I. Conceptos básicos sobre la vejez · una forma de disonancia y conflicto para la propia persona....

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15 I. Conceptos básicos sobre la vejez Ana Pastor Fayos y Mª Jose Carrillo Heredia 1.1 BUSCANDO UNA DEFINICIÓN DE VEJEZ El envejecimiento no es meramente un proceso marcado por cambios a nivel corporal, sino que también puede acompañarse de un cambio de la persona en cuanto a su actitud y comporta- miento frente al entorno. Estos cambios rara vez son de origen biológico, en general, suelen ser consecuencia de las experiencias y los acontecimientos vividos durante toda la vida y de muchas circunstancias impuestas por la situación en la que se encuentran las personas de edad avanzada. El problema del envejecimiento es un problema de cambios fisiológicos. Sin embargo y mucho más que eso, es un problema de cambios en la actitud y en la respuesta frente al entorno. 1 Nuestro cuerpo se modifica, percibimos los cambios físicos, pero también hay cambios psicológicos que influyen en nues- tros pensamientos, sentimientos, creencias, valores, actitudes, conducta, personalidad y en la manera de comportarse con los demás. Y cambia el entorno, el mundo que nos rodea, a medida que se madura y que nos transformamos interiormente, lo que llegamos a ser está ligado de forma inexorable a la naturaleza de nuestro mundo exterior, asimismo nos influye el entorno, como es el caso del régimen alimenticio, la vivienda, la higiene, las ocasiones que se nos brindan de divertirnos, de instruirnos, de trabajar, y todo lo demás. A pesar de todo, existen cuatro formas diferentes de definir la vejez: la edad cronológica, la edad física y biológica, la edad

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I. Conceptos básicos sobre la vejezAna Pastor Fayos y Mª Jose Carrillo Heredia

1.1 BUSCANDO UNA DEFINICIÓN DE VEJEZ

El envejecimiento no es meramente un proceso marcado por cambios a nivel corporal, sino que también puede acompañarse de un cambio de la persona en cuanto a su actitud y comporta-miento frente al entorno. Estos cambios rara vez son de origen biológico, en general, suelen ser consecuencia de las experiencias y los acontecimientos vividos durante toda la vida y de muchas circunstancias impuestas por la situación en la que se encuentran las personas de edad avanzada.

El problema del envejecimiento es un problema de cambios fisiológicos. Sin embargo y mucho más que eso, es un problema de cambios en la actitud y en la respuesta frente al entorno.1

Nuestro cuerpo se modifica, percibimos los cambios físicos, pero también hay cambios psicológicos que influyen en nues-tros pensamientos, sentimientos, creencias, valores, actitudes, conducta, personalidad y en la manera de comportarse con los demás. Y cambia el entorno, el mundo que nos rodea, a medida que se madura y que nos transformamos interiormente, lo que llegamos a ser está ligado de forma inexorable a la naturaleza de nuestro mundo exterior, asimismo nos influye el entorno, como es el caso del régimen alimenticio, la vivienda, la higiene, las ocasiones que se nos brindan de divertirnos, de instruirnos, de trabajar, y todo lo demás.

A pesar de todo, existen cuatro formas diferentes de definir la vejez: la edad cronológica, la edad física y biológica, la edad

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psicológica y emotiva y la edad social. Son cuatro conceptos di-ferentes que no siempre coinciden.

La edad cronológicaSe trata de definir la vejez en función de los años transcurri-

dos desde el nacimiento, de forma general se sitúa arbitrariamen-te esta edad a los 65 años.

En ciertas personas la transición se efectúa gradualmente mientras que en otras es rápida y traumática. En el caso de una persona obligada a jubilarse, el 65 aniversario puede significar una entrada brutal en la vejez. En otros el envejecimiento se pro-duce suavemente, jalonado por los cabellos que se vuelven gri-ses, los hijos que abandonan el hogar, los amigos que mueren y otros signos cada vez más frecuentes.

La edad física y biológicaOtros criterios que

pueden servir para de-finir el envejecimiento son los cambios físicos y biológicos. El envejeci-miento físico se desarro-lla gradualmente, así que resulta arbitrario precisar el momento en que una persona es físicamente vieja. La imagen que se tiene de uno mismo pue-de cambiar cuando co-mienza a darse cuenta de que los cabellos se enca-necen o son más escasos, cuando aparecen las arrugas y la sequedad de la piel y aumenta el peso.

El envejecimiento físico modifica la imagen que tenemos de nosotros mismos, pero hace también otra cosa. Señala a los de-más que conviene cambiar de comportamiento hacia nosotros.

…un anciano no se siente nunca anciano. Comprendo por los otros que implica la vejez en quien la mira desde fuera, pero no siento mi vejez. Jean- Paul Satre (Le Nouvel Observateur, 1980) 2

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La edad psicológica y emotivaLa diferencia entre joven y viejo, en este aspecto, debe te-

nerse en cuenta en función de la experiencia, es obvio que una persona mayor ha tenido más experiencia que una joven y que eso influye en la forma de pensar y actuar.

La personalidad, la forma de pensar y las capacidades se ven afectadas por acontecimientos como la jubilación, la muerte del cónyuge, que se hallan ligados a experiencias complejas en el seno del medio social, la forma de reaccionar ante estas experien-cias determina ciertos aspectos importantes del envejecimiento.

La edad socialSe determina en función a los roles o papeles que se desarro-

lla en la sociedad. Determinados roles sociales pueden entrar en conflicto con la forma de medir la edad cronológica, es decir, una persona de edad que desea seguir desempeñando su rol de sostén de familia, incluso después de su jubilación obligatoria. El con-flicto entre las edades social psicológica y cronológica constituye una forma de disonancia y conflicto para la propia persona.

A grandes rasgos se puede resumir el concepto de vejez en dos perspectivas diferentes, una cultural y otra biológica, a la pri-mera se le llama jubilación y la segunda podría ser denominada como senilidad.

La diferencia entre ellas estriba en que la senilidad es el re-sultado de un proceso de deterioro físico-mental que no tiene un momento preciso de aparición y establece diferencias entre indi-viduos, la jubilación constituye una normativa cultural que ho-mogeneiza a las personas a partir de una edad cronológica fijada arbitrariamente.

Para tratar de definir este concepto tendremos en cuenta tres vertientes, incluyendo la cronológica junto a la social, física y psicológica:

En la primera, entenderíamos la vejez en términos cronoló-gicos: Una persona puede considerarse vieja cuando cumple los 65 años, evidentemente no es que envejezca súbitamente al llegar a esa edad, sino que, puesto que la vejez es parte del ciclo vital y por lo tanto un proceso, es necesario que se sitúe en una edad determinada. La edad escogida es la de 65 años, lo cual responde a un hecho social determinante como es la jubilación, ya que esta es la edad en que en muchos países se abandona la vida laboral. Por lo tanto podríamos determinar que la vejez social viene insti-tuida por la jubilación a la edad de 65 años.

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Pero esto acarrea un problema, puesto que en muchos países se utilizan políticas laborales que adelantan la vejez con la llama-da jubilación anticipada, por lo tanto, el concepto de vejez social no nos serviría como determinante.

Es pues, necesario, que busquemos en otras vertientes, cómo la concepción biológica de vejez que se refiere a los cambios físicos o biológicos que experimenta el sujeto en un determinado momento del proceso evolutivo, esto es: las facciones de la cara, la forma y el color del pelo, las posturas corporales, la capacidad visual y auditiva, etc.

Otra forma de referirnos al término sería a través de la defi-nición de vejez psicológica o funcional, la cual vendría a decir que es el declive que un determinado sujeto puede experimentar en aspectos de rendimiento adaptativo o de memoria en algún momento del proceso evolutivo.

Si buscamos en ellas un denominador común vemos que tan-to en la definición física o biológica y la psicológica, se refieren a la vejez como el progresivo deterioro del organismo ocasionado por el proceso del envejecimiento. Podríamos, entonces, deter-minarlo del siguiente modo: La vejez es un proceso de decaden-cia estructural y funcional del organismo humano.

Que ocurre entonces con la definición social de vejez. El re-planteamiento debe tener en cuenta las definiciones anteriormen-te mencionadas, es decir, si la definición social de vejez tiene como punto de inflexión la jubilación, entonces se debería variar la definición del siguiente modo: La vejez es la edad de la jubila-ción como consecuencia del declive biológico acarreado por el proceso de envejecimiento.

Pero desde esta definición queda olvidado el referente cro-nológico, cuya definición podría ser: la vejez es el estado de la persona de edad avanzada.

Buscando una definición global se podría tomar la que da Laforest (1991):

La vejez es el estado de una persona que, por razón de su crecimiento en edad, sufre una decadencia biológica de su orga-nismo y un receso en su participación social.

Indistintamente, se debe entender la vejez como una fase más del ciclo vital, como lo son la infancia, la adolescencia y la ma-durez, con sus características propias que se irán manifestando de forma progresiva, en función de factores intrínsecos individua-les, actitudes personales y contexto socio-cultural. La vejez es tan heterogénea como lo son los sujetos que envejecen.

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1.2. CONCEPTO DE LA GERONTOLOGÍA SOCIAL

En este apartado se trata de definir una de las partes del enun-ciado de este estudio: La Gerontología Social, qué es y de qué se ocupa.

GerontologíaEtimológicamente, el término gerontología está compuesto

por dos raíces griegas: Geros: Anciano y Logos: Estudio, de este modo se puede concebir la Gerontología de forma general como el estudio determinado de algunos elementos que tienen que ver con el proceso de la ancianidad.

La primera acuñación del término aparece, según Altarriba (1992), en 1908, hecha por un médico ruso, Ilya Metchnikott. Sin embargo, otros autores como Streib y Orbach (1996), con-sideran que la primera aparición del término fue en 1929, defi-nida por un investigador, tambien ruso Rybnikov. Este definió la Gerontología como la investigación del comportamiento en la edad provecta que tiene como finalidad la investigación de las causas y condiciones del envejecimiento, así como el estudio y descripción cuidadosa de los cambios del comportamiento regularmente progresivos y que se hallan relacionados con la edad.

GeriatríaCasi simultáneamente, en 1909, un médico austriaco, Leo

Nascher, acuña el término Geriatría, del mismo modo compues-to por dos términos griegos, Geros: anciano, e iatricos: trata-miento, como es fácilmente deducible, estaríamos hablando de la parte de la medicina que estudia este proceso, del estudio de sus patologías.

Una vez esclarecidas las diferencias entre Geriatría y Geron-tología, solo queda definir el concepto de Gerontología Social.

Gerontología SocialSegún Stieglitz (1943) la Gerontología Social es la parte de

la gerontología que se dedica al estudio de las relaciones de inte-racción entre el sujeto anciano y su contexto.

Se puede dotar de tres características (Laforest, 1991):1. Es ante todo una reflexión existencial. Se refiere a la propia

existencia del sujeto y a su proceso de evolución.

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2. Es una reflexión colectiva. Envejecen las sociedades y no solo los sujetos que forman parte de ellas.

3. Es esencialmente multidisciplinar.Así pues, la Gerontología Social debe justificarse como fruto

del interés por un enfoque científico interdisciplinar de la ancia-nidad, en el que convergen al menos las siguientes disciplinas: biología, medicina, antropología, psicología, sociología, econo-mía, trabajo social, ética y derecho.

1.3. DEMOGRAFÍA DEL ENVEJECIMIENTO

Circunstancias socioambientales de las personas mayoresAsistimos en nuestros días a un fenómeno desconocido hasta

el momento, como es el envejecimiento progresivo de nuestra so-ciedad. Se está produciendo un aumento del número de personas mayores, particularmente de las muy mayores (edad superior a 80 años, lo que se conoce como envejecimiento del envejecimien-to), que cada vez tienen más peso relativo dentro del conjunto de la sociedad (para el año 2010, se estima que el 17,9% de los españoles tendrán más de 65 años). Para que se dé este fenómeno están influyendo una serie de factores. Por un lado, ha aumenta-do de forma importante la esperanza de vida, esto es, la media de vida que alcanzan los españoles. Este hecho, se ha producido por la mejora de las condiciones sanitarias y socio-económicas en general. Por otro lado, se ha producido una reducción muy importante de las tasas de natalidad.

Sin embargo, la importancia creciente que las personas ma-yores tienen en la sociedad no se está traduciendo en un cambio de conductas o comportamientos sociales más comprensivos con ellas. De hecho, las circunstancias sociales en las que se desen-vuelven no les son ventajosas.

En esta sociedad prima el valor joven y productivo. El rol o papel que se nos asigna está ineludiblemente, ligado a nuestro trabajo y desaparee con la jubilación. Bruscamente, sin posibili-dad de adaptación previa en la mayoría de los casos, la persona se convierte en un desocupado, improductivo. Por otro lado, esta situación se acompaña, por lo general, de una pérdida de poder económico y de relaciones sociales, la mayoría de las veces liga-das al mundo laboral.

Los cambios en el ámbito familiar son también importantes. Las familias extensas han dado paso a familias nucleares, com-puestas por padres e hijos, donde todos tienden a trabajar, y donde

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el abuelo cuando se incorpora a ella, lo hace como un intruso, en relación de dependencia y no con un papel a cumplir.

Las frecuentes situaciones de pérdida que se dan a estas eda-des (cónyuge, amigos, familiares, etc.), contribuyen al aislamien-to social del mayor.

Todas estas circunstancias tendrán una influencia importante en la forma de envejecer.

Envejecimiento demográficoUna de las cosas que caracteriza a nuestras sociedades es el

paulatino envejecimiento de su población, sinónimo de moderni-dad y bienestar. En las sociedades más avanzadas se comenzó a incrementar la proporción de población anciana desde principios de siglo, acelerándose su crecimiento durante los años sesenta y setenta, pero sus efectos no se empezarán a sentir con fuerza hasta bien entrado el siglo XXI.

Nuestras sociedades son viejas si las comparamos con las de otras épocas históricas. Pero ¿qué es el envejecimiento de-mográfico?. Según Ariño, es una modificación progresiva de la

GráficoEvolución de la población mayor.España, 1900-2050 (miles)

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+ De 1900 a 2000 los datos son reales; de 2010 a 2050 se trata de proyec-ciónes; desde 1970 la población es de derecho.Fuente: NE: Anuario Estadistico, varios años NE: Censos de Población NE: INEBASE: Revisión del Padrón municipal de habitantes a 1 de enero de 2000. Datos a nivel nacional, comunidad autónoma y provin-cia. INE, 202. NE: INEBASE: Proyecciones de la población de España a partir del Censo Población a 31 de diciembre de 1991. INE, 2002. Conf. Cajas de Ahorro: Estadisticas básicas de España

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Años1900 1910 1920 1930 1940 1950 1960 1970 1981 1991 2000 2010 2020 2030 2040 2050

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estructura por edad de la población, que se caracteriza por un incremento de la proporción de los grupos de edad previamente definidos como viejos. (personas de 65 o más años, para la ma-yoría de países).

Este fenómeno es consecuencia de diversos factores, como son la caída de la fecundidad y el incremento de la esperanza de vida. La prolongación de la vida media de las personas ha hecho que aumente la cantidad de personas que superan los 65 años, así como el número de años que se mantienen vivos, es decir, que ha aumentado la capacidad de supervivencia de la población. El otro factor, la caída de las tasas de natalidad produce un incremento rápido de la proporción de ancianos en la sociedad.

La situación plantea un grave problema social, puesto que cada vez son menos (por cohorte de edad) las personas que co-tizan y más las personas mayores a expensas de ellas, tanto en gastos de pensiones como de atención sanitaria. Ello provocará la llamada guerra de generaciones, y algunos autores como Livi-Bacci comienzan a ver al envejecimiento como un lastre para la dinámica social.

La significación social de esos cambios podrían ser las si-guientes (INSERSO, 1990):

1. En ausencia de fenómenos catastróficos o cambios dra-máticos en nuestros sistemas socioculturales, el proceso de envejecimiento continuará más allá del horizonte de la proyección realizada, es decir, hasta bien entrado el segun-do tercio del siglo XXI.

2. Nuestra estructura poblacional está experimentando un proceso de envejecimiento que, aunque comenzó hace ya bastante tiempo, aún dista mucho de concluir. Este pro-ceso, consecuencia de las modificaciones a la baja de las tasas de fecundidad y mortalidad a lo largo de todo el siglo XX, no tiene parangón en la historia demográfica de la humanidad, y supone, sin duda, un reto que nuestras socie-dades habrán de asumir.

3. Una visión pesimista para la cual el crecimiento de la po-blación anciana que se está dando en las sociedades occi-dentales, podría amenazar la viabilidad financiera de los sistemas de pensiones, especialmente si no se amplia la población laboral, que es en definitiva, la que paga la ma-yor parte de los impuestos con los que se financian estos sistemas. Podría colapsar los servicios sanitarios y asisten-ciales (el consumo medio de una persona que ha superado

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la edad de 65 años se calcula que triplica al de una persona que no ha cumplido esa edad), podría, en fin, desbordar incluso la capacidad de respuesta del sistema a sus deman-das sociopolíticas, con consecuencias imprevisibles para la estabilidad de las sociedades occidentales.

Según lo anteriormente mencionado, las consecuencias del envejecimiento demográfico según la ONU (1978), serían las si-guientes:

1. Descenso del nivel de vida en los países altamente indus-trializados, por el aumento de la relación de dependencia.

2. Mayor costo de la dependencia de los ancianos que de los niños.

3. Descenso de la eficiencia de la población ocupada.4. Descenso de la eficiencia de las máquinas, herramientas y

equipamientos, dada la menor necesidad de renovación.5. Menor flexibilidad de los activos, menor movilidad, me-

nor adaptabilidad, mayor dificultad para encontrar nuevo empleo.

6. Menor tasa de ahorro, ya que los ancianos viven de los ahorros acumulados y la sociedad realiza grandes gastos en servicios para ellos. Aumento de la desigualdad de in-gresos, ya característica de las edades avanzadas.

7. Retraso del progreso económico, cultural y político. La administración económica, la gestión, etc. pierden dina-mismo. Incluso los logros intelectuales y artísticos se ven afectados del mismo modo. En los jóvenes produce frus-tración por la mayor competencia para los ascensos y entre los ancianos una actitud negativa frente a la vida.

8. Efectos en la disponibilidad de protección y servicios a la tercera edad. El mayor peso político obra en su favor, au-mentando aún más el gasto público. La familia, que sirve para el cuidado de los dependientes niños, no garantiza el de los ancianos, por lo que el Estado debe asumir la carga. Por tanto, los recursos no pueden dedicarse a otros objeti-vos. Posible crisis del sistema.

9. Aumento de los estudios sobre las necesidades específicas de los viejos (vivienda, salud, servicios, ocio), así como sobre sus problemas psicológicos, las repercusiones de la jubilación, etc.

10. Junto a la evolución de la composición de los hogares, crea el problema de la provisión de viviendas adecuadas a edades avanzadas.

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11. Aumenta las necesidades de atención sanitaria, y los cos-tos de los sistemas sanitarios públicos.

12. El problema de la disminución de funciones y del proceso de separación de la sociedad (en esto se está siguiendo, claramente, la teoría de la desvinculación de Cumming-ya).

13. Necesidad de acciones para solucionar los problemas planteados.

GráficoPoblación de 65 y más años, provisiones nacionales. Unión Europea, 2000

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160001400012000100008000600040002000

Fuente: Eurostat: Statistiques sociales européennes. Luxemburgo, 2001; 174 p; tabla. I-5, p.130; tabla. I-8, p. 132(1) Nota: escenario de base en la proyección de Eurostat, 2000

Pero en esta argumentación no se ha tenido en cuenta el cam-bio de la realidad, nuestras sociedades no pueden medirse del mismo modo que se midieron las anteriores porque la realidad histórica ha cambiado, puesto que las condiciones socio-sanita-rias de las personas de 60-65 años no es la que era, constituyen una realidad histórica nueva y sus condiciones sociales son hete-rogéneas, y es natural que encuentren dificultades para sentirse a gusto con una etiqueta o concepto que los identifique.

Diversos organismos han tratado de dilucidar sobre el com-portamiento futuro de la estructura de población por edad. Se cal-cula que para el año 2020 España habrá alcanzado un porcentaje del 19,9% en mayores de 65 años y que para el 2040 se calcula un incremento que situará a la población de mayores de 65 años en el 29,1%, en el año 2050 en el 31,1% de la población total.

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España será entonces, uno de los países más envejecidos.Según estos datos junto con el análisis que hace Antonio Ari-

ño, estamos ante una realidad histórica nueva, donde además de incrementar la probabilidad de alcanzar el umbral de vejez, se ha mejorado el estado de salud de los sexagenarios y septuagena-rios, lo que les sitúa en condiciones de llevar una vida muy acti-va, siendo dinamizadores de determinados sectores económicos.

Pero debe tenerse en cuenta la heterogeneidad de este grupo, porque bajo la misma etiqueta se engloba a personas de edades, estados de salud y nivel sociocultural muy diferentes. Por ello, una política social eficaz y justa debe diversificar sus estrategias y actuaciones, es decir, debe aplicarse de forma diferencial. Ha-bría que distinguir dos grandes grupos:

1. Aquellas personas mayores que quedan excluidas del mer-cado laboral, pero que por su salud y capacidades sigue siendo socialmente activos

2. Y en otra categoría o grupo, aquellas personas mayores que han perdido parte de su autonomía e independencia.

Esta diferenciación debería tenerse en cuenta a la hora de realizar cualquier tipo de programa o actividad que pretenda en-focarse hacia este segmento de población. Quizá debieran cam-biarse los parámetros de definición y distinguir, finalmente entre autónomos y dependientes, en todo caso, lo que resulta evidente es lo impropio de dirigirnos a las personas mayores como grupo homogéneo.

1.4. ENVEJECER, ACTITUD FRENTE AL ENVEJECIMIENTO

La manera de comportarse de las personas cuando envejecen, y su actitud frente a la vejez, son factores que viene determinados en parte por su historia de vida. Todos tenemos una historia de vida diferente, por lo que envejecer es en gran medida una expe-riencia individual. No obstante, no es algo a lo que tengamos que sometemos pasivamente, por el contrario, es un problema al que nos hemos de enfrentar activamente, empezando lo antes posible en nuestra vida.

El cómo experimentamos la tercera edad y cómo nos com-portamos cuando estamos en ella viene determinado por las circunstancias en las que nos encontramos, tales como nuestro entorno familiar, nuestra posición económica, la naturaleza y el grado de vida social, nuestra ocupación y nuestras condiciones de vida. Todas estas son circunstancias que podemos modificar.

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Por ello, es cuestión de analizar las condiciones presentes y de modificarlas y adaptarlas de forma que sea más fácil envejecer en un estado de bienestar mental y físico.

El cómo se comportan las personas en la tercera edad y cómo experimentan la vejez depende de la propia orientación hacia el futuro, de sus planes de futuro, de sus miedos y esperanzas, de sus anhelos y deseos. Por ello, es una cuestión a tener en cuenta la de fomentar sus esperanzas de futuro y liberarles de su preocu-pación por el pasado.

La forma en que las personas de edad avanzada sienten su situación actual, es decir cómo ven el futuro, influye fuertemente en el proceso de envejecimiento. Por esta razón, siempre es muy importante preguntar a las personas de edad avanzada cómo sien-ten su situación actual y qué esperanzas de futuro tienen. Puede haber una gran diferencia entre la situación real y la forma en que esta situación es percibida (subjetivamente) por el propio in-dividuo.

No existe un comportamiento típico característico de las personas de edad avanzada, y la edad cronológica no sirve para aportar ningún dato, puesto que cuando mayor sea la persona, menos dirá la edad cronológica sobre la conducta y las vivencias de esta persona. Envejecer es un atributo individual, la naturaleza y el curso de los procesos de envejecimiento vienen determina-dos por percepciones y experiencias anteriores. Esto se puede aplicar, entre otras, a las facultades intelectuales y a su ejercita-ción, a la disposición y capacidad de establecer vínculos socia-les, así como continúa la persona disfrutando de su tiempo libre y desarrollando nuevos intereses. Además de las circunstancias actuales de la persona, vivienda, economía, etc.

Por ello, puede decirse que envejecer no ha de considerarse como un hecho del destino al cual ha de someterse pasivamen-te el individuo, sino como una situación que ha de dominarse y asimilarse a diferentes niveles. Las circunstancias sociales y también la forma individual de vida, desde la niñez, determina el estado de salud de las personas de edad avanzada y su patrón de envejecimiento.

1.5. RELACIONES SOCIALES

En las relaciones sociales entre los ancianos interviene un factor individual, se trata de un hecho que constituye una de las peculiaridades importantes y difícilmente cuantificables de las

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relaciones sociales de este segmento de la población: la red de relaciones está muy determinada por la vida anterior de cada individuo, muchas veces, los problemas manifestados en el re-ajuste de las relaciones sociales de las personas mayores no son más que variaciones agravadas de sus dificultades durante la vida pasada.

Por otra parte, el particularismo que diferencia e identifica a cada individuo dentro de su red de relaciones sociales está artifi-cialmente potenciado por la tendencia general actual a homoge-neizar a todos los jubilados y ancianos bajo una única categoría social (tercera edad, jubilados, persona mayor o cualquier otro eufemismo). Esta forzada indiferenciación social provoca un mayor esfuerzo por parte de los individuos ancianos para dife-renciarse entre ellos, acentuando los elementos discriminatorios en los que se sostiene la identidad social e individual de cada persona. Como resultado de este proceso, en las relaciones in-terindividuales durante la ancianidad, además de producirse un empobrecimiento general, se tiende a enfatizar las variables que han caracterizado a cada sujeto durante la vida pasada: obsesio-nes, aversiones, preferencias y gustos, formas de prestigio, pro-fesión, etc. De modo que los ancianos se encierran en grupos informales, pero impermeables, formados en base a similitudes individuales.

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El anciano que está solo, al margen de las relaciones estric-tamente familiares, es aquel que, en términos generales, no ha mantenido durante su vida anterior relaciones sociales duraderas por cuestiones de su personalidad individual. Sin embargo, en la vida adulta la relación con compañeros de trabajo resultaba fácil, pero al llegar a la jubilación y desaparecer el marco laboral como fuentes de relaciones sociales, el individuo sufre un empo-brecimiento repentino de sus relaciones. Pero en este punto hay que destacar la diferencia entre hombres y mujeres, puesto que es más frecuente en los primeros que en las segundas, puesto que la mayoría de mujeres han establecido gradualmente un conjunto de relaciones informales basadas en la vecindad.

La gran soledad de las personas mayoresLa opinión generalizada, aunque errónea, es que la situación

ideal de unos padres ancianos es vivir con sus hijos mayores y sus nietos. Y en consecuencia, que la separación de la gente ma-yor del círculo familiar se entiende como aislamiento de las per-sonas de edad avanzada. Esto no es cierto. Las personas mayores que se relacionan ampliamente con sus amigos, vecinos, allega-dos o con otros grupos de gente fuera del seno familiar se sienten menos solos que muchos de los que viven con sus familiares.

Las personas se quejan de soledad cuando la relación con su pareja no es demasiado armónica o cuando el cónyuge ha muerto súbitamente. La relación armónica con la pareja y el compartir muchas cosas suelen disminuir el deseo de un mayor contacto padres-hijos.

Las mujeres que han centrado toda su vida en la familia, que solo han vivido para su marido y sus hijos, tienen mayores difi-cultades en la vejez. Las investigaciones han demostrado que los contactos familiares solo suelen ser un sustituto por la falta de contactos extrafamiliares.

El término de aislamiento se refiere primordialmente a la fal-ta real de contactos sociales. Por otra parte, la soledad es más una experiencia subjetiva de la interacción social. El sentimiento subjetivo de la soledad no está relacionado con la frecuencia real de los contactos. De hecho, el sentimiento de la soledad deriva más de las esperanzas de la persona en sus contactos sociales que de la frecuencia real de los contactos. Esto no es solo aplicable a personas de edad avanzada, hay gente que a los treinta o cuarenta años también se siente solas.

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Además, se ha establecido que la soledad se relaciona con el aburrimiento. Personas de intereses limitados y que se orientan poco hacia el futuro tienden a quejarse más de aburrimiento que personas con intereses más abiertos.

Sin embargo, puede ocurrir que incluso personas con un am-plio espectro de intereses sufran sentimientos de soledad y abu-rrimiento, su programa diario está desestructurado, por faltarles el horario con el que contaban en su trabajo anterior.

Convendría alejarse del concepto que normalmente los pa-dres han de vivir con los hijos. Esta actitud impide que las perso-nas mayores se independicen de los hijos, y es una de las causas principales de la dificultad de adaptación a la vida en una resi-dencia de ancianos.

La soledad suele provenir de expectativas exageradas, al igual que del aburrimiento (debido a la falta de intereses), así como también puede hallar Conceptos básicos sobre la vejez 29 su origen en una planificación insuficiente de las actividades dia-rias y semanales.

Para combatir los sentimientos de soledad hay que esforzar-se en intensificar los contactos sociales. Un punto importante en este caso es buscar interese comunes, experiencias comunes y actividades comunes. Grupos con intereses comunes, conferen-cias, deportes y clubes para personas mayores ofrecen estas opor-tunidades. En cualquier caso, el contacto con otras personas y el intercambio de ideas con otras personas contribuye al bienestar psíquico.

Los contactos sociales amplían el espectro de actividades de una persona, aumentan la comprensión por la suerte de los demás, abren nuevos horizontes y, por último pero no menos importante, ayudan a movilizar los recursos mentales y emocionales.

La gente mayor también hará bien en programar el transcurso de su día, semana y mes para evitar caer en una rutina diaria sin acontecimientos y, en consecuencia, aburrida.

Hay que crear un patrón de costumbres para darle una estruc-tura a cada día. Además, cada semana debería tener una actividad o un acontecimiento especial a esperar, asimismo, quizá habría que organizar una actividad mensual que supondría un macro-ritmo.

El aburrimiento y la soledad en la vejez han de ser contrarres-tados corrigiendo las expectativas, adquiriendo nuevos intereses, hobbies, así como programando las actividades diarias y men-suales. Se crea así un patrón de costumbres, gracias al cual las personas mayores tienen ilusión por el futuro.

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La vida familiarLa presencia de personas mayores en la familia puede procu-

rar a los jóvenes y a las personas de mediana edad unos modelos que les enseñen a envejecer y a adaptarse a los nuevos papeles familiares y sociales que surgen con el envejecimiento.

La mayoría de las personas mayores son independientes, tienen una familia que se ocupa de ellas, existen sin embargo tensiones. Teniendo en cuenta los problemas reales que padecen las personas mayores, sigue siendo cierto a pesar de todo, que la mayoría de los miembros de la familia, jóvenes y viejos, desean comportarse como una familia, pero prefieren, sin embargo, la intimidad a distancia 3 , las familias desean mantenerse en con-tacto pero no vivir necesariamente en la misma casa.

La evolución del papel de la familia influye también en las relaciones entre sus miembros. La evolución demográfica signifi-ca también que el matrimonio y los nacimientos sobrevienen mu-cho antes que anteriormente, la generación de personas en edad madura puede tener a la vez hijos, nietos, padres y abuelos, todos vivos y todos necesitados de algún tipo de ayuda.

Así puede que haya familias en las que sean los miembros de más edad quienes ayudan a los más jóvenes, por ejemplo cui-dando a los más pequeños de la casa mientras sus padres están en el trabajo, y otras donde los jóvenes cuiden a sus mayores sin recibir nada a cambio. Finalmente también hay familias en donde la ayuda mutua y la comunicación resultan casi inexistentes.

La última etapa del ciclo familiar es la de la vejez, caracteri-zada por el retraimiento y la jubilación. Esta última etapa com-prende la reintegración del marido a la casa, que reemplazará a partir de entonces a su trabajo, en este contexto el retraimiento supone una aparición mayor en la vida familiar, pero esta etapa puede verse truncada alrededor de los 77 años, puesto que a esta edad habría que añadir fases de fragilidad o de viudez.

La jubilación unos cambios de roles que producen un efecto espectacular en las relaciones familiares. Algunas reacciones son facilitadas por la situación familiar individual, mientras que otras producen cambios dramáticos. Los recién jubilados son general-mente capaces de participar en varias formas de actividades. Su salud es por lo común bastante buena y sus ingresos suficiente-mente elevados para permitirles hacer muchas cosas. Sin embar-go, acaba por establecerse gradualmente la incapacidad, de ma-nera que marido y mujer se ven obligados a compartir las tareas según el principio de que cada uno hace lo que puede, esta forma

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ConCeptos básiCos sobre la vejez

de ayuda mutua evita el internado en instituciones a muchas pa-rejas que no podrían permanecer independientes sin la aporta-ción de cada uno de los miembros. Cuando el estado final de la viudez comienza muy tarde, después de esta etapa de adaptación mutua en las tareas del hogar, el miembro que sobrevive es, por lo general, incapaz de desenvolverse solo y ha de ser confinado a una institución o bien muere en un plazo de tiempo bastante corto. Resulta conveniente que, incluso en ausencia de achaques y enfermedades, la pareja de edad comparta las tareas de la vida cotidiana y que marido y mujer se tornen más dependientes mu-tuamente. Pero es posible que de aquí resulte una simbiosis que perjudique después la adaptación necesaria tras la pérdida del cónyuge.

Hay que tener en cuenta que estas etapas tienen una duración diferente para hombres y mujeres, resulta raro que los hombres conozcan estas dos etapas (adaptación y viudez) puesto que son normalmente las mujeres las que sobreviven.

JubilaciónNo podíamos de ningún modo olvidar un hecho tan impor-

tante para el desarrollo del tema que nos ocupa como lo es la Jubilación.

La jubilación produce tales cambios en las personas que la viven, que va a influir de forma decisiva en la manera de vivir la vejez.

En primer término, veamos que es la Jubilación. Según Feri-cgla (1992), se entiende por Jubilación al hecho de que, al alcan-zar los 65 años, con algunas variantes según el trabajo realizado, las personas, por legislación, son arbitrariamente apartadas de su colocación laboral, y tienen prohibido realizar trabajos remune-rados, lo que no impide que se realicen ocasionalmente de for-ma encubierta. En algunos casos se habla de retiro, dado que el individuo es retirado del mundo de la producción. Sin embargo, es preferible darle el nombre de jubilación por su mayor relación con lo que se está imponiendo actualmente: dar un contexto lúdi-co, jubiloso, a este último periodo de la vida.

Otra definición nos la da Casals (1982), en la cual se consi-dera a la jubilación como el hecho de interrumpir bruscamente la actividad laboral o profesional desarrollada durante la vida o una parte importante de la vida por causa de la edad. El elemento definitorio es la edad y no la condición física o psíquica del tra-bajador.

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Como podemos observar, ninguna de las dos definiciones ha-cen referencia a los jubilados por razón de enfermedad y que ac-cederían a ella a través de una invalidez profesional, ni tampoco a los trabajadores jubilados precozmente por causas de reajuste empresarial.

Atchley (1977) ha conceptualizado la jubilación como un proceso, un acontecimiento y un rol. En cuanto proceso, supone una preparación y el paso de un papel o rol (el de trabajador so-metido a normas objetivas) a otro (el de jubilado), que comporta sus propias normas subjetivas.

A menudo, la jubilación tiene lugar tan rápidamente que el proceso adquiere el carácter de un simple suceso. Crawford (1973) señala el caso en el que el acontecimiento es de tan breve duración que el trabajador, preocupado por no perder tiempo en el trabajo, apenas consigue el último día estrechar la mano de sus colegas.

Con la jubilación se producen tres cambios fundamentales. Gillemard (1977):

1. El primero lo constituye la desvalorización social que re-presenta la pérdida de la actividad laboral como una situa-ción injusta de identidad social y una consiguiente crisis de personalidad.

2. El segundo, el acceso a un tiempo libre, que, para muchos jubilados se encuentra vacío de contenido,

3. Y el tercero, lo constituye la ausencia de socialización en este periodo de la vida.

Como ha señalado Cutler (1972), la jubilación viene siempre acompañada de una pérdida de prestigio

La jubilación, es uno de los factores determinantes en cuanto al reparto de la actividad y tiempo libre que supone una deses-tructuración del reparto del tiempo de como, anteriormente, se venía haciendo. La jubilación no constituye un rito de separación con una posterior obligación de integrarse en un nuevo estado social, sino que literalmente es una desvinculación, socialmente obligada, a partir de la cual cada uno puede hacer lo que quiera, y dado que mayoritariamente los individuos actuales jubilados no han sido socializados para disponer de todo el tiempo libre de obligaciones y para dedicarlo a lo que uno quiera, la situación inicial es de profunda desorientación individual y, con frecuen-cia, también familiar. No es solo el trabajo lo que pierden los ju-bilados, sino todo lo que ello conlleva: relaciones sociales, ritmo y estilo de vida.

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ConCeptos básiCos sobre la vejez

Las finalidades y los valores que orientan la vida individual y colectiva en nuestras sociedades, están subordinados a una ética del trabajo, y la felicidad ligada al consumo como capacidad que deriva del producto del trabajo. Consecuentemente, si el trabajo, y la posibilidad de consumo que de él deriva, es la finalidad y trama de la vida, el hecho de desvincularse del mundo de la producción constituye necesariamente un momento muy importante en la vida de los miembros de la sociedad, y por dos causas principales:

1. Romper con el trabajo implica interrumpir un ritmo y una actividad que ocupa y ha ocupado la mayor parte del tiem-po de la vida adulta.

2. Se valora la producción por encima de todo, el hecho de quedar fuera de una actividad laboral se considera como una falta grave que es necesario evitar para no resultar un marginado mal disimulado.

El trabajo es algo más que una forma de ganarse la vida: es la parte más importante de la trama vital, ya que impone un orden individual y unos patrones de conducta, una hora para levantarse, una determinada indumentaria diferenciadora, unas relaciones sociales de forma y fondo prefijados culturalmente y en relación directa con la colocación laboral, y otros aspectos relacionados con la vida social y con buena parte de la individual.

Una causa importante de las perturbaciones psíquicas y so-máticas que se producen durante los primeros tiempos de jubila-ción, y que posteriormente se pueden llegar a agravar si el sujeto no consigue superarlos, es la desaparición repentina de referentes estructuradores de tiempo y de la identidad, que conlleva el dejar de trabajar.

Así, los cinco aspectos más destacables del cambio que com-porta la jubilación en la vida de los individuos son:

1. El hombre urbano, fundamentalmente, no sabe dedicarse con facilidad a la vida social abierta que implica la jubila-ción, y necesita alguna actividad instrumental alternativa que le sirva para establecer nuevas relaciones y ritmos de vida, ya sea el deporte, alguna afición, ocupación de pe-queños cargos, etc., y no siempre es posible recurrir a ac-tividades alternativas adecuadas, simplemente porque no existen de forma socialmente definida. Las mujeres han mantenido habitualmente relaciones sociales con los veci-nos que intensifican con la jubilación, y ello les salva del vacío social que, en términos generales, se produce en la vida masculina a partir de la jubilación.

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2. Los hombres pierden la mayoría de sus referentes de iden-tidad y de prestigio social, sin posibilidad de recuperarlos por otra vía distinta de la laboral.

3. Los hombres, fundamentalmente los urbanos, pierden con la jubilación a sus compañeros de trabajo, con los que ha-bían mantenido una solidaridad horizontal que había dura-do, en muchos casos, prácticamente durante toda la vida activa.

4. Los jubilados deben reajustarse a una nueva intimidad fa-miliar y matrimonial, que constituirá en una parte conside-rable su único núcleo social.

5. Algunas personas esperan la jubilación para poder dedicar-se a sus aficiones e intereses extralaborales, en definitiva, para realizar actividades relacionadas con su sistema de autosatisfacciones. Se observa una actitud positiva ante la jubilación principalmente entre la población rural o semi-rural.

No hay que olvidar, en cualquier modo, como señala Phillip-son (1990), que a la jubilación le dan forma, por lo menos, tanto las continuidades como las interrupciones en las experiencias de la vida. La transición a la jubilación no es un movimiento desde una vieja vida a una vida nueva, más bien es la resolución final de las ventajas y desventajas ligadas a clases y posiciones sociales determinadas.

En definitiva, las consecuencias de la jubilación se encuen-tran fuertemente condicionadas por la vida anterior del sujeto previa a su abandono de la actividad laboral.

Ocio y tiempo libreEn cuanto al ocio, se entiende actualmente como una serie

de actividades libres cuyo objetivo consiste en procurar una sa-tisfacción inmediata más que tender hacia una finalidad estricta-mente utilitaria y lejana. Dicho de otra manera, estas actividades hallan su fin en sí mismas.

Existen cinco objetivos principales a la ocupación del ocio: la distracción, la diversión, el desarrollo de la persona, la crea-tividad y la trascendencia sensual.4 Solo dos categorías parecen aumentar durante la vejez, son la distracción o la soledad. Las personas jubiladas aprovechan poco el tiempo libre para dedi-carse a actividades de ocio. Semejante situación constituye un problema puesto que la inactividad es precisamente una de las dificultades de la jubilación. La participación de las personas de

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ConCeptos básiCos sobre la vejez

edad debería mejorarse, tanto desde el punto de vista de la can-tidad como de la calidad, tras el desarrollo de lo que podríamos denominar aptitud para el ocio. El ocio está considerado como una necesidad de la vida.

Un lugar concreto donde se desarrollan las actividades de ocio son los clubes de jubilados, en el interior de estos clubes se establecen unas relaciones sociales específicas e históricamen-te nuevas (jerárquicas, entre sexos, entre compañeros de juego, etc.) que son importantes e indicadoras, pero que no suelen man-tenerse fuera del territorio del club, excepto cuando se trata de relaciones personales anteriormente establecidas y excepto tam-bién cuando se organizan actividades que implican una salida del recinto: viajes o excursiones, etc. En muchos casos, individuos que son compañeros habituales en el club, que juegan al dominó, al billar, a las cartas cada día, compartiendo la misma mesa, y que mantienen dentro del club una relación diaria, no coinciden ni comparten ninguna actividad fuera de ese lugar, y los que vi-ven en una gran población, muchas veces no conocen siquiera sus respectivas direcciones particulares, aunque hay que tener en cuenta que no ocurre lo mismo en los pueblos, puesto que allí se conocen todos.

Estos lugares son frecuentados únicamente por individuos de edad avanzada, que acuden allí para pasar el tiempo, dedicándolo a actividades propias del ocio, y cerradas al mundo social exter-no. Se dan con frecuencia relaciones y conductas que sí son con-tinuidad del mundo externo y de relaciones anteriores, principal-mente en los pueblos (por lo que se comentaba anteriormente), pero que aquí se transforman y se homogeneizan al perder los referentes diferenciales anteriores. Los ancianos no olvidan, sin

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embargo, los referentes exteriores, y se crea un juego microsocial que muchas veces desemboca en tensiones mudas en el interior del club, y en juegos de influencias de difícil comprensión para un recién llegado, ya que dependen de situaciones anteriores a la relación que se da en el centro. Es importante recalcar el hecho de que en el interior de los clubes se reproducen con frecuencia relaciones sociales anteriores, y principalmente en zonas rurales y semirurales.

1.6 EL ROL SANITARIO ACTUALReflexionar sobre el rol del profesional sanitario para alcan-

zar la excelencia, es un reto constante y de actual preocupación.La OMS define la salud como “estado de completo bienestar

físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades». La cita procede del Preámbulo de la Constitu-ción de la Organización Mundial de la Salud, que fue adoptada por la Conferencia Sanitaria Internacional, celebrada en Nueva York del 19 de junio al 22 de julio de 1946, firmada el 22 de julio de 1946 por los representantes de 61 Estados (Official Records of the World Health Organization, Nº 2, p. 100), y entró en vigor el 7 de abril de 1948. La definición no ha sido modificada desde 1948.

Con los importantes avances científico-técnicos aplicados a la sanidad, y la gran especialización de las profesiones sanitarias, parece más complejo el mantenimiento de la visión holística de la salud.

La Fundación HUMANS, ha dado a conocer los resultados del estudio Análisis de situación de los aspectos humanísticos de la Atención Sanitaria en España, publicado en 2017 para definir las líneas estratégicas que dotarán al sistema sanitario de una ver-dadera dimensión humanista y psicoafectiva.

El documento incluye un decálogo con las claves sobre las cuales se sustentan esta disciplina y su aplicación en la atención a las personas: respeto a la vida y la dignidad; asistencia y cui-dados del enfermo y la comunidad; rigor y competencia cientí-fica en el arte de la Medicina; inteligencia emocional; principios éticos irrenunciables en la labor diaria; humanismo (ideas, valo-res y modos de expresión derivados de la ciencia, el arte y las letras); vocación, compromiso y militancia; espíritu universitario (formación permanente, docencia, investigación…); innovación y trabajo en equipo y, por último, generosidad y solidaridad.

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ConCeptos básiCos sobre la vejez

El estudio muestra tres elementos comunes en los cambios necesarios para orientar el sistema al paciente y mejorarlo: for-mación del profesional sanitario en humanización, formación del paciente para que pueda participar en las decisiones relativas a su salud y dotación a los profesionales sanitarios de más tiempo de atención al paciente.

El rol del profesional sanitario es uno de los principales retos en la gestión sanitaria en los próximos años y ha sido el tema de la sesión del Foro de Excelencia en Sanidad del Club Excelencia en Gestión (Barcelona, Junio 2018) con el título El rol del pro-fesional en la Gestión sanitaria Excelente: Horizonte 2025, un encuentro entre profesionales del sector que ha puesto el acento en la necesidad de apostar por la Excelencia en la Humanización del trato al paciente y la adaptación continua al cambio constante para superar los nuevos retos.

El Club Excelencia, al plantear esta sesión, ha considerado que es importante tener en cuenta que Alcanzar el éxito mediante el talento de las personas, es uno de los ocho valores de la exce-lencia. Ello es clave en todos los sectores, pero especialmente en Sanidad donde trabajan personas para la salud de las personas, donde se funden en un solo objetivo pacientes y profesionales. Para ello debemos disponer de organizaciones excelentes, con equipos preocupados y ocupados de las personas de una forma integral, cuidando de su salud, poniéndolas en el centro, enten-diendo su humanidad y respetando su dignidad, a la vez que haciendo sostenible a largo plazo toda la organización.

Poster Club Excelencia en Gestión

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1.7. NECESIDAD DE FORMACIÓN EN INTELIGENCIA EMOCIONAL

Durante nuestra investigación, encontramos numerosos estu-dios que han tratado sobre la importancia de la formación en inte-ligencia emocional en el entorno sanitario, tanto a los estudiantes de profesiones sanitarias, como a profesionales en distintas áreas de especialización.

Resulta lógico razonar que para establecer relaciones tera-péuticas eficaces es necesario identificar y comprender las emo-ciones propias, así como las emociones de los pacientes y sus familiares.

En el desempeño de nuestro trabajo como sanitarios, nos enfrentamos a situaciones de alta carga emocional. Vivimos junto a nuestros pacientes situaciones de enfermedad, muerte, dolor, problemas sociales… que generan grandes sentimientos de sufrimiento, miedo, soledad, frustración, injusticia… que nos pueden afectar de forma personal y generarnos sentimientos negativos como altos niveles de estrés, burnout, ansiedad acerca de la muerte o conductas de evitación que pueden afectar a nues-tro trabajo y a nuestra vida privada.

Por lo tanto, la identificación y gestión de estos sentimien-tos, nos aporta un doble beneficio de valor incalculable. Por una parte nos permite aportar un cuidado de mayor calidad a nuestro paciente, con una visión holística de la persona, y por otra, es un factor clave para el cuidado de la salud profesional.

Sin embargo, a pesar de estas valoraciones, el entrenamiento en habilidades emocionales parece no estar lo suficientemente considerado en la formación superior de estos profesionales y no está integrado en gran parte de los currículos formativos. ¿Cuándo formar en inteligencia emocional?

Goleman indica que lo ideal sería comenzar a enseñar habi-lidades emocionales en alumnos lo más jóvenes posibles, seña-lando que la infancia y la adolescencia constituyen la mejor oportunidad para interiorizar y asimilar los hábitos emocionales fundamentales que gobernarán el resto de su vida.

Bisquerra et al, indica que la educación emocional es una forma de prevención primaria inespecífica y, por lo tanto, la for-mación debería realizarse preferiblemente y de manera óptima antes de entrar en el mundo laboral, para que de esta forma los futuros profesionales estén más preparados de antemano frente

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ConCeptos básiCos sobre la vejez

a todas las situaciones difíciles a las que posiblemente se van a enfrentar y que podrían alterar su estado de bienestar.

Los alumnos de las disciplinas sanitarias, al realizar sus prác-ticas clínicas, deben aplicar en un contexto real los conocimien-tos y habilidades aprendidas en el aula y/o simulaciones. Está interacción con los pacientes produce una serie de emociones y sentimientos que deben aprender a gestionar, sin embargo, no se incluye en su proceso de enseñanza aprendizaje, quedando en el plano personal y del currículo oculto.

En un estudio realizado por la Universidad de Alicante, se cuestionó a un grupo de 40 alumnos de enfermería en prácticas. La mayoría de alumnos afirman que la situación de enfermedad vivida durante el período de prácticas les produce inseguridad, nerviosismo y tristeza y que irremediablemente estas situaciones afectan al plano personal (82%). Identificaron otros sentimientos negativos como frustración, con tiempo de recuperación distinta.

La regulación emocional incide significativamente en el bienestar de los alumnos en prácticas clínicas (Pulido-Martos, Augusto-Landa, & López-Zafra, 2016).

Indudablemente, unas emociones están relacionadas con el bienestar y otras, como la muerte, con la tristeza y el estrés, por eso resulta fundamental que el estudiante sea capaz de regularlas de forma adecuada.

Uno de los retos docentes sobre los que se tiene la responsa-bilidad de contribuir en la educación superior es el desarrollo de habilidades emocionales que contribuyan a resolver situaciones y dilemas que van más allá de los aspectos puramente técnicos o metodológicos.

Un reto en la formación de estudiantes de Enfermería es potenciar el desarrollo transversal de competencias emocionales que les permitan comprender y regular adecuadamente las emo-ciones.