Libro - Reflexiones de Un Guijarro [Alef Guimel]

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75 Poemas - 1ra.Edición: 1979

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Reflexiones de Un Guijarro

Álef Guímel

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Reflexiones de un Guijarro

Álef Guímel

2006 Publicado por:

Cuentos Teocráticos Ediciones www.cuentosteocraticos.net

Primera edición: 1979 Clasificación: Poemas Contenido: 75 poemas.

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Índice

1. Lo Que Tengo Te Doy 2. Oración 3. El Precursor Constante 4. A Un Nuevo Precursor 5. Más Allá Del Olvido 6. Los Días Finales 7. El Milenio 8. El Lugar Seguro 9. En La Hora Decisiva 10. La Adversidad 11. Pequeñas Cosas 12. Paisaje Interior 13. Ausencia 14. Mendoza En El Recuerdo 15. Amiga 16. A Un Amigo Enfermo 17. Árbol 18. Dios 19. Una Sola Entrada 20. Evaluación 21. Luna Del Memorial 22. Semblanza Personal 23. Ana 24. Samuel 25. Mar 26. El Bosque Andante 27. La Noche 28. Isaac 29. Hay Días 30. Reminiscencias 31. Radiografía De Un Poema 32. La Tierra De Hoy 33. Amada Tierra 34. Padre 35. Septiembre 36. Hijo Pródigo, ¡Vuelve! 37. La Confidencia 38. Odiados Por Su Nombre

39. ¿Quiénes Son Los Héroes? 40. El Río 41. A Un Niño Ciego 42. Con La A De Amor 43. Rehabilitación 44. Viaje 45. Sencillez 46. Retrospección 47. La Defensa Del Mono 48. El León Del Circo 49. Nostalgias 50. En Pocas Palabras 51. Asamblea “Servicio Sagrado” 52. Betel En Cautiverio 53. Carta A Un Poeta Misionero 54. El Bien Que Hacemos 55. Jehová 56. Mundo Trastornado 57. Coplas Grises 58. El Puerto 59. El Austero Deber 60. Desafío 61. El Hijo Esperado 62. Las Palabras 63. Análisis 64. Invierno 65. Lo Llamaban Ganastengo 66. Nuestro Continente 67. La Muchacha De La Fábrica 68. La Duda 69. Amistad 70. Despedida 71. En Algún Lugar De Cuyo 72. Imágenes 73. Ciclos 74. ¡Gracias Vida! 75. El Verbo De Dios

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Lo Que Tengo Te Doy

(Hechos 3: 1-6)

La tarde a pleno sol, exalta y dora Del templo la gran área silenciosa. Jerusalén hace una pausa y ora;

un hombre espera ante la puerta Hermosa.

Poco favor la vida le ha otorgado, tiende la mano procurando dones.

No puede andar sobre sus pies lisiados Y despierta profundas compasiones.

Pedro al verlo le dice conmovido: -"Plata y oro no tengo para dar;

en nombre de Jesús, el santo ungido, ¡ponte sobre tus pies y empieza a andar!"

Hoy no podemos dar lo que ellos dieron

ni podemos quitar impedimentos, pero sentimos como ellos sintieron,

la excelencia del mutuo acercamiento.

Déjame que me asome a tu tristeza, acurruca en mi hombro tu desvelo; te alcanzaré un bocado de belleza

envuelto en las palabras del consuelo.

Pedro tuvo un poder que ha caducado, ningún don milagroso está operando;

pero el amor de Dios nunca ha menguado; ¡Levanta el corazón y sigue andando!

Al derramar mis versos en tu oído mi serena amistad a darte vengo. Como hizo Pedro con el impedido,

yo también, te estoy dando lo que tengo.

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Oración

Jehová de los ejércitos celestiales, victoriosos; ¡qué nobles pensamientos tu nombre hace surgir!

Conmemora un pasado de recuerdos gloriosos y descorre el magnífico telón del porvenir.

El sin fin del espacio cabe en tu honda mirada. Tú sabes en qué punto terminan las estrellas.

No hay cosa que a tus ojos permanezca ignorada; tú mides nuestros pasos y escrutas nuestras huellas.

En el cauto equilibrio que tu firmeza inspira nos sentimos confiados tu mensaje al llevar.

Tú que nos diste ojos, ciertamente nos miras; tú que nos diste boca nos has de dar qué hablar.

Danos la blanda y dócil propiedad de la arcilla que responde a la mano viril que la modela.

Que no haya entre nosotros cerviz que no se humilla ni vaso inadaptado que a tu afán se rebela.

La tierra que adornaste como una bella insignia que acredita tu mérito de Hacedor magistral, se mueve en el espacio teñida de ignominia,

como una mancha innoble en la pureza astral.

Por ella caminamos entre ríos de gente que a lo vil llaman bueno y aplauden lo soez, y es gravoso ejercicio sustraer nuestra mente del lodo y la resaca que huellan nuestros pies.

Que la visión certera del nuevo Paraíso

de trigales maduros y de huertos en flor, nos aliente en la espera y en el andar sumiso,

mientras que la tormenta se extiende en derredor.

Un día nuestros muertos se alzarán deslumbrados y con sus ojos nuevos explorarán la tierra.

No habrá cuerpos deformes ni campos calcinados, ni escombros, ni gemidos, ni metralla, un guerra.

Unidos, por tu espíritu enfrentamos las pruebas

que tu amorosa mano controla y dosifica. No existirá montaña que nuestra fe no mueva

mientras la acción conjunta te ensalza y te vindica.

El tiempo que nos queda es medido y escaso.

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Tu sello aprobatorio aprobará la faena, y no habrá quien repliegue la fuerza de tu brazo ni quien invierta el curso de tu reloj de arena.

Cuando estalle tu ira, que el mundo bien merece,

y la tierra vomite la maldad rebalsada, que no se halle en tu pueblo ni el miedo que entumece,

ni la herrumbre del ocio, que corroe y degrada.

Que jamás olvidemos que si tendremos vida, será porque tu Hijo nos amó hasta morir, pagando con rubíes de su sangre vertida,

el amor más costoso que alguien pueda sentir.

Hoy, que vamos siguiendo a Jesús tenazmente, nuestra carnal fatiga se apoya en tu sostén.

Ya te hemos conocido como el Dios que no miente. Guárdanos para siempre en tu presencia. Amén.

El precursor constante

Precursor significa el que abre surcos nuevos, aquél que se adelanta con la siembra en el puño, y que un día comprueba en los verdes renuevos, que su amor ha ablandado la entraña del terruño.

No lo desanimaron invernales rigores,

ni los soles ardientes lo hicieron desertar. Gastó las primaveras de sus años mejores

como ofrenda espontánea, quemada en un altar.

Su manejo continuo de los sagrados bienes le enternece los ojos, le ahonda el corazón;

tiene una fe muy viva palpitando en sus sienes que aflora entre sus labios, plena de convicción.

Su palabra de estímulo reconforta al caído,

su ejemplo vigoriza, y en su incansable andar, él es como un proverbio, que por muy repetido

no deja de ser sabio, ni se puede negar.

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A Un Nuevo Precursor

Con las sandalias leves de un virtuoso entusiasmo medirás el encanto de tu nueva pradera.

Detrás, jadea el mundo con mortales espasmos. Delante un milenio de luz que reverbera.

Jehová desde su cielo te mira con ternura, te distingue en el coro de mundial armonía

que hace oír su gran Nombre por montes y llanuras, en reiterado voto por su soberanía.

Al fin de tu jornada será grato el reposo,

será miel tu cansancio, será pan tu oración, nutriendo tus raíces de árbol dadivoso

que no ha crecido en vano ni existe sin razón.

Cuando vengan los vientos de prueba a sacudirte, Jehová te dará un albergue ahuecando su mano.

Cada dador alegre podrá en verdad decirte que cuando en Él te apoyas no confías en vano.

¡Sigue abriendo tu surcos, sembrando tus simiente, imprimiendo una huella imborrable en tantas vidas!

Aunque muchos ignoren tu activa fe valiente, para las altas huestes no pasa inadvertida.

Hoy que la tierra gira enferma, ensangrentada,

(es un cuadro con toda la gama del dolor) los ángeles encuentran descanso a la mirada

en el trajín fecundo de cada precursor.

Más Allá Del Olvido

Si alguna vez la muerte llama tu nombre afuera, y ves su nariz hueca pegada a tus cristales, no arruines la belleza de tu canción postrera con acordes rebeldes en los sones finales.

Recuerda que la vida es un préstamo escaso,

y la tumba calcula con lucro el dividendo. Todo el calor que puedas infundirle a tu abrazo,

perfumará tu ausencia cuando ya estés durmiendo.

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Pues la única forma de no ser perdedores,

ante la gran demanda, con nuestra humilde oferta, es dar toda la esencia de los dones mejores.

Triunfarás sobre el lapso concedido a tu historia.

Dios, quien tiene las llaves que abren todas las puertas, guardará con ternura tu nombre en su memoria.

Los Días Finales

Quisiera con el arte sutil del perfumista, capturar la fragancia y esencia de estas horas,

inexorablemente fugaces a la vista, que la urgencia me impide paladear con demora.

Como paja en el viento van pasando estos días; la historia que hoy se forja no se ha de repetir.

Hay un fulgor sublime en la escena tardía, y en la parte del drama que hoy nos toca vivir.

Un día no lejano, de pie ante los escombros, exhibiendo las marcas de las magulladuras,

nos diremos con lágrimas con incrédulo asombro; “¡ya no existen las cuerdas de nuestras ataduras!”

Como Moisés, temblando en la roca ahuecada,

bajo la palma abierta de dios que lo cubrió, miraremos la espalda de un gloria lograda,

reteniendo el reflejo de lo que ya pasó.

(Éxodo 33.21-23)

El Milenio

Despertar cada día a los albores y al entusiasmo de una nueva empresa

y dormir cada noche sin temores de que la sombra incube una sorpresa.

Estrechar cada hijo entre los brazos, sin presentir que un día deplorado su carne ha de caer bajo el zarpazo

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del sepulcro voraz, nunca saciado.

Oír voces amadas que conduzcan miel y perfume a nuestra simple historia,

y no temer que un día se reduzcan solo a un hilo de luz en la memoria.

Meditar en vértice del día,

cuando la azul penumbra se levanta, sin que aparezca un rictus de ironía, sin nudos de dolor en la garganta.

Sentir que no hay terrores en el cielo,

que en la tierra no existen más barreras; que el mar no inspira espanto ni recelo, porque no quedan barcos con banderas.

Comprobar que la tierra se recobra de tanta vieja herida y tanto daño;

y que ya nadie gime su zozobra en algún calabozo subterráneo.

Saber que la justicia no se alía a una balanza desequilibrada,

y que el soborno vil ya no desvía el galardón a quién no logra nada.

Ver que la realidad que nos rodea

superó los bosquejos de los sueños. ¡eso, sí, y mucho más es lo que ondea

en la excelsa promesa del milenio!

¡Qué gran paz, de sabor desconocido, sin grietas, trabazón ni cicatrices, que entrando por los ojos y el oído al cauce de las venas se deslice!

La vida vibrará en tu cuerpo sano

cuando veas tus campos florecientes, como una credencial escrita a mano por tu sudor sellada diariamente.

Y la lluvia temprana y la tardía, afinarán sus tonos musicales

ensayando su antigua melodía en el arpa pueril de tus cristales.

Después que calle el yunque en la herrería

y el arado descanse contra el muro, y el ave abrigue en el ramal su cría

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y vista el bosque su ropaje oscuro; explorarás la noche abiertamente,

sin miedo, ni acechando lo ignorado; quizá solo pisando levemente,

porque el orbe reposa ensimismado.

La fuente del silencio en ella brota y el tiempo reflexiona detenido

ante el espacio inmenso, donde anota las verdades que nadie ha desmentido.

Allí, donde ningún reloj le presta

al tiempo su mecánico latido, ni cuenta lo pasado o lo que resta, todo porque se habrá desvanecido.

Habrá un cuadro cambiante en que se vierta

todo matiz de gozo y sentimiento. También la gratitud del que despierta

sumará la belleza de su acento.

Subirán a un tiempo liberado del vientre del Sheol, al ancho suelo

que antes viera salir desorbitado en lágrimas amargas nuestro duelo.

El buril de la duda estará quieto,

menguado y nulo el filo del pecado, roto el taladro del deseo incorrecto, y el clamor de la carne amordazado.

El nombre de Jehová se habrá impreso como una flor de luz en nuestros labios,

rescatado por siempre del olvido, vindicado por siempre del agravio.

Mucho más, que no hay como expresarlo,

ni puede concebirlo humano genio, tu ilimitado asombro ha de palparlo al cruzar los umbrales del milenio.

El Lugar Seguro

Guárdate en el perímetro de luz de la esperanza; la verdad de Dios traza su propia geografía.

Hay fronteras exactas que restringen la holganza,

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y campos expansivos que explorar todavía.

Tu libertad asignada es la zona segura, pues los ángeles velan en nuestra periferia. Afuera el ateísmo rebalsa su agua impura

y aúlla el lobo hambriento de la mundana histeria.

En la límpida atmósfera de las congregaciones sentirás que germina lo mejor de ti mismo

bajo un riego constante de excelsas bendiciones.

Pon tu mano al arado, redime el tiempo urgente. Que cada paso tuyo te aleje del abismo,

mientras llevas el nombre de Jehová dignamente.

En La Hora Decisiva

Cuando llegue el momento de la prueba severa, y las hordas satánicas desaten su violencia

contra el pueblo devoto que quietamente espera, responderá el acero de nuestra resistencia.

Sabiendo que la mente es timón y es antena, que emite ineludibles mensajes motivantes,

mientras los ojos captan el bullir de la escena y en la carne se hincan sensaciones punzantes.

Dios hará que encontremos, añejado en sus heces lo que el pensar sereno destiló en su alambique. Todo lo que hemos dado retornará con creces.

Jehová sentirá un gozo paterno inextinguible,

si en el momento histórico, cuando Él se vindique, nuestra flaqueza humana responde irreprensible.

La Adversidad

La adversidad nos hiere con su tenaza aguda, y la carne cobarde sin vacilar la esquiva.

Si nos dan a elegir, queda la prenda ruda, pero al manto de seda va la mano instintiva.

Sin embargo, lo adverso viene con su ventaja, pues sus chispas ardientes nos han sabido dar

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un filo de herramienta certera, que trabaja, cuando nos roe y pule, cual piedra de afilar.

Nos vamos preparando porque la noche avanza,

el alba del milenio nos aguarda después, llena de bendiciones, de quietud y bonanza;

pero antes, hay espinas para hollar con los pies.

En una noche histórica del lejano pasado, cuando a Jacob el nombre de Israel se le dio, él vio llegar el día después de haber luchado con el ángel sin tregua, hasta que amaneció.

Prevaleció por siglos la aprobación ganada;

su tierra fue fecunda, su descendencia mucha. Pero hay algo en el fondo de esta lección sagrada:

Las altas bendiciones se consiguen con lucha.

Pequeñas Cosas

La dicha equilibrada y serena se elabora En apretada trama de dulces pequeñeces: La carta que consuela, la voz alentadora,

La conciencia que aprueba, la expectación que crece.

El río es un conjunto de minúsculas gotas. El tiempo es un gran río formado de momentos.

La música es el logro feliz d cada nota. No hay cabal estructura sin mínimos fragmentos.

¡Qué fuerza y que belleza contiene cada cosa que brinda sin alarde su bondad dadivosa!

Hay mensajes del cielo aún en el pan crujiente

Y en el agua oportuna que apaga nuestra sed. Y a veces, una niebla que deprime la mente Se esfuma ante un retazo de sol en la pared.

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Paisaje Interior

Hay un rincón mental abierto a mis recreos, valle de paz cavado tras fatigosas lomas.

Siempre lo encuentro lleno de alas y de arrullos, como una grata plaza cubierta de palomas.

Antiguos pensamientos empedraron sus sendas; su fronda de memorias lo sombrea y lo abriga. Gozando del crepúsculo cabalga la esperanza un corcel de optimismo que trota sin fatiga.

Las presiones del mundo llegan como eco leve;

allí conservo todo lo fijo, lo incambiable. Se escucha un arpa grácil que el sabio viento pulsa.

¡Cuántas cosas preciosas reposan a su abrigo! Es un rincón que siempre hallo claro, abordable, cuando tengo algo serio que conversar conmigo.

Ausencia

Del cuadro familiar de cada día una hosca tijera recortó tu presencia. Yo tomé el esfumino de la melancolía

y retoqué tu imagen con el gris de la ausencia.

El adiós que se suelta de un nudo de emociones deja un gusto salobre al pasar por la boca,

y arranca de un teclado de vivas sensaciones un matiz de nostalgia que exalta lo que evoca.

La incertidumbre cría espinas punzadoras;

teje sus conjeturas sentadas a nuestro umbral. Nos habla de la muerte, la audaz vendimiadora que arrastra lo que diezma a su confín glacial.

Pero llegará un día en que toda distancia

será una mera y simple opción de circunstancias, y la ausencia una pausa sin aguijón ni herida,

cuando haya un “hasta luego” en cada despedida.

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Mendoza En El Recuerdo

No olvidaré tus altas montañas perfiladas ante el inmenso espacio, entre los vagos tules de nubes y de nieblas, que en tardes agrisadas

se abstraen majestuosas en matices azules.

No olvidaré tus viñas de verdes augurales, trazadas en tus campos con pulcra simetría, nutridas por el agua de tus anchos canales

que a tus valles fecundos vida y vigor envían.

Cada tanto, algún sauce irrumpe en el paisaje, exhibiendo sus leves, movedizas cortinas.

Cada tanto una plaza, y agitando el ramaje, ¡tantas alas y cantos cuando el día declina!

Me fascinó la eterna belleza de tu nieve,

que aunque el sol las traspasa con agujas ardientes, aferrada a tus cumbres su manto no remueve,

y se desfleca en hilos blancos en las pendientes.

Añoro esos crepúsculos de ágil pincelada que hacen de cada tarde un cuadro diferente,

mientras envuelto en colchas en oro festonadas baja el sol a acostarse tras los picos silentes.

Amé tus solitarios paseos invernales,

cuando la luna llena, adornando la noche, enredaba en los árboles desnudos sus cendales, como plata en jirones, repartida en derroche.

Muchas tardes heladas, en tus calles desiertas,

mis largas reflexiones andando entretejí; y giraron al viento, entre las hojas muertas, tantos poemas truncos que jamás escribí.

De pie ante la grandeza de las moles andinas sentí que se encogía mi pequeñez humana,

en medio de un silencio que absorbe e ilumina y trae desde adentro muchas voces lejanas.

Te recuerdo aceptando tus porciones de angustia,

herida del granizo, el vendaval o el sismo; luego, las mismas manos que alzan las vides mustias

hallan en la guitarras un canto de optimismo.

Si algún invierno avaro te rehúsa su nieve,

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tus campos demacrados soportan la sequía; pero tu desencanto es pasajero y leve,

pues siempre hay una lluvia de bendición tardía.

Has de ser en el álbum mental de mis memorias una postal querida que no se decolora,

un eslabón de luz integrado a mi historia, entre todo lo amable que la mente atesora.

He de volver un día a tus anchos paisajes, a tu amistad que atrae como cálida lumbre y a descifrar de nuevo el antiguo mensaje

plasmado en tu imponente horizonte de cumbres.

Amiga:

Carta en respuesta a alguien que pregunta por qué no firmo mis poemas.

No sé si es dado a mi torpeza humana describir en lenguaje justiciero la espiritual riqueza que dimana

de la amistad de arraigo verdadero.

Que no exista ni brecha ni quebranto en nuestra paz, ni ahora ni mañana.

Que nada empañe el sostenido encanto que hallé en tu dulce comprensión de hermana.

Entre todos los bienes generosos

que en mi porción el Dios viviente escancia, quisiera conservar ileso el gozo

de tu mano tendida en la distancia.

No creas que en capricho me rehúso, (tu percepción sin duda lo vislumbra)

pero hay plantas, según Dios lo dispuso, que florecen mejor en la penumbra.

A un ave migratoria que proclama su emoción de vivir en cada trino,

¿quién le ha de preguntar cómo se llama, cómo aprendió a cantar, de dónde vino?

Cada don es tan sólo un don prestado

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que el corazón recoge estremecido. Ya lo dijo el apóstol inspirado:

“¿Qué tienes tú que no hayas recibido?”. (1Corintios 4: 7)

Cuando el presente sea oscura historia

y haya cambiado el nombre de las cosas; cuando no haya más líneas divisorias

cuando Mendoza no sea más Mendoza;

subsistirá el cariño indivisible de aquellos que integraron nuestras filas

y marcharon con celo inextinguible, con la meta grabada en las pupilas.

Al transcurrir los siglos bendecidos, pletóricos de gratas experiencias,

brillaran los recuerdos más queridos como lampos de luz en la conciencia.

Quizá bajo tus parras algún día,

o tal vez a la sombra de mi higuera, filtraremos la esencia y la ambrosía de la viejas memorias placenteras.

El tiempo apremia y mi bregar prosigo

pero te dejo en prenda la palabra “Mizpá”. Cual Labán a Jacob también te digo:

“Deja que en nuestra ausencia atalaye Jehová”. (Génesis 31:49)

Un Amigo Enfermo

Esta tarde de otoño, en oro y azul plena, para estrechar tu franca mano en la lejanía,

dejo las herramientas de la diaria faena y te salgo al encuentro con esta carta mía.

¿Verdad que es dulce, si el dolor acosa,

cuando un lecho de enfermo nos retiene, sentir que el corazón calmo reposa

porque un brazo de arriba lo sostiene?

... Sentir que Dios, magnífico vigía, los ojos tiene eternamente abiertos; que cada tramo en nuestra travesía,

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si es guiado por él es rumbo cierto.

El barro humano es débil y sufriente y su impotencia a superar no alcanza.

¡Mas, cómo lo hace descansar la mente! ¡Y qué mullida almohada es la esperanzas

La bondad de Jehová es un don constante.

El pondrá paz dorada en tus mañanas, bálsamo en tus insomnios agobiantes,

y retazos de cielo en tu ventana.

Deja que Dios derrame sus riquezas dentro de tu paréntesis forzoso.

Liba la espesa miel de sus promesas; ¡el futuro es inmenso y luminoso!

Deja vagar tus ojos en el cuadro

de un amplio paraíso sin fronteras, y será menos rígido el taladro

que castiga tu carne y la exaspera.

Rogamos que estés siempre en nuestras filas, sumándote al empuje decidido,

con fulgor de optimismo en las pupilas, en tu fe y en tu amor fortalecido.

Fijos los ojos en el alto cielo

vamos subiendo el último repecho. (El reloj de Dios dice que es muy tarde).

Pensando en ti con cariñoso anhelo, dejo como una flor sobre tu lecho

mi sencilla oración: Jehová te guarde.

Árbol

Quiero ser como el árbol que acepta su destino y admite la prudencia de apegarse a su predio. No me arrastra la huída constante del camino;

me hago firme ante en viento para vencer su asedio.

Del mundo, que es inhóspito como un desierto raso, veo venir caminantes con expresión sombría, y mi sombra se alarga alfombrando sus pasos,

y enguantando la garra sudorosa del día.

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Mi corteza, curtida de intemperie y aguante, vibra con la pureza de una savia muy viva, al dar extravertido en la sombra abundante lo que se forja a oscuras, en la raíz cautiva.

El árbol siempre espera lo que trae el camino; es dádiva altruista, sin reservas en la entrega.

Si hay bulla y oropeles en el solar vecino, él restringe su impulso y a su tierra se apega.

Con pocos elementos se modeló mi historia que ha superado todo lo que pude anhelar:

Dios, la Biblia, una senda sin fracaso ni gloria, muchas manos amigas y un rincón para orar.

Con unas pocas cosas tengo mis credenciales: mi fecha de bautismo, mis libros subrayados, la simiente esparcida sobre muchos eriales,

y un nombre en los registros del pueblo dedicado.

Mi título más alto me lo dio el Dios que alabo cuando a su antiguo pleito me llamó por testigo; desde entonces defiendo de oprobio y menoscabo

la honra indisputable de mi supremo amigo.

Sin recorrer el mundo ni dispersar mi fuerza, en mi estar rutinario encontré mi lugar.

Mi pelo está agrisado, mi frente ya no es tersa, mas, corazón adentro, brota el gozo de dar.

Quiero ser como el árbol que afirma mientras crece

su inalterable gesto de bondad imparcial, y en su sencillo ciclo se prodiga y florece,

como parte integrante del paisaje habitual.

Dios

Gracias porque tus ojos cargados de ternura, detuvieron un día su lumbre sobre mí.

Yo escarbaba en la estopa de cada conjetura y estrujaba el silencio, preguntando por ti.

El mundo me infundía desolación y frío. Desde un pozo de tedio miraba las estrellas. Entre tu y yo se alzaba el inmedible vacío

que era el opaco cielo de mi rumbo sin huella.

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Los días se esfumaban sin razón ni respuesta; las horas eran lerdas y huecas al caer,

y las grandes palabras, como frentes enhiestas, contenían mensajes que no supe leer.

Te acercaste a mis noches pensativas y austeras. Los hoyos de la almohada, plenos de pesadumbre,

se llenaron de nuevas ideas placenteras. Tu verdad me hizo libre de toda incertidumbre.

Te invoque diariamente en la sencilla mesa; hasta en el pan tu gracia parecía cercana. Un ungüento de gozo bañaba mi cabeza

al sentir tu presencia eternamente anciana. Tu incambiable palabra que en mi sed se vertía corrió en profundas vetas buscando el corazón

y sentí en la garganta el toque de alegría que hace vibrar las torres cuando hay liberación. ¡ que dulce fue entregarte los días sin sentido!

Mi comarca desierta se pobló de embeleso. Hoy, repaso el balance del ayer redimido,

sin lamentar el tiempo que huyó sin retroceso. Tu luz, al irisarse a través de mi prisma,

cubrió de colorido mi íntimo sentir. Ante tiempo o distancia mi mente no se abisma.

¡ tu Nombre es una aurora que enciende el porvenir!.

Una Sola Entrada

El paraíso de Edén tenía solamente una entrada.

Querubines de Dios la defendían con la hoja llameante de una espada. Por nubes de pecado ensombrecido

el jardín de placer languideció. Adán, desheredado y desvalido,

mirándolo de lejos sollozó. Cuando Jesús murió sacrificado,

se detuvo la espada giratoria señalando a un Edén recuperado al final de una larga trayectoria.

Porque hay un solo pueblo que sostiene la palabra de Dios, pura y sagrada,

el nuevo paraíso también tiene solamente una entrada.

La entrada de Edén estaba al este, la lumbrera mayor ante él se alzaba,

tras el dosel que en la expansión celeste

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el oro de su brillo amortiguaba. Del este viene el Rey de fuerte brazo

que al nuevo Edén su resplandor concede. (Apocalipsis 16:10)

Su inmensa gloria no conoce ocaso, su Reino a ningún otro reino cede. Este vital mensaje es proclamado con devoción en toda casa y calle.

Nadie podrá decir: “No me han llamado” cuando el evento decisivo estalle. Viajero: no equivoques la calzada;

cuando vuelva a girar la ardiente espada, ya nadie podrá entrar.

Evaluación

A un hermano que deja sus privilegios en Betel para cuidar de su madre anciana.

Hay horas decisivas en la vida cuando al vernos de súbito arrancados

de tantas cosas dulces y queridas, el corazón se encoge desgarrado.

Cuando la voz viril de la conciencia

impone abnegación y sacrificio, la carne débil hace resistencia.

Renunciar es dramático ejercicio.

El que cambia una dicha tan cercana por la sonrisa de una madre anciana, tiene un saldo que cuenta a su favor.

Jehová entiende esa tabla de valores,

con sus cotizaciones superiores del deber, la ternura y el amor.

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Luna Del Memorial (Conmemoración)

La milenaria luna que calca nuestras sombras, vuelca una leve lámina de plata diluida

sobre la calle quieta, tendida a nuestros pies; y la mente se interna en las épocas idas, ¡porque hoy es catorce de Nisán otra vez!

Caminaremos despacio, conversando en voz tierna,

para estirar el goce de la única fiesta. Se habla de caras nuevas en el salón colmado, del sentido de urgencia, del trabajo que resta, de lo que prefiguran las sombras de pasado.

¡Cuánto significado tienen hoy los recuerdos! - Un ángel que revista la nación retractora. - Un pueblo que levanta la masa sin leudar.

- Un éxodo que empieza mientras Egipto llora. - Y después, un ejercito que se hunde en el mar!

Jehová cumplió con Abraham su amigo,

cuando fue su simiente a redimir. Y esta histórica luna, como mudo testigo,

asomó su faz plena para verlos partir.

Después de quince siglos apareció el Mesías, Cordero inmaculado que dividió dos eras y dejó junto al río del tiempo su mojón.

Desde entonces su sangre, pura, imperecedera, señala los dinteles de nuestro corazón.

El desierto del mundo es largo y fatigoso,

su sacerdocio, al frente, se ajusta a las pisadas que él marcó en su carnal investidura,

pues Dios nos dio en Jesús representada la dimensión cabal de su ternura.

Nuestra sinceridad, como el pan ácimo,

sin leudados dobleces se despliega. Hierbas amargas de tribulaciones

son porción asignada con la entrega de las más elevadas bendiciones.

Tajeando el espesor de las tinieblas

está el pilar de su presencia en fuego. Marchamos por la senda angosta y recta

y queremos seguir sordos y ciegos a todo lo que estorbe nuestra meta.

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América jadea bajo una falsa calma.

Europa arrulla al vicio con un cantar obsceno. Asia y África claman por arroz y paz.

Corre sangre en las tierras que pisó el Nazareno. Donde hay banderas rojas Dios no se nombra más.

Ya Nisán y su luna volverán pocas veces

antes del día grande de la liberación, cuando crucemos juntos, con temblorosas preces,

Un “Mar Rojo” de sangre, llamado Armagedón.

Semblanza Personal

Mi vida ya declina del cenit al ocaso. Mirando atrás aún gozo los paisajes amados en que ensaye la firme cautela de mi paso

y recogí los ecos que en mi voz han cuajado.

Mi sombra, que subraya la andariega rutina, no carga informes gibas de rencorosa pena.

La esperanza en mi predio su espesa fronda inclina; tiene el verdor profundo y la raigambre buena.

Tuteo al entusiasmo, somos viejos amigos. La juventud se fue, y le dije “hasta luego”. Cuando pasa la muerte ni la saludo, y sigo.

La vida eterna es el tema de mi afán y mi ruego.

No me turba la prisa febril del calendario que sigue adelgazando sistemáticamente.

Es cierto, los relojes riñen conmigo a diario, pero un futuro inmenso sonríe dulcemente.

Ana (1 De Samuel 1 Y 2)

Llegó a la tienda donde el Dios del cielo en gloria y en poder aparecía.

La hiel de un arraigado desconsuelo en la oración ferviente se vertía.

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En palabras apenas balbuceadas tomó forma el deseo más querido: -“Que mi matriz estéril y humillada

se vea resarcida de tu olvido.”

Mi regazo es tan sólo un hueco amargo, mi juventud, un vacío que suspira.

La gente tras de mí murmura el cargo, `-¿En qué ha pecado que Dios no la mira?´

Dame un hijo varón que se presente

ante tu altar en santo ministerio. Mi sangre canta porque lo presiente,

y porque él quitará mi vituperio.”

Fue sellada en el cielo su confianza, y librada de toda su amargura,

cargó por nueve lunas su esperanza, mientras se iba ensanchando su cintura.

Tejiendo en los telares lana y lino ensayó de las madres la canción,

hasta que un día se asomó al camino meciendo el fruto de su devoción.

Ana, usando esos años formativos,

moldeó en Samuel una tenaz conciencia que fue un faro en los días decisivos y lo abrigó en el frío de la ausencia.

Al fin Elí, el sacerdote anciano,

la vio volver a la sagrada tienda, y allí recibió al niño de su mano,

un atado de ropas, y una ofrenda.

-“Soy aquella mujer que aquí lloraba, cuyo dolor te pareció ebriedad.

Este es el hijo por el cual clamaba; he venido a prestárselo a Jehová.”

Cosas profundas que no se expresaron,

la despedida las dejó en suspenso. Las últimas palabras se trabaron

dentro del nudo de un abrazo intenso.

Ana, una vez al año hacía el viaje. Era una dulce, impostergable cita.

Llevaba un efod nuevo en su equipaje. Samuel atesoraba esa visita.

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Los maternales ojos se saciaban en el niño con hondo sentimiento. Desde arriba, Jehová justipreciaba la belleza de aquel renunciamiento.

Su noble corazón se vio colmado por una dicha nunca presentida,

cuando Dios le otorgó por lo prestado cinco hijos más, para llenar su vida.

¡Qué fuerza hay en la oración sincera!

¡Qué gozo en el deseo concedido! Jehová compensa al que confiado espera con mucho más de aquello que ha pedido.

Déjame Dios marchar con firme paso,

y alcanzar tu final vindicación, meciendo como Ana entre los brazos,

el fruto vivo de la devoción.

Samuel

(Primer libro de Samuel)

De la mano de Ana llegó un día a la tienda de Dios que estaba en Siló

un voto de su madre demandaba que aquel santo lugar fuera su asilo.

Era una ofrenda viva, palpitante; era un toque de luz puro y genuino, que alegraba el austero campamento envuelto en su pequeño efod de lino.

Solo una vez al año a él volvía aquella madre de la faz risueña,

que por un breve lapso lo rodeaba de las hondas ternuras hogareñas.

El sumo sacerdote Elí miraba en su indolente ocio,

cómo sus torpes hijos traicionaban la elevada misión del sacerdocio.

Samuel vivía en un profano ambiente. La tierna fe del niño superaba

de continuo los hechos negativos y siempre resurgía renovada.

Una noche, el sagrado candelabro en la penumbra sin cesar ardía;

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un silencio completo o cercaba. El niño pudo oír distintamente

una voz que su nombre repetía, y Samuel no sabía quien llamaba. Fue donde estaba Elí averiguando si el anciano a su lado lo quería.

-“Es la voz de Jehová; oye y responde. ¡El nos habla tan poco en estos días! (3:1)

Por boca de Samuel Dios dio su juicio: “Elí y sus hijos quedan rechazados no podrán ser exentos de castigo:

no habrá ofrenda que expíe sus pecados”. (3:14) Samuel creció en la tienda del Dios vivo,

los deberes del templo lo envolvían. La palabra de Dios a él llegaba

y por él Israel la recibía. Juzgaba al pueblo y lo disciplinaba citando todo lo que estaba escrito. Betel, Guilgal, Mizpá; año por año lo veían cubrir ese circuito. (7:15) Su honra como juez permanecía

sin mancha ni desdoro. Nadie había comprado su silencio

con plata ni con toros. (12:3) El pueblo en que volcara sus desvelos le causó las mas graves decepciones al pedir que le diera un rey humano para igualarse a las demás naciones. Jehová se sintió herido y rechazado. Consintió con severas advertencias:

el rey se serviría de sus hijos y se haría dueño de sus pertenencias. (8:7-18)

Saúl reinó primero. Presuntuoso, trató sin honra su eminente oficio. Samuel le recordó al reconvenirle,

que obediencia es mejor que sacrificio. (15:22) Brillaba en sus recuerdos aquel día

en que asignó a David Rey de Israel. Los hijos de Jesé se presentaron:

Jehová eligió diciendo: Úngelo a él. (16:12,13) Tanto en días serenos y gozosos como en días aciagos y de lucha,

siguió diciendo como aquella noche: -“Habla Jehová, porque tu siervo escucha.” (3:9)

El recuerdo de Ana lo inspiraba; ¡había pedido por favor su vida!

Guardó el poema en que ella lo expresara: (2:1-10) guardó la fe por ella sostenida.

En Ramá lo enterraron muy anciano. (28:3) Tal cual Ana lo quiso, así vivió.

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Ella lo entrego a Dios, ése era el voto, Y él la mano de Dios nunca soltó.

Mar

Antiguo mar, estamos otra vez frente a frente. Tu imponente presencia me concentra y me ubica.

De nuevo vuelvo en ti toda mi mente, y vaciando mis ojos en tu espejo cambiante

me encuentro con la parte de mí que no claudica.

Los leves pies de mi niñez lejana corrían venturosos a mojarse en tu orilla.

La expectativa de mi voz temprana sumergía en tus ondas sus acentos, sazonaba en tus sales sus letrillas.

Quiero estar junto a ti,

cuando la eternidad se vaya abriendo como un folio sellado,

y sentir el deleite de las naves que en pos de su destino sobre tu faz trepidan,

y la embriaguez de luz que siente el ave al proyectar su escurridiza sombra,

volviendo siempre porque no te olvida. Entiendo tu lenguaje, descifro tus rumores. Te recuerdo enervado bajo soles ardientes

y pensativo bajo plateados plenilunios. Me cautivas en todos los aspectos y humores que exterioriza en pleno tu gama de color. Nada te sustituye ni te borra en mi mente.

Amo tu calma azul y tus grises furores; (el que ama en todo tiempo es el que ama mejor).

Como un abuelo bueno, que provee resguardo,

alzaste como brazos dos muros protectores y amparaste a Israel que detrás dejaba

diezmados sus egipcios opresores. Mas tarde, con tus ondas temerarias Dios expresó su santa indignación, cuando Jonás cobardemente huía para evadir su histórica misión.

¡Pero qué blando y tierno te sentiste cuando Jesús cambió tu ímpetu en calma

al reprender al viento poderoso! ¡Cómo aquietaste tu convulso seno

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al sentir sobre ti su paso ingrávido; y fuiste un pavimento majestuoso, digno marco al glorioso Nazareno!

Dios, que todo lo ve,

conoce la escondida riqueza de naufragios que descendió a tu enorme corazón,

y lleva un inventario de las vidas que se frustraron en tu manto acuoso,

y que tendrán también restitución.

Cuando la eternidad se vaya desplegando, crepúsculo por crepúsculo,

milenio por milenio, y pueda contemplarte dormitando entre rebozos de dorada arena;

seguiré dando gracias por el Día Tercero, cuando Dios te apartó diáfano y puro

entre los continentes de la tierra morena.

Los dos tenemos canción propia para mecer la vida que palpita en el fondo, las algas y los peces, los bancos de corales,

las cosas que descubre sólo el que mira hondo. Son varias las felices coincidencias

que hacen que encuentre en ti tanto consuelo. Y más que nada el que los dos tengamos

serenidad azul, igual que el del cielo.

El Bosque Andante

Isaías 61:3

Si un bosque caminara, ¡cuántas tierras desiertas a su paso esperarían!;

¡cuántos yermos sedientos al albergarlo reverdecerían!;

¡cuántos errantes pájaros en su peregrinar lo seguirían!

¡Y qué caudal enorme de bendición llevara

su movible presencia, si un bosque caminara!

El viajero agobiado

con avidez su mano extendería

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hacia el fruto brindado, y amparado en su sombra escucharía

el diálogo del viento y el follaje. ¡Y qué pausa feliz le brindaría

el bosque andante que lo halló en su viaje!

Así vimos marchar sobre la tierra los árboles amados

que el Dios eterno en su bondad mandara hacia nuestros caminos desolados,

con su bendita sombra, con sus ramas espesas,

con su fruto dorado.

Como extraños al mundo caminaron, por una fuerza superior ungidos.

Porque el Reino del Cielo los llamaba, de todo se sintieron desasidos.

Ningún bien terrenal los apartaba del premio prometido.

Jesús los inició hace veinte siglos

por decreto divino, y siguieron con celo indoblegable

su mapa de caminos, abnegados y heroicos,

en pos de su esperanza y su destino.

La adversidad que cae como un hacha, y el vendaval furioso

que humilla su estructura y los agacha, no lograron hacerlos claudicar; y su registro terrenal sin tacha,

ni el tiempo ni el olvido han de borrar.

Hoy queda sólo un resto en la hora tardía, y en el mundo azorado pocos oyen su voz.

¡Cuánto bien han sembrado, cuánto amor, cuánto fruto!

Árboles de justicia del plantío de Dios... Cuando alcen sus raíces para no volver nunca,

¡con qué dulce tristeza les diremos adiós!

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La Noche

(Mirando a Mendoza desde el Cerro de la Gloria)

La noche taciturna, sentada sobre el cerro, medita el desafío de la electricidad.

La luz, organizada en cristal, cable y hierro, la echó con prepotencia fuera de la ciudad.

Quiero subir al cerro a encontrarme con ella.

Su corazón materno vigila enternecido bajo el fulgor lejano de las altas estrellas, al árbol, al insecto y al pájaro dormido.

La histeria ciudadana la ofende y la desdeña, pero ella nunca pierde su señorial mesura.

Siempre atenta a lo suyo, restaura, ampara, enseña.

La ciudad casquivana ríe del incidente, y a expensas de la noche coquetea en la hondura

con su ostentoso traje de luces esplendentes.

Isaac

Nació por el poder de una promesa, por Jehová confirmada y sostenida.

Su nombre, “Risa”, con acierto expresa el gozo de una madre envejecida.

En su niñez temprana se insinuaron ardientes controversias contra él,

cuando un día de fiesta lo acosaron la burla y el encono de Ismael.

Su experiencia más honda y emotiva

empezó a tomar forma cierto día en que siguiendo a Abraham fue monte arriba,

hacia las altas cumbres de Moría.

Al cabo de tres días de jornada llegaron juntos al lugar propicio, Isaac cargó la leña preparada,

pero...¿dónde se hallaba el sacrificio?

Quizá el lenguaje humano no alcanzara

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a describir en forma que se entienda el sentir con que Abraham manifestara la voluntad de Dios sobre la ofrenda.

Dijo que Dios los corazones prueba

y que a veces su ley parece extraña; que su escrutinio muy a fondo llega,

al amor que se arraiga en nuestra entraña.

-“El que me dio la dicha de tenerte, para que a fondo mi obediencia escrute,

hoy quiere en sacrificio poseerte, y quiere que mi mano lo ejecute.”

Isaac miró la tierra a la distancia; ¡un llamado que no podía ignorar!

La vida hablaba alto en sus instancias; la muerte refutaba en un altar.

Abraham le recordó que de él vendría

como legión enorme una simiente, y que a la amada tierra volvería,

porque Jehová lo dijo y nunca miente.

Los ojos del muchacho se apartaron de aquellos valles de belleza plena. La carne y sus temores se acallaron y el espíritu habló con voz serena:

-“Mi madre ha de llorar con hondo duelo al saber que no vuelvo al campamento. Quiera Jehová mi Dios ser su consuelo y el sostén de su amargo abatimiento.

Dile que a Él mi voluntad obligo;

que su designio acepto aunque no entiendo; que aún ante la muerte lo bendigo,

y que muero en su paz, obedeciendo.”

Después de aquella charla seria y parca, atado en el altar, Isaac veía

el tembloroso puño del patriarca que el cuchillo de acero sostenía.

Cuando el anciano, con devoto celo iba a dar su misión por consumada,

se oyó una voz potente desde el cielo: -“¡Detén tu mano ya! ¡No le hagas nada!”.

Luego la etérea, celestial presencia,

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le aseguró a Abraham que Dios, su amigo, haría multiplicar su descendencia

y rendirse en su puerta al enemigo.

En recompensa de esa fe sin mella Isaac oyó el divino juramento.

Aquél recuerdo fijo fue una estrella en la paz de su interno firmamento.

Porque miró la muerte frente a frente y no retrocedió ante sus umbrales, anduvo por la tierra mansamente, sin apego a las cosas materiales.

Su más valiosa posesión terrena,

y el gran consuelo de sus desazones, fue una mujer hermosa, dulce y buena, de la cual descendieron dos naciones.

El siervo fiel de Abraham marchó a buscarla

y la guía de Dios se hizo presente. Jehová dio la señal para abordarla

cuando ella lo encontró junto a la fuente.

Al oír los parientes el relato dijeron: -“Si es así, Rebeca irá.

Quede aquí confirmado este contrato. El asunto procede de Jehová”-

Con llanto y emoción la despidieron.

Partió con los camellos, que eran diez. Duras interrogantes se impusieron:

-¿Volvería a sus lares otra vez?-

Adiós le dijo al familiar paisaje de aquél hogar que nunca olvidaría,

y emprendió en el desierto el arduo viaje hacia un hombre que no la conocía.

Un suave atardecer, Isaac oraba

ante los campos, bajo el alto cielo, y vio la caravana que avanzaba.

Rebeca vino a él envuelta en velos.

La noche iba volcando sus matices y en la tienda de Sara la alojó,

entre sedas, perfumes y tapices. Ella, de su orfandad lo consoló.

Después de veinte años, quiso el cielo

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que en las tiendas de Isaac alborozadas, nacieran de Rebeca dos gemelos, dos vidas de la suya bifurcadas.

Por ellos juntos rieron y lloraron,

por ellos juntos bendición pidieron; en ellos sus desvelos concentraron, y viéndolos crecer, envejecieron.

Llegaron para Isaac los largos días en que late más lento el corazón,

cuando aún forastero residía en Mamré, que es también llamado Hebrón.

(Génesis 35:27,28)

Al completar su recta trayectoria, había en sus ojos por la edad cegados,

el colorido de un jirón de historia envuelta en sus recuerdos más amados.

Su hermosa vida es un fanal que orienta, pues él agradó al Dios que juzga y vela. Y al final de sus años, ciento ochenta, durmió en paz en la cueva de Macpela.

(Génesis 49: 30,31)

Hay Días

En la eterna corriente del tiempo irreversible hay días que desuellan erguidos como faros,

emitiendo señales plenas, inteligibles.

Inmunes a la absurda guadaña del olvido, se alzan entre los días uniformes y huecos

que engrosan los residuos del tiempo ya vivido.

Como árboles triunfantes que al viento resistieron, quedan en pie a lo lejos, rodeados de despojos, sosteniendo un mensaje que los otros perdieron.

¡Benditos pocos días que valen una vida!

El agua del recuerdo los lava y los refresca; ninguna voz nos habla como su voz dormida.

El corazón humano, inestable y complejo,

vuelve frecuentemente en pos de los reflejos

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de aquellos días claros, históricos y bellos, y el devenir del tiempo no mengua sus destellos.

Pero aún queda un día en que la tierra entera guarde silencio y ore, ya cumplida su espera; un día en que el misterio por fin se clarifique, un día inconfundible y único entre los siglos,

cuando el Nombre sagrado de Jehová se vindique.

Reminiscencias

Alfarero, no me olvides; soy el barro deslumbrado

que tomaste de un camino en que nadie te nombraba. Al pasar entre tus dedos descubrí lo insospechado;

en el hueco de tu mano, la presión que me amoldaba, me enseñó que la belleza se bebía y se gustaba sin salir del lugar fijo en que estamos asignados.

Me estremezco cuando pienso que tus ojos me advirtieron cuando yo era aquel guijarro de casual forma imprecisa.

En el río de la vida blandas aguas me mecieron y sentí que cada arista se limaba suave y lisa.

No me dejes volver nunca a ser barro sin sentido,

ahuecándose a las huellas que lo imprimen al pasar, ni mirar un cielo esquivo desde el río estremecido que desgasta los guijarros en su eterno tramontar. Pues yo sé que si algo tengo, duradero y definido,

me lo diste Tú, Alfarero, cuando me enseñaste a dar.

Radiografia De Un Poema

Al principio es un punto luminoso en la mente que se va expansionando en suave claridad.

Palpita como un feto, se nutre en nuestra sangre, adquiere un organismo, crece en l oscuridad.

A su maduro tiempo llega al cabal tamaño.

Cuando irrumpe en el mundo intenta hacerse oír. Hay que ponerle un nombre, ya vive por sí mismo;

hay que dejar que cumpla su razón de existir.

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Tal vez, igual que el hombre, se encamine al olvido, sea tan solo una sombra bosquejada al pasar

y se hunda en la nada, callado, diluido, sin dejar una huella que lo haga perdurar. Pero uno entre tantos sobrevive triunfante

y el devenir del tiempo no lo alcanza a borrar.

La Tierra De Hoy

¿Te extraña que mis ojos no se cansen de paisajes agrestes,

de extensiones salvajes, de campos y montañas no mordidos

por los dientes de hierro del progreso? Me hacen pensar en la niñez lejana del pequeño planeta que pisamos, cuando las nubes fueron su vestido

y las densas tinieblas sus pañales. (Job 38: 9)

Hoy la Tierra llegó a su adolescencia. “Adolescencia” de dolor deriva:

el cuerpo sufre en pro de su estatura; la conciencia también se estira y sufre

para aceptar la realidad de todo y acomodarse a una viril postura.

La Tierra está en su triste adolescencia abrumada hasta el colmo por ciudades astutas

que quieren ser más sabias que este barro de donde se deriva su existencia.

Me hastían estos bosques de cemento con inflexibles ramas, llenas de nidos de hombres.

Estas torres colmadas de ventanas dividen en retazos el crepúsculo,

le quitan esplendor a las mañanas, nos hurtan la visión del arco iris.

Cada muro arrogante es un enigma; detrás de ellos el engaño ensaya

sus cambiantes perfiles. Allí están con su gesto de rechazo

en los agostos fríos y en los claros abriles. Cuando la luna arroja sobre ellos mi sombra,

vibrante en la premura decidida del paso, anticipada a mi, lánguida y diluida,

o encogida en mi espalda en continuo retraso; los estoy desafiando, porque yo sé que un día,

cuando pasen los vientos silbando entre las ruinas,

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nuestras frágiles sombras andarán todavía.

Vendrá la edad adulta de la Tierra; se asentará en su calma,

y aflorarán los siglos del futuro. Hemos de verla con su nueva faz,

con frente limpia y corazón maduro, dócil a la conquista y al avance del gobierno del Príncipe de Paz.

Lo mismo que nosotros,

no ha de volver jamás a aquellos días de su infancia arropada por las nubes, de sus siestas tan largas en tinieblas.

Lo mismo que nosotros, habrá visto pasar su adolescencia, sus punzantes dolores formativos

y el sobrio despertar de la conciencia. Será bella, serena, sabia y pura,

lograda en la extensión del Paraíso.

Por eso es que mis ojos se detienen con ávido fervor en sus paisajes,

en su extensión inculta, en su festín salvaje.

Este momento ha de pasar, hermano, igual que en nuestra vida;

como pasan los días del cabello revuelto, de la ropa en alegre desaliño,

de las manos que juegan deshaciendo terrones. Aquel despreocupado desfilar de las horas

que caen como pétalos y se van en el viento.

Esta edad de la Tierra habrá de irse, igual que todo lo que tiene

un límite y un plazo. El Alfarero Eterno extenderá su mano

y vendrán otras eras diferentes que escapan a la mente que escudriña.

Y aunque todo sea hermoso y deslumbrante, nos gustará pensar en aquel tiempo

de paisajes sin líneas, sin estilos, desceñidos y huraños, sobre la Tierra niña.

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Amada Tierra

Tierra de los ceibales florecidos y los bosques espesos,

donde se escuchan voces ancestrales rememorando cosas que están lejos.

El indio acorralado paseaba por las playas de tus ríos

sus sueños desahuciados. Los deberes sagrados

que hacia distintos lares empujaron mi paso, no eclipsaron tu imagen de mi mente

ni el ansia de volver a tu regazo.

Este amor a la tierra, innato y puro, el hombre lo desvía de su cauce,

lo mancha de agresión y fanatismo y lo achata a la fuerza en un envase con un rótulo gris: “Nacionalismo”.

¡Qué distinto en esencia lo que siente quien suspira al nombrarla a la distancia y quien sueña con ella en su ostracismo! ¿No es éste el sentimiento que asolaba

al Israel esclavo en Babilonia? Sus arpas de los álamos colgaban

y al enemigo de la faz huraña rehusaban sus cantares y decían:

-La canción de Jehová no cantaremos como cautivos en una tierra extraña.- (Salmo 137)

No confundas orgullo patriotero

con el amor genuino hacia el paisaje, fondo de nuestros años formativos,

puerto feliz del que emprendimos viaje. Dios insertó en el corazón del hombre

ese apego a la tierra que lo viera incorporarse y enfrentar la vida.

No importa dónde lo arrojó la suerte,

ese es el suelo que su alma añora al pisar los umbrales de la muerte. Tierra de rostro maternal que fuera fuente de todo estímulo encomiable, conectada con todo lo imborrable.

Tierra que nuestro amor igual tuviera si ningún límite la demarcara,

si no exhibiera escudo ni bandera, si no se oyese en ella la fanfarria

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de ejércitos en marcha que la cuidan; si nadie la llamara “Soberana”, si no tuviera próceres ni historia

proyectando su sombra hacia el mañana.

Busco en ella las huellas digitales del que trazó su magna geografía.

Hallo en ella un reencuentro con la Mente que modeló las cosas de la nada y compuso la inmensa sinfonía

que se puede escuchar en el silencio de sus obras calladas.

La vanidad del hombre

encierra las montañas en fronteras y extiende sus derechos al vacío.

Quiere apresar el mar entre sus límites y decir: -Esto es mío-.

Ya pronto te veremos liberada, ¡Oh Tierra!, y rescatada del empeño.

No serás más tasada y repartida, ni comprada con sangre, ni vendida, ni arrancada del puño de tu Dueño.

Padre

Padre de huérfanos de padre y juez de viudas es Dios en su santa morada. Salmo 68:5...

Padre nuestro que estás en los cielos, gracias por el derecho que nos diste

de usar esa palabra abarcadora, reconfortante y llena de consuelo.

Padre es una palabra que se vuelve un baluarte, un faro, un puerto, un norte y un refugio,

cuando la usan aquellos que en una tumba fría dejaron a tu cargo, como un haber precioso, el cuerpo malogrado del autor de sus días.

¡Qué valioso es hallar tu presencia cercana en la misma frontera de confines borrosos donde se desvanece la resistencia humana!

Defensor de las viudas, amparo de los huérfanos, Tú eres aquél vigía tenaz que nunca duerme,

que jamás parpadea en dudas o estupor,

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que se anticipa a todo peligro que se cierne sosteniendo al que siente vacilar su valor.

Guarda a todos los huérfanos que hay dentro de tu pueblo;

que encuentren en su mesa el pan de cada día; que tu palabra sea una luz a sus pies.

Escucha sus plegarias, mitiga sus dolores, bendice sus afanes cuando siegan tu mies.

Que la esperanza de ellos jamás llegue a estar trunca. ¡Oh Tú, Atalaya eterno de los ojos insomnes!

Tus fuentes de ternura no han de secarse nunca.

Septiembre

Cuando la luna de julio tiritando atalayaba,

y agosto los verdes campos de espesa escarcha alfombraba, ¡cuánto deseamos septiembre

poder tener tu llavero y abrir bien anchas la puertas

por donde sale el invierno! Mas, ¿quién podría sin ti girar los dientes de hierro

del candado milenario en los portales del tiempo?

¡Qué agradable es contemplarte con ese garbo sereno

del que sabe su cartilla del revés y del derecho! Me parece haberte visto

pegar el oído atento a los troncos de los árboles escuchando el movimiento de la savia que se afana

por nutrir los brotes nuevos; o inclinado largamente

sobre los surcos abiertos oyendo latir la vida

que hace fuerza desde adentro, cuando las semillas rompen

el claustro de su aislamiento. ¡Cómo te esperan las larvas que están forjando sus alas! ¡Cómo te esperan las novias

para pedirte guirnaldas!

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¡Cómo palpita la tierra de emoción bajo tus plantas!

Los pájaros te conocen y se pasan la palabra,

y los insectos, que entienden tu contraseña privada,

van despertando a la vida y alegremente se enjambran. Mientras tus umbrales brillan

con la rubia primavera, vas despidiendo al invierno

por una puerta trasera. Un sol rejuvenecido

lo ve salir encorvado; lleva las uñas raídas,

lleva los dientes menguados. Hay agujeros de luz

en su capa carcomida; habla de recuerdos serios

e ideas enmohecidas. Los viejecitos sonríen

arropados en sus capas y se oye un coro de niños

que juegan a sus espaldas. ¡Qué bien que te enseñoreas

de todos tus privilegios, con tus humores cambiantes

y tus vientos agoreros! Setiembre henchido de promesas,

Setiembre lleno de sueños... Mayordomo irreprochable,

¡cuánto rinden tus desvelos!

Hijo Pródigo, ¡Vuelve!

Hijo mío, de veras dame tu corazón. Proverbios 23:26

Tu Padre celestial mira desde lejos. Te ha visto tambalear en los caminos,

resbalar en el barro y ensuciarte, magullarte entre abrojos y entre espinos. Te ha escuchado decir palabras necias, te ha dejado aplaudir a los estúpidos,

tolerar indolente la injusticia

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y aprobar sin escrúpulos lo absurdo; recordar con desgano su consejo,

repetir opiniones insolentes, paladear la miel agria del pecado, y contristar su espíritu impelente.

Es generoso al evaluar tus faltas; no lleva un inventario denigrante

para traerte a cuentas exhaustivas, para acusarte en pleitos humillantes.

Como un médico atento, cuenta tus pulsaciones

y escucha muy a dentro de tu pecho la sístole y la diástole que indican

si aún tu corazón palpita sano, si puede recobrarte y conducirte

al redil donde aguardan tus hermanos.

¿Qué provecho te hicieron las lentejas malamente guisadas y servidas

en la mesa de este mundo? Hoy, igual que Esaú, estás vacío, quizá añorando lo perdido llores

deseando arrodillarte ante tu Padre implorando de nuevo sus favores.

Él no quiere tu muerte y tu fracaso.

Él dijo: “Tienes que escoger la vida.”(Deut. 30:19) El Diablo quiere hacerlo un Dios de muertos

para que dé su causa por perdida. Satanás, maquinando el genocidio,

quiere hacer que la tierra exista en vano como un gran cementerio silencioso donde nadie levante una alabanza hacia el Nombre del Todopoderoso.

Lo quiere convertir en Rey sin súbditos; lo quiere degradar aun Dios de nadie;

hacerlo un escultor escarnecido avergonzado de lo que creó, que se ve lapidado y repelido

por la piedra que él mismo modeló.

No le des la victoria al Adversario que busca confundirte y retenerte.

No demores, Dios tiene ya extendidos los brazos del amor para atraerte.

Hay un banquete enorme preparado; hay música, hay manjares y alegría para el hijo que vuelve desgarrado.

El tiene ropa nueva para darte,

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no te quiere exhibir como un mendigo. Te da un anillo de oro como símbolo

de renovada relación contigo.

No vuelvas a la dieta de los cerdos ni entierres el dolor de tu conciencia en las sendas lodosas de este mundo

que te ignoró con fría indiferencia. La casa de tu Padre es el refugio

donde los leños del hogar chispean con el calor genuino, inextinguible,

que el propio corazón de Dios genera. “Dios es amor”. Él no ha de llevar cuenta del daño o del agravio que hayas hecho

a su bendita causa salvadora, si sientes el dolor de haberle herido

y prometes que no reincidirás. Como dijo David ante él postrado,

Dios no podría despreciar la ofrenda de un corazón doliente y aplastado. (Salmo 51:17)

Es tarde, las rebuscas ya terminan;

los ángeles cosechan con apuro. El ocaso del mundo nos envuelve en un manto patético y oscuro. El Padre da una última mirada

y escruta los caminos polvorientos. Se amontonan las nubes de tormenta.

Se están por desatar los cuatro vientos. ¡Vuélvete a casa, hijo negligente!

Muy pronto ya, la siega habrá pasado. Que no tengas que estar con los que digan:

“¡El verano acabó y no estoy salvado!” (Jeremías 8:22)

La Confidencia

(Lucas 7:37-47)

Abrió su corazón atormentado y me mostró el contorno de una herida que había excavado en la doliente carne

la daga de una pena introvertida.

Bajo esa cicatriz mal encubierta dormía la hiena de una oscura historia

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que a veces bostezaba revolcándose entre nubes de polvo en su memoria.

-“Sólo quiero tener la certidumbre

de que Dios en su amor me ha perdonado”. -“Ya lo ves, tu voz tiembla al mencionarlo;

no te has encallecido en el pecado”.-

-“¿Piensas que Dios lo da por redimido por el hondo dolor con que lo siento?”-

-“Si así no fuera te rechazaría. Él a quien ama da arrepentimiento”.-

-“¿Qué puedo hacer para expiar mi culpa?” -“Que tu amor brille cual perenne llama.

Cristo dijo a la amable pecadora que más se le perdona a quien más ama”.

-“Y tú, ¿no me deprecias ni me juzgas?”

-“Te digo como el dulce Nazareno: ´ No hay quien arroje la primera piedra. Vete en paz; yo tampoco te condeno”.

Sus ojos me miraron anegados

como diamantes que a la luz chispean. Bajó el llanto como aguas de deshielo

cuando las blancas cumbres se caldean.

Y pudimos hablar serenamente de las cosas más hondas y más bellas.

Arriba, el cielo de la noche era un gran silencio azul lleno de estrellas.

Odiados Por Su Nombre

Mateo 10:22

¿Por qué dijo Jesús que por su nombre seríamos del mundo aborrecidos?

¿No es acaso Jesús un nombre excelso, alabado por siglos, bendecido?

¿No fue su personalidad enaltecida como ejemplo de amor y de dulzura?

¿No es su muerte la más conmemorada, con el mayor despliegue de amargura?

Lo representan en la cruz clavado,

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la cabeza colgando, el cuerpo yerto; brota sangre de todas sus heridas.

¡Que no se mueva más, que siga muerto! Así lo amarían siempre. Es un símbolo;

es una historia triste y terminada, algo petrificado por el tiempo

que nada puede hacer ni pide nada. A lo más, los espera allá, en el cielo,

si acaso los acerca a él la muerte que pretenden tener ya financiada

cuando abandonen la materia inerte.

Nosotros, los que somos sus testigos, vamos a los confines más distantes,

y el mundo se levanta en pie de guerra al oír el mensaje desafiante.

¡Nos hemos atrevido a recordarles que aquel Jesús que fue martirizado

hoy es un Rey con un derecho activo, a la diestra del Padre entronizado! De su parte les damos la noticia

de que la Tierra es su preciosa herencia; que habrá un solo gobierno sin fronteras, y que estamos en juicio en su presencia.

Mientras no se desclave del madero

ellos pueden amarlo todavía. Que deje el mundo como lo han trazado;

que no cuestione la soberanía. Que la vara de hierro no maneje;

que no les tape el sol en que ellos brillan; que use la vara de pastor apenas;

que tenga siempre pronta otra mejilla. Que su nombre Jesús siga ensalzado sobre una absurda y desunida grey.

Pero que no hable nunca de arrogarse el otro nombre de Señor y Rey.

¿Quiénes Son Los Héroes?

El mundo llama héroes a los que han derramado mucha sangre, a los que han conquistado muchas tierra;

a los que han sojuzgado al indefenso porque hay otro diseño en su bandera.

A los conquistadores del espacio

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a los que imprimen huellas en la luna, a los que baten récords en las pistas,

a los que matan toros y leones; a los que inventan armas asombrosas

que reducen a ruinas las naciones. Su imagen, perpetuada en bronce o mármol,

está en las plazas desafiando al tiempo. Veneran sus cenizas, los ensalzan

nombrando con su nombre alguna calle, tratando de salvarlos del olvido.

¡Son los preclaros hijos cuyas patrias tanto gozan de haberlos producido!

Para Dios, quien da el fallo que perdura,

aunque el hombre los tenga en su memoria, son ánforas quebradas que contienen

sólo el eco sombrío de la historia. En las cenizas de los siglos idos

hay un abecedario que el hombre no descifra. Dios lee en él el nombre de sus santos.

Su voluntad suprema y selectiva los deletrea en trazos imborrables

y los fija en el libro de la vida.

Luchadores intrépidos, que sintieron su carne acribillada

y no desmayaron. Atletas del espíritu,

que forcejearon con el pecado hasta la muerte y no cayeron.

Mártires abnegados, que sangraron bajo el látigo de los inicuos

y no blasfemaron. Criaturas de polvo

que sostuvieron la mirada desafiante de Satanás y no pestañearon.

Gusanitos concientes, que vieron venir contra ellos

la aterradora maquinaria del mundo y no retrocedieron.

Adoradores indoblegables, que oyeron el nombre de su Dios escarnecido

y no lo negaron. Esclavos voluntarios,

que fueron disminuidos inconcebiblemente en su dignidad y no claudicaron.

Atropellados en sus propios lugares de adoración,

no cedieron al desánimo. Abofeteados por la burla canallesca,

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no aprendieron a maldecir. Con las garras de la adversidad en la garganta

no silenciaron su mensaje. Con la hoz de la muerte sobre ellos, no pensaron siquiera en transigir.

El mundo los clasificó con los estúpidos, los archivó en el fichero de las utopías, los ignoró en los folios de la historia.

Pero Jehová inscribió sus nombres en el cielo; ¡nadie puede privarlos de su gloria!

El Río

La tarde somnolienta bosteza junto al río que sigue sometido a su obsesión viajera.

Le gusta explorar todo lo que palpita y vive y recoger los ecos de la verde ribera.

El río es viejo y sabio, ha visto muchas cosas donde halla un buen oyente siempre tiene una historia.

El calcó muchas horas perdidas y lejanas; puede revivir sueños y restaurar memorias.

Las obras de Dios hablan con una voz muy pura; son un gran crucigrama que es dulce descifrar. El río es como el tiempo que nunca retrocede,

por eso tiene tantas historias que narrar. La tierra se embelesa oyendo su mensaje.

Se alimenta en sus aguas y no lo deja correr. La inclinación terráquea lo impulsa sin descanso;

igual que el tiempo, nunca se puede detener.

A Un Niño Ciego

Tu inspiradora imagen hizo nido en mi mente; es algo tibio y dulce que da gusto albergar.

Tu presencia, tan llena de calor y de estímulo, me dejó muchas cosas buenas en qué pensar. Gracias por enseñarme a aceptar lo que duele

sin rencor, sin reproches, con genuina humildad, adecuando tu vida frente a lo inexorable, mordido en carne viva por la fatalidad.

Tus ojos, malogrados que la luz nunca vio, son la espina punzante que te castiga más.

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Todos llevamos algo que nos abofetea, un mensajero bufo que sirve a Satanás.

(2Corintios 12:7)

En este drama absurdo que es la presente vida el rol que te ha tocado irradia dignidad.

La noche sin auroras que se asentó en tu rostro no apaga ni disipa la luz de la verdad.

¿Te acuerdas de aquel hombre cuyos ojos sin vida Jesús cubrió con barro y le mandó marchar

hacia el famoso estanque de Siloam en donde el Padre de las luces lo iba a restaurar?

Cuando él lavó su cara vio en el espejo líquido una copia del cielo, fuente de bendición. Si fijas en el cielo los ojos de tu mente, los de tu carne un día recobrarán visión.

El no quedó impasible esperando el milagro. Se le dijo en detalle lo que debía hacer.

Al cumplir el mandato expreso del Mesías se hizo depositario de su excelso poder.

Tú tampoco te sientas esperando la gracia ni te crees un mártir que todo lo merece. Estás edificando la fe del que te escucha,

compartiendo valores que al esparcirlos crecen. Al tiempo señalado, todo el color del mundo

desplegará su fiesta para tus ojos sanos. Tu Siloam se acerca, sigue andando confiado,

el que te lo asegura es tu Rey Soberano. Las opacas aristas que tus dedos recorren y son solo un bosquejo impreciso y borroso para tu tacto diestro, revelarán su enigma

llenando tus pupilas con un cuadro armonioso. Tus amigos hoy somos solo voces que alientan y manos que a las tuyas llevan calor cordial.

Dentro de poco tiempo cada voz tendrá un rostro; adquiriremos forma en tu archivo mental. Tu ansiedad inquisitiva quedará satisfecha.

La niñez es el tiempo del “cómo” y el “por qué”. Nuestras respuestas vagas son muletas incómodas

que ya no te harán falta para apoyar tu pie. El Dios de las alturas que hizo la luz del día borrará las tinieblas que te tienen cercado.

Que su amorosa mano haga llanas tus sendas; que su ternura te abra cualquier paso vedado.

Quisiera estar allí cuando el milagro te envuelva, te traspase y transfigure,

y quedarme con algo del encanto que en tu vibrante éxtasis fulgure.

Siento que hay muchas cosas que debo agradecerte. Lo que al pasar dejaste fue refrescante y puro.

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Guardaré en mis recuerdos tu serena sonrisa, tu bastoncito blanco y tus lentes oscuros.

Con La A De Amor

Dios dijo de sí mismo: “Soy el Alfa” que es la letra inicial del alfabeto. Él eligió la A como su símbolo.

Omega trae todo a un fin concreto. Dios es AMOR. Sólo esas cuatro letras trazan en dimensiones y en esencia el sumum de perfectas cualidades

que emanan del fulgor de su presencia. ¿Viste cuántas palabras trascendentes adquieren forma con la A de AMOR?

AMISTAD es un bello derivado que a la palabra madre le hace honor.

La A más importante de tu vida tiene que ver con Dios: ADORACIÓN.

El anuló la esclavitud satánica al brindarte con Cristo la ADOPCIÓN. Aquel que dio su sangre por salvarte

te ABSUELVE de la herencia del pecado. Por pagar ese precio y redimirte

también es tu AYUDANTE y tu ABOGADO. Muestra a este arreglo tu AGRADECIMIENTO

trabajando en su obra con ANUENCIA, y a la bendita fe que él nos dejara

que sea inalterable tu ADHERENCIA. Dale a su siembra tu mejor APOYO y sirve al Dios feliz con ALEGRÍA. A sus ovejas bríndales AYUDA,

procura entre su pueblo la ARMONÍA. En el plano de humanas relaciones

no descuides jamás la ASOCIACIÓN. Al tolerar la imperfección de otros cultivaras madura ADECUACIÓN.

Hazte firme y tenaz en el AGUANTE. Ante el pecado opone tu ABSTINENCIA.

Comparte su mensaje sin cansarte, hasta el fin sigue dando la ADVERTENCIA.

En la prueba viril de tu ALTRUISMO se irá puliendo bien tu ABNEGACIÓN;

Jehová recibirá tus ALABANZAS y la verdad de él tu AFIRMACIÓN.

Muestra a la AUTORIDAD sometimiento

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y deja que te guíen los ANCIANOS; que tu APRECIO a su obra meritoria se pruebe en el empuje de tu mano.

Que se haga manifiesto tu ADELANTO. Al que se inicia infúndele tu ALIENTO. Disfruta las frecuentes ASAMBLEAS. Verás la bendición en el AUMENTO.

Continúa APRENDIENDO con deleite; continúa AVANZANDO con valor y no eches al olvido las palabras

que se iluminan con la A de AMOR. Si tu oído se inclina diligente

al consejo de DIOS con ATENCIÓN; si a la urgencia innegable del trabajo

respondes prestamente con la ACCIÓN, Jehová te premiará cuando en su libro

junto a tu nombre escriba APROBACIÓN

Rehabilitación (Restablecimiento)

Fue hermoso oír decir: " Podemos llamarlo nuevamente hermano". Tu voz estaba quebrada y tus ojos húmedos cuando te dieron el privilegio de la oración.

Se nos hizo largo el tiempo de tu ausencia. Hablábamos de ti en voz baja y con suspiros, como se habla de los hijos que están lejos del hogar por una razón triste. Aunque

estuvieran todos los asientos ocupados en la congregación, tu lugar estaba siempre vacío.

La única pena que nos queda es no verte otra vez con aquél aire despreocupado que tenías antes.

Ven y camina con nosotros bajo el sol suave en esta hora tardía. Deja de andar junto a la sombra de esa persona que te perjudica.

¿Estás mirando a diestra y siniestra porque te dije eso? No hablo de algún desconocido que te pone en peligro. Me refiero a tu viejo yo que aún se empeña en caminar contigo y

sigue sumiendo en tinieblas a la criatura renovada que Dios recibió en su pueblo con alegría.

Cuando te dedicaste a Dios no le ofreciste tu pasado. Eso hubiera sido una mezquina y renovada ofrenda. A Dios siempre le ofrecemos el presente y el futuro, confiando en que

el pasado va a quedar sepultado bajo las dunas que forma la arena del tiempo. ¿Por qué no amordazas y sofocas a ese hombre egoísta? No tiene el don de la

oportunidad, ni siquiera suficiente sentido común. Irrumpe de repente, cubierto de polvo y manchas en tus ocasiones festivas. Se sienta a tu lado en la reunión sin anuncio previo.

Te hace doler el corazón murmurándote al oído cosas que preferirías no escuchar. Acapara desconsideradamente tu atención en algunas de tus hermosas horas hogareñas. Niégale la entrada. Humíllalo con el rótulo de persona no grata. Recuérdale que el Hijo de Dios fue hasta la misma presencia de su Padre con el valor del rescate para que tú, yo, y todos, podamos caminar con una sombra nueva a esta hora fascinante del crepúsculo del

mundo.

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Pon tu pie sobre el nido donde tu vieja sombra incuba sus descoloridos huevos de recriminaciones y recuerdos amargos. Grítale que hay un hombre nuevo envasado en tu piel. Aunque al principio te cueste un poco hacerlo, sonríe, ora y canta. Deja que tu vieja sombra se vaya vacía y deforme; y muérdete los labios hasta hacerlos sangrar si alguna

vez sientes la tentación de invitarla a volver.

Viaje

Esta noche a las diez, cuando tu tren arranque expresando en silbatos su desatada euforia, agitaré un pañuelo perfumado de augurios

desde un andén bullente de memorias.

Cuando los rieles cantes su monótonas quejas, mientras las ruedas siguen repitiendo en la vía

cuatro palabras férreas den son de letanía; escucha bien, acaso entre los engranajes

oigas una voz queda murmurando “buen viaje”.

Mañana, cuando el sol se levante temprano, y con sus aptitudes de prolijo artesano

empiece a filtrar oro junto a tu ventanilla enchapando aún las cosas pequeñas y sencillas;

deja vagar tus ojos en los campos arados, y piensa en es tiempo cercano y muy deseado,

en que contemplaremos la tierra liberada, pródiga en alimento, de bendición colmada.

La estación Nuevo Orden, irradiando alegría,

será el final brillante de nuestra travesía. El tren de la Teocracia arribará a destino, y el viejo sol contento dorará los caminos.

Sencillez

¡Si fuésemos tan listos como el pájaro, de su sencillo rol tan poseído,

que amasa barro y paja y ya tiene su nido!

El descubrió la forma de ser rico limitando su afán de cada día

a lo que carga el pico. No amontona riquezas inseguras.

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Sabe que todo es pasajero y breve visto desde la altura.

Por su amparo tampoco se acongoja. Siempre hay árboles verdes si otros pierden las hojas.

Ama el barro y la paja que te albergan. Mejor que tu equipaje sea liviano. No temas los rigores del invierno;

Dios te habrá de cubrir hasta el verano.

No hagas cuentas mezquinas, pues los cálculos pesan en la mente

y hacen tardos los pies del que camina.

En la obra de Dios se han combinado lo simple y lo imponente.

La montaña no arroja resentida al gusano insipiente.

Acomoda tu mínima estructura

al arreglo total del universo y aguarda sin premura.

Si tu humilde presencia

no atrae la atención de los que pasan, el mensaje que Dios puso en tu boca,

como una ardiente brasa irradiando poder, dejará huellas

que habrán de rutilar a la distancia, igual que las estrellas.

Retrospección

La vida no se puede desvivir. Las penas no se pueden desllorar. Los años no se pueden descumplir.

El ayer no se puede trasladar.

La experiencia es experta en grabaciones pero nunca ha aprendido a desgrabar. El camino quedó impreso en tu mente

aún si lo pudiste desandar.

La sangre fluye y cura las heridas que el mismo cuerpo aprende a reparar. Pero de tanto en tanto en los días grises,

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cuando un recuerdo te haga suspirar sentirás en las viejas cicatrices

un dolor que las vuelve a actualizar.

La conciencia remienda desgarrones, pero siempre los siente del revés.

El lustre brilla en los zapatos viejos mas no borra la forma de los pies.

La mente virgen que ayer miró el mundo

con los ojos cargados de ilusión, Encuentra un velo que empujar a un lado

después de la primera decepción.

La juventud retornará radiante devolviendo a tu carne la tersura y el vigor a tu cuerpo fatigado;

-desde la Biblia Dios te lo asegura- (Job 33: 25)

Pero la vida es siempre irreversible. No hay viaje de regreso al no saber. Tu equilibrio es la renta que acumula

los valores traídos del ayer.

La Defensa Del Mono

El profesor Galíndez, erudito muy meritorio en ciencias naturales,

paseó por el zoológico su clase mostrándoles distintos animales. Evitó hablar de muchos eslabones

y trazó una cadena imaginaria más rica en destinos que razones.

Pues no acertó con su preclara ciencia a señalar en la ancestral cadena

de qué espécimen ha heredado el hombre la hermosa facultad de la conciencia

y la capacidad de razonar, ni cómo uno recibe y otro lega

lo que no estaba allí para empezar.

Un chimpancé adulto, pensativo, se rascó la cabeza disgustado

pero escuchó hasta el fin la perorata y con buen juicio se quedó callado. Pensó: “Si yo me quejo le confirmo

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que en el mono hay un hombre reprimido. El hombre se acompleja si no gruñe y sino se declara incomprendido.”-

Luego inició un monólogo profundo:

-“Me ofenden investigando semejanzas, ¡son tan claras y simples mis acciones!

Acepto todo como Dios lo hizo y no me busco más complicaciones. Las ramas de los árboles me bastan; nunca quiero escapar de mi destino. Me quedo en mi lugar y lo disfruto. No molesto a la mona del vecino.

Ellos, siempre buscando innovaciones, abren caminos, edifican puentes, mecanizan la vida y se consumen levantando ciudades imponentes.

Para hacer más sencillo el toma y dame fue aclamado el invento del dinero;

pero no están de acuerdo en los valores, y siempre siguen agregando ceros.

Deliberan por días y más días sin poder arreglar sus diferencias;

cuando enredaron bien todo el asunto prefieren suspender la conferencia.

Se creó el veto y vetan muchas cosas para evitar entrar en un acuerdo. Dar la razón a otro es aburrido.

Cooperar sin pelear no suena cuerdo. Se jactan de la moda y el estilo;

cada año hay un cambio de solapa. Es la ley de la percha y le etiqueta. Yo llevo hasta morir la misma capa. El pobre va a la tierra por descanso

y aunque la muerte es un asunto serio, el rico quiere tumbas adornadas.

¡Hay competencia hasta en el cementerio! Ellos se creen sensatos y andan libres.

Me llaman bisabuelo y encerrado me exhiben para asombro de los niños.

¡Un lejano e ilustre antepasado! Me aterra lo que escucho cuando pasan

y me miran detrás de los barrotes como una etapa que ya superaron.

¡La planta despreciada por sus brotes! No quiero este tremendo compromiso

ni todo lo que cargan a mi cuenta. Que no digan “Del mono descendemos,

porque en vez de un halago es una afrenta”.

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El León Del Circo

Nació en el cautiverio. Varias generaciones que nunca conocieron

la libertad total de los leones, sumaron a su herencia la sometida sangre

que reduce a un clamor sus emociones. Vive y muere en su jaula cada día. Reproduce en su lánguida mirada el verdor de los bosques al pasar, mientras la legendaria caravana

se arrastra en degradante dependencia. Por distintos caminos

hace oír un rugido de impotencia.

El cielo, el sol, la tierra, todo cae en retazos,

cortado por las rejas, igual que su albedrío. Bullen en sus arterias muchas ansias

que él mismo no interpreta. Hay un dolor sombrío que persigue

una elusiva meta.

El circo es una historia de ignominia y condena; cada jaula que engancha es cárcel de una pena.

Ha comenzado el acto. Al león oprimido

ya se le hizo rutina el látigo chasqueante. Recibe una barata golosina

si se muestra sumiso y claudicante. Llega al fin el climático momento en que prueba vencida su fiereza

cuando en la boca laxamente abierta el domador apoya la cabeza.

Aún entonces, no es más que un instrumento que solo puede dar una mecánica

intensidad a cada movimiento. La gente aplaude y grita: ¡Bravo! ¡Bravo!,

y el pobre león abúlico los mira, humillado y servil, como un esclavo.

Humanidad doliente y abatida

como el león del circo; nacida en cautiverio y reprimida;

Espectáculo triste y mal premiado; tu domador satánico te ofrece

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la inicua golosina del pecado. De lejos te han mostrado un paraíso

esquivo a tus anhelos. Las rejas que te encierran fraccionaron

en tajadas el cielo. Tu historia ha aparentado bullicio y colorido;

¡pero cuánto dolor contuvo el circo en los siglos vividos!

Satanás se sonríe complacido; has actuado tu parte bajo látigo

y él piensa que ha vencido. Como quien da lo mas, a sangre fría

te paga un vil salario con mezquinos bocados de alegría. Pero ya llega el tiempo bendecido en que tu causa será procesada

por un León que nadie ha reducido, por un Rey al que nadie vencerá.

El sabe lo que sientes y no en vano se llama en la infalible profecía

el León de la tribu de Judá.

Nostalgias

Amigo Tiempo, ¡cómo has envejecido! Perdona mi franqueza, te encuentro austero y serio,

pero me alegro de que no has perdido tu extraversa manera

de comentar y enfatizar las cosas. Sería terrible haberte hallado parco.

Además de maduro y pensativo. Hoy como ayer tu obra es minuciosa;

veo tus huellas en las rejas herrumbradas, en la sazón y el color del trigo.

Tienes un aire triste.

Yo también he cambiado y sin embargo me reconociste.

Disculpa, no he querido eludir la respuesta; me distraje pensando...¡Ah, sí...!

Me mencionaste a los niños alegres que corrían conmigo

las calles de este barrio en tardes como esta. Había sed de distancia en nuestros pies pequeños.

Dos de ellos ya duermen en el polvo, sus carnes son cenizas como de ardido leño.

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Escucha, el mar recita el mismo soliloquio. ¡Oh...! si yo no supiera que tú cuentas con ellos

al planear el mañana, no tendría el deseo de volver a estas calles

y preguntar quien vive detrás de esas ventanas!

Mis huellas y sus huellas las encentro de nuevo. ¡Tantos pies han pasado tratando de borrarlas!

¿Hace cuarenta años, me decías? Yo había hecho las mismas deducciones.

Pues, entonces el barrio no entendía la palabra nostalgia y sus connotaciones.

Tú y yo éramos distintos (o a mi me parecía).

Me empinaba en puntillas para tocar tu barba y reíamos juntos de cualquier tontería.

Me lo dijiste ya, pero repítelo; (pesa en mi corazón lo que se ha ido). Me hace bien escuchar que está seguro el galardón de los que se han dormido.

Gracias, amigo Tiempo, por detenerte un rato. Tengo que irme ahora. Al dar vuelta la esquina

esconderé esta vieja colección de retratos y empezaré a llamar de puerta en puerta

para hablar del mañana, de la esperanza cierta

de tantas realidades no lejanas. Nadie sabrá que siento estos recuerdos como una aguda y pertinaz neuralgia,

en tanto se derriten en mi boca tus agrios caramelos de nostalgia.

En Pocas Palabras

Hay algo inimitable que el hombre encuentra en todo lo que es puro, genuino, añejo;

algo que está en el vino cuando se asienta y en los hondos cariños cuando se hacen viejos.

El tiempo inexorable sigue su marcha

dejando en nuestro pelo su blanca escarcha. En los serenos años de nuestro ocaso,

cuando se hace más corto y cansino el paso, es la voz del amigo que no se olvida un hálito que infunde vigor y vida.

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Y las palabras puras, llenas de aprecio, que son perlas legítimas, bien avaluadas,

se abren camino corazón adentro, al cofre de las cosas atesoradas.

Asamblea “Servicio Sagrado”

Cuando se oyó decir que estaban contratando barcos para venir, el Paraná Guazú, que pasa largos días adormecido en su vaivén, sin ninguna emoción nueva, levantó la cabeza y repasó mentalmente su historia. ¡En toda su larga experiencia de mecer naves, nunca

había tenido una alegría igual! Llegaron deslumbrados, saliendo de un túnel a encontrarse con el resplandor del sol. ¿Por qué no iban a regocijarse los caminos y las lomas que los vieron pasar si era el

mismo Hacedor de la Tierra quien les había hecho señas para que vinieran? ¿Qué tenía de extraño que el río suavizara su respiración agitada y los cargara

blandamente, cuando venían a alabar al Autor de los ríos? Las estrellas se hicieron guiños entre sí y en el espacio sideral se difundió el comentario

de que algunos viajaron día y noche para paladear la dulzura de un mensaje. Los bosques se pusieron en punta de pie para verlos mejor. Los pinos difundieron en el

aire la exquisitez de sus resinas. Las palmeras extendieron sus ramas en señal de bienvenida. El Uruguay abrió su corazón y sus casas para recibirlos.

El viento sintió una vez más justificada su existencia al esparcir los ecos de sus cánticos. Porque cantaron como si se les hubiera dicho que por siglos no volverían a cantar juntos.

Acariciaban cada libro nuevo como si fuera la última carta de amor que esperaban recibir.

Midieron su corazón con el de Josías. Vieron a Nabucodonosor humillado por la integridad de los tres hebreos. Reconsideraron maneras de honrarse mutuamente. Salieron

resueltos a enaltecer sus días y sus noches en servicio sagrado. Un ángel de ojos tiernos guardó las entradas y las salidas mientras que el mundo,

detenido afuera, trataba de ocultar entre harapos sus señales de lepra. Gog, crujiendo los dientes, les salió al encuentro profiriendo amenazas y les quitó los

libros en los puentes, valiéndose de las fronteras que Dios no señaló. Creían que habían hecho del pueblo de Jehová en esa tierra un cuerpo desmembrado.

Por eso cuando lo vieron unirse, levantarse y cubrir distancias, igual que los pájaros ante la convocatoria de la primavera, se sintieron avasallados por el estupor.

La algarabía de ellos era la de los salmones cuando se reencuentran con su cardumen después de haber estado aislados y confundidos en aguas extrañas.

¡Dejaron tanto y se llevaron tanto! Fue ese tipo de trueque que el materialismo no conoce, en que aquel que más da es siempre el que más retiene.

Se despidieron con lágrimas. Volvían a sus tierras llanas, donde nombrar a Jehová ha llegado a ser un crimen. El vacío quedó rico en sonrisas y recuerdos. La ausencia de ellos

no fue un despojo, sino una bella realidad convertida en historia. Los amos temporarios de la tierra nunca los dejaron volver en masa. Pero los lazos de

amistad y amor que forjaron quedaron ilesos. Cuando lo cruzan nuevamente en pequeños grupos, el Paraná Guazú revive la emoción de aquellas horas. Cuando los ven

pasar por nuestras playas, los pinos los recuerdan todavía.

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Betel En Cautiverio

Aquella mañana de septiembre, los que vinieron a cercarla se levantaron antes que el sol. Se adelantaron a su luz, se identificaron con las tinieblas.

Era un pasaje más de nuestra guerra. La dejaron amordazada, apaleada e inmóvil. Así la vimos cuando salimos a reconocer el daño. Así quedó, prisionera en su propio predio.

Tuvimos que alejarnos de ella con el dolor de los que miran a una mujer hermosa, resplandeciente en dignidad, encadenada y entumecida, sin poder liberarla.

Pensaron que por sus heridas se le iba a escapar la vida. Lo que Dios ha creado se modifica en apariencia, pero no en substancia; se transforma, pero no se pierde, desaparece de la superficie, pero sigue integrado al conjunto. Es lo

mismo que sucede en el bosque: lo que cae a tierra es absorbido y usado nuevamente. Cada átomo tiene un destino y una razón de ser. Lo que muere alimenta a lo que queda

en pie. Los que la agraviaron atravesando sus puertas con papeles sellados no saben que sus

paredes cantan al mínimo roce. Conservan la voz de los ungidos y las palabras de gratitud de muchos futuros herederos de la tierra.

Estábamos acostumbrados a su pulso saludable y a los latidos intensos de su corazón. Ahora, al volver a ella, la encontramos abatida y silenciosa. Su respiración apenas se

percibe. Sus pulsaciones han disminuido. La incertidumbre ha profundizado sus ojeras. Añora a los hijos jóvenes que apoyaban la cabeza sobre sus rodillas. Sueña con el día en que volverán para quedarse. Sabe que la mirarán con amor, animándola a incorporase y a sacudir el polvo de sus ropas. Sabe que recobrará su andar apoyada en los brazos de

ellos. Mientras tanto espera, sin proferir un quejido, sin un gesto de rebeldía. Las bandadas de palomas que el cartero soltaba en sus puertas cada día hoy huyen en

distintas direcciones. Los que venían a beber sus aguas surgentes hoy tienen que buscarlas en napas

subterráneas. Hasta su silencio y su inercia infunden inspiración. Sus cicatrices son un sello de belleza

y un certificado de integridad. Los hijos encuentran hermosa a su madre envejecida porque leen un renglón de historia

en cada surco de su rostro. Nosotros amamos en ella la sombra del pasado y el resplandor del futuro.

Carta A Un Poeta Misionero

Algo en mi se conmueve al escuchar tu nombre. Me hace feliz, hermano,

saber que tus esfuerzos se suman a los nuestros en el bregar cristiano.

Tus cuartillas en blanco, bostezan en el ocio de un lugar secundario.

Estás volcando tu tenaz desvelo al material humano de tu actual poemario.

Hoy grabas corazones

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con la cuña afilada del espíritu santo. Hablarán por sí mismos en horas decisivas,

probando la potencia que infundiste a tu canto. Tu mensaje ha cuajado dentro de muchas mentes;

se alejarán llevando tu vital grabadura. Cada uno de ellos será un salmo viviente

que te saldrá al encuentro en la vida futura. En variados paisajes

te han visto persiguiendo tu declarada meta, y mientras imprimías tu huella en los caminos,

tu corazón manaba tu música secreta. Dentro de ti se agita,

el poeta enjaulado que quiere hacerse oír. Pero es tiempo de lucha y no de arrullos

y el fragor de la calle lo vuelve a reprimir. No te despidas de él, vive y respira, su pulso está en tu mismo corazón.

Se asoma a las ventanas de tus ojos, esperando algún día concretar su expresión. Todas las piedrecitas valiosas que guardaste, él habrá de hilvanarlas con hilos de canción.

Tus mejores momentos, los capturó en un cuadro con tintas de emoción.

Los filones de oro de tus temas, aflorando en la era por venir, reflejarán escenas inefables.

Muchos oídos ávidos recogerán tu voz y tu sentir. En tu sangre hay un cisne que dormitando espera

mudo en la soledad. Cuando llegue el prodigio de tu lírica siega, estallarán tus cercos en rosas de amistad.

El Bien Que Hacemos

Ese gesto sencillo, esa pequeña muestra de amor que floreció

sin reaclamar lisonja o recompensa, Movida por al pura razón que la inspiró;

aunque nadie la advierta, aunque ningún registro la pueda acreditar,

A los ojos de Dios te identifica; Él ama al que con gozo aprende a dar.

No importa que tu nombre No brille conectado con el hecho.

No importa que te ignore el que sacó provecho.

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El logro en sí es tu mejor ganancia, aunque no haya trompetas que suenen al pasar.

Dios no le puso rúbrica a las altas montañas. No hay placas con su nombre

Reclamando autoría a la orilla del mar. Sus obras son lecciones inefables, mensajes descifrados en silencio

que se revelan dentro de nuestro corazón; pruebas irrefutables que afirman su existencia

con un énfasis mudo que apela a la razón. Jehová es un eminente economista,

le ha dado a cada cosa finalidad y valor. La hojarasca amarilla y la corola marchita

Nutren la tierra madre que da vida a otra flor.

Un pájaro ha caído, su cajita de música por siempre se trabó.

Pero aún tiene parte en el mundial concierto, en la cadena viva en que se eslabonó.

Su cuerpecito muerto enriquece la tierra; las lombrices la horadan para hacerla absorbente,

y abren paso a la lluvia que llega a las raíces de un árbol que cobija más pájaros vivientes.

¿Ves que nada se pierde? Cada cosa que hacemos tiene una consecuencia.

Aun el más pequeño impulso hospitalario Puede garbar mensajes en alguna conciencia.

Tu amor te beneficia a ti primeramente, sus dividendos son compensadores,

al lubricar tu mente con su miel escondida Afirma el basamento de otras obras mayores.

En esta misma hora en los valles soleados y en las tupidas selvas que el hombre no exploró, ¡se abrieron tantas flores donde nadie las mira,

Cantaron tantos pájaros y nadie los oyó!

Jehová

Yo trataba de ajustar mi equilibrio a la línea del tiempo.

Sin comprender miraba las pasadas edades, cuando te descubrí en el horizonte, majestuoso ante dos eternidades.

A tu izquierda, el pasado es un montón de folios escritos y archivados.

El futuro a tu diestra,

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es una roca virgen esperando el diseño que tu mano maestra con su cincel certero se apresta a modelar.

Entre el tiempo vivido y la extensión inmensa del tiempo por llegar,

Tú eres el vigía irreemplazable en este puente que se llama HOY.

Contemplando el milagro continuo de la vida, en tu presencia estoy.

Sobre tu nombre descansó mi oído, antigua y fascinante caracola

que desbordó de música mis días. Mis pasos no vacilan ante el vértigo;

ninguna encrucijada me desvía. Aquella línea incierta es un camino que se interna sin fin en el futuro.

La sombra de tu mano es un refugio para siempre seguro.

Ahora, siembro en los surcos que tu arado labra.

Ahora y para siempre, tuya ha de ser la última palabra.

Mundo Trastornado

En las arterias de la civilización corre petróleo, y los peces salen a suicidarse en masa

porque ya no conocen su río. Los pájaros sufren a ras de tierra

porque ya no pueden respirar en su cielo. los árboles palidecen, como si no esperaran nada más.

La luna nos espía con recelo, marcada por pisadas invasoras.

¡Y el hombre habla de paz!

Han roto los planos de las casas viejas, aquellas casas simples, casi sin cerraduras,

donde con voces calmas se hablaba la verdad. Siempre había gente en ellas, siempre había amor en ellas,

el hogar allí era realidad. Ya no quieren los moldes de hacer pan,

ni los cánones viejos para criar sus hijos. Pocos de ellos han visto trabajar un arado ni esparcir la semilla en el surco prolijo.

Arañan los oídos con su música;

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hieren el corazón con sus palabras. Ya no les queda tiempo de hablar con los abuelos.

Viven atropellándose en camino a la tumba. Le ven razón tan sólo a lo que toca el suelo.

Hacen casas mezquinas, donde no caben niños. Inventando argumentos y razones, traen sus hijos al umbral del mundo

y les niegan la dicha de nacer. Invocando derechos y funciones,

les hurtan hasta el nombre que debieran tener.

Cuanto más se apiñan en sus ciudades más solos están. Cuanto más corren, más tarde llegan.

Cuanto más juran, más olvidan el honor. Cuanto más ríen, menos alegría tienen.

Cuanto más se besan, más se alejan del amor.

¿Adónde van? Ni siquiera lo saben. No les gusta que se les hable de la muerte.

La verdad se diluye entre sus labios. Le llaman Diplomacia a la mentira; al odio y la vergüenza Desagravio,

y a las cenizas Inmortalidad. Se precian de ser libres mientras luchan

ahogados en la red de Satanás. Planeando traicionar lo que prometen se jactan de que van a darnos paz.

Al margen de este enredo deplorable,

hay un pueblo que sigue el designio divino. Vienen de todas partes con los pies magullados,

heridos por las piedras de todos los caminos, marcados por el látigo de todos los tiranos, llagados por el roce de todas las cadenas.

En súplica levantan hacia el cielo las manos. Ninguna fuerza puede invertir sus destinos.

Marchan hacia una aurora inextinguible, cantan un nuevo cántico penetrante y veraz.

Son súbditos de un Reino para siempre invencible. ¡Ellos tendrán la paz!

Coplas Grises

Si una esperanza querida a tu paso se derrumba, no te pares a llorarla,

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pon una flor en su tumba.

Lo que cae no fenece aun si se integra al suelo. Los ojos no lo perciben

pero existe para el cielo.

¿Acaso el grano de trigo no se deshace en la tierra para dar vida a la planta

que potencialmente encierra?

Aunque se haya hincado hondo la espina, espera y canta. Deja que la adversidad

se haga trino en tu garganta.

Y ya verás cómo un día, sentado sobre su tumba,

sonríe resucitado el sueño que hoy se derrumba.

El Puerto

Puerto de mi ciudad inolvidable, te has hecho sucursal de la nostalgia. Mientras Montevideo bulle y sueña,

llenando de reflejos la bahía, te copias a ti mismo muchas veces reproducido en las memorias mías.

Muy atrás en los días del pasado,

mi anhelante impaciencia cubría la distancia antes que el barco desflecando los bordes de la ausencia,

para hallar en tu marco los cariños a mi alma más cercanos,

figuras y sonrisas, la cálida ternura de las manos,

el intercambio grato de las noticias.

Pañuelos, manos, barcos y sirenas, todo eso hace un puerto. Pero un día implacable

la niebla se adelanta desceñida, desdibujando todo, disolviendo perfiles,

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aislando las presencias, enfriando la vida.

La muerte es niebla espesa; la muerte se los lleva,

y el puerto va llenándose de rostros prescindibles. Lo cruzan marineros hablando en otra lengua,

oscura, incomprensible. Llegan trabajadores que solo se interesan

en tormentas amaras y señales. Invaden los turistas que no saben

que ocupan el espacio donde estuvieron fijos los pies de los que amábamos, esperando una nave.

Ahora todo es distinto, llegadas y salidas.

¡Ya faltan tantos rostros en el puerto y sobra tanta niebla en nuestra vida!

La fe canta en mi oído:

-Jehová tiene un gran puerto donde hay sol y gaviotas, donde hay anclas plateadas.

Se levanta en la cuenca del tiempo transcurrido; a él convergen todas las épocas pasadas. Allí, los habitantes que Sheol desaloje,

sin ningún equipaje, cantando arribarán. Nadie errará el camino; no hablarán de naufragios;

los guiños de su faro de lejos se verán. Será un puerto sin niebla, sin rostros que se borran; un puerto en que los barcos jamás querrán partir; que seguirá llenándose de todos los que lleguen;

un puerto del que nadie nos ha de despedir.

El Austero Deber

El deber cotidiano no se viste de gala, es un obrero pulcro con un traje de brin;

no busca deslumbrarnos con lucida apariencia ni trae cascabeles que ahuyenten el esplín.

El vaivén de los días es monótono y serio; todo en ello no puede ser feliz novedad;

los momentos brillantes que iluminan la vida son ráfagas que tiñen de luz la adversidad.

Tenemos que ganarlos con muchos días opacos

y con los altibajos de un continuo bregar. Rutina y Disciplina son dos damas severas

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que se toman del brazo en su incesante andar.

Como hace muchos años que controlan mi vida, puedo bromear con ellas sin molestarlas mucho.

Si se ponen pesadas las miro con mal ceño; si razonan conmigo me callo y las escucho.

Son un mal necesario, un dique que contiene nuestro impulso anhelante hacia la novedad. Son un canal exacto que salva nuestros días

de dispensar su cauce en la futilidad.

Se hacen impertinentes y a veces desabridas, nodrizas exigentes que saben educar.

Tienen la mano firme, y nos enseñan tanto, que luego, con el tiempo, las llegamos a amar.

Desafío

Muerte estás de nuevo allí, junto a la puerta, callada y en asecho.

¡Qué rencorosa terquedad se encierra en tu cerebro estrecho!

Fuiste sin duda un desdichado engendro; el nombre de tu padre era Pecado y el nombre de tu madre Rebeldía.

Entraste al mundo tempestuosamente. Cuando el Dios verdadero fue injuriado

invadiste el Edén con osadía. Tu niñez delincuente

nada supo de globos ni juguetes; nadie te dio cariño o golosinas; a nadie le pediste un barrilete.

Con los pies chapaleabas barro humano; Tu risa helada resonaba cruel.

En las lagunas de sangre navegaban tus enclenques barquitos de papel.

Sé que estás resentida porque te abren las puertas a desgano;

porque nadie te dice “bienvenida”; porque ninguno te ha llamado amada;

porque nadie desea tu sonrisa sombría y desdentada. Por tu falta de lógica

cuando llegas lo simple no se entiende. De pronto se hace absurdo que se fabrique guantes

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o que el vecino compre un automóvil, o que la gente ría como antes.

Solamente has tenido el inestable amor de los suicidas.

Tan solo te han llamado los que sufrían sin tregua arrastrando la vida.

Quizás algún demente te haya dicho que te veía hermosa,

pero nunca has tenido a alabanza sincera y generosa

de los equilibrados. Si tu oficio merecía la limosna de un cumplido, fue cuando te llevaste a lo violentos

y a los parias del vicio, ciegos y consumidos.

Cuando Jehová descuaje tu aguijón asesino, sus manos invencibles

harán crujir tus huesos descarnados y te iras escurriendo

sin gloria ni retorno hacia el pasado. Como todo insaciable, vas a salir perdiendo.

¡Entonces prueba tu tenaz guadaña para guardar el puño que te frena!

¡Intenta liberarte del agarro del brazo que los tuyos encadena! ¡Ve si logras doblar su cuello férreo

o descalzar tu bota; y levanta la mano si puedes,

con la cadena rota!

El Hijo Esperado

Viene desde ti misma y te reclama; en tu sangre se afianzan sus razones.

Ya tiene herencia, identidad y derechos; gravita en tus futuras decisiones.

Desde que existe en ti jamás podrías por ningún bien mundano renunciarlo.

No toleras estorbo que amenace la deslumbrante dicha de lograrlo. Tu mano se hace rítmica meciendo con ternura la cuna que lo espera.

Un misterio sutil te está envolviendo, su presencia es real, casi dirías

que sus ojos te miran desde adentro.

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Las Palabras

Señor Dios, ¿no te molestan los insectos, verdad? No es posible que tu excelsa majestad se perturbe

Por causa de un bichito intruso, que no hace ruido, ni clava un aguijón; que ni siquiera se mueve de acá para allá; que sólo quiere arrinconarse sin ser visto para llenar sus ojuelos

de visiones vedadas. He sido muy audaz al penetrar con la imaginación en tu sala de audiencias. Ansiaba

tener la impresión de lo que son tus asambleas de ángeles, cuando coros de millones de voces te aclaman con melodías irreproducibles en la tierra. Internándome en el pasado he llegado hasta el tiempo e que tú eras el único ser en la eternidad y abarcabas en tu

mirada el espacio infinito, vacío de toda vida fuera de la tuya. Me he estremecido pensando en el día maravilloso cuando tuviste frente a frente la primera copia de ti mismo. ¿Cuál habrá sido tu primer saludo? ¿Con qué exquisita

palabra de bendición le diste la bienvenida al primer ángel? ¡Era grandioso lo que estaba sucediendo en aquel momento, cuando llegaste a tener con

quien hablar! Tus palabras pusieron en movimiento el mecanismo universal de la comunicación. Desde ese día las palabras, tan pequeñas, tan flexibles, han llegado ser

instrumentos poderosos tanto como para edificar como para demoler. Son agentes de publicidad de la reflexión; vehículo de transporte de la idea; voceros del

sentimiento recóndito que necesita encontrar correspondencia en los demás. Me fascina imaginar ese instante en que nació de tu boca el don del habla, porque amo las palabras y son parte esencial de mi vida. Jugar con piedras preciosas no podría ser más deslumbrante, porque con las gemas no se pueden componer pensamientos. Pulir diamantes no puede ser más satisfaciente que pulir las palabras y hacerlas revelar sus

escondidos mensajes. Se unen igual que las hormigas, transportando pesos muy superiores al suyo. se hacen

secretas señas entre si para darse un sentido de orientación a fin de llegar todas juntas a destino. Hay grupos de palabras que han resultado heroicos, inconmovibles, sosteniendo a través de los siglos una afirmación para no dejarla caer en el olvido, ni ser corroída por

la ambigüedad, ni ser avasallada por la mentira. En las grandes declaraciones aparecen en maravillosa formación, como soldados al

mando de un comandante. Ocupan su lugar sin titubear, como la guardia de un palacio. Y nadie puede dispersarlas ni alterar aquel orden, tal como sucede en los Diez

Mandamientos, el Padrenuestro, en la invocación final del Apocalipsis. ¡Tengo tanto que agradecerles! Corren en tropel cuando me ven a solas, llenando de

sugerencias cualquier vacío. Se buscan y se saludan aun a considerable distancia cuando riman. Si están de acuerdo pueden iluminar los oscuros corredores de la historia, obrar como interpretes de la ciencia y hacer huir las tinieblas. Si están en descuerdo y luchan entre si, pueden eclipsar toda la luz que haya alrededor, borrando la frontera entre la

realidad y la ficción. ¡Gracias, Jehová, por aquel día en que la comunicación fue inaugurada para dialogar con

el primer ángel! Sin las palabras seriamos piedras sueltas que ningún cemento podría unir; islas incomunicadas que jamás formarían un continente. Sin ellas tendríamos la

tristeza de los árboles solitarios en los paisajes áridos, que extienden sus raíces alrededor, sin encontrar ninguna otra raíz que se alimente cerca de las suyas.

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Análisis

No duermas esta noche sin dar gracias si dialogaste en paz con tu conciencia,

si puedes sonreírle a tus recuerdos y entiendes la razón de tu existencia.

Quizás fue un día simple, sin grandes alegrías, sin ningún sacrificio.

Quizás sólo hubo un hecho humilde, inadvertido,

que añadir a tu foja de servicio. Si esa cosa pequeña,

puso un toque de gracia en tu faena, fue un día bien vivido, ¡Todo valió la pena!

Si pronunciaste el nombre del Dios vivo refutando el desdén del que reprueba; si hablaste con amor de sus promesas afirmando la fe de los que aprueban; si encendiste elevados pensamientos en la desolación de alguna mente;

si compartiste la pesada carga de un alma que clamó desfalleciente; si derramaste ungüento de palabras sobre la carne que quemó el dolor;

tu tiempo es un esclavo bien comprado que atiende tus asuntos con honor.

Tal vez alguien que oyó de ti el mensaje

cerró los ojos en un curso fiel. Tal vez un hijo tuyo íntegramente

mide sus pasos en un mundo cruel. Quizá hay quien siembre la verdad del Reino

con semillas tomadas de tu mano. ¡Da gracias por los días transcurridos!

¡No estás viviendo en vano! Pero si nada de esto entra en tu análisis,

tu tiempo es un esclavo enfermo y amargado,

que gime atado a un poste porque no fue comprado.

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Invierno

Ternuras añoradas mientras la lluvia cae; recuerdos evocados bajo los grises cielos. Los pájaros se fueron a buscar el verano;

los nidos que dejaron se pudren en el suelo.

Revolviendo cajones surgen las viejas fotos que guardan la nostalgia de los días lozanos.

Una carta amarilla el corazón oprime y la arena del tiempo se siente entre las manos.

Entonces la esperanza, con sólido argumento,

refutando la austera tesis del sentimiento, deposita la intensa, amada expectativa,

más allá del paisaje, más allá del momento, en la soleada senda que conduce al mañana, mientras el viento aúlla detrás de la ventana.

Lo Llamaban Ganastengo

Ganastengo era un muchacho que mucho se proponía y sin querer se olvidaba de las ganas que tenía.

Aunque su accionar no era dinámico ni preciso,

de veras que le atraía vivir en el Paraíso.

Esperaba con anhelo los días de las reuniones...

si no estaba muy cansado o le dolían los riñones. Preparaba el portafolio

para ir de puerta en puerta y algo tenía que pasar;

Satanás siempre está alerta. Si un amigo de la infancia

llega para conversar, el se queda con las ganas

de salir a predicar. El hermano Servicial

con deferencia lo invita a emplear un par de horas

en rutas y revisitas.

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Tiene que buscar excusas, (¡Qué bochorno, qué mal rato!)

porque se juega el partido que define el campeonato.

Después de almorzar el sábado va a subrayar la revista, pero la siesta se impone;

¡no hay titán que la resista!

Para completar las cosas viene el “súper” de circuito

con unas diapositivas que prueban lo que está escrito

¡Y las da el sábado veinte, (la suerte es siempre ladina)

cuando se casa Pirulo, compañero de oficina!

Unos parientes mundanos sus vacaciones planean.

¡Qué injusticia! Estará lejos al tiempo de la asamblea. Los viejitos, los enfermos, ¡qué ganas de visitarlos!

Dios sabe que el tiempo es corto; de nuevo hay que postergarlo.

Es doloroso sentir la vida tan complicada, y tanto desear hacer

y nunca completar nada. Llegó el día impostergable

cuando el fin de veras vino, ¿Lo vieron a Ganastengo o se quedó en el camino?

Nuestro Continente

Escucha... hay un sonido metálico en el aire. Los árboles altivos se estremecen.

el que ha de pedir cuentas está afilando el hacha ejecutora.

Nuestra conciencia siente la densidad y el peso de esta hora.

El mar que nos rodea revuelve lodo y cieno.

El viejo mar humano se enerva y se resiente;

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contenido en su límite no puede arrancarnos de nuestro continente.

El Dios que hizo la luz en las tinieblas;

el que creó la tierra de la nada; el que horadó el silencio del espacio

con el vivo fulgor de la palabra; el que subraya el dicho con el hecho; el que restaura fuerzas al cansado; el que aparta peligros en asecho;

el que llama posible a lo imposible; el que nunca doblega la ancha frente

ni rinde el corazón al desencanto; el que puede decir honrosamente:

“Llegaré a ser lo que yo quiera ser”; (Éxodo 3: 14)

Él le dio forma a nuestro continente, ¿quién podrá sus mojones remover?

El aire de este mundo

tiene olor a basura amontonada. La brisa fresca y limpia de nuestro continente

restituye las fuerzas agotadas.

Aunque el mar se enfurezca en las orillas, aunque suene terrible su amenaza, aunque veas los árboles más fuertes rendirse al huracán que los arrasa;

quédate firme en nuestro continente. Cuando estos días aciagos se hayan ido empezará a expandirse inmensamente

y a cubrirse de fruto bendecido.

La Muchacha De La Fábrica

El reloj anda lento durante la semana, ¡lo miro tantas veces en el correr del día!

Afuera el sol de oro derrama sus caudales; adentro la penumbra y la monotonía;

el andar de las máquinas siempre al mismo compás; los obreros hablando de mil cosas triviales; el tiempo que se aleja y nunca vuelve atrás.

Allá junto a las costas, los pinos perfumados acunan en sus ramas las horas del verano.

Aquí, día tras día mi juventud vibrante

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se desgasta en el roce del quehacer cotidiano. Son las seis; mi hermanito ya volvió de la escuela;

mamá trajina en casa preparando la cena. Ah...! si papá vivera todo sería distinto;

no habría cuentas pendientes para cada quincena.

Tengo dieciocho años... (se ha enredado el ovillo.) menos mal que hoy es jueves, esta noche hay reunión.

Siento una sed tan grande de luz y de paisajes, que cuando canta un pájaro me duele el corazón.

Jehová, guarda tus bosques, cuida el mar y los ríos; te encomiendo las aves para el tiempo preciso en que seremos libres. Tú estarás vindicado.

la tierra, hoy sucia y triste, ya será un paraíso. No dejes que perezcan las preciadas semillas

que guardan en potencia las flores que presiento. Quiero entrar en las grutas y remar en los lagos,

palpar la tierra arada, reír de cara al viento. Cuando vuelva mi padre le diré satisfecha:

-Este es el hombre es el niño que al morir nos dejaste. Hubo pan en la mesa; hubo lumbre en la casa;

conservamos unido el hogar que formaste. Yo sé, no falta mucho. Tú nos darás las fuerzas

para que no cedamos bajo la gran presión. El deber nos demuele, el mundo nos anula.

La vida sólo vale si Tú eres la razón.

La Duda

Al entrar en el íntimo recinto tuve la sensación de otra presencia;

ojos que se atisbaban chispeando en la penumbra y una sombra alargada buscando mi conciencia.

Al recobrar la calma me detuve a observarla: su cuerpo de gusano flexible y pegajoso se insinuaba sin gracia bajo la ropa gris.

Sus manos se crispaban en un nudo nervioso; sus piernas vacilantes se veían al trasluz.

Balbuceó unas palabras nerviosas e incongruentes y se cubrió los ojos cuando encendí la luz.

-“Dime cómo has podido

violar mis cerraduras y traspasar mi umbral”. -“Basta una simple grieta. Me escurro y me comprimo;

yo no tengo columna vertebral”. Traía un pomo de ácidos para apagar colores;

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taladros y barrenas listos para horadar. Con actitud felina descolgó el cuadro grande

del nuevo Paraíso y empezó a desclavar. Lo iba a sacar del marco cuando agarré su puño

y se lo hice soltar. Tomó libros de ciencia y de filosofía; hizo una pila alta y la fue a colocar

encima de la Biblia, para que se me hiciera difícil su eminente consejo consultar.

Me nombró a mis amigos con sorna intencionada; protesté duramente y la llamé falaz;

y cuando envolvió el nombre de Jehová en sus agravios no quise escuchar más.

Llevé mis argumentos a un punto irrefutable; su faz se tornó lívida; su voz enmudeció.

Se deslizó en la brecha que al entrar perforara, y nunca más volvió.

Amistad

¿Puedo quedarme allí sin hacer ruido, donde están tus más altos pensamientos,

al borde del altar que edificaste al Dios supremo, dueño de mente y Soberano de tus sentimientos?

Déjame estar allí, junto a las cosas dignificantes y claras, inmovibles y puras;

donde están los recuerdos de tu infancia; donde las horas cumbre de tu vida perduran en esencia y en fragancia.

Justo allí, donde brota la catarata de ese amor cristiano

que fluye generosa al que se inclina para beber del cuenco de tu mano. Donde está tu avidez por el paisaje

por las palabras que rebalsan música, por los barcos que embisten el majestuoso oleaje.

La amistad es un don, el más completo que alguien pudiera compartir contigo.

¿De qué vale un padre si tu amistad rehuye? ¿De qué te sirve un hijo si no se hace tu amigo?

Quiero pisar muy suave para entrar en tu mente

sin irritar heridas, sin despertar un pensamiento adverso,

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y esparcir en los surcos que me brindes las semillas de paz que hay en mis versos.

Gracias por ese gesto que franquea la entrada. No sé explicarte cuán feliz me siento a la sombra de todo lo incambiable, lo que hoy desborda de tu corazón.

Y mientras tú me cuentas tus gozos entrañables, o vuelcas en mi oído tu pena y desazón,

seguiré sin desmayos construyendo este puente, desde los inexpresado hacia lo inexpresable,

que surge tramo a tramo de mi tenaz canción.

Despedida

Tu pájaro mecánico conquistará la altura; su ronquido mecánico te infundirá emoción.

cuando horade el espacio con sus alas estáticas, su estructura de acero

latirá acompasada como tu corazón.

Millones de alas tiesas se elevan cada día impulsando en su vuelo el cuerpo de un avión.

El tuyo está marcado, los ángeles vigilan su invalorable carga de vidas dedicadas

desde su astral región.

Volverás con la mente radiante, enriquecida por recuerdos amados y llenos de esplendor.

Que esta experiencia quede en relieve esculpida difundiendo dulzura en tu fuero interior.

En Algún Lugar De Cuyo

En un rincón de Cuyo, cuyo nombre vuelve frecuentemente a mi memoria,

viven con sus desvelos y altibajos, los personajes de esta simple historia.

El dirigente Julio Buenas Obras, precursor especial, sin más membrete,

llegó con su fardito en una moto lo demás vino por camión de fletes. El pueblo se agitó con su presencia.

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Se hablaba de él en plazas, en esquinas, en reuniones de club, mesas de bares, en charlas de zaguán y en las cocinas.

Algunos comentaban resentidos: -“Viene a sembrar discordia y confusión.

a cuatro mil trescientos habitantes les alcanza una sola religión.”

El cura Antonio, sin rival notorio, de las damas beatas consejero, se persignó tres veces aterrados

cuando empezó a estudiar el carnicero. Julio iba semana tras semana

a la casa de Carmen Piedrabuena, quien crió cinco hijos, viuda y sola, lavando y remendando ropa ajena. Ella permaneció firme y resuelta,

fue una columna en la congregación, lo mismo que Jacinta, cuyo esposo

levantaba los techos con su ira al verla regresar de la reunión.

Se inquietó por Pepita, modista fina, que hacía muchas preguntas del porvenir.

Estudió cuatro libros sin decidirse; ¡siempre había una novia para vestir!

El hijo de un famoso bodeguero, licenciado con mérito en Derecho, pidió todos los libros disponibles

y se tomó el estudio muy a pecho. Pero pasado un tiempo se retrajo; las leyes de la Biblia lo turbaban. Prefirió la justicia de este mundo

y las pingues ganancias que otorgaba. El primero en salir de casa en casa fue Jesús Pintos, antes monaguillo.

La gente lo escuchaba con asombro; ¡no venía a pasarles el cepillo!

Los estudiantes fueron siempre variados. Hubo obreros, maestras, niños y viejos.

El coronel Valverde, culto y afable, apreciaba la Biblia y su buen consejo. Pero luego no quiso dejar la espada

para cuidar su viña y labrar su huerta. No le atraía la idea de ir sin galones

difundiendo un mensaje puerta por puerta. Un fruto muy feliz de sus afanes fue Silvana Maciel, la peinadora,

quien restándole tiempo a los ruleros llegó a ser eficiente precursora.

Muchos llamados, pocos escogidos... tres años laboriosos se esfumaron.

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Los pájaros gorjearon junto al río cuando Julio y Silvana se casaron. La sencilla fiestita fue memorable: empanadas caseras, vino cuyano,

Sopaipilla* y arrope, guitarra y zambas, rostros resplandecientes de amor cristiano.

Caminando entre nítidos viñedos, mirando a la nevada cordillera,

allí están predicando con viento zonda; con lluvia y sol; invierno y primavera. El valiente grupito se esfuerza y crece;

son la sal de esa tierra, antorchas vivas, que lucen en la triste noche del mundo; las tinieblas se apartan y las esquivan.

El cura Antonio sigue siempre elocuente, domesticando almas según su estilo;

y Pepita Contreras cose que cose; ¡el fin la va a encontrar cortando hilos!

La indiferencia bosteza; la oposición gruñe y gime; la verdad de Dios avanza

y la gente se define. Así se desliza el tiempo

en aquel rincón de Cuyo, donde cada uno vive

entretenido en lo suyo.

*Nombre de la torta frita en la región de Cuyo

Imágenes

Esta tarde, quieta y diáfana, bien pudiera ser la tarde de algún día del futuro,

de un verano de otro siglo, en un mundo justo y puro.

Ese predio del cuartel de policía,

bien pudiera ser un parque pleno en frondas, pleno en pájaros, donde uno ni recuerde lo que había.

Los que forman ese grupo bullicioso que se aleja caminando a pleno sol, bien pudieran ser amigos añorados que recién han regresado del Sheol.

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Esas voces que dialogan mansamente, bien pudieran ser las voces de patriarcas y profetas que comparan deleitados el pasado y el presente.

Ese austero cementerio

con sus tumbas adornadas, bien pudiera ser un campo productivo en que la muerte

no imprimiera nuevamente sus pisadas.

Ningún huérfano olvidado; ningún alma deprimida;

ni un anciano en un asilo, ni una vida desvalida.

Ningún niño desnutrido

tiritando en una esquina, ofreciendo a los que pasan

caramelos o aspirinas.

Ni el fragor de un bombardeo, ni sonido de metralla,

ni una novia cuyo amado no volvió de una batalla.

Ni vestigios de una pena; ni la huella de un rencor; ni la sombra de una duda; ni la mueca de un dolor.

Bien pudiera ser un día

de esos siglos presentidos, cuando no quede tristeza que se sienta o que se evoque. Cuando el nombre del Dios vivo se difunda como incienso

y no se oiga una palabra que lo ofenda o lo provoque.

Cuando no haya un peregrino a quien alguien no conozca. Cuando ya no quede un paria que pregunte: ¿Dónde voy?

Cuando no exista un anhelo que no se haya realizado. ¡Cuando aquél mañana espléndido pueda al fin llamarse HOY!

Ciclos

El sol evapora el agua, al cielo la hace subir;

allí se forman las nubes de donde vuelve a venir.

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porque el cielo generoso convierte el agua en vapor

y envía lluvia a la tierra para mostrarle favor.

Por la bondad concedida la tierra paga en la flor.

La flor se eleva del suelo, tiembla como una oración, porque otorgó bendición. La tierra está conmovida,

¡es tan dulce florecer! Le da sentido a la vida.

No hay cosa que llegue a ser gloria ni logro exclusivo de un único productor:

El sol, el agua que sube, el cielo al juntarla en nubes,

la tierra sana y fecunda, ¡todos producen la flor!

Así suceden las cosas en el jardín de Jehová.

Deja en el surco el mensaje, la tierra lo albergará.

El cielo, atento a tu siembra, la lluvia dispensará.

Dios le dará el crecimiento a los frutos de tu amor.

¡Tierra, cielo, sol y nubes se darán cita en tu flor!

¡Gracias Vida!

No vengo a reprocharte lo perdido, ni a dolerme de aquello que pudiera haber sido.

Muchas cosas, es cierto, dejan un gusto agrio que perdura en la boca.

Sin duda, hay horas grises que caen sobre los hombros con un peso de roca.

Todos vamos cargando un extraño equipaje de expectativas vagas y sueños archivados,

pero un irresistible imán nos ata al viaje aunque el camino sea arduo a los pies cansados.

Cualquier cosa afilada nos hiere, nos magulla;

no aguantamos el sol, el huracán, el fuego.

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Andamos esquivando todo lo que nos daña hasta el día en que la muerte nos halla en sus rebuscas.

Con implacable saña,

se cobra el dividendo de la deuda de Adán. Y mientras la esperamos,

lloramos de antemano nuestra vuelta a la nada cada vez que lloramos porque otros se van.

Después de evaluar todo, ¡cuánto te amamos Vida! Conmigo te mostraste multiforme y magnánima.

Fuiste un certero artífice de mano decidida. Nunca me consentiste con excesivo mimo,

ni pusiste en mi mano todos los bienes caros en un solo racimo. Hoy analizo y veo

que tu dar moderado fue un sabio retaceo. Concedes tus favores al que te dignifica.

Le das sabiduría A aquel a quien le importa lo que eso significa.

Al que atento escudriña lo premias con templanza.

Si titubea y duda, tu voz le dice: ¡Avanza!

En la profunda turbación: ¡Razona! Al recibir el aguijón: ¡Perdona!

Señalando a la espléndida abundancia Le sugieres: ¡Repártela!

Subrayando las diarias alegrías Le recuerdas: ¡Compártelas!

Ante la humillación, le enseñas que la ignore. Ante la desazón, le das ánimo y fe para que implore.

Gracias porque no somos rezagados y estáticos

como la piedra ruda que al borde del camino deja correr los días con absurda indolencia.

Se mueve si la empujan, rueda si la presionan;

no aprecia lo que sobra ni entiende de carencia. Está allí porque existe;

en su filosofía no aparece otro axioma.

El dolor que produce el cotidiano roce de vulgares sucesos.

No desgasta tu gloria. déjame andar contigo

En serena mesura; sacude sin ambages mi corazón dormido si alguna vez olvido la esperanza segura,

el puerto irreemplazable que Jehová ha prometido.

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Si en el tramo que falta me apoyas y me ayudas, si conservas mi mano a la de Dios asida,

llegaremos aun tiempo a la soñada cumbre. Y cuando me asegure de no perderte nunca,

la dicha íntegra y sana no ha de ser un vislumbre, sino una acción de gracias para alabarte, ¡Vida!

El Verbo De Dios

Jehová se hallaba solo, rodeado de infinito; ninguna voz ajena llegaba a su lugar.

El amor rebalsaba su corazón profundo, pero no existía nadie a quien poderlo dar.

Un propósito excelso había en su pensamiento; en su mente insondable latía el porvenir.

Cosas aún no hechas ya tenían un nombre, pero no existía nadie que lo pudiera oír.

Copiándose a sí mismo, dio vida al primer ángel que lo iba a secundar;

un obrero maestro para obras futuras. ¡Al fin el Dios eterno tenía con quien hablar! Llamó a su hijo Verbo, palabra iluminada;

Él pondría los oráculos de su Padre en acción. No era un vocablo ocioso, carente de sentido;

en él cobraban forma la verdad y la razón. Unidos trabajaron poblando los espacios.

De las manos de ellos, un ejército alado a la vida surgió.

El vacío circundante fue adornado de estrellas. Pasaron los milenios;

sobre la tierra virgen el hombre apareció. Adán, violando leyes,

ignorando mandatos con soberbia y desdén, volvió la espalda al Padre que todo le había dado.

Los ángeles perplejos, con ceño preocupado, lo vieron alejarse de su frondoso Edén.

Jehová habló con su Verbo del fatal desacierto; Los hijos que nacieran con un destino incierto, tendrían mediante un pago la vital redención.

El hijo aceptó el trato: Viviría en la carne, se daría en sacrificio y saldaría la deuda de nuestra salvación. Un día, una simiente de vida inmaculada, vino de las regiones donde nace la luz.

Y en una entraña virgen quedó depositada. aquella semillita se iba a llamar Jesús.

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Creció entre las colinas de Nazaret. Ufano, el Mar de Galilea su imagen reflejó. En el simple escenario de una carpintería

su juventud sin mancha, serena se esfumó. Al presentar su vida, invalorable ofrenda,

el agua del bautismo su decisión selló. La voz del Dios del cielo,

resonando en la altura con placer lo aprobó. Marchó al desierto inhóspito, luchó con tentaciones;

respondió al desafío del ofensor falaz. Volvió fortalecido a completar el drama;

¡el mundo no ahogaría su voluntad tenaz! munido de una fuerza celestial invencible,

fue sembrando milagros que ninguno igualó. Reprendió las revueltas, enardecidas aguas,

y el mar como cachorro, a sus pies se aquietó Los niños lo rodeaban buscando su ternura;

enfermos y lisiados hallaron compasión. El pan multiplicado desbordó de sus manos; la montaña con ecos respondió a su oración.

Cabalgando un pollino proclamó triunfalmente su derecho reinante sobre Jerusalén.

La ciudad orgullosa reaccionó con insultos. Jehová, que la juzgaba, deploró su desdén. La turba enloquecida, presionando a Pilato, con gritos estridentes su muerte reclamó.

Llevaron hasta el límite su ignominia execrable. El Verbo, que venía a brindarles su vida,

como cualquier maleante, en un leño expiró. Cuando entregó el aliento, el sol desfalleciente

en tenebrosas nubes su esplendor ocultó. Temblaron las montañas, se partieron las rocas,

y la gruesa cortina del Templo se rasgó. Aquellos que lo amaban, desgarrados de pena,

se sintieron perdidos al verlo sucumbir. ¡Pero qué inmenso júbilo los colmó al tercer día! ¡La tumba estaba abierta! ¡Había vuelto a vivir!

Multitudes creyeron su mensaje vibrante. Después de tantos siglos,

su ejemplo marca un norte y su palabra es ley. Un pueblo fiel anuncia la victoria cercana

de su invencible Rey. Ahora está en pie y vigila junto al Anciano eterno,

en las altas regiones donde nace la luz. Dejó imborrables huellas en la historia del mundo.

Cuando andaba en la tierra se llamaba Jesús.

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