La nostalgia de los muertos 7

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Dante despierta luego de una pesadilla, sin embargo lo que encuentra no parece ser mejor. Sin embargo un personaje conocido logra salvar a Alicia y Dante. ¿Judith está entre ellos?

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CC 2015Virtual Bread Editorial Libre

La nostalgia de los muertos

Historia: Hideo ShirowArte: Laughtman

Ilustración de portada: Diseño de portada:

Corrección de estilo:

Editor:Diseño editorial:

LaughtmanTourner

Tourner

TournerVirtual Bread

Agradecimientos especiales:Anémona

Fulanito de talY a nuestros queridos lectores de prueba

Hecho en México.

Ventas: [email protected]+52 66434640

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“¿Será que estabas destinado a ser mío? No podría explicárte-lo, desde el principio supe que eras algo más, que eras diferente, creo que eso fue lo que me atrajo de ti, después todo se hizo in-tenso, se hizo mágico, quiero creer que estabas destinado a mi”

Era una mañana del sábado como cualquier otra, la casa se encontraba en paz, sus habitantes adultos todavía se encontraban dormidos, como un pe-queño y lindo ladrón un infante caminaba con la punta de los pies acercán-dose a la habitación de sus padres atentando contra esta paz, en su rostro la sonrisa pícara del niño mostraba un par de huecos en su dentadura, su cabello se encontraba enredado y en su pijama tenía manchas de leche con chocolate, parecía que ya llevaba algún tiempo despierto y se había abu-rrido de esperar a que sus padres despertaran así que decidió darles una sorpresa. Siguió avanzando lentamente, tenía en la mente hacer cosquillas en los pies a sus padres, todo estaba listo, abrió la puerta lentamente pero noto que algo estaba mal.

De repente alguien lo tomo por las axilas y lo alzo por los aires, era su padre que ya lo había escuchado acercarse, amorosamente lo depositó so-bre la cama en donde, para sorpresa del infante, su madre salió de entre las cobijas con un gruñido que le hizo sonreír, el hombre y la mujer abrazaron al niño, dándole pequeñas muestras de afecto, en eso se convirtió aquella mañana del sábado, una gran escena de amor, con un hijo lleno de afecto hacia sus padres y unos padres, vueltos locos por él.

-¿Mami, podemos desayunar galletas? –dijo el niño acercándose al pecho de la madre, esta le comenzó a acariciar la frente.

-Pues podríamos si me ayudas a hacerlas –le dijo al niño- aunque pri-mero debemos tomar algo de café- dijo amable la mujer, mientras tomaba a su hijo en brazos.

Madre e hijo se levantaron de la cama en dirección a la cocina, el hombre se les había quedado observando agradecido con la vida por tal obsequio, pero de la nada, comenzó a sentir un dolor intenso en el pecho, dio un grito espantoso que detuvo a la mujer, esta dejó al niño en el suelo que se en-contraba ya en este punto bastante asustado.

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-¿Qué te pasa? No estés jugando por favor, nos estás asustando- grito la mujer seria.

-Por favor llévame al médico, llama a Jiménez, él está de guardia, dile que vamos para allá dile que puedo estar teniendo un infarto –grito el hombre.

-¿Dónde está tu teléfono celular? –grito la mujer.

- Ahí en la gaveta, por favor le hablas en el camino, dile que es una emergencia, dile que…

Pero el hombre no pudo continuar hablando, ya que ante él una horrible imagen había aparecido, la madre de su hijo, se encontraba de pie sin piel, con los ojos encendidos en furia aquella espantosa figura se presentaba como la muerte misma, el hombre comenzó a gritar horrorizado sujetándo-se la cabeza, miró hacia donde se encontraba su hijo, pero en su lugar se encontraba otra espantosa visión, el cuerpo de infante se encontraba en el suelo, este tenía la el cráneo roto y no dejaba de sangrar por la boca, el hombre continuo gritando y pidiendo ayuda.

-¡Por favor Dios mío! ¡Detén esto!

El dolor en su pecho seguía incrementándose mientras que la horrible mujer se acercaba lentamente hacia él, al hombre se le había ido la voz, las lágrimas comenzaron a recorrer sus mejillas, estuvieron frente a fren-te, tanto para que la horrible mujer dejara caer gotas de sangre sobre las manos del hombre, el sólo contemplaba esos horribles ojos, sin duda se encontraba viviendo una pesadilla, en unos momentos más despertaría con su familia, y sin duda se alejaría del trabajo, trataba en vano de darle sentido a la situación.

El hombre por fin comenzó a vomitar de la impresión, el dolor ya no le importaba, solo quería que algo terminara con su sufrimiento, aquel pobre infeliz había perdido la razón, volteo a ver los restos de su hijo, este comenzó a moverse también en su dirección, el hombre dirigió la mirada, al espantoso ente que comenzó a articular palabras.

-No te dejare caer aquí, no has pagado tu deuda, debes quedarte más tiempo, púdrete entre los muertos, dante, el hombre aspiro fuertemente.

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-¡DANTE! – escuché gritar a Alicia a lo lejos, lo que me regreso a la realidad, en la locura y el dolor del fuego había perdido el conocimiento, ella todavía estaba siendo sujetada por los hombres de los otros.

Me di cuenta que en algunos poros brotaba sangre, los malditos engendros que se adjudicaron todo esto se encontraban danzando y cantando, mientras otros fornicaban, cantaban alabanzas, tomando fuerzas trate de empujar mi cuerpo hacia atrás pero mi carne comenzaba a quemarse, mi esposa me despertó, me hizo volver a la realidad para que sufriera este castigo.

-Hija de puta, no moriré aquí, no lo haré- grite con toda la fuerza que me quedaba.

-No blasfemes, cuando te encuentres en tu purificación, debo decirte que todos seremos devorados por las fauces de dios, pero tú iras directa-mente al culo del diablo, arde maldito apostata. –grito el horrible hombre.

-¡Alicia! La voz de un joven se escuchó en a lo lejos, llegaba a confun-dirse con las voces de la muchedumbre que se encontraba reunida para el horrible festejo, no pude distinguir su figura, pero entre los presentes pude observar como entraba a la tienda, elementos de ejército mexicano y que la voz que llamaba a Alicia, era de un joven acompañado de un pe-rro y armado con un machete, el cual comenzó a repartir golpes ante los seguidores de los otros.

-¡Daniel!- gritó Alicia con mucha alegría.

La batalla continuaba, algunos seguidores de los otros, portaban armas de fuego, mismas que ocuparon contra los soldados, ellos en respuesta abrieron fuego con los rifles de asalto, debo decir que me dio mucho gusto ver como caía cada uno de esos cabrones. El joven avanzó hacia donde se encontraba Alicia, los fanáticos la soltaron para acercarse a luchar contra el muchacho, ella cayó al suelo pesadamente, cansada y víctima de todas las cosas que habíamos tenido que pasar.

El joven pudo asestar un golpe en el hombro del fanático, que lo hizo san-grar horriblemente, para después recibir el un golpe directo en el cráneo, el segundo al ver la escena comenzó a acercarse con sigilo y se lanzó contra el joven antes de que pudiera asestarle algún golpe, en la lucha en suelo, el fanático pudo colocarse encima del joven y comenzó a golpearlo salvaje-mente en la cara, pude observar como su pómulo derecho se inflamaba a

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medida que recibía los golpes. Daniel atinó a no soltar el machete, y desde su posición lanzó un golpe a la pierna del fanático, el infeliz gritaba como un cerdo, al sentir el dolor el atacante se hizo para atrás, oportunidad que el joven tomó para darle muerte.

-¡Por favor, Daniel ayuda a Dante! Por favor ayúdalo –dijo Alicia al mu-chacho.

-Alicia, donde carajos te habías metido, vengo siguiendo la pista de los seguidores desde la última vez que nos vimos, ¿estás herida? –Dijo Daniel al observar las heridas en las piernas de Alicia- vamos necesitamos llegar al Estadio Azteca, pero Alicia no hacía caso sólo miraba hacia mi posi-ción, el fuego me seguía lastimando comencé a sentir un dolor inmenso, el plan de los locos al tenerme a esa distancia del fuego, era cocinarme lentamente.

Al ver mi situación, el joven amigo de Alicia se acercó y me alejo de la hoguera, sólo pude verlo y susurrar un gracias, el joven ni siquiera se inmu-tó, se dedicó a cortar mis sogas, para poder liberarme, cuando por fin tuve libertad sobre mi cuerpo, pude notar que algunos seguidores de los “otros” habían escapado, algunos soldados tenían en la mira a algunos sujetos que se encontraban de rodillas y con las manos en la cabeza, eran aquellos in-felices que habían decidido rendirse.

-Hijos de puta.

-¡Dante! –Alicia corrió a mi encuentro, con los ojos llorosos se acercó a mí se hinco frente a mí y mirando mi pecho, comenzó a llorar amargamente, gritando, soltando todo el miedo y la rabia que le hizo pasar el momento, ella colocó sus manos en sus orejas, mirando hacia abajo siguió llorando por unos momentos más, sólo atine en acercarme.

-Necesito unas compresas frías, es una quemadura, necesito también antiséptico para tus heridas –dije.

-Creí que iba a perderte a ti también –me dijo y nuestros ojos se en-contraron, pude notar su espanto y coraje al vernos en aquella situación.

-No te preocupes, hemos pasado por mucho para pensar que íbamos a acabar aquí –le dije para tranquilizarla.

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-Disculpa Alicia –dijo el joven –pero me parece que este no es el tiempo para estar llorando necesitamos llegar al Estadio Azteca, después de que nos separamos pude encontrar diversos retenes y uno de los soldados llegó con la noticia de lo que había pasado en El Caminero, además –in-terrumpió- ¿Quién es este tipo? –dijo en un tono molesto.

-Perdón Dani, él es Dante, lo encontré después de que nos separa-mos, mira incluso llevamos el hacha- miró hacia mí –Dante él es Daniel, un amigo con los que estaba antes de encontrarte, es un gran amigo mío.

Pude notar cómo esa frase de Alicia quedó como un balde de agua fría sobre Daniel, pero él mantuvo la compostura, se acercó y le ayudó a levan-tarse, me miró como para revisar si podía ponerme de pie, era un buen tipo después de todo, y sus sentimientos me quedaron claros desde el momen-to en que lo conocí. Al ponerme de pie, tomó a la chica por la cintura, ella sonriendo se recargo en él para comenzar a caminar, al ver que se movían comencé a seguirlos.

Llegamos a la puerta, para observar que los soldados no sólo estaban combatiendo contra los “otros” sino también contra algunos infectados que llegaron por el alboroto, seguimos avanzando, sentía un fuerte dolor nece-sitaba conseguir algunas toallas frías para mi pecho, en mi desesperación tragaba saliva y respiraba lentamente pero Alicia notó que me encontraba muy mal, así que se acercó a un par de soldados que se encontraban cerca para pedirles que me ayudaran a seguir adelante, aceptaron aunque de mala manera, al verme ser ayudado por los soldados Alicia sonrió y seguimos adelante.

-Oye, dijiste que teníamos que llegar al estadio azteca, ¿Es dónde en-contraste al ejército? –dijo Alicia a Daniel.

-Sí, es ahí donde se concentró a la mayor cantidad de la población de esta zona para poder evacuar la ciudad, lo están realizando para poder sacar a la mayor cantidad de gente posible, además de que te dije que íbamos a vernos cerca de la tienda que está próximo al departamento de tu familia –dijo Daniel en tono serio.

-¿Los has visto? –preguntó Alicia.

Daniel guardo silencio, miro a la chica y suspiro.

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-¿Pudiste encontrar a tus hermanos?

Alicia guardo silencio, miro hacia el muchacho y después bajo la mirada.

Esta maldita locura había tomado mucho de nuestras vidas, era demasia-do el dolor que estábamos cargando, pero al ir caminando por la avenida, recordé las palabras de aquel anciano que inició el incendio en la estación del metrobus, -los muertos vienen por los vivos, los muertos sienten nostal-gia de la vida, y quieren que los vivos compartan su pena- será acaso que la vida en la ciudad estuviera llena de dolor y sufrimiento ¿Por eso te fuiste Judith? ¿Sabías que esto pasaría? En esos momentos, sólo pude pensar en tu rostro en lo que cerca que estaba de alcanzarte, de poder decir lo siento, de poder estar a tu lado por última vez, debo saber que nuestras familias están bien, que la locura de la muerte no los alcanzó, de mis pensamientos profundos me llamó la atención un perro que caminaba a lado de Daniel y también algo que no había oído jamás, la risa de Alicia.

-…en serio, iba a arrojar un bote de basura contra una ventana con alarma, ¿puedes creerlo? No sabía todavía de los infectados, y desde ahí nos hemos acompañado hasta este momento.

-¿Ah si? pues yo conocí a una chica que aunque estuviera todo mal, siempre tenía sus patines para correr de los locos –dijo disgustado Daniel.

Supuse que Daniel había preguntado sobre cómo nos habíamos conocido y comprendí el porqué de su enojo y ahora que puedo recordarlo, pude notar mi error y mi inocencia frente a ese tipo de desastre, así que bajé la mirada y sonreí un poco, fue un momento extraño.

Llegamos por fin a la gasolinera de Huipulco, todavía no estábamos se-guros y eso lo sabían los soldados que decidieron soltarme y tomar sus armas, no objete en ningún momento esta acción. Alicia y Daniel se acer-caron y por fin pudimos notar el por qué se habían acercado a la zona de la tienda, varios supervivientes también estaban siendo rescatados por el ejército, supervivientes que seguramente también habían encontrado un infierno cuando despertaron, y que ahora se dirigían con los rostros grises, heridos y con la esperanza de que el infierno por el que pasaron pudiera al fin terminar, pero lo que me sorprendió fue el número relativamente bajo de supervivientes que nos dirigíamos hacia el estadio, ya que la zona en don-

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de nos encontrábamos estaba densamente poblada, esta locura le había arrancado la vida a muchas buenas personas que no vivieron para siquiera conocer el motivo de los ataques.

Seguimos avanzando y nos encontrábamos cercanos a la estación del tren ligero Huipulco, cuando escuchamos gritos que provenían de la parte delantera de la dolorosa marcha de supervivientes, algunos infectados ya con la carne pudriéndose pero aun con mucha energía comenzaron a llegar desde la pequeña callejuela que conectaba con periférico sur, rápidamente los soldados abrieron fuego pero el numeroso grupo de infectados pudo llegar hasta nuestra posición, algunos supervivientes comenzaron a correr llenos de desesperación se convirtieron en presas para los infectados, a pesar de encontrarnos tan cerca del estadio, el ejército no podía asegurar nuestra supervivencia si nos separábamos, algunos sensatos se quedaron en el grupo que estaba siendo defendido por los soldados.

Pero el esfuerzo y las balas no eran suficientes, miré a Alicia y a Daniel, estaban listos para la batalla, en nuestros corazones se había forjado una valentía ganada por ver de frente a la muerte, los infectados aquellos muertos no nos iban a detener ahora que estábamos tan cerca de nuestros destinos, me acerque a los chicos y tome el hacha, suspire fuerte, Daniel apretó los dientes, el perro que nos acompañaba comenzó a ladrar fuertemente, Alicia se colocó detrás de nosotros tomando las cosas y esperando el momento para comenzar a correr.

Nos miramos y entendimos la señal, nos acercamos a unos infectados que ya alcanzaban por el lado izquierdo a nuestro grupo de supervivientes, fueron recibidos por el golpe del hacha que decapito por completo a uno de los infectados, pude soltar un golpe con la parte de arriba del hacha, el infectado que lo había recibido se fue a encontrar de frente con el machete de Daniel, el cual retiro con rapidez, para asestar otro golpe, algunos supervivientes estaban siendo devorados a nuestro alrededor, seguimos combatiendo contra algunos, cuando Alicia nos hizo la señal de que siguiéramos avanzando que las armas del ejercito nos estaban dejando atrás y perderíamos esa cúpula de protección que nos permitía ocuparnos de los infectados sobrevivientes a las balas, seguimos avanzando. Daniel estuvo a punto de ser alcanzado por un infectado al descuidar su punto ciego, pero con buenos reflejos atino en

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darle un golpe en la cara y rematarlo clavándole el machete en el ojo, yo por mi parte seguía repartiendo hachazos en muchas direcciones, me acerqué a una pareja de supervivientes que se habían quedado en estado de shock y estaban a punto de ser devorados por cuatro infectados, gritando y gol-peándolos con mi cuerpo pude derribar a uno de ellos, los otros tres fueron cayendo uno a uno a causa del hacha de Alicia.

Daniel se acercó para ayudarme a combatir contra los restantes, el valien-te animal que lo acompañaba también comenzó a morder a los infectados sólo lograba distraerlos pero eso nos daba tiempo para asestar un golpe o poder evadir algún agarre, el chico y yo pudimos terminar con los infectados y seguimos a Alicia que se refugiaba entre los supervivientes.

Madres, padres, hermanos, hijos, todos ellos con el rostro cubierto de san-gre y tierra, los pocos infectados que quedaban del grupo eran terminados por los supervivientes, así era el mundo, así eran las cosas, aún recuerdo aquel Dante que vivía con la idea de la muerte de la cual era testigo en el hospital, este tipo de muerte era diferente, más caótica, más violenta, menos humana, era eso, una violencia y muerte no humana, por difícil que parezca eso, estábamos perdidos en la sinrazón.

A pesar de que ya no nos seguía ningún infectado pudimos notar el apuro de los supervivientes para llegar a nuestro destino, por un momento Daniel y yo perdimos de vista a Alicia, seguimos avanzando gritando su nombre para poder localizarla, llegamos a la altura de la clínica del seguro social que se encuentra por la zona, pude imaginar la cruenta violencia y la des-esperación de las muchas personas que seguramente se habían imaginado que existiría una cura.

Creo que la ciudad de México no estaba preparado para una contingencia de este tipo, el sistema de seguridad social mexicano y es muy difícil que alguno en el mundo estuviera preparado para recibir a una cantidad enor-me de población con alguna enfermedad, sin contar a los muchos cuerpos de los difuntos que se presentarían en consecuencia de la enfermedad, no estábamos listos para una extinción masiva de humanos, nadie estaba preparado, los cuerpos y la clínica misma estaban siendo resguardadas por personal del ejército, todavía no podíamos localizar a Alicia, cuando el grupo de supervivientes comenzó a hacerse más lento, Daniel se salió un poco del

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grupo para poder saber que estaba pasando, y el motivo era un cerco de enfermeras y médicos que clasificaban a los heridos, ya no estaban clasifi-cando a los posibles infectados y eso me pareció muy peligroso.

Al llegar a los retenes, algunas personas eran separadas de sus familias con la promesa de que sólo iban a ser revisados con cuidado dentro de unas instalaciones especiales que se habían colocado en la explanada del estadio Azteca, los demás tendrían que seguir adelante hasta el puente de ingreso para poder entrar a las gradas y de ahí nos informaron esperar a los helicóp-teros que nos llevarían a un lugar seguro, pero siempre nos mencionaron esto se tenía que realizar con extrema calma, debo mencionar que las escenas en los retenes, me hicieron pensar en las personas que desgraciadamente no habían sobrevivido en los diferentes ataques, los recordé guardando un pequeño lapso de silencio.

Al fin pudimos alcanzar a Alicia, cerca del paradero del Estadio Azteca, se encontraba sentada en silencio, a pesar de la insistencia de los soldados para que siguiera adelante ella parecía no responder, Daniel y yo nos acer-camos con rapidez hacia donde se encontraba, el muchacho se acercó, la tomo de los hombros y le toco la mejilla.

-Alicia, ya hemos llegado –dijo Daniel.

Alicia no respondió en ningún momento solo bajo la mirada y noté como las lágrimas comenzaban a recorrer sus mejillas.

-Necesito que estés bien, debemos ir a revisar si tus papás están bien, para sacarlos de aquí y seguir adelante, sabías que este era el plan –dijo Daniel.

Pude comprender que ya estábamos en el destino de Alicia, en algún de-partamento de las unidades cercanas al Estadio Azteca, se encontraba lo que la chica consideraba un hogar, al fin habíamos llegado a su casa.

Alicia seguía sin responder, suspiró y se levantó lentamente, avanzó en dirección contraria al grupo, Daniel y yo la seguimos, a pesar de los gritos de algunos soldados seguimos en dirección contraria a los supervivientes, nos aseguramos de perdernos entre el grupo de gente, nos acercamos a la valla metálica y saltamos con dificultad, el ejército estaba seguro de la no presencia de infectados en este punto, pero eso significaba que no tuvieran

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el dedo en el gatillo y el arma sin seguro, nosotros avanzábamos con ese pensamiento, estar listos para lo que fuera.

Pudimos llegar a encontrarnos con otros grupos de supervivientes que provenían de las calles interiores de la unidad, notaron nerviosos nuestra presencia pero nos hacíamos a un lado para dejarlos pasar, pudimos colar-nos hasta la entrada de la unidad habitacional cercana a la avenida, la chica comenzó a sollozar pero seguimos avanzando, al fin llegamos a la entrada del edificio, la puerta se encontraba derribada y con manchas de sangre, entramos con cuidado, el perro que nos acompañaba se mostraba relajado así que eso nos dio confianza para seguir adelante.

Comenzamos a subir por las escaleras principales, no encontramos cuerpo de infectado o de superviviente alguno, sólo puertas destruidas, hogares en silencio, sin luz, rastros de la violencia sin sentido que se vivió en este lugar, Alicia seguía gimoteando al ir avanzando, Daniel y yo optamos por guardar silencio, al fin llegamos a nuestro destino, la chica se detuvo frente a la puerta la cual extrañamente se encontraba cerrada.

Daniel y yo nos colocamos a su izquierda y a su derecha respectivamen-te, ella buscó nuestras manos, con ojos llorosos, miró a Daniel luego a mí, suspiro y comenzó a llorar.

-Al final, no pude traerlos a casa, pero debo agradecer que los tengo a ustedes –nos dijo Alicia.

Apretando fuertemente nuestras manos, lloró por un momento, soltó mi mano, acercó su mano derecha a la manija de la puerta y la abrió, entró con cuidado con Daniel a su lado y yo detrás de ellos, la casa estaba totalmente hecha un desastre, Alicia soltó al chico y comenzó a llamar a sus padres, no hubo respuesta, cerré la puerta con cuidado después de que nuestro amigo peludo entró al departamento, Daniel acomodó un sofá y se sentó al mismo tiempo que dejaba libre un profundo suspiro.

Alicia se dirigió hacia las habitaciones, le hizo una señal con la cabeza al muchacho para indicarle que la seguiría por si algo más estaba aquí, me acerque a las habitaciones, casi me caí con un juguete de un robot famoso que se encontraba en el suelo, al levantarlo solo pensé en aquellos chiqui-llos asustados en su escuela, lejos de su familia, coloqué el robot sobre una

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pequeña repisa que mostraba las fotografías de la familia, pude ver a una Alicia más joven, siendo abrazada por sus padres, y por fin pude conocer el rostro de los pequeños hermanos de la chica, en esa foto estaban siendo abrazados por una orgullosa hermana mayor que los sostenía como si fueran sus trofeos de cacería, mientras que al fondo se veía el sillón en donde se encontraba sentado Daniel.

Me acerque a las puertas de las habitaciones, y comencé a escuchar el tímido sonido del llanto de Alicia, me acerque y entre para hacerle compañía, notó mi presencia y apretó las manos contra su pecho, coloque mi mano derecha sobre su hombro izquierda y ella recargo su cabeza en mi mano.

-No hay nadie en casa Dante, se siente tan extraño que no haya nadie en casa –dijo Alicia.

-Seguramente se fueron de aquí estaban cerca de una zona de eva-cuación, es probable que los alcancemos en donde sea que los estén llevando, no te preocupes –le dije.

-Dante, no pude traerlos a casa, cuando veníamos para acá, pensa-ba en cómo decirles a mis padres que mis hermanos ya no estarán con nosotros, Dante dime ¿cómo puedes enfrentar a la muerte día con día?-

-Lo hice durante mucho tiempo pensando en mi familia, pero debo decirte algo, cuando llegó el momento en que la muerte tocó a mi puerta no hice más que esconderme durante 4 años para no pensar en el día en que llegó a visitarme, no quieres estar ahí, no dejaré que caigas en eso, Alicia, eres demasiado joven y tienes mucho para vivir, mírame, no puedes quedarte aquí, necesitas encontrar a tus padres –le dije cariñosamente a la chica.

-Está bien, mientras estés conmigo sé que podré seguir adelante –me dijo Alicia, suspiró y se puso de pie, con su mano izquierda tomo la liga que sostenía su peinado, su cabello cayo lentamente, pude notar a Alicia, y el entendí el motivo de los sentimientos de Daniel, la chica me sonrió.

-Debes irte, Dante –me dijo Alicia.

-¿Cómo? –dije confundido.

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-Sí, no dejaré que me veas cambiarme de ropa, pueden asearse en el baño y tomar algo de ropa de mi papá, es el cuarto que está aquí a lado, supongo que encontraran algo que pueda servirles, así que adiós –dijo Alicia, al momento que me empujaba con delicadeza fuera de la habita-ción, al quedarme fuera voltee a ver a Daniel, que no estaba para nada contento con lo que acababa de pasar, así que sonreí torpemente y me dirigí a la habitación de los padres de Alicia.

Pudimos asearnos y con algo de agua pude lavar mis quemaduras, aun-que estábamos apurados ya que necesitaba sacar a los muchachos de ahí, estaba muy cerca de mi destino, me sentí bastante tranquilo al pensar en la relativa cercanía que ya tenía con la casa de tus padres, Judith, en verdad que no pensaba correctamente, ahora que veo a Alicia pienso en las veces que lloraste, los momentos en que yo lloré, ahogue mis penas en alcohol, y me entregué a muchas personas pensando en tu recuerdo, noches de perdición y dolor.

Judith, estoy llegando a casa.

Al terminar de asearnos, logré encontrar ropa del padre de Alicia, que podría ayudarme, encontré una camiseta blanca y una camisa que aunque un poco grande estaba limpia y completa, mire mi corbata y mis zapatos, arroje mi corbata, pero no iba a perder mis zapatos, los limpie y me los coloque de nuevo, eran tan pocas las cosas que me quedaban para reír, que realmente disfrute ese momento, un niño encaprichado que no quería perder sus zapatos de la suerte.

Al salir de la habitación noté que Daniel se había aseado también, pero no pudo encontrar ropa que le quedara así que nos estaba esperando jugan-do con el perro que nos acompañaba, fue entonces cuando escuchamos el sonido de la puerta, Alicia se había aseado y cambiando la ropa, seguía manteniendo el mismo peinado, solo que ahora vestía una playera blanca con un estampado en negro, chamarra vaquera, jeans y tenis rojos con blanco, se había maquillado un poco, voltee a ver a Daniel, el cual se había quedado estupefacto, con el arrepentimiento de no haberse podido arreglar un poco más para ella.

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Tomamos nuestras cosas, nuestras armas, nos disponíamos a salir cuando Alicia pidió que la esperáramos, se dirigió a la repisa y tomó la fotografía en donde se encontraba con sus dos hermanos.

-Ahora vamos a buscar a mamá y a papá –dijo Alicia, mientras le daba un beso a la fotografía.

Salimos del edificio, y nos dirigimos hacia el estadio Azteca, no tardamos en regresar al paradero que se encontraba cerca de ahí, al irnos acercando hacia la entrada no podía pensar en otra cosa, más que la ruta para llegar a tu casa, tenía que despedirme pronto de Alicia y de Daniel, ellos esta-rían bien sin mí, debía llegar a tu casa y descubrir qué había pasado con nuestras familias, seguramente Alicia encontraría a sus padres en la zona segura, seguimos avanzando y creo que mis pensamientos comenzaron a hacerse presentes en el comportamiento de mi cuerpo, Alicia me miraba preocupada, podría decir que intuía algo, pero seguimos caminando.

Llegamos después de cruzar el puente del Estadio Azteca, a la explanada en donde nos recibieron algunos soldados y enfermeras que nos entregaban pequeños paquetes de agua azucarada, supongo que no podrían arriesgarse a darnos alimentos procesados, no sabía porque pero ese pequeño saco de agua me supo como uno de los mejores manjares de alguno de los res-taurantes más exclusivos, seguimos avanzando hasta que llegamos a los pasillos del estadio, los muchos supervivientes murmuraban entre sí sobre todas las experiencias que habían tenido en la lucha durante los primeros días, todo mundo comentaba que esto había iniciado en el norte del país por un grupo radical, hubo incluso quien dice que vio a muchos hombres vestidos de negro realizando un rito satánico para atraer esta plaga, seguía-mos avanzando hasta que llegamos a la zona de la explanada del estadio en donde se encontraban listos para partir 5 helicópteros militares y varios camiones con muchos pasajeros a bordo, cada camión iba resguardado por un vehículo con torreta.

-Supongo que pensaron que no todos cabríamos en los helicópteros ¿verdad? –pregunte al aire.

-Es por eso que debemos sólo transportar a los heridos en los heli-cópteros señor, los que estén bien pero sean muy viejos para caminar,

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los minusválidos y todos los demás en los camiones, los demás iremos caminando hasta la frontera con Puebla, escoltados por los vehículos armados, necesitamos que tome agua, si trae algún alimento consigo no debe consumirlo –me dijo fríamente un soldado.

-Sí, gracias –seguimos nuestro camino- de verdad que no puedo creer este plan –dije.

-Dante –me llamó Alicia.

-Dime –respondí.

-Dijiste que había huido, dime exactamente ¿De dónde vienes tú? ¿Qué viniste a hacer a la ciudad de México?

Daniel también se había mostrado muy interesado en la dirección de la plática.

-Yo vine a un funeral –dije cortante.

Alicia y Daniel me miraron confundidos, pero un soldado interrumpió nues-tra plática, cuando nos llamó la atención por el perro que nos acompañaba.

-El animal no puede seguir adelante –dijo un soldado –deben dejarlo aquí.

-Oh vamos, ha estado con nosotros todo el camino no pode…

Daniel no pudo terminar la frase, un sinnúmero de gritos de terror comen-zaron a escucharse justo detrás de nosotros, los infectados habían cruzado las vallas, no parecía posible, eso quería decir que los propios infectados eran los supervivientes que ya se encontraban en la zona, se transforma-ron muy rápido, la gente que estaba delante de nosotros comenzó a correr atemorizada hacia los camiones, algunos cayeron en el camino y morían pisoteados por los desesperados supervivientes.

Los soldados abrieron fuego en contra de los infectados que se encon-traban ahí, pero era muy difícil mantener y dar en el blanco por los muchos supervivientes que se encontraban corriendo, dentro de todo el caos alcance a Alicia y a Daniel de los hombros.

-Debemos llegar a esos camiones a cualquier costo –grité con decisión los dos jóvenes asintieron.

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Comenzamos a correr empujando gente, tratamos de llegar lo más rápi-do que pudimos a la parte delantera, pero al ir avanzando pudimos notar como los supervivientes se transformaban en esas cosas, comenzando a atacar a todos los que estaban a su alrededor, no había otra opción más que abrirnos paso a base de golpes, Alicia tomó su hacha , Daniel se armó con su machete y yo encontré un tubo bastante pesado de una las estruc-turas ya derribadas del ejército, con las balas zumbando en nuestros oídos, teníamos la firme misión de llegar a esos camiones, y sin decir nada más comenzamos el ataque.

Los tres no pretendíamos separarnos pero el mar de cuerpos no nos daba mucho espacio para defendernos, pude notar como algunas manos de los infectados nos trataban de derribar, escuche muchas veces los gritos de Alicia y de Daniel, que estaban siendo lastimados y golpeados por los infec-tados, noté que Daniel sangraba de la boca, un infectado había alcanzado a darle un cabezazo, el animal lo ayudaba mucho, yo jamás había sido testigo de la lealtad de un perro en situaciones extremas.

Traté de acércame a Alicia para ayudarla, el tubo no me ayudaba lo suficiente, necesitaba un arma con filo y con el peso necesario para partir la cabeza de los infectados, buscaba con la mirada a los dos chicos en el mar de supervivientes y los hijos de puta, noté que ya habían derribado a Daniel y estaba a punto de morir aplastado por el movimiento de la masa de gente en que nos encontrábamos atrapados, trate de acercarme lo más que pude, pero un infectado comenzó a morder mi mano, grite como un maniático y atine en darle una serie de puñetazos en la cara, fue hasta que le rompí la nariz que sentí que la mordida había aliviado la presión, pude darle un puntapié y seguir adelante.

Al volver la mirada hacia donde se encontraba Daniel, vi a una valerosa Alicia que estaba combatiendo a los infectados que se acercaban, algunos supervivientes ya eran devorados, la sangre y las tripas de aquellas pobres almas, nos dieron el tiempo para seguir avanzando hasta el lugar en donde los soldados se habían replegado, sus armas de fuego ya casi no tenían balas y habían comenzado a recurrir a sus cuchillos, pudimos seguir avan-zando hasta que llegamos a la puerta de carga de uno de los camiones, Daniel tomó a su perro y subió al camión ayudando a Alicia a subir, yo me

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quede abajo.

-¿¡Dante!? ¿¡Qué estás haciendo?! –gritó Alicia como nunca la había escuchado gritar.

- Lo siento, hay algo que debo hacer solo, Daniel cuida de Alicia por favor –grité.

-Dante no seas imbécil, vámonos de aquí, esta ciudad es de los muer-tos –gritó Daniel.

-Por eso me quedo, cuídala lleguen seguros por favor –grité.

Alicia no dejaba de gritar y de llorar, Daniel comprendió y soltó al pe-rro para sujetar a Alicia, ella estaba histérica y soltaba golpes para que el muchacho la soltara, cuando noté que el camión comenzaba su marcha, corrí en dirección a Tlalpan, tenía que llegar a verte por última vez, saldría vivo, tenía que dejar mi dolor atrás, todos mis resentimientos y amarguras tenían que quedarse atrás, incluso si la ciudad le pertenece a los muertos, no dejaría solo a nadie más.

Comencé a correr en dirección contraria, pero una voz me llamó a lo lejos.

-¡Dante! ¡No te vayas sin mí! –gritó Alicia, mientras un apurado Daniel y su perro, la seguían de cerca.

Sólo pude sonreír, Judith, no podría dejar que algo les pasara, entre los muertos aún existía esperanza.

Continuará…

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