Las Voces
-
Upload
angelica-sosa -
Category
Documents
-
view
215 -
download
0
description
Transcript of Las Voces
Taller de Comunicación Oral y Escrita
LAS VOCES
He escuchado voces en mi cabeza desde que tengo conciencia. Jamás me había
importado saber porque yo. Había aprendido a cerrar esas voces; a veces dulces, a veces
escalofriantes; que me hablaban las veinticuatro horas del día. No siempre he tenido control
sobre ellas. Al principio las confundía con mi conciencia, y actuaba a sus deseos. Mis padres
se negaban a creerme cuando trataba de explicarles que yo no sabía porque actuaba como
lo hacía. Por lo mismo terminé en un internado a los ocho años, cuando mis padres se
divorciaron y no quisieron tener que lidiar con una hija traviesa y al parecer rebelde.
En parte se los agradezco, he aprendido que no puedo confiar en nadie, ni siquiera en mi
propia conciencia. Una vez que aprendí a desconfiar de todos, entonces pude controlar y
excluir hasta mi propia conciencia. Pero, ¿puede haber alguien sin conciencia? Nunca me lo
había preguntado hasta hoy. ¿Quién soy? O mejor dicho, ¿qué soy?
Mi vida jamás tuvo sentido hasta el día de hoy. Hoy por primera vez, supe lo que es vivir y
sentir felicidad. Hasta el día de hoy, había vivido una vida excluida de todos y de todo. Las
voces hoy, cantan, casi de forma celestial. Hoy, no quise ignorarlas, hoy escuché como
sincronizaban perfectamente con el latido de mi corazón que se acelera con la presencia de
Esteban. Antes de pensarlo, ya estaba conversando con él, ¿qué dijo? Esto es extraño,
cómo, alguien, o algo como yo, puede sentir esto. Con él, me está costando trabajo excluir
estas voces, pero realmente no quiero pues una de ellas me exige permanecer aquí a su
lado.
La última vez que decidí escuchar a Charlie, así he nombrado la voz mandona, terminé sin
cena en mi cuarto porque había disecado un pájaro en el escritorio de mi padre. Sabía que
nada bueno resultaba de escuchar. Tal vez me debería retirar, algo bueno y majestuoso
como Esteban no debe estar junto alguien fría y peligrosa. “Retírate, vete. Voltea y deja salir
lágrimas por nunca jamás volverlo a ver.”
Quizá si tuviera conciencia me hubiera ido, pero decidí quedarme. Hemos quedado, cena
a las ocho de la noche. No estoy segura de que sea amor, pero seguramente se acerca a
esto. Ansío las ocho de la noche; ni las miles de voces que escucho han sido tan estresantes
como la espera de hoy.
Jamás espere que alguien me pudiera curar de mi maldición; nunca me imaginé que lo
que me hacía sentir era la medicina que inconscientemente había estado buscando toda mi
vida. Aún más precioso e invaluable era Esteban para mí. Salimos, lo conocí, y me hizo su
novia, el primero para mí. Por él me tomaba el trabajo de escuchar solamente las voces que
hablaban dulce acerca de esto. Desde el primer instante se convirtió en mi todo. No sé cómo
pudo pasar lo que pasó. Me acerqué demasiado, lo sabía. Todo fue tan rápido.
Un año después de conocerlo, me invitó a salir para celebrar. Era un gran logro para mí. El
plan era salir a cenar y bailar, el plan era vivir. Sin embargo, puedo planear toda mi vida en
este instante y nada de eso sucederá porque estaré dentro de estas cuatro paredes por el
resto de mi vida. Así igual, el plan de esa noche jamás pudo ser. Al principio culpé a mi
padre, si no hubiera aparecido después de veinte años, ahora estaría junto a Esteban. En
cambio, los dos están ahora seis metros bajo tierra.
Mi padre, junto con mi madre, eran las únicas dos personas que conocían a la perfección
mi estado, si quieren, psiquiátrico, pero no estoy loca. Puedo controlarme, pero él lo provocó.
Mi padre debió olvidarse de mí cuando me mandó al internado. Esa noche, esperaba
inquietamente a Esteban. Esperaba oír su auto llegar y verlo tocar la puerta, en vez fue mi
padre, quien después de tanto iba a buscarme, con la única cara que conocía, esa cara de
preocupación. Por lo menos, ya no tiene porqué preocuparse. Casi corriendo se acercó a mí,
no fue exactamente la reunión que una hija se imagina con su papá.
He estado pensando, a ver visto un elemento mi pasado fue lo que activó las voces,
discutimos. Por primera vez me sentía a gusto con quien era, y todo gracias a Esteban. No
iba a acceder a la petición del viejo. Porqué debía abandonar lo único bueno de mi vida.
“Esteban, si hubieras llegado tan sólo cinco minutos antes, aún estarías aquí conmigo”.
Había escuchado suficiente, no iba a renunciar a él aunque no le agradara a mi padre. Perdí
el control, dejé que las voces se apoderarán de mí. “¿Por qué te cruzaste en el camino? ¿Por
qué Esteban?” Vi el reporte policial, Causa de Muerte: Asesinato; yo lo recuerdo diferente.
Alguien me pedía que los dejara descansar, que tenían frío. Les pegué hasta que quedaran
inconscientes y, para que no tuvieran frío, incendié el lugar. Pero ellos me lo pidieron, me
rogaron que lo hiciera.
¿Qué he hecho? ¿Cómo pude dejar ir lo único bueno en mi vida? Fue mi culpa, debí
alejarme desde ese primer instante. Aún así no me arrepiento de absolutamente nada. No
me tocaba vivir esta vida con él. Alguien sin conciencia no es nadie. Hoy nadie ha recibido la
pena de muerte. Conforme se va acercando la fecha, me doy cuenta que las voces que
escucho, siempre han predicado mi futuro, son yo. Me niego aceptar que estoy loca porque
aceptar eso significaría que nunca estuve enamorada de Esteban.
Hoy, el mundo recibe justicia por sus muertes. Yo no siento ningún remordimiento, porque
me reuniré con ellos en alguna otra vida, me lo han dicho las voces. La silla no me asusta.
“Muerte, te recibo con los brazos abiertos”.