MATERIALES PARA EL TEMA DEL COLONIALISMO. EXPLORADORES

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DOSSIER 73 74. Las exploraciones. Caminos para el saqueo Arturo Arnalte 82. Berlín 1884. El reparto Juan B. Vilar 89. Nuevas reglas de juego Donato Ndongo 92. Un continente “sin dueño” José María Ridao En 1884, para evitar guerras coloniales, las potencias europeas se reunieron en Berlín en torno al último gran pastel territorial que quedaba por repartir. Gracias a las últimas exploraciones, conocían mejor el terreno y, en un ambiente educado y diplomático, trazaron fronteras con escuadra y cartabón que fijaban quién tendría derecho a quedarse con qué. Las decisiones que se tomaron a miles de kilómetros transformaron el continente de forma irreversible, con unas consecuencias que se siguen sintiendo ÁFRICA El despojo de Un africano se acerca con una mezcla de curiosidad y recelo a una cámara, en una fotografía tomada en 1900.

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DOSSIER

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74. Las exploraciones.Caminos para el saqueoArturo Arnalte

82. Berlín 1884. El repartoJuan B. Vilar

89. Nuevas reglas de juegoDonato Ndongo

92. Un continente “sin dueño”José María Ridao

En 1884, para evitar guerras coloniales, laspotencias europeas se reunieron en Berlín entorno al último gran pastel territorial quequedaba por repartir. Gracias a las últimasexploraciones, conocían mejor el terreno y,en un ambiente educado y diplomático,trazaron fronteras con escuadra y cartabónque fijaban quién tendría derecho a quedarsecon qué. Las decisiones que se tomaron amiles de kilómetros transformaron elcontinente de forma irreversible, con unasconsecuencias que se siguen sintiendo

ÁFRICAEl despojo de

Un africano se acerca con una mezcla de curiosidad y recelo a una cámara, en una fotografía tomada en 1900.

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En 1800, África era para los europeos un mapa mudo. Un siglo después, noquedaba palmo por catalogar. El salto cualitativo se explica, en parte, porel empeño de un puñado de aventureros; unos, soñadores y bonachones,otros, arrogantes y crueles, pero todos obsesionados por dominar y moldearel continente. Arturo Arnalte sigue sus pasos al sur del Sáhara

SAQUEOLas exploraciones,caminos para el

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Aprincipios del siglo XIX, elmapa de África al sur del Sá-hara era un inmenso espacioen blanco, cuyo contorno

estaba pespunteado por una serie deenclaves costeros, castillos y factorías,que los europeos habían ido erigiendoen desembocaduras de ríos, en pro-

montorios o en islas frente a la costa.Durante cuatro siglos, habían sido lameta de las caravanas que conducían laprincipal materia prima africana que de-mandaban los europeos: esclavos paralas plantaciones americanas. Pero, conbreves excepciones, el interior había si-do por lo general un territorio desco-nocido, misterioso y hostil, celosamen-te preservado por los jefes africanos.

Sólo los portugueses, con presenciatemprana en las franjas litorales de lasactuales Angola y Mozambique, y losholandeses, que desembarcaron en Ciu-dad del Cabo en 1652, habían penetra-do unos pocos cientos de kilómetroshacia el interior. Del río Congo, sólo seconocía la desembocadura; del Níger,se creía o bien que afluía al Nilo, o bienque moría en un mar interior, puestoque corría hacia el Este, alejándose dela costa atlántica. De las fuentes del Ni-lo se conocía lo mismo que en la épo-ca en que Heródoto escribió: “sobre elorigen de este río nadie sabe nada”.África era una gran mapa mudo en elque los cartógrafos rellenaban los es-pacios vacíos con animales y persona-jes exóticos.

A finales del mismo siglo, sólo dos Es-tados eran libres. Liberia, una coloniacreada en 1815 y formalmente inde-pendiente desde 1847, había sido fun-dada por filántropos blancos estadouni-denses que, además de acabar con la es-clavitud, querían devolver a los negrosa África, convencidos de la imposibili-dad de la convivencia igualitaria entreambas razas. Y Etiopía, el mítico reinodel Preste Juan, aislado geográficamen-te y congelado en una modorra medie-val, de la que pronto le iba a despertarbruscamente el afán expansionista eu-ropeo. En unos pocos años, la escuadray el cartabón dividieron caprichosa-mente a pueblos, separaron grupos lin-güísticos y pulverizaron las culturas lo-cales, tecnológicamente mucho más atra-sadas, a la par que miles de europeosdesembarcaban en el continente, unospara establecerse definitivamente, otrospara hacer fortuna rápida.

La cartografía de la última fronteraque le quedaba al hombre blanco la re-llenó un puñado de exploradores, en sumayoría británicos y franceses, con unafortuna milagrosa, una innegable tena-cidad, una hábil instrumentalización delos guías nativos y de los conflictos en-

tre grupos rivales, y unos métodos amenudo brutales, como en los casos deBurton o Stanley.

Las desventuras de Mungo ParkEl primero de esta lista de pioneros esMungo Park, que trató por dos veces denavegar por el Níger hasta su desembo-cadura para determinar su curso. Parkera un médico escocés que fue contra-tado por Joseph Banks, el rico presidentede la Royal Society y antiguo compañe-ro de viaje del capitán Cook. Sólo tenía24 años cuando embarcó, el 22 de ma-yo de 1795, en Portsmouth rumbo aGambia, con la misión de internarse porel continente hacia el Este, a fin de al-canzar el curso del Níger, navegarlo, des-cribir las ciudades que se alzaban en susriberas y averiguar dónde desembocaba.

Park estudió mandinga para viajar conuna caravana de mercaderes de esa et-nia, cruzó el río Senegal y, tras haber si-do robado, vejado y abandonado a susuerte por moros, logró llegar a pie unaño después al Níger, comprobando quediscurría hacia el Este. La narración delprimer viaje de Park es una lectura muyamena, cuyo protagonista es un entra-ñable antihéroe, al que los hombres gol-pean, las mujeres desnudan y los niñostiran piedras, como una encarnación delas penurias de Gulliver entre los gigan-tes del país de Brobdingnag, el personajeque Jonathan Swift había dado a la im-prenta en 1726. La juventud y el atracti-vo de Park fueron su salvoconducto. Susvaledoras fueron las mujeres, a las quepresenta como alegres, pícaras, atraídaspor su piel blanca y desternilladas de ri-sa ante su extraña nariz prominente. Ungrupo de mujeres de Ségou le salvó lavida al llegar al Níger, cuando ya se da-ba por perdido y, gracias a ellas, pudovolver para contarlo.

Tras reponerse, Park regresó a la cos-ta a pie, acompañando una caravana de30 esclavos, a los que los mercaderesconducían atados por el cuello. Para vol-ver a Escocia, hubo de embarcarse antesen un buque negrero americano con des-tino a Antigua, en las Antillas, donde sevendió el cargamento humano. Como unhijo pródigo, Park golpeaba de nuevo lapuerta de su casa a tiempo para la Na-vidad, el 22 de diciembre de 1797.

El final feliz de esta experiencia, quedemostraba que era posible visitar el in-terior de África y regresar vivo, animó a

ARTURO ARNALTE es autor de Los últimos esclavos de Cuba.

EL DESPOJO DE ÁFRICA

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Un grupo de porteadores negros carga conpartes de un vapor en una expedición en

África, según una ilustración publicada el28 de mayo de 1889, en Le Petit Journal.

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la Royal Society a emprender una se-gunda expedición. En esta ocasión, el mé-dico escocés fue acompañado de 35 sol-dados que partieron hacia el Níger tam-bién desde Gambia, pero en época delluvias. Las fiebres diezmaron a la expe-dición, pues aún no se conocía el uso dela quinina como preventivo del paludis-mo, de tal manera que cuando la parti-da llegó al río, en Bamako, sólo queda-ban seis soldados vivos. Park hizo cons-truir una barca para descender por el río,pero todos los tripulantes murieron aho-gados en los rápidos de Boussa, en la ac-tual Nigeria, durante un ataque. El trági-co final se supo cuatro años después, porel testimonio de un guía nativo que ha-bía acompañado a los expedicionarios.

Caillié: desengaño en TombuctúLa lectura del viaje de Mungo Park y lasaventuras del náufrago Robinson Cru-soe, el personaje de Daniel de Defoecreado en 1719, hicieron mella en el áni-mo de un soñador adolescente francés,

que decidió ser el primer cristiano quevisitara Tombuctú. Sin apoyo ni protec-ción, René Caillié, hijo de un panaderoy él mismo aprendiz de zapatero, se es-tableció en el Senegal francés un tiem-po y vivió después unos meses en la co-lonia británica de Sierra Leona, apren-diendo árabe y costumbres y leyes mu-sulmanas para poder viajar a pie porÁfrica como un mercader mahometano,sin despertar sospechas. Inició el reco-rrido en la localidad, hoy guineana, deBoké, en 1827. Al atardecer del 28 deabril de 1828, después de 538 días, lle-gaba a la puertas de Tombuctú, tras ha-berse comportado en todo momento co-mo un piadoso creyente, escondiendoentre las páginas de su Corán las notasque iba tomando.

Pero el sueño se desvaneció en cuan-to se hizo realidad. La mítica Tombuc-tú, alabada por León el Africano e IbnBatuta, el principal mercado entre el Sá-hara y el África negra, ya no era más queun poblachón polvoriento y anodino. “La

ciudad está muerta –escribió–; es la ciu-dad en la que la gente, a falta de leña,pone a arder el estiércol seco de los ca-mellos; en la que sólo obtiene aguaquien puede comprarla en el mercado;en la que nunca se oye ni siquiera el can-to de un pájaro”. La opulenta y refina-da ciudad del desierto, meca de merca-deres y poetas, había perdido hasta el re-cuerdo de su glorioso pasado.

Caillié hubo de salir de allí por el mis-mo método, andando, pero temió que,si regresaba al punto de partida, nadiecreería la historia de su hazaña, por loque decidió seguir al Norte, cruzando elSáhara hasta Marruecos. Convertido enuna sombra de sí mismo, andrajoso ycon los pies sangrando, llamaba ciendías después a la puerta del consuladofrancés en Rabat. Al ver su aspecto, elcónsul, un judío marroquí, no quiso niabrirle y lo largó con cajas destempla-das, como a un mendigo importuno. Tu-vo que seguir caminando hasta Tánger,donde el cónsul Delaponte creyó su his-toria. Su salud nunca se recuperó del to-do y murió diez años después.

Poco a poco, otras metas fueron al-canzadas. En 1822, el mayor inglés Den-ham, el teniente de navío escocés Clap-perton y el naturalista Oudney lograronllegar al lago Chad, bajando en línea rec-ta desde Trípoli. Los hermanos Richardy John Landner resolvieron al fin, en1830, el enigma de la desembocaduradel Níger, que la muerte de Park habíadejado en suspenso, y que no era otraque el delta cuyos brazos se conocíancomo los Ríos del Aceite.

Burton y Speke, a la greñaEn 1855, los oficiales ingleses RichardBurton y John Speke estaban destinadosen Adén, cuando oyeron hablar de losMontes de la Luna, donde los árabes sos-tenían que había una región de grandeslagos, que supusieron que podrían serlas fuentes del Nilo. Burton, políglota,erudito y pendenciero, cuya reputaciónmilitar había quedado en entredicho trassus informes sobre los burdeles mascu-linos de Karachi, pero con indudable ta-lento y energía, acababa de lograr la ha-zaña de visitar la ciudad santa de La Me-ca disfrazado de peregrino musulmán.Speke, al que había conocido cuandoambos servían en el ejército en la India,tenía menos encanto personal, peroidéntica ambición viajera y se mostró

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René Caillié, disfrazado de mercader musulmán, toma notas que oculta entre las páginas de suCorán. Ilustración de su Viaje a Tombuctú (París, Museo de Artes Africanas y Oceánicas).

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dispuesto a acompañarle en una expe-dición a Somalia, de la que regresarongravemente heridos.

Dos años después, ambos hombrespartieron juntos en busca de las fuentesdel Nilo. La expedición salió de Zanzíbaren julio de 1857 con gran lujo de por-teadores, que acarreaban miles de cuen-tas de cristal y cientos de metros de hilode latón y tejidos para ir comprando vo-luntades y derechos de paso. En febre-ro de 1858, un Burton agotado y un Spe-

ke casi ciego, descubrieron el lago Tan-ganica. Al regresar, se separaron y Bur-ton se quedó en Tabora para reponersemientras Speke, que había mejorado, si-guió camino hacia el Norte y descubrióun lago, al que llamó Victoria en honorde la soberana británica, y del que ase-guró que se trataba de la fuente del Nilo.

Burton, probablemente celoso, se bur-ló de él y desde su vuelta trató despia-dadamente de desprestigiarlo en Ingla-terra. Como sus capacidades literarias

eran superiores y gozaba de cierta po-pularidad y brillo social, Speke sintió quesu palabra quedaba en entredicho y or-ganizó con Grant una segunda expedi-ción para corroborar el hallazgo. En esaocasión, pudo ver salir al Nilo del lagoy seguir un tiempo su curso. De regresoa Inglaterra, se citó para polemizar en pú-blico con Burton. Pero el día antes del es-perado debate sobre las fuentes del Nilo,Speke murió de un disparo de su pro-pia arma, mientras estaba cazando. Bur-ton sostuvo que se había suicidado: “Diosmío, el pobre tipo se ha pegado un tiro”.Sin embargo, era Speke y no Burtonquien había dado en el clavo.

En la década siguiente, y siendo cón-sul inglés en la isla de Fernando Poo, unamargado Burton, cuyas excentricidadesle habían marginado de la puritana vidasocial inglesa, y que consideraba quemerecía destinos mejores que “el abo-minable espíritu de la desolación” quele pareció la decadente y mortecina co-lonia española, hizo algunos viajes me-nores de exploración al continente. Fueel primer europeo que ascendió a la ci-ma del monte Camerún, acompañadodel juez español Atilano Calvo Itarburu.

El celo misionero de LivingstonePero los grandes protagonistas de la ca-dena sucesiva de hallazgos, a cuyonombre ha quedado asociado el halomás romántico de la exploración deÁfrica, fueron el misionero inglés DavidLivingstone y el aventurero americanoHenry Stanley.

Si a Park y Caillié les movía un idealromántico y a Burton y Speke el deseode superación y una cierta fanfarrone-ría militar, a David Livingstone le llevóa África el celo misionero y el deseo deluchar contra la trata de esclavos, que pa-ralizaba el desarrollo económico y mo-ral del continente negro. Desembarcadoen Dar es Salam, capital de la actual Tan-zania, Livingstone comenzó trabajandocomo misionero en el África Austral, enla zona de Botsuana. Escandalizado porel espectáculo de la trata, que ocasio-naba matanzas, despoblaba amplios te-rritorios y dejaba los caminos sembradosde cadáveres, comenzó a escribir artícu-los de denuncia que tuvieron mucho im-pacto en el público británico.

Convertido en una autoridad moral dereferencia, comenzó a explorar Áfricacon la doble misión de combatir la tra-

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LAS EXPLORACIONES. CAMINOS PARA EL SAQUEOEL DESPOJO DE ÁFRICA

El célebre encuentro entre Stanley (izquierda) y Livingstone fue muy popular en su momento.Aquí ilustra la tapa de una caja de bombones de fabricación francesa (colección particular).

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ta y completar las lagunas del mapa. En1841, fue el primer blanco que cruzó eldesierto del Kalahari. En 1852, llegó alrío Zambeze por el Norte de Botsuanay siguió hacia el Oeste, hasta San Pa-blo de Luanda, desde donde volvió aMozambique, en la costa del Indico. Erala primera travesía africana de costa acosta por el interior.

Financiado por la Royal GeographicalSociety, de 1858 a 1864, Livingstone

efectuó una segunda expedición por elcurso del Zambeze. Dos años después,en 1866, emprendió un tercer viaje pa-ra buscar la relación entre el lago Tan-ganica, las cataratas Victoria y las fuen-tes del Nilo.

Tras cruzar el Tanganica, se perdió supista en Ujiji y la opinión pública em-pezó a temer que hubiera muerto. En-tonces, entraron en escena el poder dela prensa y un joven aventurero llama-

do Henry Morton Stanley, un periodis-ta británico nacionalizado americano, alque el New York Herald hizo el encargode encontrar al misionero perdido. Stan-ley, que en la Guerra de Secesión de EEUU había combatido inicialmente al la-do de los esclavistas, emprendió su via-je en 1871. Violento y racista, habría dehacer honor a estos dos adjetivos en losaños siguientes. Al frente de 192 por-teadores y con la fabulosa cifra de 1.000dólares de presupuesto, partió de Zan-zíbar y logró encontrar a Livingstone enUjiji, el poblado donde se había oído ha-blar de él por última vez.

El momento estelar de StanleyAsí refirió el histórico encuentro: “No séqué hubiera dado en aquel momentopor estar en algún sitio solitario, para ha-cer cualquier locura, para morderme lasmanos, dar volteretas y hacer cualquiercosa para desahogarme, pues la alegríame sofocaba. Parecía que mi corazónquería saltar del pecho; pero procuréque nada revelara mi semblante paraconserva la dignidad de mi raza.

Tomando entonces mi decisión, se-paré a la multitud y me dirigí hacia el se-micírculo formado por los árabes, anteel cual estaba en pie el hombre de labarba gris.

Mientras avanzaba lentamente pudeobservar su palidez y su aspecto de fa-tiga. Llevaba un pantalón gris, un cha-quetón rojo y una gorra azul con ga-loncillo de oro. Hubiera querido correrhacia él; pero me sentí cobarde anteaquella multitud; hubiera querido abra-zarle, pero él era inglés, y yo ignorabacómo me recibiría.

Hice pues lo que me inspiraron la co-bardía y un falso orgullo; me acerquédeliberadamente y dije descubriéndome:

-¿El doctor Livingstone, supongo?”Durante cuatro meses, los dos aven-

tureros exploraron juntos algunas zonasde la región de los Grandes Lagos y lue-go Stanley decidió regresar, en marzo de1872, mientras Livinsgtone, ya repuestocontinuó su camino para descubrir si elrío Lualaba desaguaba en el Congo o enel Nilo. El 29 de abril de 1873, muriómientras oraba junto a su camastro. Sussirvientes le extrajeron las vísceras, re-llenaron el cadáver de sal y lo secaron alsol para que se conservara hasta que pu-diera ser devuelto a la costa y a Inglate-rra. Un año después, Gran Bretaña le ren-

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Iradier, el soñador de Vitoria

El explorador español más interesantede este periodo, que fue decisivo

para la configuración de las fronteras delo que se convirtió en la colonia españolade Guinea Ecuatorial, es el vasco Ma-nuel Iradier, que conoció a Stanley depaso por Vitoria, en 1873, cuando és-te cubría la guerra carlista para el NewYork Herald. Tras la entrevista, el jo-ven Iradier, que había fundado unasociedad llamada La Explorado-ra y abrigaba el ambicioso pro-yecto de cruzar África de Norte aSur, decidió seguir el consejo delexperto y comenzar por explorarel fragmento de la costa de Gui-nea que se extendía frente a la is-la española de Fernando Poo.Iradier empezó su viaje en 1874,con sólo veinte años, acompa-ñado de su mujer Isabel y de sucuñada Juliana, ambas de 18.

Exploró la isla de Corisco y la de-sembocadura del Río Muni y puntaBotika en el continente, adentrán-

dose por la tierra de los guerrerosfang. Residía en una casucha enla isla de Elobey Chico, conuna pobreza extrema, desde-ñado por las autoridades, de-safiando a la enfermedad y al

olvido. En un segundo viaje en1884, en una misión oficial de

carácter político, logró comprarla sumisión de los jefes tribales dela zona de Río Muni. Gracias a suesfuerzo, España acudió a la Con-ferencia de Berlín con un pie en elcontinente africano.

Manuel Iradier, al regreso de susegundo viaje al Golfo deGuinea, en la portada de LaIlustración de Álava.

Stanley se ufanaba de su trato duro hacia los criados de la expedición. En esta ilustración de suViaje en busca del Dr. Livingstone, amenaza con disparar a un porteador si deja caer la carga.

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día solemne tributo en el entierro de susrestos en la abadía de Westminster.

El misterio del Lualaba fue otra he-rencia que Stanely recibió del misione-ro, y que resolvió en la última y más es-pectacular de las expediciones trans-continentales, cuyos efectos fueron de-cisivos para desatar el brutal saqueo dehombres y recursos con el que Áfricadespidió el siglo XIX y entró definitiva-mente en los mapas.

En 1874, Stanley tenía 33 años, famay un público lector. A la ayuda del NewYork Herald logró sumar la del Daily Te-legraph, diarios a los que se ofreció pa-ra completar la obra de exploración delmisionero fallecido. Al frente de una ca-ravana de 360 personas, partió de Ba-gamoyo, en la costa oriental de África,frente a la isla de Zanzíbar, con la fina-lidad de terminar la exploración de losGrandes Lagos y averiguar el curso delLualaba. En febrero de 1875, llegó al la-go Victoria y trazó el primer mapa de superímetro. Recorrió a continuación el pe-rímetro del lago Alberto, junto a Ugan-da, descendió hasta el Tanganica y enoctubre llegó al Lualaba. Para bajar porsu curso, hizo construir un barco des-montable, el Lady Alice.

A medida que pasaban los días, elLualaba se iba ensanchando, sus aguas

se ennegrecían, la selva tropical de susriberas era cada vez más espesa y ame-nazadora. Por la noche, sonaba el tam-tam sin que de día acertaran a ver a na-die. Sus hombres tenían miedo, peroStanley decidió proseguir, desafiar las ca-taratas que se avecinaban y los previsi-bles ataques de las tribus de las riberas,y ello sin saber si navegaba por el ori-gen del Nilo o hacia dónde le conduci-ría la imponente masa de agua. En mar-zo de 1877, estaba en las cataratas quebautizó como Stanely Falls, junto a la ac-tual Kisangani, donde el río torcía a lainzquierda. Los tres blancos que leacompañan habían muerto por el cami-no y, para desplazarse sin ser fácilmen-te alcanzado por las flechas lanzadasdesde las orillas, hubo de seguir río aba-jo por el centro de la corriente. Pero lle-gó. Después de 4.700 kilometros, 999 dí-

as de viaje y tras perder 114 hombres, elexplorador y el resto de su expediciónalcanzaron Boma, en la costa atlántica.

Stanley había envejecido y encanecido,pero su ambición no había disminuido.Y la de un ávido monarca europeo tam-poco. Nada más puso pie en Marsella,los emisarios del rey Leopoldo II de Bél-gica se lanzaron sobre él con embelesopara hacerle una modesta proposición:¿Querría tomar posesión del territorio re-

cién descubierto para la Asociación In-ternacional Africana? Ese pomposo nom-bre ocultaba una sociedad particular deLeopoldo para explotar el Congo y susriquezas como una finca privada.

Brazza en BrazzavilleUn último nombre figura en la lista delos grandes, el del italiano nacionaliza-do francés Piero Savorgnan de Brazza.Con el encargo de Francia de contra-rrestar las preocupantes actividades deLeopoldo en la zona, Brazza hizo dosexpediciones por los actuales Gabón yCongo francés, para hacer tratados conlos reyes locales a favor del Gobiernode París. Nada violento, se ganaba conastucia y amabilidad a los indígenas y,entre 1875 y 1879, logró pactar con lastribus afincadas a la derecha del Con-go su sumisión a Francia.

Los exploradores habían sido la avan-zadilla para abrir caminos, clasificar cul-turas, rebautizar la geografía y efectuaruna apropiación simbólica de una na-turaleza que se presentaba como aban-donada, despoblada o en manos de pue-blos atrasados. Sus publicaciones, susconferencias, las noticias sobre sus ha-zañas en la prensa reforzaron la con-ciencia de superioridad europea y crea-ron un estado de opinión ávido de exo-tismo y favorable a la expansión colo-nial, entendida como una misión civili-zadora, casi como un deber moral. Ha-cia 1880, la época de las grandes ex-ploraciones había finalizado. Llegaba lahora de cosechar los inmensos benefi-cios del África negra. Con los caminosabiertos, los secretos desvelados, la ma-laria vencida y el invento reciente de laametralladora Maxim’s, las potencias eu-ropeas dejaron de sentarse ante un ma-pa en blanco, rodeado de misterio y fan-tasía para hacerlo ante un tablero con-trolado, con sus rutas, sus obstáculos ysus tesoros codificados, sobre el que deinmediato comenzaron a jugar al mo-nopoli respaldados con entusiasmo porsus opiniones públicas.

Stanley, hombre de negocios, no du-dó en aceptar la oferta de los emisariosdel codicioso rey de los belgas. Y re-gresó una vez más al Congo, ahora pa-gado por Leopoldo II, para establecertratados con los gobernantes locales yuna red de factorías a lo largo del ríoCongo para servir a la eufemística Aso-ciación Internacional Africana. ■

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LAS EXPLORACIONES. CAMINOS PARA EL SAQUEOEL DESPOJO DE ÁFRICA

Savorgnan de Brazza logró la sumisión a Francia de las tribus de la ribera norte del Congo.Recepción del explorador en Cazembé, según un grabado que ilustra el relato de sus viajes.

Después de 4.700 kilómetros, 999 días deviaje y tras perder 114 hombres, Stanleyllegó a la desembocadura del río Congo

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■■ MUNGO PARKSelkirk, Escocia, 1771-Bussa, Nigeria, 1806Estudió medicina en Edimburgo y traba-jó en Sumatra, ganándose la confianzade la Royal Society, que le encargó queexplorara el curso del Níger. Su primeraaventura, cuyo relato publicó en 1797,le hizo famoso. Dos años después, yacasado y establecido en Escocia, el Go-bierno le pidió que condujera una se-gunda expedición. La época de las llu-

vias, sin embargo,causó la muertepor paludismo dela mayoría de loscomponentes y losseis que se salva-ron se ahogaron enel Níger poco des-pués, durante unataque de los habi-tantes de la regiónde Bussa.

■■ RENÉ-AUGUSTE CAILLIÉLa Rochelle, 1799-La Badère, 1838Antes de los 20, el joven y humildeobrero francés ya había viajado dos ve-ces a la zona francesa de Senegal y re-corrido parte del interior. Logró llegar apie a Tombuctú en 1828, disfrazado de

viajero musulmán.El relato de sus pe-ripecias, en tres vo-lúmenes, se publi-có en 1830 enfrancés y prontofue traducido al in-glés. Nunca se re-cuperó del desgas-te físico sufrido enel viaje y no volvióa África.

■■ DAVID LIVINGSTONEBlantyre, Escocia, 1813-Chitambo, Zambia,1873Educado en un ambiente piadoso y hu-milde, acudió a una llamada en busca demisioneros en 1834 y, una vez ordenado,

partió para Áfricaen 1840. Durante15 años viajó lle-vando el Evangeliopor zonas nunca an-tes pisadas por loseuropeos. Su inten-ción era abrir rutascomerciales en Áfri-ca que fueran unaalternativa económi-ca al comercio de

esclavos. La fama y los ingresos que leotorgaron sus libros de viajes le convirtie-ron en independiente para planificar susitinerarios. Perdido en 1871, fue halladopor H. M. Stanley en un encuentro céle-bre en la historia de ambos exploradores.

■■ MARY KINGSLEYLondres, 1862-Ciudad del Cabo, 1900Sobrina de un clérigo, llevó una vidaanodina hasta los 30, cuando decidióviajar a África para terminar un libro so-bre religiones locales iniciado por su pa-dre. En 1893 y 1894, visitó Cabinda yla isla de Fernando Poo, decubrió nue-vas especies de peces, convivió con loscaníbales fang y escribió unos relatos de

sus viajes quemuestran una sen-sibilidad pionera ya contracorrientede los valores con-servadores de suscontenmporáneosvarones, por susimpatía y respetohacia los africanosnegros. Murió tra-bajando como en-

fermera en la Guerra de los Bóers.

■■ JOHN HANNING SPEKEDevon, 1827-Wiltshire, 1864Sirvió en el ejércirto inglés en el Punjab,el Himalaya y el Tibet. En 1855, viajópor Somalia con Burton y al año siguien-te ambos salieron de Zanzíbar en buscade las fuentes del Nilo. Cuando Burton

enfermó, él llegó allago Victoria y afir-mó que era el ori-gen del Nilo. Bur-ton lo negó y sucontroversia fue cé-lebre. Regresó aAfrica para repetirel trayecto y murióen un accidente, eldía antes de expo-ner sus conlusiones

en un debate con Burton en Londres.

■■ RICHARD BURTONDevonshire, 1821-Trieste, 1890Educado en Fancia e Italia, fue un exce-lente lingüista. Tradujo las Mil y Una No-ches del árabe, el Kama Sutra del hindi yotros textos clásicos del persa, como ElJardín Perfumado, de Nefzaoui. Militaren el ejército británico en la India, estu-dió en 1845 la prostitucion homosexualen Karachi y lo detallado de su informe le

ganó el desprecio de sus compañeros dearmas. En 1853, disfrazado de musul-

mán afgano, visitóLa Meca, aunqueno fue el primer oc-cidental que lo ha-cía. Sí lo fue en en-trar en la ciudadprohibida de Hararen Etiopía, antesde viajar con JohnSpeke en busca delas fuentes del Ni-lo. Fue cónsul en

Fernando Poo, Santos (Brasil), Damascoy Trieste, donde falleció.

■■ HENRY MORTON STANLEY1841, Gales-1904, LondresHijo ilegítimo, se embarcó en Liverpool yllegó a Nueva Orleans en 1859, dondefue apadrinado por Henry Hope Stanley,de quien tomó el apellido. Soldado y pe-riodista, fue a África en 1867 a cubrir laexpedición inglesa contra el emperador

de Abisinia, Tewo-dros II. Luego acep-tó el encargo de en-contrar a Livingsto-ne, que le hizo fa-moso, y finalmentenavegó por el ríoCongo cruzandoÁfrica de Este aOeste, momento apartir del cualaceptó trabajar para

el rey Leopoldo de Bélgica. Antes de mo-rir, se nacionalizó británico de nuevo.

■■ PIERRE SAVORGNAN DE BRAZZARoma, 1852-Dakar, 1905Brazza era un conde italiano que se na-cionalizó francés en 1874 y se alistó enel ejército de ese país. De 1875 a1878, exploró el río Ogowe y la desem-bocadura del Gabón. Regresó dos añosdespués para pactar tratados con los je-fes locales de lo que luego se convertiríaen el Congo francés, al norte del río del

mismo nombre. En1884, fundó laciudad de Brazzavi-lle, donde estable-ció una colonia quegobernó de 1886 a1897. En 1905,viajó de nuevo a in-vestigar denunciasde abusos a los na-tivos y murió en elviaje.

GRANDES EXPLORADORES

Page 9: MATERIALES PARA EL TEMA DEL COLONIALISMO. EXPLORADORES

81

LAS EXPLORACIONES. CAMINOS PARA EL SAQUEOEL DESPOJO DE ÁFRICA

Tánger •

•Marraquech Alejandría

Sesheke•

Asuán •

Masava•

• Gondar

• Kismaayo

• Mombasa• Kinshasa

• Benguela

• Bagamoyo

•Beira

• Mtwara

• Durban

Matadi •

•Lambarene

I. Fernando Poo

I. Santo ToméI. Corisco

Lagos •

Boké •

San Pablo •de Luanda

• Port ElizabethCiudad •del cabo

•Mozambique

• Kano

• Duala

• Bengasi

Cabinda•

Sokoto•

Jartum•

Túnez•

Saint Louis•

•Freetown

•Trípoli

•Argel

•Accra

•Djnné

Tombuctú•

S A H A R A

A R A B I A

E S P A Ñ AI T A L I A

I M P E R I OO T O M A N O

E G I P T O

Desierto deKalahari

Cuencadel Congo

Desiertode Libia

Penínsulade Somalia

Madagascar

R. Niger

R. Orange

R. Con

go

R. ChariR

. Cuando

R. Lualaba

R. O

kavango

R. Zambeze

R. Ubangi

R. Limpopo

NiloN

ilo Blanco

Nilo Azul

Lago Chad

Golfo de Adén

Cana

l de

Moz

ambi

que

LagoNiasa

L. AlbertoL. Turkana

L.Victoria

Lago Volta

Mar Mediterráneo

Mar R

ojo

O C É A N OA T L Á N T I C O

OC

ÉA

NO

ÍN

DI

CO

Mungo Park 1795-1805

René Caillé 1827-1828

David Livingstone 1841-1873

Burton y Speke 1857-1859

Speke y Grant 1859-1863

Mary Kingsley 1862-1894

Henry Morton Stanley 1871-1889

Pierre Savorgnan de Brazza 1875-1878

ITINERARIOSDE LAS PRINCIPALESEXPLORACIONES

0 500 1.000 1.500 2.000 km

•Ujiji

• Tabora

L. Tanganica •Dar es Salaam

Page 10: MATERIALES PARA EL TEMA DEL COLONIALISMO. EXPLORADORES

La nueva era del imperialismoeuropeo surgido en el siglo XIX,consecuencia del triunfo delideario liberal, pero sobre todo

de la revolución industrial y de los for-midables avances de las técnicas y lasciencias, determinaron una nueva aper-tura del horizonte geográfico, que su-puso para el hombre occidental el co-nocimiento y ocupación del planeta,prácticamente en su totalidad. África nopodía ser la excepción.

La búsqueda de materias primas conlas que alimentar una industria en cre-cimiento y de mercados donde colocarlos excedentes manufacturados; la con-veniencia de sustituir los desaparecidosimperios coloniales americanos por otrosen Asia y África, con la consiguiente ad-quisición de territorios tanto de explo-tación como de poblamiento; la propiarevolución de los transportes –sobre to-do, por la aplicación del vapor y la hé-lice a la navegación–, pero también con-sideraciones de orden social, científicoy cultural –eliminación de la trata de es-clavos, los nuevos descubrimientos geo-gráficos o el formidable impulso expe-rimentado por las misiones cristianas ensu doble versión protestante y católica–,todo se concitó, en suma, para que enun tiempo breve África desvelase granparte de sus secretos al hombre occi-

dental. También, para que su reparto yocupación fuesen un hecho.

A ello hay que sumar la incapacidadde las sociedades tribales autóctonas pa-ra oponer una resistencia eficaz a la pe-netración europea. No pudieron hacer-lo las mejor organizadas –Dahomey,Bornu, Malí, Uganda–, ni los Estadosfeudales sobrevivientes en el Norte y Es-te del continente desde Marruecos a Abi-sinia, Zanzíbar o Madagascar, todos ellosen pleno declive.

De otro lado, un incipiente naciona-lismo suscitado en las antiguas depen-dencias turcas del Norte de África en

ningún caso fue capaz de asegurar la in-dependencia nacional, y una tras otrafueron ocupadas por los europeos, biencomo territorios de plena soberanía –Ar-gelia en 1830, Libia en 1911–, bien co-mo protectorados –Túnez en 1881, Egip-to en 1882–. El mismo destino tuvieronlos movimientos de reafirmación isla-mista más representativos: el del Mah-di en el Sudán –aplastado por el ReinoUnido con la toma de Jartum, 1898–, yel de Ma el Ainin, en el Sahara Occi-dental, que corrió igual suerte por cuen-ta de Francia, por las mismas fechas.

Avances franceses e inglesesHasta mediados de siglo XIX, la presen-cia europea en África era puramente tes-timonial. En 1830, los franceses ocupa-ron Argel, so pretexto de librar a la na-vegación internacional de aquel peligro-so foco corsario, pero una vez allí ya nose marcharon. Antes al contrario, desdeesa base de operaciones iniciaron la sis-temática conquista del país, completadaen 1848 con el sometimiento del emirAbd el Kader. Desde el Sahel argelino,fue ocupado todo el Sahara centro-occi-dental, hasta lograr enlazar con los terri-torios ocupados por Francia desde susbases senegalesas en el Oeste africanoy Níger superior. Hacia 1880, los domi-nios franceses se extendían interrumpi-damente por el eje Argel-San Luis de Se-negal. Más al sur, Francia se hallaba tam-bién en el golfo de Guinea –Costa de

82

JUAN B. VILAR es catedrático de HistoriaContemporánea. Universidad de Murcia.

Para que los avances coloniales de las potencias europeas en África nogeneraran enfrentamientos armados, Bismarck las convocó en Berlín, a fin deacordar las reglas del juego. Juan B. Vilar explica el pacto entre caballeros,que en zonas del continente tuvo consecuencias rayanas en el genocidio

EL REPARTOBerlín, 1884

Leopoldo II de Bélgica estrangula a loshabitantes de la Cuenca del Congo. Caricaturapublicada en Punch, a finales del siglo XIX.

Page 11: MATERIALES PARA EL TEMA DEL COLONIALISMO. EXPLORADORES

Marfil, Dahomey, Congo superior y Ga-bón–, y desde sus islas del Índico per-manecía atenta para proceder al asaltode Madagascar a la primera oportunidad.

De superior alcance eran los planesbritánicos para la ocupación del frenteoriental del continente. Ello medianteun movimiento envolvente de Sur aNorte y viceversa, que debería tener co-mo bases la recién adquirida Colonia deEl Cabo –perdida por los holandesesdurante las guerras napoleónicas– yEgipto, provincia emancipada del Im-perio turco, cuya ocupación era paraLondres asunto prioritario, para asegu-

rar su hegemonía en el Mediterráneooriental y, sobre todo, el control de lanueva ruta a la India por el canal deSuez, inaugurado en 1869.

El moderno Estado introducido porMehmet Alí en Egipto en la primera mi-tad del XIX, saludado por los contem-poráneos como aurora de un resurgi-miento árabe, sobrevivió con dificultada su fundador, de forma que en 1882ese país quedó reducido de hecho aprotectorado británico. El paso siguien-te fue la ocupación del Sudán –condo-minio anglo-egipcio, pero en la realidaddependencia exclusivamente británica–.

Ello, sumado a la ocupación de Kenia,Uganda y otras regiones del África orien-tal, permitiría a Gran Bretaña conectaresos territorios con sus posesiones me-ridionales. Si bien en 1881, hubo deaceptarse la segregación de las dos re-públicas bóers (holandesas y calvinistas)de Transvaal y Orange, situadas en losconfines noroccidentales de Sudáfrica,su viabilidad era dudosa como los he-chos no tardarían en demostrar.

En contrapartida, por el Norte y No-reste, el avance desde El Cabo resultóimparable: Natal, Bechuanalandia, Ba-sutolandia, Suazilandia, fueron cayendo

EL DESPOJO DE ÁFRICA

83

Representación de la Batalla de Adua, en marzo de 1896. Las tropas etíopes, lideradas por Menelik, vencieron. Fue el equivalente al 98 italiano.

Page 12: MATERIALES PARA EL TEMA DEL COLONIALISMO. EXPLORADORES

una tras otra, reducidas a colonias o pro-tectorados. Cuando en las décadas de1880 y 1890 surgió la doble posesión deRhodesia, desde ella pudo enlazarse sindificultad con Uganda y los dominios delNorte. El Imperio británico en Áfricaoriental era una realidad incuestionable.Baste decir que se extendía casi ininte-rrumpidamente desde el Mediterráneo aEl Cabo. A su lado palidecían las otrasdependencias del Reino Unido en elfrente atlántico del continente: Gambia,Sierra Leona, Costa de Oro (Ghana) e in-cluso Nigeria.

Iniciada la década de 1880, Gran Bre-taña y Francia se repartían buena partedel continente africano. Alemania que-daba muy por detrás. Hizo acto de pre-sencia tarde, pero con determinación dequedarse: a sus posesiones de Camerúny Togo, en el golfo de Guinea, sumó en1884 los extensos territorios de África delSuroeste y Tanganica, este último en elÍndico. Portugal y España continuabanen sus posiciones históricas de siempre,ya mencionadas; Italia hacia su aparición

en Eritrea y Somalia; y una compañíabelga, presidida a título particular por elrey Leopoldo II, operaba en la inmen-sa región del Congo.

La sistematización del despojoEl proceso de penetración desordenadaen el continente africano a partir de ca-beceras de puente establecidas en el li-toral, mediante la doble táctica de de-

mostraciones de fuerza y de compra devoluntades, una y otra garantizadas conocupaciones fácticas, o con tratados deprotectorado sobre los débiles poderesautóctonos, necesariamente tenía queterminar enfrentando a las potencias co-lonialistas. Así sucedió con británicos yfranceses en Egipto, Sudán y Nigeria; alos segundos, con los alemanes en Áfri-ca ecuatorial, y a estos últimos con los

británicos en África oriental y en el Su-roeste del continente. De otro lado, tam-bién era necesario decidir si se recono-cían o no los derechos históricos alega-dos por Portugal y España y si se aten-derían la pretensiones soberanistas delrey Leopoldo II de Bélgica sobre el Con-go y, en caso afirmativo, de qué formahacerlo compatible con los intereses deFrancia y Portugal y con la deseable li-

bertad de comercio y navegación en eseextenso país. Por último, se imponía re-conocer o no, una por una, las adqui-siciones ya realizadas y, sobre todo, in-troducir mecanismos adecuados que re-gulasen las anexiones futuras, así comolos posibles contenciosos entre las par-tes interesadas.

Para poner orden entre tanto caos ysentar las bases de un reparto consen-

84

Las delegaciones que participaron en la Conferencia de Berlín, en 1884, en un minucioso dibujo de La Ilustración Española y Americana.

En 1880, Gran Bretaña y Francia ocupabancasi toda África. Alemania e Italia hacíanaparición y Leopoldo II ansiaba el Congo

Page 13: MATERIALES PARA EL TEMA DEL COLONIALISMO. EXPLORADORES

suado, tuvo lugar una Conferencia enBerlín, entre el 15 de noviembre de 1884y el 26 de febrero de 1885. Asistieron,aparte del Estado anfitrión, once dele-gaciones: Reino Unido, Francia, Bélgica,Portugal, España, Italia y Turquía, comopartes más implicadas, pero también Pa-íses Bajos, Dinamarca, Suecia-Noruega,Rusia, Austria-Hungría e incluso EstadosUnidos. Significativamente no estuvo re-presentado ningún Estado africano. Nisiquiera los internacionalmente recono-cidos, como Egipto, Abisinia, Marruecosy Liberia. En cambio, fueron recibidascomo observadoras varias asociacionesfilantrópicas, misionales, culturales y co-lonialistas. Entre estas últimas, la Aso-ciación Internacional del Congo, quepropugnaba la creación de un Estado Li-bre del Congo bajo la soberanía de lamonarquía belga.

Berlín era el marco más apropiadopara la Conferencia. La nueva Alema-nia, el II Reich, ejercía desde la reuni-ficación de 1870 un arbitraje incuestio-nable en el continente europeo. De

otro lado, venía a ser la única potenciacapaz de ofrecer un escenario neutral,ya que entre las grandes era la única sinapetencias coloniales. El canciller ger-mano Otto von Bismarck estaba firme-mente persuadido de que la hegemo-nía mundial correspondería al Estadoque ejerciese clara preponderancia enEuropa, y ésta resultaría tanto más im-batible cuanto más concentrados estu-viesen sus fuerzas y recursos en el con-tinente europeo. Ocupar colonias equi-valía por tanto a dispersión de fuerzasy, en definitiva, a una mayor vulnera-bilidad. Se entienden las reticencias deBismarck a ese tipo de adquisiciones,que tuvieron lugar tarde y a desganapor no caberle otra salida, al tener queproteger intereses de compañías priva-das alemanas ya introducidas. Por lomismo se comprende también que du-rante la Conferencia de Berlín, el Rei-no Unido y sobre todo Francia, rivalesreales de Alemania en Europa respec-tivamente, sorprendentemente tuvieranen el canciller germano al principal va-

ledor en sus pretensiones coloniales. Amás colonias, más dispersión y por tan-to mayor debilidad.

Los acuerdos de BerlínUn Acta General de la Conferencia, fe-chada el 26 de febrero de 1885, reco-gió los acuerdos básicos adoptados enla misma. Pueden resumirse así:

- Libertad de navegación y comercioen la cuenca del río Congo, incluidasdisposiciones que garantizasen la neu-tralidad del mismo y los derechos de laspoblaciones indígenas, pero también lalibertad religiosa y las actividades e in-tereses de misioneros, viajeros, empre-sarios y sus dependientes. Bajo estascondiciones (y limitaciones) eran reco-nocidos el Estado Libre del Congo y elrey Leopoldo II de Bélgica como su so-berano, Estado que se extendería por uninmenso territorio, aproximadamente los2/3 de la cuenca.

- Libertad de navegación y comerciopor el río Níger, si bien con cortapisasque primaban los intereses ya estable-cidos del Reino Unido en sus cuencasmedia y baja.

- El derecho de posesión era funda-mentado en la ocupación efectiva, queno en los derechos históricos o de cual-quier otra especie. No obstante, se re-conocía cierta prioridad en la ocupaciónde un territorio a la potencia ya estable-cida en sus inmediaciones, o que pudieraalegar tratados de protección o conve-nios concertados por sus agentes con laspoblaciones autóctonas, pero siempreque una u otra circunstancia fuera acom-pañada de ocupación efectiva.

- La ocupación de uno o varios pun-tos del litoral daba derecho al traspaís ohinterland correspondiente, en el que

85

BERLÍN, 1884. EL REPARTOEL DESPOJO DE ÁFRICA

Manos cortadas a nativos “improductivos” enel Congo de Leopoldo, una prueba de lasatrocidades que sufrieron los colonizados.

MARRUECOS

TRIPOLITANIA

FEZZÁN

MAHDI

TUCOLOR

MOSSI

SOKOTO BORNU

UADDAI

RABBAHASHANTI DAHOMEYBENIN

EL CONGRESO DE BERLÍN. 1885

PosesionesBritánicasFrancesasPortuguesasAlemanasItalianasEspañolasBelgas

Libertad de comercio sobre los ríosZona de libre comercioEstados africanos con peso internacionalOtros estados africanosEstados africanos en constituciónSoberanía otomana nominal

Zonas de influencia

BritánicaFrancesaAlemanaBelga

BUNYOROBUGANDA

ANKALERUANDA

BURUNDIZANZIBAR

MSIRI

MERINA

TRANSVAAL

ORANGESWAZI

ZULÚ

EQUATORIALIBERIA

SAMORI

FUTAJALON

ABISINIA

MASSAUA

CIRENAICA

0 1.000 2.000 km

Page 14: MATERIALES PARA EL TEMA DEL COLONIALISMO. EXPLORADORES

necesariamente debería hacerse pre-sencia efectiva.

- Eran precisadas la significación y al-cance de dos figuras diferentes: plenasoberanía y régimen de protectorado.

- Los contenciosos suscitados entredos potencias establecidas en una mis-ma área deberían ser resueltos median-te convenios bilaterales.

- Ídem las restantes cuestiones pen-

dientes o que se suscitaran en el futuro.Aunque las cláusulas de Berlín dista-

ron de ser cumplidas fielmente, en ade-lante pudo contarse con una normati-va consensuada en relación con lascuestiones coloniales.

Bismarck también logró que fueranaceptados varios acuerdos globales, alobjeto de evitar peligrosas hegemoníasen áreas concretas: ante todo la inter-

nacionalización de la explosiva cuestióndel Congo, pero también el hallazgo deuna salida a la de Egipto, apoyando aFrancia para impedir el exclusivo con-trol de ese país por Gran Bretaña, y a és-ta en la cuenca del Níger para frenarapetencias no menos exclusivistas fran-cesas, o bien el afianzamiento de la pre-sencia alemana en Togo y Camerún o laanexión a Alemania de Tanganica y Áfri-ca del Suroeste para quebrar o siquieradebilitar unilaterales hegemonías fran-cesas y británicas en el golfo de Gui-nea y en África oriental.

Los dos grandes ImperiosLa Conferencia de Berlín, al proporcio-nar marco legal a la expansión colonia-lista, estimuló el proceso de ocupaciónde territorios. Cuantas potencias teníanpuesto ya el pie en África se apresura-ron a redondear y ampliar sus posesio-nes en carrera frenética, de forma queen diez o quince años el mapa colonialafricano alcanzó su conformación defi-nitiva. Fueron días pródigos en gestasde exploradores, de intensa actuaciónmisional, de ocupación de dilatados te-rritorios y de conformación de los res-pectivos sistemas coloniales, pero tam-bién de rivalidades y enfrentamientos delas potencias –en Egipto, Sudán, Ma-rruecos, Nigeria, Camerún…–, crisis queno dejaron de contribuir a las tensionesque precedieron y posibilitaron el esta-llido bélico de 1914. Como telón de fon-do, se perfila un siniestro y silenciadopanorama de sufrimientos humanos, deexpolio sistemático, explotación e in-cluso genocidio de naciones enteras enel nombre de la civilización cristiana yel progreso. Dos potencias, el Reino Uni-do y Francia, terminaron controlandogran parte del continente, siendo en de-finitiva las principales beneficiarias delreparto de África.

Ha quedado referido cómo, a la al-tura de 1885, el Imperio afro-británicose hallaba ya conformado siquiera ensus rasgos básicos. Basculaba hacia elfrente oriental del continente, entreEgipto y el cono sur, vertebrado en tor-no al ferrocarril El Cabo-El Cairo, paraentonces en funcionamiento en variosde sus tramos. La aparición de un au-daz empresario resultó decisiva. CecilRhodes (1853-1902) y su CharteredCompany, desbordando las fronterasnorteñas de Sudáfrica, ocupó de forma

86

El impulso misionero, católico y protestante, a finales del XIX, contribuyó a que África desvelasesus secretos. Un obispo católico recorriendo su diócesis en el Congo, a principios del siglo XX.

Contra la malaria, quinina

Entre 1819 y 1836, el 48 por ciento delos miembros de la guarnición británi-

ca de Sierra Leona murió a consecuencia dela malaria. El peor año, 1825, la cifra llegóal 78 por ciento. Servir en el ejército en Áfri-ca era tan letal que se conmutaba la conde-na a los reos dispuestos a correr el riesgo yel continente se ganó la justa fama de “tum-ba del hombre blanco”. Las fiebres palúdi-cas actuaron durante siglos como la mejorarma de defensa de los africanos frente a lasinvasiones. Esta situación cambió a media-dos del siglo XIX. Aunque hasta 1880 nose descubrió que la fiebre se debía a una in-vasión del torrente sanguíneo por parte delPlasmodium y hasta 1897 no se supo que és-te se transmitía por la picadura del mosquitoAnopheles, la malaria dejó de diezmar a loseuropeos mucho antes, a raíz de dos hechoscausales. En 1839, de los veintiún miem-

bros de la tripulación del barco North Star,atracado en Sierra Leona, veinte tomaronquinina diariamente. El único que no lo hi-zo, murió. Dos años después, durante unaexpedición británica por el río Níger, el doc-tor T. R. H. Thompson hizo la prueba deadministrar quinina a parte de la tripula-ción y otros productos al resto, comprobandola eficacia del medicamento. Cuando el tra-tamiento se generalizó, la mortalidad del eu-ropeo en África descendió vertiginosamen-te y, en la segunda mitad del siglo, el cul-tivo del quino, que procedía de las selvas dePerú, Ecuador, Bolivia y Colombia, se con-virtió en un negocio millonario, en el quepronto entraron a competir cultivadores ho-landeses de Indonesia y británicos de la In-dia, que viajaron de incógnito a América arobar semillas y realizar las primeras plan-taciones de quino en Asia.

Page 15: MATERIALES PARA EL TEMA DEL COLONIALISMO. EXPLORADORES

tan rápida como violenta un territorioinmenso y al propio tiempo muy ricoen recursos agropecuarios y mineros,en menoscabo de las poblaciones abo-rígenes y de los intereses de Portugal,que pretendía a través del mismo unirAngola y Mozambique. El ultimátum de1890 acalló las protestas lusitanas, pe-ro generó en el pueblo portugués unperdurable resentimiento antibritánico,llamado a dañar de forma irreversibleuna amistad de varios siglos. Ni siquieralas objeciones de la reina Victoria a talpolítica agresiva pudieron detener aRhodes, firmemente respaldado por elpremier Salisbury. En el bienio 1890-91,ambas Rhodesias y la nueva colonia deNyasalandia quedaron unidas a los do-minios británicos, alcanzándose desdeel Sur la región de los grandes lagos y,por tanto, las fuentes del Nilo. Ocupa-da Uganda y Kenia –también Zanzíbary parte de Somalia– y doblegado el Su-dán en 1898 –toma de Jartum por Kit-chener–, el ferrocarril El Cabo-El Cai-ro fue una realidad.

Sistema flexiblePara entonces, y en el otro lado delcontinente, se hallaba próxima la ocu-pación total de Gambia, Sierra Leona,Costa de Oro y Nigeria, completada es-ta última en 1901. Anexionadas las dosrepúblicas sureñas de Trasvaal y Oran-ge al término de la Segunda GuerraBóer (1899-1902), pródiga en épicosepisodios que valieron al presidentePaul Krüger (1825-1904) y a su pueblouniversales simpatías, la totalidad de lasposesiones africanas del Reino Unidoquedó integrado en la recién estableci-da Commonwealth, bajo la triple fór-mula de dependencia colonial –directrule o indirect rule, según el grado deautogobierno otorgado a los colonosblancos– (gran parte del África centro-oriental), protectorado (Zanzíbar, Ugan-da, sultanatos del norte de Nigeria, Be-chuanalandia, …) y dominio (Unión Su-dafricana –desde 1910). Como puedeverse en sus tres versiones, un sistemade gobierno indirecto (gobernador ge-neral representante de la Corona, en sucaso asistido por sendos consejos eje-cutivo y legislativo), que sin llegar a laautogestión total, buscaba las respon-sabilidades compartidas con las venta-jas que ello implicaba.

Un sistema enteramente diferente del

férreamente centralizado y asimilista in-troducido por Francia en sus depen-dencias coloniales y diseñado en bue-na parte por el político radical JulesFerry. Baste decir que el África france-sa mediterránea, es decir Argelia, divi-dida en tres departamentos (Argel, Orány Constantina), a todos los efectos eraconsiderada territorio metropolitano,con sus representantes en ambas Cá-maras parlamentarias de París, si bienel sufragio estaba reservado a los colo-nos europeos (franceses y españoles,mayoritariamente) y a la minoría judía–ésta, desde la ley Cremieux de 1871-con exclusión del grueso de la pobla-ción musulmana. Al fracasar la aplica-ción de este modelo en Senegal, se op-tó aquí y en las otras dependencias sub-saharianas por una administración típi-camente colonial, centralizada y uni-forme, en la que el gobernador gene-ral era asistido por un consejo de go-bierno. En 1904, el África OccidentalFrancesa se organizó en cinco colonias

(Senegal y Alto Senegal, Guinea, Cos-ta de Marfil y Dahomey), a las que sesumaron tres territorios bajo jurisdicciónmilitar: Mauritania (1910), Níger (1911)y Alto Volta (1911). El Sahara central,también bajo administración castrense,dependía de Argel (Territorios del Sur).Por el Este los franceses, que preten-dían enlazar su territorio de Chad conel enclave somalí de Obock-Somalia, enel Índico, a través de Sudán, de formaque sus dominios se hubieran exten-dido con continuidad en el Norte delcontinente, de océano a océano, hu-bieron de renunciar a tal proyecto an-te un ultimátum inglés (incidente Mar-chand-Kitchener en Fashoda, septiem-bre de 1898 –el 98 francés–).

Igual modelo se aplicó en el ÁfricaEcuatorial Francesa, establecida oficial-mente en 1910 con las colonias de Ga-bón, Congo-Brazzaville y Ubangui-Cha-ri, a las que se sumó Chad, primero co-mo territorio castrense y luego como co-lonia. En cuanto a Madagascar, reino

87

BERLÍN, 1884. EL REPARTOEL DESPOJO DE ÁFRICA

ARGELIA

MARRUECOS

MAURITANIA

RÍODE ORO

IFNI

LAS COLONIAS EN ÁFRICA. 1914

BritánicasFrancesasPortuguesasAlemanasItalianasEspañolasBelgasPaíses independientes

SENEGALÁFRICA OCCIDENTAL

LIBIA

TUNICIA

ÁFRICAECUATORIAL

EGIPTO

UGANDAKENIA

MOZAMBIQUE

BASUTOLANDIA

ERITREA

ABISINIA

SOMALIA

MADAGASCAR

SOMALIABRITÁNICA

SOMALIAFRANCESA

ÁFRICAORIENTAL

SUDÁNANGLO-EGIPCIO

GUINEA

GAMBIA

GUINEAPORT.

SIERRALEONA LIBERIA

COSTADE MARFIL

COSTADE ORO TOGO

NIGERIA

CAMERÚN

GABÓN

CABINDA

ANGOLA

ÁFRICA DELSUROESTE

BAHÍA DELA BALLENA

COLONIADE EL CABO

BECHUANIA

RHODESIA

CONGO BELGA

RÍOMUNI

0 1.000 2.000 km

Page 16: MATERIALES PARA EL TEMA DEL COLONIALISMO. EXPLORADORES

88

protegido desde 1895, en el 97 los fran-ceses derrocaron y exiliaron a la reinaRanavalona III, transformando la isla enterritorio militar en ese año, y en colo-nia en 1905. Mejor suerte corrieron Tú-nez y Marruecos, sometidos a régimende protectorado en 1881 (Tratado de ElBardo) y 1912 (Convenio franco-espa-ñol de ese año), si bien el mencionadoen segundo lugar era compartido conEspaña, pudiendo retener ambos su go-bierno (Majzén) e instituciones tradicio-nales, encabezados unos y otras por elbey y el sultán respectivamente. No obs-tante el poder efectivo era controlado enambos casos por un alto comisario eu-ropeo, que en Marruecos eran dos, fran-cés y español, con residencia en Rabaty Tetuán.

Los imperios menoresComo en los casos británico y francés, lapresencia oficial de otros países euro-peos en África se debió casi siempre ainiciativas privadas. Así ocurrió en lo quese refiere a Alemania, Italia y Bélgica, yen parte también a Portugal y España.

El ejemplo alemán es aleccionador.Aunque la presencia de exploradoresy casas de comercio alemanas en Áfri-ca occidental y oriental se remonta a ladécada de 1840, oficialmente Alemaniano hizo acto de presencia hasta 1884-85,en que se afianzó en Togo y Camerún(golfo de Guinea) y se anexionó los ex-tensos territorios de África del Suroes-te y Tanganica o África Oriental Ale-

mana, ampliada luego hacia el interiorcon sendos protectorados sobre Ruan-da y Burundi. El proyecto de algún co-lonialista de unir las posesiones delAtlántico y el Índico (ferrocarril trans-continental Duala-Dar es Salam) se viofrustrado con la creación del Estado Li-bre del Congo. Aunque la presencia ale-mana fue breve (desahuciada de sus co-lonias en 1919, al término de la Prime-ra Guerra Mundial), su huella en esospaíses ha sido perdurable.

Italia, con mayores apetencias queAlemania, sin embargo llegó tarde al re-parto. Excluida de Túnez, su naturalárea de expansión por razones geográ-ficas, al tomarle la delantera Francia ydeclarar su protectorado sobre ese paísen 1881, hubo de contentarse con Libia,ocupada a partir de 1911 al término deuna guerra nada gloriosa con Turquía,dueña del extenso territorio, y no sin te-ner que vencer después una imprevistay tenaz resistencia de las tribus árabesy beréberes. Un segundo objetivo estu-vo en África oriental, donde las nuevascolonias de Eritrea y Somalia (pactadascon Gran Bretaña por el jefe de go-bierno Francesco Crispi, principal im-pulsor de la política colonial italiana)deberían de servir de base de opera-ciones para la transformación del Im-perio de Abisinia (cristiano-nestorianode rito copto) en protectorado y luegoen colonia. Los desastres de Dogali yAdua (versión italiana de nuestro 98)echaron abajo esos sueños imperiales,

consolidándose por el momento la in-dependencia etíope y la permanenciadel negus Menelik II en su trono.

En cuanto al Congo, corazón mismode África y territorio inmenso, era en rea-lidad una empresa privada pertenecien-te al monarca belga y como tal debíafuncionar y ser rentable. Repartido elpaís entre diferentes compañías inter-nacionales –respaldadas por un despia-dado ejército de mercenarios–, al resul-tar inexplotables por el momento susprincipales recursos mineros –cobre enla recóndita Katanga– y agrícolas –esca-sez de colonos europeos–, la economíahubo de fundamentarse en la exporta-ción de ébano, caucho natural y mar-fil, negocio que conllevó el saqueo sis-temático y la semidestrucción del paíscon daños irreversibles en sus bosquesy fauna, pero especialmente un aterra-dor genocidio –10 millones de muertos–denunciado en vano por exploradores,misioneros y otros testigos oculares, da-do que el soberano belga, hábil mani-pulador de los medios de comunicación,supo ocultar el alcance del holocausto ymantener con astucia su reputación depersona humanitaria.

Esa política depredadora hizo inviablea medio plazo tal sistema, y al no poderser afrontado el sostenimiento de unadesproporcionada burocracia, el llama-do Estado Libre se declaró en banca-rrota. A Leopoldo no le cupo otra salidaque legarlo al pueblo belga, que hubode hacerse cargo en 1908 de una colo-nia tan desproporcionadamente exten-sa –66 veces el tamaño de Bélgica– co-mo ruinosa. Al llamado en adelante Con-go Belga (luego Zaire y hoy RepúblicaDemocrática del Congo), dividido enquince grandes distritos, para su admi-nistración se le aplicó con pocas va-riantes el rígidamente centralizado mo-delo colonial francés.

El modelo ibéricoFinalmente, la presencia de los dos Es-tados ibéricos en África siguió modeloscolonizadores distintos. Portugal funda-mentaba sus reivindicaciones colonialesen derechos históricos que considera-ba irrecusables y en una presencia mul-tisecular, más o menos efectiva. En cuan-to al sistema colonial adoptado, resulta-ba más centralizado y asimilacionistaque el francés. Si bien las posesiones lu-sitanas de Guinea-Bissau, Cabo Verde,

Aunque esta postal alemana de Liberia reúne todos los tópicos sobre naturaleza y nativos enÁfrica, éste era en 1936 el único país africano independiente, aunque muy vinculado a EE UU.

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Santo Tomé y Príncipe, más enclavesque colonias, resultaban poco relevan-tes, otro era el caso de Angola y Mo-zambique, muy extensas y de alto va-lor económico, cuya gradual ocupaciónprocuró a Portugal un imperio colonialafricano que, en alguna medida, vino asuplir la pérdida del Brasil.

Aunque las poblaciones aborígenesno fueron objeto de un expolio siste-mático y de hecho la asimilación y elmestizaje fue potenciado (con ayuda demisiones católicas), el Estado terminócontrolando una parte importante de lastierras, enajenadas con frecuencia a fa-vor de compañías privadas que explo-taban los bosques, los yacimientos mi-neros y grandes plantaciones de café,algodón, maíz y caña. Hacia 1900, am-bas colonias quedaron definitivamenteconfiguradas tanto territorial como ad-ministrativamente, toda vez que hubode ser abandonada la vieja aspiraciónlusa de unirlas a través de las que lue-go serían ambas Rhodesias, según pro-yecto del explorador Serpa Pinto: el fa-moso mapa verde portugués vetado porLondres en su ultimátum de 1890 (el 98lusitano).

España, la gran ausenteEspaña fue la gran ausente de África.Desahuciada, como Portugal, de laAmérica continental a comienzos del si-glo XIX, a diferencia de ésta, retuvo sinembargo importantes dominios insula-res (Cuba, Puerto Rico, Filipinas), cu-

ya conservación fue en adelante nortey guía de su proyección exterior, hastala pérdida de los mismos en 1898. Porello no quiso airear derechos históricos–ni siquiera en la Conferencia de Ber-lín– por no querer centrar la atenciónde Cuba en particular, ni asumir com-promisos coloniales adicionales. Se li-mitó a retener sus presidios en la cos-ta marroquí, pero sin voluntad de pe-netrar en el interior. La discusión del fu-turo de ese país fue aplazada un cuar-to de siglo en la Conferencia interna-cional de Madrid, convocada por Cá-novas en 1880, no resolviéndose hastael Convenio franco-español de 1912.

En África occidental, la presencia es-pañola en Canarias desde el siglo XV,y diferentes actos de soberanía que pu-do alegar documentalmente, le dabanderecho a un dilatado territorio en el li-toral inmediato, del Sahara occidental,entre los cabos Bojador y Blanco (Ríode Oro), de los que en noviembre de1884 tomó posesión una expedición ba-jo el mando de Emilio Bonelli, quien es-tableció la base de Villa Cisneros (hoyDajla), ampliada hacia el norte con la ex-tensa franja territorial de Saguía el Ham-ra (Acequia Roja), con centro en el ejeEl Aaiún-Smara, y el territorio de Teck-

na con cabecera en Cabo Juby, este úl-timo en realidad Zona sur del Protecto-rado de España en Marruecos. Más alNorte, Marruecos tenía cedido a Españaun enclave desde 1860 (Ifni), ocupadotardíamente en 1934.

Por el contrario, la presencia en elgolfo de Guinea se retrotrae a los tra-tados hispano-lusitanos de San Ilde-fonso (1777) y El Pardo (1778), en loscuales fueron cedidas a España las is-las de Fernando Poo, Annobón, Coris-co y los dos Elobeyes, así como el ex-tenso litoral comprendido entre los ca-bos Formoso y López. Las islas no fue-ron ocupadas hasta mediados del siglo

XIX y el territorio continental (Río Mu-ni) hasta comienzos del XX, aunquedrásticamente reducido en sus límitesrespecto a los previstos inicialmente, to-do ello de acuerdo con un Conveniosuscrito en 1900 con Francia, estable-cida ya en Gabón, que delimitó tam-bién las fronteras del Sahara Occiden-tal con la dependencia francesa deMauritania.

El modelo colonial español, muy cen-tralizado y asimilacionista, fue organiza-do (1904) en lo que a Guinea y Sahara serefiere en dos unidades administrativas:Guinea Española y África Occidental Es-pañola, con sedes en Santa Isabel de Fer-nando Poo (hoy Malabo) y Cabo Juby. Elinterés económico del primero era esca-so y el del segundo (aparte de las pes-querías), meramente estratégico.

Este panorama perduró hasta la des-colonización, en la segunda mitad delsiglo XX. La única variación se refierea la redistribución, en 1919, de las co-lonias alemanas al término de la Prime-ra Guerra Mundial. Convertidas en man-datos de la Sociedad de Naciones, éstaencomendó su administración, bien con-juntamente a Francia y al Reino Unido(Togo y Camerún), bien específicamen-te a esta última potencia (Tanganica), asícomo a Bélgica (Ruanda y Burundi) ya Suráfrica (África del S.O.). En 1936, Ita-lia completó la ocupación de Abisinia.En ese momento un solo país, Liberia,había logrado preservar su indepen-dencia en África. ■

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BERLÍN, 1884. EL REPARTOEL DESPOJO DE ÁFRICA

Postal española de Guinea Ecuatorial en 1938, editada por Publicaciones Patrióticas. Elmodelo colonial español en África, centralizado y asimilacionista, se organizó en 1904.

La presencia española en Guinea no fueefectiva en las islas hasta mediados del siglo XIX y en el continente, hasta el XX

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La colonización europea afectótan profundamente a los africa-nos que marcó el fin de unaépoca y el advenimiento de otra

nueva, cuyas consecuencias siguen gra-vitando hoy. El expansionismo europeoen Africa, iniciado por Portugal en el si-glo XV, terminaría transformando todoslos aspectos de la vida de las sociedadesafricanas, incluidos los morales y reli-giosos, de forma que cuando se produ-ce la descolonización del continente, enla segunda mitad del siglo XX, los afri-canos han perdido casi totalmente supersonalidad, obligados a abrazar la fe ylas costumbres de los europeos.

El discurso colonial puso el acento enla necesidad de cristianizar y “civilizar”a los negros africanos, cuyo grado de de-sarrollo fue considerado “inferior”, nosólo en los terrenos científico y técnico,sino en lo moral y, en general, en to-das las manifestaciones de sus culturas.Su arte fue tildado de “primitivo”; suslenguas tachadas de “groseras” por serágrafas y, según los tratadistas colonia-les, incapaces de expresar un pensa-miento profundo; y sus comidas y demáshábitos no merecieron sino el desprecio

más absoluto. El hecho de que apenasse vestían constituyó el ejemplo más cla-ro de ese “salvajismo”, sin que se tuvie-ra en cuenta el calor tropical; y, en fin,ciertas prácticas rituales, como la antro-pofagia practicada por algunas castas dedeterminados pueblos, se tomó como laquintaesencia de ese “primitivismo”.

Mineros y peones forzososLa explotación económica de los terri-torios transformó profundamente los mo-dos de producción; en las zonas mineras–Congo Belga, Rhodesia y Suráfrica–, losafricanos pasaron a ser mano de obraproletarizada en condiciones de semies-clavitud; en las regiones de explotaciónagrícola –Kenia, Rhodesia y Suráfrica–,los colonos europeos expulsaron a losafricanos de las tierras más productivas,para confinarles en las menos fértiles, ge-neralmente mediante expropiaciones ma-sivas, siempre violentas, sin respetar lapropiedad comunal de las tierras que losautóctonos venían cultivando, o utiliza-ban para pastos desde hacía siglos.

Otra característica fue la introducciónde nuevos cultivos, los que interesabana los europeos, como el café, el cacao oel té, lo cual obligó a millones de afri-canos a abandonar sus cultivos alimen-ticios para priorizar el monocultivo. Y

hay que destacar la explotación incon-trolada de la madera, terminando con losbosques tropicales en muchas regiones.Esto, unido a la caza indiscriminada, tu-vo como consecuencia el deterioro eco-lógico que padecen ahora extensas re-giones africanas, en las que se ha alte-rado de modo definitivo el equilibrio an-teriormente existente entre el bosque, losanimales y los seres humanos.

En general, los europeos intentaronreproducir en África los esquemas prac-ticados en América, donde se estable-cieron colonias de población, en per-juicio de los habitantes nativos. En laparte oriental y meridional del conti-nente, de clima más benigno, se con-centraron grandes núcleos de poblaciónde origen europeo, después de expul-sar a los africanos. Las masivas expro-piaciones de los kikuyo en Kenia, o lasde los ndebele en Rhodesia (hoy Zim-babue), o las de xhonas y shotos y la lar-ga guerra contra los zulúes en Suráfrica,son episodios no superados, que aúncondicionan la política de esos países.

Esta política de asentamientos euro-peos fue seguida principalmente por losingleses, un modelo colonial que dio lu-gar al “desarrollo separado”, de cuyapráctica nacieron los regímenes racis-tas de Suráfrica y Rhodesia. Se trataba

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DONATO NDONGO-BIDYOGO es periodista, autorde Historia y tragedia de Guinea Ecuatorial.

Los europeos se repartieron las mejores tierras, impusieron trabajos forzados,combatieron las creencias religiosas y abolieron los usos sociales de losafricanos. Donato Ndongo explica los diferentes sistemas de colonización,cuyo denominador común fue el desarraigo del propio africano

JUEGONuevas reglas de

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de que los europeos dirigieran todos losaspectos de la vida económica, políti-ca y social, mientras los africanos eranrelegados a ser la mano de obra.

Potencias coloniales como Francia in-tentaron otro modelo, basado en la asi-milación de los africanos a los valoresculturales, políticos, económicos y so-ciales de la metrópoli, representada porun gobernador omnipotente y por unescaso número de colonizadores, quetambién gozaban de todos los privile-gios. Aunque hubo una población blan-ca relativamente importante en Senegalo Costa de Marfil, el modelo francés–quizás por factores climáticos– tratabade colonizar sobre todo las mentes delos africanos, para lograr una unidad po-lítica y cultural con la Francia metropo-litana. En ese sentido, resulta reveladorque hasta las independencias, los esco-lares de las colonias francesas estudia-ran libros de Historia en los que se ha-blaba de “sus ancestros, los galos”.

Mestizaje luso, exclusión belgaEsos dos modelos crearon escuela.Mientras Portugal acentuaba en sus te-rritorios el asimilacionismo francés, Bél-gica siguió en sus colonias del Áfricacentral (Congo belga, Ruanda y Burun-di) el modelo anglosajón. La particula-ridad del Imperio portugués consistió enfomentar en sus territorios un verdade-ro mestizaje racial que, además, llevó aabolir todos los nombres africanos y sus-tituirlos por los propios. En el otro ex-tremo, Bélgica acentuó la discriminaciónracial y apenas promocionó a los afri-canos. Alemania, por su parte, tuvo unefímero Imperio: sus territorios –Togo,Camerún, Namibia y Tanganika– fueronrepartidos entre Francia, Inglaterra y Su-ráfrica en el Tratado de Versalles, quepuso fin a la Primera Guerra Mundial;durante su breve ocupación colonial(1885-1918), siguió un modelo más pró-ximo al inglés.

España, que mediante el Tratado deParís de 1900 vio reducidos sus territo-rios negroafricanos a la pequeña exten-sión actual de Guinea Ecuatorial, prac-ticó una política mixta, y en cierto sen-tido contradictoria: tras muchos años deolvido, en los últimos tiempos de la co-lonización trató de hacer de la isla deFernando Poo (hoy Bioco) una coloniade población y del enclave continental(Río Muni), una colonia de explotación.

EL DESPOJO DE ÁFRICA

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Anuncio de un jabón de afeitar alemán, enlos años 30, en la página opuesta. Bajo estaslíneas, un jefe bubi de la isla de Bioco y suesposa, en una clásica pose europea, en undaguerrotipo del vizconde de Sanjavier,realizado en la década de 1860 (MadridPatrimonio Nacional).

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Todo ello, mezclado con un discurso pa-ternalista que en ciertos momentos pri-mó el asimilacionismo, sin dejar de prac-ticar la discriminación racial. Siguiendo elmodelo organizativo portugués –y, encierto modo, el francés–, España otorgóa sus colonias africanas el estatuto de“provincias”, en un intento de frenar elnacionalismo y eludir la independencia,integrando a los colonizados en las es-tructuras de la metrópoli.

Si el racismo fue una consecuencia ló-gica del hecho colonial, la razón de sermisma del colonialismo era la explota-ción económica de los recursos natura-les de los territorios coloniales y la ex-pansión del comercio. La introducción dela moneda y de todo lo referente a las re-laciones mercantiles transformaron lamentalidad de los africanos, que hasta en-tonces venían rigiéndose por el trueque.

Extraña mixturaA partir de la colonización, el africanodescubrió valores como el lucro, el en-riquecimiento o la explotación, no siem-pre positivos; se empezaron a estable-cer las clases sociales, en función de lacapacidad de adquisición de riquezaso de la cultura del colonizador. La mez-colanza de esos nuevos factores con lasprácticas precoloniales dio lugar a unaextraña mixtura, pues, en la actualidad,los africanos enriquecidos no inviertensus beneficios –bien o mal adquiridos–,como cabría esperar de una sociedadmercantilizada, sino que, en general, losdedican a la adquisición de bienes sun-

tuarios, uno de los muchos factores queexplican el subdesarrollo del continen-te. Un africano rico se distingue de unopobre, sobre todo, por la cantidad de co-ches que posee, por la cantidad de bie-nes que consume y por el número deesposas y amantes que colecciona.

El colonialismo proletarizó a un nú-mero importante de africanos. Pero nosólo a través de las empresas privadas,sino, también, de las obras públicas. Laconstrucción de ferrocarriles, carreteras,edificios gubernamentales, e incluso deiglesias, escuelas y hospitales, se hizomediante levas de mano de obra forza-da. Hubo, además, un trasiego continuode trabajadores desde las zonas más po-bladas a las de menor índice demográ-fico, dentro de un mismo territorio co-lonial y entre diferentes colonias.

España consiguió “poner en valor” laisla de Fernando Poo –especializada enel monocultivo del cacao– mediante laimportación de mano de obra de Libe-ria, Sierra Leona y Nigeria, a través deconvenios establecidos con Gran Breta-ña. La construcción del ferrocarril entreDakar (Senegal) y Bamako (Malí), y eldel Congo Francés, dio lugar a un grantrasvase de mano de obra forzada. No-velistas africanos, como el senegalésSembeene Ousmane o el congoleño Em-manuel Dongala, han narrado con maes-tría esos episodios. Las condiciones la-borales de los trabajadores africanos enlas obras públicas forjaron, además, alíderes sindicales africanos que deriva-ron hacia el nacionalismo radical, como

el congolés Patrice Lumumba, el gui-neano (Conakry) Ahmed Sékou Touréy el keniano Tom Mboya.

Al analizar las consecuencias del co-lonialismo en Africa, no puede dejar demencionarse la drástica transformaciónhabida en temas como la familia, la jus-ticia, el poder y las creencias. Los colo-nizadores se preocuparon especialmen-te de cambiar las mentalidades africanas,en su afán por imponer sus propios usosy costumbres. Las modificaciones más lla-mativas se refieren a la introducción delmatrimonio monogámico, en detrimentode la poligamia, practicada en todo elAfrica subsahariana, excepto en pueblosgeneralmente aislados, como los bubisde Fernando Poo –aunque ahora mismotambién la hayan adoptado por influen-cia de los pueblos continentales–.

Ente tradición y modernidadEn África tradicional, el signo de rique-za más importante era el número de mu-jeres y de hijos. La virulencia con que elcristianismo combatió la poligamia, sibien no ha terminado con esa costumbre,sí ha influido decisivamente en la nue-va concepción de las relaciones de pa-reja, en el papel de la mujer en la socie-dad y en la visión de la familia en las so-ciedades actuales. Cada vez se va redu-ciendo más el concepto de familia, aun-que la mayoría de los africanos esté deacuerdo en preservar la noción tradicio-nal de la familia amplia, dadas sus ven-tajas en unas sociedades que carecen deprotección social.

La influencia de la religión cristiana estambién muy evidente. Subvirtió el ordenmoral, al sustituir las creencias tradicio-nales por las judeo-cristianas, y conformóuna nueva cosmovisión. El animismo fuesuplantado por las confesiones cristianas,aunque el islamismo –y el fundamenta-lismo islámico– también avance entre laspoblaciones sahelianas. Sin embargo, seobserva que, en África, se produce uncierto sincretismo entre las religiones tra-dicionales y las introducidas por el co-lonialismo. O, lo que es lo mismo, el afri-cano no dispone de un claro asidero es-piritual en el cual apoyarse, dado que elcolonialismo y sus consecuencias le pri-varon de sus creencias antiguas, sin quehaya asumido totalmente las nuevas. Deahí la despersonificación actual, dado queel negroafricano se debate todavía entrela tradición y la modernidad. ■

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“La principal preocupación de los franceses es enseñar a la gente a leer y escribir”. Así rezaba elpie de esta fotografía propagandística. Francia aplicó un modelo asimilacionista en sus colonias.

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La expansión colonial suele apa-recer asociada a la revoluciónindustrial y al espectacular de-sarrollo económico que expe-

rimenta Europa durante el siglo XIX, alpunto de que se suele considerar comouna consecuencia casi inevitable de lasnuevas necesidades de materias primasy de la ampliación de los mercados pa-ra unas manufacturas producidas en unaescala inédita hasta entonces.

Es posible que el proyecto colonial nohubiera podido llevarse a cabo, si Eu-ropa no hubiese dispuesto por aquellasfechas de las técnicas y de los recursoseconómicos que permitieron emprenderla ocupación y la explotación en su pro-pio beneficio de un continente varias ve-ces superior en extensión. La coloniza-ción constituyó, a este respecto, un ob-jetivo capaz de movilizar todos los inte-reses, tanto públicos como privados, delas sociedades que lo adoptaron.

Hombres de gobierno, industriales, fi-nancieros, científicos, escritores, perio-distas y hasta simples aventureros coin-cidieron en exaltar sus virtudes mila-grosas, gracias a las cuales los dividen-dos del colonizador parecían crecer almismo tiempo que los beneficios parael colonizado. Enriquecerse haciendo elbien, ¿acaso podía dudarse de que,alumbrado este prodigio, la Europa del

JOSÉ MARÍA RIDAO es embajador de Españaante la UNESCO.

EL DESPOJO DE ÁFRICA

Para apropiarse de un territorio varias veces mayor que Europa, loscolonizadores desarrollaron una teoría que veía en el africano a unirresponsable, al que no se podía aplicar el mismo derecho que al civilizado,e incapaz por tanto de poseer la titularidad de su tierra. José María Ridao analiza la ideología colonialista y su resistencia a desaparecer

El continente

SIN DUEÑO

La desnudezafricana comorealce de lasofisticada culturaeuropea, en unafotografía de finalesdel siglo XIX.

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siglo XIX se había instalado en un cír-culo virtuoso del que sería difícil quedescabalgase?

La idea de que el proyecto colonialfavorecía a todas las partes involucra-das sólo podía prosperar sobre la basedel silencio de los africanos, es decir,de que se le reconociese al colonizadorla competencia y la autoridad para de-cidir cuáles eran las necesidades del co-lonizado. La desarticulación de las so-ciedades africanas, provocada por la per-sistencia de la trata negrera a lo largo demás de cuatro siglos, había recorrido unlargo camino en esa dirección: las es-tructuras políticas del continente –lasmonarquías tradicionales, no muy dife-rentes de las que existían en Europa– seencontraban al borde del colapso, de-bilitadas por la guerra semiconstante,alentada por el comercio de esclavos.

Los africanos, ausentesEn estas condiciones, nada tiene de ex-traño que los africanos fueran los úni-cos ausentes, los únicos que no alcan-zaron a ser considerados como sujeto,y no como simple objeto, de una em-presa que alteraría su futuro durante ge-neraciones. Ni tampoco que, todavíahoy, la historia del colonialismo se sigaescribiendo en un único sentido y des-de una sola perspectiva, incluso si elatropello y el drama humano que re-presentó es reconocido por la prácticatotalidad de estudios y trabajos.

Pero lograr el silencio de los africanoshasta el extremo de que los atroces su-

frimientos que se les infligían encontra-sen una coartada, y más que una coar-tada, un esquema de pensamiento quelos convirtiese en efecto menor de unagran empresa generosa y filantrópica,exigía poner a punto una mirada quereinterpretara desde su extensión hastasu pasado, desde su realidad política ysocial hasta la capacidad moral e inte-lectual de sus habitantes.

Pocas veces se ha reparado en queel proyecto colonial no se llevó a cabosobre una realidad ya establecida, sobreuna noción de África con unas dimen-siones y una historia aceptadas con ge-neralidad y consagradas por el tiempo.

Antes por el contrario, ese África so-

bre la que se abatiría la monstruosa be-nevolencia de las metrópolis, se fueconstruyendo de acuerdo con las nece-sidades del dominio, y de ahí que losantecedentes inmediatos del colonialis-mo haya que buscarlos en las expedi-ciones científicas iniciadas bajo el em-puje del ideal ilustrado. El saber y la co-lonización se fueron perfilando comolas dos caras de una misma moneda,puesto que se trataba de un saber diri-gido a fundamentar el dominio y, unavez alcanzado, a justificarlo.

Para empezar, la misma dimensióngeográfica de África, el concreto perfil de

su extensión, no constituía un incontes-table dato de partida con el que los co-lonizadores estuviesen obligados a con-tar. Cuando, al relatar la historia del pe-riodo, se dice que la Conferencia de Ber-lín, convocada por el canciller Bismarcken 1885, consagró el reparto de Áfricaentre las principales potencias europeas,se suele pasar por alto un aspecto qui-zá más importante. Y es que, por sor-prendente que resulte, convalidó ademásunas fronteras y un modo de designar latotalidad del continente que se veníaabriendo paso desde el Renacimiento.

La expulsión del mundo clásicoComo puso de manifiesto León el Afri-cano, en la Descripción que preparó en1550 para el papa León X, la única re-gión que debía recibir con propiedad elnombre de África era la que se corres-pondía con la provincia homónima delImperio Romano, limítrofe con Etiopía.Extender la designación a este último te-rritorio favorecía, según intuyó el autorde la Descripción, que una región quepodía reivindicar con toda legitimidadsu pertenencia al mundo clásico acaba-ra siendo expulsada de él. La razón seencontraba en que, deseosos de negarla herencia griega y latina de un Islamen guerra con el Papado y los reinoscristianos, los renacentistas italianos, yen general europeos, se esforzaron porcrear la imagen de que era Etiopía el rei-no que mejor encarnaba la esencia deÁfrica, y no el vasto territorio –primeroromanizado y luego islamizado– que se

extiende entre los actuales Siria y Ma-rruecos, en el que todavía hoy es posi-ble contemplar algunas de las más so-berbias ruinas clásicas conservadas.

En el momento de celebrarse la Con-ferencia de Berlín, el proceso que per-cibe León el Africano ha llegado muchomás lejos, al punto de que el nombre deÁfrica no sólo le conviene ya a Etiopía,sino también a la totalidad de los terri-torios que se extienden entre el Sáharay el cabo de Buena Esperanza. Y en lamedida en que se trata de territoriosarrasados por el comercio de esclavos,considerarlos no ya como parte de Áfri-

“Hamaca de viaje” es el nombre con el que se conocía al palanquín en que se desplazaba estefuncionario británico en la colonia de Sierra Leona, en las primeras décadas del siglo XX.

El dominio colonial se presentó como sise tratara de una empresa filantrópica,una desinteresada “misión civilizadora”

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ca, sino como su corazón –según la ex-presión en boga entre los colonizado-res–, supone borrar cualquier vincula-ción de ese nombre con su remoto sig-nificado latino y dar carta de naturalezaa la idea de que África es el único con-tinente que nunca ha conocido la civili-zación, tanto por no haberse desarrolla-do sobre su suelo, como por no haberentrado en contacto con pueblos quedispusieran de ella.

Ambas presunciones eran falsas. Porun lado, fue durante el siglo XIX, coin-cidiendo con los albores de la empresacolonial, cuando la civilización del Egip-to faraónico fue arrancada de su contextoafricano y colocada en una suerte de lim-bo geográfico desde el que no compro-metiera ninguno de los relatos del pa-sado en los que necesitaba apoyarse eldominio. Por otro, los pueblos al sur delSáhara llevaban en contacto con Portu-gal al menos desde mediados del sigloXV; y no sólo en las zonas costeras, co-mo se afirmó durante la Conferencia,puesto que desde Lisboa se impulsó unsistema de encomiendas similar al deAmérica y se desencadenaron conflictosarmados con reinos del África interior,como el que estalló con Monomatapa,en el actual Zimbabwe, a consecuenciade que su rey había abandonado el cris-tianismo para convertirse al Islam.

Negar que África hubiera conocido lacivilización convenía a la empresa co-lonial porque, de este modo, el dominiopodía revestir los caracteres de una em-presa filantrópica, de una desinteresada“misión civilizadora”. La fórmula llegó acalar tan hondo en los espíritus de la épo-ca que el rey Leopoldo de Bélgica gozóde una fama de hombre magnánimo ydesprendido durante la mayor parte desu reinado. Entre tanto, su búsqueda deganancias estrictamente personales en elCongo se llevó a cabo mediante proce-dimientos cuya crueldad y resultados hansido comparados por algunos autores, co-mo Adam Hoschschild, con los del anti-semitismo europeo durante los añostreinta y cuarenta del siglo XX.

Antecedentes del nazismoHaciendo balance de los efectos de la“misión civilizadora” entre los coloniza-dos, la tunecina Sophie Bessis se llegaa preguntar si del análisis de los méto-dos utilizados por las metrópolis contralas razas consideradas inferiores puede

deducirse que el nazismo fue un fenó-meno singular o es más adecuado con-siderarlo como una continuación, comouna transposición de las prácticas colo-niales al espacio geográfico europeo.

Más allá de compartir la noción de ra-za como fundamento de unas determi-nadas políticas, la empresa colonial y losmovimientos totalitarios de mediados delsiglo XX coincidieron en el estableci-miento de un sistema jurídico en el quequebraba el principio de que la ley esigual para todos. Y no sólo en el planointerno, sino también en el internacio-nal. De esta manera, el derecho de gen-tes que servirá de fundamento a la Con-ferencia de Berlín deriva de la diferen-cia establecida por Lorimer y Von Listzentre los pueblos salvajes, bárbaros y ci-vilizados. Las normas que han de regirentre estos últimos son las que libre-mente pacten entre ellos, los tratadosque tengan a bien acordar en virtud desu plena soberanía, puesto que, por ex-presarlo en palabras de Renan, consti-

tuyen una especie de Senado del mun-do en el que ningún miembro puede go-zar de mayor consideración que otro.

Por descontado, no ocurre lo mismocon las otras dos categorías de pueblos,hacia los que el Senado mundial de lacivilización tiene una creciente respon-sabilidad y un poder cada vez más ili-mitado. Mientras que con los pueblosbárbaros era posible establecer acuerdosen aquellas materias sobre las que tu-vieran libre disposición sobre sí mismos,con los salvajes, los más retrasados enla escala de la civilización, el compor-tamiento de las metrópolis tan sólo de-bía ajustarse a los principios generalesque inspiran el derecho humanitario.Bárbaros eran los pueblos árabes y asiá-ticos; salvajes, la totalidad de las pobla-ciones autóctonas de África.

Entre las consecuencias de esta divi-sión de los pueblos y de las estructurasjurídicas que se hicieron depender deella –verdadera clave de bóveda sobre laque se levantó el sistema internacional

EL CONTINENTE SIN DUEÑOEL DESPOJO DE ÁFRICA

El teniente Mizon guía a los nativos, que hacen suya la bandera de Francia, durante su expediciónen África central en 1892. Ilustración publicada en Le Petit Journal, el 9 de julio de 1892.

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del colonialismo–, conviene destacar larelativa a la soberanía sobre el territorio.Al establecer que los pueblos salvajes noestaban en condiciones de disponer desí mismos, lo que se venía soterrada-mente a sostener era que tampoco po-dían estarlo para tomar posesión efecti-va del suelo sobre el que se asentaban.Así, África se convirtió en una auténticares nullius a efectos de los colonizado-res, en todo momento a merced de quecualquier sujeto internacional con capa-cidad completa, esto es, de que cualquierpueblo civilizado, llevase a cabo unaapropiación conforme a las normas quelas propias metrópolis habían instituido.La imagen de África como continente sindueño se vio acentuada por la fiebre deaventuras que se apoderó de Europa, yque hizo que las hazañas de los explo-radores se presentasen como gestas sinparangón en la Historia. No se decía deellos que habían logrado poner el piedonde nunca antes había pisado el hom-bre blanco –algo cuando menos dudo-so, a juzgar por la auténtica dimensiónde la empresa imperial portuguesa–, si-no que habían logrado alcanzar lugaresdonde el ser humano jamás había esta-do. En realidad, se trataba de parajes y

regiones que los africanos conocían so-bradamente, integrados en sus propiasvidas y creencias, y en los que inclusoejercían de guías para los exploradoresllegados de Europa. ¿Con ello no se lesnegaba implícitamente a los africanos lacondición de seres humanos, o al menosuna parte de esa condición, situándolosa medio camino entre el hombre y labestia, como haría, por ejemplo, EdgarRice Borroughs en su exitosa serie de no-velas sobre Tarzán?

Berlín: negociar para no guerrearSi la conversión de África en una gigan-tesca res nullius facilitaba la tarea de po-ner en conexión la “misión civilizadora”y la ocupación de un territorio, la con-trapartida se encontraba en la tensión queel sistema podía generar entre las me-trópolis, embarcadas en una imparablecarrera por ampliar sus dominios. La Con-ferencia de Berlín obedece al propósitode desactivar la carga desestabilizadoraque la empresa colonial representaba pa-ra las potencias europeas: mejor llegara un acuerdo entre pueblos civilizados,según correspondía al Senado del mun-do, que resolver las controversias recu-rriendo a la fuerza militar.

El resultado de la Conferencia fue, así,una reproducción más o menos exactadel equilibrio político que se mantendríaen Europa hasta el término de la Se-gunda Guerra Mundial. Francia, Ingla-terra y Alemania obtendrían la parte delleón en el reparto; y ello sobre la basede reconocer a Bélgica sus posesionesen el Congo y reducir drásticamente lasde España y Portugal en el golfo de Gui-nea y en la franja meridional del conti-nente, estableciendo un dominio britá-nico en los territorios que median en-tre el Atlántico y el Índico, entre las ac-tuales Angola y Mozambique.

La mirada colonial sobre África se pro-longaría en las décadas posteriores.Cuando, terminada la Primera GuerraMundial, las potencias vencedoras de-ciden privar a Alemania de los territo-rio obtenidos en la Conferencia de Ber-lín, su decisión no es la de concederlesla independencia. Antes por el contrario,los colocan bajo la fórmula del manda-to, tomando como modelo el comple-mento de capacidad de los menores enel derecho civil. De acuerdo con la nue-va institución, los colonizados eran com-parados con criaturas a las que había que

conducir, corrigiéndolas y ayudándolas,a través de lo que el Pacto de la Socie-dad de Naciones consideraría “las com-plejidades del mundo moderno”. El ca-rácter derogatorio de la fórmula apli-cada a las colonias africanas de Alema-nia se convertiría en abierta aberracióncuando se decidió extenderla al Impe-rio Otomano, la otra potencia derrota-da en la Gran Guerra. Constantinopla,la capital de un Imperio musulmán que,históricamente, había sido gobernadodesde Bagdad y Damasco, se transfor-mó repentinamente en metrópoli y, encorrespondencia, el resto de los territo-rios del Islam, incluyendo Siria, Egiptoo Arabia, en inusitadas colonias, a lasque había que colocar bajo mandato delas potencias vencedoras.

Lejos de haberse extinguido, la mira-da que Europa arrojó sobre África en laempresa colonial suele reaparecer condiversos ropajes. Buena parte de los ra-zonamientos que se emplean para fun-damentar la cooperación al desarrollo yla ayuda humanitaria parecen tomadosdel discurso colonial, y en concreto dela convicción de haber hallado un pro-cedimiento sorprendente, un auténticoprodigio por el que los dividendos delcolonizador –del donante, en este caso–parecen crecer al mismo ritmo que losbeneficios para el colonizado, el recep-tor. Por descontado, los métodos del hu-manitarismo nada tienen que ver conlos del colonialismo, pero la coinci-dencia en algunos de sus presupuestosfavorece la coincidencia en uno de susmás penosos resultados: la considera-ción de los africanos como permanen-tes menores de edad, como objetos, yno sujetos, incapaces de hacer frente asus propios problemas. ■

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HOCHSCHILD, A., El fantasma del rey Leopol-do. Codicia, terror y heroísmo en el África

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PARA SABER MÁS

Portada de la primera edición de Mi viaje aÁfrica, de Churchill, que retrata sin disimulolos planes colonialistas del autor.