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    El trabajo y sus reconfiguraciones:

    Las nuevas condiciones de trabajodiscutidas a partir de conceptos yrealidades

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    Marcia Leite

    IntroduccinEste texto se propone discutir las nuevas configuraciones del traba-

    jo, a partir de una doble preocupacin. De una parte, se buscar com-prender el cambio y la re-significacin de categoras que se consolida -ron como instrumentos heursticos de enorme importancia para la com-prensin del mundo del trabajo. Se trata, en este sentido, de rediscutirconceptos como los de flexibilizacin, informalizacin, precarizacin,trabajo atpico, entre otros, intentando precisarlos en la nueva tesitura

    social que se est con formando y buscando reencontrar su capacidad ex-plicativa, muchas veces perdida en su uso excesivo y sin el cuidado deinsertarlos en el cuadro del conjunto de transformaciones que estn re-configurando lo social. De esta forma, l est centrado en un esfuerzo derediscusin y precisin de estos conceptos, remitindolos, antes quenada, al entorno econmico-social en el cual los fenmenos que ellosexpresan estn insertos y buscando aclarar los nuevos contenidos de quese revisten en ese nuevo contexto.

    De otra parte, se propone reflexionar sobre esos conceptos a partirde la situacin brasilea actual, intentando destacar las nuevas caracte-rsticas del mun do del trabajo en esa rea lidad. Se tra ta, en tonces, de re to -

    Revista Latinoamericana de Estudios del Trabajo, 2 poca, N 21, 1er Semestre 2009, 7-33

    Recibido: 15-01-09 - Aceptado 23-02-09

    Departamento de Cincias Sociais na Educao/Faculdade de Educao - Doutoradoem Cincias Sociais/Instituto de Filosofia e Cincias Humanas - UNICAMP - Tel:(55-19) 3521 5673 - email: [email protected]

    1 Texto realizado en el mbito del proyectoA crise do trabalho e as ex perincias de

    gerao de emprego e renda: as distintas faces do trabalho associado e a questo degnero, financia do por la Fapesp y el CNPq.

    mailto:email:%[email protected]:email:%[email protected]
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    mar la discusin conceptual, llevando en consideracin, ahora, un con-junto de textos sobre las nuevas configuraciones que el trabajo est asu-

    miendo en el pas, buscando comprender los nuevos sentidos que losconceptos estn incorporando en esa particular realidad. Bscase, deesta manera, colaborar con una discusin ya en curso por medio de unasistematizacin de lo que est siendo hecho y de una reflexin sobre lasnuevas cuestiones que tal debate propone.

    1- La discusin conceptual

    La primera cuestin a ser debatida es sobre el desplazamiento de

    los conceptos utilizados para caracterizar el actual mundo del trabajo, yconsiste en el hecho de que ellos no pueden ser pensados sin que se lleveen cuenta los importantes cambios econmicos, polticos y sociales quelo afectan de manera, a la vez, extremadamente rpida y profunda.

    Siendo as, es necesario considerar que los procesos de globaliza-cin y restructuracin productiva, que tuvieron lugar a partir de la crisisdel modelo de acumulacin anterior, deben ser entendidos como un nue-vo arreglo social -que puso fin al pacto fordista de los treinta aos glo-

    riosos de la pos-guerra- y que representan mucho ms que una adapta-cin del modelo de acumulacin al desarrollo tecnolgico, o una ade-cuacin del mercado financiero y productivo al carcter flexible de lasnuevas tecnologas. De hecho, ellos son el resultado de decisiones pol-ti cas de sec to res so cia les que, frente a una nue va co rre lacin de fuerzasentre capital y trabajo, decidieron no solamente romper el pacto ante -rior, sino que destruir el conjunto de institucionalidades que constituye-ron a la so ciedad sa larial (Cas tel, 1998: cap.7); es en este sen ti do que se

    puede entender la crisis de las polticas keynesianas del Estado de Bienestar Social, los cambios en el ca rc ter del Esta do y la lle ga da de las po -lticas neoliberales que, como se ver a seguir, tendrn un profundo im-pacto sobre el trabajo; es tambin a partir de ese cua dro que se puedencomprender las tendencias de tercerizacin de las empresas y de flexibi -lizacin del empleo y el trabajo como estrategias de acumulacin y defragmentacin del trabajo organizado.

    La reflexin de Harvey (2004) sobre la necesidad constante de la

    acumulacin, de tener acceso a insumos ms baratos, a mercados en am-plia cin, a fuerza de tra bajo, tierra y materia prima a bajos costos, es unimportante punto de partida para esta discusin. Segn l, estrategias deese tipo se vuelven an ms importantes en momentos en que el capitalenfrenta crisis de sobre acumulacin que necesitan ser vencidas con ins -tru mentos que se pa recen a los des cri tos por Marx al analizar los meca-nismos de la acumulacin primitiva.

    Ese sera el proceso que estaramos viviendo desde el inicio de los

    70, cuando la fuerte ola de financiarizacin se estableci, utilizando me-canismos mejorados de acumulacin en relacin a los que subray Marx

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    en el pasado: las valoraciones fraudulentas de acciones, los falsos es-quemas de enriquecimiento inmediato, la destruccin estructurada de

    activos por medio de la inflacin, la dilapidacin de activos mediantefusiones y adquisiciones y la promocin de niveles de carga de la deudaque reducen poblaciones enteras... a prisioneros; todo eso son, para l,caractersticas centrales de la faz del capitalismo contemporneo(Harvey, 2004: 123). Harvey recuerda an la regresin de los derechosdel trabajo para enfatizar como esos mecanismos acaban por liberar unconjunto de activos (incluyendo fuerza de trabajo) a costo muy bajo,permitiendo que el capital sobre acumulado pueda apoderarse de ellos

    dndoles un uso lucrativo. Esta nueva fase del capitalismo es denomina-da por l como acumulacin por espoliacin

    En ese sentido, valdra partir del concepto utilizado por ese autoren un libro anterior (Harvey, 1992) segn el cual el nuevo momento dela acumulacin tendra a la flexibilizacin como una de sus caractersti-cas principales (lo que lo llev a acuar el trmino de modelo de acumu-lacin flexible) y considerar que esa flexibilizacin se expresa en ungran nmero de caractersticas: flexibilizacin de las jornadas de traba -

    jo; flexibilizacin de la posibilidad de cesar y contratar fuerza de traba -jo; flexibilizacin de los procesos de trabajo con la integracin de dife-rentes parcelas del trabajo, otrora divididas por el fordismo2; y, sobreto-do, flexibilizacin de los vnculos de empleo, lo que ha conllevado a unenorme crecimiento de las formas de empleo anteriormente considera -das atpicas, como el trabajo por cuenta propia, de tiempo parcial, portiempo determinado, no registrado, en cooperativas, etc..

    Eso nos pone frente a un primer debate conceptual que consiste enla cuestin del trabajo atpico. Para entenderlo se hace necesario consi-derar que el concepto fue utilizado durante mucho tiempo para designarformas de empleo que se alejaban del modelo del empleo homogneo yestable que caracteriz a la sociedad salarial. Me estoy refiriendo aqu ala dis cusin rea li zada por Castel, para quien la sociedad sa larial, que seconfigura plenamente a partir de los aos 1950, est caracterizada poruna nueva re lacin salarial, en que el salario deja de ser la retri bu cinpuntual de una tarea, pa san do a ase gu rar de re chos, dar ac ceso a sub-

    venciones extra trabajo (enfermedades, accidentes, jubilacin) y permi-

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    2 Hay que considerar que mientras las otras formas de flexibilizacin generan un dete -rioro de las condiciones de trabajo, esta forma (tambin conocida como flexibiliza-cin interna, en contraposicin al concepto de flexibilizacin externa, utilizado paracaracterizar a la libertad empresarial de demitir y admitir trabajadores de acuerdocon los flujos de tra ba jo) contempla varias mejoras para los tra bajadores, como la po -livalencia, el aumento de los ciclos de trabajo, la disminucin del trabajo repetitivo ysin contenido. No se puede olvidar, sin embargo, que muchos estudios han detectadoque esas caractersticas suelen ser acompaadas de aumento de los ritmos y del con-

    trol, adems de que no siempre son compensadas con mejoras salariales correspon-dientes al incremento de la calificacin y de los esfuerzos de los trabajadores.

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    tir una participacin ampliada en la vida social: consumo, habitacin,enseanza y hasta... recreacin (Castel, 1998: 146).

    Tal relacin, que en 1975 comprenda a ms de 82% de la pobla-cin activa en Francia, se volvi central en los pases industrializados,configurando una situacin que permiti a los estudiosos del trabajo re-ferirse a las formas distintas de insercin ocupacional como atpicas3.Esa situacin cambia, sin embargo, profundamente con la difusin delas formas de flexibilizacin del empleo, engendrando lo que Castel va ade no minar de cri sis de la sociedad sa la rial, en que la di ver sidad y ladis con tinuidad de las formas de empleo estn en vas de reempla zar el

    paradigma del empleo homogneo y estable (Castel, 1998: 516). Valerecordar an que muchas de las formas de trabajo atpico, como el detiempo parcial, por tiempo determinado, a domicilio, por cuenta pro-pia se superponen, evidenciando que el deterioro de las condiciones detra ba jo es, en ge ne ral, es ms profunda de lo que pue de pa recer a prime-ra vista (Rubery, 1989: 50).

    En ese senti do, nue vas for mas de tra ba jo atpi cas ya no es tn res -tringidas a grupos determinados del mercado de trabajo, sino que se di-

    funden por amplios sectores de actividades, afectando nuevas categorasde trabajadores. Como subraya Marshall (1989:28/30), refirindose aEuropa Occidental, en nuestros das ha sido asignado un nuevo papel alempleo atpico en el mercado de trabajo, inclusive como poltica pblicauti lizada para comba tir el desempleo sea en el sec tor privado, sea en elpblico.

    En ese contexto, el concepto de trabajo atpico pierde el sentidoque la situa cin an terior del mer cado de trabajo le confe ra. De hecho,

    cmo considerar atpicas formas de insercin ocupacional que se vuel-ven cada da ms comunes, que de jan de ser marginales para trans for -marse cada vez ms en la regla? En la realidad, lo que importa aqu, es elhecho de que an cuando no sean totalmente nuevas, estas formas de in-sercin ocupacional estn sufriendo importantes procesos de reconfigu-racin, adquiriendo caractersticas nuevas en el contexto de la globali-zacin y de la restructuracin productiva, expresando a la vez la persis -tencia y la re-significacin de formas de trabajo anteriormente existen-

    tes, en un movimiento que acaba por transfigurar el conjunto del merca-do de trabajo.

    Es en este cuadro que se asisti r tambin a un amplio crecimientode los procesos de informalizacin de la fuerza de trabajo. Y aunque elconcepto haya sufrido siempre de imprecisin (Cacciamali, 2000; Tok-

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    3 Por cierto, la situacin no fue esa para los pases latinoamericanos, donde el trabajoestable y homogneo nunca lleg a los niveles de los pases desarro llados. Sin em-

    bargo, el hecho de que ese tipo de trabajo lleg a afectar a ms de la mitad de la PEA

    en Brasil y que tenda a crecer con tinuamente hasta los fi nes de los aos 1970, le gi ti-m su uso en la academia.

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    man, 2004; Portes y Haller, 2004), es importante considerar dos cuestio-nes que tienen que ver con su actual difusin.

    La primera est re lacio na da con el he cho de que el con cep to (creadoen 1972, a partir de una investigacin realizada por la OIT en Kenia, paracaracterizar una forma de ocupacin basada en actividades de escala re-ducida, baja productividad, situadas fuera de la relacin salarial, y que secaracterizan por bajos rendimientos y niveles de cobertura de proteccinsocial muy reducidos) se fue ampliando segn el fenmeno se expandi.La principal contribucin en ese sentido fue la de Portes, Castells y Ben-ton (1989), al proponer, a partir del enfoque de la explotacin, que los tra-

    bajadores informales constituyen asalariados disfrazados, al integrarel excedente de mano de obra que est disponible para responder a lasnecesidades de los sectores ms modernos, permitiendo disminuir loscostos del trabajo (Tokman, 2004: 200)4. Otra contribucin importantede esos autores, y que ya consiste en una re-significacin del concepto apartir de las transformaciones econmicas recientes, fue el extender ladiscusin a los pases centrales, al detectar que la informalizacin tam-bin los afectaba, debido a que por los requerimientos de la mayor compe-titividad internacional y de la inestabilidad de los mercados, ellos des-

    centralizaron y flexibilizaron su produccin, subcontratando empresasen sus propios pases, o en los del Tercer Mundo con el objetivo de reducirlos costos (idem: 205).

    A partir de esa reflexin, Portes y Benton (1987) van a sostener quelas estadsticas oficiales utilizadas para captar el fenmeno de la informa-lidad eran incapaces de dar cuenta de esos trabajadores disfrazados, pa -sando a proponer que fueran incorporados entre los informales todos lostrabajadores que carecen de la cobertura de la seguridad social (Tokman,

    2004: 206). Los alertas de Portes y Benton sern considerados ms tardepor la OIT, que pasa, a partir de 2002, a incluir a los trabajadores no cu-biertos por la seguridad social en sus estadsticas de informalidad.

    Ese desplazamiento del concepto constituye una adecuacin a loscambios en curso que reconfiguran lo social, pero lo vuelven ms com-plejo, al crear una superposicin de diferentes situaciones como las que serelacio nan al sector infor mal y las que se refieren a aquellos que tra bajanen la informalidad5. Como advierte Dedecca mientras el sector informal

    engloba las unidades de produccin de tamao pequeo, que actan al

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    4 Es importante destacar que esa relacin entre los llamados sectores modernos y atra-sados de la economa ya haba sido aclarada desde 1972 por Oliveira, al sealar losnexos entre lo atrasado y lo moderno en Brasil, evi dencian do como el sector atra sadose volva central a la acumulacin capitalista, al proporcionar la produccin de mer-cancas a bajo costo, que permitan, a su vez, al sector moderno, mantener bajo elcosto de la mano de obra (Olivei ra, 1972).

    5 Hay que aclarar que en Brasil, para tener acceso a los derechos laborales, los trabaja-dores deben tener su cartera de trabajo (un documento emitido por el Ministerio del

    Traba jo y Empleo) firmada por el emplea dor; los que no la tienen no pue den disfrutarde los derechos laborales ni de la seguridad social y son considerados informales.

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    margen de los segmentos modernizados de la economa, la informalidadest relacionada al incumplimiento de las normas de proteccin de los tra-

    bajadores (Deddeca, 2007:19). Tal superposicin hace con que existauna parte de trabajadores del sector informal que tiene trabajo registrado(por ejemplo, trabajadores de micro empresas empleados domsticoscon registro en cartera) y que, por tanto, no son informales, as como unaparte de los trabajadores del sector capitalista que no trabaja bajo el rgi -men de trabajo registrado, siendo, por tanto, informales.

    La segunda cuestin a ser discutida tiene que ver con el hecho deque el concepto inicial, tal como creado en 1972 por la OIT, supona que

    el sector debera retroceder segn el proceso de industrializacin avan -zara y la economa creciera (Tokman, 2004; Cacciamali, 2000, Dedde -ca, 2007), una suposicin que se demostr equivocada, ya que la infor-malidad no solamente se ampli con el avance del capitalismo, sino quetambin fue adquiriendo nuevos contenidos y nuevos significados.

    Si el concepto ha sido siempre polmico y polismico, el hecho deque los cambios en el mercado de trabajo no se hayan detenido, ya quelos procesos de flexibilizacin y tercerizacin siguen su marcha, conti-

    nan promoviendo nuevos desplazamientos y el concepto se repone enla nueva realidad. Siendo as, la continua ampliacin de la informalidad,contrariamente a lo que se esperaba en los primeros estudios sobre el fe-nmeno6, as como el he cho de que ella se relacio na ahora cada vez msal propio desarrollo capitalista, dio surgimiento al concepto de nuevainformalidad (Baltar y Deddeca, 1997). Segn advierte Roberts(1989), la informalidad se encuentra hoy en el corazn de la formalidadpor medio de los procesos de flexibilizacin: es intrnseca a la flexibili-zacin y es parte de la reaccin del capital al trabajo organizado iniciadadesde los comienzos de los aos de 1940. La nueva informalidad sevuelve as, parte orgnica de la produccin capitalista, presentndosecomo constitutiva del nuevo engranaje productivo. En este sentido, yano puede ser considerada como poco productiva, ni como no capitalista.

    Obsrvese, sin embargo, que el uso del concepto de informalidadno es consensual entre los estudiosos del trabajo. Existe ya un grupo ex-presivo de investigaciones que han llamado la atencin sobre su impre-cisin y ambigedad, as como sobre la multiplicidad de significados de

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    6 Aunque no se puedan despreciar las dificultades para dimensionar la informalidad,Tokman (2004:184) advierte que 46,4% del empleo ur bano en Amrica La ti na per te-neca al sec tor informal en 2000, que era en ese enton ces ms que 20% mayor que en1980. Ms importan te an: en trminos de gene racin de em pleo el sector in formalmostraba ms dinamismo que el moderno. Segn Cacciamali, el informe de la Cepalde 1997 tambin con fir ma ese cuadro: de cada 100 empleos gene rados duran te1990/95, 84 corresponden al sec tor informal. De cer ca de 16 millones de empleoscrea dos en Amrica La ti na... en el pe rodo 1990/94, cer ca de 14,4 millo nes corres-

    ponden a ese sector, que agrupo el 56% del total de los ocupados de la re gin (inclui -

    dos los que trabajan en el servicio domstico) (Ce pal, 1997: 65, apud Caccia mali,2000:159).

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    que se reviste, lo que acabara por debilitar su valor heurstico (Salas,2006; Mead y Mo rrison, 1996; Peattie, 1995). Esos autores resaltan el

    pantano conceptual que acompaa al trmino; subrayan la inutilidad enjuntar actividades tan diversas como el trabajo por cuenta propia, sin de-recho a las conquistas laborales, los micro negocios, enfatizando lameszcla que l opera en tre sec tor e in di vi duos y la poca uti li dad cien t fi-ca de un concepto tan amplio, que dificulta inclusive su medicin y lascomparaciones internacionales. No hay, sin embargo, tampoco consen-so entre ellos sobre como proceder. Mientras Salas, y Mead y Morrison,proponen que el concepto sea sustituido por el de micro negocios, Peat-

    tie propugna simplemente por su abandono.Pasamos as a la discusin de la precarizacin, otro concepto com-

    plejo, que tambin es cada vez ms usado, aunque no siempre con el ri-gor cientfico que le permitira evidenciar los fenmenos y realidades aque se refie re.

    Como el propio trmino indica, precarizacin significa deteriorode las condiciones de trabajo. En ese sentido, l solamente podra serutilizado de forma relacional, o sea, comparndose una situacin a otra:

    hay precarizacin cuando un determinado tipo de trabajo se deteriorasea en re la cin a los rendimientos o a los derechos a que da ac ceso, seaen relacin a la estabilidad, o a las caractersticas del vnculo laboral.

    Pero la difusin de las nuevas formas de insercin ocupacional quevenimos de discutir y la reconfiguracin que ella promueve en el mundodel trabajo, exactamente en cuanto a la precarizacin de las anterioresformas de insercin, acaba por levantar un conjunto de cuestiones paralos es tu diosos del tema: s es cier to que el mercado de trabajo se est

    precarizando en relacin a las condiciones predominantes hasta los aosde 1970, eso no explica por si solo lo que sera la precariedad o el trabajopre cario. O sea, la identifi cacin de la precarizacin no nos exime de lanecesidad de definir conceptualmente de forma clara y precisa lo que estrabajo precario, bajo pena de que perdamos la capacidad de identificarel fenmeno y, en consecuencia, de dimensionarlo. En ese sentido, ascomo el concepto de informalidad, lo de precariedad necesita ser discu-tido, de forma que elucidemos sus nuevos contenidos, caractersticas y

    significados.Un primer significado atribuido al trmino consiste en considerar-lo, como toda forma que se distingue del paradigma del empleo homo-gneo que predomin hasta los aos 70, tal como lo define Castel. Esimportante recordar, sin embargo, los procesos que se fueron desarro-llan do a partir de los cuales el empleo pre cario empez a difundir se.

    El libro editado por Janine y Gerry Rodgers es sin duda uno de losesfuerzos ms importantes ya hechos sobre el tema, procurando una de-

    finicin ms rigurosa del concepto. En el, Gerry Rodgers subraya lasdistintas dimensiones de la precariedad: (I) el grado de inestabilidad;

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    (II) el grado de control de los trabajadores sobre las condiciones de tra-bajo, salarios, ritmo, etc...; (III) la proteccin del trabajo por medio de la

    legislacin o a partir de contratos colectivos de trabajo y; (IV) el rendi-miento asociado al trabajo. El concepto involucra pues, inestabilidad,falta de proteccin o inseguridad en lo que se refiere a la proteccin so-cial y vulnerabilidad econmica o social. Pero, advierte Rodgers, laidentificacin de esas dimensiones no elimina la ambigedad, una vezque es la combinacin de esos facto res que lo iden ti fica el tra bajo pre-cario (Rodgers, 1989:3).

    Aqu tambin es importante recordar que las prcticas asociadas a

    la precariedad no son nuevas; al contrario, como las nuevas formas deinformalidad, ellas constituyen en general viejas prcticas re-significa-das, que se generalizan a partir de los 70, promoviendo un proceso de re-gre sin social. En ese sen ti do, la pre cariedad pasa a tener un lugar es -tratgico y central en la lgica de la dominacin capitalista, dejando deser algo residual perifrico, para ir institucionalizndose en todas lasregiones del mundo (Druck y Franco, 2007:2).

    En el balance sobre los pases europeos, Rodgers tambin identifi-

    ca el crecimiento del trabajo precario, subrayando la difusin en la Co -munidad Econmica Europea de casi todas las formas asociadas a laprecariedad como el trabajo temporal, a tiempo parcial, a domicilio y elauto empleo, (Rodgers, 1989: 6-9). De acuerdo con l, el carcter estruc-tural de la precarizacin se evidencia cuando se consideran las condicio -nes del mercado de trabajo, la restructuracin productiva, el cuadro ins-titucional (cambio en el papel del Estado y en la legislacin laboral) ylas consecuencias para los trabajadores y su capacidad de respuesta

    (Rodgers, 1989:9-13).De he cho, en cuanto a las con di cio nes del mercado de trabajo, elaumento del desempleo tiene consecuencias directas sobre la calidad delempleo, ya que el conjunto de los empleos tiende a tornarse ms insegu-ro e inestable: las condiciones adversas del mercado de trabajo tiendenms a hacer to dos los empleos ms precarios que a inten sifi car el dualis -mo alerta el autor (Rodgers, 1989:10).

    La misma tenden cia puede ser detectada en lo que se refiere a la

    restructuracin productiva, ya que los cambios en la organizacin de laproduccin, apoyados en la flexibilizacin del trabajo, diseminan el tra-bajo tercerizado, inseguro, por tiempo determinado, etc... En cuanto alcuadro institucional, la tendencia a la desregulacin del mercado de tra-bajo juega un papel decisivo en el sentido de disminuir los derechos la-borales y difundir las formas de trabajo precario.

    Final mente, en lo que respec ta a las consecuen cias para los tra ba ja-dores y su capacidad de respuesta, Rodgers advierte que el trabajo pre-

    cario afecta primordialmente determinados sectores de la mano de obrasobre los cuales los empleadores tienen ms condiciones de imponer sa-

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    larios, condiciones de trabajo y discontinuidad en la contratacin (Rod-gers, 1989:13).

    Tambin Cai re (1982) dis cute ese tema, al afir mar que lo que ca -racteriza el trabajo precario es su carcter especial en relacin al que esconsiderado como empleo normal, tal como la historia y el sistema derelaciones profesionales lo constituyeron (Caire, 1982:135). Este, a suvez, es entendido como un empleo asalariado, de tiempo completo, portiempo indeterminado, con un nico vnculo laboral, protegido por unaserie de reglas contempladas por la legislacin por la negociacin co-lectiva, a partir de la cual el asalariado est unido a un nico emplea dor

    por un contrato de trabajo (Caire, 1982:135). Con esa definicin, el au-tor contempla como trabajo precario no solo las formas de trabajo portiempo determinado y en tiempo parcial, como las que implican la au-sen cia de contrato. Pero, la gran con tribu cin de Cai re consis te en re la-cionar esas nuevas configuraciones del trabajo con el proceso de terceri -zacin de las empresas. De este modo, subraya Caire, especialmente,tres diferentes formas de trabajo que se han difundido con la terceriza-cin: (I) la de trabajadores permanentes de empresas de prestacin de

    servicios; (II) la de trabajadores temporarios de establecimientos sub -contratados trabajando para la empresa demandante; y (III) la de traba -jadores contratados por agencias de trabajo temporal (Caire, 1982:137).

    En todas esas situaciones, existen unidades de produccin que uti-li zan una fuer za de tra bajo de las cua les no son em plea do ras; emplea do -res que usan una fuerza de trabajo que ellos no controlan sino por dele-gacin, cuya organizacin del trabajo es competencia de una unidadde produccin exterior (Caire, 1982:138). El autor resalta an que no se

    trata de un fenmeno marginal y que tiene como una de sus ms impor-tantes consecuencias el hecho de que hace difcil la identificacin delemplea dor sea por medio de la diso ciacin en tre el empleador real y elempleador legal, sea a partir de la disolucin de la nocin de empresacon las sucesivas prcticas de subcontratacin (Caire, 1982: 146).

    Si en el perodo anterior, el capitalismo actuaba homogeneizandola mano de obra, afirma Caire, en la fase actual, l busca sobretodo unages tin di ferenciada de la fuer za de tra bajo, la cual puede asu mir for mas

    bastante distintas, a partir de la naturaleza de las actividades, los espa -cios de actuacin, el desempeo tecnolgico financiero de las unida-des productivas (Caire, 1982:150/151). Para el autor, la segmentacindel mercado de trabajo resulta al mismo tiempo de estrategias conscien -tes de las empresas y de fuerzas inherentes al propio sistema econmico:para disminuir la fuerza del proletariado concentrado en grandes regio-nes urba nas, el capi tal tra ta de divi dir lo sea al in terior de las empre sas,estableciendo una jerarqua de empleos generadora de mercados inter-

    nos de trabajo, sea al ex terior de ellas, ex ploran do las di feren cias desexo, de raza y de cali ficacin, por la multiplicacin de los estatutos ju-

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    rdicos de trabajo (Caire, 1982:152). Trtase por tanto, de dividir los tra-bajadores, impidiendo que las ventajas conferidas a una parte de ellos,

    los verdaderos asalariados, sean extendidas al conjunto de la fuerzade trabajo, que puede trabajar como subcontratada, temporal o prestado-ra independiente de servicio. Esa parcela de los trabajadores recobre to -dos los sectores ms vulnerables, como los ms grandes, las mujeres, losjvenes, los menos calificados.

    Reto mando a Bo yer, Caire se plantea una cues tin de gran relevan -cia: tr tase ape nas de una regresin, de la confor macin de una nue varelacin salarial? Aunque al igual que Boyer, enfatice las dificultades

    sociales que esa ltima posibilidad creara, l no descarta el regreso deuna relacin salarial de tipo competitivo (Caire, 1989:157). Una cues-tin importante a ser discutida an es que, considerndose las adverten-cias de Rodgers, la segmentacin identificada por Caire no nos autorizaa hablar de un mercado dual de trabajo. De hecho, Rodgers advierte so-bre la posibi lidad de que el tra ba jo a tiempo parcial, tempo ral, as comootras formas de trabajo precario, puedan ser encontrados tambin en elcore laboral de las empresas, lo que nos pone frente a una realidad ms

    compleja que la de un mercado dual, al tiempo que apunta hacia una di-fusin ms generalizada de la precarizacin.

    En verdad, esa dis cusin ser llevada al centro del debate sobre laprecarizacin, especialmente despus que la investigacin de Castel tra-jo a la luz el ca rcter hist rico del pac to fordista y de los de rechos que laseguraba a los asalariados, y la precarizacin del trabajo que la crisis deeste pacto signific, involucrando no solamente a los trabajadores de-sempleados empleados en los llamados trabajos atpicos, sino tambin

    al conjunto de la clase trabajadora:Empieza a tor nar se claro que la pre carizacin del empleo y del de -sempleo se insertaron en la dinmica actual de la modernizacin.Son las consecuencias necesarias de los nuevos modos de estructu-racin del empleo, la sombra lanzada por las restructuraciones in-dustriales y por la lucha en favor de la competitividad que, efectiva-mente, hacen sombra para mucha gente. Es la propia estruc tura de larelacin salarial que est amenazada de ser de nuevo cuestionada(Castel, 1998:516/517).

    Es precisamente esa extensin y profundidad de los cambios quejus ti fica para l el surgi miento de una nueva cues tin social, que afec taal conjunto de la sociedad. De hecho, Castel no ignora la dualizacin delmercado de trabajo, pero es enftico en demostrar que no la puede tomarcomo expresin de dos realidades estancas:

    Hay real men te dos segmentos de empleo, un mercado prima-rio-formado por elementos calificados, mejor pagados, ms prote-gidos y ms estables- y un mercado secundario -formado por per-sonal precario, menos calificado, directamente sometido a las fluc-

    tuaciones de la deman da-. Pero las re laciones en tre eses dos secto-res no son establecidas de una sola vez. Esquemticamente, sera

    16 Revista Latinoamericana de Estudios del Trabajo

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    posible decir que, en perodos de crecimiento y equilibrio entre lademanda y la oferta de trabajo, hay relacin de complementariedad

    entre los dos sectores. Es ven tajo so para la empre sa (...) arrai gar elcapital humano... El mercado secundario desempea entonces unpapel de complemento para hacer frente a los impre vistos y, even-tualmente, para facilitar la eleccin de los sern integrados de modoestable. En una situacin de desempleo (...), los dos mercados estn,al contrario, en competencia directa. La perennidad de los estatutosde perso nal de la empre sa es un obs tculo a la ne cesidad de enfren-tar una coyuntura mvil. Inversamente, los asalariados del sectorsecundario son ms interesantes, porque tiene menos derechos,

    no son protegidos por los contratos colectivos y pueden ser llama-dos para atender a cada necesidad puntual. (Castel, 1998:523/524).

    Es en ese contex to que el autor va a enfati zar que el problema no esel de la cons ti tu cin de una pe riferia precaria, sino que tambin de ladesestabilizacin de los estables (Castel, 1998:526) y que esa dinmi-ca no pue de ser conside rada como margi nal. Al contrario, l la consi-dera como un proceso central de las sociedades actuales, suficientemen -te importante para crear una nueva cuestin social, que tendra lamisma centralidad de la cuestin suscitada por el pauperismo en la pri -mera mitad del siglo XIX (Castel, 1998:527).

    La idea de que la precari zacin afecta al conjunto de los asa laria-dos, conformando un proceso social, est en el origen del concepto deprecarizacin social, entendido por Appay y Thebaud-Mony (1997)como una doble institucionalizacin de la inestabilidad, en el sentido deuna interseccin entre precarizacin econmica y de la proteccinsocial:

    La primera es constituida por la precarizacin de la estructura pro-ductiva y la precarizacin salarial (desempleo masivo, subcontrata-cin, cambios de estatuto); la segunda, formada por los cambios enla legislacin del trabajo, redefiniendo el derecho laboral y de lasempresas y los cambios del sistema legislativo fuera del trabajo.Al interior de esa doble precarizacin -y revelando la interseccinde esa institucionalizacin de la inestabilidad- sitase la salud deltrabajo, considerada como espacio privilegiado que evidencia y de-nuncia la gravedad de esa forma de dominacin (Thebaud-Mony y

    Druck, 2007:36).Esa reflexin est tambin pre sente en los tra ba jos de Beaud e Pia -

    loux, quienes, a partir de una investigacin realizada durante ms de 20aos en la fbrica matriz de Peugeot en Sochaux-Montbeliard, hablan deun mundo post la clase obrera. Ese mundo, que se inicia en los aos1970, con la revancha patronal a los movimientos de 1968, marcado porla precariedad social, se plasma para los autores en una fragilizacin tanprofunda de los trabajadores estables, que acaba por desencadenar un

    proceso de desestructuracin de la antigua clase obrera, tal como ella seconstituy a lo largo del tiempo, con su identidad social y po ltica forja-

    El trabajo y sus reconfiguraciones 17

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    da por sus luchas y sus conquistas, sus sindicatos y sus partidos polti-cos. Como expresan los autores en un artculo reciente:

    En los ltimos veinte aos, lo que desapareci del todo fue la figuradel trabajador -orgulloso de su trabajo y de su contribucin a laproduccin- o la del obrero, apoyado y sustentado por la clase,portadora de historias y de esperanzas polticas. Otra imagen fueconstruida, la del asalariado de la precariedad (Paugam), del ope -rador, del obrero flexible y usado segn las conveniencias de cadamomento, reducido a su condicin de obrero intercambiable, sinconsciencia de si (Beaud e Pialoux, 2006: 52).En un importante estado del arte sobre la bibliografa francesa res-

    pecto del tema de la exclusin y precarizacin socio-econmica, Hiratay Prteceille (2002: 49) se refie ren a una uti li zacin ms amplia del con-cepto, que re basa a los es tu dios sobre la clase obrera para llegar hasta elconjunto de los asalariados.

    Retomando a Castel, Appay y Thebaud-Mony, los autores inscri-ben en esta lnea terica la conceptualizacin de precarizacin social,alertando, sin embargo, que el concepto se basa tambin en el hecho deque la pre cari zacin no afecta slo al conjunto de los asa lariados en lo

    que respecta a su vida la bo ral, sino que se ex tien de a la vida fa miliar, quems se empobrece mientras ms se precariza el estatuto del asalariado mientras ms l es exclui do del mercado de trabajo, cuan do pasa de lacondicin de trabajador precario a la de desempleado de largo tiempo ydependiente de la renta mnima de insercin (Hirata y Prteceille,2002: 71).

    Estaramos, en ese sentido, frente a una situacin de vulnerabilidadsocial en que la precariedad se generaliza en cuanto un proceso social y

    pasa a asumir un importante papel en los modos de vida en general (Hi-rata y Prteceille, 2002), con fuertes repercusiones sobre la identidad delos asalariados, sus condiciones de vida, las relaciones intergeneracio-nales, la sociabilidad familiar, as como sobre su salud, como evidencianlos estudios de Appay y Thbaud-Mony.

    Retornando a la cuestin de los conceptos, valdra destacar que eseconjunto de desplazamientos que se fueron operando con la flexibiliza-cin, la restructuracin, la globalizacin y los cambios que la imbrica-

    cin de esos procesos han provocado sobre el trabajo, fueron tornandoms difcil y ms incierto su uso. En ese senti do, pare ce ms importan tecomprender los desplazamientos de sentido y la permanencia de refe-rencias que posibiliten la reflexin, que la bsqueda de nuevas defini-ciones (Ablio, 2007:18). Eso no significa, sin embargo, abdicar de cual-quier bsqueda de rigor terico ni nos permite confundir los fenmenos.

    Por ejemplo, los bajos salarios y las malas condiciones de trabajoque predominan en los supermercados y los bancos, por ejemplo (Gui-

    mares y Leite, 2003) no son suficientes para configurar trabajos atpi-cos informales. Lo mismo es vlido para los dems trabajos del sector

    18 Revista Latinoamericana de Estudios del Trabajo

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    terciario, especialmente en el comercio, que, aunque sean mal pagados ymuy controlados, exijan gran dedicacin y flexibilidad de los trabajado-

    res y sean de sempea dos bajo al tas ta sas de rotacin, son traba jos for-males, de tiempo completo y por tiempo indeterminado, no conforman-do, por tanto, trabajos informales atpicos.

    Nada de eso elimina, obviamente, el valor de las investigacionesque han sido hechas sobre los ms variados tipos de trabajos regulares,mostrando los cambios por los cuales ellos tambin han pasado; aunquesu existencia no signifique aumento de las formas atpicas informalesde trabajo, son parte del enorme conjunto de trabajos precarios que se

    han difundido en el contexto de la globalizacin y la flexibilizacin.

    2- Las nuevas configuraciones del trabajo en Brasil:

    El caleidoscopio de la precarizacin

    El mercado de trabajo brasileo ha sido caracterizado, desde el ini -cio del proceso de industrializacin intensiva (Cardoso de Mello, 1982),desencadenado a mediados de los aos 1950, por una frgil estructura-cin, marcada por un alto grado de informalidad, sea en lo que respecta a

    los micro negocios trabajos por cuenta propia, sea en cuanto al trabajono registrado.

    Hay que sealar, sin embargo, el hecho de que el pas estructur unsistema de relaciones laborales en que predomin el trabajo asalariado,asociado a un conjunto de derechos asegurados por ley7tales como: sa -lario mnimo, vacaciones, aguinaldo, descanso semanal remunerado,pago de horas extraordinarias con valor diferenciado. Adems, se cons-tituy un sistema de segu ridad social contemplando auxilio-maternidad,

    indemnizacin por accidente de trabajo, jubilacin, pensin por invali-dez (Piccininiet al. 2006: 96). Aunque este sistema no haya comenzadoa funcionar desde su promulgacin, debido a las varias artimaas usadaspor el gobierno para tornarlo inoperante, l fue imponindose poco apoco y los trabajadores fueron ejerciendo, por medio de la cartera de tra-bajo, los derechos legales. Ms importante an es recordar que como elpas cre ci a al tas ta sas hasta el fi nal de los 70, aunque se haya manteni -do siempre desestructurado, el mercado de trabajo fue bastante inclusi-vo, en el sentido de que se fue abriendo a la incorporacin de los nuevossectores que llegaban a los centros urbanos, oriundos del medio rural.

    La in fle xin de ese cuadro de estruc tu racin del mercado de tra ba -jo se inicia con la crisis del principio de los aos 80. El contexto anterior,sin embargo, de estructuracin del mercado de trabajo hasta el final delos 70 y de fortalecimiento del movimiento sindical, incluso durante ladcada los 80, fue decisivo para que un conjunto de nuevos derechosfueran incorporados a la constitucin de 1988, incrementando la protec-

    El trabajo y sus reconfiguraciones 19

    7 Especialmente a partir de la creacin de la CLT (Consolidacin de las Leyes de Tra-bajo) en 1943.

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    cin social. Pero las reformas neoliberales implementadas a partir de ladcada de los 90, impidieron que muchos de los nuevos derechos fueran

    ejercidos y promovieron un conjunto de cambios econmicos que tuvie-ron un profundo impacto en el mercado de trabajo.

    Es en ese contex to de apertura de la econo ma brasilea, de un am-plio proceso de restructura cin de las empresas y de flexibilizacin deltrabajo, acompaado de bajas tasas de crecimiento econmico, que elpas asisti a un significativo proceso (ya iniciado en la dcada anterior)de aumento del desempleo, del trabajo informal, con una rpida retrac-cin del empleo industrial, el continuo crecimiento de la ocupacin en

    los servicios, la declinacin del asalariamiento con cartera firmada en elsector priva do y la ampliacin de formas precarias de insercin, en casitodos los segmentos (Brandmo et al., 2006: 93). Ese proceso profundizbrutalmente la desestructuracin del mercado de trabajo, produciendo,segn los autores, una estructura ocupacional distinta de la que existahasta entonces.

    Varios estudios han trado estos procesos a la luz, exponiendo lare-significacin de viejas prcticas en los nuevos contextos, las nuevas

    con fi gu racio nes que ellas asu men, cmo ellas se mezclan con el traba joregular, cules son los sectores que ms han sido afectados por ellas, qucaractersticas han desarrollado. Las investigaciones son muchas, ascomo va riadas las rea lidades que de ellas emergen. Fren te a la impo sibi -li dad de ha cer un estado del arte sobre el tema, se dis cu ti rn apenas deforma rpida algunos de ellos, que parecen ms significativos para losobjetivos aqu perseguidos.

    Los trabajos de Amorim (2003), Amorim y Arajo (2002), Arajo

    (2004), Nunes (2006), Lavinas et al. (1998), Comin (2000), Ruas(1993), Ruas y Zawislak (2005), Georges e Silva (2008) y Leite (2004)revelan el recrudecimiento del trabajo a domicilio en actividades quenunca dejaron de utilizarlo, como el sector de confecciones y calzados,en que el proceso de terceri zacin hace des lizar el tra bajo de las empre -sas regulares y formalizadas para oficinas ilegales, despejando gran can -tidad de trabajo en los domicilios.

    En el caso de la industria del vestido, los estudios evidencian un

    gran crecimiento del trabajo a domicilio que, mezclndose con la divi-sin sexual del trabajo, acaba siendo desempeado especialmente pormujeres con hijos pequeos, que trabajan bajo condiciones extremada-mente difciles e inadecuadas, con ritmos muchas veces inhumanos(Leite, 2004) en contrapartida de rendimientos indignos. Vale resaltarque la l gi ca de la divi sin del trabajo entre las oficinas y las tra ba jado -ras a domicilio es absolutamente taylorista, teniendo cada oficina cadatrabajadora partes determinadas del proceso de trabajo, programadas y

    divididas de antemano por la empresa contratante. Lo mismo ocurre enel sector de calzados, en el cual Ruas (1993) y Ruas y Zawislak (2005)

    20 Revista Latinoamericana de Estudios del Trabajo

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    revelan relaciones de subcontratacin de grandes empresas con talleresdomiciliares.

    Otro as pec to a destacar es que en ambos ca sos se est diseminan doun nuevo tipo de precarizacin del trabajo, a travs de las cooperativasde empresa, o sea, cooperativas formadas bajo el liderazgo de empresas,a partir de un cambio del art. 442 de la CLT, a travs de la Ley 8949/94,que es tableci la no existen cia del vnculo de empleo entre las coo pe ra-tivas y sus asociados, cualquiera que sea el tipo de cooperativa conside-rado. Tal legislacin permiti que las empresas pasaran a subcontratar eltrabajo por medio de cooperativas, muchas veces creadas por ellas mis-

    mas, como forma de no pagar las prestaciones laborales (Amorim, 2003;Lima, 2002; Leite, 2004; Georges y Silva, 2008; Gitahy, Ruas y Zawis-lack, 2005). Por la dimensin que el fenmeno ha adquirido, regresar aesa discusin ms adelante.

    El trabajo de Lavinas et al. (1998) trae a la luz que, aunque existaninnovaciones en el trabajo a domicilio en algunos sectores relacionadosa las nuevas tecnologas, la mayor parte de los trabajadores a domicilio,segn los datos de la PNAD8de 1995, realizaba tareas tradicionales, y

    que apenas 1% de ellos estaban vinculados con industrias ms moder-nas. En cuanto al gnero, 78,5% eran mujeres.

    Al analizar el sector de telecomunicaciones, Venco (1999 y 2006),Braga (2006) y Guimarnes (2006) develan otra forma de trabajo preca-rio que se ha difundido rpidamente en los ltimos aos, relacionadocon la intensificacin de las tecnologas de la informacin. De acuerdocon Guimarnes (2006), el nmero de empleos en centros de atencin enBrasil creci 21,6% entre 2000 y 2001, pasando de 370.000 a 450.000

    trabajadores y volvindose el principal empleador en el sector de servi-cios. La autora advierte an que, comparados con la situacin de los pa-ses ms industrializados, los nmeros son todava bajos, indicando portanto la posibilidad de que crezcan.

    Basndose enteramente en trabajo de tiempo parcial (6 horas dia -rias), las empresas de telemarketing, o los llamados call centers, se utili-zan bsicamente mano de obra joven, que trabaja bajo estricto control delos supervisores, quienes, auxiliados por las propias tecnologas, les im-

    piden abandonar el flujo (Braga, 2006: 140/141). Tambin aqu el usode la lgica taylorista es diseminado a travs de losscriptsy de los tiem-pos de atencin que necesitan ser rigurosamente seguidos por los teleoperadores (Braga, 2006; Venco, 1999 y 2006).

    El trabajo juvenil y de medio tiempo, que les permite proseguir es-tudiando, es utilizado por las empresas como justificacin para los bajossalarios. Vale des tacar an dos cuestio nes que tienen que ver con el tra-bajo femenino: (I) la estrategia empresarial de reclutar madres solteras

    El trabajo y sus reconfiguraciones 21

    8 PNAD Pesquisa Nacional por Amostra de Domiclios.

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    por su mayor dependencia del empleo (Braga, 2006:143); y (II) el hechode que los call centersson espacios predominantemente femeninos de-

    bido al uso de atributos personales como la paciencia, la mayor disponi-bilidad para or y la suavidad de la voz (Segnini, 1998).

    Trabajando con el sector petroqumico de Bahia, Druck (1999) en-contr varios tipos de tercerizacin, que implicaban la utilizacin de tra-ba jo pre cario e infor mal, entre los cua les vale destacar el tra bajo a do mi-cilio y la subcontratacin de trabajadores autnomos. En estudio ms re-cien te, realizado con Franco (Druck y Fran co, 2007), las autoras re sal-tan la diversificacin de los ti pos de con tratacin que se alejan del mbi -

    to de regulacin de la legislacin laboral a partir del proceso de terceri -zacin, entre los cuales se destacan prestadores de servicio/firma indivi -dual; ONGs/entidades sin fines lucrativos y, una vez ms, las cooperati-vas, que fueron encontradas en 17 de las 19 empresas investigadas(Druck y Franco, 2007: 12). Las autoras alertan tambin sobre la ilegali-dad de la ter cerizacin como in termedia cin de la mano de obra a par tirdel Enunciado 331 del Tribunal Superior del Trabajo, de 1993, aunqueconsideren que no hay una legislacin clara que prohba la terceriza-

    cin, lo que deja a los traba ja do res a merced de las in ter pre taciones delos Tribunales.

    Es importante resaltar tambin la referencia que hacen las autoras alas acciones de contra-poderes, que ocurren a partir de mltiplos suje-tos, de naturalezas diferentes, y que han alcanzado resultados exitosospara los trabajadores (Druck y Franco, 2007: 18). Entre ellas, vale des-tacar la actuacin del Ministerio Pblico del Trabajo, cuya autonoma eindependencia, establecidas por la Constitucin de 1988, permitieron untrabajo de fiscalizacin y denuncia de las injusticias, de la ilegalidad ydel abuso de poder en las relaciones de trabajo... obteniendo importantesresultados, por ejemplo la clausura de cooperativas y ONGs subcontra-tadas por el Estado y por empresas pblicas (Druck y Franco, 2007:18).Obsr ve se aun la lu cha de los sindi catos en con tra de la tercerizacin,por medio de la creacin de departamentos o sectores responsables deacompaar a los tercerizados, ejemplo el Sindicato de los Qumicos yPetroleros de Bahia. Finalmente, la experiencia que las autoras conside -

    ran como ms innovadora, consiste en la actuacin conjunta de sindica-tos, trabajadores enfermos, Ministerio Pblico del Trabajo, institucio-nes pblicas del gobierno federal y estadual, as como entidades de cla-se, cuya ini ciati va ms recien te fue la creacin del FORUMAT -Foro deProteccin al Medio Ambiente del Trabajo en el Estado de Baha-, quetiene como objetivo principal el debate, recepcin y formulacin de de-nuncias, direccionamiento de propuestas y otras medidas buscando lamejora del medio ambiente del trabajo, procurando la seguridad y la sa-

    lud de los trabajadores y la preservacin de un medio ambiente equili-brado (www.forumat-ba.org 2007, Apud Druck y Franco, 2007:18).

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    Como resaltan las auto ras, esas vie jas y nue vas formas de resis tenciademuestran que la flexibilizacin y la precarizacin del trabajo no son

    una fatalidad econmica y que no hay un consenso sobre su inevitabili-dad (Druck y Franco, 2007:18).

    Otra vieja forma de insercin ocupacional, que ha sufrido cambiossignificativos es el trabajo ambulante. Ese tipo de actividad, que siem-pre existi, como forma de supervivencia de sectores excluidos del tra-bajo asalariado y regular, y que tiene como caracterstica principal el he -cho de ser realizado en las calles, no solamente increment su presenciaen las principales ciudades del pas, sino que tambin ha ganado nuevas

    configuraciones. Dures, por ejemplo, al analizar el ambulante de tecno-lo ga (que se de di ca a la venta de produc tos elec tr ni cos y de alta tecno -loga) en Campias, resalta que esos trabajadores incorporan una lgicay logstica capitalista de venta (expresada tanto en los productos vendi-dos, como en el uso de artefactos bastante modernos como fax, telfono,internet, tarjeta de crdito y de dbito), mantenindose, sin embargo, enel lugar por excelencia de las actividades tradicionales (la calle), inclusoconviviendo lado a lado con el vendedor tradicional (Dures, 2007:15).

    El au tor alerta tambin para el hecho de que el tra ba jo en la ca lle apa ren -temente no est ms funcionando como un espacio de trabajo abierto,de bi do a que empie za a exhi bir barre ras de ac ceso, sea por medio decontrol pblico, sea por el tipo de calificacin para el ingreso que, porejemplo, se exige para los ambulantes de tecnologa (Dures, 2007:17).

    Ese tipo de alerta es confir mado por el es tu dio de Neves et al(2006) sobre los ambulantes y la construccin de losshoppingspopula-res de Belo Hori zon te, que trae a la luz las di versas ini cia ti vas tomadas

    por el poder pblico municipal a partir de 1980, como forma de contro-lar su crecimiento. Estas comenzaron en 1984, con la introduccin de lali cencia para el ejer cicio de la acti vi dad, la cual prevea un conjunto decriterios para el licenciamiento y de obligaciones para el trabajador; pa -saron por la delimitacin de las reas en donde la actividad poda serejercida en 1993 y por el impedimento del trabajo para los no licencia-dos en 1994; y evolucionaron todava ms con la construccin de cuatroshoppingspopulares a donde eses trabajadores fueron transferidos entre

    2003 y 2005.La investigacin destaca varios datos interesantes, como el hecho

    de que una parte significativa de ellos no lograron enfrentar la compe-tencia que se abri entre los vendedores, debido incluso al hecho de quemuchos locales fueron comprados por dueos de tiendas y mayoristascon condiciones mucho mejores para competir; as como el hecho deque de los cuatroshoppings, apenas uno, donde hay gran concentracinde mayoristas, presentaba condiciones de funcionamiento satisfacto-

    rias. Segn concluyen los autores, al transferir los ambulantes para losshoppings, el poder pblico municipal reconoce la nueva informalidad:

    El trabajo y sus reconfiguraciones 23

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    la misma actividad de trabajo que era desarrollada en las calles ocurrede forma ms organizada en losshoppings, pero sin que sea estable ci do

    algn vnculo de derechos laborales. Lo que se observa es que la antiguainformalidad fue redefinida para una situacin de trabajo en la cual lacaracterstica ms importante es la individualizacin y la subjetivacinde los controles... caracterizando la institucionalizacin de la precarie-dad de las relacio nes pro duc tivas y de la pro teccin so cial (Ne ves et al,2006: 24 y 25).

    Otro tipo de insercin ocupacional que parece estar difundindoseno solamente en Brasil, sino tambin en otros pases (Maza, 2006) es lo

    de las revendedoras de cosmticos o utensilios domsticos que, comorefiere Ablio a partir de su investigacin en una empresa de cosmticos,no son siquiera reconocidas como trabajadoras, sino como consultoras(Ablio, 2007:12). Como explicita la autora, la empresa en cuestin casino tiene tiendas, utilizando 500 mil mujeres a lo largo del pas, que seencargan de la distribucin de los productos. Esas mujeres tienen lasms diversas condiciones sociales: jvenes, de media-edad, grandes, de-sempleadas, autno mas, amas de casa; de ba jos rendi mientos y de cla se

    media; de bajo nivel escolar a mujeres con estudios universitarios com-pleto (Ablio, 2007:13). En ese sentido, como advierte la autora, aun-que ese tipo de tra bajo ya exis tiera hace mucho, l se mezcla actual men-te con las ms diversas situaciones relacionadas a las reconfiguracionesdel trabajo, que van desde el desempleo, que per mite a la empre sa con tarcon un inmenso contingente de consultoras en potencial, hasta lasinnumerables formas de empleos precarizados que se difunden en losgrandes centros urbanos. Levantando la hiptesis de que esa forma de

    trabajo desregulada estara en el centro de la acumulacin de la empresa,la autora explicita como la flexibilidad del trabajo y el desempleo actualconfieren nuevos contornos, definiciones y significados para esa acti-vidad (Ablio, 2007:14).

    A este caleidoscopio de nuevas formas de insercin ocupacional de viejas formas reconfiguradas en el nuevo contexto, las cuales apun-tan para una difusin del trabajo atpico, precario e informal, vale agre-gar aun la diseminacin de las cooperativas de trabajo, utilizadas por las

    empresas como forma de no contribuir con las obligaciones laborales.Ya me refer a ellas al discu tir los secto res del vestido y calzados, ascomo el sector qumico y petroqumico de Bahia. Sin embargo, las in-vestigaciones traen a la luz un universo mucho ms expandido de esetipo de trabajo (Lima, 1997, 1998, 2000 y 2002; Bergamin, 2004; Amo-rim, 2003; Piccinini, 2004) que, segn Lima, adquiri un carcter siste-mtico a partir de los aos 90 (Lima, 2002). Ese tipo de cooperativa, queno tiene nada que ver con el ideario autogestionario del movimiento

    cooperativista, permite a las empresas que subcontratan economizar enel costo del trabajo, al liberarse de las prestaciones laborales. En ese sen -

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    tido, ella es otra forma de tercerizacin que utiliza un trabajo asalariadodisfrazado.

    Analizando la evolucin de ese trabajo en cooperativas en cuatroestados del Nordeste (Cear, Ro Grande do Norte, Paraba e Pernambu-co), Lima (2002) resalta el papel del Estado como promotor de las coo-perativas (especialmente en el caso de Paraba y Cear), como forma deatraer empre sas para la regin, destacando su pa pel como elemento dedes regu lacin del traba jo en espa cios en que l nunca lle g a ser efecti -vamente reglamentado (Lima, 2002:14). Tal como otras investigacionestambin detectaron (Bergamin, 2004; Amorim, 2003; Piccinini, 2004),

    las cooperativas con que Lima se encontr pertenecan, sobretodo, alsector de confecciones, calzados, artesana y de productos siderrgicos.Como explicita el autor, ellas significaron la inclusin de partes de lapoblacin, que vivan en una economa de subsistencia, a la produccincapitalista y al consumo, a partir de ingresos monetarios relativamenteregulares. Sin embargo, la inclusin se inserta en un contexto de flexibi-li zacin de la pro duc cin y de las re lacio nes de traba jo, que re sul ta enformas precarizadas de asalariamiento, con derechos restringidos sin

    derecho alguno (Lima, 2002:109).La forma como fueron estructuradas esas cooperativas, en las

    cuales la organizacin del trabajo en nada difera de una empresa regu-lar, y cuya administracin apenas formalmente estaba en las manos delos trabajadores (Lima, 2002:129) impeda la identificacin de los tra-bajadores con el negocio, llevndolos a percibir el trabajo como negati-vo por la inexistencia de los derechos laborales. Los trabajadores reac-cionaron, se organizaron, llamaron la atencin de la prensa y los sindica-

    tos, lo que gener una serie de acciones en contra de las cooperativas porparte del Ministerio Pblico y de las Delegaciones Regionales del Tra-bajo, cerrando a varias de ellas. Es necesario considerar, sin embargoque aunque esas experiencias hayan perdido su mpetu, la estrategia em-presarial de tercerizacin del trabajo mediante cooperativas parece nohaber desaparecido, a pesar de que su expansin pueda haber sidodetenida.

    ConclusinEl conjunto de casos y sectores analizados en este trabajo hablan

    de un proceso profundo de precarizacin e informalizacin del trabajo,especialmente durante los aos 90, cuando la desestructuracin del mer-cado de trabajo alcanz niveles inditos en la historia del pas desde me-diados de los aos 50 cuando empez el proceso de industrializacin in-tensiva. Ese proceso, diseminado por los ms variados sectores de acti-vi dad, que se mezcla con las seg menta cio nes de gne ro, raza, edad y ca-

    lificacin del mercado de trabajo, consisti, en casi todos los casos, en larevitalizacin de antiguas formas precarias de insercin en el mercado

    El trabajo y sus reconfiguraciones 25

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    de trabajo, que adquirieron nuevos contenidos y significados en el con-texto de la globalizacin econmica, de la restructuracin productiva y

    de la flexibilizacin de la produccin y del trabajo.Es conveniente sealar, sin embargo que los estudios ms recientes

    han alertado sobre el hecho de que la nueva divisin internacional deltrabajo ha abierto nuevas oportunidades para el empleo industrial enpases como China, India (Pochmann, 1998; Murray, 2006) y en la cualtambin Brasil parece estar insertando.

    De hecho, desde 1999, los datos relativos al mercado de trabajohan apuntado hacia una importante recuperacin del empleo industrial,

    debido, sobre todo, al cambio en el rgimen cambiario y a la expansindel comercio internacional. Observase, as una inflexin en las tenden-cias de desestructuracin del mercado de trabajo, iniciadas en los co -mienzos de los aos 80 (Pochmann, Salas y Leite, 2007), la cual estaramarcada por la disminucin de las tasas de desempleo, del trabajo porcuenta propia, del trabajo no remunerado y del trabajo precario. Ese de-sempeo se explica fundamentalmente por el aumento del trabajo indus-trial, as como, especialmente a partir de 2003, por la adopcin de medi-

    das institucionales volcadas al cumplimiento de la legislacin laboral yla conten cin de las formas salva jes de tercerizacin por medio de ac -ciones del Ministerio Pblico del Trabajo, decisiones de la Justicia delTrabajo, fiscalizacin del Ministerio del Trabajo y Empleo (Pochmann,Salas y Leite, 2007:6).

    Esos datos indican, por una parte, que la precarizacin y la infor-malizacin no son tendencias inexorables, sino que pueden ser controla-das a partir de po lticas orientadas al cre cimiento de la eco no ma y, en

    particular del sector industrial, as como de medidas especficas contrala informalidad y la precarizacin; ellos tambin revelan, por otra parte,un cuadro de fuerte desestructuracin del mercado de trabajo, donde elsector desorganizado ocupa aproximadamente 40% de la PEA. As, si escierto que ellos son alen tado res al indicar que la pre cari zacin no es unfenmeno insuperable que solamente tendera a incrementarse, ellostambin nos alertan sobre el con junto de esfuer zos que se necesita anpara cambiar significativamente la estructura del mercado de trabajo

    brasileo, donde la desestructuracin aparece como un hecho histrico.Para fi na li zar, vale la pena consi de rar que el he cho de que la deses-tructuracin del mercado de trabajo brasileo es no solamente histrica,sino que tambin se mezcla en los ltimos aos con los cambios que hanvuelto el trabajo ms incierto, efmero, deteriorado y discontinuo, plas-mando nuevas experiencias ocupacionales, nos pone frente a dos cues-tiones que son fundamentales para la Sociologa del Trabajo actual.

    La primera tiene que ver con la centra li dad del trabajo. De he cho,

    el conjunto de transformaciones que han ocurrido en el mundo del traba-jo, aqu analizadas, nos remite a un cua dro en que la ex perien cia del tra-

    26 Revista Latinoamericana de Estudios del Trabajo

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    bajo est siendo muy diferente de la que se configur hasta los aos 60,creando una nueva generacin de trabajadores que han vivido una reali-

    dad marcada por la incertidumbre, lo efmero y las discontinuidades(Telles, 2006; Tomizaki, 2006). Pero, eso no significa que el trabajohaya dejado de ser central a esa nueva ge ne racin que, des po seda de losmedios de produccin, sigue como sus padres, sin tener como sobrevivirsin ejercer alguna actividad de trabajo. Al contrario, lo que las investiga-ciones indican es que cualquier insercin ocupacional, por ms deterio-rada que sea, continua siendo central en la vida de esos sujetos como ga-ranta de su supervivencia. Tales consideraciones se vuelven an ms

    importantes cuando se considera que el trabajo sigue siendo referenciaen la definicin de las identidades sociales, ya que no puede ser entendi-do slo como condicin de supervivencia, sino que tambin comocon-dicin de acceso a la cultura, educacin y status social(Hi rata e Pr te-ceille, 2002:49).

    La se gunda se refiere al he cho de que a pesar de que la expe rien ciade tra bajo de las nuevas ge ne racio nes es tan dis tin ta de aquella que plas -m la identidad colectiva de la clase trabajadora en los momentos ante -

    riores de la expansin capitalista, eso no significa que ellas no estn for-jando nuevas identidades y, a partir de ellas, implementando nuevas for-mas de lucha. Las experien cias de este tipo, analizadas por Druck yFranco (2007), Lima (2002) y por mi misma en el sector de confeccio-nes (Leite, 2008), son un claro ejemplo en ese sentido. Como explicitaFortes, refirindose a la actualidad de la obra de Thompson:

    Comprender la energa de estos nuevos (y el resurgimiento de algu-nos viejos) actores, identificar sus potenciales, lmites y contra -dicciones, localizar los elementos de continuidad y ruptura quetraen tanto en relacin con el orden hegemnico, como con la tradi-cin histrica de luchas anticapitalistas exigen, ms que nunca, elequilibrio entre rigor intelectual y pasin, compromiso poltico e in-vestigacin exhaustiva, de lo cual la obra de Thompson permanececomo un ejemplo supremo (Fortes 2006:213).

    El anlisis de las formas de resistencia, que han surgido con losinnumerables tipos de insercin ocupacional, se configura, as, como unelemento central a la comprensin del nuevo momento que vive el traba-

    jo. Es a par tir de ellas y de las re la cio nes de fuer za que es table cen conlos sectores dominantes e los poderes constituidos, a la vez aceptando ycambiando la realidad existente, que se van conformando las nuevas ur-dimbres de lo social.

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    Resumen:

    Este texto discute las nuevas configuraciones del trabajo, a partirdel anlisis de los cambios y la re-significacin de categoras usadas en

    32 Revista Latinoamericana de Estudios del Trabajo

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    los estudios laborales. Discute nociones como las de flexibilidad, infor-malidad, precariedad y trabajo atpico, entre otros conceptos. La prime-

    ra parte examina las mltiples forma en las que su uso y significado hancambiado debido al nuevo tejido social configurado por las actualestransformaciones en la sociedad. En la segunda se reflexiona sobrecomo estos conceptos y sus transformaciones ayudan a describir y en-tender la realidad laboral brasilea. La ltima parte discute los nuevoste mas y re tos con ceptua les que se deri van a partir de la si tua cin labo ralcontempornea.

    Palabras-clave: configuraciones del trabajo, informalidad, flexi-

    bilidad, trabajo atpico, precariedad.

    Abstract:

    This paper discusses new labor configurations, starting with ananaly sis of the changes in and re-signification of categories used in la-bor studies. It discusses notions such as flexibility, informality, preca-riousness and aty pical work, among other concepts. The first part of thetext examines the myriad ways in which their meaning and use have

    changed due to the new social fabric configured by current societaltransformations. In the second part, itsshowed how these concepts andtheir transformations help to describe and understand the Brazilian laborrea li ties. The fi nal part discus ses the new issues and con ceptual challen -ges posed by contemporary labor conditions.

    Keywords:Labor configurations, informality, flexibility, atypicalwork, precariousness

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