La Marcha de La Locura

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LA MARCHA DE LA LOCURA LA SINRAZN DESDE TROYA HASTA VIETNAM BARBARA W. TUCHMAN

BARBARA TRUCHMAN LA MARCHA DE LA LOCURA - 1 Y no puedo ver razn para que alguien suponga que en el futuro los mismos temas ya odos no sonarn de nuevo... empleados por hombres razonables, con fines razonables , o por locos, con fines absurdos y desastrosos. JOSEPH CAMPBELL. Prlogo a The Ma sks Of God: Primitive Mythology, 1969.

BARBARA TRUCHMAN LA MARCHA DE LA LOCURA - 2 AGRADECIMIENTOS Deseo expresar mi agradecimiento a quienes de diversas maneras han contribuido a este libro: al profesor William Wilcox, presentador de los Benjamin Franklin Pa pers en la Universidad de Yale, por su lectura crtica del captulo IV; a Richard Du dman, exjefe de oficina del St. Louis Post-Dispatch en Washington y autor de For ty Days with the Enemy (un testimonio de su cautiverio en Camboya), por haber led o el captulo v; al profesor Nelson Minnich, de la Universidad Catlica de Amrica por haber ledo el captulo III. Leer no significa estar de acuerdo, particularmente en el caso del ltimo nombrado. Slo yo soy responsable de todas las interpretaciones y opiniones. Por consulta o ayuda en varios aspectos, estoy en deuda de gratitud con el profesor Bernard Bailyn, del Departamento de Historia de la Universidad de Harvard; con el doctor Peter Dunn, por sus investigaciones sobre el regreso d e las tropas francesas a Vietnam en 1945; con Jeffrey Race, por hacerme conocer el concepto oculto bajo el trmino disonancia cognoscitiva; con el coronel Harry Sum mers, del Army War College; con Janis Kreslins, de la biblioteca del Council on Foreign Relations; y con todas las personas enumeradas en las referencias del ca pitulo V, que tuvieron la amabilidad de ponerse a mi disposicin para preguntas or ales. Por su ayuda para descubrir ilustraciones, estoy en deuda con la profesora Emily Vermuele, del Departamento Clsico de Harvard; con Joan Sussler, del Museo LewisWalpole en Farmington, Connecticut, y con sus colegas; con Marc Pachter, de la Galera Nacional de Retratos de Washington, D. C.; con el Departamento de Impr esos y Dibujos y el Departamento Griego y Romano del Metropolitan Museum of Art de Nueva York; con el Departamento de Impresos y Fotografas de la Biblioteca del Congreso; con Charles Green, del Museum of Cartoon Art; con Catherine Prentiss, del Newspaper Comics Council; y con Hester Green, de A. M. Hearth and Company, L ondres, por su mano mgica aplicada a la Galera Nacional de Retratos (Londres), y e l Museo Britnico. Todo esto debe su existencia coherente a Mary McGuire, de Alfre d A. Knopf, quien sigui una corriente de materiales desconectados y alcanz a atar los cabos sueltos. Mi gratitud extra a Robin Sommer, por su devota y eficaz vigi lancia de la precisin en las pruebas. Nuevos agradecimientos a mi esposo, el doct or Lester R. Tuchman, por sugerirme a Roboam y por descubrir las referencias a l a guerra de sitios en la antigedad y la ilustracin de una mquina asira de sitios; a mi hija y mi yerno, Lucy y David Eisenberg, y a mi hija Alma Tuchman por leer to do el manuscrito haciendo comentarios tiles; a mi agente, Timothy Seldes, de Russ ell and Volkening, por su disponibilidad y ayuda cada vez que se necesit; y a mi corrector y editor, Robert Gottlieb, por su juicio crtico y su paciencia inagotab le ante las angustias de los escritores, que le dan lata por telfono.

BARBARA TRUCHMAN LA MARCHA DE LA LOCURA - 3 I. UNA POLTICA CONTRARIA AL PROPIO INTERS UN FENMENO que puede notarse por toda la historia, en cualquier lugar o perodo, es el de unos gobiernos que siguen una poltica contraria a sus propios intereses. A l parecer, en cuestiones de gobierno la humanidad ha mostrado peor desempeo que c asi en cualquiera otra actividad humana. En esta esfera, la sabidura que podramos definir como el ejercicio del juicio actuando a base de experiencia, sentido comn e informacin disponible, ha resultado menos activa y ms frustrada de lo que debier a ser. Por qu quienes ocupan altos puestos actan, tan a menudo, en contra de los di ctados de la razn y del autointers ilustrado? Por qu tan a menudo parece no funciona r el proceso mental inteligente? Para empezar por el principio, por qu los jefes t royanos metieron a aquel sospechoso caballo de madera, dentro de sus murallas, p ese a que haba todas las razones para desconfiar de una trampa griega? Por qu vario s sucesivos ministros de Jorge III insistieron en coaccionar en lugar de concilia rse a las colonias norteamericanas, aunque varios consejeros les hubiesen avisado , repetidas veces, que el dao as causado sera mucho mayor que cualquier posible ven taja? Por qu Carlos XII y Napolen, y despus Hitler, invadieron Rusia, pese a los des astres que haban acontecido a todos sus predecesores? Por qu Moctezuma, soberano de ejrcitos valerosos e impacientes por combatir, y de una ciudad de 300000 habitan tes, sucumbi con pasividad ante un grupo de varios centenares de invasores extran jeros, aun despus de que haban demostrado, ms que obviamente, que no eran dioses, s ino seres humanos? Por qu se neg Chiang Kai-shek a or toda voz de reforma o de alarm a, hasta que un da despert para descubrir que el pas se le haba escapado de las mano s? Por qu las naciones importadoras de petrleo se entregan a una rivalidad por el a basto disponible, cuando un frente unido ante los exportadores les habra permitid o dominar la situacin? Por qu, en tiempos recientes, los sindicatos ingleses, en un espectculo luntico, parecieron peridicamente dispuestos a asumir a su pas en la parl isis, al parecer bajo la impresin de que estaban separados de todo? Por qu los homb res de negocios norteamericanos insisten en el desarrollo cuando, demostrablemente , est agotando los tres elementos bsicos de la vida en nuestro planeta: la tierra, el agua y un aire no contaminado? (Aunque los sindicatos y las empresas no sean , estrictamente, un gobierno en el sentido poltico, s representan situaciones gobe rnantes.) Aparte del gobierno, el hombre ha realizado maravillas: invent, en nues tros tiempos, los medios para abandonar la Tierra y llegar a la Luna; en el pasa do, domin el viento y la electricidad, levant piedras inertes convirtindolas en ala das catedrales, bord brocados de seda a partir de la baba de un gusano, construy l os instrumentos msicos, deriv de las corrientes energa motora, contuvo o elimin plag as, hizo retroceder el mar del Norte y cre tierras en su lugar; clasific las forma s de la naturaleza, y penetr los misterios del cosmos. Mientras que todas las dems ciencias han avanzado, confes el segundo presidente de los Estados Unidos, John Ad ams, el gobierno est estancado; apenas se le practica mejor hoy que hace 3000 o 40 00 aos. 1 1 John Adams, carta a Thomas Jefferson, 9 de julio de 1813, en The Adams-Jefferson Letters, Comp. L. J. Cappon, Chapel Hill, 1959, II, 351.

BARBARA TRUCHMAN LA MARCHA DE LA LOCURA - 4 El mal gobierno es de cuatro especie s, a menudo en combinacin. Son: 1) tirana u opresin, de la cual la historia nos ofr ece tantos ejemplos conocidos que no vale la pena citarlos; 2) ambicin excesiva, como el intento de conquista de Sicilia por los atenienses en la Guerra del Pelo poneso, el de conquista de Inglaterra por Felipe II, por medio de la Armada Inve ncible, el doble intento de dominio de Europa por Alemania, autodeclarada raza s uperior, el intento japons de establecer un Imperio en Asia; 3) incompetencia o d ecadencia, como en el caso de finales del Imperio romano, de los ltimos Romanov, y la ltima dinasta de China; y por ltimo, 4) insensatez o perversidad. Este libro t rata de la ltima en una manifestacin especfica, es decir, seguir una poltica contrar ia al propio inters de los electores o del Estado en cuestin. El propio inters es t odo lo que conduce al bienestar o ventaja del cuerpo gobernado; la insensatez es una poltica que en estos trminos resulta contraproducente. Para calificar como in sensatez en este estudio, la poltica adoptada debe satisfacer tres normas: debe s er percibida como contraproducente en su propia poca, y no slo en retrospectiva. E sto es importante, porque toda poltica est determinada por las costumbres de su poc a. Como bien lo ha dicho un historiador ingls, nada es ms injusto que juzgar a los hombres del pasado por las ideas del presente. Dgase lo que se diga de la moral, la sabidura poltica ciertamente es variable 2. Para no juzgar de acuerdo con los va lores actuales, debemos consultar la opinin de las pocas e investigar slo aquellos episodios cuyo dao al propio inters fue reconocido por sus contemporneos. En segund o lugar, debi haber otro factible curso de accin. Para suprimir el problema de la personalidad, una tercera norma ser que la poltica en cuestin debe ser la de un gru po, no la de un gobernante individual, y debe persistir ms all de cualquier vida p oltica. El mal gobierno por un solo soberano o un tirano es demasiado frecuente y demasiado individual para que valga la pena hacer una investigacin generalizada. El gobierno colectivo o una sucesin de gobernantes en el mismo cargo, como en el caso de los papas renacentistas, plantea un problema ms importante. (El Caballo de Troya, que pronto examinaremos, es una excepcin al requisito del tiempo, y Rob oam al requerimiento del grupo, pero cada uno de stos es un ejemplo tan clsico y o curri tan al principio de la historia conocida del gobierno, que ambos pueden mos trar cun profundo es el fenmeno de la insensatez.) La aparicin de la insensatez es independiente de toda poca o localidad; es intemporal y universal, aunque los hbit os y las creencias de un tiempo y un lugar particulares determinen las formas qu e adopte. No est relacionada con ningn tipo de rgimen: monarqua, oligarqua y democrac ia la han producido por igual. Tampoco es exclusivo de ninguna nacin o clase. La clase obrera, como est representada por los gobiernos comunistas, no funciona en el poder ms racional o eficientemente que la clase media, como se ha demostrado n otablemente en la historia reciente. Es posible admirar a Mao Tse-tung por mucha s cosas, pero el Gran Salto Adelante, con una fbrica de acero en cada patio, y la Revolucin Cultural, fueron ejercicios opuestos a toda sabidura, que causaron gran des daos al progreso y la estabilidad de China, para no mencionar siquiera la rep utacin del presidente. Difcil sera llamar ilustrada a la actuacin del proletariado r uso en el poder, aunque despus de sesenta aos de dominio, hay que reconocerle una especie de brutal xito. Si la mayora del pueblo ruso est mejor que antes en lo mate rial, el costo en crueldad y tirana no ha sido menor, y s probablemente mayor que en la poca de los zares. La Revolucin francesa, gran prototipo de gobierno populis ta, pronto volvi a la autocracia coronada en cuanto encontr un buen administrador. Los regmenes 2 Denys A. Winstanley, Lord Chatham and the Whig Opposition, Cambridge, 1912, 129.

BARBARA TRUCHMAN LA MARCHA DE LA LOCURA - 5 revolucionarios de los jacobinos y d el directorio pudieron encontrar fuerza para exterminar a sus enemigos internos y derrotar a sus enemigos del exterior, pero no pudieron contener lo suficiente a los suyos propios para mantener el orden interno, instalar una administracin co mpetente o recabar impuestos. El nuevo orden slo pudo ser rescatado por las campaa s militares de Bonaparte, que llev el botn de las guerras extranjeras para llenar las arcas del tesoro y, despus, lo hizo mediante su competencia como ejecutivo. E scogi sus funcionarios sobre el principio de la carrire ouverte aux talents: siendo los talentos deseados inteligencia, energa, laboriosidad y obediencia. Ello funci on durante un tiempo hasta que tambin l, vctima clsica de la hubris, se destruy a s mo por extenderse demasiado. Seria lcito preguntar por qu, dado que la insensatez o la perversidad es inherente a los individuos, habamos de esperar otra cosa del gobierno. La razn que nos preocupa es que la insensatez en el gobierno ejerce may or efecto sobre ms personas que las locuras individuales, y por tanto el gobierno tiene un mayor deber de actuar de acuerdo con la razn. Precisamente por ello, y puesto que esto se sabe desde hace mucho tiempo, por qu no ha tomado nuestra espec ie ciertas precauciones y levantado salvaguardias contra ella? Se han hecho algu nos intentos, empezando por la propuesta de Platn de seleccionar una clase, a la que se preparara para ser profesionales del gobierno. Segn su plan, la clase gober nante en una sociedad justa deba estar constituida por hombres que hubiesen apren dido el arte de gobernar, tomados entre los racionales y los sabios. Como Platn r econoca que en la distribucin natural stos escasean, crey que habra que engendrarlos y alimentarlos eugensicamente. El gobierno, afirm, era un arte especial en que la competencia, como en cualquier otra profesin, slo podra adquirirse mediante el estu dio de la disciplina, y de ninguna otra manera. Su solucin, hermosa e inalcanzabl e, fue los reyes-filsofos. Los filsofos deben ser reyes en nuestras ciudades, o los que hoy son reyes y potentados deben aprender a buscar la sabidura como verdader os filsofos, y as el poder poltico y la sabidura intelectual se encontrarn en uno sol o. Hasta ese da, reconoci, no puede haber descanso de las perturbaciones de las ciud ades, y, creo yo, de toda la especie humana3. Y efectivamente, as ha sido. La test arudez, fuente del autoengao, es un factor que desempea un papel notable en el gob ierno. Consiste en evaluar una situacin de acuerdo con ideas fijas preconcebidas, mientras se pasan por alto o se rechazan todas seales contrarias. Consiste en ac tuar de acuerdo con el deseo, sin permitir que nos desven los hechos. Queda ejemp lificada en la evaluacin hecha por un historiador, acerca de Felipe II de Espaa, e l ms testarudo de todos los soberanos: Ninguna experiencia del fracaso de su poltic a pudo quebrantar su fe en su excelencia esencial.4 Un caso clsico en accin fue el Plan 17, plan de combate francs de 1914, concebido de acuerdo con una total dedic acin a la ofensiva. Lo concentr todo en un avance francs hacia el Rin, permitiendo que la izquierda francesa quedara totalmente desguarnecida, estrategia que slo po da justificarse por la creencia fija en que los alemanes no podran encontrar hombr es suficientes para extender su invasin a travs del Occidente, por Blgica, y las pr ovincias costeras francesas. Esta suposicin se bas en la idea igualmente fija de q ue los alemanes nunca emplearan sus reservas en la primera lnea. Las pruebas de lo contraro que empezaron a llegar al Cuartel General francs en 1913 tuvieron que se r, y siguieron sindolo, absolutamente rechazadas para que ninguna preocupacin por una posible invasin alemana por el Occidente fuese a apartar fuerzas de una ofens iva directa francesa, hacia el Este, hacia el Rin. Cuando 3 4 Platn, La Repblica, V, 473. Encyclopaedia Britannica, 14a. ed., annimo.

BARBARA TRUCHMAN LA MARCHA DE LA LOCURA - 6 lleg la guerra, los alemanes pudieron utilizar y utilizaron sus reservas en la primera lnea y emprendieron el largo ca mino, por el Oeste, con resultados que determinaron una guerra prolongada y sus terribles consecuencias para nuestro siglo. Testarudez es, asimismo, el negarse a aprender de la experiencia, caracterstica en que fueron supremos los gobernante s medievales del siglo XIV. Por muchas veces y por muy obviamente que la devalua cin de la moneda alterara la economa y enfureciera al pueblo, los monarcas Valois de Francia recurrieron a ella cada vez que se encontraron en desesperada necesid ad de dinero, hasta que provocaron la insurreccin de la burguesa. En la guerra, of icio de la clase gobernante, la testarudez fue notable. Por muy a menudo que las campaas que requeran vivir de una regin hostil terminaran en hambre y aun en muert e por inanicin, como en el caso de las invasiones de Francia por los ingleses en la Guerra de los Cien Aos, regularmente se lanzaron campaas que inevitablemente te nan este destino. Hubo otro rey de Espaa a comienzos del siglo XVII, Felipe III, q ue, segn se dice, muri de una fiebre que contrajo por permanecer demasiado tiempo cerca de un brasero, acalorndose desvalidamente, porque no fue posible encontrar al funcionario encargado de llevarse el brasero. A finales del siglo XX, empieza a parecer que la humanidad puede estar acercndose a una etapa similar de insensa tez suicida. Se pueden ofrecer tantos casos, y con tal prontitud, que podemos se leccionar tan slo el caso principal: Por qu las superpotencias no empiezan a despoj arse mutuamente de los medios del suicidio humano? Por qu invertimos todas nuestra s capacidades y nuestras riquezas en una pugna por la superioridad armada que nu nca podra lograrse por un tiempo suficiente para que valga la pena tenerla, y no en un esfuerzo por encontrar un modus vivendi con nuestro antagonista, es decir, un modo de vida, no de muerte? Durante 2 500 aos, los filsofos de la poltica, desd e Platn y Aristteles, pasando por Toms de Aquino, Maquiavelo, Hobbes, Locke, Rousse au, Jefferson y Madison, hasta Hamilton, Nietzsche y Marx han dedicado sus ideas a las cuestiones principales de la tica, la soberana, el contrato social, los der echos del hombre, la corrupcin del poder, el equilibrio entre la libertad y el or den. Pocos, salvo Maquiavelo, que se preocup por el gobierno tal como es y no com o debiera ser, se preocuparon por la simple insensatez, aunque sta ha sido proble ma crnico y omnipresente. El conde Axel Oxenstierna, canciller de Suecia durante el tumulto de la Guerra de los Treinta Aos, a las rdenes del hiperactivo Gustavo A dolfo, y verdadero gobernante del pas, aunque supuestamente a las rdenes de su hij a, Cristina, tuvo amplia experiencia en qu basar la conclusin a que lleg en su lech o de muerte: Conoce, hijo mo, con qu poca sabidura se gobierna al mundo.5 Como la sob erana individual fue, durante tanto tiempo, la forma normal de gobierno, muestra las caractersticas humanas que han causado la insensatez en el gobierno desde que tenemos noticia. Roboam6, rey de Israel e hijo de Salomn, sucedi a su padre a la edad de 41 aos, cerca de 930 a.C., un siglo, poco ms o menos, antes de que Homero compusiera la epopeya nacional de su pueblo. Sin perder tiempo, el nuevo rey com eti el acto insensato que dividira a su nacin y perdera para siempre sus 10 tribus d el norte, colectivamente llamadas Israel. Entre ellas haba muchas a las que se ha ba enajenado por causa de excesivos impuestos en forma de trabajos forzosos exigi dos por el rey Salomn y que, durante su reinado, ya haban hecho un intento de sece sin. Se haban reunido en torno de uno de los generales de Salomn, Jeroboam, poderoso hombre de valor, que decidi encabezar una revuelta, de acuerdo con la 5 6 Bartletts Familiar Quotations. Sobre Roboam, cf. 1 Reyes 11:43, 12:1 y 4; II Crnic as 9:31, 10:1 y 4.

BARBARA TRUCHMAN LA MARCHA DE LA LOCURA - 7 profeca de que l heredara el gobierno d e las 10 tribus. El Seor, hablando por la voz de cierto Ahias Silonita, desempe un papel en el asunto, pero este papel, entonces y despus, es oscuro y parece haber sido insertado por unos narradores que consideraron que la mano del Todopoderoso deba intervenir. Al fracasar la revuelta, Roboam7 huy a Egipto, donde fue bien ac ogido por Sesac, rey de tal pas. Reconocido como rey indiscutible por las dos tri bus meridionales de Judea y de Benjamn, Roboam, consciente de la inquietud que ha ba en Israel, emprendi al punto el viaje hasta Sichem, centro del norte, para obte ner la lealtad del pueblo. En cambio, le sali al encuentro una delegacin de repres entantes de Israel, quienes le pidieron que aliviara el pesado yugo de los traba jos forzosos que les haba impuesto su padre y le dijeron que, si lo haca, le servi ran como leales sbditos. Entre los delegados estaba Jeroboam, que haba sido enviado a toda prisa desde Egipto, cuando se supo que haba muerto el rey Salomn, y cuya p resencia ciertamente debi de mostrar a Roboam que se enfrentaba a una situacin crti ca. Contemporizando, Roboam pidi a la delegacin que volviera, al cabo de tres das, a recibir su respuesta. Mientras tanto, l consult a los ancianos del consejo de su padre, quienes le recomendaron acceder a la demanda del pueblo, advirtindole que si actuaba con benignidad y les deca buenas palabras, ellos sern tus servidores pa ra siempre. Caldeada su sangre por la primera emocin de la soberana, Roboam conside r demasiado benigno este consejo y se volvi hacia los jvenes que haban crecido con l llos conocan su verdadero sentir y, como en cualquier tiempo lo han hecho los con sejeros que desean consolidar su puesto en la Oficina Oval, le dieron el consejo q ue, segn saban, sera ms grato para l. No deba hacer concesiones sino decir claramente al pueblo que su gobierno no sera ms llevadero sino ms pesado que el de su padre. C ompusieron para l las clebres palabras que podran ser lema de cualquier dspota: Y as ebers decirles: si m padre hizo pesado vuestro yugo, yo lo har todava ms. Mi padre os azot con azotes, yo os azotar con escorpiones . Encantado con esta frmula feroz, Robo am se enfrent a la delegacin, cuando sta volvi al tercer da, y se dirigi a ella ruda te, diciendo palabra por palabra lo que los jvenes le haban sugerido. El que sus sbd itos no estuviesen de acuerdo en aceptar mansamente esta respuesta no parece habr sele ocurrido antes a Roboam. No sin razn se gan en la historia hebrea la designac in de rico en insensatez8. Ah mismo tan instantneamente que se ha sugerido que ya hab decidido antes su curso de accin, en caso de una respuesta negativa los hombres d e Israel anunciaron su separacin de la Casa de David, con el grito de batalla, Isra el, a tus estancias! Provee ahora en tu casa, David! Con una imprudencia que habra asombrado hasta al conde Oxenstierna, Roboam emprendi entonces la accin ms provocat iva posible, dadas las circunstancias. Llamando precisamente al que representaba el odiado yugo, Adyram, comandante o prefecto del tributo en trabajos forzados, le orden al parecer sin darle fuerzas en su apoyo que estableciera su autoridad. A dyram muri lapidado, por lo cual el temerario e insensato rey inmediatamente pidi su carro y se fue a Jerusaln, donde convoc a todos los guerreros de Jud y de Benjamn , para entablar la guerra y reunir a la nacin. Al mismo tiempo, el pueblo de Isra el nombr su rey a Jeroboam. l rein durante veintids aos, y Roboam durante diecisiete, y entre ellos hubo guerra cada da. La prolongada lucha debilit a ambos estados, env alenton a las tierras conquistadas por David al este del Jordn Moab, Edom, Ammn y ot ras a 7 8 Sic. Debera decir Jeroboam (Nota del corrector digital) Ec1esistico (Libro de Sira ch) 48:6.

BARBARA TRUCHMAN LA MARCHA DE LA LOCURA - 8 recuperar su independencia, y allan e l camino a la invasin de los egipcios. El rey Sesac con un gran ejrcito tom los fuert es fronterizos y se acerc a Jerusaln, que Roboam slo pudo salvar pagando al enemigo un tributo en oro del tesoro del templo y el palacio real. Sesac tambin penetr en el territorio de su antiguo aliado Jeroboam, llegando hasta Mageddo pero, sin d uda por falta de los recursos necesarios para establecer su dominio, tuvo que re troceder a Egipto. Las doce tribus nunca volvieron a reunirse. Desgarrados por e l conflicto, los dos estados no pudieron mantener el orgulloso Imperio estableci do por David y Salomn, que se haba extendido desde el norte de Siria hasta los lmit es de Egipto, dominando las rutas internacionales de las caravanas y el acceso a l comercio exterior por el mar Rojo. Reducidas y divididas, no pudieron resistir la agresin de sus vecinos. Despus de 200 aos de existencia separada, las diez trib us de Israel fueron conquistadas por los asirios en 722 a.C. y, de acuerdo con l a poltica asiria hacia los pueblos conquistados, fueron arrojadas de sus tierras y dispersadas por la fuerza, desvanecindose as hasta llegar a constituir una de la s grandes incgnitas y perennes especulaciones de la historia. El reino de Jud, que contena a Jerusaln, sigui viviendo como tierra del pueblo judo. Aunque en diferente s pocas recuper gran parte del territorio septentrional, tambin sufri conquistas y e l exilio por las aguas de Babilonia, por entonces su rival, luchas internas, sob erana extranjera, rebelin, otra conquista, otro exilio ms lejano y dispersin, opresin , ghettos y matanzas... pero no desaparicin. El no seguir el otro curso que Roboa m habra podido tomar, aconsejado por los ancianos y tan a la ligera rechazado, ca us una larga venganza que ha dejado su marca sobre 2 800 aos. Igualmente ruinosa, pero de causa opuesta, fue la locura que produjo la conquista de Mxico. Aunque no es difcil comprender a Roboam, el caso de Moctezuma sirve para recordarnos que l a locura no siempre es explicable 9. El Estado azteca del que fue emperador, de 1502 a 1510, era rico, refinado y depredador. Rodeada por montaas en una meseta d el interior (hoy, ubicacin de la ciudad de Mxico), su capital era una ciudad de 60 000 hogares edificados sobre los pilotes, las calzadas y las isletas de un lago , con casas de estuco, calles y templos, brillantes en su pompa y sus adornos, p oderosa en sus armas. Con colonias que por el Este llegaban hasta la costa del g olfo y por el Oeste hasta el Pacfico, el Imperio inclua cerca de cinco millones de habitantes. Los gobernantes aztecas estaban avanzados en las artes y las cienci as y la agricultura, en contraste con la ferocidad de su religin, cuyos ritos de sacrificio humano nadie haba superado en sangre y crueldad. Los ejrcitos aztecas l anzaban campaas anuales para capturar mano de obra esclava y vctimas para los sacr ificios entre las tribus vecinas, as como abastos de alimentos, que siempre escas eaban, y para someter nuevas reas o castigar revueltas. En los primeros aos de su reinado, el propio Moctezuma encabez tales campaas, extendiendo grandemente sus fr onteras. La cultura azteca estaba sometida a los dioses: a dioses pjaros, dioses serpientes, dioses jaguares, el dios de la lluvia, Tlloc, y el dios del Sol, Tezc atlipoca, que era seor de la superficie de la Tierra, el Tentador que susurraba idea s salvajes al espritu humano. Quetzalcatl, dios fundador del Estado, haba cado de la gloria y se haba ido por el mar, haca Oriente, pero su regreso a la tierra se espe raba; sera anunciado por augurios y apariciones que significaran el fin del Imperi o. En 1519, un grupo de conquistadores espaoles llegados de Cuba, al mando de Her nn Corts, toc tierra en la costa del golfo de Mxico, en Veracruz. En los 25 aos 9 Sobre Moctezuma, cf. William H. Preacott, The Conquest of Mexico, Nueva York, 18 43; C. A. Burland, Moctezuma, Nueva York, 1973.

BARBARA TRUCHMAN LA MARCHA DE LA LOCURA - 9 transcurridos desde que Coln haba desc ubierto las islas del Caribe, los invasores espaoles haban establecido un Imperio que rpidamente iba devastando a los pueblos aborgenes. S sus cuerpos no pudieron so brevivir a los trabajos impuestos por los espaoles, sus almas, en trminos cristian os, se salvaban. En sus mallas y sus cascos, los espaoles no eran colonos, con pa ciencia para desmontar bosques y plantar semillas, sino inquietos aventureros, vi dos de oro y de esclavos, y Corts fue su ms viva encarnacin. Habiendo reido con el g obernador de Cuba, Corts lanz una expedicin de 600 hombres, con 17 caballos y 10 pi ezas de artillera, ostensiblemente para explorar y establecer comercio pero, en r ealidad y como su conducta lo puso en claro, buscando la gloria y un dominio ind ependiente, bajo la Corona. Al tocar tierra, su primera accin consisti en quemar s us naves, para que no hubiese retirada posible. Informado por los habitantes del lugar, que aborrecan a sus seores aztecas, de las riquezas y el poder de la capit al, Corts con la mayor parte de su fuerza audazmente se lanz a conquistar la gran ciudad del interior. Aunque atrevido y resuelto, no era temerario y en camino es tableci alianzas con las tribus hostiles a los aztecas, especialmente con los tla xcaltecas, sus principales rivales. Mand a unos mensajeros, presentndose como el e mbajador de un prncipe extranjero, pero no hizo ningn esfuerzo por presentarse com o una reencarnacin de Quetzalcatl, lo que para los espaoles era impensable. Marchar on con sus propios sacerdotes, en lugar muy visible, llevando crucifijos y estan dartes de la Virgen, y con el objetivo declarado de ganar almas para Cristo. Inf ormado de su avance, Moctezuma reuni a sus consejeros, algunos de los cuales le i nsistieron en que resistiera a los extranjeros por la fuerza del engao, mientras que otros argan que si en realidad eran embajadores de un prncipe extranjero, lo ms recomendable sera darles la bienvenida y, si fueran seres sobrenaturales, como pa recan indicarlo sus maravillosos atributos, toda resistencia sera intil. Sus rostro s grises, sus atuendos de piedras, su llegada a las costas en unas casas que navegab an con alas blancas, su fuego mgico que brotaba de unos tubos y mataba a distanci a, las extraas bestias que llevaban sobre el lomo a sus jefes, sugirieron algo so brenatural a un pueblo para el que los dioses estaban por doquier. Sin embargo, al parecer la idea de que su jefe fuese Quetzalcatl, parece haber sido un temor p eculiar del propio Moctezuma. Vacilante y aprehensivo, Moctezuma hizo lo peor qu e habra podido hacer en la circunstancia: envi esplndidos regalos, que revelaban su riqueza, y unas cartas, pidiendo a los visitantes dar vuelta, lo que revel su de bilidad. Llevados por cien esclavos, los presentes de joyas, telas, maravillosos trabajos de plumas y dos enormes platos de oro y de plata tan grandes como rueda s de un carro excitaron la codicia de los espaoles, mientras que las cartas que pr ohiban acercarse a su capitn, y casi les rogaban retornar a su patria; escritas en el lenguaje ms blando, para no provocar a dioses ni embajadores, no resultaban m uy temibles. Los espaoles siguieron adelante. Moctezuma no hizo nada por contener los o bloquear su camino, hasta que llegaron a la ciudad. En cambio, se les dio una bienvenida oficial y fueron escoltados a unas moradas preparadas para ellos en el palacio y otros lugares. El ejrcito azteca que aguardaba en las colinas la seal de ataque nunca fue llamado, aunque habra podido aniquilar a los invasores, c ortarles la retirada por las calzadas o ponerles sitio, obligndoles a rendirse. E n realidad, tales planes ya se haban preparado, pero su intrprete los revel a Corts. En estado de alerta, puso a Moctezuma en arresto domiciliario en su propio pala cio, como rehn contra todo ataque. El soberano de un pueblo belicoso, que en nmero s superaba a sus captores por mil a uno, se rindi. Mediante un exceso de misticis mo o de supersticin, al parecer se haba convencido de

BARBARA TRUCHMAN LA MARCHA DE LA LOCURA - 10 que los espaoles eran en realidad el grupo de Quetzalcatl, llegado a poner fin a su Imperio y, creyndose condenado, no hizo ningn esfuerzo por evitar su destino. Mientras tanto, por las incesantes de mandas de oro y provisiones que hacan los visitantes, era clarsimo que eran demasia do humanos, y por sus constantes ritos de culto a un hombre desnudo sujeto a una cruz de madera, y a una mujer con un nio, era evidente que no estaban relacionado s con Quetzalcatl, a cuyo culto se mostraron abiertamente hostiles. Cuando, en un arranque de arrepentimiento, o por persuasin de alguien, Moctezuma orden poner un a emboscada a la guarnicin que Corts haba dejado en Veracruz, sus hombres mataron a dos espaoles y enviaron, como prueba, la cabeza de uno de ellos a la capital. Si n parlamentar ni aceptar explicaciones, Corts puso al instante al emperador en ca denas, y le oblig a entregar a los perpetradores de aquel hecho, a los que quem vi vos a las puertas del palacio, sin dejar de exigir un inmenso tributo punitivo e n oro y joyas. Cualquier ilusin que pudiese quedar de una relacin con los dioses, se desvaneci ante la cabeza cortada de aquel espaol. El sobrino de Moctezuma, Caca ma, denunci a Corts como asesino y ladrn, y amenaz con ponerse al frente de una revu elta, pero el emperador sigui silencioso y pasivo. Tan seguro se sinti Corts que, a l enterarse de que a la costa haba llegado una fuerza, procedente de Cuba, con rde nes de aprehenderlo, sali a hacerle frente, dejando una pequea fuerza de ocupantes que acabaron de enfurecer a los habitantes del lugar, al destrozar altares y ap oderarse de alimentos. El espritu de rebelin cundi, Moctezuma, habiendo perdido aut oridad, no pudo ponerse al frente de su pueblo ni suprimir su ira. Al regreso de Corts, los aztecas, encabezados por el hermano del emperador, se rebelaron. Los espaoles, que nunca haban tenido ms de trece mosquetes 10, contraatacaron con espad as, chuzos y ballestas, as como antorchas para incendiar las casas. Bajo gran pre sin, aunque tuvieran la ventaja del acero, sacaron a Moctezuma para que pidiese p oner alto a la lucha, pero, al aparecer, su pueblo lo apedre como cobarde y traid or. Llevado de vuelta a palacio por los espaoles, falleci tres das despus, y sus sbdi tos le negaron los honores funerales. Los espaoles evacuaron la ciudad durante la noche, perdiendo una tercera parte de sus fuerzas y todo su botn. Uniendo a sus aliados mexicanos, Corts derrot a un superior ejrcito azteca, en un combate en las afueras de la ciudad. Con ayuda de los tlaxcaltecas, organiz un sitio en toda for ma, cort el abasto de agua dulce y alimentos de la ciudad, y gradualmente penetr e n ella, lanzando los escombros de los edificios destruidos al lago, mientras ava nzaba. El 13 de agosto de 1521, el resto de los habitantes, sin jefe, muertos de hambre, se rindieron. Los conquistadores rellenaron el lago, edificaron su prop ia ciudad sobre los escombros e impusieron su dominio en todo Mxico, a los azteca s y otros por igual, dominio que durara 300 aos. No es posible tratar de refutar l as creencias religiosas, especialmente las de una cultura extraa, remota, y slo a medias entendida. Pero cuando las creencias se convierten en un engao mantenido c ontra toda prueba natural hasta el punto de perder la independencia de un pueblo , bien se les puede llamar locura. La categora es, una vez ms, la testarudez, en l a especial variedad de la mana religiosa. Nunca ha causado dao ms grande. Las locur as no tienen que tener consecuencias negativas para todos los afectados. La Refo rma, causada por la locura del papado renacentista, no sera declarada ningn infort unio por los protestantes. Los norteamericanos, en particular, no considerarn lam entable su independencia, provocada por la locura de los ingleses. Puede discuti rse si la conquista de Espaa por los moros, que dur 300 aos en la mayor parte del p as, y 10 New Cambridge Modern History, I, 442.

BARBARA TRUCHMAN LA MARCHA DE LA LOCURA - 11 800 en partes menores, tuvo resulta dos positivos o negativos; es algo que depender de la posicin del examinador, pero es perfectamente claro que fue causada por la locura de los gobernantes de Espaa en aquella poca. Aquellos gobernantes eran los visigodos11, que haban invadido el Imperio romano en el siglo IV y, a fines del siglo V, se haban establecido como dominadores de la pennsula Ibrica, sobre los habitantes hispanorromanos, numricamen te superiores. Durante 200 aos permanecieron en pugna y a menudo en encuentros ar mados, con sus sbditos. Por el desenfrenado inters egosta, normal en los soberanos de su poca, slo crearon hostilidad, y a la postre, fueron su vctima. La hostilidad fue agudizada por la animosidad de la religin, pues los habitantes locales eran c atlicos del rito romano, mientras que los visigodos pertenecan a la secta de Arrio . Nuevas disputas surgieron por su mtodo de elegir a su soberano. La nobleza del lugar trat de mantener el principio electivo habitual, mientras que los reyes, in vadidos por anhelos dinsticos, estaban dispuestos a hacer hereditario el proceso, y as conservarlo. Se valieron de todo medio de exilio o de ejecucin, confiscacin d e propiedades, impuestos desiguales as como desigual distribucin de tierras para e liminar a sus rivales y debilitar toda oposicin local. Estos procedimientos hicie ron, naturalmente, que los nobles fomentaran la insurreccin, y que florecieran to da clase de odios. Mientras tanto, por medio de la organizacin superior y de la i ntolerancia ms activa de la Iglesia romana y de sus obispos en Espaa, la influenci a catlica iba cobrando fuerzas y, a finales del siglo VI, logr convertir a dos her ederos del trono. El primero fue muerto por su padre, pero el segundo, llamado R ecaredo, rein, siendo, por fin, un gobernante consciente de la necesidad de unin. Fue el primero de los godos en reconocer que para un soberano al que se oponen d os grupos enemigos, es locura continuar siendo adversario de ambos a la vez. Con vencido de que bajo el arrianismo nunca habra unin, Recaredo actu enrgicamente contr a sus antiguos partidarios y proclam al catolicismo como religin oficial. Tambin va rios de sus sucesores hicieron esfuerzos por aplacar a sus antiguos adversarios, llamando a los exiliados y devolviendo propiedades, pero las divisiones y corri entes adversas eran demasiado poderosas, y ellos haban perdido influencia en la I glesia, en la cual haban creado su propio Caballo de Troya. El episcopado catlico, confirmado en el poder, se lanz al gobierno secular, proclamando sus leyes, arro gando de sus poderes y celebrando concilios decisivos en que se legitimaba a usu rpadores favorecidos y se promova una implacable campaa de discriminacin y de regla s punitivas contra todo el que fuera no cristiano o sea, los judos. Bajo la superfi cie, persistan las lealtades arrianas; decadencia y desenfreno invadieron la cort e. Por obra de cbalas y conjuras, usurpaciones, asesinatos y levantamientos, los cambios de reyes durante el siglo VII fueron rpidos: nadie ocup el trono durante ms de diez aos. Durante este siglo los musulmanes, animados por una nueva religin, s e lanzaron en una loca conquista que se extendi desde Persia hasta Egipto y, en e l ao 700, llegaron a Marruecos, a travs de los estrechos, desde Espaa. Sus navos saq uearon la costa espaola y, aunque rechazado, el nuevo poder, en la otra costa, of reci a todo grupo enajenado de los godos, la perspectiva siempre tentadora de una ayuda externa contra el enemigo del interior. Por mucho que se haya repetido en la historia, este recurso ltimo siempre termina de un mismo modo, como lo supier on los emperadores bizantinos cuando invitaron a los turcos, en contra de sus en emigos internos: el poder invitado se queda y se aduea de las cosas. 11 Sobre los visigodos, cf. Rafael Altamira, Spain Under the Visigoths, en Cambridge Medieval History, II, cap. 6.

BARBARA TRUCHMAN LA MARCHA DE LA LOCURA - 12 Haba llegado el momento para los judo s de Espaa, minora en un tiempo tolerada que haba llegado con los romanos y prosper ado en el comercio; los judos ahora fueron evitados, perseguidos, sometidos a con versin forzosa, privados de sus derechos, propiedades, ocupacin y hasta de sus hij os, arrancados a ellos por la fuerza y entregados a los traficantes de esclavos. Amenazados de extincin, establecieron contacto con los moros, y les dieron infor mes por medio de sus correligionarios del frica del Norte. Para ellos, todo era m ejor que el rgimen cristiano. Sin embargo, el acto decisivo se debi a la falla cen tral de la desunin en la sociedad. En 710, una conspiracin de nobles se neg a recon ocer como rey al hijo del ltimo soberano, lo vencieron y depusieron, y eligieron al trono a uno de ellos, el duque Rodrigo, dejando todo el pas en confusin y dispu tas. El rey destronado y sus partidarios atravesaron los estrechos y, suponiendo que los moros les haran el favor de recuperar para ellos el trono, los invitaron a ayudarlos. La invasin mora de 711 recorri un pas que estaba en pugna consigo mis mo. El ejrcito de Rodrigo ofreci vana resistencia y los moros se aduearon de la sit uacin, con una fuerza de 12 000 hombres. Tomando ciudad tras ciudad, llegaron a l a capital, establecieron a los suyos en los puestos pblicos en un caso, entregando toda una ciudad a los judos y siguieron adelante. En siete aos se haba completado la conquista de la pennsula. La monarqua goda, no habiendo logrado crear un princi pio viable de gobierno ni una fusin con sus sbditos, se desplom bajo el asalto, por que no haba echado races. En las sombras edades que siguieron a la cada de Roma y an tes del resurgimiento medieval, el gobierno no tena una estructura o teora o instr umentalidad reconocidas, aparte de la fuerza arbitraria. Como el desorden es la menos tolerable de las condiciones sociales, el gobierno empez a cobrar forma en la Edad Media y despus como funcin reconocida, con principios, mtodos, dependencias , parlamentos y burocracias reconocidas. Adquiri autoridad, mandatos, mejor sus me dios y su capacidad, pero no un notable aumento de sabidura o inmunidad ante la i nsensatez. Esto no es decir que cabezas coronadas y ministros sean incapaces de gobernar bien y con buen juicio. Peridicamente surge la excepcin, en un rgimen pode roso y eficaz, ocasionalmente hasta benigno, pero, an ms ocasionalmente, sabio. Co mo la insensatez, estas apariciones no muestran ninguna correlacin con el tiempo y el espacio. Soln de Atenas, tal vez el ms sabio, fue uno de los primeros. Vale l a pena echarle una mirada. Elegido arconte, o magistrado, en el siglo VI a.C., e n un momento de crisis econmica y de inquietud social, se pidi a Soln que salvara a l Estado, y zanjara sus diferencias. Unas duras leyes contra las deudas que perm itan a los acreedores apoderarse de las tierras entregadas como prenda, o aun del propio deudor, para ponerlo a trabajar como esclavo, haban empobrecido a los ple beyos, creando mala voluntad, as como unos crecientes deseos de insurreccin. Soln, que no haba participado en la opresin de los ricos ni apoyado la causa de los pobr es, goz de la inslita distincin de ser aceptable para unos y otros. Para los ricos, segn Plutarco, por que era hombre de riqueza y sustancia, y para los pobres, por que era honrado. En el cuerpo de leyes que Soln proclam, su preocupacin no fue el i nters de faccin, sino la justicia, y trat equitativamente a fuertes y dbiles, en un gobierno estable. Suprimi la esclavitud por deudas, liber a quienes haban sido as es clavizados, extendi el sufragio a los plebeyos, reform la moneda para favorecer el comercio, regul los pesos y medidas, estableci unos cdigos jurdicos que gobernaran la propiedad heredada, los derechos civiles de los ciudadanos, los castigos por delitos y, por ltimo, no queriendo correr

BARBARA TRUCHMAN LA MARCHA DE LA LOCURA - 13 riesgos, arranc al Consejo ateniense el juramento de mantener sus reformas durante diez aos. Entonces Soln hizo algo e xtraordinario, tal vez nico entre los jefes de Estado: comprando un barco con el pretexto de ir a ver el mundo, parti al exilio voluntario, por diez aos. Sabio y j usto como estadista, Soln no fue menos prudente como hombre. Habra podido conserva r el dominio supremo, aumentando su autoridad hasta la tirana, y en realidad, se le hicieron reproches por no hacerlo, pero, sabiendo que las interminables petic iones y propuestas de modificar esta o aquella ley slo le valdran mala voluntad si l no aceptaba, determin partir para conservar intactas sus leyes, porque los aten ienses no podan rechazarlas sin su sancin. Su decisin sugiere que una ausencia de a mbicin personal junto con un sagaz sentido comn se encuentran entre los ingredient es esenciales de la sabidura. En las notas de su vida, escribiendo sobre s mismo e n tercera persona, Soln lo dice de otra manera: Cada da se hizo ms viejo y aprendi al go nuevo12. Gobernantes fuertes y eficaces, aunque carentes de las cualidades com pletas de Soln, se elevan de cuando en cuando, en estructura heroica, sobre los d ems, como torres visibles a lo largo de los siglos. Pericles presidi el siglo ms gr ande de Atenas con sano juicio, moderacin y gran renombre. Roma tuvo a Julio Csar, hombre de notables talentos de jefe, aunque un gobernante que mueve a sus adver sarios al asesinato, probablemente no sea tan sabio como debiera serlo. Despus, b ajo los cuatro emperadores buenos de la dinasta de los Antoninos Trajano y Adriano, organizadores y constructores; Antonino Po, el benvolo; Marco Aurelio, el reverenc iado filsofo los ciudadanos romanos gozaron de buen gobierno, prosperidad y respet o durante cerca de un siglo. En Inglaterra, Alfredo el Grande rechaz a los invaso res y engendr la unidad de sus connacionales. Carlomagno logr imponer el orden a u na masa de elementos adversos entre s. Foment las artes de la civilizacin no menos que las de la guerra y se gan un prestigio que sera supremo en la Edad Media, no i gualado hasta cuatro siglos despus por Federico II, llamado Stupor Mundi o Maravi lla del Mundo. Federico particip en todo: artes, ciencias, leyes, poesa, universid ades, cruzadas, parlamentos, guerras, polticas y pugnas con el papado, que al fin al, pese a todos sus notables talentos, lo frustraron. Lorenzo de Mdicis, el Magn ifico, promovi la gloria de Florencia, pero, con sus ambiciones dinsticas, socav la repblica. Dos reinas, Isabel I de Inglaterra y Mara Teresa de Austria fueron, amb as, gobernantes hbiles y sagaces que elevaron a sus pases a la condicin suprema. Ge orge Washington, producto de una nueva nacin, fue un dirigente que brilla entre l os mejores. Aunque Jefferson fuese ms culto o ms docto, un cerebro ms extraordinari o, una inteligencia incomparable, hombre verdaderamente universal, Washington te na el carcter de una roca y una especie de nobleza que ejerca un dominio natural so bre los dems, junto con la fuerza interior y la perseverancia que le capacitaron a prevalecer sobre una multitud de obstculos. Hizo posible, a la vez, la victoria fsica de la independencia norteamericana y la supervivencia de la rebelde e inci piente joven repblica en sus primeros aos. A su alrededor, con extraordinaria fert ilidad, florecieron talentos polticos, como tocados por algn sol tropical. Pese a sus fallas y disputas, los Padres Fundadores han sido justamente llamados por Ar thur M. Schlesinger, Sr., la generacin ms notable de hombres pblicos en la historia de los Estados Unidos o tal vez de cualquier nacin13. Vale la pena observar las cu alidades que este historiador les atribuye: eran intrpidos, tenan altos principios , eran muy versados en el pensamiento 12 13 Plutarco, Vidas. The Birth of a Nation, Nueva York, 1968, 245-246

BARBARA TRUCHMAN LA MARCHA DE LA LOCURA - 14 poltico antiguo y moderno, sagaces y pragmticos, no teman a experimentar, y esto es revelador estaban convencidos del pod er del hombre para mejorar su propia condicin utilizando la inteligencia. Tal fue la marca de la Edad de la Razn que los form, y aunque el siglo XVIII tuvo la tende ncia de considerar a los hombres como ms racionales de lo que en realidad fueran, supo provocar lo mejor que haba en estos hombres para gobernar. Sera inapreciable si pudisemos saber lo que produjo este brote de talento en una base de slo dos mi llones y medio de habitantes. Schlesinger sugiere algunos factores que pudieron contribuir: vasta difusin de la educacin, buenas oportunidades econmicas, movilidad social, preparacin en el autogobierno: todo esto alent a los ciudadanos a cultiva r, hasta su mximo, sus aptitudes polticas. Mientras la Iglesia declinaba en presti gio, y los negocios, las ciencias y las artes an no ofrecan comparables caminos al esfuerzo humano, la ciencia poltica sigui siendo casi el nico canal para los hombr es de energa y propsito firme. Tal vez, ante todo, la necesidad del momento fue lo que provoc la respuesta, la oportunidad de crear un nuevo sistema poltico. Qu poda s er ms emocionante, ms propicio para mover a la accin a los hombres de energa y propsi to? Ni antes ni despus se ha invertido tanto pensamiento minucioso y razonable en la formacin de un sistema de gobierno. En las revoluciones francesa, rusa y chin a, hubo demasiado odio de clases, demasiado derramamiento de sangre para que sus resultados fueran justos o permanentes sus constituciones. Durante dos siglos, la disposicin norteamericana casi siempre ha logrado sostenerse bajo presin, sin d escartar el sistema y probar otro despus de cada crisis, como ha ocurrido en Ital ia y Alemania, en Francia y Espaa. Con una acelerada incompetencia en los Estados Unidos, esto puede cambiar. Los sistemas sociales pueden resistir bastantes loc uras cuando las circunstancias son histricamente favorables, o cuando los errores son limitados por grandes recursos o absorbidos por las grandes dimensiones, co mo en los Estados Unidos durante su periodo de expansin. Hoy, cuando ya no hay amo rtiguadores, menos podemos permitirnos la insensatez. Sin embargo, los Fundadores siguen siendo un fenmeno que debe tomarse en cuenta para elevar nuestra estimacin de las posibilidades humanas, aun si su ejemplo es demasiado raro para constitu ir base de expectativas normales. Entre chispazos de buen gobierno, la insensate z reina soberana. En los Borbones de Francia, surgi hasta ser una brillante flor. Luis XIV suele ser considerado como un gran monarca, en gran parte porque la ge nte tiende a aceptar una autoestimacin notablemente dramatizada. En realidad, Lui s agot los recursos econmicos y humanos de Francia con sus incesantes guerras y su costo en deuda nacional, bajas, hambre y enfermedades, e impuls a Francia haca el desplome que slo poda resultar, como ocurri dos reinados despus, en la cada de la mo narqua absoluta, razn de ser de los Borbones. Visto bajo esta luz, Luis XIV es el prncipe de la poltica llevada en contra del inters propio. No l, sino la amante de s u sucesor, Madame de Pompadour, entrevi el resultado: Despus de nosotros, el diluvi o. Por consenso general de los historiadores, el acto ms condenado y el peor error de la carrera de Luis fue su Revocacin del Edicto de Nantes, en 1685, que cancel aba el decreto de tolerancia de su abuelo, y reanud la persecucin de los hugonotes . A esto le falta una condicin de la completa insensatez, ya que, lejos de ser ce nsurado o advertido por entonces, fue saludado con el mayor entusiasmo y mencion ado treinta aos despus, en el funeral del rey, como uno de sus actos ms nobles. Sin embargo, este simple hecho refuerza otro criterio: que la poltica debe ser poltic a de un grupo y no de un individuo.

BARBARA TRUCHMAN LA MARCHA DE LA LOCURA - 15 No tard mucho en reconocerse que en aquello haba habido una insensatez. Al cabo de unas dcadas, Voltaire lo llam una de las ms grandes calamidades de Francia, con consecuencias totalmente contrarias al p ropsito intentado14. Como todas las locuras, ello fue condicionado por las actitud es y creencias de la poca, y como algunas, si no todas, fue innecesaria, una polti ca activista, cuando no hacer nada habra resultado mejor. La fuerza del viejo cis ma religioso y de la ferocidad doctrinaria calvinista iban desapareciendo; los h ugonotes, menos de dos millones, o cerca de una dcima parte de la poblacin, eran c iudadanos leales y laboriosos, demasiado laboriosos para tranquilizar a los catli cos. sta fue la dificultad. Como los hugonotes slo celebraban el sabat, contra ms d e cien das de santos y das de fiesta celebrados por los catlicos, eran ms productivo s y prsperos en el comercio. Sus tiendas y talleres obtenan ms clientes (considerac in que hubo tras la demanda catlica para su supresin). La demanda fue justificada p or el alto motivo de que la disidencia religiosa era una traicin al rey, y que la abolicin de la libertad de conciencia esta mortfera libertad servira a la nacin, a e servir a Dios. El consejo atrajo al rey, que se haba vuelto ms autocrtico tras li brarse de la tutela inicial del cardenal Mazarino. Cuanto mayor fuera su autocra cia, ms le pareca que la existencia de una secta disidente era una ruptura inacept able en la sumisin a la voluntad real. Una ley, un rey, un Dios, era su concepto de l Estado, y despus de 25 aos a la cabeza de ste, sus arterias polticas se haban endur ecido, y su capacidad de tolerar diferencias se haba atrofiado. Luis haba adquirid o la enfermedad de la misin divina, frecuentemente desastrosa para los gobernante s, y se haba convencido de que era voluntad del Todopoderoso que yo sea Su instrum ento para llevar de regreso a l a todos los que estn sometidos a m 15. Adems, tena mo ivos polticos. Dadas las inclinaciones catlicas de Jacobo II en Inglaterra, Luis c rey que la balanza de Europa estaba inclinndose hacia la supremaca catlica y que ell o podra ayudarlo, si haca un gesto dramtico contra los protestantes. Adems, por caus a de las disputas con el papa por otras cuestiones, deseaba presentarse como pal adn de la ortodoxia, reafirmando as el antiguo ttulo francs de cristiansimo rey. La secucin comenz en 1681, antes de la Revocacin en toda forma. Se prohibieron los ser vicios religiosos protestantes, se clausuraron sus escuelas e iglesias, se impus o el bautizo catlico, los hijos seran separados de sus familias al cumplir siete ao s para ser educados como catlicos; las profesiones y ocupaciones se fueron restri ngiendo gradualmente hasta quedar muchas prohibidas, a los funcionarios hugonote s se les orden renunciar, se organizaron escuadrones de clrigos dedicados a las co nversiones, y se ofreci dinero a cada converso. Un decreto sigui a otro, separando y desarraigando a los hugonotes de sus propias comunidades y de la vida naciona l. La persecucin engendra su propia brutalidad, y pronto se adoptaron medidas vio lentas, las ms atroces y eficaces de las cuales fueron las dragonnades, u orden d e alojar dragones del ejrcito en familias hugonotes; a los dragones se les alenta ba a portarse tan brutalmente como quisieran. Notoriamente rudos e indisciplinad os, los dragones perpetraron matanzas, palizas y asaltos a las familias, violand o a las mujeres, rompiendo y saqueando y dejando porquera mientras que las autori dades ofrecan la exencin de este horror como seuelo para convertirse. En esas circu nstancias, difcilmente podran considerarse autnticas las conversiones en masa, y ca usaron resentimientos entre los catlicos porque hacan participar a la Iglesia en p erjurios y sacrilegios. A veces hubo que llevar por la fuerza a misa a quienes n o deseaban 14 15 M. A. Franois, The Age of Louis XIV, Everyman, Nueva York, 1966, 408. G.R.R. Trea sure, Seventeenth Century France, Nueva York 1966, 368.

BARBARA TRUCHMAN LA MARCHA DE LA LOCURA - 16 comulgar; entre ellos, hubo quienes escupieron y pisotearon la Eucarista y fueron quemados en la hoguera por profana r el sacramento. La emigracin de los hugonotes se inici, desafiando los edictos qu e les prohiban irse, bajo pena, si eran descubiertos, de ser sentenciados al cada lso. Por otra parte, sus pastores, si se negaban a abjurar, eran enviados al exi lio por temor a que predicaran en secreto, alentando a los conversos a reincidir . Los pastores obstinados que continuaron celebrando servicios fueron quebrantad os en el potro, creando as mrtires y estimulando la resistencia de su grey. Cuando se inform al rey de conversiones en masa, a veces hasta de 60 000 en una sola re gin en tres das, l tom la decisin de revocar el Edicto de Nantes, alegando que ya no se necesitaba, puesto que ya no haba hugonotes. Por entonces, estaban surgiendo c iertas dudas sobre lo recomendable de esta poltica. En un Concilio celebrado poco despus de la Revocacin, el Delfn, probablemente expresando preocupaciones que se l e haban confiado en privado, advirti que revocar el edicto podra causar rebeliones y emigracin en masa, nociva para el comercio francs, pero al parecer, su voz fue l a nica opuesta, sin duda porque contra l no se podan tomar represalias16. Una seman a despus, el 18 de octubre de 1685, se decret formalmente la Revocacin, que fue sal udada como el milagro de nuestros tiempos. Nunca se haba visto semejante alegra de tr iunfo, escribi el custico Saint-Simon, que supo contenerse hasta despus de la muerte del rey, nunca hubo semejante profusin de elogios Todo lo que el rey oy fueron elog ios.17 Pronto se sintieron los malos efectos. Los tejedores, fabricantes de papel y otros artesanos hugonotes, cuyas tcnicas haban sido monopolio de Francia, lleva ron sus habilidades a Inglaterra y a los Estados alemanes; banqueros y mercadere s sacaron sus capitales; impresores, encuadernadores, constructores de navos, jur istas, mdicos y muchos pastores escaparon. Al cabo de cuatro aos, de 8 000 a 9 000 hombres de la armada y de 10 000 a 12 000 del ejrcito, adems de 500 a 600 funcion arios, llegaron a los Pases Bajos, a engrosar las fuerzas de Guillermo III, 18 en emigo de Luis, que pronto sera su doble enemigo al subir al trono de Inglaterra t res aos despus, en lugar del expulsado Jacobo II. Se dice que la industria de la s eda de Tours y de Lyon qued arruinada, y que algunas ciudades importantes como Re ims y Rouen perdieron la mitad de sus trabajadores. La exageracin, a partir de la virulenta censura de Saint-Simon, quien afirm que el reino se haba despoblado en un a cuarta parte, fue inevitable, como habitualmente lo es cuando los malos efecto s se descubren a posteriori. Hoy se calcula el nmero total de emigrados, un tanto elsticamente, entre 100 000 y 250 000. Cualesquiera que fuesen sus nmeros, su val or para los adversarios de Francia pronto fue reconocido por los Estados protest antes. Holanda les dio, al punto, derechos de ciudadana y exencin de impuestos dur ante tres aos. Federico Guillermo, elector de Brandeburgo (la futura Prusia) emit i un decreto, una semana despus de la Revocacin, invitando a los hugonotes a su ter ritorio, donde sus empresas industriales contribuyeron considerablemente al surg imiento de Berln. En recientes estudios se ha llegado a la conclusin de que ha sid o exagerado el dao econmico causado a Francia por la emigracin de los hugonotes, y que no fue ms que un elemento del dao general causado por las guerras. Sin embargo , nadie duda del dao poltico. El alud de panfletos y stiras antifrancesas emitido p or los impresores hugonotes y sus amigos, en todas las ciudades en que se establ ecieron, llev a un nuevo 16 17 G. A. Rothrock, The Huguenots: Biography of a Minority, Chicago, 1973, 173. Sain t-Simon, Mmories, en Sanche de Gramont, The Age of Magnifcence, Nueva York, 1963, 274. 18 Clculo presentado al rey por el mariscal Vauban en 1689; Rothrock, op. ci t., 179.

BARBARA TRUCHMAN LA MARCHA DE LA LOCURA - 17 clmax el antagonismo a Francia. La c oalicin protestante contra Francia fue fortalecida cuando Brandeburgo entr en una alianza con Holanda, y se le unieron los pequeos principados alemanes. En la prop ia Francia, la fe protestante fue vigorizada por la persecucin, y resurgi el odio a los catlicos. Una prolongada revuelta de los hugonotes camisard en las Cvennes, regin montaosa del Sur, caus una cruel guerra de represin, que debilit al Estado. All y entre otras comunidades hugonotes que se quedaron en Francia, se cre una base r eceptiva para la futura Revolucin. Ms profundo fue el descrdito en que cay el concep to de monarqua absoluta. Al ser rechazado por los disidentes el derecho del rey a imponer la unidad religiosa, el derecho divino de la autoridad real fue cuestio nado por doquier, y recibi un estmulo el desafo constitucional que el siguiente sig lo le deparaba. Cuando Luis XIV, sobreviviendo a su hijo y a su nieto, falleci en 1715 despus de un reinado de 72 aos, no dej la unidad nacional que haba sido su obj etivo, sino una disidencia viva y enconada, no el engrandecimiento nacional en r iqueza y poder, sino un Estado dbil, desordenado y empobrecido. Nunca haba un autcr ata actuado tan eficazmente contra su propio inters. La opcin factible habra consis tido en dejar en paz a los hugonotes o, si acaso, acallar el clamor contra ellos mediante decretos civiles, y no por la fuerza y la atrocidad. Aunque ministros, clrigos y pueblo en general aprobaron la persecucin, ninguna de sus razones era i nevitable. Lo peculiar fue que el asunto era innecesario, y esto subraya dos car actersticas de la locura: a menudo no brota de un gran designio, y sus consecuenc ias son, a menudo, una sorpresa. La locura consiste en persistir. Con aguda si b ien inconsciente perspicacia, un historiador francs escribi, acerca de la Revocacin , que Los grandes designios son raros en la poltica; el rey proceda empricamente, y a veces, obedeciendo a sus impulsos 19. Este argumento queda reforzado, por una f uente inesperada, en un sagaz comentario de Ralph Waldo Emerson, quien nos advie rte: Al analizar la historia, no hay que ser demasiado profundo, pues con frecuen cia las causas son muy superficiales20. ste es un factor que suelen pasar por alto los politlogos que, al hablar de la naturaleza del poder, siempre lo tratan, aun que sea negativamente, con inmenso respeto. No lo ven como algo que a veces es c uestin de hombres ordinarios apremiados por las circunstancias, que actan impruden te o torpe o perversamente, como suelen los hombres hacerlo en circunstancias or dinarias. Los smbolos y la fuerza del poder los engaan, dando a sus poseedores una calidad extraordinaria. Sin su enorme peluca rizada, sus grandes tacones y su a rmio, el Rey Sol era un hombre capaz de caer en errores de juicio, equivocaciones y ceder a sus impulsos como el lector y como yo. El ltimo Borbn francs que rein, Car los X, hermano del guillotinado Luis XVI y de su breve sucesor, Luis XVIII, most r un tipo recurrente de insensatez que ha sido llamado el tipo de Humpty-Dumpty: es decir, el esfuerzo por reinstalar una estructura cada y en ruinas dando marcha hacia atrs a la historia. En el proceso, llamado reaccin o contrarrevolucin, los r eaccionarios se empean en restaurar los privilegios y propiedades del antiguo rgim en y, de alguna manera, en recuperar una fuerza que no tenan antes. Cuando Carlos X, a los 67 aos, subi al trono en 1824, Francia acababa de pasar por 35 aos de los cambios ms radicales ocurridos hasta entonces en la historia: de una completa re volucin hasta el Imperio napolenico, Waterloo y la restauracin de los Borbones. Pue sto que entonces era imposible cancelar todos los derechos, las libertades 19 20 C. Picavet, en La diplomatie au temps de Louis XIV, 1930; Cit. en Treasure, op. cit., 353. Emerson, Journals, 1820-72, Boston, 1909-1914, IV, 160.

BARBARA TRUCHMAN LA MARCHA DE LA LOCURA - 18 y las reformas legales incorporadas al gobierno desde la Revolucin, Lus XVIII acept una Constitucin, aunque nunca pudo acostumbrarse a la idea de una monarqua constitucional; esta idea estaba ms all del entendimiento de su hermano Carlos. Habiendo visto en accin el proceso durante s u exilio en Inglaterra, Carlos dijo que preferira ganarse la vida como leador a se r rey de Inglaterra 21. No es de sorprender que l encarnara la esperanza de los e migrados que volvieron con los Borbones y que deseaban restaurar el antiguo rgime n, completo con sus rangos, ttulos y, especialmente, sus propiedades confiscadas. En la Asamblea Nacional, estuvieron representados por los ultras de la derecha, quienes, junto con un grupo escindido de ultras extremos, formaban el partido ms poderoso. Haban logrado esto restringiendo la franquicia a la clase ms rica, medi ante el mtodo interesante de reducir los impuestos a sus adversarios conocidos, d e modo que no pudiesen satisfacer la calificacin de 300 francos que se exiga a los votantes 22. Los cargos en el gobierno fueron similarmente restringidos. Los ul tras ocuparon todos los puestos ministeriales, incluyendo a un religioso extremi sta como ministro de Justicia cuyas ideas polticas, segn decase, haban sido formadas por la lectura continua del Apocalipsis. Sus colegas impusieron estrictas leyes de censura, y elsticas leyes de cateo y arresto y, como primera realizacin, crear on un fondo para compensar a cerca de 70 000 emigrados o sus herederos, a una ta sa anual de 1377 francos. Esto era muy poco para satisfacerlos, pero s fue sufici ente para indignar a la burguesa, cuyos impuestos lo pagaban. Los beneficiarios d e la Revolucin y de la corte napolenica no estaban dispuestos a ceder ante los emi grados y el clero del antiguo rgimen, y el descontento, aunque sordo, iba en aume nto. Rodeado por sus ultras, el rey probablemente habra logrado terminar su reina do ms o menos en paz si, mediante nuevas imprudencias, no hubiese logrado su cada. Carlos estaba resuelto a gobernar, y aunque no muy bien dotado intelectualmente para la tarea, s abundaba en la capacidad tpica de los Borbones de no aprender nada ni olvidar nada. Cuando sus adversarios en la Asamblea le causaron dificultades , l sigui el consejo de sus ministros, de disolver la sesin y, mediante cohechos, a menazas y otras presiones, manipular una eleccin que le resultara aceptable. En c ambio, los monarquistas perdieron, casi por dos a uno. Negndose a admitir el resu ltado, como algn desventurado rey de Inglaterra, Carlos decret otra disolucin y, de acuerdo con una nueva y ms estrecha franquicia y mayor censura, otra eleccin. La prensa de la oposicin llam a. la resistencia. Mientras el rey se iba a cazar, sin esperar un conflicto abierto ni haber pedido apoyo militar, el pueblo de Pars, co mo tantas veces, antes y despus, levant barricadas y se dedic con entusiasmo a tres das de luchas callejeras, conocidas por los franceses como les trois glorieuses. Los diputados de la oposicin organizaron un gobierno provisional. Carlos abdic y huy al despreciado refugio de la monarqua limitada, del otro lado del canal de la Mancha. Este episodio, de ninguna manera una gran tragedia, no tuvo otra importa ncia histrica que llevar a Francia un paso ms adelante, de la contrarrevolucin a la monarqua burguesa de Luis Felipe. Ms importante es en la historia de la locura, don de ilustra la inutilidad del intento recurrente, no limitado a los Borbones, de querer reconstruir un huevo roto. A lo largo de la historia han sido innumerable s los casos de insensatez militar, pero se encuentran fuera de los lmites de este estudio. Sin embargo, dos de los ms 21 22 Alfred Cobban, A History of Modern France, 2 vols., Penguin, 1961, II, 72. Ibid. , II, 77.

BARBARA TRUCHMAN LA MARCHA DE LA LOCURA - 19 trascendentales, que entraaron, ambo s, guerra con los Estados Unidos, representaron decisiones polticas al nivel del gobierno. Fueron la decisin alemana de reanudar la guerra submarina ilimitada en 1916 y la decisin japonesa de atacar Pearl Harbor en 1941. En ambos casos, voces prudentes advirtieron en contra del curso adoptado, urgente, desesperadamente en Alemania, discretamente, pero con profundas dudas en Japn, y sin ningn resultado en ambos casos. En estos ejemplos, la insensatez pertenece a la categora del auto aprisionamiento en el argumento de no tenemos alternativa y en el ms frecuente y fa tal de los autoengaos: la subestimacin del adversario. La guerra submarina ilimitad a significaba hundir sin advertencia a los barcos mercantes encontrados en una zo na declarada de bloqueo, fuesen beligerantes o neutrales, armados o desarmados. Esta prctica, contra la cual los Estados Unidos protestaron enrgicamente, basndose en el antiguo principio del derecho neutral a la libertad de los mares, haba sido suspendida en 1915 despus del frenes causado por el hundimiento del Lusitania men os por causa del escndalo en los Estados Unidos y la amenaza de romper relaciones , as como la animosidad de otros neutrales, que por el simple hecho de que Aleman ia no tena a mano suficientes submarinos para estar segura de obtener un efecto d ecisivo si llevaba a cabo el bloqueo. Para entonces, en realidad ya desde finale s de 1914, tras el fracaso de la ofensiva inicial destinada a someter a Rusia o a Francia, los gobernantes de Alemania reconocieron que no podan ganar la guerra contra los tres aliados si se mantenan juntos, sino, antes bien, como dijo el jef e de Estado Mayor al canciller, Es ms probable que nosotros mismos nos agotemos23. Se necesitaba una accin poltica para obtener una paz separada con Rusia, pero sta f all, al igual que numerosos sondeos y aperturas hechas a Alemania, o por Alemania , con respecto a Blgica, Francia y hasta la Gran Bretaa en los dos aos siguientes. Todos fracasaron por la misma razn: que las condiciones de Alemania en cada caso eran punitivas, como de un vencedor, ya que exigan a la otra parte abandonar la g uerra tolerando anexiones e indemnizaciones. Siempre era el garrote, nunca la za nahoria, y ninguno de los adversarios de Alemania se vio tentado a traicionar a sus aliados sobre esa base. Para finales de 1916, ambos bandos iban acercndose al punto de agotamiento, tanto en recursos como en ideas militares, sacrificando l iteralmente millones de vidas en Verdn y en el Somme, por ganancias o prdidas que podan medirse con un metro. Los alemanes vivan de un rgimen de patatas, y los consc riptos del ejrcito eran de 15 aos. Los aliados se sostenan difcilmente, sin ningn med io de victoria a la vista, a menos que viniera a ponerse de su lado la gran fuer za fresca de los Estados Unidos. Durante estos dos aos, mientras los astilleros d e Kiel estaban entregando submarinos a un ritmo furioso, con el objetivo de fabr icar 200, el Alto Mando Supremo batallaba en conferencias de alto nivel sobre la renovacin de la campaa de torpedeo, contra el consejo enrgicamente negativo de los ministros civiles. Reanudar ilimitadamente los hundimientos, decan los civiles, en palabras del canciller Bethmann-Hollweg, inevitablemente hara que los Estados U nidos se unieran a nuestros enemigos24. El Alto Mando no slo neg esto, sino que des cont dicha posibilidad. Como era claro que Alemania no podra ganar la guerra exclu sivamente por tierra, su objetivo se haba vuelto vencer a la Gran Bretaa, que ya v acilaba, vctima de las escaseces, cortndole todo abasto por mar antes de que los E stados Unidos pudiesen 23 24 Fritz Fischer, Germanys Aims in the First World War, Nueva York, 1967, 184-185 Di scurso en el Rechstag, 10 de enero de 1916; Cit. en Hans Peter Hanssen, Diary of a Dying Empire, Bloomington, Indiana Univ. Press, 1955.

BARBARA TRUCHMAN LA MARCHA DE LA LOCURA - 20 movilizarse, llevar tropas por tren y transporte a Europa en nmeros suficientes para afectar el resultado. Afirmaron que esto podra lograrse en tres o cuatro meses. Los almirantes desenrollaron map as y grficas para mostrar cuntas toneladas podan los submarinos enviar al fondo del mar en un momento dado hasta tener a Inglaterra boqueando en los juncos, como un pez25. Las voces opuestas, empezando por la del canciller, afirmaban que la beli gerancia norteamericana dara a los aliados enorme ayuda financiera y levantara su moral, animndoles a sostenerse hasta que pudiese llegar ayuda en tropas, adems de darles todo el tonelaje de naves alemanas internadas en puertos norteamericanos y, muy probablemente, trayendo en su secuela a otros neutrales. El vicecanciller Kark Kelfferich crea que reanudar la guerra mediante los submarinos conducira a la ruina 26 . Funcionarios del Ministerio de Relaciones, preocupado directamente co n asuntos norteamericanos, tambin se opusieron. Dos importantes banqueros27 volvi eron de una misin a los Estados Unidos, advirtiendo que no se subestimaran las en ergas potenciales del pueblo estadounidense que, afirmaron, si despertaba, conven cido de estar en una buena causa, podra movilizar fuerzas y riquezas en una escal a inimaginable. Entre quienes trataban de disuadir a los militares, la voz ms urg ida era la del embajador alemn en Washington, el conde Von Bernstorff, cuya cuna y educacin no prusianas le libraron de muchos de los engaos de sus colegas. Buen c onocedor de los Estados Unidos, Bernstorff repetidamente advirti a su gobierno qu e la beligerancia norteamericana seria segura en caso de continuar la guerra sub marina, lo que costara a Alemania su derrota. Al intensificarse la insistencia mi litar, el embajador se esforz, en cada mensaje enviado a su patria, tratando de d esviarla de un curso que, en su opinin, sera fatal. Se haba convencido de que la nic a manera de evitar tal resultado seria poner un alto a la propia guerra, por med io de una mediacin de compromiso que el presidente Wilson estaba preparndose a ofr ecer. Bethmann tambin ansiaba esto, basndose en la teora de que si los aliados rech azaban tal paz, como era de esperarse, mientras que Alemania la aceptaba, entonc es sta estara justificada en reanudar la guerra submarina ilimitada sin provocar l a beligerancia norteamericana. El bando belicista que exiga la guerra submarina i nclua a los junkers y al circulo de la corte, las asociaciones expansionistas, lo s partidos de derecha y una mayora del pblico, al que se haba enseado a poner su fe en los submarinos como medio de romper el bloqueo puesto por Inglaterra a los al imentos que iban rumbo a Alemania, y vencer as al enemigo. Unas cuantas desprecia das voces de socialdemcratas del Reichstag gritaron: El pueblo no quiere guerra sub marina, sino pan y paz!, pero poca atencin se les prest porque los ciudadanos alema nes, por muy hambrientos que estuvieran, seguan siendo obedientes. El kiser Guille rmo II, vacilante pero deseoso de no parecer menos audaz que sus comandantes, aad i su voz a la de stos. La oferta de Wilson, de diciembre de 1916, de unir a los be ligerantes para negociar una paz sin victoria fue rechazada por ambos bandos. Nadi e estaba dispuesto a aceptar una solucin sin alguna ganancia que justificara su s ufrimiento y sacrificio en vidas, y pagar por la guerra. Alemania no estaba luch ando por el statu quo, sino por la hegemona alemana en Europa y por un mayor Impe rio de ultramar. No quera una paz mediada, sino una paz dictada, y no senta ningn d eseo, como escribi el ministro de Relaciones Exteriores, Arthur Zimmermann, a Ber nstorff, de arriesgarse a perder, con 25 26 Discurso en el Reichstag, 31 de enero de 1917, Cit. en Hanssen, op. cit, 165. Of ficial German Documents Relating to the World War, 2 vol,., Carnegie Endowment f or International Peace, Nueva York, I, 150. 27 Max Warburg y Bernhard Dernburg; vase Fischer, op. cit., 307.

BARBARA TRUCHMAN LA MARCHA DE LA LOCURA - 21 engaos, lo que esperaba ganar de la guerra, por obra de un mediador neutral 28. Toda solucin que requiriera renuncias y pago de indemnizaciones por Alemania nica solucin que los aliados aceptaran signifi cara el fin de los Hohenzollern y de la clase gobernante. Tambin tenan que lograr q ue alguien pagara por la guerra, o ir a la bancarrota. Una paz sin victoria no sl o pondra fin a los sueos de dominio, sino que tambin impondra enormes impuestos que pagar por aos de lucha que entonces habra sido vana. Significara la revolucin. Para el trono, la casta militar, los terratenientes, los industriales y los "barones" de los negocios, slo una guerra triunfante ofreca alguna esperanza de sobrevivir en el poder. La decisin se tom en una conferencia del kiser con el canciller y el M ando Supremo, el 9 de enero de 191729. El almirante Von Holtzendorff, jefe del E stado Mayor del Almirantazgo, present una compilacin de estadsticas de 200 pginas sob e el tonelaje que entraba en los puertos ingleses, las tasas de carga, el espaci o de carga, los sistemas de racionamiento, los precios de los alimentos, compara ciones con la cosecha del ao anterior y, todo, hasta el contenido calrico del desa yuno ingls, y jur que sus submarinos podan hundir 600 000 toneladas mensuales, lo q ue obligara a Inglaterra a capitular antes de la siguiente cosecha. Dijo que aqull a era la ltima oportunidad de Alemania y que no vea otra manera de ganar la guerra , en forma que garantice nuestro futuro como potencia mundial. En respuesta, Bethm ann habl durante una hora, reuniendo todos los argumentos de los asesores segn los cuales la entrada de los Estados Unidos en la guerra significara la derrota de A lemania. Slo vio ceos fruncidos y oy murmullos inquietos alrededor de la mesa. l saba que la marina, decidiendo por s sola, ya haba enviado al ataque los submarinos. L entamente, fue cediendo. Cierto, el mayor nmero de submarinos ofreca una oportunid ad de xito mejor que la de antes. S, la ltima cosecha haba sido mala para los aliado s. Por otra parte, los Estados Unidos... El mariscal Von Hindenburg lo interrump i, diciendo que el ejrcito poda encargarse de los Estados Unidos, mientras que Von Ho ltzendorff ofreci su garanta de que ningn norteamericano pondr pie en el continente abrumado canciller cedi. Desde luego, dijo, si el triunfo nos llama, debemos acudir. El canciller no renunci. Un funcionario que despus lo encontr tirado en un silln, al parecer enfermo, le pregunt alarmado si haba recibido malas noticias del frente. N o, contest Bethmann, pero fins Germaniae30. Nueve meses antes, en una crisis previa p or los submarinos, Kurt Riezler, ayudante de Bethmann asignado al Cuartel Genera l, haba llegado a una conclusin similar cuando escribi en su diario el 24 de abril de 1916: Alemania es como una persona que vacila al lado de un abismo, deseando f ervientemente arrojarse en l31. Y as result. Aunque los submarinos cobraron un nmero terrible de vctimas entre los navos aliados antes de que entrara en funcin el siste ma de convoy, los ingleses, alentados por la declaracin de guerra norteamericana, no capitularon. Pese a las garantas de Von Holtzendorff, dos millones de soldado s norteamericanos llegaron a Europa y, ocho meses despus de la primera gran ofens iva norteamericana, fueron los alemanes los que tuvieron que rendirse. Hubo una a lternativa? Dada la insistencia en la victoria y el rechazo a reconocer la reali dad, probablemente no la hubo. Pero se habra conseguido un mejor resultado acepta ndo la propuesta de Wilson, sabiendo que aqul era un callejn sin salida, lo que 28 29 Fischer, op. cit., 299. Un informe textual de la conferencia se encuentra en Ger man Documents, 1, 340,525; II, 1219-1277, 1317-1321. 30 Cit. en G. P. Gooch, Rec ent Revelations of European Diplomacy, Londres, 1927, 17. 31 Cit. en Fritz Stern , The Responsibility of Power, ed. L. Krieger, y Stern, Nueva York, 1967, 278.

BARBARA TRUCHMAN LA MARCHA DE LA LOCURA - 22 impedira o ciertamente aplazara la ad icin de fuerzas norteamericanas al enemigo. Sin los Estados Unidos, los aliados n o tenan ya oportunidad de victoria, y como la victoria probablemente estuviese, a simismo, fuera del alcance de Alemania, ambos bandos se habran rendido, exhaustos , en una paz ms o menos equitativa. Para el mundo, las consecuencias de esa opcin n o aprovechada habran cambiado la historia: no habra habido triunfadores, ni reparac iones, ni culpabilidad de guerra, ni Hitler y, posiblemente, tampoco una segunda Guerra Mundial. Sin embargo, como tantas opciones, aqulla era psicolgicamente imp osible. Carcter es destino, como crean los griegos. Los alemanes haban sido enseados a alcanzar los objetivos por la fuerza, y no conocan el curso de la adaptacin. No fueron capaces de olvidar el engrandecimiento, ni aun a riesgo de ser vencidos. El abismo de Riezler pareci llamarlos. En 1941, Japn se enfrent a una decisin simil ar. Su plan de Imperio, llamado la Esfera de Co-Prosperidad de la Gran Asia Orie ntal, basado en la subyugacin de China, era una visin de un Imperio japons que se e xtendiera desde Manchuria, pasando por las Filipinas, las Indias Holandesas, Mal asia, Siam y Birmania (a veces amplindose, segn la discrecin del que hablara), hast a Australia, Nueva Zelanda y la India. El apetito de Japn estaba en proporcin inve rsa a su tamao, aunque no a su voluntad. Para mover las fuerzas necesarias a la e mpresa, era esencial tener acceso al hierro, al petrleo, el caucho, el arroz y ot ras materias primas que estaban muy lejos de sus posesiones. El momento de la re alizacin lleg cuando la guerra estall en Europa y las potencias coloniales occident ales, principales adversarias de Japn en la zona, se encontraron luchando por su vida, o ya inermes: derrotada Francia, ocupados los Pases Bajos, aunque con un go bierno en el exilio, azotada la Gran Bretaa por la Luftwaffe, con pocas fuerzas q ue enviar para entrar en accin al otro lado del mundo. El obstculo que haba en el c amino de Japn eran los Estados Unidos, que persistentemente se negaban a reconoce r sus progresivas conquistas en China y que se mostraban cada vez ms renuentes a poner a su alcance los materiales necesarios para la aventura japonesa. Atrocida des cometidas en China, el ataque al caonero norteamericano Panay y otras provoca ciones fueron factores importantes en la opinin pblica norteamericana. En 1940, Ja pn firm el Tratado Tripartita, quedando como socio de las potencias del Eje, e inv adi la Indochina francesa, cuando Francia sucumbi en Europa. En respuesta, los Est ados Unidos congelaron los haberes japoneses y embargaron la venta de hierro vie jo, de petrleo y gasolina para aviones. Unos prolongados intercambios diplomticos, durante 1940 y 1941, en el esfuerzo por llegar a un acuerdo, resultaron intiles. Pese al sentimiento aislacionista, los Estados Unidos no aceptaran que Japn domin ara a China mientras que Japn no aceptara all limitaciones o restricciones a su lib ertad de movimiento en otras partes de Asia. Los dirigentes japoneses responsabl es, en contraste con los extremistas militares y los fanticos polticos, no deseaba n la guerra con los Estados Unidos. Lo que queran era mantenerlos pasivos mientra s ellos procedan a conquistar su Imperio de Asia. Creyeron que se poda lograr esto mediante simple insistencia, reforzada por alarde de fuerza, exigencias pretenc iosas y la intimidacin implcita en su sociedad con el Eje. Cuando se vio que estos mtodos slo fortalecan la oposicin de los norteamericanos, los japoneses, habiendo e xaminado muy poco el asunto, se convencieron de que si procedan a alcanzar su pri mer objetivo, los recursos vitales de las Indias Holandesas, los Estados Unidos entraran en guerra contra ellos. Cmo lograr lo uno sin provocar lo otro fue el pro blema que los tortur durante los aos 1940-1941.

BARBARA TRUCHMAN LA MARCHA DE LA LOCURA - 23 La estrategia exiga que, para apoder arse de las Indias y transportar a Japn sus materias primas, era necesario proteg er el flanco japons contra toda amenaza de accin naval norteamericana en el Sudoes te del Pacfico. El almirante Yamamoto, comandante en jefe de la armada japonesa y autor del ataque a Pearl Harbor, saba que Japn no tena esperanza de una victoria f inal sobre los Estados Unidos. Como dijo al primer ministro Konoye, No tengo ning una confianza para el segundo o tercer ao. Como crea que las operaciones contra las Indias Holandesas conducirn a un temprano comienzo de guerra con los Estados Unid os, su plan consisti en forzar las cosas y suprimir a los Estados Unidos mediante un golpe fatal. Entonces, al conquistar el Sudeste de Asia, Japn podra adquirir los recursos necesarios para una guerra prolongada con objeto de establecer su hegem ona sobre la Esfera de Co-Prosperidad. Propuso as que Japn ferozmente ataque y destr uya la principal flota de los Estados Unidos al comienzo de la guerra, para que la moral de la marina norteamericana y su pueblo se hunda hasta tal punto que no pueda recuperarse32. Esta curiosa estimacin fue la de un hombre que no desconoca l os Estados Unidos, pues haba asistido a Harvard y servido como agregado naval en Washington Los planes para el golpe, supremamente audaz, de aplastar la flota no rteamericana del Pacfico en Pearl Harbor comenzaron en enero de 1941, mientras qu e la decisin ltima continu siendo tema de intensas maniobras entre el gobierno y lo s servicios armados durante todo el ao. Los partidarios del ataque preventivo pro metieron, no con mucha confianza, que suprimira a los Estados Unidos de toda posi bilidad de intervenir y, se esperaba, de toda hostilidad ulterior. Y si no es as, preguntaban los dudosos, entonces qu ocurre? Arguyeron que Japn no podra ganar en u na guerra prolongada contra los Estados Unidos, que se estaba jugando la vida de su nacin. Durante ningn momento de las discusiones faltaron voces de advertencia. El primer ministro, el prncipe Konoye, renunci, los comandantes se dividieron, lo s asesores se mostraron vacilantes y preocupados, y el emperador estaba sombro. C uando pregunt si el ataque por sorpresa podra obtener una victoria tan grande como el ataque por sorpresa a Puerto Arturo en la guerra ruso-japonesa, el almirante Nagano, jefe del Estado Mayor Naval, replic que era dudoso que Japn pudiese ganar , de cualquier manera 33. (Es posible que al hablar al emperador, sta fuese una r itual inclinacin de modestia oriental, pero en momento tan grave. esto parece imp robable.) En esta atmsfera de duda, por qu se aprob el riesgo extremo? En parte, por que la exasperacin ante la falla de todos los esfuerzos de intimidacin haba conduci do a un estado mental de todo o nada, y a una impotente aceptacin de los civiles, a nte los militares. Adems, hay que tomar en cuenta las grandiosas pretensiones de las potencias fascistas, en que ninguna conquista pareca imposible. Japn haba movil izado una voluntad militar de terrible fuerza que, en realidad, lograra extraordi narios triunfos, entre ellos, la toma de Singapur y el propio golpe de Pearl Har bor, que estuvo a punto de provocar el pnico en los Estados Unidos. Fundamentalme nte, la razn de que Japn corriera el riesgo es que tena que seguir adelante o bien contentarse con el statu quo, que nadie estaba dispuesto a sugerir ni poda, poltic amente, permitirse. Durante ms de una generacin, la presin del agresivo ejrcito que se encontraba en China y de sus partidarios en el interior, haba lanzado a Japn ha cia el objetivo de un Imperio imposible ante el que ahora no poda retroceder. Se haba quedado preso de sus excesivas ambiciones. Una estrategia distinta habra cons istido en proceder contra las Indias 32 33 Gordon W. Prange, At Dawn We Slept, Nueva York, 1981, 10, 15, 16. Diario del mar qus Kido, encargado del Sello Privado, 31 de julio de 1941, cit. en Herbert Feis, The Road to Pearl Harbor, Princeton, 1950, 252.

BARBARA TRUCHMAN LA MARCHA DE LA LOCURA - 24 Holandesas, sin tocar a los Estados Unidos. Aunque esto habra dejado una incgnita en la retaguardia del Japn, una incgn ita habra sido preferible a un enemigo seguro, especialmente el de un potencial m uy superior al suyo propio. Hubo aqu un extrao error de clculo. En un momento en qu e al menos la mitad de los Estados Unidos se mostraban marcadamente aislacionist as, los japoneses hicieron lo nico que pudo unir al pueblo norteamericano, y moti var a toda la nacin para la guerra. Tan profunda era la divisin en los Estados Uni dos en los meses anteriores a Pearl Harbor, que la renovacin de la ley de conscri pcin por un ao fue impuesta en el Congreso por la mayora de slo un voto: Un solo voto ! El hecho es que Japn habra podido aduearse de las Indias sin temer a la beligeran cia norteamericana; ningn ataque a territorio colonial holands, britnico o francs ha bra llevado a la guerra a los Estados Unidos. El ataque al territorio norteameric ano fue la cosa la nica cosa que pudo hacerlo. Japn parece no haber considerado nunc a que el efecto a un ataque a Pearl Harbor tal vez no consistiera en aplastar la moral sino en unir a la nacin para la lucha. Este curioso vaco del entendimiento provino de lo que podramos llamar ignorancia cultural, que a menudo es un compone nte de la insensatez. (Aunque estuvo presente en ambos bandos, en el caso de Japn fue crtico.) Juzgando a los Estados Unidos por ellos mismos, los japoneses supus ieron que el gobierno norteamericano podra llevar a la nacin a la guerra en cuanto lo quisiera, como Japn lo habra hecho y, en realidad, lo hizo. Fuese por ignoranc ia, error de clculo o simple temeridad, Japn dio a su enemigo el nico golpe necesar io para que ste se pusiese resueltamente en pie de guerra. Aunque Japn estaba inic iando una guerra y no estaba ya profundamente atrapado en ella, sus circunstanci as, por lo dems, fueron notablemente similares a las de Alemania en 1916-1917. Am bos conjuntos de gobernantes arriesgaron la vida de la nacin y la vida de su pueb lo en una jugada que, a largo plazo, y como muchos de ellos bien lo saban, casi s eguramente perderan. El impulso provino del afn de dominio, de las pretensiones de grandeza, de la codicia. Un principio que aparece en los casos hasta aqu mencion ados es que la insensatez es hija del poder. Todos sabemos, por continuas repeti ciones de la frase de lord Acton, que el poder corrompe. Menos sabemos que engen dra insensatez; que el poder de mando frecuentemente causa falla del pensamiento ; que la responsabilidad del poder a menudo se desvanece conforme aumenta su eje rcicio. La responsabilidad general del poder consiste en gobernar lo ms razonable mente posible en el inters del Estado y de sus ciudadanos. Un deber de tal proces o es mantenerse bien informado, atender a la informacin, mantener abiertos el jui cio y el criterio, y resistir al insidioso encanto de la terquedad. Si la mente est lo bastante abierta para percibir que una poltica determinada est daando al prop io inters, en lugar de servirlo, y si se tiene confianza suficiente para reconoce rlo, y sabidura suficiente para invertirla, tal es la cspide del arte de gobernar. La poltica de los vencedores despus de la segunda Guerra Mundial, en contraste co n el Tratado de Versalles y las reparaciones exigidas despus de la primera Guerra Mundial, es un caso real de aprender de la experiencia y poner en prctica lo que se aprendi: oportunidad que no se presenta a menudo. La ocupacin de Japn de acuerd o con una poltica ulterior a la rendicin, planeada en Washington, aprobada por los aliados y en gran parte ll