Lunes 1 de agosto - Editorial El Almendro · Esta doble dinámica se encuentra en el texto de hoy....

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FUNDACIÓN ÉPSILON Agosto - 1 – http://www.elalmendro.org [email protected] Lunes 1 de agosto EVANGELIO Mateo 14, 22-36 22 Enseguida obligó a los discípulos á que se embarcaran y se le adelantaran a la otra orilla, mientras él despedía a las multitudes. 23a Después de despedirlas subió al monte para orar a solas. 23b Caída la tarde, seguía allí solo. 24 Mientras tanto la barca iba ya muy lejos de tierra, maltratada por las olas, porque llevaba viento contrario. 25 De madrugada se les acercó Jesús andando sobre el mar. 26 Los discípulos, viéndolo andar sobre el mar se asustaron diciendo que era un fantasma, y daban gritos de miedo. 27 Jesús les habló enseguida: -¡Animo, soy yo, no tengáis miedo! 28 Pedro le contestó: -Señor, si eres tú, mándame llegar hasta ti andando sobre el agua. 29 E1 le dijo: -Ven. Pedro bajó de la barca y echó a andar sobre el agua para llegar hasta Jesús; 30 pero al sentir la fuerza del viento le entró miedo, empezó a hundirse y gritó: -¡Sálvame, Señor! 31 Jesús extendió en seguida la mano, lo agarró y le dijo: -¡Qué poca fe! ¿Por qué has dudado? 32 En cuanto subieron a la barca cesó el viento. 33 Los de la barca se postraron ante él diciendo: -Realmente eres Hijo de Dios. 34 Terminada la travesía tomaron tierra en Genesaret. 35 Los hombres del lugar, al reconocerlo, avisaron por toda la comarca, y le llevaron los enfermos, 36 rogándole que les dejara tocar siquiera el borde de su manto, y todos los que lo tocaron se curaron. COMENTARIOS I vv. 22-23a: Enseguida obligó a los discípulos á que se embarcaran y se le adelantaran a la otra orilla, mientras él despedía a las multitudes. 23a Después de despedirlas subió al monte para orar a solas. Jesús obliga a sus discípulos a embarcar. Quiere alejarlos del escenario de la señal mesiánica y del contacto con la multitud. Él se encarga de despedirla. Ahora es el momento, des- pués de haber saciado su hambre (cf. v. 15). Sube al monte solo (cf. v. 23) a orar; es la primera vez que habla Mt de la oración de Jesús (la segunda y última será la de Getsemaní, 26,36ss). El paralelo con Getsemaní y la ocasión de popularidad que se ha presentado hacen pensar que la oración de Jesús tiene que ver con la tentación del mesianismo triunfal. El hecho de obligar a los discípulos a embarcarse, separándolos de la multitud, insinúa que Jesús ora por ellos, para que no cedan a la tentación de un Mesías de poder. vv. 23b-26: Caída la tarde, seguía allí solo. 24 Mientras tanto la barca iba ya muy lejos de tierra, maltratada por las olas, porque llevaba viento contrario. 25 De madrugada se les acercó

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Lunes 1 de agosto EVANGELIO Mateo 14, 22-36

22Enseguida obligó a los discípulos á que se embarcaran y se le adelantaran a la otra orilla, mientras él despedía a las multitudes. 23aDespués de despedirlas subió al monte para orar a solas.

23bCaída la tarde, seguía allí solo. 24Mientras tanto la barca iba ya muy lejos de tierra, maltratada por las olas, porque llevaba viento contrario. 25De madrugada se les acercó Jesús andando sobre el mar. 26Los discípulos, viéndolo andar sobre el mar se asustaron diciendo que era un fantasma, y daban gritos de miedo.

27Jesús les habló enseguida: -¡Animo, soy yo, no tengáis miedo! 28Pedro le contestó: -Señor, si eres tú, mándame llegar hasta ti andando sobre el agua. 29E1 le dijo: -Ven. Pedro bajó de la barca y echó a andar sobre el agua para llegar hasta Jesús; 30pero al

sentir la fuerza del viento le entró miedo, empezó a hundirse y gritó: -¡Sálvame, Señor! 31Jesús extendió en seguida la mano, lo agarró y le dijo: -¡Qué poca fe! ¿Por qué has dudado? 32En cuanto subieron a la barca cesó el viento. 33Los de la barca se postraron ante él diciendo: -Realmente eres Hijo de Dios. 34Terminada la travesía tomaron tierra en Genesaret. 35Los hombres del lugar, al reconocerlo, avisaron por toda la comarca, y le llevaron los

enfermos, 36rogándole que les dejara tocar siquiera el borde de su manto, y todos los que lo tocaron se curaron.

COMENTARIOS I

vv. 22-23a: Enseguida obligó a los discípulos á que se embarcaran y se le adelantaran a

la otra orilla, mientras él despedía a las multitudes. 23aDespués de despedirlas subió al monte para orar a solas.

Jesús obliga a sus discípulos a embarcar. Quiere alejarlos del escenario de la señal mesiánica y del contacto con la multitud. Él se encarga de despedirla. Ahora es el momento, des-pués de haber saciado su hambre (cf. v. 15). Sube al monte solo (cf. v. 23) a orar; es la primera vez que habla Mt de la oración de Jesús (la segunda y última será la de Getsemaní, 26,36ss). El paralelo con Getsemaní y la ocasión de popularidad que se ha presentado hacen pensar que la oración de Jesús tiene que ver con la tentación del mesianismo triunfal.

El hecho de obligar a los discípulos a embarcarse, separándolos de la multitud, insinúa que Jesús ora por ellos, para que no cedan a la tentación de un Mesías de poder.

vv. 23b-26: Caída la tarde, seguía allí solo. 24Mientras tanto la barca iba ya muy lejos de

tierra, maltratada por las olas, porque llevaba viento contrario. 25De madrugada se les acercó

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Jesús andando sobre el mar. 26Los discípulos, viéndolo andar sobre el mar se asustaron diciendo que era un fantasma, y daban gritos de miedo.

Nuevo momento de la jornada, que coincide, sin embargo, con el de v. 15. Son dos momentos no lejanos de la misma tarde.

«Muy lejos de tierra», lit. «muchos estadios»; el estadio medía unos 185 metros. «Andar sobre el agua» era atributo propio de Dios (cf. Job 9,8; 38,16). La reacción de los discípulos es de incredulidad. No reconocen en Jesús al «Dios entre nosotros» (1,23). De ahí que quiten toda realidad a su presencia, considerándolo un fantasma. Rechazan la posibilidad de un hombre-Dios.

«La barca» de los discípulos es figura de la comunidad. Jesús los envía «a la otra orilla», adonde habían ido con él (cf. 8,28), es decir, a país pagano. La misión debe hacerse repartiendo el pan con todos los pueblos, como acaban de hacer en país judío. «El viento» contrario, que les impide llevar a cabo el encargo de Jesús, representa la resistencia de los discípulos a alejarse del lugar donde está la esperanza de un triunfo, de que Jesús se convierta en el líder de la multitud. Consideran lo sucedido en el reparto de los panes como una acción extraordinaria exclusiva de Jesús, no como el efecto de la entrega personal, norma de vida para el discípulo.

v. 27: Jesús les habló enseguida: -¡Animo, soy yo, no tengáis miedo! Jesús se da a conocer. La palabra «¡Animo!» disipa el temor provocado por la aparición.

«Soy yo», fórmula de identificación con que Dios se revelaba en el AT (cf. Ex 3,14; Is 43,1.3.10s); a ella corresponde la exhortación «no tengáis miedo».

vv. 28-34: Pedro le contestó: -Señor, si eres tú, mándame llegar hasta ti andando sobre el agua. 29E1 le dijo: -Ven. Pedro bajó de la barca y echó a andar sobre el agua para llegar hasta Jesús; 30pero al sentir la fuerza del viento le entró miedo, empezó a hundirse y gritó: -¡Sálvame, Señor! 31Jesús extendió en seguida la mano, lo agarró y le dijo: -¡Qué poca fe! ¿Por qué has dudado? 32En cuanto subieron a la barca cesó el viento. 33Los de la barca se postraron ante él diciendo: -Realmente eres Hijo de Dios.

Pedro desafía en cierto modo a Jesús. Lo llama «Señor» y le pide que «le mande» ir a él: cree en el poder «milagroso» de Jesús, no en la fuerza del amor. Pedro quiere «andar sobre el agua», participar de la condición divina de Jesús. Éste no duda y lo invita; todo el que lo sigue está llamado a acceder a la condición de hijo de Dios, comportándose como lo hace el Padre (cf. 5,9). Sin embargo, Pedro «ve» el viento, es decir, su efecto sobre el agua, y siente miedo; esperaba la condición divina sin obstáculos, de manera milagrosa; ha olvidado que el hombre se hace hijo de Dios en medio de la oposición y persecución del mundo (cf. 5,10s). Su petición a Jesús (cf. Sal 18, 5-18; 144,5-7) le vale un reproche, pues muestra su falta de fe.

Pedro siente miedo porque no ha entendido el modo como se hace la misión, con la entrega total. Su miedo está en paralelo con el de la primera travesía (8,25), que tenía por motivo la desigualdad de fuerzas entre una sociedad y un grupo insignificante de individuos. En uno y otro caso, los discípulos o Pedro apelan a Jesús en los momentos de dificultad, forzándolo a intervenir. Tienen el concepto de salvación expresado en los salmos citados antes: una in-tervención milagrosa de Dios desde el cielo que resuelve la situación desesperada del hombre. El de Jesús es diferente: estando con él, el hombre se basta a sí mismo (cf. 19,26), ya está salvado.

En cuanto Jesús sube a la barca cesa el viento, es decir, la oposición y resistencia de los discípulos. El viento era la búsqueda del triunfo humano. «Los de la barca», que representan a la comunidad cristiana, reconocen que Jesús es «Hijo de Dios». Nótese la ausencia de artículo. No se trata de «el Hijo de Dios» según la concepción tradicional, ni tampoco de un título exclusivo. Jesús es «Hijo de Dios», pero ha demostrado que también ellos pueden llegar a serlo.

vv. 34-35: Terminada la travesía tomaron tierra en Genesaret. Llamaban Gennesar a una pequeña llanura muy fértil, limitada al norte por las cercanías

de Cafarnaún y al sur por Magdala. Genesaret podría ser un pueblo situado en aquella comarca. De hecho, la barca no llega a la orilla pagana; los discípulos no están preparados para la misión.

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Por eso, Jesús tendrá que repetir el episodio de los panes, enseñarles de nuevo cómo han de ejercer la misión, ya directamente en medio de los paganos (15,32-39).

vv. 35-36: Los hombres del lugar, al reconocerlo, avisaron por toda la comarca, y le llevaron los enfermos, 36rogándole que les dejara tocar siquiera el borde de su manto, y todos los que lo tocaron se curaron

«Los hombres» pueden relacionarse con los de 14,21. Los que ya conocen la eficacia de Jesús y han presenciado sus curaciones (14,14) difunden la noticia de su llegada. El mínimo contacto con Jesús (el vestido equivale a la persona) los hace salir de la penosa situación en que se encuentran; su efecto es infalible («todos los que lo tocaban se curaban»). Como toda la realidad de Jesús es vida, el mínimo contacto con él produce vida y salvación. La salvación anunciada en el episodio anterior se prolonga en toda ocasión.

II

Después de la multiplicación de los panes y los peces, la comunidad, simbolizada por la barca, debe enfrentar el embate de las fuerzas adversas al proyecto de Jesús que intentan hundir toda alternativa. La primera amenaza consistía en los deseos de la multitud de hacer de Jesús un rey que les garantizara la comida (Jn 6, 15). Lo mismo le ocurrio al pueblo de Israel con Moisés, a ratos lo despreciaban porque les había quitado las comodidades de la esclavitud (Nm 11, 4-15) y a ratos lo encumbraban porque realizaba prodigios.

Esta doble dinámica se encuentra en el texto de hoy. La comunidad en medio de la tormenta se olvida del Jesús de la solidaridad y lo ven únicamente como un fantasma que se aproxima en la oscuridad. Quieren ir hacia el pero se dejan amedrentar por las fuerzas adversas. Ponen el pie en el ‘mar’, como Pedro, pero luego se dejan hundir al no sentir la inmediata proximidad del Maestro.

El evangelio nos invita a hacer una experiencia total de Jesús. No lo podemos reducir el pálido reflejo de nuestros pensamientos porque se nos convierte en un fantasma. Ni lo podemos ver únicamente como el caudillo que nos conduce hacia la tierra donde no hay hambre. Tampoco podemos reducirlo a ser una simple tabla de salvación para nuestras angustias personales. Bebemos dejar que sea él quien nos hable a través del libro de la Biblia y de la vida. Sólo escuchando su voz llegaremos a entrar en contacto directo con el en nuestra realidad individual y comunitaria. Martes 2 de agosto EVANGELIO Mateo 15, 1-2. 10-14

15 1Entonces se acercaron a Jesús unos fariseos y letrados de Jerusalén y le preguntaron: 2-¿Se puede saber por qué se saltan tus discípulos la tradición de nuestros mayores y no

se lavan las manos antes de comer?

10Y llamando a la multitud, les dijo: -Escuchad y entended: 11No mancha al hombre lo que entra por la boca; lo que sale de la

boca, eso es lo que mancha al hombre. 12Se acercaron entonces los discípulos y le dijeron: -¿Sabes que los fariseos se han escandalizado al oír esas palabras? 13Respondió él: - El plantío que no haya plantado mi Padre del cielo será arrancado de raíz. 14Dejadlos,

son ciegos y guías de ciegos. Y si un ciego guía a otro ciego, los dos caerán en el hoyo.

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COMENTARIOS I

vv. 1-2: “Entonces” enlaza esta perícopa con la anterior. Jesús se encuentra en el mismo territorio donde ha estado curando. “Fariseos y letrados de Jerusalén”: comisión llegada del centro de la institución judía, con objeto de censurar la actitud y conducta de Jesús. Jerusalén daba las normas para toda la comunidad judía, tanto en Palestina como en la diáspora. El entro de la institución está alarmado. “Los letrados” son las máximas autoridades doctrinales y los maestros de la Ley. Los fariseos, sus minuciosos observantes. Atacan a Jesús por la conducta de sus discípulos, de la que él es responsable. El problema está en que no se atienen a “la tradición de los mayores”, que pretende explicar la Ley. Se atribuía a la tradición un origen mítico: comunicada por Dios a Moisés, pero no puesta por escrito, Moisés la habría transmitido oralmente a Josué y así sucesivamente a través de las generaciones. Esta revelación oral debía gozar de la misma autoridad que la escrita. En realidad, había sido desarrollada por las escuelas de letrados y había acumulado una enorme jurisprudencia. “Lavarse las manos” no se hacía por mera limpieza, sino por pureza legal. Había de hacerse según un complicado ritual cada vez que iban a llevarse alimentos a la boca. Si las manos estaban “impuras” por el contacto con el mundo exterior, impurificaban los alimentos y éstos, al entrar en el hombre, causaban a su vez impureza. vv. 10-14. Jesús enuncia ante la multitud el principio general. Mt cambia la redacción de Mc: en lugar de “lo que sale del hombre” pone “lo que sale de la boca”. En todo caso, no es el contacto con el mundo exterior lo que mancha al hombre, sino su propia actividad respecto al mundo exterior. No hay alimento impuro, ni tampoco alimento que impurifique por no cumplir ciertos ritos. El hombre queda libre para su trato con la naturaleza y con los demás hombres. Cae la barrera que separaba a Israel de los demás pueblos. Para Mt, la palabra establece el contacto entre personas. “Manchar”: el verbo gr. Koinoô deriva del término “común”. Lo común, lo propio de todos, se consideraba como indigno de aparecer ante Dios, cuya presencia exigía algo “fuera de lo común”. El verbo puede traducirse por “indignificar” o “manchar”. Los fariseos se escandalizan de las palabras de Jesús, que tiran abajo la tradición que ellos pretenden observar y con la que ganan su fama de santidad y su influjo sobre el pueblo. No sólo eso: Jesús destruye con sus palabras el privilegio de Israel. El tema del plantío se encontraba en el AT (cf. Is 5,1ss; 60,21; Jr 45,4; Sal 1,3). Aparece también en Sal Salom 14, 3-4: “El paraíso del Señor, los árboles de la vida, son sus piadosos. Su Plantío ha arraigado para siempre; no serán nunca arrancados mientras dure el cielo”. De modo parecido en los escritos de Qumrán. Jesús niega que la piedad farisea centrada en la observancia de la tradición sea cosa de Dios; es contraria a Dios, quien se encargará de arrancarla (cf 5,20). Con su recomendación: “dejadlos”, independiza a sus discípulos de la autoridad de los fariseos y de su tradición. Piensan ser guías de los ciegos (cf. Rom 2,19s) y en eso ponen su orgullo. Pero los pretendidos guías son ciegos ellos mismos. Su ceguera consiste en poner la Ley y su interpretación por encima del hombre, contrariamente al plan de Dios (12, 1-14).

II

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El pecado ha sido identificado de diferentes maneras en cada etapa de la historia del pueblo de Dios. En la época de Jesús el pecado era identificado con la impureza ritual, es decir, todas las faltas contra la higiene del culto. Se reducía el pecado a las simples transgresiones higiénicas, alimentarias y étnicas. Cualquier israelita que estuviera en contacto con extranjeros, enfermos o pecadores era considerado impuro, como si el pecado se trasmitiera por contacto.

Jesús se opone a toda mitificación del pecado entendido como simple transgresión de las normas cultuales. Él se ubica en la tradición de los profetas y del Deuteronomio que descubrieron el pecado como negación de la voluntad redentora de Dios. El pecado es toda injusticia que quiebra la auténtica relación con Dios, con los hermanos y con toda la humanidad. Desde este punto de vista, el pecado no es algo que venga de fuera, sino una opción por el mal. El pecado no está reducido a un ámbito de la vida humana (culto, religión, sexo, etc.) por importante que este sea, sino que es una realidad que implica la totalidad del ser humano. Por esta razón, Jesús llama ‘farsantes’ a los fariseos, porque en su tradicionalismo y deseo de ortodoxia no se dan cuenta que niegan la esencia del mensaje divino y de que, además, conducen a otras personas por un barranco. Miércoles 3 de agosto EVANGELIO Mateo 15, 21-28

21Jesús se marchó de allí y se retiró al país de Tiro y Sidón. 22y hubo una mujer cananea, de aquella región, que salió y se puso a gritarle:

-Señor, Hijo de David, ten compasión de mí. Mi hija tiene un demonio muy malo. 23É1 no le contestó palabra. Entonces los discípulos se le acercaron a rogarle: -Atiéndela, que viene detrás gritando. 24Él les replicó: -Me han enviado sólo para las ovejas descarriadas de Israel. 25Ella los alcanzó y sé puso a suplicarle: -¡ Socórreme, Señor! 26Jesús le contestó: -No está bien quitarle el pan a los hijos para echárselo a los perros. 27Pero ella repuso: -Anda, Señor, que también los perros se comen las migajas que caen de la mesa de sus

amos. 28Jesús le dijo: -¡Qué grande es tu fe, mujer! Que se cumpla lo que deseas. En aquel momento quedó curada su hija.

COMENTARIOS I

vv. 21-23: Jesús se marchó de allí y se retiró al país de Tiro y Sidón. 22y hubo una mujer

cananea, de aquella región, que salió y se puso a gritarle: -Señor, Hijo de David, ten compasión de mí. Mi hija tiene un demonio muy malo. 23É1 no le contestó palabra.

La violenta ruptura de Jesús con la doctrina oficial, descrita en el episodio anterior, lo lleva a salir del país judío.

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Es allí donde se encuentra una mujer cananea. Se llamaban cananeos los fenicios que vivían en el territorio ocupado después por los hebreos. Esta designación arcaica indica que la mujer, aunque pagana, vive entre las israelitas (Mc, «griega», es decir, pagana, «fenicia de Siria»).

Por eso se dirige a Jesús llamándolo «Hijo de David»; muestra así conocer la tradición judía (cf. 9,27; 12,23). Con ello reconoce que la misión de Jesús se limita a Israel. El título de «Señor» es el que dan a Jesús sus discípulos (14,28.30).

vv. 23-26: Entonces los discípulos se le acercaron a rogarle: -Atiéndela, que viene detrás gritando. 24Él les replicó: -Me han enviado sólo para las ovejas descarriadas de Israel. 25Ella los alcanzó y sé puso a suplicarle: -¡ Socórreme, Señor!

«Atiéndela» (en griego, apolyson autên). El verbo significa no sólo «despedir/despachar», sino también atender a una súplica, conceder una gracia; cf. Mt 18,27. La réplica de Jesús a los discípulos indica ser éste el sentido del texto. «Las ovejas descarriadas», cf. Ez 34,4.6.16; Jr 10,21; Sal 119,176.

La condición de «Hijo» depende de la fe de la persona (cf. 9,2). La aparente repulsa de Jesús estimula la fe de la mujer pagana. Aun reconociendo que no tiene derecho a pedir ayuda, espera obtenerla. Como en el caso del centurión (8,10), la fe le obtiene la curación, en espera de la salvación definitiva.

La integración de los paganos en el reino, o, lo que es lo mismo, en el Israel mesiánico, tendrá lugar después de la muerte de Jesús.

Existe un paralelo con el caso del endemoniado sordo y mudo (12,22). En ninguno de los dos pasajes se dice que Jesús expulse al demonio, pero el individuo queda curado. En ambos casos, el demonio o ideología que posee a la persona es la del privilegio de Israel (12,23; 15,22: [el] hijo de David); tampoco la mujer cree en la igualdad de Israel y los paganos; ella misma se considera inferior.

vv. 26-28: Jesús le contestó: -No está bien quitarle el pan a los hijos para echárselo a los perros. 27Pero ella repuso: -Anda, Señor, que también los perros se comen las migajas que caen de la mesa de sus amos. 28Jesús le dijo: -¡Qué grande es tu fe, mujer! Que se cumpla lo que deseas. En aquel momento quedó curada su hija.

La respuesta brusca de Jesús la lleva a afirmar que la compasión está por encima de la discriminación entre pueblos. Sólo entonces Jesús cura a la hija. El caso de la mujer es semejante al del centurión que impide a Jesús entrar en su casa. Uno y otra se consideran inferiores a Israel, pero, a pesar de eso, ambos reconocen en Jesús una bondad que supera los límites de este pueblo. Esta fe obtiene la curación. Por eso, la frase final en cada episodio (8,13; 15,28) es la misma.

La cananea y su hija, como el paralítico y sus portadores, son dos personajes que representan a un mismo actante, aquí el paganismo. El estado de la hija figura la condición de los paganos, poseídos por una ideología contraria a Dios; la petición de la madre representa el anhelo de encontrar salvación en Jesús.

II

El evangelio de Mateo fue escrita para una comunidad de israelitas que habían aceptado la fe en Jesús. Por esta razón, aparecen constantes alusiones al modo particular como el pueblo judío interpreta la Biblia, a los ritos litúrgicos y, en general, a toda la cultura de Palestina. El episodio que hoy leemos nos plantea un dilema singular: a Jesús no parece interesarle la suerte de los gentiles, es decir, de los que no pertenecen étnicamente al pueblo israelita. Esta conducta nos puede causar un poco de sorpresa y estupor porque estamos acostumbrados a ver cómo él actúa sin reticencias a favor de los pobres, los enfermos y, en general, todos los pecadores. Sin embargo, conviene interpretar esta escena desde las claves misioneras y culturales que nos proporciona el evangelio.

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La apertura a los gentiles, o sea a los creyentes de otras nacionalidades diferentes a la judía, fue gradual. El evangelio partió de Galilea y Jerusalén en diferentes direcciones y comenzó a crecer el numero de creyente, pero esto no se realizó sin cierta resistencia de las comunidades de origen que veían cómo cada día había más extranjeros que israelitas en las asambleas cristianas. Mateo nos dice que si bien la prioridad inicial de la misión fueron las ovejas perdidas de Israel, es decir, todos los excluidos por el aparato religioso, étnico y social, los creyentes de otras naciones fueron reconocidos como auténticos seguidores de Jesús. Ya durante la vida de Jesús, la aceptación y admiración de la fe de los paganos llevo a los seguidores de Jesús a cambiar rápidamente de mentalidad y a convertirse a un cristianismo más ecuménico y pluricultural. Jueves 4 de agosto EVANGELIO Mateo 16, 13-23

13Al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: -¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre? 14Contestaron ellos: -Unos que Juan Bautista, otros que Elías, otros que Jerernías o uno de los profetas. 15E1 les pregunto: -Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? 16Simón Pedro tomó la palabra y dijo: -Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo. 17Jesús le respondió: -¡Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás! Porque eso no ha salido de ti, te lo ha revelado mi

Padre del cielo. 18Ahora te digo yo: Tú eres Piedra, y sobre esa roca voy a edificar mi comunidad y el poder de la muerte no la derrotará. 19Te daré las llaves del reino de Dios; así, lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo. 20Y prohibió a sus discípulos decir a nadie que él era el Mesías. 21Desde entonces empezó Jesús a manifestar a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén, padecer mucho a manos de los senadores, sumos sacerdotes y letrados, ser ejecutado y resucitar al tercer día. 22Entonces Pedro lo tomó aparte y empezó a increparlo: -¡Líbrete Dios, Señor! ¡No te pasará a ti eso! 23Jesús se volvió y dijo a Pedro: -¡Vete! ¡Ponte detrás de mí, Satanás! Eres un tropiezo para mí, porque tu idea no es la de Dios, sino la de los hombres.

COMENTARIOS I

v. 13. El paso a la parte pagana del lago (16,5) tenía por objeto salir del territorio judío.

Cesarea de Filipo era la capital del territorio gobernado por este tetrarca, hermano de Herodes Antipas (cf. Lc 3,1). Para proponer a sus discípulos la cuestión de su identidad, Jesús los saca del territorio donde reina la concepción del Mesías davídico.

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Primera pregunta: cuál es la opinión de la gente (los hombres) sobre Jesús («el Hijo del hombre» «el Hombre»). El Hombre es el portador del Espíritu de Dios (cf. 3,16s); por contraste, «los hombres» en general son los que no están animados por ese Espíritu, los que no descubren la acción divina en la realidad de Jesús.

«El Hombre/este Hombre»: la expresión se refiere claramente a Jesús, en paralelo con la primera persona («yo») de la pregunta siguiente (15). Este pasaje muestra con toda evidencia que Mt no interpreta «el Hijo del hombre» como un título mesiánico. Resultaría ridículo que Jesús, cuando va a proponer a los discípulos la pregunta decisiva, les dé la solución por adelantado; incomprensible sería, además, la declaración de que Pedro había recibido tal conocimiento por revelación del Padre (17), si Jesús mismo se lo había dicho antes.

v. 14. La gente asimila a Jesús a personajes conocidos del AT. O bien es una reencarnación

de Juan Bautista (cf. 14,2) o Elías, cuyo retorno estaba anunciado por Mal 3,23; Eclo 48,10. Para Jeremías, cf. 2 Mac 15,l3ss. En todo caso, ven en Jesús una continuidad con el pasado, un enviado de Dios como los del AT. No captan su condición única ni su originalidad. No descubren la no-vedad del Mesías ni comprenden, por tanto, su figura.

vv. 15-16. Pregunta a los discípulos, que han acompañado a Jesús en su actividad y han

recibido su enseñanza. Simón Pedro (nombre más sobrenombre por el que era conocido, cf. 4,18; 10,2) toma la iniciativa y se hace espontáneamente el portayoz del grupo.

Las palabras de Pedro son una perfecta profesión de fe cristiana. Mt no se contenta con la expresión de Mc 8,29: «Tú eres el Mesías», que Jesús rechaza por reflejar la concepción popular del mesianismo (cf. Lc 9,20: «el Mesías de Dios» «el Ungido por Dios»). La expresión de Mt la completa, oponiendo el Mesías Hijo de Dios (cf. 3,17; 17,5) al Mesías hijo de David de la expectación general. «Hijo» se es no sólo por haber nacido de Dios, sino por actuar como Dios mismo. «El hijo de Dios» equivale a la fórmula «Dios entre nosotros» (1,23). «Vivo» (cf. 2 Re 19,4.16 [LXX]; Is 37, 4.17; Os 2,1; Dn 6,21) opone el Dios verdadero a los ídolos muertos; significa el que posee la vida y la comunica: vivo y vivificante, Dios activo y salvador (Dt 5,26; Sal 84,3; Jr 5,2). También el Hijo es, por tanto, dador de vida y vencedor de la muerte.

v. 17. A la profesión de fe de Simón Pedro responde Jesús con una bienaventuranza. Llama

a Pedro por su nombre: «Simón». «Bar-Jona» puede ser su patronímico: hijo de Jonás; se ha inter-pretado también como «revolucionario», en paralelo con Simón el Fanático o zelota (10,4). Jesús declara dichoso a Simón por el don recibido. Es el Padre de Jesús (correspondencia con «el Hijo de Dios vivo») quien revela a los hombres la verdadera identidad de éste. Relación con 11,25-27: es el Padre quien revela el Hijo a la gente sencilla y el Hijo quien revela al Padre.

Pedro pertenece a la categoría de los sencillos, no a la de los sabios y entendidos, y ha recibido esa revelación. Es decir, los discípulos han aceptado el aviso de Jesús de no dejarse influenciar por la doctrina de los fariseos y saduceos (16,12) y están en disposición de recibir la revelación del Padre, es decir, de comprender el sentido profundo de las obras de Jesús, en particular de lo expresado en los episodios de los panes (cf. 16,9s). Han comprendido que su mesianismo no necesita más señales para ser reconocido. La revelación del Padre no es, por tanto, un privilegio de Pedro; está ofrecida a todos, pero sólo los «sencillos» están en disposición de reci-birla. Se refiere al sentido de la obra mesiánica de Jesús.

«Mi Padre del cielo» está en paralelo con «Padre nuestro del cielo» (6,9). Los que reciben del Padre la revelación sobre Jesús son los que ven en Jesús la imagen del Padre (el Hijo), y los que reciben de Jesús la experiencia de Dios como Padre (bautismo con Espíritu Santo) pueden invocarlo como tal.

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v. 18. Jesús responde a la profesión de fe de Pedro (16: «Tú eres»; 18: «Ahora te digo yo: Tú eres»). Lo mismo que, en la declaración de Pedro, «Mesías» no es un nombre sino indica una función, así «Piedra» en la declaración de Jesús.

Hay en ella dos términos, «piedra» y «roca», que no son equivalentes. En griego, petros es nombre común, no propio, y significa una piedra que puede moverse e incluso lanzarse (2 Mac 1,16; 4,41: piedras que se arrojan). La «roca», en cambio, gr. petra, es símbolo de la firmeza inconmovible. En este sentido usa Mt el término en 7,24.25, donde constituye el cimiento de «la casa», figura del hombre mismo.

v. 19. Con dos imágenes paralelas se describen ciertas funciones de los creyentes. En la primera, el reino de Dios se identifica con la iglesia o comunidad mesiánica. Continúa la imagen de la ciudad con puertas. Los creyentes, representados por Pedro, tienen las llaves, es decir, son los que abren o cierran, admiten o rechazan (cf. Is 22,22). Se opone esta figura a la que Jesús utilizará en su denuncia de los fariseos (23,13), quienes cierran a los hombres el reino de Dios. La misión de los discípulos es la opuesta: abrirlo a los hombres.

Sin embargo, no todos pueden ser admitidos, o no todos pueden permanecer en él, y esto se explicita en la frase siguiente. “Atar, desatar” se refiere a tomar decisiones en relación con la entrada o no en el reino de Dios. La expresión es rabínica. Procede de la función judicial, que puede mandar a prisión y dejar libre. Los rabinos la aplicaron a la explicación de la Ley con el sentido de declarar algo permitido o no permitido. Pero, en este pasaje, el paralelo con las llaves muestra que se trata de acción, no de enseñanza.

El pasaje no está aislado en Mt. Su antecedente se encuentra en la curación del paralítico, donde los espectadores alababan a Dios «por haber dado tal autoridad a los hombres» (9,8). La «autoridad» de que habla el pasaje está tipificada en Jesús, el que tiene autoridad para cancelar pecados en la tierra (9,6). Esa misma es la que transmite a los miembros de su comunidad (“desatar”). Se trata de borrar el pasado de injusticia permitiendo al hombre comenzar una vida nueva en la comunidad de Jesús. Otro pasaje que explica el alcance de la autoridad que Jesús concede se encuentra en 18, 15-18. Se trata allí de excluir a un miembro de la comunidad («atar») declarando su pecado.

Resumiendo lo dicho: Simón Pedro, el primero que profesa la fe en Jesús con una fórmula que describe perfectamente su ser y su misión, se hace prototipo de todos los creyentes. Con éstos, Jesús construye la nueva sociedad humana, que tiene por fundamento inamovible esa fe. Apoyada en ese cimiento, la comunidad de Jesús podrá resistir todos los embates de las fuerzas enemigas, representadas por los perseguidores. Los miembros de la comunidad pueden admitir en ella (llaves) y así dar a los hombres que buscan salvación la oportunidad de encontrarla; pueden también excluir a aquellos que la rechazan. Sus decisiones están refrendadas por Dios mismo.

v. 20. La fórmula que Jesús prohibe divulgar no es la misma que Pedro ha expresado, sino

más breve: que es el Mesías. Esta expresión aislada daría pie al equivoco: la gente la interpretaría en el sentido corriente, del Mesías davídico nacionalista y violento.

v. 21. Comienza una nueva sección del evangelio. La frase «desde entonces empezó Jesús»

calca la usada en 4,17. Allí comenzaba la enseñanza en Galilea; ahora comienza a mostrar a sus discípulos la inevitabilidad de su muerte, que será consecuencia lógica de su actividad y de su toma de posición contra la ideología del poder. Al contrario que Mc (8,31), 'Mt no emplea la denominación «el Hombre» ni el verbo «enseñar». El término «el Hombre» es extensivo; aunque designa primordialmente a Jesús, se aplica en su medida a los que lo siguen y de él reciben el Espíritu. Al omitirlo, Mt indica que Jesús informa a sus discípulos sobre su destino personal; de ahí el cambio del verbo «enseñar» por «mostrar/manifestar» (cf. Mc 10,32). También se debe a ello la precisión de «ir a Jerusalén», que coloca el episodio en un marco histórico y temporal concreto.

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El Gran Consejo, representante de todas las clases dirigentes, poder del dinero, líderes religiosos e intelectuales, va a pasar a la acción contra Jesús. El destino de éste está señalado por la muerte; ésta va a ser la última palabra de los dirigentes, su intento de destruir al Hombre, y la pronunciarán en nombre de Dios, de «su» dios. Pero Dios mismo la desautorizará resucitando a Jesús, dándole de este modo la razón a él, no a «sus representantes». Con la resurrección, Dios va a refrendar la palabra y la actividad de Jesús, poniéndose en contra de quienes lo han condenado.

El verbo «tenía que» (gr. dei) indica una necesidad que entra dentro del designio divino. Este consiste en que Jesús salve a su pueblo (1,21) aun a costa de su vida misma. No es que Dios quiera y haya decidido la muerte de Jesús, sino que ésta es inevitable dada la oposición de los dirigentes al mesianismo que él encarna. Jesús Mesías, cuya misión consiste en liberar de la opresión religioso-política (éxodo) ejercida sobre Israel por las instituciones y sus representantes, tiene necesariamente que sufrir la oposición implacable de esas autoridades, que lo condenarán a muerte.

«Al tercer día» era fórmula consagrada para indicar un breve espacio de tiempo. Puede hacer alusión también a la teofanía (cf. Ex 19,lOs.lSs) y a Os 6,2: «al tercer día nos resucitará».

v. 22. Pedro está en completo desacuerdo con lo expuesto por Jesús. Ha expresado la fe

auténtica, pero no acepta la praxis que se deriva de ella. Llevándose aparte a Jesús, lo increpa. El verbo es fortísimo, puesto que lo usa Jesús con los demonios (17,18) o elementos demoníacos (8,26). En general, el uso del verbo indica que el destinatario del reproche se opone al plan de Dios o podría hacerlo si no hiciese lo que se le dice. Pedro, por tanto, considera que el destino expuesto por Jesús es contrario al designio divino. Como lo expresan sus palabras, se opone a que Jesús muera.

v. 23. La respuesta de Jesús manifiesta el colmo de la indignación. Pedro encarna a Satanás,

es decir, sus palabras concretan la tercera tentación del desierto (4,10). En el encuentro con sus enemigos, Pedro lo tienta a que sea un Mesías poderoso y vencedor. Jesús lo rechaza con el mismo imperativo con que rechazó a Satanás: «¡Vete!»; la segunda parte: «¡Quitate de en medio!», se refiere a Pedro como obstáculo que impide su camino.

Explica Jesús por qué Pedro es obstáculo: «tu idea no es la de Dios, sino la de los hombres». «Tu idea», gr. phroneis, «piensas, tienes un modo de pensar». «La idea de Dios» es la expresada por la voz del cielo en el bautismo de Jesús, donde el Mesías aparece como el Hijo de Dios cuyo propósito de cumplir su misión hasta la muerte es aceptado por el Padre y que asume así los rasgos del siervo de Dios (cf. 3,17); son los elementos que constituyen «los secretos del reinado de Dios» (13,11).

«Los hombres» son los mencionados en 16,13, los que no descubren el mesianismo de Jesús. Pedro ha comprendido el mesianismo, como lo ha mostrado en su brillante profesión de fe (16,16), pero no acepta sus consecuencias. La fe que profesa queda en el intelecto, no se hace praxis. Su caso es más grave que si no hubiera entendido (cf. 7,21.26). Encarnando «al diablo» (4,3.6), reconoce que Jesús es el Hijo de Dios, pero pretende encauzar su mesianismo hacia el poder y el triunfo.

II

El texto que hoy leemos representa la etapa más crítica en el camino a Jerusalén. Jesús interroga a los discípulos sobre lo que ellos han comprendido de su persona y misión. Contrario a lo que cabría esperar, la respuesta de los discípulos es inconsistente. En la voz de Pedro ellos lo reconocen como el auténtico enviado, el Mesías, pero sin comprender el alacance de esta afirmación. Por esta razón, Jesús tiene que reprender a Pedro que insiste en encajarlo en una de las

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imágenes tradicionales del Mesías. Pedro no espera un ‘siervo sufriente’ (Is 42, 1), sino que le impone a Jesús su propia imagen triunfante del Mesías. La respuesta tajante y precisa de Jesús echa por tierra todas estas pretensiones que no se ajustan a lo que él ha obrado durante su vida misionera. Al decirle a Pedro que es un ‘Satán’ no lo está demonizando, sino que lo invita a no torcer el camino que su fidelidad a Dios le ha trazado en la historia. En la cultura hebrea la palabra «Satán» no denomina lo que nosotros llamamos demonio, sino todas aquellas realidades que ‘tuercen’, desvían o perjudican el buen camino que ha emprendido un ser humano.

En nuestro camino de discipulado tenemos que aprehender qué clase de Mesías es Jesús para nosotros y no imponerle nuestros títulos rimbombantes o nuestras pretensiones triunfalistas. En otras palabras, debemos ser fieles a la imagen que nos comunica el evangelio. Viernes 5 de agosto EVANGELIO Mateo 16, 24-28

24Entonces dijo a los discípulos: -El que quiera venirse conmigo, que reniegue de sí mismo, que cargue con su cruz y

entonces me siga. 25Porque si uno quiere poner a salvo su vida, la perderá; en cambio, el que pierda su vida por causa mía, la pondrá al seguro. 26y luego, ¿de qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero a precio e su vida? ¿Y qué podrá dar para recobrarla? 27Además, el Hombre va a venir entre sus ángeles con la gloria de su Padre, y entonces retribuirá a cada uno según su conducta. 28Os aseguro que algunos de los aquí presentes no morirán sin haber visto llegar al Hombre en su realeza.

COMENTARIOS I

v. 24: Entonces dijo a los discípulos: -El que quiera venirse conmigo, que reniegue de sí

mismo, que cargue con su cruz y entonces me siga. Jesús se dirige a los discípulos para exponerles las condiciones del seguimiento. «Venirse

conmigo» indica el acto de adhesión inicial que luego continuará en el seguimiento. Las condiciones que va a exponer Jesús muestran que el destino del discípulo es el mismo del Mesías. Son dos esas condiciones: «renegar de sí mismo» y «cargar con la propia cruz». «Renegar de sí mismo» significa renunciar a toda ambición personal y es una nueva formulación de la primera bienaventuranza, «elegir ser pobre»; «cargar con la propia cruz» significa aceptar ser perseguido y aun condenado a muerte por la sociedad establecida, y equivale a la última bienaventuranza: «los que viven perseguidos por su fidelidad». Cumplir estas dos bienaventuranzas constituye la esencia del discípulo; son los «mandamientos mínimos» que ningún discípulo puede dejar de cumplir (5,19).

vv. 25-28: Porque si uno quiere poner a salvo su vida, la perderá; en cambio, el que pierda su vida por causa mía, la pondrá al seguro. 26y luego, ¿de qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero a precio de su vida? ¿Y qué podrá dar para recobrarla? 27Además, el Hombre va a venir entre sus ángeles con la gloria de su Padre, y entonces retribuirá a cada uno según su conducta. 28Os aseguro que algunos de los aquí presentes no morirán sin haber visto llegar al Hombre en su realeza.

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Nótese la estructura del pasaje. Jesús expone las dos condiciones para seguirlo (v. 25). A continuación propone tres argumentos (vv. 25.26.27), probando con ellos que sus condiciones, aparentemente tan duras, son las únicas sensatas:

-para poner a buen seguro la vida hay que perderla, pues “sólo queda lo que damos”. -ganar el mundo entero no sirve de nada si perdemos la vida. -el Hijo del hombre tendrá en cuenta esa entrega generosa de la vida por amor a los

demás. La verdadera realeza del Hijo del hombre se muestra claramente en el trono de la cruz. Ser rey no es dominar y oprimir, sino servir hasta la muerte, si es preciso, único camino para dar y engendrar vida.

II

Durante mucho tiempo ciertas corrientes ascéticas han entendido la negación de sí mismo como una especie de combate contra los deseos del individuo. Sin embargo, el evangelio no nos habla de esto. La negación de sí mismo debe leerse en la clave iluminadora de la cruz. Pero no de cualquier cruz autoimpuesta, sino en la clave transformadora de la cruz de Jesús.

Para muchos cristianos la cruz se reduce a soportar al vecino, un mal empleo o un mal matrimonio. Pero Jesús nunca habló de esto, sino de la cruz de la injusticia, de la miseria y de la exclusión que los sistemas sociales le imponen a las personas más débiles. Jesús no cargó con la cruz de los vecinos insoportables ni con ninguna otra cruz de este tipo, sino con la cruz de la injusticia que las autoridades del Templo le impusieron por tomarse en serio la propuesta de Dios, por anunciar el reino. Si Jesús hoy nos invita a negarnos a nosotros mismo y a tomar la cruz, no nos invita a un ejercicio piadoso, apto para los primeros viernes del mes, sino a una opción serena y responsable por aquellos a los que el sistema les impone la cruz de la intolerancia, la exclusión y la miseria. No nos inventemos más cruces para no aceptar la cruz de Cristo, reconozcamos que hoy como ayer muchas personas justas y honestas mueren por el simple hecho de defender la justicia y el derecho de los pobres. Sábado 6 de agosto EVANGELIO Mateo 17, 1-9

17 1Seis días después se llevó Jesús a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan y subió con ellos a un monte alto y apartado. 2Allí se transfiguró delante de ellos: su rostro brillaba como el sol y sus vestidos se volvieron esplendentes como la luz. 3De pronto se les aparecieron Moisés y Elías conversando con él.

4Intervino Pedro y le dijo a Jesús: -Señor, viene muy bien que estemos aquí nosotros; si quieres, hago aquí tres chozas, una

para ti, otra para Moisés y otra para Elías. 5Todavía estaba hablando, cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra. Y dijo

una voz desde la nube: -Este es mi Hijo, el amado, en quien he. puesto mi favor. Escuchadlo. 6Al oírla cayeron los discípulos de bruces, aterrados. 7Jesús se acercó y los tocó diciéndoles:

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-Levantaos, no tengáis miedo. 8Alzaron los ojos y no vieron más que al Jesús de antes, solo.

9Mientras bajaban del monte, Jesús les mandó: -No contéis a nadie la visión hasta que el Hijo del hombre resucite de la muerte.

COMENTARIOS I

v.1. La escena de la transfiguración tiene por objeto demostrar a los tres discípulos más

destacados del grupo que el destino del Mesías, enunciado antes por Jesús y que ha encontrado tal oposición por parte de Pedro (16,22), es «la idea de Dios» (16,23), la culminación de su reinado, al que tendía todo el AT. Les demuestra la realidad y calidad de la vida que ha superado la muerte.

Como Mc, Mt coloca la escena «seis días después». El sexto día fue el de la creación del hombre: el estado de gloria en el que va a mostrarse Jesús representa el éxito final de la creación, la realización plena del proyecto de Dios sobre el hombre. Al mismo tiempo, como en Mc, «los seis días» resultan de la suma de los datos cronológicos de la pasión: «dentro de dos días» (26,2), «el primer día de los ázimos» (26,17) y «al tercer día» en que tendrá lugar la resurrección (16,21). El transfigurado muestra, por tanto, el estado que sigue a la muerte.

Dado el simbolismo del monte como lugar de la presencia y comunicación divina (cf. 5,1), el «monte alto», no determinado, indica una manifestación divina, la más importante que los discípulos van a recibir en el evangelio. «El monte altísimo» a que el tentador llevó a Jesús era el de la manifestación del falso dios a través de la gloria de todos los reinos del mundo; en este «monte alto» se manifestará la verdadera gloria, la que procede de Dios vivo, capaz de infundir una vida que supera la muerte.

v. 2. Mt explica en qué consiste la transfiguración. «Su rostro brillaba como el sol» hace

visible la gloria de los justos en el reino de su Padre (13,43). Recuerda al mismo tiempo el resplandor del rostro de Moisés (Ex 34,29-35). También los vestidos resplandecen como la luz; el brillo y la blancura son propios de la esfera divina (cf. 17,5: nube luminosa; 28,3).

v. 3. La aparición de Moisés y Elías se hace en beneficio de los discípulos. Representan la

Ley y los Profetas, que habían anunciado el reino de Dios (11,13) y a los que Jesús viene a dar cumplimiento (5,17). Ellos hablan con Jesús, no con los discípulos. La Ley y los Profetas están orientados hacia la figura del Mesías. Moisés y Elías fueron los dos hombres de quienes se dice que hablaron con Dios en el monte Sinaí (Ex 33, l7ss; 1 Re 19,9-13). Ahora, en este «monte alto», ante los discípulos, hablan con Jesús, el Hombre-Dios. El estado glorioso de éste, que representa la condición definitiva del hombre en el reino de Dios, era el objetivo del AT y el cumplimiento último de las promesas.

v. 4. Pedro se dirige a Jesús. Su propuesta enlaza la visión con la fiesta de las Chozas, que

tenía un fuerte carácter mesiánico y nacionalista. Pedro propone una síntesis entre Jesús Mesías y el AT. Coloca a Moisés y Elías no subordinados a Jesús, sino en el mismo plano que él («una para ti, una para Moisés y una para Elías»). Ha reconocido el mesianismo de Jesús (16,16), pero no quiere que éste se separe de las categorías del AT; no debe haber ruptura, sino continuidad con el pasado. La actividad de Moisés y Elias se caracterizó por su violencia contra los enemigos de

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Dios y de su pueblo. Pedro quiere asegurarse de que Jesús va a realizar su mesianismo en la línea de las profecías del AT, que atribuían a la obra del Mesías las ideas de fuerza, poder, desquite y gloria. Con su propuesta, muestra Pedro que sigue pensando en las categorías de «los hombres» (16,23).

v. 5. La nube es símbolo de la presencia divina (cf. Ex 13,21, Nm 9,15; 2 Mac 2,8). Hay

una paradoja en el texto: una nube luminosa los cubrió con su sombra; es la gloria (= resplandor) de Dios que cubría el santuario (Ex 40,35); ella revela y oculta a Dios, que sólo es perceptible en su palabra. La voz de la nube repite ante los tres discípulos las palabras que resonaron en el bautismo de Jesús (3,17) y que señalan su unicidad; ningún personaje del AT puede compararse con él. Añade la voz el imperativo: «escuchadlo a él». Jesús sustituye a Moisés, integrando en si la figura del prometido profeta escatológico. La única voz que hay que escuchar es la suya. El AT queda relativizado: así como Moisés y Elías no dirigían la palabra a los discípulos, así éstos no deben escuchar más que a Jesús. El AT conserva validez sólo en cuanto sea interpretado desde la realidad Jesús, o sea, compatible con su enseñanza. Jesús es el único legislador, maestro y profeta.

v. 6. La reacción de los discípulos es de profundo miedo, que se expresa en el gesto de

caer de bruces a tierra; expresan el miedo a morir por haber recibido un oráculo divino, según la creencia del AT (Is 6,5; Dn 10,15.19). Siguen pensando en las antiguas categorías; son víctimas de la ideología religiosa que han recibido y no conocen a Dios.

v. 7. Jesús, que lleva en sí la presencia divina (1,23), se acerca a ellos y los toca, como

tocaba a los enfermos y a los muertos (8,3.15; 9,25-29); los invita a levantarse, como había hecho con la hija de Jairo (9,25). Estos discípulos, miembros del Israel mesiánico, están en la misma situación que el antiguo Israel.

v. 8. «Al Jesús de antes, solo», lit. «a un mismo Jesús, solo». La construcción griega auton

Iesoun suele interpretarse como aramea (pronombre proléptico). Los ejemplos que se citan, sin embargo, llevan siempre el nombre articulado, mientras aquí se omite el artículo ante «Jesús». La omisión del articulo ha ocurrido en Mt solamente en la presentación de Jesús antes de su nacimiento (1,1. 16.18), siempre calificada por «Mesías» (1,21.25 no cuentan), y en la primera noticia que de él tiene Herodes (14,1), casos perfectamente naturales.

La insólita omisión en este texto hace pensar que la aposición tiene otro significado. La traducción literal «a un Jesús mismo» parece significar «a Jesús con su apariencia acostumbrada»; se añade luego que estaba «solo», es decir, no acompañado de Moisés y Elías. La interpretación se confirma por el paralelismo con vv. 2-3; el v. 2 describe el aspecto transfigurado de Jesús, que en v. 8 ha desaparecido ya, mostrándose «el Jesús de antes/de siempre»; en el v. 3 aparecen los dos interlocutores, y a su ausencia en v. 8 corresponde el «solo». Mt expone cuidadosamente la vuelta a las condiciones ordinarias.

v. 9. Jesús refiere a «el Hombre» el contenido de la visión mesiánica. Esto confirma el

significado de la datación inicial «seis días después». Identifica además al Hombre (el Hijo del hombre) con el Hijo de Dios (v. 5).

Comunicarla a otros podría despertar expectativas mesiánicas falsas, como si su muerte se hiciera innecesaria. En cambio, después de su muerte, cuando la calidad de su mesianismo no deje lugar a dudas, el relato de esta visión podrá iluminar a los demás sobre la experiencia de la resurrección de Jesús. Es la única vez que Mt emplea el término «visión», que se usaba para visiones proféticas (Gn 15,1; Ex 3,3; Dn 2,19; 4,10; 7,2; Job 7,14). Estos tres discípulos serán los

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que presencien la oración de Jesús en Getsemaní (26,37). Lo que han presenciado debería servirles para entender la realidad que se oculta bajo la angustia de la muerte.

II

El evangelio de Mateo se preocupa por señalar el lugar de Jesús en la historia de la revelación divina. La montaña alta es el símbolo del encuentro con Dios. Moisés recibió toda la revelación del Señor en la cima de los montes Sinái y Horeb. Elías, luego de una peregrinación de cuarenta días, subió al monte Horeb al encuentro del Señor. El lugar de Jesús, en medio de Moisés y Elías, señala su papel fundamental en la historia de la revelación: él es la imagen del Dios invisible.

Para Israel, la revelación fundamental fue recibida por medio del gran profeta Moisés que se convirtió en modelo de toda profecía. Él era el gran mediador de la voluntad de Yahvé. Elías, el profeta más cercano a la imagen de Moisés, encarnó ese ideal de fidelidad a la voluntad del Señor. El final del Pentateuco (Dt 34, 10-12) y el final de los profetas (Mlq 3, 22-24) nos ofrecen las claves de lectura de la transfiguración del Señor. Jesús es el profeta esperado, el gran interprete de la voluntad divina, la revelación definitiva. Y como buen profeta, Jesús se presenta como lector crítico de la historia para denunciar las injusticias y anunciar la esperanza definitiva: la violencia y la injusticia no son la última palabra. La respuesta de Pedro ante esta nueva comprensión e la persona y misión de Jesús es insuficiente. No bastan tres tiendas para contener la revelación de Dios. La auténtica manifestación de Dios es Jesús y nuestra respuesta sólo puede ser la escucha atenta.

Domingo 7 de agosto

DOMINGO DECIMO NOVENO DE TIEMPO ORDINARIO Primera lectura: 1 Reyes 19, 9a. 11-13a.

Salmo responsorial: 84. 9-14 Segunda lectura: Romanos 9, 1-5

EVANGELIO Mateo 14, 22-33

22Enseguida obligó a los discípulos á que se embarcaran y se le adelantaran a la otra orilla, mientras él despedía a las multitudes. 23aDespués de despedirlas subió al monte para orar a solas.

23bCaída la tarde, seguía allí solo. 24Mientras tanto la barca iba ya muy lejos de tierra, maltratada por las olas, porque llevaba viento contrario. 25De madrugada se les acercó Jesús andando sobre el mar. 26Los discípulos, viéndolo andar sobre el mar se asustaron diciendo que era un fantasma, y daban gritos de miedo.

27Jesús les habló enseguida: -¡Animo, soy yo, no tengáis miedo! 28Pedro le contestó: -Señor, si eres tú, mándame llegar hasta ti andando sobre el agua. 29E1 le dijo: -Ven. Pedro bajó de la barca y echó a andar sobre el agua para llegar hasta Jesús; 30pero al

sentir la fuerza del viento le entró miedo, empezó a hundirse y gritó: -¡Sálvame, Señor!

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31Jesús extendió en seguida la mano, lo agarró y le dijo: -¡Qué poca fe! ¿Por qué has dudado? 32En cuanto subieron a la barca cesó el viento. 33Los de la barca se postraron ante él diciendo: -Realmente eres Hijo de Dios. 34Terminada la travesía tomaron tierra en Genesaret. 35Los hombres del lugar, al reconocerlo, avisaron por toda la comarca, y le llevaron los

enfermos, 36rogándole que les dejara tocar siquiera el borde de su manto, y todos los que lo tocaron se curaron.

COMENTARIOS I

CAMINANDO SOBRE EL MAR “¡Señor, que nos hundimos!” Hoy caminamos por la vida con esta sensación. Ya no existe la

tierra firme sobre la que posar los pies. Casi todo bajo ellos es arena movediza, mar fiero que abre sus fauces para devorarnos. El hombre de hoy, a fuerza de sentirse inseguro, trata en cada momento de agarrarse a la tabla que las olas le arrojan, con la ilusión de llegar a la anhelada seguridad de sus sueños y pesadillas.

En el inconsciente humano existe el fantasma de una guerra nuclear monstruosa; el miedo

nos defiende del conflicto. La economía mundial baila a son de dólar y petróleo, partitura musical de vaivenes a modo de vals, que sube y baja según los vientos que soplen. El fantasma del paro nos asedia; la droga arrasa cada día más corazones. La familia se desestabiliza, los matrimonios quiebran, la barrera generacional entre padres e hijos se acrecienta. La sociedad de consumo incita a más y más consumir para tirar antes de gastar, por imperativo de la moda temporera.

En una palabra, el mundo ha dejado de ser tierra firme. Caminamos sobre el mar. ¿Sin

hundirnos? ¿Por cuánto tiempo aún? También en la Iglesia se vive esta sensación. Dentro de ella han aparecido con virulencia

inusitada las corrientes ideológicas. Hay teologías para todos los gustos: popular y de liberación, clásica y conservadora, de izquierdas y de derechas. Incluso la parroquia, esa secular estructura, se resquebraja, haciendo aguas, como barca rota, por todos sitios. Los cristianos andan desconcertados: ¿A qué voz seguir, con tantos y tan diferentes pastores? Se ha perdido aquella añorada uniformidad de antaño, basada en la obediencia ciega a los superiores, "portavoces de Dios"(?). La barca de Pedro, mejor, de Jesús, único timonel de esta nave que impulsa el Espín tu; se siente amenazada por las olas. El Evangelio del Nazareno nos parece a los cristianos tierra firme, pero lejana. ¿Cómo implantarlo en este mar de egoísmo e insolidaridad, de injusticia, miedo y fuerza que aplasta, de honores y dinero?

Siempre me ha llamado la atención aquella escena en la que Pedro se arrojó al mar para caminar sobre él, como su Maestro. Sólo uno de entre doce se tiró al agua. ¡Qué iluso! Y no se lanzó precisamente para nadar, sino para caminar sobre ella.

Con todo lo que se quiera desprestigiar a este Pedro -mote que significa piedra, cabeza

dura- me merece todos mis respetos. Pues el milagro no es que un hombre camine por el mar

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imagen poética que expresa la naturaleza divina de Jesús- sino que haya quien sueñe todavía en el mar como si se tratara de tierra firme.

Tampoco Pedro lo consiguió del todo y comenzó a hundirse. Y no se ahogó, porque sintió

la mano de Jesús que lo agarró y el susurro de un reproche a flor de labios: "¡Qué poca fe! ¿Por qué has dudado?"

Poca fe. Este es el problema. Para hacer un mundo nuevo hace falta fe, mucha fe, mucho

poder creativo, más ilusión y ensueño. Y además, la mano tendida y poderosa de un Maestro que nos ayude a caminar por el mar; que sin El, como Pedro, nos hundimos.

II

Y VERDADERO HOMBRE Desde el punto de vista de las creencias, se considera «cristiano» a quien acepta que Jesús es

Hijo de Dios. Por el contrario, a quien no cree en Jesús, o lo acepta sólo como un hombre bueno, que propuso un interesante modo de vida, no se le considera, y con razón, cristiano.

Pero ¿y el que, en teoría o de hecho, no acepta que Jesús es hombre?

AUN HAY RESISTENCIAS La lección contenida en el evangelio del domingo pasado no fue asimilada por todos los

discípulos. O, por lo menos, Jesús, que los conoce bastante bien, teme que haya reacciones no deseables: alguno podría aprovechar el entusiasmo del momento para intentar desviar a Jesús en la dirección del mesianismo triunfalista. Por eso, mientras él despide a las multitudes, obliga a sus discípulos a alejarse de la gente enviándolos en barca a la otra orilla del lago. Jesús, por su parte, se marcha, solo, a orar.

Nada se dice del contenido de su oración. Pero si la ponemos en relación con los acontecimientos inmediatos, podemos pensar que Jesús, por un lado, continúa la acción de gracias que precedió al reparto de los panes y de los peces, y por otro, se dirige al Padre para pedirle por su grupo, para que también ellos, los discípulos, sean capaces de comprender que el mundo no tiene arreglo desde el poder, puesto que sólo los que se tratan como iguales pueden vivir como hermanos.

Son estas resistencias -estas tentaciones- que aún quedan por vencer en sus discípulos el objeto de la oración de Jesús; ésta, la del poder, y la tentación del nacionalismo excluyente.

VIENTO CONTRARIO

Esta otra tentación se manifiesta en el transcurso de la travesía. Jesús ha enviado a sus discípulos a la otra orilla, a tierra de paganos. La experiencia que acaban de gozar no se la pueden reservar para ellos. Ni siquiera para su pueblo. Esa experiencia deben compartirla, como el pan, con toda la humanidad. La misión de Jesús no está limitada por ningún tipo de frontera, sea ésta geográfica, cultural o religiosa. El ha dejado ya bien explicada esta cuestión; la última vez con las parábolas de «el grano de mostaza» y «la levadura en la masa» (Mt 13,31-33; véase comentario en el domingo decimoséptimo); pero los discípulos no lo ven claro todavía. Por un lado, les debe parecer mucho más fácil el triunfo entre aquellos que acaban de ver lo que ha hecho Jesús, les tiene que resultar mucho más sencillo hablar del éxodo, de la liberación a quienes ya sabían que el Señor es un Dios liberador; por otro lado, considerar que los paganos eran iguales que ellos, que las fronteras deberían desaparecer, que Israel no sería en adelante la exclusiva propiedad del

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Señor, sino que Dios iba a ser Padre de todos los hombres, después de haber estado toda una vida maldiciendo a los paganos en nombre de Dios...

Ese es el viento contrario: su miedo al fracaso y su miedo a perder privilegios; miedo a ser aceptados y miedo a aceptar a los otros. La barca no puede avanzar con este viento, la comunidad no puede llevar a cabo el encargo de Jesús si por un lado sigue manteniendo, o simplemente «creyendo» en la utilidad del poder, y por otro no es capaz de vencer el miedo a encontrarse con «los otros»: los de otra cultura, los de otra taza, los de otra opinión.

EL HOMBRE-DIOS

«El solo ... camina sobre el dorso del mar», dice Job hablando de Dios (Job 9,8). Y sobre el dorso del mar se presenta Jesús, en medio de la tempestad, ante sus discípulos. Pero no lo reconocen, sienten miedo, piensan que es un fantasma.

Al principio del evangelio de Mateo, Jesús es presentado como «Dios con nosotros» (Mt 1,23). Pero también esto resulta difícil para los discípulos. Eso de que un hombre pretenda ser Dios..., eso de que Dios pueda haberse hecho presente como hombre en el mundo de los hombres... Que también esa frontera, la que separa a Dios de la humanidad, pueda llegar, en un cierto sentido, a desaparecer... Mejor pensar que es un fantasma.

Pedro se arriesga a creer («Señor, si eres tú, mándame llegar hasta ti andando sobre el agua»); pero vuelve a dejarse vencer por el miedo: ¡él andando sobre las aguas, él participando de una cualidad divina...!

Jesús saca a flote a Pedro, que se hundía por culpa del miedo, y juntos suben a la barca. Y, con él a bordo, el viento se calma. Y los presentes lo reconocen como Hijo de Dios.

Todavía hoy, al menos en ciertos ambientes, resulta difícil aceptar que Jesús, el rostro que nosotros podemos ver de Dios, es un hombre. Un hombre cualquiera, uno de tantos. Quizá sea fácil verlo andando por encima de las aguas del mar; lo que resulta más difícil es imaginarlo empapado de sudor por los caminos de Palestina, o participando de la alegría de una fiesta de bodas, o apasionado en la defensa de la justicia y en la denuncia de los abusos de los poderosos y el cinismo de los sumos sacerdotes; firme y enérgico en ocasiones, débil y tierno en otras, sintiendo miedo ante la muerte y dando un paso adelante y, pisando su miedo, hacer que venciera la fuerza del amor; o mordiéndose los labios para no gritar, o quizá gritando de dolor, cuando lo clavaron en la cruz, y, en seguida, perdonando a los salvajes que lo habían clavado...

Pero ése es el aspecto que Dios ha querido que conozcamos de él. Y sigue dándose a conocer en aquellos que, de la mano del Hijo, siguen sudando y amando, llorando y gozando, viviendo y muriendo para que este mundo pueda un día ser un mundo de hermanos.

A los discípulos, que podían tocar al que como ellos era un hombre, les costó trabajo aceptar en él la presencia de Dios.

Algunos, a quienes tal vez les gustaría ocupar el puesto de Dios, procuran disimular que se hizo presente en el Hombre. Pues en el hombre sigue presente.

III

vv. 22-23a: Enseguida obligó a los discípulos á que se embarcaran y se le adelantaran a la otra orilla, mientras él despedía a las multitudes. 23aDespués de despedirlas subió al monte para orar a solas.

Jesús obliga a sus discípulos a embarcar. Quiere alejarlos del escenario de la señal mesiánica y del contacto con la multitud. Él se encarga de despedirla. Ahora es el momento, des-pués de haber saciado su hambre (cf. v. 15). Sube al monte solo (cf. v. 23) a orar; es la primera vez que habla Mt de la oración de Jesús (la segunda y última será la de Getsemaní, 26,36ss). El

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paralelo con Getsemaní y la ocasión de popularidad que se ha presentado hacen pensar que la oración de Jesús tiene que ver con la tentación del mesianismo triunfal.

El hecho de obligar a los discípulos a embarcarse, separándolos de la multitud, insinúa que Jesús ora por ellos, para que no cedan a la tentación de un Mesías de poder.

vv. 23b-26: Caída la tarde, seguía allí solo. 24Mientras tanto la barca iba ya muy lejos de

tierra, maltratada por las olas, porque llevaba viento contrario. 25De madrugada se les acercó Jesús andando sobre el mar. 26Los discípulos, viéndolo andar sobre el mar se asustaron diciendo que era un fantasma, y daban gritos de miedo.

Nuevo momento de la jornada, que coincide, sin embargo, con el de v. 15. Son dos momentos no lejanos de la misma tarde.

«Muy lejos de tierra», lit. «muchos estadios»; el estadio medía unos 185 metros. «Andar sobre el agua» era atributo propio de Dios (cf. Job 9,8; 38,16). La reacción de los discípulos es de incredulidad. No reconocen en Jesús al «Dios entre nosotros» (1,23). De ahí que quiten toda realidad a su presencia, considerándolo un fantasma. Rechazan la posibilidad de un hombre-Dios.

«La barca» de los discípulos es figura de la comunidad. Jesús los envía «a la otra orilla», adonde habían ido con él (cf. 8,28), es decir, a país pagano. La misión debe hacerse repartiendo el pan con todos los pueblos, como acaban de hacer en país judío. «El viento» contrario, que les impide llevar a cabo el encargo de Jesús, representa la resistencia de los discípulos a alejarse del lugar donde está la esperanza de un triunfo, de que Jesús se convierta en el líder de la multitud. Consideran lo sucedido en el reparto de los panes como una acción extraordinaria exclusiva de Jesús, no como el efecto de la entrega personal, norma de vida para el discípulo.

v. 27: Jesús les habló enseguida: -¡Animo, soy yo, no tengáis miedo! Jesús se da a conocer. La palabra «¡Animo!» disipa el temor provocado por la aparición.

«Soy yo», fórmula de identificación con que Dios se revelaba en el AT (cf. Ex 3,14; Is 43,1.3.10s); a ella corresponde la exhortación «no tengáis miedo».

vv. 28-34: Pedro le contestó: -Señor, si eres tú, mándame llegar hasta ti andando sobre el agua. 29E1 le dijo: -Ven. Pedro bajó de la barca y echó a andar sobre el agua para llegar hasta Jesús; 30pero al sentir la fuerza del viento le entró miedo, empezó a hundirse y gritó: -¡Sálvame, Señor! 31Jesús extendió en seguida la mano, lo agarró y le dijo: -¡Qué poca fe! ¿Por qué has dudado? 32En cuanto subieron a la barca cesó el viento. 33Los de la barca se postraron ante él diciendo: -Realmente eres Hijo de Dios.

Pedro desafía en cierto modo a Jesús. Lo llama «Señor» y le pide que «le mande» ir a él: cree en el poder «milagroso» de Jesús, no en la fuerza del amor. Pedro quiere «andar sobre el agua», participar de la condición divina de Jesús. Éste no duda y lo invita; todo el que lo sigue está llamado a acceder a la condición de hijo de Dios, comportándose como lo hace el Padre (cf. 5,9). Sin embargo, Pedro «ve» el viento, es decir, su efecto sobre el agua, y siente miedo; esperaba la condición divina sin obstáculos, de manera milagrosa; ha olvidado que el hombre se hace hijo de Dios en medio de la oposición y persecución del mundo (cf. 5,10s). Su petición a Jesús (cf. Sal 18, 5-18; 144,5-7) le vale un reproche, pues muestra su falta de fe.

Pedro siente miedo porque no ha entendido el modo como se hace la misión, con la entrega total. Su miedo está en paralelo con el de la primera travesía (8,25), que tenía por motivo la desigualdad de fuerzas entre una sociedad y un grupo insignificante de individuos. En uno y otro caso, los discípulos o Pedro apelan a Jesús en los momentos de dificultad, forzándolo a intervenir. Tienen el concepto de salvación expresado en los salmos citados antes: una in-tervención milagrosa de Dios desde el cielo que resuelve la situación desesperada del hombre. El de Jesús es diferente: estando con él, el hombre se basta a sí mismo (cf. 19,26), ya está salvado.

En cuanto Jesús sube a la barca cesa el viento, es decir, la oposición y resistencia de los discípulos. El viento era la búsqueda del triunfo humano. «Los de la barca», que representan a la

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comunidad cristiana, reconocen que Jesús es «Hijo de Dios». Nótese la ausencia de artículo. No se trata de «el Hijo de Dios» según la concepción tradicional, ni tampoco de un título exclusivo. Jesús es «Hijo de Dios», pero ha demostrado que también ellos pueden llegar a serlo.

vv. 34-35: Terminada la travesía tomaron tierra en Genesaret. Llamaban Gennesar a una pequeña llanura muy fértil, limitada al norte por las cercanías

de Cafarnaún y al sur por Magdala. Genesaret podría ser un pueblo situado en aquella comarca. De hecho, la barca no llega a la orilla pagana; los discípulos no están preparados para la misión. Por eso, Jesús tendrá que repetir el episodio de los panes, enseñarles de nuevo cómo han de ejercer la misión, ya directamente en medio de los paganos (15,32-39).

vv. 35-36: Los hombres del lugar, al reconocerlo, avisaron por toda la comarca, y le llevaron los enfermos, 36rogándole que les dejara tocar siquiera el borde de su manto, y todos los que lo tocaron se curaron

«Los hombres» pueden relacionarse con los de 14,21. Los que ya conocen la eficacia de Jesús y han presenciado sus curaciones (14,14) difunden la noticia de su llegada. El mínimo contacto con Jesús (el vestido equivale a la persona) los hace salir de la penosa situación en que se encuentran; su efecto es infalible («todos los que lo tocaban se curaban»). Como toda la realidad de Jesús es vida, el mínimo contacto con él produce vida y salvación. La salvación anunciada en el episodio anterior se prolonga en toda ocasión.

IV

Entre los primeros profetas de Israel surgen dos figuras que brillan con luz propia: Samuel y

Elías. La tradición bíblica les concedió un lugar destacado no sólo por el momento crítico en el que actuaron, sino, sobre todo, por la radicalidad con la que asumieron la causa de Yavé. La teofanía del monte Horeb constituye el centro de lo que se ha llamado el “ciclo de Elías”, es decir, la colección de relatos que tienen como protagonista a este profeta (1R 17, 1-2R 2, 1-12).

En esa época había gran confusión y la fidelidad a Yavé y a sus leyes estaba en entredicho porque el rey había introducido cultos a dioses extranjeros (1R 16, 31-32). Los nuevos dioses legitimaban la violencia, la intolerancia y la expropiación como medios para garantizar el poder. Elías levanta su voz en contra de estos atropellos y ve en la sequía que azota al país las consecuencias del castigo divino. Elías, entonces, en medio de persecuciones y amenazas comienza una campaña de purificación de la religión israelita. Sin embargo, sus iniciativas producen el efecto contrario y se agudiza la opresión, la violencia y la persecución.

Cansado y desanimado Elías se dirige al Horeb donde descubre que Dios no se manifiesta en los elementos telúricos -en la tormenta imponente o en el fuego abrazador-, sino en la brisa fresca y suave que le acaricia el rostro y lo invita a tomar otro camino para hacer realidad la voluntad del Señor.

Después de la masacre del monte Carmelo (1R 18, 20-40), Elías, sin abandonar la denuncia de las injusticias (1R 21, 1-29) y aberraciones (2R 1, 1-18), opta por animar a un grupo de discípulos para que continúen su misión (2R 2, 1-12). Elías descubrió así que por la vía de la violencia no se consigue nada, ni siquiera aunque sea a favor de causas justas. La fuerza de la espada puede imponer el parecer de un grupo de personas, pero no puede garantizar la paz, el respeto y la justicia.

El evangelio nos muestra otra tentación en la que pueden caer los seguidores de Jesús cuando no están seguros de los fundamentos de su propia fe. La escena de la «tormenta calmada» nos evoca la imagen de una comunidad cristiana, representada por la barca, que se adentra en medio de la noche en un mar tormentoso. La barca no está en peligro de hundirse, pero los tripulantes, llevados más por el miedo que por la pericia, se abandonan a los sentimientos de pánico. Tal estado de ánimo los lleva a ver a Jesús que se acerca en medio de la tormenta, como un fantasma salido de

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la imaginación. Es tan grande el desconcierto que no atinan a reconocer en él al maestro que los ha orientado en el camino a Jerusalén. La voz de Jesús calma los temores, pero Pedro llevado por la temeridad se lanza a desafiar los elementos adversos. Pedro duda y se hunde, porque no cree que Jesús se pueda imponer a los «vientos contrarios», a las fuerzas adversas que se oponen a la misión de la comunidad.

Este episodio del evangelio nos muestra cómo la comunidad puede perder el horizonte cuando permite que sea el temor a los elementos adversos el que los motiva a tomar una decisión y no la fe en Jesús. La temeridad nos puede llevar a desafiar los elementos adversos, pero solamente la fe serena en el Señor nos da las fuerzas para no hundirnos en nuestros temores e inseguridades. Al igual que Elías, la comunidad descubre el auténtico rostro de Jesús en medio de la calma, cuando el impetuoso viento contrario cede y se aparece una brisa suave que empuja las velas hacia la otra orilla.

Nuestras comunidades están expuestas a la permanente acción de vientos contrarios que amenazan con destruirlas; sin embargo, el peligro mayor no está fuera, sino dentro de la comunidad. Las decisiones tomadas por miedo o pánico ante las fuerzas adversas nos pueden llevar a ver amenazadores fantasmas en los que deberíamos reconocer la presencia victoriosa del resucitado. Únicamente la serenidad de una fe puesta completamente en el Señor resucitado nos permite colocar nuestro pie desnudo sobre el mar impetuoso. El evangelio nos invita a enfrentar todas aquellas realidades que amenazan la barca animados por una fe segura y exigente que nos empuja como suave brisa hacia la orilla del Reino.

Para la revisión de vida La fe es capaz de mover montañas… y de hacernos caminar sobre el mar. ¿Cómo va

mi fe? ¿Tengo confianza ciega en Dios? ¿Qué hago con mis dudas? ¿Me pasa como a Pedro, que me hundo en la vida... por dudar?

Para la reunión de grupo La segunda lectura, del libro segundo de los Reyes, es una lectura clásica para discernir la

presencia de Dios. Hagamos una aplicación alegórica de los símbolos que utiliza: el huracán, el terremoto, el rayo, la brisa…

Prolonguemos la misma reflexión aplicándola hacia categorías más modernas: el estrés, la angustia, la depresión, la tranquilidad de conciencia, la autoestima, la autosatisfacción por el trabajo realizado...

Este episodio de la vida de Elías ha sido utilizado casi siempre para ponderar la capacidad que la naturaleza de hacernos patente la presencia de Dios. Muchos elementos de decoración religiosa facilona se basan en ello: bellos amaneceres, montañas escarpadas, paisajes llenos de luz, horizontes infinitos... nos hemos acostumbrado a considerarlos símbolos de la presencia de Dios. Se trata de la imagen de un Dios connaturalmente presente en la «naturaleza», no en la «historia»: sería difícil ver a Dios en un cuadro pictórico sobre la lucha de Espartaco y los esclavos, o las luchas de las reivindicaciones obreras... Comentar esto. Relacionarlo con aquel eslogan de la espiritualidad de la liberación: «Contemplativus in Liberatione», ser «contemplalivo en (el proceso de) la liberación»...

Es fácil ver que los conflictos de justicia entre pobres y ricos en el Primer (Antiguo) Testamento no son una peculiaridad de la historia de Israel... sino un elemento casi pudiéramos decir «esencial» lamentablemente infaltante en toda sociedad. Las apelaciones a un tipo u otro de (imagen de) Dios, no es quizá sino el reflejo de las luchas que en esa sociedad se dan entre las fuerzas utópicas profundas del sobsconciente colectivo y los egoísmos humanos de grupos y de personas. Entonces –y también ahora- se batían estas fuerzas en el campo del imaginario y del discurso religioso, como era «natural» a ese tipo de sociedad. Estamos entrando en un tipo de sociedad en la que, por efecto de lo que Giddens llama «destradicionalización», la dimensión

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religiosa institucional tradicional pierde fuerza, se hace menos plausible, y en las sociedades avanzadas (cercanas a lo que se llama técnicamente «sociedades del conocimientoo») se hace sencillamente ininteligible. ¿Cómo continuará históricamente la defensa de los pobres y de la justicia en las sociedades avanzadas (y en la nuestra –cualquiera que sea- en el futuro) cuando el discurso y el imaginario religioso no estén a la mano para llevar adelante esa lucha entre la utopía de justicia y los intereses egoístas?

Muchos de las narraciones de los evangelios sabemos que son simbólicas, teológicas, no históricas. No son una narración objetiva de lo que realmente pasó. Ni era ésa la intención del evangelista al incorporar ese texo al evangelio. Pero durante más de milenio y medio la cristiandad entendió auqellas narraciones al pie de la letra como hechos reales. Todavía uchas personas los entienden así. ¿Es un problema, o no lo es? ¿En qué sentido sí y en qué sentido no? ¿Qué habría que hacer?

Para la oración de los fieles Por la Iglesia, para que busque siempre en el Señor la fuerza necesaria para llevar a cabo su

misión en el mundo. Oremos. Por todos los cristianos, para que nos esforcemos en conocer cada día más y mejor la

voluntad de Dios y así vivamos con más coherencia nuestra fe. Hoy hemos. Por todos los que trabajan por lograr un mundo más humano y más fraterno, para que nunca

se desanimen ante las dificultades y vean recompensados sus esfuerzos con el triunfo. Oremos. Por todos los pueblos y personas, para que disfruten de paz y libertad verdaderas y plenas.

Oremos. Por todos los que dudan y vacilan en su fe, para que encuentren la fortaleza que da el

confiar plenamente en Dios. Oremos. Por todos nosotros, para que encontremos en la Eucaristía y en la Comunidad la fuerza y el

ánimo necesarios para no perder nunca la ilusión ni la esperanza. Oremos. Oración comunitaria Oh Dios, Fuerza Viva, Creadora, Energizante, Elevante, que nos atraes sin

manifestarte, y nos seduces sin entregarte, sin atravesar ni romper nunca el leve y opaco velo que nos separa y nos comunica... Haznos sentir tu presencia en la profundidad de todo lo que existe, en la naturaleza pero también en la historia, en la tierra como en el cielo, en el pasado como en el futuro, en nuestra religión como en las de todos los pueblos. Nosotros te hemos sentido especialmente cerca en Jesús de Nazaret, y en el mismo Espíritu que él ha manifestado, Te sentimos presente, a Ti y a Todo lo que existe. Amén

O también: Dios, Padre nuestro, acrecienta en nosotros el sentimiento de hijos tuyos, nuestro

amor y nuestra confianza en Ti, para que seamos en todo momento y circunstancia signos vivos de tu presencia en medio de la humanidad. Por Jesucristo. Lunes 8 de agosto EVANGELIO Mateo 17, 22-26

22Mientras caminaban juntos por Galilea les dijo Jesús: -Al Hijo del hombre lo van a entregar en manos de los hombres y 23lo matarán, pero al

tercer día resucitará.

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Ellos quedaron consternados 24Cuando llegaron a Cafarnaún, los que cobraban el impuesto del templo se acercaron a

Pedro y le preguntaron: -¿Vuestro maestro no paga el impuesto? 25Contestó: -Sí. Cuando llegó a casa se adelantó Jesús a preguntarle: -¿Qué te parece, Simón? Los reyes de este mundo, ¿a quiénes les cobran tributos e

impuestos, a los suyos o a los extraños? 26Contestó: -A los extraños. Jesús le dijo: -O sea, que los suyos están exentos. 27Sin embargo, para no

escandalizarlos, ve al mar y echa el anzuelo; coge el primer pez que saques, ábrele la boca y encontrarás una moneda; cógela y págales por mí y por ti.

COMENTARIOS I

vv. 22-23: Mientras caminaban juntos por Galilea les dijo Jesús: -Al Hijo del hombre lo

van a entregar en manos de los hombres y 23lo matarán, pero al tercer día resucitará. Ellos quedaron consternados.

De nuevo en Galilea. Han vuelto del territorio de Cesarea (16, 13). Segunda predicción de la muerte-resurrección, muy distinta de la primera (16,21). Usa Jesús la denominación «el Hijo del hombre», de valor extensivo. Lo que afirma toca, por tanto, en primer lugar a él, pero también a sus seguidores (cf. 10,17). No menciona lugar ni personajes concretos; sus asesinos serán «hombres». Repite que la muerte no es lo definitivo; en breve tiempo se manifestará la vida.

La oposición entre los «hombres» y «el Hijo del hombre» es común en los evangelistas. Si el Hijo del hombre se caracteriza por poseer el Espíritu de Dios, «los hombres» son los que carecen de él y no comprenden ni secundan el plan de Dios (16,13.23). Aquí son «algunos hombres» (sin artículo), que representan, en el caso de Jesús, a las autoridades judías. Jesús, el Hombre- Dios (1,23), lleva en sí la vida que le permite levantarse de la muerte.

La reacción de los discípulos no es de fe-adhesión; quedan desolados ante la perspectiva de la muerte. Tampoco los que han estado presentes a la escena de la transfiguración han entendido.

v. 24: Cuando llegaron a Cafarnaún, los que cobraban el impuesto del templo se acercaron a Pedro y le preguntaron: -¿Vuestro maestro no paga el impuesto?

«El impuesto del templo»: lit. «las didracmas», impuesto anual que todo judío de Palestina o del extranjero había de pagar al templo desde los veinte años (Ex 30,11-13; 38,26; cf. Neh 10,33s). Dos dracmas es el equivalente a dos días de jornal. Se cobraba el impuesto en la segunda quincena de marzo (Adar); en Nisán (Abril), que señalaba el comienzo del año litúrgico, tenía que estar cobrado. La Pascua no estaba lejos.

La pregunta de los recaudadores a Pedro espera respuesta afirmativa, pero dejando abierta la posibilidad contraria. Los sacerdotes y algunos rabinos pretendían estar exentos de pagar el im-puesto. Dado que a Jesús se le llama maestro, podría pretender el mismo privilegio.

vv. 25-26: Contestó: -Sí. Cuando llegó a casa se adelantó Jesús a preguntarle: -¿Qué te parece, Simón? Los reyes de este mundo, ¿a quiénes les cobran tributos e impuestos, a los suyos o a los extraños? 26Contestó: -A los extraños. Jesús le dijo: -O sea, que los suyos están exentos.

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Pedro, sin más, responde afirmativamente, mostrando su concepción de un Mesías que respeta y continúa las instituciones de Israel. No le penetran las predicciones que ha hecho Jesús de su muerte (16,21; 17,22s); a pesar de la increpación de Jesús (16,23) y de la transfiguración (17,l ss), su idea sigue siendo la humana (16,23). Jesús le da la lección, ampliando el caso a los tributos reales. «Los reyes de este mundo», expresión judía corriente en oposición con «el rey del cielo»; «a los suyos» (lit. «de sus hijos», cf. 8,12). Se refiere a los súbditos de su reino; son los extraños / extranjeros, es decir, los pueblos sometidos, los que pagan el tributo. Jesús y sus discípulos son los ciudadanos del reino de Dios y están exentos del pago. Como el texto juega con el doble significado de «hijos», súbditos del rey / hijos de Dios, se escoge una traducción («los suyos») que permite ambos sentidos.

La frase central del pasaje es «los suyos están exentos» (lit. «libres son los hijos»). Tal ha de ser la conciencia de la comunidad cristiana. La condición de hijos de Dios lleva consigo la ab-soluta libertad respecto a toda clase de poder e imposición.

v. 27: Sin embargo, para no escandalizarlos, ve al mar y echa el anzuelo; coge el primer pez que saques, ábrele la boca y encontrarás una moneda; cógela y págales por mí y por ti.

Ni Jesús ni los suyos tienen ninguna obligación de pagar. Si lo hacen, no es por respeto al templo, sino al pueblo. «El escándalo» es un tema de Mt (cf. 5,29; 11,6; 13,21.57; 15,12; 18,6, etc.).

II

En la época del imperio romano el tránsito de mercancías y personas estaba sujeto a rigurosos controles militares y fiscales. Las fuertes medidas tributarias le permitían al imperio financiar un ejercito tan numeroso extendido por todas las regiones del Mediterráneo. Sin embargo, los romanos, como sagaces administradores, delegaban el cobro de impuestos a las organizaciones locales. El episodio de hoy pone en duda precisamente la legitimidad de tales medidas.

Jesús le propone una comparación a Pedro que permite captar la injusticia que había detrás de tales medidas. Los impuestos están reservados para las personas que, viniendo desde fuera, no le aportan nada a la nación. Pero los habitantes del país, los ‘hijos’ como los llama el evangelio, no están obligados a pagar aquellos impuestos que se derivan del libre tránsito por los territorios del propio país. Los habitantes de un país aportan impuestos legítimos por muchas actividades comerciales, religiosas y sociales, pero no deberían pagar aquellas que se les imponen desde fuera, como si vivieran en la propiedad de otro.

Jesús, entonces, encomienda a Pedro la tarea de proveer los fondos necesarios para no entrar en conflicto con las autoridades locales. Sin dejar de denunciar la injusticia la comunidad, simbolizada por el pez, asume la tarea de cumplir con las obligaciones que el sistema impone, ya que una reflexión, aunque sea verdadera y acertada, no se impone por la fuerza sino por el diálogo. Martes 9 de agosto EVANGELIO Mateo 18, 1-5. 10. 12-14

18 1En aquel momento se acercaron los discípulos a Jesús y le preguntaron: -Vamos a ver, ¿quién es más grande en el reino de Dios? 2Él llamó a un criadito, lo puso en medio 3y dijo:

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-Os aseguro que si no cambiáis y os hacéis como estos chiquillos, no entráis en el reino de Dios; 4o sea, que cualquiera que se haga tan poca cosa como el chiquillo éste, ése es el más grande en el reino de Dios; 5y el que acoge a un chiquillo como éste por causa mía, me acoge a mí.

10Cuidado con mostrar desprecio a un pequeño de ésos, porque os digo que sus ángeles están viendo siempre en el cielo el rostro de mi Padre celestial.

12A ver, ¿qué os parece? Suponed que un hombre tiene cien ovejas y que una se le extravía; ¿no deja las noventa y nueve en el monte para ir en busca de la extraviada? 13Y si llega a encontrarla, os aseguro que ésta le da más alegría que las noventa y nueve que no se han extraviado. 14Así tampoco quiere vuestro Padre del cielo que se pierda uno de esos pequeños.

COMENTARIOS I

v. 1: Este episodio tiene lugar en la misma casa donde estaban Jesús y Pedro. Es la casa

que representa la comunidad de Jesús. Comienza así una instrucción que tiene como punto de partida la pregunta de los discípulos. El reino de Dios es la comunidad cristiana; los discípulos, según la mentalidad del judaísmo, suponen que hay en ésta diferencias de rango.

v. 2: «A un criadito»: el griego paidion (diminutivo de país = muchacho / mozo / chico)

denota un niño o niña de hasta doce años (cf. Mc 5,42): mozuelo / chiquillo». En muchas lenguas, los términos que designan a un joven se emplean para designar a un sirviente: «mozo de cuerda / de cuadra / de café», «mancebo de botica», «el chico / la chica / muchacha». Griego país = «chico / mozo / servidor / hijo»; diminutivo paidion, desde Aristófanes = «esclavito / chiquillo» (por ejemplo, «el chiquillo de la tienda»).

En este pasaje no se trata de un chiquillo cualquiera, como aparece claramente a continuación (4: «el chiquillo éste»; 5: «un chiquillo como éste/de esta clase»). El chiquillo es un joven sirviente. Al colocarlo en medio, lo hace Jesús centro de atención y modelo para los discípulos.

v. 3-4. «Si no cambiáis», lit. «si no dais la vuelta», que significa un cambio de dirección

(gr. stréphô, no epistrephô, convertirse). «Estos chiquillos», en gr. artículo anafórico; no se trata de chiquillos cuales quiera, sino de la clase representada por el que Jesús ha colocado en el centro. «Hacerse como los chiquillos/servidores» significa renunciar a toda ambición personal. Siendo este cambio condición para entrar en el reino, está en relación con la opción expresada en la primera bienaventuranza (5,3), que es la que permite entrar en el reino; lo mismo, con la fidelidad exigida en 5,20 y con «renegar de sí mismo», condición para el seguimiento (16,24).

«Se haga tan poca cosa», el verbo gr. tapeinoô, como el adjetivo tapeinos, no significan la humildad psicológica, sino la sociológica, la condición humilde. El paso a lo psicológico se hace añadiendo un complemento de interiorización, por ej., «de corazón» (cf. 11,29), o con palabra compuesta (tapeinophrosunê).

En la comunidad cristiana, la grandeza se juzga por criterios opuestos a los de la sociedad. El que sirve, no el que manda, es el más grande. Toda ambición de preeminencia o de dominio queda excluida.

v. 5: El chiquillo/servidor pasa a ser modelo de discípulo. La disposición al servicio debe

acompañar al discípulo en la misión (cf. 10,14: «si alguien no os recibe/acoge»; 10,40); ella hace que el discípulo lleve consigo la presencia de Jesús.

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v. 10: La conclusión de lo anterior viene enfatizada por Jesús con la comparación de los

ángeles. Según la creencia judía, sólo podían contemplar el rostro de Dios los llamados siete ángeles del Servicio. Más tarde, por subrayar la trascendencia divina, se pensó que ni siquiera éstos podían hacerlo. Para ponderar el respeto debido a los pequeños se apoya Jesús sobre esa imagen: los pequeños son delante de Dios los más importantes de los hombres; lo que a ellos ocurre tiene inmediata resonancia ante el Padre del cielo.

vv. 12-14. «A ver»: giro idiomático castellano usado para proponer una pregunta que introduce un tema diferente o un nuevo desarrollo del mismo tema (inexistente en griego). Hasta ahora se había tratado de no escandalizar a los pequeños mostrando superioridad y desprecio hacia ellos. Ahora, del cuidado que merecen.

La parábola está construida sobre el verbo «extraviarse» (12: «se le extravía»; «la extraviada»; 13: «no se han extraviado»). El peligro de uno hace aumentar el amor por él y su salvación causa mayor alegría. El lugar de salvación para el individuo es la comunidad; fuera de ella está en peligro de perderse.

II

En el evangelio de Mateo la palabra ‘pequeño’ no se refiere únicamente a los niños. El evangelista reflexiona ampliamente sobre el lugar y la importancia de los ‘pequeños’ en la comunidad cristiana. ‘Pequeños’ son todas aquellas personas humildes y sencillas que desde su simplicidad de vida, han optado por seguir a Jesús con toda radicalidad. Son personas que desde el punto de vista del liderazgo, no están al mismo nivel de los dirigentes de la comunidad, pero que, desde sus posibilidades, realizan efectivamente la misión de Jesús. La comunidad, particularmente sus responsables, tienen que tener cuidado para no subestimar la función y el aporte de estas personas. Los pequeños encarnan los valores fundamentales del evangelio y hacen patente la presencia de Jesús entre los más pobres y sencillos.

Los ‘pequeños’ son susceptibles de ser mal influenciados o extraviados por individuos para los que valen más los intereses egoístas que el bien de la comunidad. Son personas que de buena fe se meten en ‘la boca del lobo’ por ayudar a una persona que los manipula. Por esta razón, la comunidad toda debe convertirse en ‘ángeles guardianes’ que asumen la responsabilidad de orientar a estas personas por el camino correcto. Las noventa y nueve ovejas que ya están al seguro representan a la parte de la comunidad que tiene ya una fe sólida y un criterio de acción muy definido, mientras la oveja extraviada representa a aquellas personas que de buena fe puede perder fácilmente el referente seguro de la comunidad. Miércoles 10 de agosto EVANGELIO Juan 12, 24-26

24Sí, os lo aseguro: Si el grano de trigo una vez caído en la tierra no muere, permanece él solo; en cambio, si muere, produce mucho fruto. 25Tener apego a la propia vida es destruirse, despreciar la propia vida en medio del orden este es conservarse para una vida definitiva. 26El

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que quiera ayudarme, que me siga, y así, allí donde yo estoy, estará también el que me ayuda. A quien me ayude lo honrará el Padre.

COMENTARIOS

I

vv. 24-26 «Sí, os lo aseguro: Si el grano de trigo, una vez caído en la tierra, no muere,

permanece él solo; en cambio, si muere, produce mucho fruto. Tener apego a la propia vida es destruirse, despreciar la propia vida en medio del orden este es conservarse para una vida definitiva. E1 que quiera ayudarme, que me siga, y así, allí donde yo estoy, estará también el que me ayuda. A quien me ayude lo honrará el Padre».

En esta declaración solemne y central explica Jesús cómo se producirá el fruto de la misión, suya y de los discípulos. No se genera vida sin dar la propia. La vida es fruto del amor y brota según la medida del amor. Amar hasta el fin es darse sin escatimar.

En la metáfora del grano que muere en la tierra, la muerte es la condición para que se libere toda la energía vital que contiene; la vida allí encerrada se manifiesta entonces de una forma nueva. Jesús afirma con esto que el hombre posee muchas más potencialidades de las que aparecen, y que solamente el don de sí hasta el fin las libera para que ejerzan toda su eficacia.

Jesús usa aquí una formulación extrema. En realidad, la muerte de que habla no es un suceso aislado, sino la culminación de un proceso de donación de sí mismo; se presenta como el último acto, que sella definitivamente la entrega continua. El dicho de Jesús implica que la fecundidad no depende de la transmisión de un mensaje doctrinal, sino de la práctica de un amor hasta el fin. El amor es el mensaje.

El temor a perder la vida es el gran obstáculo a la entrega. Poner límite al compromiso por apego a la vida es condenarla al fracaso, pues este apego lleva a todas las abdicaciones. Por el contrario, estar dispuesto a arriesgar la vida, desafiando la hostilidad de la sociedad injusta, no significa frustrar la propia existencia, sino llevarla a su completo éxito. Infundir temor es la gran arma del orden injusto. Quien no teme morir, lo desarma. Es totalmente libre y puede amar totalmente.

Ha advertido Jesús que el secreto de la fecundidad está en la entrega de la propia vida. Ahora invita a seguirlo en ese camino (el que quiera ayudarme, que me siga), es decir, colaborar en su misma tarea, aun en medio de la hostilidad y persecución. Es el mismo mensaje contenido en la exigencia de “comer su carne y beber su sangre” (6,35).

El lugar de Jesús (allí donde yo estoy) es el de la plenitud del amor que va a demostrar en la cruz, de donde brotará el fruto. El hombre libre creado por Jesús (8,32) es dueño de su vida y por eso puede darla como él. Posee su presente, y en cada ocasión puede entregarse al máximo. Eso precisamente significa “morir”: no en primer lugar perder la vida porque otros la arrebaten, sino ir entregándola como don libre de sí. Esa entrega va comunicando vida a otros y acrecentándola en el hombre mismo. Con esta actividad de amor, el discípulo se va haciendo “hijo de Dios”, y, aunque "el mundo" lo margine y le quite la honra, el Padre lo honrará acogiéndolo como a hijo suyo.

II

Hoy celebramos la fiesta de uno de los mártires más recordados por la Iglesia antigua. Lorenzo encarna un ideal de iglesia pobre, comprometida y radical que hace realidad las palabras del evangelio: si el grano de trigo no muere, queda infecundo.

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La iglesia antigua, anterior al siglo IV, se distinguió por su radicalidad y transparencia. Jamás transigió con el despótico poder imperial. Nunca se sometió a los criterios de las religiones ‘oficiales’ que legitimaban la fuerza, la idolatría y la violencia como fundamentos del orden político y social. En aquellos años los cristianos representaban una de las pocas alternativas frente a la potencia uniformadora y alienante de un estado fundado sobre la desigualdad sistemática, la intolerancia y la fuerza de las armas.

Lorenzo prefirió la muerte en las llamas a vender su conciencia. Su convicción lo llevó a aceptar la tortura antes que la apostasía. Él sabía que estaba en juego la verdad del evangelio y no sólo una opinión personal. Desafortunadamente siglos más tarde, cuando el clima de persecución y violencia se había moderado algunos dirigentes eclesiales optaron, con la mejor buena fe, por ‘unirse’ a las fuerzas imperiales, pero no calcularon el precio de ‘unirse con el enemigo’. Esta decisión arrastro a la iglesia a una época turbia donde el poder del imperio se convirtió en el poder de las autoridades eclesiásticas y, entonces, la pequeña iglesia del testimonio y del martirio quedo opacada por la fusión de la corona imperial con la autoridad eclesiástica. Jueves 11 de agosto EVANGELIO Mateo 18, 21-19,1

21Entonces se adelantó Pedro y le pregunto: -Señor, y si mi hermano me sigue ofendiendo, ¿cuántas veces lo tendré que perdonar?,

¿siete veces? 22Jesús le contestó: -Siete veces, no; setenta veces siete. 23Por esto el reinado de Dios se parece a un rey que quiso saldar cuentas con sus

empleados. 24Para empezar, le presentaron a uno que le debía muchos millones. 25Como no tenía con que pagar, el señor mandó que lo vendieran a él, con su mujer, sus hijos y todas sus posesiones, y que pagara con eso.

26El empleado se echó a sus pies suplicándole: -Ten paciencia conmigo, que te lo pagaré todo. 27El señor, conmovido, dejó marcharse a aquel empleado, perdonándole la deuda. 28Pero, al salir, el empleado encontró a un compañero suyo que le debía algún dinero, lo

agarró por el cuello y le decía apretando: -Págame lo que me debes. 29El compañero se echó a sus pies suplicándole: -Ten paciencia conmigo, que te lo pagare. 30Pero él no quiso, sino que fue y lo metió en la cárcel hasta que pagara lo que debía. 31Al ver aquello sus compañeros, quedaron consternados y fueron a contarle va su señor

lo sucedido. 32Entonces el señor llamó al empleado y le dijo: -¡Miserable! Cuando me suplicaste te perdoné toda aquella deuda. 33¿No era tu deber

tener también compasión de tu compañero como yo la tuve de ti? 34y su señor, indignado, lo entregó a los verdugos hasta que pagara toda su deuda.

35Pues lo mismo os tratará mi Padre del cielo si no perdonáis de corazón, cada uno a su hermano.

19 1Cuando terminó estas palabras, pasó Jesús de Galilea al territorio de Judea del otro lado del Jordán.

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COMENTARIOS

I

vv. 21-22: Entonces se adelantó Pedro y le pregunto: -Señor, y si mi hermano me sigue

ofendiendo, ¿cuántas veces lo tendré que perdonar?, ¿siete veces? 22Jesús le contestó: -Siete veces, no; setenta veces siete..

Se discutía sobre el número de veces que había que perdonar, y solía proponerse el número cuatro como cifra máxima. Pedro va más allá, pero se mueve aún en el plano de la casuística. La pregunta de Pedro se refiere directamente al v. 15. La respuesta de Jesús juega con el término «siete» propuesto por Pedro, aludiendo a Gn 4,24 (cántico de Lamec): «si la venganza de Caín valía por siete, la de Lamec valdrá por setenta y siete». El perdón debe extenderse hasta donde ]legó el deseo de venganza.

vv. 23-34: Por esto el reinado de Dios se parece a un rey que quiso saldar cuentas con sus

empleados. 24Para empezar, le presentaron a uno que le debía muchos millones. Como no tenía con que pagar, el señor mandó que lo vendieran a él, con su mujer, sus hijos y todas sus posesiones, y que pagara con eso. 26El empleado se echó a sus pies suplicándole:

-Ten paciencia conmigo, que te lo pagaré todo. 27El señor, conmovido, dejó marcharse a aquel empleado, perdonándole la deuda.

El sentido de la parábola es claro. «Empleados»: lit. «siervos/esclavos». En la concepción de la corte oriental, donde el rey era señor absoluto, todos los miembros de la corte, por alta que fuera su categoría, se consideraban siervos del rey (1 Sm 8,14; 2 Re 5,6; Mt 25,14-30). En este pasaje, un siervo que debía millones al rey era ciertamente un personaje importante.

v. 28: Pero, al salir, el empleado encontró a un compañero suyo que le debía algún dinero, lo agarró por el cuello y le decía apretando: -Págame lo que me debes. 29El compañero se echó a sus pies suplicándole: -Ten paciencia conmigo, que te lo pagare. 30Pero él no quiso, sino que fue y lo metió en la cárcel hasta que pagara lo que debía. 31Al ver aquello sus compañeros, quedaron consternados y fueron a contarle va su señor lo sucedido.

«Algún dinero»: lit. «cien denarios». El denario era el jornal de un obrero. v. 32: 32Entonces el señor llamó al empleado y le dijo: -¡Miserable! Cuando me suplicaste te perdoné toda aquella deuda. 33¿No era tu deber

tener también compasión de tu compañero como yo la tuve de ti? 34y su señor, indignado, lo entregó a los verdugos hasta que pagara toda su deuda.

35Pues lo mismo os tratará mi Padre del cielo si no perdonáis de corazón, cada uno a su hermano.

«¡Miserable!»: lit. «siervo malvado». En las invectivas, el castellano suele omitir el nombre, dejando sólo el adjetivo. Es lícito hacerlo aquí porque el concepto «siervo» no tiene relación con lo que sigue, donde no se habla más de actividad. «Miserable» concuerda mejor con el contexto (idea de mezquindad) que «malvado».

Nótese la oposición entre v. 27: «tuvo lástima», y v. 34: «indignado». El v. 35 aplica a la comunidad el principio general enunciado en 6,14s. «Perdonar de corazón» está en relación con la sexta bienaventuranza (5,8). La moraleja de la parábola es la siguiente: si Dios perdona graciosamente las mayores deudas, nadie puede aducir razón válida para negar a otro el perdón (cf. 5,9.48).

19,1: Cuando terminó estas palabras, pasó Jesús de Galilea al territorio de Judea del

otro lado del Jordán..

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Continúa el viaje a Jerusalén, mencionado en 16,21. Después del discurso de las parábolas (13,1-35), Jesús no vuelve a enseñar a las multitudes, pero las cura (cf. 14,14).

II

Muchas naciones que se declaran oficialmente cristianas, no son tales por la simple razón de que no han superado la ley del Talión. Ya el Antiguo Testamento en el decálogo, o legislación primordial, supera ampliamente la justicia privada y desproporcionada. Las leyes del Deuteronomio e, incluso, la ley de Santidad y el Código de la Alianza, nos muestran una manera completamente nueva de comprender la justicia y la lucha contra la impunidad. La ley del Talión se remonta, en la Biblia, a una época en la que cada individuo o cada grupo particular fijaba los parámetros de la ley.

El evangelio va aún más allá y radicaliza los preceptos del Deuteronomio. La reconciliación y el diálogo es la única manera de vencer la interminable cadena de injusticias. Pero, atención, el perdón no significa impunidad, sino reconocimiento de la falta y propósito de enmienda. El otro es perdonado si, a su vez, es capaz de perdonar. Si alguien exige justicia debe estar dispuesto a ofrecerla. El perdón no tiene límites si las partes se comprometen a realizar un proceso que elimine las causas del mal que generó la discordia.

Nosotros, como cristianos, debemos comprometernos en procesos de reconciliación que restablezcan los lazos de respeto, justicia y unidad. La muerte del malvado, entendida como pura satisfacción personal, no tiene ningún efecto positivo ni duradero. Se agota en el simple espectáculo autosatisfactorio, pero no restablece los tejidos sociales. Viernes 12 de agosto EVANGELIO Mateo 19, 3-12

3Se le acercaron unos fariseos y le preguntaron para tentarlo: -¿Le está permitido a uno repudiar a su mujer por un motivo cualquiera? 4El les contestó: -¿No habéis leído aquello? Ya al principio el creador los hizo varón y

hembra (Gn 1, 27) 5y dijo: Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre se unirá a su mujer y serán los dos un

solo ser (Gn 2,24) 6De modo que ya no son dos, sino un solo ser luego lo que Dios ha unido que no lo separe un hombre

7Ellos insistieron: -Y, entonces, ¿por que prescribió Moisés darle acta de divorcio cuando se la repudia?

(Dt 24,1). 8Él les contestó: -Por vuestra obstinación, por eso os consintió Moisés repudiar a vuestras mujeres; pero

al principio no era así. 9Ahora os digo yo que si uno repudia a su mujer -no hablo de unión ilegal- y se casa con otra, comete adulterio.

10Los discípulos le replicaron: -Si tal es la situación del hombre con la mujer, no trae cuenta casarse. 11Pero él les dijo: -No todos pueden con eso que habéis dicho, sólo los que han recibido el don. 12Hay

eunucos que salieron así del vientre de su madre, a otros los hicieron los hombres, y hay quienes se hacen eunucos por el reinado de Dios. El que pueda entenderlo, que lo entienda.

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COMENTARIOS I

v. 3: Se le acercaron unos fariseos y le preguntaron para tentarlo: -¿Le está permitido a

uno repudiar a su mujer por un motivo cualquiera? La pregunta de los fariseos es directa; suponiendo la legitimidad del repudio (= decisión

unilateral del hombre que despedía a su mujer), piden a Jesús que se pronuncie sobre una célebre controversia a propósito de Dt 24,1 entre los rabinos Hillel y Shammai: el primero autorizaba el repudio por causas triviales, y su opinión era la más seguida; el segundo exigía la infidelidad de la mujer No buscan aprender de Jesús, sino ponerlo en una situación difícil.

vv. 4-6: El les contestó: -¿No habéis leído aquello? Ya al principio el creador los hizo

varón y hembra (Gn 1, 27) 5y dijo: Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre se unirá a su mujer y serán los dos un solo ser (Gn 2,24) 6De modo que ya no son dos, sino un solo ser luego lo que Dios ha unido que no lo separe un hombre

En lugar de ceñirse a un texto que sólo se refería a la cuestión práctica y legal del repudio, Jesús llama la atención de sus adversarios sobre otro pasaje de la Escritura donde se trata positi-vamente de la naturaleza del matrimonio, en el contexto de la creación del hombre y, por tanto, del plan primordial de Dios sobre él. El hombre siente por la mujer un amor preferente que deja en segundo término el del padre y la madre. La consecuencia de la unión es que hombre y mujer constituyen un solo ser (en gr. sarx, que designa a la persona en cuanto mortal) (Gn 1,27; 2,24). La consecuencia es clara: un hombre no puede anular la obra de Dios.

vv. 7-9: Ellos insistieron: -Y, entonces, ¿por que prescribió Moisés darle acta de divorcio

cuando se la repudia? (Dt 24,1). 8Él les contestó: -Por vuestra obstinación, por eso os consintió Moisés repudiar a vuestras mujeres; pero al principio no era así. 9Ahora os digo yo que si uno repudia a su mujer -no hablo de unión ilegal- y se casa con otra, comete adulterio.

Los fariseos vuelven a la carga, citando a Moisés (Dt 24,1). La respuesta de Jesús es radical: Moisés cedió a la condición del pueblo oponiéndose al plan de Dios. Jesús identifica a los fariseos con el pueblo, haciéndolos exponente de su obstinación. No todo lo que se contiene en la Ley responde a la voluntad de Dios, ni todos los pasajes de la Escritura tienen el mismo valor.

Jesús propone, por tanto, el ideal del matrimonio humano, según el plan inicial de Dios. La opción de amor que lo funda debe ser definitiva.

vv. 10-12: Los discípulos le replicaron: -Si tal es la situación del hombre con la mujer, no

trae cuenta casarse. 11Pero él les dijo: -No todos pueden con eso que habéis dicho, sólo los que han recibido el don. 12Hay eunucos que salieron así del vientre de su madre, a otros los hicieron los hombres, y hay quienes se hacen eunucos por el reinado de Dios. El que pueda entenderlo, que lo entienda.

Los discípulos protestan contra tal rigorismo: en esas condiciones, el matrimonio no es ventajoso. Jesús comenta lo que acaban de decir y afirma que renunciar al matrimonio no es posi-ble para todo hombre; hace falta un don especial para ello. Este puede identificarse con el deseo ardiente de dedicarse al trabajo por el reinado de Dios, con un sentimiento vivo de la urgencia de esa labor y encontrando en ella la plena realización humana. De hecho, la única razón que propone Jesús para abstenerse del matrimonio es el reinado de Dios, que, en su expresión plena, es la nueva sociedad humana que él viene a comenzar. También Jesús siente la urgencia de esa dedicación: por eso invita a ella a los que se sientan llamados.

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II

Los evangelistas se preocuparan por conservar las palabras de Jesús que tenían que ver con los temas más ‘candentes’ del momento. Por esta razón, es siempre necesario leer, en su propio contexto, lo que cada uno puso en boca de Jesús. Y también es necesario no ceder a hacer una lectura inmediatista de la propuesta de Jesús.

En la legislación hebrea existía una institución llamada ‘repudio’ que consistía en firmar un acta para despedir a la propia esposa. Las causas del repudio eran variadas. Iban desde la faltas graves contra la unidad matrimonial como la infidelidad o la deshonestidad, hasta las causas más triviales como el mal desempeño en las actividades domésticas. De modo que el repudio servía para despedir legalmente a la mujer adultera o a la que había dejado quemar la cena por accidente. La mujer repudiada perdía todos sus derechos a la propiedad familiar y se veía obligada a retornar a la casa paterna, si es que la recibían. De lo contrario se veía obligada a los trabajos más pesados para conseguir el sustento o a la mendicidad. Bajo el manto de la legalidad se cometían las injusticias más terribles, porque el derecho de repudio sólo podía ser ejercido unilateralmente por el varón.

Ante tal panorama no nos debe extrañar que Jesús fuera totalmente contrario al repudio como recurso legal. Para Jesús las relaciones de pareja, como cualquier vínculo humano, debían estar reguladas por la justicia y no por las artimañas de los que se aprovechaban de la Ley. Sábado 13 de agosto EVANGELIO Mateo 19, 13-15

13Le acercaron entonces unos chiquillos para que les impusiera las manos y rezara, pero los discípulos les regañaban, 14pero Jesús dijo:

-Dejad a los chiquillos, no les impidáis que se acerquen a mí: porque los que son como ellos tienen a Dios por rey.

15Les impuso las manos y siguió su camino.

COMENTARIOS I

v. 13: Le acercaron entonces unos chiquillos para que les impusiera las manos y rezara,

pero los discípulos les regañaban, Estos chiquillos, presentados por gente innominada, continúan los de 18,2-5 (cf. 14: «los

que son como ellos»; 18,5: «un chiquillo como éste»). Son, por tanto, figura de los discípulos que toman por norma el servicio.

vv. 14-15: pero Jesús dijo: -Dejad a los chiquillos, no les impidáis que se acerquen a mí:

porque los que son como ellos tienen a Dios por rey. 15Les impuso las manos y siguió su camino. La frase «porque los que son como ellos tienen a Dios por rey» (para la traducción, cf.

5,3) pone la actitud de los «chiquillos», la de servicio, en relación con la primera y última bienaventuranza. La opción por la pobreza (5,3), que elimina toda causa de injusticia, y la

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fidelidad a ella (5,10), son la plataforma para dedicarse a un servicio eficaz de los demás (cf. 5,7.9).

II

El evangelio de Mateo insiste en la importancia de los ‘pequeños’ en la labor de preparar la venida del reino. Los pequeños, al igual que los niños, necesitan de orientación y compañías, pero no carecen de iniciativa. Por el contrario, son los pequeños quienes con más velocidad descubren el lugar se Jesús e intentan, por todos los medios, acercarse a su Maestro.

Para Mateo los niños son modelos de sencillez, espontaneidad y humildad, pero sin idealizaciones de la etapa infantil. Mateo reflexiona sobre aquellas personas que gracias a su generosidad y sencillez viven el reino de una manera inmediata y singular. Un buen ejemplo de estos pequeños es Francisco de Asís que supo ser pequeño entre los grandes. Su arrojo, valentía y apertura mental lo llevaron por los caminos de Dios de una manera tan singular que, sin exagerar, podemos pensar en él como estilo inspirador en el seguimiento de Jesús.

El conflicto entre los ‘pequeños’ y los discípulos que hoy nos presenta Mateo nos puede ayudar a comprender cómo nosotros, llevados más por el celo personal que por el celo apostólico, podemos cerrar el paso a estas personas que desean un contacto más vivo y personal con Jesús. Nosotros queremos someter la iniciativa y la espontaneidad a los parámetros que nosotros consideramos auténticos y radicales, sin darnos cuenta que nosotros no somos los propietarios del acceso a Jesús.

Domingo 14 de agosto

VIGESIMO DOMINGO DE TIEMPO ORDINARIO Primera lectura: Isaías 56, 1. 6-7 Salmo responsorial: 66, 2-3. 5-8

Segunda lectura: Romanos 11, 13-15. 29-32 EVANGELIO Mateo 15, 21-28

21Jesús se marchó de allí y se retiró al país de Tiro y Sidón. 22y hubo una mujer cananea, de aquella región, que salió y se puso a gritarle:

-Señor, Hijo de David, ten compasión de mí. Mi hija tiene un demonio muy malo. 23É1 no le contestó palabra. Entonces los discípulos se le acercaron a rogarle: -Atiéndela, que viene detrás gritando. 24Él les replicó: -Me han enviado sólo para las ovejas descarriadas de Israel. 25Ella los alcanzó y sé puso a suplicarle: -¡ Socórreme, Señor! 26Jesús le contestó: -No está bien quitarle el pan a los hijos para echárselo a los perros. 27Pero ella repuso: -Anda, Señor, que también los perros se comen las migajas que caen de la mesa de sus

amos. 28Jesús le dijo:

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-¡Qué grande es tu fe, mujer! Que se cumpla lo que deseas. En aquel momento quedó curada su hija.

COMENTARIOS I

UN MUNDO DE PERROS Los humanos tenemos la tremenda manía de colocarnos mutuamente etiquetas. Y las

etiquetas que nos ponemos son como caricaturas que resaltan una de nuestras facetas, la más destacada. Hay quien nace bueno o malo, listo o torpe, marginado o integrado en la sociedad, y campea por la vida y de por vida como si estuviera obligado a ejercerlo ininterrumpidamente. Si se sale del papel, cae en desgracia.

En las películas del Oeste, más dañinas que los desnudos escénicos, desde los primeros

fotogramas se presenta un protagonista -el bueno- y su antagonista -el malo- luchando frente a frente. Algo similar ocurre en las poco afortunadas películas de indios y americanos. Desde niños nos habían metido tan dentro la bondad de los americanos y la maldad de los indios, que parecía imposible invertir los papeles. La historia, pienso, la escriben los conquistadores para afirmar su poderío. Y ellos asignan el papel que cada país o raza tiene que representar en la escena mundana.

"Buenos y malos". Hemos partido el mundo en dos, con un muro berliniano infranqueable

entre ellos. Dos mundos que se rechazan en bloque sin reconocer que los buenos pueden tener algo de malo, y los malos, de bueno. Pero no hay que alarmarse. Esto viene de antiguo. Siempre existieron dos mundos.

Cuenta el Evangelio que Jesús salió un día de su país hacia la región de Tiro y Sidón. Una

mujer pagana se le acercó para pedirle la curación de su hija endemoniada. Jesús, participando de Is mentalidad de la época, respondió a su súplica de un modo un tanto descortés: "No está bien echar a los perros el pan de los hijos". "Los perros" era el término despectivo e injurioso con que los judíos designaban a los paganos, oficialmente malos. El mundo andaba ya dividido en bloques, como hoy.

Y fue precisamente una mujer pagana, un perro, la que hizo cambiar a Jesús de modo de

pensar. "Tienes razón, Señor, le dijo. Pero también los perros se comen las migajas que caen de la mesa de los amos". También los oficialmente tratados de malos tenemos derecho a vivir y a gozar de la salud. También los endemoniados paganos.

Jesús se rindió ante la evidencia. Las flores pueden nacer en los estercoleros y, a veces,

más bellas, por más abono natural. Las dificultades forjan los espíritus más aguerridos. "Mujer, qué grande es tu fe: que se cumpla lo que deseas -apostilló el Maestro.

Curando a su hija, Jesús sentó las bases para hacer de los dos mundos -judío y pagano-

uno. No hay ni buenos ni malos oficiales. Son las obras, la fe en aquel caso, quienes hablan de la bondad o maldad de las personas. Y son malos todos aquellos que, por su bondad oficial y reconocida, etiquetan de malos a los que no son como ellos. Por este camino convertimos nuestro mundo en un mundo de perros...

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II

HAY QUE REBELARSE No se puede soportar resignadamente la injusticia. Los que dicen que el mundo está organizado

de acuerdo con la voluntad de Dios y que hay que resignarse con el lugar que él ha señalado a cada uno, o no conocen el mensaje de Jesús o, sencillamente, mienten. Ante la injusticia hay que rebelarse, o no se podrá participar de la liberación que ofrece Jesús.

UN EVANGELIO DIFICIL

Es chocante la lectura del evangelio de este domingo. En una primera lectura es casi imposible ponerlo de acuerdo con el resto del evangelio.

Jesús ha vuelto a dejar claro, una vez más, en una polémica con los letrados de Jerusalén (Mt 15,1-20), que las tradiciones de los judíos, y concretamente aquellas que favorecen la incomunicación entre los hombres (por ejemplo, la doctrina sobre lo puro y lo impuro), o las que justifican la insolidaridad (la costumbre de ofrecer una limosna al templo para, en adelante, quedar descargado de la obligación de atender a los padres ancianos), no tienen valor alguno y que lo verdaderamente importante es el hombre, su corazón, su interior. ¿Cómo se entiende que, inmediatamente después, Jesús se encuentre con una mujer que lo busca angustiada porque tiene a su hija enferma y la desprecie porque no es judía?

UNA MUJER RESIGNADA

Por la manera de presentarla, esta mujer, aunque no es judía de raza, vive de siempre en Palestina y conoce las tradiciones del pueblo de Israel; no se explicaría, si no es así, que llamara a Jesús «Hijo de David»: «Señor, Hijo de David, ten compasión de mí. Mi 'hija tiene un demonio muy malo».

Sorprende la aparente indiferencia de Jesús, que continúa caminando sin hacer caso a los gritos de la mujer. Sólo se detiene ante el ruego de los discípulos: «Atiéndela, que viene detrás gritando». La respuesta de Jesús desconcierta todavía más: «Me han enviado sólo para las ovejas descarriadas de Israel».

Jesús no aceptaba el título «Hijo de David» que los israelitas daban al Mesías porque suponía un mesianismo nacionalista, violento y realizado desde el poder. Y lo que parece que más le irrita en este episodio es que sea precisamente la víctima de esa ideología excluyente quien la haya asumido como propia: la mujer, por no ser del pueblo del que David fue rey está considerada como una persona de segunda categoría. Y ella se resigna ante esa situación, la acepta, no la discute, no se rebela ante la injusticia.

Al decir «Me han enviado sólo para las ovejas decarriadas de Israel», Jesús no está expresando su pensamiento, sino el de aquella mujer y, seguramente, el de sus mismos discípulos.

CON MUCHO AMOR, CON MUCHA FE

Sólo entendiéndolas así tienen algún sentido las palabras de Jesús; y si se tomaran como expresión de su pensamiento, la segunda intervención de Jesús sería, en él, todavía más in-comprensible que la primera.

Ante la insistencia de la mujer: «¡Socórreme, Señor!», Jesús replica con esta frase: «No está bien quitarle el pan a los hijos para echárselo a los perros». No, éste no es el mismo Jesús que había atendido ya a un pagano, un centurión de la legión romana que se había dirigido a él pidiéndole la salud de un criado suyo (Mt 8,5-14); que había liberado de su alienación (de sus demonios) a dos endemoniados paganos (8,28-9,1); que había acogido entre sus discípulos a un recaudador de impuestos (Mt 9,9-12). Decididamente, no. Jesús no piensa así. Está dando una

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lección a aquella mujer y a todos los presentes: si uno acepta la esclavitud, la discriminación, la marginación sin rebelarse, éstas son las consecuencias.

Jesús no va a dejar desamparada a aquella mujer. Ante todo porque Jesús nunca pasa

indiferente ante el dolor humano; y luego porque en aquella mujer hay dos valores que es necesario resaltar y potenciar.

El primero es su amor. El amor hacia su hija, que es quizá lo que, equivocadamente, la lleva

a adoptar aquella actitud conformista y resignada: tiene a su hija enferma y está dispuesta a hacer por ella todo lo que sea necesario.

En segundo lugar, la resignación no ha apagado del todo su deseo de liberación, y ella ha

descubierto en Jesús y en su mensaje el camino más seguro hacia la libertad. La enfermedad de aquella chiquilla es en realidad la mentalidad que refleja la resignación de su madre: la aceptación de que hay, y tiene que seguir habiendo, diferencias entre los seres humanos. La mujer no discute esta idea, pero parece pedir a Jesús que no se la tome al pie de la letra: «Anda, Señor, que también los perros comen las migajas que caen de la mesa de sus amos». Anda, Señor -parece decir la mujer cananea-, no niegues algún tipo de participación en tu proyecto a los que no pertenecemos a Israel. Deja que caminemos contigo hacia la libertad, haz para nosotros un poco de sitio en tu casa...

Jesús, entonces, valora este atisbo de rebeldía interpretándolo como una importante manifestación de fe: « ¡ Qué grande es tu fe, mujer! Que se cumpla lo que deseas». Y le concede todo lo que le pide: «En aquel momento quedó curada su hija».

III

vv. 21-23: Jesús se marchó de allí y se retiró al país de Tiro y Sidón. 22y hubo una mujer cananea, de aquella región, que salió y se puso a gritarle: -Señor, Hijo de David, ten compasión de mí. Mi hija tiene un demonio muy malo. 23É1 no le contestó palabra.

La violenta ruptura de Jesús con la doctrina oficial, descrita en el episodio anterior, lo lleva a salir del país judío.

Es allí donde se encuentra una mujer cananea. Se llamaban cananeos los fenicios que vivían en el territorio ocupado después por los hebreos. Esta designación arcaica indica que la mujer, aunque pagana, vive entre las israelitas (Mc, «griega», es decir, pagana, «fenicia de Siria»).

Por eso se dirige a Jesús llamándolo «Hijo de David»; muestra así conocer la tradición judía (cf. 9,27; 12,23). Con ello reconoce que la misión de Jesús se limita a Israel. El título de «Señor» es el que dan a Jesús sus discípulos (14,28.30).

vv. 23-26: Entonces los discípulos se le acercaron a rogarle: -Atiéndela, que viene detrás gritando. 24Él les replicó: -Me han enviado sólo para las ovejas descarriadas de Israel. 25Ella los alcanzó y sé puso a suplicarle: -¡ Socórreme, Señor!

«Atiéndela» (en griego, apolyson autên). El verbo significa no sólo «despedir/despachar», sino también atender a una súplica, conceder una gracia; cf. Mt 18,27. La réplica de Jesús a los discípulos indica ser éste el sentido del texto. «Las ovejas descarriadas», cf. Ez 34,4.6.16; Jr 10,21; Sal 119,176.

La condición de «Hijo» depende de la fe de la persona (cf. 9,2). La aparente repulsa de Jesús estimula la fe de la mujer pagana. Aun reconociendo que no tiene derecho a pedir ayuda, espera obtenerla. Como en el caso del centurión (8,10), la fe le obtiene la curación, en espera de la salvación definitiva.

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La integración de los paganos en el reino, o, lo que es lo mismo, en el Israel mesiánico, tendrá lugar después de la muerte de Jesús.

Existe un paralelo con el caso del endemoniado sordo y mudo (12,22). En ninguno de los dos pasajes se dice que Jesús expulse al demonio, pero el individuo queda curado. En ambos casos, el demonio o ideología que posee a la persona es la del privilegio de Israel (12,23; 15,22: [el] hijo de David); tampoco la mujer cree en la igualdad de Israel y los paganos; ella misma se considera inferior.

vv. 26-28: Jesús le contestó: -No está bien quitarle el pan a los hijos para echárselo a los perros. 27Pero ella repuso: -Anda, Señor, que también los perros se comen las migajas que caen de la mesa de sus amos. 28Jesús le dijo: -¡Qué grande es tu fe, mujer! Que se cumpla lo que deseas. En aquel momento quedó curada su hija.

La respuesta brusca de Jesús la lleva a afirmar que la compasión está por encima de la discriminación entre pueblos. Sólo entonces Jesús cura a la hija. El caso de la mujer es semejante al del centurión que impide a Jesús entrar en su casa. Uno y otra se consideran inferiores a Israel, pero, a pesar de eso, ambos reconocen en Jesús una bondad que supera los límites de este pueblo. Esta fe obtiene la curación. Por eso, la frase final en cada episodio (8,13; 15,28) es la misma.

La cananea y su hija, como el paralítico y sus portadores, son dos personajes que representan a un mismo actante, aquí el paganismo. El estado de la hija figura la condición de los paganos, poseídos por una ideología contraria a Dios; la petición de la madre representa el anhelo de encontrar salvación en Jesús.

IV

A la vuelta del exilio, los discípulos de Isaías recobran las enseñanzas del profeta del siglo VII y proponen al nuevo Israel, en proceso de formación, que se abra a los valores de la universalidad y el ecumenismo. La apertura, sin embargo, no se basa en un compromiso diplomático ni en una ilusión quimérica sino en la causa universal de la Justicia. La tercera parte del libro de Isaías no propone que todas las religiones de su época se reúnan bajo la única bandera del pontificado de Jerusalén, sino que el pueblo que está naciendo después de cincuenta años de exilio sea el aglutinador de las aspiraciones más legítimas de la humanidad.

Los discípulos de Isaías son conscientes del peligro que subyace al nacionalismo exacerbado. La unidad étnica, cultural e ideológica de un pueblo no le da derecho a despreciar a los demás, bajo el pretexto de una falsa superioridad. Cada pueblo puede sólo ser superior a sí mismo en cada momento de la historia. Y esta superioridad consiste en transformar todas las decadentes tendencias centralistas, alienadoras y clasistas, en una consciencia de sus propias potencialidades de apertura universalista y de esfuerzo de comunión.

El nuevo Templo, como símbolo de la esperanza y la resurrección de un pueblo, debía convertirse en una institución que animara los procesos de integración universal. El Templo, como casa de Dios, debía estar abierto a los creyentes en el Dios de la Justicia y el Amor, cuya religión se inspira en el respeto por los más débiles y en la defensa de los excluidos.

Sin embargo, esta propuesta no tuvo casi ninguna resonancia y se convirtió en un sueño, en una esperanza para el futuro, en una utopía que impaciente aguarda a su realizador. Cuando Jesús expulsa a los mercaderes del Templo proclama a voz en cuello «mi casa será casa de oración», la propuesta del libro de Isaías. El Templo, aun desde mucho antes de que apareciera Jesús, se había convertido en el fortín de los terratenientes y en el depósito de los fondos económicos de toda la nación. Había pasado de ser patrimonio de un pueblo a ser una cueva donde los explotadores ponían a salvo sus riquezas mal habidas. El enfrentamiento con los mercaderes tenía por objetivo no sólo reivindicar la sacralidad del espacio, sino, sobretodo, la necesidad de devolverle al Templo su función como baluarte de la justicia y de la apertura económica. Los guardias del templo cerraban el

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paso a los creyentes de otras nacionalidades, pero abrían las puertas a los traficantes que venían a hacer negocios sucios.

En ese proceso de ruptura con la decadencia del Templo y con la élite que lo manipulaba se enmarca el episodio de la mujer cananea. Jesús se había retirado hacia una región extranjera, no muy lejos de Galilea. Las fuertes presiones del poder central imponían fuertes limitaciones a su actividad misionera. Su obra a favor de los pobres, enfermos y marginados encontraba una gran resistencia, incluso entre el pueblo más sencillo y entre sus propios seguidores. El encuentro con la mujer cananea, doblemente marginada por su condición de mujer y de extranjera, transforma todos los paradigmas con los que Jesús interpretaba su propia misión. La mujer extranjera rompe todos los esquemas de cortesía y buen gusto que en las sociedades antiguas tenían un carácter no sólo indicativo sino obligatorio. Existían reglas estrictas para controlar el trato entre una mujer y un varón que no fuera de la propia familia. Los gritos desesperados de la mujer y sus exigencias ponían los pelos de punta no solo a los discípulos sino al evangelista que nos narra este relato. Con todo, la escena nos conmueve porque muestra cómo la auténtica fe se salta todos los esquemas y persigue, con vehemencia, lo que se propone.

Los discípulos, desesperados más por la impaciencia que por la compasión, median ante Jesús para ponerle fin a los ruegos de la mujer. El evangelista, entonces, pone en labios de Jesús una respuesta típica de un predicador judío: «Sólo me han enviado a las ovejas descarriadas de Israel», para explicar cuál debería ser la actitud de Jesús. Por fortuna, la mujer, haciendo a un lado los prejuicios raciales ajenos, corta el camino a Jesús y lo obliga a dialogar. Cuál no sería la sorpresa de Jesús al encontrar en esta mujer, sola y con una hija enferma, una fe que contrastaba con la incredulidad de sus paisanos. Como Elías al comienzo de su misión, Jesús comprende que aunque la misión comienza por casa, no puede excluir a aquellos auténticos creyentes en el Dios de la Solidaridad, la Justicia y el Derecho. Por esta razón, su palabra abandona la pedantería del discurso nacionalista y se acoge a la universal comunión de los seguidores del Dios de la Vida.

Pablo, en la misma línea, abandona los inútiles esfuerzos por abrir a Israel a la esperanza profética y acepta la propuesta de los creyentes de otras naciones que están dispuestas a formar las nuevas comunidades abiertas, ecuménicas y solidarias.

En nuestro tiempo continuamos sin romper con tantos mecanismos que marginan y alejan a tantos auténticos creyentes en el Dios de la Vida, únicamente porque son diferentes a nosotros por su nacionalidad, clase social, estado civil o preferencia afectiva. ¡Esperemos que alguna buena mujer nos dé la catequesis de la misericordia y la solidaridad!

Por lo que se refiere a la misión «misionera» de los cristianos, bien sabemos que la letra del texto del evangelio de hoy bien podría inducirnos a error, pues hoy día la misión no puede estar centrada en ninguna clase restrictiva de ovejas, ni las de Israel, ni las del cristianismo,ni mucho menos las «católicas». La misión ha roto todas las fronteras, y sólo reconoce como objetivo el reinado del Dios de la Vida y de la Justicia. La misión ya no es ni puede ser chauvinista, porque hoy no cabe entenderla sino como «Misión por el Reino», por la Utopía del Reinado del Dios de la Vida, que es siempre un Dios inabarcablemente plural en sus manifestaciones, en sus revelaciones, en sus caminos...

Para la revisión de vida En ésta y otras ocasiones, Jesús alaba la «fe» de un «extranjero», o sea, de una

persona que no era judía, que tenía «otra religión». ¿Cómo está nuestra capacidad de reconocer y hasta de admirar los valores –religiosos incluso- que viven otras personas que no son de nuestra religión? ¿Cómo valoramos el mundo islámico, los emigrantes, los no creyentes, los agnósticos...?

Para la reunión de grupo Me han enviado sólo a las ovejas descarriadas de Israel. Probablemente Jesús no dijo tal

cosa en respuesta a que una extrajera le pidiera un milagro… El texto recoge una composición

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elaborada tratando de responder más bien al pensamiento de la primitiva comunidad cristiana. Pero en todo caso, el evangelio presenta signos de que Jesús tuvo tal vez una primera etapa no universalista, una etapa limitada en su perspectivas a Israel. ¿Cómo explicarlo? ¿Diríamos que Jesús fue creciendo... no sólo «en edad sabiduría y gracia», sino también en teología y en conciencia misionera...?

La mujer cananea es uno de los varios casos que aparecen en el evangelio en que Jesús alaba la fe de personas que no son miembros del Pueblo de Dios e incluso las pone por encima de los miembros del pueblo de Dios. Sobre esto cabe preguntarnos: ¿Es que en el Pueblo de Dios, «ni son todos los que están, ni están todos los que son»?

Un paso más: ¿Es que hay sólo un Pueblo de Dios, o habrá muchos Pueblos de Dios? La teología actual de la «misión» acentúa que la misión no tiene como objetivo «convertir a

otros a nuestra religión», sino –como no podía ser de otra manera, siguiendo a Jesús- construir el Reino de Dios. Es Misión-por-el-Reino. Comentar esto subrayando als diferencias con las antiguas concepciones de la misión.

Para la oración de los fieles Para que, como Jesús, seamos capaces de ver la «fe» y los admirables valores religiosos de

muchos hermanos y hermanas que no pertenecen al Pueblo de Dos. Roguemos al Señor. Para que tengamos una mente abierta, un corazón generoso y una esperanza optimista.

Roguemos... Para que el mundo actual se embarque hacia la superación de los enfrentamientos étnicos y

culturales. Roguemos... Por la paz en la tierra de Jesús, Palestina, Israel; para que se llegue pronto a una solución

que contemple los derechos de todos. Roguemos... Oración comunitaria Oh Dios de todos los pueblos, que has escogido y llamado a todos para que cada uno

se encontrara contigo por su propio camino, el camino ancestral por el que tú le has acompañado siempre con cariño paterno y cercanía materna. Danos el optimismo de la fe que sabe descubrir la presencia del Reino y de la «fe» también en los hombres y mujeres de otros Pueblos que hasta ahora nos han parecido equivocadamente «alejados». Ayúdanos a hacer nuestros la esperanza y el optimismo que Jesús nos manifiesta en el Evangelio. Nosotros te lo pedimos apoyados en el ejemplo de Jesús, hijo tuyo, hermano nuestro. Amén. Lunes 15 de agosto EVANGELIO Lucas 1, 39-56

39Por aquellos días María se puso en camino y fue a toda prisa a la sierra, a un pueblo de Judá; 40entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. 41A1 oír Isabel el saludo de María, la criatura dio un salto en su vientre e Isabel se llenó de Espíritu Santo. 42y dijo a voz en grito:

-¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! 43y ¿quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? 44Mira, en cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. 45¡Y dichosa tú por haber creído que llegará a cumplirse lo que te han dicho de parte del Señor!

46Entonces dijo María: -Proclama mi alma la grandeza del Señor

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47y se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador, 48porque se ha fijado en la humillación de su sierva. Pues mira, desde ahora me llamarán

dichosa todas las generaciones, 49porque el Potente ha hecho grandes cosas en mi favor: Santo es su nombre 50y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación. 515u brazo ha intervenido con fuerza, ha desbaratado los planes de los arrogantes: 52derriba del trono a los poderosos y encumbra a los humildes; 53a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide de vacío. 54Ha auxiliado a Israel, su servidor, acordándose, como lo había prometido a nuestros padres, 55de la misericordia en favor de Abrahán y su descendencia, por siempre. 56María se quedó con ella cuatro meses y se volvió a su casa.

COMENTARIOS I

EL SERVICIO SOLICITO

DEJA UNA ESTELA DE ALEGRIA «Por estos mismos días María se puso en camino y fue a toda prisa a la sierra, en dirección a

un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel» (1,39-40). El nexo temporal que une esta nueva escena con la anterior es de los más estrecho, imbricándolas íntimamente. María se olvida de sí misma y acude con presteza en ayuda de su pariente, tomando el camino más breve, el que atravesaba los montes de Samaría. Lucas subraya su prontitud para el servicio: el Israel fiel que vive fuera del influjo de la capital (Nazaret de Galilea) va en ayuda del judaísmo oficial (Isabel; «Judá», nombre de la tribu en cuyo territorio estaba Jerusalén). Al igual que el ángel «entró» en su casa y la «saludó» con el saludo divino, María «entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel». De mujer a mujer, de mujer embarazada a mujer embarazada, de la que va a ser Madre de Dios a la que será madre del Precursor.

«Al oír Isabel el saludo de María, la criatura dio un salto en su vientre e Isabel se llenó de Espíritu Santo» (1,41). El saludo de María comunica el Espíritu a Isabel y al niño. La presencia del Espíritu Santo en Isabel se traduce en un grito poderoso y profético: « ¡ Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! Y ¿quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? Mira, en cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. ¡Dichosa la que ha creído que llegará a cumplirse lo que le han dicho de parte del Señor!» (1,42-45).

Isabel habla como profetisa: se siente pequeña e indigna ante la visita de la que lleva en su seno el Señor del universo. Sobran las palabras y explicaciones cuando uno ha entrado en la sintonía del Espíritu. La que lleva en su seno al que va a ser el más grande de los nacidos de mujer declara bendita entre todas las mujeres a la que va a ser Madre del Hombre nuevo, nacido de Dios. La expresión «Mira» concentra, como siempre, la atención en el suceso principal: el saludo de María ha servido de vehículo para que Isabel se llenase de Espíritu Santo y saltase de alegría el niño que llevaba en su seno. La sintonía que se ha establecido entre las dos mujeres ha puesto en comunicación al Precursor con el Mesías. La alegría del niño, fruto del Espíritu, señala el momento en que éste se ha llenado de Espíritu Santo, como había profetizado el ángel. A diferencia de

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Zacarías, María ha creído en el mensaje del Señor y ha pasado a encabezar la amplia lista de los que serán objeto de bienaventuranza.

LA EXPERIENCIA DE LIBERACION

DE LOS HUMILLADOS Y OPRIMIDOS En el cántico de María resuena el clamor de los humillados y oprimidos de todos los

tiempos, de los sometidos y desheredados de la tierra, pero al mismo tiempo se hace eco del cambio profundo que va a producirse en el seno de la sociedad opresora y arrogante: Dios ha intervenido ya personalmente en la historia del hombre y ha apostado a favor de los pobres. En boca de María pone Lucas los grandes temas de la teología liberadora que Dios ha llevado a cabo en Israel y que se propone extender a toda la humanidad oprimida. En la primera estrofa del cántico María proclama el cambio personal que ha experimentado en su persona:

«Proclama mi alma la grandeza del Señor y se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador, porque se ha fijado en la humillación de su sierva. Pues mira, desde ahora me llamarán dichosa todas las generaciones, porque el Potente ha hecho grandes cosas a mi favor -Santo es su nombre- y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación» (1,46-50). Por boca de María pronuncia su cántico el Israel fiel a Dios y a su alianza, el resto de Israel

que ha creído en las promesas. Alaba a Dios por su cumplimiento, que ve inminente por el hecho de la concepción del Mesías y experimenta ya realizado en su persona. «Dios mi Salvador» (cf. Sal 24,1; 25,5; Miq 7,7, etc.) es el título clave del cántico, cuyo tema dominante va ser la salvación que Dios realiza en Israel. Dios ha puesto su mirada en la opresión que se abate sobre su pueblo y lo ha liberado en la persona de su representante, su «sierva» (cf. Dt 26,7; Sal 136,23; Neh 9,9).

Los grandes hitos de la liberación de Israel están compendiados en las «grandes cosas» que Dios ha hecho en favor de María: esta expresión se decía en particular de la salida de Egipto (Dt 10,21, primer éxodo). En el compromiso activo de Dios a favor de su pueblo, éste reconoce que su nombre es Santo; en el compromiso de los cristianos a favor de los pobres y marginados, éstos reconocerán que el nombre de Dios es Santo y dejarán de blasfemar contra un sistema religioso que, a sus ojos, se ha prestado con demasiada frecuencia a lo largo de la historia a defender los intereses de los poderosos o por lo menos se ha inhibido de sostener la causa de los pobres con el pretexto de que alcanzarán la salvación del alma en la otra vida.

En la segunda estrofa se contempla proféticamente el futuro de la humanidad desheredada -tema de las bienaventuranza- como realización efectuada e infalible de una decisión divina ya tomada de antemano:

«Su brazo ha intervenido con fuerza, ha desbaratado los planes de los arrogantes: derriba del trono a los poderosos y encumbra a los humillados; a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide de vacío» (1,51-53). Dios no ha dado el brazo a torcer frente al orden injusto que, con la arrogancia que le es

proverbial, ha pretendido con sus planes mezquinos e interesados borrar del mapa el plan del Dios Creador. Dios «ha intervenido» ya (aoristo profético) para defender los intereses de los pobres desbaratando los planes de los ricos y poderosos. La acción liberadora va a consistir en una subversión del orden social: exaltación de los humillados y caída de los opresores; sacia a los hambrientos y se desentiende de los ricos. El cántico de María es el de los débiles, de los

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marginados y desheredados, de las madres que lloran a sus hijos desaparecidos, de los sin voz, de los niños de la «intifada», de los muchachos que sirven de carnaza en las trincheras, en una palabra: de la escoria de la sociedad de consumo, que dilapida los bienes de la creación dejando una estela de hambre que abraza dos terceras partes de la humanidad.

Finalmente, en la tercera estrofa pone como ejemplo concreto de la salvación, cuyo

destinatario será un día no lejano la entera humanidad, la realización de su compromiso para con Israel:

«Ha auxiliado a Israel, su servidor, acordándose -como lo había prometido a nuestros padres- de la misericordia en favor de

Abrahán y su descendencia, por siempre» (1,54-55). Dios no ha olvidado su misericordia/amor (Sal 98,3), como podía haber sospechado Israel

ante los numerosos desastres que han jalonado su historia. La fidelidad de Dios hecha a los «pa-dres», los patriarcas de Israel, queda confinada de momento, en el horizonte concreto de María, el Israel fiel, a su pueblo. Sólo en la estrofa central hay atisbos de una futura ampliación de la promesa a toda la humanidad.

«María permaneció con ella como tres meses y regresó a su casa» (1,56). Lucas hace

hincapié en la prolongada permanencia de María al servicio de su pariente, aludiendo al ultimo período de su gestación. Silencia, en cambio, intencionadamente su presencia activa en el momento del parto, cuando lo más lógico es que la asistiera en esta difícil situación. No tiene interés en los datos de crónica, sino en el valor teológico del servicio prestado. La vuelta «a su casa» sirve para recordar que en la gestación de su hijo, José no ha tenido arte ni parte. La mención de las dos «casas», la de Zacarías al principio y la de María al final, establece un neto contraste entre las respectivas situaciones familiares.

II

La Iglesia católica celebra hoy una fiesta grande, una fiesta de resurrección. Desde los tiempos antiguos la comunidad cristiana se ha sentido atraída por la singular figura de María y su papel en la historia de la salvación. Ya Lucas, en su evangelio y en los Hechos de los Apostoles, nos muestra el camino de crecimiento en la fe de María de Nazaret. Podría alguno pensar: ‘pero si María ya desde el comienzo tuvo una fe tan grande no necesitaría más’. Y esto es precisamente lo paradójico, la inmensa fe de María creció en su corazón durante la vida de su hijo y, luego, fue aún más grande con su resurrección, animando a la comunidad de discípulos. María es modelo de los creyentes, de los que seguimos a Cristo desde la humildad de nuestro Corazón. Por eso el saludo de Isabel a María es: «Feliz tú que has creído». María no sólo es bienaventurada por ser la ‘nueva arca alianza, la portadora del redentor, sino porque ha entrado en la profundidad de ese misterio de fe en el que irrumpe Jesús como salvador del mundo.

Como es sabido, la Asunción es el último «dogma», de 1950. Felizmente, el concilio Vaticano II renovó profundamente nuestra comprensión de la revelación y también la comprensión del misterio de María. De no haberse declarado ese dogma en esa fecha, probablemente no lo hubiera sido ya nunca.

De la forma como fue entendido cuando fue proclamado, a la forma como hoy podríamos comprenderlo, va un gran trecho. La explicación que Leonardo Boff hace del tema de la Ascensión de Jesús -siguiendo a G. Lohfink- (que puede ser encontrada aquí: http://servicioskoinonia.org/biblico/textos/ascension.htm) podrá ayudar sin duda a una comprensión que supere los mitos o las descripciones literales.

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Martes 16 de agosto EVANGELIO Mateo 19, 23-30

23Jesús dijo a sus discípulos: -Os aseguro que con dificultad va a entrar un rico en el reino de Dios. 24Lo repito: Más

fácil es que entre un camello por el ojo de una aguja que no que entre un rico en el reino de Dios.

25Al oír aquello, los discípulos se quedaron enormemente impresionados y decían: -En tal caso, ¿quién puede subsistir? 26Jesús se les quedó mirando y les dijo: -Humanamente eso es imposible, pero con Dios todo es posible. 27Intervino entonces Pedro: -Pues mira, nosotros ya lo hemos dejado todo y te hemos seguido. En vista de eso, ¿qué

nos va a tocar? 28Jesús les dijo: -Os aseguro que cuando llegue el mundo nuevo y el Hombre se siente en su trono de

gloria, también vosotros, los que me habéis seguido, os sentaréis en doce tronos para juzgar a las doce tribus de Israel. 29y todo aquel que por causa mía ha dejado casa, o hermanos o hermanas, o padreo madre, o hijos o tierras, recibirá cien veces más y heredará vida definitiva.

30Pero todos, aunque sean primeros, serán últimos, y aunque sean últimos, serán primeros.

COMENTARIOS I

vv. 23-24: Jesús dijo a sus discípulos: -Os aseguro que con dificultad va a entrar un rico

en el reino de Dios. 24Lo repito: Más fácil es que entre un camello por el ojo de una aguja que no que entre un rico en el reino de Dios.

«Entrar en el reino» equivale a seguir a Jesús (v. 21). «El reino» designa la comunidad mesiánica (cf. 16,18s: mi iglesia, la comunidad del Mesías = el reino de Dios), que ya desde esta tierra tiene a Dios por rey (5,3; 19,14). Con la hipérbole del camello y la aguja Jesús afirma categóricamente la práctica imposibilidad de que los ricos renuncien a la riqueza para hacerse discípulos.

v. 25: Al oír aquello, los discípulos se quedaron enormemente impresionados y decían: -En tal caso, ¿quién puede subsistir?

«Subsistir»: gr. sôthênai, «salir / escapar / salvarse de un peligro» (cf. 9,21s), en el sentido de 16,22: poner la vida física a salvo, aquí escapando del peligro de la miseria. Al anunciar Jesús que no habrá ricos en el grupo, los discípulos temen por el sustento; dado el peligro de que se trata, sôthênai equivale a «sobrevivir/subsistir». La seguridad del grupo no está en los recursos materiales, sino en Dios (v. 26), como ya se ha dicho al rico (v. 21).

La traducción «salvarse» suscitaría inmediatamente la idea de salvación final, creando una contradicción en el texto. Para conseguir la «vida eterna» (= salvación final) bastaba el código ético del AT (vv. 17-19). Lo que ofrece Jesús al joven no es el modo de alcanzar la vida eterna, sino cómo entrar en su grupo (21: «sígueme»), donde, además de conseguir la vida (v. 29),

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participará en la construcción de la nueva comunidad humana llamada «el reino de Dios» (cf. 19,21 fin); para esta tarea, las condiciones son diferentes (v. 21).

v. 26: Jesús se les quedó mirando y les dijo: -Humanamente eso es imposible, pero con Dios todo es posible.

. Jesús resuelve la dificultad de los discípulos: del lado de los hombres, la única manera de subsistir es la riqueza, que crea en otros las condiciones de miseria; del lado de Dios, al contrario, que provee con su solicitud a los que han hecho la opción por la pobreza (5,3: «tienen a Dios por rey») nunca se pasará necesidad. Los discípulos no han asimilado la instrucción de Jesús (6,19-34); tampoco recuerdan las señales de los panes, donde precisamente el compartir, que se opone al reservarse los bienes para sí (riqueza), fue el origen de la abundancia.

vv. 27-30: Intervino entonces Pedro: -Pues mira, nosotros ya lo hemos dejado todo y te hemos seguido. En vista de eso, ¿qué nos va a tocar? 28Jesús les dijo: -Os aseguro que cuando llegue el mundo nuevo y el Hombre se siente en su trono de gloria, también vosotros, los que me habéis seguido, os sentaréis en doce tronos para juzgar a las doce tribus de Israel. 29y todo aquel que por causa mía ha dejado casa, o hermanos o hermanas, o padreo madre, o hijos o tierras, recibirá cien veces más y heredará vida definitiva. 30Pero todos, aunque sean primeros, serán últimos, y aunque sean últimos, serán primeros.

Pedro no se deja convencer. Su pregunta es casi un desafío a Jesús. Espera que éste concrete la seguridad que ha dado. Puesto que los discípulos han cumplido las condiciones puestas al rico, quiere saber qué porvenir les espera.

La respuesta de Jesús es solemne («Os aseguro»). «El mundo nuevo» significa la nueva edad del mundo, la definitiva. Puede preguntarse si la expresión de Jesús se refiere al fin de la historia o a la época que comienza con su muerte y resurrección. «Sentarse en su trono de gloria» está en paralelo con 25,31, pero alude más bien a 26,64, pues aquí no se habla de «venida» previa, como en 25,31. Se trata, pues, de la época histórica que sigue a su muerte-resurrección, a partir de la cual el mundo nuevo es una realidad en medio del mundo viejo. Desde entonces, el Israel mesiánico (los Doce discípulos; cf. 10,1) juzgará al antiguo Israel; es decir, la realidad del seguimiento de Jesús y la existencia del pueblo definitivo serán la norma por la que el antiguo Israel, que rechaza al Mesías, quedará juzgado y condenado. Durante ese período, la renuncia a las propias posesiones no desembocará en la miseria, sino en una abundancia centuplicada. Sin embargo, esta última promesa no se refiere a los Doce (al Israel mesiánico) como grupo; Jesús pasa a la tercera persona, al terreno individual: su realización depende para cada uno de la realidad de su renuncia. El término será también la vida eterna, que no será «obtenida» (v. 16), sino «heredada», como corresponde a los que son hijos del Padre y tienen derecho a ella.

Mt omite la precisión de Mc «en esta vida», pues está supuesta por la mención del «mundo nuevo». Confirma con su promesa la supresión de los efectos negativos (miseria) que amenazan a quien opta por la pobreza (cf. 5,3). Pero esto no se hará, como en el AT (cf. Sal 37,11), por tener cada uno su patrimonio individual, sino teniendo todos uno común («cien veces más») del que todos participan. Corresponde esta promesa a la de 5,5: «porque ésos poseerán la tierra».

II

Jesús reivindica una idea de los profetas: la riqueza puede ser un enorme obstáculo en el camino hacia el Reino. Pero no la riqueza únicamente como acumulación desproporcionada de bienes, sino la ambición desmedida que le impide al ser humano abrirse a la esperanza. Cuando una persona, un grupo o todo un sistema social se mete en la lógica mercantilista que convierte la existencia humana en una carrera hacia la obtención de cosas, entonces, toda aspiración por un

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mundo mejor y más justo desaparece. Nada, ni siquiera la justicia, se puede interponer entre el individuo y los bienes que quiere acumular.

Las palabras de Jesús parecen duras e impracticables. Los mismos discípulos ya se quejan diciendo ¿quién puede salvarse?, es decir, ¿quién no está detrás de las riquezas. Ellos quieren lanzar una duda pragmática sobre el supuesto idealismo de Jesús, pero no se dan cuanta que al optar por el camino de la cruz optan también por el camino de los pobres, el estrecho sendero de la justicia, la puerta angosta de la opción por los pobres. Si alguien toma este camino debe hacerlo con sencillez y alegría, sin esperar nada a cambio. Los doce tronos de gloria no son otra cosa que la exigente tarea de servir y animar al pueblo de Dios en su camino hacia el reino. Miércoles 17 de agosto EVANGELIO Mateo 20, 1-16

20 1Porque el reinado de Dios se parece a un propietario que salió al amanecer a contratar jornaleros para su viña. 2Después de ajustarse con ellos el jornal de costumbre, los mandó a la viña. 3Salió otra vez a media mañana, vio a otros que estaban en la plaza sin trabajo 4y les dijo:

-Id también vosotros a mi viña y os pagaré lo que sea justo. 5Ellos fueron. Salió de nuevo hacia mediodía y a media tarde e hizo lo mismo. 6Saliendo a última hora,

encontró a otros parados y les dijo: -¿Cómo es que estáis aquí el día entero sin trabajar? 7Le respondieron: -Nadie nos ha contratado. Él les dijo: -Id también vosotros a la viña. 8Caída la tarde, dijo el dueño de la viña a su encargado: -Llama a los jornaleros y págales el jornal, empezando por los últimos y acabando por

los primeros. 9Llegaron los de la última hora y cobraron cada uno el jornal entero. 10Al llegar los

primeros pensaban que les darían más, pero también ellos cobraron el mismo jornal por cabeza. 11Al recibirlo se pusieron a protestar contra el propietario:

12 Estos últimos han trabajado sólo una hora y los has tratado igual que a nosotros, que hemos cargado con el peso, del día y el bochorno.

13E1 repuso a uno de ellos: -Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No te ajustaste conmigo en ese jornal? 14Toma lo

tuyo y vete. Quiero darle a este último lo mismo que a ti. 15¿Es que no tengo libertad para hacer lo que quiera con lo mío?, ¿o ves tú con malos ojos que yo sea generoso?

16Así es como los últimos serán primeros y los primeros últimos.

COMENTARIOS I

v. 1: Porque el reinado de Dios se parece a un propietario que salió al amanecer a contratar jornaleros para su viña.

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La viña era símbolo del pueblo de Dios, antes Israel (cf. Is 5,7; Sal 80,9s.15s); ahora lo es del nuevo pueblo de Dios, la humanidad entera (cf. 21,41). La parábola ilustra el principio expuesto en 19,30: la cantidad o calidad del trabajo o del servicio, la antigüedad, las diversas funciones en la comunidad, el mayor rendimiento no crean situación de privilegio ni son fuente de mérito (el mismo jornal para todos), pues este servicio es respuesta a un llamamiento gratuito. El sentimiento del propio mérito produce descontento y división (vv. 11s.15). El llamamiento gratuito espera una respuesta desinteresada. En otras palabras: el trabajo, que es la vida en acción, no se vende: sería prostituirlo; no nace del deseo de recompensa, sino de la espontánea voluntad de servicio a los demás (5,7.9). No se trabaja para crear desigualdad, sino para procurar la igualdad entre los hombres, y ésta debe ser patente en la comunidad.

v. 2: Después de ajustarse con ellos el jornal de costumbre, los mandó a la viña. «El jornal de costumbre»: lit. «un denario cada día», jornal ordinario de un trabajador en

aquel tiempo. En la parábola, la cuantía no es significativa, lo que importa es la igualdad de jornal para todos. Nótese que la menor cantidad de trabajo no se debe a negligencia, sino a la hora de la llamada.

vv. 3-14: Salió otra vez a media mañana, vio a otros que estaban en la plaza sin trabajo 4y les dijo: -Id también vosotros a mi viña y os pagaré lo que sea justo. 5Ellos fueron. Salió de nuevo hacia mediodía y a media tarde e hizo lo mismo. 6Saliendo a última hora, encontró a otros parados y les dijo: -¿Cómo es que estáis aquí el día entero sin trabajar? 7Le respondieron: -Nadie nos ha contratado. Él les dijo: -Id también vosotros a la viña. 8Caída la tarde, dijo el dueño de la viña a su encargado: -Llama a los jornaleros y págales el jornal, empezando por los últimos y acabando por los primeros. 9Llegaron los de la última hora y cobraron cada uno el jornal entero. 10Al llegar los primeros pensaban que les darían más, pero también ellos cobraron el mismo jornal por cabeza. 11Al recibirlo se pusieron a protestar contra el propietario: 12 Estos últimos han trabajado sólo una hora y los has tratado igual que a nosotros, que hemos cargado con el peso, del día y el bochorno. 13El repuso a uno de ellos: -Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No te ajustaste conmigo en ese jornal? 14Toma lo tuyo y vete. Quiero darle a este último lo mismo que a ti.

«A media mañana»: lit. «alrededor de la tercera hora», es decir, «a eso de las tres». El mundo antiguo dividía el día en doce horas de luz (salida a puesta del sol) y doce de noche (puesta a salida). En consecuencia, la longitud de las horas variaba según las estaciones: más cortas las del día en invierno y más largas en verano. «Las tres» = «media mañana / hacia las nueve» en nuestro cómputo; paralelamente, v. 5 «a mediodía» (gr. «hacia las seis»), «a media tarde» (gr. «hacia las nueve»), y v. 6 «a última hora» (gr. «hacia las once»).

v. 15: ¿Es que no tengo libertad para hacer lo que quiera con lo mío?, ¿o ves tú con malos ojos que yo sea generoso?

«Ves tú con malos ojos»: lit. «el ojo tuyo malvado es». «Ojo malvado» es un semitismo que significa envidia, tacañería (cf. 6,22). El modismo castellano enlaza con el primer significado.

v. 16: Así es como los últimos serán primeros y los primeros últimos. «Los primeros»: el colofón repite (cf. 19,30) la clave de lectura de la parábola, la igualdad

en el reino de Dios (= comunidad cristiana). La respuesta positiva de los que aceptan trabajar en la viña, que significa la dedicación al

servicio del hombre, equivale al seguimiento de Jesús. El don que a todos se da es el Espíritu, en paralelo con lo sucedido con Jesús en el bautismo (3,16). Los momentos sucesivos de la llamada pueden indicar también la entrada de los paganos en la iglesia. Los israelitas, llamados en primer lugar, no pueden considerarse superiores a los nuevos miembros de la comunidad.

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II

Uno de los mayores obstáculos que encontró Jesús en su actividad misionera, fue la

mentalidad calculadora y falsamente justiciera. Y lo más sorprendente era que sus propios discípulos parecían lucirse en la búsqueda de ganancias y compensaciones y no en el servicio y la solidaridad. La parábola de hoy nos enseña que para la Biblia la justicia no es darle a acada uno según su ambiciones, o según su ‘derecho’, sino dar de acuerdo con las necesidades de cada uno. No importa si el jornalero involuntariamente llega a la mitad de la jornada, lo importante es que recibe su salario completo. El problema de los discípulos no es que aspiren a recibir lo justo de acuerdo con sus necesidades, sino que aspiran a recibir más de acuerdo con las prerrogativas personales. Pero ésta no es la lógica del reino. Esta parábola nos coloca en conexión con otro relato similar de la primera lectura: el apólogo de Yotán. Así se le llama a la fábula que pronunció el único sobreviviente de una familia masacrada por las ambiciones de un aspirante al trono de Israel. Quien más ambiciona el poder no es el que quiere servir, sino el que quiere imponer sus intereses individuales. Se critica no el deseo de organizarse, sino de hacer de las peores tendencias humanas el parámetro de organización social. Desafortunadamente esa ha sido la lógica imperante durante la mayor parte de la historia humana, sin embargo, la esperanza nos dice que ésta no puede ser la última palabra. Jueves 18 de agosto EVANGELIO Mateo 22, 1-14

22 1De nuevo tomó Jesús la palabra y les habló en parábolas: 2- Se parece el reinado de Dios a un rey que celebraba la boda de su hijo. 3Envió a sus

criados para avisar a los que ya estaban convidados a la boda, pero éstos no quisieron acudir. 4Volvió a enviar criados, encargándoles que les dijeran:

-Tengo preparado el banquete, he matado los terneros y los cebones y todo está a punto. Venid a la boda.

5Pero los convidados no hicieron caso: uno se marchó a su finca, otro a sus negocios; 6los demás echaron mano de los criados y los maltrataron hasta matarlos.

7E1 rey montó en cólera y envió tropas que acabaron con aquellos asesinos y prendieron fuego a su ciudad. 8Luego dijo a sus criados:

-La boda está preparada, pero los que estaban convidados no se lo merecían. 9Id ahora a las salidas de los caminos, y a todos los que encontréis invitadlos a la boda.

10Los criados salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos. La sala del banquete se llenó de comensales.

11Cuando entró el rey a ver a los comensales, reparó en uno que no iba vestido de fiesta, 12y le dijo:

-Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin traje de fiesta? El otro no despegó los labios. 13Entonces el rey dijo a los sirvientes: -Atadlo de pies y manos y arrojadlo fuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y el rechinar

de dientes. 14Porque hay más llamados que escogidos.

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COMENTARIOS I

vv. 1-2. Esta parábola responde a la actitud que muestran los sumos sacerdotes y fariseos

después de oír las dos primeras. Dios como rey ha aparecido ya en 6,10; 18,23; la figura del hijo del rey se asocia inmediatamente a Jesús. El reinado de Dios se presenta, por tanto, bajo figura de un banquete de bodas. Jesús mismo se ha presentado como «el Esposo» (9,15) y «el hijo» ha aparecido en la parábola anterior (21,37s).

vv. 3-4. «Los criados», en plural, remiten también a los de esa párábola y, como ellos,

pueden representar a los profetas (21,36). El llamamiento es tema frecuente en Mt (cf. 2,7.15; 4,21; 9,13; 20,8; 25,14). La invitación es rechazada conscientemente («no quisieron acudir»). La insistencia del rey enviando otros criados muestra el amor de Dios a Israel, el pueblo que había elegido. El banquete está a punto, con magnificencia real.

vv. 5-6. Nuevo y definitivo rechazo de la invitación. Unos reaccionan con total indiferencia,

otros con hostilidad, y llegan al asesinato. La situación sigue siendo semejante a la de la parábola anterior (21,35).

v. 7. El desastre anunciado en la parábola (cf. Is 5,24s) corresponde a la destrucción de

Jerusalén (cf. Mt 21,41), la asesina de los profetas (cf. 23,37s). Mt pone la destrucción de la ciudad en conexión con el rechazo pertinaz de la llamada divina.

vv. 8-9. Sin embargo, el designio de Dios no fracasa. Los que tenían derecho a la invitación

la han rechazado, y por eso se han hecho indignos de ella. Se adivina el trágico destino de Israel. Los nuevos invitados representan al nuevo pueblo que va a constituir el Israel mesiánico (cf. 21,43). La distinción «buenos y malos» recuerda la parábola de la red (13,47s; cf. 13,24-30.36-43). El pro-pósito del rey se cumple, la fiesta se celebra con la máxima concurrencia de gente.

vv. 11-13. Escena final inesperada. El rey no solía comer con sus invitados, sino aparte, pero

iba a saludarlos. «Vestido/traje de fiesta», lit. «traje de boda», es decir, traje apto para una boda. Ahora se llama «traje de boda» al de los esposos, en particular al de la novia; los invitados asisten en traje de etiqueta o de fiesta.

En el contexto de Mt, el traje de fiesta se identifica con cumplir las condiciones de la adhesión a Jesús (5,3-10; 16,24), es decir, con la nueva fidelidad del reino (5,20). Sin ella, no se puede permanecer en la comunidad (cf. 5,19). Han sido invitados «buenos y malos», pero nadie puede seguir en su condición de «malo». La suerte de los miembros del Israel mesiánico que no respondan al llamamiento recibido será igual a la del antiguo Israel (cf. 8,12).

v. 14. «Porque hay más llamados que escogidos», lit. «porque muchos son llamados, mas

pocos escogidos». La partícula griega gar enlaza directamente con lo que precede, explicándolo. La traducción literal resulta entonces incomprensible, pues de los invitados (v. 10: la sala llena' sólo uno ha sido expulsado; la conclusión obvia sería: «muchos son llamados y la inmensa mayoría escogidos».

Tampoco se resuelve el problema conectando este colofón con la primera parte de la parábola, pues ninguno de los antiguos invitados era digno del banquete (v. 8) y el dicho habría sonado: «muchos son los llamados y ninguno escogido». Resultaría además incongruente que Mt enlazara con «porque» la primera parte al colofón, sin hacerlo notar de alguna manera.

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Hay que buscar, pues, una solución filológica, que puede encontrarse teniendo en cuenta el modismo semítico para establecer la comparación de superioridad. Es conocido que, en vez de usar un comparativo, en hebreo y arameo la superioridad se expresa mediante una oposición de contrarios, por ejemplo: Rom 9,13: «a Jacob amé, mas a Esaú odié» = «amé a Jacob más que a Esaú»; Lc 14,26: «odiar a su padre, etc.» = «amar a Jesús más que a su padre», interpretado por Mt 10,37; Gn 1,16: «e hizo Dios las dos lumbreras grandes, la lumbrera grande.. la pequeña» = «la mayor, la menor». En Mt 22,14 la frase indica sólo una superioridad numérica, sin referirse a las relativas proporciones: «hay más llamados que escogidos» (el único expulsado es paradigmático), cuadrando así perfectamente con el contenido del episodio anterior.

II

La parábola de los invitados que se niegan a asistir al banquete estaba dirigida contra las autoridades religiosas que no se tomaron en serio la propuesta de Jesús. El escenario es la viña que recuerda el cántico de Isaías (Is 5, 1-4), y otras parábolas (Mt 21, 33-46; Jn 15, 1-2). La respuesta de los invitados es descortés, violenta y absolutamente desproporcionada a la invitación. El rey convida a una fiesta y la respuesta es la indiferencia y la agresividad. Los invitados están más interesados en sus negocios y se sienten tan importunados por los mensajeros que no dudan en quitarse la molestia de por medio.

De este modo Jesús propone una comprensión de la respuesta de la gente ante el proyecto de Dios. Muchos están tan imbuidos en sus negocios que bien pueden recibir una embajada celestial sin que se preocupen en dar alguna respuesta. Otros están tan metidos en sus esquemas religiosos que sienten como un estorbo la invitación de los mensajeros a participar de la fiesta a la que el rey invita. El reino de Dios es un banquete festivo, pero nosotros corremos el peligro de convertirlo en un funeral. Esto que le pasó a Israel nos puede pasar a nosotros. Dios envía sus profetas para invitarnos a la fiesta, pero nosotros preferimos hacer sonar la matraca de todos los días. Nosotros idolatramos nuestros proyectos y nuestra tranquilidad, pero demonizamos a los que nos convidan a la gran fiesta de Dios, donde todos, sin excepción, estamos invitados. Viernes 19 de agosto EVANGELIO Mateo 22, 34-40

34Los fariseos, al enterarse de que Jesús había tapado la boca a los saduceos, se congregaron 35y uno de ellos, que era jurista, le preguntó para tentarlo:

36-Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la Ley? 37Él le contestó: -«Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente» (Dt

6,5). 38Este es el mandamiento principal y el primero, 39pero hay un segundo no menos importante: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo» (Lv 19,18). 40De estos dos mandamientos penden la Ley entera y los Profetas.

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COMENTARIOS I

Al Maestro nazareno se la tenían echada en agua. Sus enemigos lo habían sentenciado a

muerte, incluso antes de poder atestiguar su delito. Por esto buscaban un motivo político: "¿Hay que pagar tributo al César, sí o no?" Al no caer Jesús en la trampa tendida, los fariseos pasaron al ataque en su propio campo religioso. Un jurista le pregunta con mala idea: "Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la Ley?".

La pregunta iba de Antiguo Testamento y versaba sobre un asunto controvertido entre los

abogados del tiempo. Entre la retahíla de preceptos vigentes, ¿cuál ocupaba la cúspide del aparato legislativo? Había opiniones para todos los gustos y Jesús era consciente de ello. Para la mayoría de los rabinos de la época, todas las leyes tenían la misma importancia: "Quien quebranta todos los mandamientos, rechaza el yugo, rompe la alianza y destapa su cara contra la ley; de la misma forma, quien traspasa un solo mandamiento rechaza el yugo, destapa su cara contra la ley y rompe la alianza". Quien más daba, definiéndose, se pronunciaba por el amor a Dios o al prójimo. Uno de estos dos, pero en ningún caso por los dos a la vez. Jesús va a romper una vez más, como de costumbre, el molde.

Le preguntan por el mandamiento principal y responde con dos: el primero y principal es

semejante al segundo, que es igualmente principal y prueba indiscutible del primero: el amor a Dios y al prójimo son inseparables; esta es la novedad de la respuesta de Jesús. El amor a Dios pasa necesariamente por el prójimo. Estos dos mandamientos son el corazón de la Antigua ley y de los Profetas. Quien no los cumpla no puede ser buen judío; de nada le servirá poner en práctica el resto del código legal veterotestamentario. (Por "prójimo" se entendía no sólo al amigo o al israelita situado, sino también -y en primer lugar- a las clases marginadas de la sociedad de entonces: los forasteros (mano de obra barata en país extranjero, desamparados ante leyes y tribunales), las viudas (en situación habitual de paro, sin seguridad social ni pensión), los huérfanos (sin calor de hogar ni sustento) y los pobres (como siempre, abandonados a la caridad pública -pública injusticia-).

Pero amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a uno mismo no es -por más

que se haya predicado así- el núcleo del mensaje cristiano. Es más bien una ley antigua ya superada.

El mensaje de Jesús va más allá. Para el cristiano se queda pequeño este molde. Jesús,

antes de morir, formuló la nueva ley: "Amaos los unos a los otros como Yo os he amado" Más atrevida y utópica que todo el ya, de suyo, exigente Antiguo Testamento.

Amar al prójimo como Jesús lo amó significa amarlo más que a la propia vida, más que a

uno mismo. Al escribir esto, me doy cuenta de lo lejos que estamos los cristianos no ya del

mandamiento nuevo de Jesús -utópico mandamiento que sólo algunos practican- sino de la antigua ley judía.

¿Quién de nosotros está dispuesto a amar de obra y no sólo de palabra a los parados, a los

jornaleros, a los marginados, a los pobres, a los sin pensión ni seguridad social ni amparo humano, a los despojos de la sociedad?

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Amar a esta gente, como Jesús, daría garantía y crédito a nuestro desprestigiado

cristianismo. Para muchos, que se llaman cristianos, todo esto es una utopía (palabra que viene del griego y significa "lugar que no existe")

II

Fariseos y saduceos representaban, en la época de Jesús, el ala progresista y el ala tradicional del judaísmo. En apariencia eran dos partidos opuestos. Tenían maneras completamente diferentes de entender la Escritura y rivalizaban en casi todos las decisiones políticas. Sólo en una cosa eran iguales: se creían superiores a los demás. Las pretensiones de unos y otros no tenían límites. Sin embargo, únicamente los fariseos sobrevivieron a la destrucción de Jerusalén por parte de las tropas romanas treinta años después de la muerte de Jesús. Mateo hace referencia a una controversia aguda y constante entre fariseos y cristianos por la interpretación de la Ley. Para los fariseos el cumplimiento de la ley consistía en el conocimiento exhaustivo de todas las rúbricas, los decretos y las más mínimas disposiciones de las tradiciones escritas y orales. Para los cristianos el problema era encontrar los principios en los que se sustentaba toda la Ley: el amor a Dios y al prójimo.

Sin embargo, parece que no hemos superado las interpretaciones de las Escrituras de fariseos y saduceos porque hemos convertido el amor del que nos habla Jesús en una meliflua combinación de sentimentalismo y superficialidad. El texto propone amar a Dios con todo el corazón, el alma y el ser. Esto significa que a Dios no lo podemos reducir a las manifestaciones piadosas, ni le podemos ofrecer las migajas que sobran de nuestra vida. Al Dios de la justicia y el amor que nos revelan las Escrituras, le debemos dar todo, no lo que nos queda del día. Sábado 20 de agosto EVANGELIO Mateo 23, 1-12

23 1Entonces Jesús, dirigiéndose a las multitudes y a sus discípulos, 2declaró: -En la cátedra de Moisés han tomado asiento los letrados y los fariseos. 3Por tanto, todo

lo que os digan, hacedlo y cumplidlo..., pero no imitéis sus obras, porque ellos dicen, pero no hacen.

4Lían fardos pesados y los cargan en las espaldas de los hombres, mientras ellos no quieren empujarlos ni con un dedo.

5Todo lo hacen para llamar la atención de la gente: se ponen distintivos ostentosos y borlas grandes en el manto: 6les encantan los primeros puestos en los banquetes y los asientos de honor en las sinagogas, 7que les hagan reverencias por la calle y que la gente los llame «Rabbí».

8Vosotros, en cambio, no os dejéis llamar «Rabbí», pues vuestro maestro es uno solo y vosotros todos sois hermanos; 9y no os llamaréis «padre» unos a otros en la tierra, pues vuestro Padre es uno solo, el del cielo; 10tampoco dejaréis que os llamen «directores», porque vuestro director es uno solo, el Mesías. 11El más grande de vosotros será servidor vuestro. 12A quien se encumbra, lo abajárán, y a quien se abaja, lo encumbrarán.

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COMENTARIOS I

v. 1. Para empezar, Jesús no se dirige a letrados y fariseos, sino a la gente y a sus

discípulos. Su denuncia pretende abrirles los ojos para que conozcan la calidad de los que se proclaman maestros y se liberen de su yugo.

v. 2. En Dt 18,15.18 se anunciaban profetas como los sucesores de Moisés. El puesto de

los profetas lo han tomado los doctores de la Ley y sus observantes. Se ha sustituido la referencia a Dios, propia de los profetas, por la referencia a Un código minuciosamente comentado e interpretado, que ahoga al hombre en la casuística. Recuérdense los 613 mandamientos que se distinguían en la Ley, todos obligatorios por igual.

v. 3. Los puntos suspensivos indican la ironía de la frase. El segundo miembro neutraliza

al primero, pues nadie hace caso de maestros sabiendo que son hipócritas. Esta interpretación se confirma por el hecho de que Jesús ataca no sólo la conducta, sino también la doctrina de los fariseos (15,6-9.14; 16,12; 23,13.15.16-22). No puede, por tanto, estar recomendando que hagan lo que dicen.

v. 4. «Los fardos pesados» se oponen a «la carga ligera» de Jesús (11,30). La doctrina

propuesta por los letrados es una carga insoportable. Es más, ellos, que la proponen como obligatoria, no ayudan en nada a su observancia, se desentienden de los que tendrían que observarlas. No pretenden, por tanto, ayudar a los hombres, sino dominar por medio de su doctrina.

v. 5. «Se ponen distintivos ostentosos», lit. «ensanchan sus filacterias». Este término

significa «medio de protección» contra el mal, y en el contexto judío, probablemente «medio de custodian conservar en la memoria» la ley de Moisés; consistían en unos colgantes que llevaban escritos ciertos pasajes de la Ley (Dt 11,13-22; 6,4-9; Ex 13,11-16.2-10) y eran el cumplimiento material de Ex

13,9.16; Dt 6,8; 11,18 («meteos estas palabras mías en el corazón y en el alma, atadlas a la muñeca como un signo, ponedlas de señal en vuestra frente»). Se colgaban en la frente y en la muñeca los días de trabajo para la oración de la mañana y se pronunciaba una bendición a Dios. Los fariseos devotos las llevaban puestas todo el día, y más grandes de lo ordinario, para ostentar su fidelidad a la Ley.

No existe equivalente exacto en nuestra cultura, lo más aproximado serían los distintivos ostentosos de la propia piedad o consagración a Dios. La traducción más cercana al original será: «se cuelgan amuletos anchos/insignias/distintivos ostentosos»; el objetivo de aquella exhibición ha de ser explicado.

vv. 7-8. «Señor mío», «monseñor», significado de «rabbí» en la época de Jesús; era título

dado a los maestros eminentes de la Ley. De ordinario se traduce «maestro», pero en este texto, donde Mt opone el término hebreo al griego, es mejor conservarle su sentido de título.

Aunque el texto no lo indica, estas palabras de Jesús están dirigidas a sus discípulos. Jesús insiste en la igualdad entre los suyos. Nadie de su comunidad tiene derecho a rango O privilegio; nadie depende de otro para la doctrina: el único maestro es Jesús mismo: todos los cristianos son «hermanos», iguales. De hecho es Jesús solo quien puede revelar al hombre el ser del Padre (11,27). Esta es la verdadera enseñanza, que consiste en la experiencia que procura el Espíritu. Esto indica que en su comunidad lo único que tiene vigencia es lo que procede de él, que nadie

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puede arrogarse el derecho a constituir doctrina que no tenga su fundamento en la que él expone y su base en la experiencia que él comunica, y que en esta tarea todos son iguales.

v. 9. «Y no os llaméis padre»: título de los maestros y de los miembros del Gran Consejo

(Hch 7,2; 22,1). El título «padre» se usaba para los rabinos y los miembros del Gran Consejo. «Padre»

significaba transmisor de la tradición y modelo de vida. Jesús prohibe a los suyos reconocer ninguna paternidad terrena, es decir, someterse a lo que transmiten otros ni tomarlos por modelo. Lo mismo que él no tiene padre humano, tampoco los suyos han de reconocerlo en el sentido dicho. El discípulo no tiene más modelo que el Padre del cielo (cf. 5,48) y a él sólo debe invocar como «Padre» (6,9). Se adivina en las palabras de Jesús la relación que crea el Espíritu: él es la vida que procede del verdadero Padre, y el agente de la semejanza del hombre con el Padre.

v. 10. El término usado por Mt significa el consejero y guía espiritual. Lo mismo que el

título de Maestro, Jesús se reserva también éste y previene contra toda usurpación. Es él, en cuanto Mesías, el que señala el camino y es objeto de seguimiento.

v. 11. Establecida la diferencia entre el comportamiento de los rabinos y el de los

discípulos (8-10), define Jesús cuál es la verdadera grandeza, en oposición a las pretensiones de los letrados y fariseos; prescribe el espíritu de servicio, en contraste con la falta de ayuda de los maestros de la Ley a los que tienen que cumplirla (v. 4).

v. 12. Contra el deseo de preeminencia, enuncia Jesús el principio que ha de orientar a su

comunidad. El sujeto no indicado de los verbos «lo abajarán, lo encumbrarán» es Dios mismo. El principio enuncia, por tanto, un juicio de Dios sobre las actitudes humanas. La estima que pretenden los rabinos ante los hombres, es desestima a los ojos de Dios.

II

En la época de Jesús, las personas que querían demostrar su piedad hacían bordar versículos de la Biblia en las franjas de los mantos. Sin embargo, estas manifestaciones tan aparentemente religiosas podían ser engañosas e inducir a la idolatría.

La idolatría no es un asunto de utilizar imágenes o representaciones durante el culto divino, como se suele pensar. Las imágenes, estatuas, cuadros y demás figuras religiosos no pasan de ser, en la mayoría de los casos, un recurso para ilustrar los episodios de la historia de la salvación en la catequesis. La idolatría, por el contrario, es siempre algo más sutil y profundo, es la manipulación de Dios. Nosotros podemos hacer de Dios el simple reflejo de nuestra ideología. Y, en ese caso, Dios deja de ser el totalmente otro y se convierte en un reflejo de compensación. Jesús pone en guardia a sus discípulos contra este peligro. La idolatría no sólo amenaza a la gente común, sino, sobretodo, a las personas más religiosas.

La crítica de Jesús se dirige precisamente contra aquellas manifestaciones religiosas que consideramos más sinceras y profundas. Ellas pueden ser expresión de una respuesta coherente y abierta a la acción de Dios, pero, también, pueden ser las trincheras donde se esconde la autosuficiencia, el egoísmo y la alienación. Jesús propone a los discípulos que se autoevalúen a la luz de la praxis cotidiana, pero teniendo como referencia no las propias doctrinas, sino la imparcial regla del servicio: “el primero será el servidor de todos”.

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Domingo 21 de agosto

VIGESIMO PRIMER DOMINGO DE TIEMPO ORDINARIO Primera lectura: Isaías 22, 19-23 Salmo responsorial: 137, 1-3. 6-8

Segunda lectura: Romanos 11, 33-36 EVANGELIO Mateo 16, 13-20

13Al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: -¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre? 14Contestaron ellos: -Unos que Juan Bautista, otros que Elías, otros que Jerernías o uno de los profetas. 15E1 les pregunto: -Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? 16Simón Pedro tomó la palabra y dijo: -Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo. 17Jesús le respondió: -¡Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás! Porque eso no ha salido de ti, te lo ha revelado mi

Padre del cielo. 18Ahora te digo yo: Tú eres Piedra, y sobre esa roca voy a edificar mi comunidad y el poder de la muerte no la derrotará. 19Te daré las llaves del reino de Dios; así, lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo. 20Y prohibió a sus discípulos decir a nadie que él era el Mesías.

COMENTARIOS I

LASTRE DE SIGLOS

Mientras la larga fila de cardenales de anacrónico y pomposo atuendo se postraba ante Juan Pablo II para rendirle pleitesía y obediencia en el día de la inauguración de su pontificado, la coral del Vaticano repetía sin cesar: "Tu eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder de la muerte no la derrotará. Te daré las llaves del Reino de Dios; así, lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo". Son palabras de Jesús a Pedro. Con anterioridad el Maestro nazareno había preguntado a sus discípulos: "Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?". Pedro, como portavoz del grupo, se adelanto. en la respuesta: "Tú eres el Mesías, el hijo de Dios vivo

Las palabras de Jesús a Pedro se han interpretado de un modo excesivamente personalista,

aplicadas en exclusiva al Papa durante siglos. El absolutismo histórico del sucesor de Pedro -del que quedan aún restos en la persona del actual Pontífice- su personalismo y autoritarismo se han basado en una abusiva interpretación de las mismas. Por eso conviene precisar qué es lo que Jesús prometió y a quién.

En primer lugar hay que decir que el poder de atar y desatar, simbolizado en la entrega de

llaves, reside en todo el grupo de discípulos y no sólo en Pedro. Lo que Jesús prometió a Pedro, se lo concedería más tarde a todos los discípulos. Lo leemos en el Evangelio de Mateo (18,18):

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"Os aseguro que todo lo que atéis en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desatéis en la tierra quedará desatado en el cielo".

En segundo lugar, Pedro es la piedra sobre la que Jesús edificará la Iglesia, en la medida

en que hace de portavoz y expresa la fe de un grupo de discípulos que reconoce en Jesús al Mesías, al hijo de Dios vivo. Dicho de otro modo, la afirmación de Pedro "Tú eres el Mesías", y no su persona, débil y voluble, es la piedra sobre la que Jesús -y no Pedro- edificará la Iglesia.

Entendidas así las cosas, pienso que el gobierno de la Iglesia, encomendado a los Sumos

Pontífices -título de emperadores e impropio del Papa- debiera ser democrático. El personalismo del Vicario de Cristo, tan celosamente fomentado por los jerarcas vaticanos y sus delegados de provincias, los obispos, no tiene base en el Evangelio. Si el Papa, como Pedro, es portavoz de un grupo, esto quiere decir que, dentro del grupo de los cristianos que forman la Iglesia, todos tienen derecho a hablar y expresar su opinión. Todos deberían tener voz y voto. No debiera haber nada reservado exclusivamente a la persona del Papa, sin antes haber pasado por el Colegio Episcopal, que tiene autoridad en tanto en cuanto representa al pueblo de Dios. La autoridad del Papa debe ser, por tanto, el resultado de una escucha atenta y obediente al pueblo, a quien el refranero otorga autoridad divina: Vox populi, vox Dei.

Digámoslo claro, la Iglesia no está fundada sobre la persona del Papa que "a rey muerto,

rey puesto", sino sobre la confesión de Pedro, portavoz de un puñado de discípulos ilusionados con su Maestro.

Qué lejos está aún el camino que va del Papa a Pedro. Qué trabajo cuesta reconocer en el

"Santo Padre" al sencillo pescador galileo. Aquel Pedro al que todos llamaron de tú, hoy -en la persona del Pontífice- está situado entre los grandes de la tierra, con innumerables títulos y atenciones que hablan de poder y grandeza a todos los niveles: Jefe de Estado, Sumo Pontífice, Santo Padre, Vicario de Cristo... Sólo uno debiera practicar quien ostenta el máximo servicio en la Iglesia: Siervo de los siervos de Dios. Pero de verdad. Ayudémosle a desprenderse de tanto lastre de siglos.

II

Y VOSOTROS, ¿QUE DECIS? La pregunta se mantiene planteada. Quien quiera considerarse seguidor de Jesús debe responder.

Y no vale una respuesta cualquiera. Ni siquiera es suficiente responder que Jesús es el Hijo de Dios: hay que decir de qué Dios hablamos. Porque Jesús es Hijo del Dios de la Vida.

¿UNO MAS?

Fuera del país de Israel, en donde la esperanza en un mesías hijo de David no tiene sentido, Jesús plantea a sus discípulos una pregunta fundamental: ¿Qué es lo que se ha entendido de su persona, de su mensaje, de su actividad? «¿Quién dice la gente que es el Hombre? »

Las respuestas indican que, para la mayoría de la gente, el mensaje de Jesús no ha llegado a romper la dura coraza de las tradiciones y creencias más o menos populares: «Unos que Juan Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas». Todas las respuestas que recuerdan los discípulos se mantienen en el más estricto ámbito de la religión judía: Jesús es otro de los muchos hombres que Dios ha enviado a su pueblo, como Juan Bautista, Elías, Jeremías... Alguien que les recuerda otra vez que constituyen el pueblo elegido del Señor, el compromiso que asumieron con él al aceptar la alianza del Sinaí y la obligación que tienen de cumplir sus leyes y mandatos, poniendo el énfasis quizá -a Jesús lo colocan en la línea de los profetas- en

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aquellos mandamientos que se refieren a la práctica de la justicia y el amor dentro del pueblo. Uno más. Cierto que suscita el interés, que atrae por su manera de hablar, ....... Parece que nadie se ha dado cuenta de la novedad tan radical que Jesús representa y de lo absolutamente nuevas que son sus propuestas.

HIJO DE DIOS VIVO

Pero lo que quería Jesús no era informarse de lo que decía la gente; era la respuesta de sus discípulos la que de verdad le interesaba: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?» Asumiendo la representación de los demás discípulos, responde Pedro.

Al contar este episodio, Marcos y Lucas dicen que Pedro respondió: «El Mesías» y «El Mesías de Dios», respectivamente. Según estos dos evangelistas, los discípulos habían des-cubierto ya que Jesús era el Mesías, peto el concepto que tenían de mesías era el del líder nacionalista de las tradiciones judías. Mateo, que como cada evangelista tiene su manera par-ticular de presentar el mensaje de Jesús, pone en boca de Pedro una respuesta más completa: «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo». No es cuestión que nos deba interesar mucho cuál de las tres respuestas fue la que realmente pronunció Pedro. Lo que Mateo quiere es explicar a sus lectores cuál es el auténtico mesianismo de Jesús.

Jesús es el Mesías, pero no un mesías cualquiera; él es el Hijo de Dios; Mateo ya lo había dicho: Jesús es «Dios con nosotros» (Mt 1,23). Jesús no es sólo un enviado de Dios; es el Hombre-Dios, es el rostro humano de Dios (véase el comentario del domingo vigésimo noveno del tiempo ordinario).

Pero es hijo no de un Dios cualquiera, sino del Dios vivo, esto es, del Dios que defiende la vida, que da la vida, del Dios que quiere ser Padre. Y porque es hijo de ese Dios, participa naturalmente de su vida, por lo que, al final, vencerá a la muerte y ofrecerá su vida para que todos puedan llegar a ser hijos y hermanos.

CIMENTADA EN ROCA A la respuesta de Pedro, Jesús reacciona con una bienaventuranza: « ¡Dichoso tú, Simón,

hijo de Jonás!», mostrándose de acuerdo con su contenido. La respuesta de Pedro, añade Jesús, procede de Dios mismo, de su Padre: «Porque eso no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre del cielo».

Esa fe confesada por Pedro y que tiene su origen en el Padre, dice Jesús que es la roca sobre la que se fundamenta la comunidad -de la que Pedro forma parte-, que deberá continuar su tarea en el mundo cuando él se marche: «Ahora te digo yo: Tú eres Piedra, y sobre esa roca voy a edificar mi comunidad, y el poder de la muerte no la derrotará». Jesús compara su comunidad con un edificio que hunde sus cimientos en una roca: esa roca es la fe que acaba de confesar Pedro. Y dará tal estabilidad y seguridad a la comunidad, que, superando problemas y dificultades, garantiza la pervivencia de la comunidad, que ha de seguir adelante hasta que se logre ple-namente el proyecto de Jesús.

Todos están invitados a incorporarse a este proyecto y a esta comunidad. Y es a todos sus miembros -las palabras que aquí dirige Jesús a Pedro las dirigirá poco después (Mt 18, 15-18) a todos los discípulos; Pedro, igual que al responder, representa aquí a todo el grupo, a quienes da autoridad para abrir las puertas de la casa a los que quieran participar de la vida de la comunidad; no deberán pasar más que los que confiesen su fe en el Hijo del Dios vivo; a los que crean en otro mesías o en un mesías diferente, a los que se empeñen en negar que el Padre no es Dios de muertos ni de muerte, sino que es un Dios vivo que da vida..., no tendrán más remedio que cerrarles las puertas. Dios respaldará su decisión.

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III

v. 13. El paso a la parte pagana del lago (16,5) tenía por objeto salir del territorio judío. Cesarea de Filipo era la capital del territorio gobernado por este tetrarca, hermano de Herodes Antipas (cf. Lc 3,1). Para proponer a sus discípulos la cuestión de su identidad, Jesús los saca del territorio donde reina la concepción del Mesías davídico.

Primera pregunta: cuál es la opinión de la gente (los hombres) sobre Jesús («el Hijo del hombre» «el Hombre»). El Hombre es el portador del Espíritu de Dios (cf. 3,16s); por contraste, «los hombres» en general son los que no están animados por ese Espíritu, los que no descubren la acción divina en la realidad de Jesús.

«El Hombre/este Hombre»: la expresión se refiere claramente a Jesús, en paralelo con la primera persona («yo») de la pregunta siguiente (15). Este pasaje muestra con toda evidencia que Mt no interpreta «el Hijo del hombre» como un título mesiánico. Resultaría ridículo que Jesús, cuando va a proponer a los discípulos la pregunta decisiva, les dé la solución por adelantado; incomprensible sería, además, la declaración de que Pedro había recibido tal conocimiento por revelación del Padre (17), si Jesús mismo se lo había dicho antes.

v. 14. La gente asimila a Jesús a personajes conocidos del AT. O bien es una reencarnación

de Juan Bautista (cf. 14,2) o Elías, cuyo retorno estaba anunciado por Mal 3,23; Eclo 48,10. Para Jeremías, cf. 2 Mac 15,l3ss. En todo caso, ven en Jesús una continuidad con el pasado, un enviado de Dios como los del AT. No captan su condición única ni su originalidad. No descubren la no-vedad del Mesías ni comprenden, por tanto, su figura.

vv. 15-16. Pregunta a los discípulos, que han acompañado a Jesús en su actividad y han

recibido su enseñanza. Simón Pedro (nombre más sobrenombre por el que era conocido, cf. 4,18; 10,2) toma la iniciativa y se hace espontáneamente el portayoz del grupo.

Las palabras de Pedro son una perfecta profesión de fe cristiana. Mt no se contenta con la expresión de Mc 8,29: «Tú eres el Mesías», que Jesús rechaza por reflejar la concepción popular del mesianismo (cf. Lc 9,20: «el Mesías de Dios» «el Ungido por Dios»). La expresión de Mt la completa, oponiendo el Mesías Hijo de Dios (cf. 3,17; 17,5) al Mesías hijo de David de la expectación general. «Hijo» se es no sólo por haber nacido de Dios, sino por actuar como Dios mismo. «El hijo de Dios» equivale a la fórmula «Dios entre nosotros» (1,23). «Vivo» (cf. 2 Re 19,4.16 [LXX]; Is 37, 4.17; Os 2,1; Dn 6,21) opone el Dios verdadero a los ídolos muertos; significa el que posee la vida y la comunica: vivo y vivificante, Dios activo y salvador (Dt 5,26; Sal 84,3; Jr 5,2). También el Hijo es, por tanto, dador de vida y vencedor de la muerte.

v. 17. A la profesión de fe de Simón Pedro responde Jesús con una bienaventuranza. Llama

a Pedro por su nombre: «Simón». «Bar-Jona» puede ser su patronímico: hijo de Jonás; se ha inter-pretado también como «revolucionario», en paralelo con Simón el Fanático o zelota (10,4). Jesús declara dichoso a Simón por el don recibido. Es el Padre de Jesús (correspondencia con «el Hijo de Dios vivo») quien revela a los hombres la verdadera identidad de éste. Relación con 11,25-27: es el Padre quien revela el Hijo a la gente sencilla y el Hijo quien revela al Padre.

Pedro pertenece a la categoría de los sencillos, no a la de los sabios y entendidos, y ha recibido esa revelación. Es decir, los discípulos han aceptado el aviso de Jesús de no dejarse influenciar por la doctrina de los fariseos y saduceos (16,12) y están en disposición de recibir la revelación del Padre, es decir, de comprender el sentido profundo de las obras de Jesús, en particular de lo expresado en los episodios de los panes (cf. 16,9s). Han comprendido que su mesianismo no necesita más señales para ser reconocido. La revelación del Padre no es, por tanto, un privilegio de Pedro; está ofrecida a todos, pero sólo los «sencillos» están en disposición de reci-birla. Se refiere al sentido de la obra mesiánica de Jesús.

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«Mi Padre del cielo» está en paralelo con «Padre nuestro del cielo» (6,9). Los que reciben del Padre la revelación sobre Jesús son los que ven en Jesús la imagen del Padre (el Hijo), y los que reciben de Jesús la experiencia de Dios como Padre (bautismo con Espíritu Santo) pueden invocarlo como tal.

v. 18. Jesús responde a la profesión de fe de Pedro (16: «Tú eres»; 18: «Ahora te digo yo: Tú

eres»). Lo mismo que, en la declaración de Pedro, «Mesías» no es un nombre sino indica una función, así «Piedra» en la declaración de Jesús.

Hay en ella dos términos, «piedra» y «roca», que no son equivalentes. En griego, petros es nombre común, no propio, y significa una piedra que puede moverse e incluso lanzarse (2 Mac 1,16; 4,41: piedras que se arrojan). La «roca», en cambio, gr. petra, es símbolo de la firmeza inconmovible. En este sentido usa Mt el término en 7,24.25, donde constituye el cimiento de «la casa», figura del hombre mismo.

v. 19. Con dos imágenes paralelas se describen ciertas funciones de los creyentes. En la primera, el reino de Dios se identifica con la iglesia o comunidad mesiánica. Continúa la imagen de la ciudad con puertas. Los creyentes, representados por Pedro, tienen las llaves, es decir, son los que abren o cierran, admiten o rechazan (cf. Is 22,22). Se opone esta figura a la que Jesús utilizará en su denuncia de los fariseos (23,13), quienes cierran a los hombres el reino de Dios. La misión de los discípulos es la opuesta: abrirlo a los hombres.

Sin embargo, no todos pueden ser admitidos, o no todos pueden permanecer en él, y esto se explicita en la frase siguiente. “Atar, desatar” se refiere a tomar decisiones en relación con la entrada o no en el reino de Dios. La expresión es rabínica. Procede de la función judicial, que puede mandar a prisión y dejar libre. Los rabinos la aplicaron a la explicación de la Ley con el sentido de declarar algo permitido o no permitido. Pero, en este pasaje, el paralelo con las llaves muestra que se trata de acción, no de enseñanza.

El pasaje no está aislado en Mt. Su antecedente se encuentra en la curación del paralítico, donde los espectadores alababan a Dios «por haber dado tal autoridad a los hombres» (9,8). La «autoridad» de que habla el pasaje está tipificada en Jesús, el que tiene autoridad para cancelar pecados en la tierra (9,6). Esa misma es la que transmite a los miembros de su comunidad (“desatar”). Se trata de borrar el pasado de injusticia permitiendo al hombre comenzar una vida nueva en la comunidad de Jesús. Otro pasaje que explica el alcance de la autoridad que Jesús concede se encuentra en 18, 15-18. Se trata allí de excluir a un miembro de la comunidad («atar») declarando su pecado.

Resumiendo lo dicho: Simón Pedro, el primero que profesa la fe en Jesús con una fórmula que describe perfectamente su ser y su misión, se hace prototipo de todos los creyentes. Con éstos, Jesús construye la nueva sociedad humana, que tiene por fundamento inamovible esa fe. Apoyada en ese cimiento, la comunidad de Jesús podrá resistir todos los embates de las fuerzas enemigas, representadas por los perseguidores. Los miembros de la comunidad pueden admitir en ella (llaves) y así dar a los hombres que buscan salvación la oportunidad de encontrarla; pueden también excluir a aquellos que la rechazan. Sus decisiones están refrendadas por Dios mismo.

v. 20. La fórmula que Jesús prohibe divulgar no es la misma que Pedro ha expresado, sino

más breve: que es el Mesías. Esta expresión aislada daría pie al equivoco: la gente la interpretaría en el sentido corriente, del Mesías davídico nacionalista y violento.

IV

El texto de Isaías se refiere, con mucha probabilidad, a la época inmediatamente anterior a la primera deportación. Recordemos que como represalia a un intento de rebelión, el imperio

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babilónico exilió, en el año 597 a.e.c, a los miembros más prestantes de la sociedad y los trasladó a varias ciudades y campos de Mesopotamia. Esto significó un duro golpe para las pretensiones de la familia monárquica que se consideraba inamovible del trono.

La profecía de Natán que, en realidad, era una exhortación para que el rey se mantuviera fiel a la voluntad del Señor, se había convertido ya en la época salomónica en un recurso ideológico para legitimar el monopolio del poder. Al inicio del siglo VI la situación de Judá cambió completamente con la entrada en escena del imperio babilónico, que pretendió crear un imperio mediante el sometimiento de todos los pequeños reinos y el control de las tribus dispersas por toda el llamado «Creciente Fértil». Jerusalén era sólo una fortaleza más a conquistar.

La profecía de David se dirige contra las pretensiones de la clase dirigente que se consideraba la propietaria perpetua del trono. El caso más patético era el de los primeros ministros que remplazaban al rey en su ausencia. Estos personajes, casi siempre provenientes de la alta aristocracia, cobraban singular importancia cuando podían gobernar el país y darse todos los honores regularmente reservados al rey.

Parece que el mayordomo del palacio real de Jerusalén, llamado Sobna, se excedió en sus pretensiones y no se contentó con ostentar la ‘banda’ del rey sino que convirtió las llaves del palacio en símbolo de su creciente poder. Todas estas manifestaciones de arrogancia ponían en evidencia cuán arruinadas estaban las instituciones monárquicas y el grado extremo de decadencia en el que había caído la corte. Isaías pronuncia un oráculo de condenación contra este ministro presuntuoso, denunciando todas las arbitrariedades que había cometido y anunciándole cuál sería el final de todas sus hazañas. El que se había construido una tumba elegante moriría en un campo desolado en tierras extranjeras. La llave que el primer ministro ostentaba, terminaría en manos de otra persona más capaz. Los caminos del Señor no son los del individuo engreído y alienado. Todo lo que un sistema social construye sobre la explotación, el abuso del derecho y la falsedad, termina irremediablemente condenado a la insignificancia.

Pablo, haciendo eco de los himnos a la sabiduría, recuerda la distancia enorme que hay entre las absurdas pretensiones individualistas y megalómanas, y el sabio designio de Dios que dispone únicamente lo que es provechoso para el ser humano.

Esa contraposición entre las desmedidas pretensiones de ciertos individuos y grupos sedientos de poder y los insondables caminos del Señor, se hace patente en el episodio del evangelio. A la mitad del camino de Jerusalén, o sea, en la exacta mitad del proceso de formación de los discípulos, Jesús los interroga sobre aquello que han podido captar en el tiempo en que los ha acompañado y orientado.

Las respuestas nos sorprenden. De una parte el gentío que sigue a Jesús lo identifica correctamente como uno de los profetas. De otra, el grupo en la voz de Pedro lo reconoce correctamente como Mesías e Hijo de Dios. Pero, subsiste un problema de fondo: tanto la multitud como los discípulos quieren imponerle a Jesús un estilo de ser profeta y una manera de ser Mesías. Discípulos y muchedumbre piden lo que es contrario a la voluntad de Dios e inconsecuente con la enseñanza de Jesús. Pareciera que el enorme esfuerzo de Jesús no hubiese surtido el efecto esperado, y que los discípulos, en lugar de cambiar de mentalidad, hubieran afianzado sus antiguas y erráticas ideas. Sin embargo, el evangelio nos quiere mostrar que los discípulos aún deben pasar por la experiencia de la cruz para comprender el verdadero alcance de las palabras y obras de Jesús.

Jesús sí es el Mesías, pero no el Mesías triunfalista y prepotente del nacionalismo exacerbado, sino una persona al servicio de las más hondas y profundas Causas humanas. Jesús sí es el profeta; pero no el profeta que anuncia la supremacía de la propia religión o de la ideología de su grupo, sino el profeta del amor, la justicia y la paz.

Las tres lecturas nos muestran cuán impredecibles y certeras son las sendas de Dios y cuán caducos y esquemáticos son nuestros trillados caminos. El evangelio nos invita a aprender de Jesús cuál es el camino auténtico que nos conduce al Padre, porque «no todo el que dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos».

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Para la revisión de vida La pregunta de Jesús “y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?”, también va dirigida a

nosotros, a la Iglesia de hoy, a mi comunidad, a mí… ¿Quién digo yo que es Jesús? ¿Qué es Jesús para mí?

Para la reunión de grupo El texto del evangelio de hoy es un texto claramente no histórico, sino pospacual. La

comunidad cristiana va reelaborando su fe, más allá de lo que Jesús hizo y dijo. Hoy es un consenso entre los especialistas que Jesús nunca se presentó así a sí mismo. Como de ha dicho después, «el mensajero se convirtió en el mensaje». Comentar esta frase.

Puestos a responder cada uno de nosotros en nuestro corazón a la pregunta de «quién dicen que soy yo», podríamos competir a ver quién dice sobre Jesús las cosas más maravillosas, más encomiadoras, más absolutas… ¿Pero será que no hay límite por ese camino? ¿O habrá que distinguir qué tipo de lenguaje estamos utilizando, si estamos utilizando un lenguaje «confesional», de amor y reverencia, metafórico... o un lenguaje con pretensión de exactitud, de verdad objetiva, de respaldo ontológico sobre lo que afirma...?

¿Se puede absolutizar a Jesús? El cristianismo es cristocéntrico o teocéntrico? Comentar este texto de Dostoiewsky: « Creo que no existe nada más bello, más profundo,

más atrayente, más viril y más perfecto que Cristo; y me lo digo a mí mismo, con un amor más celoso que cuanto existe o puede existir. Y si alguien me probara que Cristo está fuera de la verdad y que ésta no se halla en él, prefiero permanecer con Cristo a permanecer con la verdad». (Correspondence I (Paris 1961) 157, en carta a la baronesa von Wizine).

Para la oración de los fieles Para que la Iglesia, con su testimonio, comparta humildemente con los no cristianos su fe y

su amor, consecuencia de nuestro seguimiento de Jesús. Roguemos al Señor. Para que nuestra sociedad sepa dar a las cosas su justo valor y ponga su confianza sólo en

quien de verdad le puede dar la libertad y la vida. Roguemos... Para que nuestros gobernantes rechacen toda tentación de prepotencia y todo afán de

convertirse en señores de los hombres. Roguemos... Para que sepamos reconocer siempre la voluntad de Dios en los acontecimientos y en las

personas, y confiemos en Él incluso en aquellos momentos en que no lo entendamos. Roguemos... Para que para proclamemos en todo momento que Jesús nos lleva siempre más allá de sí

mismo, hacia el Padre, hacia el Reino de Dios. Roguemos... Oración comunitaria Dios, Padre nuestro, que unes los corazones de tus fieles en un mismo deseo; inspira

a tu pueblo el amor a tu voluntad y la firme esperanza en tus promesas para que, en medio de las dificultades de la vida, mantenga siempre firme su confianza en Ti y goce de la verdadera alegría. Por Jesucristo.

Dios Padre que te has hecho presente de un modo inefable en el amor extremo que

nuestro hermano Jesús ha vivido; haz que, como Él mismo quiso, no nos detengamos en Él, sino que su palabra y su ejemplo sean siempre para nosotros camino hacia la realización de tu voluntad, el Reinado de la Vida y de Amor. Por Jesucristo.

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Lunes 22 de agosto EVANGELIO Lucas 1, 26-38

26A los seis meses envió Dios al ángel Gabriel a un pueblo de Galilea que se llamaba Nazaret, 27a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David; la virgen se llamaba María. 28Entrando adonde estaba ella, el ángel le dijo:

-Alégrate, favorecida, el Señor está contigo. 29Ella se turbó al oír estas palabras, preguntándose qué saludo era aquél 30El ángel le

dijo: -No temas, María, que Dios te ha concedido su favor 31Mira, vas a concebir en tu seno y a

dar a luz un hijo y le pondrás de nombre Jesús 32Este será grande, lo llamarán Hijo del Altísimo y el Señor Dios le dará el trono de David su antepasado; 33reinara para siempre en la casa de Jacob y su reinado no tendrá fin.

34María dijo al ángel: -¿Cómo sucederá eso, si no vivo con un hombre? 35El ángel le contestó: -El Espíritu Santo bajará sobre ti y la fuerza del Altísimo te. cubrirá con su sombra; por

eso al que va a nacer lo llamarán "Consagrado" "Hijo de Dios" 36Y mira, también tu pariente Isabel, en su vejez, ha concebido un hijo; la que decían que era estéril está ya de seis meses, porque para Dios no hay nada imposible

38Respondió María -Aquí está la sierva del Señor, cúmplase en mi lo que has dicho. Y el ángel la dejó.

COMENTARIOS I

RUPTURA CON EL PASADO:

DIOS CONTACTA CON UNA MUCHACHA DEL PUEBLO «En el sexto mes envió Dios al ángel Gabriel a un pueblo de Galilea que se llamaba

Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David; la virgen se llamaba María» (1,26-27). Trazado ya el eje horizontal de las nuevas coordenadas del momento histórico en que Dios se ha decidido a intervenir personalmente en la historia del hombre, «Herodes» (tiempo) y «Judea» (espacio), diseña ahora Lucas el eje vertical, comenzando por el dato espacial, «Galilea», al que seguirá más tarde el dato temporal («César Augusto, cf 2,1).

El zoom de aproximación funciona esta vez con más precisión: «a un pueblo que se llamaba Nazaret». Aunque en el episodio anterior se sobrentendía que se trataba de Jerusalén, donde radicaba el templo, por razones teológicas Lucas omitió mencionar una y otro, limitándose a encuadrar el relato en «el santuario» como lugar apropiado para las manifestaciones divinas.

El contraste entre «el santuario» y «el pueblo de Nazaret» es intencionado. Nazaret no es nombrado jamás en el AT: no está ligado a promesa o expectación mesiánica alguna; esta segunda intervención divina no va a representar una continuidad con el pasado.

Aun cuando el mensajero es el mismo, el primer mensaje iba dirigido a la institución religiosa; el segundo, a una muchacha del pueblo. Igualmente, en contraste con la primera escena, el mensajero Gabriel no se dirige a un hombre (Zacarías), casado con una mujer (Isabel) y entrado ya en años, sino a una mujer «virgen» (María), desposada pero sin convivir todavía con un

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hombre José). La primera pareja estaba íntimamente entroncada con la tradición sacerdotal de Aarón, explicitándose la ascendencia a propósito de Isabel (lit. «una de las hijas de Aarón»); la nueva pareja se remonta, en cambio, a David, pero por línea masculina, José («de la estirpe de David»). Isabel era «estéril» y «de edad avanzada», María es «virgen» y recién «desposada», resaltándose su absoluta fidelidad a Dios (por oposición a la esposa «adúltera» o «prostituida», figuras del pueblo extraviado; cf. Os 2,4ss; Jr 3,6-13; Ez 16). A propósito de María, no se menciona ascendencia alguna ni se habla de observancia. María representa a «los pobres» de Israel, el Israel fiel a Dios («virgen», subrayado con la doble mención), sin relevancia social (Nazaret).

Jugando con los «cinco meses» en que Isabel permaneció escondida y «el sexto mes» en que Dios envió de nuevo a su mensajero, encuadra Lucas el anuncio de la concepción de Jesús en el marco de su predecesor. «En el sexto mes», como otrora «el día sexto», Dios va a completar la creación del Hombre.

El ángel «entra» en la casa donde se encuentra María (en el santuario del templo no entró, sino que «se apareció de pie a la derecha del altar del incienso») y la saluda: «Alégrate, favorecida, el Señor está contigo» (1,28). La salvación se divisa ya en el horizonte; de ahí ese saludo de alegría (cf. Zac 9,9; Sof 3,14). El término «favorecida/agraciada» de la salutación y la expresión «que Dios te ha concedido su favor/gracia» (lit. «porque has encontrado favor/gracia ante Dios») son equivalentes. María goza del pleno favor divino, por su constante fidelidad a la promesa hecha por Dios a Israel. Más tarde se dirá de Jesús que «el favor 1 la gracia de Dios descansaba sobre él» (2,40); en el libro de los Hechos se predicará de José y de David (Hch 7,10.46), pero sobre todo de Esteban: «lleno de gracia/favor y de fuerza» (Hch 7,8). «El Señor está contigo» es una fórmula usual en el AT y en Lucas para indicar la solicitud de Dios por un determinado personaje (Lc 1,66 Juan B.]; Hch 7,9 José, hijo de Jacob]; 10,38 Jesús]; 11,21 [los helenistas naturales de Chipre y de Cirene]; 18,10 [Pablo]; cf. Dt 2,7; 20,1, etc.); asegura al destinatario la ayuda permanente de Dios para que lleve a cabo una tarea humanamente impensable. El saludo no provoca temor alguno en María, sino sólo turbación por la magnitud de su contenido (1,29a), a diferencia de Zacarías («se turbó Zacarías y el temor irrumpió sobre él», 1,12). Inmediatamente se pone a ponderar cuál seria el sentido del saludo que se le había dirigido en términos tan elogiosos (1 ,29b).

HIJO DEL ALTÍSIMO

Y HEREDERO DEL TRONO DE DAVID REY UNIVERSAL «No temas, María, que Dios te ha concedido su favor. Mira, vas a concebir en tu seno y a

dar a luz un hijo, y le pondrás de nombre Jesús» (1,30). En contraste con el anuncio dirigido a Zacarías, es ahora María la destinataria del mensaje. Dios ha escogido libremente a María y le ha asegurado su favor.

A diferencia de Isabel, que había esperado, en vano, tener un hijo, María va a dar a luz un hijo cuando todavía no lo esperaba, siendo así que, si bien sus padres ya la han desposado con José, ella sigue siendo «virgen». La construcción lucana es fiel reflejo de la profecía de Isaías: «Mira, una virgen concebirá en su seno y dará a luz un hijo, y le pondrá de nombre Emmanuel» (Is 7,14). La anunciación es vista por Lucas como el cumplimiento de dicha profecía (cf. Mt 1,22-23).

Igualmente, a diferencia de Zacarías, quien debía imponer a su hijo el hombre de «Juan», aquí es María, contra toda costumbre, la que impondrá a su hijo el nombre de «Jesús» («Dios salva»). Mientras que allí se apreciaba una cierta ruptura con la tradición paterna, aquí la ruptura es total. Se excluye la paternidad de José: «Este será grande, lo llamarán Hijo de Altísimo y el Señor Dios le dará el trono de David su antepasado; reinará para siempre en la casa de Jacob y su reinado no tendrá fin» (1,32-33).

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Continúa el paralelismo, acrecentándose el contraste: tanto Juan como Jesús serán «grandes», pero el primero lo será «a los ojos del Señor» (1,15a), ya que será «el más grande de los nacidos de mujer» (cf 7,28), por su talante ascético (cf. 1,15b; 7,33) y su condición de profeta eximio, superior a los antiguos, por haberse «llenado de Espíritu Santo ya en el vientre de su madre» (cf. 1,15c); Jesús, en cambio, será «grande» por su filiación divina, por eso lo reconocerán como el Hijo del Dios supremo («el Altísimo» designa al Dios del universo) y recibirá de manos de Dios el trono de su padre/antepasado David, sin descender directamente de él.

«Ser hijo» no significa solamente haber sido engendrado por un padre, sino sobre todo heredar la tradición que éste transmite y tener al padre por modelo de comportamiento; no será David el modelo de Jesús; su mensaje vendrá directamente de Dios, su Padre, y sólo éste será modelo de su comportamiento. La herencia de David le correspondería si fuera hijo de José («de la estirpe de David»), pero el trono no lo obtendrá por pertenecer a su estirpe, sino por decisión de Dios («le dará», no dice «heredará»). «La casa de Jacob» designa a las doce tribus, el Israel escatológico. En Jesús se cumplirá la promesa dinástica (25m 7,12), pero no será el hijo/sucesor de David (cf. Lc 20,41-44), sino algo completamente nuevo, aunque igualmente perpetuo (Dn 2,22; 7,14).

LA NUEVA TRADICION INICIADA

POR EL ESPÍRITU SANTO María, al contrario de Zacarías, no pide garantías, pregunta sencillamente el modo como

esto puede realizarse: «¿Cómo sucederá esto, si no vivo con un hombre?» (lit. «no estoy conociendo varón», 1,34): el Israel fiel a las promesas no espera vida/fecundidad de hombre alguno, ni siquiera de la línea davídica José), sino sólo de Dios, aunque no sabe cómo se podrá llevar a cabo dicho plan. María «no conoce hombre» alguno que pueda realizar tamaña empresa.

Son variadísimas las hipótesis que se han formulado sobre el sentido de esta pregunta. Deducir de ella que María ha hecho un voto de castidad contradice de plano la psicología judía en el caso de una muchacha palestina «desposada» ya, pero que no ha tenido relaciones sexuales con su marido, pues éste no se la ha llevado todavía a su casa. Lucas no pretende ofrecernos una transcripción literal de un diálogo; se trata más bien de un procedimiento literario destinado a preparar el camino para el anuncio de la actividad del Espíritu en el versículo siguiente.

La respuesta del ángel pone todas las cartas de Dios boca arriba: «El Espíritu Santo bajará sobre ti y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso, al que va a nacer, lo llamarán “Consagrado”, “Hijo de Dios” (1,35). María va a tener un hijo sin concurso humano.

A diferencia de Juan Bautista, quien va a recibir el Espíritu antes de nacer, pero después de su concepción al modo humano, Jesús será concebido por obra del Espíritu, la fuerza creadora de Dios. La venida del Espíritu Santo sobre María anticipa la promesa formulada por Jesús en los mismos términos a los apóstoles (cf. Hch 1,8), que se cumplirá por la fiesta de Pentecostés. La idea de «la gloria de Dios / la nube» que «cubría con su sombra» el tabernáculo de la asamblea israelita (Ex 40,38), designando la presencia activa de Dios sobre su pueblo (Sal 91 [90 LXX],4; 140,7 [139,8 LXX]), se insinúa aquí describiendo la presencia activa de Dios sobre María, de tal modo que María dará a luz un hijo que será el Hijo de Dios, el Consagrado por el Espíritu Santo, en una palabra: el Mesías (= el Ungido).

Se afirma claramente el resultado de la concepción virginal, pero no se dice nada sobre el modo como esto se realizará. La idea de una fecundación divina es demasiado antropomórfica. Mediante un nuevo acto creador (Espíritu Santo), se anuncia el nacimiento del nuevo Adán, el comienzo de una humanidad nueva.

La nueva fuerza que Jesús desplegará es la del Dios Creador / Salvador, la que no le fue posible imprimir en la misma creación, por las limitaciones inherentes a todo lo creado. Dios sólo puede desplegar la fuerza del Espíritu a través de personas que se presten libremente a llevar a término su proyecto sobre el hombre, un proyecto que no termina con la aparición del homo

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sapiens, sino que más bien empieza con él, puesto que debe partir precisamente del hombre que es consciente de sus actos, del hombre que ha experimentado personalmente la necesidad de una fuerza superior e ilimitada que pueda llevar a término un proyecto de sociedad que no se apoye en los valores ancestrales del poder y de la fuerza bruta ni en los más sofisticados del dinero y del saber, fruto todos ellos de la limitación de la criatura y de la inseguridad del hombre.

Esta fuerza, que Dios concede a los que se la piden, es la fuerza del Espíritu Santo (cf. 11,13). María ha resultado ser la primera gran «favorecida/agraciada»; Jesús será « el Mesías/Un-gido» o «Cristo»; nosotros seremos los «cristianos», no de nombre, sino de hecho, siempre que, como María, nos prestemos a colaborar con el Espíritu. Esta es la gran tradición que éste inicia, después de liberarnos de las inhibiciones, frustraciones y fanatismos del pasado (familiar, religioso, nacional), la que uno mismo va amasando a lo largo de repetidas experiencias y que delata siempre su presencia manifestándose espontáneamente bajo forma de frutos abundantes para los demás.

LA UTOPIA ES EL COPYRIGHT DE DIOS

La incredulidad de Zacarías, quien pedía pruebas, por considerar que tanto su senectud como la de su mujer no ofrecían garantía alguna de éxito para la empresa que se le anunciaba (cf 1,18), se tradujo en «sordomudez». A María, en cambio, que no ha pedido prueba alguna que confirmara la profecía, el ángel añade una señal: «Y mira, también tu pariente Isabel, en su vejez, ha concebido un hijo, y la que decían que era estéril está ya de seis meses, porque para Dios no hay nada imposible» (1,36).

La repetición, por tercera vez (cf. 1,7.18.36), del tema de la «vejez/esterilidad» sirve para recalcar al máximo la situación límite en que se encontraba la pareja; la repetición del tema de los «seis meses» constituye el procedimiento literario más idóneo para enmarcar (abre y cierra el relato) el nacimiento del Hombre nuevo en el «día sexto» de la nueva y definitiva creación. La fuerza creadora de Dios no tiene límites: no sólo ha devuelto la fecundidad al Israel religiosamente estéril, sino que ha recreado el Hombre en el seno de una muchacha del pueblo cuando todavía era «virgen», sin concurso humano, excluyendo cualquier atisbo de tradición paterna que pudiese poner en peligro la realización del proyecto más querido de Dios.

EL «NO» DEL HOMBRE RELIGIOSO

Y EL «SI» DE LA MUCHACHA DEL PUEBLO Zacarías no dio su consentimiento, pero Dios realizó su proyecto (lo estaba «esperando»

el pueblo). María, en cambio, da su plena aprobación al anuncio del ángel: «Aquí está la sierva del Señor; cúmplase en mí lo que has dicho» (1,38a). María no es «una sierva», sino «la sierva del Señor», en representación del Israel fiel a Dios (Is 48,8.9.20; 49,3; Jr 46,27-28), que espera impaciente y se pone al servicio de los demás aguardando el cumplimiento de la promesa.

El díptico del doble anuncio del ángel termina lacónicamente: «Y el ángel la dejó» (1,38b). La presencia del mismo mensajero, Gabriel , que, estando «a las órdenes inmediatas de Dios»¡ (1, 19a), «ha sido enviado» a Zacarías (1,19b), primero, apareciéndosele «de pie a la derecha del altar del incienso» (1,11), y luego «ha sido enviado por Dios» nuevamente a María (1,26), presentándose en su casa con un saludo muy singular, pero sin darle más explicaciones (1,28), une estrechamente uno y otro relato. Por eso, sólo una vez ha concluido su misión, se comprueba su partida.

La descripción de la primera pareja, formada por Zacarías e Isabel, reunía los rasgos característicos de lo que se consideraba como la crema del árbol genealógico del pueblo escogido: Judea / Jerusalén, región profundamente religiosa; sacerdote, de origen levítico; estricto observante de la Ley; servicio sacerdotal en el templo, entrada en el santuario del Señor para ofrecer el incienso el día más grande y extraordinario de su vida, constituyen la imagen fiel del hombre religioso y observante. Pese a ello, la pareja era estéril y ya anciana, sin posibilidad

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humana de tener descendencia; ante el anuncio, Zacarías se alarmó, quedó sobrecogido de espanto, replicó, se mostró incrédulo, pues no tenia fe en el mensajero ni en su mensaje. El Israel más religioso había perdido toda esperanza de liberación, no creía ya en lo que profesaba, sus ritos estaban vacíos de sentido.

La descripción de la segunda pareja, todavía no plenamente constituida, formada por María desposada con José, pero sin cohabitar con él (los esponsales eran un compromiso firme de boda: podían tener lugar a partir de los doce años y generalmente duraban un año), invierte los términos: Galilea, región paganizada; Nazaret, pueblo de guerrilleros; muchacha virgen, no fecun-dada por varón; de la estirpe davídica por parte de su futuro consorte: es la imagen viviente de la gente del pueblo fiel, pero sin mucha tradición religiosa.

No obstante, María ha sido declarada favorecida, goza del favor y de la bendición de Dios, se turba al sentirse halagada, tiene fe en las palabras del mensajero, a pesar de no verlo huma-namente viable, cree de veras que para Dios no hay nada imposible. Lo puede comprobar en su prima Isabel, la estéril está embarazada, y ofrece su colaboración sin reticencias. El si de María, dinamizado por el Espíritu Santo, concebirá al Hombre-Dios, el Hombre que no se entronca -por línea carnal- con la tradición paterna, antes bien, se acopla a la perfección -por línea espiritual- con el proyecto de Dios.

II

Nuestro pueblo cristianos, pobre y sencillo, ha reconocido con gran fervor y esmero el lugar singular que ocupa María en la historia de la salvación. Por esta razón, la visten como una reina y le dan un preciosa corona. María es una reina del pueblo que gobierna los corazones de los que, como ella, han aceptado la voluntad del Señor y meditan todas sus manifestaciones en lo más profundo de su corazón.

Pero estos sentimientos sinceros y profundos pueden entrañar un peligro si se olvida que María fue, ante todo, una mujer de su pueblo y de su tiempo. Ella era una campesina humilde de una remota aldea. Su estilo de vida se acomodaría, sin lugar a dudas, al ideal de los “pobres de Yavé” y no a la fastuosidad de la corte herodiana. Su trasegar sereno y meditativo le permitió ser la primera discípula del Señor y precursora de la comunidad cristiana. A esa mujer que reunió en su humilde persona lo mejor de la humanidad nuestro pueblo le rinde culto y le da la corona del evangelio, ocho días después de conmemorar su asunción.

El evangelio nos invita hoy a ver en María la mujer que descubrió su singular vocación y su ministerio en el proyecto de vida inaugurado por Jesús. Ella no sólo es la pionera de la fe, sino que es símbolo de la irrevocable esperanza de los pobres. Martes 23 de agosto EVANGELIO Mateo 19, 3-12

3Se le acercaron unos fariseos y le preguntaron para tentarlo: -¿Le está permitido a uno repudiar a su mujer por un motivo cualquiera? 4El les contestó: -¿No habéis leído aquello? Ya al principio el creador los hizo varón y

hembra (Gn 1, 27) 5y dijo:

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Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre se unirá a su mujer y serán los dos un solo ser (Gn 2,24) 6De modo que ya no son dos, sino un solo ser luego lo que Dios ha unido que no lo separe un hombre

7Ellos insistieron: -Y, entonces, ¿por que prescribió Moisés darle acta de divorcio cuando se la repudia?

(Dt 24,1). 8Él les contestó: -Por vuestra obstinación, por eso os consintió Moisés repudiar a vuestras mujeres; pero

al principio no era así. 9Ahora os digo yo que si uno repudia a su mujer -no hablo de unión ilegal- y se casa con otra, comete adulterio.

10Los discípulos le replicaron: -Si tal es la situación del hombre con la mujer, no trae cuenta casarse. 11Pero él les dijo: -No todos pueden con eso que habéis dicho, sólo los que han recibido el don. 12Hay

eunucos que salieron así del vientre de su madre, a otros los hicieron los hombres, y hay quienes se hacen eunucos por el reinado de Dios. El que pueda entenderlo, que lo entienda.

COMENTARIOS I

v. 3: Se le acercaron unos fariseos y le preguntaron para tentarlo: -¿Le está permitido a

uno repudiar a su mujer por un motivo cualquiera? La pregunta de los fariseos es directa; suponiendo la legitimidad del repudio (= decisión

unilateral del hombre que despedía a su mujer), piden a Jesús que se pronuncie sobre una célebre controversia a propósito de Dt 24,1 entre los rabinos Hillel y Shammai: el primero autorizaba el repudio por causas triviales, y su opinión era la más seguida; el segundo exigía la infidelidad de la mujer No buscan aprender de Jesús, sino ponerlo en una situación difícil.

vv. 4-6: El les contestó: -¿No habéis leído aquello? Ya al principio el creador los hizo

varón y hembra (Gn 1, 27) 5y dijo: Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre se unirá a su mujer y serán los dos un solo ser (Gn 2,24) 6De modo que ya no son dos, sino un solo ser luego lo que Dios ha unido que no lo separe un hombre

En lugar de ceñirse a un texto que sólo se refería a la cuestión práctica y legal del repudio, Jesús llama la atención de sus adversarios sobre otro pasaje de la Escritura donde se trata positi-vamente de la naturaleza del matrimonio, en el contexto de la creación del hombre y, por tanto, del plan primordial de Dios sobre él. El hombre siente por la mujer un amor preferente que deja en segundo término el del padre y la madre. La consecuencia de la unión es que hombre y mujer constituyen un solo ser (en gr. sarx, que designa a la persona en cuanto mortal) (Gn 1,27; 2,24). La consecuencia es clara: un hombre no puede anular la obra de Dios.

vv. 7-9: Ellos insistieron: -Y, entonces, ¿por que prescribió Moisés darle acta de divorcio

cuando se la repudia? (Dt 24,1). 8Él les contestó: -Por vuestra obstinación, por eso os consintió Moisés repudiar a vuestras mujeres; pero al principio no era así. 9Ahora os digo yo que si uno repudia a su mujer -no hablo de unión ilegal- y se casa con otra, comete adulterio.

Los fariseos vuelven a la carga, citando a Moisés (Dt 24,1). La respuesta de Jesús es radical: Moisés cedió a la condición del pueblo oponiéndose al plan de Dios. Jesús identifica a los fariseos con el pueblo, haciéndolos exponente de su obstinación. No todo lo que se contiene en la Ley responde a la voluntad de Dios, ni todos los pasajes de la Escritura tienen el mismo valor.

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Jesús propone, por tanto, el ideal del matrimonio humano, según el plan inicial de Dios. La opción de amor que lo funda debe ser definitiva.

vv. 10-12: Los discípulos le replicaron: -Si tal es la situación del hombre con la mujer, no

trae cuenta casarse. 11Pero él les dijo: -No todos pueden con eso que habéis dicho, sólo los que han recibido el don. 12Hay eunucos que salieron así del vientre de su madre, a otros los hicieron los hombres, y hay quienes se hacen eunucos por el reinado de Dios. El que pueda entenderlo, que lo entienda.

Los discípulos protestan contra tal rigorismo: en esas condiciones, el matrimonio no es ventajoso. Jesús comenta lo que acaban de decir y afirma que renunciar al matrimonio no es posi-ble para todo hombre; hace falta un don especial para ello. Este puede identificarse con el deseo ardiente de dedicarse al trabajo por el reinado de Dios, con un sentimiento vivo de la urgencia de esa labor y encontrando en ella la plena realización humana. De hecho, la única razón que propone Jesús para abstenerse del matrimonio es el reinado de Dios, que, en su expresión plena, es la nueva sociedad humana que él viene a comenzar. También Jesús siente la urgencia de esa dedicación: por eso invita a ella a los que se sientan llamados.

II

En el libro del Génesis la auténtica imagen de Dios es la pareja humana y no el varón solo o un ser humano abstracto (Gn 1, 27). Los dos tienen un solo proyecto que deben construir en constante diálogo y comunicación. Sin embargo, ese proyecto se puede ver interrumpido cuando alguno oprime al otro o lo somete a un tratamiento cruel e irresponsable. Jesús se preocupa por dejar muy claro que el proyecto original involucra al hombre y a la mujer por igual, y que no se puede tomar por excusa la ley divina para ignorar olímpicamente los legítimos derechos de la otra persona. El famoso ‘libelo de repudio’ era una institución destinada a dar sustento legal a la preeminencia del varón sobre la mujer. Este recurso legal respondía a la dureza de corazón de los varones, o sea, a la falta de comprensión hacia la otra persona y hacia la relación de pareja. En la Biblia la dureza de corazón no es sólo una incapacidad afectiva, sino una opción consciente del ser humano que se niega a abrirse a la acción divina. Jesús critica duramente a sus paisanos por querer cubrir con el manto de la legalidad y de la religiosidad algo que, evidentemente, era una verdadera aberración.

El repudio de la mujer por parte del varón garantizaba únicamente las pretensiones de la cultura patriarcal, pero no era expresión de la voluntad divina. Miércoles 24 de agosto EVANGELIO Juan 1, 45-51

45Felipe fue a buscar a Natanael y le dijo: -Al descrito por Moisés en la Ley, y por los Profetas, lo hemos encontrado: es Jesús, hijo de

José, el de Nazaret. 46Natanael le replicó: -¿De Nazaret puede salir algo insigne? Felipe le contestó: -Ven a verlo.

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47Jesús vio a Natanael, que se le acercaba, y comentó: -Mirad un israelita de veras, en quien no hay falsedad. 48Natanael le preguntó: -¿De qué me conoces? Jesús le contestó: -Antes que te llamara Felipe, estando tú bajo la higuera, me fijé en ti. 49Natanael le respondió: -Maestro, tú eres el Hijo de Dios, tú eres rey de Israel. 50Jesús le contestó: -¿Es porque te he dicho que me fijé en ti debajo de la higuera por lo que crees? Pues cosas

más grandes verás. 51Y le dijo: -Sí, os lo aseguro: Veréis el cielo quedar abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar por el

Hijo del hombre.

COMENTARIOS I

vv. 45-51. Reacción entusiasta dé Felipe. Describe a Jesús ante Natanael como la mera

realización de lo predicho en el AT, sin darse cuenta de la novedad (45). Escepticismo de Natanael; la historia reciente le hace desconfiar de los mesianismos procedentes de Galilea. Felipe lo invita a tener contacto personal con Jesús (cf. 1,35) (46).

Jesús describe a Natanael como a modelo de israelita. La mención de lá higuera alude a Os 9,10 (LXX): “Como racimo en el desierto encontré a Israel, como en breva en la higuera me fijé en sus padres”. El profeta describía la elécción del pueblo; Natanael representa precisa-mente al Israel elegido que ha conservado la fidelidad a Dios; Jesús renueva la elección (47-48). Reacción entusiasta de Natanael: Rabbí: maestro fiel a la tradición (cf. v. 45: Moisés en la Ley); Hijo de Dios: Mesías, el rey mesiánico (v. 45: los profetas), interpretado como rey de Israel el prometido sucesor de David (Sal 2,2.6s; 2 Sm 7.14; Sal 19,4s.27), que restauraría la grandeza del pueblo, no como en boca dc Juan Bautista (1,33-34: el Hijo de Dios = el portador del Espíritu). La obra del Mesías no se limita a la elección de Israel (higuera). Primera declaración de Jesús sobre sí mismo. Alude a la visión de Jacob en Betel (Gn 28,11-27). Promesa (51: Veréis): la comunicación permanente con Dios en Jesús (el cielo quedar abierto). El Hombre (el portador del Espíritu): el proyecto salvador de Dios no se basa en la realeza davídica (49, de Natanael), sino en la plenitud humana (51). La promesa se realizará en la cruz, cuando vean al que traspasaron (19,37), en quien brilla la gloria/amor (cf. 19,34: sangre y agua).

II

El relato de la vocación de Natanael es extremadamente sorprendente. Estamos un poco

hechos a la idea que el llamado de los discípulos siguió, más o menos, el esquema de los pescadores. Natanael rompe el molde y nos presenta algo insólito: el promotor vocacional de Natanael no fue directamente Jesús, sino Felipe, uno de sus discípulos.

La respuesta de Natanael a la invitación de Felipe ya se ha hecho famosa: ¿De Nazaret puede salir algo bueno? Tal respuesta pone en evidencia el talante de los ‘auténticos israelitas’ que disciernen a fondo cada novedad y verifican personalmente si el que se presenta como profeta es lo que dice ser.

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La higuera es el símbolo de la duda, de la cavilación profunda, de la meditación reposada. Ya Jonás había aprendido debajo de una higuera los auténticos caminos del Señor y las responsabilidades del profeta. Felipe, a su vez, es presentado como un hombre debajo de la higuera, es decir, en proceso serio y profundo de discernimiento. El ‘auténtico israelita’ es aquel que busca al Señor y que, al mismo tiempo, se deja encontrar por Él.

El camino de Bartolomé-Natanael pasa, entonces, por el arduo camino del desierto, de la búsqueda y del encuentro gozoso. Jueves 25 de agosto EVANGELIO Mateo 24, 42-51

42Por tanto, manteneos despiertos, pues no sabéis qué día va a llegar vuestro Señor. 43Ya comprendéis que si el dueño de casa supiera a qué hora de la noche va a llegar el

ladrón, se quedaría en vela y no lo dejaría abrir un boquete en su casa. 44Pues estad también vosotros preparados, que cuando menos lo penséis llegará el Hombre.

45¿Dónde está ese siervo fiel y sensato, encargado por señor de dar a su servidumbre la comida a sus horas?

46Dichoso el tal siervo si el señor, al llegar, lo encuentra cumpliendo con su obligación. 47Os aseguro que le confiará la administración de todos sus bienes.

48Pero si el canalla del siervo, pensando que su señor tardara 49empieza a maltratar a sus compañeros y a comer y beber con los borrachos, 50el día que menos se lo espera y a la hora que no ha previsto, llegará el señor 51y cortará con él, asignándole la suerte de los hipócritas. Allí será el llanto y el rechinar de dientes.

COMENTARIOS I

vv. 42-44: Por tanto, manteneos despiertos, pues no sabéis qué día va a llegar vuestro

Señor. 43Ya comprendéis que si el dueño de casa supiera a qué hora de la noche va a llegar el ladrón, se quedaría en vela y no lo dejaría abrir un boquete en su casa. 44Pues estad también vosotros preparados, que cuando menos lo penséis llegará el Hombre.

La clave de interpretación se encuentra en el verbo «estad en vela» (42), que aparece también en el episodio de Getsemaní (26, 38.40.41). Indica la solidaridad e identificación con la muerte de Jesús, cuya angustia experimenta en el huerto. Los discípulos han de estar siempre preparados a afrontarla (v. 44). Se ve que la llegada del Hombre se identifica con la hora de la persecución a muerte contra los suyos. Su llegada es salvación, pues viene a reunir a sus elegidos (v. 31). La actitud en la hora de la prueba depende de la que se haya tenido en la vida, y decidirá la suerte de cada uno, según lo dicho en v. 13: «el que resista hasta el fin ése se salvara». La llegada del Hombre es la ruina de un sistema opresor: ésa es su victoria; al mismo tiempo, es la salvación para los suyos que han dado la vida en la persecución y cuya actividad, proclamando el mensaje y dando su vida, ha provocado esa caída. Ellos no pueden participar de la inconsciencia general.

Resumiendo el discurso anterior, Jesús predice la destrucción de Jerusalén y del templo. Este acontecimiento, lejos de indicar el fin, significa el principio de una nueva época, en la que se

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irá realizando la humanidad nueva. Sus seguidores llegarán a su plena madurez y salvación afrontando la persecución y el odio y dando la vida, sin desanimarse por la maldad del mundo ni por las defecciones de otros.

La época que comienza con la destrucción de Jerusalén (el reinado del Hombre) verá la caída sucesiva de otros sistemas opresores, que significarán el triunfo del Hombre. Lo mismo que la primera fue efecto de la condena de Jesús, el Mesías pacífico, y de la elección del camino de la violencia (27, 20s), así la caída de los otros sistemas será efecto de la persecución y muerte de los discípulos. Su obra irá produciendo la maduración de la humanidad.

vv. 45-47: ¿Dónde está ese siervo fiel y sensato, encargado por señor de dar a su servidumbre la comida a sus horas? 46Dichoso el tal siervo si el señor, al llegar, lo encuentra cumpliendo con su obligación. 47Os aseguro que le confiará la administración de todos sus bienes.

Advierte Jesús a los suyos de la actitud de servicio que debe regir las relaciones en la comunidad. La responsabilidad confiada por Jesús a los suyos es continua, no se limita al momento de su llegada. La actitud que se tenga en este momento será el fruto de la que se ha tenido durante la vida. La llegada se refiere, como anteriormente, al momento de la prueba y de la persecución que lleva a la muerte. Entonces será el momento del éxito o de la frustración definitiva («el llanto y el rechinar de dientes»). Esta parábola puede estar en relación con el dicho anterior: «se enfriará el amor en la mayoría» (v. 12).

vv. 48-51: Pero si el canalla del siervo, pensando que su señor tardara 49empieza a maltratar a sus compañeros y a comer y beber con los borrachos, 50el día que menos se lo espera y a la hora que no ha previsto, llegará el señor 51y cortará con él, asignándole la suerte de los hipócritas. Allí será el llanto y el rechinar de dientes.

«El canalla del siervo», lit. «el mal siervo aquel». «Aquel» no se refiere a nada anterior; la frase equivale a «si el siervo en cuestión (aquel) es malo». El griego kakós significa desde «malo/malintencionado» hasta «criminal». Dada la conducta que se describe a continuación, «malo» es demasiado débil.

II

La parábola de hoy se centra en el elemento sorpresa. Otras parábolas destacan diversos aspectos de la irrupción del reino, como la justicia, la solidaridad, el amor o el discernimiento.

Las primeras comunidades cristianas interpretaron, con frecuencia, la venida del reino como un evento inmediato o como un fenómeno cósmico. Sin embargo, en la predicación de Jesús no hay indicios para hacer tales interpretaciones. La larga ‘espera’ del reino se convirtió, entonces, en excusa para rebajar la calidad de la vida cristiana o en argumento para legitimar la pereza y la falta de dedicación.

Mateo, entonces, recupera unas comparaciones y parábolas antiguas que ponen en evidencia el carácter dinámico, ético y radical de la espera del reino. La pereza, la negligencia y la despreocupación se producen cuando las personas no comprenden que el reino prometido por Jesús irrumpe en el aquí y el ahora de cada realidad comunitaria y social. Si la espera se convierte en una interminable posposición de nuestro compromiso ético, se burocratiza nuestro papel como anunciadores del reino, pues los discípulos se convierten en una especie de funcionarios que administran promesas incumplidas e interminables. En cambio, si se percibe cómo el reino se manifiesta en la persona de Jesús, en el aquí y ahora de cada comunidad, la espera del reino se convierte en fuerza transformadora de aquellas realidades que se oponen a la plena manifestación de la justicia.

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Viernes 26 de agosto EVANGELIO Mateo 25, 1-13

25 1Entonces se parecerá el reino de Dios a diez muchachas que cogieron sus candiles y salieron a recibir al novio. 2Cinco eran necias y cinco sensatas. 3Las necias, al coger los candiles, se dejaron el aceite; 4las sensatas, en cambio, llevaron alcuzas de aceite además de los candiles.

5Como el novio tardaba, les entró sueño a todas y se durmieron. 6A medianoche se oyó gritar:

-¡Que llega el novio, salid a recibirlo! 7Se despertaron todas y se pusieron a despabilar los candiles. 8Las necias dijeron a las

sensatas: -Dadnos de vuestro aceite, que los candiles se nos apagan. 9Pero las sensatas contestaron: -Por si acaso no hay bastante para todas, mejor es que vayáis a la tienda a comprarlo. 10Mientras iban a comprarlo llegó el novio: las que estaban preparadas entraron con él

al banquete de bodas, y se cerró la puerta. 11Cuando por fin llegaron las otras muchachas, se pusieron a llamar:

-Señor, señor, ábrenos. 12Pero él respondió: -Os aseguro que no sé quiénes sois. 13Por tanto, manteneos despiertos, que no sabéis el día ni la hora.

COMENTARIOS I

Con esta parábola insiste Jesús en que la muerte del discípulo es el fruto de su vida. La

muerte en sí misma no tiene nada de terrible ni de decisivo; corona la vida que se ha llevado (13: «Estad en vela»).

La figura del novio o esposo designa a Jesús mismo (cf. 9,15). El uso de los términos «necias, sensatas» pone a esta parábola en estrecha relación con la

de las dos casas (7,24-27). Las muchachas necias son las que han escuchado el mensaje, pero no lo han llevado a la práctica; las sensatas son las que lo han traducido en su vida. No se puede improvisar esto en el último momento ni se puede prestar o transferir de uno a otro.

La llegada del esposo es, como antes, el momento de la persecución y de la muerte, presen-tado en su aspecto de salvación, de entrada en el reino de Dios definitivo, figurado por el banquete de boda. La frase de rechazo: «No sé quiénes sois» (12), recuerda la de 7,23: «Nunca os he conocido», dirigida también a quienes han pertenecido a la comunidad cristiana.

II

Jesús concentró la mayor parte de su mensaje en parábolas y comparaciones que le permitían al común de la gente comprender los complejos misterios del reino de Dios. Las parábolas se concentran en el desarrollo de una historia que cautiva la atención de los oyentes y los

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obliga a tomar una opción. Las parábolas parten de temas cotidianos y plantean grandes dilemas al comportamiento humano. La boda, la cosecha, la pérdida de las ovejas son los grandes acontecimientos de la vida cotidiana hecha de pequeñas noticias y enormes alegrías.

La parábola que hoy leemos nos pone ante un dilema fundamental: ¿cómo debemos prepararnos para la irrupción del reino?. Todos los cristianos sabemos de antemano que la experiencia del reino puede irrumpir sorpresivamente en nuestras vidas; sin embargo, pocas veces estamos preparados para vivirla gozosamente. Para Jesús la irrupción del reino es, al mismo tiempo, una experiencia festiva y exigente que nos obliga a volcarnos completamente en el proyecto de Dios. Si quedamos por fuera no es porque alguien nos excluya, sino por falta de previsión. El aceite de reserva simboliza la capacidad de lucha y resistencia para esperar el reino de Dios en la más cerrada noche de la historia. Las lámparas de nuestra fe son esas diminutas llamas que iluminan nuestro camino y nos permiten estar seguros de la gran utopía del reino, aún en medio de las tinieblas. Sábado 27 de agosto EVANGELIO Mateo 25, 14-30

14Es como un hombre que, al irse de viaje, llamó a sus empleados y los dejó encargados de sus bienes: 15a uno le dejó cinco talentos de plata, a otro dos, a otro uno, según sus capacidades; luego se marchó.

16E1 que recibió cinco talentos fue enseguida a negociar con ellos y ganó otros cinco; 17e1 que recibió dos hizo lo mismo y ganó otros dos; 18en cambio, el que recibió uno hizo un hoyo en la tierra y escondió el dinero de su señor.

19A1 cabo de mucho tiempo volvió el señor de aquellos empleados y se puso a saldar cuentas con ellos. 20Se acercó al que había recibido cinco talentos y le presentó otros cinco, diciendo:

-Señor, cinco talentos me dejaste; mira, he ganado otros cinco.. 21Su señor le respondió: -¡Muy bien, empleado bueno y fiel! Has sido fiel en lo poco, te pondré al frente de mucho;

pasa a la fiesta de tu señor. 22Se acercó luego el que había recibido dos talentos, y dijo: -Señor, dos talentos me dejaste; mira, he ganado otros dos. 23Su señor le respondió: -¡Muy bien, empleado bueno y fiel! Has sido fiel en lo poco, te pondré al frente de mucho;

pasa a la fiesta de tu señor. 24Finalmente se acercó al que había recibido un talento y dijo: -Señor, supe que eres hombre duro, que siegas donde no siembras y recoges donde no

esparces; 25me asusté y fui a esconder tu talento bajo tierra. Aquí tienes lo tuyo. 26El señor le replicó: -¡Empleado malvado y holgazán! ¿Sabías qué siego donde no siembro y recojo donde no

esparzo?. 27Pues entonces debías haber puesto mi dinero en el banco, para que al volver yo pudiera recobrar lo mío con los intereses. 28Quitadle el talento de plata y dádselo al que tiene diez; 29porque al que produce se le dará hasta que le sobre, mientras al que no produce se le quitará hasta lo que había recibido. 30Y a ese empleado inútil, echadlo fuera, a las tinieblas: allá será el llanto y el rechinar de dientes.

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COMENTARIOS

I

Otra parábola para inculcar el sentido de la responsabilidad: los dones que cada uno ha

recibido no pueden estar ociosos; hay que hacerlos fructificar al máximo. Lo intolerable es la pusilanimidad y el miedo al riesgo, que nace en la parábola de un falso

concepto del Señor (25). Es la idea expresada en 13,12, donde se refería a la fecundidad de la tierra buena y a la esterilidad de la mala.

II

Los oyentes de esta parábola pueden quedar con la sensación de que el patrón no es muy justo al darle el talento del empleado negligente al empleado de mayor rendimiento. Sin embargo, al igual que el día anterior la exigencia no es hacer mucho, sino mantenerse despierto y disponible.

En la antigüedad, el talento era una medida de cantidad como ahora la palabra ‘millón’. Un talento era equivalente a treinta y cinco kilos de un metal precioso. El que menos recibió contaba con una toda una fortuna. Pero, su respuesta fue la negligencia y la agresividad. Él, aunque se había equivocado, no reconocía su propio error y se lanzó a demeritar al dador de los bienes.

En nuestra vida cotidiana podemos incurrir en el mismo pecado: nos sentimos atribulados porque pensamos que la vida nos ha dado muy poco, pero somos incapaces de hacer algo con todo lo que somos y poseemos. Lo peor de todo es que le echamos la culpa a Dios, a la vida, a la suerte, al destino o a lo que sea con tal de no reconocer nuestras propias negligencias. Sin embargo, lo que nos pide el patrón no es acumular, sino poner esos bienes en movimiento y esas capacidades en producción.

Domingo 28 de agosto

VIGESIMO SEGUNDO DOMINGO DE TIEMPO ORDINARIO Primera lectura: Jeremías 20, 7-9 Salmo responsorial: 62, 2-6. 8-9

Segunda lectura: Romanos 12, 1-2 EVANGELIO Mateo 16, 21-27

21Desde entonces empezó Jesús a manifestar a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén, padecer mucho a manos de los senadores, sumos sacerdotes y letrados, ser ejecutado y resucitar al tercer día. 22Entonces Pedro lo tomó aparte y empezó a increparlo: -¡Líbrete Dios, Señor! ¡No te pasará a ti eso! 23Jesús se volvió y dijo a Pedro: -¡Vete! ¡Ponte detrás de mí, Satanás! Eres un tropiezo para mí, porque tu idea no es la de Dios, sino la de los hombres.

24Entonces dijo a los discípulos:

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-El que quiera venirse conmigo, que reniegue de sí mismo, que cargue con su cruz y entonces me siga. 25Porque si uno quiere poner a salvo su vida, la perderá; en cambio, el que pierda su vida por causa mía, la pondrá al seguro. 26Y luego, ¿de qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero a precio de su vida? ¿Y qué podrá dar para recobrarla? 27Además, el Hijo del hombre va a venir entre sus ángeles con la gloria de su Padre, y entonces retribuirá a cada uno según su conducta.

COMENTARIOS I

SOLO PARA AGUAFIESTAS

Nuestra espiritualidad cristiana está basada, en muchos casos, sobre malas interpretaciones de las palabras de Jesús. Y así nos luce el pelo a los católicos. El alejamiento de la Biblia, que ha practicado durante siglos la teología, ha tenido consecuencias desastrosas para el catolicismo.

Hoy, más que nunca, es necesario volver al auténtico Evangelio. A ese Evangelio al que la

Teología burguesa unas veces ha quitado el aguijón, otras ha utilizado para consolidar intereses de clase, y muchas, con buena voluntad y mucha ignorancia de la lengua, mentalidad y costumbres orientales, ha interpretado exactamente en contra de lo que Jesús mismo quiso decir. Y éste último es el caso de una frase de Jesús que voy a comentar: "El que quiera ser mi discípulo que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz y me siga”. Veamos cómo se han interpretado estas palabras del Maestro.

A simple vista, la primera condición para ser cristiano -"negarse a sí mismo"- resulta

extraña al hombre de hoy que tiene como meta de vida el placer. La sicología, con toda la influencia que recibe de Oriente, considera clave de la felicidad el polo opuesto: aceptarse a sí mismo. ¿Va Jesús en contra del deseo de felicidad y placer del hombre? Pienso que no.

Negarse a sí mismo es una expresión oriental que significa sencillamente "vivir de cara a

los demás, vivir para los otros, no ser egoísta". Pero ¿cómo ha interpretado la Teología espiritual esta frase? Por "negarse a sí mismo" ha entendido fundamentalmente refrenar, reprimir, moderar el cuerpo con sus bajos instintos, ocasión de pecado, casi siempre contra el sexto mandamiento. El cuerpo ha tenido en la moral católica de siglos una coloración negativa y pecaminosa. No en vano para los moralistas, clérigos y frailes, el cuerpo, como fuente de placer y felicidad, era terreno vedado. Predicando esta espiritualidad hemos sentado las bases para devaluar todo lo visible, lo corporal, lo material y placentero, en especial el sexo, y afirmar lo espiritual, el alma, y con ella todo lo que no se ve ni se sabe si existe. ¡Cuántas neurosis habrá provocado esta interpretación del Evangelio en los creyentes sinceros...!

La segunda condición para ser cristiano es "cargar con la cruz". Y también aquí la

Teología ha desvariado. Donde Jesús dice "cargar" ha leído "buscar la cruz", sacrificarse, resignarse con los contratiempos de la vida. La cruz, la provocativa cruz de Jesús, se ha convertido en un objeto amable que hay que buscar, fuente de resignación y alienación hasta el punto de hacer del cristianismo "la Religión de la Cruz". Jesús, en cambio, aconseja cargar con ella cuando la coloquen sobre nuestros hombros quienes, al vernos vivir de cara a los demás, nos traten de tontos y se rían de nosotros, intentando acabar con nuestro estilo de vida.

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Negarse a sí mismo y cargar con la cruz es necesario para seguir" a Jesús. Y donde dice el Evangelio "seguir" decían los directores espirituales "imitar, ser como Jesús". Al proponerse un modelo tan alto, el creyente experimentaba a diario el fracaso. Era imposible ser como el Maestro. Pero Jesús no dice que lo imitemos, sino que lo sigamos. Que cada uno encuentre su modo de ser y vivir de cara a los demás y así lo siga hasta la muerte, con la convicción, basada en la fe, de que el final no es la cruz, sino la resurrección, la vida , la alegría definitiva.

Al hacer del cristianismo la Religión de la cruz, entendida como término y no como tránsito,

hemos hecho de él una religión para gente triste, recelosa y masoquista. Una religión para los aguafiestas de la vida.

II

HAY QUE JUGARSE LA VIDA No es literatura; ni romanticismo barato. Por el evangelio hay que estar dispuestos a jugarse la

vida. Después de haber celebrado casi dos mil veces el Viernes Santo, no debería ser necesario decirlo. No basta con recordar la vida, pasión y muerte de Jesús; hay que cargar con la cruz y seguirlo.

LA CRUZ... DE LA MONEDA

Después de la confesión de Pedro, Jesús se pone a explicar a sus discípulos cuáles son las consecuencias prácticas que va a tener el que él sea un mesías muy distinto a lo que se decía en las enseñanzas oficiales: «Desde entonces empezó Jesús a manifestar a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén, padecer mucho a manos de los senadores, sumos sacerdotes y letrados, ser ejecutado y resucitar al tercer día».

Jesús no anuncia un fracaso ni un éxito pasajero: el final que Jesús anuncia es la vida definitiva, la victoria sobre la muerte; eso estaba ya incluido en la afirmación de Pedro: «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo». Pero ante la dureza del camino, Pedro pierde de vista la meta; y si su intervención anterior fue absolutamente positiva, ahora pierde los papeles y muestra el otro lado, la cruz... de la moneda. El no puede consentir que Jesús acabe de esa manera: en conflicto con los máximos dirigentes del pueblo, los miembros del Gran Consejo, la aristocracia económica (senadores), la jerarquía religiosa (sumos sacerdotes) y la crema de la intelectualidad (letrados)...; detenido, juzgado, ejecutado... Pero ¿habría perdido Jesús la cabeza? Y lo coge aparte, se separa del resto de la comunidad y... ¡ menuda regañina! « ¡Líbrete Dios, Señor! ¡No te pasará a ti eso!»

La dureza de la reacción de Jesús muestra hasta qué punto había sido profunda la metedura de pata de Pedro: «¡Vete! ¡Quítate de enmedio, Satanás! Eres un tropiezo para mí, por-que tu idea no es la de Dios, sino la humana». Exactamente lo contrario de lo que le acababa de decir (véase comentario del domingo pasado). La pretensión de Pedro equivale a las tentaciones del desierto: él, aunque lo hace para evitar su muerte, intenta desviar a Jesús de su camino (Mt 4,1-11); por eso Jesús lo rechaza con las mismas palabras con que despidió al diablo en aquella ocasión.

La muerte de Jesús es inevitable. Y no porque Dios lo haya dispuesto así (véase el comentario al evangelio del Domingo de Ramos), sino como consecuencia del choque que se produce entre la fidelidad de Jesús a su compromiso de servicio y de amor, y la obcecación de los dirigentes. Y Pedro, al oponerse, está intentando quebrar la fidelidad de Jesús. Muy al contrario, lo que él debe hacer es seguir las huellas de su maestro.

CON LA CRUZ A CUESTAS A continuación, Jesús se dirige a los discípulos y les dice que «el que quiera venirse

conmigo, que reniegue de sí mismo, que cargue con su cruz y entonces me siga».

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No dice Jesús nada nuevo: se limita a recordar lo que ya había dicho en las bienaventuranzas (Mt 5,1-12).

Renegar de si mismo significa colocar en un segundo plano los propios intereses, renunciar al éxito y al triunfo, tal y como se entienden en nuestro mundo; renunciar, naturalmente, al deseo de hacerse rico: es la primera bienaventuranza.

Cargar con la cruz equivale a la última, en la que Jesús promete la felicidad a quienes son perseguidos por su fidelidad: Jesús no está, por tanto, predicando la resignación ante los sufrimientos que nos pueda traer el vivir cotidiano. La cruz que hay que coger es la misma que llevó Jesús. El no se calló ante la injusticia, no se resignó ante el dolor humano. No. Y por eso lo mataron: por lo que habló, por su lucha constante en favor de la felicidad de los pobres, los enfermos, los marginados, los desgraciados... y de todos los que quisieran aceptar su servicio. Esa fue su cruz; y ésa es la cruz que está esperando a sus seguidores.

Ni Jesús buscó el sufrimiento ni quiere que lo busquemos nosotros; pero lo que él no hizo, y no quiere que nosotros lo hagamos, es huir asustados cuando nuestra actividad en favor del evangelio se vea atacada por letrados, sumos sacerdotes o senadores. Jesús no nos invita a sufrir, sino a amar. Que mantengamos la fidelidad en el amor es lo que nos pide, aunque nos pueda acarrear la persecución de quienes viven mejor -eso creen ellos, y así es si vivir mejor es tener más privilegios- en un mundo injusto e insolidario que en un mundo de hermanos.

DESPUES DE LA CRUZ

Jesús, ya lo veíamos, anuncia su resurrección. Y lo mismo que nos invita a acompañarlo en el camino, que puede pasar por la persecución y muerte también en nuestro caso, nos promete que estaremos asociados a él también en el triunfo: «Porque si uno quiere poner a salvo su vida, la perderá; en cambio, el que pierda su vida por causa mía, la pondrá al seguro». No es un trabalenguas, ni una adivinanza: es un compromiso. El que esté dispuesto a jugarse la vida, sabe que acabará ganando. Jesús recorrerá con él el camino que ya recorrió una vez, y al final «el Hombre va a venir entre sus ángeles con la gloria de su Padre, y entonces retribuirá a cada uno según su conducta».

Pero, además de tener asegurada la vida para siempre, Jesús da una razón más. No vale la pena gastar la vida en conseguir el mundo: « ¿De qué sirve a un hombre ganar el mundo entero a precio de su vida? » La vida vale mucho más que todas las riquezas del mundo. «Renegar a sí mismo», «elegir ser pobre» no es renunciar a la vida, es aprovecharla mucho mejor, es dedicarla al amor, es gastarla en la conquista de la felicidad, la más profunda, la más extensa, la que nace de la experiencia del amor compartido.

La cara de la moneda puede estar no sólo después de la cruz, sino también antes; ése es el sentido de la promesa de las bienaventuranzas: «Seréis dichosos». ¿Vale la pena gastar la vida en otra cosa?

III

v. 21. Comienza una nueva sección del evangelio. La frase «desde entonces empezó Jesús» calca la usada en 4,17. Allí comenzaba la enseñanza en Galilea; ahora comienza a mostrar a sus discípulos la inevitabilidad de su muerte, que será consecuencia lógica de su actividad y de su toma de posición contra la ideología del poder. Al contrario que Mc (8,31), Mt no emplea la denominación «el Hombre» ni el verbo «enseñar». El término «el Hombre» es extensivo; aunque designa primordialmente a Jesús, se aplica en su medida a los que lo siguen y de él reciben el Espíritu. Al omitirlo, Mt indica que Jesús informa a sus discípulos sobre su destino personal; de ahí el cambio del verbo «enseñar» por «mostrar/manifestar». También se debe a ello la precisión de «ir a Jerusalén», que coloca el episodio en un marco histórico y temporal concreto.

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El Gran Consejo, representante de todas las clases dirigentes, poder del dinero, líderes religiosos e intelectuales, va a pasar a la acción contra Jesús. El destino de éste está señalado por la muerte; ésta va a ser la última palabra de los dirigentes, su intento de destruir al Hombre, y la pronunciarán en nombre de Dios, de «su» dios. Pero Dios mismo la desautorizará resucitando a Jesús, dándole de este modo la razón a él, no a «sus representantes». Con la resurrección, Dios va a refrendar la palabra y la actividad de Jesús, poniéndose en contra de quienes lo han condenado.

El verbo «tenía que» (gr. dei) indica una necesidad que entra dentro del designio divino. Este consiste en que Jesús salve a su pueblo (1,21) aun a costa de su vida misma. No es que Dios quiera y haya decidido la muerte de Jesús, sino que ésta es inevitable dada la oposición de los dirigentes al mesianismo que él encarna. Jesús Mesías, cuya misión consiste en liberar de la opresión religioso-política (éxodo) ejercida sobre Israel por las instituciones y sus representantes, tiene necesariamente que sufrir la oposición implacable de esas autoridades, que lo condenarán a muerte.

«Al tercer día» era fórmula consagrada para indicar un breve espacio de tiempo. Puede hacer alusión también a la teofama y a Os 6,2: «al tercer día nos resucitará».

v. 22. Pedro está en completo desacuerdo con lo expuesto por Jesús. Ha expresado la fe

auténtica, pero no acepta la praxis que se deriva de ella. Llevándose aparte a Jesús, lo increpa. El verbo es fortísimo, puesto que lo usa Jesús con los demonios (17,18) o elementos demoniacos (8,26). En general, el uso del verbo indica que el destinatario del reproche se opone al plan de Dios o podría hacerlo si no hiciese lo que se le dice. Pedro, por tanto, considera que el destino expuesto por Jesús es contrario al designio divino. Como lo expresan sus palabras, se opone a que Jesús muera.

v. 23. La respuesta de Jesús manifiesta el colmo de la indignación. Pedro encarna a

Satanás, es decir, sus palabras concretan la tercera tentación del desierto (4,10). En el encuentro con sus enemigos, Pedro lo tienta a que sea un Mesías poderoso y vencedor.

Jesús lo rechaza con el mismo Imperativo con que rechazó a Satanás: «¡Vete!»; la segunda parte: «¡Quítate de en medio!», se refiere a Pedro como obstáculo que impide su camino.

Explica Jesús por qué Pedro es obstáculo: «tu idea no es la de Dios, sino la de los hombres». «Tu idea», gr. phroneis, «piensas, tienes un modo de pensar». «La idea de Dios» es la expresada por la voz del cielo en el bautismo de Jesús, donde el Mesías aparece como el Hijo de Dios cuyo propósito de cumplir su misión hasta Ja muerte es aceptado por el Padre y que asume así los rasgos del siervo de Dios (cf. 3,17); son los elementos que constituyen «los secretos del reinado de Dios» (13,11).

«Los hombres» son los mencionados en 16,13, los que no descubren el mesianismo de Jesús. Pedro ha comprendido el mesianismo, como lo ha mostrado en su brillante profesión de fe (16,16), pero no acepta sus consecuencias. La fe que profesa queda en el intelecto, no se hace praxis. Su caso es más grave que si no hubiera entendido (cf. 7,21.26) Encarnando «al diablo» (4 3 6) reconoce que Jesús es el Hijo de Dios pero pretende encauzar su mesianismo hacia el poder y el triunfo

La oposición de Pedro continuara así lo indica el paralelo entre «empezó Jesús a manifestar» (21) y «empezó (Pedro) a increparlo» (22). La oposición culminara en las negaciones (26 29 75)

v. 24. Jesús se dirige a los discípulos para exponerles las condiciones del seguimiento.

«Venirse conmigo» indica el acto de adhesión inicial (aoristo) que luego continuará en el seguimiento (presente). Las condiciones que va a exponer Jesús muestran que el destino del discípulo es el mismo del Mesías. Son dos esas condiciones: «renegar de sí mismo» y «cargar con la propia cruz». «Renegar de sí mismo» significa renunciar a toda ambición personal y es una

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nueva formulación de la primera bienaventuranza, «elegir ser pobre»; «cargar con la propia cruz» significa aceptar ser perseguido y aun condenado a muerte por la sociedad establecida, y equivale a la última bienaventuranza: «los que viven perseguidos por su fidelidad». Cumplir estas dos bienaventuranzas constituye la esencia del discípulo; son los «mandamientos mínimos» que nin-gún discípulo puede dejar de cumplir (5,19).

vv. 25-27. Nótese la estructura del pasaje. Jesús expone las dos condiciones para seguirlo. A

continuación propone tres argumentos, probando con ellos que sus condiciones, aparentemente tan duras, son las únicas sensatas.

IV

La liturgia de hoy centra la atención sobre las consecuencias dolorosas del ministerio profético y del seguimiento de Jesús. Tanto Jeremías como Mateo llaman la atención sobre el conflicto que tienen que afrontar tanto el profeta como Jesús.

La experiencia del exilio marcó la vida del pueblo de Israel. Fue un momento muy doloroso que le exigió replantear su fe en el Dios de la Alianza. En este marco histórico se ubica el Profeta Jeremías.

Este pasaje pone de relieve el clamor del profeta porque Dios le ha seducido y le ha forzado, ha sido objeto de burla de todos y la palabra ha sido motivo de dolor y desprecio. Por eso el profeta ha querido desentenderse de la misión pero la Palabra ha sido más fuerte y, prácticamente, lo ha vencido.

La mayoría de los profetas bíblicos han sufrido experiencias similares a las de Jeremías. Son rechazados por sus propios hermanos y por las autoridades correspondientes. Muchos de ellos tuvieron que sufrir la muerte o el destierro. Pero pudo más la fidelidad a Dios y a su Pueblo que su propia seguridad y bienestar. La Palabra de Dios actúa en el profeta como un fuego abrasador que no lo deja tranquilo y lo mantiene siempre alerta en el cumplimiento de su misión.

La segunda lectura de la carta de Pablo a los cristianos de Roma utiliza un lenguaje imperativo. Estos versículos sirven de enlace entre la parte anterior de orden más indicativo. El lenguaje es exhortativo. Les habla no sólo como hermano en la fe sino con la autoridad del Apóstol. Les invita a hacer de su cuerpo una ofrenda permanente a Dios. El verdadero culto no es el que se reduce a ritos externos sino el que procede de una vida recta y diáfana. El cuerpo, vehículo de la vida interior, debe ser un canto de alabanza y gratitud a Dios. En esto consiste la conversión para Pablo: en una vida totalmente transformada por el Espíritu de Dios, en el cambio de mentalidad, de valores, de horizonte. Sólo así se podrán tener los criterios de discernimiento para buscar, encontrar y realizar la voluntad de Dios.

En el evangelio nos encontramos con un bello esquema catequético «sobre el discipulado como seguimiento de Jesús hasta la cruz». Jesús pone de manifiesto a sus discípulos que el camino de la resurrección está estrechamente vinculado a la experiencia dolorosa de la cruz. El núcleo principal es el primer anuncio de la pasión. Pero aun los discípulos, simbolizados en la persona de Pedro, no han comprendido esta realidad. Ellos están convencidos del mesianismo glorioso de Jesús que se enmarca dentro de las expectativas mesiánicas del momento. Jesús rechaza enfáticamente esta propuesta, pues la voluntad del Padre no coincide con la expectativa de Pedro y los discípulos. Por eso Pedro aparece como instrumento de Satanás delante de Jesús para obstaculizar su misión.

El maestro invita al discípulo a continuar su camino detrás de él porque aún no ha alcanzado la madurez del discípulo. Luego Jesús se dirige a todos los discípulos para señalarles que el camino del seguimiento por parte del discípulo también comporta la cruz. No hay verdadero discipulado si no se asume el mismo camino del Maestro. El anuncio del evangelio trae consigo persecución y

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sufrimiento. Tomar la cruz significa participar en la muerte y resurrección de Jesús. La pérdida de la vida por la Causa de Jesús habilita al discípulo para alcanzarla en plenitud junto a Dios.

En el Bautismo hemos sido consagrados sacerdotes profetas y reyes. Por lo tanto la dimensión profética de nuestra fe es intrínseca a la consagración bautismal. Hoy no podemos prescindir del profetismo en el seguimiento de Jesús. Y sabemos que las consecuencias del profetismo, vinculado estrechamente a la misión evangelizadora, son la oposición, la persecución, el rechazo y el martirio. Muchos hombres y mujeres en distintas partes del mundo se han jugado la vida por la fe y la defensa de los valores evangélicos. Si se quiere seguir a Jesús en fidelidad tendremos que enfrentar muchas contradicciones, caminar a contravía de lo que propone el orden establecido, la cultura imperante y la globalización del mercado -que no es otra cosa que la globalización de la exclusión-.

Quisiéramos vivir un cristianismo cómodo, sin sobresaltos, sin conflictos. Pero Jesús es claro es su invitación: hay que tomar la cruz, hay que arriesgar la vida, hay que perder los privilegios y seguridades que nos ofrece la sociedad si queremos ser fieles al evangelio. ¿Cómo vivimos en la familia y en la comunidad cristiana la dimensión profética de nuestro bautismo? ¿Estamos dispuestos/as a correr los riesgos que implica el seguimiento de Jesús? ¿Conocemos personas que han vivido la experiencia del martirio por el evangelio? ¿Ya no es tiempo para mártires, o lo es para mártires de otra manera?

Para la revisión de vida El papel que representó Pedro, tratando de disuadir a Jesús de seguir su camino por

temor a la cruz que se venía encima, lo juegan en nuestra vida otras personas, o a veces nosotros mismos… ¿Quién lo juega en nuestra vida personal?

Y la decisión que tomó Jesús, que fue la de desestimar las palabras de Pedro y seguir con firmeza el propio camino, nos toca a nosotros tomarla. ¿En qué situaciones, o respecto a qué desafíos hemos de tomar con firmeza la decisión de Jesús?

Para la reunión de grupo En la primera lectura Jeremías se desahoga ante Dios; él denuncia lo que siente en su

corazón que Dios le pide denunciar, y eso hace que sus coetáneos estén hartos de él y lo acechen. Jeremías está cansado de esa situación; siente la añoranza de ser una persona “normal” y llevar una vida “privada” y dejarse de las complicaciones del ministerio profético. Pregunta: ¿todo esto es una situación propia de Jeremías, o es la situación propia y normal de todo profeta? ¿Por qué?

Literariamente, los «anuncios de la pasión» –uno de los cuales leemos hoy- son “postpascuales”, elaborados después de la resurrección. En la vida real de Jesús no hizo falta ninguna capacidad profética o intuitiva para «anunciar» lo que se venía encima, que era evidente… El significado de estos anuncios pospascuales no es resaltar la profecía de Jesús, sino su coraje para afrontar su camino sin miedo a los malos presagios. Comentar esta diversidad de acento en la interpretación de los textos.

«El que quiera salvar su vida la perderá…». Es la famosa «paradoja» evangélica. «Paradoja» es una figura literaria construida por una oposición o contradicción aparente, que en la realidad no es tal contradicción. Desprenderse de sí mismo, amar, «perder la vida» (en un sentido) es la forma «ganarla»… Comentar.

Para la oración de los fieles Para que guíe a la Iglesia en su misión de anunciar la Buena Noticia a todos los pueblos.

Oremos. Para que sostenga a las comunidades y a las personas perseguidas por su defensa de los

derechos de los pobres y los excluidos. Oremos.

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Para que dé ilusión a los abatidos, esperanza a los que han experimentado el fracaso y ánimo a los defraudados de la vida. Oremos.

Para que los gobernantes busquen el bien de los pueblos, la justicia y la paz universales por encima de sus intereses partidistas. Oremos.

Para que nuestra esperanza en la resurrección sea siempre más fuerte que nuestro miedo a la muerte. Oremos.

Para que tengamos siempre presente que sólo «gana la vida» quien «la gasta» en el servicio al prójimo. Oremos.

Para que las religiones del mundo reflexionen sobre el significado de la existencia de las demás religiones, y todas se preparen a un acercamiento y mutua colaboración para construir y salvaguardar la paz del mundo. Oremos

Oración comunitaria Oh Dios, Amor eterno, que has engendrado a todos los seres y los envuelves en tu

ternura materna. Acrecienta en nosotros una actitud de confianza radical en la bondad de la Vida y de la Existencia, para que seamos también creadores de Vida por Amor. Que vives y reinas, y amas y llamas al Amor, por los siglos de los siglos.

Dios, Padre nuestro, llena nuestros corazones de amor a tu voluntad y de una confianza plena en Ti, para que así seamos valientes testigos de la Buena Noticia del Reino en el mundo, como discípulos de tu Hijo no sólo de palabra sino con las obras. Por Jesucristo. Lunes 29 de agosto EVANGELIO Marcos 6, 17-29

17Porque el tal Herodes había mandado prender a Juan y lo había metido en la cárcel encadenado, debido a Herodías, la mujer de su hermano Filipo, con la que se había casado. 18Porque Juan le decía a Herodes:

-No te está permitido tener como tuya la mujer de tu hermano. 19Herodias, por su parte, se la tenía guardada a Juan y quería quitarle vida, pero no

podía; 20porque Herodes respetaba a Juan, sabiendo que era un hombre justo y santo, y lo tenía protegido. Cuando lo escuchaba quedaba perplejo, pero le gustaba escucharlo.

21Llegó el día oportuno cuando Herodes, por su aniversario, dio un banquete a sus magnates, a sus oficiales y a los notables de Galilea. 22Entró la hija de la dicha Herodías y danzó, gustando mucho a Herodes y a sus comensales. El rey le dijo a la muchacha:

-Pídeme lo que quieras, que te lo daré. 23y le juró repetidas veces: -Te daré cualquier cosa que me pidas, incluso la mitad de mi reino. 24Salió ella y le preguntó a su madre: -¿Qué le pido? La madre le contestó: -La cabeza de Juan Bautista. 25Entró ella enseguida, a toda prisa, adonde estaba el rey, y le pidió: -Quiero que ahora mismo me des en una bandeja la cabeza de Juan el Bautista. 26E1 rey se entristeció mucho, pero, debido a los juramentos y a los convidados, no quiso

desairaría. 27E1 rey mandó inmediatamente un verdugo, con orden de que le llevara la cabeza de

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Juan. Fue, lo decapitó en la cárcel, 281e llevó la cabeza en una bandeja y se la dio a la muchacha: y la muchacha se la dio a su madre.

29A1 enterarse sus discípulos, fueron a recoger el cadáver y lo pusieron en un sepulcro.

COMENTARIOS I

v. 17 Porque el tal Herodes había mandado prender a Juan y lo había metido en la cárcel

encadenado, debido a Herodías, la mujer de su hermano Filipo, con la que se había casado. Herodes priva a Juan de su libertad, impidiéndole continuar su actividad; la medida de

Herodes no hace caso de la opinión del pueblo, que veía en Juan un enviado divino. Sin embargo, aunque es Herodes quien da la orden de encarcelar a Juan, otra persona lo ha instigado a hacerlo, Herodías, mujer de su hermano Filipo, a la que Herodes había tomado por esposa.

vv. 18-19 Porque Juan le decía a Herodes: «No te está permitido tener como tuya la

mujer de tu hermano». Herodías, por su parte, se la tenía guardada a Juan y quería quitarle la vida, pero no podía...

Juan no era parcial con los poderosos y denunció esa injusticia. La frase no te está permitido apela a la Ley, que prohibe ese matrimonio (Ex 20,17; Lv 18,16; 20,21). La más sensible a esta denuncia es Herodías, la adúltera. La denuncia de Juan desacredita ante el pueblo al poder político y puede crear una fuerte opinión popular contraria a Herodes que provoque la intervención romana o que decida a Herodes a despedir a Herodías. Esta teme por su posición y su poder; Juan es una amenaza para ella.

v. 20: porque Herodes sentía temor de Juan, sabiendo que era un hombre justo y santo, y

lo tenía protegido. Cuando lo escuchaba quedaba muy indeciso, pero le gustaba escucharlo. Herodías se propone quitar la vida a Juan, pero hay un obstáculo a su propósito, el temor

que siente Herodes por Juan, al que considera un hombre justo, es decir, de conducta agradable a Dios y aprobada por él, y santo o consagrado por Dios, un profeta. Conociendo la hostilidad de Herodías, Herodes protege a Juan de sus maquinaciones y no consiente darle muerte. Es más, se siente atraído por Juan, habla familiarmente con él y lo escucha con gusto, aunque no deje de exigirle que se separe de Herodías. Cogido entre el influjo de ésta y el discurso de Juan, Herodes queda irresoluto. El peligro para Herodías es extremo; ella no respeta al profeta, es el prototipo de la impiedad.

El episodio de la muerte de Juan tiene dos lecturas paralelas. Mc lo desarrolla en un plano narrativo, pero dejando ver a través de él un segundo plano, en el que los personajes adquieren un carácter representativo. Los notables judíos de Galilea han renunciado a la idea de un Mesías enviado por Dios; tienen al pueblo sometido y lo utilizan para ganarse el favor del rey ilegítimo. Son ellos los principales responsables de la muerte de Juan Bautista.

v. 21 Llegó el día oportuno cuando Herodes, por su aniversario, dio un banquete a sus magnates, a sus oficiales y a los notables de Galilea.

El día oportuno es la ocasión propicia para que Herodías cumpla su designio de matar a Juan (6,19). Todo lo que sigue está, por consiguiente, preparado por ella. El banquete de cumpleaños era para los judíos una costumbre pagana (Gn 40,20; Est 1,3). Se celebra la vida de Herodes, el poder absoluto, y con él la celebran los representantes de todos los estamentos del poder. Los magnates son probablemente los gobernadores de distrito, poder político asociado y dependiente del de Herodes; los oficiales son los jefes de las cohortes, poder militar al servicio de

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Herodes; los notables de Galilea son los miembros de la aristocracia judía, poder económico aliado con Herodes.

En el plano representativo, al adulterio público de Herodes y Herodías corresponde la infidelidad a Dios de los dirigentes judíos, llamada «adulterio» en el lenguaje de los profetas: los notables de Galilea están en el banquete de Herodes, perseguidor de Juan, reconociéndolo por rey legitimo. Estos son «los herodianos» (3,6; 8,15; 12,13). La figura de Herodías, la adúltera, representa a estos dirigentes.

vv. 22-23 Entró la hija de la dicha Herodías y danzó, gustando mucho a Herodes y a sus comensales. El rey le dijo a la muchacha: «Pídeme lo que quieras, que te lo daré». Y le juró repetidas veces: «Te daré cualquier cosa que me pidas, incluso la mitad de mi reino».

Aparece otro personaje, la hija de Herodías, sin nombre, que se define por su madre: no tiene personalidad propia. El oficio de bailarina en un banquete era propio de esclavas y la hija de Herodías se presta a actuar como tal; danza para divertir a Herodes y a sus invitados; humillante adulación al poder. La muchacha está en edad de casarse. Representa al pueblo sin voluntad propia y juguete en manos de los dirigentes (los paralelos con la hija de Jairo: 5,35 y 6,22: hija; 5,41.42 y 6,28: muchacha, muestran que la madre representa a la clase dirigente y la hija al pueblo sometido).

Herodes, muy complacido, se compromete solemnemente a dar un premio a la muchacha, dejándolo a su arbitrio. De aquí en adelante desaparecen los nombres propios: Herodes es el rey; Herodías, la madre, subrayando el carácter representativo de los personajes. El rey se considera dueño de todo y con poder para todo (cualquier cosa que me pidas); aunque sea la mitad de mi reino (cf. Est 5,3.6), promesa desmesurada.

v. 24: Salió ella y le preguntó a su madre: «¿Qué le pido?» La madre le contestó: «La cabeza de Juan Bautista».

La muchacha no tiene voluntad propia; mostrando su total dependencia, va a preguntar a su madre, que ha urdido toda la trama. La promesa se hizo a la hija, pero decide la madre, que busca sólo su propio interés: eliminar a Juan. Su adúltera participación en el poder vale más que la vida del profeta. Por medio de su hija, somete a Herodes. No quiere la mitad del reino, quiere todo el reino.

v. 25: Entró ella en seguida, a toda prisa, adonde estaba el rey, y le pidió: «Quiero que ahora mismo me des en una bandeja la cabeza de Juan el Bautista».

Mc subraya la inmadurez de la joven: entra en seguida, a toda prisa, sin criticar ni juzgar la decisión de la madre ni considerar si era o no favorable para ella: es una esclava de su madre. Exige (quiero) que se cumpla su petición sin tardar (inmediatamente). El banquete de aniversario, que pretendía celebrar la vida, se convierte en un banquete de muerte (en una bandeja).

vv. 26-28: El rey se entristeció mucho, pero, debido a los juramentos hechos ante los convidados, no quiso desairaría. El rey mandó inmediatamente un verdugo, con orden de que le llevara la cabeza de Juan. Fue, lo decapitó en la cárcel, le llevó la cabeza en una bandeja y se la dio a la muchacha: y la muchacha se la dio a su madre.

En el poder civil hay un resto de humanidad; Herodes estimaba a Juan y sabe que lo que le piden no es sólo una injusticia, sino un desprecio a Dios (6,20: «justo y santo»); pero un rey no puede quedar en mal lugar, perdería su prestigio. Por encima de lo humano están los intereses del poder. Ninguna reacción por parte de los invitados: al rey le está permitido todo, es dueño de la vida de sus súbditos. La joven da la cabeza a la madre, quedándose sin nada. La madre consigue su propósito, acallar definitivamente la voz del Bautista.

Se deduce que Juan no había denunciado solamente el adulterio personal de Herodes, sino también el connubio entre los dirigentes judíos y el poder del tetrarca. La muerte de Juan a manos del poder civil, por instigación del poder judío (Herodías), preludia la muerte de Jesús.

v. 29: Al enterarse sus discípulos, fueron a recoger el cadáver y lo pusieron en un sepulcro.

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Los discípulos de Juan entierran el cadáver: todo ha terminado, incluso para sus discípulos; un cadáver no tiene vida ni futuro. No habrá continuación. Como los discípulos de Juan no siguen a Jesús, no pueden hacer más que dar testimonio del fin de su maestro.

El fin de Juan se narra cuando Jesús va a manifestarse como Mesías y, para eso, ya no hace falta más preparación. Los Doce, por su parte, están preparando al pueblo para un proyecto vano, pues Jesús no va a restaurar a Israel.

II

Hoy celebramos la fiesta de Juan el Bautista, el precursor de Jesús. El evangelista Marcos coloca este episodio en el marco de la pregunta de Herodes por Jesús. Se rumora que Jesús es Juan Bautista resucitado. En seguida introduce la narración del asesinato cruel del Bautista por parte de Herodes para satisfacer la sed de venganza de su mujer. Herodes siente miedo pero no tiene la voluntad suficiente para defender al Bautista y mucho menos para poner en peligro su trono. Después de todo también él ha sido duramente cuestionado por su pecado. Y los asistentes a la fiesta, seguramente gentes pertenecientes a la aristocracia, son espectadores pasivos y hasta complacientes con el horrendo crimen cometido por la familia real. En el fondo, todos aplauden que se haya quitado del medio a ese profeta fastidioso.

Pero la intención catequética de Marcos es anticipar el camino de Jesús y de los discípulos. Todo aquel que asuma el compromiso profético como Juan correrá la misma suerte. A fin de cuentas la mayoría de los profetas fueron asesinados por que su palabra y su gestos se volvían insoportables.

Los primeros cristianos sellaron con su sangre la letra del evangelio anunciado y testimoniado en radicalidad. Martín Luther King, Oscar Romero, Enrique Angelely, Isaías Duarte, Teresita Ramírez y miles de detenidos, torturados y desaparecidos durante las dictaduras del cono sur y otras tiranías disfrazadas de democracias formales actualizan el acontecimiento martirial. Pero la sangre del Bautista, como la de los primeros creyentes y la de los mártires de hoy seguirá siendo garantía de la perenne vigencia del evangelio. Ellos son semilla y fermento de comunidades cristianas comprometidas con el proyecto del Reino. Martes 30 de agosto EVANGELIO Lucas 4, 31-37

31Bajó a Cafarnaún, ciudad de Galilea, y el sábado les estuvo enseñando. 32Quedaban impresionados por su enseñanza, porque hablaba con autoridad,

33Había en la sinagoga un hombre que tenía un espíritu, un demonio inmundo, y se puso a gritar a grandes voces:

34-¡Deja! ¿Qué tienes tú contra nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido a destruirnos? Sé quién eres tú, el Consagrado por Dios.

35Jesús le conmino: -¡Cállate la boca y sal de él! El demonio lo tiró por tierra allí en medio, pero salió de él sin hacerle ningún daño. 36Todos se quedaron estupefactos y comentaban entre ellos: -¿Qué modo de hablar es éste, que con autoridad y fuerza da órdenes a los espíritus

inmundos y salen?

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37Su fama iba llegando a todos los lugares de la comarca circundante.

COMENTARIOS I

CUANDO LA IDEOLOGIA SE APODERA DEL HOMBRE

Jesús continúa su enseñanza en un espacio más ventilado, donde se entrecruzan toda clase de ideologías y de intereses. Cafarnaún es un mundo en pequeño. Sigue frecuentando la sinagoga, con el fin de encontrar público a quien proclamar la buena noticia. Pero su enseñanza no es como la de los letrados, funcionarios de la palabra de Dios, a quienes no les va ni les viene nada. «Quedaban impresionados por su enseñanza, porque hablaba con autoridad» (4,32). Habla por propia experiencia y con convicción; cree en lo que dice, y lo dice con fuerza, de tal manera que libera a quien lo escucha.

El espíritu de la sinagoga se pone en guardia. Están alarmados, porque la gente se les va detrás de Jesús. Este espíritu malo se encarna de alguna manera en un individuo: «Había en la sinagoga un hombre que tenía un espíritu, un demonio inmundo» (4,33).

Un endemoniado es un hombre poseído por una ideología que le enajena completamente la libertad y lo hace hablar como instrumento de otro. Este personaje, enmarcado por el escenario sinagogal, representa una parte del público, que se alarma ante el mesianismo que Jesús pretende exponer. Habla en plural: « ¡Deja! ¿Qué tienes tú contra nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido a destruirnos?» Tienen miedo de que el patriotismo nacionalista pierda terreno. Recuerda a Jesús su origen y tradición familiar. Si continúa hablando así, hará fracasar la liberación de Israel. «Sé quién eres tú, el Consagrado por Dios» (4,34), añade. Está bien enterado de que es el Mesías. Lo sabe por los de Nazaret, donde Jesús se presentó como el Ungido por Dios.

Pero este Mesías no se corresponde con las nobles y bien justificadas expectativas nacionalistas que recurren a la violencia para sacudirse el yugo que los violenta. De hecho, no hay otra manera de liberarse de las tropas de ocupación que la guerra santa.

Jesús no se deja instrumentalizar. Libera con un conjuro al hombre poseído por aquella ideología de muerte y le devuelve su condición de hombre libre, que piensa por si mismo. Este no es, de ninguna manera, un caso aislado. La gente no para de preguntarse: «¿Qué modo de hablar es éste, que con autoridad y fuerza da órdenes a los espíritus inmundos y salen?» (4,36). Es palabra que crea espacios de libertad, es palabra que al mismo tiempo que es pronunciada actúa y libera, es la Palabra ungida con el Espíritu creador de Dios que continúa el proceso de humanización del hombre en medio de tantos arribistas que se arrogan el poder de Dios en beneficio de sus intereses mezquinos. La noticia se esparce por todos los rincones de la comarca.

II

Después de presentar el inicio del ministerio en Nazaret, Lucas comienza a narrar las acciones de Jesús. En el pasaje de la liberación del endemoniado se muestra como opera concretamente la salvación. El endemoniado intenta neutralizar a Jesús pronunciando su nombre. Aparece claro el combate entre las fuerzas del mal y la fuerza del bien que irradia Jesús. Pero la palabra de Jesús tiene autoridad y se impone sobre las fuerzas del mal. La palabra de Jesús está impregnada de autoridad. Aquí no hay que entender la autoridad como poder sino como autenticidad de vida. La vida de Jesús, relacionada directamente con Dios, es auténtica, veraz. No como las enseñanzas de los escribas y fariseos que carece de autoridad porque no están respaldadas por el testimonio de vida.

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Jesús se revela como el liberador. Su Palabra desata las cadenas de la opresión que deshumaniza a esta persona. Por la Palabra de Jesús cobra nuevamente su dignidad.

Sólo el testimonio puede darle respaldo a la palabra. Lo que convence a la gente no son los discursos muy bien elaborados y encubiertos de ropaje religioso sino el testimonio de vida del mensajero. El mundo reclama a los creyentes actitudes, acciones, comportamientos concretos que respalden y den autoridad a todas las palabras que pronunciamos en los púlpitos, salas de catequesis o documentos doctrinales. ¿Nuestra predicación está respaldada por el testimonio de vida? ¿Nuestras actitudes cotidianas transparentan los valores evangélicos? Miércoles 31 de agosto EVANGELIO Lucas 4, 38-44

38Dejó la sinagoga y entró en casa de Simón. La suegra de Simón estaba aquejada de fiebre muy alta, y le rogaron por ella. 39El, de pie a la cabecera, conminó a la fiebre y se le pasó. Levantándose en el acto, se puso a servirles.

40Al ponerse el sol, todos los que tenían enfermos con más variadas dolencias se los llevaron, y él, aplicándoles las manos a cada uno de ellos, los fue curando. 41De muchos salían también demonios, gritando:

-¡Tú eres el Hijo de Dios! El les conminaba y no les permitía decir que sabían que era el Mesías. 42Al hacerse de día salió y se marchó a un lugar despoblado. Las multitudes lo andaban

buscando, dieron con él e intentaban retenerlo para que no se les fuese. 43El les dijo: -También a las otras ciudades tengo que dar la buena noticia del reinado de Dios, pues para

eso me han enviado. 44Y anduvo predicando por las sinagogas del país judío.

COMENTARIOS I

LA FIEBRE NACIONALISTA

Primero en la sinagoga de Nazaret («Todos se declaraban en contra»), después en la de Cafarnaún («¿Has venido a destruirnos?»), ahora «en casa de Simón», en todas partes predomina el mismo espíritu: «La suegra de Simón estaba aquejada de fiebre muy alta» (4,38). La «fiebre», también en nuestro contexto cultural, puede expresar un patriotismo enfervorizado y fanático. Pero postra a la persona y le arrebata toda libertad de movimientos. Lucas describe el entorno «familiar» de Simón, futuro discípulo de Jesús, vinculándolo -aunque de forma indirecta («suegra»)- al movimiento o ideología zelota. Jesús conmina a la fiebre, como lo había hecho en Cafarnaún, y ésta se va. Cuando la fiebre (de poder) se va, ella «se puso a servirles» (4,39). El espíritu de servicio será la tónica del grupo de Jesús.

LA PUESTA DE SOL LIBERA DEL PRECEPTO SABATICO «Al ponerse el sol, todos los que tenían enfermos con las más variadas dolencias se los

llevaron, y él, aplicándoles las manos a cada uno de ellos, los fue curando. De muchos salían también demonios, gritando: "Tú eres el Hijo de Dios." El los conminaba y no les permitía hablar,

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pues sabían que él era el Mesías» (4,40-41). Las enfermedades físicas y psíquicas andan dándose la mano. Las ideologías que toman posesión del hombre lo esclavizan hasta hacerles hablar de lo que no saben, aunque lo afirmen: «saben» lo que les dictan los de arriba, los que se sirven de ellos para sus intereses particulares y les dan cuerda como si fuesen robots al servicio de una causa.

«Al hacerse de día salió y se marchó a un lugar despoblado» (lit. «desierto») (4,42a). Una vez que pierde su vigencia el precepto del «sábado», comienza el «día» propiamente dicho, es el «día» de su vida pública, que culminará en la cruz (23,45: «al eclipsarse el sol»), durante el cual desarrollará toda su actividad liberadora en el «desierto» de la sociedad, donde pululan toda clase de ambiciones de poder que intentarán inútilmente desviarlo de su propósito y apoderarse de él: «Las multitudes lo andaban buscando, dieron con él e intentaban retenerlo para que no se les fuese» (4,42b).

Lo que en el primer «desierto» venía expresado en lenguaje simbólico, bajo la imagen del Tentador, que trataba de desviarlo del camino que él iba recorriendo en el seno de la sociedad hostil gracias al empuje constante y permanente del Espíritu («el Espíritu lo fue llevando por el desierto durante cuarenta días -la duración de su vida-, mientras el diablo lo tentaba», 4,1-2), en este segundo «lugar despoblado» viene expresado en un lenguaje más sencillo, bajo la imagen de las multitudes que andan a la búsqueda de un líder o gurú que les solucione todos los problemas espirituales..., temporales y políticos.

EL DESIGNIO UNIVERSAL DE DIOS

Y LA MISION DE JESUS SON COINCIDENTES «Jesús les dijo: "También a los otros pueblos tengo que dar la buena noticia del reinado de

Dios, pues para eso he sido enviado"» (4,43). Jesús tiene una visión demasiado amplia para los horizontes estrechos de sus contemporáneos de Cafarnaún..., ¡y de los de hoy! Eso de «el Pueblo de Dios» en sentido excluyente (con artículo y en mayúscula), como si los demás pueblos no lo fuesen también, no responde al designio del Dios Creador del universo. Ni «pueblo de Israel» ni ningún otro. También a los «otros pueblos», en nuestro derredor no judíos, sino paganos y paganizados, debemos anunciarles que son tan «pueblo de Dios» como se llamó a sí mismo Israel y como pretendemos llamarnos nosotros. A no ser que por «el pueblo de Dios» entendamos el pueblo constituido por los pobres, desheredados y desaparecidos, el pueblo crucificado, a la cabeza del cual está el Crucificado de Nazaret.

II

Jesús entra en casa de Simón y realiza otra curación. Ahora se trata de la suegra de Simón aquejada por una fiebre que la ha postrado en la cama. Las palabras de Jesús indican que él hace un exorcismo. Es que para los semitas la enfermedad del cuerpo está asociada a las enfermedades del espíritu. Sanar y exorcizar están en la misma línea. La enfermedad disminuye a la persona, la postra, la esclaviza, le impide gozar de la vida en plenitud. Jesús increpa a la fiebre y la mujer queda sana. En respuesta ella se pone a servirles. La enfermedad impide el servicio porque empobrece y encierra en sí mismo. El servicio es signo de liberación.

Luego el evangelista dice que le llevan a Jesús muchos enfermos venidos de todas partes para que les impusiera las manos y quedaran sanos. Insiste que de ellos salían demonios que identificaban a Jesús como el Hijo de Dios. Aquí queda clara la suprema autoridad de Jesús sobre las fuerzas del mal. El es el Mesías, el enviado de Dios, el liberador del pueblo. La gente le impide marcharse pero Jesús tampoco se deja atrapar por ellos. El es enviado a todos porque su misión sobrepasa todo límite.

Son muchas las personas oprimidas por las fuerzas del mal que se manifiestan de variadas formas. Toda esclavitud y todo tipo de opresión destruye la dignidad de la persona. Pero la peor

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enfermedad es la del egoísmo y la codicia. Liberarnos de esa “fiebre” nos hará levantar para ponernos al servicio de los demás.