La nostalgia de los muertos 1

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Novela ligera, ilustracion manga

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“En algún momento de la vida, debemos de aprender a deshacernos de todo lo que amamos, incluso si ellos

quieren quedarse con nosotros”.

Eran las dos de la mañana, me encontraba en la central de autobuses de la ciudad de Guadalajara, esperaba abordar el autobús que me llevaría hacia mi ciudad natal, estuve fuera por exactamente cuatro años, por fin regresaba a la ciudad de México, donde dejé toda una vida a causa de la tragedia, deje mi em-pleo, a mi familia y a mi esposa, ella tan hermosa y sincera.

Después de que nos despedimos por una estúpida discusión donde la cul-paba de todo lo que había sucedido, y haberme ido de la casa, mantuvimos un tímido contacto, la distancia había hecho estragos nuestra relación y la descon-fianza se había anidado en nuestros corazones, muchas de las veces que ha-bíamos hablado estuvo en mi garganta el preguntarle si se había vuelto a casar, o si había alguien nuevo en su vida, pero sé que odiaría la respuesta, después de todo saber que tu ex pareja ha vuelto a albergar esperanza con alguien más, te deja un sentimiento extraño en el estómago.

El recuerdo de sus besos y de sus caricias, se encontraba mi mente y mi corazón, cuando sin querer derramé un poco de café caliente sobre mi mano izquierda, el dolor fue inmediato, había alcanzado manchar mis zapatos y mi saco, el pequeño dolor de la quemadura me hizo recordar la pena que alberga-ba y el por qué me dirigía hacia la ciudad de México, mi visión se hizo un tanto borrosa por las lágrimas que la atormentaban -finamente voy a verte después de que en un arranque de locura, te quitaste la vida en frente de tu familia, un regalo de navidad bastante extraño-.

La voz de tu madre cuando me dijo lo sucedido era totalmente serena, creo que había quedado en shock y todavía no podía asimilar la noticia; tu padre, según me contaron, no quiso volver a hablar del tema con nadie, ¿Qué te lleva-ría a hacer algo así? cuál fue el problema que no pudiste resolver, tú que todo lo podías, ¿qué pudo haberte derrotado? Pensar que pude haber estado contigo y que se hubiera evitado esto, quedarme a llorar a nuestro hijo como se debe, no huir, no pensar en culpables, me quedo sereno al pensar que están juntos, y otra vez me siento fuera de lugar, incluso ahí, ustedes son algo más de lo que soy yo, están en un lugar que sólo les corresponde a ustedes.

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Ya son la dos con cuarenta y cinco minutos del día sábado, en 12 horas será tu entierro después de que el servicio funerario prepare y entregue el cuerpo. Me levanto del asiento, tiro los sobrantes de un sándwich y mi vaso de cartón donde bebía café, tomo el autobús que me llevará a mi destino, tengo que dor-mir por lo menos unas horas antes de ver de frente a tu madre y explicarle por qué había huido.

Habían pasado 6 horas de camino, cuando el autobús frenó de repente, el golpe despertó a muchos de los pasajeros que creyeron que habíamos llegado a nuestro destino, pero lejano a eso frente a nosotros se encontraba un retén y que gracias a la violencia, desgraciadamente se había vuelto parte de la rutina en las carreteras del país, pero algo llamó mi atención, no era un retén militar común, se notaba que no eran soldados sino que eran agentes de las fuerzas especiales del gobierno, un grupo que se había creado de forma reciente con base en los operativos de la viejas agencias de seguridad interna, había leído que muchos de los involucrados habían participado en operaciones especiales en Europa del Este.

Un tanto adormilado, notaba como los agentes pasaban la luz de sus lin-ternas por las llantas del autobús, continuamente se comunicaban por radio y apuntaban sus armas hacia las ventanas del autobús algo que en especial me puso nervioso, pero decidí no tomar importancia y comencé a repetirme que no pasaría nada y que no había posibilidad de que algún narcotraficante haya abordado el mismo autobús que yo.

En esos pensamientos me encontraba cuando, se abrió la puerta del auto-bús, entrando un agente que cubría su cara con un pasamontañas de licra y que llevaba el mismo atuendo y porte que los demás pero se notó que por su forma de hablar y por la computadora que llevaba consigo que era de un rango diferente, en mi vida había visto una computadora personal tan sofisticada y tan extraña, el hombre sólo tocaba la pantalla, interrumpiendo esto se dirigió a nosotros.

-Señores pasajeros, es mi deber informarles que este autobús comercial no po-drá seguir su camino y que no habrá manera en que puedan entrar a la ciudad de México, no podemos decirles la situación en la que se encuentran, no llamen a sus familiares porque esto cargaría las líneas telefónicas y de red, limitando la comuni-cación de los equipos de emergencia.

Escuchando esto, creí que era un mal sueño, no podía creerlo, ¿que pudo haber sido tan grave como para cerrar la entrada y salida hacia un área urbana tan grande? Un pasajero se levantó y le dijo al agente:

-Pero, por favor díganos que ha sucedido, tenemos derecho de saberlo, por favor, mis hijas están ahí quiero saber que ha pasado.

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El agente miro hacia su compañero el cual yo no había notado por encon-trarse detrás del primero que nos habló, el de atrás se comunicó por radio y asentó con la cabeza, ante esto el agente miró al hombre que había pedido la información y dijo:

-Escuchen, hubo un ataque en la ciudad de México, cierto grupo de resistencia se hizo de armas bastante extrañas traídas del norte del país, y detonaron bombas de gas con el virus AH1 N1, que hicieron el aire de la ciudad de México bastante peligroso, somos fuerzas especiales de los estados que rodean. Se reportan acti-vidades bastante sospechosas en el interior de la ciudad y parece que las fuerzas militares están combatiendo contra la guerrilla rebelde, eso es todo lo que sabe-mos por el momento. Les pido que sean muy conscientes de la situación y que mantengan la calma.

Impactado, era poco para describir como me sentía en ese momento, cómo puede ser que el mundo se haya ido al carajo tan rápido ¿Cuánto tiempo había pasado? Seis horas ¿Cuánto dormí? Por lo menos 3 horas, me recargue en mi asiento con pesadez, no sabía que iba a pasar ahora, pensaba sólo en nuestras familias, tenía que saber algo de ellas, saber que estaban bien y que estaban a salvo. Pero ¿cómo? cómo comunicarme con ellos, si estaba varado en la carre-tera.

Pasaron 45 minutos desde que nos detuvieron en la carretera, y a nuestro lado se encontraba otro autobús de pasajeros, a los cuales también se les detu-vo y deduzco, por las expresiones de los pasajeros, que ya se les informo de la situación que se presentaba en la ciudad de México, durante esos 45 minutos, una señora no había dejado de llorar, viajaba sola y se encontraba cerca de mí, nadie había querido acercarse a consolarla, incluso si yo me acercara no sabría que decirle, no creo tener esa capacidad de empatía con los demás, así que sólo la ignoraba.

Pero ese llanto me hizo pensar en ti ¿Cuánto habrás llorado por nuestro hijo? quisiera haber estado ahí cuando me necesitabas, pero si entendieras que no podía ni siquiera verte a los ojos sin sentir una presión en el pecho de recrimi-narte de no haberlo cuidado, de no haber cumplido tu papel de madre.

Recuerdo mi vida antes de todo lo que paso, yo era un enfermero, trabajaba salvando vidas, mi hijo se sentía muy orgulloso de mí y junto contigo a mi lado, pensaba que el mundo era perfecto, que teniéndolos a mi lado nada podría fal-tarme, recuerdo nuestras fiestas, nuestros aniversarios, las veces que hicimos el amor, tus besos, tu aroma, todo lo llevo en mí, todo lo que era mi vida anterior a la muerte de nuestro hijo, cuando él falleció quemé tus fotos, quería que fue-ras borrada de mi vida, quería que estuvieras muerta, qué idiota era al pensar que tu muerte me traería alegría y paz.

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Mi mente se llenaba de recuerdos dolorosos, cuando escuché un disparo en el autobús contiguo, todos volteamos rápidamente hacia el otro autobús pero lo que vi fue difícil de describir: un sujeto había descendido del otro autobús y había agredido a uno de los agentes que, tratando de defenderse, disparo su arma, pero lo que detenía la lluvia de balas de los compañeros del caído, fue el shock de observar la siguiente y terrible escena: ¡El agente que había caído estaba siendo devorado por su agresor!

El sonido de la carne y de los gruñidos del agresor se mezclaron y por unos segundos, fue lo único que se escuchó en esa parte de la carretera, el agresor seguía arrancando trozos de carne, la sangre se esparcía por todo el pavimen-to, y los que observábamos no podíamos comprender qué estaba sucediendo, hasta que uno de los agentes gritó con desesperación, tomó su rifle de asalto y comenzó a dispararle al agresor que por el impacto de las balas había sido aventado hacia atrás, mas no parecía sufrir ningún tipo de daño -algo está real-mente mal-me dije mientras pensaba en evitar que esa cosa se acercara a mí.

Entre toda la confusión y espanto que se vivía dentro del autobús, afuera se-guían combatiendo contra el fenómeno, nunca había escuchado la detonación de un arma de fuego y debo decir que la primera vez que escuchas un arma disparar, tu cuerpo se estremece como si estuvieran apuntándote a ti, tu mente se prepara para sentir el calor y el dolor de la ráfaga de balas, la gente gritaba, hasta que las balas destrozaron el cráneo del monstruo, fue cuando detuvo sus movimientos, no podía creer lo que había visto.

Observando que el fenómeno no se movía y que sus sesos se esparcían por el pavimento, los agentes se acercaron poco a poco al cuerpo -o como se llame lo que acababa de pasar-, en verdad parecía no tener vida. Todos nos relajamos un poco, salvo las personas nerviosas que habían tenido un ataque de pánico y ahora trataban de ser tranquilizadas por otros, me acerqué, al igual que los demás, hacia la ventana del autobús para ver al cuerpo y a los agentes, para darme un sentimiento de seguridad. Todo parecía estar controlado, por un lado teníamos a los agentes que revisaban el cuerpo con cuidado, mientras contro-laban a los pasajeros curiosos que querían bajar a observar también el cuerpo del monstruo, fue cuestión de un segundo, lo juro, un segundo en que voltee a ver a los pasajeros cuando escuche un golpe seco, regrese la vista rápidamen-te y otro agente ya estaba siendo devorado por otra de esas cosas, los demás comenzaron a disparar, pero también fueron derribados y mordidos no sólo por uno sino por varios sujetos, la sangre no tardó en brotar, la gente gritó con temor, muchos aparecieron de repente, golpeando las ventanas del autobús.

Asustado entré al baño del autobús, baje la cabeza y comencé a rezar, apreté mis ojos para refugiarme, no quería estar ahí, -todo esto es una maldita pesa-

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dilla- me dije. En mis rezos le pedía a Dios que me ayudara, que me dijera qué tenía que hacer, mi mente de nuevo se iba a perder en los recuerdos y en las promesas de un paraíso para aceptar lo que tendría que pasar con mi humani-dad intacta. Pero todo cambió en ese momento:

-¡Maldito, te das el lujo de despreciar tu vida!

No podía creerlo, escuchaba tu voz de nuevo, incluso después de tanto tiem-po de no oírla, la recordaba a la perfección -¿Qué era esto? ¿Qué estaba pa-sando? La voz de mi esposa recién fallecida resonaba en mi cabeza, me gritas-te de nuevo.

-¡Es lo que querías! Muere maldito, sal y muere, pero sólo si desprecias tu vida, sólo si escupes sobre los que abandonaron la vida y te envidian, ellos que quieren la vida que tu desprecias, no eres más que una mierda danzante!

-¡¿Por qué me gritas?! Tú despreciaste tu vida, te diste un tiro frente a tu fa-milia, tus sesos se fueron sobre las pinturas que tanto apreciaba tu madre.

-Yo viví y morí como quise, morí cuando yo quise y fue por amor a mi hijo, tú no eres más que una mierda que huyó de todo, no tengas miedo maldito, no escupas sobre los restos de tu hijo.

Tenías razón, no era el momento de sentir miedo -si estos hijos de puta, que-rían mi sangre la tendrían que conseguir después de que el supuesto Dios y yo saldemos cuentas, y eso pasará cuando deshaga todo lo que ha hecho en mi vida, ¡A la mierda! ¡No moriré aquí! No escapare de nuevo, no seré un cobarde otra vez, de ninguna manera huiré-

Salí del baño del autobús solamente para observar como los malditos mons-truos se amontonaban sobre el autobús, los pasajeros que habían tratado de huir a pie ya estaban siendo devorados por los caídos dejándonos expuestos a los nos quedamos dentro, por no haber cerrado la puerta.

Ya comenzaban los primeros forcejeos entre los pasajeros que iban en los primeros asientos del autobús y los caídos para volver a cerrar la puerta, en estos mismos forcejeos, los monstruos jalaban al infeliz conductor, devorándo-lo. Con mucho esfuerzo los pasajeros de adelante lograron cerrar la puerta pero uno de los engendros se quedó dentro del autobús mordiendo y golpeando a los que estaban cerca de él, hubo mucha sangre y muerte en ese pequeño es-pacio.

Pensé en buscar un arma pero la seguridad en la central de autobuses era muy estricta y no permitía subir ningún tipo de herramienta o de utensilio, el es-tar en uno de los últimos asientos del autobús me dio tiempo para buscar entre las mochilas de los pasajeros que se defendían en la parte de en medio, en-contré una pequeña navaja, libros, cinta adhesiva, nada útil. Pero detrás de las

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maletas se encontraba un tubo viejo, lo arranque y pegue la navaja en la punta del tubo con la cinta adhesiva me aseguré de pegarla bien, al sentir que la nava-ja se encontraba firme, decidí avanzar.

Con paso firme avance hacia uno de los monstruos que devoraban a los pasajeros que se encontraban en medio del autobús, la cosa esa rápidamente volteó hacia mí, al tenerlo de frente le asesté un golpe con el tubo que lo mandó hacia atrás, recompuso su posición de manera casi inmediata y lanzo un segun-do ataque, esta vez yo lo estaba esperando con la navaja lista para matarlo, sa-bía que tenía que darle en la cabeza, así se detuvo el que mataron los agentes.

El espectro se lanzó hacia mí, al estar a una distancia corta, grite y clave mi arma en su ojo derecho, la cosa grito de manera espantosa, pero no dejaba de mover sus brazos que me golpeaban, traté de jalar el arma pero con mi fuerza había despegado la navaja que se encontraba ahora en el ojo del caído.

- ¡Qué idiota pensar que sería como en las películas!-grité.

Al momento de recuperar el arma, solté un gancho con mi mano derecha que derribo al maldito y comencé a avanzar soltando golpes a los que se encontra-ban frente a mí, pasando entre pedazos de cuerpos, gritos de los monstruos y lamentos de las víctimas, yo mismo iba gritando, sentí mis ojos llenarse de lágri-mas de rabia, mis brazos se agotaban, pero seguían golpeando, hasta que uno de esos malditos tomó mi brazo, logrando darme una mordida, con mi brazo iz-quierdo comencé a golpearlo, mas no desistía, logré meter mi dedo pulgar entre sus fauces y abrí su boca, seguí avanzando-¡No moriré aquí hijos de puta!-grité.

Baje del autobús y corrí hacia el retén deseando que los agentes que lo de-fendían no me confundieran con uno de los caídos, al correr sentí un peso en la cintura, era uno de los malditos, que trataba de derribarme a este se le unió otro que únicamente me arañó el pecho, al primero alcancé a darle un gancho con mi mano derecha en la nuca, llegue casi arrastrándome al retén, donde los agentes me mantuvieron con la cabeza abajo, alcancé a alzar la mirada para observar que venían muchos de ellos, y que las armas de los agentes comen-zaban a no tener efecto entre la masa de monstruos que venía con dirección a nosotros.

Los agentes sólo gritaron: -¡saquen a los civiles que queden vivos, tenemos que mantenerlos vivos!- con este grito, los agentes comenzaron lo que sería su último ataque en contra de la horda, a cual rápidamente alcanzo a los primera fila de agentes, yo me levanté, observe los alrededores y noté un pequeño camino que daba hacia un terreno de cultivo.

Regresé la mirada hacia la batalla, los agentes que me cubrieron las espal-das estaban a punto de ser presas de los enfermos, ellos gritaron de manera espantosa cuando sintieron las mordidas de los locos, busque en el suelo y

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encontré una granada, sabía que tenía que quitarle el seguro, se lo arranque, mantuve presionada la palanquilla y la arroje hacia el espacio entre los dos au-tobuses, al momento que yo salía corriendo.

La granada no tardó en explotar, el suelo se movió y por un momento sentí que me derribaría pero no podía caer, dos de los infectados me daban persecu-ción, con el brazo herido no podía quedarme a pelear, así que seguí corriendo, no tardé en dar con otro grupo de sobrevivientes, que sirvieron de distracción para que yo huyera de ahí, seguí corriendo, quiero llegar a tu lado, quiero saber qué pasó con nuestras familias en la ciudad, tengo que saberlo.

Salí del maldito agujero que fue el retén comencé a caminar para el destino funesto, con el brazo herido, esperando encontrar otro retén de seguridad, pero lo que encontré fue terrible, en la carretera se encontraban autos abandonados, y entre ellos cientos y cientos de caídos, los pocos no enfermos eran devora-dos, fuego y sangre, observando esto me sentí un tanto enfermo al alegrarme de que estuvieran muertos.

-Están a salvo –dije.

Continuará.