La agonía de las ideologías y el realismo de la política en el siglo xxi

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1 | ECONOMÍA Y SOCIEDAD I BGI Institute LA AGONÍA DE LAS IDEOLOGÍAS Y EL REALISMO DE LA POLÍTICA DEL SIGLO XXI Cada vez resultan menos realistas, los añejos conceptos sobre la política como ideal_____________________________________________ Escribe: Roberto M. Rodríguez Mantilla Cada vez resultan menos realistas, los añejos conceptos sobre la política como ideal, concepciones que se forjaron a partir de entender la política como un conjunto de ideales y postulados semejantes a las religiones y doctrinas, tomados del socialismo utópico de Robert Owen y Henri De Saint Simón, superados por el socialismo científico de Engels y Marx como referentes inmaculados, luego seguidos por diversas organizaciones anarquistas o de trabajadores que dentro de su proceso de evolución se convirtieron en partidos o movimientos políticos con el objetivo de asumir el poder y el gobierno de los estados. Esa etapa en nuestro país fue la década del 20, donde surgen dos importantes tendencias políticas las cuales hasta ahora perduran para bien nuestro. El socialismo como resultado de los propósitos de Mariátegui por construir un partido de representación popular y de los trabajadores sindicalizados mediante la CGTP, sobre la base de concepciones clásicas del marxismo mediante la lucha de clases y otorgándole un rol determinante al proletariado; y por otra parte el aprismo de Haya de la Torre, sobre la misma base marxista con interpretación diferente para impulsar un Frente Único de los Trabajadores Manuales e Intelectuales y su aplicación relativa del materialismo histórico y dialectico al análisis de la realidad en Indoamérica. En la actualidad, si bien ambas tendencias políticas han logrado sobrevivir, a pesar de acumular defectos, deficiencias y errores, es porque aún no han surgido hasta hoy otras corrientes políticas que superen a estos viejos conceptos y que planteen al Perú una nueva política de justicia social realista, concertadora, democrática y visionaria del presente y futuro de nuestra patria. Luego de la caída del Muro de Berlín, del Consenso de Washington y de la conversión del mundo bipolar de la guerra fría, a una aldea global de la que nos hablaba Marshall McLuhan en 1968 en su libro «Guerra y paz en la Aldea Global», la política se ha convertido en una actividad excesivamente pragmática dejando de ser concepción ideal del futuro con componentes doctrinarios y filosóficos. Así el pragmatismo intentó arrasar con las viejas ideologías sustentadas a partir del marxismo, leninismo y la lucha de clases. Francis Fukuyama, ciudadano norteamericano de origen japonés, en 1992 en su libro «El fin de la Historia y el último hombre», se dedicó a promover el neoliberalismo denominándolo liberalismo democrático, nexo inevitable con el pragmatismo que se expresa en la política de hoy, como un mecanismo de sustentación para el predominio de los Estados Unidos en el mundo luego de la desintegración de URSS. Obviamente este pragmatismo político fue duramente cuestionado por los supérstites de las antiguas

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1 | E C O N O M Í A Y S O C I E D A D I B G I I n s t i t u t e

LA AGONÍA DE LAS IDEOLOGÍAS Y EL REALISMO

DE LA POLÍTICA DEL SIGLO XXI

“Cada vez resultan menos realistas, los añejos conceptos sobre la

política como ideal”

_____________________________________________

Escribe: Roberto M. Rodríguez Mantilla Cada vez resultan menos

realistas, los añejos conceptos sobre la política como ideal, concepciones que

se forjaron a partir de entender la política como un conjunto de ideales y postulados semejantes a las religiones

y doctrinas, tomados del socialismo utópico de Robert Owen y Henri De Saint Simón, superados por el

socialismo científico de Engels y Marx como referentes inmaculados, luego

seguidos por diversas organizaciones anarquistas o de trabajadores que dentro de su proceso de evolución se

convirtieron en partidos o movimientos políticos con el objetivo de asumir el

poder y el gobierno de los estados.

Esa etapa en nuestro país fue la década del 20, donde surgen dos

importantes tendencias políticas las cuales hasta ahora perduran para bien

nuestro. El socialismo como resultado de los propósitos de Mariátegui por construir un partido de representación

popular y de los trabajadores sindicalizados mediante la CGTP, sobre la base de concepciones clásicas

del marxismo mediante la lucha de clases y otorgándole un rol

determinante al proletariado; y por otra parte el aprismo de Haya de la Torre, sobre la misma base marxista

con interpretación diferente para impulsar un Frente Único de los Trabajadores Manuales e Intelectuales

y su aplicación relativa del materialismo histórico y dialectico al

análisis de la realidad en Indoamérica.

En la actualidad, si bien ambas tendencias políticas han logrado

sobrevivir, a pesar de acumular defectos, deficiencias y errores, es porque aún no han surgido hasta hoy

otras corrientes políticas que superen a estos viejos conceptos y que planteen

al Perú una nueva política de justicia social realista, concertadora, democrática y visionaria del presente y

futuro de nuestra patria. Luego de la caída del Muro de Berlín,

del Consenso de Washington y de la conversión del mundo bipolar de la

guerra fría, a una aldea global de la que nos hablaba Marshall McLuhan en 1968 en su libro «Guerra y paz en

la Aldea Global», la política se ha convertido en una actividad

excesivamente pragmática dejando de ser concepción ideal del futuro con componentes doctrinarios y filosóficos.

Así el pragmatismo intentó arrasar con las viejas ideologías sustentadas a partir del marxismo, leninismo y la

lucha de clases. Francis Fukuyama, ciudadano norteamericano de origen

japonés, en 1992 en su libro «El fin de la Historia y el último hombre», se dedicó a promover el neoliberalismo

denominándolo liberalismo democrático, nexo inevitable con el

pragmatismo que se expresa en la política de hoy, como un mecanismo de sustentación para el predominio de

los Estados Unidos en el mundo luego de la desintegración de URSS.

Obviamente este pragmatismo político fue duramente cuestionado por los

supérstites de las antiguas

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concepciones políticas en el mundo incluido el aprismo en el Perú.

Cuestionándolo sobre todo, por ejercer la política como una labor donde prima el concepto del beneficio o

utilidad. Una práctica realizada por el fujimorismo, que para superar su

agresivo modelo y política económica antipopular, convirtió al Estado en un Estado asistencialista, criticado por

sus detractores al calificarlo como medio de condicionamiento de las

masas mediante migajas a cambio de apoyo político y soporte social.

Han pasado 13 años que los vladivideos acabaron con el fujimorismo, 24 años del denominado

Consenso de Washington y de la caída del muro de Berlín; hoy el

pragmatismo se ha convertido en un método inevitable de la política de nuestro tiempo. El que no acepte este

pragmatismo cruel, carece de objetividad en su percepción sobre la cruda realidad. Se puede criticar este

pragmatismo por el uso de recursos en objetos, víveres, herramientas,

prendas de vestir y otros en las campañas políticas y sería peor tratar de negarlo. Esta es la realidad de una

sociedad capitalista inhumana, cruda, injusta y fatídicamente inevitable en la

sociedad global. Alan García en su primer gobierno

entregó mediante el Banco Agrario, dinero a los campesinos pero una campaña mediática redujo sus efectos

políticos y sociales además que muchos beneficiarios malgastaron un

alto porcentaje de esos recursos. Fujimori entregó uniformes escolares, herramientas y víveres, y aquellos

beneficiarios no pudieron mal utilizarlo como si podrían haberlo

hecho si se les entregaba dinero. El concepto de utilidad y los resultados se perciben claramente. Además el

pragmatismo de Fujimori condicionó a cambio de dinero a los medios de comunicación para que ejerzan una

política informativa psicosocial sobre las masas.

«A Palacio llega cualquiera, porque el camino de Palacio se compra con oro o

se conquista con fusiles. Pero la misión del aprismo era llegar a la

conciencia del pueblo antes que llegar a Palacio. Y a la conciencia del pueblo no se llega ni con oro ni con fusiles. A

la conciencia del pueblo se llega, como

hemos llegado nosotros, con la luz de una doctrina, con el profundo amor de

una causa de justicia, con el ejemplo glorioso del sacrificio... ¡Sólo cuando se llega al pueblo se gobierna: desde

abajo o desde arriba! » (HAYA DE LA TORRE, Víctor Raúl. Trujillo, 8 de

diciembre de 1931). Hoy este mensaje, en una sociedad pauperizada en valores y angustiada por la

supervivencia es dramáticamente ineficaz para obtener resultados

electorales favorables en una campaña política.

La sociedad del liberalismo democrático de la que hablaba Fukuyama, que se expresa en el

pragmatismo en la política, ha determinado que se tenga que dar algo

y no solo por la voluntad del que da, si no de la exigencia y pedido del ciudadano elector potencial. La

persona espera algo a cambio de su voto y no solamente una propuesta política de desarrollo o un ideal

doctrinario. Esta allí la ruptura de los ideales y de las clásicas ideologías que

se han visto casi derrotados por el pragmatismo de la utilidad y beneficio.

Aceptando la dialéctica que considera que todo cambia, todo fluye, todo está

en movimiento y no habiendo verdades absolutas ni falsedades totales; esta etapa de la historia y desgarradora

realidad sociopolítica, nos coloca —a quienes nos formamos para la lucha revolucionaria en defensa de los

principios políticos, de la ética y de los valores— en una responsabilidad

ineludible de resistencia racional para entender que ha sucedido evitando caer en el infantilismo de izquierda y

criticismo anarquista, para rescatar la política como ciencia de gobernar,

como instrumento de educación, como medio de liberar de las enormes desigualdades económicas y sociales,

llevando el Estado o la organización política, hasta donde se requiere la presencia de profesionales y técnicos

que mejoren la producción de bienes y servicios en el campo o en la ciudad o

para darle valor agregado a los productos; para promover una sociedad justa de bien estar en

desarrollo pleno y organizar el Estado desde el villorrio hasta la metrópoli y

no para destruirlo. Finalmente nos corresponde afirmar los postulados, ideales y principios mediante

organizaciones políticas sostenidas

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que sean el soporte del sistema democrático y del Estado y que

garanticen el desarrollo y la integridad territorial de nuestra patria.