaso empíricas. En segundo lugar, como resultado, co-múnmente se pensaba que el meollo mismo del len-guaje era la relación de nombres que ofrecía unnexo entre el lenguaje y el mundo, pues represen-taba una conexión directa entre una palabra y algono lingüístico, externo al lenguaje. Tan poderosaera esta concepción que a veces llegaba a pensarseque el significado de una palabra era la cosa que lapalabra representaba.5

En gracia a la simplicidad, la labor posterior deWittgenstein puede concebirse como un replantea-miento fundamental de la idea de cómo las pala-bras obtienen su significado. No deseaba negar quelas palabras representan cosas. . . ¡a veces! No ne-gaba que hubiese, por ejemplo, una diferencia en-tre el propio perro Fido, y el nombre del perro"Fido". Tampoco quería negar que el nombre "Fido"

5 Esta opinión fue lo bastante poderosa como para haberconvencido al propio Wittgenstein en la primera parte de su di-vidida carrera. Después de completar su primer libro, el Tracto-tus Logico-Philosophicus, único publicado durante su vida, aban-donó por un tiempo la filosofía, pensando que había acabadocon ella. Al volver a la filosofía desarrolló una opinión muy dis-tinta, en la que criticó profundamente su primer libro. Véansesus Philosophical Investigations (1958).

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en realidad representa al perro Fido. Pero esto sóloes otro modo de decir que "Fido" es el nombre delperro. Lo que Wittgenstein deseó cuestionar fueque el perro Fido fuese el significado de la palabra"Fido" y, por consiguiente, negar que la relación denombre, como la presenta el lenguaje, pudiesedesempeñar el papel que los filósofos tradicional-mente habían deseado asignarle, es decir, aseguraruna conexión fundamental entre nuestro lenguaje yel mundo. Tampoco quiso negar que las palabrashablan, por decirlo así, "acerca del mundo", aunquesí creyó que preguntar por la "relación entre el len-guaje y la realidad" resultaría muy poco útil —en rea-lidad, contraproducente— como manera de plante-ar el problema.

La posición del propio Wittgenstein puede re-sumirse como de "autonomía de la gramática", vi-sión que socavaba drásticamente la suposición máscomúnmente aceptada y fundamental de que es lanaturaleza de la realidad la que determina los sig-nificados de nuestras palabras. Conforme avance-mos en el debate sobre Winch, veremos que los crí-ticos de Wittgenstein a menudo están reafirmandoprecisamente la visión que Wittgenstein trató desocavar.

Si nos interesa la naturaleza de la relación entreel lenguaje, por una parte, y el mundo exterior, porla otra, probablemente veremos que la relación depalabras desempeña un papel clave. Nombrar lascosas parece ser un punto de contacto directo entrelos dos fenómenos que se deben conectar, la pala-

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bra (el nombre) y una cosa en el mundo, es decir, lacosa que el nombre representa; de aquí emana unateoría de que el significado de un nombre es la cosaque representa. El hecho de que se puedan darnombres a las cosas sugiere que si el significado dela palabra es la cosa que representa, entonces el sig-nificado de la palabra queda determinado por lanaturaleza de la cosa que la palabra representa. Siel significado de "Fido" es el perro Fido, entonces elsignificado de la palabra "Fido" queda determinadopor la naturaleza del propio perro Fido. De estemodo, las palabras son nombres, y sus significadosquedan determinados por la naturaleza de la reali-dad a la que se refieren. El hecho de que podamoshacer afirmaciones ciertas acerca del mundo quedaasegurado por el hecho de que nuestro lenguaje re-fleja la naturaleza, la estructura de la realidad.

Una parte del rechazo de la opinión anterior porparte de Wittgenstein —que él mismo sostuvo du-rante los inicios de su carrera intelectual— incluíaseñalar algunos de sus absurdos más manifiestos. SiFido, el perro, es el significado del nombre "Fido",deberíamos tener que decir, cuando nació Fido,que había nacido el significado de la palabra "Fido"y, al morir el perro, diríamos que había muerto elsignificado de la palabra "Fido". Este y otros argu-mentos bastante más refinados de Wittgenstein re-futaban la idea de que las palabras reciben su sig-nificado de las cosas que representan. En ese caso,¿cómo reciben las palabras su significado? Lo reci-ben, sostuvo Wittgenstein, del lenguaje mismo.

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El significado de una palabra es su posición den-tro de un complejo. Resulta tentador decir que elsignificado de una palabra se deriva de su posicióndentro de un sistema, pues es fácil y común hablaracerca del lenguaje como sistema. Sin embargo,Wittgenstein insiste en que el lenguaje no es un sis-tema, ciertamente no en algún sentido sólido.Comparó un lenguaje con una ciudad que a lo lar-go de los años había ido creciendo; forma un todo,pero está compuesta de zonas, distritos, áreas queson más o menos independientes entre sí y que di-fieren considerablemente en carácter, como unaszonas antiguas y atestadas del centro de la ciudad yunos suburbios espaciosos y bien dispuestos, zonasindustriales, etc. Por lo tanto, una ciudad es uncomplejo pero no un sistema, y casi lo mismo pue-de decirse del lenguaje, según Wittgenstein.b El sig-nificado de una palabra lo da su posición en uncomplejo y la parte que puede desempeñar en com-binación con otras palabras que utilizamos y conlas cosas que hacemos.

Un paso decisivo en el desplazamiento que efec-tuó Wittgenstein en la teoría de los nombres fueuna reconsideración de la relación de éstos. Porejemplo, parece fácil comprender cómo un punto

6 Un punto en que es importante insistir es saber si, como elWittgenstein posterior, se adopta la opinión de que entre las di-versas causas de la confusión filosófica se encuentra la inclina-ción a generalizar en exceso los patrones del empleo del len-guaje; la preocupación de que el lenguaje sea una especie desistema plenamente integrado sería una gran tentación hacia laexcesiva generalización prematura.

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de contacto entre el mundo y el lenguaje se esta-blece al nombrar, al adherir una palabra a una cosaespecífica, como su nombre. De este modo, apren-der un lenguaje podría hacerse simplemente seña-lando la conexión del nombre con la cosa. Porejemplo, mostramos a un niño pequeño una man-zana y al hacerlo pronunciamos el sustantivo "man-zana". Sin embargo, la conexión que aquí se está es-tableciendo no es tan obvia como parece. Por unaparte, ¿cómo captará el niño que cuando se pro-nuncia la palabra "manzana" lo que se está hacien-do es dar el nombre de la cosa? Supongamos que al-guien señalara el retrato de una manzana y gritara"¡corre!", ¿sería eso dar el nombre de una cosa, yhabría aprendido el niño la lección correcta? Lomalo de la idea del lenguaje como integrado pornombres para las cosas, concluyó Wittgenstein, eraque pasaba por alto el hecho, por lo demás familiar,de que un lenguaje tiene diferentes tipos de pala-bras. Sólo algunas palabras son nombres. "¡Corre!"es una orden, no un nombre. Así, para que las per-sonas aprendan correctamente el nombre de algo,al señalarlo y pronunciar el nombre, deben com-prender que la palabra pronunciada pretende fun-cionar como nombre. Deben poder captar el tipode palabra que se está empleando y que en ese casola palabra es un nombre, para ver que el objeto se-ñalado sea del tipo de cosa que nombra el nombre.En realidad, tienen que captar más que esto. Las pa-labras "Fido" y "perro" son nombres, ambos, delanimal que se encuentra en el rincón, de modo que

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el niño al que se están enseñando las palabras debecomprender cómo debe funcionar el nombre, yasea como nombre de un tipo de animal o comonombre propio de este animal en particular. Esto seofrece por medio del nexo de comunicación entreel niño y el maestro, mediante el modo en que esteÚltimo organiza y lleva adelante la situación educa-tiva. En otras palabras, la capacidad de conectar ellenguaje con el mundo presupone relaciones socia-les entre la gente. Esto, insinuó Wittgenstein, mues-tra que una captación de la organización dellenguaje es anterior al establecimiento de las cone-xiones de nombres particulares, las conexiones en-tre palabras y el mundo, y que el nexo entre nom-bre y objeto no puede desempeñar su papel defundamento del lenguaje. Nombrar es una especiede papel que las palabras pueden desempeñar, perosólo es un papel, y un lenguaje es una colección dediferentes tipos de palabras, una disposición queles asigna diferentes papeles. Sólo si una palabradada ya desempeña su papel como nombre pode-mos ver, cuando se señala la cosa, que se la está se-ñalando como la cosa nombrada por la palabra.

Para aclarar toda la fuerza del argumento, Witt-genstein estableció una analogía con los juegos, tra-tando las palabras como si fuesen similares a laspiezas de un juego. De este modo, una pieza de aje-drez como un "rey" es lo que es por virtud de la fun-ción que desempeña en todo un complejo de acti-vidades. Explicar a alguien lo que es un "rey" es, enparte, enseñarle el juego de ajedrez. Se necesita des-

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cribir algo del complejo juego de ajedrez acerca decuadros, piezas, que lo juegan dos contrincantes,que los jugadores se turnan, etc., para que alguienpueda tener una idea de cómo el rey encaja entrelas otras piezas, cómo su capacidad de moverse enel tablero es específica de él, y cómo se relacionacon otras piezas. Si no tenemos dificultad paracomprender este ejemplo, entonces, ¿por qué he-mos de espantarnos ante la idea de que darle a algoel significado de una palabra es similar a describirla parte que la palabra desempeña en un complejode actividades? Explicar el significado de la palabra"rey" en el ajedrez es algo que exige, después detodo, explicarle a alguien que es el nombre de unapieza de un juego, que las piezas se diferencian porel tipo de movimientos que pueden hacer, etcétera.

El paso más decisivo de Wittgenstein consistió enargüir que el significado de las palabras es su lugardentro del lenguaje, y que su significado se derivadel papel de las palabras en las actividades de lagente, como ya lo había hecho en el caso de los ni-ños que aprenden palabras, como hemos visto an-tes. Las palabras se desarrollan en conjunción conactividades y adquieren su significado por el modoen que embonan en las actividades. Sin embargo, siesto es así, de ahí se sigue que el lenguaje que te-nemos depende de la historia que tenemos y de lasactividades que hemos ido adquiriendo a lo largode la historia. Por ejemplo, podríamos no haber te-nido nunca el juego de ajedrez, o habría podido te-ner éste una historia muy diferente. Podríamos ha-

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ber tenido una historia muy distinta en todo tipo demodos, lo que significaría que nuestro lenguajetambién habría sido muy distinto. Wittgenstein nosólo acepta esto sino que insiste en ello. Sin embar-go, aunque podamos no tener gran dificultad enaceptar semejante conclusión con respecto a los jue-gos y otras actividades humanas que inventamosnosotros mismos —después de todo, por todo elmundo existe una enorme variedad de juegos quetienen sus raíces en culturas específicas—, ¿pode-mos aceptarlo tan fácilmente en referencia al mun-do natural? Podemos aceptar alegremente que si notuviéramos el ajedrez no tendríamos palabras paralas piezas o para sus jugadas, si no hubiera fútbolno tendríamos uso para palabras como "centrodelantero", "portero", "gol", etc. Pero, ¿deseamosaceptar la implicación de que si nuestra historia hu-biese sido muy diferente acaso no tendríamos nom-bres para los planetas, por ejemplo, o para los elec-trones, o para el magnetismo, o para el sílice, y queéstos, por lo tanto, no habrían existido? Que los pla-netas existan o no es algo que no puede dependerde que tengamos o no una palabra para ellos. Lanaturaleza de un planeta es la que es, y sin duda noes algo que resulte del modo en que los seres hu-manos disponen sus actividades. El planeta Marteestaba allí arriba, en el cielo, mucho antes de quetuviéramos la palabra "planeta" o la palabra "Mar-te". Por consiguiente, si Wittgenstein parece haberlogrado eludir algunos de los problemas de la filo-sofía del lenguaje, da la impresión de haber caído

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en profundas dificultades con su propia versión dela conexión entre el lenguaje y el mundo. Si las ma-neras en que nuestras palabras nombran, identifi-can y describen las cosas dependen enteramente delas formas de las actividades humanas, y se derivande ellas, entonces las maneras en que hablamosacerca de las cosas en el mundo en el mejor de loscasos se relacionan por pura coincidencia con elmodo en que éstas son.

La preocupación expresada acerca de los argu-mentos de Wittgenstein reiteró, desde luego, el tipode ideas que él estaba tratando de rechazar, a saber,que es la naturaleza de las cosas del mundo la queimpone cierta especie de limitación a lo que nues-tras palabras pueden significar. Su negativa de laopinión de que el significado de las palabras les eraimpuesto por la naturaleza de las cosas acerca delas que se hablaba incluyó su ya mencionado argu-mento en favor de la "autonomía de la gramática".7La organización de nuestro lenguaje se origina enlas necesidades y en los requerimientos de nuestravida social y sus actividades constitutivas, y no esimpuesta al lenguaje por la estructura del mundo.Pero, si aceptamos la "autonomía de la gramática",¿cómo estaremos seguros de que existe alguna co-nexión entre el lenguaje y la verdadera naturalezadel mundo? La respuesta de Wittgenstein a esta pre-ocupación fue enérgicamente impuesta a la atención

7 Para Wittgenstein la "gramática" no es el tipo de actividadque se dedica, por ejemplo, a clasificar partes del habla. Se rela-ciona más con lo que tiene sentido decir.

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de la ciencia social por Winch, aunque su aplica-ción de los argumentos de Wittgenstein estimularíaesas preocupaciones, en lugar de calmarlas.

Revisión de reglas, razones y causas

En el contexto de sus esfuerzos por aplicar los ar-gumentos de Wittgenstein acerca de la relación dellenguaje con la realidad y las cuestiones de las cien-cias sociales, Winch planteó argumentos acerca dereglas, causas y razones, algunos de los cuales he-mos encontrado ya en el capítulo anterior. Aquí de-seamos relacionarlos más directamente con cuestio-nes más generales.

Siguiendo los pasos de Wittgenstein, Winch ar-güyó que el significado de las palabras se deriva desu lugar en las actividades prácticas y sociales de lagente. Por lo tanto, el significado de la palabra —fi-losóficamente difícil— "realidad", para poner unejemplo crucial, debe derivarse de las actividadesdentro de las cuales se la emplea. Así como "rey"tiene significados muy diferentes, aunque no total-mente desligados, cuando se lo usa como título delgobernante de un pueblo y cuando se lo utilizacomo el nombre de una pieza de ajedrez, así tam-bién la palabra "realidad" tiene significados noto-riamente distintos —aunque, una vez más, no desli-gados del todo— cuando se la emplea, por ejemplo,en derecho, en ciencia y en religión, respectiva-mente. Según Winch, no tiene sentido preguntarse

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si el lenguaje se relaciona con la realidad comocuestión general, pues lo que la pregunta plantea, loque posiblemente pudiera significar, dependerá delcontexto en que se la plantea. La idea misma de "re-lación con la realidad" es distinta en diferentes es-feras de la vida. Por ello, preguntar por la realidaden el sentido de interrogarse acerca de lo que posi-blemente exista o sea el caso, y cómo podría resol-verse la cuestión de si se da o no el caso, es cosa to-talmente distinta en religión de lo que es en ciencia.Los dos conjuntos de actividades son sumamentedispares y, según Winch, es un hecho lamentableque en nuestro mundo moderno haya llegado apensarse a menudo que sólo hay una forma quehace preguntas acerca de la naturaleza que puedeadoptar la realidad, a saber, "la fascinación que laciencia tiene para nosotros", haciéndonos "fáciladoptar su forma científica como paradigma contrael cual medir la respetabilidad intelectual de otrosmodos de discurso" (Winch, 1977: 18). Y el hechode que Winch disienta de esta suposición lo lleva asus otros argumentos.

En la ciencia social este tipo de problema pareceenorme, aunque no sólo se lo encuentra en talescontextos por referencia a otras culturas, en espe-cial culturas muy diferentes de la nuestra. Es enesas comparaciones donde probablemente encon-traremos creencias y prácticas sociales "extrañas", ytal vez hasta exóticas, que nos resulta difícil com-prender. Éste es el meollo mismo del problema delantropólogo: ¿cómo llegamos a comprender una so^

T) f cíe

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ciedad ajena? También es un problema, como lo he-mos visto en el capítulo anterior, para comprenderlas sociedades históricas que hace mucho tiempodejaron de existir. De hecho, el problema es todauna colección de problemas, que tiene relación di-recta con la cuestión de la relación del lenguaje conla realidad, especialmente cuando, como en el ejem-plo empleado por Winch, existe un conflicto entrelo que nuestra ciencia dice que existe y las creenciasy prácticas de otra cultura.

Como ilustración de sus argumentos Winch uti-liza un informe sobre las prácticas "de hechicería"de una tribu africana, hecho por el antropólogoE. E. Evans-Pritchard (1965). Winch objeta una par-te pequeña pero importante del informe de Evans-Pritchard —por lo demás sumamente favorable— enel que intenta juzgar la racionalidad de una prácti-ca mágica utilizando, de manera injusta, normascientíficas. Según Winch esto es absolutamente ina-propiado, y similar a tratar de anotar los goles deun partido de fútbol de acuerdo con las convencio-nes de la anotación en el tenis. En su forma másaudaz y más básica, la diferencia entre Winch yEvans-Pritchard es que el último sostiene que la "he-chicería" es un intento fallido por llegar a la clasede entendimiento que se arroga la ciencia, mientrasque el primero sostiene que la interpretación reli-giosa es totalmente distinta de la interpretacióncientífica y no una forma pervertida de ella.8

s Vale la pena notar, dicho sea de paso, que el propio Evans-Pritchard, en otras partes de su argumento, está muy cerca de

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Para Winch, como hemos visto, la palabra "reali-dad" y la expresión "corresponde a la realidad" tie-nen significados diferentes cuando se las emplea enlos contextos comparativos de la ciencia y de la re-ligión. No es como si, en cada contexto, la gente di-jera cosas sobre cómo sería el mundo sin tener lamenor idea de cómo podía descubrir si lo que dicees verdad o no. Por ejemplo, los practicantes de laciencia se aferran a la idea de que una de las ma-neras importantes de descubrir las cosas es pormedio de una investigación empírica del tipo apro-piado. Winch desea sostener que no es como si pu-diéramos, con respecto a la ciencia, decir que laciencia afirma varias cosas acerca del mundo y lue-go preguntar si es bueno utilizar métodos empíri-cos o, en realidad, cuál es la única o mejor manerade saber si las cosas dichas por la ciencia corres-ponden a la realidad. En la ciencia la expresión "co-rresponde a la realidad" efectivamente equipara "loque ha pasado las pruebas experimentales" o "estáconfirmado por el estudio empírico".9 De esteaceptar algo similar a las ideas de Winch. El propio Winch diceque en buena medida, él y F.vans-Pi itchard están en gran acuerdopero que al final, Evans-Pritchard no está en suficiente acuerdo.La crítica de Winch se concentra en un punto en que consideraque el etnólogo está cayendo en la opinión más desprestigiada.

9 De este modo Winch está implicando que la llamada "teo-ría de correspondencia de la verdad", antes mencionada, la cualsostiene que una declaración es cierta cuando corresponde a loshechos, no está planteando una teoría acerca de la relación entredos cosas —declaración y hechos— sino tan sólo replanteandouna equivalencia de significado a partir de nuestro lenguaje or-dinario. "Cierto" y "corresponde a los hechos" son expresionesequivalentes y a menudo intercambiables.

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modo, cuando los científicos afirman haber esta-blecido que se ha descubierto que una teoría o hi-pótesis "corresponde a la realidad", quieren decirque hoy ha recibido apoyo empírico, que se la ha so-fnctido a una validación experimental, etcétera.

En contraste, los practicantes de la religión dicenCnsas acerca de cómo es el mundo, que el sufri-miento es o no es parte del plan de Dios, por ejem-plo, o que la salvación se logra mediante buenasobras, o que la mala suerte se debe a hechicería.Pero al hacer tales afirmaciones la persona religio-in no está preguntando si estas afirmaciones hanpasado pruebas experimentales u otras formas deevaluación empírica. Antes bien, trata de determi-nar si éste es en realidad el plan de Dios, por ejem-plo, orando en demanda de una señal, estudiandolas escrituras, buscando la guía de un dirigentereligioso, o consultando a un oráculo. Por consi-guiente, lo que las personas religiosas quieren decircuando afirman que un hecho particular está deacuerdo con el plan de Dios —que su concepción deél coincide con la realidad—, es que ha sido confir-mado en las escrituras o revelado en oración o pro-fetizado en las enseñanzas de un gurú.

El hecho de no señalar esta diferencia de signifi-cado que tienen las palabras "corresponde a la rea-lidad" cuando se las pronuncia en diferentes contex-tos es lo que, según la versión de Winch, constituyela clave de la falsa interpretación dada por Evans-Pritchard a las prácticas de "hechicería" de los azan-de. Le lleva, erróneamente, a hablar de las creen-

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cias de los azande como si su correspondencia conla realidad fuese cuestión de someterlas a pruebasexperimentales o empíricas del tipo empleado porla ciencia. La noción de "corresponde a la reali-dad", tal como se encuentra en el modo de vida dela tribu, quiere decir algo muy distinto. En este con-texto no significa "sometido a pruebas empíricas yestadísticas", sino, antes bien, "ha sido confirmadopor el oráculo".

Dos cosas pueden ser llamadas "iguales" o ''diferen-tes" sólo por referencia a un conjunto de normas queestablecen lo que se considera como diferencia perti-nente. Cuando las "cosas" en cuestión son puramentefísicas, las normas a las que se recurre serán, desdeluego, las del observador. Pero cuando nos enfrenta-mos a "cosas" intelectuales (o, en realidad, a cualquiertipo de cosas sociales), no ocurre así, pues el hecho deque sean de carácter intelectual o social [. . .] dependepor completo de que pertenezcan en cierta manera aun sistema de idea o modos de vida. Sólo por referen-cia a las normas que gobiernan ese sistema de ideas omodo de vida tienen alguna existencia como hechosintelectuales o sociales. De allí se sigue que si el inves-tigador sociólogo desea considerarlas como hechos so-ciales [. . .] deberá tomar en serio las normas que seaplican para distinguir "diferentes" tipos de acciones eidentificar las "mismas" acciones dentro del modo devida que esté estudiando. No le corresponde a él im-poner arbitrariamente sus propias normas desde fue-ra. En la medida en que lo haga, los hechos que estéestudiando perderán por completo su carácter de he-chos sociales [Winch, 1990: 108].

359LENGUAJE, REALIDAD Y RACIÓNALA40

Es importante notar que el argumento oe _no es acerca de las respectivas verdades de la ^da y de la religión, o de cualquier otro conjun ^creencias, y no le hace sostener que la hechicer"tan buena" o "tan verdadera" como Ja c'enc^/,m.que le preocupa es saber cómo debemosprender" actividades —en este caso la

«los azande—, en lugar de ofrecer argumentos s'si las ideas religiosas o científicas son ciertas o ^Al tratar de interpretar la hechicería decomo forma descarriada de ciencia,chard —sostiene Winch— interpretó

^

íte

algunos rasgos cruciales de las prácticas de lachicaría.10 Esto es, según Winch, un generalizóerror que se encuentra en las raíces misivas degf'íin

laparte de la ciencia social, a saber, la idea de .

• ' Fl fciencia es la única base de la comprensión- r-i s

sultado inevitable de esta última tendencia no

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10 De ciertas maneras, el análisis de Evans-Pritcliard cont )¡tj.l,i tradición que considera que las vidas de los pueDl°s P1 e\i-v< is están regidas por creencias animistas ya que igjiorai1 P ej(rio las verdaderas causas de por qué ocurren la* co&as c 0¡

inundo que los rodea. Al aumentar el conocimiento cien i(¡-Ins fenómenos de la naturaleza dejan de ser atribuidos a ^s*j,á-Ins. Esto pasa por alto el hecho de que esos pueblo* er^n de í0.(liles cazadores y trabajadores del metal, que necesitaba*1 un. ¡r.iKicimiento detallado de la naturaleza para pode* Sj""A.iímisino, como lo observó Wittgenstein, si las dan*55 ̂via. por ejemplo, pretendían hacer caer lluvia, podíamosque fuesen más frecuentes en épocas de sequía. Per° n<y l°, s^e-A ules bien, ocurren cuando están cayendo las lluvias- So*1 e ,rIrln ación, no causales. Véanse Wittgenstein (1979) y e' ̂ xc

k capítulo 12 en Phillips (1996).

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sostiene Winch, una mejor comprensión de la so-cialidad humana sino una visión seriamente defor-mada de ella.

Como lo hemos señalado a lo largo de todo nues-tro texto, uno de los rasgos distintivos de la ciencia,y una de sus ideas más difíciles, filosóficamente, essu preocupación por las regularidades. Para el po-sitivismo las leyes universales eran el objetivo de lainvestigación científica natural y, por consiguiente,el objetivo, a más largo plazo, de la ciencia social.De hecho, gran parte del desarrollo de lo que aquíhemos llamado métodos positivistas de investiga-ción, la encuesta social, el modelo hipótetico-de-ductivo de explicación social, medición, etc., fuemotivado por la necesidad de construir un aparatoque fuera capaz de contribuir, al menos, a las teo-rías generales. Como ya hemos visto, esto no resul-to precisamente directo. Sin embargo, para Winch,aunque desde luego no niega que existen regulari-dades en la vida social, la pregunta importante con-cierne a su naturaleza. Para las concepciones posi-tivistas de la ciencia las únicas regularidades deinterés para la ciencia eran las causales. En estecaso lo que se necesita es una ciencia social que nosdé una explicación de la vida social en términos deun conjunto de relaciones causales y generales. Se-gún esta opinión, dar una explicación es identificaruna causa. En contraste, Winch desea sugerir queexisten otros tipos de regularidades descubiertas enla vida social, aparte de las causales, y otros tipos de

T-i- t »vr

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plicación que pueden darse a las actividades so-ciales.11

Como lo hemos visto en el capítulo anterior, untipo importante de regularidad que se encuentra enla vida social es la regularidad gobernada por re-glas. La conducta ante los semáforos fue el ejemploUtilizado, pero se podría extender la lista práctica-mente hasta el infinito, para incluir cosas comohorarios, "colas", actividades de trabajo, procedi-mientos en los tribunales, conversaciones, juegos,matrimonios, obediencia a las leyes, transaccionesfinancieras y muchas, muchas más. Las regularida-des gobernadas por reglas no son —ya lo hemos vis-to— como las causales. Explicar algo por referenciaa una regla es muy distinto de explicar algo por re-ferencia a una causa.12

Muchos de los problemas que provocan descon-cierto acerca de la conducta humana y las posiblesexplicaciones que se le dieran no surgen por nues-tra falta de comprensión sobre la causa de algunaacción, sino de la ininteligibilidad de esa acción. Nopodemos ver qué acción es, o qué objeto tiene, opor qué alguien pudiera pensar en hacerla, etc. Yaquí es donde se encuentra el peso del ejemplo de

1' Winch no está negando que dar una explicación puede serofrecer una causa. Lo que está cuestionando es que ésa sea laúnica manera.

12 El argumento de Winch no requiere que todas las regula-ridades de la sociedad estén gobernadas por reglas y que ningu-na de ellas sea causal. Su punto sólo exige que algunas regulari-dades, incluso muchas de ellas importantes, sean "gobernadaspor reglas" y no causales.

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la "hechicería". El rasgo que desconcertó a Evans-Pritchard, entre muchos otros, fue cómo ese pueblopodía creer en el poder de la hechicería dado que,desde un punto de vista europeo, evidentemente nofunciona. Por consiguiente, el problema de Evans-Pritchard fue tratar de "ver el sentido" de estasprácticas. Cualesquiera que sean los pros y los con-tras entre Winch y Evans-Pritchard al respecto, lanaturaleza del asunto que discuten ilustra el puntode Winch acerca de los tipos de problemas que ten-dría que enfrentar una ciencia que se pretenda so-cial, y que son erróneamente enfocados a la mane-ra del hombre de ciencia.

En términos sencillos, las acciones, como las pa-labras, derivan su sentido de su situación en uncomplejo, en este caso un patrón de actividades.Por ejemplo, no podemos "anotar un gol" sin elconcepto del fútbol, un gol, un portero, etc.; "el co-mercio" sin clientes, sin relaciones de comprar yvender; el "voto" sin elecciones, cargos electorales,etc. Una palabra puede resultarnos ininteligibleporque no estamos familiarizados con el lenguajedel que forma parte, de modo que también la ac-ción de alguien puede resultar desconcertante por-que no conocemos el complejo de actividades del queforma parte. Podemos sentirnos desconcertadosante lo que están haciendo dos personas inclinadassobre una mesa si desconocemos el concepto de aje-drez. Aun si estamos familiarizados con el juegobien podemos desconcertarnos por la movida deun jugador si éste actúa en el nivel de "gran maes-

T LENGUAJE, REALIDAD Y RACIONALIDAD 363

tro" y nosotros sólo tenemos una familiaridad deprincipiantes con el ajedrez. Así, para muchas cosasque nos desconciertan en las actividades de la gen-te, despejar nuestra incomprensión es describir elcomplejo dentro del cual se encuentra la acción des-concertante, establecer la conexión entre la accióny el complejo organizado para poner de manifiestocómo embona la actividad en ese complejo, es de-cir, cómo la jugada del "gran maestro" incluye, entérminos de ajedrez, una intención diabólicamenteastuta. El meollo del asunto es, para Winch, quegran parte de la obra que una presunta ciencia so-cial pueda realizar se parece más a explicar el aje-drez de los grandes maestros a un principiante, quea los científicos que tratan de descubrir una nuevaley causal.13

Esto significa que existe una diferencia profundaentre una presunta ciencia social y unas triunfantesciencias naturales. El naturalista puede observar lasrelaciones entre los fenómenos y ponerse, entonces,n crear una teoría que, en relación con los objetivosy requerimientos de la labor científica, sea la quemejor se acomode a los patrones observados entrelos fenómenos de interés. En realidad, "para lospropósitos de la ciencia" se puede considerar comouna norma que puede gobernar la labor del cientí-fico naturalista y que le permite clasificar y medir

13 Puesto que ésta no es en realidad una tarea en el sentidohahitualmente considerado por los pretendidos científicos so-ciales, la preferencia de Winch fue hacia la expresión "estudiosnocíales".

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los fenómenos con la máxima conveniencia intelec-tual. No ocurre lo mismo en las presuntas cienciassociales. Explicar las desconcertantes actividades delos azande o de unos jugadores de ajedrez aún noidentificados no consiste en buscar una explicaciónque plantee conexiones causales entre los fenóme-nos, sino que se ve limitado a tratar de comprenderlas conexiones que están, por decirlo así, integradasen la actividad en cuestión. Dicho de otra manera,es tratar de comprender unas relaciones que son in-trínsecas a la actividad. Todo el que desee entenderlo que están haciendo unos jugadores de ajedrez de-seará captar el sentido que su actividad tiene paraellos, identificar las conexiones que ven entre las di-versas jugadas que hacen. Como lo sostuvimos en elcapítulo anterior, esto no exige "tratar de leer lasmentes" de las personas involucradas sino procurarcomprender las conexiones que establecen los par-ticipantes por causa de su participación en el com-plejo de actividad, conexiones que forman parte deesa actividad. En el ejemplo del ajedrez no llega-mos a comprender la actividad dándole a alguienuna relación psicológica de los jugadores, sino pro-porcionándole una explicación de las reglas y prin-cipios del juego. Para volver a un ejemplo anterior,no descubrimos por qué se ha detenido un autoante un semáforo en rojo corriendo al auto y entre-vistando al conductor, sino, sencillamente, llegandoa comprender las reglas y las convenciones de lasseñales del tráfico. En la ciencia social explicar noes, en absoluto, cuestión de teorizar sobre el senti-

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do de formar un esquema teórico general. Antesbien, se trata de describir el complejo de actividadal que pertenece una acción determinada, y esto es,a menudo, cuestión de especificar las reglas que laconstituyen, las que ya son conocidas para quienesrealizan las actividades, pues ellos mismos están ac-tuando de acuerdo con estas reglas.

Identificar reglas y otras culturas

lina importante cuestión que se plantea es cómopodemos llegar a identificar las reglas que formanun complejo de acción. Una cosa es apreciar la fuer-/.& de estos argumentos utilizando ejemplos, comoel ajedrez o las luces del tráfico, que son familiarespara la mayoría de la gente, porque son ejemplos to-mados de nuestra propia cultura. Pero, ¿qué decirde las culturas con las que tenemos poca familiari-dad? ¿Cómo podemos comprender realmente prác-ticas ajenas de hechicería, ya sea que las considere-mos verdaderas o no, cuando pertenecen a unacultura que es muy distinta de la nuestra, y parte deesta diferencia la forman, precisamente, las prácti-cas de hechicería?

Algunos de quienes critican a Winch han inter-pretado sus argumentos como si estuviera diciendoque la única manera de comprender un complejode actividad es formar parte de esa actividad, lo queharía imposible comprender una cultura muy dife-rente de la nuestra (Hollis y Lukes, 1982). Pero esta

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crítica pasa por alto el hecho de que la discusión deWinch con Evans-Pritchard es sobre la interpreta-ción apropiada o correcta de una cultura particular,muy diferente, y no por la cuestión general de sabersi es posible siquiera comprender otra cultura. Aun-que Winch sostiene que existen casos límite espe-ciales, como las matemáticas y la música, en los que

. comprender las actividades en cuestión requiereser un apto participante en la actividad, su princi-pal argumento es el que procede de comprenderotra cultura aprendiendo de los miembros de dichacultura. Se aprenden las reglas de esa cultura, o deun determinado complejo de actividades si nos lasenseñan, aprendiéndolas, y a menudo se puedenaprender muchas de ellas sin tener que convertirseen miembro del grupo que se dedica a esa activi-dad, precisamente de la manera en que lo hace elantropólogo.

Una vez más se ha cuestionado un modelo de in-vestigación de la ciencia social basado en concep-ciones supuestamente científicas, el modelo del ob-servador que anota las manifestaciones de unfenómeno y trata de comprenderlas por medio deteorías hipotéticas. Las prácticas reales de los inves-tigadores sociales, aun cuando se valgan de cues-tionarios o de entrevistas, se parecen más a las deser aprendiz de un instructor. En otras palabras, noaprenden por medio de un método específicamen-te científico sino de modo muy parecido a como al-guien puede aprender cuando quienes están yafamiliarizados con esa actividad le explican y le

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aclaran las cosas. Lo que se aprende no se derivatanto de lo que haya inventado el investigador so-cial por medio de un método científico, sino de loque puede tomarse de las personas estudiadas, paraañadirlo a nuestra propia comprensión. De muchasmaneras no podemos dedicarnos a las prácticas au-ténticas de la hechicería azande y sin embargo, pormedio de su estudio, podemos aumentar nuestracomprensión, ensanchar las fronteras de nuestropropio pensamiento para dar cabida a una com-prensión más vasta de lo que es posible que haganracionalmente los seres humanos. No llegaremos acomprender a los azande mejor de lo que se com-prenden ellos mismos, pero sí los comprenderemosmejor que antes.

De nuevo, lo que tenemos aquí es una concep-ción de la naturaleza de la ciencia social y de la in-vestigación social muy diferente de la propuesta porla ciencia positivista. Aunque Winch no desea ex-cluir por completo el análisis causal de la clase típi-ca de la ciencia natural, su argumento sugiere queprobablemente esto no resolverá muchos de losgrandes problemas que nos desconciertan. Lo querequieren es la explicación descriptiva de un com-plejo de actividades, en lugar de tratar de identifi-car sus causas. Estos argumentos, junto con otrosrelacionados que ya hemos visto en el capítulo an-terior, refuerzan poderosamente la opinión de queexiste una marcada división entre las ciencias natu-rales y las sociales, división que depende del hechode que los actores sociales ya viven en un mundo

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que tiene significado para ellos, y a partir de estosurgen muchos de los enigmas para la investigaciónsocial, que no pueden resolverse teorizando ni me-diante análisis causales.

Deseamos ocuparnos ahora de otro tipo de ar-gumentos que también plantearon el fantasma delrelativismo pues, según muchos de sus intérpretes,desafiaban la racionalidad de la ciencia medianteun estudio del desarrollo de las propias ciencias na-turales.

EL GIRO KUHNIANO

Pese a sus propias protestas en sentido contrario, aKuhn se le atribuyó comúnmente plantear una ver-sión relativista e irracional de la ciencia y, a la lar-ga, negar que ésta pudiera establecer algún tipo decontacto con una realidad "objetiva".

La parte central del argumento de Kuhn planteaun relato de la historia de la ciencia c.omo si inclu-yera discontinuidades sustanciales en lugar de unaprogresión evolutiva hacia teorías cada vez mejores,tal como lo había hecho en versiones anteriores ycomo lo analizamos en el capítulo IV. En pocas pa-labras, la ciencia se caracteriza por periodos de re-volución en que investigaciones y teorías antes do-minantes son desechadas en favor de otras nuevas.Después de tales revoluciones, la ciencia vuelve a es-tablecerse en su fase "normal" de resolver enigmas,hasta que, en cierto punto, vuelven a surgir las con-diciones para otra revolución, y se reanuda el ciclo.

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Sin embargo, aunque la descripción de Kuhn eradel desarrollo histórico de la ciencia, en particularde la revolución copernicana y los orígenes de la teo-ría cuántica, sus argumentos iban dirigidos en con-tra de varios filósofos de la ciencia y sus versionesde la racionalidad de la ciencia. Tal vez no sea sor-prendente, a la luz de sus argumentos, que en ge-neral se considerara que Kuhn estaba negando laracionalidad de la ciencia mientras que, según suspropios términos, él intentaba sustituir la concep-ción prevaleciente de la racionalidad —a la que con-sideraba demasiado limitadora para captar las rea-lidades y complejidades de los cambios históricosen la ciencia— por una diferente.

Uno de los elementos de las filosofías de la cien-cia más tradicionales que Kuhn trató de cuestionarfue la idea de un método científico, un algoritmode procedimientos explícitos y precisos que, de serapropiadamente aplicado, permitiría a los científi-cos determinar cuál, entre varias teorías rivales, erala correcta, la que mejor representaba la realidad.La búsqueda de semejante algoritmo, sostuvo Kuhn,era inútil, pues la elección entre teorías científicasrivales rara vez —o nunca— es clara, inequívoca y di-recta. Como ya se indicó antes, el cuadro pintadopor Kuhn del desarrollo de la ciencia es de perio-dos alternantes de ciencia "normal" y "extraordina-ria" o revolucionaria. Una ciencia ya madura, comola física —y en contraste con la sociología, que estádividida por interminables desacuerdos entre los di-ferentes enfoques—, tiene (durante gran parte del

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tiempo y en muchas áreas) un acuerdo básico sobrelas cosas fundamentales, sobre las teorías apropia-das y sobre los métodos eficaces. La "ciencia nor-mal" se desarrolla en semejante periodo estableci-do y consensual, en que un científico puede teneruna clara idea de cuál es un problema, cómo se lopuede resolver, cuál es su apariencia, cómo se rela-ciona con otros problemas, etc. Es un periodo de''solución de enigmas" porque los científicos tienenuna idea de cómo resolverlos, aunque aún no lo ha-yan hecho.

Sin embargo, durante esos periodos "asentados"se acumulan las anomalías a las teorías aceptadas.Los científicos hacen investigaciones que no obtie-nen los resultados que se esperaban de acuerdo conlas teorías prevalecientes. Estas anomalías al princi-pio pueden no ser consideradas demasiado serias yatribuirse a error experimental, o vistas como cues-tiones que con el tiempo se resolverán dentro delmarco de pensamiento recibido. No obstante, algu-nas de estas anomalías seguirán siendo intratablesy, en algún momento, llegará a verse que están plan-teando un problema profundo para las teorías acep-tadas, lo cual, a su vez, lleva a la ciencia a una crisis.El hecho de que estas anomalías no puedan aco-modarse dentro de la teoría recibida empieza ahoraa sugerir que acaso haya algo profundamente erró-neo en ella. Se necesitan nuevas teorías que puedanhacer frente a las anomalías, y entonces la cienciaentra en la fase revolucionaria. Se hace un intentopor reorganizar globalmente la ciencia en torno de

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ideas teóricas. Además, sostiene Kuhn, eligen político del término "revolución" resulta

§propiado, pues introducir nuevas teorías equivaleR una lucha política cuyo resultado no se decidirá•obre la base de la evidencia científica, sino sobre labase del poder. Una ievolución científica no inclu-ye a toda la comunidad científica, que, por consen-|O, aceptará abandonar el antiguo esquema e intro-ducir uno nuevo. Lejos de ello, resulta en unapugna intensa y prolongada dentro del ámbito de laCiencia. El patrón común es que las nuevas ideas ra-dicales son abrazadas por los científicos más jóve-nes que están al comienzo de su carrera y que aúnno han desarrollado un serio compromiso con losViejos marcos de pensamiento. Así, durante untiempo el campo queda dividido entre protagonis-tas irreconciliables de lo antiguo y de lo nuevo; elresultado a veces es determinado simplemente porIR mortalidad. Las nuevas teorías triunfan por fin,pero no porque todo mundo haya quedado persua-dido por ellas —la vieja generación acaso no se re-concilie con ellas nunca—, sino porque la oposiciónIC ha retirado o simplemente ha muerto.

Un elemento clave del argumento de Kuhn es(|UC normas o criterios como sencillez, generalidad,y sistematización, entre otras, por las cuales se su-pone que los científicos eligen entre las teorías, noion tan delimitadoras como para ofrecer, en casosparticulares, una resolución concluyente. Recomen-dar a la gente que prefiera la teoría más sencilla,Blas general y más sistemática puede ser un buen

á

1

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consejo pero no ayuda mucho cuando se trata dehacer la elección práctica, por ejemplo, entre tresteorías, X, Y, y Z, en que la teoría X es más sencillaque Y pero no es tan general ni tan sistemáticacomo Z, pero en que Z, aunque más sistemática ygeneral que X e Y, es menosifeneral que X e Y. ¿Aque norma se deberá dar prioridad: la sencillez, lageneralidad o la sistematicidad? Hay muchas mane-ras de responder a esto. Además, existen diferentesmodos de juzgar la sencillez, la generalidad o la sis-tematicidad, y distintos científicos bien pueden, ra-zonablemente, sumar los méritos de las teorías com-petidoras de maneras muy diversas, así comoquienes discuten sobre los méritos de los deportis-tas pueden sumar los méritos de los candidatos ri-vales de acuerdo con muy diferentes juicios de surespectivo valor. La disputa respecto a si una teoríacientífica debe ser preferida sobre otra puede ser—e históricamente ha demostrado serlo— cuestiónabierta. En cualquier comparación de teoría a teo-ría nos enfrentamos a una larga lista de pros y con-tras y, por consiguiente, aun cuando con el paso deltiempo una teoría acaba por triunfar sobre otra,esto no significa que podía decirse todo en favor dela teoría victoriosa y nada en favor de la derrotada.En realidad, Kuhn observa con ironía que un pun-to de vista supuestamente derrotado podrá ser re-habilitado, en parte, si no del todo, en la siguienterevolución.

Como lo hemos visto, este cuadro de la ciencianormal contrasta con el que fue planteado por Po-

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cr, quien consideró que la ciencia era una activi-esencialmente crítica, en la que los científicos

Itaban esforzándose sin cesar por refutar las teo-ÍS de los demás. Por consiguiente, la ciencia normal

Kuhn era, según Popper, una concepción no re-esentativa de lo que encarnaba el espíritu esen-

fdal de la ciencia. Esto era una desviación de la ac-itud implacablemente crítica propia del verdadero

Identifico. Además, la insistencia de Kuhn en la im-íportancia de una preparación científica dogmática\ autoritaria, en la que se le pedía al científico queAbsorbiera mansamente la ciencia ortodoxa, sin de-

§ lacuerdos, como condición para ser admitido en laComunidad científica, hace más grave la culpa deKuhn a ojos de Popper.

Sin embargo, Kuhn no está diciendo que quienesle oponen al cambio en las teorías lo hacen por ra-zones estrechamente políticas y tan sólo porque tie-nen un interés en la organización prevaleciente deIn ciencia, aunque bien podrían tener dichos intere-HCS. Su argumento es, en cambio, que un importan-Ic obstáculo para que trasladen su lealtad a las nue-vas teorías es que les resulta extremadamente difícil,ni no imposible, comprenderlas. No pueden ver nicomprender los méritos del nuevo marco mental. Elcambio en las teorías científicas, sostiene Kuhn, in-cluye cambios de significado. Dado que los térmi-nos teóricos reciben su significado de la teoría a lacjue pertenecen, aun cuando se utilicen las mismaspalabras en una teoría nueva significarán algo dife-rente; son inconmensurables con las viejas palabras

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de la antigua teoría. De este modo, un científiccque fue criado y educado en la antigua teoría sólopuede enfrentarse a la nueva como si fuera una len-gua extranjera, aunque, en apariencia, utilice losmismos conceptos y palabras. La situación es tantode una ruptura de la comunicación como de unarevolución.

En lo tocante a Kuhn, sus argumentos no afir-man que el resultado de la controversia científicasólo sea cuestión de poder y de intereses creados,carente en absoluto de racionalidad. Insiste en quela ciencia sí es una búsqueda racional y que haceprogresos. De este modo, con respecto a la revolu-ción copernicana en astronomía, Kuhn sostiene quelos argumentos en favor de la teoría copernicana noeran mejores —quizá fuesen aún más escasos— quelos que favorecían la teoría geocéntrica, y que laaceptación de los argumentos de Copérnico se de-bió al atractivo que ejercieron sobre algunas men-talidades casi místicas, no científicas, por entoncesprevalecientes entre algunos astrónomos que ejer-cían gran influencia. No fue una superioridad em-pírica y evidencial obvia de la obra de Copérnico laque triunfó. Sin embargo, tal como resultaron lascosas, la concepción copernicana ha sido validada,ha demostrado ser superior y hoy existen pruebasabrumadoras en apoyo de esa posición. De esta ma-nera, la astronomía ha hecho un progreso. Pero sila ciencia progresa no lo hace del modo que anteshabían supuesto las filosofías de la ciencia. Los jui-cios de los científicos acerca de los méritos de las

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:orías en competencia son mucho más complejoslo que podríamos suponer a juzgar por el pano-

rama anterior. Aunque sean equivalentemente ra-cionales en sus deliberaciones, los científicos pue-den sacar muy distintas conclusiones en un casodeterminado, entre otras cosas por la pluralidad denormas de elección de teorías que ya hemos obser-vado. Sin embargo —y tal vez ésta sea la más inten-sa provocación de Kuhn— el progreso en la cienciaincluye mucho más que racionalidad, en este senti-do, de una teoría que logra una captación más cer-cana de la naturaleza de la realidad. Aquí, la consi-deración clave es el lenguaje.

De nuevo el lenguaje

En el caso de Kuhn, el argumento contra la idea deuna teoría nueva y ahora triunfante que haya mos-Irado una captación más íntima de la naturaleza dela realidad última que sus predecesoras descartadasse origina en su rechazo de la distinción entre el"lenguaje de la teoría" y el "lenguaje de la observa-ción", que fue un elemento clave de la tradicionalfilosofía empirista de la ciencia, como ya hemos vis-lo. Según Kuhn, esa distinción no se puede soste-ner, porque el lenguaje en que se ponen las obser-vaciones está, a su vez, preñado de teoría. Como lohemos visto en el capítulo anterior, en relación conel análisis de la lógica conceptual de motivos e in-tenciones, éstos son conceptos que entran en la des-

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cripción de acciones de modo que resulta difícilsostener una distinción discreta entre, digámosloasí, un lenguaje de observación conductual y unlenguaje de estados mentales, ya que ambos perte-necen —para tomar una concepción de Wittgen-stein— a una "gramática de los conceptos de ac-ción", en la que los dos se encuentran íntimamenteentrelazados. Una teoría similar aparece en la no-ción de que el lenguaje de la observación está pre-ñado de teoría.

La distinción entre los lenguajes de la "teoría" yde la "observación" pretendía dar una seguridad deque las teorías científicas sí establecían conexióncon el mundo. En una teoría formulada en formaverdaderamente deductiva, los conceptos generalesabstractos en extremo se conectarían sistemática-mente con los fenómenos observables, por mediode los niveles cada vez menos generales que inter-vinieran en la cadena de las proposiciones deduci-das, lo que, a la postre, conduciría a hacer predic-ciones acerca de estados de cosas concretos,específicos y observables, asegurando así que la teo-ría respondiera al modo en que era el mundo y per-mitiendo hacer una comparación directa y que —se-gún se esperaba— embonara entre los hechos delmundo y las pretensiones de la teoría. Sin embargo—y según Kuhn— dado que la observación científicareal se hace en los términos de alguna teoría, los ti-pos de cosas que se observan deben depender de lateoría; por ejemplo, si un fisiólogo está interesadoen los efectos de un medicamento sobre la hemo-

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globina en el torrente sanguíneo, sus observacionesdeberán hacerse en términos de una teoría en laque ya se encuentren definidos muchos de los fe-nómenos observacionales clave. De este modo, yuna vez más según Kuhn, no es posible describir elmundo independientemente de alguna teoría. Y—lo que pesa más que esto— la idea de un mundo in-dependiente de alguna teoría no puede tener signi-ficado, y el científico sólo puede encontrar al mun-do en los términos de una teoría que acepté; Kuhnglosa este punto describiendo a los protagonistas te-óricos como si vivieran en "mundos diferentes".Por lo tanto, la discontinuidad entre las fases prerre-volucionaria y posrevolucionaria del cambio cientí-fico es tan grande que casi no tiene sentido hablarde que una teoría ofrece una mejor versión del mis-mo mundo que su predecesora. Más valdría decirque la nueva teoría nos pone en un mundo distintodel de su predecesora.14

EL GIRO LINGÜÍSTICO EN LA INVESTIGACIÓN SOCIAL

Hemos dicho al comienzo de este capítulo que la in-sistencia en el significado como característica dis-

14 Kuhn está consciente de que tal argumento 110 se debe to-mar demasiado literalmente, aunque algunos de sus seguidoresno hayan sido tan cautelosos. Mejor sería ser formularlo de lamanera siguiente: una ciencia posrevolucionaria produce cam-bios en el modo en que se efectúa el trabajo científico y la visióndel mundo que proyecta.

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tintiva de la vida social humana trajo el lenguaje alprimer plano de las preocupaciones de la cienciasocial. En los dos últimos decenios, poco más o me-nos, ha predominado un enfoque en el lenguaje, es-pecialmente por medio del término "discurso", nosólo entre las disciplinas más tradicionales sinotambién en nuevas infusiones intelectuales, comolos estudios culturales, además de favorecer, para-dójicamente, otro giro social en aquellas disciplinasque por tradición estaban preocupadas por el len-guaje, como los estudios literarios y la lingüística.En años más recientes el lenguaje se ha vuelto unfoco central de atención interdisciplinaria.

Aunque Wittgenstein, Winch y Kuhn están lejosde ser los únicos especialistas responsables de estehincapié, fueron figuras influyentes y se puede de-cir que nos recordaron que la vida social y el len-guaje están entrelazados. El lenguaje es una activi-dad social. Es algo que se desarrolló en y comoparte de actividades sociales y, a la recíproca, las ac-tividades sociales se efectúan por medio del len-guaje. De este modo, el lenguaje es un medio pro-minente de la conducta de la vida social y, porconsiguiente, el estudio de la vida social se vuelve,en aspectos importantes, el estudio del uso del len-guaje. La insistencia de Wittgenstein en la diversi-dad de los usos del lenguaje pretendía contrarrestaraquella fijación en unos aspectos del lenguaje queincluye "hablar del mundo" y, en cambio, reconoceel papel que desempeña el lenguaje al llevar ade-lante las relaciones y actividades sociales. Subrayó

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•to al poner el sentido o significado antes de la ver-4ad en sus deliberaciones sobre el lenguaje. Sólottna declaración que tenga sentido, que diga algo[lie pueda ser comprendido, puede ser verdadera o

.álsa, y las cosas que determinan el sentido, es de-I CÍr, el hecho de que las palabras desempeñen un pa-; peí en el lenguaje y las actividades, son diferentesde las que determinan si lo que se dice es verdade-ro o falso. Éste fue un énfasis muy diferente del delas filosofías positivista o empirista, que daban prio-ridad a la verdad como condición para hacer una

t declaración significativa; este rasgo fue particular-mente notable en el positivismo lógico y, en la

' investigación social, se hizo hincapié en poner aprueba la verdad de las teorías como punto de la in-vestigación.

En sociología esas opiniones convergieron con elinteraccionismo simbólico y la etnometodologíaque, aun cuando de diferentes inspiraciones filosó-ficas, habían estado largo tiempo haciendo campa-ña por la adopción de la idea de que la vida sociales un asunto lingüísticamente constituido y que con-siste, sustancial y centralmente, en el empleo dellenguaje (véase, por ejemplo, Lee, 1991). Una com-binación de las influencias etnometodológica ywittgensteiniana ha dado por resultado el desarro-llo del "análisis de la conversación", que enfoca,con grande e intenso detalle analítico, el caráctersocialmente organizado de la charla ordinaria.10 En

15 El fundador del análisis de conversación fue Harvey Sacks.Véanse sus conferencias reunidas (Sacks, 1995).

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aspectos significativos estos desarrollos amplían latradición antes mencionada, que surgió de los de-bates culturales ocurridos en Alemania a finales delsiglo Xix, que trataban de forjar una distinción, porprincipio, entre las ciencias sociales y las naturales.

LA CUESTIÓN DEL RELATIVISMO Y EL IDEALISMO

En el meollo de la crítica de Winch y, por relación,la de Kuhn, se encuentra la cuestión de saber si susargumentos invitan a sacar conclusiones relativistas.Gran parte del esfuerzo de las filosofías positivistay empirista, así como de las racionalistas, tendió aobtener una base absoluta para el conocimientocientífico. Winch y Kuhn parecen —al menos enopinión de algunos— estar negando tales ambicio-nes. Como ya lo hemos señalado, a menudo se in-terpreta a Winch como si dijera que la hechicería estan buena como la ciencia o, en forma un tanto máscautelosa, que no existen medios independientes deescoger entre hechicería y ciencia.16 De manera si-milar Kuhn, en su descripción de los "mundos di-ferentes" que participaron en la revolución entre lasteorías antiguas y las nuevas, parece estar arguyen-do que no es la realidad la que determina cuál teo-ría es la correcta, sino, más bien, la pérdida de vi-gor de los partidarios de la vieja teoría. Por lo tanto,

"' Desde luego, para Winch, hechicería y ciencia no puedencontradecirse, puesto que ni siquiera están hablando "el mismolenguaje". y

i

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puesto que no hay medio de determinar cuál teoríate compara mejor con la realidad, resultan inevita-bles las conclusiones relativistas.

Ciertamente, si ésta fuese la clase de teorías queestaban defendiendo Winch y Kuhn, difícil seríaevitar las conclusiones relativistas. Sin embargo,Otra acusación contra ambos, y por ello contra losque sustentaban ideas similares, es su supuesto idea-lismo. Por ejemplo, a menudo se dice que Kuhnafirmó que la realidad es lo que una comunidadcientífica particular sostiene que es. El mundo pos-revolucionario de la ciencia es diferente del prerre-volucionario. Ese idealismo evita una distincióncrucial para nuestro pensamiento racional: queexiste una diferencia entre el mundo tal como cree-mos que es y el mundo tal como es. El concepto delmundo como "independiente de la mente", cualquiercosa que creamos que es, resulta una de las clavesde todo nuestro modo de pensar, y sólo se lo puedenegar corriendo el riesgo de caer en lo absurdo.Obviamente creer que uno se ha ganado la loteríano es —¡ay!— lo mismo que sacarse la lotería.

EL REALISMO

Por lo general se considera que los argumentos deWinch y Kuhn son un desafío a las posiciones ma-terialista y realista, basadas en la premisa de la afir-mación de una realidad independiente de la mentey que, en este respecto, forman parte del legado del

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positivismo. Como en el caso del positivismo, es-tas posiciones filosóficas sostienen ciertas concep-ciones del estudio de la vida social como cienciacomparable a la ciencia natural, con un papel im-portantísimo para la teoría pero dentro de lo que seespera sea una visión más refinada de la cienciamisma.

El cuadro de la ciencia social pintado por Wincheludió la idea de que ésta debería preocuparse prin-cipalmente por ofrecer explicaciones causales. An-tes bien, su papel era más comunicativo. Al pedirexplicaciones de lo que estaban haciendo los de-más, casi todo el tiempo lo que se necesitaba eradescubrir lo que no sabemos, pero de lo que ellostienen perfecta conciencia. Si hacemos que nos ex-pliquen el juego del ajedrez, lo que aprendemos eslo que ya saben. Algo similar ocurre con la hechi-cería de los azande. Por consiguiente, aunque laciencia social pueda descubrir cosas, durante granparte del tiempo éstas serán ya familiares para quie-nes se dedican a las actividades, pero a nosotros nosdesconciertan. Esto está en marcado contraste conla noción de que las ciencias sociales son o debenser ciencias de descubrimiento, como otras cienciasde descubrimiento, y capaces de descubrir cosasque nadie conocía antes. Esta fue ciertamente la con-cepción sostenida por Durkheim, por ejemplo,como lo hemos visto en el capítulo u. Marx, aunquede maneras significativamente distintas, tambiénsostuvo la misma opinión. Las fuerzas que dan for-ma a la sociedad están profundamente arraigadas y

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son en gran parte invisibles a los miembros de la so-ciedad hasta que son descubiertas por la aplicacióndel método del materialismo histórico. Tal cornoDarwin descubrió los orígenes evolutivos de la vidaO que Einstein descubrió que la velocidad de la luzconstituye el límite del movimiento, así deben serlas ciencias sociales.

El concepto de ciencia social como empresa dedescubrimiento no encaja muy bien con las nocio-nes supuestamente idealistas de que no existe unarealidad "independiente de la mente". Si así ocu-rriera la ciencia no tendría ningún objeto. Si la rea-lidad consiste en lo que creemos, debemos tenerconciencia de estas creencias y no podemos equi-vocarnos acerca de ellas, y si la realidad es lo mismoque nosotros creemos, entonces, lógicamente, de-bemos conocer la realidad misma. No tendría nin-gún objeto la ciencia, como hemos dicho hace unmomento; todo lo que necesitaríamos sería inspec-cionar nuestras creencias. A este respecto, Marx yFreud destacan como "prueba" de que no conoce-mos nuestras mentes. Sus descubrimientos mostra-ron que nuestras mentes no son transparentes. So-mos inconscientes de las fuerzas que forman yguían nuestras acciones.

Tanto el materialismo como el realismo insistenen lo indispensable que es la brecha entre el mun-do tal como creemos que es y el mundo tal comoes, la brecha entre la apariencia y la realidad. Parael materialismo la "mente" o las "ideas" son inma-teriales y no pueden desempeñar un papel causal.

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El realismo, aunque no comprometido con la no-ción materialista de que la realidad consiste sólo enla materia, insiste asimismo en que aun cuandonuestros esfuerzos acaso no capten la naturalezaverdadera de la realidad, se debe mantener una dis-tinción entre las creencias y la forma en que el mun-do es en sí mismo.

Realismo y ciencia

Un intento importante por recuperar el terreno per-dido por el ataque al positivismo, y así retener laidea de una ciencia social, fue hecho por Bhaskar(1978), quien presentó lo que llamó un "realismotrascendental", que incluiría a las ciencias socialesentre las ciencias. Permitiría, en su opinión, retenerun modo marxista de explicación revisado, juntocon diagnósticos de falsa conciencia y la implica-ción política de la posibilidad de emancipación,pero no tan vulnerable al tipo de objeciones inspi-rado por Winch y otros como las concepciones po-sitivistas de la ciencia.

Bhaskar sostiene que la ciencia hace descubri-mientos acerca de la naturaleza y de los poderes delas cosas reales, cosas que existen independiente-mente de esa ciencia y de nuestro conocimiento deaquéllas, y que continuarían existiendo y compor-tándose como lo hacen aun si no existiera ningunaciencia para explicarlas. Es decir, Bhaskar desea in-sistir al mismo tiempo en que la ciencia, lo que co-

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nocemos y lo que podemos decir acerca de la natu-raleza y el poder de las cosas reales, a su vez es con-tingente, es un fenómeno producido histórica y so-cialmente. Así, al menos en parte, está dispuestoa aceptar conclusiones supuestamente relativistas,pero desea argüir que relativismo y realismo no es-tán en conflicto. Según el plan de Bhaskar, dadoque la posibilidad misma de la ciencia requiere quereconozcamos la existencia de un mundo real, in-dependiente de la mente y que funciona de acuer-do con la necesidad natural, lo que leñemos es unrealismo ontológico. Sin embargo, también debemosreconocer que la ciencia y su conocimiento son unaactividad humana, forjada cultural c históricamen-te. Por lo tanto, también se requiere un relativismoepistemológico. Existe allí, dicho de otra manera, unadiferencia entre nuestras descripciones de la reali-dad y la realidad que queda descrita. Aunque sólopor medio de nuestras descripciones científicas co-nocemos —en la medida en que conocemos— las co-sas en la realidad, los tipos de descripciones queaparecen en la ciencia son, a su vez, productos his-tórica y socialmente formados, resultado de la obrade anteriores investigadores y teóricos. Son ellosquienes han forjado la terminología que emplea-mos para hablar acerca de la realidad, y no es ne-cesario que describamos las relaciones naturales ynecesarias entre los fenómenos en la terminologíaque casualmente hemos heredado. Podemos descri-bir estos fenómenos de otras manc-i as, y los hemosconocido bajo descripciones diferentes de las que

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hoy tenemos. Pero esto no significa que la natura-leza de las cosas conocidas sería diferente. La natu-raleza de las cosas en la realidad no es lo mismoque sus descripciones. Por ello una descripción deuna cosa de una manera y no de otra no modificala naturaleza de la cosa cuando alteramos el len-guaje de la descripción.17

Dentro de la posición "naturalista" de Bhaskar,los tradicionales dualismos de naturaleza frente ahermenéutica, voluntarismo frente a reificación, eindividualismo frente a colectivismo, no son oposi-ciones necesarias en las que tengamos que escogerlo uno o lo otro. Bhaskar trata la oposición entre elnaturalismo y la hermenéutica como si consistieraen los otros dos dualismos y pudiera ser superadamediante un modelo transformacional de la acciónsocial. Las estructuras sociales no son reificadascomo cosas que poseen una vida propia y que de-terminan las acciones de los individuos, como en elcolectivismo. Las estructuras sociales preexisten alas acciones individuales y son condición previapara ellas. Al mismo tiempo, son productos de esasacciones.18 La vida social no es algo constituido ex-

17 Ésta fue una posición hacia la que se inclinó Kuhri, peroluego se retiró en favor de la idea de que la naturaleza de las co-sas dependía de nuestras descripciones de ellas y que, por consi-guiente, los cambios en los modos de describir significaban cam-bios de la naturaleza de las cosas. Para Bhaskar las diferentesdescripciones tratan de captar la naturaleza intrínseca de la cosa.

18 La noción no es muy diferente del concepto de Giddens de"estructuración", en que "la sociedad es a la vez la condición y elresultado de la agencia humana, y la agencia humana es a la vezla producción y reproducción (o transformación) de la sociedad"(Giddens, 1986: 92).

LENGUAJE, REALIDAD Y RACIONALIDAD 387

ilusivamente por individuos, ni comprendido porpnjuntos sociales autosubsistentes, sino una red deelaciones sociales, un conjunto de posiciones da-las, actividades y prácticas asociadas, ocupadas porindividuos que son agentes capaces de tomar deci-liones y de hacer elecciones y que, por consiguien-

Ijte, pueden cumplir con los requerimientos de esas1 posiciones y, por ello, son capaces de transformar laestructura que ellos u otros ocuparán más adelante.Estos argumentos aseguran, para Bhaskar, que las"ciencias sociales pueden verse como ciencias en elmismo sentido que la ciencia experimental de la na-turaleza, como la química orgánica, pero en formasque son tan distintas de la materia como específicasde la naturaleza de las sociedades" (Giddens, 1986:93). En otras palabras, las ciencias sociales tendránque tomar en cuenta el tipo de fenómenos que, se-gún Winch y otros, socavaron su posición mismacomo ciencias, como la interpretación de los acto-res sociales —Bhaskar llama a esto el "momento her-menéutico"—, y un reconocimiento de que la reali-dad social consiste, en parte, en los conceptos einterpretaciones de los actores sociales.

CONCLUSIÓN

Hemos planteado —pero no respondido directa-mente— la pregunta de si las opiniones de Witt-genstein acerca de la "autonomía de la gramática"no dieron por resultado la desconexión de la "rea-

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lidad externa" del tipo que teme Bhaskar, y si éstetrata de reconectarla con su propia declaración deun realismo elaborado. No respondimos directa-mente a la pregunta, pero debe ser bastante claroque no da por resultado esa desconexión. Antesbien, el argumento de Wittgenstein va contra elplanteamiento de la pregunta acerca de la relacióndel lenguaje con la realidad como algo que se de-bería plantear y responder de manera general. Esbastante claro que el nombre "Fido" no es el mismoque el perro Fido, y cuando le damos el nombre"Fido" al perro establecemos una conexión entrealgo lingüístico, un nombre, y algo no lingüístico, asaber, el perro vivo. Sin duda Wittgenstein no estánegando tan obvios hechos. Sin embargo, lo queestá intentando hacer es disuadirnos de empezar pory enfocar exclusivamente los hechos de dar nombres alas cosas como si representaran la esencia mismadel lenguaje. También desea hacernos recordar queestablecer dichas conexiones entre palabras y cosasno representa la raíz ni el fundamento del lenguaje,que tales conexiones presuponen la existencia deuna actividad humana organizada, de la que el len-guaje forma parte. El hecho mismo de dar nombresa los perros es una práctica social que también ha-cemos extensivas a otras mascotas, pero que noaplicamos a los animales en general. Sin embargo,disponer de esta práctica sociocultural es algo queya queda presupuesto en el ejemplo más básico derelacionar palabras con cosas, como darle nombrea un perro. Reflexionando sobre lo que sería un

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conciso sumario de opiniones wittgensteinianas, yhasta kuhnianas, podemos proponer esto: el reco-nocimiento de la importancia del contexto socio-cultural en nuestras prácticas lingüísticas y de otrostipos no nos priva de la capacidad de "hablar acer-ca de la realidad", sino que nos da la capacidad dehacer esto. Dependemos de una realidad sociocul-tural para que la expresión de "hablar acerca de larealidad" tenga un sentido y una aplicación inteli-gibles.

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LA EVAPORACIÓN DEL SIGNIFICADO 391

VIII. LA EVAPORACIÓNDEL SIGNIFICADO

EN LOS dos capítulos anteriores hemos revisado lasposiciones que intentan sostener que los fenómenossociales son intrínsecamente significativos y que,por lo tanto, la labor esencial de las ciencias socia-les debería ser el estudio del significado y de lacreación de significado. En el último capítulo nospreguntamos si esto conduciría a diversas conse-cuencias aparentemente indeseables, como subjeti-vismo, idealismo y relativismo, y sostuvimos que ta-les temores eran en gran parte ilusorios. Sugerimosque ni la opinión de los wittgensteinianos ni la delos kuhnianos tiene semejantes implicaciones. Sinembargo, ahora necesitamos considerar ciertas po-siciones que intentan volver a la idea de que los fe-nómenos sociales son intrínsecamente significativos.Aquí presentamos dos conjuntos de opiniones muydiferentes. En primer lugar, las del "posempiris-mo", posición encabezada por W. V. O. Quine; ensegundo lugar, las de la teoría "posestructuralista"europea, por medio de sus dos figuras más desta-cadas, Michel Foucault y Jacques Derrida. Por razo-nes muy diferentes y con consecuencias considera-das de manera muy distinta, estos dos enfoquesincluyen la idea de que la noción de los fenómenos

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aciales como "intrínsecamente significativos" esconcepción en esencia metafísica, y que la ne-

cesidad de purgar de manera radical el pensamien-de todos sus elementos metafísicos entraña el

abandono de la noción de significado, liquidadaIpor un ataque frontal a las anteriores teorías del sig-nificado.

Los argumentos revisados en los dos capítulosprevios se dedicaron a explorar la pertinencia y lasimplicaciones de la cuestión del significado y, porlo tanto, del lenguaje, para el estudio de los fenó-menos sociales. En este capítulo deseamos volver aciertos argumentos que tratan de negar que los fe-nómenos sociales, en especial el lenguaje, tenganun significado. En pocas palabras, estas tendenciassurgen de dos fuentes muy distintas, sin ninguna re-lación entre sí. Una de ellas se origina con la teoríasocial europea, la cual tiende a incluir la filosofíatanto o aún más que la sociología, y aquí las in-fluencias fundamentales son las ideas "estructura-listas" y "posestructuralistas". La otra surge de lacorriente principal de la filosofía angloamericanacontemporánea y de las doctrinas "posempiristas" conque suele asociarse al positivismo.

Sin embargo, aunque las discusiones son acercadel lenguaje y el significado, también se preocupanprofundamente, a través de éstos, por la cuestión dela racionalidad y de la naturaleza de la ciencia. Losargumentos wincheanos habían sido interpretadosde modo relativista, como si afirmaran que no ha-bía norma absoluta de racionalidad y, por lo tanto,

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392 LA EVAPORACIÓN DEL SIGNIFICADO

no había medios seguros de determinar una autori-dad intelectual para la ciencia. Se suponía que la he-chicería no era mejor ni peor que la ciencia o, mejordicho, que no había una manera (con principios)que mostrara que una fuese mejor que la otra. Deformas muy diferentes, puede verse que estas ten-dencias se refuerzan, y que incluso —en el caso dela teoría social europea— llevan mucho más allá lassupuestas consecuencias de las opiniones del tipode las de Winch.

EL POSEMPIRISMO

La preocupación por el significado del lenguaje yde las acciones incluyó, como tantas otras, una res-puesta y una crítica a las tendencias conductistas enel estudio de las actividades sociales. La estrategiadel conductismo fue condenada como reduccionis-ta, en el sentido de que cualquier actividad era ac-cesible al estudio científico pero sólo a condiciónde que toda referencia a los elementos "mentalis-tas" fuese eliminada de la descripción y explicaciónde la misma.

Como lo hemos visto, el conductismo heredó eldualismo cartesiano al menos en un sentido quepermitía que las opciones fuesen definidas en tér-minos cartesianos de una oposición de "mente" a"cuerpo". Los cartesianos sostienen que los sereshumanos consisten en un cuerpo material, físico yobservable, y en una mente inmaterial, inobserva-

LA EVAPORACIÓN DEL SIGNIFICADO 393

ble, separada y distinta. En su contra, los conduc-tistas pueden negar que exista otra cosa que el cuer-po, o bien insistir, más moderadamente, en que lamente no es tema posible para el estudio científico.El cuerpo se encuentra inequívocamente dentro deldominio de la ciencia. Sin embargo, la mente pare-ce caer fuera de la esfera de los fenómenos físicosobservables y, para el conductista, sólo los fenóme-nos físicos y públicamente observables pueden con-tarse entre los objetos legítimos de la ciencia. Lamente debe ser excluida como tema de estudiocientífico y como factor potencialmente explicativode la conducta encarnada, a menos que pueda mos-trarse que los fenómenos mentales son, en realidad,productos de estados corporales.

El conductismo de Qinne

Uno de los más destacados conductistas contempo-ráneos es W. V. O. Quine, quien, al menos desde eldecenio de 1960, ha sido uno de los filósofos an-gloamericanos que mayor influencia han ejercido.Ya hemos analizado algunas de las ideas de Quineen relación con la discusión de la ciencia en el ca-pítulo iv. Sin embargo, el modo en que Quine haejercido mayor impacto en el periodo posterior a1960 es por medio de sus ideas sobre la naturalezadel lenguaje y el significado, organizadas en tornode la cuestión de la "traducción", y que incluyen laque debe ser una de las cuestiones más frecuente-

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394 LA EVAPORACIÓN DEL SIGNIFICADO LA EVAPORACIÓN DEL SIGNIFICADO 395

mente discutidas en la filosofía contemporánea: la"tesis de la indeterminación de la traducción".

La filosofía de Quine se formó a partir de unaadopción selectiva de la herencia del empirismo ydel positivismo. En su opinión, una de las conse-cuencias graves de la posición conductista es presu-poner que las tareas principales de la filosofía hansido hoy predominantemente efectuadas por laciencia. El principal objetivo de la filosofía, la metade sus preocupaciones metafísicas, era decirnosaquello en que, en última instancia, consistía la rea-lidad, pregunta ahora atinadamente contestada —o,al menos, tan bien como hoy es posible hacerlo—por los últimos descubrimientos de la ciencia. Otrade sus tareas principales, la epistemología, la deter-minación de cómo es posible que conozcamos la na-turaleza del mundo externo, aún no ha sido entre-gada a la ciencia, pero Quine recomienda que así sehaga. La epistemología debe ser "naturalizada" alconvertirla en el estudio empírico del desarrollo delaparato cognoscitivo humano. La filosofía no pue-de aspirar a desempeñar un papel que tradicional-mente ha anhelado, el de "primera filosofía" queelabora la base del conocimiento y prescribe a laciencia cómo debe organizarse para tener éxito.

Sin embargo, aunque Quine reduce en formaconsiderable el papel de la filosofía, ésta no es en-teramente redundante. Todavía puede desempeñarel papel de aclarar qué es lo que la ciencia nos dicey de verificar el modo en que "ordinariamente" ha-blamos contra la norma que la ciencia ha estableci-

I do.1 En lo tocante a Quine, la ciencia nos dice quesólo hay cosas físicas, y es esto lo que la pone enconflicto con algunas de las cosas ordinarias quedecimos. Por ejemplo, el modo en que hablamos amenudo postula cosas que en realidad no existen,que no tienen existencia física o nunca la tuvieron,como los dioses del Olimpo, los unicornios o las ha-das del jardín. En realidad, uno de los problemasdel estudio de la vida social humana es que tambiénésta emplea un vocabulario de dudosa provenien-cia, expresiones que pretenden explicar las acti-vidades de los seres humanos pero que postulan en-tidades que no satisfacen la norma científica de laexistencia física. Queda en duda todo el vocabulario"intencional" de nuestro lenguaje ordinario —deltipo que hemos analizado en el capítulo v— y queapela a entidades tales como mentes y pensamien-tos, motivos, propósitos, etc., y que utilizamos paraexplicar la conducta.

La actitud de Quine ante el vocabulario de laciencia es, en sus propias palabras, "austera", y re-quiere la eliminación de todas las "entidades" cuyapostulación es innecesaria para el asunto de la cien-cia, lo que principalmente significa esas "entida-des" que no podemos poner en forma física. La no-ción de significado es un término que Quineconsidera como buen candidato para la explicaciónde nuestra actividades lingüísticas por medio de

' Esto es similar a la concepción de la filosofía como "sub-trabajador" supuesta por John Locke. Véase el capítulo i.

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nuestro conocimientos de los significados y, por lotanto, es un concepto que debe ser incluido en cual-quier teoría científica de la conducta lingüística(Quine, 1953b). Sin embargo, según Quine, la no-ción de significado no puede pasar la prueba de laaceptabilidad científica y debe ser excluida de todovocabulario propiamente científico. En otras pala-bras, de acuerdo con la ciencia, que es la fuente denuestros juicios sobre lo que realmente existe en elesquema de las cosas de Quine, los significados noexisten. No hay eso que se llama significado, asícomo no hay otras clases de entidades mentales:creencias, pensamientos, intenciones, etc. Éstas notienen una existencia física identificable en la es-tructura neurofisiológica del animal humano y, porlo tanto, no pueden ser parte de ninguna explica-ción propiamente científica de la conducta del mis-mo. En lo tocante a explicaciones de la conductalingüística y social humana, sólo podemos empezarcon cierta confianza con lo que es observable y físi-co, a saber, la conducta externa del organismo —quees la razón por la cual Quine adopta el conductis-mo— y la operación interna del sistema fisiológico.De este modo, el principal asunto de la ciencia so-cial debe efectuarse en términos conductistas, tra-tando la conducta no como si estuviese organizadapor medio de entidades "mentales internas" sino através del acondicionamiento ambiental de la res-puesta del organismo.

Aquí hay algunas afinidades con la posición deWittgenstein, pero son superficiales y sólo con res-

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pecto a su conclusión de cjue los significados no sonuna clase de "entidad mental". La posición queWittgenstein y Quine rechazan presupone que esnecesario tener acceso a algún estado o aconteci-miento mental, como un "significado", para poderfijar el significado de una palabra o una frase. Aesto lo llama Quine el "mito del museo'', en el quelas "entidades de significado" están dispuestascomo en una exhibición de museo en algún lugarde la mente, y con ellas se pueden conectar las pa-labras del lenguaje, que así cobran significado.Wittgenstein llegó a la conclusión de que si el sig-nificado de una palabra no quedaba fijado por re-ferencia a "entidades mentales", se lo debe resolverpor algún otro medio, e identificar la organizacióndel lenguaje como si fijara el significado de las pa-labras. De ahí pasa a sacar una conclusión total-mente distinta: si el significado no se puede fijarpor medio de "entidades mentales" (las cuales,dada su insistencia en la ciencia como arbitro de larealidad, en realidad son entidades físicas, es decir,estados del cerebro o del sistema nervioso), no esposible fijar absolutamente el significado. Y comolas "entidades mentales", incluyendo los significa-dos, no son entidades físicas, no se puede fijar elsignificado.

La tesis de la indeterminación

Para comprender aquí el argumento de Quine ne-cesitamos examinar su tesis de la indeterminación

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de la traducción.2 La tesis parece hacer algunasafirmaciones bastante drásticas. Al tratar de tradu-cir de una lengua extranjera no hay respuesta a estapregunta: "¿Qué dijo el hablante?", en el sentido de"¿Qué quiso decir el hablante con lo que dijo?" Nohay una sola respuesta correcta a esta pregunta. An-tes bien, existen muchas respuestas distintas y hastamutuamente contradictorias, todas las cuales pue-den considerarse como respuestas correctas a lapregunta. El hecho de que cada traducción puedaconsiderarse correcta en un sentido significa que,en otro, no puede serlo. Si cada traducción rival,hasta las incompatibles, es tan buena y tan correctacomo otra, no es posible decir de ninguna de ellasque nos proporcione la traducción correcta. Nin-guna tiene más pretensiones que cualquiera de lasotras de captar el significado intrínseco de la fraseque se está traduciendo, aunque sí nos brindan tra-ducciones que son perfectamente adecuadas para lacuestión de hablar y tratar con los hablantes de unalengua extranjera, y que no se conforman con loque normalmente llamaríamos evidencia de unatraducción correcta.

La indeterminación de la traducción es resultadodel hecho de que es necesario, y no sólo conve-niente, que todo el que intente hacer una traduc-

2 La tesis ha resultado difícil para que otros filósofos haganuna formulación de la tesis que acepta Quine, y no menos difícilpara que otros filósofos descubran lo que pueden reconocercomo claridad y congruencia en las formulaciones del propioQuine. Hemos hecho lo mejor que hemos podido.

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i ción —para Quine, esto significa producir un es-quema sistemático para la traducción, lo que llamaun "manual de traducción"— para efectuarla elabo-re grandes suposiciones acerca de la naturaleza dellenguaje que está traduciendo.

Diferentes traductores pueden hacer diferentessuposiciones y, en diferentes puntos —tal vez exten-samente—, darán por resultado traducciones muydistintas —tal vez por entero incompatibles— de lamisma frase. Utilizando las suposiciones iniciales,el traductor tratará de verificar las traducciones re-sultantes, cotejándolas contra los patrones de habladel hablante para hacer que embonen impecable-mente en la evidencia de la conducta del hablante.Sin embargo, el hecho de que las suposiciones deun traductor dado produzcan un esquema para latraducción que encaje en toda la evidencia acercadel habla de los hablantes indígenas no significaque otro esquema tenga que ser menos congruentecon la misma evidencia. Dos o más esquemas detraducción pueden coincidir igualmente bien, afir-ma Quine, con toda la posible evidencia en términosde las respuestas del lenguaje de los hablantes, y sinembargo, dadas las muy diferentes suposiciones deque dependen los esquemas, quizá produzcan tra-ducciones incompatibles de la misma frase.

Esto revela una diferencia importante para Qui-ne entre las "ciencias sociales" y las ciencias natu-rales. Existen situaciones un tanto comparables enlas ciencias naturales, en que dos teorías en con-flicto son igualmente compatibles con la evidencia.

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Pero en el mundo físico no pueden ser verdaderasambas, pues hacen afirmaciones opuestas sobrecómo deben ser los hechos físicos, y los hechos físi-cos deben ser de un modo o de otro, cualesquieraque sean nuestras teorías acerca de ellos. Por lo tan-to, debe haber algún "hecho de la materia" que a lapostre venga a zanjar la cuestión entre las teorías ri-vales. Sin embargo, en el caso de las "ciencias so-ciales" no hay "hechos de la materia". Debemos re-cordar que Quine ha negado que existan estadosfísicos del cerebro y del sistema nervioso que co-rrespondan a supuestos "estados mentales"; porconsiguiente, no hay estados físicos que existan in-dependientemente de las traducciones rivales, oque pudieran ser finalmente identificados y utiliza-dos para decidir entre ellas. Cuando los traductoresrivales han tomado en cuenta toda la evidenciaacerca de las respuestas que dan los hablantes indí-genas, habrán agotado todos sus testimonios. Noexiste otra evidencia física a la que pudiesen apelar.Por consiguiente, cuando dos lingüistas rivales hanhecho todo lo posible por establecer que sus tra-ducciones, dadas sus respectivas suposiciones, em-bonan en la evidencia de la conducta de los ha-blantes, no les queda otra cosa por hacer. No hayuna nueva corte de apelación a la cual puedan re-currir y no hay solución concebible para decidircuál es la traducción correcta. Entonces, se quedancon traducciones de frases particulares, a las quehan llegado por medio de esquemas de traducciónabsolutamente coherentes y que, a sus distintas ma-

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ñeras, son compatibles a la perfección con toda laevidencia de la conducta de los hablantes, pero queentran en conflicto entre sí (como resultado de lasdiferentes suposiciones iniciales en que se basan losesquemas de la traducción), y entre las cuales nohay manera de elegir. Puesto que no hay "evidenciafísica" en forma de estados del cerebro y el sistemanervioso, la única evidencia física disponible es lade la conducta de los hablantes y, ex hypothesi, los es-quemas de traducción son igualmente compatiblescon toda la posible evidencia conductual.

Hay algo potencialmente engañoso en el uso delpropio Quine del ejemplo de la traducción de unlenguaje extraño, pues le hace sonar como si el pro-blema fuese de traducir de un lenguaje cuyo signi-ficado no conocemos a otro que conocemos, asaber, el nuestro. Sin embargo, el verdadero argu-mento de Quine no es acerca de la traducción eneste sentido ordinario, y su argumento sólo se re-fiere a la "traducción" por virtud de un giro suyo alformar sus ideas acerca del significado. Para él, darel significado de una frase es ofrecer otra frase su-puestamente equivalente en significado. Es decir,esto es "traducir" una primera frase a una segundapresuntamente equivalente. Así, en sus escritos,"significado" y "traducción" son conceptos absolu-tamente entrela/ados. De esa manera, su argumen-to sobre la indeterminación de la traducción es ge-neral acerca del lenguaje, y el ejemplo pretendeestablecer la afirmación de que no hay un signifi-cado intrínseco en la frase de ningún lenguaje, el

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nuestro o ningún otro. Para Quine "traducción"abarca frases visiblemente del mismo lenguajecomo cuando, por ejemplo, el significado de unafrase en inglés es replantea en otra, así como lo queocurre cuando alguien está tratando de traducir deun idioma a otro totalmente distinto. La "indeter-minación" se aplica a todos los intentos de traduc-ción, ya sean efectuados por el hablante inicial opor algún otro; es decir, el hablante de un lenguaje(o de una frase de él) no se encuentra en mejor po-sición que ningún otro para saber lo que significala frase. El hablante no está mejor situado que nin-gún traductor potencial para responder a la pre-gunta: "¿Qué quiso usted decir con lo que dijo?"Una traducción la puede dar el propio hablante,pero no tiene una categoría privilegiada o de auto-ridad, sino que sólo constituye una posible traduc-ción entre otras muchas. Presenta a quien recibecualquiera de esas explicaciones proporcionadas elmismo problema, a saber, "traducir" lo que el otroha dicho a las palabras equivalentes del propio re-ceptor. Es decir que aquellos de nosotros que ha-blamos un lenguaje como lo hacen los nativos no sa-bemos a lo que se refieren y lo que significan laspalabras y frases de nuestro lenguaje. No conoce-mos el significado de nuestras propias palabras, yano digamos las de alguien más.

Sin embargo, es importante aclarar a qué equi-vale esa conclusión aparentemente devastadora. Nosignifica que ignoremos los significados que tienennuestras palabras, que utilicemos las palabras que

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tienen significado pero que desconozcamos éste onos hagamos ilusiones al respecto; es porque nohay nada que podamos conocer. Las palabras notienen significados intrínsecos, en sí mismas. Cual-quier significado que puedan tener sólo puede seren términos de uno u otro esquema de traducción.Si dar el significado de una frase es, supuestamen-te, dar una traducción que es la única que coincide,en este sentido el caso de indeterminación de Qui-ne establece el punto de que no existe tal significa-do. No hay un embone único, absolutamente iden-tificable, entre las dos frases en un lenguaje y, porlo tanto, no hay significado.3

Como ya lo indicamos, aunque existen similitu-des entre Quine y Wittgenstein, divergen en aspec-tos cruciales. Según el último, ese "significado" esuna palabra en nuestro lenguaje ordinario, y no untérmino presunto, que entrañe postular la existen-cia de alguna "entidad de significado". Hablar delsignificado de una palabra es referirse, simplemen-te, a la parte que desempeña en nuestro lenguaje yal tipo de cosas que se dicen con ella. El significa-do de una palabra queda fijado por su lugar en ellenguaje y por la "gramática" que gobierna su uso.Repitámoslo: no es hablar acerca de alguna clase de"entidad mental". Lo que está mal es la suposiciónde que es necesario tener alguna clase de "entida-

3 La idiosincrasia acerca del concepto del significado y la tra-ducción según Quine, cuando se los emplea de esta manera, esalgo en que no podemos penetral aquí, salvo para observar quees producto de sus visiones filosóficas generales.

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des mentales" para determinar el significado deuna palabra. Por consiguiente, demostrar que noexisten tales entidades de significado que dotan alas palabras del mismo, como se lo propone Quine,no nos deja en posición de negar que las palabrastienen significado. Antes bien, sugiere que éste noqueda determinado por referencia a "entidadesmentales" sino sobre alguna otra base: la organiza-ción del lenguaje mismo.

El argumento de Quine, en la que sería la opi-nión de Wittgenstein, lo lleva a un absurdo, es de-cir, a decir que alguien podría utilizar una palabradel mismo modo que nosotros y sin embargo no po-dríamos decir que la había usado con el mismo sig-nificado. Para Wittgenstein el hecho de que alguienemplee una palabra del mismo modo que alguienmás es simplemente, nuestro motivo para afirmar quecon ello querían decir lo mismo. El argumento deQuine en favor de la indeterminación requiere quelas traducciones rivales postuladas deban ser com-patibles —en su formulación más fuerte posible—con toda la posible evidencia acerca de las respues-tas lingüísticas de los hablantes y sus circunstancias.Pero, utilizando el ejemplo del propio Quine, laidea de que pudiéramos encontrarnos en posesiónde toda la evidencia posible de que el uso dado poralguien a la palabra "gavagai" correspondía en al-guna forma particular a nuestro uso de la palabra"conejo", y sin embargo aún nos faltaran pruebasconcluyentes de que con ello quisieran decir "cone-jo", resulta para Wittgenstein simplemente inconce-

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bible. En efecto, Quine parece ser la víctima de unapego residual a la convicción de que debemos te-ner acceso a alguna contraparte mental de la ex-presión de las palabras de un lenguaje para acordar-les un significado; un apego residual en el sentidode que acepta el requerimiento de la doctrina deque sería necesaria una contraparte mental paradeterminar el significado, y luego niega la posibili-dad de satisfacer este requerimiento. Wittgensteinabandona por completo este apego; lo malo es laidea misma de que las contrapartes mentales nece-siten intervenir en el asunto y, por lo tanto, la cues-tión de saber si hay o no hay contrapartes mentalesno tiene nada que ver con la cuestión de si las pa-labras tienen significado.

Wittgenstein no está tratando de ser más con-ductista que Quine cuando confiesa que, sobre labase de lo que dice la gente, en las circunstancias enque lo dice, decidimos lo que quieren decir. No estáplanteando algún tipo de teoría del significado,sino que se propone describir los modos en que uti-lizamos la palabra "significado" en nuestros asuntosordinarios cuando, rutinariamente y sin ambages,determinamos si alguien ha comprendido el signi-ficado de una palabra viendo cómo la emplea.4 En

4 El propio Quine reconoce que ésta es la manera en que se-guimos adelante y en que, en realidad, tenemos que seguir ade-lante. Dice de modo explícito que sus argumentos no establecenninguna diferencia con nada que hacemos prácticamente cuan-do "traducimos", y que su tesis de la indeterminación sólo "esta-blece un punto filosófico"; es decir, nos dice que no hemos es-tablecido nada "objetivo" al traducir, que no hemos identificado

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caso de duda, podríamos poner a prueba en formaactiva a la gente para ver lo que hacen o dicen al uti-lizar la palabra. Si no se comportan de la maneraque habríamos esperado, bien podemos llegar a laconclusión de que no conocen el significado de lapalabra. Desde luego, no sólo se trata de observarla conducta de otro comparándola con la nuestra,sino de hacerlo si nuestra propia conducta puedeservir para ejemplificar las normas del lenguaje,cuando confiamos en estar empleando la palabracorrectamente. Desde luego, en ocasiones, querre-

ningún "hecho de la materia", en su sentido, que apoye la afir-mación de significado (o, como él diría, "traducción") que he-mos hecho. Un enfoque wittgensteiniano simplemente preguntasi la afirmación de que no hay "hecho de la materia" es algo másque una intrusión gratuita en los análisis de la objetividad de lastraducciones. El hecho de que no haya "hecho de la materia" nose aparta de las actividades de traducción reales de alguien nitampoco, como lo reconoce el propio Quine, hay razón algunapara que así sea. De este modo, lo único que hace la mención deindeterminación de Quine, al parecer, es echar una sombra so-bre el asunto de la traducción (o de dar significados), de modoque parecería inmensamente más problemático de lo que de or-dinario es, pero si se lo inspecciona más de cerca resulta que nohay nada de eso. En la practica, la traducción no podría ser deotro modo que como es. Si la ausencia de un "hecho de la ma-teria" descalifica a la traducción como categoría de actividadcientífica, ¿quién ha supuesto jamás, aparte de Quine, que re-quiriera semejante categoría? El hecho de que la larga historia dela practica de la traducción se las haya arreglado sin tener acce-so a ningún "hecho de la materia", ni la percatación de que fue-ra necesaria, no implica que ahora debamos revisar todas las tra-ducciones que se han efectuado. Como lo reconoce el propioQuine, la falta de acceso a los "hechos de la cuestión" no esta-blece ninguna diferencia con prácticas pasadas, presentes o fu-turas. La traducción puede no ser una empresa científica, peroeso no la hace anticientífica.

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I naos comparar nuestro uso con el otro con una au-! toridad más concluyente, como un diccionario.

El ataque de Davidson al relativismo

Davidson, tomando en parte algunas de las posi-ciones de Quine, intenta desarrollarlas hasta con-vertirlas en argumentos contra el relativismo deltipo que se ha atribuido a Winch, es decir, que di-ferentes personas comprenden de manera diferentela realidad porque la abarcan en términos de "es-quemas conceptuales" distintos y autocontenidos,que no se pueden comparar (Davidson, 1980, 1984;Davidson y Hintikka, 1975). Esa posición no niegaque la gente sea racional. Lo que niega es que lagente, toda ella, sea juzgada de acuerdo con unaúnica norma universal de racionalidad. En otras pa-labras, las normas de racionalidad son diversas, yaque son internas a los esquemas conceptuales. Da-vidson desea combatir la idea de que existan dife-rentes esquemas conceptuales y afirma en cambioque la gente tiene la misma racionalidad o —éste esun importante punto de divergencia— que debe su-ponerse que otros son racionales del mismo modoque lo somos nosotros. Y esto es así porque se en-cuentra implícito en nuestro concepto mismo dellenguaje.

Davidson sigue a Quine, suponiendo que com-prender un lenguaje es lo mismo que traducirlo. Demanera similar, adopta una posición bolista del len-

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guaje.3 Trata la cuestión de comprender a otrosprincipalmente en términos de un intercambio en-tre fe y significado. Para entender lo que dice al-guien, sostiene, debemos hacer suposiciones acercade sus creencias: que son las mismas o diferentes delas nuestras. De este modo, si alguien emplea unapalabra con la que estamos familiarizados de una ma-nera que nos parece inapropiada, tenemos una op-ción entre suponer que esa persona tiene las mis-mas creencias que nosotros y quiere decir la mismacosa con esa palabra pero la ha aplicado mal, o su-poner que esta persona tiene creencias diferentesque nosotros acerca de lo que significa la palabra,acerca de las cosas a las que se aplica, o que no laestá aplicando bien, sino que la está usando con unsignificado diferente y, de acuerdo con su enten-dimiento, la utiliza correctamente. Significado ycreencia están inextricablemente entrelazados, puessólo podemos tratar de elaborar lo que otras per-sonas creen sobre la base de lo que hacen y, más enparticular, de lo que dicen. Pero como ya se men-cionó, para Davidson lo que la gente cree está im-plícito al determinar la significación de sus pala-bras, por lo que no podemos establecer lo que lagente cree o lo que quiere decir independiente-mente unos de otros. Hay diferentes conclusionesque podemos sacar en cualquier caso dado, depen-diendo de cómo decidamos interpretar lo que ha-

3 Davidson se aparta de Quine en aspectos importantes en elmodo en que aplica su holismo, aunque esto no sea pertinenteaquí.

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cen. Una vez más estamos de vuelta en la posiciónen que no existe una base evidencial inequívoca so-bre la cual decidir cuál es el modo correcto de in-tercambiar los significados de sus palabras contrasus creencias.

Ante tales circunstancias, Davidson recomiendael "principio de caridad". Hemos de enfrentarnosal hecho de que nos quedan pocas opciones comono sea utilizar este principio si queremos llegar aalgo en nuestros tratos con los demás. Para com-prender sus palabras y traducirlas a nuestro len-guaje hemos de suponer que sus creencias son muyparecidas a las nuestras. Si no suponemos esto, nosabremos qué hacer. Estaremos suponiendo que es-tas personas tienen creencias diferentes de las nues-tras, creencias que sólo podemos figurarnos pornuestra comprensión de lo que dicen. Pero si suscreencias en realidad son muy diferentes, ¿cómo sa-bremos traducir sus palabras? Sólo traduciendo suspalabras podremos empezar a captar sus creenciasverdaderamente ajenas. Pero si tienen unas creen-cias verdaderamente ajenas, ¿cómo empezaremos atraducir sus palabras dado que, hasta que las haya-mos traducido, no podremos descubrir cuáles sonsus creencias, y puesto que el significado de sus pa-labras depende de las creencias que sostienen?

La única manera de iniciarse en la traducción essuponer que las creencias de los otros son, esen-cialmente, las mismas que las nuestras, y suponerque sus creencias son ciertas. Nosotros considera-mos que nuestras creencias son ciertas pues tal es

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la naturaleza de la creencia misma: no podemoscreer en algo que tomamos por falso, y como ellono podemos decir que creemos en algo que es falso.Por lo tanto, por definición, damos por ciertasnuestras creencias y, puesto que debemos suponerque otros tienen creencias muy similares a las nues-tras, también sus creencias deben ser ciertas. Deeste modo, si vamos a tratar de comprender a otros,deberemos suponer que la gran mayoría de sus creen-cias son ciertas, lo que es suponer que son personasque sostienen creencias auténticas acerca del mun-do y actúan de acuerdo con ellas, es decir, que suconducta es racional. Lo contrario sería sugerir quelas palabras y las creencias de otros, siendo interde-pendientes, no serían traducibles. Pero puesto quela idea de ser traducible es parte constitutiva de unlenguaje, habremos de llegar a la conclusión de queestas personas no poseían un lenguaje. Por consi-guiente, la idea de que un pueblo posea un esquemaconceptual diferente, un conjunto de ideas radical-mente variante, resulta inimaginable de acuerdo conlos argumentos de Davidson.

Desde luego, es importante recordar que la con-fianza de Davidson en la intertraducibilidad de loslenguajes va paralela a un escepticismo sobre unposible significado intrínseco del lenguaje.& No haybase científica empírica para resolver la cuestióndel intercambio entre creencia y significado; sóloexiste una necesidad práctica de hacer una suposi-

'' Es, como Quine, un "nihilista semántico".

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Ición "de trabajo" acerca de cómo operan, y nos ve-< mos más o menos obligados a hacerla en términosdel principio de caridad. De esta manera, la posi-ción de Davidson es esencialmente pragmática. Re-sulta útil, desde el punto de vista práctico, suponerque otros quieren decir lo mismo que nosotrosy que tienen las mismas creencias.

Los argumentos de Davidson son un intento derechazar los del tipo planteado por Winch y Kuhn—o eso se ha dicho— de que diferentes tipos de per-sonas pueden tener distintos tipos de "esquemasconceptuales", con lo cual Davidson quiere decir di-ferentes colecciones de creencias acerca de la natu-raleza del mundo. Si reconocemos que la gentetiene sistemas considerablemente diferentes de cre-encias podemos ser llevados a la doctrina relativis-ta de que viven en diferentes mundos. Esto hacesurgir —Winch y Quine han sido falsamente acusa-dos de hacerlo— la idea de que la traducción es unproblema crónico porque no podemos encontrarpalabras dentro de un esquema conceptual para ex-presar creencias radicalmente distintas sostenidasen otro esquema disyuntivo. Davidson trata de ha-cer que la traducción sea la solución, y no el proble-ma: la operación de la traducción simplemente nie-ga el hecho de la existencia de diferentes esquemasconceptuales. Intentar la traducción implica sencillay necesariamente suponer suficiente homogenei-dad de creencias entre los usos de los dos lenguajespara hacer que sea inaplicable la noción de "esque-mas conceptuales diferentes".

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El intento de Roth por resolver la pugnade la racionalidad

Sobre la base de un enfoque de tipo quineano Roth(1987) intenta resolver la Rationalitatstreit, es decir,la pugna por la racionalidad. En términos genera-les, arguye que los dos lados de la controversia pre-sentan su enfrentamiento sobre la base de unasuposición conjunta, a saber, la "unidad de la supo-sición del método". Ambos dan por sentado que lasciencias deben compartir un solo método. Por lotanto, las ciencias sociales podrían ser una ciencia siadoptaran el método de las ciencias naturales. Éstafue la posición adoptada por el positivismo, comoya lo hemos visto. O bien, si las ciencias sociales nopudieran seguir el método de las naturales, no selas podría calificar de ciencias. El modo de Roth deenfrentarse a este dilema consiste en reconocer queno hay una necesaria unidad de método para lasciencias, sino que puede haber una pluralidad demétodos.

El argumento de Roth está puesto en términosde las opiniones quineanas acerca de la indetermi-nación de la traducción y, en parte, de) una críticade Winch. La indeterminación de la traducción sig-nifica que no hay una única respuesta correcta a lapregunta "¿Qué dijo el hablante?" en el sentido deque esto se interpreta como preguntar "¿Qué quisodecir el hablante con lo que dijo?" Sugeriremos queel argumento de la indeterminación debe interpre-tarse como una afirmación de que existe la posibi-

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lidad de una multiplicidad de respuestas correctas ala pregunta. La idea de Quine es que existen mu-chas respuestas diferentes que pueden ser correctasde acuerdo con toda la evidencia pero que, dado elmodo en que se ha organizado el proceso de tra-ducción, darían respuestas radicalmente distintas ala pregunta. No habría "hechos de la cuestión", se-gún el vocabulario de Quine, ni prueba física quenos permitiera elegir entre ellas. Sólo habría res-puestas relativas a uno u otro "manual de traduc-ción". Con este espíritu, Roth critica a Winch por"significar realismo", es decir, por hablar acerca deaquello en que consistiría la traducción correcta delas prácticas de un grupo extraño. Winch presupo-ne que hay algo que los hablantes en realidad quie-ren decir con sus palabras, algo que queda deter-minado por las reglas sociales que obedecen. Pero,según la aplicación dada por Roth a Quine, las re-glas no son más determinadas que los significados.

El argumento pierde todo valor, dice Roth, por-que es precisamente acerca de la traducción y nopuede haber una respuesta final a la pregunta de sialgo es la traducción correcta. Es decir, hay pocoque distinga la acusación de que las demás son irra-cionales de la acusación de que lo que tenemos essimplemente una mala traducción. En lugar dela búsqueda de la respuesta correcta, se trata de labúsqueda de la mejor traducción, de la más ade-cuada empíricamente que se pueda dar por el mo-mento.

Sin embargo, el argumento de Winch acerca de

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la magia no se refiere a la relación entre dos traduc-ciones empíricamente equivalentes, como diría unquineano, sino, de hecho, a la idea de que no hay ra-zones para preferir su interpretación a la de Evans-Pritchard. La propia evidencia de Evans-Pritchard, yla manera en que establece comparaciones entre lasprácticas de la hechicería y la magia primitiva y lasactividades de nuestra propia sociedad, no son en-teramente compatibles con la interpretación quequiere darle Winch. En términos generales, Winchestá sosteniendo que su propia interpretación esmás congruente con el propio testimonio de Evans-Pritchard. Afirma que hay algo que elegir entre suversión y la de Evans-Pritchard sobre el importantí-simo punto en disputa, y que, en ese punto, Evans-Pritchard está equivocado. Semejante caso no es deltipo tocado por la tesis de la indeterminación deQuine que, después de todo, se aplica a las traduc-ciones empíricamente equivalentes, iguairfiente bue-nas, como versiones de toda la evidencia. Pero no to-das las traducciones intentadas deben verse comoempíricamente equivalentes. Roth ha comprendidomal a Winch y aplicado mal a Kuhn.

Sin embargo, éste no es el único ataque de Rotha Winch. Critica la manera en que éste trata la obe-diencia a las reglas, pues considera que este tratoestá apoyando el "realismo de significado" que atri-buye a Winch en el sentido de que las reglas fijanuna significación determinada. Sin embargo, Rothparece suponer que Winch está tratando las reglas

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como una especie de mecanismo causal que explicapor qué las personas actuaron de una u otra mane-ra. Mas, como lo hemos visto, en la versión deWinch las reglas no son fenómenos mentales inter-nos sino rasgos públicamente observables de la vidasocial. El concepto de seguir reglas se aplica a de-terminados tipos de regularidades de la vida socialque contrastan con otros tipos de regularidades,como por ejemplo las causales. Su importancia radi-ca en que figuran en tipos de explicaciones muy di-ferentes de las que, por ejemplo, intentan aportaruna explicación causal.

Además, Roth insiste en cometer petición deprincipio con la pregunta que plantea Winch, a sa-ber, si existe una necesidad demostrable de los ti-pos de explicaciones que aportaría una presuntaciencia social. Winch no propone obedecer reglascomo una especie de explicación que pudiera dar laciencia social sino que señala su carácter como eltipo de explicación que nosotros damos, como genteordinaria en sociedad. Las normas que gobiernanesas explicaciones se originan en los propósitosprácticos y la vida social de las personas dedicadasa dar y recibir estas explicaciones. Estas normas noson las mismas que son fijadas por las nociones delo que pueden aportar las explicaciones científicas.Las explicaciones en términos de reglas no puedenresultar deficientes según las normas de la cienciaporque no son candidatas a los juicios de la misma.Las reglas del ajedrez no constituyen un candidatoa la teoría científica del juego del ajedrez sino que

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ofrecen normas de lo que es jugar al ajedrez legíti-ma y propiamente y, de este modo, proporcionanmedios socialmente sancionados para hablar de loque están haciendo las personas que juegan al aje-drez, incluyendo la explicación de por qué hacenlas jugadas que hacen. Por ejemplo, existe una dife-rencia entre explicarle a alguien por qué un juga-dor hizo una jugada particular en términos de loque le movió a hacer esa jugada y no otra, y dondepudieran intervenir los atributos de la caracterolo-gía —por ejemplo, es un jugador cauteloso—, y ex-plicar por qué no se permite hacer cierta jugadadentro del juego, como mover la torre en diagonal.Este último tipo de explicación será probablementela requerida por un observador ingenuo y esto, nosdice Winch, es mucho más parecido al tipo de cosaque buscarían los pretendientes a científicos socia-les cuando se dedican a explicar cosas en lugar deofrecer explicaciones causales de los fenómgAosque ab initio carecen de ellas.7

7 Sin embargo, defender a Winch contra críticas que parecenhaber interpretado erróneamente su problema y su posición, yque en realidad no van en contra de las subyacentes ideas witt-gensteinianas que motivan ese argumento, sino que sencilla-mente cometen petición de principio, es algo muy diferente depresentar una refutación de la tesis de "indeterminación de latraducción", lo que ha resultado extraordinariamente difícil. Elhecho de que la posición de Quine haya resistido numerosos in-tentos de rechazarla no es prueba necesaria, sin embargo, de lafuerza de ese argumento, sino que puede manifestar tan sólo suelusividad. Aunque hemos hecho un bosquejo general del argu-mento, otra cosa es detallarlo de maneras tan específicas quepueda decirse qué tipo de objeciones contarían decisivamente

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El "nihilismo semántico" de tipo Quine/David-Son/Roth se deriva de una fuente muy distinta quela filosofía francesa y la teoría social, en las cualesla noción de significado se ha concebido, en efecto,como una ilusión generada ideológicamente. Lalección que se saca es que deberíamos alterar el len-guaje y disipar la ilusión del significado. Esto en-traña un giro hacia el texto y al examen de la cienciasocial como cuestión de escribir, y de escribir en unlenguaje empapado de ideología. Exige un enfoqueintensamente reflexivo y deconstructivo en el texto,hacia un perturbación del significado, en lugar deun intento de captarlo.

EL POSESTRUCTURALISMO

Las ideas resumidas en la última parte del párrafoanterior se originan, como su nombre lo indica, enuna reacción contra el estructuralismo francés,mientras retienen muchas continuidades con el es-tructuralismo. La crítica, en términos muy sencillos,era que el estructuralismo no había aclarado el sig-nificado de sus propias doctrinas. En particular nohabía sido claro al plantear hasta qué punto esasmismas doctrinas invalidaban la idea de "ciencia", a

contra ella; sobre todo, como lo ha observado, por ejemplo, Kirk(1986), el propio Quine se muestra propenso a replantear el ar-gumento en términos lo bastante distintos como para que equi-valgan a diferentes tesis. El intento de decir lo que está mal en latesis de la "indeterminación" se complica con el esfuerzo por de-cir lo que la tesis definitivamente afirma.

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pesar de insistir en que tal era su aspiración. Aban-donar la idea de que se podía tener una ciencia dellenguaje fue algo motivado, en parte, por desearabandonar asimismo la idea de que se podía pasarde ideología a ciencia. El problema del estructura-lismo fue que no comprendió plenamente hastaqué punto el lenguaje es ideología; hasta qué puntonociones como significado, y sobre todo realidad,son, a su vez, nociones ideológicas.

El estructuralismo fue otra táctica en el recu-rrente esfuerzo por convertir los estudios sociales yculturales en ciencias, modelándolos de acuerde»con otra ciencia exitosa, en este caso no una natu-ral sino una humana: la lingüística. Al parecer la lin-güística había logrado cierto éxito como cienciadura gracias a la obra de Ferdinand de Saussure(1959) quien había sostenido que el lenguaje debíacomprenderse como un sistema cerrado de con-trastes. Tal como después lo hizo Wittgenstein, DeSaussure atacó el intento de interpretar el lenguajeen términos de palabras que representaban cosas.Argüyó que las palabras en realidad "representancosas", pero que ésta no es base para una lingüísti-ca científica. La conexión entre las palabras y las co-sas que representan es arbitraria, como puede ver-se en la manera en que, en diferentes lenguajes,distintas palabras representan la misma cosa. Laforma correcta de interpretar el lenguaje es comosistema diferenciado, en el que las unidades, paraser tales, deben caracterizarse por su diferencia, asícomo, por ejemplo, las posiciones en un partido de

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fútbol están definidas por los diferentes papeles que,•apuestamente, desempeñarán sus ocupantes. Deeste modo, dentro del equipo, las posiciones que-dan identificadas por el contraste entre sí, y lo mis-mo ocurre con las palabras de un lenguaje.

El estructuralismo de Lévi-Strauss

Esta concepción, triunfalmente aplicada en la lin-güística, fue adoptada por un antropólogo, Lévi-Strauss, en sus estudios de la cultura.8 A partir dela opinión de que, en el fondo, la mente humana esla misma por doquier, Lévi-Strauss consideró que elmodelo de la lingüística estructural podía aplicarsea la antropología para demostrar la universalidaddel pensamiento lógico. Utilizando el ejemplo delmito, argüyó que aun cuando se cree que los "sal-vajes" piensan de modo diferente que el nuestro, siexaminamos cómo se desenvuelven las historias mí-ticas podremos ver que no es así o, al menos, que loes sólo en modos superficialmente distintos. Supensamiento no es menos lógico que el nuestro.

La apariencia superficial de las diferencias se de-riva de que poseemos ciencia y matemáticas, las dosdisciplinas que se especializan en el pensamiento ló-gico y que han desarrollado instrumentos muy com-plejos para permitirnos pensar en abstracciones.

8 La obra de Lévi-Strauss es voluminosa. Pero véase, porejemplo, Lévi-Strauss (1966, 1968, 1969, 1970).

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Pese a su falta de tales instrumentos, los "salvajes",arguye Lévi-Strauss, tienen exactamente los mismospoderes lógicos que nosotros, pero se expresan enforma diferente, como los relatos míticos. Los "sal-vajes", por ejemplo, tienen un conocimiento in-menso, profundo y detallado de la flora y la faunade su mundo, y por medio de su conocimiento em-pírico logran ejercer sus poderes lógicos. En lugarde emplear recursos abstractos, como las matemáti-cas y la lógica simbólica, el "salvaje" opera con ma-teriales concretos que en gran parte encuentran suexpresión en los relatos míticos. Por lo tanto, Lévi-Strauss se interesa en ellos menos como cuentos ymás como construcciones lógicas. Tales mitos com-prenden relatos que muestran fenómenos tomadosdel mundo que rodea a quienes los narran. La refe-rencia a esos materiales puede desempeñar el mis-mo pape] que las abstracciones en la lógica y las ma-temáticas, salvo que el razonamiento es "concreto"y no abstracto.

La idea clave para analizar la estructura lógicadel mito es la misma que en De Saussure y en la es-cuela de lingüística estructuralista que se despren-dió de su obra. Para comprender los relatos míticoslo importante es el contraste. En otras palabras, laidea es asistir a su organización como patrón decontrastes, es decir su estructura, no su sustancia.Por ello el método de Lévi-Strauss consiste en pre-guntar por el papel que desempeña, digamos, unaespecie particular de animal, persona u otro fenó-meno en un mito dado o hasta en una serie conec-

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tada de mitos. Por medio de una paciente investi-gación del intrincado patrón que compara todos loslugares y las conexiones que ocupa el elemento, pri-mero en el mito y luego —idealmente—, en todos losdemás mitos en que aparece, se puede elaborar el"valor semántico" de ese punto;9 esto no es un finen sí mismo sino un medio de descubrir la lógicasubyacente del "pensamiento mítico" y demostrarde qué modo este pensamiento se enfrenta a algu-nos de los problemas profundos y perennes delpensamiento humano.

Como ejemplo muy sencillo, Lévi-Strauss obser-va que los mitos tratan "arriba" y "abajo" como dosopuestos con respecto a su relación en la escala ver-tical. También están separados uno del otro. El"arriba" no es accesible a los seres humanos ordi-narios pero a menudo se lo considera morada deseres celestiales. Sin embargo, el agua es un ele-mento capaz de atravesar esa división pues, en for-ma de lluvia, puede pasar de arriba a abajo. De ma-nera similar, la "niebla" se encuentra a la mitadentre arriba y abajo. Tiene las mismas característi-cas que las nubes, que se encuentran en el cielopero que, a su vez, aparecen cerca del nivel del sue-lo. De este modo, dichos fenómenos naturales, porvirtud de sus propiedades naturales, pueden apare-cer en los mitos para representar relaciones lógicas,como las de la oposición entre "arriba" y "abajo", o

11 El "valor semántico" no necesita mantenerse constante a lolargo de diferentes mitos.

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una condición intermedia —"lo uno y lo otro"— cualel agua que viene de arriba abajo, o como ni lo unoni lo otro, cual la niebla.

Los fenómenos naturales y los sociales, para losmodos y las prácticas de la gente, también puedenser elementos en los mitos, aportar materiales conlos cuales presentar relaciones lógicas y, dada ladisponibilidad de estos recursos básicos y sencillospara el razonamiento lógico, se los puede utili-zar para formar patrones sumamente elaborados.La obra principal de Lévi-Strauss consistió en se-guir de cerca estas elaboradas estructuras.10

Uno de los aspectos del mito en que Lévi-Straussse mostró particularmente interesado fueron lascosmologías que construye, y que intentan explicarla naturaleza más general de las cosas, incluyendopor ejemplo la diversidad de las mismas: ¿por quéhay diferentes tipos de cosas, en lugar de uno solo?Dado que existen diversos tipos de cosas y que seoriginaron de una cosa, ¿cómo enfrentarnos al lógi-co enigma de que muchos se originen de uno solo?En U Histoire de Lynx existe un análisis del papel delos gemelos desiguales. En estos mitos los gemelos,aunque casi idénticos, no lo son en realidad, por te-ner características opuestas: uno de ellos es brillan-te, estúpido el otro; honrado el uno, mentiroso elotro, etc. Según Lévi-Strauss, la idea de los gemelospuede utilizarse para elaborar una estructura fun-damental de la naturaleza de las cosas. Empieza así:

10 Esto totaliza, hoy, cerca de cuatro mil páginas publicadas.

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Estos mitos representan la organización progresiva delmundo y de la sociedad en forma de una serie de do-bles escisiones, pero sin que las partes resultantes decada estado sean nunca verdaderamente iguales. Co-moquiera que sea, una siempre es superior a la otra[Lévi-Strauss, 1995: 213].

Criaturascreador

Indios Blancos

Conciudadanos Enemigos

Buenos Malos

Fuertes Débiles

FIGURA Vlll.l. La estructura de los mitos.FUENTE: Lévi-Strauss, 1995: 213.

Antes Lévi-Strauss había extraído de otros mitosuna representación de la realidad precisamente enesa serie de dobles escisiones (véase la figura vm.l),comenzando con la separación original de las cria-turas y de su creador, que muestra un orden des-cendente de divisiones contrastantes; esa forma derepresentación, como distinciones desequilibradas,causa el funcionamiento apropiado del sistema delmundo que "depende de este desequilibrio dinámi-

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co, pues sin él este sistema se vería a veces en peli-gro de caer en un estado de inercia".

Prosigue:

Lo que plantean implícitamente estos mitos nativos esque los polos entre tales fenómenos naturales y la vidasocial están organizados —como el cielo y la tierra, elagua y el fuego, el arriba y el abajo, los indios y los noindios, los conciudadanos y los extranjeros—, de tal ma-nera que nunca podrían ser gemelos. La mente inten-ta reunirse con ellos sin lograr establecer una paridadentre ellos. Y esto ocurre así porque es esta cascada derasgos distintivos, tal como ios concibe el pensamien-to mítico, la que pone en movimiento la maquinariadel universo [Lévi-Strauss, 1995: 213],

De este modo, el ejemplo concreto de los geme-los no idénticos, a su vez un caso cíe más de dos queproceden de sólo uno, se utiliza para representar laidea "abstracta" de los opuestos desiguales, y se loemplea para introducir un elemento dinámico enuna jerarquía establecida de oposiciones.

Es importante subrayar que ésta sólo es una pe-queñísima selección tomada de la versión que daLévi-Strauss de la estructura del pensamiento míti-co. Aunque el ejemplo muestra el modo en que sepone en evidencia la pretensión del carácter lógicodel pensamiento mítico, la rivalidad entre los ge-melos en las historias míticas se emplea para elabo-rar temas cosmológicos fundamentales, un elemen-to único de una estructura mucho más compleja eintrincada, que no podemos presentar aquí.

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Para los estructuralistas uno de los rasgos clavelas concepciones de De Saussure había sido el

iodo en que cuestionaban la idea de significado| Como producido por el individuo; el significado, enfcambio, era producido por el sistema del lenguaje.Comparable al realismo de Bhaskar, el énfasis eraen el individuo actuante como producto de un sis-tema verdadero, que operaba inconscientemente.Sin duda Lévi-Strauss considera que el pensamien-to tiene sus propias leyes que nosotros, los "salva-jes" que narramos los mitos, ponemos en operaciónaunque no seamos conscientes ríe ello. Los patro-nes que se encuentran en los mitos no se manifies-tan a aquellos que los narran sino que sólo se reve-lan por medio de un extenso estudio científicocomparativo. De este modo, los estructuralistas hi-cieron importantes contribuciones al resurgimientode temas intensamente antindividualistas en el pen-samiento social. Uno de los elementos clave del es-tructuralismo fue su insistencia en desplazar o"descentrar" —para emplear un modo de expresiónfrecuentemente preferido— el sujeto. Es decir, esteúltimo ya no se ve como el centro y la fuente causaldel sistema de actividad humana, sino como al-guien cuya existencia misma depende de su ubica-ción dentro del sistema y que es interpretado entérminos de éste. No se deben buscar verdaderasexplicaciones de las ciencias sociales utilizandoconceptos como intenciones, propósitos y otros delos denominados estados subjetivos de la mente,sino en las leyes de las estructuras diferenciadas,

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complejas y generales dentro de las cuales se en-cuentran suspendidos los individuos.

Los estructuralistas consideraban que ellos esta-ban dando un nuevo contenido a las ideas de Marxy de Freud acerca de la manera en que las personasson inconscientes de la verdadera naturaleza y delas explicaciones de sus propias acciones, y la obrade Lévi-Strauss inició un auge de los estudios es-tructuralistas. Durante un breve periodo esto fuebien recibido, considerando que ofrecía la posibili-dad de una ciencia nueva y mucho más rigurosa, lacual aportaba un método de gran generalidad yque se podría aplicar a todo tipo de productos cul-turales —además de mitos— de todas clases de so-ciedades. De este modo, en su primer entusiasmo,las ideas estructuralistas fueron ávidamente adop-tadas en los estudios literarios. Sin embargo, el en-tusiasmo irrestricto por el estructuralismo fue decorta vida. Antes aún de que la reputación del es-tructuralismo hubiese salido de Francia ciertas fi-guras clave del movimiento empezaban a tenerserias dudas, y los académicos más jóvenes expresa-ban un profundo escepticismo, en gran parte por-que un requerimiento importante de una teoría so-cial es que debe ser "reflexiva", es decir, aplicarse así misma tanto como —del mismo modo— a las deotras personas a las que estudie. Si una teoría socialpuede pretender, con éxito, ser globalmente gene-ral, debe poder aplicarse a todas las actividades hu-manas, incluyendo las de las teorías sociales. El es-tructuralismo no había aprobado este requisito.

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I Mientras subrayaba el carácter ideológico del len-; guaje y del pensamiento, así como la naturaleza in-consciente de su operación, no se aplicó todo esto

í a sí mismo ni a la aventura de la ciencia con la cualse había afiliado. Había retenido, sin examinarla, lasuposición de que su propio lenguaje, como ejem-plo del lenguaje de la ciencia, quedaba exento deesa determinación ideológica inconsciente, y quesencillamente y sin problemas podía remitirse a larealidad misma. La obra de Louis Althusser(1969), por ejemplo, giró sobre la marcada oposi-ción entre la ideología y la ciencia al dilucidar loselementos de Marx que se habían filtrado en laciencia.

En manos de los posestructuralistas el requeri-miento de reflexividad acabó con la distinción en-tre ciencia e ideología, conduciendo así a un trata-miento de la primera como si fuera la segunda. Laforma que adoptó esto consistió en criticar la cien-cia como ejemplo de las ambiciones de la razón.Desde la Ilustración los ideólogos de la modernidadhabían presentado a la razón como una fuerza pro-gresista y emancipadora, pero pudo ser expuesta,por los críticos posestructuralistas, como instru-mento de dominación dentro del Estado moderno,y no como una potencia para la libertad individual.La concepción de una historia coherente del mun-do occidental, poco más o menos durante los tres-cientos últimos años, como movimiento progresistahacia la liberación por medio de la ciencia, fue til-dada de "gran narración" por Lyotard (1984); un

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intento por concebir la historia en los términos deun cuento generalizado y congruente. La época deesas "grandes narraciones", sostuvo Lyotard, ha-bía pasado. Cambiar ¡as circunstancias históricasya no permitía que la gente creyese que la historiatiene significado, propósito, dirección o coheren-cia. Y esta "incredulidad" ante las "grandes narra-ciones" es la que para Lyotard constituye el puntode inflexión entre la sociedad moderna y la pos-moderna.

Esta crítica implica un cambio profundo en la na-turaleza de la investigación social. La idea de méto-do es desplazada por un concepto de enfrenta-miento, es decir, la ruptura de la unidad que pareceproyectar el texto, en exponer la ideología quesubrepticiamente intenta imponer, y en desestabili-zar los términos en que pretende dar una expresióncoherente de esa ideología. Al hacerlo rechaza elproyecto positivista de buscar un método como unejemplo más del proyecto de la Ilustración que in-tentaba establecer la razón como agente de la liber-tad. El objetivo no es tanto describir o siquiera com-prender el texto (utilizamos aquí "texto" en unsentido lato, para incluir no sólo los fenómenos escri-tos sino todos aquellos —como los fenómenos socia-les en general— que necesitan ser interpretados, esdecir "leídos") sino, antes bien, desafiarlo, volvien-do el texto contra sí mismo, leyendo el texto de talmanera que salgan a la luz todas las formas en quese traiciona, a sí mismo todos los modos en que ma-nifiesta incoherencia y división interna pese a todos

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los esfuerzos por proyectarse como coherente y po-icedor de una estructura unificada.

Comprender el modo en que la deconstruccióntrata los requerimientos de la lógica y de la razón,las exigencias de orden y coherencia, puede ser másfácil si establecemos una analogía con la manera enque hoy se critica la forma de mantener animalessalvajes en los zoológicos. Aunque se lo presentabaoriginalmente para permitirnos establecer contactocon la naturaleza salvaje, hoy el zoológico suele ver-se como un medio de domesticar esa naturaleza,que al hacerlo presenta una imagen deformada dela naturaleza de los animales que contiene, al colo-carlos en una situación antinatural. Del mismomodo, la lógica, la razón y su vehículo, el método,no son medios de revelar la auténtica naturaleza delos fenómenos sino, antes bien, una manera de do-mesticar esos fenómenos presentándolos en formascontenidas y controladas, pero antinaturales. Laimplicación no es que se deba atender a las deman-das de la razón, aportar nuevos métodos a su servi-cio como, por ejemplo, se esfuerza constantementepor hacerlo la tradición positivista, sino desafiar-esas mismas exigencias (véase, por ejemplo, Fou-cault, 1972, 1977). Se debe revelar la complicidadde la razón en la opresión, y hay que inventar ma-neras de subvertir y perturbar la capacidad de esosmétodos para proyectarse como representacionesde "realidades objetivas". Con la pérdida de la fe enlas "grandes narraciones" se relaciona una "crisisde la representación" en que nuestra cultura ha per-

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dido colectivamente la fe en la capacidad de nues-tros esquemas de pensamiento —sobre todo de laciencia— para representar la verdad acerca de la rea-lidad. El posestructuralismo es un nuevo avance y,a la vez, un síntoma de esta falta de fe.

En ello sobresalen dos figuras, Foucault y Derri-da. Ambos aspiran a ofrecer instrumentos para sub-vertir las pretensiones de la razón de aportar méto-dos rigurosos y autorizados que capten la realidad.

Foucault y los discursos del conocimiento y el poder

Foucault es uno de los más sobresalientes poses-tructuralistas y probablemente la figura que mayorinfluencia ha ejercido en años recientes en las hu-manidades y las ciencias sociales. Se ocupó del de-sarrollo del conocimiento tal como fue ejemplifica-do por las nacientes ciencias sociales del siglo xvmy, desde entonces, ha contribuido a la proliferaciónde las relaciones de poder en la formación de la so-ciedad moderna.

Foucault sostuvo que no había habido una dismi-nución en el grado en que el poder se entrometíaen la vida de la gente en los siglos transcurridos des-de la Ilustración o, como él la llama, la "época clá-sica". Si algo cambió, ha sido una intensificación deesa intrusión. El poder ha permeado cada vez más es-feras de la vida social, con detalles cada vez más fi-nos y más intrincados. Empero, sí ha habido uncambio en la forma en que el poder aparece en

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i nuestras vidas. El poder frecuentemente brutal, en(IU ejercicio más escueto, del monarca absoluto, halído remplazado por el guante de terciopelo del ad-ministrador; la manipulación ha venido a sustituir ala coerción. En la sociedad moderna ha habido unaproliferación de burocracias que actúan para ex-tender la supervisión, por medio de la vigilanciaen toda la sociedad y, al hacer esto, generan regis-tros y sistemas de documentación extensos acercade las vidas y actividades de innumerables indivi-duos. Este régimen se ha desarrollado para servir alpropósito de la administración de la sociedad y hacrecido junto con la introducción de técnicas de or-ganización en el ejército, en el trabajo, en las es-cuelas, por ejemplo, todas las cuales hacen que losindividuos sean más dóciles a mayor administra-ción, inculcándoles disciplina; regímenes de controldetallado cuyo objetivo era la trasmutación del con-trol en autocontrol, haciendo que el individuo seacómplice voluntario en los requerimientos del po-der. Las pretendidas ciencias sociales han desem-peñado un papel decisivo en ello, forjando la admi-nistración de la población por referencia a ideas de"normalidad". El control y hasta la manipulación dela gente se justifica en términos del desarrollo y elmantenimiento de su "normalidad", con un controlaún más riguroso de los que son juzgados "anor-males".

Foucault también estaba estableciendo una posi-ción fuertemente historicista. El "historicista", en al-gunos significados básicos de este término, es aquel

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que considera el significado de las ideas como algoprofundamente arraigado en su contexto históricoy, por lo tanto, limitado en su alcance. Las ideassólo pueden tener un significado especificado enciertas circunstancias sociohistóricas y por endesólo pueden ser verdaderamente comprendidas ycreídas por quienes habitan esas circunstancias so-ciohistóricas específicas. Si las circunstancias nece-sariamente pertinentes cambian, las ideas ya nopueden tener el mismo sentido y, por lo tanto, yano se puede creer de modo auténtico en ellas. Asíse niega la noción de que las "mismas" ideas pue-den tener significados compartidos a partir de pe-riodos históricos radicalmente distintos, que puedehaber ideas perennemente verdaderas y umversal-mente aceptadas. No pueden ser las mismas ideas,aun si en la superficie lo parecen.

Los posestructuralistas no son los únicos quesienten cierta inclinación hacia el historicismo con-temporáneo. Por ejemplo, ya hemos visto un ele-mento de ello en los argumentos de Kuhn acerca dela "inconmensurabilidad" de las teorías científicas y las"rupturas de la comunicación" que surgieron entrediversas generaciones de científicos. El filósofo Ri-chard Rorty (1991a, 199Ib) ha sostenido que la ideade que la filosofía trata de cuestiones "eternas" yque siempre está ocupándose básicamente de lasmismas cuestiones a lo largo de su historia —mane-ra muy común de retratar la historia de la filosofía—es falsa, y que existen discontinuidades radicales enla naturaleza de los problemas filosóficos; aparecen

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nuevos problemas y desplazan a los antiguos. Talestransiciones son resultado del cambio sociohistóri-co, pues sólo es posible pensar, es decir, concebiralgo como un problema, y pensar acerca de ese pro-blema en determinadas condiciones. De manera si-milar, aunque de diferente inspiración, el historia-dor del pensamiento político, Quentin Skinner, hapedido una radical revisión de fases cruciales de lahistoria de la teoría política.11 Skinner sostiene queha habido una interpretación muy errónea de gran-des y muy estudiadas figuras, como Thomas Hob-bes y Nicolás Maquiavelo, porque se creyó que susignificado podía quedar establecido exclusivamen-te leyendo sus textos para ver hasta qué grado "noshablan a nosotros" a través de los siglos y formulanargumentos que se suponen generales acerca de losproblemas universales de la vida política. Sin em-bargo, Skinner se queja de que este tratamiento de-forma el verdadero significado de los textos clá-sicos porque se presenta con plena ignorancia delas condiciones específicas en que se crearon lostextos y las formas en que se relacionan, y porquetratan de problemas específicos y locales, de sutiempo y lugar.

Así pues, para Foucault el desarrollo de las cien-cias sociales, como todos los demás acontecimientosde la historia del pensamiento, fue pura y entera-

11 Skinner (1985). Hay capítulos sobre Lévi-Strauss, Derrida,Kuhn y Foucault, y una introducción que esboza cómo las gran-des teorías han vuelto a ocupar el centro del escenario tras la caí-da del positivismo.

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mente producto de una fase particular de la histo-ria, parte de una serie de "epistemes" sucesivas,como él las llamó. Cada episteme estaba contenidaen sí misma, cerrada, en contra, y carecía de todacontinuidad con sus sucesoras y predecesoras. Eranestructuras complejas que determinaban la posibili-dad de pensamiento pero que, debido a que eranlas estructuras dentro de las cuales se produce elmismo, no estaban a disposición del pensamientoconsciente. La episteme que sostenía las ciencias so-ciales, la idea de que existía un fenómeno de estu-dio subyacente y unificador, el del estudio del"hombre" o de la humanidad, había durado tres-cientos años, pero sus días se acercaban a su fin. Elpensamiento de Marx, el de Freud, y más reciente-mente el de los estructuralistas, había prefiguradoel desplazamiento de la noción de "hombre" por lade "estructura".

Foucault, como muchos de los pensadores im-portantes de la última parte del siglo XX, coloca enel centro el lenguaje (o mejor dicho el lenguaje yotras formas de representación), en su caso como"discurso". Un discurso es una estructura compleja,gobernada por un sistema de reglas, que identificalas cosas acerca de las que se puede hablar, lo quepuede decirse acerca de ellas, lo que puede ser di-cho por ciertos tipos de personas, etc. En un ejem-plo breve y simplificado, en el discurso de la psi-quiatría las cosas acerca de las que se puede hablarson, ante todo, "enfermedades mentales" y "pacien-tes mentales", los síntomas y el tratamiento de estos

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últimos, y así sucesivamente. Lo que se puede decircerca de ellos varía con las diferentes terapias. Las

personas que participan en este discurso se en-

Icuentran en distintas posiciones dentro de él. Losdesignados como "pacientes" ven interpretada su

k habla como expresión de síntomas, mientras los de-lignados como "psiquiatras" diagnostican y prescri-ben tratamientos.

Tales discursos, como intenta demostrarlo Fou-cault, son contingentes. Sólo surgen en condicionessociohistóricas muy específicas, y se forman en elcontexto del desarrollo absolutamente contingentede estructuras organizacionales y modos de organi-zar actividades. Por ejemplo, el discurso de la psi-quiatría surgió en conjunción con la aparición delhospital y la inclusión del "loco" dentro de la cate-goría de los que se consideraban necesitados de"tratamiento". Pero en un principio este resultadotenía un equilibrio muy delicado, ya que el "loco"habría podido ser designado como "criminal" ypuesto bajo la jurisdicción del recién creado sistemade prisiones.

Las circunstancias específicas y contingentes es-tablecen las condiciones en que el discurso, vehícu-lo del pensamiento, puede cobrar existencia, aun-que sea transitoria. De este modo, Foucault adoptala idea de que el lenguaje está creando o produ-ciendo las cosas de las que habla y, como tal, es otrode los adversarios de la idea de que la relación en-tre el lenguaje y el mundo consiste en dar nombresa objetos que ya preexisten en el lenguaje. En cam-

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bio, insiste en la manera en que el desarrollo de undiscurso, proceso prolongado y difuso, crea la posi-bilidad de que existan ciertos tipos de objetoscomo, digámoslo una vez más, el "paciente mental",por ejemplo. No es como si el "paciente mental" pu-diese existir antes del desarrollo del discurso psi-quiátrico, pues la idea misma de que la "locura" eraun tipo de enfermedad fue históricamente tardía.Más aún, la idea de que la enfermedad era algo a loque se podía hacer frente colocando a personas enla categoría de "pacientes" también tuvo que espe-rar al desarrollo de una forma organizacional detratamiento médico. Las prácticas de la hospitaliza-ción son acontecimientos ocurridos después del si-glo xvil. Pero fueron estos desarrollos los que crea-ron la posibilidad de que existiera algo que pudierallamarse "paciente mental", la posibilidad de quehabláramos de semejante "tema". Dado que la for-mación de objetos es integral al desarrollo del dis-curso, está íntimamente conectada al poder. Porconsiguiente, las categorías del lenguaje, la formaen que el lenguaje clasifica, no demarcan lo queexiste de modo natural, sino que son una imposi-ción al mundo, con el resultado de que, en la vidasocial, el lenguaje de la normalidad y de la patolo-gía no es la expresión de que la razón, por mediode la ciencia, capte la naturaleza de las cosas en símismas; en realidad, sólo es el lenguaje del domi-nio social.

El propósito de Foucault es, en parte, político. Laidea de su labor no sólo es analizar y describir ob-

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jetos sino, en aspectos importantes, desacreditarlos,haciendo que cosas que habían parecido "natura-les" o "lógicas" se conviertan en cosas vistas como"contingentes" y "arbitrarias". Foucault no suponeque al exponerlas de esta manera haga más fácilsu derrocamiento, ya no digamos que engendre sudesplome inmediato. Los movimientos de pensa-miento y patrones de cambio que muestra, despuésde todo, ocurren fuera del control y la dirección hu-manos. Supone que sólo la revelación de la forma"contingente" de estas clases de conocimiento apa-rentemente "naturales" y "lógicas" socava su autori-dad social tanto como intelectual. Revelar los patro-nes de organización de nuestra vida, que hemostratado como naturales y lógicos, es algo no sólocontingente y arbitrario sino también autoritario,represivo y hasta cruel; es algo que les quitaría sudominio sobre nosotros, que haría que la ciega obe-diencia a aquéllos fuera más difícil, y más fácil latrasgresión Sin embargo, Foucault no cree que la"resistencia" que su trabajo fomenta vaya a derrocaral sistema, o siquiera acercarse a ello. Sólo puedeprovocar oposiciones localizadas y específicas a losfocos de represión y crueldad más concentrados.12

La erosión de la autoridad de nuestros marcos ins-tituidos para el pensamiento por medio de una de-mostración del modo en que su forma fundamentalestá arraigada en estructuras sociohistóricas de las

12 Él mismo fue un activista en favor de los derechos de lospresos.

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que estamos inconscientes pretende atacar, entreotras cosas, lo que imaginamos que es una de laspiedras de toque del modo de pensar de nuestra so-ciedad: la idea de que por medio del pensamientopodemos captar la naturaleza última de la realidadmisma.

Si los posempiristas han tratado la ciencia consi-derando que desempeñaba el papel que la metafísi-ca intentaba desempeñar, es decir el de captar lanaturaleza de la realidad misma, entonces los po-sestructuralistas, en sentido contrario, niegan quese puedan realizar las ambiciones de la metafísica.La naturaleza de la realidad nunca podrá ser capta-da en pensamiento. Los determinantes de la natu-raleza del pensamiento no son —como intentan po-ner en claro las ideas de Foucault— los de larealidad misma, sino las condiciones sociohistóri-cas en que se realiza el pensamiento, condicionesque cambian de maneras drásticas e imprevisiblespor razones que los seres humanos no pueden com-prender. De este modo, la idea clave de Foucault esun reflejo de la noción de que el lenguaje y las ca-tegorías y esquemas del pensamiento tienen, o almenos pueden alcanzar a la larga, el estatus de "re-presentaciones", es decir, medios en que es posiblerepresentar o retratar la naturaleza de la realidadmisma. En muchos aspectos esto es considerado elprimer engaño del legado de la Ilustración: que elpensamiento racional puede producir representa-ciones auténticas de la realidad misma. Semejanteidea, según el esquema de Foucault, es manifiesta-

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fíente un sinsentido y es una razón de que el prin-Ipal ejercicio de gran parte del pensamiento socialíciente haya sido la crítica de la "representación" y

le que se hable mucho de que en el periodo actuals enfrentamos a la "crisis de la representación".Otra figura clave entre las que han provocado el

Sentido de una "crisis de la representación" es elContemporáneo parisino de Foucault, y a veces suadversario, Jacques Derrida. La palabra "decons-trucción", hoy ya familiar, aunque habitualmentecon el sentido exclusivo de "destrucción" o de "de-molición" de la posición de alguien, más que en elsentido más técnico que tiene para Derrida, cierta-mente transmite la implicación de perturbación ysubversión que pretende expresar.

Derrida y la deconstrucción

La noción de "deconstrucción", término acuñadopor el crítico literario Paul de Man y por el filósofoJacques Derrida, adopta una línea drástica hacia laposibilidad de significado.13 El esfuerzo de Derridaes nada menos que una crítica de toda la tradiciónfilosófica occidental como principal representantede la idea de la razón y de una búsqueda de lo im-posible. En ciertos aspectos parte del mismo puntoque Hegel, al observar que la filosofía se preocupa

Aquí nos basamos en la versión de Derrida. Véase Derrida(1976).

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por las oposiciones, por lo verdadero contra lo fal-so, lo bello contra lo feo, lo mental contra lo físico,lo finito contra lo infinito, etc. Hegel trató de mos-trar cómo podían superarse, y hasta reconciliarse,estas oposiciones. Pero el propósito de Derrida,muy diferente, es demostrar que se las puede soca-var. Las oposiciones no sólo son de contraponeropuestos, que suelen estar ordenados por jerarquías,donde un elemento de la pareja es considerado su-perior al otro, y esto refleja la profundidad con quela dominación está arraigada en el pensamiento oc-cidental.

Las oposiciones clave en que se concentra Derri-da son dos parejas interrelacionadas: presencia yausencia, habla y escritura. Como acabamos de ob-servarlo, no sólo están opuestas sino también jerár-quicamente conectadas. La presencia es preferida ala ausencia, el habla a la escritura, entre otras cosasporque se considera que la última pareja está ejem-plificando a la primera pareja. En la manera en quela filosofía occidental trata del conocimiento y lacertidumbre, lo que está "presente" es lo que pro-mete el conocimiento verdadero y cierto. Por ejem-plo, en las filosofías positivista y empirista la bús-queda era de aquellos "hechos brutos" con los quetenemos contacto inmediato y acerca de los cualespodemos no tener dudas, una búsqueda de cosasque estuvieran indiscutiblemente "presentes" y quea menudo encontrábamos en nuestra "experienciasensorial". Sin embargo, la lingüística saussuriana,reconstruida por Derrida, viene a subvertir esta no-

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ción. Toda la idea acerca del significado de una pa-labra que le es dado por medio de una serie de con-trastes implica que el significado de una palabra enparticular, si está presente para nosotros, dependede cosas que están ausentes. El significado de una pa-labra hablada queda determinado por un contrastecon otras palabras que ahora no están siendo habla-das, que pudieron haberse usado pero no se usaron.Esto subvierte la idea de oposición y de jerarquía en-tre las categorías de "presencia", pues la naturalezamisma ríe lo cjue está presente para nosotros quedadeterminada por lo que no lo está. Son su presenciay su ausencia unidas lo que determina el significadode una palabra, y esto quiere decir que la presenciano puede ser preferida sobre la ausencia.

La distinción entre habla y escritura, como he-mos observado, también encarna la tradicionaloposición jerárquica de presencia y ausencia; el ha-bla está presente, la voz es inmediata para nosotros,producida en presencia del que escucha. Se ha con-siderado que la escritura es algo secundario y deri-vado del habla y que representa al habla parahacerla presente cuando está ausente. Por su natu-raleza misma, la escritura incluye la ausencia, yaque el escritor no está al alcance del lector delmodo en que el hablante lo está del escucha. Eslotambién quiere decir que no es posible determinarel significado de lo que está escrito del misinomodo que el de lo que se ha dicho. Se puede vci ificar con un hablante si hemos comprendido su s^nificado, por ejemplo, haciéndole preguntas, peí u

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no podemos preguntarle al autor de una pieza es-crita, quien, después de todo, acaso haya muertodesde hace siglos.

Derrida cuestiona la oposición de habla y escri-tura tratando de invertirla y de aboliría. Quiere de-cir que es el habla la derivativa de la escritura, ypara hacer esto suprime la diferencia entre ambas,haciendo que el habla sea una forma de escritura.No abandona la idea de que es problemático esta-blecer el significado definitivo de un texto, ya queésta es la plataforma de toda su obra. En cambio,propone que no haya en este punto una diferenciaentre el habla y la escritura, ya que es imposible de-terminar concluyentcmente el significado. Y la ra-zón se encuentra en la naturaleza del lenguaje.

El punto decisivo de la diferencia entre los es-tructuralistas y los deconstruccionistas no es quelos últimos nieguen que lo que importa en el len-guaje es el contraste. Lo que se niega es el tratodado por el estructuralista a estos contrastes, comosi formaran un sistema cerrado. En opinión de De-rrida el lenguaje no es un sistema cerrado sino unsistema en proliferación dentro del cual están abier-tas las posibilidades del contraste. Esto significaque no se pueden agotar los contrastes relativos auna determinación del significado; es imposibleidentificar un conjunto determinado de contrastesrelacionados establemente para llegar así a un cie-rre del significado. Lo que es en definitiva el signi-ficado deberá dejarse como algo incierto y sin re-solver, por decirlo así, abierto.

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Por consiguiente, la búsqueda de un significado,'inal y determinado por la filosofía tradicional esUna búsqueda de lo que, por la naturaleza mismadel lenguaje, no existe. El siguiente paso del pro-

-grama es demostrar que no se puede alcanzar unf lentido coherente y fijo del significado, y poner de! relieve hasta qué punto el intento de dar interpreta-ciones definitivas incluye una imposición gratuita—a menudo condenada como forma de violencia—,que exagera la determinabilidad y suprime el gradoen que tales intentos manifiestan apertura, indeter-minación y contraste. En la medida en que muchostextos filosóficos están organizados en torno deoposiciones jerárquicas, y dependen de ellas, eseprocedimiento mostrará que son espurios y permi-tirá ver cómo se desploman por sí mismos. Por ello,el método de la deconstrucción consiste, en lo esen-cial, en permitir que el texto mismo, por decirlo así,revele su propio carácter indefinido, incierto e in-ternamente dividido; es decir, que muestre sus pro-pias desunidades. Esto no va dirigido a identificarfallas, errores de expresión, por ejemplo, que pu-dieran corregirse, pues ello significaría quedarseen el mismo marco mental que considera que sepuede determinar el significado. Antes bien, la ideaes efectuar un cambio del marco mental, mostrar lovano que es suponer que estas desunidades internassólo sean rasgos incidentales del texto, que se pue-den eliminar. Todo intento por corregir las cosas ge-nerará simplemente nuevas desunidades propias.

Al igual que Foucault, Derrida considera que el

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intento de aplicar una noción del orden racional enel sentido tradicional de un esquema lógicamentecoherente y sistemático es, en esencia, una opera-ción autocrática, que es falsa para la heterogenei-dad de las cosas. Incluye la supresión, la negativa delo que no se puede incorporar convenientemente alesquema. Esta negativa del "otro" subordina y ex-cluye a quienes no embonan dentro del esquema, lareducción del diferente y del disidente al silencio, yse hace eco de las ideas de Durkheim acerca delmodo en que se logra la cohesión por medio del con-traste, y de cómo la solidaridad social incluye la ex-pulsión de personas y su transformación en lo quehoy se llama el "Otro".

Así pues, en la práctica, el modo de deconstruc-ción va directamente contra todo el modo tradicio-nal de investigación que tiende hacia la unidad y laacumulación, y en el que se supone que la idea deinterpretar un texto es la de buscar una sola inter-pretación coherente para llegar a una resolución,llevar la investigación a su fin y dotarla de un resul-tado positivo. La deconstrucción incluye precisa-mente lo contrario: trata de hacer resaltar desuni-dades y contradicciones dentro del texto paraquebrantar su unidad misma de texto único. Tratade descubrir hasta qué punto un texto dado es uncompuesto de elementos tomados de otros textos yde relaciones con ellos, su "intextualidad". La de-construcción no avanza hacia el cierre o la conclu-sión, sino que se aparta de ellos. Favorece la proli-feración; las propias deconstrucciones son harina

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para el molino de la deconstrucción. Es cuestión dehacer resaltar las tensiones y contradicciones no re-sueltas ni resolubles que, aunque comprimidas den-tro de los márgenes del texto, vienen sin embargo aperturbar su integridad prepositiva. Desde luego, lalección es que no podemos dominar las energíasprolíficas del lenguaje, y nuestro intento mismo cíehacerlo (nótense las connotaciones del término"dominar") simplemente exhibe y reproduce nues-tro afán ideológico, culturalmente arraigado, haciala dominación y la opresión, hacia hacer que elmundo se conforme a nuestras ideas de orden aunsi ello significa que debemos alterarlo para que asísea. El deseo de hacer que las cosas estén limpia-mente contenidas y concluidas es parte de ese mis-mo impulso "logocéntrico", y es un impulso tan per-sistente que la deconstrucción corre el riesgo de serllevada de regreso al rebaño. La resistencia a estademanda logocéntrica debe ser infatigable e inter-minable, pues es una demostración constante y con-tinua de las maneras tentaculares en que el logo-centrismo intenta extenderse sobre todo el lenguajey, al mismo tiempo, muestra la futilidad última deeste esfuerzo. El logocentrismo se basa en suposi-ciones acerca de cómo funciona el lenguaje que soncontrarias a los modos en que realmente lo hace.Así, un libro acerca de Derrida termina, con verda-dero espíritu derrideano, declarando la elusividadúltima de su pensamiento y el punto hasta el cual ellibro mismo que se está leyendo es un intento dealgo que no se puede hacer:

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Intentando repetir fielmente los rasgos esenciales delpensamiento de Derrida, lo hemos traicionado [. . .|hemos abordado a Derrida, su singularidad y su rú-brica, el acontecimiento que estuvimos tan ávidos pornarrarles a ustedes en una textualidad en que bienpudo haber desaparecido [. . .] el doble nexo en quenuestra fidelidad absoluta ha sido la infidelidad mis-ma. Por ello, este libro no será de ninguna utilidadpara los otros, o para ustedes, otros. . . [Bennington yDerrida, 1992:316].

Los argumentos de Derrida ejercieron una re-percusión inmensa sobre la crítica literaria, sobretodo en Estados Unidos, donde a menudo se consi-dera que sus obras han constituido una importantecontribución a las "guerras de la cultura" que re-cientemente estallaron dentro de la academia, perotuvieron menos impacto en las ciencias sociales. Sinembargo, Derrida ha ayudado a fomentar una no-ción, prominente en los estudios culturales, de queel fenómeno que se está investigando es el "texto".Bajo la guía de Derrida el "texto" se ha extendidomás allá de su significado tradicional para incluirtodo tipo de fenómenos y actividades, y el propósi-to de la investigación es hacer una lectura del texto.No es, como ya se dijo antes, dar una lectura defi-nitiva o final del texto, sino presentar lecturasvariantes y en desacuerdo, las cuales perturbarán,alterarán y desmantelarán las lecturas más conven-cionales. Muy a menudo el objetivo es hacer relec-turas en lugar de primeras lecturas, y presentarlasen términos que por lo general serían negados o ex-cluidos de las interpretaciones habituales de esos

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Ktos. De este modo, deberá revelarse a los social-tente marginados —homosexuales, mujeres, ne-

s, etc.— como los "otros" no mencionados en loslárgenes del texto.

De manera similar, en antropología social y cul-iral se ha hecho un entusiasta descubrimiento, enjunas áreas de la disciplina, de que la antropolo-

'- gía es cuestión de escribir, y de que las aspiracionesdel texto antropológico de ser un relato coherente yObjetivo han sido expresión de una mentalidad im-perialista que deseaba subordinar toda la realidad ala voz única del autor en nombre del imperialismooccidental, una voz que subordina y niega a los "na-tivos" mientras escribe precisamente acerca deellos. Esto sólo podrá ser corregido por una voz plu-ralizante que saque a los antropólogos/autores dela posición privilegiada de hablar por alguien queno sean ellos mismos, situándolos dentro de una re-lación dialógica con los "nativos".14 La disparidad yla diversidad deben ser colocadas en primera fila,dándoles a todas las partes interesadas la oportuni-dad de hablar por sí mismas y de ser reconocidascomo iguales e independientes.

CONCLUSIÓN

En algunos aspectos Derrida y Wittgenstein estánde acuerdo acerca de la naturaleza del lenguaje. Por

14 Esta insistencia en la deconstrucción ha hecho que se re-descubra al gran pensador ruso Bahkin, quien defendió la ideade que cualquier texto es en realidad una polifonía compuestapor toda una diversidad de voces intei actuantes.

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ejemplo, Wittgenstein convendría en que el lengua-je no es un sistema cerrado sino que prolifera. Laanalogía establecida por el propio Wittgenstein,como la hemos descrito antes, es que el lenguajees como una gran ciudad que ha evolucionado a lo lar-go de muchos años. Aunque es un conjunto, no esun conjunto plenamente integrado. Tiene distritosy zonas, algunos de los cuales son limpios y cuida-dos, mientras que otros están degenerando y soncaóticos; algunos son espaciosos mientras que otrosestán atestados, etc. Desde el punto de vista de unaeroplano que volara muy alto se tendría poco sen-tido de la variedad y del carácter de las diversasáreas de la ciudad. Desde dentro de la propia ciu-dad, es decir, desde dentro del lenguaje, absorbe-mos el sabor y los detalles pero no apreciamos elcuadro general. Wittgenstein también convendríacon Derrida en que el significado no es intrínseco ala palabra en pleno aislamiento; el significado per-tenece al lenguaje mismo. Donde surgiría el desa-cuerdo profundo sería ante la cuestión de que exis-te un principio, como el de oposición, que escandidato a establecer el significado de una palabradentro del lenguaje. Según Wittgenstein el signifi-cado se deriva del uso del lenguaje en formas ordi-narias, y de la organización y las necesidades de lasactividades dentro de las cuales se originan las pa-labras (junto con los significados). El lenguaje no esun sistema que subsista por sí solo, sino que es algoabsolutamente entrelazado con las actividades delos pueblos, y sus partes obtienen su carácter del

modo en que participan en esas actividades. Porejemplo, la identidad misma de palabras como"love", "empate", "ventaja", etc., es como términospara establecer los marcadores en el tenis. Surgendificultades cuando el lenguaje "se va de vacacio-nes", cuando, por ejemplo, los filósofos aislan losconceptos sacándolos de su uso ordinario, olvidanla íntima conexión que tienen estas palabras en elcontexto de las actividades, y de este modo pierdenel sentido de aquéllas. En otros términos, el ataquede Wittgenstein va dirigido contra la idea de quenecesitamos una teoría del significado. En cambio,lo que precisamos para disolver nuestros acertijosfilosóficos acerca del significado es una "vistaperspicua" del uso de las palabras dentro de las ac-tividades en que tienen su hogar. El esfuerzo deDerrida por ver en el lenguaje un principio gene-ralizador de la organización en torno de las oposi-ciones, la presencia y la ausencia, es el de ofreceruna teoría del significado que es innecesaria paralas prácticas del lenguaje. El problema de la falta deun "significado definitivo" sólo surge si creemosque hace falta tal cosa para que el lenguaje tengasignificado. Sin embargo, no debemos empezar conesta suposición ni, de ser rechazada, tenemos queadoptar la opinión diametralmente opuesta de quesi el lenguaje no puede tener "significado definiti-vo", carece entonces de todo significado.