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La clase obrera ante la crisis capitalista Diego Farpón

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La clase obrera ante la

crisis capitalista

Diego Farpón

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Índice

I. Introducción ............................................................................................ 4

Un trabajo necesario ......................................................................... 4

La crisis en su contexto ..................................................................... 6

II. La falsa alternativa de la intelectualidad burguesa ................................. 8

Los intelectuales ante la crisis........................................................... 8

Las falsas soluciones burguesas a la crisis ....................................... 12

III. Un análisis científico del capitalismo .................................................... 15

El mito del capitalismo bueno .......................................................... 15

El estado como instrumento de clase ............................................... 18

El capitalismo como elemento socio-histórico ................................ 20

IV. La superación del capitalismo como estructura socio-económica y la

instauración de una nueva época ........................................................... 22

El 15-M: la canalización del malestar social por la burguesía......... 22

La única alternativa para la clase obrera: el comunismo ................. 24

V. Bibliografía y fuentes de información ................................................... 25

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Desde hace algunas décadas, la historia de la industria y del comercio no es más que la

historia de la rebelión de las fuerzas productivas modernas contra las actuales relaciones

de producción, contra las relaciones de propiedad que condicionan la existencia de la

burguesía y su dominación. Basta mencionar las crisis comerciales que, con su retorno

periódico, plantean, en forma cada vez más amenazante, la cuestión de la existencia de

toda la sociedad burguesa.

Marx y Engels

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I. Introducción

Un trabajo necesario

La sociedad burguesa está sumida en una crisis estructural, y se desvanecen derechos

políticos, sociales y económicos que costaron manifestaciones, huelgas, incontables

sacrificios de la clase obrera: encarcelados, torturados, asesinados. Derechos ganados a

lo largo de cientos de años de lucha se están perdiendo a un gran ritmo.

En pocos meses, a marchas forzadas, el capitalismo, para mantener su tasa de ganancia

y seguir reproduciéndose somete cada vez a condiciones más duras al conjunto de la

clase obrera y sectores populares: hoy, lo que el capitalismo se está jugando es su

supervivencia como sistema histórico, hoy, lo que la clase obrera puede conseguir es

desterrar para siempre la opresión de los seres humanos por los seres humanos.

Y es que cada crisis es más fuerte que la anterior: se cumplen, paso por paso, los

análisis de Marx, Engels y Lenin, porque, frente al idealismo burgués y la mera opinión,

su caracterización y análisis del capitalismo son científicos. No es, pues, una sorpresa la

actual crisis1, ni las medidas que el capitalismo y los distintos gobiernos están llevando

a cabo.

Aquí nos proponemos situar la crisis en su contexto histórico y proponer una alternativa

social, necesaria para la clase obrera, al tiempo que desenmascaramos supuestas

posiciones progresistas que, lo único que quieren, es reformar el sistema para que el

capitalismo siga funcionando.

El desarrollo de los acontecimientos nos muestra cómo sólo hay dos posibilidades: o la

clase obrera se alza con el poder y destruye la sociedad burguesa, entrando en una nueva

era histórica, o la burguesía se recompondrá en un contexto en el que el desarrollo del

capitalismo impondrá su dictadura del capital con medidas represoras que situarán al

Estado como un instrumento de dominación sin ningún cariz democrático, ni siquiera

democrático-burgués, no obstante, en estos momentos, Grecia e Italia han dejado ya de

ser democracias burguesas: son gobiernos salidos de la Unión Europea y las élites

financieras.

Hoy, aunque la clase obrera española está más desprotegida que nunca, destruido su

partido histórico -el PCE- en un contexto de retroceso del socialismo a escala mundial,

es necesario situar el debate en la superación del capitalismo, en el rearme ideológico de

la clase obrera, en la reconstrucción del partido de vanguardia de la clase obrera y el

campesinado.

1 “Las condiciones sociales burguesas resultan demasiado estrechas para contener las riquezas creadas

en su seno. ¿Cómo vence esta crisis la burguesía? De una parte, por la destrucción obligada de una masa de fuerzas productivas; de otra, por la conquista de nuevos mercados y la explotación más intensa de los antiguos. ¿De qué modo lo hace, entonces? Preparando crisis más extensas y más violentas y disminuyendo los medios de prevenirlas”, Marx y Engels, Obras escogidas. Dos tomos, Akal, Madrid, 1975, pág. 28.

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Y es que el grado de violencia del sistema capitalista se eleva hasta unos niveles

desconocidos por la generación que no sufrió la Dictadura Franquista: hoy, las

condiciones objetivas nos son favorables a quienes hemos propugnado históricamente la

necesidad del socialismo, porque hoy la clase obrera está conociendo la verdadera cara

del sistema capitalista: no es eterno, pese a las ansias liberales2. El análisis marxista

sitúa el capitalismo como un elemento histórico, frente al dogmatismo y el análisis

acientífico de aquellos que querrían que perdurase para siempre.

Hoy, la consigna de “socialismo o barbarie”, de democracia obrera ante la dictadura de

los mercados, es más comprensible que nunca para aquellos que vivían cómodamente

bajo el capitalismo, y educados y adoctrinados en este sistema se creían ciegamente sus

bondades.

En estos tiempos que corren la clase obrera necesita, más que nunca, una alternativa

revolucionaria, que enfrente radicalmente la realidad que vive cada día, que enfrente el

concepto de la actual democracia.3

2 Francis, Fukuyama, ¿El fin de la historia?, 1988. Disponible en internet.

3 El propio Sartori, representante del pensamiento hegemónico, no lo esconde: “Hoy la <<democracia>>

es una abreviación que significa liberal-democracia”, Sartori, Giovanni, Elementos de teoría política, Alianza, Madrid, 1992, p. 29.

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La crisis en su contexto

En agosto del 2007 se puso de manifiesto una crisis estructural del sistema capitalista.

Mientras la sobreproducción de la vivienda en España se hacía visible, el estallido del

sistema hipotecario en los Estados Unidos golpeaba al sistema financiero y bancario

mundial, al tiempo que crecían los precios de las materias primas y alimentos de

primera necesidad.

Se evidenciaba así una gran crisis, desconocida en la historia del capitalismo. La crisis

capitalista golpea a toda la sociedad, pero más a unas clases que a otras. Desde el poder

se vuelca todo el peso de la crisis sobre las espaldas de la clase obrera y los sectores

populares: aumento en la edad de jubilación, reducción de salarios al funcionariado,

privatizaciones de infraestructuras, de sanidad…

Sobre los orígenes de la crisis se ha escrito mucho, fundamentalmente señalando la

crisis como un problema financiero, pero esa es una visión sesgada, y es que esta es una

crisis estructural (no sólo financiera, ni sólo una acumulación de distintas crisis: crisis

alimenticia, crisis energética, etc.).

Si sólo fuese un problema financiero bastaría con abarcar este campo para ponerle fin,

pero ese no es el único problema. Está es una crisis estructural, a diferencia de las

anteriores.

Determinar este elemento, el verdadero carácter de la crisis, es fundamental, pues nos

sitúa ante parámetros distintos en la lucha de clases: en función de nuestro análisis de la

crisis habremos de dar una respuesta u otra.

Hoy, con el grado de descomposición del capitalismo, hay dos posibilidades: que la

burguesía logre mantener subordinada a la clase obrera y se perpetúe el sistema

capitalista, o que la clase obrera y el campesinado revolucionario, junto a los sectores

populares, construyan un proyecto propio que ponga fin al sistema capitalista.

La clase obrera se encuentra confundida: está derrotada políticamente desde la

Transición Española -cuando el PCE aceptó la monarquía como superestructura de

dominación, la Constitución de la burguesía y los Pactos de la Moncloa capitalistas-,

momento en el que se visualizó para las amplias masas obreras la deriva eurocomunista

del PCE, que había comenzado en los años cincuenta4. Desde entonces la clase obrera

ha carecido de un partido que luchase abierta y sinceramente por la revolución

socialista, por el superamiento del capitalismo y la implantación de la sociedad

comunista.

En un país en el que el PSOE –el partido que más daño ha hecho a la clase obrera, a la

que ha engañado sistemáticamente y a la que ha empeorado cada vez más sus

4 Farpón, Diego, El PCE y la Transición Española y las consecuencias para la clase obrera, 2011.

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condiciones de vida, económicas, sociales y laborales- es sinónimo de progresismo5 e

Izquierda Unida -que sólo quiere reformar el sistema y ha renunciado a la revolución y

al socialismo, a pesar de su fraseología que en algunos momentos adopta un tono

aparentemente revolucionario-, es la izquierda6, la clase obrera no acierta a distinguir

sus enemigos de su partido de clase, de vanguardia: el reformismo confunde a la clase

obrera de su objetivo y la entretiene con reformas que la condenan a la miseria.

Al contexto español y la derrota de la clase obrera hay que sumar la caída de la Unión

Soviética: con el triunfo de las fuerzas contrarevolucionarias en la URSS el capitalismo

no tendría oponente mundial que frenase sus ansias imperialistas.

Así, el desarrollo histórico ha propiciado que, comenzado el siglo XXI, la clase obrera

española carezca de un partido de vanguardia con fuerte implantación social.

Con el desmembramiento del partido revolucionario en España y la caída de la URSS,

la burguesía ganaría la batalla ideológica7, y progresivamente los intelectuales y artistas

sucumbirían ante el poder establecido y abandonarían progresivamente cualquier

postura progresiva, adoptando posiciones reformistas, estando en la actualidad,

fundamentalmente, bajo la sombra del PSOE.

5 “Y, por otra parte, de los tres partidos políticos que se han sucedido en “el poder” (UCD, PSOE y PP), el

que ha hecho elevar más deprisa la explotación ha sido el PSOE (crecimiento de la tasa de plusvalor en casi un 50% durante los años de su gobierno), seguido por la UCD (un 10%) y finalmente el PP (sólo un 6%)”, Guerrero, Diego, La explotación. Trabajo y capital en España (1954-2001). 6 El coordinador general de Izquierda Unida, Cayo Lara, no sabe qué es el socialismo, qué es el Estado, y

qué es una constitución, lo dejo muy claro al señalar: "al socialismo o casi al socialismo se puede llegar con la Constitución, ya que los artículos del 128 al 131 hablan de la planificación de la economía, del acceso de los trabajadores a los medios de producción, de que el Estado puede tener una banca pública y nacionalizar empresas", en Las Palmas, crónica de Canarias Semanal, 10 de octubre del 2011. Disponible en http://vimeo.com/31369891 7 Un ejemplo del desarrollo de la hegemonía ideológica lo tenemos con los dos editoriales que El País ha

dedicado al Ché Guevara: mientras en 1997 el Ché era un “guerrillero” “emblemático” y “seductor”, era una “figura revolucionaría” que “se mantiene como un símbolo del idealista coherente y del hombre de acción”; en el 2007 el editorial pasa a llamarlo en su titular “Caudillo Guevara”, y es llamado “asesino”, al tiempo que se afirma que “sus proyectos y sus consignas no han dejado más que un reguero de fracaso y de muerte”, y es que “representó una puesta al día del caudillismo latinoamericano”. Como observamos, es de resaltar la postura que tuvieron que mostrar en 1997, cuando probablemente quienes controlaban el diario pensaban lo mismo que en el 2007, pero, caída la URSS recientemente, todavía la clase obrera no había sido derrotada ideológicamente, lo que les llevó a hacer la concesión.

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II. La falsa alternativa de la intelectualidad burguesa

Los intelectuales ante la crisis

El debate, fuera del análisis marxista y científico, sobre la crisis capitalista y las

soluciones que a la misma se pueden dar, confunde a la clase obrera, porque le hace

pensar que se puede volver a un estadio de desarrollo anterior, en el cual el capitalismo

se vio obligado a hacer una serie de concesiones; y no se sitúa cómo objetivamente se

produce un retroceso de derechos de todo tipo (políticos, económicos, sociales…) que

pierde la clase obrera y que no va a recibir nunca, porque nunca los recibió, sino que

fueron arrancados al capitalismo, gracias a la lucha de clases y a una correlación de

fuerzas positiva para la clase obrera.

Y es que aunque los intelectuales burgueses son capaces de observar cómo “el mundo

va camino de sufrir su peor pesadilla desde 1929, época de paro, miseria y violencia

social”8, son incapaces, en la medida en que su propuesta es reformista, de dar una

respuesta consecuente con la crisis estructural, reduciéndose su debate a intentar que el

capitalismo funcione bien, pues no contemplan la inevitabilidad del derrumbe

económico de la sociedad existente9.

“Para refundar un nuevo sistema económico más justo y más democrático hay que dar a

los ciudadanos mayor control sobre los recursos de la nación y sobre las decisiones que

afectan sus vidas. Hay que crear estructuras globales que antepongan primero las

necesidades de los ciudadanos. Que respeten y promuevan los derechos humanos, la

justicia social y el equilibrio ambiental. Y que garanticen empleos decentes, medios de

vida sustentables, servicios esenciales como la salud, la educación, la cultura, la

vivienda, el transporte, el acceso al agua potable y a la energía limpia.

Sólo así se construirá por fin una economía justa y democrática”10

.

Esos son los términos en los que se expresa el reformismo, el altermundismo, esa

ocurrencia que ha adoptado varios nombres, como el socialismo del siglo XXI o el

socialismo de rostro humano11

, que lo que hace es renunciar a la herencia socialista, a la

lucha de clases y a la revolución y conquista del poder por parte de la clase obrera.

8 Ramonet, Ignacio, La crisis del siglo. El fin de una era del capitalismo financiero, Icaria, Barcelona, 2009,

p. 12. 9 De esta forma, se equivocan en su análisis, como ya les ocurriera a otros reformistas clásicos, como

Bernstein o Kautsky: “por ello, dentro del debate revisionista no podía llegarse a plantear un efectivo enfrentamiento sobre la teoría del derrumbe económico del capitalismo entre Bernstein y Kautsky, pues ambos habían abandonado en este punto tan importante –en realidad decisivo- la teoría marxiana del derrumbe, quedando la lucha entablada así por puntos de menor importancia, y en parte se reducía a una contienda verbal”. Grossmann, Henryk, La ley de la acumulación y del derrumbe del sistema capitalista, Siglo XXI, México, 1979, p. 18. 10

Ramonet, Ignacio, op. cit., p. 17. 11

“Algunos critican *del socialismo basado en el marxismo] su pretendido rechazo de la democracia, o le imputan un imaginario desprecio del hombre, lo que les lleva a oponerle un “socialismo de rostro humano” que no es más que un producto nuevo del viejo idealismo utópico, cuando no la máscara de la

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No se trata de refundar un sistema económico más justo y más democrático: eso no es

posible, es puro idealismo pensar que en la sociedad burguesa y bajo el capitalismo se

puede avanzar en esa línea12

. Sin embargo, ese discurso cala entre la clase obrera, que

asiste al derrumbe del capitalismo, y piensa inocentemente que la corrupción y la

avaricia, un comportamiento irresponsable, han ocasionado la crisis13

, sin darse cuenta,

en primer lugar, que esta crisis no ha sido provocada por unos banqueros malvados, en

segundo lugar que corrupción y avaricia son elementos intrínsecos al sistema capitalista,

que los propicia, y en tercer lugar, como ya hemos apuntado, no tienen en cuenta el

desarrollo de la propia historia y el fundamento económico del fin del capitalismo14

.

Ignacio Ramonet –de quien ya hemos adelantado algo- y Vicenç Navarro son conocidos

–en menor medida Juan Torres López y Alberto Garzón Espinosa, que han escrito junto

al segundo “Hay alternativas. Propuestas para crear empleo y bienestar social en

España”- reformistas que están tratando de dar una salida democrático-burguesa a la

crisis capitalista: esto es, se sitúan entre aquellos que quieren que el capitalismo

funcione como lo hacía antes.

Pero antes, nos vamos a detener brevemente en la figura de Hobsbawn para apuntar

algunas pinceladas. En principio, no debería ser motivo del presente escrito, pero no

podemos dejar de aprovechar la ocasión para denunciar a Hobsbawn, pues se sitúa en un

plano superior a los intelectuales burgueses antes citados y es más peligroso: en su obra

“Cómo cambiar el mundo”15

, bajo una apariencia marxista, y reflexionando

supuestamente desde Marx, lo que hace es atacar el comunismo.

Así, Hobsbawn, mientras habla de volver a Marx, pues “sin embargo, hoy en día Marx

es, otra vez y más que nunca, un pensador para el siglo XXI”16

, y “una vez más, ha

llegado la hora de tomarse en serio a Marx”17

lo que hace es atacar constantemente las

socialdemocracia”, Jalée, Pierre, El proyecto socialista (aproximación marxista), Anagrama, Barcelona, 1977, p. 177. 12

Este hecho tampoco es nuevo, y como señala Lenin “traducido al lenguaje común, esto significa: el desarrollo del capitalismo ha llegado a un punto tal, que, aunque la producción mercantil sigue “reinando” como antes y es considerada la base de toda la economía, en realidad se halla ya quebrantada, y las ganancias principales van a parar a los “genios” de las maquinaciones financieras. Estas maquinaciones y estos chanchullos tienen su asiento en la socialización de la producción; pero el inmenso progreso de la humanidad, que ha llegado a esa socialización, beneficia… a los especuladores. Más adelante veremos cómo, “basándose en esto”, la crítica pequeñoburguesa y reaccionaria del imperialismo capitalista sueña con volver atrás, a la competencia “libre”, “pacífica” y “honrada””, Lenin, Obras escogidas, Tomo 1, Editorial Progreso, Moscú, 1961, p. 710. 13

De esta forma, señalan los intelectuales burgueses que “hay bastante consenso sobre la naturaleza de la crisis financiera como resultado del comportamiento irresponsable de los bancos que creó un problema económico grave al provocar el caos financiero y paralizar la economía como consecuencia de la falta de crédito y, más tarde, el de la deuda pública”, Navarro, Vicenç; Torres, Juan; Garzón, Alberto; Hay alternativas, Sequitur, 2011, p. 19. 14

“Marx llega a la conclusión de que es inevitable la transformación de la sociedad capitalista en socialista, apoyándose única y exclusivamente en la ley económica del movimiento de la sociedad moderna”, Grossmann, op. cit., p. 45-46. 15

Hobsbawn, Crítica, Barcelona, 2011. 16

Hobsbawn, op. cit., p. 15. 17

Ibíd., p. 424.

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10

experiencias comunistas, en particular la soviética, cómo si hubiese sido un obstáculo

para el desarrollo del marxismo, y a Lenin: “en mi opinión, hay dos razones para ello [la

gran presencia intelectual de Marx]. La primera es que el fin del marxismo oficial de la

URSS liberó a Marx de la identificación pública con el leninismo en teoría y con los

regímenes leninistas en la práctica”18

.

Lo que hace Hobsbawn es enfrentar el desarrollo del marxismo. Por un lado critica a

uno de los teóricos fundamentales del comunismo, que pasa por ser el teórico del

Partido de Nuevo Tipo, de vanguardia19

, capaz de hacer la revolución20

, gracias al cual

la clase obrera rusa y el campesinado pudieron hacerse, por primera vez en la historia de

la humanidad, con el poder estatal, mostrando el camino para la clase obrera de todo el

mundo.

Señalando que “desde el momento en que cualquier conjunto de ideas sobrevive a su

creador, cesa de estar confinado a sus intenciones y contenido originales”21

, afirma que:

“el argumento de que la teoría marxiana implica necesariamente el leninismo y sólo el

leninismo (o cualquier otra escuela que reivindique la ortodoxia marxista) resulta por lo

tanto insostenible”22

.

Así, critica a uno de los teóricos, que desarrolló el marxismo y analizó el capitalismo

del siglo XX: mientras se cuestiona aquello que Marx no pudo analizar porque no era

propio de su época, se pretende olvidar que Lenin analizó “el imperialismo, fase

superior del capitalismo”23

, donde trata cuestiones de actualidad, como los monopolios

o el capital financiero.

Renunciar a Lenin es, pues, renunciar a uno de los teóricos marxistas más importantes

tras Marx y Engels, renunciar a un modelo organizativo que se ha mostrado como el

único viable para que la clase obrera tome el poder.

Y renunciar a la Unión Soviética, criticarla con argumentos propios del liberalismo, en

lugar de analizarla de forma científica y desarrollar aciertos y errores, lo que hace es

aniquilar la mayor experiencia práctica revolucionaria de la clase obrera, haciendo que

retroceda en su conocimiento práctico del marxismo.

Pero lo que subyace de fondo es que Hobsbawn no sabe qué dijo Marx: “En realidad, lo

que decía Karl Marx no era que el capitalismo hubiera alcanzado los límites de su

capacidad para aumentar las fuerzas de producción, sino que el ritmo irregular del

18

Ibíd., p. 15. 19

Necesario, pues la conciencia no se desarrolla en la lucha de clases, sino que “la conciencia política de clase no se le puede aportar al obrero más que desde el exterior, esto es, desde fuera de la lucha económica, desde fuera de la esfera de las relaciones entre obreros y patronos”, Lenin, op. cit., p. 183. 20

“El concepto leninista del partido no es el único posible. Es, sin embargo, el único concepto posible del partido que asigne al partido de vanguardia el papel histórico de dirigir la revolución que se considera, a corto o largo plazo, como inevitable”, Mandel, Ernest, La teoría leninista de la organización, Era, México, 3ª edición, 1976, p. 7. 21

Hobsbawn, op. cit., p. 350. 22

Ibíd, p. 351. 23

Lenin, op. cit., pp. 689-798.

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crecimiento capitalista provocaba crisis periódicas de superpoblación24

que, tarde o

temprano, se revelarían incompatibles con el modo capitalista de llevar la economía y

generaría conflictos sociales a los que no sobreviviría”25

.

“Por otro lado, su predicción de que tendría lugar [la sustitución del capitalismo]

mediante la <<expropiación de los expropiadores>> a través de un vasto proletariado

que conduciría al socialismo no estaba basada en su análisis del mecanismo del

capitalismo, sino en diferentes suposiciones a priori. Como mucho se basaba en la

predicción de que la industrialización produciría poblaciones empleadas en su mayoría

como asalariados manuales, tal como estaba sucediendo en Inglaterra en aquella época.

Esto era bastante correcto como predicción a medio plazo, pero no, como bien sabemos,

a largo plazo. Después de la década de 1840, tampoco esperaban Marx ni Engels que el

capitalismo provocase el empobrecimiento políticamente radicalizador que

anhelaban”26

.

Criticando a los reformistas, clásicos, en concreto a Bernstein señala Grossmann: “Esta

crítica se apoyaba exclusivamente en un hecho empírico como es la mejoría de la

situación de determinados sectores de la clase obrera. Con ello, para Bernstein quedaba

demostrado que “el desarrollo adoptó un camino diferente” que el anticipado por Marx.

¡Como si Marx alguna vez hubiera negado la posibilidad de una mejora de la situación

de la clase obrera en ciertas fases del desarrollo capitalista!”27

.

“Los obreros son despedidos. Pero el desplazamiento de los obreros, el surgimiento del

ejército de reserva del que Marx habla en el capítulo de la acumulación no es causado (y

de esto se ha hecho caso omiso en la literatura sobre el tema) por el hecho teórico de la

introducción de la máquina sino por la insuficiente valorización que hace su

presentación en una cierta fase avanzada de la acumulación (…) los obreros son

desplazados no porque sean expulsados por las máquinas sino porque a una determinada

altura de la acumulación la ganancia se torna demasiado pequeña, por consiguiente la

misma ya no rinde y la ganancia no alcanza para adquirir las máquinas suficientes,

etcétera”28

.

Así, los dos argumentos de Hobsbawn, la falta de empobrecimiento y su idea sobre la

caída del capitalismo, se revelan totalmente falsos y opuestos al marxismo, por cuanto

son posibles las mejoras, y los propios sistemas las promueven cuando se dan las

condiciones para buscar el pacto social; y por otro lado se obvia que el capitalismo cae

por sus propios mecanismos de reproducción, y no por crisis de superpoblación.

24

De esta forma, según Hobsbawn se llegará al socialismo debido a que se producen crecimientos de población que superan las capacidades del capitalismo por su “ritmo irregular”, provocándose los “conflictos sociales a los que no sobreviviría”. Es la negación del marxismo y sus leyes económicas, una completa manipulación de Marx que, además, Hobsbawn no da como una interpretación, sino como lo que “decía Marx”. 25

Hobsbawn op. cit., p. 17. 26

Ibíd., p. 24. 27

Grossmann, op. cit., p. 16. 28

Grossmann, op. cit., p. 88.

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Las falsas soluciones burguesas a la crisis

Sin embargo, ante la gravedad de la crisis son muchas las voces que se han alzado desde

una supuesta izquierda, pero ¿cuántas alternativas se han dado a conocer al conjunto de

la sociedad para superar la crisis capitalista? Sólo una, la que interesa al gran capital,

aunque con matices: la ortodoxa y aquella que quiere apuntalar el sistema, reformarlo

para que nada cambie, la alternativa de quien carece de ella.

Recientemente, el libro “Hay alternativas” comenzaba a circular por la red: la clase

obrera, ansiosa de tener alternativas sociales a la crisis capitalista buscaba respuestas en

ese libro. No las hay. No hay ninguna alternativa, sólo se busca reformar este sistema,

democratizarlo, hacer que funcione bien, pero el sistema en sí no es un problema para

esta serie de intelectuales29

.

Dentro de los parámetros capitalistas es imposible resolver la actual crisis, salvo en un

escenario de peores condiciones para la clase obrera.

“Hace unas semanas, renegando de su fe absoluta en el mercado, el gobierno británico

se vio obligado a nacionalizar el banco Northern Rock.

De nuevo se socializan hoy o se mutualizan las pérdidas, mientras ayer se privatizaban

las ganancias y los beneficios. Y una vez más queda demostrado que el mercado, por sí

solo, es incapaz de autorregularse. ¿Qué espera el Estado para poner límites por fin a

este capitalismo de pánico?”30

.

Esta es la aspiración de la intelectualidad comprometida: un Estado que limite el

capitalismo de “pánico”. Y esta es la propuesta cuando observan, sin embargo, que “se

instala un nuevo capitalismo, todavía más brutal y conquistador”31

. De este modo, la

contradicción salta a la vista: el capitalismo es cada vez peor, pero sin embargo los

intelectuales del sistema no dejan de apostar por el capitalismo. Nos dicen que el

sistema ha fallado debido a ineficiencias en los mecanismos de control, que nos han

llevado hasta la crisis: pero solucionemos esto y tendremos un capitalismo bueno.

Dejaremos a un lado la descripción que de la crisis se hace a lo largo de “Hay

alternativas”, y nos centraremos en sus propuestas de carácter reformista, que están en

línea con las propuestas que vamos observando también de Ignacio Ramonet. Así,

afirman la necesidad de “reformas financieras pendientes, reformas inevitables”32

como

“someter a las finanzas y a los financieros a la legalidad y a principios de

comportamiento semejantes a los que habitualmente se exigen al resto de las personas y

29

Los intelectuales burgueses, como hace Noam Chomsky en el prólogo del libro “Hay alternativas” niegan la ley del derrumbe capitalista: “Estos desarrollos no se deben a leyes de la naturaleza o a leyes económicas o a otras fuerzas impersonales, sino al resultado de decisiones específicas dentro de estructuras institucionales que los favorecen”, Navarro, Vicenç; Torres, Juan; Garzón, Alberto; op. cit., pp. 10-11. 30

Ramonet, Ignacio, op. cit., pp. 34-35. 31

Ibíd., p. 41. 32

Navarro, Vicenç; Torres, Juan; Garzón, Alberto; op. cit., p. 66.

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empresas, de responsabilidad, transparencia, simetría, veracidad, etcétera”33

, lo cual

sitúa el problema, en línea con su argumentación reformista, en un problema ético, en la

necesidad de que el capitalismo no falle, pues el problema es que “la crisis que estamos

viviendo es en realidad la historia de una serie de estafas cometidas por banqueros y

entidades financieras en los últimos años que culminaron con la difusión masiva de un

producto cargado de falsedad y riesgo estratégicamente disimulados”34

: es, pues, la

crisis producto de decisiones humanas. Se olvidan de la ley de la acumulación y del

derrumbe capitalista.

Prosiguen diciendo: “Y no basta, como la experiencia ha demostrado, con aumentar

tímidamente sus exigencias de capital (…) hay que ir mucho más lejos. Se trata de

acabar con la situación absurda a la que ha llevado el capitalismo convertido en un

casino financiero de nuestros días”35

. Este es el problema, bien claro lo dicen: el

capitalismo falló.

Es una idea en la que insisten: “gran parte de los problemas que viene sufriendo la

economía internacional, y la española en particular, se debe a que los vigilantes no

vigilaron con la debida diligencia. Por torpeza, por ceguera ideológica o por simple

complicidad con los banqueros privados, los bancos centrales y los gobiernos han

dejado hacer de todo durante estos años (…) significativamente, a medida que los

negocios financieros se iban haciendo más complejos y poco transparentes, y por tanto

más peligrosos, las autoridades han relajado la vigilancia en lugar de reforzarla”36

.

De forma que no nos encontramos ante un problema del modo de producción capitalista,

sino que “puede decirse con pleno fundamento que el Banco Central Europeo es

responsable de que las consecuencias de la crisis sobre la población y en general sobre

la economía europea hayan sido especialmente graves y de que los especuladores hayan

realizado primero una extorsión y luego un verdadero saqueo de esos países”37

: la culpa

es, pues, del BCE, y no de la naturaleza de la economía capitalista y sus consecuencias.

Y en línea con estas tesis, se afirma la necesidad de “nuevas actividades productivas” 38

,

que buscan revitalizar la economía española, esto es, intentar volver a poner en marcha

el capitalismo, algo que queda en evidencia cuando señalan: “a nuestro juicio será

prácticamente imposible que España pueda corregir su rumbo económico y que pueda

salir de la crisis sin sufrir durante muchos años sus consecuencias si no se devuelven al

Estado estas empresas privatizadas y creemos firmemente que luchar por recobrarlas

debe ser un objetivo patriótico al que no podemos renunciar para poder levantar nuestra

economía y hacerla descansar sobre bases mucho más sólidas y equitativas39

.

33

Ibídem. 34

Ibídem. 35

Ibíd., p. 68. 36

Ibíd., p. 71. 37

Ibíd., p. 72. 38

Ibíd., p. 74. 39

Ibíd., p. 77.

Page 14: La clase obrera_ante_la_crisis_capitalista_1

14

Y coronan su obra hablando, como no lo pueden hacer de socialismo, de “la economía

de la igualdad”40

.

Pero cada medida que toman los gobiernos capitalistas no hace sino profundizar en la

crisis, cada medida que toman empeora la situación a largo plazo: en el horizonte sólo

hay barbarie.

Dentro de la sociedad capitalista es imposible otro camino, es imposible otra salida a la

crisis, si hacemos un análisis científico del capitalismo y sus leyes, y de la teoría del

Estado el capitalismo no se puede reformar. Es, por tanto, necesaria una revolución

socialista para que la clase obrera y el campesinado superen la crisis en la perspectiva

de la construcción del socialismo, poniendo fin a la crisis capitalista.

Pero “no se trata de que no haya más salida que el socialismo, pues no hay un “fin

mecánico del capitalismo”, concepción bajo la cual “teóricamente se anticipa una

situación, tal como muchos revolucionarios pretenden ver en cada crisis, una situación a

través de la cual se espera “una destrucción automática del capitalismo”. Lenin revelaba

tener una visión más profunda cuando sostenía: “A veces los revolucionarios se

esfuerzan por demostrar que la crisis carece absolutamente de toda salida. No existen

situaciones que no presenten en absoluto alguna salida””.41

Así pues, sólo hay para la

clase obrera una salida: la salida socialista; pero el capitalismo busca su propia salida,

incrementando la explotación hasta límites de sobreexplotación.

40

Ibíd., p. 78. 41

Grossmann, op. cit., p. 19.

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15

III. Un análisis científico del capitalismo

El mito del capitalismo bueno

Nunca ha habido una economía más o menos justa, más o menos democrática bajo la

dictadura del capital, lo que ha ocurrido durante la segunda mitad del siglo XX es que

hubo un campo socialista con capacidad de influencia real en las sociedades

occidentales y sus gobiernos, y estos, para evitar revueltas y luchas de la clase obrera se

vieron obligados a hacer unas determinadas concesiones, fruto de la lucha de la clase

obrera, fruto del poder obrero en Europa del Este.

A principios de los años ochenta, cuando la contrarrevolución comienza a hacer mella

en la Unión Soviética la dictadura del capital comienza a reducir el reparto de los

excedentes: desde ese momento cada vez van a ser más ricos los ricos, más pobres los

pobres, y va a aumentar el número de estos últimos debido a la proletarización de las

clases medias y al aumento del número de asalariados. Las tesis marxistas se vuelven a

mostrar acertadas.

Pero para los burgueses el capitalismo puede ser bueno, y recurren a las estructuras del

propio poder establecido: “el modelo de capitalismo, diseñado por los estados del Norte

para mayor provecho de los países ricos, ha muerto. Y sería indecente que esos mismos

estados, responsables del gran desastre actual, “refundasen” un nuevo sistema

económico para preservar sus privilegios. Invitar al debate sobre la refundación de la

economía a potencias del Sur como Argentina, Brasil, México, Sudáfrica, China e India

es lo menos que se puede hacer (…) el Marco legítimo para tal trabajo no es ni el G8, ni

el G20, sino la ONU y los 192 estados del planeta. Además, las víctimas principales de

la crisis, es decir, los ciudadanos, representados por sus asociaciones, sus ONG y sus

sindicatos, también deben tener voz consultiva y deliberativa (…) todos los estados del

planeta se ven afectados por esta Crisis del siglo. Por eso, el marco apropiado y legítimo

para las negociaciones sobre esa refundación no es el G20, sino la ONU”42

.

La ONU, esa es la salida que se le ocurre a estos intelectuales. El problema estriba en

que observan la ONU como un ente neutral, al margen de su contenido de clase, como si

no fuese un instrumento del imperialismo, como si la ONU no fuese una herramienta al

servicio del imperialismo.

“Ocurre además que, al menos dentro de la teoría marxista del Estado, la crisis del

Estado es –aparte de coyunturas tácticas, que evidentemente hay que tener muy en

cuenta a la hora de la lucha política- la única posibilidad de ruptura de la hegemonía

burguesa y plasmación política de la hegemonía asalariada. O si se quiere (…), la

conquista de la hegemonía del nuevo bloque histórico sólo puede plasmarse a través de

la crisis del Estado, siendo ésta expresión de aquélla, y estando ambas interrelacionadas

y fuertemente sujetas por el lazo indestructible (…) de la lucha de clases. Sin crisis del

Estado no es posible alternativa estatal, y, por tanto, cambio social. La crisis del Estado

42

Ramonet, Ignacio, op. cit., p. 16.

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16

es la manifestación institucional de que la sociedad pugna por el cambio, es por tanto,

manifestación de su salud histórica; aunque lógicamente, la burguesía la vea como una

manifestación de enfermedad social. Cuando se busca salvar al Estado de su crisis, lo

que se está salvado es la dominación, y no la institución. Es más, tan sólo a través de la

crisis el Estado manifiesta su necesidad de reforma –lo mismo que su posibilidad de

cambio- y, por tanto, es también la vía para su perpetuación. Por eso, coyunturas

tácticas aparte, la actitud ante la crisis es la línea de división entre reformistas y

revolucionarios. Aquí el argumento reformista de que ahora vamos a salvar al Estado de

la crisis para cuando esté sano y potente plantearse el cambiarlo, queda claramente

desenmascarado”43

.

Los autores de “Hay alternativa” coinciden en la necesidad de apuntalar el Estado, la

herramienta de dominación de la burguesía sobre la clase obrera y el campesinado: no

hay que luchar por la superación del modo de producción capitalista, sino que es

“fundamental oponerse a la estrategia de debilitar el sector y la iniciativa pública que

promueven los intereses que sólo buscan el beneficio. Lejos de ello, hay que

fortalecerlos no sólo económicamente incrementando el gasto público, sino también

políticamente, reforzando sus competencias y ampliando la forma en que la ciudadanía

puede formar parte de ellos”44

.

En el artículo “Resistir” encontramos algunas propuestas que evidencian la falta de

alternativa de la intelectualidad burguesa: “No a las nuevas censuras. No a los medios

que mienten. No a los medios que nos manipulan” 45

, pareciera que estos son elementos

nuevos, pero son propios del sistema capitalista, ha hecho uso de ellos constantemente,

no son fruto de la crisis. Además, estos intelectuales bien conocen los medios de

comunicación: ¿cuándo los grandes poderes económicos están detrás de ellos, cómo

pueden pedir que no mientan, que no manipulen? Parece que no conocen la sociedad

capitalista, parecen ingenuos, pero en realidad están imbuidos de filosofía idealista y

esperan recuperar el capitalismo.

Y aquí están algunas de las alternativas que proponen: “sí a los derechos de las

mujeres”46

, obviando que el sistema capitalista es por su naturaleza un sistema

patriarcal, en el cual los derechos de las mujeres, como los de la clase obrera, sólo son

un reflejo de la lucha de clases: bajo el capitalismo no se dan las condiciones para la

emancipación de la mujer.

“Sí a la existencia de una ONU renovada. Sí a un nuevo plan Marshall para ayudar a

África”47

, recurren, constantemente, a revivir la moribunda sociedad burguesa, con una

ONU renovada es tanto, como apuntábamos antes, como decir: renovemos los

instrumentos del imperialismo para recuperar la hegemonía ideológica.

43

Tuya, Carlos, La función histórica del Estado y la democracia, Akal, Madrid, 1980, pp. 55-56. 44

Navarro, Vicenç; Torres, Juan; Garzón, Alberto; op. cit., p. 76. 45

Ramonet, Ignacio, op. cit., p. 46. 46

Ibídem. 47

Ibídem.

Page 17: La clase obrera_ante_la_crisis_capitalista_1

17

“Sí a la justicia social y económica. Sí a una Europa más social y menos mercantil. Sí al

consenso de Porto Alegre. Sí a una tasa Tobin de ayuda a los ciudadanos”48

, en un

nuevo ejercicio de idealismo, se ignora qué es la Europa, cómo se formó y quién la

formó, y a qué intereses responde. Y será que, con la crisis, no se está viendo claro

quién manda, qué es en realidad Europa, a qué intereses sirve.

Conocido es su artículo “Desarmar los mercados”49

, “que dio origen al movimiento

ATTAC”50

, en 1997 y recogido también en este libro. En el mismo se señala que “la

libertad total de circulación de capitales desestabiliza a la democracia”51

, motivo por el

cual se propone poner en marcha “mecanismos disuasorios”52

como la tasa Tobin. Lo

dicho: que el capitalismo funcione.

48

Ibídem. 49

Ramonet, Ignacio, op. cit., p. 69. 50

Ibídem. 51

Ramonet, Ignacio, op. cit., p. 72. 52

Ibídem.

Page 18: La clase obrera_ante_la_crisis_capitalista_1

18

El Estado como instrumento de clase

El hilo conductor de todas las propuestas que hemos visto hasta ahora es el mismo: la

idealización del Estado, olvidar que es un instrumento de una clase para dominar a

otra53

.

La caracterización del Estado es uno de los elementos vertebradores del marxismo, que

deslinda el campo reformista del revolucionario: en función del análisis del Estado son

posibles las reformas o es necesaria una revolución para alcanzar el socialismo. Hemos

visto cómo los intelectuales burgueses apelan al Estado, olvidando su contenido de

clase, en línea con sus planteamientos reformistas54

.

El eurocomunismo, desarrollado por el PCI, el PCF y el PCE, entre otros partidos

comunistas europeos, supuso la renuncia a la lucha de clases, la renuncia a la revolución

y, esencialmente, supuso el olvido de la doctrina sobre el Estado, de forma que, al

vaciarlo de todo contenido de clase, pensaron que mediante reformas del Estado

capitalista se podía construir un Estado socialista. La excusa era la modernización del

comunismo, su adaptación a los nuevos tiempos.

No es necesario ahondar en exceso sobre el eurocomunismo y sus consecuencias, sirven

tres líneas: ¿dónde están hoy el PCI, el PCF y el PCE? El primero, se disolvió; el

segundo apenas sobrevive; el tercero engendró Izquierda Unida, desapareciendo en la

práctica y creando un ente electoral que es claramente socialdemócrata, reaccionario y

contrarrevolucionario.

De esta forma, Santiago Carrillo señalará sobre la necesidad de la revolución que “en

cambio estoy convencido de que la dictadura del proletariado no es el camino para

llegar a establecer y consolidar la hegemonía de las fuerzas trabajadoras en los países

democráticos de capitalismo desarrollado”55

. Lo que señalábamos: actualizar, esto es, -

dicho sin ambigüedades-, traicionar- el comunismo.

No tardó, como no podía ser de otra forma, el eurocomunismo en ser contestado desde

posturas marxistas-leninistas. Lo haría Carlos Tuya, que ya en la introducción señala:

“He leído pocas cosas que desde un punto de vista ortodoxo –entendiendo esta palabra,

o palabreja si se quiere, en su sentido riguroso, es decir, desde la perspectiva de un

mismo sistema convencional y convenido de ideas, conceptos, términos, categorías y

53

Así, no es necesaria revolución alguna, porque se vacía al Estado de contenido de clase, y se deja en un ente abstracto, que podría servir a la clase obrera, sólo se trataría de cambiar la correlación de fuerzas, el problema son los conservadores controlándolo, y no el Estado capitalista en sí: “el sindicalismo fue un factor importantísimo en la recuperación de la democracia, pero el dominio conservador en el Estado ha limitado en gran medida su influencia”, Navarro, Vicenç; Torres, Juan; Garzón, Alberto, op. cit., p. 39. 54

No obstante, los intelectuales burgueses viven en democracia, olvidando adjetivarla y categorizarla: “España se ha modernizado y se ha democratizado en estos últimos treinta años”, de lo que se desprende que no estamos ante un problema del Estado como instrumento de dominación de la clase burguesa sobre la clase obrera y el campesinado; Navarro, Vicenç; Torres, Juan; Garzón, Alberto, op. cit., p. 45. 55

Carrillo, Santiago, “Eurocomunismo” y Estado, Crítica, Barcelona, 1977, p. 195.

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19

valores- puedan ser tan fácilmente rebatidas. Falto de rigor, lleno de contradicciones

demasiado evidentes, y sobre todo, con una posición ideológica y teórica tan claramente

contrarias a la teoría leninista (…)”56

.

Así, bajo el eurocomunismo no se trataba de luchar contra el Estado capitalista, ni de

llevar a cabo la revolución... “Carrillo les venía a decir [a los cuadros del PCE] que ya

no habría revoluciones. Venía a decirles que el mundo había cambiado mucho, que

había bombas atómicas, que la clase obrera no quería tomar el fusil, que había

capitalismo para rato, y que, desde luego, sólo se sustituiría muy lentamente”57

. Y así

llegamos, en la medida en que no era cuestión de Carrillo exclusivamente, sino que la

gran mayoría del PCE se sumó al eurocomunismo y ahí sigue en el siglo XXI, con las

palabras que antes citábamos de Cayo Lara: se llega a la barbaridad de decir que la

Constitución capitalista de 1978 puede servir para construir el socialismo.

Sin embargo, lo real frente a lo idealista, es que el Estado es una herramienta de

coerción, “cuya característica esencial es la división en clases”58

; se equivocan las

teorías reformistas cuando introducen el concepto de consenso, ya que “se elimina

precisamente lo que explica y hace necesario, lo que da carta de naturaleza al Estado,

que es la represión, no como actitud moral, sino como plasmación política de la realidad

civil, cuya esencia es el enfrentamiento y la violencia, el ser asocial, que sólo alcanza su

socialidad en el Estado; es decir, en la elevación a nivel político de la represión, que en

cuando condición de lo social, aparece como libertad y derecho. Gracias a esta pirueta

se puede plantear la defensa pura y simple del <<Estado democrático>>, que ya no es

represivo sino en la medida en que defiende su <<democracia>>. Así, la

<<hegemonía>> pasa a ser la condición natural del Estado; su carácter represor, una

especie de lacra o pecado original que puede y debe borrarse con el agua bendita del

consenso civilizado y la <<democratización de los aparatos de Estado>>59

.

56

Tuya, Carlos, op. cit., p. 8. 57

Ibíd., p. 12. 58

Ibíd. p, 32. 59

Ibíd. p, 34.

Page 20: La clase obrera_ante_la_crisis_capitalista_1

20

El capitalismo como elemento socio-histórico

El capitalismo no es eterno, es un elemento socio-histórico, que como tal está

determinado a perecer, al igual que los modos de producción que le antecedieron. “Con

el transcurso del tiempo, cada uno de estos modos de producción se volvía

“intolerable”, y “el orden social, constantemente amenazado, sólo podía mantenerse por

medio de la violencia””60

.

Se olvidan los intelectuales burgueses de que el capitalismo es una formación socio-

histórica, y que como tal no es reformable: está condenado a desaparecer, y en su

progresiva descomposición va a someter a la clase obrera a cada vez peores condiciones

de vida.

A principios del siglo XIX ya se señalaba esta característica del modo de producción

capitalista: “Sismondi, en oposición a Ricardo, fue el primero que destacó (1819) el

carácter histórico, transitorio, del modo de producción capitalista”61

.

Richard Jones “también destacó en su manual (1852) el carácter histórico, y por lo tanto

transitorio, del modo de producción capitalista, distinguiéndolo como “una fase

intermedia en el desarrollo de la producción social””62

.

Mediado el siglo XIX ya se intuía que el capitalismo tenía un carácter histórico, como

toda formación socio-económica, y así “la verdadera tarea que Marx se impuso en El

capital consistió en exponer con toda exactitud la necesidad del hundimiento del modo

de producción capitalista y las causas que habrían de provocarlo, no ya como un

“presentimiento” basado en analogías históricas sino mediante un análisis

rigurosamente científico del propio modo de producción capitalista. ¡Sólo en ello

consistió y podía consistir el progreso científico en relación con las conclusiones a que

habían arribado Sismondi y Richard Jones, y que ya apuntáramos!”63

.

Así, se puede caracterizar correctamente a las clases sociales: “la burguesía moderna,

como vemos, es por sí misma fruto de un largo proceso de desarrollo, de una serie de

revoluciones en el modo de producción y de cambio”64

.

Y la Historia no se detiene: “la burguesía no puede existir sino a condición de

revolucionar incesantemente los instrumentos de producción y, por consiguiente, las

relaciones de producción, y con ello todas las relaciones sociales”65

.

Por lo tanto, y contra la doctrina burguesa, es imposible una vuelta a un capitalismo que

funcione; y medidas como la populista Tasa Tobin lo único que hacen es confundir a la

clase obrera, situando el problema de la crisis, como ya hemos señalado, en un

60

Grossmann, Henryk, op. cit., p. 7. 61

Ibídem. 62

Ibídem. 63

Ibíd., p. 9. 64

Marx y Engels, op. cit., p. 23. 65

Ibíd., p. 25.

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21

problema de quienes gestionan el sistema, en lugar de observarlo como la tendencia

histórica del modo de producción capitalista, condenado a perecer. Pues “teniendo en

cuenta esta experiencia histórica no puede afirmarse que el sistema asalariado sea el

último grado del progreso; por el contrario, al igual que los anteriores, sólo posee un

carácter histórico y, en el futuro, no podrá sino ceder su lugar a un sistema de grado más

elevado”66

.

De esta forma, tras lo expuesto concluimos, y lo hacemos de forma científica: si hoy el

capitalismo es capaz de ganar la batalla y derrotar a la clase obrera superando la crisis

bajo sus condiciones la clase obrera vivirá en peores condiciones –algo que estamos

viendo cada día-, y más pronto que tarde tendrá lugar una nueva crisis que será, todavía,

más fuerte que la actual.

66

Grossmann, Henryk, op. cit., p. 7.

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22

IV. La superación del capitalismo como estructura socio-económica y la

instauración de una nueva época

El 15-M: la canalización del malestar social por la burguesía

Hace unos meses aparecía en España un fenómeno llamado 15-M, movimiento de la

pequeña y mediana burguesía española en la lucha desesperada y sin solución por

consolidar su posición de clase y dar una salida reformista a la crisis capitalista.

Este tipo de movimientos no es nuevo: “una parte de la burguesía desea remediar los

males sociales con el fin de consolidar la sociedad burguesa”67

.

Quienes tienen el poder no lo quieren perder, como es natural: la gran burguesía está

muy cómoda en este sistema que domina, y quiere perpetuarlo: “buscan, pues, y en eso

son consecuentes, embotar la lucha de clases y conciliar los antagonismos. Continúan

soñando con la experimentación de sus utopías sociales; con establecer falansterios

aislados, crear colonias interiores en sus países o fundar una pequeña Icaria, edición en

dozavo de la nueva Jerusalén. Y para la construcción de todos estos castillos en el aire

se ven forzados a apelar a la filantropía de los corazones y de los bolsillos burgueses.

Poco a poco van cayendo en la categoría de los socialistas reaccionarios o

conservadores descritos más arriba y sólo se distinguen de ellos por una pedantería más

sistemática y una fe supersticiosa y fanática en la eficacia milagrosa de su conciencia

social”68

.

Como señalábamos anteriormente, Lenin ya hablaba de quien quería una vuelta atrás

desde una crítica pequeño-burguesa, elemento que, vemos, ya aparecía en Marx, y que

es una de las características del 15-M, que junto a la burguesía y sus intelectuales habla

de resolver los problemas del sistema al tiempo que plantea alguna reforma: lucha

contra la corrupción; separación de poderes; recuperación de las empresas públicas

privatizadas69

; acceso popular a los medios de comunicación, que deben ser éticos y

veraces… las propuestas hablan por sí solas, el 15-M no entiende qué es el capitalismo

–que conlleva corrupción-, no entiende qué es el Estado –donde no es posible la

separación de poderes-, no entiende qué es la tendencia a la acumulación y a los

monopolios que se da en la fase imperialista del capitalismo –con lo cual no hay marcha

atrás y lo privatizado, privatizado está-, no entiende qué son los medios de

comunicación –ni quién está detrás de ellos, por lo que es imposible que sean éticos y

veraces-… las propuestas del 15-M, ajenas a la concepción materialista y científica de la

sociedad, caen en el más ridículo idealismo.

67

Marx y Engels, op. cit., p. 49. 68

Ibíd., p. 53. 69

El 15-M está en consonancia con los intelectuales que hemos analizado anteriormente, y que hemos demostrado que no quieren sino hacer que el capitalismo funcione, coincidiendo en las propuestas: “Esto plantea la necesidad de poner sobre la mesa algo sobre lo que muy pocos quieren o se atreven a hablar pero que es crucial para el futuro de la economía española: la recuperación para la sociedad de las empresas que fueron privatizadas inútilmente”, Navarro, Vicenç; Torres, Juan; Garzón, Alberto; op. cit., p. 76.

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23

El 15-M, pues, estaba muy cómodo hace unos años, en los que el capitalismo

funcionaba bien y no había necesidad de reformarlo. Lo que busca este movimiento es

obstruir el avance de posiciones revolucionarias que puedan llevar a la sociedad a un

nuevo estadio de desarrollo en el que pierdan el poder los burgueses: “por eso, se

oponen con encarnizamiento a todo movimiento político de la clase obrera, pues no ven

en él sino el resultado de una ciega falta de fe en el nuevo evangelio”70

.

De esta forma, el 15-M se declara apartidista: se oponen al instrumento histórico de la

clase obrera para enfrentarse al poder burgués; cuando no se trata de ser apartidistas,

sino de construir un partido de vanguardia que instruya a la clase obrera y le enseñe el

camino de la emancipación. De lo que se trata es de conquistar el poder para desarrollar

la revolución y construir el socialismo y el comunismo.

Y no bastándoles con ello se oponen incluso a los sindicatos, igual que a todo partido

político, a todo sindicato, ¡incluso a los de clase!

Cierto es que, en el contexto de derrota histórica de la izquierda, en España y a nivel

mundial, como ya hemos situado, los grandes sindicatos han renunciado a desarrollar un

sindicalismo clasista, pero esto es desconocer la historia del movimiento obrero y lo que

son los sindicatos, porque de lo que se trata no es de luchar contra los sindicatos o al

margen de los sindicatos, sino de reconstruir el sindicalismo de clase.

El 15-M ha sido y es un movimiento de carácter pequeño burgués que ha servido y sirve

para canalizar el descontento social y movilizar a miles de personas bajo unas consignas

reformistas -algunas de ellas con retórica revolucionaria, para confundir-,

obstaculizando el desarrollo y el avance de un partido de clase para la clase obrera;

obstaculizando la lucha de clases y confundiendo a la clase obrera, haciéndola pensar

que el sistema se puede reformar para volver a hacer que el capitalismo funcione bien.

El 15-M, en lo fundamental, se corresponde con las posiciones de los intelectuales

burgueses que hemos analizado más arriba.

70

Marx y Engels, op. cit., p. 53.

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24

La única alternativa para la clase obrera: el comunismo

Frente al espontaneísmo y el estallido social, la clase obrera se ha de organizar en torno

a su Partido de vanguardia, que la dirija con el objetivo de derrotar este sistema

históricamente caduco y construir el poder obrero y popular.

El objetivo hoy es derrocar el caos capitalista y construir una economía planificada

socialista al servicio de las grandes mayorías que producen la riqueza, algo que sólo

puede pasar por la nacionalización y socialización de la banca y de los grandes medios

de producción, así como de las infraestructuras, las riquezas naturales y latifundios.

De esta forma, la banca dejará de responder a unos intereses privados y pasará a

responder a los intereses del pueblo; y la riqueza española servirá a la clase obrera de

este país.

Enmarcadas estas medidas en un estado laico que no se someta a un poder extranjero,

requiere el fin del Concordato; y la recuperación de la soberanía, con lo que se hace

necesaria la salida de la Unión Europea, la OTAN, el Fondo Monetario Internacional y

el resto de organismos del imperialismo, constituyéndose una República Socialista

Soberana.

Se hace fundamental también adoptar otras medidas, como la nacionalización de la

industria farmacéutica: la salud no puede ser un negocio, y el carácter de esta industria

en la actualidad supone, en línea con el conjunto del sistema, la lógica del beneficio

privado por encima de la necesidad de la clase obrera y los sectores populares, algo que

es hoy bien visible.

Podríamos proseguir, dando una ristra de medidas, pero de lo que se trata es,

fundamentalmente, de cambiar el carácter de los medios de producción, de que dejen de

ser privados para pasar a ser del conjunto del pueblo. Se trata, en suma, de que los miles

de millones de beneficios que produce la clase obrera española repercutan en esta, y no

en unos pocos, mientras a ella se le sume en la pobreza por una crisis que no ha

generado pero las clases dominantes le quieren hacer pagar.

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25

V. Bibliografía y fuentes de información

Canarias Semanal (www.canarias-semanal.com)

Carrillo, Santiago, “Eurocomunismo” y Estado, Crítica, Barcelona, 1977.

El País (www.elpais.com)

Farpón, Diego, El PCE y la Transición Española y las consecuencias para la clase

obrera, 2011.

Fukuyama, Francis, ¿El fin de la historia? 1988.

Guerrero, Diego, La explotación. Trabajo y capital en España (1954-2001).

Grossmann, Henryk, La ley de la acumulación y del derrumbe del sistema capitalista,

Siglo XXI, México, Primera edición en español 1979.

Hobsbawn, Eric, Cómo cambiar el mundo, Crítica, Barcelona, 2011

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1977.

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Mandel, Ernest, La teoría leninista de la organización, Era, México, 3ª edición, 1976.

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Ramonet, Ignacio, La crisis del siglo. El fin de una era del capitalismo financiero,

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Navarro, Vicenç; López, Juan Torres; Garzón Espinosa, Alberto; Hay alternativas.

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Sartori, Giovanni, Elementos de teoría política, Alianza, Madrid, 1992.

Tuya, Carlos, La función histórica del Estado y la democracia, Akal, Madrid, 1980.