Las modernas ruedas de la destrucción El automovil en la Ciudad de México

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  • Federico Fernndez Christlieb

    Las modernas

    ruedas de la

    destruccin

    El automvil en la Ciudad de Mxico

  • Las modernas ruedas de la destruccin

    Federico Fernndez Christlieb

    2

    Contenido

    Primera parte

    Implicaciones del proyecto automovilstico

    1. Por qu el automvil? 2. El automvil smbolo

    a. El smbolo del progreso b. La otra conquista c. Ms sobre el smbolo del poder

    3. El automvil mquina a. Modernizacin ecolgica los daos al ambiente b. Ciudad de mutantes, los daos a la salud c. Los responsables d. Ms daos

    4. Del automvil maquina al automvil regla a. Monstruos trasnacionales b. Las polticas oficiales c. Medidas pequeas para una regla grande d. Antidemocracia y economa e. Ejes viales: Parte aguas, parte madres f. Centralismo y ms prdidas g. Recapitulando

    5. El Espacio y el tiempo a partir del automvil regla a. Ms sobre los tiempos de la ciudad b. Ms sobre los espacios en la ciudad

    6. Los peatones y el sabor de la ciudad a. De las banquetas a las zonas peatonales b. El cierre del Centro Histrico

    7. Al calor del transporte colectivo a. Los autobuses urbanos de pasajeros b. El metro

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    c. Trolebs, tranva, Tren ligero, Tren radial, Peceras y taxis

    8. La bicicleta y la integracin de los medios de transporte aproximacin a la mejor de las ciudades posibles

    a. De la bicicleta al automvil b. La bicicleta ante los atributos del automvil mquina c. Aproximacin a la mejor de las ciudades posibles d. El viaje hacia la bicicleta en los pases industrializados e. Defensa de la bicicleta en los pases no industrializados f. La bicicleta en Mxico g. Al interior de la mejor de las ciudades posibles

    9. Bibliografa

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    Ser modernos es encontrarnos en un entorno que nos promete aventuras, poder, alegra, crecimiento,

    transformacin de nosotros y el mundo y que, al mismo

    tiempo amenaza con destruir todo lo que tenemos, todo lo

    que sabemos, todo lo que somos

    Marshall Berman

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    5

    Primera parte

    Implicaciones del proyecto

    automovilstico

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    Por qu el automvil

    "Little boys who play with little cars grow up to be big boys who played whit

    big cars1

    CYNTHIA DETTELBACH

    Lo primero que aprend a dibujar y segu dibujando por aos fue un

    automvil. Los trazos iniciales sobre el papel no deben haberse parecido

    mucho a esos relucientes modelos que a mediados de los sesenta

    aparecan en las revistas norteamericanas, pero poco a poco la redondez

    de las llantas, las proporciones

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    lemas que ocupan este libro es aquel da de 1885 en el que Cari Benz

    mont un motor sobre la estructura de un ir triciclo.

    En el contexto europeo del siglo XIX resultaba lgico buscar con tanto

    afn un vehculo que facilitara la movilizacin de personas, de

    mercanca y objetos varios, por lo que los inventos tcnicos de Daimler

    y de Benz fueron bienvenidos y perfeccionados con el fin de aprovechar

    las ventajas de un carruaje que no necesitara de bestias de tiro. Los

    franceses Rn Panhard y Emile Lavassor depuraron las creaciones

    alemanas integrando los elementos dispersos en una forma que sirvi ya

    de base a la futura industria del automvil. Desde el principio los autos

    empezaron a venderse en sustitucin de esos otros vehculos llamados

    "cup-cabriole" (o simplemente "carretas") que desarrollaban una

    velocidad promedio de entre 16 y 20 kilmetros por hora sobre los

    callejones empedrados de las ciudades como Paris o Londres.

    Recordemos que desde finales del siglo XVIII la apertura de mltiples

    mercados y rutas comerciales exiga la depuracin del transporte, tanto

    para mercancas como para la movilizacin de una mano de obra cre-

    ciente. Hasta entonces los vehculos urbanos dependan del caballo

    como fuerza motriz, lo cual, para los adelantos tcnicos y las

    necesidades Industriales de carga, manifestaba cierta ineficiencia e

    inoperatividad. Por otro lado la presencia continua de los animales2 de

    tiro en las calles no debi haber sido tan fcil, ya que para 1800 haba 6

    mil coches Jalados por ellos, y veinte aos despus sumaban ya 9 mil;

    para 1850 el total de carretas se situaba alrededor de 16 mil, cada una de

    ellas tirada por un promedio de 3 animales.1 Pero adems de las

    deficiencias que representaba este medio de transporte en una poca

    caracterizada por el desarrollo Industrial, estaban las molestias de la

    gente por el excremento de los caballos prcticamente en todas las vas

    de varias ciudades. El olor y la suciedad que diariamente esparcan los

    50 mil rumiantes parisinos puso en opinin de M. du Champ las

    siguientes palabras: "Pars iba a volverse inhabitable Su poblacin se

    2 Planeta/Sudamericana. HIstoria de la humanidad, Tomo 7 p432

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    ahogaba dentro de las estrechas callejuelas ptridas y enredadas donde

    por fuerza se quedaba acorralada".3

    Exista entonces Inters en adquirir los nuevos mviles, y quienes

    pudieron pagarlos fueron las familias ricas que los queran, tanto para

    su labor como para su diversin por constituir una novedad sin

    precedente. Para los problemas mencionados se encontraron soluciones

    tcnicas sin duda encomiables; a lo largo de este texto no estaremos

    nunca en contra de ese ingenio creativo que les llev a concebir un

    mvil tan espectacular y a resolver cuestiones reales de un tiempo y un

    lugar determinados. As reconocemos que el retiro de las bestias de

    carga de las calles parisinas y del resto de las urbes de Europa ofreci

    mayor salubridad a sus habitantes y la posibilidad de contar con autos y

    camiones que hicieran su trabajo; pero en ese tiempo el coche

    motorizado ya haba devenido un smbolo de status y de posicin social

    dado que no todas las familias tenan el poder econmico para hacerse

    de uno. Los que no pertenecan a esta clase privilegiada siguieron

    caminando o tripulando carretas y prescindieron de los productos de la

    revolucin Industrial, pues el automvil se multiplic gracias a la

    fabricacin masiva, aunque sus desechos, distintos a los de los

    animales, tambin repercutieron en la salud de la gente. Pero adems el

    automvil cataliz, para nosotros, una serie de relaciones econmicas

    que fortalecieron el capitalismo en nuestro siglo y el modelo (o los

    modelos) de desarrollo mexicano para darle al pas el auge del que

    goz, artificialmente si se quiere, durante la dcada de los sesenta,

    donde la industria automotriz fue un ramo de punta en la economa

    mexicana. El desarrollo de las fuerzas productivas y los mejores aos

    del pas, en ese sentido, estuvieron aparejados con la consolidacin de

    esa prspera industria.

    3 La cita original en frnces "Parts allete devenir inhabitable... Sa population touffalt dans les ruelles putrides troites enchevtres ou elle tait forcement parque. Wolfrang Braunfles. Urbanismo Occidental p.258

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    As fue cmo la ciudad se vio de pronto alcanzada por ese futuro

    pregonado durante aos, tras los cuales los habitantes urbanos de las

    nuevas generaciones llegaban a un mundo establecido bajo el signo del

    automvil. Los que nacimos entonces encontramos en el auto un ente

    natural, un hermano mayor con el que debamos coexistir. Pero ahora,

    echando marcha atrs, hemos descifrado el contenido de ese signo que

    ha marcado nuestras vidas para comprenderlo en las tres terribles

    acepciones que se manifiestan con su presencia: el smbolo de lo que

    representa, la mquina que constituye, y la regla que nos determina.

    Podemos empezar a hablar, por todo ello, del automvil como una

    mquina, una mquina que requiere de ciertos elementos a cambio de

    los cuales realizar un trabajo arrojando por consiguiente algunos

    desechos. Pero esto en conjunto involucrar costos econmicos y

    ecolgicos, acarrear muerte y condicionar procesos sociales que,

    desde esta perspectiva sern analizados en los captulos donde se habla

    precisamente del automvil-mquina. Antes de disertar sobre esta

    faceta, lo haremos sobre las razones que nos han llevado a mantener una

    ciudad de automviles. O sea, qu significado puede tener para el

    ciudadano comn poseer o no un vehculo prestigiado; qu significado

    puede tener ante los ojos del mundo que Mxico aglutine a mas de dos

    millones de automviles en una sola urbe; qu simboliza este tipo de

    urbe y este tipo de ciudadano. En otras palabras, por qu el automvil.

    A nuestro juicio, lo acabamos de decir, el automvil se encuentra

    envuelto y sostenido por un simbolismo profundamente arraigado en la

    sociedad contempornea que es sinnimo de poder y de fuerza

    econmica. A todo ello nos referiremos con el trmino de automvil-

    smbolo.

    Pero as como mi primer dibujo intent ser un automvil, casi todos los

    seres urbanos estamos permeados de la imponente figura que constituye

    el auto y su simbolismo, y en presencia constante-de la mquina que es

    y de sus desechos y repercusiones. La vida de los que aqu vivimos

    sera radicalmente diferente sin el coche, sin los '4 millones 600 mil

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    coches que tenemos ininterrumpidamente pululando de un lado a otro

    de la ciudad. El primer dibujo de los nios de varias generaciones ya, ha

    sido un intento de representar automviles. Sus Infancias estn plagadas

    de ese elemento porque no hay da que no lo vean o que no lo escuchen

    pasar; su cuna es un coche y su babero tiene carcachitas pintadas. Su

    primer Juguete en forma tiene cuatro ruedas y se parece al que tiene o

    siempre quiso tener su pap. La calle son coches propios o ajenos que

    se reproducen en imgenes eternas que se repetirn todos los das de su

    vida.

    En la tele habr siempre automviles y en razn de ellos aprender a

    conocer al vecino y a los compaeros de la escuela, entendiendo que en

    su barrio y su ciudad el auto es un parmetro de la vala de los humanos

    y un bien necesario por designio casi divino. Sus hroes de Juventud

    sern entre otras cosas y como una constante siempre conductores en

    los que se hace patente esa aleacin que funde al auto con el xito.

    Comprobar en su vida que de viaje, lo mejor es ir en coche, y que nada

    sirve igual en materia de transporte. Y es que el automvil es un

    personaje central de nuestra cultura urbana y elemento principal de la

    va pblica sin lugar a dudas. Y como la cultura de un pueblo se refleja

    sobre todo en su lenguaje, no poda fallar la curiosa aportacin del

    automvil a las expresiones cotidianas (pie son lindas metforas de lo

    que es un auto en marcha. "Despus del dinero y el sexo sostiene

    Michel Roche para el caso europeo ningn objeto la dado lugar a lanos

    vocablos populares y de cal como el automvil, con la excepcin

    posible del caballo4. y As tenemos "luz verde" cuando nos lan dado permiso para efectuar determinada accin o nos agarran "en curva"

    cuando hemos sido sorprendidos por algo. Alguien viene "muy

    acelerado" cuando trae una actitud violenta, agresiva o difcil de

    controlar por l mismo, o entre dos amigos se "flamean los platinos" al

    enemistarse por alguna causa. Esa chava trac "las luces prendidas"

    cuando hace fro o el amigo "necesita combustible" cuando llene algo

    de sed. Muchos verbos existentes fueron popularizados por el lenguaje

    4 Michael Roche, Cmo conducir automviles p.130

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    automovilstico y regresados al diccionario con agregados concretos:

    chocar, conducir, manejar, derrapar, arrancar, frenar, etc. Es comn

    poner de moda ciertos trminos para denominarlo: nave, bote, lmina,

    ranfla, lata y, en fin, nos circulan carros hasta por la lengua. A ltimas

    fechas, desde que la proteccin hacia nuestro idioma fue arrojada al

    tambo de la basura, los anunciantes de autos se han dado el lujo de

    introducir en el lxico de los televidentes y radioescuchas, expresiones

    Ininteligibles con la idea de sorprender a la mal parada tradicin de (pie

    lo hecho en Mxico es siempre inferior a lo de nombre extrao: y por

    ah andan los nios repitiendo que ko-seino que Shadow es

    performance, o que Cavalier es el "nico automvil en su categora con

    el poderoso Motor V-6 Muhi-port fuel injection", mientras que para

    excitar las mentes infantiles nos presentan el Batimvll que sali en la

    pelcula y se gastan millones en traernos el Gran Premio de Frmula 1.

    A Mxico, es decir, a ensartarse en nuestro pueblo como rasgo cultural,

    el automvil lleg de Estados Unidos. All resulta impracticable la

    cotidianeidad sin este elemento, verdadero orquestador de sus pobres

    vidas. Parecera que los estadunidenses existen por y para el coche y as

    lo proponen sus exitosos inventos y tcticas comerciales, por medio de

    las cuales son capaces de asaltarnos con la venta de un auto que te habla

    y te aparta de todos los rasgos de la especie sapiens. All vemos a los

    jvenes norteamericanos "divirtindose" en sus fines de semana con el

    ir y venir incansable de su automvil por la calle central de su ciudad,

    diez, veinte, cien veces, mostrndose ante sus coterrneos que hacen lo

    mismo y compitiendo con ellos por la baba del sexo opuesto. Ah estn

    los servicios de comida rpida en la ventanilla del auto que han

    marcado generaciones enteras de nuevos intiles no aptos para

    desprenderse de su vehculo ui por un solo minuto. El Drive Through

    de sus cafeteras y hamburgueseras es un ejemplo que por cierto en

    Mxico ya ha sido adoptado. Ah estn las colas para ir al banco sin

    moverse del volante y los paseos guiados que les impiden contactarse

    con lo que visitan; ah est el absurdo invento del autocinema, con

    espectadores encapsulados que se aburren ante el eco solitario de sus

    torpes risas; ah estn los monumentales estacionamientos de veinte

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    pisos y las autopistas que no dan tregua a la ciudad. Ah est la cultura

    del coche, omnipresente en sus razonamientos y su lenguaje; si

    hablamos de sobrenombres para un auto en Mxico, los

    estadounidenses son en eso los reyes: para el solo "Modelo T" de la

    Ford en sus primeros aos, hubo una espantosa lista de apodos como

    "Tin Lizzie", "Henry", "FIyver", "Can opener'', "Sardine box", "Road

    louser" y muchos ms que Cynthia Detttelbach enlista en su libro In

    The Driver's Seat. Ah mismo detalla la Increble ancdota del sacerdote

    Robert Schuller, que celebraba misa en una iglesia a la que los

    concurrentes asistan en automvil permaneciendo adentro durante la

    celebracin, milagro al que l llamaba "a 22 acre of shopping center of

    Jess Christ".5 El peligro que nos ronda consiste en que cada vez los

    habitantes urbanos de Mxico nos asemejamos intencionalmente ms a

    ese pueblo afectado por el sndrome del automvil, paro el cual este se

    convirti en una obsesin irrenunciable, como hace ver David Riesman

    en su libro Abundancia para qu'?"'6 Ames los ciudadanos queran

    tener un coche para poder ir a trabajar; ahora quieren trabajar para

    poder tener un coche.

    5 La traduccin sera: "un centro comercial de 22 acres(unos 89 kilmetros cuadrados) para Jesucristo" Cynthia Dettebach In die Drive Seat p.103 6 David Riesman, Abundando Par qu? p278

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    Cuando menos tres generaciones de habitantes urbanos han nacido o

    inmigrado a la Ciudad de Mxico bajo el signo del autmovil. As se nos

    educa y a eso ahora aspiramos cuando llega la hora de dejar los juguetes

    infantiles y tomar otros jugetes ms serios y peligrosos.

    Foto: Jorge Vargas Lpez

    Ningn estudio serio sobre la ciudad de finales de siglo puede

    prescindir del auto como condicionante de las prcticas sociales y como

    parte de la explicacin de muchos de los problemas urbanos que nos

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    aquejan. Ningn anlisis ecolgico puede echar de lado su accin

    destructora. Ninguna Investigacin sociolgica o psicolgica puede

    descuidar al auto como factor constante de la vida social y ningn

    mdico puede soslayarlo como posible causa de males y enfermedades.

    Pero lo ms importante para urbanistas y gegrafos es que el automvil

    determina el orden de los espacios de la ciudad y la dinmica

    socioeconmica de la misma. Todo anlisis territorial, toda pesquisa

    demogrfica y todo estudio sobre flujos comerciales debern

    contemplar como rubro de inters al torrente vehicular y su

    significacin no slo como transporte, sino como actor de los diferentes

    papeles enunciados en este captulo. El automvil es, para Edward T.

    Hall, "el mayor consumidor de espacio, personal y pblico, creado por

    el hombre hasta ahora".7

    Con el auto pues, se juega unte todo una caria poltica definitoria en la

    espacialidad de la urbe. El resultado del orden territorial traer

    comportamientos diferentes en cada caso y respuestas polticas

    favorables o contrarias que definirn, a fin de cuentas, ciertos ejes de

    evolucin urbana. Los rasgos de esta dinmica son lema de lo que aqu

    hemos llamado el automvil-regla, protagonista de dos de los captulos

    presentados. El automvil-regla es una derivacin del automvil-

    mquina por medio de la cual se expresa el dominio que este vehculo

    ejerce sobre la gente de la ciudad y sobre la ciudad misma

    determinando sus espacios y sus tiempos. Esa es la primera mitad y en

    ella se responde la parte inicial de por qu el automvil. Para ello

    echamos mano de trminos y conceptos confeccionados durante la

    marcha de la presente investigacin y conviene explicar su definicin.

    Habiendo hablado de los distintos perfiles de anlisis que del automvil

    se pueden Hacer (smbolo, mquina, regla) es preciso dejar claro que

    ste no es un trabajo rabioso contra el automvil por s mismo, sino

    contra todo lo que se ha desatado a partir de l, acudiendo sobre todo en

    defensa de la salud de los seres vivos que pueblan el planeta y ms

    concretamente la cuenca de Mxico. Tampoco se trata de hacer un libro

    7 Edward T Hall. La dimensin oculta p.214

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    sobre transporte o un estudio sobre contaminacin porque ambos ya

    estn hechos, y si aqu mencionamos ese tipo de factores es porque

    refuerzan nuestra posicin sobre el automvil. Se trata, en ltima

    instancia, de demostrar que no todo est perdido. Por ello hablamos a lo

    largo del ensayo del "proyecto automovilstico" como sinnimo de toda

    la infraestructura y la voluntad que se ha puesto para que este vehculo

    se convierta en el amo de la evolucin urbana. Las empresas

    transnacionales automotrices, los gobiernos que las aceptan y protegen

    y los capitales que se destinan para construirles calles &son parte de

    este "proyecto automovilstico".

    Las refaccionarias, las llanteras, las agencias de venta, los reglamentos

    de trnsito y la produccin de gasolinas tambin forman parte de l; en

    suma, el "proyecto automovilstico" es todo aquello que pugna directa o

    indirectamente por hacer del coche centro de su modo de vida, causa de

    sus desvelos y solucin a sus problemas. Todo lo que gira alrededor,

    desde un modesto lavacoches hasta una poderosa industria acerera,

    constituyen el gran circo del "proyecto automovilstico" que, sin

    embargo, no ha pasado de ser eso: un proyecto.

    Tantos ilusos desearan que fuera posible (o acaso lo creen) el

    establecimiento del automvil como realidad, como solucin universal,

    natural y obligada, pero muchos otros ya se han percatado de que esto

    es materialmente Imposible, Nunca ha habido ni nunca jams habr la

    posibilidad de que la Tierra, o alguna ciudad sobre su faz, funcione con

    coches. En ese sentido es que sealamos al automvil como objeto de

    un proyecto que afortunadamente nunca se realizar y por tanto

    hablamos de un proyecto frustrado; para demostrarlo hablaremos de

    lugares donde el automvil no ha podido reproducirse masivamente,

    pero sobre todo hablaremos de las urbes occidentales donde s lo ha

    hecho. Y para enfrentarnos a su obsesivo embate (que a pesar de

    demostrar su inoperancia persiste) proponernos una serle de medidas

    que parten de la revisin a conciencia de lo que es la va pblica en la

    Ciudad de Mxico y las posibilidades socioeconmicas del pas, con la

    idea final (y viable) de reducir al auto a su justa dimensin lomando en

    cuenta sus atributos y capacidades, mismos que ante la generosidad de

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    otros medios, no tienen ni punto de comparacin por su palidez e

    inconsistencia. Otros trminos requeridos dentro de los prximos

    captulos son el de Propietarios y No propietarios, para definir con el

    primero a aquellos ciudadanos que poseen un automvil y lo sostienen

    intelectualmente con una serie de pertenencias anexas (casa propia,

    reloj fino, colegiaturas en instituciones privadas, membrecas, viajes,

    antena parablica, nintendo, compact disc, etc.). Los No propietarios

    sencillamente se definen como el resto de los habitantes, incluyendo a

    aquellos que siendo usuarios de un auto por necesidades laborales, no lo

    muestran como smbolo ni como marca indeleble de su status

    alcanzado. Con estos ltimos aparece la segunda parte del trabajo,

    donde se presentan posibilidades basadas en la prctica cotidiana de los

    trajines y desplazamientos que la gente realiza sin automvil y

    frecuentemente contra l. Se ofrece entonces la visin ms natural de

    los humanos en el espacio, la del animal erguido que razon su

    existencia andando a pie, no en astronave ni en coche; a pie descubri

    los espacios de la urbe y prob y prueba el sabor de la ciudad. Ah se

    demuestra la deshumanizacin sistemtica de una ciudad que no

    contempla, ni legal ni fsicamente, a los caminantes O peatones, que

    dicho en llano representan el 85 por ciento de los pobladores de la urbe

    ms grande del mundo. A eso, aqu, le llamamos antidemocracia.8 Ese

    peatn, sin embargo, recurre a ciertas alternativas y puede subirse, jimio

    con otros peatones, al calor del transporte colectivo, donde su defensa

    ante la amenaza automotriz se ampla aunque sea someramente. Pero

    como los proyectos no-automovilsticos no son del inters de quienes

    toman las decisiones poli ticas y econmicas en Mxico, entonces los

    17 millones de peatones tendrn que sortear las deficiencias y

    limitaciones del transporte pblico o recurrir an ms aventurado al

    abordaje de otros medios de transporte no formal, cuyo paradigma es

    efectivamente la bicicleta. Para nosotros un ciclista es un peatn en

    8 Para los clculos de este trabajo se ha tomado como cifra fija la de 2 millones 600 mil automviles por 20 millones de habitantes. otras cifras y proporciones usadas se explican dentro del texto.

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    bicicleta, porque su carcter y vulnerabilidad es exactamente igual a la

    de los peatones que caminan o a los que suben al transporte colectivo.

    Todos ellos son parte de esa aplastante minora territorial que aumenta

    cuando se le cuenta por cabeza. El territorio de la ciudad, sin embargo,

    no es de ellos, sino de la insignificante mayora automovilista que goza

    del espacio y de las bondades de una ideologa que cree en ellos y en

    nadie ms. Ellos son loa que logran insertarse en la educacin nacional

    y en los rganos de gobierno, los que cuentan cuando de Ingresos se

    trata, los que parecen dinmicos y emprendedores. A ellos, por cieno,

    est dirigido este escrito, a los que son automovilistas y estn cansados

    de serlo, a quienes han identificado su ira contra una va pblica

    terriblemente mal repartida y subutilizada, a quienes sienten que el

    peligro acecha junto a las banquetas y estn lanos de respirar humo y

    miedo. A ellos, automovilistas sensibles que se saben vctimas y a las

    vctimas sensibles que no son automovilistas, a ellos pues, se dirige este

    libro con el nimo de explicitar lo que todos sallemos. Si no hay un

    trabajo ya publicado que trate este tema es porque resulta demasiado

    obvio, demasiado claro y de amplio dominio pblico; el valor de estas

    pginas es nicamente

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    El automvil-smbolo: la mercadotecnia se ha valido de imgenes subliminales que

    dibujan un mundo donde todo es posible a partir de la obtencin de un coche.

    Anuncio redactado en ingls para un automvil de la venta en Mxico. El modelo es

    1959 aunque ciertamente los simbolismos empiezan mucho antes.

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    Capitol 2

    El automvil - smbolo "...baby you can drive my car and maybe I love you9

    THE BEATLES'

    Ms all de lo subliminal de cualquier anuncio de televisin, est la

    franca imagen .que presentan los fabricantes de automviles al

    publicitar sus nuevos modelos. En la pantalla, una mujer con medias de

    seda se desliza por los acogedores asientos mientras rasgua y lame las

    vestiduras o el tablero. Atrado igualmente por ella que por el potente

    motor, un galn toma el volante para perderse juntos por los sugestivos

    parajes de la modernidad, donde no existe el trfico ni el humo, donde

    todo es lujo y pulcritud, comodidad y perfeccin, placer y prestigio.

    Esos anuncios resumen de sobra la concepcin de progreso que nos

    quieren presentar para desarrollar nuestras urbes. Toda una ideologa

    subyace detrs de esta imagen de la felicidad que se convierte en meta

    para los televidentes y para amplios sectores sociales que acaban

    soando con poseer el lujoso vehculo. Si los valores difundidos

    masivamente a partir de la segunda posguerra son La Riqueza (y la

    propiedad) como xito social y La Individualidad de los miembros de

    una comunidad como sinnimo de libertad, no hay mejor acto para

    concretarlos que poseer un automvil. Con l parecen conseguirse "los

    fines ms anhelados de la vida", la satisfaccin de las necesidades

    terrenales, la prosperidad y "la realizacin"; sin l, aparentemente nada.

    Es a partir de la posesin de un automvil que nos convertimos en

    verdaderos ciudadanos con todos los derechos y los deberes, por encima

    de aquellos ciudadanos de segunda que se trasladan a pie o en camin.

    El automovilista encarna tos deseos de la civilizacin occidental porque

    ha logrado desprenderse de las masas para proclamarse individuo nico,

    diferente, libre y autosuficiente. Ha superado mediante la adquisicin de

    su automvil la barrera que divide visiblemente a los Propietarios

    (cargados de un estigma social que los identifica con el xito) de los No

    9 *The Beatles "Drive my car", en Rubber Soul, Capitol, 1966

  • Las modernas ruedas de la destruccin

    Federico Fernndez Christlieb

    21

    propietarios (los frustrados, "los que no la hicieron"). As, lo mejor para

    algunos automovilistas consiste en que la gente los pueda ver como

    conquistadores de ese xito social; por eso orgullosamente se esmeran

    en llamar la atencin con un estreo sonando a todo volumen, unas

    llantas superanchas, un acelern en la esquina o un modelo

    excesivamente caro. Con el tiempo y la imitacin de sus mayores, los

    usuarios adquieren una necesidad casi orgnica de ser vistos, de atraer

    la mirada ajena, y an ms Importante, la mirada de quien los conoce y

    puede variar su opinin acerca de ellos por el cambio de imagen entre el

    "cualquier estpido" que eran y el "estpido motorizado" que ahora son.

    La personalidad tan imponente de este ltimo se diluye al bajar del

    vehculo y apartarse de l para enfrentarse a la gente comn, a la

    extraa raza de los No-propiciarlos que tan remotos suenan en su

    biografa.

    El automvil en todo el mundo, pero especial mente en las ciudades de

    los pases pobres, posee un simbolismo que todos advertimos de una u

    otra formo. Hemos sido educados para ello y dirigidos para buscar la

    obtencin de uno a cualquier precio, ya sea porque estemos

    deslumbrados por su magia o porque en una ciudad de coches nos es

    imposible conseguir otro modo de transporte. Conoc a un tipo que los

    jueves no exista porque su coche no circulaba, esto a pesar de que viva

    en Insurgentes, la avenida ms comunicada del DF, y trabajaba a doce

    cuadras sobre esa misma calle. Como ese individuo hay cientos de hijos

    del auto que vivieron su infancia sobre l y se presentaron en sociedad

    con una licencia de manejo en vez de su cartilla, su certificado de

    secundaria o su fe de bautismo. De ellos trata buena parte de este

    captulo. Conviene, sin embargo, deslindar de una vez a mucha gente

    del embeleso simblico de estos artefactos, ya que muchas veces es

    vctima del proyecto automovilstico pero to lo comparte ideolgi-

    camente ni se deja hechizar por los anuncios. La razn de que use un

    coche para desplazarse es simplemente eme no existen modos

    alternativos de transporte que cubran las necesidades de movilidad de la

    poblacin trabajadora: muchos enemigos del automvil lo usan porque

    no hay otro remedio, porque despus de todo ac nos toc vivir, en una

  • Las modernas ruedas de la destruccin

    Federico Fernndez Christlieb

    22

    ciudad que nosotros no diseamos pero que estaremos dispuestos a

    cambiar cuando las eventualidades lo propicien cuando el conocimiento

    de nuestros males se haga ms pblico y consciente.

    Y precisamente porque el automvil, adems de ser un smbolo es un

    medio de transporte, encuentra en la va pblica el mejor escaparate

    para mostrarse como ser superior y para marcar puntualmente las

    diferencias entre los Propietarios y los No-propietarios, en el supuesto

    de que el ciudadano automovilista es poseedor de muchos bienes

    materiales ms. Este supuesto se presta para que muchos deslumbrados,

    sobre todo de las clases con deficiencias econmicas, echen la casa por

    la ventana para obtener un automvil y hacer as la finta de que han

    conseguido ese status simbolizado por el nuevo vehculo. En otros

    casos, las familias clase media que por golpes de suerte, de trabajo, o

    por tener un pariente en el gobierno han elevado sus ingresos, se marcan

    como primer paso a "la cumbre", la compra del ms vistoso modelo de

    la Ford para abrir una barrera entre ellos y sus vecinos, otrora

    compaeros inseparables de clase.

    Nada hay ms revelador de la desigualdad social en nuestras urbes que

    la va pblica: dime cmo andas y le dir quin eres. En la va pblica

    se manifiestan con claridad las actitudes particulares y grupales (de

    clase) que definen la poltica econmica oficial y los fenmenos

    marginales. La orientacin y tendencias de una sociedad quedan

    mareadas en el ordenamiento de los espacios que ocupan sus miembros

    y sus actividades econmicas (flujos de capital). No es descabellado

    entonces radiografiar las relaciones sociales y la poltica oficial en la

    Ciudad de Mxico a partir de un anlisis del comportamiento y la

    construccin de la va pblica, para demostrar as la terrible desigualdad

    que nos caracteriza y de la cual hablaremos adelante, al referirnos al

    obstculo que el proyecto automovilstico pone al supuesto de una

    ciudad fincada en un principio democrtico (captulo 4), o al analizar

    los espacios viales de nuestra urbe (captulo 5).

    El smbolo del progreso

  • Las modernas ruedas de la destruccin

    Federico Fernndez Christlieb

    23

    Si hemos acordado que el automvil-smbolo es una fijacin individual

    que puede llegar a satisfacer a personas en lo particular, cabe preguntar:

    qu designio nos dio la posibilidad de admirar ese xito sobre

    ruedas? La respuesta es una solucin de Estado que no es difcil

    comprender. Otro Simbolismo, otra quimera, otra alucinacin

    ideolgica se dio a nivel colectivo y corri gloriosa la falsa premisa de

    que un pas con automviles y pasos a desnivel era un pas "moderno".

    Engaados, asombrados y sorprendidos, pero muy deseosos y

    emprendedores, nuestros empresarios y gobernantes del siglo XX

    hicieron todo lo posible para asemejar los paisajes de nuestra gran

    metrpoli a los de las ciudades norteamericanas, en su momento

    paradigmas de la urbanizacin y el confort que hoy ya no tragamos.

    Para ello, a travs de estos aos se han visto coludidos con las

    transnacionales del automvil para realizar su deseo de ver, quiz sin

    mala fe pero con ignorancia, a las ciudades mexicanas enfiladas hacia el

    "progreso" y hacer de Mxico un pas "en vas de desarrollo". El paso

    del tiempo ha puesto en entredicho los trminos aqu entrecomillados

    por varias razones de ndole econmica, histrica y cultural.

    Era frecuente aludir al grado de "subdesarrollo" de Mxico diciendo

    que era un pas de pueblos bicicleteros. Un "pueblo bicicletero" era la

    figura conceptual contraria al "desarrollo urbano", y en buena medida lo

    sigue siendo; an existe este enfrenta-miento cultural en el cual la

    primera opcin no es sinnimo de desventura sino precisamente de una

    forma particular de evolucin social y espacial que excluye la

    parafernalia intil y costosa de las ciudades estadunidenses. Tan

    agradable es la imagen fugada del pueblo bicicletero, que hoy cada vez

    mas chilangos la reivindican.10

    Por el contrario, el concepto occidental

    10 En Mayo de 1989 qued constituido el "Movimiento Bicicletero de la Ciudad de Mxico", cuyos reclamos no se limitan exclusivamente a la promocin de una infrestructura vial que permita el uso de la bicicleta, sino que ofrecen todo un nuevo panorama de ordenamiento urbano que desalienta el uso del automvil y defiende lso derechos del peatn y del usuario del trasnporte colectivo, con el consiguiente modo de vida ms humanizado y de mayor respeto a la naturaleza.

  • Las modernas ruedas de la destruccin

    Federico Fernndez Christlieb

    24

    de "desarrollo" nos ha hecho pensar que la nica va para conseguir el

    bienestar de la poblacin de cualquier lugar es emular a los llamados

    "pases desarrollados", los del capitalismo dominante. Bajo estas premi-

    sas que nos sealan el camino, sera tericamente necesario que

    nuestras ciudades se asemejaran estructuralmente (en organizacin y

    apariencia) a las de aquellos pases para podernos sentir cerca del

    paraso desarrollado. Esto no es nuevo, muchos autores lo han tratado,

    pero el caso es que en ello pensaban cuando se decidi trazar ejes viales

    y kilmetros de puentes, tneles y estacionamientos. Al parecer se

    olvid que una invitacin burda de las ciudades estadunidenses no

    poda aplicarse mecnicamente a un pueblo tan complejo y diferente

    como el que mora en la capital de la Repblica Mexicana y en cualquier

    poblacin latinoamericana. Se soslay tina realidad, una cultura y una

    idiosincrasia fuertes por querer a toda costa asemejarnos a ellos y se

    pas por alto una relacin evidente entre Mxico y los pases

    capitalistas dominantes: Mxico es un pas perifrico, dependiente y

    "subdesarrollado" (para, usar sus mismos trminos). Sus decisiones son

    tomadas en funcin de mltiples factores, uno de los cuales es la serle

    de Intereses extranjeros que mueve el capital en esos pases. Dentro del

    llamado Tercer Mundo, Mxico juega un papel Importante para el

    "desarrollo" de los estados ricos y por eso mismo est impedido para

    evolucionar en esos trminos de superabundancia y desperdicio.

    Nuestros recursos y nuestro esfuerzo trabajan en buena medida para

    ellos desde hace cinco siglos. Dentro del escenario mundial nuestra

    labor es trabajar al margen tic tu acumulacin de riquezas, y su labor, en

    cambio, es coordinarlo todo desde su posicin de poder avalado por una

    hegemona econmica y militar que se retroalimenta abriendo ms la

    brecha cutre naciones de opulencia y naciones dependientes.

    Hacer ciudades como Los ngeles o como Houston, para hablar de lo

    ms cercano, requiere de obtener recursos del exterior, como lo hacen

    los Estados Unidos o como lo han hecho en Europa, pero nosotros

    afortunadamente no tenemos a quin explotar, vejar y saquear

    imponindole modelos culturales, a menos que lo hagamos sobre

    nosotros mismos. Por desgracia es esto lo que hemos hecho; la

  • Las modernas ruedas de la destruccin

    Federico Fernndez Christlieb

    25

    desigualdad campociudad, el clasismo y la marginacin de grupos

    indgenas slo es una reproduccin a escala del imperialismo que

    ejercen sobre nosotros como pas con la histrica y sistemtica

    colaboracin de un antiguo grupo hegemnico perfectamente

    idenlificable.11

    Pero adems, hacer ciudades como esas obedece a una

    cultura y una forma de pensar y de entender el mundo y la vida;

    obedece tambin a una cosmovisin sometida a los excesos del capital y

    a los alcances de la tecnologa ms exhibicionista que en buena medida

    define lo que es su concepto tic desarrollo. Segn esto, para ellos est

    bien enajenarse y exprimir los jugos de la naturaleza y del ser humano

    para generar riqueza y poder. Para ellos desde hace mucho ha sido un

    reto doblegar al medio ambiente y competir con su vecino por la

    supremaca en cualquier mbito. Para ellos me sigo refiriendo a las

    naciones "primermundistas" y especialmente a la estadunid en se la

    libertad es entendida como la separacin Individual del resto de la

    sociedad, y por eso se ensean desde temprano a romper con la familia,

    con el barrio, con la pareja, y a obtener como instrumentos de su

    Independencia un reloj, un walkman, un departamento, un automvil.

    Su identidad como pueblo est signada en otros trminos; su

    manifestacin nacional adquiere vigor slo cuando se unen en el estadio

    de bisbol para ver la pichada inicial y cantar el himno con Michael

    Jackson ante la bandera de la Pepsi, las barras y las estrellas. Pero este

    ambiente ciertamente ridiculizable no puede ser condenado con el solo

    argumento de que es absurdo y pernicioso, ya que merece respeto por

    ser la identificacin de un pueblo como cualquier otro. En todo caso, y

    sin duda alguna, el asunto merece ser pro fu ariamente analizado y

    comprendido para lograr hallazgos con los cuales hacerle frente a la

    poltica que sustenta todas esas aberraciones.

    A diferencia de ellos, nosotros, los mexicanos, mestizos cargados de

    cierta influencia cultural vinculada a los pueblos prehispnicos,

    11 El prrafo suena rgido y panflectario por repetir ideas ya demasiado usadas, pero la vigencia de ellas no caduca mientras describan una situacin que contina; por lo dems es indispensable contextualizemos para hablar del tema que nos ocupa.

  • Las modernas ruedas de la destruccin

    Federico Fernndez Christlieb

    26

    practicamos en general la comunin con nuestra gente y nos

    identificamos por nuestras costumbres y nuestra historia, lejos de apelar

    tan slo a las efemrides que seala el calendarlo oficial, Por nuestro

    antepasado no pasa la exacerbacin del individuo y su preeminencia por

    encima de los intereses de la comunidad o la privatizacin del espacio y

    de las cosas de la naturaleza; al contrario, el respeto por el medio

    ambiente y la convivencia armnica con la naturaleza, a la cual

    pertenecemos, ha sido un rasgo de nuestros pueblos que todava,

    podemos observar en nuestro medio rural mexicano. Nosotros hemos

    sido ms colectivos, ms clnicos, ms participativos y ms solidarios a

    lo largo de nuestra historia y acaso en las ciudades se ha venido

    adoptando una prctica cotidiana aislante que puede parecerse a la de

    las grandes urbes de Europa y los Estados Unidos. Esto ltimo resulta

    lgico al entender la conformacin de nuestros espacios urbanos y su

    jerarquizacin: las ciudades grandes que hoy tenemos se parecen ms a

    Occidente que a lo que hemos sido y somos en nuestros campos y

    provincias. En ese sentido los chilangos estamos ms cerca de

    Estocolmo o Washington que de Mixquic o Milpa Alta, a pesar de ser

    las dos ltimas localidades comprendidas en nuestra entidad federativa.

    Modernizarnos en esos trminos por moda ha sido tambin un smbolo

    compartido con el vehculo predilecto de estas nuevas ciudades: el

    automvil. Podemos decir, sin reparos, que ha habido un error garrafal

    en la concepcin de la ciudad moderna: esta ciudad no nos pertenece en

    cuanto que fue hecha con patrones ajenos a nuestras necesidades, a

    nuestra dinmica y a nuestra tradicin; si amao estuvimos mal, la

    medicina que nos aplicaron no fue la adecuada y el mal fue cien veces

    peor. Como resultado tenemos una ciudad destrozada por cuyas venas

    circulan tres millones de virus con ruedas.

    Algo anlogo puede ser y lo mencionamos para ampliar la idea de lo

    que es este fenmeno la obstinacin modernizadora que ech a andar

    laguna Verde. En Mxico no requeramos del uso de la energa atmica

    gracias a otras fuentes energticas que la naturaleza nos dio y que otros

    envidian, pero como en los pases industrializados hay plantas

    nucleoelctricas, los hombrecitos tecncratas que nos gobernaban al

  • Las modernas ruedas de la destruccin

    Federico Fernndez Christlieb

    27

    momento de su instalacin y su puesta en marcha, defendindola por

    encima de la voluntad popular, de la economa del pas, de la

    independencia cientfica y de la misma argumentacin tecnolgica, que

    en su caso bastante les fall: baste slo decir que un ao despus de su

    arranque, laguna Verde haba sufrido 27 paros de emergencia, 12 mil

    solicitudes de mantenimiento tambin de emergencia a los equipos y

    componentes de la planta, mi! 00 reportes de deficiencias, 150

    anomalas por baja calidad y 80 eventos o accidentes menores

    reportables a la Comisin Nacional de Seguridad Nuclear.12

    La falta de

    refacciones disponibles tiene a la nucleoelctrica semi-parada y en

    constante amenaza sobre nuestras vidas, pero su defensa oficial terca y

    sorda combina como contina el apoyo al proyecto automovilstico. Y

    si exponemos aqu el ejemplo de Laguna Verde es porque sintetiza

    asombrosamente la capacidad negativa de este fenmeno. El proceso

    que desemboc en su construccin fue rpido y por ello la factibilidad

    de su desarticulacin es mayor que la del desmembramiento de un

    proceso ms complicado como el del proyecto automovilstico. No

    perdamos de vista este ejemplo de menor escala a lo largo del presente

    trabajo para ir advirtiendo su paralelismo. Si en Laguna Verde la moda

    es derrotada, tendremos un buen indicio de que el automvil puede ser

    derrotado tambin. Claro que Laguna Verde no es un bien de consumo

    inmediato ni un producto con el que se pueda comerciar y en ese

    sentido no resulta comparable con la Industria automotriz. Simplemente

    hemos descrito esa situacin para dejar claro que imitar por moda (por

    smbolo) patrones de evolucin social externos ha sido

    contraproducente para Mxico y sus ciudades. Vale expresar que

    nosotros tenemos nuestros propios defectos y que no necesitamos vicios

    de importacin. No somos peores que los estadunidenses o los europeos

    ni tampoco mejores; somos diferentes.

    El automvil-smbolo, por lo tanto, es una adecuacin que hemos hecho

    de otros contextos al nuesl.ro. Sacando provecho de una especie de

    12 Declaracin de Roberto Helier en "El del 25 de noviembre, el par nmerico 27 en Laguna Verde", La Jornada, 7 de Diciembre de 1989 p14

  • Las modernas ruedas de la destruccin

    Federico Fernndez Christlieb

    28

    malinchismo arraigada en la clase media emergente (nuevos ricos), las

    transnacionales automotrices han logrado colocar lo mediante una

    exhaustiva campaa publicitaria que destaca los valores que

    sealbamos al principio: riqueza e individualidad. Por lo general se ve

    a los Estados Unidos como el pas ideal, el pas de la abundancia

    Inexplicable, y se le aora; tener un automvil de nombre "Citation",

    "Cougar" o "Thunderbrid" es acercarse un poco a las mieles del

    capitalismo dominante, pero es tambin dejarse atrapar por un amo que

    arraigara su cultura para seguir sacando provecho econmico. Y cmo

    fue que el automvil devino en smbolo y tom el poder de la ciudad

    que lo acogi de buena gana?

    La otra conquista

    El relevo colonial que abandera Estados Unidos desde que los criollos

    rompieron con Espaa, denota y advierte lo que podemos entender

    como la segunda etapa dependiente de nuestros territorios; es decir, el

    neocolonialismo, acentuado con los aos y reforzado an ms con la

    presencia del automvil como elemento Inequvoco de su dominacin

    sobre nosotros. El nacimiento del automvil en el mundo y su

    introduccin a nuestro pas son etapas que debemos conocer para

    entender lo que ocurre hoy en la Ciudad de Mxico. Desde sus primeros

    recorridos en la Europa del siglo XIX, el automvil surgi como un

    "lujoso capricho"13

    cuya razn de ser era la diversin y la aplicacin

    imaginativa en un invento, motivaciones absolutamente validas, que lo

    hicieron evolucionar rpidamente al paso de las innovaciones

    tecnolgicas. Los Impulsores y usuarios eran familias de economa

    holgada residentes en Alemana, Francia e Inglaterra principalmente;

    ellos haban tomado los principios del carruaje y los avances de la

    bicicleta para Instalar sencillos motores probados en competencias, tras

    las cuales la demanda creci y su fabricacin requiri de un ensamblaje

    en serle cuyo modelo fue tomado de las mismas fbricas de bicicletas

    13 Selecciones Readres El Libro del Automvil p8

  • Las modernas ruedas de la destruccin

    Federico Fernndez Christlieb

    29

    que ya lo venan practicando mos atrs. La primera gran experiencia de

    fabricacin automotriz en serie se verific en Detroit, Michigan, en

    .1908 con el clebre "Modelo T" de la Ford Motor Company, a partir

    del cual nuestro pas empez a ser influenciado por las "necesidades*

    de venta que tuvieron nuestros vecinos expansionistas, aunque desde

    1898 se haba registrado ya la entrada en territorio nacional del primer

    automvil desde El Paso, Texas.14

    Los primeros automviles que circularon en Mxico cumplieron el

    mismo papel que aquellos que se inventaron y usaron en Europa y los

    Estados Unidos: satisficieron la curiosidad de reducidos grupos de

    gente rica. Hasta entonces el grueso de la poblacin de la ciudad estaba

    acostumbrada a caminar o a transportarse en tranvas de traccin animal

    que circulaban sobre los tendidos de vas hasta la Plaza de Armas

    (Zcalo) y por las principales calles del Distrito Federal. En aquella

    poca se poda ver a los dos tipos de transporte ms usados: el de esos

    tranvas de mulitas y el de carruajes Jalados por caballos, sobre los

    cuales un cochero guiaba para las familias mejor acomodadas en el

    mbito por Arista que cruzaba el umbral de un nuevo siglo. Primero

    algunas de esas familias, y luego casi todas, se hicieron de un automvil

    importado con el que marcaban sus distancias del resto del pueblo, a

    saber: peatones y usuarios de carretas de carga, mismos que eventual-

    mente abordaban tambin el tranva.

    Entre las mltiples obras pblicas que Inaugur Don Porfirio durante

    sus siete periodos en la presidencia de Mxico, est la electrificacin de

    los tranvas, que desde el 15 de enero de 1900 empezaron a correr sin el

    tiro de mulas, energizados mediante un brazo que una al tranva con un

    cable tensado por postes a lo largo de los recorridos, tal y como ahora lo

    hacen los trolebuses. As, la gente vio agilizado su traslado por esas

    mismas vas y por otras nuevas que se fueron extendiendo y que

    permaneceran ms all de la etapa armada de la Revolucin Mexicana.

    Sin embargo, la proliferacin de ese efectivo medio de transporte se vio

    cortada por una serie de huelgas que obedecan a las condiciones de ira

    14 SCT Apuntes para la historia del autotrasnporte p.15

  • Las modernas ruedas de la destruccin

    Federico Fernndez Christlieb

    30

    bajo de los tranviarios y su relacin con la Compaa de Tranvas

    Elctricos, de capital extranjero.15

    Los paros, iniciados en 1916 y 1917, se multiplicaron en el primer

    lustro de los aos veinte y los choferes de los ya numerosos autos de

    alquiler siguieron improvisando labias sobre chasises viejos para darle

    vida a la "nueva industria del autotransporte" que hizo de la acera

    adyacente al Palacio del Ayuntamiento (DDF) su sitio de base.16

    Luego

    se fijaron lneas y rutas determinadas que sirvieron de plataforma a la

    cada vez, ms compleja red de transporte colectivo que no ha frenado

    hasta nuestros das.

    Nacido el transporte elctrico y el automotor, los propietarios de los

    automviles existentes ya eran dueos de un smbolo que les daba

    prestigio y que los diferenciaba del Mxico obrero y del Mxico rural.

    Dicho smbolo se fabric en nuestra ciudad desde 1925, cuando la Ford

    estableci una planta armadora que contribuy a sumar los 15 mil 63

    autos que se registraron ese ao en el DF.17

    Aos ms tarde, en 1935, la

    General Motors instala la suya en la propia Ciudad de Mxico, seguida

    de la Chrysler, que bajo el nombre de Automex establece otra planta en

    1938. Para 1946, es decir, veinte aos despus de que Ford trabaja en

    Mxico, diez empresas ya se han establecido en la ciudad y salvo una

    (Morris-MG), todas provienen de los Estados Unidos aunque sea en

    sociedad con alguna otra europea.18

    Con este primer auge de las

    transnacionales del automvil, para mediados de siglo el numero de

    automviles lleg a sobrepasar los 55 mil para una poblacin capitalina

    de apenas poco ms de 3 millones. Si desde aquel entonces se hubiera

    15 DDF "Servicio de trasnporte elctrico", en memorias de gestin 1982-1988, p.5 16 SCT. op Cit p.15 17 DDF Anuario de vialidad y trasnporte 1983 p.7 18 Los datos y las fechas no soy muy precisos y varan por meses; en "Transporte", en enciclopedia de Mxico p. 7822, se dice que General Motors y Chrysler se establecen en 1986, Los datos aqu citados son de Carlos Snchez Marcos Introduction to the Mexican Automobile Industry, OCDE 1968 pp. 2y4 tomados de la tesis de maestra de Sergio Gonzlez Lpez Factores determinantes de localizacin de la industria automotriz en Mxico p.122

  • Las modernas ruedas de la destruccin

    Federico Fernndez Christlieb

    31

    Impulsado el transporte colectivo o los vehculos como la bicicleta en

    lugar de la infraestructura que beneficia al auto particular, la "ciudad de

    los palacios" nos hubiera permitido seguir teniendo la visin de

    Anhuac que inmortaliz Alfonso Reyes: "Viajero: has llegado a la

    regin ms transparente del aire".

    Pero el automvil era el smbolo del progreso; cmo rechazar lo? Sus

    defensores fueron, para entonces, los gobiernos posrevolucionarios que

    siguieron creyendo -quiz como cualquiera hubiera credo (quiz) que

    "el desarrollo" ya estaba trazado por los pases capitalistas occidentales

    y no haba ms que seguirlos. Despus de la Segunda Guerra Mundial y

    el reordenamiento geopoltico del planeta, ese tipo de pases ya tena

    claro que los territorios y pueblos subordinados seran proveedores de

    materia prima y sus potenciales mercados para Introducir productos ma-

    nufacturados. Las transnacionales se encargaron de establecer esa

    desigual relacin a la que slo en ciertos periodos de nuestra historia se

    le pudo poner un alto. El caso concreto de las transnacionales del

    automvil es un caso de impunidad y complicidad ideolgica que les

    permite, hasta el momento, crecer con enormes ganancias en nuestro

    territorio y desarrollar un modelo de enclave moderno que resulta, por

    la fuerza que ha llegado a adquirir, prcticamente inamovible. El relevo

    de una concepcin criolla del Estado fue removido por otra igual al

    institucionalizarse nuestra revolucin y eso propici la entrada de tantas

    empresas del ramo. Hubo facilidades interminables para ello, como la

    otorgada en los tempranos aos veinte a la Ford, que fuera agraciada

    con una reduccin del 50 por ciento de impuestos en sus importaciones

    a Mxico de autopartes y vehculos desarmados. Luego de esto, su

    establecimiento fue ms sencillo, ya que podra operar con la barata

    mano de obra mexicana y sin riesgo de estallidos laborales pues contaba

    con la promesa del entonces Presidente, Plutarco Elas Calles, de que no

    tendra los problemas sindicales que desde aquellos das aquejaban al

    medio de los tranvas, Esto a Ford le vino muy bien, ya que en la propia

    Detroit acababa de enfrentarse a sus obreros norteamericanos.19

    19 Sergio Gonzlez Lpez op ctt. pp 17 y 18

  • Las modernas ruedas de la destruccin

    Federico Fernndez Christlieb

    32

    Aqu merece abrirse un parntesis para recordar que, en buena medida,

    la poltica norteamericana, basada en una articulacin econmico-

    industrial-militar, est compuesta de manera fundamental por las ms

    importantes empresas transnacionales norteamericanas, entre las cuales

    figura la General Motors, copatrocinadora (como se ver

    detalladamente en el captulo 4) del despliegue armamentista por el

    espacio exterior y de la fabricacin de armas convencionales.

    Recordemos que el primer automvil que funcion fuera del Planeta

    Tierra, el vehculo lunar de Armstrong y Collins en 1969, fue en efecto

    un General Motors, lo cual no es azaroso ni sorprendente. La influencia

    de las transnacionales del automvil es tal que en varias ocasiones las

    lneas polticas de los gobiernos quedan determinadas por la

    conveniencia o Inconveniencia que alguna medida puede traer a los

    intereses econmicos de ellas. Tal es el caso de la poderosa unificacin

    que se dice protagonizaron hace unas dcadas la propia General Motors,

    la llantera Goodyear y la petrolera Standard Oil para impedir que el

    excelente sistema de transporte elctrico que exista en Los ngeles

    siguiera operando. La informacin ha estado oculta, pero si acaso es

    cierta, tendremos aqu el ejemplo ms claro de los alcances del proyecto

    automovilstico que, para el caso, lograron desmantelar una red de

    transporte colectivo bastante completa con el nico fin de enriquecer se

    con la venta de autos, de llantas, de gasolina y con la construccin de

    interminables avenidas que surcan los aires, suelos y subsuelos de la

    ciudad estereotipo del "american dreams".

    El resultado ah est: una urbe en la que es imposible trasladarse sin

    coche y que est ordenada especialmente a la medida de los motores; no

    para facilitar la convivencia humana, sino todo lo contrario. Con estos

    antecedentes cualquier medida anti-automovilstica est condenada a

    enfrentar una feroz y desigual resistencia; el capital no oye razones. Por

    eso se puede decir que desde los inicios de esta triste historia, el

    consentimiento de nuestras autoridades se ha basado en ese falso

    postulado que seala al automvil como equivalente del avance social y

    material, adems de que ellos mismos se hayan convertido en asiduos

    usuarios de este smbolo de cuatro ruedas, como hasta la fecha lo siguen

  • Las modernas ruedas de la destruccin

    Federico Fernndez Christlieb

    33

    siendo. O es que alguno ha visto a un secretario de Estado moderno

    subindose al trolebs? Acertadamente Marco Rascn expone la Idea de

    que los funcionarios tecncratas que hoy nos gobiernan transitaron por

    su infancia marginados de la vida, vindola desde el asiento trasero de

    un coche, imposibilitados para entender que pueden existir ciudades sin

    automviles basadas en las relaciones interpersonales que sus mamas

    no les dejaron tener con el resto de los habitantes.20

    Esos nios

    marginados y marginadores son los que hoy dirigen los destinos de

    nuestra patria. El resultado es comprensible no?

    La Ciudad de Mxico, si quera alcanzar la era atmica, deba por tanto

    eliminar los vestiglos de su pasado suburbano y entrarle a la

    pavimentacin de las calles, a los pasos a desnivel y a la proliferacin

    del automvil particular apartndose de esquemas globeros,

    garnaeheros y bicicleteros. Con ello habra dificultades para caminar,

    pero vala la pena todo aquello por situarnos cerca del deslumbrante

    "futuro", nocivo concepto del discurso modernizador y estorbo

    intelectual para la extensin de las capacidades humanas. Por fortuna

    dentro del esquema en boga de la modernizacin entraba tambin la

    construccin de un tren subterrneo que liberara de tanta gente a la

    superficie que los automviles abarcaran a sus anchas. As el 4 de

    septiembre de 1969 se Inaugur el Metro para destrozar

    intencionalmente la posibilidad de que todo fuera solamente coches.

    Pero tal vez el punto ms alto alcanzado por el proyecto automovilstico

    tiene lugar en los restos de ciudad que nos dej Carlos Hank Gonzlez,

    titular del DDF durante el gobierno de Jos Lpez Portillo. Al terminar

    su gestin, en 1082, la Ciudad de Mxico haba quedado tajada en

    porciones demarcadas por llamantes ejes viales que daban realce a la

    importancia del automvil particular por encima de las necesidades de

    la poblacin; las prdidas son Cualitativamente irreparables, y su

    influencia perdura en los sexenios posteriores. Desde la perspectiva del

    estudio espacial, lo que se hizo fue fragmentar la urbe para reordenar el

    20 Marco Rascn "Bicicletas al reglamento de construcciones" en La Jornada 16 de octubre de 1989

  • Las modernas ruedas de la destruccin

    Federico Fernndez Christlieb

    34

    control de los espacios habitados y conservar el poder sobre los

    movimientos populares por el conocido mtodo de dividir para vencer.

    Pero desde otro punto de vista se redise la vialidad quitando en

    definitiva la prioridad a los transportes pblicos para privilegiar los

    individualizados, y concretamente al automvil. Cabe decir que el

    Profesor Hank haba tenido la oportunidad de demostrarnos de lo que

    era capaz desde que remodel la vialidad del Estado de Mxico durante

    su gobernativa entre 1971 y 1976, previa al cargo de Regente capitalino.

    Por ello en buena medida la responsabilidad es de l y tambin por eso

    lo citaremos varias veces en el transcurso de este trabajo. Se pens que

    los tranvas por ejemplo ya pertenecan al pasado, y como producto de

    la ceguera tcnica e ideolgica ms aguda, se decidi desaparecerlos.

    Ms tarde, al ver la cantidad de despidos de trabajadores tranviarios y

    por las mltiples atrocidades perpetradas en contra de los usuarios, se

    pusieron en operacin ms lneas de trolebuses y se emiti el decreto de

    nacimiento de la Ruta 100, con lo que el transporte colectivo reciba una

    bocanada de oxgeno que no bast para revertir la consolidacin del

    proyecto automovilstico.

    Ms sobre el smbolo del poder

    Lo tengo porque puedo, y porque lo tengo, puedo.

    Es el automvil la llave mgica que parece satisfacer corazones y

    dividir a la sociedad de tajo como en un principio lo dijimos. Las

    posibilidades de un ciudadano crecen directamente proporcionales al

    costo de su auto o ni nmero de autos que tenga l o que tengan sus

    parientes y amigos. Con ello puede ya (es decir, est autorizado

    socialmente para) insertarse de lleno en la vida activa y moderna de la

    metrpoli. El prestigio se compra y viene montado en un chasis, y el

    desprestigio naturalmente, anda por las calles a hurtadillas ahorrando

    para un coche, o al menos eso es lo que muchos suelen creer. El

    automvil-smbolo encuentra su ms frtil terreno en aquellas mentes

    deslumbradas por la vida intelectual de las novelas de Canal-S y por el

    ambiente de los anuncios cordiales y juveniles de Coca-Cola. Es hacia

  • Las modernas ruedas de la destruccin

    Federico Fernndez Christlieb

    35

    ellos donde el mercado automovilstico se dirige con las imgenes

    narradas al principio de este captulo. Y es que los automovilistas

    pueden ser de muchos tipos, pero en general y dicho en llano, son

    aquellos para quienes la prctica consumista se ha vuelto una especie de

    rito, de ideologa importada directamente del modo norteamericano de

    vida, y que anhelan fervientemente gozar de esa Libertad y de esa

    autonoma individual de la que antes hablamos. Para ellos el automvil

    es fundamental y sirve como retro alimentador de esas ideas aislantes,

    contra sensitivas y anti colectivas. Simplemente analicemos, con

    Edward Hall, lo que representa estar a bordo de un lujoso auto del ao;

    "su gran tamao, sus asientos de tipo canap, sus suaves muelles y su

    aislamiento hacen de cada viaje un acto de privacin sensorial. "21

    Pero a

    la muerte del sentido del tacto, los fabricantes de autos suman el

    sistema de calefaccin o aire acondicionado para no sentir el clima

    fuera de aquellos cristales cerrados hasta el tope y en ocasiones

    polarizados. Muchas veces optamos tambin por instalarle al coche un

    buen tocacintas estereofnico que nos asla

    21 Edward T. Hall La dimensin oculta p.80

  • Las modernas ruedas de la destruccin

    Federico Fernndez Christlieb

    36

    El smbolo del poder, de la riqueza, de la virilidad y de la aventura. La

    agilidad de un impala que ha recobrado su libertad para correr sin que

    ya nada lo detecta y la perfeccin del hombre ms bello en la historia

    de Mxico.

  • Las modernas ruedas de la destruccin

    Federico Fernndez Christlieb

    37

    "El que despierta los ms inesperados signos de admiracin" al recorrer las calles

    puestas slo para l, sin trfico, sin humo, con comodidad y lujo excesivo. En una

    ciudad de 20 millones de personas el automvil exclusivo es por definicin

    excluyente.

    -del ruido de la ciudad y nos mete en un mundo de sobreproteccin

    desde el que rara vez percibimos otras realidades externas a nuestra

    cpsula y desde donde no podemos "gracias a Dios" tener contacto con peatones o usuarios del transporte colectivo. Algn otro

    automovilista me coment que gracias al programa "Hoy no circula"

  • Las modernas ruedas de la destruccin

    Federico Fernndez Christlieb

    38

    haba empegado a conocer la ciudad. En sustitucin de su blido

    aislante opt por subirse a una bicicleta y descubri parques y jardines,

    perros callejeros, muchachas guapas en espera del autobs, carritos de

    helados, y tambin ruido y tierra, mucho polvo y humo que provocaban

    los motores; pero lo que ms le sorprendi fue que existan

    precisamente los ciclistas. Como conductor de coche jams los haba

    visto, y de ello cobr conciencia cuando casi se cae por el cerrn de una

    seora que iba a recoger a sus nios en la escuela. AI volver a tomar el

    volante de su auto empez a verlos por todos lados, y vio al

    periodiquero, al de las pizzas, al de la tintorera, al taquero, al afilador,

    al jardinero, al cartero y a tantos otros asilarlos de la va pblica que

    antes de eso eran ceros a la izquierda en la vialidad de la Ciudad de

    Mxico.

    Esta es otra de las particularidades del simbolismo automovilista. Por el

    creemos que slo nosotros habitamos la ciudad y nos sabemos entonces

    poderosos y altaneros. Como resumen de todo este proceso no hay

    mejor ejemplo que un automovilista bronco y agresivo, de esos que

    buscan pleito donde sea. Su podercito les hace sentirse acosados y

    guardan a menudo una pistola en la guantera para defender su

    sacrosanta propiedad, la que tanto sudor les ha costado. Ah dentro la

    realidad es otra y el automovilista opera y se conduce como una

    mquina insensible y solitaria que se maleduca para el trato posterior

    con los seres humanos. A la vuelta de unos aos el automovilista se

    podr convertir en una subespecie con los sentidos semimuertos, en un

    individuo menos receptivo, menos comunicativo, ms hosco e

    intolerante, ms egosta, ms manipulable. Este es el perfecto tipo de

    personas que necesita la sociedad del libre mercado para hacerlos

    consumidores necesitados de cuanta mierda le pongan enfrente, desde el

    propio auto veloz y la antena parablica hasta boletos para ver a las

    guilas del Amrica y la compra del videocaset que recuerda la visita

    del Papa.

    Sintetizando, el proyecto automovilista se sostiene gracias al

    simbolismo que tiene este vehculo particular dentro de nuestra

    sociedad dominada y a culturizada, y tambin gracias al poder de las

  • Las modernas ruedas de la destruccin

    Federico Fernndez Christlieb

    39

    transnacionales que lo producen. Sobre dos diferentes niveles golpea

    este simbolismo; primero, como apreme significado de avance y

    progreso colectivo de la sociedad, y segundo, como ratificacin de un

    status adquirido o heredado para quien o posee, quien va abordo

    minimiza la calidad humana de quienes no tienen coche, y a menudo los

    peatones suelen ver tambin en el automovilista un ser de clase

    superior. A tal grado ha llegado el convencimiento de que los

    automviles son buenos y deben existir, que los mismos No-

    propietarios lo ven como un elemento natural que tiene que pasar en el

    crucero antes que ellos. Nos han subordinado al reinado artero y

    agresivo de una maquina que supuestamente ayudara al hombre, pero

    que acab por someterlo.

  • Las modernas ruedas de la destruccin

    Federico Fernndez Christlieb

    40

    Captulo 3

    El automvil-mquina "Todo era olor a gasolina, gritos destemplados!/.../. Brillo del sol

    rebotando en los cristales y en los bordes cromados, y para colmo la

    sensacin contradictoria del encierro en plena selva de mquinas

    pensadas para correr."22

    JULIO CORTZAR

    Entrujar las mentes de los seres humanos para vender automviles-

    smbolo no es, sin embargo, el mal mayor que producen los defensores

    de lo que aqu llamamos el proyecto automovilstico. Por si lo dicho en

    el captulo anterior no fuera suficiente, las transnacionales del

    automvil y los modernizado res mexicanos nos hacen vivir

    (sobrevivir) al lado del automvil-maquina. El automvil-mquina, ms

    all de lo que representa en la cultura occidental, es un armasote de mil

    500 kilos que arroja por el escape humos mortales, estorba, atropella,

    gasta nuestro dinero y, a cambio, es tan slo capaz de transportar

    ineficientemente a una persona y media en promedio por viaje. Slo los

    tanques y aviones de guerra pueden ser ms intiles y dainos que un

    auto. Antes de estos vehculos nunca se dise un aparato que

    consumiera tanta energa, tantos recursos y tanto presupuesto, con el

    fallido afn de ahorrarle esfuerzo al hombre, Y esfuerzo y trabajo es

    precisamente lo que genera; trabajo y desperdicio traducido en costos,

    mismos que inicialmente se pretendi ahorrar pero que ahora todos

    pagamos con los intereses del tiempo y con nuestras propias vidas: error

    tecnolgico de clculo que no parecen estar dispuestos a reconocer.

    Sin ms antesala hagamos un recuento de lo perdido hasta ahora en "la

    ciudad ms contaminada del planeta", a decir de las propias autoridades

    de la Secretara de Desarrollo Urbano y Ecologa.23

    22 *Julio Cortzar "La autopista del Sur", en Todos los fuegos el fuego p.10 23 Patricio Chirinos, Titular de la Sedue ante la asamblea general de la ONU, en Unomsuno, 24 de octubre de 1989 p.1

  • Las modernas ruedas de la destruccin

    Federico Fernndez Christlieb

    41

    Modernizacin ecolgica: los daos al ambiente.

    En los aos cincuenta se hablaba de "progreso" y se volteaba hacia el

    Norte para ver cmo los gringos eran tan felices y, sobre todo, tan

    prsperos. Ahora se habla de "modernidad" y se coquetea an ms con

    los Estados Unidos en los distintos rubros de nuestras relaciones

    binacionales y nuestros tratados comerciales. Nuestra poltica

    econmica es cada vez ms de ellos, ms de Su estilo de mercado y de

    sus prcticas de consumo. Impulsar la modernidad y el progreso en cada

    etapa ha consistido en modificarnos y diferenciar nuestra esttica

    cotidiana de la esttica de la naturaleza, de sus formas que a los ojos

    modernos resultan pasadas de moda. Para ello se ha sofisticado

    precisamente el andar, el trasladarse; se invent el automvil y para que

    rodara sin brincos se aplan el terreno con pavimento. El costo

    ecolgico, que entonces "no importaba, ha sido enorme y hoy lo resiente como nunca nuestro medio ambiente.

    As tenemos que una de las ciudades ms bellas del mundo en el siglo

    XVI sucumbi ante la embestida militar y cultural de los europeos que

    la conquistaron. En Tenochtitlan las calles y avenidas corran

    acompaadas de acueductos y canales por los que el agua potable

    llegaba a la Ciudad y el agua salobre permita la navegacin interna;

    algunos puentes entrecortaban la perspectiva de los canales y acequias

    y las famosas calzadas comunicaban la isla con la tierra firme de la

    cuenca de Mxico. La fascinacin de los cronistas espaoles por la

    metrpoli mexica no obst para esparcir sobre ella la slida e

    intolerante evangelizacin que culminaria con la destruccin casi total

    de las formas y dinmicas tenochcas. Hasta entonces, y de acuerdo con

    su cosmovisin, los pobladores del valle haban convivido con la

    naturaleza local sin afectarla de modo definitivo, preservando un

    equilibrio ecolgico en verdad encomiable, pues se trataba de varias

    urbes de muchos miles de habitantes en torno a los cinco lagos de la

  • Las modernas ruedas de la destruccin

    Federico Fernndez Christlieb

    42

    cuenca.24

    Tras la conquista, la mentalidad de quienes mandaban no

    ofreci el respeto acostumbrado por el medio natural y paulatinamente

    se fue perdiendo ese equilibrio y la limpieza y salud del ambiente en la

    zona. Es falso entonces el razonamiento neomalthusiano que a veces se

    hace dirigindonos a pensar que ame ma poblacin tan numerosa era

    inminente tanta muerte y tanta destruccin y que lo nico que hicieron

    los espaoles al llegar con su guerra y sus enfermedades fue adelantar el

    holocausto.

    Hoy resulta traumtico visitar el museo del Templo Mayor y descubrir'

    entre sus vitrinas la cantidad de especies de fauna y flora perdidas a

    causa de las concepciones de las modernizadores de ayer. El Juego

    contemporneo apuesta en nuestros das la vida de los seres restantes,

    entre ellos desgraciadamente los millones de humanos que se supeditan,

    sexenio a sexenio, a la voluntad de los modernizadores de hoy. Varios

    son los daos sufridos por el ambiente merced al proyecto

    automovilstico. En primer lugar hablemos de la pavimentacin, base

    fsica por la que se deslizan los vehculos.

    Al recubrir la superficie de la ciudad con una capa asfltica que facilite

    el rodamiento, se impide la filtracin del agua de lluvia hacia los

    horizontes ms bajos del suelo, como ocurra de manera natural hace

    aos para abastecer de este lquido a los mantos freticos, comunes en

    todas las zonas que son o que fueron lacustres. El agua, en cambio,

    escurre hacia las alcantarillas donde es colectada para encauzarla hasta

    las zonas de bombeo que la expulsan va el Sistema General de

    Desage. Con la expulsin de esas aguas pluviales los mantos freticos

    se han abatido provocando hundimientos que a su vez requieren de un

    24 Es impresiso decir que los pueblos mesoamericanos no alteraron su entorno fsico, los mismos mexicas construyeron albarradones y disques para controlar la dinmica lacustre y talaron lasrgas extenciones de bosque dentro de los lmites de la cuenca. El inters aqu es demostrar que dichos cambios a su medio natural no iban en contra de su cosmovisin, profundamente respetuosa de las cosas de la tierra que constituin parte de ellos mismos. Es distinta la actitud fstica de los modernizadores que se erigen sobre todo en denominadores de lo natural para hacer evidente su poder y sus capacidades de decisin.

  • Las modernas ruedas de la destruccin

    Federico Fernndez Christlieb

    43

    mayor bombeo para extraer las aguas y expulsarlas a travs de los altos

    lmites de la cuenca. Por la conformacin fsica de la zona, siempre,

    desde las pocas prehispnicas, hemos tenido peligros de inundacin;

    ya "en 1450 Moctezuma encarg a Netzahualcyotl el diseo y la

    construccin de un albarradn o dique de 16 kilmetros de longitud

    para proteger la gran Tenochtitln del frecuente azote de las inundacio-

    nes. "25

    Sin embargo, la pavimentacin ha redoblado los histricos

    problemas hidrulicos al contribuir al hundimiento de la ciudad y a la

    desecacin del subsuelo lacustre. Luego de los sismos de 1985 se inici

    un estudio sobre la relacin presumible sobre esta desecacin de

    mantos acuferos y la gravedad de los daos en la superficie por los

    temblores; las primeras notas periodsticas al respecto parecan

    coincidir en la evidente correspondencia.

    El mismo recubrimiento asfltico Impide tambin la "transpiracin del suelo y, por supuesto, la posibilidad de que sobreviva la fauna y la flora

    que alguna vez poblaron estos territorios, unos de los de mayor riqueza

    natural del pas. Adems, la capa mencionada contribuye a las

    alteraciones micro climticas que se presentan por la suma sinrgica de

    los factores antes mencionados con el cambio del albedo, es decir, de la

    energa que la superficie refleja o retiene. El color, la consistencia y los

    materiales que recubran el valle de Mxico han hecho que los rayos

    solares cambien su comportamiento generando nuevas condiciones de

    humedad, presin y temperatura que repercuten en la circulacin

    atmosfrica local y posiblemente en el clima, que puede haber venido

    sufriendo modificaciones con los aos. Es todava discutible si los

    rangos que determinan la clasificacin climtica han sido o no

    sobrepasados, pero el hecho es que ha habido alteraciones sensibles

    como consecuencia de los procesos enunciados y tambin de otros

    factores: la contaminacin del aire modifica tambin las propiedades

    atmosfricas encerradas por un relieve que obstruye el recorrido de los

    25 Sergio Moreno Meja "Sistema hidrulico del Distrito Federal" en Atlas de la Ciudad de Mxico, p.185

  • Las modernas ruedas de la destruccin

    Federico Fernndez Christlieb

    44

    vientos dominantes que vienen del Noreste, al igual que lo hacen los

    elevados edificios de la zona centro.26

    Por otro lado, las capas y capas de asfalto que en cada nueva

    administracin ordena el Departamento del Distrito Federal colaboran,

    junto al paso constante de vehculos, a la compactacin del suelo,

    inutilizndolo para que ocasionalmente pudiera drsele otro uso.

    Recordemos que las tierras que alimentaron a muchas generaciones

    anteriores ahora estn cubiertas de asfalto y concreto por el crecimiento

    urbano bajo el modelo que incluye al proyecto automovilstico. Este

    modelo desordenado que ocult la superficie natural es defendido con

    poca imaginacin aludiendo a procesos similares que se han dado en las

    ms importantes ciudades industrializadas y bajo el razonamiento de

    que "no podra haber sido de otro modo"'. En realidad es inaceptable

    pensar que la urbanizacin slo tiene esta cara, sin la cual no podran

    satisfacerse las necesidades poblacionales tales como transporte,

    drenaje, vivienda y otras. Algunas ciudades de En ropa y Asia han

    crecido sin modificar drsticamente el ambiente y sirviendo a sus

    pobladores en estos rubros (ver captulo 8). Integrar un sistema de

    transporte masivo no requiere pavimentar indiscriminadamente toda una

    cuenca; con slo extender vas frreas a lo largo de ciertos ejes trazados

    estratgicamente o tambin, por qu no, con calles para autobuses que

    respeten las reas verdes27

    que tanta falta nos hacen. Se ha calculado

    que cada habitante del Distrito Federal cuenta con 2.3 metros cuadrados

    de reas verdes, que se reducen a 1.3 metros cuadrados en las

    delegaciones ms cntricas, mientras que ciudades industrializadas

    como Chicago o Berln ofrecen ms de 135 metros cuadrados a cada

    uno de sus pobladores.28

    El decremento proporcional de espacios

    arbolados y prados se corresponde con el incremento obstinado de

    calles y espacios viales; tan slo en 1979 y 1980 se pusieron en

    26 Ernesto Janregul Ostos "Climas" en el Atlas de la Ciudad de Mxico p.39 27 Jorge Legorreta, Transporte y contaminacin en la Ciudad de Mxico p.215 28 Gabriel Quandri "La a Ciudad de Mxico ecologa o barbarte" En Ecologa Poltica/Cultura n 1987 p.33

  • Las modernas ruedas de la destruccin

    Federico Fernndez Christlieb

    45

    operacin 383'kilmetros de ejes viales para beneficiar a los usuarios

    del transporte particular, sumndolos a la amplsima red de arterias

    viales primarias y secundarias y a la cantidad de calles pavimentadas

    que ya existan.29

    Entre 1983 y 1987 se construyeron 68. kilmetros de

    vialidades primarias y 760 de vialidades secundarias, adems de 10

    distribuidores y puentes vehiculares.30

    Y precisamente toda esta inmensa red de vas para el uso del automvil

    y el transporte colectivo de superficie acab con la vegetacin que se

    resista a morir ante el impacto ambiental. Fue Carlos Hank Gonzlez

    quien autoriz, como Jefe del DDF, la deforestacin de camellones y

    glorietas con el objeto de quitar estorbos a la modernizacin vial.

    Durante el auge de los ejes viales en construccin se habl de

    trasplantar rboles centenarios; en realidad stos jams recobraron la

    vida que el progreso les arranc al removerlos de su suelo natural- Los

    que sobrevivieron a la persecucin forestal se mantienen en pie hoy en

    da grises y enfermos debido a las emanaciones txicas de las fuentes

    mviles principalmente En ellos se pueden ver las alteraciones

    ambientales y las de su ciclo estacional. Un golpe ecolgico ms lo

    sufren las aves que habitualmente se posan en las ramas de aquellos

    rboles. Por lo menos desde 1984 cientos de ellas han muerto en los

    periodos invernales debido a los trastornos que sufren al inmigrar en su

    ruta natural a la cuenca de Mxico, que ante era su refugio de estacin.

    Quiz ningn parmetro sea tan alarmante como el de aquellos pjaros

    que se desploman como al interior de una cmara de gases. Otro de los

    agentes creados por la desmedida contaminacin urbana es la conocida

    lluvia acida. Los txicos suspendidos en la atmsfera se combinan con

    la precipitacin pluvial tornando su nivel de PH en cido, lo que al caer

    deteriora principalmente la vegetacin pero tambin alarma arqueolgica- los monumentos histricos y las construcciones en

    general. Es trgico que luego de sobrevivir a los episodios ms diversos

    29 DDF Anuario de vialidad y trasnporte 1983 p.28 30 DDF Trasnporte: motor de la gran ciudad p.34

  • Las modernas ruedas de la destruccin

    Federico Fernndez Christlieb

    46

    de nuestra historia durante siglos, vengan los vehculos motorizados a

    destruirlos a la vuelta de unos aos, y un buen ejemplo es la Catedral

    Metropolitana.

    Por otra parte la industria automotriz genera una enorme cantidad de

    desechos que se han convertido en un problema sin solucin visible; no

    nada ms la fabricacin de autos genera contaminacin y desperdicios,

    sino que los mismos coches estn destinados a convertirse en chatarra y

    a ocupar cientos de hectreas mrales o suburbanas como tiraderos de

    fierro viejo. Esos "deshuesaderos" pocas veces son realmente

    aprovechados en nuestro pas y en ocasiones llegan a representar

    peligros como el desencadenado en Canad en 1990. El siniestro tuvo

    lugar en un tiradero de llantas, donde varios millones de ellas ardieron

    por ms de dos meses sin que la alta tecnologa del cuerpo de bomberos

    local pudiera detener el Incendio, mismo que ocasion una conta-

    minacin sin precedentes en la lista de este tipo de accidentes, por

    fortuna Mxico no padece de la presencia de un nmero similar de

    autos o de llantas al de Canad o los Estados "Unidos, pero el peligro

    sigue presente con tantos desechos irreciclables o apenas aprovechables.

    Entretanto, el ecocidio contina y nosotros, como parte de la naturaleza,

    somos vctimas y victimarlos en la paradoja ms tonta del mundo.

    Hablar de los daos a la salud quiz sensibilice ms a los ciudadanos e

    impulse sus protestas, porque a los hombres que deciden poltica y

    econmicamente por nosotros poco les importan los perjuicios causados

    a la poblacin; esto lo sostenemos a pesar del cierre de la Refinera de

    Acapotzalco y de otros complejos industriales del valle de Mxico,

    actos a los que damos la bienvenida pero que descalificamos como

    solucin.

    Ciudad de Mutantes: los daos a la salud.

  • Las modernas ruedas de la destruccin

    Federico Fernndez Christlieb

    47

    El 1o de febrero de 1989 a las 8 de la maana se acab el peligro de la

    contaminacin por decreto oficial, cuando menos hasta el siguiente

    invierno. De un plumazo se levant la inversin trmica y la calidad del

    aire permiti a los nios regresar a clases tras el obligado mes y medio

    de vacaciones que los haba mantenido exentos. Era la primera vez que

    las autoridades incorporaban una medida as (suspender actividades)

    por el grado de deterioro atmosfrico al que los residentes de la zona

    metropolitana estbamos sometidos, pero cuando decidieron que como

    paliativo ya era suficiente, abrieron de nuevo las escuelas. Un ao antes,

    en el invierno de 1987-1988, la aventura poltica los haba animado a

    retrasar el horario habitual, convocando el ingreso de primarias y

    secundarias a las 10 a.m., hora en que la inversin trmica debera

    haberse roto y el aire en la superficie estara probablemente ms limpio.

    Se intentaba, con todo ello, presumir de medidas drsticas, pero no se

    atacaba el problema de fondo.

    Por lo pronto, el Movimiento Ecologista Mexicano denunciaba que

    ''poco ms de 700 mil alumnos de preprimaria y primarla del Distrito

    Federal y rea metropolitana" estaban dejando "de asistir a las escuelas

    por estar afectados de las vas respiratorias".31

    La realidad mostraba que

    por ms discursos y rbidas contra la contaminacin, sta continuaba su

    tenaz menoscabo de la salud humana, sobre todo la infantil. Ninguna

    caricatura de medida poda abatir los altos ndices de afeccin en las

    propias clnicas estatales y la demagogia no poda declararnos sanos