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LA NATURALEZA CON DERECHOS DE LA FILOSOFÍA A LA POLÍTICA Alberto Acosta y Esperanza Martínez Compiladores Quito, 2011

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LA NATURALEZA CON DERECHOS

DE LA FILOSOFÍA A LA POLÍTICA

Alberto Acosta y Esperanza Martínez Compiladores

Quito, 2011

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LA NATURALEZA CON DERECHOSDe la filosofía a la política

Alberto Acosta y Esperanza Martínezcompiladores

1era. Edición Ediciones Abya-Yala Av. 12 de octubre 14-30 y Wilson Casilla 17-12-719 Telf.: (593-2) 2506251 Fax: (593-2) 2506267 E-mail: [email protected] www.abyayala.org Quito-Ecuador

Edición: Nadesha Montalvo Rueda

Diagramación: Ediciones Abya-Yala Quito-Ecuador

ISBN: 978-9978-22-995-8

Impresión: Ediciones Abya-Yala Quito-Ecuador

Impreso en Quito-Ecuador, mayo de 2011

Auspiciado por la Fundación Rosa Luxemburg

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Contenido

PrólogoEsperanza Martínez.......................................... 7

La Pachamama y el humanoEugenio Raúl Zaffaroni .................................... 25

Democracia de la Tierra y los Derechos de la NaturalezaVandana Shiva ................................................. 139

El derecho de la naturaleza: fundamentosRamiro Ávila Santamaría ................................ 173

Los derechos de la Naturaleza en serioEduardo Gudynas ............................................ 239

El Sujeto Naturaleza: elementos para su comprensiónDiana Murcia ................................................... 287

Los Derechos de la NaturalezaUna lectura sobre el derecho a la existenciaAlberto Acosta................................................... 317

Post scriptum................................................... 369

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Prólogo

Esperanza MartínezBióloga y miembro de Acción Ecológica. Coordinadora de la campaña

“Amazonía por la vida/El Yasuní depende de ti”.

Con esta y otras publicaciones se estándando pasos hacia la construcción de una doc-trina de los Derechos de la Naturaleza. En lalectura de cada uno de los artículos se despren-den elementos importantes que nos permitenentender las razones y la potencialidad del reco-nocimiento de estos derechos. Es más, respon-den al reto de enriquecer un marco jurídico queplantea ya no sólo los Derechos de la Natura -leza, sino que plantea cuestionamientos esen-ciales sobre la naturaleza del derecho.

El telón de fondo sobre el que nacen losDerechos de la Naturaleza es, en gran medida,la emergencia planetaria frente a la destrucciónde ecosistemas enteros. Emergencia que es elresultado de visiones y prácticas que considerana la Naturaleza fuente inagotable de riquezas odepósito de desechos.

La Naturaleza “al servicio del capital” haconvertido a todos los seres vivientes en materiaprima de diferentes procesos industriales. Se halogrado penetrar a lugares donde antes era

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impensable, como los mares profundos, los gla-ciales o el genoma humano. Incluso los átomosestán al servicio de la industria nanotecnológi-ca. Es una visión que ha hecho de la conserva-ción una estrategia de ocupación y despojo, yque coloca las funciones de la Naturaleza, comola fotosíntesis, u otros mecanismos metabólicos,como parte de algún mercado.

Los Derechos de la Naturaleza son unpunto de quiebre en un mundo que ha atrave-sado más de 500 años de diversas formas decolonialismo, otros 60 años de neocolonialismoque hemos llamado “desarrollo” y otros 10 o 20años de colonialismo recargado que lo llama-mos globalización, según lo dice Vandana Shivaen su artículo.

De hecho, nunca como ahora las coloniashan capturado más materias primas. El flujo dematerias primas en cargueros, conteiner o duc-tos es superior hoy a aquél de la época colonialy el efecto sobre la Naturaleza es por lo tantoaún mayor que el de aquellas épocas.

Los minerales, el agua, la biodiversidad sehan ido devaluando hasta convertirse en mate-ria prima o fuente de energía de una industriaque ya no busca transformación para elaborarproductos que satisfagan necesidades, sinoobsolescencia para aumentar el consumo, gene-rando así un ciclo que provoca amontonamien-to de basura y desperdicio absoluto de energía.

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Sin embargo, ya sea por simpleza o porcomodidad, la ciencia y la política se han limi-tado a describir o enfrentar estas prácticascomo daños colaterales, efectos secundarios oimpactos ambientales. El desarrollo sustentablees parte de esa misma tendencia por acomodarlas críticas sin enfrentar las necesidades de unprofundo cambio de paradigmas.

Fuentes de los Derechos de la Naturaleza

La sola enunciación de la posibilidad delos derechos de la Naturaleza ha detonado unproceso de discusiones, reflexiones e intentos derepensar las relaciones del ser humano con laNaturaleza. Varios de esos elementos y reflexio-nes están contenidos en esta publicación.

El artículo de Eugenio Raúl Zaffaronipresenta un amplio recorrido de los debateshistóricos que se han dado sobre lo humano ysu entorno en tanto problemas filosóficos, éti-cos y jurídicos. Él analiza el origen de las refle-xiones sobre la Naturaleza desde las discusionesy formas de procesar de los derechos de los ani-males. Para él, la incorporación de la Naturalezaal derecho constitucional en carácter de sujetode derecho abre un nuevo capítulo en la histo-ria del derecho.

Los Derechos de la Naturaleza respondena una nueva –de hecho antigua– visión entorno a la vida. Surgen de una matriz social,cultural y cognoscitiva distinta en la relación de

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los seres humanos con la Naturaleza, la mismaque tiene una base en el sentido comunitario yun fuerte enraizamiento en lo sagrado, no en elsentido religioso de la cultura occidental, sinoen aquél que entiende lo sagrado como merece-dor de respeto.

Los principios propios de la racionalidadandina –de la que se nutre la Constituciónecuatoriana, según plantea Ramiro Ávila en suartículo– abren horizontes para superar el prin-cipio de causalidad, propio del pensamientooccidental y enriquecen no sólo el debate sobrelos Derechos de la Naturaleza, sino también atoda la teoría del derecho.

El principio de la relacionalidad sostieneque no puede haber ningún “ente” aislado (losseres humanos, la Naturaleza o los seres divi-nos). El principio de correspondencia dice quehay una relación entre los distintos campos dela realidad: lo simbólico, lo cualitativo, lo cele-brativo, lo ritual y lo afectivo. El principio decomplementariedad señala que todo ente oacción coexiste con su complemento específicoy no puede existir de manera individual. Elprincipio de reciprocidad dice que a cada actocorresponde otro acto recíproco o en respuesta,como una contribución complementaria.1

1 Josef Estermann, Filosofía Andina. Estudio intercultural de lasabiduría autóctona andina, Abya Yala, Quito, 1998, pp. 359.

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Los Derechos de la Naturaleza suponenuna ruptura frente a posturas de tinte conserva-cionista y con relación a otras visiones quemiran a la Naturaleza simplemente como obje-to de contemplación y deleite humano. LosDerechos de la Naturaleza señalan que hay unvalor intrínseco que va más allá de la utilidadpara los seres humanos o del valor que el serhumano le otorgue, según lo expone en su artí-culo Eduardo Gudynas.

Hay elementos desarrollados en el marcode los derechos humanos y de los derechosambientales que se constituyen en fuentes de losDerechos de la Naturaleza y permiten unasveces problematizar estos derechos y otras recu-perar formas de aplicación de los mismos. Elartículo de Diana Murcia es un aporte muyimportante en materia de desarrollo de estosderechos en el terreno del derecho mismo, puesexpone las obligaciones de respeto, protección ygarantía que tendría la Naturaleza.

El principio de interpretación evolutivade los derechos y el reconocimiento de la inter-dependencia e indivisibilidad de los derechos,desarrollados por la Corte Interamericana deDerechos Humanos (CIDH) es ya una fuenteimportante para entender la interdependenciaentre derechos, pero también la interdependen-cia entre sujetos de derechos.

Finalmente, no es posible hablar de lasfuentes constitutivas de los Derechos de la Na -

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turaleza sin reflexionar su contexto. El recono-cimiento de estos derechos responde a procesoshistóricos y a momentos políticos. El artículode Alberto Acosta contextualiza esta conquistaen el marco constitucional ecuatoriano desarro-llado en momentos en que se cuestiona el papeldel Ecuador y de América Latina de haber sidograndes exportadores de Naturaleza.

Desde esa perspectiva se entiende porqué estos derechos fueron asumidos en la Cons -titución de 2008 en Ecuador. Aquí el problemadel ambiente es determinante, por ser gravepero sobre todo porque en este país el temaambiental es socialmente reconocido pues trasla mayoría de conflictos sociales, enfermedades,violencia o empobrecimiento, está un problemade abuso y destrucción de la Naturaleza. La pre-ocupación por la Naturaleza y los impactos alentorno han estado presentes a lo largo de lahistoria de los movimientos sociales, particular-mente en el movimiento indígena.

Los Derechos de la Naturaleza no estánsolamente contemplados entre los artículos 71al 74 de la Constitución ecuatoriana, o en el ar -tículo 33 de la Constitución boliviana; estánenmarcados por un proceso social que permitióesas constituciones y que básicamente cuestio-nó, en primer término, el modelo neoliberal enrelación a la organización de la economía y dela sociedad, pero en última instancia el mismosistema capitalista.

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Ni estos derechos, ni nada surge de lanada; los Derechos de la Naturaleza tienen his-toria. El antecedente al reconocimiento de laNaturaleza con derechos está en las luchas entorno al territorio, al agua, a la soberanía ali-mentaria. Igualmente en las luchas contra elextractivismo o contra los megaproyectos, o enaquellas denuncias contra la manipulación de lavida, ya sea por identificar vulnerabilidades oefectos masivos a los ecosistemas, o por descri-bir efectos masivos, transfronterizos o transge-neracionales.

Cada una de esas luchas se sostuvo conestrategias que combinaron lo teórico con lopráctico, la resistencia con las acciones legales,la presión nacional con la internacional y quefueron colocando en el centro una manera dis-tinta –no capitalista– de mirar la Naturaleza yde relacionarse con ella.

Escenarios de aplicación de los Derechosde la Naturaleza

La naturaleza o Pacha Mama, donde se reproduce yrealiza la vida, tiene derecho a que se respete integral-mente su existencia y el mantenimiento y regenera-ción de sus ciclos vitales, estructura, funciones y pro-cesos evolutivos.

Constitución del Ecuador, Art. 71

Este artículo de la Constitución ecuatoria-na nos invita a reconceptualizar a la Natu raleza,la Pachamama, y a reflexionar qué implica respe-

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tar integralmente su existencia, por su valor in -trínseco, como diría Gudynas. Una Pa chamamaque desde la visión indígena incorpora la Natu -raleza, la sociedad, los seres espirituales, confor-me a la racionalidad indígena recogida por Ávilay en donde la Pachamama resulta una suerte dearquetipo universal, según Zaffaroni.

Pero este artículo demanda profundizarel ámbito de aplicación y comprender el funcio-namiento de la Naturaleza.

El reconocimiento de estos derechosalienta incluso repensar algunos de los paradig-mas de las ciencias biológicas que se han movi-do entre la idea de que los organismos se adap-tan a su medio ambiente por medio de la com-petencia y la selección natural de Charles Dar - win, y la que propone que es la capacidad deadaptar el medio ambiente para sí misma, deJames Lovelock, con la teoría de Gaia. Ambasteorías deberán incorporar el papel arrasadordel mercado y el capitalismo. Tendrán que con-frontarse con otras visiones de la biología quese sustentan en la idea de la cooperación y conla de la responsabilidad individual y colectivaen el marco de sociedades desiguales.

En la nueva visión de la biología, todoslos organismos vivos, incluyendo a los sereshumanos, son realmente comunidades organi-zadas de bacterias y virus asociados que se hanconvertido en endógenos y que interactúan en

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complejas relaciones colaborando para mante-ner el equilibrio con el exterior.2

La visión de una Naturaleza hostil, pa -tentada en el pensamiento occidental, en dondesobrevive solo el más fuerte, está siendo supera-da; las nuevas tendencias de la biología propo-nen repensar las teorías darwinistas de la com-petencia, como forma natural, para retomar ydesarrollar aquellas que reconocen la coopera-ción de la Naturaleza y procuran entender lanaturaleza de esa cooperación.

Muchos de esos conocimientos están enlos pueblos ancestrales, que mantienen vínculosdirectos con la Naturaleza. Los componentesprácticos de esos conocimientos ancestrales hanmostrado una gran eficiencia para una formade vida en equilibrio con la Naturaleza. Unosconocimientos que no se basan, como en nues-tra cultura, en “descubrimientos” de sabios, depersonajes providenciales, sino que son el resul-tado común de conocimientos obtenidos ycompartidos por toda la comunidad.3

La idea de una Naturaleza con derechosnos permite un nuevo punto de partida en elque, desde la convergencia de las ciencias socia-les con las naturales, del derecho con la biología,

2 Máximo Sandín, De Ayllukuna a la Teoría de Sistemas:Cuidando la Madre Naturaleza.

3 Ibidem.

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de la historia natural con la historia económica,se pueda enderezar el sentido de convivencia conla Naturaleza. Una convergencia de los “princi-pio determinantes” desde las diferentes cienciascomo pude ser el capital para las ciencias econó-micas, los genes para las ciencias biológicas, lahistoria social para las ciencias so ciales, y todosjuntos, releyéndose a la luz de otras cosmovisio-nes sobre el mundo. Por ejemplo, correspondecomprender de mejor manera las relaciones deinterdependencia entre las es pecies, la influenciadel ambiente sobre la evolución, el metabolismode los diferentes procesos con los que interactua-mos los seres vivos, la entropía. Estos conoci-mientos y leyes naturales las podemos rescatarde las ciencias naturales y exactas.

El conocimiento mismo de la Naturaleza,la capacidad de comprender lo que dicen otrasespecies, de leer lo que la Naturaleza expresacon sus cambios… esto lo podremos aprendersólo en un diálogo intercultural con aquellospueblos y comunidades que mantienen víncu-los estrechos con la Naturaleza. Pueblos diver-sos, que tienen conocimientos, filosofías, tecno-logías diversas.

De los procesos de luchas sociales y am -bientales podremos extraer las prioridades entérminos de aplicación de estos derechos, de talmanera que se vuelvan herramientas emancipa-torias de las contradicciones de las sociedades yde éstas con la Naturaleza.

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El reciente reconocimiento de los dere-chos al agua y saneamiento como un DerechoHumano,4 deberá por fuerza enfrentar el hechode que las aguas no son la fuente natural de losdesechos, sino que deberá avanzar con propues-tas de protección de todos los ecosistemas liga-dos con el agua.

Los derechos deberán ponerse a pruebapor lo menos en dos tipos de escenarios. Cuan -do ya ha habido daños a la Naturaleza y cuandohay nuevas amenazas. Cuando los daños yaexisten, la reparación se convierte en una agen-da central. La sentencia en el caso Chevron Te -xaco,5 que viene de una lucha de más de 20años en contra de la impunidad de esta trans-nacional, abrió igualmente un camino muyimportante, pues si se considera que se trata deacciones de reparación y que éstas incluyen larestauración de la Naturaleza, ello obligará atomar acciones para recuperar los ecosistemasmás allá de los perjuicios ocurridos para laspoblaciones y sus modos de vida. Habrá quelimpiar pantanos, ríos, suelos, independiente-mente de que sean de propiedad privada o usocomunitario.

4 Right to Water and Sanitation Update (30.07.2010) “UNresolution recognizes right to water and sanitation”.http://www.ipsnews.net/news.asp?idnews=52308

5 Sentencia del Juicio No. 2003-0002 juez ponente: abogadoNicolás Zambrano Lozada. Corte Provincial de Justicia deSucumbíos. Sala Única de la Corte Provincial de Justicia deSucumbíos. Nueva Loja, lunes 14 de febrero de 2011.

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Un tema de gran trascendencia planteadoen la demanda es la del daño moral y la obliga-ción de pedir perdón como medida reparadora.

La demanda anota que

“…debido a la gravedad de la falta... el daño causadoaún a pesar de que debía y podía ser evitado; la situa-ción particular del responsable, especialmente en lotocante a su fortuna... los beneficios obtenidos por ilí-cito, como serían mayores ganancias obtenidas por unmenor costo de la producción petrolera... la actituddel demandado durante el reclamo... y los sentimien-tos heridos de las víctimas… impone una penalidadpunitiva equivalente a 100% adicional de los valoressumados de las medidas de reparación, lo que resultaadecuado con la finalidad punitiva y disuasoria de estetipo de indemnizaciones, teniendo propósitos a la vezejemplarizantes y disuasivos, queriendo reconocer alas víctimas y garantizar la no-repetición de inconduc-tas similares. Sin embargo esta penalidad civil podráser reemplazada, a lección del demandado, por unadisculpa pública a nombre de Chevron Corp., ofrecidaa los afectados por las operaciones de Texpet en elEcuador. Este reconocimiento público del daño causa-do deberá publicase a más tardar dentro de 15 días...6

La sentencia obliga a la reparación de losdaños ambientales, de tal manera que se recupe-ren “las características y condiciones naturales delsuelo y el medio circundante antes de sufrir losdaños” obliga a “un plan de recuperación de flora yfauna, y la regeneración de la vida acuática… ade-más del mejoramiento y monitoreo a la salud”.7

6 Ibidem7 Ibidem

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Otro escenario importante para el desa-rrollo de los Derechos de la Naturaleza en casosde destrucción se abrió con la demanda por losderechos del mar en el caso del derrame petro-lero de British Petroleum (BP) en el Golfo deMéxico, en el campo Macondo. Esta demandafue presentada el 26 de noviembre en la CorteConstitucional del Ecuador.8 Este gigantescoderrame desató muchas alertas sobre los impac-tos más allá de las fronteras nacionales, en espa-cios compartidos como el mar. Este derrame yla respuesta frente al mismo, demostraron lasvías por las que se cometen agresiones a la Na -turaleza, la invasión a espacios de alto riesgocomo los mares profundos, la negligente per-cepción del riesgo, la inutilidad y manipulaciónde los estudios ambientales y la imposibilidadde responder a la fuerza de Naturaleza, cuandoésta es alterada.

Este derrame tuvo efectos planetarios y,de acuerdo a evaluaciones científicas, afectó laestructura de los ecosistemas acuáticos. En esamedida se plantea que se trata de una ofensa alconjunto de la humanidad, y se evidencia lanecesidad de adaptar la figura de la jurispru-dencia universal, por tratarse de delitos de lesaNaturaleza.

8 El texto de la demanda se encuentra en http://www.estudio-secologistas.org/index.php?option=com_content&view=article&id=4

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El derecho y las normas internacionalespermiten, y en algunos casos exigen a los Esta -dos, ejercer su jurisdicción sobre las personassospechosas de ciertos delitos graves compren-didos en el derecho internacional, independien-temente del lugar donde se hayan cometidoesos delitos (incluso si es el territorio de otroEstado), aun cuando los sospechosos o las vícti-mas no sean connacionales o si los delitos nohan representado una amenaza directa a losintereses concretos del Estado en materia deseguridad (jurisdicción universal).9

En esta demanda hay una eliminaciónexplícita de cualquier tipo de compensacióneconómica. El daño que supone este desastre nopuede compensarse con la lógica capitalista depagar por los daños. Este daño es irreparable ysólo los principios de precaución y de garantíade no repetición de los crímenes pueden sertomados como reparación adecuada.

Otro ámbito esencial de los Derechos dela Naturaleza son las acciones para prevenirdesastres y proteger estos derechos. Un escena-rio fundamental es el desarrollo y justa aplica-ción del principio de precaución. Esto incluyereconocer las restricciones y limitaciones de lasactividades productivas.

9 La Jurisdicción Universal: catorce principios fundamentalessobre el ejercicio eficaz de la jurisdicción universal. AmnistíaInternacional: http://www.amnesty.org/es/library/info/IOR53/001/1999/es

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Un caso importante en este sentido es elYasuní; allí se ha creado la figura de favorecer laconservación por sobre la economía. Se handesarrollado una amplia gama de argumentos afavor de la no explotación de las riquezas delsubsuelo: argumentos locales de protección depueblos indígenas y sus territorios; nacionalesen relación a la transición a una economía postextractivista y la importancia de la conserva-ción, e internacionales proponiendo la justiciaclimática. La Iniciativa Yasuní-ITT ha permiti-do llevar a la esfera de discusión política nacio-nal una decisión que por tradición se toma apuerta cerrada y de espaldas a la gente.

Las acciones de precaución por regla ge -neral son aplicadas frente a demandas de laspoblaciones locales, quienes interponen recur-sos de denuncia y resistencia frente a nuevas ac -tividades destructivas. Sin embargo, la respuestadel Estado a esas resistencias ha sido la crimina-lización.

“No sorprende que la criminalización de la disidenciaque existe en toda América Latina, es aún más fuerteen contra de los indígenas, como vemos en el Perú yen Chile (podría mencionar también a Ecuador). Que -da claro que existe la intención de transformar a losindígenas en los terroristas del siglo XXI, como mues-tran los documentos de la CIA. En Global Trends2020, se puede ver que sus grandes preocupacionesson la radicalización del movimiento indígena y elcontrol de los recursos naturales…

Boaventura de Sousa Santos. “Socialismo y democracia”http://fmdelacuadra.blogspot.com/2008/08/boaventura-de-

sousa-santos-el-nuevo.html

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Los casos de criminalización contra de -fensores de la Naturaleza abundan. Por ejemplola Asamblea Cons tituyente de Montecristi pro-cesó amnistías a 600 personas criminalizadaspor causas ambientales. Ello no solamente quepo tenció la lucha por los Derechos de la Natu -raleza, sino que marcó escenarios de aplicaciónde los mismos. Se logró que la Asamblea decreteuna amnistía a un gran grupo de defensores delmedio ambiente que por su participación en ladefensa de sus territorios habían sido acusadospor terrorismo, sabotaje o destrucción de lapropiedad.

En esa amnistía se reconoció que se trata-ba de reacciones de empresas, intermediarios oincluso funcionarios públicos, en contra de

“hombres y mujeres de nuestro país, que se han movi-lizado en defensa de la vida, de los recursos naturales yel ambiente; en contra de las compañías que handevastado el ecosistema” y que “las personas enjuicia-das se han visto en la necesidad de ejercer el derecho alreclamo en defensa de los recursos naturales y poralcanzar una vida digna dentro de un ambiente ecoló-gicamente sano y libre de contaminación.”

Resolución de Amnistía concedida por la AsambleaConstituyente el 14 de marzo de 2008.

El desarrollo de una doctrina de los De -rechos de la Naturaleza deberá permitir prote-ger de mejor manera a los defensores de estosderechos. Para esto se requieren tanto basesconceptuales como herramientas prácticas.

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El debate por los Derechos de la Natura -leza no es una elección teórica ni se agota en lasreflexiones académicas; deberá incorporar a lossujetos históricos de estos derechos y deberáaterrizar sobre elementos prácticos para su apli-cación; sólo en esa medida se hará justicia a laNaturaleza.

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La Pachamamay el humano

Eugenio Raúl ZaffaroniCatedrático emérito de la Universidad de Buenos Aires.

Es uno de los juristas más importantes del mundo de habla hispana y uno de los mejores exponentes del pensamiento crítico del Derecho;

ejerce como Ministro de la Corte Suprema de Argentina.

Buenos Aires, Enero de 2011.

1. Presentación1

El tema de la pretendida exclusividad delhumano como titular de derechos nos llamósiempre la atención. Las dudas de los penalistassobre el bien jurídico en los delitos de maltrata-miento de animales son elocuentes al respecto.Se renuevan con los llamados delitos ecológicos,pero finalmente la cuestión es lanzada a una lidteórica mucho más amplia por el neoconstitu-cionalismo latinoamericano, de forma que nodeja espacio para eludirla.

1 En la discusión sobre sus derechos, no puedo olvidar losperros que me acompañaron: Biyú, Chiche, Toy, Laika,Lazzie, Petisa, Deisy, Eric, Günther, Chu-chu, Chispa y ahoraOtello y Gräfin; ni tampoco mis gatos: Mimí, Manón,Microbio y Negrito. Nunca pensé que no tuvieran ningúnderecho.

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Una primera aproximación hemos hechoen Pachamama o Gaia, que fue el texto de laLectio con motivo del Doctorado h. c. otorgadopor la Universidad Nacional de Tucumán(marzo de 2009) y que con todo afecto dedica-mos al colega y amigo Juan Pegoraro.

Hemos seguido meditando sobre el temay lo reformulamos parcialmente en la Lectio conque recibimos el Doctorado h.c. de la Uni -versidad Andina Simón Bolívar en Quito ensetiembre de 2010. El doctor Alberto Acosta nospidió autorización para publicar esta última, demodo que aquí damos forma a las notas quenos sirvieron de base y de este modo responde-mos a la gentil invitación del ex Presidente de laAsamblea Constituyente de Montecristi. Lo ha -cemos con el profundo agradecimiento por elgrado conferido y también con el cariño y res-peto al Pueblo Ecuatoriano, que nos enseñaranel Presidente doctor José María Velasco Ibarra ysu esposa, nuestra compatriota y poetisa DoñaCorina Parral de Velasco, en sus largos años deexilio argentino durante los cuales nos honra-ron con su amistad.

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2. La ambivalente relación del humano2

con el animal

El neoconstitucionalismo latinoamerica-no depara sorpresas. Entre ellas no es menor elreconocimiento de los derechos de la naturalezaen las Constituciones del Ecuador (2008) y deBolivia (2009), que citaremos textualmente másadelante.

Lejos de ser nuevo, el tema replantea lacuestión de los derechos de entes no humanos.El debate a este respecto puede remontarse a laantigüedad. Desde la tradición griega hasta elpresente se cruzan dos posiciones: o bien loshumanos somos unos convidados más a parti-cipar de la naturaleza o ésta se creó para nues-tro hábitat y, por ende, disponemos del derechosobre ella (administradores, propietarios, condiferente intensidad de derechos). Aristóteles ylos estoicos estuvieron del lado de la naturalezaen espera del humano y los epicúreos del otro,en especial De rerum natura de Lucrecio, muycitada por los poetas posteriores y siempre estu-diada y, naturalmente, denostada por Calvino3.

2 Utilizamos en el texto la palabra humano en lugar de hom-bre, pues consideramos que lleva razón la crítica de géneroen cuanto al uso de este último vocablo. Nos parece inade-cuada la traducción usual del der Mensch alemán como elhombre, cuando en realidad es el humano sin distinción degénero, pues el hombre es der Mann.

3 Cfr. John Passmore, La responsabilidad del hombre frente a lanaturaleza, Madrid, 1978, pág. 29; también Manuel de

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Un poco más cerca en el tiempo, la cues-tión aparece planteada como la relación entre elhumano y el animal. El primero siempre man-tuvo una actitud ambivalente frente al segundo,dado que en buena medida se quiso conocerdiferenciándose de éste e identificándose conDios y a veces considerándose a sí mismo comoDios, pero tampoco dejó de pensar que el ani-mal lo reflejaba.

Es interesante observar que pese al presu-puesto de que los animales son inferiores, elhumano les atribuyó virtudes y defectos pro-pios y exclusivos de él. La torpeza del asno, lafidelidad del perro, la nobleza del caballo, lasatanidad del gato, la abyección del cerdo, etc.,son valoraciones humanas conforme a las quese jerarquizó a los animales4 (coronando herál-dicamente al oso primero y al león más tarde5),lo que permanece vigente para injuriar o exaltara otro humano, en tanto que los animales, porsupuesto, no se han dado por enterados. Tam -

Rivacoba y Rivacoba, Krausismo y Derecho, Santa Fe, 1964,pág. 74, recuerda que los pitagóricos y Empédocles se incli-naban a reconocer a los animales como sujetos de derechosy remonta la cuestión a Anaximandro.

4 Cfr. Armella Le Bras-Chopard, El Zoo de los filósofos,Madrid, 2003.

5 Michel Pastoreau, Una historia simbólica de la Edad Mediaoccidental, Buenos Aires, 2006, págs. 51 y siguientes. El des-plazamiento del oso lo atribuye a las costumbres sexuales deéste, consideradas inconvenientes por la Iglesia. Since -ramente, no las conocemos porque no nos gusta entrome-ternos en la vida privada de los osos.

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poco sabemos lo que piensan acerca de noso-tros, pero seguramente no tendrán un buenconcepto.

Esta jerarquización fue dotada de un su -puesto carácter científico cuando, valiéndose delas semejanzas físicas con algunos animales, losfisiognomistas clasificaron jerárquicamente a loshumanos6 y de su parecido con tal o cual ani-mal quisieron deducir caracteres psíquicos ymorales, tradición que después de pasar por lafrenología de Gall7 entró en el campo parajurí-dico para dar status científico a la criminologíacon Lombroso y los positivistas, consagrandovalores estéticos como fundamento de jerarqui-

6 Giovan Battista della Porta, Della fisonomia dell’uomo. Conillustrazioni dell’edizione del 1610, Parma, 1988; tenemos a lavista la edición de 1652: La vera fisonomia di Giò DattistaDella Porta napolitano con le figure di rame al naturale // Lafisonomia dell’huomo et la celeste di Gio: Battista dalla Por ta,in Venetia, MCCLII, preso li Eredi di Gio: BattistaCombialla Minerva. Para el siglo XVIII, Lavater, La Physiog -nomonie ou l’art de connaitre les hommes d’aprés les traits deleur physionomie leurs rapports avec les divers animaux, leurspenchants, etc., traduction nouvelle par H. Bacharach, París,Publié par Gustave Havard, s.d.; Johann Caspar Lava ter /Georg Christoph Lichtenberg, Lo specchio dell’anima. Pro econtro la fisiognomica. Un dibattito settecentesco, a cura diGiovanni Gurisatti, Padova, 1991; también Lucia Rodler, Ilcorpo specchio dell’anima. Teoria e storia della fisiognomica,Bruno Mondadori, 2000.

7 Ver: M. Isidoro Bourdon, La physiognomonie et la phrénolo-gie, ou connaissance de l’homme d’aprés les traits de visage etles reliefs du crane: examen critique des systèmes d’Aristote, dePorta, de la Chambre, de Camper, de Lavater, de Gall et deSpurzheim, París, 1842.

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zaciones racistas, asociando lo feo con lo malo oprimitivo8. De este modo, los humanos clasifi-caron a los animales y luego se clasificaron a símismos en base a lo que antes habían colocadoen los animales.

En la Edad Media y hasta el Renacimien -to –es decir, entre los siglos XIII y XVII– fueronfrecuentes los juicios a animales, especialmentea cerdos que habían matado o comido a niños,lo que unos justificaban pretendiendo que losanimales –por lo menos los superiores– teníanun poco de alma y otros negándolo, pero insis-tiendo en ellos en razón de la necesidad de cas-tigo ejemplar. Sea como fuere se ejecutaron ani-males y hasta se sometió a tortura y se obtuvo laconfesión de una cerda9. Los tribunales citabany sancionaban con excomunión a sanguijuelas,ratas y otras plagas.

Existe una amplísima bibliografía al res-pecto desde hace muchísimos años10, donde

8 Es conocida la obra de Ferri, I delinquenti nell’arte ed altresaggi di scienza ed arte, Torino, 1926; no menos interesanteEdouard Lefort, Le type criminel d’aprés les savants et lesartistes, Lyon-París, s.d.

9 Cfr. Michel Pastoreau, op.cit., págs. 27 y siguientes.10 A comienzos del siglo pasado, pueden verse los extensos tra-

bajos de Walter Woodburit Hyde, The Prosecution andPunishment of Animals and Lifeless Things in the Middle Agesand Modern Times, en “University of Pennsylvania LawReview”, 1915-1916, págs. 696 y siguientes; E. P. Evans, TheCriminal Prosecution and Capital Punishment of animals,London, 1906.

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entre otras curiosidades se recuerda a Barthéle -my de Chassanée, célebre jurista que en 1531escribió sus Consilia, libro en que resumía losrequisitos formales para el juicio a animales11.

Suelen entenderse estos procesos comoprueba de que a partir del siglo XIII y hasta elIluminismo se reconocía a los animales la con-dición de persona o por lo menos de responsa-ble, por lo que algunos analistas de la discusiónactual se preguntan qué es lo que produjo uncambio tan marcado en el siglo XVIII12.

No creemos que haya nada sorprendenteen esto, porque no ha habido un reconocimien-to secular de personalidad y luego, insólitamen-te, un desconocimiento de esa capacidad. Anuestro juicio, durante esos siglos persistió unarelación ambivalente, que de algún modo reco-nocía que en el animal había alguna dignidad,algo que si bien no era del todo humano, guar-daba relación estrecha con lo humano, mante-nía intuitivamente una analogía, quizá un intui-cionismo inconsciente de raíz filogenética.

Esto no llevó al reconocimiento de nin-gún derecho en la forma en que hoy entende-mos ese concepto, pues la idea actual de derecho

11 Jan Bondeson, La sirena de Fiji y otros ensayos sobre historianatural y no natural, Siglo XXI, 2000, págs. 160 y si guientes.

12 Así Luc Ferry, A Nova Ordem Ecológica. A árvore, o animal eo homem, Río de Janeiro, 2009, pág. 19.

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subjetivo, si bien no niego que se pueda rastreardesde muchos siglos antes, se formaliza frente alpoder del estado en el siglo XVIII. En el sentidomoderno, no tenían derechos ni los animales nilos humanos.

Es obvio que no por penarlos se les reco-nocían derechos. A ninguno de los defensoresactuales de los derechos animales se le ocurriríarestablecer los procesos penales contra anima-les, porque hoy creemos firmemente que laspenas a animales eran irracionales. Por oposi-ción, seguimos creyendo que las penas a loshumanos son racionales.

Por nuestra parte, creemos que ni unas niotras son totalmente racionales, por la simplerazón de que el poder punitivo del estado mo -derno no es más que una forma de canalizar lavenganza que se racionaliza de muchas mane-ras, pero en el fondo no hace más que concen-trarla contra un chivo expiatorio13 y de ese mo -do impedir que se produzca una violencia difu-sa en la sociedad que, cuando no se canaliza deese modo, deriva contra un grupo al que con-vierte en chivo expiatorio y acaba en una masa-cre, genocidio o crimen de masa.

La diferencia con lo sucedido a partir delsiglo XIII con los procesos a animales es que,aprovechando la intuición de la época, el chivo

13 Cfr. René Girard, Le bouc émissaire, París, 1982.

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expiatorio era a veces el animal14, con lo cual seevitaba que la pena recayese siempre sobre elhumano o que se difundiese y fuese a dar con-tra otro humano.

Cuando se excomulgaba a las ratas o a lasplagas, el acto formal y público mostraba que elpoder hacía todo lo posible para sancionar a losresponsables y, de ese modo, se evitaba que elmalestar de los cultivos arrasados y de la ham-bruna consiguiente se derivase contra el señor olos príncipes. Éstos reafirmaban su autoridadincluso sobre los animales y al mismo tiempoeludían el peligro de que la venganza cayesesobre ellos.

Cuando se ejecutaba a la cerda que habíamatado a un niño, se evitaba que la pena reca-yese sobre la madre negligente que había dejadoal niño al alcance de la cerda y que ya tenía sufi-ciente pena natural con el horror que le tocabavivir.

No obstante, me permito observar queno se trata de una historia que acabó en el sigloXVIII, sino que en forma encubierta suele man-tenerse hasta el presente, aunque con otro dis-curso. Cuando en Buenos Aires se masacrabanperros para prevenir la hidrofobia, a fines delsiglo XIX dotando de bolas de cianuro a los

14 Exactamente era lo que sucedía con el sacrificio, cfr. Girard,op.cit.

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policías que debían permanecer junto al animalhasta que muriese, posteriormente recogiéndo-los con la temible perrera y matándolos en cá -maras de gas, lo que alcanzó su máximo esplen-dor durante la última dictadura militar pororden del intendente Cacciatore, a nadie se leocurrió penar a quienes dejaban a los animalessueltos en la vía pública, que eran los responsa-bles humanos de la creación del riesgo, sino quese penaba con la muerte al perro, sin intentarsiquiera vacunarlo y salvarle la vida.

No ha cambiado tanto nuestra sensibili-dad, sino que hoy los animales no son aptoscomo chivos expiatorios del poder punitivo y,por lo tanto, éstos son los humanos inferiores ysalvajes, los negros y latinos en los USA y losinmigrantes en casi toda Europa.

Lo que ha cambiado es que el animal noes hoy en nuestra sociedad un chivo expiatorioidóneo, por lo menos en forma abierta. Nocualquiera se convierte en chivo expiatorio sinosólo quien presenta algunos caracteres miméti-cos, que no se dan en el animal en la actualidad.

¿Por qué el animal perdió a nuestros ojoslos caracteres que lo hacían chivo expiatorio enla edad media y en el renacimiento? Sencilla -mente porque al mismo tiempo que se le reco-nocieron derechos al humano, en el sentidomoderno del término, se le negaron rotunda-mente al animal y para eso fue necesario dejar

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de penarlos, pues constituía una contradiccióninsalvable.

El camino venía preparándose desde elplatonismo. La separación tajante entre cuerpoy alma y el desprecio al cuerpo prepararon elcapitalismo15 y al mismo tiempo relegaron alanimal a la condición de puro cuerpo y alhumano atento al cuerpo a una condición cer-cana al animal. El humano no debía preocupar-se por el sufrimiento en la tierra, porque su des-tino estaba en su alma que iría al Paraíso16. Elhumano sólo preocupado por el cuerpo era elcriminal, o sea, el más próximo al animal. Si sepenaba a este medio animal, el propiamente

15 Cfr. León Rozitchner, La cosa y la cruz. Cristianismo y capi-talismo (En torno a las “Confesiones” de San Agustín),Buenos Aires, 1997.

16 Se trata de la vertiente judicialista (juicio final, condena eter-na) del cristianismo, que resulta de su romanización, en elsentido de la adopción del estilo romano y feudal (sería unaromanización del cristianismo y no una cristianización deRoma) (cfr. Leonardo Boff, Igreja. Carisma y poder, Pe -trópolis, 1981, p.71). La romanización cristiana sostiene unaescatología que se opone al reencarnacionismo de la India,que conduce a consecuencias diametralmente opuestas derespeto absoluto a todas las formas vivientes. En sus mani-festaciones heterodoxas más radicales, la escuela jainista, cfr.A. Chakravarty, en Servepalli Radakrishnan, Storia dellaFilosofia Orientale, Feltrinelli, 1978, T. I, págs. 163 y si -guientes; T. M. P. Mahadevan, Invitación a la Filosofía de laIndia, México, 1991, págs. 55 y siguientes; Agustín Pániker,El Jainismo. Historia, sociedad, filosofìa y práctica, Barce lona,2001; J. Varni - S. Jain, Saman Suttam, Il canone del jainis-mo, Mondadori, 2001.

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animal también podía ser un chivo expiatorio,algo mimético podía descubrirse en él.

Pero cuando el humano, antes del Paraí -so, debía ocuparse de lo terreno, la distincióncon el animal debió ser mucho más tajante, y aeso se debe el despropósito de René Descartes,que consideró que los animales eran máquinas,desposeídas de toda alma. El planteamiento car-tesiano es perfectamente coherente: los animalesson cosas, no pueden ser penados ni existe nin-guna obligación a su respecto, son apropiables,objetos del dominio humano, no les asiste nin-gún derecho ni ninguna limitación ética ni jurí-dica a su respecto. El humano es el señor absolu-to de la naturaleza no humana y su misión pro-gresista y racional consiste en dominarla.

La continuidad entre el animal y el hu -mano se había mantenido durante siglos: losanimales eran animales, los criminales, los here-jes, las mujeres y los colonizados, como huma-nos inferiores eran medio animales. No habíacontradicción entre penar a los animales y a losmedio animales, se mantenía algo mimético quepermitía que todos fuesen chivos expiatorios y seejerciese igual poder sobre todos en una socie-dad fuertemente jerarquizada, como correspon-día a una sociedad colonizadora.

Si la mujer, el colonizado y el hereje eranmedio animales, por cierto que no podían serobjeto de reproche personalizado en la mismaforma que el humano pleno, pues no eran igual-

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mente culpables. La idea de deuda (Schuld), quese halla en la base de la culpabilidad penal,entraba en contradicción con la punición de losanimales y de los medio animales. La contradic-ción con la racionalización del poder punitivoque viene de Aristóteles y Santo Tomás era evi-dente.

Pero de inmediato se inventa la emergen-cia, o sea, una amenaza cósmica que da entradaal derecho de policía puro, que no se basa enninguna Schuld sino en el simple peligro. Elpoder punitivo inquisitorial es puro poder depolicía basado en la peligrosidad. Los medioanimales son más peligrosos, justamente por sermedio animales y por eso es necesario eliminar-los para evitar que acaben con la humanidad.La mujer, como medio animal, era más débil ypor eso Satán –el enemigo en hebreo- la podíatentar a pactar con él para convertirse en bruja.

Esto mantiene hasta hoy toda su actuali-dad, salvo en que se sacaron del medio enforma manifiesta a los animales, porque cultu-ralmente perdieron su carácter mimético cuan-do los países centrales dejaron el viejo colonia-lismo y debieron pasar al neocolonialismo en laperiferia y al control de sus humanos peligrosospara su poder en el centro.

René Descartes fue el más coherente aeste respecto, coronó al humano como el únicoanimado y dueño y señor de todo lo demás, delo inanimado. Pero esto era contradictorio en

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otro sentido: si había humanos peligrosos y noeran medio animales, la única fuente de peligroera el mal uso de su anima esencialmente hu -mana. Volvemos al derecho penal de la Schuldde la tradición filosófica aristotélico-tomista.Pero el poder punitivo basado en la Schuld nosirve para conjurar los peligros cósmicos de lasemergencias, porque obligan a una proporciona-lidad que pone un límite al ejercicio de esepoder punitivo, no permite aniquilar a los ene-migos y tampoco permite que se aniquile a losinocentes que aún no hicieron nada, pero queson peligrosos por pertenecer al grupo identifi-cado como chivo expiatorio.

Además, lo de Descartes era a todas lucesuna ocurrencia que no podía seguirse sin negardirectamente una realidad elemental: es obvioque los animales no son máquinas. El pensa-miento filosófico iluminista y liberal de lossiglos XVIII y comienzos del XIX y toda lamodernidad puede ser criticada desde los ángu-los que se quiera, pero no puede ser considera-do superficial ni absurdo, pues se trata de unpensamiento de gran elaboración teórica. Esepensamiento no podía aceptar el despropósitode considerar al animal una máquina, por muyfuncional que haya sido la tesis de Descartes. Enverdad, el pensamiento del siglo XVIII quedódesconcertado ante la afirmación de Descartes,que era tan coherentemente funcional comoinaceptable.

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Simplificando al extremo la cuestión, di -gamos que el Iluminismo tuvo dos bases con-tradictorias entre sí: una empirista que dio lugaral utilitarismo de Bentham, y otra idealista quecoronó el racionalismo kantiano. Ninguna deambas pudo deglutir la funcional pero absurdapropuesta de Descartes.

Por un lado, Bentham y el utilitarismo, sibien no reconocían derechos en el sentido dederechos naturales emergentes de un contrato oalgo parecido, en su concepto utilitarista de losderechos no podían negárselos a los animalesen razón de que éstos también tienen sensibili-dad frente al dolor. El pragmatismo de Ben -tham con su búsqueda de la mayor felicidadpara todos y, por tanto inclinado a evitar el do -lor en los seres sensibles, reconocía que los ani-males son seres sensibles y convocaba a su res-peto y al reconocimiento de sus derechos. Ben -tham soñaba con llegar a considerarlos sujetosde derechos.

Es sabido que la clase de los industriales ycomerciantes adoptó el reduccionismo biologis-ta cuando logró la hegemonía social (segundamitad del siglo XIX), pero durante la etapa deabierta lucha contra el antiguo régimen en pro-cura del desplazamiento de la nobleza y delclero (siglo XVIII), se valió del contractualismo,que alcanzó su máxima elaboración racionalistacon el criticismo de Kant. Fuera del contratoquedaban, por supuesto, los animales, pues era

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inconcebible que celebrasen un acuerdo en elsentido tradicional que concediese el poder alsoberano.

Por ende, Kant, como la expresión másalta de la tesis contractualista, limitó la ética y elderecho a las relaciones entre humanos17, aun-que –al igual que Hobbes– digamos de paso queno sólo dejaba fuera del contrato a los animalessino también a algunos humanos enemigos18,rendija con la que despejaba el camino para elcolonialismo y la eliminación de disidentes, querecorrería luego la burguesía europea triunfantepor los senderos biologistas del racismo, hastaacabar en los genocidios de los siglos XIX y XX.

No obstante, la respuesta de Kant a lacuestión de los animales fue poco clara, pues noles reconocía derechos pero en forma indirectaadmitía obligaciones humanas a su respecto,como resultado de la propia consideración de ladignidad humana. Es algo así como afirmarfrente al señorío absoluto de Descartes un do -minio limitado en función de la propia raciona-lidad del humano.

Hay un poco de balbuceo filosófico enKant a este respecto, producto del desconcierto,pero lo cierto es que inauguró una tradición de

17 Inmanuel Kant, Die Metaphysik der Sitten, en Werkaus gabe,herausg. von W. Weischedel, XI, Frankfurt, 1977.

18 Kant, La paz perpetua. Ensayo filosófico, Madrid-Barcelona,1919; Th. Hobbes, Leviathan, London, 1985, pág. 28.

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ambigüedad que se extendió en el tiempo ypenetró en la filosofía del siglo XX, donde tam-poco Heidegger logró ser muy claro.

Estas reacciones del pensamiento ilumi-nista ante el desconcierto que provocó la cohe-rencia inadmisible de Descartes veremos que semantiene en la actualidad, en la medida en quelos autores que hoy discuten el tema son tribu-tarios de alguna corriente derivada de ese pen-samiento. Por eso, volveremos sobre esto en susversiones actuales.

Lo cierto es que cuando los nuevos pode-res hegemónicos tuvieron necesidad de distin-guir entre humanos peligrosos y no peligrosos,la distinción entre cuerpo y alma se volvió unobstáculo. El máximo esfuerzo dentro del idea-lismo para satisfacer esa urgencia de la burgue-sía europea lo representa la versión del derechode Hegel, que profundiza la estrecha brecha delos humanos excluidos de Kant y Hobbes, peroes demasiado sofisticada para abarcar todas lasnecesidades de racionalización del poder neo-colonialista de la segunda mitad del siglo XIX.Un ejercicio de poder demasiado irracional –co mo el del neocolonialismo– sólo puede serlegitimado por un discurso con un nivel muybajo de elaboración teórica, y Hegel volaba muyalto para ser funcional a esa legitimación.

Por ende, se optó por cancelar el alma:todo es cuerpo y el alma es una emanación delcuerpo. De esta manera se pudo volver a la cla-

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sificación de humanos medio animales y anima-les. El máximo expositor de esto fue HerbertSpencer, quien inventó la justicia subhumana 19

y conforme a la ley de la selección natural con-cluyó que era menester hacer lo mismo entrelos humanos, aunque mejor, en razón del ma -yor grado evolutivo20.

De esto último se derivaron las conse-cuencias positivistas y los símiles con el hormi-guero, el panal, y la supresión de los inferiores,de los zánganos, de los diferentes.

Como Spencer sostenía que la evoluciónera un proceso sin solución de continuidad, éstecontinuaba dentro de la propia especie humanay, por tanto, el positivismo dedujo que los aúnmedio animales de otras razas debían ser tutela-dos por los superiores (neocolonialismo) y den-tro de la propia raza los inferiores –los medioanimales delincuentes- debían ser eliminadospor la selección natural o sus sucedáneos –elsistema penal- en beneficio de los más fuertes y

19 Inevitable en el evolucionismo; sobre la variante romántica,Rivacoba y Rivacoba, op. et loc. cit.

20 H. Spencer, La justicia, trad. de Adolfo Posada, Madrid, LaEspaña Moderna, s.d. Los equivalentes del delito y de lapena en los animales eran tema corriente en la criminologíade vertiente spenceriana (v. Cesare Lombroso, L’uomo delin-cuente in rapporto all’antropologia, alla giuriprudenza ed allediscipline carcerarie, Torino, 1896, I, págs. 7 y siguientes;aunque más alejado de Spencer, también Maurice Parmelee.Criminología, Madrid, Reus, 1925, págs. 7 y siguientes.

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sanos, para evitar la decadencia de la raza y re -forzar el progreso biológico evolutivo.

Aunque el spencerianismo contemporá-neo no lo diga expresamente y aunque ocultecon sumo cuidado el nombre mismo deSpencer –en tiempos actuales sería políticamen-te incorrecto– no es posible negar que sus conse-cuencias últimas serían que los verdaderos titu-lares plenos de derechos sólo pueden ser loshumanos superiores, aunque de esa condiciónse deriven obligaciones éticas de piedad para losinferiores y los animales, pero sin exagerar, por-que la filantropía exagerada puede llevar a pri-var a los inferiores del derecho a hacerse fuertesen la lucha por la supervivencia.

Por supuesto que en esta lucha que con-diciona la evolución por selección natural, lamayoría será aniquilada, pero eso carece deimportancia para Spencer y para sus seguidoresactuales, porque no es más que el efecto de unaley natural. En definitiva es la ley natural delgenocidio matizada con un poco de piedadhumana en la tutela de los inferiores o neocolo-nizados y en la eliminación de los inferioresmolestos.

En síntesis, el poder colonizador genera-do a partir de la revolución mercantil y el neo-colonizador originado en la revolución indus-trial, que partió de Europa y se extendió portodo el planeta, fue muy ambiguo en su rela-ción con los animales y pueden distinguirse en

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su pensamiento diferentes momentos. Así, po -demos señalar:

1. La concepción teocrática según la cualel Creador puso a un ser superior por ser el úni -co dotado de una verdadera alma en un hábitatpreviamente creado a su servicio como amo yseñor, corresponde al antiguo régimen, aunqueun resabio mimético le permitía hacer del ani-mal un chivo expiatorio sobre el cual canalizar lavenganza mediante el poder punitivo y evitarque la violencia se concentrase en algunoshumanos, poderosos o dignos de lástima.

2. El residuo mimético debía ser extirpa-do de raíz para hacer del humano no sólo elseñor absoluto de la naturaleza y posibilitarle suexplotación, sino para imponérsela como impe-rativo derivado de su razón, abriendo paso a unmundo en que el dominio y la explotación deésta no tuviera limitación alguna; pero el recur-so de Descartes, pretendiendo que el animal esuna máquina y el humano el único con alma,no podía ser digerido por el racionalismo.

3. El contractualismo racionalista –Kant-balbuceó límites éticos, aunque no podíaincluirlos en el contrato y, por ende, no podíareconocerles derechos. La reacción pragmáticautilitarista de Bentham no pudo menos quereconocer derechos a los animales, en el parti-cular sentido de éstos en su marco teórico.

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4. Spencer acabó con el problema delalma y reconoció una continuidad del cuerpoen que los animales evolucionaban por elimina-ción de los inferiores, que llegaba a los huma-nos y que también reconocía grados de evolu-ción entre éstos, con lo cual los únicos titularesplenos de derechos serían los humanos superio-res, destinados a tutelar a los inferiores sin mu -cha exageración, para no privarlos de su evolu-ción. Los animales merecían cierta piedad, peroera obvio que no tenían derechos en sentidoestricto, los humanos inferiores sólo a no seresclavizados.

3. La cuestión pasa al derecho con la criminalización del maltrato a los animales

No obstante, la cuestión no quedó limita-da a una discusión filosófica o especulativa,sino que se convirtió en un interrogante jurídi-co. La pregunta acerca de los derechos de los ani-males llega al plano jurídico por la vía del dere-cho penal, cobrando particular fuerza en lasegunda mitad del siglo XIX.

Es curioso, pero el sentimiento –por asíllamarlo– mimético no pudo ser eliminado delderecho, y a un siglo de la desaparición de laspenas a animales resurgió con particular fuerzaen Europa y Estados Unidos de la mano delmovimiento legislativo que llevó a penar elmaltratamiento de animales. El intuicionismoque llevaba a ver en el animal algo análogo a lohumano, que siglos antes había habilitado las

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penas a los animales y que se creyó canceladopor el Iluminismo, movió a los legisladores asancionar múltiples leyes de protección a éstoscontra el maltrato y la crueldad.

Si bien el origen histórico de la tipifica-ción de este delito parece remontarse al commonlaw21, lo cierto es que los pioneros fueron losingleses, quienes en una cafetería londinense, en1824, fundaron The Royal Society for the Pre -vention of Cruelty to Animals (RSPCA), convoca-dos por el reverendo Arthur Broome (1780-1837) y por los políticos y diputados WilliamWilberforce (1759-1833) y Thomas FowellBuxton (1786-1845).

En ese mismo año consiguieron procesara sesenta y tres infractores, siendo famoso elprimer juicio contra el propietario de un asnollamado Bill Burns. En 1840 la reina Victoria leconcedió la condición de Real Sociedad. A partirde esta experiencia las sociedades para la pre-vención de la crueldad a animales se extendie-ron por el mundo anglosajón: Irlanda, Escocia,Australia, Nueva Zelanda y la American Societyfor the Prevention of Cruelty to Animals.

Es interesante destacar que la originariasociedad inglesa estaba compuesta por filántro-

21 Cfr. Joel Prentiss Bishop, New Commentaries on the Crimi -nal Law upon a new system of legal exposition, Chicago, 1892,I, pág. 366.

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pos que también fueron abolicionistas de laesclavitud e instaron a la protección de los niñoscontra la explotación laboral de su tiempo.

El panorama de la legislación comparadaa fines del siglo XIX está expuesto en un libropublicado en 1891 por el entonces Privatdozenten la Universidad de Kiel –más tarde catedráti-co y tratadista de derecho penal– Robert vonHippel22, donde da cuenta de antecedentes decondenas por maltrato en Leipzig en 1765 y1766, fundadas en el título de extraordinariiscriminibus de las Pandectas, sancionados conpoena arbitraria.

Von Hippel repasa las leyes inglesas de1835, 1844, 1849, 1854 y 1876, la ley francesa de1850 (llamada ley Grammont), el art. 561 delcódigo belga, la ordenanza austro-húngara de1855, el reglamento policial toscano de 1849, elart. 491 del Codice Zanardelli, el art. 254 delcódigo holandés de Modderman de 1881, elcapítulo 23 del código noruego de 1842, el capí-tulo 18 del código sueco de 1864, la ley danesade 1857, el capítulo 43 del código finlandés, laley sobre penas impuestas por los jueces de pazen Rusia de 1871, las disposiciones de los dife-rentes códigos cantonales suizos, las leyes norte-

22 Robert von Hippel, Die Tierquälerei in die Strafgesetz gebungdes In- und Auslandes, historisch, dogmatisch und kritischdargestellt, nebst Vorschlägen zur Abänderung desReichsrechts, Berlín, 1891.

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americanas, etc. En apéndice transcribe en len-gua original las leyes inglesas, escocesa, las can-tonales suizos y las de Arkansas y New York.

En cuanto a la legislación preunitaria ale-mana destaca como pionera a Sajonia, con elproyecto Stübel de 1821, que no fue sancionado,pero donde se tipificó el delito en 1836. Le si -guieron Turingia en 1840, Württemberg en1839, Hessen-Darmstadt en 1846, Prusia en1840, Hannover en 1847, Frankfurt en 1853, Ba -viera en 1839, Baden en 1851, etc., hasta llegar alparágrafo 360 del código del Reich o StGB de1871. Cabe aclarar que tanto este último comola ley francesa Grammont de 1850 exigían queel maltrato fuese público.

Con esta enorme difusión de las disposi-ciones penales que sancionan la crueldad o elmaltrato a animales, la discusión acerca de losderechos de los animales cobró nueva vida, estavez en pleno campo jurídico.

Cabe recordar que en el pensamientofilosófico alemán había posiciones muy encon-tradas, como la ya citada de Kant, que limitabalas faltas a la Sittlichkeit a las relaciones entrehumanos, la del idealismo de Krause que en supanenteísmo no dejaba de concebir una justiciasubhumana23 o la de Arthur Schopenhauer, que

23 Cfr. Manuel de Rivacoba y Rivacoba, Krausismo y Derecho,Santa Fe, 1964.

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directamente tomaba el camino de los Vedas,los Upanishads y el Budismo para colocarse enla antípoda del recordado exabrupto de Des -cartes24. Había, por ende, un enfrentamientoentre el racionalismo kantiano y el romanticis-mo filosófico, que no podía menos que proyec-tarse en la doctrina de los penalistas.

Así, en la discusión de su tiempo, vonHippel señala que en general dominaba la posi-ción que negaba la existencia de derechos a losanimales, considerando al delito como unalesión a la ética. Recuerda también la opinióndel llamado Beccaria alemán, Karl FerdinandHommel (1722-1781), quien lo basaba en lapeligrosidad del autor para la sociedad humana.

No obstante al predominar la idea de quese trataba de un delito contra la moralidad, cita-ba textualmente la opinión contundente a favorde los derechos del animal de Berner: No puedopronunciar la expresión carencia de derecho delos animales, sin que una voz en mi interior mediga: No debes deponer falsamente como testigo.Ante todo, también los animales tienen ciertosderechos. El humano puede, en la medida en quese lo permita la humanidad, usarlos para susfines. Cuando excede de estos fines, ultrapasa suderecho, no sólo peca contra la criatura, sino quelesiona también el derecho del animal, que ya

24 Arthur Schopenhauer, Voluntad en la naturaleza, trad. deMiguel de Unamuno, Buenos Aires, 1969.

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Herder como también los más antiguos represen-tantes de la teoría de la evolución, lo han llamadoel hermano mayor del humano25.

Es interesante destacar que el propio vonHippel no tomaba partido en su tiempo, esqui-vando la respuesta con el argumento de queambas posiciones conducen a los mismosresultados prácticos, lo que haría inoficioso eldebate26.

Por nuestra parte nos parece que hay re -sultados prácticos en la dogmática de este deli-to, aunque no es del caso debatirlos aquí, perolo cierto es que la discusión acerca del bien jurí-dico en los delitos de maltratamiento de anima-les –que hoy existen en casi todas las legislacio-nes– encierra el definitiva la cuestión acerca dela existencia de derechos de los animales o, másampliamente, si hay sujetos de derechos nohumanos. En este sentido, permanece abiertahasta el presente27.

25 R. von Hippel, op. cit., pág. 121, indica que la transcripcióncorresponde a la pág. 628 de la 14ª edición del Lehrbuch deBerner.

26 Robert von Hippel, op. cit. Págs. 124 y siguientes. 27 La mejor exposición en nuestra lengua en los últimos tiem-

pos, con la indicación bibliográfica completa, en José LuisGuzmán Dalbora, El delito de maltrato de animales, en“Estudios y defensas penales”, LexisNexis, Sgo. de Chile,2007, págs. 199 y siguientes. También: Vicenta CervellóDonderis, El maltrato de animales en el Código PenalEspañol, en Revista General de Derecho Penal 10 (2008).

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Dado que no podemos seguir la discu-sión en todo su detalle, entre otras cosas porqueno hace el objeto central aquí tratado, digamosque en la más escueta –y quizá por ello inexac-ta– síntesis, se puede observar que para enten-derlo como un delito contra los humanos seensayaron tres respuestas diferentes: (a) el bienjurídico es la moral pública o las buenas cos-tumbres (no lesionar el sentimiento de piedadajeno), (b) es un interés moral de la comunidad(es un indicio de tendencia a la crueldad con loshumanos) y (c) se trata de una lesión al medioambiente28.

La primera tiene el inconveniente de de jaratípicos los actos de crueldad realizados en pri-vado. Recordemos que la Ley Grammont france-sa y el StGB alemán de 1871 exigían la publici-dad del acto. No creemos que hoy pueda soste-nerse que sea voluntad de la mayor parte –sinode todas– las leyes vigentes dejar impunes losmás crueles actos contra animales por el merohecho de que se realicen a puertas cerradas.

Ante esta objeción, por cierto, que no fal-tan penalistas que para reafirmar el dogma deque sólo el humano puede ser titular de los bie-nes jurídicos afectados por un delito, prefierende lege ferenda que estos actos se degraden a fal-tas administrativas. Por cierto que esa propues-

28 La exposición y crítica, con la bibliografía correspondienteen Guzmán Dalbora, cit.

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ta –que no es receptada de lege lata– no resuelveel problema, porque si se los considerasen me -ros actos contra la moral o la ética, no dejaríande importar una intromisión estatal en la moralprivada, lo que es una regresión que bo rra ladiferencia entre pecado y delito, sea que el esta-do se entrometa por vía penal o administrativa.Ningún estado de derecho puede interferir en lamoral privada29.

La administrativización del maltrata-miento de animales nos parece un recurso sim-plista de penalistas en apuros para sacarse deencima un problema expulsándolo del campojurídico penal, sin reparar en que incurre enuna complicación mucho mayor.

La segunda –que estaría cerca de la opi-nión de Hommel citada por von Hippel– loconvierte en definitiva en un tipo de sospecha,porque en realidad no lesiona ningún bien jurí-dico, sino que crea la sospecha de que puedelesionarlo. Se trataría de la tutela a una pedago-gía piadosa, algo así como la pretensión defomentar un modelo de humano piadoso, uninterés de la moral pública en ese sentido, para

29 El artículo 19º de la Constitución Argentina, que data de1853, es sumamente contundente a este respecto: Las accio-nes privadas de los hombres que de ningún modo ofendan alorden y a la moral pública, ni perjudiquen a un tercero, estánsólo reservadas a Dios, y exentas de la autoridad de los magis-trados…

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no correr el riesgo de que el humano extiendasu crueldad a otros humanos.

La tercera, que lo considera un delito con-tra el medio ambiente, tiene el inconveniente deque no resulta fácil considerar a la fauna urbana–especialmente de compañía– como parte delmedio ambiente. Podría tener una variable, quesería la imagen del humano como administradordel medio ambiente, lesionada por conductascrueles para las que no estaría habilitado, lo queen cierta forma conduce a la anterior. Tiene elinconveniente de colocar como bien jurídico laimagen del humano, lo que puede llevar a otrosterrenos resbaladizos y peligrosos: la lesionaríatambién el vicioso, el vagabundo, el perezoso, elasocial, etc. y de este modo se introduciría unapunición de la moral individual, lo que tambiénimportaría una catástrofe jurídica regresiva alpreiluminismo (vuelta a la confusión entre peca-do y delito). Todo ello sin contar con que tam-poco resuelve el problema, porque lo deriva a lacuestión del medio ambiente, donde hoy sereplantea con más vigor el problema de los dere-chos no humanos.

4. El animal como sujeto de derechos

A nuestro juicio, el bien jurídico en eldelito de maltrato de animales no es otro que elderecho del propio animal a no ser objeto de lacrueldad humana, para lo cual es menesterreconocerle el carácter de sujeto de derechos. Sibien esta posición es minoritaria entre los pena-

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listas –pese al prestigioso antecedente de Bernerantes citado–, no sucede lo mismo en otroscampos del derecho.

Pese a la opinión dominante entre pena-listas, no hay muchos argumentos válidos encontra y tampoco se cuenta con otra explica-ción menos complicada, como acabamos de ver.

El argumento de que no es admisible elreconocimiento de derechos porque no puedeexigirlos (ejercer las acciones, hacerse oír judi-cialmente) no se sostiene, porque son muchoslos humanos que carecen de capacidad de len-guaje (oligofrénicos profundos, fetos) o quenunca la tendrán (descerebrados, dementes enlos últimos estadios) y, sin embargo, a nadie sele ocurre negarles este carácter, so pena de caeren la tesis genocida de las vidas sin valor vital deuna de las cúspides del pensamiento penal30,considerada por la mayoría como un pecado deancianidad o algo parecido. La otra alternativasería colocarse en la posición extrema y radicalde afirmar un especismo excluyente cuya digni-dad se hallaría en los genes (los genes humanosserían en definitiva los titulares de derechos) ovolarse al creacionismo bíblico textual másinsólito y afirmar que esos genes tienen un ori-

30 Este concepto en K. Binding – A. Hoche, Die Freigabe derVernichtung lebensunwerten Lebens, Leipzig, 1920. Hay tra-ducción al español como “La licencia para la aniquilación dela vida sin valor de vida”, Colección ‘El penalismo olvidado’,Ediar, Buenos Aires, 2009.

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gen divino completamente diferente, sólo soste-nido hoy por algunas sectas aisladas contra todala evidencia científica.

Cabe observar que la vigente ley positivaargentina reconoce al animal como titular delbien jurídico en el delito de maltrato, asignán-dole el carácter de víctima, lo cual, consideran-do la fecha de esta ley –en la que no era aúnmateria de discusión tan viva como en el pre-sente– constituye una intuición sumamenteinteresante31.

Fuera del círculo de penalistas, la condi-ción del animal como sujeto de derechos esmateria de una bibliografía nutridísima y cre-ciente32, fundada en investigaciones de psicolo-

31 El artículo 1º de la ley 14.346 del 5 de noviembre de 1954dice: “Será reprimido, con prisión de quince días a un año,el que infligiere malos tratos o hiciere víctima de actos decrueldad a los animales”.

32 Simon Brooman & Dr. Debbie Legge, Law relating to ani-mals, London, 1997; Silvana Castignone, I Diritti degli ani-mali, Il Mulino, 1988; Tom Regan, I diritti animali, Garzanti,1990; Paola Cavalieri, La questione animale. Per una teoriaallargata dei diritti umani, Torino, 1999; Ricardo Fajardo-Alexandra Cárdenas, El derecho de los animales, Bogotá, 2007;Ludovico Galleen-Francesco Viola-Francesco Conigliaro,Animali e persone: ripensare i diritti, Milano, 2003; EdnaCardozo Dias, A tutela jurídica dos animais, Belo Horizonte,2000; Christianne Bernardo, Medio ambiente e vitimizaçao,en Kosovski/Piedade/Roitman, Estudos de vitimologia, Soc.Brasileira de Vitimologia, Rio de Janeiro, 2008, págs. 19 ysiguientes; Anna Mannuci e Mariachiara Tallacchini, Per uncodice degli animali, Giuffrè, 2001.

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gía animal y comparada por un lado33 y en re -planteos éticos por otro34, de los que no pode-mos ocuparnos aquí. Basta informar que en labiblioteca del Land de Baden (Badischen Lan -desbibliothek) en Karlsruhe la Fundación para“el animal en el derecho” (Stiftung für das “Tierim Recht”) reúne más de cinco mil títulos bajola dirección del Prof. Gotthard Teutsch en lasección Ethik im Tier- Natur- und Umwelt -schutz, en tanto que el Internacional Institute forAnimal Law ha creado en la John Marshall LawSchool la National Research Library for AnimalAdvocacy.

La presión de la fortísima corriente ani-malista llegó decididamente al derecho por lavía de su rama civil y cunde hoy la tendenciaeuropea a liberar a los animales de la condiciónde cosas y concederles un lugar intermedio

33 Por ejemplo: Danilo Mainardi, Nella mente degli animali,Milano, 2006; Enrico Alleva, La mente animale, Un etologo ei suoi animali, Torino, 2007; Mark Bekoff, Nosotros los ani-males, Madrid, 2003; Robert M. Sapolsky, Memórias de umprimate, A vida pouco convencional de um neurocientistaentre os babuínos, Sao Paulo, 2004.

34 Luisella Battaglia, Etica e animali, Napoli, 1998; ChristopherManes, Other Creations, Rediscovering the Spirituality ofAnimals, New York, 1997; Kepa Tamames, Tú también eresun animal, Madrid, 2007; Giorgio Celli, I sette peccati capita-li degli animali, Milano, 2006; Roger Scruton, Gli animalihanno diritti?, Milano, 2008; Adela Cortina, Las fronteras dela persona, Madrid, 2009. El tema mereció la atención nadamenos que de Jacques Derrida, El animal que luego estoysi(gui)endo, Madrid, 2008.

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entre el humano y las cosas35, como entes capa-ces de sentir y de sufrir. Son ejemplares a esterespecto las nuevas disposiciones de los códigosciviles, como el artículo 641a del suizo en la ver-sión vigente desde el 1º de abril de 2003 o elparágrafo 90ª del código civil alemán. Este últi-mo dice expresamente: Los animales no soncosas. Serán tutelados mediante leyes especiales.Se les aplican los preceptos correspondientes a lascosas sólo en la medida en que no se disponga locontrario.

Es incuestionable el paralelo entre laabolición jurídica de la esclavitud y este avanceanimalista. Basta recordar que la sentencia dela Suprema Corte de los Estados Unidos quedesató la guerra de secesión privilegiaba lapropiedad sobre la libertad de los esclavos36

hace apenas un siglo y medio. El reconoci-miento de la personalidad jurídica de entesconsiderados cosas avanzó en el derecho a tra-vés de los siglos y lo no pensable se fue volvien-do pensable, tal como lo expresó Stone, quienanalizó este proceso de ampliación de sujetosen el common law en un extenso trabajo, des-pués de reabrir el debate a comienzos de losaños setenta del siglo pasado interponiendo

35 El derecho anglosajón había discutido desde mucho antes laposibilidad de ser objetos de robo (Cfr. Sir James FitzjamesStephen, A History of the Criminal Law of England, NewYork, 1883 (reimpreso 1973), T. III, pág. 163)

36 Cfr. U.S.Supreme Court, Dred Scout v. Sandford, 60 U.S. 393(1856).

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una acción judicial de protección de los árbo-les que, si bien fue rechazada, contó con algu-nos votos judiciales favorables37.

Pese a la letra de la ley en muchos países ya las iniciativas internacionales, es innegable quepara el pensamiento penal europeo continen-tal –e incluso para los filósofos– esto se vuelvenotoriamente problemático38. Son muchos losjuristas que prefieren seguir concibiendo losderechos de los animales al estilo kantiano, osea, como una relación indirecta siempre con elhumano, partiendo de que la ética está limitadaa la especie y la crueldad con los animales afectaa esta ética exclusivamente humana39, por con-traposición con el animalismo que considera alos humanos y a los animales comprendidos enun mismo universo ético40.

Es sorprendente que –casi por vez pri-mera– la doctrina y la ley civil hayan avanzadomás atrevidamente que la penal, siempre ávida

37 Cfr. Christopher D. Stone, Should Trees Have Standing?, LosAltos, California, 1974, págs. 3 y siguientes.

38 V. por ejemplo, las dudas de J. Ferrater Mora y P. Cohn, Losderechos de los animales, en Ética aplicada, del aborto a la vio-lencia, Madrid, 1981.

39 Ver las referencias a Legaz y Lacambra y otros juristas espa-ñoles en Juan Felipe Higuera Guimerá, La protección penalde los animales en España, Madrid, 1994, págs. 28 y siguien-tes. En el mismo texto pueden verse las iniciativas regionaleseuropeas.

40 Cfr. P. Singer, Ethics and Animal Liberation, Oxford, 1985;Tom Regan, op. cit.

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de incorporar novedades, pero en este sentidoreticente.

En el fondo –y aunque nadie lo dice– cre-emos que el problema que se le plantea al pena-lista no es menor, pues además de ser innegableel fuerte impacto que aún hoy tiene en la dog-mática jurídico penal el pensamiento kantiano,lo cierto es que el penalista tiene más presentela versión preiluminista de la mímesis que habíallevado a penar a los animales. Inconsciente -mente se pregunta ¿Si el animal es sujeto de de -rechos, podrá también incurrir en infracciones?¿Acaso debemos volver a los procesos a animales?

En principio, son muchos los sujetoshumanos de derechos que no tienen capacidadpara cometer infracciones, como todos los invo-luntables (incapaces de acción o de conducta).Frente a ellos se reacciona con el derecho admi-nistrativo, o sea, si protagonizan un procesolesivo, se detiene éste con medidas de coercióndirecta que, por cierto, deben respetar su digni-dad de sujetos de derecho. No sería nada dife-rente lo que debe plantearse frente al animal.

Entre internar a una persona incapaz devoluntad humana (un oligofrénico profundoque emite gruñidos a gritos en la vía pública yque si no se actúa será víctima de cualquier ac -cidente) y encerrar en un zoológico a un pumaque deambula por las calles, desde el punto devista de la naturaleza jurídica de la coerción que

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se ejerce, no hay mucha diferencia, es coerciónadministrativa directa.

La diferencia radicaría en que si no se lereconoce al puma su condición de sujeto dederechos podría considerarse que por razonesde comodidad –o económicas– sería más fácildarle muerte que atraparlo; por el contrario,reconociéndole ese carácter, no debería soste-nerse que operan puras razones de piedad oconveniencia, sino que deberían considerarserazones de respeto a los sujetos, y sólo se admiti-ría la muerte del puma ante un peligro cierto einevitable de otro modo para la vida o la inte-gridad física de las personas, por lo cual no con-sideramos que sea indiferente la respuesta acer-ca de la titularidad del bien jurídico, comohacía von Hippel quitándole el cuerpo al pro-blema.

No obstante, es verdad que los penalistascargamos prejuicios provenientes de experien-cias negativas de la historia sangrienta y genoci-da del poder punitivo. Entre ellas se halla la des-confianza cada vez que se nos mencionan bie-nes jurídicos de sujetos no humanos o nohumanos actuales, pues no podemos omitir elrecuerdo del planteamiento fascista expuestopor el ministro Alfredo Rocco en la remisióndel proyecto de 193041, donde se confunde –o

41 Alfredo Rocco, Relazione al Re, “Gazzetta Ufficiale”, 26 deoctubre de 1930.

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casi identifica– sociedad con estado y se diceque el derecho penal debe tutelar a las genera-ciones pasadas, presentes y futuras, en unavisión antropomorfa de ese ente confuso esta-do-sociedad.

Pero de cualquier modo, no podemosdejar de observar que el penalismo, al discutirquién es el titular del bien lesionado, sale de sucampo y pasa a una cuestión de teoría generaldel derecho mucho más amplia.

En efecto: si consideramos que el derechopenal no es constitutivo sino que es sancionador,o sea, que no crea los bienes jurídicos, sino queéstos le vienen dados por todo el orden jurídico,tampoco tiene autonomía para decidir quién essu titular. Esto se verifica apartando el códigopenal de la cuestión y comprobando que casitodas las conductas que tipifica no sólo consti-tuyen delito sino que también son ilícitos a laluz de alguna o algunas de las otras ramas jurí-dicas y, sobre todo, que ninguno de los bienesjurídicos lesionados dejan de serlo si prescin-diésemos de las tipificaciones.

5. Entra en juego la cuestión ecológica

Siendo claro que los penalistas no discu-ten una cuestión penal, sino jurídica general, noes de extrañar que ésta sea objeto de discusiónen un plano que supera el del mero animalis-mo, pues la pregunta amplía su ámbito cuandose plantean las cuestiones ecológicas y lo que

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pasa a discutirse es si la naturaleza –y no sólolos animales– puede ser sujeto de derechos.

El reconocimiento de los derechos avan-zó por impulso de los animalistas, que sigueninsistiendo en la actualidad a partir de nuevasinvestigaciones científicas como las sintetizadosen el proyecto gran simio42 –que motivó unamplio debate43– o de nuevos argumentos en elplano ético, como las posiciones radicales deFrancione, que rechaza toda la regulación acer-ca del bienestar animal –el welfare- como untibio paliativo, para reivindicar el reconoci-miento pleno de la condición de persona44.

Pero lo cierto es que a partir de Estocol -mo –y aún antes– la cuestión ecológica entró enla disputa de la mano de los ecologistas, a vecescruzados con los animalistas y otras de acuerdocon ellos.

La atención a los daños ambientales pro-ducidos en el último siglo y sus consecuenciashan sido reclamadas en todos los tonos45, dan -

42 Paola Cavalieri y Peter Singer, El Proyecto «Gran Simio». Laigualdad más allá de la humanidad, Madrid, 1998.

43 V. por ejemplo la crítica a las consecuencias de Michael W.Schröter, Menschenaffen und Rechte, en “Archiv für Rechts-und Sozialphilosophie”, 83-1993, Heft 3.

44 Gary L. Francione, Animals as Personas, Essays on theAbolition of Animal Exploitation, New York, 2008.

45 Es imposible abarcar la interminable literatura al respecto,responsable e irresponsable, ideológica y científica. A merotítulo de ejemplo, entre los ya antíguos: Lester R. Brown, El

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do lugar a reacciones dispares concretadas enpropuestas y movimientos también diferen-tes46 –muchas veces conocidos como movi-mientos o ideologías verdes– y a la postulaciónde un general y difuso reclamo de vida respe-tuosa de la naturaleza47, que se reflejan demodo muy significativo en el campo jurídico.

En el campo del derecho –lo que podría-mos llamar el ecologismo jurídico– no avanzómucho hasta el presente en el reconocimientode sujetos de derecho diferentes del ser huma-no. Su manifestación jurídica dio lugar al desa-rrollo de una nueva rama del derecho –el dere-cho ambiental– y, como no podía ser de otramanera, inmediatamente pasó al derecho penal,como la tutela penal del medio ambiente o dere-cho penal del medio ambiente, al tiempo que seproducía una considerable profusión de con-

estado del mundo, México, 1988; D.J. Spedding, Conta -minación atmosférica, Barcelona, 1981; Roger Garaudy,Ainda é tempo de viver, Rio de Janeiro, 1980; Ervin Laszlo,La última oportunidad, Madrid, 1985; Theodore Roszak,Persona/Planeta, Madrid, 1978; Robert Allen, Salvare ilmondo. Una strategia per la conservacione della Natura,Milano, 1981; más cercanamente, Hill McKibben, El fin dela naturaleza, Barcelona, 1990; interesante es la implicaciónen los últimos años del ex-candidato a presidente demócratade los Estados Unidos y su muy difundido libro y filme.

46 Cfr. Dario Paccino, L’imbroglio ecologico, Einaudi, 1972;Favio Giovannini, Le radici del verde. Saggi critici sul pensieroecologista, Bari, 1991.

47 Por ejemplo: Pedro Dalle Nogare, Humanismos e Anti-hu -manismos, Introduçao à antropología filosófica, Petrópolis,1983, pág. 234.

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venciones, declaraciones y proyectos en el planointernacional, dando lugar al derecho ambientalinternacional, que permanece vinculado o cer-cano al derecho internacional de los DerechosHumanos48.

El ecologismo jurídico en general reconoceal medio ambiente la condición de bien jurídicoy como tal lo asocia a lo humano por la vía delos bienes colectivos49 o bien de los derechoshumanos50, no faltando autores que directa-mente dan por presupuesto que se vincula a laprotección de la vida humana51, lo que tambiénparece ser compartido por la mayoría de lospenalistas52. La propia tutela constitucional delmedio ambiente seguía claramente la tradiciónde considerarlo como un derecho humano53.

Puede decirse, pues, que el ecologismojurídico es en realidad un ambientalismo jurídi-

48 La evolución internacional desde los primeros documentosen Antônio Augusto Cançado Trindade, Directos Humanos emeio-ambiente. Paralelo dos sistemas de proteçao internacio-nal, Porto Alegre, 1993.

49 Cfr. Ricardo Luis Lorenzetti, Teoría del derecho ambiental,Buenos Aires, 2008, pág. 7.

50 Cfr. Alicia Pierini-Valentín Lorences-Luis Comparatore,Derecho ambiental, Buenos Aires, 2007, pág. 35.

51 Asi parece en Narciso Sánchez Gómez, Derecho ambiental,México, 2004.

52 Cfr. René Ariel Dotti, A proteçao penal do meio ambiente,Instituto dos Advogados de Paraná, Curitiba, 1978.

53 Por ejemplo, acerca del art. 225 de la Constitución brasileña,Edna Cardozo Dias, Manual de Crimes Ambientais, BeloHorizonte, 1999, pág. 47.

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co, donde campea la idea de que el medio am -biente sano es un derecho del humano.

De toda forma, para algunos penalistasesta referencia a la titularidad humana presentaalgunos problemas, como por ejemplo, que laafectación al humano no es presente, sino res-pecto de personas que aún no existen, como sonlas generaciones futuras, lo que los lleva a pensaren bienes jurídicos diferentes de los conocidoshasta la creación de estos tipos penales, aunquenunca desvinculados de lo humano54.

Reconocer la existencia de sujetos dederecho no humanos en el derecho ambientalno es sencillo, pues con ello se pone en seria cri-sis el concepto tradicional de derecho. La obje-ción de Ferrater Mora no es gratuita: si recono-cemos que tienen derechos los animales, novemos por qué no reconocérselos a las monta-ñas, a los ríos, etc., y de este modo no sabremosmás de qué estamos hablando55.

No obstante, el ecologismo no jurídico, esdecir, el que llevan adelante principalmente loscientíficos, tiende a moverse en otra dirección.

Las administraciones republicanas de losEstados Unidos han provocado una considera-ble lesión al progreso de los Derechos Humanos

54 Cfr. Otto Triffterer, Umweltstrafrecht, Einführung und Stel -lungnahme zum Gesetz zur Bekämpfung der Umweltkri -minalität, Baden-Baden, 1980, pág. 33.

55 Cfr. J. Ferrater Mora-P. Cohn, op.cit.

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en el mundo al negarse a ratificar instrumentosinternacionales importantes, como el Tratadode Roma de la Corte penal internacional o lapropia Convención Americana de DerechosHumanos (Pacto de San José de Costa Rica). Enalgún sentido, sus empresas bélicas se puedenvincular a la cuestión ecológica56, pero lo másnegativo ha sido su lamentable lastre para elderecho ambiental internacional, donde irres-ponsablemente se han negado a vincularse acualquier medida global de control del deterio-ro de la vida planetaria, especialmente en cuan-to a la contaminación atmosférica productorade recalentamiento global.

Una serie de afirmaciones irresponsablesminimizan los riesgos y daños, como racionali-zación de esta actitud. Los países emergentes seamparan en esa negativa y esto causa una difi-cultad insalvable para cualquier acción globalde protección de la vida planetaria, análoga a laque causó la Unión Soviética en su momentorespecto del avance de la legislación internacio-nal de Derechos Humanos. Ante este panoramabastante desolador han arreciado las adverten-cias de los científicos57, con repercusiones en lateoría jurídica norteamericana y europea.

56 Se ha considerado a las guerras modernas como delitos eco-lógicos: Nicolas Skrotzky, Guerres: crimes écologiques, París,1991.

57 Así, por ejemplo, Norman Myers (cooordinador), Gaia. ElAtlas de la gestión del planeta, Madrid, 1994; ElizabethKolbert, La catástrofe que viene, Planeta, 2006; Martin Rees,Il secolo finale, Milano, 2004.

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Dada la gravedad de la situación, quefuera de toda broma y exageración, en su pro-yección futura amenaza la subsistencia de loshumanos en el planeta, poniéndose en dudasólo el tiempo para que esto suceda, la cuestiónecológica no sólo centró la atención de los cien-tíficos, sino también de los teóricos de la ecolo-gía, planteándose una suerte de divisoria deaguas entre:

a) una ecología ambientalista, que sigueconsiderando que el humano es el titularde los derechos y que si bien puede reco-nocer obligaciones de éste respecto de lanaturaleza, no corresponde asignar a éstael carácter de titular de derechos;

b). y una ecología profunda –deep ecology-que le reconoce personería a la naturale-za, como titular de derechos propios, conindependencia del humano.

Esta ecología profunda se distancia delambientalismo y gana adeptos entre los científi-cos y también entre los teóricos que disputan enel campo de la ética. En realidad los científicos ylos filósofos son pensadores provenientes decampos diferentes, pero que confluyen en la éti -ca y, naturalmente, sus posiciones deben tenerconsecuencias jurídicas. No podemos seguirestos debates interesantes, pues tendríamos queescribir varios volúmenes, dada la impresionan-te bibliografía de las últimas décadas.

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De toda forma, dado que de aquí partenlos argumentos que el mundo central nos pro-porciona para sostener la personalidad jurídicade la naturaleza, no podemos dejar de mencio-narlos y sobrevolarlos, incluso a riesgo de incu-rrir en arbitrariedad selectiva.

Comenzaremos por la discusión europeay norteamericana de los teóricos de la deep eco-logy, o sea, de quienes desde el plano de la éticay la filosofía general y jurídica defienden la atri-bución de derechos a la naturaleza. Digamosdesde ahora que tenemos la impresión de queestos pensadores realizan un extraordinario es -fuerzo, pero parecen un poco empantanadospor los condicionamientos de las respuestas ori-ginadas hace más de dos siglos en el estupor ilu-minista ante el exabrupto de Descartes.

En un segundo momento nos ocupare-mos de los aportes que provienen de los autorescon formación científica, entre los que privile-giamos como síntesis a Lovelock. En este senti-do nos parece que la apelación a la deep ecologypor esta vía presenta mejores perspectivas paranuestra experiencia jurídica regional.

6. Los pensadores europeos y norteamericanos

Como uno de los precursores del actualpensamiento ecológico profundo –quizá su pri-mer formulador moderno en el campo ecológi-co–, debe considerarse a Aldo Leopold (1887-

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1948), en particular en el capítulo sobre ética dela tierra de su publicación póstuma58. Afirmaque existe una base ética común a todos los se -res existentes en la tierra y que, si bien el huma-no tiene derecho a valerse y alterar la naturale-za, no puede perder una suerte de instintocomunitario que surge de la convivencia y de lacooperación, de la interdependencia con elsuelo, las plantas y los animales, pero que éstosconservan el derecho a seguir existiendo, enalguna parte incluso en forma inalterada.

Desde el siglo XVIII proviene la línea uti-litarista de la ecología profunda, que obviamen-te se remonta a Bentham, y que reconoce comocontinuador a Henry Salt (1851-1939), quienen 1892 publicó su libro Los derechos de los ani-males reivindicando los presupuestos de estaescuela. El exponente contemporáneo de estacorriente es el australiano Peter Singer.

En su libro Liberación animal (1975)Singer no pretende que los derechos animalessean idénticos a los humanos, pues partiendode la búsqueda general de minimización delsufrimiento propia del utilitarismo, reconocediferencias importantes, pero que no justificanla pretensión de negar todos los derechos.Puede decirse que en alguna medida en unantecedente del llamado ecofeminismo, puesconsidera que hay un notorio paralelismo entre

58 A Sand County Almanac, 1948.

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los argumentos que en su momento negabanlos derechos de la mujer y los que ahora se em -plean para negar los de los animales. Recor -demos que desde el famoso trabajo de Stone acomienzos de los años setenta, la ampliación delos sujetos de derecho se sostiene como unaconstante en el progreso jurídico.

Afirma que la negación de los derechosdel animal configura un especismo paralelo alracismo, pues la negación de derechos por elmero hecho de pertenecer a otra especie o portener alas no es muy diferente de hacerlo por elcolor de la piel. Si bien el animal tiene menorinteligencia que el humano, no puede negarseque hay humanos sin inteligencia o con inteli-gencia menor que la del animal y nada autorizaa tratarlos con crueldad o a experimentar sobreellos, lo que es verdad, sin duda, y sólo puedelegitimarse mediante el especismo.

Como adelantamos, en la actualidad eldebate sigue en buena medida los cauces abier-tos por el Iluminismo en el siglo XVIII y, portanto y en forma paralela al utilitarismo, nopodía dejar de recorrerse el sendero idealista dela otra vertiente iluminista, o sea el de Kant, conlas debidas correcciones. Esa es la tarea quellevó a cabo Tom Regan, entre otros libros enThe Case for Animal Rights de 1983.

La corrección de Regan a Kant pega en elcorazón mismo de la tesis de éste: afirma quetodo viviente debe ser considerado o tratado

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como un fin en sí mismo, y no sólo los dotadosde conciencia moral, como pretendía Kant. Sebasa para eso en que hay muchos humanos queno gozan de conciencia moral –como los niñosmuy pequeños y los discapacitados mentalesmuy graves–, con lo cual es especismo de Kantdebía más bien radicar en los genes y no en laconciencia moral, o bien caer en la detestabletesis de las vidas sin valor vital.

Conforme a su tesis, cada viviente es suje-to-de-su-vida y le interesa conservarla de lamejor manera posible, sin que tenga relevancialo que le interese a otros vivientes, salvo en quetienen también vida y el mismo interés. Esta esla base desde la cual construye el principio deque ningún viviente debe ser tratado como unmedio al servicio de fines ajenos. Dicho en otraspalabras, ningún viviente debe ser tratado comouna cosa.

Como puede verse, adopta de Kant suprincipio constructivo de la razón práctica –oregla de oro–, pero extendiéndolo a todos losvivientes.

Otro filósofo de gran importancia y cuyaética se halla en el centro de la discusión ecoló-gica profunda fue Hans Jonas (1903-1993)59.Judío alemán casi toda su vida exiliado, lo cierto

59 Hans Jonas, El principio de responsabilidad: Ensayo de unaé-tica para la civilización tecnológica, Barcelona, 1975.

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es que comenzó sus estudios filosóficos conHeidegger y su influencia se puede rastrear ensu obra.

Jonas parte de que el humano es el únicoser vivo que tiene responsabilidad, porque pue-den elegir alternativas de acción, lo que por cier-to no es ninguna novedad filosófica, pero lo es lamarcada urgencia en asumir la responsabilidadfrente al poder de que actualmente dispone. Laresponsabilidad moral arranca de la verificaciónde la vulnerabilidad de la naturaleza, que puedehacer desaparecer la especie. De allí parte elimperativo humano de proteger a la naturaleza,que aumenta en la medida en que somos cons-cientes de la facilidad con que la podemos des-truir, o sea, de la experiencia de vulnerabilidad.Su imperativo podría sintetizarse en obra de talmanera que los efectos de tu acción no destruyanla posibilidad futura de la vida.

Es muy importante su observación deque el ser humano no domina su propio domi-nio, lo que le impone un deber de prudencia, deabstenerse de todo lo que le suscite dudas encuanto a sus consecuencias para la naturaleza,en el sentido de cuidar, algo así como la Sorgeheideggariana.

Otro aspecto sumamente significativo yen el que Jonas parece cada día más un visiona-rio, es que funda su ética en el temor, el miedo,die Furcht, en este caso el miedo a la desapari-ción de la especie.

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Vivimos un momento en que se planeta-riza una governance a través del miedo, pero deun miedo que es creación de realidad mediáticay que recae sobre grupos humanos señalizadoscomo chivos expiatorios, tal como lo explica elcriminólogo norteamericano Jonathan Si -mon60. Es la manipulación del miedo a la cri-minalidad común, callejera, luego al terrorismo,como otrora lo fue a los judíos, a los armenios,a los burgueses, a los marxistas, etc., pero encualquier caso tiene la función de alejar el mie -do del verdadero ente temible de nuestro tiem-po y, en consecuencia, es neutralizante de la ver-dadera función filogenética del miedo, que es lade preservar la vida y la de la especie.

En verdad, el siglo XX ha sido llamado elsiglo de los genocidios61, pero cabe pensar si lainvención de chivos expiatorios no ha sido todauna fabricación de miedos que si bien no res-pondió a una intencionalidad conspirativa, sinduda fue funcional al ocultamiento del peligroreal de extinción de la especie, que se hizomanifiesto a partir de Hiroshima y Nagasaki.Todo el siglo XX ha sido un constante procesode desviación del miedo a objetos no temiblespara masacrarlos, impidiendo el reconocimien-to cierto del mayor objeto temible, que es ladestrucción planetaria.

60 Jonathan Simon, Governing through Crime, How the War onCrime Transformed American Democracy, 2007.

61 Bernard Bruneteau, Il secolo dei genocidi, Il Mulino, 2005.

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Jonas no llega a estas consecuencias, peroson reflexiones que no puede eludir quien tomeseriamente en consideración su propuesta deuna ética fundada en die Furcht, el miedo.

Michel Serres62 es un filósofo francés deenorme producción, que ensaya la tesis del lla-mado contrato natural, en base a que desdeHiroshima y Nagasaki el humano ha descubier-to una nueva muerte: la muerte de la especie.Afirma que su tesis es una construcción de filo-sofía del derecho, profundiza la idea del contra-to, de la creación de los sujetos y concluye en lanecesidad de un contrato con la naturaleza.

Podríamos seguir con la mención de lospensadores que desde el mundo central refle-xionan acerca de la necesidad de ampliar la ideade sujeto de derechos a los no humanos, pro-pugnando en este sentido una deep ecology,aunque no todos acepten la expresión.

En general, como lo adelantamos, elrepaso de estos pensamientos, generosos sinduda y sumamente llamativos y significativoscomo grito de alerta, dejan un cierto sabor adesconcierto que nos parece un arrastre delIluminismo, que es menester superar pero queno se sabe muy bien cómo, precisamente por-que de allí mismo parten las líneas constructi-vas sobre las que se apoyan.

62 Michel Serres, Atlas, París, 1994.

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Esto obedece a que desde los mismospuntos de partida –es decir, recurriendo a lasfuentes originarias– se pueden neutralizar susargumentos o reabrir debates pasados63, per-diendo de vista la nueva situación creada por laamenaza a la totalidad de la vida humana, quees de la que parten más claramente los que pro-vienen del campo científico.

7. Desde los científicos: la hipótesis Gaia

Contando con que la perspectiva del si -glo XXI no permite despreciar ninguna contri-bución al esclarecimiento de los derechos de lanaturaleza, estimamos de altísimo valor todoslos pensamientos a que nos hemos referido, loque no empalidece con la circunstancia de queconsideremos que es más contundente el análi-sis por parte de los científicos y desde el quedesprenden consecuencias éticas y jurídicas.

En esta vertiente creemos que una inme-jorable síntesis la ofrece la hipótesis Gaia deJames Lovelock, pese a que otros científicos laconsideran en el nivel de una obra de divulga-ción. La valoración técnica en cuanto a la origi-nalidad del aporte es una cuestión que deberánseguir discutiendo los científicos pero, por

63 Asi, por ejemplo, Peter Carruthers, La cuestión de los anima-les, Teoría de la moral aplicada, Cambridge University Press,1995.

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nuestra parte y a nuestros efectos, nos pareceuna exposición clara y contundente.

El inglés James Lovelock dedicó muchosaños de su vida64 a la elaboración y perfeccio-namiento de la llamada hipótesis Gaia, nombrede la diosa griega de la Tierra. Según esta hipó-tesis el planeta es un ente viviente, no en el sen-tido de un organismo o un animal, sino en el deun sistema que se autorregula, tesis vinculada ala teoría de los sistemas65, a la cibernética y a lasteorías de los biólogos Maturana y Varela.

Se trata en principio de una revoluciónen el concepto de evolución. A doscientos añosdel nacimiento de Darwin, se sostiene hoy quesu teoría no fue bien comprendida, sino másbien deformada por Spencer, con su particularconcepto de la supervivencia del más apto. ParaDarwin –sostienen los biólogos contemporá -neos– el más apto habría sido el más fecundo yno el más fuerte en el sentido físico.

En este sentido no cabe en la evoluciónprivilegiar la competencia, sino la cooperación.La vida no aparece sobre el planeta sino enforma microscópica, como resultado tambiénde síntesis y complejizaciones moleculares.Microorganismos que agraden a otros en cierto

64 Su autobiografía: James Lovelock, Homenaje a Gaia. La vidade un científico independiente, Pamplona, 2006.

65 Ludwig von Bertalanffy, Teoría de los sistemas. Funda mentos,desarrollo, aplicaciones, México, 1993.

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momento se instalan en su interior, se simbioti-zan, cooperan para sobrevivir y derivan en otromás complejo. Seríamos el producto de millo-nes de años de complejización simbiótica, deenormes procesos de microcooperación, demillones y millones de pequeñísimas quimeras,lo que poco o nada tiene que ver con la brutallucha sangrienta en la que sobrevive el máscruel y despiadado, de lo que Spencer deducíaque no había que practicar ni siquiera la piedadhacia los semejantes66.

Se observa que, por el contrario, los de -predadores más crueles terminan matando a lascélulas mayores en que se alojan y causan supropia muerte. Los más moderados obtienen losnutrientes de éstas, pero no causan su muerte yde esta manera sobreviven hasta que se produ-cen cambios recíprocos y adaptaciones entreambos67. Los biólogos explican las células connúcleos –que nos forman a todos los habitantesmayores de la tierra– como resultado de fusio-nes de invasores con bacterias primitivas.Llevando el planteamiento hasta sus últimasconsecuencias, cabe pensar que si nuestro cere-bro está formado por bacterias simbiotizadas alo largo de millones de años, somos superiores alas bacterias, pero también somos una pequeña

66 Cfr. Lynn Margulis y Dorion Sagan, Microcosmos, Cuatromil millones de años de evolución desde nuestros ancestrosmicrobianos, Barcelona, 2008, pag.140.

67 Idem, pág. 147.

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parte de una biosfera bacteriana que bien puedemarchar hacia un cerebro también simbiótico68.

El reconocimiento de la simbiosis comofuerza evolutiva importante –se ha escrito– tieneimplicancias filosóficas profundas. Todos los orga-nismos macroscópicos, incluidos nosotros mismos,son prueba viviente de que las prácticas destructi-vas a la larga fallan. Al final, los agresores se des-truyen a sí mismos, dejando el puesto a otrosindividuos que saben como cooperar y progresar.Por ende, la vida no es sólo una lucha competiti-va, sino también un triunfo de la cooperación yde la creatividad. De hecho, desde la creación delas primeras células nucleares, la evolución proce-dió mediante acuerdos de cooperación y de coevo-lución siempre más intrincados69.

Las observaciones de Lovelock se basanen las constantes regulaciones que impiden elmenor desequilibrio que causaría la destrucciónde la biosfera, pero al que la propia biosferacontribuye de manera imprescindible. No setrata de una regulación física o química a la quees ajena la vida, sino que ésta forma parte de lapropia regulación del planeta. La tierra regula,mantiene y recrea las condiciones de la vidavaliéndose también de los entes vivientes: esobvio que no podríamos sobrevivir sin entesvivientes que producen oxígeno y ellos tampoco

68 Idem, pág. 170.69 Fritjof Capra, La rete della vita, Milano, 1997, pág. 269.

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sin nosotros que producimos sus nutrientes. Entérminos de Varela y Maturana, se trata de unsistema autopoiético70.

Más recientemente Lovelock se encarga dedivulgar su teoría y en un libro breve71 expone lasituación actual del planeta, señalando que nues-tra intervención depredadora, especialmente enla atmósfera, altera los equilibrios au torre -guladores de Gaia, molestándola seriamente.

Desde esta perspectiva no somos algo ex -terno ni huéspedes de Gaia, sino parte de ella.Lovelock rechaza airadamente la metáfora de lanave espacial tierra, según la cual ésta sería algomuerto, una máquina, que tampoco es verdade-ra en el sentido de que no seríamos los tripu-lantes, sino como máximo unos pasajeros opolizontes desconcertados. Somos parte de esavida planetaria, parte del planeta y, como todaslas otras partes, nos incumbe contribuir a laautorregulación y no perturbar sus finos equili-brios y reequilibrios.

Teniendo en cuenta que aparecimos co -mo parte de este planeta en tiempos muy re -

70 Francisco Varela – Humberto Maturana, De máquinas yseres vivos. Autopoiesis: la organización de lo vivo, Sgo. deChile, 1997.

71 James Lovelock, The Revenge of Gaia. Why the Earth isFighting Back – and How We Can Still Save Humanity,Penguin Books, London, 2006 (trad. La venganza de laTierra. Por qué la Tierra está rebelándose y cómo podemostodavía salvar a la humanidad, Planeta, Barcelona, 2007).

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cientes, las consecuencias que de eso extrae Lo -velock son bastante estremecedoras. Para grafi-car nuestra presencia en el tiempo se ha simula-do la vida de la tierra, desde la formación delplaneta en una semana, como en la Biblia, peronosotros aparecemos apenas once segundosantes de la medianoche del domingo y la histo-ria escrita menos de un segundo antes de lamedianoche72.

La tesis de Lovelock es que si perturba-mos demasiado el equilibrio planetario, Gaiadecidirá toser o estornudar y prescindir denosotros rápidamente, para permitir a la vidarecomponerse en otros seres complejos menosincómodos o más cooperadores, lo que no dejade tener lógica si percibimos el fenómeno endimensión temporal geológica.

8. La ética derivada de Gaia

De la hipótesis Gaia se deriva una éticahacia Gaia, ensayada en alguna medida portodos los autores que se ocupan del tema, comocorolario final de sus obras específicas. La pers-pectiva de una ética desde dentro de Gaia ycomo parte de ella configura un nuevo paradig-ma –sin ánimo de abusar de la palabra–, puesimporta reconocer los derechos de todos losotros entes que comparten con nosotros la tie-

72 Cfr. David Brower, Let the Mountains Talk, Let the RiversRun, New York, 1995.

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rra y reconocerles –al menos– su derecho a laexistencia y al pacífico desarrollo de sus vidas.

No se trata de un ambientalismo dirigidoa proteger cotos de caza ni recursos alimenta-rios escasos para el ser humano, ni tampoco deproteger especies por mero sentimiento de pie-dad hacia seres menos desarrollados, sino dereconocer obligaciones éticas respecto de ellos,que se derivan de la circunstancia de participarconjuntamente en un todo vivo, de cuya saluddependemos todos, humanos y no humanos.No se trata tampoco de limitar esos derechos alos animales, sino de reconocerlos a las plantasy a los seres microscópicos en tanto formamosparte de un continuo de vida, e incluso a lamateria aparentemente inerte, que no es taninerte como parece.

La ética derivada de la hipótesis Gaia co -mo culminación del reconocimiento de obliga-ciones desde el ecologismo profundo incluye ladel animalismo y la redondea, pues le impidecaer en contradicciones acerca de las que algu-nos animalistas se ven en figurillas: ¿Por qué noconsiderar que es contrario a la ética animalistaque un pescador ponga un gusano vivo comocarnada o permita que el pez la engulla y suframuriendo con el anzuelo clavado? ¿Por qué noextremar las cosas y caminar desnudos cuidan-do el paso para no pisar hormigas y con tules enla boca para no engullir pequeñas vidas, al esti-lo jainista radical?

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La ética derivada de Gaia no excluye lasa tisfacción de necesidades vitales, pues la vidaes un continuo en que todos sobrevivimos, peroexcluye la crueldad por simple comodidad y elabuso superfluo e innecesario. Explica que no eslo mismo sacrificar animales para lucir costososabrigos que pescar con carnada, y que es prefe-rible hacerlo con carnada que hacerlo con redesy desperdiciar la mitad de los ejemplares recogi-dos para quedarse con los más valiosos en elmercado.

No puede llamar la atención que la hipó-tesis Gaia, tributaria de un evolucionismo queretorna y reinterpreta a Darwin –y descarta aSpencer– y que se rige por la regla de constantey mayor complejidad creciente en base a coope-ración y simbiosis, haya llamado la atención deautores teístas, precedidos por una fuerte co -rriente evolucionista, en la que se destacan des -de la primera mitad del siglo pasado Bergson yTeilhard de Chardin73. Sin duda que esta recep-ción teológica de la ética de Gaia reavivará vie-jas polémicas, como la de Jacques Monod yTeilhard, que no hicieron más que reproduciren campo científico la disputa interna del exis-tencialismo (Sartre y Marcel, por ejemplo74).

73 Henri Bergson, La evolución creadora, Planeta, 1985; PierreTeilhard de Chardin, La aparición del hombre, Madrid, 1963;en una línea semejante, Bernard Delgaauw, La historia comoprogreso, Buenos Aires, 1968.

74 Al respecto, Fritz Heinemann, Existenzphilosophie lebendigoder Tot?, Stuttgart, 1963, págs. 112 y 146.

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En definitiva esta disputa –¿programa oazar?– nos lleva a un terreno filosófico y ontoló-gico muy lejano en el pensamiento occidental yque hunde sus raíces en el pensamiento de laIndia y en su discutida influencia sobre la filoso-fía griega. Es obvio que el debate queda abiertoy reconocemos nuestra incapacidad para abrircualquier juicio que no sea una mera opinión.

Lo cierto es que este paso se produce conun pensador de nuestra región –por añadiduraun teólogo–, que adopta la hipótesis Gaia conparticular profundidad en sus obras más re -cientes: Leonardo Boff75. Boff asume la posibili-dad –señalada por Lovelock– de que la tierra sesacuda este producto molesto que somos loshumanos y que siga su proceso de complejiza-ción dando lugar en unos millones de años(que son pocos en su vida) a otro ser inteligen-te. Hasta recuerda que Theodor Monod –el na -turalista francés del Sahara– candidateaba parasemejante desarrollo a los cefalópodos delfondo de los mares76.

Ante esta perspectiva y la necesidad decooperación como regla de la supervivencia,considera que es el capitalismo –esencialmente

75 Cfr. Leonardo Boff, Do iceberg ao Arca de Noé, O nascimentode uma ética planetária , Petrópolis, 2002; tambiénCivilizaçao planetária, Desafios à sociedade e ao Cristia nismo,Rio de Janeiro, 2003; y Homem: Sata ou anjo bom?, Rio deJaneiro, 2008.

76 Do iceberg, cit, págs. 79, 80.

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competitivo– el principal obstáculo para la sal-vación de la humanidad en la tierra y concluyeque se impone un nuevo socialismo cooperador.

La misma lógica –escribe– que explotaclases y somete naciones es la que depreda los eco-sistemas y extenúa el planeta Tierra. La Tierra –como sus hijos e hijas empobrecidos– precisa libe-ración. Todos vivimos oprimidos bajo un paradig-ma de civilización que nos exiló de la comunidadde vida, que se relaciona con violencia sobre lanaturaleza y que nos hace perder la reverenciaante la sacralidad y la majestad del universo77.Más adelante, expresamente asume Gaia y pre-cisa su concepto: La Tierra es un organismo vivo,es la Pachamama de nuestros indígenas, la Gaiade los cosmólogos contemporáneos. En una pers-pectiva evolucionaria, nosotros, seres humanos,nacidos del humus, somos la propia Tierra quellegó a sentir, a pensar, a amar, a venerar y hoy aalarmarse. Tierra y ser humano, somos una únicarealidad compleja, como bien lo vieron los astro-nautas desde la Luna o desde sus naves espacia-les78. También lo hace en otra parte: Nosotros novivimos sobre la Tierra. Nosotros somos Tierra(“adamah-adam, humus-homo-homem”), partede la Tierra. Entre los seres vivos e inertes, entre laatmósfera, los océanos, las montañas, la superficieterrestre, la biósfera y la antropósfera, rigen inte-

77 Idem, pág. 91. 78 Idem, pág. 100.

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rrelaciones. No hay adición de todas estas partes,sino organicidad entre ellas79.

Dejando entre paréntesis la interpreta-ción teológica, creemos que en el futuro seráindispensable la cita de Boff por la precisióncon que sintetiza Gaia y la situación de lahumanidad en el momento actual y en la pers-pectiva del tiempo geológico. También porqueen dos palabras –y al pasar– resalta lo que demodo muy particular y desde nuestra regiónabre el salto de Gaia al derecho, y nada menosque al derecho constitucional: Gaia es laPachamama.

9. La desconfianza política hacia la ecologíaprofunda

La ecología profunda, basada en el reco-nocimiento de la personería jurídica de la natu-raleza, no deja de producir cierta molestia yabierta desconfianza en el campo de la teoríapolítica. No nos referimos a las objeciones arti-culadas por los intereses bastardos que en suafán de renta inmediata pretenden llevar ade-lante hasta la catástrofe total la depredaciónplanetaria, sino a quienes con sinceridad –y aveces también con razón frente a algunas mani-pulaciones–, creen ver en ella un serio peligropara la democracia y la libertad.

79 Civilizaçao planetária, cit, pág. 51; análogamente en Ho mem,cit, págs. 169 y 188.

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Dado que la ecología profunda necesaria-mente debe criticar el sistema productivoactual, no faltan quienes la creen una tentativade legitimar un nuevo stalinismo con diferentediscurso legitimante. Por otro lado, como mu -chas veces reivindica un localismo que revalori-za la vida austera, otros sospechan que ocultauna nostalgia fascista (o petainista en Francia).

Más allá de estas sospechas también esverdad que con pretexto ecológico aparecencuriosos personajes que pretenden reducir lapoblación planetaria sin explicar cómo u otrasatrocidades semejantes.

Dejando de lado a los últimos, que nuncafaltan, lo cierto es que toda la ecología –inclusosin llegar a ser tan profunda– no puede dejar deobjetar el actual desarrollo del capitalismo encuanto a sus efectos de depredación planetaria.Nadie puede ignorar que en el siglo XX se dete-rioró más el planeta que en todos los mileniosanteriores y que el ritmo de degradación de lascondiciones de habitabilidad humana, si se pro-yecta sin interrupción, lleva a la catástrofe y a laextinción de la vida humana en la tierra que,por el momento –y parece que por muchotiempo aún– es el único hogar de la especie.

Cuando esto se traduce en términos polí-ticos, no puede menos que ser un argumentotentador para cualquier radicalización crítica dederecha y de izquierda y, con suma facilidad,convertirse en un argumento no sólo contra un

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capitalismo desmesurado y depredador, sinoincluso contra la propia modernidad y, final-mente, contra los derechos humanos.

Es muy fácil pervertir el discurso ecológi-co, en particular profundo, hasta caricaturizarloconvirtiéndolo en un discurso contrario de lasdeclaraciones de derechos y oponer el geocen-trismo o cualquier otra tentativa de reconocer elcarácter de sujeto de derechos a la naturaleza enun discurso antihumanista que, por quitar alhumano del lugar del titular del dominio abso-luto de la naturaleza lo degrade a un microbioeliminable si se opone a su conservación.

En lugar de reconocer que se trata de unaampliación del reconocimiento de los sujetos dederechos, la ruptura con el especismo y el reco-nocimiento de nuevos sujetos de derechos,mediante esta perversión se convertiría en unargumento contra los derechos aprovechado porquienes combaten las ideas democráticas comoteratológicas y desviadas de los cauces naturalesen sentido regresivo o como ultrapasadas ensentido progresivo.

En definitiva, la objeción contra el reco-nocimiento de la titularidad de derechos de lanaturaleza en base a estas posibles perversionesdiscursivas no es más que la reiteración de laprimaria reacción que a lo largo de la historia seha registrado ante cualquier noticia que le ad -vierte al humano que no es tan centro ni tanprivilegiado como se ha creído: desde Copér -

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nico hasta Darwin o Freud viene pasando lomismo. El narcisismo humano tiende a radicali-zar las posiciones supuestamente defensoras delhumanismo hacia un antropocentrismo que rayaen los límites del exabrupto cartesiano.

Ese antropocentrismo radical no sólo esimpulsado por quienes temen por los derechoshumanos sino también por quienes ven a laecología –incluso superficial– como una ame-naza al derecho de propiedad desde un funda-mentalismo del mercado radicalizado80. Paramayor confusión, estas posiciones que benefi-cian a las grandes corporaciones en busca derédito inmediato, con frecuencia se revisten deun teocentrismo sectario fundado en una lecturatextual e ingenua de la Biblia.

En definitiva, daría la impresión de que elpensamiento en los países centrales no atina aencontrar un camino compatible con la propiacivilización expandida por el planeta a partirdel neocolonialismo, por lo cual no es raro quelos propios pioneros de la deep ecology propug-nen la búsqueda de valores en culturas lejanas,como la oriental81.

80 Así, por ejemplo, Murray Rothbard, Law, Property Rightsand Air Pollution, 1981.

81 Arne Næss (1912-2009), el filósofo noruego considerado elfundador de la deep ecology se remontaba a la no violenciade Gandhi.

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A todo esto se suma que la ecología en símisma no ofrece una partida de nacimientomoderna muy prestigiosa desde el punto de vistapolítico. Se reivindica hoy a Henry David Tho -reau (1817-1862) como el fundador de la mo -derna ecología, lo que vincularía su partida denacimiento al pensamiento y a la acción liberta-ria del autor de La desobediencia civil, quienhabría propuesto su denominación hacia 1852.

Esta es una buena partida de nacimiento,pero lo cierto es que en Europa se asocia su ori-gen a la figura de Ernst Haeckel82 y a su visiónpanteísta, desde que propusiera su nombre en1866. Si bien no se trata más que de una discu-sión de privilegios en la prioridad de la idea,que suele repetirse en casi todos los campos, noes menos cierto que el spencerianismo deHaeckel no es un buen antecedente. No obstan-te, tampoco es menester exagerarlo, pues la tra-dición alemana –como vimos– también seremonta al romanticismo.

Para colmo de males, no puede ignorarseque la primera legislación realmente ecológica y

82 V. Ernst Haeckel, Die Welträtzel, Gemeinverständliche Stu -dien über monistische Philosophie, Leipzig, 1909; del mismo,El origen de la vida, Barcelona, 1908; también Storia dellaCreazione Naturale, Conferenze scientifico-popolari sulla teo-ria della evoluzione in generale e specialmente su quella diDarwin, Goethe e Lamarck, trad. de Daniele Rosa, Torino,1892; Wilhelm Bölsche, Ernst Haeckel, Ein Le bensbild, Berlinu. Leipzig, Verlag von Hermann Seemann Nachfolger, s.d.

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completa en el sentido moderno fue sancionadapor el régimen nazista en los años treinta delsiglo pasado: la Tierschutzgesetz (ley de protec-ción de animales) del 24 de noviembre de 1933,la Reichsjagdgesetz (ley de caza del Reich) del 1ºde julio de 1934 y la Reichnaturschutzgesetz (leyde protección de la naturaleza del Reich) del 26de junio de 1935.

Esto suele destacarse como un grito dealerta que sería indicador de un grave peligropara todos los que defienden el liberalismopolítico, los principios democráticos y los dere-chos humanos83, y aparentemente sería unaprueba contundente de algo así como que elamor a los animales lleva al odio a los humanos,o por lo menos, que el amor a la naturalezadebilita el amor a los humanos.

En el fondo de toda esta argumentaciónhay una terrible falacia. En primer lugar, Hitlerno fue el mal absoluto –aunque haya estadocerca de serlo–, porque si lo hubiese sido seríaun dios malo dentro de un esquema maniqueís-ta. Como su mal no era absoluto, algunas cosaslas pudo hacer bien, y no por eso son condena-bles. Que al mismo tiempo que era vegetarianofuese un terrible genocida, es obvio que noprueba que todos los vegetarianos sean genoci-das en potencia. Que su amor a los animales no

83 Así parece mostrarlo Luc Ferry, op. cit., pag.s 167 y siguien-tes.

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le haya impedido el odio a los humanos, noprueba que todos los que aman a los animalesodien a los humanos. Que el reduccionismobiologicista lleva al racismo no permite afirmarque todos los ecologistas sean reduccionistasbiologicistas ni menos racistas. Podríamos se -guir con otras banalidades similares, que pare-cen pasar por alto quienes pretenden condenara los defensores de los derechos de la naturalezacomo potenciales genocidas o nostálgicos delnazismo, del racismo, del régimen de Vichy ydel biologicismo.

Pero en segundo lugar, tampoco es ciertoque esa legislación haya sido una pura creaciónhitleriana, más que en algunos ribetes un tantoabsurdos y en cuanto a manipulación política.El nazismo, en éste como en otros muchos as -pectos, lo único que aportó fue su horripilantebrutalidad, pero fuera de eso fue muy pococrea tivo.

Aparte de la larga tradición alemana,puesta de manifiesto en las leyes de protecciónanimal desde tiempos preunitarios –como loprueba la ya citada investigación de Robert vonHippel de 1891–, la protección a la naturalezapropiamente dicha era un mandato del artículo150 de la Constitución de la República deWeimar.

En tiempos de Weimar se creó una ofici-na especializada (Staatliche Stelle für Natur -denkmalpflege) y se elaboró el primer proyecto

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de Naturschutzgesetz por Bruno Wolf, quien porser judío fue deportado por Hitler y murió enun campo de concentración en 1943. Los escri-bas nazis, si bien impulsados por los discursosde Hitler, no hicieron más que seguir los traba-jos que provenían de Weimar y aún de antes.Prueba de ello es que las potencias de ocupaciónaliada y el posterior gobierno de la Repú blicaFederal, si bien dejaron preferentemente enmanos de los Länder la cuestión ecológica, for-malmente mantuvieron vigente la ley de 1935hasta su reemplazo en 1976 por la actual Bun -desnaturschutzgesetz (ley federal de protección ala naturaleza). Por consiguiente, el am plio desa-rrollo de la legislación ecológica no es un méritonazista, sino alemán, en una línea continua muyanterior al nazismo y que fue rectificada peroseguida con posterioridad a éste.

El desconcierto en el plano del pensa-miento central, reflejado en el debate político,en las radicalizaciones de algunos teóricos de laecología y en las maniobras de algunos políticosextremistas, provoca un cierto caos ideológicobastante difícil de desenmarañar.

10. El gran caos ideológico central

Creemos que acabamos de proporcionaruna visión rápida de un riquísimo debate, delque se pueden extraer ideas muy importantespara el futuro, pero que en definitiva se presen-tan en forma bastante caótica y confusa.

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Como vimos provienen del mundo cen-tral, o sea, de los países poderosos del planeta,cuyos gobiernos en general son los que impul-san la depredación ecológica o, al menos, nohacen mucho por contenerla, y donde radican ovuelven los réditos de las grandes corporacioneseconómicas. En gran medida esto hasta hacepoco contrastaba con la escasez de discursosecológicos originados en la periferia del podermundial, que es la que se halla más amenazada.

Creemos firmemente que la cuestión eco-lógica, con su urgencia actual, plantea al pensa-miento central un dilema que no logra resolver,aunque proporcione pensamientos que lo vis-lumbran. La identificación de humanismo conantropocentrismo y la confrontación de éste conla naturaleza tiene su origen moderno en el exa-brupto de Descartes, que en definitiva se acerca-ba a un romanticismo –más que a un racionalis-mo, por paradojal que parezca–, pues si el hu -mano era el único racional y por ende destinadoa dominar a la naturaleza, ésta era irracional yopuesta al humanismo. De este modo, el huma-no era un ente ilimitado en sus posibilidades dedominación de la naturaleza y su avance en esteproceso de dominación era parte del progreso dela razón contra lo irracional.

Poco importa si Descartes extraía o noestas conclusiones; lo importante es que son lasque se derivan de su exabrupto de considerar alos animales como máquinas, o sea, de conside-rar todo lo no humano como materia a ser

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dominada por la razón, por el humano comoúnico poseedor de ésta. A esta lógica no escapótampoco Kant al limitar la ética a los humanos,ni tampoco en el siglo XX Heidegger, al asignara todo lo no humano un wofür, un para quéque, en definitiva acababa en un para el huma-no. ¿Quién le dijo a Heidegger que todo lo nohumano es para el humano? Lo deduce de queel humano es el único que puede asignar elwofür a los otros entes. Por ende, como es elúnico que puede decidir los para qué de todo lono humano, se los asigna todos para sí. Estaconclusión podría graficarse con la humanidadrepresentada por Chaplin jugando con el globoterráqueo en El Gran Dictador.

Reiteraremos aquí algo que pensamoshace algunos años84, pero que estimamos queconserva vigencia. Creemos que el origen de latremenda confusión obedece a la continuidadentre humanismo-razón-exclusividad-domina -ción y al modo de acumular conocimiento queproviene de la edad media y se acrecienta a par-tir del siglo XVIII. Es la propia idea del conoci-miento –que proviene del método inquisitivosegún Foucault– la que perturba.

Si todo conocimiento es para dominarsegún parece desprenderse desde Bacon de la

84 ¡Qué pena! en “El sistema penitenciario entre el temor y laesperanza”, en homenaje a la memoria de MónicaGrandados, México, 1991.

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fórmula de que saber es poder, la razón queimpulsa al conocimiento no es más que un ins-trumento al servicio de la dominación. Todosaber así concebido busca la dominación, o sea,es un saber propio de señores, señorial, dedominus.

En este entendimiento, la relación delsujeto del conocimiento con el objeto de eseconocimiento es siempre de dominación, el pri-mero se sitúa en un plano superior al segundopara interrogarlo –incluso por la violencia–para obtener la respuesta que permita dominar-lo. Es una suerte de dominus torturador.

En el primer tomo de sus Auftrage undAufsätze Heidegger dice que la palabra objectumse tradujo al alemán como Gegenstand y fueprecisamente en el siglo XVIII, curiosa coinci-dencia. Pero nos parece que hay algo que se leescapa al gran filósofo del siglo pasado: no hayequivalencia etimológica entre objectum yGegenstand. Este último vocablo indica algo asícomo lo que permanece en frente, en tanto queobjectum es algo que no permanece sino que seyecta, se lanza. Lo de yecto es muy importantepara Heidegger en Sein und Zeit, el pro-yecto(Entwurf), el lanzamiento, werfen. Sin embargose le escapa el jectum del objectum, se le escapaque en la etimología latina significa algo que selanza y se lanza en contra (ob).

Cuando el humano en nuestra civiliza-ción formula su pregunta al ente interrogado en

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forma guerrera, señorial, recorta su interroga-ción a la medida de su voluntad de dominio y,en consecuencia, espera una respuesta limitadaa lo que busca con su voluntad de dominar.Pero el ente interrogado no conoce esa limita-ción y sólo puede responder con toda su enti-dad, porque no sabe ni puede hacerlo de otramanera. En esa respuesta, el ente interrogado seyecta, se lanza en contra del interrogador, seerige en objectum porque no puede hacer otracosa, responde con lo que al interrogador leinteresa –a veces– pero también con todo lo queno le interesa y que es de su esencia, de su enti-dad. Cuando metemos los dedos en un enchuferecibimos una descarga eléctrica porque la elec-tricidad se comporta de ese modo, eléctrica-mente, que es su esencia.

Pero el interrogador que recortó su pre-gunta a la medida de su voluntad de dominio noestá preparado para recibir la respuesta entitati-va del objectum. La piedra responde como pie-dra y lo aplasta, la electricidad como electrici-dad y lo fulmina. Las respuestas entitativas sevan acumulando sobre el interrogador, sobre elsubjectum, y los hacen más subjectum, lo empu-jan o lanzan (yectan) hacia abajo (sub), lo su-jetan. El subjectum no es lo que está en la base,no es un Zugrundeliegen, sino lo que es empuja-do hacia abajo, no se trata de ningún yacer oestar (liegen), sino que yace abajo porque fuevolteado, aplastado, empujado, lanzado haciaabajo.

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El humano que interroga como aspirantea dominus fracciona la realidad, se quiere situarfuera de ella y por eso se cree que está en la base(Zugrundeliegen), pero en realidad no puede oír(hören), porque para oír es necesario pertenecery el cree que no pertenece (gehört) al mismoplano de la realidad del ente interrogado, secoloca en un plano superior.

Cada pregunta señorial es un ataque alotro ente y cada respuesta entitativa se vivenciacomo una agresión o una resistencia del ente.Su reacción es tan absurda como la de quien dapuñetazos en el enchufe después de recibir ladescarga. El proceso es circular y es geométrica-mente creciente la desesperación del aprendizde dominus, progresivamente sujeto por losobjetos. El dominus se hunde en una ciénaga, losujetan cada vez más las respuestas de los entesdevenidos objetos.

A medida que el recorte de la realidad esmás arbitrario, su sordera aumenta. La arbitra-riedad del recorte reduce su capacidad de viven-ciar (erleben) su pertenencia a la misma reali-dad del ente interrogado. No pertenece (gehört)porque no puede oír (hören) y no puede oírporque no pertenece; en ese círculo devieneautista. El dominus está sujeto a un proceso deextrañamiento progresivo, que llega a su máxi-ma expresión cuando el ente es otro humano,allí el objectum se le lanza con toda su humani-dad, pero ya no puede oír ni siquiera la respues-

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ta humana, no oye nada, no resiste la entidadhumana, allí cae en la deshumanización delente que se le convierte en objectum. Su aisla-miento es absoluto y su peligrosidad se aproxi-ma a lo absoluto. Allí queda totalmente aplasta-do y aparece el crimen masivo.

No es fácil para el humano escapar alnarcisismo que lo conduce a la sujeción deldominus. La reconstrucción de la realidad sobrela base del mismo plano ni siquiera la ha logra-do del todo en el reconocimiento entre huma-nos mismos. Se dio cuenta de que el objectumera muy parecido a él y declaró los derechos delhombre, pero no de todos los humanos, sinoprimero sólo de los hombres que tenía más cercay que tenían su mismo color de piel, a regaña-dientes reconoció que eran humanos los quetenían otro color de piel y estaban más lejos(aunque en voz baja muchos todavía lo niegan),más tardíamente reconoció el de las mujeres,que eran tan próximas a él que mantenía con-tacto epidérmico (aunque en buena parte delplaneta sigan sometidas, lapidadas o mutila-das). Está muy lejos de reconocer pacíficamenteque la Gaia de Lovelock es otro ente en paridadde plano, si aún no ha terminado de reconocerque lo son quienes comparten su especie –y aunsu lecho– y si apenas ayer lo ha reconocido enalgunos de ellos.

Europa corporativizó sus sociedades,aprovechó inventos chinos y árabes, desarrolló

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una tecnología de punta en materia de navega-ción y guerra y emprendió una empresa dedominio planetario, llevando a cabo horriblescrímenes contra la humanidad en América y enÁfrica, aniquilando poblaciones, reduciendo almínimo otras y transportando esclavos, paraobtener bienes que eran escasos en su territorio,especialmente materias primas y medios depago. De esta forma se fue consolidando unacivilización industrial, con centro dominante yperiferia dominada.

Sus pensadores le cantaron sutiles racio-nalizaciones en el entendimiento de que el éxitomaterial de este mismo proceso indicaba sinninguna duda su superioridad. Dos vertientesse disputaron el campo de la celebración triun-falista: una idealista y otra materialista. Sus res-pectivas cúspides fueron Hegel y Spencer.

La razón como exclusividad fue sinónimode capacidad de dominio, cuando no del deberde dominar como obra humana. Kant se diocuenta claramente de que la propia razónimponía límites, pero de inmediato Hegel le dioun carácter motor. Un torpe como Spencer, enel máximo esplendor de la mayor grosería delpensamiento, le dio forma vulgar para popula-rizarlo y romper los pocos límites del motorhumano superior.

Hegel fue sin duda el ideólogo más finoy sofisticado del dominio centronórdico euro-peo del planeta. Para este filósofo el Geist –el

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espíritu–, lejos de estar en todo, es un impulsoque avanza sólo en la humanidad y lo lleva ade-lante una parte de ella. La historia es una suertede flecha que sube y, naturalmente, en la puntase halla su propia cultura –es el máximo expo-nente del etnocentrismo– y no toma en cuentalos que sólo parecen ser accidentes (hoy se losllamaría efectos colaterales), como los genocidioscometidos por el Geist en su siniestro ascensotriunfal, que más lo asemeja a un espectro. Esaencarnación del Geist en su raza y clase no esmuy diferente de la teoría legitimante de lascastas indias, según la cual los espíritus superio-res reencarnan en la casta superior. Más aún:podría perfectamente constituir una escatologíacomplementaria de la tesis del Geist.

En su imparable progreso el fantasmagó-rico y criminal Geist hegeliano no sólo mató amillones de personas, sino que también fuedejando a su vera a todas las culturas que some-tió o subestimó: por supuesto, nuestra Américano tiene historia, es inferior en todo –inclusogeográfica y zoológicamente, hasta la carnevacuna aquí es despreciable, nuestras montañascorren equivocadas, nuestros animales sondébiles, nuestros leones son calvos, etc.– y nues-tros indios son estúpidos, fallecen al ponerse encontacto con el conquistador85 y los que sobre-

85 G. W. F. Hegel, Lecciones sobre la filosofía de la historia uni-versal, trad. de José Gaos, Alianza, Madrid, 1980, pág. 169.

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viven deben ser tratados como niños; los africa-nos están en estado de naturaleza, no tienenmoral y practican los peores crímenes86; losárabes, mestizos o aculturados musulmanes sonfanáticos, decadentes y sensuales sin límites87;los judíos tienen una religión que les impidealcanzar la auténtica libertad, pues están sumer-gidos en el servicio riguroso88; los asiáticos ape-nas están un poco más avanzados que losnegros89 y los latinos nunca alcanzaron el perío-do del mundo germánico, que es ese estadio quese sabe libre queriendo lo verdadero, eterno y uni-versal en sí y por sí 90.

Cabe observar que todas las culturas quefueron descartadas en el curso del avance deldominio que legitimaba Hegel, respondían areglas éticas que siempre en alguna medida –mayor o menor– hubiesen impedido protagoni-zar la inconmensurable destrucción provocadapor el colonialismo y el neocolonialismo. Entreéstas se hallaban –por supuesto– nuestras cultu-ras originarias, consideradas infantiles.

Pocas décadas después de Hegel y por ellado del biologismo organicista se desplazó laversión más torpe de la legitimación del domi-nio europeo, que fue la de Herbert Spencer. El

86 Idem, pág. 177.87 Idem, pág. 596.88 Idem, pág. 354.89 Idem, pág. 215.90 Idem, pág. 657.

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progreso tenía lugar merced a catástrofes –des -de lo geológico a lo biológico y de esto a losocial– y sobrevivían a ellas los mejor dotados,o sea, los biológicamente superiores, entendien-do por tales a los más brutos y crueles.

La ley del progreso indicaba una marchaconstante de lo homogéneo o lo heterogéneo,desde la cosmogénesis hasta los seres humanos,claramente divididos entre la raza blanca supe-rior y las razas inferiores. Las razas inferiorespodían evolucionar, pero para ello era necesariala tutela de la raza biológicamente más evolu-cionada. La diferencia entre los individuos delas razas superiores mostraba su mayor hetero-geneidad y, por ende, su mayor evolución, entanto que los inferiores se parecían muchísimoentre sí (todos los negros se parecen, todos losorientales se parecen). Los niños eran inferioresy por eso se asemejaban más entre ellos y pre-sentaban algunos caracteres de las razas menosheterogéneas91.

Hegel y Spencer fueron diferentes, encuanto a que el primero era un finísimo filósofovirtuoso como pocos de su instrumento y elsegundo algo así como un borracho en La Scalade Milán, pero ninguno de ambos dudaba de su

91 De Herbert Spencer, en particular El progreso, su ley y sucausa, en Estudios políticos y sociales, Sevilla, 1886, págs. 55 ysiguientes; La justicia, cit.; El universo social. Sociología gene-ral y descriptiva, adaptación española de Salvador Sanpere yMiquel, Barcelona, 1883.

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posición en la punta de la evolución (sea espiri-tual o biológica) y era esto lo que legitimaba elcolonialismo y el neocolonialismo. Fueron doscaminos diferentes para festejar y legitimar auna civilización que practicó los peores críme-nes de la historia y que promovió un sistema deproducción que depreda el planeta y que enmenos de un siglo alteró las relaciones de equi-librio de Gaia en mucha mayor medida que entodos los milenios anteriores.

Esto es lo que a nuestro juicio está en labase y es la razón del caos ideológico que pro-duce en el pensamiento central la irrupción dela amenaza a la especie y la invitación al reco-nocimiento de los derechos de la naturaleza.

En medio de este caos, el constituciona-lismo andino tomó la palabra. Pasamos a verqué nos dice.

11. El paso al derecho en elconstitucio nalismo andino: la Pachamama y el sumak kawsay

En el preámbulo de la Constitución de laRepública del Ecuador de 2008 se dice: Cele -brando a la naturaleza, la Pacha Mama, de laque somos parte y que es vital para nuestra exis-tencia, y después señala que decide construir:Una nueva forma de convivencia ciudadana, endiversidad y armonía con la naturaleza, paraalcanzar el buen vivir, el sumak kawsay.

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El capítulo VII de la Constitución deMontecristi se refiere a Derechos de la naturale-za, o sea que desde el título reconoce la cuestiónmedioambiental como propia de la naturaleza ya ésta como titular de derechos.

En consonancia con esta posición, el artí-culo 71º dispone: La naturaleza o Pachamama,donde se reproduce y realiza la vida, tiene derechoa que se respete integralmente su existencia y elmantenimiento y regeneración de sus ciclos vita-les, estructura, funciones y procesos evolutivos. //Toda persona, comunidad, pueblo o nacionalidadpodrá exigir a la autoridad pública el cumpli-miento de los derechos de la naturaleza. Paraaplicar e interpretar estos derechos se observaránlos principios establecidos en la Constitución, enlo que proceda. // El Estado incentivará a las per-sonas naturales y jurídicas, y a los colectivos, paraque protejan la naturaleza, y promoverá el respetoa todos los elementos que forman un ecosistema.

En el preámbulo de la ConstituciónPolítica del Estado boliviano, sometida al votopopular en 2009, se dice: Cumpliendo con elmandato de nuestros pueblos, con la fortaleza denuestra Pachamama y gracias a Dios, refunda-mos Bolivia.

El artículo 33º prescribe: Las personas tie-nen derecho a un medio ambiente saludable, pro-tegido y equilibrado. El ejercicio de este derechodebe permitir a los individuos y colectividades delas presentes y futuras generaciones, además de

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otros seres vivos, desarrollarse de manera normaly permanente.

El artículo 34º complementa el anteriordisponiendo: Cualquier persona, a título indivi-dual o en representación de una colectividad, estáfacultada para ejercer las acciones legales endefensa del medio ambiente, sin perjuicio de laobligación de las instituciones públicas de actuarde oficio frente a los atentados contra el medioambiente.

Si bien este texto de la Constitución boli-viana enuncia la cuestión ambiental como underecho de carácter social y económico, encabe-zando el capítulo referido a tales derechos, ycon ello parece inclinarse por la tendenciaambientalista prevalente de considerarlo underecho de los humanos, en su texto no deja dereferirse a otros seres vivos, lo que importa reco-nocerles derechos.

En cuanto a sus consecuencias prácticas,habilita a cualquier persona, de modo amplio, aejercer las acciones judiciales de protección, sinel requisito de que se trate de un damnificado,que es la consecuencia inevitable del reconoci-miento de personería a la propia naturaleza,conforme a la invocación de la Pachamamaentendida en su dimensión cultural de MadreTierra.

Es clarísimo que en ambas constitucionesla Tierra asume la condición de sujeto de dere-

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chos, en forma expresa en la ecuatoriana y algotácita en la boliviana, pero con iguales efectos enambas: cualquiera puede reclamar por sus dere-chos, sin que se requiera que sea afectado perso-nalmente, supuesto que sería primario si se laconsiderase un derecho exclusivo de los humanos.

De este modo el constitucionalismo an -dino dio el gran salto del ambientalismo a laecología profunda, es decir, a un verdadero eco-logismo constitucional. La invocación de laPachamama va acompañada de la exigencia desu respecto, que se traduce en la regla básicaética del sumak kawsay, que es una expresiónquechua que significa buen vivir o pleno vivir ycuyo contenido no es otra cosa que la ética –nola moral individual– que debe regir la accióndel estado y conforme a la que también debenrelacionarse las personas entre sí y en especialcon la naturaleza.

No se trata del tradicional bien comúnreducido o limitado a los humanos, sino delbien de todo lo viviente, incluyendo por su -puesto a los humanos, entre los que exige com-plementariedad y equilibrio, no siendo alcanza-ble individualmente.

Siendo una regla de convivencia que enmodo alguno niega la utilización de la naturale-za y ni siquiera de la técnica, sino que exige res-peto a todo lo humano y no humano, tieneimplicancias de todo orden en el plano políticoy económico y, naturalmente, enfrenta decidi-

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damente al suicida festival del mercado encarna-do en un capitalismo desenfrenado92.

En el avance de una civilización depreda-dora, hace más de medio siglo alguien detectólos signos de una neurosis civilizatoria, comoresultado de su incapacidad para incorporar lamuerte, traducida en la acumulación ilimitadade bienes, sintetizándolo en que la incapacidadpara incorporar la muerte a la vida la llevaba aincorporar la vida a la muerte, o sea, en térmi-nos freudianos, a la celebración de Tánatos93.

Contra este modelo civilizatorio, el nue -vo constitucionalismo latinoamericano optapor proclamar una convivencia con todos losseres vivientes dentro de la Tierra, denunciandocoyunturalmente al fundamentalismo de mer-

92 No nos ocupamos aquí de todas sus posibles implicancias,desarrolladas en diferentes obras a partir del trabajo doctri-nario sobre estos textos. V. al respecto Alberto Acosta, ElBuen Vivir en el camino al post-desarrollo. Una lectura desdela Constitución de Montecristi, Friedrich Ebert Stiftung, 2010,y la bibliografía allí indicada. Del mismo autor: La maldiciónde la abundancia, Quito, 2009. También recomendamos laobra de Fernando Huanacuni Mamani Vivir Bien / BuenVivir, La Paz, 2010; la de Eduardo Gu dy nas El mandato eco-lógico, Derechos de la Naturaleza y políticas ambientales en lanueva Constitución, Quito, 2009; y la obra colectiva compila-da por Alberto Acosta y Espe ranza Martínez (con ensayos deEduardo Galeano, Nina Pacari, entre otros) Derechos de laNaturaleza, el futuro es ahora, Quito, 2009.

93 Cfr. Norman O. Brown, La vita contro la morte. Il significatopsicoanalitico della storia, Bompiani, 1986.

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cado de las últimas décadas del siglo pasado,aunque desde una perspectiva mucho másamplia y universal.

De este modo, Gaia, que entre nosotrosse llama Pachamama y no llega de la mano deelaboraciones científicas, sino como manifesta-ción del saber de la cultura ancestral de convi-vencia en la naturaleza, se incorpora al derechoconstitucional como otro aporte del constitu-cionalismo latinoamericano al universal, asícomo en Querétaro –en 1917– se inaugurónada menos que el constitucionalismo social.

Más de quinientos años de colonialismo,neocolonialismo, genocidio y dominación, nopudieron borrar de las culturas de los pueblosandinos el culto a la Tierra y el ideal de convi-vencia armoniosa del sumak kawsay, que hoy –removidas las capas que lo oprimían– vuelve ala superficie como mensaje al mundo y en espe-cial a la especie humana en riesgo de colapso yextinción.

La supervivencia de esta cosmovisiónrevela un formidable vigor que se sobrepone asiglos de explotación y sometimiento, lo quesucede también con otras culturas en el ámbitode nuestra región: el colonialismo y el neocolo-nialismo, con su fuerza y también con sus tenta-ciones culturales y materiales no pudieron eli-minar las cosmovisiones de nuestros pueblosoriginarios ni tampoco las transportadas delÁfrica.

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La fuerza de esas cosmovisiones, quesobrevivieron sincretizadas, ocultas, disimula-das, transmitidas oralmente, son la prueba evi-dente de su autenticidad y enraizamiento en lacomprensión de la realidad de los gruposhumanos más despreciados por la soberbia delos sucesivos dominadores.

No caben muchas dudas acerca de laminimización –e incluso ridiculización– quepretenderá hacerse respecto de estas incorpora-ciones constitucionales, a las que seguramentese tildarán como mera expresión de folklorismo.No faltarán quienes le asignen el mero papel decuriosidades.

Pero no será la primera vez que esto su -cede. No olvidemos que el cambio de paradig-ma jurídico más importante del siglo pasado seestableció en un instrumento con escaso valorpositivo en su momento y con una fórmulaaparentemente simple y elemental: todo serhumano es persona. De ese modo, la comunidadinternacional archivó el paradigma racista en elartículo primero de la Declaración Universal deDerechos Humanos de 1948, pero lo expresósólo en forma de declaración, lo que no tienemucho valor preceptivo en el derecho interna-cional público, alcanzado sólo décadas después,al considerarla parte de la Carta de la ONU y alratificarse los Pactos Internacionales de Dere -chos Civiles y Políticos y Económicos, Sociales yculturales.

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Tampoco podemos olvidar que la contri-bución más original de América Latina al cons-titucionalismo comparado fue la incorporaciónde los derechos sociales en la ConstituciónMexicana de 1917. Los diputados con forma-ción jurídica de la época, provenientes de laacademia, la resistieron, porque considerabanque era cuestiones que debía resolverlas la legis-lación ordinaria o infraconstitucional, pero seincorporaron por la presión de los diputadosprovenientes del campesinado y de las otras cla-ses subalternas mexicanas. También los intelec-tuales de su tiempo ridiculizaron al constitucio-nalismo social, que dos años más tarde –en1919– se inauguraría en Europa con la Consti -tución de Weimar.

Por otra parte, cabe observar al respectoque la más creativa tendencia de la doctrina delderecho constitucional europeo contemporá-neo releva muy particularmente la culturaconstitucional y defiende la idea de la forma-ción de una cultura constitucional europea perotambién universal y las recíprocas influencias.

El más lúcido sostenedor de esta tesis –yatento comparatista– es Häberle, quien sostieneque junto a los tres capítulos tradicionales de lateoría del estado (pueblo, poder y territorio) esmenester incorporar la cultura y con ella incor-pora nada menos que la constitución. Clara -mente expresa que el poder del estado debeentenderse como cultural y no como un factum

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brutum, que no se trata de un fenómeno natu-ral sino cultural94.

En esta circunstancia del mundo –con lasupervivencia humana en emergencia– y entrance de sancionar constituciones para puebloscuya cultura ancestral sobrevivió en las másnegativas contingencias, verificando con suresistencia su potencial cultural, puestos a defi-nir la posición del ser humano en la naturalezay a señalar el camino de convivencia y armonía,no es concebible que se marginen del texto legallos elementos claves con que esas culturas rigenesas relaciones.

No se trata de una incorporación antoja-diza y simbólica, de una ocurrencia vernácula,sino de una definición que emerge de la culturatradicional del pueblo esencial a la idea moder-na de constitución.

Desde la perspectiva culturalista del máspuro constitucionalismo europeo se ratificaría

94 Cfr. Peter Häberle, El Estado constitucional, UNAM, Mé xico,2003, pág. 21. En castellano puede verse también: Nue veensayos constitucionales y una lección jubilar, Lima, 2004;Diego Valdés (Comp.), Conversaciones académicas con PeterHäberle, UNAM, 2006. Del mismo autor: Das Grundgesetzzwischen Verfassungsrecht und Verfassungs politikmAusgewählte Studien zur vergleichenden Ver fas sungslehre inEuropa, Baden-Baden, 1996; Die Verfassung des Pluralismos.Studien zur Verfassungstheorie der offenen Gesellschaft,Athenäum, 1980; Kommentierte Verfassun gsrechtsprechung,Athenäum, 1979.

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que una constitución auténticamente andina –una expresión cultural– no puede menos queaportar su cultura a los más acuciantes proble-mas de la humanidad. Más aún: si no lo hiciese,estaría negando uno de los elementos que ladoctrina postula como indispensables para larenovación de la teoría del estado.

12. ¿La Pachamama es un arquetipo?

La Pachamama es una deidad protectora–no propiamente creadora, interesante diferen-cia– cuyo nombre proviene de las lenguas origi-narias y significa Tierra, en el sentido de mun -do. Es la que todo lo da, pero como permanece-mos en su interior como parte de ella, tambiénexige reciprocidad, lo que se pone de manifiestoen todas las expresiones rituales de su culto95.

Con ella se dialoga permanentemente, notiene ubicación espacial, está en todos lados, nohay un templo en el que vive, no tiene una mo -rada porque es la vida misma. Si no se la atien-de cuando tiene hambre o sed, produce enfer-medades. Sus rituales, justamente consisten enproporcionarle bebida y comida (challaco).

95 Cfr. Rodolfo Merlino/Mario Rabey, Pastores del Altiplanoandino meridional: religiosidad, territorio y equilibrio ecológi-co, Allpanchis, 21, págs. 149-171, Cusco, 1983; AdolfoColumbres, Seres sobrenaturales de la cultura popular argen-tina, Buenos Aires, 1986, pags. 27 y siguientes.

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Pachamama es la naturaleza y se ofendecuando se maltrata a sus hijos: no le gusta lacaza con armas de fuego. Aparecen acólitos odescendientes de ella en forma de enanos quedefienden a las vicuñas en las serranías y a losárboles en las selvas. No impide la caza, la pescay la tala, pero si la depredación, como buenareguladora de la vida de todos los que estamosen ella. Pacha les permitió vivir, sembrar, cazar(aunque no en tiempos de veda), construir susterrazas para aprovechar las lluvias, y les enseñóa usar de la naturaleza, es decir de ella misma –que también somos nosotros–, pero en la medi-da necesaria y suficiente.

La ética derivada de su concepción impo-ne la cooperación. Se parte de que en todo loque existe hay un impulso que explica su com-portamiento, incluso en lo que parece materiainerte o mineral y, con mayor razón, en lo vege-tal y animal, de lo que resulta que todo el espa-cio cósmico es viviente y está movido por unaenergía que conduce a relaciones de coopera-ción recíproca entre todos los integrantes de latotalidad cósmica96.

Esta fuerza es Pacha, que es todo el cos-mos y también es todo el tiempo. Así comoPacha es la totalidad, también es la poseedora

96 Cfr. Virgilio Roel Pineda, Cultura peruana a historia de losIncas, Lima, 2001, págs. 331-332.

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del espíritu mayor: Pacha y su espíritu son unosolo aunque todos participamos de su espíritu 97.

A lo largo y a lo ancho de nuestra Améri -ca habitan entidades sobrehumanas que repre-sentan el principio femenino y son parte de lanaturaleza y la defienden98. La Madre Tierra nose limita a la Pachamama, sino que configuraun eje cultural cordillerano, que arranca al nor -te en México con Tonantzin. En el lugar de sutemplo en Tepeyac se le presentó a Juan Diego –no por azar un indio– la Virgen de Guadalupe,con la que se sincretizó asumiendo el carácterde un símbolo nacional, bajo cuyo estandarteHidalgo proclamó la independencia y los solda-dos revolucionarios de Emiliano Zapata entra-ron en la ciudad de México99.

Al sur, la Pachamama entra al territorioargentino por el noroeste y más al sur –enCuyo– renace en el culto de la Difunta Correa,donde no es difícil reconocer el simbolismo dela Madre Tierra en el relato de la mujer que yamuerta de sed en el desierto sigue amamantan-do a su niño.

97 Idem, pág. 333. 98 Algunas más lejanamente, pero siempre reconocible, como

en el caso de Maria Lionza (cfr. Gustavo Martin, Magia yreligión en la Venezuela contemporánea, Universidad Centralde Venezuela, Caracas, 1983).

99 Cfr. Jacques Lafaye, Quetzalcóatl y Guadalupe, La formaciónde la conciencia nacional en México, México, 1983.

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No existe un paralelo exacto en el pan -teón africano transplantado por el genocidioesclavista100, pero todas sus entidades son fuer-zas de la naturaleza que operan en el humano,lo que puede observarse en Brasil101 y en elCaribe102, y como cultos de posesión, al descen-der en el humano verifican su unidad con lanaturaleza al tiempo que le dignifican el cuerpo.

La cosmovisión africana impone al hu -mano vivir de acuerdo con la fuerza natural quele es más cercana o afín a su personalidad, respe-tarla en su propio ser, y así, al mismo tiempo,hacerla su deidad protectora frente a algunas delas otras fuerzas que pueden perjudicarle porefecto de manipulaciones de algunos perversos.Se trata de un modo diferente de convivir conlas fuerzas de la naturaleza, pero que por su

100 El transporte cultural y su permanencia, UNESCO, Intro -ducción a la cultura africana en América Latina, París, 1979.

101 Ver: A. A. Gromiko, As religioes da África, Tradicionais e sin-créticas, Moscú, 1987; Roger Bastide, As religioes africanas noBrasil , Sao Paulo, 1971; Rita Laura Segato, Santos eDaimones, O politeísmo afro-brasileiro e a tradiçao arquetipal,Brasilia, 2005; Waldemar Valente, Sincretismo afro-brasilei-ro, Sao Paulo, 1977; Reginaldo Prandi, Mitologia dos Orixás,Companhia das Letras, 2001; Valdeli Carvalho Da Costa,Umbanda. Os seres superiores e os Orixás/Santos, Sao Paulo,1983.

102 Ver: Martha Ellen Davis, La otra ciencia. El vudú dominicanocomo religión y medicina populares, Santo Domingo, 1987;Carlos Esteban Deive, Vodu y magia en Santo Do mingo,Museo del Hombre Dominicano, Sto. Domingo, 1979.

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carácter de culto de posesión no lo hacen ajenoa ellas.

No dudamos que en el afán por minimi-zar la importancia de la ecología constitucionalse intentará desvalorar la invocación de laPachamama y del buen vivir como su deriva-ción ética fundamental por otra vía, o sea, su -bestimando a la propia Pachamama, reducién-dola a un arquetipo nada original.

No nos parece difícil sostener que laPachamama sea un arquetipo conforme al con-cepto de Jung, quien expresamente se refirió a laGran Madre103en un sentido muy amplio y tanabarcativo como Gaia: para Jung materia erauna versión racional o científica de Madre (Ma -ter), la esencia del todo.

Lejos de minimizar su significación, latesis de Jung le otorga la jerarquía universal depertenencia al inconsciente colectivo común atoda la humanidad.

De aceptarse la discutida tesis de Jungsobre el inconsciente colectivo –acerca de la queno abrimos juicio–, la Pachamama sería lamanifestación concreta de un vestigio de la evo-lución humana marcado en forma indeleble en

103 Cfr. Carl Gustav Jung, L’uomo e i suoi simboli, Firenze-Roma, 1967, págs. 79, 84, etc.

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todos los humanos104, que por algo fundamen-tal –como pueden ser las experiencias elemen-tales de supervivencia– habría quedado tan pro-fundamente sellado en todos nosotros.

La incorporación de la Pachamama alderecho constitucional sería nada menos que lade un arquetipo universal existente en todohumano como resultado de las experiencias desupervivencia de la especie a lo largo de la evo-lución. Lejos de provocar una subestimación deesta incorporación, esta tesis –de ser correcta–la exaltaría.

13. ¿Desaparece la dignidad del humanofrente a la Pachamama?

Es bueno preguntarse si el Buen Vivir y laPachamama plantean el mismo problema queencuentra el pensamiento central ante lo quellaman el desplazamiento del antropocentrismoo la visión antihumanista de la deep ecology, esdecir, si afecta la dignidad del humano.

Para entendernos mejor, trataremos dehuir de algunas categorías que nos vienen delmundo central. Por eso, reformulamos la pre-gunta: la cuestión, en términos claros, consisteen saber si la Pachamama (o la personalidad dela naturaleza exigiendo respeto y reciprocidad)

104 Una síntesis de la teoría de los arquetipos en Nise DaSilveira, Jung, vida e obra, Rio de Janeiro, 1978.

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y la regla ética y constitucional del Buen Vivirafectan la dignidad humana sancionada por elderecho a través de una larga gestación jalonadapor las declaraciones desde la Carta Magnahasta los tratados internacionales de DerechosHumanos, pasando por la francesa y la nortea-mericana de fines del siglo XVIII.

La respuesta a esta pregunta no dependede ubicar al humano o a otro ente en el centrode algo. Ese algo no puede ser nada similar a unpodio, a una fotografía o a un cartel de publici-dad. Es una metáfora, y no puede negarse quese construye apelando a algo que suena a carác-ter competitivo: el centro lo gana el mejor. Lametáfora se construye pensando que el humanogana o pierde el centro, la competencia por elcentro. Pero en una visión holística no hay cen-tro alguno. ¿Dónde está el centro? La preguntasuena absurda. Todos estamos en la Tierra,somos parte de ella.

¿Significa esto que todos somos iguales?¿Acaso no puedo usar penicilina porque estoymatando a otros seres que son iguales a mí?¿Qué no hay centro significa que mi vida vale lomismo que la de una espiroqueta? Que no hayacentro no significa que no haya niveles de com-plejidad y tampoco niega que haya algunosentes señalados.

Se pueden discutir todas las potencialida-des de los animales, no hay razón para negarlespensamientos ni intereses y hasta algún nivel de

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simbolización, pero sin duda que entre todoslos entes que formamos parte de la Tierra, hayalgunos entes señalados porque por nuestracomplejidad tenemos mayor capacidad de oírque los otros, tenemos más desarrollado nues-tro Hören, nuestra escucha. Esa es la señaliza-ción diferencial del humano sobre el resto delos entes: porque tenemos más desarrollado elHören –la escucha– también tenemos mayorcapacidad para vivenciar el Gohören, la perte-nencia. En síntesis: tenemos mayor dignidadporque estamos dotados de mayor capacidadpara oír, escuchar, tomar consciencia de perte-nencia y, por ende, para dialogar.

A lo largo de los siglos hemos ido acre-centando nuestra consciencia de dignidad amedida que fuimos aprendiendo a hacer mejoruso de esta capacidad: así comprendimos queotros humanos son humanos, aunque muchosno estén aún del todo convencidos. No la perde-remos por dar un paso más y comprender quela naturaleza, el planeta, la Tierra, la Pacha ma -ma, es otro ente con el que podemos dialogar y,más aún, cuando comprendamos que debemosdialogar.

El conocimiento por medio de la inquisi-tio, del interrogatorio violento y torturador, quesegún Foucault en el siglo XIII reemplazó alestablecimiento de la verdad por lucha, lejos deentrenarnos en el diálogo, nos llevó a atrofiaresa capacidad en beneficio de un condiciona-

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miento señorial, de dominus. Nos han venidoentrenando para dominar a los otros entes y nopara dialogar con ellos, nos volvimos sordos,perdimos en buena medida la habilidad para elHören y con él la consciencia del Gehören, de lapertenencia. Nos alejamos del signo diferencialde nuestra dignidad humana buscando reem-plazarla por el éxito en una competencia por laposición central en el podio de la lucha por eldominio de todos los entes, incluyéndonos anosotros mismos, que no hemos cesado de des-truirnos hasta el presente. Nos colocamos en elpodio, pero como éste parece estrecho, comen-zamos a luchar entre nosotros para ver quiénesse quedaban en el centro.

No intentamos volver a dialogar con elhermano Lobo, sino que le reventamos la cabezade un escopetazo porque estaba en nuestrodominio y nos molestaba, y también hicimos lomismo con el hermano indio, negro, judío, etc.Creímos que con eso éramos vencedores queestábamos en el centro, y en la pelea por el cen-tro éste nos pareció estrecho, no cabíamos todosy, por ende, nos lanzamos a matarnos entre no -sotros, como ninguna otra especie lo ha hecho,nos convertimos en los campeones biológicosde la destrucción intraespecífica y en los depre-dadores máximos de lo extraespecífico. ¿Es ésteacaso el premio por el centro? La respuesta afir-mativa sólo podría darla quien acuerde que elcentro deberían ocuparlo los peores criminales.

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Sólo reemplazando el saber de dominuspor el de frater podemos recuperar la dignidadhumana, que importa, en primer lugar, recono-cernos entre los propios humanos. No se tratade regresar –desandar el camino– de las De -claraciones, sino seguir adelante, progresar por lamisma senda, avanzar más allá de las Decla ra -ciones, ampliarlas, llevar el diálogo a todo lo quecompartimos en el planeta. Desarrollar el Hören–la escucha–, volver a oír, como las culturas ori-ginarias, no para competir despiadamente porningún centro, sino para asumir la capacidaddistintiva de lo humano entre todos los entescon los cuales somos necesariamente interde-pendientes.

La ecología constitucional, en el marcode la concepción que proviene de nuestras cul-turas originarias, lejos de negar la dignidadhumana la recupera de su camino perdido porel afán de dominación y acumulación indefini-da de cosas.

Esto no significa ningún romanticismoque idealice a las culturas originarias y al modode vida de nuestros pueblos precolonizados.Nadie puede pretender negar la técnica, el usode instrumentos, el beneficio de usar prudente-mente de la naturaleza. No se trata de un sueñoregresivo a la vida primitiva, sino de actuar connuestra tecnología pero conforme a las pautaséticas originarias en su relación con todos losentes. Si nuestra condición humana nos dota de

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una mayor capacidad para idear instrumentos yherramientas, cabe pensar que no lo hace paraque nos destruyamos mejor entre nosotros yhagamos lo mismo con los otros entes hastaaniquilar las condiciones de nuestra habitabili-dad en el planeta.

Esto sería tanto como afirmar que somosseres desequilibrados, destinados a nuestro sui-cidio, un producto fallido del planeta o de Dios,según cada cual quiera entenderlo, una suertede cáncer de piel del planeta. Esta visión pesi-mista no puede negarse con fundamento empí-rico, pero no parece razonable por lo menos.Sería preferible pensar que se nos dota de he -rramientas para escuchar más y mejor y, porende, para aumentar nuestra capacidad de diá-logo. El progreso técnico nos debería servir paraser más humanos, en el sentido de acentuar yreafirmar nuestro signo diferencial. La mejorprueba de que esto es posible se halla en las cul-turas originarias, que así lo hicieron. Se trata derecuperar su ética, que si sobrevivió en las con-diciones más negativas durante siglos muy pro-bablemente sea porque es menos artificiosa ymás acorde con la capacidad distintiva humana.

Desde esta perspectiva, el saber de domi-nus, el saber señorial y torturador, no sería másque un desvío de los humanos, un accidentecivilizatorio o cultural del que debemos recupe-rarnos para seguir viviendo.

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Tendríamos que dejar de estar y ser suje-tos mediante la recuperación de la entorpecidahabilidad para el Hören, no tener miedo de per-der nada por la pertenencia –das Gehören–,dejar de ser el dominus para pasar a ser el frater.Sería el último punto de sutura de la herida conque nos separó del planeta el exabrupto carte-siano y todos sus matices atenuantes.

No olvidemos que cuando el constitucio-nalismo introdujo los derechos sociales, tam-bién se alzaron las voces que afirmaban queeran la tumba de los derechos individuales, de lalibertad, que consideraron durante muchísimosaños que ambas categorías jurídicas eran anta-gónicas e incompatibles. Cuando se reconoció ladignidad de la mujer hubo apocalípticos quesostuvieron que de ese modo se acababa con lafamilia y la base de reproducción humana.Cuando se abolió la esclavitud se pensó que losesclavos libres de todo control se volverían cri-minales que matarían a todos los blancos.Cuando el mundo repudió el apartheid sudafri-cano se creyó que suprimirlo significaría la ma -sacre de la minoría blanca. Cuando se invocaronlos derechos humanos contra las dictaduras deseguridad nacional se sostuvo que eso dejaría elcampo libre al marxismo internacional.

Podríamos seguir: cada paso en la reafir-mación de nuestra humanidad mediante laampliación de nuestra capacidad de escucha yconsiguiente diálogo fue seguido de prediccio-

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nes apocalípticas que nunca se cumplieron; enlugar, el Apocalipsis está al final de la sorderaactual y de su acumulación indefinida de cosasy de saber de dominus.

14. Las dificultades: el narcisismo del dominus

Las normas constitucionales son precep-tos; como tales no se realizan automática nimenos mecánicamente, son instrumentos quedeben actuarse, herramientas para que las per-sonas ejerzan y reclamen sus derechos. Porsupuesto que esto no les quita importancia,pero no debe confundirse el deber ser normati-vo con el ser que debe alcanzarse y, en este casono es nada sencillo.

El dominus con su saber señorial no seentregará tan fácilmente después de un mileniode dominación. No podemos agotar la fabulosacapacidad de perversión ideológica que nuestracivilización ha demostrado para neutralizar ytergiversar los pensamientos más generosos,pero podemos y debemos pensar en algunas delas desviaciones que nuestra estrecha capacidadimaginativa nos señala como más probablespara distorsionar y neutralizar la vigencia efec-tiva de estas normas y aún para implementarlasen sentido completamente opuesto a la volun-tad de la ley.

Tal como nos viene propuesta del centronuestra inclusión en la naturaleza –la hipótesis

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Gaia–, ésta tiene lugar en forma sistémica, o sea,de interacción con toda la Tierra y en especialcon todo lo vivo. No puede negarse que condemasiada frecuencia se usa el pensamiento sis-témico para resucitar al viejo organicismo yreducirnos a células, lo que puede dar lugar auna concepción trascendente del derecho, queconvierta a la naturaleza en un mito metahu-mano, como todos los que dieron lugar a losmayores disparates legitimantes de las masacresdel siglo pasado.

Semejante perversión no se diferencia ennada del organicismo que pretendió que todoslos humanos éramos células de un tejido enque se distinguían las superiores y las inferio-res, como tampoco de las concepciones organi-cistas del estado, es decir, de Spencer y de losfascismos.

La necesidad de respetar e interactuarcon todos los humanos no justifica en modo al -guno ese pensamiento, sino todo lo contrario,pues se funda en el principio de igualdad. Laextensión de las pautas de respeto a todos losparticipantes de la Tierra no hace más que am -pliar el principio contrario al organicismo so -ciológico o político, especialmente porque im -pone una forma de conocimiento completa-mente diferente.

Será duro para el equipo psicológico quenos ha introyectado (¿o inyectado?) nuestracivilización colonizadora y dominadora, aceptar

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lo que muchos mostrarán como un nuevo des-plazamiento de una centralidad de un centroinexistente, pero siempre imaginado y sintetiza-do en la expresión antropocentrismo.

Hace mucho que sabemos que no somosel centro del universo; que somos producto deuna evolución; y que no somos seres condicio-nados sólo por nuestra libertad razonante, sinoque muchas de nuestras conductas responden apulsiones inconscientes. De las injurias, calum-nias y persecución que sufrieron cada uno delos humanos que descubrieron estas novedadesda cuenta sobradamente la historia. Para colmono hace muchos años supimos que nuestroADN no se diferencia demasiado del ADN delos otros habitantes vivos del planeta; a estanovedad no se respondió con la misma agresivi-dad, porque nos explicaron que podía servirpara curar algunas enfermedades.

Pero parece demasiado que ahora deba-mos reconocer que además de nosotros hayotros que tienen derechos. Como ya hemosdicho, a regañadientes y tras siglos de lucha sefue aceptando que los tengan los salvajes, lossiervos, las mujeres, los esclavos, los de diferentecolor de piel, los trabajadores manuales, los dediferente orientación sexual, pero otros parecedemasiado para nuestro narcisismo, especial-mente desde el exabrupto cartesiano con que sefundó un racionalismo poco razonable.

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Siempre pensando en el centro como elpodio para una competencia sin objetivo ni tér-mino temporal, se sostendrá que cambiar unparadigma antropocéntrico por otro geocéntricoimplica someter al humano a limitaciones enfunción de las exigencias de un mito y que elderecho trascendente que surgiría de esa mitolo-gía geocéntrica serviría para que se limiten odesconozcan derechos humanos invocando losdel mito. Nos hallamos frente a un planteo quederiva en el anterior y cuya falacia se halla justa-mente en presuponer la existencia de un centro.

Durante siglos se resistió el avance de losderechos humanos afirmando que el principiode igualdad es un mito, lo que aún repiten –opiensan sin decirlo– quienes racionalizan cual-quier clase de discriminación y privilegio.Nadie pretende que haya un organismo Tierradel que todos seamos parte y que un intérpretede éste nos esclavice pretendiendo asumir suvoz. Por el contrario: se trata de reconocer quedebemos actuar respetando a otros seres conderechos y cuyo reconocimiento es condiciónde nuestra propia supervivencia como especieinterdependiente de otras y de otros entesterrenos en su existencia, es un fortalecimientode la capacidad de escucharnos entre nosotros yde escuchar lo que nos dicen todos los demásentes del planeta.

Si bien las mencionadas podían ser tantomanipulaciones como objeciones, con seguri-

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dad no podemos dejar de mencionar una obje-ción que se viene reiterando en discursos másbien confusos pero de clara intencionalidad: elreconocimiento de derechos de la naturalezallevará a oponer frontalmente a ésta con la cul-tura.

Hemos visto que esta pretendida contra-dicción es hija del racionalismo poco razonable,según el cual cultura equivale a dominio de lanaturaleza. La naturaleza no le declaró ningunaguerra a la cultura, sino que hubo una culturaque aún hoy es dominante, que le declaró unaguerra de conquista a la naturaleza y que, comoera de esperar, la va perdiendo, con el graveriesgo de que nos lleve a todos los humanos ensu alienación.

Sólo para quienes pretenden seguir estaguerra suicida es válido el argumento de queahora la cultura es buena y la naturaleza es ma -la, y que el ecologismo constitucional pretendeinvertir los términos, haciendo que la culturasea mala y la naturaleza buena. La guerra suici-da la emprendió una cultura, no la cultura.

Además de la insensatez del pretendidoparadigma de la guerra, lo cierto es que en estaobjeción se manejan puras abstracciones, puesno existe una naturaleza pura ni tampoco unasociedad pura, sino que únicamente existe unainteracción permanente y compleja, para la que

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debemos prepararnos105, con seguridad me -diante formas más profundas de conocimientoa través de la interdisciplinariedad106.

No podemos dejar de mencionar y preve-nir acerca del uso perverso que seguramenteintentará el poder punitivo en cuanto a estenuevo sujeto de derechos. Si este poder ha con-fiscado el derecho de todas las víctimas, rápida-mente intentará confiscar el de la naturaleza yusurpar su puesto, y en alguna medida ya loestá haciendo, sancionando tipos penales absur-dos, en violación de todos los límites que elesfuerzo de contención ha querido imponerleen forma de garantías a lo largo de toda la his-toria. Y confiscará el derecho de la naturalezano precisamente para salvar a nadie, sino paraejercerlo contra los que en su momento consi-dere sus enemigos o simplemente molestos odisidentes, tal como lo enseña toda su penosa ysangrienta historia.

En su gran mayoría las disposiciones dela nueva legislación penal ambientalista nopasan por ahora de configurar un vano intentodel sistema para simular que defiende a la natu-

105 Cfr. un pensamiento interesante al respecto: Edgar Morin(con Nicolás Hulot), El año I de la era ecológica, Madrid,2008; Enrico Euli, Edgar Morin e la scienza ecologica: nuoveglobalità o nuova totalizzazione?, en “Le radici del verde”, acura di Fabio Giovannini, Bari, 1991.

106 Cfr. Edgar Morin, Los siete saberes necesarios para la educa-ción del futuro, UNESCO, París, 1999.

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raleza, que la protege y tutela, como modo decalmar la angustia humana mostrando que estáasegurada frente a los riesgos creados. En estamateria, la naturaleza correrá la misma suerteque todas las víctimas en el escenario penal: sele reconocerá la condición de víctima, pero sólopara darle un diploma y para canalizar venganzay provocar consenso sobre la base de mensajestranquilizadores.

En la medida en que la economía quieraseguir avanzando con la fábula de que la librecompetencia todo lo soluciona y que la respuestaadecuada es que quien destruye debe pagar, nohará más que destruir al propio capitalismo,puesto que esa premisa olvida que la destrucciónecológica no es reversible en tiempos rentables.

Se trata de un vano intento de encubrir ladepredación creciente, haciendo un alarde deaparente protección mediante tipos penales queen su mayoría son difusos (no describen con-ductas), inventan una nueva forma de afecta-ción de bienes jurídicos (la lesión por acumula-ción o generalización) y, en definitiva, su opera-tividad filtrada por el sistema penal será siem-pre selectiva y, por ende, caerá sobre algunos delos más vulnerables que, en nuestras sociedades,son siempre los más pobres107.

107 Sobre la ineficacia de la tipificación penal, n. trabajo,Reflexiones sobre el derecho penal ambiental, en “Estudiossobre justicia penal. Homenaje al Profesor Julio B. J. Maier”,Buenos Aires, 2005.

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El deterioro planetario no puede detener-se si no es mediante un fuerte replanteo civili-zatorio que va más allá del capitalismo, porquetampoco el marxismo tradicional aportó solu-ciones, desde que nunca se planteó la cuestión yen los casos en que operó como ideología insti-tucionalizada lo hizo con idéntica irresponsabi-lidad respecto de la naturaleza108. Desde elpunto de vista de la naturaleza como sujeto dederechos, ambos compartieron el mismo para-digma civilizatorio.

Si bien desde hace tiempo el deterioroplanetario y en particular las alteraciones climá-ticas son problemas preocupantes para los cien-tíficos, los sectores hegemónicos más lúcidossólo en tiempos recientes van dejando de consi-derar la cuestión como un discurso anticapita-lista a favor de un socialismo (o anarquismo)verde, para pasar a ensayar una comprensióninterdisciplinaria de la cuestión.

Si bien no puede objetarse esta preocupa-ción y cabe celebrarla, no deja de encerrar cier-to riesgo. En general los proyectos se enmarcanen la perspectiva de la seguridad nacional de laspotencias. Los tres posibles escenarios respectodel calentamiento global (moderado, severo ycatastrófico) son vistos, además de la óptica de

108 Al respecto, Fabio Giovannini, L’ecomarxismo: le proposte diJames O’Connor, en “Le radici del verde”, cit, págs. 101 ysiguientes.

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las consecuencias territoriales, desde la de losconflictos que plantearían al propio país109.

Es correcto en principio que esto se hagae incluso sería muy oportuno que nos apresure-mos en nuestra región a hacer lo mismo, invo-lucrando en primer término a nuestras fuerzasarmadas, únicas con capacidad para convertirseen los policías y bomberos de las posibles catás-trofes climáticas.

Pero también es cierto que no podemoslimitarnos a prever posibles hipótesis de catás-trofe y ver qué ventajas o desventajas locales onacionales puedan aportarnos los diferentesescenarios. Esta sería una visión miope y suicida,que pasaría por alto que la supervivencia huma-na depende de decisiones regionales y mundia-les, porque los desequilibrios del planeta noconocen fronteras, aduanas ni nacionalidades.

Sería ingenuo ignorar que cualquier alte-ración grave tendría consecuencias geopolíticasy generaría nuevas hipótesis de conflictos, perola especie humana no podrá evitar peores con-secuencias si no comienza a operar tomando enserio el principio de cooperación universal, ensintonía con el curso de la vida planetaria.

109 Por ejemplo: Kart M. Campbell (Editor), Climatic Cata -clysm. The Foreign Policy and National Security Impli cationsof Climate Change, Brookings Institution Press, WashingtonD.C., 2008.

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Dicho más claramente: es verdad quecualquier hipótesis de catástrofe plantea unacuestión de seguridad nacional –en el sano sen-tido de la expresión–, pero no se puede ignorarque por sobre esta seguridad se está jugandocon la seguridad planetaria.

15. Consecuencias prácticas: casos y dudas,perspectivas

Puede objetarse –y de hecho se lo hará–que las disposiciones de las nuevas constitucio-nes tendrán un carácter simbólico importante,quizá consecuencias teóricas, pero que carece-rán de efectos prácticos diferenciales respeto delderecho ambiental constitucional de las últimasdécadas. Sin embargo, creemos que esto no esverdad.

En principio –como vimos– la mera cir-cunstancia de que cualquiera puede accionar endefensa de la naturaleza, valido de una suerte deacción popular, sin que sea menester invocar –ymenos probar– la condición de damnificado,provocará que diferentes personas, según sussimpatías con los entes naturales no humanos,ejerzan acciones en su defensa.

El temor de Ferrater Mora acerca del re -conocimiento de sujetos de derechos a la mate-ria aparentemente inerte de las montañas y losríos, se habría concretado. Habrá quien sin serpescador defienda la subsistencia de los peces

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de un río frente a la pretensión de construirrepresas que los extingan, quien pueda accionaren defensa de los pájaros amenazados por pesti-cidas, quien lo pueda hacer enfrentando lapesca o la caza industrial, en particular su prác-tica en tiempos de reproducción.

Pero no se agota la cuestión sólo con elreconocimiento de la capacidad de todo serhumano como defensor de la naturaleza, sinoque el propio contenido del derecho sufre alte-raciones importantes.

La naturaleza puede ser usada para vivir,pero no suntuariamente para lo que no es nece-sario. La infinita creación de necesidades artifi-ciales que sostienen el crecimiento ilimitado delconsumo estaría acotada por el criterio del su -mak kawsay. Y lo más importante es que, al re -conocerle a la naturaleza el carácter de sujeto dederechos, adquiere ésta la condición de terceroagredido cuando se la ataque ilegítimamente y,por ende, habilita el ejercicio de la legítima de -fensa en su favor (legítima defensa de terceros).Sentadas, colocación de obstáculos al avance demaquinarias de desmonte y –por lo menos–todos los medios de lucha no violenta, seránconductas lícitas en la medida en que sean de -fensivas de agresiones ilegítimas a la naturaleza.

En el ámbito del derecho civil, la propie-dad de animales necesariamente sufrirá restric-ciones. Sus titulares incurrirán en un abuso ilí-cito cuando ofendan a la Tierra haciendo sufrir

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sin razón a sus hijos no humanos, con lo cualpor esta vía ingresan todos los planteamientosrazonables de los animalistas.

También sufrirá limitaciones la propie-dad fundiaria, cuando la conducta del propieta-rio altere los finos procesos regulativos (quema-zones, deforestación, pesticidas altamente tóxi-cos, etc.) o cuando con monocultivos perjudi-quen la biodiversidad, pongan en peligro espe-cies o agoten a la tierra.

En el plano de la propiedad intelectualserá menester replantear el patentamiento deanimales y plantas, porque éstos no pertenecena ningún humano, sino a la naturaleza.

No pocos serán los conflictos que debandefinir los jueces para precisar los límites delderecho de la naturaleza en cada caso concreto.¿Tienen los ríos el derecho a conservar sus cau-ces naturales o pueden ser desviados? ¿Tienenlas montañas el derecho a preservar sus laderaso pueden ser lesionadas con extracciones ilimi-tadas o rasuradas extinguiendo la vegetaciónnatural? ¿Hasta qué límite se las puede horadar?

La necesidad –eterna Celestina de todaslas matanzas y guerras– deberá evaluarse con-forme a las condiciones humanas de supervi-vencia digna y al uso no abusivo respecto de to -dos los entes naturales, y no a la convenienciade pura obtención de mayores réditos. La ex -plotación artesanal pocas veces tendrá proble-

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mas, pero la industrial será siempre un semille-ro de pleitos, donde se harán jugar valoresencontrados.

Una nueva jurisprudencia deberá iniciar-se, cuyas consecuencias prácticas son de mo -mento difíciles de prever, pero lo cierto es queno responderá a los criterios que hasta el pre-sente se vienen manejando.

La incorporación de la naturaleza al de -recho constitucional en carácter de sujeto dederechos abre un nuevo capítulo en la historiadel derecho, respecto del cual nuestra imagina-ción es pobre, porque nos movemos aún dentrodel paradigma que niega derechos a todo lo nohumano.

16. Gaia y la Pachamama: dos caminos quese encuentran

Gaia llega de Europa y la Pachamama esnuestra, pero esos son sólo nombres de la Tierra,en la que no sólo estamos, sino de la cual for-mamos parte. Se trata de un encuentro entreuna cultura científica que se alarma y otra tra-dicional que ya conocía el peligro que hoy levienen a anunciar y también su prevención eincluso su remedio. Es como si los niños deHegel le dijesen hoy al viejo sabio: tonto, ya losabíamos antes que tú llegaras. Nos venciste porbruto, pero por bruto tampoco te diste cuenta delo que hacías.

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Esa misma civilización –con toda su tec-nología– está hoy vivamente alarmada y susmentes más lúcidas advierten sobre la posibili-dad de la venganza de Gaia. Y en esta tierra deniños vienen a coincidir con la sabiduría ances-tral de los despreciados como inferiores. Y es enla región de las pretendidas razas que su sober-bia le llevaba a subestimar como inferiores o sinhistoria, donde por vez primera se consagra enlas constituciones la personalidad jurídica de lanaturaleza, con la naturalidad que brinda unacosmovisión quizá anclada en el resabio incons-ciente de la experiencia de miles de años desupervivencia, pero en cualquier caso central ensu cultura.

Pero además, como la raíz ideológica dela cultura del Buen Vivir es por completo ajenaal exabrupto cartesiano, puede fundar una éticaentre todos los entes que formamos parte delplaneta sin renunciar a la señalización dignifi-cante del humano, resolviendo más ingenua-mente –en el sentido de replantear las preguntasprimeras– los interrogantes en que con frecuen-cia queda enredada la ética elaborada en lospaíses centrales, sin desconocer que ésta nosbrinda nuevos elementos de reelaboración yperfeccionamiento.

Se trata de una feliz coincidencia de cen-tro y periferia del poder planetario que debecelebrarse, en la esperanza de que aún se pro-duzca a tiempo. De lo contrario, el futuro delplaneta será de los pulpos.

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Democraciade la Tierra y los Derechos

de la Naturaleza

Vandana ShivaCientífica, filósofa y escritora india. Activista en favor del ecofeminismo,recibió el Premio Nobel Alternativo en 1993. Trabaja por la agricultura

ecológica, el estudio y mantenimiento de la biodiversidad, el compromisode las mujeres con el movimiento ecologista y la regeneración

del sentimiento democrático.

Conferencia ofrecida en la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales,FLACSO, Quito, el 26 de noviembre de 2010

Hay tantas conferencias que toman lugaren el mundo ahora, pero yo escogí hacer estelargo viaje, realmente desde el otro lado delmundo, para estar con ustedes en este momen-to, aun cuando existen grandes presiones allá enmí país que necesitan de mi presencia en casa.

Hice este recorrido porque Ecuador haplantado semillas que son importantes y rele-vantes no solamente para la gente de este país,sino para todo el planeta y el futuro de la gentede nuestro mundo. He realizado el viaje parahonrar su Constitución, que es la primeraConstitución que reconoce los Derechos de laNaturaleza. En un momento en que, alrededordel mundo, todo lo que existe debajo de la tie-rra está siendo extraído por corporaciones que

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han sido redondeadas por tanto dinero-capital,creado a través del ficticio proceso de WallStreet, donde cada corporación minera –segúnleía el otro día– tiene 17.000 millones de dólaresde beneficios con los cuales no saben qué hacer,así que deben invertir en más minas, en más ymás extracción de minerales. Y, por supuesto,con toda esa cantidad de dinero, ustedes imagi-narán que todas las restricciones e impedimen-tos legales se derriban por la fuerza del dinero.

Recordarán que hace unos meses atrás,quizá hace un mes, hubo casi por cinco díasimágenes del lodo rojo vertido en Hungría. Na -die vincularía el lodo rojo con el aluminio delas puertas de este salón, pero es la parte final dela producción del aluminio. El aluminio estáhecho con bauxita. Por cada tonelada de bauxi-ta extraída de las minas, una tonelada de dese-chos es producida; 1.300 barriles de agua sonusados, 30.000 kilovatios de energía son usados,pero todo esto es externalizado. Todo esto, encada mina, está siendo tomado de debajo de latierra y tornado hacia la superficie.

Por eso estuvimos felices, con el granmovimiento de resistencia contra la minería enla India que comenzó en 2006, en uno de lossitios más sagrados de la India llamado Niyam -giri, hogar de la tribu ancestral Dongria Kondh.Niya, significa “ley”. “La Montaña que se levan-ta sobre la Ley Universal” es el nombre en hindipara esta montaña. Los indígenas de la zonadijeron: “si ustedes derriban esta montaña, des-

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truyen nuestro mundo”; porque todo está defini-do por esta montaña. Pero también tenían bue-nas razones científicas para oponerse a la mine-ría, porque todos los arroyos y ríos que riegan elvalle bajan de esta montaña, porque la bauxitaes una muy buena fijadora de agua. Cada depó-sito de bauxita está junto a ríos y arroyos quesalen de ella.

Existe una gran compañía con sede enIndia de nombre Vedanta, que justamente signi-fica “el Fin de los Vedas”. Los Vedas representanel mayor grado de aprendizaje en India, perodetrás de los Vedas está el real conocimiento delmundo. Esta compañía, que básicamente estádevastando los derechos de la gente y sus ecosis-temas, ha escogido llamarse Vedantas porquetodos los nombres tradicionales se asocian concorrupción, aceptación de sobornos de las com-pañías indias, etc. Ellos pensaron que podíansobornar a las cortes, que podían sobornar alGobierno, y así lo hicieron, tenían proteccionesen cada nivel del Estado.

Los indígenas de la zona fueron a la Cor teSuprema, y –encontrarán esto muy familiar– unjuez planteó, al aprobar este proyecto minero,que “todas las tribus y gentes de la selva debíanser civilizadas, debían ser sacadas de las junglas. Yla única manera de hacerlo era hacer funcionar lamina para que existiese crecimiento económico.”

Pero esta montaña alberga tanta biodi-versidad, tantas condiciones para la reproduc-

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ción de especies, que los indígenas celebrabanen julio el Día de la Montaña. Y tenían semillasde más de 60 clases de mangos cultivados.Tenían piñas, naranjas, plantas medicinales,etc., y no necesitaban nada del mundo exterior,excepto sal; y a cambio de ella, tenían tanto paradar al resto del mundo.

Continuamos y persistimos apoyandocon asesoramiento en el nivel científico y en labatalla jurídica. El Gobierno, eventualmente,tuvo que aceptar con vergüenza que había apro-bado la construcción de esta mina. La compañíatuvo que retirarse de la zona donde había traza-do sus planes de operación y se acordó que sedejaría intacta la montaña.

Y ésta es la segunda razón por la que hevenido a Ecuador en esta larga travesía. Parahonrar la iniciativa que ustedes han tomado aldejar el crudo debajo del suelo en la selva ama-zónica. Y quiero decir que esto es tan importan-te, porque lo que hace Ecuador al dejar el crudoen tierra o lo que hemos hecho en India al dejarla bauxita en la montaña, o lo que logramos en1998, en una de mis tempranas luchas contra laminería a cielo abierto, apunta a demostrar quedejar los minerales en las montañas o el crudoen el suelo es la manera de crear condicionespara que una economía mucho más amplia quela economía extractiva, se afirme y desenvuelva.La única razón por la que la extracción petrole-ra, minera y todas las actividades destructivas

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que contaminan y destruyen la vida, sea defini-da como necesaria, es debido a una tramposamanera de presentar la relación costo–benefi-cio. Los costos siempre están ocultos y los bene-ficios siempre se encuentran exagerados.Además, los beneficios que, en realidad van aparar a las corporaciones petroleras o mineras,siempre se presentan como si la pobre tribu derepente se hubiese vuelto millonaria. Nuncadicen a dónde está yendo el dinero. Nunca lesdirán que, en este momento, los commodities,que incluyen minerales y comidas –han conver-tido a la comida en commodities– es donde lamayoría del dinero hambriento de inversionesestá yendo. Tras el colapso de Wall Street en el2008, durante la crisis de las hipotecas subpri-mes, la mayoría de inversiones se dirige ahora ala economía real, pero en su fase destructiva; esuna economía destructiva de la economía de lavida.

Si ustedes miran los sesenta billones dedólares que se dieron a los bancos, se daráncuenta de que, cuando se trata de los ricos, losgobiernos tienen el dinero para gastar. Desafor -tunadamente, siempre tiene el dinero para gas-tarlo en las cosas equivocadas; tienen dineropara gastarlo en bombas, en aviones de comba-te. Tienen el dinero para gastar en subvencionara las grandes corporaciones e instituciones fi -nancieras, pero cuando se trata de asegurarseque el campesino reciba por sus productos unprecio correcto, de que los niños tengan cober-

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tura de salud, de que todos puedan tener ali-mentos, entonces, de repente, están cortos dedinero. De pronto se han vuelto pobres. Y estaesquizofrenia de poseer riqueza ilimitada cuan-do se trata de ayudar a los ricos y tornarse mise-rables cuando se trata de ayudar a los pobres, esla fuente del error cuando definimos la econo-mía.

La economía ya no es más eco-nomía; lapalabra economía tiene la misma raíz lingüísti-ca que la palabra ecología. Ambas comparten suraíz en la palabra Oikos, que significa hogar. Elhogar al que nos referimos es este planeta. Eco -logía es la ciencia de esta casa; la economía su -puestamente debería ser la administración delmanejo de este hogar. Mientras esto estuvo enmanos de las co munidades locales, mientrasestuvo en manos de sociedades democráticas,manejamos bien el hogar. No matamos a nues-tros ríos, no talamos o destruimos nuestras sel-vas, no extrajimos hasta el último pedazo demineral; no creamos hambre a través de un sis-tema alimentario que constantemente está cla-mando haber terminado con el hambre y lapobreza.

Hoy la economía es un elemento tan dis-tante a cualquier noción de hogar y pertenen-cia. Oikos es un concepto vacío, vacío de hogar.Ya no se refiere al hogar-planeta, ni a la admi-nistración del hogar-familia de las economíasdomésticas.

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La globalización corporativa ha sido im -pulsada en las últimas dos décadas a través dedos instrumentos: el primer instrumento, hastahace poco especialmente aplicado solamente enpaíses del Sur –estoy segura que en Ecuador lotuvieron, así como lo tuvimos en India– fue elajuste estructural. Por supuesto, ahora el ajusteestructural está a las puertas en Islandia, Greciay Portugal; es decir, el FMI ya no solo imponemedidas de ajuste en el Tercer Mundo, ahora seha vuelto un sistema global para hacer pagar alos pueblos y a la gente los errores generadospor la codicia y la deshonestidad de las entida-des financieras.

Saben, en India tenemos este documentoque es el pagaré, que dice “prometo pagar elpréstamo”, porque eso básicamente es lo que eldinero es: una promesa; una promesa que dicete daré diez centavos con diez rupias. Hoy, hasido convertido en la medida de la riqueza, lapropiedad y el poder. Pero, ¿qué son 300.000millones sino dinero ficticio recorriendo elmundo? Ahora las finanzas son 70 veces másgrandes que la economía de bienes y servicios.Entonces, cuando se tiene unas finanzas queson 70 veces más que el sector real de la econo-mía, esas finanzas van a querer controlar toda laeconomía. Este dinero hambriento, como lollamo, está tan desesperadamente hambriento,que quiere la última gota de agua, la última bio-masa, el último pedazo de alimento, etc., y loquiere tomar en contra de los derechos de la

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naturaleza y de los derechos de la gente. Losderechos de la gente han sido incorporados enla mayoría de nuestras Constituciones.

En India tenemos un poderoso artículo,el Nº. 21, en donde se establece que el Estado“tiene la obligación de proteger la vida”. Este esel artículo en el que he basado cada procesojudicial ambiental, y hemos ganado cada uno deellos, desde la minería de canteras, hasta la agri-cultura industrial contra la campesina, etc. El“deber del Estado de proteger la vida” significaque hay límites para las actividades comercialesque amenazan la vida.

En el primer caso que ganamos en la Su -prema Corte de la India tuvimos un maravillo-so juez, que sentenció que cuando el comercioamenaza la vida, el comercio debe ser detenido,porque la vida debe continuar. Pero aho ra, gra-cias al segundo instrumento de la globalizacióneconómica –al que llamo globalización corpora-tiva– tenemos una perversión de este principio.Esta perversión es la Organización Mundial delComercio (OMC) y los nuevos Tratados deLibre Co mercio que se imponen a los países,desde que detuvimos exitosamente a la OMCen Seattle. Un pequeño puñado de nosotrossentimos que era tiempo de que los asuntos dellibre comercio sean tratados por la esfera públi-ca. Esto no era “libre comercio”, sino comercioforzoso; esto no era sobre el bienestar de lagente o de los pueblos, sino sobre el bienestarde las corporaciones.

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Recuerdo haber debatido con la gente dela OMC en una discusión en Washington, yellos sostenían que el libre comercio tratabasobre la democracia, sobre el derecho de lagente de elegir y comprar lo que quieren, cuan-do lo quieran y elegir el país de donde lo quie-ren. Yo tuve que contestarles que este modeloconfisca la libertad de los ciudadanos al produ-cir cosas que la gente podría proveerse por suspropios medios para manejar sus vidas y asíevitar convertirse en consumistas. El consumis-mo es lo opuesto a la libertad. La palabra consu-mo viene de la edad media, para referirse a laspersonas que morían de tuberculosis, para gra-ficar el modo en el que morían consumidos porla enfermedad. Pero ahora la palabra consumosupuestamente define nuestros más altos están-dares de vida. Nuestras economías se destruyenen el nombre del consumo y el derecho de cadauno a comprar lo que quiere, pero el hecho esque no todos podemos ser consumidores.

Lo que tenemos es una situación desqui-ciada en la que un gran país como China pareceser el único productor para el mundo. Este paísingresó a la OMC en el año mismo de la masa-cre de Tianamén con la aprobación de losEEUU, porque las corporaciones querían trasla-dar sus fábricas allá para reducir los costos conmano de obra barata y maximizar los beneficiosde este modo, así como se mudaron a la Indiapara abaratar los costos del software. ¿Pero quié-nes han hecho todo este dinero? ¡Cuarenta bi -

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llones de dólares como ganancias anuales adi-cionales extraordinarias para IBM y la industriadel software!, esto es lo que llaman outsourcing;sacar las industrias de su base nacional. Pero lamayor operación de outsourcing ha sido trasla-dar la contaminación y las industrias extractivaspara que actúen con mayor intensidad en lospaíses del Sur.

Finalmente, tienes un sistema que piensaque el crecimiento sin fin y el consumismo ili-mitado pueden seguir adelante sin tomar encuenta los límites ecológicos del planeta ni loslímites económicos de la gente. Pero si la genteestá desempleada ¿cómo van a ser consumido-res? Solo miren el dato, en Estados Unidos lasdeudas acumuladas por hipotecas vencidasascienden a cerca de treinta billones de dólares.

La gente está comprando más y más to -dos los productos defectuosos de China y lohace cada vez porque las cosas se estropean bas-tante rápido. Si en una aldea tú haces tus pro-pios zapatos de cuero, te duraran por 5 o 10años, haces un buen chal –yo todavía uso el chaly el sari que me tejió mi madre– y te durará unbuen trecho de tu vida, compras un productoque imita una gran marca en China y al segun-do día, mágicamente, se ha desintegrado (risas).Entonces, hay muchas y muchas ventas parahacer, porque el mismo producto se venderá500 veces debido a su rápido desgaste; y así,usted compra muchas veces en el más claro

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anonimato, porque no importa de dónde vengael producto.

Ésta es otra marca de la globalización:borra la fuente en donde se produce, la tornaanónima. Le dicen que no importa de dóndevenga el producto, usted no tiene por qué saberesto. Por ello, se vuelve posible mezclar melani-na con comida de bebé. ¿Recuerdan este caso?¿Aquellos diez niños que murieron y el pobrepadre de familia que inició la lucha para evitarque más niños fueran alimentados con la comi-da envenenada que los mató? ¡Bueno, eso pasóen China y ese hombre está en la cárcel ahora!¡Y esto es la muerte misma de la democracia!Cuando puedes ser asesinado y decides defen-der tu derecho a la vida, si lo haces, terminas enla cárcel. Después de Seattle, el jefe de la reu-nión de la OMC, dijo que la OMC es laConstitución del Mundo. ¿Quién escribió laConstitución del Mundo? Monsanto, porqueellos escribieron la parte sobre los derechos depropiedad intelectual forzando a que sea nece-sario firmar tratados adicionales sobre estetema.

Siempre ha habido comercio, pero todoestaba basado en decisiones soberanas de losgobiernos respecto de lo que se debía intercam-biar. Era comercio basado en soberanía. Elnuevo comercio resta importancia a la sobera-nía. Los nuevos tratados que han sido incorpo-rados a la OMC, que no estuvieron antes en el

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Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros yComercio (GATT por sus siglas en inglés), sonlos tratados de propiedad intelectual que pro-claman que las semillas son propiedad deMonsanto, porque la semilla es su creación.Ahora Monsanto está tomando el papel deDios: “Hemos inventado la vida en la tierra,deben pagarnos regalías”. ¿En qué se traduce elpago de las regalías en lo referente a las semi-llas? Hemos aprendido una muy amarga lec-ción. Antes era imposible para una compañíaproclamarse inventores de la vida, porque unaespecie tiene su integridad, la vida tiene su inte-gridad, su complejidad, etc. Si te molestas enponer un gen tóxico en una semilla y preparasun organismo genéticamente modificado(OGM), no será este gen el que defina la repro-ducción de la próxima generación de semillas,sino la cadena original de la semilla en la queinsertaste el gen tóxico. Así que la vida, en símisma, no puede ser “ingeniada”, no es sujetode la ingeniería. La introducción de un gen noes “ingeniería” de la vida.

Por ello empezamos Navdanya, para decirque esto es improcedente y que, además, unapatente sobre una semilla quiere decir que uncampesino no puede guardar semillas. Losrepresentantes de Monsanto fueron inmediata-mente a la OMC cuando ésta fue formada en1995 y declararon haber logrado algo sin prece-dente en la industria de la agricultura y tenemosun problema con ello, insisto: los agricultores

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guardan las semillas. Los representantes deMonsanto ofrecieron la solución, convertir enun delito al almacenamiento tradicional desemillas de los agricultores. Los derechos de pro-piedad intelectual fueron la criminalización delos derechos de guardar e intercambiar semillas.

Para mí, esto constituye una clara viola-ción a los derechos de la naturaleza y los dere-chos de los agricultores. Empezamos Navdanya,que significa nueve semillas y al tiempo signifi-ca “el nuevo regalo”. El nombre de las nuevesemillas lo aprendí de un agricultor indígena.Estaba haciendo selección de semillas y no esta-ba segura de que el concepto que circulaba enesa época, recursos genéticos, fuese el apropiadopara nuestro trabajo. En 1987 no existía aún elconcepto de biodiversidad. La biodiversidad seempleó a partir de la Conferencia Mundialsobre Diversidad Biológica, que conceptualizóla biodiversidad como la diversidad de formasde vida. En ese momento, solamente teníamosel concepto de recursos genéticos. Pero en cual-quier otra lengua, este concepto se traduce co -mo átomos de la planta. Y si vas con un agricul-tor y le dices “guarda los átomos de la planta”,el agricultor diría ¿pero qué son los átomos? Yluego tendrías que desarrollar toda esta largadiscusión sobre el ADN y los genes que, detodas maneras, es incorrecta porque la vida nose reduce a los genes. La vida es mucho más.

Estábamos haciendo una investigaciónsobre recolección de semillas en un área y

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encontramos a un agricultor con nueve tipos decultivos. Debido a mi oposición a los monocul-tivos, cada vez que veo a un agricultor con másde un cultivo, lo celebro (risas).

Le dije: tiene nueve cultivos, ¡qué bien!, elagricultor se volteó casualmente y me dijo: Sí,Navdanya… Le dije, me contestas como si fuesealgo muy significativo, ¿lo es? Él me contestó:¿No sabe usted nada? En ese momento entendíque puedes tener un PHD y en realidad nosaber mucho.

Yo no sabía que las nueve semillas recrea-ban los nueve planteas del sistema solar y querepresentaban el balance de la nutrición ennuestros cuerpos. Es una cosmología sobre laarmonía ecológica de la vida, sobre la armoníanutritiva en nuestros cuerpos. Y ahí, me dije amí misma: ¡Claro! Ésta es la palabra, porque laspersonas que están en Navdanya pueden ense-ñarnos sobre las maneras de recreación de lavida. Nia significa nuevo y Nav también signifi-ca “regalo”, y este es el nuevo regalo para lahumanidad: la idea de que compartir no es uncrimen, que los bienes comunes son vitales paranuestra sobrevivencia. Desde que empezamoseste trabajo en 1987, declaramos todos los añosque todos nuestros miembros –no se necesitadinero para ser miembro, solo firmar un com-promiso– estamos comprometidos con la pro-tección de la vida, la protección de la agrobio-diversidad; hemos recibido estas semillas denuestros ancestros, que las han compartido y

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almacenado, y es nuestro deber seguir almace-nando y compartiendo las semillas, por lo queno obedeceré ninguna ley que declare ilegal elcumplimiento de mi tarea por el futuro de latierra y de nuestras comunidades.

Este juramento significa la búsqueda dela verdad, y la verdad de la vida en la tierra esque la vida en la tierra es íntegra, no salió dellaboratorio de Monsanto. Entró al laboratoriode Monsanto y ellos pueden haberla mutilado,torturado, etc., pero no se creó en el laboratoriode Monsanto. Por tanto, guardar las semillas ymantenerlas libres de patentes es un elementovital para la democracia de la tierra.

Otro tratado, otra columna de la globali-zación es el acuerdo agrícola sobre la tierra. Esteacuerdo fue escrito por el vicepresidente deCARGILL, que es la corporación más grandedel mundo en el comercio de granos. Se convir-tió en diputado para poder integrar la delega-ción estadounidense sobre agricultura, y asíescribió el acuerdo sobre agricultura.

Dudo que ustedes lo hayan leído, es undocumento terriblemente aburrido. No tienenada que ver con la tierra, no menciona a losalimentos, no menciona a los agricultores. ¿Meimagino que la agricultura tiene algo que vercon esto no? (risas). Menciona impuestos demercado, exportaciones competitivas y subven-ciones domésticas. Todo esto se traduce en una

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sola cosa: ¿Por qué sus agricultores no hanentrado al sistema de mercado?

Porque entre las semillas de Monsanto ylos contenedores de Cargill, existe una sociedad.Cargill lleva y comercia las semillas que le per-tenecen a Monsanto. Alrededor del mundo,todas las semillas que Cargill comercia fuera delos EEUU, le pertenecen a Monsanto. Y Mon -santo, por supuesto, procura comprar todas lascompañías de semillas, pero, desde luego, nopueden. Ellos poseen el 95% de las semillasgenéticamente modificadas que se comercianen el mundo, pero también poseen una buenaparte de las semillas no modificadas genética-mente. Están comprando aquellas compañíasque producen semillas orgánicas para cerrar lasdivisiones de producción orgánicas de estascompañías. No quieren, bajo ninguna circuns-tancia, estas divisiones, por ello, constantemen-te impulsan leyes que declaran ilegales los ban-cos de semillas, a fin de que todas las semillassean patentadas.

En India introdujeron el algodón genéti-camente modificado de manera ilegal.

Pero estaban tan confiados sobre sudominio en el mundo que pensaban que en unaño estarían vendiendo el algodón genética-mente modificado de manera legal. Yo conozcomis leyes, sé que se deben hacer una serie deexperimentos e investigaciones para aprobaruna semilla genéticamente modificada, tenemos

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una Ley de Semillas que requiere varios proce-sos de experimentación previa, pero ellos pen-saban que introducirían en la India los cultivosgenéticamente modificados tal como lo hicie-ron en EEUU, sin obedecer ninguna ley o comolo han hecho en otras partes del mundo.Demandamos en la Suprema Corte y fueronforzados a pasar por todos los procedimientoslegales y científicos para su aprobación.

Solamente llevaron dos clases de semillaspara experimentar, dos clases de semillas depapas. Hay cientos de variedades, cada una conuna cualidad diferente…Fíjense la inteligencia ybrillantez que corre por sus mentes. Recuerdoque fuimos una vez a una granja fuera de Indiapara ver un experimento. Todos los años salencon la misma cosa, con que han creado unnuevo producto, una nueva calidad que siempretermina siendo una farsa. Decían haber incre-mentado la proteína en una papa, al ponergenes de amaranto en ella. Por supuesto, elamaranto es muy proteico, es casi 40% de pro-teína. El problema con estas papas es que sólopudieron incrementar un pequeño porcentajede proteína adicional y no sabían a papa. Estoysegura de que las papas en India tienen un altonivel de proteína porque no “importan” la pro-teína de fuera, no la crean en laboratorio, ysaben a papas. Pero una vez que vuelves un ali-mento en commodity, ya no importan sus pro-piedades o para qué será usado. Si yo cultivoalimentos para comer, debo saber cómo se debe

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ver, cuál es su sabor, sé que esta clase de papadebe ser cocinada de esta manera, sé cómodeber ser preparado este arroz; una clase dearroz será buena para el estofado, otro será bue -no para el arroz relleno, otro será bueno paralos niños, otro será bueno para los ancianos,etc. Tenemos todo ese saber gracias a la diversi-dad. Pero cuando un alimento ha sido transfor-mado en un commodity, no importa. Irá a laindustria del almidón. En Europa, a lo largo deun juicio contra una papa modificada genética-mente, se ha fallado a favor de esta papa bajo elargumento de que no será utilizada para consu-mo humano sino como fuente de almidón. Asíhan tratado de aprobarla, diciendo que unapapa no es para comer. ¿Para qué cultivas unapapa si no es para comer? ¿acaso harán marcospara ventanas con las papas?, ¿de qué hablan?

Tomen el ejemplo de la soya, un cultivoque se usaba para comer y de repente existe unmovimiento mundial para impedir la produc-ción de la soya. No porque sea malo producirsoya, sino que los acres de tierra que han incre-mentado los cultivos de soya en Argentina,Brasil, EEUU, serán transformados en combus-tible para autos, para torturar al material de lasoya y fabricar pienso. ¡Pero las vacas no quie-ren soya, lo que quieren es pasto! Su estómagoestá diseñado para procesar el pasto, son herbí-voras; ahora no, de repente proclaman: ¡lasvacas no comen pasto!

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¡En EEUU la situación es una locura! El70% de los cultivos va para el balanceado delalimento de las vacas, el 30% va para los agro-combustibles, ¿y todavía se piensan a sí mismoscomo el país súper abastecedor de alimentos?¡Ya no hay alimentos para abastecer a la gentedespués de la ganadería y el combustible! Estetipo de producción está creando falsa escasez.La primera falsa escasez es la de la biodiversi-dad. En la India, el algodón BT ha destruido1.500 variedades de algodón que solíamos sem-brar. El precio del algodón ha subido de cinco ysiete rupias, a 3.200 el kilogramo, de estos cada2.400 rupias son derechos de royalties (regalías)pagadas a Monsanto, eso significa 200 millonesde dólares anuales que le llegan a Monsanto porestar sentados allá en su oficina de San Louis.Han quebrado a las compañías de India y lashan comprado, controlan la industria del algo-dón y han reemplazado a los señores de la tierra(terratenientes), convirtiéndose ahora en losseñores dueños de la vida.

Los campesinos indios se pasaban la vidatrabajando para los señores de la tierra, mien-tras los señores de la tierra solían contemplarlossentados. En la misma medida ahora tenemosseñores de la vida, que ahora se sientan a mirarcómo sus ganancias por propiedad intelectualse incrementan, mientras los campesinos sequiebran el lomo para poder pagar estas cons-tantes tarifas que imponen las regalías y que ali-mentan a las corporaciones. Además, como

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estas semillas han traído nuevos insectos y en -fermedades desconocidas, compañías comoMonsanto han aparecido ahora con una nuevageneración de pesticidas y venenos más poten-tes como el Round Up y BT2. De hecho, ellostienen ahora un paquete que se llama el “pa -quete inteligente” o el “paquete g” para losorganismos genéticamente modificados. Y nopuedo evitar recordar una cita de Einstein quesostiene que “una señal de demencia es conti-nuar haciendo lo mismo una y otra vez espe-rando un resultado distinto”.

Monsanto ha puesto genes tóxicos quehan fallado en su intención de controlar lasenfermedades, y esperan que doblando la cargatóxica de los genes logren milagrosos resulta-dos. Eso es demencial. Tan demencial como losinversores que apostaban en EEUU por el “ries-go” de los compradores de hipotecas. Recuerdoque veían acercarse las fechas límites de pago delas hipotecas y se realizaban acciones jurídicaspara cobrar las hipotecas que no se podíanpagar, y cuando los pagos de las hipotecas deriesgo fallaron, dijeron ¡hagámoslo de nuevo! Lasvolvieron a comprar cuadriplicando su valor yahí es cuando la economía colapsó.

Entonces, algo no funciona, hagámoslo denuevo y hagámoslo más intensamente. Esta esuna clara señal de locura y estamos viviendo unorden económico completamente demencial.

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Los pobladores ancestrales siempre losupieron, los campesinos que han pagado enor-mes sacrificios lo supieron; 200.000 campesinosindios cayeron en severas deudas, tanto quemuchos, incluso, optaron por el suicidio, éstasson las estadísticas oficiales en India y todocomenzó con la globalización.

Otro tratado similar es el Acuerdo Gene -ral de Servicios y Comercio. Según este acuerdo,todo lo que existe bajo el sol es un servicio. Elagua es un “servicio”, por ejemplo. Y todos losseres de la tierra son “proveedores de servicios”.Pero hay algo extraño en este tratado porque, simiran el sector de las semillas, cinco grandescorporaciones controlan este sector; si miran elcomercio del sector alimentario cuatro grandescompañías controlan su comercio; si miramosla privatización del agua, cinco compañías con-trolan su privatización. Alrededor del mundo, lagente y los pueblos están diciendo, la comida noes un commodity, el agua no es un commodity, yla gente está luchando. Bolivia, fue capaz deexpulsar a la Bechtel y al Banco Mundial, y ge -nerar todos los importantes cambios políticosque han permitido ahora a los gobiernos tomarla iniciativa, como en Ecuador, a escribir losderechos de la naturaleza y convertirlos en unaobligación legal, no los derechos de los inverso-res, no los derechos de las industrias contami-nantes, sino los derechos de la madre tierra.

En el caso de los alimentos, la conversiónde la comida en commodities no solamente ha

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empeorado su calidad... Por cierto, debo decir-les honestamente que no puedo comer enEEUU. Me compro un pastelillo y me sabeamargo, porque mi lengua está todavía acos-tumbrada a los endulzantes naturales. Y cuandose habla de las terribles consecuencias de laindustria alimenticia en EEUU, lo puedo com-probar por mí misma.

Lo sé, no sabe a comida. Ni siquiera pue -do lograr terminar un huevo, en serio, no pue -do, porque todo tiene muchos preservantes yextraños sabores que no vienen de la comida.

Recuerdo que llevé un grupo de mujeresa un Festival Cultural de la UNESCO en Españay tuve el cuidado de pedirles que lleven algunasde las semillas que hemos preservado para quese muestren en el festival. Las semillas de man -go son una comida que nosotros llamamos, “lacomida olvidada” porque son alimentos quesolíamos utilizar para comer pero que ya hemosperdido la costumbre de hacerlo; y al tercer día,las mujeres que habían venido conmigo se meacercaron y me preguntaron ¿podemos tomarestos paquetes de semillas para comer?, les pre-gunté: ¿Por qué, acaso no les han dado comida?

Y me contestaron: No, no podemos co -mer aquí, ¡Es abuction! (en hindi). ¿Qué signifi-ca abuction? Es algo tan desagradable, tan des-preciable, tan desecho que no se puede comer.

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Entonces, tienes que se ha degradado lacomida, se ha degradado el suelo, 70% del aguautilizada en el mundo es para la industria y laagricultura industrial que destruye los ecosiste-mas. Se ha destruido, a través de este modeloalimentario, 8.500 especies de plantas que seutilizaban en India. Hoy, con el sistema decomercio globalizado, solo ocho son comercia-das globalmente y de ellas cuatro se siembranen el suelo de la India, y por supuesto, las cua-tro tienen patentes: maíz, sorgo, soya y algodón.Eso es todo. ¿Pueden imaginar la pobreza denuestros ecosistemas?

Pero hay otra pobreza, mi libro titulado“Tierra y No Petróleo”, muestra que el 40% detodos los impactos de los gases de efecto inver-nadero pueden ser atribuidos a la industria glo-balizada de alimentos. Este sistema, tambiénestá haciendo que la producción de alimentossea más vulnerable, en la medida en que la tem-peratura se incrementa, los glaciares se derriten,el agua desaparece. Las represas se intensifican ycausan más y más inundaciones.

Nuestro trabajo en Navdanya, que estápor cumplir dos décadas y media, muy cuida-dosamente nos ha permitido medir que lasgranjas que cultivan y crecen en medio de bio-diversidad, que producen alimentos orgánicosen pequeña escala, en un determinado momen-to se transforman en abastecedoras de alimen-tos, es decir se convierten en las granjas que uti-

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lizan monocultivos y agroquímicos, quebrandoel anterior patrón de cultivos. Entonces, la ideade que debemos industrializar la agriculturasacando a nuestros agricultores tradicionalesfuera de sus tierras, es una idea extremadamen-te distorsionada. Esta es la idea que se ha con-vertido en una Ley de la Tierra en India, es ade-más la idea que está sirviendo de modelo parala Ley de la Tierra en África. El Presidente Oba -ma vino a la India recientemente y solo hablóde dos cosas; la primera fue vender aviones decombate para Boeing, justificándolo al decir:“quiero crear 15.000 puestos de trabajo para losestadounidenses”. Algo está mal, si la mayorsuperpotencia del mundo, tiene que mendigarempleos al otro lado del mundo. Algo está terri-blemente mal con la economía. La otra cosa queel Presidente Obama dijo es que quería queIndia se sume a las iniciativas de EEUU paraintroducir los organismos genéticamente modi-ficados y la agricultura industrial en África,puesto que “éste es el futuro de la seguridad ali-mentaria”.

Entonces, yo le escribí una carta para de -cirle: no, el futuro de la seguridad alimentariaestá en el patio de su jardín con los cultivos or -gánicos de Michelle Obama. Si es suficiente-mente bueno para usted, entonces es suficiente-mente bueno para el mundo.

Así que cualquier seguridad de la que setrate en este mundo, la seguridad de la biodiver-

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sidad, la alimentaria, de la supervivencia o cual-quier otra que se pretenda, tiene en los ecosiste-mas protegidos por la diversidad y la naturalezay que trabajan con estos, los mejores elementospara la seguridad. Porque estos ecosistemas fun-cionan mejor para y con la gente también.

Es por ello que el tema de los derechos dela naturaleza se vuelve tan interesante en nues-tros tiempos. Porque el mundo ha atravesado500 años de colonialismo, otros 50 años de neo-colonialismo que lo hemos llamado “desarro-llo” y otros 10 o 20 años de colonialismo recarga-do que llamamos globalización. Todo estemundo empieza a despertar de este mito queadvierte que “si protegemos la naturaleza lagente tendrá cada vez menos”, y solo a través dela explotación y destrucción de la naturalezapodemos proveer más a los seres humanos; ypor ello, debemos destruir, pedazo a pedazo, elmundo, debemos destruir cada bosque, cadaselva, para poder tener crecimiento. Creo queestamos en un momento en donde este mito hacolapsado. No es capaz de proveer bienestarhumano a ningún nivel. Así que, incluso paraproveer bienestar a los humanos ahora debemoscambiar el modo y encontrar una nueva mane-ra, y esa nueva manera es poner a los derechosde la naturaleza en primer término. Sobre labase de esos derechos de la naturaleza y la pro-tección de la naturaleza, será posible que tenga-mos más agua limpia. Si nuestros ríos es tán pro-tegidos tendremos más agua para nosotros.

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Las mujeres eliminarían el hambre en elmundo en el mismo periodo en el que las mine-ras claman que erradicarán el hambre en unaaldea mediante la extracción de oro.

Las mujeres erradican de hecho el ham-bre, al proteger la biodiversidad, apoyar laspequeñas granjas, defender los sistemas decomida local, y solamente intercambiar (comer-ciar) aquello que no podemos sembrar en nues-tros suelos.

Ecuador y la India son parte de esta tanprivilegiada situación donde hay tanto quepodemos cultivar que otros países no pueden.Así que podemos satisfacer nuestras necesida-des de alimentos e incluso exportar. India tieneespecies, ustedes tienen amaranto, papas, qui-nua, etc.

¡Ese es el futuro! Proteger los derechos dela tierra, también nos protegemos nosotros. Laidea de que los derechos humanos son opuestosa los derechos de la tierra es ecológicamentefalsa, filosóficamente falsa, y es otro mito crea-do por esa antigua modernidad que pensabaque la naturaleza estaba muerta, la gente eraestúpida y solamente las corporaciones podíancrear riqueza. La naturaleza nos da riqueza, lagente maneja esa riqueza al co-crear con lanaturaleza, y esto es cada vez más fácil de apre-ciar en cualquier población a lo largo delmundo.

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La particular visión de los derechos de lanaturaleza que han recogido ustedes en suConstitución, reconoce que hay algo superior alcrecimiento económico. Lo llaman sumak kaw -say. En India tenemos un muy antiguo y ances-tral concepto sobre ser la familia de la tierra;pero no somos la única familia que vive en esteplaneta, somos una comunidad de la tierra, ydebemos de vivir de tal forma que no desplace-mos el espacio ecológico de ningún otro ser –que no se reduce solo al ser humano, sino acualquier especie viva–. Este pensamiento supo-ne un punto de partida bastante diferente al delcrecimiento económico. El paradigma del creci-miento económico dice explota rápido, convier-te a la naturaleza en dinero y tienes una solu-ción mágica, pero como los nativos americanosdijeron, “solo cuando hayas matado el últimopez y cortado el último árbol te darás cuenta deque no puedes comer el dinero”

El hecho de que los derechos de las per-sonas y los derechos de la naturaleza fluyen enla misma dirección es parte del nuevo potencialde los derechos de la naturaleza en la Constitu -ción Ecuatoriana.

Nada de esto estaba pasando cuandoescribí “La Democracia de la Tierra”. Escribí ellibro, porque estaba harta de los globalifílicosque decían que “los anti-globalizadores sola-mente saben a qué se oponen, pero no saben afavor de qué están”. Y mi respuesta permanente

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fue: estamos en contra de su avaricia, en contrade su explotación, estamos en contra de lainjusticia que están perpetrando, porque sabe-mos a favor de qué estamos.

Estamos a favor de la sustentabilidad,estamos a favor justicia y a favor de la paz. Y esefue el debate contra el crecimiento que recoge“La Democracia de la Tierra”. Si escribí ese estelibro ahora creo que lo elaboraría con muchamayor riqueza, incluyendo cosas como laConstitución ecuatoriana.

Pero este cambio tan singular está pasan-do en todas partes. Cuando ustedes ven la mis -ma fotografía de AP (Associated Press) en cadaperiódico del mundo podemos darnos cuentade que la información es programada, porquenormalmente, diferentes medios deberían tenerdiferentes fotografías. Debería haber foto-diver-sidad. Pero cuando las cosas pasan espontánea-mente en diferentes partes del mundo, puedesestar seguro que hay una gran corriente decambio, que está creando verdaderas placas tec-tónicas en la consciencia de la gente. Y esa es laclase de placas tectónicas que están tomandolugar en un país como Ecuador, capaz de incluirlos derechos de la naturaleza cuando escriben laConstitución. O el Reino de Bután, cuyo PrimerMinistro me ha alentado a ayudarlos porquequieren volver su producción orgánica al 100%.En la actualidad su producción es 70% orgánicapero quieren llegar al 100%. Algunos años atrás

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me enviaron una carta contándome que nomedirían más el Producto Interno Bruto (PIB)porque es una falsa manera de medir cómo seva desempeñando el Reino. Plantearon medir laFelicidad Interna Bruta, y de hecho lo hicieroncon 72 indicadores. La última vez que estuve enBután, el Gabinete debatía si deberían unirse ono a la OMC. Revisaron sus 72 indicadores y sedieron cuenta que la gente estaría descontentacon las consecuencias de adoptar las reglas paraentrada a la OMC; entonces decidieron noentrar y así preservar su Felicidad Nacional.

La felicidad, por supuesto, puede parecerun término vacuo, pero la felicidad suponeriqueza, la riqueza incluye la riqueza material,pero también incluye la espiritual y cultural.

Ellos tienen cuatro pilares de sus índicesde felicidad, que creo deberíamos tener encuenta para profundizar sobre los derechos dela naturaleza en nuestras constituciones: 1)Armonía con la naturaleza 2) Dignidad y orgu-llo de la cultura local 3) Respeto a los ancianosy, 4) un Desarrollo Sostenible que respete todolo anterior.

Estos cambios no son triviales. Cuandomiran a su alrededor y miran la organizacióndel mundo, tienen por una parte, unas pocascorporaciones que pueden, literalmente, con-trolar todo el planeta, todos sus recursos, tra-tando de controlar todos los gobiernos y con-vertirlos en Estados favorables a las corporacio-

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nes –por tanto, destruyendo la democracia– yutilizando los recursos no renovables como sifuesen a durar para siempre. El petróleo en elMedio Oriente, por ejemplo.

Por otra parte, ustedes tienen 300 millo-nes de especies a quienes podemos escuchar siqueremos escuchar. Los pueblos indígenas lohacen. Sé de tribus en India que lo saben exac-tamente; ellos dicen, “no, los venados no noshan dado su permiso para cazar”. Ellos pidenpermiso antes de cazar. Pescadores que puedenver a varias millas de distancia en el océanocuantos cardúmenes de peces están cerca, quéotras especies están con ellos, dónde deberíainstalarse la red para atraerlos. Esta clase deinteligencia con la naturaleza está ahí, esperan-do ser aprendida. Esperando ser enseñada.

Seis mil millones de personas de las cua-les, diría yo, la mitad está extremadamente vita-lizada hacia los derechos de la naturaleza yotros están empezando a volverse sensibles aello.

Luego tienes a la sociedad del consumo,del úsalo y tíralo, con sus grupos de privilegiodiciéndole a más y más gente que no los necesi-tan. Incluso tienen una palabra para ellos, losllaman “personas redundantes”. ¿Cómo puedealguna persona, algún ser humano ser “redun-dante”? Los llaman “desechables”.

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Solían decirnos que hemos sido lo sufi-cientemente inteligentes como para crear elEstado de Bienestar y la seguridad social, peroesto ha sido desmantelado, ahí donde algunavez existió; entonces todos seremos dejados delado sin ninguna forma realista de seguridadsocial, así que tenemos que crear nuestra propiaforma de seguridad, ¿de dónde crearemos estasforma de seguridad? Ahí es cuando los derechosde la naturaleza toman su lugar. La seguridadvendrá de nuestro respeto a la naturaleza yemergerá de la naturaleza en la medida en queencontremos formas colectivas de auto-sosteni-miento.

Auto-sostenimiento colectivo, significaque construimos comunidad, que donde tene-mos comunidad hay que defenderla, y donde lahemos perdido hay que recrearla. De la mismamanera, cada espacio y aspecto del mundo quelas grandes corporaciones desearían privatizar,lo defendemos ferozmente como nuestros bie-nes comunes; el agua es un bien común, lassemillas son un bien común, los bosques y sel-vas son bienes comunes; el mar es un biencomún, el aire es un bien común.

Porque, en definitiva, el asunto es que to -dos los bienes comunes son parte de la atmósfe-ra que, desde luego, es un bien común que nospertenece a todos y todos tenemos el derecho acompartirla, y no el derecho de los contamina-dores, de primero contaminarla y repartirse

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ahora toda la atmósfera a través de los merca-dos de carbono.

El sistema dominante que está extendien-do su vida a través de las subvenciones de losgobiernos, es como un paciente en terapiaintensiva, pero el oxígeno se le está acabando.

Seis mil millones se les han pagado parasalvar a los bancos, ya no hay mucho más paraexpropiar a la sociedad, ya no hay mucho parasacar de las arcas públicas de los gobiernos y deldinero público. Este sistema no puede conti-nuar, quizá cinco años más, quizá diez añosmás, yo prefiero que dure lo menos posible.Necesitamos otro sistema, y ese otro sistema esla Democracia de la Tierra, ese otro sistema esel reconocimiento de que somos solo una másentre otras especies, que tenemos el deber deproteger a las demás pero, tal como todas lasespecies sobre la tierra que tienen el derecho dedesarrollarse y proveerse del alimento que les dala tierra, nosotros también tenemos estos dere-chos fundamentales al agua y la comida. Estosderechos humanos están íntimamente conecta-dos con los derechos de la naturaleza que son,desde mi punto de vista, los más significantesderechos humanos, la más importante luchapor la democracia de nuestros tiempos, es elmás importante aspecto para la justicia, para lapaz y para la sostenibilidad.

Las cosas pasan a tal velocidad que esposible que aquellos que les gustaría pensarse al

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margen de los problemas, no serán capaces deadaptarse a crisis como las del África, peroaquellos que han sido enseñados por la natura-leza, con la tierra y que digan: “Somos parte deti madre tierra y estamos aquí para protegerte,te defenderemos con toda nuestra energía, contodo nuestro amor, todo nuestro cuidado”, esaenergía es la que realmente podrá hacer posibleslos cambios.

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El derecho de la naturaleza:fundamentos

Ramiro Ávila SantamaríaDoctor en Jurisprudencia por la Universidad Católica del Ecuador; másteren Derecho por Columbia University de New York. Profesor de derecho

constitucional y derechos humanos en la Universidad Andina SimónBolívar y en la Pontificia Universidad Católica del Ecuador.

La Constitución de 2008 tiene algunasnovedades con relación al constitucionalismoecuatoriano, regional y mundial. Una de ellas esel reconocimiento de la naturaleza como titularde derechos. Este reconocimiento ha sido moti-vo de más de una crítica por parte de los aboga-dos y abogadas. Hay muchas inquietudes quevan desde el escepticismo hasta la sorna. ¿Esrealmente un derecho o más bien una declara-ción de buenos propósitos? ¿Puede un ser nohumano ser sujeto de derechos? Si es que lofuere, ¿cuál es el contenido del derecho? ¿Losderechos de la naturaleza debilitan la teoría delos derechos humanos? ¿Es exigible el derechode la naturaleza?

Intentaremos afrontar esas preguntasdesde una perspectiva jurídica para sostener, alfinal, que existen fundamentos para afirmar quetiene sentido el reconocimiento de la naturalezacomo titular de derechos.

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Este ensayo está dividido en seis partes.La primera, “Todos los caminos conducen aRoma”, intenta describir los argumentos jurídi-cos que se podrían esgrimir para negar los dere-chos de la naturaleza. La segunda, “Estirar lospies hasta donde alcanza la sábana”, afirma que,usando los argumentos tradicionales, cabe reco-nocer los derechos de la naturaleza. La tercera,“Caminar alegremente hacia la fuente”, buscanuevos fundamentos que enriquecen no sólo eldebate sobre los derechos de la naturaleza sinotambién a toda la teoría del derecho. La cuartaparte, “Del agujero negro al Big Bang”, que esuna entrada histórica, hace referencia al desa-rrollo evolutivo de los derechos y considera queel reconocimiento de la titularidad de los dere-chos de la naturaleza es una etapa inevitable.Finalmente, se cierra el ensayo con unas refle-xiones finales y conclusivas sobre el derecho y lanaturaleza.

En un inicio nos propusimos abordardoctrinariamente los contenidos del derecho dela naturaleza. El espacio y el tiempo conspira-ron contra este deseo, pero queda pendienteesta discusión importante, que ya EduardoGudynas comenzó con bastante solvencia yprofundidad1.

1 Véase Gudynas, Eduardo, El mandato ecológico. Derechos dela naturaleza y políticas ambientales en la nueva Constitución,Abya Yala, Quito, 2009. Comparto todas las apreciacionesdel autor, salvo aquella relacionada con la distinción entrerestauración y reparación. Creo que la visión restrictiva

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I. Todos los caminos conducen a Roma

Se suponía, alguna vez en la historia, queRoma era el centro de la tierra y que, tarde otemprano, se llegaba a Roma por cualquier ca -mino que se tomara. Lo mismo podría pensarsecon relación a la teoría del derecho y a su rela-ción con el derecho de la naturaleza. Todos losfundamentos de los derechos nos llevan a laconclusión de que la naturaleza no puede sersujeto de derechos.

Pasemos revista a algunos argumentosjurídicos que se han esgrimido en la teoría delderecho para sostener que los seres humanosmerecen una protección especial de parte delestado: (1) la dignidad, (2) el derecho subjetivo,(3) la capacidad, y (4) la igualdad.

1.1. La dignidad

Immanuel Kant hizo un esfuerzo enormepor encontrar normas morales que tengan vali-dez universal y atemporal, que puedan ser apli-cadas en cualquier tiempo y lugar. A esas nor-mas las llamó imperativos categóricos. Por

sobre la reparación que asume el autor, limitada a lasindemnizaciones económicas y a los seres humanos, no esadecuada ni con la Constitución ni con la doctrina desarro-llada por el Derecho Internacional de los DerechosHumanos. Conviene una interpretación finalista y creo queel concepto de restauración que desarrolló Gudynas cabeexactamente en el concepto de reparación.

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mencionar algunas de aquellas, la norma queimponía la obligación de cumplir con el debersin otra motivación que su cumplimiento (eldeber por el deber) es considerada como la cau-sante de haber provocado la irracionalidad decumplir órdenes en la primera guerra mundial.La norma que impone que hay que obrar de talmanera que lo que se haga sea una máxima decomportamiento para cualquier persona es tanimpositiva de valores de una cultura o de unapersonalidad que desconoce la diversidad2. To -das ellas han fracasado en su intento salvo unaque perdura y es constantemente invocada. Lanorma que perdura se desprende de lo que Kantllamaba la doctrina de la virtud y que es la fór-mula de la dignidad3.

Kant distingue entre dos tipos de leyes.Las leyes de la naturaleza, de las que los sereshumanos no tienen control alguno, y las leyesque regulan las relaciones entre los seres huma-nos. Estas leyes son estrictamente deberes y se

2 Siempre pongo el ejemplo de mi gusto por la ópera; si apli-cara este principio kantiano significaría que mi placer por laópera debe ser compartido por cualquiera, pero lo cierto esque podría ser el peor castigo para una persona cambiara; lomismo se puede predicar entre culturas, lo que para una esun valor para otra puede ser un gesto desagradable, comopor ejemplo eructar en las comidas.

3 Kant, Immanuel, “The doctrine of virtue”, en Metaphysics ofmorals, citado por Steiner Henry y Philip Alston,International Human Rights in context, Law Politics andMorals, Oxford University Press, Second Edition, 2000, pp.261-263.

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dividen en tres. El deber de beneficencia, el derespeto y el del amor. El deber de beneficenciaconsiste en promover la felicidad de los otrosque están en necesidad sin obtener gananciainmediata, bajo el supuesto de que en algúnmomento podremos encontrarnos en estado denecesidad. El deber de respeto consiste en limi-tarnos por la dignidad de otras personas, esto esque no debemos hacer a otros medios paracumplir nuestros fines. El deber de amor con-siste en convertirnos en un medio para la reali-zación de los fines de otros. La clave para enten-der la dignidad está en la fórmula de medio yfin. Nadie puede ser un medio para el cumpli-miento de los fines de otros –regla general–,salvo que siendo medio sea un fin al mismotiempo. En el primer caso, que es típico de lossistemas de seguridad social, somos un medioahora para cumplir los fines de otros porquealgún rato las otras personas serán un mediopara cumplir nuestros fines. En el segundo caso,que es propiamente el concepto de dignidad,sólo podremos ser un medio para los fines deotros cuando siendo medio cumplimos nues-tros fines. El tercer caso es propio de las perso-nas santas, del tipo madre Teresa de Calcuta,que su fin era exclusivamente ser medio paraotros, entregarse al puro y desinteresado servi-cio, como la madre lo hizo con las personasenfermas de lepra en la India.

La fórmula es realmente útil. Se la puedeutilizar en cualquier tipo de relación humana.

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Por ejemplo, para analizar la esclavitud, la ex -plotación laboral, el fenómeno delincuencial, yen general cualquier violación a los derechoshumanos. En la tortura, por ejemplo, se utilizael dolor del cuerpo de una persona para conse-guir información que interesa a otra; en la vio-lación, se irrespeta la integridad sexual de unapersona para satisfacer los impulsos de otra. Enesos casos, se afirma que se atenta contra la dig-nidad, por usar a unas personas como mediospara cumplir los fines de otras, luego, se violanlos derechos humanos. Este principio ha sidocitado por casi todos los autores que tratansobre el tema de derechos humanos4.

Si aplicamos esta fórmula a la naturaleza,podríamos concluir fácilmente que siempre lanaturaleza tiene que ser un medio para cumplirlos fines de los seres humanos. Piénsese, porejemplo, en las ciudades que se montan sobrepedazos de tierra que quedan cubiertos porpavimento y cemento, en la dieta alimenticiaque se basa en productos de la naturaleza, en losdepósitos de basura y en general en la contami-nación. La naturaleza siempre, por esencia e

4 Una de las referencias y aplicaciones mejor logradas delprincipio de dignidad de Kant puede encontrarse en Roig,Arturo Andrés, “La dignidad humana y la moral de la emer-gencia en América Latina”, en Ética del poder y moralidad dela protesta, la moral latinoamericana de la emergencia”,Corporación Editora Nacional-Universidad Andina SimónBolívar, Colección Temas, vol. 10, 2002, pp. 53-70.

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inevitablemente, es un medio. Como la natura-leza no puede ser un fin en sí mismo, porquelos fines son siempre dados por los seres huma-nos, luego la naturaleza no puede ser digna y, enconsecuencia, no puede gozar del status de titu-lar de derechos.

1.2. El derecho subjetivo

La teoría sobre el derecho subjetivo, co -mo toda área del derecho a decir verdad, no espacífica. Utilizaremos el parámetro de un profe-sor que es conocido como progresista y queademás es actual, Ferrajoli, para no remontar-nos a exquisitos maestros, como Kelsen, delmilenio pasado. El maestro italiano sostiene queun derecho subjetivo es una condición previstapor una norma jurídica positiva que sirve depresupuesto para ser titular de situaciones oautor de actos5. En la lógica de Ferrajoli, el sta-tus de la persona para ser titular de derechos sedesprende de una norma jurídica. En ese senti-do, por ejemplo, una persona es titular del dere-cho político a elegir y a ser elegido si tiene elnúmero de años determinado por el sistemajurídico; si una persona tiene 18 años, puede sercandidato a un cargo público que se designapor elección popular. El titular del derecho sub-

5 Ferrajoli, Luigi, “Derechos Fundamentales”, en Los funda-mentos de los derechos fundamentales, Editorial Trotta,España, 2001, p. 19.

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jetivo, en este caso, sería una persona mayor de18 años.

El efecto del derecho subjetivo es quepodemos exigir las obligaciones que se despren-den de la norma jurídica. Si tenemos, por ejem-plo, el derecho subjetivo al sustento alimenticiopor tener la calidad de hijo menor de edad, yademás tenemos una partida de nacimiento quelo demuestra, podemos exigir de nuestro padreo madre cumpla con su obligación de pagar unapensión alimenticia.

La teoría del derecho subjetivo se aplicatanto para las relaciones horizontales entre par-ticulares y para las relaciones verticales, entreparticulares y el estado, llamándose a estas últi-mas derecho subjetivo público. La diferenciaentre estas dos es que en las relaciones horizon-tales debemos demostrar nuestra calidad detitulares del derecho mediante un título (con-trato, partida de nacimiento, sentencia, escritu-ra pública, certificado de propiedad...) y que enlos derechos públicos subjetivos la titularidad latiene todo ser humano y, en consecuencia, nohay que demostrar la existencia del ser humanoque demanda el cumplimiento de una obliga-ción. Otra diferencia entre el derecho subjetivoprivado del público, según Antonio M. Peña, laencontramos en que el primero otorga faculta-des a la persona y el segundo potestades. En elprimero la tutela estatal depende de la voluntad

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del titular del derecho y, en el segundo, la tutelaes una obligación del estado6.

Todo el diseño normativo se basa en elreconocimiento de la capacidad del ser humanode exigir un derecho, patrimonial o fundamen-tal, ante los tribunales, que en última instanciaes el garante de las obligaciones que emanan delos derechos. En esta lógica, toda la teoría secentra en una organización social creada y utili-zada de conformidad con los parámetros de losseres humanos. Siempre el status jurídico serefiere a las personas y, con suerte, a las colecti-vidades o a los grupos de personas. Ningún teó-rico del derecho, clásico o contemporáneo,cuando define el derecho subjetivo, amplía elstatus a otros seres que no sean los humanos.Por consiguiente, la naturaleza no puede tenerser titular de derechos subjetivos.

1.3. La capacidad

El concepto de capacidad está íntima-mente vinculado con el derecho a la libertad yes uno de los conceptos centrales en la teoríadel derecho. Mediante la capacidad, el sistemanormativo reconoce la posibilidad de contraerobligaciones y de disponer derechos. La capaci-dad está, además, vinculada al concepto de titu-

6 Peña Freire, Antonio Manuel, “Derechos subjetivos y garan-tía”, en La garantía en el Estado constitucional de derecho,Editorial Trotta, España, 1997, pp. 132-135.

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laridad de derechos. Si tenemos capacidad paraobrar, entonces podemos contratar, vender,comprar, disponer de nuestra propiedad, deci-dir ser candidatos, ejercer funciones públicas,expresarnos, estudiar en la universidad, contra-er matrimonio, decidir el lugar de nuestrodomicilio y hasta cometer infracciones penales.

La capacidad se adquiere cuando se cum-plen las condiciones establecidas en la ley. Unade las condiciones más comunes es la edad. Acierta edad se puede trabajar, casar, viajar sinautorización o disponer de la propiedad. El sis-tema jurídico, particularmente en los derechosque tienen que ver con los derechos que sondisponibles, puede exigir además otras condi-ciones, como la nacionalidad en caso de algu-nos derechos políticos.

Para el Código Civil, “la capacidad legalconsiste en poderse obligar por sí misma y sin elministerio ni la autorización de otra”7. Si unapersona es capaz, entonces puede obligarse conotra por un acto o declaración de voluntad.

¿Puede la naturaleza ser capaz? ¿Cumpleacaso con las condiciones requeridas por el sis-tema jurídico? La primera y a veces única res-puesta será de que no. Y mucho más contun-dente será la respuesta si nos remitimos a lascategorías propias del derecho privado. Desde

7 Código Civil, Art. 1461.

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una entrada poco reflexiva, podría pensarse quees imposible que la naturaleza pueda manifestarsu voluntad y peor que pueda obligarse conotro ser. Sin duda, las personas legisladoras y losdoctrinarios clásicos de los derechos humanosno se plantearon siquiera la hipótesis de que unanimal o la naturaleza puedan tener capacidadpara tener titularidad y peor ejercer derechos.

1.4. La igualdad

El concepto de igualdad ha sido un prin-cipio que ha sufrido un largo camino paraampliarse a la protección y a la promoción de lodiverso. Una primera acepción tiene que vercon la concepción aristotélica de igualdad, porla que se debe tratar igual a lo que tiene caracte-rísticas iguales y diferentes a lo que es diferente.Esta caracterización hizo que se distinga entreciudadanos y esclavos en la antigua Grecia y, ennuestro mundo moderno, ha dado lugar a regí-menes basados en el apartheid (piénsese porejemplo en el fenómeno urbano de las ciudadesque tienen barrios de ricos que son amuralladosy barrios de pobres, en las escuelas de ricos y depobres, en los clubs privados y exclusivos y enlos parques públicos...). Luego, se ubicó a un serideal (optimo iure) y la igualdad se entendiócomo el acercamiento de lo diferente a ese serideal o a su eliminación; esta concepción diolugar a la homologación o al exterminio; elmétodo para lograr la igualdad en el primercaso fue la asimilación y, en el segundo, el geno-

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cidio8. Ahora se habla de igualdad sin discrimi-nación9, que consiste en respetar la diferenciacuando la igualdad descaracteriza, y combatir ladiferencia cuando la distinción subordina10.Por ejemplo, en el primer caso, al declarar queexiste un idioma único oficial, quienes hablanotras lenguas tienen el legítimo derecho de exi-gir un trato diferenciado; en el segundo caso,quien se encuentre en situación de marginali-dad social y económica puede exigir un tratoigual a quienes gozan de todos los derechos.

Más allá de las diferencias teóricas entrelas diferentes concepciones, la lucha por laigualdad ha sido siempre entre seres que teníancaracterísticas comparables. Al final, por ejem-plo, cuando Bartolomé de las Casas discutíasobre la humanidad o no de los indígenas hacealgunos siglos atrás, partía de la premisa de quetanto indígenas como europeos eran humanosy por tanto tenían alma. Luego, si no se teníaalma, como la naturaleza, las cosas o los anima-les, no se era humano.

8 Ferrajoli, Luigi, “Igualdad y diferencia”, en Derechos y ga -rantías, La ley del más débil”, Editorial Trotta, Madrid, 3ª.edición, 2003, pp. 73-96.

9 Willian, Joan, “Igualdad sin discriminación”, en Derecho yGénero, LOM ediciones, 1999, pp. 75-97. El mismo artículoestá publicado en Ávila Santamaría, Ramiro et al., El géneroen el derecho, ensayos críticos, Serie Justicia y DerechosHumanos No. 11, V&M Gráficas, Quito, 2010.

10 Sousa Santos, Boaventura de, La caída del angelus novus:ensayos para una nueva teoría social, ILSA, Bogotá, 2003, p.164.

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La lucha por el reconocimiento de laigualdad ha sido, en última instancia, la luchapor el reconocimiento de la calidad de ser hu -mano. Jurídicamente, cuando los elementos aanalizar no tienen características comparables,no se puede aplicar el principio de igualdad. ¿Sepuede comparar un ser humano con la natura-leza? La respuesta aparentemente es que no.

Pero, por un instante, detengámonos apensar en qué es lo que caracteriza a un ser hu -mano para que goce de una protección especialy privilegiada frente a otros seres del planeta.Por el sentido común, nuestra racionalidadpuede discernir entre un ser humano y un serno humano. Cuando intentamos racionalizar,como lo trató el pensador Francis Fukuyama11,la respuesta no es tan sencilla. El ser humanodebe tener una esencia que le distingue de otrosseres. Ser hijo de Dios y creado a su imagen ysemejanza no es un argumento racional y esuna pésima entrada para quienes no creen o noles importa Dios. Fukuyama explora en la capa-cidad de ejercer poder, experimentar dolor ysufrimiento, en la condición humana, en laracionalidad, en la conciencia, en la capacidadde organizarse..., en todas ellas encuentra simi-litudes y acercamientos con los animales. Alfinal, en lugar de concluir que somos más ani-males de lo que nos creemos no serlo, concluye

11 Fukuyama, Francis, “La dignidad”, en El fin del hombre/elúltimo hombre, punto de lectura, 2003, pp. 241-285.

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en que el ser humano es un todo complejo quenos distingue de otros seres vivos, que ha sidoconstruido racional e intersubjetivamente.

Lo cierto es que todas las teorías sobre laigualdad están concebidas para ser aplicadasdesde y para los seres humanos. El primer re -quisito del test de razonabilidad para determi-nar la igualdad12 sería suficiente para descartara la naturaleza como un ser comparable con elser humano.

La derivación del principio de igualdaden términos de organización política, que es laficción más invocada por el estado moderno, esla teoría del contrato social. Se supone que, parauna convivencia pacífica y mutuamente benéfi-ca, las personas que deciden vivir en sociedadceden parte de sus libertades para que el estadolas administre y, en contrapartida, pueda obli-gar a éstos para su propio beneficio. Si la natu-raleza no puede ser considerada igual y tampo-co puede ejercer su libertad, en consecuencia, elestado tampoco puede ser funcional a su pro-tección. Por tanto, el estado se organiza para

12 El test de razonabilidad puede tener varios parámetros: (1)comparabilidad, (2) fin constitucional legítimo para estable-cer la diferencia, (3) idoneidad del medio empleado, (4)necesidad, y (5) proporcionalidad. Sobre este aspecto sepuede encontrar mayores detalles en Pulido, Carlos Bernal,El derecho de los derechos, Universidad Externado de Co -lombia, Bogotá, 2005, pp. 59-92.

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proteger a los seres humanos en sus múltiplesrelaciones.

Sin ánimo de agotar todos los fundamen-tos teóricos, y como una muestra de algunasreflexiones sobre el fundamento del derecho,podemos apreciar que todas las teorías sonconstruidas antropocéntricamente y excluyen atodo ser que no sea considerado humano. Laconstrucción del derecho es personalista y, des -de esta perspectiva, la naturaleza debe ser califi-cada como un objeto13. De ahí que se pue daentender que el haber reconocido derechos a lanaturaleza es una verdadera locura14. Afortu -nadamente, Roma no era el centro de la tierrani todos los caminos llegaban a tan imponenteciudad. Así, por ejemplo, el camino del incalleva a Macchu Pichu.

II. Estirar los pies hasta donde alcanza lasábana

Antes de explorar otros caminos, intenta-remos forzar las teorías hasta donde más poda-

13 Serrano Pérez, Vladimir, “El buen vivir y la Constituciónecuatoriana”, en Pérez Ordoñez, Diego, La ConstituciónCiudadana. Doce visiones sobre un documento revolucionario,Taurus, Quito, 2009, p. 197.

14 Sobre una réplica a la locura de reconocer derechos a lanaturaleza véase Galeano, Eduardo, La naturaleza no esmuda, en Acosta, Alberto, “Los grandes cambios requierende esfuerzos audaces”, en Acosta, Alberto y Esperanza Mar -tínez (compiladores), Derechos de la Naturaleza. El futuro esahora, Abya-Yala, Quito, 2009, pp. 25-29.

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mos para intentar sostener que, con un poco dehumildad y también de creatividad, podría con-siderarse a la naturaleza como sujeto de dere-chos. La clave de lectura para encontrar los fun-damentos, en las mismas teorías, la encontra-mos en la excepción o salvedad de la regla, quees parte consustancial de la norma, o, comosuele decirse, la excepción confirma la regla.

2.1. La dignidad

Nadie puede ser un medio para el cum-plimiento de los fines de otros –regla general–salvo que siendo medio sea un fin al mismotiempo. El ejemplo por excelencia es el trabajodigno; por un lado, somos medios porque con-tribuimos a cumplir los fines económicos osociales de la persona o empresa donde trabaja-mos, pero, por otro lado, al recibir un salarioque se necesita para la subsistencia y al haceralgo que nos gusta, siendo medios cumplimosnuestros fines. Pongamos otro ejemplo relacio-nado con la paternidad o maternidad responsa-ble: un niño o niña, para cumplir sus fines, queson el desarrollo al máximo de sus potenciali-dades, requiere de un padre o madre que cum-pla sus responsabilidades; pero las personas(padre o madre) siendo un medio para promo-ver y proteger los derechos de sus hijos o hijas,cumplen al mismo tiempo sus fines, si es queéstas siempre han soñado con ser padres omadres. Trabajadores y empleadores, hijos ehijas y padres y madres, son todos dignos, sonmedios y a la vez cumplen sus fines.

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En las relaciones sociales respetuosas delos derechos humanos resulta prácticamenteimposible cumplir sólo los fines y nunca sermedios o, por el contrario, ser sólo medios ynunca cumplir fines propios. La interacciónentre medio y fin es dinámica, permanente ysiempre condicionada.

¿Puede aplicarse la excepción en la rela-ción entre ser humano con otros seres? Ya afir-mamos que la naturaleza siempre será unmedio, ahora enfáticamente consideramos queel ser humano también siempre será un medio.La pregunta es ¿si la naturaleza tiene tambiénfines propios, así como los seres humanos,como entes morales, puede determinarse a símisma?

La primera constatación que tenemosque hacer es que la Tierra es un ser vivo15, tieneincluso planes de vida16, y como todo ser vivotiende a la supervivencia y a la reproducciónpara garantizar su existencia, que serían susfines, desde nuestra limitada racionalidad para

15 Martínez, Esperanza, “Los Derechos de la Naturaleza en lospaíses amazónicos”, en Acosta, Alberto y EsperanzaMartínez (compiladores), Derechos de la Naturaleza. El futu-ro es ahora, Abya Yala, Quito, 2009, p. 96.

16 Gudynas, Eduardo, “Derechos de la naturaleza y políticasambientales”, en Acosta, Alberto y Esperanza Martínez(compiladores), Derechos de la Naturaleza. El futuro esahora, Abya Yala, Quito, 2009, p. 43.

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comprender a otros seres vivos con los que notenemos iguales códigos de comunicación.

Según la cosmovisión indígena, todos los seres de lanaturaleza están investidos de energía que es el SAMAIy, en consecuencia, son seres que tienen vida: una pie-dra, un rio (agua), la montaña, el sol, las plantas, enfin, todos los seres tienen vida y ellos también disfru-tan de una familia, de alegrías y tristezas al igual que elser humano17 [...] en el mundo de los pueblos indíge-nas –La Tierra– no es sino allpa-mama que, según latraducción literal, significa madre-tierra. ¿Por qué estode allpa-mama? Primero, hay una identidad de géne-ro: es mujer. Segundo, es lo más grande y sagrado, esla generadora de vida y producción; sin ella, caemosen la nada, simplemente somos la nada o no somosnadie, como dicen nuestros abuelos18.

Desde el lado científico, James Lovelockafirmó que incluso existe una “inteligencia pla-netaria: la Tierra no es un conjunto de rocas uotros elementos inertes, sino un sistema cohe-rente, ligado a una intensión”19. De este modose cambió de un paradigma mecanicista, en elque la Tierra era una gran masa de piedra, porotro en el que se puede afirmar que la Tierra esun ser vivo. A esta tesis se la llamó Gaia, que era

17 Pacari, Nina, “Naturaleza y territorio desde la mirada de lospueblos indígenas”, en Acosta, Alberto y EsperanzaMartínez (compiladores), Derechos de la Naturaleza. El futu-ro es ahora, Abya Yala, Quito, 2009, p. 33.

18 Pacari, Nina, op. cit., p. 34.19 Serrano Pérez, Vladimir, “El buen vivir y la Constitución

ecuatoriana”, en Pérez Ordoñez, Diego, La ConstituciónCiudadana. Doce visiones sobre un documento revolucionario,Taurus, Quito, 2009, p. 199.

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el nombre de la antigua diosa Griega que gene-ró a todos los seres que habitan en el planeta.

¿Necesita la naturaleza del ser humano?¿Es decir, el ser humano puede ser un mediopara que la naturaleza cumpla sus fines?

Recordemos la metáfora que utiliza JuanRamón Capella para explicar la necesidad dearmonía entre los distintos elementos de unconjunto: el jardín japonés20. A nuestra mentesuele venir las típicas estampas estáticas y ar -mónicas, pero lo cierto es que los peces multi-colores, las flores de loto, el nivel del agua tie-nen, entre todos, cierto equilibrio. ¿Qué pasaríasi la flor de loto duplica su tamaño por día yacaba cubriendo la laguna? Los peces moriríanpor falta de luz y lo mismo podríamos decir delos peces si se multiplican, acabarían destrozan-do la flor de loto. Con relación a la tierra, consi-derando que tanto naturaleza como ser huma-no somos elementos de un mismo conjunto, siuno altera el equilibrio, como lo estamos ha -ciendo los seres humanos, la Tierra puede aca-bar no cumpliendo sus fines.

En ese sentido los seres humanos somosmedios por omisión y por acción. La tierra nosnecesita para que no la agotemos ni la destroce-mos, es decir demanda un “no hacer”, un respe-

20 Capella, Juan Ramón, Entrada en la barbarie, EditorialTrotta, Madrid, 2007, pp.179-214.

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to de nuestra parte. De igual modo, nos necesitapara lo que hagamos sea respetuoso con susciclos de regeneración, o sea, demanda un hacerracional, una actitud conservacionista y hastaecologista. Al ritmo que vamos en lo que enten-demos por desarrollo o progreso, acabaremosnecesitando un lugar distinto a la Tierra paravivir. En palabras de Nina Pacari:

[...] la madre tierra o allpa-mama, al envolver en suvientre las semillas, que luego de sus respectivos pro-cesos se constituyen en el alimento de los seres vivos,debe ser cuidada, respetada e igualmente alimentada.En esa relación con la allpa-mama, cuando se produ-cen las cosechas, los pueblos indígenas entonan suscánticos conocidos como el Jahuai-jahuai, se preparanrituales de agradecimiento, se brinda con ella regandoen la tierra chicha (bebida de maíz fermentado) queno es otra cosa que el compartir el compromiso deseguir generando vida. Entonces, en la cosmovisiónindígena, se entabla una relación de respeto mutuo, latierra es parte del ser humano y viceversa, por eso,cuando nace un wawa (bebé) el cordón umbilical y laplacenta siembran bajo tierra junto a un árbol queluego florecerá, dará frutos y nos brindará cobijo osombra. Asimismo, cuando se produce la muerte, quees otra forma de vivir, nuevamente volvemos a la tie-rra, a nuestra allpa-mama y volvemos a ser parte deella21.

Por tanto, los seres humanos necesitamosde la naturaleza para vivir y ésta necesita tam-bién de los seres humanos. En consecuencia, se

21 Pacari, Nina, op. cit., p. 35.

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puede aplicar con absoluta pertinencia el prin-cipio kantiano de la dignidad.

2.2. El derecho subjetivo

El derecho subjetivo es una categoría ju -rídica que ha ido evolucionando hacia la am -pliación de su contenido. Si trazamos su cami-no histórico, podríamos encontrar su origen enla concepción del derecho natural o derechomoral22. De hecho, lo que hacen las primerasdeclaraciones de derechos en el siglo XVIII esreconocer jurídicamente una reivindicaciónteórica, aunque, al momento, harto restringida(libertad y propiedad). Una vez formalizada lademanda de reconocimiento de ciertos dere-chos que eran importantes para un gruposocial, convenía evitar la influencia del derechonatural (que tiene una tendencia expansiva). Secrea la teoría del derecho subjetivo, que se res-tringe a la titularidad basada en las condicionesnormativas (edad, propiedad, educación, auto-nomía laboral y hasta pertenencia a una reli-gión)23. Con el aparecimiento del derecho so -

22 Beuchot, Mauricio, “Abordaje filosófico del problema de lafundamentación de los derechos humanos”, en Filosofía yderechos humanos, Siglo veintiuno editores, 4ª. edición,México, 2001, pp. 123-153.

23 Amparo Albán utiliza esta categoría, propia del siglo XVIII,para manifestar la dificultad de la naturaleza como titular dederechos que puede ejercerlos, al sostener que tanto en elderecho anglosajón como en el románico germánico “a cadaderecho le corresponde en contraprestación una obligación y,

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cial y con la posibilidad de demandar tambiénal estado (y no sólo a los particulares), se crea lanoción del derecho subjetivo público, que abrela posibilidad de los amparos, tutelas o accionesde protección. A escala internacional, la nociónde derecho subjetivo público que escapa de lasesferas de protección del estado nacional, setorna en derecho humano. El profesor HernánSalgado sostiene que los derechos humanos yano pueden ser considerados como derechossubjetivos, porque “no favorece a éstos ni les dala jerarquía que tienen, pues no se trata de cual-quier pretensión o facultad, son derechos esen-ciales, fundamentales como los ha calificado elderecho constitucional”24.

Como se puede apreciar, el concepto haevolucionado hacia una mayor comprensión de

en consecuencia, solo los entes deliberantes sean personasnaturales o jurídicas, lo pueden ejercer”, véase Albán,Amparo, “El tema ambiental en el nuevo derecho constitucio-nal ecuatoriano”, en Pérez Ordoñez, Diego, La Constitu ciónCiudadana. Doce visiones sobre un documento revolucionario,Taurus, Quito, 2009, p. 160. Albán desconoce que, desde lateoría del derecho de los derechos humanos, ciertos titularespueden no tener obligaciones correlativas, como cuando se lesreconoce derechos a los niños y niñas o a los pueblos indíge-nas, criterio que es propio de las relaciones jurídicas horizon-tales que son características del derecho civil.

24 Salgado Pesantes, Hernán, “La nueva dogmática constitu-cional en el Ecuador”, en Carbonell, Miguel, Jorge Carpizo yDaniel Zovatto (coordinadores), Tendencias del constitucio-nalismo en Iberoamérica, Instituto de InvestigacionesJurídicas, Serie Doctrina Jurídica, No. 514, México, 2009, p.983.

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los titulares, de los derechos, de los obligados yhasta de los órganos de protección. La tenden-cia teórica que domina la teoría contemporáneaes el considerar al derecho como un derechofundamental, en el que cabe la protección de losseres humanos y también de la naturaleza. LaConstitución de Ecuador omite la calificaciónde subjetivo, humano o fundamental. La prime-ra no cabía por las razones expuestas por elprofesor Salgado, la segunda porque la natura-leza también tiene derechos y la tercera porqueno era necesario al estar establecido en el textojurídico de mayor jerarquía25.

Volviendo a Ferrajoli, y desde la doctrinadel derecho positivo, el status, las condiciones ylas expectativas que se derivan del reconoci-miento del derecho dependen de la norma jurí-dica positiva. En esta lógica, el mismo Ferrajolisostiene, al enunciar su teoría formal o estruc-tural con pretensión universal, que nada impidepara que sea constitucional el esclavismo enalgún período de la historia o que se introduz-can derechos que, para algunos doctrinarios, sepuedan considerar como no fundamentales(como suele suceder con la visión europea delas constituciones andinas de Bolivia, Venezuela

25 El profesor Salgado sostiene que fue un error la omisión dela palabra “humano”, véase Salgado, Hernán, op. cit., p 984,pero fue intencional no ponerla, si se reconoce a la naturale-za como sujeto de derechos, no cabía establecer una palabraque iba a ocasionar confusión.

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y Ecuador, a las que atribuyen un nivel de deta-lle y de enumeración de derechos exagerada, enparticular en cuanto al énfasis de los derechossociales o del buen vivir, o también se dice quelos amplios catálogos de derechos “expresanpreocupaciones locales, las cuales son resultadode proyectos políticos concretos”26. El status deltitular de derecho ha cambiado con el tiempo.En un inicio, en el constitucionalismo moder-no, sólo tenían status jurídico el burgués pro-pietario; este se fue expandiendo, con el consti-tucionalismo social, al obrero y campesino; seintegró la mujer, el indígena y los mayores deedad; últimamente, se ha ampliado el status atodas las personas. Finalmente, el status se haextendido a la naturaleza.

En otras palabras, el concepto de derechosubjetivo y las condiciones evolucionan hacia laexpansión y mayor integración de sujetos pro-tegidos y, en últimas, dependen del debatedemocrático en un estado constitucional. Desdela historia del concepto, e incluso desde la teoríapositivista, se cumplen los presupuestos paraque se considere a la naturaleza como sujeto dederechos.

26 Carbonell, Miguel, “Derechos fundamentales en AméricaLatina”, en Carbonell, Miguel, Jorge Carpizo y DanielZovatto (coordinadores), Tendencias del constitucionalismoen Iberoamérica, Instituto de Investigaciones Jurídicas, SerieDoctrina Jurídica, No. 514, México, 2009, p. 37.

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2.3. La capacidad

La capacidad también es un conceptoque ha evolucionado y que tiene excepciones.En algún momento de la historia debe habersido tan obvio que sólo los propietarios, quetrabajaban sin relación de dependencia, educa-dos, con acceso a la lectoescritura y que eranhombres, eran los únicos considerados jurídica-mente capaces. Y debe haber costado, como aveces se escucha que cuesta, aceptar que la mu -jer también puede ser considerada capaz y quepuede ejercer sus libertades prescindiendo delos hombres o incluso de sus esposos. Tambiéndebe haber costado, y debe seguir costando,comprender que los niños y las niñas no son,como me dijo alguna vez un alumno en unaclase, como animalitos (denotando una subca-tegoría dentro de una lógica antropocéntrica),que no opinan, que no tienen racionalidad“madura” o que no entienden nada. Debe ha -ber costado, y debe seguir costando, para seguirampliando los ejemplos, considerar que losindígenas no son unos ignorantes, irracionales,incivilizados, salvajes y que pueden ejercer fun-ciones públicas, ser diputados y que puedenaspirar legítimamente a ser presidentes. Deigual modo, en la lucha de las personas queantes eran calificadas como minusválidas, ahorase las considera que tienen capacidades diferen-tes. Pero, jurídicamente, todos estos seres quefueron considerados incapaces ahora se lesreconocen capacidad. Es decir, una vez más, el

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concepto de capacidad, como cualquier catego-ría jurídica positiva, es convencional (dependede decisiones) y evoluciona en el tiempo. Asícomo la ampliación del concepto de capacidadno ha sido fácil ni imposible, ha costado racio-nalmente aceptarla y, casi siempre cuando seexponía, se ha considerado una barbaridad jurí-dica y hasta una insensatez, lo mismo ha suce-dido con el reconocimiento de la naturalezacomo titular de derechos.

Pero para evitar el argumento de que lanaturaleza nunca podrá ejercer por sí mismasus derechos, pasemos revista a la excepción delconcepto de capacidad. Todas las personas soncapaces para ejercer derechos y para contraerobligaciones, salvo que sean calificadas comoincapaces. La incapacidad, según el derechocivil, puede ser relativa si es que existe algunarazón superable para ejercer la capacidad, oabsoluta cuando se considera que las razonesque impiden tener conciencia y voluntad sondefinitivas.

Los seres humanos podemos estar en cir-cunstancias de incapacidad relativa y absoluta,de acuerdo al derecho civil. La regla es quetodos somos capaces salvo que la ley diga locontrario27. La ley civil enumera los absoluta-mente incapaces, que son los dementes, los

27 Código Civil, Art. 1462.

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impúberes y los sordomudos que no puedendarse a entender por escrito; y son relativamen-te incapaces las personas menores de edad y laspersonas jurídicas28. Nótese que la naturalezano se encuentra entre las excepciones y podríaentenderse, desde una interpretación fácil ymalintencionada, que ese aplica la regla generaly que, por tanto, al no haber una excepción le -gal la naturaleza tiene capacidad. Pero, obvia-mente, quienes escribieron el Código no pudie-ron imaginar el alcance de la evolución de losderechos fundamentales y si lo hubieran conce-bido, le hubieran enumerado como incapaz.

Estos conceptos, no podía ser de otra ma -nera, son también relativos. Ciertas tendenciasdel pensamiento en la psiquiatría consideranque quizá los locos no sean tan locos como pen-samos. Siempre recuerdo la discusión de unloco con un psiquiatra en una película maravi-llosa que se llama “Hombre mirando al sudes-te”29, en la que Rantés, el loco, que tenía sensi-bilidad para apreciar el dolor y la necesidadajena, le interpelaba al profesional diciendoquién es el loco, ustedes, los que están afuera delhospital psiquiátrico, y no sienten emociónalguna ante tanto dolor o miseria, o los queestán adentro felices en su mundo. A veces sim-plemente, quien opina y vive de forma distintaa la mayoría podría ser considerada incapaz.

28 Ibídem, Art. 1463.29 Subiela, Eliseo, Hombre mirando al Sudeste, Argentina, 1986.

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Pero lo importante de la figura de la in -capacidad es el respeto al status de sujeto dederechos por intermedio de la institución que sedenomina “representante legal” o la “tutela”30.La persona, por incapaz que se considere, no dejade ser titular de derechos; el problema es queciertos derechos se dejan de ejercer por sí mis-mos y los hace un tercero al que se le denominarepresentante. Un bebé de cinco meses, al que sele mueren sus padres, tiene derecho a la herencia,pero su administración requerirá de un repre-sentante. Una persona considerada demente,tampoco deja ser propietaria o deja de ser padreo madre o ciudadana, sino que se le designará unrepresentante. Ni aún en el su puesto de la inca-pacidad absoluta, se deja de ejercer derechos. Lamayoría de derechos siguen ejerciendo los suje-tos incapaces, tales como vivir, expresarse, ali-mentarse, recrearse, descansar, relacionarse... Losderechos que requieren representación tienenque ver con la facultad de obligarse y de exigir sucumplimiento. No se puede suscribir contratosni plantear juicios, dependiendo de las condicio-nes determinadas por la ley.

La incapacidad de las personas se suplecon la representación. El efecto de la representa-ción es que “lo que una persona ejecuta a nom-

30 La tutela es una institución del derecho civil, obviamente nopensada para la naturaleza, que consiste en el “cargoimpuesto por ciertas personas a favor de aquellos que nopueden gobernarse por sí mismos o administrar competen-temente sus negocios [...]”, Código Civil, Art. 367.

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bre de otra, estando facultada por ella o por leypara representarla, surte respecto del representa-do iguales efectos que si hubiese contratado élmismo”31. ¿Puede aplicarse el mismo argumen-to para la naturaleza? Sin duda que sí. La natu-raleza no necesita de los seres humanos paraejercer su derecho a existir y a regenerarse. Perosi los seres humanos la destrozan, la contami-nan, la depredan, necesitará de los seres huma-nos, como representantes, para exigir la prohibi-ción de suscribir un contrato o convenio me -diante el cual se quiera talar un bosque primarioprotegido o para demandar judicialmente sureparación o restauración.

El derecho ampliamente ha reconocido elderecho a la representación y la capacidad a laspersonas jurídicas, que son entes abstractos, fic-ciones, intangibles, y nada obstaculiza que sepueda reconocer los derechos a la naturalezaque, en cambio, es material, real y tangible.Desde otro ángulo, las personas jurídicas, histó-ricamente, tienen una existencia temporal muylimitada; en cambio, la naturaleza tiene unaduración ilimitada y su temporalidad es casiabsoluta, en el sentido de que es anterior a lahumanidad y posiblemente la trascenderá32.

31 Código Civil, Art. 1464.32 Elizalde Hevia, Antonio, “Derechos de la Naturaleza.

¿Problema jurídico o problema de supervivencia colectiva?”,en Acosta, Alberto y Esperanza Martínez (compiladores),Derechos de la Naturaleza. El futuro es ahora, Abya Yala,Quito, 2009, p. 7.

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“No hay razón –como sostiene Melo– para noinnovar en materia de derechos”33.

Esta discusión está saldada a nivel consti-tucional, que establece la representación entodas las personas para poder comparecer enjuicio a nombre de la naturaleza: “Toda perso-na, comunidad, pueblo o nacionalidad podráexigir a la autoridad pública el cumplimientode los derechos de la naturaleza”34.

2.4. La igualdad

La igualdad, como toda categoría jurídi-ca, seguimos insistiendo, es convencional ypuede evolucionar. Alguna vez se consideró quejurídicamente no eran comparables los indíge-nas del nuevo mundo con los europeos, y deigual modo, en los Estados Unidos, los afrodes-cendientes con los considerados blancos, quejustificó un tratamiento jurídico de segrega-ción. El avance hacia convertir dos sujetos encomparables, dependió de un consenso argu-mentativo y de una categoría jurídica poderosaque se llamó discriminación (en todas susvariantes: racismo, machismo, adultocentris-

33 Melo, Mario, “Los derechos de la naturaleza en la nuevaConstitución ecuatoriana”, en Acosta, Alberto y EsperanzaMartínez (compiladores), Derechos de la Naturaleza. El futu-ro es ahora, Abya Yala, Quito, 2009, p. 53.

34 Constitución de la República de Ecuador, 2008, Art. 71,inciso 2.

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mo...). En el primer caso se llegó a reconocerque los indígenas tenían alma y, en el segundo,que tenían dignidad. La comparabilidad, entodo caso, fue entre seres humanos.

Ahora nos encontramos ante un fenóme-no un poco más complejo, pero no por elloinsolucionable. Con relación a los animales,Peter Singer35 nos ayuda con el análisis al crearuna categoría discriminatoria y que la denomi-nó especifismo. El especifismo es una actitudfavorable de una especie en desmedro de otra,que lleva a desconocer el principio de igualdad.Casi todos los seres humanos somos especifistas,unos con conocimiento y consentimiento, otrospor omisión y hasta por ignorancia. El especifis-mo se refleja en nuestras dietas alimenticias(carnívoros), en nuestro trabajo (industria ali-menticia basada en la crianza y muerte de ani-males), en nuestra forma de hacer deporte (cazade animales) y hasta en nuestra afectividad(mascotas). El principio de igualdad es una cate-goría que admite interpretación y que no nece-sariamente se infiere que deba ser aplicada entreseres humanos. Como se puede apreciar, la com-parabilidad no es exclusivamente restringida aseres humanos sino que permite su aperturaentre especies o seres vivos. En esta lógica, lainteligencia, la racionalidad, la esencia humanaes irrelevante. Peter Singer acude a la capacidad

35 Singer, Peter, Liberación Animal, Editorial Trotta, Madrid,1999, pp. 19-59.

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de sufrir, que es común entre los animales y losseres humanos. Los animales expresan el dolorfísicamente, se retuercen, gritan, huyen, atacan yesto se deduce de una simple observación. Nohay que apelar a si los seres pueden pensar,hablar o comunicarse, sino si pueden sufrir. Peroademás, como lo han de mostrado los últimosdescubrimientos científicos, las semejanzasgenéticas entre seres humanos y otros animalesson mayores que las diferencias36. Pero hay unargumento más fuerte aún: todo ser humano esun animal. Luego la comparabilidad, para apli-car el principio de igualdad, es posible.

Pero la naturaleza es una categoría mu -cho más extensa y todo depende si considera-mos a la Tierra como un ser vivo. Si un ser vivoes un ente que nace, vive, reproduce su vida ymuere, todo nos haría pensar que nuestro pla-neta, al igual que las estrellas y hasta el universo,es un ser vivo. “La Tierra, nuestro hogar, estáviva con una comunidad singular de vida [...] laprotección de la vitalidad, diversidad y la belle-za de la Tierra es un deber sagrado”37.

Siendo un ser vivo, entonces la categoríano es ser humano, ser una especie, sino ser “ser

36 Véase Sagan, Carl y Ann Druyan, Shadows of forgotten ances-tors, Ballantine Books, New York, 1992. En particular loscapítulos que se denominan “What is Human?” y “The ani-mal within”, pp. 361-408.

37 Naciones Unidas, La Carta de la Tierra, 2000, Internet,www.earthcharterinaction.org, Acceso: 7 mayo 2010.

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vivo”. Esta ampliación del principio de igual-dad, que puede tener sus resistencias, haría via-ble un trato más respetuoso entre todos losseres. Al final, la preocupación por otros seresno dependería de condición alguna que no seaconvencionalmente decidida por quienes tienenel poder de decidir.

La calidad de ser vivo la reconoce laConstitución del Ecuador al establecer que “Lanaturaleza o Pacha Mama, donde se reproducey realiza la vida, tiene derecho a que se respeteintegralmente su existencia y el mantenimientoy regeneración de sus ciclos vitales, estructura,funciones y procesos evolutivos.”38

Por otro lado, las convenciones de dere-chos y las constituciones contemporáneas siem-pre albergan una categoría abierta para prevenirla discriminación, que se enuncia, después deenumerar las categorías sospechosas que sonproblemáticas en ciertos contextos sociales,como “cualquier otra distinción [...]”39. Esadistinción permitiría la introducción de la espe-cie o simplemente del ser vivo. El lenguaje dederechos, y en este caso, el de la igualdad es útilpolíticamente para lograr una convivenciamenos desastrosa y dolorosa entre los seres quecompartimos este planeta.

38 Constitución de la República de Ecuador, 2008, Art. 71.39 Ibídem, Art. 11 (2).

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Hay un cuento de Dr. Seuss, que se llama“Horton”40, que trata de la vida de un elefanteque, un buen día, escucha un “auxilio” queviene de una partícula de polvo. Este grano depolvo era un planeta entero que tenía vidaadentro y que estaba en peligro de extinción sies que no vivía en armonía con los seres exter-nos. Esa partícula no podía expresarse por símisma ante los seres vivos que vivían en laTierra y necesitaron de Horton para poder serescuchados, protegidos y respetados. Al final delcuento, uno de los seres que vivían en la partí-cula escucha, a su vez, en una partícula de supolvo un grito de auxilio. Se puede deducir quela Tierra es también una partícula de polvo yque también necesitamos de cierta armonía in -terna como externa y, sobre todo, que la Tierra,partícula de polvo en el universo, es un ser quemerece ser respetado y protegido. El mensajedel libro es que una persona es una persona noimporta cuán pequeña es y, con relación a laTierra como ser vivo, podríamos decir inclusocuán grande es.

El contrato social, derivación de las nor-mas de convivencia entre los seres que decidenrespetarse, debe ser ampliado suponiendo queesta teoría liberal nos podría ser útil, hacia uncontrato que incluya la participación aun conrepresentación de otros seres no humanos. En

40 Seuss Geisel, Theodor, Horton hears a Who!

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este sentido estaríamos hablando de una am -pliación de la democracia y, por tanto, de uncontrato existencial que supera al contratosocial.

Podríamos concluir que las teorías exis-tentes son útiles en cuanto, con una interpreta-ción evolutiva, convencionalmente justifican ala naturaleza como titular de derechos. Sin em -bargo, ello sería estirar los pies hasta donde lle -ga la sábana, cuando lo que se puede hacer tam-bién es proponer tener una sábana lo suficiente-mente amplia para no restringirnos teórica-mente. Existen otros caminos y otras teoríasque nos pueden ayudar, no sólo a justificar latitularidad de derechos de la naturaleza, sinotambién para encontrar otros fundamentospara los derechos y para su teoría jurídica.

III. Caminar alegremente hacia la fuente

El principito tenía sed y debía caminarun trecho largo para llegar a una fuente de aguay satisfacerse. Aparece uno de esos seres grises41

que comercian con el tiempo libre de la gente(el tiempo es oro), y le propone al principitotomar una cápsula para calmar la sed. ¿Para quésirve?, le pregunta el principito, y le contestaque para no perder el tiempo en ir a la fuente.

41 Ende, Michael, Momo.

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El principito entonces contesta que prefierecaminar alegremente a la fuente42.

Las píldoras son las respuestas rápidas einútiles que dan las teorías tradicionales y que,desde una aproximación superficial, rechazarí-an las nuevas concepciones como la ampliaciónde la titularidad a la naturaleza. Un jurista quepretende estar comprometido con un cambiode paradigma, por otro lado, no puede ni debetragarse la píldora. El caminar alegremente ha -cia la fuente significa explorar y estar abierto alo que en el camino de fundamentar se puedeencontrar.

En el camino se puede encontrar un ar -gumento que podría ser considerado “utilitaris-ta”. Este consiste en otorgar una protecciónreforzada constitucionalmente, que se la da pormedio del reconocimiento de la titularidad dederechos, por conveniencia. En la fundamenta-ción utilitarista, se recurre a la evidencia cientí-fica43 que existe en relación al entorno insoste-nible del ser humano y al colapso de nuestroestilo de vida, que pone en riesgo la superviven-

42 Saint-Exupery, Antoine de, El Principito-Le Petit Prince,Traducción Joelle Eyhéramonno, Enrique Sainz EditoresS.A., impreso en T.G. Ripoll, España, 1994, pp.100-101.

43 Sobre los datos relacionados al desarrollo sustentable enEcuador, véase Larrea, Carlos, “Naturaleza, sustentabilidad ydesarrollo en el Ecuador”, en Acosta, Alberto y EsperanzaMartínez (compiladores), Derechos de la Naturaleza. El futu-ro es ahora, Abya Yala, Quito, 2009, pp. 75-84.

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cia de nuestra especie44. Entonces podemosconstatar el fenómeno del calentamiento global,la contaminación ambiental, la desertificación,las inundaciones, la sobrepoblación y la presiónsobre los recursos naturales, y más datos paraacabar concluyendo que se necesita protegerurgentemente a la naturaleza.

El camino que nos permitimos escogerpara llegar a la fuente que sustente el derechode la naturaleza, Josef Estermann lo llama Filo -sofía Andina45, libro del que sacaremos algunosprincipios que podrían sustentar la necesidadde esta protección poderosa del derecho occi-dental que se llama derechos. De Filosofía An -dina utilizaremos cuatro principios de la “lógi-ca” andina: (1) la relacionalidad, (2) la co -rrespondencia, (3) la complementariedad y (4)la reciprocidad.

3.1. La relacionalidad46

En la lógica racional occidental, se pue-den separar las categorías y distinguirse. Dentrode la lógica simbólica, por ejemplo, la base de la

44 Borja Ortiz, Andrés, “Derechos de la Naturaleza”, en Cor -dero, David y otros, Nuevas instituciones del Derecho Cons -titucional Ecuatoriano, Serie 14 de investigación, INREDH,Imprenta Cotopaxi, Quito, 2009, p. 125.

45 Estermann, Josef, Filosofía Andina. Estudio intercultural de lasabiduría autóctona andina, Abya Yala, Quito, Ecuador,1998.

46 Estermann, Josef, op. cit., pp. 114-122.

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estructura es p y no p, que ha hecho que nuestraforma de concebir el mundo siempre sea unacontraposición entre opuestos y dual: hombre ymujer, bueno y malo, positivo y negativo, blan-co e indígena, animal y ser humano, espacioprivado y público, urbano y rural, selva ydesierto, individuo y sociedad, yo y el otro...Cada elemento tiene una sustancia particular ydiferente. Para la filosofía andina, en cambio, loimportante es la relación.

Para la filosofía andina, el individuo como tal no es‘nada’ (un ‘no ente’), es algo totalmente perdido, si nose halla dentro de una red de múltiples relaciones [...]Desconectarse de los nexos naturales y cósmicos (unpostulado de la Ilustración), significaría para el runade los Andes firmar su propia sentencia de muerte47.

Este principio tiene que ver con una con-cepción holística de la vida. Todo está relacio-nado, vinculado, conectado entre sí. Este prin-cipio puede ser enunciado de forma negativa ypositiva. De la primera forma, no existe ningúnente carente de relaciones y, por tanto, todoente es necesitado. En la forma positiva, lo quehaga o deje de hacer un ente afecta a los otros.La relación no es causal sino ontológica. Estoquiere decir que lo importante no es que unente tiene capacidad de alterar al otro, sino quetodos los entes “son”. No existe una relacióncausalista sino escencialista. El conocimiento y

47 Ibídem, pp. 97-98.

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la vida misma es integral y no compartimenta-lizado por las categorías, como lo hace la filoso-fía occidental.

La consecuencia de este principio es quela naturaleza requiere de los seres que la habi-tan, y los seres no podrían vivir sin la naturale-za. Además, el ser humano no está en la natura-leza —o la naturaleza alberga al ser humano—,sino que el ser humano es la naturaleza. No sepuede desintegrar el concepto de ser humanocon la naturaleza, ambos son uno, de ahí quehacer daño a la naturaleza es hacerse daño a símismo.

3.2. La correspondencia48

El pensamiento andino implica una co -rrelación mutua y bidireccional entre dos ele-mentos, que se manifiesta en todo nivel y en to -dos los aspectos de la vida. Pongamos un ejem-plo de la medicina indígena y también de lamedicina homeopática: la curación y la enfer-medad están estrechamente relacionadas, seconsidera que la enfermedad está causada porsustancias similares a ella, por eso se dice que elenfermo puede recuperarse por la dinámica desu propio organismo.

El pensamiento occidental pone énfasis,en cambio, en el principio de causalidad: dado

48 Ibídem, pp. 123-125.

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un fenómeno se sigue un efecto inevitable. Estareducción de la realidad, que es base de la cien-cia, utiliza múltiples categorías, tales como lasemejanza, la adecuación, la identidad, la dife-rencia, la equivalencia, la implicación, la deriva-ción o la exclusión. El ser humano occidentaltiene que encontrar una respuesta lógica y veri-ficable entre la realidad y su explicación racio-nal. Siempre me acuerdo de mi maestro en lógi-ca simbólica, el filósofo Emilio Cerezo, quiencuando aplicaba la lógica simbólica al análisisde textos, solía afirmar que la lógica no explicani podrá explicar todo el fenómeno humano,que no es lógico y que escapa afortunadamentede las reglas. Las emociones, los sentimientos, lacausalidad, lo inimaginable, lo imprevisto, elcaos... todo sucede en la vida.

Para la filosofía andina, la explicaciónracional o causal es solamente una forma –y noexclusiva– de entender el mundo y de conocer.Si la interpretación occidental causal se la hacemediante métodos cuantitativos, cualitativos,comparativos o exegéticos, la interpretaciónandina es, además, simbólica, ritual, celebrativay afectiva.

Al manifestarse la correspondencia ento dos los ámbitos de la vida, existe una reali-dad cósmica, una realidad terrenal y una infra-terrenal.

[…] hay correspondencia entre lo cósmico y humano,lo humano y extra-humano, lo orgánico e inorgánico,

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la vida y muerte, lo bueno y malo, lo divino y huma-no, etc. El principio de correspondencia es de validezuniversal, tanto en la gnoseología, la cosmología, laantropología, como en la política y ética49.

Las explicaciones que se puedan hacersobre la forma de pensar andina, siempre des -de una lógica occidental, son difíciles de com-prender. Se separan los elementos para afirmarque no se pueden separar. De ahí, una vez más,que respetar la naturaleza tiene un impacto di -recto en el respeto del ser humano y, por con-trapartida, irrespetar a cualquier ser humanosignifica indefectiblemente el irrespeto a lanaturaleza.

3.3. La complementariedad50

Todos los entes coexisten. Un elementodepende de todos los restantes para ser pleno ocompleto. Esto nos recuerda a ese clásico dibujode la filosofía oriental que es el yin y el yang.Para ser un elemento se requiere del que sepodría considerar opuesto, y dentro del opues-to, precisamente para no considerarlo de esemodo, se tiene en el centro el punto del diferen-te. Es decir, los elementos no son precisamenteopuestos, sino complementarios y armónicos.Todos los elementos “sufren” de una deficienciaontológica. Esto me recuerda aquel principio

49 Ibídem, p. 125.50 Ibídem, pp. 126-131.

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del maestro Boaventura de Sousa Santos51 queafirma la inexistencia de sociedades subdesarro-lladas y personas ignorantes. Por el principio decomplementariedad, el subdesarrollo de unosimplica el desarrollo de otros, y la ignorancia deunos el conocimiento de otros. Es decir, los paí-ses centrales son desarrollados en tecnologíapero subdesarrollados en comunitarismo social;la ignorancia de conocimiento racional puedesignificar la sabiduría emocional. Mi conoci-miento de la lengua española, por ejemplo, esdiametralmente opuesto a mi ignorancia en elquichua.

En la racionalidad occidental, por elprincipio de identidad, un elemento siempre escoincidente consigo mismo y distinto a losdemás. Si p es verdadero no puede ser al mismotiempo no p, es decir, no puede ser falso; ade-más p no es q. Esta lógica no se identifica con elprincipio de complementariedad por el que losopuestos se integran, se completan y, por tanto,se complementan. La relación sería p _ no p y p_ q. La contradicción occidental es para losindígenas contrariedad. Si p y q son distintos,pueden coexistir como partes complementariasde una tercera entidad que los concilia y que, en

51 Sousa Santos, Boaventura de, De la mano de Alicia: lo social ylo político en la postmodernidad, Siglo del Hombre Editores,Ediciones Uniandes, Universidad de los Andes, Colombia,p. 122.

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estricto sentido es un todo que los comprende.Los opuestos están dinámicamente unidos.

[…] los complementos en sentido andino no son‘posiciones’ abstractas y logo-mórficas, sino experien-cias parciales de la ‘realidad’. Y tampoco son ‘antagó-nicas’ en un sentido de irreconciliación racional; serequieren mutuamente, no como ‘motor dinámico’para elevarse a otro nivel, sino para complementarseen el mismo nivel52.

En este sentido, cielo y tierra, sol y luna,claro y obscuro, verdad y falsedad, macho yhembra, naturaleza y ser humano no puedenexcluirse, sino más bien complementarse nece-sariamente para su afirmación como entidadsuperior e integral.

En la lógica de derechos, entonces, seríaprofundamente inadecuado proteger a uno delos elementos que conforman el complementoporque generaría un desequilibrio indeseable einadecuado. De ahí, entonces, que tenga sentidoque tanto seres humanos como naturaleza go -cen de igual protección jurídica.

3.4. El principio de reciprocidad53

El principio de reciprocidad es la formapráctica como interactúan los demás principiosbrevemente enunciados. En todo tipo de inte-

52 Estermann, Josef, op. cit., pp. 130-131.53 Ibídem, pp. 131-135.

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racción, humana y no humana, cada vez que seproduce un acto o fenómeno se manifiesta unacto recíproco como una contribución comple-mentaria. Toda actuación humana tiene tras-cendencia cósmica y forma parte de un ordenuniversal. Esta forma de ver el mundo no tienesentido para el pensamiento occidental que esprofundamente individualista y que promueve,por el contrario, la autonomía de la voluntad yla libertad para tomar decisiones.

Los actos de los seres humanos, al igualque los de la naturaleza, se condicionan mutua-mente, “de tal manera que el esfuerzo o la ‘in -versión’ en una acción por un actor será ‘re -compensado’ por un esfuerzo o una ‘inversión’de la misma magnitud por el receptor”54. Deahí se desprende, por ejemplo, que el truequetenga mucho sentido en las relaciones económi-cas entre personas.

La base de la reciprocidad es lo que Ester -mann denomina “justicia cósmica”, que agluti-naría todas nuestras formas compartimentaliza-das de entender la justicia (económica, judicial,social...). Por ello, la base de toda relación es elorden cósmico. Un acto indebido puede alterarel orden global.

El equilibrio cósmico (armonía) requiere de la reci-procidad de las acciones y la complementariedad de

54 Ibídem, p. 132.

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los actores. Esto no quiere decir que los relata de unarelación recíproca siempre sean ‘equi-valentes’ y ‘con-naturales’, sino que a la iniciativa de un relatumcorresponde una reacción complementaria de otrorelatum. Una relación (unilateral) en la que una partesólo da o sólo es activa, y la otra únicamente recibe oes pasiva, para el runa andino no es imaginable niposible55.

El principio de reciprocidad se lo puedeapreciar, vivir y aplicar en cualquier campo dela vida, desde lo cotidiano y aparentemente per-sonal hasta lo trascendente y cósmico.

En cuanto a la relación con la naturaleza,el ser humano cuando se interrelaciona con latierra, al sembrar o cosechar, no la hace comocon un objeto, sino como un sujeto, con el quetrabaja, se transforma, tiene rostro. El rito de lasiembra es una interrelación de profundo res-peto y reciprocidad.

Del principio de reciprocidad se deriva,en la teoría de los derechos humanos, la idea devalor y respeto. Lo que se tiene que cuidar, pro-teger y promover tiene que ser protegido por elderecho, que es una noción abstracta que gene-ra vínculos y límites al accionar humano. Si lanaturaleza es recíproca con el ser humano yviceversa, conviene preservar esa interrelaciónpor medio de la noción de derecho. Descuidar,desproteger y dañar la naturaleza afectaría irre-

55 Ibídem, p. 134.

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mediablemente al principio de reciprocidad.Además, si las relaciones son recíprocas, existepues una razón más para poder aplicar la no -ción de igualdad y, por tanto, de no discriminara una de las partes en relaciones equivalentes.La categoría de derecho fundamental es unaespecie de antídoto56 que neutraliza lo patéticoque puede ser el uso indiscriminado de la natu-raleza.

Como se puede desprender de este acápi-te y contrastando con los anteriores, la filosofíaandina no parte desde la concepción de que elser humano es el único y exclusivo receptor delos beneficios del discurso de derechos. Al con-trario, la lógica andina no considera y, por tan -to, en la fundamentación se descarta el antro-pocentrismo. Gudynas ha denominado al nue -vo paradigma como “biocéntrico” por oposi-ción al dominante en el derecho57.

Al ser la naturaleza un elemento univer-sal que se complementa, se corresponde, seinterrelaciona y con la que se tiene relacionesrecíprocas, la consecuencia obvia es que debeprotegerse. No hacerlo significaría alterar o des-cuidar las interrelaciones entre los elementos dela vida que son absolutamente necesarias.

56 Nino, Carlos Santiago, “Introducción”, en Ética y derechoshumanos, Editorial Astrea, 2ª. edición, Argentina, 2005, p. 4.

57 Gudynas, Eduardo, El mandato ecológico. Derechos de lanaturaleza y políticas ambientales en la nueva Constitución,Abya Yala, Quito, 2009, pp. 39, 58, 63, 65.

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IV. Del agujero negro al Big Bang

En el principio era la nada o todo contraí-do, o algo que era una singularidad espacio tem-poral de densidad infinita matemáticamenteparadójica, lo cierto es que sucedió una gran ex -plosión y el universo, desde entonces, se ha idoexpandiendo; de ahí el porqué los planetas y lasestrellas se van alejando. De igual modo, en elprincipio jurídico no había teoría hasta que aalgún filósofo se le ocurre crear una institución yésta va desarrollándose y sus postulados origina-les se multiplican y se alejan entre sí. Algo así su -cede con el tratamiento jurídico de la naturaleza.

El agujero negro quizás era la completaintegración entre el ser humano con la natura-leza hasta que se instituyó el mandato bíblico, almenos en la tradición judeo-cristiana que es laque influye determinantemente en la culturaoccidental, de dominar la tierra y someterla58.El ser humano se convierte en una especie demayordomo de la Tierra y de la naturaleza. Enla historia bíblica del origen del universo, el serhumano es la creación a imagen y semejanza deDios y ejerce ese poder en la Tierra, además deusarla, la debe fructificar, debe multiplicarse yllenar la Tierra59. Someter a la naturaleza signi-

58 Génesis 1:28.59 Goto, Rafael, “Reflexiones sobre Biblia y medio ambiente”,

11 de septiembre 2007, en Internet, http://www.radioevange-lizacion.org/spip.php?article1008, Acceso: 16 abril 2010; ade-más de hacer una interpretación clásica, este autor hace unareferencia contemporánea basada en la responsabilidad.

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fica dominar la tierra, los peces del agua, lasaves del cielo, los animales y, en suma, ejercerautoridad sobre todo ser no humano. Esta nor -ma, de carácter moral, es la que primará y seaplicará durante gran parte de la historia de lahumanidad.

En términos de derecho positivo, podría-mos afirmar que, dentro de la lógica liberal,estaba permitido hacer cualquier actividad conrelación a la naturaleza. La naturaleza estababajo la categoría del derecho a la propiedad. Eneste sentido, la naturaleza se compartimentalizaen tantas partes cuantos propietarios existen. Eldestino de la naturaleza depende de la forma dedisposición de los dueños. Los propietariospueden usar, usufructuar y disponer (prestar,vender o abandonar) un bien, mueble o inmue-ble sin que exista restricción alguna. Si somosdueños de un pedazo de tierra, lo podemossembrar, quemar, pavimentar, talar, vender, des-cuidar, proteger. Hay una máxima que dice que,en las relaciones privadas, como el ejercicio delos derechos de propiedad, se puede hacer todolo que no esté prohibido. Como puede consta-tarse en las legislaciones penales del siglo pasa-do, desde el derecho liberal, cualquier atentadocontra los derechos de la naturaleza no estabapenalizado, luego se entiende que se puedehacer cualquier actividad u omisión que a unose le ocurra.

En cuanto a aquellos bienes que no tienenpropietarios privados, se considera que los esta-

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dos ejercen los derechos de los propietarios. Estosucede, por ejemplo, con los páramos, con losmares, con el subsuelo, con el aire y el espacio,con los ríos, con las aguas y en general con aque-lla naturaleza que, dentro del territorio nacional,no tiene propietario privado. El estado puede,como cualquier dueño, disponer de la propie-dad; en unos casos no puede vender, sin embar-go puede autorizar su uso y usufructo.

Un problema aparte, y sumamente com-plejo, es el de los bienes que no tienen dueñosprivados ni estatales, y se trata de los bienes co -munes (common goods), tales como el marintercontinental, el espacio aéreo y en generaltodos aquellos bienes que no tienen control porel principio de soberanía estatal y que se com-parten entre todos los seres humanos y entretodos los estados. Hay quienes, desde una pers-pectiva liberal, consideran que el no tener undueño que cuide el bien, éstos están condena-dos a ser destruidos (the tragedy of the com-mons)60. Hay otros que dicen que al apropiarse

60 Norman Wray cuenta que, en las discusiones en la AsambleaConstituyente de Ecuador se esgrimió, al respecto, elsiguiente argumento: “Se han preguntado ustedes ¿por quélas ballenas desaparecen? Y a continuación, ¿por qué lasvacas no? La respuesta fue inmediata: en el primer casonadie es dueño de ellas, por lo tanto ¿quién las cuida?”, enWray, Norman, “Los retos del régimen de desarrollo. Elbuen vivir en la Constitución”, en Acosta, Alberto yEsperanza Martínez (compiladores), El buen vivir. Una víapara el desarrollo, Abya Yala, Quito, 2009, p. 52.

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inmediatamente se convierten en bienes exclu-yentes. Lo cierto es que el derecho permite suuso y usufructo y que cada vez hay un llamadoa respetar y cuidar estos bienes. De cualquierforma, en estas dos concepciones (la bíblica y lacivil), la naturaleza es un objeto, un bien, mue-ble o inmueble, que puede ser utilizado o dis-puesto sin restricción alguna.

La Declaración de Estocolmo sobre elmedio ambiente humano, aprobada el 16 dejunio de 1972, marca el inicio de una nueva eraen la concepción del derecho y la naturaleza.Sin duda esta pieza jurídica es la culminaciónde un lento y decisivo movimiento ambientalis-ta sensible ante los problemas ecológicos que seestaban comenzando a constatar. En la declara-ción se reconoce que el ser humano tiene unaenorme capacidad para transformar el medioambiente que le rodea y que no siempre lo hacede forma constructiva. Se admite que ese poderde transformar, basado en la ciencia y en la tec-nología...

Aplicado errónea o imprudentemente, el mismopoder puede causar daños incalculables al ser humanoy a su medio ambiente. A nuestro alrededor vemosmultiplicarse las pruebas del daño causado por elhombre en muchas regiones de la Tierra: niveles peli-grosos de contaminación del agua, el aire, la tierra ylos seres vivos; grandes trastornos del equilibrio ecoló-gico de la biosfera; destrucción y agotamiento derecursos insustituibles y graves deficiencias, nocivaspara la salud física, mental y social del hombre, en el

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medio ambiente por él creado, especialmente en aquélen que vive y trabaja61.

El hito estuvo en llamar la atención sobreel problema ambiental ya generado y en el esta-blecimiento de mínimos normativos para pre-venir peores daños. Sin embargo, la entradasigue siendo desde la centralidad del ser huma-no. “El hombre es a la vez obra y artífice delmedio ambiente que lo rodea62[...] La protec-ción y mejoramiento del medio ambientehumano es una cuestión fundamental que afec-ta al bienestar de los pueblos y al desarrollo eco-nómico del mundo entero [...]”63. En otraspalabras, el ser humano sigue el mandato bíbli-co de ser mayordomo de la Tierra, pero tieneque hacerlo con cuidado porque le puede afec-tar a su propio desarrollo.

Podríamos afirmar que la Declaración deEstocolmo es la piedra angular del derechoambiental moderno y el impulsor definitivo delmovimiento social denominado Verde. El dere-cho ambiental ha tenido un desarrollo concep-tual notable tanto a nivel doctrinario (existenincluso especializaciones universitarias, envarias disciplinas, sobre el ambiente), como anivel normativo. Además, podríamos afirmar,

61 Declaración de Estocolmo sobre el Medio Ambiente Hu -mano, numeral 3.

62 Ibídem, numeral 1.63 Ibídem, numeral 2.

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sin temor a equivocarnos, que casi todos lospaíses de influencia occidental cuentan concódigos ambientales, que tienen como objetoestablecer restricciones y salvaguardas al medioambiente. Existen reglas, directrices, autorida-des administrativas y prohibiciones en relacióncon la forma como se debe tratar al medioambiente. El derecho a la propiedad ha sufridoserias restricciones y controles. No existe, pues,plenas facultades de disposición, ni de uso yusufructo.

A la par del derecho ambiental, se ha de -sarrollado también una protección (represión)extra, que es la rama penal-ambiental. Se haconsiderado que el daño producido al medioambiente debe tener una protección extraordi-naria. Por un lado, podría pensarse que elmedio ambiente se ha convertido en un bien ju -rídico digno de respuesta penal; por otro, po -dría discutirse sobre la efectividad de este seve-ro mecanismo para producir cambios de con-ducta y la proporcionalidad en el uso de penas,particularmente la privación de la libertad, conrelación al daño que produce la conducta consi-derada delictiva.

Un paso más adelante ha sido, otra vezdesde el derecho internacional, la expedición dela Declaración de Río sobre el Medio Ambientey el Desarrollo, aprobada el 14 de junio de 1992,que determinó que:

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Los seres humanos constituyen el centro de las preo-cupaciones relacionadas con el desarrollo sostenible.Tienen derecho a una vida saludable y productiva enarmonía con la naturaleza64.

Es decir, de ahí en adelante el lenguaje dederechos humanos se incorpora a la considera-ción jurídica de la naturaleza. El potente len-guaje de derechos tendrá como contrapartida lademanda de una obligación vinculante porparte de los Estados. El eco de esta declaraciónno se hizo esperar. En los mismos años noventa,particularmente algunas constituciones deLatinoamérica, como las más recientes andinas,reconocerán que todo ser humano tiene dere-cho a un medio ambiente sano. Esta perspecti-va, que es un gran adelanto conceptual –sesigue expandiendo el panorama teórico-jurídi-co–, sin embargo sigue considerando a la natu-raleza como un medio indispensable para lasobrevivencia del ser humano. La naturaleza go -za de protección especial en tanto es el humanoel que se beneficia de ella. Es decir, la visiónantropocéntrica sigue siendo la que prima.

La Constitución de Ecuador, pionera enla ruptura de la concepción tradicional de dere-chos humanos, reconoce por primera vez el de -recho de la naturaleza como un derecho autó-nomo del ser humano. Algunas rupturas con-

64 Declaración de Río sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo,Principio 1.

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ceptuales, comenzando por la denominación.No cabe ya el término genérico de “derechoshumanos” para referirse a los derechos que tie-nen una protección especial en las Constitucio -nes. Conviene denominarlos derechos funda-mentales o derechos constitucionales. Otra rup-tura es que la protección a la naturaleza no se lahace porque conviene al ser humano, sino porla naturaleza en sí misma. En consecuencia, laconcepción jurídica de los derechos deja de serantropocéntrica. Tercera ruptura, la teoría jurí-dica tradicional para entender el derecho tieneque buscar nuevos fundamentos y renovadaslecturas, que tienen que ver con la ruptura delformalismo jurídico y con una superación de lacultura jurídica imperante.

Sin embargo, estamos convencidos, almenos con lo que hemos analizado de la filoso-fía andina, que este avance no será el último niel definitivo. La concepción de derechos, al sermanifiestamente occidental, distinguirá entrederechos de los humanos y no humanos, y crea-rá dos categorías que pueden ser analizadas deforma distinta y separada. Esta concepciónsigue fortaleciendo la lógica dualista y catego-rial propia del pensamiento occidental.

Paralelamente al desarrollo conceptualdel pensamiento occidental, han existido y exis-ten formas de concebir a la naturaleza. Comohemos visto, de acuerdo con la filosofía andina,la naturaleza no es un ente separado del ser hu -

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mano ni viceversa. Hemos afirmado que defen-der los derechos de la naturaleza es defender alser humano y que defender al ser humano esdefender la naturaleza. No es suficiente la crea-ción de la categoría “derechos de la naturaleza”sino que se tiene que, algún momento, superarestas distinciones que, al dividir, debilitan laconcepción holística de la existencia, de la vida,del universo.

El maestro Zaffaroni nos recuerda la con-cepción griega de la Gaia, que era la diosa grie-ga Tierra y que consideraba al planeta como unser vivo, como un sistema que regula y recrea lavida, que se renueva y que está en constantecambio, que es tan importante que es una diosa,que tiene que ser venerada y cuidada65.

Así como los runas andinos, los griegosantiguos, estamos seguros de que otros pensa-mientos no dominantes deben haber desarrolla-do hace mucho tiempo ya, normas que dispo-nen el trato armónico y respetuoso con la natu-raleza. Ahí tenemos un camino por explorar,además sabiendo que en muchos casos esa sabi-

65 Véase, Zaffaroni, Eugenio Raúl, “La naturaleza como persona:Pachamama y Gaia”, lamentablemente aún no publicado enEcuador. No podemos dejar de reconocer que este ensayo, quelo hemos difundido con entusiasmo en más de una clase quehemos podido compartirlos con nuestros alumnos en clases deDerechos Humanos y en un doctorado en Salud Pública, hasido una motivación inmensa para seguir apreciando nuestraconstitución ecuatoriana y para emprender el desafío teórico dedar contenido al derecho a la naturaleza.

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duría que existe posiblemente no esté escrita. Elderecho, una vez más, tiene que aprender deotras ciencias, como la antropología, la historiay la sociología, para seguir mejorando el siste-ma jurídico y, en este caso, desarrollando elcontenido del derecho de la naturaleza.

V. Reflexiones finales

Conviene plasmar algunas palabras sobrela utopía de los derechos y también sobre la“lógica” indígena invocada en este ensayo. Todadeclaración de derechos constitucional siem-pre –y no puede dejar de serlo– debe ser utópi-ca y plantear una realidad que, siendo difícil ohasta imposible de alcanzar, es deseable lucharporque se la consiga. Todos y cada uno de losderechos significan una aspiración y un proble-ma por superar. Si se establece que hay derechoa la nutrición es porque hay niños y niñas des-nutridos crónicos; si se reconoce la dimensiónpositiva del derecho a la vida es porque haymortalidad infantil; si se establecen los derechosdel buen vivir es porque hay un modelo de de -sarrollo que aplasta e impide el ejercicio detodas las potencialidades del ser humano; si seestablece la igualdad material es porque vivimosen una sociedad que perenniza la exclusión. Sise establece los derechos de la naturaleza es quela capa de cemento que nos separa de la tierrano sólo nos separa dos centímetros, sino unmillón de años luz de lo que realmente somos:tierra o polvo.

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Por otro lado, los derechos son siempreuna herramienta contra el poder que tenemos,en terminología de Ferrajoli, los más débiles.Desde la lógica del poder, los derechos subvier-ten el statu quo y se convierten en un arma paraeliminar “privilegios fundados en inequitativasrelaciones de poder”66.

Así que no sólo son falsas promesas, sinoque son instrumentos de lucha y mundos en losque queremos vivir.

Se podrá afirmar, al apelar a la filosofíaandina, que estamos idealizando el mundoindígena y que estamos resucitando al “buensalvaje”. Pero aun suponiendo que los indígenasandinos están tan aculturizados que lo que seafirma en relación con su concepción de la na -turaleza no es cierto, nadie nos quita que laconcepción de un indígena precolonial o deunas concepciones que nos pueden ayudar aalcanzar el buen vivir son importantes, por ellodebemos rescatarlas o crearlas.

En cuanto a la naturaleza, nos permiti-mos resumir un extracto de una novela quepara nosotros ha sido muy aleccionadora: Larebelión de la granja, y que consideramos nospuede ayudar para cerrar este ensayo.

66 Melo, Mario, op. cit., p. 53.

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Una noche el señor Jones, propietario deuna granja, cierra el gallinero. Enseguida, albo-rotados, los animales de la granja se reúnen paraescuchar el sueño un cerdo bonachón y majes-tuoso, que ha llegado a entender el sentido de lavida. El cerdo, Viejo Mayor, que tiene doce añosya –nos cuenta George Orwell67– siente la nece-sidad de contar un sueño extraño a todos losanimales de la granja. Pero antes Mayor hacealgunas preguntas que despiertan la concienciade los animales. ¿Cuál es la realidad de nuestrasvidas? Las gallinas tienen huevos que no sondestinados a ser gallinas, sino a ser vendidos enel mercado; las vacas tienen leche que no es pararobustecer a sus terneros, sino para que setomen los humanos; los cerdos son engordadospara ser muertos y comidos, los caballos sirvenpara transportar, los perros para cuidar... nadiees dueño de su vida y de su libertad. ¿Esta reali-dad forma parte del orden natural? No, milveces no, insiste el cerdo Mayor. ¿Por qué conti-nuar en esta mísera condición? El ser humanoarrebata todo, consume sin producir, da lomínimo, acumula sin compartir. El cerdo enun-cia su sueño que es una vida donde cada animalsea dueño de su piel, de su trabajo, de su liber-tad, de su vida y hasta de su muerte. Todos seconsideran iguales y comparables. Y comienza larebelión de la granja por la dignidad.

67 Orwell, George, La rebelión de la granja, capítulo I, ClásicosUniversales, Edición Integra, Ediciones Escolares, Madrid,2ª. edición, 2004, pp. 25-33.

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La lectura de este cuento, que puede sermetáfora de las relaciones entre seres humanoso patéticamente real cuando uno aplica a lasformas de relacionamiento entre los seres hu -manos y otros seres vivos no humanos inclui-dos, por supuesto, la naturaleza, nos habla deuna forma de interactuar que no es adecuada yque provoca justificadamente una rebelión.

La naturaleza, de alguna manera, se estárebelando. El calentamiento global y las conse-cuencias en la vida humana es una de sus mani-festaciones. A diario leemos noticias que noshablan de desequilibrios ecológicos. Por unlado, hay unas terribles sequías y seres que semueren por no tener agua ni alimentos; porotro lado, hay unas terribles inundaciones yseres que también se mueren en cambio portener demasiada agua y no tener vivienda nimedios de subsistencia por las inundaciones.¿Será que el ser humano no ha sido capaz decomprender la rebelión de la granja y de lanaturaleza? Cuando uno lee sobre los grandesforos económicos mundiales y sus resoluciones,la primera reacción es pensar que no somos aúnsensibles ante estos problemas humanos. Perotambién cuando miramos y aprendemos sobrela lucha que muchos movimientos sociales rea-lizan para denunciar y promover una relaciónmás armónica con la naturaleza, no podemossino tener la esperanza firme de que las cosaspueden cambiar.

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El derecho a la naturaleza establecido enla Constitución del Ecuador es al mismo tiempoun hito en una lucha de movimientos sociales yun comienzo. Los derechos al final siempre sonarmas ficticias, etéreas y abstractas que preten-den regular relaciones basadas en el poder. Esmás fácil exigir cuando un sistema jurídico hareconocido un derecho que hacerlo sin él. Peroel derecho, como las garantías jurídicas, no essuficiente. Estas conquistas jurídicas se nutrende las luchas y de los movimientos sociales.También los grandes cambios se nutren y re -quieren “esfuerzos audaces y mentes abier-tas”68. Se ha demostrado históricamente que lospoderosos nunca han cedido sus privilegios deforma voluntaria, sino que lo han hecho graciasa la lucha y a la presión de la gente69. Esa luchaen Ecuador tiene múltiples caras y organizacio-nes, muchas de ellas que ni siquiera conocemos,sin embargo queremos dedicar este pequeñoesfuerzo académico a Alberto Acosta y a Espe -ranza Martínez, quienes de alguna manera tu -vieron el merecido honor, después de haberlopregonado en Ecuador muchos años antes, deimpulsar su reconocimiento constitucional.

68 Acosta, Alberto, “Los grandes cambios requieren de esfuer-zos audaces”, en Acosta, Alberto y Esperanza Martínez(compiladores), Derechos de la Naturaleza. El futuro esahora, Abya Yala, Quito, 2009, p. 15.

69 Véase Pissarello, Gerardo, “los derechos sociales y sus garan-tías: por una reconstrucción democrática participativa ymultinivel”, en Los derechos sociales y sus garantías, EditorialTrotta, Madrid, p. 111.

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Los derechos de laNaturaleza en serioRespuestas y aportes desde

la ecología política

Eduardo Gudynas Secretario Ejecutivo del Centro Latino Americano de Ecología Social

(CLAES). Su trabajo apunta a las estrategias en desarrollo sostenible enAmérica Latina, con énfasis en la conservación. Desde 2010 integra el Panel

Intergubernamental de Cambio Climático.

La nueva Constitución de Ecuador ofrecemuchas novedades e innovaciones, y entre ellasse encuentra un claro “mandato” ecológico. Enefecto, el texto constitucional que surgió de losdebates constituyentes en Montecristi dejó enclaro obligaciones referidas, entre otras cosas,derechos a un ambiente sano, derechos de laNaturaleza, conservación de la biodiversidad, ala evaluación del impacto ambiental, ordena-miento territorial, etc.

En ese amplio conjunto se destaca la im -pactante innovación de reconocer los derechosde la Naturaleza. Alrededor de esa idea se hangenerado debates, discusiones y aportes de todotipo. Como contribución a esos diálogos, en laslíneas que siguen, se recuerdan algunas de lastensiones y críticas recientes, para seguidamente

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ofrecer respuestas y fundamentaciones que re -fuerzan la validez de esos derechos. El análisiscomplementa, y en algunos casos amplía, unexamen más detallado sobre la ecología políticade la Constitución de Montecristi que se ofreceen Gudynas (2009). El abordaje no es jurídico,sino que se lo hace desde la ecología política.

Los derechos de la Naturaleza son muchomás que una mera adición ambientalista. Comose verá en las líneas que siguen, esos derechosimplican un cambio radical en los conceptos deambiente, el desarrollo y la justicia, entre otros.No siempre es fácil comprender las aristas queofrece esta temática, y por lo tanto un examendetallado tanto en sus pretendidas limitaciones,como en algunas exageraciones, sirve para preci-sarlos. Aquí se sostiene que los derechos de laNaturaleza expresan un avance de enorme im -portancia, y que en un futuro estos estarán pre-sentes en casi todas las Constituciones. Se insisteen que estos derechos deben ser tomados enserio, y cuando así se hace el ambiente debe servalorado en sí mismo, en formas independientesde cualquier utilidad o beneficios para los sereshumanos. Esto no abolirá los debates sobrecómo utilizar la Naturaleza, ni resolverá todaslas discusiones políticas, sino que las colocará ennuevos escenarios, con nuevos argumentos yotros criterios de legitimidad y justicia.

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El mandado de Montecristi

En el conjunto de componentes del“mandato ecológico” que emerge de la Cons -titución de 2008, se destacan los derechos de laNaturaleza. Estos son presentados en los artícu-los 71 y 72, y se complementan con indicacio-nes sobre su aplicación, precaución, restriccio-nes, etc., contenidas en los artículos 73 y 74. Esnecesario destacar tres componentes sustantivosen la presentación de los derechos de laNaturaleza, a saber:

El primero se refiere a la presentación deesos derechos. Se indica que la Naturaleza oPachamama “tiene derecho a que se respete ín -tegramente su existencia y el mantenimiento yregeneración de sus ciclos vitales, estructura,funciones y procesos evolutivos”. De esta mane-ra, la Naturaleza deja de ser un agregado deobjetos, y pasa a ser un sujeto de derechos. Coneste reconocimiento, la Naturaleza queda dota-da de valores que le son propios o valoresintrínsecos.

El segundo aspecto es que la Naturalezaes presentada como una categoría plural y se lacoloca en el mismo plano, como equivalente, alconcepto de Pachamama. Con este paso se arti-cula el concepto occidental de Naturaleza con eltradicional de origen andino de Pachamama.Esto es más que una simple ampliación multi-cultural, y abre las puertas a una concepción deentorno que es amplia y diversificada.

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Finalmente, los derechos de la Naturalezase refuerzan por medio del reconocimiento delderecho a la “restauración integral”. Este puntoha pasado desapercibido en varias ocasiones,pero es otra de las innovaciones impactantes deltexto de Montecristi. La restauración es la recu-peración de ecosistemas degradados o modifi-cados a una condición similar o igual a su esta-do original silvestre, antes que se produjeranimpactos de origen humano.

A partir de este brevísimo resumen, enlas secciones que siguen se consideran algunasde las principales críticas y objeciones sobreestos derechos. Se responde a cada una de ellasfundamentando la validez e importancia de estepaso. A su vez, se discuten algunas de las princi-pales tensiones y contradicciones implicadas enreconocer a la Naturaleza como sujeto de dere-chos.

El debate sobre la fundamentación ecológica

Un primer conjunto de cuestionamientosa considerar, afirma que todavía no es necesarioreconocer los derechos de la Naturaleza, entanto la situación ambiental de América Latinaen general, y la de Ecuador en particular, no esgrave. De esta manera se apela a lo que podríacalificarse como una “fundamentación ecológi-ca”, que entiende que todavía se disponen degrandes áreas silvestres, enormes depósitos derecursos naturales y amplios márgenes de

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amortiguación en los ecosistemas. Por lo tantotodavía no es tiempo de preocuparse, y el reco-nocimiento de la Naturaleza sería algo así comoun alarmismo exagerado. En la misma línea, sepodría argumentar que tales derechos seríanimportantes en los países industrializados, perono en el sur latinoamericano, donde todavíason posibles muchas formas de alcanzar unbalance entre el desarrollo y la Naturaleza.

Frente a esta postura se debe respondercon claridad que es equivocada. En realidad eldeterioro ambiental en los países sudamerica-nos es grave, sigue en aumento, y las medidasque se intentan para impedirlo o compensar susefectos, son insuficientes. La brecha de deterio-ro ambiental continúa aumentando año a año.

Comenzando por una perspectiva global,Ecuador aparece como el país con los peoresindicadores ambientales relativos en Américadel Sur. Esos indicadores evalúan la situaciónambiental en sectores claves frente a las capaci-dades ambientales o stocks de recursos natura-les de cada país (por ejemplo, la deforestaciónactual en relación a los bosques y selvas del país;véase Bradshaw y colab., 2010, y CLAES, 2010).En ese indicador, el país con el peor registro esSingapur (primer puesto mundial en el impactoambiental relativo), seguido por naciones comoCorea y Qatar. Ecuador aparece en la ubicación22, lo que significa la peor ubicación de un paíssudamericano, y por encima de otros países

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como Perú (puesto 25), Venezuela (67) o Brasil(68). Esto se debe a aspectos como la pérdida debosques naturales o el alto número de especiesamenazadas.

Considerando un indicador de impactoambiental absoluto (donde no se lo ponderacontra los recursos naturales o capacidadesambientales disponibles), el país con la peorperformance es Brasil, ocupando el puestonúmero uno a nivel mundial; es inmediatamen-te escoltado por Estados Unidos y China. Elsiguiente sudamericano en la lista es Perú, en elpuesto mundial 10, mientras que Ecuador apa-rece en la ubicación 21 (que de todas manerases muy alta para un ranking mundial).

En cuanto a la perspectiva nacional, elmás reciente informe sobre el estado del am -biente, GEO Ecuador (Fontaine et al. 2008),también ilustra la gravedad de la situación am -biental en varios aspectos. A manera de ejemplose pueden mencionar la pérdida de biodiversi-dad (reducción de áreas silvestres y su fragmen-tación), deterioro de los bosques nativos, diver-sos problemas de contaminación (como son losmanejos inadecuados de residuos en las ciuda-des, deficiente gestión de las sustancias peligro-sas, etc.), un orden institucional débil, etc. Algu -nos de estos problemas han sido ampliamentedestacados a nivel internacional, como sucedecon la contaminación petrolera en la Amazonia.

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De esta manera, sea desde la mirada glo-bal como nacional, el viejo sueño de un posible“balance” entre la protección de ambientesnaturales y los usos productivos convencionalesse ha roto. Por lo tanto, el reconocimiento delos derechos de la Naturaleza sea en Ecuador,como en los demás países sudamericanos, esnecesario y urgente. Si se toman en serio losactuales datos sobre los impactos ambientales,se debe acordar en la necesidad de dar nuevospasos para proteger el ambiente, ya que lasmedidas convencionales no están funcionando.Es necesario dar un salto cualitativo a un abor-daje renovador, y los derechos de la Naturalezason la mejor opción.

La Naturaleza como “sujeto” y los valoresintrínsecos

El reconocimiento de los derechos de laNaturaleza/Pachamama implica que ésta poseevalores que le son propios, independientes delas valoraciones que le adjudican las personas.Ese reconocimiento hace que el ambiente dejede ser un objeto (o un conjunto de objetos),que sirve como medio para fines humanos, ypara volverse un sujeto.

Esta posición ha sido criticada varias ve -ces, comenzando por quienes rechazan la ideade valores propios en la Naturaleza. Ese cuestio-namiento, promovido por un amplio abanicode actores, desde académicos a políticos, se ex -

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presa en rechazos o incomodidades con unaNaturaleza que termina siendo un “sujeto” dederechos, tal como acontece con las personas.Algunos niegan esta postura, e incluso se resis-ten a proteger el entorno. Otros, si bien consi-deran que sólo los humanos pueden ser sujetode valor, están de acuerdo en extender sus res-ponsabilidades al ambiente. En este caso, laNaturaleza debería ser protegida no porque seaun sujeto, sino porque es lo correcto; es la ex -tensión de una compasión moral hacia el entor-no. Pasemos entonces a considerar estos cues-tionamientos y ofrecer algunas respuestas.

Cuando se reconocen los derechos de laNaturaleza, se están admitiendo valores propioso intrínsecos en ella. Tanto estos derechos comolos valores propios son aspectos, a mi juicio,inseparables. Los valores intrínsecos reciben esadenominación en tanto son independientes dela valoración que otorgan los seres humanos.Por lo tanto, si se toman los derechos de laNaturaleza en serio, ésta debe estar revestida devalores intrínsecos, sea en su conjunto o en suselementos constitutivos, como las plantas, ani-males y ecosistemas.

La defensa de esta postura ha tenidoantecedentes que han alcanzado puntos altospero también bajos. Ha aparecido de tanto entanto, defendidas en unos casos por científicos eintelectuales, y en otros por escritores o mili-tantes. Posiblemente uno de sus antecedentes

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más conocidos fuese la “ética de la tierra” deAldo Leopold, propuesta a mediados del sigloXX. Sin embargo, sus posturas tuvieron pocoeco, hasta que a fines de la década de 1970, fue-ron retomadas por el movimiento de la “ecolo-gía profunda”, liderado por el filósofo noruegoArne Naess (una selección de sus escritos estádisponible en Dregson y Devall, 2008). Enaquellos años floreció un amplio debate sobrelos valores intrínsecos que sumaron a otrosautores, destacándose los aportes de J. Callicott(por ejemplo, 1989). La nueva Constitución deMontecristi está en consonancia con muchos deestos aportes, y aunque en buena medida fueredactada en forma independiente de los másconocidos “ecólogos profundos”, son evidenteslos estrechos paralelismos.

Existen diversas maneras de entender elconcepto de valor intrínseco, tal como indicaO’Neill (1993), y que fue resumido en Gudynas(2009). Ampliando esa argumentación, es posi-ble reconocer tres abordajes:

1. Entendido como sinónimo de valor no-instrumental. Mientras un objeto tieneun valor instrumental cuando es un me -dio para un fin de otro, en este caso el va -lor instrumental sería poseer un fin en símismo. En esta categoría se encuentrauno de los preceptos básicos de la “ecolo-gía profunda”, donde se sostiene que “elbienestar y el florecimiento de la Vida

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humana y no-humana en la tierra tienevalor en sí mismo (sinónimos: valorintrínseco, valor inherente)”, y se agregaque estos valores “son independientes dela utilidad del mundo no-humano paralos propósitos humanos” (Naess ySessions, 1985).

2. Entendido en referencia al valor que unobjeto tiene únicamente en virtud de suspropiedades intrínsecas. Se refiere a losatributos que posee un objeto, y en quégrado lo posee, y donde esas propiedadesson independientes de relaciones con elentorno u otros objetos (propiedades no-relacionales).

3. Entendido como un sinónimo de “valorobjetivo”, donde representa los valoresque tiene un objeto independientementede las evaluaciones que hagan evaluado-res. Es una categoría que se coloca porfuera del subjetivismo, y donde se aceptaque existen valores objetivos, propios decada objeto.

Estos tres abordajes aparecen muchasveces confundidos y superpuestos, como acerta-damente indica O’Neill (1993). El texto consti-tucional ecuatoriano podría ser interpretado enun sentido o en otro. Por ejemplo, algunos po -drán insistir en que el mandato de respeto inte-gral de la Naturaleza alude a sus valores inde-pendientes de los posibles usos o fines huma-nos, correspondiendo a la primera opción. Pero

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también se puede invocar la segunda definicióna partir de la referencia constitucional a las pro-piedades inherentes de los ecosistemas, talescomo los ciclos vitales y los procesos evolutivos.Finalmente, la tercera opción también podríaser contemplada, aunque es un caso con mayo-res dificultades debido a que el texto constitu-cional otorga la misma jerarquía a la Pacha -mama, un concepto que se construye explícita-mente desde el subjetivismo de los sujetos (noes posible bajo la Pachamama intentar descu-brir valoraciones objetivas ya que en parte sedisuelve la dicotomía entre ambiente y socie-dad).

Por lo tanto, puede convenirse que entrelos posibles abordajes de la idea de valor intrín-seco, la opción de valor no-instrumental en pri-mer lugar, y la que descansa en las propiedadesintrínsecas en segundo lugar, son las que posi-blemente se ajustan mejor al mandato constitu-cional. De esta manera, estos derechos recono-cen atributos en la Naturaleza independientesde los seres humanos y que permanecen aún enausencia de éstos. Parafraseando a los ecólogosprofundos, en un mundo sin personas, las plan-tas y animales continuarán con su marcha evo-lutiva y estarán inmersos en sus contextos eco-lógicos, y esa manifestación de la vida es unvalor en sí mismo. Sea en los seres vivos o en losecosistemas, estos valores inherentes son inde-pendientes de cualquier conciencia, interés oreconocimiento de los humanos (Naess y Ses -

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sions, 1985). Esta perspectiva, y en especialdebido a que defiende a la vida como un valoren sí mismo, es también conocida como bio-centrismo (sobre este punto se regresará másabajo).

Los rechazos a estos valores se basan ensostener que solamente los seres humanos, entanto individuos cognoscentes, volitivos y racio-nales, pueden generan valores. La valoración esun acto únicamente humano. Por lo tanto, laidea de valores propios no tendría sentido, yaque para reconocer valores tendrían que estarpresentes humanos que los otorguen. Allí dondeno existan humanos, no existirían valores.

Existen varias respuestas a esas objecio-nes. La más sencilla es centrarse en la definiciónde valor intrínseco como valor no instrumentalpara los fines humanos. Por lo tanto, no seintenta caracterizar ese valor, ni precisarlo deta-lladamente, ya que cualquier movimiento enesa dirección nos lleva de regreso a las interpre-taciones humanas. Es suficiente reconocer queen el ambiente se encuentran valores inherentesa los seres vivos y los ecosistemas. Esta posturatiene otra ventaja: permite incorporar con mu -cha comodidad a diferentes cosmovisionesindígenas, donde se reconocen valores propiosen el ambiente, e incluso se considera que otrosseres vivos son agentes morales y políticos aná-logos a los seres humanos.

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Dando un paso más en la discusión, engeneral se reconoce que la ponderación de losvalores siempre parte desde las personas y dis-curre en mediaciones humanas. Son antropogé-nicas, en el sentido de originarse en los sereshumanos, pero esto no quiere decir que seanantropocéntricas, en el sentido de aceptar úni-camente valores instrumentales al ser humano(el contenido del antropocentrismo se precisarámás abajo). Atendiendo a este hecho, en éticaambiental, autores como Callicott (1989), dife-rencian entre el locus del valor, que puede estaren objetos, plantas, animales, o las personas, y lafuente de la valoración que está en el ser huma-no. Diversos aspectos en esta postura vienensiendo debatidos desde hace años, pero esosdetalles no hacen a la esencia de lo que se trataen el presente capítulo (véase, por ejemplo, losensayos de B. Norton y H. Rolston III, y otrosen Ouderkik y Hill, 2002).

Es más, la defensa de los valores intrínse-cos puede superponerse con quienes afirmanque los demás seres vivos se valoran a sí mis-mos, aunque lo hacen dentro de sus capacida-des cognitivas y sintientes, y por lo tanto demanera distinta a las que empleamos los huma-nos. No tiene mucho sentido intentar concebir-se a sí mismo como un cóndor de los Andes,sino que basta saber que esta ave tiene ciertaforma de entenderse y concebirse a sí misma.

Sea por una vía a por otra, parece claroque el mandato ecológico de Montecristi no

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exige descifrar ni elaborar las posibles propieda-des intrínsecas en la Naturaleza, ni entendercómo se conciben a sí mismos los demás seresvivos. Su objetivo no está tanto sobre las disqui-siciones académicas sobre los posibles conteni-dos de esos valores, sino en reconocer que esosvalores propios existen, y que desde allí se fun-damentan derechos que desembocan condicio-nes y obligaciones que nos obligan a nosotros,los humanos.

Apelando a una imagen conocida, podríadecirse que así como se defiende el bien comúnentre los seres humanos, donde se busca el bie-nestar incluso de aquellos que no conocemos ysobre cuyas particularidades intrínsecas nadasabemos, se debe dar un paso más y construirun bien común con la Naturaleza. De esta ma -nera, si esos derechos son tomados en serio, segeneran nuevas obligaciones con el ambiente.

Cambian las justificaciones y desencade-nantes de las medidas ambientales, y ya no seráimprescindible demostrar que un impactoambiental dañará la propiedad de unas perso-nas, afectará la salud de otras, o que impactaráen la economía, como justificación para actuar.Asimismo, tampoco se dependerá de convencera políticos y empresarios sobre la pérdida inmi-nente de un lugar hermoso o sobre la posibleextinción de una especie insignia. Estos y otrosdesencadenantes seguirán presentes y tendránsus papeles para desempeñar. Pero el cambiohacia los derechos de la Naturaleza es que se

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podrá invocar la protección de las especies y losecosistemas aún en los casos donde ninguno deestos aspectos esté en juego. Se podrá demandarla protección de sitios cuya desaparición noinvolucren recursos de valor económico, espe-cies hermosas o la propiedad de individuos oempresas.

En este punto es importante advertir queel reconocimiento de los valores intrínsecos yde los derechos de la Naturaleza, no niega nialtera los contenidos referidos a los derechosciudadanos a un ambiente sano, listados en laConstitución de Montecristi (los clásicos dere-chos humanos de tercera generación). Los dosabordajes de derechos sobre el ambiente sonválidos, y es una buena cosa que se los mantu-viera y se los articulara entre sí. Tan sólo esnecesario tener presente que estos derechos clá-sicos a un ambiente sano tienen su foco en laspersonas: son derechos humanos, donde secuida de la Naturaleza en tanto esto puede afec-tar a las personas, y no por los valores propiosde ésta.

Utilidad y valor económico

En la actualidad, muchas campañas deconservación se basan en criterios ecológicos oestéticos, pero la enorme mayoría apela a de -mostrar la utilidad de los recursos naturales, ypor lo tanto son utilitaristas (en muchos casosreferida a los valores económicos). Se defienden

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ciertos sitios o especies invocando su utilidadeconómica, como sucede con los llamados aproteger variedades nativas de plantas o cuen-cas altas de los ríos. En estos casos la Naturalezaes defendida porque hay una utilidad para loshumanos. Siguiendo con los mismos ejemplos,unos buscan que el germoplasma deriva en se -millas que puedan ser comercializadas, y otrosesperan cobrar el agua para riego o consumo.

No quiero decir que esta perspectiva uti-litarista y economicista deba ser rechazada entodos los casos, y admito que puede desempe-ñar cierto papel bajo circunstancias precisas.Pero lo que deseo subrayar es que es profunda-mente incompleta. En el ejemplo inicial, no seestá protegiendo a las plantas por su propiovalor como especies vegetales, ni se protege alarroyo por su valor como ecosistema con sufauna y flora. Por el contrario, el criterio deprotección se fundamenta en demostrar quehabrá una utilidad para el ser humano, y mejoraún si ella se puede contabilizar desde el puntode vista económico (por ejemplo, el precio deun recurso natural). Es una perspectiva que seencierra dentro de unos límites de hierro dadospor una valoración en función de la utilidad obeneficio personal.

La prevalencia de esta postura puedeexplicarse por varios factores. Por un lado, sedebe a la actual preeminencia de la valoracióneconómica, como nueva expresión del utilita-rismo clásico. Por otro lado, parte del movi-

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miento ambientalista lamentablemente tiene sucuota de responsabilidad por esta situación, yaque partiendo de una preocupación comparti-ble como es la de demostrar que la conserva-ción también sirve a las economías nacionales,terminaron por perder el rumbo. Muchos seobsesionaron con esa perspectiva economicistay buscan valoraciones económicas en cada es -pecie o en cada rincón de los ecosistemas. Co -mo hay muchos que sólo entienden el lenguajedel dinero, sólo se habla del valor económico(por ejemplo, disponibilidad a pagar o a aceptarindemnizaciones), y con ellos se renuncia a lasdemás dimensiones para valorar la Naturaleza.

Esta posición se ha extendido en todo elplaneta, y una de sus expresiones actuales másconocidas son la “green economy” de agenciasde Naciones Unidas, la obsesión por el pago porbienes y servicios ambientales, y los mercadosde carbono. Por lo tanto, la protección del am -biente queda rehén de un criterio de valoracióneconómica, y como éstos son por excelenciasposturas utilitaristas e instrumentales, ya nohay lugar para los valores propios.

En cambio, si se toman en serio los dere-chos de la Naturaleza, aparecen los valores pro-pios, pero además se rompen las cadenas de unavaloración exclusivamente económica. En efec-to, vuelven a emerger como posibles otrasdimensiones de la valoración tales como la eco-lógica, estética, religiosa, cultural, etc. Los dere-chos de la Naturaleza no implican imponer una

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única escala de valoración, sino que obliga areconocerlas como múltiples y diversas.

De esta manera, debe quedar en claroque el aceptar los valores intrínsecos no implicaimponer una escala de valor sobre otras, talcomo sucede con el precio. Este es un efecto quepodríamos llamar paradojal de los derechos dela Naturaleza: obliga a pluralizar las dimensio-nes de valor. De esa manera, algunos podránvaluar un árbol a partir del beneficio económi-co que esperan obtener de su madera, perootros lo podrán ponderar como especie viva, ypara algunos será un espíritu del bosque.

El caso de las especies inútiles y feas

Es importante apelar a otro abordaje so -bre el mismo asunto, para enfatizar la radicali-dad que encierran los derechos de la Natu -raleza. Como se adelantaba arriba, muchas delas campañas actuales para proteger la Natu -raleza se basan en demostrar la utilidad de algu-nos recursos o ecosistemas, su potencial econó-mico, y en algunos casos, su valor estético. Eneste último caso, se utilizan especies insignias,como el oso andino o el cóndor de los Andes, ode ecosistemas, con paisajes de belleza singular.Las campañas de publicidad exhiben fotosimpactantes que refuerzan esa belleza. Pero unavez más el acento está en las personas, ya que esla valoración estética de los humanos la que estáen juego.

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De esta manera, buena parte de la con-servación tradicional se basa en las valoracionesque los humanos manejan de utilidad o belleza.Pero qué sucede entonces con las especies queson “inútiles”, donde por ejemplo no se cono-cen posibles utilidades económicas como pro-ductos farmacéuticos o por su germoplasma,sea en el presente como en el futuro. De la mis -ma manera, qué sucede con especies que sonfeas o desagradables, como pueden ser cucara-chas endémicas de una serranía o gusanos pla-nos de un arroyo. En el primer caso la justifica-ción económica usual se queda sin sustento, yen el segundo no se pueden encaminar campa-ñas publicitarias. Otro tanto se repite en el casode los ecosistemas.

Es más, algunos ecosistemas que poseenbaja biodiversidad quedan fuera de las lista deprioridad de las medidas de conservación, y porlo tanto allí se llevan a cabo emprendimientoscon intensos impactos ambientales. Esta situa-ción es muy clara por ejemplo en ambientesáridos y semi-áridos, y como carecen de espe-cies llamativas o no tienen clara utilidad econó-mica, se imponen los proyectos extractivistas.

Pero si se toman en serio los derechos dela Naturaleza, todas las especies deben ser pro-tegidas, independientemente de si son hermo-sas, o si tienen utilidad real o potencial. Se debeasegurar la conservación incluso de especiesque nos resulten feas y desagradables, o de otras

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que pueden ser completamente inútiles para losfines humanos. Todas ellas tienen el derecho aproseguir sus procesos ecológicos y evolutivos.

Este problema es más común de lo que seasume. Por ejemplo, poco tiempo atrás, el en -tonces presidente de Brasil Lula da Silva, defen-día la construcción de represas en la Amazoniapor su utilidad económica y productiva, y seburlaba de quienes defendían los “bagres” (pe -ces de fondo de río)1.

Es mucho más sencillo intentar salvar aespecies como el cóndor de los Andes, peroresulta que será mucho más difícil hacer cam-pañas para proteger, por ejemplo, cucarachasendémicas de la Amazonia. Pero es justamenteen este plano donde queda en evidencia la radi-calidad y profundidad de la asignación de losderechos de la Naturaleza, ya que obliga a to -mar medidas de protección para todos los seresvivos.

Biocentrismo y antropocentrismo

Llegados a este punto es convenienteabordar un aspecto mencionado en una secciónanterior: los derechos de la Naturaleza por su

1 Declaraciones a la prensa del 22 de julio de 2009. Lula daSilva agregó: “Yo me comprometí que cuando deje la presi-dencia compraría una canoa, agarraría los bagrecitos, loscolocaría en la canoa, y los llevaría al otro lado (de losAndes) y los traería de vuelta”.

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defensa de los valores intrínsecos, y en especialal considerar la vida, sea humana como no-humana, es un valor en sí mismo, es denomina-do biocentrismo. Esta es una visión muy distin-ta de la actual, la que denominaremos antropo-centrismo. Este término no se usa para indicarque las valoraciones son realizables únicamentepor el ser humano (tal como se analizó arriba, ypara lo cual se utilizó el rótulo antropogénico).En cambio, el antropocentrismo hace referenciaa un modo de ser en el mundo; es un conceptomás amplio que expresa las relaciones que dis-curren entre las personas y de éstas con la Natu -raleza. Bajo el antropocentrismo todas las me -didas y valoraciones parten del ser humano, ylos demás objetos y seres son medios para susfines. Es una postura profundamente cartesia-na, desde la cual se construyó la dualidad quesepara la Naturaleza de la Sociedad. Por lo tantola Naturaleza sólo puede ser un objeto, y lasvaloraciones descansan en el beneficio humano,la instrumentalización y manipulación delentorno. Bajo esta perspectiva no pueden existirlos valores propios y no se acepta a la Natu -raleza como sujeto de derechos.

El antropocentrismo tiene un viejo ori-gen en el Renacimento europeo, y llega a nues-tros días, convertido en uno de los cimientos delas ideas actuales de desarrollo, donde se apela ala dominación y aprovechamiento intensivo dela Naturaleza. Avanza de la mano con un opti-mismo científico-tecnológico en la gestión del

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ambiente, donde la Naturaleza es subdivididaen recursos y hasta genes que pueden ser mani-pulados, aprovechados, patentados y vendidos.Esa base cultural aparece y reaparece continua-mente, y posiblemente el presidente Rafael Co -rrea ofreció un testimonio dramático al respec-to. Al tiempo de la sequía de fines de 2009, sos-tuvo que si la “Naturaleza se opone a la revolu-ción ciudadana, lucharemos y juntos la vencere-mos”.

Es evidente que el biocentrismo de losderechos de la Naturaleza pone en cuestión aeste antropocentrismo. Aquí se encuentra otrofrente de tensiones generados por los derechosde la Naturaleza, ya que no están acotados a unnuevo ejercicio en políticas ambientales o juris-prudencia verde, sino que ponen en discusiónuno de los pilares de la Modernidad de origeneuropeo. Y es justamente por ello que despiertatantas resistencias.

¿Naturaleza intocada o desarrollo sostenible?

Otras críticas a los derechos de la Natura -leza se basan en exagerarlos para denunciar queterminarán imponiendo prohibiciones sobre eluso de los recursos naturales. Algunos agitan elfantasma que los derechos de la Naturaleza sig-nifica prohibir aprovechar el ambiente y porello terminaríamos en una pobreza.

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Esta es una posición equivocada. Losderechos de la Naturaleza reconocen que cadaespecie debe aprovechar su entorno para llevaradelante sus procesos vitales, y lo mismo seaplica al ser humano. Es más, la ecología pro-funda siempre ha defendido entre sus postula-dos centrales el uso de la Naturaleza para asegu-rar la calidad de vida de las personas y erradicarla pobreza. Por lo tanto, no se impide, porejemplo, continuar con la agricultura o la gana-dería.

Pero sí es cierto que si los derechos de laNaturaleza se toman en serio, surgen nuevascondiciones de viabilidad a ese aprovechamien-to, en tanto éste debe ser realizado de maneraque no se destruyan ecosistemas o se extinganespecies. Por lo tanto, es necesario discutir víasde sustentabilidad en el desarrollo.

¿Por qué se puede aprovechar la Natu -raleza aún si ésta tiene derechos propios? Estose debe a que la perspectiva no está enfocada enindividuos, sino en las “especies” o “ecosiste-mas”. Su preocupa ción es la sobrevida de laspoblaciones y la integridad de los ecosistemas,con lo cual se permite el uso de los recursosnaturales, mientras persistan poblaciones quesean ecológica y evolutivamente viables. Es po -sible utilizar sosteniblemente los recursos natu-rales y aprovechar los ecosistemas ajustándonosa los propios ritmos de la Naturaleza, a las tasasde reproducción de las poblaciones, o a las

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capacidades de los ecosistemas de enfrentar yamortiguar los impactos humanos.

Se apunta a alternativas al desarrollo quese adaptan y ajustan a la Naturaleza, y no a lainversa, donde se le imponen profundas modifi-caciones. Este abordaje es posible en el marcodel texto constitucional de Montecristi en tantose articula con las secciones dedicadas al BuenVivir y el régimen de desarrollo.

Concepciones de la Naturaleza y el desarrollo

Siguiendo esta línea, los derechos de laNaturaleza ofrecidos en Montecristi tambiénimplican cambios en nuestras ideas sobre laNaturaleza. Es importante tener presente que elconcepto de “Naturaleza” es una creación so -cial, un producto cultural en su más ampliosentido, y que ha sido moldeado desde el Rena -cimiento. La llegada de los conquistadores eu -ropeos impuso diversas concepciones, y entreellas sus propias ideas del entorno como unaNaturaleza que podía ser dominada y manipu-lada, y cuya riqueza debía asegurar el progreso.

La postura antropocéntrica nos ofreceuna Naturaleza separada del ser humano, quepuede ser desmembrada en sus partes, ya que esuna colección de entidades y flujos, y cuyosrecursos deben ser aprovechados para alimentarel crecimiento económico.

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A su vez, esta idea de la Naturaleza fueconstruida y moldeada en forma simultáneacon las concepciones sobre el progreso, y másrecientemente con los modelos sobre el desa-rrollo. El aprovechamiento de los recursos natu-rales solo es posible si la Naturaleza está másallá de nosotros (dualismo), si puede ser frag-mentada en sus componentes, dominada y con-vertida en “recursos”. En forma muy resumida,puede decirse que las ideas sobre el progreso yel desarrollo implican una cierta concepción dela Naturaleza, y a su vez, las ideas de la Natura -leza solo permiten un tipo de desarrollo. Unos yotros se determinan dialécticamente.

Los derechos de la Naturaleza de Ecuadorno sólo generan un cambio sustancial al indicarque ese ambiente ya no es más un conjunto deobjetos, sino que también abre las puertas apensar otras conceptualizaciones sobre el am -biente. Esto ocurre en dos niveles: el uso de lapalabra Naturaleza permite un abordaje pluralsin fragmentarla en recursos naturales, y muyespecialmente por equiparación con la idea tra-dicional y andina de Pachamama2.

2 Se debe señalar que existen diferencias sustanciales en unabordaje basado en los derechos de la “Naturaleza” y otroenfocado en los derechos de la “Tierra” a escala global. Elasunto no se puede discutir aquí por problemas de espaciodisponible, pero adelantamos que es mucho más fructíferoenfocarse en los derechos de la Naturaleza, y promover unaredefinición culturalmente diversa de la idea de “Naturaleza”.Sobre una declaración universal de los derechos de laNaturaleza véanse las primeras ideas en Acosta, 2010.

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Si se toman los derechos de la Naturalezaen serio, las aproximaciones clásicas de origeneuropeo no son suficientes. Están atadas a unamirada antropocéntrica que llevan la semilla dela dominación y la manipulación. Es necesarioincorporar abordajes más abiertos, como el dela Pachamama, abiertos a diferentes redes derelacionalidad entre humanos, otros seres vivosy los objetos inanimados. De esta manera, aun-que los derechos de la Naturaleza podría decirseque es un asunto esencialmente ambiental, haceque necesariamente se deba incorporar unaapertura multicultural, ya que otras culturasconciben sus “naturalezas” o “pachamamas” deotras maneras.

Pachamama como expresión plural

Una concepción distinta de la Naturalezaes la Pachamama, tal como se la reconoce en eltexto de Montecristi. Este término está ancladoen los saberes tradicionales y además tiene unaclara filiación andina. Por lo tanto, encierra di -versos significados y usos, cambiando no sóloentre grupos humanos, sino entre distintossitios.

Desde un punto de vista mucho más ge -neral, el término Pachamama es usado con fre-cuencia para aludir a una relación distinta conla Naturaleza, rompiendo con el antropocen-trismo de origen europeo, y apuntando a untipo de vínculo igualitario con el ambiente. Esto

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ofrece enormes potencialidades para generaruna visión alterna del ambiente donde los sereshumanos no están separados, sino que estáninmersos dentro de ella. En especial es posibledar cabida a concepciones de ser en el mundoque no son dualistas (donde se separa sociedady Naturaleza), y que en cambio son relacionales(donde por ejemplo, otros seres vivos puedenser parte de una comunidad “social”). De estamanera, si como se desprende de la secciónanterior es necesario contar con otra idea de laNaturaleza para permitir otro desarrollo, en -tonces el concepto de Pachamama brinda unaexcelente oportunidad para ese fin. Pero detodos modos es necesario advertir que el uso dela palabra Pachamama antes que obligar aimponer una mirada quichua o aymara, deberíaser entendida como una apertura mucho másamplia, que permitiera incorporar conceptosprovenientes desde varias vertientes.

En un plano existen diferencias en la for -ma de interpretar la Pachamama, en lo quepodríamos calificar como una diversidad “an -tropológica”. No siempre se la usa en el mismosentido por ejemplo entre Ecuador, Perú yBolivia, y aún dentro de esos países (véase porejemplo las precisiones de Caparó, 1994; Ester -mann, 2006; y los ensayos en van den Berg ySchiffers, 1992). Pero también debe atenderseotro plano, permitiendo la articulación y expre-sión de las posturas de otros pueblos andinos yamazónicos, e incluso de las hibridizacionesculturales criollas.

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La incorporación de la Pachamama noresuelve todos los problemas. Consideremos uncaso común: repetidamente se usa la expresiónPachamama como sinónimo de Madre Tierra.Si ella es “mi madre”, ¿hasta dónde puedomodificarla, alterarla y aprovecharla? La res-puesta no es sencilla. Por lo tanto, usar la pala-bra Pachamama no resuelve los problemas, ypersiste la necesidad de contemplar sus dere-chos, y establecer modos de uso del ambienteque no desemboquen en su destrucción (regre-samos al desarrollo sostenible, tal como se indi-có arriba).

Tengamos presente que las expresionesde Pachamama están ancladas por lo general enpaisajes humanizados, pero mucho menos enzonas intocadas o silvestres. Esto es totalmentecomprensible en el espacio andino, donde lasrelaciones entre los grupos humanos y el am -biente están mediadas particularmente por laagricultura, y ello significa finas, aunque inten-sas, intervenciones en la tierra, sistemas deriego, construcción de terrazas, erradicación demalezas, etc. Es un paisaje moldeado por activi-dades humanas, agrícolas y ganaderas.

Por otra parte, las valoraciones expresa-das por los pueblos amazónicos son diferentes ala de las culturas andinas. Al estar asentados enecosistemas de selva tropical y bajo otros mar-cos culturales, la vivencia amazónica es de unaNaturaleza mucho menos intervenida, más sil-vestre, y con menor impacto humano.

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Por lo tanto, si se toman los derechos dela Naturaleza en serio, la incorporación de laPachamama abre las puertas a una multicultu-ralidad real, que refuerza el reconocimiento delos valores intrínsecos. En algunos casos esasculturas encierran prácticas con menores im -pactos ambientales y más sostenibles en el largoplazo. Pero esto no siempre ocurre, y por lotanto vuelve a ser necesario tener presente lanecesidad de asegurar aprovechamientos soste-nibles del ambiente.

Asimismo, si se incorporan distintas“Pachamamas” en plural, junto a otras concep-ciones del entorno, nos adentramos en un rela-tivismo cultural, que de todas maneras debe serdiscutido y sopesado para encausarlo en acuer-dos compartidos sobre la protección de losdemás seres vivos. Nos encontraremos anteconcepciones kichwas, shuar, ashuar, etc., y cadauna de ellas no solo define el ambiente de unamanera, sino que posee sus propias particulari-dades sobre los usos correctos y aceptados. Enel pasado toda esa diversidad desaparecía bajolas ideas occidentales, mientras que en la actua-lidad, esta vertiente multicultural de los dere-chos de la Naturaleza permite que se expresen.Pero no implica que una sea necesariamentemejor que otra, sino que es necesario discutir yconstruir los acuerdos, enfocándolos en la con-servación de los demás seres vivos. Cada tradi-ción cultural tendrá mucho para aportar, peroseguramente también serán necesarios cambiosen ellas.

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Iguales y diferentes en la Pachamama

En los últimos meses han surgido postu-ras sobre los derechos de la Pachamama o Ma -dre Tierra que llegan a algunos extremos quedeben analizarse. El caso más evidente ocurreen Bolivia, con el intelectual indígena, DavidChoquehuanca, actualmente ministro de rela-ciones exteriores, el presidente Evo Morales, yotras personas del gobierno.

Puede tomarse como punto de referenciaestas posturas las siguientes declaraciones deChoquehuanca: “Para nosotros, los indígenas,lo más importante es la vida, el hombre está enel último lugar, para nosotros lo más importan-te son los cerros, nuestros ríos, nuestro aire. Enprimer lugar, están las mariposas, las hormigas,están las estrellas, nuestros cerros y en últimolugar está el hombre”3.

Un examen apresurado podría llevar apensar que esa es una posición biocéntrica, atono con los derechos de la Naturaleza. Pero enrealidad, como se coloca a la hormiga por enci-ma de las personas, se cae en sentido estricto enuna desigualdad entre los seres vivos. Enfren -tamos una posición donde algunas especies no-hu manas valdrían más que las personas. Esta noes una postura biocéntrica, ni tiene que ver con

3 Declaraciones de prensa del 21 abril de 2010, AgenciaBoliviana de Informaciones ABI.

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los derechos de la Naturaleza, en tanto éstosasignan derechos a todas las formas de vida,pero no dicen que unas especies estén por enci-ma de otras. Los pro blemas con la postura deChoquehuanca son fenome nales: ¿cuál sería laética ambiental que sostiene que los seres no-humanos valen más que nosotros? También sedejan abiertas muchas dudas sobre cómo seconstruyen esas jerarquías (¿cuál es la escaladonde uno vale más que otro?).

Choquehuanca ha reforzado su particu-lar interpretación al afirmar que será “más im -portante hablar sobre los derechos de la madretierra que hablar sobre los derechos huma-nos”4. Pero ni siquiera los defensores de losderechos de los animales (o de la llamada “libe-ración animal”), apoyarían esa postura.

Podría sostenerse que en realidad Cho -quehuanca está apuntando a una igualdad esen-cial entre todas las especies, donde todas valdrí-an lo mismo. Tiempo atrás, algunos intelectua-les y militantes radicales llevaron una posturade ese tipo a un extremo, defendiendo porejemplo virus o bacterias, y no se podría com-batir por ejemplo las enfermedades infecciosas.Pero esa posición nunca fructificó y siempre fueminoritaria; agrego que no conozco que esasposiciones individuales cristalizaran una co -

4 La Razón, La Paz, 31 enero 2010,

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rriente de pensamiento que sostuviera que valemás una hormiga o un virus que una persona.

Los defensores del biocentrismo, si bienreco nocen los valores propios de la Natu raleza yde todas las formas de vida, no afirman queunos valen más que otros, y reconocen que lasespecies no son iguales entre sí, y no es lo mismouna persona que una hormiga. El sentido que ledan a la idea de igualdad se refiere a que todaslas especies son “iguales en sus derechos a viviry florecer y alcanzar sus propias formas de des-plegarse y auto-realizarse….” (Devall y Ses -sions, 1985). Una vez más, no es innecesarioagregar que tal como ya se indicó, en esta pers-pectiva el ser humano puede utilizar la Natu -raleza para satisfacer sus necesidades vitales, dedonde no puede imponerse que unas especiesson “más importantes”, o que los derechos de laNaturaleza están por encima de los derechoshumanos.

Estas tensiones se vuelven todavía máscomplejas en Bolivia, ya que en su reformaconstitucional no se han incluido los derechosde la Naturaleza. En efecto, su nuevo textoconstitucional se mantiene dentro de la visióntradicional donde el ambiente aparece entre losderechos humanos de tercera generación, comoderechos a un ambiente sano. A su vez, tambiénse incluyen varios artículos donde se estableceque es un mandato del Estado la industrializa-ción de los recursos naturales (por ejemplo,

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arts. 9 y 355), lo que genera enormes tensiones.Se contraponen esos objetivos de aprovechar losrecursos naturales por un lado, con la preserva-ción ambiental por el otro. Se puede llegar alcaso donde la protección de un área ecológicafrente a los intentos de explotación petrolera,podría ser inconstitucional. Y como la Cons -titución boliviana carece de una sección dedica-da a los derechos de la Naturaleza, no puederesolver de manera sencilla esa contraposición.En cambio, si tales derechos existieran se podrí-an invocar los valores propios de esa área ecoló-gica frente a las utilidades petroleras. Este ejem-plo deja en claro la importancia de contar conderechos de la Naturaleza explícitamente reco-nocidos.5

La postura de Choquehuanca encuentraotra dificultad en la práctica, ya que si algunosseres vivos como las hormigas están por encimadel ser humano, se llegaría a un preservacionis-mo radical de la Naturaleza. Casi todo un paísdebería ser declarado un área protegida intangi-ble, se deberían suspender todas las concesionesmineras y forestales, cerrar los pozos de petró-leo y abando nar las áreas agrícolas. Es bien co -nocido que esto no sucede en ese país, y que por

5 En parte como reacción a estos problemas y contradiccio-nes, en Bolivia se aprobó recientemente una ley general delos derechos de la Madre Tierra. Se indica que es un adelan-to de una futura ley más detallada. Por lo tanto, es aconseja-ble esperar a que se complete el proceso legislativo.

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el contrario la administración Morales está pro-moviendo por ejemplo el extractivismo mineroy petrolero, con sus consecuencias ambientalesy sociales.

Este extremo de Naturaleza intocadatambién podría estar en contradicción con lapropia idea de Pachamama. En efecto, en casitodas las formulaciones de ese concepto no sealude a ambientes intocados, sino que es unaNaturaleza con humanos, y humanos que sonparte de ella. Aquí aparece el riesgo de la banali-zación, pero desde otro frente: algunos podríanseguir destruyendo la Madre Tierra aunquerepitiendo las ceremonias de la ch’alla, donde seda las gracias o se le retribuye a la Natu ralezapor los bienes que se recibe de ella. Dicho deotro modo, como en la cosmovisión andina setransforma el ambiente, esa ceremonia es parapedirle perdón o retribuirle por esos cambios,pero no para impedirlos. Entonces, una banali-zación que escapa al mandato de los derechosde la Naturaleza, sería aprobar proyectos mine-ros y petroleros, con una clara des trucción de laNaturaleza, pero bastaría pedirle “perdón” a laPachamama para justificarlos. Es claro que esapostura es insostenible, no asegura ningunaprotección efectiva de las especies vivas, y ter-mina siendo contraproducente hasta para lospropios pueblos indígenas, en tanto convierte alespíritu de la Pachamama en un mero slogan.

Por lo tanto, se concluye que si se tomanlos derechos de la Naturaleza en serio, posicio-

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nes extremas como las de Choquehuanca care-cen de sustento, y sus efectos en algunos casospueden ser contraproducentes. Ese camino noes aconsejable en Ecuador.

Otra justicia para los derechos de la Naturaleza

Siempre que se aborde el campo de losderechos, se deberá llegar a considerar las cues-tiones de la justicia. Bajo la postura clásica delos derechos humanos a un ambiente sano seacepta que están cubiertos por la llamada justi-cia ambiental. Esto se aplica a casos tales comolos daños a la salud de las personas por la con-taminación, o los reclamos de un propietariocuando arrojan basura en su predio (no se dis-cutirá el grado de oficia de ésta en AméricaLatina).

La justicia ambiental parte de un conjun-to de derechos humanos atendiendo a cómoson afectadas las personas. La comunidad de lajusticia son los humanos, y éstos discuten sobrelo justo o injusto en cuanto a la situación am -biental. Es por lo tanto una postura acorde conuna Naturaleza objeto de derechos, donde elacento está puesto en los asuntos humanos.

Pero si se toman los derechos de la Natu -raleza en serio es necesario contar con otrocampo de la justicia. Esta es la justicia ecológicay se enfoca en una Naturaleza que es sujeto. Su

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énfasis está en asegurar la sobrevida e integri-dad de la Naturaleza y la restauración de losecosistemas dañados. Esta es distinta y discurreen paralelo a la justicia ambiental.

Los procedimientos de reparación, resti-tución o compensación entre humanos sonpropios de la justicia ambiental y no necesaria-mente contemplan a la justicia ecológica. Porejemplo, cuando se contamina el predio de unapersona, es común que se le pague una indem-nización o se le imponga una multa. Pero esospagos en dinero no implican la restauración oremediación del daño ambiental.

En cambio, la justicia ecológica atiendelos derechos de la Naturaleza, exigiendo que serecuperen los ambientes dañados, y se los regre-se a su estado original. Su objetivo no es cobrarmultas, y la recuperación ambiental debe reali-zarse independientemente de su costo económi-co. Seres vivos como plantas o animales nonecesariamente vivirán mejor si algunos huma-nos reciben dinero por el daño en los ecosiste-mas en que habitan. El criterio de justicia eneste caso se centra en asegurar que las especiesvivas puedan seguir sus procesos vitales, y no enlas compensaciones económicas.

Esto no quiere decir que esas multas oindemnizaciones deban ser abandonadas, sinoque debe quedar claro que éstas competen a lajusticia ambiental. Un ejemplo puede ilustrar lacuestión: en el caso de los derrames y contami-

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nación por petróleo en la Amazonia ecuatoria-na, se debe aplicar por un lado las reparacioneso compensaciones económicas o de otro tipo, alas personas afectadas, y por el otro lado, simul-táneamente se deben asegurar los derechos de laNaturaleza, limpiando lugares afectados o resti-tuyendo ecosistemas degradados.

En otro artículo se discute con más deta-lle las diferencias entre una justicia ambiental yotra ecológica, a partir de los derechos de laNaturaleza (Gudynas, 2010c). En esos análisis seprocura dejar en claro que se puede llegar a unajusticia ecológica desde diferentes puntos departida, incluidas las perspectivas de quienes noaceptan que la Naturaleza sea sujeto de dere-chos. En efecto, aún en el caso de insistir en quesolamente los humanos son agentes moralesque pueden expresar y defender sus escalas devalores, de todos modos el campo de la justiciase ha ampliado a quienes no cumplen esas con-diciones (por ejemplo, con los derechos en hu -manos no nacidos o con discapacidades menta-les severas). Otro frente de extensión es pro-puesto por quienes indican que varios mamífe-ros superiores son seres conscientes. Finalmentese encuentran los defensores de los derechos delos animales. Los derechos de la Naturalezaoperan en el mismo sentido. De esta manera, sepuede fundamentar una justicia ecológica desdevarias fuentes, incluido el liberalismo contem-poráneo, como también el biocentrismo.

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En ese marco, resulta muy interesante darun paso más en las ideas de Nancy Fraser(2008), quien considera que la justicia se desen-vuelve en una dimensión redistributiva (posi-blemente la más conocida en la actualidad),otra enfocada en el reconocimiento, y una ter-cera basada en la representación. Estas dos últi-mas son claves en países como Ecuador, eimplican reconocer las expresiones multicultu-rales en el país, con sus concepciones del am -biente, y permitir su participación efectiva. Sepuede dar un paso más, y sumarle una dimen-sión ecológica (estos y otros puntos se discutencon más detalle en Gudynas, 2010).

Otra crítica usual apela a una preguntacondescendiente: ¿asistirán los árboles o losjaguares a los juzgados? También se apela a estapregunta para cuestionar a los derechos de laNaturaleza como inviables. Es evidente que eseno es el sentido de la justicia ecológica, ya queesos seres vivos no tienen forma de articular susdemandas frente a la institucionalidad formalde la justicia. La cuestión radica entonces en losprocedimientos de representación y tutela deesos derechos. La novedad de los derechos de laNaturaleza no está en que mágicamente losárboles asomarán en los juzgados, sino en quedistintos humanos podrán ir ante los juecesinvocando la representación de esos árboles. Ylos jueces deberán atenderlos y escuchar susargumentos. Asimismo, esos defensores nodeberán demostrar que talar los árboles signifi-

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ca una pérdida económica o afecta la propiedadprivada, sino que podrán defenderlos desde lanecesidad de asegurar la sobrevida y permanen-cia como especie.

Derechos de la Naturaleza globales ylocales

Pasemos ahora a analizar las implicanciasde los derechos de la Naturaleza en las escalaslocal, nacional e internacional. Esto es necesarioya que en los últimos meses se ha insistido conenfocar estas cuestiones a nivel planetario. Supromotor más conocido es el presidente boli-viano Evo Morales, quien reclama la defensa dela Madre Tierra en el contexto del cambio cli-mático global.

Muchas de sus alertas sobre las implican-cias del cambio climático son correctas, y variasde sus críticas al papel de las naciones indus-trializadas también son acertadas. Pero en elcontexto del presente capítulo es importanteatender a las vinculaciones que se hacen entre ladefensa de la Madre Tierra y el cambio climáti-co. En muchos casos esos reclamos tienen ecoscon los derechos de la Naturaleza, pero la escalaes otra, ya que el énfasis de Morales está en losproblemas globales. Es una postura donde semira a toda la biosfera, e incluso por momentoel uso de Pachamama recuerda a quienes conci-ben que todo el planeta es una unidad vivienteautorregulada (en el sentido de la hipótesis Gaiade Lovelock, 2007).

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Como ya se adelantó arriba, es sorpren-dente que se reclamen los derechos de la MadreTierra a nivel planetario, pero no se observe lamisma preocupación o similar compromisoverde dentro de Bolivia. En los últimos meses,distintas organizaciones indígenas, campesinasy ONG ambientalistas, han venido denuncian-do un creciente deterioro ambiental en el país,problemas en la aplicación de los mecanismosde consulta ciudadana y evaluación de impactoambiental, y una decidida promoción delextractivismo minero y petrolero clásico. Lasituación es tan grave que varias organizacionesindígenas han reclamado una “pausa ecológi-ca”. En la conferencia de Cochabamba (abril2010), organizada por el gobierno bolivianopara abordar estos asuntos, varios grupos ciu-dadanas intentaron discutir los derechos de laMadre Tierra dentro de Bolivia, pero fueronduramente combatidos por el gobierno.

Este caso es importante ya que por mo -mentos se genera una disociación radical entrederechos de la Madre Tierra a escala global,pero no a nivel local dentro de Bolivia. La lec-ción para nuestro análisis es que si se toman enserio los derechos de la Naturaleza, deberán seraplicados en todas las escalas geográficas, desdelas comunidades locales a todo el planeta. Noexisten excepciones geográficas a los derechosde la Naturaleza, y menos dentro de cadaEstado.

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Política, ambiente y desarrollo

La llegada de los derechos de la Natu -raleza también tienen impactos en los escena-rios políticos, y entre ellos en este capítuloabordaremos especialmente las estrategias dedesarrollo. Un primer flanco de tensiones seencuentra entre los estilos actuales de desarrolloen América Latina, que dependen de un intensoaprovechamiento de recursos naturales. Por lotanto, muchos rechazan los derechos de laNaturaleza debido a que interpretan que elloimpedirá el crecimiento económico.

Para evitar un rechazo frontal, algunoslos rodean para dejarlos en suspenso: se diceque primero se debe crecer económicamente,que los impactos ambientales son inevitables, yque una vez que se despegue económicamente,se resuelvan los problemas de pobreza y equi-dad, podríamos comenzara a preocuparnos porel ambiente. Este es un problema creciente envarios gobiernos, incluyendo las administracio-nes progresistas, las que propulsan el crecimien-to económico como la forma privilegiada dedesarrollo, y apelan a minimizar o flexibilizar loque consideran como obstáculos ambientales.

Tan solo a manera de ejemplo, este abor-daje ha sido defendido por las administracionesCorrea en Ecuador, Morales en Bolivia (espe-cialmente su vicepresidente Álvaro García Li -nera, quien dice que su país no será un “guarda-bosques”), el brasileño Lula da Silva, o el uru-

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guayo José Mujica. Esta postura es todavía másclara en los gobiernos conservadores, y posible-mente su expresión más conocida sea “El perrodel hortelano” de Alan García en Perú.

Por lo tanto, desde diferentes justificacio-nes ideológicas, y reconociendo las diferenciasnotables que hay entre esos gobiernos en cuan-to al papel del Estado, la captación de exceden-tes, etc., de todos modos se repiten estilos dedesarrollo claramente insustentables con inten-sos impactos ambientales (este punto se analizacon más detalle en Gudynas, 2010a). Está claroque los derechos de la Naturaleza imponen uncambio de rumbo en el desarrollo actual.

Si se los toma en serio, es indispensableque países como Ecuador, comiencen a modifi-car el desempeño en varios sectores, como laagropecuaria, forestal o pesquero. Pero es posi-blemente en los sectores extractivistas, comohidrocarburos y minería, donde estos cambiosson más urgentes, debido a sus implicanciassociales, económicas y ambientales. El desaco-ple del sendero extractivista, para enfocarse enla calidad de vida y la conservación, permitiríaatender de mejor manera los derechos de laNaturaleza. Es además necesario salir de latrampa en la que se están encerrando algunosgobiernos progresistas, donde se apela al extrac-tivismo para financiar programas de lucha con-tra la pobreza y bonos de asistencia social. Enese extremo se debilitan la posibilidad de discu-

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siones sustantivas sobre justicia social, con locual hay muchas menores oportunidades paraencarar las justicias ambiental y ecológica(véase Gudynas, 2010b).

Esta orientación está contemplada en laConstitución de Montecristi al asociar los dere-chos de la Naturaleza, con los demás derechoshumanos, y colocar a todos ellos en una articu-lación con un régimen de desarrollo orientadoal Buen Vivir. De esta manera, sea por la vía delos derechos de la Naturaleza, como el mandatopor el Buen Vivir, queda en claro que es necesa-rio comenzar a explorar transiciones post-extractivistas. Este postura aparece como unobjetivo final en el actual Plan Nacional delBuen Vivir, elaborado por SENPLADES, aun-que es necesario dotarla de contenidos más pre-cisos. En esa línea se está trabajando en CLAESen cooperación con varias organizaciones en lospaíses andinos, donde se discuten transicionesposibles para ir más allá del extractivismo, haciadesarrollos de nuevo tipo con un menor consu-mo de materia y energía, y cimentados en otraética de relación con el ambiente.

Finalmente, los derechos de la Naturalezaretiran los temas ambientales de la crecienteobsesión actual por convertirlos en mercadería odemostrar que su conservación es un buen nego-cio. Los derechos de la Naturaleza reposicionan alos temas ambientales como una política pública,independientemente si es rentable o no.

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Para dejar este punto en claro es oportu-no aludir a las propuestas de moratoria petrole-ra en los campos petroleros conocidos comoITT, en la zona del Parque Yasuní. La pretensiónde recibir una “compensación” económica porno explotar esa área carece de sustento desde elpunto de vista de los derechos de la Naturaleza.En efecto, esa biodiversidad amazónica debe serprotegida en tanto así lo demandan los dere-chos de la Naturaleza, y las compensaciones quepueda recibir el Estado, u otras personas, es unacuestión ajena a la fauna y flora de ese sitio. Pe -ro además, es como si se reclamara a la comuni-dad internacional una compensación de losgastos en que se incurren por asegurar otrosderechos, como pueden ser la educación o lasalud.

Se ha iniciado un nuevo camino

Estoy convencido que el reconocimientode los derechos de la Naturaleza no es unamoda pasajera, o producto de una casualidadpolítica. Será un atributo que terminará estan-do en casi todas las constituciones latinoameri-canas. Por ello, también creo que Ecuador hamarcado el rumbo con ese paso innovador. Esposible que los vaivenes políticos partidariosdesemboquen en avances y retrocesos, perofinalmente se implantarán como una necesidadindiscutible.

El punto de partida actual, con la Consti -tución de Montecristi, es envidiable. Ecuador se

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encuentra en ese sentido muy por delante de losdemás países, y estas cuestiones recién comien-zan a discutirse por ejemplo en Bolivia y Perú;más alejados están Argentina, Brasil, Colombiay otras naciones.

Es cierto que dentro de Ecuador existendivergencias y debates sobre estos derechos,pero es por demás importante tener presenteque la “polis” aceptó un nuevo contrato socialdonde reconoce los derechos de la Naturaleza.La discusión ya deja de estar centrada en la vali-dez de estas ideas, sino que ahora se debe expre-sar en cómo concretarlas. Este nuevo acuerdono implica desconocer o rechazar a quienesdescreen de la Naturaleza como sujeto de dere-chos, pero obliga a considerar esos derechosjunto a otros en los debates y la administraciónde la justicia. Tampoco se renuncian a los clási-cos derechos humanos, incluidos los de tercerageneración referidos al ambiente, sino queactuarán en paralelo a los de la Naturaleza.

Está claro que los derechos de la Natura -leza encierran enormes desafíos que van de laética a la política, la institucionalidad y la ges-tión. Es un nuevo camino donde se están dandolos primeros pasos, y para avanzar será necesa-rio mantener la cuota de innovación que pocotiempo atrás estuvo presente en la AsambleaConstituyente en Montecristi.

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El sujeto naturaleza:elementos para sucomprensión

Diana MurciaAbogada defensora de derechos humanos, socióloga y docente.

Desde 2009 es asesora jurídica del Instituto de Estudios Ecologistas del Tercer Mundo.

La Constitución del Ecuador de 2008otorgó a la naturaleza el estatus de sujeto dederechos, hecho que ha estado rodeado de lasmás diversas reacciones, las más de las cuálesapuntan a caracterizarlo como un imposiblejurídico –dogmáticamente hablando– comouna amenaza a la satisfacción de derechos eco-nómicos, sociales y culturales –desde discursospolíticos institucionales– o como una invenciónsimbólica del ecologismo ecuatoriano sinmayor aplicabilidad real.

En este ensayo, que inicia una serie de es -critos de reflexión sobre el tema, el Instituto deEstudios Ecologistas del Tercer Mundo(IEETM) se propone explorar de manera preli-minar el estado de cosas que nos ha llevado alreconocimiento del sujeto naturaleza o Pacha -mama, su ubicación en el espectro de derechosdesde una perspectiva constitucional compara-

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da y del derecho internacional de los derechoshumanos para finalmente mostrar los retos alos que se enfrenta en el terreno de su compren-sión jurídica y política, y en el de la exigibilidadsocial.

I. Notas preliminares sobre la comprensiónde los derechos

La construcción teórica de enseñanza delos derechos humanos tendió a establecer unalógica lineal-evolutiva de su comprensión a tra-vés de la categorización de grupos a los quellamó “generaciones de derechos”. La primerageneración correspondió a los derechos civiles ypolíticos, en los que primariamente la obliga-ción del Estado era la de respetar, o “no hacer”,que para la realidad latinoamericana significabacontener las prácticas de terrorismo de Estado ytoda la gama de arbitrariedades, abusos y vio-lencias ejercidas desde los estados. La segundageneración correspondió a los derechos socia-les, en los que las obligaciones de los estadoseran prestacionales: “de hacer”, esto es, protegery garantizar tales y tales derechos, integrandogradualmente el principio de progresividad ono regresividad de su satisfacción. Luego, la ter-cera generación integró básicamente los dere-chos relacionados con el ambiente sano, la paz yel desarrollo, y se habla también de una cuartageneración en relación con las amenazas que lasnuevas tecnologías –en la informática, manipu-lación genética, agrotecnología, etc.– suponen

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para los derechos enmarcados en las anterioresgeneraciones.

Los derechos de primera y segunda gene-ración son derechos ampliamente reconocidosen el sistema internacional de los derechoshumanos y tienen parámetros mayor o menor-mente sólidos para su exigiblidad y justiciabili-dad. Los de la tercera y cuarta generación se dis-cuten en la arena política; en algunos casos, sereconocen por retazos en una multiplicidad deinstrumentos normativos nacionales o multila-terales, pero se caracterizan ya sea por no poderser discutidos al interior de los sistemas judicia-les de los países, o por ser debatidos allí sólo entanto se demuestre su “conexidad” con otros yareconocidos y en los que pueda establecerse unvínculo con los estados.

Este último asunto cobra una importan-cia vital. Mientras los estados son claramenteresponsables por garantizar los derechos de pri-mera y segunda generación, los de tercera ycuarta involucran a otros Sujetos insertos en lalógica de la empresa privada transnacional o delos organismos multilaterales de crédito quesuperan la clásica dimensión del Estado-nacióncomo sujeto obligado internacionalmente; alposeer regímenes de responsabilidad propioscomo los códigos de conducta voluntarios o deresponsabilidad social empresarial o los tribu-nales arbitrales, se sustraen de la acción de lossistemas de justicia nacionales. En la práctica,esta lógica lineal-evolutiva sobre los derechos

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consolidó los discursos de moratoria de la satis-facción de algunos de ellos exponiendo dosideas falsas, la primera, que existe una prioridaden la garantía de ciertos derechos y la segunda,que aquellos que van apareciendo en la agendanacional-internacional, son “nuevos” y por ellorequieren de nuevos marcos jurídicos.

La falsa idea de que los derechos tienenuna “jerarquía” fue superada en la Declaracióny el Programa de Acción de Viena aprobadospor la Conferencia Mundial de DerechosHumanos el 25 de junio de 1993, al establecerseque

“5. Todos los derechos humanos son universales, indi-visibles e interdependientes y están relacionados entresí. La comunidad internacional debe tratar los dere-chos humanos en forma global y de manera justa yequitativa, en pie de igualdad y dándoles a todos elmismo peso. Debe tenerse en cuenta la importancia delas particularidades nacionales y regionales, así comode los diversos patrimonios históricos, culturales yreligiosos, pero los estados tienen el deber, sean cualesfueren sus sistemas políticos, económicos y culturales,de promover y proteger todos los derechos humanos ylas libertades fundamentales.”

Pero si bien en el terreno teórico la ideade unos derechos más urgentes que otros fuederrotada, en la práctica esto no sucedió. Existeuna amplísima distancia entre el reconocimien-to de los derechos y una influencia eficientesobre las políticas públicas; y una distancia aúnmayor entre el reconocimiento y la justiciabili-dad, es decir, la posibilidad de acceder a los siste-

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mas de justicia para que sus derechos sean, efec-tivamente, garantizados. Por su parte, la idea dederechos “nuevos” que requieren de nuevosmarcos jurídicos para encararlos y para su rei-vindicación, permanece sólidamente arraigada.

En sistemas jurídicos como el ecuatoria-no, la apelación discursiva a la falta de marcosnormativos desplaza la adopción de medidasurgentes de protección y luego, cuando estosmarcos jurídicos son creados, tras largas discu-siones, el diseño institucional tarda aún mástiempo. Pero esta situación no es exclusiva enlos regímenes jurídicos latinoamericanos; dehecho, es bien frecuente en los debates interna-cionales; basta ver el difícil camino que porveinte años tuvo la aprobación de la Declara -ción sobre los derechos de los Pueblos Indíge -nas de las Naciones Unidas o la discusión enrelación con la responsabilidad internacional deempresas transnacionales, en especial las que seocupan de prestar servicios de seguridad priva-da, que aún no se ha resuelto.

Sin negar que existen grupos poblaciona-les emergentes que vienen integrando la agendade reivindicación de derechos en relación conlas apremiantes situaciones de vulnerabilidaden las que están inmersos; que se vienen desa-rrollando nuevas tecnologías capaces de com-prometer seriamente la supervivencia de lahumanidad en condiciones dignas; que efecti-vamente hay unos otros Sujetos de carácter pri-vado transnacional que influyen en la satisfac-

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ción de los derechos y son ajenos a los regíme-nes jurídicos nacionales; lo cierto es que mu -chos derechos no son nuevos, sino que hanestado silenciados, invisibilizados y menospre-ciados en razón al legado colonial racista y que,de cualquier manera, las herramientas jurídicasdisponibles en la actualidad permitirían hacerfrente a las violaciones de que sean objeto ysolamente para facilitar operativamente susatisfacción se requeriría de ciertos mandatosnormativos.

Las cláusulas constitucionales de integra-ción de mandatos internacionales en materia dederechos humanos en los ordenamientos inter-nos –bloque de constitucionalidad–, la interpre-tación dinámica o evolutiva de los derechos quebien se ha delineado el Sistema Interamericano,el principio de “diligencia debida” trabajadopor la relatora especial sobre la violencia contrala mujer, el principio de decisión judicial favo-rable a los derechos –in dubio pro derechos–, elprincipio de precaución en materia ambiental ymuchos otros, son herramientas procedimenta-les a las cuales no recurren los jueces en su ejer-cicio, pues el peso de una acusación de prevari-cato pesa más a la hora de administrar justicia.

La jerarquización de los derechos y lacultura de inflación normativa son rezagos de lalógica positivista de las generaciones de dere-chos que impiden consolidar regímenes consti-tucionales garantistas. En buena hora las consti-

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tuciones del Ecuador y Bolivia se edifican sobreuna comprensión de derechos que supera dichalógica y este es un primer elemento a la hora deabordar los derechos de la naturaleza.

II. El proceso de constitucionalización delos derechos de la naturaleza

En este apartado sostenemos que la com-prensión de los derechos de la naturaleza nopuede separarse de la lógica del sumak kawsay obuen vivir hoy constitucionalizada tanto en elEcuador como en Bolivia y que la excentricidadde su reconocimiento es una objeción que sedesvanece al observar el avance y evolución delmarco constitucional latinoamericano.

La noción de sumak kawsay o sumaq qa -maña es ancestral. No es una invención para lasconstituciones ecuatoriana y boliviana y, por elcontrario, enmarca una cosmovisión de lospueblos indígenas andinos que no es posibleencasillar en la noción occidental de tal o cualderecho, que no cabe en la limitada visión degeneraciones de derechos, que no representauna evolución en la concepción de éstos –puessiempre ha estado presente en estos pueblos–pero en cambio, sí la revoluciona, pues se erigecomo el mayor de los retos de descolonialidadde nuestro pensamiento.

Este reto empieza por no hacer traduc-ciones simultáneas al margen de la historia dellegado colonial transversal a nuestra cotidiani-

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dad. Sumak kawsay se traduce buen vivir, perono cualquier idea de lo que es vivir bien o gozarde cierto bienestar.

El Presidente de la CONAIE, nos da bue-nas pistas sobre este punto: “la lógica del sumakkawsay es la del “buen vivir”, la de vivir en unambiente sano, comer bien, tener un espacio devida, una educación acorde a nuestra realidad,salud... todo un conjunto de esquemas que el serhumano necesita para mantenerse y que genere lavida de las futuras generaciones. Del “buen vivir”han incluido el tema de la economía social, peroera muy difícil hacérselo entender a los asamble-ístas, para quienes vivir bien es tener un edificiode 50 pisos, cinco carros, viajes a Europa y NuevaYork... es decir, el esquema occidental de “buenvivir”; al que no le importa el medio y el entorno,ni si la Naturaleza sigue existiendo o no. Por ellomás o menos lo acoplaron en el modelo económi-co: compartir equitativamente, respetar a laMadre Tierra... De ahí nace la inclusión de laMadre Tierra como sujeto de derecho y un capítu-lo dedicado a los derechos de la Naturaleza”1.

Advirtiendo la obligación permanente deconsultar a los pueblos indígenas sobre el con-tenido del sumak kawsay tenemos, de manerapreliminar, según el preámbulo de la Constitu -

1 Cosmovisión Indígena como alternativa al neoliberalismo.En: http://www.pachakuti.org/textos/hemeroteca/2008_2/vida-plena.html

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ción ecuatoriana, que el sumak kawsay se con-creta en una nueva forma de convivencia ciuda-dana, en diversidad y armonía con la naturale-za; una sociedad que respeta, en todas susdimensiones, la dignidad de las personas y lascolectividades; un país democrático, compro-metido con la integración latinoamericana, lapaz y la solidaridad con todos los pueblos de latierra; y, el ejercicio de la soberanía.

Resulta enormemente significativo que elprimer elemento que integra el sumak kawsay serefiera a la naturaleza, a la obligación de unaconvivencia ciudadana en armonía con ella.Aquí se concreta nuestro primer punto de ex -posición: se requiere de los derechos de la natu-raleza para alcanzar el buen vivir. El sumakkawsay es el eje referencial de los derechos de lanaturaleza.

Este principio se repite en el articuladoconstitucional: “El buen vivir requerirá que laspersonas, comunidades, pueblos y nacionalidadesgocen efectivamente de sus derechos, y ejerzan res-ponsabilidades en el marco de la interculturali-dad, del respeto a sus diversidades, y de la convi-vencia armónica con la naturaleza” (art. 275);“Para la consecución del buen vivir, serán deberesgenerales del Estado: 1. Garantizar los derechosde las personas, las colectividades y la naturaleza”(art. 277)

Un segundo elemento lo hallamos en lasdeficiencias del fragmentario sistema de protec-

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ción internacional al medio ambiente para sus-tentar la convivencia ciudadana en armonía conla naturaleza.

El orden internacional ambiental se inte-gra por piezas separadas de protección frente adeterminados problemas de carácter ambiental.Existen grupos normativos diferenciados y espe-cializados en espacios como el mar, la biósfera oel espacio ultraterrestre; otros que protegen lasgrandes reservas naturales, la capa de ozono, labiodiversidad o el patrimonio cultural y natural;otros que abordan los problemas ambientalesderivados de los conflictos armados y el uso dearmas nucleares, químicas o biológicas; otrosque se centran en la propiedad intelectual o enel comercio de especies; más recientementeotros abarcan el cambio climático, vinculandolas respuestas posibles a la crisis ambiental segúnmodelos de “desarrollo sostenible”.

Tales grupos normativos proponen ya seala conservación de áreas o especies, la restric-ción de ciertas actividades para menguar ladepredación ambiental de la libre empresa, losmínimos procedimentales para la explotaciónde determinados recursos o para el desarrollo yaplicación de nuevas tecnologías, o la luchapara contener determinados tráficos. Pero tandiversos son sus objetivos como unánime es suprincipal omisión: la de concebir un modeloeconómico diferente para satisfacción de lasnecesidades humanas.

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De ese escenario internacional se derivanmarcos de protección nacionales que confían lacontención de sus problemas ambientales almanejo de los impactos de las actividades auto-rizadas a través de las licencias ambientales olos planes de manejo ambiental y residualmenteal sistema penal (que generalmente no procesadelitos ecológicos o si lo hace declara la cesa-ción de los procedimientos al no encontrarprueba del nexo causal entre las actividades ylas afectaciones a la salud o a los ecosistemas).

Los sistemas nacionales de protecciónambiental están diseñados no con el objetivo deevitar la contaminación o de contaminar poco,sino de contaminar de a poco: se trata de exten-der tecnológicamente el modelo desarrollista yextractivista en el tiempo, no en contener susefectos. Los exponentes de la iniciativa Yasuní-ITT para no explotar el crudo, han presentadobien este punto: “El pensamiento convencional selimita a hacer de los bienes y servicios elementostransables, a través de la dotación de derechos depropiedad, pero no incorpora esa noción de lími-tes. Sin embargo, se ha acumulado mucha infor-mación acerca de las consecuencias del sobre usode los recursos naturales y las capacidades de losecosistemas y el planeta de amortiguar los impac-tos. Esta es una situación que se produce debido ala generalización de un comportamiento egoísta,

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incapaz de reconocer que un recurso tiene unlímite o umbral antes de colapsar.”2

El derecho al medio ambiente se entretejecon instrumentos que asumen el entorno natu-ral del ser humano como eso: un entorno, algoexterno de lo cual se sirve la humanidad para lasatisfacción de sus necesidades, que no tienevalor en sí mismo sino que cobra relevancia entanto los seres humanos le encuentren un uso yun beneficio, ya sea a través de su explotación,la conservación de paisajes o los servicios am -bientales. Es esta visión imperante la responsa-ble del estado de cosas catastrófico para la natu-raleza y consecuentemente para ciertos grupospoblacionales.

El constitucionalismo latinoamericanoentiende el entorno vital humano sano comoun derecho de los ciudadanos, pero vienedando pasos importantes en otra dirección.

El nivel más básico de inclusión de asun-tos ambientales en las constituciones latinoa-mericanas está centrado en la idea del medioambiente como objeto de protección suscepti-ble de ser reparado. Según la Constitucióncolombiana de 1991 es deber del Estado “prote-

2 Alberto Acosta, Eduardo Gudynas, Esperanza Martínez yJoseph H. Vogel. Elementos para una propuesta política,económica y ecológica para la iniciativa de no explotaciónpetrolera en la Amazonía de Ecuador. Julio 7 de 2009.

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ger la diversidad e integridad del ambiente, con-servar las áreas de especial importancia ecológicay fomentar la educación para el logro de estosfines” (art. 79), para ello debe planificar “elmanejo y aprovechamiento de los recursos natu-rales, para garantizar su desarrollo sostenible, suconservación, restauración o sustitución. Además,deberá prevenir y controlar los factores de deterio-ro ambiental, imponer las sanciones legales y exi-gir la reparación de los daños causados” (art. 80).

Este primer nivel de valoración constitu-cional apunta a la conservación y confía en queel deterioro ambiental puede solventarse a tra-vés del control penal, disciplinario o adminis-trativo y que de cualquier manera los recursosnaturales son susceptibles de restaurarse o sus-tituirse.

Bolivia se inserta en este primer nivel deracionalización constitucional de la problemáti-ca ambiental. Confiando en la fortaleza de laPachamama, parte de que los recursos naturalespueden ser objeto de un aprovechamiento res-ponsable y planificado desde una perspectivaintergeneracional de carácter soberano y comocláusula de salvaguarda “declara la responsabili-dad por los daños ambientales históricos y laimprescriptibilidad de los delitos ambientales”(art. 347).

Un segundo nivel establece la proteccióndel ambiente en relación con la satisfacción deun nivel adecuado de vida de los ciudadanos,

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como en Panamá donde se impone el deber alEstado de “garantizar que la población viva enun ambiente sano y libre de contaminación, endonde el aire, el agua y los alimentos satisfaganlos requerimientos del desarrollo adecuado de lavida humana” (art. 114).

Un tercer nivel se integra por aquellasconstituciones que claman por una racionaliza-ción o conciliación entre la vida humana, eldesarrollo y el ambiente. Cuba reconoce laestrecha vinculación del medio ambiente “conel desarrollo económico y social sostenible parahacer más racional la vida humana y asegurar lasupervivencia, el bienestar y la seguridad de lasgeneraciones actuales y futuras” (art. 270).Paraguay, por su parte estatuye como “objetivosprioritarios de interés social la preservación, laconservación, la recomposición y el mejoramientodel ambiente, así como su conciliación con eldesarrollo humano integral” (art. 7).

Brasil es representativo de un cuartonivel de racionalización constitucional delasunto, pues parte de una visión ecológica y nosimplemente ambiental. En su constitución de1988 impone al poder público el deber de “pre-servar y restaurar los procesos ecológicos esencia-les y procurar el tratamiento ecológico de las espe-cies y ecosistemas” (art. 225). En este nivelencontramos un elemento fundamental para lacomprensión del sujeto naturaleza en elEcuador, de una visión fragmentaria de la pro-

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blemática ambiental pasa a una visión sistémi-ca, interrelacionada.

En este escenario de racionalizaciónconstitucional de los problemas del ambienteirrumpe la Constitución ecuatoriana recono-ciendo “el derecho de la población a vivir en unambiente sano y ecológicamente equilibradoque garantice la sostenibilidad y el buen vivir,sumak kawsay” (art. 14), pero ante todo, reco-nociendo a la Pachamama como un sujeto, ycomo todo sujeto, le otorga derechos comocondición esencial para alcanzar el buen vivir.

Si bien tal irrupción es radical, lo ciertoes que proviene del agotamiento de disposicio-nes de derecho internacional incapaces deenfrentar la crisis ambiental en el grado y sabi-duría que ésta requiere.

III. El sujeto naturaleza y sus derechos, losderechos de la Pachamama

En este apartado abordaremos los ejes delreconocimiento de los derechos de la naturale-za, el contenido de esos derechos y las obliga-ciones correlativas del Estado ecuatorianosiguiendo el modelo de clasificación de las obli-gaciones de los estados en materia de derechoshumanos: respeto, protección y garantía.

El primer escenario de reconocimiento loencontramos en el preámbulo de la Constitu -ción en el que el pueblo ecuatoriano celebra “a

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la naturaleza, la Pacha Mama, de la que somosparte y que es vital para nuestra existencia” y portanto, decide construir “una nueva forma deconvivencia ciudadana, en diversidad y armoníacon la naturaleza, para alcanzar el buen vivir, elsumak kawsay ”.

¿Es relevante la lectura del preámbulopara fundamentar el reconocimiento del sujetonaturaleza? La respuesta la podemos encontraren la jurisprudencia comparada. En Alemania,desde la década de los 60 se reconoce que elpreámbulo de la Constitución tiene un caráctervinculante y no meramente declarativo, y enColombia se ha establecido jurisprudencial-mente que

“Lejos de ser ajeno a la Constitución, elPreámbulo hace parte integrante de ella. Las nor-mas pertenecientes a las demás jerarquías del sis-tema jurídico están sujetas a toda la Constitucióny, si no pueden contravenir los mandatos conteni-dos en su articulado, menos aún les está permiti-da la transgresión de las bases sobre las cuales sesoportan y a cuyas finalidades apuntan. (...)Quitar eficacia jurídica al Preámbulo, llamado aguiar e iluminar el entendimiento de los manda-tos constitucionales para que coincida con la tele-ología que les da sentido y coherencia, equivale aconvertir esos valores en letra muerta, en vanopropósito del Constituyente, toda vez que al desa-parecer los cimientos del orden constitucional sehace estéril la decisión política soberana a cuyo

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amparo se ha establecido la Constitución. Juzgala Corte Constitucional que el Preámbulo goza depoder vinculante en cuanto sustento del ordenque la Carta instaura y, por tanto, toda norma –sea de índole legislativa o de otro nivel– que des-conozca o quebrante cualquiera de los fines en élseñalados, lesiona la Constitución porque traicio-na sus principios”.3

En el preámbulo de la Constitución ecua-toriana se encuentra la base de reconocimientodel sujeto naturaleza, primeramente, con laruptura del paradigma antropocéntrico –pues“de ella somos parte”–, y segundo, con el condi-cionamiento del logro del buen vivir a la efecti-vidad del pacto de convivencia armónica con laPacha Mama.

Derivado de lo anterior, se realiza el reco-nocimiento de la naturaleza “o Pacha Mama,donde se reproduce y realiza la vida” (art. 71),como sujeto de derechos: “aquellos derechos quele reconozca la constitución” (art. 10), a saber,

• Derecho a que se respete integralmentesu existencia (art 71)

• Derecho al mantenimiento y regenera-ción de sus ciclos vitales, estructura, fun-ciones y procesos evolutivos (art. 71)

3 Sentencia C-479 de 1992. Magistrados Ponentes: DoctoresJosé Gregorio Hernández Galindo y Alejandro MartínezCaballero. Agosto 13 de 1992.

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• Derecho a que toda persona, comunidad,pueblo o nacionalidad pueda exigir a laautoridad pública el cumplimiento de susderechos y a que el Estado incentive talesiniciativas (art. 71)

• Derecho a la restauración y que ésta seaindependiente de la obligación que tieneel Estado y las personas naturales o jurí-dicas de indemnizar a los individuos ycolectivos que dependan de los sistemasnaturales afectados (art. 72)

Debe añadirse a esta gama de derechosaquellos relacionados con el agua, pues la Cons -titución la reconoce como “un elemento vitalpara la naturaleza” (art. 318), particularmenteel que establece su manejo con un enfoque eco-sistémico (art. 412) y el que enfatiza que “la sus-tentabilidad de los ecosistemas y el consumohumano serán prioritarios en el uso y aprovecha-miento del agua” (art. 411).

En contrapartida, la Constitución poneen cabeza del Estado obligaciones para con laPacha Mama que bien podemos clasificar con-forme a las obligaciones internacionales de losestados frente a los derechos humanos, esto es,obligación de respeto (de no hacer), de protec-ción (frente a la acción de terceros) y de garan-tía de sus derechos (adopción de medidas deprevención, investigar las violaciones, sancio-nar, reparar y restaurar), como se ve en el si -guiente cuadro:

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Ob

liga

cion

es d

e re

spet

o O

bli

gaci

ones

de

pro

tecc

ión

Ob

liga

cion

es d

e ga

ran

tía

•El E

stado adop

tará las po

líticas y m

edidas

•Promoción de desarrollo y uso de

•En caso de daños ambientales

oportunas que eviten los im

pactos

prácticas y tecnologías am

bientalm

ente

el Estado actuará de m

anera

ambientales negativos, cuando

exista

limpias y sanas, así com

o de energías

inmediata y subsidiaria para

certidumbre de daño. En caso de duda

renovables, diversificadas, de bajo

garantizar la salud y la

sobre el im

pacto am

biental de alguna

impacto y qu

e no po

ngan en riesgo la

restauración

de los ecosistemas.

acción

u omisión, aunqu

e no exista

soberanía alim

entaria, el equ

ilibrio

(art. 397)

evidencia científica del daño, el

ecológico de los ecosistemas ni el

Estado adop

tará m

edidas protectoras

derecho al agua. (art. 413)

•Establecer mecanismos

eficaces y opo

rtunas. (art. 396)

efectivos de prevención

y•

Proteger a la naturaleza frente a los

control de la con

taminación

•Prohibición de aplicación de

efectos negativos de los desastres de

ambiental, de recuperación

de

biotecnologías riesgosas o experimentales.

origen natural o antróp

ico mediante

espacios naturales degradados

(art. 401)

la prevención

ante el riesgo, la

y de m

anejo sustentable de

mitigación de desastres, la recuperación

los recursos naturales.

•El R

égim

en de desarrollo tiene como

y mejoram

iento de las condicion

es

(art. 397-2)

objetivo recuperar y conservar la naturaleza.

sociales, económ

icas y ambientales,

(art. 276)

con el objetivo de m

inim

izar la

•Aplicar m

edidas de precaución

condición

de vulnerabilidad. (art. 389)

y restricción de actividades qu

e

Obligaciones constitucionales del Estado respecto de la Pacha Mama

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spet

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pro

tecc

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Ob

liga

cion

es d

e ga

ran

tía

•El sistema econ

ómico prop

ende una

•El estado prop

iciará las im

portaciones

puedan con

ducir a la extinción

relación

dinám

ica, equ

ilibrada entre

necesarias para los objetivos del desarro-

de especies, la destrucción de

sociedad, Estado y mercado

, en arm

onía

llo y desincentivará aqu

ellas qu

e afecten

ecosistemas o alteración

con la naturaleza. (art. 283)

negativam

ente a la produ

cción nacional,

perm

anente de los ciclos

a la población

y a la naturaleza. (art. 306)

naturales. (art. 72)

•La po

lítica econ

ómica tiene como ob

jetivo

prom

ocionar la in

corporación del valor

•El E

stado prom

overá las form

as

•Ado

ptar las medidas adecuadas

agregado

con

máxim

a eficiencia, dentro

de produ

cción que aseguren el buen

para elim

inar o m

itigar las

de los lím

ites biofísicos de la naturaleza y

vivir y desincentivará aqu

ellas qu

e consecuencias ambientales

el respeto a la vida y a las culturas.

atenten con

tra sus derechos o los

nocivas de la explotación

de los

(art. 284)

de la naturaleza. (art. 319)

recursos naturales no

renovables. (art. 72)

•El E

stado adop

tará m

edidas adecuadas y

•Regular la produ

cción, impo

rtación,

transversales para la m

itigación del cam

bio

distribu

ción

, uso y dispo

sición

final

•La respon

sabilid

ad por daños

clim

ático, m

ediante la limitación de las

de m

ateriales tóxicos y peligrosos para

ambientales es objetiva. Tod

oem

isiones de gases de efecto invernadero,

las person

as o el ambiente. (art. 397-3)

daño al ambiente, además de

de la deforestación

y de la con

taminación

las sancion

es correspon

dientes,

atmosférica; tom

ará medidas para la

•Asegurar la in

tangibilid

ad de las

implicará también la

conservación de los bo

sques y la

áreas naturales protegidas, de tal forma

obligación de restaurar

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Ob

liga

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e ga

ran

tía

vegetación

, y protegerá a la pob

lación

qu

e se garantice la con

servación de la

integralmente los ecosistemas

en riesgo. (art. 414)

biod

iversidad y el m

antenim

iento

e indemnizar a las person

as y

de las funcion

es ecológicas de los

comunidades afectadas.

•Se prohíbe la actividad extractiva de

ecosistemas. (art. 397-4)

(art. 396)

recursos no renovables en las áreas

protegidas y en zon

as declaradas como

•El E

stado regulará la con

servación,

•El E

stado garantizará un

intangibles, incluida la explotación

forestal.

manejo y uso sustentable, recuperación

, mod

elo sustentable de

Excepcion

almente dichos recursos se

y lim

itaciones de do

minio de los

desarrollo, ambientalm

ente

podrán explotar a petición

fundamentada

ecosistemas frágiles y am

enazados;

equilibrado y respetuoso de la

de la Presidencia de la República y

entre otros, los páramos, humedales,

diversidad cultural, qu

e previa declaratoria de in

terés nacional

bosques nublados, bosqu

es tropicales

conserve la biodiversidad y la

por parte de la Asamblea Nacional, que,

secos y húmedos y m

anglares, ecosistem

ascapacidad de regeneración

de estim

arlo con

veniente, pod

rá con

vocar

marinos y m

arinos-costeros. (art. 406)

natural de los ecosistemas, y

a consulta po

pular. (art. 407)

asegure la satisfacción de las

•Es respon

sabilid

ad del Estado garantizar

necesidades de las generaciones

•Debe velar po

r qu

e el endeudamiento

la libertad de creación

e in

vestigación en

presentes y futuras. (art. 395)

público no afecte la sob

eranía, los derechos,

el m

arco del respeto a la ética, la

el buen vivir y la preservación de la

naturaleza, el ambiente y el rescate de

•Establecer un sistema nacional

naturaleza. (art. 290)

los conocim

ientos ancestrales.

de prevención

, gestión

de

(art. 387)

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Ob

liga

cion

es d

e ga

ran

tía

•El E

stado no se com

prom

eterá en con

venios

•Ratificar tratado

s internacionales

riesgos y desastres naturales,

o acuerdo

s de coo

peración

que incluyan

que comprom

etan el patrimon

io

basado

en los principios de

cláusulas qu

e menoscaben laconservación y

natural y en especial el agua, la

inmediatez, eficiencia,

el m

anejo sustentable de la biodiversidad, la

biod

iversidad y su patrimon

io genético

precaución

, respo

nsabilid

ad y

salud humana y los derechos colectivos y de

sólo con

la aprobación previa de la

solid

aridad. (art. 397-5)

la naturaleza. (art. 403)

Asamblea Nacional. (art. 419-8)

•Las relaciones del Ecuador con

La integración latinoamericana como deber

la com

unidad in

ternacional

estratégico del estado debe promover estra-

respon

derán a los intereses del

tegias con

juntas de m

anejo sustentable del

pueblo ecuatoriano, al que le

patrim

onio natural, en especial la regulación

rendirán cuenta sus

de la actividad extractiva; la coo

peración

y

respon

sables y ejecutores, y en

complem

entación

energética sustentable;

consecuencia: Impu

lsa la

la con

servación de la biodiversidad, los

creación

, ratificación y vigencia

ecosistemas y el agua; la in

vestigación, el

de in

strumentos

desarrollo científico y el intercam

bio de

internacionales para la

conocim

iento y tecnología; y la im

plem

en-

conservación y regeneración

tación

de estrategias coordinadas de sobera-

de los ciclos vitales del planeta

nía alim

entaria. (art. 423-2)

y la biosfera. (art. 416-13)

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309 309 309

IV. Marco de interpretación de los derechosde la Pacha Mama

Tanto los derechos del sujeto naturalezacomo las obligaciones correlativas del Estadotienen un marco estricto de interpretación quela misma Constitución reconoce:

1. Criterios de creación legislativa

1.1 Ninguna norma jurídica podrá res-tringir el contenido de los derechos ni de lasgarantías constitucionales (art. 11-4).

1.2 El contenido de los derechos se desa-rrollará de manera progresiva a través de lasnormas, la jurisprudencia y las políticas públi-cas. El Estado generará y garantizará las condi-ciones necesarias para su pleno reconocimientoy ejercicio (art. 11-8).

1.3 Las normas y los actos del poderpúblico deberán mantener conformidad con lasdisposiciones constitucionales; en caso contra-rio carecerán de eficacia jurídica (art. 424).

1.4 Cuando los efectos de la ejecución delas políticas públicas o prestación de bienes oservicios públicos vulneren o amenacen convulnerar derechos constitucionales, la política oprestación deberá reformularse o se adoptaránmedidas alternativas que concilien los derechosen conflicto (art. 85-2).

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1.5 En ningún caso, la reforma de laConstitución, las leyes, otras normas jurídicasni los actos del poder público atentarán contralos derechos que reconoce la Constitución (art.84).

2. Criterios de interpretación judicial y adminis-trativa

2.1 En materia de derechos y garantíasconstitucionales, las servidoras y servidorespúblicos, administrativos o judiciales, deberánaplicar la norma y la interpretación que másfavorezcan su efectiva vigencia (art. 11-5).

2.2 In dubio pro natura. En caso de dudasobre el alcance de las disposiciones legales enmateria ambiental, éstas se aplicarán en el senti-do más favorable a la protección de la naturale-za (art. 395-4) y principio de precaución (art.395-5).

2.3 Los derechos y garantías establecidosen la Constitución serán de directa e inmediataaplicación por y ante cualquier servidora o ser-vidor público, administrativo o judicial, de ofi-cio o a petición de parte (art. 11-3).

2.4 Todos los principios y los derechos soninalienables, irrenunciables, indivisibles, interde-pendientes y de igual jerarquía (art. 11- 6).

2.5 Siguiendo la lógica anterior, la natu-raleza, como otros sujetos de derechos, goza de

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311 311 311

protección especial cuando es víctima de infrac-ción penal y debe garantizarse su no revictimi-zación. La reparación integral “incluirá, sin dila-ciones, el conocimiento de la verdad de los hechosy la restitución, indemnización, rehabilitación,garantía de no repetición” (art. 78).

2.6 La carga de la prueba sobre la inexis-tencia de daño potencial o real recaerá sobre elgestor de la actividad o el demandado (art.397-1).

2.7 Se podrán ordenar medidas cautela-res conjunta o independientemente de lasacciones constitucionales de protección dederechos con el objeto de evitar o hacer cesar laviolación o amenaza de violación de un derecho(art. 87).

2.8 Las políticas de gestión ambiental seaplicarán de manera transversal y serán de obli-gatorio cumplimiento por parte del Estado entodos sus niveles y por todas las personas natu-rales o jurídicas en el territorio nacional (art.395-2).

3. Criterios de participación

3.1 El Estado garantizará la participaciónactiva y permanente de las personas, comunida-des, pueblos y nacionalidades afectadas, en laplanificación, ejecución y control de toda acti-vidad que genere impactos ambientales.

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3.2 Permitir a cualquier persona naturalo jurídica, colectividad o grupo humano, ejercerlas acciones legales y acudir a los órganos judi-ciales y administrativos, sin perjuicio de su inte-rés directo, para obtener de ellos la tutela efecti-va en materia ambiental, incluyendo la posibili-dad de solicitar medidas cautelares que permi-tan cesar la amenaza o el daño ambiental mate-ria de litigio (art. 397).

3.3 Toda decisión o autorización estatalque pueda afectar al ambiente deberá ser con-sultada a la comunidad, a la cual se informaráamplia y oportunamente. El sujeto consultanteserá el Estado. La ley regulará la consulta previa,la participación ciudadana, los plazos, el sujetoconsultado y los criterios de valoración y deobjeción sobre la actividad sometida a consulta(art. 398).

3.4 La prevención del daño ambiental, laconservación del suelo y la conservación de labiodiversidad son asuntos de interés público(arts. 14, 409 y 401).

De lo expuesto concluimos que los dere-chos del sujeto naturaleza no se limitan a suenunciación, sino que poseen un rico régimeninterpretativo que restringe radicalmente laaplicación del modelo desarrollista y compro-meten la creación legislativa, la actuación admi-nistrativa y la respuesta judicial y ponen a prue-ba el nuevo pacto de convivencia armoniosoentre la sociedad y la Pacha Mama.

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313 313 313

V. Los retos para la satisfacción de los dere-chos del sujeto naturaleza

En este apartado sostenemos que losretos de los derechos de la naturaleza ya noreposan en el nivel de reconocimiento sino en elnivel de satisfacción: de materialización efectivade sus postulados.

Tales retos no sólo se inscriben en laenorme distancia entre reconocimiento y satis-facción de los derechos en general sino en unverdadero cambio de pensamiento que superelos rezagos positivistas coloniales.

Un primer reto se encuentra a nivel de laformulación de las políticas públicas y suponeabandonar la falsa dicotomía entre desarrollo oprotección de la naturaleza. Alegar que la satis-facción de los derechos de la naturaleza al man-tenimiento y regeneración de sus ciclos vitales,estructura, funciones y procesos evolutivosconstituyen una amenaza para la obtención derecursos que podrían destinarse a la satisfacciónde los derechos sociales (construcción de escue-las, salud, vivienda, etc.) constituye una falaciamaterial.

Las experiencias de explotación de recur-sos nos dicen que las zonas de extracción songeneralmente más pobres, carentes de recursospúblicos, violentas y ambientalmente degrada-das. Por otra parte las ganancias de la explota-ción son residuales para los estados (la mayor

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314 314 314

tajada se la llevan las empresas que explotan) yla lógica presupuestal no implica la traduccióndirecta de ganancias de la explotación en inver-sión social.

Adicionalmente, la industria de explota-ción no supone una apertura del Estado pararesolver los impactos que la explotación tieneen los derechos de los ciudadanos. Las empresascomo patrón generalizado no responden a laspeticiones de información que hacen los afecta-dos, los procesos judiciales no avanzan, la prue-ba de daño opera en favor de los demandados,el sistema de salud no tiene capacidad de res-puesta frente a las enfermedades generadas porla extendida contaminación ambiental y loscontroles ambientales son limitados para for-mular efectivamente planes de prevención,mitigación y restauración.

El desarrollo supone el sacrificio de losderechos de ciertas comunidades y de ciertosentornos ecosistémicos para la obtención delimitados recursos que no resuelven los impac-tos generados por las actividades extractivas, laimposición de modelos agroindustriales, el ver-timiento de tóxicos, etc. El sumak kawsay impli-ca un modelo en el que la racionalización de loslímites biofísicos de la naturaleza desplaza latendencia que sacrifica a ciertos grupos pobla-cionales.

Un segundo reto se relaciona con justi-ciabilidad de los derechos y el mismo derecho

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de acceso a la justicia. En el Ecuador los discur-sos sobre la crisis en la administración de justi-cia son recurrentes pero no se traducen en latoma de medidas apropiadas para resolverla. Lasobresaturación de los discursos sobre la debili-dad de la justicia desempeñan un papel desesti-mulante para que los ciudadanos acudan a ella.

Los fallos en la construcción y ejecuciónde las políticas públicas sólo encuentran con-trapeso en las acciones de exigibilidad de dere-chos. Si la exigibilidad política se frustra antesistemas inmunes a una activa participaciónciudadana, sólo el escenario de la justicia es ca -paz de dirimir los conflictos sobre los derechos.Con una administración de justicia en crisispermanente, desprovista de credibilidad, debili-tada y excluida del imaginario social como ins-tancia, este segundo mecanismo se frustra.

Un tercer reto para la materialización delos derechos de la naturaleza se encuentra en suracionalización contextualizada. Este reto serelaciona profundamente con nuestro pensa-miento. Los críticos de los derechos de la natu-raleza sostienen que constituyen un sacrilegiojurídico. Se produce una mayor conmociónante la idea de que la Pacha Mama, con nombrepropio, pueda tener derechos que ante el estadode degradación ambiental planetario en el queestamos inmersos y que cobra diariamente lavida de especies, ecosistemas y consecuente-mente vidas humanas.

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La ridiculización del estatus de sujeto dela Pacha Mama y la consolidación de discursosque insisten en la inviabilidad jurídica de lamaterialización de sus derechos van más allá dedisputas dogmáticas positivistas: son el estan-darte de una visión que se aferra a la escisiónhombre-naturaleza, al mantenimiento de unestado de cosas donde la balanza de la seguri-dad jurídica se inclina hacia los aventajados y,en suma, a una visión de exclusión claramentecolonial.

El buen vivir supone empezar a descon-tar la deuda histórica con los pueblos origina-rios: pluralidad, multiculturalidad, plurinacio-nalidad, buena fe, justicia, participación e inclu-sión en armonía con la naturaleza. El buen vivirencara al racismo, superarlo es su reto.

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Los Derechos de laNaturaleza

Una lectura sobre el derecho a la existencia

Alberto AcostaEconomista ecuatoriano. Profesor e investigador de la FLACSO.

Ministro de Energía y Minas, enero-junio 2007. Presidente de la AsambleaConstituyente y asambleísta octubre 2007-julio 2008. El autor agradece los comentarios y aportes de Joan Martínez Alier, José María Tortosa,

Eduardo Gudynas, Agustín Grijalva y Esperanza Martínez.

3 de febrero de 2010

“Los progresos de los conocimientos cósmicos exigie-ron el precio de todas las violencias y horrores que losconquistadores, que se tenían a sí mismos por civiliza-dos, extendieron por todo el continente”.

Alexander von Humboldt

La acumulación material –mecanicista einterminable de bienes–, asumida como progre-so, no tiene futuro. Los límites de los estilos devida sustentados en la visión ideológica del pro-greso antropocéntrico son cada vez más nota-bles y preocupantes. Si queremos que la capaci-dad de absorción y resilencia de la Tierra nocolapse, debemos dejar de ver a los recursosnaturales como una condición para el creci-miento económico o como simple objeto de las

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políticas de desarrollo. Y por cierto debemosaceptar que lo humano se realiza en comuni-dad, con y en función de otros seres humanos,como parte integrante de la Naturaleza, sin pre-tender dominarla.

Esto nos conduce a aceptar que la Natu -raleza, en tanto construcción social, es decir entanto término conceptualizado por los sereshumanos, debe ser reinterpretada y revisadaíntegramente si no queremos poner en riesgo lavida del ser humano en el planeta. Para empe-zar cualquier reflexión aceptemos que la Hu -manidad no está fuera de la Naturaleza y queésta tiene límites biofísicos.

Cuando se plantean los Derechos de laNaturaleza, no se trata de renunciar a la razónpara refugiarnos, en nuestra angustia o perpleji-dad por la marcha del mundo, en misticismosantiguos o de nuevo cuño, o en irracionalismospolíticos. De ninguna manera se pretende,entonces, renegar de la razón. Recordemos quetodavía ahora en los EEUU hay grupos “creacio-nistas” que reniegan de Darwin como lo hicie-ron los obispos victorianos.

Investigar la Naturaleza, como lo hanhecho los humanos desde un inicio, usandocada vez más los métodos de análisis de la cien-cia, es inevitable e indispensable. Aunque nopodemos ignorar que algunas aplicaciones tec-nológicas pueden producir efectos secundariosnocivos. No todas las ciencias, ni todas las tecno-

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logías que de ella se derivan, son buenas o bienempleadas. El estudio de la radioactividad, porejemplo, llevó, entre otros resultados, a fabricarbombas atómicas, introduciendo dudas y arre-pentimiento en los propios físicos. Esa ciencia yesa tecnología son cuestionables. Igualmente hayotras tecnologías peligrosas. Muchas tecnologíasagrarias basadas en la química y en una visiónreduccionista que conduce al monocultivo, porejemplo, han llevado a la pérdida de biodiversi-dad. La lista puede alargarse.

En la base del ecologismo actual hay unaadmiración, una reverencia, una identidad con laNaturaleza, muy lejos de sentimientos de pose-sión y dominación, muy cerca de la curiosidad ydel amor. Pero, al mismo tiempo, también hayuna comprensión científica de la Naturaleza.

De todas maneras, sin negar los valiososaportes de la ciencia, la voracidad por acumularel capital –el sistema capitalista, en definitiva–forzó a las sociedades humanas a subordinar ala Naturaleza. Con diversas ideologías, cienciasy técnicas se intentó separar brutalmente al serhumano de la Naturaleza. Fue una suerte detajo al nudo gordiano. El capitalismo, en tanto“economía-mundo” (Immanuel Wallerstein),1

condenó a la Naturaleza a ser una fuente derecursos aparentemente inagotable…

1 El “socialismo realmente existente”, en realidad, formabaparte de dicha economía-mundo. Nunca logró erigirsecomo una opción alternativa en términos civilizatorios.

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320 320 320

La interminable dominación de la Natu raleza

Desde los albores de la humanidad elmiedo a los impredecibles elementos de laNaturaleza estuvo presente en la vida de losseres humanos.2 Poco a poco la ancestral y difí-cil lucha por sobrevivir se fue transformando enun desesperado esfuerzo por dominar la Na -turaleza. Paulatinamente el ser humano, con susformas de organización social antropocéntricas,se puso figurativamente hablando por fuera dela Naturaleza. Se llegó a definir la Naturaleza sinconsiderar a la humanidad como parte integralde la misma. Y con esto quedó expedita la víapara dominarla y manipularla.

Sir Francis Bacon (1561-1626), célebrefilósofo renacentista, plasmó esta ansiedad en unmandato, cuyas consecuencias vivimos en laactualidad, al reclamar que “la ciencia torture ala Naturaleza, como lo hacía el Santo Oficio de laInquisición con sus reos, para conseguir develar elúltimo de sus secretos…”3 Por cierto que estavisión de dominación tiene raíces judeocristia-

2 Ese miedo hizo a los dioses: deos fecit metus. Hay interpreta-ciones de la mitología de los pueblos “salvajes” en el sentidode que son un intento de comprender lo que les rodea (Lévi-Strauss, Mythologiques).

3 Sobre esta afirmación se puede consultar, además, en MaxNeef, Manfred Conferencia dictada en la UniversidadEAFIT, Medellín Colombia. http://www.umanizales.edu.co/programs/economia/publicaciones/9/desescalhum.pdf.

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nas mucho más profundas. En el Génesis se dice:“Hagamos al ser humano a nuestra imagen ysemejanza. Que tenga dominio sobre los peces delmar, y sobre las aves del cielo; sobre los animalesdomésticos, sobre los animales salvajes, y sobretodos los reptiles que se arrastran por el suelo.”

No fue solo Bacon. René Descartes(1596-1650), uno de los pilares del racionalis-mo europeo, consideraba que el universo es unagran máquina sometida a leyes. Todo quedabareducido a materia (extensión) y movimiento.4

Con esta metáfora, él hacía referencias a Dioscomo el gran relojero del mundo, encargado nosólo de “construir” el universo, sino de mante-nerlo en funcionamiento. Y al analizar el méto-do de la incipiente ciencia moderna, decía queel ser humano debe convertirse en dueño yposeedor de la Naturaleza. De la fuente cartesia-na se han nutrido otros filósofos notables.5

Sin embargo, la curiosidad por el funcio-namiento de la Naturaleza, la ciencia de loseclipses y de los movimientos de los astros enlas antiguas civilizaciones de Egipto y de Asia, eldescubrimiento de la agricultura en diversoslugares del mundo hace ocho o diez mil años

4 La “duda metódica” también es cartesiana. Y la aplicación dela vieja distinción (probablemente platónica) de res cogitansy res extensa.

5 Muchas de las reflexiones de este punto las he construidogracias a un intercambio de opiniones con Joan MartínezAlier.

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con complejos sistemas de cultivo que combi-naban especies y variedades de plantas, mues-tran que la ciencia no es solo europea y occi-dental. Otro ejemplo, conocemos de los méto-dos pre-hispánicos para averiguar con variosmeses de anticipación el fenómeno de El Niñopor la observación del firmamento nocturno.

Vistas así las cosas, no toda la ciencia esoccidental, ni toda ella puede explicarse por laavidez de explotar la Naturaleza. Si bien CharlesDarwin (1809-1882), en su narración del viajeen el Beagle, comentó a menudo sobre lospotenciales usos económicos de los recursosnaturales de América, incluido el uso del guanoen el Perú, su motivación principal, como luegose vio, era estudiar el origen y la evolución delas especies.

Hay por igual algo bello y admirable en lalucha de la razón científica contra el dogma reli-gioso: recuérdese a Galileo Galilei (1564-1642)en su tiempo, y a Darwin más de dos siglos des-pués. Conocer los cambios desde la primeraforma de vida en la Tierra de la especie humana,pasando por los monos, es un resultado de laciencia occidental (en plena era imperialista)que irrita a fundamentalistas religiosos, peroque no choca, sino que apoya, el sentimiento dereverencia y respeto por la Naturaleza.

La química agraria de Justus von Liebig(1803-1873), un célebre químico alemán (quieninició el estudio de los grandes ciclos biogeo-

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químicos, y por tanto está en el origen de laciencia de la ecología), tiene también conexio-nes andinas. Su estudio de las propiedades delguano, enviado a Europa en grandes cargamen-tos desde el Perú a partir de 1840, llevó a enten-der la ciencia de los nutrientes de la agricultura.Claro que el guano, como abono, era ya conoci-do como fertilizante desde antes de los incas.

La Naturaleza en la base del capitalismoglobal

Aquí cabe resaltar que los múltiples pro-cesos imperiales plasmaron en la práctica elcumplimiento de este mandato de dominaciónsobre la Naturaleza. Cristóbal Colón (1451-1506) en su histórico viaje en 1492 buscaba re -cursos naturales, especialmente especerías,sedas, piedras preciosas y sobre todo oro.6 Alviaje de Colón siguieron la conquista y la colo-nización. Con ellas, en nombre del poder impe-rial y de la fe, empezó una explotación inmise-ricorde de recursos naturales, con el consi-guiente genocidio de muchas poblaciones indí-genas.

Eduardo Galeano (Brecha, 18.4.08) nosrecuerda que “desde que la espada y la cruz

6 Según Colón, quien llegó a mencionar 175 veces en su diariode viaje a este metal precioso, “el oro es excelentísimo; del orose hace tesoro, y con él, quien lo tiene, hace cuanto quiere en elmundo, y llega incluso a llevar las almas al paraíso”

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desembarcaron en tierras americanas, la conquis-ta europea castigó la adoración de la Naturaleza,que era pecado de idolatría, con penas de azote,horca o fuego. La comunión entre la Naturaleza yla gente, costumbre pagana, fue abolida en nom-bre de Dios y después en nombre de la civiliza-ción. En toda América, y en el mundo, seguimospagando las consecuencias de ese divorcio obliga-torio”.

La desaparición de pueblos indígenasenteros, es decir mano de obra barata y someti-da, se cubrió con la incorporación de esclavosprovenientes de África; esclavos que luego cons-tituirían un importante aporte para el procesode industrialización al ser mano de obra enextremo barata. Esto lo reconocería con clari-dad Carlos Marx: “Sin esclavitud no habría algo-dón; sin algodón no habría industria moderna.La esclavitud ha dado su valor a las colonias, lascolonias han creado el comercio universal, elcomercio universal es la condición necesaria de lagran industria. Por tanto, la esclavitud es unacategoría económica de la más alta importancia.”Y desde entonces, para sentar las bases del mer-cado global, se fraguó un esquema extractivistade exportación de Naturaleza desde las coloniasen función de las demandas de acumulación delcapital de los países imperiales, los actuales cen-tros del entonces naciente sistema capitalista.

El espíritu dominante de esa época seplasmó en sucesivos descubrimientos de nuevos

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territorios en donde se veía su potencial por losrecursos naturales disponibles. Así, por ejem-plo, el “descubrimiento” económico del Ama -zonas, se dio en 1640, cuando el padre Cristóbalde Acuña, enviado del rey de España, informó ala corona sobre las riquezas existentes en losterritorios “descubiertos” por Francisco deOrellana en 1540. Acuña encontró maderas,cacao, azúcar, tabaco, minas, oro... recursos queaún alientan el accionar de los diversos interesesde acumulación nacional y transnacional en laAmazonía.

De una larga lista de ilustres visitantescientíficos, de los que apenas mencionamos unpar, cabe recordar a Alexander von Humboldt(1769-1859), el “segundo descubridor” de Amé -rica y por cierto uno de los pioneros en la uni-versalización del conocimiento científico.7 Elafán científico que movió a este gran berlinés,enemigo de la corona borbónica y de la esclavi-tud, no puede desvincularse de la expansióneconómica y política de las potencias europeas;en el mundo se vivía una fase de aceleradaexpansión imperialista.

7 En los países andinos no solo tuvimos la visita de Humboldto de Darwin, sino la de muchos otros científicos y viajerosinteresados en estudiar estas tierras, por ejemplo CharlesMarie de la Condamine (1701-1774), quien midió el meri-diano terrestre. Otro viajero ilustre fue Jean BaptisteBoussingault (1802-1887), continuador del trabajo de Hum -boldt en el estudio de los recursos naturales de América, ydescubridor más tarde del ciclo del nitrógeno.

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Las obras de Humboldt, sin que esto re -presente una acusación en su contra, escritas araíz de su larga expedición por Nuestra Amé -rica (1799-1804), “tuvieron repercusiones políti-cas y económicas muy profundas, pero tambiénambivalentes. Aquellas obras atrajeron funda-mentalmente el interés del incipiente capitalismocolonial. ¿Cómo, todavía existen esos territoriosinmensos en una economía por desarrollar y esosfabulosos yacimientos, y esa mano de obra dócil ypoco exigente? Pues vamos a excavar allí nuestrasminas (de plata, claro está) y a construir nuestrosaltos hornos; vamos a invertir nuestros capitalesen aquellas tierras y a desarrollar en ellas nues-tros métodos de trabajo”, escribiría durante elexilio mexicano, en la revista Freies Deutsch -land, editada en 1942, el gran intelectual ale-mán, Egor Erwin Kisch (citado en Ette 1999).

El propio Humboldt lo sabía: “Los pro-gresos de los conocimientos cósmicos exigieron elprecio de todas las violencias y horrores que losconquistadores, que se tenían a sí mismos porcivilizados, extendieron por todo el continente”,

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escribió en su obra magna: Cosmos. ¿Cuánto deese espíritu descubridor-conquistador está

8 Algo parecido sucedió y sucede con los blancos, criollos ymantuanos, que en aras del progreso propiciaron un verda-dero genocidio post-colonial en los pueblos originarios(Uruguay y Argentina).

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todavía vigente?, es una pregunta que flota en elambiente…

Humboldt quería ver qué recursos habíaen América pero también quería hacer cienciapura (subiendo al Chimborazo con sus guías,no sin esfuerzo, para medir la temperatura deebullición del agua).

De todas maneras un mensaje de este ale-mán se mantiene vivo. Cuentan que él, maravi-llado por la geografía, la flora y la fauna de laregión que visitaba, veía a sus habitantes comosi fueran mendigos sentados sobre un saco deoro, refiriéndose a sus inconmensurables rique-zas naturales no aprovechadas.

Alejandro von Humboldt, de alguna ma -nera, ratificó la misión exportadora de Natu -raleza en lo que sería el mundo post-colonial.Vio a estas tierras de América como territorioscon una enorme disponibilidad de recursosnaturales, que, por el ejercicio de la razón, larazón explotadora de la época, debían ser masi-vamente explotados.

América Latina gran exportadora de Natu raleza

Nuestra Abya Yala, como lo fue África yAsia, fue integrada en el mercado mundialcomo suministradora de recursos primarios

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desde hace más de 500 años.9 De esta regiónsalió el oro, la plata y las piedras preciosas quefinanciarían la expansión del imperio español,pero, sobre todo, el surgimiento del capitalismoen la Europa central. Esta riqueza hizo bascularel centro del sistema mundial de Asia (que teníasu propia crisis interna, en particular la China)a Europa. Y desde entonces estas tierras ameri-canas, sobre todo las del sur, asumieron unaposición sumisa en el contexto internacional alespecializarse en extraer recursos naturales parael mercado mundial.

Conseguida la Independencia de Españalos países de América Latina siguieron expor-tando recursos naturales, es decir Naturaleza,tal como lo habían hecho en la colonia.

El mensaje de Humboldt encontró unainterpretación teórica en el renombrado librode David Ricardo “Principios de Economía Polí -tica y Tributación” (1817). Este célebre econo-mista inglés recomendaba que cada país deberíaespecializarse en la producción de aquellos bie-

9 Eurasia, según André Gunder Frank, ya era un sistema-mundo integrado con intercambios culturales y económicos(ruta de la seda) y con ciclos de hegemonía (los califatos ára-bes, la India, la China) y ciclos económicos. La incorpora-ción de América (sobre todo el oro) hace que el centro sedesplace hacia Europa. Eso fue, además, posible por la crisisinterna de la potencia hegemónica china. La incorporaciónde América, Africa y posteriormente Australia e islas delPacífico hacen que el sistema-mundo sea, por primera vez,un sistema mundial.

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nes con ventajas comparativas o relativas, y ad -quirir de otro aquellos bienes en los que tuvieseuna desventaja comparativa. Según él, Ingla -terra, en su ejemplo, debía especializarse en laproducción de telas y Portugal en vino… Sobreesta base se construyó el fundamento de la teo-ría del comercio exterior.

Esta tesis, tan mencionada y reconocidapor los economistas, no menciona que se trata-ba simplemente de la lectura de una imposiciónimperial. La división del trabajo propuesta porRicardo se plasmó en el acuerdo de Methuenfirmado en Lisboa el 27 de diciembre de 1703entre Portugal e Inglaterra.10 En dicho acuerdo,de apenas tres artículos, seguramente el máscorto de la historia diplomática europea, seestablecía que los portugueses compraríanpaños y productos textiles a Inglaterra y, comocontrapartida, los británicos concederían tratofavorable a los vinos procedentes de Portugal.11

10 Se le conoce como acuerdo o tratad de Methuen porque alfrente de las negociaciones de este tratado estuvo el embaja-dor inglés John Methuen. Por Portugal intervino ManuelTeles da Silva, marqués de Alegrete.

11 Gran Bretaña, para recordar a la primera nación capitalistaindustrializada con vocación global, no practicó la libertadcomercial que tanto defendería posteriormente. Con su flotaimpuso en varios rincones del planeta sus intereses: introdu-jo a cañonazos el opio a los chinos, a cuenta de la presuntalibertad de comercio o bloqueó los mercados de sus extensascolonias para protegerlos con el fin de mantener el monopo-lio para colocar sus textiles. Históricamente el punto de par-tida de las economías exitosas se basó en esquemas protec-

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Desde entonces, imbricada profunda-mente con el modelo de acumulación prima-rio-exportador, se consolidó una visión pasiva ysumisa de aceptación de este posicionamientoen la división internacional del trabajo en mu -chos de nuestros países, ricos en recursos natu-rales. Dicha aceptación se ha mantenido pro-fundamente enraizada en amplios segmentos deestas sociedades, como que se tratara de unADN insuperable. En estas sociedades no seacaba de entender que los efectos multiplicado-res que tiene la manufactura sobre el resto de laeconomía son muchísimo mayores que los quetiene el extractivismo. Fabricar un auto, porejemplo, implica muchas empresas secundariasy exige esfuerzos en otros sectores (investiga-ción). Hacer un agujero en la tierra para sacarminerales, no tanto.

cionistas, muchos de los cuales siguen vigentes de diversasformas hasta ahora. Los estadounidenses buscaron unasenda diferente a la que predicaban los ingleses; UlyssesGrant, héroe de la guerra de secesión y luego presidente deEEUU (1868-1876), fue categórico cuando declaró que“dentro de 200 años, cuando América haya obtenido del pro-teccionismo todo lo que pueda ofrecer, también adoptará ellibre comercio”; y vaya que lo lograron antes, incluso apo-yándose una y otra vez en sus marines. Los alemanes, inspi-rados en Friedrich List, lograron su desarrollo con medidasproteccionistas en contra del discurso librecambista domi-nante en el siglo XIX. Los países asiáticos, Japón y ahoraChina inclusive, tampoco fueron ni son librecambistas. (Ha-Joon Chang 2002)

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Para muchos gobernantes, incluso deaquellos considerados como progresistas, les escasi imposible imaginarse una senda de libera-ción de esta “maldición de la abundancia” de losrecursos naturales. (Ver Schuldt 1995; Acosta2009)

El deseo de dominar la Naturaleza, paratransformarla en productos exportables, haestado presente permanentemente en la región.

En los albores de la Independencia, frenteal terremoto en Caracas, que ocurrió en 1812,Simón Bolívar pronunció una célebre frase, quemarcó la época: “Si la Naturaleza se oponelucharemos contra ella y haremos que nos obedez-ca”. Más allá de las lecturas patrióticas que venen ese pronunciamiento la decisión del granlíder americano para enfrentar las adversidades,lo que debe quedar claro es que Bolívar actuabade acuerdo con las demandas de la época. Con -vencido estaba él, en consonancia con el pensa-miento imperante en ese entonces, de que sepodía dominar a la Naturaleza.

Lo curioso es que ese espíritu de domina-ción no ha sido superado a pesar de que yadesde hace muchos años atrás sabemos que esimposible continuar por la actual senda domi-nadora de la Naturaleza. Así, no hace mucho elpresidente ecuatoriano Rafael Correa, ante losracionamientos de energía eléctrica provocadospor el prolongado estiaje y la ausencia de res-puestas oportunas, considerándolos como el

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producto de una adversidad ambiental, declarópúblicamente en una de sus alocuciones sabati-nas, que “si la Naturaleza con esta sequía se opo -ne a la revolución ciudadana, lucharemos y jun-tos la venceremos, tengan la seguridad” (7 denoviembre 2009).

También la ilusión del extractivismo to -dopoderoso, plasmado en la metáfora deAlejandro von Humboldt, sigue vigente. Elmismo presidente ecuatoriano, en su informe ala nación, el 15 de enero del año 2009, para de -fender la (inconstitucional) Ley de Minería usóla misma metáfora que el connotado naturalistay geógrafo alemán cuando dijo que “no daremosmarcha atrás en la Ley de Minería, porque eldesarrollo responsable de la minería es funda-mental para el progreso del país. No podemossentarnos como mendigos en el saco de oro”. Elpresidente del Estado Plurinacional de Bolivia,Evo Morales, ante la propuesta de no ampliar lafrontera petrolera en la Amazonía boliviana,también fue coincidente con este ADN extracti-vista, “¿de qué, entonces, es que va a vivir Bolivia,si algunas ONG dicen ‘Amazonia sin petróleo’(...) Están diciendo, en tres palabras, que el pue-blo boliviano no tenga plata, que no haya regalí-as, pero también van diciendo que no haya elbono Juancito Pinto, ni la Renta Dignidad, ni elbono Juana Azurduy”.

Curiosamente hay una suerte de coinci-dencia conceptual con la respuesta del presi-dente Alan García, en junio del 2009, ante las

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protestas de los indígenas amazónicos contra-rios a actividades extractivistas, que terminaronen una masacre. Lo que dijo este mandatario dela vertiente neoliberal no puede ser más deci-dor: “Ya está bueno, estas personas no tienencorona, no son ciudadanos de primera clase quepuedan decirnos 400 mil nativos a 28 millones deperuanos `tú no tienes derecho de venir poraquí´, de ninguna manera, eso es un error graví-simo y quien piense de esa manera quiere llevar-nos a la irracionalidad y al retroceso primitivo.”

La Naturaleza, en suma, sigue siendo asu-mida, por gobiernos de diferente orientaciónideológica, como un elemento a ser domado,explotado y por cierto mercantilizado. LaNaturaleza, concretamente los recursos natura-les, son vistos como los pilares para construir eldesarrollo. El extractivismo es visto como lafuente de financiamiento para conseguir eldesarrollo. Negarlo, de conformidad con estavisión todavía bastante extendida, cerraría laspuertas del desarrollo.12

12 En el Ecuador, y en prácticamente todos los países delmundo empobrecido, hay otras fuentes de financiamientode la economía. Por aquello de que para muestra basta unbotón, se precisa una adecuada política tributaria. Los quemás ganan y más tienen deben contribuir en mayor medidaal financiamiento del Estado. Para un país como Ecuador,con una presión fiscal que bordea el 13% del PIB, el margende acción para ampliar el financiamiento es muy grande;recuérdese que Chile tiene una presión fiscal de más del18%, Argentina 21%, Bolivia el 24 % o Suecia más del 47%.

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Los amenazados límites de la Naturaleza

Frente a esta añeja visión de dominacióny explotación, sostenida en el divorcio profundode la economía y la Naturaleza, causante de cre-cientes problemas globales, han surgido variasvoces de alerta.

Hace ya casi 40 años el mundo enfrentóun mensaje de advertencia. La Naturaleza tienelímites. En 1972, en el Informe del Club deRoma, conocido como “los límites del crecimien-to” o el Informe Meadows, el mundo fue con-frontado con esa realidad indiscutible.13 Unarealidad escamoteada por la voracidad de lasdemandas de acumulación del capital, que sesostienen en la firme y dogmática creencia en elpoder todo poderoso de la ciencia. El punto esclaro, la Naturaleza no es infinita, tiene límites yestos límites están a punto de ser superados. Es teinforme, que desató diversas lecturas y suposi-ciones, aunque no trascendió mayormente en lapráctica, dejó plantado en el mundo por un ladouna señal de alerta, por otro una demanda: nopodemos seguir por la misma senda, al tiempoque requerimos análisis y respuestas globales.

13 El problema de aquél informe es que se adelantó y, al nocumplirse, se deslegitimó. Algo parecido puede estar pasan-do con el “cambio climático” y los diferentes “afeites” a losque se ha sometido la realidad para que encaje con la teoría.Demasiados intereses por un lado y por otro.

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Son ya muchos los economistas de presti-gio como Nicholas Georgescu-Roegen, KennethBoulding, Herman Daly, Roefie Hueting o JoanMartínez Alier que han demostrado las limita-ciones del crecimiento económico. InclusoAmartya Sen, Premio Nobel de Economía, eco-nomista que no cuestiona el mercado ni el capi-talismo, rompió lanzas en contra del crecimien-to económico visto como sinónimo de desarro-llo.14 En la actualidad se multiplican los recla-mos, sobre todo en los países industrializados,por una economía que propicie no sólo el creci-miento estacionario, sino el “decrecimiento”.15

Ahora, cuando los límites de sustentabili-dad del mundo están siendo literalmente supe-rados, es indispensable buscar solucionesambientales vistas como una asignatura univer-sal. Por un lado, los países empobrecidos yestructuralmente excluidos deberán buscaropciones de vida digna y sustentable, que norepresenten la reedición caricaturizada del esti-

14 Él afirmó que “las limitaciones reales de la economía tradicio-nal del desarrollo no provinieron de los medios escogidos paraalcanzar el crecimiento económico, sino de un reconocimientoinsuficiente de que ese proceso no es más que un medio paralograr otros fines. (…) No sólo ocurre que el crecimiento eco-nómico es más un medio que un fin; también sucede que paraciertos fines importantes no es un medio muy eficiente”. (1985)

15 Aquí podríamos citar los trabajos de Enrique Leff o SergeLatouche, seguidores tardíos de John Stuart Mill, economis-ta inglés, que en 1848 anticipó algunas reflexiones fundacio-nales de lo que hoy se conoce como una economía estacio-naria.

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lo de vida occidental. Mientras que, por otrolado, los países “desarrollados” tendrán queresolver los crecientes problemas de inequidadinternacional que ellos han provocado. Al asu-mir su responsabilidad deben dar paso a unarestauración global de los daños provocados ypagar sus deudas ecológicas con los paísesempobrecidos.

No se trata sólo de una deuda climática.La deuda ecológica, que se originó con la expo-liación colonial –la extracción de recursosminerales o la tala masiva de los bosques natu-rales, por ejemplo–, se proyecta tanto en el “in -tercambio ecológicamente desigual”, como en la“ocupación gratuita del espacio ambiental” de lospaíses empobrecidos por efecto del estilo devida depredador de los países industrializados.Aquí cabe incorporar las presiones provocadassobre el medio ambiente a través de las exporta-ciones de recursos naturales –normalmente malpagadas y que tampoco asumen la pérdida denutrientes y de la biodiversidad, para mencio-nar otro ejemplo– provenientes de los paísessubdesarrollados, exacerbadas por los crecientesrequerimientos que se derivan del servicio de ladeuda externa y de la propuesta aperturista aultranza. La deuda ecológica crece, también,desde otra vertiente interrelacionada con laanterior, en la medida que los países más ricoshan superado largamente sus equilibriosambientales nacionales, al transferir directa oindirectamente “polución” (residuos, muchasveces tóxicos, o emisiones) a otras regiones sin

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asumir pago alguno. A todo lo anterior habríaque añadir la biopiratería, impulsada por variascorporaciones transnacionales que patentan ensus países de origen una serie de plantas y cono-cimientos indígenas. Por eso bien podríamosafirmar que no solo hay un intercambio comer-cial y financieramente desigual, sino que tam-bién se registra un intercambio ecológicamentedesequilibrado y desequilibrador.16

Pero, en especial, los países ricos tendránque incorporar criterios de suficiencia en sussociedades antes que intentar sostener, a costadel resto de la humanidad, la lógica de la efi-ciencia entendida como la acumulación mate-rial permanente. Los países ricos, en definitiva,deben cambiar su estilo de vida que pone enriesgo el equilibrio ecológico mundial, puesdesde esta perspectiva también son, de algunamanera, también subdesarrollados o “maldesa-rrollados” (Samir Amin, José María Tortosa).17

16 Todos estos factores deberían ser considerados para la cons-titución de un tribunal internacional encargado de sancio-nar los crímenes contra la Naturaleza.

17 Lo que se observa en el mundo es un “mal desarrollo” gene-ralizado, existente inclusive en los países considerados comodesarrollados. José María Tortosa va inclusive más allá, élnos recuerda que “el funcionamiento del sistema mundialcontemporáneo es “maldesarrollador” (…) La razón es fácil deentender: es un sistema basado en la eficiencia que trata demaximizar los resultados, reducir costes y conseguir la acumu-lación incesante de capital. (…) En otras palabras, el sistemamundial está maldesarrollado por su propia lógica y es a esalógica a donde hay que dirigir la atención.”

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La crisis provocada por la superación delos límites de la Naturaleza conlleva necesaria-mente a cuestionar la institucionalidad y la orga-nización sociopolítica. Tengamos presente que,“en la crisis ecológica no solo se sobrecargan, dis-torsionan agotan los recursos del ecosistema, sinotambién los ‘sistemas de funcionamiento social’, o,dicho de otra manera: se exige demasiado de lasformas institucionalizadas de regulación social; lasociedad se convierte en un riesgo ecológico” (EgonBecker 2001). Riesgo que amplifica las tenden-cias excluyentes y autoritarias, así como las desi-gualdades e inequidades tan propias del sistemacapitalista: “un sistema de valores, un modelo deexistencia, una civilización: la civilización de ladesigualdad”, tal como lo en tendía el economistaaustríaco Joseph Schum peter.

Ante estos retos, aflora con fuerza la ne -cesidad de repensar la sustentabilidad en fun-ción de la capacidad de carga y resilencia de laNaturaleza. En otras palabras, la tarea radica enel conocimiento de las verdaderas dimensionesde la sustentabilidad, que no pueden subordi-narse a demandas antropocéntricas. Esta tareademanda una nueva ética para organizar la vidamisma. Se precisa reconocer que el desarrolloconvencional nos conduce por un camino sinsalida. Los límites de la Naturaleza, acelerada-mente desbordados por los estilos de vidaantropocéntricos, particularmente exacerbadospor las demandas de acumulación del capital,son cada vez más notables e insostenibles.

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La tarea parece simple, pero es en extre-mo compleja. En lugar de mantener el divorcioentre la Naturaleza y el ser humano, hay quepropiciar su reencuentro, algo así como intentaratar el nudo gordiano roto por la fuerza de unaconcepción de vida depredadora y por ciertointolerable. Bruno Latour dice que “se trata devolver a atar el nudo gordiano atravesando, tan-tas veces como haga falta, el corte que separa losconocimientos exactos y el ejercicio del poder,digamos la Naturaleza y la cultura”.18 Paralograr esta transformación civilizatoria, una delas tareas iniciales radica en la desmercantiliza-ción de la Naturaleza.19 Los objetivos económi-cos deben estar subordinados a las leyes de fun-cionamiento de los sistemas naturales, sin per-der de vista el respeto a la dignidad humana,siempre procurando asegurar la calidad en lavida de las personas.

En concreto la economía debe echar aba -jo todo el andamiaje teórico que vació “dematerialidad la noción de producción y (separó)ya por completo el razonamiento económico del

18 El aporte de Latour plantea profundos debates en la antro-pología sobre la división entre Naturaleza en singular y lasculturas en plural. Empalmando las dos, la política cobrauna renovada actualidad.

19 Téngase presente que Luigi Ferrajoli, destacado filosofo delderecho, desarrolla la teoría de la desmercantilización de losDerechos Humanos, como punto de partida para asegurar,por ejemplo, el acceso gratuito a la educación, a la salud, a lavivienda, entre otras demandas básicas del ser humano.

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mundo físico, completando así la ruptura episte-mológica que supuso desplazar la idea de sistemaeconómico, con su carrusel de producción y creci-miento, al mero campo del valor” (José ManuelNaredo 2009).20

Escribir ese cambio histórico es el mayorreto de la humanidad si es que no se quiereponer en riesgo la existencia misma del serhumano sobre la tierra.

Los Derechos de la Naturaleza o el derechoa la existencia

Las reflexiones anteriores enmarcan en lahistoria los pasos vanguardistas dados en laAsamblea Constituyente de Montecristi, alaceptar que la Naturaleza es sujeto de derechos.Lo expuesto ubica con claridad por dónde de -bería marchar la construcción de una nuevaforma de organización de la sociedad, si real-mente ésta pretende ser una opción de vida, entanto respeta y convive dentro de la Naturaleza.

En este empeño, luego de conocer lo querealmente significan y presentan los Derechosde la Naturaleza, hay que configurar una estra-tegia de acción que empiece por identificar pri-

20 No nos olvidemos que “las así llamadas leyes económicas noson leyes eternas de la Naturaleza, sino leyes históricas queaparecen y desaparecen” (Friedrich Engels en carta a AlbertLange, 29 de marzo de 1865).

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mero los mega-derechos (Derechos Humanos,Derechos de la Naturaleza y del Buen Vivir,especialmente) y luego los meta-derechos (elagua, la soberanía alimentaria, la biodiversidad,la soberanía energética).

En la Constitución ecuatoriana del año2008, al reconocer los Derechos de la Natura -leza, es decir entender a la Naturaleza comosujeto de derechos, y sumarle el derecho a serrestaurada cuando ha sido destruida, se estable-ció un hito en la humanidad. Por igual trascen-dente fue la incorporación del término PachaMama, como sinónimo de Naturaleza, en tantoreconocimiento de plurinacionalidad e intercul-turalidad.

La discusión en el seno de la AsambleaConstituyente en Montecristi fue compleja.Varios asambleístas, inclusive del bloque oficia-lista, el mayoritario, así como miembros de altonivel del propio gobierno se opusieron a aceptarlos Derechos de la Naturaleza y la tildaronincluso como de una “estupidez”.21 Fuera de la

21 Alexis Mera, secretario jurídico de la Presidencia, en comu-nicación electrónica enviada al autor de estas líneas, el 10 dejulio del 2008, en pleno debate constituyente, decía que“Esto no es un problema ideológico, sino técnico. Estoy deacuerdo con todas las protecciones a la naturaleza posible.Inclusive, he llegado a la conclusión personal que no se debeexplotar el ITT. El régimen de sujetos del derecho existe en elplaneta desde hace 2.500 años, aproximadamente. (…) Ladiferencia consiste en que el Derecho se dirige a regular lasrelaciones humanas, como centro del desarrollo social que debe

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Asamblea, los Derechos de la Naturaleza fueronvistos como un “galimatías conceptual” por losconservadores del derecho, en esencia incapacesde entender los cambios en marcha. A ellos lesresulta difícil comprender que el mundo está enmovimiento permanente.

A lo largo de la historia del derecho, cadaampliación de los derechos fue anteriormenteimpensable. La emancipación de los esclavos ola extensión de los derechos a los afroamerica-nos, a las mujeres y a los niños y niñas fueronuna vez rechazadas por ser consideradas comoun absurdo. Se ha requerido que a lo largo de lahistoria se reconozca “el derecho de tener dere-chos” y esto se ha conseguido siempre con unesfuerzo político para cambiar aquellas leyesque negaban esos derechos. Y muchas veces,quienes se opusieron a la ampliación de estosderechos, no tuvieron empacho en alentar laentrega de derechos casi humanos a las perso-nas jurídicas… una de las mayores aberracionesdel derecho.

darse, a no dudarlo, en armonía con la naturaleza. Por eso,sólo las personas pueden adquirir derechos y contraer obliga-ciones. Si la naturaleza es sujeto de derecho, significa que debeser representada por alguien, lo cual es estúpido y, además, esealguien podría oponerse a la acción del hombre. Esto no sólo seaplica a la biodiversidad, sino inclusive a las moscas y cucara-chas, que deberán ser representadas. ¿Por quién? ¿Y las bacte-rias, los virus? Correspondería que demandemos a la OMS porerradicar la viruela, ya que el virus es parte de la naturalezatambién y hemos extinguido esa ‘valiosa’ especie.”

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La liberación de la Naturaleza de estacondición de sujeto sin derechos o de simpleobjeto de propiedad, exigió y exige, entonces,un esfuerzo político que le reconozca comosujeto de derechos. Este aspecto es fundamentalsi aceptamos que todos los seres vivos tiene elmismo valor ontológico, lo que no implica quetodos sean idénticos.

Dotarle de Derechos a la Naturaleza sig-nifica, entonces, alentar políticamente su pasode objeto a sujeto, como parte de un procesocentenario de ampliación de los sujetos delderecho, como recordaba ya en 1988 Jörg Leim -bacher, jurista suizo. Lo central de los Derechosde la Naturaleza, de acuerdo al mismo Leim -bacher, es rescatar el “derecho a la existencia” delos propios seres humanos (y por cierto detodos los seres vivos). Este es un punto medularde los Derechos de la Naturaleza, destacandouna relación estructural y complementaria conlos Derechos Humanos.

De todas maneras insistamos hasta elcansancio que el ser humano no puede vivir almargen de la Naturaleza. Por lo tanto, garanti-zar su sustentabilidad es indispensable para ase-gurar la vida del ser humano en el planeta.

La coyuntura política del momento cons-tituyente, la intensidad del debate y el compro-miso de un grupo de asambleístas, así comotambién aportes de varios especialistas en lamateria, inclusive el oportuno texto escrito por

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Eduardo Galeano, en donde destacaba la im -portancia de la discusión que se llevaba adelan-te en Montecristi,22 permitieron que finalmentese acepte esta iniciativa luego de un arduo tra-bajo. Por cierto que en este punto habría querelievar todos los aportes y las luchas desde elmundo indígena, en donde la Pacha Mama esparte consustancial de sus vidas.

Más allá de que la Naturaleza forma par -te activa de la cosmovisión indígena, en la quelos seres humanos están inmersos en la Natu -raleza, la idea de dotarle de derechos a la Natu -raleza tiene antecedentes incluso en el mundooccidental. Esta tesis ya fue recogida por ItaloCalvino en el siglo XX. En su novela “El barónrampante”, que forma parte de una trilogía(completada con “El vizconde demediado” y “Elcaballero inexistente”), cuenta como CosmoPiovasco de Rondó, decide pasar toda su vidaencaramado en un árbol. Y desde allí propone,durante la Revolución Francesa, un “proyecto deConstitución para una ciudad republicana condeclaración de los derechos de los hombres, de lasmujeres, de los niños, de los animales domésticosy salvajes, incluidos pájaros, peces e insectos, y delas plantas sean de alto tallo u hortalizas y hier-bas...” Este es, sin duda alguna, todo un tratado

22 La lectura del texto de Galeano en el pleno de la Asamblealogró consolidar una posición que no parecía prometedoraal inicio del proceso constituyente.

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de autoafirmación existencial y de notablerebeldía para esa época.

Pero igualmente, y esto también es im -portante, hay otras razones científicas que con-sideran a la Tierra como un superorganismovivo. James Lovelock, Lynn Margulis, ElizabethSahtouris, José Luntzenberg caracterizaron aeste superorganismo vivo como Gaia, uno delos nombres de la mitología griega para definirla vitalidad de la Tierra. Este superorganismoextremadamente complejo, que requiere de cui-dados y debe ser fortalecido, es sujeto de digni-dad y portador de derechos, porque todo lo quevive tiene un valor intrínseco, tenga o no usohumano.

Incluso hay razones cosmológicas queasumen a la tierra y a la vida como momentosdel vasto proceso de evolución del Universo. Lavida humana es, entonces, un momento de lavida. Y para que esa vida pueda existir y repro-ducirse necesita de todas las precondiciones quele permitan subsistir.

En todas estas visiones, como resalta Leo -nardo Boff, es preciso reconocer el carácter deinter-retro-conexiones transversales entre todoslos seres: todo tiene que ver con todo, en todoslos puntos y en todas las circunstancias, talcomo se plantea en las visiones indígenas de laPacha Mama. Esa ancestralidad también estuvopresente en otras latitudes. Como reconoceVandana Shiva: “Hasta hace poco los indios se

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identificaban como Aranya Sanskriti, o sea laCivilización de la Selva. Según el poeta Ra -bindranath Tagore, la peculiaridad de la culturaindia consiste en su definición de la vida en laselva como la más alta forma de evolución cultu-ral. (…) Actualmente tenemos problemas paraproteger nuestros sistemas esenciales de apoyo a lavida y al corazón de nuestra identidad como civi-lización porque hemos sacrificado el principiounificador de la vida en diversidad, del pluralis-mo democrático, que se había convertido en elprincipio de la civilización india”.

Por lo tanto, conscientes de que no seráfácil cristalizar estas transformaciones en unpaís concreto,23 sabemos que su aprobaciónserá aún mucho más compleja a nivel mundial.Sobre todo en la medida que éstas afectan losprivilegios de los círculos de poder nacionales ytransnacionales, que harán lo imposible paratratar de detener este proceso de liberación. Esmás, desde la vigencia de los Derechos de laNaturaleza es indispensable avizorar una civili-zación postcapitalista, que exige una lucha deliberación, la que, en tanto esfuerzo político,

23 A pesar de los avances constitucionales anotados, desde laentrada en vigencia de la nueva Constitución ecuatoriana,en octubre del 2008, se ha transitado por un sendero com-plicado en lo que a la aplicación de sus normas se refiere.Hay varias leyes, patrocinadas por el ejecutivo, que contra-dicen principios constitucionales en el campo de los dere-chos ambientales y los de la Naturaleza especialmente.

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empieza por reconocer que el sistema capitalistadestruye sus propias condiciones biofísicas deexistencia.

Teniendo un marco referencial constitu-cional transformador como el de Montecristi latarea radica en enfrentar democráticamente lalucha por la vida, que es lo que está realmenteen juego. Y por cierto será necesario desplegaruna estrategia internacional para poder poten-ciar tantos principios de vanguardia que tiene laConstitución ecuatoriana, como podría serimpulsar la Declaración Universal de los Dere -chos de la Naturaleza, así como el estableci-miento de un tribunal internacional para san-cionar los delitos ambientales.

Antes de plantear algunas reflexiones decómo los Derechos de la Naturaleza podríanincorporarse en la política internacional, dedi-quemos unas líneas a discutir sobre la relaciónindiscutible entre Derechos Humanos yDerechos de la Naturaleza, anotando, por cier-to, algunas diferencias.

Los Derechos Humanos y los Derechos dela Naturaleza

La vigencia de los Derechos de la Natura -leza plantea cambios profundos. Eduardo Gu -dynas es claro al respecto, hay que transitar delactual antropocentrismo al biocentrismo.Tránsito que exige un proceso de transición sos-

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tenido y plural.24 La tarea, al decir de RobertoGuimaraes, es organizar la sociedad y la econo-mía asegurando la integridad de los procesosnaturales, garantizando los flujos de energía yde materiales en la biosfera, sin dejar de preser-var la biodiversidad del planeta.

Por lo tanto, esta definición pionera anivel mundial, de que la Naturaleza es sujeto dederechos, es una respuesta de vanguardia, inclu-so y sobre todo frente a la actual crisis civiliza-toria. Y como tal ha sido asumida en ampliossegmentos de la comunidad internacional,conscientes de que es imposible continuar conun modelo de sociedad depredadora, basado enla lucha de los humanos contra la Naturaleza.No va más la identificación del bienestar y lariqueza como acumulación de bienes materia-les, con las consecuentes expectativas de creci-miento económico y consumo ilimitados. Eneste sentido es necesario reconocer que los ins-trumentos disponibles para analizar estos asun-tos ya no sirven. Son instrumentos que natura-lizan y convierten en inevitable este patrón civi-lizatorio. Son conocimientos de matriz colonialy eurocéntrica, como acertadamente señala elvenezolano Edgardo Lander.

No hay que confundir lo que son Dere -chos de la Naturaleza de lo que son los derechos

24 Este será un proceso de transición, político en esencia, quenos conmina a incorporar permanentemente la cuestión delpoder.

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de los pueblos indígenas. Hay el riesgo eurocén-trico de identificar Naturaleza con “salvajes”. Odicho de otra manera, la “cultura es nuestra”,del mundo occidental civilizado, y la Naturalezaes de los indígenas; esto constituiría una aberra-ción. Igualmente sería grave que desde elmundo indígena los Derechos de la Naturalezafueran vistos como un intento para imponercondiciones desde afuera en las comunidadesindígenas, lo que limitaría su capacidad deautodeterminación.

Al reconocer a la Naturaleza como sujetode derechos, en la búsqueda de ese indispensa-ble equilibrio entre la Naturaleza y las necesida-des de los seres humanos, se supera la versiónconstitucional tradicional de los derechos a unambiente sano, presentes desde hace tiempoatrás en el constitucionalismo latinoamericano.En sentido estricto, tal como propone EduardoGudynas (2009) urge distinguir que los dere-chos a un ambiente sano son parte de los Dere -chos Humanos, y que no necesariamente impli-can Derechos de la Naturaleza. La finalidad deesta distinción es indicar que las formulacionesclásicas de los Derechos Humanos de tercerageneración, es decir de los derechos a un am -biente sano o calidad de vida, en esencia sonantropocéntricas, y que deben entenderse sepa-radamente de los Derechos de la Naturaleza. Sinembargo es preciso disputar ideológicamente elconcepto de derecho a un medio ambiente sanoen la línea de epistemología del sur, tal como la

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plantea Boaventura de Souza Santos. Es más, esevidente que no se podrá asegurar los derechosa un ambiente sano si no se respetan los De -rechos de la Naturaleza. Aquí aflora nuevamen-te la necesidad de establecer una vinculacióncorrecta y estratégica entre Derechos Hu manosy Derechos de la Naturaleza.

En los Derechos Humanos el centro estápuesto en la persona. Se trata de una visiónantropocéntrica. En los derechos políticos, esdecir de primera generación, el Estado le reco-noce a la ciudadanía esos derechos, como partede una visión individualista e individualizadorade la ciudadanía. En los derechos sociales eco-nómicos y culturales (DESC), conocidos comoderechos de tercera generación, se incluyen losderechos ambientales, concretamente el dere-cho a que los seres humanos gocen de condicio-nes sociales equitativas y de un medioambientesano y no contaminado. Se procura evitar lapobreza y el deterioro ambiental que impactanegativamente en la vida de las personas.

Los derechos de primera generación seenmarcan en la visión clásica de la justicia:imparcialidad ante la ley, garantías ciudadanas,etc. Para cristalizar los derechos económicos,sociales y culturales se da paso a la justicia re-distributiva o justicia social, orientada a resol-ver la pobreza. Los derechos de tercera genera-ción configuran, además, la justicia ambiental,que atiende sobre todo demandas de grupos

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pobres y marginados en defensa de la calidad desus condiciones de vida afectada por destrozosambientales. En estos casos, cuando hay dañosambientales, los seres humanos pueden serindemnizados, reparados y/o compensados.

No nos olvidemos que incluso existen losllamados derechos de cuarta generación, difu-sos y colectivos, los cuales tienen relación con elambiente.

En la Constitución de Montecristi, de losderechos referidos al ambiente, es decir de losDerechos Humanos de tercera generación, sederivan mandatos constitucionales fundamen-tales. Uno clave tiene que ver con procesos dedesmercantilización de la Naturaleza, como hansido la privatización del agua o la introducciónde criterios mercantiles para comercializar losservicios ambientales.25 En concreto, “los servi-cios ambientales no serán susceptibles de apropia-ción; su producción, prestación, uso y aprovecha-miento serán regulados por el Estado”, reza elartículo 74 de la Constitución.

El agua fue declarada en la AsambleaConstituyente de Montecristi como un derechohumano fundamental. El agua, entonces, no

25 Sin embargo, no se puede excluir el uso de valores económi-cos como un tipo de valoración humana, que un momentodeterminado pueden ser de utilidad sobre todo para diseñary concretar políticas dentro de los procesos de transición delantropocentrismo al biocentrismo.

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puede ser vista como un negocio. Por eso, al ini-cio del texto constitucional se estableció, en elartículo 12, que “el derecho humano al agua esfundamental e irrenunciable. El agua constituyepatrimonio nacional estratégico de uso público,inalienable, imprescriptible, inembargable y esen-cial para la vida.”

La trascendencia de estas disposicionesconstitucionales es múltiple.

• En tanto derecho humano se superó lavisión mercantil del agua y se recuperó ladel “usuario”, es decir la del ciudadano yde la ciudadana, en lugar del “cliente”,que se refiere solo a quien puede pagar.

• En tanto bien nacional estratégico, se res-cató el papel del Estado en el otorga-miento de los servicios de agua; papel enel que el Estado puede ser muy eficiente,tal como se ha demostrado en la práctica.

• En tanto patrimonio se pensó en el largoplazo, es decir en las futuras generaciones,liberando al agua de las presiones corto-placistas del mercado y la especulación.

• En tanto componente de la Naturaleza, sereconoció en la Constitución de Monte -cristi la importancia del agua como esen-cial para la vida de todas las especies,pues hacia allá apuntan los Derechos dela Naturaleza.

Esta constituyó una posición de avanzadaa nivel mundial. Dos años después de la incor-

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poración de este mandato constituyente referi-do al agua, el 28 de julio del 2010, la AsambleaGeneral de Naciones Unidas aprobó la propues-ta del gobierno del Estado Plurinacional deBolivia declarando “el derecho al agua segura yal saneamiento como un derecho humano”. Estees un derecho “esencial para el goce pleno de lavida y de todos los derechos humanos”, de con-formidad con dicha declaración.

La soberanía alimentaria, que incorporala protección del suelo y el uso adecuado delagua, que representa un ejercicio de proteccióna los millares de campesinos que viven de sutrabajo y por cierto la existencia digna de todala población, se transformó en otro eje conduc-tor de las normativas constitucionales. Estedebería ser el punto de partida de las políticasagrarias e incluso de la recuperación del verda-dero patrimonio nacional: su biodiversidad. Enla Constitución se plasma incluso la necesidadde conseguir la soberanía energética, sin poneren riesgo la soberanía alimentaria o el equili-brio ecológico.

Por otro lado, en los Derechos de la Na -turaleza el centro está puesto en la Naturaleza,que incluye por cierto al ser humano. La Na -turaleza vale por sí misma, independientementede la utilidad o de los usos que le dé el serhumano. Esto es lo que representa una visiónbiocéntrica. Estos derechos no defienden unaNaturaleza intocada, que nos lleve, por ejemplo

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a dejar de tener cultivos, pesca o ganadería.Estos derechos defienden el mantenimiento delos sistemas de vida, los conjuntos de vida. Suatención se fija en los ecosistemas, en las colec-tividades, no en los individuos. Se puede comercarne, pescado y granos, por ejemplo, mientrasme asegure que quedan ecosistemas funcionan-do con sus especies nativas.

La representación de estos derechos co -rresponde a las personas, comunidades, puebloso nacionalidades. A despecho de los contradic-tores de esta propuesta vanguardista, laConstitución es categórica al respecto en suartículo 71: “La Naturaleza o Pacha Mama,donde se reproduce y realiza la vida tiene derechoa que se respete integralmente su existencia y elmantenimiento y regeneración de sus ciclos vita-les, estructura, funciones y procesos evolutivos.Toda persona, comunidad, pueblo, o nacionali-dad podrá exigir a la autoridad pública el cum-plimiento de los derechos de la Naturaleza. Paraaplicar e interpretar estos derechos se observaránlos principios establecidos en la Constitución, enlo que proceda”.

A los Derechos de la Naturaleza, en estecaso declarados por el pueblo ecuatoriano quees el que en definitiva redactó la Constitución através de sus asambleístas y que la aprobó conuna amplísima mayoría en el referéndum del 28de septiembre del 2008, se los considera comoderechos ecológicos para diferenciarlos de los

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derechos ambientales, que surgen desde losDerechos Humanos. Estos derechos ecológicosson derechos orientados a proteger ciclos vitalesy los diversos procesos evolutivos, no sólo lasespecies amenazadas y las áreas naturales.

En este campo, la justicia ecológica pre-tende asegurar la persistencia y sobrevivencia delas especies y sus ecosistemas, como conjuntos,como redes de vida. No es de su incumbencia laindemnización a los humanos por el dañoambiental. Se expresa en la restauración de losecosistemas afectados. En realidad se debenaplicar simultáneamente las dos justicias: laambiental para las personas, y la ecológica parala Naturaleza; son justicias estructural y estraté-gicamente vinculadas.

En definitiva, habría que distinguir dosplanos. Un primer plano descriptivo y crítico enque los Derechos Humanos, y en particular elderecho a un medio ambiente sano en su ver-sión tradicional, son identificables como antro-pocéntricos. Un segundo plano normativo yreconstructivo en que se produce una reconcep-tualización profunda y transversal de los Dere -chos Humanos en términos ecológicos, pues alfinal la destrucción de la Naturaleza niega lascondiciones de existencia de la especie humanay por tanto atenta contra todos los De rechosHumanos. Inversamente, si la Naturaleza inclu-ye a los seres humanos sus derechos no puedenser vistos como aislados de los del ser humano,

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aunque tampoco deben ser reducidos a éstos.En consecuencia derechos como el derecho altrabajo, a la vivienda, a la salud, incluso al acce-so a la propiedad deben entenderse también entérminos ambientales. En este plano prescripti-vo, los Derechos Humanos y los Derechos de laNaturaleza siendo analíticamente diferencia-bles, se complementan y transforman en unasuerte de derecho de la vida y a la vida.

Para concluir este punto, y volviendo alas reflexiones de Gudynas, los Derechos de laNaturaleza necesitan y la vez originan otro tipode definición de ciudadanía, que se construyeen lo individual, en lo social colectivo, perotambién en lo ambiental. Ese tipo de ciudadaní-as son plurales, ya que dependen de las historiasy de los ambientes, acogen criterios de justiciaecológica que superan la visión tradicional dejusticia. Gudynas denomina a estas ciudadaníascomo “meta-ciudadanías ecológicas”.

Los Derechos de la Naturaleza, una tarealocal y global

La Humanidad requiere propuestas inno-vadoras, radicales y urgentes que permitan defi-nir nuevos rumbos para enfrentar los gravesproblemas globales que le aquejan. Es necesariauna estrategia coherente para construir unasociedad equitativa y sustentable; es decir unasociedad que entienda que forma parte de laNaturaleza y que debe convivir en armonía conla Naturaleza.

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Si en un pequeño país andino comoEcuador, se dio un paso histórico de trascen-dencia planetaria, es de esperar que en el restodel mundo se comience a debatir sobre el tema.

Tengamos presente, que la toma de con-ciencia a nivel mundial sobre los problemasambientales globales tiene historia. Desde lamitad del siglo XX empezaron a aparecer variasinstancias preocupadas por la tierra: la UniónMundial para la Conservación de la Naturaleza(UICN), en 1948; la Conferencia para la Con -servación y Utilización de los Recursos, en1949; el Convenio de Ginebra sobre el Derechodel Mar, en 1958; o, el Tratado Antártico en1959, para citar algunas de las organizacionesmás destacadas.

Posterior al informe Meadows, desde dela conferencia de Estocolmo en 1972 los proble-mas ambientales son definidos como temas quesuperan las fronteras de los Estados nacionales.Son ya varias las conferencias mundiales dedi-cadas al ambiente, como la de Rio de Janeiro en1991 y la de Johannesburgo en 2001, con indu-dable influencia en los países y en las mismasrelaciones internacionales. Paulatinamente es -tos problemas ambientales globales han modifi-cado la forma en que se aborda este reto y lavisión que tienen los seres humanos sobre laNaturaleza.

Un reclamo formal por acciones globalesconcertadas fue formulado en 1980. En el

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“Informe Norte-Sur: Un programa de sobreviven-cia”, elaborado por una comisión presidida porex-canciller alemán Willy Brandt, se establecióque “estamos cada vez más, nos guste o no, frentea problemas que afectan a la humanidad en suconjunto, por lo que las soluciones a estos proble-mas son inevitablemente internacionales. La glo-balización de los peligros y los retos demandapolíticas internacionales que van más allá de lostemas parroquiales o, incluso, nacionales.”

El derecho, las instituciones y las políticashan evolucionado. Desde aquellas ahora lejanasdeclaraciones a la fecha son muchos los cam-bios introducidos. También la sociedad civil,con creciente consciencia global, comienza adesplegar una serie de acciones e iniciativas. Escada vez más evidente la necesidad de cooperarpara proteger la vida del ser humano y la delplaneta mismo.

En la línea de estas discusiones, llevadas acabo en la sociedad civil, se debe también seña-lar que ya hay un par de propuestas de declara-ción de los Derechos de la Naturaleza. Porejemplo, están la Declaración Universal de losDerechos de la Tierra, impulsada por EnActInternational; una organización dirigida porComac Cullinam, jurista sudafricano, que hatrabajado sobre esta materia y tiene varios estu-dios al respecto. También hay la propuesta deGeorge Winter, de la Casa del Futuro (Haus derZukunft) en Alemania.

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Retrocediendo un poco en el tiempo,puesto que se está puntualizando algunosesfuerzos desde la sociedad civil, asoma comooportuno reconocer el valioso aporte de Chris -topher Stone, considerado por Leimba chercomo el “padre de los Derechos de la Natu -raleza”, o de Albert Schweizer, por ejemplo.

Todos estos esfuerzos mencionados ymuchos otros más han preparado el terrenopara caminar en la búsqueda de un reencuentrodel ser humano con la Naturaleza, que es de loque en definitiva se trata. Entonces, si se propo-ne como opción a desplegar la DeclaraciónUniversal de los Derechos de la Naturaleza,habría que analizar cuáles serían los medios ylos caminos a emplear.

Bolivia, en cuya Constitución no constanlos Derechos de la Naturaleza, ha asumido unimportante liderazgo. A raíz del fracaso de laCumbre de Copenhague en diciembre del 2009,el presidente Evo Morales convocó a laConferencia Mundial de los Pueblos sobre elCambio Climático y los Derechos de la MadreTierra, que se realizó en Cochabamba, en abrildel 2010. Allí, a más de promocionar el tema delos Derechos de la Naturaleza, se planteó lacrea ción de un tribunal internacional para san-cionar los delitos ambientales.

Más adelante, en julio del mismo año,Bolivia consiguió otro logro sustantivo con ladeclaración del agua como un derecho humano

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fundamental en el seno de Naciones Unidas;algo que ya se alcanzó en la Asamblea Cons -tituyente ecuatoriana de 2007-2008.

Aprendiendo de esta acción diplomáticaboliviana, para impulsar la Declaración de losDerechos de la Naturaleza y así como la crea-ción del mencionado tribunal internacional, sedebería dar lugar a la conformación de un blo-que de países comprometidos con el tema, queplanteen estas luchas en un marco estratégicode colaboración y complementación internacio-nal, considerando que este tipo de accionestomarán tiempo en cristalizarse. Y que, por lotanto, estas acciones deben ser múltiples y plu-rales para sumar adeptos para la causa.

Una acción de este tipo exige un esfuerzosostenido de coordinación y respaldo por partede la sociedad civil de cada uno de los paísesinvolucrados en este empeño, así como tambiénde otros actores de la sociedad civil mundial.No se trata de una acción de los gobiernos sim-plemente. Por lo tanto, este esfuerzo a nivel di -plomático tiene que complementarse con acti-vidades y campañas propuestas e incluso dirigi-das desde la sociedad civil. Esta conclusión esfundamental considerando que en no pocasocasiones los cambios de gobierno puedenhacer perder el rumbo trazado inicialmente oinclusive en los gobiernos proponentes puededeclinar el interés por los proyectos iniciados.

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Es preciso estudiar todas las opciones aseguir en el ámbito internacional, conscientesde que no es posible esperar que una Declara -ción como la que aquí se propone de resultadosinmediatos. Hay que recordar que los DerechosHumanos no surgieron como conceptos total-mente desarrollados. Desde la Revolución Fran -cesa hasta su Declaración Universal en diciem-bre del 1948 fueron muchas las luchas y tam-bién las frustraciones acumuladas. Su diseño yaplicación han implicado e implican un esfuer-zo sostenido. Y desde entonces cada nuevoderecho implica una compleja acción política,en el marco de redoblados pasos diplomáticos.Así, el Derecho Humano a la educación y al tra-bajo, incorporado en la Declaración Universalde los Derechos Humanos, exigió un prolonga-do proceso de debate y construcción. Algo simi-lar aconteció con el Pacto Internacional sobreDerechos Económicos, Sociales y Culturales ocon la Declaración sobre los Derechos de losPueblos Indígenas.

Téngase presente también lo difícil que esla aceptación en la práctica de los DerechosHumanos, asumidos formalmente como unmandato universal ya en el año 1948. Esto, sinembargo, no debe conducir al desaliento. Alcontrario es indispensable pensar en dichaestrategia y en el camino diplomático a seguir.

En síntesis, la tarea pendiente es comple-ja. Hay que vencer tanto visiones miopes como

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resistencias conservadoras y posiciones prepo-tentes que esconden una serie de privilegios, altiempo que se construyen diversas y pluralespropuestas estratégicas de acción. La estrictavigencia de los Derechos de la Naturaleza exigela existencia de marcos jurídicos internacionalesadecuados, teniendo en consideración que losproblemas ambientales son temas que atañen ala humanidad en su conjunto.

En última instancia reconozcamos queen el Ecuador está en juego el buen vivir osumak kawsay, base del Estado plurinacional eintercultural, relacionado estrechamente con losDerechos de la Naturaleza. Y que estos dere-chos, imbricados cada vez más con los DerechosHumanos, nos conminan a construir democrá-ticamente sociedades sustentables, a partir deciudadanías plurales pensadas también desde loambiental.

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Post scriptum

Podemos decir, para empezar, que la pro -hibición de la muerte de los toros en las corri-das no defiende los Derechos de la Naturaleza.Por otra parte, la consulta popular es sin dudaun ejercicio de participación. Para temas am -bientales, es una herramienta que puede servirpara cristalizar la protección de derechos a unambiente sano y equilibrado, tanto como losderechos colectivos. ¿Fue la consulta de mayodel 2011 un ejercicio de participación? ¿Intro -dujo realmente aspectos ambientales sustanti-vos y fue una oportunidad para defender losDerechos de la Naturaleza? Estas son dos cues-tiones fundamentales para analizar el alcance dela pregunta número 8 de la consulta popular del7 de mayo del 2011, que dice “¿Está usted deacuerdo que en el cantón de su domicilio seprohíba los espectáculos que tengan como fina-lidad dar muerte al animal?”

Esta pregunta fue presentada como unejercicio de defensa de los Derechos de la Natu -raleza. En los discursos oficiales de los promo-tores de la consulta, se quería dar una señal dereconocimiento de los Derechos de la Natu -raleza. Como un balance de esta publicaciónsobre Derechos de la Naturaleza, proponemos

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este post scriptum pues vale la pena reflexionarsobre el alcance de este tema en la Constituciónde Montecristi.

Veamos el contenido del artículo 71, quees el que consagra los Derechos de la Natura -leza. En el párrafo 1 de dicho artículo se mani-fiesta “La naturaleza o Pacha Mama, donde sereproduce y realiza la vida, tiene derecho a quese respete integralmente su existencia y el man-tenimiento y regeneración de sus ciclos vitales,estructura, funciones y procesos evolutivos.”

Cuando se estableció la equivalencia denaturaleza por Pachamama, se dio un salto enrelación a lo que tradicionalmente las cienciasnaturales han reconocido como naturaleza: loscomponentes bióticos y abióticos de un ecosis-tema. La Pachamama incorpora no solo a lanaturaleza tal y como la conocemos, sino queincorpora a los seres humanos, a sus relacionesentre las comunidades y con el territorio e in -cluso a los seres espirituales. La Pachamama esun concepto que lleva implícitos a la comuni-dad, el territorio y la biodiversidad. Los toros delidia o los gallos de pelea, en forma aislada, noentran en estas categorías, pues en este primerpárrafo del artículo 71 se dice que deberá respe-tarse “integralmente su existencia y el manteni-miento y regeneración de sus ciclos vitales,estructura, funciones y procesos evolutivos.”

Los toros de lidia son una especie cultiva-da con el conocimiento y trabajo humano des -

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de hace diez mil años. La presencia de los torosen mitos, leyendas, pinturas rupestres revelauna supervaloración de este animal desde tiem-pos prehistóricos. Las corridas de toros sonconsideradas una de las expresiones de la cultu-ra hispánica. En España hay importantes deba-tes sobre cómo garantizar la existencia de lasdiferentes variedades de toros de lidia, y entreesas han surgido importes cuestionamientos ala celebración de las corridas de toros en símisma, pues se la considera una celebraciónarcaica. En marchas y declaraciones se insisteque “la tortura no es cultura”. Lo cierto es que,incluso asumiendo que hay expresiones cultu-rales diversas, estas no son estáticas; cambian, seenriquecen, se reformatean con el tiempo,incorporan nuevas apreciaciones frente a lavida y la sociedad.

El trato cruel, el abuso y la muerte de ani-males son síntomas de una ruptura de nuestracondición de seres que integramos la naturaleza.Nadie tiene derecho a maltratar a otras especies,a abusar de ellas, a pretenderse con derecho adominar y maltratar. Nuestra condición de serparte de la Pachamama es una ruta de un nuevoaprendizaje que los pueblos andinos compartencon el conjunto de las sociedades. Esta aproxi-mación replantea prácticas culturales propias ynos invita a cuestionar otras, incluso algunascalificadas como ciencia, por ejemplo la experi-mentación cruel con animales, u otras de pro-ducción y consumo, como la cría masiva de ani-

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males en condiciones de irrespeto total a la cali-dad de vida, o la existencia de mataderos encondiciones deplorables, o incluso el agresivouso de productos como son las hormonas… ypor supuesto, las corridas de toros.

Volviendo al artículo 71 de la Consti -tución de Montecristi, revisemos el párrafo 2“Toda persona, comunidad, pueblo o nacionali-dad podrá exigir a autoridad pública el cumpli-miento de los derechos de la naturaleza. Paraaplicar e interpretar estos derechos se observa-rán los principios establecidos en la Consti -tución, en lo que proceda.”

Existen muchísimos colectivos, sobre to -do juveniles, que condenan desde tiempo atrás,las corridas de toros por considerarlas crueles,coloniales, innecesarias. Estos grupos son lo quealentaron con fuerza la aprobación de esta pre-gunta de la consulta popular. Otros grupos queapoyan la eliminación de toda forma de torturaen contra de los animales no apoyaron esta pre-gunta por considerarla de efecto "perverso yhasta cobarde". Perversa en tanto legitimó lamuerte y tortura del animal en muchos canto-nes del país y cobarde porque no asumió enrealidad la defensa de los Derechos de la Natu -raleza, y más bien actúo como "destructora" deotros temas de fondo… básicamente, el relacio-nado con “meterle la mano a la justicia”.

Las personas, comunidades y nacionali-dades han demandado en más de una ocasión

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su derecho a ser consultadas, y este derecho seles ha limitado. Si se consulta por las corridas detoros, ¿por qué no hacerlo por temas que afec-tan la naturaleza, por ejemplo la minería metá-lica a gran escala y a cielo abierto en las respec-tivas jurisdicciones cantonales?

Para completar la lectura del artículo 71de la Constitución, concentremos por último enel párrafo 3 “El Estado incentivará a las perso-nas naturales y jurídicas, y a los colectivos, paraque protejan la naturaleza, y promoverá el res-peto a todos los elementos que forman un eco-sistema”. Proteger a los ciudadanos de espectá-culos crueles es necesario por un sentido básicode formación en el respeto a la vida. El Estadotiene la obligación de fomentar el respeto a lavida de los toros o de otros animales. Estas obli-gaciones, sin embargo, no pueden ser solamentede carácter cantonal. Los derechos fundamenta-les, y se entiende que el Estado asume los dere-chos de los animales en tanto sujetos de dere-chos en tanto parte de la naturaleza, son dere-chos de inmediata y nacional aplicación.

De los resultados de la consulta nos que-dan algunas cuestiones para comprender yalgunas conclusiones fundamentales:

1. En ningún caso se puede seguir asu-miendo como cultura aquellas actividades oacciones que provocan tortura, no simplementela muerte del animal. Las corridas de toros o laspeleas de gallos son un tema esencialmente de

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educación y cultura. Una consulta sobre estostemas, planteada a nivel nacional, pudo permi-tir la discusión de temas fundamentales.Haberle dado un carácter cantonal a la decisiónes profundamente contradictorio con el espíritude la crítica a las corridas de toros o a las peleasde gallos o de perros. En la práctica esta consul-ta legalizó las corridas de toros, creando paraí-sos para su realización. Adicionalmente, haberprohibido únicamente la muerte del animal,implica que en muchos cantones se manten-drán las corridas de toros y otros espectáculoscargados de crueldad contra los animales. Enrealidad, con esta pregunta se postergó la apli-cación que en el futuro pudieran tener los dere-chos de los animales, si asumimos que entre losDerechos de la Naturaleza estaba la protección acada uno de los individuos que hacen parte dela misma.

2. Las corridas de toros sin duda son ex -presión de una herencia colonial que ofendenuestra condición de Estado plurinacional; elculto a la dominación del animal, la apologíadel patriarcado y las demostraciones elitistas eindividualistas, son expresiones de la coloniali-dad del poder, que deberemos trabajar desde lainterculturalidad. La pregunta 8 debió contri-buir a la promoción de una cultura de no vio-lencia y a la reflexión de la descolonialidad,pero no lo hizo.

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3. Contrariamente a lo que se pretendíaargumentar, la pregunta 8 nada tuvo que vercon los Derechos de la Naturaleza. No se tratabade la amenaza a un ecosistema, a una especie enestado natural o a unas relaciones entre territo-rio y comunidad. En esta materia hay decenasde procesos de consultas obligatorias que debe-rán realizarse como garantías a los derechosambientales de la persona, comunidades ynacionales y de la naturaleza como sujeta dederechos, en relación a la inminente minería enel sur de la Amazonía, a la desesperada aperturapetrolera, a la agroindustria por sobre la sobe-ranía alimentaria, al cuidado del agua, etc. Haytambién decenas de conflictos en relación aáreas protegidas, para los que se prevé la con-sulta popular, que habrían resultado interesan-tes para discutir los Derechos de la Naturaleza,si ésa era la intención.

En el artículo 407, “Se prohíbe la activi-dad extractiva de recursos no renovables en lasáreas protegidas y en zonas declaradas comointangibles, incluida la explotación forestal.Excepcionalmente dichos recursos se podránexplotar a petición fundamentada de la Presi -dencia de la República y previa declaratoria deinterés nacional por parte de la Asamblea Na -cional, que, de estimarlo conveniente, podráconvocar a consulta popular.”

4. Los temas de la consulta eran otros.Los derechos estuvieron desdibujados, más bien

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se impuso un viejo interés de la derecha de con-trolar la justicia. Todo ello fomenta la sospechade que quien formuló las preguntas era de dere-cha, porque si de algo no extiende la derecha esde derechos.

Lo que quedó claro es que la sociedadtendrá que construir, desde las bases, las basesmismas de una nueva civilización, cimentadaen principios éticos, en donde la relación derespeto y armonía con la naturaleza seráncimientos del futuro.

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Otras publicaciones de la serie sobre el debate constituyente

Editores: Alberto Acosta y Esperanza Martínez

• El Buen Vivir. Una vía para el desarrolloAlberto Acosta y Esperanza Martínez (compiladores)

• Plurinacionalidad. Democracia en la diversidad.Alberto Acosta y Esperanza Martínez (compiladores)

• Derechos de la naturaleza. El futuro es ahoraAlberto Acosta y Esperanza Martínez (compiladores)

• El mandato ecológico. Derechos de la Naturaleza ypolíticas ambientales en la nueva ConstituciónEduardo Gudynas

• Agua: un derecho fundamentalAlberto Acosta y Esperanza Martínez (compiladores)

• SoberaníasAlberto Acosta y Esperanza Martínez(compiladores)

• Refundación del Estado en América Latina. Perspectivas desde una epistemología del SurBoaventura de Sousa Santos

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• Maldesarrollo y mal vivir.Pobreza y violencia a escala mundialJosé María Tortosa

• El Neoconstitucionalismo transformador.El estado y el derecho en la constitución de 2008Ramiro Ávila Santamaría