LA IGLESIA Y EL CLERO EN LAS INDEPENDENCIAS AMERICANAS · por “el papel de la iglesia” en la...

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PLIEGO LUCRECIA RAQUEL ENRíQUEZ Pontificia Universidad Católica de Chile LA IGLESIA Y EL CLERO EN LAS INDEPENDENCIAS AMERICANAS 2.770. 1-7 de octubre de 2011 ARGENTINA

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PLIEGO

Lucrecia raqueL enríquezPontificia universidad católica de chile

LA IGLESIA Y EL CLEROEN LAS INDEPENDENCIAS

AMERICANAS

2.770. 1-7 de octubre de 2011

ARGENTINA

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CONSIDERACIONES INTRODUCTORIAS

Publicar a fines de 2011 una nueva reflexión sobre un tema vinculado a los Bicentenarios de los países americanos parece no solo poco original, sino también de una insistencia un poco majadera. Sin embargo, no lo es tanto, porque el tema –o los temas– relacionados con la iglesia, el clero, las monjas o la religión han sido poco abordados y, sobre todo, poco integrados a la visión política, económica, social, cultural e ideológica de lo ocurrido en américa a partir de la coyuntura desencadenada por los acontecimientos de 1808 y 1810 en la Península. ¿Por qué? La respuesta es múltiple. Por un lado, porque la construcción de las historias nacionales durante el siglo XiX, sobre todo en su segunda mitad, tuvo como contexto los enfrentamientos ideológicos entre liberales y conservadores. en esa lucha ideológica, se le negó a la iglesia un papel protagónico en 1810 por la posición marcadamente proespañola

reflexionando, en la iglesia había múltiples autoridades con intereses a veces contrapuestos: el rey patrón, el Papa, los superiores de las órdenes religiosas, el obispo local, por nombrar las más importantes.

Por eso, creemos que preguntarse por “el papel de la iglesia” en la independencia americana remite a un concepto centralizado de la misma que no era el que existía. La iglesia como institución se construyó históricamente, y un momento clave de ese proceso tuvo lugar en la nueva relación entablada por los estados independientes americanos y la Santa Sede en el siglo XiX.

Teniendo en cuenta estas consideraciones, nos parece más pertinente e interesante reflexionar sobre qué pasó con estos múltiples actores eclesiásticos en el contexto del cambio político, y hacerlo mirando al horizonte, hacia el siglo XiX, marcado por la construcción de nuevos estados y de una iglesia centralizada, cada vez más romana.

además, estamos entrando en una nueva etapa del entendimiento de lo

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Cuando tocan ya a su fin las celebraciones por los Bicentenarios de los países americanos iniciadas en 2010, es la hora de los balances, pero también una nueva oportunidad para echar la vista atrás y recordar algunos de los episodios que contribuyeron a configurar la identidad nacional de los diferentes pueblos. Estas páginas quieren detenerse en uno de esos aspectos fundacionales: el papel de la Iglesia en los procesos de independencia y el protagonismo de los múltiples actores eclesiásticos en este contexto de cambio político. Las relaciones con la Santa Sede, la catolicidad de los nuevos Estados, los debates sobre el lugar de la Iglesia en los mismos o los primeros embates del liberalismo son algunos de los temas desarrollados en este estudio, una modesta aproximación a aquellos años que cambiaron la fisonomía de todo un continente.

Al hilo de los Bicentenariosy monárquica de gran parte del clero y la jerarquía eclesiástica. Por otro, cuando el historiador decide abordar el tema se encuentra con serios problemas para entenderlo en todas sus dimensiones, debido a la complejidad de los asuntos eclesiásticos. Por último, nos acercamos a la época con preguntas un tanto periodísticas, como: ¿cuál fue la posición de la iglesia ante el cambio político? en el fondo, estamos preguntando cuál fue el papel de la iglesia institucional, pensando en que se dio una instrucción uniforme para abordar la situación desde roma o desde la jerarquía local, que hubo una posición oficial de la iglesia frente al cambio político. Lejos de ser así, reinó la diversidad por ciertas características de la iglesia de la época que hoy día nos cuesta entender. Mirando la iglesia actual, o la del pasado reciente, atribuimos a la del pasado más lejano las características de “actor social” y de ser una institución gobernada desde un centro cuyos miembros obedecían a directrices de acción. Por el contrario, en la época sobre la cual estamos

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ocurrido en 1810 y los años siguientes en américa. Las celebraciones de los Bicentenarios despertaron y renovaron en muchos países americanos el interés por los temas que se consideran fundacionales de la nación y, por ende, de la nacionalidad. nos encontramos en plena etapa de publicación y circulación de nuevas interpretaciones; por eso, aún es temprano para intentar una nueva síntesis sobre cómo se han abordado e integrado a esos análisis los temas relativos a la religión, la iglesia y los eclesiásticos. Sin embargo, con lo que ya se ha trabajado y lo que está apareciendo, creemos que es posible presentar las nuevas temáticas de estudio. en las celebraciones de los centenarios, la historiografía eclesiástica reivindicó el papel de la iglesia y del clero en los procesos independentistas, se centró en sus aportes y protagonismos, ante la acusación por parte del liberalismo de que la posición proespañola de la iglesia la había restado de la construcción del estado nación.

Hoy día, aunque esta temática no ha desaparecido –y sin menospreciar su importancia–, se ha producido un desplazamiento hacia el entendimiento de otros aspectos poco considerados

por esa interpretación. Muchos de ellos eran más bien continuidades de la política religiosa monárquica, más específicamente borbónica. De ahí que los temas que más interesan son los relativos a la relación con la Santa Sede, la inquisición, la reforma de las órdenes regulares, el patronato, el clero secular en la política, la relación jurisdiccional entre la iglesia y los nuevos estados independientes (republicanos o monárquicos), las discusiones en torno a las diversas definiciones de la catolicidad de los nuevos estados, las doctrinas galicanas, los primeros embates de un temprano liberalismo, los debates en torno al lugar de la iglesia en la república. abordaremos cada uno de estos temas, por cierto,

profundamente interrelacionados, y trataremos de comparar sus diferentes interpretaciones en los contextos independentistas de cada estado.

LA COYUNTURA DE 1808-1810: EL REY Y LA IGLESIA ROMANA

Las noticias de la prisión de Fernando VII, la llegada al trono de José Bonaparte y la formación de las Juntas de Gobierno en españa llegaron a américa rápidamente, y se recibieron de la misma forma que en la Península, es decir, provocando un movimiento social y político a favor del monarca cautivo y de condena al invasor francés. La misma recepción positiva tuvo la noticia de la formación de la Junta central de Sevilla: américa la apoyó decididamente, y se aceptó el envío de diputados para incorporarse a su seno. Sin embargo, todo cambió a partir del momento en que se supo que la Junta central se había disuelto en enero de 1810. al igual que en la Península, no se consideró al consejo de regencia como un órgano de gobierno representativo de toda la Monarquía, y menos de su pilar ultramarino. Muchos americanos habían llegado a la convicción de que el avance de Napoleón era imparable y que el colapso de la Monarquía era inminente. La respuesta fue inmediata, y comenzó la formación de Juntas en américa a medida que llegaban las noticias de españa: caracas (19 de abril), Buenos aires (25 de mayo), nueva Granada (20 de julio), México y su insurgencia popular encabezada por el cura Miguel Hidalgo (16 de septiembre), chile (18 de septiembre).

La relación de las Juntas de Gobierno, primero, y de los estados independientes, después, con la Santa Sede fue particularmente compleja, no solo por tratarse de repúblicas independientes, sino por la situación de los estados Pontificios en el contexto europeo. en 1810, el Papa era un prisionero de napoleón Bonaparte, lo que implicaba una incomunicación de hecho de américa con la Santa Sede en este nuevo contexto político. en realidad, la relación siempre había

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EL SALVADOR

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es el que nos interesa destacar en este trabajo. ¿era posible el gobierno de la iglesia local sin el Papa romano, cabeza de la jurisdicción espiritual universal? ¿cómo debía gobernarse la iglesia si su patrón, el rey, estaba prisionero y no se reconocía como legítimo sucesor al consejo de regencia?

Las respuestas a estas preguntas estuvieron marcadas por la situación política local. apareció con fuerza la teoría de la retroversión de la soberanía no solo aplicada al ámbito político, sino también al eclesiástico. en lo político se sostuvo que, desaparecido el monarca, la soberanía volvía al reino y sus representantes, quienes podían volver a elegir un nuevo soberano. este fue el fundamento jurídico de la erección de Juntas de Gobierno. La teoría era más audaz aplicada a la iglesia católica: si el Papa legítimo estaba prisionero, como el rey, el gobierno de la iglesia volvía a los obispos. este episcopalismo no era nuevo, había sido esgrimido en el pasado por diferentes corrientes de pensamiento como el neojansenismo, el galicanismo, el regalismo o el catolicismo ilustrado, en diferentes grados de profundidad y contextos. Particularmente el galicanismo, al afirmar el gobierno episcopal, acentuaba la oposición al Papa como cabeza de la iglesia. en conjunto, estas corrientes se oponían al centralismo de la jurisdicción pontificia. en el pasado, en los momentos en que las relaciones entre la Santa Sede y los estados pasaban por dificultades o por una situación de guerra, que impedía recurrir a la curia romana, florecía el episcopalismo. Se justificaba así que los obispos recobraran sus facultades originarias y se propiciaba la creación de un episcopado nacional que aboliera la dependencia creada por las reservas pontificias. Hay que considerar que aún no se había definido el primado de jurisdicción papal con poder episcopal supremo sobre todos los miembros de la iglesia, incluidos obispos, como ocurrió en 1870. en américa, estas doctrinas episcopalistas, por el contexto en el que afloraron, parecen aportar una solución más que responder a una postura combativa contra la centralización romana y el Sumo Pontífice.

el problema del patronato eclesiástico se solucionó jurídicamente de una

indias y, en el caso del Patriarca de indias, solo obtuvo este título de manera honorífica. Por lo tanto, los privilegios papales a los monarcas españoles y la política regalista emprendida por ellos entrelazaron a la corona y a la iglesia de una manera única, tal como lo expresaba la fórmula que lo sintetizaba: la iglesia está en el estado y el estado en la iglesia, lo que generó un sistema de relaciones y de mutua invasión de áreas de competencia debido a los contornos imprecisos de las mismas.

¿cuál era la situación en 1810? La prisión del Papa y del rey ponía a la iglesia americana en una incomunicación de hecho, sin precedentes, con sus máximas autoridades. no se sabía, además, cuánto tiempo iba a durar este proceso ni menos cómo iba a terminar. Por eso, en américa, en 1810, fue claro que había que buscar no solo una nueva legitimidad política, sino también religiosa. este segundo aspecto, tan poco integrado por la historiografía actual a los estudios sobre este período,

estado mediada por Madrid, en virtud del patronato universal sobre la iglesia en indias. ¿De qué se trataba? De una concesión, un privilegio otorgado por el Papa a los reyes católicos, que le permitía al rey controlar la jurisdicción más poderosa después de la propia. el papa Julio II, por medio de la bula Universalis Ecclesiae (28 de julio de 1508), había concedido al rey Fernando el derecho de erección de las iglesias magnas y, con ello, el patronato o derecho de presentación al Papa de la jerarquía eclesiástica a todos los beneficios eclesiásticos y a todos los lugares píos en américa. anteriormente, el papa Alejandro VI había donado al monarca español, por medio de la bula Inter Caetera (1493), las tierras descubiertas, concediéndole la exclusividad de la tarea de evangelización y ordenándole a la vez la selección y envío de personas adecuadas para llevarla a cabo. También el rey de españa obtuvo del Papa la concesión de los diezmos en las zonas descubiertas a cambio de que el monarca dotara de todo lo necesario a la iglesia.

Bajo el alero del patronato, se desarrolló en la Monarquía española una práctica regalista que incluyó el exequátur o pase regio, al que eran sometidas todas las bulas papales, con excepción de las dogmáticas o doctrinales. como toda la relación entre la Santa Sede y américa estaba mediada por Madrid, nunca se permitió la instalación de un nuncio en las

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BOLIVIA

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manera bastante sencilla. en chile, por ejemplo, se consideraba más legítima a la Junta local como representante del rey que al consejo de regencia, por lo cual le correspondía el patronato a la Junta. en Buenos aires, se llegó a la misma conclusión, pero con otro fundamento. Se basaron en los principios jurídicos defendidos por los Borbones en el siglo XViii, quienes sostenían que el patronato no era una concesión papal, sino una regalía mayestática, inherente a la soberanía. Por ello, una Junta de teólogos convocada con el fin de definir si le correspondía a la Junta de Gobierno el patronato, lo justificó con el mismo fundamento que los Borbones habían esgrimido con fuerza para impulsar, entre otras cosas, las reformas de la iglesia en sus dominios y que los obispos locales recuperaran, en algunos períodos de tensión con la Santa Sede, los ingresos que roma percibía por las dispensas matrimoniales y de particulares. este aspecto es fundamental, porque el episcopalismo americano, como el español en el pasado, no buscó establecer una iglesia galicana al estilo francés, que negaba el Primado de Pedro y defendía el principio de que el episcopado local gobernara la iglesia nacional, acentuando la preeminencia del concilio sobre el Papa. aunque en américa hubo publicaciones y algunos juristas, laicos y eclesiásticos, que sostuvieron doctrinas galicanas extremas, se

buscó –a corto, mediano y largo plazo– la relación política y eclesiástica con la Santa Sede.

Visto desde el lado romano, la relación con américa era también muy complicada. Los estados Pontificios eran una Monarquía y, en la américa española, las primeras independencias que se declararon (Paraguay y Venezuela en 1811) habían establecido repúblicas, y hacia la misma forma de gobierno se encaminaban aquellos territorios que no se habían independizado por divisiones internas o por las guerras con los españoles. La influencia de las constituciones de los estados unidos y de la Francia postrevolucionaria era innegable. el Sumo Pontífice tenía una alianza secular con el rey de españa, que era impensable lesionar hacia 1810. De ahí que luego de la caída definitiva de napoleón en 1815 y del triunfo de la Santa alianza, el papa Pío VII condenara por medio de la bula Etsi Longissimo las revoluciones americanas.

LA SANTA SEDE Y LOS NUEVOS ESTADOS AMERICANOS

aunque españa reconquistó algunas de sus ex colonias (Venezuela, chile), los dados estaban echados. La respuesta americana a la reconquista española impulsó la declaración de la independencia de varios estados a partir de 1816. Las victorias militares patriotas sellaron, paulatinamente, este proceso. Fue en este contexto que algunos países (chile, la Gran colombia, México), a partir de 1821, enviaron representantes diplomáticos a roma para entablar relaciones diplomáticas con la Santa Sede y solicitar la regalía del patronato, que no fue concedida a las repúblicas americanas. a través de estos diplomáticos, se supo en roma la situación de la iglesia. Los gobiernos americanos rechazaron los nombramientos eclesiásticos (también los administrativos) que se seguían haciendo en españa para las iglesias vacantes. Por otro lado, los nombrados tampoco emprendían el viaje a sus diócesis. en el transcurso de una década, muchos obispos habían muerto, otros habían sido exiliados o se habían autoexiliado por la situación política. Hacia 1824, quedaban unos cuatro obispos en todo el territorio emancipado. Había que buscar una solución a este problema.

Sin embargo, españa mantenía la convicción de que era posible recuperar américa, y así parecía garantizarlo la Santa alianza. en este contexto, la diplomacia española consiguió que el papa León XII, por medio de su encíclica Etsi quam diu (24 de septiembre de 1824), condenara la independencia de américa. esta condena apuntaba a que el clero americano apoyara la causa del

MÉXICO

VENEzUELA

Miguel Hidalgo

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fueron los canónigos, que ejercían el gobierno de la diócesis como provisores, los principales sostenedores de las doctrinas galicanas, que acentuaban el gobierno local de la iglesia; doctrinas que eran funcionales a los nuevos estados independientes. Pero, a la larga, estas posiciones no prosperaron, porque una vez establecida la relación de los estados independientes con la Santa Sede y recuperados los nombramientos episcopales sin el concurso del patronato estatal, continuó la tendencia puesta en marcha por el concilio de Trento de fortalecer la figura del obispo frente a los cabildos eclesiásticos. en esta posición confluyeron los intereses de los nuevos estados y de la Santa Sede que, si bien en adelante tuvo en cuenta la opinión de los gobiernos en el momento de nombrar e investir obispos, al no concederles el patronato, no tuvieron nunca el peso que había tenido el rey en las designaciones episcopales. en este contexto independentista americano, se escribió un capítulo muy importante en el proceso de romanización de la iglesia y, sin duda, dicho proceso tuvo un pilar fundamental en los obispos formados y elegidos por el papa romano.

EL CLERO Y SU ACCIÓN POLÍTICA

Otro tema que concita interés y, visto desde la actualidad, asombro, es el relativo a la participación política del clero en el conflicto independentista.

el gobierno de la iglesia local. una vez que el rey, ejerciendo el real patronato, presentaba a un candidato al Papa, antes de la confirmación pontificia, enviaba al presentado la carta de “ruego y encargo”, por la que le solicitaba que asumiera el gobierno de la diócesis, rogándole al cabildo eclesiástico que le entregara la jurisdicción para gobernar la iglesia. a partir de entonces, el obispo presentado firmaba como obispo electo y empezaba a gobernar la diócesis sin el nombramiento papal. esto nos muestra la importancia del cabildo eclesiástico en las diócesis y la debilidad del gobierno episcopal frente a esta institución.

el concilio de Trento había intentado limitar a los cabildos fortaleciendo la autoridad de los obispos, y la Monarquía había ordenado la aplicación del concilio en todos sus dominios. La política centralizadora monárquica se basaba entonces en un episcopado fuerte, formado por el rey en virtud del real patronato. este proceso se vio afectado por los acontecimientos de 1810 en américa en general, a raíz de los problemas que se desencadenaron por la incomunicación con roma y la paulatina ausencia de los obispos en sus diócesis por muerte, posición política, traslados, etc. Todo tendió a que los cabildos eclesiásticos se fortalecieran, porque en ellos recayó el gobierno de las diócesis en este contexto episcopal. De hecho, en muchos lugares de américa, como en Buenos aires,

rey. Pero todo cambió precisamente en ese año, cuando el general Sucre venció a las tropas españolas en la batalla de ayacucho. a partir de entonces, en europa se vio como irreversible la pérdida del imperio indiano por parte de españa. La Santa Sede, entonces, escuchando las peticiones americanas, decidió en 1827 proveer las diócesis americanas de Santa Marta, cuenca, quito, antioquia, Santa Fe y caracas, sin el concurso del patronato real. Siguieron otras provisiones en los años siguientes, que posibilitaron entablar una relación directa con la Santa Sede, pero sin que se concediera el patronato a ninguna república americana. a partir de 1840, aproximadamente, la Santa Sede reconoció la independencia de los nuevos estados, lo que permitió entablar relaciones diplomáticas y firmar concordatos.

como decíamos más arriba, al hablar de la iglesia en este período de transición de la Monarquía a la república, del antiguo régimen a la Modernidad, hay que destacar elementos propios de la época. uno fundamental, que también explica la aparición de las doctrinas episcopalistas después de 1810, era el peso de la iglesia local. en realidad, una larga tradición colonial había preparado el camino. Las iglesias americanas estaban acostumbradas a autogobernarse, debido a los largos períodos de vacancias eclesiásticas, a la distancia con Madrid que retrasaba la puesta en práctica de las medidas adoptadas, abriendo la posibilidad de que se “acatara pero no se cumpliera”, de lo que hay múltiples ejemplos en toda américa. una manifestación de esta realidad fue la actitud distante del clero con los obispos que estaban de paso hacia otras diócesis siguiendo su propia carrera episcopal. esto se abonaba con el hecho de que muchos de ellos llegaban con un séquito, entre los que repartían los principales cargos de la diócesis inicialmente, hasta que los reemplazaban por miembros del cabildo eclesiástico. era esta institución la que encarnaba la iglesia local, más que el obispo. De hecho, en las largas sedes vacantes gobernaban los cabildos eclesiásticos. ellos eran, además, los que transmitían

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COLOMBIA

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en realidad, no debería asombrarnos. el clero secular y regular estuvo presente en los cabildos abiertos de todas las ciudades que definieron la formación de Juntas de Gobierno, porque eran parte integrante de los vecindarios y representaban en ellos a las corporaciones eclesiásticas. como tales, tuvieron voz y voto. Defendiendo sus intereses, que creyeron ligados a la continuidad del gobierno monárquico o su reemplazo, formaron parte de los gobiernos patrios. encontramos a clérigos y obispos (agentes del rey en virtud del real patronato) en las Juntas, muchos de ellos representando a la Monarquía, legitimando ante la sociedad la necesidad de establecer un nuevo gobierno, y estableciéndolo entonces anclado en las dos jurisdicciones que gobernaban la población, la civil y la espiritual. canónigos, curas y frailes también estuvieron en los congresos formados por diputados elegidos. De hecho, muchas veces recayeron en ellos las diputaciones. Su alfabetización, contacto con las comunidades, el haber sido en el pasado colonial representantes ante el rey y el consejo de indias de los intereses locales, les valió en esta etapa de convulsión un lugar en la política. Lugar que siempre habían tenido como jueces en las audiencias, consejeros, consultores del rey, ministros incluso.

La presencia de clérigos en los ejércitos de ambos bandos también los legitimaba. Su compromiso con ambas causas se expresaba en la predicación de condena a la Monarquía o su sustitución por una república en términos religiosos y evangélicos, afirmando de cara al pueblo que “Dios estaba de su lado”. constatamos las abundantes referencias a la Biblia en los debates políticos de la independencia americana. Se recurrió al antiguo Testamento para hacer la apología de la Monarquía absoluta, porque Dios había dado un monarca al pueblo de israel; para declarar ilegítimas las autoridades nuevas y llamar a desobedecerlas; para condenar la soberanía del pueblo. También se hicieron lecturas liberales y republicanas de la Biblia. no debe sorprendernos tanto que se recurriera a este tipo de argumentación si consideramos que las elites estaban

educadas en base a la cultura clásica y a la religiosa. esta misma cultura era transmitida a la gran masa del pueblo fundamentalmente a través de los sermones que escuchaban en las misas y las fiestas religiosas.

como lo señalaban las leyes reales, la prédica del clero debía estar al servicio de la Monarquía. en la Novísima Recopilación de las Leyes de Indias, libro i, título Viii, ley Vii, encontramos claramente expresada la obligación que tenía el clero de predicar e instruir en la fidelidad a la Monarquía: “el buen ejemplo del clero secular y regular trasciende a todo el cuerpo de los demás vasallos en una nación tan religiosa como la española. el amor y el respeto a los soberanos, a la familia real y al gobierno es una obligación que dictan las leyes fundamentales del estado, y enseñan las letras divinas a los súbditos como punto grave de conciencia. De aquí

proviene que los eclesiásticos, no solo en sus sermones, ejercicios espirituales y actos devotos deben influir al pueblo estos principios”. La misma obligación le atribuyó la república a los clérigos, es decir, la de predicar en el púlpito y el confesionario a favor del cambio político e instruir en el nuevo sistema de la libertad a la población.

encontramos en américa clérigos espías, soldados, algunos que “colgaron la sotana” cambiando el claustro o la parroquia por la clandestinidad, la guerrilla, el ejército. nadie quedó indiferente en esta lucha, ni siquiera los indiferentes que, con su silencio, no defendieron la causa real, tal como se interpretó contemporáneamente esa actitud. De ahí que el consejo de estado de la Monarquía, hacia 1828, responsabilizara al clero americano de que españa hubiera perdido el imperio. el compromiso político por la causa real era una exigencia, una expresión de fidelidad al juramento que todo vasallo, también el clero, debía al rey.

Pero no perdamos de vista también que, para el clero patriota, su inserción en la política local era un acontecimiento que no tenía precedentes. Gran parte del clero, aquel que no tenía apellidos reconocidos localmente, redes de contacto que lo vincularan con la Monarquía, influencias que lo recomendaran, tenía cerradas las puertas para toda promoción eclesiástica importante. no estaban dentro de sus posibilidades

AYACUCHO, pERú

CHILE

General Sucre

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persiguieron y exiliaron, sin cometer el error de ajusticiarlos.

una vez que el nuevo orden político se consolidó, entraron en el debate público algunos temas vinculados a la religión que habían sido sostenidos e impulsados por la ilustración, como el de la tolerancia de cultos. este tema en particular no solo apareció por la presencia del liberalismo en las nuevas sociedades civiles, sino que se impuso desde afuera. no hay que olvidar que, inmediatamente después de declaradas las independencias, muchos de los nuevos estados firmaron tratados de libre comercio con los estados unidos e inglaterra, países donde se profesaba el protestantismo en diferentes corrientes y el anglicanismo. estos tratados implicaron la instalación de colonias de comerciantes que profesaban esos cultos. La tolerancia se practicaba en algunas regiones de europa donde se permitía la práctica del protestantismo. en américa, en general, se les permitió tener cementerios propios, pero no mucho más inicialmente.

Pero estas temáticas nos alejan del proceso de independencia y nos adentran en el de la construcción del estado moderno, impulsado por corrientes liberales que buscaban tomar posesión de ámbitos de competencia que la iglesia consideraba como propios, especialmente el de la religión y sus expresiones en la sociedad. De ahí que la secularización, la separación de la jurisdicción civil y la política, fuera uno de los temas centrales del siglo XiX.

contaran con menos de ocho miembros; se prohibía que en un mismo pueblo o ciudad hubiera dos conventos de una misma orden; los bienes de los conventos suprimidos pasaban al estado; se favorecía la secularización de los frailes, es decir, su paso al clero secular. También los conventos de monjas fueron reformados con el fin de promover la vida común y reducir el número de sirvientas, esclavas, y promover que fueran sacadas las niñas que se criaban en los conventos y las mujeres seglares.

el cambio político, por tanto, por su naturaleza y constitución, abrió la discusión sobre la religión en el estado. Lo que estaba claro era lo que no se podía alterar, aquello que en una sociedad tan sacralizada era intocable. en todas las constituciones que se discutieron en américa, un artículo afirmaba que el catolicismo romano era la religión del estado. La afirmación no solo era una creencia, sino que también cerraba la puerta a toda acusación de irreligión, de jacobinismo francés, que ningún revolucionario americano quería tener. recordemos que la admiración inicial hacia la revolución Francesa se transformó pronto en rechazo por los excesos de los revolucionarios contra los nobles, la iglesia y la revolución, sobre todo en el período llamado “del terror”. Por eso en américa encontramos que los partidarios del cambio político, los libertadores como Simón Bolívar, no tuvieron actitudes públicas contrarias a la religión, aunque sí se opusieron al clero monárquico, al que

ni las prebendas ni los obispados y arzobispados. Por eso, después de 1810, su participación en los órganos representativos les permitía por primera vez plantear reformas a la vida conventual o parroquial. en esos años en que se pensaba que todo era posible, que se podía construir una nueva sociedad y un nuevo tipo de hombre cambiando el orden político, se propuso, discutió y, a veces, se aprobaron medidas como la votación popular de los curas o que nadie que no hubiera sido cura párroco pudiera ser canónigo. Pero lo que más se discutió sobre la vida religiosa no afectó a los fieles o al clero secular, sino al regular.

LA IGLESIA AMERICANA, ENTRE LA TRADICIÓN Y LA REFORMA

efectivamente, existía la convicción dentro del clero mismo y en la sociedad de que era necesario un cambio en la vida de las órdenes religiosas. La prensa naciente de la época recoge muchas de esas discusiones que se llevaban a cabo en las cámaras. Se discutió inicialmente la edad mínima para entrar a los claustros y para profesar; la devolución de las dotes de las monjas muertas a las familias; la necesidad de desamortizar los bienes del clero; la obligación en conventos de monjas y de frailes de abrir escuelas públicas; la supresión del fuero eclesiástico; se promovieron secularizaciones; se auspició la celebración de capítulos que reemplazaran a los superiores provinciales que no fueran definidamente patriotas, etc.

Todo este ambiente preparó la gran reforma de los regulares, que en muchos países americanos los nuevos gobiernos republicanos realizaron durante la década de 1820. La idea de esta reforma llevada a cabo desde el estado no era nueva. Hunde sus raíces en la política antiregular borbónica y en una reforma del clero regular puesta en marcha en españa en el siglo XViii que fue la base de las reformas que se implantaron en américa. La expresión más espectacular de este antiregularismo fue la expulsión de los jesuitas en 1767.

La reforma consistió en limitar el número de conventos, promoviendo que fueran cerrados aquellos que

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pARAGUAY

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