LA FUNCIÓN SIMBÓLICA GÉNESIS DEL … · 2007-09-28 · de establecer la diferencia entre lo real...

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1 LA FUNCIÓN SIMBÓLICA GÉNESIS DEL DESARROLLO CULTURAL Un análisis a las formas de conocimiento a partir de la definición de Ernst Cassirer, ...el hombre es un animal simbólico Solo el hombre, eslabón intermedio entre el mundo animal y el mundo divino, tiene la facultad de establecer la diferencia entre lo real y lo posible. Esta diferencia se construye gracias a la naturaleza simbólica de la conciencia. No se trata de una diferencia metafísica, sino epistemológica. Aquí, se pone el acento en el proceso de conocimiento, es decir en cómo se conoce, antes que en el contenido del objeto de conocimiento... I.- INTRODUCCIÓN El lenguaje articulado es una característica específica que diferencia al Homo sapiens de otras especies. Mediante él, el hombre es capaz de interpretar, explicar y ordenar la realidad en un conjunto de imágenes y símbolos. Es decir, el sujeto transforma la realidad concreta en un conjunto de representaciones abstractas, los símbolos, que le permiten construir un sistema de comunicación entre hombres, entre culturas, entre el sujeto y sus dioses, entre individuo y naturaleza. En suma, gracias a la capacidad de simbolizar el hombre conoce y transforma el mundo en el que vive. En la historia de la humanidad el problema del lenguaje ha sido tratado desde diferentes perspectivas y por diversos autores. En este trabajo realizaremos un análisis a la Filosofía de las formas simbólicas de Ernst Cassirer, donde se realiza un análisis a las diferentes formas de expresión de la conciencia. El filósofo, renuncia a todo contenido metafísico y extiende la Crítica de la razón pura de Kant a una crítica de la cultura o, lo que es lo mismo, del lenguaje. De esta manera, para el autor lenguaje y conocimiento se construyen a partir de la experiencia humana traducida en la construcción de las diferentes formas simbólicas entre ellas: el mito, el lenguaje y la ciencia.

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LA FUNCIÓN SIMBÓLICA GÉNESIS DEL DESARROLLO CULTURAL

Un análisis a las formas de conocimiento a partir de la definición de Ernst Cassirer,

...el hombre es un animal simbólico

Solo el hombre, eslabón intermedio entre el mundo animal y el mundo divino, tiene la facultad

de establecer la diferencia entre lo real y lo posible. Esta diferencia se construye gracias a la

naturaleza simbólica de la conciencia. No se trata de una diferencia metafísica, sino

epistemológica. Aquí, se pone el acento en el proceso de conocimiento, es decir en cómo se

conoce, antes que en el contenido del objeto de conocimiento...

I.- INTRODUCCIÓN

El lenguaje articulado es una característica específica que diferencia al Homo sapiens de

otras especies. Mediante él, el hombre es capaz de interpretar, explicar y ordenar la realidad

en un conjunto de imágenes y símbolos. Es decir, el sujeto transforma la realidad concreta

en un conjunto de representaciones abstractas, los símbolos, que le permiten construir un

sistema de comunicación entre hombres, entre culturas, entre el sujeto y sus dioses, entre

individuo y naturaleza. En suma, gracias a la capacidad de simbolizar el hombre conoce y

transforma el mundo en el que vive.

En la historia de la humanidad el problema del lenguaje ha sido tratado desde diferentes

perspectivas y por diversos autores. En este trabajo realizaremos un análisis a la Filosofía de

las formas simbólicas de Ernst Cassirer, donde se realiza un análisis a las diferentes formas

de expresión de la conciencia. El filósofo, renuncia a todo contenido metafísico y extiende la

Crítica de la razón pura de Kant a una crítica de la cultura o, lo que es lo mismo, del lenguaje.

De esta manera, para el autor lenguaje y conocimiento se construyen a partir de la

experiencia humana traducida en la construcción de las diferentes formas simbólicas entre

ellas: el mito, el lenguaje y la ciencia.

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Desde esta perspectiva, el conocimiento ontológico1, del ser de los objetos, se extiende a

toda forma de expresión cultural. Así, en toda forma simbólica subyace la posibilidad de

realizar un análisis al Ser de los objetos. Este análisis determina la posibilidad de existencia

de todo fenómeno cultural; cuyo punto de partida, se inicia con la relación entre mito y

lenguaje misma que trasciende explicaciones lógico teóricas. Es decir que en toda

interpretación o explicación de la realidad subyace una interpretación lógico – teórica del

proceso de conocimiento.

Como resultado del análisis ontológico de la realidad, de la cultura, del sujeto se establece un

sistema tripartito y circular entre mito – lenguaje – logos. Se trata de un sistema de relaciones

interdependientes. Donde, por una parte, en lugar de buscar condiciones de existencia

particulares se busca identificar la acción particular de cada una de estas formas de

expresión de la conciencia. Por otra parte, busca aclarar de qué modo se complementan y se

condicionan mutuamente. De esta manera, la conciencia es el médium entre realidad y

lenguaje, entre lenguaje y mito, entre lenguaje y logos. Se trata de un saber objetivo2 antes

que metafísico. Así, la filosofía se presenta como el instrumento aglutinador de las diferentes

formas de expresión de la conciencia, se presenta como un metalenguaje, como el lenguaje

1 Ontología: Según su etimología griega, ciencia del ser, es decir, la ciencia del ente en cuanto tal,

disciplina fundamental de la metafísica en general. En cuanto a la materia (...) La ontología contempla

el ente (lo óntico) no bajo un aspecto determinado (por ejemplo bajo el de su utilizabilidad técnica),

sino enfocándolo en sí mismo, en cuanto tal, en su entidad, es decir, bajo el horizonte más extenso y

universal del ser. (...) La ontología es pura contemplación que se basta a sí misma, es teoría en el

sentido más auténtico. (...) La ontología pregunta por los primeros principios del ente (...) por su

posibilidad y su realidad. (...) Kant sustituye la ontología por la filosofía trascendental: la

ciencia de las condiciones de la posible objetividad de los objetivos viene a ocupar el puesto de la

doctrina de la entidad de todo lo que es. [Breve diccionario de filosofía, Max Müller, Alois Halder.

Ed. Herder 1976] 2 Objetividad: En contextos generales de teoría del conocimiento, la objetividad se refiere sobre todo

al hecho de disponer de razones comprobables y discutibles por todos, en las que se apoya una creencia

que se considera verdadera; en filosofía de la ciencia, la objetividad es, junto con la racionalidad y

el carácter metódico, una de las principales características de la ciencia o del conocimiento

científico. Expresa el ideal de la investigación científica, en tanto reconocimiento público de los

hechos como científicos llevado a cabo por la comunidad científica. En este caso, se entiende como

predominio del conocimiento del objeto o de la realidad, más allá de todo prejuicio o interés

particular. En filosofía de la ciencia, ya que se reconoce la imposibilidad de acceder al objeto sin la

mediación de la teoría o de algún tipo de interpretación, la objetividad se hace equivaler a la

intersubjetividad, no exenta de cierta acusación de relativismo... [En, Diccionario de filosofía en

CD-ROM. 1996. ed Herder S.A., Barcelona. Jordi Cortés Morató y Antoni Martínez Riu].

Según Kant, “...la objetividad no es un estado de cosas primigenio y no susceptible ya de seguir

siendo desintegrado, sino que es un problema originario de la razón (...) asignamos el atributo de la

objetividad a una determinada combinación de contenidos, la consideramos como expresión del ser cuando

tenemos razones para suponer que la forma que esta combinación adopta no es simplemente una forma

fortuita y caprichosa, sino una forma necesaria y de validez general.” [En Cassirer, E. Kant Vida y

doctrina pg. 177]

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de los lenguajes, como el discurso de los discursos, como una interpretación totalizadora de

la realidad, como la filosofía de las formas simbólicas.

Nuestro autor define las formas simbólicas como resultado de un proceso de conocimiento y

transformación de la realidad en la conciencia. Donde se relacionan impresiones sensibles y

pensamiento puro (para el caso de la ciencia) por una parte, y por la otra, se relacionan las

impresiones sensibles con el carácter emotivo y volitivo del sujeto (para el caso del mito). Es

decir, que la representación o imagen del objeto no es algo que se imprime en la conciencia,

más al contrario se trata de una construcción proceso de reflexión y evaluación de las

impresiones sensibles. En ambos casos el lenguaje se presenta como el eje articulador de la

relación, del proceso de transformación. El lenguaje es el punto de articulación entre mito y

logos.

Toda vez que la realidad se construye a partir de la relación sujeto - objeto. Es posible

advertir que la función de las formas simbólicas no consiste en trasladar el mundo exterior al

mundo interior, o proyectar el mundo interior hacia fuera, más al contrario se trata de

construir una explicación de la realidad. De esta manera, se construye una realidad simbólica

en la que se inscriben tanto sujeto como objeto de conocimiento. Se trata de una red de

significaciones que forman parte de un movimiento dialéctico en el que se construye un

universo cultural, artificial y simbólico que permite al sujeto conocer e interactuar con los

fenómenos naturales, con el cosmos, con sus dioses, consigo mismo. Consiguientemente, la

naturaleza de las formas simbólicas expresa una constante acción reflexiva y activa sobre la

realidad, ellas forman parte de un proceso inacabado de separación y aproximación entre lo

exterior y lo interior se trata de una construcción autónoma de la conciencia caracterizada por

la ausencia de límites preexistentes entre conciencia y realidad. La ulterior delimitación entre

sujeto y objeto de conocimiento se produce por medio del proceso de objetivación que

consiste en separar el objeto de la realidad e inscribirlo en una nueva realidad, en una

realidad simbólica.

II. LA FUNCIÓN SIMBÓLICA DEL LENGUAJE

En el contexto general de La filosofía de las formas simbólicas el lenguaje articulado es el

punto de articulación entre el pre-lenguaje mítico, concreto y presentativo, y el pos-lenguaje

científico, abstracto, representativo, vacío y puramente significativo. De esta manera, la

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función del lenguaje es particular y general a la vez, en sí mismo sirve para todo, no tiene un

destino especial o particular en el campo del conocimiento. Mediante él, es posible expresar

emociones, necesidades básicas o las más altas teorías que explican la realidad. Se

presenta como el instrumento que hace posible el paso del mito al logos, es en él y a través

de él que se realiza el tránsito de lo abstracto a lo concreto, de lo puramente mítico a lo

estrictamente científico. Entre mito y logos se crea un interlenguaje que forma parte

constitutiva de ambas formas de pensamiento, sin embargo, no pertenece ni se identifica con

ninguno. Es mito-lógico.

La configuración de las formas simbólicas, forma parte de un proceso evolutivo en el que el

homo sapiens se separa de sus parientes más cercanos, los monos. La característica

esencial que permite la transformación del primate en un animal simbólico radica en la

construcción y desarrollo del lenguaje articulado. De esta manera la construcción de

imágenes y símbolos a la vez que separan al hombre de su naturaleza animal, se constituyen

en el eje articulador entre el sistema receptor y el sistema efector. Es decir, que entre causa

y efecto, entre estímulo y respuesta, existe un proceso reflexivo producido por el símbolo.

Por tanto, el lenguaje se presenta

“... como eslabón intermedio [de] algo que podemos señalar como sistema simbólico.

Esta nueva adquisición transforma la totalidad de la vida humana. Comparado con los

demás animales el hombre no solo vive en una realidad más amplia sino, por decirlo

así, en una nueva dimensión de la realidad. Existe una diferencia innegable entre las

reacciones orgánicas y las respuestas humanas. En el caso primero, una respuesta

directa e inmediata sigue al estímulo externo, en el segundo la respuesta es

demorada, es interrumpida y retardada por un proceso lento y complicado de

pensamiento. [...] ...El hombre ... ya no vive solamente en un puro universo físico, sino

en universo simbólico. El lenguaje, el mito, el arte y la religión constituyen partes de

este universo, forman los diversos hilos que tejen la red simbólica, la urdimbre

complicada de la especie humana. [...]. El hombre no puede ya enfrentarse con la

realidad de un modo inmediato; no puede verla, como si dijéramos, cara a cara ...”

[Cassirer, 1945, p. 47. El subrayado es nuestro]

Por tanto , es posible afirmar que el lenguaje simbólico se presenta como algo añadido al

sujeto, como algo externo a la naturaleza, como un elemento artificial que niega, transforma

el origen animal del hombre. En efecto, el lenguaje simbólico modifica tanto la conducta

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como, aquello que llamamos, conciencia. Toda vez que la función simbólica del lenguaje se

construye en la conciencia y desarrolla el intelecto mediante la construcción de imágenes

abstractas de la realidad, se establecen diferencias entre mito y ciencia, entre conocimiento

concreto y conocimiento abstracto, entre símbolo y signo, entre lo general y lo particular, etc.

Así, hombre se constituye dentro de una realidad simbólica que a la vez que le separa del

mundo de las impresiones sensibles, propias del reino animal, es atrapado en un mundo de

imágenes y símbolos que forman parte de su autodeterminación. De esta manera, toda vez

que el hombre se enfrenta a la posibilidad de ampliar su universo simbólico, sufre

modificaciones en su pensar, su sentir, su actuar.

La diferencia entre lenguaje emotivo y conceptual, entre signo (señal) y símbolo, entre

conocimiento concreto y abstracto marca la diferencia entre el mundo humano y el mundo

animal.

“Señales y símbolos corresponden a dos universos diferentes (...) una señal es una

parte del mundo físico del ser; un símbolo es una parte del mundo humano del

sentido. Las señales son operadores; los símbolos designadores. Las señales (...),

poseen (...), una especie de ser físico o sustancial; los símbolos poseen únicamente

un valor funcional.” [Cassirer, 1945, p. 57. El subrayado es nuestro]

Un signo o señal es un estímulo, modifica la conducta del hombre y del resto de los

animales; estímulo que puede ser natural o artificial. Es natural cuando vemos en el horizonte

la amenaza de lluvia, ante este signo hombres y animales modifican su comportamiento. Es

artificial cuando existe la intención de comunicar algo, sin embargo esta intención puede ser

consciente o inconsciente. Es conciente cuando el que emite la señal busca una respuesta

de su receptor, como por ejemplo las señales del tránsito que previenen, alertan al conductor

en la carretera. Es inconsciente cuando el investigador recoge los indicios –señales- dejadas

por un ladrón. De esta manera un signo o señal es la expresión de lo particular, su expresión

se relaciona de un modo único y fijo con la cosa a la que se refiere. Su aplicación trasciende

todo el reino animal; claro está, con sus respectivas restricciones...

A diferencia del mundo animal, la naturaleza humana se activa y progresa a partir de la

constante creación y renovación de imágenes y símbolos que desarrollan en el hombre tanto

la inteligencia como la imaginación simbólica. Una vez que se activa la función simbólica, el

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hombre ingresa en un constante proceso de aprendizaje y construcción simbólica que

determina la vida del sujeto, e inician el proceso de construcción y desarrollo cultural. De esta

manera, el hombre nace vive, se desarrolla y muere en el lenguaje. Se trata de un acto de

creación que a la vez que produce satisfacción produce frustración porque el hombre se

vuelve presa de su propia creación. Es decir, mediante el lenguaje el hombre se ve envuelto

en un sistema de normas y leyes que determinan su desarrollo particular y cultural. En última

instancia el animal simbólico esta sujeto a un sistema de señales, signos, símbolos e

imágenes, en una palabra está sujeto al lenguaje.

Toda construcción simbólica es una construcción cultural. Por lo tanto, la cultura se expresa

por medio de un conjunto o más bien mediante un sistema de símbolos. Así, en toda

construcción simbólica/ cultural lo importante es observar como se relaciona el objeto con el

símbolo que le representa. Aquí, no importa el material con el que se construye el símbolo,

sino el sistema de relaciones que establece con la realidad, es decir cómo se explican las

diferentes manifestaciones de la realidad social, natural y/o cultural. Se trata de encontrar el

significado y sentido que, en última instancia determinan el carácter específico de la cultura,

del signo, así como su valor intelectual o moral.

El símbolo es un instrumento de conocimiento por doble partida, toda vez que es a través de

la cultura, de las construcciones simbólicas, es posible conocer la naturaleza interna del

sujeto. De esta manera, toda construcción simbólica trasciende la naturaleza tanto del sujeto,

como del objeto al que representa. Por otra parte, las construcciones simbólicas forman parte

de la identidad cultural, mediante ellas, la cultura expresa su carácter particular y específico.

Así cada cultura desarrolla para sí un sistema de imágenes y símbolos con los que se

identifica, a la vez que establece un diálogo entre culturas, aspecto este último que expresa

el carácter universal, variable y particular de la capacidad del sujeto de crear símbolos. Así,

toda construcción simbólica forma parte del patrimonio de una cultura, de una época histórica

o de la humanidad en su conjunto. Por medio del símbolo se imprimen en el sujeto

características morales, éticas, políticas, religiosas, etc., que en su conjunto determinan la

identidad de un pueblo, de una cultura.

“Una de las mayores prerrogativas del simbolismo humano es la aplicabilidad

universal, (...) Un símbolo humano no se caracteriza por su uniformidad sino por su

variabilidad. No es rígido o inflexible sino móvil.” [Ibid, p. 63]

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Desde épocas pretéritas a la fecha, la función simbólica del lenguaje, en tanto que facultad

universal del sujeto, determina el carácter particular en la cultura. Aunque resulta difícil

establecer su origen cronológico; es un hecho que su origen esta íntimamente relacionado a

las construcciones míticas que explican ordenan e interpretan la realidad. Así el lenguaje

articulado “la palabra mágica” permite el acceso al mundo humano y cultural. Mediante el

símbolo el hombre supera la dependencia sensible del signo.

Toda construcción simbólica es un proceso reflexivo sobre la realidad. Reflexión que se

produce dentro de la relación entre estímulo y respuesta, se trata del acto reflexivo sobre el

proceso de acción y reacción, Mediante este proceso construye un sistema de relaciones

que, -aunque de manera inconsciente como es el caso del mito-, desarrollan la capacidad de

simbolizar. Toda mirada reflexiva sobre la realidad permite separar, abstraer aquellas

características que se repiten constantemente y representarlas mediante un conjunto de

imágenes y símbolos, mediante la construcción de unidades de conocimiento mediante la

construcción de conceptos y mitos que explican la realidad. Se tarta del primer paso en el

proceso de conocimiento que permite clasificar los objetos de acuerdo a características

comunes y diferenciales.

Todo símbolo constituido por el sujeto y la cultura forma parte de una compleja red de

relaciones entre imágenes y símbolos, entre el mundo de las impresiones sensibles y el

mundo de las representaciones abstractas. En última instancia, este sistema de relaciones

determina la eficacia y función del pensamiento simbólico. De esta manera, a la vez que el

símbolo crea nuevas realidades, nuevas formas de interpretación de la realidad; éste

adquiere significación y sentido de acuerdo a la realidad en que se inscribe.

Entre mito y lenguaje existe una relación de interdependencia, ambas formas de expresión

se determinan y evolucionan mutuamente. Es difícil establecer en que momento se separan y

en que momento se complementan, puesto que cada vez que observamos el desarrollo de la

cultura encontramos que su constructor, el hombre, esta dotado simultáneamente de la

función simbólica así como de la función mitopoyética. La relación de estas facultades

esencialmente humanas permite ordenar y explicar el caos de las impresiones sensibles, a la

vez que en toda explicación particular de la realidad encontramos el sello particular, la

cualidad específica que diferencia a una cultura de otra.

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Los primeros estadios de explicación mítica de la realidad se caracterizan por el tipo de

relación que se establece entre imagen y objeto. Se trata de la primera función del lenguaje

que transforma e identifica la imagen con el objeto. Se inicia así el principio mítico de magia

por analogía donde todo cambio que ocurre en la imagen ocurre también al objeto. Esta

característica de identidad entre imagen y objeto permite observar que la conciencia mítica

desconoce el mundo de las representaciones abstractas, o mejor se desconoce a sí misma;

porque muy a pesar de que ella vive y se desarrolla en un mundo de representaciones

abstractas renuncia a ellas y se identifica con un mundo de representaciones concretas.

Es el caso del rito, en él observamos el acto de representación de un hecho presente que

nos remonta al pasado, que establece un sistema de comunicación entre el hombre y sus

dioses, así como la inauguración y renovación del tiempo. Esta forma de representación

abstracta e ideal busca transformar la naturaleza, en esta búsqueda el mitante identifica

plenamente la relación entre imagen y objeto, esto es entre eficacia del acto ritual y

transformación de la realidad. Así en toda acción ritual que busca modificar la conducta del

sujeto o la acción de la naturaleza se deben seguir cuidadosamente los pasos suficientes y

necesarios que permiten establecer un sistema de comunicación con su universo mítico-

divino. Mediante el rito la conciencia mítica establece una relación directa, verdadera,

concreta entre el hombre y sus dioses, entre hombre y naturaleza. Así el culto es un

instrumento que transforma y domina la naturaleza, se trata de un proceso físico y espiritual

que transforma la conciencia del sujeto, a la vez que modifica la relación espiritual del

hombre con sus dioses, con la naturaleza. De esta manera, mediante el rito se modifican las

condiciones físicas y espirituales de su entorno, es decir que tanto el hombre como la

naturaleza comparten el mismo espacio espiritual, ambos tienen forman parte de una unidad

indivisa en la que se complementan mutuamente.

La relación entre imagen y objeto, entre el todo y la parte trasciende todas las esferas de la

conciencia mítica. Es decir, mediante la relación de identidad, imagen – objeto se establece

un diálogo entre hombre y naturaleza, así la idea de hombre se construye en comunión con

su entorno, con el cosmos, con la naturaleza. Entre hombre y naturaleza existe una relación

de mutua complementariedad, entre ambos se establece un diálogo físico y espiritual. De

esta manera se establece un sistema de comunicación entre hombre y naturaleza, entre el

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hombre y divinidad, entre presente y pasado; relación que se traduce en un mundo de

representaciones concretas, de imágenes y símbolos que actúan sobre el sujeto y

determinan tanto sus actos como la vida en general.

En este mundo de ritos e imágenes propios de la conciencia mítica, la característica esencial

es la relación de identidad que se establece entre imagen y objeto. Aquí están presentes las

diferentes formas de representación plástica expresadas en caretas, danzas, vestidos, etc.,

así como también la representación espiritual de la naturaleza expresada en elementos como

la tierra, el incienso, el fuego, etc. Todos estos elementos representan, se identifican con una

parte de la realidad, con una parte del ser, es más son el ser, son la divinidad real y operante

que transforma la realidad. Mediante esta relación de identidad entre imagen y objeto todo

acto de transformación y explicación de la realidad sucede en la conciencia gracias a un

proceso reflexivo que actúa sobre las impresiones sensibles, sobre la realidad empírica y las

transforma en potencia lógica, en lenguaje. Así las impresiones sensibles devienen en

representaciones abstractas que para la conciencia mítica contienen la esencia del objeto, de

ahí que pueda practicarse la magia por analogía. Sin embargo, esta relación de identidad

entre imagen y objeto que ocurre en la conciencia se despliega hacia fuera y transforma

concretamente las costumbres de una cultura, determina un sistema de normas y leyes

sociales, políticas, religiosas, económicas, etc.

La palabra mágica, el lenguaje, es un instrumento de conocimiento que transforma la

conciencia como la realidad en que vive y se desarrolla el sujeto. Esta característica propia

de las formas simbólicas es mediata antes que inmediata, es decir resulta de un proceso de

reflexión en la conciencia. Así toda forma de expresión de la conciencia transforma, encubre

la realidad del objeto e impide aquello que quisiéramos ver, el ser del objeto, su esencia, su

pertenencia cierta esfera del ser.

“Así, los sonidos del lenguaje se esfuerzan por ‘expresar’ el carácter subjetivo y

objetivo, el mundo ‘interno’ y ‘externo’; pero lo que retienen no es la vida y la plenitud

individual de la existencia misma, sino tan solo su abreviatura muerta”. [Cassirer,

1925, p. 12]

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III. LENGUAJE Y FILOSOFÍA

De esta manera el lenguaje presenta el contenido de las diferentes formas simbólicas el arte,

la ciencia y el mito como una ficción, porque cada una de ellas imprime cualidades diferentes

a un mismo objeto, así la descripción, enumeración de las cualidades difiere de la esencia

del objeto. Evidentemente podemos discurrir sobre las diferentes cualidades del rojo, desde

la perspectiva científica se encuentra en un lugar específico del espectro fotomagnético, para

el arte es la expresión de ciertas emociones humanas o naturales, para el mito formará parte

de un significado interno propio de una forma de expresión principal. Sin embargo, ninguna

de estas formas de expresión de la conciencia nos pone de manera clara y específica en

relación con la esencia, con el carácter ontológico del color rojo por tanto cada una de las

formas simbólicas realizan un proceso reflexivo, filosófico, metafísico, ontológico sobre la

esencia del fenómeno, construyendo así una representación abstracta de un fenómeno

concreto. Por tanto la filosofía se convierte en el eje articulador que explica la realidad, sea

desde una perspectiva científica, mítica o artística, la reflexión sobre el objeto es el

instrumento principal que permite especular sobre la esencia del objeto, que como dijimos

líneas arriba se logra solo mediante el metalenguaje, mediante el lenguaje de los lenguajes,

mediante el lenguaje filosófico. Porque la filosofía es esencialmente reflexión ilumina

diferentes áreas de conocimiento.

Desde esta perspectiva el lenguaje se presenta como el instrumento de conocimiento que

permite conocer, explicar y ordenar la realidad a cada una de las formas simbólicas. En el

lenguaje se expresa la forma de pensamiento propia de cada una de las formas de expresión

de la conciencia, se expresa la diferencia específica entre mito, arte y ciencia. Así, mediante

el lenguaje articulado conocemos una estructura de pensamiento, la estructura de las formas

simbólicas, independientemente de la naturaleza o de la forma del objeto, por tanto mediante

el lenguaje conocemos la estructura del pensamiento mítico o científico antes que la realidad,

en sí misma.

El criterio de verdad inherente a cada una de las formas simbólicas no se encuentra en el

exterior, en el objeto, sino en la significación intrínseca de la representación simbólica. Esto

es en la conciencia. Así, el mito, el arte y la ciencia son reflejo de la conciencia, dependen de

la fuerza con que las impresiones sensibles transforman y modifican la conciencia. Esta

transformación resulta de un proceso reflexivo conciente o inconsciente sobre las

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impresiones sensibles, sobre la realidad, sobre el objeto, de donde deviene una

interpretación propia y particular de cada una de las formas simbólicas. Es decir que la

conciencia muestra, explica, ordena la realidad de acuerdo al universo simbólico en el que se

inscriben las diferentes áreas de conocimiento.

De esta manera, un mismo objeto adquiere diferente significación de acuerdo al universo

simbólico en el que se inscriba, esto es según participe de representaciones míticas,

científicas o artísticas. Esta característica de percepción de los objeto también se extiende a

las diferentes formas de expresión cultural. Así, un mismo nombre, un mismo objeto adquiere

diferente significación y sentido de acuerdo al universo simbólico en el que se inscribe, es

decir que tanto las formas simbólicas como la cultura imprimen sobre el objeto diferentes

características consideradas esenciales y significativas para una cultura específica, para un

área específica de conocimiento. Así, las construcciones lingüísticas están determinadas por

el universo simbólico en el que se inscribe el objeto, esto en las diferentes formas simbólicas

como el arte, la ciencia, el mito, así como en las diferentes formas de expresión cultural. Es

al interior de este universo que los objetos se clasifican, se nombran, se ordenan se explican

y adquieren significación y sentido específico en cada una de las formas de expresión de la

conciencia de acuerdo al tipo y forma de conocimiento. Para el caso de la cultura la

significación del objeto depende de su relación con las construcciones míticas, de la posición

que tiene la cultura frente al cosmos, frente al mundo, frente a la realidad. De esta manera

tanto las formas simbólicas como la cultura estructuran el lenguaje de acuerdo a la forma de

pensamiento (abstracto / concreto), a la percepción de las determinaciones temporales y

espaciales, en una palabra el lenguaje es una construcción cultural.

“En consecuencia, las formas simbólicas especiales no son imitaciones, sino órganos

de la realidad, puesto que solo por medio de ellas lo real puede convertirse en objeto

de captación intelectual y, como tal, resultar visible para nosotros”. [Ibid, p. 14]

Así desde un punto de vista filosófico la verdad es relativa antes que absoluta, toda vez que

el mito, el arte y la ciencia brillan con luz propia, se explican, ha sí mismos mas no con

referencia de a este o aquel objeto. Se trata de una construcción autónoma del espíritu

expresada por medio del lenguaje. El lenguaje se presenta como la construcción mental del

mundo objetivo, el lenguaje no pertenece a ningún área específica de conocimiento en sí

mismo sirve para todo.

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IV.- LA DIMENSIÓN SIMBÓLICA DEL ESPACIO

Tanto el hombre como los animales desarrollan su existencia en función a relaciones

espaciales y temporales. Sin embargo, la percepción de estas categorías de conocimiento no

es la misma para el conjunto de la vida orgánica. En el mundo animal (incluido el sujeto)

existen diferentes niveles de percepción espacial. En los niveles inferiores (organismos

unicelulares) el espacio es puramente sensible, se trata de una relación inmediata entre el

aparato receptor y el efector, entre estímulo y respuesta. En este primer nivel de relación

entre vida orgánica y espacio, las características sensibles y adaptativas del organismo se

modifican en función al hábitat en que se desarrollan. Modificaciones que responden al

carácter evolutivo y adaptativo de la vida orgánica.

En niveles superiores de evolución, allí donde existe un desarrollo del sistema nervioso, la

interacción con el medio se traduce en un proceso de estímulo respuesta, aquí toda

modificación del medio se traduce en una modificación de la conducta del individuo (claro

que a la larga estas modificaciones pueden influir en el organismo en general). Se trata de

organizar las impresiones sensibles, en la conciencia, para producir una respuesta, misma

que en el reino animal se conoce con el nombre de instinto.

Por ejemplo, en la naturaleza tanto el animal cazador como la víctima actúan de acuerdo a la

modificación de las impresiones sensibles. El animal que es acechado por su depredador,

percibe el peligro gracias a la asociación de olores, colores, sabores, etc. que se imprimen en

los sentidos y afectan directamente en el olfato, oído, vista (recordemos que el sentido del

gusto está íntimamente relacionado con el del olfato, es el caso de las serpientes). De la

eficacia en la asociación de estímulos sensibles dependerá la vida de la presa. Por otra

parte, también en el animal cazador se relacionan diferentes impresiones sensibles que

identifican a la presa, modifican su organismo producen mayor o menor cantidad de

percepciones olfativas, táctiles, visuales, etc. En consecuencia, este nivel de percepción se

presenta como el espacio de la acción. En él, las modificaciones del medio actúan sobre la

conducta del animal que las percibe.

Frente al espacio de la acción, se encuentra el espacio simbólico. Punto de inflexión entre el

mundo animal y el mundo humano. Se trata de un espacio abstracto, allí la relación entre

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estímulo y respuesta esta mediatizada por un proceso mental en el que las impresiones

sensibles se organizan y transforman en representaciones abstractas. Así el paso de lo

concreto (impresión sensible) a lo abstracto (representación simbólica) permite organizar y

explicar el caos de las impresiones sensibles.

Para el hombre, la percepción del espacio es simbólica porque deviene de un proceso

reflexivo sobre las impresiones sensibles. Sin embargo, existen diferentes grados que

caracterizan a este proceso, en un primer momento las representaciones simbólicas están

determinadas por la fuerza con que las impresiones sensibles se apoderan de la conciencia.

En esta etapa la respuesta a los estímulos es casi inmediata, si bien existe un proceso de

abstracción este se presenta solamente cuando las condiciones del medio se repiten.

Los primeros pasos que realiza la conciencia para transformar la realidad ocurren en la

interacción sujeto - espacio. Entre espacio y conciencia se produce una relación simbiótica

que se traduce en la construcción del espacio mítico; al que llamaremos concreto porque

busca solucionar intereses y necesidades inmediatas. Es decir, la percepción del espacio

para la conciencia mítica es subjetiva, resulta de una mezcla de sentimientos, percepciones y

emociones; el espacio es humanizado, tiene características propias de la naturaleza humana

y divina (es de recordar que en un principio tanto animales, lugares, montañas, como

fenómenos naturales tienen carácter antropomórfico).

“En el pensamiento mítico el espacio y el tiempo jamás se consideran como formas

puras o vacías sino como grandes fuerzas misteriosas que gobiernan todas las cosas,

que gobiernan y determinan no solo nuestra vida mortal sino también la de los dioses.”

[Cassirer, 1945, p. 89]

La relación entre las percepciones sensibles y el carácter emotivo del sujeto, construyen las

primeras manifestaciones del espacio simbólico, abstracto que abre las puertas a la cultura.

Sin embargo, en este estadio seguimos atrapados en el mundo de las percepciones

sensibles porque este proceso de construcción simbólica está íntimamente relacionado con

emociones y sentimientos. De esta manera, en toda interpretación y explicación de la

realidad se combinan o confunden sentimientos y emociones con fenómenos naturales, con

el origen del hombre o los animales, con el origen de la vida y el cosmos.

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Si bien, es una característica de nuestra época de asociar el pensamiento mítico con lo

irracional, lo irreflexivo, o fabuloso; nosotros creemos lo contrario. Pensamos que en todo

proceso de construcción mítica se expresa, aunque de manera inconsciente, el carácter

racional de la naturaleza humana. Es decir, en toda construcción mítica subyace una

construcción lógica del pensamiento. Por tanto, se trata de explicar esta forma lógica que

determina la estructura pensamiento mítico para reivindicar su vigencia y presencia a lo largo

de la historia de la humanidad.

La presencia de la razón en el mito es un tema ampliamente estudiado tanto por la filosofía,

como por diferentes ciencias humanas y sociales. Si observamos al pensamiento mítico con

los ojos de la razón es posible advertir en él grandes dosis de razonamiento lógico. Es claro

que tanto el mito como la ciencia buscan explicar la realidad, sin embargo lo hacen por

caminos diametralmente opuestos. Así el mito centrará su interés en el sujeto, creará dioses

y demonios que comparten características humanas, sean físicas o subjetivas, como la

bondad, la maldad, etc. De esta manera, observamos que toda asociación entre impresión

sensible y sujeto necesita de un proceso analítico y reflexivo. Si bien en el mito la explicación

de la realidad responde a una necesidad, no se trata de una necesidad orgánica sino

simbólica. Una vez que se crea un sistema de conexiones lógicas entre el hombre y la

realidad, ya nada en el mundo está libre de ser conocido y explicado por medio de símbolos.

El desarrollo de la conciencia simbólica del espacio, trasciende la interpretación concreta,

sensible y presentativa del pensamiento mítico a una interpretación abstracta, teórica y

representativa del pensamiento científico. El espacio científico al igual que el espacio mítico,

se inicia con la reflexión sobre el acaecer cósmico. En ambos casos la noción de espacio

deviene de la asociación entre tiempo y espacio. Así, la conciencia mítica mediante la

constante observación del cielo, del acaecer cósmico identifica aquellos fenómenos que se

repiten constantemente, como el movimiento de los astros, y los traslada al espacio físico, al

espacio cultural, allí mediante la interacción entre movimiento cósmico, espacio físico y el

carácter emotivo y volitivo del sujeto se construye un espacio simbólico en el que se

construye y desarrolla la cultura. Mediante este proceso de esquematización se crea un

orden cósmico único y sistemático.

15

De esta manera, se construye una interpretación geométrica y esquemática del espacio en la

conciencia. Gracias a ella es posible ver el espacio como una totalidad; consecuentemente,

diferentes relaciones de un objeto dentro de esa totalidad. Ahora es posible ver el objeto

desde diferentes perspectivas. Este objeto bien puede ser la construcción de la Chacana o

Cruz Andina.

Toda cultura se identifica con la creación de un espacio simbólico propio. Así, en toda

cosmogonía es posible observar características propias y específicas para cada cultura; a la

vez que determina su posición en la totalidad. De esta manera, la tierra se transporta al cielo,

se trata del paso de un espacio concreto en el que vive el sujeto a un espacio abstracto en el

que se desarrolla toda producción simbólica o cultural. El espacio mítico, concreto y

presentativo de la astrología dará lugar al espacio científico, abstracto y representativo de la

astronomía.

Por tanto, la concepción simbólica del espacio se presenta como un elemento fundamental

para la construcción del lenguaje simbólico. Entre espacio concreto y espacio abstracto

existe una relación de continuidad, análoga a la relación entre signo y símbolo. Así, la

astrología se presenta como una forma mítica y concreta que organiza tanto el espacio como

la vida política y moral del sujeto; de ella deviene la astronomía que transforma el espacio

físico, concreto del mito en un espacio simbólico, geométrico, abstracto rico en

interpretaciones.

V. LA DIMENSIÓN SIMBÓLICA DEL TIEMPO

Según Kant “... el espacio forma parte de nuestra experiencia externa y el tiempo de nuestra

experiencia interna.” [Ibd, p.71]

El tiempo no es un objeto, es un proceso, es una creación de la conciencia; se origina con la

percepción de fenómenos que se repiten constantemente en el acaecer cósmico. Por medio

de la observación y separación de fenómenos como el movimiento del sol y de los astros, la

presencia de luz y oscuridad, el cambio de las estaciones y el movimiento de los astros, así

como la transformación de la naturaleza; la conciencia creó para sí (para explicar estos

cambios) diferentes unidades de conocimiento que explican la dimensión temporal. De esta

manera, todo proceso orgánico se desarrolla y explica en el transcurrir del tiempo.

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Toda explicación se realiza en función al presente, es decir, que primero nos ubicamos en un

punto fijo del tiempo, el presente, y a partir de él, explicamos tanto el pasado como el futuro.

El presente con relación al pasado está en íntima relación con la memoria. Desde el

punto de vista puramente orgánico o biológico, existe una relación de igualdad entre memoria

y herencia, ambas cumplen la misma función orgánica. Se trata de un proceso evolutivo en el

que la transformación de un rasgo fisiológico o anatómico, se repite constantemente.

Desde una perspectiva antropológica, la memoria es un proceso complejo de reconocimiento

e identificación de eventos. Se trata de un proceso creador y constructivo que separa, ordena

y relaciona eventos ocurridos en diferentes unidades de tiempo. Este sistema de relaciones

es análogo a la dimensión espacial; toda vez que organiza, relaciona series de

acontecimientos singulares con los que se construyen esquemas. Mediante ellos, es posible

recordar organizar y sistematizar el conocimiento. Así, la memoria funciona como un sistema

de clasificación que incentiva, desarrolla y promueve el proceso de conocimiento en el sujeto.

De esta manera, la memoria simbólica no es la mera repetición de eventos, sino todo un

proceso de reconstrucción y organización en íntima relación con la imaginación. La

imaginación es un instrumento para recordar.

La memoria simbólica, permite realizar el salto del pasado al futuro. Toda construcción

cultural sea política, religiosa o económica se proyecta hacia el futuro. Toda vez que el

hombre vive constantemente asediado por angustias, temores y esperanzas en relación a

sus recuerdos; vive más en el futuro o en el pasado que en el presente. En la medida en que

el hombre se proyecta hacia el futuro, crea para sí mismo y su cultura un futuro simbólico.

Esta construcción simbólica forma parte del desarrollo y existencia del sujeto, es el motor que

impulsa la cultura y el desarrollo de la humanidad.

El futuro no se refiere a algún acontecimiento, sino que forma parte del mundo ideal, del

mundo de las representaciones simbólicas que transforman el mundo construido por el

hombre. En general, en la cultura este futuro simbólico se expresa en la construcción de

sistemas religiosos, políticos, económicos, etc., en tanto que en lo particular se expresa en la

creación de un mito constitutivo. Es decir en el autoconocimiento del sujeto y su proyección

al futuro, a la cultura; en saber lo que uno es y lo que uno espera de la vida.

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“La idea teórica del futuro (...) resulta un imperativo de la vida humana que alcanza

mucho más allá de las necesidades prácticas e inmediatas del hombre y que en su

forma más alta supera los límites de la vida empírica. Es el futuro simbólico del hombre

que corresponde a su pasado simbólico y guarda estricta analogía con él.” [Ibid, p. 89]

VI._ CONCLUSIÓN

Toda construcción simbólica propia de la naturaleza humana, permite establecer la diferencia

entre realidad y posibilidad. Esto quiere decir, que animales y dioses no están en condiciones

de crear símbolos. Por una parte, el reino animal se encuentra inmerso en un mundo de

impresiones sensibles; aquí el paso entre estímulo y respuesta es inmediato. Por otra, en la

esfera de lo divino todo pensamiento es un acto de creación; es decir que dios no puede

pensar sin crear aquello que piensa. Por tanto, dios desconoce el concepto de posibilidad,

para él todo pensamiento es un acto de su creación.

Solo el hombre, eslabón intermedio entre el mundo animal y el mundo divino, tiene la facultad

de establecer la diferencia entre lo real y lo posible. Esta diferencia se construye gracias a la

naturaleza simbólica de la conciencia. No se trata de una diferencia metafísica, sino

epistemológica. Aquí, se pone el acento en el proceso de conocimiento, es decir en cómo se

conoce, antes que en el contenido del objeto de conocimiento. Recordemos que, a lo largo

de la historia de la humanidad, el problema del conocimiento ha inquietado a filósofos y

científicos quienes se preguntan constantemente si ¿es posible conocer?, ¿cómo se

conoce?, etc. Desde esta perspectiva, toda reflexión sobre la distinción entre posibilidad y

realidad se orienta a la posibilidad de conocer el objeto, a la posibilidad de existencia del

objeto, en última instancia, en el método con el que nos aproximamos al objeto. Entonces, el

lenguaje simbólico es el instrumento que permite el ingreso a un mundo de múltiples

posibilidades y no menos realidades.

Según Kant, el entendimiento humano “... es (...) discursivo (...) depende de dos

elementos heterogéneos; no podemos pensar sin imágenes, ni podemos intuir sin

conceptos. Conceptos sin intuiciones son vacíos, intuiciones sin conceptos son ciegos”

[Cassirer, 1945, p, 91. El subrayado es nuestro].

Esto quiere decir que, por una parte, todo pensamiento se realiza por medio de imágenes

intuitivas que se construyen a partir de impresiones sensibles. Por otra parte, toda imagen

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intuitiva crea un recuerdo, una imagen mental. Mediante el proceso de la memoria se crea un

esquema, allí la imagen intuitiva se transforma en concepto, adquiere un sentido y finalmente

forma parte de un universo de imágenes y símbolos que contribuyen a desarrollar la facultad

de pensar del ser humano. En una palabra, el intelecto humano es un laboratorio en el que

se extrae el contenido esencial (pensamiento abstracto) de la naturaleza física de las

impresiones sensibles (pensamiento concreto). Se trata de un procesador de símbolos en el

que confluyen, según la definición de Saussure, imagen y concepto; forma y contenido.

El símbolo no posee un existencia física o sensible, posee un sentido; esto es una existencia

ideal o abstracta. De esta manera, se abre la posibilidad de hablar en ausencia del material

sensible, de elaborar un discurso irreal o fantástico. Aquí lo importante es el

desenvolvimiento de la fantasía mítica o científica.

Sin embargo, la historia de la humanidad demuestra que esto no siempre ha sido así. Los

primeros homínidos no conocían la diferencia entre símbolo y objeto, entre cosa y signo; para

ellos tanto la imagen del objeto como el objeto posee poderes mágicos. Ambos, imagen y

objeto forman parte de una unidad indiferenciada por tanto, no distinguen entre realidad y

posibilidad. Viven en un solo plano, en el plano de lo real.

La diferencia entre imágenes simbólicas y objetos, entre realidad y posibilidad abre las

puertas del pensamiento simbólico. Mediante él, la humanidad ingresa en un mundo de

imágenes y símbolos que hacen posible la construcción y el desarrollo de la cultura. A partir

de ese momento, el hombre es creador y destructor a la vez; es decir, a la vez que crea un

sistema simbólico en el que nace, se desarrolla y muere; crea un sistema de represión,

sometimiento y destrucción tanto para la naturaleza como para su propia imaginación. De

esta manera, es posible afirmar que el hombre vive en dos dimensiones, en la dimensión de

lo real, de lo sensible; frente a la dimensión de lo posible.

Esta posibilidad de crear símbolos abre las puertas del pensamiento, de la imaginación, de la

cultura; esta presente en toda acción humana. Así, el pensamiento científico, toda vez que

busca predecir el futuro, trabaja dentro de un universo de posibilidades: la hipótesis, y su

posterior demostración: las tesis y teorías. De esta manera, vemos que el mundo de la

ciencia es el mundo de lo posible. La ciencia crea un conjunto de imágenes ideales

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(abstractas) que buscan explicar la realidad. Por ejemplo, mediante la construcción de una

teoría que explica el comportamiento de los gases ideales, con la aplicación de una fórmula

que contiene elementos constantes como la presión atmosférica, la temperatura, la humedad

del ambiente, la densidad del gas. Con solo realizar ciertas variaciones en los datos

constantes de la fórmula es posible explicar el comportamiento de los gases reales en

condiciones de humedad y temperatura particulares. Por tanto, la realidad se explica

mediante la construcción de objetos ideales (irreales) por la existencia de la posibilidad de

conocimiento.

Análogamente, esta característica de la conciencia (la capacidad de crear imágenes

simbólicas) está presente tanto en la ciencia, como en el mito; tanto en sistemas políticos,

como religiosos; tanto en la construcción de sistemas éticos como económicos. La

construcción de símbolos, así como el pensamiento simbólico forman parte de un proceso

inacabado, aquí símbolo y pensamiento existen en el pleno momento de su desarrollo,

existen siempre que tengan la posibilidad de existir, existen siempre que alguien haga uso de

ellos. Claro aquí lo interesante es que gracias a la posibilidad, se explica la realidad; y cada

una de estas formas de explicar la realidad, más que explicar crean realidades diferentes o

una realidad aparte solo para el sujeto. Así, cada vez que me acerco unos pasos en dirección

al horizonte, este se aleja unos pasos. ¿Para qué sirve la utopía?, para eso sirve, para

caminar. De esta manera todo mito, toda posibilidad de acción hace lugar a lo posible.

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Datos del autor:

Nombre: Roberto Agustín Hinojosa Paniagua,

Ocupación: Egresado de la carera de filosofía UMSA

Investigador Instituto de Investigaciones Bolivianas (IEB) UMSA

Dirección: Av Ecuador # 2166 MC. 1-C

Correo electrónico: [email protected]

Teléfono: 2416163/ cel. 70571679