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en la sociedad dominicana, 1938-1944

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Archivo General de la NaciónVolumen CLXII

El incidente del trasatlántico CubaUna historia del exilio republicano español

en la sociedad dominicana, 1938-1944

Juan B. Alfonseca Giner de los Ríos

Santo Domingo2012

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Archivo General de la Nación, volumen CLXII Título: El incidente del trasatlántico Cuba. Una historia del exilio republicano español en la sociedad dominicana, 1938-1944Autor: Juan B. Alfonseca Giner de los Ríos

1ra. edición: abril, 2012

Cuidado de edición: Tomás Castro Burdiez (editor externo del AGN)Diagramación y diseño de cubierta: Fundación EducarteIlustración de portada: Área de Fotografía Miguel A. Holguín-Veras Roulet del Archivo General de la Nación (AGN)

De esta edición:© Archivo General de la Nación, 2012Departamento de Investigación y DivulgaciónÁrea de PublicacionesCalle Modesto Díaz Núm. 2, Zona UniversitariaSanto Domingo, Distrito NacionalTel. 809-362-1111, Fax. 809-362-1110www.agn.gov.do

ISBN: 978-9945-___-___

Impresión: _____________________

Impreso en República Dominicana / Printed in Dominican Republic

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Índice

Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .9

CAPÍTULo PRIMERoEl incidEntE dEl trasatlántico cuba o los oscuros móvilEs

dE una política dE inmigración En la Era dE trujillo

1. Los análisis sobre la política de inmigración y asilo del dictador Trujillo hacia el exilio español . . . . . . . . . . . . . .28

CAPÍTULo SEGUNDola guErra civil Española En la política ExtErior dE trujillo

1. La Guerra de España como telón de representaciones políticas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .392. Las negociaciones para la inmigración de los refugiados de la Guerra Civil . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .58

CAPÍTULo TERCERoEl arribo dE los rEfugiados y El procEso dE implEmEntación dE la política inmigratoria

1. De Francia a la República Dominicana: el proceso consular de la emigración . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .702. La llegada de los refugiados al país . . . . . . . . . . . . . . . . . . .763. Los refugiados . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .105

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CAPÍTULo CUARToEl incidEntE: una valoración dE la política inmigratoria

trujillista hacia El Exilio rEpublicano

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .123

CAPÍTULo qUINTola saga dEl incidEntE. aspEctos En pos dE una historia

social dEl dEl Exilio Español En la sociEdad dominicana

1. La reemigración . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .1512. El proceso dominicano como historia del exilio español en América . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .160

CAPÍTULo SEXToEl Exilio Español y su influjo En

la vida política y cultural dominicana

1. El arribo de nuevas corrientes intelectuales, la coyuntura política del régimen y la inserción de los exiliados en los proyectos culturales del Gobierno dominicano . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .2022. Presencia del exilio español en la vida cultural dominicana . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .225

Epílogo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .285Bibliografía y fuentes . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .295Anexos 1 al 4 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .305Índice onomástico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .327

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Introducción

La aparición del libro del profesor Vicente Llorens Castillo Memorias de una emigración, en 1975, puso ante los ojos de la sociedad dominicana el relato más comprehensivo de lo que en el país había sido la historia del exilio republicano español de 1939, desencadenando un prolongado proceso de toma de conciencia, apropiación y conmemoración cultural, en cuyo presente se ubica la impresión de este libro por parte del Archivo General de la Nación.

En ese año, la historia escrita del paso por nuestro territorio de alrededor de 4,500 refugiados españoles, que entraron y casi totalmente salieron de él en el curso de unos pocos años, parecía reducirse a discursivas de invectiva ideológica here-dadas del régimen trujillista. Aunque el recuerdo de los refu-giados residía como acto cotidiano en muchos hogares de la República, conmemorándosele con hondo aprecio en planos que iban desde el anécdota remoto del otro cultural a la me-moria entrañada de un intenso contacto intelectual y humano y familiar –dado que no pocos aquí casaron y arraigaron, o se fueron y regresaron–, lo cierto es que, por entonces, las fuen-tes escritas sobre el exilio español se reducían, digamos, a la historiografía trujilloniana plasmada en obras como La políti-ca exterior de Trujillo, el Libro blanco del comunismo en la República

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Dominicana o Trujillo, prócer del anticomunismo.1 Aunque la me-moria viva de los dominicanos registraba mucho sobre la his-toria de los republicanos españoles, nada existía más allá del conjunto de artículos monográficos sobre personalidades in-telectuales, artísticas y políticas de ese exilio (entre las cuales, por supuesto las de Jesús de Galíndez y José Almoina) apareci-dos en la prensa escrita nacional durante los años sesenta y los primeros setenta.

Tampoco era mucho lo que se había publicado en el ex-terior sobre el caso dominicano como capítulo dentro de la historia general del exilio español en el continente americano, que comenzaría apenas a ser tratado en el marco de las obras generales de José Luis Abellán y Javier Rubio.2

De allí el enorme poder de evocación y el deslumbrado in-terés que produjo la lectura de Memorias de una emigración, con sus bien documentados capítulos sobre la obra del exilio en el plano de la cultura dominicana y con su minucioso recuen-to de las identidades de la España peregrina arribadas al país. Las Memorias de Llorens dieron a la sociedad dominicana, en suma, las coordenadas precisas por las que comenzaría a tran-sitar el largo ciclo de introspección y toma de conciencia que alcanza el tema del exilio republicano español hoy, particu-larmente tras la serie de actividades conmemorativas que ha venido desplegando el Archivo General de la Nación en los últimos dos años.

Poco tardó la sociedad dominicana en comenzar a recu-perar la memoria colectiva que Llorens se había dedicado a

1 Virgilio Díaz ordóñez. La política exterior de Trujillo, Impresora Domini-cana, Ciudad Trujillo, 1955; Secretaría de Estado de lo Interior. Libro blanco del comunismo en la República Dominicana, Ciudad Trujillo, Editora del Caribe, 1956; Pedro Vergés, Trujillo, prócer del anticomunismo, Editora El Caribe, Ciudad Trujillo, 1958.

2 José Luis Abellán, El exilio español de 1939, 6 vols., Madrid, Taurus, 1976-1978; Javier Rubio, La emigración de la Guerra Civil de 1936-1939. Historia del éxodo que se produce con el fin de la II República española, vol. 3, Madrid, Librería Editorial San Martín, 1977.

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sistematizar, tomando inicio un proceso de rememoración his-toriográfica que, de modo disperso, en diarios y revistas, fue devolviéndonos la semblanza de muchos de los llegados en su paso por las artes plásticas, la Universidad, el teatro, la música, el periodismo o la política dominicanas. A la vuelta de unos años, hechos como la gran exposición retrospectiva Los Inmigrantes (celebrada en la Galería de Arte Moderno en mayo de 1989) o el Primer Congreso sobre la Emigración Española hacia el área del Caribe, fueron muestra de ese esfuerzo introspectivo.

Este libro surgió por los mismos días en que los dos even-tos citados conmemoraban el cincuentenario de la llegada de los exilados. En los hechos, esta versión constituye la puesta al día de un escrito inédito presentado en 1989 al Instituto de Cooperación Iberoamericana (ICI), organismo que apoyó su confección con una pequeña ayuda de investigación.3

Surgió bajo el influjo definido de la reseña cultural que nos había entregado Vicente Llorens, cuyo deslumbrante recuento se quiso profundizar bajo la premisa advertida por el propio au-tor de que las bases de su relato enfrentaban límites originados tanto en la capacidad de la memoria en cuanto en la imposibili-dad de consultar fuentes y acervos dominicanos. Y surgió también del definido propósito de descentrar el análisis historiográfico lle-vándolo más hacia el estudio de la historia de carácter colectivo (y menos al del proceso vivido por las élites intelectuales) y a la reflexión del impacto que la presencia de los inmigrantes había tenido en la vida dominicana. En otras palabras, el libro al que ahora introducimos nació del interés por reconstruir la historia colectiva de los exiliados en el país y aquilatar el impacto que su presencia tuvo sobre la sociedad dominicana.

Mucho ha ganado aquél manuscrito con la espera de estos años.

3 Juan, Alfonseca, El exilio español en la República Dominicana (1939-1945), Informe final de investigación a la Comisión Nacional quinto Centena-rio, México, 1989.

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Por un lado, ha venido sumándose un creciente número de trabajos de investigación generados por académicos dominica-nos y españoles, que le aúnan el conocimiento de nuevas fuen-tes y enfoques. Asimismo, ha emergido un acervo importante de fuentes testimoniales, tanto de refugiados residentes en la República Dominicana como de reemigrados a otros países, particularmente útiles para la reconstrucción de cierto tipo de procesos.

Por otra parte, han sido puestos a consulta del público acer-vos documentales enteramente relevantes para la reconstruc-ción histórica de este segmento del exilio español. En primer término, los de la Junta de Auxilio a los Refugiados Españoles (JARE), que hoy se encuentran en la red digital y que contie-nen una crónica detallada de los vínculos que ese organismo de la emigración española tuvo, desde México, con los que lle-garon refugiados al país. También ha sido clasificada y puesta a consulta por la Fundación Sabino Arana, de Vizcaya, parte de la documentación del Servicio de Emigración de Republica-nos Españoles (SERE), organismo con el que acordó el gobier-no dominicano la inmigración de los refugiados. Del mismo modo, el Ateneo Español de México organizó y dispuso para su consulta la documentación relativa a la delegación de la Unión de Profesores Universitarios Españoles en el Extranjero (UPUEE) en Santo Domingo.

También han contribuido los avances de la era digital, que hoy hacen posible rastrear con facilidad fuentes distantes, tan-to a través de búsquedas en la red como en los recursos puestos en medio electrónico a disposición de quienes realizan inves-tigación en el (Archivo General de la Nación) AGN, como lo son, entre otros, colecciones digitalizadas de diarios y prensa periódica de la época, los testimonios orales y la fotografía. Debe remarcarse que pocos acervos ofrecen hoy recursos como los que pone a disposición del investigador el Archivo, y cómo esto facilita la labor del que, como en mi caso, investiga desde fuera.

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Pero, sobre todo, a diferencia de 1989: hoy es posible consul-tar el llamado fondo Presidencia de la República, gigantesco acervo en proceso de reorganización en el Archivo General de la Nación, contentivo de información cardinalmente impor-tante sobre el actor menos documentado y de mayor interés para la comprensión de este exilio: el régimen de Trujillo, las motivaciones de su política inmigratoria y el carácter de sus relaciones con los refugiados.

La historia general sobre el exilio español en la sociedad do-minicana que aquí se presenta se ha beneficiado de la consulta de esos nuevos acervos, especial y decisivamente del último, en el cual pude indagar recientemente gracias al apoyo del Archivo General de la Nación.

Acceder a ese acervo permitió despejar dudas, iluminar as-pectos, percibir procesos que, por el momento, resultaban ig-notos; así como contrastar afirmaciones propias y de otros in-vestigadores. Los ¿Por qué, quiénes, dónde y cómo del origen de una política, cuyas motivaciones, en mucho, sólo hemos in-ferido? ¿Cuántos fueron, quiénes eran, dónde y cómo vivieron los refugiados? ¿Cómo se fueron? ¿qué dejaron? Como se irá señalando en el relato, la documentación de ese fondo arroja nueva luz a nuestro conocimiento de la historia del exilio re-publicano español en la sociedad dominicana.4

Resultando ser éste, en gran medida, un nuevo escrito y no sólo el producto de una labor de corrección y aumento sobre aquél manuscrito: ¿Por qué insistir en sus orígenes?

Ante todo, porque sigo considerando que constituye una suerte de conclusión preliminar sobre la política inmigratoria del régimen hacia los refugiados, sobre la historia de su llega-da, permanencia y salida de la isla, sobre sus posibles influjos culturales, y sobre algunos otros aspectos más que bien pue-

4 En el curso de este escrito se citan numerosos documentos hallados en el Fondo de Presidencia de la República. Por hallarse éste actualmente en proceso de organización, no es posible brindar aquí las debidas referen-cias archivísticas.

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den dar pie a una nueva labor de investigación. Si bien esta versión resulta mucho mejor documentada en aspectos como la política del régimen hacia la España republicana, la emer-gencia de la política de inmigración hacia los derrotados de la Guerra Civil, la política de colonización agrícola seguida con ellos, o el uso pragmático que hizo de todo ello el sistema polí-tico, no puedo dejar de declarar que esta nueva inmersión en los acervos dominicanos me produce el mismo asombro que me produjo hace veinte y tantos años en materia, por ejem-plo, la presencia intelectual de los exilados en la vida cultural dominicana. Más afinada hoy la búsqueda y el recuento de los distintos campos de la vida cultural en que se hicieron pre-sentes, considero simplemente aunar nuevos elementos a la labor de ubicación y rescate de documentos necesaria para el desarrollo de una futura historia cultural e intelectual, materia que constituye la descripción estricta que contiene el capítulo final, donde bien podrán hallar fuentes quienes se interesen en indagaciones temáticas más profundas.5

Los hallazgos del fondo Presidencia confirman, de modo general, la hipótesis de que la política de inmigración hacia los republicanos españoles obedecía esencialmente a objetivos de política exterior vinculados con el descrédito internacional provocado por la matanza de haitianos de 1937 y que debía-mos excluir del marco de su interpretación los presuntos fi-nes de orden racial, demográfico y cultural que se entreveran eclécticamente tanto en el orden del conocimiento académico como en las representaciones ciudadanas de sentido común.6

5 La edición de diversos volúmenes de compilación de la contribución intelectual de los llegados emprendida por el Archivo General de la Na-ción resulta una obra encomiable, que sienta bases para futuros estudios temáticos en materia de historia de la cultura dominicana.

6 He desarrollado esa idea en los escritos: «El exilio español en la Repúbli-ca Dominicana, 1939-1945», Memorias del Primer Congreso sobre la Emigra-ción Española hacia el Área del Caribe desde finales del siglo XIX, Santo Domin-go, Fundación García Arévalo, 2002, pp. 315-326; «El influjo cultural del exilio español en la República Dominicana», en: Alicia Alted y Manuel

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Al tiempo que refuerza argumentos en contra de vincular la política trujillista con propósitos de orden demográfico y cultural, la nueva documentación disponible permite arribar a una explicación más compleja y dinámica de la propia po-lítica exterior, permitiéndonos captarla como un proceso de objetivos cambiantes dentro del cual el asunto mismo de la matanza de 1937 se revela como una racionalidad vigente, a lo más, durante la fase que preludia la decisión de admitir masivamente en el país a los exiliados, que arribaron ya en el marco de nuevos objetivos de política internacional. Pre-eminencia de la política exterior, aunque en el marco de un manejo estratégico de la política inmigratoria para adaptarla a objetivos cambiantes. Esa es la visión que permite sostener la documentación de la política interior y exterior del régimen que podemos consultar ahora.

Finalmente, quiero agradecer de nuevo el apoyo recibido de parte del Archivo General de la Nación, de su director Ge-neral, el doctor Roberto Cassá Bernaldo de quirós (con quien tuve el privilegio de iniciar, hace muchos años, la indagación sobre este exilio) y de todas las personas que me brindaron su hospitalidad y apoyo durante la breve estancia de investigación que realicé en la institución.

Llusia, directores, La cultura del exilio republicano español de 1939, Madrid, UNED Ediciones, 2003, pp. 359-368 y «El exilio español en la República Dominicana, 1939-1945», en Dolores Plà Brugat (coord), Pan, trabajo y hogar. El exilio republicano español en América Latina, INAH, México, 2008, pp. 129-226.

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capítulo primEro

El incidente del trasatlántico Cuba o los oscuros móviles de una política de inmigración en la Era de Trujillo

El sábado 6 de julio de 1940, arribó al puerto del viejo Santo Domingo de Guzmán el trasatlántico francés Cuba, transportando poco más de 600 refugiados de la Guerra Civil española destinados al país en arreglo a los tratos migratorios establecidos entre el Gobierno dominicano y el Servicio de Emigración para Republicanos Españoles (SERE). Reclutado mayormente en los campos de concentración franceses de Ver-net y Colliure, el nuevo contingente hubiese elevado a cerca de 3,600 el número de los que por ese mecanismo habían lle-gado al país, pero no se produjo porque, sorpresivamente, el Gobierno desautorizó el desembarco, dando lugar a un poco claro incidente que canceló de facto la apertura inmigratoria del régimen de Rafael Leonidas Trujillo hacia los vencidos.

Llegado en la madrugada, al barco se le ordenó permanecer en el antepuerto, en tanto los representantes de los organis-mos de evacuación españoles buscaban una solución al delica-do impasse en que se hallaba el contingente, carente desde ese momento de un destino cierto en América y ya bajo la juris-dicción formal del gobierno pro-alemán de Vichy, a cuyas ór-denes quedaría el barco si la tripulación desertaba del bando aliado. De ocurrir esto, el contingente de refugiados enfren-taba el terrible acecho de ser enviado de vuelta a la Francia ocupada una vez el Cuba arribase a La Martinica, escala final de su travesía.1

1 Dentro del contingente a bordo del Cuba se hallaban personalidades, cuya aprensión resultaba desde todo punto de vista interesante a las autoridades franquistas, como las de Ramón González Peña (dirigente

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El trasatlántico francés Cuba anclado frente al Placer de los Estudios, en la boca del río ozama. Fuente: diario La Nación, AGN.

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Al día siguiente, la prensa dominicana filtraba versiones de los motivos del Gobierno dominicano para prohibir el ingreso de los refugiados al territorio nacional. Según el diario La Na-ción, la premura impuesta por el avance alemán había hecho que la mayoría de los pasajeros lo abordase careciendo de la documentación consular necesaria, aventurándose «a salir de Francia en cualquier forma» y entrando en el barco de modo intempestivo. Añadía, además, que el contingente no se había sujetado a la reciente disposición oficial de que los refugiados europeos llegasen al país por medio de la Asociación para el Establecimiento de Colonos Europeos en la República Domi-nicana, con sede en Nueva York.2

Durante tres días, el asunto se mantuvo envuelto en una aureola de misterio. Anclado frente al viejo Alcázar de Diego Colón, en la desembocadura del río ozama, la prohibición ab-soluta de subir o bajar del barco llenó de expectación la vida de quienes esperaban en el muelle. La prensa del día 8, por ejemplo, describe con tonos dramáticos el incesante viajar de pequeñas embarcaciones repletas de personas que se acercan al trasatlántico tratando de encontrar entre los de abordo a algún pariente o amigo.3

Fue hasta el martes 9 cuando, al fin, se produjo una declara-ción en torno al Cuba. Citando fuentes oficiales, La Nación de esa mañana publica una extensa explicación sobre las razones

de la Unión General de Trabajadores y ministro de Justicia durante el segundo gobierno de Negrín), Demófilo de Buen (jurisconsulto del Tri-bunal Supremo) o Matilde de la Torre (periodista y política, cercana a Juan Negrín y a Julián Zugazagoitia, quien fue fusilado por Franco en 1940 tras su aprehensión en territorio francés).

2 En lo sucesivo, DoRSA, siglas en inglés de la Dominican Republic Settle-ment Association. Véase: «La mayoría salió de Burdeos sin llenar los re-quisitos establecidos para entrar en el país», La Nación, Ciudad Trujillo, 7 de julio de 1940.

3 «Se ignora el destino que seguirán los pasajeros del trasatlántico francés, Cuba, anclado en el antepuerto de esta ciudad». La Nación, Ciudad Tru-jillo, 8 de julio de 1940.

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de la negativa dominicana. En ella, acusa a la Compañía Ge-neral Trasatlántica Francesa de haber aceptado, movida por el lucro, a todo el que le pudo pagar el pasaje, desentendiéndose de observar los requisitos sobre visado consular. También se señala que dos meses atrás el Gobierno dominicano había co-municado a los comités de evacuación la decisión de no seguir aceptando inmigrantes españoles pues no se había cumplido con el precepto de que un 50 por ciento de éstos se integrase por agricultores. Dice La Nación:

El Gobierno dominicano fue sorprendido al encontrar-se con que entre los miles de españoles enviados por los comités citados, no se encontraba ningún agricultor pro-piamente dicho, y que en cambio, de manera sistemática, era enviada a nuestro país una cantidad de inmigrantes francamente indeseables –con muy pocas excepciones– ya que no se trataba meramente de personas cuyas ideas o filiación política les obligaron a salir de España [...] sino de gente de profesión desconocida aún en su propio país, y cuya historia prácticamente comienza con la guerra [...] con títulos y cargos equívocos, que sólo justifican –en algu-nos casos– papeles de dudosa garantía. A esto se añade que las susodichas organizaciones sólo le entregaron cincuenta dólares a cada refugiado. Con suma tan pequeña, apenas podía vivir una persona dos meses en el país. Después, sin un organismo que se dedicara al estudio de las posibilida-des de nuestro territorio para crear fuentes de trabajo [...] quedaron abandonados a su suerte, sin recursos para sub-sistir y sin preparación para realizar trabajos agrícolas, por ser gente que evidentemente no ha trabajado en la mayor parte de su vida [...] Así pues, la actitud de una gran ma-yoría de los refugiados, ha sido y sigue siendo desde todo punto de vista censurable. Algunos, en vez de olvidar aquí sus rencillas [...] y deponer sus pasiones, continúan tratan-do de formar grupos políticos, comités, organizaciones,

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realizando así actividades incompatibles con su condición de refugiados; y lo que resulta aún peor es que con esto diseminan prejuicios e ideas perjudiciales para el país que les ha acogido, en el disfrute de una era de paz y trabajo.4

Por lo anterior, el Gobierno decidía no aceptar a los refugia-dos del Cuba, reiterando que todo aquel que, en lo sucesivo, llegara, debía hacerlo por conducto de la DoRSA. El trasatlán-tico permaneció en el antepuerto de Santo Domingo dos días más y zarpó el día 11 de julio hacia La Martinica, donde los emigrantes trasbordaron al vapor Saint Domingue que los con-dujo a México, país que los había admitido por las gestiones de la Junta de Auxilio a los Republicanos Españoles (JARE) ante el general Lázaro Cárdenas.5

Como nota final y con los rasgos de una clara política de producción de sentido, La Nación sellaba la trama histórica del Cuba con el relato de un incidente en que se había envuelto el celador de puerto, Miguel A. Herrera, dominicano, quien puso en peligro la vida al lanzarse en aguas del río ozama por la inflexible actitud del capitán francés de zarpar sin demora, levando anclas sin escuchar su ruego de hacer sonar el silbato para que una lancha de la Administración del puerto lo re-cogiese y negándose, incluso, a proporcionarle un salvavidas cuando le dio a conocer su decisión de saltar. En la escena cruel del diálogo entre el dominicano y el francés, los refugia-dos españoles entran del siguiente modo:

Los refugiados que habían recibido algo de tierra y habían calmado su hambre, le insultaron. A esto, se habían arremolinado alre-

4 «Los refugiados del trasatlántico francés «Cuba», en situación muy difícil para poder desembarcar en el país», La Nación, 9 de julio de 1940.

5 El acuerdo aparece en el folleto que reúne la correspondencia suscitada por el incidente: Documentos relativos a la entrada en México de los pasajeros españoles del Trasatlántico Cuba, no admitidos en la República Dominicana, México, versión mimeografiada, 1940.

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dedor del celador varios refugiados que no pudieron des-embarcar en ésta por razones ya ampliamente informadas por la prensa. Todavía disfrutaban de algunos comestibles que les fueren enviados de regalo desde esta tierra, por personas caritativas de esta ciudad, entre las que se cuen-tan –según informes de gente del puerto– el general Rafael Leonidas Trujillo Martínez (Ramfis), don Alejandro Ibarra y otras. Muchos comenzaron a burlarse de Herrera al verle en tan apurada situación, y otros pasaron directamente a los insultos, de la manera más injusta e inesperada… En medio de gente que le era francamente hostil, prefirió co-rrer el albur de lanzarse al agua, a pesar de que por allí abundan los tiburones…6

El tono del enfoque dado por La Nación al tema de los re-fugiados contrasta vivamente con el trato que ese diario, en particular, había dispensado a los desembarcos iniciados ocho meses atrás con la llegada del Flandre, el 7 de noviembre de 1939 y con la versión general sostenida por los medios de co-municación sobre la solvencia moral e intelectual del colectivo refugiado en el país, sobre su esfuerzo por adaptarse a una nueva vida y sobre los beneficios que derivaba de todo ello la sociedad dominicana. Viniendo de La Nación, diario propie-dad del dictador, lo publicado era signo de que, profunda y amenazadoramente, las relaciones del régimen de Trujillo con los refugiados habían cambiado.

La negativa a dar refugio al contingente del Cuba dejaba definitivamente atrás los días en que la Guerra Civil Española motivaba de parte del régimen dictatorial sonadas declaracio-nes humanitaristas en defensa del derecho de asilo, para abrir paso a una etapa de confrontación política con el colectivo re-fugiado en el país. Curiosamente, no sería La Nación el medio por el que los refugiados y la sociedad dominicana en general

6 La Nación, 11 de julio de 1940, p. 9.

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seguirían percibiendo los contornos del cambio de actitud del régimen. Poco más de ese tenor aparecería en las páginas del diario, que, justo en la víspera, había dedicado dos notas edi-toriales dedicadas a destacar la vigencia de los principios hu-manitarios proclamados por Trujillo y el interés y el deber de practicarlos, incluso, por sobre los peligros de infiltración del enemigo extranjero.7

A poco de partir el Cuba, el diario La Tribuna publicaba una caricatura alusiva al tema de los refugiados extranjeros en cuyo cintillo, en una suerte de metáfora inversa de la del celador, podían leerse algunas de las ideas con que comenzaría a re-presentarse en círculos oficiales la presencia de los refugiados españoles: la decepción inmigratoria y la peligrosidad política. Puesto al calce de la escena donde un hombre levanta en vilo a otro con la intención de lanzarlo al mar, el cintillo decía:

¡Extranjero ingrato! … te abrimos nuestros brazos hospita-larios y nos pagas con ingratitudes, haciendo propagandas subversivas de empresas que merecen todo crédito. Vinis-tes en barco de tu país, de donde te arrojaron por algo mal hecho que hicistes… pero ahora vas a tener que regresar nadando. Como estoy haciendo a ti se le debe hacer a to-dos aquellos que en vez de regar nuestros campos con agua extraída de la fuente de la gratitud, se complacen en hacer todo lo contrario…. ¡PERRo INDESEABLE!…8

Días después, era el diario La Opinión el que volvía sobre es-tas representaciones. Comentando la «Apelación a Trujillo»,9

7 Véase «La cariñosa espera a los huérfanos de la guerra europea» «Un problema de defensa y un deber de humanidad», La Nación, editorial, 8 de julio de 1940.

8 Diario La Tribuna, Ciudad Trujillo, 30 de julio de 1940. Negritas en el original.

9 «Apelación a Trujillo», La Opinión, Ciudad Trujillo, 12 de agosto de 1940.

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una carta abierta donde una fracción de los exilados le solici-taba intervenir en defensa de los principios del derecho asilo violados en Francia por la GESTAPo, que había entregado al régimen franquista a Julián Zugazagoitia, Cruz Salido y otros líderes, próximos a ser ejecutados, La Opinión afirmaba:

Hay muchos de estos refugiados que observan una con-ducta discreta y agradecida, pero la mayor parte de ellos, con una tozudez digna de haber sido aplicada en mejor ocasión, no piensan en otra cosa que en la política de España, aprovechando las garantías condicionales de que disfrutan para desahogar sus odios y para hablar en el país de doctrinas que jamás podrán aclimatarse, ni si-quiera superficialmente, entre nosotros… Porque ya lo hemos dicho muchas veces… lo que aquí deseamos y ne-cesitamos en materia de emigración es la llegada de gente trabajadora e inclinada a arraigar entre nosotros DEFINI-TIVAMENTE y no a los que carecen de todo sentimiento de gratitud y se expresan o se conducen de una forma censurable o desdeñosa.10

Semanas más tarde, cuando visitaba el país el señor José Tomás y Piera, enviado por la JARE para conocer sobre la an-gustiosa situación en que vivía la mayoría de los exilados, la pizarra pública del Nuevo Diario sentenciaba lo siguiente:

Están de pláceme los refugiados españoles con la llegada al país del exministro don José Tomás y Piera, que a ma-nera de Mesías viene a resolver la situación económica de los mismos y a prepararles la maleta a cuantos deseen tras-ladarse a México. Es una buena oportunidad que se nos presenta a los dominicanos de que nos saquen de aquí a

10 «A propósito de una apelación», La Opinión, Ciudad Trujillo, 14 de agos-to de 1940.

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muchos elementos que se han hecho acreedores a nuestro desprecio. ¡que se vayan de aquí los que no desean vivir aquí!11

En suma, la explicación que comenzó a configurarse oficio-samente sobre la política de inmigración de refugiados espa-ñoles desarrollada desde mediados de 1939 tendió a construir imágenes que hacían aparecer, por un lado, al Gobierno do-minicano como parte defraudada en los arreglos migratorios establecidos con los organismos de evacuación republicanos, mientras, por el otro, presentaba a los llegados como una co-lectividad que no había correspondido la hospitalidad domini-cana. ¿En qué medida reflejaban esas imágenes las realidades del proceso de incorporación a la sociedad dominicana segui-do por los refugiados en los meses previos?

En relación con los presuntos fines agrícolas de la política del régimen había existido, ciertamente, una gran desorgani-zación. A la hora del incidente, la gran mayoría de las colonias agrícolas pobladas con refugiados ostentaba un perfil produc-tivo muy bajo, por no decir que inexistente. Iniciados muchos de los asentamientos hacia finales del mes de febrero de 1940 (apenas cuatro meses antes del arribo del Cuba), la situación imperante en la mayoría de ellos era humana y productiva-mente deplorable. Poseyendo, generalmente, profesiones de base urbana, una gran mayoría de los llegados no era apta para el trabajo agrícola y presentaba graves problemas de adapta-ción climática al medio rural dominicano, lo que aunado a la ausencia de apoyos productivos y técnicos que facilitasen su esfuerzo de adaptación a la vida de las colonias intervino de modo relevante en los magros resultados que registraban hacia julio de 1940.

La fallida campesinización y el éxodo hacia las ciudades presionaba en tal modo los espacios urbanos que pronto, muy

11 Nuevo Diario, Ciudad Trujillo, 16 de octubre de 1940.

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pronto, el exilio español comenzó a ser considerado como un fenómeno problemático. Justo en los días en que el régimen se empeñaba en interesar a Roosevelt en la capacidad de la Repú-blica Dominicana para absorber refugiados europeos, cientos de españoles desocupados se amontonaban en las ciudades, re-clamando ayuda de sus organismos para ser evacuados del país.

Sin embargo, el Gobierno dominicano no podía, en rigor, declararse defraudado por el fracaso agrícola de la inmigración. Como veremos, ese fracaso no obedecía, estrictamente, a la ca-pacidad organizativa y financiera del SERE en cuanto a cumplir con la proporción de agricultores establecida y dotar los recur-sos adecuados para su establecimiento productivo, sino que tuvo también mucho que ver con la propia capacidad –o interés– del Gobierno para impulsar los fines que decía perseguir.

De hecho, más de un lector tuvo que sentirse confundido al leer en La Nación que al contingente del Cuba se le negaba la entrada por el envío sistemático de población no agriculto-ra. No sólo porque los fines de fomento agrícola se hallaron relativamente ausentes como marco explicativo en la llegada de los tres contingentes que arribaron durante 1939, sino por-que el propio diario se había encargado de difundir imágenes triunfalistas y promisorias sobre los alcances de la colonización agrícola. Entre abril y junio de 1940, el diario publicó repor-tajes y notas editoriales que proyectaban una visión exitosa del proceso de colonización; sus títulos son suficientemente expresivos: «Colonización progresiva y eficaz», «Un nuevo as-pecto de la colonización agrícola dominicana», «Españoles en la agricultura», «Los colaboradores de Trujillo. Hombres de España en El Seibo», además de un extenso reportaje a doble página dedicado a la colonia de Pedro Sánchez.12

12 «Refugiados españoles en Pedro Sánchez», La Nación, 6 de abril de 1940; «Españoles en la agricultura», La Opinión, 12 de abril de 1940; «Coloni-zación progresiva y eficaz», La Nación, 22 de abril de 1940; «Un nuevo aspecto de la colonización agrícola dominicana», La Nación, 17 de mayo de 1940; «Los colaboradores de Trujillo. Hombres de España en El Sei-bo», La Nación, 9 de junio de 1940.

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Pero si las imágenes vertidas por la prensa en los meses pre-vios al arribo del Cuba contradecían la versión de la decepción agricultora, en mucho mayor medida contradecían la idea de un colectivo inmigrado integrado por personas «francamente indeseables» –con muy pocas excepciones. Muchos eran los técnicos y profesionales que en esos días, «títulos equívocos» o no, elevaban el nivel de desempeño de las políticas públicas del régimen, según podía leerse en las propias páginas del dia-rio, que se constituyó en foro sistemático de la acción cultural del exilio en los distintos ámbitos en que este incidía.13

La «diseminación de prejuicios e ideas», –aspecto que, sin eufemismos, debe entenderse como la difusión de ideologías anarquistas, socialistas o comunistas– no dejaba de ser, a lo más, un fenómeno de carácter informal y cotidiano, pues las distintas configuraciones políticas del exilio evitaron preme-ditadamente la manifestación pública de sus representaciones políticas, o al menos lo hicieron hasta los días del incidente.14 En principio, la inquietud política por el posicionamiento crítico que los exilados asumían colectivamente frente al es-cenario de la guerra mundial, los avances del totalitarismo y el problema de la democracia, resulta ser el único elemento

13 Memorias de una emigración, de Vicente Llorens [Barcelona, Ariel, 1975] proporciona un extenso, aunque ciertamente parcial, recuento del in-flujo cultural que ejerció el exilio español en la sociedad dominicana. He intentado profundizar ese recuento desde una perspectiva menos centrada en glosar la labor cultural de la élite intelectual de este exilio en el escrito «El exilio español en la República Dominicana, 1939-1945», que forma parte de la obra coordinada por Dolores Plà Brugat, Pan, tra-bajo y hogar. El exilio republicano español en América Latina, México, Instituto Nacional de Antropología e Historia; Instituto Nacional de Inmigración, 2007.

14 En la circular no. 1 de la delegación de Acción Republicana Española en el país (julio de 1940) se decía: «Como quiera que las circunstan-cias especiales de nuestra situación en esta República no aconsejan la celebración de una Asamblea», cosa que expresa la referida alusión de manifestaciones públicas. Archivo Personal de Bernardo Giner de los Ríos (APBGR en lo sucesivo).

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que podría explicarnos la sorpresiva dureza de lo expresado por La Nación, cosa que obliga a resolver analíticamente la paradójica apertura de un régimen totalitario a la inmigra-ción de un exilio liberal, de izquierdas en todos sus matices posibles.

¿Por qué facilitó el dictador la inmigración de una co-lectividad que había librado una guerra por principios e ideologías sociales por su inspiración proscritos en la ley dominicana?15 ¿qué cambió –en adición a esto– en la ma-nera de pensar del decisor supremo de un régimen político que, sólo tres años atrás, pareció desestimar la inmigración al país de un reducido núcleo de judíos agricultores a partir de lo que le aconsejaba su Canciller, que era que «los únicos judíos en el mundo que se dedican a la agricultura son los judíos polacos, y los judíos polacos son comunistas»,16 qué lo hizo considerar que no ofrecía peligro para el país la lle-gada de numerosos contingentes de comunistas, socialistas y anarquistas españoles?

1. Los análisis sobre la política de inmigración y asilo del dictador Trujillo hacia el exilio español

El hecho de que la política que hizo llegar a la República Dominicana alrededor de cuatro mil refugiados españoles tuviese un carácter informal, carente de bases institucionales claras e inmerso en el secreto y esquivo mundo de los procesos de política pública durante la tiranía, traslada una apreciable carga de ambigüedad a las interpretaciones esbozadas por los

15 En octubre de 1936 Trujillo envió al Congreso la primera ley antico-munista que conoció la legislación dominicana (con excepción de una orden Ejecutiva de 1921), la número 1203, que penaba severamente las actividades de propagación de ideas anarquistas y comunistas.

16 Ernesto Bonetti Burgos (Secretario de Relaciones Exteriores) a Rafael L. Trujillo, Ciudad Trujillo, 26 de octubre de 1936.

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historiadores sobre los determinantes y la naturaleza de la po-lítica seguida hacia el exilio republicano.

Las hipótesis sobre esta inmigración han tendido a producir un marco explicativo caracterizado por el empleo de múltiples variables presentes en la sociedad dominicana de la por enton-ces ya decenaria dictadura. El análisis ha sido, por ello, multí-voco y, podría decirse, en cierto modo ecléctico y confuso.

Procesos de política exterior e interior, por supuesto (aná-lisis de la política-política en la apertura al exilio: relaciones internacionales, propaganda, control interno), aunque tam-bién como mandato derivada de otras políticas del Estado (en materia de demografía, fomento agrícola, etc.) o con procesos informales presentes en el Estado dominicano como la corrup-ción y el despotismo burocrático.

Las propias cifras del número de exiliados llegado a la Re-pública Dominicana han admitido también falta de uniformi-dad, lo que es igualmente expresión del carácter informal de la política. Voces autorizadas dentro del exilio, como Jesús de Galíndez y José Almoina Mateos, dieron, en su momento, cál-culos divergentes sobre el número de refugiados que llegaron a la isla a partir de 1939. Galíndez consideraba que esa cifra de-bía situarse entre las cuatro y las cinco mil personas, cantidad que rebasaba la estimación del segundo, para quien definida-mente más de cinco mil personas llegaron a la isla entre 1939 y 1941.17 Hacia finales de la década del cincuenta, un apologista de la dictadura publicó, por ejemplo, que los refugiados ha-bían sido aproximadamente siete mil.18

17 Jesús de Galíndez, La Era de Trujillo, Santiago de Chile, Pacífico, 1956, p. 382. Puede verse también: Gregorio Bustamante, Una satrapía en el Caribe. Historia puntual de la mala vida del déspota Rafael Leonidas Trujillo, ciudad de Guatemala, Ediciones del Caribe, 1949, p. 104. Este libro se atribuye a José Almoina Mateos, quien lo habría dado a publicar bajo seudónimo al gobierno de Guatemala, entonces enfrentado al dictador, y a causa del cual, según se dice, sería eventualmente asesinado el autor en la ciudad de México por sicarios del régimen trujillista.

18 Pedro Vergés, Trujillo, prócer del anticomunismo, Ciudad Trujillo, Editora El Caribe, 1958.

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Las estimaciones que han hecho estudiosos contemporáneos presentan también ciertas divergencias. Javier Rubio19 habla de «más de tres mil», lo mismo que Bernardo Vega20 y Consuelo Naranjo;21 Charles Gardiner, por su parte, asume que la Repú-blica Dominicana «recibió aproximadamente 3 mil refugiados españoles, una cifra que muchos elevarían a 4 mil, 5 mil y aun a 6 mil», agregando que el número exacto de los llegados no puede ser determinado en razón «del desorden del tiempo de guerra y por la retención inadecuada de los registros por parte tanto del SERE como del Gobierno Dominicano».22

Generalmente, los historiadores basan sus cálculos en las ci-fras reportadas por los desembarcos masivos de exilados llega-dos a puertos dominicanos entre 1939 y 1940, sin aventurarse a contabilizar las llegadas que se produjeron fuera de ellos, bajo la forma de arribos individuales o de pequeños grupos familiares. Este procedimiento es también el que informa las estimaciones dadas en estudios recientemente aparecidos, como son los que figuran en las obras colectivas Historia general de la emigración española a Iberoamérica23 y El último exilio español a América,24 donde se asume que fueron alrededor de tres mil.25

19 Javier Rubio, La emigración de la Guerra Civil de 1936-1939. Historia del éxo-do que se produce con el fin de la II República española, vol. 1, Madrid, Librería Editorial San Martín, 1977.

20 Bernardo Vega, La migración española de 1939 y los inicios del marxismo- le-ninismo en la República Dominicana, Santo Domingo, Fundación Cultural Dominicana, 1984.

21 Consuelo Naranjo orovio, «Transterrados españoles en las Antillas: un acercamiento a su vida cotidiana», Anuario de Estudios Americanos, XLIV, Sevilla, 1987.

22 Charles Gardiner, La política de inmigración del dictador Trujillo, Santo Do-mingo, UNPHU, 1979.

23 Historia general de la emigración española a Iberoamérica, 2 vols., Madrid, quinto Centenario-Historia 16-CEDEAL, 1992.

24 Luis de Llera Esteban (coord.), El último exilio español en América, Madrid, Mapfre, 1996.

25 Debe refutarse lo que se afirma en una de esas contribuciones en relación con la llegada a la isla de cinco mil refugiados vascos entre 1939 y 1940, dato seguramente debido a un error. Véase: José Azcona, «La participación

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Como los registros migratorios dominicanos no distinguie-ron la condición política de los españoles llegados al país entre 1939 y 1945, el único dato cierto para estimar la magnitud del exilio lo constituyen los poco más de tres mil llegados en los embarques masivos. Sin embargo, constituyen una hipótesis mínima pues no registran el movimiento menos perceptible de las llegadas aisladas. Según las fuentes migratorias domi-nicanas, el número de los inmigrantes que arribaron a la Re-pública Dominicana entre 1939 y 1945 fue el que se muestra en el Cuadro 1: los registrados como llegados al país en ese lapso suman 4739 personas, poco más del 50 por ciento de la cifra de tres mil en que coinciden los historiadores contem-poráneos. Sin duda, los 1739 españoles llegados fuera de los grandes desembarcos no fueron todos refugiados, muchos for-marían parte del movimiento usual de ciudadanos españoles que viajaba a Santo Domingo por sus vínculos con la vieja colo-nia residente. Puede, sin embargo, pensarse que la mayoría de este grupo sí lo era, de una u otra manera, pues el monto de la vieja colonia apenas ascendía a 1,500 personas y es de dudarse que se duplicase en el transcurso de tan solo cinco años.

vasca en la empresa migratoria americana», en Historia general de la emigra-ción española a Iberoamérica, vol. 2, Madrid, quinto Centenario-Historia 16-CEDEAL, 1992, p. 495.

Cuadro 1Inmigración y emigración de españoles en

la República Dominicana 1939-1945

Año Entradas Salidas Balance acumulado1939 1,602 1,001 6011940 2,256 1,052 1,8051941 400 925 1,2801942 93 442 9311943 71 208 7941944 112 570 3361945 205 605 -34Total 4,739 4,803 -64

Fuente: Anuario Estadístico de la República Dominicana 1939-1945.

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Aunque resulta una tarea que más adelante se enfrentará, precisar las divergencias puede no tener gran valor historio-gráfico ya que, como señala Rubio, la política de inmigración dominicana constituyó generalmente para los refugiados un episodio para la reemigración hacia otras repúblicas ameri-canas. De mayor importancia resulta, empero, tratar de com-prender la propia política inmigratoria y el papel que ella jugó en relación con el régimen trujillista.

En ausencia de bases documentales firmes, las interpreta-ciones sobre la paradójica política de inmigración del régimen dictatorial han hecho jugar diversos factores. Por una parte, los historiadores han tendido generalmente a convalidar los propios argumentos esgrimidos por el régimen como motivo para negar el ingreso a los pasajeros del Cuba y cancelar la apertura a la inmigración masiva de refugiados españoles, esto es, se ha admitido que los intereses de colonización agrícola realmente estimularon los contactos con el SERE. La tesis del trujillismo sobre el fracaso del proyecto inmigratorio por in-cumplimiento de la contraparte española en cuanto al envío de agricultores –tesis que siguió figurando en explicaciones oficiales posteriores–,26 ha sido aceptada sin crítica por los aca-démicos a la hora de explicar la hechura de la política.

El interés colonizador del régimen dominicano se asume bajo el doble aspecto de política para el incremento de la pro-ducción agrícola y de política con objetivos de carácter demo-gráfico. Según Naranjo, Trujillo inscribía la llegada de los re-fugiados españoles dentro de los «deseos de poblar el país con mano de obra blanca y fomentar el desarrollo de la agricultura mediante la creación de colonias», interés que lo habría llevado a ofrecer –en la Conferencia de Evian de 1938– la recepción de

26 Por ejemplo, la que el Gobierno dominicano daba hacia mediados de la década del cincuenta al explicar el origen y la presencia de actividades comunistas en el país. Ver: República Dominicana, Secretaría de Estado de lo Interior (SEI), Libro blanco del comunismo en la República Dominicana, Ciudad Trujillo, Editora del Caribe, 1956.

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hasta cien mil refugiados europeos, con el requisito de que éstos fuesen agricultores de raza blanca.27 El interés por fo-mentar la producción agrícola nacional es recogido también por De Llera, para quien «la política inmigratoria de Trujillo tenía como objetivo fundamental atraer colonos para explotar las zonas fértiles todavía incultas, especialmente en la región fronteriza con Haití».28

Los objetivos demográficos de la política han formado parte de la interpretación historiográfica, aunque en esto los histo-riadores se han distanciado del discurso oficial para poner en juego otros elementos históricos como la política de domini-canización de la frontera y la matanza de ciudadanos haitianos de 1937. Rubio, por ejemplo, señala que el ofrecimiento de Trujillo «no estaba motivado por afinidades políticas [...] sino por los ambiciosos, y un tanto utópicos, planes de desarrollo demográfico [...] Al fin y al cabo la República Dominicana era, y es, un país esencialmente agrícola, con un problema de in-suficiencia demográfica especialmente agudo ante el relativa-mente superpoblado Haití».29 Esta idea es argüida por Azcona en un estudio reciente, al afirmar que «la República Dominica-na de Trujillo procedió –siguiendo una política de ambicioso desarrollo demográfico– a hacer pública la oferta de acoger entre 50 mil y 100 mil exiliados españoles que desearan pros-perar en los trabajos agrícolas, el comercio, la industria y aun el ejercicio de las profesiones liberales», afirmación que yerra al señalar que el régimen ofreció aceptar esos fabulosos con-tingentes de exiliados españoles, confundiéndolos con el caso de los judíos centroeuropeos tratado durante la conferencia de Evian.30

27 C. Naranjo, Transterrados españoles… pp. 521-524.28 E. de Llera, El último exilio español en América…, p. 76.29 Javier Rubio, La emigración de la Guerra Civil de 1936-1939…, pp. 188-189.30 José Azcona, «Actitudes ante la guerra civil española en las sociedades

receptoras», en Historia general de la emigración española a Iberoamérica, vol. 1, Madrid, quinto Centenario-Historia 16-CEDEAL, 1992, p. 545.

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Lo racial pesa más en la explicación de Vega, para quien el interés del tirano se vio, además, mediado por «su deseo de mejorar la raza» y acentuar el carácter hispánico de la cultura dominicana, concibiendo la llegada de los refugiados dentro del proyecto de dominicanización de la frontera con Haití, re-gión en la que crearían un «cordón humano de grupos hispa-nos» asentados en colonias que fungiría como barrera demo-gráfica y cultural a la penetración negra.31 Esta noción de una estrategia demográfica relacionada con la soberanía nacional es también puesta en juego por De Llera, quien afirma que «esta colonización serviría además de freno a la presión cre-ciente de la población haitiana».32

otro aspecto definitorio en la hechura de la política lo han sido las relaciones exteriores y el status del régimen de Trujillo en el orden político internacional. Vega, por ejemplo, destaca la ingente necesidad del dictador por hacerse aparecer ante la opinión internacional como «el gran demócrata que reci-be a los refugiados y desposeídos de la humanidad», política de imagen que perseguía contrarrestar la adversa propaganda desatada contra el régimen a raíz de la matanza de quince mil nacionales haitianos en octubre de 1937. En lo esencial, esta hipótesis sobre la política inmigratoria recupera el plantea-miento de Galíndez33 en relación con la política exterior del trujillismo, luego desarrollada profunda y convincentemente por Gardiner.34

Como se verá más adelante, Azcona confunde la cifra comprometida por el Gobierno en la Conferencia de Evian de 1938 en cuanto al número de refugiados europeos que podría recibir la República Dominicana, con las negociaciones que puntualmente sostuvo con el SERE, mismas que permanecen desconocidas hasta el presente.

31 B. Vega, La migración española de 1939 y los inicios…, p. 45.32 E. de Llera, El último exilio español en América..., p. 76.33 J. Galíndez, La Era de Trujillo…, pp. 381-388.34 Gardiner parece subsumir todos los proyectos de inmigración materiali-

zados por el régimen entre 1938 y 1958 a la lógica del impacto de la ma-tanza de haitianos. A nuestro juicio, las de españoles y judíos –realizadas

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El factor corrupción también ha sido esgrimido como hi-pótesis del desarrollo de la política. Fue Almoina quien abrió esta vertiente interpretativa al denunciar, bajo el seudónimo de Gregorio Bustamante, los circuitos corruptos que desde el origen atravesaron la política de asilo, circunstancia que, inclu-so, podría hacerse extensiva a la política global de inmigración planteada por el Gobierno dominicano en la conferencia de Evian.35 Vega también abunda en esta perspectiva, señalando el cobro de fuertes sumas a cambio del visado consular, parti-cularmente en el caso de las solicitudes individuales.36

Los factores enunciados constituyen una suerte de supues-tos de conocimiento comúnmente aceptados entre quienes han estudiado el exilio español en la República Dominicana. Cierto eclecticismo en cuanto al origen de la política subyace a la gran mayoría de los estudios, con excepción del de Gardi-ner, que asume que el proyecto de recibir en el país a los refu-giados españoles se vinculó esencialmente con la proyección de imágenes que contrarrestasen la percepción negativa que dejó en la comunidad internacional la matanza de haitianos de 1937. De modo quizás ya naturalizado, distintos estudios del presente recuperan esa tradición ecléctica de explicación de la política trujillista, como es palpable en los trabajos de Barbé, Cañete y Lilón, formando además parte frecuente en la explicación que dan de su paso por la isla muchos de los refugiados entrevistados.37

en 1939-1940– tuvieron evidente vinculación con ella y con la necesidad del régimen de allegarse favorablemente a la administración Roosevelt, con el fin ulterior de obtener apoyo en las negociaciones sobre el control norteamericano de las aduanas del país. Las migraciones posteriores, en las que Trujillo cuenta ya con el respaldo norteamericano, obedecen a la necesidad de proyectar la imagen de demócrata y anticomunista.

35 G. Bustamante, Una satrapía en el Caribe..., p. 204.36 Véase C. Gardiner, La política de inmigración...; C. Naranjo, “Transterrados

españoles en las.., y B. Vega, La migración española de 1939 y los inicios ...37 Ver Elisenda Barbé, «Els camins de l’exili: L’exili oblidat de la República

Dominicana», Journal of Catalan Studies, 2008, pp. 93-108; Carmen Cañete,

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Aunque muchos dominicanos, de cualquier condición inte-lectual, leyeron desde ópticas racistas e hispanistas la política que traía a los refugiados españoles, es difícil sostener que el régimen efectivamente se hallase interesado en asentarlos en el país. Analizado como proceso de implementación, desde el reclutamiento en los consulados de París y Burdeos la política del Estado dominicano deja ver un débil interés por lograr la efectiva inserción de los llegados en la agricultura. Basta ob-servar, en ese sentido, la dinámica posterior a su llegada para comprender que ni la recepción, ni el asentamiento ni las me-didas de sostén de los refugiados en las colonias agrícolas del Estado dominicano parecieron enmarcarse en la lógica de una política que persiguiera ese tipo de fines.38

En este trabajo interesa examinar las bases históricas de esas versiones sobre la política trujillista. En abono de una supera-ción del eclecticismo en que se encuentran los estudios sobre el tema, trataré de mostrar cómo fueron esencialmente intereses situados en la esfera de las relaciones internacionales los que dominaron la historia del exilio en el país. Esta hipótesis ex-ploratoria no excluye la presencia de ideas sobre demografía,

«Aspectos sobre raza y nación en dos obras del exilio español en la Repú-blica Dominicana: Blanquito (1942) y Medina del Mar Caribe (1965)», Migraciones y Exilios. Cuadernos de AEMIC, 2008, pp. 31-48; Domingo Li-lón, «Propaganda y política migratoria dominicana durante la Era de Trujillo (1930-1961)», Historia y Comunicación Social, (4), 1999, pp. 47-71. A medida que el tema de los exilios españoles adquiere interés, surgen nuevas hipótesis, como la de Teresa Pámies para quien el propósito de Trujillo fue el de «someter a los republicanos más significativos de los partidos de izquierda a condiciones humillantes y aniquiladoras». Véase Teledebat ozama, Dossier de Treball: Vicenç Riera Llorca, en http://www.xtec.es. consultado el 24 agosto 2011.

38 Además de requerir desembolsos financieros, un interés de tal tipo pre-cisaba de ciertos aspectos colaterales que, aunque no eran garantía de éxito, creaban un clima social que le era favorable, como la extensión de la ciudadanía, como se ofrecía, por esos mismos días, a los refugiados ju-díos que proyectaba traer la DoRSA. Volveremos posteriormente sobre el trato diferenciado que daba –o estaba dispuesto a dar– el régimen a uno y otro grupo de refugiados.

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fomento agrícola, cultura y corrupción, aspectos que emergie-ron como procesos de apropiación e interpretación cultural puestos en juego por la llegada de los exiliados, e independien-tes de un núcleo de decisión política cuya racionalidad se orien-tó por intereses esencialmente centrados en la producción de una imagen internacional favorable al régimen.

Tras la matanza de haitianos, Trujillo intentó por varios me-dios contrarrestar la imagen negativa que había quedado en el concierto de naciones, particularmente en Estados Unidos, cuyo apoyo le resultaba cardinal. Para tal efecto, el régimen gestionó la edición de artículos publicitarios sobre el clima de libertades que vivía el país, activó las relaciones públicas de sus embajadas en las principales capitales occidentales y se abocó a la proyección de un supuesto interés humanitario personal sobre el ascenso bélico en Europa. En este sentido, una situa-ción inmejorable se le presentó al régimen en ocasión de la conferencia convocada por el presidente Roosevelt para tratar el problema de los refugiados judíos que generaba la expan-sión del nazismo. Celebrada en el mes de julio de 1938 en Evian-les-Bains, poblado situado en la orilla francesa del lago Leman, la conferencia brindó la ocasión para hacer notar al mundo el rango descomunal del compromiso de su régimen con los ideales democráticos y humanitarios. En momentos en que gobiernos realmente preocupados por el problema judío mantenían cautela en cuanto a comprometer cuotas inmigra-torias, el delegado dominicano hizo la oferta de acoger en el país hasta 100 mil refugiados europeos, oferta que tenía evi-dentes fines propagandísticos.39

39 Es interesante reproducir la impresión que tuvieron los asistentes al escu-char la oferta dominicana: «Fue entonces cuando el representante de la República Dominicana sugirió a una asombrada reunión la posibilidad de establecer finalmente 100 mil refugiados... Esta oferta, generosa hasta el punto de parecer casi irreal, estaba en contraste tal con las precavi-das... de... otros gobiernos que resultaba sobresalir de la conferencia en conjunto». «El establecimiento de refugiados en la República Dominica-na», La Nación, Ciudad Trujillo, 12 de abril de 1940.

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En ese contexto de política de propaganda orientada a lavar la imagen del régimen por la masacre y a insertarlo en los vien-tos democráticos que comenzaron a correr en el mundo ame-nazado por el totalitarismo, es que se sitúa pragmáticamente la apertura al exilio español. Como argumentaremos, una vez cumplidos los fines propagandísticos esperados, el régimen dejó de preocuparse del aspecto migratorio mismo e hizo a un lado la creación de condiciones para su asimilación en la socie-dad dominicana. Logrado cierto impacto publicitario, el ab-surdo de una inmigración liberal fomentada por un régimen dictatorial, tendió a aflorar de manera evidente, dando paso a relaciones de oposición que, inauguradas con el incidente del Cuba, tenderían a acentuarse paulatinamente.

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capítulo sEgundo

La Guerra Civil española en la política exterior de Trujillo

1. La Guerra de España como telón de representaciones políticas

Poseemos descripciones aproximadas de la lógica y la prag-mática de la política exterior de Trujillo en torno a la Guerra Civil Española, pobladas de imágenes inexactas, como la que destaca Vega, citando a la oposición dominicana en voz de Germán E. ornes, sobre la presunta ambivalencia del hecho de que el Gobierno mantuviese relaciones diplomáticas con la Repú-blica mientras reprimía a sus simpatizantes locales y permitía la organización local de Falange Española. o la de un pragmatismo mercantilista, que destaca que esa ambivalencia obedecía al inte-rés de mantener los negocios de exportación de bienes alimen-ticios al bando republicano y al de sostener la lucrativa venta de visas con fines de apropiación patrimonialista corrupta.1

La política de Trujillo no era ambigua. Pensar que por eso lo era deriva en una descripción sólo aparente, donde son pues-tos fuera de consideración los delicados equilibrios internacio-nales que se fueron sucediendo a lo largo de los años treinta, donde no sólo se produjeron radicales cambios geopolíticos del mundo en ascenso bélico sino igualmente recomposicio-nes en las relaciones hemisféricas en que se desempeñaba el régimen dictatorial dominicano.

En lo general, la política hacia la guerra española fue obe-diente del principio de No Intervención sostenido por el

1 Bernardo, Vega. Nazismo, fascismo y falangismo en República Dominicana, Santo Domingo, Fundación Cultural Dominicana, 1986, p. 356. En su momento, circularon versiones que implicaban al representante domini-cano en Madrid en hechos de corrupción relacionados con la venta de visados para viajar al país. Véase B. Vega, La migración española..., p. 94.

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“La República Dominicana no olvida que fue la “Isla Española” de Colón y da hospitalidad a 200 niños huérfanos de nuestra guerra. Un chiquillo nacido en la Legación, mientras el padre combatía. Ha sido apadrinado por el Presidente de aquella República”. Fuente: Cintillo del reportaje aparecido en el semanario Mundo Gráfico de Madrid, año XXVII, no 1336. Foto: tomada del semanario Mundo Gráfico, Madrid, 9 de junio de 1937).

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Departamento de Estado norteamericano y por las potencias eventualmente aliadas, principio que se esmeró formalmente en cumplir y sobre el que fue capaz de construir una repre-sentación propagandística e imaginaria que logró capitalizar políticamente en el plano de las relaciones internacionales.

Una política de vistosa obediencia de los mandatos hemisfé-ricos del Departamento de Estado a la par que una política de proyección de imagen internacional orientada a legitimar a un régimen que temía se lo asimilase –como de más en más se ha-cía– con el ascenso totalitario. Una política que, por supuesto, fue cambiando los objetos que subsidiariamente perseguía ob-tener, ora en materia de proyección del hispanismo del pueblo –y el Jefe– dominicanos, ora para la proyección humanitaria del estadista, ora para la ejemplificación de la modernización democrática nacional presuntamente en curso. Una política, por último, que tomó lugar desde el inicio mismo de la con-tienda española y que transitó con relativa estabilidad hasta su fin, adaptándose a circunstancias que fueron luego emergien-do, como El Corte en la frontera domínico-haitiana de octubre de 1937, suceso que, en efecto, pudo ejercer un claro principio ordenador en la eventual llegada de los refugiados españoles en 1939, pero en el que no se agotan todos los procesos que conllevó la implementación de la política inmigratoria.

El interés del régimen trujillista en los asuntos de la guerra de España se hizo público en noviembre de 1936, cuando el secretario de Relaciones Exteriores, Ernesto Bonetti Burgos, instruyó a su Legación en Madrid brindar asilo a los huérfanos de guerra con el objeto de formar un contingente que sería luego enviado a la capital dominicana, donde se les proporcio-naría hogar, pan y escuela. El cable decía:

Presidente Trujillo, en conmovedora expresión de sus mag-nánimos sentimientos raciales españolistas, ha dispuesto que usted aloje y conserve en la Legación a los niños huér-fanos de ambos sexos para enviarlos en primera ocasión

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a esta capital, donde el Presidente Trujillo, de su propio peculio, costeará su mantenimiento y educación.2

En aquellos cruentos días del sitio de Madrid, el mensaje del secretario Bonetti fue ampliamente difundido por la prensa, que elogió aquel gesto como el debido al jefe de un pueblo «que pudo conciliar su independencia con su españolidad», como llegaría a decirse tiempo después en alguno de los nu-merosos reportajes que dedicaría la prensa republicana al es-tablecimiento y desarrollo de la Guardería Infantil Presidente Trujillo en la Legación diplomática dominicana.3

El tema de los asilados de la Legación dominicana en Ma-drid –que llevó a la Cancillería dominicana a insinuar la ruptu-ra de relaciones con la República Española cuando las autori-dades republicanas amagaron con regularlo en el invierno de 1936– dio pie al desarrollo de una recurrente propaganda en la prensa española sobre el clima de modernización y libertad que vivía la sociedad dominicana bajo el régimen de Trujillo, destacándose particularmente ideas sobre el acendrado hispa-nismo del Jefe del Estado y del pueblo dominicano, los avances democráticos del país y el sentido social de las políticas del Gobierno hacia sus nacionales.

Meses más tarde, en julio de 1937, el auditorio del pregón humanitarista de la política de asilo y protección de huérfanos desbordaría el marco español para proyectarse al plano inter-nacional, al declarar Trujillo a la Associated Press su preocupa-ción por la lucha que desgarraba a la Madre Patria, ante la cual entendía era un deber mantenerse neutral, vanagloriándose de «haber sido [...] el primer Jefe de Estado que ha acudido en auxilio de los [...] huérfanos» y destacando «la actitud asumida por nuestra Legación en Madrid al defender [...] el sagrado de-

2 «República Dominicana amparará y educará a los huérfanos de guerra españoles», La Libertad, Madrid, 28 de noviembre de 1936.

3 «Generoso ofrecimiento de la República Dominicana», ABC, Madrid, 30 de noviembre de 1936.

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recho de asilo [...] al abrir sus puertas a todos los perseguidos, sin distinción de tendencias políticas, atendiendo sólo a indecli-nables deberes de humanidad».4

La actuación de la Legación dominicana en Madrid durante la guerra, –que, efectivamente, dio asilo a un número no deter-minado de huérfanos, ancianos y perseguidos políticos de am-bos bandos–, se convertiría en uno de los mitos del humanismo trujillista. En el corto plazo, esas declaraciones se convertirían en pieza de oratoria epistolar en las comunicaciones con que la Secretaria de Relaciones Exteriores dominicana respondió a las distintas iniciativas diplomáticas latinoamericanas en relación con la Guerra Civil Española, como la de Reconoci-miento de Beligerancia a los bandos en pugna promovido por el Gobierno uruguayo en octubre de 1937, o la iniciativa de mediación por el cese de hostilidades impulsada por Cuba a inicios de 1938. Interesadas originalmente en replicar fideli-dad al principio de No Intervención, cada ocasión sirvió para que la Cancillería dominicana insertase in extenso las afamadas declaraciones, valiéndose de ellas para negar tanto la solicitud uruguaya como la cubana.5 Justo en los días en que el inci-dente de la matanza comenzaba a alarmar a la comunidad in-ternacional, el régimen ratificaba no sólo su neutralidad ante el conflicto sino que se valía contingentemente de éste para proyectar la imagen de un régimen humanitario. Pieza prosís-tica de uso diplomático, las declaraciones a Prensa Asociada del verano de 1937 circularon igualmente en periódicos del continente por instancia de la Cancillería dominicana, que da

4 Declaraciones del 19 de julio de 1937 al corresponsal de Prensa Aso-ciada. Tomado de Virgilio Díaz ordóñez, La política exterior de Trujillo, Ciudad Trujillo, Impresora Dominicana, 1955.

5 Joaquín Balaguer, subsecretario en funciones de secretario de Estado de Relaciones Exteriores a Excelentísimo Presidente de la República, Ciu-dad Trujillo, 21 de octubre de 1937; Julio ortega Frier, secretario de Relaciones Exteriores a Roberto Despradel, ministro plenipotenciario de la República Dominicana en La Habana. AGN, fondo Presidencia de la República, expediente sin clasificar.

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muestra de haber solicitado a sus ministros en las capitales del hemisferio americano un papel de activa vigilancia sobre su difusión.6

Hasta ese momento, la Guerra Civil había dado lugar esen-cialmente a una política de imagen en torno a un régimen crecientemente identificado con el autoritarismo y a un de-nodado respeto a la política de No Intervención. Del cable de Bonetti (noviembre de 1936) a las declaraciones a Prensa Asociada (julio de 1937), nada permitiría vincular el acerca-miento del régimen con la República Española con el espec-tro futuro de la matanza de haitianos, salvo que imaginásemos una paciente, premeditada y maquiavélica acción en pos de decisiones que tenía previsto tomar.

Una nueva ocasión para mostrar las preocupaciones huma-nitarias por la guerra de España se presentó en octubre de 1938, cuando visitó el país el prestigiado intelectual y político Fernando de los Ríos, embajador de la República Española en Washington, con el objeto de dictar una conferencia en la con-memoración del cuarto centenario de la Universidad de Santo Domingo. Trujillo tuvo un primer encuentro con De los Ríos en la visita que éste le giró a la Hacienda Fundación donde conversaron sobre el problema de la guerra civil por espacio de varias horas, según comentó la prensa. Sobre la conversa-ción con Trujillo, el embajador De los Ríos reportó luego a su superior, el ministro Álvarez del Vayo:

6 En el mediano plazo, el tema de los huérfanos de la Legación domi-nicana en Madrid daría pie a una verdadera exégesis jurídica, que en 1941 pugnó –con el aval de académicos norteamericanos como Gordon Ireland– por hacer del gesto trujillista materia de hito en la historia del Derecho de Asilo. Véanse los artículos del abogado Benigno del Castillo aparecidos en la Revista Jurídica Dominicana («El asilo diplomático y la genial concepción del Presidente Trujillo en el caso de la contienda civil española» y «Asilo Diplomático», no. 2, 1939 y no. 3, 1941) y el firmado por Constancio Bernaldo de quirós, exiliado ya en el país, («El asilo diplomático de los imbeles», no. 1, 1942), quien, discretamente, sitúa la importancia real del gesto.

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El General Trujillo, que continúa siendo virtualmente el director de la política de Santo Domingo, me invitó a almorzar y durante tres horas charlamos de España y sus problemas. Me dijo si podía preguntarme con entera liber-tad y como le respondiese que incluso le rogaba que así lo hiciera, fue, con gran interés y mucha atención preguntán-dome por los orígenes de nuestra lucha, valor supuesto del comunismo del Gobierno español, valor real de la invasión, etc., etc. Este aspecto, el de la invasión de fuerzas extran-jeras llamadas por un General español al verse desasistido por su pueblo lo impresionó tanto, que lo consideró tan incomprensible como reprobable. Los rebeldes lo han pre-sionado mil veces, pero él que no deja de ser inteligente, ha rechazado las solicitudes de ellos y creo que está ganado para nuestra causa. Me prometió que enviarían con cierta periodicidad, yo le insinué que cada tres meses y lo acep-taron, dos mil quinientas a tres mil toneladas de azúcar y lo que puedan de cacao, café y tabaco. Ayer he recibido en carta de la que le incluyo copia, un donativo de 5,000 dólares.7

La prensa dominicana dio una inusitada cobertura a las acti-vidades desarrolladas por el embajador De los Rios, reflejando particularmente su entrevista con Trujillo y los mensajes de salutación que ambos continuaron cruzando tras su partida.8

Aunque las demostraciones humanitaristas a De los Ríos ocurrían ya en el contexto de opinión internacional posterior a la matanza de 1937, es posible argumentar que no obedecían entera y necesariamente sólo al interés de seguir divulgando una imagen humanista del régimen genocida ya que, poco tiempo atrás, tras la conferencia de Evian del mes de julio, el

7 Archivo de La Residencia de Estudiantes, Fondo Fernando de Los Ríos, Embajada de España en Washington, Fólder 21.9.

8 Varios reportes parecen tanto en el Lístin Diario como en La Opinión de los días 29 y 30 de octubre de 1938.

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El Embajador de la República Española, don Fernando de los Ríos. Fuente: fotografía tomada del libro de Fernando de los Ríos, Ciencia y Conciencia, Universidad de La Habana, La Habana, 1956.

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humanismo trujillista había resonado ampliamente con la es-trepitosa oferta hecha por el representante dominicano de re-cibir entre 50 y 100 mil judíos desplazados por los avances del nacional-socialismo. Además de producir un marco propicio al nuevo refrendo del tema humanitario, otros motivos tornaban al Embajador Fernando de los Ríos en persona de particular interés para el Gobierno dominicano. Por un lado, su cercanía con el Departamento de Estado norteamericano, que tenía en alta estima su opinión y consejo sobre las actitudes políticas de los gobiernos latinoamericanos, por otro, el ascendente que tenía su figura en el cuerpo diplomático internacional acredi-tado en Washington.

Poco después de su entrevista con Trujillo en la Hacienda Fundación, De los Ríos describía a su superior, el ministro Ál-varez del Vayo lo siguiente:

La agresividad de Alemania e Italia en Centro y Sud Amé-rica les ha hecho comprender [a los EE.UU. J.A.] cuan verdad es la tesis que desde mi llegada había venido soste-niendo. Ahora, con gran nobleza no sólo reconocen que tenía razón, sino que en mi conferencia con Mr. Hull el 25, me preguntó con insistencia cuáles pueblos creía yo que se situarían frente al punto de vista de ellos y le dije que estarían más o menos cerca de E.U. [sic] en la misma medida en que lo estuvieran cerca de nosotros: Argentina, Uruguay, Perú, Guatemala, Nicaragua, Honduras y El Sal-vador serían las más difíciles para ellos, como lo son para nosotros. Aproveché la ocasión para explicarle ese ángulo trascendental de nuestra actitud política, que estaba respal-dada por mis conversaciones con Trujillo y Batista, hechas públicas en la prensa: no hay opción hoy para los pueblos hispanoamerica-nos: o conciertan con lealtad una cooperación internacio-nal con los Estados Unidos asegurando su independencia y libertad, o abren la brecha por donde irrumpa en América

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el fascismo iniciando una etapa pretoriana de vasallaje co-lonial. Esta coincidencia en la necesidad de que América este unida ante la contienda fuertísima que se inicia de-terminó en Mr. Welles estas palabras: «No podía haberme proporcionado usted una mayor alegría en mi vida; por ser usted quien es y por ser el Embajador de España».9

La alegría del secretario Summer Welles por las opiniones recibidas de Fernando de los Ríos sobre América Latina posi-blemente alegrase también al régimen dominicano, por aquél entonces requerido de dar muestra permanente de lealtad al campo democrático internacional y de diluir lo que, para mu-chos, eran inclinaciones secretas filonazistas.

De la visita del embajador republicano en octubre de 1938 a la derrota final de la República Española en marzo-abril de 1939, no se produjo ningún nuevo gesto de vocación humani-taria a propósito de la contienda española, reactivándose dis-cursivamente de nuevo esa política cuando la realidad de los refugiados españoles en Francia comenzó a activar las preocu-paciones humanitarias de quienes eventualmente integrarían el campo aliado.

Hasta entonces, el régimen dictatorial mantuvo claramente su obediencia a la No Intervención, no sólo mediante su ac-cionar frente a las cancillerías del área latinoamericana sino, incluso, en su reconocimiento final al gobierno nacionalista de Francisco Franco, que procedió sólo hasta que los Estados Uni-dos lo hicieron.10

Sin embargo, la adhesión al principio formal de la No Inter-vención y el mantenimiento de relaciones diplomáticas con el Gobierno legalmente constituido de la República Española no excluyó, por supuesto, el ejercicio de una política de verdadero

9 Archivo de La Residencia de Estudiantes, Fondo Fernando de Los Ríos, Embajada de España en Washington, Fólder 21.9.

10 Cordell Hull a ministro Andrés Pastoriza, Washington, 11 de abril de 1939.

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acercamiento estratégico con el movimiento nacionalista, de lo que da testimonio la abundante documentación oficial referida al tema de los asilados en la Legación Dominicana en Madrid.

Cuántas y cuál tipo de personas se asilaron en la Legación que presidía en Madrid el ministro César Tolentino es algo sobre lo que existen, igualmente, versiones sólo relativamente aproximadas, tanto en lo relativo a sus cifras como a su cali-dad política y civil. Una de las escasas afirmaciones al respecto la hace Vega, al señalar que la prensa puertorriqueña había reconocido en 1939 la figura del ministro en Madrid, César Tolentino,

por su actitud… pues la Legación ofreció refugio a 2,796 personas, y allí nacieron niños y murieron viejos, al tiempo que Tolentino ayudaba para que pudieran salir hacia Santo Domingo.11

Tal estimación parece exagerada, juzgándola a partir de la reconstrucción del orden cotidiano de la Legación reportado tanto en la documentación oficial dominicana como en las des-cripciones in situ que reflejó, en su día, la prensa madrileña.

La actividad de asilo y refugio de la Legación hubo de tomar inicio poco antes del telegrama de Bonetti de noviembre de 1936, incrementándose posiblemente a medida que el com-bate por la defensa de Madrid fue recrudeciéndose y radicali-zándose el clima político interior en la ciudad. En septiembre de 1937, un reportaje del diario ABC señalaba que alrededor de 400 personas se encontraban albergadas en la Legación y en instalaciones anexas que ésta arrendó con el propósito de darles cabida.12 Sin embargo, un informe elaborado pocos días antes por el subsecretario de Relaciones Exteriores, Joaquín

11 B. Vega, Nazismo, fascismo y falangismo..., p. 356.12 «El Presidente Trujillo, demócrata verdadero, ha hecho una gran obra

de transformación de su país», Madrid, ABC, 9 de septiembre de 1937, pp. 8-9.

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Balaguer, a propósito de la inminente evacuación de los asi-lados en Legaciones extranjeras a Valencia, donde se había desplazado el Gobierno republicano, decía:

Aprovecho la oportunidad para informar al Excelentísimo Señor Presidente que en nuestra Legación en Madrid hay 63 asilados [52 varones y 21 hembras] [sic] y 8 refugiados dominicanos, de los cuales últimamente han salido algu-nos, y 62 refugiados españoles, de los cuales han salido ya 16. Entiéndese por asilados las personas que hallándose perseguidas están bajo el amparo de nuestro pabellón, y por refugiados, las que no estando en ese caso, han busca-do refugio al lado de sus familiares asilados, o porque se han visto obligados a evacuar sus hogares destruidos en la zona de la ciudad batida.13

Un mes más tarde, el ministro César Tolentino afirmaba que en la Legación permanecían «cuarenta y dos albergados, inclu-yendo tres dominicanos y familiares Viuda Parra».14 ¿Crecería en gran medida las personas asiladas en la Legación durante el resto de la guerra? Todo parece indicar que no, pues poco rastro deja en la documentación oficial posterior resguarda-da el asunto de los asilados y refugiados bajo la jurisdicción dominicana. Incluso los míticos 200 niños que integrarían la expedición que hallaría albergue en suelo dominicano bajo la protección personal del dictador pareció esfumarse, no lle-gando a concretarse jamás ningún traslado de esa naturaleza.15

13 Joaquín Balaguer, subsecretario en funciones de Secretario de Estado a Presidente de la República, Ciudad Trujillo, 1º de septiembre de 1937.

14 Ministro César Tolentino a secretario de Estado Ernesto Bonetti Burgos, Madrid, 21 de octubre de 1937.

15 B. Vega indica que el plan de asilo a huérfanos de guerra contempla-ba dar amparo a 5 mil infantes. Sin embargo, las versiones del Ministro dominicano en Madrid apenas especularon, en un primer momen-to, con el proyecto de trasladar a la capital dominicana un total de 100 niños, cifra que luego se aumentó hasta 200. El propio secretario Bonetti Burgos destacaba en tono quejoso cómo «En distintas oportuni-

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En julio de 1937, el diario bonaerense La Nación publicaba cables desde Madrid donde se afirmaba que, hasta entonces, la Legación dominicana en Madrid había dado refugio a un total de 578 personas, de las cuales 63 se hallaban en condición de asilados políticos.16

quiénes eran, políticamente, los asilados y refugiados de la Legación en Madrid. Muchos de los huérfanos eran, en efecto, hijos de milicianos del bando republicano, como el bautiza-do por el ministro Tolentino bajo el padrinazgo de Rafael L. Trujillo ante el cuerpo extranjero acreditado en Madrid.17 Sin embargo, quienes eran considerados propiamente asilados pa-recen haber sido personas perseguidas políticamente por el Gobierno republicano, a juzgar por los frecuentes agradeci-mientos recibidos en esos días por el Gobierno dominicano. Por ejemplo, el que dirigió el Comandante de Regulares de Tetuán, señor Francisco Cubeiro, agradeciendo el papel des-empeñado por el cónsul dominicano en Madrid, señor Juan de olózaga quien vino «favoreciendo la vida de muchos seres desgraciados residentes en la Zona Roja y transmitiendo noti-cias de su estado de salud a sus familiares y amigos que están en la del Generalísimo Franco», o la que también dirigió a Trujillo el señor José Núñez Alegría, director del diario sal-mantino El Adelanto, expresando también su reconocimiento a la labor del cónsul dominicano pues «dicho Sr. olózaga ha contribuido para poner a salvo… a cientos de desgraciados, principalmente niños y mujeres, que estaban en poder de las furias marxistas».18

dades… se le ha requerido al Ministro Tolentino definir la situación de los niños que componen la Guardería «Presidente Trujillo», y gestionar su embarque a esta ciudad, sin que hasta ahora esta cuestión haya sido diafanizada satisfactoriamente». Secretario Bonetti Burgos a Presidente de la República, Ciudad Trujillo, 11 de mayo de 1937.

16 Tulio M. Cestero, ministro dominicano en Buenos Aires a Secretario de Estado de Relaciones Exteriores, Buenos Aires, 2 de junio de 1937.

17 «El Presidente Trujillo…», Loc. cit., p. 9.18 Comandante Francisco Cubeiro a Secretario de Relaciones Exteriores de

la República Dominicana, Vigo, 17 de noviembre de 1937; José Núñez

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“¡Viva San Domingo¡ Por haber re-conocido España Nacional y Gene-ral Franco. Con voto respetuoso de Año Nuevo”. Postal de Felicitación enviada espontáneamente a Trujillo desde Leipzig por M.C. Schulze. Fuente: (AGN, fondo Presidencia de la República).

J u a n olózaga

Rafael Leonidas Tr u j i l l o Molina

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Asilar o dar refugio a personas de ambos bandos podría re-sultar coherente con el principio de neutralidad suscrito por el Gobierno dominicano: una neutralidad que, por razones humanitarias, se ejercería tanto en favor de los simpatizantes del movimiento nacionalista cuanto en de los del bando repu-blicano. Sin embargo, tras la defensa aparente del principio de No Intervención, la diplomacia dictada por el Presidente do-minicano fue activa en cuanto a procurar un cierto equilibrio estratégico, dando muestras de confluencia con las posiciones de cada uno de los bandos. Así, mientras se emitían gestos de lealtad al gobierno republicano legalmente constituido (firma de un nuevo tratado comercial en 1936, establecimiento de un Comité de Aproximación Hispano-Dominicano, control de las organizaciones falangistas en la isla, ofrecimientos de ayu-da como los hechos al embajador De los Ríos, entre otros), el régimen daba también muestra de solidaridad con el campo político que suscribía el movimiento nacionalista.

Por ejemplo, el cable que el propio presidente Trujillo envío en agosto de 1936 al Papa Pío XI expresándole «el sincero pe-sar y el gran dolor con que contemplamos las graves desgracias que en España están sufriendo la Iglesia Católica, el Clero, las Órdenes religiosas y en especial las abnegadas Hermanitas de la Caridad»,19 el tenue control efectivamente ejercido sobre la organización pública local del bando nacionalista y, en suma, el concurso puesto al aislamiento político y militar de la Repú-blica con la defensa diplomática del principio de neutralidad.

Pocas demostraciones humanitarias más siguieron a la visita del embajador De los Ríos hasta finalizar la Guerra Civil. En enero de 1939, el ministro Tolentino enviaba a la Cancillería una cobertura del modo en que la prensa local había recibido el nuevo donativo hecho por Trujillo en auxilio de las viudas

Alegría a Excelentísimo Presidente de la República Dominicana, Sala-manca, 5 de noviembre de 1937.

19 Rafael L. Trujillo a Su Santidad Pío XI, Ciudad Trujillo, 13 de agosto de 1936.

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y huérfanos refugiados en la Legación, noticia sobre la que también reportaban otras Legaciones dominicanas. En marzo, cuando el derrumbe de la República era ya inminente, el pro-pio Tolentino aconsejaba, vía cable desde Madrid,

retardar reconocimiento hasta ocupar Madrid Generalísi-mo Franco evitarme situación personal conflictiva y peligro a personas e intereses protegidos Legación como ocurrido otras Misiones saqueadas y asilados desamparados y encar-celados… para dejar felizmente concluida labor humanita-ria y neutral nuestro gobierno.20

Declarado por el bando nacionalista el fin de la guerra a inicios de abril, el mismo día 4, la edición sevillana del diario ABC anunciaba que el nuevo Gobierno había sido reconocido de jure por la República Dominicana, decisión que sobrevino, como estaba convenido, sólo después de que el Departamen-to de Estado norteamericano hizo lo propio el día 1º de ese mes.21

Como es conocido, las realidades del exilio masivo de re-fugiados republicanos iniciado por la frontera catalana desde febrero de 1939 pronto plantearon graves preocupaciones hu-manitarias. Interesantemente, nada en torno de ellas pareció razón suficiente para motivar nuevas expresiones humanitaris-tas de parte del régimen trujillista. Por el contrario, un claro y cauteloso proceder caracterizó la relación del Gobierno domi-nicano con el problema desde inicios de 1939.

En febrero de ese año, por ejemplo, vigente todavía el Go-bierno republicano en la península, el Ministro dominicano en Washington informaba a su Canciller que el embajador Fernando de los Ríos había celebrado una reunión con el cuerpo

20 Secretario de Relaciones Exteriores a Presidente de la República, Ciudad Trujillo, 6 de marzo de 1939.

21 ABC, Sevilla, 4 de abril de 1939.

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diplomático latinoamericano para poner en su conocimiento la situación que atravesaban en Francia las 60 mil familias es-pañolas refugiadas y solicitarles realizar gestiones para que sus gobiernos diesen acogida a un número de ellas en el continen-te.22 A poco de ello, llegaba a la Cancillería una consulta oficial de parte del Encargado de Negocios de la República Española indagando sobre la posición oficial acerca de la solicitud expre-sada al representante dominicano en Washington.

A pesar de tratarse de una solicitud del embajador De los Ríos –figura que la prensa se esforzó en presentar como fuen-te de inspirador agrado en las meditaciones hispanófilas del Benefactor–, el Gobierno dominicano procedió con cautela y no emitió la respuesta con la celeridad que el caso permitía imaginar.

El secretario de Relaciones Exteriores, Arturo Despradel, puso el asunto de la solicitud del embajador De los Ríos en conocimiento del despacho del presidente (ya por entonces Jacinto B. Peynado) y consultó simultáneamente la opinión de las carteras de Interior y Policía (general José García) y de Agricultura, Industria y Trabajo (licenciado Raúl Carbuccia), quienes, en pocos días, emitieron una opinión favorable a la posibilidad de hacer inmigrar al país refugiados españoles. Sin mencionar cifras, Carbuccia recomendaba que debería tratarse, preferentemente, de personas dedicadas a la agri-cultura, destacando la importancia de «observar las reservas necesarias en cuanto a la ideología política de esos inmigrantes y que no obstante la afinidad de los pueblos dominicano y espa-ñol, pueda en algún sentido influir de manera extraña en nuestra idiosincrasia».23 Conforme con el juicio del secretario Carbuccia,

22 Andrés Pastoriza, ministro de la República Dominicana en Washington a Secretario de Estado de Relaciones Exteriores, Washington, 18 de febre-ro de 1939.

23 Raúl Carbuccia, secretario de Estado de Agricultura, Industria y Trabajo a Secretario de Estado de lo Interior, Ciudad Trujillo, 4 de marzo de 1939.

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el general García resolvió autorizar la idea dejando en manos del Ejecutivo la decisión final.

Días más tarde, el secretario del Despacho presidencial trans-mitió a la Cancillería la respuesta indicada por el presidente Peynado, consistente en considerar que «posiblemente esos refugiados son de una ideología cuya propagación en nuestro país sería fuente de serios trastornos» indicándole «contestar al Encargado de Negocios de España de una forma evasiva, diciéndole que los asuntos… están siendo objeto de estudio por parte del Gobierno».

En el mes de mayo, en lo que podría haberse tomado como una nueva ocasión propicia al desplante humanitarista, el se-cretario de la Presidencia, Arturo Logroño, instruía al Canci-ller proceder del siguiente modo respecto de una solicitud de ayuda hecha llegar al Gobierno dominicano un mes antes por la Comisión Internacional de Auxilio para los Niños Refugia-dos de España:

(el) Honorable Señor Presidente de la República… me encarga significarle su pesar por el hecho de que el Go-bierno no está en condiciones de atender… la solicitud de ayuda… y, en consecuencia, le instruye dar una respuesta discreta, en este sentido, a los firmantes de la instancia, cuando no sea posible dejarla sin contestación.24

Aparentemente, la consulta de Fernando de los Ríos nunca tuvo respuesta. No sólo porque, al poco tiempo, éste dejaría su Embajada en Washington para dar paso al representante del nuevo gobierno existente en la península, sino porque las sim-patías humanitarias por el pueblo español habían satisfecho los objetivos que con ellas se perseguían, pasando a ocupar un segundo plano en relación con lo que ya, de hecho, constituía

24 Secretario de la Presidencia a Secretario de Relaciones Exteriores, Ciu-dad Trujillo, 5 de mayo de 1939.

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el nuevo objeto humanitario del régimen: la inmigración judía ofrecida en la Conferencia de Evian.

Es interesante notar el modo en que la solicitud del emba-jador republicano en Washington derivó en una negativa mo-mentáneamente fundada en conceptos de seguridad interna («propagación de ideologías extrañas al país». ¿Era Peynado el que pensaba de esa forma, o respondía Rafael L. Trujillo por interpósita persona? Lo es porque nos deja ver que, de modo conciente, algunas fracciones dentro del gobierno percibían que, dados sus caracteres políticos, el exilio español no era recomendable como apuesta inmigratoria y porque permite apreciar el sentido del ligero roce interior que, como veremos, se suscitó cuando la Cancillería dominicana giró instrucciones en el sentido de permitir la entrada al país de refugiados es-pañoles.

En abril de 1939, el cónsul de la República Dominicana en Burdeos, señor Narciso Félix, fue amonestado por su superior, el cónsul general en El Havre, R. Comprés Pérez, por haber desatendido la indicación girada a fines del mes de febrero in-dicándole que «nuestro gobierno no desea recibir ninguna de las personas que están abandonando España, con motivo del triunfo nacionalista» y haber procedido a visar alrededor de veinte pasaportes españoles. En conexión con este asunto, el propio ministro dominicano en París, Virgilio Trujillo Molina, presentó a la Cancillería una denuncia del comportamiento del cónsul Félix. El Cónsul en Burdeos explicó su compor-tamiento al Canciller indicando que había procedido en ese modo por entender que los pasaportes visados pertenecían a españoles que se hallaban en territorio francés con anteriori-dad al derrumbe del Gobierno republicano.25

Despradel ofreció una explicación al despacho del presi-dente, indicando haber indagado la queja del ministro Trujillo

25 Cónsul Narciso Félix a Secretario de Estado de Relaciones Exteriores, Burdeos, 25 de abril de 1939.

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Molina, agregando que, en su opinión, debía autorizarse la extensión de visas a ciudadanos españoles refugiados en Fran-cia, por no ofrecer éstos «el peligro de inmigración en masa presentado por el problema hebreo en Europa».26

¿Existía alguna suerte de desavenencia interna respecto de la inmigración de refugiados españoles en el régimen? Al pa-recer sí, aunque debe dilucidarse si el accionar de quienes se negaban a autorizarla obraba sólo un criterio político o si se trataba de algún otro tipo de interés.

El hecho es que la posición del Canciller fue la que posibi-litó el flujo persistente de traslados individuales a la isla que comienza a producirse desde el mes de abril de 1939, inaugu-rando, de ese modo, el proceso inmigratorio.

2. Las negociaciones para la inmigración de los refugiados de la Guerra Civil

La idea de una inmigración organizada, de carácter masivo, comenzaría a tomar forma meses más tarde, en el verano de 1939, cuando los organismos de ayuda a los refugiados espa-ñoles comenzaron a procurar contacto con el Gobierno domi-nicano.

Las Sociedades Hispanas Confederadas de Ayuda a España, organismo que integraba a grupos hispanos asociados en distin-tas ciudades del territorio norteamericano, fueron las primeras en proponer al Gobierno dominicano un plan de evacuación e inmigración de los refugiados en Francia a través del Con-sulado dominicano en esa ciudad.27 En el memorándum que dirigían al respecto, las Hispano Confederadas planteaban:

26 Secretario Arturo Despradel a Presidente de la República, Ciudad Truji-llo, 25 de abril de 1939.

27 Rafael Espaillat de la Mota, cónsul dominicano en Nueva York a Secre-tario de Estado de Relaciones Exteriores, Nueva York, 11 de mayo de 1939.

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1. que el Gobierno dominicano autorice el internamiento de entre mil y cinco mil refugiados, mismos que deberán esta-blecerse en colonia, en los lugares señalados para ello por el mismo Gobierno.

2. que el Gobierno dominicano conceda terrenos para el es-tablecimiento de granjas agrícolas y avícolas, así como las viviendas necesarias para el alojamiento de los refugiados.

3. que el Gobierno dominicano provea la transportación de los refugiados a sus lugares de destino.

4. que las autoridades consulares en Francia autoricen el visa-do de pasaportes expedidos por el gobierno republicano y que aceptasen, en caso de carecerse de él, documentación identitaria expedida por el SERE, radicado en Francia.

5. que se autorice de manera expedita el internamiento en suelo dominicano de un primer grupo de 1,000 refugiados, dada la angustiosa situación que viven en Francia. Por su parte, las Sociedades Hispanas Confederadas de Ayu-

da a España ofrecían:

1. Sufragar los costos de traslado de los primeros mil refugia-dos hasta Ciudad Trujillo.

2. Cooperar con la edificación de viviendas modestas para los llegados en esa primera expedición.

3. Proveer aperos de labranza, maquinaria y semilla para dar pronto inicio a las explotaciones agrícolas.

4. Proveer al sostenimiento de las colonias hasta que estas se hallen en condiciones de autosustentarse.

5. Enviar una comisión a entrevistarse con el Gobierno domi-nicano con el objeto de analizar el terreno y las condiciones técnicas de la futura implantación.28

28 Daniel Alonso, secretario General de las SHCAE a Gobierno dominica-no, Nueva York, 8 de mayo de 1939.

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El Plan de las Hispano-Confederadas fue comentado favora-blemente al Canciller por el secretario Carbuccia, quien con-sideró la posibilidad de establecer a los refugiados en terrenos situados en la región suroeste, como en el municipio de El Cercado, señalando que esto había sido visto con simpatía por el generalísimo Rafael L. Trujillo.

A pesar de la premura que dictaba la evolución de los acon-tecimientos en Francia, fue hasta el mes de julio cuando se re-anudaron conversaciones sobre el Plan de las Sociedades His-panas Confederadas, al poner éstas en manos del propio Tru-jillo durante su visita a Nueva York un nuevo memorándum.29 El plan hecho llegar entonces contenía nuevos aspectos, como que la suma inicial de que disponían las Sociedades Hispanas Confederadas para impulsar al Plan ascendía a 100 mil dólares americanos, prestando atención al interés del Gobierno do-minicano de establecer una industria pesquera y destacando la disposición de hacerse cargo de aquellos exiliados que no lograsen adaptarse enteramente al proyecto colonizador.

A inicios del mes de agosto arribó al país el señor José Pan-tín, representante de las Hispano-Confederadas y el proyecto comenzó a examinarse en el terreno con mayor detalle. Nueva-mente, el despacho de la presidencia instruyó a las secretarías de Agricultura, Trabajo e Industria, Interior y Policía, Sanidad y Beneficencia elaborar un dictamen sobre la propuesta, resul-tando éste favorable de modo unánime, si bien se sugería ce-ñirla a cuatro recomendaciones: que la inmigración (de hasta cinco mil refugiados) se desarrollase de manera gradual; que el número de los llegados en cada etapa nunca excediese las mil personas; que el Gobierno dominicano formase parte de la comisión seleccionadora de los futuros inmigrantes y que se seleccionasen terrenos en las secciones de Medina (común de San Cristóbal), Los Guayos (común de Sabana de la Mar) y en la común de El Cercado.30

29 Daniel Alonso a Rafael L. Trujillo, Nueva York, 21 de julio de 1939.30 Mayor general José García, secretario de lo Interior y Policía a Secretario

de Estado de la Presidencia. Ciudad Trujillo, 31 de agosto de 1939.

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Poco antes de que se emitiese el referido dictamen, un nú-cleo civil, mayormente integrado por refugiados que habían venido estableciéndose en el país desde los primeros meses de 1939, decidió establecer la Junta Pro-Refugiados Españoles, organismo que pocas veces ha sido citado y que quizás se haya confundido con aquél otro llamado Junta Pro-Inmigración Es-pañola (JPE) del que hablaremos más adelante.

Esta Junta Pro-Refugiados Españoles se estableció el día 10 de agosto en la ciudad capital con los propósitos esenciales de:

1. «Coordinar o unificar la ayuda que, proveniente de éste u otros países, se destine a los refugiados españoles...».

2. «Distribuir dicha ayuda en forma que sirva para resolver, aunque sea en principio, problemas definitivos para los re-fugiados».

3. «Canalizarla con miras a que sea destinada a la creación de nuevas fuentes de riqueza...».

4. «Prestar a las autoridades dominicanas cuantas ayudas y ase-soramientos estimen necesarios relacionados con la venida... y establecimiento... de núcleos de refugiados españoles».

La Junta quedaba integrada por 9 personas, tomando como base programática para su actividad el proyecto de inmigra-ción de cinco mil refugiados puesto en consideración por su vicepresidente, el periodista gallego Ramón Suárez Picallo.31

La ponencia presentada por Suárez Picallo se titulaba «Ín-dice provisional para un plan de colocación de cinco mil refu-giados en la República Dominicana» y es, posiblemente, una de las ideas más acabadas y originales dentro de las distintas propuestas que comenzó a recibir por entonces el Gobierno

31 Los restantes ocho miembros eran: el ingeniero Antonio ocaña (presi-dente), el coronel Felipe Díaz Sandino (2º vicepresidente), el fabricante Antonio Piñeiro (tesorero), el licenciado Juan Pablo García (secretario general), el periodista Fraíz Grijalba (secretario de actas) y los señores Manuel Castillo, Juan Jiménez Rosas y Enrique Darnell Martí (vocales).

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dominicano. Considerando de poco provecho la dinámica de llegadas individuales seguida hasta esos días,

donde los inmigrantes españoles limitan sus aspiraciones a la obtención de un empleo público improductivo, a ser dependientes de una casa de comercio o, cuando más, a poner un tenderete,

Suárez Picallo proponía realizar un serio esfuerzo de plani-ficación de los contingentes, de modo que la inmigración se orientase a la apertura de fuentes de riqueza inéditas o poco explotadas.

Las fuentes de riqueza en que se interesaba el plan eran tanto agrícolas como industriales, destacando en el primer renglón la idea de impulsar una larga serie de agroindustrias. Entre las industriales, el proyecto mencionaba esencialmente 6 ramos de actividad: la producción de papel, los tejidos, la espartería, los curtidos, la pesca y las artesanías. En términos generales, todos esos desarrollos apuntaban a la idea de abrir un mercado basándose en la sustitución de importaciones y en establecer cadenas integradas de producción e industriali-zación de materias primas. Los recursos para financiar el plan de inmigración provendrían, esencialmente, de las entidades españolas de evacuación (SERE y JARE), del Gobierno domi-nicano pero, sobre todo, de la posibilidad de vincularlo con el establecimiento de un Banco Cooperativo Agropecuario. La dirección del plan quedaba reservada a un comité integrado por representantes del Gobierno dominicano y de los organis-mos de evacuación españoles.32

En el aspecto técnico, el proyecto de esta Junta Pro-Refugia-dos preconizaba el establecimiento de explotaciones de índo-

32 Antonio ocaña, presidente de la Junta Pro-Refugiados Españoles a Secretario de Estado de Relaciones Exteriores, Ciudad Trujillo, 10 de agosto de 1939.

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le colectiva e individual, recomendando favorecer la pequeña propiedad individual, de carácter agrícola y/o empresarial, como forma acorde con el espíritu de posesión individual del pueblo español. El colectivismo se implantaría al modo de una gran cooperativa de adquisición de aperos e insumos agrícolas y artesanales, gestión colectiva de transporte y almacenamien-to. En el social recomendaba un modelo de establecimiento aglutinado, por ejemplo, de pequeñas explotaciones agrícolas, o pequeños campamentos de explotación de materias primas de producción espontánea, como en la silvicultura, la pesca y la minería. El carácter aglutinado de los asentamientos fa-cilitaría el surgimiento de instituciones escolares abocadas a la explotación del medio, donde españoles y dominicanos podrían insertarse en el aprendizaje productivo. Asimismo, la presencia de contingentes de enseñantes entre los exiliados haría posible generar procesos escolares en el medio de im-plantación dominicano circundante.

Nuevas propuestas inmigratorias emergieron en el mes de noviembre.

Por un lado, el día 9 quedó formalmente constituida la Jun-ta Pro-Inmigración Española, que posiblemente sólo fuese una transformación de la que acaba de describirse, pues en su inte-gración figuran tanto Ramón Suárez Picallo como Juan Pablo García, a quienes se suman tres personas más: el periodista canario Elfidio Alonso, el ingeniero José de los Ríos Urruti (hermano del exembajador Fernando de los Ríos) y el tenien-te coronel Rodolfo Bosch Pearson.

En principio, la creación de esta Junta respondía al interés de secretario Raúl Carbuccia por establecer un mecanismo lo-cal de enlace entre las instituciones del Gobierno dominicano y los futuros inmigrantes, de modo que la corriente inmigra-toria cumpliese de mejor manera su objetivo de hacer crecer

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la riqueza nacional. Como representante de la parte domini-cana, la Junta quedaba facultada para: a) gestionar ayuda de los organismos abocados a la evacuación de los refugiados en Francia, b) clasificar a los futuros inmigrantes con el fin de adaptarlos a las tareas del desarrollo nacional, c) decidir y ges-tionar lo necesario ante las instituciones del Gobierno domi-nicanas.33

A finales de ese mes, los diarios puertorriqueños El Mundo y El Imparcial daban aviso del paso por la isla de un grupo de doce refugiados españoles rumbo a la República Dominicana. Destacando el tránsito reciente de refugiados que, haciendo escala en Puerto Rico, se dirigen a la isla de Santo Domingo, ambos diarios dedican extensas notas a los propósitos de la visita.

Preside el grupo el señor Bibiano Fernández ossorio Tafall, director general del Servicio de Evacuación de Refugiados Españoles (SERE), acompañado de colaboradores y amigos, como los señores Vicente Herrero Ayllón (catedrático), Félix de los Ríos (ingeniero hidráulico), Rafael de los Ríos y su se-ñora madre, entre otros. El señor Bibiano Fernández ossorio Tafall se dirige a la isla para entrevistarse con el presidente Tru-jillo y tratar en detalle los planes de inmigración de alrededor de 2,000 refugiados de la guerra civil. Equivocando el nombre, el periódico El Mundo destaca la idea de que existe en Ciudad Trujillo ya un Comité Pro-Refugiados Españoles llamado a co-ordinar el proceso de ayuda, brindando también el detalle de que, en ese momento, se encuentran ya en el país cerca de 600 refugiados españoles. Propiamente, el Comité que describe el diario coincide con la Junta Pro-Inmigración que acaba de ser descrita, la conformada por indicación del secretario de Esta-do de Agricultura, Industria y Trabajo, Raúl Carbuccia.34

33 Acta de constitución de la Junta Pro-Inmigración Española. Ciudad Trujillo, 9 de noviembre de 1939.

34 «Refugiados españoles en San Juan de paso para la República Dominica-na». El Mundo, San Juan, 2 de noviembre de 1939; «Director del Servicio

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No existen muchas luces sobre la estancia del director del SERE en el país, ni sobre el contacto que pretendía tener con el Presidente Trujillo. Sin embargo, el organismo que repre-sentaba sería el responsable fundamental de la política inmi-gratoria. Al menos, como debe ser dicho, en su segmento de organización, reclutamiento y evacuación de los contingentes en Francia.

Tampoco es muy claro cuando y cómo tomó inicio formal la colaboración emigratoria y la naturaleza del acuerdo al que se arribó con el Gobierno dominicano. Ni la documentación ofi-cial ni la del Servicio de Evacuación de Republicanos Españo-les conservada en la Fundación Sabino Arana, en Vizcaya, per-miten conocerlo con precisión pero, desde luego, el proceso sufrió un claro estímulo tras la estancia de Bibiano Fernández ossorio-Tafall, cosa que se desprende de la inclusión del señor Félix de los Ríos como miembro de la Junta Pro-Inmigración Española promovida por Carbuccia.

Las ideas del SERE en torno a la inmigración no figuran en ningún documento formal, pero pueden desprenderse del Plan de Colonización que, tiempo después, se hizo llegar a las oficinas del señor Alejandro Viana, director del Servicio en París. Firmado por los ingenieros Félix de los Ríos y Au-gusto Pedrero en fecha que no precisa el documento, el Plan debe haberse elaborado en el mes de diciembre de 1939 en la misma República Dominicana. De los Ríos y Pedrero fungen entonces como representantes del SERE en el país.

Esencialmente, el plan inmigratorio se centra en el estable-cimiento de los refugiados en colonias agrícolas del Estado dominicano. Aunque considera el impulso de algunos giros industriales –fabricación de tejas, tenerías, explotaciones mi-neras, etc.–, se trata ante todo de un proyecto práctico para organizar y sostener la vida de los colonos durante el primer

de Evacuación de Refugiados Españoles está en P. R.». El Imparcial, San Juan, 21 de noviembre de 1939.

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año de estancia en el país. Cumplido ese lapso, el plan pro-yecta la creación de un organismo administrativo de carácter cooperativo que deberá llamarse Cooperativa Pro-Inmigración Española y del cual será titular el Secretario de Estado de Agri-cultura, Industria y Trabajo. La dirección técnica del mismo recaerá en personal del SERE.35

Un último proyecto inmigratorio sería puesto en manos de las autoridades dominicanas a instancias de la Junta de Auxilio a los Republicanos Españoles (JARE) en el mes de marzo de 1940 por el señor José María Escofet, refugiado desde hacía algún tiempo en el país.

El plan del delegado por JARE contemplaba la inmigración de hasta 5,000 personas, postulando el establecimiento de una sociedad anónima, de tipo mercantil e industrial, que fomen-taría distintos proyectos de desarrollo agrícola, industrial y comercial en los que encontrarían ocupación los refugiados. Los recursos financieros para dar vida a esa sociedad serían proporcionados enteramente por la JARE. La dirección de la misma integraría representantes tanto de JARE como del Go-bierno dominicano.36

35 Félix de los Ríos y Augusto Pedrero. Plan de Colonización. Archivo de la Fundación Sabino Arana, SERE, 24, 4 (en lo sucesivo AFSA, SERE).

36 José M. Escofet a Secretario de Estado de Relaciones Exteriores, Ciudad Trujillo, 21 de marzo de 1940.

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capítulo tErcEro

El arribo de los refugiados y el proceso de implementación de la política inmigratoria

Como acaba de verse, fue casi al final del año 1939 cuan-do el Gobierno dominicano comenzó a definir una política de apertura inmigratoria hacia el exilio español, hecho que se produjo en clara desconexión con la definición política dada por la dictadura al asunto del sufrimiento del pueblo español entre 1936 y 1938. Al vehemente hispanismo humanitario de la Legación, sus huérfanos y la Guardería Presidente Truji-llo, con el que los lectores del ABC, Mundo Gráfico, Crónica, La Libertad o El Sol, en el Madrid sitiado, habían conocido del pro-hombre benefactor de la modernización democrática do-minicana, siguió un prolongado silencio de casi ocho meses, considerados desde el fin de la guerra.

¿No era de esperarse de quien se vanagloriaba de «haber sido el primer Jefe de Estado que ha acudido en auxilio de los [...] huérfanos» un gesto probablemente tan inmediato como el de la política exterior mexicana del presidente Cárdenas, que a los dos meses de proclamada la victoria nacionalista abría sus fronteras a los grandes contingentes del Sinaia, el Ipanema y el Méxique, las míticas embarcaciones del destie-rro en suelo mexicano? ¿o tan resueltamente acotada como la que brindó el Gobierno chileno al hacer llegar poco más de dos mil refugiados en el trasatlántico Winnipeg en el mes de agosto de 1939?

Algo dilató la emergencia de la política hasta el mes de no-viembre, arribándose a ella mediante un proceso no exento de contradicciones internas en el cuerpo burocrático. Podría

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pensarse que el viaje internacional que el propio dictador rea-lizó entre junio y octubre de 1939 retrasase la decisión, pero es difícil saberlo con exactitud. Sin embargo, al menos desde el mes de julio conocía éste de primera mano las expectativas que abrigaban en torno al país organismos de auxilio como las Sociedades Hispanas Confederadas, que le entregaron un segundo proyecto en su dirección del Hotel Waldorf Astoria en la ciudad de Nueva York.1

La creación de la Junta Pro-Inmigración Española [JPE], in-tegrada a inicios del mes de noviembre debe ser considerada como el real inicio de la política inmigratoria que abruptamen-te cerraría el incidente del Cuba ocho meses después. Aunque un flujo paulatino de individuos y pequeños grupos que huían de la guerra se produjo desde el derrumbe militar y civil de la República, la verdadera política del Gobierno dominicano hacia el exilio español emerge con la creación de ésta el 10 de noviembre de 1939.

Integrado mayormente por personas, en apariencia, mejor avenidas, poseedoras de recursos sociales y culturales suficien-tes como para huir y afrontar los riegos de una nueva vida, aquel flujo tomó inicio desde el mes de enero de 1939, trayen-do a la sociedad dominicana personas que pronto lograron insertarse en la vida social del país, como los periodistas Elfi-dio Alonso Rodríguez y Ramón Suárez Picallo, el catedrático Javier Malagón Barceló, el crítico de arte Fraíz Grijalba, artistas como José Vela Zanetti y Carlos Solaeche, médicos como el doctor Emilio Jubés y otros tantos más cuya presencia en el país resonaría durante el verano de 1939.

Ese flujo migratorio hacia suelo dominicano vino produ-ciéndose, incluso antes del derrumbe de la República. A fines de 1937, por ejemplo, cuando la ocupación del frente norte por el bando nacionalista forzó la emigración vasca, muchos fueron los vascos que vinieron al país. Varios de los oficiales y

1 Vid p. 60 nota 29.

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marinos vascos que ocuparía luego la Marina de Guerra domi-nicana llegaron por esas fechas.2

El núcleo que arribó al país hasta ese entonces –estimado en 150 personas, según señaló el secretario de la JPE, Rodolfo Bosch Pearson–3 lo hizo de modo «espontáneo», valiéndose de las solas prerrogativas establecidas a la internación de extran-jeros en los reglamentos vigentes. Si bien las indicaciones del ministro dominicano en París, Virgilio Trujillo Molina, inten-taron contenerlo, la inmigración tomó fuerza tras la sugeren-cia del Canciller Despradel de proseguir visando pasaportes españoles en Francia y sólo aparentemente cesó con el surgi-miento de la política de inmigración masiva que comenzó a ejecutar la Junta Pro-Inmigración, desde su constitución el 10 de noviembre de 1939, o, para ser más exactos, desde el día 7 de ese mes, que fue cuando arribó a bordo del vapor Flandre el primer gran contingente de 279 refugiados.

2 Poco se ha mencionado el exilio que produjo hacia el país la emigración vasca de 1937, cosa que con mucho tino señala Juan Martín Frechilla en sus estudios sobre los refugiados en Venezuela. Según datos del censo de refugiados con que contamos, una veintena de vascos ingresó al país en 1938, siendo probablemente mayor el número de los que entonces lo hicieron. Entre ellos, los hermanos Estella Entralgo (¿y familias?), uno de los cuales pasaría a dirigir el diario La Opinión. otros que es posible reconocer entre los llegados se apegan al listado de marinos que Jesús de Galíndez presenta en su escrito «Ha muerto un marino», hecho en honor de Alejandro de Solaeche, Txomin de Urruchua y Ángel Bellón, muertos en el hundimiento del vapor Presidente Trujillo en La Martinica, en 1942. En una afirmación posterior, Galíndez cifraría entre 100 y 150 los refugiados vascos llegados entre 1939 y 1940. Ver: Jesús Galíndez, «Ha muerto un marino», revista Hogar, año 4, no. 41, mayo de 1942; «Los vascos en la República Dominicana». VII Congreso de Estudios Vascos, Do-nostia, Eusko Iskatunza, 2003, pp. 513-515. Sobre las fases del exilio re-publicano español, ver: Juan Martín Frechilla, «Nueva Tierra de Gracia: los exilios de la Guerra Civil española en Venezuela, 1936-1951»; Dolores Plà Brugat (coord.). Pan, trabajo y hogar. El exilio republicano español en América Latina, Instituto Nacional de Antropología e Historia; Instituto Nacional de Migración, México, 2007, pp. 335-458.

3 Memoria que al Honorable Secretario de Estado de Agricultura, Industria y Tra-bajo presenta el Secretario General de la Junta Pro-Inmigración Española. Me-canuscrito, Ciudad Trujillo, 31 de diciembre de 1940.

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Abrupta, agresiva y deformada, la explicación dada como resolución del incidente del Cuba sobre la decepción inmigra-toria del Gobierno dominicano, obliga a reconstruir, en tér-minos generales, el desempeño de la política de inmigración, particularmente en lo que se refiere al papel jugado por el Gobierno dominicano en materia de creación de condiciones para cumplir el propósito de recibir una corriente de carácter predominantemente agrícola, ideológicamente desprovista de rasgos que luego consideraría detestables y contribuir a su asentamiento en el país.

En otras palabras, interesa examinar la política inmigratoria desarrollada por el Gobierno dominicano en términos ya no sólo de producción de imágenes, sino de su proceso de imple-mentación.4 Examinar históricamente la implementación de la política inmigratoria nos sitúa en el terreno de juzgar tanto si su diseño fue coherente con los fines que declaraba perse-guir como de observar la cadena de procesos que definirían sus alcances.

1. De Francia a la República Dominicana: el proceso consular de la emigración

No existe indicio de que las representaciones dominicanas de París, Burdeos y El Havre jugasen un papel activo en el pro-ceso de la emigración republicana. A diferencia de legaciones diplomáticas como la mexicana o la chilena, que activamen-te organizaron el embarque de los grandes contingentes que

4 Empleo el concepto de Implementación aludiendo a la distinción teórica establecida en el análisis de políticas públicas al caracterizar una proble-mática relativa a la hechura de la política, como proceso esencialmente centrado en la decisión política que la hace emerger, de las problemáti-cas que tienen que ver son su diseño (juicios de adecuación entre medios y fines) o su implementación (cadena de interacciones subsecuentes una vez la política ha sido puesta en marcha).

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albergarían sus naciones, la intervención de los representantes consulares dominicanos parece haberse limitado a extender el visado una vez cubiertas las formalidades establecidas. Tanto en el lapso de la inmigración espontánea como en el de la condu-cida por la Junta Pro-Inmigración, a ello pareció restringirse el papel organizativo del cuerpo diplomático acreditado en terri-torio francés.

Poco incidieron los representantes dominicanos en el control, por ejemplo, del perfil ocupacional de los reclutados, como lo reclamaba el logro una política inmigratoria interesada en la re-cepción de agricultores. Menos, aún, pareció controlarse la iden-tidad política e ideológica de los futuros migrantes, cosa quizás más compleja para quienes parecieron restringir su acción pro-inmigración al marco del inmueble donde visaban, pero posible según lo muestran las experiencias mexicana y chilena.5

Llegado en el Flandre, el testimonio que años más tar-de brindaría José Almoina Mateos –el refinado intelectual gallego que puso su pluma al servicio del tirano– en su Yo fui secretario de Trujillo, nos da una descripción de esos trá-mites consulares:

A ninguno se le pidió otro salvoconducto que su misma calidad. Ni se investigaron antecedentes políticos ni per-sonales, ni se exigió garantía moral ni económica de nin-gún género, ni se les obligó a abjuración o rectificación de sus

5 Es conocido el modo en que los cónsules Gilberto N. Bosques y Pablo Neruda gestionaron directa y activamente la evacuación de los refugiados en Francia hacia México y Chile, respectivamente, modelando el carác-ter del contingente de emigrantes que sus gobiernos deseaban recibir. Se sabe, por ejemplo, que Pablo Neruda cumplió fielmente con el deseo de su gobierno de excluir de la expedición del Winnipeg a los anarquistas, cosa que también pareció ocurrir también en el caso de la selección hecha por los representantes mexicanos en los mismos campos de concentra-ción. Fernando Termis Soto, «Constitución y crisis de las organizaciones republicanas de auxilio a los refugiados españoles. 1939-1942». Espacio, tiempo y forma, Serie Historia Contemporánea, tomo V, p. 418.

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profesiones y actividades, ni se les pidió la más leve acción que significase renuncia de sus ideales [...] En diez minutos es-casos se llenaron las breves e indispensables formalidades de visado gratuito y pocos días después viajábamos hacia América.6

Por venir de una obra escrita con el objeto de loar las realida-des del régimen, puede pensarse que la descripción de Almoina exagere la flexibilidad del proceso consular. Utilizada dentro de definiciones oficiales escritas de la decepción agricultora, la cita de Almoina es también empleada para construir la imagen de la traición disolvente, como en el Libro blanco del comunismo en la República Dominicana, obra que años más tarde (1956) se empeñaría en extender la imagen del colectivo inmigrado ha-cia la noción de la inoculación comunista. En cualquier caso, de un modo relativamente inesperado, es el propio régimen el encargado de confirmarnos la ausencia de un control propio en el logro de sus objetivos migratorios.

Probablemente Almoina no llegase al país por medio del SERE, el organismo de evacuación instalado en París por el presidente Juan Negrín, con el cual finalmente acordó la inmi-gración el Gobierno dominicano. Probablemente se hallase en el núcleo de los que estuvieron llegando de modo espontáneo, por no hallarse en campos de concentración y por contar con recursos pecuniarios para emprender el exilio, en el marco de unos trámites que los enfrentaron con cónsules que interro-garon sus motivos y resolvieron con relativa independencia de la gestión de una inmigración agricultora a través del SERE. Sin embargo, como veremos un poco más tarde, tampoco los llegados por gestión del SERE pareció existir control, dado que sólo el 4 por ciento declaró a la autoridad dominicana ser agricultor, hecho que abona una tesis crítica sobre el diseño de una política de interés agrícola o demográfico.

6 Tomado de SEI, Libro blanco del comunismo... pp. 29-40 (cursivas de JA-BGR).

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Antes de la adopción de la política de inmigración masiva, las secciones consulares dominicanas de París, Burdeos y El Havre recibieron instrucciones básicamente relacionadas con el asunto de visar o no visar el internamiento de españoles. Tiempo después, a medida que avanzaron las negociaciones con el SERE, se establecería que a los refugiados se les exigie-se un depósito de cincuenta dólares por persona (mayores de 18 años), para sufragar sus primeros gastos de instalación en el país. Dicho depósito fue luego incrementado a ciento seis dólares, seis de los cuales se destinaban a pagar un impuesto en beneficio de la Cruz Roja.

La documentación oficial a la que puede por el momento accederse no es contundente en cuanto a reflejar el papel de los representantes diplomáticos dominicanos en Francia ni la naturaleza de los arreglos que sostuvieron con el SERE. Algo que claramente arroja su consulta es que los siete embarques masivos que recibiría la sociedad dominicana correspondie-ron a la gestión de ese organismo, más allá de que el estable-cimiento formal de la Junta Pro-Inmigración fuese posterior a los dos primeros embarques (Flandre y Saint Domingue, 7 y 9 de noviembre de 1939) e, incluso, a la llegada del mismo Fernández ossorio y Tafall el día 30 de noviembre.

El origen de los arreglos con el SERE se esboza en la carta enviada a Ciudad Trujillo en febrero de 1940 por el entonces director del SERE en París, señor Alejandro Viana, señalando al representante del organismo en la Junta, ingeniero Félix de los Ríos, lo siguiente:

Hoy he cablegrafiado a Vd. haciéndole saber que el Ser-vicio cuya dirección tengo a mi cargo ha cumplido fiel-mente los compromisos contraídos por mi ante cesor, Sr. Tafall con el Encargado de Negocios interino Sr. Rubiro-sa; puedo decir que los ha cumplido con exceso como se demuestra en el escrito entregado anteayer en mano[s]

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del Sr. Ministro de la República Dominicana, del cual envío a Vd. una copia... Dos mil españoles, en términos redondos, mejor menos que más, han sido enviados a esa República en cuatro embarques y para cada uno de ellos, desde la edad de 18 años, el S.E.R.E. hizo el depósito de 50 dólares, independientemente de los 6 de impuesto de residencia... No estará de más hacer notar que se hicieron también los depósitos, sin obligación alguna, de muchos que embarcaron en tránsito con destino a Venezuela y Cuba...7

«Compromisos contraídos por Tafall con el Sr. Rubirosa [Porfirio]», encargado de Negocios interino en la Legación dominicana en París, en la que mandaba Virgilio Trujillo Molina, enviado extraordinario en la Conferencia de Evian y ministro plenipotenciario en Bélgica y Francia. Sujeta a po-sibles interpretaciones, de momento esta efeméride desplaza de Washington a París el espacio en donde usualmente se ha situado el origen de las pláticas por la inmigración.8

«Compromisos contraídos y cumplidos en exceso en el en-vío de depósitos». Sobre esta afirmación se volverá más tarde.

Pocos tenían nociones precisa de la política que los llevaba a la isla de Santo Domingo. Algunos se creaban expectativas de poblaciones salvajes, exóticas a lo Gauguin. otros, la asimilaban en la idea de una América pujante y sofisticada, al estilo esta-dounidense. El señor Pinto, por ejemplo, argumentaba de la siguiente manera su interés porque se le ayudara en el trámite consular del visado:

7 Alejandro Viana a Félix de los Ríos, París, 7 de febrero de 1940. AFSA, SERE, exp. 7-8.

8 B. Vega, La migración española..., pp. 93-95.

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Aprovecho esta carta para darle a Ud. los detalles de lo que pienso hacer en Santo Domingo. Siendo carnicero [...] he tomado la resolución de abrir una carnicería, de mismo estilo y presentación Parisienne, creo que será una buena idea, y en mismo tiempo útil para la ciudad donde la voy a abrir, porque en el mismo rato pienso educar alumnos que sean capaces de trabajar la carne al modo de París.9

Solo un núcleo intelectual, que había viajado por el conti-nente o poseía vínculos informativos con la realidad latinoame-ricana, tenía noticias precisas sobre la dictadura dominicana y sobre la personalidad del dictador. Incluso personas instruidas desconocían estos aspectos, cosa elocuente en el testimonio de quien entonces era un recién egresado joven ingeniero mi-litar:

Sabíamos que íbamos a ir a Santo Domingo, conocía histó-ricamente dónde está la isla y que había llegado ahí Colón y todas esas cosas [...] nos decían que íbamos a Ciudad Trujillo, pero yo no encontraba en ningún mapa, que yo buscaba en el campo de concentración en la Espasa [Cal-pe], «Ciudad Trujillo», porque nada más que veía Santo Domingo, nadie sabía qué cosa era ésa, ni qué íbamos a hacer allí.10

Entre los que migraron por conducto del Servicio de Eva-cuación sin duda tampoco cupo alguna política de socializa-ción respecto de los fines inmigratorios del Gobierno domi-nicano. Como han señalado diversos autores y como la misma

9 Aníbal Pinto a Bernardo Giner de los Ríos, París, APBGR, 27 de diciem-bre de 1939.

10 Entrevista al ingeniero Ángel Rayo del Campo, Ciudad de México, 20 de julio de 1989. El testimonio tiene interés porque denota el desconoci-miento del aberrante cambio de nombre que sufrió durante la dictadura la primera capital de América.

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documentación relativa a la organización de los contingentes rumbo a la República Dominicana deja verlo,

el SERE no realizaba por si la selección de los susceptibles de evacuación, sino que a partir de los considerados «emi-grables», asignaba una proporción a cada una de las orga-nizaciones [políticas] por él representadas.

Desde una óptica de prioridades de orden político, los par-tidos en el exilio entendían por «emigrable», en primer lugar, «los cuadros políticos y sindicales con responsabilidad».11 En otras palabras, el SERE asignaba cuotas de emigración a los partidos políticos del exilio español y éstos decidían quienes migrarían, no en función del perfil presuntamente persegui-do por la política dominicana, sino en función de estrategias de auto-preservación.

Incertidumbres de ese tipo marcaron la salida del grueso de los emigrantes. Un reducidísimo grupo de ellos llegó al país con perspectivas de vida concretas, basadas en relaciones pre-viamente creadas, como es el caso, por ejemplo, de los profe-sionales y académicos que se vincularon con Julio ortega Frier, rector de la Universidad de Santo Domingo, por mediación de Fernando de los Ríos.

2. La llegada de los refugiados al país

Como acaba de indicarse, a poco de terminada la Guerra Ci-vil [Española] comenzaron a llegar al país pequeños grupos de refugiados, a bordo de vapores como el Bretagne, el Borinquen o el Coamo, que usualmente surcaban los circuitos del Atlántico americano entre Nueva York, Puerto Rico, Cuba y México. Esos

11 Fernando Termis Soto, Constitución y crisis de las organizaciones..., pp. 413-430.

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grupos se integraban mayormente de iniciativas de tipo indivi-dual que coincidían al momento de emprender el trayecto final hacia la República Dominicana. Hasta el mes de noviembre de 1939, los mayores agrupamientos, arribados directamente des-de Francia a bordo del Bretagne, no excedieron la veintena de personas. El testimonio de Jesús de Galíndez ilustra las pers-pectivas que animaron este tipo de llegada:

Puedo explicar mi propia experiencia personal. Muchas veces me han preguntado la razón de mi traslado a Santo Domingo. Yo tenía 24 años, y quería evitar la masa de refu-giados en la que sobraban personalidades que me hubie-ran dificultado abrirme camino; por eso busqué desde el principio un país pequeño.12

Antes de que llegara el primer contingente importante (a bordo del Flandre, en noviembre de 1939), las autoridades dominicanas estimaban en 400 el número de refugiados en el país. La mayoría de estas personas tendió a ubicarse en la ciudad capital, ya fuera porque contaban allí con contactos, porque disponían de recursos, o por la sencilla razón de que Santo Domingo concentraba las oportunidades laborales y era punto de gestión para las ayudas y la nueva emigración.

La llegada de estos primeros núcleos pasó desapercibida para el grueso de la sociedad dominicana. Si bien su presencia no tardó en estimular ciertos ámbitos culturales, como el del Ateneo Dominicano (que durante semanas consecutivas pro-gramó disertaciones de los llegados), o el de la enseñanza (con el establecimiento del Instituto Cristóbal Colón, el renombra-do «colegio de los españoles», que pronto captó la simpatía de los sectores pudientes de la ciudad capital),13 la percepción del fenómeno del exilio español se restringía a la clase media de

12 J. Galíndez, La Era de Trujillo..., pp. 382-383.13 «El Colegio de los españoles», Cosmopolita, año XXI, no. 465, p. 10.

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la ciudad de Santo Domingo. La prensa dedicó al tema de los refugiados españoles escasas referencias, inmersas en el des-pliegue publicitario que acompañó las negociaciones con la DoRSA, limitándose las más de las veces a anunciar la llegada de personalidades.

El arribo del Flandre al puerto de Santo Domingo produjo la primera impresión colectiva sobre el exilio español. El barco tocó puerto a media mañana, siendo contados los que sabían que desembarcaría un contingente de refugiados, cosa que no impidió que el rumor corriera y que una multitud de dos mil personas se apretujara bajo la lluvia pertinaz a presenciar su descenso. Según la prensa, quizás nunca había desembarcado un contingente civil de extranjeros tan numeroso, cosa que impresionó en tal modo al reportero del diario La Opinión que lo invitó a expandir su usualmente breve nota «Movimiento del Puerto» hasta hacerla incluir la lista completa de los «dis-tinguidos profesionales, estudiantes, agricultores, industriales, periodistas, artistas, etc.» que visitaban el país, incluidos los nombres y ocupaciones de la gran mayoría de ellos.14

No hubo recepción de carácter oficial a los llegados, como sucedió en México con el Sinaia, por ejemplo. Según señaló el diario La opinión, un «Comité Especial» –integrado por quienes tres días después establecerían formalmente la Junta Pro-Inmigración Española– se encargó de recibir al grupo y de repartirlo por la ciudad.

El tema de la colonización agrícola no se hizo presente a la llegada del Flandre. La prensa no comentó nada sobre el particular en los días posteriores, a no ser un aislado editorial de La Opinión que invitaba a revisar la panacea de las inmigra-ciones agricultoras, argumentando en favor del estímulo de inmigraciones de base urbana, que producirían una saludable

14 «El trasatlántico Flandre trajo hoy para nuestro país 288 refugiados», La Opinión, 7 de noviembre de 1939. Según el diario, hasta entonces habían desembarcado grupos de un máximo de cien personas.

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ampliación del mercado interno en lugar de fomentar un ex-cedente agrícola de difícil realización.15

Tampoco los discursos raciales e hispanistas tuvieron mayor eco en la prensa escrita de aquellos primeros días. Uno de los pocos artículos que recoge las tesis oficiales sobre la amenaza racial a la soberanía representada por Haití y la inmigración española es el firmado por Rafael A. Sánchez quien, tras re-flexionar sobre el derecho histórico de los refugiados de ser recibidos en el país y sobre la obligación colectiva de colaborar en su incorporación a la sociedad dominicana, afirmaba:

Y lo que hagamos por ellos ahora nos lo han de devolver en robustecimiento y afirmación de hispanidad que es, para nosotros en un sentido más extenso y más urgente que para cualquiera de los pueblos de América, la creación de una seguridad y la seguridad de una perduración.16

Los pasajeros del Flandre tendieron a permanecer en la ciudad de Santo Domingo, como tendieron a hacerlo en Puer-to Plata los 66 llegados dos días más tarde a bordo del Saint Domingue. No existía todavía ningún programa en torno a la colonización agrícola y quienes dirigieron sus pasos hacia el interior lo hicieron con base en relaciones de tipo personal que les garantizaban medios de vida. Muchos salieron a poco de llegar para dirigirse a otras repúblicas americanas como Venezuela.

El contingente del Flandre puso de manifiesto la verdade-ra capacidad del país en cuanto a absorción de refugiados. A tres días de llegado el barco, un editorial del diario La Opinión comentaba las difíciles tareas de acomodo de los refugiados, lla-mando a no contagiarse «con las timideces y pusilanimidades

15 «Un nuevo impulso a la inmigración. Viejo criterio que no debe ser tan absoluto», La Opinión, 7 de noviembre de 1939.

16 «Nuestra prueba de hispanidad», La Opinión, 23 de noviembre de 1939. (cursivas de JABGR).

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de otros» y a seguir apoyando la política inmigratoria del régi-men.17 Cinco semanas más tarde, la misma columna editorial describía la situación de la siguiente manera:

El gobierno y el pueblo dominicano han abierto los brazos a los inmigrantes [...] Muchos, gracias a esta disposición de ánimo, han encontrado una llevadera situación, pero el número llegado ha sido tan elevado, que hay un remanente que todavía no tiene perspectivas de trabajo de ninguna especie. Hasta ahora se han sostenido con los modestos ha-beres que trajeron pero éstos se han agotado [...] de modo que dentro de pocos días su situación se hará sumamente apurada. Ahora se anuncia la próxima llegada de un nuevo contingente [...] tan numeroso o más [...] de modo que el problema se hará más agudo.

Ante esta situación, la redacción del diario hacía el siguiente llamado:

En esta emergencia, hemos observado una cosa que nos ha producido una profunda pena y es la indiferencia mostra-da por muchos de los elementos españoles radicados de antiguo [...] hacia sus recién llegados compatriotas, no obstante el hecho de que los inmigrantes lo primero que han hecho al llegar [...] ha sido dejar de lado toda actividad o manifestación de carácter político [...]. Algunos de esos ele-mentos [...] exponiéndose a aprehensiones de los más in-transigentes, han adoptado una actitud más humanitaria, y discretamente han tendido ayuda [...] No debe perderse de vista un hecho capital. La llegada de los inmigrantes ha creado a nuestro país un serio problema. Los españoles re-sidentes [...] que aquí encontraron hospitalidad, que aquí

17 «Los refugiados españoles y la hospitalidad dominicana», La Opinión, 10 de noviembre de 1939.

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han levantado sus negocios, tienen el deber de cooperar [...] cuando no por patriótica solidaridad hispánica, por los deberes que tienen con nosotros, los dominicanos.18

Al arribar un mes más tarde al puerto de Santo Domingo el trasatlántico La Salle transportando 770 refugiados, los pro-blemas logísticos que enfrentaba la Junta Pro-Inmigración Española (JPE) se vieron multiplicados, dado que el contin-gente casi igualaba al que radicaba ya en el país en situación generalmente precaria. Esto planteó la necesidad de derivar parte del mismo hacia ciudades secundarias como San Pedro de Macorís, puerto hacia el que partieron a pocas horas de llegar alrededor de 200 personas.

El La Salle planteó, asimismo, el que fuesen estimulados los proyectos de colonización agrícola, para poder albergar pro-ductivamente a los refugiados que carecían de empleo.19 En una visión excesivamente optimista, si no es que abiertamente mistificadora, el Plan de Colonización remitido al SERE por Félix de los Ríos y Augusto Pedrero en los primeros días del mes de diciembre describía lo siguiente:

Se cuenta con un mínimo de siete colonias... algunas de ellas a punto de ser terminadas las viviendas provisionales y en las aptas para regadío ya están efectuadas las obras de riego. La capacidad de absorción del país... es ilimita-da, con respecto al número de los que aún quedan en Francia.

Los primeros asentamientos se realizarían en terrenos vír-genes de Colonias Agrícolas existentes, como Medina, Pedro

18 «Los españoles deben ser los primeros en ayudar a los españoles. Un hecho capital», La Opinión, 16 de diciembre de 1939. (Cursivas de JA-BGR).

19 «En la Junta Pro-Inmigración Española», La Opinión, 29 de diciembre de 1939.

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Sánchez y San Rafael de El Llano, al tiempo que se seleccio-naron otros para el establecimiento de nuevas colonias, como Juan de Herrera y Villa Trujillo.20

Antes de que llegase el La Salle había partido hacia El Lla-no un pequeño grupo de cuarenta personas que atendieron el llamamiento que las autoridades de la Junta les hicieron en cuanto a la posibilidad de dedicarse a la agricultura. Fidel Miró, líder de la Federación Ibérica de Juventudes Libertarias durante la guerra, recuerda que en su decisión de partir hacia El Llano medió la dificultad de subsistir en Santo Domingo, sin posibilidad alguna de empleo y el fastidioso ambiente allí creado de «todo el mundo detrás de visas para salir y detrás de las dádivas de las Hispano Confederadas», lo que revela la situación angustiosa que para muchos comenzaba a ser ya la experiencia migratoria en el país.21 A la de Medina llegaron por esos mismos días alrededor de 13 personas, entre ellas el matrimonio Brusiloff, su pequeña hija María y el escritor Eduardo Capó Bonnafous.

El establecimiento de refugiados en Juan de Herrera se realizó a principios de 1940, de manera desorganizada y bajo una lógica que obedecía mayormente a la necesidad de quitar presión a las ciudades. Proudhon Carbó refiere cómo, hacia el primer mes de hallarse en Santo Domingo, los llegados en el La Salle fueron convocados por un funcionario de la Secretaría de Agricultura que, luego de explicarles las limitaciones del

20 La colonia Pedro Sánchez se situaba a unos quince kilómetros de la po-blación de El Seibo, en el Este de la isla, lo mismo que Villa Trujillo, esta-blecida en el municipio de El Valle cerca del rústico poblado de Sabana de la Mar. El Llano se encontraba a seis kilómetros del puesto fronterizo de Comendador, y Juan de Herrera –conocida entre los refugiados como «El Corral de los Indios» por su cercanía con el sitio arqueológico que lleva ese nombre– se hallaba a cinco kilómetros de San Juan de la Magua-na, en el suroeste. Medina se ubicaba en el centro de la franja sur, cerca del poblado de San Cristóbal, a escasos kilómetros de la ciudad capital.

21 «36 españoles salen para El Llano», La Opinión, 5 de diciembre de 1939. Entrevista al señor Fidel Miró, ciudad de México, 8 de julio de 1989.

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medio urbano nacional para incorporarlos laboralmente, les planteó la posibilidad de que se les asentase en Juan de Herre-ra, idea a la que se acogieron anarquistas como él que, con op-timismo, vieron en ello la romántica posibilidad de construir la comuna natural: «Yo me alegré, me pareció una gran noticia porque veía la posibilidad de crear un centro comunista primi-tivo, aquello de poner todo el mundo el trabajo, los frutos del mismo y dividirlos. Pues me pareció ideal aquello. Un sueño utópico».22

Aunque existían perspectivas de este tipo, sólo un pequeño grupo de cerca de veinticinco personas salió rumbo a Juan de Herrera el 15 de enero de 1940. Algo menor era el que había partido días antes rumbo a Pedro Sánchez.

Un nuevo contingente de 547 refugiados llegó al puerto de Santo Domingo a bordo del Cuba el 11 de enero de 1940, agra-vando la presión que el grupo presente hacía sobre recursos escasos como el alojamiento, el empleo y las ayudas de soste-nimiento. De nuevo, la JPE se vio en la necesidad de derivar segmentos del mismo hacia otras ciudades. Cerca de la mitad fue despachada a la ciudad de La Vega, en la región central de la isla. Un grupo de alrededor de ochenta personas llegó el día 13 al puerto de San Pedro de Macorís.

A pesar de impresiones locales de agrado ante el panorama citadino que «embellece la muchedumbre blanca»,23 la llegada del Cuba acentuó los problemas de los exiliados en la ciudad de Santo Domingo. La falta de trabajo y las escasas posibilidades de lograr que los organismos de ayuda sufragasen el traslado a países para los que ya se tenía visado hizo que muchos se aven-turasen a embarcar en pequeñas goletas dedicadas al cabotaje entre las islas para, eventualmente, llegar a Venezuela, Cuba,

22 Entrevista al señor Proudhon Carbó y señora, ciudad de México, 15 de julio de 1989. Años después, el señor Carbó editó su autobiografía liber-taria en Yanga Sácriba, México, Plaza y Valdés, 1991.

23 Manuel Gil Ruiz, «Impresiones», Listín Diario, 26 de enero de 1940. (cur-sivas JABGR).

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Insignes anarquistas españoles

Fidel Miró. Mariano Viñuales.

Pedro Vallina. Severino Campos.

José Peirats.

Fuentes: Fidel Miró: http://fal.cnt.es/?q=node/29709; Viñuales: http://anarco-efemerides.balearweb.net/page/17; José Peirats: http://laamapolalibertaria.blogs-pot.com/2011/09/como-por-ejemplo-jose-peirats.html; Vallina: http://antiguaweb.cgtandalucia.org/IMG/jpg_vallina.jpg; Severino Campos: http://cnt-hospi.blogspot.com/2007/12/desde-este-pequeo-apartado-de-nuestra.html

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Colombia o Panamá.24 En la ciudad de Santo Domingo, podían verse grupos de refugiados desocupados en calles y plazas como el parque Colón y el Independencia, o frente al local de la JPE, gestionando ayudas para el sostenimiento.

Esto sucedía precisamente en los días en que una comisión, integrada por representantes del Departamento de Estado nor-teamericano, del Comité Intergubernamental y de la DoRSA, visitaba nuevamente el país con el objeto de examinar sobre el terreno las condiciones para llevar a efecto el Contrato suscrito el 11 de enero de 1940 entre el Gobierno dominicano y la DoR-SA.25 La Comisión se integraba por R. T. Pell, asistente en jefe de la División de Asuntos Europeos del Departamento de Es-tado; S. C. Morris, del Comité Intergubernamental creado en Evian por los gobiernos aliados; J. N. Rosenberg, presidente de DoRSA, y P. Van Zeeland, de la Fundación Coordinadora.26

La comisión, cuya importancia ante Roosevelt era de interés estratégico para Trujillo, fue recibida con júbilo por el Gobier-no, quien hizo todo lo posible por sostener la oferta. Miembros de la misma pudieron percatarse de la situación de precariedad que mantenía el exilio español en el país, sostuvieron contactos con el organismo encargado de su asentamiento y reflejaron sus experiencias en reportes sobre el particular. El 26 de marzo de 1940, por ejemplo, dos meses después de haber visitado la isla, Rosenberg recibía la siguiente opinión del señor Rich, agente del proyecto: «Yo pensaría que sería importante resol-ver el problema de los refugiados españoles si va a existir un

24 Las estadísticas dominicanas registran 254 españoles salidos en los meses de enero y febrero de 1940, sin especificar su destino. Por la prensa de esos días puede saberse que muchos embarcaron rumbo a Curazao y Venezuela.

25 Contrato concluido entre República Dominicana y la Asociación para el Estable-cimiento de Colonos en la República Dominicana. Gaceta oficial, no. 5420, 28 de febrero de 1940.

26 «El establecimiento de refugiados en la República Dominicana», La Na-ción, 12 de abril de 1940.

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Infome actividades refugiados españoles, Secretaría de lo Interior y Policía. Fuente: AGN, fondo Presidencia de la República.

F e r -mín No-tario Gil

Ja ime Pascual

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procedimiento ordenado en el programa de reasentamiento de refugiados en Santo Domingo».27

Al régimen no le convenía que el fracaso experimentado con la inmigración llegara a conocerse en el Departamento de Estado cuando éste, justamente, mostraba interés en la ofer-ta de Evian y avanzaban los planes con la DoRSA en cuanto al establecimiento de la Colonia judía de Sosúa. Sobre todo, considerando el hecho de que ya circulaba en el ambiente es-tadounidense versiones como la del señor Persio C. Franco, dominicano exiliado en Washington D. C., que denunció siste-máticamente el carácter anti-democrático de la decisión toma-da en la Conferencia de admitir –sin consultar al pueblo y al Congreso dominicanos– hasta 100 mil refugiados centroeuro-peos.28 Tema sobre el que incurriría años más tarde el afamado informe de la Brookings Institution.29

Es dable imputar a esta visita, que dejaba impresiones como la del señor Rich, el cambio que se operó en las estrategias de recepción y asentamiento desarrolladas por la JPE que, en lo sucesivo, parecieron orientarse a quitar de la vista el problema urbano derivado de la exigua capacidad de asimilación de los llegados por la sociedad dominicana.30

27 C. Gardiner, La política…, p. 78.28 Desde el mes de enero de 1940, el señor Franco movilizó su denuncia

a través de cablegramas enviados a personalidades como Robert T. Pell, asistente en jefe de la División de Asuntos Europeos del Departamento de Estado, cosa que llegó a inquietar al Gobierno dominicano. AGN, FP, Secretario de Estado de Relaciones Exteriores a Presidente de la Repú-blica, Ciudad Trujillo, 24 de febrero de 1940.

29 Sobre el afamado informe afirma Carmen Cañete: «Tal fue el fracaso del programa de inserción inmigratoria en la República de Trujillo que la Brookings Institution inició en 1942 una minuciosa investigación acerca de las condiciones de vida en el país y su capacidad para acoger extranjeros. La valoración final de este sondeo, llevado a cabo por especialistas de la Johns Hopkins University bajo el título de Refugee Settlement in the Dominican Republic, fue poco favorable, por no decir nefasta, para los propósitos de Trujillo». C. Cañete, «Aspectos sobre raza y nación en..., p. 36.

30 Hasta qué punto le interesaba al régimen demostrar que el país estaba ca-pacitado para absorber hasta cien mil refugiados europeos, lo expresaría

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Carta de Altagracia Díaz, dueña de Pensión, suplicando ayuda a Trujillo por las deudas de 28 refugiados españoles. Fuente: AGN, fondo Presidencia de la República.

A l -tagracia Díaz

Rafael Leonidas Tr u j i l l o Molina

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El primer cambio se operó en la distribución de las ayudas para subsistencia que daba la Junta en su administración de los depó-sitos hechos por el SERE en Francia. Desde mediados de enero, amenazó con retirar el subsidio de cinco dólares que entregaba a aquellos que demostrasen no tener trabajo. El 18 de enero, el señor Venancio Almirall, llegado en el Cuba, escribía desde San Pedro de Macorís a un conocido suyo radicado en la capital:

Ayer me informé que llamaron a una reunión a todos los compañeros que llegaron en el «De La Salle», comunicán-doles que la solución de sus problemas es el campo y como quiera que dentro de pocos días me corresponderá a mí otro tanto, mucho le agradecería [...] si pudiera conseguir-me [...] cualquier trabajo que me permitiera cubrir mis necesidades, ya que veo que es bastante difícil encontrarlo en mi cometido de contable-mecanógrafo.31

Después, la Junta anunció que no pagaría más hospedaje, argumentando la cuantiosa deuda que tenía con dueños de viviendas, pensiones y hoteles de diversas ciudades del país.32 Evidentemente, lo que dejaban planteado esas medidas era que no se entregaría el subsidio de cinco dólares a quien no se trasladase al campo. De la reunión referida por Almirall se constituyó un grupo de alrededor de cien personas que sería asentado cerca de Villa Altagracia, en La Cumbre, colonia conformada estrictamente por españoles.33 También rumbo a Constanza fueron trasladadas unas cuarenta personas.

de manera suficientemente clara la controversia con la Brookings Insti-tution acerca del desfavorable informe elaborado por ésta sobre el parti-cular. Véase Gobierno Dominicano, Capacidad de la República Dominicana para absorber refugiados europeos, Ciudad Trujillo, Impresora Montalvo, 1942 (editado también en inglés).

31 Venancio Almirall a Bernardo Giner de los Ríos, San Pedro de Macorís, APBGR, 18 de enero de 1940.

32 «A los refugiados no se les pagará más hospedaje. Junta Pro-refugiados Españoles», Listín Diario, 20 de febrero de 1940.

33 Entrevista al señor Ángel Roig, ciudad de México, 15 de agosto de 1989.

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Granell «Merengue». Fuente: diario La Nación, Santo Domingo, 26 de mayo de 1940.

Arriba la colonia agrícola de Dajabón debajo colonia agrícola de El Llano. Fuente: AGN, fondo Presidencia de la República.

«Yo me voy a la manigua, con mi machete a pelial...»

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Sin embargo, de mayor efectividad en cuanto a asentar a los refugiados en las colonias agrícolas sería la política que se siguió con los desembarcos posteriores. El 24 de febrero llegó nuevamente el La Salle a Puerto Plata, transportando un con-tingente de 734 refugiados. A diferencia de los desembarcos previos, la movilidad de los pasajeros del La Salle fue restrin-gida. La mayor parte del grupo –quinientas personas según la prensa– fue enviada en tren a Santiago, la segunda ciudad del país, para abordar allí camiones que los trasladaron a la colo-nia agrícola Libertador, a escasos kilómetros de Dajabón, en la frontera con Haití. otro grupo de alrededor de cien personas fue despachado hacia la «Granja Agrícola Generalísimo Rafael L. Trujillo» cercana a la ciudad de San Francisco de Macorís, en la zona central de la isla. Un tercer grupo de cuarenta per-sonas fue despachado a La Vega. Pocos de los llegados toma-ron otro destino, pues debían mostrar recursos monetarios suficientes para poder hacerlo.34

Una determinación similar se siguió con el último desem-barco que recibió el país, de alrededor de quinientas perso-nas, el 16 de mayo de 1940. Alrededor de trescientos de los llegados en él fueron trasladados directamente a las colonias Pedro Sánchez y Villa Trujillo, otros cien conformaban el gru-po destinado a Juan de Herrera y alrededor de treinta el que se envió a Dajabón.35

Con esos métodos logró el régimen poblar las Colonias Agrí-colas destinadas a los refugiados españoles, evitando su presión política y demográfica sobre las ciudades. El éxito fue sólo mo-mentáneo y, más que evitar la concentración de los españoles en las ciudades, la difirió, pues pocos lograron adaptarse a las duras

34 Entrevista a Álvaro Muñoz Custodio, PHo-10-Esp/13. Dirección de Es-tudios Históricos-Instituto Nacional de Antropología e Historia/ Direc-ción de Archivos Estatales-Ministerio de Cultura de España (en adelante DEH-INAH/DAE-MCE).

35 «230 refugiados rumbo a Pedro Sánchez», La Nación, 20 de mayo de 1940.

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Colonos de Juan de Herrera. Fuente: AGN, fondo Presidencia de la Repú-blica.

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y desoladas condiciones de la vida rural en las Colonias, con lo que se produjo, más temprano que tarde, un éxodo continuo desde ellas. Las condiciones sanitarias, el régimen dietético, el aislamiento y el clima resultaron factores adversos. Sólo las Co-lonias de Medina, La Cumbre y Constanza permitían adaptarse a la transición entre el clima mediterráneo y el abrasivo trópico de los confines de la frontera haitiana. El paludismo –muy di-fundido entonces–, unido a la escasa dieta que permitía el nivel de subsidio por persona, minó los recursos físicos de gente que ya se hallaba debilitada desde mucho tiempo atrás.

Sin embargo, no sólo las características de los colonos de-finieron el fracaso de los asentamientos agrícolas. De contar con apoyo, sus enclaves pudieron haber prosperado, aunque no alcanzasen a crear condiciones para su arraigo definitivo. La difícil coyuntura internacional de los primeros años de la Primera Guerra Mundial, con las aguas del Caribe intransita-bles por la presencia de submarinos alemanes y el refuerzo de los controles migratorios internacionales, obligó a muchos a permanecer en las colonias, viviendo de la agricultura o de otras actividades en el medio circundante. Pero la ausencia de una política de apoyo precipitó el fracaso de los asentamien-tos. La historia cotidiana del modo en que se desarrollaron deja ver el interés real puesto por el régimen en el logro de la inserción del exilio en la sociedad dominicana, cuestionando seriamente los argumentos oficiales sobre el fracaso de la polí-tica de inmigración

La llegada de los refugiados a las colonias agrícolas se pro-dujo de modo desorganizado y acompañada de carencias de todo tipo. El informe que remitió el 7 de marzo de 1940 el agrónomo encargado de la colonia Juan de Herrera al secre-tario de Agricultura, Industria y Trabajo sobre el proceso de instalación de los colonos españoles es una muestra elocuente de ello. Leamos porciones del mismo.36

36 Secretaría de Estado de Agricultura, Industria y Trabajo, Informe que rinde el Agrónomo de la Colonia Agrícola de «Juan de Herrera» al Hon[orable] S[eñor].

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En esos días la colonia tenía registrados veintitrés colonos, que sumaban 41 personas pues había once matrimonios con niños. Los primeros colonos se habían incorporado el 15 de enero, «equipados cada uno de ellos con un lote de imple-mentos agrícolas que, sin ser completos, eran suficientes [...] para atender a los primeros trabajos de limpieza [...] de las tierras». Momentáneamente fueron alojados en casas cedidas por vecinos de San Juan de la Maguana, pues en la colonia no se habían construido aún las destinadas a su alojamiento. A los colonos se les posesionó de parcelas y el trabajo de limpieza de las mismas comenzó dos días después.

El mismo día 17 [...] solicité al jefe del Distrito Agrícola, arados, yuntas y mulos, no pudiendo conseguir, hasta el día 22 [...] nada más que tres arados, los cuales hubo que ajustar, cambiarles de reja y adicionarles cuchillas que no tenían [...] como no veía posibilidad de que el Distrito [...] me facilitara yuntas y mulos, ni implemento agrícola ma-yor alguno [...] a pesar de solicitar[los] constantemente [...] marché a Ciudad Trujillo, el día 2 [...] en donde di cuenta de la situación en que se encontraba la Colonia a los responsables de la Cooperativa Pro-Inmigración Espa-ñola [se refiere a la JPE]. El Vocal de ésta [...] me autorizó para que, hasta tanto se facilitara a la Colonia, por el Distrito [...] o por esa. [...] Secretaría [...] las yuntas indispensables, alquilara las precisas [...] El día 26 de enero regresé a ésta [...] con dos colonos más equipados como los llegados an-teriormente [...] que, en unión de dos más llegados en mi ausencia, pero sin herramienta alguna [...] hacían un total de dieciocho.

El agrónomo alquiló yuntas y los trabajos de preparación de tierras para siembra comenzaron. Pudieron

Secretario de Agricultura, Industria y Trabajo, San Juan de la Maguana, 7 de marzo de 1940.

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conseguir tres arados más, pero que todavía no ha sido posible utilizar por ser preciso cambiarles de reja y adicio-narles cuchillas [...] Como, por otra parte, los dieciocho colonos llegados vivían [...] en esta población de San Juan, en casas alquiladas, decidí ir nuevamente a Ciudad de Tru-jillo y recibir instrucciones sobre el particular.

El 4 de febrero, la Secretaría de Agricultura indicó a Cazaña dar paso a la construcción de cinco casas en la colonia y le ofreció que

en cuanto a yuntas [...] e implementos, así como [al] im-porte de la consignación para manutención durante el segundo mes, se enviaría [...] fondos para atender dichas necesidades.

No habiéndolos recibido el día 16, urgido por las necesi-dades de alimentación de los colonos, Cazaña remitió un in-forme urgente a la Secretaría, insistiendo en que se enviase la manutención para el segundo mes. Tres semanas después no había recibido contestación sobre el particular. Como es-peraba, además, la llegada de nuevos colonos «y en previsión de que se presentasen [...] sin los elementos precisos para su adecuada instalación», el agrónomo cablegrafió a la Secretaría de Agricultura lo siguiente:

«Se presentarán a usted varios españoles con deseos in-corporación esta Colonia. Deben venir con un lote de implementos agrícolas [...] Sería conveniente ordenar [...] Cooperativa Pro-Inmigración Española de San Pedro de Macorís el envío a ésta [...] de un equipo de veinte camas completas.

Los colonos se presentaron sin herramienta y sin camas, «a pesar de haberse entrevistado [...] con el Secretario General

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de la Cooperativa». Más adelante, el agrónomo reporta lo si-guiente:

El día 24 de enero digo de febrero, puse al Secretario General de la Cooperativa Pro-Inmigración Española el siguiente telegrama: «Desde el 15 del presente mes en que venció asignación manutención [los colonos] están sin me-dios económicos [...] siendo 41 personas las que precisan urgencia asignación manutención».

quince días más tarde seguía sin recibir respuesta.

El reporte de Cazaña señala adicionalmente cosas que in-teresa destacar como evidencia del estricto sentido publicita-rio que tuvo para el régimen la política inmigratoria hacia los derrotados de la contienda española. Informa, por ejemplo, que se había sembrado de patata en esos días un total de 36 tareas de terreno, hecho que desmiente el editorial del diario La Nación que un mes más tarde las dio por cosechadas y ven-didas, lo que es botánicamente imposible.37 Refiere, asimismo, los animales y utensilios de trabajo con que contaba la colonia, a dos meses de fundada:

tres arados en condiciones de hacer un buen trabajo, más otros seis ó siete a falta de arreglar, lo que no se ha hecho por falta de medios [...] un mulo [...] y un caballo [...] ad-quiridos [...] por el Administrador de la Colonia [...] un caballo viejo e inútil [...] que ha tenido que desecharse [...] y [...] otro caballo viejo que tampoco sirve.

No es necesario señalar las consecuencias que esta falta de organización tuvo en los primeros meses de vida de los refugia-

37 «Colonización progresiva y eficaz», editorial en La Nación, 22 de abril de 1940.

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dos en Juan de Herrera. Proudhon Carbó recuerda que even-tualmente llegaron a trasladarse a la colonia desde San Juan de la Maguana y que, con enormes dificultades, lograron sembrar y cosechar maní y arroz, poco antes de que él, su mujer y la pe-queña Margarita (la última musa del poeta Fabio Fiallo) se tras-ladasen a Santo Domingo para auxiliar en la oficina que John Dos Passos instaló allí para organizar la expedición de los que saldrían hacia el Ecuador como agricultores.38

Sin embargo, mucho antes de que esa expedición se organi-zase, a escasos dos meses del informe comentado, el agrónomo remitió un nuevo escrito al subsecretario de Agricultura infor-mándole que:

por conversación íntima sostenida por el que suscribe con el colono no. 10, ha sabido que el no. 11 se ha ausentado definitivamente para Ciudad Trujillo. Del mismo número he obtenido la confidencia de que, reina entre ellos una desarmonía tal, que se marcharán todos […]. pues […] con $5.00 mensuales no podrán solventar sus gastos par-ticulares y cubrir los gastos de los diferentes trabajos que tienen que pagar […] debido al desconocimiento agrícola de que padece cada uno.39

Enfrentados a terrenos vírgenes sin la herramienta agrícola que les permitiera emprender con eficacia las labores de des-monte y sin recursos para pagar a dominicanos los jornales ne-cesarios para cultivar la tierra, los colonos, lógicamente, tendie-ron a abandonar la labor agrícola para marchar a las ciudades.

38 Entrevista al señor Proudhon Carbó y señora. La expedición, patrocina-da por el Fondo de Reasentamiento del Nuevo Mundo, se compuso de unas sesenta familias y partió hacia el Ecuador en enero de 1941 a bordo del vapor Lovcen, de bandera sueca. Véase además José Peirats, Estampas del exilio en América, París, ediciones CNT, 1950.

39 Secretaría de Agricultura, Industria y Trabajo, oficina de la Colonia de Juan de Herrera, no. 47, 13 de mayo de 1940.

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Juan de Herrera no fue un caso aislado de desorganización en el proceso de asentamiento de los refugiados. No por ser uno de los primeros asentamientos (creado en enero de 1940 pocas semanas después de la visita de Bibiano Fernández os-sorio Tafall), podría considerarse que todo era debido a im-provisaciones de los inicios. A los llegados a la Granja Agrícola Generalísimo directamente desde el La Salle que desembarcó por Puerto Plata les esperaba una situación aproximadamente similar, según recuerda María Bernaldo de quirós Villanueva:

cuando llegamos nos asignaron a cada familia un bohío techado de cana y con piso [suelo] de tierra. Nos daban a cada uno una «colombina», que eran unas camas de ma-dera que usaban en aquella época los pobres. Una colcho-neta, dos sabanitas y un mosquitero. Eso era todo lo que nos daban. Comíamos en el piso al aire libre porque no teníamos ni sillas...40

Integrado por unas cien personas, el núcleo de la Granja no practicó nunca la agricultura, insertándose desde muy pronto, de modo espontáneo, en la vida de la cercana capital provincial de San Francisco de Macorís, a donde muchos iban y venían diariamente. En este asentamiento, por motivos que no es posible conocer, la JPE no realizó, siquiera, una labor de encuadramiento por fomentar el cultivo.

Algo similar ocurrió con los que fueron a la colonia La Cum-bre. El grupo allí instalado, reclutado mayormente entre los que se hallaban provisionalmente en San Pedro de Macorís y Daja-bón, permaneció cerca de dos meses en la ciudad de La Vega

40 Carmen Cañete, «Para mi España y la República Dominicana van de la mano: testimonio de la española Lily de Cassá». Migraciones y Exilios. Cua-dernos de AEMIC, no. 9, 2008, pp. 153-174, p. 164. Casada con el abogado dominicano José Cassá Logroño y radicada todavía hoy en Santo Domin-go, a María Bernaldo de quirós Villanueva se la conoce también como Lily de Cassá.

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esperando que se construyese la veintena de casas que servirían para albergarlos. Ángel Roig recuerda que nunca se les llegó a entregar terrenos para la agricultura y que, durante los casi dos años que vivió en ella, la única agricultura que practicó el grupo se redujo a la que podían acoger los patios anexos a las viviendas.41 A pesar de esto, un editorial de prensa presentó de este modo la situación de La Cumbre:

Personas venidas de «La Cumbre» refieren cómo allí se está formando una pequeña población de españoles y do-minicanos que hacen vida común de afanes y desvelos agrí-colas. Un apreciable número de familias españolas lucen en aquellas alturas predios modernos en los que resalta una siembra maravillosa mediante los nuevos sistemas agrí-colas a que nos hemos referido. Conviven allí, en fraternal inteligencia, extranjeros y nativos. El caserío aumenta con creciente actividad, la mente campesina del criollo se abre también a la comprensión de nuevos métodos de arquitec-tura rural con que remplazar las viviendas estrechas, obs-curas y de pobrísimo aspecto, enemigas de la salud, que desde los tiempos del indio existen en nuestros campos.42

El grupo de La Cumbre fue uno de los más duraderos, cosa que quizás se debiese a que el clima allí era favorable y a que estaba mejor comunicada con la capital.

Lo contrario ocurría en Dajabón, lugar al que llegó el contin-gente más numeroso, exceptuada la capital. El clima allí es muy caluroso y el terreno semidesértico. A los llegados a Dajabón se les instaló en barracas construidas previamente. Los que no cupieron en ellas fueron alojados en el pueblo y en bohíos ale-daños a la colonia. Transcurridos seis meses no habían desarro-

41 Entrevista al señor Ángel Roig. 42 «Un nuevo aspecto de la colonización agrícola dominicana», La Nación,

17 de mayo de 1940.

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El emplazamiento de la Colonia La Cumbre. Fuente: AGN, fondo Presiden-cia de la República,

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llado ningún tipo de actividad agrícola y se limitaban a vivir con el pequeño subsidio que recibían de parte de la JPE. quienes vivieron allí recuerdan que el discurso oficial de recepción hizo énfasis en torno a la idea de la barrera racial frente a Haití. Hay quien, incluso, recuerda que algún encargado les informó que por su incapacidad para el trabajo agrícola quedaban en plena libertad de moverse por el territorio nacional.43 La única activi-dad desarrollada en la colonia fue la construcción de un canal de riego, según recuerda el señor José Farreras, quien, junto con otros miembros de las Juventudes Socialistas Unificadas de Cataluña, saldría más tarde rumbo a Pedro Sánchez atendiendo indicaciones de procurar el reagrupamiento de los comunistas españoles en la isla.44

La supervivencia en las barracas y viviendas de Dajabón se tornó, incluso, imposible, por la dilación en la entrega de los subsidios. Esto, junto con otros aspectos de la dinámica de asentamiento de los refugiados en las colonias, quedó plasma-do en el siguiente testimonio:

He llegado a esta República el 24 de febrero último en el La Salle y mi asombro fue grandioso cuando fuimos trasla-dados de Puerto Plata a Dajabón [colonia agrícola] sin que se nos diera un solo centavo para poder beber un poco de agua pues en esta colonia, incluso se paga el agua. Insta-lados ya en Dajabón se nos dio albergue en unas chozas que habían sido construidas por haitianos y que ahora es-taban vacías por haber sido éstos expulsados del país. Ni qué decir tiene que la mayoría […] está faltada de las más elementales reglas de higiene, ni agua, ni luz, ni utensilios para limpiarlas, teniendo que estar expuestos a todas las enfermedades […] Comimos un mes en comedor popular

43 Entrevista al ingeniero Ángel Rayo del Campo...44 Entrevista al señor José Farreras Borull, ciudad de México, 18 y 21 de

agosto de 1989.

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tan mal instalado […] que sufrimos dos fuertes intoxica-ciones […] pues comíamos la carne descompuesta […] Todo lo expuesto motivó una serie de quejas de los espa-ñoles residentes en ésta […] pidiendo que se les diera en metálico lo que se les daba en comida al efecto de que cada familia pudiera condimentárselo a su gusto y poder comer lo más limpio posible […] dieron $5.00 mensuales por persona, cobraderos el día 15 y 30 de cada mes […] tenían que dar los cacharros […] para cocinar, cosa que prometieron pero que se olvidaron de dar. El día 18 […] pagaron $2.50 […] como es natural, correspondía […] el día 3 de abril la otra mitad. No fue así. Se pagó el día 13 con diez días de retraso, viéndose las familias muertas de hambre, vendiendo sus ropas para poder comer.45

Hacia finales de junio, a los de Villa Trujillo se les notificó que habían pasado a depender de la Secretaría de Agricultura y que quien no se decidiera a cultivar la tierra perdía en ese mes el subsidio de cinco dólares por persona, cosa que mu-chos, lógicamente, comenzaron a hacer.46 Pocos días después, la misma persona comunicaba que un funcionario de la JPE les había dejado entrever que en el mes de agosto no cobrarían el subsidio. El que informaba esto, miembro de Acción Re-publicana, posiblemente pensó que se trataba de favoritismos partidarios, supuesto bajo el que consideró pertinente hacerle saber al delegado de su partido en el país lo siguiente:

[…] el día 29 de abril visité en París a M.A. […] pero hablé con los funcionarios [del SERE] quienes me hicieron creer que cada español de esta expedición traíamos 100 dólares

45 Biblioteca Nacional de la República Dominicana, Papeles de Julio orte-ga Frier (BN, PJoF en lo sucesivo). Carta del señor José Biayna a las So-ciedades Hispanas Confederadas, Ciudad Trujillo, 17 de abril de 1940.

46 Fabián Talanquer a Bernardo Giner de los Ríos, Villa Trujillo, APBGR, 21 de junio de 1940.

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entregados en París y como a nuestra llegada a Puerto Pla-ta al desembarcar había unos cuantos españoles que nos indicaban la Guagua, que teníamos que tomar sin más explicaciones, ni darnos siquiera alimentos para el viaje, que tardamos 18 horas, y si nos dieron un poco de batata y cazaba de yuca en tránsito, fue debido a las atenciones y cuidados del conductor y autoridades dominicanas […] Le escribo esto porque a mí sólo me han entregado $62.50 de los $500 que desembolsaron en París [por ser cinco fami-liares en total] y a primeros de agosto no cobraremos y la cosecha de maní no se cogerá hasta primeros de noviem-bre y, dándose bien, sacaré $40, teniendo de gastos unos $10.47

Existen también reportes que indican que en Pedro Sánchez se retiró el subsidio a los dos meses de haber llegado los refu-giados a la colonia, cosa que hizo que muchos la abandona-ran.48 Pedro Sánchez fue, sin embargo, la colonia que pareció tener mayor éxito, a pesar de que sólo cuatro bueyes fueron cedidos para el trabajo de las haciendas España y Cristóbal Colón, que reunían alrededor de doscientas personas. Poco antes de que llegase el contingente mayor, el grupo de Pedro

47 Fabián Talanquer a Bernardo Giner de los Ríos, Villa Trujillo, APBGR, 5 de julio de 1940. Talanquer se vio obligado a trasladarse a La Romana a principios de agosto debido a la situación de indigencia en que él y su familia se encontraban. Dejó abandonada la cosecha de maní. En febre-ro de 1941 fue trasladado a México por la JARE.

48 Por ejemplo el del señor José María Delgado Burgos: «...llegué en la ex-pedición del vapor “De La Salle” el 16 de mayo... y me encuentro traba-jando la tierra en colectividad con otros nueve Socialistas en la Hacienda que, humorísticamente, hemos denominado “La Prosperidad”.... Como Ud. ya sabrá, el subsidio de cinco dólares que mensualmente recibíamos por persona, termina mañana 15 de agosto, pues así lo comunicó el Pa-gador el pasado 9 de los corrientes.... Sólo hemos recibido los Españoles de esta última expedición 14.50 dólares, del 19 de mayo al 15 de agosto». José María Delgado Burgos a Bernardo Giner de los Ríos, Pedro Sán-chez, APBGR, 14 de agosto de 1940.

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Sánchez había logrado ya avances significativos en la apertura de terrenos, la construcción de viviendas y el establecimiento de una cooperativa de consumo. Se construía un canal de rie-go y se desarrollaba un programa de alfabetización para niños y adultos del lugar. Todo esto recibió gran publicidad en el único reportaje que la prensa nacional dedicó a las colonias agrícolas de los españoles, en el cual destacan ideas del dis-curso oficial en relación con las colonizaciones blancas y su influjo racial y cultural.

La piel es la antesala del espíritu –argumenta La Nación–. En el Este hay un espíritu amorfo que hay que moldear. Encrucijadas de isleños. De Haití también. Hay un pretex-to que se llama caña, que paga salario bajo, no vital y tiñe el paisaje con la borra de Turks Islands. No hay matices auténticos. Urge modelar un espíritu nativo. Y gran acierto fue llevar españoles al Este. ojalá se llevaran más. Porque el Este es una avanzada de las Antillas menores: el negro de Turks Islands, el de Antigua, el de Barbados, el de Gua-dalupe, chocolates diversos, chocolates crueles. El paisaje necesita una ubre de blancura para ir enjuagando obscu-ridades.49

El tema de la soberanía racial –«el Este es una avanzada de las Antillas menores», «la piel es la antesala del espíritu»–, el mestizaje deseado con las inmigraciones blancas –«ir enjua-gando obscuridades»–, cobra la clara expresión del prejuicio racial en la descripción de la escuela: «En la escuela hay niños de todas clases: blancos, trigueños, mulatos, negros. Los blancos son casi todos españoles. De los trigueños para abajo, nuestros. Pero ya vendrán los días, los meses, las lunas. Y junto a la espiga hinchada reventará otro muchachito blanco, trigueño, mulato.

49 «Refugiados españoles en Pedro Sánchez», La Nación, 6 de abril de 1940.

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El blanco será hermanito de los otros blancos que vinieron naci-dos. El mulato… ¡Ah!, ya el mulato es otra cosa…».50

La construcción de la presa y de las viviendas, así como el establecimiento de la tienda cooperativa, son utilizados como ejemplo de transmisión cultural de técnicas superiores. Sobre la presa, dice La Nación lo siguiente: «El río tendrá otros menes-teres mejores que el de lavadero de rapaces y de ropa raída». Sobre la vivienda y la cooperativa: «lección de cultura agrícola para nuestros criollos».

Como puede verse, la implementación de la política de colo-nización resultó tan mal organizada que, a la vuelta de dos o tres meses, muchos –como los que aquí han atestiguado– acabaron abandonándolas, para posiblemente retornar a ellas más tarde tras fallidos intentos de evacuación o de inserción en la vida ur-bana y, desde luego, bajo condiciones precarias e inciertas, dado que la Junta Pro-Inmigración desapareció de la vida pública ha-cia el mes de septiembre.

3. Los refugiados

La cifra de refugiados españoles inmigrados ha recibido las diversas valoraciones señaladas, yendo de los 3 mil que consig-nan generalmente los académicos a los cerca de siete mil que alegaba la literatura apologista de la Era.

Pocos autores, no está de más decirlo, señalan el origen de sus fuentes. quienes las brindaron en su día –fines apologéti-cos o no– (Galíndez, Vergés, etc.) realmente parecieron sólo basarse en comentarios de pasillo o documentos parciales. Los trabajos del presente tampoco indican, por lo general, las fuentes de primera mano en que basan sus estimaciones, que en mucho deben a las primeras investigaciones realizadas por Javier Rubio.

50 Ibídem.

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Posiblemente no ha existido hasta el presente ningún re-positorio documental lo suficientemente diverso y confiable como para producir una estimación verdaderamente funda-da, por ausencia, justamente, de los registros dominicanos que hoy pueden consultarse gracias al esfuerzo organizativo del Ar-chivo General de la Nación de la República Dominicana.

En ausencia de fuentes y estimaciones dominicanas más profundas que el registro migratorio general elaborado por nacionalidad (vid. p. 31), los académicos han optado, aparen-temente, por ceñirse a la hipótesis mínima de alrededor de 3 mil personas derivada del único reporte confiable: los desem-barcos.

Siete embarques consecutivos de refugiados recibió la so-ciedad dominicana entre noviembre de 1939 y mayo de 1940, todos organizados por el SERE. El siguiente cuadro presenta esos arribos y destaca las distintas cifras adjudicadas a cada uno de ellos hasta el presente.

Cuadro 2Principales desembarcos de refugiados españoles

Fecha Barco Gardiner Rubio Del Rosal Alfonseca07/11/39 Flandre 288 273 300 27509/11/39 Saint Domingue 140 140 6319/12/39 La Salle 770 771 710 77011/01/40 Cuba 547 457 800 54724/02/40 La Salle 734 900 600 73421/04/40 Cuba 77 120 1,500 11416/05/40 La Salle 500 471 540 500

3,056 3,132 4,450 3,003

Fuente: C. Gardiner, La política de inmigración...; J. Rubio, La emigración de la Guerra Civil...; Amaro del Rosal, Historia de la UGT de España en la emigración 1939-1950; J. Alfonseca, El exilio español en la República Dominicana...

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Las apreciaciones de Gardiner y Alfonseca son virtualmen-te similares, por proceder ambas de los reportes dados por la prensa dominicana sobre cada desembarco. Basada en regis-tros del SERE, la apreciación de Del Rosal (citada por Termis)51 es inexacta, pues nunca fueron recibidos tales contingentes en esos embarques. No hubo, por ejemplo, ningún Cuba con 1,500 refugiados, menos en la fecha señalada, cuando por él llegó un reducido núcleo de refugiados.52

Basar la estimación del número total de refugiados sólo en los desembarcos es problemático ya que se ignora, por una par-te, el quantum reportado por el flujo paulatino que preludió la llegada del primer desembarco y que, como todo indica, conti-nuó desarrollándose durante todo el lapso en que arribaron lo grandes contingentes del SERE e, incluso, con posterioridad al incidente del Cuba. Por la otra, ceñirse a los datos de pren-sa y los registros de desembarco elaborados por la Junta Pro-Inmigración es equívoco, pues no todos lo llegados lo hicieron por mediación del SERE, encontrándose núcleos discretos de personas que no reportaron a ésta su llegada.

Las fuentes de que ahora puede disponerse permiten cons-truir una estimación más exacta del número de refugiados llegado al país. Por un lado, han podido hallarse las listas de pasajeros de 6 de los 7 desembarcos masivos, así como repor-tes dominicanos más específicos, como las 2,045 cédulas de identidad expedidas a los llegados por la Dirección de Migra-ción en 1940, o los censos generales y los avisos de partida de refugiados elaborados por la Secretaría de Interior y Policía durante la campaña anticomunista de los años 1944-45. Por la

51 F. Temis, Constitución y crisis de las organizaciones..., p. 420.52 El Comité Técnico citó la cifra de 1,500 refugiados a bordo del Cuba

en el viaje, justamente, en que se verificó el incidente en julio de 1940, cifra que luego fue rectificada a 600 y pico. otros datos erróneos en la tabla que presenta Termis son los referidos al Cuba, en el desembarco del 11 de enero de 1940 (la lista de la JPE arroja 505 personas, incluidos infantes) y la omisión del Saint Domingue.

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otra, hoy puede accederse a las Actas de la Junta de Auxilio a los Republicanos Españoles (JARE), principal organismo in-terviniente en el ulterior proceso de evacuación, que detallan los nombres de las personas pasibles de recibir ayudas para pasajes. Se dispone, asimismo, de una serie de listados elabo-rados por la Junta Pro-Inmigración Española y por organismos internos de los refugiados.

Resultado de la puesta en juego de todos esos registros lo es la confección de un Censo General que contiene las señas personales de, al menos, 3, 928 refugiados llegados entre el mes de diciembre de 1938 e inicios de 1945. De este modo, una apreciación más fiel del movimiento inmigratorio es la que proporciona el Cuadro no. 3.

Como apreciación general del número de llegados, el censo confeccionado a partir de las nuevas fuentes asequibles resul-ta más consistente, en el sentido de que permite adicionar el número de los que llegaron fuera de los embarques del SERE. Sin embargo, reportes internos de la burocracia oficial relacio-nada con los exiliados mueven a duda, dejando entrever que el número fuese posiblemente mayor.

Cuadro 3Número de refugiados llegados 1938-1945

Llegados en

embarques del SERE

Flandre

279Saint Domingue 66La Salle 791Cuba 505La Salle 729Cuba 118La Salle 467Subtotal 2,955

Llegados independientemente 973

Total 3,928

Fuente: elaborado por JABGR.

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Un documento puesto en la oficina del entonces rector de la Universidad de Santo Domingo, Julio ortega Frier, por el Negociado de Inmigración, relativo al número de refugiados llegados al país tras la Conferencia de Evian, señala un total de 4, 351 españoles, arribados en esta secuencia: 1,602 (1938/39); 2,256 (1940), 400 (1941), 93 (1942).53

En el mar de informes inexactamente contradictorios que circulaban de una a otra oficina del Gobierno dominicano en-tonces, el listado puesto en el Despacho del Rector (hallado en una carpeta dedicada al estudio de la controversia con la Brookings Institution) podría ser puesto en duda, dado que, ni más ni menos, el propio Negociado había rendido un informe al Secretario de lo Interior y Policía contabilizando un total de 2,554 españoles refugiados entre 1938 y enero de 1942, según lo hallado por Natalia González.54 ¡Casi dos mil personas menos!

Sin embargo, el documento puesto en manos del Rector es digno de crédito. Puede dársele, por ejemplo, a la cifra rela-tiva al lapso 1938-39 (1,602 refugiados), pues los meros des-embarcos del año 1939 arrojan 1,136 personas y, aunque la Junta estimaba que unos 150 habían llegado antes de la llega-da del Flandre, reportes de prensa consignaban alrededor de 400. Aunque parece elevada, también la segunda cifra (2,256) resulta factible: los contingentes de 1940 suman 1, 819 y los faltantes 437 bien coinciden con los 430 que Rodolfo Bosch Pearson describe como «llegados sin control a partir del sie-te de Noviembre de 1939 hasta la fecha [31 de diciembre de 1940]».55

53 Estimado del número de refugiados llegados al país después del ofreci-miento que hizo el Honorable Sr. Presidente de la República en la Con-ferencia de Evian año de 1939 (sic por 1938).

54 Natalia González Tejera, «Las colonias de refugiados españoles en la República Dominicana, 1939-1941», en: Reina Rosario (coord.), El exi-lio republicano español en la sociedad dominicana. Comisión Permanente de Efemérides Patrias; Archivo General de la Nación; Academia Dominica-na de la Historia, Santo Domingo, 2010, p. 86

55 Memoria que al Honorable Secretario de Estado de Agricultura, Industria y Tra-bajo presenta..., p. 81.

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El dato relativo a 1941 (491) mueve a duda, a juzgar por los escasos pasajeros que registró por entonces la columna noticiosa «Movimiento del Puerto» del diario La Nación.56 Sin embargo, es altamente probable, pues las Actas de JARE levan-tadas en la ciudad de México refieren regularmente un flujo de refugiados que llega a Santo Domingo desde la Martinica, prosiguiendo luego a México. Concretamente, el Acta de la sesión celebrada el día 26 de mayo de 1941 habla de la re-expe-dición de 71 personas, seguramente diferentes de las que ese mismo día reportaba el exsecretario de la JPE, Rodolfo Bosch Pearson desde su nuevo cargo de Agente Especial de la Secre-taría en la Granja Ramón Cáceres, en Haina, al referir que el día 23 de mayo había llegado desde allí, a bordo del vapor Presidente Trujillo, un núcleo de 200 refugiados extranjeros, la mayoría españoles.57 El último reporte de 93 llegados en 1942 se convalida sencillamente por carecerse de otra fuente.

De resultar todo esto correcto, lo informado al rector orte-ga Frier permite afirmar que el número de los refugiados a la República Dominicana se ubicó entre las 4,000 y las 4,500 per-sonas. Una inmigración bastante menor de la que propalaba el delirio anticomunista de Pedro Vergés, aunque notablemente superior a la que ha venido considerando la historiografía aca-démica que por centrarse en los desembarcos dejó de lado procesos migratorios complejos, como los flujos individuales y el carácter dilatado del lapso de exilio que propone considerar Martín Frechilla.

Es posible realizar ciertas caracterizaciones demográficas del grupo exiliado en la República Dominicana, basándose en

56 La columna «Movimiento del Puerto» resultó una fuente invaluable en la tarea de rastreo de identidades que entrañó la elaboración del Censo. Lamentablemente, el diario dejó de confeccionarla a inicios de 1942.

57 Junta de Auxilio a los Refugiados Españoles. Acta no. 56. Archivo Digital Carlos Esplá, http://bibcervantesvirtual.com/portal/ACE/ (consulta 11 de marzo 2011); Rodolfo Bosch Pearson a Secretario de Agricultura, Tra-bajo e Industria, Haina, 26 de mayo de 1941.

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el contraste entre el registro de las 2,045 cédulas de identidad emitidas por el Negociado de Inmigración en 1940 (Censo A) que conserva el AGN y el Censo General (Censo B) confeccio-nado a partir de las nuevas fuentes disponibles aludidas.

Así, aunque el contingente que obtuvo Cédula de Identidad en el Negociado se hallaba compuesto básicamente de hom-bres, que constituyen el 70 por ciento de los casos, la realidad del colectivo inmigrado que surge del contraste con el Censo B, confirma, más bien, la presencia de un patrón migratorio de carácter familiar, integrado no sólo por familias nucleares sino en el que son frecuentes los núcleos extensos, como lo ha detectado también Dolores Plà en sus estudios sobre el exilio en México.58

Las razones por las que el contingente registrado en la Di-rección General de Migración tiende a formarse de hombres parecen radicar en una sencilla lógica económica: la penuria de la gran mayoría, que desaconsejaba el registro de infantes, mujeres y viejos por tener que erogarse 6 dólares por persona, suma similar a que se recibía mensualmente como subsidio en las colonias agrícolas.

Aclarado el sesgo que el subregistro de los dependientes introduce a la caracterización demográfica posible de cons-truirse con la información más detallada del Censo A, pueden, sin embargo, convalidarse los perfiles que emergen de éste en relación con otros aspectos demográficos, como la edad, el domicilio, la ocupación, etc., donde la subvaluación de los dependientes no introduce desviaciones muy fuertes.

Puede considerarse que el colectivo inmigrado en el país era esencialmente joven, cosa que se aprecia en el Cuadro que sigue, que muestra que cerca del 60 por ciento de los lle-gados tenía edades que oscilaban entre los 25 y los 40 años.

58 Dolores Plà Brugat, Els exiliats catalans. Un estudio de la emigración republi-cana española a México, Instituto Nacional de Antropología e Historia/orfeó Català de Mèxic/Libros del Umbral, México, 1999.

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El subregistro de los infantes acentuaría esta tendencia que, en lo tocante a la mujer, seguramente replica las edades de quienes fueron sus esposos o sus hermanos.

Cuadro 4Grupos de edad en refugiados

Grupo de edad Refugiado colectivo Mujeres< de15 años 8.1 13.715 a 23 años 12.6 19.724 a 30 años 27.0 26.431 a 39 años 30.0 20.940 a 49 años 14.3 8.650 a 60 años 5.2 6.2> de 60 años 2.7 3.5

99.9 99.0Fuente: Censo A.

Las características ocupacionales de los inmigrantes que pue-den apreciarse en el Cuadro que sigue resultan también confia-bles como ilustración general del colectivo, si bien el subregis-tro de mujeres y viejos podría ejercer alguna afectación. En ese caso, las Amas de Casa tenderían a un mayor porcentaje, como de seguro ocurriría con algunas categorías ocupacionales, como los Maestros, los Empleados y, en menor medida, las Profesiones Liberales. También crecería la proporción de Estudiantes.

Cuadro 5Grupos de ocupación en refugiados españoles

ocupaciones Número PorcentajeArtesanos y obreros 469 23.2Empleados 288 14.2Profesiones liberales 276 13.6Industria y comercio 175 8.6Maestros 126 6.2Técnicos 101 4.9Agricultores 80 3.9Religiosos 6 0.3Ama de casa 289 14.2Infantes y estudiantes 215 10.6Total 2,025 99.8Fuente: Censo A.

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Como puede verse, las profesiones liberales, los cuadros técnicos y los maestros comportan casi la cuarta parte (24.7 por ciento) del colectivo censado. Por su trayectoria formativa, esos sectores pertenecían característicamente a la clase media española, educada en instituciones universitarias, politécnicas y normales. Muchos de los que adquirirían luego en el país alguna notoriedad pública en el terreno profesional figuran en los registros de identidad que definen la muestra. obreros y artesanos, aunados a otros sectores de condición aparente-mente humilde como el de los empleados en el sector servicios y los agricultores, representan un 41.3 por ciento. Las ocupa-ciones del hogar, los infantes y los estudiantes reúnen el 24.8 por ciento restante.

Sería interesante contrastar estas cifras con las que también proporciona De Llera, aunque esto no es posible pues los cri-terios de agrupación son diferentes entre sí. En su estimación, las profesiones intelectuales, los técnicos y el funcionariado comprenden el 45.8 por ciento de la muestra, lo que le otorga un mucho mayor peso a esos núcleos ocupacionales, a la par que reduce relativamente el de los artesanos, obreros y agricul-tores que comportan el 30.3 por ciento.59

Cómo quedaban representadas las regiones de origen en el grupo que llegó a la República Dominicana, es algo difícil de precisar, pues el formulario del Negociado no registraba el lu-gar de nacimiento sino el país de origen.

El trabajo de De Llera reporta cifras que permiten formar-se una idea sobre la composición regional de los inmigrantes, aunque deben tomarse considerando el sesgo que les induce el hecho de que se basen en una muestra de refugiados que se habían dado de alta en la Legación franquista de Santo Domingo, acto que conllevaba severos procesos de concien-cia entre quienes se animaban a hacerlo.60 Estas cifras corro-

59 Ibídem.60 L. de Llera, El último exilio..., p. 61.

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boran la presencia importante de catalanes (24.6 por ciento), cantábricos (27.5 por ciento), castellanos (20.8 por ciento) y madrileños (14.2 por ciento); en total, esos regionalismos dan cuenta del 87 por ciento de la muestra en que se basa el autor.

Un número importante de los llegados era catalán. Joan Du-rán estimó, en 1942, que la colonia catalana refugiada en el país ascendía a 600 personas, cifra que tuvo que ser bastante mayor al principio del proceso migratorio.61

Tampoco es mucho lo que puede saberse sobre la composi-ción política del segmento «dominicano» del exilio dado que fuentes fundamentales elaboradas localmente, como los archi-vos político-partidarios, tendieron a ser destruidas al salir del país sus encargados, que creyeron evitar con ello contratiem-pos con las autoridades dominicanas.62

Sin embargo, existen indicios que permiten modificar ciertas apreciaciones sobre el peso que tuvieron en la isla las grandes tendencias políticas del exilio. El grupo anar-quista y confederal parece haber tenido mucho mayor importancia de la que usualmente se le asigna. Varias Co-lonias Agrícolas fueron típicamente libertarias (El Llano, Juan de Herrera y Villa Trujillo), figurando con frecuencia en el Censo A mencionado nombres de esa tradición, como Armonía, Igualdad, Libertad, Frutos, Liberto, etc. otro in-dicio de su importancia es el hecho de que fuese la prensa anarquista la que mayor atención dedicó a la problemática de los exilados en la República Dominicana y que las Socie-dades Hispano Confederadas tuviesen un rol importante tanto en su evacuación como en su emigración.63 Varios

61 Joan Durán, «Catalans a la República Dominicana», La Nostra Revista, no. 5, México, 1946.

62 Entrevista al señor José Atoche Andreu, Santo Domingo, 3 de septiem-bre de 1988.

63 Solidaridad Obrera, el periódico anarquista editado en México, dedicó, en todos los números publicados entre 1942-1944, un espacio para informar

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de los pocos líderes libertarios que salieron hacia América llegaron a Santo Domingo, como fueron Fidel Miró, José Peirats, Severino Campos y Serafín Aliaga, de las Juventu-des Libertarias, o Eusebio Carbó Carbó, expresidente de la Asociación Internacional de Trabajadores.

Como quiera, los socialistas fueron el grupo político pre-dominante, al menos como alianza de fuerzas en el plano local, aunque parte de su poder de convocatoria proviniese de los sectores confederales y anarquistas en el país. Comu-nistas y republicanos tuvieron menor número de adeptos, particularmente los segundos quienes, en fecha tan tem-prana como 1940, no lograron reunir más de un centenar de firmas en la elección de la Junta Central de Alianza Re-publicana Española.64

Geográficamente, el exilio tendió a dispersarse en el terri-torio nacional, característica que lo distingue si se le compara con los demás casos del continente americano. En principio, la dispersión fue producto de las estrategias de recepción se-guidas por la JPE, para luego dar paso a un movimiento de concentración en las ciudades, como típicamente sucedió en México.65 Sin embargo, en la República Dominicana, al menos durante algunos años, tal dispersión se mantuvo pues muchos no tuvieron más alternativa que permanecer en colonias y pe-queños poblados rurales debido a la carencia de fuentes de trabajo en las ciudades o porque no podían permanecer en éstas con el pequeño subsidio que recibían.

sobre la situación del exilio en República Dominicana, realizando una amplia campaña a nivel continental para recabar fondos en su auxilio. La prensa socialista y comunista del exilio en México (El Socialista y Es-paña Popular, por ejemplo) hizo pocas referencias al problema. En el número del 19 de julio de 1943, el artículo «¡Salvemos a los de Santo Domingo!» afirmaba que la mayoría era cenetista.

64 Bernardo Giner de los Ríos a Diego Martínez Barrio, Ciudad Trujillo, APBGR, 22 de julio de 1940.

65 Patricia Fagen, Transterrados y ciudadanos, Fondo de Cultura Económica, México, 1975, pp. 52-55.

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Como puede verse en el cuadro siguiente, durante 1940 se concentraba en la ciudad de Santo Domingo casi la mitad de los refugiados (47.6 por ciento) y radicaba en núcleos urba-nos del resto del país cerca de una cuarta parte adicional. El medio urbano, en suma, alojaba las tres cuartas partes de los llegados, mientras que la cuarta parte restante se situaba en medios abiertamente rurales como las colonias agrícolas y los ingenios azucareros.

En los hechos, una apreciación más justa de la distribución rural-urbana permitiría decir que una tercera parte de los re-fugiados radicaba en ese año en el campo dominicano, dado que muchas de las ciudades consideradas eran, en realidad, pueblos básicamente campesinos. Esta valoración resultaría de agregar el renglón otras (que comprende catorce localidades de menor tamaño) a la participación obtenida por colonias e ingenios.

Sumados, los núcleos de población incluidos en el cua-dro arrojan un total de 34 sociedades locales que testifica-ron el fenómeno exiliado, cosa que quizá pueda resultar significativa en términos de otras experiencias del exilio español en América Latina, dado que un extendido con-junto de dominicanos pudo, así, conocer el evento y los sucesos que lo determinaron, entre muchas otras formas posibles de contacto cultural. Desde la sociedad del inge-nio azucarero, donde grupos de cuatro o cinco refugiados irrumpieron ocasionalmente como maquinistas, cocineros o administrativos, hasta la experiencia que de su inserción derivaron ciudades como Santo Domingo o San Pedro de Macorís, donde tuvieron mayor impacto colectivo.

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Fue así como se produjo, en trazos generales, el proceso de llegada al país del colectivo exiliado. Pobremente informados sobre la presunta política que les abría la puerta de salida de Francia –si acaso habían llegado a serlo–, para muchos la llega-da a la República Dominicana conllevó un tránsito en muchos sentidos difícil.

Informados sólo de que, al desembarcar, les sería devuelto un pobre depósito de cincuenta dólares, no pocos vieron con extrañeza el que eso no ocurriese y el que, de modo casi inme-diato, se les convocase a convertirse en agricultores, cuando no se trató de que directamente se les instalase en un medio rural desconocido, para el que poco estaban capacitados y en el que muchos penaron. Carente la mayoría de expectativas más generosas que la mera sobrevivencia, tanto en los campos como en los pueblos y ciudades, pronto todo condujo a la bús-queda desesperada de la reemigración.

Cuadro 6Distribución de los refugiados por lugar de residencia (1940)

Ciudades Número PorcentajeSanto Domingo 974 47.6 %San Pedro de Macorís 162 7.9 %La Vega 134 6.5 %Santiago 46 2.2 %San Fco. de Macorís 45 2.2 %Puerto Plata 31 1.5 %San Juan de la Maguana 25 1.3 %La Romana 17 0.8 %otras 68 3.3 %

Subtotal 1,502 73.3Colonias agrícolas

Pedro Sánchez 194 9.5 %El Llano 170 8.3 %La Cumbre 66 3.2 %Villa Trujillo 49 2.4 %Juan de Herrera 44 2.1 %Medina 5 0.2 %

Subtotal 528 25.7 %Ingenios 15 0.7 %Total 2,045 99.7 %

Fuente: Censo A. Archivo General de la Nación.

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Temprano mostró el proyecto su fracaso en el logro de los objetivos que declaraba perseguir. Por parte del organismo que tramitó en función de él la evacuación del territorio francés faltó verdaderamente apoyo. Si bien es cierto que, a poco de iniciados los embarques, el SERE comenzó a desmoronarse, re-sultaba pueril pensar que con el pequeño depósito establecido se estaba mandando a la gente a otra cosa que a penar. Basta considerar los costos de instalación de inmigrantes en el agro que estimaban las organizaciones judías o el mismo John Dos Passos, para comprender que aquellos 50 dólares (elevados luego al 106) contemplaban mucho menos que los 700 que, por ejemplo, se consideró a la hora de organizar la expedición al Ecuador.66 La lógica impuesta por la situación en los campos de concentración franceses y los peligros del avance alemán pareció priorizar la salvación de cuadros y personas estimadas sobre el compromiso con su ulterior subsistencia, o, al menos, ese fue su resultado hasta el momento en que el organismo fue intervenido por el Gobierno francés y el problema de los transterrados pasó a debatirse más claramente dentro de la pugna SERE/JARE, o Indalecio Prieto/Juan Negrín.

Por el lado del gobierno dominicano y de su representante en la Junta Pro-Inmigración también existieron muchas defi-ciencias. Convenida la política en diciembre de 1939 –si no es que antes–, a la hora en que fue preciso derivar contingentes rumbo al campo todo parecía ser bastante improvisado. Uno, dos o tres meses después de que llegasen, según el embarque que se considere, la Junta parecía todavía bastante poco pre-ocupada por crear condiciones para el asentamiento de agri-cultores y, tal parece, que nunca llegó a hacerlo de modo siste-mático, como pudo constatarlo en la Colonia Juan de Herrera el agrónomo Cazaña.

En la memoria general de labores de la Junta Pro-Inmigra-ción Española desde su constitución hasta el fin del año 1940,

66 «La colonización española en la República del Ecuador», La Nación, 13 de junio de 1940.

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el secretario general de la misma, Rodolfo Bosch Pearson, ar-gumenta que el fracaso del proyecto inmigratorio se vio esen-cialmente debido al incumplimiento del SERE en cuanto al depósito exigido por cada pasajero, cosa que es controvertida en la versión que el propio director del SERE, Alejandro Viana, como pudo verse, dio a su representante en el país (Félix de los Ríos) en el sentido de que se había depositado la cantidad convenida con todos los pasajeros embarcados hasta el 7 de fe-brero de 1940, esto es, con 5 de los 7 contingentes llegados.67

La gestión de los depósitos del SERE por parte de la Junta creó un ambiente sumamente conflictivo. Como se ha visto, mu-chos denunciaron el que dicho depósito no les fuese entregado al pisar suelo dominicano, cosa que motivó acres disputas en el local del organismo, que más tarde derivaron en solicitudes de intervención de los responsables del SERE en París e, incluso, de funcionarios del Gobierno dominicano. otros interpretaron la negligente política de ayuda y las inconsistentes acciones de fomento por parte de la JPE como el producto de posiciona-mientos políticos y partidarios, rasgo, de hecho, frecuente en la historia global del exilio, pero que, dada la precaria y angustiosa situación en que se vio sumida la mayoría, adquirió un marcado acento en la experiencia dominicana.

Según informaba a las Comisiones Políticas de distintas fracciones del Partido Socialista obrero Español en México el señor Ramón Solar:

[el SERE] es el máximo responsable de cuanto nos ha suce-dido y viene sucediendo, ya que por sus torpezas y negligen-cias –no quiero calificarla más duramente– nos sumió en la miseria y desesperación desde los primeros mo mentos, pese a que para nuestras atenciones ha invertido en Santo Domingo cantidades de bastante importancia, de las cuales, solo una ínfima parte han llegado a poder de las personas a quienes iban destinadas. Esta anomalía de gestión adminis-

67 Vid pp. 73-75.

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trativa, fue debida a la calidad de los individuos que... de-signó y se empeñó en sostener con una contumacia digna de mejor causa, pese a nuestros reiterados informes de lo que ocurría, expresados en todos los tonos de persua sión y protesta, a través de la Ejecutiva de nuestro Partido en Pa-rís, de la UGT, de Negrín, de otero y al mismo SERE... de ninguno de los cuales obtuvimos siquiera acuse de recibo... La representación del SERE en Ciudad Trujillo, integrada por un aventurero innominado... un arrivista [sic] sectario al servicio del Partido Comunista... un incapaz para la fun-ción que se le asignó... y un indiferente al problema de los refugiados... fue el enemigo más dañino que tuvimos los refugiados en Santo Domingo, pues además de disponer de la totalidad y malversar la mayor parte de los fondos a los refugiados destinados, nos desacreditaron a los ojos de las autoridades y residentes del país...68

En ese informe, Solar sostenía la idea de que, bien adminis-trados, los fondos enviados por el SERE a la JPE podrían haber durado dos años y no los seis meses escasos que lo hicieron, siendo obscuramente ejercidos en favor –se entiende– de los núcleos afectos al Partido Comunista Español. Un ambiente rijoso existió entre quienes, como Solar, vivieron la gestión de los depósitos por parte de los funcionarios de la JPE como algo sometido a las lógicas del sectarismo político. Tratando el caso puntual del representante del SERE, el delegado de Acción Republicana en la isla describía:

Los manejos deben de ser de escándalo pues han llegado ya a pegarle. Parece que cuando se le amenaza suelta los 50

68 Informe que Ramón Solar presenta a las Comisiones Ejecutivas del PSoE; UGT y Agrupación de Refugiados Socialistas «Pablo Iglesias», todos re-sidentes en México, sobre la situación de los refugiados españoles en la República Dominicana, principales causas que la motivan y propuesta de medidas que la pueden resolver totalmente o corregir en parte. México, D. F. , APBGR, 12 de marzo de 1941, p. 2.

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dollares [sic] que de depósito pertenecen a cada refugiado y que desde hace varios meses se quedan con ellos la de-legación del SERE. Con estos depósitos han montado una burocracia y de ello vive... Ahora –desde febrero– estos en-chufados están en Haina, en el Mº [sic] de Agricultura.69

Con el tiempo, trascendido el incidente, desaparecida la Junta Pro-Inmigración, el tema de la distribución de las ayudas de subsistencia y los apoyos para la evacuación (que asumiría la JARE al disolverse la JPE) motivaría denuncias similares, aunque de signo contrario, como lo informaba el autor del siguiente escrito:

De la gente de la C.N.T. sólo merecieron especial atención de la J.A.R.E. los que van con ellos del brazo y dicen a todo «amén», mientras cobran. Tres afiliados a la sindical cita-da que firmaron un documento... fueron inmediatamente evacuados a México... Ellos [los de la JARE] lo han dicho con toda claridad: «que de aquí no sacarán ni a un sólo comunista, ni a sus simpatizantes».70

Sin embargo, aunque desde un inicio tal tipo de (hipoté-ticos) sectarismos acompañase (objetiva o subjetivamente) la distribución de ayudas, en su denuncia la gran mayoría de los llegados alcanzaba a captar sólo parte de lo que ocurría. Even-tualmente, la memoria de muchos de los que transitaron por el país recuperaría sólo imágenes parciales, explicaciones sim-plistas, acerca de los motivos y los sucesos que determinaron su estancia en la sociedad dominicana.

Como seguiremos argumentando, el fondo y la trama de las cosas resultaban ser más complejos.

69 Fichas para la historia de los refugiados españoles en C. Trujillo. Nota personal, APBGR, Circa marzo de 1940.

70 Informe sobre la emigración española en la República Dominicana. Sin rubricar. APBGR, Circa 1942.

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capítulo cuarto

El incidente: una valoración de la política inmigratoria trujillista hacia el exilio republicano

A exactos a ocho meses de la llegada del Flandre, que re-presentó la primera experiencia colectiva nacional con el exi-lio español, se produjo el inesperado cierre de fronteras para los casi seiscientos pasajeros que se dirigían a Santo Domingo a bordo del trasatlántico Cuba.

El incidente hubo de resultar oprobioso, abrupto e inespe-rado tanto a refugiados como a dominicanos. Claramente a los primeros, que no comprenderían el por qué se propalaban oficialmente versiones que los denostaban cuando lo único que, de modo general, habían procurado era rehacer sus vidas sin forma cierta de lograrlo. A ojos de los dominicanos segura-mente también, dado que el encuentro con el colectivo exilia-do impregnaba la conciencia colectiva de imágenes favorables, si bien insertas en niveles de comprensión y representación heterogéneos.

Para el pueblo raso de los campos y las ciudades, «los españo-les» irrumpían en el orden de la vida cotidiana como curiosos colonos, como vecinos de urbes y suburbios manifiestamente en desgracia y con limitaciones para insertarse en la vida local. Gente con la que se podía confraternizar y a la que se auxiliaba con agrado, pero cuya episódica presencia admitía marcos de comprensión que nos son enteramente desconocidos en tanto no se los ha investigado. No obstante, el nutrido testimonial bio-gráfico y literario elaborado por quienes estuvieron refugiados en el país nos muestra relaciones positivas, entrañadas de gestos de gran afecto y hospitalidad.

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Más allá de la huella que marcó el contacto ciudadano a nivel popular, en todo momento los medios de comunicación locales le habían venido ofreciendo a la población una versión exitosa de la inserción de los llegados en la vida dominicana. En aras de brindar una imagen alentadora del proyecto de colonización agrícola, la prensa escamoteó la verdadera situación por la que atravesaban quienes vivían en ellas, mistificando sus realidades.1 En julio de 1940, el tema de las Colonias Agrícolas de los refu-giados españoles era marginal frente a la información que los dominicanos poseían sobre otras actividades de los exiliados.

En las ciudades, las clases medias y altas vivían con agrado el renacimiento intelectual que éstos inducían en la vida de socie-dades y clubes culturales, como los Ateneos de Santo Domingo y de San Pedro de Macorís, la Sociedad Amantes de la Luz de Santiago y, en general, en todos los foros que acogian sus diserta-ciones, que fueron sumamente extendidos y diversos. Intelectua-les refugiados figuraban ya en los ambientes que luego propulsa-rían la gestación de varios de los grandes proyectos culturales del trujillismo, como el relanzamiento de la Universidad de Santo Domingo, la creación del Teatro-Escuela de Arte Nacional, de la Galería y la Escuela Nacional de Bellas Artes y de la orquesta Sinfónica Nacional, por mencionar los más trascendentes.

Los refugiados tenían presencia cotidiana en la vida citadina dominicana y el influjo positivo que irradiaban sobre espacios como los medios de comunicación estaba a la vista de los do-minicanos. Puntualmente, la prensa reconocía la labor que en esos terrenos desempeñaban, lo mismo que seguía y comen-taba sus participaciones. La Nación, en cierta forma el diario oficial, debía la atractiva factura de su formato y contenido, no sólo a su director, el exiliado canario Elfidio Alonso, sino a la muy larga lista de colaboradores que tenía entre los intelectua-

1 No se encuentra en la prensa del período una sola referencia a las difi-cultades de adaptación y las carencias que provocaban el éxodo continuo hacia las ciudades y la posterior reemigración.

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les llegados, que durante meses engrosaron las secciones del diario. En la esfera pública, el colectivo era identificado por su instrucción, sus valores morales y su interés en la vida domini-cana, cosa que definitivamente chocaba con la versión oficial del predominante envío de personas ineptas, poseedoras de títulos equívocos e indispuestas para el trabajo. La explicación oficial de la negativa de admisión resultaba tan inesperada y contrastante con la realidad proyectada por los medios, que quienes contasen con cierto olfato político seguramente de-bieron de entender que el rechazo a los del Cuba debía tener otro fondo, y en efecto, lo tuvo.

Como argumento, la decepción agricultora resultaba una fa-lacia. Evidentemente, no fue el móvil agrícola el que produjo la inmigración republicana. De haberlo sido, desde el propio proceso consular pudo el Gobierno dominicano controlar las características de los inmigrantes, regulando los aspectos en que decía sentirse defraudado. Considerando la improvisación y la negligencia en el asentamiento de refugiados en las colonias, parece claro que, al llegar éstos, nada serio se pensaba sobre cómo y dónde serían instalados en condición de agricultores. De constituir un objetivo, el Gobierno pudo intervenir, pues poseía experiencia y jurisdicción suficientes en materia de colonización agrícola como para pensar que sus deseos serían frustrados por la capacidad gestora de la JPE.2

También falsa resultaba la difusión de ideas y prejuicios aludida como motivo para impedir el desembarco de los del Cuba, a juzgar por el comportamiento político que había man-tenido hasta entonces el exilio. Actividades políticas públicas de anarquistas, socialistas o comunistas no se registrarían sino mucho tiempo después, con la creación de medios de difusión partidarios, y, desde luego, no en los primeros meses de su

2 La colonización agrícola fue un proyecto en el que el propio dictador puso empeño, fue por ello que contó con una política centralizada. Véa-se orlando Inoa, Estado y campesinos al inicio de la Era de Trujillo, Librería La Trinitaria, Santo Domingo, 1994.

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estancia en el país. En esa dimensión, formal, de la política pocos argumentos podía tener el régimen.

En el aspecto no institucional y cotidiano de la política, la lle-gada del exilio no afectó la estabilidad del régimen. No conlle-vó, por ejemplo, tensiones con la vieja colonia española, como ocurrió en otras experiencias latinoamericanas. Salvo la actitud inicial de no colaboración en cuanto a emplear en sus negocios a los llegados, el enfrentamiento que el pequeño movimiento falangista domínico-español sostuvo con el exilio republicano resultó de poca importancia política e ideológica. Los esca-sos incidentes con que contó la oposición entre los adeptos al bando republicano y los organizados bajo la conducción de la Delegación Local de la Junta de Defensa Nacional Española, capitaneada por Manuel Baquero Alonso (el más grave de los cuales fue un enfrentamiento a puños entre jóvenes españoles y dominicanos «en que los primeros supieron para qué tienen las muñecas sus descendientes de La Española», según un articulista afín al bando republicano), se registraron, casi todos, antes de la llegada del exilio. El propio régimen trató de crear un ambiente armónico para su publicitado ensayo inmigratorio, concertando la pasividad de la misma Iglesia católica a través del arzobispo de Santo Domingo, monseñor Pittini, quien llamó al clero general a la buena disposición hacia los republicanos.3

Carente de vínculos fuertes en el orden político y económico con el falangismo, pronto la actitud de la vieja colonia adherida a Falange tendió al establecimiento de lazos amistosos con los republicanos. La abrumadora presencia numérica de éstos,4 la

3 Un recuento de las tensiones puede verse en el artículo «Extranjeros perniciosos», La Nación, 10 de abril de 1940. Véase «Notable y levantada actitud del prelado hacia los refugiados españoles», La Opinión, 14 de noviembre de 1939.

4 Según Vega, el número de españoles residentes en la República Domi-nicana en 1938 se acercaba a las 1,500 personas, cifra que representa apenas una tercera parte de los que llegaron al país entre 1939 y 1945. Véase B. Vega, Nazismo, fascismo y falangismo..., pp. 355-357.

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simpatía general que el pueblo dominicano les manifestaba, la brillantez de sus manifestaciones culturales fueron determinan-do un gradual cambio de actitud, dando paso a relaciones de afinidad basadas en lo nacional y lo regional que facilitaron la coexistencia cotidiana. Poco tiempo después, muchos empresa-rios de la vieja colonia española emplearon los servicios de los refugiados, inspirados a veces por meros sentimientos de con-fianza.5

El único tema político en que se habían involucrado los exi-liados fue el de la segunda guerra mundial y el ascenso del to-talitarismo. En la prensa, en la radio, en la palestra, pero sobre todo en la calle, el antifascismo de los inmigrantes españoles se convirtió en uno de los pocos interlocutores que tuvo el domi-nicano medio para percibir los contornos del conflicto mundial en marcha, atenuando la simpatía general con que era visto el avance alemán. El régimen de Trujillo, neutral en ese momen-to y, según se decía, secretamente inclinado al Eje, prohibió las manifestaciones políticas sobre la guerra y amonestó a algunos republicanos.6

5 José Delio Vicini, articulista cuyas posiciones en favor de Franco influye-ron en la opinión dominicana durante el desarrollo de la guerra, hace un llamado a replantear las deformaciones previas sobre los republica-nos en su artículo «Los refugiados españoles», La Opinión, 18 de noviem-bre de 1939. Muchos ocuparon puestos administrativos en negocios de la vieja colonia española, lo mismo que en los de sirio-libaneses. Además de la calificación, el factor confianza pareció ser decisivo pues se recono-cía en éstos la relativa exterioridad que mantenían en relación con un orden social en el que imperaban los métodos irregulares de expansión económica de la élite vinculada al dictador. Es sabido que el empresa-riado temía dar evidencias de prosperidad para evitar la ambición de la élite burocrática por obtener participación en sus negocios. Contar, por ejemplo, con un administrador extranjero daba cierta confianza en cuanto a que no llegaría a oídos de la élite información sobre la marcha de los negocios.

6 Varios refugiados que laboraron en el medio informativo dominicano refieren problemas con autoridades del régimen a raíz de sus ataques al nazismo. Víctor García (alias Ximpa), caricaturista de la Esquella de la Torratxa de Barcelona, que trabajó en La Nación, fue despedido por

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Visto desde otra perspectiva, en los hechos el régimen había capitalizado la presencia de los exiliados en relación con la ima-gen humanitaria que deseaba construir. Las frecuentes demos-traciones de gratitud al Benefactor que hacía el colectivo exilia-do en sus revistas y actos públicos contribuyeron a construirla. Políticamente, los republicanos se abstuvieron de criticar los aspectos negativos del régimen, surgiendo entre ellos plumas de gran capacidad que renovaron y ampliaron las perspectivas del discurso adulatorio, obligado en la práctica de cualquier activi-dad escrita.7

Por lo anterior, cabe hacerse la pregunta: ¿por qué el inci-dente del Cuba y la explicación agresiva y deformada que se le dio?

Además de la oficial, existieron otras versiones sobre el asunto del Cuba. Una de ellas, frecuente entre quienes se encontraban refugiados en el país, basa su explicación en la idea de que Trujillo no tuvo interés en recibir al contingente por el hecho de no haberse efectuado el depósito monetario correspondiente en los consulados dominicanos en Francia. Esta versión, que nutre sus supuestos en los insistentes rumo-res de corrupción en torno al desempeño de la JPE durante el proceso de instalación de los exiliados, ubica un aspecto de la política inmigratoria presente en el incidente, pero no permi-te, como veremos, explicar su complejidad. De haber sido el

una caricatura suya de Hitler. Antonio del Toro, realizador del noticiero «Hora del Mundo» fue advertido de no continuar atacando a Alemania y a Italia. Como afirma Vega, más allá de la política de neutralidad, Trujillo se inclinaba de manera secreta en favor del Eje. Véase B. Vega, Nazismo, fascismo y falangismo...; Entrevista al señor Víctor García (Ximpa), ciudad de México, 4 de junio de 1989. Entrevista a Álvaro Muñoz Custodio...

7 Años después, Trujillo pagaría las eruditas y elocuentes plumas de José Almoina Mateos, Ramón Fernández Mato y Pedro González Blanco en la producción de obras exegéticas sobre su gobierno. En el lapso que se analiza, es de notar el surgimiento de una vena laudatoria en los medios impresos exiliados que renovó los obligados discursos incorporando di-mensiones internacionales a la figura del dictador como estadista.

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móvil de la política el mero ingreso de recursos que eran luego indebidamente apropiados por la burocracia de la JPE, es cla-ro que existió tiempo para evitar los matices dramáticos que tuvo el incidente, advirtiendo la negativa oficial de recibirlo desde el momento en que zarpó el barco.

otra versión es la del arquitecto Bernardo Giner de los Ríos, exministro republicano que se hallaba en el país trabajando en el plano urbano de Santo Domingo, que intervino a instan-cias del presidente de la JARE en la coyuntura del Cuba. En lo central, su versión coincide con la anterior, aunque de su intervención se desprenden detalles de interés para la elabo-ración de juicios más comprehensivos sobre los móviles de la política inmigratoria del régimen.

Por situaciones fortuitas, el incidente del Cuba se puso en marcha dos días antes de que el barco llegara al puerto de Santo Domingo. El 4 de julio, en la ciudad de México, el Comité Téc-nico de Ayuda a los Españoles en México, organismo derivado del SERE, transmitió una nota a Indalecio Prieto, presidente de la JARE, solicitando auxilio financiero en la solución al im-passe de 1,500 refugiados que, a bordo del Cuba, se hallaban en el puerto de Santo Domingo impedidos de «desembarcar en la isla mencionada, porque no se ha cumplido el requisito de efectuar el depósito que exige el gobierno dominicano». Dada la dispersión del SERE en la Francia ocupada, el Comité no había obtenido respuesta cablegráfica a sus consultas para dar solución al asunto. En vista de la perspectiva de una in-minente devolución de los pasajeros al continente europeo y careciendo el Comité de recursos con los cuales intervenir, solicitaba de JARE el remedio financiero.8

Prieto cablegrafió ese mismo día al arquitecto Giner de los Ríos solicitándole información sobre el barco y el monto del

8 Comité Técnico a Indalecio Prieto, presidente de JARE, México, 4 de julio de 1940. Reproducido en Boletín al servicio de la emigración española, no. 45, México, 6 de julio de 1940.

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depósito necesario. Este se entrevistó separadamente con los secretarios de Relaciones Exteriores (Despradel) y de Agricul-tura, Industria y Trabajo (Carbuccia). El primero le comunicó que los derechos, no depósitos, ascendían a 106 dólares por persona, pero que el Gobierno había tomado la decisión de no permitir su ingreso por el hecho de que el SERE había envia-do sistemáticamente personas que no tenían experiencia agrí-cola. Sin embargo, visto el ofrecimiento de Prieto de realizar el depósito sería reconsiderada la decisión. Giner de los Ríos sondeó, entonces, la posibilidad de que desembarcasen tem-poralmente para continuar luego viaje hacia México u otros países. En ese caso, se entendería el pago no como derecho sino como depósito, a reintegrarse una vez que los españoles hubieran sido admitidos en el país de destino.

En su entrevista con el Secretario de Agricultura, Industria y Trabajo, éste le expresó a Giner de los Ríos que «creía que el no admitir ahora este grupo... tiraba por tierra toda la labor que venía haciendo el Generalísimo... pero... que estaba en minoría con esta teoría», sugiriéndole la intervención en el asunto de Rodolfo Bosch Pearson, a lo que Giner de los Ríos se opuso, pues no podía dar concurso «al representante del SERE» (que, en realidad, era sólo del Gobierno dominicano en la JPE) en una iniciativa de la JARE, por saber que ambos organismos se encontraban en pugna.

El día de la llegada del barco, las autoridades no le habían comunicado aún al delegado por la JARE ningún acuerdo. Este, ante la prohibición absoluta de ir a bordo, obtuvo autori-zación del secretario de Interior y Policía, general García, pero nunca llegó al barco ya que la lancha que lo transportaba des-de el muelle pareció recibir órdenes de regresar a mitad del trayecto.9 Por el contrario, Bosch Pearson contó con vía franca

9 En una carta dirigida a los señores Ramón González Peña (exministro de Justicia del gobierno de Negrín), Demófilo de Buen y Matilde de la Torre, a bordo del Cuba, el delegado de la JARE refería el incidente de la siguiente manera: «El día que Uds. llegaban al antepuerto ya estaba yo

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para ir a bordo varias veces y transmitir desde allí instrucciones al Comité Técnico en México. Un primer cable desde el barco informaba: «Inmigrantes entrada puerto. Depósitos quinien-tos sesenta y seis, Dls. 59,996.00. Sin un giro cable inmediato no desembarcan». Horas después, otro retractando lo dicho: «No hacer giro. Imposible desembarque».10

El día 9, enterado Giner de los Ríos de que el Gobierno de México había admitido a los refugiados, inició gestiones ante la Legación francesa para que el barco detuviese su partida en espera de las órdenes que recibiría de la agencia de la Compa-ñía General Trasatlántica en Nueva York, indicando el pago del traslado directo de los pasajeros españoles a Puerto Morelos. La JARE había ya girado el importe de ese servicio, crucial, dada la posible intervención jurisdiccional del gobierno de Vichy en la Martinica, su destino final después de tocar Santo Domingo.

A través del contacto con el ministro francés en Santo Domin-go, de quien obtuvo garantías sobre la integridad del contingen-te una vez en la Martinica, el delegado por JARE pudo enterarse de que todos los españoles del Cuba habían sido visados por los consulados dominicanos de París y Burdeos. En una nota del día 11 de julio, Giner de los Ríos hace la siguiente reflexión:

en el puerto procurando una autorización para subir a bordo, cosa que me costó varias visitas, pero que al fin obtuve, de orden del secretario del Interior (y que conservo en mi poder como prueba curiosa) y... desde la mitad del río me devolvieron al puerto con excusas y engaños, pero... no pude subir al barco!» (suspensivos en el original). Bernardo Giner de los Ríos, APBGR, 8 de julio de 1940.

10 Texto de los cables tomado de Documentos relativos... En su diario a bor-do del Cuba, Demófilo de Buen registra la primera subida al barco del delegado por SERE, quien les dice que todo se ha resuelto y que podrán desembarcar. En una segunda visita les comunica que no será ya posible, lo que crea una situación de «contratos sigilosos en rincones del barco» en un intento de convencer a personas aisladas de incorporarse al traba-jo agrícola, pues existía la determinación entre los de a bordo de «bajar todos o no bajar ninguno». Se había formado ya un comité para tomar la nave si es que se intentaba regresarlos a Francia. Estos detalles me fueron cortésmente comunicados por el señor Jorge de Buen.

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La verdad de la cosa es que el asunto es uno de los más turbios que aquí se han dado. Sé por el Ministro francés que todos los emigrantes traían sus papeles en regla. Por tanto estaban documentados y habiéndose brindado Prie-to a suplir el depósito, que es lo que faltaba, la razón oficial de no admitirlos no convence. Tanto más cuanto que una vez aquí la mayoría irían a México u otros países.11

No sólo todos habían sido visados por los cónsules domi-nicanos sino que el depósito se había hecho puntualmente, como podría comprobarlo el delegado de la JARE al ente-rarse, cuatro o cinco días después de que el Cuba dejase el puerto de Santo Domingo, de que la agencia de la Compañía Trasatlántica en Santo Domingo había recibido un cable des-de Marsella indicando que el depósito de los refugiados se había hecho allí.12 En una nota personal posterior, el repre-sentante de JARE llega a la conclusión de que el motivo de la desautorización de desembarco a los del Cuba derivaba de su posición sobre la entrega del dinero como depósito, dado que los pasajeros seguirían luego viaje hacia otras repúblicas americanas.13

11 Nota, APBGR, 11 de julio de 1940.12 «En cambio ha venido a la Agencia un radio... desde Marsella diciendo

que se hizo allí el depósito para los emigrados. Lo que no se sabe es quien lo hizo: si esto obedece al Sere o si es un depósito transferido desde ahí por Uds....». El depósito que se avisaba desde Marsella no pudo ser otro que el que hubo de realizar el SERE por los del Cuba, pues los que luego tuvo que hacer la JARE para lograr su traslado a México los realizó en la agencia de la compañía en Nueva York. El asunto del depósito efectuado en Marsella no aparece en la información posterior publicada sobre el incidente. Bernardo Giner de los Ríos a Indalecio Prieto, Ciudad Truji-llo, APBGR, 15 de julio de 1940; Indalecio Prieto a Bernardo Giner de los Ríos, México, 17 de julio de 1940.

13 Fue la intervención en el asunto del Cuba la que eventualmente hizo salir del país al arquitecto Bernardo Giner de los Ríos y no la relación que sostenía con la familia Alfonseca, opositora del régimen, como dice V. Llorens, Memorias de una..., p. 24.

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Es evidente que la fortuita intervención del emisario de la JARE complicó el manejo que la JPE realizaba con los envíos del SERE. Por ello, quizás, los intereses que se organizaban en torno a la Junta Pro-Inmigración Española monopolizaron la comunicación con el barco, impidiendo subir a bordo al representante de JARE –cosa que hubiera hecho evidente que los refugiados habían sido visados– e intentaron, en un último recurso, recibir el dinero directamente del Comité Técnico, convenciendo a los de a bordo de aceptar ir a Colonias agrí-colas.

De no haberse presentado esa contingencia (y otras más), que complicaron el flujo directo y discreto de recursos a la JPE, el grupo probablemente hubiese desembarcado. Podría hacerse la hipótesis de que la dilación contingente del radiote-legrama de la Compañía General Trasatlántica desde Marsella causase la demora con que se dio la decisión final de no admitir a los refugiados, pues resulta claro que los representantes de la Junta pugnaron por concretar el depósito desde poco antes del 4 de julio, cuando decidieron escribir al Comité Técnico al Servicio de la Inmigración Española, en México, solicitando su intervención con el envío de recursos y colocándolo, dicho sea de paso, en la vergonzosa situación de dar por hechos suce-sos que sólo cinco días más tarde cobrarían concreción. Como se dijo, el Comité solicitó públicamente la intervención de la JARE en México el día 4 de julio, dos días antes de que el Cuba arribase al puerto de Santo Domingo. Una vez en anclado en el antepuerto, la decisión de no admitirlos dilataría otros tres.14

14 En su respuesta al Comité, Indalecio Prieto le señala: «El señor Giner de los Ríos, contestando a mi telegrama, me ha enviado por cable informes que discrepan de los contenidos en la apremiantísima carta de ustedes de anteanoche. El trasatlántico “Cuba”, del que ustedes nos afirmaban hallarse ya en Santo Domingo, no había arribado ayer a su puerto de des-tino en aquel país, cuando menos a la hora en que depositó su mensaje el señor Giner de los Ríos, y los refugiados españoles que conduce no son mil quinientos, sino seiscientos». Documentos relativos..., p. 3.

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Formulario 29-100B-4-37, Permiso general García. Fuente: archivo personal de Bernardo Giner de los Ríos.

Boletín Comité Técnico. Fuente: archivo personal de Bernardo Giner de los Ríos.

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Algo pareció procesarse al interior del régimen durante la expectante situación creada en torno al Cuba. Un indicio de ello lo es el que el secretario Carbuccia confesase al delegado de JARE ser «minoría» en la opinión de que debía permitirse el desembarco y el que, desde el barco, su representante en la Junta, Rodolfo Bosch alcanzase a enviar una primera señal po-sitiva al indicar el urgente depósito para casi inmediatamente dar una contraorden. otro indicio aparente lo es la consulta de reconsideración que inició el canciller Despradel al cono-cer la disposición de la JARE de realizar el depósito.

Lo que se procesaba en materia de decisión sobre la inmi-gración de refugiados españoles había, en realidad, tomado inicio en el mes de mayo, cuando el Gobierno arribó a un nue-vo convenio con el SERE, que incrementó a 100 dólares el de-pósito requerido por cada inmigrante. En una comunicación del día 6 de ese mes, la Cancillería informaba haber dado indi-caciones a su Ministro en París de expresar a los responsables del Servicio que la República Dominicana estaba dispuesta a recibir hasta 2 mil refugiados más, en grupos sucesivos de 500 personas, de las que el 50 por ciento debían ser agricultores. Asimismo, el Canciller agregaba que la aceptación debía suje-tarse al requisito de depositar previamente 50 mil dólares, en

tanto la aplicación de esos fondos como los medios de asentamiento y adaptación de los inmigrantes estarán bajo estricto control y dirección del Gobierno. Si el Sere acepta estas condiciones pueden principiar a ejecutarlas a su mejor conveniencia.15

La preocupación en cuanto a que se enviasen agricultores emerge apenas en este momento, a casi 6 meses de iniciados los embarques masivos, cosa manifiestamente inconsistente

15 Secretario de Estado de Relaciones Exteriores a Presidente de la Repú-blica, Ciudad Trujillo, 6 de mayo de 1940 (cursivas de JBAGR).

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con los principios de fomento agrícola colocados como com-promiso de la política. Tan inconsistente como el que se llega-se a pensar que la solución integral al proceso de colonización existente pudiese meramente provenir de duplicar la suma requerida como depósito. Es de destacarse el énfasis puesto en el control estricto de parte del Gobierno, que es el que seguramente explica la salida posterior de Félix de los Ríos y Augusto Pedrero, los representantes del SERE en la JPE.

Tras el nuevo convenio, la Cancillería redobló la vigilancia sobre su cumplimiento por parte del SERE. Sobrevinieron dos hechos que crearon suspicacia en cuanto al proceder del organismo de evacuación. El primero, la llegada de un embarque de 72 refugiados sin el depósito correspondien-te y el confuso aviso del ministro García Mella desde París indicando que se trataba de 18 y que ya se habían deposita-do los 1,800 dólares correspondientes. El segundo, el arribo por Puerto Plata del último contingente masivo que aceptó el país a bordo del vapor La Salle. Venían 467 personas y el SERE sólo depositó lo correspondiente a 367 (los adultos ma-yores de 18 años, dado que antes se eximía de depósito a los menores de esa edad).

En ambos casos, la Cancillería pidió a la representación diplomática en París tratar lo relativo al incumplimiento del convenio, cosa que esperaba ver cumplir cuando el minis-tro García Mella dio aviso a principios del mes de junio de la próxima llegada del Cuba. Ante omisiones que admitían, todavía, el beneficio de la duda, ya que desde el envío del La Salle en febrero, el SERE había dado muestra fehaciente de pretender honrar sus compromisos, la reacción del Canciller fue inmediata:

En vista incumplimiento Sere sobre porcentaje agriculto-res y pequeños artesanos... así como también sobre fondos correspondientes número dichos inmigrantes, nuestro Gobierno ha resuelto suspender inmigración española... Si

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expedición anunciada no ha salido aún suspenda urgente-mente su salida y si ya salió se devolverán todos los que no se ajusten estrictamente a condiciones estipuladas.16

De manera férrea, el incidente quedaba anunciado. Sin em-bargo, el Gobierno parecía dispuesto a flexibilizar su determina-ción o, al menos, eso deja pensar la lógica en la que parecieron moverse los intereses vinculados con la JPE, que, con antelación, alertan al Comité Técnico radicado en México sobre la necesi-dad de hacer llegar los fondos, que suben a bordo a establecer «contratos sigilosos en rincones del barco» en un intento por con-vencer a los emigrantes de aceptar ir a Colonias y que pretenden se les incluya en la negociación del depósito con la JARE.

Algo hizo prevalecer la posición de quienes optaban por ce-rrar la política migratoria, obligando al secretario de la Junta a dar al Comité Técnico la contraorden. ¿qué pudo ser? ¿El in-terés de recibir agricultores o el de recibir recursos? Reaccionar con tal dilación al problema de que no llegaban agricultores y hacerlo diciendo que debían llegar en cierta proporción, pa-gando una cuota mayor (que se hacía, ahora, extensiva a los me-nores de 18 años) e insistiendo en el estricto y exclusivo control de los recursos, puede indicar lo mismo un sentido de compro-miso con el fomento agrícola que un negligente desinterés en el mismo. En sus observaciones a los embarques de febrero, abril y mayo, la Cancillería parece, ante todo, preocupada por el asun-to de los depósitos, no tanto en el de la calidad profesional de los llegados. Del embarque de febrero (vapor La Salle) indaga si el SERE está por cumplir el precepto de los 50,000 dólares por cada 500 embarcados y la Legación en París responde detallan-do el modo en que se comenzarán a integrar.17 Del embarque

16 Secretario de Relaciones Exteriores a Presidente de la República, Ciudad Trujillo, 12 de junio de 1940.

17 En cable desde París venía al Canciller la noticia: «SERE dice depositó trein-tamil dólares correspondientes próxima expedición... suplicome [sic] ges-tione Gobierno francés autorización sacar diez mil dólares más. Ministro en París a Secretario de Relaciones Exteriores, París, 27 de enero de 1940.

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de abril (Cuba) lo que observa es el diferencial entre 72 llega-dos y sólo por 18 depositados. Al embarque último de mayo (La Salle) lo que observa es el incumplimiento del depósito en casos de minoría de edad.18

¿Se fijaba el Canciller más en el ingreso y el control de los recursos que en la calidad de los inmigrantes? Podría decirse que si, dado que entre febrero y mayo nada pareció hacerse para controlar los atributos profesionales de los llegados.19

Aunque quizás inquiría esencialmente lo relativo a los de-pósitos porque, a su vez, fuese inexactamente informado en cuanto al perfil de los llegados, cosa que no debe descartarse ya que desde muy temprano fue claro para los directivos de la Junta Pro-Inmigración que sólo una ínfima proporción de los llegados se hallaba compuesta por agricultores.20

18 El cable a la Legación en París de parte de la Cancillería decía: «SERE remite 37,000 pesos para 367 adultos y cien niños. Convínose cien pesos por persona sin distinguir niños. Suma situada no se ajusta convenio. Suma adicional anunciada setentidos inmigrantes vapor Cuba no reci-bida». Secretario de Relaciones Exteriores a Presidente de la República, Ciudad Trujillo, 18 de mayo de 1940.

19 El único indicio documental de actividad consular en el proceso de re-clutamiento de los inmigrantes hallado, lo es una carta enviada por el ministro en Francia, Moisés García Mella, al señor Francisco Méndez Aspe (alto directivo del SERE) aclarándole que «Extremando un criterio amplio, he podido entresacar 44 agricultores [de un lote de 250 pasapor-tes enviados a visar]». Se organizaba, en esos momentos, ni más ni menos que la expedición frustrada del Cuba. Moisés García Mella a Francisco Méndez Aspe, París, 30 de mayo de 1940.

20 Llama la atención la descripción jocosa que hace Eugenio Fernández Granell en La novela del Indio Tupinamba exagerando el proceso de llena-do de un formulario de entrada en donde, a todo cuestionamiento, se res-ponde: «Labriego». Como se ha dicho, apenas un 4 por ciento de quienes obtuvieron Cédula de Identidad en el país dio por respuesta ser agricul-tor, circunstancia que es extensiva a los listados de personas elaborados por la JPE en cada desembarco y que nos deja ver que apenas se les había socializado en el carácter de la política. Fernández Granell vino al país en el penúltimo embarque (La Salle, febrero 1940) y es posible pensar que su impresión al respecto se originase ya en un cierto clima de simulación en torno a las presuntas expectativas inmigratorias del régimen.

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La posibilidad de que los directivos de la Junta «maquilla-sen» las realidades del proceso inmigratorio en algún modo, produciendo imágenes venturosas de la experiencia u omi-tiendo información, es digna de considerarse, sobre todo si se hace intervenir información que aduce la presencia de pro-cesos de corrupción, favoritismo y uso indebido de los fondos depositados por el SERE.

Una facción ante todo interesada en el usufructo de esos recursos se insinúa en el historial de yerros y omisiones que caracterizó la política de colonización efectuada por la JPE, organismo que, en el curso de su actuación vivió un proceso de continua recomposición interna que tendió a concentrar el poder de decisión en la figura de su Secretario.

¿Cómo circularon los exiguos recursos del SERE? ¿Cuánto debió su rápida extinción a procesos de apropiación indebida y de favoritismo?

Responder esas preguntas resulta una tarea imposible, por mucho que queden sin respuesta histórica convincente los desesperados testimonios de quienes, en su día, pugnaron por que les fuese devuelto lo que se depositaba en París. Una nu-trida correspondencia reclamando la entrega de los depósitos viajó en esos primeros meses, no solo hacia los organismos de ayuda españoles sino hacia el despacho del propio Rafael L. Trujillo, a quien los interesados solicitaban –reeditando claros mecanismos de reproducción del discurso hegemónico– una intervención inspirada en los elevados sentimientos de huma-nidad y justicia que arquetípicamente lo asistían.21

21 No está de más citar uno de ellos, así sea por honrar (mucho tiempo después) las injustas realidades del exilio. Lo dirigió en el mes de julio de 1940 el señor Martínez Jara, inválido de guerra, explicando al «Jefe Supremo» poseer un recibo consular que amparaba la entrega de 600 dólares como garantía de recursos para la propia subsistencia, dada su incapacidad para el trabajo y «hasta tanto yo consiguiera mi entrada en otro país donde pudiera vivir... HE AqUÍ qUE MEDIANTE DICTAMEN EXPEDIDo PoR EL MÉDICo oFICIAL DEL CoNSULADo NoRTA-MERICANo [sic]... Y AL HACER LA RECLAMACIÓN DE NUESTRoS

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Sin embargo, todo indica que sólo una pequeña fracción de ellos se orientó a la creación de condiciones para el esta-blecimiento de colonos agrícolas. Eventualmente, junto con otras personas, el entonces Secretario de Agricultura sería llamado a rendir explicaciones en torno al manejo de la lla-mada «Cuenta de Refugiados Europeos» (que fue creada tras las indicaciones del Canciller con los 37 mil dólares depo-sitados por el SERE por los pasajeros del último embarque aceptado), en el curso de una auditoría realizada en junio de 1941, de la que aparentemente salió airoso, pues básicamen-te acabó inquiriéndosele por el destino de un cheque por 104 pesos.22

A pesar de que el Informe sobre la «Cuenta Refugiados Europeos» que resultó de esa auditoría, arriba a una perfecta demostración contable sobre el ejercicio de los 37 mil dólares, su análisis detallado levanta algunas dudas de consistencia. El Informe contiene en un registro sobre los gastos realizados en

DEPÓSIToS, SE NoS NIEGA LA DEVoLUCIÓN CADA VEZ CoN UN PRETEXTo DIFERENTE. El señor Martínez le solicitaba a Trujillo inter-venir en favor de su caso ante el Secretario de la Junta Pro-Inmigración Española y agregaba la siguiente dramática, inquietante e inexorable posdata: «Al igual que pronostiqué el probable fallecimiento de mi hijo cuando tuve el honor de dirigirme a V.E. solicitando auxilio, en esta oca-sión pronostico una probable amputación de la pierna derecha... sino me someto prontamente a la intervención quirúrgica dictaminada». Al parecer, el coronel Joaquín Cocco intercedió en favor del señor Martínez, y este logró viajar. Sin embargo, muchas de las respuestas dadas por la JPE sencillamente rezaban que dichos depósitos eran hechos «para que fueran empleados globalmente ...para instalarlos en Colonias Agrícolas, desarrollos de las mismas y atenciones en general de los refugiados». Jesús Martínez Jara a Rafael L. Trujillo, Ciudad Trujillo, 8 de julio de 1940.

22 La auditoría fue encargada por el entrante secretario de Estado de Agri-cultura, Industria y Trabajo, señor Emilio Espínola, que en el mes de abril de 1941 sustituyó en la cartera a Raúl Carbuccia. Auditor y Con-tralor General de la República a Secretario de Estado de Agricultura, Ciudad Trujillo, 13 de junio de 1941.

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las distintas Colonias agrícolas donde radicaban refugiados españoles.23

Uno de los aspectos de consistencia más llamativos reside en el número de asentamientos que se enlistan, dado que en él aparecen núcleos que nunca habían figurado ni en los repor-tes de prensa ni en la Memoria general elaborada en diciem-bre de 1940.24 Asimismo, llaman la atención ciertos detalles de los rubros en que se gasta y la medida en que éstos podían ser coherentes con lo que, por entonces (mayo-agosto de 1940), sucedía en las distintas Colonias. Con una población estima-da de 60 personas, a la de Villa Trujillo se le adjudican, por ejemplo, 52 camas y 117 machetes, cosa que resulta coherente en cuanto a los equipos de camas, mas no en el número de machetes y otros aperos agrícolas, que resulta excesivo. Con alrededor de 120 colonos asentados, a la de Pedro Sánchez se le asignan 238 camas.

otro aspecto de inconsistencia radica en los gastos reporta-dos para la construcción de casas que, por lo que dejan ver las fotografías insertas en la referida Memoria, tendieron a edifi-carse siempre bajo un mismo patrón. En la de Villa Trujillo, 31 mil pies de madera se emplean para la edificación de 20 vivien-das (1,550 pies/casa), mientras que en Dajabón 36 mil pies se aplican a la construcción de apenas 12 (3,000 pies/casa). En cuanto a eficiencia en el empleo de la madera, la Colonia de Medina tuvo que ser paradigmática, pues allí 2 mil pies de madera rindieron la construcción de 5 casas (400 pies/casa).

Haciendo un supuesto de honestidad en el manejo de las inversiones, muchos de las inconsistencias que surgen, no sólo de la lectura del Informe sino de su contrastación con

23 El Informe constituye uno de los Anexos que integra la auditoría. Los restantes constan de los interrogatorios practicados a 6 funcionarios vin-culados con el ejercicio de esos gastos.

24 Los nuevos asentamientos descritos se radican en Jumunucú (La Vega), Monte Llano (Puerto Plata), Hato Mayor, San José de Las Matas y San Juan de la Maguana.

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La goleta Antorcha.

Tractor Junta Pro-Inmigración Española. Fuente: de las 3 fotos, AGN, fondo Presidencia de la República.

Memoria presentada por el Secretario General de la Junta Pro-Inmigración Española.

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los datos proporcionados por Bosch Pearson en la Memoria de diciembre de 1940, podrían explicarse. ocasionalmente, las Colonias recibían donaciones en especie de parte de los gobiernos locales o de núcleos de comerciantes situados en su entorno y éstas podrían explicar la desproporción existente, por ejemplo, en el gasto y el rendimiento de la madera. Sin embargo, las denuncias y los rumores que circulaban en torno a la transparencia operativa de la JPE refuerzan la hipótesis interpretativa sobre procesos de apropiación patrimonialista con los fondos enviados por el SERE. En apoyo de esta inter-pretación figuran, además, otros aspectos del propio Informe, como el hecho de que cerca del 30 por ciento de los gastos efectuados careciese de documentación probatoria o de que se expidiesen cheques a nombre del secretario de la Junta por valores que no se concretaron en ninguna de las Colonias.25

En suma, lo que posiblemente procesó el Gobierno domi-nicano en los días de impasse en torno al desembarco del con-tingente del Cuba resulta todavía algo oscuro, sobre lo cual es sólo es posible establecer indicios en relación con alianzas de interés y mecanismos de circulación de poder y recursos entre individuos, organismos de evacuación y burócratas. Sin embargo, su gravitación sobre la historia de los exiliados en el país no puede ser puesta en duda.

¿Autorizan las presunciones de un circuito corrupto en el dinero dado por los organismos de emigración afirmar que fue ése el factor gestor de la política inmigratoria hacia los republicanos?

25 En su dictamen general de los cheques librados por la cuenta (Anexo C, Relación de cheques observados de la «Cuenta de Refugiados Europeos»), los contadores decían al Contralor haber «comprobado, que varios de los cheques... no están amparados en su totalidad... y otros carecen total-mente, de recibos, listas de pagos y demás comprobantes que justifiquen la erogación ocasionada, circunstancia esta por la que nos permitimos llamar la atención hacia la relación aludida, toda vez que ésta monta la suma de $11,167.84». Inspectores de la Auditoría Nacional a Secretario de Agricultura, Industria y Trabajo, Ciudad Trujillo, 7 de junio de 1941.

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Por lo visto hasta el momento, parece claro que el interés co-lonizador debe descartarse: resulta pueril suponer que Trujillo desconociese las desviaciones que sufrían los recursos envia-dos con tal fin al país. Descontada esa motivación, las ideas co-nexas de orden demográfico, racial y cultural pierden sentido pues su logro dependía crucialmente del éxito en el estable-cimiento productivo de los inmigrados. El factor corrupción pudo medrar, prolongar y determinar el resultado final del experimento inmigratorio, pero es claro que su gestión inicial se vio motivada por la necesidad de imágenes internacionales favorables al régimen.

Esta hipótesis cobra dimensiones patéticas al profundizar en las preferencias mostradas por Trujillo hacia los judíos frente a los españoles en materia de creación de condiciones para su establecimiento como agricultores. En los mismos días en que Cazaña reclamaba ayudas mínimas para instalar a los re-fugiados en la Colonia de Juan de Herrera, visitaba el país la comisión norteamericana descrita (Vid pp. 84-87.). En tanto a los colonos españoles se les lanzaba a roturar terrenos eriazos e insalubres, desprovistos de herramientas, animales y vivienda suficientes, Trujillo daba el golpe publicitario que a continua-ción leemos y que vale la pena citar extensamente para apre-ciar en su justa dimensión la maquinación implícita.

La comisión se encontraba ese día visitando terrenos en las inmediaciones de Sosúa, en la costa atlántica, donde, eventual-mente, se asentaría una colonia judía. Dejemos que Rosenberg, miembro de la misma, nos describa el momentum:

Apenas habíamos concluido nuestra inspección cuando vino donde mí un mensajero, quien había venido por automóvil, desde una distancia de 250 millas, de Ciudad Trujillo, con una carta del Generalísimo Trujillo que decía lo siguiente:

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Ciudad Trujillo, R. D. 20 de enero, 1940Señor James N. Rosenberg, Ciudad.

Mi querido Rosenberg:Mi propiedad rural ubicada en Sosúa [...] ha sido seleccio-nada [...] como el sitio apropiado para una colonización, según Ud. me ha informado. Esta propiedad mide 26,685 acres y tiene 24 casas habitables, acueducto y otras instala-ciones para la comodidad de los residentes allí. Dicha pro-piedad, que tiene igualmente 4,958 acres de pasto artificial y una gran extensión de monte virgen con abundantes ma-deras preciosas, representa para mí, en la actualidad, una inversión no menor de 100,000.00 (dólares). [...] Le repito que estoy interesado en la realización de esta empresa de colonización porque considero que todos debemos cooperar a su éxito, en la medida de nuestras po-sibilidades, como un acto humanitario y noble; y es por ello que me complace, mi querido Mr. Rosenberg, ofrecer al Comité de Refugiados [...] mi propiedad de Sosúa como mi aporte personal para establecer en ella la primera colo-nia de refugiados [...]

(firmado) Rafael L. Trujillo 26

No es necesario aclarar el sentido y la magnitud de las dife-rencias de trato asignadas a españoles y judíos. Los primeros, inexistentes ya desde todo punto de vista formal en el con-cierto de las naciones, cuyo exembajador en Washington poco tendría ya que ver con Roosevelt, pasaron a un remoto plano estratégico en los movimientos de política externa de la dicta-dura. Los segundos ameritaban desprendimientos de ese tipo,

26 «El establecimiento de refugiados en la República Dominicana», La Na-ción, 12 de abril de 1940.

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pues sus lobbys trabajaban cerca del mandatario de la nación que decidía el destino de la República Dominicana.

Este hecho que, por exceso, refuerza el argumento sobre la política externa como elemento decisivo en la inmigración republicana muestra, por defecto, el interés real del régimen en el tema agrícola. De no ser así, las ayudas reclamadas por Cazaña debieron llegar activando para ello los mismos resor-tes burocráticos que hollywoodescamente llevaron la carta a Sosúa, mostrando un idéntico interés por invertir recursos en el desarrollo de las colonias españolas para remontar las insu-ficiencias que imputaba al SERE.27

Logrado un cierto impacto en la opinión norteamericana, que registró en páginas como las del New York Times la llegada de los republicanos a la isla pero que no prestó mayor aten-ción a su destino posterior en ella, el problema de su inserción en el país fue dejado de lado y a merced de la corrupción im-perante.

Los entretelones del incidente del Cuba hacen evidente ese proceso corrupto que derivó beneficios de los objetivos pro-pagandísticos del régimen. Sin embargo, más allá de lo que a su dinámica pudiera introducir la corrupción y el favoritismo, el incidente pudo ser aprovechado con un claro sentido de política exterior. En lugar de dar pie a un nuevo desplante humanista de Trujillo, sirvió para acotar la desproporcionada oferta de Evian, manteniéndola, sin embargo, discursivamente como un proyecto dotado de seriedad. Al postular a los repu-

27 Poco tiempo después de cederle la finca de Sosúa, Trujillo haría a la DoRSA un segundo regalo consistente en setenta cabezas de ganado de pura raza con el fin de que se desarrollara en ella la producción lechera. Hasta donde ha sido posible averiguar, las colonias españolas recibieron de la JPE y de la Secretaría de Agricultura entre dos y cuatro cabezas de ganado cada una, de manera que no pasaron de quince las que poseye-ron en total. En la Memoria tantas veces citada, Bosch Pearson indica que fueron un total de 46, cifra que, con todo, distaba aún bastante de las obsequiadas a la DoRSA. Memoria que al Honorable Secretario de Estado de Agricultura, Industria y Trabajo presenta..., p. 84.

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blicanos como los incapaces de adaptarse al país, el incidente ocultaba el problema de la exigua capacidad de la república para absorber refugiados europeos.

Así, mientras Ramfis enviaba golosinas a los niños del barco y la prensa local publicitaba el nuevo proyecto humanitario de Trujillo,28 las gestiones de Prieto ante los gobiernos mexicano y cubano se encargaban de difundir –con el dramatismo inhe-rente a la situación– las serias disposiciones migratorias que el régimen diera a conocer en una poco relevante nota previa al cuerpo diplomático extranjero en el país.29

28 «La cariñosa espera a los huérfanos de la guerra europea», La Nación, editorial, 8 de julio de 1940.

29 En nota emitida el 20 de junio de 1940, la Cancillería dominicana infor-maba la decisión de restringir las futuras llegadas a los que lo hicieran por conducto de DoRSA. Según Vega, en aclaraciones hechas al represen-tante norteamericano, el canciller argumentó el peligro de infiltración nazi y comunista, destacando, como se señaló ya, que dicha disposición no se aplicaría al contingente que venía en camino a bordo del Cuba.

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Arquitecto Bernardo Giner de los Ríos. Fuente: archivo personal Familia Alfonseca Giner de los Ríos.

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capítulo quinto

La saga del incidente. Aspectos en pos de una historia social del del exilio español en la sociedad dominicana

Basado en la decepción inmigratoria, el incidente del Cuba tuvo el claro sentido de producir una explicación po-lítica que ratificaba el interés del Gobierno dominicano de cumplir con los compromisos asumidos en la Conferencia de Evian, ofreciendo su territorio como refugio a los desplazados europeos del totalitarismo.

No supuso el fin de la inmigración española como parecían insinuarlo la inflexible decisión y sus tonos dramáticos, ya que pequeños grupos de españoles refugiados seguirían llegando al país en los meses posteriores. Definió, más bien, un nuevo telón de fondo al problema general de la inmigración de refu-giados europeos que, de más en más, cobraría la forma de una política de expresa colaboración con el problema de los judíos y un acrecentamiento del rol que debía desempeñar en ella la Dominican Republic Settlement Asociation (DoRSA), orga-nismo al que pasó a asignársele un papel central en la gestión de la política inmigratoria.

Sobre todo, el incidente sentó una explicación que salvaba la presunta capacidad del país para absorber hasta cien mil refugiados europeos, alentando las expectativas que todavía concitaba la oferta de política exterior dominicana, puesta en entredicho por la experiencia con los poco más de 3 mil re-fugiados españoles, que claramente mostraba las dificultades de la sociedad dominicana para absorber un contingente mu-cho mayor. La reemigración paulatina de muchos y la abierta desocupación en que se hallaba la mayoría eran signos que el régimen prefería acallar, mistificando el éxito presunto de la

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política inmigratoria mientras ello fue posible y cancelándola después de un modo acentuadamente ritual.

Pronto, la precaria situación de los españoles refugiados en el país preocupó a los organismos relacionados con el pro-blema humanitario de los exilios europeos. En los primeros meses de 1940, algunas organizaciones trataron de intervenir en su sostén y reasentamiento en otros puntos del continen-te, pero encontraron obstáculos de parte de las autoridades. En junio de 1940, por ejemplo, poco antes de que llegara el Cuba, el doctor Rosen (oficial de DoRSA), intentó formar un comité internacional de ayuda al exilio español con fondos de la American Friends Service Committee (AFSC) y de otras organizaciones católicas norteamericanas. Sin embargo, éste «rápidamente se disolvió cuando las autoridades de Trujillo insistieron en que sólo funcionarios dominicanos podían ma-nejar fondos» para su ayuda. Aunque la disolución del comité parece insinuar trataba de centralizarse todo nuevo recurso en la política desarrollada por la JPE, es de notarse una cierta preocupación en cuanto a que organismos humanitarios cons-tatasen los problemas enfrentados por judíos y republicanos para incorporarse productivamente al país, ya que también fue disuelto un comité similar dedicado al auxilio de los judíos.1

Asumido oficialmente el fracaso de la inmigración republi-cana, esas interferencias comenzaron a desaparecer. En octu-bre, la JARE envió a Santo Domingo al exministro republicano José Tomás y Piera con la intención de estudiar la posibilidad de destinar recursos para la creación de fuentes de trabajo, como lo hacía en México. Sin embargo, el resultado de los contactos que Piera tuvo con autoridades y grupos de refu-giados lo llevaron directamente a recomendar su evacuación, cosa que comenzaría paulatinamente a hacer la JARE un mes más tarde.2 En octubre, el Fondo de Reasentamiento en el

1 C. Gardiner, La política de migración..., p. 79.2 Bernardo Giner de los Ríos, notas a D. José Tomás y Piera. APBGR.

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Nuevo Mundo que dirigía John Dos Passos instaló en Santo Domingo el proyecto de expedición al Ecuador, que evacuó un centenar de personas. Por esos mismos días, también la American Friends Service Committee radicó en la capital un encargado de canalizar recursos a los españoles, iniciativa que no contó con el agrado oficial.3

Todos los organismos que comenzaron a auxiliar coincidie-ron en que lo que procedía era evacuarlos, dada la remota po-sibilidad de obtener un empleo que enfrentaba la mayoría y la delicada situación mantenida por grupos como los inválidos, las viudas y los colonos agrícolas. Estos últimos preocupan, in-cluso, en términos de supervivencia.4

Sin embargo, la evacuación no se produciría, con la celeri-dad recomendada por los observadores ni, mucho menos, con la deseada por quienes serían objeto de ella. Además de que debía realizarse procurando no herir la susceptibilidad de las autoridades, el ritmo de la evacuación dependió de factores como la capacidad y prioridades de los organismos de ayuda, las cambiantes políticas de inmigración en los países finalmen-te receptores y la situación del transporte marítimo durante la guerra.

1. La reemigración

Aunque un flujo persistente de salidas rumbo a otras repúbli-cas americanas acompañó el proceso desde sus inicios, volvien-do cotidiano el ver partir pequeños grupos familiares rumbo a La Habana, Curazao o La Guaira, donde podían tomarse otros destinos, después del incidente ese flujo adoptó el carácter de una verdadera política de evacuación en la que participarían

3 Según Gardiner, «el miedo de la censura dominicana retrasó el repor-te de Connover [delegado de la AFSC] hasta que regresó a Cuba», C. Gardiner, Loc. cit.

4 Ibídem, pp. 79-84.

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–en una suerte de dinámica de relevo– tanto los organismos de ayuda externos como el propio Gobierno dominicano.

El primer organismo actuante fue la Junta de Auxilio a los Republicanos Españoles (JARE) que, desde la Ciudad de México, intervino inicialmente en el arribo eventual del con-tingente del Cuba a Puerto México, Veracruz. Desde octubre de 1940 hasta 1942 (cuando el Gobierno mexicano intervino en su gestión creando la Comisión Administradora del Fondo de Auxilios a los Republicanos Españoles), la JARE fue el prin-cipal organismo de evacuación y sustento de los inmigrantes.

A mediados de agosto de 1940, la Junta celebró una sesión dedicada «preferentemente... a examinar la situación angus-tiosísima en que se encuentran los refugiados españoles que el SERE trasladó desde Francia a la República Dominicana». En la sesión fueron puestos en consideración:

las comunicaciones cruzadas sobre el particular con Ro-dolfo Bosch Pearson; el informe de carácter general que suscriben José de Benito, Ramón Solar, Antonio orallo Sánchez, Alfonso orallo y cinco más, el dictamen remitido a la Delegación de la Comisión Ejecutiva del P.S.o.E. por el vocal del Comité Nacional del mismo don Ramón Solar; las cartas del ex-ministro don Bernardo Giner de los Ríos, que reside en aquella República y gran número de cartas particulares. Además se oye el informe oral del ex-ministro don Anastasio de Gracia.5

En octubre, la JARE envió a al exministro José Tomás y Piera, para que éste inspeccionase de cerca las realidades del colectivo refugiado. El exministro se entrevistó con las perso-nas a que hace referencia el Acta, realizó un recorrido por las

5 Acta del 3 de agosto de 1940. Debe corregirse a Llorens la afirmación de que el único exministro llegado a Santo Domingo fue Bernardo Giner de los Ríos. También residió allí el exministro Anastasio de Gracia.

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Colonias agrícolas en compañía del Secretario de la Junta y elaboró un informe en el que sugería que la política de JARE debería concretarse simplemente a evacuar al contingente y a apoyar, mientras tanto, un breve subsidio de carácter general por emigrante. La realización de inversiones reproductivas, como las que efectuaba en México, fue casi inmediatamente desestimada.6

Una lectura al Libro de Actas del organismo deja ver que, entre diciembre de 1940 y mediados de 1942, la JARE evacuó alrededor de 800 personas, la gran mayoría rumbo a México, donde un segmento importante era luego reconducido al campo, dada la presión social que producía ya el exilio en el medio urbano.

Es interesante captar los destinos de los que no viajaron a México: Argentina (55); Bolivia (21); Colombia (25); Cuba (8); Chile (9); Ecuador (4); Panamá (58); Perú (7); Venezuela (25).

En el mismo 1940, la New World Settlement Funds que di-rigía Dos Passos comenzó a organizar una expedición de alre-dedor de 100 personas al Ecuador, reclutando en su mayoría a anarquistas de las colonias agrícolas de Juan de Herrera y El Llano, como luego lo relatarían José Peirats (más tarde, secre-tario general de la Confederación Nacional de Trabajadores en el exilio) y Proudhon Carbó.7 La expedición al Ecuador partió a bordo del Lovcen en el mes de enero de 1941, siendo asentadas las 36 familias que integraban el contingente en la Colonia agrícola Simón Bolívar, en las laderas del Pichincha.

6 Acta no. 193, 2 de enero de 1941. La Junta decidió ese día «pagar el pasa-je a México a quienes muestren oferta de empleo y acepten residir fuera de la Ciudad de México» y pagar el pasaje a otras repúblicas americanas «a quienes muestren lo mismo». Estableció también entregar un subsi-dio de 5 dólares mensuales a los jefes de familia en las Colonias agrícolas y de 3.50 a sus dependientes familiares.

7 José Peirats, Estampas del exilio en América. s/f/e-s/e; Proudhon Carbó, Yanga Sácriba. Autobiografía de un libertario. México, Plaza y Valdés, 1991.

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La partida del Lovcen hacia el Ecuador inauguró un sosteni-do movimiento emigratorio que se mantuvo todo el año, hasta que el ingreso de los EE. UU. a la Segunda Guerra Mundial trajo el escenario bélico a las aguas del mar Caribe, tornando peligrosa la navegación. Con relativa frecuencia la columna «Movimiento del Puerto» del diario La Nación, dio aviso de nutridos embarques de refugiados españoles rumbo a México, vía La Habana, a bordo del vapor Cuba que, incluso, realizó ocasionalmente viajes directos hasta el puerto de Veracruz.8

Se trataba de un flujo cuya manifestación pública inquie-taba al régimen, cosa que posiblemente intervino en el silen-ciamiento de la columna a inicios de 1942. Síntoma de tal inquietud lo fue también la tarea de reporte e intervención indicada a los cónsules dominicanos en Puerto Príncipe y en La Habana, en ocasión de los distintos arribos de españoles embarcados de modo clandestino, como los siete que tuvieron que tocar tierra por agotárseles el combustible en Bas de Terre (Cabo Haitiano), en diciembre de 1940, o los once que, por motivos similares, desembarcaron en Punta Maisí (Cuba), en marzo de 1941, declarándose perseguidos de Falange Españo-la, según anotó la prensa local, incidente que motivó una ins-trucción directa del presidente al canciller Despradel, indicán-dole pedir al Ministro dominicano en La Habana hacer frente a ese tipo de declaraciones que «tienden a hacernos aparecer como ligados a la Falange Española, que en los Estados Unidos se tiene como simpatizadora [sic] de los Estados Totalitarios», afirmación que constituye una buena muestra de cómo la pre-sencia de los exiliados tuvo distintos usos en materia de políti-ca exterior. Las inquietudes de 1941, se insertaban ya no en los problemas internacionales derivados de la identificación del régimen dominicano con el totalitarismo sanguinario de los

8 Este Cuba no es el que hemos conocido por el incidente, sino uno de bandera cubana que realizaba regularmente el circuito La Habana-Santo Domingo-La Guaira. Núcleos de hasta 80 refugiados viajaron en él.

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treintas, sino en los de la relación estratégica con los Estados Unidos, el reacomodo de la hegemonía a escala mundial y la importancia de acreditarse ante el Departamento de Estado que dirigía Cordell Hull como un aliado incondicional y con-fiable.9

La extensión de la guerra a las aguas del mar Caribe en 1942 significó una verdadera contención del flujo emigrato-rio, agravando las presiones que sufrían los que esperaban ser evacuados. La presencia de la flota submarina nazi –que en ese año hundió embarcaciones dominicanas como el Presi-dente Trujillo, el San Rafael, La Nueva Altagracia y Carmen– paralizó notablemente el transporte marítimo de pasajeros, encareciendo los costos de una evacuación que debía ahora hacerse por vía aérea. A finales de ese año, la intervención del Gobierno mexicano en las finanzas de la JARE, su disolución y la creación de la CAFARE tornó todavía más angustiosa la situación de quienes deseaban ser evacuados, forzándolos a buscar refugio en las colonias agrícolas donde, aunque se vivía mal, podía vivirse con menos.10

Tras la pausa impuesta por la presencia activa de los U-Boote alemanes en aguas del Caribe, que también eliminaron vapores como el Coamo y el Leiff de bandera aliada, el ritmo de salidas se reanuda con fuerza entre 1944 y 1945, patrocinado funda-mentalmente por el American Christian Committee (ACCR). En esos años, el organismo hace salir del país alrededor de 1,181 personas, un segmento importante de quienes permanecían en el país. Buena parte de éstos se dirige a Venezuela, dada la

9 Presidente de la República a Secretario de Relaciones Exteriores, Ciudad Trujillo, 21 de marzo de 1941.

10 Hacia finales de 1942, los fondos de JARE pasan a ser administrados por la CAFARE, que en ese momento decide suspender gastos de viaje para el grupo de Santo Domingo, así como disminuir el número de visados para viajar a México. Véase «Carta de la Comisión Administradora del Fondo de Auxilios a los Republicanos Españoles», diario Democracia, no. 28, [republicano] Ciudad Trujillo, 8 de febrero de 1943.

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Interior y Policía. Reporte sobre los 35 refugiados españoles embarcados rumbo a Venezuela a bordo de la goleta La Dominicana rumbo a La Guaira. Fuente: AGN, fondo Presidencia de la República.

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apertura del gobierno liberal de Rómulo Betancourt de re-cibir a los refugiados en la República Dominicana (ítem de preocupación adicional para el Gobierno dominicano, dada la antipatía del régimen venezolano), asumiendo parcialmente los costos de transporte y alojamiento.11

En este tramo final de la evacuación intervino activamente el Gobierno dominicano, que desde 1943 presionó la salida de sectores del colectivo refugiado bajo la acusación de difundir ideas ajenas al país y desarrollar actividades «quintacolumnis-tas». Desde el incidente, un anticomunismo en ciernes comen-zó a develarse como política interior del Gobierno dominica-no hacia los exiliados, empleándoselo como justificación de distintos actos arbitrarios. No pocos perdieron el empleo bajo la acusación de realizar servicios de espionaje a favor del Eje. Sin embargo, hacia mediados de los cuarenta, al adquirir un perfil más definido el discurso de la seguridad continental y al interesarse el dictador en promover una imagen de campeón del anticomunismo, tales presiones se acrecentaron, convir-tiéndose en una suerte de leitmotiv genérico del proceso de evacuación general.

Desde inicios de 1944, el Gobierno dominicano puso empe-ño en hacer salir del país a los refugiados, supervisando, parti-cularmente, el que lo hiciesen los calificados de comunistas o ideológica y políticamente extremistas. En aras de ese empeño, instruyó al encargado del Negociado de Inmigración la con-fección de un censo general de quienes todavía residían en el país e invirtió, incluso, algunos recursos en la organización de evacuación de contingentes en barcos de matrícula oficial. De modo metódico durante el año 1944 y 1945, el Secretario de Interior y Policía rindió informe directo a la Presidencia de la República de cada acto de salida, fuese individual o colectivo. Cuando era el caso, el reporte remarcaba si entre los emigran-tes se encontraban personas identificadas como extremistas en

11 C. Gardiner, La política de emigración..., pp. 84-89.

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alguno de los distintos listados de inteligencia policíaca que se elaboraron en esos años, bajo el influjo y la solicitud de la inteligencia político-policíaca norteamericana. Una labor de esmerado cotejo deja notarse en el fondo de esa actividad bu-rocrática de reportes de salida de refugiados españoles.

La información contenida en esos reportes permite conocer el destino de los que abandonaron el país en esos años. qui-nientas sesenta y seis personas salieron entre junio de 1944 y diciembre de 1945, dirigiéndose a Venezuela la abrumadora mayoría (85 por ciento). Los restantes viajaron rumbo a Méxi-co. Asumiendo que todas las salidas quedasen reportadas, ello implicó que el número de los que permanecían en territorio dominicano en 1946 no debía exceder las 500 personas.

En tanto ese proceso de evacuación llegó a su fin, los refu-giados mantuvieron en el país una vida realmente peculiar en términos de la historia general del exilio español en América Latina.

Para la gran mayoría de los llegados, el exilio en la sociedad dominicana fue una experiencia dura que, sin embargo, ten-derían siempre a recordar con intensidad y afecto su contacto con el pueblo dominicano, su hospitalidad y el modo en que la experiencia de «los que fueron a Santo Domingo» los distin-guía de otros segmentos del exilio español, posicionándolos identitariamente como trayectoria en América.

Nunca perdería vigencia para un sector importante de los refugiados el panorama de la situación descrito a las Comisio-nes Ejecutivas del Partido Socialista obrero Español (PSoE) por Ramón Solar Pilatti en 1941:

Tan sólo diré, resumiendo la inmensidad de aquella tra-gedia colectiva, que la supervivencia de nuestros compa-triotas allí es imposible, entre otras causas, por estas tres elementales: Primera. Porque ni ahora, ni en muchos años, se podrán hallar medios de vida en ciudades ni en el cam-po, por ser un país pobre en su mayor grado de miseria;

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segunda, porque [el progreso] sanitario... se encuentra en la misma situación de falta de profilaxis que en su primera época de colonización y con su terrible clima tropical está haciendo verdaderos estragos en los organismos de nues-tros compatriotas... y tercera, porque aún cuando hasta el presente se nos ha respetado, aquél país no merece la me-nor garantía para la seguridad de nuestros compatriotas, ya que en cada momento están expuestos a las reacciones de simpatía o desagrado de las personas que, sin ningún control ni poder moderador, actúan como absolutos de aquél desgraciado pueblo. En definitiva, que nuestros compatriotas allí recuerdan con nostalgia su situación en los campos de concentración de Francia antes de producir-se la hecatombe en este país. Con esto está dicho todo, sin la menor exageración en la comparación.12

En esencia, esa situación de fondo marcó la vida cotidiana de muchos de los que permanecieron en el país hasta que la evacuación pareció arribar a su fin. Aunque no todos se en-frentaron con el arcaísmo colonial descrito por Solar, ni con la imposibilidad de ocuparse en el marco de sus respectivas profesiones, contándose un gran número de trayectorias de adaptación exitosa a la vida dominicana, muchos, en efecto, sobrevivieron en el país en condiciones estrechas, que defi-nieron en gran medida su vida y el carácter de los procesos socioculturales que gestó su presencia en la sociedad domi-nicana.

12 Informe que Ramón Solar presenta a las Comisiones Ejecutivas del PSoE; UGT y Agrupación de Refugiados Socialistas «Pablo Iglesias», todos re-sidentes en México, sobre la situación de los refugiados españoles en la República Dominicana, principales causas que la motivan y propuesta de medidas que la pueden resolver totalmente o corregir en parte. México, D. F., 12 de marzo de 1941.

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2. El proceso dominicano como historia del exilio español en América

¿Tuvo el capítulo dominicano del exilio español algún ca-rácter histórico y social particular? ¿Es adecuado representarlo como un simple momento de tránsito y reemigración? ¿qué dinámicas sociales generó su presencia y cómo éstas pautaron la medida y el carácter de sus aportes a la vida nacional?

La experiencia dominicana tuvo rasgos que no se hicieron presentes en otras historias del exilio en América. El arraigo forzado en la vida rural, la extrema pobreza, los modos de vida y subsistencia, el carácter de sus vínculos con un poder polí-tico que termina asediándolos son, entre otros aspectos, los que ilustran la peculiaridad del capítulo dominicano del exilio español.

Como proceso de contacto y recepción cultural, una pe-culiaridad central de la experiencia dominicana radicó, por un lado, en la amplitud del contacto social en términos del espacio geográfico nacional. Por lo que dejan ver los distintos estudios nacionales, otras historias americanas del exilio se ca-racterizaron por la concentración del grupo social, que tiende a asentarse, preponderantemente, en ciudades como Buenos Aires, Caracas, Bogotá, México o Santiago de Chile, contras-tando con la relativa dispersión del caso dominicano.

Por el otro, también forman parte de esa peculiaridad los alcances innovadores que representó su presencia en términos de las instituciones y la vida cultural local.

2.1 La vida de los exilados españoles en la campiña dominicana

Instalados de modo improvisado en las Colonias agrícolas del Estado dominicano durante el proceso de llegada, muchos refugiados hubieron de permanecer precariamente en ellas

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hasta el momento de ser evacuados, reduciéndose su contacto con la sociedad dominicana al sólo tránsito por el mundo ru-ral, como momento en el trayecto que los llevó de la Francia ocupada a las sociedades donde se asentarían definitivamente al abandonar el país.

La vida de los refugiados en la campiña dominicana es poco conocida, tanto por la ausencia de fuentes suficientes para su reconstrucción como por el énfasis analítico puesto por los académicos en el estudio de las manifestaciones culturales ur-banas.

La vida en las Colonias quedó descrita en relatos literarios de la época, como Blanquito, de Mariano Viñuales (que discu-rre en la Colonia de El Llano, cercana a la frontera con Haití), Medina del Mar Caribe, de Eduardo Capó Bonnafous («semi-no-vela» referida a la de Medina –luego llamada Villa Silveria, en honor de la familia Trujillo– cerca de San Cristóbal), y en uno que otro segmento biográfico aparecido posteriormente.13

En el terreno académico, sólo Natalia González Tejera ha realizado un esfuerzo de reconstrucción serio, resultando lo más frecuente contar sólo con descripciones genéricas sobre el exilio rural de los llegados.14

La política de asentamiento agrícola seguida por la Junta Pro-Inmigración Española tuvo los caracteres de caos e impro-visación antes descritos. Se gestó bajo la impronta política y

13 Eduardo Capó Bonnafous, Medina del mar Caribe. Costa-Amic, México, 1965; Mariano Viñuales, Blanquito. Humanidad, México, 1943; Severino Campos, Una vida por un ideal. Grupo Cultural Hij@s del Pueblo, Primera Edición Virtual, 2006; Antonieta Jarne, «Geografías familiares durante la dictadura franquista: exilio, clandestinidad, prisión». Hispania Nova. Re-vista de Historia Contemporánea. no. 8, 2008, en: http://hispanianova.rediris.es. En su día, Fidel Miró Solanes tuvo la generosidad de darme a conocer el manuscrito que preparaba sobre la vida rural en la Colonia El Llano. Compañero allí del propio Viñuales, ignoramos si alcanzó a publicarlo antes de su deceso en 1998. Se le citará más adelante.

14 Natalia González Tejera, «Las colonias de refugiados españoles...» en El Exilio republicano español..., pp. 79-100.

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social de descomprimir el problema urbano y operó tanto por exhorto a los hacinados en las ciudades como por compulsión, en el caso de los embarques trasladados directamente al cam-po desde el puerto de llegada.

Los reportes de labor elaborados a lo largo de 1940 por el enigmático Rodolfo Bosch Pearson, secretario de la Junta, per-miten reconstruir mejor el número, la disposición y la historia fundacional de los asentamientos rurales. El Cuadro no. 7 permi-te apreciar la evolución demográfica de las distintas colonias entre 1939 y 1940.

Con excepción de El Llano y Medina, que fueron estableci-das en diciembre de 1939, las restantes colonias se fueron for-mando sobre la marcha de los meses que corren entre enero y junio de 1940. Es claro en los datos de ese cuadro, el proceso inmediato de abandono que se produce desde las colonias si-tuadas en la frontera con Haití (El Llano y Libertador), que un año más tarde se ven menguadas, al grado de desaparecer la primera. Por el contrario, las situadas en el Este, como Pe-dro Sánchez y Villa Trujillo, tienen un crecimiento sostenido y relativamente estable hasta, por lo menos, 1942. El caso de Pedro Sánchez queda posiblemente subvaluado en el cuadro, pues los registros del Censo de Cédulas de Identidad antes citado indican que 194 personas vivían allí en 1940. Las colo-nias implantadas en climas de montaña más benignos, como Constanza, La Cumbre y Medina se mantienen también relati-vamente estables, con tendencia al crecimiento.

La documentación emitida por Rodolfo Bosch desde su oficina en la recién inaugurada Granja Ramón Cáceres de la Secretaría de Estado de Trabajo y Agricultura en Haina, es in-teresante en tanto descripción de las dimensiones rurales del refugio y el carácter de los espacios en que se alojó a los inmi-grantes. Primero en calidad de Secretario General de la Junta Pro-Inmigración (tras la declinación de los primeros notables españoles, sustituidos por funcionarios del SERE), luego como Agente Especial al servicio del Secretario de Estado (una vez

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desaparecida de facto la Junta), los reportes que elaboró quin-cenalmente entre mayo de 1940 y junio de 1941 combinan la descripción logística del proceso de implantación con la des-cripción política del proceso de los refugiados.

Un censo levantado en las Colonias en mayo de 1940 nos pone al tanto de emplazamientos sobre los que poco se ha ha-blado, como el de la Granja Generalísimo, en San Francisco de Macorís, adonde llegaron figuras insignes en la historia de este exilio como Constancio Bernaldo de quirós, Carlos González Sanz, Antonia Blanco y otros más entre los que llegaron por conducto del Comité Británico de Ayuda a España. Integrada a la cabecera comunal, a los asentados en la Granja no se les computó nunca como colonos agricultores. Allí vivían 72 per-sonas en mayo de 1940.

o nos refiere algunos otros relativamente peculiares: Finca de don Apolinar Casado; Finca de B. Castillo; una Finca de Hato Mayor; Finca Abut; Colonia Agrícola de Jumunucú; entre otros. En esos espacios, que parecen constituirse por efecto de relaciones fundadas en el genuino deseo de auxiliar a los lle-gados, como podría ser el caso de la Finca de Hato Mayor cuyo dueño probablemente fuese el abogado Heriberto Núñez, gran amigo de los llegados. También se trata en ellos sobre ca-sos absolutamente fallidos de asentamiento productivo, como el de la Colonia Pesquera de Sabana de la Mar, donde apenas tres personas radicaron gestionando alguna pesca a bordo de la goleta Antorcha, adquirida por la JPE con el objeto de fo-mentar la «pesquería».

En general, en todas llegaron los españoles a practicar la agricultura, aunque ésta sólo consistiera en pequeñas huertas de traspatio, como en La Cumbre. En Juan de Herrera se pro-dujo arroz y maní, lo mismo que en El Llano, del cual logró Fidel Miró marchar a México con el ingreso que obtuvo sem-brando arroz.15 En la de Libertador, anexa al pueblo de Dajabón,

15 Entrevista al señor Fidel Miró...

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apenas comenzaron los colonos a animar la construcción de un canal de riego cuando el clima extremoso y la ausencia de fuentes de empleo los obligaron a dispersarse por el resto de la isla. En Constanza, más propia para el tipo de cultivos conoci-dos en Europa, también obtuvieron algún éxito en la siembra de el ajo y la papa. El las del Este (Villa Trujillo y Pedro Sán-chez) usualmente sembraron maní, producto en el que reci-bían algún asesoramiento de parte de la compañía productora de aceite que por entonces comenzaba a levantarse.

Sin embargo, muchos subsistieron en el campo con las pe-queñas sumas que recibían de los organismos que fueron en su auxilio, o se dedicaron a ofrecer sus servicios en villas y pue-blos aledaños, como tenedores de libros, agentes mercantiles, docentes, entre otros.

En materia de vivienda, la situación de los refugiados en las colonias fue en extremo precaria, según permiten desprenderlo tanto los testimonios vitales recabados como el informe ya cita-do de la Junta Pro-Inmigración Española. En éste se consigna el número de casas construidas en cada una de ellas: Pedro Sán-chez (11), Villa Trujillo (20), Medina (20), La Cumbre (20), Li-bertador (12), Juan de Herrera (20). En Pedro Sánchez y Villa Trujllo se acondicionaron, adicionalmente, algunos galerones; dos en la primera, uno en la segunda. No resulta difícil imagi-nar las condiciones de hacinamiento en las viviendas cuando se considera poblaciones que rebasaron, coyunturalmente las 200 almas (como en Libertador y Pedro Sánchez).

Como sucedía en San Francisco de Macorís con la Granja Generalísimo, se produjo muchas veces una asociación pueblo-colonia que derivó ciertos procesos de influjo cultural, como en Dajabón y San Juan de la Maguana. En Dajabón residían en mayo de 1940 un total de 130 españoles refugiados; en San Juan de la Maguana tendieron a permanecer muchos de los destinados a Juan de Herrera.

Pedro Sánchez fue la Colonia Agrícola donde los españoles lograron mayor y más largo desarrollo. Establecidos en enero

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de 1940, el núcleo de colonos se mantuvo agrupado alrededor de dos años, gestando iniciativas culturales que alcanzaron gran difusión en poblaciones vecinas del Este de la isla, como El Seibo, San Pedro de Macorís, La Romana, Higüey y San Ra-fael del Yuma, además, claro, del vecino Hato Mayor. En la Colonia residían en agosto de 1940, 2,007 habitantes, de los que 290 eran españoles. Una media de ciento cincuenta per-sonas residieron allí, organizadas colectivamente en 3 núcleos de afiliación política: la Hacienda España y la Cristóbal Colón, de predominio comunista, en tanto los cenetistas y socialistas fundaron la Hacienda Antillas.16 Los tres agrupamientos em-prendieron explotaciones colectivas dedicadas al cultivo de maní, cebolla y papa. Realizaron trabajos de canalización de riego, cría de aves de corral y roturaron, ocasionalmente, sus terrenos con empleo de tractor.

En el aspecto productivo era, por decirlo así, la perla del experimento de colonización con refugiados españoles, dedi-cándole la prensa nacional reportajes como el antes citado. La co-lonia formó en diciembre de 1940 el Club Hispano-Dominicano, una iniciativa de acción cultural que contó con escuela propia (la primera que tuvieron los colonos dominicanos allí asenta-dos), con equipos deportivos y con un cuadro teatral que alcan-zó cierto éxito al presentar sus obras en las ciudades del Este.

Pueblos como El Seibo recibieron un notable influjo cultural de parte de los colonos, de donde salieron quienes fundarían luego allí el Instituto Hostos, primer centro de enseñanza nor-mal en su historia. Dirigido por José Alcobé Biosca, el Instituto Hostos gestó una actividad de difusión cultural relevante, en

16 Desde Pedro Sánchez salieron hacia España importantes cuadros políti-cos del Partido Comunista de España, con el objeto de recomponer la organización interna. El señor José Farreras sostiene que un segmento relevante de la dirección central del PCE estuvo en Pedro Sánchez y que desde allí regresaron a la lucha clandestina en España «figuras como [Manuel] Asarta, [Jesús] Larrañaga, [Jaime] Girabau, [José] Diéguez, etc.». Entrevista al señor José Farreras Borull...

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la que frecuentemente disertaron sobre la guerra mundial los de Pedro Sánchez. Estos escribieron, incluso, sobre esos temas en las páginas del semanario local, El Génesis.

Pedro Sánchez incidió en la percepción política de la po-blación del este en relación con el tema de la guerra europea. En la propia colonia, a través de su «periódico hablado» y de sus actos culturales.17 En pueblos y ciudades vecinas con su presencia en ateneos, fiestas patronales, y veladas teatrales. En esencia, la posición de los colonos tendió a contrarrestar las simpatías que localmente encontraba el avance alemán, como lo declaró el propio semanario El Génesis en su emisión del 13 de septiembre de 1941.18

Como en Pedro Sánchez, también los refugiados en Villa Trujillo impactaron la vida cultural del rústico poblado de Sabana de la Mar, al desarrollar el grupo cultural Iberia que desplegó diversas actividades en la región.

Sin embargo, aunque sólo la labor de los de Pedro Sánchez y Villa Trujillo proyectase ecos en la prensa capitalina, muchos pueblos contiguos a las colonias recibieron de ellas alguna forma de influjo cultural. La exasperante situación económica

17 Según una publicación del Club Hispano-Dominicano «El Club tiene un periódico hablado, escrito a mano, que aparece tres veces por semana. «LA VoZ DE PEDRo SÁNCHEZ» es el primer periódico de la Colonia y el primer periódico hablado de la República [...] El periódico lleva dadas 120 emisiones [...] Contiene variada información. Sus secciones «Agrícola» y «De puerta en puerta» reflejan la vida y el trabajo de los co-lonos dominicanos y españoles. Completan el periódico otras secciones como «El mundo en dos minutos», con noticias del extranjero». Como puede comprenderse, el «periódico» suponía una actividad colectiva de comunicación e información de carácter oral que involucraba tanto a es-pañoles como a dominicanos. Ver: Españoles en Pedro Sánchez. Publicación del Club Hispano-Dominicano, Ciudad Trujillo, Talleres Pol Hermanos, 1941.

18 Es interesante notar el cambio de criterio que induce la presencia de los colonos de Pedro Sánchez en el sentido cotidiano de los poblados del Este. Sobre el papel de los colonos en la vida política de El Seibo, véase el editorial «Equivocados» del semanario El Génesis, 13 de septiembre de 1941.

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de los colonos los llevó a tratar de obtener ingresos mediante diversos tipos de iniciativas, de orden cultural la mayor parte de ellas, cosa que innovó la vida cotidiana de esos apartados rincones dominicanos.

Junto con la enseñanza en instituciones propias y en institu-ciones dominicanas, la enseñanza a domicilio fue una estrate-gia usual en el éxodo paulatino de los asentados como colonos agrícolas. En unión con Fidel Miró y José Jiménez, Mariano Viñuales estableció una escuela de enseñanza elemental y secundaria en Las Matas de Farfán, donde los tres docentes anarquistas se dedicaron a impartir clases de regularización a alumnos, incluidos algunos en sus domicilios particulares. Eventualmente, José Jiménez Millares se trasladaría junto a su esposa, Luisa Recio, a la población de Navarrete donde estable-cerían el Instituto Iberia, plantel que continuaría funcionando hasta el presente en la ciudad de Santiago de los Caballeros.

Cómo Miró, Jiménez y Viñuales, que partían cada cierto nú-mero de días a Las Matas de Farfán desde El Llano, otras colonias irradiaron también ese tipo de actividad domiciliar docente. El Instituto Dominico Español que estableció en Dajabón Dolores de los Ríos; la Escuela de Pintura de Pedro Bargalló, en San Juan; la Compañía artística escolar de Manuel Calvo en Monte-cristi, no rebasaron el marco del propio domicilio del docente, o de algún espacio particular que le era facilitado con ese fin.

También partieron desde colonias bastantes profesores con el fin de emplearse en instituciones de enseñanza dominica-nas. Ángel Rayo del Campo y Manuel Calvo, por ejemplo, se movieron desde Libertador, en Dajabón, rumbo a Montecristi, donde laboraron en la escuela Normal.19 o tomaron rumbos distantes, como Francisco querol y otros maestros radica-dos en Pedro Sánchez, que se mudaron a Puerto Plata para laborar en el plantel que inauguró allí un señor apellidado

19 Entrevista al ingeniero Ángel Rayo del Campo...

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Paieowonski.20 o como Ramón Costa Jou, que desde la Gran-ja Generalísimo (San Francisco de Macorís) se trasladó a la escuela particular del Central Romana, donde laboró cerca de un año hasta emigrar a la capital, donde impartió clases particulares a los hijos de un empresario de la vieja colonia española.21

Planteles establecidos por quienes radicaban en Colonias como espacios aparte existieron en El Seibo, Hato Mayor, Sal-cedo y La Romana. Se trató de proyectos que rebasaron los dos años de existencia y en los que laboraron típicamente varios docentes españoles, como en el caso del Instituto Escuela Cer-vantes, de Tiburcio Millán, en La Romana, que llegó a emplear a seis.

Varios se contrataron como contables y tenedores de libros mercantiles en explotaciones agrícolas y comercios circundan-tes a las colonias. En general, el extendido dominio de la es-critura y el cálculo entre los refugiados les permitió ocupar ese tipo de posiciones. Francisco querol laboró junto con Manuel Periañez en Yásica como contadores del depósito de tabaco del señor oquet. Hilario Caloto Fernández, también se mudó desde Pedro Sánchez al Central Romana para encargarse de las cuentas de la planta de energía.22

También es digna de mención las trayectorias seguidas por los médicos en el marco de las colonias y, en general, el influjo que desplegó desde ellas este núcleo profesional.

Residente en El Corral de los Indios (como llamaban los españoles a Juan de Herrera), el doctor Edmundo Narro curó «los frecuentes heridos por arma blanca que arrojaban las fies-tas [rurales]» en el dispensario de San Juan de la Maguana, donde también se le recuerda como médico obstetra, giro en

20 Entrevista al señor Francisco querol Amorós, ciudad de México, 5 de septiembre de 1989.

21 Entrevista a Ramón Costa Jou. PHo/10/84.22 Entrevista al señor Hilario Caloto Fernández, México, 9 de julio de

1989.

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el que llegó a instalar una clínica. otro notable doctor lo fue Pedro Vallina, el afamado médico anarquista llegado a Daja-bón, en cuyas inmediaciones realizó una encomiable labor de asistencia a las clases populares, tratando palúdicos y tubercu-losos. Reconocido en España por sus ideas sobre el deber de asistir gratuitamente a los necesitados, este médico libertario proseguiría luego en México una profunda labor de profilaxis entre indígenas del estado de oaxaca, habiendo hoy en Santo Domingo quienes recuerdan con honda gratitud su actitud humanista y desprendida.

En el relato «El doctorcito», Fidel Miró refleja el carácter del influjo rural de los médicos al narrar la historia de «Alfredo», un galeno madrileño instalado en la colonia agrícola de El Llano. Con estudios truncados por la guerra, donde había la-borado como voluntario, éste Alfredo (¿González Gil-Roldán?, ciertamente dado de alta en la colonia) llega a hacerse tan famoso entre los campesinos de las secciones aledañas (a los que, por igual, curaba de heridas producto de riñas) que un día la autoridad comunal le hizo llegar en donación el instru-mental mínimo para establecer un dispensario. El Doctorcito se vuelve entonces leyenda al casarse con una mulata y tomar la grave decisión de permanecer residiendo en El Llano tras la partida de sus últimos compañeros de exilio en 1943.23

Hemos tendido a pensar que 1941 marca una suerte de fron-tera en la vida de las colonias, cosa que es parcialmente cierta y que merece revisarse. En efecto, las últimas notas de prensa sobre Pedro Sánchez datan de mediados de ese año, cuando ciertos conflictos internos sobre la distribución de las ayudas que impartía la JARE enfrentaron a prietistas y comunistas, haciendo nuevamente trascender a la vida pública el penoso subsistir de los refugiados en ellas. Como tema de demostra-ción de la política agrícola, las colonias desaparecieron de las columnas del diario La Nación mucho antes.

23 Fidel Miró, El doctorcito, relato, mecanuscrito, México, 1989.

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Las colonias decayeron, ciertamente, desde los días del inci-dente, cuando la Junta Pro-Inmigración fue desentendiéndose progresivamente de entregar los breves auxilios productivos y pecuniarios que suministraba. Sin embargo, obvios motivos pudieron silenciar los modus vivendi que comportaba la perma-nencia de los llegados en ellas y el angustioso discurrir de los días que enmarcaba el lento proceso de evacuación.

Todavía a mediados de 1942 seguían arribando al despacho del exrector Julio ortega Frier cartas de solicitud de empleo desde las Colonias,24 lo mismo aun en 1944 recibía el presidente Trujillo solicitudes de apoyo humanitario desde colonias como Libertador, Tordesillas, Arregui y Loriente donde los colonos aprovechaban la ocasión para manifestar su adhesión a la con-memoración del Centenario de la Independencia.25

Antonio Mediavilla, José Benita y Francisco querol recuer-dan que, cuando dejaron el país en 1945, en Pedro Sánchez residía todavía un tal Meléndez, casado con Tatica, su mujer dominicana.26 Como «el doctorcito» Alfredo, el referido Me-léndez había resuelto apartarse de las rutas de emigración se-guidas por sus compañeros para permanecer en una vida rural a la que había logrado asimilarse. quizás también como éste, Meléndez creyese que allí «entre esta gente, tan miserable en todos los órdenes, y también, empero, tan humilde, tan noble y generosa» se encontraba mejor, editando –por caminos ines-perados y humanamente trascendentes– el resultado final de arraigo que formalmente perseguía la política inmigratoria.27

24 Enrique Pérez a Julio ortega Frier, [Colonia] Pedro Sánchez, 10 de mar-zo de 1942.

25 Luis Tordesillas, Félix Arregui y Luis Loriente a Rafael L. Trujillo, Colo-nia Libertador, Dajabón 21 de enero de 1944.

26 Entrevista a los señores Francisco querol Amorós, José Benita y Antonio Mediavilla, ciudad de México, 10 y 15 de septiembre de 1989.

27 F. Miró, El doctorcito..., p. 3.

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2.2 Los refugiados en las ciudades

La vida de los refugiados en las ciudades puede conocerse mejor. En ellas, los llegados desplegaron una extensa y variada gama de actividades que impactaron sensiblemente múltiples ámbitos de la vida dominicana. Sus hechos quedaron registra-dos en la prensa nacional, permitiéndonos, hoy, reconstruir aspectos de su dinámica como proceso sociológico.

Cultura de élite y cultura mundana sufrieron un hondo im-pacto con la llegada del exilio al espacio citadino de la vida dominicana. Con ellos llegó, como fenómeno más o menos masivo, la conciencia modernista en artes plásticas, la músi-ca sinfónica y la declamación, ámbitos en donde se gestaron circuitos de consumo cultural cuya huella permite reconstruir con mayor detalle aspectos del fenómeno colectivo.

Además, fue en las ciudades donde los grupos exiliados al-canzaron a gestar estructuras colectivas e institucionales pro-pias (clubes, asociaciones, medios impresos, entre otras) que produjeron también un cierto acervo documental útil para la reconstrucción social del colectivo inmigrado, sus modos de vida y sus procesos de inserción y reemigración.

A las ciudades llegaron los refugiados tanto por vía libre (los desembarcados hasta diciembre de 1939) como compulsiva (los ubicados directamente desde el puerto cuando inició la política de descompresión de la ciudad de Santo Domingo).

Santo Domingo, San Pedro de Macorís, La Vega, San Fran-cisco de Macorís y Santiago de los Caballeros constituyeron los escenarios urbanos donde la presencia del exilio tuvo matices más diversos y duraderos. En ellos, los inmigrantes encontra-ron mejores condiciones para el arraigo en la sociedad domi-nicana, así éstas fuesen muchas veces precarias. otros pueblos, en realidad todavía bastante rurales, como Dajabón, Monte-cristi, San Juan de la Maguana, La Romana o Sabana de la Mar, representaron, a lo más, espacios de tránsito en la ruta a la reemigración. Sin duda, vivieron un impacto con su llegada,

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como Dajabón, que con sus 1,600 almas amaneció un día in-vadido por cientos de españoles. o San Francisco de Macorís, Hato Mayor y San Juan de la Maguana, que también testifi-caron el arribo de contingentes que permanecieron durante semanas en ellos, mientras esperaban tanto el asentamiento definitivo en las colonias agrícolas aledañas, como la llegada de señales positivas para la reemigración a otros puntos de la república o del exterior.

Por ser el núcleo urbano más complejo, en todo momen-to fue la ciudad de Santo Domingo la que albergó al mayor número de exiliados. En escala descendente siguieron luego San Pedro de Macorís, La Vega y Santiago, correspondiéndole a otros poblados menores del Cibao y del Este dar cabida a grupos de algunas pocas decenas de personas.

Según el censo basado en los registros del Negociado de Inmigración, durante 1940 la capital concentró al 48% de los refugiados, siguiéndola en importancia San Pedro (8 por cien-to), La Vega (6.5 por ciento) y Santiago (2 por ciento). Sin embargo, el censo referido daba solo una visión aproximada, por no poseer cédulas de identidad todos ellos. Según el censo elaborado hacia 1944, la distribución geográfica de las 1145 personas en él consignadas era la que muestra el Cuadro no. 9 donde, como puede verse, la práctica totalidad del colectivo radicaba entonces en contextos urbanos. La ciudad de Santo Domingo seguía siendo el punto de concentración indiscuti-ble, sin embargo otras, como Santiago y Puerto Plata daban signos de haber incrementado sus comunidades.

Resulta interesante apreciar el modo en que se distribuían por la ciudad los refugiados residentes en Santo Domingo. Según el Censo levantado en 1944, cerca del 70 por ciento de las 657 per-sonas domiciliadas allí, radicaba en viviendas particulares, hoteles y pensiones ubicados en el marco de la ciudad colonial, hecho que hubo de implicar un verdadero acontecimiento urbano. Sólo las calles de Isabel La Católica, Arzobispo Meriño, José D. Alfon-seca y La Mercedes sumaban 127 refugiados. El resto se distribuía entre los barrios de San Antón, Villa Duarte y Gazcue.

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Cuadro 9Distribución de los refugiados por lugar de residencia (1944)

Ciudades Número PorcentajeSanto Domingo 657 57.3 %Santiago 95 8.2 %San Pedro de Macorís 74 6.4 %Dajabón 59 5.1 %La Vega 53 4.6 %Puerto Plata 40 3.5 %San Francisco de Macorís 36 3.1 %San Juan de la Maguana 22 1.9 %La Romana 13 1.1 %

Subtotal 1,049 91.2Colonias agrícolas

Pedro Sánchez 55 4.8 %Villa Trujillo 21 1.8 %Juan de Herrera 14 1.2 %

Subtotal 7.8 %Total 1,145 99.7 %

Fuente: Elaborado por JBAGR.

Es prácticamente imposible valorar estadísticamente la vida laboral que tuvieron los refugiados radicados en las ciudades. Hasta 1944, los extranjeros no estuvieron obligados a declarar bienes y ocupaciones y, al entrar en vigor ese año la ley que lo exigía, pocos fueron los refugiados que alcanzaron a declarar-lo por hallarse ya en pleno proceso de reemigración.

En cualquier caso, labores característicamente urbanas de éstos fueron la enseñanza, los medios de comunicación, el ser-vicio público y el comercio.

A la docencia se incorporaron muchos, lo mismo como mentores a domicilio que como docentes en planteles domi-nicanos y en instituciones creadas por ellos. Alrededor de se-senta profesores españoles laboraron en sus propias escuelas. Típicamente, se trató de equipos de cuatro o seis personas (a veces menos) que instalaron centros docentes tanto en San-to Domingo como en ciudades medianas del interior como Moca, La Vega, San Francisco de Macorís, Santiago, Puerto Plata y San Pedro de Macorís. Los planteles españoles en la ciudad de Santo Domingo fueron algo mayores, como el del

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colegio Cristóbal Colón, que ocupó cerca de veinte profesores en la enseñanza de un diversificado currículo, o el del colegio Juan Pablo Duarte, donde laboraron doce.

En instituciones de enseñanza dominicanas logró insertar-se un buen número, sobre todo en instituciones de nivel su-perior, como las Escuelas Normales o la Universidad, donde contribuyeron notablemente al clima intelectual en que se desenvolvían. En la enseñanza primaria privada posiblemente se insertasen algunos, pero en la pública parecen no haber tenido participación, por tratarse de puestos sumamente com-petidos dentro de los procesos clientelares desatados por el trujillismo.

Debe señalarse, en primer término, la veintena que laboró en la Universidad de Santo Domingo, en su mayoría ejercien-do como catedráticos.28 También los ocho o diez adscritos a Escuelas Normales en las ciudades de Barahona, Santiago, San Pedro y Santo Domingo (en sus dos planteles). otro grupo menor, se insertó en institutos técnicos comerciales, como el García y García (donde enseñó Poncio Sabater, luego profesor de tantas generaciones de bachilleres dominicanos), que era particular, o en planteles oficiales de reciente creación, como la Escuela de Contadores Públicos y la Escuela de Administra-ción y Contabilidad (la última, fundada por uno de ellos, el abogado José Sorribes Soler).

También laboraron en la creación de planteles oficiales de formación especializada, como la Escuela Diplomática y Con-sular de la Secretaría de Relaciones Exteriores y la de Admi-nistración y Contabilidad, adscrita a la Secretaría de Tesoro y Comercio (que se abocaban a la formación del funcionariado del Estado), el Conservatorio Nacional de Música y Declama-ción, la Escuela Nacional de Bellas Artes y el Teatro-Escuela de Arte Nacional, espacios en los aportaron su trabajo como diseñadores y docentes.

28 Ver Anexo 1.

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No pocos trabajaron simultáneamente en dos o más de las instituciones superiores señaladas, cosa que no impide afirmar que el listado total de quienes ejercieron funciones en esas instituciones debe contener no menos del medio centenar de personas.

Como tutores privados muchos encontraron un empleo más o menos estable. Más allá del conocido caso de José Almoina Mateos, instructor personal de Ramfis Trujillo, hay testimonios del desempeño ocasional de los refugiados en ese tipo de tarea. Algunos refieren haber preparado pedagógicamente a jóvenes de la élite burocrática y de la vieja colonia empresarial españo-la, que veía en ellos no sólo un buen nivel de preparación sino ciertos atributos raciales deseables. Fue el caso del ya señalado Ramón Costa Jou, que durante tres años impartió clases parti-culares a los hijos de un empresario de la vieja colonia hispana pues éste no «quería que sus hijos [...] tuvieran contacto con los dominicanos, por cuestiones de raza».29 Cursos de profun-dización de conocimientos para la preparación de exámenes oficiales proporcionaron la materia a la que varios se dedica-ron. Incluso algunas mujeres contratadas como cocineras en domicilios de la vieja colonia hispana, extendieron sus labores a la crianza de menores. Este tipo de actividad docente puede hallarse subvalorado, pues es un aspecto que aflora frecuente-mente en las personas que se ha entrevistado.30

Los medios de comunicación constituyeron un espacio del que dependieron muchos, fuese como colaboradores pagados

29 Entrevista a Ramón Costa Jou…30 No han sido citados, por ejemplo, los casos de Manuel Barberán, Cristina

Ulibarri, Poncio Sabater y Amelia quintana, que fueron también tutores privados en domicilios de la élite burocrática y empresarial. otros casos de desarrollo como tutores privados los brinda el artículo de María Mo-lina, «Republicanos españoles en el Caribe y en México. Tres naciones, tres momentos, un mismo exilio», en Claudio Lozano, El exilio pedagógico, ed. 1939, Barcelona, Cooperativa Universitaria Sant Jordi, 1999. Entrevis-ta a la señora Mercedes Sabater de Macarrulla, Área de Fuentes orales, AGN.

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de la prensa diaria y periódica dominicana, como operarios técnicos en su producción o como impulsores de proyectos editoriales propios.

Una larga lista de refugiados alcanzó a dejar huella en los medios impresos de esos días, revelándonos el profuso influjo cultural que pudo tener su presencia en la vida de los lectores dominicanos. Al respecto, resultan particularmente cortas las referencias que brinda en Memorias de una emigración Vicen-te Llorens sobre colaboración de los llegados en los medios impresos dominicanos, ya que sólo alcanza a consignar una treintena de colaboradores. En realidad, no menos de 120 refugiados contribuyeron con ensayos, narraciones, artículos de divulgación o caricaturas a la confección de la prensa pe-riódica de Santo Domingo y de ciudades del interior como Santiago, San Pedro de Macorís y El Seibo. La participación fue particularmente extensa en el diario La Nación, que debe muchas páginas de los años 1939-1945 a las colaboraciones de los llegados, como también las deben varias revistas cultura-les de carácter institucional (como los Anales de la Universidad de Santo Domingo, la Revista de Educación, la Revista Finanzas, la Revista Jurídica Dominicana o la Revista Militar) y privado (Cos-mopolita, Hogar, Artes y Letras, entre otras).

El Cuadro no. 11 registra los colaboradores españoles en cada medio,31 permite apreciar en conjunto el número de los que colaboraron en cada publicación periódica. Con frecuen-cia, los dedicados a este tipo de oficio periodístico, colabora-ron con más de un medio, cosa que implica que el grupo de 160 autores censados en el Cuadro fuese, en realidad, menor en término de personas. No fueron tantos los que se especia-lizaron en la colaboración periodística, pero tampoco fueron muchos menos.

31 Se trata, por supuesto, estrictamente de colaboradores refugiados en el país, aclaración que debe introducirse aquí para destacar que muchos otros colaboradores españoles del exilio firmaron en la presa periódica nacional del lapso 1939-1945.

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En medios como La Nación, la Revista de Educación, los Anales de la Universidad de Santo Domingo, la Revista Militar y varias más de las arriba mencionadas, la presencia de los exiliados lle-gó a constituir un elemento clave de identidad y continuidad temática. Basta examinar la trayectoria 1938-1946 de algunas épocas de, por ejemplo, la Revista de Educación y la Militar para corroborar claramente la coyuntura de la colaboración de los llegados.

Cuadro 12Colaboradores en medios escritos dominicanos

Medio Número de colaboradores

DiariosLa Nación 54La Opinión 15Listín Diario 5La Información 2

RevistasAnales de la Universidad de Santo Domingo 15Revista Militar 13Hogar 12Revista de Educación 9El Génesis 8Revista Jurídica Dominicana 7Revista Finanzas 6Cuadernos Dominicanos de Cultura 5Cosmopolita 5Artes y Letras 4Boletín del Archivo General de la Nación BAGN 3La Poesía Sorprendida 2Clío 1Revista Mundo 1Fuente: Elaborado por JBAGR.

Ciertas condiciones facilitaron la relación entre los exiliados y la prensa dominicana. Por un lado, el hecho de que la prensa diaria de circulación nacional se hallase en el proceso de re-composición que indujo el nacimiento del diario La Nación en febrero de 1940, y su progresivo ascenso como portavoz de los deseos del Gobierno, coyuntura que favoreció el empleo de los intelectuales llegados en el impulso de un periódico de factura

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moderna, ilustrada y vertida a la difusión de la obra moderni-zadora inspirada por el jefe máximo del Estado dominicano.

Por el lado de los exilados existía saber y necesidad. Ambas circunstancias hicieron de la comunicación un sector de acti-vidad relevante en la vida de no pocas personas. Una minoría de estas prolongaba trayectorias de colaboración periodística iniciadas en España, la gran mayoría se insertó en ello buscan-do medios de sostenimiento.

Como recuerda Llorens, los cinco dólares que pagaba La Nación por escrito constituyeron para los intelectuales exilia-dos un recurso adicional de subsistencia, que se aunaba al de los cargos que ya desempeñaban muchos en la Universidad y en oficinas del Estado. Sin embargo, en la mayoría de los casos de colaboración escrita, la movilización de capacidades inte-lectuales devino de la precaria situación económica en que se vivía. Los pagos de La Nación representaban, a veces, el monto del subsidio que podía recibirse en las Colonias por parte de los organismos de ayuda. La escritura periodística se convirtió, así, en una nueva forma de vida para personas que contaban con el nivel cultural necesario. Esta dinámica es puntualmente reflejada en el testimonio que años después daría quirze Gri-fell sobre la forma en que logró salir Anna Muriá de la colonia agrícola en Dajabón:

Al cabo de tres semanas conseguimos que el gobernador nos diese permiso de irnos. Como habíamos enviado un artículo cada uno, no recuerdo de qué trataban, no valía la pena, al diario La Nación [...] y el director nos envió una carta de aceptación [...] dijimos al gobernador: «Ves, te-nemos trabajo en La Nación, nos publican. Así que a ver si podemos irnos a la capital». Y nos dijo que sí.32

32 quirze Grifell, Anna Muriá, álbum de récords. Tomado de Teledebat ozama, Dossier de Treball: Vicenc Riera Llorca, en : http://www.xtec.es

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La Nación constituye una fuente primordial para conocer en detalle la relación de los exiliados con la sociedad domini-cana. Posiblemente influyese en la apertura de oportunidades que el diario brindó a la colaboración intelectual de los llega-dos (que también se insertaron en sus procesos tipográficos de producción), el hecho de que su primer director fuese el exilado canario Elfidio Alonso, que fue quien enfrentó el pro-ceso de instalación de maquinarias, creación de estructuras de administración y definición del concepto informativo que lo caracterizaría. Sin embargo, tras la partida de Alonso ocho o nueves meses más, el diario sostuvo y amplió sus relaciones con el exilio al requerirle no sólo ensayos políticos, filosóficos y culturales de cierto vuelo intelectual, sino textos de carácter meramente divulgativo. El marcado perfil hispánico que osten-ta el diario durante el lustro siguiente se sostiene en la labor de divulgación de la ciencia, la literatura y la cultura española y universal llevada a cabo por individuos culturalmente aptos para hacerlo. Abogados, médicos, ingenieros, artistas, admi-nistradores, militares, pedagogos, etc., ninguno en posesión de trayectorias señaladas en la cultura de la España peregrina, pero que, armados de los pocos libros con que llegaron o de los que con ese fin se hicieron, dieron vida a las secciones del diario durante años.

También las ediciones propias dieron ocupación a núcleos de personas. quince publicaciones (tres periódicos y doce re-vistas) tuvieron los exiliados en Santo Domingo. Democracia, el semanario de los sectores prietistas en el país, fue la publica-ción de existencia más prolongada, pues se editó entre febrero de 1942 y junio de 1945. Fue, por su extensión, contenido y ti-raje, la más importante, con ediciones de hasta mil ejemplares. Por la República, el quincenario de los grupos negrinistas, fue el segundo en importancia, con un tiraje de 750 ejemplares.

Las restantes fueron empresas de menor duración, que poca estabilidad laboral pudieron haber brindado a quienes las ges-taron pero que, al fin y al cabo, constituyeron medios de inser-

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ción laboral. Subempleados a menudo, fue en esa forma como muchos pudieron dejar Santo Domingo. Revistas como Ozama, vendida a un costo de cinco centavos de dólar, pronto desapa-recieron, no por baratas sino debido a la partida de sus editores. Sin embargo, proyectos como Rumbo o Eri (pueblo, en euskera), publicado en La Vega, alcanzaron una vida relativamente larga y desaparecieron hacia mediados de los años cuarenta, cuando los servicios policíacos objetaron su contenido.

En una medida importante, el consumo de la prensa pe-riódica española parecen haberlo sostenido lectores domini-canos. Sintomáticamente, la biblioteca de que se valió Vicen-te Llorens para reseñar la obra del exilio en Santo Domingo carece de varias de las publicaciones de los refugiados, como tampoco cuentan con ellas muchos de los acervos especiali-zados del exterior, lo que refuerza la idea de que sus dueños tendieron a ser dominicanos.

También lo fueron de las diferentes ediciones de autor que todavía hoy es posible encontrar en bibliotecas privadas do-minicanas. Muchos de los asiduos articulistas y colaboradores en medios dominicanos y españoles editaron obra individual en el país. Sin ser extensa, la bibliografía dominicana de los exiliados, deja ver algo del modo en que el oficio de escritor constituyó para muchos una forma de subsistencia en la socie-dad que los albergaba. Su actividad intelectual de divulgación cultural no se debió, como señala Malagón refiriéndose a su producción literaria, a ninguna suerte de «afán escribidor»: en la transgresión de oficios y campos de actividad profesional que muchos realizaron en el país, subyacían las precarias con-diciones de existencia que enfrentaban.33

33 Javier Malagón Barceló, «El exilio en Santo Domingo», Presencia Hispá-nica, (2), Santo Domingo, 1988. Del mismo autor, véase «Los profesores españoles exiliados en la Universidad de Santo Domingo», Boletín de la Fundación Rodríguez Demorizi, no. 4, Santo Domingo, 1981.

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Cuadro 13Publicaciones periódicas impulsadas por los exilados

Publicación Dirección CarácterAgora Baltasar Miró Literaria Archivos de Medicina, Cirugía y Especialidades

Antonio Román Durán Científica

Catalonia Albert Ginestá CulturalCuadernos a Galatea Segundo Serrano Poncela Literaria

Democracia Juan José Zamora Político y cultural

Eri Pedro Heras Política y filosófica

Finanzas José Sorribes Soler CientíficaHogar Roque Nieto Peña InformativaJuventud Española Colectiva PolíticaNuevo Mundo Juan José Zamora InformativaOzama Antonio Deltoro InformativaPanamérica Segundo Serrano Poncela InformativaPanorama Segundo Serrano Poncela InformativaPor la República Justo Tur Puget PolíticaRumbo Ricardo Mella Serrano Política Fuente: elaborado por JBAGR.

También la producción radiofónica constituyó un espacio laboral en el que varios hallaron medio de subsistencia. A ve-ces de modo fallido, como en el caso de los programas que fracasaron por efecto de la censura oficial en materia de enfo-que sobre la guerra mundial, pero relativamente persistentes en giros dedicados a la cultura general, la dramatización y la declamación radiofónicas. Como en México, los refugiados pusieron su dicción y sus mejores engoladas voces teatrales al servicio de programas de entretenimiento, de cortos comer-ciales y de radionovelas. Una veintena de ellos logró cierto éxito en la producción local de dramas radiofónicos presen-tados por actores profesionales como Antonia Blanco, Emilio Aparicio y Antonio Graciani, que sostuvieron empresas como la Compañía Radio Teatral Mosaico Español.

La interrupción impuesta por la guerra mundial al arribo de compañías teatrales extranjeras, de cuyas giras dependía ese

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tipo de espectáculo, abrió oportunidades a pequeños grupos dedicados a la producción viva de representaciones teatrales y radiofónicas.

El arte dramático dominicano debe mucho a la presencia del exilio español. La primera escuela nacional de arte dra-mático, sintomáticamente bautizada Teatro-Escuela de Arte Nacional en evocación cercana a la escena teatral de la España republicana, fue gestada en 1946 por actores exiliados, que para entonces ya coronaban la trayectoria de un movimiento de fomento teatral iniciado desde principios de 1940 por el Teatro Universitario que estableció Vicente Llorens y sus histó-ricas representaciones de Tirso de Molina en las Ruinas de San Francisco. Poco antes de esas sonadas representaciones en las citadas ruinas, Antonio Graciani y Enrique López de Alarcón anunciaban la creación de dos pequeñas compañías teatrales; la Compañía Española de Comedias, del primero, escenificó algunas obras en el teatro Julia de Santo Domingo.

Para los días del incidente, el exilio había contribuido en la creación de un manifiesto ambiente teatral nacional. En la capital era frecuente la representación de obras teatrales por parte de compañías formalmente establecidas como La Farán-dula y la Española de Comedias, a las que se aunaban los re-citales poético-literarios que tomaban lugar en espacios como el Ateneo Dominicano. También creció el ambiente dramáti-co de ciudades del interior, como Santiago, San Francisco de Macorís y La Vega con las escenificaciones de Carola Yonmar, Ruddy del Moral y Emilio Aparicio quienes paralelamente fun-daron centros de enseñanza en las primeras dos ciudades.

Bajo un esquema empresarial, o bajo uno filantrópico, del que, sin embargo, se recababa solidaridad local, como en el caso de los cuadros escénicos del Centro Democrático Español (Santo Domingo, 1943), del Club Hispano-Dominicano, de la colonia Pedro Sánchez o del Club Catalá (Santo Domingo, 1942), este tipo de actividades vinculadas con el espectáculo y la comunicación ocuparon otro sector de los llegados.

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La función pública, el empleo dentro del Estado, constitu-yó un espacio en el que también algunos lograron insertarse, desempeñando labores de innovación y asesoría. Un núcleo de cinco o seis personas trabajaron junto con Guillermina Me-drano, por ejemplo, en la creación y desempeño del Servicio Técnico Pedagógico de la Secretaría de Estado de Educación. En la de Relaciones Exteriores laboró asimismo el grupo que gestó la Escuela Diplomática, como también el que generó la Escuela de Administración y Contabilidad en la Secretaría del Tesoro.

Aunque las normas oficiales limitaron el ejercicio profesional privado, algunos médicos laboraron en hospitales del Estado, particularmente en los del Ejército donde galenos como Emilio Jubés Bobadilla y Rafael González Rodal quedaron encargados de instalar áreas de sanidad militar. Además de lo relacionado con la medicina, otros encontraron empleo en las Fuerzas Arma-das como instructores de navegación, de artillería y armeros.

De menor extensión son los grupos que se integran en otras ramas de la administración pública: el ingeniero catalán Eduardo Barba Gose interviene como asesor en las secretarías de Agricultura, Industria y Trabajo y en la de Economía; Anice-to León Garre es también asesor en la cartera de Agricultura; Alfredo Lagunilla Iñárritu funge como auxiliar técnico en la Secretaría de Tesoro y Comercio. En el Consejo Administrati-vo de la ciudad laboran algunos más: el arquitecto Bernardo Giner de los Ríos queda encargado de desarrollar un plan de desarrollo urbanístico mientras que artistas como Luis Soto, José Rovira y José Vela Zanetti se encargan de las obras de res-tauración arqueológica que se efectúan en el Convento Do-minico, en la Catedral Primada y los templos de Santa Clara y San Andrés. El Consejo Administrativo de la ciudad capital contrata tres catalanes profesionales en jardinería.

El segmento del exilio que encontró mejores condiciones de desarrollo en la sociedad dominicana fue el de los artistas plásticos. No se quiere decir con esto que su vida en el país

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fuese holgada o estable (que en algunos casos lo fue), sino que, por lo general, todos pudieron emplearse como tales o, al menos, dedicar tiempo al desarrollo de su obra. En su obra sobre el exilio artísitico español en el Caribe, María del Pilar González Lamela contabiliza treinta y nueve artistas (incluidos arquitectos) laborando de modo aproximadamente activo en Santo Domingo y ciudades del interior.34

En actividades mercantiles o empresariales los refugiados lograron una inserción difícil de precisar. Como se dijo ya, la vieja colonia española pronto ocupó sus cualidades formati-vas y los empleó en sus negocios, como mandos en puestos administrativos, agentes de ventas a comisión o como simples dependientes de piso. También la colonia sirio-libanesa pro-porcionó puestos de trabajo, sobre todo en ciudades del Este como La Romana, San Pedro de Macorís y Hato Mayor.

Pocos fueron los que establecieron empresas mercantiles. In-dicios frecuentes los ubican en el giro de las representaciones foráneas, mayormente las editoriales. Algunos establecieron librerías, como los hermanos Escofet (y su Instituto Hispano-Americano del Libro y la Prensa, en Santo Domingo), Ferrán Pons (San Pedro de Macorís), Luis Carreras y Jaime Llopart (Santiago). Algunos representaron casas editoras de La Haba-na, México y Buenos Aires, como el señor Roque Nieto Peña, agente de la editorial González Porto.

De menor importancia como medio de vida para la co-lectividad republicana fueron las actividades industriales o artesanales. Hubo pocas empresas propiedad de refugiados, quienes, evidentemente, carecían de recursos para iniciarlas. Joan Durán refiere alrededor de catorce industrias emprendi-das por catalanes, seis de las cuales realizaron producciones nuevas en el país. Llorens informa sobre otras pocas más pero,

34 María del Pilar González Lamela, El exilio artístico español en el Caribe: Cuba, Santo Domingo y Puerto Rico. 1936-1960, A Coruña, Edicios Do Cas-tro, 1999.

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en conjunto, no pasaron de veinte las industrias o talleres de producción en manos de la colonia refugiada y fueron de cor-ta duración.35

Según lo reseña el propio Durán, algunos lograron cosas interesantes en relación con el nivel de desarrollo local, como fue el caso de Ugedo, que introduce la fabricación mecánica de losetas cerámicas; el arquitecto Francisco Fábregas (fabri-cación de muebles estofados, que incluso llega a exportar); José Torres Picard (primera fábrica de envases de cartón); José Xammar (fabricación de juguetes y anuncios de madera); Genaro Costas y José Rovira (fabricación de pintura al óleo con materias primas nacionales).36 Raymundo Morales Veloso ensaya la fabricación de bebidas alcohólicas exóticas como el brandy y el ron-champagne; Francisco Dorado y Manuel Ar-mada, fundidores, produjeron piezas para los ingenios azuca-reros dada la escasez de éstas por la guerra mundial y monta-ron la única fundición (la Artística Dominicana) que maquiló piezas de gran tamaño en bronce, como las que decoraron el Monumento a la Independencia Financiera o la numerosa bustografía cívica de que se hicieron cargo los escultores. El ingeniero Ángel Rayo del Campo, artillero, instaló un servicio de compostura de teodolitos que encontró enorme demanda local. Por carencia de técnicos especializados en su reparación, cuando tales artefactos se dañaban en el país la única alternati-va era sustituirlos.37

Un ejemplo del impulso industrial que muchos intentaron hacer triunfar en el intento de asentarse en el país queda

35 J. Durán, «Catalans a la...»; V. Llorens, Memorias de una..., pp. 44-48.36 J. Durán, Loc. cit., p. 186.37 Rayo del Campo describe que se le hizo llegar a la capital desde Monte-

cristi para reparar un arsenal de alrededor de «doscientos» teodolitos y tránsitos de ingeniería civil descompuestos en poder de la Secretaría de obras Públicas. Entrevista al ingeniero Ángel Rayo del Campo... «En-trevista con Francisco Dorado», Por la República, Ciudad Trujillo, no. 13, 1942.

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descrito en la misiva que hizo llegar al generalísimo Rafael L. Trujillo el señor José María Xammar anunciándole con júbilo:

Hoy, con legítimo orgullo, puedo ofreceros algo hijo de mi buena voluntad amparada por las condiciones del país cu-yos destinos trazasteis y conducís. En un ruinoso edificio al lado del río ozama, probablemente a partir de la semana, próxima, se elaborarán diariamente 500 hojas de cartón que ahorrarán a la economía dominicana una importan-te inversión anual que el extrangero [sic] absorbía hasta ahora.38

Un curioso giro productivo se gestó alrededor de la in-dustria fotográfica, actividad en la que algunos laboraron. El testimonio de los señores Francisco querol, José Benita y Antonio Mediavilla es interesante, en este sentido, pues refie-ren que los refugiados llegaron a instalar una extensa red de «fotomatones» (cabinas de fotografía públicas) en la ciudad de Santo Domingo, «al menos cuatro, uno en la José Dolores Alfonseca, otro en la Mella, otro en El Conde y otro en el parque Independencia». Esos fotomatones los trabajaban en comunidad quienes por entonces eran 7 u 8 jóvenes cuadros del PSUC arribados a Pedro Sánchez, quienes jocosamente recuerdan que llegaron a tener gran fama por su especiali-dad en «blanquear» a la gente, alterando la exposición y los químicos durante el revelado. Uno de ellos indica que a él le pedían: «oye epañita, no me vayas a sacar prieto».39 En la ciudad de Santiago, otro que al parecer se hizo famoso lo fue el señor Bernardo Pasaporte, quien hacia verdadero honor a su apellido –que ese era– conduciendo un «fotomatón» en la calle 30 de Marzo.

38 José María Xammar Sala a Generalísimo Rafael L. Trujillo, Ciudad Truji-llo, 9 de abril de 1940.

39 Entrevista a los señores Francisco querol Amorós, José Benita Solano y Antonio Mediavilla Velo...

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También carencias monetarias determinaron el que pocos artesanos desarrollaran sus especialidades. Algún sastre logró abrir su taller de confección, aunque debe señalarse, por otra parte, que la costura a domicilio tuvo alguna importancia en-tre las mujeres, lo mismo que la fabricación de alpargatas, ac-tividad que parece haber tenido mayor importancia de la que permite suponer el anecdótico comentario de Llorens sobre el alpargatero Calzada, quien, en realidad, llegó a establecer un taller para manufacturarlas donde hallaron empleo varios refugiados. La propaganda de las alpargatas de «Clemi» fue estable en el semanario republicano Democracia durante los años que existió, hecho que revela una inserción ocupacional relativamente exitosa.

Como labor femenina, el corte y la confección de ropa es frecuentemente citado en los relatos autobiográficos. En unión con otra compañera de exilio, Llanos Navarro, refugia-da en Pedro Sánchez, abandonó la Colonia luego de dedicarse a confeccionar allí a domicilio ropa para un comerciante en telas radicado en San Pedro de Macorís, desde donde luego se desplazó a Santo Domingo. En la capital, continuó laborando un tiempo como modista, llegando a percibir un dólar por pieza, precio bastante menor de los 3 ó 4 que cobraban las costureras locales. En su testimonio, la señora Navarro recuer-da que otras refugiadas también lo hacían, entre ellas algunas especializadas en la fabricación de corsés.40

otros encontraron empleo como obreros en las artes gráficas, la industria azucarera y la de la construcción. La Opinión y La Nación, por ejemplo, los emplearon en sus li-notipos, especialidad que les permitió también insertarse en otros espacios editoriales públicos y privados, como la revista Cosmopolita o los talleres gráficos oficiales que describe en su testimonio José de la Colina Gurría.41 Varios laboraron en la

40 Entrevista a Llanos Navarro. PHo-10-Esp/24. 41 Entrevista a José de la Colina Gurría. PHo/10/esp. 51

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construcción, quizás más como maestros que como obreros, como pareció ser el caso de los que laboraron en la edifi-cación del Hotel Jaragua, del que varios fueron llevados a trabajar en Venezuela. otros giros fabriles, sin embargo, no representaron fuentes de empleo importantes, lo que era ex-tensión natural del débil desarrollo de la manufactura en la economía dominicana.

Salvo un sector relativamente pequeño que logró empleos estables y medianamente remunerados, la mayoría tuvo una gran inestabilidad laboral y, a veces, aunque se contase con empleo, el ingreso por lo general fue bajo.42

Una lista de «refugiados extremistas» elaborada por la inteligencia policíaca del régimen hacia 1944, permite re-construir las ocupaciones del refugiado, diríamos, común, cosa que no carece de interés, dado que los grupos descritos hasta el momento integraron una suerte de clase media, no exenta de los rigores del transtierro, claro, aunque algunas veces bien acomodada, como los académicos vinculados con la cultura (universitarios, periodísticos, artísticos, etc.), el funcionariado y con otras ocupaciones que les permitieron desarrollar cierta trayectoria y permanencia dentro de la vida dominicana.

Conteniendo la descripción de 92 perfiles personales (pro-fesión, empleo, peligrosidad), ese listado permite describir ocupacionalmente 52 casos, que revelan lo siguiente:

– Seis hombres se dedican a la venta de víveres a domicilio. otros dos sostienen locales en el Mercado Modelo (15 por ciento).

– otros cuatro aparecen formando parte de pequeños giros artesanales (2 modistas, 1 sastre, 1 fundidor) (7 por ciento).

42 Cartas a la JARE que he consultado dan cuenta del desempeño de hasta nueve empleos en el transcurso de dos años. Los salarios mensuales que reportan oscilan entre siete y quince dólares al mes.

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– Cuatro trabajan en la restaurantería: como meseros (3) y cocinero. (Hotel Jaragua y Café Hollywood) (8 por ciento).

– Tres son obreros de Colchones King. Dos son linotipistas en La Nación. otro es chofer de guagua «donde Palé». otro trabaja en una «bomba de gasolina». Uno más es mecánico, en tanto nueve se ocupan como empleados de piso en co-mercios de distinto tipo (farmacia, calzado, moda) (35 por ciento).

– Tres laboran como oficinistas en la compañía de teléfonos. otro trabaja en la Legación Británica. Hay un traductor. Dos se dedican a vender libros, aunque no parecen poseer libre-rías. Tres son comisionistas de casas comerciales. Dos son profesores de escuela (23 por ciento).

– Seis son dueños de pequeños talleres (ebanistería, fabrica-ción de calzado, tejido de sillas, etc.) (11 por ciento).

Sin constituir más que una descripción, los distintos agru-pamientos permiten captar el aspecto de si esas personas dependían o no de un empleador y los espacios en los que se sostuvieron algunos de los llegados, particularmente los que desempeñaron tareas anónimas dentro del mundo ur-bano.

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Giros ocupacionales de los refugiados en las ciudades

M i -g u e l o l m e -dilla

Fuente: de semanario Democracia, Santo Domingo, 1942-1944.

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Una de las pocas Actas de la Junta Pro-Inmigración que se preservan, resulta expresiva de los giros que muchos preten-dieron desarrollar para poder subsistir en el país:

El Sr. secretario, da cuenta de las peticiones hechas por el Sr. Belda, quien solicita una ayuda de doscientos dólares para terminar sus trabajos de agricultura que realiza en Baria y Doblegar, otra de las señoritas Luisa Amas y Mer-cedes Lafuente solicitando un préstamo de doscientos dó-lares para montar un taller de modista, otra del Sr. Ángel González Gil Roldán, quien solicita cuarenta dólares para efectuar el primer pago del instrumental necesario para montar un servicio odontólogo en la colonia «El Llano» donde residirá como colono, otro del Sr. Roberto Alfonso, quien solicita ayuda para montar un taller de yeso y otro de los Sres. Joaquín Agut Gasco, José Cazorla, Jaime Ayala y Fernando Moll, solicitando cuatrocientos dólares para montar un bar-restaurant.43

Dadas las precarias condiciones de subsistencia, en las ciu-dades los refugiados adoptaron formas colectivas de vida como forma de maximizar los escasos recursos con que contaban. Se trató del viure en república [vivir en república] que recuer-da Teresa Pámies, que plasmó en la memoria colectiva de los habitantes de Santo Domingo imágenes como la de la esquina de la calle Padre Pina con Duvergé, donde se halló el famoso Kremlin, edificio en el que vivieron, según se dice, cerca de cien exiliados.

La república, una estrategia colectiva de subsistencia desple-gada bajo formas de división sexual de las tareas que permitía a los llegados maximizar sus recursos, constituyó un mecanis-

43 Elfidio Alonso, Un europeo en el Caribe. (Edición y Estudio Crítico de Félix Rodríguez Mendoza), Santa Cruz de Tenerife, Ediciones Idea, 2005, p. 176.

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mo seguramente extendido a otros ámbitos en la existencia del exiliado y de la propia vida urbana dominicana. No sólo el Kremlin quedó en la memoria de la ciudad capital, quedaron las tertulias de La Cafetera, la urna de propinas de los mese-ros catalanes del Hollywood y muchas otras formas de acción y participación colectiva que los emigrados pusieron ante los ojos de los dominicanos.

En términos del espacio urbano, ese contacto fue extendido. Las imágenes de vida dominicana que revive Llorens dan idea, a lo más, de la trayectoria de un estrato social: el de los intelec-tuales vinculados con la función pública y con la Universidad que tendieron a ocupar una treintena de casas medianamente instaladas en el nuevo barrio de Gazcue, con sus bellas calles sembradas de almendros. La gran mayoría, en cambio, vivió en las viejas casas de la ciudad colonial, en el Kremlin, en hoteles y pensiones de carácter modesto situados en las inmediaciones del Mercado Nuevo, en San Carlos y Villa Francisca. Algo de ello quedó plasmado en la literatura exiliada de Baltasar Miró, Josep Forné y Vicenç Riera Llorca, que describen la vida del pobrerío urbano dominicano, la violencia sexual y racial de los bajos fondos citadinos y otros aspectos más que permiten situar las vivencias dominicanas de los exiliados.44

Fue en las ciudades donde los exilados produjeron formas colectivas de acción organizada, si bien éstas no alcanzaron a tener la diversidad que conocieron en sociedades como la mexicana, donde, además de las formaciones partidarias, emergieron instituciones endógenas para el impulso produc-tivo y cultural, como las empresas financiadas por la JARE, los colegios del exilio o las cajas mutuales de autoayuda.

Las instituciones políticas de los refugiados cobran expre-sión pública con la creación de periódicos y organizaciones sociales a mediados de 1941, debido a que por entonces el

44 José Forné Farreres, Paisaje y acento. Impresiones de un español en la Repúbli-ca Dominicana, Ciudad Trujillo, Ediciones La opinión, 1943.

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régimen se muestra más tolerante hacia la expresión política de los extranjeros y más a tono con las causas democráticas que alimenta el ascenso bélico.

Como en todas partes, también en Dominicana se vivieron hondas tensiones políticas, cosa que, sin duda, agravó la severa penuria y la lucha por la desigual distribución de los escasos recursos canalizados, primero, por la Junta Pro-Inmigración, luego por la JARE y, finalmente, por las Hispanas Confede-radas, la American Friends Service Comitee y otros donantes dispersos.

Como en todas partes, la escisión Prieto-Negrín constituyó el parteaguas esencial en que se desempeñó la política local interna de los refugiados, tema que no es posible abordar aquí pero que deja entrever como una posible peculiaridad de la historia de los llegados aquí el hecho de que tales disputas confrontasen aquí a sectores aparentemente marginados den-tro del exilio, como los anarquistas, segregados ex-profeso del embarque de los dos mil refugiados que llevó Pablo Neruda en el Winnipeg a Chile, y segregados también de los prime-ros embarques mexicanos organizados por Gilberto Bosques y Fernando Gamboa. o como las fracciones juveniles del Partido Socialista Unificado de Cataluña evacuados, casi por definición, una vez se había hecho salir de Francia a los lide-res adultos. Así, un proceso aparente de criba, en el que pesa-ron equilibrios de poder y lógicas políticas de evacuación en función de jerarquía, edad, etc. produjo la llegada al país de fracciones políticas minorizadas o en desventaja dentro de ese gran combate.

Políticamente, los refugiados se dividían, de manera típica, en prietistas y negrinistas y a esa división corresponden los or-ganismos y la acción cultural que comienza a generarse en el marco de la vida citadina.

En el terreno organizativo, los segundos fueron más activos, pues fundaron tres centros sociales y tres publicaciones que, en mayor o menor medida, les correspondían. En febrero de

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1941 se abrió en la capital el Club Juvenil España, organizado por militantes de las Juventudes Socialistas Unificadas y de las Juventudes Libertarias, que dos años más tarde comenzaron a publicar el periódico Juventud Española. En septiembre de 1941 salió a la luz Por la República, poco antes de que se in-augurase en Santo Domingo el Centro Democrático Español (CDE), donde participaban el Partido Comunista de España, el Partido Socialista Unificado de Cataluña (PSUC), y fraccio-nes locales del Partido Socialista obrero Español (PSoE) y la Unión General de Trabajadores (UGT). A finales de 1942, el CDE abrió un local en la ciudad de Santiago.

Paralelamente, emergieron los regionalismos. Los negrinis-tas catalanes fundaron el Club Catalá, la Mutualidad Catalana y poco más tarde la revista Catalonia. En la vida práctica, los nacionalistas vascos condujeron cierta segregación del resto del exilio, si bien no establecieron centro aparte.

Mayoritarios, los grupos identificados con Prieto, sólo tuvie-ron un periódico, Democracia, que reunía a representantes del PSoE, Alianza Republicana Española, a los nacionalistas vascos y al sector confederal. Aunque no tuvieron ningún centro so-cial, salvo el Casal Catalá, gozaron de cierto ascendente entre los núcleos político-burocráticos del Gobierno dominicano, o al menos así lo hicieron en el lapso posterior al incidente, cuando quedaron situados de su lado en la persecución contra los comunistas.

Procesos de abierta tensión por la distribución de las ayudas dividieron marcadamente la socialidad de los exilados tanto del campo como de la ciudad.

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Capítulo sextoEl exilio español y su influjo en la vida política y cultural dominicana

La corta permanencia del exilio en el país no es medida que implique el alcance de su impacto en la vida social, polí-tica y cultural dominicana. Aunque la estancia del colectivo refugiado fue corta (episódica para un gran número de los llegados y distantemente conocida por la mayoría de los domi-nicanos), su tránsito tuvo variadas y hondas repercusiones en el orden de la cultura, la política y la producción de imagina-rios sociales.

Los republicanos desarrollaron una importante actividad en el terreno de la cultura, en la que abarcaron todas sus formas y niveles de expresión. Varios de los proyectos de mayor tras-cendencia en la vida cultural dominicana de los años cuaren-ta, como el establecimiento de la Escuela Nacional de Bellas Artes, de la orquesta Sinfónica Nacional, y del Teatro-Escuela de Arte Nacional, deben mucho de su impulso creativo inicial a la colaboración de los refugiados,1 que, del mismo modo, se involucraron en la enseñanza, los medios de comunicación, la producción científica y literaria y la función pública.

La bibliografía existente sobre el exilio español en el país explora, justamente, sus aportes a la cultura dominicana y quienes nos preceden en la reseña han vuelto periódicamente sobre los aspectos más relevantes de esa actividad. Sin embar-go, el tema no ha sido agotado ni en la extensión que llegó a

1 Una visión oficiosa detallada del aporte de los refugiados a la política cultural del régimen aparece en el escrito de Rafael Díaz Niese «Un lus-tro de esfuerzo artístico». Ver: Rafael Díaz Niese, «Un lustro de esfuerzo artístico», en Cuadernos Dominicanos de Cultura, año 2 no. 23, pp. 7-87.

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comportar ni en lo que ésta pudo representar en términos de la propia historia cultural dominicana.

La más completa de las reseñas culturales, la de Vicente Llo-rens, adolece de dos límites importantes, legítimos y uno de ellos advertido por el autor. Por un lado, el tratarse de un re-cuento mayormente basado en la memoria y no en la consulta sistemática de fuentes de la época.2 Por el otro, el haberse rea-lizado desde la perspectiva del refugiado que procura, quizás esencialmente, definir la trayectoria y obra de sus compañeros de destierro, pero que no persigue aquilatar su posición en el contexto de la historia cultural dominicana.

Este capítulo intentará trascender algunas de las limitacio-nes que Llorens señaló a su trabajo, enriqueciéndolo con el reporte de una gran cantidad de productos culturales que no estuvieron, en su día, asequibles a la glosa del autor. En el sentido de aquél primer orden de limitaciones, aportaremos aquí un panorama más acabado de las actividades culturales que los refugiados desarrollaron en áreas que recibieron de su labor mucho más de lo que permite apreciar el deslumbrante recuento que Llorens presenta en Memorias de una emigración. En torno al segundo, esto es, en cuanto a la ausencia de una reflexión sobre el aporte de esa labor en términos de la cultura dominicana, intentaremos simplemente situarla en su contex-to, sin aspirar a un análisis de mayor rigor sobre su contenido y repercusiones culturales, cosa que nos rebasa y que sólo sería posible aunando los conceptos de un amplio espectro de espe-cialistas en aspectos de la historia cultural dominicana. Mucho alcanzará a lograr este recuento si logra animar a otros a pro-fundizar en la historia cultural de los mismos.

quienes historiamos este exilio nos hallamos todavía en un estadio de ubicación e identificación de fuentes, fase donde lo que se procura es simplemente glosar pormenorizadamente procesos sólo genéricamente conocidos. En este sentido, las

2 V. Llorens, Memorias de una..., p. 10.

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recientes ediciones puestas al público lector por el Archivo General de la Nación significan, por ejemplo, un gran avan-ce, al colocar la materia prima de reflexiones por abordarse en términos de historia cultural y de historia de las ideas, en donde es posible advertir ciertas especializaciones temáticas más. Esa colección nos trae a la conciencia, por ejemplo, la olvidada labor periodística de escritores, pedagogos y científi-cos exiliados en el país, ampliando el marco mejor conocido a que se ciñe, a veces, la conmemoración cultural, por ejemplo, en torno a las corrientes de innovación en las artes plásticas, la música y en los grandes proyectos culturales en que se in-sertaron protagónica y creativamente intelectuales y artistas exiliados. Contar hoy con los escritos dominicanos del insigne criminólogo Constancio Bernaldo de quirós, o los del apenas conocido pedagogo Gregorio Palacín; contar con los relatos literarios de José Forné Farreres, de Vicenç Riera Llorca, o con los estudios dominicanos de algunos otros de ellos, representa un avance que deberá proseguir con el análisis contextual de la obra, su significado y aportes a la historia de la cultura do-minicana.

En la idea de amplificar la labor realizada en los distintos campos de la cultura, recurriremos aquí al socorrido expe-diente del tratamiento por parcelas, cosa que no es entera-mente grata, pero que permitirá situar pistas para la futura investigación y rescate cultural.

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1. El arribo de nuevas corrientes intelectuales, la coyuntura política del régimen y la inserción de los exiliados en los proyectos culturales del Gobierno dominicano

Con sus nutridos sectores de intelectuales, profesionistas y técnicos, el arribo a la sociedad dominicana de la inmigración española de 1939 supuso el contacto con un variado conjunto de nuevo conocimiento social en un buen número de planos. Aunque, de entrada, resultó claro que muchas de las capacida-des profesionales inmigradas desbordaban el marco de prác-ticas sociales y culturales que los recibía (tendiendo por ello a migrar o a modificar la ocupación), no pocos fueron lo que al-canzaron a trasladar al país sus habilidades y conocimientos.

Los intelectuales exilados arribaron, además, en momen-tos en los que el régimen político se esforzaba por sostener una imagen internacional dañada no sólo por los incidentes de 1937, sino por la polarización internacional del debate de-mocracia-totalitarismo en curso y por la ingente labor crítica que, en este sentido, movilizaba la oposición en el exilio de-nunciando el estado de las libertades ciudadanas. Un régimen que, por otra parte, también se hallaba en víspera de cambios importantes tanto en materia del patrón de acumulación so-cial como de la diversificación funcional del propio aparato del Estado. La inminente devolución del control aduanero, el robustecimiento del modelo de acumulación sustitutiva basa-do en la intervención estatal, el crecimiento sostenido de la riqueza nacional y la expansión burocrática y funcional de un Gobierno embarcado en la producción concreta e imaginaria de políticas de bienestar social (salud, educación, cultura), en-marcarían, en el curso de los años cuarenta, las posibilidades de inserción de los intelectuales refugiados.

Se produjo así, un cierto encuentro entre los intereses de do-minio del régimen político y la presencia de los intelectuales in-migrados, que con el denuedo que imponía su situación general-

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mente precaria, se insertaron laboralmente y modelaron muchas de las iniciativas de transformación que aquél intentaba impulsar. Aunque los detractase públicamente, el régimen supo capitalizar muchos de los conocimientos de que eran portadores.

Dos curiosos paralelismos podrían establecerse entre las po-líticas y las experiencias dominicana y mexicana en materia del exilio español. El más llamativo de ellos, el de los huérfanos de guerra y la tácita disputa entre qué ocurrió primero, si la Guar-dería Presidente Trujillo o los Niños de Morelia, tema que el régimen dominicano siguió de cerca, pidiendo a su Legación en México el reporte oportuno del clima noticioso generado por la política mexicana del presidente Lázaro Cárdenas. El segundo en materia de política cultural, asunto en el que el régimen dominicano también produjo una estrategia de cap-tación de recursos humanos intelectuales similar a la seguida en México con la creación de la Casa de España en México (que luego devendría en El Colegio de México), aunque de dinámica distinta y, desde luego, de mucha menor escala.

En gran medida, la política de atracción de cuadros intelec-tuales con los cuales incentivar la vida cultural de instituciones internas atravesó por la figura del rector de la Universidad de Santo Domingo (USD), Julio ortega Frier, que desde muy temprano comprendió el interés que tendría el insertar a los intelectuales españoles en su proyecto universitario, empren-diendo una verdadera tarea de reclutamiento de profesores y disertantes españoles con el fin de enriquecer la vida cultural de la USD durante los años 1940-1947, cuando un buen nú-mero de catedráticos y profesionistas laboró activamente en la transformación y la institucionalización de nuevas tradiciones académicas en la vieja universidad.

ortega Frier fue el principal gestor de la política de asimi-lación de los llegados en tareas intelectuales relativas al mejo-ramiento cultural no sólo de la universidad sino de otras áreas del ejercicio público y administrativo del Estado dominicano. Los papeles de su archivo personal que conservaba, todavía

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hace algunos años, la Biblioteca Nacional, dejan ver las múlti-ples facetas de mejoramiento nacional que animaron su inte-rés por insertar a los llegados en las instituciones públicas.

A pesar de las referencias históricas que ha recibido la relación de ortega Frier con los profesores universitarios exiliados,3 resulta una tarea pendiente conocer si su acción se gestó, en efecto, en el contacto con figuras de la intelectuali-dad española como Fernando de los Ríos (al que había cono-cido de cerca durante su estancia en 1938), insertándola luego en la que desarrollaría la Unión de Profesores Universitarios Españoles en el Extranjero –UPUEE–, como lo señalan los es-tudios de Constancio Cassá y Consuelo Naranjo),4 o si se trató de una política fundada en una convicción personal sobre el modo en que lo intelectuales refugiados podrían coadyuvar a las necesidades formativas del Estado dominicano.

En los papeles citados, el contacto con Fernando de los Ríos no va más allá de una carta del 4 de abril de 1940, donde éste le solicita recibir en su despacho al señor Carlos Giner, refu-giado en Santo Domingo. De los Ríos inicia la carta afirmando «no sabe con que violencia me dirijo a Usted para molestarle una vez más abusando de su benevolencia y comprensión... Se trata hoy del único primo carnal de mi mujer, sobrino carnal también de Francisco Giner de los Ríos...».5 En su respuesta al exembajador de la República Española, ortega Frier indicaba

3 La relación de ortega Frier con los refugiados ha sido tratada por Vicen-te Llorens y Javier Malagón Barceló en los textos hasta aquí citados. Tam-bién en: Guillermina Medrano, «Mis recuerdos de Don Julio», Ibídem, pp. 117-120.

4 Ver: Constancio Cassá, «Influencia de los refugiados españoles en la Universidad de Santo Domingo», en El exilio español..., pp. 67-68, Con-suelo Naranjo orovio, «Las redes de un exilio errante: republicanos es-pañoles en Santo Domingo, Puerto Rico y Cuba», en El exilio español..., pp. 131-159.

5 Fernando de los Ríos a Julio ortega Frier, Nueva York, Biblioteca Nacio-nal, Papeles de Julio ortega Frier (en lo sucesivo BN, PJoF), 4 de abril de 1940.

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«...el nombre del distinguido pariente de su esposa no me es extraño y conozco las buenas cualidades que posee... no olvi-de Don Fernando que sus deseos son para mí un honrador mandato...».6

Aunque De los Ríos lamenta «molestarle una vez más», el tono de discreción que anima el intercambio permite supo-ner que de la intervención de Fernando de los Ríos no había dependido la labor de asimilación de los llegados desarrollada por el rector desde finales de 1939, labor que, por entonces, se concretaba ya en la incorporación de un buen número de profesores y profesionistas en la Universidad y en otras depen-dencias burocráticas del Estado dominicano.7

ortega Frier actuó con verdadero sentido visionario y de modo personal. Justo el 21 de diciembre de 1939, cuando en la Prefectura de Policía de París los señores Pittaluga, Fran-co, Semprún y Mendizabal firmaban el Acta Estatutaria de la UPUEE8 (dando inicio a la labor de organización del flujo de profesores universitarios refugiados en Francia hacia las na-ciones de América) el rector ortega Frier examinaba en su despacho la Lista de los Refugiados Españoles Capacitados para Participar en el Desarrollo de la Cultura Dominicana...,9 documento con que recomendaba a la generosidad del Be-nefactor de la Patria y Jefe Supremo del Partido Dominicano,

6 Julio ortega Frier a Fernando de los Ríos, Ciudad Trujillo, BN, PJoF, 9 de abril de 1940.

7 ¿A quiénes, antes, habría recomendado Fernando de los Ríos? No es po-sible saberlo, ni a partir de la documentación de Julio ortega Frier ni de la de Fernando de los Ríos radicada en la Residencia de Estudiantes, en Madrid, pero posiblemente no fuesen muchas personas más allá de su cuñado, el arquitecto Bernardo Giner de los Ríos, al que había reco-mendado directamente a Trujillo durante su visita a Washington, dado el interés que éste manifestó por contar con los servicios de un urbanista que condujese un plan de reforma a la ciudad de Santo Domingo.

8 Archivo del Ateneo Español de México exp. 366. (en lo sucesivo AAEM).

9 BN, PJoF.

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la realización del regalo navideño en metálico que Llorens y otros recuerdan haber recibido.

Aunque tiempo después surgirían conexiones orgánicas con la UPUEE, la política cultural emprendida por ortega Frier pareció gestarse de modo separado de las actividades de los intelectuales españoles que trataban de exiliar en América a sus colegas refugiados en Francia.

once personas incluía la Lista que ortega Frier pensaba recomendar al Benefactor para que recibiesen el afamado regalo: Vicente Llorens, Jesús de Galíndez, José Vela Zanetti, Laudelino Moreno, Ramón Suárez Picallo, Aniceto León Ga-rre, Vicente Herrero Ayllón, Alfredo Matilla, Rafael Supervía, Hilario García y Fernando Torino Roldán. Sólo tres de éstos (Ayllón, Llorens y Moreno) serían contratados como profeso-res de la USD; los restantes verían canalizada su labor hacia otras iniciativas, como la Escuela Diplomática y Consular de la Secretaría de Relaciones Exteriores (Galíndez, Matilla); la Secretaría de Educación (León) y otros tantos proyectos más.

El Despacho del Rector se convertiría en espacio desde el que se instrumentaría una auténtica política de inserción de los refugiados en la sociedad dominicana. A los nueve profeso-res que ortega contrató en la Universidad como Catedráticos Especiales en enero de 1940, seguirían muchos más, no sólo en la USD sino en otras áreas de la administración pública, como la Secretaría de Educación, la de Agricultura, Industria y Trabajo o la de Tesoro y Economía, donde obtendrían pues-tos de trabajo a instancias del Rector, quien no sólo derivaba la recomendación de ocupar la capacidad intelectual de los llegados sino que, incluso, directamente les solicitaba estudios relativos a políticas de desarrollo industrial, enseñanza técni-ca, edificación de la nueva Ciudad Universitaria, etc.

Fuese por que los convocase directamente a su despacho –como relata Malagón–, o porque ellos lo procurasen, ortega entró en contacto con un buen número de refugiados de toda condición. Estuvo cerca, por ejemplo, del establecimiento de

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la Sociedad de Fomento a las Artes y las Ciencias, asociación que fundaría más tarde el Instituto de Segunda Enseñanza y Politécnico «Cristóbal Colón», de la cual el propio Trujillo se-ría donante, al aportar 1,000 dólares para la creación de becas de estudio. La Sociedad sostuvo el plantel y desde él fomentó la difusión cultural organizando ciclos de conferencias.10 Tam-bién lo estuvo de la creación de otros centros docentes, como el Instituto Escuela Hispanoamericano, que fundaron en Moca los profesores Francisco Ruiz y José Jiménez, quienes, incluso, pensaron denominarlo con el nombre del Rector, cosa a la que no accedió. A varios (como Pilar Leal, José Montesino, Aniceto León Garre, José Fernández) les propició contactos que luego los llevarían a posiciones medias de mando, como la que ocu-paría Montesino en la Dirección General de Estadística o la que ocuparía León Garre en la Secretaría de Educación.

Al arquitecto Giner de los Ríos, por ejemplo, le solicitó la elaboración de algunas ideas rectoras sobre urbanización de la nueva Ciudad Universitaria. Al ingeniero Eduardo Barba Gose, catalán, le encargó la confección de un plan para la creación de una «Comisión de Estudio de un Plan de industrialización y propulsión económica del país, así como su forma de trabajo y puntos que tendría que estudiar», documento que el Rector pensaba poner en manos de Trujillo y que cabrá a otros valorar en términos de su relevancia dentro de la historia de los planes de política industrial en el país.11 En función de ese contacto, Barba pasaría luego a formar parte del cuerpo asesor técnico de las Secretarías de Agricultura, Industria y Trabajo y de Teso-ro y Economía y miembro del Comité Nacional de Salarios, de la Junta Nacional de Alimentación y de la Comisión Nacional de la Industria Láctea.12

10 Estatutos de la Sociedad Fomento de las Artes y las Ciencias, BN, PJoF.11 Con un encabezado donde se lee Comisión y Planificación de Ordenación

Industrial, el documento de Barba Gose consta de unas 25 páginas. BN, PJoF.

12 Joan Duran, «Catalan a la...».

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De ideas claramente intervencionistas en materia del papel del Estado en el desarrollo industrial, el Plan propuesto por Barba se adecuaba bien a los procesos de desarrollo que adop-taría la economía dominicana en el porvenir inmediato, parti-cularmente tras el retorno de las aduanas al control nacional en 1940. Considerando que «solo el Estado puede dirigir la política de un país hacia la consecución de los fines que he-mos apuntado», Barba indicaba distintas medidas relativas a la industrialización por creación y estímulo del mercado in-terno, el control arancelario, el incremento de la producción agrícola de consumo doméstico y la intervención del Estado en el control de precios. En las bases del Plan consideraba el establecimiento de una banca estatal de crédito y ahorro; de un sector de industrias estatales y de una Dirección General de Industria que gobernase las modalidades del desarrollo orien-tado al mercado interior.

Varias de las ideas plasmadas por Barba comenzarían a verificarse como instrumentos de política económica en los venideros años cuarenta, cuando un patrón de acumulación monopólica impulsado desde el Estado cobró forma, cosa que quizás explica su presencia en los organismos reguladores de salarios y bienes salario en que participaría, fuese como dise-ñador o como simple colaborador.

Y es que las ideas de los intelectuales llegados cazaban am-pliamente con el perfil estatista de un régimen que se hallaba próximo a desplegar una notable política de centralización de la actividad económica, social y cultural. Un régimen, por otra parte, también interesado en promover una imagen de la vida social dominicana acorde con los ideales democráticos occi-dentales y con el papel edificador que cabía cumplir al Estado en el bienestar de las grandes mayorías.

Como las de Barba, también las ideas del economista Alfre-do Lagunilla Iñárritu eran marcadamente estatistas, rasgo que quizás también explique el porqué la Secretaría de Tesoro y Comercio ocupó la labor técnica de este Exsubdirector del

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Banco de España, que pareció ser el único comentarista en el país dedicado a reflexionar sobre la crisis mundial de merca-dos exteriores y las perspectivas que auguraba el recientemen-te proclamado Plan Dávila, antesala de la Comisión Interame-ricana de Desarrollo.

Por igual eran estatistas las ideas que preconizaba el Ante-proyecto de Reforma Interior y Extensión de Ciudad Trujillo, que presentó al Consejo Administrativo del Distrito de Santo Domingo el arquitecto Giner de los Ríos, introduciendo de modo central la idea de regulación pública del suelo urbano y de establecimiento de una Banca de la Propiedad de inversión mayoritariamente estatal.13 Como también lo eran las ideas que sostenían los llegados sobre temas aparentemente distan-tes de ser dirimidos en términos de rectoría del Estado, como el teatro o la enseñanza de los discapacitados.

Pero no sólo pudo el régimen aprovechar la labor de estos intelectuales dentro de procesos de reordenamiento en curso en cuanto a la función del Estado en el terreno económico. quizás de modo más relevante resultó su aporte concomitan-te a la creación de los programas e instituciones de política cultural que desarrollaría el régimen durante la década del cuarenta.

Viejas instituciones culturales en proceso de fomento hacia 1940, como la Universidad de Santo Domingo, la Bibliote-ca Municipal, el Archivo General de la Nación o el Consejo Administrativo del Distrito de Santo Domingo, recibieron el impulso renovador de los intelectuales refugiados. Suficiente-mente tratado, dejamos de lado el caso de la USD para señalar el papel protagónico que tuvieron personas como Ana Martí-nez Iborra, maestra valenciana que enfrentó en 1940 la orga-nización científica de la Biblioteca Municipal, introduciendo

13 Bernardo Giner de los Ríos, Anteproyecto de reforma interior y extensión de Ciudad Trujillo. Memoria General. Mecanuscrito, Ciudad Trujillo, APBGR, septiembre de 1940, 58 pp.

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el sistema de clasificación decimal, modificando el mobiliario y promoviendo el establecimiento de exhibiciones ambulan-tes de libros.14 o como María Ugarte, historiadora segoviana, cuyo Cursillo sobre Clasificación y Catalogación de Archivos marcó, en 1943, un definitivo impulso en la reorganización del Archivo General de la Nación, institución que el propio Trujillo trataba particularmente de fomentar, como lo desta-caba el editorial que daba aviso de su celebración.15 o como los artistas Rovira y Vela Zanetti, que laboraron al servicio del Consejo Administrativo del Distrito en la restauración de los viejos edificios coloniales y en la remodelación del edificio que ocupaba cerca del parque Colón.

Pero, sobre todo, los llegados parecieron arribar justo a tiempo para impulsar la creación de nuevas instituciones cul-turales, como la Escuela Nacional de Bellas Artes, la orquesta Sinfónica Nacional, el Teatro-Escuela de Arte Nacional y el Conservatorio Nacional de Música y Declamación, en torno a las cuales organizó el régimen un gran movimiento de propa-ganda sobre la modernización del ambiente cultural nacional y sobre el acceso de los sectores populares a su disfrute. Gracias al impulso creador que tuvieron en esos espacios, el régimen pudo vanagloriarse del clima intelectual de avanzada que vivía la capital del país donde, como en otras capitales del continen-te, se cultivaban las artes plásticas, la música sinfónica, el teatro y la declamación, en el marco de un movimiento cultural que tendía a democratizar su consumo de modo creciente. No sólo contaba la vieja ciudad de Santo Domingo con una escuela de Bellas Artes, una Galería Nacional de Artes Plásticas o una or-

14 Entrevista a Antonio del Toro. PHo-10-Esp/39. Esposo de Ana Martínez Iborra, el señor Del Toro alude a «la Biblioteca Nacional», debiendo tra-tarse, más bien, de la Biblioteca Municipal.

15 Editorial. La Nación, Ciudad Trujillo, 28 de marzo de 1940. También pue-de verse: María Ugarte, Historia, diplomática y archivística. Contribuciones Dominicanas. vol. CII, Santo Domingo, Archivo General de la Nación, 2010.

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questa Sinfónica, sino que su labor se proyectaba masivamente al pueblo dominicano mediante exposiciones pictóricas am-bulantes, conciertos populares sinfónicos y representaciones teatrales abiertas.

Así, los intelectuales refugiados brindaron al régimen la oportunidad de construir con ellos una política cultural de tono moderno e integral, elevando la imagen exterior del país y convirtiendo a la cultura en un bien de consumo masivo, que el régimen se esforzaba en mostrar como ejemplo de demo-cracia. De haberlo pretendido, difícilmente hubiese podido hacerlo sin el concurso concomitante de contingentes inte-lectuales lo suficientemente numerosos y diversos como para emprender, a un mismo tiempo, los distintos desarrollos.

También facilitaron los intelectuales refugiados un proceso disperso de mejoría en la capacidad técnica y administrativa de las instituciones públicas. Instalaron, por ejemplo, los pri-meros servicios geográficos y geológicos que tuvo el Estado dominicano, con la creación del Instituto Geográfico y Geoló-gico de la Universidad de Santo Domingo, a cargo de Aurelio Matilla Jimeno y Ramón Martorell otzet, en 1940, institución que enfrentaría, en lo sucesivo, el levantamiento cartográfico del territorio nacional y que más tarde (1946) incorporaría la función de Servicio Sismológico Nacional bajo la conducción intelectual –que no jerárquica– de Domingo Martínez Barrio. A éste último correspondió, también en 1946, encargarse de la Sección de Dibujo de la Comisión de Límites Geográficos Nacionales, encargada por entonces de establecer cartográfi-camente los límites de la frontera con Haití.

El establecimiento del Instituto de Investigaciones Psico-pedagógicas en la Secretaría de Estado de Educación y Bellas Artes constituye un ejemplo central en el mejoramiento inte-rior del servicio burocrático escolar dominicano, como vere-mos poco más adelante. La Escuela Consular y Diplomática, lo mismo que la de Administración y Contabilidad constituyeron hitos en el mejoramiento de la función pública que servían las Secretarías a las que se hallaban adscritas.

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Una institución pública de servicios médicos como el Ma-nicomio Padre Billini, anunciaba en 1943, por ejemplo, el revolucionario establecimiento de una Clínica Psiquiátrica al frente de la cuál quedaría encargado el psiquiatra español Rafael Troyano de los Ríos. Encabezando la sección nacional de ese día con el reporte de la apertura de la clínica, el diario La Nación calificaba la llegada del nuevo enfoque terapéutico como «nueva e importante obra dentro del plan de asistencia social del Honorable Presidente Trujillo».16

El relato del ingeniero Ángel Rayo del Campo destaca dos aspectos interesantes y poco conocidos de esa labor de me-joramiento en las dependencias públicas. Por una parte, la instalación del Laboratorio Nacional, institución en principio especializada en el análisis de aguas del Acueducto de Santo Domingo, tarea que quedó a cargo del médico español José Luis Rodríguez López de Haro, quien fue contactado perso-nalmente para ello por Trujillo, en París. Por la otra, el papel que el propio Rayo desempeñó junto a otros profesores espa-ñoles y cubanos en la recién creada Escuela de oficiales del Ejército dominicano.17

Seguramente un extenso y variado influjo innovador en las dependencias públicas se debió en esos años a la inserción de las ideas de los refugiados. Muchas veces, éstos no alcanzaron a verlas reconocidas dado que, como le advirtiera al señor An-tonio del Toro el propio presidente Jacinto B. Peynado:

Aquí es costumbre, y ya lo sabrán por sus compañeros de emigración, que todo el que quiera entrar en un trabajo tiene que hacer una memoria, presentar un programa y, una vez conocido lo aprovechable del programa, les dan la patada. De modo que el que más ha trabajado aquí ha sido

16 La Nación, 6 de junio de 1943, p. 3.17 Entrevista al señor Ángel Rayo del Campo...; entrevista al señor Antonio

Rodríguez Villicañas, Área de Fuentes orales, AGN.

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un mes.... No den a conocer sus planes de golpe, sino en pequeñas dosis.18

El plagio intelectual pudo ser frecuente, tanto en el ámbito burocrático como en el civil. Subsistió por siempre en la con-ciencia de muchos la duda sobre el destino de las contribucio-nes que se les solicitó durante su estancia en el país, como en el caso antes citado del señor José Biayna, que describía a las Sociedades Hispanas Confederadas lo relativo a unos planos entregados a la Secretaría de Educación a inicios de 1940.

Particularmente a mí me ha sucedido un caso que no pue-de ser más monstruoso, es decir no se como calificarle. El 17 de marzo último recibí un telegrama de Dajabón de ese señor que se hace llamar coronel Bosch diciéndome que con carácter urgente me trasladara a Ciudad Trujillo. Ya en ésta, se me comunica que debo de presentarme en el Ministerio de Instrucción Pública para un asunto que me interesaba. Ahí me dijeron que se han enterado de que yo soy un hábil cestero y que ellos piensan montar una Escue-la de capacitación profesional, preguntándome si estaría dispuesto a ponerme al frente de ella. Contesté que sí, que yo no esperaba otra cosa que poder ganarme el sustento mío y de mi familia con mi trabajo y que a la vez pondría todo mi esfuerzo, dado el noble fin de educación social que tenía mi empleo... Hice un formulario de trabajo y un plano de una máquina para aprovechar el bambú, materia que hoy no se emplea en nada. Todo fue aceptado y a la vez felicitado... en estos trabajos transcurrieron 20 días. Yo comía y dormía en el hotel y nadie me hablaba de estos gas-tos, viéndome obligado a plantearlo y entonces se hundió otro hoyo [sic]: en el Ministerio me dijeron que yo era un señor que había hecho una oferta y que podía darme por

18 Entrevista a Antonio del Toro…

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dichoso de que había sido aceptada. que ellos se encar-garían de construir la maquina y montar la escuela, pero que estos gastos no podían pagarlos hasta dentro de 3 ó 4 meses, que entonces ya figuraría en la plantilla del minis-terio... Me dijeron que el coronel Bosch tiene unos fondos para estos fines... habiéndole llamado. Todo inútil, este se-ñor no quiere saber nada. Le expuse mil razones, nada. Sus ayudas son muy discutibles y encierran unos bajos fondos inadmisibles para toda persona honrada...19

Todo parece indicar que al señor Biayna nunca se le resolvió lo del cargo en la Secretaría de Educación. En 1944, residía todavía en Dajabón. ¿Tuvieron algún fin práctico los planos de la máquina para el procesamiento del bambú?

Posiblemente lo hallaron en el marco de otro de los proyec-tos del sector público al que los intelectuales refugiados apor-taron sus ideas: la enseñanza de los oficios artesanales. Hacia 1944, Eduardo Barba Gose fungía como asesor del programa de escuelas técnicas de la Secretaría de Agricultura, Industria y Trabajo, según refiere Walter Cordero en su estudio sobre las escuelas de tejido de sombreros de cana, donde nos desta-ca la historia de intentos fallidos por hacer despegar tal tipo de planteles hasta el establecimiento del programa auspiciado por la Secretaría de Agricultura en 1942.20

Aunque trataremos otros aspectos del empleo de los llega-dos en tareas intelectuales dentro del aparato de Estado a la hora de describir las distintas parcelas de la cultura que animó el exilio, deben remarcarse algunas ideas finales en torno al encuentro entre la intelectualidad inmigrada y las necesidades de dominio del régimen.

La relación de uso y apropiación cultural que caracterizó

19 Carta del señor José Biayna a las Sociedades Hispanas Confederadas, Ciudad Trujillo, BN, PJoF, 17 de abril de 1940.

20 Walter Cordero, «Sol y sombra: las vicisitudes del sombrero de fibra ve-getal en la República Dominicana». Estudios Sociales, 39 (45), pp. 39-84, 2008.

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la relación del régimen con los inmigrados no se redujo a la obtención de soluciones de carácter técnico vinculados con el ejercicio burocrático. Considerando globalmente la relación política y cultural del régimen con los refugiados españoles, Roberto Cassá ha señalado muy justamente que:

Trujillo se movió con una táctica muy refinada en relación a los españoles. Explotaba su presencia como demostración de vocación democrática y pro-occidental, al tiempo que, desde muy pronto, estrenó el procedimiento de denun-ciarlos como portadores de ideas extrañas y peligrosas, con el fin de ponerlos a la defensiva y evitar que incidieran en forma negativa sobre la reproducción del poder tiránico... Y aunque los sometió a ataques despiadados, no se propuso propiciar su salida masiva, pues el contexto de la Guerra hacía conveniente la prolongación de su presencia... En todo momento se planteó utilizar a refugiados españoles en tareas técnicas, administrativas y culturales, como me-dio de reci clar la manipulación política de su presencia. Esto fue tanto más favorable para el tirano en la medida en que algunos hicieron pronunciamientos de alabanza al Gobierno dominicano.21

Los exilados como bien político, de uso abstracto, repre-sentacional; no ya como fuente de nuevo conocimiento útil de ser apropiado, sino como fuente de un poder emanado de su posición en el orden de la vida dominicana. Poder activo, por obra de quienes, por ejemplo, hicieron «pronunciamien-tos de alabanza» en beneficio del gobierno y de su conductor máximo –cosa que constituyó un auténtico campo de práctica cultural entre algunos de los intelectuales llegados–. Poder pa-sivo, derivado del creimiento de los que pensaron que su per-manencia en el país eran sinónimo de libertad democrática.

21 R. Cassá, «Incidencia política de los republicanos españoles en la Repú-blica Dominicana», en El exilio español..., pp. 113-129.

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En cualquier caso, ambas formas de poder llevaron al régimen a facilitar su inserción en la sociedad dominicana. Tanto me-diante la contratación directa de su servicio como del apoyo discreto dispensado a sus proyectos, el sistema político promo-vió su inserción en la vida dominicana siempre y cuando éstos actuasen la representación que mejor lo favorecía.

Trascendido el momento humanitarista de la apertura y la recepción del exilio, un primer uso político de la permanencia de los exiliados se concretó en la aparición de una corrien-te ideológica que involucraba tanto a dominicanos como es-pañoles refugiados. Por el lado dominicano, ciertos sectores asentían y reproducían las ideas de la decepción inmigrato-ria. El mal-agradecimiento y la negligencia al arraigo pululan en el discurso de burócratas y personeros del régimen. Por el de los refugiados emergió una ideología complementaria que enfatizaba la deuda moral contraída con el Jefe del Estado dominicano, el deber de dejar atrás la política española para entregarse a la obra de colonización agrícola. Interpelada por la propaganda de la decepción agricultora, un estereotipo del refugiado agradecido se opuso al del malagradecido bajo la forma de una producción discursiva generada por los inmi-grantes mismos que enfrentó al apolítico refugiado agricultor con el refugiado activista.

Las primeras manifestaciones de esa vena interpretativa de lo que ocurría con la absorción migratoria del exilio emer-gieron en la revista Hogar, dirigida por Roque Nieto Peña, arribado al país en el barco Flandre. Desde finales de 1939, la revista publicó regularmente crónicas de la Colonia Agrícola de San Rafael de El Llano, donde contaba con las colaboracio-nes escritas del poeta Mariano Viñuales y el exdiputado Luis Romero Solano. En el número de enero de 1940, el editorial «¡Ganar la Emigración¡ Soldados del Trabajo: el pensamiento para España y el esfuerzo para Santo Domingo» fijaba las ideas

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del trabajo debido por los refugiados en gratitud a la acogida brindada por el Gobierno dominicano y el deber de desterrar la política fraticida española en aras de consagrar el esfuerzo al trabajo.22

Este tipo de discursiva fue estimulado por el régimen, que acogió la publicación en páginas del diario La Nación del escri-to «Emoción del Sembrador», de Luis Romero Solano, alen-tando, quizás previsoramente, la difusión de una explicación de parte de los refugiados sobre la decepción agricultora del Gobierno dominicano.23

En las Colonias, la noción del deber de dedicarse al trabajo agrícola y dejar de lado la política partidista fue insistentemen-te difundida por la Junta Pro-Inmigración Española (particu-larmente por Rodolfo Bosch Pearson, que era quien general-mente las visitaba) convirtiéndose en una suerte de óptica con la que el funcionariado miraba a los llegados.24

En tanto eran útiles a la explicación general de la decepción inmigratoria, posicionamientos como el de la revista Hogar

22 La misión que perseguía motivar en el colectivo refugiado: «Ser Hom-bres. Continuar siendo españoles, ahora más que nunca... Soldados del Trabajo dispuestos a reconstruir la existencia en el solar de una Nación fraterna en la que no hay diferencias que separen a los hombres. En la que todas las creencias, razas y nacionalidades conviven en un régimen de respeto y libertad». Ver: «¡Ganar la emigración!», Hogar, año 3, no. 15, enero de 1940, pp. 4-5.

23 «Emoción del Sembrador», La Nación, 4 de marzo de 1940, p. 6.24 Vale la pena citar, por ejemplo de lo dicho y porque nos ilustra aspectos

de la vida rural de los inmigrados, la opinión que transmitía a la Presi-dencia el señor Calixto M. Pina, Encargado del Negociado de Registro de Extranjeros, luego de visitar la colonia de Medina. Según Pina, «del grupo de refugiados españoles... solamente quedan siete, los que no es-tán efectuando trabajos de agricultura. Uno ha establecido un pequeño comercio y los otros viven del pequeño subsidio.. al igual que en la Colo-nia de «Pedro Sánchez» algunos de los españoles... pasan la mayor parte del tiempo conversando sobre la guerra y propaganda Social-Extremista, motivo por el que advirtió la necesidad de controlar sus movimientos». Calixto M. Pina. Memorandum Confidencial. Ciudad Trujillo, 29 de junio de 1942.

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recibieron el beneplácito del régimen, que supo estimularlo mediante apoyos pecuniarios puntuales o, al menos, dispen-sando mejor trato político a sus autores, como señalaremos a continuación no sin antes señalar lo que vino siendo –desde nuestros ojos presentes– una derivación relativamente grotes-ca de esta reducción ideológica del problema confrontado por la inmigración. Ésta, la produjo el propio Bosch Pearson, al fundar el grupo apolítico «Españoles Amigos de Trujillo», en cuya Declaración de Principios indicaba ser «ajeno en todo a las cuestiones políticas de la República Dominicana, como también a las luchas políticas... entre... españoles». «Inspirada en los ideales de Trujillo», la agrupación declaraba actuar «por agradecimiento», «por cariño» y «por lealtad» al Jefe supre-mo.25

El activismo de Bosch Pearson en favor de Trujillo probable-mente no rebasó la órbita de quienes habían venido siendo sus colaboradores en la Granja Agrícola Ramón Cáceres de Haina, donde se trasladó la JPE tras la renuncia de los señores Elfidio Alonso, Ramón Suárez Picallo y José de los Ríos en diciembre de 1939 y en donde él continuaría laborando como Agente Especial de la Secretaría, tras la extinción espontánea de la Junta en agosto de 1940. Inserto en una carrera de tipo perso-nal, que eventualmente lo comprometería seriamente con el régimen,26 se trató de un activismo repudiado comúnmente

25 Con la creación de la agrupación «Españoles Amigos de Trujillo», Bosch Pearson se sumaba políticamente a la protesta pública hecha el día 2 de mayo en el órgano Juventud (del Partido Trujillista) por el señor Max Ga-rrido (en nombre de la Guardia Universitaria «Presidente Trujillo») por las declaraciones hechas a la prensa neoyorquina por el representante de la «Hacienda España», que agrupaba a los comunistas en Pedro Sánchez, expresando las difíciles condiciones que enfrentaban los refugiados en el país. Rodolfo Bosch Pearson. Declaración de Principios del Grupo Apolítico «Españoles Amigos de Trujillo». Ciudad Trujillo, mayo de 1941.

26 ¿qué presuntamente hubo detrás de ésta figura y cómo y cuánto ac-tuaron patrimonialismo y sectarismo político en la gestión de la Junta? Cuadro militar de importancia en la defensa del Madrid sitiado y en la

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por los refugiados (particularmente por los filo-comunistas, a quienes este nacionalista vasco se dedicaría a perseguir en tanto Agente del Gobierno dominicano), que no le granjeó grandes adhesiones, salvo casos relativamente aislados como el de la revista Hogar y el de aquellos a quienes auxilió en em-presas de corte manifiestamente proselitista en favor del régi-men, como el periodista Salvador Marín «Armín», que publicó dos obras abiertamente exegéticas: Te dejo Mariana, me voy con Quisqueya y El Álbum de la Victoria. Tratándose de un relato de exilio que describe la estancia en Francia y el traslado a la Re-pública Dominicana, la idea de «dejar a Mariana para irse con quisqueya» no es más que el símil (de escaso interés literario) de pasar del totalitarismo a la libertad. El Álbum de la victoria consistió en una edición conmemorativa de la firma del Trata-do Trujillo Hull, en el que el periodista colaboró con Roque Nieto Peña.27

histórica batalla de Brunete, Bosch Pearson fue luego procesado por el fusilamiento arbitrario de milicianos del Partido obrero de Unificación Marxista (PoUM) y por el envío de armamento a la retaguardia. En el país tuvo cierto ascendente dentro de la élite militar del régimen, por ser pariente político del jefe de la Policía Nacional, según se dijo poste-riormente. Hacia 1946, los registros del Departamento de Estado norte-americano lo ubicaban como negociador dominicano en la compra de armamento militar a Brasil. Ver: La Vanguardia, Barcelona, 8 de mayo de 1938, p. 4; en http://madridquebienresiste.forumup.es/about762-madridquebienresiste.html; Foreign Relations of the United States, vol. 11, 1946, p. 84.

27 otro álbum confeccionado por refugiados lo fue el Álbum Homenaje al Generalísimo Dr. Rafael L. Trujillo Molina, elaborado por el periodista José Campa, ilustrado por el caricaturista Víctor García «Ximpa» y editado por el señor octavio Arias, tipógrafo. Estuvo dedicado a conmemorar la fecha en que Trujillo ganó la presidencia. La calidad de su edición (llegó a afirmarse que, con su edición, «las artes gráficas dominicanas han al-canzado una altura insospechada») y el interés político de su contenido (recababa un extenso espectro de opiniones sobre la Era, lo mismo de diplomáticos acreditados en el país que de personalidades de la industria y el comercio) valió el que el diario La Opinión le dedicase una nota editorial. Ver: «Un álbum que nos hace honor», La Opinión, 14 de agosto de 1943; «Una obra para la historia: Álbum Homenaje al Presidente Tru-jillo», Democracia, año II, no. 37, 21 de agosto de 1943.

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Al anunciar la futura edición del álbum en los días en que estaba por celebrarse en la ciudad capital La Marcha de la Vic-toria, «Armín» decía: «Cuando el Benefactor regresó de Euro-pa, nuestro compatriota Rodolfo Bosch supo hacer público el afecto de quienes disfrutaban de esta, nunca suficientemente agradecida, hospitalidad... Creo que debemos otorgar el Bene-factor, la modestia de nuestro presente: un ALBUM con todas las firmas de los que le amamos».28

La prensa no comentó nada sobre la entrega del Álbum con firmas de los refugiados, pero, lo cierto es que La Marcha de la Victoria dejó apreciar claramente el interés del régimen por contar con una colectividad de inmigrados que ratificasen su hospitalidad. Al celebrarse la Marcha el domingo 20 de octu-bre de 1940, el contingente de refugiados extranjeros ocupó el onceavo puesto en el orden de aparición de las 76 represen-taciones que participaron.29

Pero no sólo contó el régimen con plumas pobremente ins-piradas como la de «Armín». Como fue señalado en esta obra, intelectuales como José Almoina Mateos, Ramón Fernández Mato y Pedro González Blanco, escribieron regularmente en su favor, enfatizando el clima de progreso y libertad en que vivía la República Dominicana y adjudicándolo de modo siste-mático a las virtudes sobrehumanas del dictador. En diferentes momentos, los tres defendieron las tesis del régimen sobre el refugiado malagradecido. Todavía en 1944, el abogado Ramón Fernández Mato retomaba esa idea en el discurso «El Gene-ralísimo Trujillo: fundamentos políticos y ámbito emocional de una admiración», pronunciado frente a la Junta Superior Directiva del Partido Dominicano en San Cristóbal.30

28 Salvador Marín, Te dejo Mariana, me voy con Quisqueya, s/e, Ciudad Truji-llo, 1940; La Opinión, 8 de octubre de 1940.

29 La Nación, 20 de octubre de 1940, p. 11.30 El discurso –un largo panegírico de gramática rebuscada donde, a cada

paso, se deslizan ideas grandilocuentes sobre la persona del dictador– señala: «Por eso yo no creo, no puedo creer que nadie que haya recibido

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Tres aspectos de uso político que no han recibido gran atención de parte de los cronistas de este exilio radican, por una parte, en el modo en que el régimen se valió de su par-ticipación intelectual en reuniones internacionales donde le interesaba proyectar el progreso cultural del país y, por otro, el concurso puesto por los artistas españoles tanto en la pro-ducción de un imaginario estético en torno a la identidad his-pánica del pueblo dominicano como en el extendido trabajo de producción de piezas conmemorativas, particularmente los numerosos bustos de la familia Trujillo.

Ejemplo del primero lo fue la II Reunión Interamericana del Caribe, celebrada en Santo Domingo en junio de 1940, donde fue aprobada la ponencia dominicana de constituir una Junta Puericultora del Caribe, tesis defendida por la pro-fesora refugiada María Dolores Canals de Junyer, que expuso sus ideas dando, por supuesto, crédito a la política escolar del régimen.31 De cierta importancia para la política exterior del régimen, la Conferencia se engalanó con un (poco frecuente) acto cultural en agasajo de los representantes caribeños, a los que se les ofreció un concierto sinfónico y una exhibición de pintura y escultura en salones del Palacio Nacional. En esta última, que constituyó la primer gran muestra colectiva de artes plásticas realizada en el país, participaron siete artistas españoles,

de la República Dominicana y de su conductor eminente la acogida, ejem-plar en su amplitud y en su tono, que aquí se dispensó a quienes llegaban acezosos de pavor y escalimados de hambre, puede, dentro aun, o fuera ya, de este país, pagar tanta liberalidad con la ingratitud menos aun con la monstruosidad ética de la difamación». Vicente Llorens, duda de incluir a Fernández Mato y a González Blanco dentro de la emigración republicana de 1939, señalando que fueron hechos llegar a la República Dominicana con el fin expreso de hacer prosa para el régimen. Ver: «El Generalísimo Trujillo: fundamentos políticos y ámbito emocional de una admiración», La Nación, 7 de septiembre de 1944, p. 7; V. Llorens, Memorias de una..., p. 166.

31 «Trascendencia y necesidad de la implantación puericultora en el Cari-be», La Nación, 14 de julio de 1940, p. 9.

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seis dominicanos y un alemán.32 La exposición fue luego lle-vada al Museo de La Habana, donde, al parecer, quedaron en donación algunas obras.33

En torno a esta Conferencia, puede decirse, incluso, que la producción de un cierto marco interpretativo sobre las rela-ciones interamericanas apto para la información ciudadana se delegó parcialmente a intelectuales españoles. Más allá de las notas de prensa cubriendo declaraciones políticas del canci-ller Despradel sobre el sentido político de la Conferencia y de alguna que otra colaboración local, quienes más escribieron al respecto en páginas del diario La Nación fueron personas como Rafael Marquina, Laudelino Moreno o Manuel Valldeperes.

En otra materia, resulta significativo el que fuese el pedago-go inmigrado Luis Alaminos Peña, el acompañante permanen-te del secretario de Educación, Víctor Garrido, no sólo en sus repetidos viajes al interior sino en ocasión de representaciones internacionales relevantes, como la Conferencia Interameri-cana de Ministros y Directores de Educación celebrada en la ciudad de Panamá en 1943.34

El aporte de los artistas a la creación de un imaginario estético de la hispanidad dominicana fue significativo, parti-cularmente a través de la producción de una pintura mural alegórica a la conquista, la etnia y al tránsito que, desde enton-ces, sufrió la sociedad dominicana hasta entronizarse la Era de Trujillo. Contratada para la decoración de importantes edifi-cios públicos –como los del Consejo Administrativo del Distrito de Santo Domingo, el Palacio de Justicia, el Banco de Reservas, el Instituto Agrícola de San Cristóbal, entre otros– o en monu-mentos conmemorativos del orden ciudadano bajo la Era –como El Monumento a la Paz de Trujillo (también llamado de la Res-tauración), edificado en la ciudad de Santiago en 1944– la obra

32 La Nación, 1º de junio de 1940.33 La Nación, 7 de junio de 1940.34 La Nación, 21 de septiembre de 1943.

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de muralistas como José Vela Zanetti, José Rovira y José Alloza orbitó de modo relevante en la expresión de esa estética, que no sólo tuvo empleo en edificios públicos, sino en residencias de la propia familia Trujillo, de funcionarios connotados del régimen (como Manuel A. Peña Batlle35 y Julio ortega Frier, entre otros) y en clubes sociales de élite, como el Club de la Juventud o el Club Militar,36 imbuyendo el ambiente social de un reencuentro con el origen hispánico, lo autóctono, la nación y el futuro promisorio que marcaban las realizaciones sociales de la Era. Títulos como La Economía Nacional Libe-rada o La formación de la ciudadanía dominicana, dos de los murales pintados por Vela Zanetti en inmuebles públicos, son suficientemente expresivos del sentido constructivo de esa es-tética, que, sin duda (y eso es algo que sólo podría decirlo un estudio detallado de la muralística que cifra María Ugarte),37

35 En «Cachimán», la (al parecer) afamada residencia campestre del Secre-tario de Relaciones Exteriores, Manuel A. Peña Batlle, el artista Francisco Rivero Gil desarrolló un proyecto (inconcluso) de seis murales alusivos al tema del papel de los Dominicos en el «Descubrimiento, conquista y la colonización de La Española», según describe la nota «Tres Murales de Rivero Gil», publicada por Cuadernos Dominicanos de Cultura, donde también se deja saber que José Rovira «hace un fresco: una interpre-tación bizantino-catalana de Nuestra Señora de la Altagracia, para una hornacina en la mencionada residencia». Parece de interés citar este de-talle sobre los sueños decorativos del propietario de «Cachimán» dada la relevancia de sus ideas en la formación del discurso hispanófilo del régimen. No me es posible brindar, de momento, la referencia precisa al número de CDC.

36 Según informa un catálogo de época, José Alloza, ilustrador, ex-director del semanario «L’Esquella de la Torratxa» de Barcelona, decoró «varias residencias particulares en Ciudad Trujillo. Se le debe el gran mural ale-górico a la República Dominicana y a la obra del generalísimo Trujillo Molina que decora uno de los salones del Club Militar». La figura de Alloza tuvo también relevancia por haber ganado el concurso de carteles de la Feria del Trabajo en la Era de Trujillo, de 1942. El segundo lugar de ese concurso lo ganó Antonio Bernad «Toni», otro artista refugiado.

37 Según la historiadora María Ugarte, José Vela Zanetti (el principal de los tres muralistas), dejó 87 murales en la República Dominicana, muchos inequívocamente situados en el campo temático señalado. María Ugarte,

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en espacios privados hubo de ser más claramente expresiva de la posición mítica jugada por la Patria Nueva.38

Además de intervenir en la producción de esas representa-ciones públicas, el trabajo de escultores como Manolo Pascual y Luis Soto fue asiduamente requerido para la elaboración de obras conmemorativas, como los decorados que el segundo aplicó en el monumento de La Independencia Financiera y, sobre todo, para la realización de bustos, principalmente de la familia Trujillo, de la que ejecutaron al menos veinticinco, des-tinados a las ciudades más importantes del país. También se desarrolló cierta pintura cortesana, como el retrato del Gene-ralísimo pintado por Vela Zanetti para decorar la Secretaría de Relaciones Exteriores o el retrato ecuestre que le realizó José Gausachs (según un comentarista «el mejor que de tan ilustre político se haya pintado hasta la fecha») que fue colgado en el Palacio Nacional.39

La obra escultórica y pictórica relativa al imaginario político del régimen pudo ser más larga, desapareciendo mucha de ella por efecto de la «vandalización» popular que siguió a su derrocamiento, que tomó por objeto esos emblemas públicos, como lo señalan Espinal y Moya.40

«La Pintura Mural», en Jeannette Miller; Et. al., 1844-2000 Arte Dominicano. Pintura, dibujo, gráfica y mural. Colección Cultural Codetel, volumen IV, Santo Domingo, Codetel, 2001, pp. 359-471. Ugarte no consigna la obra muralistica de Rivero Gil, que acudió con cuatro estampas sobre el tema de la Historia del Descubrimiento a la exposición de Bellas Artes de 1942.

38 Como permiten pensarlo las afirmaciones de Edwin Espinal y Patricia Moya, muchas de esas obras fueron «vandalizadas» por las multitudes a la hora de la salida del país de la familia Trujillo, tras el ajusticiamiento del dictador, como ocurrió con los murales de Zanetti en el Monumento a la Paz en la ciudad de Santiago de los Caballeros. Ver: Líderes. Sitio de orlando Jorge Mera, Entrevista a Edwin Espinal y Patricia Moya, en http://www.orlandojorgemera.com.do/index.php (consulta 10 de marzo 2011).

39 Ver: Fraíz Grijalba, «Gausachs el olvidado». Democracia, año I, no. 8, p. 5; «Fortuna y esfuerzo de Vela Zanetti». Democracia, año I, no. 10, p. 5

40 Esta reseña enfatiza principalmente los procesos habidos hasta 1944, escapando el registro de obras elaboradas entre 1945 y 1947, cuando

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2. Presencia del exilio español en la vida cultural dominicana

Dada su activa participación en el surgimiento de nuevas instituciones de política cultural (como las ya mencionadas Escuela Nacional de Bellas Artes, orquesta Sinfónica Nacio-nal, Teatro-Escuela de Arte Nacional, o la Galería Nacional de Bellas Artes) y la labor que desempeñaron en el renacimiento de instituciones de viejo cuño (como la Universidad de Santo Domingo, el Archivo General de la Nación o la Biblioteca Mu-nicipal), no pocos han dudado en afirmar que la llegada del exilio español de 1939 trajo una suerte de Edad de oro en la vida cultural dominicana.

En el terreno de las artes plásticas, de la música sinfónica, del teatro y de la universidad, la presencia cultural de los exiliados ha dado lugar a una ingente producción académica y conme-morativa que ha tendido a restringir a esas esferas la percep-ción de sentido común presente en la sociedad dominicana actual, en cuanto a los campos en que el exilio realizó aportes a la cultura nacional. Aunque su concurso en el despuntar his-tórico de esos proyectos figurará siempre necesariamente en el recuento de su influjo sobre la vida cultural dominicana, no insistiremos aquí en reseñarlo, limitándonos a brindar al lector referencia de la producción académica que lo aborda y a introducir algunas apreciaciones de carácter marginal.

En el sentido de un registro que tienda a superar la limi-taciones del recuento hecho en su día por Vicente Llorens, parece más interesante abordar campos de actividad cultural escasamente reseñados, como el de la prensa, las publicaciones periódicas, la divulgación científica y cultural, la enseñanza o

todavía permanecían en el país algunos de estos artistas. Justo a media-dos de 1944, por ejemplo, la Cámara de Diputados autorizó la elabora-ción de bustos de la familia Trujillo, inicialmente los de Julia Molina y José Trujillo Valdez. La Nación, 7 de julio de 1944, p. 4.

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el pensamiento pedagógico. Asumiendo, por supuesto, que todo ello no hará más que aludir a la dimensión tangible de una presencia cultural que también se pobló de influjos poco aprehensibles en tanto fueron inmateriales.

2.1 Prensa y publicaciones periódicas

Resulta pertinente iniciar la reseña de la presencia del exi-lio en la vida cultural dominicana, comentando la labor desa-rrollada por éste en los medios de comunicación escrita, por representar el espacio que mejor permite apreciar la diversi-dad de conocimientos y posturas intelectuales que trajeron al ambiente dominicano y por constituir, en cualquier caso, el medio por el que sus colaboraciones alcanzaron mayor difu-sión. Además de esto, el rescate cultural de su obra a partir del rastreo en la prensa periódica constituye una herramienta insuperable en cuanto a tomar el pulso cotidiano de esa labor con el fin de valorar las dimensiones de su impacto.

La prensa diaria derivó un influjo notable de la colaboración de los republicanos en ella, que incidieron tanto en su forma como en su contenido. Los cuatro diarios de mayor circula-ción (La Nación, La Opinión, La Información y el Listín Diario) incorporaron, en mayor o menor medida, a los llegados, como simples colaboradores o como miembros de sus comités de redacción e, incluso, dirección, como en el caso de La Opinión, dirigida por el emigrado vasco José Ramón Estella, y La Nación, que nació bajo la dirección intelectual de Elfidio Alonso, el periodista canario del que ya hemos comentado.41

41 El director formal del diario lo fue Rafael Vidal. Jefes de redacción en La Nación fueron: Ramón Suárez Picallo, Eugenio Fernández Granell, Manuel Valldeperes y Carlos Vega López. La redacción de La Opinión estuvo a cargo del periodista Mariano Vives orts, al tiempo que Segundo Serrano Poncela ocupó ese cargo durante varios años en el diario La Información, de Santiago. En lo general, el Listín Diario fue el que tuvo me-nor presencia de los exiliados, fuese como editores o como colaboradores.

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De los diarios de circulación nacional, La Nación es el que recibe la mayor influencia. Su concepto lo distingue de los demás, no sólo por imprimirse en rotativas más modernas, sino por las diversas secciones temáticas que contiene. En este último sentido, es un periódico que se restringe menos a lo noticioso y que dedica mayor espacio al comentario de fondo y a la divulgación científica y cultural.

Algunas de sus secciones resultan innovadoras en relación con lo que, hasta entonces, comprendían usualmente los dia-rios. Tuvo, por ejemplo, varias secciones científicas, artísticas y literarias, además de una página semanal infantil, de mucho mayor contenido cultural que las tradicionales tiras cómicas dominicales que generalmente se ofrecían a la niñez.

Estas cualidades las sustentaron, sobre todo, las colabora-ciones de los refugiados. Las referencias que brinda Vicente Llorens en este sentido escasamente expresan la importancia que éstas tuvieron en la vida del diario, pues el listado de ocho o diez colaboradores que registra en sus Memorias se integró, en realidad, por no menos de cincuenta firmas que consue-tudinariamente dieron contenido a sus páginas durante su primer año de circulación, siendo notorios los cambios que experimentó en extensión al ir abandonando el país muchos de sus colaboradores. Al medio centenar de articulistas que reclutó entre los intelectuales refugiados en el país habrían de sumarse los no pocos que, por su conducto, comenzaron a enviar escritos al diario desde el exterior. Desde Londres, por ejemplo, colaboraron con temas de análisis militar persona-lidades como el general Vicente Rojo Lluch (Jefe de Estado Mayor del Ejército republicano, planificador estratégico de la Batalla del Ebro y de la de Brunete) o el coronel Segismundo Casado, ambos analistas de estrategia en las nuevas formas de guerra que las potencias habían justamente ensayado en Es-

otros refugiados más laboraron como traductores, lo mismo que en áreas del proceso de impresión (La Nación y La Opinión) y la administración.

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paña), lo mismo que comenzaron a recibirse los reportes de Salvador de Madariaga y Pedro Bilbao, especializados en ello al servicio de la BBC.

Muchas de las colaboraciones aparecidas entonces no ofre-cen en el presente gran interés, por tratarse de trabajos de di-vulgación científica, artística y literaria. Esto es, no sería mucho lo que hallaría hoy el historiador que escudriñase las páginas del diario en busca de inéditos de figuras de renombre inter-nacional y local como las que escribieron en él. Sin embargo, sin lugar a duda, incluso ese prolífico género mediano que desa-rrollaron en materia de divulgación tuvo una importancia (que tocará a los especialistas aquilatar reflexivamente) en términos del acervo informativo de que proveyeron a la sociedad domi-nicana. No resulta desatinado afirmar que ciertos formatos de contenido de prensa, entendidos como espectros informativos entregados desde entonces por los grandes diarios nacionales, nacieron y se consolidaron al calor de esa labor.

Las secciones artísticas que tuvo La Nación brindan un gran ejemplo de esa impronta. Podría decirse, sin temor a come-ter gran yerro, que nada como ello había existido de modo sistemático en la prensa anterior, que ciertamente editaba re-gularmente reportes, comentarios y análisis debidos a medios extranjeros, aunque sin el supuesto y las posibilidades de un plan de información sistemático.

Eugenio Fernández Granell fue largo tiempo redactor de la sección de Artes y Espectáculos, donde sostuvo diariamente co-lumnas como «Antena» y «Ventana», dedicadas predominante-mente al panorama cultural español, pero asimismo introducto-ras de una labor de seguimiento periódico del clima intelectual nacional e internacional en materia de música, pintura, poesía, cine y teatro. Vicente Llorens fue acerbo colaborador en esa sección, con una columna llamada «Correo de las Artes».

Junto con las columnas señaladas, aparecieron dos páginas de divulgación sistemática de segmentos de cultura interna-cional. La Página Literaria, a cargo de Manuel Valldeperes dio

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lugar a una labor de presentación diaria de escritores espa-ñoles contemporáneos, como Juan Ramón Jiménez, Vicente Blasco Ibañez, Concha Espina o Juana de Ibarborou, entre muchos otros, aunque también se convirtió en foro de divul-gación y análisis de autores dominicanos y de las reflexiones culturales del propio autor. Por su parte, la Página Infantil, que también aparecía los domingos, constituyó un proyecto notable en materia de lectura, animación y divulgación de literatura y ciencia para niños. Varios escribieron y animaron en ella, debiendo destacarse la sección Caracolas, de Luis Tello, especializada en literatura infantil, que publicó sobre todo piezas de autores españoles. Un colaborador distante de la página lo fue Antonio Robles, el famoso animador infantil exiliado en México.

«Cuentos de La Nación» es otra columna diaria en la que escriben pequeños relatos autores como Vicenç Riera Llorca, Fernando Alloza y Ramón Medina Tur, entre otros. Como se desprende, no se trata ya de una labor de divulgación, pero la mencionamos aquí porque concretó la idea de editar dia-riamente literatura y porque, en tanto expresión de la sensi-bilidad hispánica de sus colaboradores asiduos, se sumó a las secciones antes citadas en la producción de algo realmente trascendental en materia cultural: la difusión de la literatura española. Difícilmente pudo época alguna del período repu-blicano de la vida nacional hallar una difusión de la cultura hispánica de la profundidad y la extensión que tuvo la que siguió a la llegada del exilio, idea sobre la que habremos de volver posteriormente.

También sostuvieron los intelectuales refugiados la produc-ción sistemática de secciones de divulgación científica, labor en la que participaron regularmente distintos tipos profesio-nales. La Ciencia al Día fue una de ellas y albergó alternada-mente la colaboración de médicos como Jaime Roig Padró, Emilio Jubés Bobadilla, Víctor Godás y Vicente Sarmiento Ruiz y de agrónomos como Maximino Álvarez-Laviada y Enrique

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Larrauri. Un médico allegado por los profesionales refugiados que nutrió abundantemente esta sección lo fue el doctor Julio Cantala, refugiado en los Estados Unidos.

Sin embargo, además de la divulgación artística, literaria y científica registrada en el marco de esas secciones, varios inte-lectuales se especializaron en otro tipo de contribución perio-dística, de carácter ensayístico, dedicada a reflexionar sobre temas del momento, como la guerra mundial, la geopolítica, el papel del Estado en la vida social, los problemas de la era moderna y los procesos de reforma puestos en marcha por el Gobierno dominicano. En esos distintos planos, La Nación recoge las ideas de muchos.

En el relativo a la vida nacional, un gran número de con-tribuciones se dirige aspectos sobre los que el Estado incidía o debería incidir en aras del mejoramiento social. Es aquí en donde, como se dijo páginas atrás, los intelectuales refugiados destacan aportando un discurso que legitima la activa inter-vención del Estado en la vida pública, defendiendo (o antici-pando) algunas de las políticas públicas del régimen.

Sobre temas económicos y sociales escriben varios, resul-tando de particular interés las colaboraciones publicadas en materia de economía y política social. En economía destaca Alfredo Lagunilla Iñárritu, que escribe sobre la crisis de mer-cados exteriores que plantea a economías como la dominicana el estallido de la guerra europea, sugiriendo una serie de me-didas de reorganización del comercio exterior que tiendan a evitar la caída de las exportaciones y que permitan capitalizar industrialmente los excedentes de producción.42 Más allá del interés que pueda tener la interpretación de Lagunilla sobre el impacto de la guerra en las economías primario-exportadoras y las posibilidades de reordenación del patrón de acumulación

42 Ver «Buscando soluciones a la crisis de mercados extranjeros»; «La Con-ferencia del Caribe y la crisis de mercados exteriores» y «Proyecto de capitalización industrial de excedentes de producción americanos»; La Nación, 22, 30 de mayo; 3,4,5 de junio de 1940.

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que ella introduce, es importante destacar la relevancia que en sus recomendaciones de política económica adquiere la inter-vención estatal, no debiendo descartarse el que algunas de las ideas allí planteadas orientaran medidas asumidas posterior-mente relación al sector externo de la economía, tema sobre el que fue asesor de la Secretaría de Tesoro y Comercio.43

En materia de política social, Carlos González Sanz hace una interesante reflexión global sobre los campos en que sería deseable una mayor intervención del Estado. González Sanz contribuye con dos largas series de artículos dedicados al tema. Una de ellas se denomina Funciones del Estado, y en ella ela-bora una crítica en la que aboga porque el Estado dominicano asuma la función de organizador racional del proceso social que corresponde a un Estado moderno, regulando la eco-nomía en aras de un mejor aprovechamiento de los recursos naturales y una distribución más justa del ingreso. Para ello, debe desarrollarse un nuevo espíritu burocrático adecuado a esas funciones. Ingenuas, en tanto algunas soluciones de or-ganización estatal afectaban los propios mecanismos de poder del régimen, las ideas del autor tienen, al menos, el interés de la crítica. La otra serie se llamó Problemas Nacionales y trató sobre temas puntuales como la protección a la infancia, la or-fandad y las madres solteras, sugiriendo la creación de varias instituciones públicas abocadas a intervenir en el problema.44

43 Durante su estancia en el país, Lagunilla laboró como auxiliar técnico en la Secretaría de Estado del Tesoro y de Comercio, cargo que quizá no correspondiese con la importancia real de sus funciones, ya que las posi-ciones directivas eran ocupadas por dominicanos, aunque la concepción de los proyectos se debiera a extranjeros. El decano de los criminólogos españoles, Constancio Bernaldo de quirós, que con sus charlas animó el interés por el tema en el país, figuró apenas como jefe de una de las secciones del recién creado Instituto de Criminología, como sucedería con los pedagogos que dieron vida al Instituto de Investigaciones Psico-pedagógicas de la Secretaría de Educación, en el que todos figuran como meros ayudantes.

44 «Funciones del Estado», La Nación, 17, 24 de marzo, 1-2, 9-10 de abril de 1940 y; «Problemas Nacionales», 16, 20, 24 de abril de 1940.

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otros profesionales escriben planteando ideas relacionadas con el mejoramiento de aspectos de la sociedad dominicana. Sobre el desarrollo agropecuario, por ejemplo, destacan las colaboraciones de Maximino Álvarez-Laviada, Aniceto León Garre y Enrique Larrauri. El primero, genetista del Instituto de Investigaciones Agronómicas de España, dedicó varios ar-tículos al tema del mejoramiento de la ganadería nacional y al de la tecnificación de la producción cafetalera. León Garre, pedagogo del que hablaremos al tratar el tema educativo, es-cribió frecuentemente sobre modelos de enseñanza para las proyectadas escuelas agro-industriales y para la divulgación de técnicas agrícolas. Larrauri, perito agrónomo, elaboró proyec-tos específicos de desarrollo agropecuario en la sección dedi-cada al tema, en la que colaboran otros peritos refugiados en el país.

Sobre temas de salud pública escriben los médicos Vicente Sarmiento Ruiz y Víctor Godás, que dedican varios artículos a las patologías de incidencia mayor como la tifoidea, el palu-dismo y la sífilis, elaborando propuestas sobre desarrollo de campañas de desinfección nacional.

Uno de los aspectos de mayor interés en la colaboración de los republicanos con los medios de información, es el relativo al tema de la guerra europea y el ascenso del totalitarismo. En este sentido, son ellos quienes aportan una reflexión de fondo sobre los contornos y las perspectivas del conflicto, convirtién-dose en el principal interlocutor de que dispuso la sociedad dominicana en su percepción sobre el problema.

De nuevo, es La Nación el diario que proporciona la mayor información sobre el desarrollo bélico y son los refugiados quienes lo analizan en profundidad, superando la compren-sión que permitían formar en el lector común los cables y re-portes de guerra que, en general, se limitaban a publicar los demás diarios.

La Segunda Guerra Mundial es, sin duda, el tema que pro-duce el mayor número de colaboraciones, en las cuales pueden

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reconocerse diferentes tipos de análisis. Algunos se dedican al comentario puntual de los aspectos militares y geopolíticos del proceso bélico. otros desarrollan perspectivas de carácter global, políticas, culturales y filosóficas. En este último sen-tido, merecen destacarse los ensayos de Bernardo Clariana, Juan Chabás, Manuel Valldeperes y el mismo Carlos Gonzá-lez Sanz. Entre ellos, los publicados por Clariana son los que ofrecen mayor interés, por ser éste el que se extiende más en la temática de la decadencia europea, particularmente en el titulado «Riesgo y aventura de Europa en la filosofía de orte-ga y Gasset».45 En el primer tipo de colaboración, la abocada al comentario estratégico y militar, destaca Cipriano García-Rivas, autor de la columna «Dianas», centrada básicamente en la política europea como marco del proceso militar. Esta columna se editó casi diariamente durante todo el año 1940. Laudelino Moreno Fernández desarrolló en ese mismo año un largo número de artículos sobre geopolítica, que iniciaron, precisamente, con el análisis estratégico del área del Caribe bajo el supuesto de que la guerra llegara a involucrar a Amé-rica. Pablo María Yuste escribió asiduamente Sobre «El factor Económico y la Actual Guerra».

A los intelectuales hasta aquí reseñados se agrega otra se-rie de colaboraciones en relación con ámbitos culturales que trataremos en detalle más adelante. Aunque con un menor número de colaboradores, los demás diarios de circulación nacional también recibieron un influjo similar al de La Nación. Sin embargo, no debe olvidarse que ésta tendió a convertirse en el diario nacional por antonomasia, al desaparecer tanto el Listín Diario (1942) como La Opinión (1947), hecho que realza

45 Manuel Valldeperes; «El ocaso de los dictadores»; Carlos González Sanz, «Teoría de la integración: la danza de las naciones», La Nación, 3 de abril, 11 de mayo, 1940. Bernardo Clariana, «Riesgo y aventura de Europa en la filosofía de ortega y Gasset»; «América, ¿Eneas del viejo mundo?» y «La no beligerancia», La Nación, 4-5, 7, 14, 18 y 29 de junio, 14 de julio de 1940.

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el influjo de los inmigrantes en el contenido informativo de la prensa de circulación nacional de los años 1940-1944.46

Un último aspecto que debe destacarse en el aporte republi-cano a la prensa nacional es el desarrollo local de la caricatu-ra periodística. Pocos caricaturistas dibujaban, por entonces, en la prensa, procediendo de agencias extranjeras la mayoría de los cartones que ésta publicaba. Cuatro caricaturistas refu-giados colaboraron en diarios: tres en La Nación y otro en La Opinión.47

Como colaboradores de revistas dominicanas figuran tam-bién muchos refugiados, pudiendo decirse que pocas de las que circularon en esos años dejaron de contar con sus artí-culos.

En varias de las revistas culturales y académicas del período, las colaboraciones de los exilados resultan esenciales en cuan-to a contenido general. Es el caso de la Revista de Educación, que experimenta un breve, y aislado, desarrollo teórico, ba-sado fundamentalmente en las contribuciones de pedagogos emigrados como Fernando Sainz, Gregorio Palacín, Aniceto León Garre, Luis Alaminos y otros más. Cosa similar sucedía con los Anales de la Universidad de Santo Domingo, que aunque no depende en tal medida de los artículos de los educadores llegados, deja a su cargo secciones importantes como la de comentario bibliográfico. Las demás revistas de este tipo (Cua-dernos Dominicanos de Cultura, Revista Jurídica Dominicana, Clío y La Poesía Sorprendida) reciben también contribuciones de los inmigrados, aunque en menor medida.

46 Mariela Mejía, «La prensa escrita dominicana durante la “Era de Truji-llo”». Tesis para obtener el grado de Maestría de Periodismo en Español, Universidad de Miami en http://www.monografias.com (Consulta 10 de marzo de 2011).

47 Talentos dominicanos de la caricatura, como Bienvenido Gimbernard, esencialmente ilustraban sus propias revistas, como Cosmopolita. «Blas», «Toni» y «Ximpa» alternan en La Nación durante el período 1940-1944. «Shum» dibuja en La Opinión. Referencias sobre su trayectoria previa las da V. Llorens en sus Memorias de una...

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Revistas informativas de carácter general, como Hogar, Plus-Ultra, Cosmopolita, Revista Militar, Revista de Agricultura y otras, contienen la frecuente colaboración de los refugiados con tra-bajos de divulgación cultural, si bien las dos últimas reciben artículos abocados a temas locales. En la Revista de Agricultura aparecen varios proyectos de aprovechamiento de materias primas, mejoramiento de cultivos y utilización de subproduc-tos agrícolas, desarrollados por peritos en la materia. En la Re-vista Militar que, salvo en la edición de su sección institucional, dependía casi exclusivamente de colaboraciones de revistas castrenses extranjeras, escriben varios militares españoles, al-gunos de los cuales asesoran técnicamente a las Fuerzas Arma-das dominicanas.48

Por su parte, no menos de catorce publicaciones propias tuvieron los refugiados en el período 1939-1944. Seis de ellas fueron de carácter político, dos técnico-profesional y las res-tantes fueron de difusión literaria y cultural, si bien expresa-ban posiciones políticas dentro del fragmentado panorama político del exilio español. Casi todas comienzan a publicarse desde mediados de 1941, hecho que, en el caso de las políticas, se debió al clima favorable a la difusión de ideas antifascistas que precede al ingreso del país en la Segunda Guerra Mundial del lado de los aliados.

Hasta el otoño de 1941, sólo tres publicaciones salen a la luz: Panamérica, Ozama y Nuevo Mundo. Sobre la última, dirigida por Juan José Zamora, puede decirse poco ya que sólo publicó dos números, dedicados, según refieren fuentes de la época, al «comentario de actualidad». Panamérica fue la primer revista editada por los refugiados, y salió a circular en noviembre de 1939, bajo la dirección de Segundo Serrano Poncela. Carece de mayor interés por constituir evidentemente una publicación de loa al régimen. Debido quizá a esos fines, fue una revista muy bien impresa, de formato grande y con abundante material

48 Catorce colaboradores tuvo la Revista Militar en el período 1940-1942.

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gráfico. Esto la hizo muy cara –25 centavos–, cosa que pareció determinar su duración: un número. De entrada, la revista se planteaba como vocero del anticomunismo, prometiendo ser «un altavoz hiriente, que grite y propague cualquier arribada pública o subrepticia a estas tierras de paz, de agentes mas o me-nos disimulados de esta bacteria patógena internacional», cosa que resulta interesante destacar, pues expresa (o quizá preten-día inducir) un determinado ambiente político en la Secretaría de Relaciones Exteriores, de la que parecía depender dada la publicidad que le dedicó su único número.

En enero de 1941, comienza a editarse Ozama, revista men-sual de divulgación literaria dirigida por Antonio Deltoro, que recibe colaboraciones de escritores dominicanos como Fran-cisco Fernández Charro y Augusto Franco Bidó. La revista no publica más que cuatro números ya que su Comité de Redac-ción sale en ese año del país.

En septiembre de 1941, dos meses antes de la declaración de guerra al Eje, sale Por la República, que en principio se procla-ma como una tribuna libre, interesada en representar al anti-fascismo español pero que expresa, en realidad, las posiciones políticas del grupo «negrinista» en la República Dominicana. Se editaba quincenalmente y fue una de las publicaciones que más duró, dejando de existir en mayo de 1944. Su director fue Justo Tur Puget, abogado mallorquín afiliado al Partido Socia-lista Unificado de Cataluña.49

El periódico se dedica casi exclusivamente al tema de la gue-rra y al proceso político español. Pocas son las colaboraciones

49 Sobre [Por la] «República», el diario La Nación hizo una disgresión intere-sante pues da aviso de que, con su próxima reaparición, el quincenario comenzará a vivir una 3ª época. La 1ª, en España, bajo la dirección de Juan José Llovet, quien dio vida a un diario de ese nombre en los días de la monarquía de Alfonso XIII; la 2ª (también en España) durante la Guerra Civil. Interesante, porque Llovet fue jefe de redacción del Listín Diario, cosa que, en cierto modo, extiende a ese medio el influjo de los inmigrados, si bien Llovet ya radicaba en el país. La Nación, 7 de septiem-bre de 1941.

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de otro género, aunque cierta literatura de contenido social escrita por autores dominicanos y cubanos encuentra expre-sión en él.50 Según opina uno de quienes se encargaron de su distribución, el periódico circuló sobre todo entre dominica-nos, a pesar de su bajo precio –5 centavos–, aspecto que, más allá de este detalle, merece ser destacado pues revela el interés que el discurso del antifascismo español tuvo en ciertos secto-res de la población dominicana, interés del que luego surgió la idea de publicar por separado sus editoriales.51

Democracia es la publicación de existencia más prolongada, pues se editó entre febrero de 1942 y junio de 1945, primero como semanario y luego quincenalmente. Desde varios pun-tos de vista, fue la más importante, no sólo por su duración sino por su extensión, contenido y tiraje, llegando a alcanzar ediciones de 1,000 ejemplares, mientras Por la República, el se-gundo en este orden de importancia, alcanzó tirajes de 750 ejemplares. Aglutinaba a sectores «Prietistas» de socialistas, republicanos y, marginalmente, anarquistas en el país. Al igual que Por la República –su interlocutor político–, se hallaba fun-damentalmente dedicado al análisis del proceso español y de la guerra mundial. Sin embargo, prestaba un espacio bastante mayor a temas culturales locales e internacionales.

Varias de las obras editadas en el país por los exilados, apare-cen previamente en Democracia en entregas separadas, por ejem-plo, «Nacionalismo e Internacionalismo», de Alfredo Matilla Ji-meno, «Artistas españoles en Santo Domingo», de Fraíz Grijalba

50 Colaboradores literarios de Por la República son Ramón Marrero Aristy, autor de Over, la novela que describe la explotación del haitiano en los cañaverales dominicanos, que allí publica algunos cuentos; Mariano Lebrón Saviñón, Luis Saleme, Rubén Pérez y Serafín Portuondo. Los dos últimos, cubanos. De lo aparecido en las páginas del periódico me-rece destacarse «El Fugitivo», de Marrero Aristy, «Hasta aquí llegó Luí Polaina», de Saleme y «El Desahucio», de Pérez. Ver: Por la República, no. 8 y no. 10, diciembre de 1941, y enero de 1942.

51 Señor Farreras Borull. Entrevista citada. Los editoriales escritos por Tur Puget se reunieron luego en 33 notas, s/e, Ciudad Trujillo, 1943.

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y «Don Juan ante el Derecho Penal», de Luis Jiménez de Asúa. otras colaboraciones que no llegaron a editarse, pero que son dignas de interés, permanecen en sus páginas, siendo de destacarse el ensayo «Revisionismo», de Malaquías Gil Aran-tegui y los poemas de Mariano Viñuales escritos en la Colonia agrícola de El Llano, que en México conocieron una edición incompleta en el libro Frente a la Cruz del Sur.52

Democracia recibía importantes colaboraciones extranjeras de parte de figuras intelectuales de su corriente política, como Indalecio Prieto, Álvaro de Albornoz, Fernando de los Ríos, Diego Martínez Barrio, entre otros.

Ágora, revista irregularmente editada por el poeta Baltasar Miró, se publica por primera vez en mayo de 1941 y conoce cinco números más hasta mediados de 1943. En ella colabo-ran, sobre todo, dominicanos, siendo Miró la figura española central de la revista. Lo publicado por Miró en Ágora, es lue-go recogido en dos libros que éste editó en el país: Círculos de arena y de humo y Diez poemas amargos. Un grupo de poetas y narradores dominicanos de tendencia modernista publica en Ágora muchos de sus trabajos, entre ellos Pedro R. Contín Aybar, Franklin Mieses Burgos, Aída Cartagena Portalatín y Héctor Incháustegui.

Las demás publicaciones de los exilados se realizan entre 1942 y 1944. En septiembre de 1942 sale el primer número de Catalonia, revista mensual editada en catalán, que se de-dica a la divulgación de temas históricos y contemporáneos específicamente catalanes, y que logra publicar ocho núme-ros, dejando de existir en mayo del año siguiente. Su director fue Albert Ginestá. La revista, que cuenta con un formato muy atractivo debido al trabajo de dibujantes como Alloza, entre otros, expresa posiciones políticas de los comunistas catalanes, tratando regularmente el tema de la participación soviética en el conflicto mundial. Además de ello, es un órgano de difusión

52 Mariano Viñuales, Frente a la Cruz del Sur, Costa-Amic, México, 1947.

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de la situación de los catalanes en la isla, recibiendo escasas colaboraciones de otra naturaleza. Entre estas, José Forné Fa-rreres publica algunos relatos cortos, pero estos, a diferencia de los reunidos en su Paisaje y acento, no tienen que ver con la República Dominicana.

También por esas fechas comienza a editarse en la ciudad de Santiago de los Caballeros la revista Panorama, dirigida por Segundo Serrano Poncela que, a juzgar por las descripciones de prensa (que ratifican los comentarios de Llorens), constitu-yó un proyecto de índole individual a través del cual Serrano Poncela publicó trabajos propios o glosó números de divulga-ción literaria dedicados, por ejemplo, a la literatura regional española, portuguesa, brasileña y a la traducción de algunos poetas franceses como Paul Valery y Paul Eluard. Ese mismo tenor parecen haber tenido los denominados Cuadernos a Ga-latea que edita el mismo autor de manera paralela a Panorama. Ambas revistas se publicaban todavía a mediados de 1944.

Tres nuevas publicaciones salen a la luz en 1943. La más importante de ellas, Juventud Española, se edita entre enero de 1943 y abril de 1944. Esta es, básicamente, la edición juvenil de Por la República, dado que representa básicamente las posicio-nes de las Juventudes Socialistas Unificadas. En lo fundamen-tal, los contenidos de ambas publicaciones son los mismos, por lo cual no es preciso comentar nada más, aunque sí destacar el hecho de que sus lectores fueran, sobre todo, estudiantes universitarios dominicanos.

Eri y Rumbo son también revistas políticas aunque en menor medida. La primera comenzó a editarse en la ciudad de La Vega en enero de 1943, bajo la dirección de Pedro Heras y conoció tres números. La segunda fue dirigida por Ricardo Mella Serrano, y llegó a publicar cuatro números.

Rumbo no parece ser, como refiere Llorens, un órgano de ex-presión anarquista, sino que aglutina a una fracción del PSoE que es expulsada del Partido por la representación local. A cuál de las fracciones del momento, es algo que no queda cla-

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ro en la lectura de sus editoriales o de las «Cartas a un Socialis-ta» que regularmente escribe Ricardo Mella Serrano, su editor. La revista es, además, cultural, teniendo como colaboradores a Constancio Bernaldo de quirós, Alberto Paz y Mateos y a Manuel Valldeperes.

Por el contrario, Eri si parece ser una revista de inspiración libertaria, en la que su director publica un largo ensayo de contenido científico-filosófico augurando la revolución mun-dial como producto de la lucha contra el fascismo, dedicando todos sus editoriales a sugerir esta idea. También publica artí-culos sobre temas económicos y jurídicos, orientados a demos-trar la inminente crisis global del sistema, entre ellos uno de Jesús de Galíndez. Buena parte del espacio de sus tres núme-ros se reservó para la publicación de la Constitución Soviética, hecho que probablemente pudo tener que ver con su breve existencia, ya que, como refiere Vega, este aspecto molestó a las autoridades dominicanas.53

Dos de las publicaciones, como hemos dicho, tuvieron ca-rácter técnico-profesional. Finanzas, la primer revista editada en el país sobre problemas de esa naturaleza, fue fundada en 1941 por José Sorribes Soler, quien, asimismo, estableció la primera Escuela de Altos Estudios Mercantiles, que comenta-remos más tarde. Archivos de Medicina, Cirugía y Especialidades, editada desde finales de 1944 por el doctor Antonio Román Durán, en la que colaboran varios médicos refugiados, fue igualmente la primer revista médica que se publicó en la Re-pública Dominicana.

53 B. Vega, La Migración española..., p. 60. De Rumbo si puede decirse que cesó su publicación por rechazar incluir materiales exegéticos sobre el régimen y su conductor, haciendo sólo breves referencias a la hospitali-dad del Generalísimo en sus cuatro números. Comunicación del señor Francisco Mella.

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2.2 Enseñanza

La enseñanza fue el espacio en el que los intelectuales inmi-grados participaron de manera más extensa, afectando prác-ticamente todos sus niveles formativos e involucrándose, más allá de esto, en tareas de diseño y divulgación pedagógicas.

Como profesores, los refugiados colaboraron decisivamente en el proceso renovador de la Universidad de Santo Domingo emprendido, poco antes de su llegada, por el rector Julio or-tega Frier, a la vez que otros más se incorporaron a la docencia en el sistema educativo nacional, crearon sus propios centros de enseñanza o se dedicaron a la tutoría privada, como hemos visto. Varios laboraron también como asesores pedagógicos en Secretarías de Estado, siendo de particular interés su actividad en la de Educación.

Escuelas creadas por refugiados hubo muchas más de las seis referidas por Llorens, acercándose a la treintena las que pueden contarse entre centros de enseñanza primaria, supe-rior y escuelas especializadas. Casi todas tuvieron vida efímera, siendo pocas las que alcanzaron un tercer año de actividades, fuese porque sus gestores se marchaban del país o por la im-posibilidad de subsistir con los recursos proporcionados por el magisterio. Este último fue el caso de las escuelas creadas en pequeños poblados o ciudades de segunda importancia, en las que la pobreza general del alumnado posibilitaba sólo ingre-sos ínfimos.

El más ambicioso de los proyectos educativos fue el que dio vida al Instituto de Segunda Enseñanza y Politécnico Cristó-bal Colón, en agosto de 1939. Ubicado en la ciudad de Santo Domingo, en una finca de la Avenida Independencia no. 92 («situada a una distancia prudencial del casco urbano de la ciudad... alejada de la insalubridad del casco urbano» según rezaba su folleto propagandístico) el Instituto contó con una plantilla de 22 profesores –de los cuales, 19 eran refugiados– y ofrecía todos los niveles de enseñanza (primaria superior,

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bachillerato y normal), además de cursos de idiomas, dibujo, pintura y carreras técnicas.54 Esto lo hizo en su momento uno de los colegios más completos del país, si no el que más, ya que contaba también con régimen de internado.55

Su fundador fue Juan Pablo García (presidente, como vi-mos, del primer consejo directivo de la Junta Pro-Inmigración Española) y entre sus profesores se contaban muchos de quie-nes más tarde destacaron en la escena intelectual dominicana, como Jesús de Galíndez, Alfredo Matilla, Ramón Suárez Pica-llo y Carlos Solaeche. El Cristóbal Colón contó con el apoyo directo de Trujillo, quien hizo un donativo personal de mil dólares, destinados a la creación de becas y de un galardón lla-mado «Premio Benefactor». A pesar de este apoyo y del pres-tigio local adquirido por la reputación de sus profesores y por el clima intelectual que asociaron con él los aplaudidos ciclos de conferencias organizados por la Sociedad Fomento de la Cultura y las Artes que lo gestionaba, el proyecto duró poco tiempo, dejando de existir en 1941.

Salvo este ensayo inicial, todas las demás escuelas comen-zaron a crearse con la llegada del grueso de los refugiados a partir de noviembre de 1939.

En Santo Domingo tres nuevas escuelas abrieron los refugia-dos: el Instituto-Escuela Juan Pablo Duarte, el Colegio Sagrado Corazón de Jesús y el Instituto-Escuela. El primero, dirigido por José Casasas, abogado, quedó establecido en los bajos de la Escuela Normal de Señoritas y ofrecía enseñanza primaria superior, secundaria y normalista, así como preparación para

54 Instituto Cristóbal Colón.(Folleto), Impresora La opinión, Ciudad Trujillo, 1939. El programa establecía distintas profesiones especiales, llamadas a formar cuadros auxiliares para el establecimiento futuro de esas indus-trias en el país. Distintos tipos de Perito (mecánico, electricista, químico, agrónomo y constructor), Practicantes de Medicina y Cirugía, Marino Mercante.

55 «Registro de las escuelas particulares y semioficiales», Revista de Educa-ción, Ciudad Trujillo, año XII, no. 57, mayo-junio de 1940.

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el ingreso a la recién creada Facultad de Filosofía. Doce de sus trece profesores eran españoles.56 El segundo cuya dirección fue asumida por otro abogado, Enrique Darnell Martí (que en una carta aclaraba que el colegio «no obstante las equívocas suposiciones a que pudiera inducir el circunstancial manteni-miento de su nombre... reflejará el espíritu de la Institución Libre de Enseñanza y el Instituto-Escuela»),57 ofrecía educa-ción primaria elemental, laborando en él cinco refugiados. El Instituto-Escuela, finalmente, fue el proyecto pedagógico de mayor duración y, en la apreciación de Llorens, el único en ese mismo sentido fundamentado. Creado en 1941 por Gui-llermina Medrano de Supervía, el Instituto ofreció primaria elemental y secundaria hasta 1944, fecha en que ésta deja el país, siendo retomada su dirección por otro profesor español –Ángel Pingarrón– y pasando, eventualmente a manos domi-nicanas que lo mantuvieron durante muchos años más.58

En Santiago, José Rivero orellana, educador también como Guillermina Medrano, crea en septiembre de 1940 el Instituto-Escuela Cervantes, homónimo del que también funda en La Romana el profesor Tiburcio Millán López algunos meses an-tes.59

Además de La Romana, otras ciudades del Este conocen la apertura de escuelas dirigidas por refugiados. En San Pedro de Macorís, Joaquín Hurtado Marhuenda, ingeniero, inaugura un Instituto de Estudios Técnicos que ofrece educación secun-daria y vocacional y Ángel Pingarrón Hernández, educador, funda la Academia Antillana, que ofrece primaria, secundaria, artes, idiomas y música. Diez profesores españoles laboraron

56 «Registro de las escuelas...».57 Enrique Darnell a Bernardo Giner de los Ríos, Ciudad Trujillo, 15 de

febrero de 1940. En alguna medida, casi todas las escuelas que se crearon pretendieron recoger esa tradición. No en vano muchas se bautizaron como Institutos-Escuela.

58 V. Llorens, Memorias de una..., p. 59.59 La Nación, 26 de febrero de 1940.

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Profesores Cristóbal Colón. Fuente: revista Cosmopolita.

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entre ambos centros. En el Seibo, profesores que llegan de Pedro Sánchez fundan el Instituto Hostos, dirigido por José Alcobé Biosca, que establece por vez primera en la historia local niveles de enseñanza secundaria y normalista.60

De las Colonias surgen también proyectos educativos que se sitúan por lo general, en pueblos y ciudades contiguas, aunque en algún caso implican traslados de mayor distancia. Este último es el del Instituto Luis Vives que abren en Puerto Plata un grupo de profesores de «Pedro Sánchez», convocados para trasladarse hasta allí por empresarios de la ciudad.61 En la primera situa-ción se forman, en San Juan de la Maguana, la Academia Co-mercial Rosseta, dirigida por José Abella Peset que ofrece cursos de contabilidad y mecanografía y una Escuela de Dibujo y Pin-tura dirigida por Pedro Bargalló Cervelló. En Dajabón, Dolores de los Ríos Menéndez crea, hacia finales de 1940, el Instituto Dominico-Español, de enseñanza preescolar y primaria.62

En el centro de la república se sitúan las últimas cuatro es-cuelas del recuento que hacemos, alguna en un sitio tan inve-rosímil como el Santo Cerro, donde Felipe Gallego inaugura el Colegio Padre de las Casas. En la ciudad de La Vega, se es-tablece el Centro de Enseñanza Primaria y Secundaria Nueva Institución de Cultura, dirigido por José Bárzana, en el que imparten clase 4 profesores refugiados y el Instituto de Prác-ticas Psicopedagógicas creado por N. Giralt de Mascaró. En Moca, Francisco Ruiz Avilés, abogado, crea el Instituto-Escuela Hispano-Americano que, en principio, quiso denominar con el nombre del rector ortega Frier, por la ayuda e interés per-sonal brindados, denominación que éste, rechazó.63

60 Artes y Letras, no. 4, San Pedro de Macorís, 1940; «Nuestra Escuela Nor-mal», El Génesis, año I, no. 23, El Seibo, septiembre de 1941.

61 Señor Francisco querol, entrevista...62 Democracia, no. 36, Ciudad Trujillo, 7 de agosto de 1943; La Nación, 12 de

marzo de 1940.63 Francisco Ruiz Avilés a Julio ortega Frier, Moca, 17 de enero de 1940.

PJoF, BN.

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Instituto-Escuela. Fuente: diario La Nación.

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Si mediante la creación de espacios educativos, alrededor de un centenar de refugiados pudieron desempeñar modestos empleos, un número quizá no mucho menor que ese lo halló tanto en la red de escuelas públicas como en la tutoría perso-nal. Este aspecto del desempeño en la enseñanza local de los refugiados carece de la precisión que brinda el anterior. Sin embargo, expresión de su importancia son los testimonios que sistemáticamente dan cuenta de ello.

En las dos Escuelas Normales de la capital y en varias del interior también laboraron profesores refugiados. Ángel Rayo refiere esto en relación a la de Montecristi; Vicente Llorens alude a los casos de San Cristóbal y Barahona, además de la ca-pital; Dato Pagán en torno a las de San Pedro de Macorís y La Romana; Pedro Mir refiere otros casos en la misma capital.64

Sobre cargos en enseñanza primaria o intermedia privada existen también referencias, entre ellas las antes citadas de Fi-del Miró en torno a la dispersión de algunos profesores de la Colonia Agrícola de El Llano; también las relativas a los docen-tes de Pedro Sánchez que se trasladaron a las escuelas de los ingenios azucareros del Este, que refieren Farreras y Pagán.65

Como se recordará, también la tutoría privada y los cursos de regularización en el domicilio del alumno fueron actividades que con frecuencia desempeñaron los profesores españoles.

Un aspecto interesante vinculado con los planteles que es-tablecieron lo fue el desarrollo de actividades culturales dirigi-das a la población general. Aunque en los de Santo Domingo se dictaron ocasionalmente conferencias, los del Este fueron

64 Señor Ángel Rayo del Campo, entrevista...; V. Llorens, Memorias de una..., pp. 55-59; entrevista a los señores Dato Pagán Perdomo y Pedro Mir, San-to Domingo, 19 y 27 de agosto de 1988.

65 José Farreras Borull, profesor en la escuela del Central Romana hacia 1942, explica que varios de «Pedro Sánchez» impartieron clase en escue-las de ingenios, especializándose en la enseñanza de los hijos del per-sonal administrativo dominicano, puertorriqueño y cubano. Señor José Farreras Borull, entrevista...

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particularmente activos. En San Pedro de Macorís, por ejem-plo, el Instituto de Estudios Técnicos organizó en 1940 unos cursillos de verano que abarcaron 18 conferencias dedicadas a temas de arte, literatura, pedagogía y técnica industrial. Los te-mas de arte y literatura, abocados a figuras como Goya, El Gre-co, Lope de Vega, fray Luis de León y García Lorca, contenidos de cultura general que usualmente difundieron los llegados en este tipo de espacios, y que ilustran bien la idea de la denodada difusión hispanista a la que se dedicaron. Los segundos son más interesantes desde el punto de vista de las posibilidades que po-tencialmente estimularon, pues, en el caso de los de técnica e industria, se dedicaron a tratar: elaboración de vinos y vinagres, Cal y cemento, Industria del papel, elaboración de cerveza, In-dustria del vidrio, Industria de la cerámica.66

En El Seibo, el Instituto Hostos generó también este tipo de actividades abiertas, como las conferencias que regularmente dictó el doctor Justo Tur Puget sobre la novela española del siglo xvi. Conmemorando el segundo aniversario del Instituto, cuya fundación brindó a los jóvenes seibanos la posibilidad de cursar estudios secundarios y normales, una nota editorial de 1942 captaba en estos términos el impacto cultural tenido por el Instituto en la vida de la cabecera provincial:

No se ha limitado ese plantel a la función escolar propia-mente dicha, a rigor de las disciplinas que integran su programa de tra bajo, si no que de su seno ha irradiado su in fluencia bienhechora en forma de coopera ción, de fecundos resultados en el orden social. Suministraron sus profesores clases de alfabetización fuera del recinto del co-legio, y en éste la palabra docta se oyó en actos especiales consagrados a la difusión del pensa miento.67

66 La Nación, 1º de agosto de 1940.67 La Nación, 10 de septiembre de 1940.

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Al llegar los refugiados al país, la Universidad de Santo Do-mingo se hallaba en proceso de reorganización, producto de una ley que la había dispuesto con el objeto de devolverle la importancia que le otorgaba su carácter de primada de Amé-rica y que había perdido tras largos períodos de abandono, en alguno de los cuales existió meramente como Instituto Pro-fesional. Uno de los aspectos cardinales de la reorganización universitaria era, según entendía su rector, Julio ortega Frier, el establecimiento de una Facultad de Filosofía, sin la cual la Universidad no dejaría de ser una escuela de Altos Estudios. Esta idea, promovida años atrás por Pedro Henríquez Ureña, llevó a éste a crear la Facultad Libre de Filosofía y Letras en 1932, proyecto que sólo alcanzó un año de vida y que fue re-tomado en 1938 por un grupo de intelectuales que crearon la Escuela Libre de Filosofía, Letras e Historia en el local del Ateneo Dominicano, que precede a la Facultad de Filosofía que inaugura la Universidad en noviembre de 1939.68

En la universidad, casi todos los profesores españoles se concentran en la Facultad de Filosofía, aunque varias de las cátedras que allí imparten integran el pensum de otras carre-ras. Buena parte del programa de estudios de la Facultad de Filosofía recae sobre ellos, que constituyendo un tercio del profesorado absorben la mitad de los créditos del progra-ma.69

Los catedráticos de la Universidad de Santo Domingo no son figuras de renombre en el panorama académico español de la época, como fue el caso de muchos de los que ingresa-ron a las universidades de México, Argentina y Estados Uni-dos. Salvo Constancio Bernaldo de quirós y Francisco Vera

68 Consuelo Nivar, Sistema Educativo en la República Dominicana, Editora Ta-ller, Santo Domingo, 1975, pp. 93-96.

69 Anuario de la Universidad de Santo Domingo, año I, vol. I, Ciudad Trujillo, 1940.

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Fernández de Córdoba, que sí lo eran, los demás profesores son, por lo general, egresados universitarios que, en no po-cos casos, carecían de experiencia didáctica.70

Esto no impide que su labor en la Universidad sea realmen-te importante, pues dictan cátedras nuevas en la historia uni-versitaria del país, incorporando en ellas las últimas corrientes de pensamiento vigentes en Europa, y se involucran en diver-sos proyectos que la nueva universidad pretendida por ortega Frier habría de desarrollar.

El primer programa de estudios de la Facultad de Filosofía se adapta, hasta cierto punto, a las cualidades de estos profesores. ortega, según refieren quienes entonces fueron convocados por el Rector, pregunta a cada uno qué puede enseñar y así se

70 Veintiún catedráticos españoles tuvo la Universidad de Santo Domingo entre 1940 y 1945. Estos fueron: Constancio Bernaldo de quirós (doctor en Derecho, exprofesor del Instituto de Estudios Penales de Madrid); Francisco Vera Fernández de Córdoba (licenciado en Ciencias Exactas, Secretario Perpetuo de la Asociación de Historiadores de la Ciencia Es-pañola); Vicente Llorens Castillo (licenciado en Filosofía, exprofesor del Centro de Estudios Históricos de Madrid); Javier Malagón Barceló (doctor en Derecho, exprofesor auxiliar de la Universidad de Madrid); Laudelino Moreno Fernández (doctor en Derecho, exprofesor de la Universidad de Madrid); Antonio Regalado González (licenciado en Fi-losofía y Letras, exprofesor del Instituto Lope de Vega de Madrid); Amós Sabrás Gurrea (doctor en Ciencias Exactas, excatedrático del Instituto Calderón de La Barca de Madrid); Fernando Sainz Ruiz (licenciado en Pedagogía, exinspector General de Enseñanza); Ramón Martorell otzet (ingeniero militar); Aurelio Matilla Jimeno (licenciado en Derecho, jefe del Servicio Geográfico Militar de Cataluña); Ricardo Martín Sierra (doc-tor en Farmacia, exprofesor de la Universidad de Barcelona); Francisco Rived Revilla (ingeniero militar); Vicente Herrero Ayllón (doctor en De-recho); Luis Florén Lozano (licenciado en Filosofía y Letras); Antonio Román Durán (doctor en Medicina, ex-jefe del Servicio Psiquiátrico del Ejército Republicano); Malaquías Gil Arantegui (licenciado en Filosofía y Letras); José Fernández Valenciano (ingeniero militar); José Almoina Mateos (licenciado en Filosofía y Letras); Luis Alaminos Peña (licencia-do en Pedagogía, exinspector de Enseñanza); Segundo Serrano Poncela (licenciado en Derecho); Julio Montes Sainz (licenciado en Derecho). Ver Anuario de la Universidad de Santo Domingo, 1940-1945.

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van perfilando los contenidos docentes. Sin embargo, algunas de las materias, además de obedecer a la especialidad de sus futuros catedráticos, se enlazan con proyectos previos del Rec-tor. Es el caso de la Pedagogía, materia sobre la que existe un renovado interés en el país tras la reciente visita de la misión educacional chilena, que reitera el diagnóstico de Henríquez Ureña sobre la necesidad de formar pedagógicamente al ma-gisterio dominicano. Sainz, autor y traductor de obras sobre el tema, se hace cargo de una cátedra de Didáctica y Pedagogía Experimental, que comienza a dar contenido a lo que en su momento fue un proyecto de Facultad.71 Es también el caso de la Sociología, que imparte Vicente Herrero Ayllón, discípulo de Harold Laski en Londres, materia escasamente atendida por los planes de estudio de las Normales y poco conocida en el medio dominicano. Es también el caso de la Lengua y Literatura Grie-gas, de las que es docente Antonio Regalado y de la Física, la Geología y el Álgebra Superior, tres de las cuales no se inscriben en la orientación humanista que ortega trata de imprimir a la nueva facultad, pero que comienzan a dictarse a nivel universi-tario con las cátedras de Fernández, Rived y Sabrás.72

Los demás catedráticos imparten materias contempladas, en mayor o menor medida, por los estudios normalistas; Vi-cente Llorens imparte Filología y Literatura Española e Hispa-noamericana; Javier Malagón, Historia del Derecho Español y de Indias; Laudelino Moreno, Historia de América y Antropo-logía, una de las cuales aborda de manera innovadora en las prácticas universitarias dominicanas.73

71 C. Nivar, Sistema educativo en..., p. 94.72 Proyecto de Organización de la Nueva Universidad de Santo Domingo, Ciudad

Trujillo, s/e, s/f.73 Moreno reedita en la Universidad de Santo Domingo ciertos métodos

de la Institución Libre de Enseñanza, como son las salidas al campo y las excursiones por el interior del país, utilizadas en la cátedra de Antropo-logía y Etnografía, salidas que la prensa refiere con frecuencia. Ver, por ejemplo, La Nación, 27 de noviembre, 4 y 29 de diciembre de 1941.

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Bibliotecarias formadas por Luis Florén. Fuente: en http://www.hoy.com.do/areito/2009/1/31/264857/ReportajeNotable-experta-en-migracion-espanola.

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A mediados de 1940, dos nuevos catedráticos se adscriben a la Facultad de Filosofía: Constancio Bernaldo de quirós y Francisco Vera. Ambos, tras dictar cursillos de verano que crea-ron época en la vida universitaria. El primero, «Criminología y Derecho Penal», estuvo a cargo de Bernaldo de quirós, el segundo, «Introducción a la Matemática General», a cargo de Vera. Bernaldo de quirós es incorporado con las cátedras de «Criminología Positiva» y de «Legislación Penal Comparada» y Vera da inicio a una de «Historia de la Matemática» que no llega a concluir pues deja el país al poco tiempo.

En este mismo año, los refugiados pasan a dirigir cuatro nue-vos proyectos universitarios. Se crea el Instituto Geográfico y Geológico, cuyos trabajos orientan dos oficiales del ejército es-pañol, Aurelio Matilla y Ramón Martorell, cobrando entonces inicio una labor sistemática de levantamiento topográfico del territorio nacional, por entonces muy poco desarrollada. Se crea también la Biblioteca de la Universidad, en el sentido de que se asume una metodología de organización, adquisición y consulta, a partir de los fondos dispersos poseídos por ésta, la-bor de la que se encarga Luis Florén.74 También se inauguran los laboratorios de la Facultad de Farmacia, a cargo de Ricardo Martín, y se crea la Dirección de Educación Física, organizada por Julio Montes.

otros profesores se van incorporando a la Facultad en el transcurso de los años siguientes, sustituyendo en la cátedra a los que se marchan o iniciando nuevas, como es el caso de An-tonio Román, que tras impartir un aplaudido ciclo de 9 con-ferencias sobre la teoría del inconsciente de Sigmund Freud, pasa a dictar la cátedra de Psicología, o el de José Almoina, que

74 En el aspecto organizacional, los acervos del país se hallaban notable-mente atrasados a la hora de llegar los exiliados, siendo estos los que inician la organización de algunos de ellos, como el de la Universidad (Luis Florén), la Biblioteca Municipal de Santo Domingo (Ana Martínez Iborra) y la capacitación del personal del Archivo General de la Nación (María Ugarte).

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El programa del afamado cursillo del poeta Pedro Salinas en la Universidad de Santo Domingo en junio de 1944. (Tomado del diario La Nación).

Pedro Sa-

linas

Rubén Da-

río

Juan Ra-

fael Pacheco

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ingresa como profesor de Lengua y Literatura portuguesas por el curioso acercamiento del gobierno dominicano con el bra-sileño que sigue a las nupcias de Flor de oro Trujillo con el magnate brasilero Mayrink Veiga.75

En 1945, sólo cinco profesores españoles figuran en la nó-mina de catedráticos de la Universidad. Varios se han ido al encontrar mejores oportunidades académicas en otros países de América. Varios, también, dejan la Universidad a disgusto, despedidos sin justificación por sectores intolerantes que sólo ortega Frier parece poder dominar cuando ocupa la Recto-ría.76

Durante su estancia, los catedráticos refugiados producen una verdadera «Edad de oro» en la historia de la Universidad de Santo Domingo, que se proyecta como tal fuera de sus au-las. Además de los cursillos y ciclos de conferencias que dictan fuera de cátedra, gestionan junto a ortega la visita a la Univer-sidad de figuras de la importancia de Pedro Salinas, Jiménez de Asúa, Francisco Giral y muchos más, que sumadas a las de otros tantos intelectuales latinoamericanos y norteamericanos, definen el momento de mayor movimiento cultural de su his-toria moderna.

Espacios como la Biblioteca, el Instituto Geográfico y Geoló-gico, y otro que no comentaremos aquí más que de pasada, el Teatro Universitario, generan también en el transcurso de esos

75 Constancio Cassá, «Influencia de los refugiados españoles en la Universi-dad...», en El exilio republicano español..., p. 69.

76 Mercedes Sabater de Macarrulla, vicerectora de la Universidad Autóno-ma de Santo Domingo en 1982, refiere un proceso de destitución masiva de los profesores españoles adscritos a la Universidad a finales de 1944, acusados por el régimen de «contaminar» ideológicamente al estudian-tado. Esto, claro, no se refleja en la prensa de la época, pero parece con-firmarlo el reducido número de ellos que figura en el personal docente de 1945. Antes de ello, desde el mismo segundo año de vida de la Facul-tad, habiendo dejado momentáneamente el rectorado ortega Frier, se destituye a profesores como Herrero, Sainz, Alaminos y Vera. Entrevista a Mercedes Sabater, Santo Domingo, 12 de septiembre de 1988.

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años un importante movimiento cultural. La primera, se enri-quece notablemente al establecer contactos con otros centros académicos y docentes extranjeros entre los cuales, uno, más familiar y muy importante, la Casa de España (luego Colegio de México), no deja de enviar a Santo Domingo todo lo que va publicando ese reducto de la ciencia española -y, en español- en el exilio. Hacia fuera, la Biblioteca pone en práctica ideas ya sugeridas por José Martí en el país, pero que a Florén le vienen seguramente de la Institución Libre de Enseñanza, las bibliotecas ambulantes.77

Sin embargo, la presencia de los profesores refugiados en la Universidad dejó algo más, menos tangible, aunque quizá tan importante como lo anterior: inquietudes sociales de todo tipo. Muchos de sus alumnos de entonces, recuerdan hoy la brillantez de la cátedra, el trato personal y las ideas que les trasmitieron sus viejos profesores. Estos, más allá de sus capa-cidades académicas intrínsecas, introdujeron prácticas coti-dianas que rompieron con las habituadas en una universidad que reproducía los mecanismos de dominación ejercidos por el régimen en el plano de las relaciones cotidianas. El profesor refugiado salvó las distancias que otros académicos guardaban, imbuidos, a veces, de aparente superioridad intelectual, rece-losos, otras, de relaciones cotidianas que lo mismo comprome-tían que delataban. Así, pocos olvidan los paseos típicos por el malecón de la ciudad de ciertos profesores con sus alumnos o la confianza de poder ser recibidos en sus casas. También tuvo el profesor refugiado una prerrogativa que al dominicano le estaba vedada, por sospechosa: el hablar de ideales, de liber-tad, democracia e igualdad; ideales que situados en la España anterior al 1939, pudieron ser recogidos como una interpela-ción discursiva de la dictadura trujillista.

Pero no era sólo la Universidad de Santo Domingo la que se planteaba procesos de cambio. otras dependencias oficiales

77 «Un experimento notable: las exposiciones de extensión universitaria», en Revista de Educación, no. 87, Ciudad Trujillo, 1947.

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enfrentaban también la necesidad de modernizarse y, como aquella, se sirvieron de la llegada del exilio europeo para in-corporar sus conocimientos en el desarrollo de nuevos pro-yectos.

Entre las que reclutaron a los refugiados, la Secretaría de Educación y Bellas Artes fue la que derivó mayores desarrollos. Creada apenas en 1934 como ampliación de las funciones de la Superintendencia General de Enseñanza, se plantea, desde 1935, la revisión de los programas de estudio y la creación de nuevas instituciones públicas de enseñanza.

ortega Frier propició el contacto de los pedagogos llega-dos con las autoridades de la Secretaría, proponiendo su in-corporación con el objeto de diseñar y fortalecer procesos de capacitación para el magisterio normal y elaborar proyectos específicamente dirigidos a ciertas áreas del sistema educa-tivo. ortega había sido intendente en los días en que Pedro Henríquez Ureña dirigió la Superintendencia de Enseñanza y compartía con éste el criterio de que era necesario reforzar la formación pedagógica del magisterio dominicano, brindán-dole elementos teóricos y prácticos que le permitieran superar los defectos de una didáctica esencialmente empírica, plagada de arcaísmos pedagógicos como el memorismo. El problema de la pobre formación pedagógica del magisterio llevó al Go-bierno dominicano a solicitar la colaboración educacional de Chile. Así, en febrero de 1938, visitó el país una misión educa-cional integrada por tres pedagogos que recomendaron tanto la introducción de métodos de enseñanza identificados con la Escuela Activa como el mejoramiento de los procesos de formación pedagógica para el maestro dominicano.78

Todavía estaban frescas las recomendaciones de la misión chi-lena cuando arribaron los exiliados, siendo éstos los encargados de retomar y poner en práctica muchas de sus recomendaciones.

78 C. Nivar, «Sistema Educativo en…», pp. 85-101; Revista de Educación, no. 44, 1938.

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Algunos, como Fernando Sainz Ruiz o Luis Alaminos Peña, tomaron contacto con el Gobierno dominicano portando car-tas de presentación dirigidas directamente al rector ortega Frier por Fernando de los Ríos.79 otros, lo hicieron de modo espontáneo, movidos por las dificultades para subsistir en el país, como Aniceto León Garre o Luis Leal Crespo, que es-cribieron directamente al Despacho del presidente Rafael L. Trujillo y al del Rector de la Universidad de Santo Domingo, ofreciendo sus servicios profesionales en el área educacional.80 En el marco de la Universidad, el Rector encargó a Fernando Sainz la tarea de diseñar un curriculum que diese vida a una sec-ción de Pedagogía dentro de la Facultad de Filosofía, proyecto en el que éste trabajó en colaboración con el profesor Carlos Larrazabal.81

A principios de 1940, la sección editorial de la Revista de Edu-cación anunciaba el proyecto de reorganización del servicio de enseñanza que pensaba someter al Consejo Nacional de Edu-cación el recientemente designado Secretario de Educación y Bellas Artes, Virgilio Díaz ordóñez, dentro del cual «la incor-poración a la Secretaría de profesores extranjeros, acreditados por su larga experiencia y conocimientos en la materia, habrá de contribuir notablemente a facilitar el desarrollo de ese nue-vo plan, cuya ejecución integral exige los servicios de hábiles expertos, consagrados a especializaciones determinadas».82

Pronto ingresaron a la Secretaría Luis Alaminos Peña, Gui-llermina Medrano de Supervía, Aniceto León Garre, Gregorio Palacín Iglesias y Malaquías Gil Arantegui, reforzándose con

79 Fernando de los Ríos a Luis Alaminos, Nueva York, 3 de diciembre de 1939.

80 Aniceto León Garre a Rafael L. Trujillo, Ciudad Trujillo, 8 de noviembre de 1939; Pilar Munarriz de Leal a Julio ortega Frier, San Cristóbal, 18 de mayo de 1940.

81 Fernando Sainz a Julio ortega Frier, Ciudad Trujillo, PJoF, BN, 5 de enero de 1940.

82 «Editorial: Plan de Reformas para el Servicio Técnico de la Secretaría», Revista de Educación, año XII, no. 56, marzo y abril de 1940, p. 5.

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ellos una Sección Pedagógica que meses más tarde sería trans-formada en oficina Técnica Asesora del Consejo Nacional de Educación.83

Entre otras de carácter general, el Consejo Nacional de Edu-cación definió en el mes de marzo las siguientes prioridades de realización:

a) Creación del Colegio Nacional de Ciegos y Sordomudos, b) Reorganización de la Enseñanza Primaria y organización

científica de la inspección, c) Reorganización de la Enseñanza Normalista, tendente a la

máxima capacitación pedagógica del magisterio, d) Reorganización de la Enseñanza Secundaria, asignándole

un contenido adecuado con su función normativa del ado-lescente,

e) organización de estudios profesionales para el Magisterio de Enseñanza Secundaria,

f) Creación de la Escuela Central de Deficientes Mentales.84

Aunque la labor de la oficina asesora solo aparece genéri-camente descrita en los reportes que publica la Revista de Edu-cación, órgano de difusión de la Secretaría, la participación de los refugiados en tales proyectos puede reconocerse revisan-do lo que ellos publican tanto en la revista como en el diario La Nación.

Desde enero de 1940, la revista registra un notable cre-cimiento en las secciones científicas de colaboración local que, como dijimos antes, se debe casi exclusivamente a las contribuciones escritas de los refugiados. En ese mes, Dolores

83 Gregorio Palacín Iglesias, «Cien Años de Educación Dominicana», Re-vista de Educación, no. 74, Ciudad Trujillo, 1944. En 1943, la oficina fue transformada en Instituto de Investigaciones Psicopedagógicas. La Na-ción, 1º de enero de 1943.

84 «Plan de trabajo del Consejo Nacional de Educación», Revista de Educa-ción, no. 57, 1940.

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Canals de Junyer, publica un artículo relativamente largo sobre educación preescolar. En el siguiente número colaboran Gre-gorio Palacín, Fernando Sainz y Antonio Martínez Surroca, el primero con un artículo titulado «Las ideas y los razonamien-tos del ciego»; el segundo con otro sobre «La formación del Magisterio» y el tercero con uno llamado «La preparación de las clases». En el tercer número del año, Guillermina Medrano escribe sobre «La formación del Maestro y la Pedagogía de los niños anormales», Luis Alaminos colabora con otro sobre «La inspección técnica en las Escuelas Primarias», Fernando Sainz trata el tema de «La función del Estado en la Educación» y Gregorio Palacín da inicio a una serie de artículos sobre «Pedagogía Científica» o «Pedagogía Nueva», que ocuparán una sección fija de la revista hasta mediado el año de 1942.85 Aunque Aniceto León Garre no colabora en la revista durante 1940, deja ver el contenido de su trabajo en la oficina Técnica al defender, en páginas del diario La Nación, el programa de reformas del Consejo Nacional de Educación, mediante escri-tos como «Formación del profesorado de segunda enseñanza» o «El carácter general de las reformas anunciadas y la enseñan-za primaria superior».86

85 Revista de Educación, no. 55, 56 y 57, 1940.86 Alrededor de 15 artículos aparecen firmados en La Nación por León Ga-

rre en el primer semestre de 1940. Todos de gran interés por cuanto él parece convertirse en una suerte de intelectual orgánico del proceso de reforma. Sobre la labor de los refugiados en la Secretaría algunos adoptaron actitudes chauvinistas, llamando la atención pública sobre el «nuevo peligro que nos amenaza... la voz puramente teórica de los recién llegados», agregando que lo que «necesitamos es una escuela dominica-na, pura, libre de imitaciones, esencialmente nacional». Más allá de este tipo de reacciones, la lectura de los artículos de Garre insinúa un cierto tipo de oposición, más substantiva en sus planteamientos, que pugna entre otras cosas por la reducción de los años dedicados a la enseñanza primaria y por el mantenimiento de los mecanismos de incorporación de maestros. Para el interesado en este tema, remitimos a la lectura de los artículos de Garre aparecidos en el diario La Nación los días 21 de mayo, 4-5, 14, 16 y 20 de junio de 1940.

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Como obra práctica, es difícil precisar cuanto de las refor-mas que propusieron estos pedagogos llegó a realizarse. Parte de las ideas que sugirieron tuvieron que ver con la formación del magisterio, y estas lograron plasmarse en una circular que dispuso la celebración de seminarios de pedagogía para el magisterio primario y secundario.87 Gran parte, sin embargo, tuvo que ver con aspectos prácticos de la inspección escolar, los métodos en el aula, la celebración de exámenes, etc., que sólo un trabajo minucioso sobre las decenas de ordenanzas y circulares expedidas por la Secretaría durante el período per-mitiría valorar.

En la reorganización de los programas de estudio evidente-mente incidieron, pero no es posible definir de qué manera; sobre este aspecto vale la pena destacar que a ellos (a Palacín concretamente) se debe la introducción de un nuevo progra-ma en la materia de Economía Política que se impartía en las Normales y que a Garre se debe otro tanto en los programas de Ciencias Naturales.88 El Instituto sugerido para la instruc-ción del invidente se realizaría muchos años después, mientras que el especializado en la educación de deficientes mentales logró cierto nivel de avance, abandonándose el proyecto por la negligencia de altas esferas del régimen en aceptar que el desarrollo dominicano podría generar una niñez defectuosa, como señala su creadora.89

87 Circular no. 23’42 de la Secretaría de Educación, Revista de Educación, no. 67, 1942.

88 El programa sugerido por Palacín sobre «La enseñanza de la Economía Política», aparece en Revista de Educación, no. 64, 1942. La circular que lo aprueba, la no. 96’41, en el número 65 de la misma revista. En cuanto a Garre, ver: «Conceptos y orientaciones sobre la enseñanza de la cien-cia elemental y de los estudios de la naturaleza» en Revista de Educación, no. 81, 1946. Conviene señalar que Garre, Gil Arantegui, López-Gil y otros refugiados elaboraron varios libros de texto para la enseñanza pri-maria y secundaria.

89 Guillermina Medrano, y José I. Cruz, «Experiencia de una maestra repu-blicana», Valencia, 1998, p. 347. El tema de la puericultura es también impulsado por los pedagogos llegados. María Canals de Junyer dirigió un área de capacitación en la Escuela de Enfermería.

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Más allá de esto, la labor de los llegados en cuanto a divul-gación de la teoría pedagógica fue notable. Gregorio Palacín escribe sobre el tema en todos los números que edita la Revista de Educación entre 1940 y 1945, discutiendo detalladamente métodos y corrientes en pedagogía contemporánea, al tiempo que publica largas series de artículos en La Nación tratando as-pectos específicos del tema, siendo él en quien habría segura-mente de ubicarse el antecedente más significativo en cuanto a difusión de los llamados Métodos Nuevos en el país.90

Sin embargo, la divulgación pedagógica no se halló circuns-crita al tema de los métodos, sino que abarcó aspectos de ca-rácter más general sobre la institución escolar, el papel del Es-tado en la educación, la vocación en el magisterio, la emoción y el sentido en la escuela, entre otros más, en los que es clara la herencia de las ideas de la Institución Libre de Enseñanza fundada por el pedagogo Francisco Giner de los Ríos, aspectos que fueron generalmente tratados por Fernando Sainz.91

Es posible mencionar otros aspectos de la enseñanza do-minicana en los que incidieron los refugiados, si bien éste es un tema que merecería un tratamiento mucho más profun-do. León Garre‚ por ejemplo, fue asesor de la Secretaría de Agricultura, Industria y Trabajo en materia de divulgación de técnicas agrícolas y en varios proyectos de creación de escue-las agroindustriales. José Sorribes Soler, como se dijo páginas

90 Las técnicas de Pestalozzi y Froebel se habían puesto en práctica en el país, pero la discusión sobre estos temas no era frecuente. La Misión chi-lena no divulgó sus orientaciones, más que en dos artículos aparecidos en la Revista de Educación entre 1938-1939, y en general la difusión escrita sobre métodos pedagógicos era escasa. Aunque incompleta, la reciente compilación de los escritos de Gregorio Palacín Iglesias publicada por el Archivo General de la Nación constituirá, sin duda, un aporte a la historia educacional dominicana. Ver: Andrés Blanco Díaz (ed.), Gregorio B. Palacín Iglesias, Ensayos y apuntes pedagógicos. Comisión de Efemérides Patrias; Archivo General de la Nación, Santo Domingo, 2010.

91 Fernando Sainz, «La funesta influencia del positivismo». Cuadernos Domi-nicanos de Cultura, no. 5, Ciudad Trujillo, 1944.

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atrás, fundó la primera Escuela de Altos Estudios Mercantiles que existió en el país, cuyo programa sugirió la creación pos-terior de la Escuela de Administración y Contabilidad, oficial, que dirigió el propio Sorribés, que constituye el antecedente de lo que años más tarde sería la Facultad de Economía y Ad-ministración.92

2.3 Ateneísmo y divulgación cultural

Si el medio impreso constituye la fuente más importante en cuanto a valorar el prisma de habilidades intelectuales de los inmigrados y los posibles usos sociales que éstas rindieron, la labor de divulgación cultural en ateneos sociales resulta tam-bién de gran interés en tanto abarcó auditorios de no poca extensión y fungió, en realidad, como factor propulsor de la propia difusión escrita. La activa demanda cultural que sos-tuvo la presencia del exilio republicano en la prensa escrita se debió, en otras palabras, al desarrollo primigenio de una incesante labor ateneísta que prestigió la propuesta y la oferta cultural de los intelectuales inmigrados.

Una relevante labor de divulgación presencial de la cultura en el marco de lo que llamamos Ateneos sociales, espacios en-tre los que se encontraban, claro, los formalmente establecidos Ateneos de Santo Domingo y San Pedro de Macorís, además de todos aquellos otros articulados por sociedades de ideas formal-mente instituidas (si bien no estructuradas propiamente como Ateneo), como Pro-Arte y Amantes de la Luz (de Santiago), Lumen (La Vega), Renovación (Puerto Plata) así como las que ocasionalmente se formaron en logias, clubes sociales, tertulias y peñas informales de acción cultural presentes a lo largo y ancho del país. Aunque esa labor no involucró nunca el contingente

92 «organización de los Estudios Mercantiles o de Ciencias Económicas en la República Dominicana», Finanzas, no. 1, 1941.

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de intelectuales que plasmaron sus ideas en los medios periódi-cos impresos, llama la atención por su carácter y extensión.

Pronto se insertaron los exiliados republicanos en la vida del Ateneo Dominicano de Santo Domingo, reanimando su actividad y el espectro intelectual de sus temáticas. Un tardío recuento de la labor desarrollada por el Ateneo de Santo Do-mingo en 1939 permite valorar el tono y el creciente de lo que representaría su posterior participación en él. El año había sido uno de los «más fecundos», por la estatura de quienes habían dictado sus cursos (Luis Alemar, Gustavo Mejía Ricart, Manuel Patín Maceo) y conferencias (Virgilio Díaz ordóñez, oscar Robles Toledano, Pedro Contín Aybar), y por activida-des novedosas como las exposiciones artísticas (la colectiva de dibujo y pintura dirigida por Celeste Woss y Gil y la de Arte Húngaro). Inmersas en una agenda que también comprendió la celebración de numerosos homenajes, la decena de sesiones académicas sostenidas ese año eran sinónimo de un auge que al recensor le pareció importante destacar.

Los exiliados comenzaron a participar en agosto de 1939, con una conferencia dictada por Elfidio Alonso sobre el tema «Europa en la Encrucijada», a la que siguieron más tarde la exposición de estampas españolas de José Vela Zanetti y otras cuatro disertaciones a cargo de Dolores Canals, Segundo Serrano, Jesús de Galíndez y Vicente Llorens.93 En las pocas semanas de actividad que mediaron entre la presentación de Alonso y el cierre del año, el concurso de los intelectuales refu-giados representó un componente significativo de la labor de divulgación cultural del Ateneo.

Durante los años 1940-1944, su aporte a la labor del princi-pal Ateneo de la república sería definitivo, como puede apre-ciarse en el Cuadro colocado en el Anexo 2. De hecho, varios de los llegados fueron admitidos como miembros.94

93 La Nación, 26 de febrero de 1940.94 Alfredo Matilla, Vicente Herrero, Julio García, Javier Malagón Barceló,

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Visto a la luz de lo que se consideraba sobre 1939, con su decena de conferencias, en los cuatro años por venir las solas actividades de los inmigrados reportarían una treintena de conferencias, seis exposiciones artísticas individuales, tres re-citales poéticos y tres o cuatro actos de carácter político, cosa que significó, al menos, eso: el sostenimiento del logro, el con-curso anual con una media cercana a las diez actividades de divulgación cultural.

Es interesante notar los temas con que concurren los confe-rencistas españoles que, en cierto modo, exceden el marco de la estructura de secciones académicas en que se hallaba organi-zado el Ateneo Dominicano. Aunque se incorporaron con sus pares de la secciones de Bellas Artes (Celeste Woss), Geografía e Historia (Arturo Logroño, Emilio Rodríguez) y Literatura (Ra-món E. Jiménez), no pocas de sus intervenciones aportan temas de otra índole, como la coyuntura internacional del mundo en guerra (en lo filosófico –Alonso, Serrano–, lo político –Jiménez de Asúa, José Rial– o lo geoestratégico –Lagunilla, Yuste–), o temas sin duda novedosos en la vida dominicana de entonces, como la Psiquiatría y el Psicoanálisis (Antonio Román), la Mi-crobiología (Vicente Sarmiento), el Cine (Antonio Graciani) o los imaginarios históricos (Jesús Galíndez).

Desde luego, las secciones académicas se beneficiaron de las doctas conferencias de Constancio Bernaldo de quirós, Vi-cente Llorens, Francisco Vera Fernández de Córdoba y otros tantos más que dejaron honda impresión en el auditorio que los presenció, o que pusieron acento al clima plástico y litera-rio que se vivía en otros rumbos de la ciudad, conmovidos por el arribo del surrealismo pictórico, la exaltación de la poética sentimental de la república española.

otro tanto podría decirse del influjo que tuvieron los inmi-grados en el Ateneo de San Pedro de Macorís. Típicamente,

Jesús Galíndez, Luis Alaminos, Fernando Sainz, doctor Laudelino More-no y José Borrás.

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los actos más sonados desarrollados en el Ateneo de Santo Do-mingo se reeditaron, luego, en el de San Pedro, donde tam-bién estuvieron presentes muchos de los grandes intelectuales llegados. No obstante, la participación de éstos en el Ateneo de San Pedro de Macorís tuvo cierta peculiaridad temática debida al concurso de los expositores de Pedro Sánchez y al de los profesores del Instituto de Estudios Técnicos (español), plantel con el que se coordinó el lanzamiento de las llamadas Cátedras Populares, establecidas hacia 1941 por su director Salvador Cucurullo.

Menos encuadradas en el canon de las secciones académicas, sociedades de ideas arquetípicas como Amantes de la Luz, Alfa y omega, Pro-Arte, Renovación y muchas otras más acogieron la discursiva intelectual de los republicanos en temas que ten-dieron a verse más inclinados a la cultura de élite (como la apreciación musical, la declamación o la historia de la cultura, –de la que, por ejemplo, José Rial dictó un cursillo de cerca de sesenta sesiones en la ciudad de Santiago–. La labor desempe-ñada en este tipo de sociedades culturales y recreativas llama la atención por la amplitud geográfica de los espacios en el que se hicieron presentes los intelectuales inmigrados, que con-templó no sólo el caso de Santo Domingo, Santiago y Puerto Plata, sino que se extendió también a poblaciones de menor jerarquía, como La Romana, Salcedo, Moca y La Vega.

A La Vega y a Moca, por ejemplo, iban a dar generalmente los actos culturales que se presentaban en los Amantes de la Luz o en la Alianza Cibaeña, de Santiago. Con cierta frecuen-cia visitaron intelectuales refugiados como José Rial, Alfredo Matilla, Agustí Bartra, Alfonso Vila «Shum» y otros las tertulias literarias de grupos culturales como Los Precursores, de La Romana; o Los Nuevos, de La Vega, prolongando la labor de difusión cultural realizada en los centro culturales más impor-tantes, proyectándose luego, incluso a poblados relativamente marginales, como Bayaguana, Imbert, Sabana de la Mar o San Rafael del Yuna.

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En suma, siguiendo un patrón de difusión centrífuga, la la-bor ateneísta de los exiliados republicanos dinamizó notable-mente el marco cultural de unas ocho ciudades dominicanas, cosa que posiblemente destaque en términos de contraste con otras experiencias del exilio, donde el impacto tendió a ser más concentrado.

La capital fue, por supuesto, el centro expresivo de la cultu-ral viva del exilio español, que discurrió no sólo ante los audi-torios del Ateneo Dominicano sino ante los de algunos otros espacios de difusión cultural, como el que vespertinamente sesionó en la Escuela Normal de Señoritas Salomé Ureña, el del Cristóbal Colón o el del propio Centro Democrático Es-pañol (Anexo 2). Si bien contaron con ciertas peculiaridades debidas al perfil de los intelectuales refugiados residentes, en orden decreciente las ciudades de San Pedro de Macorís y San-tiago reprodujeron también la dinámica difusiva seguida en la capital. Del Ateneo de San Pedro y la sociedad Amantes de la Luz, las manifestaciones de los llegados se extendían luego a espacios corresponsales que les abrían en el medio circundan-te instituciones como el Club Recreativo o la Sociedad Cultural «Lumen» (en Moca), el Casino Central (La Vega), el Casino Puertorriqueño (SPM), la Biblioteca Municipal y el Club Dica-yagua (La Romana), la Logia Perfecta Armonía (Azua).95

2.4 Bellas Artes

Es en el terreno de las llamadas Bellas Artes (entendidas de modo clásico: música, pintura, arquitectura, escultura, teatro y sus derivaciones prosísticas) en donde la presencia del exilio español impacta la vida cultural dominicana de modo más tan-gible, tanto si se juzga desde la perspectiva de la realización de obras e instituciones, como desde la del cambio en los patrones

95 Ver Anexos 3 y 4.

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culturales dominantes. La Escuela de Bellas Artes, la orques-ta Sinfónica, el Teatro-Escuela deben aspectos fundamentales de su desarrollo al concurso de los artistas refugiados que, de esa manera, influyen en las primeras generaciones de compo-sitores, actores, pintores y escultores dominicanos. otras ex-presiones, como la literaria o la arquitectónica, no alcanzaron un desarrollo notable, si bien la labor de los refugiados en el ámbito respectivo de esos géneros estimuló ciertos saludables enfoques acerca de la realidad dominicana.

El clima cultural que creó la llegada de un número impor-tante de artistas y críticos de arte de todo tipo impulsó un pro-ceso de importante transformación de las prácticas culturales que, eventualmente, cobraría y daría sostén al surgimiento de aquellas instituciones. Como se dijo, desde 1935 existía el pro-yecto de instalar en el país una Escuela de Bellas Artes, que no se había podido materializar aún por carecerse del personal capaz de darle estructura, sentido y ponerla en marcha, indi-cando el decreto que la creó sobre la necesidad de proceder a contratar ese personal en el exterior.96

Faltaban, concretamente, inteligencias dispuestas a asumir el encargo, aunque es también probable que el retraso de ta-les proyectos se debiese a la ausencia de un movimiento de inquietud social que les diese sentido. La república contaba con algunas escuelas particulares de pintura (salvo dos, todas de carácter elemental); la instrucción musical se llevaba a cabo en liceos y bandas de música dispersos por el territorio nacio-nal; prácticamente inexistente, el teatro subsistía gracias a las visitas que regularmente realizaban compañías extranjeras.

96 La ordenanza no. 471’35 emitida por el Consejo Nacional de Educación en agosto de 1935 decidía «adoptar el siguiente Plan de Estudios para la Escuela Nacional de Bellas Artes, que podrá ser modificado de acuerdo con los técnicos que para su ejecución deberán ser traídos al país». En líneas todavía muy generales, el Plan establecía cuatro secciones para la futura Escuela: Música y Declamación; Dibujo y Pintura; Escultura; Grabado. Revista de Educación, año 7, no. 27, pp. 17-19.

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Al producir un inusitado movimiento artístico de exposi-ciones pictóricas, representaciones teatrales, foros literarios y cursos de apreciación musical, la presencia del exilio europeo incentivó en el medio ese tipo de inquietudes, lo cual hizo en poco tiempo evidente la necesidad de retomar la proyectada creación de la Escuela de Bellas Artes y de dar también vida ins-titucional a la música sinfónica, al teatro y a la declamación.

A inicios de los años cuarenta, la sociedad dominicana poseía todavía una endeble tradición en materia de pintura y escultura. Varios de los artistas relevantes del período inde-pendiente de la historia dominicana o son autodidactas o son personas que se forman fuera del país y que al regresar impar-ten clases particulares. De los pocos talentos artísticos que pue-den contarse en la tercera década del siglo xx, algunos –como Jaime Colson o Darío Suro– radican fuera del país en lugares donde pueden desarrollar técnica y temáticamente su arte. En general, la pintura que se practica hasta finales de los treinta tiende a los temas neoclásicos, románticos, impresionistas y costumbristas, cosa que incide en los gustos que imperan en el reducido ambiente pictórico nacional.97

Además de encontrarse desfasadas del movimiento contem-poráneo, las artes plásticas carecían de un mercado local que les sirviera de estímulo, siendo, por ello, contadas las exposi-ciones que se celebraban. Hacia finales de 1939, un editorial del periódico La Opinión hacía un recuento de las exposicio-nes realizadas en la ciudad de Santo Domingo en el curso de los pasados ocho años y contaba un total de diez, de las cuales dos eran recientes y se debían a pintores refugiados. El edito-rial comentaba el fracaso económico de la mayoría de ellas y llamaba al público, en particular al que disponía de recursos económicos, a modificar sus hábitos decorativos adquiriendo

97 Jeannette Miller, Historia de la Pintura Dominicana, Santo Domingo, Ami-go del Hogar, 1979, pp. 13-26.

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obras de arte originales, para contribuir con ello al desarrollo nacional de las artes plásticas.98

La llegada de numerosos artistas plásticos (hispanos y cen-troeuropeos) a finales de ese año, ampliaría considerablemen-te el marco en que discurría el ambiente pictórico, despertan-do y expandiendo el gusto promedio local con la introducción de nuevas técnicas y corrientes de expresión.

Alrededor de 20 artistas españoles trabajaron en la ciudad de Santo Domingo entre 1939 y 1945, exponiendo regular-mente sus obras. otros pocos más desarrollaron una labor de carácter marginal en pueblos y ciudades del interior, cuya importancia fue, en todo caso, local y momentánea, dejando poco en la historia plástica dominicana. Aunque algunos con-taban con cierta trayectoria al momento de llegar, pocas son las figuras de renombre en el panorama artístico español pre-vio a la Guerra Civil e incluso hubo quienes, como Eugenio F. Granell, Francisco Gausachs Aisa o Antonio Prats-Ventós, la desarrollaron enteramente en el país.99

Más allá de esto, lo importante resultó ser el claro estímulo que su presencia produjo en el ambiente local, donde se crea-

98 «La ayuda debida por el público a los artistas del pincel», La Opinión, 22 de noviembre de 1939.

99 Joan Junyer, José Gausachs y Manolo Pascual eran las personalidades de mayor prestigio entre los artistas que llegan a Santo Domingo. El escultor Manolo Pascual, el menos conocido, obtuvo el Premio de Roma en 1931; Junyer y Gausachs considerados ya de importancia en el ambiente de la escuela de pintura barcelonesa. Los demás fueron: José Alloza, Anto-nio Bernad, Alfonso Vila (Shum), Víctor García (Ximpa), Blas Arveras y Kim, ilustradores en grabado y caricatura; Francisco Rivero, José Rovira, José Vela Zanetti, Ángel Botello, Eugenio F. Granell, Alejandro Solana, Carlos Solaeche, Pedro García, Francisco Tortosa, Francisco Gausachs, pintores y muralistas; Luis Soto y Francisco Vázquez (Compostela), Anto-nio Prats-Ventós, escultores; Francisco Vera, ceramista. Referencias sobre su trayectoria española pueden encontrarse en: Fraíz Grijalba, Artistas Españoles en Santo Domingo, SNAG, Ciudad Trujillo, 1942; Manuel Vallde-peres, «Pintura y pintores catalanes» en Cuadernos Dominicanos de Cultura, nos. 25-26, 1945. El folleto explicativo de Los Inmigrantes, exposición re-trospectiva celebrada en Santo Domingo en 1989, cita adicionalmente a un Miguel Marinas, emigrado luego a los EE. UU.

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ron condiciones favorables tanto para el genuino encuentro cultural con la sociedad dominicana como para su articulación con las políticas de autolegitimación del régimen, que pudo ca-pitalizarla en la puesta en marcha de la Escuela Nacional de Be-llas Artes y la apertura de la Galería Nacional, realizadas en 1942 y 1943 respectivamente. Un seguimiento al mundo de la política cultural reseñado por el diario La Nación en esos años deja ver la clara intención exegética de destacar el esfuerzo democratiza-dor del régimen en la modernización cultural dominicana.

ocho de las once exposiciones que se realizan en la ciudad de Santo Domingo en 1940 son de artistas españoles refugia-dos y su presencia en la Primera Exposición Nacional de Artes Plásticas celebrada en los salones del Ateneo Dominicano es preponderante.100

Antes de la apertura de la ENBA, la obra de los pintores, es-cultores y grabadores españoles ejerce un gran estímulo sobre el ambiente local, no sólo a través de las exposiciones de arte sino de los trabajos murales que algunos realizan en diferen-tes puntos de la ciudad, donde desarrollan técnicas expresivas novedosas. Es el caso, por ejemplo, de la pintura al fresco y el mural que ejecutan Rivero Gil, Rovira y Zanetti. La primera, en desuso, o en cualquier caso restringida al ámbito sacro. El segundo, desconocido como dimensión plástica. Los tres son pronto incorporados a proyectos oficiales de decoración de edificios públicos y privados, de restauración de monumentos, y a la decoración de residencias de la élite burocrática, como vimos hace unos momentos.

Es también el caso de la escultura que contaba con pocos practicantes, clásicos o modernos, en la que destacan Luis Soto, Francisco Vázquez y Manolo Pascual, el último, futuro director de la Escuela de Bellas Artes. Como lo es también,

100 A la Primera Exposición, celebrada con motivo de la II Conferencia Pa-namericana del Caribe en junio de 1940, concurren 12 artistas, 8 de ellos españoles. La Nación, 8 de junio de 1940.

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aunque en menor medida, el del grabado y la caricatura, el primero poco frecuente en las exhibiciones pictóricas y en el que destaca Alloza101 y la segunda sólo ocasionalmente conoci-da fuera del medio impreso.102

Todas estas actividades que preceden a la apertura de la Escuela de Bellas Artes, van acentuando el clima artístico, al crear un ambiente de exposiciones regulares que induce al de-sarrollo de una actividad regular de crítica de arte en la prensa nacional, de la que se encargan, por lo general, los propios refugiados, como Granell, Valldeperes y Poveda, o dominica-nos como Rafael Díaz Niese, primer director general de Bellas Artes, que sin duda es quien aquilata el valor histórico del mo-mento que viven las artes plásticas con la presencia de españo-les y judíos y promueve su incorporación como profesores de la Escuela.

Influencias sobre la plástica dominicana del conjunto de ar-tistas españoles que trabajan en el período son poco frecuentes, exceptuadas, por supuesto, las de quienes como Manolo Pascual o José Gausachs impartieron largo tiempo clases en la Escuela.

Varios dejan el país muy pronto, como el pintor Francisco Tortosa y Albert, instalado y enfermo en la Colonia de Daja-bón, que quizás acudió a exponer en el Ateneo Dominicano con obra realizada en España. o Pedro García Lema, pintor gallego, que desaparece tras la muestra que también le abre el Ateneo y seguramente de varios más, de los que sólo pa-recemos tener un conocimiento teórico los dominicanos del presente, como Carlos Solaeche o Pedro Bargalló.

101 Alloza diseña varios carteles de carácter oficial y decora libros de autores dominicanos y españoles. En 1942 gana el Concurso de Cartel de la Feria del Trabajo.

102 La caricatura, como se comentó a propósito de la prensa, se practica-ba poco en la República Dominicana y no era un tema de exposición, teniendo por ello carácter novedoso las que realizan los caricaturistas españoles. Este aspecto se puede apreciar en el artículo «Progreso Domi-nicano», firmado por López de Sardi, en La Nación, 13 de septiembre de 1944, comentando la reciente muestra de Antonio Bernad.

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Sin embargo, su presencia es decisiva en cuanto a la reani-mación del ambiente cultural de las artes, el clima informati-vo que en derredor de ella contribuyen a crear, entronizando espacios respectivos en las secciones culturales de los diarios dominicanos de circulación nacional, instalando foros de de-bate público y concurriendo, como colectividad intelectual, a la configuración de un ambiente de preocupaciones en torno a las mismas.

A través de la Escuela, la influencia es orgánica. En primer lugar, el nivel técnico de la plástica dominicana se incrementa notablemente ya que sus profesores enfatizan el dibujo y el modelado al natural, imponiendo el estudio al desnudo, cosa que hasta entonces no se llevaba a cabo en las academias del país.103 En segundo lugar, temas y formas de expresión más contemporáneas comienzan a desarrollarse en la plástica do-minicana a partir de la primera generación que gradúa la es-cuela.

Sin embargo, fuera del quehacer académico, los artistas es-pañoles que continúan en Santo Domingo entre 1942 y 1949 son los que imprimen dinamismo al ambiente de las artes plás-ticas. Dos de los premios del Concurso Pictórico de la Segun-da Bienal de Artes Plásticas, celebrada en 1944, se adjudican a ellos (José Vela Zanetti y a José Gausachs). Poco más de la mitad de las exposiciones individuales que instaló la Galería Nacional entre 1943 y 1945 presentaron su obra, entre otras la de Eugenio Fernández Granell, la primera muestra de arte su-rrealista celebrada en el país y, seguramente, el acontecimien-to pictórico del lustro.104

103 R. Díaz Niese, «Un lustro de esfuerzo artístico» 104 Ibídem. La muestra de Granell provocó la reacción de mayor intensidad

ante una exposición que se registra en el período, ya que su temática surrealista provocó tanto detractores como partidarios, e introdujo, en cualquier caso, la versión más radical de la pintura contemporánea que conoció hasta entonces el país. La prensa le dedicó atención durante

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Si la tradición nacional en pintura y escultura era débil, en teatro lo era todavía más, pues es hasta 1946 que se funda en el país la primera escuela de teatro, el Teatro-Escuela de Arte Nacional, dirigida por Emilio Aparicio, un actor refugiado en el país.

No existe un trabajo que ubique con precisión el desarrollo del teatro dominicano en el periodo 1930-1940. De los pocos estudios con que se cuenta sobre la historia del teatro en el país, el de Cruzado, sólo analiza la vida teatral hasta 1930.105 Sin embargo, puede decirse que hasta 1940 el ambiente teatral del país dependía casi exclusivamente de las visitas que regu-larmente hacían compañías extranjeras.

También en el desarrollo del teatro institucional influye el ambiente creado desde principios de 1940 por el exilio espa-ñol. Como señala Llorens, dramaturgos llegaron pocos al país y el único de mediana importancia, López Alarcón, se dedicó a escribir para el régimen.106 Actores sí, y gentes dispuestas a hacer teatro, más. El hecho es que ya para 1940 los refugiados comienzan a realizar diversas actividades teatrales, con mayor o menor calidad, e incorporan en sus cuadros escénicos a los dominicanos, creando el clima de inquietudes que luego co-braría expresión en la fundación del Teatro-Escuela.

Dentro de las primeras que se realizan está la apertura de una Escuela de Declamación, en la ciudad de San Francisco de Macorís, por parte de Emilio Aparicio y su esposa Antonia Blanco que llegan allí procedentes de la Granja Agrícola Gene-ralísimo Trujillo, y que poco más tarde comenzaron a producir localmente radionovelas.107

cerca de dos meses, constituyéndose en el momento de mayor pro-yección del incipiente movimiento surrealista que poco después funda-ría la revista La Poesía Sorprendida.

105 Rafael Cruzado, El Teatro en Santo Domingo, s.e./s.f.106 V. Llorens, Memorias de una emigración…, pp. 124-127.107 La Nación, 1o. de abril de 1940. Entrevista a la señora Antonia Blanco de

Aparicio. Santo Domingo, 4 de septiembre de 1988.

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Poco tiempo después, se crea la Compañía Española de Co-medias, dirigida por Antonio Rodríguez Graciani, que debuta en Santo Domingo con una obra dominicana, pocos días antes de que se lleve a cabo el gran debut del teatro republicano en la isla, con la escenificación hecha por Llorens de «La Dama Boba» de Lope de Vega en las ruinas de San Francisco.108

Decimos gran debut, porque, más allá de los méritos que, modestamente, Llorens quita a la escenificación (que fue suya), la obra tuvo un gran impacto sobre la vida cultural de Santo Domingo, siendo repuesta varias veces más en los me-ses siguientes. Lo tuvo también sobre la música nacional, ya que Casal Chapí, director musical de las representaciones, fue llamado luego a dictar cursos de composición musical de los que más tarde pasaría a crear la orquesta Sinfónica Nacional. También sobre las ruinas y los monumentos coloniales de la ciudad, ya que su puesta en escena sugirió de nuevo el interés de restaurarlas y, desde luego, sobre el propio teatro nacional, pues cada una de las representaciones mereció comentarios y editoriales periodísticos que aconsejaron constituirlo.109

Sobre esto escriben varios refugiados en el diario La Nación, todos en el sentido de dar vida a un proyecto de teatro na-cional. El primero fue Valldeperes, que poco después de la presentación en las ruinas de San Francisco escribió tres largos artículos sugiriéndolo, como lo hizo también Luis Álvarez-San-tullano en la serie que dedicó a presentar al público dominica-no el proyecto del Teatro-Escuela de Arte de Madrid.110

108 La Nación, 31 de marzo de 1940; 15 de abril de 1940.109 La idea de restaurarlas se produjo poco antes, al poner en escena una

obra de Tirso de Molina el grupo La Farándula, dirigido por Llorens pero adquirió fuerza tras la representación de «La Dama Boba». Ver: «Tirso de Molina en las ruinas de San Francisco», La Nación, 26 de febre-ro; editorial «Por un teatro nacional», 10 de abril de 1940.

110 Manuel Valldeperes, «La escena al servicio de la escuela», «Por un teatro Nacional», 21 de abril, 17, 21 de mayo de 1940; Álvarez-Santullano, «El Teatro-Escuela de Arte de Madrid», 18 de junio, 13, 20, 25 y 28 de julio de 1940.

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Actores del elenco del Teatro Universitario. Fuente: revista Cosmopolita.

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Sin embargo, el Teatro-Escuela dominicano sería una rea-lización bastante posterior. Hasta su apertura en 1946, son grupos hispano-dominicanos los que producen teatro local-mente. Y estos incentivan el surgimiento de círculos teatrales netamente dominicanos.

En la ciudad de Santiago, Ruddy del Moral y Carola Yonmar inauguran a mediados de 1941 la Escuela de Arte Dramáti-co, que no parece ser un proyecto pedagógicamente estable ya que realiza una intensa actividad teatral por pueblos y ciu-dades del interior de la república de manera continua hasta 1943.111 En 1942, el Centro Democrático Español crea su cua-dro escénico, de carácter más modesto que el grupo de Del Moral o la Compañía de Graciani, ya que estos integran las vistosas escenografías de Auñón y Granell, en el que trabajan actores dominicanos. Más modesto aún es el cuadro del Club Hispano-Dominicano de «Pedro Sánchez», que sin embargo, brinda el escaso teatro que conocen las pequeñas poblaciones del Este de la isla. En ese mismo año, surge la primera agru-pación teatral integrada por dominicanos: la Sociedad de Arte Dramático.112 En 1943, la compañía de Graciani pasa a ser la Compañía Hispano-Dominicana de Comedias, que reúne a los actores españoles y dominicanos que trabajan con Del Moral y que será, desde 1944, el único grupo teatral de importancia en el país, además del Teatro Universitario que dirige desde entonces Del Moral, ya que los demás cuadros escénicos han desaparecido. De esta Compañía surge buena parte del profe-sorado de Teatro-Escuela de Arte Nacional, incluido su direc-tor, Emilio Aparicio.113

En términos de calidad escénica fue sin duda la Compañía Hispano-Dominicana la mejor de todas, ya que los demás gru-pos tuvieron un carácter menos profesional. Sin embargo, de

111 La Nación, 13 de junio de 1941.112 «La Sociedad Arte Dramático», La Nación, 15 de abril de 1943.113 La Nación, 23 de noviembre de 1943.

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todos puede decirse que lograron atraer vivamente al público dominicano, brindándole una alternativa teatral más democrá-tica –en cuanto a precio– y seguramente de mayor contenido que la que usualmente llegaba al país con las troupees musicales. Todas llevaron a la escena a los clásicos españoles 114 y a autores contemporáneos como García Lorca, Arniches, Moratín, Ca-sona, Custodio, etc., e incluso a dramaturgos en ciernes, como Paz y Mateos, refugiado en Santo Domingo y Silva, dominicano. Alguna se identificó más con el contenido social de sus obras, como las del cuadro del Centro Democrático Español,115 otra, como la Hispano-Dominicana, mantuvo un buen nivel temáti-co aunque también se dedicó al drama de escaso contenido, como «Falsa Amistad», obra presuntamente escrita por María Martínez, esposa de Trujillo, de cuya representación surgió la decisión oficial de establecer el Teatro-Escuela Nacional cosa que, en ese, sentido, valió la pena.

En las restantes Bellas Artes (música, literatura y arquitec-tura) la presencia del exilio republicano revistió caracteres en gran medida conocidos.

En el caso de la música, la trascendente labor de Enrique Casal Chapí y la fundación de la orquesta Sinfónica Nacional ha sido enteramente documentada. De gran relevancia, se re-dujo, empero, a una biografía personal, pues pocos músicos refugiados se insertaron en la producción musical dominica-na, a no ser Eugenio Fernández Granell y Jesús Poveda, que formaron parte de la sección de cuerdas de la propia oSN. En arquitectura, la presencia de los refugiados consistió un fenó-meno marginal, obra de un puñado de personas, que ha sido

114 A casi todos los clásicos, y es este el período en que seguramente se di-fundió más la dramaturgia española en la isla. Como mero detalle, cabe agregar que en las ruinas de San Francisco se puso por primera vez la versión completa de la obra de Lope.

115 Varias de las obras puestas en escena por el CDE, como «La viuda de Pa-dilla», «El Marsellés», «Un señor de horca y cuchillo» y otras, al tratarse de temas feudales, hacían alegoría de la propia situación dominicana.

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recientemente conmemorado.116 Aunque no siempre se orien-taron a la realidad dominicana, las letras registraron una pro-ducción abundante y contaron con bastantes más exponentes. Llorens cifra sus principales hitos, sobre todo aquellos insertos en trayectorias luego connotadas, como las de Agustí Bartra, Bernardo Clariana y otros pocos autores más, cuya producción interesa más a la historia literaria de la España Peregrina.

Siéndonos familiares, nos limitaremos en este recuento sólo a hacer algunas ampliaciones de orden contextual en torno a la música y la arquitectura.

Como el de Pascual y Gausachs a la plástica, o el de Aparicio a la escena, el aporte de Casal Chapí a la música dominicana consistió particularmente en dotarla de una estructura aca-démica en sus niveles creativos de composición y ejecución. Todavía a principios de 1941, la música y la composición sin-fónica dominicanas, se realizaban en condiciones sumamente inestables. Existía una Sociedad Sinfónica de Santo Domingo que practicaba y ejecutaba de manera informal, con graves carencias financieras y con poca uniformidad en la destreza de sus ejecutantes, cosa que también sucedía con la compo-sición, en la que existía talento y sensibilidad, pero no rigor académico.117

Casal Chapí, Premio de Composición del Conservatorio de Madrid en 1936, recibe el encargo de organizar la orquesta Sin-fónica Nacional, que se crea en agosto de 1941 con la reunión de músicos dispersos de la Sinfónica de Santo Domingo.

El primer concierto de la orquesta Sinfónica Nacional tuvo lugar en el Teatro olimpia el 23 de octubre de 1941 y se dedi-có exclusivamente a la presentación de obras de compositores

116 Henry Vicente Garrido, dir. Arquitecturas desplazadas. Arquitecturas del exi-lio español, Ministerio de Vivienda, Madrid, 2007; omar Rancier, «Arqui-tectos republicanos españoles en Santo Domingo», en El exilio español en la sociedad dominicana..., pp. 101-112.

117 Arístides Incháustegui, «Música de los clásicos para el pueblo», Listín Diario, 30 de junio de 1973.

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dominicanos como Luis Mena, José Dolores Cerón, Ramón Díaz y Enrique Mejía Arredondo, y conllevó tres meses de arduos ensayos.118 El rigor en el ensayo y el énfasis en la pro-ducción local como material para los conciertos es, quizás el recuerdo más frecuente entre quienes trabajaron con Casal Chapí en la orquesta, antes de que pasase a dirigir Montevi-deo, en 1946. Un detalle interesante sobre la personalidad de Chapí es el interés que este puso en que la orquesta, a poco de formada, comenzara a dar conciertos populares semanales con el objeto de crear un ambiente propicio a la apreciación de estilos y corrientes musicales.119

Aunque no sólo del ensayo de los conciertos populares pro-vino el ascenso de la música sinfónica. En el preludio de la creación de la orquesta estuvieron tanto los cursos de compo-sición musical que dictó el propio Casal Chapí como los que sobre temas de apreciación musical impartió Alfredo Matilla en el recientemente creado Conservatorio Nacional de Música. Sin duda, tales actividades dieron fuerza al movimiento cultural en torno a la música, lo mismo que la aparición de sendas seccio-nes de crítica y apreciación como las que sostuvieron en los prin-cipales diarios intelectuales inmigrados como Eugenio F. Granell (La Nación), Alfredo Matilla y Jesús Poveda (La Opinión).

Y es que, en efecto, la presencia del exilio republicano apor-tó un cauce fundamental al momento vivido por las bellas artes en la sociedad dominicana de los primeros años cuarenta. Ex-posiciones de artes plásticas, representaciones teatrales y una persistente labor de carácter periodístico crearon parte de las condiciones en que surgió el Círculo de Bellas Artes en mayo de 1942, organismo gestado por intelectuales dominicanos e hispanos.120

118 La Nación, 24 de octubre de 1941.119 Entrevista al señor Arístides Incháustegui, Santo Domingo, 6 de agosto

de 1988. 120 El Manifiesto del Círculo de Bellas Artes fue firmado el día 2 de mayo

de 1942 por: J. Dolores Cerón, Celeste Woss y Gil, P. René Contín Aybar,

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Por abierta evocación de su homólogo madrileño (estableci-do en 1880), cabe imputar a los componentes hispanos firman-tes del Manifiesto el nombre que se dio a la nueva institución, que tendría gran presencia en el ambiente de las bellas artes de la primera mitad de la década del cuarenta. Entre 1942 y 1944, el Círculo organizó conferencias, exhibiciones de artes plásticas, conciertos y concursos literarios como los que pue-den apreciarse en el Cuadro. También sostuvo un programa radial quincenal dedicado a la divulgación artística.

Cuadro 14Círculo de Bellas Artes

Actividades promovidas 1942-1944

Conferencia Nacionalismo y folklorismo en la música Enrique Casal Chapí

Conferencia El folklorismo en la música Enrique Casal Chapí

Conferencia La música moderna y su pretendido esnobismo Enrique Casal Chapí

Conferencia Domenico Greco, pintor toledano

Constancio Bernaldo de quirós

Concurso Poesía y Prosa

Teatro Venus y Adonis Alberto Paz y Mateos

Exposición Eugenio F. Granell

Exposición José GausachsExposición José AllozaExposición George HausdorfExposición Celeste Woss y GilExposición Manolo Pascual

Ninón L. de Brower, Juan Francisco Sánchez, Héctor Incháustegui, Marga rita Contín Aybar, Bienvenido Gimbernard, Rafael Díaz Niese, Enrique Mejía Arredondo (dominicanos) y Alfredo Matilla, Manolo Pas-cual, Enrique Casal Chapí, Eugenio Fernández Granell, José Gausachs (españoles).

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A Santo Domingo llegaron ocho arquitectos, de los cuales sólo tres (Tomás Auñón, Joaquín ortiz y Bernardo Giner de los Ríos) concretaron alguna obra arquitectónica. Los dos pri-meros trabajaron juntos en el diseño de un buen número de obras particulares, luego consideradas paradigmáticas en tér-minos de la historia de la arquitectura dominicana.121

A Tomás Auñón se debe el diseño del Monumento a la In-dependencia Financiera (también conocido como el «obelisco hembra») realizado como parte de las conmemoraciones del Centenario de la República. Joaquín ortiz diseñó la fuente conmemorativa que donaron los refugiados españoles al pue-blo dominicano con ese mismo motivo.

Giner de los Ríos coordinó los trabajos de confección del plano urbano de la ciudad de Santo Domingo y elaboró el re-ferido Anteproyecto de reforma interior y extensión de Ciudad Trujillo, obra que no es posible comentar aquí en detalle, pero que resulta de interés por constituir uno de los primeros pro-yectos de planificación en la historia urbanística de la ciudad de Santo Domingo.122 En su anteproyecto, el arquitecto Giner de los Ríos, introducía varios enfoques de interés en materia de capitalización y valorización del suelo urbano, de arboriza-ción y de reforma del casco antiguo de la ciudad.

Destituido del cargo de jefe de la oficina del Plano Urbano por su intervención en el asunto del Cuba, Giner de los Ríos alcanzó a entregar 9 planos ultimados de regulación urbana, 7 parciales de reforma del casco colonial y 4 relativos a la Ciudad

121 omar Rancier, «Arquitectos republicanos españoles….». Auñón es re-cordado por sus múltiples facetas profesionales, particularmente por ela-borar personalmente los elementos decorativos de sus viviendas. Sobre su obra en el país existe un excelente trabajo de análisis realizado por alumnos de Arquitectura de la universidad Pedro Henríquez Ureña. Ver Gustavo Moré, Notas sobre forma e identidad en la arquitectura de la «Era de Trujillo, Universidad Nacional Pedro Henríquez Ureña, 1986.

122 Hacia 1938, el Consejo Administrativo del Distrito había concluido un plan de crecimiento urbano de la ciudad, esencialmente vertido hacia el oeste. El proyecto del Arq. Giner de los Ríos contemplaba las dos riberas del río ozama. Ver José Báez López-Penha, Por qué Santo Domingo es así, Colección Banco Nacional de la Vivienda, Santo Domingo, 1992.

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Universitaria, al Parque Central, a la reforma de los parques Colón e Independencia, así como un Perfil Transversal y Longitudinal de Vías. De ideas interesantes (aunque irrealizables por la lógica de la apropiación y la valorización del suelo urbano que privaría en la historia futura de la capital), las proyecciones del arquitecto Giner de los Ríos anticipaban, en cierta forma, la eventual reor-denación sufrida por el este costanero de la ribera del río ozama, el aislamiento de los sitios históricos de la ciudad colonial, entre otras cosas. Aparentemente, algunas de sus recomendaciones lle-garon a materializarse.123 También entregó un boceto de reforma del Hotel Colón y un proyecto de Auditorium.

Más allá de lo que alcanzasen a concretar como arquitectos –incluido lo que probablemente dejaron hecho–, su participa-ción ejerció un influjo importante sobre el tema de la revaloriza-ción y el rescate histórico de los monumentos coloniales de Santo Domingo, labor en la que directamente asesoraron al Consejo Administrativo de la ciudad, donde también actuaron artistas restauradores como Josep Rovira y la cuadrilla de jardineros ca-talanes comentada.124 Además sentaron los antecedentes de con-formación de un primer colegio profesional que reuniese a ingenieros y arquitectos.125

123 Varios editoriales de La Opinión y de La Nación recogen las ideas urbanís-ticas preconizadas por Giner de los Ríos, o, al menos eso permite supo-ner el que alguno de ellos se encuentre cuidadosamente preservado en su archivo personal. Ver «La urbanización y los propietarios», La Opinión, 8 de marzo de 1940; La Nación, 21 de septiembre de 1942 (sobre la re-cientemente aprobada Ley de Construcciones; La Nación, 14 de ene-ro de 1943 (sobre el embellecimiento de San Antón); La Nación, 15 de mayo de 1943 (sobre embellecimiento de la ciudad); «El Parque Colón y su ensanchamiento», La Nación, 25 de diciembre de 1942.

124 «La Junta de Desarrollo y Embellecimiento en sesión de ayer resolvió iniciar los trabajos de restauración de la Catedral», La Nación, 7 de sep-tiembre de 1940.

125 Tutelada por Manuel S. Gautier, secretario de Estado de obras Públicas y por el ingeniero Ruiz Castillo, Director de obras Públicas, una comi-sión de profesionales españoles (Giner de los Ríos, Auñón, Coll, Barba, Pedrero, entre otros) quedó encargada de formularla. Ver «Sentadas las bases para la creación de un Club de Técnicos en nuestra ciudad», La Opinión, 15 de julio de 1940.

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Epílogo

Los capítulos precedentes han ilustrado los grandes proce-sos que enmarcaron el tránsito por la sociedad dominicana de los exiliados de la Guerra Civil Española, desarrollando nuevas ideas tanto sobre la naturaleza de la política que los hizo llegar al país como sobre la caracterización, condiciones de existen-cia e influjo sobre la vida dominicana del colectivo refugiado al cabo del lustro que duró su lento proceso de reemigración.

La evidencia aportada por las nuevas fuentes disponibles para el estudio de este segmento del exilio republicano espa-ñol permiten definitivamente trascender el eclecticismo que ha impregnado buena parte de la producción académica –pa-sada y presente– en cuanto a cifrar el origen de la política en factores situados tanto en el orden de las relaciones interna-cionales del régimen trujillista como en el de sus preocupacio-nes de carácter productivo, racial y cultural. Resulta ya difícil seguir insistiendo en ideas de fomentalismo agrícola, mestiza-je, hispanismo y contención sociocultural en la zona fronteriza a la luz de las tramas que revela el proceso de implementación de la política inmigratoria, que con fuerza muestran el interés preeminente que tuvo la política internacional del Gobierno dominicano. En la idea de circunscribir la inmigración de los republicanos a la esfera de las relaciones internacionales, nues-tra argumentación apunta, no obstante, a restar a la matanza

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de haitianos de 1937 el papel protagónico que se le ha otor-gado, proponiendo una serie de aspectos que permiten cap-tarla como un proceso cambiante de estrategias contingentes, ora interesado en el problema del humanitarismo, ora en el cultivo de buenas relaciones con el Departamento de Estado norteamericano, actor al que fundamentalmente se dirigieron todos los gestos de política asumidos por el régimen en torno a la Guerra Civil española y sus refugiados, desde los días de la Guardería Presidente Trujillo y sus huérfanos de guerra en el Madrid sitiado de 1937-1938 hasta los de las políticas anti-comunistas de seguridad hemisférica al concluir la Segunda Guerra Mundial.

Así como proponemos una lectura dinámica del peso de la política internacional, que no ancle el vínculo de la política inmigratoria con el sólo problema de la matanza de haitianos, algo importante que puede resultar de la lectura de este traba-jo consiste en combatir la tendencia a centrar todos los actos del régimen en torno a la inmigración de refugiados españoles en la figura de Rafael L. Trujillo, personaje que sin duda orbi-tó en las decisiones fundamentales pero que pareció hallarse relativamente alejado del proceso práctico de su inserción en la vida dominicana, el cual fue asumido, con los resultados des-critos, por fracciones de interés dentro de su séquito político y burocrático.

En esos aspectos, más que arribar a un punto de llegada con-clusorio en la reflexión y el análisis de la política inmigratoria, esta historia nos plantea nuevos problemas de investigación. Descentrar el personalismo en el estudio de la política hacia el exilio español para comenzar a captarla como un proceso en el que intervino el interés de distintas facciones burocráticas puede resultar tan relevante como aquello a lo que conduce la despersonalización de la política: derribar el supuesto del ac-tor racional y la presunción de que los asuntos del proceso de implementación del flujo inmigratorio obedecieron a la lógi-ca instrumental de adecuación medios-fines, ajena al impacto

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contingente de procesos vinculados con el poder y el conoci-miento. La historia que hasta el momento hemos venido na-rrando en primera persona –«Trujillo se propuso»– habrá de dar lugar a nuevos trabajos que recuperen el carácter comple-jo de cualquier proceso de implementación de políticas desde el Estado, donde no sólo caben las pugnas de interés entre múltiples actores sino los procesos de falta de conocimiento e improvisación que hemos visto discurrir a lo largo del relato.

Una visión con fracturas, inflexiones y matices es la que aquí se ha documentado en relación tanto con la naturaleza de la política hacia la Guerra Civil española y su exilio como con las ententes de poder que intervinieron en el proceso inmigrato-rio. Ésta puede extenderse, asimismo, a nuestra percepción del propio colectivo refugiado, que aparece aquí descrito en sus diferentes configuraciones sociológicas, políticas y cultura-les no sólo como una colectividad escindida internamente en función de los asuntos de la política española sino en los de sus relaciones con el régimen político y la sociedad dominicanas. Interesados en reconstruir la historia colectiva y alejarnos de aquella esencialmente fundada en la experiencia de sus élites culturales, arribamos a una descripción de la trayectoria vital y ocupacional del colectivo inmigrado en la que es posible reco-nocer condiciones de existencia contrastantes, desde las más favorecidas de los núcleos que lograron insertarse en la vida de las clases medias urbanas hasta las de los empobrecidos del campo y de la ciudad.

Asimismo, en sus relaciones políticas con el régimen truji-llista los refugiados se muestran como un ente heterogéneo, donde no sólo existieron posiciones de desencuentro ideoló-gico-político con la dictadura sino donde hubo sectores que abiertamente abrazaron prácticas de legitimación del sistema político imperante. Inferir que el antifascismo genérico que animaba políticamente al colectivo inmigrado lo condujo a una también genérica repulsa del orden dictatorial, es inde-bido y deriva en una visión cándida del comportamiento que

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para muchos creó la nueva situación en el continente ameri-cano.

Esto permite introducir un comentario general sobre las relaciones políticas de los inmigrantes con el régimen trujillis-ta, particularmente en relación con sus presuntas actividades de difusión de ideologías marxista-leninistas, como lo postuló hace algunos años el historiador Bernardo Vega a partir del estudio de documentación de inteligencia de los servicios se-cretos norteamericanos y dominicanos.

El régimen acusó públicamente a los comunistas españoles de haber participado en la organización de las huelgas azuca-reras de 1942 y expulsó del país a algunas personas con ese pretexto que era, en realidad, una percepción actuante des-de el incidente del trasatlántico Cuba. En enero de 1943, las autoridades clausuraron la sucursal del Centro Democrático Español en Santiago, bajo la acusación de realizar actividades que perturbaban el orden público; en febrero, el local del Centro en Santo Domingo fue también cerrado, aunque tem-poralmente.1 A partir de entonces, el régimen comenzó a pre-sionar a grupos cada vez más amplios de refugiados para que salieran del país, imputándoles acciones políticas ilegales o, simplemente, haciéndoles saber que su presencia no era grata para la República Dominicana.

La documentación citada por Vega hace énfasis en aspectos como la distribución de literatura subversiva. Sin embargo, una acción concertada entre dominicanos y españoles en la circulación de esos materiales o en la consejería política es desmentida tanto por los entonces acusados como por domi-nicanos de la izquierda opositora. Sus publicaciones hicieron eco, a lo más, del movimiento antifascista internacional. Ni en páginas de publicaciones claramente políticas como Por la Re-pública o Rumbo, ni en ediciones de autor como las 33 notas, de

1 Véase «Carta del Secretario de Estado de lo Interior y Policía» dirigida a los responsables del CDE en Santiago, La Nación, 10 de abril de 1943.

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Justo Tur Puget,2 ni en conmemoraciones del Centro Demo-crático se aludió a la construcción del socialismo ni a los clási-cos del socialismo científico. Un ligero énfasis en los triunfos del ejército soviético es, si acaso, el signo de su posicionamien-to ideológico. Puede afirmarse, que los “inicios” del marxis-mo-leninismo en el país no se debieron a los refugiados. El marxismo era conocido por la inteligencia obrerista del este desde mucho tiempo atrás. El contraste entre la versión de los servicios de inteligencia dada a conocer por Vega y la de los propios implicados hace evidente que el régimen quería hacer aparecer sus actividades como una amenaza cuando, en realidad, entendía que poco lo eran.3

En lo general, las distintas fracciones políticas del exilio mantuvieron una actitud obediente en cuanto a no involu-crarse con los asuntos internos de la política dominicana. El amenazante posicionamiento del régimen en la coyuntura del Cuba surtió, en ese sentido, un efecto preventivo y alecciona-dor que se tradujo en el concurso de los refugiados en todas las iniciativas de carácter político a las que los convocó el go-bierno dominicano entre 1940 y 1945, como La Marcha de la Victoria (1940), la declaratoria de Guerra al Japón (1941), la proclamación de la candidatura de Rafael L. Trujillo (1942), la conmemoración del primer Centenario de la Independencia (1944) o la adhesión dominicana a los EE. UU. y a la causa de las naciones aliadas (1944), actos en los que participaron contingentes representativos de todas las tendencias políticas del exilio.

Más allá de esto, que aunado a la aparición de corrientes abiertamente laudatorias del trujillismo –como las ejemplificadas

2 Justo Tur Puget, 33 notas, Ciudad Trujillo, s/e, 1943.3 Bernardo Vega, La Inmigración..., pp. 181-191; Entrevistas con el señor

Hilario Caloto Fernández, acusado principal de la huelga azucarera. Ciudad de México, 9 y 25 de julio de 1989. Entrevista a los señores Dato Pagán Perdomo y Pedro Mir, miembros del movimiento marxista de opo-sición, Santo Domingo, 19 y 27 de agosto de 1988.

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por el movimiento «apolítico» de Bosch Pearson o por las dis-tintas manifestaciones literarias que Malagón engloba en el género que llama «lambiscón»,4 comportó el claro rasgo del asentimiento al régimen político, lo cierto es que pocas de las manifestaciones culturales de los refugiados dejaron de cons-tituir ocasión para reiterar el ritual de agradecimiento por la apertura al exilio o para referir el progreso dominicano du-rante la Era. Tal como lo esperaba el régimen, que dosificando castigo y perdón obtuvo la participación de una colectividad que públicamente mostraba asentimiento y cuya permanen-cia le interesaba como objeto de consumo exterior, como ha señalado Cassá.

También hemos intentado ampliar e introducir nuevos matices al contorno de lo que Llorens nos legó como presen-cia del exilio en la vida cultural dominicana, tarea en la que creemos haber sencillamente arribado a un nuevo punto de partida, más informado en cuanto a fuentes propicias para fu-tura investigación en materia de historia cultural. Es necesario profundizar en esta labor de ubicación y rescate de las fuentes dominicanas de la labor del exilio en el terreno de la cultura, con miras a incentivar análisis que valoren la naturaleza de sus influjos, sobre todo ahora, cuando jóvenes investigadores de dentro y de fuera vuelven persistentemente a abordarlo.

¿qué derivó la cultura dominicana del contacto con los exi-liados españoles?

Realmente he ahí una gran pregunta requerida de una tam-bién amplia agenda de investigación.

Comúnmente, asumimos influjos en terrenos que nos son ya conocidos, como las artes plásticas, la música, el teatro o la vida universitaria, pero podríamos todavía incursionar en el estudio de varios más en el terreno, por ejemplo, de las

4 que, además de la citada en las páginas 219-220, integró también obras como «El Poema de la Gratitud», de José Rial Vázquez, o los «Sonetos a Trujillo», de Enrique López Alarcón. Javier Malagón Barceló, «El exilio en Santo Domingo», Presencia Hispánica, no. 2, Santo Domingo, 1988.

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profesiones, las disciplinas científicas o las ideas. ¿Cuánto se ha reflexionado respecto del aporte de los pedagogos, los psi-quiatras o los economistas refugiados al desarrollo local de sus respectivas disciplinas? ¿Cuánto en relación con lo que aquí pudieron traer ingenieros, médicos y químicos? ¿o sobre lo que aportaron bibliotecólogos, fundidores, impresores y tantos otros grupos profesionales de los que se cuenta con referencia cierta de inserción laboral local en sus campos de actividad? Sin lugar a duda, un programa de investigación inspirado en los métodos de la historia de la ciencia y la tecnología podría ampliar nuestras preguntas sobre la recepción y la apropiación local del conocimiento inmigrado.

Sin embargo, más allá de la valoración sobre si éste consti-tuyó una incorporación neta a la historia de la cultura domini-cana, lo que hemos podido constatar al cabo de estas páginas es, al menos, que su presencia indujo un enorme impulso a la divulgación y la reflexión social sobre la cultura, amplificando el marco de sus prácticas y de sus usuarios. Dejado de lado el problema de cuán novedoso era el aporte realizado por los inmigrados en los distintos terrenos de la cultura (donde, por cierto, habría de romperse con el criterio que tiende a iden-tificarla con las formalizaciones superiores del conocimiento disciplinario, para incorporar el amplio espectro de saberes pragmáticos puesto en juego por la inserción de los llegados en los distintos campos de la vida social), queda fuera de dis-cusión la profunda labor de difusión de ideas que éstos reali-zaron durante su estancia en el país, que, de súbito, contó con un numeroso contingente de personas instruidas dispuestas a la realización de una labor que sus interlocutores locales no se hallaban en condiciones de realizar.

Por ello es que pareció importante iluminar aquí la actividad de los llegados en los medios impresos dominicanos y en los espacios de divulgación presencial de la cultura, como una in-vitación al estudio de ese legado, en el cuál es posible hallar la persistente obra de divulgación y reflexión que emprendieron

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y en la que trataron de concretar lo que, en esencia, comporta-ba su producción: el nuevo encuentro entre España y América, el replanteamiento de los valores del hispanismo histórico (y presente, tanto en la ínsula como en la península), la pugna por los valores políticos y cotidianos de la vida democrática e igualitaria y la crítica al totalitarismo.

Ese es el cartabón general que encuadra el influjo que pudo derivar la presencia del exilio en los múltiples temas en los que incursionó, fuesen liberales republicanos, socialistas, liberta-rios o comunistas quienes plasmasen su reflexión.

Podría afirmarse que nunca se hizo tan presente la cultura española en la vida dominicana posterior a la gesta Trinitaria. Jamás estuvo España tan cerca y tan visible al espíritu de los dominicanos como lo estuvo en el primer lustro de la década del cuarenta, gracias a las producciones de los llegados y gra-cias, claro, a la democratización del consumo cultural. Lite-ratura y Teatro españoles. Plástica y Poesía. Filosofía y valores del humanismo hispánico. Estampa, Paisaje y Costumbre de la vida española. Ciudades de España. Lorca, Hernández, Gal-dós. ortega y Unamuno. Krausismo y enseñanza libre. Una larga cadena de asuntos relativos al hispanismo republicano fluía entonces al consumo de lectores y escuchas dominicanos en páginas de la prensa diaria, en revistas de cuño intelectual e informativo y en el espacio de los Ateneos, presentando la ética del nuevo hispanismo. Algo más extendido y más cerca-no, sin duda, que los remotos Juegos Florales, los saraos y las veladas de la Casa de España de Santo Domingo o del Centro de Recreo de San Pedro de Macorís, reservados al ritual de las élites. Algo, también sin duda, más abarcador, extenso y poten-te como explicación de la realidad que las prácticas culturales que en éstos se profesaba.

No es necesario imaginar una precaución anti-comunista para comprender cómo este nuevo hispanismo controver-tía los valores de un régimen que profesaba el otro, y que se hallaba, por añadidura, en curso de normalizar y estrechar

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relaciones con el otro Generalísimo tras el Atlántico. No era tanto la imaginaria difusión de la Constitución soviética como la crítica a las muchas formas de totalitarismo (político o pe-dagógico, de sexo o de clase, ético o estético) lo que tornó in-comoda al régimen la proyección cultural de los inmigrados, más allá de que terminase, en un último uso estratégico de su presencia en el país, echando mano del expediente anti-comunista para expulsarlos de aquí.

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FUENTES CONSULTADAS

Archivos

Archivo General de la Nación de la República DominicanaBiblioteca Nacional de la República DominicanaResidencia de Estudiantes Ateneo Español de México Archivo Personal de Bernardo Giner de los Ríos

Biblioteca Nacional de Antropología e Historia

Entrevistas Personales

1) Refugiados españoles radicados en México: Fidel Miró

Solares, Hilario Caloto Fernández, José Farreras Borull,

Ángel Rayo del Campo, José Carbó Garriga, Ángel Roig Estrada, Francisco querol Amorós, Antonio Mediavilla Velo, José Benita Solano.

2) Radicados en la República Dominicana: Antonio Prats

Ventós, Antonia Blanco Vda. Aparicio, Mercedes Sabater de Macarrulla, Amelia quintana de Sabater; José Atoche Andreu.

3) Informantes dominicanos: Pedro Mir, Julio Postigo, Dato Pagán Perdomo, Emilio Cordero Michel, Alfredo Lebrón Pumarol, Arístides Incháustegui, Hostos Guaroa Féliz Pepín.

Entrevistas del Archivo de la Palabra del Instituto Nacional de Antropología e Historia (México).

Ramón Costa Jou (PHo/10/84), Antonio Deltoro Fabuel (PHo/10/39), Luis Salvadores Verdasco (PHo/10/35),

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Heliodoro Sánchez Rivas (PHo/10/esp. 17), Llanos Navarro (PHo/10/esp. 24), Álvaro Muñoz Custodio (PHo/10/esp. 13), Cristina Ulibarri (PHo/10/79), José De la Colina Gurría

(PHo/10/esp. 51).

Entrevistas del Área de Fuentes Orales delArchivo General de la Nación (República Dominicana)

María Asunción García Riera, Dalcia Argentina Dalam de

Tavarez, Juan Gil, Antonio Gómez Maya, María Portillo

Burrell, Juan Benito Zaragoza, Mercedes Sabater de

Macarrulla, Antonio Rodríguez Villicañas.

Prensa y publicaciones periódicas

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Anexo 1

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sC

rim

inol

ogía

pos

itiv

a, L

egis

laci

ón p

enal

com

para

da

Facu

ltad

de

Cie

nci

as E

xact

asA

mós

Sab

rás

Gur

rea

Trig

onom

etrí

a, A

lgeb

ra s

uper

ior

Ram

ón M

arto

rell

otz

etA

stro

nom

ía y

teor

ía d

e er

rore

s, G

eode

sia

y ca

rtog

rafí

a

Inst

itut

o G

eogr

áfico

y

Geo

lógi

co

Ram

ón M

arto

rell

otz

etG

eom

etrí

a m

étri

ca

Am

ós S

abrá

s G

urre

aE

nca

rgad

o de

la S

ecci

ón d

e as

tron

omía

y g

eofí

sica

Dom

ingo

Mar

tín

ez B

arri

oE

nca

rgad

o de

l Ser

vici

o si

smol

ógic

o

Aur

elio

Mat

illa

Jim

eno

Bib

liote

caL

uis

Flor

én L

ozan

oD

irec

tor

de la

Bib

liote

ca

Publ

icac

ion

esJa

vier

Mal

agón

Bar

celó

Téc

nic

o

Dir

ecci

ón d

e E

duca

ción

Fís

ica

Julio

Mon

tes

Sain

zD

irec

tor

Teat

ro

Un

iver

sita

rio

Vic

ente

Llo

ren

s C

asti

lloD

irec

tor

Serv

icio

s U

niv

ersi

tari

osJu

lio G

arcí

a y

Gar

cía

Inte

nde

nte

incidente cuba- alfonseca 20-03-2012.indd 308 20/03/2012 11:59:33 a.m.

Page 309: Juan B. Alfonseca Giner de los Ríos .pdf

Anexo 2

Actividades de divulgación presencial de la cultura en la ciudad de Santo Domingo*1

* No se enlista según orden cronológico.

incidente cuba- alfonseca 20-03-2012.indd 309 20/03/2012 11:59:33 a.m.

Page 310: Juan B. Alfonseca Giner de los Ríos .pdf

incidente cuba- alfonseca 20-03-2012.indd 310 20/03/2012 11:59:33 a.m.

Page 311: Juan B. Alfonseca Giner de los Ríos .pdf

El incidente del trasatlántico Cuba. Una historia... 311

Ate

neo

Dom

inic

ano

Con

fere

nci

aIn

flue

nci

a de

l med

io g

eogr

áfico

en

la v

ida

hum

ana

Lau

delin

o M

oren

o Fe

rnán

dez

Con

fere

nci

aL

a de

cade

nci

a de

Eur

opa

y la

mad

urez

pan

amer

ican

aSe

gun

do S

erra

no

Pon

cela

Con

fere

nci

aE

urop

a en

la e

ncr

ucija

daE

lfidi

o A

lon

soC

onfe

ren

cia

Don

Jua

n e

n la

lite

ratu

ra y

en

la v

ida

Elfi

dio

Alo

nso

Con

fere

nci

aSe

nti

do p

ráct

ico

de la

Pue

ricu

ltur

aD

olor

es C

anal

s de

Jun

yer

Con

fere

nci

aL

a to

lera

nci

a re

ligio

sa e

n la

Esp

aña

med

ieva

lV

icen

te L

lore

ns

Cas

tillo

Con

fere

nci

aL

os v

asco

s, r

aza

de le

yen

daJe

sús

de G

alín

dez

Con

fere

nci

aG

ran

pre

para

ción

y v

iraj

es e

con

ómic

os d

e la

Gra

n B

reta

ña

Pabl

o M

aría

Yus

tiC

onfe

ren

cia

El a

rte

del B

el C

anto

Mar

ía D

íaz

Con

fere

nci

aFr

anci

sco

de V

itor

ia y

el d

escu

brim

ien

to e

spir

itua

l de

Am

éric

aA

lfre

do M

atill

aC

onfe

ren

cia

La

ruta

del

Arc

ipre

ste

de H

ita

por

la S

ierr

a de

l Gua

darr

ama

Con

stan

cio

Ber

nal

do d

e q

uiró

sC

onfe

ren

cia

Sen

dero

s es

piri

tual

es d

e A

lben

iz y

Deb

ussy

José

Ser

ra C

resp

oC

onfe

ren

cia

Un

a n

och

e en

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nad

a. L

o qu

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jo G

aniv

et y

Alb

eniz

.Jo

sé S

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Cre

spo

Con

fere

nci

aL

a m

etáf

ora

y el

len

guaj

e ta

urin

o es

pañ

olV

icen

te L

lore

ns

Con

fere

nci

aA

rte

pict

óric

oJo

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ial V

ázqu

ezC

onfe

ren

cia

Con

cept

o bi

ológ

ico

del t

iem

poÁ

nge

l Roi

g Pa

dró

Con

fere

nci

aTe

rapé

utic

a de

l tra

bajo

par

a en

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os m

enta

les

An

ton

io R

omán

Dur

ánC

onfe

ren

cia

Pabl

o Ig

lesi

as: s

u vi

da y

su

obra

José

Ria

l Váz

quez

Con

fere

nci

aC

onte

nid

o se

nti

men

tal d

e la

mat

emát

ica

Fran

cisc

o Ve

ra y

Fde

z. d

e C

órdo

baC

onfe

ren

cia

Sífi

lisV

icen

te S

arm

ien

to R

uiz

Con

fere

nci

aL

a m

etáf

ora

y el

len

guaj

e ta

urin

o es

pañ

olV

icen

te L

lore

ns

Cas

tillo

Con

fere

nci

aG

ran

ell

Pove

da, V

alld

eper

es, B

aeza

.C

onfe

ren

cia

La

pin

tura

Mod

ern

aE

ugen

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ánde

z G

ran

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Con

fere

nci

aD

os v

iaje

s po

r la

Atl

ánti

da: Y

ebel

Mus

a y

el T

eide

Con

stan

cio

Ber

nal

do d

e q

uiró

sC

onfe

ren

cia

His

tori

a co

mpa

rada

de

las

colo

niz

acio

nes

his

pan

oam

eric

anas

Alf

redo

Lag

unill

aC

onfe

ren

cia

El m

edio

geo

gráfi

co y

la e

stra

tegi

a de

sus

pro

ducc

ion

esA

lfre

do L

agun

illa

Con

fere

nci

aL

o po

pula

r en

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tera

tura

esp

añol

aJu

an C

hab

ásC

onfe

ren

cia

Pin

tura

y p

into

res

cata

lan

esM

anue

l Val

ldep

eres

Con

fere

nci

a¿C

ómo

se h

ace

una

pelíc

ula?

An

ton

io G

raci

ani

Con

fere

nci

aL

a C

onst

ituc

ión

pol

ític

a de

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emoc

raci

a es

pañ

ola

Lui

s Ji

mén

ez d

e A

zua

Con

fere

nci

aE

nri

quill

o vi

sto

por

un e

spañ

olJo

sé R

ial V

ázqu

ezR

ecit

al

Hom

enaj

e a

An

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io M

ach

ado

Fran

cisc

o M

artí

nez

Alle

nde

Rec

ital

El á

rbol

de

fueg

oA

gust

í Bar

tra

Act

o L

iter

ario

En

mem

oria

de

Mig

uel H

ern

ánde

zPo

veda

, Val

ldep

eres

, Llo

ren

s

incidente cuba- alfonseca 20-03-2012.indd 311 20/03/2012 11:59:33 a.m.

Page 312: Juan B. Alfonseca Giner de los Ríos .pdf

312 juan b. alfonsEca ginEr dE los ríos

Exp

osic

ión

Óle

o, a

cuar

ela,

dib

ujo,

min

iatu

ras

Pedr

o G

arcí

a L

ema

Exp

osic

ión

Óle

o, a

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ujo

José

Vel

a Z

anet

tiE

xpos

ició

nC

aric

atur

aB

las

Car

los

Arv

eras

Exp

osic

ión

Óle

nge

l Bot

ello

Exp

osic

ión

Cer

ámic

aFr

anci

sco

Vera

Exp

osic

ión

Esc

ultu

raM

anol

o Pa

scua

lE

xpos

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no

bras

esp

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as e

n fa

vor

del C

ente

nar

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Rep

úblic

aD

iez

arti

stas

Act

o Po

lític

oV

isit

a de

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side

nte

vas

co J

osé

An

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io A

guir

re y

Lek

ube

Jesú

s de

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índe

z, A

róst

egui

Act

o Po

lític

oFu

nda

ción

de

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soci

ació

n d

e R

edac

tore

s y

Rep

orte

ros

Valld

eper

es, G

ran

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Lóp

ez d

e Sa

rdi

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o Po

lític

oA

firm

ació

n d

e So

lidar

idad

con

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Nac

ion

es U

nid

asA

cto

Polít

ico

Los

ref

ugia

dos

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icos

esp

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es y

el C

ente

nar

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R. D

.

Esc

uela

Nor

mal

Par

a Se

ñori

tas

Salo

Ure

ñaC

onfe

ren

cia

La

inm

oral

idad

de

las

mor

alej

asFe

rnan

do S

ain

zC

onfe

ren

cia

Die

go R

odri

go d

e Si

lva

Velá

zque

zL

uis

Ala

min

osC

onfe

ren

cia

Met

odol

ogía

de

la A

ritm

étic

aPi

lar

Con

stan

zo y

Her

nán

dez

Con

fere

nci

aW

ash

ingt

on, M

onro

e, L

inco

ln y

Roo

seve

ltL

aude

lino

Mor

eno

Con

fere

nci

aL

a h

isto

ria

de la

len

gua

en la

en

señ

anza

del

esp

añol

Vic

ente

Llo

ren

s C

asti

lloC

onfe

ren

cia

Ida

y m

uert

e de

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pala

bras

Vic

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Llo

ren

s C

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onfe

ren

cia

Lo

indi

vidu

al y

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olec

tivo

en

la e

nse

ñan

za d

e la

His

tori

a U

niv

ersa

lM

alaq

uías

Gil

Ara

nte

gui

Con

fere

nci

aL

os A

lpes

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s Pi

rin

eos

Con

stan

cio

Ber

nal

do d

e q

uiró

sC

onfe

ren

cia

El c

ulti

vo d

e la

per

son

alid

adFe

rnan

do S

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z.

Ce

nt

ro

De

mo

Cr

át

iCo

esp

ol

Con

fere

nci

aPo

r la

s cu

mbr

es a

zule

sC

onst

anci

o B

ern

aldo

de

qui

rós

Con

fere

nci

aPa

pel m

ilita

r de

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nió

n S

ovié

tica

en

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icto

ria

de la

s

Nac

ion

es U

nid

as.

Vic

ente

Alo

nso

Con

fere

nci

aC

omo

el r

ío s

e h

ace

luz.

Ric

ardo

Mel

la S

erra

no

Con

fere

nci

aE

l ori

ente

en

Esp

aña.

An

dalu

cía

y M

arru

ecos

.C

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anci

o B

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aldo

de

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rós

Teat

roE

l Alc

alde

de

Zal

amea

Cua

dro

artí

stic

o de

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ETe

atro

Jóve

nes

gue

rrill

eros

(L

eo G

. Car

rillo

) y

L

a za

pate

ra p

rodi

gios

aC

uadr

o ar

tíst

ico

del C

DE

Teat

roE

l sí d

e la

s n

iñas

, de

Mor

atín

Cua

dro

artí

stic

o de

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ETe

atro

Un

señ

or d

e h

orca

y c

uch

illo

Cua

dro

artí

stic

o de

l CD

E

incidente cuba- alfonseca 20-03-2012.indd 312 20/03/2012 11:59:34 a.m.

Page 313: Juan B. Alfonseca Giner de los Ríos .pdf

El incidente del trasatlántico Cuba. Una historia... 313

Act

o18

de

julio

Act

oVe

lada

en

hon

or d

e lo

s m

arin

os d

e To

lón

.L

uis

Ala

min

osA

cto

Vela

da P

oéti

caC

omit

é fe

men

ino

del C

ED

Act

oPo

r lo

s re

fugi

ados

esp

añol

esIn

st. C

omer

cial

Ben

efac

tor

Truj

illo

Act

oA

niv

ersa

rio

de la

Rep

úblic

a E

spañ

ola

Án

gel V

albu

ena

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oII

I an

iver

sari

o de

la r

esis

ten

cia

del E

jérc

ito

Roj

oR

ecit

al

Poét

ico

------

Ros

ario

de

Bel

lo

Uni

vers

idad

de

Sant

o D

omin

goC

onfe

ren

cia

Det

erm

inac

ion

es p

reci

sas

de la

mer

idia

na

en p

aíse

s pr

óxim

os a

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cuad

orH

onor

ato

de C

astr

o.C

onfe

ren

cia

La

orga

niz

ació

n ju

rídi

ca in

mob

iliar

ia y

el c

rédi

to te

rrit

oria

lL

uís

Fern

ánde

z C

léri

goC

onfe

ren

cia

La

cris

is d

e la

pro

pied

adJe

sús

de G

alín

dez

Con

fere

nci

asB

andi

dos

de E

spañ

aC

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anci

o B

ern

aldo

de

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rós

Con

fere

nci

aE

l Der

ech

o In

dian

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sús

Váz

quez

Gay

osso

Con

fere

nci

aA

lon

so d

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jeda

Lau

delin

o M

oren

o Fe

rnán

dez

Con

fere

nci

ao

rige

n y

fun

dam

ento

del

cál

culo

de

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abili

dade

sA

mós

Sab

rás

Gur

rea

Con

fere

nci

aC

olon

izac

ión

y c

ultu

ra. F

ran

cia

y E

spañ

a en

la is

la d

e Sa

nto

D

omin

goV

icen

te L

lore

ns

Cas

tillo

Con

fere

nci

aA

limen

taci

ónJo

sé G

iral

y P

erei

raC

onfe

ren

cia

Vit

amin

asJo

sé G

iral

y P

erei

raC

onfe

ren

cia

Hor

mon

asJo

sé G

iral

y P

erei

raC

onfe

ren

cia

Ferm

ento

sJo

sé G

iral

y P

erei

raC

onfe

ren

cia

Pigm

ento

sJo

sé G

iral

y P

erei

raC

onfe

ren

cia

El p

robl

ema

del l

ibro

y e

l hom

bre

de n

uest

ro ti

empo

. Pe

dro

Salin

asC

onfe

ren

cia

El n

acim

ien

to d

e do

n J

uan

.Pe

dro

Salin

asC

onfe

ren

cia

Psic

oan

ális

is y

del

incu

enci

aL

uis

Jim

énez

de

Asú

aC

onfe

ren

cia

Lib

erta

d y

Der

ech

o Pe

nal

Lui

s Ji

mén

ez d

e A

súa

Con

fere

nci

aE

l sen

tido

dem

ocrá

tico

, el s

ocia

l y e

l de

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bert

ad d

e lo

s pu

eblo

sJo

sé A

. Agu

irre

Lek

ube

Con

fere

nci

aR

eacc

ion

es p

sicó

gen

as d

e gu

erra

An

ton

io R

omán

Dur

ánC

onfe

ren

cia

La

defi

nic

ión

del

del

ito

com

o fe

nóm

eno

biol

ógic

o y

soci

alC

onst

anci

o B

erna

ldo

de q

uiró

sC

onfe

ren

cia

ori

gen

y fu

nda

men

to d

el c

álcu

lo d

e pr

obab

ilida

des

Am

ós S

abrá

s y

Gur

rea

Cur

sillo

Proc

eso

his

tóri

co d

el in

tern

acio

nal

ism

oA

lfre

do M

atill

a Ji

men

o

incidente cuba- alfonseca 20-03-2012.indd 313 20/03/2012 11:59:34 a.m.

Page 314: Juan B. Alfonseca Giner de los Ríos .pdf

314 juan b. alfonsEca ginEr dE los ríos

Con

serv

ator

io N

acio

nal d

e M

úsic

aC

ursi

lloH

isto

ria

de la

Mús

ica:

Ch

opin

Alf

redo

Mat

illa

Cur

sillo

Com

posi

ción

Mus

ical

En

riqu

e C

asal

Ch

apí

Cur

sillo

Apr

ecia

ción

mus

ical

Alf

redo

Mat

illa

Jim

eno

Cur

sillo

Dec

lam

ació

nM

aruj

a Fe

rnán

dez

de F

arbe

rC

ursi

lloH

isto

ria

de la

Mús

ica:

La

Pasi

ón s

egún

San

Mat

eo d

e B

ach

Alf

redo

Mat

illa

Cur

sillo

His

tori

a de

la M

úsic

a: M

ozar

tA

lfre

do M

atill

a.C

ursi

lloH

isto

ria

de la

Mús

ica:

La

Past

oral

de

Bee

thov

enA

lfre

do M

atill

aC

ursi

lloH

isto

ria

de la

Mús

ica:

Sch

uman

nA

lfre

do M

atill

aC

ursi

lloH

isto

ria

de la

Mús

ica:

Tch

aiko

vsky

Alf

redo

Mat

illa

Cur

sillo

His

tori

a de

la M

úsic

a: G

rieg

Alf

redo

Mat

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Cur

sillo

His

tori

a de

la M

úsic

a: C

ésar

Fra

nck

Alf

redo

Mat

illa

Cur

sillo

His

tori

a de

la M

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a: D

vora

kA

lfre

do M

atill

aC

ursi

lloH

isto

ria

de la

Mús

ica:

Ric

har

d St

raus

sA

lfre

do M

atill

aC

ursi

lloH

isto

ria

de la

Mús

ica:

Bra

hm

sA

lfre

do M

atill

aC

ursi

lloH

isto

ria

de la

Mús

ica:

Bal

akie

rev

y B

orod

inA

lfre

do M

atill

aC

ursi

lloH

isto

ria

de la

Mús

ica:

Mus

sorg

sky

y R

imsk

i Kor

sako

ffA

lfre

do M

atill

aC

ursi

lloH

isto

ria

de la

Mús

ica:

Deb

ussy

Alf

redo

Mat

illa

Con

fere

nci

aPr

oble

mas

esc

énic

osR

uddy

Del

Mor

alIn

stit

uto

Cri

stób

al C

olón

Ch

arla

Azo

rín

, pro

sist

a de

Cas

tilla

Alf

redo

Per

eña

Ch

arla

La

form

ació

n d

el e

spír

itu

crít

ico

en la

edu

caci

ón m

oder

na

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s L

eal C

resp

oC

har

la---

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afae

l Sup

erví

a Z

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Alf

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Con

fere

nci

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l Sur

real

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z G

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ell

Con

fere

nci

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ovim

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rtís

tico

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avés

de

los

tiem

pos

J.M

. Ven

drel

Cur

sillo

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ión

de

anál

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mic

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do M

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erra

Cur

sillo

Psic

oan

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Rom

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urán

Cur

sillo

Rég

imen

de

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erra

en

la A

mér

ica

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ran

te e

l Pe

ríod

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olon

ial

José

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lloC

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inol

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y D

erec

ho

Pen

alC

onst

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ern

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Cur

sillo

Intr

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ción

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Mat

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Fran

cisc

o Ve

ra y

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z. d

e C

órdo

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lloE

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ño

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sen

gañ

o de

l ero

tism

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ica

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Cur

sillo

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a y

el le

ngu

aje

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ino

espa

ñol

Vic

ente

Llo

ren

s C

asti

lloC

ursi

lloC

ompo

sici

ón m

usic

alE

nri

que

Cas

al C

hap

i

incidente cuba- alfonseca 20-03-2012.indd 314 20/03/2012 11:59:34 a.m.

Page 315: Juan B. Alfonseca Giner de los Ríos .pdf

Anexo 3

Actividades de divulgación presencial de la cultura en ciudades del Este*1

* No se enlista según orden cronológico.

incidente cuba- alfonseca 20-03-2012.indd 315 20/03/2012 11:59:34 a.m.

Page 316: Juan B. Alfonseca Giner de los Ríos .pdf

incidente cuba- alfonseca 20-03-2012.indd 316 20/03/2012 11:59:34 a.m.

Page 317: Juan B. Alfonseca Giner de los Ríos .pdf

El incidente del trasatlántico Cuba. Una historia... 317

Ate

neo

de S

an P

edro

de

Mac

orís

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oder

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nci

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ren

cia

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José

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la e

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Con

fere

nci

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uert

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eric

o G

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orca

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Con

fere

nci

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ren

cia

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la m

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och

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do M

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ren

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Con

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raci

ones

ped

agóg

ico-

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nci

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alG

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rmin

a M

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no

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Cur

sillo

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e la

Cue

sta,

Pin

garr

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lloA

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stri

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Mar

hue

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ción

libr

oSo

bre

la m

ism

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Jesú

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veda

Cát

edra

s po

pula

res

His

tori

a de

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lfre

do d

e la

Cue

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Cát

edra

s po

pula

res

Peda

gogí

a y

psic

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nge

l Pin

garr

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sG

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Car

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y R

udy

del M

oral

Exp

osic

ión

Pin

tura

José

Rov

ira

incidente cuba- alfonseca 20-03-2012.indd 317 20/03/2012 11:59:34 a.m.

Page 318: Juan B. Alfonseca Giner de los Ríos .pdf

318 juan b. alfonsEca ginEr dE los ríos

San

Ped

ro d

e M

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fere

nci

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uier

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orca

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José

Rov

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no-D

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lada

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aFe

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co G

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DVe

lada

Cul

tura

l---

------

-

incidente cuba- alfonseca 20-03-2012.indd 318 20/03/2012 11:59:34 a.m.

Page 319: Juan B. Alfonseca Giner de los Ríos .pdf

El incidente del trasatlántico Cuba. Una historia... 319

El S

eibo

: Ins

titu

to H

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o A

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eatr

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Con

fere

nci

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Con

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José

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Con

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nci

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s co

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nes

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Ber

nal

Con

fere

nci

aFe

deri

co G

arcí

a L

orca

Lui

s G

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a L

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Con

fere

nci

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men

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caci

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ica

Lui

s A

lam

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uevo

ser

vido

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uin

tero

) el

pan

y e

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zC

lub

His

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o-D

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ican

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osit

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Clu

b H

ispa

no-

Dom

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lub

His

pan

o-D

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ican

oTe

atro

Vela

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Clu

b H

ispa

no-

Dom

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ano

Teat

roVe

lada

lite

rari

a (H

ato

May

or)

Clu

b H

ispa

no-

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ano

Teat

roVe

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a (H

igüe

y)C

lub

His

pan

o-D

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ican

o

Act

o po

lític

oE

ncu

entr

o E

scol

ar d

e C

onfr

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nid

ad

His

pan

o-D

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ican

aJo

sé A

lcob

e B

iosc

a

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o po

lític

oC

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emor

ació

n d

e la

def

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de

Mad

rid

José

Alc

obe

Bio

sca

incidente cuba- alfonseca 20-03-2012.indd 319 20/03/2012 11:59:34 a.m.

Page 320: Juan B. Alfonseca Giner de los Ríos .pdf

incidente cuba- alfonseca 20-03-2012.indd 320 20/03/2012 11:59:34 a.m.

Page 321: Juan B. Alfonseca Giner de los Ríos .pdf

Anexo 4

Actividades de divulgación presencial de la cultura en ciudades del Cibao*1

* No se enlista según orden cronológico.

incidente cuba- alfonseca 20-03-2012.indd 321 20/03/2012 11:59:34 a.m.

Page 322: Juan B. Alfonseca Giner de los Ríos .pdf

incidente cuba- alfonseca 20-03-2012.indd 322 20/03/2012 11:59:34 a.m.

Page 323: Juan B. Alfonseca Giner de los Ríos .pdf

El incidente del trasatlántico Cuba. Una historia... 323

Sant

iago

: Soc

ieda

d A

man

tes

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/Alia

nza

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aeña

Cur

sillo

(58

)H

isto

ria

Un

iver

sal d

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Cul

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José

Ria

l Váz

quez

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ital

El á

rbol

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fueg

oA

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y A

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Mur

ía d

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a

Exp

osic

ión

Car

icat

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Alf

onso

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m

Exp

osic

ión

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y A

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Con

fere

nci

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ika,

San

tuar

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e la

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cia

Jesú

s de

Gal

índe

z

Con

fere

nci

aPé

rez

Gal

dós

José

Ria

l Váz

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Con

fere

nci

aL

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la N

ueva

Lui

s A

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inos

Con

fere

nci

aW

agn

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atill

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Con

fere

nci

aL

a C

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de L

ope

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ega

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anci

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aldo

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rós

Con

fere

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aL

os o

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his

tóri

cos

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s ci

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sé M

a. o

ts C

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quí

Act

oA

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eric

ano

a la

s ví

ctim

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scis

mo

Cen

tro

Dem

ocrá

tico

Esp

añol

Cen

tro

Dem

ocrá

tico

Esp

añol

Act

o Po

lític

oC

onm

emor

ació

n d

e la

Def

ensa

de

Mad

rid

Act

oC

onm

emor

ació

n d

el 4

50º

An

iver

sari

o de

l Des

cubr

imie

nto

José

Mon

talv

o, M

arin

o In

cháu

steg

ui

incidente cuba- alfonseca 20-03-2012.indd 323 20/03/2012 11:59:35 a.m.

Page 324: Juan B. Alfonseca Giner de los Ríos .pdf

324 juan b. alfonsEca ginEr dE los ríos

Con

fere

nci

aL

a R

epúb

lica

Dom

inic

ana

y el

his

pan

oam

eric

anis

mo

Lor

enzo

Ber

dala

Par

do

Teat

roE

xhib

ició

n d

e pe

lícul

a «H

eroi

ca S

ebas

topo

l»C

lub

Juve

nil

Esp

aña

Teat

roo

bras

de

los

her

man

os q

uin

tero

Cua

dro

Art

ísti

co d

el C

DE

La

Vega

: Aso

ciac

ión

Cul

tura

l Los

Nue

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Cas

ino

Cen

tral

Con

fere

nci

aL

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gust

ia d

e n

uest

ro ti

empo

Alf

redo

Mat

illa

Jim

eno

Con

fere

nci

aR

egio

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n la

líri

ca e

spañ

ola

Ram

ón S

uáre

z Pi

callo

Con

fere

nci

aE

l cic

lo r

omán

tico

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úsic

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lfre

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l alm

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nci

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la v

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onia

José

Ma.

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Con

fere

nci

aL

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tere

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riva

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o es

paño

l en

Am

éric

aJo

sé M

a. o

ts C

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quí

Con

fere

nci

aL

a es

táti

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inem

átic

a de

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rim

inal

idad

Con

stan

cio

Ber

nal

do d

e q

uiró

s

Con

fere

nci

aD

os p

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jes.

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José

Alm

oin

a M

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Con

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nci

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mor

y h

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Jesú

s H

ern

ánde

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ópez

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Tert

ulia

Pin

tura

Alf

onso

Vila

Shu

m

Cur

sillo

Peda

gogí

aL

uis

Ala

min

os P

eña

Rec

ital

Gar

cía

Lor

caD

el M

oral

y Y

onm

ar

Rec

ital

El á

rbol

de

fueg

oA

gust

í Bar

tra

incidente cuba- alfonseca 20-03-2012.indd 324 20/03/2012 11:59:35 a.m.

Page 325: Juan B. Alfonseca Giner de los Ríos .pdf

El incidente del trasatlántico Cuba. Una historia... 325

Moc

a: S

ocie

dad

Cul

tura

l Lum

enC

onfe

ren

cia

Sim

boliz

ació

n d

el m

undo

his

pan

oam

eric

ano

en e

ste

inst

ante

cru

cial

José

Ria

l Váz

quez

Con

fere

nci

aE

l dra

ma

de la

cul

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Alf

redo

Mat

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Jim

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Con

fere

nci

aD

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enit

o Pé

rez

Gal

dós,

el H

omer

o E

spañ

olJo

sé R

ial V

ázqu

ez

Con

fere

nci

aB

eeth

oven

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hop

inA

lfre

do M

atill

a Ji

men

o

Con

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nci

aE

n la

Paz

de

Am

éric

a: s

ign

ifica

ción

de

la E

ra d

omin

ican

aJo

sé R

ial V

ázqu

ez

Teat

roC

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orq

uest

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nal

En

riqu

e C

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Ch

apí

Teat

roD

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uan

Ten

orio

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---

Teat

roC

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uest

a Si

nfó

nic

a N

acio

nal

En

riqu

e C

asal

Ch

apí

incidente cuba- alfonseca 20-03-2012.indd 325 20/03/2012 11:59:35 a.m.

Page 326: Juan B. Alfonseca Giner de los Ríos .pdf

326 juan b. alfonsEca ginEr dE los ríos

Alt

amir

a/Im

bert

/Mao

Con

fere

nci

aE

spañ

a y

la E

ra d

e L

iber

tad

de T

rujil

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sús

Car

celle

Gar

cía

Con

fere

nci

aE

l dra

ma

de la

cul

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Alf

redo

Mat

illa

Jim

eno

Con

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nci

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onte

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a, s

u cu

ltur

a y

sus

cost

umbr

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alta

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ó

Con

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nci

aA

nto

nio

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had

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o. M

artí

nez

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nde

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co: e

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incidente cuba- alfonseca 20-03-2012.indd 326 20/03/2012 11:59:35 a.m.

Page 327: Juan B. Alfonseca Giner de los Ríos .pdf

327

Índice onomástico

A

Abadies, Jesús 176Abellán, José Luis 10Abella Peset, José 170, 245Agut Gasco, Joaquín 195Alaminos Peña, Luis 222, 234,

250, 255, 258, 260, 265Albornoz, Álvaro de 238Alcobé Biosca, José 166, 170,

245Alemar, Luis 264Alfonseca, Juan 11, 107, 108Alfonso, Roberto 195Alfonso XIII 236Aliaga, Serafín 116Alloza, Fernando 229Alloza, José 223, 238, 270, 272, 281Almirall, Venancio 89Almoina Mateos, José 10, 29,

35, 71, 72, 128, 178, 179, 220, 250, 253

Alonso, Daniel 59, 60Alonso Rodríguez, Elfidio 63,

68, 124, 183, 195, 218, 226, 264, 265

Alted, Alicia 14Álvarez-Laviada, Maximino

229, 232Álvarez-Santullano, Luis 275Amas, Luisa 195Anglada, Miguel 178Aparicio, Emilio 170, 178, 185,

186, 274, 279Arias, octavio 219Armada, Manuel 189Arniches, Carlos 278Arregui, Félix 172Arveras, Blas 270Asarta, Manuel 166Atoche Andreu, José 115Auñón, Tomás 277, 283, 284Aurelio Matilla 253Ayala, Jaime 195Azcona, José 30, 33, 34

B

Báez López-Penha,José 283Balaguer Ricardo, Joaquín 43,

49, 50

incidente cuba- alfonseca 20-03-2012.indd 327 20/03/2012 11:59:35 a.m.

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328 juan b. alfonsEca ginEr dE los ríos

Baquero Alonso, Manuel 126Barba Gose, Eduardo 187, 207,

208, 214Barbé, Elisenda 35Barberán, Manuel 179Bargalló Cervelló, Pedro 168,

170, 245, 272Bartra, Agustí 266, 279Bárzana, José 176, 245Batista y Zaldívar, Fulgencio 47Bellón, Ángel 69Bellosta otín, José 178Benita Solano, José 172, 190Benito, José de 152Berdala, Lorenzo 176, 178Bernad, Antonio (Toni) 223,

270, 272Bernaldo de quirós, Constan-

cio 44, 164, 201, 231, 240, 249, 250, 253, 265, 281

Bernaldo de quirós Villanueva, María 98

Betancourt Bello, Rómulo Er-nesto 157

Biayna, José 213, 214Bilbao, Pedro 228Blanco, Antonia 164, 178, 185,

274Blanco Díaz, Andrés 262Blasco Ibañez, Vicente 229Bonetti Burgos, Ernesto 28, 41,

42, 44, 49, 50, 51Borrás, José 265Bosch Pearson, Rodolfo 63, 69,

110, 111, 120, 130, 135, 143, 146, 152, 162, 163, 217, 218, 219, 220, 290

Bosques, Gilberto N. 71, 197Botello, Ángel 270Brower, Ninón L. de 281Brusiloff, María 82Buen, Demófilo de 19, 130,

131Buen, Jorge de 131Burrell, María A. 170Bustamante, Gregorio 29, 35

C

Caloto Fernández, Hilario 169, 289

Calvo, Manuel 168, 170Campa, José 219Campos, Severino 84, 116, 161Canals de Junyer, María Dolores 178, 221, 260, 261,

264Cantala, Julio 230Cañete, Carmen 35, 87, 98Capó Bonnafous, Eduardo 82,

161Carbó Carbó, Eusebio 116Carbuccia, Raúl 55, 63, 64, 130,

136Cárdenas, Lázaro 21, 67, 203Carreras, Luis 188Carbó, Proudhon 97, 153Cartagena Portalatín, Aída 238Casal Chapí, Enrique 275, 278,

279, 280, 281Casasas, José María 176, 242Cassá Bernaldo de quirós, Ro-

berto 15, 215, 290Cassá, Constancio 204, 255

incidente cuba- alfonseca 20-03-2012.indd 328 20/03/2012 11:59:35 a.m.

Page 329: Juan B. Alfonseca Giner de los Ríos .pdf

El incidente del trasatlántico Cuba. Una historia... 329

Cassá, Lily de 98Cassá Logroño, José 98Castillo, Benigno del 44Castillo, Manuel 61Cazorla, José 195Cestero, Tulio Manuel 51Chabás, Juan 233Clariana, Bernardo 233, 279Cluet, Manuel 170, 178Cocco, Joaquín 140Colina Gurría, José de la 191Colson, Jaime 269Comprés Pérez, R. 57Contín Aybar, Margarita 281Contín Aybar, Pedro René 238,

264, 280Cordero, Walter 214Costa Jou, Ramón 169, 179Costas, Genaro 189Cruz, José I. 261Cruzado, Rafael 274Cubeiro, Francisco 51Cucurullo, Salvador 266

D

Darío, Rubén 254Darnell Martí, Enrique 176, 243Delgado Burgos, José María 103Deltoro, Antonio 185, 236Despradel, Arturo 55, 57, 58,

69, 130, 135, 154, 222Despradel, Roberto 43Díaz, Altagracia 88Díaz del Solar, María 178Díaz Herrero, Ulpiano 178Díaz Niese, Rafael 199, 272,

273, 281

Díaz ordóñez, Virgilio 10, 43, 258, 264

Díaz, Ramón 280Díaz Sandino, Felipe 61Diéguez, José 166Dolores Cerón, José 280Dorado, Francisco 189Dos Passos, John 97, 119, 151Durán, Joan 115, 188, 189

E

Eluard, Paul 239Escofet, José María 66Espaillat de la Mota, Rafael 58Espina, Concha 229Espinal, Edwin 224Espinal, Luis 176Espínola, Emilio 140Estella, José Ramón 226

F

Fábregas, Francisco 189Fagen, Patricia 116Fajardo Suárez, Eduardo 178Farreras Borull, José 101, 166,

237, 247Félix, Narciso 57Fernández Charro, Francisco

236Fernández Granell, Eugenio

138, 226, 228, 270, 272, 273, 278, 280, 281

Fernández, José 207Fernández, Maruja 176, 178Fernández Mato, Ramón 128,

220, 221

incidente cuba- alfonseca 20-03-2012.indd 329 20/03/2012 11:59:35 a.m.

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330 juan b. alfonsEca ginEr dE los ríos

Fernández ossorio Tafall, Bi-biano 64, 65, 73, 74, 98

Fernández Valenciano, José 250Fiallo, Fabio 97Florén, Lozano Luis 250, 252,

253, 256Forné Farreres, José 196, 201,

239Fournier, Claudio 178Franco Bidó, Augusto 236Franco, Francisco 19, 48, 51, 54Franco, Persio C. 87Freud, Sigmund 253Funcia Armenteros, Encarna-

ción 178

G

Galíndez, Jesús de 10, 29, 34, 69, 77, 105, 178, 206, 240, 242, 264, 265

Gallego, Felipe 176, 245Gamboa, Fernando 197García, Hilario 206García, José 55, 56, 60, 130García, Juan Pablo 61, 63, 176,

242García, Julio 264García Lema, Pedro 272García Lorca, Federico 248,

278García Mella, Moisés 136, 138García, Pedro 270García-Rivas, Cipriano 233García, Víctor (Ximpa) 127,

128, 219, 270

Gardiner, Charles 30, 34, 35, 107, 108, 150, 151, 157, 162

Garre, León 232, 261, 262Garrido, Max 218Garrido, Víctor 222Gausachs Aisa, Francisco 270Gausachs, Francisco 270Gausachs, José 178, 224, 270,

272, 273, 279, 281Gautier, Manuel S. 284Gil Arantegui, Malaquías 178,

238, 250, 258, 261Gil Ruiz, Manuel 83Gimbernard, Bienvenido 234,

281Giner de los Ríos, Bernardo 27,

75, 89, 102, 103, 116, 129, 130, 131, 132, 148, 150, 152, 187, 205, 207, 209, 243, 283, 284

Giner de los Ríos, Francisco 262

Ginestá, Albert 185, 238Girabau, Jaime 166Giral, Francisco 255Giralt de Mascaró, N. 176, 245Godás, Víctor 229, 232González Blanco, Pedro 128,

220, 221González Gil Roldán, Ángel

195González Lamela, María del

Pilar 188González Peña, Ramón 17, 130González Rodal, Rafael 187González Sanz, Carlos 164, 170,

178, 231, 233

incidente cuba- alfonseca 20-03-2012.indd 330 20/03/2012 11:59:35 a.m.

Page 331: Juan B. Alfonseca Giner de los Ríos .pdf

El incidente del trasatlántico Cuba. Una historia... 331

González Tejera, Natalia 110, 161, 162

Gordillo, Félix 178Gracia, Anastasio de 152Graciani, Antonio 185, 186,

265Grifell, quirze 182Grijalba, Fraíz 61, 68, 224, 237,

270

H

Hausdorf, George 281Henríquez Ureña, Pedro 249,

251, 257, 283Heras, Pedro 185, 239Herrera, Juan de 82Herrera, Miguel A. 21Herrero Ayllón, Vicente 64,

206, 250, 251, 264Hitler, Adolf 127Hull, Cordell 48, 155Hurtado Marhuenda, Joaquín

176, 243

I

Ibarborou, Juana de 229Ibarra, Alejandro 22Incháustegui, Arístides 279,

280Incháustegui, Héctor 238, 281Inoa, orlando 125Ireland, Gordon 44Izquierdo, Federico 178

J

Jiménez de Asúa, Luis 238, 255, 265

Jiménez, José 168, 170, 207Jiménez, Juan Ramón 229Jiménez Millares, José 168Jiménez, Ramón E. 265Jiménez Rosas, Juan 61Jorge Mera, orlando 224Jubés Bobadilla, Emilio 68,

187, 229Junyer, Joan 270

L

Lafuente, Mercedes 195Lagunilla Iñárritu, Alfredo 187,

208, 230, 231Larrañaga, Jesús 166Larrauri, Enrique 230, 232Larrazabal, Carlos 258Laski, Harold 251Leal Crespo, Luis 170, 178,

258Leal, Pilar 207Lebrón Saviñón, Mariano 237León Garre, Aniceto 187, 206,

207, 232, 234, 258, 260León, Luis de 248Lilón, Domingo 36Llera, Luis de 30, 33, 34, 114Llopart, Jaime 188Llorens, Vicente 9, 10, 11, 27,

132, 178, 180, 182, 184, 186, 188, 191, 196, 200, 204, 206, 221, 225, 227, 228, 234, 239,

incidente cuba- alfonseca 20-03-2012.indd 331 20/03/2012 11:59:35 a.m.

Page 332: Juan B. Alfonseca Giner de los Ríos .pdf

332 juan b. alfonsEca ginEr dE los ríos

241, 243, 247, 250, 251, 264, 265, 274, 275, 279, 290

Llovet, Juan José 236Llusia, Manuel 14Logroño, Arturo 56, 265Lope de Vega, Félix Arturo

248López de Alarcón, Enrique

186, 274, 290Loriente, Luis 172Lozano, Claudio 179

M

Madariaga, Salvador de 228Malagón Barceló, Javier 68,

184, 204, 206, 250, 251, 264, 290

Marinas, Miguel 270Marín, Salvador (Armín) 219,

220Marquina, Rafael 222Marrero Aristy, Ramón 237Martí, Enrique Darnell 61Martí, José 256Martín Frechilla, Juan 69, 111Martínez Barrio, Diego 116,

238Martínez Barrio, Domingo 211Martínez de Trujillo, María

278Martínez, Francisco Acacio 178Martínez Iborra, Ana 209, 210,

253Martínez Jara, Jesús 139, 140Martínez Surroca, Antonio 260Martín Sierra, Ricardo 178,

250, 253

Martorell otzet, Ramón 211, 250, 253

Mascaró, Juan 178Mataix, José 178Matilla Jimeno, Alfredo 178,

206, 237, 242, 264, 266, 280, 281

Matilla Jimeno, Aurelio 211, 250

Mediavilla Velo, Antonio 172, 190

Medina Tur, Ramón 229Medrano de Supervía, Guiller-

mina 176, 187, 204, 243, 258, 260, 261

Mejía Arredondo, Enrique 280, 281

Mejía, Mariela 234Mejía Ricart, Gustavo 264Mella, Francisco 240Mella Serrano, Ricardo 185,

239, 240Mena, Luis 280Méndez Aspe, Francisco 138Mieses Burgos, Franklin 238Millán López, Tiburcio 169,

170, 243Miller, Jeannette 224, 269Miró, Baltasar 185, 238Miró Solanes, Fidel 82, 84, 116,

161, 164, 168, 170, 171, 172, 247

Mir, Pedro 247, 289Molina, Julia 225Molina, María 179Molina, Tirso de 186, 275Moll, Fernando 195

incidente cuba- alfonseca 20-03-2012.indd 332 20/03/2012 11:59:36 a.m.

Page 333: Juan B. Alfonseca Giner de los Ríos .pdf

El incidente del trasatlántico Cuba. Una historia... 333

Montesino, José 207Montes Sainz, Julio 250, 253Morales, Miguel Ángel 178Morales Veloso, Raymundo 189Moral, Ruddy del 186, 277Moratín, Leandro Fernández

de 278Moreno Fernández, Laudelino

206, 222, 233, 250, 251, 265Morris, S. C. 85Moya, Patricia 224Mr. Hull 47Mr. Welles 48Munarriz de Leal, Pilar 178,

258Muñoz Custodio, Álvaro 91,

128Muriá, Anna 182

N

Naranjo orovio, Consuelo 30, 32, 33, 204

Narro, Edmundo 169Negrín López, Juan 19, 72, 119,

121, 130, 197Neruda, Pablo 71, 197Nieto Peña, Roque 185, 188,

219Nivar, Consuelo 249, 251, 257Notario Gil, Fermín 86Núñez Alegría, José 51Núñez, Heriberto 164

o

ocaña, Antonio 61, 62

olmedilla, Miguel 194olózaga, Juan de 51, 52orallo, Alfonso 152orallo Sánchez, Antonio 152ornes, Germán E. 39ortega Frier, Julio 43, 76, 102,

110, 111, 172, 203, 204, 205, 206, 223, 241, 245, 249, 250, 251, 255, 257, 258

ortiz, Joaquín 283

P

Pacheco, Juan Rafael 254Pagán,Dato 247, 289Pagán Perdomo, Dato 247Palacín Iglesias, Gregorio 201,

234, 258, 259, 260, 261, 262Pámies, Teresa 36, 195Pantín, José 60Pasaporte, Bernardo (Pasapor-

te) 190Pascual, Jaime 86Pascual, Manolo 178, 224, 270,

271, 272, 281Pastoriza, Andrés 48, 55Patín Maceo, Manuel 264Paz y Mateos, Alberto 240, 281Pedrero, Augusto 65, 66, 81,

284Peirats, José 84, 97, 116, 153Pell, Robert T. 85, 87Peña Batlle, Manuel A. 223Pérez, Enrique 172Pérez, Rubén 237Periañez, Manuel 169Peynado, Jacinto B. 55, 57, 212

incidente cuba- alfonseca 20-03-2012.indd 333 20/03/2012 11:59:36 a.m.

Page 334: Juan B. Alfonseca Giner de los Ríos .pdf

334 juan b. alfonsEca ginEr dE los ríos

Pina, Calixto M. 217Pingarrón, Ángel 176, 178, 243Pingarrón Hernández, Ángel

243Piñeiro, Antonio 61Pío XI 53Pittini, Ricardo 126Plà Brugat, Dolores 15, 27, 69,

112Pons, Ferrán 188Pons, Ricardo 170Pons Rubio, Ricardo 178Portuondo, Serafín 237Poveda, Jesús 278, 280Prats-Ventós, Antonio 270Prieto, Indalecio 119, 129, 130,

132, 133, 197, 238Pumarega García, Manuel 178

q

querol Amorós, Francisco 168, 169, 172, 176, 190, 245

quintana, Amelia 179

R

Rancier, omar 279, 283Rayo del Campo, Ángel 75, 101,

168, 170, 189, 212, 247Recio, Luisa 168Regalado González, Antonio

250, 251Rial Vásquez, José 178, 265,

266, 290Riera Llorca, Vicenç 196, 201,

229

Ríos, Dolores de los 170Ríos, Félix de los 64, 65, 66, 73,

74, 81, 120Ríos, Fernando de los 44, 45,

46, 47, 53, 55, 56, 63, 205, 238, 258

Ríos, José de los 218Ríos Menéndez, Dolores de los

245Ríos, Rafael de los 64Ríos Urruti, José de los 63Rived Revilla, Francisco 250,

251Rivero Gil, Francisco 223, 224

270, 271Rivero orellana, José 176, 243Robles, Antonio 229Robles Toledano,oscar 264Rodríguez, Emilio 265Rodríguez Graciani, Antonio

275Rodríguez López de Haro, José

Luis 212Rodríguez Mendoza, Félix 195Rodríguez Villicañas, Antonio

212Roig, Ángel 89, 99Roig Padró, Jaime 229Rojo Lluch, Vicente 227Román Durán, Antonio 185,

240, 250, 253, 265Romero Solano, Luis 216, 217Roosevelt, Franklin Delano 26,

37, 85, 145Rosal, Amaro del 107, 108Rosenberg, James N. 85, 144,

145

incidente cuba- alfonseca 20-03-2012.indd 334 20/03/2012 11:59:36 a.m.

Page 335: Juan B. Alfonseca Giner de los Ríos .pdf

El incidente del trasatlántico Cuba. Una historia... 335

Rovira, José 187, 189, 210, 223, 270, 271, 284

Rubio, Javier 10, 30, 32, 33, 105, 107

Rubirosa, Porfirio 73, 74Ruiz Avilés, Francisco 245Ruiz, Francisco 176, 207

S

Sabater de Macarrulla, Merce-des 179, 255

Sabater, Poncio 177, 178, 179Sabrás Gurrea, Amós 250, 251Sainz Ruiz, Fernando 178, 234,

250, 251, 255, 258, 260, 262, 265

Salanova, Gregorio 170Saleme, Luis 237Salido, Cruz 24Salinas, Pedro 254, 255Sánchez, Juan Francisco 281Sánchez, Rafael A. 79Sarmiento Ruiz, Vicente 229,

232, 265Serrano Poncela, Segundo 178,

185, 226, 235, 239, 250, 264, 265

Solaeche, Alejandro de 69Solaeche, Carlos 68, 242, 270,

272Solana, Alejandro 270Solar Pilatti, Ramón 121, 152,

158, 159Sorribes Soler, José 176, 177,

178, 185, 240, 262Soto, Luis 187, 224, 270, 271

Suárez Picallo, Ramón 61, 62, 63, 68, 206, 218, 226, 242

Supervía, Rafael 206Suro, Darío 269

T

Talanquer, Fabián 102, 103Tello, Luis 229Termis Soto, Fernando 76, 108Tolentino, César 49, 50, 51, 53,

54Tomás y Piera, José 24, 150,

152Tordesillas, Luis 172Torino Roldán, Fernando 206Toro, Antonio del 127, 210,

213Torre, Matilde de la 19, 130Torres Picard, José 189Tortosa, Francisco 270, 272Troyano de los Ríos, Rafael

212Trujillo, Flor de oro 255Trujillo Martínez, Rafael Leoni-

das (Ramfis) 22, 147, 179Trujillo Molina, Rafael Leoni-

das 13, 17, 22, 23, 28, 32, 33, 34, 35, 37, 39, 41, 42, 44, 45, 51, 52, 53, 57, 60, 64, 85, 87, 88, 128, 139, 140, 144, 145, 146, 147, 150, 155, 172, 190, 207, 210, 212, 218, 222, 223, 242, 258, 286, 287, 289

Trujillo Molina, Virgilio 57, 69, 74Trujillo Valdez, José 225Tur Puget, Justo 185, 236, 248,

289

incidente cuba- alfonseca 20-03-2012.indd 335 20/03/2012 11:59:36 a.m.

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336 juan b. alfonsEca ginEr dE los ríos

U

Ugarte, María 210, 223, 253Ulibarri, Cristina 179Urruchua, Txomin de 69

V

Valery, Paul 239Valldeperes, Manuel 222, 226,

228, 233, 240, 270, 272, 275Vallina, Pedro 84, 171Vayo, Álvarez del 44, 47Vázquez, Francisco (Composte-

la) 270, 271Vega, Bernardo 30, 34, 35, 39,

49, 50, 74, 126, 128, 240, 288, 289

Vega López, Carlos 226Veiga, Mayrink 255Vela Zanetti, José 68, 187, 206,

210, 223, 224, 264, 270, 271, 273

Vera Fernández de Córdoba, Francisco 249, 250, 253, 265, 270

Vergés, Pedro 10, 29, 105, 111Viana, Alejandro 65, 73, 74,

120

Vicente Garrido, Henry 279Vicini, José Delio 127Vidal, Rafael 226Vila, Alfonso (Shum) 176, 266,

270Viñuales, Mariano 84, 161, 168,

170, 216, 238Vives orts, Mariano 226

W

Welles, Summer 48Woss y Gil, Celeste 264, 265,

280, 281

X

Xammar, José María 189, 190

Y

Yonmar, Carola 176, 186, 277Yuste, Pablo María 233, 265

Z

Zamora, Juan José 185, 235Zeeland, P. Van 85Zugazagoitia, Julián 19, 24

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Publicaciones del Archivo General de la Nación

Vol. I Correspondencia del Cónsul de Francia en Santo Domingo, 1844-1846. Edición y notas de E. Rodríguez Demorizi, C. T., 1944.

Vol. II Documentos para la historia de la República Dominicana. Colección de E. Rodríguez Demorizi, Vol. I, C. T., 1944.

Vol. III Samaná, pasado y porvenir. E. Rodríguez Demorizi, C. T., 1945.Vol. IV Relaciones históricas de Santo Domingo. Colección y notas de E.

Rodríguez Demorizi, Vol. II, C. T., 1945.Vol. V Documentos para la historia de la República Dominicana. Colección

de E. Rodríguez Demorizi, Vol. II, Santiago, 1947.Vol. VI San Cristóbal de antaño. E. Rodríguez Demorizi, Vol. II, Santia-

go, 1946.Vol. VII Manuel Rodríguez Objío (poeta, restaurador, historiador, mártir). R.

Lugo Lovatón, C. T., 1951.Vol. VIII Relaciones. Manuel Rodríguez objío. Introducción, títulos y

notas por R. Lugo Lovatón, C. T., 1951.Vol. IX Correspondencia del Cónsul de Francia en Santo Domingo, 1846-1850.

Vol. II. Edición y notas de E. Rodríguez Demorizi, C. T., 1947.Vol. X Índice general del «Boletín» del 1938 al 1944, C. T., 1949.Vol. XI Historia de los aventureros, filibusteros y bucaneros de América.

Escrita en holandés por Alexander o. Exquemelin, traducida de una famosa edición francesa de La Sirene-París, 1920, por C. A. Rodríguez; introducción y bosquejo biográfico del traductor R. Lugo Lovatón, C. T., 1953.

Vol. XII Obras de Trujillo. Introducción de R. Lugo Lovatón, C. T., 1956.

Vol. XIII Relaciones históricas de Santo Domingo. Colección y notas de E. Rodríguez Demorizi, Vol. III, C. T., 1957.

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338 Publicaciones del Archivo General de la Nación

Vol. XIV Cesión de Santo Domingo a Francia. Correspondencia de Godoy, García Roume, Hedouville, Louverture Rigaud y otros. 1795-1802. Edición de E. Rodríguez Demorizi, Vol. III, C. T., 1959.

Vol. XV Documentos para la historia de la República Dominicana. Colección de E. Rodríguez Demorizi, Vol. III, C. T., 1959.

Vol. XVI Escritos dispersos (Tomo I: 1896-1908). José Ramón López, edición de A. Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2005.

Vol. XVII Escritos dispersos (Tomo II: 1909-1916). José Ramón López, edición de A. Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2005.

Vol. XVIII Escritos dispersos (Tomo III: 1917-1922). José Ramón López, edición de A. Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2005.

Vol. XIX Máximo Gómez a cien años de su fallecimiento, 1905-2005. Edición de E. Cordero Michel, Santo Domingo, D. N., 2005.

Vol. XX Lilí, el sanguinario machetero dominicano. Juan Vicente Flores, Santo Domingo, D. N., 2006.

Vol. XXI Escritos selectos. Manuel de Jesús de Peña y Reynoso, edición de A. Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2006.

Vol. XXII Obras escogidas 1. Artículos. Alejandro Angulo Guridi, edición de A. Blanco Díaz. Santo Domingo, D. N., 2006.

Vol. XXIII Obras escogidas 2. Ensayos. Alejandro Angulo Guridi, edición de A. Blanco Díaz. Santo Domingo, D. N., 2006.

Vol. XXIV Obras escogidas 3. Epistolario. Alejandro Angulo Guridi, edición de A. Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2006.

Vol. XXV La colonización de la frontera dominicana 1680-1796. Manuel Vicente Hernández González, Santo Domingo, D. N., 2006.

Vol. XXVI Fabio Fiallo en La Bandera Libre. Compilación de Rafael Darío Herrera, Santo Domingo, D. N., 2006.

Vol. XXVII Expansión fundacional y crecimiento en el norte dominicano (1680-1795). El Cibao y la bahía de Samaná. Manuel Hernández González, Santo Domingo, D. N., 2007.

Vol. XXVIII Documentos inéditos de Fernando A. de Meriño. Compilación de José Luis Sáez, S. J., Santo Domingo, D. N., 2007.

Vol. XXIX Pedro Francisco Bonó. Textos selectos. Santo Domingo, D. N., 2007.

Vol. XXX Iglesia, espacio y poder: Santo Domingo (1498-1521), experiencia fundacional del Nuevo Mundo. Miguel D. Mena, Santo Domin-go, D. N., 2007.

Vol. XXXI Cedulario de la isla de Santo Domingo, Vol. I: 1492-1501. fray Vi-cente Rubio, o. P., edición conjunta del Archivo General de la Nación y el Centro de Altos Estudios Humanísticos y del Idioma Español, Santo Domingo, D. N., 2007.

Vol. XXXII La Vega, 25 años de historia 1861-1886. (Tomo I: Hechos sobresalientes en la provincia). Compilación de Alfredo Rafael Hernández Figueroa, Santo Domingo, D. N., 2007.

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Publicaciones del Archivo General de la Nación 339

Vol. XXXIII La Vega, 25 años de historia 1861-1886. (Tomo II: Reorganización de la provincia post Restauración). Compilación de Alfredo Rafael Hernández Figueroa, Santo Domingo, D. N., 2007.

Vol. XXXIV Cartas del Cabildo de Santo Domingo en el siglo XVII. Compilación de Genaro Rodríguez Morel, Santo Domingo, D. N., 2007.

Vol. XXXV Memorias del Primer Encuentro Nacional de Archivos. Santo Do-mingo, D. N., 2007.

Vol. XXXVI Actas de los primeros congresos obreros dominicanos, 1920 y 1922. Santo Domingo, D. N., 2007.

Vol. XXXVII Documentos para la historia de la educación moderna en la Repú-blica Dominicana (1879-1894). Tomo I. Raymundo González, Santo Domingo, D. N., 2007.

Vol. XXXVIII Documentos para la historia de la educación moderna en la Repú-blica Dominicana (1879-1894). Tomo II. Raymundo González, Santo Domingo, D. N., 2007.

Vol. XXXIX Una carta a Maritain. Andrés Avelino, traducción al castellano e introducción del P. Jesús Hernández, Santo Domingo, D. N., 2007.

Vol. XL Manual de indización para archivos, en coedición con el Archivo Nacional de la República de Cuba. Marisol Mesa, Elvira Corbelle Sanjurjo, Alba Gilda Dreke de Alfonso, Miriam Ruiz Meriño, Jorge Macle Cruz, Santo Domingo, D. N., 2007.

Vol. XLI Apuntes históricos sobre Santo Domingo. Dr. Alejandro Llenas, edición de A. Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2007.

Vol. XLII Ensayos y apuntes diversos. Dr. Alejandro Llenas, edición de A. Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2007.

Vol. XLIII La educación científica de la mujer. Eugenio María de Hostos, Santo Domingo, D. N., 2007.

Vol. XLIV Cartas de la Real Audiencia de Santo Domingo (1530-1546). Com-pilación de Genaro Rodríguez Morel, Santo Domingo, D. N., 2008.

Vol. XLV Américo Lugo en Patria. Selección. Compilación de Rafael Darío Herrera, Santo Domingo, D. N., 2008.

Vol. XLVI Años imborrables. Rafael Alburquerque Zayas-Bazán, Santo Domingo, D. N., 2008.

Vol. XLVII Censos municipales del siglo xix y otras estadísticas de población. Alejandro Paulino Ramos, Santo Domingo, D. N., 2008.

Vol. XLVIII Documentos inéditos del arzobispo Adolfo Alejandro Nouel. Tomo I. Compilación de José Luis Saez, S. J., Santo Domingo, D. N., 2008.

Vol. XLIX Documentos inéditos del arzobispo Adolfo Alejandro Nouel. Tomo II, Compilación de José Luis Sáez, S. J., Santo Domingo, D. N., 2008.

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340 Publicaciones del Archivo General de la Nación

Vol. L Documentos inéditos del arzobispo Adolfo Alejandro Nouel. Tomo III. Compilación de José Luis Sáez, S. J., Santo Domingo, D. N., 2008.

Vol. LI Prosas polémicas 1. Primeros escritos, textos marginales, yanquilina-rias. Félix Evaristo Mejía, edición de A. Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2008.

Vol. LII Prosas polémicas 2. Textos educativos y discursos. Félix Evaristo Mejía, edición de A. Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2008.

Vol. LIII Prosas polémicas 3. Ensayos. Félix Evaristo Mejía. Edición de A. Blanco Díaz. Santo Domingo, D. N., 2008.

Vol. LIV Autoridad para educar. La historia de la escuela católica dominicana. José Luis Sáez, S. J., Santo Domingo, D. N., 2008.

Vol. LV Relatos de Rodrigo de Bastidas. Antonio Sánchez Hernández, Santo Domingo, D. N., 2008.

Vol. LVI Textos reunidos 1. Escritos políticos iniciales. Manuel de J. Galván, edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2008.

Vol. LVII Textos reunidos 2. Ensayos. Manuel de J. Galván. Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2008.

Vol. LVIII Textos reunidos 3. Artículos y controversia histórica. Manuel de J. Galván, edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2008.

Vol. LIX Textos reunidos 4. Cartas, ministerios y misiones diplomáticas. Manuel de J. Galván. Edición de Andrés Blanco Díaz. Santo Domingo, D. N., 2008.

Vol. LX La sumisión bien pagada. La iglesia dominicana bajo la Era de Tru-jillo (1930-1961). Tomo I. José Luis Sáez, S. J., Santo Domingo, D. N., 2008.

Vol. LXI La sumisión bien pagada. La iglesia dominicana bajo la Era de Tru-jillo (1930-1961). Tomo II. José Luis Sáez, S. J., Santo Domin-go, D. N., 2008.

Vol. LXII Legislación archivística dominicana, 1847-2007. Archivo General de la Nación, Santo Domingo, D. N., 2008.

Vol. LXIII Libro de bautismos de esclavos (1636-1670). Transcripción de José Luis Sáez, S. J., Santo Domingo, D. N., 2008.

Vol. LXIV Los gavilleros (1904-1916). María Filomena González Canalda, Santo Domingo, D. N., 2008.

Vol. LXV El sur dominicano (1680-1795). Cambios sociales y transformaciones económicas. Manuel Vicente Hernández González, Santo Domingo, D. N., 2008.

Vol. LXVI Cuadros históricos dominicanos. César A. Herrera, Santo Domingo, D. N., 2008.

Vol. LXVII Escritos 1. Cosas, cartas y... otras cosas. Hipólito Billini, edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2008.

Vol. LXVIII Escritos 2. Ensayos. Hipólito Billini, edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2008.

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Publicaciones del Archivo General de la Nación 341

Vol. LXIX Memorias, informes y noticias dominicanas. H. Thomasset, edi-ción de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2008.

Vol. LXX Manual de procedimientos para el tratamiento documental. olga Pedierro, et. al., Santo Domingo, D. N., 2008.

Vol. LXXI Escritos desde aquí y desde allá. Juan Vicente Flores, edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2008.

Vol. LXXII De la calle a los estrados por justicia y libertad. Ramón Antonio Veras (Negro), Santo Domingo, D. N., 2008.

Vol. LXXIII Escritos y apuntes históricos. Vetilio Alfau Durán, Santo Domingo, D. N., 2009.

Vol. LXXIV Almoina, un exiliado gallego contra la dictadura trujillista. Salvador E. Morales Pérez, Santo Domingo, D. N., 2009.

Vol. LXXV Escritos. 1. Cartas insurgentes y otras misivas. Mariano A. Cestero, edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2009.

Vol. LXXVI Escritos. 2. Artículos y ensayos. Mariano A. Cestero, edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2009.

Vol. LXXVII Más que un eco de la opinión. 1. Ensayos, y memorias ministeriales. Francisco Gregorio Billini, edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2009.

Vol. LXXVIII Más que un eco de la opinión. 2. Escritos, 1879-1885. Francis-co Gregorio Billini, edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2009.

Vol. LXXIX Más que un eco de la opinión. 3. Escritos, 1886-1889. Francis-co Gregorio Billini, edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2009.

Vol. LXXX Más que un eco de la opinión. 4. Escritos, 1890-1897. Francisco Gregorio Billini, edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Do-mingo, D. N., 2009.

Vol. LXXXI Capitalismo y descampesinización en el Suroeste dominicano. Ángel Moreta, Santo Domingo, D. N., 2009.

Vol. LXXXIII Perlas de la pluma de los Garrido. Emigdio osvaldo Garrido, Víctor Garrido y Edna Garrido de Boggs. Edición de Edgar Valenzuela, Santo Domingo, D. N., 2009.

Vol. LXXXIV Gestión de riesgos para la prevención y mitigación de desastres en el patrimonio documental. Sofía Borrego, Maritza Dorta, Ana Pérez, Maritza Mirabal, Santo Domingo, D. N., 2009.

Vol. LXXXV Obras, tomo I. Guido Despradel Batista. Compilación de Alfredo Rafael Hernández, Santo Domingo, D. N., 2009.

Vol. LXXXVI Obras, tomo II. Guido Despradel Batista. Compilación de Alfredo Rafael Hernández, Santo Domingo, D. N., 2009.

Vol. LXXXVII Historia de la Concepción de La Vega. Guido Despradel Batista, Santo Domingo, D. N., 2009.

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342 Publicaciones del Archivo General de la Nación

Vol. LXXXIX Una pluma en el exilio. Los artículos publicados por Constancio Bernaldo de Quirós en República Dominicana. Compilación de Constancio Cassá Bernaldo de quirós, Santo Domingo, D. N., 2009.

Vol. XC Ideas y doctrinas políticas contemporáneas. Juan Isidro Jimenes Grullón, Santo Domingo, D. N., 2009.

Vol. XCI Metodología de la investigación histórica. Hernán Venegas Delgado, Santo Domingo, D. N., 2009.

Vol. XCIII Filosofía dominicana: pasado y presente. Tomo I. Compilación de Lusitania F. Martínez, Santo Domingo, D. N., 2009.

Vol. XCIV Filosofía dominicana: pasado y presente. Tomo II. Compilación de Lusitania F. Martínez, Santo Domingo, D. N., 2009.

Vol. XCV Filosofía dominicana: pasado y presente. Tomo III. Compilación de Lusitania F. Martínez, Santo Domingo, D. N., 2009.

Vol. XCVI Los Panfleteros de Santiago: torturas y desaparición. Ramón Antonio, (Negro) Veras, Santo Domingo, D. N., 2009.

Vol. XCVII Escritos reunidos. 1. Ensayos, 1887-1907. Rafael Justino Castillo, edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2009.

Vol. XCVIII Escritos reunidos. 2. Ensayos, 1908-1932. Rafael Justino Castillo, edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2009.

Vol. XCIX Escritos reunidos. 3. Artículos, 1888-1931. Rafael Justino Castillo, edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2009.

Vol. C Escritos históricos. Américo Lugo, edición conjunta del Archivo General de la Nación y el Banco de Reservas, Santo Domingo, D. N., 2009.

Vol. CI Vindicaciones y apologías. Bernardo Correa y Cidrón, edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2009.

Vol. CII Historia, diplomática y archivística. Contribuciones dominicanas. María Ugarte, Santo Domingo, D. N., 2009.

Vol. CIII Escritos diversos. Emiliano Tejera, edición conjunta del Archivo General de la Nación y el Banco de Reservas, Santo Domingo, D. N., 2010.

Vol. CIV Tierra adentro. José María Pichardo, segunda edición, Santo Domingo, D. N., 2010.

Vol. CV Cuatro aspectos sobre la literatura de Juan Bosch. Diógenes Valdez, Santo Domingo, D. N., 2010.

Vol. CVI Javier Malagón Barceló, el Derecho Indiano y su exilio en la Repúbli-ca Dominicana. Compilación de Constancio Cassá Bernaldo de quirós, Santo Domingo, D. N., 2010.

Vol. CVII Cristóbal Colón y la construcción de un mundo nuevo. Estudios, 1983-2008. Consuelo Varela, edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2010.

Vol. CVIII República Dominicana. Identidad y herencias etnoculturales indígenas. J. Jesús María Serna Moreno, Santo Domingo, D. N., 2010.

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Publicaciones del Archivo General de la Nación 343

Vol. CIX Escritos pedagógicos. Malaquías Gil Arantegui, edición de An-drés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2010.

Vol. CX Cuentos y escritos de Vicenç Riera Llorca en La Nación. Compilación de Natalia González, Santo Domingo, D. N., 2010.

Vol. CXI Jesús de Galíndez. Escritos desde Santo Domingo y artículos contra el régimen de Trujillo en el exterior. Compilación de Constancio Cassá Bernaldo de quirós, Santo Domingo, D. N., 2010.

Vol. CXII Ensayos y apuntes pedagógicos. Gregorio B. Palacín Iglesias, edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2010.

Vol. CXIII El exilio republicano español en la sociedad dominicana. (Ponen-cias del Seminario Internacional, 4 y 5 de marzo de 2010). Reina C. Rosario Fernández (Coord.), edición conjunta de la Academia Dominicana de la Historia, la Comisión Permanen-te de Efemérides Patrias y el Archivo General de la Nación, Santo Domingo, D. N., 2010.

Vol. CXIV Pedro Henríquez Ureña. Historia cultural, historiografía y crítica literaria. odalís G. Pérez, Santo Domingo, D. N., 2010.

Vol. CXV Antología. José Gabriel García. Edición conjunta del Archivo General de la Nación y el Banco de Reservas, Santo Domingo, D. N., 2010.

Vol. CXVI Paisaje y acento. Impresiones de un español en la República Domini-cana. José Forné Farreres. Santo Domingo, D. N., 2010.

Vol. CXVII Historia e ideología. Mujeres dominicanas, 1880-1950. Carmen Durán. Santo Domingo, D. N., 2010.

Vol. CXVIII Historia dominicana: desde los aborígenes hasta la Guerra de Abril. Augusto Sención (Coord.), Santo Domingo, D. N., 2010.

Vol. CXIX Historia pendiente: Moca 2 de mayo de 1861. Juan José Ayuso, Santo Domingo, D. N., 2010.

Vol. CXX Raíces de una hermandad. Rafael Báez Pérez e Ysabel A. Pauli-no, Santo Domingo, D. N., 2010.

Vol. CXXI Miches: historia y tradición. Ceferino Moní Reyes, Santo Domin-go, D. N., 2010.

Vol. CXXII Problemas y tópicos técnicos y científicos. Tomo I. octavio A. Acevedo, edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2010.

Vol. CXXIII Problemas y tópicos técnicos y científicos. Tomo II. octavio A. Ace-vedo, edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2010.

Vol. CXXIV Apuntes de un normalista. Eugenio María de Hostos, edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2010.

Vol. CXXV Recuerdos de la Revolución Moyista (Memoria, apuntes y documen-tos). Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2010.

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344 Publicaciones del Archivo General de la Nación

Vol. CXXVI Años imborrables (2da ed.). Rafael Alburquerque Zayas-Bazán, edición conjunta de la Comisión Permanente de Efemérides Patrias y el Archivo General de la Nación, Santo Domingo, D. N., 2010.

Vol. CXXVII El Paladión: de la Ocupación Militar Norteamericana a la dictadura de Trujillo. Tomo I. Compilación de Alejandro Paulino Ramos, edición conjunta del Archivo General de la Nación y la Acade-mia Dominicana de la Historia, Santo Domingo, D. N., 2010.

Vol. CXXVIII El Paladión: de la Ocupación Militar Norteamericana a la dicta-dura de Trujillo. Tomo II. Compilación de Alejandro Paulino Ramos, edición conjunta del Archivo General de la Nación y la Academia Dominicana de la Historia, Santo Domingo, D. N., 2010.

Vol. CXXIX Memorias del Segundo Encuentro Nacional de Archivos. Santo Domingo, D. N., 2010.

Vol. CXXX Relaciones cubano-dominicanas, su escenario hemisférico (1944-1948). Jorge Renato Ibarra Guitart, Santo Domingo, D. N., 2010.

Vol. CXXXI Obras selectas. Tomo I. Antonio Zaglul, edición conjunta del Archivo General de la Nación y el Banco de Reservas, Santo Domingo, D. N., 2011.

Vol. CXXXII Obras selectas. Tomo II. Antonio Zaglul, edición conjunta del Archivo General de la Nación y el Banco de Reservas, Santo Domingo, D. N., 2011.

Vol. CXXXIII África y el Caribe: Destinos cruzados. Siglos xv-xix, Zakari Drama-ni-Issifou, Santo Domingo, D. N., 2011.

Vol. CXXXIV Modernidad e ilustración en Santo Domingo. Rafael Morla, Santo Domingo, D. N., 2011.

Vol. CXXXV La guerra silenciosa: Las luchas sociales en la ruralía dominicana. Pedro L. San Miguel, Santo Domingo, D. N., 2011.

Vol. CXXXVI AGN: bibliohemerografía archivística. Un aporte (1867-2011). Luis Alfonso Escolano Giménez, Santo Domingo, D. N., 2011.

Vol. CXXXVII La caña da para todo. Arturo Martínez Moya, Santo Domin-go, D. N., 2011.

Vol. CXXXVIIII El Ecuador en la Historia. Jorge Nuñez Sánchez, Santo Domingo, D. N., 2011.

Vol. CXXXIX La mediación extranjera en las guerras dominicanas de independencia, 1849-1856. Wenceslao Vega B., Santo Domingo, D. N., 2011.

Vol. CXL Max Henríquez Ureña. Las rutas de una vida intelectual. odalís G. Pérez, Santo Domingo, D. N., 2011.

Vol. CXLI Yo también acuso. Carmita Landestoy, Santo Domingo, D. N., 2011.

Vol. CXLII Memorias de Juanito: Historia vivida y recogida en las riberas del río Camú. Reynolds Pérez Stefan, Santo Domingo, D. N., 2011.

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Publicaciones del Archivo General de la Nación 345

Vol. CXLIII Más escritos dispersos. Tomo I. José Ramón López. Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2011.

Vol. CXLIV Más escritos dispersos. Tomo II. José Ramón López. Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2011.

Vol. CXLV Más escritos dispersos. Tomo III. José Ramón López. Edición de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2011.

Vol. CXLVI Manuel de Jesús de Peña y Reinoso: Dos patrias y un ideal. Jorge Berenguer Cala, Santo Domingo, D. N., 2011.

Vol. CXLVII Rebelión de los capitanes: Viva el rey y muera el mal gobierno. Rober-to Cassá, Santo Domingo, D. N., 2011.

Vol. CXLVIII De esclavos a campesinos. Vida rural en Santo Domingo colonial. Raymundo González, Santo Domingo, D. N., 2011.

Vol. CXLIX Cartas de la Real Audiencia de Santo Domingo (1547-1575). Gena-ro Rodríguez Morel, Santo Domingo, D. N., 2011.

Vol. CL Ramón –Van Elder– Espinal. Una vida intelectual comprometida. Compilación de Alfredo Rafael Hernández Figueroa, Santo Domingo, D. N., 2011.

Vol. CLI El alzamiento de Neiba: Los acontecimientos y los documentos (febrero de 1863). José Abreu Cardet y Elia Sintes Gómez, Santo Do-mingo, D. N., 2011.

Vol. CLII Meditaciones de cultura. Laberintos de la dominicanidad. Carlos Andújar Persinal, Santo Domingo, D. N., 2011.

Vol. CLIII El Ecuador en la Historia (2da ed.). Jorge Núñez Sánchez, Santo Domingo, D. N., 2012.

Vol. CLIV Revoluciones y conflictos internacionales en el Caribe (1789-1854). José Luciano Franco, Santo Domingo, D. N., 2012.

Vol. CLV Cuba: la defensa del Imperio español (1868-1878). José Abreu Car-det, Santo Domingo, D. N., 2012.

Vol. CLVI Didáctica de la geografía para profesores de Sociales. Amparo Chan-tada, Santo Domingo, D. N., 2012.

Vol. CLVII La telaraña cubana de Trujillo. Eliades Acosta Matos, Santo Do-mingo, D. N., 2012.

Vol. CLVIII Cedulario de la isla de Santo Domingo, Vol. II: 1501-1509. Fray Vicente Rubio, o. P., edición conjunta del Archivo General de la Nación y el Centro de Altos Estudios Humanísticos y del Idioma Español, Santo Domingo, D. N., 2012.

Vol. CLIX Tesoros ocultos del periódico El Cable. Compilación de Edgar Va-lenzuela, Santo Domingo, D. N., 2012.

Vol. CLX Cuestiones políticas y sociales. Dr. Santiago Ponce de León, edi-ción de Andrés Blanco Díaz, Santo Domingo, D. N., 2012.

Vol. CLXI La telaraña cubana de Trujillo. Tomo II. Eliades Acosta Matos, Santo Domingo, D. N., 2012.

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346 Publicaciones del Archivo General de la Nación

colEcción juvEnil

Vol. I Pedro Francisco Bonó. Textos selectos. Santo Domingo, D. N., 2007

Vol. II Heroínas nacionales. Roberto Cassá. Santo Domingo, D. N., 2007.

Vol. III Vida y obra de Ercilia Pepín. Alejandro Paulino Ramos. Santo Domingo, D. N., 2007.

Vol. IV Dictadores dominicanos del siglo xix. Roberto Cassá. Santo Domingo, D. N., 2008.

Vol. V Padres de la Patria. Roberto Cassá. Santo Domingo, D. N., 2008.

Vol. VI Pensadores criollos. Roberto Cassá. Santo Domingo, D. N., 2008.

Vol. VII Héroes restauradores. Roberto Cassá. Santo Domingo, D. N., 2009.

Vol. VIII Dominicanos de pensamiento liberal: Espaillat, Bonó, Deschamps. (siglo xix). Roberto Cassá. Santo Domingo, D. N., 2010.

colEcción cuadErnos popularEs

Vol. 1 La Ideología revolucionaria de Juan Pablo Duarte. Juan Isidro Jimenes Grullón. Santo Domingo, D. N., 2009.

Vol. 2 Mujeres de la Independencia. Vetilio Alfau Durán. Santo Domingo, D. N., 2009.

Vol. 3 Voces de bohío. Vocabulario de la cultura taína. Rafael García Bidó. Santo Domingo, D. N., 2010.

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Esta primera edición de El incidente del trasatlántico Cuba. Una historia del exilio

republicano español en la sociedad dominicana, 1938-1944de Juan B. Alfonseca Giner de los Ríos

se terminó de imprimir en el mes de abril de 2012,en los talleres gráficos de _____

Santo Domingo, Rep. Dominicana.

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