Las «Advertencias» de Almansa y Mendoza, el … · escrita a don Luis de Góngora en razón de...

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CRITICÓN, 116, 2012, pp. 5-27. Las Advertencias de Almansa y Mendoza, el «apócrifo correspondiente» de Góngora Begoña López Bueno Universidad de Sevilla Al Profesor Robert Jammes, por su generosísimo magisterio gongorino Las Advertencias de Andrés de Almansa y Mendoza para inteligencia de las Soledades de don Luis de Góngora , de fecha incierta (1613 para unos; 1614 para otros, entre quienes me cuento), quisieron ser un texto de enfervorecido apoyo a Góngora, pero en realidad fueron un intento a todas luces fallido que hizo salir el tiro por la culata al volverse contra el propio autor de las Soledades. Este, no sólo no recibió ningún beneficio de tan «altruista» apoyo, sino que la aparición del escrito de Almansa contribuyó de manera decisiva a echar leña al fuego de la polémica difusión de las Soledades (de la primera Soledad, en realidad) y a elevar el tono de una controversia hasta entonces mantenida sotto voce. Góngora, ciertamente, pagó bien cara la supuesta ayuda por las consecuencias que las Advertencias generaron entre sus enemigos. Ello obligó al poeta a defenderse (y a defender de camino a Almansa y Mendoza) en la conocida carta En respuesta de la que le escribieron, fechada el 30 de septiembre de 1615. Lo hace como reacción a la Carta escrita a don Luis de Góngora en razón de las Soledades , cuyo autor había sido Lope de Vega (o su círculo), aunque apareciera anónima, de 17 días antes (o sea, del 13 de

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CRITICÓN, 116, 2012, pp. 5-27.

Las Advertencias de Almansa y Mendoza,el «apócrifo correspondiente» de Góngora

Begoña López BuenoUniversidad de Sevilla

Al Profesor Robert Jammes,por su generosísimo magisterio gongorino

Las Advertencias de Andrés de Almansa y Mendoza para inteligencia de lasSoledades de don Luis de Góngora, de fecha incierta (1613 para unos; 1614 para otros,entre quienes me cuento), quisieron ser un texto de enfervorecido apoyo a Góngora,pero en realidad fueron un intento a todas luces fallido que hizo salir el tiro por la culataal volverse contra el propio autor de las Soledades. Este, no sólo no recibió ningúnbeneficio de tan «altruista» apoyo, sino que la aparición del escrito de Almansacontribuyó de manera decisiva a echar leña al fuego de la polémica difusión de lasSoledades (de la primera Soledad, en realidad) y a elevar el tono de una controversiahasta entonces mantenida sotto voce.

Góngora, ciertamente, pagó bien cara la supuesta ayuda por las consecuencias quelas Advertencias generaron entre sus enemigos. Ello obligó al poeta a defenderse (y adefender de camino a Almansa y Mendoza) en la conocida carta En respuesta de la quele escribieron, fechada el 30 de septiembre de 1615. Lo hace como reacción a la Cartaescrita a don Luis de Góngora en razón de las Soledades, cuyo autor había sido Lope deVega (o su círculo), aunque apareciera anónima, de 17 días antes (o sea, del 13 de

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septiembre de 1615)1. El desencadenante principal de esta misiva de Lope —si hacemoscaso a lo que en ella se dice— fueron precisamente las Advertencias de Almansa, obra yautor que el Fénix zahiere con fino estilete, sin dejar tampoco de pretender irónicamentela humillación de un Góngora que ha tenido que acudir a semejante intermediario parapromocionar su poema:

… Otros entienden que vuesa merced ha inventado esta jerigonça [las Soledades] para rematarel seso de Mendoça: pues si tuuiera otro fin no le hiziera tan dueño destas Soledades, teniendotantos amigos doctos y cuerdos de quien pudiera vuesa merced quedar aduertido, y ellasenmendadas o declaradas, ya que de todo ello ay tanta necesidad. Haga vuesa merced lopossible por recoxer estos papeles, como lo van haciendo sus aficionados tanto por remendarla opinión de vuesa merced como compadecidos del juicio de Mendoça. Y sobre esto encargo avuesa merced la conciencia, pues pareciéndole que sirue a vuesa merced y que él adquierefamoso renombre, haze lo possible por persuadir que entiende lo que vuesa merced, si loescriuió, fue para que él se desuaneciera, y lo va estando tanto, que ha escrito y porfía en ellomuy copiosos corolarios de su canora y esforçada prosa, diziendo que disculpa y explica avuesa merced. Mire en qué parará quien trae esto en la caueça y vn ayuno qotidiano en elestómago2.

Dejando al margen la ironía y la tendenciosidad de Lope contra Góngora (que erarecíproca y venía de lejos), toda la razón le ampara en lo referente a las Advertencias deAlmansa, personaje al que el Fénix vapulea y menosprecia en varias ocasiones más: en lasiguiente carta de la polémica, fechada a 16 de enero de 1616, Lope saca a relucir aMendoza, nunca bien parado, hasta en cuatro ocasiones3; y en la llamada cartaechadiza, posterior, aunque conectada con el mismo rifirrafe epistolar4, Lope ni tiene

1 El cruce epistolar consta de cuatro cartas 1/ Carta escrita a don Luis de Góngora en razón de lasSoledades [supuestamente de Lope de Vega], 13 de septiembre de 1615; 2/ Respuesta de don Luis de Góngora,30 de septiembre de 1615; 3/ Carta de don Antonio de las Infantas y Mendoza respondiendo a la que seescribió a don Luis de Góngora en razón de las Soledades, 15 de octubre de 1615; y 4/ Respuesta a las cartasde don Luis de Góngora y de don Antonio de las Infantas [supuestamente de nuevo de Lope de Vega], 16 deenero de 1616. Todas ellas están recogidas en un manuscrito que perteneció al duque de Gor y hoy se custodiaen la Biblioteca de Bartolomé March (ms. B106-V1-36). Lleva por título en el lomo Contra la pestilente poesía(en alusión al Antídoto de Jáuregui, primera pieza polémica que recoge). Fue exhumado por Emilio OrozcoDíaz (1961 y 1969), que editó a partir de él varios inéditos de la polémica gongorina, entre ellos lasAdvertencias de Almansa. El citado ms. contiene importantísimos testimonios de la polémica gongorina, asaber, el Antídoto de Jáuregui, seguido del Examen, la Apología y el Parecer del Abad de Rute, lasAdvertencias de Almansa y Mendoza, y termina con las mencionadas cartas, que ocupan los f. 161r a 197v.Para esta minipolémica epistolar entre Lope y Góngora y sus fechas ténganse en cuenta los trabajos de Daza,2011, y López Bueno, 2011b.

2 Cito por Carreira, 1998, pp. 251-252.3 Es la Respuesta a las cartas de don Luis de Góngora y de don Antonio de las Infantas, 16 de enero de

1616, mencionada en la primera nota; puede leerse en Orozco, 1973, pp. 238-248.4 En esta Carta que se escribió echadiza a don Luis de Góngora, Lope (según autoría identificada por

Cayetano Alberto de la Barrera, 1890, pp. 556-558) contesta a una nueva respuesta, hoy desconocida, deGóngora, que éste había encomendado explícitamente a Almansa y Mendoza para su difusión. Haydiscrepancias sobre la fecha de esta carta echadiza: para González de Amezúa, editor del epistolario de Lope,sería del verano de 1617 (1935-1943, III, carta 321), mientras Orozco, siguiendo la opinión de Millé, la sitúaa fines de 1616 (1973, p. 260). En cambio Jammes adelanta la fecha hasta otoño de 1615 (1994, pp. 642-645), de acuerdo con el establecimiento de una cronología más temprana para el conjunto de la polémica

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empacho para ridiculizar a Góngora por depositar su confianza en Mendoza («… lesucede a V. m. lo que a las mujeres hermosas, que al declinar la edad se amanceban conoficiales, habiendo sido antes con Príncipes»5) ni le falta cinismo para venir a decirle que

[…] ha sido esto tan perjudicial a la [reputación] de V. m., que si alguna causa dio primeromovimiento a los que en este y otros lugares se han atrevido al inaccesible ingenio de V. m., yaen el Polifemo, ya en las Soledades, que fue sólo el haberlas fiado de Mendoza, que si V. m. leenviara a don Juan de Jáuregui, mejor supiera defenderlas que las ofendió con tan largosaunque doctos discursos, y que tanto han dado que considerar aun a los más apasionados deV. m., entre los cuales estoy yo6.

De sobra sabemos que la fórmula epistolar le permitía a Lope una difusiónsemiprivada/semipública de sus ataques, tan eficaz en ambientes de controversia comogarante de una cierta protección para su actitud, harto ambigua, y nunca exenta demiedo, frente a Góngora. Pero si Góngora era mucho para temer, el gacetillero Almansay Mendoza resultaba presa de fácil alcance para la pluma de Lope, que no se andabacon chiquitas a la hora de calificarlo de lo peor: con servilismo perruno lo presenta enuna carta dirigida a su protector el duque de Sessa («en Zocodover me asió la manoMendoza; pensé que me la quería morder y cubríla con el manteo»7). Esta carta al deSessa, escrita en mayo de 1615, era pues previa a la polémica epistolar con Góngora,aunque no a las Advertencias de Almansa, de las que a buen seguro ya tendríaconocimiento Lope. De ello se habría encargado muy bien el propio Almansa yMendoza al dedicar sus Advertencias al mismísimo protector y confidente del Fénix, elduque de Sessa, lo que presumiblemente puede ser interpretado como una estrategiapara que su defensa de las Soledades le llegase a Lope por el camino más breve: algo asícomo meterle por los ojos la obra de Góngora8.

Lope de Vega no era el único escritor que despreciaba a Almansa y Mendoza,curioso personaje que mereció inmisericordes denuestos por parte de otros autores

epistolar entre Lope y Góngora y de la propia difusión de las Soledades. No puedo estar de acuerdo con estasfechas tempranas, teniendo en cuenta que considero el cruce epistolar entre Lope y Góngora —del que escontinuación la carta echadiza— de 1615-1616 (López Bueno, 2011b); por tanto, y según mi criterio, estacarta se escribiría o difundiría durante ese mismo año de 1616.

5 Cito por Orozco, 1973, p. 264.6 Ibíd.7 La frase es seguida de otros improperios hacia Almansa y Mendoza, también en lo referente a su relación

con Góngora: «En Çocodober me asio la mano Mendoza; pense que me la queria morder, y cubrila con elmanteo; no quiero yo deçir en esto que es perro, sino que lo es de las bodas, pues se halla hasta en las de losquemados; huelgome que no tendra que escriuir de mi en este magosto, como dixo el Conde de Lemos viejo;ya me parece que oygo su relacion en la prosa diabolica con que le tiene engañado el cordobes su padre»(González de Amezúa, 1935-1943, III, carta 194). Los términos de la carta, que es fechada por G. de Amezúaen Toledo a 8-9 de mayo de 1615, hacen presagiar con toda claridad la tormenta epistolar venidera entre Lopey Góngora a propósito de Almansa y sus Advertencias.

8 No sería Almansa la única conexión del duque de Sessa con Góngora, pues el de Sessa tenía ademásparentesco con el Abad de Rute, don Francisco Fernández de Córdoba, gran amigo y defensor de poetacordobés (véase D. Alonso, 1972, luego recogido en OC VI, 1982). Esta red situaba a Lope en un terrenoestratégico para conocer pormenores de la polémica gongorina, pero también en un territorio comprometidopor la afición que —por lo que sabemos— sentía el protector de Lope hacia la poesía del autor de lasSoledades.

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contemporáneos, alguno tan afamado como Quevedo, por los trapicheos literarios quese traía entre manos9, además de un nada favorecedor retrato de Suárez de Figueroa enel Pasajero10, retrato que, aunque supuestamente dedicado a un desconocido, no se leescapó a Artigas que se refiriera a Almansa11. Sobre la figura de Almansa y Mendozarecalaron las miradas críticas de Herrero García12, de Artigas13 y de Millé14 (estos dosfueron quienes relacionaron al comentarista de Góngora con el famoso autor de lasrelaciones en prosa), en tanto que la edición realizada en 2001 por Ettinghausen yBorrego de la obra periodística del relacionero ha dado nuevo relieve a su figura y a suobra.

En las páginas que siguen me centraré en las Advertencias para la inteligencia de lasSoledades poniendo especial énfasis en el hecho de que el propio Góngora, consideradotradicionalmente como autor del encargo a Almansa y Mendoza para que difundiera suSoledad primera y por tanto supuesto cómplice suyo, en realidad mantenía una irónicadistancia respecto de «su apócrifo correspondiente». Así llama Góngora a Almansa encarta que dirige el 4 de septiembre de 1614 a su amigo Juan de Villegas15; en ella diceGóngora que le gustaría poder mostrar a Villegas «una larga» carta que ha recibido deMendoza «para q[ue] V[uestra] m[erce]d goçase de lo apóchrifo de mi correspondiente».Este será el foco principal de mi atención.

Desde luego, es obvio y para empezar, que el texto de las Advertencias desmerece demanera estrepitosa como vehículo de difusión y defensa nada menos que de las

9 Según Ettinghausen y Borrego, Almansa estaría entre quienes «se dedicaban a la difusión de noticias y,sobre todo, a la difusión de obras falsas que con nombres conocidos, como los de Lope o Quevedo, atraíanmás fácilmente a los compradores, perjudicando, como es lógico, la reputación de esos autores» (2001, p. 19).

10 He aquí algunos párrafos de tan sustancioso y esclarecedor retrato: «Si le tuviérades por amigo […]subiera vuestro nombre a las nubes, exagerara pomposamente vuestras letras, y esparciera vuestra alabanzascon tan resonantes hipérboles y encarecimientos, que no hicieran tanta operación si todas las hojas de losárboles fueran lenguas, si todas las arenas del mar fueran voces. Ignora totalmente los primeros rudimentoslatinos; mas encomienda a la memoria con tan grande puntualidad las autoridades de Escritura y Evangelios,que deja asombrados la primera vez que le oyen a los más entendidos, juzgándole por extremo erudito enletras humanas. Su prosa es redundante y hueca. […] Válese de exquisitas palabras: condensar, retroceder,equiparar, asunto, y otras así. Huye cuanto puede los términos humildes, siguiendo cierta afectaciónostentativa. […] Fue sacristán de monjas […]. Tuvo también entrada en Palacio; mas perseveró poco en él,naufragio que atribuye al rigor de la envidia. Ha frecuentado cárceles, hasta ser combatido de los miedos queinfunde la imputación de una muerte. Felicísimo mil veces el poeta que le encargare sus rimas, aunque enforma de pedernales, que fuera de la pronta extensión por infinitas manos, tendrá en él, si no fundada defensaintelectual, por lo menos material escudo para vencer a todos con mayor resistencia de voces. En suma, él esde corteza singularísima, y de natural, que si le templara la prudencia, aún fuera más famoso. Sobre todo,viene a ser tan infeliz que, habiendo tratado entre oro, muere casi de pobreza […]» (Suárez de Figueroa, Elpasajero, I, pp. 305-307).

11 Artigas, 1925, pp. 132-134.12 Fue el primero que llamó la atención sobre el perjuicio que sufrió Góngora por haber cometido el error

de encomendar sus versos «a un tipo desprestigiado y molesto como el que se nos descubre por la pluma deLope de Vega» (1930, pp. 210-211).

13 1925, pp. 130-135.14 1923, p. 305.15 Fue editada y estudiada por D. Alonso, 1977, y luego recogida en sus OC VI, 1982. Más adelante

volveremos sobre esta carta.

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Soledades (acaso hubiera estado habilitado para lo primero, pero en modo alguno paralo segundo: escribir unas advertencias para inteligencia…). Y ese desmerecimiento fuepagado caro por Góngora, además a muy corto plazo, cuando le echaron en cara conrazón la falta de competencia del intermediario. Personalmente me parece muy raro queel propio Góngora hiciera el encargo de su defensa a Almansa y Mendoza; más bien meinclinaría a creer que fue el diligente gacetillero quien se ofreciera para brujulear por lacorte ofreciendo tan novedoso producto y Góngora aprovecharía el tirón para darpublicidad a su obra, proporcionándole si acaso materiales para el comentario. Esdemasiado arriesgado suponer, con Emilio Orozco (que fue, por cierto, el meritoriodescubridor y editor del texto), que «Góngora había puesto en él toda su confianza» yque «le había aconsejado e ilustrado respecto a sus poemas»16. Resulta hipótesis difícilde aceptar porque una lectura del texto de Almansa evidencia que buena parte de él(pues, como diré luego, creo que hay en las Advertencias partes claramentediferenciables) es lamentable: se trata de un texto retóricamente insufrible, escrito, comole recriminó con gracia Lope de Vega «en la prosa diabólica con que le tiene engañado elcordobés su padre». Pero no es sólo la prosa diabólica; es que las Advertencias deAlmansa se adornan con algún que otro auténtico disparate en la interpretación deversos de Góngora, como confundir el carbunclo con el animal que lo lleva en sufrente17 o dar por buena, e incluso justificarla, la mala lectura de «leche azul» por«lecho azul» del mar18. Almansa, o no entendió determinados pasajes o disponía de unmal texto (y hasta intentó explicarlo), o ambas cosas a la vez. Es evidente, desde luego,que manejaba una versión primitiva de la Soledad primera, como han aclarado Roses19

y Jammes20 (este último indica incluso los 10 lugares, de los 25 en que se fija Almansa,

16 Orozco, 1969, pp. 150-151. Por lo mismo no comparto otras opiniones del mismo estudioso, comoque «Góngora apreciaba más de lo conveniente la persona y el ingenio de Mendoza y que estaba seguro ysatisfecho de la eficacia de su misión», o que «lo contaba entre sus devotos y lo reconocía capaz dedefenderle, con sus distintas clases de armas, frente a las también distintas clases de enemigos que había delevantar su poema» (1969, pp. 156 y 162).

17 «Animal si nocturno tan luciente . Es el carbunclo que en las tinieblas ilustra con la piedra de su frente laregión de la escuridad» (cito por Orozco, 1969, p. 202). El verso correspondería al 75 (?) de la primeraSoledad en su versión definitiva. Mendoza manejaba una versión anterior del poema gongorino, como seexplica a continuación.

18 «Y viendo las que el sol el occidente / le corre en leche azul de aguas marinas / turquesadas cortinas. Lavía láctea como está en el cielo y es de leche, la llama leche azul o turquesada y hazen correspondencia conellas las aguas del mar, y por esta semejança usó tan gallarda locución» (Orozco, 1969, p. 203). Los versoscorresponden a los 416-418 de la Soledad primera, con lecturas primitivas en el primero de los versos.Naturalmente es «lecho azul de aguas marinas» («perífrasis del Océano», como ya dijera Salcedo Coronel).Robert Jammes, que recoge más errores de Almansa, dice con infinita zumba: «Para ciertos gongoristasmodernos, aficionados a este tipo de interpretación, las Advertencias de Almansa podrían ser una mina»(1994, p. 610).

19 Mendoza manejaba una versión «muy próxima a la primitiva —dice Roses—, cercana por tanto a laque se maneja en la “Carta” de Pedro de Valencia y a la primera —si es que hubo una primera y una segunday no múltiples e incontroladas como era habitual en la época— difusión del poema» (Roses, 1994, p. 20).

20 «La copia que tuvo Almansa, y sobre la que redactó sus Advertencias, es exactamente la misma que lade la primera redacción descubierta por A. Rodríguez-Moñino (copia hecha en Córdoba cuando todavía no sehabía acabado la redacción de la primera Soledad); se puede afirmar que era muy semejante a la que recibió,muy poco antes sin duda, Pedro de Valencia» (1994, pp. 610-611).

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de los que se conoce la versión primitiva21). Pero servirse de una versión no definitiva nosupone manejar un mal texto; y el de Almansa evidentemente lo era, bien porque lellegara ya deturpado o porque él, en su ignorancia, lo estropeara. En cualquier caso —yes a lo que vamos—, ¿cómo iba a estar Góngora de acuerdo con tal texto y con talesinterpretaciones? ¿Cómo tan abultados errores iban a tener su supervisión?

Todo ello plantea a lo vivo la cuestión de si las Advertencias se hicieron o no conanuencia y consentimiento de Góngora. Lo más probable es que Almansa y Mendozapudiera tener informaciones suministradas por Góngora o por su círculo cercano, y queél, posteriormente, por su cuenta y riesgo, redactara las Advertencias. Así, aunque elpoeta o su círculo estuvieran detrás del intento de Almansa de publicitar el poema, y queincluso le suministraran algunas informaciones (hablaré luego de curiosas coincidenciasentre este escrito de Almansa y otros de la polémica), la responsabilidad única de tanperegrino escrito es de su autor. Luego, eso sí, en medio de la tormenta que cayó contraél, Góngora no tuvo más remedio que salir arropando al vapuleado Almansa en sumencionada carta de 30 de septiembre de 1615 ante el feroz ataque de Lope de Vega.Pero sólo arropando, pues a mi modo de ver la defensa que hace Góngora de Almansa yMendoza en esa carta es bastante tibia y casi de compromiso, tratándose, como setrataba, de dar la cara por alguien que se había declarado nada menos que hijo suyo. Ladefensa propiamente se reduce a una frase al final de la carta, frase en la que Góngora seprecia de ser genéricamente amigo de los suyos y le reconoce escuetamente a Almansatener «agudo ingenio», por lo que él solo sabrá defenderse llegado el caso:

Préciome muy de amigo de los míos y, así, quisiera responder por Andrés de Mendoza,porque, demás de haber siempre confesádome por padre, que ese nombre tienen los maestrosen las divinas y humanas letras, le he conocido con agudo ingenio y porque creo de él se sabrábien defender en cualesquier conversaciones, teniéndole de aquí adelante en mayor estima22.

El papel de Almansa —y su forma de relacionarse con Góngora— había quedado porlo demás, muy claro desde el principio de esta misma carta: si Lope, en la suya anterior,había reprochado a Góngora la difusión de su poema a través de Almansa, ahora elautor de las Soledades, en actitud desafiante, confirma la misión de correveidileencomendada a aquel encargándole la propagación de la propia carta que estáescribiendo:

Mas esta mi respuesta (como autos hechos en rebeldía) Andrés de Mendoza, a quien le tocaparte, la notificará por estrados en el patio de Palacio, puerta de Guadalajara y corrales de la

21 Versos 6, 50, 75b, 100, 206d-206e, 290a-290f, 375, 379, 416 y 473. Y añade: «Algunos de estos pasajesno figuran en la versión primitiva reconstruida por D. Alonso, porque habían sido corregidos ya cuando sehicieron las copias que sirvieron de base a su trabajo» (ibíd., p. 611).

22 Cito por Daza, 2011, p. 286. Digo que esta frase es la única de una tibia defensa, porque la brevísimaalabanza que había hecho poco antes Góngora en la misma carta referente a la utilización por parte deAlmansa del término griego poeses parece muy interesada en tanto que la coincidencia de preferencias entreAlmansa y él por esa locución apunta hacia el repertorio de argumentos comunes de que echaría manoAlmansa, como luego se dirá. La frase de Góngora dice así: «Y bien digo griego, locución exquisita que vienede poeses, verbo de aquella lengua, madre de las ciencias, como Andrés de Mendoza trata tan corta comoagudamente en el segundo punto de sus corolarios, que así los llama Vm.» (Daza, 2011, p. 285).

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comedia, lonjas de la bachillería, donde le pararán a Vm. el perjuicio que hubiere lugar dederecho23.

Es decir, Góngora, lejos de relacionarse con Almansa en los términos deconsideración y respeto debidos a un comentarista y defensor, lo utiliza —desde luegoen nada favorecedora misión— como su difusor en los mentideros de Madrid, en los queal parecer el relacionero se movía como pez en el agua. Por si fueran pocas las evidenciasindicadas, semejante proceder vuelve a confirmarse taxativamente en una posterior cartade Góngora, ahora dirigida al mismísimo Almansa; carta, que, aunque perdida, puedeser reconstruida en intención y términos por la respuesta de Lope de Vega en la yamencionada carta echadiza, que comienza así:

Llegó a mis manos una carta de V. m. en que escribe al Sr. Mendoza familiarmente, comotiene por gusto y por costumbre […]. Si bien imagino yo que V. m. no le escribe por amor, nipor justa correspondencia, sino porque le ha parecido que como el tal Mendoza es el Paraninfode los predicadores, el que duerme en sus celdas y lleva las cédulas a los púlpitos, el que andaen los coches con los señores, conoce todas las damas, oye todas las comedias entre los poetas,es cualificador de los sermones, consultor de los sonetos, embajador de la Señoría de ladiscreción en esta corte, agente de la Puerta de Guadalajara, y Mercurio de las nuevas y sátirasdeste Reino, se conservará mejor la opinión de discreto dando a entender que aquella prosapara Mendoza no es cuidado, y que con una carta de estas todos están en admiración,mayormente los que merecen sus besamanos de V. m. con quedar para con los otrosgraduados de imperios, a quien V. m. llama patrocinadores, cosa muy igual al que mereció lacarta.

Y cierto que me desatina a mí, por la opinión de muchos que en esto lo están conmigo, quequiera V. m. manchar la claridad de su raro juicio con escribir a un hombre de tales prendas,que aunque él lo sea muy de bien, como lo es, el haber salido tan mal teñido de la oficina de lanaturaleza nos desconfía; fuera de los discursos de su vida, tan desiguales que, porque V. m. losabe, no los refiero24.

Como vemos, además de recrearse Lope en las habilidades propagandísticas delrelacionero, en el último párrafo arremete con maliciosa aversión hacia Almansajugando ahora con su condición de mulato que mancha la «claridad» del «raro juicio»de Góngora. Un ejemplo más del todo vale cuando se trata de conseguir agudezas acualquier costa, proceder tan habitual en las peloteras literarias del Siglo de Oroespañol.

La personalidad de este Andrés de Almansa y Mendoza (Mendoza simplemente legustaba llamarse a sí mismo —sin duda para cobijarse en un noble árbol genealógico,aunque perteneciera a él por la «vía curva», como dijera el marqués de Velada25—; y

23 Ibíd., p. 284.24 Cito por Orozco, 1973, p. 263.25 «Andrés, aquel anochecido de rostro, tan Mendoza por línea curva como mulato por línea recta». El

marqués respondía con eso a una frase de otra carta de Quevedo: «Mendoza, el negro en duda y mulato decontado» (Quevedo, Epistolario completo , pp. 117 y 121). Sobre sus hipotéticos orígenes nobiliarios algoparece insinuar Mendoza en una dedicatoria a don Luis Méndez de Haro: «Debiendo reconocer, entre otrasobligaciones, las de su gloriosa ascendencia en el conde don Zuria, ilustre progenitor de Mendozas y Haros, si

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también únicamente Mendoza le llamaban Góngora y Lope de Vega en las respectivascartas) es bastante enigmática. Pocas noticias biográficas, y la mayoría en el terreno dela hipótesis, se saben de él, tales como su probable ascendencia andaluza, su origensocioeconómico humilde o el ser de raza mulata, por más que en los últimos años lainvestigación haya contribuido a alumbrar su persona y a rescatar su obra. En estesentido la tarea más encomiable es la realizada por Henry Ettinghausen y ManuelBorrego, esforzados editores de la Obra periodística de Almansa y Mendoza, quienes nodudan en presentar al autor como «el más importante periodista conocido de losprimeros años del reinado de Felipe IV»26.

Reúnen los mencionados editores bajo la rúbrica de Almansa y Mendoza unconjunto de diecisiete cartas y otras diecisiete relaciones. Las primeras son, por locomún, escritos de tipo gaceta o compendio de noticias27, en tanto las segundas sonrelaciones particulares de un único suceso. Las diferencias entre ambas series sonnotables además desde el punto de vista del formato «periodístico», pues mientras lascartas hacen gala de un marchamo más suelto y noticioso en el registro de los hechosrelatados, las relaciones son retóricamente más ritualizadas, acaso como reflejo de lapropia realidad que narran y describen: desfiles, fiestas y demás rituales del poder.Además, si estas últimas, las relaciones particulares, fueron impresas en su tiempo bajola autoría de Almansa, las cartas se le atribuyen desde que fueron publicadas en 1886como Cartas de Andrés de Almansa y Mendoza. Novedades de esta Corte y avisosrecibidos de otras partes, 1621-1626, formando el tomo XVII de la Colección de librosespañoles raros o curiosos28.

La lectura de las páginas de este protoperiodista en la edición de Ettinghausen yBorrego depara, desde mi punto de vista, algunas incertidumbres y arroja bastantesdudas sobre la autoría total de Almansa respecto de los textos publicados, lo que nohace sino corroborar las repetidas cautelas de los editores al respecto29. Claramente seobserva que las cartas representan un conjunto muy distinto de las relaciones. En estasúltimas sí reconocemos al autor de las Advertencias y su prosa peculiar, no en las cartas,al menos en muchas de ellas. Porque esta es otra cuestión: las cartas suponen unconjunto tan heterogéneo (por su estilo, por sus destinatarios: «un Sr. destos reinos»,«un caballero», «V.m.», «V. ilustrísima», etc.) que parecen no ser obra de una única

bien los pobres de nadie somos deudos; deudores de todos, sí» (Ettinghausen y Borrego, 2001, Relación 13,p. 440).

26 2001, p. 12.27 Excepto la 1ª, 6ª y 7ª, que son relaciones de un solo suceso o asunto.28 El recopilador del volumen de las Cartas… indica (pp. v-vi) que 17 [de las 20 relaciones que se recogen]

forman una serie seguida, citada y descrita por primera vez en el Memorial histórico español, tomo 13, 1º deCartas de algunos PP. de la Compañía de Jesús al P. Rafael Pereyra, p. xi (Madrid, Imprenta Nacional, 1861).La atribución de la autoría a Almansa remonta a Gayangos, como bien explican Ettinghausen y Borrego: «Enel prólogo a las Cartas de algunos PP. de la Compañía de Jesús, Pascual de Gayangos atribuye a Andrés deAlmansa y Mendoza un conjunto de folletos impresos en el primer cuarto del siglo xvii —la serie de cartasnumeradas, incluida en nuestra edición— que podría haber constituido “el primer ensayo” de gacetaperiodística en España. Así, hace casi un siglo y medio, Almansa aparece evocado por primera vez como unnombre significativo en la historia del primitivo periodismo español» (2001, p. 15).

29 «Probable autor» de las cartas (p. 12), «se le viene atribuyendo desde hace más de un siglo una serie decartas impresas, en su mayoría anónimas…» (p. 40); la 15 es «la primera carta de la serie que se puedaatribuir con alguna certidumbre a Almansa» (p. 54), etc. (Ettinghausen y Borrego, 2001).

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persona. Es más, incluso en algunas (cartas 7, 15 y 17) quedan reflejadas dos manos: lade quien hace la dedicatoria (siempre en un estilo rimbombante), que va firmada por«Su criado Andrés de Almansa y Mendoza» o «Su criado Andrés de Mendoza», y la delautor del texto30.

Hay que decir que la información suministrada tanto por las cartas (que van de abrilde 1621 a noviembre de 1624) como por las relaciones (redactadas e impresas porAlmansa entre 1621 y 1627) es excepcional para conocer los interesantísimos yconvulsos años tras la subida al trono de Felipe IV. Algunas de las cartas son ademásmuy valiosas por los méritos expresivos del relato (como la 1, dedicada al fallecimientode Felipe III) o por el valor de sus informaciones (la 9, por ejemplo, en lo referente a laJunta Grande de Reformación, creada por Olivares); y, en cualquier caso, disientenbastante de las maneras estilísticas de las relaciones, ahora sí con seguridad obras deAlmansa y Mendoza. Aunque en estas las estridencias retóricas se acumulanparticularmente en las dedicatorias, también quedan incrustadas de vez en cuando en elrelato como aparatosos testimonios de las preferencias estéticas de Almansa, conemulaciones concretas de Góngora31 que vendrían a corroborar «la prosa diabólica conque le tiene engañado el cordobés su padre», que decía Lope de Vega.

Almansa se siente en la permanente obligación de equiparar sus escritos con laimportancia, solemnidad y variedad de los hechos relatados32. Ese requerido nivel deautoexigencia reviste su prosa de engoladas maneras, manifiestas sobre todo en laacumulación de incisos y frases parentéticas (que ocasionan de resultas frecuentesanacolutos), al tiempo que la salpica, por el consiguiente autobombo que llevaaparejado, de un peculiar tono desagradable no ajeno a otras malas vibraciones: ademásde un incondicional propagandista del poder establecido en sus dos puntales principales,

30 Aunque también entre ellas hay variaciones, pues en la 7, dado su estilo, las dos manos podrían ser deMendoza.

31 Acaso la más llamativa de estas emulaciones es la del comienzo de la Soledad primera cuando inicia deesta guisa el relato de la mañana de un día de fiesta de toros en Madrid: «Apenas había Delio depuesto elmanto de las sombras, y al toro de la esfera cuarta, apacentado en lirios, le doraba el pelo con ardor templadoal hemisferio español para que con más comodidad gozase la fiesta, no bien desembarazado sus rayos delrocío de Diana que regó la plaza, habiéndola barrido Eolo, cuando (no en los balcones del oriente, sino en losdorados de tantos soles que desperdiciaron luces en la hermosura española), salió la aurora y, en numerososcorros, la nobleza de la corte, que, habiendo a la tarde de salir a la fiesta urbana, quiso gozar la rústica de lasmañanas con varas largas, vestidos de campaña en pedazos de viento animado, más propios hijos suyos que delos caballos que apacienta en su ribera amenosa el Betis, ocupó los campos el encierro de los toros más bravosque el celeste […]» (Ettinghausen y Borrego, 2001, Relación 4ª, pp. 359-360). También notorios en estaimitación gongorina son algunos párrafos de la narración de la máscara ofrecida al príncipe de Gales en suvisita a Madrid: «Sus majestades mostraron la alegría, riéndose por dos o tres veces, habiéndosele sobrepuestoen el sol de la cara en la señora infanta tan hermosos arreboles que, aun mirada sin amor natural, causaraadmiración su belleza. […] Los demás balcones se salpicaron de estrellas (más lucientes si menos errantes:gloriosa emulación de las del firmamento) en las damas y meninas, cuya riqueza realzaban luces participadasde su belleza, lisonjeando llamas y hielo, justo desvelo de algunas almas altaneras» (ibíd., Relación 2ª,pp. 350-351).

32 «El ingenio —dice al comienzo de la Relación 2ª—, por la participación que tiene del ser de Dios, nopuede incluir en términos, mayormente en las acciones grandes, que, como objeto lo es, hiérenle como eslabónal pedernal, y entonces es fuerza centellear. Siempre he sido de parecer que el crédito de sabio obliga a máscaudal que el ordinario para satisfacer la opinión. Así, el que escribe las acciones todas necesita de más talentopara conseguir el aplauso…» (ibíd., p. 347).

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la monarquía y la Iglesia (lo que desde luego es normal en un relacionero), y de unchismoso (también normal desde su obligada función de correveidile), esextremadamente adulador y servil, quejoso (siempre en diatriba con sus detractores) ypedigüeño (aunque disfrazado de estoico). Son muchos los rasgos que en estos extremoscomparten las Relaciones con las Advertencias para la inteligencia de las Soledades.

Se preguntaba Mª José Osuna cómo el denostado comentarista de Góngora eracompatible con una personalidad de la importancia de Almansa y Mendoza, autor deuna obra «periodística» tan considerable, y manifestaba su creencia de que «parte de lacrítica ha cometido algunas injusticias» con él33. Cierto que, en efecto, eindependientemente de que fuera o no autor de las cartas, ya sólo como relacionero fuemuy prolífico y muy conocido. Entre 1621 y 1627 (observemos, por cierto, que son añosposteriores en casi una década a las Advertencias) escribe e imprime sus relaciones,obteniendo indudable notoriedad por ello, como deja constancia el bibliógrafo Tamayode Vargas34. Pero esta relevancia en un tipo tan peculiar y distintivo de escritos no lolegitimaba ni autorizaba como comentarista de Góngora. Eso era aventurarse acompetencias que no le correspondían: bien estaba que fuera difusor de la Soledadprimera en los corrillos de la corte buscando adeptos y admiradores de tan radicalnovedad poética; pero meterse a analista y crítico del poema suponía entrar en prediosmuy peligrosos.

Precisamente es la faceta de Andrés de Almansa y Mendoza como autor de lasAdvertencias para inteligencia de las Soledades la que aquí nos interesa. Aunque setenían noticias de este escrito por las cartas cruzadas entre Lope y Góngora, y dosgrandes gongoristas, Miguel Artigas35 y Millé36, habían identificado a este polémicodefensor de las Soledades con el autor de las relaciones y cartas publicadas en el tomoXVII de Colección de libros españoles raros y curiosos, sin embargo el texto de lasAdvertencias no fue conocido hasta su publicación en 1961 por Emilio Orozco37, trashaberlo localizado en un manuscrito que perteneció al aristócrata granadino duque deGor38.

Me centraré en los aspectos más destacados de las Advertencias , comenzando por sucontenido y fecha, lo que dará pie para plantear conexiones con otros textos de lapolémica y para indagar sobre la propia identidad del escrito.

33 Osuna, 2006, p. 489.34 «El que más publicó en estos tiempos fue un Andrés de Mendoza, cuya fe y autoridad ninguno dexó de

conocer por lo que era, y assi en este libro se conocen distinctamente por suyas…» [señala a continuación unaserie de relaciones, algunas desconocidas hoy]. Véanse Ettinghausen y Borrego, 2001, pp. 22-23.

35 1925, pp. 130-135.36 1923, p. 305.37 En la RFE; lo vuelve a recoger con otros importantes inéditos de la polémica en su libro de 1969,

pp. 147-204.38 Actualmente se custodia en la Biblioteca de la Fundación Bartolomé March en Palma de Mallorca (ms.

B106-V1-36), pero Orozco lo utilizó cuando todavía estaba en Granada. Es el ms. que quedó descrito en laprimera nota de este trabajo. Las Advertencias de Andrés de Almansa y Mendoza para inteligencia de lasSoledades de don Luis de Góngora , que aparecen sin fecha, se encuentran entre ff. 147r-158v. Sin negar losgrandes méritos de su descubridor y editor, resulta evidente (como ya indicó Jammes, 1994, p. 610) que esteescrito de Almansa necesita hoy día, y con urgencia, una nueva edición.

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En cuanto al contenido, comienzan las Advertencias por lo que podríamos considerardos preliminares. En primer lugar la dedicatoria Al Duque de Sesa y Vaena, marqués dePoza, Almirante de Nápoles, escrita con un tono idéntico al empleado en las de susRelaciones («Naci tan obligado a Vª Eª, que fuera de las mdes. recebidas de sus p[adr]esen Roma mi inclinación me lleva, más que violenta, voluntariamente, y este deseo deservirlo, si en algún tiempo fue niño, a llegado a ser Gigante a manos de las mdes. quede las suyas recibo, cuya razón lleva a ellas ese humilde discurso […]»39). Acontinuación, y siguiendo el tópico prologal de la humilitas, hace una aparatosadeclaración de modestia que, curiosamente —dicho sea de paso—, podría aquí venir acoincidir con la realidad («Ardua, difícil y desigual empresa sigo en tan frágiles fuerças,pues sin experiencia […], sin conocimiento o estudio de su sciencia, con lenguaje corto ymal limado estilo, fiado solo en la luz natural…»).

Entramos después en el meollo de las Advertencias con la que podríamos consideraruna primera parte destinada a proclamar los objetivos de las mismas: defender aGóngora de sus acusadores, minimizar la importancia de estos y retarlos a que hagansus críticas por escrito. En la defensa de Góngora se implica tanto Almansa quepersonalmente se da por ofendido de las censuras hechas contra quien él manifiesta sernada menos que su padre. Merece la pena leer tan sorprendentes explicaciones:

Quiero salir al campo a defender un torvellino de pareceres y objetos (si se les puede dar estenombre) que la ventolera de algunos con título de doctos, curiosos y valientes ingenios anlevantado contra las Soledades del sacro jenio don Luis de Góngora, quiça por parecerlessoledades, cuyo nombre tan sin abrigo las muestra, o imaginan faltas de defensa; y como enRoma los que no se atreven a sacar en público sus sentimientos los fijan a la estatua dePasquín, les a sucedido a muchos a quien faltándoles el ánimo, si no quiero decir las fuerças,pareciéndoles que soy de piedra, por lo que de ignorante tengo, me intiman estas que ellosllaman zensuras, como si pa. defensa de un hombre como don Luis, aun qdo. en el ser naturalfuera de piedra, no me animara de spiritus vitales, y quando no por una, de cada artejo hizieralengua en tan justa causa […]. Y aunque no soy yo tan semejante que pueda yo hazer estarepresentación, por aver sido un Aborto de su ingenio, darame forma lamiéndome como la osaa los suyos, o sus gritos engendrarán en mí un ánimo de león. Y si de Anteón fingió laantigüedad que en las luchas quando sentía desfallecer las fuerças se dexava caer en su madretierra, que se las alimentava de nuevo, y con ánimo de verdadero héroe volvía a la pelea, qdo.en mí faltaren, arrimareme a las obras de mi Pe., que es lo mismo que a él, y en leyéndolascobraré un osar valiente.

En esta declaración de principios hace un alegato contra la anonimia de los ofensores(«tiran la piedra y esconden las manos») y les reta a salir a pública palestra («si dieranestos sus sentimientos en papel, o el dueño, o algún afficionado respondiera…»), no sindejar de considerar que, en contraste con tantos como hablan, hay muy pocosautorizados para opinar sobre la poesía de don Luis, de los que da a continuación unalista: duque de Feria, conde de Salinas, Luis de Cabrera, el maestro Valdivieso, don

39 Tanto en esa cita como en las sucesivas de las Advertencias sigo, sin más indicación, la edición deOrozco, 1969, pp.194-204.

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Lorenzo Ramírez, Lope de Vega, Cristóbal de Mesa, Maestro Espinel, Cristóbal Suárezde Figueroa, Manuel Ponce, Francisco de Rioja, el maestro Toledo y el padre MaestroHortensio40.

Pasa luego a lo que puede interpretarse como segunda parte. Ahora, con una prosamuy distinta, se detiene en las que serán las grandes cuestiones debatidas en la polémicaposterior sobre las Soledades, a saber: la cuestión del género del poema y el uso deneologismos e hipérbatos, aspecto este que le lleva a reflexionar sobre la oscuridad vs.dificultad de la poesía gongorina, para terminar reclamando la vena heroica en donLuis, a pesar de su ser único también en las burlas, y ponderando su inteligencia «no conobscuridad de voces, sino con preñados fecundísimos de conceptos»41 (expresión estaque tendrá largo recorrido en la teoría poética del xvii).

En esta parte, en consonancia con una prosa suelta y correcta, se deja ver unasolvente argumentación de las cuestiones en las que se detiene, sentando precedentes envarios casos para las razones esgrimidas por posteriores defensores de Góngora. Encuanto al género, y apelando a la consabida autoridad de Horacio y Aristóteles, sedefiende el lírico para el poema en razón de su variedad («véase que es una silva devarias cosas en la Soledad sucedidas, cuya naturaleza adequadamte. pedía la poesíalírica»). No pueden ser más cabales las razones aducidas en orden a favorecer la entradade nuevas palabras en el idioma, siempre que tengan propiedad y sean «hidalgas desolar» por su origen latino; además, solo por los innovadores la lengua gana en riquezay abundancia, como ocurrió con Garcilaso y, sobre todo, ahora ocurre con Góngora,por quien «a subido ntra. lengua a la alteza de la latina» (frase esta que también traerácola en el devenir posterior de la polémica).

Tras el género y los neologismos, se pasa en tercer lugar a contestar a quienes «dicenque no entienden la variedad de locuciones y de oraciones partidas», lo que da pie areflexionar sobre la oscuridad y/o dificultad del lenguaje y la sintaxis gongorina.Aparece el que será luego argumento omnipresente en las defensas del cultismo: «Esso esmeter la mano en la mies agena; o lo entienden o no. Si lo entienden, no obscuros; si nolo entienden, no lo juzguen»; en apoyo de lo mismo traerá después a colación la fábulade la raposa, «que no pudiendo alcançar las uvas, las dexó por agraces». Finalmente seaprovecha el tema de la oscuridad para defender a don Luis de quienes quieren limitarloa una poesía humorística y menor:

Mas sentido el Sr. don Luis de parecerles a algunos que, aunque era único en las burlas tan deveras de que el mundo estaba lleno suyas, no sabía seguir la eclíptica de lo Heróyco ylevantado, y que la dulçura de su modo no avía de pasar a la alteça lírica y Heróyca, quisoenseñar no solo serle fácil, mas ser ya difícil a sus émulos, si ay quien se atreva a serlo.

40 El hecho de señalar personas concretas fue sin duda uno de los errores de Almansa; y, por otra parte, laausencia en esta relación de nombres significativos, como Jáuregui o Quevedo, pudiera ser causa de futurossinsabores para Góngora, como ya apuntó Orozco (1969, p. 167) y recuerda Roses (1994, p. 19).

41 Sólo pensando en esta parte se puede aceptar la observación de Orozco referente a que las Advertencias«demuestran […] un agudo ingenio para argumentar y, desde luego, instintiva y clara comprensión de lo querepresenta el estilo gongorino» (1969, p. 168). Es imposible aplicar este juicio a la totalidad de lasAdvertencias.

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Este argumento y los anteriores esgrimidos en esta parte de las Advertencias endefensa de Góngora, más allá de ser escritos genéricamente contra el mencionado«torvellino de pareceres» contrarios al autor de las Soledades, podrían incluso ir enrespuesta a algunas personales y amistosas —aunque severamente amistosas—recomendaciones que le habían hecho sus autorizados consultores Pedro de Valencia o elabad de Rute, cuando el primero le insinuaba volver al estilo claro, liso y gracioso de susobras menores, y ambos le afeaban el abuso de neologismos y de construccionessintácticas difíciles. Esa deriva de las Advertencias supondría una nueva consideracióndel escrito que ha de quedarse para otra ocasión, aunque las razones que manejaré en laspáginas siguientes sobre el repertorio de argumentos de que se servía Almansa y la fechadel escrito en verano de 1614 apoyarían ese supuesto.

Volviendo ahora al repaso del contenido de las Advertencias, resulta muy evidenteque la que he denominado segunda parte no es de la misma pluma de la primera, pormás que ocasionalmente quede entreverada por alguna frase inconfundible de Almansa,tendente siempre a la hiperbólica exaltación de Góngora42.

También inconfundible de Almansa es el arranque de la que considero tercera yúltima parte de las Advertencias:

Quán llana verdad es esta veráse en mis parlantes razones como arriba expusse, incapaz deentender materias tan graves, y con todo la inteligencia destos versos no creo se me haescapado en dos dellos, si no es que me oponen que como hijo pude eredar el spiritu, a que yatengo respondido, mas en lo que yo tengo aceptada la herencia es en la defensa de su honorajustándome con el consejo de la primera verdad […] doy principio a algunos versos en que hereparado.

Pasa revista a continuación a un total de veintiséis loci de la primera Soledad,(basándose en una versión primitiva, como ya quedó señalado), distintos en extensión,pues van desde sintagmas inferiores a un verso hasta una cita de 13 versos, pero, por locomún, breves. Como breves y escuetas son en general las anotaciones aclaratorias, noexentas de algún disparate, como también se señaló antes. Da toda la impresión de queMendoza basaba sus notas en informaciones que le habían sido suministradas, aunqueinterviniera, ocasionalmente y para mal, en alguna.

Las Advertencias se cierran con una especie de colofón, en el que tras zafarseAlmansa del —obligado en todo comentario que se precie— asunto de las fuentes delpoema («como este papel ha tenido nombre de defensa y no de apología43 no e querido,así de italianos, como de latinos y griegos sacar las traducciones de donde el Sr. don Luisa imitado todos los modos desta obra…»), deja nuevamente la marca de su

42 Así, en medio de la disertación sobre el género del poema, prorrumpe diciendo que «el mayor error queeste objeto tiene es negar que ignora los modos de la poesía quien todos a voca llena llaman Príncipe della, porvocacción natural, y por perfeción del arte ilustrado con experiencia tan prolija. Quán llana verdad sea esta, silo negaren sus émulos, lo confessarán sus obras…».

43 Tan aparentemente críptica distinción entre ambos conceptos puede esclarecerse por el sentido de‘diatriba’ o ‘confrontación’ que conllevaba el término apología en el Siglo de Oro, como he estudiado en otraocasión (López Bueno, en prensa).

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inconfundible estilo al justificar el escrito y al despedirse al final del duque de Sessa; encuanto a lo primero, dice

Y si Séneca dixo que un valiente osar engrandece los intentos, yo podré decir de mí que si noalcançé, cay en un onrrado atrever, aunque con nacer tan desobligado por las raçones quearriba expusse e penetrado el pensamiento del autor, con más razón creeré no aver dudadonadie de su inteligencia.

Como ya he adelantado, a mi parecer en las Advertencias pueden distinguirseclaramente dos manos, o mejor, dos procedencias: una del magín exclusivo de Almansay Mendoza, y otra que, sin ninguna duda, recoge de otro sitio. No se despinta ladiferencia, no solo porque la prosa de Almansa es inconfundible (en su rimbombancia ysus precariedades sintácticas, en su tendencia a la adulación y a la grandilocuencia), sinopor las profundas diferencias en tratar temas y materias. Almansa toma prácticamenteíntegra de otro lugar la que he denominado segunda parte, la única de enjundiadoctrinal y crítica, aunque la adobe con alguna que otra intromisión, como constructorque es del conjunto. También recoge de otro sitio (probablemente el mismo anterior) lasnotas con que va aclarando los pasajes elegidos, aunque aquí intervenga élocasionalmente. Todo ello lo ensambla, poniéndole una primera parte, de declaración deprincipios y objetivos, de su exclusiva responsabilidad, y añadiendo los obligadospreliminares (dedicatoria y captación de benevolencia) y final justificativo y dedespedida.

Vayamos ahora a la probable fecha de las Advertencias de Almansa. En un trabajoanterior abogué por situar la polémica epistolar entre Lope y Góngora a partir deseptiembre de 1615, apelando para ello a una batería de razones que ahora no son delcaso44. Recordemos que ese cruce epistolar surge precisamente por las Advertencias deAlmansa; al menos —según ya quedó expuesto— esa es la justificación que da Lopepara su primera carta (aparecida como anónima), la Carta escrita a don Luis deGóngora en razón de las Soledades de 13 de septiembre de 1615. Desde eseposicionamiento previo es muy difícil admitir la fecha tan temprana de la segunda mitadde 1613 que para el escrito de Almansa proponen Roses y Jammes45, y resultaaconsejable retrasar las Advertencias para acercarlas más a la polémica epistolar quedesencadenan. Finales de 1614 o principios del 1615 son las fechas que estableció en sudía Orozco46. Mi propuesta es más concreta: verano de 1614, si se acepta la hipótesisque plantearé.

44 López Bueno, 2011.45 1994, pp. 19-20, y 1994, pp. 609-611, respectivamente. La justificación que para la fecha de 1613 dan

Roses y Jammes se basa en que Almansa se servía de una versión primitiva de la Soledad primera, en tanto elParecer del Abad de Rute, fechable a principios de 1614, ya seguía el texto definitivo. Aunque es plausible esadatación del Parecer, nos movemos entre hipótesis que difícilmente pueden asegurarse entre sí. Por otra parte,bien pudiera ocurrir que mientras Góngora suministrara a su amigo el humanista, como persona autorizada ya quien él sí encargó una revisión del poema, un texto ya limado y ultimado, el bueno de Almansa utilizaría elque tenía sencillamente a mano sin entrar en más detalles ni consideraciones.

46 Fines de 1614 o comienzos de 1615; y añade renglones después: dentro del año 1614 o comienzos del1615 (1969, p. 160).

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Hablar de la cronología de las Advertencias es tanto como hablar de la cronología deaparición y difusión de las Soledades, sobre las que existe un sinfín de sombras. LasAdvertencias de Almansa y Mendoza están en el mismo ojo del huracán de las fechas, altrazar, precisamente ellas, una especie de línea divisoria entre la circulación restringidadel poema gongorino entre amigos, allegados y personas a quienes el autor fiaría sutexto para su aprobación, y la más amplia divulgación o «publicación» (aunquecirculara manuscrito). Las Advertencias vendrían así a marcar el comienzo de una másextendida difusión del poema tras un primer periodo de circulación restringida. Suponeresas dos etapas tiene su lógica: Góngora esperaría a recibir las opiniones solicitadas yluego divulgaría la obra. Pero no por eso deja de ser una simple suposición sin másfundamento. Por otra parte, es presumible que de la Soledad primera se difundierancopias a espaldas de Góngora47. Sabemos, en efecto, que Pedro de Valencia, el primerreceptor del texto en mayo de 161348, las «celaba», aunque el intermediario que se lashabía llevado, Pedro de Cárdenas, no fuera tan discreto al respecto y diera ocasión a queotro, u otros, conocieran las Soledades (en realidad la Soledad primera) antes que elpropio Valencia, según este hace saber: «el Sr. D. Pedro [de Cárdenas] las comunicó alseñor D. Alonso Cabrera antes que a mí, que yo las celara, y las celaba por ahora».También hay que considerar que Almansa responde con su defensa a un «torvellino depareceres», que, aunque al parecer no escritos, hablan de una evidente difusiónclandestina o semiclandestina de las Soledades.

Hablamos de Soledades, pero en realidad, a los efectos de difusión inmediata tras sucomposición, debemos referirnos exclusivamente a la primera Soledad, que es la queenvía en mayo de 1613 a Pedro de Valencia y que es la única que conoce Almansa.Porque, aunque probablemente a principios de 1614 escribe el abad de Rute su Parecery lo hace sobre el texto remitido por Góngora de la Soledad primera y unos 250 versosde la segunda49, sin embargo la difusión de la Soledad segunda no se hizo sino muchodespués. Según testimonio del propio Abad de Rute en su posterior Examen delAntídoto50, todavía en 1617 es la Soledad primera la única que «ha salido a luz»51.

47 Roses escribe: «no pensemos —como suele ocurrir— que Almansa y Mendoza fue el primer divulgadordel poema, pues queda claro que la difusión del texto de Góngora y de sus Advertencias se produce comoreacción ante las opiniones adversas que el poema suscitaba, lo que indica la extensa propagación del mismoya por esas fechas» (1994, p. 17). Esta acertada aseveración no cuadra del todo bien, sin embargo, con lapropuesta del propio Roses de la temprana fecha de 1613 para las Advertencias.

48 Dato que conocemos por la respuesta de Pedro de Valencia del 30 de junio y que se viene dando comoversión definitiva de la carta en comparación con otra fechada de manera más imprecisa en «junio» de 1613.Véase Pérez López, 1988.

49 Parecer de don Francisco [Fernández] de Córdova acerca de las Soledades a instancias de su autor. Fuedado a conocer por Orozco en 1951 y luego publicado en su libro de 1969, pp. 95-145. Según dice el propioAbad en el comienzo del Parecer, había recibido de Góngora la primera Soledad y «lo que tiene hecho de lasegunda», en Andújar, por mediación de don Francisco de Gálvez, para que «las viese y le dixese misentimiento».

50 Examen del Antídoto o Apología por las Soledades de Don Luis de Góngora contra el Autor delAntídoto. Fue publicado por Miguel Artigas, 1925, pp. 400-467.

51 «… Estas Soledades constan de más de una parte, pues se dividen en cuatro: si en la Primera, que solahoy ha salido a luz, este mancebo…». El Examen del Antídoto, donde esto se dice, es posterior a 25 de juliode 1617 porque en esa fecha lo va «trasladando», según cuenta el propio abad de Rute a Pedro Díaz de Rivasen carta fechada en Granada ese día. Esta carta fue editada y anotada por D. Alonso (1975, y luego recogida

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Cualquiera que fuera el ritmo de difusión de la Soledad primera a partir de mayo de161352, lo cierto es que Góngora inicia la andadura procurando pertrecharse deopiniones de doctos, andadura que comienza en mayo de 1613 y en la que todavía estáen 1614: en el mes de junio de ese año, concretamente el día 18, escribe una respuestaagradecida a Tamayo de Vargas por su opinión, hoy desconocida53, y en el mes deseptiembre está en pleno fragor promocional de su poema. Así se ve en la carta quedirige el día 4 de ese mes a su amigo Juan de Villegas, alcalde mayor de Luque. Es unacarta interesantísima en lo literario y en lo personal, como ya observara D. Alonso, querealizó una excelente edición comentada de la misma54. Recientemente Jammes con susabia amenidad ha hecho una penetrante lectura de las claves y registros que estasabrosísima carta contiene55.

En la misiva a Villegas aparecen las dos mesas que tanto favorecía don Luis, la demantel y la de escritorio. Para la primera mantiene un interesante tráfico de productos,en el tono desenfadado, confianzudo y jocoso en el que se relaciona con su amigo: esteya le ha enviado anguilas, y ahora le pide alcaparras y cebollas; él a cambio le envíacalabazas. Y junto a la mesa de comer, la de trabajo, pues en la carta («la másinteresante, desde un punto de vista literario de todas las del poeta», como dijoD. Alonso56) se ve la agitación propia de quien está deseoso de saber cómo van siendoacogidas sus Soledades, y lo hace «escalando el mundo con cartas»57. Góngora informaa su amigo Villegas de varias cosas relacionadas con la difusión de su obra, a saber:

1/ le dice que le devuelva la carta de Pedro de Valencia (que no debe de ser la dejunio de 1613, sino otra de 6 de mayo de 161458);

2/ le anuncia el envío de una de Almansa [y Mendoza] cuando se la devuelva a él donPedro de Cárdenas, que la tiene;

en sus OC VI, 1982). Se confirma con ello la suposición de Orozco respecto a que la segunda parte del poemagongorino «se iría conociendo lentamente —ya sin la intervención de Mendoza como difusor— entre lasegunda mitad de 1616, lo más pronto, y los primeros meses del año siguiente, esto es, cuando el mismoGóngora marchó a Madrid» (1969, p. 161).

52 En realidad respecto a las fechas de la difusión de las Soledades entramos en un maremagno deconsideraciones que aunque atañen solo a las sucesivas difusiones del poema, no dejan de ser concomitantescon las distintas fases redaccionales del mismo. La fecha de 1614 que para las Soledades da el Ms. Chacón esuna simple referencia de conjunto a la redacción de ambas. Jammes cuenta hasta siete fases redaccionales entrelas dos Soledades, aunque la versión que pudiera considerarse ya «definitiva», abarcaría hasta el verso 840 dela Soledad segunda (1994, pp. 14-21). A todo esto, es preciso añadir que la Soledad segunda no se dio aconocer hasta después de —como mínimo— julio de 1617.

53 Dicha respuesta de Góngora de 18 de junio de 1614, a tenor con la gratitud expresada, debió de serinmediata a la recepción de la carta de Tamayo (véase Jammes, 1994, p. 630). Llama la atención, porcontraste, el silencio que sobre Góngora mantiene Tamayo de Vargas en la amplísima relación contenida en suJunta de libros, teniendo en cuenta que sí lo había ensalzado antes en su Comentario a Garcilaso (véaseEscobar Borrego, 2010, pp. 169-177).

54 1977, y luego recogida en sus OC VI, 1982, por donde cito.55 2011.56 1982, p. 400.57 Como dijera Pedro Espinosa en el prologuillo «Al lector» de las Flores de poetas ilustres (1605) para

reflejar sus afanes de antólogo.58 Recogida por Díaz de Rivas al final de sus Discursos apologéticos, fue descubierta y publicada por

Gates, 1951 y 1960. De esa opinión es también D. Alonso (1982, p. 411); en cambio Roses cree que bienpodría referirse a la carta de 1613 (1994, pp. 13-14).

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3/ le remite otras dos cartas: una de Tamayo y otra del poeta Baltasar de Medinilla,«grande amigo un tiempo de Lope».

Hay pues un trasiego de papeles encima de la mesa que refleja la tarea de promociónde su poema a base de cartas de corresponsales. En concreto el párrafo referido aAlmansa y Mendoza dice así:

Vna larga [carta] e tenido de mi amigo Mendoza q[ue] me holgaría me la boluiese el s[eñ]ordon P[edr]o de Cárdenas y Angulo para q[ue] V[uestra] m[erce]d goçase de lo apóchrifo de micorrespondiente; an ido por ella y no cerraré esta hasta saber q[ué] me responde59.

Mi propuesta es que la «larga carta» de Mendoza no sea otra que la que contiene lasAdvertencias. Veamos por qué.

El trato suelto y desenfadado con su amigo Villegas deja entrever una complicidadentre ambos que propicia sinceridades como la de compartir guiños sobre el llamadocon sorna «amigo Mendoza» y divertirse un poquito a su costa: quiere hacer llegar aJuan de Villegas la carta para que «goce» de «lo apócrifo» de su corresponsal60.

¿Por qué «apócrifo»? D. Alonso dejó indicado: «No puedo explicar el sentido exactoque da el poeta a “lo apócrifo” que le atribuye, pero me parece claro cierto matizburlón»61. Desde luego que burlón, apostillo. Para comprender el alcance del términoconviene tener presentes las acepciones que le asigna el DRAE, a saber: «1. Fabuloso,supuesto o fingido; 2. Dicho de un libro atribuido a autor sagrado: que no está, sinembargo, incluido en el canon de la Biblia». La primera acepción conlleva unaconnotación claramente negativa, especialmente en cuanto a los significados de«supuesto o fingido», que sumados a «fabuloso» ofrece el resultado final de ‘sincrédito’62. Esta sería la primera significación a aplicar al escrito de Almansa: la de queno merece confianza ni crédito. Pero hay más. La etimología de «apócrifo», tambiénrecordada por el DRAE, «del lat. apocryphus, ‘oculto’», produce un añadido deimportancia, máxime en Góngora, dada la relevancia que en él tienen los cultismossemánticos de base etimológica. Si sumamos ahora el significado de ‘oculto’ a losanteriores de ‘supuesto’ y ‘fingido’ tendremos un fácil resultado final: algo mentiroso,algo engañoso en cuanto a su apariencia, esto es, algo semejante a una impostura. Pero,el contexto (amistoso, confianzudo, divertido) de la carta aleja la utilización del término«apócrifo» de un tono moralmente reprobatorio y lo acerca a una utilización en claveentre amigos que hablan con complicidad y gracejo («para que V. m. gozase de loapócrifo de mi correspondiente»). El guiño lleva a mencionar algo sin querer

59 Cito por D. Alonso, 1982, p. 402.60 Años más tarde, en carta a su amigo Paravicino de 20 de febrero de 1624, Góngora vuelve a hacer un

guiño sobre Mendoza en tono de sorna: «Mucho holgaría que el Carpio y Córdoba hubiesen cumplido con susobligaciones en el servicio y festejo de Su Majestad. Depáreme Dios un Andrés de Mendoza que lo refiera sintantos testimonios de santos» (Carreira, 2000, II, Epistolario, carta 109, p. 440); aunque es posible que laambigüedad de la frase pudiera hacer pensar en la interpretación contraria, como ya señaló Carreira (1998,p. 264).

61 1982, p. 411.62 Góngora hace uso del mismo término en el v. 74 de la Soledad primera: «si tradición apócrifa no

miente», que aquí vendría a significar ‘de fuente desconocida’, según aclara Jammes, a cuyo solventecomentario remito (1994, p. 212).

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mencionarlo, algo de lo que eran sabedores ambos, Villegas y Góngora, respecto aAlmansa y su escrito. Gato encerrado tendría la «larga carta» del «apócrifo»corresponsal de Góngora.

Páginas atrás manifesté mi punto de vista respecto a cómo Almansa trufa la partecentral de su escrito (central en todos los sentidos, porque es la que comporta las basescríticas y doctrinales más importantes), la trufa, digo, con párrafos enteros cuyasargumentaciones y redacción misma no parecen provenir de su numen. Este supuesto seavala con datos que podrían definitivamente confirmarlo, tales como la coincidencia enalgunos puntos del escrito de Almansa con otros de la polémica. En primer lugar con laSilva a las Soledades de Manuel Ponce63. Dámaso Alonso señaló (y es, lamentablemente,nuestra única fuente) que «las objeciones a las que contestan Almansa y Ponce sonparecidas, algunas mucho (como la de la confusión de lo lírico y lo heroico en elPolifemo y en las Soledades)». Por otra parte, y aunque la obra de Ponce sea mucho másextensa que la de Almansa (un centenar de comentarios del primero, frente a unaveintena del segundo), también se parecen ambos —continúa D. Alonso— «en lospasajes elegidos para comentar: casi todos los de Almansa y Mendoza se hallarán enPonce»64.

Más chocantes son algunas coincidencias del escrito de Almansa con la mismísimacarta de Góngora En respuesta de la que le escribieron. No escaparon estascoincidencias a la perspicacia de Antonio Carreira65, y son en concreto dos: una referidaa que la lengua de Góngora llegaba «a la alteza de la latina» y otra a la mención de lalocución griega poeses. En cuanto a la primera, en las Advertencias leemos que «asubido ntra. lengua por el Sr. don Luis a la alteça de la latina»66, y en su carta Góngoradice «siendo lance forzoso venerar que nuestra lengua, a costa de mi trabajo, hayallegado a la perfección y alteza de la latina»67. En cuanto a la otra, Almansa habíaexplicado que «S. Hierónimo en el prólogo de Job, dando la definición de poesía dixoque venía de Poeses nombre Griego que quiere decir locuciones exquisitas»68 y Góngoraremacha: «Y bien digo griego, locución exquisita que viene de poeses, verbo de aquellalengua, madre de las ciencias, como Andrés de Mendoza trata tan corta comoagudamente en el segundo punto de sus corolarios, que así los llama Vm.»69. Sería

63 Sylva a las Soledades de Don Luis de Góngora, con anotaciones y declaración por Manuel Ponce y undiscurso en defensa de la novedad y términos de su estilo. Noviembre de 1613 . Se trata de un extensomanuscrito dado a conocer y editado parcialmente por Dámaso Alonso, 1978 y luego recogido en sus OC VI,1982, por donde cito. D. Alonso añade además sustanciosas noticias sobre el autor y unas consideracionesfinales que atañen en particular a lo sospechoso de la temprana fecha que aparece en la portada delmanuscrito.

64 Ibíd., p. 523. El problema está en hacer casar las fechas de los dos escritos, pues mientras Almansa,según Roses, ha seguido un texto de la versión primitiva (1994, pp. 19-20), el de Ponce, según DámasoAlonso, responde «casi totalmente a la versión definitiva» (1982, p. 523).

65 1998, pp. 263-264.66 Orozco, 1969, p. 200.67 Daza, 2011, p. 285. Esta apreciación de Góngora sobre sus propios méritos no escapó a la demoledora

ironía de Lope en su posterior carta de enero de 1616, donde vuelve en varios lugares a la «alteza de la lengualatina» a propósito de la de Góngora (véase Orozco, 1973, pp. 243 a 245).

68 Orozco, 1969, p. 199.69 Daza, 2011, p. 285.

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imposible pensar —ya lo dijo Carreira70— que Góngora hubiese extraído observacionesy argumentos de las Advertencias de Almansa71. Hay que pensar, pues —añado yo—, enotro origen; un origen común a ambos.

A propósito de coincidencias, recordaré que otro pasaje de la carta de Góngorapresenta también un curioso parecido con el Parecer del Abad de Rute, cuando enaquella el poeta, para defender la oscuridad de las Soledades se vale —como yaobservaran Orozco72 y Vilanova73— de argumentos y citas presentes en el Parecer,aunque volviendo del revés su sentido. El Abad remataba su argumento de que sólo a lostextos sagrados le es lícita la oscuridad con una cita del comentario de San Jerónimo alLibro de Nahúm, cuyo final reza: «Ut non facile pateat sanctum canibus, et margaritaeporcis, et prophanis sancta santorum» (‘Para que no quede fácilmente asequible lo santoa los perros, y las perlas a los puercos, y a los profanos el sancta sanctorum’)74. Esjustamente lo que aduce Góngora («no se han de dar las piedras preciosas a animales decerda»), pero para, por el contrario, justificar la oscuridad de su poema, equiparable eneso a los textos sagrados. Esta semejanza (y alguna otra, como la identificación de vates-profetas y vates-poetas) entre el Parecer del abad de Rute de 1614 y la carta de Góngorade 30 de septiembre de 1615, más que fruto de la casualidad, parecen hablarnos de unprincipio de causalidad.

Esas coincidencias entre Góngora y sus comentaristas (si queremos favorecer aAlmansa con esa denominación) vendrían a apoyar indirectamente la hipótesis deJammes sobre la discutible autoría de la carta de Góngora en su totalidad, discutible enconcreto en sus párrafos centrales75. Pues bien, justo en ellos están las coincidenciasseñaladas con las Advertencias de Almansa y con el Parecer del abad de Rute. Elloapoyaría, pues, la hipótesis de la carta del propio Góngora como un mixtum deautorías, máxime si hacemos caso a la acertada observación hecha por Carreira apropósito de las coincidencias entre Góngora y Almansa: «Varios lugares que citaAlmansa en apoyo de sus explicaciones no serían de su minerva, sino que se habríanfraguado en la tertulia cordobesa y así pudieron luego ser reutilizados por el poeta»;para añadir más tarde (a propósito de otra semejanza, que fue señalada por AlfonsoReyes, entre la carta de Góngora y las Epístolas satisfactorias de Angulo y Pulgar) que«las citas similares indican que el arsenal de argumentos era limitado, y que cada cual,en un aprieto, echaba mano de lo que podía»76. Y más que nadie, Mendoza, añado pormi parte. De ahí lo «apócrifo» de su escrito.

Si no me equivoco, Lope de Vega en su respuesta (anónima) de 16 de enero de 1616también ratifica la impostura de autoría del escrito de Almansa, cuando, a propósito dela dificultad de las Soledades y de la necesidad de explicaciones previas para serentendidas, habla de «Mendoza y el oráculo de sus corolarios». «El oráculo de sus

70 1998, p. 263.71 Ni tampoco creo yo probable que Almansa injiriese argumentos en el texto firmado por don Luis, como

señala el mismo Carreira (ibíd., p. 264).72 1969, pp. 126-127.73 1983.74 Orozco, 1969, p. 136.75 1994, pp. 614-616.761998, p. 264.

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corolarios». La frase parece incontestable: los «corolarios» habían sido dictados oinspirados a Mendoza por un oráculo… Pero es que hay más en la frase de Lope.Escuchémosla entera:

Y cierto es que Mendoza y el oráculo de sus corolarios conocieron lo mismo y la urgentenecesidad de prevenir respuesta, pues antes que saliesen en público las Soledades seapercibieron de comento, no enseñando ni repartiendo un papel sin otro; y en esto le dirémucho a V.m. porque ya que se anticipó a manifestar las faltas, no se retiró de explicar loslugares más dificultosos, como el instrumento de Arión, de Júpiter el ave y las [sic] demás77.

¿Ese comento previo a la difusión, del que, según Lope, fue responsable el propioGóngora (explicando «los lugares más dificultosos»), no constituiría el arsenal deargumentos del que tiran Ponce, Almansa y el propio Góngora en su carta? Quédese enel aire por el momento esta cuestión que excede del propósito y la extensión de estaspáginas.

Sobre la propuesta de identificar la «larga carta» con las Advertencias, se podríaobjetar con la palabra carta, si no fuera porque es denominación usual en lostestimonios de la polémica: hablamos de la carta de Pedro de Valencia, de la carta deTamayo de Vargas o de las propias cartas de la polémica entre Lope y Góngora. Por lodemás, sabemos de la utilidad del modelo epistolar como recurso retórico argumentativoen la polémica: hasta Jáuregui lo emplea en su Antídoto78.

Finalmente, respecto a la fecha de septiembre de1614 (es decir, la de la «larga carta»)para las Advertencias, de acuerdo con las consideraciones cronológicas establecidas másarriba, esta fecha cuadra mejor que otras en el puzle de los primeros testimonios de lapolémica. Bien es cierto que falta un año para la primera carta de Lope, la Carta escritaa don Luis de Góngora en razón de las Soledades, de 13 de septiembre de 1615 (cuyodesencadenante, como se viene repitiendo, son las Advertencias del Almansa), perorecordemos que en carta anterior de Lope al duque de Sessa, fechada a 8-9 de mayo de161579, en la que se refería muy mal a Almansa y a la «diabólica prosa con que le tieneengañado el cordobés su padre», parecía tener ya noticia del escrito sobre las Soledades,que, como también quedó indicado más arriba, le habría llegado por el dedicatario delmismo, el duque de Sessa. Por otra parte, la opción de proponer fechas más tempranaspara las Advertencias de Almansa tropieza con el inconveniente de que cuanto más lasadelantemos, más lejos quedarán de su consecuencia, la carta de Lope de septiembre de1615.

*

Concluyo con una observación. A pesar del revuelo que levantaron, puesto que conellas se inicia propiamente la polémica gongorina, las Advertencias permanecierondesconocidas mucho tiempo. Nada más y nada menos que tres siglos y medio han sidonecesarios para su publicación, y, además, durante todo ese tiempo sólo se conservaron

77 Orozco, 1973, p. 246.78 Véase Rico, 2002, pp. xlii-lx.79 Véase González de Amezúa, 1935-1943, III, carta 19.

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en un único testimonio, el llamado ms. Gor. En la relación de defensores ycomentadores de Góngora escrita, según Artigas80, por Vázquez Siruela, éste dice «Nohe podido ver este papel ni otro de Andrés de Mendoza». Seguramente el escrito circulópoco fuera de la corte, comentaba Orozco81, su descubridor y editor. Quién sabe—añado yo— si Góngora, escarmentado por la altruista defensa de su apócrifocorrespondiente, hizo lo posible por «retirar esos papeles», como le había sugerido Lopede Vega en su carta de enero de 1616, refregándole además: «como lo van haciendo susaficionados…». Con razón tardó tanto en aparecer el escrito de Almansa.

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Resumen. Las Advertencias para la inteligencia de las Soledades escritas por el relacionero Andrés de Almansay Mendoza quisieron ser el primer escrito de pública defensa del poema gongorino, pero en realidad fueron laespoleta que propició la aparición de voces contrarias (muy en particular la de Lope de Vega), iniciándose conellas la conocida como polémica gongorina. En el presente trabajo se analiza el escrito de Almansa, poniendoen evidencia la falta de competencia de su autor por sus carencias y errores. Se revisa también la relación de suautor con Góngora, para venir a demostrar que el poeta tenía serios reparos hacia su «apócrifocorrespondiente», como llama a Almansa a propósito de una «larga carta» que de él ha recibido en verano de1614, y que aquí se propone que sean precisamente las Advertencias. Por otra parte, la coincidencia de variosde los argumentos utilizados por Almansa con otros testimonios de la primera etapa de la polémica (incluidala famosa Carta en respuesta de la que le escribieron de Góngora) hace pensar en una fuente de argumentoscomunes de que echaría mano Almansa, por ello precisamente «apócrifo».

Résumé. Sous la plume d’Andrés de Almansa y Mendoza, les Advertencias para la inteligencia de las Soledadesfurent pensées comme une première tentative de défense publique du poème de Góngora, mais mirent enréalité le feu aux poudres en provoquant l’apparition d’attaques múltiples (dont celle de Lope de Vega enparticulier) et ouvrirent ainsi ce que l’on appelle la polémique gongorine. On analysera ici le texte d’Almansapour souligner l’incompétence de son auteur ainsi que la nature de sa relation avec Góngora. Ce dernieréprouvait de fortes réserves vis-à-vis d’Almansa, qu’il appelle son «correspondant apocryphe» en référence àune «longue lettre» reçue par lui à l’été 1614 et qui est probablement le texte même des Advertencias. Parailleurs, la coincidence de plusieurs arguments utilisés par Almansa et de ceux que l’on retrouve dans lapremière période de la polémique (y compris la fameuse Carta en respuesta de la que le escribieron deGóngora) renvoie à l’existence d’une source commune d’arguments où aurait puisé Almansa, qui mérite bienl’adjectif d’«apocryphe».

Summary. The Advertencias para la inteligencia de las Soledades of Andrés de Almansa y Mendoza werecomposed to be the first writing defending Góngora’s poem, but instead of that, they became the fusepropitiating the appearance of opposite voices (in particular Lope de Vega’s voice), beginning with them theso-called Gongorine controversy. The present work analyzes Almansa’s writing, showing its author’s lacksthrough the mistakes containing the text. From the analysis of the relationship between Góngora andAlmansa, this article demonstrates that the poet had serious objections towards his «apocryphalcorrespondence», as he called Almansa due to a «long letter» written by him and received by Góngora in thesummer of 1614, which is proposed to be the Advertencias in the present work. On the other hand, thecoincidence of several of the arguments used by Almansa with other testimonies of the first stage of theGongorine controversy (including the famous Carta en respuesta de la que le escribieron written by Góngora)allows to think about the existence of a common source of arguments of that Almansa would throw hand, andit would be the reason to be called for it precisely «apocryphal».

Palabras clave. Advertencias para la inteligencia de las Soledades. Almansa y Mendoza, Andrés de.Góngora, Luis de. Polémica gongorina.