La Reconciliación

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Parroquia DIVINA PROVIDENCIA “Sopló sobre ellos y les dijo: Reciban al Espíritu Santo. A quienes les perdonen los pecados les quedarán perdonados; a quie- nes se los retengan, les quedarán reteni- dos” (Jn. 20, 22-23) GUÍA PARA LA RECONCILIACIÓN Para hacer una buena confesión “La persona que sabe confesar la verdad de la culpa y pide perdón a Cristo, acrecienta la propia dignidad humana y da muestras de grandeza espiritual” (Beato Juan Pablo II) El acto esencial de la Pe- nitencia, por parte del penitente, es la contrición, o sea, un rechazo claro y decidido del pecado co- metido. Por el amor que se le tiene a Dios. 2. DOLOR DE LOS PECADOS Y PROPOSITO DE NO VOLVER A COMETERLOS 3. CONFESIÓN INDIVIDUAL La acusación de los pecados es el gesto del hijo pródigo que vuelve al Padre y es acogido por Él con el beso de la paz. Hecho el examen de con- ciencia y el acto de contrición, acércate al confe- sionario, arrodíllate y saluda al sacerdote. El sacerdote te dirá: Ave María Purísima. Y tú contestarás: Sin pecado concebida. Tú dirás tus pecados de la siguiente manera: El sacerdote te da los consejos oportunos y te indica la penitencia. Te invita a manifestar la contrición. Y tú puedes decir por ejemplo: “Confiésense unos a otros sus pecados, y oren unos por otros para ser sanados” (St. 5, 16) ACTO DE CONTRICIÓN Señor mío Jesucristo, Dios y Hombre verdade- ro, me pesa de todo corazón de haber pecado, porque te ofendí a ti, que eres tan bueno y que tanto me amas, y a quien yo quiero amar sobre todas las cosas. Propongo firmemente, con tu gracia, enmen- darme y alejarme de las ocasiones de pecar, con- fesarme y cumplir la penitencia. Confío en que me perdonarás por tu infinita misericordia. Amén Hace (tantos) días (semanas, meses o años) que no me he confesado: sí cumplí (o no) la peni- tencia anterior; me acuso… (dices tus pecados al confesor de forma clara y sincera, determi- nando el número y la clase de pecados) Recuerda, Señor, que tu ternura y tu misericordia son eternas. No te acuerdes de mis pecados y maldades, acuérdate de mí con misericordia, por tu bondad, Señor. 4. ABSOLUCIÓN DEL SACERDOTE La fe te puede asegurar que en este momento todo pecado te es perdonado y te devuelve la gracia que habías perdido. Entonces el padre te da la absolución diciéndote: “Dios Padre misericordioso, que reconcilió al mundo consigo por la muerte y la resurrección de su Hijo y envió al Espíritu Santo para el perdón de los pecados, te conceda, por el ministerio de la Iglesia, el perdón y la paz. Y YO TE ABSULVO DE TUS PECADOS, EN EL NOMBRE DEL PADRE, Y DEL HIJO, Y DEL ESPÍRITU SANTO”. Tu respondes: Amén. El sacerdote me dice: “La Pasión de Nuestro Señor Jesucristo, la intercesión de la Santísima Virgen María y de todos los santos, tus buenas obras y tus sufrimientos, te sirvan para remedio de tus peca- dos, aumento de gracia y recompensa de vida eterna”. “Vete en paz, y no vuelvas a pecar”. 5. CUMPLIR LA PENITENCIA Es el acto final que corona el signo sacramental… Las obras de satisfacción son el signo del propósito que el cristiano ha asumido ante Dios de comenzar una nueva vida. Sales del confesionario y rezas las oraciones o te dispones a realizar las buenas obras que te haya indicado de penitencia el sa- cerdote. Dale gracias a Dios por su bondad y misericordia, por haber perdonado tus pecados, por haberte dado la gra- cia, por haberte dado su paz y la alegría a tu corazón. “En este consolador Sacramento –la Iglesia– conduce a cada uno de los fieles a Cristo; y, a través del ministerio de la Iglesia, Cristo mis- mo nos ofrece perdón, fortaleza y misericordia. Mediante este Sa- cramento, altamente personal, Cristo continúa encontrándose con los hombres y mujeres de nuestro tiempo. Restaura la unidad donde hay división, derrama su luz donde hay oscuridad, y concede una espe- ranza y una alegría que el mundo nunca podría dar. Mediante este Sacramento la Iglesia proclama al mundo las infinitas riquezas de la Misericordia de Dios. Esa Misericordia que ha derrumbado las ba- rreras que nos separaban de Dios y de los demás” (Beato Juan Pablo II) Parroquia: DIVINA PROVIDENCIA Mariano Matamoros No. 114 Ezequiel Montes, Qro. C. P. 76650 Tel. (441) 2-77-04-94. Pbro. Fco. Javier Jiménez López PARROCO Pbro. Héctor Méndez Bueno Pbro. Fco. Mancilla Álvarez Vicario Parroquial Adscrito

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El Sacramento de la Confesión

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Parroquia

DIVINA PROVIDENCIA

“Sopló sobre ellos y les dijo: Reciban al

Espíritu Santo. A quienes les perdonen los

pecados les quedarán perdonados; a quie-

nes se los retengan, les quedarán reteni-

dos” (Jn. 20, 22-23)

GUÍA PARA LA

RECONCILIACIÓN

Para hacer una buena confesión

“La persona que sabe confesar la verdad de la cu lpa y pide perdón

a Cr is to, ac rec ienta la propia d ignidad humana y da muest ras

de grandeza espi r i tual” (Beato Juan Pablo I I )

El acto esencial de la Pe-nitencia, por parte del penitente, es la contrición, o sea, un rechazo claro y decidido del pecado co-metido. Por el amor que se le tiene a Dios.

2. DOLOR DE LOS PECADOS Y PROPOSITO DE NO VOLVER A COMETERLOS

3. CONFESIÓN INDIVIDUAL La acusación de los pecados es el gesto del hijo pródigo que vuelve al Padre y es acogido por Él con el beso de la paz. Hecho el examen de con-ciencia y el acto de contrición, acércate al confe-sionario, arrodíllate y saluda al sacerdote.

El sacerdote te dirá: Ave María Purísima. Y tú contestarás: Sin pecado concebida.

Tú dirás tus pecados de la siguiente manera:

El sacerdote te da los consejos oportunos y te indica la penitencia. Te invita a manifestar la contrición. Y tú puedes decir por ejemplo:

“Conf iésense unos a o t ros sus pecados, y oren unos por o t ros para ser sanados” (S t . 5 , 16)

ACTO DE CONTRICIÓN

Señor mío Jesucristo, Dios y Hombre verdade-ro, me pesa de todo corazón de haber pecado, porque te ofendí a ti, que eres tan bueno y que tanto me amas, y a quien yo quiero amar sobre

todas las cosas. Propongo firmemente, con tu gracia, enmen-darme y alejarme de las ocasiones de pecar, con-fesarme y cumplir la penitencia. Confío en que

me perdonarás por tu infinita misericordia. Amén

Hace (tantos) días (semanas, meses o años) que no me he confesado: sí cumplí (o no) la peni-tencia anterior; me acuso… (dices tus pecados al confesor de forma clara y sincera, determi-nando el número y la clase de pecados)

Recuerda, Señor, que tu ternura y tu misericordia

son eternas. No te acuerdes de mis pecados y maldades, acuérdate de mí con misericordia, por tu bondad, Señor.

4. ABSOLUCIÓN DEL SACERDOTE La fe te puede asegurar que en este momento todo pecado te es perdonado y te devuelve la gracia que habías perdido. Entonces el padre te da la absolución diciéndote: “Dios Padre misericordioso, que reconcilió al mundo consigo por la muerte y la resurrección de su Hijo y envió al Espíritu Santo para el perdón de los pecados, te conceda, por el ministerio de la Iglesia, el perdón y la paz. Y YO TE ABSULVO DE TUS PECADOS, EN EL NOMBRE DEL PADRE, Y DEL HIJO, Y DEL ESPÍRITU SANTO”. Tu respondes: Amén.

El sacerdote me dice: “La Pasión de Nuestro Señor Jesucristo, la intercesión de la Santísima Virgen María y de todos los santos, tus buenas obras y tus sufrimientos, te sirvan para remedio de tus peca-dos, aumento de gracia y recompensa de vida eterna”. “Vete en paz, y no vuelvas a pecar”.

5. CUMPLIR LA PENITENCIA

Es el acto final que corona el signo sacramental… Las obras de satisfacción son el signo del propósito que el cristiano ha asumido ante Dios de comenzar una nueva vida. Sales del confesionario y rezas las oraciones o te dispones a realizar las buenas obras que te haya indicado de penitencia el sa-cerdote. Dale gracias a Dios por su bondad y misericordia, por haber perdonado tus pecados, por haberte dado la gra-cia, por haberte dado su paz y la alegría a tu corazón. “En este consolador Sacramento –la Iglesia– conduce a cada uno de

los fieles a Cristo; y, a través del ministerio de la Iglesia, Cristo mis-

mo nos ofrece perdón, fortaleza y misericordia. Mediante este Sa-

cramento, altamente personal, Cristo continúa encontrándose con los

hombres y mujeres de nuestro tiempo. Restaura la unidad donde hay

división, derrama su luz donde hay oscuridad, y concede una espe-

ranza y una alegría que el mundo nunca podría dar. Mediante este

Sacramento la Iglesia proclama al mundo las infinitas riquezas de la

Misericordia de Dios. Esa Misericordia que ha derrumbado las ba-

rreras que nos separaban de Dios y de los demás” (Beato Juan

Pablo II)

Parroquia: DIVINA PROVIDENCIA Mariano Matamoros No. 114 Ezequiel Montes, Qro. C. P. 76650 Tel. (441) 2-77-04-94.

Pbro. Fco. Javier Jiménez López PARROCO

Pbro. Héctor Méndez Bueno Pbro. Fco. Mancilla Álvarez Vicario Parroquial Adscrito

El Sacramento de la Confesión

La confesión es el sa-cramento en el cual por medio de la abso-lución del sacerdote, recibimos el perdón de nuestros pecados si nos confesamos arre-pentidos. Con la con-fesión se obtienen tres gracias o favores es-peciales:

1o. Nos devuelve o nos aumenta la gracia

santificante, la amistad con Dios. 2o. Nos da fuer-zas especiales para rechazar el pecado y las ten-taciones. 3o. Nos da asco y antipatía por todo lo que sea ofender a Dios.

1. EXAMÉN DE CONCIENCIA En oración suplicante pide al Señor:

* Examen de conciencia: Es recordar los pecados co-metidos después de la última confesión bien hecha. * Dice San Pablo: “Examine cada cual sus propias obras. Porque cada uno responderá por sus pecados” (Gal. 6, 4)

Repasemos los Mandamientos: 1o. Amaras a Dios sobre todas las cosas. ¿Me acues-to sin rezar? ¿Creo, práctico consulto hechiceros ó adivinos?

2o. No tomarás el nombre de Dios en vano. ¿He jurado, pronunciado sin respeto y con falsedad el nombre de Dios?

3o. Santificarás las Fiestas. ¿He faltado a Misa al-gún domingo o he trabajado sin grave necesidad el día del Señor?

4o. Honrarás a tu padre y a tu madre: ¿He desobedeci-do a mis padres? ¿ Les he faltado el respeto, los he maltratado? ¿No los ayudo en sus necesidades? “Hijo: debes cuidar a tu padre en su vejes, y aunque su men-te se debilite no por eso debes despreciarlo. El que abandona a su padre recibirá males”(Ecl. 3, 12) 5o. No matarás: ¿Les he deseado la muerte o que les vaya mal a los demás? ¿He practicado ó permitido el aborto? ¿He peleado, golpeado, insultado, odiado? ¿He dejado que la ira, los deseos de venganza, la embriaguez, las drogas me dominen? ¿He descuidado mi salud? ¿He maldecido, escandalizado y dado mal ejemplo a los demás?

6o. No cometerás actos impuros: ¿He consentido malos

pensamiento ó malos deseos? ¿He visto películas, revis-tas pornográ-ficas ó pro-gramas inmo-rales por t e l e v i s i ó n ? ¿He dicho u oído chistes c o l o r ad o s ? ¿He hecho cosas malas con mi cuerpo o con el de otra persona? “Quien mire

a una mujer (ó ha un hombre) con malos deseos, ya cometió pecado en su corazón” (Mt. 5, 27) “Huid de todo pecado de impureza” (1 Cor. 6) “Los impuros no heredarán el Reino de Dios” (Gal. 5) 7o. No robarás: ¿He robado? Es necesario reparar los daños causados, y restituir de algún modo lo que se ha robado (Cat. 2412). ¿He causado daño a los bienes ajenos? “Los ladrones no heredarán el Reino de Dios” (1 Cor. 6) He malgastado mis bienes o derrocha-do o gastado mi dinero en cosas inútiles? ¿He hecho trampas en los negocios, no he pagado mis deudas, no he devuelto lo prestado, no he pagado a mi trabaja-dor el salario justo?

8o. No darás falso testimonio ni mentirás. ¿He levantado falso testimonio y he mentido? ¿He murmurado y juzga-do a mi prójimo? ¿He chismeado y contado los secretos que me han confiado? ¿He calumniado a mi prójimo? San Pablo decía: ¿Quién eres tú para juzgar a tu próji-mo? ¿Quién te puso a ti de juez de los demás?

Dejemos el juicio a Dios Nuestro Señor. “El demonio es el padre de la mentira” (Jn. 8, 44) (Cat. 2482) Los que pecan contra el octavo mandamiento tienen la obligación de hablar bien de aquellos contra los que han hablado mal, para así retribuir la honra y la buena fama que les han quitado. 9o. No consentirás pensamientos ni deseos impuros: ¿He deseado la mujer de mi prójimo? ¿He deseado al hombre de mi prójima? El noveno mandamiento habla de la concupiscencia de la carne (Cat. 2514) El corazón es la sede de los deseos. Jesús decía: “Del corazón salen las intenciones malas, los asesinatos, los adulterios, las fornicaciones” (Mt. 15, 9) (Cat. 2517). El libro de la Sabiduría anuncia: “La vista despierta

las pasiones de los imprudentes” (Sab. 15, 5) Para tener pureza es necesario tener pudor, el cual consiste en no mostrar lo que debe permanecer oculto. El pudor preserva la intimidad de la persona. El pudor pone orden en las miradas y en los gestos de acuerdo a la dignidad de las personas (Cat. 2521) 10o. No codiciarás los bienes ajenos: “No codiciarás… nada que sea de tu prójimo” (Ex. 20, 17). “No desearás… su casa, su campo, su siervo o su sierva, su buey o su asno: nada que sea de tu prójimo. (Dt. 5, 21) “Donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón” (Mt. 6, 21). El décimo mandamiento (mandato) prohíbe la avaricia y el deseo de una apropiación inmoderada de los bienes terrenos. El décimo mandamiento exige que se destierre del corazón humano la envidia. La envidia es un pecado capital. Manifiesta la tristeza experimentada ante el bien del prójimo y el deseo desordenado de poseerlo, aunque sea en forma indebida. Cuando deseas al prójimo un mal grave es un pecado mortal: S. Agustín veía en la envidia el “pecado diabólico por excelencia” (Catch. 4, 8). “De la envidia nacen el odio, la maledicencia, la calumnia, la alegría causada por el mal al prójimo y la tristeza ca usada po r s u prosperidad” (San Gregorio Magno, mor. 31, 45).

Partes que componen el signo sacramental del per-

dón de los pecados y de la reconciliación con Dios y

los hermanos.

Concédeme la Luz Divina de tu Espíritu Santo para poder

reconocer mis pecados y poder confesarlos con la seguri-

dad de que me serán perdonados