LA DEVOCIÓN DEL P. DEHON A LA SANTÍSIMA...

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P. Egidio Driedonkx, SCJ LA DEVOCIÓN DEL P. DEHON A LA SANTÍSIMA TRINIDAD Commissione Generale pro Beatificazione di p. Dehon Curia Generale SCJ Roma – 2004 ----------------- Nota per i lettori Ecco un altro fascicolo della serie che conterrà articoli, sussidi, ecc… riguardanti la personalità e la spiritualità di p. Dehon, per dare la possibilità a tutti di una conoscenza più approfondita del nostro p. Fondatore, in vista della sua Beatificazione – a Dio piacendo. 1. P. Mario Panciera scj: P. Dehon e i Dehoniani. Un profeta dei tempi moderni. 2. P. Umberto Chiarello scj: Il Miracolo attribuito a P. Dehon. Iter processuale. 3. P. Egidio Driedonkx scj: El Padre Dehon y el Clero. 4. P. Manuel Joaquim Gomes Barbosa scj: Padre Dehon homem de Igreja. 5. P. Umberto Chiarello scj: Leone Dehon – Apostolo dei nuovi tempi (1843-1925). 6. PP. Tullio Benini scj – André Perroux scj : Père Dehon, qui êtes-vous ? 7. P. Albert Vander Helst scj: Onze spiritualiteit van Priesters van het H. Hart. 8. P. Juan José Arnaiz Ecker scj: Espiritualidad Dehoniana en la pastoral parroquial. 9. P. Muzio Ventrella scj: Il P. Dehon nomade dell’amore di Dio. 10. P. André Perroux scj: Le Père Dehon et sa famille. 11. P. Eduardo Perales Pons scj: El P. León Dehon y la oración. 12. P. Evaristo Martínez de Alegría scj: La santità e i santi. 13. P. Egidio Driedonkx scj: El Padre Dehon y la formación de los laicos. 14. P. Umberto Chiarello scj: Padre Dehon e la famiglia dehoniana. 15. P. Eduardo Perales Pons scj: El Padre Dehon hombre de oblación. 16. P. Jerzy Bernaciak scj: Sługa boży O. J.L. Dehon świadek wartości, które nie przemijają. 17. P. Egidio Driedonkx scj: El Padre Dehon y las misiones. 18. P. Heiner Wilmer scj: Den Charakter Zuerst Erziehungs-maximen bei Leo Dehon. 19. P. Marcial Maçaneiro scj: A oferta do Coração. 20. P. Angelo Cavagna scj: L’impegno sociale di P. Dehon. 21. P. John Czyzynski scj: Father Dhon - A Man of Oblation trough Love. 22. P. Eugeniusz Ziemann scj: Umiłowanie Kościoła przez o. Jana Leona Dehona. 23. André Perroux scj: Il senso di Chiesa secondo Padre Dehon. 24. Egidio Driedonkx scj: El oratorio diocesano de Soissons. 25. Mirosław Daniluk scj: Ks. Leon dehon, propagator odnowy trzeciego zakonu franciszkańskiego. 26. Józef Gawel scj: O. Leon Jan Dehon i Eucharystia. 27. Angelo Cavagna scj: Centenario dell’Enciclica “Rerum Novarum” di Leone XIII. 28. Jan Sypko scj: Eucharystyczne Praktyki. 29. Egidio Driedonkx scj: La dirección espiritual del P. Dehon a Clara Baume, laica consagrada – 1919-1295.

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P. Egidio Driedonkx, SCJ

LA DEVOCIÓN DEL P. DEHON

A LA SANTÍSIMA TRINIDAD

Commissione Generale pro Beatificazione di p. Dehon Curia Generale SCJ

Roma – 2004

----------------- Nota per i lettori Ecco un altro fascicolo della serie che conterrà articoli, sussidi, ecc… riguardanti la personalità e la spiritualità di p. Dehon, per dare la possibilità a tutti di una conoscenza più approfondita del nostro p. Fondatore, in vista della sua Beatificazione – a Dio piacendo. 1. P. Mario Panciera scj: P. Dehon e i Dehoniani. Un profeta dei tempi moderni. 2. P. Umberto Chiarello scj: Il Miracolo attribuito a P. Dehon. Iter processuale. 3. P. Egidio Driedonkx scj: El Padre Dehon y el Clero. 4. P. Manuel Joaquim Gomes Barbosa scj: Padre Dehon homem de Igreja. 5. P. Umberto Chiarello scj: Leone Dehon – Apostolo dei nuovi tempi (1843-1925). 6. PP. Tullio Benini scj – André Perroux scj : Père Dehon, qui êtes-vous ? 7. P. Albert Vander Helst scj: Onze spiritualiteit van Priesters van het H. Hart. 8. P. Juan José Arnaiz Ecker scj: Espiritualidad Dehoniana en la pastoral parroquial. 9. P. Muzio Ventrella scj: Il P. Dehon nomade dell’amore di Dio. 10. P. André Perroux scj: Le Père Dehon et sa famille. 11. P. Eduardo Perales Pons scj: El P. León Dehon y la oración. 12. P. Evaristo Martínez de Alegría scj: La santità e i santi. 13. P. Egidio Driedonkx scj: El Padre Dehon y la formación de los laicos. 14. P. Umberto Chiarello scj: Padre Dehon e la famiglia dehoniana. 15. P. Eduardo Perales Pons scj: El Padre Dehon hombre de oblación. 16. P. Jerzy Bernaciak scj: Sługa boży O. J.L. Dehon świadek wartości, które nie przemijają. 17. P. Egidio Driedonkx scj: El Padre Dehon y las misiones. 18. P. Heiner Wilmer scj: Den Charakter Zuerst Erziehungs-maximen bei Leo Dehon. 19. P. Marcial Maçaneiro scj: A oferta do Coração. 20. P. Angelo Cavagna scj: L’impegno sociale di P. Dehon. 21. P. John Czyzynski scj: Father Dhon - A Man of Oblation trough Love. 22. P. Eugeniusz Ziemann scj: Umiłowanie Kościoła przez o. Jana Leona Dehona. 23. André Perroux scj: Il senso di Chiesa secondo Padre Dehon. 24. Egidio Driedonkx scj: El oratorio diocesano de Soissons. 25. Mirosław Daniluk scj: Ks. Leon dehon, propagator odnowy trzeciego zakonu franciszkańskiego. 26. Józef Gawel scj: O. Leon Jan Dehon i Eucharystia. 27. Angelo Cavagna scj: Centenario dell’Enciclica “Rerum Novarum” di Leone XIII. 28. Jan Sypko scj: Eucharystyczne Praktyki. 29. Egidio Driedonkx scj: La dirección espiritual del P. Dehon a Clara Baume, laica consagrada – 1919-1295.

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30. Paul McGuire scj: The Role of Spiritual Direction in the unfolding of Leo Dehon’s Charism as a Founder. 31. Mario Panciera scj: Dalla croce alla vita – Nati dalla Croce. 32. Jan Sypko scj: Koncepcja duchowości wynagradzającej ojca Dehona. 33. Angelo Cavagna scj: P. Dehon e la Madonna. 34. Jan Sypko scj: Specyfika i aktualność Eucharystycznej duchowości Wynagradzającej Ojca Dehona. 35. Paul McGuire scj: Freedom, Equality, Participation: how Leo Dehon Anticipated Changes in Official Catholic Social Teachings. 36. Egidio Driedonkx scj: Las tres cartas circulares del Padre Dehon a sus misioneros. 37. Andrea Tessarolo scj: Il Padre Dehon e le Missioni. 38. Valentín Peres Flores scj: El peregrino León Dehon. 39. Joseph Mukuna scj: La Béatification du Père Dehon dans l’imaginaire du Dehonien Africain. 40. Andrea Tessarolo scj : Il Padre Leone Dehon animatore del movimento sociale cristiano. 41. Egidio Driedonkx scj: El Padre Dehon y la Reconciliación. 42. Egidio Driedonkx scj: La devoción del P. Dehon a la Santísima Trinidad. * * * * * * * * * * * * * * LA DEVOCIÓN DEL P. DEHON A LA SANTÍSIMA TRINIDAD Introducción Muchos saben que el P. Dehon durante los últimos años de su vida comenzó a practicar una devoción a la Santísima Trinidad mucho más viva y profunda que antes. Pero no saben, cuando más o menos se realizó este cambio y por qué, tampoco saben cómo fue su devoción a la Santísima Trinidad antes. Con este pequeño estudio queremos dar una respuesta a todas estas preguntas y presentar un tema muy poco estudiado hasta ahora entre nosotros. Estudiaremos la vida del P. Dehon como él mismo la cuenta en sus dos Diarios de vida y revisaremos sus obras espirituales más importantes, para llegar a una visión global de su devoción a la Trinidad durante toda su vida. Esperamos que su lectura pueda completar un poco más el conocimiento de la espiritualidad de nuestro Fundador. PRIMERA PARTE LA DEVOCIÓN DEL P. DEHON A LA TRINIDAD ANTES DE 1915 1. Niñez, juventud y formación sacerdotal Anota el P. Dehon en su Diario en octubre de 1923: “Dios me dio para cada época de mi vida un guía, una dirección, para ayudarme a vivir en su servicio. Para los primeros años, hasta los doce años, tenía a mi madre. Alumna del Sagrado Corazón de Charneville, me hacía rezar con ella y me hacía querer las cosas del culto”. “De 1855 al 1859 estaba en Hazebrouck. Mi primer retiro predicado por un Padre Capuchino me marcó para el resto de mi vida. Pasé aquí 4 años bajo la sabia dirección de mi Superior, el Abbé Dehaene. Fui monaguillo, sacristán y alternaba mucho con los que querían ser sacerdote. Me alimentaba de “La Vida Devota”, “La Imitación” y del “Manual” de las alumnas del Sagrado Corazón (NQT. XLIV,1923, 90-91)”.

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Conforme a esto podemos entonces suponer, que fue la madre del P. Dehon, la que le enseñó a persignarse y pronunciar los nombres de las tres personas de la Santísima Trinidad. Cuando León fue al Colegio de Hazebrouck, le dio como libro de oración el “Manual de Piedad” que se usaba en los colegios a cargo de la “Sociedad del Sagrado Corazón” fundada por la Madre Sofía Barat. Parece que este libro lo ha inspirado mucho durante sus años en Hazebrouck. Dice él mismo, “que este libro fue la verdadera guía ascética de su juventud, formándolo en las devociones que ha practicado durante toda su vida. En él aprendió a amar especialmente al Corazón de Jesús y a la Virgen; seguía también las devociones de cada día de la semana”. (Cf. Ducamp, “Le Père Dehon et son Oeuvre”,33). La primera devoción de la semana, que se encuentra en el “Manual”, es a la Santísima Trinidad, que se practicaba el día domingo. Comienza con una oración: “Gloria al Padre, que por su poder me ha sacado de la nada y me ha creado a su imagen; gloria al Hijo, que por su misericordia me ha liberado del infierno y me ha abierto el cielo; gloria al Espíritu Santo, que , por su sabiduría me ha iluminado con la luz de la fe y que realiza todavía incesantemente mi santificación con las gracias que recibo todos los días de su bondad. Gloria a las tres adorables personas de la Santísima Trinidad, hoy y siempre, como en el principio y por todos los siglos”. Después siguen las letanías de la Santísima Trinidad que terminan con una oración, pidiendo de poder perseverar en la fe en este misterio de Dios uno y trino hasta la muerte (Cf. “Manual de Piedad”, edición 1869, 238-241). Estando después estudiando en París, y más todavía, en Roma, León Dehon se formó en la espiritualidad de la “Escuela Francesa”, fundada en el comienzo del siglo XVII por el Cardenal de Bérulle. Otros componentes de la “Escuela Francesa” que han inspirado al P. Dehon son de Codren, Olier, y Juan Eudes. Algunos elementos o principios de esta corriente de espiritualidad son: 1) Un muy acentuado teocentrismo: El hombre está creado para alabar y honrar a Dios, debe permanecer continuamente en este estado. Dios debe ser el centro de su vida. El acto más grande hacia Dios es el amor. Hace falta adorarlo en la unidad de su esencia y en la trinidad de sus personas. El Cardenal de Bérulle todos los años en la fiesta de la Santísima Trinidad se retiraba en un lugar solitario para honrar este misterio en el silencio y en el reposo. Quería que todos los días se hicieran tres adoraciones a la Santísima Trinidad: la primera, en la mañana, para adorarla como fuente y principio de nuestro ser; la segunda, a mediodía, como la perfección de nuestra existencia; la tercera, en la noche, como el fin de nuestra vida (“Dictionnaire de Spiritualité” I, Paris, 1937,1548-1549). 2) Una gran énfasis en la misión sacerdotal de Jesucristo como el Verbo Encarnado, obra de las tres personas de la Santísima Trinidad. El Verbo de Dios desde toda la eternidad da gloria y amor a su Padre y así ejerce un cierto sacerdocio en el seno de la Santísima Trinidad, aunque no se trata de un sacerdocio propiamente dicho, lo que implicaría una real inferioridad. Fue Dios Padre que tomó la iniciativa de enviar al Hijo al mundo para que fuera su sacerdote. Desde el momento que una persona divina se encarna, será ante todo sacerdote de Dios. Primeramente porque la glorificación del nombre de Dios, de sus atributos, de sus derechos, es el fin de la Encarnación. En segundo lugar, porque un Dios que se hace hombre, debe ser el jefe de la religión de toda la creación. Dios Padre da por eso a su Hijo un corazón sacerdotal. El será siempre y ante todo sacerdote. Al entrar al mundo pronuncia las palabras del “Ecce Venio”, que son palabras que brotan de un corazón sacerdotal. Fue el Padre que envió a su Hijo al mundo para ser su sacerdote, pero fue el Espíritu Santo quién lo consagró. Cristo es sacerdote por la unción del Espíritu Santo. Es especialmente en su corazón que Cristo recibió esta unción. Todos estos pensamientos los encontramos también en el libro del P. Dehon, “El Corazón Sacerdotal de Jesús” (OSP. II, 525-533). Son estos dos elementos de la Escuela Francesa que han marcado al P. Dehon, junto con otros que aquí no podemos analizar. Varias veces habla en sus escritos sobre los derechos de Dios y

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el misterio de la Encarnación, el misterio del “Ecce Venio”, pero no siempre acentúa mucho el aspecto trinitario. Sabemos que, estando estudiando en Roma, León tenía como profesor de dogma el P. Franzelin, que le enseñó el tratado de la Santísima Trinidad. Alaba mucho el método y la capacidad de este profesor (NHV.3, V,42 y 56). No sabemos mucho sobre su devoción a la Santísima Trinidad en estos años. En su Diario “Notes sur l´ Histoire de ma Vie”, bajo el título de “Notes de méditations”, 1867-1868, encontramos una referencia a la Santísima Trinidad en sus reflexiones del 13 de enero sobre el reencuentro de Jesús en el templo: “Unámonos a las oraciones de Jesús en el templo. No seamos fríos y distraídos en la audiencia que la augusta Trinidad nos quiere dar. Debemos alabarla, adorarla y darle las gracias por tantos beneficios naturales y sobrenaturales concedidos al mundo y especialmente a nosotros . ¡Además tenemos tantas gracias por pedir!” (NHV.3, VI, 2). En su otro Diario “Notes Quotidiennes” cita estas mismas palabras en sus anotaciones del día 13 de enero de 1868 (NQT. I,21). El 17 de enero de 1868 anota: “El bautismo de Jesús.- Dios por el bautismo nos ha adoptado como hijos en Nuestro Señor. El Espíritu Santo ha llenado nuestra alma con sus dones y renueva estas gracias especialmente por medio de los sacramentos”(NQT. I,22). Y el 16 de febrero de 1868: “San Pablo nos enseña varios métodos para avanzar en la virtud: el recuerdo de los beneficios que hemos recibido de Dios, y el de nuestras debilidades. Dios Padre nos ha creado, nos conserva, nos dio a su Hijo para salvarnos. El Hijo de Dios durante 35 años ha querido interceder, sufrir por nosotros, ofreciéndose como víctima perfecta. Continúa su obra en el cielo y en la Eucaristía y nos deja su Espíritu. El Espíritu Santo se ocupa incesantemente en aplicarnos los méritos de Nuestro Señor, transformando y divinizando nuestra alma” (NQT. I,42). El 2 de diciembre de 1869 leemos en su Diario: “En el Santo Sacrificio como en el Calvario la omnipotencia y la misericordia de Dios Padre nos dan para salvarnos al Salvador. También el Espíritu Santo está presente y actuando” (NQT. II,20). 2. Vicario parroquial en San Quintín Desde noviembre 1871 el P. Dehon fue vicario parroquial de la Basílica de San Quintín hasta la fundación del Colegio San Juan y de su Congregación. Sus referencias que tenemos sobre la Santísima Trinidad de estos años son más bien de tipo pastoral y no personal. Sabemos que el 8 de junio de 1873 se celebró litúrgicamente la fiesta de la Santísima Trinidad y naturalmente su prédica debe haber abordado este tema. Felizmente conservamos en nuestros archivos el texto original de este sermón escrito de su propia mano. Está en un cuaderno que lleva el título: “Sermons 1872-1873” (AD. B.6/4 e, inventario 37.05). Tiene tres partes: - la primera parte demuestra como el dogma de la Trinidad ilumina toda nuestra fe; - la segunda como es una de las bases más sólidas de nuestra esperanza; - la tercera como es el vínculo y el modelo de la caridad. En la primera parte nos explica cuáles son las partes de la fe que reciben una iluminación mayor por el misterio de la Trinidad: - el misterio de la Biblia, que nos revela con incomparable profundidad; - el misterio de Dios mismo en esta eternidad, que posea antes de la creación; - el misterio de la creación; - el misterio de la Encarnación, que solo encuentra su explicación en la Trinidad; - el misterio de la Iglesia y del cielo; - además ilumina toda la ciencia divina y humana. Así, la Trinidad es la luz de nuestra fe y de nuestra inteligencia. En la segunda parte dice que la confesión de la Trinidad es la razón más grande de la confianza que la criatura puede tener en Dios. Es por esta confesión que entra en la Iglesia y es la condición misma de nuestra adopción divina. Dijo Jesús: “Bautizad nombre del Padre, del Hijo y

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del Espíritu Santo”. Es el primer principio de la doctrina cristiana. Creer en el Dios uno y trino es el primer acto de nuestra fe. Por eso que según las santas y religiosas costumbres empezamos todas nuestras acciones en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Por eso también que la Iglesia comienza sus divinos oficios profesando esta fe. Finalmente, la confesión de este misterio es un tal sólido fundamento para nuestra esperanza, que es la razón de que se servirá el sacerdote, cuando recomendará nuestra alma en nuestro lecho de muerte para conmover en nuestro favor la divina misericordia: “Señor, dirá el sacerdote, es para un pecador que implora tu clemencia; no fue libre de debilidades humanas; pero, por lo demás, Tu sabes que ha confesado tu augusta Trinidad, que ha proclamado al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo”. En la tercera parte explica primeramente como el misterio de la Trinidad es el vínculo de la caridad. Cita el llamado a la unidad del capítulo cuatro de la carta de San Pablo a los Efesios: “Así, pues, les exhorto, yo, preso en el Señor, a andar de una manera digna de la vocación con que fueron llamados, con toda humildad, mansedumbre y longanimidad, soportándose los unos a los otros con caridad, solícitos de conservar la unidad del espíritu mediante el vínculo de la paz. Sólo hay un cuerpo y un espíritu, como también una sola esperanza, la de su vocación. Sólo un Señor, una fe, un bautismo, un Dios y Padre de todos, que está sobre todos, por todos y en todos”. Y continúa: “En este mismo Dios reconocemos todos un Padre de que todos somos sus hijos; un Hijo, de que todos somos sus hermanos; un Espíritu Santo que nos anima todos. ¿No sería entonces monstruoso, siendo todos hijos del mismo Padre, vivir juntos como extranjeros; siendo todos hermanos del mismo Hijo de Dios, no tener nada de fraternidad entre nosotros; queriendo tener todos el mismo Espíritu Santo, mostrar sentimientos opuestos?”. Cita a continuación la exhortación a la caridad de la primera carta de San Pablo a los Corintios, capítulo primero sacando la misma conclusión. Después hace ver como la fe en la Trinidad nos presenta además el modelo más perfecto de la caridad. Tenemos que amarnos como se aman las tres personas divinas. Termina su prédica con esta oración: “Dios mío, Tu por medio de la revelación del augusto misterio de tu Trinidad has iluminado nuestra fe con grande resplandor; nos has dado en la confesión de este misterio el fundamento más sólido para nuestra esperanza. Haz que encontremos aquí también el vínculo más firme y el ejemplo más irresistible de la caridad. Padre todopoderoso que has formado nuestros corazones y que los has inclinado hacia donde te gusta; Hijo igual a tu Padre, pero hecho carne para nosotros, que nos has reunido bajo una misma ley de amor; Espíritu Santo, tu que eres el amor sustancial del Padre y del Hijo y por quién la caridad fue derramada en los corazones; Trinidad santa, de cuyo seno todos somos salidos y en cuyo seno quieres unirnos, únanos en la tierra en la fe, la confianza y la caridad, como debemos estar unidos en la bienaventurada eternidad, adonde nos guía tu gracia. Amen”. En su Diario el P. Dehon menciona este sermón y lo comenta. Dice que para hacerlo se inspiró mucho en Bourdaloue y que es demasiado elevado y teológico para nuestros auditores actuales, que no están formados en las nociones teológicas como el auditorio de Bourdaloue. Después da un muy buen resumen de su prédica, mucho más claro que el texto mismo de su sermón (NHV.5, IX, 171-173). Notas: 1) Para el sermón de Bourdalou sobre la Trinidad se puede consultar: Bourdalou, “Oeuvres Complètes”, Tome VIII, Paris,1825,460-493. 2) Para el texto del sermón del P. Dehon: “Dehoniana”, 2001/1, 15-22. Este mismo día el P. Dehon dio también una conferencia a los jóvenes del Patronato sobre la Trinidad, pero en forma mucho más sencilla y amena. Les habló sobre “La Trinidad de los peregrinos en Roma”. Seguramente sobre las festividades que se hacían este día en la Iglesia de “Trinitá dei Monti” (NHV.5, X, 12). 3. Fundación y primeros 15 años de la Congregación El 28 de junio de 1878 el P. Dehon hizo sus primeros votos religiosos en la Congregación

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fundada por él. Revisando los primeros documentos de la Congregación, no encontramos en ellos referencias significantes a la Santísima Trinidad. En las Constituciones de 1881 y 1885 se dice que, “el primer fin del Instituto es glorificar a Dios alabando, amando y consolando especialmente al Sagrado Corazón de Jesús”, sin especificar el término Dios. Igualmente en el Directorio Espiritual de 1885, que todavía formaba una unidad con las Constituciones, no hay nada particular sobre la Trinidad, tampoco en la primera edición del libro de las oraciones “Thesaurus Precum” de 1891, salva una u otra aclamación a la Trinidad en algunas letanías, y en una oración a la Virgen Inmaculada se la llama “Templo de la Santísima Trinidad”. Pero no hay ninguna oración especial dirigida directamente a la Trinidad misma (OSP. VII,262; 284; 286,315). Consultando las conferencias dadas por el P. Dehon a sus primeros novicios y anotados por el novicio Falleur, no hay nada especial sobre el tema. La espiritualidad de la Congregación en este primer período de su existencia no da entonces mucha énfasis en este misterio. Esto confirma el hecho de que en ninguna de las cartas circulares del Fundador encontramos la palabra Trinidad. Veamos ahora un poco su devoción personal a la Santísima Trinidad durante estos mismos años: El 28 de enero de 1886 el P. Dehon comenzó a continuar su Diario “Notes Quotidiennes”, que había dejado de escribir en febrero de 1870. Difícil entonces encontrar algo sobre los años intermedios. Por otro lado, revisando sus anotaciones de 1886-1892 no hallamos ninguna referencia a la Santísima Trinidad. Habla de la fiesta de Pentecostés, del S. Corazón, conmemora varias fiestas de la Virgen, pero nada sobre la Trinidad. Solamente encontramos algunas referencias en las anotaciones de su retiro que hizo en Braine del 17 de octubre al 16 de noviembre de 1893. El 18 de octubre en la segunda meditación de este día, que tiene como título: “Dios y yo”, leemos: “Que bueno es alabar a Dios, hacerle feliz, ser uno de sus amigos. La Santísima Trinidad habita en nosotros. Unamos nuestras alabanzas a las que ella se dirige a sí misma” (NQT. RB/ 1893,Vol. I, p.374). El 25 de octubre anota sobre su primera meditación de este día:“La contemplación de la Encarnación”: “Veo en este misterio la inmensa necesidad que tenía la humanidad de salvación: reinaban todas las pasiones, tanto en tiempos de paz, como en tiempos de guerra; en todas partes hay corrupción e idolatría, el pueblo de Dios mismo está bien degenerado. La Santísima Trinidad ve a los hombres precipitarse al infierno, pues todos murieron sin redención. Y continúa: “Me dejo inspirar por una piadosa y conmovedora imagen (la Encarnación por Führich). El arcángel está con una rodilla en la tierra delante de la Virgen. Le señala con el dedo a la Trinidad en el cielo. El pequeño Jesús desciende del seno del Padre precedido por una paloma. María está de pie trabajando, pero tan modesta y tan pura” (NQT. Vol. I, p.389). En la tercera meditación del 27 de octubre sobre el “Corazón de Jesús en Nazareth” encontramos la expresión: “Corazón de Jesús templo de la Santísima Trinidad”, y en la primera meditación del 8 de noviembre que el “Corazón de Jesús, abierto por la lanza” es “el Santuario de la Trinidad” (NQT. Vol. I, p.396 y 419). 4. “El retiro del Sagrado Corazón” 1896 En esta obra espiritual del P. Dehon hay algunas referencias a la Santísima Trinidad. En la primera meditación: “Dios es Amor” hay un coloquio entre Jesús, el Salvador y el discípulo: “Hijo, mío, Dios es amor, así te enseña mi discípulo bien amado, San Juan. Dios es el ser infinito, independiente, inmutable, eterno: Yo soy el que soy (Ex. III,14). La vida misma de Dios es la plena y perfecta posesión de su ser por la inteligencia y el amor. La vida de Dios en Él mismo es conocerse y amarse. Es también mi vida en el seno de la augusta Trinidad. Dios es además infinitamente bueno y la fuente de todo bien. Y todo el bien creado no es sino una pequeñísima participación, una chispa de este bien infinito. Los ángeles y santos contemplarán por toda la eternidad este encantador espectáculo de

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belleza y de bondad. De esta fuente inexhausta sacarán sin fin el encanto y la dicha, que constituye nuestra infinita felicidad en la Santísima Trinidad. Pero la bondad es comunicativa. Dios desde toda la eternidad comunica su naturaleza infinita a las personas divinas, a su Hijo y a su Espíritu. Antes de la creación, ese amor se terminaba en el misterio trinitario, pero su bondad hizo las criaturas a su imagen y semejanza, a las que ama necesariamente por parecerse al Él. Su amor se extiende a ellas, sobre todo a los seres inteligentes”. El tercer punto de la misma meditación tiene como título: “El amor divino resplandece sobre todo en la redención”. Leemos: “Su misericordia brilló particularmente después del pecado. Lejos de rechazar a sus criaturas que se veían perdidas, se portó con ellas con la mayor dulzura. Me envió a mí, su Hijo con la misión de encarnarme y hacerme visible entre los hombres, de vivir con ellos y de perdonarles sus pecados: “Amó tanto Dios al mundo, que no paró hasta dar a su Hijo unigénito”. Mi Corazón fue traspasado, por un designio del amor del Padre, que quería abrir una fuente inexhausta de gracias y hacer llegar el amor al colmo, que me llevó a dar mi vida en la cruz para tu salvación. Quiso también el amor divino que yo te santificare con su Espíritu, que te hiciere hijo de Dios y te dejare provisto para tu salvación de poderosísimos recursos adaptados a tu salvación” (OSP. I, 34-37). En la segunda meditación: “Díos nos ha creado para amarlo sobre todas las cosas” hay otro coloquio de Jesús con el discípulo. “El Salvador: “Hijo mío, la creación es la primera de las obras externas de Dios. Al producir las criaturas, no pudo la Sanísima Trinidad tener otra mira que ella misma, porque nada existía fuera de ella. Al dar el ser y la vida a las criaturas, no pudo proponer a ellas otro fin que hacer admirar y amar su infinita bondad. Toda la vida íntima de la Trinidad era amor, pero hemos querido hacer participar a esta vida también las criaturas. Por eso dijimos: “Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza (Gen. I, 26)”. Nos conocerá con su inteligencia y nos amará con el corazón que le daremos. Sin duda nuestros beneficios te ayudan y te estimulan a amarnos, pero no hemos querido que tu nos amare sólo por nuestros beneficios, porque sería amarte a ti mismo y no a nosotros. En cambio, tu debes elevarte a nosotros y al amor que merecemos por nuestra belleza y nuestra bondad infinitas. Nosotros somos el principio y el fin de todas las cosas, es necesario que todo vuelva a nosotros, como todo procedió de nosotros. Si de algo somos celosos, es del amor de las criaturas. ¿Hubiéramos podido crearlas para que amándose a sí mismas nos amarían en segundo lugar a causa de nuestros beneficios? No, injusto sería que la criatura comenzara por amarse a sí mima y no amaría a su Creador, sino por los beneficios que recibe o espera recibir. La Santísima Trinidad no es sólo amable a título de bienhechor, tiene otro título más excelente para reclamar el amor de sus criaturas: son sus perfecciones infinitas Quiere que las criaturas racionales la amen ante todo por si misma y que después se sirvan de los motivos de gratitud y de esperanza para amarla más. El amor de gratitud y de esperanza no es la caridad propiamente dicha, la caridad perfecta, que debes a nosotros y que nosotros te pedimos. El motivo de su soberana amabilidad es el más puro y perfecto de los que deben determinarte a amarnos” (OSP. I, 40). Continuamos con la tercera meditación: “La Providencia amorosa de Dios”. Dice el P. Dehon: “La conservación de las criaturas es como la continuación de la creación. Pero, ¿cuál es el fin divino de esta conservación? Siempre el mismo: Dios quiere ser conocido, alabado, y amado por las criaturas racionales. Nosotros, Padre, Hijo y Espíritu Santo velamos por toda la creación y nuestra Providencia se extiende a todos. Por ella subsisten todos los seres en sus especies y naturalezas individuales” (OSP. I, 45). del amor También la décima sexta meditación: “El cielo es la morada” habla sobre la Trinidad: “El Salvador: “Si, hijo mío, el cielo es la morada y la recompensa del amor. Así lo describo en el Evangelio. Allí estaré en mis funciones del Buen Pastor y reuniendo a mis corderos les diré: “Vengan bienamados de mi Padre, vengan conmigo en el seno de mi Padre que los ama”. ¿En qué consistirá en el cielo tu felicidad y tu gloria? En el amor de Dios y en ser amado por Él. ¿Qué harás durante toda la eternidad? Lo que hace la misma Trinidad: amarás. La fe y la esperanza pasarán, solamente el amor no pasará. Mi Padre y Yo reinamos en el cielo por la efusión de nuestro amor. Lo hacemos desbordar en

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todos aquellos que componen nuestra corte y vuelve fielmente a nosotros sin que alguien conserva algo para sí mismo. Es un flujo y reflujo continuo de amor que, partiendo de la adorable Trinidad, que es su fuente, le retorna incesantemente. En esto consiste la diferencia entre el cielo y la tierra” (OSP. I, 110-111). En la meditación que sigue, la décima séptima, “La gracia es el don del amor”, hay unos textos más extensos en relación con la Trinidad. “El Salador: “Si, hijo mío, me gusta distribuir mis gracias con magnificencia. La lluvia que cae del cielo para inundar y fecundar la tierra representa sólo imperfectamente la multitud de gracias por las que, con el Padre y el Espíritu Santo, no dejo de atraerte a nosotros y excitarte a la caridad y todas las obras buenas”. Y en el segundo punto de la misma meditación: “La excelencia de la gracia en su principio”: “Considera la excelencia de la gracia en su principio. Para procurártela fue necesario el concurso de las tres personas de la Trinidad. El concurso del Padre, que, habiéndote predestinado desde toda la eternidad a la vida sobrenatural, te preparó igualmente a la gracia, que debe iniciarte en esta vida y desarrollarla en tu alma. En su misericordiosa bondad e impulsado por su amor, no se contentó con salir de su reposo para sacarte de la nada; por una segunda creación, más admirable que la primera y en vista de los méritos de mi Sagrado Corazón, te asoció a mi propia vida, para hacerte practicar en mi las obras de santidad: “creados en Cristo Jesús para hacer obras buenas (Ef.2,10)”. Pero, destinándote a este fin sublime, al mismo tiempo te ha preparado por un decreto eterno las gracias necesarias para alcanzarlo. El concurso personal de Jesucristo. No bastó el que el Padre te destinara la gracia, era preciso que Yo la mereciera con mis sufrimientos y mi muerte y esto es lo que sobre todo constituye su excelencia. Para darte los bienes de la naturaleza, bastó a la Santísima Trinidad una palabra: “Lo dijo y fue hecho” (Ps. 148,5). Pero para procurarte los bienes de la gracia tuve que humillarme hasta revestirme de la humanidad y en la humanidad que me asocié, sufrir, dar mi sangre y morir por ti. La menor de las gracias es el precio de mi sangre. Es como mi misma sangre: una gota cae sobre el alma para sanarla, fortificarla y santificarla. Mi costado abierto fue la señal de la efusión de las gracias. Como Yo mismo dije a mi sierva Margarita María: “Es un abismo sin fondo, cavado por una flecha sin medida, la del amor. El alma encuentra aquí el manantial de agua viva para purificarse y recibir la vida de la gracia, que el pecado se le había quitado. El corazón encuentra aquí un horno de amor, que no le deja vivir sino una vida de amor (Su vida II,83)”. El concurso del Espíritu Santo. El Espíritu Santo realiza la aplicación de la gracia, decretada por el Padre y merecida por el Verbo Encarnado por las virtudes y sufrimientos de mi Corazón. Es Él que descendió sobre la Iglesia el día de Pentecostés y no deja de vivificarla por su acción. Se manifestó bajo la imagen del fuego, para mostrarte que es Él que ilumina, calienta y purifica. Para lograr penetrar la gracia en las almas, emplea agentes visibles bajo los que se oculta, como los sacramentos, los objetos bendecidos por la Iglesia, la palabra de los predicadores, el ministerio de los pastores. Pero, no son éstos sino instrumentos impotentes por ellos mismos y que no tienen virtud, sino la que Él les comunica” (OSP. I, 115-117). En la trigésima séptima meditación: “La Unión, término del amor. Pentecostés” tenemos las últimas referencias a la Santísima Trinidad: “Resumen:“La Santísima Trinidad habita en nosotros por la gracia, pero el Espíritu Santo es el que tiene la misión de santificarnos, de poner en nosotros la verdad, la caridad, las virtudes y los dones sobrenaturales. Nuestro Señor está unido a nosotros como la vid a los sarmientos e infunde en nosotros su Espíritu, que nos purifica, nos ilumina, nos eleva y nos gobierna, pero, que sobre todo, infunde en nosotros la caridad. La oración, la abnegación y la obediencia son los medios necesarios para que la caridad obre poderosamente en las almas y realice en ellas un Pentecostés continuo”. “Primer punto: La Santísima Trinidad habita en nosotros por la gracia. El Salvador: “Varias veces y particularmente en los desahogos de mi Corazón después de la Cena he dicho a mis discípulos: “Oren, practiquen la abnegación, observen los mandamientos de mi Padre, y mi Padre los amará y Yo también y vendremos y moraremos en ustedes y les daremos el Espíritu Santo con sus gracias y frutos”.

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El te consolará, te iluminará, pondrá en tu alma la paz, el gozo y sobre todo la caridad. No te damos solamente nuestra gracia, sino que nosotros mismos venimos a morar en ti, como en nuestro templo y en nuestro reino. El Ángel no dijo solamente a mi Madre: “Ave, llena de gracia”, sino añadió : “El Señor es contigo”; y esto se realiza en cierta medida también en ti. Nosotros fijamos nuestra morada en todas las almas que se han levado en estado de gracia y el Espíritu Santo habita en ellas particularmente. Vivimos en tu corazón para obrar en él y por él lo que pertenece a la vida sobrenatural. Estamos en tu corazón, como un padre de familia en su casa para gobernarla, como un maestro en su escuela, para enseñar su doctrina; como un jardinero en sus parterres, para hacer producir a sus plantas flores y frutos; como un monarca en su reino, para llevar sus riendas; como el sol en el mundo, para iluminarlo; como el alma y el cuerpo para darle vida, sentimientos y acción. Tenía razón San Agustín para decir, que “Dios es para nuestra alma lo que el alma es para el cuerpo”. Medita cada una de estas funciones de la Santísima Trinidad y particularmente del Espíritu Santo en tu alma. Trata de vivir las consecuencias que tiene; déjate conducir, guiar, iluminar, así participarás a nuestra vida. Serás animado de la caridad más pura para con nosotros y con las almas, de esta caridad que es derramada en tu alma por el Espíritu Santo, como dice San Pablo: “La caridad se derrama en nuestros corazones por el Espíritu Santo, que se nos da (Rom.5,5)”. Serás guiado en todo por el Espíritu de Dios, como conviene a los hijos de Dios: “Los hijos de Dios son guiados por el Espíritu de Dios (Rom.8,14)”. Quién te guía realmente es el Espíritu Santo, pero su acción misma es dirigida por mí. Ella es el fruto de mis méritos y el don de mi Corazón. Es mi Corazón que te da la gracia del Espíritu Santo. Es mi Corazón que vive en el tuyo, si eres fiel a la gracia”. “Segundo punto: Nuestras relaciones con Dios viviendo en nosotros. La intimidad de tus relaciones con nosotros depende de tu voluntad: serán relaciones de afecto recíproco, como de amigo a amigo, de hijo a padre, de esposo a esposa; y, si no pondrás obstáculos, serán relaciones agradables y fructuosas. Es una sociedad de vida y de operaciones que realiza una intimidad parecida a la que hacen de dos personas un solo corazón y una sola alma. ¿No te he dicho que debías ser una misma cosa conmigo como los sarmientos con la vid? Yo mismo estoy unido con mi Padre como la cepa a su raíz y te envío a ti que sois mis ramas, la savia vivificante que es el Espíritu Santo y de esta manera no eres sino una cosa con nosotros, como nosotros somos uno en la Santísima Trinidad” (OSP. I, 215-217). 5. “El mes del s. Corazón” y “el mes de María” 1900 En octubre de 1900 el P. Dehon anota en su Diario: “El mes de octubre fue un mes de trabajo tranquilo y firme. Escribí el Mes del S. Corazón para el editor Klotz. Encontré una gran alegría y una gran edificación en este trabajo. Espero que haga algo de bien” (NQT. XIV,40). Y en noviembre del mismo año: “Todavía un buen mes de trabajo. Escribí el Mes de María con la misma alegría espiritual que el Mes del S. Corazón. Estos dos meses me valen un largo retiro” (NQT. XIV,41). 5.1. “El mes del Sagrado Corazón” Son 33 meditaciones sobre las letanías del Sagrado Corazón en que cita varias veces a Juan Eudes, Santa Gertrudis, Santa Matilde, Santa Margarita María, San Bernardo, San Agustín y a otros doctores del S. Corazón. En la primera meditación: “Corazón de Jesús, Hijo del Padre eterno” dice que, “el Hijo de Dios tiene la misma naturaleza del Padre, es decir la naturaleza propia de Dios. Esta doctrina de nuestra fe nos introduce en el santuario mismo de la Santísima Trinidad, en el más íntimo del misterio de la vida divina”. Después contempla con el venerable P. Eudes “la fuente de cada amor en el seno de la

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adorable Trinidad (OSP. I,421-424; 428)”. La segunda meditación: “Corazón de Jesús formado por el Espíritu Santo en el seno de la Virgen María”. contempla con Santa Matilde la admirable obra del amor en la Encarnación. Dice que, “el Señor en sus manifestaciones a la Santa explicó como las palpitaciones de su S. Corazón eran conducidas por el triple amor de la Santísima Trinidad que vive en Él y por su amor humano: el amor todopoderoso que le inmolaba todo, haciéndolo invencible a los malos tratos de los judíos; el amor infinitamente sabio que ordenaba y gobernaba toda su vida; el amor infinitamente dulce, que le hacía encontrar amables sus sufrimientos redentores; en fin, su amor humano que versaba la gracia sobre sus labios y lo hacía amar por todos”. Y continúa: “¡Qué lecciones de agradecimiento para nosotros, para con Dios Padre que nos dio a su Hijo; para con el Verbo de Dios que se hizo hombre y murió para rescatarnos; para con el Espíritu Santo, cuyo amor infinito nos dio al Redentor!” (OSP. I,429-430). En la cuarta meditación: “Corazón de Jesús, soberana majestad” leemos: “El Corazón de Jesús, siendo substancialmente unido al Verbo, tiene por eso una majestad infinita. Nadie mejor ha sacado esta conclusión que el venerable P. Eudes; es con él que adoraremos hoy la majestad infinita del Corazón de Jesús. El Corazón de Jesús participa a la majestad de la Santísima Trinidad. Las tres personas divinas han un mismo poder, una misma sabiduría, una misma bondad, un mismo espíritu, una misma voluntad, un mismo corazón. Por eso que nuestro Salvador, en cuanto Dios, tiene un mismo corazón con el Padre y con el Espíritu Santo; en cuanto hombre, su Corazón humanamente divino y divinamente humano es también uno solo con el corazón del Padre y del Espíritu Santo por su unidad de espíritu, de amor y de voluntad. Por eso adorar el Corazón de Jesús es adorar el corazón del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. La Santísima Trinidad vive y reina con toda su majestad en el Corazón de Jesús. El Padre eterno está en este Corazón admirable, hace nacer a su Hijo muy amado y lo hace vivir de la misma vida, enteramente santa y enteramente divina, de la que Él vive en su seno admirable desde toda la eternidad. Le imprime también una imagen muy excelente de su divina paternidad, para que este Corazón humanamente divino y divinamente humano sea el Padre de todos los corazones de los hijos de Dios. Por eso nuestros corazones deben mirarlo, amar y honrarlo como su Padre muy amable y esforzarse de grabar en ellos una perfecta semejanza de su vida y de sus virtudes. ¡Oh buen Jesús! Adoramos en tu divino Corazón la majestad infinita de tu Padre celestial y te pedimos de hacer reinar en nuestros corazones la obediencia y el afecto filial que tu mismo has practicado hasta la muerte. Consideremos también como el Verbo eterno está con su majestad infinita en el Corazón real de Jesús, uniéndolo con la más íntima unión que se puede imaginar, es decir con la unión hipostática. Esta unión hace este mismo Corazón adorable con la misma adoración que se debe a Dios. El Verbo eterno vive y reina en el Corazón del Hombre-Dios. Reina allí sobre todas sus pasiones humanas que residen en el corazón. ¡Oh Jesús, rey de mi corazón! Viva y reine así sobre mis pasiones, uniéndolas con las tuyas y no permitas que sean usadas sin tu conducción y para tu gloria. Consideremos todavía como también el Espíritu Santo, con toda su majestad infinita, vive y reina en el Corazón de Jesús de una manera inefable. Mantiene aquí oculto los tesoros infinitos de la ciencia y de la sabiduría de Dios, y lo llena con todos sus dones en un grado soberano según sus divinas palabras: “El Espíritu Santo bajará sobre Él, el espíritu de sabiduría y de inteligencia, el espíritu de consejo y de fuerza, el espíritu de ciencia y de piedad; igualmente será llenado del espíritu del temor del Señor”. Las tres personas divinas viven y reinan en el Corazón del Salvador, como en el trono más alto de su amor, en el primer cielo de su gloria, en el paraíso de sus más queridas delicias. Aquí ellas derraman, con el reflejo de su majestad infinita, una abundancia y una profusión inexplicables de luces admirables, océanos inmensos de gracias y torrentes de llamas de su eterno amor. ¡Oh Santísima Trinidad!, alabanzas infinitas te sean dadas para siempre para todos los milagros de amor que operas en el Corazón de mi divino Jesús; te ofrezco el mío, con los de todos mis hermanos, y te suplico muy humildemente tomar entera posesión de él, y destruir todo que te desagrada y de establecer aquí soberanamente el reino de tu divino amor”. A consecuencia de esta vida especial de la Santísima Trinidad en el Corazón de Jesús, este

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divino Corazón llegó a ser el santuario y la imagen de todas las perfecciones divinas (OSP. I, 438)”. A continuación cita algunos textos de Santa Matilde: “Para alabar dignamente la infinita majestad de este divino Corazón, en que reina la augusta Trinidad con todas sus perfecciones sirvámonos de palabras inspiradas por Nuestro Señor mismo a Santa Matilde: “Te saludo, dulcísimo Corazón de Jesús, más dulce que la miel, fuente viva de todas las gracias y de toda bondad. Te saludo, Corazón amantísimo de Jesús, noble tesoro de todas las riquezas de Dios. Mil veces te bendigo, y te saludo. ¡Oh noble Corazón de Jesús!, por esta mutua reciprocidad de amor que te une a la Santísima Trinidad, te saludo y te adoro en la abundancia de todas las gracias que emanan de ti y que emanarán siempre sobre todas las almas. Te bendigo, Corazón muy amable de Jesús, te bendigo en este amor que, por la virtud del Espíritu Santo, te ha creado de la sangre purísima de la Virgen María. Te glorifico, dulcísimo Corazón de Jesús, en este amor de la Santísima Trinidad que te ha ornado tan magníficamente con todos los dones celestiales. Te exalto, Corazón muy compasivo de Jesús, en este amor, de que siempre estabas devorado por el género humano. Te venero, Corazón muy generoso de Jesús, en este amor que te ha destrozado , cuando estabas muriendo en la cruz. Te saludo, Corazón de Jesús, Corazón tan digno de toda mi confianza, te alabo en este amor, que hizo permitir a la lanza traspasarte, que te hizo destilar agua y sangre. Y ahora me dirijo a ti, muy augusta Trinidad, y por este Corazón infinitamente bendecido, te alabo, te glorifico y te bendigo por lo que has podido, has sabido, has querido derramar en el muy noble Corazón de Jesús tantos dones y una tan abundante profusión de gracias. Y con todo el afecto y todo el respeto posibles, ofrezco a tu suprema Majestad a este mismo Corazón tan dulce, este Corazón tan digno, este Corazón siempre sobre todos los corazones, lleno de todas las amabilidades de la Divinidad e inundado de la más perfecta felicidad. Dígnate reparar completamente por Él todo el mal que hice y todas las negligencias que metí por hacer el bien (Santa Matilde : libro III, capítulo VIII)” (OSP. I,437-439). Quinta meditación: “El Corazón de Jesús, templo santo del Señor”. Escribe el P. Dehon: “Hemos visto que el Corazón de Jesús es substancialmente unido al Verbo, Hijo de Dios y que la Santísima Trinidad vive y reina en este divino Corazón. Con razón podemos entonces llamar el Corazón de Jesús el Templo santo del Señor. ¿A quién pediremos hoy desarrollar este pensamiento? Escuchemos a San Bernardo”. En las líneas siguientes San Bernardo compara el Corazón de Jesús con la arca del testamento, el sanctasántorum. Muestra el costado abierto del divino Crucificado, el Corazón de Jesús, como el templo propicio a la oración, a la alabanza, al amor. Lo propone a los pecadores como el santuario de la escucha y de la acogida. Termina el P. Dehon:“Entremos varias veces con San Bernardo, con Santa Gertrudis y Margarita María en el Templo santo del Corazón de Jesús” (OSP. I,442-443). La décima sexta meditación: “Corazón de Jesús, objeto de la complacencia del Padre”. Comienza el P. Dehon: “El Corazón de Jesús es el objeto de la complacencia del Padre celeste, no solamente porque es el Corazón de su Hijo muy amado, el Corazón ornado con todas las perfecciones del Verbo encarnado, sino también porque Dios Padre recibe de este Corazón, en la medida más amplia, todo lo que espera de las criaturas : adoración, alabanza, acción de gracias, ofrenda, reparación. Santa Matilde ha aclarado bien estos actos del Corazón de Jesús tan agradables a su Padre. Es por el Sagrado Corazón que podemos adorar a Dios de una manera digna de su majestad. Solamente el Hijo de Dios hecho hombre puede ofrecer un homenaje digno de la Santísima Trinidad”. Después explica cómo Jesús enseñaba a Santa Matilde alabar en la mejor forma posible a la Trinidad: golpeando su Corazón, para que Él ofreciera nuestra alabanza junto con la suya a la Trinidad (OSP. I, 498-499). 5.2. “El mes de María” Sobre las letanías de la Santísima Virgen Comienza la introducción de su libro con las palabras: “Padre celeste, que eres Dios, Hijo, Redentor del mundo, que eres Dios, Espíritu Santo que eres Dios. Santísima Trinidad, que eres

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un solo Dios, ten piedad de nosotros. Y continúa: “Mañana entramos en el bonito mes dedicado a María, Cada día del mes la saludaremos tomando por tema de nuestra alabanza y de nuestras oraciones una de las invocaciones, que la Iglesia le dirige bajo la forma de letanías. Hoy, con nuestras piadosas letanías, vamos al origen de las cosas y percibimos a María ya toda resplandeciente de hermosura y de gracias en los senos eternos de la augusta Trinidad. María, dice San Agustín, es la Obra de un consejo eterno. Podemos imaginarnos a las tres personas de la Trinidad consultándose como colmar a María de los mejores dones. Dios Padre, preparándose a reparar el mal hecho al hombre por el pecado original, se complació en la bienaventurada Virgen María por ser su ayuda en la obra de la Redención. Desde toda la eternidad Dios Padre contempla en María a su hija muy amada, que debe consolarlo por el desorden producido por el pecado del hombre. Así también, desde la eternidad, el Hijo de Dios, que tomó la decisión de hacerse hombre, concibió el ideal de una madre, cuya perfección respondía a su dominio soberano y a la gloria de su divinidad. Se prepara un palacio digno de servirle de habitación, decretando de antemano la santidad de esta mujer maravillosa, en que debía tomar su natura humana y la pureza de alma y cuerpo, de ella que debía nutrirlo con su leche materna, conversar con él y acompañarlo en la reparación de los males causados por el pecado. Admiremos la encantadora belleza del alma de María. La sabiduría divina se ha complacido en ella y la ha preparado de tal modo que fuera digna de ser su Madre. El Espíritu Santo, como el Padre y el Hijo, se complació en María desde toda la eternidad. Ve en esta Virgen admirable a aquella, que era destinada a cooperar a la grande obra de la Encarnación del Verbo. Se disponía a formar en ella el cuerpo muy puro que debía ser unido al Hijo de Dios. También le preparaba una tal abundancia de gracias que los Santos y los Ángeles se asombraron. Honremos entonces, como conviene a esta Virgen, que la Trinidad preparó con tanto amor y colmó con tantas gracias. Si le rendimos el culto que ella desea, imitándola en su celo por conservar y aumentar en nuestros corazones la gracia del Espíritu Santo, nos obtendrá de este Dios santificador las fuerzas y la ayuda más grandes; nos obtendrá todas las gracias necesarias para perseverar en el bien hasta la muerte, y para conseguir, después de una muerte santa, la unión íntima, en el conocimiento y el amor, con esta adorable Trinidad, de que es la obra maestra y la más preferida” (OSP. I, 245-248). Después hay una oración que lleva el título: “Alabanza de Santa Matilde a María”: “Recuérdate, María, la alegría inefable que te inundó, cuando viste por primera vez a la adorable Trinidad. Has podido contemplar el amor eterno, que la Trinidad te prodiga desde la eternidad, eligiéndote la Madre del Verbo y la Esposa del Espíritu Santo. Recuérdate el saludo de bienvenida de tu amable Hijo, de tu Padre celestial y de tu Esposo. El esplendor de la divinidad te penetra con su luz más viva; la Trinidad derrama en ti la plenitud de su divino amor y ti colma de infinitas dulzuras, prontas a recaer sobre todas las almas que te las piden. María, deja desbordar sobre nosotros tu plenitud de gracias para consolar nuestras tristezas y borrar nuestros pecados. Amen” (OSP. I, 249-250). La meditación del primer día del mes tiene como título: “Santa María, ruega por nosotros”. Comienza el P. Dehon: “Uno de los dones que la augusta Trinidad ha preparado a María, era su nombre. Este bonito nombre de María fue escogido por Dios mismo , así como el nombre de Jesús” (OSP. I, 251). En la meditación del segundo día: “Santa Madre de Dios, ruega por nosotros”, dice que “la maternidad divina dio a María las relaciones más íntimas con la augusta Trinidad” y cita un texto de Bossuet (OSP. I, 256). En la meditación del tercer día: “Santa Virgen de las Vírgenes, ruega por nosotros”, también hay una referencia a la Trinidad: “La augusta Trinidad quería hacer de María la Madre de Dios, pero quería que esta Madre de Dios poseyera en el grado más alto los encantos y todas las gracias de la virginidad” (OSP. I,261). Finalmente en la meditación del vigésimo octavo día: “Reina de todos los Santos, ruega por nosotros”, leemos en una cita del P. Juan Eudes: “Los ángeles y los santos que están en el cielo viéndola gloriosamente coronada por la Trinidad exclamaron:

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“Es así que Dios ama a la divina Madre, que es la más amable de todas las criaturas; es así que el Padre ama a su muy querida y única Hija; es así que el Espíritu Santo ama a su muy santa Esposa. Es así que el muy amado Corazón de María es el primer objeto de amor de la Trinidad, porque su santidad y su amor han encantado el corazón de Dios” (OSP. I, 390). 6. “Vida de amor hacia el S. Corazón de Jesús” 1901 En 1901 el P. Dehon publicó su libro: “Vida de Amor”. Encontramos muy pocas referencias sobre la Trinidad en esta obra. En la tercera meditación: “El deseo del Señor : He venido a traer fuego a la tierra” leemos: “a.- Dios quiere que lo amemos. Reflexiones.- Ciertamente el Señor ha venido a la tierra para que el fuego del amor divino arda. La Santísima Trinidad lo tiene como finalidad tanto de la Creación como de la Redención. El Salvador .- Con ansias deseo que este fuego encienda los corazones de los hombres. Como Dios, no puedo querer otra cosa sino mi gloria y tu felicidad. Como hombre, tampoco tengo otro deseo, ya que éste es el único objeto de mi misión que está perfectamente cumplida, si logro encender en todos los corazones el fuego que arde en los habitantes del cielo y que ellos lo sacan del seno mismo de la Santísima Trinidad. b.- Nuestra resistencia. El Salvador.- No hay donde perderte, tienes que elegir: o arder eternamente en el fuego del amor divino, o quemarte para siempre en el fuego del infierno. ¿Cómo es posible que dudes un momento de elegir el fuego del amor, que será tu auténtica felicidad, como lo es de la misma Santísima Trinidad, en vez del fuego infernal que hace la desesperanza, la rabia y la infelicidad perpetua de los demonios y de los condenados?(OSP.II,21-23)”. En la décima séptima meditación: “Recogimiento y vida interior” hay otra referencia a la Trinidad: “El Espíritu Santo mora en ti. Es clarísimo, que para poder vivir esta vida de amor, debes adquirir el hábito de orientarte hacia Dios, de vivir en su presencia y vivir unido a Él y especialmente sacar agua de esta fuente de amor, que es la vida del Espíritu Santo dentro de nosotros. El acto de adoración con que el cristiano inicia su meditación de la mañana, hay que renovarlo con frecuencia. Puede ser un sencillo acto de fe y de voluntad, una reflexión piadosa. Nuestra imaginación puede ubicarnos ante el trono de la Santísima Trinidad, o frente al Reinado de Cristo o frente a alguno de sus Misterios. No importa lo que sea, con tal que se haga (OSP. II,89)” 7. “Las coronas del amor al S. Corazón” 1905 En febrero de 1905 el P. Dehon escribe en su Diario: “Reviso las meditaciones que escribí sobre la “Triple Corona”, las estoy completando. Es una gracia para mí. Me pongo en la disposición de un amor ardiente hacia el S. Corazón. Es para mí el único camino para andar un poco solidamente. Las otras direcciones pueden convencerme la mente, pero no me satisfacen mucho. Es mi camino, mi vocación, Jesús quiere de mí un amor tierno o nada. El amor me basta para todo; me ayuda a humillarme, a arrepentirme, a seguir los consejos de perfección, a estar unido a Nuestro Señor. Es mi salvación y mi santificación (NQT. XIX,69)”. Encontramos en esta obra algunas referencias a la Trinidad en el volumen I y III. Volumen I Primer misterio: “La Oblación del Corazón de Jesús en el seno virginal de María”. Primera meditación: “El don que Dios da de sí mismo”. Leemos: “Queremos en este retiro echar las primeras bases de nuestro amor hacia el S. Corazón. Pero conviene que consideremos antes cómo Dios nos ha amado, cómo Él se ha donado a nosotros. Antes de contemplar el Corazón de Jesús, es bueno que nos paremos un momento a considerar el Corazón de Dios mismo. Podemos decir que, desde el instante mismo de la creación, mucho antes de que Dios nos diera el Corazón de su Hijo, la Santísima Trinidad misma nos ha donado su Corazón : “Hagamos al hombre a imagen y semejanza nuestra”. Hagamos, dice la Santísima Trinidad, una obra grande e importante; reunámonos en consejo

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para ejecutarla, hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza (Gen.I). El hombre es la imagen de Dios por los dones naturales y sobrenaturales que Dios le ha comunicado. Es, sobre todo, el objeto de la complacencia del Corazón de Dios en la adopción divina. 1. Dios se comunica al hombre por los dones naturales. Por su vida, su inteligencia, y su voluntad, el hombre es la imagen de la Santísima Trinidad; cada una de las tres personas divinas ha impreso en nuestra alma su rasgo característico; viviendo, nuestra alma reproduce la vida divina y el poder del Padre; pensando, nuestra alma imita la inteligencia del Verbo; amando, exprime el amor del Espíritu Santo. El hombre tiene una semejanza de familia con Dios (OSP. II,189-190)”. Tercera meditación : “El don que el Hijo de Dios nos hace de sí mismo”. 2. “El Verbo se propone tomar un cuerpo humano”. “La segunda persona de la Santísima Trinidad decidió entonces de tomar un corazón humano. Ahora bien, este corazón será el órgano sobrenatural de la humanidad. La humanidad pecando ha faltado al amor hacia Dios. Solo un corazón humano y divino a la vez puede reparar esta falta al amor a Dios y darle un amor infinito (OSP. II,200)”. Cuarta meditación: “El don que Jesús nos hace de su Madre Inmaculada”. 1. Jesús nos da a su Madre. “La Santísima Trinidad desde el comienzo ha concebido el don total de Jesús y María para nuestra salvación y nuestra felicidad. Ellos están siempre unidos en las promesas, las profecías y las figuras de la Ley antigua (OSP. II,202)”. Quinta meditación : “La oblación que Nuestro Señor hace de sí mismo y de nosotros al Padre”. 3 “Nuestra oblación”. “Entreguémonos enteramente, sin reserva. ¿Cómo podemos atrevernos a darnos solo parcialmente, cuando la Santísima Trinidad se ha dado enteramente a nosotros en la creación y en la adopción, después de que el Padre celestial nos ha dado a su Hijo enteramente, después de que el Corazón de Jesús se ha dado enteramente a nosotros? ¿Cómo atrevernos a negar algo a Dios, cuando Dios no niega nada a nosotros? Saquemos la generosidad del amor (OSP. II,207)”. Volumen III Premier misterio: “La vida del amor del S. Corazón en la eucaristía” Cuarta meditación: “La vida gloriosa del S. Corazón en la eucaristía”. 1. “La vida gloriosa del S. Corazón en la eucaristía” “El Corazón de Jesús más brillante que la luz, todo radiante y ardiente de amor, encanta en una éxtasis eterna a los ángeles y a los santos. Es el sol del Jerusalén celeste, así como dice San Juan. Pues bien, está también en el tabernáculo, y no como imagen, sino realmente. En Él reside la Santísima Trinidad; la Santísima Virgen, San José, los ángeles y los santos forman su corte (OSP. II,426)”. 8. “El Corazón Sacerdotal de Jesús” 1907 Los días 12-15 de mayo de 1903 escribe el P. Dehon en su Diario: “Escribí algunas meditaciones sobre el Corazón sacerdotal de Jesús” y en febrero de 1906: "Acabo de terminar mi trabajo sobre el Corazón sacerdotal de Jesús (NQT. XVIII,56 y XX,32)”. En agosto de 1906 partió a América Latina, volvió en enero de 1907 y comenzó a preparar la publicación del libro, que editado más o menos en mayo. Sigue para su tema varios autores de la “Escuela Francesa”. Muchos son los textos sobre la Trinidad y las funciones de las personas divinas, especialmente en los primeros capítulos. Resumiendo dice el P. Dehon: “Que Jesús debe su vocación sacerdotal a su Padre. Fue Él que lo envió al mundo para ser su sacerdote. Por eso dio a su Hijo un corazón sacerdotal. El Verbo Encarnado ejerce este sacerdocio desde el mismo momento de la Encarnación. El

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Verbo de Dios, al encarnarse, pronunció las palabras del “Ecce Venio”, que son palabras que brotan de un corazón sacerdotal. Cristo sin embargo es sacerdote por la unción del Espíritu Santo. Recibió la unción del Espíritu Santo sobre todo en su corazón. Así Jesús es sacerdote en todo su ser, pero el centro de su vida sacerdotal es su corazón. En su corazón acepta su misión y su sacrificio. “Aquí estoy, decía a su Padre, su voluntad será la ley de mi corazón” (Ps. 39). El sacrificio de Jesús es un sacrificio de amor. Jesucristo es el único sacerdote del Padre desde la Encarnación para toda la eternidad. Con el misterio de la Encarnación las tres personas diversas de la Santísima Trinidad deseaban igualmente lograr el fin propuesto, que es la reparación de la gloria divina y la salvación de las almas” (OSP. II, 525-536). Hay otra referencia a la Trinidad en la novena meditación: “Los ejercicios sacerdotales”: 1. La preparación sacerdotal. “El Salvador no fue ordenado sacerdote con una ordenación especial. Recibió la unción del Espíritu Santo juntamente con la unión hipostática, es decir en el momento mismo de su encarnación. Desde aquel momento, es sacerdote para siempre. Pero plugo a su Padre confirmar y manifestar esta unción en el momento en que el Salvador iba a dar comienzo a su vida pública. A orillas del Jordán, cuando N. Señor recibe el bautismo de Juan Bautista, el Espíritu Santo descansa sobre su cabeza y confirma en Él la gracia de Mesías y de sacerdote y Dios Padre nos manifiesta su misión, diciéndonos: “Este es mi Hijo muy amado (OSP .II,549)”. 9. Sus anotaciones en su diario 1894-1915 Muy escasas son las referencias a la Trinidad en su Diario durante este largo período 1894-1915. En 1906 el P. Dehon durante su viaje por América Latina, está alojado algunos días en el convento de los Padres Benedictinos en Río de Janeiro. Aprovecha de hacer un pequeño retiro. El Prior le invita a hacer una conferencia a los monjes sobre la devoción al S. Corazón. Publica en su Diario el esquema de su conferencia. En uno de los puntos que trata dice que, el Sagrado Corazón desde la eternidad estaba presente en el pensamiento de la Trinidad (NQT. XXII,83). En noviembre de 1909 lee el libro “La vida reparadora” del Abbé de Bretagna. Este sacerdote se apoyaba en su libro en la espiritualidad del P. Giraud (Cf. NQT. XXXIV,51). También el P. Dehon se había inspirado en este autor para su libro: “El Corazón sacerdotal de Jesús”. Escribe el P. Dehon: “Encuentro providencialmente un buen libro: “La vida reparadora” del Abbé de Bretagne. Jesús es el verdadero reparador, pero nos admite al honor de unir nuestras pequeñas reparaciones con las suyas. El medio es la unión con Él bajo todas sus formas : la memoria, la imitación, la gracia, la eucaristía, pero sobre todo la vida interior : “Si alguno me ama, guardará mi palabra, y mi Padre lo amará y yo lo amaré y me manifestará a él. Vendremos a él y en el haremos morada (Juan 14,21-24)”. “Permaneced en mí, como yo permanezco en vosotros. El que permanece en mí como yo en él, ése da mucho fruto (Juan 15,4-5)”. “Yo soy el camino, la verdad y la vida...No os dejaré huérfanos, vendré a vosotros...y yo rogaré al Padre, y os dará otro Paráclito, que estará con vosotros (Juan 14,6,8,16)”. La Santísima Trinidad demora en nosotros. El Padre demora allí con su bondad paternal (Mi Padre lo amará); el Cristo demora allí como Mediador (Rogaré al Padre – Os daré otro Paráclito); el Espíritu Santo demora allí como Santificador (Os enseñará todas las cosas)” (NQT. XXV,3). En marzo de 1910 anota : “La Providencia me da en las manos varias obras de la escuela dominicana : “La causalidad instrumental en la teología” de P. Hugon.- “De la habitación del Espíritu Santo en las almas” del P. Froget. Podría sacarles mucho provecho. Primero está la habitación de la Santísima Trinidad en nosotros por la gracia, habitación que se hace más íntima con cada crecimiento de la gracia, cada paso hecho en la virtud. Esta habitación está atribuida al Espíritu Santo a causa de su carácter personal de santidad y de amor (NQT. XXV,17-18)”.

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SEGUNDA PARTE LA DEVOCIÓN DEL P. DEHON A LA S. TRINIDAD DESDE ENERO DE 1915 HASTA SU MUERTE Por causa de la primera guerra mundial el P. Dehon, desde fines de agosto de 1914, se hallaba confinado en San Quintín. Aprovechó el tiempo para leer varias obras espirituales y en enero de 1915 cayó en sus manos una biografía de Sor Isabel de la Trinidad. La lectura de este libro influyó en su devoción a la Santísima Trinidad por todo el resto de su vida. Queremos presentar primeramente las impresiones que el P. Dehon anotó en su Diario después de haber leído esta obra, y después dar algunos rasgos biográficos de la santa. 1. Impresiones del P. Dehon de la lectura de la biografía de Sor Isabel de la Trinidad Anota en su Diario: “Sor Isabel de la Trinidad. I.- Leí con mucho encanto la vida de Sor Isabel de la Trinidad, del Carmel de Dijon. Tiene su misión de cumplir en nuestros tiempos, como Santa Teresa del Niño Jesús. Santa Teresa inspira a los que leen su vida a la simplicidad y al espíritu de infancia espiritual, junto con prodigar las gracias temporales. Sor Isabel misma describe su gracia o su carisma. “Creo, dice ella, que en el cielo mi misión será llamar a las almas al recogimiento interno, ayudándolas a salir de sí mismas para adherirse a Dios con un acto muy simple y muy amoroso; conservarlas en este gran silencio interno, que permite a Dios imprimirse en ellas, transformándolas en Él. ¡Venerable Hermana, ayúdame a vivir esta vida interior, que te ha hecho santa! II.- Ella fue también víctima para la Iglesia y para los pecadores. Antes de entrar al Carmel, decía a su madre : “Mi querida mamá, ¿puedo resistir a la voz del Señor que me llama? Me alarga el brazo y me dice que es desconocido, ultrajado, dejado de lado. ¿Puedo abandonarlo yo también? Quiere víctimas, es necesario que yo parta a pesar de mi pena de dejarte, de hundirte en el dolor. Debo responder a su llamado”. III.- Su educación le dio la oportunidad de hacer varios viajes. Encontraba en ellos un gran encanto y sabía aprovecharlos para edificarse. Se lee en su biografía : “Durante el verano de 1899 pasa, como de costumbre, por varias partes; por Francia, y después por Suiza, cuyas vistas encantadoras arrebataron a Isabel. Fácilmente entusiasmada por las maravillas de la naturaleza, le gustaba perderse en la contemplación de las obras del Creador. “Goza bien de estas bonitas panoramas, escribía desde su celda de carmelita; la naturaleza lleva al buen Dios. Yo amaba tanto estas montañas, que me hablaban de Él”. Después a su hermana en veraneo en los Pirineos y en las orillas del golfo de Cascogne : ¿No es así, que no se deja de contemplar el mar? ¿Te recuerdas la última vez que nos hemos visto juntas en las rocas de la Virgen en Biarritz? ¡Qué bonitas horas pasé allá! Fue tan bonito ver estos mares de fondo invadiendo las rocas; mi alma vibraba delante de estos grandiosos espectáculos; goza bien y piensa que en el Carmel encuentro en Dios todos estos extensos horizontes”. Un alma que se ensancha tanto en la contemplación de la naturaleza y el arte, como en horizontes que abren a la ciencia y al estudio, ¿no tiene más amplitud para concebir y amar a su Creador? IV.- Sor Isabel era muy inocente. A penas fue turbado por la tentación, como se lee en el Cántico espiritual de San Juan de la Cruz : “El Señor permite que el demonio levanta varias veces en la parte sensible muchas agitaciones; que suscita al alma mil molestias espirituales o sensibles, de que no tiene la posibilidad de librarse, hasta que Dios le envíe al ángel que

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protege y libera a los que lo temen”. Ella animaba y consolaba a los pecadores y a las almas que sufrían. Escribía a una amiga : “Me parece que el buen Dios te pide un abandono y una confianza sin límites. En estas horas penosas, en que sientes estos horribles vacíos, piensa que Él abre en tu alma capacidades más grandes para recibirlo, es decir, en cierto modo infinitas como Él mismo. Trata entonces de ser, con tu voluntad, muy alegre bajo la mano de quién te crucifica; hasta diré : tenga cado sufrimiento por una prueba de amor que te viene directamente del buen Dios para unirte con Él. Cuando el peso del cuerpo se hace sentir y cansa tu alma, no te desanimes, pero anda por la fe y el amor a Él, que te ha dicho : “Vengan a mí y los aliviaré”. En cuanto a la moral, no te dejes vencer por el pensamiento de tus miserias. El gran San Pablo dice : “Donde abunda el pecado, sobreabunda la gracia”. Me parece entonces, que el alma más débil, hasta el más culpable, es la que tiene más esperanza. Y este acto que hace para olvidarse y echarse en los brazos de Dios, la glorifica más que todas las vueltas sobre sí misma y todos los exámenes que la hacen vivir con estas debilidades, mientras posee en el centro de si misma a un Salvador, que a cada minuto quiere purificarla”. Me aplico a mi estos consejos tan reconfortantes. V.- La gracia más señalada es la unión con Dios, viviendo en ella, o lo que ella llama : su vida en su cielo interior. Ella se alimentaba de San Pablo que predica con tanta insistencia esta vida interior : “Te digo mi secreto, escribe. Piensa en este Dios que vive en ti, de que eres el templo. Es San Pablo que habla, podemos creerlo. Poco á poco el alma se habitúa a vivir en su dulce compañía; comprende que lleva en ella un pequeño cielo, donde el Dios de amor ha fijado su morada; ahora respira como en una atmósfera divina; hasta diré, que solo su cuerpo está en la tierra; su alma habita fuera de las apariencias en Él, que es inmutable”. “El amor habita en nosotros, decía; así mi único ejercicio es entrar por dentro y perderme en Los que están allí. Soy Isabel de la Trinidad, es decir, Isabel desapareciéndose, dejándose invadir por los Tres. Entreguémonos a Ellos, inmolándonos minuto a minuto, sin buscar cosas extraordinarias, y después, hagámonos muy pequeños, dejándonos llevar como el niño en los brazos de su madre por Aquel que es nuestro Todo”. Y además : “Cuando tu estás distraída por tus numerosos deberes, para reponerte de nuevo, entra cada hora al centro de tu alma, allí donde demora el Huésped divino; puedes pensar en la palabra que te he dicho:”Vuestros miembros son el templo del Espíritu Santo que habita en vosotros”. Y en esta que es del Maestro: “Demora en Mí y Yo en ti”. Son palabras de Santa Catalina de Siena, que vivía siempre en celda, a pesar de estar en el ambiente del mundo, pues vivía en esta habitación interior”. Y un poco más lejos : “Si lees el evangelio de San Juan, verás insistir sin cesar al divino Maestro sobre el mandamiento: Demora en mí y yo en ti”. Y: “Si alguno me ama, mi Padre lo amará y vendremos a él, y haremos en él nuestra morada”. San Juan en sus cartas desea que tengamos sociedad con la Santísima Trinidad; ¡ esta palabra es tan dulce y tan simple! San Pablo lo dice, basta para creerlo. Dios es espíritu, y es por la fe que nos acercamos a Él. Piensa que tu alma es el templo de Dios, otra vez es San Pablo que lo enseña; en cada momento del día y de la noche, las tres personas divinas demoran allí; no posees la santa humanidad, como cuando comulgas, sino la divinidad, esta esencia que los bienaventurados adoran en el cielo; está en tu alma; cuando uno se da cuenta de esto, se establece una intimidad muy adorable: uno nunca más está solo... Recuérdate estas palabras del evangelio: “El Reino de Dios está dentro de ti”. Entra en este pequeño reino para adorar al Soberano que reside allí como en su propio palacio. ¡Te ama tanto! ¡Te ha donado tantos favores, pidiéndote varias veces en el camino de la vida de ayudarle a llevar su cruz!”. VI.- Hay que leer esta vida para gustar bien la devoción a la Santísima Trinidad. La Hermana había recibido una gracia especial para esta devoción. La Santísima Trinidad se había revelado a ella. Un día de la Ascensión dice a la Madre Priora en la enfermería: “Madre, no tenga ninguna pena por mí; el buen Dios me ha hecho una gracia muy grande. En la mañana, estas palabras me fueron dichas en el fondo de mi alma: “Si alguno me ama, mi Padre lo amará; vendremos a él y haremos en él nuestra morada”. Y en este mismo instante he visto qué vero era. No sabría decir, cómo las tres personas se han revelado; sin embargo las veía teniendo en mi su consejo de amor, y me parece que todavía las veo. ¡Qué grande es Dios y cómo nos ama”!

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Pensando que se acercaba su muerte, escribía a su hermana: “Te dejo mi devoción a las Tres, viva interiormente con ellas en el cielo de tu alma; el Padre te cubrirá con su sombra, poniendo una nube entre ti y las cosas de la tierra, para guardarte enteramente suya; te comunicará su poder para que tu lo ames con un amor tan fuerte como la muerte. El Verbo imprimirá en tu alma, como en un cristal, la imagen de su propia belleza, para que tu seas pura con su propia pureza, luminosa con su misma luz. El Espíritu Santo te transformará en un lirio místico: el silencio, bajo su toque divino, producirá un magnífico cántico al amor; ahora tu serás la alabanza de su gloria”. En las notas de su retiro escribe: “Cómo imitar en el cielo de mi alma la ocupación incesante de los bienaventurados en el cielo de la gloria? ¿Cómo continuar esta alabanza, esta adoración sin interrupciones? San Pablo me lo aclara cuando escribe a los suyos (a los Efesios): “Que el Padre os fortifique en poder con su espíritu en cuanto al hombre interior, de modo que Jesucristo habite por la fe en vuestros corazones y que estáis enraizados y fundados en el amor”. El alma que penetra y demora en las profundidades de Dios, que hace todo para Él, con Él y en Él, se enraíza más profundamente con cada uno de sus actos en Él que la ama; todo en ella rende homenaje al Dios tres veces santo; ella es para decirlo así un Sanctus eterno, una alabanza de gloria incesante”. Su oración a la Santísima Trinidad es maravillosa, me gustaría copiarla en una estampilla y distribuirla. La copio: “¡Oh mi Dios Trinidad!, que adoro, ayúdame a olvidarme enteramente para establecerme en ti, inmóvil, apacible, como mi alma ya lo estaba en la eternidad; que nada pueda turbar mi paz; no me hagas salir de ti, ¡oh mi Dios inmutable!, sino que cada minuto me lleve más lejos en la profundidad de tu misterio. Purifica mi alma, haz en ella tu cielo, tu morada querida y el lugar de tu descanso; que yo no te dejes nunca solo; pero que esté allí enteramente, completamente despierta en mi fe, en adoración, entregada a tu acción creadora. ¡Oh mi Cristo!, crucificado por mí, quería ser una esposa para tu corazón, cubrirte de gloria, amarte hasta la muerte. Pero siento mi impotencia y te pido revestirme de ti mismo, de asimilar mi alma a todos los movimientos de tu alma, de sumergirme, de invadirme, de substituirme, a fin de que mi vida sea una sola irradiación de tu vida. Ven en mi como Reparador y como Salvador. ¡Oh Verbo eterno!, palabra de mi Dios, quiero pasar mi vida escuchándote; además a través todas las noches, todos los vacíos, todas las impotencias, quiero fijarme siempre en ti y morar bajo tu luz. ¡Oh mi estrella bien querida!, fascíname para que no pueda salir de tu irradiación. ¡Oh Fuego consumidor!, Espíritu de amor, vela sobre mi, para que se haga en mi algo como una encarnación del Verbo, que yo le sea una humanidad de añadidura, en la que renueve todos sus misterios; y tu, ¿oh Padre1, inclínate hacia tu pobre pequeña criatura, cúbrela con tu sombra, veas en ella solamente al Bienamado en el que tú has puesto tus complacencias. ¡Oh mis Tres!, mi todo, mi felicidad, Soledad infinita, inmensidad en la que me pierdo, me entrego a ti como víctima; sepúltate en mí, para que yo me sepulte en ti, esperando de ir a contemplar en tu luz el abismo de tus grandezas” (21 de noviembre de 1904). Después el P. Dehon recuerda que “la santa maduraría para el sacrificio” y que ofreció su vida como víctima para Francia. Era hija de un oficial y no podía olvidarse de su patria. Concluye el P. Dehon: “Conserva de esta lectura una devoción mejor comprendida hacia la Santísima Trinidad. Contemplo a los Tres, teniendo su consejo de amor, sea en el cielo, sea en mi corazón. El Padre nos ama extremadamente. San Pablo estaba tan impresionado de esto, que nos llama varias veces los bienamados de Dios. Nuestro Padre nos ha amado, dice, y nos ha dado una consolación eterna y una sólida esperanza en su gracia (2 Tesal. 2,16). Dios nos ha amado de tal modo, que no ha perdonado al propio Hijo, sino lo ha dado por todos nosotros, ¿cómo no nos dará todas las cosas junto con Él? (Rom. 8,32). Dios, que es rico en misericordia, a causa del demasiado grande amor con que nos amaba, nos ha vivificado en Cristo para resucitarnos con Él y nos hace participar en su gloria, manifestando por todos los siglos las riquezas de su gracia en su bondad por nosotros en Cristo (Ef. 2,4-7). El Hijo me ha amado y se ha entregado por mí (Gal. 2,20). Imiten a Dios y vivan en el amor, como Cristo nos ha amado y se ha entregado por nosotros como víctima a su Padre (Ef. 5,1-2).

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Dios ha enviado a nuestros corazones el espíritu de su Hijo para poder exclamar : “Abba, Padre (Gal. 4,6)”. “Yo doblo mis rodillas ante el Padre de Nuestro. Señor Jesucristo para que os conceda ser poderosamente fortalecidos en el hombre interior por el Espíritu Santo (Ef. 3,14-16)”. Nuestro Señor dijo: “Recibiréis la virtud del Espíritu Santo sobre vosotros (Hechos 1,8)”. Así es el consejo de amor de los Tres. El Padre invita al Hijo a entregarse. El Hijo se da como víctima para nosotros. El Espíritu de amor se cierne sobre nosotros para hacer vivir en nosotros a Jesucristo y para hacer crecer constantemente en nosotros el cuerpo místico del Salvador, así como se ha inclinado sobre María para hacer nacer en ella el Verbo Encarnado. ¿Cómo responder a este consejo de amor? Solamente amando cuanto pueda y hasta la muerte, si es posible (NQT. XXXVI, 27-51)”. 2. Rasgos biográficos de Sor Isabel de la Trinidad Fuera de los rasgos biográficos dados por el mismo P. Dehon anteriormente quiero agregar los siguientes: Isabel de la Trinidad nació el 18 de julio de 1880 en Camp d´Avor, cerca de Bourges, en Francia, de Francisco José Catez y María Rolland. Fue hija de oficiales. Por los años 1887-1888 la familia se trasladó a Dijon. Muy luego Isabel pierde aquí a su padre. Le gustaba la naturaleza y el arte. Estudió música en el conservatorio y en 1894 y fue propuesto para un premio especial. En este año también comienza a escribir sus primeras poesías, que dedica a su madre y emite privadamente el voto de la castidad. Tenía un gran amor por su familia, era muy cariñosa, muy humana en todas sus cosas y fácilmente hacía contactos de una verdadera amistad. Contaba con muchas amigas. Cantaba en el coro de la iglesia y en 1899 participa activamente en la Misión general en Dijon. Este año , después de mucho insistir, consigue de su madre el permiso de poder entrar en el Carmel de la ciudad, una vez siendo mayor de edad. Entra el 2 de agosto de 1901. Sabiendo que su nombre Isabel significa “Casa de Dios”, o “Templo de Dios”, quiere llamarse Sor Isabel de la Trinidad. Hizo su primera profesión el 11 de enero de 1903. Encuentra su vocación en la expresión de San Pablo : “in laudem gloriae”, quiere que su vida sea una alabanza de la Trinidad. En el camino simple de sus deberes de cada día, sin mortificaciones grandes y sin éxtasis, fue conducido a vivir en plenitud la gracia trinitaria de su bautismo y a encontrar el cielo en su alma en la intimidad del Dios trino y uno. Falleció el 9 de noviembre de 1906 (Cf. “Suor Elisabetta della Trinità, Scritti”, Roma 1967; NQT. Volumen V,577, nota 8). 3. Las anotaciones en su diario, 1915-1925 Dice el P. Denis en su estudio: “El proyecto del P. Dehon”, que nuestro Fundador difícilmente no podía ser no tocado fuertemente por la lectura de la biografía de Sor Isabel de la Trinidad, porque hay tantas coincidencias en la vida de ambos (“Studia Dehoniana”, 4, 242). A los dos les gustaba contemplar la naturaleza y el arte. Los dos tenían un gran cariño por su familia y eran muy buenos para crear relaciones humanas de una amistad profunda y duradera. Eran muy humanos y llevaban una gran correspondencia. Además tenían una vida interior muy profunda y en la misma línea: ambos practicaban el espíritu de víctima, de reparación y de abandono en las manos de Dios. El mismo hecho de que el P. Dehon dedica varias páginas de su Diario al comentario de la biografía, indica ya que lo ha influido mucho en su devoción a la Trinidad. Esto confirman también las anotaciones que hace en su Diario en los próximos años, tienen muchas referencias a la Trinidad y a la vida del Espíritu Santo, que habita en nosotros, mientras antes de 1915 fueron muy escasas. 3.1. Las anotaciones de 1915 Después de haber leído la biografía de Sor Isabel de la Trinidad el P. Dehon quedó tan impresionado, que quiere seguir leyendo obras sobre la habitación de Dios en nosotros. Retoma

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el libro del P. Froget, que había leído en marzo de 1910. Fue un libro que tuvo un gran éxito y conoció cinco ediciones. La temática era nueva para su época y estaba claramente expuesta. El P. Dehon copia en su Diario “las páginas sobresalientes” como hacía normalmente con sus retiros. En el texto original son 30 páginas, más que su resumen y comentario de la biografía de Sor Isabel de la Trinidad. Comienza a explicar el término: “Presencia de Dios”. Después dice que, hay una presencia especial de Dios en las almas de los justos. El alma no recibe solamente algunos dones de Dios, sino se trata de una presencia substancial, Dios mismo se hace presente en el alma. Esta presencia es el principio de la gloria futura. El justo entra en contacto con Dios por el conocimiento y el amor y comienza a gustar a Dios. Esta habitación divina por la gracia es una obra común de la Trinidad, pero atribuida al Espíritu Santo a causa de su carácter personal. Después describe los frutos de la habitación divina y sus efectos en el justo y concluye: “¡Qué fuerza, qué generosidad, qué vigilancia y también qué consolación y qué alegría me inspiraría este pensamiento habitual! El Espíritu Santo habita en mi corazón con el Padre y el Hijo. Está presente como protector poderoso, siempre pronto para defenderme contra mis enemigos. Está presente como amigo fiel, siempre dispuesto a darme una audiencia. Su conversación trae alegría y gozo (Ef.4,30). Está presente como testigo atento de mis esfuerzos y mis sacrificios para recompensarlos un día. Debo vivir de una manera digna de Dios, esforzándome de complacerlo en todas las cosas y de llevar toda clase de frutos de buenas obras (NQT. XXXVI,63-93)”. En el mes de febrero lee el librito “Carta de las almas en la tierra” del Abbé Sauvé, su autor preferido. Comenta el P. Dehon: “Estas lecturas me ayudan a comprender la vida de Dios en nosotros. La Santísima Trinidad viene a nosotros y hace allí su morada, derramando sus gracias. Y como mediador entre el alma y la Santísima Trinidad, el alma ve aparecer al centro de si misma a Jesús en su humanidad. No es una presencia substancial de Jesús en nosotros como en la eucaristía, sino una presencia de irradiaciones, de influencias, de comunicaciones de luz y vida (NQT. XXXVI,119-120)”. En el mes de mayo lee el libro del Abbé Sauvé “La Santísima Trinidad o Dios íntimo” de 1897. En sus notas subraya en primer lugar la acción del Espíritu Santo, que es “el motor de nuestra vida”, porque es como un sol que envuelve y penetra nuestra alma con sus luminosas y cálidas influencias; y la hace ensanchar hasta el día en que Dios la encuentra madura para el cielo. El Espíritu Santo es visto como “el fruto del Amor infinito”, fuente en nosotros tanto de alegría como de paz. Hablando de la acción de Dios en nosotros, el P. Dehon subraya algunos aspectos como la presencia divina, la inmensidad de la belleza de Dios y los efectos que la acción de Dios suscita en nosotros. Sobre la Trinidad anota: “La Santísima Trinidad.- Todo lo que es punto de partida, principio, iniciativa, fuente, todo lo que es primero, nos recuerda al Padre. Todo lo que es luz, pensamiento, palabra, figura, belleza, todo lo que es medio, centro y segundo, puede hacernos pensar en el Hijo. Todo lo que es fin, consumación, término, todo lo que es fuego, atracción, llama, amor, gozo, unión, nos puede recordar al Espíritu Santo (NQT. XXXVII,85-96)”. En este mismo mes de mayo lee todavía otra obra de Sauvé: “Jesús íntimo”. El volumen II de esta obra trata del sacerdocio de Jesús. Anota el P. Dehon: “El sacerdocio de N. Señor es un misterio de amor divino para el Verbo Encarnado y para nosotros. El Padre Dios ha querido que Él que es su gloria, su alabanza infinita en la eternidad, fuera su gloria y su alabanza inmensa en la tierra. Ha querido que Él que es como el centro de la vida divina, fuera el vínculo de unión, el Mediador entre la Divinidad y las criaturas (NQT. XXXVII,126)”. El P. Dehon habla aquí de Jesús como “gloria y alabanza del Padre”. Recordamos que también Sor Isabel de la Trinidad quería ser una “alabanza de la gloria de Dios”. En agosto sigue todavía leyendo obras de Sauvé, en concreto: “El culto del Corazón de Jesús”. En sus notas el P. Dehon acentúa sobre todo los deberes sociales desde el punto de vista del Corazón de Jesús y los deberes íntimos hacia la Trinidad: anonadamiento, penitencia, adoración, alabanza, oración, sacrificio, oblación, etc. Dice que, el Abbé Olier hizo grabar una estampa representando un Cordero inmolado; doce rayos salen de este Cordero, que simbolizan nuestros principales deberes hacia la Santísima

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Trinidad (NQT. XXXVIII,60-79). En octubre continúa leyendo Sauvé. Ahora sobre la gracia, en que hay un capítulo sobre “el hombre templo de Dios”•(NQT. XXXIX,4-6). En este mes sigue repasando toda su teología con Sauvé, también el tratado sobre la Iglesia. Leemos en sus notas: “Esta corriente de ideas de la comunión de los santos es que la gracia me inspira todos los días: “Gloria a Dios en el cielo, Gloria a la Santísima Trinidad, y al Cordero. Paz y gracia en la tierra por Jesucristo y por la comunión de los santos”. Ofrezco a la Trinidad todos los misterios de Jesús, en sacrificio de holocausto, de amor, de reparación, de oración. Ofrezco a Jesús su propio amor, que es mi tesoro, después a María y José, a Miguel y Juan Bautista, las estrellas de la primera grandeza del cielo espiritual; después a los ángeles y a los santos en general, a mis protectores en particular y a los santos del Sagrado Corazón (NQT. XXXIX,33-34)”. 3.2. Las anotaciones de 1916 Las anotaciones del P. Dehon en su Diario de este año tienen solamente la tercera parte de páginas que escribió en 1915. Sabemos así de antemano que encontraremos menos referencias a la Trinidad. En el mes de mayo encontramos unas páginas que tienen como título “La Misa espiritual”. No tienen directamente relación con la Trinidad, pero sí con lo que escribió en octubre de 1915 y con lo que veremos más adelante, por eso recojo el texto en este estudio. Dice: “Las almas piadosas hacen la comunión espiritual y no pocos la Misa espiritual. Es una práctica, que la gracia divina me ha inspirado hace mucho tiempo y que veo también enseñada por N. Señor a Sor Gertrudis Maria. ¿Qué se puede hacer mejor en los momentos de la adoración? En el cielo existe la Misa perpetua. El Cordero siempre está inmolado o presentado con las estigmas de la inmolación para la gloria de Dios, la alegría del cielo, la salvación de las almas. Uso la oración: Ego volo celebrare missam.... Ofrezco a N. Señor, la gran Víctima, inmolado durante toda su vida mortal y sobre todo al Calvario y todos los días en todos los altares eucarísticos...... Lo ofrezco para la gloria de Dios, la alegría y el honor de los ángeles y de los santos. ¡Que feliz estoy de agregar algo al honor de Dios, a la alabanza de los santos y de los justos! Lo ofrezco para mí, para mi provecho espiritual y hasta temporal. Lo ofrezco para toda la Iglesia militante y sufriente. No me olvido de las necesidades actuales y urgentes de la Iglesia, de la Patria, de la Congregación, de la familia (NQT. XL,34-37)”. En el mes de julio hay un párrafo que lleva el título: “Mis santos”. Entre sus santos más preferidos nombra a Sor Isabel de la Trinidad (NQT. XL,49). En noviembre anota: “Leo y releo mis vidas de santos, sobre todo de estas almas místicas que indican la corriente de gracias actuales, como Isabel de la Trinidad, Gertrudis Maria, María Brotel, etc. Aprendo mejor a conocer y a gustar a la Santísima Trinidad y a vivir en el Corazón de Jesús. Durante mucho tiempo hice lo imposible para honrar y adorar a la Santísima Trinidad. Quería sondear el misterio. Ahora esta devoción me parece de veras sencilla, habla al corazón. Son las personas las que son consideradas distintamente. El Padre es mi creador, el autor, el conservador de la vida. Le debo todo. Es más mi padre que él que la familia me ha dado. Es más amable, más fiel, más cercano. Quiero amarlo con todo mi corazón, con simplicidad, hasta con familiaridad. Tengo confianza en su providencia, en su misericordia. El Verbo, el Hijo de Dios, el primogénito, es mi hermano mayor. Quiero escucharlo, seguirlo, imitarlo... quiero vivir con Él para siempre. El Espíritu Santo es mi director divino. Siempre he amado a mis directores; cuanto más debo amar al Espíritu Santo de que ellos son solamente una sombra. Quiero siempre consultarlo filialmente y seguir sus consejos (NQT. XL,80-82)”. 3.3. Las anotaciones de 1917

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En marzo de 1917 la ciudad de San Quintín fue evacuada. El 19 de abril el P. Dehon llega a Bruselas exhausto y cansado. Su inactividad forzada ha terminado. En junio anota: “Para mi vida interior no deseo gracias extraordinarias. Aspiro un crecimiento diario de la gracia por medio de la oración, del deber, de la eucaristía, y de la práctica de las virtudes. Varias veces cada día me dirijo a mí ángel de la guarda. Con él saludo a la Santísima Trinidad viviente en mí y a Jesús en el tabernáculo. Después lo envío a María en el cielo. Con ella y nuestros ángeles y santos protectores ofrezco a la Santísima Trinidad el hermoso sacrificio del Corazón de Jesús para alabanza de Dios y para todas las intenciones por las que debo rezar. Cuando tengo tiempo, tanto en la oración como en la adoración, nombro a todos los santos que me son queridos...... Es una Misa espiritual con un bonito Comunicantes. Pido a mi ángel de la guarda de ofrecer a la Santísima Trinidad junto con María y todos mis santos el Corazón de Jesús, como sacrificio de holocausto, de reparación y de oración (NQT. XLI,1-4)”. En el mes de noviembre lee un libro del Abbé Saudreau sobre la contemplación. Dice el P. Dehon que, “ le gusta el séptimo capítulo del segundo volumen en que el autor muestra según los mejores autores místicos, que la contemplación ordinaria es frecuente en las personas que hacen su meditación y se entregan al Buen Dios”. Y continúa: “Yo personalmente hubiera debido conservar esta gracia después de mi primer año de seminario, si hubiera sido fiel. Mucha actividad, la negligencia y la debilidad me la han hecho perder temporalmente, pero la extrema bondad del Corazón de Jesús siempre me la ha dado de nuevo. No necesito libros ni discursos para ir al Corazón de Jesús con María y mis santos protectores, y para ofrecer el Corazón de Jesús a la Santísima Trinidad para los fines del sacrificio. Estos actos los hago espontáneamente y habitualmente (NQT. XLI,63-68)”. En diciembre lee el “Manual de la oración” del abbé Gillot. Tiene un párrafo sobre la presencia de la Santísima Trinidad en nosotros (NQT. XLI,106-109). 3.4. Las anotaciones de 1918-1921 Todos estos años nos dan muy pocas referencias directas o indirectas a la Trinidad. En julio de 1918 el P. Dehon hace una conferencia para las Carmelitas en Paray-le-Monial en preparación a la gran fiesta de Nuestra Señora del Carmen. Hablando de la misión de la carmelita dice: “Vida de amor y de sacrificio.- Santa Teresa estaba muy feliz de poder sacrificarse para la salvación de las almas. Decía: o sufrir o morir. Si uno solamente debía alabar y amar a Dios, lo hará mejor en el cielo, pero sufrir para Él solamente se puede hacer en la tierra y es nuestro privilegio. Santa Teresa vive y sufre siempre para la Iglesia, para las almas y para Francia, la hija mayor de la Iglesia. Hoy ella se llama Teresa del Niño Jesús, Isabel de la Trinidad, Amada de Jesús, María de Jesús crucificado (NQT. XLII,113). Al comienzo de 1919 lee el libro “La Doctrina de vida” del P. Gillet sobre la presencia de Dios en nosotros. Dice que, “nada más le gusta que leer libros, que le explican la acción divina, la acción de la gracia en nosotros. Este libro del P. Gillet es según él uno de los más claros” (NQT. XLIII,27). Después en febrero lee el libro del P. Lallemant: “La Conducción del Espíritu Santo” sobre la vida interior. Dice que, “el Espíritu Santo es el órgano del Padre y del Hijo. Su conducción no suple o reemplaza los deberes comunes, los deberes del estado, la autoridad de los superiores. Ayuda y completa esa docilidad a todos nuestros deberes” (NQT. XLIII,71-78). En este mes anota también que ha recibido dos grandes gracias: “La primera, es la de poder elevarse fácilmente a Dios contemplando la naturaleza. La segunda, la de vivir una vida interior y de recogimiento. Ha podido leer a los mejores autores sobre este tema”. Y dice: “Nuestro Señor vive en nosotros con el Espíritu Santo. Ellos actúan juntos, colaboran bajo la dirección del Padre. Me gusta esta oración del Canon de la Misa: “Domine Jesu Christe, qui ex voluntate Patris, cooperante Spiritu Sancto mundum vivificasti...”. Así, como N. Señor nos ha rescatado con el Espíritu Santo, nos santifica con Él. Nuestro deber entonces es ser dóciles y atentos a los movimientos de la gracia (NQT. X LIII,88-91)”. Las anotaciones del P. Dehon en su Diario en 1920 son muy sumarias y de pocas páginas. No hay referencias a la Santísima Trinidad.

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3.5. Las anotaciones de los años 1921-1924 En junio de 1921 el P. Dehon va a San Quintín para la fiesta del S. Corazón. Predica en la Basílica. Anota en su Diario algunos pensamientos de su sermón. Aquí encontramos algunas referencias a la Trinidad según la espiritualidad de Sor Isabel de la Trinidad. Leemos: “Dios nos ha amado desde toda la eternidad. La Trinidad tiene su consejo para crearnos según su imagen: “Hagamos al hombre a nuestra imagen y a nuestra semejanza” (Gen.1,26). Dios quiere amigos e hijos. Conversa con Adán en el paraíso: “Siendo mis delicias los hijos de los hombres” (Prov.8,31). Un nuevo consejo divino para la salvación. El Hijo de Dios se ofrece para rescatarnos: “Tu no deseas los sacrificios y las ofrendas y me dije :”Heme aquí” (Ps. 39,7.8). Todo el Antiguo Testamento es una preparación a la redención. Dios nos da a los profetas y las figuras : Isaac, José, Moisés, Josué, Isaías etc. La Trinidad manifiesta su amor en el bautismo del Salvador y en la transfiguración. Después vienen todos los misterios de la redención, la Iglesia, la eucaristía, etc,... (NQT. XLIV,13-16)”. El dos de enero de 1922 el P. Dehon asiste en Lovaina a la primera Misa de tres nuevos sacerdotes. Les recuerda la grandeza de su vocación y de su sacerdocio. Dice que, “Nuestro Señor fue llamado por su Padre. El es el gran llamado. Fue llamado desde el comienzo. Cristo llama a sus apóstoles. Es el Espíritu Santo que nos llama a nosotros” (NQT. XLIV,37-40). Los días 18-23 de septiembre de 1922 el P. Dehon hace su retiro, predicado por el P. Múller sj. Sus notas tienen algunas referencias a la Trinidad: “La Santísima Trinidad.- ¡Qué devoción bella y grande!. ¿No somos bautizados en el nombre de la Trinidad? Somos los hijos del Padre, los hermanos y amigos del Hijo, los dirigidos del Espíritu Santo. Por el bautismo somos entrados en la familia divina. Debo todo a la Providencia de mi Padre celestial: me ha conservado, me ha siempre vigilado con bondad. El Hijo me ha rescatado y me nutre con su sangre. El Espíritu Santo es mi guía espiritual. Trinidad Santa, perdóname mis olvidos, mi frialdad, mi ingratitud. “El Espíritu Santo.- Es en la Trinidad como la madre, pues es el Espíritu de amor. Es nuestro educador. Nos enseña, nos consuela, nos fortalece. Deberíamos ser muy íntimos con Él. Nos olvidamos de Él. Nos hablará, si somos recogidos, si tenemos la paz del alma y la vida interior”. “La presencia de Dios y la oración.- Son los dos medios para realizar la unión con Dios. Nuestro Dios no está lejano, está en nosotros y vive en nosotros, Padre, Hijo, Espíritu Santo. Pensemos en esto sin cesar. Somos de su mismo linaje (Hechos,17,28). Es un círculo de amor. Es nuestra familia del cielo, Padre, Madre, el Hijo mayor (NQT. XLIV,52-63)”. En el mes de abril de 1923 anota: “Nuestra buena Hermana Ignacia está siempre muy unida a Nuestro Señor. Le parece a veces que lo escucha durante la oración. Últimamente mientras rezaba por el T. B. P.(el P. Dehon), el cinco de marzo, fiesta de las Cinco Llagas, Nuestro Señor le dijo:”Tu tienes que buscarlo siempre en la llaga de mi corazón”. “Si es allí donde de veras quiero vivir. Me uno al Corazón de Jesús para amar a la Santa Trinidad, para reparar, para orar. Allí hago mi meditación y todos aquellos “Sursum Corda”, que quisiera aún más asiduos y más fervorosos (NQT. XLIV,74-75)”. En noviembre leemos en su Diario: “Mes de los santos y de los muertos. Vivo en unión con el cielo. Me conformo a la visión de San Juan: arriba está la Santísima Trinidad: el Padre, mi creador, el Hijo o el Cordero, mi salvador; el Espíritu Santo, mi guía. Cerca de Jesús, María y José, San Miguel y San Juan Bautista; abajo los ángeles y los santos, los 24 ancianos, que son los patriarcas y los profetas, los evangelistas, los apóstoles, los mártires, los confesores, las vírgenes. Cuando estoy en la capilla, desciende el cielo. Jesús está allí en el tabernáculo, la Santísima Trinidad está con Él. María y José, los ángeles y los santos lo contemplan. Hay ángeles que lo alaban y le rezan. Con el cielo ofrezco a mi Dios todas mis alabanzas. Le agradezco, repaso los buenos períodos de mi vida; me humillo y hago reparación, volviendo la mirada sobre mis faltas grandes; después rezo, hay tanto que rezar por la Iglesia, su apostolado, por Francia, y las naciones, por la Obra del Sagrado Corazón, nuestras religiosas, mis hermanos, mis hijos,

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nuestras obras, nuestras misiones...después nuestros parientes y amigos, y por mi mismo. Todos estos actos, conformes a los cuatro fines del sacrificio, son el alimento de mis oraciones, de mi acción de gracias, de mis adoraciones (NQT. XLIV,95-96)”. Al comenzar el año 1924 escribe: “ Todavía un nuevo año. Son años de gracia y los últimos que Nuestro Señor me da, para que tenga tiempo para arrepentirme, reparar mis faltas y progresar en la oración. Estaba bastante fiel unido a Nuestro Señor durante mis primeros 20 años de sacerdocio. Después mi vida interior fue muy fluctuante y mezclada. Probé demasiados métodos y he cedido varias veces a la natura. Voy a tratar de reparar lo que pueda durante el poco tiempo que me queda. Debo vivir en este pequeño cielo que está en mí, donde habita la Santísima Trinidad. La gracia me ayudará todo lo que quiero, pero debo ser dócil y vivir en la paz interior, en el recogimiento y en la unión a Nuestro Señor (NQT. XLIV,97-98)”. Hay aquí una clara referencia a la espiritualidad de Sor Isabel dela Trinidad. 3.6. Las anotaciones del 1925 En el mes de enero anota: “La Misa perpetua en el cielo. Mi oración, como la vivo en este último período de mi vida. Saludo a la Santísima Trinidad, a mi Padre y Creador; al Verbo de Dios, convertido en mi hermano y mi redentor; al Espíritu Santo, mi guía y mi consolador. Asisto a la Misa perpetua del cielo: Jesús se ofrece al Padre, el Cordero inmolado desde el principio; el Corazón de Jesús, víctima de amor por la gloria de Dios y la salvación de los hombres. Cada misa tiene su Comunicantes; yo me uno a los siete ángeles privilegiados, a toda la corte celestial; a los veinticuatro ancianos, a los patriarcas, a los profetas, a los cuatro evangelistas, a los apóstoles. Me uno a los amigos de Jesús: amigos de Belén... Me uno a todos los fundadores, a los santos del Sagrado Corazón: a Gertrudis, a Matilde, a Claudio de la Colombière, a Juan Eudes....., a nuestros Padres y a nuestras Hermanas muertos o vivos. La Misa tiene sus intenciones: yo pido por la Iglesia y sus grandes necesidades actuales, por la unión y la vuelta de los herejes y de los cismáticos, por las misiones. Pido por Francia y las naciones cristianas, por la Obra; nuestras hermanas, nuestros hermanos, nuestros niños, la Obra de Roma. Pido por mis padres y amigos, por mí mismo. Pido por los difuntos; con Jesús, María y José doy una vuelta por el purgatorio... Después de esta unión a la Misa perpetua del cielo, saludo al Salvador Jesús: en los misterios de su infancia con sus amigos de Belén, María, José, los pastores, los reyes magos, Ana, Simeón, etc.; en los misterios de su vida pública con los apóstoles y los discípulos; en los misterios de su pasión y muerte, con María, Juan, Magdalena......”. Y continúa: “Cada vez saboreo más la devoción a la Santísima Trinidad. Dios Padre es mi padre y creador. Es mi padre bastante más del que he tenido en la tierra. Le debo tanto : el ser de la vida. Lo amo muchísimo y muy fielmente. Quiero su gloria y su reino. El Hijo de Dios se ha hecho mi hermano con la encarnación. Ha dado su vida por mí, viene a mí en la eucaristía. Lo amo sin medida. Inclino mi cabeza sin cesar sobre su pecho como San Juan y quiero vivir con Él y amarlo cada vez más. El Espíritu Santo es mi director, mi guía, el alma de mi alma, es como una madre para mí. Quiero vivir con Él, escucharlo en todo y mostrarme su discípulo amante y fiel. El “Gloria Patri”, el “Credo” son homenajes a la Trinidad (NQT. XLV,11-17)”. En el mes de febrero leemos en su Diario: “En lo alto: Me preparo, pienso todos los días en mi llegado al cielo. ¿Qué haré? Mis primeros homenajes serán para la Santa Trinidad: el Padre, que es más que mi padre, mi Creador, mi Dios, mi todo. El Hijo, que se hizo hermano mío para rescatarme de la muerte. Es el nuevo Adán, la hermosura misma. Qué alegría de verlo, no sabría cómo saciarme. Me permitirá abrazarlo, como lo permitía a San Juan. ¿no nos admite en la santa comunión a la más inconcebible intimidad ¿ Me gustaría quedarme siempre con Él, regresaré, tengo otras visitas por hacer.

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El Espíritu Santo es mi director y como el alma de mi alma. Cuantas gracias le debo (NQT. XLV,32-33). La última referencia a la Trinidad la encontramos al comienzo del mes de junio. Inicia este mes así: “Mes del Sagrado Corazón, mes de la Trinidad, mes del Espíritu Santo, mes del Santísimo Sacramento. Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Gloria al Padre, que es mi padre y mi creador. Gloria al Hijo, que se hizo mi hermano y mi salvador. Gloria al Espíritu Santo, que es mi guía y el alma de mi alma (NQT. XLV,61)”. Es como la última oración del P. Dehon en su Diario. Siguen solamente unas cinco páginas en su último cuaderno. 4. “El año con el Sagrado Corazón” 1919 Anota el P. Dehon en su Diario en febrero de 1908: “Escribo meditaciones. Me gustaría preparar una obra sobre el “Año con el S. Corazón (NQT. XXIV,19)”. Y en enero de 1913: “Se imprime mi “Año con el S. Corazón” (NQT. XXXV,1)”. Fue escrito entonces antes de 1915 y según su contenido pertenece a esta época, aunque pueda haber recibido algunos leves retoques después, pues fue publicado recién después de la primera guerra mundial, en 1919. Prueba de que el contenido del libro refleja la devoción del P. Dehon antes de 1915 es el hecho de que en todas estas meditaciones, que son más de 350, no hay ninguna dedicada a la Santísima Trinidad, ni a la fiesta en el mes de junio dedicada a Ella. Y las referencia que hay no son muchas y normalmente pequeñas. 1) La primera referencia encontramos en la meditación del uno de enero sobre la circuncisión y el nombre de Jesús. Dice que, “no debemos olvidarnos del poder de este nombre, de que la augusta Trinidad concibió el proyecto” (OSP. III,19). 2) La meditación del 4 de enero sobre el Niño Jesús: “Flechas de amor”: “Fue la Santísima Trinidad que eligió la encarnación como un medio para conquistar nuestro corazón. Nos lanza esta flecha de amor : el pequeño niño de Belén (OSP. III,26)”. 3) La meditación del 24 de enero sobre la Sagrada Familia : “Las tres personas de Nazaret: Las tres augustas personas que viven en la modesta casa en Nazaret nos representan admirablemente las perfecciones divinas y la unión indisoluble de las tres personas adorables de la Trinidad celestial y eterna. En el cielo está la unidad de esencia de las tres personas, Padre, Hijo, Espíritu Santo; y en esta unión una admirable identidad de pensamientos, de afectos y de deseos. En Nazaret estaba la unión de amor y de gracia entre tres personas, Jesús, María y José; y en esta unión, una completa conformidad de deseos y de voluntad (S. Francisco de Sales) (OSP. III,86-87)”. 4) La meditación del 3 de febrero sobre la oblación: “La acción de gracias de nuestra divina víctima se extiende también a todo lo que la generosidad, la ternura, la providencia, la misericordia de la Santísima Trinidad ha derramado de bien en todas las criaturas (OSP. III,124)”. 5) La meditación del 26 de febrero sobre el bautismo de Juan Bautista: “Es mi Hijo muy amado, dice el Padre; y el Espíritu Santo va a completar la manifestación de la Trinidad (OSP. III,220-221)”. 6) La meditación del 27 de abril sobre la oración de Jesús: “Con esta oración a su Padre, Nuestro Señor indicaba la gran unión que debemos tener con la Santísima Trinidad y especialmente con Él. El Espíritu Santo es el vínculo con que Nuestro Señor nos une con su Padre y con Él mismo (OSP. III,484-485)”.

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7) La meditación del 15 de agosto sobre la Asunción de la Virgen: “He aquí la Santísima Trinidad que la acoge: El Padre la recibe como la más perfecta de sus hijas; el Hijo la pone a su derecha como su Madre inmaculada; el Espíritu Santo la reconoce como su esposa privilegiada. La Santísima Trinidad concede a María la aureola del martirio, del doctorado y de la virginidad (OSP. IV,159)”. 8) La meditación del uno de septiembre sobre el bautismo de Juan Bautista: “El testimonio de la Trinidad y el don del S. Corazón. Aquí la Trinidad se revela como para dar la investidura oficial al Redentor del mundo, y también para consagrar nuestro bautismo, que nace del de Jesucristo. El bautismo aparece desde su preparación como un don de la Santísima Trinidad para nuestra salvación y nuestra santificación. Pero lo que nos gusta observar es, que el bautismo especialmente es un don del Corazón de Jesús (OSP. IV,213)”. 9) La meditación del 1º de noviembre sobre la devoción de Santa Gertrudis: la conformidad de la voluntad con el Corazón de Jesús: “Santa Gertrudis tenía esta evidencia, que todas las obras hechas en espíritu de fe son absorbidas por los miembros del sagrado cuerpo de Nuestro Señor, para ser santificadas y ennoblecidas, pues serán presentadas por Nuestro Señor a la Santísima Trinidad. Pero las obras hechas por amor y únicamente para la gloria de Dios son absorbidas por el Corazón de Jesús y las hace perfectas para presentarlas a su Padre (OSP. IV,446)”. 10) La meditación del 21 de noviembre sobre la Presentación de la Virgen: “Nadie mejor que María realiza este pronóstico del Salmo 83: “Bienaventurados los que habitan en tu casa” : ella fue elevada progresivamente hasta las cumbres de la virtud. Ha ganado el Corazón de Dios y el afecto de la Santísima Trinidad, que prepara a realizar en su seno virginal la encarnación del Verbo (OSP. IV,478)”. 11) La meditación del 23 de noviembre sobre la devoción de Santa Gertrudis: la oración de la noche: “Te saludo, mi Dios, salvación y luz de mi alma. Que todo lo que encierra el cielo, la tierra y la profundidad de los abismos, te dé gracias por los beneficios y las misericordiosas bondades con que la Trinidad me ha colmado hoy, tanto para el cuerpo como para el alma. Y como son tantos que no puedo recordar ni la milésima parte, confío este cuidado a esta eterna, inmensa e inmutable gratitud, con que te has pagado a ti mismo y con tus propios fondos, o gloriosa y bienaventurada Trinidad, todas las deudas que tus pobres criaturas han contraído contigo y que no pueden solventar. Dulce Corazón de Jesús, te recomiendo durante esta noche mi corazón y mi cuerpo, para que reposen suavemente en ti; y porque durante mi sueño no puedo alabar a Dios, dígnate reemplazarme tú mismo y multiplicar con los latidos de mi corazón y con cada una de mis respiraciones, las alabanzas que tu ofreces para mí a la Santísima Trinidad (OSP. IV,483-484)”. 12) La meditación del uno de diciembre sobre el S. Corazón en el plan divino de la creación: “Dios es amor, ama su belleza infinita y se complace en ella, es su vida. Hacia nosotros, Dios Padre es amor, amor de clemencia; Dios Espíritu Santo es amor, amor de santificación. En este sentido la obra de la redención es obra de la Santísima Trinidad. Dios nos ha amado y ha querido salvarnos (OSP. IV,513)”. 13) La meditación del dos de diciembre sobre el Corazón humano de Jesús, hecho a imagen y semejanza de Dios: “ En la Santísima Trinidad el Verbo es luz, el Espíritu Santo es amor, el Padre es fuerza. El Corazón de Jesús es la imagen fiel de la Trinidad: posee los tesoros de la sabiduría y de la ciencia divina y nos los ha comunicado. Es horno de caridad e inflama nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos envía; es también el órgano del poder y de la fuerza, porque el Padre le ha dado todo poder en el cielo y en la tierra (Mt. 28.18). Llevamos también la imagen de Dios en nuestra alma que es nuestro corazón espiritual.- Como en la Trinidad, encontramos en nuestra alma la inteligencia, el amor y la acción. Es por estas

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facultades que somos hechos a imagen de Dios. Las otras criaturas han alguna analogía con la Trinidad, pero no es una semejanza, porque están en otro orden, en el orden material. En el orden material, nuestro corazón de carne se asemeja al Corazón de Jesús y tiene una analogía con la Trinidad. En Jesús el corazón de carne también es deificado, llega a ser un Corazón divino por la unión hipostática. En nosotros, el corazón no es deificado, pero tiene el honor de asemejarse materialmente al Corazón de Jesús, participa en nuestra santificación y en nuestras obras y tendrá parte en nuestra gloria de la resurrección. Su honor está en la analogía que tiene con la Santísima Trinidad y con la acción divina del Sagrado Corazón. En primer lugar hay una analogía con la Santísima Trinidad. La Trinidad en sus personas es luz, amor, fuerza. El corazón carnal del hombre y hasta de todos los seres del reino animal, aclara la sangre por medio del pulmón; fortifica los órganos por la circulación. Es entonces también en cierto modo luz, amor y fuerza. Dios se contemplaba creando nuestro corazón (OSP .IV,516-517)”. 14) La meditación del 4 de diciembre sobre la analogía con el Corazón de Jesús en toda la creación: “La vegetación de las plantas tienen también una analogía con la Trinidad y con el Corazón de Jesús. También el sol tiene una analogía con la Trinidad. Una parte de las nubes aumenta la nieve en las montañas para bajar después en arroyos, torrentes y ríos, que forman las arterias y las venas de los continentes. Fácilmente podemos ver también en esta circulación una imagen de la Trinidad (OSP. IV,522-523)”. 15) La meditación del 21 de diciembre sobre la presencia de Dios: “Jesús está con nosotros y nosotros no pensamos en esto.: medius autem vestrum stetit quem vos nescitis (en medio de ustedes hay alguien que no conocen). Por su divinidad, que llena el cielo y la tierra, Jesús está en nosotros con su Padre y su Espíritu, y nosotros existimos en Él : In ipso vivimos, movemur et sumus (Hechos. 17) (OSP. IV,573)”. 5. “La vida interior” 1919 En abril de 1909 escribe el P. Dehon en su Diario: “Salgo poco, estoy completando mi pequeño trabajo sobre la vida de unión con Nuestro Señor (NQT. XXIV,72); y en febrero de 1910: “Acabo de terminar mi trabajo sobre la Vida Interior. A lo mejor lo hago editar. Es el resumen de los meses de retiro que he predicado (NQT. XXV,14)”. El P. Dehon se refiere a los retiros de renovación que, conforme al Capítulo General de 1908, había dado en 1909 en Lovaina (enero), Luxemburgo (marzo), Roma (abril) y Sittard (junio), sobre la vida interior. Lo que determinó su decisión de publicarlos fue, como dice en la introducción, el hecho de que el Papa Benedictus XV había instituido en 1919 una cátedra de teología espiritual en la Universidad Gregoriana en Roma. Quiere ofrecer un pequeño aporte al estudio de la teología espiritual. Su obra, publicada en 1919, está dividida en dos partes. En el primer volumen presenta los principios teológicos de la vida interior y sus diferentes vías y prácticas. En el segundo volumen propone un curso de ejercicios espirituales sobre el mismo tema. Como el estudio fue escrito antes de 1915, sus referencias a la Trinidad respiran o presentan su devoción a la Trinidad de esta época, salvo algunos retoques que pueda haber recibido después. Muchos de los autores que el P. Dehon cita en su libro los ha leído cuando estaba confinado en San Quintín durante la segunda guerra mundial. Llama la atención que a pesar del tema de que se trata, la vida interior, hay tan pocas referencias a la Santísima Trinidad. Se habla del amor a Dios, del amor a Jesucristo, de la conducción del Espíritu Santo, de la presencia y de la habitación de Dios en nosotros, pero muy poco de la Trinidad. 5.1. Las referencias a la trinidad en el volumen i de “la vida interior” En el segundo capítulo: “La vida de Dios en nosotros y con nosotros” leemos:

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“Hay una unión inefable, que Nuestro Señor compara con la de los ramos y el tronco, de la cabeza con los miembros, y hasta con la de la Santísima Trinidad. Por la gracia toda la Trinidad habita en nosotros según la palabra de Nuestro Señor: “Nosotros vendremos a él y haremos en él nuestra morada”. El Padre se da Él mismo; el Hijo y el Espíritu Santo están enviados por el Padre (OSP. V,16-17)”. Capítulo IV sobre las diversas escuelas de espiritualidad: “La Santidad consiste en la unión con Dios: hay varias vías que nos conducen a ella: La unión de presencia : el recuerdo habitual. La unión de pensamiento : la meditación y la contemplación. La unión de corazón : la vida afectiva, la vida del amor. La unión de voluntad : la conformidad y el abandono a Dios. Según los tiempos, los temperamentos, los caracteres, las gracias del momento, ciertos santos y ciertos autores místicos insisten más sobre una de las formas de esta unió : Unión con la Santísima Trinidad. Unión con Nuestro. Señor y su divino Corazón. Unión por una de las facultades más que por las otras, sin excluirlas (OSP. V,25)”. Capítulo XX: “Síntesis: etapas de clasificación”. VIII- Las diferentes vías pueden también relacionarse principalmente con las tres personas de la Trinidad. Vamos al Padre por la presencia de Dios, la vida de la fe, la vida por Dios solo. Vamos al Hijo por la unión a Nuestro Señor, a su Madre, a la eucaristía, al S. Corazón. Nos unimos con el Espíritu Santo poniéndonos bajo su conducción, viviendo de sus dones en la contemplación (OSP. V,111)”. Capítulo XXXI: “De la vida de intimidad con Nuestro Señor”. Entre los santos que vivían en una intimidad muy grande con Nuesto Señor nombra a Sor Isabel de la Trinidad. 5.2. Las referencias a la trinidad en el volumen ii de “la vida interior Capítulo XXXII: Las diferentes maneras de unión con N. Señor: la habitación. “1. Dios o la Santísima Trinidad en nosotros.- Promesa de Nuestro Señor: Si alguno me ama, guardará mi palabra, mi Padre lo amará y vendremos a él y en él haremos morada (San Juan, XIV,23)” Enseñanzas de San Juan: (San Juan, IV,15) “El que confiesa que Jesús es el Hijo de Dios, Dios demora en él y él en Dios”. Primera condición : la vida de la fe. (San Juan, IV,16) “El que demora en la caridad, demora en Dios y Dios en él”. Segunda condición : el ejercicio de la caridad. (San Juan, IV,12) “Si nos amamos mutuamente, Dios demora en nosotros”. Tercera condició: la caridad hacia el prójimo, el celo por las almas. San Pablo dice de su parte: “¿No sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros?” (I Cor.,III,16). En nuestro corazón que es este templo, Dios quiere un culto de adoración, de oración, de reparación (OSP. V,347)”. 6. La nueva edición del Directorio Espiritual de 1919 En 1919 el P. Dehon publica una nueva edición del Directorio Espiritual, revisada y aumentada por él mismo. El Directorio anterior de 1908 tenía solamente 90 páginas, la nueva edición 208. En esta edición encontramos dos referencias a la Trinidad. En la introducción se dice que el fin de la Congregación es la gloria de Dios, la gloria de la Trinidad. Estas últimas palabras no estaban en la edición de 1908 (OSP. VI,395). En la segunda parte, capítulo dos, párrafo 2, sobre el Corazón de Maria, se dice que la Virgen

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encanta a la Santísima Trinidad y al todo el cielo entero. Esta parte no estaba en la edición anterior (OSP. VI,423). 7. “Estudios sobre el Sagrado Corazón” 1922-1923 Cuando el P. Dehon publicó este su último libro tenía 80 años. La publicación se hizo no sin grandes dificultades, pues el censor, un canónigo de Brujas, tenía ciertos escrúpulos sobre su contenido e hizo suspender la impresión del libro. Según el P. Dehon, la causa del problema era que la antigua teología hablaba muy poco del Corazón de Jesús, mientras en realidad domina e ilumina toda la revelación. El P. Dehon presenta su último libro en dos tomos, como un aporte para la preparación de una “suma doctrinal” sobre el Corazón de Jesús. En el primer tomo contempla el Corazón de Jesús en el plan divino, en la creación, en la naturaleza. Pasa después a las figuras y profecías del Antiguo Testamento y contempla el Corazón de Jesús en el Evangelio. Se detiene en la iconografía del Corazón de Jesús en las catacumbas, y en los primeros siglos. Estudia la devoción del Sagrado Corazón, latente en los Padres de la Iglesia y en las grandes órdenes religiosas. En el segundo tomo habla, de una manera especial, de las revelaciones de Paray-le-Monial. Trata del Corazón de Jesús en la teología y en la liturgia. Habla de las obras de reparación y del lugar que ocupa su propia Congregación en la Iglesia. Son dos volúmenes que presentan un gran proyecto apenas esbozado. Fue también la opinión del mismo P. Dehon. En el primer volumen de la obra he encontrado solamente dos referencias a la Trinidad. La primera está en el capítulo V, en el “Prefacio de las revelaciones de Santa Gertrudis”: “Luego el divino Corazón le aparece como un tesoro, en que están encerradas todas las riquezas. Es una lira tocada por el Espíritu Santo, al son de que se alegran la Santísima Trinidad y todo el coro celestial (OSP. V,507)”. La segunda recuerda la devoción a la Trinidad de Leonor de Bourbon, abadesa de Fontevrault (OSP. V,509). En el segundo volumen hay una referencia a la Trinidad en la descripción del objeto de la devoción al Sagrado Corazón según el P. Eudes: “1º El objeto sensible: el Corazón corporal. “Ave, cor, aula numinis, digna sedes Trinitatis, plenitudo deitatis” (Ave, corazón, morada del espíritu, sede digna de la Trinidad, plenitud de la divinidad). 2º objeto: el Corazón espiritual y divino. El divino Corazón de Jesús es su amor increado, que está simbolizado como el amor creado por el corazón carnal. Es el amor increado del Verbo, como también el de la Trinidad; es el amor “nocional”, que es el Espíritu Santo (OSP. V,558)”. Más adelante en el capítulo XII sobre “el S. Corazón y la teología”, leemos: “El futuro reserva un lugar más grande al S. Corazón en la exposición del dogma católico. El S. Corazón iluminará todo el dogma cristiano con su luz divina. ¿No debe radiar el signo del S. Corazón sobre la ciencia teológica como sobre toda la vida cristiana?” En el tratado de la. Santísima Trinidad: el Espíritu Santo es como el Corazón de Dios, es el amor del Padre y del Hijo. Es Él que ha formado la humanidad del Verbo y su Corazón en el seno de María. El Corazón de Jesús es el Corazón de Dios hecho hombre, enteramente entregado al amor del Padre celestial y al amor de los hombres que son sus hijos (OSP. V,607)”. Capítulo XIII: “La liturgia”. “La Misa Gaudeamus del P. Eudes. En la secuencia o el himno de la Misa, “que es un cántico poético, un canto de amor en que se recuerdan todas las glorias del Corazón de Jesús y todas las maravillas de su bondad”, leemos: “El Corazón de Jesús es dulce como la miel, es fuente de amor....Es el vínculo de unión entre el cielo y la tierra, es la sede de la Trinidad y la maravilla del amor, es el evangelio de la caridad y el néctar celeste y el maná del corazón (OSP. V,610)”. Conclusión Leyendo este pequeño estudio vemos claramente la gran diferencia en la devoción del P. Dehon

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a la Trinidad antes y después de 1915. Lo que la cambió fue la lectura de la biografía de Sor Isabel de la Trinidad. En la primera parte de la exposición hemos seguido al P. Dehon a través de su propio Diario, en su juventud, durante su formación sacerdotal, en los años de su vicariato en San Quintín, como Fundador de la Congregación, hasta 1915, y hemos visto que en su vida personal su devoción a la Trinidad no parece muy notoria. Por ejemplo en todos estos años no hay ningún recuerdo de la fiesta oficial de la Trinidad en el mes de junio, mientras conmemora las fiestas de Jesús y de la Virgen. Sus referencias a la Trinidad en cuanto a su vida personal son muy escasas. Por otro lado encontramos varias referencias a la Trinidad en sus libros espirituales, especialmente en los publicados antes de 1908, o sea en sus obras más antiguas: “El Retiro del S. Corazón”, “El Mes del S. Corazón”, y “El Corazón Sacerdotal de Jesús”. Preparando y escribiendo estos libros, automáticamente debe haber influido esto en su propia vida espiritual y en su devoción personal a la Trinidad, pero esto no aparece en los documentos que tenemos. Solamente a veces dice en su Diario, pero en forma muy general, que escribiendo un u otro libro le ha servido como un gran retiro. Llama la atención que en su libro “El Año con el Sagrado Corazón”, que, en cuanto contenido, no en cuanto publicación, es de esta primera época, entre tantas meditaciones no hay ninguna directamente sobre la Trinidad. Aquí pueden haber influido las fuentes utilizadas. Igualmente extraña que en su libro “La Vida Interior”, o la vida de amor de Dios en nosotros, hay tan pocas referencias a la Trinidad. En este libro el P. Dehon describe las diferentes corrientes de espiritualidad, da a conocer lo que ha encontrado en la historia de la Iglesia, de las Órdenes religiosas y de los santos sobre la vida interior. Parece entonces que la habitación de la Trinidad en nosotros fue un tema hasta entonces poco desarrollado. Recordamos ahora algunos pensamientos sobresalientes sobre la Trinidad del P. Dehon en esta primera época, o sea antes de 1915. “ La vida en el seno de la Trinidad es el amor. En la Trinidad el Verbo es luz, el Espíritu Santo amor, el Padre fuerza. El Corazón de Jesús es el santuario de la Trinidad, el templo del Dios uno y trino. La Santa Trinidad vive y reina en el Corazón de Jesús en toda su majestad. La creación es la primera obra externa del amor trinitario. Dios quiere hacer participar a los hombres en su amor. Lo hace a su imagen y semejanza. La encarnación y la redención son otra obra de amor de la Trinidad hacia los hombres para conquistar nuestro corazón. Es el Padre que envía al Hijo al mundo, el Hijo pronuncia el “Ecce Venio”, y el Espíritu Santo lo consagra en su corazón para esta misión sacerdotal. Para darnos todos estos dones fue necesario el concurso de cada una de las tres personas de la Trinidad. En el momento del bautismo de Jesús por Juan Bautista, la Trinidad se revela como para dar la investidura oficial al Redentor del mundo y también para consagrar nuestro bautismo que nace del bautismo de Jesucristo. A nosotros nos toca agradecer los dones recibidos de la Trinidad. El recuerdo de estos beneficios nos hace avanzar en la virtud. Estos dones son la vida, el conocimiento y la capacidad de amar y ser amado, que nos asemejan a la Trinidad. Son luz (el Verbo), amor (el Espíritu Santo), y fuerza (el Padre). Son la fe, la esperanza y la caridad. Es la habitación de la Trinidad en nuestro corazón. Esta habitación es más que recibir unos dones, es una “sociedad” de vida según las palabras de Jesús: “Si alguno me ama, guardará mi palabra, mi Padre lo amará y vendremos a él y en él haremos morada” (Juan, XIV,23). Condiciones para la habitación de Dios en nosotros son: la vida de la fe, el ejercicio de la caridad y el celo por las almas. No debemos amar a Dios solamente por sus dones sino y, en primer lugar, por lo que es en sí, es decir, por sus perfecciones divinas”. En el “Mes del S. Corazón” encontramos más las relaciones del Corazón de Jesús con la Trinidad y en “El Corazón Sacerdotal de Jesús” todo el misterio de la encarnación y del sacerdocio de Jesús como obra de la Trinidad. Dice el P. Dehon varias veces en sus escritos que Dios sabe arreglar bien las cosas para los que lo aman. Así pasó también con él mismo. Los años que estaba confinado en San Quintín, a causa de la primera guerra mundial, fueron finalmente una bendición para él. Su vida espiritual

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se profundizó mucho, gracias a los libros de espiritualidad que leyó en estos tres años, entre los cuales una biografía de Sor Isabel de la Trinidad, que cambió su devoción trinitaria. En su comentario sobre la lectura de este libro dice que, “La gracia más señalada en la vida de la santa es la unión con Dios viviendo en ella”.Lo que ella llama “su vida en el cielo interior”. Su único ejercicio espiritual era entrar en sí mismo, donde habita el amor de Dios, y perderse en las tres personas que están allí. Llama la atención a la santa la invitación de San Juan de vivir en “sociedad” con la Trinidad; y las palabras del evangelio : “el Reino de Dios está dentro de ti”. Hay que entrar en este pequeño reino. Escribe el P. Dehon en su Diario : “Hay que leer esta vida para gustar bien la devoción a la Santísima Trinidad. La Hermana había recibido una gracia especial para esta devoción. Todo en ella rinde homenaje al Dios tres veces santo, ella es para decirlo así un Sanctus eterno, una alabanza de gloria incesante”. Le gusta la oración de la santa a la Trinidad, quiere copiarla y lo hace. Seguramente debe haberle complacido la expresión, que ella quiere ser “una nueva encarnación del Verbo”, para que sea una prolongación o añadidura de su humanidad, en la que puede renovar todos sus misterios. Concluye: “Conservo de esta lectura una devoción mejor comprendida hacia la Trinidad. Contemplo a los Tres, teniendo su consejo de amor, sea en el cielo, sea en mi corazón. Así es el consejo de amor de los Tres : El Padre invita al Hijo a entregarse. El Hijo se da como víctima para nosotros. El Espíritu de amor se cierne sobre nosotros para hacer vivir en nosotros a Jesucristo”. La lectura de la biografía de Sor Isabel dela Trinidad percutió mucho en el resto de la vida del Fundador. Lo observamos claramente en las anotaciones de su Diario. Comienza a releer a varios autores de la vida interior y de la habitación de la Trinidad en nosotros, que había leído antes como Froget y Sauvé, su autor preferido. Igualmente lee la vida de los santos, “sobre todo de estas almas místicas, que indican la corriente de gracias actuales, como Santa Isabel de la Trinidad, Gertrudis María, María Brotel”. Y confiesa: “Durante mucho tiempo hice lo imposible para honrar y adorar a la Santa Trinidad. Quería sondear el misterio. Ahora esta devoción me parece de veras sencilla, habla al corazón. Son las personas, las que son consideradas distintamente...” Resalta aquí la dificultad que el P. Dehon tenía durante muchos años para entrar en el misterio de la Trinidad, de enfocarlo, y sacarle provecho para su vida espiritual; dificultad, quizá también para incorporarlo en su espiritualidad del Corazón de Jesús. Esto a lo mejor puede ser la razón, porque en su Diario de vida hemos encontrado tan poco sobre su devoción a la Trinidad y porque en algunas de sus obras espirituales hay tan pocas referencias a este misterio. En marzo de 1917, la ciudad de San Quintín fue evacuada. El 19 de abril el P. Dehon llega a Bruselas en condiciones precarias. Dentro poco recomienza sus actividades. Hay menos tiempo para la lectura espiritual, pero encuentra siempre la posibilidad de hacerla. Sabe combinar muy bien la vida activa con la contemplación. Hace tiempo estaba acostumbrado de hacer el ejercicio de la Misa espiritual, según las indicaciones de Santa Gertrudis. Incorpora ahora en esta práctica también su devoción renovada a la Santísima Trinidad. Anota en junio de 1917: “Varias veces cada día me dirijo a mí ángel de la guarda. Con él saludo a la Santísima Trinidad, viviente en mí y a Jesús en el tabernáculo. Después lo envío a María en el cielo. Con ella y nuestros ángeles y santos protectores ofrezco a la Santísima Trinidad el hermoso sacrificio del Corazón de Jesús para la alabanza de Dios y para las intenciones por las que debo rezar. Cuando tengo tiempo, tanto en la oración como en la adoración, nombro a todos los santos que me son queridos....Es una Misa espiritual con un bonito Comunicantes”. “Ofrecer con María, sus santos protectores el Corazón de Jesús a la Santísima Trinidad”, es un acto que hace espontáneamente y habitualmente. En 1919 dice que celebra la Misa pensando en la Trinidad. Le gusta la oración del Canon: “Señor Jesucristo, que por la voluntad del Padre, y con la cooperación del Espíritu Santo, has vivificado el mundo.....” En junio de 1921 el P. Dehon predica el día de la fiesta del S. Corazón en la basílica de San Quintín. En su sermón hay una idea, que proviene de Sor Isabel de la Trinidad. Dice : Dios nos ha amado desde toda la eternidad. La Trinidad tiene su consejo para crearnos según su

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imagen. Un nuevo consejo para la salvación. El Hijo de Dios se ofrece para rescatarnos”. Los días 18-23 de septiembre el P. Dehon hace su retiro. Sus anotaciones tienen algunas referencias a la Trinidad. Interesante es la idea que “el Espíritu Santo es en la Trinidad como la madre, pues es el Espíritu de amor. Es nuestro educador, nos enseña, nos consuela, nos fortalece”. Y en la misma línea anota: “Dios no está lejano, está en nosotros y vive en nosotros, Padre, Hijo, Espíritu Santo. Pensemos en esto sin cesar. Somos de su mismo linaje. Es un círculo de amor. Es nuestra familia del cielo, Padre, Madre, el Hijo mayor. La Santísima Trinidad.- ¡Qué devoción bella y grande”. Santa Isabel de la Trinidad adoraba al Dios uno y trino en el cielo de su corazón y en el cielo de lo alto. El P. Dehon agrega a esta idea el cielo del tabernáculo. Anota en noviembre de 1923: “Cuando estoy en la capilla, desciende el cielo. Jesús está allí en el tabernáculo, la Santísima Trinidad está con Él, María y José, los ángeles y los santos lo contemplan”. Al comienzo del año 1924 encontramos en su Diario otra referencia a Sor Isabel de la Trinidad: “Voy a tratar de reparar lo que pueda durante el poco tiempo que me queda. Debo vivir en este pequeño cielo que está en mí, donde habita la Santísima Trinidad”. En enero de 1925 hay un párrafo sobre “La Misa perpetua en el cielo”. Es otra forma de su ejercicio de la Misa espiritual. Después dice que cada vez saborea más la devoción a la Trinidad. En el mes de febrero observamos cómo siempre más está preparándose a su muerte, y se pregunta, lo que va a hacer cuando llegará al cielo. Dice que sus primeros homenajes serán para la Santísima Trinidad. Llama la atención que no dice que serán para el Corazón de Jesús. La última referencia a la Trinidad la encontramos en su Diario en el mes de junio. Es como su último homenaje al Dios uno y trino antes de despedirse de este mundo: “Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Gloria al Padre, que es mi padre y mi creador. Gloria al Hijo, que se hizo mi hermano y mi salvador. Gloria al Espíritu Santo, que es mi guía y el alma de mi alma”. Revisemos ahora la influencia de la devoción renovada y más profunda del P. Dehon a la Trinidad en sus obras espirituales, no solamente publicadas, sino también al mismo tiempo escritas después de 1915. Interesante es la agregación que hace en la nueva edición del Directorio Espiritual de 1919 al fin de la Congregación. No es solamente la gloria a Dos, sino también a la Santísima Trinidad. No son muchas las referencias a la Trinidad en “Estudios sobre el S. Corazón”. Dice que, “el Corazón de Jesús es una lira tocada por el Espíritu Santo, al son de que se alegran la Santísima Trinidad y todos el coro celestial”. “El Corazón de Jesús es la sede digna de la Trinidad y la plenitud de la divinidad”. El futuro reserva un lugar más grande al S. Corazón en la exposición del dogma católico, también en los tratados de Dios y de la Santísima Trinidad. Esta obra acentúa entonces más la incorporación del misterio de la Trinidad en la espiritualidad y en la teología del S. Corazón. No hablamos aquí de las obras espirituales del P. Dehon: “El Año con el S. Corazón” y “La Vida Interior”, pues a pesar de ser publicadas en 1919, fueron escritas antes de 1915. Espero que la lectura de estas páginas haya dado respuesta a las preguntas que nos hemos hecho en la introducción de este estudio sobre la devoción trinitaria del Fundador. Toca a nosotros ahora hacer también de nuestra vida una alabanza a la Trinidad, viviendo una vida interior intensa con el Padre. El Hijo, y el Espíritu Santo en el cielo de nuestro corazón