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Revista SocioCultural Valencia Octubre 20 17 - 9 EJEMPLAR GRATUITO "Las mejores películas las están haciendo mujeres"

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R e v i s t a S o c i o C u l t u r a l V a l e n c i a O c t u b r e 2 0 1 7 - N º 9 E J E M P L A R G R AT U I TO

"Las mejores películas las están haciendo

mujeres"

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Si Unamuno levantase la cabeza volvería a dolerle España, pero hoy en día a quién no le duele. ¿A quién? En el bar de la esquina, los parroquianos se

tiran de los pelos con el tema de Cataluña, pero a diferencia de unos y otros, aquí, en la parroquia de la Luisa, todos hablan y dialogan, entre cafés y cervezas, entre risotadas y palmadas en la espalda, para llegar a la misma conclusión, indistintamente, de lado que estén unos y otros. Pues como dicen, “si al final a los que joden, son a los de siempre”. Sino que se lo digan a Juan, que lleva ya tres años en paro, y malvive con el salario de su mujer, más que precario, ¿quién vive con 500€ al mes?, mientras la niña, Miren, se ha ido a Londres a probar suerte con el título de la universidad bajo el brazo. Pero no solo es Juan, hay muchos más.

Vivimos tiempos difíciles y entre bocanadas de humo se distrae la atención de temas tan cruciales como el rescate bancario, las pensiones, la educación, la precariedad laboral, la sanidad, la venta de armas, la corrupción política… la cuestión catalana ha velado un sinfín de prioridades y derechos, que tanto para los del centro como para los de la periferia les ha venido como anillo al dedo, mientras la pobreza sigue avanzando paulatinamente, devorando vidas, devorando sueños…

A unos meses de finalizar el año, solo deseamos que tras este torbellino de crispaciones y sinsentidos se imponga la sensatez y la dignidad, porque aquí lo realmente importante son los ciudadanos: Juan, María, Martín, Isabel, Rafa, Iris, Raúl, Alba, Manuel, y muchos más, de la A a la Z. Porque todos ellos se merecen tener una vida digna, sean de donde sean, vengan de donde vengan, todos tenemos derecho a una vida digna y no a vivir de rodillas, siempre mendigando por unas migajas de bienestar… siempre entre limosnas, siempre luchando…

…Españoles que España habéis ganado

labrándola entre lluvias y entre soles.

Rabadanes del hambre y del arado:

españoles.

Esta España que, nunca satisfecha

de malograr la flor de la cizaña,

de una cosecha pasa a otra cosecha:

esta España.

Miguel Hernández.

Sin más, feliz lectura!! Y a seguir luchando, a seguir

viviendo!!

Arantxa CarcellerDirectora Los ojos de Hipatia

Revista culturalLos ojos de Hipatia

@ojoshipatia

Tres cosas hay en la vida. Víctor J. Maicas Safont.

4OPINIÓN

Clero regular, nodrizas y expósitos en el siglo XVIII. Eduardo Montagut Contreras.

6HISTORIA

Los olvidados. Rafael Narbona.

8LA CRÍTICA

Deberes sí o no esa es la cuestión. Iris Carceller.

10EDUCACIÓN

Paco Plaza: "Las mejores películas las están haciendo mujeres". Arantxa Carceller.

12LA ENTREVISTA

14Una minoría radical yihadista. Santiago Olivares.

EL FARO

100 años de la Estación del Norte. Isabel Genovés Estrada.

17ARTE

En vindran d'altres como Marina Ginesta?La escritora detrás del fusil. Rocio González Naranjo.

18LIBROS

Uno contra todos. Eduardo Beltrán Jordá.

20CINE

Directora: Arantxa Carceller / Subdirectora: Isabel Genovés Estrada

Diseño y maquetación: los ojos de HipatiaFotografía: Arantxa Carceller.

Colaboradores: Víctor J. Maicas Safont, Eduardo Montagut Contreras, Rafael Narbona, Iris Carceller,

Santiago Olivares, Rocio González Naranjo y Eduardo Beltrán Jordá

Impresión y Distribución: Kolor Litografos - Encuadernación: Royo

Depósito Legal: V-875-2015 / ISSN: 2444-3492 Información y Publicidad: [email protected]

EDITORIAL

Ilustración: Martín Sánchez Arnau

Torrent: Librería Nobel, La Villa Verde, Pastelería El Capritx, Tarongino Café Bar (Calle Sant Cristóbal), Shiva Nature, La Torreta, Restaurante El Vedat, Horno Pastelería Montoro y Casa El Chesús.

Paiporta: Pastelería Genovés (Carrer Sant Joaquím, 37), Zapatería Vertical Sneakers y Llibreria La Moixeranga

Mislata:

Alboraya- Playa de la Patacona: La más Bonita.

Sagunto: Librería La Seu, Librería Tres en Ratlla, Wizard Café y La Grossa Tomasa.

Puerto de Sagunto: Cine Alucine, Librería Puerto, Librería Arco, Casal Jove, Candela Restaurante, Hotel Vent de Mar, ALFIL.BE papelería & hobby, Pastelería La Moderna, Tapería El Mussol, NH Hotel, Herboristería Merche, Asador Gernika, HM Digital, Café Marina Express, Horno Los Amantes y Tasca Ranel.

Canet de Berenguer: Hotel Els Arenals.

Valencia: Espai Rambleta, Goya Restaurante, Balneario La Alameda, Facultad de Arquitectura, Perla Negra (Av. del Regne de València, 23), Taberna Ché, Mercado Colón, Librería Soriano, Cafetería La Nau, Cafetería IVAM, La Tasta Olletes Cocina Vegetariana, Café Tertulia, Cafetin (Plaza Sant Jaume), Café Sant Jaume, Cafetería MuVIM, Cafetería Rivendel, Cafetería Rte. Paprika, La Filmoteca, Hotel Renasa, Librería París Valencia (junto estación del norte), Teatre Talia, Bartleby Librería, Microteatre, La+Bonita (Ruzafa), Sala Russafa, Librería Gaia, Librería La Rossa, Librería La Traca, Terra Centre Social Bar, Octubre Centre de Cultura Contemporània, MUEZ Gastrollibreria, Mala Hierba, La Sidrita Librería Berlín, Llibreria Ramon Llull, Librería Primado, Café Berlín, Trentatres Gallery, Lamaldo Restaurante, Ubik Café, Troa Librerías, Librería Railowsky,

de l’Albereda, 55), Llebeigcafe (Paseo de la Alameda 48), Cruz del Sur (Carrer de Campoamor, 57), Olhöps Craft Beer House, La Paca, La otra parte Taberna Experimental, Slaughterhouse, The Good Whale, Meat Market Restaurante, Mama Racha Taberna, Jimmy Glass Jazz Bar, Al-Paladar Taverna i Take Away, The Book Restaurante, Delicious de Ses Salines, Cine Aragón, La Malaquita, La Greta, Bocatame, Facultad de Geografía e Historia, Facultad de Psicología, Facultad de Periodismo, Caravan Bar,

Idiomas, Il vizio di Sophia, Restaurante La Piazza Aragón, La Pitusa, María Mandiles (Plaza del Carmen), Café del Abad, Librería Verde, Tasca Cría Cuervos (Ruzafa), Tasca El Botijo (El Carmen), Café Infanta, ¡¡Porque lo digo yo!! (Ruzafa), El Lloc (Benimaclet),

Imprevisual Galería, Pik Nik Restaurante (Ruzafa), Teatre El Musical, Sol i Lluna (Carrer del Mar), Librería Alas, espacio creativo, Anaeva. Restaurante vegetariano, Taberna La Marrana (Calle Alta 46), Hotel Balandret, Taberna El Olivo, La Comisaría, Pare Pere, Melocomo, Café Lola, Taberna Arturo Manuel y Librería Dadá (dentro del MuVIM).

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4 Los ojos de Hipatia www.losojosdehipatia.com.es

OPINIÓN

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Víctor J. MaicasPeriodista y escritor

cosas hay

HISTORIA

Tal y como nos decía aquella vieja canción, tres cosas hay en la vida: salud, dinero y amor. Quizá sea una

forma muy escueta de decirlo, pero a grandes rasgos, probablemente sea así. Aunque eso sí, yo añadiría una cuarta cuestión, la dignidad. Sí, salud, dinero, amor y dignidad, ya que sin este cuarto concepto los otros tres se pueden convertir, tal y como vemos a diario en la sociedad en la que vivimos, en una exaltación del ego de espeluznantes consecuencias.

Si bien es cierto que cualquier persona, para disfrutar plenamente de lo que nos ofrece la vida, necesita tener al menos una aceptable salud tanto física como mental, una situación económica que como mínimo consiga no hacerle pasar penalidades materiales, y ese amor que cualquier alma ha de tener para llenar de bondad su corazón y no de oscuras intenciones, no es menos cierto que si no añadimos a ese cóctel unas gotas de dignidad, el resultado final se puede convertir en mezquindad, avaricia e indiferencia. Tres conceptos, estos últimos, del todo antagónicos a los que en teoría se refiere el mensaje de dicha canción.

Porque al interiorizar dicha melodía, por lo general casi todo el mundo piensa únicamente en sí mismo: ¿tengo o seguiré teniendo salud, una cómoda situación económica y alguien que me quiera o me siga queriendo? Sí, por regla general, tras oír el estribillo de esa melodía lo que uno suele hacer es autoevaluarse a sí mismo y raras veces piensa en los demás. Es decir, que en esta sociedad de hoy en día (y por desgracia también en la de antaño), generalmente sigue funcionando el “si yo estoy bien todo va bien”, y un claro ejemplo de ello es que en una sociedad como la nuestra, considerada de las más ricas del mundo en términos puramente macroeconómicos, existe en la actualidad más de un 28% de la población en grave riesgo de exclusión social (aproximadamente unos 13 millones de personas en un país que no llega a los 50).

Sí, al menos en mi opinión, por supuesto que a esas tres cosas habría que añadir la dignidad, pues si no somos capaces como sociedad de pensar en el bienestar del resto de miembros de nuestra comunidad e intentar que, al igual que nosotros, ellos también puedan tener garantizada como mínimo una buena asistencia sanitaria para intentar preservar su salud, unos básicos derechos para que no vivan en la miseria y un mínimo de solidaridad para que nadie se sienta aislado o marginado, entonces quizá de

forma personal podremos presumir de tener salud, dinero y amor, pero seguiremos siendo esos pobres aborregados que en lugar de mirar hacia el horizonte tan solo son capaces de ver su propio ombligo de la forma más indigna que uno se pueda imaginar: es decir, ignorando el sufrimiento de los demás.

Decía Martin Luther King aquello de que “no me preocupa tanto la gente mala, sino el espantoso silencio de la gente buena”. Y es que probablemente cuando el conjunto de la sociedad haga suyo ese pensamiento, es cuando por fin pasaremos del individualismo puro y duro a una sociedad del bien común. O dicho de otra forma, abandonaremos una sociedad hipócrita y vacía de valores humanos para crear un mundo más digno en todos los sentidos. Porque tal y como nos indica el propio diccionario de la lengua, la dignidad es la “cualidad del que se hace valer como persona, se comporta con responsabilidad, seriedad y con respeto hacia sí mismo y hacia los demás y no deja que lo humillen y lo degraden”.

Así pues, no seamos nosotros mismos los que nos auto humillemos y degrademos por no querer mirar a nuestro alrededor. Solo es cuestión de voluntad y, por supuesto, de dignidad.

en la vida L

as instituciones dedicadas a la atención del expósito* en el Antiguo Régimen, dependían en su mayoría, a excepción de algún ejemplo, como el de la Inclusa

madrileña, de la Iglesia. Pues bien, en este caso nos acercaremos al papel que el clero regular tuvo en el cuidado de los expósitos en un caso concreto, incidiendo también en su relación con las nodrizas.

La orden del Sancti-Spiritus in Saxia tenía como uno de sus principales objetivos el recibir, alimentar y enseñar a los expósitos. Según nos cuenta Francisco Xavier Salcedo en su Teatro Universal de España, esta orden nació como consecuencia de un hecho prodigioso acaecido en Roma hacia 1201. Siguiendo siempre al autor, Inocencio III fue requerido por cierta voz para que se dirigiese al Tíber y echase en el cauce las redes. Para asombro suyo y de la Curia sacó la primera vez 87 niños muertos y 340, la segunda. La interpretación que se hizo del hecho consistía en que aquellos niños habían sido arrojados por madres lascivas para encubrir su pecado y librarse del castigo. Dicho razonamiento tuvo éxito posteriormente, al convertirse en uno de los principales a la hora de explicarse los contemporáneos del Antiguo Régimen el crecido número de expósitos que existía. No se olvide el concepto de pecado y la presión social contra la concepción fuera del matrimonio además del estigma de la ilegitimidad que imperaban y, solamente un poco mitigado por el Despotismo Ilustrado y sus preocupaciones

demográficas. Pero hay que tener en cuenta otra causa más importante: la pobreza de muchas familias que imposibilitaba sacar adelante a todos los que nacían.

El Papa decidió fundar una congregación masculina, que luego tuvo su correspondiente femenina, para que se dedicase con preferencia al cuidado de los expósitos. Dicha orden fue confirmada por la Bula Inter Opera Pietatis (1204). En España contaba con una red de Hospitales entre los que destacaban los de Baeza, Baza, La Rambla, Morón, Osuna, Sanlúcar de Barrameda, Sevilla y Úbeda.

El convento al que vamos a prestar atención se encontraba en el Bierzo en el término de Congosto. Se trata del convento de Nuestra Señora de la Peña. Pues bien, nosotros vamos a analizar cómo se atendía a los expósitos en este medio rural, su número y el método seguido para su crianza, según la información que guarda el Archivo Histórico Nacional en su sección de Clero (Libro 4843). Los datos no son abundantes a causa de la invasión francesa, de ahí que el estudio tenga estos márgenes temporales que, en principio pueden parecer arbitrarios (1701-1745), pero es el lapso de tiempo con el que contamos.

Al tratarse de una zona pequeña y rural, el número de expósitos no es muy elevado. Son recogidos un total de 23 criaturas, 12 niños y 11 niñas. De ellos mueren al poco tiempo 4 (2 niños y 2 niñas): María Antonia, José, Pedro, Antonio, y Gertrudis Vicenta

María de la Peña. Los demás parece que vivieron más tiempo o que sobrevivieron porque nada se dice de ellos. No nos parece un número muy alto de fallecidos, al estar acostumbrados a las cifras de las Inclusas. Seguramente esta baja mortalidad se deba a que no permanecían en ninguna sala con escasas medidas higiénicas, sino que salían casi inmediatamente con una familia y este era un método probado para elevar la supervivencia. Además, no existía el problema del traslado de las criaturas por trayectos largos.

Las criaturas eran expuestas generalmente en la puerta del convento, en su portería o en las puertas de la Iglesia del mismo. No parece que hubiera un torno como solía ser costumbre en las Casas-Cunas. Tampoco parecía necesario.

En algunos de los asientos de expósitos se especifica el vestuario que traían consigo, aunque la expresión se repite a lo largo del tiempo con el riesgo de caer en el estereotipo: Agustín, al que dejaron a las puertas del convento, llevaba unos pobres pañales. Igual se dice con Bentura, Mª Antonia, José, Antonio de la Peña y María de la

Clero regular, nodrizas y expósitos

Eduardo Montagut ContrerasDoctor en Historia Moderna y Contemporánea

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HISTORIA

6 Los ojos de Hipatia

Peña, Juana de la Peña, María Manuela, Simón, Gertrudis Vicenta María de la Peña, Ana María de la Peña, aunque se añade que también llevaba pobres mantillas, y una niña anónima. Más suerte tuvieron Manuela Toribia, porque fue recogida con sus “camisitas y un paño, un mandil (...) con listas rojas y otros trapos y pañales” aunque “bien pobres”, o María Antonia que vino envuelta en una mantilla encarnada nueva.

Algunos venían acompañados de cédulas donde se especificaba que estaban bautizados, como Juan, que ya tenía un año cuando fue recogido. A Pedro, el niño que falleció en junio de 1720, tampoco hizo falta bautizarlo. Pero lo más normal es que trajesen cédulas de bautismo de socorro o “alma de socorro”. El agua de socorro se administraba por miedo a que murieran muy rápidamente dada la fragilidad de las criaturas. En muchas ocasiones era proporcionado por las comadronas. Son: Manuela Toribia, Mª Antonia, José, Antonio Cayetano, María Manuela, Simón, Mª Antonia, Gertrudis Vicenta María de la Peña y la niña anónima. Hemos encontrado situaciones en las que ni tan siquiera portaban esta cédula:

Bernardo, Pedro y Andrés, Agustín, Bentura, Antonio y María de la Peña, Bernarda, Antonio, Ana María de la Peña y la niña anónima. Entre los “pobres pañales” de Juana de la Peña se encontró una cédula en la que se mandaba que se le bautizase, con lo que engrosa el número de los no bautizados. Tanto unos como otros eran bautizados: algunos en el propio convento y otros en los lugares donde se llevaban a criar. Agustín es bautizado allí mientras Bernardo, el primer expósito de nuestro periodo, fue bautizado en Villaverde de Omaña donde se dio a criar. Suelen aparecer los nombres de los padrinos y madrinas. De los primeros se reconocen a clérigos de la zona: el Lcdo. D. Agustín Sánchez, padrino de Agustín, era presbítero del lugar, también era clérigo presbítero el Lcdo. Francisco Gutiérrez que apadrinó a Manuela Toribia. Los religiosos de la orden también podían apadrinar, como Fray Manuel Panizo que lo fue de Antonio. Hasta un religioso lego profeso del convento apadrina a Bernarda (Fray Tirso de la Peña). Otras veces el padrino es un vecino, y la madrina el ama que amamanta al pequeño o pequeña. Así acontece con Mª Antonia (la expósita que muere a los dos meses). Fue apadrinada por Andrés de Álvarez y Antonia, mujer de Morán, a quien se dio a criar. El matrimonio encargado de la lactancia y cuidado del pequeño

podría ser quien apadrinara: Tomé Fernández y su mujer se encargaron de Antonio Cayetano y lo apadrinaron. Pero otras veces son vecinos de lugares ajenos, en principio a la lactancia: Antonio Rubio y María, mujer de Lucas Cid, apadrinan a Antonio de la Peña. Contamos con un ejemplo de mujer que parece más o menos principal en la zona y estar vinculada familiarmente con el cura de Congosto, Don Antonio Sandoval. La pequeña Bernarda, cuyo padrino era el religioso lego citado, lleva el nombre de su madrina, Doña Bernarda de Sandoval.

En cuanto a los nombres y apellidos que les fueron impuestos parece que no se seguía una norma especial identificativa. Lo que si se solía hacer era imponer el apellido “de la Peña”, por la advocación del cenobio. No hay casos anteriores a los años veinte, pero hacia 1727 parece que se hizo lo que indicamos: Antonio de la Peña y María de la Peña en ese año, Juana de la Peña, Gertrudis Vicenta María de la Peña, y Ana María de la Peña.

Los expósitos no eran alimentados y mantenidos en ninguna sala del convento. No existía una Cuna propiamente dicha, sino que se les daba a mujeres casadas o viudas de los lugares del término para

que los amamantasen y cuidasen. Al finalizar la lactancia no sabemos qué ocurría con ellos, pero pensamos que terminarían por ser prohijados. Sabemos que el niño de un año llamado Juan fue entregado a Antonio de la Vega y a Lucía García, su mujer, quienes le adoptaron.

Las amas de cría son las siguientes: Antonia, mujer de Toribio González, que crió a Agustín; la mujer de Miguel Álvarez, que crió posteriormente al mismo Agustín; Catalina mujer de Cascacid, que tuvo dos expósitos: Bentura y Manuela Toribia; Felipa, mujer de Ángel, que terminó por criar a Manuela Toribia; Antonia, mujer de Morán, que amamantó primero a Bentura, después de haberlo hecho Catalina, luego a Mª Antonia (que murió), y cuando quedó viuda, a Antonio; Catalina, mujer de Francisco Carro, que alimentó a José; la mujer de Benito, que crió a Pedro; la mujer de Tomé Fernández, que alimentó a Antonio Cayetano; la mujer de Benito Droida, que amamantó a Bernarda; Antonia Morán, el único caso de viuda, alimentó a Antonio; Alicia la Morena, que no sabemos su estado y crió a Antonio de la Peña; lo mismo ocurre en cuanto al estado de Mariana Díaz, que crió a María de la Peña; Luisa Arias, esposa de Ángel Fernández y que crió a Simón. Contamos con un caso de crianza en el que solamente aparece el nombre de un hombre: María Manuela es entregada a Alonso de Viñales para que la criase. Abundaban las nodrizas de Congosto, San Miguel de las Dueñas y Cobrana.

La mayor parte de los expósitos debió permanecer con la misma nodriza; cuatro de ellos cambiaron. Agustín fue dado a criar a Antonia, mujer de Toribio González. Al mes siguiente lo entregó y hubo que buscarle otra ama. Esta fue la mujer de Miguel Álvarez. Las razones no sabemos cuáles fueron. En 1716, Catalina, la esposa de Cascacid, se encargó de Bentura pero al poco lo dejó y se encargó de su lactancia Antonia, mujer de Francisco “el Morán”. Pues bien, Bentura llegó a tener una tercera nodriza, ya que cuestiones económicas motivaron que los clérigos despidieran a Antonia en el mes de noviembre. Parece ser que la llevaron a otro lugar y con otra nodriza: Juliana del Barrio, prima del Lcdo. Simón García, vicario de los Montes, y mujer de Manuel Veyra. Parece una prueba de que también los clérigos tenían problemas económicos como los grandes establecimientos para atender los pagos a las nodrizas. La misma Catalina amamantó a Manuela Toribia al año siguiente durante espacio de un año porque así aparece en el documento,

“ajustada por un año”. Al terminar el año se entregó la pequeña a Felipa.

A las nodrizas se les daba una cantidad en metálico y géneros como pago de su trabajo. En las Inclusas el estipendio era mayor, lógicamente, y algo distinto porque mientras en nuestro caso se les proporcionó alimento mediante la entrega de manteca esto no solía ocurrir en los grandes establecimientos; era preferible, por más cómodo, un salario y la ropa. A Antonia, el ama de Agustín, se le entregaron 11 ducados y 5 libras de manteca. A la siguiente ama de este crío se le ajustó en 11 ducados, 7 libras de manteca y pañales, aunque también sabemos que se le entregaron dos camisas. Estas cifras son de 1708. Pero tardaron en variar, ya que, en 1716, Catalina, la esposa de Cascacid, recibió los 11 ducados, 6 libras de manteca y pañales por alimentar y cuidar a Bentura. Por este caso sabemos que el pago no era al contado. El mismo día de la entrega se le dieron 8 reales y medio y una libra de la manteca. El marido de

Antonia, Francisco "el Morán", era el que recogía las cantidades por el trabajo de su mujer con Bentura. En principio fue declarada una renta de 10 ducados, manteca y pañales. Posteriormente, se le entregaron al tal Francisco 10 reales, otro día media libra de manteca, el día 29 de junio 8 reales, media libra de manteca y tres varas de lienzo viejo para pañales. El 12 de septiembre recibió 27 reales y 18 mrs. correspondientes de la paga de tres meses, llevándose la manteca que le correspondía por ese tiempo. En octubre se le dieron 9 reales, media libra de manteca y unos paños viejos. En esta ocasión fue la propia Antonia quien recogió todo. También lo hizo en noviembre: 9 reales, último mes que tuvo a Bentura.

Los 11 ducados y 6 libras de manteca siguen siendo el salario de las amas al año siguiente, ya que, por la crianza de Manuela Toribia, se estipulan estos conceptos a Catalina. A la segunda ama de esta niña -Felipa- no vemos que se le entregase dinero, pero sí una vara de pardo, otra de mandil

de sayal con lista roja y amarilla y los pañales, así como las camisas necesarias.

En 1718 se le debían dar a Catalina, mujer de Francisco Carro, 10 reales cada mes y media libra de manteca por criar a José. Pero murió al poco. En 1719 se elevó el salario: 14 reales al mes para el matrimonio Fernández por Antonio Cayetano, pero se especificaba que no se le iba a dar otra cosa, con lo que el aumento era relativo. Claramente descendió el estipendio en 1720 porque a la mujer de Benito por dedicarse a Pedro se le debían entregar 9 reales por mes y media libra de manteca, eso sí con los pañales que no aparecen citados en el caso del año 1718. Para 1724 se cambió la fórmula: 100 reales y 10 libras de manteca anuales para Benito Droida y su mujer por Bernarda. Este mismo sistema lo vemos en 1730 con María Manuela, que es dada a criar a Alonso de Viñales.

Es importante destacar como algunas de estas mujeres tuvieron un cierto protagonismo porque se dedicaron a alimentar a más de un expósito: Catalina, esposa de Cascacid, y sobre todo Antonia, esposa y luego viuda de Francisco "el Morán". Esta última debió verse impelida a seguir con esta función al perder a su esposo. En 1716 estuvo criando a Bentura hasta que es despedida por otra más económica, al año siguiente crio durante los dos meses de vida de Mª Antonia a la que también había apadrinado. Por fin, en 1728 crio a Antonio cuando ya era viuda, con tan mala suerte que se le murió también a los pocos meses.

*Dicho de un recién nacido: Abandonado o expuesto, o confiado a un establecimiento benéfico.

"Aquellos niños habían sido arrojados por madres lascivas para encubrir su

pecado"

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8 Los ojos de Hipatia

Los olvidados

LA CRÍTICA

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La calle Alcalá pierde su aire aristocrático cuando dejas atrás la Plaza de las Ventas. A la altura de Pueblo Nuevo y Quintana, la

mayor parte de las viviendas son humildes, especialmente en las calles laterales, donde aún es posible hallar casas bajas, con un pequeño patio y vecinos que aprovechan el verano para sacar sus sillas a la acera, organizando una pequeña tertulia. Yo vivía en un bloque modesto, con cinco plantas. Mi apartamento era interior, pequeño y umbrío. Mis vecinos pertenecían a la clase obrera, pero algunos empezaban a prosperar y se consideraban clase media. Tal vez por eso se mostraban particularmente intransigentes con una vecina con aspecto de mendiga y un hijo

Los olvidados

Rafael NarbonaProfesor de filosofía, escritor y crítico literario

esquizofrénico. El chico era tímido e inseguro. Intentaba pasar desapercibido. No hablaba con nadie y no causaba problemas. Su madre no era conflictiva, pero nunca desperdiciaba la ocasión de intercambiar unas palabras, sin ofenderse cuando alguien respondía a su cordialidad con aspereza o cortaba la conversación en seco, alegando un pretexto inverosímil.

No recuerdo su nombre, pero sí su aspecto. Era una mujer menuda y algo gruesa. Con el pelo blanco y recogido en una coleta, siempre caminaba con un bordón, con punta de hierro y una bolsa enorme de El Corte Inglés. El bordón no era un capricho o una extravagancia, sino una triste necesidad. En más de una ocasión había puesto en fuga a los chavales del barrio que hostigaban a su hijo, llamándole “anormal” y “tarado” y arrojándole pipas, escupitajos y cáscaras de naranja. Los agresores –casi todos menores- se dispersaban cuando recibían los primeros estacazos. “Pobrecillos –musitaba

la mujer-. Se limitan a repetir lo que escuchan en casa”. Dos skinheads que siempre andaban juntos también les molestaban, pero mantenían las distancias, pues tal vez experimentaban ese temor supersticioso que inspiran los locos y los inadaptados. Mi vecina les miraba desafiante, agarrando a su hijo de la mano y mostrando la punta de hierro del bordón para despejar cualquier duda sobre sus intenciones. Aunque nunca le pregunté su edad, presumo que superaba los sesenta años. Cojeaba por culpa de una lesión de rodilla, pero había descartado operarse, pese a la insistencia de los médicos. “Si sale mal, podría quedarme impedida. ¿Quién cuidaría entonces a mi hijo?”

La mujer nunca desprendía mal olor y sus mejillas rebosaban vida, pero su ropa era vieja y descolorida. Vestía como una aldeana, acostumbrada a realizar largos recorridos por el campo, con un haz de leña a la espalda y un cubo lleno de fruta, pero sus paseos no

discurrían por senderos de montaña, sino por los caminos de tierra del Parque Calero, un rectángulo de frescor en mitad del asfalto que apenas mitigaba el calor de julio y agosto, cuando el barrio se convertía en un laberinto ardiente, con los edificios jadeando como un gigante asmático. Hasta el anochecer, las persianas permanecían bajadas. A partir de las nueve o las diez, todo el mundo abría las ventanas, intentando crear corrientes de aire, muchas veces sin éxito. El Parque Calero se convertía en el refugio de muchas familias, que bajaban a la calle con sillas de playa, pequeñas neveras e incluso televisores. Solía encontrarme con mi vecina de madrugada, cuando ya se habían retirado las familias y sólo quedaba algún paseante solitario. Casi siempre me acompañaba Tania, un pastor catalán que experimentaba devoción por el ser humano, pero que sabía apartarse cuando apreciaba rechazo o miedo. Mi vecina, que amaba a los animales con ternura franciscana, abría los brazos apenas se encontraba con ella, hincando una rodilla en el suelo. No le molestaba que lamiera sus mejillas y le mordisqueara la nariz. Yo sonreía y me agachaba para estar a su altura, mientras se abrazaban mutuamente, con sincera indiferencia hacia las miradas ajenas.

-¿Qué tal está su hijo? –le preguntaba.

-No está mal. La primavera es la peor época y ya ha pasado.

Casi todas las primaveras su hijo sufría una recaída y a veces desaparecía durante días. En esos momentos, la pobre mujer recorría el barrio como un peregrino que ha perdido el rumbo y no sabe si hallará de nuevo el camino. Preguntaba en los comercios, hablaba con la policía, lloraba en un banco del parque, preguntándose si recobraría a su hijo. Siempre reaparecía, pero más delgado, con el pelo sucio y las manos ennegrecidas por las noches pasadas al raso. No respondía a las preguntas de su madre. La psicosis actuaba como una burbuja que le aislaba de la realidad, librándole de las exigencias de la razón. Sus ojos insinuaban que había realizado un largo viaje por tierras extrañas, pero quizás había pasado los días bajo un cartón o refugiado en uno de los puentes de la M-30, conviviendo con otros seres tan desgraciados como él. Los vecinos le observaban con temor, murmurando que era peligroso, pues a veces no devolvía el saludo o mascullaba cosas incomprensibles. Algunos preferían subir a pie dos o tres pisos y no

compartir el ascensor con él. Era un muchacho alto, que escondía su cara con una gorra de béisbol y unas enormes gafas de sol. Un ser marginal e insignificante para la mayoría, pero no para su madre, que le consideraba el centro de su vida. “Es muy tímido. Ha sufrido mucho. Su maldita enfermedad le tortura, metiéndole en la cabeza auténticos disparates. Dice que es malo, pero nunca ha hecho daño a nadie”. Yo no le tenía miedo e incluso lograba sonsacarle algunas palabras, tal vez porque los dos habíamos nadado en las mismas aguas negras. La locura es un excelente criterio para medir la sinceridad de un amigo. En esas horas de terror y perplejidad, sólo unos pocos permanecen a tu lado. Yo no he sufrido alucinaciones auditivas, pero sí he vivido con angustia el contacto con el mundo exterior, deseando desaparecer por una grieta. He cultivado la flor del suicidio y he sonreído cuando sus pétalos aleteaban como una mariposa negra, que no promete un más allá, sino una eternidad de silencio y olvido. Ahora que soy un hombre de mediana edad, me cuesta trabajo reparar en que en aquellos días era tan joven como el muchacho de la gorra de béisbol. Afortunadamente, las palabras ya habían comenzado a echar raíces en mi mente herida, intentando rescatarme de mis fantasías autodestructivas. Sin ellas, no sé qué habría sido de mi vida. Sería como el pecio de un naufragio, que arriba a una playa desierta, sin hallar unas manos que lo rescaten y le ofrezcan una segunda oportunidad. Creo que ese fue el destino de mi infortunado vecino. Antes de su última y definitiva desaparición, charlamos brevemente en el portal. La primavera ya había iniciado su cosecha, cobrándose la razón de las mentes más vulnerables.

-Me marcho a la playa –me dijo, con las manos en los bolsillos de un pantalón de chándal.

-¿Adónde? ¿Tal vez a Alicante o más al sur? –pregunté.

-No tan lejos. Me voy a Moratalaz.

-Pero si en Moratalaz no hay playa.

-Te equivocas. El mar está cerca de las tapias de La Almudena. Si te sientas en una piedra y te olvidas del tráfico, puedes escuchar el oleaje. Lo mejor es la brisa. Puedes sentirla en las mejillas, mezclada con el olor a algas, caracolas y estrellas marinas.

-Nunca he escuchado ese sonido –repliqué, fascinado.

-Es algo más que sonido. Si aguzas la vista, podrás distinguir hasta el brillo del sol, despidiendo reflejos metálicos.

Fue nuestro último encuentro. Se marchó y nunca regresó. Su madre le buscó durante meses, confundiéndole a veces con otros jóvenes de aspecto parecido. Su ilusión se esfumaba apenas se acercaba un poco y comprobaba que se trataba de otra persona. Cuando entendió que jamás volvería, se dedicó a acumular basura, provocando la ira de los vecinos. Una tarde llamaron al timbre y abrí la puerta. Era el presidente de la comunidad, pidiendo mi firma para presentar una denuncia.

-No podemos consentir que siga llenando su piso de basura. El hedor es insoportable y peligroso para la salud.

No firmé, ganándome su antipatía y la del resto de los vecinos, que siempre me habían mirado con desconfianza por tener el único perro del bloque y llevar tatuada una salamandra en el brazo derecho. Poco después, me mudé a un pueblo de las afueras de Madrid. Pensé en despedirme de la pobre mujer que apilaba la basura, tal vez porque no encontraba otro motivo para seguir viviendo. No lo hice. Por cobardía. Por timidez. Por inseguridad. Por no saber qué decir. Han pasado más de quince años. Es posible que haya muerto y que su hijo no haya abandonado la playa de Moratalaz, deslumbrado por el viento y la espuma. Tal vez algún día me acerque a ese lugar y le encuentre, con los pies descalzos, el pelo desordenado y los ojos iluminados por la dicha del que se ha extraviado en un improbable paraíso.

pitasoundprom.blogspot.com.es

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11www.losojosdehipatia.com.es10 Los ojos de Hipatia

CaminArt, Camins de Cultura i d´Art es una cooperativa cultural valenciana que

realiza rutas alternativas para enseñar la ciudad de Valencia de una forma diferente

a como se viene haciendo hasta ahora para divulgar el Patrimonio histórico y cultural,

tanto entre los turistas como los valencianos. El principal objetivo de CaminArt es

dar a conocer aquello que normalmente queda al margen de las rutas turísticas

tradicionales, a través de rutas dinámicas y participativas, se muestra la Valencia

clásica y turística y, aquellos rincones, espacios, llenos de secretos, poniendo en valor

el Patrimonio artístico desconocido. En este sentido, Valencia es una ciudad con un

potencial cultural y patrimonial enorme que ofrece grandes posibilidades.caminartvlc.wix.com/caminart

Desde hace algún tiempo, en las escuelas españolas se debate los beneficios de los deberes, los cuales se han puesto en entredicho debido a la idoneidad

o no de su contenido y su cantidad.

Los deberes en las escuelas han existido desde épocas inmemoriales, ya que los deberes se entienden como el refuerzo de todo aquello que hemos aprendido durante el día, sin que estos supongan un esfuerzo sobrehumano para el alumnado.

EDUCACIÓN

Los deberes se deben concebir como proyectos de investigación o vías de comunicación entre el alumno y el conocimiento para despertar en ellos el gusto y las ganas por seguir aprendiendo más allá de lo que nos muestran los libros de texto.

Encontramos distintas metodologías que avalan esta concepción de los deberes. En primer lugar la metodología de Aprendizaje Basada en Proyectos (ABP). Es una metodología que apuesta por convertir al alumno en un ávido investigador del conocimiento, es decir, que él mismo con diferentes técnicas y estrategias sea el constructor de su propio conocimiento.

Para esta metodología es de vital importancia que los alumnos aprendan estas técnicas de investigación y tratamiento de la información en el aula. En casa deben seguir trabajándolas y ejercitándolas, ya que si queremos una verdadera implantación de esta metodología, nuestros alumnos deben desarrollar su capacidades de análisis en todas las áreas y en cualquier momento y con las horas lectivas del centro a veces se hace casi imposible llevar a cabo este tipo de metodologías que salen fuera de las metodologías tradicionales de memorización y repetición.

También son importantes los deberes de esta índole en las metodologías que no se utilizan libros, ya que los alumnos deben ser organizados y conscientes en todo momento que aunque no se tengan libros se trabaja para alcanzar los objetivos propuestos en cada materia.

Este tipo de deberes ayudan a utilizar otro tipo de recursos educativos que facilitan el proceso de aprendizaje, como por ejemplo los recursos TIC. En los centros educativos no siempre se dispone de estos recursos para todo el alumnado, así que si los docentes envían deberes de investigación, lecturas, deberes de síntesis, problemas matemáticos, entre otros, relacionados con las TIC, los alumnos en casa podrán poner en prácticas los modos de uso de estos recursos y entender que no solo sirven para jugar, sino también para crear conocimiento y descubrir otros modos para aprender.

Los deberes no deberían suponer un castigo para el alumnado, sino un reto para ellos, es decir, gracias a los deberes los alumnos pueden desarrollar las competencias y habilidades de cada área o materia. Los deberes se hacen en un ambiente más relajado y el alumno puede contar con una mayor gama de recursos para poder realizarlos.

Sí que es cierto que en muchas ocasiones los deberes que se plantean son abusivos y totalmente desproporcionados, ya que son repetitivos y se realizan de forma mecánica, con lo cual es imposible que este tipo de deberes sean efectivos para el aprendizaje de competencia y habilidades referentes a la autonomía del alumno, su capacidad de investigación y con ello el tratamiento de la información, entre otras muchas.

Así bien, se puede entender el malestar de algunos padres, los cuales no entienden porque sus hijos a parte de hacer las horas lectivas en el centro escolar, deben de hacer muchas más horas fuera de la escuela para realizar estos deberes repetitivos y mecánicos, que no aportan nada al alumno, únicamente, estrés y malestar.

Este tipo de deberes corresponden al paradigma tradicional, en el cual los alumnos aprenden por repetición y memorización, sin dar paso a la innovación, la investigación, la creación de estrategias para la resolución de los posibles problemas.

Debemos dejar que los alumnos trabajen en casa de la misma forma que lo hacen en la escuela, para facilitar la comprensión y adquisición de los mecanismos y técnicas para un buen proceso de enseñanza-aprendizaje. Por ello, es de vital importancia que trabajen y se ejerciten en este tipo de técnicas, ya que no solo les servirá para resolver los diferentes retos que les surjan en el colegio, sino que también les servirá para la resolución de problemas en su día a día.

Por otro lado, tenemos la visión de las familias que cuentan que con los deberes los niños no tienen tiempo para jugar

y dedicar tiempo a sus aficiones, pero algunas de estas familias “apuntan” a sus hijos a 20 extraescolares semanales, entre ellas música o inglés a las que los niños deben de dedicarles horas de estudio para poder pasar de curso cada año, por lo que me planteo si los alumnos no tienen el mismo estrés y malestar.

También, me cuestiono que si los deberes fueran deberes de investigación, deberes que ayuden a pensar al alumno, que ayuden a motivar e incentivar al alumno para que siga aprendiendo, ¿los padres estarían dispuestos a trabajar con sus hijos o también se negarían a realizarlos?, es decir, realmente el problema es de los deberes o de cómo se quiere invertir el tiempo después de la escuela.

Con ello, me lleva a la conclusión que los deberes, en sí, no son los grandes antagonistas de la historia, sino de cómo el docente los visiona, es decir, de que enfoque se les da a los deberes. Este enfoque debe adaptarse a las necesidades del grupo-clase al que van dirigidos y no pensar que a cuanta más cantidad más calidad, ya que la calidad no tiene una relación directa con la cantidad de los mismos, sino que la calidad depende exclusivamente del contenido y el enfoque que se le dé a estos deberes.

Para saber más:1. Villar. S. (2012-2013) Aprendizaje

Basado en Proyectos. Universidad de Zaragoza.

2. Pastor, C.A., Zubillaga, A. y Sanchez J.M. (2015) Tecnologías y Diseño Universal para el Aprendizaje (DUA): experiencias en el contexto universitario e implicaciones en la formación del profesorado. Vol 14 (1) Revista Latinoamericana de Tecnología Educativa. Web: http://relatec.unex.es

3. Claro, M. (2010). Impacto de las TIC en los aprendizajes de los estudiantes. Estado del arte. CEPAL- Colección Documentos de Proyectos. No. 339 (LC/W.339). Santiago de Chile.

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12 Los ojos de Hipatia

LA ENTREVISTA

13www.losojosdehipatia.com.es

Foto y Texto: Arantxa CarcellerPeriodista

Muchos de ustedes ya se habrán estremecido en la butaca del cine con la última película del cineasta Paco

Plaza (Valencia, 1973), Verónica, a quien también recordarán por otros títulos como El segundo nombre, Romasanta, la caza de la bestia o la saga de REC, junto a Jaume Balagueró en las dos primeras, entre otros. Así que para muchos esto no será ningún tipo de spoiler, y como entenderán era una cuestión irresistible entrevistar a un director de la terreta, que además es un maestro en un género que a mí me fascina, el terror. Aunque bien es cierto, que Verónica no es una película de terror al uso, que no es una mera película del género y que por supuesto en esta entrevista con este genio hubo más allá de Verónica.

“El terror es un género que te permite hablar de cualquier cosa, en este caso es una fábula sobre el crecimiento. El hablar de un universo que no es el realista, lo que te ayuda es que al despojarlo de todos los elementos que lo enturbian, puedes ir al corazón de las cosas y hablar de sentimientos, de emociones, y hablar del alma de las personas que habitan la película”.

Ya decía Christopher Lee que a él no le gustaba catalogar las películas con la palabra terror, para él eran más bien de fantasía, porque eran historias imaginarias, no reales, y el miedo, como explicaba el mejor conde Drácula del cine, residía en la mente de los espectadores. Bien, para mí, Verónica es eso, una película de fantasía, que con algunos elementos típicos del género de terror, va más allá del simple susto, porque como bien decía el maestro Lee lo que no se ve en apariencia puede causar mucho más miedo. Y si ustedes me permiten, Verónica, da mucho más miedo de lo que podríamos imaginar por todo aquello que no se ve a simple vista. No hay más que ver la realidad de Verónica, tan cercana y cotidiana, que todos podríamos ser Verónica, o quizás ya lo hayamos sido o estemos siendo. Una realidad que al principio queda solapada por lo demoniaco, o presuntamente, fantasmagórico.

Sin embargo, “lo que más miedo da, es lo que ves posible”, comenta Plaza al hablar de la realidad plasmada en la pantalla. Como un relato costumbrista, el director valenciano relata un escenario crudo, terrorífico, para una niña, que como solían decir nuestras abuelas, llegado el momento se convierte en mujer. Un padre muerto, una madre ausente y una preadolescente encargada de tres hermanos pequeños, que debe hacer de madre y hermana, que observa como su mundo está cambiando y al mismo tiempo se desmorona. ¿Puede haber algo más duro para una niña-mujer? A nadie le gustaría estar en el pellejo de Verónica. El detonante de toda esta increíble fábula es un eclipse solar y las esperanzas puestas en una ouija que le permitan hablar con su padre muerto. La Madre Muerte será el puente entre ese mundo real e imaginario. ¿Quién no buscaría cobijo en ella? Verónica, a través de sus miedos, se agarra como el naufrago a su tabla de madera, a una ilusión para poder digerir la realidad que la absorbe y la sobrepasa.

“El adolescente se ve a sí mismo como un monstruo, en el caso de los chicos te cambia la voz, de repente oyes un señor hablando que no eres tú, te salen pelos por todas partes, y en el caso de las chicas, a los cambios físicos que son muy evidentes, se suma algo que es mucho más estremecedor y es que la gente te mira de otra manera. Y sientes que las miradas de los adultos ya no son las mismas. De repente has dejado de ser invisible para un sector de la población que se comportan de una manera a la que no estás habituada. Y en muchas niñas se produce un rechazo. Y esa sensación de rechazo al crecimiento y al desarrollo es la angustia que siente Verónica al mirarse al espejo y empieza a no reconocerse”.

Si bien Verónica está basada en un caso real, en el de Vallecas, con una España de fondo en pubertad - corría el año 1991- enfrentada también al reto del cambio, más allá de lo anecdótico, el informe policial sobre la verdadera Verónica (Estefanía Gutiérrez Lázaro) quedó etiquetado como inexplicable; la genialidad de Paco Plaza consiste en retratar a una familia con sus miedos y miserias que a duras penas intenta conciliar el sueño entre bloques de ladrillos. “Cuando empezamos a localizar la película estaba obsesionado con los bloques de ladrillo rojo. Cuando era pequeño e iba al colegio en la Avenida de la Plata, pasar por esos bloques rojos era como el edificio Dakota de La semilla del diablo, era una cosa como imponente, y que algo suceda ahí, en un lugar tan reconocible y cercano lo hace como más escalofriante”, explica el cineasta valenciano. “El 92 es nuestra adolescencia, España es un país moderno que organiza los Juegos Olímpicos. Me gusta situarlo hay justamente en esa pubertad, donde Verónica está en ese lado de la infancia, cuando sus amigas ya lo han traspasado. España también es un reflejo de ella en ese momento”.

Esa gran metamorfosis hace que el escenario, e incluso la banda sonora, se conviertan en elementos cruciales de la película. Verónica, además, contiene varios guiños al cine clásico de terror, desde Suspiria hasta ¿Quién puede matar a un niño?, que como les comentaba líneas más arriba no se conforma con un miedo superficial. Verónica sumerge al espectador en una atmósfera inquietante que ahonda en un terror psicológico donde aflora la angustia que provoca el hacerse mayor y el miedo a asumir responsabilidades.

Verónica es una joyita de nuestro cine español con un reparto sorprendente, el descubrimiento de Sandra Escacena (Verónica) y la increíble Ana

Torrent, quien también fue niña actriz, permiten crear un binomio sobre el que Plaza ha querido trazar una “secuela de Cría Cuervos de Carlos Saura, y por eso lo primero que hice fue hablar con Ana Torrent, para ver si le iba apetecer. El cine de Saura, especialmente Cría Cuervos ha influenciado mucho, sobre todo, a la hora de abordar las relaciones con los niños. En Cría Cuervos el punto de vista no es del autor de la película, sino que se pone la mirada al servicio de esa niña sobre la realidad, y yo quería hacer lo mismo con Verónica, lo que ves en Verónica no es lo que yo te estoy mostrando, sino lo que Verónica está viendo o cree ver. Todo lo que Verónica ve, lo que ella siente es lo que queríamos explicar”, arguye Plaza, quien confiesa que “Verónica es mi alter ego, es el personaje con el que más cercano me he sentido nunca. Sus miedos, son mis miedos y los que sigo sintiendo. Los miedos que me reconozco en mí mismo, los he puesto en ella. Me veo totalmente reflejado en ella”.

Tampoco es casual que el reparto sea mayoritariamente femenino, “para mí era muy importante, porque creo que empezamos a vivir tiempos en los que tenemos que tomar conciencia de que todos los relatos que se han contado tradicionalmente han estado basados en la visión de un hombre sobre una historia de hombres, en las cuales las mujeres son meros accesorios, objetos de deseo o el premio a conseguir o la victima a rescatar. Y eso me parece muy empobrecedor. Creo que es el momento de colocar a las mujeres en el centro del relato, pero no para contar esto que de alguna manera paternalista se dice historias de mujeres, sino historias, una mujer es cualquier persona con sus ansias, deseos, independiente de su sexo”, explica Plaza. “Las mejores películas las están haciendo mujeres. Verano 1993 o Julia Ist son ejemplos de mujeres super talentosas, que cuando se les deja el espacio son capaces de contar historias que no son para mujeres, sino para todos. Nos rodea una cultura tan hetero patriarcal que da gusto cuando eso se rompe y alguien da una perspectiva nueva. En cine de género, desde Ana Lily Amirpour que hizo Una chica vuelve a casa sola de noche o Crudo de Julia Ducournau que hizo el año pasado, son mujeres que están aportando una manera de abordar el género muchísimo más interesante de lo que está haciendo ninguno de sus colegas”.

Aunque, pero mostrándose optimista, “la industria del cine no vive su mejor momento, pero vive su momento y por lo menos existimos, aún tenemos la capacidad de contar cosas. Yo creo mucho en los discursos en positivo, además, si

"Las mejores películas las están haciendo

mujeres"

tenemos que esperar que al cine español lo salve la gente que gobierna, vamos apañaos, si están llevando el país al desastre cómo nos van a salvar a nosotros. Yo creo que lo que tenemos que hacer es seguir conquistando a nuestro público, hacer películas que interesen a la gente, que nos cuente como sociedad, como individuos y que conecten con los espectadores, porque estamos contando historias que les conciernen y que les importan”.

Sin más, disfruten siempre del cine.

A todas las Verónicas: … y, mientras, vámonos de esta

habitación al espacio exterior se nublan los ojos

todo de un mismo color mientras todo da igual...

Nueve, ocho, siete, seis, cinco, cuatro, tres, dos, uno...

Héroes del Silencio

PREESTRENOS DEL FESTIVALANTONIO FERRANDIS

El preestreno de Verónica llegó a Valencia gracias al trabajo de los cines Kinépolis y el Ayuntamiento de Paterna quienes continúan apostando por las producciones nacionales a través de los Preestrenos del Festival Antonio Ferrandis, que arrancaron el pasado mes de marzo con la proyección de “El Bar” y continuaron durante los meses siguientes con las películas “Plan de fuga”, “No sé decir adiós”, “Despido procedente”, “Inside” y “La niebla y la doncella”.

Mediante este ciclo, Kinépolis y el Ayuntamiento de Paterna, con la colaboración de Grupo 374 y La Plaza se Mueve (una iniciativa de Mar de Avellanas y Cervezas Alhambra), pretenden consolidar la conexión entre Valencia y los principales nombres que integran el cine español a través de diferentes preestrenos y presentaciones especiales.

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15www.losojosdehipatia.com.es

yihadistaUnaminoría radical

14 Los ojos de Hipatia

EL FARO

Los atentados reivindicados por Daesh

dentro de las fronteras europeas desde

2015 hasta 2017 han reavivado el debate

mediático y académico en torno al yihadismo más

violento. De hecho, se ha convertido en una de

las principales preocupaciones a nivel político y

social en Occidente. Una efervescencia similar

tuvo lugar cuando se produjeron los ataques de

2004 en el metro de Madrid o el 11-S de Nueva

York. Sin embargo, no estamos ante un producto

exclusivo del siglo XXI como algunos espontáneos

«entendidos» en la materia creen. Como bien

recoge Gilles Kepel en su obra La yihad, los

ataques en zonas de influencia occidentales

(embajadas en Oriente Medio) eran ya frecuentes

a finales del siglo XX. Específicamente en el país

galo, desde 1994, se produjeron varios atentados

dentro de los cuales se enmarca el secuestro de

un avión de Air France tras el llamamiento de

la yihad contra Francia por Djamel Zituni. No

dejemos de lado la idea de que más del 80% de

las actividades terroristas llevadas a cabo por

grupos yihadistas son constantes y abundantes en

Oriente Medio y en el Norte de África desde los

años sesenta y setenta del siglo XX.

Para llegar a comprender mejor el actual ciclo

yihadista, es necesario adoptar una postura

alejada del filtro orientalista de los tópicos y los

prejuicios que durante años han conseguido

deformar la imagen de la realidad araboislámica.

El debate entre Gilles Kepel y Olivier Roy (grandes

especialistas sobre asuntos islámicos) nos da las

claves interpretativas rigurosas de esta cuestión.

Por un lado, Olivier Roy defiende que esta

generación de yihadistas, compuesta por

individuos jóvenes, bajo una aparente adaptación

parcial o un completo rechazo de su entorno,

se perciben a sí mismos como marginados y

alejados de la comunidad. Esto, sumado a la

falta de oportunidades y una baja condición

socioeconómica, es lo que seguramente les empuje

a cometer delitos menores y a radicalizarse.

Los grupos de origen o herencia musulmana,

conscientes de su doble identidad, recurren a

un Islam que actúa como referencia y refugio

identitario además de como justificación para su

violencia. En una lectura deformada de los textos

religiosos, acaban encontrando las expresiones

que evocan una muerte voluntaria y que conectan

con su sentimiento nihilista; igualmente, ofrecen

una forma de venganza contra una sociedad de la

que no se sienten parte. El último paso sería el

contacto con organizaciones y líderes carismáticos

extremistas (imanes y mollahs). Estos, a través de

un discurso plagado de referencias intolerantes,

explicaciones políticas (lucha contra el Occidente

opresor) y promesas paradisíacas, consiguen

resocializar al individuo con una organización-red-

grupo con pretensiones yihadistas. En resumen,

una islamización de la radicalidad.

En el polo opuesto encontramos a Gilles

Kepel, que considera que estaríamos ante una

evolución letal del fundamentalismo islámico: una

radicalización de la religión. Como consecuencia

de la “llamada a la resistencia islámica mundial”

de Abou Moussad al Sauri en Francia en 2005,

la difusión del ideario radical salafista se convirtió

en una realidad, calando su mensaje. Kepel, habla

de una tercera generación (2005-2015) cuyo caldo

de cultivo sería la marginación social, económica

y política que les empujaría a formas extremas

del Islam. Sin embargo, el paso de recurrir a la

referencia islámica salafista y violenta no tiene

su fundamento ni en la radicalidad germinal ni

en el nihilismo. En este sentido, sería necesario

entender los modos de paso de ese salafismo

wahabbita radical a un yihadismo violento que

traduce en acto las órdenes de quienes quieren

que la sangre de los apóstatas y de infieles sea

derramada.

En esta última perspectiva, algo esencialista

y reduccionista en mi opinión, se sobrevalora el

factor religioso y se corre el peligro de estimular

opiniones precipitadas, caracterizadas por el

rechazo y la islamofobia. Además, los últimos

ataques reivindicados por un Daesh debilitado

militar y económicamente en sus posiciones en

Oriente Medio, han contribuido a aumentar el

terror y la división entre la población occidental.

Pero, existen más factores.

En primer lugar, el tratamiento mediático

de estas cuestiones deja mucho que desear.

En una avalancha de opiniones en debates

televisivos cargados de periodistas “expertos”,

las equivocaciones son constantes. Ya no solo

en relación con la terminología, también en el

tratamiento sesgado de unos problemas que

aunque nos hayan sido ajenos durante muchos

años (o hayamos querido percibirlos como ajenos),

ya existían en la realidad arabomusulmana (como

el problema yihadista o la financiación saudí). Todo

ello, sumado al sensacionalismo y la difusión de lo

radical y violento, ha contribuido a demonizar lo

araboislámico durante décadas.

En segundo lugar, la presencia de grupos

políticos de la derecha radical a nivel europeo que

optan en la mayoría de las ocasiones por el cierre

de fronteras y la depuración de tinte racial.

En tercer lugar, la inadecuada y discontinua

tarea legislativa en materia de contrayihadismo.

En un artículo del investigador Félix Arteaga, se

ponía de manifiesto el hecho de que la política

antiterrorista de la UE progresara a golpe de

atentado. Por poner un ejemplo, todas las políticas

contraterroristas propuestas sin éxito en Europa,

fueron aprobadas en bloque y en un día tras los

atentados del 11-S en 2001. En 2016 tras los

atentados de Bruselas y París sucedió algo similar.

Este procedimiento guiado por la acción-reacción

(sin previsión) y el corto plazo, es ineficaz.

Estamos ante un problema de difícil solución.

Es casi imposible detener a un individuo dispuesto

a matar indiscriminadamente y a morir. Sin

embargo, es necesario realizar una labor colectiva

y mantenida que compagine las exigencias de la

responsabilidad política y social. La inversión en

proyectos y grupos de investigación que estudien

en todas sus dimensiones el fenómeno yihadista,

es una de las claves. Esto es así debido a que solo

desde un análisis ajustado a la realidad y que

profundice en el origen del problema será más

sencillo aplicar una solución a largo plazo y no

militarista (sin despreciar la tarea de las fuerzas

de seguridad). De la misma forma, la prevención

y puesta en marcha de medidas de inteligencia

pormenorizadas deben ser continuas ajustando

las variables de libertad-seguridad al contexto

dinámicamente.

Igualmente, sería necesario llevar a cabo un

esfuerzo por parte de la sociedad por dejar de

lado el miedo, los prejuicios y el etnocentrismo.

Reconocer al otro y sus diferencias desde el

respeto mutuo y la solidaridad es esencial si

nuestra intención es favorecer los mecanismos

de integración y cohabitación. Aportar luz sobre

la mayoría moderada (ya no tan silenciosa)

que condena lo radical y lo violento es nuestro

compromiso.

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Una minoría radicalyihadista

Santiago OlivaresHistoriador

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del Norte

ARTE

17www.losojosdehipatia.com.es

“Yo había llegado a la estación del Norte con una carbonilla…

A la altura del Cabanyal el paisaje había comenzado a llenarse de tapias y escombreras con cañizares

y almacenes destartalados ,y en seguida el tren se había metido resoplando ya con lentitud entre las

fachadas sucias con mucha ropa tendida en las ventanas y la máquina no había parado de silbar con un

sonido amenazador cuando atravesaba algunas bocacalles de la ciudad, que tenían la barrera echada,

y en el paso a nivel al camino de tránsitos esperaba la gente con motos, bicicletas, camiones y otros

carromatos. Bajo el asiento había sentido que las vías se multiplicaban o se dividían con cada golpe

de agujas que sacudía los vagones. Esta vez también me había parecido que las ruedas discurrían por

aquella trama de rieles guiadas solo por un instinto que les había hecho llegar de forma inexorable al

andén exacto y que el primer sorprendido había sido el propio maquinista.

Desde la fachada de la estación del Norte adornada con orlas de naranjas una diosa derramaba el

cuerno de la abundancia sobre los adoquines. Bajo las claraboyas modernistas y el gran reloj de cobre

me había apeado en compañía de otros viajeros derrengados, gente de los pueblos, agricultores con

boina, viajantes de comercio, alcaldes y jefes de sindicato local, tratantes y mercaderes que se agitaban

en el andén entre carretillas y mozos de cuerda buscando la salida a lo largo de un pasillo de individuos

que voceaban nombres de fondas y pensiones alargando las tarjetas”.

Tranvía a la Malvarrosa, Manuel Vicent

Isabel Genovés EstradaHistoriadora del Arte

100 años deLa Estación

Desde los siempre curiosos ojos de

nuestra Hipatia nos adentramos

en este bellísimo edificio que

es la Estación del Norte de Valencia. Una

edificación que se ha mantenido viva durante

100 años, pasando por ella miles de viajeros.

Antes de que se construyera esta estación,

existió otra con el mismo nombre. Se

construyó para paliar el problema que había

de mala comunicación entre Valencia y la zona

portuaria del Grao. Estaba ubicada entre la

actual plaza del Ayuntamiento y el edificio de

correos. Era un edificio clasicista, proyectado

por los arquitectos James Beatty y Shepherd.

La fecha de su construcción es a partir de

1850.

Su situación a intramuros era un problema

ya que para que pasara el tren se tenía que

abrir un portalón de madera, se derribó parte

del lienzo de la muralla entre las puertas

de Ruzafa y San Vicente para este fin. La

ciudad de Valencia sufrió grandes cambios

urbanísticos, entre ellos el derribo de sus

murallas en 1865. En una de las avenidas que

fueron surgiendo se decidió emplazar la nueva

Estación del Norte, en la calle Játiva.

Se especuló mucho sobre el lugar dónde

se debería construir la nueva estación, hasta

lograr un consenso. Los comerciantes y los

transportistas tampoco veían con buenos

ojos la llegada del ferrocarril, pues creían

que sus negocios peligraban. En la zona de

Ruzafa donde se construyó hubo que hacer

muchas expropiaciones, con el consiguiente

descontento de los afectados.

La primera propuesta del proyecto fue en

1906 de la mano del arquitecto Demetrio Ribes

Marco, vinculado al modernismo madrileño,

que había trabajado en otros proyectos de

la Compañía del Norte, como la estación de

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ARTE

18 Los ojos de Hipatia 1919ll jj dd hhii tii

Lectura del Mes

Editorial:Vincle (Altriam Media&Events, S.L.)

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Editorial:Huerga y Fierro Editores

Príncipe Pío en Madrid. Después de que Xavier Sanz presentara

el suyo para los andenes. La nueva Estación del Norte comenzó

las obras en 1907 y se terminaron en 1917. Ribes contó con la

colaboración de los ingenieros de la compañía, pero la dirección

de las obras del edificio de viajeros fue su responsabilidad.

Nunca Valencia tuvo una mejor carta de presentación hacia los

viajeros que accedían y acceden a la ciudad a través de la Estación

del Norte, uno de los edificios más notables del Modernismo en

Valencia. El edificio de viajeros donde se encuentran las oficinas,

lo conforman dos naves que son paralelas a las vías, una tercera

efectúa el cierre en forma de U, es la fachada principal, que tiene

dos plantas y tres cuerpos almenados, en los extremos y en el

centro. En el exterior un patio que está delimitado por una reja

de estilo vienés. Anteriormente había un jardín y una fuente. La

fachada con sesenta y nueve metros de ancho por diecinueve de

alto, acusa una fuerte horizontalidad. Destaca su articulación

a base de pilastras, con profusión de pináculos y maineles

rememorando influencias de la Sezession austriaca y cierto aire

goticista.

De resaltar es el vestíbulo rectangular

centralizado por columnas chapadas con la

técnica del trencadís con guirnaldas de flores

en mayólica en collarines, lo mismo en el

revestimiento de los paneles y revoltones del

veguerío techado con motivos vegetales.

La belleza de este edificio industrial

continúa en la gran bóveda metálica que

cubre el hangar, diseño del ingeniero Enric

Grasset. La forman grandes arcos elípticos,

que se articulan sobre rótulas, que sostienen

una cubierta de vigas metálicas. Se construyó

en los talleres de la Compañía de Ferrocarriles

del Norte, en Madrid. Se montó en Valencia

mediante un sistema de andamio móvil. Toda

una aplicación de la tecnología moderna.

La decoración en todo el edificio es

importantísima, tanto en la fachada como

en la verja, el vestíbulo, los mostradores,

las taquillas, el restaurante o bar con

esplendida decoración, las escaleras, etcétera,

por una parte hace resaltar los elementos

constructivos y articuladores, y por otra

podemos apreciar la variada aplicación de

bellas piezas cerámicas. Piezas que fueron

modeladas por Josep Puig, en piedra artificial,

y las de la fachada recubiertas de un vidriado

cerámico por Josep Ros, dueño de La Ceramo.

Paneles de mosaico, y de azulejos, trencadís,

arrimaderos de madera, mármol o cerámica

con incrustaciones de mosaico y latón

dorado, mobiliario, lámparas… como hemos

dicho anteriormente siguiendo patrones

del modernismo vienés, pero también con

la influencia de la Escuela de Glasgow. Los

motivos también hacen referencia a Valencia,

rosas, naranjas, azahar, además de paneles

cerámicos con escenas de la huerta y la costa que

fueron pintados por Gregori Muñoz Dueñas, se

hicieron en Azulejos Antonio Bayarri y Hermanos.

A cada lado de la que era la entrada principal se

colocaron sendos plafones de mosaico, fueron hechos

por la empresa Maumejean Hermanos, partiendo

del diseño del pintor Josep Mongrell. El mobiliario

fue realizado por Juli Peris y la obra metálica en

los mostradores por Vicent Ferrer Ballester y Josep

Guillot.

Cuando finalizó su construcción comenzó a

funcionar sin ningún tipo de celebración, debido al

clima social y de crisis que se vivía en ese momento.

La Estación del Norte es un edificio que sigue

de alguna manera en la tradición arquitectónica,

pero incluye la novedad estilística con un lenguaje

modernista de corte vienés. Incorporando a la

arquitectura las artes aplicadas.

Bibliografía: AGUILAR CIVERA, Inmaculada (1988), La estación de Ferrocarril, puerta de la ciudad, 2 vols., Valencia, Generalitat

Valenciana. / BENITO COERLICH, Daniel (2007), Modernisme en l’arquitectura valenciana, Valencia, Consell València de Cultura.

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20 Los ojos de Hipatia

En vindran d’altres como Marina Ginestà En vindran d’altres como Marina Ginestà La escritora detrás del fusil

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LIBROS

Sin duda alguna, todos conocemos esa foto en la que una joven miliciana posa orgullosa en la terraza del Hotel Colón de Barcelona, fusil en mano. Esta célebre fotografía, realizada por Hans Gutmann, se produjo justo des-

pués de los combates de julio de 1936 en la capital catalana, en la que los republi-canos terminaron recuperándola y donde el PSUC (Partido Socialista Unificado de Catalunya) se instaló, partido al que pertenecía la joven. Marina estaba presente ese día y le pidieron posar para el fotógrafo: fue la única vez que tomó un fusil entre sus manos. Ella luchó de otra manera: traductora del corresponsal ruso Mijaíl Koltsov que escribía en la revista Pravda, (en realidad un agente especial de Stalin) lo acom-pañó durante cierto tiempo e incluso estuvo presente en la entrevista que éste le hizo a Buenaventura Durruti. Del mismo modo escribía para la prensa propagandís-tica de la época, en particular para algunos medios valencianos y sobre todo en La Voz, pues pasó gran parte de la contienda en la capital de la Comunidad Valenciana.

En vindran d’altres es una novela que Ginestà escribió entre los años 70-71, tras su regreso a Barcelona con su segundo marido, el diplomático belga Karl Werck. Seguramente, volver a esa ciudad en la que vivió la Revolución del momento, en la que los recuerdos familiares estaban intactos, hizo que la escritora pensara en la creación de esta novela, que podemos calificar de autobiográfica pero también de histórica. En ella, Anna regresa a Barcelona tras cuarenta años de exilio y observa el edificio en el que vivía cuando era pequeña. Anna es claramente el alter ego de

«Només hi havia botigues despro-veïdes de tot, alguns traficants de mercat negre, falsos d’aspecte, a qui tant els feia la fam de les famílies, la crida de Negrín a la ‘resistència amb pa o sense pa’, la República i la de-mocràcia (per a què la democràcia? Quèes menja la democràcia?) No-més hi havia cua de pobres dones i de vells que esperaven hores i hores alguna problemàtica distribució de llenties o de llet en pols, tot i guaitant el cel amb mirades plenes d’angoi-xa, resignats a perdre, a la primera alarma de bombardeig, la tanda tan difícilment aconseguida. Després de la tempesta ha tornat la calma. Una calma feta de la mort d’uns quants, de l’exili d’alguns, de la presó d’uns altres, del silenci de tots. Els dols, les ferides i les llàgrimes estan ben amagades, ben endins de les cases, en els cors, en el temps.»1

1 Ginestà, Marina, En vindran d’altres, Premi Salvador Seguí, 1977, Edición de Manuel Periáñez Ginestà, 2014 [1976], p. 23.

2 Prólogo de Manuel Periáñez Ginestà, En vindran d’altres, p. 13-14.

3 Op. cit., p. 264.

plasmar, en este libro, la historia del sindi-calismo catalán de principios del siglo XX y su continuación, como bien dice el viejo Alzina al final:

«Es cert […] que la imatge de la Re-volució que es perfilava a l’horitzó ha tirat enrere cada vegada que hem fet un pas endavant…Tot i així, s’ha d’aguantar. Després de nosaltres, en vindran d’altres…»3

Rocio González NaranjoDoctora en Literatura Comparada

Esta imagen dada por el recuerdo de Anna coincide plenamente con la actitud de Ginestà tras el paso de los años. En efecto, la miliciana del PSUC supo bien tarde los asesinatos comanditados por Stalin de los jóvenes anarquistas que molestaban en su camino. Recordemos la guerra entre es-talinistas y trotskistas del POUM (Partido Obrero de Unificación Marxista) que tuvie-ron lugar en los llamados ‘eventos de mayo’, en 1937. Ella misma reconocía no saber la amplitud de esta guerra fratricida cuando

jornada laboral (llamada La Canadença), o nombres de célebres anarquistas catala-nes que se mezclan en el relato noveles-co (Salvador Seguí, Joan Peiró, Andreu Nin…).

Si necesitan comprender el anarquis-mo catalán, su historia y la situación antes de la guerra, este libro es un testimonio esencial para ello. Marina no fue sólo un icono de la guerra civil española. Fue, ante todo, una mujer luchadora que consiguió

?Marina, las referencias no sólo a su exilio, sino también a los protagonistas de la historia, forman parte de su pasado. A través de los personajes que Anna recuerda – Joan Alzina y su esposa, Valeriana, Miquel Alzina, Pilar y Germinal Giner – Ginestà nos muestra una época importante, pero a la vez difícil para los obreros catalanes y españoles, en la que las huelgas y lo que éstas conllevaron – muertes y encarce-lamientos – fueron de vital importancia para la evolución de los derechos de los trabajadores. Del mismo modo, se podría decir que se trata incluso de un tratado de anarquismo y de las diferentes corrientes de este movimiento, ya que encontra-mos la representación de las diferentes ramas en los personajes. Ginestà parece también demostrar en esta novela – casi testamento ideológico – el desencanto que sufrió tras las luchas internas entre los republicanos. De este modo, en las primeras páginas, Anna observa el barrio en el que vivía y recuerda cómo era de diferente y duro durante la guerra, dando la sensación de un cansancio ideológico:

empezó a leer libros sobre la misma, ya en su vejez, en París2. De este modo, y según su hijo, Manuel Periáñez Ginestà, la familia Ginestà se desvinculó del estalinismo.

A principios del relato, Anna observa el edificio y recuerda su infancia, cuando veía a su madre y a su padre trabajar en el piso como sastres (el padre de Ginestà era también sastre). Poco a poco, Ginestà nos sumerge en la Barcelona de los años veinte, a través de una prosa clara, preci-sa, que muestra los recuerdos de la Anna mayor mezclados con los de la Anna niña. Todo comienza con el recuerdo de los padres ausentes de Llibertat. Su madre, viviendo en Barbastre, su padre muerto. Miquel, que así se llama el padre de Lli-bertat, es el héroe de esta historia. A partir de su recuerdo, se nos explica la lucha de los obreros, sus dificultades, su día a día, sus diferentes ideologías, las traiciones, la cárcel y los fusilamientos. Toda una serie de eventos históricos se suceden, como la huelga que consiguió las ocho horas de

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22 Los ojos de Hipatia

El enfrentamiento de un solo samurái ante un grupo de rivales, es uno de los cenits de acción más atractivos

dentro del cine japonés de tema histórico (jidai-geki) y dentro del subgénero “de sables” (ken-geki o chambara). El cine que narra este tipo de épica samurái con elementos históricos, epopéyicos, legendarios o fantásticos, fascina en su recepción occidental, por su extrañeza y complejidad, ya que combina barbarie, exotismo y plasticidad visual, romanticismo y tragedia, una estética del héroe y la aventura donde entran en controversia una caballerosidad codificada, una fidelización jerárquica con las leyes grupales y los poderes de la subversión del individuo y sus derechos morales.

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En el código de honor samurái (Bushido o la “vía del guerrero”) se fijaba una absoluta lealtad a un señor feudal civil o militar. El samurái (“el que sirve”) era un guerrero-caballero que anteponía su vida a la obediencia estricta de un superior. La muerte es la premisa a tener en cuenta en la Vía de la Lealtad y el Deber Filial, desde el amanecer hasta el amanecer del día siguiente, desde el primer día del año

hasta el último. De este modo lo escribía Daidoji Yuzan en El código del samurái. El espíritu del bushido japonés y la vía del guerrero.

El cine con samuráis (ken-geki o chambara), desde el cine silente, estuvo basado en el teatro kabuki y en la literatura épica del período Kamakura (1185-1338). En la literatura bélica Kamakura, los protagonistas eran samuráis o monjes-guerreros budistas. A través de ellos se exaltaban –enérgicamente, idealmente y con elementos fantásticos– los valores de lealtad, temeridad, coraje y fuerza vital, dando ejemplo así a una especie de pedagogía social del carácter japonés tanto para nobles como para plebeyos.

En el cine ken-geki aparecen rupturas del código servil y marcial samurái. Sus protagonistas quedan sin señor al que proteger

por la fatalidad del destino o por diferentes conflictos de poder entre los daimios (señores feudales), shogunes (señores guerreros/militares) o clanes samurái. Se convierten así en marginados, inestables, mercenarios, o vengadores, movidos por la ley de la recompensa o la venganza. Son los ronin, o samuráis vagabundos, también guerreros, pero que pueden caer en la marginalidad y el ostracismo al no poseer tierras o señores a quienes defender, y al no obtener prebendas y títulos mediante el combate. Una de las historias ejemplares y populares de la controvertida lealtad a uno mismo frente a la obligación a un colectivo, se plantea en “Los 47 ronin”, basada en acontecimientos históricos (S. XVIII), y llevada al cine en numerosas ocasiones y en diferentes décadas. Una de estas versiones la realizó Kenji Mizoguchi, La venganza de los cuarenta y siete samuráis (1941), para reorientar los valores de obediencia en plena guerra mundial.

Akira Kurosawa dinamita y desmitifica el rígido código bushido en el ken-geki sobre samuráis, con cinco películas –Los siete samuráis (1954), Trono de sangre (1957), Yojimbo (1961), Sanjuro (1962), y Ran (1985) –, sin apartarse del sentido narrativo, creativo y activo, práctico y ético, del relato dramático y de aventuras. Películas que muestran algunos ejemplos de heterodoxia samurái –los ronin o samuráis errantes y sin señor–, y dentro del binomio formado por daimios y clanes samurái, plantean la sordidez del deseo de poder e intriga

Eduardo Beltrán JordáEscritor y crítico de cine

del ser humano, universalizando la intemporal condición humana, sin distinción étnica ni geográfica, con sus luces y sus sombras.

A pesar de que Akira Kurosawa sea un humanista inquieto por describir elocuentemente la experiencia ética del drama y la aventura vital, por el contrario, David Dresser ha indicado que el chambara posterior a Los siete samuráis (1954), ya en la posguerra, se acerca al nihilismo, al constatar que se estructura en la repetición de la violenta y la anarquía, eliminando cualquier valor colectivo o individual, y ensalzando el heroísmo per se, sin medida ni sentido humanista. Un género que se asemejaba al western norteamericano e italiano, lo que facilitaría las versiones de Los siete samuráis (“Los siete magníficos”, John Sturges, 1960) y Yojimbo (“Por un puñado de dólares”, Sergio Leone, 1964).

Un enfrentamiento desigual –uno contra todos–, tiene lugar en la última secuencia de la película The sword of doom (Dai-bosatsu tôge, del director Kihachi Okamoto, 1966), y

representa la crisis del bushido y su ortodoxia: el ronin siniestro que no sigue el “camino de la espada” (arte marcial llamado kendo). Es una katana (sable samurái) al servicio de la anarquía y no sometida a las reglas del honor marcial, es decir, no desenvainar únicamente por autodefensa, cuando se es atacado. Un aforismo es lo esencial del film: “una espada obedece a una mente”. “Conoce la mente y conocerás la espada”, dice Toranosuke Shimada –interpretado por el mítico actor japonés Toshirô Mifune–. La mente que dirige la katana del protagonista, Ryunosuke Tsukue –interpretado por Tatsuya Nakadai–, es nihilista y destructora. Su pericia en el manejo del sable es única, pero no está orientada al servicio, sino al egoísmo, la desorientación moral, la desidia. El combate final contra sus numerosos adversarios (memorable para el cinéfilo del chambara), es como un espanto fantasmagórico, como una epopeya negativa, casi inverosímil. La inteligencia y la resistencia de una “alimaña humana” esquiva a sus oponentes y asesina casi sin proponérselo: es la negación de la ética samurái, y la del héroe. El último plano, congelado en la acción de morir

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mayores crisis humanitarias de África. Más de 2,6 millones de personas han huído de sus casas y 9 millones requieren ayuda urgente en Nigeria, Níger y Chad.

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(es una suposición: está exhausto), ayuda a pensar que no existe un final noble para él.

Se deduce, por tanto, la confrontación entre la norma y su transgresión, entre la ética de los valores humanos y la ética de los organismos estrictos del poder (feudal, en estos casos) que velan por sus convenciones institucionales y rígidas, entre naturaleza (caos/entropía) y cultura (orden/estructura), entre el deber respecto al individuo, sus deseos y sentimientos personales (ninjo), y el deber respecto a la sociedad o el clan (giri).

El conflicto entre un nihilismo radical e irracional, y las normas definidas por las sociedades modernas y contemporáneas sigue vigente entorno a la libertad actual del ser humano. Cuando se habla del enfrentamiento entre naturaleza y cultura, es porque aún es la irracionalidad –la inconsciencia, negativa, porque existe una opción positiva– la que dirige el camino que toma el sinsentido de la racionalidad –la consciencia, negativa, porque existe una positiva–.

Uno contra todos

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