Meditaciones de Luis Alonso Schokel

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Meditaciones de Luis Alonso Schokel La señal de la cruz 1. «En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén». Así empieza la misa y así comienzan muchas acciones nuestras. Y no nos damos cuenta de lo que hacemos, quizá porque tenemos prisa por rezar. Nos parece que santiguarnos no es rezar, sino un simple pórtico para rezar. No es que hagamos un garabato en el aire, apenas reconocible; lo hacemos correctamente, pero sin detenernos, sin particular atención, porque tenemos que rezar un Avemaría o un Padrenuestro, o vamos a celebrar la misa. Sin embargo, pocos momentos de oración hay tan intensos, tan concentrados, como el hacer la señal de la cruz. Imaginemos un turista que sube la escalinata de la catedral de Santiago y atraviesa velozmente el pórtico para adentrarse en las naves. Habría que agarrarlo del brazo, sujetarlo, detenerlo ante el Pórtico de la Gloria, la gloria de esos apóstoles de piedra que saludan y reciben a los visitantes. Algo así es el santiguarse, magnífico pórtico por el que nos internamos gloriosamente en la oración. En castellano tenemos dos verbos y dos gestos: santiguarse y persignarse. «Santiguar» es una derivación popular de

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Meditaciones de Luis Alonso Schokel

La señal de la cruz

1. «En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

Amén». Así empieza la misa y así comienzan muchas acciones

nuestras. Y no nos damos cuenta de lo que hacemos, quizá porque

tenemos prisa por rezar. Nos parece que santiguarnos no es rezar,

sino un simple pórtico para rezar. No es que hagamos un garabato

en el aire, apenas reconocible; lo hacemos correctamente, pero sin

detenernos, sin particular atención, porque tenemos que rezar un

Avemaría o un Padrenuestro, o vamos a celebrar la misa. Sin

embargo, pocos momentos de oración hay tan intensos, tan

concentrados, como el hacer la señal de la cruz.

Imaginemos un turista que sube la escalinata de la catedral de

Santiago y atraviesa velozmente el pórtico para adentrarse en las

naves. Habría que agarrarlo del brazo, sujetarlo, detenerlo ante el

Pórtico de la Gloria, la gloria de esos apóstoles de piedra que

saludan y reciben a los visitantes. Algo así es el santiguarse,

magnífico pórtico por el que nos internamos gloriosamente en la

oración.

En castellano tenemos dos verbos y dos gestos: santiguarse y

persignarse. «Santiguar» es una derivación popular de

«santificare»; las dos formas coexisten en la lengua con significados

diversos, aunque prestando su etimología a la comprensión. Están

en la misma relación que mortificar y amortiguar, multiplicar y

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amuchiguar, testificar y atestiguar, verificar y averiguar, pacificar y

apaciguar. Santiguar equivale a santificar o consagrar: su forma es

una cruz y una invocación trinitaria. «Persignarse» es aumentativo o

factitivo, como persuadir, perseguir, perturbar. Se ha reservado a la

triple cruz «en la frente, en la boca y en el pecho». El texto que

pronunciamos es una súplica de protección: «Por la señal de la

santa cruz, de nuestros enemigos líbranos, Señor». Función

protectora, frente a función consacratoria, del signarse o

santiguarse.

En esta primera reflexión voy a fijarme en la señal de la cruz con

invocación trinitaria que encabeza nuestra celebración eucarística.

Dos elementos hay que considerar: la señal y el nombre.

2. CZ/SEÑAL: La señal es un uso cultural muy antiguo, que

conserva su validez en nuestros días. Señal, marca, contraseña,

etiqueta, marbete, tarja, etc.: la pluralidad de sinónimos indica la

presencia multiforme de dicha práctica.

SELLO/SEÑAL: Las excavaciones en territorios del Oriente

Antiguo han sacado a la luz asas de jarra con letras o signos

grabados. Podían indicar el productor o el propietario de una

mercancía. Grano, vino, aceite producidos y cosechados por N., o

bien propiedad de N. Son innumerables los sellos en forma cilíndrica

provenientes de Mesopotamia y otros en forma de escarabajo

provenientes de Egipto. El artista grababa en ellos un diseño o una

escena en negativo. Era un trabajo de miniatura, a veces exquisito.

El cilindro se hacía rodar sobre un material blando y dejaba impresa

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la escena en positivo. Había sellos de anillo, otros se suspendían

del cuello o de la muñeca. Podían pertenecer al rey, a un ministro, a

un secretario, y se empleaban con valor jurídico en los documentos.

La delegación de autoridad podía ir acompañada de la cesión del

sello personal.

También el Antiguo Testamento documenta la costumbre. «El

Faraón se quitó el sello de la mano y se lo puso a José» (Gn 41, 2),

delegando en él su autoridad imperial. Jezabel «escribió unas cartas

en nombre de Ajab, las selló con el sello del rey y las envió a los

concejales y notables de la ciudad» (1 Re 21, 28). El rey Asuero

dice a Ester y a Mardoqueo: «Vosotros escribid en nombre del rey lo

que os parezca sobre los judíos y selladlo con el sello real, pues los

documentos escritos en nombre del rey y sellados con su sello son

irrevocables» (Est 8, 8; cfr. 3, 12). Ya el patriarca Judá llevaba su

sello personal colgado de un cordel (Gn 38, 18.25). Jeremías usa la

imagen del sello para indicar una pertenencia muy personal del rey

al Señor: «¡Por mi vida, Jeconías, aunque fueras el sello de mi mano

derecha, te arrancaría! » (jr 22, 24). Según el profeta Ageo, el

Señor dice a Zorobabel: «Te haré mi sello, porque te he elegido»

(Ag 2, 23).

Así se indicaba la procedencia y la pertenencia: un edicto

emanado del rey, una casa propiedad de un personaje. La

costumbre pervive en nuestros días con cambios accidentales. Gran

parte de la publicidad, sí no toda ella, se monta sobre la marca, que

el consumidor debe reconocer. Vemos una circunferencia con tres

radios y reconocemos la marca del coche. Lo mismo sucede con

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detergentes, licores y películas. Existe la marca o marco de calidad.

Pero también pone uno una marca, un ex-libris, en sus libros y se

bordan unas letras en sábanas o pañuelos. La costumbre moderna

es tan sabida, tan consabida, que hasta podemos recibir su impacto

de forma subliminar. Y por ella entendemos sin dificultad bastantes

textos de la Biblia.

3. Marca y señal en la Biblia. Voy a comentar unos cuantos textos

en que la marca dice posesión o tiene función protectora. Job recita

su alegato y después se lo entrega a Dios diciendo: ¡Aquí está mi

firma! o mi marca (Job 31, 35). El sumo sacerdote ostentaba una

diadema con una joya en la cual estaba grabado «Consagrado al

Señor» (Ex 28, 36-37). Isaías Segundo anuncia la restauración del

pueblo, su entrega al Señor:

44, 5: Uno dirá: Soy del Señor,

otro se pondrá el nombre de Jacob;

uno se tatuará en el brazo: Del Señor,

y se apellidará Israel.*

Como el propietario marcaba en el asa del cántaro su nombre, en

señal de propiedad, así los israelitas se marcan en el brazo el

nombre de su Señor y dueño.

Hacia el final del Cantar de los Cantares, ella habla

apasionadamente: «Grábame como un sello en tu brazo, como un

sello en tu corazón» (Ct 8, 6). Quiere ser plenamente del otro, estar

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en él sin separarse jamás. No le pide que grabe su nombre en brazo

y corazón, sino «grábame» a mí, para ser totalmente tuya. Es lo que

ha dicho en otros términos: «Mi amado es mío y yo soy suya» (2,

16). Es la unión del amor, fuerte como la muerte. El queda marcado

con ella, para siempre.

El poeta del destierro aplica audazmente la imagen a Dios.

Jerusalén, la ciudad que personifica al pueblo, es la esposa del

Señor. Se queja de que su marido la haya olvidado, y él protesta:

«En mis palmas te llevo tatuada, tus muros están siempre ante mí»

(Is 49, 16). Como si llevara debajo de la piel un diseño de la ciudad

para recuerdo imborrable.

Está también la marca protectora. «El Señor marcó a Caín, para

que no lo matara quien lo encontrara» (Gn 4, 15). Esa señal indica

que está bajo la jurisdicción directa del Señor y que a nadie le está

permitido hacer justicia en el homicida. Ezequiel desarrolla el tema

en una visión. «Por sus pecados Jerusalén está condenada», y el

Señor despacha a los ejecutores de la sentencia. Conviene leer el

texto:

Ez 9, 1:

Entonces le oí llamar en voz alta: -Acercaos, verdugos de la ciudad,

empuñando cada uno su arma mortal. 2: Entonces aparecieron seis

hombres por el camino de la puerta de arriba, la que da al norte,

empuñando mazas. En medio de ellos un hombre vestido de lino, con los

avíos de escribano a la cintura. 3: Al llegar se detuvieron junto al altar de

bronce. La gloria del Dios de Israel se había levantado del querubín en que

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se apoyaba, yendo a ponerse en el umbral del templo. Llamó al hombre

vestido de lino, con los avíos de escribano a la cintura, 4: y le dijo el

Señor:

-Recorre la ciudad, atraviesa Jerusalén y marca en la frente a los que se

lamentan afligidos por las abominaciones que en ella se cometen.

5: A los otros les dijo en mi presencia:

-Recorred la ciudad detrás de él, hiriendo sin piedad ni compasión. 6: A

viejos, mozos y muchachas, a niños y mujeres, matadlos, acabad con

ellos; pero a ninguno de los marcados lo toquéis. Empezad por mi

santuario.

Marca, en hebreo, se dice tau, o sea, la letra «tau», que

antiguamente se escribía con dos trazos en cruz. El escribano va

marcando la «tau», la cruz, en la frente; una señal que significa

«fieles al Señor», y en virtud de la cual se salvan de la matanza. Es

una garantía patente que han de respetar los verdugos. Algo

parecido a aquella marca de sangre en jambas y dinteles de las

puertas, cuando por las vías de Egipto pasaba el exterminador

cobrando tributo de primogénitos. (Ex 12, 23). O como la cinta roja

en la casa de Rajab, junto a la muralla de Jericó, que sirvió para

salvar a toda la familia (Jos 2, 81).

El Apocalipsis recoge y transforma la escena de Ezequiel:

AP 7, 2:

Vi después un ángel que subía de oriente llevando el sello de Dios vivo.

Con un grito estentóreo dijo a los cuatro ángeles encargados de dañar a la

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tierra y el mar: 3: -No dañéis a la tierra ni al mar ni a los árboles hasta que

marquemos en la frente con el sello a los siervos de nuestro Dios. 4: Oí

también el número de los marcados: ciento cuarenta y cuatro mil de todas

las tribus de Israel.

4. Con los textos precedentes hemos pasado del contexto cultural

genérico al contexto religioso de la Biblia. Un par de veces nos ha

salido ya el nombre como señal. En la diadema del sumo sacerdote,

en el tatuaje de los fieles al Señor. El nombre puede ser la marca o

parte de ella. Nosotros reconocemos el coche por esa

circunferencia con tres radios y también por su nombre, Mercedes.

El hijo lleva el nombre del padre, de quien procede: Ezequiel hijo de

Buzi, Jeremías hijo de Jelcías. El templo lleva el nombre del Señor;

los altares se dedican invocando el nombre del Señor. La bendición

se realiza «imponiendo», invocando el nombre del Señor sobre la

comunidad.

5. BAU/FORMULA: En contexto cristiano, San Pablo nos dice

que «donde hay un cristiano, hay una nueva creación» o nueva

humanidad; hay un origen nuevo, un pertenecer nuevo. El cristiano

se incorpora por la fe a Cristo y queda marcado. El bautismo es una

señal, una marca vitalicia que no se borra; esa marca es nada

menos que el sello del Espíritu, impuesto por Dios; con él Dios

santifica (o santigua), consagra. Desde ese momento hay un

hombre nuevo, porque es hijo de Dios. Al ser adoptado recibe una

participación de vida divina, empieza a vivir con un aliento nuevo.

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Ef 1, 13:

Y por él también vosotros, después de oír el mensaje de la verdad, la

buena noticia de vuestra salvación, por él, al creer, fuisteis sellados con el

Espíritu Santo prometido, garantía de nuestra herencia, para liberación de

su patrimonio, para himno a su gloria.

4, 30:

No irritéis al Espíritu de Dios, que os selló para el día de la liberación.

El nacimiento a vida nueva se expresa eficazmente en el símbolo

del agua como seno fecundo de la Iglesia; se añade como gesto la

señal de la cruz y la invocación o dedicación al Padre, al Hijo y al

Espíritu Santo. Señal y nombre.

Hace falta una aclaración importante, porque la fórmula

castellana «en el nombre de» puede entenderse mal. Hemos visto

en hebreo dos casos de consagración al Señor con la expresión

leyahwe, o sea, la preposición de entrega o pertenencia y el nombre

personal (Ex 28, 36 e Is 44, 5); en otros casos se emplea el término

«nombre»:

2 Sm 7, 13:

El edificará un templo en mi honor / a mi nombre (lismi).

1 Re 3,2:

Un templo en honor del Señor (lesem Yhwh).

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Mal 1, 11:

Ofrecen sacrificios y ofrendas a mi nombre (lismi).

En cambio, para significar que se actúa «en nombre de otro», en

representación de alguien, el hebreo emplea la preposición be-: Ex

5, 23; Dt 18, 20.22; 1 Sm 25, 5.9; 1 Re 22, 16; Jr 20, 9, etc. En el

primer grupo el traductor griego usó el dativo, tô onomati; en el

segundo usó en onomati. La fórmula bautismal de Mt 28, 19 emplea

una fórmula inequívoca de consagración «al nombre ... », eis to

onoma. En castellano, cuando uno hace o actúa «en nombre de»,

está representando a otra persona o entidad; pero no se usa la

expresión «consagrar, dedicar al nombre de N», sino sencillamente

«dedicar a N»; sí aceptamos «poner a nombre de», como traspaso

de posesión. Por eso puede resultar engañosa la fórmula bautismal

«te bautizo en nombre del Padre»; como si el oficiante actuara en

representación del Padre. El verdadero sentido es una dedicación

total, una consagración, un poner a nombre de la Santísima

Trinidad.

6. Así de grande es la señal de la cruz y el nombre trinitario sobre

esa criatura, que empieza a ser «superhombre», hijo de Dios

marcado para siempre. Pero nuestra vida no es sólo el hecho

radical ontológico, el fundamento último indestructible, porque

nosotros somos conciencia y libertad. Nuestro ser profundo se va

desarrollando o articulando a lo largo de acciones minúsculas o

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grandes, cotidianas o decisivas, íntimas o patentes, de las cuales

tenemos conciencia, nos acordamos o nos olvidamos. El hombre es

un ser unitario, profundo, que se realiza en múltiples facetas.

Por el hecho de actuar como cristiano, podemos decir que toda la

actividad de un hombre marcado brota marcada. Pero, dado que

nos poseemos por la conciencia refleja y poseemos nuestro obrar

por la libertad, queremos marcar conscientemente cada obra y

actividad nuestra, cada día nuestro, con la marca o señal del

cristiano. Lo profundo que subsiste en nuestro existir va a

manifestarse en una actividad que emprendemos, en el nuevo día

que amanece trayéndonos el programa de nuestras tareas y quién

sabe si alguna propina imprevista. Entonces santiguamos ese día,

ese viaje, esa tarea, en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu

Santo.

Marcamos nuestra actividad y nuestro reposo, gozos y dolores

con la señal de la cruz y el nombre trinitario, y así vamos realizando

nuestro ser cristiano a lo largo de la vida. Y también nuestra muerte

será marcada con la señal de la cruz. No que obras y acciones

necesiten una nueva consagración, cuando el manantial de la

existencia está ya consagrado por el bautismo; es que añadimos a

cada acto el esplendor de la conciencia, el dinamismo de la

libertad.

¿Y qué significa marcar nuestra actividad con la señal de la cruz?

La cruz significa sacrificio por amor, es muerte para la resurrección.

La señal de la cruz sobre nuestras obras significa anular nuestro

egoísmo y liberar para el amor. Significa renunciar a la vanidad, al

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prestigio, al afán de poseer o dominar, para consagrar la obra a

Cristo. Es un sacrificio propio para una vida más alta. Una obra que

realizo por pura vanidad no puede llevar la señal de la cruz, no está

crucificada, no está santiguada cristianamente; una obra de

apostolado por amor al prójimo está ofrecida y consagrada:

Rom 14, 7:

Porque ninguno de vosotros vive para sí, ninguno muere para sí. 8: Si

vivimos, vivimos para el Señor; si morimos, morimos para el Señor: en vida

o en muerte somos del Señor.

Anular el sentido egoísta de una acción es marcarla con la cruz;

es también liberarla y dejarla disponible para un dinamismo nuevo,

trinitario. He aquí la grandeza y la responsabilidad de santiguarse.

Pues bien, cuando comenzamos la obra más importante de la

semana o del día, al empezar la Eucaristía, nos santiguamos en el

nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Y el sentido

trinitario de la celebración eucarística, que volverá a expresarse en

varios momentos, queda proclamado desde el principio.

LUIS ALONSO SCHÖKEL

MEDITACIONES BÍBLICAS SOBRE LA EUCARISTÍA

SAL-TERRAE SANTANDER 1987. Págs. 9-17

...................

Liturgia de la Palabra

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MISA/PRECEPTO: Los que tenemos unos cuantos años, de

modo que el curso de nuestra vida ha discurrido con un par de

generaciones, podemos recordar, con un pequeño esfuerzo de

memoria, aquella época en que la misa era el «precepto dominical».

Los moralistas decían que, para cumplir con el precepto sin incurrir

en culpa grave, bastaba llegar al credo o al ofertorio. Esa práctica,

a la larga, había creado una mentalidad: la misa era una ley, un

precepto; la obligación grave estaba cuantificada; la primera parte

-liturgia penitencial y liturgia de la palabra con la homilía- era menos

importante y se podía más fácilmente prescindir de ella. Por otro

lado, las lecturas en latín no se entendían y la homilía no siempre

estaba bien relacionada con la lectura del evangelio. Para

contrarrestar esos efectos había actuado un movimiento litúrgico

que inculcaba la importancia de la Eucaristía en la vida cristiana y

logró distribuir miles o millones de misales traducidos. Eran medidas

sanas para contrarrestar, un poco a contrapelo de la práctica

litúrgica.

Los que estábamos de espaldas a la comunidad y entendíamos

los textos latinos conocíamos las frecuentísimas repeticiones de

unos cuantos textos bíblicos: común de confesores, de doctores, de

mártir y virgen, de ni mártir ni virgen, de difuntos...

Hablo de la práctica, que muchas veces configura y afianza la

mentalidad no menos que la teoría. Otro efecto de esa práctica era

la división de la Eucaristía en dos piezas relativamente autónomas,

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al menos separables. La Eucaristía propiamente dicha comenzaba

con el ofertorio.

1. MISA/LITURGIA-PAL: Lo dicho no es más que introducción,

fondo de contraste para exponer el tema, que es la liturgia de la

palabra. No recuerdo que en aquellos tiempos se usase la

expresión «liturgia de la palabra». La innovación lingüística nació de

otra visión teológica y quería promover una mentalidad nueva; creo

que la fórmula ha cuajado, aunque no sé cuánto ha calado.

Acompañaron a la expresión algunas reformas concretas que el

Concilio Vaticano II formuló así en la Constitución sobre la Sagrada

Liturgia:

24: «La Sagrada Escritura tiene suma importancia en la celebración

litúrgico.»

35: «En las celebraciones sagradas se han de introducir lecturas

bíblicas más abundantes, más variadas, más apropiadas.»

36: « ... se podrá dar más cabida a las lenguas vernáculas,

especialmente en las lecturas y moniciones.»

Las frases citadas se refieren a la liturgia en general. A la

Eucaristía se refieren en particular las siguientes:

51: «Para ofrecer a los fieles una mesa más abundante en Palabra de

Dios, ábranse con más generosidad los tesoros de la Biblia, de modo que

en un determinado espacio de años se lea al pueblo la parte principal de la

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Sagrada Escritura.»

De hecho, buena parte de las reformas se ha realizado ya. Se

han traducido los textos litúrgicos; se ha ampliado enormemente el

repertorio. Son tres lecturas los domingos, en vez de dos; lo cual

tiene sus ventajas, acompañadas de algún inconveniente. Ventaja

es que a lo largo de tres ciclos se lean los evangelios casi íntegros,

buena parte de las epístolas y una cantidad notable de Antiguo

Testamento. Ventaja es que se vea la conexión entre el Antiguo y el

Nuevo Testamento. Inconveniente puede ser el que la segunda

lectura no encaja fácilmente en el tema, que las lecturas se han de

recortar para no alargarse, que no se pueden comentar las tres...

El hecho de que las lecturas se lean o proclamen en la lengua

del pueblo, además de otros factores, ha producido un notable

cambio en la predicación, que hoy es más homilética, más al

servicio del texto bíblico. En buena parte, las lecturas litúrgicas y la

homilía han influido en el renacido interés por la palabra de Dios.

2. Todo lo dicho son manifestaciones externas, síntomas o

resultados de un principio y un cambio profundo. El principio es la

unidad fundamental de la celebración eucarística, integrada por dos

componentes. Una sola mesa para el banquete, dos panes o un

solo pan en dos formas: el pan de la Palabra y el pan de la

Eucaristía. Nadie dirá que H2 es más importante que 0 en el agua.

La hermana agua no es yuxtaposición ni mezcla, es combinación de

hidrógeno y oxígeno. No debemos concebir la celebración

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eucarística como yuxtaposición de piezas, porque es una unidad:

56: «Las dos partes de que consta la misa, la liturgia de la palabra y la

eucarística, están tan estrechamente unidas que constituyen un solo acto

de culto.»

Lo cual no quita que la «participación en el sacrificio» por la

comunión sea el momento culminante (n. 55).

No vale el planteamiento en términos de obligación legal ni de

calcular los límites de la obligación. Lo importante es la reforma en

la comprensión y actuación. Quitar a la celebración eucarística la

liturgia de la palabra no es separar una parte, es mutilar un

organismo.

Esa unidad compuesta y articulada y la relación de las partes es

lo que estoy intentando explicar.

3. PAN/PD PD/PAN: He empleado la fórmula conciliar «el pan de

la palabra». Ahora, por razones didácticas, voy a distinguir entre

palabra y pan. Consecuentemente, vamos a pensar, durante unas

páginas, en liturgia de la palabra y liturgia del pan. Palabra

significará palabra de Dios, sagrada Escritura; pan significará pan

consagrado, cuerpo de Cristo. Escucha y comida.

Pan y palabra. ¿Y para qué tantas palabras?, ¿no estamos

hartos de palabras? Obras son amores, que no buenas razones.

Tanto hablar ¿no producirá inflación de palabras? Tanto insistir en

la «liturgia de la palabra» ¿no hará que la palabra de Dios llegue a

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engendrar cansancio? Desde otra zona, algunos objetan o

comentan: «¿Por qué es tan importante? Eso de San Pablo a los

romanos, aunque lo lean en castellano yo no lo entiendo». A lo

mejor se acepta dócilmente, pero sin convicción.

Por otra parte, en nuestra cultura también estamos ahítos de

palabras y pedimos hechos. El refrán castellano dice: «Una cosa es

predicar, y otra dar trigo». Y una canción sonaba: «en la casa y en

el templo para todo hijo de Adán / no hay sermón como el ejemplo y

eso es dar pan». No queremos palabras, queremos pan.

Frente a esas citas, encuentro en los evangelios unas palabras

de Cristo. Se trata de un enfrentamiento polémico de Cristo con el

satán, es decir, el rival del designio del Padre, el que propugna un

antiproyecto triunfal. Frente a hambre, pan: «Di que esas piedras se

conviertan en panes». Jesús replica: «No de sólo pan vive el

hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios» (Mt 4,

3-4). Es una cita del Deuteronomio (8, 3) que explica cómo Dios fue

educando a su pueblo en el desierto, como un padre a su hijo:

El te afligió haciéndote pasar hambre, y después te alimentó con

maná... para enseñarte que el hombre no vive sólo de pan, sino de todo lo

que sale de la boca de Dios.

Lo que sale de la boca de Dios es su palabra, en particular «los

preceptos del Señor tu Dios» (Dt 8, 6). La vida de los israelitas

como pueblo depende, sí, del alimento material, pero mucho más de

la palabra de su Dios.

Page 17: Meditaciones de Luis Alonso Schokel

Ahí tenemos contrapuestas dos enseñanzas. La sabiduría

popular nos dice que no bastan las palabras, que hacen falta obras;

la sabiduría del evangelio nos dice que no basta el pan, que hacen

falta palabras. ¿Con cuál nos quedamos?

4. No bastan palabras, es verdad. Pero si esas palabras son

palabras de Dios... Aunque estén compuestos por hombres y

pronunciadas por hombres, si llevan dentro el aliento de Dios,

pueden vivificar al hombre.

Palabra de mandato que, si el hombre la cumple, vivirá (Lv 18,

5). Palabra que revela al hombre lo que es, desenmascarando sus

engaños; palabra que denuncia y exhorta, que amenaza y promete;

palabras en las que Dios se comunica y comunica vida suya.

«¿Señor, y a quién vamos a acudir? En tus palabras hay vida

eterna», dice Pedro a Jesús después del discurso sobre el pan de

vida (jn 6, 68).

No bastan palabras. Pero ¿y si esas palabras son la Palabra que

Dios dirige y envía al hombre, que sale de él y se hace hombre y

convive en figura humana? Hecho hombre, sigue siendo todo él

palabra: cuando habla y cuando calla, cuando hace milagros y

cuando sufre sin hacerlos. Palabra que siempre nos habla, porque

todo él es palabra que «al principio se dirigía a Dios» (Jn 1, 1) y

luego se hace hombre de carne débil, como la nuestra, y acampa

entre nosotros.

«No de solo pan vive el hombre». Cierto, el pan no da la vida, la

mantiene o prolonga apenas. Lo vamos quemando en pequeñas

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porciones y, con la fuerza de esa combustión, nos movemos,

corremos. Durante una época de la vida asimilamos una parte para

crecer y engordar. El pan, con sus calorías, nos va alargando la

vida, pero no nos la garantiza. No nos garantiza contra incendios,

accidentes, enfermedades. El pan cotidiano es una ración para vivir

un día más, para ir tirando un poco más. Durante una etapa

contribuye a una vida creciente; después colabora con una vida

decreciente. No de solo pan vive el hombre.

Pero si ese pan es la palabra de vida, si es la forma en que se

nos da realmente el Hijo de Dios glorificado, entonces de pan vive el

hombre. Porque ese pan establece y desarrolla dentro de nosotros

una vida que no termina, si el hombre no la destruye; una vida que

pasará más allá del río de la muerte. De Cristo glorificado hecho

pan, de la Palabra hecha pan, sí que vive el hombre.

La Palabra concentra en sí muchas palabras, es el «verbum

abbreviatum» que decían los autores antiguos; palabra concisa que

dice mucho, palabra resumida, como título concentrado de un largo

libro. «En múltiples ocasiones y de muchas maneras habló Dios

antiguamente a nuestros padres por los profetas. Ahora, en esta

etapa final, nos ha hablado por su Hijo» (Hb 1, 1-2). Como esa

Palabra resume y condensa todas las palabras de la Escritura,

éstas desarrollan y articulan, refractan en muchos colores, quiebran

en muchas facetas la Palabra única y definitiva. Y esa Palabra, que

un día tomó forma humana, ya glorificada, se encierra en el pan

eucarístico. En forma de alimento nos comunica vida suya.

Antes de tomar ese pan menudo y enorme, blanco y misterioso,

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unas palabras nos van a explicar algún aspecto de su misterio. El

misterio de Jesucristo se manifestó en unos cuantos años de vida,

unas cuantas enseñanzas, unos cuantos milagros. Aunque Juan

nos diga: «Otras muchas cosas hizo Jesús. Si se escribieran una

por una, me parece que los libros no cabrían en el mundo», sólo

una parte del misterio llegó a manifestarse, o lo hizo de forma

concentrada. Para desentrañar el misterio entrañable, la liturgia

echa mano de los evangelios y, con ellos, de textos del Antiguo

Testamento: preparaciones, profecías y símbolos que expone a la

luz del Nuevo Testamento. Al ser iluminados con esa luz, explican

aspectos del misterio. Como un tapiz plegado, que ha de

desplegarse para mostrar la imagen, así un símbolo mencionado o

aludido del evangelio despliega su sentido en la imagen

correspondiente del AT, si la disponemos y enfocamos

correctamente. Todo el intento de la liturgia de la palabra es

aclararnos el misterio de Cristo: lo que es para nosotros, lo que nos

ofrece, lo que exige.

De ese modo, las palabras de la liturgia eucarística son

realmente «palabras de vida» y pertenecen a la celebración

eucarística como parte integrante.

5. Durante el Concilio Vaticano II, un representante de una Iglesia

oriental expuso brevemente el pensamiento de muchos orientales

sobre la palabra inspirada. De la intervención de Mons. Edelby voy

a recoger y comentar algunas frases que nos ayudarán a entender

el tema presente. Subrayo la frase más pertinente: BI/EU EU/BI

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«La Escritura es una realidad litúrgica y profética; una proclamación,

más que un libro; el testimonio del Espíritu Santo sobre el acontecimiento

de Cristo, cuyo momento privilegiado es la liturgia eucarística. Por ese

testimonio del Espíritu la economía entera de la palabra revela al Padre. La

controversia postridentina ha visto en la Escritura, ante todo, una norma

escrita. Las Iglesias orientales ven en ella la consagración de la historia de

salvación bajo especies de palabra humana, inseparable de la

consagración eucarística, que recapitula toda la historia en el cuerpo de

Cristo.»

Notemos la centralidad de la Eucaristía y la unión de dos

consagraciones: una historia bajo especie de palabra, un cuerpo

que recapitula la historia bajo especies de pan y vino. Para explicar

la «consagración de la historia bajo especie de palabra», recurro al

texto de Lucas sobre la anunciación: «El Espíritu Santo bajará sobre

ti y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso, al que

va a nacer lo llamarán Consagrado, Hijo de Dios» (Lc 1, 35). Como

la concepción acaece bajo la sombra de Dios Padre, a impulsos del

Espíritu Santo, ese hombre que comienza a existir está desde el

primer momento consagrado, es Hijo de Dios. No son títulos o

privilegios que se le añadan más tarde.

Algo así sucede cuando, a impulso del Espíritu, un retazo de

historia humana se hace palabra. Si hay literatura de evasión,

también existen grandes obras literarias: mitos y leyendas, épica e

historia, teatro y poesía lírica. Por medio de esos textos

Page 21: Meditaciones de Luis Alonso Schokel

comulgamos unas veces con el poeta que se ha expresado en ellos,

otras veces con una experiencia humana individual y general.

Grandes narradores y dramaturgos sienten un día que en su mente

es concebido un personaje; acaso de la historia, de la leyenda;

acaso pura ficción. Al principio ellos envuelven y hacen crecer al

personaje, y éste va cobrando una vida personal que el autor ha de

respetar. Esos personajes representan, encarnan experiencias

humanas importantes. Otras veces, grandes ansias, angustias,

esperanzas de los hombres, pasando por la mente del poeta, se

transforman en palabra poética. Las grandes obras literarias nos

suministran una experiencia vicaria que nos enriquece

humanamente. A nuestro modo, la revivimos, o convivimos con los

personajes y sus azares. Todo llega a nosotros en forma de palabra

poética, simplemente humana.

Hasta cierto punto, así es la Biblia. Un autor anónimo nos cuenta

escenas de vida patriarcal, otro relata la epopeya de la liberación,

otro canta la esperanza de retornar a la patria. La experiencia de

unos personajes y de un pueblo se transforma en palabra

permanente. Sólo que se añade algo cualitativamente diverso y

superior: como esa transformación se realiza a impulso del Espíritu,

lo que resulta, la palabra, nace consagrado, es Palabra de Dios.

Supongamos una lectura: el paso del Mar Rojo. Una comunidad

vive la experiencia de la liberación, superando obstáculos

desmesurados, guiada por un jefe carismático que actúa en nombre

de Dios. Un autor, o varios sucesivamente, dan forma literaria a la

experiencia: con entonación épica, con datos legendarios, con

Page 22: Meditaciones de Luis Alonso Schokel

símbolos quizá de ascendencia mítica. A través de ese texto,

generaciones sucesivas comulgan con la experiencia originaria.

Más importante: comulgan también con su Dios, el Señor se les

comunica. Porque si Dios dirigió el gran paso, el Espíritu movió al

literato. Siglos más tarde, un israelita sufre angustiosamente el

abandono de Dios, pasa por una crisis de fe, busca inútilmente

respuesta a sus preguntas:

Sal 77, 8-10:

¿Es que el Señor nos rechaza para siempre

y ya no volverá a favorecernos?

¿Se ha agotado su misericordia,

se ha terminado para siempre su promesa?

¿Es que Dios se ha olvidado de la piedad

o la cólera cierra sus entrañas?

Hasta que de repente surge en su mente el recuerdo, en su

fantasía la visión transfigurada del paso del Mar Rojo, que conoce

por haber leído o escuchado los textos tradicionales. La visión tiene

tal fuerza que es como si estuviese participando en ella, como si él y

su generación se sumasen a la gran marcha y contemplasen la

teofanía de Dios. Ya serenado, toma distancia y transforma su

nueva experiencia de segundo grado en palabra lírica:

77,19-21:

rodaba el estruendo de tu trueno,

Page 23: Meditaciones de Luis Alonso Schokel

los relámpagos deslumbraban el orbe,

la tierra retembló estremecida;

tú te abriste camino por las aguas,

un vado por las aguas caudalosas,

y no quedaba rastro de tus huellas.

Mientras guiabas a tu pueblo como un rebaño,

por la mano de Moisés y de Aarón.

A distancia de siglos, volvemos a leer o escuchar el relato del

paso del Mar Rojo durante la liturgia pascual. Y de nuevo

comulgamos con la experiencia antigua a través de un texto que

está «consagrado», inspirado. El texto desprende su sentido, que

es revelación del Dios liberador; sólo que esta vez la primera

liberación está referida a la definitiva, la Pascua de Cristo. En

nuestra proclamación litúrgica sopla de nuevo el Espíritu, suenan

inspiradas las palabras. Ahora bien, esa consagración no se ha de

separar de la otra.

6. Hay otra historia de salvación concentrada en Jesucristo. Es la

historia del hombre, sus gozos y penas, sus ilusiones y desengaños,

su intimidad y su comunicación, la grandeza y la pequeñez. Todo

ello se concentra, de modo especial, en unas coordenadas

concretas de tiempo y espacio, en aquel hombre: Jesús de Nazaret,

judío, nacido de mujer, nacido bajo la ley. Su vida es como síntesis

apretada de la vida humana, hasta la muerte. Porque no quiso

renunciar a la última y definitiva experiencia del hombre que es el

Page 24: Meditaciones de Luis Alonso Schokel

morir. Al ser resucitado por el Padre, toda aquella experiencia

queda glorificada. El nacimiento no queda abolido, permanece

glorificado; los milagros no han pasado, perduran glorificados; sus

palabras, recogidas en la memoria y en los evangelios están más

llenas de sentido, porque están glorificadas.

Ahora quiere comunicarnos su experiencia glorificada, su vida

con su sentido, el sentido de la vida. ¿Cómo nos la comunicará para

que podamos asimilarla?: consagrando su vida glorificada bajo

especies de pan y vino. En el banquete eucarístico comulgamos con

la experiencia histórica y la vida glorificada de Jesucristo. No

separemos esta consagración de la otra, la consagración bajo

especie de palabra.

Que cuando se lean los textos bíblicos, el Espíritu que habita en

nosotros nos ponga en pie para escuchar y sintonice nuestros

corazones con las palabras de la Escritura. Que la palabra inspirada

pueda resonar dentro de nosotros inspirándonos; que nos llene el

viento del Espíritu. Que toda la comunidad resuene armónicamente.

Que por las palabras de la Escritura toda la comunidad comulgue

con la palabra de Dios y con Cristo, que es su Palabra.

«La Iglesia siempre ha venerado la Sagrada Escritura, como lo ha hecho

con el Cuerpo de Cristo, pues, sobre todo en la sagrada liturgia, nunca ha

cesado de tomar y repartir a sus fieles el pan de vida que ofrece la mesa

de la palabra de Dios y del Cuerpo de Cristo» (Dei Verbum, 21).

Page 25: Meditaciones de Luis Alonso Schokel

Liturgia de la Palabra (2)

1. Es fenómeno común a muchas religiones que la liturgia se

componga de palabras y gestos. Una escuela de investigadores lo

formula «mito y rito». Los gestos, o ceremonias, o rito, constan de

posturas, movimientos, acciones. Los llamamos gestos porque

suelen tener un significado natural o convencional. A veces los

gestos se organizan en una especie de pantomima o acción

dramática. Paralelamente discurren las palabras que lo explican.

MITO/RITO RITO/MITO:También podemos empezar por el mito,

que narra con símbolos un hecho primordial, fundacional de ciclos

periódicos. Por ejemplo, el ciclo de la vegetación. Los mitos incluyen

con frecuencia a divinidades entre sus personajes; pero ese dato

no es indispensable. Es normal que empleen un lenguaje simbólico,

de símbolos elementales. Esa historia que se cuenta al recitar el

mito se puede escenificar, estilizada, en una representación, que es

el rito.

Mitos de divinidades no se encuentran en el AT; símbolos de

ascendencia mítica no los evitan los autores bíblicos, porque saben

capturarlos y depurarlos para explotar su vigor impresionante. El

AT, de ordinario, nos ha transmitido por separado la narración

histórica o legendaria, las plegarias y los ritos, de suerte que no es

fácil combinarlos correctamente para reconstruir sus liturgias. Sin

embargo, podemos encontrar unos cuantos ejemplos. Es muy

conocida la ceremonia de oferta de primicias en Dt 26. Se celebraba

en los santuarios locales, conmemorando en el don de la cosecha

Page 26: Meditaciones de Luis Alonso Schokel

anual el don fundacional de la tierra; el pueblo responde al don de

la cosecha con el pequeño don simbólico de las primicias, al don de

la tierra con la recitación o confesión de su historia dirigida por Dios.

(Hay que notar que, en hebreo, ofrecer es «hacer entrar,

introducir», y cosecha es «entrada, metida», lo que se mete en el

granero o bodega). Aunque el texto es bien conocido, no estará de

más releerlo aquí:

26,1-11: Cuando entres en la tierra que el Señor tu Dios va a darte en

heredad, cuando tomes posesión de ella y la habites, tomarás primicias

de todos los frutos que coseches de la tierra que va a darte tu Dios, los

meterás en una cesta, irás al lugar que el Señor tu Dios haya elegido para

morada de su nombre, te presentarás al sacerdote que esté en funciones

por aquellos días y le dirás:

- Hoy confieso ante el Señor mi Dios que he entrado en la tierra que el

Señor juró a nuestros padres que nos daría a nosotros.

El sacerdote tomará de tu mano la cesta, la pondrá ante el altar del

Señor tu Dios, y tú recitarás ante el Señor tu Dios: «Mi padre era un

arameo errante: bajó a Egipto y residió allí con unos pocos hombres; allí

se hizo un pueblo grande, fuerte y numeroso. Los egipcios nos maltrataron

y nos humillaron y nos impusieron dura esclavitud. Gritamos al Señor Dios

de nuestros padres, y el Señor escuchó nuestra voz: vio nuestra miseria,

nuestros trabajos, nuestra opresión. El Señor nos sacó de Egipto con

mano fuerte, con brazo extendido, con terribles portentos, con signos y

prodigios, y nos trajo a este lugar y nos dio esta tierra, una tierra que

mana leche y miel. Por eso entro aquí con las primicias de los frutos del

Page 27: Meditaciones de Luis Alonso Schokel

suelo que me diste, Señor». Lo depositarás ante el Señor tu Dios y harás

fiesta con el levita y el emigrante que viva en tu vecindad por todos los

bienes que el Señor tu Dios te haya dado a ti y a tu casa,

La ceremonia es sencilla y significativa. El sentido se lo dan los

hombres, no brota de un rito mágico, Se exige un pequeño sacrificio

de lo primero, lo mejor, lo escogido; lo acompaña una profesión de

fe; de la fiesta han de participar también dos categorías sociales

que no poseen terrenos: el levita y el emigrante. La dimensión

social se funde con la religiosa. ¿Se puede vaciar de sentido este

rito? Quitemos la gran profesión de fe, y la ceremonia se

empequeñece, aunque no pierda todo su sentido. Quitemos las

referencias a la historia, y el rito amenaza con quedarse en

ritualismo, sin sentido explícito. De ahí podría pasar fácilmente a un

acto de magia, ejecutado para asegurar la nueva cosecha.

Quitemos la participación de las clases necesitadas, y el rito queda

desvirtuado, porque se pondría al servicio del egoísmo, negaría al

Dios liberador de oprimidos y protector de desvalidos. Podríamos

llamar a dicha pérdida de sentido «ritualización»; el rito sería

«ritualismo».

2. Israel ha sucumbido repetidas veces al peligro de ritualización.

De una manera o de otra, los ritos y todo el acto litúrgico pierden su

sentido. Entonces los asistentes ya no participan. Asisten

simplemente, como podría hacerlo un sordo que no oye, como un

extranjero que no entiende textos y explicaciones, como un no

Page 28: Meditaciones de Luis Alonso Schokel

creyente que asiste por cortesía, por razones sociales. La entera

celebración, con palabras y gestos, se ha cerrado en sí misma y no

relaciona al hombre con Dios, antes lo encierra en una ceremonia

hueca. El hombre, incluso el profesional del culto, dispone de la

celebración, la mantiene equipada con los medios tradicionales,

pero la vacía de sentido y la cierra, encerrando a todos dentro.

¿Hay salida? Hace falta una instancia externa y superior, un poder

que no esté a disposición de cualquiera, algo que desde fuera abra

brecha en el círculo cerrado, vicioso. Es la palabra profética. Ultima

instancia en Israel, por encima de rey, sacerdote y juez. Creen los

judíos que, con poseer el templo en Jerusalén, la ciudad está

asegurada contra todo riesgo: sea cual fuere su conducta, su

perversión, el templo corre con las costas. Entonces, en el mismo

templo, en presencia del pueblo congregado, en nombre de

Jeremías, lee Baruc la denuncia:

Jr 7, 8:

Os hacéis ilusiones con razones falsas, que no sirven: ¿De modo que

robáis, matáis, cometéis adulterio, juráis en falso, quemáis incienso a

Baal, seguís a dioses extranjeros y desconocidos, y después entráis a

presentaros ante mí y en este templo que lleva mi nombre, decís:

Estamos salvados, para seguir cometiendo tales abominaciones?

4:

No os hagáis ilusiones con falsas razones, repitiendo: El templo del

Señor, el templo del Señor, el templo del Señor.

Page 29: Meditaciones de Luis Alonso Schokel

No rechaza el culto el profeta, sino el culto así pervertido. lsaías

lo llama «dones vacíos, incienso execrable... no aguanto reuniones

y crímenes» (Is 1, 13). Si la liturgia no es círculo de presencia y

contacto con la divinidad, hay que romper ese círculo desde fuera,

hay que abrir brecha en la muralla complacida y complaciente.

Como no lo hacen los encargados desde dentro, tiene que hacerlo

el profeta desde fuera, lanzando como un proyectil la palabra de

Dios. Por eso, soberanos y sacerdotes llegan a temer el resonar de

esa palabra, poderosa como las trompetas de Jericó, y procura

condenar al profeta, como sucedió con Jeremías (Jr 26), o lo

expulsan, como en el caso de Amós. En nombre del rey Jeroboán,

conmina al profeta Amos el sacerdote Amasías:

Am 7, 12-13:

Vidente, vete, escapa al territorio de Judá; allí puedes ganarte la vida y

profetizar. Pero no vuelvas a profetizar contra Betel, que es el santuario

real y nacional.

Van de acuerdo el rey y el sacerdote: el santuario es de la

nación y del rey. En su ámbito sagrado no debe resonar la palabra

de Dios. Cierran por la fuerza el ámbito litúrgico al mensaje de Dios.

Pero tiene que sonar, porque Dios es soberano y no puede tolerar

la perversión de espacios y acciones sagradas.

3. Vengamos ahora a nuestra liturgia. También ella suele constar

de palabras y gestos. Entrada procesional, inclinaciones,

Page 30: Meditaciones de Luis Alonso Schokel

genuflexiones, sentados, de pie, manos juntas, alzadas. La división

no es por partes: primero palabras, luego gestos, porque los dos se

combinan a lo largo de la Eucaristía. Sí podemos decir que en la

liturgia de la palabra domina la palabra sobre el gesto, y en la

liturgia eucarística se equilibran ambos. El sacerdote levanta la

hostia y el cáliz, rompe la hostia, reparte la comunión.

EU/NO-RITUALIZARLA: ¿Tenemos también nosotros peligro de

ritualizar nuestra celebración? Al peligro no podemos sustraernos;

por eso es conveniente conocerlo y afrontarlo. El peligro de

ritualizar toda la ceremonia, y en concreto la liturgia de la palabra.

En el AT la palabra profética era externa al rito, actuaba sobre él o

contra su deformación, invadía soberanamente el espacio cúltico.

Lo describía como un círculo y una flecha que taladra la superficie.

Nosotros hemos incorporado la palabra de Dios como parte

integrante de la celebración eucarística. La flecha está dentro. ¿Se

dispara contra alguien, contra algo? El peligro es ahora convertir las

lecturas bíblicas en un rito más, quitando el aguijón a la palabra.

Escuchamos entendiendo apenas, decimos «palabra de Dios»

hemos despachado una ceremonia más. Es tanto como embotar la

espada tajante de la palabra profética o evangélica.

Sería perversión refinada o descuido fatal domesticar

litúrgicamente la palabra que interpela a la comunidad. La palabra

bíblica debe conservar todo su vigor. Aunque está dentro, hay que

escucharla como venida de fuera para irrumpir y penetrar, como

situada enfrente para enfrentarse y sacudir. Los israelitas le decían

a Moisés: «Háblanos tú, y te escucharemos; que no nos hable Dios,

Page 31: Meditaciones de Luis Alonso Schokel

que moriremos» (Ex 20, 19). Digamos nosotros: Que nos hable Dios

y viviremos; que nos hable Cristo y viviremos cristianamente.

4. Lo contrario de la ritualización es la recepción de la palabra

con fe, en cuanto palabra inspirada o llena de Espíritu. Recepción y

asimilación, como se asimila un alimento -el pan de la Palabra-;

como un aparato que, enchufado a la red eléctrica, recibe energía

con que actuar. Así hemos de imaginar y entender la palabra bíblica

en la celebración. Es activa y dinámica, en forma de palabra.

Quiero decir que no actúa por arte de magia, como un conjuro

ininteligible, como un abracadabra, sino a través de la percepción y

comprensión. De ahí la importancia de proclamar los textos en la

lengua que la asamblea entiende, la conveniencia de explicarlos o

comentarlos en la homilía. Hablo de una comprensión espiritual, del

hombre libre que no se cierra a la llamada del Espíritu. Cuando los

oyentes se burlan del profeta, remedando sus oráculos, Isaías

responde en nombre de Dios: «Pues ahora, en lengua balbuciente,

en lenguaje extraño, hablará a este pueblo» (Is 28, 1 l). Ezequiel lo

expone con más claridad:

Ez 3, 4-7:

Hijo de Adán, anda, vete a la casa de Israel y diles estas palabras, pues

no se te envía a un pueblo de idioma extraño y de lenguas extranjeras que

no comprendes. Por cierto que, si a éstos te enviara, te harían caso; en

cambio, la casa de Israel no querrá hacerte caso, porque no quieren

hacerme caso a mí.

Page 32: Meditaciones de Luis Alonso Schokel

Pero, cuando se comprende espiritualmente, la palabra no

aporta simple información, sino que comunica energía.

Un texto clásico nos lo suministra el profeta del destierro, Isaías

Segundo. Para convertir a sus paisanos a la esperanza, él no tiene

más que palabras. No puede corroborarlas con signos. Pero son

palabras de Dios, y la confirmación se tendrá cuando los

esperanzados vean hecho realidad el retorno a la patria. Pues bien,

el profeta enmarca su predicación en dos enunciados sobre el

poder de la palabra. En el primer capítulo de su mensaje

contrapone la palabra de Dios al hombre, yuxtapone aliento y

palabra de Dios. El hombre es hierba, y sus planes se marchitan y

agostan. ¡Cuántos planes cruzan por la mente del hombre sin cuajar

en forma definida y cuántos alcanzan forma y no llegan a

realizarse... ! El hombre es hierba, y heno son sus planes.

Especialmente cuando esos planes van contra el designio de Dios.

Porque entonces, el soplo de Dios, que puede ser vivificante, se

vuelve agostador. En cambio, el plan de Dios hecho palabra se

cumple sin falta. Los desterrados pueden construir su esperanza

sobre el cimiento de la promesa:

Is 40, 7:

se agosta la hierba, se marchita la flor, cuando el aliento del Señor

sopla sobre ellos; se agosta la hierba, se marchita la flor, pero la palabra

de nuestro Dios se cumple siempre.

Page 33: Meditaciones de Luis Alonso Schokel

Al final de su mensaje desarrolla el concepto con una imagen de

fecundidad. He hablado de energía de la palabra; será mejor hablar

de su fecundidad. Echando mano del viejo símbolo que imaginaba

rocío y lluvia como semen celeste que fertiliza la tierra madre de

plantas, el profeta describe la acción de esa palabra que baja del

cielo y se encarna en palabras humanas y viene con una misión y

tarea en la historia.

Is 55, 10-11:

Como bajan la lluvia y la nieve del cielo, y no vuelven allá sino después

de empapar la tierra, de fecundarla y hacerla germinar, para que dé semilla

al sembrador y pan al que come, así será mi palabra, que sale de mi

boca: no volverá a mí vacía, sino que hará mi voluntad y cumplirá mi

encargo.

Es interesante la aparición del pan en este contexto. La misión

última de la lluvia es dar a los hombres el pan de este año y la

semilla para el siguiente. La liturgia de la palabra apunta al pan

eucarístico, que es la Palabra enviada desde el cielo. En la

parábola del sembrador la palabra se compara a la semilla (Mt 13,

18-23).

Fecundidad no es lo mismo que eficiencia, y la fecundidad de la

palabra bíblica tiene sus plazos. Si por una parte hemos de esperar

resultados concretos de las lecturas de la misa, por otra parte no

podemos imponerles nuestras medidas de tiempo e intensidad. Sí

podemos esperar que las palabras cumplirán su misión.

Page 34: Meditaciones de Luis Alonso Schokel

«Y es tan grande el poder y la fuerza de la palabra de Dios que

constituye sustento y vigor de la Iglesia, firmeza de fe para sus hijos,

alimento del alma, fuente límpida y perenne de vida espiritual. Por eso se

aplican a la Escritura de modo especial aquellas palabras: La palabra de

Dios es viva y enérgica [Hb 4, 121, puede edificar y dar la herencia a todos

los consagrados [Hch 20, 321» (Dei Verbum, 21).

Misión de la palabra es hacer que la Iglesia vaya penetrando en

el misterio de Cristo. Misterio oceánico, inagotable, que encierra

todos los tesoros del saber (Col 2, 3). Toca al Espíritu «enseñarnos

todo» (Jn 14, 26) y «conducirnos por la verdad entera» (jn 16, 13).

Uno de sus instrumentos privilegiados es la palabra inspirada.

5. La liturgia de la palabra en la celebración eucarística es el

momento privilegiado para leer y escuchar la Escritura. Desde ese

centro se expanden y hacia él vuelven otras lecturas: paraliturgias,

lectura en grupos, lectura privada. «Las cañadas de Judá irán

llenas de agua, brotará un manantial en el templo del Señor» (Joel

4, 18). La Escritura es manantial de vida, situada en el templo, en la

celebración más que en el recinto; de él brotan y fluyen arroyos que

riegan todas las comarcas de la Iglesia. El cristiano no sólo bebe de

esa fuente en la misa, sino que de ella deriva una acequia. Si

prosigue la lectura y la deja ahondarse por la contemplación, un día

se encontrará con un lago limpio y profundo dentro de sí, donde se

refleja el cielo:

Page 35: Meditaciones de Luis Alonso Schokel

Eclo 24, 30-31:

Yo salí como canal de un río

y como acequia que riega un jardín.

Dije: regará mi huerto

y empapará mis arriates;

pero el canal se me hizo un río

y el río se me hizo un lago.

De ese lago podrá comunicar a otros: «La instrucción del experto

es manantial de vida» (Prv 13, 14), «la boca del justo es manantial

de vida» (Prv 10, 11). Lo podemos aplicar a la sabiduría o sensatez

del Evangelio, que el cristiano se ha asimilado también por medio de

la Escritura; entonces se dirá de él con buena razón: «Las palabras

de un hombre son agua profunda, arroyo que fluye, manantial de

sensatez» (Prv 18, 4).

Por eso recomienda la constitución Dei Verbum la lectura de la

Biblia, especialmente en la liturgia:

«Por eso todos los clérigos, especialmente los sacerdotes, diáconos y

catequistas dedicados por oficio al ministerio de la palabra, han de leer y

estudiar asiduamente la Escritura, para no volverse «predicadores vacíos

de la palabra, que no la escuchan por dentro»; y han de comunicar a sus

fieles, sobre todo en los actos lítúrgicos, las riquezas de la palabra de

Dios. El Santo Sínodo recomienda insistentemente a todos los fieles,

especialmente a los religiosos, la lectura asidua de la Escritura, para que

Page 36: Meditaciones de Luis Alonso Schokel

adquieran la ciencia suprema de Jesucristo [Flp 3, 81, pues desconocer la

Escritura es desconocer a Cristo. Acudan de buena gana al texto mismo:

en la liturgia, tan llena del lenguaje de Dios; en la lectura espiritual o bien

en otras instituciones ... » (Dei Verbum, 25).

La experiencia de apenas veinte años, un par de horas en la

historia de la Iglesia, nos enseña o confirma que la liturgia de la

palabra en la celebración eucarística es un núcleo expansivo,

dinámico. Provoca otros actos de presencia, con todas sus

consecuencias. No es extraño que, al decaer entre los católicos

(especialmente en países latinos) la lectura de la Biblia, perdiera

importancia práctica la liturgia de la palabra en la celebración

eucarística. Al recobrar la vieja tradición, amortiguada quizá por la

polémica postridentina, lectura de la Biblia y liturgia de la palabra

recobran simultáneamente su puesto privilegiado.

«Que de este modo, por la lectura y estudio de los Libros sagrados, se

difunda y brille la palabra de Dios [2 Tes 3, 1]; que el tesoro de la

revelación encomendado a la Iglesia vaya llenando el corazón de los

hombres. Y como la vida de la Iglesia se desarrolla por la participación

asidua del misterio eucarístico, así es de esperar que recibirá nuevo

impulso de vida espiritual con la redoblada devoción a la palabra de Dios

que dura para siempre [Is 40, 8; cf. 1 Pe 1, 23-25]» (Dei Verbum, 26)

LUIS ALONSO SCHÖKEL

MEDITACIONES BÍBLICAS SOBRE LA EUCARISTÍA

Page 37: Meditaciones de Luis Alonso Schokel

SAL-TERRAE SANTANDER 1987.Págs. 31-52

.............................................................

* Todas las citas bíblicas están tomadas de la Nueva Biblia Española, traducida por L. ALONSO SCHÖKEL y J. MATEOS (Madrid 1975).

La liturgia penitencial

1. LITURGIA-PENITENCIAL: Cuando no hay una razón particular,

nuestra celebración eucarística echa por delante una liturgia

penitencial, es decir, una acción litúrgica en la que se ejerce el

ministerio de la reconciliación. Actualmente esa acción no es una

forma especial del sacramento de la penitencia, y no voy a discutir

aquí el problema de su sentido y función original. Podríamos

llamarlo un «sacramental», mucho más que un golpe de pecho o

tomar agua bendita. El ministerio de la reconciliación es amplio,

generoso de parte de Dios, y la Iglesia puede realizarlo de formas

diversas, según las circunstancias de tiempo, lugar y personas.

Vamos a inscribir dicha liturgia penitencial en un texto de Pablo:

2 Cor 5, 18:

Y todo eso es obra de Dios, que nos reconcilió consigo a través del

Mesías y nos encomendó el servicio de la reconciliación. 19: Quiero decir

que Dios, mediante el Mesías, estaba reconciliando el mundo consigo,

cancelando la deuda de los delitos humanos y poniendo en nuestras

manos el mensaje de la reconciliación. 20: Somos, pues, embajadores de

Page 38: Meditaciones de Luis Alonso Schokel

Cristo, y es como si Dios exhortara por nuestro medio.

En rigor, no nos reconciliamos nosotros; es Dios quien nos

reconcilia, y nosotros «nos dejamos reconciliar» con él. El acto

implica un cancelar una deuda o perdonar un pecado, para

restablecer las buenas relaciones. Ese perdón lo otorga Dios por

medio de Cristo, y a la Iglesia toca ponerse al servicio de la

reconciliación.

Hay que subrayar el carácter interpersonal de la acción. Se habla

de deuda, que interviene entre dos personas, deudor y acreedor. Si

habláramos de ofensa, serían ofensor y ofendido. Más que

quebrantar una norma objetiva, hemos faltado a un compromiso con

otra persona: ¿de justicia o de amor?

2. Funciones y actos. Dios entra en función de parte ofendida; el

hombre, la comunidad, en función de parte ofensora. No negamos

que en otras ocasiones Dios actúe como juez, en posición elevada e

imparcial, condenando al culpable y absolviendo al inocente. De

esta actividad hay numerosos ejemplos en el AT, concretamente en

las súplicas del inocente acusado o perseguido y en textos

escatológicos. Ahora bien, esos momentos no son liturgias

penitenciales que se ordenan a la reconciliación. En la liturgia

penitencial del AT Dios no es juez, sino parte. Esto se puede

apreciar en muchas querellas proféticas, en los salmos 50-51 y en

otros salmos penitenciales.

La parte ofendida quiere restablecer las buenas relaciones

Page 39: Meditaciones de Luis Alonso Schokel

personales. Lo ha de hacer de manera personal, no mecánica,

comprometiendo al ofensor. No puede decir: «no me importa, lo

olvido todo, no ha pasado nada», antes de que el ofensor complete

su proceso de transformación. Si el ofensor ha quebrantado

consciente y libremente sus compromisos, ha pasado algo serio, y el

ofendido no dirá «aquí no ha pasado nada», porque eso no sería

una reconciliación responsable de dos personas. Más bien

entablará un diálogo, se querellará, dirigirá un proceso, para que el

ofensor reconozca la culpa y pida perdón. Sólo así se restablecen

relaciones personales mutuas.

Si el ofendido dice que no le importa lo sucedido, está implicando

que no le importa la persona del ofensor. ¡Cuántas veces

despreciamos la crítica de los rivales y, al hacerlo, los despreciamos

como personas... ! A Dios le importa la persona del ofensor; por eso

le importa lo sucedido. Quiere cancelar la deuda, borrar la mancha,

descargar la culpa, perdonar la transgresión; pero quiere hacerlo

engranando la conciencia y responsabilidad del ofensor. Sólo al

final podrá decir: «lo olvido todo». Responsabilidad es responder: a

alguien, de algo. Por eso la liturgia penitencial es un proceso que

incluye convocación, diálogo, sanción.

Ese proceso, que es misterio de gracia en acción, toma la forma

externa de un juicio contradictorio entre dos partes, ofensor y

ofendido. La forma externa es como una pantomima que, al

representar, realiza. Algo así como las frases que llaman

performatívas (el inglés perform significa ejecutar). Cuando un

presidente dice: «declaro inaugurada la asamblea», la asamblea

Page 40: Meditaciones de Luis Alonso Schokel

queda real y jurídicamente inaugurada, tiene validez legal. Cuando

la asamblea litúrgica representa un juicio contradictorio de

reconciliación, lo representado sucede realmente.

Ese proceso o representación eficaz se desarrolla normalmente

en tres actos: acusación, confesión, perdón.

3. Primer acto: acusación. La parte ofendida convoca al ofensor,

le recuerda los compromisos, le echa en cara su incumplimiento.

Este acto ha quedado implícito o no desarrollado en nuestra liturgia

penitencial. Está implícito en la convocación litúrgica. En el nuevo

misal italiano lo encontramos aludido:

«El Señor Jesús, que nos invita a la mesa de la palabra y de la

eucaristía, nos llama a la conversión.»

« ... somos llamados a morir al pecado ... »

«El Señor ha dicho: el que no tenga pecado, que tíre la primero

piedra.»

En el AT nos cansaríamos de citar y leer textos pertinentes.

Citaré algunos, tomados de salmos y profetas:

Sal 50, 6:

Dios en persona viene a juicio. 7: Escucha, pueblo mío, que voy a

hablarte, Israel, voy a dar testimonio contra ti.

21:

Page 41: Meditaciones de Luis Alonso Schokel

Esto haces, ¿y me voy a callar?, ¿crees que soy como tú? Te acusaré,

te lo echaré en cara.

Jr 2, 5:

¿Qué delito encontraron en mí vuestros padres para alejarse de mí?

Siguieron tras vaciedades y quedaron vacíos.

8:

Los sacerdotes no preguntaban: ¿Dónde está el Señor?,

los doctores de la ley no me reconocían,

los pastores se rebelaron contra mí,

los Profetas Profetizaban en nombre de Baal...

13:

Dos maldades ha cometido mi pueblo:

me abandonaron a mí, fuente de agua viva,

y se cavaron aljibes, aljibes agrietados

que no retienen el agua.

Todo el texto de Jeremías 2. 1 - 4, 4. es digno de leerse y

meditarse en este punto.

La acusación se basa en o apela a los compromisos contraídos.

Es decir, existe un compromiso mutuo, y ese compromiso se ha

articulado en una serie de cláusulas. El compromiso es la alianza,

las cláusulas se enumeran en el protocolo o documento de la

alianza. «Congregadme a mis fieles, que sellaron mi pacto con un

Page 42: Meditaciones de Luis Alonso Schokel

sacrificio» (Sal 50, 5); «¿Por qué recitas mis preceptos y tienes

siempre en la boca mi alianza?» (Sal 50, 16). La alianza del Sinaí

propone diez cláusulas (en griego, deka-logoi, el decálogo); el

protocolo está grabado en una losa que se conserva en el templo.

En base a esas cláusulas, Dios puede querellarse con su pueblo

por no haber cumplido los compromisos solemnemente contraídos.

El pueblo a una había prometido: «HaremoS cuanto dice el Señor»

(Ex 19, 8; 24, 3.7).

CR/DECALOGO-EV: Para la comunidad reunida a celebrar la

Eucaristía, ¿cuál es el punto de referencia?; ¿sigue siendo el

decálogo del Sinaí? El precepto del sábado y la prohibición de

hacer imágenes de Dios ya no están en vigor. El resto de alguna

manera, sí conserva vigencia, aunque no sin más. El cristiano no

vive en la vieja alianza, sino en la nueva ; el protocolo de la nueva

alianza no es el decálogo del Sinaí, sino el evangelio de Jesucristo.

Las bienaventuranzas, el sermón del monte, el mandato de

perdonar a los enemigos no forman parte del decálogo. Y aun lo

que de éste conserva su vigor ha sido transformado en profundidad.

No es correcto decir que la base de la vida del cristiano, en lo que

tiene que hacer, sea el decálogo. En el capítulo 5 de Mateo se leen

seis expresiones del siguiente tipo: «Os han enseñado que se

mandó a los antiguos... Pero yo os digo... Se mandó también... Pues

yo os digo........... ». En vez de Moisés como mediador, Jesús, el

Mesías, el Hijo del Padre; en vez del Sinaí, el monte de Galilea; en

vez de diez preceptos o prohibiciones, ocho bienaventuranzas o

felicidades; en vez de losas de piedra, el Espíritu en los corazones.

Page 43: Meditaciones de Luis Alonso Schokel

Y a partir de ese centro se organizan otras exigencias y normas y

consejos del evangelio, que se concentran en el doble amor a Dios

y al prójimo. Claro está que el Evangelio engloba y profundiza

cuanto hay de permanente en el decálogo; en cambio, el decálogo

no contiene todo el Evangelio.

Ahora bien, ese evangelio nos acusa reiteradamente. Es nuestro

compromiso con Dios Padre, mediado por su Hijo. ¿Lo cumplimos?

¿En qué grado? El evangelio es un anuncio feliz, una buena nueva;

¿no es también un acto de acusación contra nosotros? Se podría

leer una página del evangelio tomándolo como querella del Señor

con los suyos. Esta comunidad cristiana ¿cree de veras que es un

valor el compartir? ¿O sigue creyendo que el valor es adquirir y

poseer? Esta comunidad cristiana ¿cree que es un valor y una

exigencia trabajar por la paz? ¿O se despreocupa de semejante

problema? ¿Siente esta comunidad la sed de justicia? Lecturas y

reflexiones de este tipo podrían hacer incidir el mensaje bíblico en

las comunidades cristianas con más eficacia.

El evangelio nos incita y nos acusa, después nos ofrece perdón y

nos reconcilia. Por eso se invocaba: «Per evangelica dicta deleantur

nostra delicta» (por las palabras del evangelio se borren nuestros

pecados). No de forma mecánica, sino de forma responsable, en el

proceso de llamada y respuesta.

Ya he dicho que este acto apenas se encuentra en la liturgia

penitencial de nuestra celebración eucarística. Más aún, hay

ocasiones en que, por preceder otro acto litúrgico o paralitúrgico,

p.e. Laudes, se salta del todo la parte penitencial. Otras ocasiones

Page 44: Meditaciones de Luis Alonso Schokel

en que lo practiquemos con más amplitud y sosiego nos ayudarán a

penetrar el sentido de esta parte de la misa.

4. Segundo acto: confesión. La parte acusada y querellada

podría defenderse, negar los hechos o las imputaciones. Pero

cuando es Dios quien nos echa en cara nuestra conducta, ¿cómo

podremos negarla? «¿Cómo te atreves a decir: No me he

contaminado?... ¿Por qué me ponéis pleito, si sois todos rebeldes?

(Ir 2, 23.29). En este caso no hay más que confesar la culpa y pedir

perdón.

Esto se suele preparar dejando un espacio de silencio para que

los presentes repasen concretamente algunas culpas más

importantes o más recientes o más relacionadas con la celebración

específica. Una monición podría encauzar la reflexión. Después la

parte ofensora reconoce su culpa y pide perdón a la parte

ofendida.

El AT nos suministra innumerables ejemplos y fórmulas de este

segundo acto:

Sal 32, 5:

Propuse: Confesaré al Señor mi pecado.

Sal 38, 5:

Mis culpas sobrepasan mi cabeza,

son un peso superior a mis fuerzas.

Page 45: Meditaciones de Luis Alonso Schokel

Sal 51, 3-5:

Por tu inmensa compasión, borra mi culpa.

Lava del todo mi delito, limpia mi pecado,

pues yo reconozco mi culpa,

tengo siempre presente mi pecado.

Sal 65, 4:

Nuestros delitos nos abruman,

pero tú los perdonas.

Sal 130, 3-4:

Si llevas cuenta de los delitos, Señor,

¿quién podrá resistir?

El perdón es cosa tuya,

y así infundes respeto.

Jr 3, 22:

Volved, hijos apóstatas,

y os curaré de vuestras apostasías.

-Aquí estamos, hemos venido a ti,

porque tú, Señor, eres nuestro Dios...

25:

nos acostamos sobre nuestra vergüenza

y nos cubre el sonrojo,

porque pecamos contra el Señor nuestro Dios.

Page 46: Meditaciones de Luis Alonso Schokel

Los libros litúrgicos de la misa nos ofrecen un par de fórmulas:

«Señor, ten misericordia de nosotros, porque hemos pecado contra

ti», «Tú que has venido a llamar a los pecadores, Cristo ten

piedad». El nuevo formulario italiano es más rico y diferenciado:

«Reconozcamos que somos pecadores e invoquemos confiados la

misericordia de Dios.»

«Humildes y penitentes como el publicano en el templo, acudamos al

Dios justo y santo, para que se compadezca de nosotros, pecadores.»

«Cristo, que en la cruz has pedido perdón por los pecadores, ten piedad

de nosotros.»

Observemos otro aspecto importante. En la liturgia penitencial de

la misa no intervienen individuos aislados. No es que el asunto sea

de cada uno con Dios y que accidentalmente nos encontremos

todos en el mismo sitio y, por ahorrar tiempo, digamos todos a una

las mismas palabras. Lo individual no queda anulado, pero no es lo

específico en este caso. Es verdad que el confiteor suena en

primera persona del singular: «Yo confieso ante Dios Todopoderoso

y ante vosotros, hermanos, que he pecado mucho ... » Aun esa

fórmula en singular es compartida con un efecto recíproco confesión

y testimonio de los «hermanos». Lo propio de la liturgia penitencial

en la Eucaristía es su aspecto comunitario. Además de las

responsabilidades individuales irrenunciables, hay una solidaridad

en la culpa. Los dos elementos no se oponen ni se excluyen,

Page 47: Meditaciones de Luis Alonso Schokel

aunque algunos encuentren difícil la armonización o integración.

Algunos temen que, al ponderar la responsabilidad comunitaria, se

quiera o se pueda desvirtuar la responsabilidad personal. De

ninguna manera.

El Antiguo Testamento nos ofrece unas cuantas confesiones de

pecado comunitarias, después del destierro; precisamente cuando

Ezequiel ha reafirmado la responsabilidad individual (Ez 18). Un

ejemplo insigne, que recoge y amplifica los precedentes, es Baruc 1,

15 - 3, 8, del que citaré unas cuantas frases:

1, 15: Confesamos que el Señor nuestro Dios es justo, y a nosotros nos

abruma hoy la vergüenza: a judíos y vecinos de Jerusalén, 16: a nuestros

reyes y gobernantes, a nuestros sacerdotes y profetas y a nuestros

padres; 17-8: porque pecamos contra el Señor no haciéndole caso,

desobedecimos al Señor, nuestro Dios, no siguiendo los mandatos que el

Señor nos había dado.

3,1: Señor todopoderoso, Dios de Israel, un alma afligida y un espíritu

que desfallece gritan a ti. 2: Escucha, Señor, ten piedad, porque hemos

pecado contra ti 5: No te acuerdes de los delitos de nuestros padres,

acuérdate hoy de tu mano y de tu nombre.

RBA-COLECTIVA: La responsabilidad es de toda la comunidad,

incluso de los antepasados. Cada uno se siente solidario de los

demás y carga con la historia del pueblo. Es admirable: solidario en

la confesión de un pecado común, el pueblo disperso se siente uno.

En presencia de Dios los pecados no abruman; antes bien,

Page 48: Meditaciones de Luis Alonso Schokel

aglutinan a la comunidad.

Incluso cuando Daniel ora en primera persona del singular,

«escucha la oración y las súplicas de tu siervo», lo hace en nombre

de todo el pueblo: «todo Israel quebrantó tu ley rehusando

obedecerte... Por nuestros pecados y los delitos de nuestros

padres, Jerusalén y todo tu pueblo son afrentados... Pero, aunque

nos hemos rebelado, el Señor es compasivo y perdona» (Dn 9),

Pueden leerse también Esdras 9 y Nehemías 9.

La corresponsabilidad no se opone a la responsabilidad, antes la

engloba. Habría que desarrollar simultánea y armónicamente los

dos factores: la conciencia de que individual y comunitariamente

somos responsables ante Dios. No sólo el cristiano falta a sus

compromisos de alianza, sino que esta comunidad cristiana, en

cuanto tal, falta a sus compromisos evangélicos con Jesucristo. La

liturgia penitencial eucarística puede ser un momento oportuno para

educar y robustecer esa conciencia. De nuevo, el formulario italiano

nos ofrece material oportuno:

«Al empezar esta celebración eucarística, pidamos la conversión del

corazón, fuente de reconciliación Y comunión con Dios y con los

hermanos.»

«Reconozcámonos todos pecadores y perdonémonos mutuamente de lo

hondo del corazón.»

«Señor, que nos construyes como piedras vivas para formar el templo

santo de Dios, ten piedad de nosotros.»

Page 49: Meditaciones de Luis Alonso Schokel

5. Tercer acto: el perdón. También este acto se enuncia en forma

plural. Y se pronuncia en forma de petición. Dios no viene como juez

a condenar al culpable, convicto y confeso; viene como parte

ofendida a reconciliar al hombre consigo. El hombre no puede por

su cuenta reconciliarse con Dios ni Dios tiene que reconciliarse con

el hombre. La acción es de Dios Padre y de Jesucristo: «Jesucristo,

el justo [inocente], intercede por nosotros y nos reconcilia con el

Padre» (del nuevo formulario italiano).

El acto final de un juicio contradictorio, entre dos partes, puede

suceder de tres formas. El ofensor o deudor restituye o satisface

totalmente al ofendido y se restablece así la relación justa entre

ambos. Sucede una avenencia o composición; el ofendido acepta

una compensación parcial, una reparación modesta, y se da por

satisfecho; el ofensor repara así la culpa y hasta queda agradecido.

El ofendido renuncia a sus derechos, perdona enteramente la

deuda, totalmente la ofensa. Toca a la parte ofendida escoger la

salida del proceso; el ofensor sólo puede suplicar. La liturgia

penitencial eucarística entra en el tercer desenlace: Dios perdona y

sellará la reconciliación con el banquete.

El presidente de la acción litúrgico emplea una forma de súplica,

no la forma aseverativa: «Dios todopoderoso tenga misericordia de

nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna».

No dice: «Yo os perdono», ni «Dios nos perdona», sino que suplica

y se incluye en la comunidad pecadora, en el «nosotros, nuestros,

nos». La historia nos enseña que en otras épocas, en otras

regiones de la Iglesia, se ha empleado la fórmula suplicatorio con

Page 50: Meditaciones de Luis Alonso Schokel

validez sacramental (he de volver sobre el asunto en otra ocasión).

Es más, nuestra fórmula actual es muy antigua o depende de textos

antiguos y tradicionales.

Entonces, ¿es una mera súplica? ¿O tiene de algún modo valor

performativo, eficaz? No es performativa en cuanto que realiza lo

que dice, pues no enuncia; es eficaz en cuanto que tiene la garantía

de que será concedida la petición, aunque no sea en forma

sacramental.

En ese momento no habla Dios ni tampoco Jesucristo, como

intercedió en la cruz: «Padre, perdónalos». No habla el sacerdote

en representación de Dios o de Jesucristo, pues se incluye entre los

pecadores. Habla como miembro cualificado de la comunidad y en

nombre de ella. Sólo que lo dice con el encargo y la promesa de

perdón de Dios, con la garantía de la reconciliación realizada por

medio del Mesías: «Dios nos reconcilió consigo a través del Mesías

y nos encomendó el servicio de la reconciliación» (2 Cor 5, 18).

LUIS ALONSO SCHÖKEL

MEDITACIONES BÍBLICAS SOBRE LA EUCARISTÍA

SAL-TERRAE SANTANDER 1987.Págs. 19-29

OFERTORIO-EUCARISTÍA-BERAKA

Hablemos ahora de la parte que llamamos «ofertorio», que

significa o designa la oferta de los dones. Voy a explicar esta

sección ampliándola en dos direcciones. Primera,

Page 51: Meditaciones de Luis Alonso Schokel

remontándome a prácticas y expresiones bíblicas; segunda,

comentando el texto actual del ofertorio, aunque me obligue a

incursiones en otras partes de la Misa.

El texto actual es: «Bendito seas, Señor, Dios del universo,

por este pan/por este vino, fruto de la tierra/de la vid y del

trabajo del hombre, que recibimos de tu generosidad y ahora

te presentarnos. El será para nosotros pan de vida/bebida de

salvación». Unas veces se realiza con conducción procesional

del pan y el vino al altar; otras veces se reduce al gesto del

sacerdote elevando los dones. En algunas ocasiones otros

dones acompañan al pan y al vino.

El texto es una bella síntesis de la celebración que

llamamos en griego eukharisteia, en español acción de

gracias, en hebreo beraka. Comenzaré exponiendo sin prisas

el término hebreo.

1. Beraka. Una exposición histórica estudiaría formas

litúrgicas judías y perseguiría su influjo y desarrollo en

fórmulas cristianas. El estudio ha sido realizado por

especialistas. En castellano contamos con la erudita

exposición de J. M. Sánchez Caro, Eucaristía e Historia de

salvación (Madrid 1983). Mi tarea es mucho más modesta Y

más atada al Antiguo Testamento; quizá ello me permita una

aportación útil, al menos para la meditación.

Es bien sabido que la liturgia judía usaba unas fórmulas de

acción de gracias que llamaba beraka o birkat-, diferenciadas

Page 52: Meditaciones de Luis Alonso Schokel

según el momento del banquete. Beraka es, por tanto, una

fórmula cuyo equivalente cristiano es la «anáfora». Pero

beraka en el AT es algo más; designa también el don.

La raíz hebrea brk, especialmente en la conjugación «piel

barek», la solemos traducir por «bendecir». Pero es

necesario diferenciar la traducción. Fundamentalmente, el

verbo implica dos personas y un bien de una de ellas. La

bendición de A se refiere a un bien respecto de B. Si B no lo

posee, la bendición es un desearle que lo obtenga; si ya lo ha

conseguido, es felicitarle por ello. Un amigo nos dice que se

va a examinar u opositar, y nosotros le deseamos buena

fortuna, éxito: le bendecimos. Más tarde lo encontramos y nos

comunica que ha tenido éxito, y entonces le felicitamos.

Ambos contenidos se pueden escuchar en el verbo brk,

según las ocasiones.

Dice un proverbio hebreo: «Quien saluda al vecino de

madrugada y a voces es como si lo maldijese». «Saludar» es

brk, y es darle los buenos días, «Dar los buenos días»

procede de la vieja fórmula que sonaba así completa:

«Buenos días os/nos dé Dios»: es desear un bien al otro para

toda la jornada, bendecirlo. Los italianos pueden desearnos

«tante belle cose» y los alemanes pueden decir «Alles Gute».

Esas fórmulas pueden degradarse en simple saludo cortés,

en convención social. A un saludo de despedida parecen

referirse Gn 47, 10 y Ex 12, 32. El sentido de felicitar por el

bien conseguido está muy claro en 2 Sm 8, 10: «despachó a

Page 53: Meditaciones de Luis Alonso Schokel

su hijo Adoran para saludar al rey David y darle la

enhorabuena (brk) por el combate y la derrota de

Adadhezer».

Cuando la otra persona nos ha hecho un favor, nuestra

bendición es más bien una acción de gracias: bendecimos =

damos gracias. Con esto entramos en nuestro terreno; por lo

cual será útil citar algunos ejemplos:

Dt 24, 13:

Si es pobre, ... le devolverás [la prenda] a la caída del sol,

y así él se acostará sobre su manto y te bendecirá...

Job 31, 19:

Si vi al pobre o al vagabundo

sin ropa con que cubrirse

y no me dieron las gracias (brk) sus carnes,

calientes con el vellón de mis ovejas...

2 Sm 14, 22:

Joab se postró rostro en tierra, haciendo una reverencia,

y dio las gracias al rey.

Un último paso de relaciones entre hombres. El

agradecimiento = bendición puede acompañar las palabras

con un don o regalo que exprese el sentimiento de gratitud.

No es un pago que iguale o anule el beneficio recibido; es la

Page 54: Meditaciones de Luis Alonso Schokel

expresión tangible del reconocimiento. Ha de ser significativo,

no mezquino, de acuerdo con las posibilidades del que recibió

el don. Jacob había robado a su hermano mayor, Esaú, la

bendición paterna testamentaria, y éste jura vengarse. Jacob

emigra y, al cabo de muchos años, decide volver a la casa

paterna. Pero ha de atravesar el territorio controlado por su

hermano. Para congraciarse con él adopta actitudes humildes

y generosas y envía por delante más de 400 cabezas de

ganado, «pues se decía: Lo aplacaré con los presentes que

van por delante. Después me presentaré a él: quizá me reciba

bien» (Gn 32, 21). Finalmente se encuentran los dos

hermanos y Esaú le pregunta:

33, 8-11:

¿Qué significa toda esta caravana que he ido encontrando?

Contestó: -Es para congraciar me con mí Señor. 9: Replicó Esaú:

-Yo tengo bastante, hermano mío; quédate con lo tuyo. Jacob

insistió: -De ninguna manera. Hazme el favor de aceptar estos

presentes. Pues he visto tu rostro benévolo y era como ver el rostro

de Dios. Acepta este obsequio (beraka) que te he traído: me lo ha

regalado Dios y es todo mío.

La bendición (beraka) del padre, robada (Gn 27), se

compensa con el presente regalo (beraka).

La nuera de Caleb se acerca a él y le dice: «Hazme un

regalo (beraka)» (Jos 15, 19). Naamán, curado, retorna a dar

Page 55: Meditaciones de Luis Alonso Schokel

las gracias a Eliseo: «Acepta un regalo de tu servidor» (2 Re

5, 15). Un hombre generoso se llama nepes beraka (Prv 11,

25). Job «recibía la bendición (beraka = agradecimiento) del

vagabundo» (Job 29, 13).

2. Una vez establecido este importante punto, puedo

introducir en la escena un tercer personaje: Dios. Ya

asomaba implícito, pues cuando el pobre se acostaba y

«bendecía» a su bienhechor, le estaba deseando la bendición

de Dios; y los deseos de bienes apuntan a Dios como dador.

El esquema tiene forma triangular: el favorecido, para

agradecer, invoca sobre él la bendición divina: «Bendito seas

tú de Dios por el bien que me has hecho». Recordemos la

expresión cristiana «Dios se lo pague». Como diciendo: «te

deseo un gran bien; tan grande que no te lo puedo dar yo; lo

único que puedo es pedir a Dios para que te galardone por tu

bondad».

Al entrar Dios en el esquema del agradecimiento, lo

complica y también lo enriquece. Surge una relación doble:

yo, agradecido, le deseo un bien a mi benefactor y pido que

Dios le conceda bienes como pagando en mi lugar. Las dos

cosas no se excluyen, antes se complementan. No puedo

hacer un don mayor a esa persona que desear que Dios sea

el pagador; si consigo que Dios se lo pague, no hay acción de

gracias que se le iguale. Por eso el hebreo podía decir:

«Bendito seas de Dios por ... ». Abrán vuelve de su victoria,

Page 56: Meditaciones de Luis Alonso Schokel

en la que ha liberado a los cautivos, y el rey sacerdote de

Salén le bendice:

Gn 14,19:

¡Bendito sea Abrán por el Dios Altísimo,

creador de cielo y tierra;

bendito sea el Dios altísimo,

que te ha entregado tus enemigos.

Con esto pasamos al último apartado, otra vez binario, que

relaciona al hombre con Dios. Cuando el sujeto del verbo es

Dios, la palabra es acción, es eficaz. Dios bendice al hombre

con la fecundidad (Gn 1, 28). Bendice los trabajos del hombre

(Job 1, 10), los brotes de los campos (Sal 65, 1 l), el pan y el

agua (Ex 23, 25), la morada (Prv 3, 33), a los patriarcas (Gn

12, 2; 22, 17; 25, 11), al pueblo (Dt 1, 1 1; 14, 24). La

bendición de Dios es bienhacer.

A los beneficios de Dios responde el hombre bendiciendo a

Dios. En ese momento el verbo tiene otro contenido. El

hombre no puede hacer bienes ni desear bienes al Bien

Supremo; a lo más, puede felicitarle por los bienes que posee.

También puede reconocer los beneficios recibidos y

agradecerlos; y ese acto es como una entrega libre de sí

mismo. En hebreo puede usarse barek para significar

«bendecir». El libro de los salmos emplea más de veinte

veces el verbo brk en este sentido.

Page 57: Meditaciones de Luis Alonso Schokel

Hay un salmo que muestra muy bien y brevemente el

movimiento alterno de la bendición de Dios al hombre, del

hombre a Dios, de Dios al hombre... Es el Salmo 134, que

reservo para la última reflexión, ya que nuestra Eucaristía se

cierra con una bendición.

Nos queda un elemento solo: el don que acompaña a las

palabras. ¿Podemos ofrecer un don a Dios? En rigor, nada

podemos dar a Dios, sólo podemos con el don expresar

nuestro agradecimiento. La ofrenda de primicias (Dt 26), que

he mencionado ya, es un buen ejemplo; pero no emplea el

término «bendecir». Las ofrendas cúlticas se llaman en

hebreo minha (que significa, en sentido profano, «tributo»),

no se llaman beraka. Para explicar la denominación

«ofertorio» nos servirían. Ahora bien, mi intención es explicar

el ofertorio como Eucaristía = beraka, extendiéndome en

comentar su fórmula.

Con lo dicho creo disponer de un contexto mental que nos

permita movernos sin desorientarnos.

3. PAN/BERAKA-BENDICION OFERTORIO/EXPLICACION:

Me voy a fijar en los dones como beraka, según el sentido

expuesto del AT. La Eucaristía o acción de gracias no es sólo

verbal, sino que se materializa en la oferta de unos dones. El

texto comienza así: «Bendito seas, Señor Dios del universo,

por este pan/este vino». ¿Por qué se pronuncia aquí el título

«Dios del universo»? Traemos un poco de pan y vino: ¿por

Page 58: Meditaciones de Luis Alonso Schokel

qué una invocación tan grande y solemne? Porque en lo

humilde se nos revela el Sublime. Porque escogemos un don

que, en su pequeñez, es cifra de múltiples, inmensos dones.

Hemos dado forma redonda y color blanco a este pan, como

significando en la redondez totalidad, plenitud, perfección, y

en el color blanco la síntesis de todos los colores. Aunque

tenga otra forma y otro color, lo importante es que es «fruto

de la tierra». Por lo tanto, en el pan está presente la tierra,

tierra madre y fecunda, que con su fertilidad alimenta a sus

hijos. ¡Bendito, Señor, por el don de la tierra! Durante

millones de años la has ido preparando para que fuese

morada de tus hijos. No hay pan sin una tierra que reciba en

su seno la semilla. También recibe la lluvia, por lo cual el pan

es fruto del agua terrestre y celeste. La lluvia fecunda

paternalmente la tierra materna. ¡Bendito, Señor, por la lluvia,

que hace crecer los brotes! El pan es fruto también del cielo,

es decir, de la atmósfera adonde se ha subido el agua antes

de bajar repartida. ¿Y cómo ha podido subir venciendo su

peso, concentrarse y moverse por los aires, hasta

descomponerse en millones de gotas con que regar,

centímetro a centímetro, el suelo? Una fuerza ha tirado de

ella, más poderosa que la fuerza de la gravedad: el sol con su

calor. ¡Bendito, Señor, por la fuerza del sol! El sol, que

pertenece a un sistema, que centra y equilibra los planetas y

se incorpora a constelaciones y galaxias. Astros que giran y

se mantienen en equilibrio móvil, prodigioso; sin tropezar, sin

Page 59: Meditaciones de Luis Alonso Schokel

cansarse; cada uno en su puesto ejercitando la fuerza exacta

y precisa, de modo que la tierra pueda recibir en su momento

la lluvia y pueda producir su fruto: el pan, fruto de la tierra y

del agua y del viento y de los astros. Fruto de la luz, que

activa la función clorofílica, y también de la oscuridad alterna,

que garantiza su vitalidad. Fruto del ritmo puntual, pulso del

tiempo terrestre, sístole y diástole en el corazón de nuestro

sistema. ¡Bendito, Señor, por la luz que se ha concentrado en

la entraña de este pan y se refleja en su superficie blanca!

Fruto de la tierra, con sus fuerzas físicas y químicas, sus

jugos que chupan las raíces, su presión que sujeta los tallos,

su callada actividad escondida. La planta alberga en sí

fuerzas opuestas y coordinadas: la fuerza que empuja hacia

abajo las raíces, venciendo la resistencia mineral, y la fuerza

que empuja hacia arriba, venciendo la fuerza de la gravedad.

¿Cómo puede el tierno y minúsculo tallo abrirse paso por la

barrera compacta del suelo, rompiendo o apartando terrones,

con inexorable impulso ascensional, hasta alcanzar la estatura

exacta? El pan, fruto de la planta, de la tierra, de sus fuerzas

plurales. Fruto de la tierra significa también tiempo y ritmo,

porque no brota el grano de repente, en un momento. Si ha

de contar con el pulso breve de noche y día, depende

también del ritmo ancho de las estaciones: el frío silencio del

invierno, el sorprendido espabilarse de la primavera, el calor

creciente del estío. Todo es necesario para que llegue a

cuajar este trozo de pan. Para ello la tierra ha de girar

Page 60: Meditaciones de Luis Alonso Schokel

levemente recostada en su órbita, acercándose y alejándose

calculadamente del sol. ¡Bendito, Señor, por este pan fruto de

la tierra y las estaciones! Y no hemos terminado, porque este

pan, esta cosecha, es fruto de una simiente, tomada de la

cosecha del año anterior «para que dé semilla al sembrador y

pan al que come» (Is 55, 10); y ésta fue fruto de otra

precedente; y así, sin interrupción, nos tenemos que remontar

siglos, milenios. Este pan que hoy te ofrecemos cierra un

proceso de milenios y abre el siguiente, con un poco de

historia humana, con mucho de ciclos naturales.

Significa mucho este trozo de pan, y por eso te lo

ofrecemos como don menudo y apretado. Lo explicamos con

causas físicas y químicas, elementos y astros; detrás de todo

ello y en todo ello te descubrimos a ti, Señor del universo,

como padre de familia solícito que trabaja sus campos para

dar el pan a los suyos.

Sal 65, 10-12:

Tú cuidas de la tierra, la riegas

y la enriqueces sin medida.

La acequia de Dios va llena de agua;

preparas sus trigales, así la preparas:

riegas los surcos, igualas los terrones,

tu llovizna los deja esponjosos,

bendices sus frutos;

coronas el año con tus bienes,

Page 61: Meditaciones de Luis Alonso Schokel

tus carriles rezuman abundancia.

«Lo recibimos de tu generosidad y ahora te lo

presentamos» Que sirva como expresión concentrada de

nuestra maravilla y gratitud.

4. Te lo ofrecemos, Señor, porque es nuestro, es «fruto del

trabajo del hombre». Es decir, de los hombres. Para

confeccionar este trozo de pan han colaborado muchos

hombres, según el reparto de tareas que impone nuestra

cultura. En otros tiempos, quizá en otros lugares, un hombre o

una familia lograba conducir el grano desde la simiente hasta

salir del horno. Hoy no es así. Si pudiéramos devanar los hilos

de actividad convergentes en este centro, quizá llegáramos a

más de mil: campesinos que lo han sembrado y cosechado,

mecánicos que han manejado y puesto a punto las máquinas,

transportistas, horneros, repartidores. En cada etapa un

grupo de colaboradores.

Este trabajo del hombre no está maldito. Tú, Señor, lo has

bendecido, y por eso «el hombre sale a sus faenas, a su

labranza hasta el atardecer» (Sal 104, 23). El trabajo físico es

hoy día más llevadero, el sudor de la frente se ha

transformado y aun desaparecido. No ha desaparecido la

fatiga, la perseverancia. Se añade el trabajo intelectual de

muchos hombres. Un día un hombre inventó la domesticación

del cultivo: un Noé del trigo o maíz o arroz. Otro inventó la

Page 62: Meditaciones de Luis Alonso Schokel

extracción y elaboración del hierro y otros muchos lo

perfeccionaron. Alguien inventó el arado. Más tarde se

descubrieron otras fuentes de energía: bencina para las

máquinas, electricidad para los hornos. Y se habían inventado

las máquinas con diversas funciones. ¡Cuántos inventos

sucesivos y convergentes se dan cita en el círculo estrecho

de este pedazo de pan... ! Es fruto del trabajo del hombre, y

como tal te lo ofrecemos.

Es trabajo humano, y por eso no se reduce a la fatiga física

y al esfuerzo mental, sino que abarca al hombre en su

existencia cotidiana. El trabajo significa el sustento propio y de

la familia y la ocupación que da sentido a su vida. ¡Qué dolor

estar sin trabajo, con el tedio de no tener qué hacer, con la

frustración de sentirse inútil, con el dolor de no ganar lo

suficiente... ! Se trabaja por un ideal, por un sueño; por la

familia o la sociedad. El trabajo activa al hombre como ser

social, su trabajo específico gira en una constelación de

muchos trabajos diferenciados y complementarios.

No es mera esclavitud; es también liberación y nobleza; o

las dos cosas a la vez, peso y ligereza, elasticidad que se

tensa y se distiende. El pan es fruto del trabajo múltiple del

hombre: de muchos hombres y de muchos aspectos del

trabajar. Pues así te lo ofrecemos como cosa nuestra.

Es verdad que tú nos lo has dado, «lo recibimos de tu

generosidad». Tú nos has dado la tierra; pero la tierra no

daría pan sin el trabajo del hombre, que es nuestro. Nos has

Page 63: Meditaciones de Luis Alonso Schokel

dado las fuerzas para trabajar, la inteligencia para inventar, la

prudencia para organizar, el cariño para justificar el esfuerzo.

Es sencillo, pero es nuestro, y con ello podemos expresarte

nuestro agradecimiento. Es verdad que no podemos

enriquecerte y que tú nada necesitas. Pero podemos darte

nuestro reconocimiento y gratitud. Un reconocimiento que no

humilla, antes exalta, porque nos permites llegar hasta ti con

nuestros dones. Recibe nuestro pan: es nuestra Eucaristía,

nuestra beraka. «Lo recibimos de tu generosidad y ahora te

lo presentamos».

PAN/VINO/SIGNIFICADOS VINO/PAN/SIGNIFICADOS:

«Bendito seas, Señor Dios del universo, por este vino, fruto

de la vid y del trabajo del hombre». Aquí podría repetir lo

expuesto sobre el pan, porque también el vino es un universo

condensado que me revela al Señor del un¡verso. El Antiguo

Testamento nos suministra una leyenda sobre el origen del

vino, inventado por Noé después del diluvio. El relato nos

enseña dos cosas que hacen al caso aquí: primera, que el

vino es de doble filo, porque da alegría y quita el sentido, el

vino despoja y deja inerme; segunda, que el vino, o la vid,

inaugura etapas decisivas: la era después del diluvio, la

entrada en la tierra prometida, que ostenta sus frutos en un

gigantesco racimo, la era de Cristo inaugurada en su pasión,

apuntando a la consumación celeste. No es ambiguo el vino

de la Eucaristía, a menos que pensemos en la «sobria

Page 64: Meditaciones de Luis Alonso Schokel

ebriedad» de que habla un himno litúrgico. Sí inaugura una

nueva era: la de la nueva tierra prometida en que nos

encontramos. ¿En qué sentido nos despoja y deja inermes?

El relato de Noé se salta las etapas de confección del vino,

sólo menciona el trabajo de cultivar las viñas. Nosotros

podemos pensar en ese tiempo de silencio o de murmullo que

es la fermentación. El mosto yace a oscuras mientras millones

de bacterias laboran en sus entrañas transformando el azúcar

en alcohol. Fruto de la tierra por mediación de la vid, fruto de

la vid por mediación de microorganismos o sustancias

químicas. También la actividad silenciosa está presente en el

vino, también ella es don de Dios y resulta en don nuestro.

Quizá el trabajo del hombre, su inventiva y tenacidad, sea

más patente en el vino que en el pan. Al ser muchas las

tierras y tan diferenciada la actividad del hombre, hay muchos

vinos, diversos por aroma y gusto. En su variedad, los

ofrecemos como una polifonía de gustos, como una paleta

multicolor de aromas. Y no le ponemos en entredicho, como

los nazireos (Nm 6) o los recabitas (Jr 35)

2. ¿Por qué pan y vino? ¿No podíamos haber seleccionado

otros elementos, otras primicias (Dt 26)? ¿Qué significan para

nosotros el pan y el vino? El pan ha sido para muchos,

durante milenios, alimento básico. Existen culturas que hacen

el pan de maíz y otras que comen el arroz sin transformarlo en

pan. En castellano todavía usamos la expresión «ganarse el

Page 65: Meditaciones de Luis Alonso Schokel

pan», que equivale a ganarse la vida, como pan equivale a

alimento.

Pan es o significa el alimento elemental del hombre. Es el

alimento que mantiene nuestra vida día a día, que

deshaciéndose nos rehace y nos permite hacer, que se

transforma en parte nuestra o en energía vital. Si el pan es

fruto del trabajo del hombre, el trabajo humano es fruto del

pan.

El pan es o significa lo básico o elemental de nuestra

alimentación, aunque en la realidad no lo sea todo, ni mucho

menos. El hombre ha inventado otras muchas comidas, hasta

ha hecho del guisar un arte: arte culinaria. Con todo, el pan

es lo elemental. No es lo refinado ni lo exótico ni lo caro, sino

lo simple y accesible. Cuando está tasado, aprieta la

necesidad; cuando falta, sobreviene el hambre:

Is 30, 20:

Aunque el Señor os dé tasada el agua y el pan medido...

Jr 37, 21:

Entonces el rey Sedecías ordenó que custodiasen a Jeremías en

el patio de la guardia y le diesen una libreta de pan al día -de la

calle de Panaderos- mientras hubiese pan en la ciudad.

38,9:

Page 66: Meditaciones de Luis Alonso Schokel

Jeremías morirá de hambre (porque no quedaba pan en la

ciudad).

52, 6:

El hambre apretó en la ciudad y no había pan para la población.

El pan es humilde y sencillo, no se da importancia; el pan

se entrega sin presunción ni resistencia. En esa humildad

generosa concentramos la expresión de nuestro

agradecimiento a Dios. Diría que es la prosa de cada día.

En cambio, el vino es la poesía, la propina, la fiesta. Pan y

agua es lo indispensable: «Son esenciales para el hombre

agua y pan y casa y vestido para cubrir la desnudez» (Eclo

29, 28). A los fugitivos se les ofrece lo urgente: «Al encuentro

del sediento sacad agua... llevadles pan a los fugitivos» (Is

21, 14).

Pero cuando se agasaja o festeja a una persona, se le

ofrece pan y vino, que equivale a convite, banquete. Cuando

los israelitas dicen «comieron y bebieron», se suele entender

vino: Jue 19, 4. Ben Sira enumera, entre las cosas esenciales

para la vida humana, «flor de harina, sangre de uva», con

leche y miel y aceite y sal; se entiende: para una vida que no

es mera supervivencia. Si al fugitivo se le ofrece pan y agua,

al vencedor que vuelve de la batalla «Melquisedec, rey de

Salén, le sacó pan y vino, y le bendijo» (Gn 14, 28).

El vino es esa propina (la palabra «propina viene de pino =

Page 67: Meditaciones de Luis Alonso Schokel

beber) que le echamos a la comida. También es sencillo y

noble y puede ser muy significativo. Como propina,

representa lo inútil de la vida y que, sin embargo, da sentido a

la vida, y sin lo cual la vida quizá no valga la pena; lo inútil

puede ser más importante que lo útil. Así, el vino representa

la poesía junto a la prosa; es como el color frente a un mundo

en blanco y negro; es la música frente a rumores y ruidos; es

la danza frente al caminar; es el juego frente al trabajo; es el

arte y la artesanía frente a la simple técnica; es el humor

frente a la seriedad. «¿Qué vida es cuando falta el vino, que

fue creado al principio para alegrar?» (Eclo 31, 33).

3. El vino es la alegría: «se sentirá alegre, como si hubiera

bebido» (Zac 10, 7); «así saca él pan de los campos y vino

que le alegra el ánimo» (Sal 104, 14-15); «alegría y gozo y

euforia es el vino bebido a su tiempo y con tiento»; «el vino y

el licor alegran el corazón; mejor que los dos gozar del amor»

(Eclo 31, 28; 40, 20).

Nos lo ha sugerido el último texto: el vino es la amistad y el

amor. «Amigo nuevo, vino nuevo: deja que envejezca y lo

beberás» (Eclo 9, 15). El vino sabe mejor comparado. Y es

hermano del amor, como repite el Cantar de los Cantares:

1, 2: Son mejores que el vino tus amores...

4: ... a alabar tus amores más que el vino.

2,4: Me metió en su bodega...

Page 68: Meditaciones de Luis Alonso Schokel

4,10: tus amores son mejores que el vino.

7,10: tu boca es un vino generoso.

8,2: te daría a beber vino aromado.

Y porque significa el amor y tiene color de sangre,

representa también el sacrificio, especialmente sacrificio por

amor. Tres veces llama el AT al vino «sangre de uvas» Gn 49,

11; Dt 32, 14; Ecto 39, 26. Recordemos la hazaña de tres

campeones de David que arriesgaron la vida, se sacrificaron,

para cumplir un deseo, quizá un capricho de su jefe:

2 Sm 23, 14-17:

David estaba entonces en el refugio, y la guarnición filistea

estaba en Belén. David sintió sed y exclamó: -¡Quién me diera

agua, la del pozo junto a la puerta de Belén! Los tres campeones

irrumpieron en el campamento filisteo, sacaron agua del pozo, junto

a la puerta de Belén, y se la llevaron a David. Pero David no quiso

beberla, sino que la derramó como obsequio al Señor diciendo:

-¡Líbreme Dios! ¡Sería beber la sangre de estos hombres, que han

ido allá exponiendo la vida! Y no quiso beberla.

El vino, significando el amor y el sacrificio, nos sugiere la

misteriosa relación que en el hombre tienen ambas cosas. No

es auténtico el amor que rehúsa sacrificarse; no es valioso el

sacrificio que no nace del amor.

Como, además, el vino es gozo, nos descubre la alegría o

Page 69: Meditaciones de Luis Alonso Schokel

satisfacción del sacrificarse por amor. Es una paradoja que el

hombre pueda gozar por lo que sufre: paradoja que resuelve

el amor. El vino es el gozo y el sacrificio y el amor. Es el gozo

del sacrificio por amor.

Finalmente, el vino resulta de transmutar la dulzura en

alcohol o espíritu. Nos entra por las venas como nuevo

espíritu o sentimiento, como dinamismo que libera e incita, si

lo tomamos con medida. Todo eso significa el vino.

Pues pan y vino es, Señor, lo que te ofrecemos. Tú los has

escogido, sencillos y humildes, aunque cargados de sentido.

Tú nos has enseñado a unirlos y traerlos a tu mesa. Tú nos

los has dado con tu generosidad, y ahora nosotros te los

presentamos.

«Bendito seas, Señor Dios del universo, por este pan, fruto

de la tierra y del trabajo del hombre, por este vino, fruto de la

vid y del trabajo del hombre, que recibimos de tu generosidad

y ahora te presentamos».

En rigor, aquí podría o debería terminar mí explicación de

la Eucaristía como acción de gracias, como beraka. Sólo que

la fórmula litúrgica añade y anticipa dos elementos esenciales:

consagración y comunión. Podría reservarlos para su lugar

propio: sería más lógico. Puedo comentarlos aquí: será más

coherente. Porque el texto litúrgico es, en cierto modo, una

síntesis completa. Tratando aquí lo que falta de la fórmula,

daré en mi exposición la clave de unidad de los elementos

principales.

Page 70: Meditaciones de Luis Alonso Schokel

4. El texto litúrgico continúa: «él será para nosotros pan de

vida; él será para nosotros bebida de salvación». Nosotros

ponemos la mesa, extendemos los manteles, encendemos

luces, añadimos unas flores; una bandeja para el pan, una

copa para el vino. No hacen falta muchas cosas. Y a este

banquete minúsculo invitamos nada menos que a Dios. El

libro de los jueces nos ofrece dos ingenuos relatos de

hombres que invitan al Señor o al «ángel del Señor» (su

mensajero o su manifestación). Uno de ellos es Gedeón:

Jue 6, 17:

Si he alcanzado tu favor, dame una señal de que eres tú quien

habla conmigo. 18: No te vayas de aquí hasta que yo vuelva con

una ofrenda y te la presente. El Señor dijo: -Aquí me quedaré hasta

que vuelvas. 19: Gedeón marchó a preparar un cabrito y unos panes

ázimos con media fanega de harina; colocó luego la carne en la

cesta y echó el caldo en el puchero; se lo llevó al Señor y se lo

ofreció bajo la encina. 20: El ángel del Señor le dijo: -Toma la carne

y los panes ázimos, colócalos sobre esta roca y derrama el caldo.

21: Así lo hizo. Entonces el ángel del Señor alargó la punta del

cayado que llevaba, tocó la carne y los panes, y se levantó de la

roca una llamarada que los consumió. Y el ángel del Señor

desapareció.

Es como si el Señor consumiese el banquete ofrecido por

Page 71: Meditaciones de Luis Alonso Schokel

medio del fuego, ministro suyo. Algunas variantes presenta el

caso de Manoj, padre de Sansón:

Jue 13, 15: No te marches, y te preparamos un cabrito (... ) 16:

Pero el ángel del Señor le dijo: -Aunque me hagas quedar, no

probaré tu comida. Si quieres ofrecer un sacrificio al Señor, hazlo

19. Manoj tomó el cabrito y la ofrenda y ofreció sobre la peña un

sacrificio al Señor Misterioso. 20: Al subir la llama del altar hacia el

cielo, el ángel del Señor subió también en la llama, ante Manoj y su

mujer, que cayeron de bruces.

En el templo, además de los sacrificios, hay una ofrenda

más simplificada, a saber, los doce «panes presentados»

cada semana al Señor.

Pues bien, nosotros lo invitamos a nuestra mesa y él

acepta la invitación., de tal modo que invierte los papeles y

nos invita él, transformando nuestro pan y nuestro vino. Al

pan pan y al vino vino, dice el refrán. En el caso presente no

es así, porque pan y vino son figuras. Dios toma el pan y lo

convierte en el cuerpo glorificado de su Hijo, para que la vida

gloriosa se nos comunique en figura de alimento. Jesús, que

dio la vida por nosotros, quiere darnos su vida a nosotros, su

vida nueva indestructible. Una forma bien sencilla e inteligible

de comunicar vida: el alimento que ingerimos nos vivifica, nos

vitaliza. El pan que masticamos, deglutimos, digerimos, se

deshace para hacerse nosotros; en otros términos, lo

Page 72: Meditaciones de Luis Alonso Schokel

asimilamos. Una parte se incorpora a nuestros tejidos, una

parte se quema produciendo energía. Podemos hablar de

materia y energía cuando consumimos el alimento. Al

consumirlo nosotros, se consume él; y nosotros seguimos

viviendo y obrando. Jesús se deshizo antes, triturado en la

pasión y consumado en la muerte. Ya glorificado, no necesita

deshacerse para comunicarse; simplemente toma la figura de

alimento, de pan. Y no comunica un poco de vida provisoria,

interina, condenada a morir, sino que instaura y fomenta una

vida que vencerá a la muerte biológica. «El será para

nosotros pan de vida»:

/Jn/06/47-50:

Quien tiene fe posee vida eterna. 48: Yo soy el pan de la vida. 49:

Vuestros padres comieron el maná en el desierto, pero murieron.

50: Aquí está el pan que baja del cielo para comerlo y no morir. 51:

Yo soy el pan vivo bajado del cielo: el que coma de este pan vivirá

para siempre... El pan que voy a dar es mi carne, para que el

mundo viva.

Del mismo modo acepta el vino y lo transforma en la

sangre glorificada de su Hijo, la que derramó en la pasión y

ahora está viva. La sangre que es el sacrificio por amor; el

desangrarse por amor y con gozo. Nos la va a dar en forma

de bebida. No es sangre de venganza, de la que dice

Zacarías: «se tragarán como carne a los honderos, beberán

Page 73: Meditaciones de Luis Alonso Schokel

como vino su sangre» (Zac 9, 15). No es la sangre de la

justicia vindicativa, que describe Isaías: «¿Por qué están rojos

tus vestidos y la túnica, como quien pisa el lagar? Yo solo he

pisado el lagar, y de otros pueblos nadie me ayudaba. Los

pisé con mi cólera, los estrujé con mi furor; su sangre salpicó

mis vestidos y me manché toda la ropa» (Is 63, 2-3). Ha sido

todo lo contrarío: mansamente, sin cólera, se dejó pisar y

estrujar y quedó todo él bañado en sangre. Derramó toda su

sangre por amor. No es la sangre del juicio escatológico que

anuncia Joel: «Mano a la hoz, madura está la mies; venid y

pisad, repleto está el lagar» (jl 4, 13). Es sangre derramada

para darse viva, para dar vida. Se da a beber en figura de

vino: «él será para nosotros bebida de salvación».

Para eso recibe el Padre nuestros dones humildes, para

convertirlos en dones excelsos. Trigo triturado como Cristo

fue triturado; hecho pan y entregado al hombre para

deshacerse dando vida, como Cristo se entregó plenamente

por los hombres y vuelve a entregarse hecho pan. Mosto de

uvas aplastadas, como Cristo fue aplastado; y convertido en

vino para calmar la sed y reanimar, como Cristo se desangró

y vuelve a entregarse hecho vino, para calmar nuestra sed

abismal de ser y vivir.

5. Trigo que de muchos granos forma una hogaza para

repartirse entre toda la familia; como Cristo, que es unidad de

toda la humanidad, se reparte entre todos. Uvas estrujadas y

Page 74: Meditaciones de Luis Alonso Schokel

fermentadas, hechas vino, para firmar un pacto de sangre,

para sentir la ebriedad del amor. Así se entrega Cristo en la

Eucaristía y así lo recibimos nosotros: «él será pan de vida,

bebida de salvación».

Pero aquí interviene la diferencia decisiva. Cuando el

hombre come pan y bebe vino, se los asimila. Cuando el

hombre recibe el cuerpo y la sangre glorificados de Cristo, es

Cristo quien se asimila a los hombres, uniéndolos a sí. Al

repartirse entre muchos, quiere hacer de todos un nuevo

cuerpo, una comunidad cristiana. Notemos el adjetivo: Cristo

se asimila a nosotros haciéndose humano; después nos

asimila a sí haciéndonos cristianos. Al darnos a beber su

sangre, nos hace consanguíneos suyos, establece una nueva

circulación de la sangre en este cuerpo suyo que es la IgIesia.

Se ha de sentir el pulso de esa sangre en el organismo de la

Iglesia.

De modo semejante, cada cristiano ha de asimilarse,

asemejarse a Cristo. Tiene que parecerse a Cristo como pan,

es decir, aprender a ser «más bueno que el pan»; ha de

aprender a repartirse y compartir. Lo que tiene y ha recibido

tiene que repartirlo y compartirlo: el espacio en la

hospitalidad, el tiempo en el servicio, las cualidades en las

funciones. Así será buen cristiano, pan compartido por la

comunidad. Tiene que asemejarse a Cristo como vino:

haciendo caudal de alegría para compartirla con los que

lloran, contagiando buen humor. Ebrio del Espíritu de Cristo,

Page 75: Meditaciones de Luis Alonso Schokel

ha de vivir el amor fraterno, porque todos somos hermanos

«de sangre». Ha de aprender el sentido y valor del sacrificio

como sello del amor y fuente de vida.

«Bendito seas, Señor, Dios del universo, por este pan y

este vino, frutos de la tierra, de la vid y del trabajo del

hombre, que recibimos de tu generosidad y ahora te

presentamos. Ellos serán para nosotros pan de vida y bebida

de salvación».

LUIS ALONSO SCHÖKEL

MEDITACIONES BÍBLICAS SOBRE LA EUCARISTÍA

SAL-TERRAE SANTANDER 1987. Págs. 53-71

Teología de los Prefacios

1.

Quisiéramos ofrecer en breve síntesis el contenido de los

Prefacios dominicales, con el fin de patentizar sus riquezas. Los

Prefacios que se nos proponen para este tiempo son ocho. Entre

todos van evocando por turno la historia de la creación (Pref. V) y

haciéndonos recordar la historia de la salvación (Pref. IV). Nos

invitan a meditar el misterio de la salvación, dentro del cual vivimos

(Pref. II). Ahondan más en la teología de este misterio y vemos

cómo la humanidad es salvada por la humanidad de Cristo (Pref. III)

o, más concretamente aún, por la obediencia del Hijo hecho hombre

(Pref. VII) que consuma su Misterio pascual y hace que nazca el

Page 76: Meditaciones de Luis Alonso Schokel

nuevo pueblo de Dios (Pref. 1). Ahora vivimos en la unidad de la

Iglesia, cuerpo de Cristo, e insertos en la vida trinitaria (Pref. VIII).

Cada celebración de la eucaristía, Pascua de Cristo y de la Iglesia,

nos hace entrar en posesión de las arras de la Pascua nueva (Pref.

VI).

-La creación (Pref. V). CREACION/PREFACIO-5

PREFACIO-5/CREACION:

Si en cierto sentido el domingo fue una ruptura con el sábado,

pues el primer elemento del domingo cristiano es en realidad la

celebración de la resurrección de Cristo que crea su nuevo pueblo

y realiza una creación nueva, sin embargo, sería falsear las cosas

no recoger, encuadrados en una perspectiva cristiana; los

elementos bíblicos del sábado de los judíos. La contemplación de

Dios, "creador de todos los elementos del mundo y Dueño de los

tiempos y de la historia", le es indispensable al cristiano,

especialmente en nuestro tiempo, si no quiere dejarse intoxicar por

la orgullosa mentalidad ambiente del mundo actual. Nuestro siglo

tiene una excesiva impresión de que crea de que él es el dueño del

tiempo y de la historia, y de que todo arranca de él. Existe el peligro

de que esta mentalidad se introduzca incluso en la liturgia,

haciendo que tenga que arrancar todo del hombre, como si, al

contrario, no arrancara todo de Dios.

Este fenómeno es, sin duda, una reacción en contra de cierto

menosprecio de los valores reales e incluso sagrados del mundo;

como si se debiera bendecir incesantemente al mundo y no hubiera

Page 77: Meditaciones de Luis Alonso Schokel

este sido creado precisamente por el mismo Dios. Pero, al parecer,

estas tendencias han quedado ampliamente superadas, y la

constitución pastoral Gaudium et Spes ha dado ya su justo

merecido a este pesimismo y a esta general desconfianza en los

valores terrenos. Sin embargo, la reacción continúa y se desborda,

y nos ocurre que trabajamos por el progreso del mundo, lo mismo

en el campo de la técnica que en el social, sin tener en cuenta a

Aquel que creó todas las cosas, el mundo y todos sus elementos, y

olvidando que la único que nosotros hacemos es transformar los

elementos preparados por Dios mismo. Nuestra angustia ante la

evolución del mundo nos lleva a olvidar también que, en definitiva,

el único Dueño de los tiempos y de la historia es Dios, y que

cuando nos figuramos que podemos influir infaliblemente en el

curso de la historia, nos hundimos en una ingenua y peligrosa

presunción.

En este Prefacio V queda bien definida la actitud cristiana: El

Señor nos ha confiado la creación. No para que se la restituyamos

tal y como era, como hace el administrador al devolver a su amo

una cantidad de dinero igual a la que había recibido de él. Nosotros

trabajamos para hacer progresar a esta creación y a los elementos

que nos han sido confiados. Pero no nos han entregado la creación

exclusivamente para fines egoístas y para lograr un bienestar que

sea un reto al paraíso.

Si Dios nos confió la creación, fue "para que, al contemplar sus

grandezas, en todo momento le alabáramos, por Cristo, Señor

nuestro". Olvidar este aspecto es traicionar la confianza que Dios

Page 78: Meditaciones de Luis Alonso Schokel

tiene puesta en nosotros, es utilizar sus bienes para fines parciales

olvidando las intenciones mismas del que creó lo que nos ha

confiado. Por lo tanto, la actitud cristiana con respecto a la creación

ha de ser la admiración y la acción de gracias, y este es el sentido

cristiano de todo trabajo. Esta es también la manera cristiana de

usar los bienes creados.

En consecuencia, este Prefacio V se sitúa en el umbral mismo de

toda búsqueda del progreso del hombre y del mundo; él dicta al

cristiano la que ha de ser su actitud fundamental ante los valores,

reales pero creados por Dios, de los elementos del mundo.

-La Historia de la salvación (Pref. IV).

PREFACIO-4/HTSV:HTSV/PREFACIO-4:

Si la creación del mundo y de sus elementos ha de inspirar de

continuo nuestra acción de gracias, nunca se debe dejar de

proclamar en la Iglesia la Historia de la salvación.

Porque la historia del mundo estuvo y sigue estando

condicionada para siempre por los acontecimientos de la pasión, de

la resurrección y de la ascensión de Cristo, como también por el

envío del Espíritu. Para el cristiano, la historia entera del mundo y

no sólo la del Antiguo Testamento, ha de leerse nuevamente

partiendo de esos acontecimientos definitivos, y así deben leerse

todos los acontecimientos que vivimos en la actualidad y los que

afectará al mundo futuro. No somos suficientemente conscientes de

la revolución que Cristo introdujo en el mundo con su misterio

pascual hasta crear en él un pueblo nuevo, el pueblo de los

Page 79: Meditaciones de Luis Alonso Schokel

bautizados insertos en el mundo sin ser del mundo y

pertenecientes, ya desde ahora, al mundo de Dios, viviendo, sin

embargo, bajo la más constante preocupación por las angustias del

siglo presente. Este acontecimiento del misterio de la Pascua creó

no sólo un pueblo nuevo, sino también un mundo que va

renovándose lentamente para alcanzar un estado mejor que el que

conoció en su primera creación.

Si la historia de la salvación es nuestra propia historia, la que

nosotros vivimos y la que tenemos que hacer que vivan los demás,

nuestros juicios de valor deben ir modificándose incesantemente, y

"lo que es necedad y locura a los ojos de los hombres", para

nosotros es el camino de Dios.

-El Misterio de la salvación (Pref. II).

PREFACIO-2/HTSV:HTSV/PREFACIO-2

A medida que vamos contemplando y viviendo la historia de la

salvación, más claramente vamos viéndola realizada en su punto

culminante, cuando Dios, "compadecido del extravío de los

hombres, quiso nacer de la Virgen". De aquí arranca todo. El

nacimiento de Cristo planteó problemas desde el principio de la

Iglesia, especialmente a partir del siglo IV. La realidad de la

naturaleza humana de Jesús, la unidad de esta naturaleza humana

completa, que no es sólo un cuerpo, con la naturaleza divina

completa, suscitó graves problemas que los Concilios pudieron

resolver. No es éste el lugar apropiado para entrar en estos

detalles. Pero quizás no esté fuera de propósito preguntarnos aquí

Page 80: Meditaciones de Luis Alonso Schokel

si tenemos siempre ante los ojos este hecho de la encarnación del

Verbo de Dios, y si le damos un primer plano en la modificación de

la historia. San León, con su claridad de estilo, saca, para sus

cristianos de Roma, las conclusiones de este acontecimiento del

nacimiento del Señor:

"Por eso nuestro Señor Jesucristo, al nacer verdadero hombre,

sin dejar nunca de ser verdadero Dios, realizó en sí los comienzos

de una nueva criatura, y, en el modo como nació, proporcionó a la

humanidad un principio espiritual; para que quede abolida la

contaminación ligada a la generación carnal, a los que había que

regenerar les dio un origen que no tenía nada que ver con la

semilla portadora de culpa: de ellos se dijo que "no han nacido de

sangre, ni de amor carnal, ni de amor humano, sino de Dios". ¿Qué

lengua podría referir tal gracia? La injusticia se hace inocencia, y la

vetustez novedad; los extraños participan de la adopción, y gentes

venidas de otros sitios entran a poseer la herencia. A partir de ese

momento, los que son impíos se hacen justos; los avaros,

bienhechores; los corrompidos, castos; los hombres terrenos,

hombres celestiales" (·LEON-MAGNO-SAN. 7º Sermón sobre la

Natividad, SC 22 bis pagina 153; CCL 138, 133).

Y no exagera este sermón de san León Magno. Con frecuencia

nos es dado comprobar cómo ha cambiado la historia del mundo y

de los hombres. Aunque con demasiado rara frecuencia, es cierto,

se nos ofrecen ocasiones de comprobar estas transformaciones

Page 81: Meditaciones de Luis Alonso Schokel

que no sólo se consignan en las vidas de los santos para

edificación nuestra, sino que a veces se realizan en la obscuridad y

en el silencio, sin ninguna publicidad. La visión de los males del

mundo no debería hacernos olvidar que siempre puede cambiar

todo, que en principio todo cambia desde el momento en que el

hombre se decide a tener presente la encarnación de Dios.

-La humanidad salvada por la humanidad de Cristo (Pref. III).

PREFACIO-3/LBC "De lo que era nuestra ruina haber hecho

nuestra salvación".LBC/PREF-3

En todas partes se escribe que la humanidad está enferma y que

necesita curación. En realidad está enferma física, psicológica,

espiritual y políticamente. En principio estamos liberados, y sin

embargo somos conscientes de que queda tanto por hacer...

Estamos liberados porque uno de nosotros puede liberarnos, por

tener el que vino de Dios y es Dios, ese poder. Con su muerte

venció a nuestra muerte, y quedamos liberados. ¿Lo creemos así?

A decir verdad, este acontecimiento no se realiza sin nosotros. No

es que seamos capaces de salvarnos por nosotros mismos; sino

que nuestra liberación no puede operarse sin que nosotros

trabajemos con el hombre Jesús, con el Dios que es Jesús. La

liberación de la humanidad es obra común de Dios y de los

hombres, aunque es Dios quien tiene la iniciativa y el que ha de

comunicar a nuestra colaboración toda su fuerza de ataque. El

Espíritu continúa la obra de redención en la Iglesia, y cada uno de

Page 82: Meditaciones de Luis Alonso Schokel

nosotros estamos llamados a colaborar en esta obra. Si es exacto

decir que la humanidad de Cristo salva a la humanidad, hay que

añadir a esto que partiendo de ahí y bajo la moción del Espíritu, es

como la humanidad se salva y trabaja en su liberación hasta el

retorno de Cristo.

ENFERMO/HTSV:HTSV/ENFERMO:La asombrosa grandiosidad

de este trabajo realizado en colaboración con Cristo, Dios hecho

hombre, ya no nos maravilla, y es una pena. Es preciso que

despertemos nuestro sentido de admiración hacia esta obra

fundamental de nuestra liberación. Hemos olvidado, por ejemplo, lo

sublime que es la actitud de un determinado enfermo,

aparentemente inútil pero que ofrece su vida y sus sufrimientos: al

hacerlo, está colaborando con la humanidad de Cristo, semejante a

él en la carne, en la liberación del mundo. No comprendemos ya la

vida de ese otro hombre que se retira a la soledad y cuya sola

existencia constituye una prueba aleccionadora de que Cristo

hecho hombre proporciona la posibilidad de vivir libres de

condicionamientos y sin otra compañía que la de Dios. Ya sólo

tenemos ojos para ver a los que intentan mejorar la suerte de sus

semejantes desde el ángulo de la política; pero hay quienes

trabajan de manera semejante con Cristo para salvar a la

humanidad. Vemos al técnico sólo desde el ángulo del éxito de su

invención, pero olvidamos que también él trabaja en la liberación

del hombre en colaboración con el Verbo hecho carne. Tendríamos

que seguir enumerando a todos aquellos con quienes nos

codeamos y pueden transformar toda su vida, si quieren,

Page 83: Meditaciones de Luis Alonso Schokel

poniéndola al servicio de la liberación de la humanidad. Debido a la

encarnación de Cristo, en esta vasta obra que es el mundo en

reconstrucción, no hay un solo hombre inútil. Algunas reflexiones en

este sentido estimularían quizás a los hombres a vivir con alegría.

Con la alegría de estar liberados y de liberar ellos mismos a la

humanidad, colaborando con Cristo hecho hombre.

Así, pues, no somos liberados desde fuera, sino que nos

liberamos nosotros, y la humanidad está llamada a liberarse a sí

misma. Cristo vino en nuestra humanidad para enseñarnos a

liberarnos, y nos da todos los instrumentos necesarios para obrar

nuestra liberación. Y no deberíamos limitarnos a ver en esta

liberación el único aspecto de la restauración del estado de la

humanidad anterior a la culpa original; hay que pensar también en

otras dos realidades: la continuación de la creación y la

divinización. Los descubrimientos científicos hacen quizás que

seamos más sensibles que nuestros antepasados al hecho de que

la creación se perfecciona incesantemente y se continúa.

Antiguamente, lo más frecuente era concebir la creación como

originariamente ideal y posteriormente deteriorada. Nos

encontramos en condiciones de comprobar que, por el contrario, la

creación va mejorando, y este aspecto de liberación se

corresponde bien con lo que escribe san Juan: "Mi Padre sigue

actuando y yo también actúo" (Jn 5, 17). Así, la creación sigue

siendo continuamente obra de Dios y obra de Cristo. Por

consiguiente, el Verbo encarnado continúa la creación en medio de

nosotros y con nosotros, y uno de los medios que utiliza al

Page 84: Meditaciones de Luis Alonso Schokel

enviarnos su Espíritu es hacernos más conscientes del plan de Dios

sobre el mundo y sobre cada uno de nosotros, y de la obligación

que tenemos de colaborar con el.

-La obediencia del Hijo (Pref. VII). PREFACIO-7 Todo esto sería

inexplicable, de no vivir ahora bajo el régimen de la Nueva Alianza

en la Sangre de Cristo. "Con su obediencia has restaurado aquellos

dones que por nuestra desobediencia habíamos perdido". Aceptar

la humillación de ser "en todo semejante al hombre, menos en el

pecado", fue la actitud obediente de Cristo, y esta misma actitud en

nosotros es el punto de partida de nuestra posible colaboración en

nuestra redención. Si somos salvados y si podemos trabajar en

nuestra liberación, se debe a que Dios quiso "amar en nosotros lo

que amaba en él", en su propio Hijo. En el Hijo encuentra el Padre

un mundo que se le somete en el sacrificio de la vida, después de

que el Hijo asumió nuestra humanidad en toda su realidad, excepto

en el pecado.

-Misterio pascual y Pueblo de Dios (Pref. I). PREFACIO-1/MP

MP/PREFACIO-1 "Por su misterio pascual, realizó la obra

maravillosa de llamarnos del pecado y de la muerte al honor de ser

estirpe elegida, sacerdocio real, nación consagrada, pueblo de su

propiedad".

Jesús quiso formar un pueblo de liberados. Y sin embargo, si la

Iglesia es porción de la humanidad, no es un mundo dentro del

mundo. Más bien es levadura dentro de la masa. Esto no siempre

Page 85: Meditaciones de Luis Alonso Schokel

está a la vista, y nos impresionan más los escándalos que se

producen en la Iglesia que el poder que le confiere la continua

presencia en ella de Cristo, su Cabeza, y más que la actividad del

Espíritu. Y no obstante, estas presencias no dejan de mantenerse

activas y de hacer que la Iglesia no esté aislada, sino en constante

aumento. Aunque la Iglesia es verdaderamente humana y, como tal,

es una agrupación de pecadores más o menos fieles e infieles,

susceptibles de todas las debilidades y depravaciones del resto de

los mortales, a pesar de todo eso está siempre animada por el

Espíritu de Dios, que continúa su obra de perfeccionamiento.

Escandalosa en ocasiones en lo que tiene de humano, la vemos

majestuosa y poderosamente divina.

Somos un pueblo nuevo. Deberíamos ser conscientes de ello. Si

se parte de aquí, no debe extrañar que no podamos estar siempre

de acuerdo con los principios del mundo. El temor a ser retrógrados

nos coloca a veces en condiciones de inferioridad. La verdad es

que no siempre nos sentimos cómodos en "nuestro mundo de

redimidos por el misterio de Cristo". Todos estos próximos

domingos nos ayudarán a meditar sobre nuestra condición de

cristianos. Ostentar los gloriosos títulos de "estirpe elegida,

sacerdocio real, nación consagrada, pueblo de su propiedad"

constituye una gloria, pero también una obligación.

-La Iglesia una y la Trinidad santa (Pref. VIII). PREFACIO-8/TRI

TRI/PREFACIO-8 Este pueblo santo que es la Iglesia, es tal porque

la Trinidad ha querido que sea así y porque no deja de hacer que

Page 86: Meditaciones de Luis Alonso Schokel

siga siéndolo. "Tu Iglesia, unificada por virtud y a imagen de la

Trinidad, aparece ante el mundo como cuerpo de Cristo y templo

del Espíritu, para alabanza de tu infinita sabiduría".

"Unificada por virtud... de la Trinidad". Pues si somos una sola

cosa, es porque la Trinidad habita en cada uno de nosotros,

porque somos objeto de su actividad y porque entramos en la

esfera misma de esa actividad. El Padre nos amó desde toda la

eternidad hasta el extremo de enviarnos a su Hijo. Este da su vida

por nosotros, resucita, sube al cielo y nos envía su Espíritu Santo,

que configura en nosotros la imagen del Hijo; de suerte que cada

vez que el Padre nos mira, ve ahora en nosotros la imagen de su

propio Hijo. De este modo hemos llegado a ser, por el Espíritu, una

sola cosa en Cristo para gloria del Padre. La asamblea litúrgica,

especialmente la asamblea del domingo, es imagen de este Cuerpo

de Cristo, reunido por el Espíritu bajo la mirada benévola del Padre

de todas las cosas.

-Prenda de la Pascua eterna (Pref. VI). PREFACIO-6

FE/CRECIMIENTO

La vida de este pueblo de Dios que es la Iglesia, transcurre sin

embargo aparentemente, como todas las vidas, con la monotonía

gris de los días no festivos. Incluso el sucederse de los domingos

puede parecerle al cristiano una sucesión de días sin alegría

especial y, en ocasiones, tristes y sombríos. A pesar de todo,

"todavía peregrinos en este mundo... poseemos ya en prenda la

vida futura". Para convencernos de esto, no contamos más que con

Page 87: Meditaciones de Luis Alonso Schokel

la fe. Si nos quedamos en el nivel terreno de las cosas,

efectivamente, no hay nada que nos lo demuestre. No existe

apologética capaz de demostrarnos que la vida eterna está ahí, y

que ya estamos tocándola. Únicamente la fe nos la puede hacer

vivir. Pero este convencimiento es esencial para la vida del pueblo

de Dios, nación consagrada. Pues sus energías todas y cuanto

para él constituye sus criterios de juicio y de conducta, dependen

estrechamente de esta convicción. La vida eterna ha empezado

ya... Sólo existe una prueba de que es así: "tenemos las primicias

del Espíritu que resucitó a Jesús de entre los muertos". Pero es una

prueba que pueden aceptar quienes crean en el testimonio de la

Escritura proclamada en Iglesia, por la Iglesia. Estas primicias del

Espíritu hacen que vivamos en la esperanza de que se realice en

nosotros el misterio de la Pascua; esperamos el paso definitivo en

el que serán abolidos todos los signos, porque estaremos en

contacto directo con las realidades divinas, que contemplaremos y

palparemos en el amor, no teniendo ya razón de ser la fe y la

esperanza.

Esta es la doctrina de los Prefacios de los domingos ordinarios.

Son poemas muy breves que han querido expresar la realidad de

nuestra vida diaria, que necesitamos reavivar cada domingo

ejercitando nuestra fe en reconocer los signos de la infinita

sabiduría de Dios que guía la evolución de la historia, en la que

nosotros colaboramos. Estos Prefacios nos ofrecen así una síntesis

del significado de toda nuestra vida cristiana. Al recordarnos estas

realidades nos introducen a la Gran Eucaristía, en la que cantamos

Page 88: Meditaciones de Luis Alonso Schokel

la gloria del Padre por Cristo en el Espíritu.

ADRIEN NOCENT

EL AÑO LITURGICO: CELEBRAR A JC 5

TIEMPO ORDINARIO: DOMINGOS 22-34

SAL TERRAE SANTANDER 1982.Pág 24-32

E P Í C L E S I S

La palabra «epiclesis» es un sustantivo griego que viene del

verbo epikaleo, que significa llamar, invocar. En sentido técnico,

significa una invocación a Dios Padre o a Dios Espíritu. En la

exposición que sigue interesa particularmente la acción del Espíritu:

podemos invocar al Padre para que envíe al Espíritu, o bien al

Espíritu para que venga. Lo invocamos en orden a una acción que

está por encima de nuestra capacidad, que compete a Dios mismo.

1. Solemos decir que el sacerdote consagra; pero ¡cuidado con

entender mal la expresión! A nadie se le ocurrirá afirmar que un

hombre, aunque sea sacerdote, sea la causa eficiente que

transforma el pan y el vino en cuerpo y sangre de Cristo. El

sacerdote es un ministro, y por su ministerio actúa Dios. Más aún, el

sacerdote es ministro en cuanto miembro cualificado de la Iglesia.

Una interpretación ingenua podría llevarnos a una concepción

mágica de la acción sacramental o eucarística.

Un día se debatía, aún en tono de controversia, la fórmula

Page 89: Meditaciones de Luis Alonso Schokel

auténtica de la acción sacramental. ¿Se debe decir «yo te absuelvo,

te perdono» o «el Señor te absuelva, te perdone?» Paralelamente:

¿se debe decir «esto es el cuerpo de Cristo», o bien «que el Señor

transforme esto en el cuerpo de Cristo»? Ahora bien, como en la

Eucaristía se encuentran de ordinario dos fórmulas, una narrativa

(«esto es ... »), otra invocativa («que esto sea ... »), la controversia

puede plantearse en otros términos. ¿Cuál de las dos es la fórmula

consagratoria?, ¿cuál es esencial y cuál es accesoria? La

controversia dividió a Iglesias orientales e Iglesia occidental: los

orientales defendían la invocación o «epiclesis», los occidentales

defendían la narración o «anamnesis». Dos formas lingüísticas,

enunciado o petición, condensaban dos visiones teológicas.

Las controversias sirven a veces para aclarar puntos teológicos y

empujar hacia adelante nuestra comprensión del misterio. Las

controversias pueden degenerar en polémica, endureciendo las

posiciones contrarias y haciendo olvidar a cada parte un aspecto de

la realidad. Yo quiero servirme de la controversia simplemente para

introducir el tema, porque entre nosotros no es frecuente comentar

o meditar un aspecto fundamental de la Eucaristía. En mis libros de

cabecera, que ya he citado y recomendado., podrá el lector recabar

información más rica y discusión más profunda. Sánchez Caro nos

señala la aparente ausencia de «anamnesis» o enunciado narrativo

en algunas liturgias (p.e. pág. 137). M. Gesteira, La Eucaristía,

misterio de comunión (Madrid 1983), nos ofrece una excelente

síntesis a partir de la página 596.

En las nuevas plegarias eucarísticas la epiclesis está más

Page 90: Meditaciones de Luis Alonso Schokel

explicita y clara que en la pIegaria anterior o tridentina. Intentaré

iluminarla con algún pasaje del Antiguo Testamento.

2.Ezequiel y el Espíritu. Ningún texto más desarrollado y

sugestivo que la visión de un profeta en el destierro. La vida en el

destierro de Babilonia y la vuelta a la patria se radicalizan en la

oposición extrema entre muerte y vida: muerte casi mineral de

huesos calcinados; vida del espíritu dinámico y animador. El profeta,

por orden de Dios., tiene que conjurar o invocar al espíritu.

Releamos un texto conocido:

Ez 37, 1:

La mano del Señor se posó sobre mí y el espíritu del Señor me llevó,

dejándome en un valle todo lleno de huesos. 2: Me los hizo pasar revista:

eran muchísimos los que había en la cuenca del valle y estaban

calcinados.

3:Entonces me dijo: -Hijo de Adán, ¿podrán revivir estos huesos?

Contesté:-Tú lo sabes, Señor.

4:Me ordenó: -Conjura así a esos huesos: Huesos calcinados,

escuchad la palabra del Señor. 5: Esto dice el Señor a esos huesos: Yo

os voy a infundir espíritu para que reviváis. 6: Os injertaré tendones, os

haré criar carne, tensaré sobre vosotros la piel y os infundiré espíritu para

que reviváis. Así sabréis que yo soy el Señor.

7:Pronuncié el conjuro que se me había mandado y, mientras lo

pronunciaba, resonó un trueno, luego hubo un terremoto y los huesos se

ensamblaron, hueso con hueso. 8:Vi que habían prendido en ellos los

Page 91: Meditaciones de Luis Alonso Schokel

tendones, que habían criado carne y tenían la piel tensa; pero no tenían

aliento.

9:Entonces me dijo: -Conjura al aliento, conjura, hijo de Adán,

diciéndole al aliento: Esto dice el Señor: Ven, aliento, desde los cuatro

vientos, y sopla en estos cadáveres para que revivan.

10: Pronuncié el conjuro que se me había mandado. Penetró en ellos el

aliento, revivieron y se pusieron en pie: era una muchedumbre inmensa.

Es el aliento o espíritu quien vivifica; el profeta es ministro de la

palabra de Dios, ejecutor de una orden. Aunque se trate de una

visión, no de una acción litúrgica, podemos extender su alcance

simbólico a otros contextos, también al litúrgico que intentamos

comprender.

En una oración penitencial el penitente invoca: «renuévame por

dentro con espíritu firme.... afiánzame con tu espíritu generoso»

(Sal 51, 12.14). En forma enunciativa dice un himno a la creación:

«les retiras el aliento y expiran y vuelven a ser polvo; envías tu

aliento y los creas y repueblas la faz de la tierra» (Sal 104, 29-30).

Bastaría cambiar el enunciado en petición para obtener una

epiclesis.

3.Epiclesis de consagración. En principio, podríamos introducir

cuatro invocaciones al Espíritu en la celebración eucarística: la

primera en la liturgia penitencial, la segunda en la liturgia de la

palabra, la tercera para la consagración, la cuarta para la

comunión. Las dos primeras no aparecen explícitas en los textos

Page 92: Meditaciones de Luis Alonso Schokel

antiguos o modernos. Los expertos nos dicen que la tercera y la

cuarta forman en realidad una sola, articulado en dos aspectos.

Señalan que un tiempo estaban unidas y lamentan que el texto

actual las haya separado. Como mi intento es explicar

diferenciando, voy a tomar los textos nuevos como se usan

actualmente. La unidad de consagración y comunión aparecerá en

diversas ocasiones.

He dicho «los textos nuevos», porque en el único canon que se

usaba antes del Concilio es muy difícil descubrir la epiclesis. Quizá

influyera negativamente la controversia con las iglesias orientales.

Podríamos rastrearla en estas palabras: «bendice y acepta, Padre,

esta ofrenda, haciéndola espiritual». En el adjetivo «espiritual»

podemos entreoír la presencia y acción del Espíritu; la súplica es

una invocación al Padre: a El toca recibir la oferta de nuestros

dones y transformarlos. Otros la encuentran más bien en las

palabras que siguen inmediatamente al Sanctus:

«A ti, pues, Padre misericordioso, te pedimos humildemente, por

Jesucristo tu Hijo, nuestro Señor, que aceptes y bendigas estos dones.»

Es una invocación al Padre sobre nuestros dones. A nuestra

«bendición (=beraka, don) responda la bendición del Padre. Esa

bendición consistirá en la transformación de los dones. El tema del

Espíritu difícilmente se escucha en estas palabras.

En los nuevos textos (que en gran parte son más antiguos) la

epiclesis suena con claridad. El canon o anáfora o plegaria segunda

Page 93: Meditaciones de Luis Alonso Schokel

es el más antiguo y sigue de cerca un texto de Hipólito. Ya el

prefacio o prólogo ha confesado que el Hijo de Dios, la Palabra, «se

hizo hombre por obra del Espíritu Santo». Después del Sanctus

suplica:

«Santifica estos dones con la efusión de tu Espíritu de manera que

sean para nosotros cuerpo y sangre de Jesucristo, nuestro Señor.»

La súplica se dirige al Padre pidiendo el don del Espíritu.

«Santificar» equivale a consagrar, es hacer santo o sagrado.

Pedimos que nuestros dones dejen de ser pan y vino ordinarios y

comiencen a ser una realidad santa, el cuerpo y sangre del Señor

glorificado. ¿Cómo se ha de realizar el misterio? Por la efusión del

Espíritu. El término efusión o derramamiento procede del Antiguo

Testamento. Aunque a nosotros nos resulte poco coherente

«derramar un viento», en hebreo la expresión sapak ruh es

conocida (el verbo puede llevar como complemento líquidos, sólidos

y gaseosos):

Ez 39, 29: He infundido mi espíritu a la casa de Israel.

Jl 3, 1-2: Después derramaré mi espíritu sobre todos.

Zac 12, 10: Derramaré un espíritu de compunción.

Como decimos efusión, podríamos decir infusión ; también en los

textos citados de Joel y Zacarías se podría leer «infundiré». Es una

manera de acercarse al misterio y contornearlo mentalmente.

Page 94: Meditaciones de Luis Alonso Schokel

Además hemos de notar la concentración trinitaria de la fórmula:

pedimos al Padre que envíe al Espíritu para que haga presente al

Hijo. Habría que meditar y explicar alguna vez fórmulas tan densas y

ricas. El sacerdote pronuncia la epiclesis después del Sanctus (que

no existía en las plegarias eucarísticas más antiguas). Con las

palabras del libro de Isaías ha proclamado toda la comunidad la

santidad de Dios. Ahora, por medio del presidente de la liturgia,

pide que esa santidad se ocupe y manifieste en santificar, cosa que

sucederá cuando el Espíritu Santo sople o se infunda en nuestros

dones:

La anáfora tercera lo formula en estos términos:

«Por eso, Señor, te suplicamos que santifiques por el mismo Espíritu

estos dones que hemos separado para ti, de manera que sean Cuerpo y

Sangre de Jesucristo, Hijo tuyo y Señor nuestro.»

Adjetiva «el mismo» Espíritu, porque inmediatamente antes ha

confesado que el Padre, «con la fuerza del Espíritu Santo da vida y

santifica todo». La acción vivificadora que describía sugestivamente

Ezequiel, continuará en la acción santificadora; y un momento

culminante será la «santificación» o consagración de los dones.

Nosotros los «hemos separado» del consumo ordinario, los hemos

apartado y traído como don humilde y sentido. A nuestra «beraka»

responde la consagración por el Espíritu.

La anáfora cuarta es creación moderna, y utiliza muchos

elementos antiguos y tradicionales o se inspira en ellos. Es la más

Page 95: Meditaciones de Luis Alonso Schokel

amplia y solemne, y también tenemos que escucharla desde los

párrafos que siguen al Sanctus. La acción del Espíritu se proclama

en dos momentos: uno es la encarnación, otro Pentecostés. En

ambos el Hijo es sujeto:

«... se encarnó por obra del Espíritu Santo ... »

«... envió, Padre, desde tu seno al Espíritu Santo como primicia para

los creyentes, a fin de santificar todas las cosas, llevando a plenitud su

obra en el mundo.»

El Espíritu es la primicia, el don primero y mejor. Don dinámico

que ha comenzado y no ha de detenerse hasta santificar o

consagrar todo. Aunque no lo diga expresamente el texto, la

consagración de todas las cosas se hará según el rango y función

de cada creatura. El centro es la humanidad, y dentro de ella ese

grupo convocado que es la Iglesia.

Con esta preparación, la anáfora llega a la epiclesis, formulada

así:

«Que este mismo Espíritu santifique, Señor, estas ofrendas para que

sean Cuerpo y Sangre de Jesucristo nuestro Señor.»

Podríamos seguir citando de las nuevas anáforas que ofrece el

Misal Italiano, y el resultado se confirmaría. La conclusión, por

encima de cualquier controversia, es que la Eucaristía es una

acción intensa del Espíritu en la Iglesia, quizá la más intensa.

Page 96: Meditaciones de Luis Alonso Schokel

Polarizados por el cuerpo de Cristo entre nosotros, educados en

una veneración cordial (¿y un poco polémica?) de esa presencia

prolongada, no olvidemos la acción del Espíritu. Podríamos decir:

nada más carismático que la celebración eucarística. Si el ritmo y

movimiento de la liturgia no da espacio para meditar, si la atención

se fatiga y no advierte el momento de la epiclesis, harán falta

momentos y tiempos suplementarios para recobrar la conciencia

cristiana del hecho.

4.Epiclesis de comunión. Ya he dicho que originalmente no son

dos epiclesis, sino dos partes de una sola, actualmente separadas

por el relato de la consagración.

Hemos de partir de un principio: Cuerpo de Cristo es el don

santificado o consagrado; pero no menos es Cuerpo de Cristo,

aunque de otro modo, la Iglesia. A lo cual añado otra consideración:

de la misma raíz griega vienen la palabra «epiclesis», invocación, y

la palabra «ekklesia», convocación. La Iglesia, convocada por la

palabra del evangelio, invoca ahora al Espíritu para que santifique =

consagre los dones y a los oferentes, haciéndolos Cuerpo de Cristo

a ambos.

No es que el cambio suceda ahora radicalmente, por primera vez.

Ese grupo humano que forma una Iglesia local es ya cuerpo de

Cristo, y sólo porque lo es puede celebrar la Eucaristía (que no es

una devoción individual). Cuando comenzamos diciendo: «El Señor

esté con vosotros / Y con tu Espíritu», ya existe comunidad

cristiana, ya ha respondido a la convocación radical actualizándola

Page 97: Meditaciones de Luis Alonso Schokel

en esta reunión. En la Eucaristía se expresa, se consolida, se

robustece la comunidad cristiana o mesiánica, que ya existe; por lo

tanto, no empieza a ser Cuerpo de Cristo. Con todo, el Cuerpo

puede crecer en estatura, en cohesión, en vitalidad. Como Jesús en

Nazaret «iba creciendo y robusteciéndose y adelantaba en saber, y

el favor de Dios lo acompañaba» (Lc 2, 40); «Jesús iba creciendo

en saber, en estatura y en el favor de Dios y de los hombres» (Lc 2,

52).

En castellano decimos «tomar cuerpo». La comunidad cristiana,

que ya es cuerpo de Cristo, ha de tomar cuerpo, haciéndose cada

vez más «cuerpo de Cristo», «hasta alcanzar la edad adulta, el

desarrollo que corresponde al complemento del Mesías» (Ef 4, 13).

Cristo está «de cuerpo presente», pero vivo en los dones

consagrados, para estar «de cuerpo entero» en su comunidad. Y es

como si se entablara un cuerpo a cuerpo pacífico en el abrazo de

dones y comunidad, cuerpo y cuerpo de Cristo.

¿Cómo se realizará la transformación? ¿Quién es el agente?

Cuando Samuel se dispone a ungir como rey a Saúl, le explica en

seguida lo que va a suceder:

1 Sm 10, 1:

Tomó la aceitera, derramó aceite sobre la cabeza de Saúl y lo besó

diciendo: 2: ¡El Señor te unge como jefe de su heredad! (...) 6: Te invadirá

el espíritu del Señor, te convertirás en otro hombre y te mezclarás en su

danza. 7: Cuando te sucedan estas señales, ¡hala!, haz lo que se te

ofrezca, que Dios está contigo.

Page 98: Meditaciones de Luis Alonso Schokel

En el libro de los jueces se describen algunas empresas

violentas de Sansón; y una frase retorna como estribillo:

Jue 14, 6: El espíritu del Señor invadió a Sansón que descuartizó al león

como quien descuartiza un cabrito, y eso que no llevaba nada en la

mano.

14,19: Entonces lo invadió el espíritu del Señor, bajó a Ascalón, mató

allí a treinta hombres, los desnudó y dio las mudas a los que habían

sacado el acertijo.

15,14: Pero lo invadió el espíritu del Señor, y las sogas de sus brazos

fueron como mecha que se quema, y las ataduras de sus manos se

deshicieron.

Saúl es el jefe legítimo de la comunidad; Sansón, un franco

tirador contra los filisteos opresores. Lo que nos interesa de esos

ejemplos es esa invasión del espíritu que transforma al hombre. Lo

mismo puede transformar a una comunidad:

Ef 4, 3: Esforzaos por mantener la unidad que crea el Espíritu,

estrechándola con la paz. Hay un solo cuerpo y un solo Espíritu...

5. Fórmulas litúrgicas. La anáfora o canon segundo lo formula

así:

«Te pedimos humildemente que el Espíritu Santo congregue en la

Page 99: Meditaciones de Luis Alonso Schokel

unidad a cuantos participamos del Cuerpo y Sangre de Cristo.»

«Congregar» viene de grex = grey, rebaño que el pastor

mantiene reunido y protege de la dispersión. Sin emplear la palabra

«cuerpo», menciona la «unidad»; porque un cuerpo es una unidad

orgánica, no aglomeración ni yuxtaposición. La Eucaristía

presupone la unión de los miembros; sería contradicción celebrarla

cuando la unidad está rota. Con la Eucaristía, la unidad existente se

expresa y se refuerza.

Hablaba en otro capítulo de la nueva circulación de la Sangre en

el cuerpo de Cristo, que es la Iglesia. La sangre que circula lleva a

cada miembro, a cada tejido, a cada célula, el oxígeno; y la sangre

eucarística va llevando al Espíritu hasta todos los miembros de la

comunidad, vitalizando y estrechando la unidad.

La anáfora o plegaria tercera abre muy pronto puertas y ventanas

a la penetración del Espíritu. Empalmando con el Sanctus, como

hemos visto, se anuncia:

«Santo eres en verdad, Señor, y con razón te alaban todas las

creaturas, ya que por Jesucristo Señor nuestro, con la fuerza del Espíritu,

das vida y santificas todo y congregas a tu pueblo sin cesar.»

Se confiesa el dinamismo, «la fuerza» del Espíritu, como fuente

de vida y consagración universal, como centro que congrega una y

otra vez a la comunidad. Impulsados por ese viento que arrastra sin

dispersar, escuchamos la epíclesis:

Page 100: Meditaciones de Luis Alonso Schokel

«Dirige tu mirada sobre la ofrenda de tu Iglesia y reconoce en ella la

víctima por cuya inmolación quisiste devolvemos tu amistad, para que,

fortalecidos con el cuerpo y sangre de tu Hijo y llenos de su Espíritu

Santo, formemos con Cristo un solo cuerpo y un solo espíritu.»

La comunidad va a recibir un alimento, comida y bebida, que la

robustecerá como organismo; a través del cuerpo y sangre de

Cristo la comunidad se llena del Espíritu que Cristo glorificado

comunica siempre a su Iglesia; de ese modo la comunidad forma

con Cristo-Cabeza un solo cuerpo y un solo espíritu. La comunión

es para alimentar la unidad, no para santificar a individuos. La

unidad, que se expresa como reunión externa, nace realmente del

interior, de un aliento o Espíritu que la mantiene compacta y viva. La

epiclesis invoca al Espíritu para que transforme un grupo de

hombres en una comunidad cristiana, cuerpo de Cristo.

La anáfora cuarta confirma lo dicho:

«Concede a cuantos compartimos este pan y este cáliz que,

congregados en un solo cuerpo por el Espíritu Santo, seamos con Cristo

víctima viva para tu alabanza.»

Uno es el pan y uno el cáliz; muchos son los que los comparten.

Compartir es ya un acto de unidad. Adviene la invasión del Espíritu

y la unidad se realiza eficazmente desde dentro.

Hemos pasado revista a tres variaciones de epiclesis sobre la

Page 101: Meditaciones de Luis Alonso Schokel

consagración y a otras tres sobre la comunión. Una conclusión

importante es la función primordial del Espíritu en la realización de

la Iglesia como cuerpo de Cristo. Serán convenientes y necesarios

instrumentos externos de organización para que nuestra iglesia sea

un cuerpo social; pero no olvidemos que lo primario, lo decisivo, es

la acción del Espíritu. Si esto falta, sería inútil planear, organizar,

emanar normas y reglas, tener todo previsto y controlado.

Tendríamos una empresa modelo, una sociedad ejemplar. Pero una

comunidad de hombres es cuerpo de Cristo cuanto está alentada y

animada por el Espíritu de Cristo. Y ese es el sentido de la epiclesis

eucarística.

6.¿Epiclesis de la penitencia? Ya he indicado que la fórmula de

absolución penitencial (no la llamo sacramental) tiene forma de

invocación al Padre o Dios Todopoderoso. El sacerdote no dice:

«yo perdono vuestros pecados», sino suplica que Dios «tenga

misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la

vida eterna». Invoca en nombre de la comunidad eclesial,

incluyéndose entre los necesitados de perdón. Pero no hay

mención del Espíritu.

Dos textos bíblicos nos ayudarán a rellenar esa laguna. El

primero está tomado de la oración penitencial más famosa del

Antiguo Testamento, el salmo 51. Después de una confesión

reiterada de pecados, delitos, culpas y maldades, el penitente

invoca una nueva creación de Dios: «crea en mí, oh Dios ... » En

esta creación, como en la primera, estará presente el Espíritu:

Page 102: Meditaciones de Luis Alonso Schokel

51, 12: Renuévame por dentro con espíritu firme:

13: No me quites tu santo espíritu...

14: Afiánzame con tu espíritu generoso...

Es la más bella invocación penitencial al espíritu en toda la Biblia

(la he comentado en mi libro Treinta Salmos. Poesía y oración (pp.

217 ss.). Un espíritu que dé consistencia por dentro,

contrarrestando los «huesos quebrantados», espíritu firme que

sustituya al «espíritu quebrantado» (=triturado, con-trito). Un

espíritu «santo», que lo arrebate a la esfera divina, lo consagra,

sustituyendo y compensando «sacrificios» rituales. Un espíritu

generoso que sea el nuevo principio dinámico de vida y acción: no

fuera, sino dentro; no una ley, sino una espontaneidad generosa.

Esta petición tiene una resonancia significativa en la profecía de

Ezequiel:

36,25: Os rociaré con agua que os purificará, de todas vuestras

inmundicias e idolatrías os he de purificar. 26: Os daré un corazón nuevo y

os infundiré un espíritu nuevo; arrancaré de vuestra carne el corazón de

piedra y os daré un corazón de carne. 27: Os infundiré mi espíritu y haré

que caminéis según mis preceptos y que pongáis por obra mis

mandamientos. 28: Habitaréis en la tierra que di a vuestros padres.

Vosotros seréis mi pueblo y yo seré vuestro Dios.

El segundo texto lo tomamos del evangelio de Juan. La conexión

Page 103: Meditaciones de Luis Alonso Schokel

del Espíritu con el perdón es explícita:

20, 22: A continuación sopló sobre ellos y les dijo:

23: Recibid el Espíritu Santo: a quienes les perdonéis los pecados, les

quedan perdonados; a quienes se los imputéis, les quedarán imputados.

No hay sacramento si no hay perdón; no hay perdón sin acción

del Espíritu.

7.¿Epiclesis de la Palabra? Tampoco está explícita en los textos

litúrgicos. Una reliquia de epiclesis se podría apreciar en las

palabras con que el presidente bendice al diácono: «Que el Señor

esté en tu corazón y en tus labios para que puedas anunciar el

Evangelio como es debido». Podemos pensar que la presencia en

el corazón y en los labios es presencia del Espíritu.

PD/ESCRITURA: La razón es clara y sencilla. Llamamos a la Biblia

«palabra inspirada». El adjetivo significa que la palabra se modela y

se pronuncia soplada y modelada por el Espíritu. Bajo la sombra y

el impulso de ese aliento divino, una experiencia humana se

transforma en palabra de comunicación; por eso es palabra

inspirada. La estructura lingüística que es un texto se conserva en

una notación o registro convencional; la escritura, por escrito. Por

eso lo llamamos «sagrada escritura». Pero la notación no es la

palabra, como la partitura no es la música. La notación conserva el

texto; la estructura lingüística contiene en potencia el aliento con

que brotó. Ha de ser actualizada la palabra para que vuelva a existir

Page 104: Meditaciones de Luis Alonso Schokel

de hecho, en el lector y en los oyentes. Pero ha de brotar impulsada

por el mismo aliento y ha de ser recibida en sintonía con él.

La constitución conciliar Dei Verbum nos dice que la Escritura «se

ha de leer e interpretar con el mismo Espíritu con que fue escrita» o

compuesta (Dei Verbum, 12). La liturgia rodea de un cierto aparato

la lectura, como indicando que no se trata de una lectura

cualquiera. Al final la asamblea corrobora el dicho «palabra de Dios,

palabra del Señor». Habría sido posible insertar al principio una

epiclesis. La cosa se puede hacer todavía en alguna liturgia o

paraliturgia de la palabra.

Al menos seamos conscientes de esa realidad. En la palabra

inspirada es el Espíritu quien se comunica hecho palabra, nos

invade, nos penetra, nos unifica en la escucha compartida de un

texto único.

Concluyo este repaso de la epiclesis repitiendo lo dicho: no hay

nada más carismático que la celebración de la Eucaristía.

LUIS ALONSO SCHÖKEL

MEDITACIONES BÍBLICAS SOBRE LA EUCARISTÍA

SAL-TERRAE SANTANDER 1987.Págs. 73-86

* * * * * * *

LA EPÍCLESIS EN LA IGLESIA DE CRISTO

Page 105: Meditaciones de Luis Alonso Schokel

La palabra epiclesis procede del griego epikalein que significa

"invitar", "invocar". En teología, significa la particular invocación del

Espíritu Santo. En la acción litúrgica, esta invocación del Espíritu va

normalmente acompañada de la imposición de manos; pero el gesto

no ha de ser cualificado de epiclético, sólo lo es el texto.

La acción del Espíritu hace presente la obra del Hijo en toda

celebración litúrgica. El Espíritu Santo invocado es quien garantiza

la santificación y la comunión en la unidad de la diversidad de la

asamblea reunida. Es el Espíritu Santo invocado quien da la propia

singularidad a cada sacramento. Cada sacramento tiene un

momento en el que se invoca al Espíritu y quizás no somos todavía

conscientes de ello. El Dossier "Ven Espíritu Santo-Subsidios

Litúrgicos para 1998" del Comité Central del Gran Jubileo del año

2000 (Edice-Madrid 1997) es una buena ayuda en este sentido.

El Consejo Pontificio para la promoción de la unidad de los

cristianos, en un documento sobre "Las tradiciones griega y latina

sobre la procesión del Espíritu Santo" [Service d'lnformation 89

(1995) 91] dice que todo aquello que Cristo ha instituido: la

Revelación, la Iglesia, los sacramentos, el ministerio apostólico y su

magisterio, requiere la invocación constante -epíclesis- del Espíritu

Santo y de su fuerza (energeia) para que se manifieste "el amor que

nunca muere" (1 Co 13,8) en la comunión de los santos en la vida

trinitaria.

Basta recordar la importancia de la epíclesis en la Eucaristía. Los

Page 106: Meditaciones de Luis Alonso Schokel

latinos la tenemos dividida, una invocación para que pan y vino se

conviertan en el cuerpo y la sangre de Cristo, y otra invocación para

que todos, aun siendo muchos y diferentes, por la participación en

la Eucaristía, nos convirtamos en un solo cuerpo en Jesucristo (cf. 1

Co 10,16-17). Los orientales conservan la unidad de la epíclesis

después de la anámnesis, para que el Espíritu reactualice la obra

del Hijo: reunir a todos los pueblos, con sus diferencias, en uno

solo, el pueblo de Dios, reconciliando a toda la humanidad y a la

creación entera con el Padre.

El Documento de Fe y Constitución del Consejo Ecuménico de

las Iglesias, Bautismo Eucaristía Ministerio (Lima 1982), destaca la

relación intrínseca entre las palabras de la institución y la epiclesis,

como expresión en cada celebración del papel complementario del

Hijo y del Espíritu (cf. el articulo "epiclesis", firmado por el teólogo

ortodoxo A. Loosky, en el Diccionario del movimiento ecuménico

WCC, Ginebra 1991).

El obispo ortodoxo loannis (conocido por su apellido Zizioulas),

actual metropolita de Pérgamo y gran teólogo, destaca la

importancia de la acción del Espíritu en la misión y la obra del Hijo.

En efecto, el Espíritu da a Jesucristo su identidad personal, pues

Cristo nace del Espíritu, es ungido y resucita de entre los muertos

gracias al Espíritu. Visto así, la pneumatología es la fuente de la

cristología, y no al contrario.

Se invoca al Espíritu para que convierta la totalidad de Cristo en

una realidad existencial y concreta, en una situación particular, en

una Iglesia de un lugar. De esta manera se supera completamente

Page 107: Meditaciones de Luis Alonso Schokel

el dilema entre local y universal.

Se invoca al Espíritu en la Iglesia, para que las gentes de un

lugar no vivan aisladamente, individualmente, sino como una

comunión, como personas relacionadas a partir de su diversidad.

Se invoca al Espíritu en la Iglesia, para que se mantenga en

comunión en el tiempo por medio de la sucesión apostólica, y en

comunión en el espacio por medio de la sinodalidad entre las

diversas Iglesias.

Se invoca al Espíritu en la Iglesia para que convierta lo que es

institucional en carismático, y lo carismático en institucional. A partir

de la conocida frase de Ireneo de Lión: Ubi Ecclesia ibi est Spiritus

Dei, et ubi Spiritus Dei, illic Ecclesia (Adv. Haer., 111,24,1), Zizioulas

resalta que la Iglesia primitiva unía los rasgos carismáticos y los

institucionales.

Se invoca al Espíritu en la Iglesia para que la divida en órdenes y

servicios, de tal manera que se es carismático por el solo hecho de

ser miembro suyo, esto es, relacionado con los demás (1 Co

12,27-30). Y la una al mismo tiempo en el ministerio de comunión

del obispo, de los presbíteros y de los diáconos.

Donde se invoca al Espíritu Santo, irrumpen las realidades

últimas (eskhata) en la historia y sitúa a los presentes en comunión

entre ellos y con Dios y con los pobres en el seno de una Iglesia

local. En concreto, cuando introduce lo último (eskhaton) en la

historia, el Espíritu Santo hace de la Iglesia una presencia de ese

último en este mundo y una señal del más allá de la historia.

Zizioulas indica que la invocación constante del Espíritu en la

Page 108: Meditaciones de Luis Alonso Schokel

Iglesia genera dos movimientos fundamentales: el movimiento

centrípeto, que reúne a la Iglesia en una unidad por medio y dentro

de una estructura completa, y el movimiento centrifugo, que crea

una Iglesia extática, relacional y totalmente abierta para abrazar a

todo aquel que no forma parte de su estructura, incluida la Creación

entera. Ambos movimientos pertenecen a la vez a Cristo y al

Espíritu, y ambos remiten todas las cosas al Padre (cf. 1 Co 15,28).

Siempre que puede, Zizioulas nota que la perspectiva

pneumatológica pone al descubierto la necesidad de una estructura

eclesial que haga posible, a la vez, la unidad y la diversidad. En la

XlI Conferencia de la Comunión Anglicana (Lambeth 1988), afirmó

que la Iglesia no sólo ha de permanecer unida, sino también ha de

formar una unidad visible, basada en las estructuras eclesiales que

proclaman y expresan la Buena Nueva del Evangelio: el Reino de

Dios. Por tanto, bajo la acción del Espíritu invocado, "palabra,

sacramento e institución forman una unidad irrompible".

JAUME FONTBONA

MISA DOMINICAL 1998, 6 31

Anamnesis-Memoria

Anamnesis es una palabra griega (como lo es epiclesis) que

significa «recuerdo». De la misma raíz proceden nuestras palabras

cultas «amnesia», «nemotecnia». Se aplica tradicionalmente a esa

Page 109: Meditaciones de Luis Alonso Schokel

parte o aspecto de la Eucaristía que consiste en traer a la memoria,

recordar. En sentido técnico, se podrían distinguir y oponer

«anamnesis» y «epiclesis» como texto en que se narra y texto en

que se suplica. Sobre la controversia informan en diverso grado mis

dos libros de cabecera, de Gesteira y de Sánchez Caro. Mi

intención aquí no es tanto histórica o sistemática, cuanto expositiva.

Quiero que, meditando, penetremos en el sentido y consecuencias

de nuestra Eucaristía como memoria.

1. La memoria: una cosa tan sencilla, tan obvia, tan maravillosa.

De puro obvia, no la vemos; de puro sabida, no reflexionamos sobre

ella. Se habla de la «memoria de los sentidos», de la cual participan

también los animales. Aquí me refiero a la memoria consciente,

como acto del espíritu humano. La memoria es correlativa a nuestro

ser en el tiempo. Nos permite hacer presentes hechos, datos,

lejanos en el espacio y el tiempo. ¡Y qué capacidad de contenido

tiene una memoria mediana y cómo se dilata elásticamente para

aumentar su capacidad...! Si tomáramos una persona de mediana

cultura y empezásemos a enumerar y catalogar todos los datos

encerrados en su memoria, nos pasmaríamos. Cuando alguno me

dice: « ¡Cuántas cosas sabe usted... yo respondo: «También usted,

sólo que sabe otras». ¿Que nos gana una ordenadora? En puro

número de datos, quizás; pero ¿qué decir de las conexiones, de la

integración de datos en unidades coherentes, de la viveza = «vida»

con que retornan sucesos de la infancia, de la vibración emotiva?

No hablamos de mecanismo, sino de conciencia.

Page 110: Meditaciones de Luis Alonso Schokel

¿En qué cavernas, en qué depósitos se conservan esos datos

innumerables? ¿Cómo se mantienen dormidos y vigilantes para

presentarse cuando haga falta? ¿Qué resorte los hace acudir a la

conciencia, llamados o no? Decimos: me viene ahora a la memoria,

no recuerdo, lo tengo en la punta de la lengua, haz un esfuerzo

para recordar, te voy a refrescar la memoria... ¿De dónde «viene»,

con qué se «refresca», cómo se aleja la conciencia de «la punta de

la lengua»? Los hebreos tenían una antropología más elemental,

más ligada a la corporeidad. Lo que experimentan con los sentidos,

lo que escuchan, penetra en la conciencia o corazón, y de ahí baja

a unas «cámaras del vientre», donde se almacena:

Prv 18, 8:

las palabras del que murmura son golosinas

que bajan hasta las cámaras del vientre.

Allí permanecen escondidas, accesibles sólo a Dios y a la

conciencia:

Prv 20, 27:

El espíritu humano es la lámpara del Señor

que sondea lo íntimo de las entrañas.

Desde aquellas profundidades «suben al corazón» y se hacen

conscientes: Is 65, 17; jr 3, 16; 7, 31; etc.

Nosotros tenemos hoy explicaciones más afinadas, menos

Page 111: Meditaciones de Luis Alonso Schokel

materiales; pero ¿explicamos realmente la actividad de la memoria?

¿O sigue siendo en gran parte misterio, uno de tantos misterios

como albergamos o somos? La memoria ejerce además otras

funciones importantes. Es condición de nuestra identidad

psicológica. Un ataque de amnesia puede llegar al punto de que el

paciente «se vea roto (no que rompa él) con el pasado», no sepa

quién es. Gracias a la memoria, nuestra conciencia mantiene la

identidad personal a través del tiempo y sus azares.

Podemos pensar en una memoria simplemente cognitiva: como

espectáculo que nos ofrecemos internamente, al cual asistimos

entretenidos, serenos, distantes. De ordinario, la memoria es más

que espectáculo complacido de uno mismo, y se convierte en factor

dinámico. El pasado nos fue modelando acción tras acción. En un

instante se presenta un hecho de nuestro pasado cargado de

interpelación, dispuesto a modelar nuestra acción próxima,

inmediata. El arrepentimiento no puede anular el hecho; lo que sí

puede es conjurar sus consecuencias, trocar el error o culpa en

incitación al bien. Escarmentamos en nosotros mismos; son

nuestras barbas las que vemos pelar. Otros momentos retornan

prodigando ilusión, ánimo. La memoria no resucita el hecho pasado,

pero carga y dispara su virtud (fuerza).

Dt 7, 18: No temas: recuerda lo que hizo el Señor al Faraón.

9, 7: Eres un pueblo terco... recuerda que provocaste al Señor.

15,15: No despidas a tu esclavo con las manos vacías... recuerda que

fuiste esclavo en Egipto...

Page 112: Meditaciones de Luis Alonso Schokel

24, 17: No defraudarás el derecho del emigrante y del huérfano ni

tomarás en prenda las ropas de la viuda; recuerda que fuiste esclavo en

Egipto y que allí te redimió el Señor tu Dios...

2. Memoria social. Lo que he dicho del individuo vale, a su

manera, de la comunidad. Existe una memoria comunitaria del

pasado, un recuerdo compartido. Un grupo de hombres que no

compartan alguna memoria no forman sociedad. Incluso sociedades

mínimas, familia o clan, poseen y cultivan sus recuerdos comunes:

«recuerdos de familia» los llaman; relatos y leyendas del clan o

tribu. Si ensanchamos el ámbito a un pueblo o nación, hablaremos

de «crónicas» e «historia». La empresa de Alfonso el Sabio de

componer la Crónica General y la General Estría no es una

operación puramente intelectual. La necesidad es tan grande, que a

veces los pueblos se inventan historia, acudiendo a la cantera de

las leyendas (Rómulo y Remo; parte de nuestros viejos romances).

La fuerza es tan grande que el inmigrante o sus hijos llegan a

apropiarse la historia ajena, que en rigor no les pertenece. Las

sociedades tienen muchas veces profesionales encargados de

conservar y actualizar la memoria colectiva: los que la registran,

sean cantores épicos o historiadores, los que la recitan, sean

rapsodas o profesores. Y hasta poseen en su vientre unas cámaras

donde conservan registros de hechos hasta el momento oportuno:

son los archivos.

De algunos hechos particulares la memoria se actualiza en forma

de celebración festiva: día de la Independencia, día de la Victoria,

Page 113: Meditaciones de Luis Alonso Schokel

día de un descubrimiento, de un viaje en torno a la tierra, de un

pisar por primera vez la luna (cuando la frase «estar en la luna»

cambió de significado), En la celebración ha de participar la

comunidad, de modo que sea pública y colectiva. También puede

haber memorias luctuosas, que son excepción.

Israel, como sociedad, ejercita la memoria con especial

intensidad. Porque en sus hechos gloriosos hay un protagonista

confesado, que es el Señor. La memoria de Israel es la historia de

un pueblo irrealizable sin la intervención de Dios, incomprensible sin

su confesión. Israel no sólo ejercita la memoria, sino que tiene una

ley sobre ello, como indica el salmo 78:

3: Lo que oímos y aprendimos, lo que nuestros Padres nos contaron,

4: no lo ocultaremos a sus hijos, lo contaremos a la generación

venidera:

las glorias del Señor, su poder, las maravillas que realizó.

5: Porque él hizo un pacto con Jacob dando leyes a Israel:

él mandó a nuestros padres que lo enseñaran a sus hijos,

6: para que lo supiera la generación venidera y los hijos que nacieran

después.

Que los descendientes se lo cuenten a sus hijos

7: para que pongan en Dios su confianza

y no olviden las acciones de Dios...

Gran parte del Antiguo Testamento brota no sólo de la

observación y fantasía de sus escritores, sino sobre todo de esa

Page 114: Meditaciones de Luis Alonso Schokel

urgencia de contar. Recordar es deber gustoso; ser desmemoriados

es delito.

Además de esto, Israel establece celebraciones, fiestas, para

conmemorar hechos capitales, o llena de contenido histórico fiestas

agrarias precedentes. La Pascua ha de recordar la salida de Egipto;

la fiesta de las Tiendas, el camino por el desierto. También tienen

celebraciones penitenciales. Lo admirable es que en ellas se

sienten solidarios con los padres y entre sí; es decir, que la

confesión dolorida del pecado vincula:

Sal 106, 6: Somos culpables con nuestros padres,

hemos cometido maldades e iniquidades.

Bar 1, 19: Desde el día en que el Señor sacó a nuestros padres de

Egipto,

hasta hoy, no hemos hecho caso al Señor nuestro Dios;

hemos

rehusado obedecerle.

Celebrar es para Israel como volver a una matriz común como

escuchar el murmullo de raíces comunes hundidas en tierra

común.

Los israelitas recuerdan las leyendas e historias de los

patriarcas; recuerdan especialmente el hecho fundacional que es la

liberación de Egipto. Al invocar el nombre del Señor, pueden añadir

un título: «el que nos sacó de Egipto». Su profesión de fe es una

profesión de hechos, no de doctrinas. Los salmos se detienen

Page 115: Meditaciones de Luis Alonso Schokel

muchas veces a repasar hechos de la historia; otras veces es el

individuo quien recuerda su experiencia pasada con Dios. La

literatura sapiencial, que al principio discurre al margen de la

historia, un día le abre las puertas.

3. EU/MEMORIAL: Memoria cristiana. Con estos antecedentes,

del hombre en general y de Israel en particular, podemos entrar en

nuestro tema y encontrarlo iluminado y hasta explicado. El pueblo

cristiano hereda el talante y la urgencia del recuerdo. La Eucaristía

es memoria festiva, comunitaria. Además de acción de gracias

(beraka), es memoria. Quizá sean dos caras de la misma medalla. A

una persona que nos ha hecho un beneficio insigne le estamos

agradecidos y se lo mostramos de palabra y con algún obsequio

(=beraka). Recordamos su cumpleaños, o el día en que nos salvó la

vida, para enviarle una tarjeta y un regalo. La Eucaristía es

recuerdo agradecido, con obsequio, del que nos salvó la vida.

Recuerda festivamente el hecho primordial de esa salvación. Como

memoria festiva tiene un contenido permanente, un contenido

variable y una función plural.

El contenido permanente es el hecho que condensa todo lo

demás: la muerte y resurrección del Señor. El sacrificio por el cual

nos libera y por el cual pasa de la muerte a la vida. Este núcleo es

insustituible. Ese hecho, a la vez básico y culminante, no puede ser

olvidado. Tenemos un mandato del Señor: «Haced esto en memoria

mía». Todas las plegarias eucarísticas o anáforas están de acuerdo

en este punto. Voy a citar esta vez de la anáfora primera o «canon

Page 116: Meditaciones de Luis Alonso Schokel

romano». Después de repetir en forma narrativa las palabras de la

última cena, añade:

«Por eso, Señor, nosotros tus siervos y todo tu pueblo santo, al

celebrar este memorial de la pasión gloriosa de Jesucristo, tu Hijo nuestro

Señor, de su santa resurrección del lugar de los muertos y de su

admirable ascensión a los cielos, te ofrecemos ... »

(Incluso en la debatida anáfora de Addai y Mari, en la que no se

citan las palabras de la última cena, no falta la referencia explícita:

«celebrando este misterio... de la pasión, de la muerte y de la

resurrección de nuestro Señor Jesucristo». Véase el citado libro de

Sánchez Caro, págs. 108-138).

El momento de la muerte y resurrección supone y arrastra una

serie de hechos, toda una vida, desde la concepción y el

nacimiento, siguiendo por el crecimiento, enseñanza, milagros y

demás hechos. También éstos pueden ser objeto de la memoria

«variable», ocasional. La eucaristía siempre recordará la muerte y

resurrección; además, un día recordará el nacimiento, otro la venida

de los magos, otro el bautismo, otro la transfiguración. Esta

práctica, por un lado equilibra la monotonía; por otro lado centra

todos los hechos en torno al hecho capital. El «ciclo» o

circunferencia litúrgico tiene su centro.

La variedad se aprecia sobre todo en los prefacios, de tal modo

que también la vida de la Iglesia, fruto y consecuencia de la

salvación, entra en la memoria. La reforma litúrgica ha dado más

Page 117: Meditaciones de Luis Alonso Schokel

espacio a la introducción de prefacios específicos.

Después de considerar el contenido estable y el variable,

reflexionemos sobre la función de la memoria eucarística. Con lo

dicho más arriba, será fácil entender la función de agradecer a Dios

sus beneficios. Veamos la función de la memoria como garantía de

identidad. Nuestra identidad cristiana arranca de Cristo. El adjetivo,

del sustantivo (parece una tautología, pero hay que repetirlo).

Nuestra identidad cristiana arraiga en la muerte y resurrección de

nuestro Salvador; por eso tenemos que recordarlas. El recuerdo

explícito nos identifica hacia dentro y hacia fuera como comunidad.

He ahí nuestro documento de identidad. La Iglesia no sufrirá un

ataque colectivo de amnesia, olvidándose de quién es; algunos

miembros pueden sufrirlo. Entonces, ¿es la Eucaristía un simple

«precepto dominical» en el que lo importante sea la formalidad del

cumplimiento por encima del contenido? Precepto dominical significa

precepto del señor (=domini); y él lo manda, «haced esto», para

que, acordándonos, seamos.

Y así pasamos a la otra función: la memoria como principio de

acción. El recuerdo de los pecados pertenecía a la liturgia

penitencial. Ahora recordamos beneficios los cuales nos impulsan al

agradecimiento. Son, además, beneficios ejemplares, que nos

impulsan a la imitación. Si nuestra identidad arraiga y brota de un

sacrificio por amor, no podemos persistir en el egoísmo como forma

de vida. Cada momento de la vida de Cristo nos habla, nos

interpela, nos exige una «conformidad», que es «forma común»,

compartida. De lo contrario, la memoria sería un sarcasmo. La

Page 118: Meditaciones de Luis Alonso Schokel

memoria es principio o garantía de identidad. La memoria enérgica,

activa, es principio de identificación. Somos de Cristo: seamos cada

vez más como Cristo. Su recuerdo nos incita. Y esto no sólo como

individuos, sino como comunidad:

1 Pe 2, 21: Cristo sufrió por vosotros dejándoos un modelo para que

sigáis

sus huellas.

4. Recuerdo y esperanza. PASADO/NOSTALGIA

NOSTALGIA/PASADO MEMORIA/PADO-FUTURO

PASADO/FUTURO: La memoria, además de los enormes servicios

que nos presta, nos puede poner una trampa. Tal sucede cuando

se transforma en nostalgia de un tiempo pasado irrecuperable. El

hombre no le saca gusto al presente, no espera ya nada del futuro

y se refugia en una guarida mental que se ha construido con

retazos del pasado. Está toda colgada de cuadros que representan

momentos felices, gloriosos, que en parte existieron y en parte

transfigura la imaginación. Allí se refugia cada vez con más

frecuencia para rehuir el presente y el futuro. Desde allí lanza

condenaciones contra estos tiempos, que no considera suyos: «en

mi tiempo ... ».

Algunos desterrados de Babilonia cultivaban la nostalgia que los

paralizaba y cegaba. El profeta del destierro y el retorno, Isaías

Segundo, parecía abolir la ley de la memoria cuando les decía:

Page 119: Meditaciones de Luis Alonso Schokel

/Is/43/18-19:

No recordéis lo de antaño, no penséis en lo antiguo;

mirad que realizo algo nuevo; ya está brotando: ¿no lo notáis?

Tanto miran al pasado que no ven brotar el futuro. Como si a

Dios no le quedase nada por hacer, al hombre nada que esperar.

Como si todas sus citas con Dios se encontrasen en el pasado y no

quedase nada por vivir.

Pues bien, existe también una memoria del futuro. Esperar es

recordar; esperar es hacer presente el futuro. Unas veces sabiendo

lo que será, otras veces sin adivinarlo: «Tu pasado será una

pequeñez comparado con tu magnífico futuro» (Job 8, 7). Si no nos

gusta la palabra «recordar», podemos sustituirla por «tener

presente». El verbo hebreo ZKR significa eso: tener presente:

Is 47, 7: sin pensar (zkr) en el desenlace.

Lam 1, 9: sin pensar (zkr) en el futuro.

Eclo 38, 20: desecha su recuerdo y acuérdate (zkr) del fin.

41,3: ... recuerda (zkr) a los que te precedieron y a los que te

seguirán.

O bien, con otro matiz, se recuerda un anuncio o promesa

pasada cuyo contenido pertenece al futuro.

Esto es capital en la vida cristiana. No vivimos de sólo el pasado,

otro tanto vivimos del futuro. El Señor, que ha venido, tiene que

venir. Nuestra cita con Dios no es sólo en el pasado, sino también

Page 120: Meditaciones de Luis Alonso Schokel

en el presente y en el futuro. Toda la historia de la Iglesia es como

un largo camino tendido, tenso, entre Cristo que vino y Cristo que

ha de venir. El es camino. Cuando concluimos la lectura de la Biblia,

las últimas palabras son «Ven, Señor Jesús»; y al cerrar el libro,

queda definitivamente abierto.

Nuestra liturgia renovada ha sabido expresarle e inculcarlo de

nuevo. La anáfora primera (canon romano) que antes cité se

detenía en la ascensión. No así las nuevas o renovadas. Si

nuestros recuerdos son gloriosos, gozosa es nuestra esperanza.

Por eso la asamblea puede celebrar una memoria festiva.

Voy a fijarme en las aclamaciones después de la consagración. El

sacerdote dice: «Este es el sacramento de nuestra fe»; es decir, la

cifra, el compendio. De nuestra fe: que es nuestra adhesión,

nuestro compromiso con el Señor. Y el pueblo responde en la

primera fórmula:

«Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección; ¡ven, Señor

Jesús!»

Arraigados en el pasado, nos abrimos al futuro; y el presente

festivo lo abarca todo. En la segunda fórmula suena así la

aclamación: «Cada vez que comemos de este pan y bebemos de

este cáliz, anunciamos tu muerte, Señor, hasta que vengas». La

resurrección está implícita: si ha de volver, -es que está vivo. Y

hasta ese momento resonará nuestra aclamación esperanzada, la

del individuo y la de la Iglesia. La tercera fórmula dice sólo: «Por tu

Page 121: Meditaciones de Luis Alonso Schokel

cruz y resurrección -nos has salvado».

Después de las aclamaciones, comunes a todas las anáforas, se

diferencia la memoria en algunas variaciones. La tercera anáfora,

después de mencionar la ascensión, añade: «mientras esperamos

su venida gloriosa»; lo mismo dice la cuarta. El tema resuena en

otros pasajes:

« ... tengamos también parte en la plenitud de tu reino» (I anáfora);

« ... merezcamos por tu hijo Jesucristo compartir la vida eterna» (II);

« ... para que gocemos de tu heredad junto con tus elegidos» (III);

« ... donde esperamos gozar todos juntos de la plenitud eterna de tu

gloria» (III);

«...que todos tus hijos nos reunamos en la heredad de tu reino» (IV).

Así, el presente de nuestra celebración eucarística queda

prendido entre el recuerdo de la primera venida de Cristo y el

recuerdo=esperanza de la última.

No puedo poner punto final. Porque la memoria eucarística no es

puro recuerdo mental, sino que en ella sucede la realidad. Se hace

presente el Señor muerto y resucitado sacramentalmente; se nos

comunica de hecho vida futura. No es sólo recuerdo; lo cual no

quita para que sea memoria, «anamnesis».

LUIS ALONSO SCHÖKEL

MEDITACIONES BÍBLICAS SOBRE LA EUCARISTÍA

SAL-TERRAE SANTANDER 1987. Págs. 87-99

Page 122: Meditaciones de Luis Alonso Schokel

Consagración-Transformación

Como en las reflexiones precedentes, mi intención no es ofrecer

un estudio científico y sistemático del tema ni una vulgarización

competente de lo ya estudiado; me contento con iluminar, con

reflejos del Antiguo Testamento y reflexiones de los mismos,

aspectos importantes de nuestra eucaristía.

1. EU/CONSAGRACION: La consagración. Algunos podrán

recordar tiempos de la infancia o la juventud cuando la

consagración se presentaba como el momento culminante, central,

de la celebración eucarística. Se lo rodeaba de un aparato de

misterio y solemnidad particular. O se hacía un silencio total, o se

tocaba la «marcha real» como homenaje de un pueblo a su Señor

presente. Aun los más erguidos se arrodillaban o doblaban una

rodilla en ese momento. Después de cada una de las dos

consagraciones, el sacerdote, de espaldas, levantaba con los

brazos bien alzados la hostia y el cáliz, para que el pueblo viera y

adorara. Varias genuflexiones articulaban la acción.

Aquella práctica tenía función catequética: intimaba el sentido del

misterio, fomentaba la reverencia y humildad, provocaba un acto de

fe intenso. Junto a estos valores podían insinuarse inconvenientes

notables: el momento quedaba desligado de la dinámica unitaria de

la celebración; su intensidad apagaba lo precedente y lo siguiente.

La comunión tenía menos importancia; lo anterior casi no se

Page 123: Meditaciones de Luis Alonso Schokel

entendía. De esos inconvenientes creo que el más sensible era el

perder el sentido de la unidad de la celebración. Creo que hoy es

más fácil sobreponerse a esa dificultad; en parte porque los textos

se pronuncian en la lengua del pueblo, en parte porque las nuevas,

o viejas, anáforas desarrollan un esquema más sencillo y lineal.

A causa de esa unidad profunda, he tenido que adelantar

materia al explicar la fórmula del «ofertorio=beraka». La presente

reflexión tiene sentido dentro del conjunto que venimos

presentando.

2. Transformación. En nuestra educación, el término

«consagración» estaba ligado exclusiva- mente a las palabras

tomadas de un texto narrativo: es decir, un par de frases del relato

de la última cena pronunciadas por Jesús sobre el pan y el cáliz.

Quedaban fuera, aunque contiguas, la introducción narrativa y el

precepto institucional «haced esto en memoria mía». Pero los

orientales recabarían el efecto para la «epiclesis»; y muchos

teólogos actuales insistirán en tomar unitariamente la acción

litúrgica.

Unos y otros han analizado y explicado este aspecto de la

Eucaristía en términos de transformación real (no un acto

puramente mental). La partícula castellana «trans-» significa

cambio, mutación: transfigurar, transición, trans-substanciación,

transfinalización... Las plegarias litúrgicas castellanas utilizan el

verbo ser: «de manera que sean, para que sean». Quizá fuera más

claro decir «para que se transformen, se conviertan» (ya que el

Page 124: Meditaciones de Luis Alonso Schokel

verbo «devenir» todavía nos asusta). No vendría mal un verbo que

significase con más claridad el paso de una situación a otra. Se

parte de una situación estable, sigue un momento de transición, que

desemboca en nueva situación estable. La estabilidad puede ser

relativa; ahora nos fijamos en el momento de la transición, que

puede ser proceso o instante. ¿Qué es un momento, un instante, en

nuestra percepción empírica?

Estabilidad y cambio son las dos categorías de que me valdré

para abordar un misterio sin pretender agotarlo. La analogía, el

símbolo, será mi instrumento para girar en torno, en espiral que se

acerca sin jamás llegar. Necesito una base ancha en la que colocar

nuestra acción: una base de experiencia y cultura que aúpe y

sustente nuestra reflexión. Para subir mucho, ha de ser bien ancha

la base.

3. Fijeza y cambio. Hay personas, épocas, culturas que asignan

mayor importancia a la estabilidad; otras son más sensibles al

cambio. Un pueblo, una época, vive más bien en la estabilidad; otra

vive y siente la evolución y hasta la revolución.

¿Cómo es la mentalidad bíblica del Antiguo Testamento?

Presupone y valora preferentemente la fijeza, sin cerrar los ojos al

cambio.

El primer capítulo del Génesis es un texto tardío que utiliza para

su visión poética y teológica un esquema cultural fixista. Dios crea

distinguiendo y fijando ser, naturaleza, funciones. Sol, luna,

estrellas. Aguas de arriba y de abajo y una bóveda de separación.

Page 125: Meditaciones de Luis Alonso Schokel

Muros y continentes. Y los seres vivos, cada uno «según su

especie». No crea todos los individuos, sino que bendice con la

fecundidad; pero siempre «según su especie». Todo fijado desde el

principio, y no se debe confundir. El hombre no ha de arar con buey

y asno, no ha de tejer con lana y lino; un sexo no ha de vestir ropas

del otro, porque eso sería mezclar y confundir contra el orden de la

creación (según una escuela de pensamiento y de conducta). La

distinción y fijeza quedan selladas en un sistema de nombres

impuesto por Dios mismo: «lo llamó día, noche, mar ... ». Incluso el

hombre surge ya diferenciado en varón y hembra.

Si suceden cambios, es como infracción del orden establecido.

Pueden ser catástrofes. «Catástrofe» es palabra griega que

denota una inversión, un vuelco (kata-strepho). Tal es, por ejemplo,

el diluvio, que mezcla aguas de arriba y de abajo, que confunde

continentes con océanos. Tal es la destrucción de Sodoma y

Gomorra, que descabala con el fuego prósperas ciudades y fértiles

campiñas El terremoto es un estremecimiento, patológico o

numinoso, de la tierra firme (como si se volviese oceánica). Por

encima de todo se alza y se impone la soberanía de Dios, que

puede inducir un cambio catastrófico o benéfico:

Is 45, 18: El modeló la tierra, la fabricó y afianzó.

Jr 10, 12: Asentó el orbe con su maestría.

Sal 24, 2: El fundó la tierra sobre los mares,

la afianzó sobre las corrientes.

104, 5: Asentaste la tierra sobre sus cimientos

Page 126: Meditaciones de Luis Alonso Schokel

y no vacilará jamás.

En su gran imprecación, Job pide que un eclipse oscurezca la

tierra, que las tinieblas se apoderen de la luz (Cap. 3): es una vuelta

al caos primordial.

Simplificando datos, he llegado al binomio estabilidad -

catástrofe. Sobre ese fondo nos sorprende el último capítulo del

Antiguo Testamento. Ultimo por la cronología, no por su ubicación

en nuestras Biblias (sí es el último en la Nueva Biblia Española, de

la que tomo mis traducciones). El libro probablemente es

contemporáneo de Cristo, es de origen griego, pertenece al cuerpo

sapiencial y se llama «Sabiduría». Por su género y su época, puede

mirar la historia en conjunto y proponer síntesis; por su posición

fronteriza, mezcla influjos griegos con la tradición de Israel. Tengo

que citar íntegro el final del libro:

Sab 19, 18:

Los elementos de la naturaleza se intercambiaban sus propiedades, lo

mismo que en un arpa las cuerdas cambian el carácter de la música

siguiendo igual el tono; como puede colegirse exactamente a la vista de lo

que pasó.

19: Pues los seres terrestres se volvían acuáticos. y los que nadan se

paseaban por la tierra;

20. el fuego acrecentaba su propia virtud en el agua y el agua olvidaba

su condición de extintor;

21: las llamas, por el contrario, no abrasaban las carnes de los

Page 127: Meditaciones de Luis Alonso Schokel

endebles animales que por allí merodeaban ni derretían aquella especie de

manjar divino, cristalino y soluble.

22: Porque en todo, Señor, enalteciste y glorificaste a tu pueblo, y

nunca y en ningún lugar dejaste de mirar por él y socorrerlo.

Aquí entra la teoría de los elementos y su transmutación

maravillosa, todo para la salvación y por el poder divino. El paso del

Mar Rojo es hacer surgir continente donde había mar; el maná no

se deshace a los rayos del sol.

Me interesa también la comparación musical del autor. No pienso

que fuera un experto en música, pero tendría algunas ideas, quizá

de estirpe pitagórica, de las que corrían por entonces. Lo

importante es el sistema de correspondencias (cito de mi

comentario en Los libros sagrados):

« ... unidad del instrumento / unidad del universo; permanencia de los

sonidos / permanencia de los elementos; variación de melodías o tonos /

variación en la función de los elementos; resultado armónico en ambos

planos. La música, por analogía, hace comprender un misterio de la

acción divina: como instrumentista y compositor, Dios sabe crear la

unidad de lo múltiple, establece leyes y proporciones, las cambia sin

destruir la armonía. En vez de 'música de las esferas', se da armonía del

cosmos y de la historia como variaciones de un tema de salvación.»

Este escritor rezagado recoge sugerencias ya expuestas por

otros: Isaías Segundo, por ejemplo, o algún salmo:

Page 128: Meditaciones de Luis Alonso Schokel

107, 33: El transforma los ríos en desierto, los manantiales en aridez...

35: Transforma el desierto en estanques, el erial en manantiales...

Más que exponer un tema bíblico, he propuesto un esquema

construido con un par de citas: estabilidad, catástrofe,

transformación. Es una pieza de la base que me proponía

establecer antes de ascender a la cumbre.

4. La otra pieza la tomo de nuestra cultura moderna: dinamismo y

transformación. En nuestra cultura moderna apreciamos de modo

preferente el cambio, el dinamismo. Evolucionismo frente a fixismo.

No es que neguemos la estabilidad. Sin contar con alguna

estabilidad, no habría ciencia posible. Pero es estabilidad de

procesos. Las leyes conocidas y formuladas, aunque sean

estadísticas, nos permiten operar. El universo que hoy

contemplamos es un perpetuum mobile.

Podemos comenzar con lo inorgánico, con esos astros que hasta

hace unos cuantos siglos se creían constituidos de una materia

incorruptible y perfectamente estables en su incansable girar. Eso

se acabó. El sol es para nosotros una masa que se consume en

procesos de fusión y fisión, derramando energía en torno, que pone

en movimiento infinitos procesos en la tierra. Y no hablamos de

astros sin más, sino que distinguimos estrellas blancas y estrellas

rojas, novas y supernovas, nebulosas y galaxias; todo en continuo

movimiento y transformación. Y una energía, llamada «luz», que

Page 129: Meditaciones de Luis Alonso Schokel

viaja y hace contemporáneo a nuestra percepción lo que sucedía

hace billones y trillones de años.

Y pasando a lo pequeño, del átomo hemos descendido a las

partículas, para asistir a lentos o vertiginosos procesos de

mutación. Lo que a primera vista nos parece estable, es porque

tiene un tiempo y ritmo muy diverso del nuestro. Si pudiéramos

cambiar nuestro ritmo, flujo y reflujo del mar serían un tictac; noche

y día serían una pulsación; después lo serían las estaciones;

apreciaríamos el desintegrarse de cuerpos radiactivos como vemos

fundirse la cera junto al fuego. Vivimos inmersos en un remolino de

fuerzas, limitados por nuestra duración y por nuestros ritmos

peculiares. Cuando la ciencia logra romperlos y superarlos,

asistimos maravillados a metamorfosis más fantásticas que nuestra

fantasía.

Pasemos a la vida vegetal, que se apodera de lo mineral para

levantarlo a un estado nuevo, que es a su vez proceso continuo.

¿Es reducible un cedro a una suma de procesos físico-químicos?

¿Y en qué sentido son idénticos ese cedro y su semilla original?

Pues la vida animal toma la vegetal para levantarla al nivel de la

sensación, en salto cualitativo. Aún más radical el salto cualitativo

de lo mineral y vegetal y animal a la esfera de la conciencia y la

libertad. La conciencia ayudada por la memoria es principio de

identidad poseída; en cambio, la materia de nuestro cuerpo se

renueva a velocidades diversas. Y también la vida de la conciencia

es proceso con líneas, ondas y saltos.

El hombre es, además, transmutador: observando,

Page 130: Meditaciones de Luis Alonso Schokel

experimentando, interfiere, pone en marcha procesos, transforma.

La misma capacidad de actuar se desarrolla en proceso creciente,

con notables saltos cualitativos.

Paso al lenguaje: Según Gn 1, Dios fija en nombres los seres.

Según Gn 2, Adán fija en un sistema de nombres certeros las

especies animales. Lenguaje como fijeza, aunque el paso de ser a

experiencia, a lenguaje, es ya transformación. Pero entra la

fantasía, se pone a jugar con palabras y frases e introduce ese

salto y emparejamiento que es la metáfora: «meta-phora» =

«trans-lación». Empalmo con el libro citado de la Sabiduría, porque

este viaje tiene un destino. Me refiero a la comparación musical. La

naturaleza está poblada de sonidos, ruidos, rumores. El hombre los

destila y estiliza y organiza en sistemas que llamamos escalas,

tonos, modos. Pensemos en el nuestro: doce sonidos temperados,

replicados en orden de frecuencias. Y de ese puñado de sonidos

nace una selva encantada, misteriosa, de canciones, arias, danzas,

suítes, sonatas, sinfonías, conciertos...

El hombre es imagen de Dios, también, en su capacidad de

transportar y combinar y producir formas nuevas sin límite... Goza al

hacerlo, con lo hecho disfruta. Es el mundo humano del arte.

5. Otra transformación. ENC/TRANSFORMACION: Me hacía falta

lo anterior para encararme con una mutación de otro orden.

Teníamos que llegar bien entrenados y acostumbrados al cambio

para contemplar este nuevo, que es misterio. Supera todos los

anteriores y los recoge y levanta. Es la irrupción de Dios en lo

Page 131: Meditaciones de Luis Alonso Schokel

humano, es un Dios que se hace hombre, es una naturaleza

humana asumida por una persona divina. No ha sucedido en la

historia transmutación más grande, y misteriosa que ésta. Ella

justificaría todas las estabilidades y cambios del universo.

Pues entrenados con la disciplina del cambio, acostumbrados a

la sorpresa del salto, educados a imaginar y esperar más,

vislumbramos un cambio que nos desborda y que aceptamos

gozosos y humildes: la encarnación.

El Hijo de Dios hecho hombre asume el mundo mineral, vegetal,

animal y humano. Su naturaleza humana es el macrocosmos,

unidad de toda la creación, y al mismo tiempo el empalme de la

creación con Dios de modo misterioso. Este es el cambio máximo.

Creemos en él sin apenas entenderlo, pero el creer nos llena de

pasmo y de gozo. Hay un momento en que su figura humana deja

tras-lucir otra figura escondida, y se transfigura. Quedan absortos

los tres testigos, con ganas de seguir contemplando para siempre.

La transfiguración es como un acto de trans-parencia de los

símbolos. La impresión es de luz blanquísima, intensísima, sin

deslumbrar. Como si el cuerpo familiar se resolviese en luz (como si

la materia se transformase en energía). Fue un anticipo efímero del

cambio futuro. La humanidad asumida por el Hijo de Dios participa

de lleno de la experiencia humana, menos el pecado, hasta la

muerte, y una muerte de cruz. Pero por esa muerte pasa a la

gloríficacíón, que es cambio definitivo.

Hay que detenerse en este punto, porque no podemos entender

ni debemos pensar la transformación eucarística si no es en

Page 132: Meditaciones de Luis Alonso Schokel

términos de glorificación. La imaginación, que nos ayuda, nos

puede engañar. Los artistas representan a Cristo glorificado con

una corporeidad como la precedente, sólo que radiante.

(Recordemos el atlético Cristo resucitado, con la cruz, de Miguel

Ángel). Han dado pie para ello los relatos evangélicos de la

resurrección, que presentan un cuerpo semejante al anterior como

prenda de identificación sensible, aunque dotándolo de cualidades

superiores. Nuestra imaginación no puede imaginar de otra manera.

Pero nuestra mente puede concebir de otro modo y puede criticar

las imágenes o servirse de ellas con conciencia de su limitación.

Pues bien, puestos a imaginar, pidamos auxilio a la ciencia

moderna, que nos habla de materia y energía y de la

transformación de materia en energía. La luz es energía y es

corpórea, sea que adoptemos un modelo ondulatorio o uno

corpuscular. La energía no es materia, pero tampoco es inmaterial o

espiritual. Imaginemos que la corporeidad del glorificado está

formada de pura energía sin materia. Tendrá relaciones y

cualidades nuevas en el espacio y el tiempo: concentración intensa,

presencia difusa, movilidad sin trabas, acción y comunicación... Un

universo formado de pura energía sería un universo corpóreo y

nuevo. Un cuerpo glorificado compuesto de pura energía es una

imagen, de acuerdo, pero está mucho más cerca de la realidad que

el resucitado de mármol de Miguel Ángel o la figura leve y suave de

Fra Angélico.

6. Seguimos imaginando y discurriendo. Por la resurrección,

Page 133: Meditaciones de Luis Alonso Schokel

Cristo ha alcanzado esa etapa definitiva de transformación que la

transfiguración prefiguraba. A ella están llamados los hombres y,

subordinadas a ellos, otras criaturas. Por la energía o atracción

del,Resucitado, un trozo de pan, una copa de vino, son arrastrados

y transportados a ese momento final y definitivo, para salvación del

hombre «con esa energía que le permite incluso someterse el

universo» (Flp 3, 21). La energía del Crucificado se concentra en

ese círculo y volumen del pan y el vino, para comunicarse a través

de ellos al hombre. Hemos quedado en que esa energía es su

corporeidad. Como la transfiguración fue anticipo, así lo es la

transformación eucarística. Entonces cambia la «figura», ofreciendo

a la contemplación la realidad íntima, todavía con velo de

apariencias. Ahora, sin cambio de apariencias, se ofrece a la

comunión=comunicación el cuerpo glorificado. Y se transmite

anticipadamente una vida que será definitiva.

Estoy imaginando el modo de un hecho real. No estoy

describiendo una actividad puramente mental del creyente. El

Resucitado actúa realmente, con la fuerza del Espíritu, sobre el pan

y el vino; comunica realmente por ellos, transformados, su vida

definitiva.

He manejado imágenes como instrumento de inteligencia y

explicación. Seamos conscientes de su carácter aproximativo,

analógico. Lo importante es que nuestro punto de partida sea la

glorificación de Cristo. No es Cristo en su situación mortal el que se

hace presente en la Eucaristía, Pero sí es la persona de Cristo la

que se comunica transfundiendo su vida. El suyo es un cuerpo vivo,

Page 134: Meditaciones de Luis Alonso Schokel

el cuerpo de una Persona.

EU/ADV-ANTICIPADO: ADV/EU: La Eucaristía es como un

segundo adviento o venida corpórea de Cristo glorificado. Adviento

anticipado, como explicaba en el capítulo sobre la memoria.

Mirándolo con la perspectiva opuesta, podría decir que es un salto

hacia el futuro definitivo de los dones y de la comunidad. Y juntando

las dos perspectivas, diría que es un encuentro de Cristo con la

creación y los hombres: con la creación, representada por el pan y

el vino (como vimos en el capítulo sobre el ofertorio-beraka); con

los hombres, representados por esta comunidad cristiana.

Cristo ya ha llegado al término para siempre; en él una

humanidad singular ya ha llegado. El resto de la humanidad, el

resto de la creación, siente ahora una atracción hacia arriba, hacia

el futuro; y por detrás, un impulso o empuje: la atracción de la gloria

de Cristo, el impulso del Espíritu; como un viento que abomba las

velas empujando la nave hacia su transfiguración. Como si la nave

saliese de un meridiano de sombras a transfigurarse en blancura

luminosa por la acción del sol que ya ha salido. Sometida a las dos

fuerzas, se está transformando por dentro, «aunque todavía no se

ve lo que vamos a ser» (1 jn 3, 2).

Es como si el pan y el vino se nos hubieran adelantado para

llegar a un término suspirado; lo han hecho, como decía el libro de

la Sabiduría, para nuestra salvación. Ya transformados, implantan

en nosotros un principio de transfiguración sucesivo que, por pasos,

llegará a la transformación definitiva: «nos vamos transformando en

su imagen con resplandor creciente; tal es el influjo del Espíritu del

Page 135: Meditaciones de Luis Alonso Schokel

Señor» (2 Cor 3, 18). También nosotros suspiramos por esa

glorificación a la que estamos llamados. La Eucaristía es testimonio,

garantía, anticipo de nuestra transformación. También la comunidad

se va transformando progresivamente en comunidad de hermanos,

de hijos de Dios

La Eucaristía, como unidad articulada, es transformación. Del

repertorio copioso de nuestra tradición podemos entresacar unas

cuantas denominaciones: cambio, mutación, transformación,

devenir, hacerse, remodelar, santificación, consagración,

transfiguración, reformación. Diversas palabras para un misterio

único.

(Nota. He tocado apenas un aspecto de un tema complejo y

debatido. Por eso remito al lector a la excelente exposición histórica

y sistemática de Gesteira, libro citado, cap. VI, páginas 421-574).

LUIS ALONSO SCHÖKEL

MEDITACIONES BÍBLICAS SOBRE LA EUCARISTÍA

SAL-TERRAE SANTANDER 1987. Págs. 99-110

PADRE NUESTRO y PAZ

1. MISA/PAZ.PAZ/RITO.

En la última reforma de nuestra misa se ha recuperado para

todas las Eucaristías un gesto simbólico que hacemos

Page 136: Meditaciones de Luis Alonso Schokel

inmediatamente antes de acudir a comulgar con el Cuerpo y

Sangre de Cristo: nos damos la paz unos a otros.

Es un gesto, no meramente de urbanidad, o de amistad, o de

saludo: es un gesto comprometedor. No podemos ir a comulgar con

Cristo si no estamos en actitud interior de comunión con el

hermano. Los vecinos a los que damos la mano o el abrazo son

representantes de todos aquellos con los que entramos en

contacto en la vida. El gesto no es un signo de lo bien que van las

cosas, o de la fraternidad que ya reina entre nosotros: sino de la

que queremos y nos comprometemos a construir.

J. ALDAZABAL

MISA DOMINICAL 1986, 14

........................................................................

2. PAZ/LITURGIA GESTOS-PAZ GESTOS/PATER

LOS GESTOS DEL PADRENUESTRO Y LA PAZ.

El rito de la comunión nos introduce en la misma dinámica, tal

como lo tenemos -¡desde hace siglos!- en la liturgia romana:

recitamos el padrenuestro y nos comunicamos la paz de Cristo

unos a otros. Del reconocimiento de Dios como Padre, al

reconocimiento de los otros como hermanos, a través de la

confesión de la paz de Cristo resucitado, que, en definitiva, es un

modo de referirse al don del Espíritu Santo.

Page 137: Meditaciones de Luis Alonso Schokel

Los gestos que acompañan estos momentos de la celebración

ayudan a entrar en esta dinámica educativa. El padrenuestro lo

recitamos con las manos abiertas y elevadas. Es la actitud típica del

orante cristiano, la que encontramos en las catacumbas como

expresión del fiel que vive de cara a Dios. La paz, en cambio, nos la

comunicamos con un gesto de amor al prójimo: el abrazo, el

apretón de manos, el beso... Con este doble gesto expresamos las

dos dimensiones imprescindibles del amor cristiano, centrándolo

todo en Jesucristo, muerto y resucitado.

En algunos lugares hay quien parece creer que es mejor recitar

el padrenuestro dándose las manos todos los presentes, como

signo de hermandad. No estoy seguro de que ese sea el mejor

gesto para ese momento. En el padrenuestro, las manos elevadas

hacia el Padre común, como hijos, son mucho más adecuadas que

la expresión de la fraternidad entre nosotros. La fraternidad con

todo el realismo de la dificultad que supone vivir como hermanos, la

expresamos con el gesto de paz y reconciliación.

Si sólo hacemos gestos de fraternidad -darse las manos,

abrazarse, besarse, etc.- podríamos correr el riesgo de llegar a

olvidar la fuente y la raíz de esta fraternidad.

PERE TENA

EN "CATALUÑA CRISTIANA"

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Page 138: Meditaciones de Luis Alonso Schokel

3. MANOS/PATER

UN GESTO PARA EL PADRENUESTRO

La postura de las manos puede ayudar a que una oración sea

más expresiva. Así, no es indiferente el que un presidente proclame

el prefacio con los brazos cruzados o elevados al cielo, que

perdone los pecados sólo con palabras o con la imposición de las

manos.

La comunidad, por el contrario, parece maniatada. Dice palabras,

pero hace pocos gestos con sus manos. Uno de los momentos en

que se puede pensar si convendría introducir un gesto, aunque no

esté en los libros ni en la tradición, es el del padrenuestro.

El que preside extiende las manos mientras dice esta oración. La

comunidad, en principio, no. Y es que hay momentos en que las

palabras lo dicen todo, como es éste del padrenuestro. Y otros en

que no hacen falta palabras, como el gesto de la paz, porque ya es

expresivo de por sí.

Pero si quisiéramos "inventar" una postura de las manos para

hacer más expresivo el padrenuestro, podríamos pensar en dos.

Esta oración tiene una dirección vertical -"Padre"- y pediría unas

manos elevadas al cielo; y otra horizontal -"nuestro"- y podría

pensarse en que todos se cogieran unos a otros de las manos

durante su rezo.

De los dos gestos, el más adecuado para este momento parece

el de las manos elevadas, con las palmas hacia arriba, como hace

el sacerdote (aunque sin tanto carácter presidencial). La razón

Page 139: Meditaciones de Luis Alonso Schokel

principal es que la dirección horizontal -de fraternidad- ya se

expresará en seguida dándose el saludo del paz con los más

cercanos.

Expresar la solidaridad es algo muy laudable: no somos sociedad

anónima en la celebración. Pero es lo que estamos haciendo

cuando oramos y cantamos y caminamos juntos a la comunión.

Además, cogerse de la mano -con el contacto prolongado que

supone, sobre todo si el padrenuestro se canta- resulta eh

bastante regiones un tanto violento. Y no se puede uno negar

fácilmente. Uno puede comulgar en la mano o en la boca, como

quiera; pero si dicen de cogerse de la mano, llamaría la atención

que uno se negara a hacerlo.

Mientras que sí resulta más factible y expresivo el que el

padrenuestro lo podamos decir con las manos extendidas, como

signo de que nuestro ser entero tiende a Dios, y que decimos esas

palabras a "alguien". Es la postura clásica de los cristianos orantes,

ya desde los primeros siglos. Es la postura que el misal oficial

italiano invita a adoptar a los fieles, si quieren.

No estaría mal que pensáramos si también entre nosotros sería

un gesto que ayudaría a superar la rutina y a dar un poco más de

vida a este momento tan interesante de preparación a la comunión

que es el padrenuestro.

J. ALDAZÁBAL

MISA DOMINICAL 1998, 13, 51

Page 140: Meditaciones de Luis Alonso Schokel

EL GESTO DE LA PAZ

"El segundo elemento de preparación a la comunión en nuestro misal es el gesto de la paz, con el que "los fieles imploran la paz y la unidad para la Iglesia y para la familia humana, y se expresan mutuamente la caridad, antes de participar de un mismo pan" (IGMR 56B)

En la última reforma se ha situado este gesto inmediatamente después del padrenuestro, mientras que antes se intercambiaba en medio de la fracción del pan. Ahora es más lógica la secuencia de la celebración.

El gesto de la paz entre cristianos es muy antiguo. Cf. por ejemplo. Rm16,16: "saludaos unos a los otros con el beso santo". No es extraño que se introdujera en la Eucaristía.

Pero hemos visto costumbres distintas en los varios documentos. En algunas liturgias sigue haciéndose después de la liturgia de la palabra, como "sello" de la oración universal, y antes de la preparación de los dones sobre el altar, siguiendo así expresamente la recomendación de Mt 5,23-24: "si al presentar tu ofrenda en el altar te acuerdas de que un hermano tuyo tiene algo contra ti, deja tu ofensa allí y vete primero a reconciliarte con tu hermano; luego vuelves y presentas tu ofrenda".

En Roma también se hizo así en los cuatro primeros siglos, como nos atestiguan Justino o Hipólito para los siglos II y III. Tiene muy buen sentido que se haga así: la paz, con todo lo que tiene de compromiso fraterno, es una buena respuesta a la palabra proclamada y celebrada en comunión.

Pero a finales del siglo IV y principios del V, en Roma se prefirió cambiar de ubicación este gesto, situándolo antes de la comunión. El Papa Inocencio I parece interpretarlo como conclusión de la anáfora y del padrenuestro, mientras que Gregorio Magno, lo relacionó directamente con la comunión. Prevaleció esta última interpretación.

Hay que decir que el sentido profundo del gesto de la paz queda muy bien resaltado en la cercanía de la comunión: antes de acudir a la mesa común, a recibir el mismo pan de vida en familia, la comunidad hace un gesto de reconciliación, como expresando con un acto simbólico lo que acaba de pedir y prometer en el padrenuestro: ser perdonados y perdonar.

Page 141: Meditaciones de Luis Alonso Schokel

Este gesto conoció una historia de decadencia, y nosotros, antes de la actual reforma, lo hemos conocido como casi reservado al clero, sólo en las misas solemnes, y en un sentido que podemos llamar "descendente": el presidente besaba el altar, como recibiendo la paz de Cristo, y la comunicaba al diácono, y este a su vez a otros ministros. Fuera del presbiterio se daba a través del "portapaz", pero no a todo el pueblo. Ahora la paz es "ascendente", horizontal y simultánea: antes de acudir a la comunión, todos se hacen mutuamente, con los más cercanos, el signo de la fraternidad.

Una oración prepara y da sentido al gesto: "Señor Jesucristo, que dijiste a los apóstoles...". Una oración que antes (a partir del siglo XI) era una de las "privadas" del sacerdote, pero ahora se ha querido hacer en voz alta (y convirtiendo el "pecata mea" en "pecata nostra") para motivar el gesto simbólico. Se habla de "mi paz os dejo, mi paz os doy": se trata, no de una paz meramente humana, ya conquistada, o relacionada primariamente con la amistad humana, sino procedente de Cristo resucitado, que es nuestra verdadera paz (cf. Ef 2,13-18; Flp 2,5)

Sigue un deseo de paz por parte del presidente a la comunidad y una invitación diaconal para que todos hagan el gesto.

El gesto, que cada conferencia episcopal podría adaptar a su cultura (IGMR 56b), tendría que ser a la vez expresivo y moderado, con toda intención de compromiso que tiene antes de la comunión, cara a la fraternidad y reconciliación universal, como uno de los frutos de la unión con Cristo.

Nos resultaría educador que cada vez se nos recuerde que la Eucaristía, además de unirnos a Cristo, nos debe unir como hermanos. San Pablo (1Co 11) llegó a decir a los corintos que lo que celebran no tenía nada que ver con la cena del Señor ("eso no es comer la cena del Señor), porque les faltaba fraternidad ("avergonzáis a los pobres, despreciáis a la comunidad").

La Eucaristía

José Aldazabal SDB

Page 142: Meditaciones de Luis Alonso Schokel

Comunión

1. Solemos llamar «comunión» el acto

de tomar o recibir o ingerir el pan y el vino eucarísticos: es parte

sustancial de un banquete. De todo lo que llevo explicando en las

reflexiones precedentes, resulta que dicha interpretación es

verdadera, pero algo angosta. La comunión puede ser un momento,

un acto de la Eucaristía, y puede considerarse también como un

aspecto. Así la voy a exponer, utilizando las siguientes categorías:

comunión, comunicación, participar, compartir. Y para ello

comenzamos leyendo un relato sobre Elías: /1R/17/10-16:

10: Elías se puso en camino hacia Sarepta, y al llegar a la entrada del

pueblo encontró allí a una viuda recogiendo leña. La llamó y le dijo: -Por

favor, tráeme un poco de agua en un jarro para beber.

11: Mientras ella iba a buscarla, Elías le gritó:

-¡Por favor, tráeme en la mano un trozo de pan!

12: Ella respondió: -¡Vive el Señor, tu Dios! No tengo pan; sólo me

queda un puñado de harina en el jarro y un poco de aceite en la aceitera.

Ya ves, estaba recogiendo cuatro astillas: voy a hacer un pan para mí y

para mi hijo; nos lo comeremos y luego moriremos.

13: Elías le dijo: -No temas. Anda a hacer lo que dices; pero primero

hazme a mí un panecillo y tráemelo; para ti y para tu hijo lo harás

después.

Page 143: Meditaciones de Luis Alonso Schokel

14: Porque así dice el Señor, Dios de Israel: el cántaro de harina no se

vaciará, la aceitera no se agotará, hasta el día en que el Señor envíe la

lluvia sobre la tierra.

15: Ella marchó a hacer lo que le había dicho Elías, y comieron él, ella

y su hijo durante mucho tiempo.

16: El cántaro de harina no se vació ni la aceitera se agotó, como lo

había dicho el Señor por Elías.

La viuda y su hijo se van a repartir los últimos bocados, como la

comida de dos condenados a muerte. Elías pide que lo compartan

primero con un extranjero, que sólo puede ofrecer un oráculo

divino. ¿Quiere Elías acelerar la muerte o prolongar la vida? La

viuda escucha el oráculo como palabra de Dios, se fía de la

promesa y comparte lo único, lo último que tiene. Mucho más que

las monedillas de la viuda del Evangelio.

Ejemplo supremo de compartir. No sólo unos puñados de harina,

un chorro de aceite, sino en ellos su vida y la de su hijo. Y es que

ya estaban compartiendo los tres la misma fe y esperanza en Dios.

Y seguirán repartiéndose la promesa-palabra de Dios hecha pan y

aceite.

Relato escueto, esencial, que podría bastar para una meditación

sobre la comunión eucarística. Jesús, que da y reparte hasta lo

último de su vida en su sangre, para poder hacernos partícipes de

su vida glorificada. Pero es necesario que participemos también de

su palabra, para compartirlo después como pan.

Page 144: Meditaciones de Luis Alonso Schokel

2 . COMPARTIR/QUE-ES: Compartir es dar a otro parte de lo

mío, o repartir entre varios un bien, aun sin dividirlo. Una misma raíz

suena en partir, repartir, compartir y participar, partidario...

Los israelitas comparten muchas cosas. En primer lugar, la tierra

prometida y entregada y repartida a suertes por Josué. A cada

familia le ha de tocar su parte o parcela o porción estable, para que

se realice y se perpetúe la participacíón de todos en la tierra, don

de Dios. Pero hay acaparadores codiciosos «que añaden casas a

casas, juntan campos a campos, hasta no dejar sitio y vivir ellos

solos en el país» (Is 5, 8). No comparten y no comunican,

condenados a la soledad.

¿Y los que no reciben una parcela hereditaria? Emigrantes,

levitas. De los frutos de la tierra hay que proveer a sus

necesidades: «He apartado de mi casa lo consagrado, se lo he

dado al levita, al emigrante, al huérfano y a la viuda, según el

precepto que me diste» (Dt 26, 13). ¿Y los pobres? Por el préstamo

o la limosna, también ellos han de participar de los bienes de la

tierra: «Abre la mano a tu hermano, a tu pobre, a tu indigente, en tu

tierra» (Dt 15, 11).

Los israelitas comparten los mismos padres: Abrán, Isaac y

Jacob. Una misma historia, que arranca de la liberación de Egipto: la

cuentan y la cantan en común. Comparten el gozo de las fiestas

nacionales; pero también la carga de los pecados, que confiesan en

común. Por tanto, comparten responsabilidades y tareas: Nehemías

asignará a cada familia o grupo un lienzo de muralla de Jerusalén

para la reconstrucción en común de la ciudad.

Page 145: Meditaciones de Luis Alonso Schokel

Los israelitas comparten el mismo rey, desde David. Hasta

pueden surgir disputas sobre quién tiene más derecho al rey:

2 Sm 19, 42: Los israelitas fueron al rey David a decirle: ¿Por qué te

han acaparado nuestros hermanos de Judá y han ayudado al rey, a su

familia y a todo su séquito a pasar el Jordán?

43: Pero todo Judá respondió a los de Israel: ¡Es que el rey es más

pariente nuestro! ¿Por qué os molestáis? Ni hemos comido a costa del

rey ni hemos sacado provecho.

44: Los de Israel respondieron a los de Judá ¡Nos tocan diez partes del

rey, y además somos el primogénito! No nos despreciéis...

Cuando sucede el cisma, el grito de rebelión suena así:

1 Re 12, 16: ¿Qué nos repartimos nosotros con David?

¡No heredamos juntos con el hijo de Jesé!

Los israelitas comparten el mismo Dios, a quien llaman «el Señor

nuestro Dios»: «¿No tenemos todos un solo padre? ¿No nos creó

un mismo Dios?» (Mal 2, 10). Sobre este fondo amplio, que se

podría enriquecer, hay que leer los casos particulares.

3. Estos casos particulares serán textos en que figura el tema del

banquete o la comida, como expresión del participar o compartir.

En el primer texto nos parece asistir a una proto-eucaristía. Un

protagonista cuenta las recientes hazañas del Dios salvador y

Page 146: Meditaciones de Luis Alonso Schokel

liberador; un sacerdote responde con una bendición (beraka) al

Señor por sus beneficios; se ofrecen víctimas en sacrificio y se

celebra un banquete de comunión:

Ex 18, 8: Moisés contó a su suegro todo lo que había hecho el Señor al

Faraón y a los egipcios a causa de los israelitas, y las dificultades que

habían encontrado por el camino y de las cuales los había librado el

Señor.

9: Se alegró Jetró de todos los beneficios que el Señor había hecho a

Israel, librándolo del poder egipcio, y dijo:

10: ¡Bendito el Señor, que os libró del poder de los egipcios y de

Faraón!

11: Ahora sé que el Señor es el más grande de los dioses, pues cuando

os trataba con arrogancia, el Señor libró al pueblo del dominio egipcio.

12: Después Jetró, suegro de Moisés, tomó un holocausto y víctimas

para Dios; Aarón, con todas las autoridades israelitas, entró en la tienda,

y comieron con el suegro de Moisés, en presencia de Dios.

La cosa comienza como asunto de familia: la esposa y los hijos,

que han vívido con el padre y abuelo, Jetró, salen a recibir a

Moisés; al final participa una representación de Israel en el

banquete sacrificial. Pero el relato y la bendición parecen

restringidos a la familia.

Menos sugestivo, más comunitario, es el episodio en que David

hace transportar el arca a Jerusalén, la capital. Al narrador le

interesa mucho la danza litúrgica del rey y se contenta con una

Page 147: Meditaciones de Luis Alonso Schokel

información breve sobre lo demás:

2 Sm 6,17: Metieron el arca del Señor y la instalaron en su sitio, en el

centro de la tienda que David le había preparado. David ofreció holocaustos

y sacrificios de comunión al Señor, 18: y cuando terminó de ofrecerlos,

bendijo al pueblo invocando el nombre del Señor de los Ejércitos; 19:

luego repartió a todos, hombres y mujeres de la multitud israelita, un bollo

de pan, una tajada de carne y un pastel de uvas pasas a cada uno.

Más que el carácter sacrificial de un banquete, aparece el

carácter festivo y la munificencia regia. Todos se han de alegrar ese

día de fiesta, y la alegría se expresará en la participación igualitaria

en una comida sustanciosa a cuenta del rey. La bendición del

pueblo tiene carácter conclusivo; no es la bendición de acción de

gracias a Dios.

4. Sobre esos dos incidentes episódicos resalta un recuerdo que

ha alimentado la fantasía religiosa y la reflexión teológica en el

Antiguo y el Nuevo Testamento: se trata del maná. Prodigioso

alimento en el desierto, poco apreciado por los inmediatos

beneficiados (Nm 1l), transformado en la visión poética del tardío

libro de la Sabiduría:

16, 20: A tu pueblo lo alimentaste con manjar de ángeles,

proporcionándole gratuitamente, desde el cielo, pan a punto, de mil

sabores, a gusto de todos;

Page 148: Meditaciones de Luis Alonso Schokel

21: este sustento tuyo demostraba a tus hijos tu dulzura, pues servía al

deseo de quien lo tomaba y se convertía en lo que uno quería.

MANA/IGUALITARIO: Una referencia importante en el evangelio

de Juan (6, 31.49) y otras tres alusiones (1 Cor 10, 3; Hb 9, 4; Ap 2,

17) han asegurado al maná su valor de símbolo o tipo, gracias a lo

cual ha pasado a la tradición cristiana y ha hecho fortuna en la

teología y la espiritualidad. Yo voy a fijarme en el aspecto de

alimento, ya que el maná ni es banquete ni se relaciona con el culto

y los sacrificios. Pero representa muy bien el carácter comunitario y

provisorio del producto.

Comenzamos por el carácter comunitario e igualitario:

Ex 16, 16: Moisés les dijo: -Es el pan que el Señor os da para comer.

Estas son las órdenes del Señor: que cada uno recoja lo que pueda

comer, dos litros por cabeza para todas las personas que viven en cada

tienda.

17: Así lo hicieron los israelitas: unos recogieron más y otros menos.

18: Y al medirlo en el celemín, no sobraba al que había recogido más ni

faltaba al que había recogido menos. Había recogido cada uno lo que

podía comer.

El pan que «envía Dios desde el cielo» (v. 4) basta para

satisfacer la necesidad de cada uno, y no sirve para crear ricos y

pobres. Es don de Dios, lluvia celeste, y a los hombres sólo toca

recogerlo. El carácter provisorio lo liga con el precepto del sábado:

Page 149: Meditaciones de Luis Alonso Schokel

16,19: Moisés les dijo: -Que nadie guarde para mañana.

20: Pero no le hicieron caso, sino que algunos guardaron para el día

siguiente, y salieron gusanos que lo pudrieron. Y Moisés se enfadó con

ellos.

21: Lo recogían cada mañana, cada uno lo que iba a comer, porque el

calor del sol lo derretía.

22: El día sexto recogían el doble: cuatro litros cada uno. Los jefes de la

comunidad informaron a Moisés, 23: y él les contestó: -Es lo que había

dicho el Señor: mañana es sábado, descanso dedicado al Señor: coced lo

que tengáis que cocer y guisad lo que tengáis que guisar, y lo que sobre

apartadlo y guardadlo para mañana.

24: Ellos lo apartaron para el día siguiente, como había mandado

Moisés, y no le salieron gusanos ni se pudrió.

25: Moisés les dijo: -Comedlo hoy, porque hoy es descanso dedicado al

Señor, y no lo encontraréis en el campo; 26: recogedlo lo seis días, pues

el séptimo es descanso y no lo habrá.

EU/PATER/PAN-CADA-DIA: Cada día se

recoge y consume la ración cotidiana; el viernes se recoge también

la ración del día siguiente, que es día de descanso. Esta pista nos

lleva al Padre nuestro, que recitamos antes de la comunión. Un

adjetivo enigmático del griego, epiousion, ha sido traducido en un

caso por «cotidiano», en otro por «supersubstancial». Una tradición

semítica antigua lo ha entendido como «inminente, de mañana». Lo

cual nos da dos lecturas que cuadran con nuestra Eucaristía: es el

Page 150: Meditaciones de Luis Alonso Schokel

pan de cada día y es el pan del mañana. Es decir, el pan diario de

nuestra peregrinación, el pan del mañana celeste, que se anticipa

para alimentarnos con vida futura inmortal. Porque el mañana es el

día de descanso: descanso definitivo, que se anticipa en la

celebración periódica del día del Señor.

5. Otro texto favorito de la tradición es el banquete de la

Sabiduría presentado en Proverbios 9. «Sabiduría» o «Sensatez»

aparece personificada como dama noble que invita a un banquete.

El capítulo 9 clausura la sección inicial del libro y se abre a lo que

sigue; de esta manera, el resto del libro es como el banquete rico y

variado dispuesto para el goce y consumo.

1: La Sensatez se ha edificado una casa,

ha labrado siete columnas,

2: ha matado las reses, mezclado el vino

y puesto la mesa,

3: ha despachado a sus criadas a pregonarlo

en los puntos que dominan la ciudad.

4: El que sea inexperto, venga acá,

al falto de juicio le quiero hablar:

5: Venid a comer de mis manjares

y a beber el vino que he mezclado;

6: Dejad la inexperiencia y viviréis,

seguid derechos el camino de la prudencia.

Page 151: Meditaciones de Luis Alonso Schokel

También la Sensatez de Eclo 24 invita con sus frutos:

18: Venid a mí los que me amáis

y saciaos de mis frutos;

20: mi nombre es más dulce que la miel

y mi herencia mejor que los panales.

21: El que me come tendrá más hambre,

el que me bebe tendrá más sed.

Como Pablo ha llamado a Cristo «Sabiduría de Dios» (1 Cor 1,

30), la tradición secular ha aplicado a Cristo los textos citados,

refiriéndolos especialmente a la Eucaristía. El nos ofrece su

sabiduría paradójica y superior y se nos ofrece como sabiduría

consumada. Hay que reflexionar sobre este último dato.

6. El banquete eucarístico. Espero que podamos ahora

ensanchar nuestra visión. Una de las finalidades de la reciente

reforma litúrgica era favorecer la participación. Participar y compartir

son nuestros verbos conductores. Celebrar misa y no sólo oírla.

Comulgar y no sólo asistir. El com-o-partir culmina en la comunión,

pero no se limita a ella.

EU/COMPARTIR-PAN-PAL: La comunidad comparte antes las

lecturas o la audición de la palabra de Dios. Ya Agustín observó el

hecho de una palabra única, que suena en boca de uno, se reparte

sin partirse, llega a todos por igual y, por convergencia, crea un

círculo de atención. Todos comparten el pan de la palabra, cada

Page 152: Meditaciones de Luis Alonso Schokel

uno según su capacidad y necesidad; ni a uno le sobra ni a otro le

falta. Y compartiéndolo, estrechan su unidad. La palabra no es

monopolio de unos elegidos (como podían dar la impresión las

lecturas en latín). En las lecturas se nos entrega esa sabiduría o

sensatez de Cristo que ha de ir modelando nuestro pensar y sentir

cristianos. Más que teorías uniformes, necesitamos asimilar la

sensatez del evangelio, todos y cada uno, hasta que se convierta

en nuestro «sentido común» cristiano. Es un proceso que en la

Eucaristía tiene su tiempo privilegiado.

Respondiendo a la proclamación, podemos recitar unánimes

nuestra profesión de fe y cantar al unísono o en armonía nuestro

común sentir. (También el contrapunto podría presentarse como

modelo de unidad en la variedad de las voces) ¿Hay mejor imagen

de la unidad deseada que la música? Hay una partitura, cada uno

canta su parte, uno dirige, y el espacio entero que nos envuelve

ajusta y acopla sus vibraciones, nos invade gozosamente, nos

transporta por el sonido a un mundo del espíritu. También la

escucha silenciosa de una pieza instrumental puede unir y fundir a

todos.

Hay en la celebración eucarística otra comunión paradójica, que

es la confesión de pecados. Además de la carga personal de

pecados que cada uno lleva, hay culpas de la comunidad,

compartidas. Hemos visto cómo los israelitas se sentían unidos en la

confesión de pecados comunes. Y es que el confesar de ese modo

es aceptar responsabilidades comunes y compartidas. Si

compartimos una responsabilidad, también compartimos

Page 153: Meditaciones de Luis Alonso Schokel

solidariamente los errores consiguientes. Y si ha habido

responsabilidades comunes en el pasado, las hay en el futuro

próximo: son las tareas comunes. La Eucaristía puede desarrollar

en nosotros también ese sentido comunitario.

Para la comunión en sentido estricto bastará recoger cosas ya

dichas o apuntadas. Una sola carne se reparte a todos (como David

en la fiesta del arca). Una sangre única circulando por el cuerpo de

la comunidad, llevando el oxígeno del Espíritu a cada célula. Como

el aire que nos envuelve y respiramos sale modelado en palabra y

propaga la vibración y es mediador de comunicación verbal. Como

la luz que nos envuelve y actúa en nosotros reflejándose y revela

nuestra figura personal y es mediadora de presencia mutua. Así el

cuerpo glorificado de Cristo se hace medio de comunicación y

comunión. ¿Entra él en nosotros o, más bien, entramos nosotros en

él? Con esta realidad superamos la memoria compartida, sin

anularla.

Por esta comunión misteriosa, todo es comunión en la

Eucaristía.

7. Los textos litúrgicos no son muy generosos en proponer o

explicar este aspecto; como si a la palabra sucediera finalmente la

acción y el silencio. El texto de esta parte de la Eucaristía es

escueto: el «Padre nuestro» y lo que le sigue: la paz, presentación

del «Cordero de Dios», palabras del centurión. A algunos les

parece que la cosa se precipita. Mejor sería decir que se -remansa

en el silencio. También el silencio se puede compartir como una

Page 154: Meditaciones de Luis Alonso Schokel

plenitud: porque están todos «llenos del Señor, como las aguas

colman el mar» (Is 11, 9).

Habrá que buscar en el «propio» del misal para aducir algunos

textos pertinentes. Del segundo domingo del tiempo ordinario:

«Derrama, Señor, sobre nosotros tu espíritu de caridad para que,

alimentados por el mismo pan del cielo, permanezcamos unidos en el

mismo amor.»

Del domingo quinto:

«Oh Dios, que has querido hacernos partícipes de un mismo pan y de

un mismo cáliz; concédenos vivir tan unidos a Cristo que fructifiquemos

con gozo en bien de la salvación de los hombres.»

Del domingo undécimo:

«Que esta comunión en tus misterios, Señor, expresión de nuestra

unión contigo, realice la unidad en tu Iglesia.»

Del domingo vigésimo sexto:

«Que esta eucaristía, Señor, renueve nuestro cuerpo y nuestro espíritu,

para que participemos de la herencia gloriosa de tu Hijo, cuya muerte

hemos anunciado y compartido.»

Page 155: Meditaciones de Luis Alonso Schokel

Me parece significativo que justamente en la liturgia para la unión

de los cristianos se encuentren textos tan significativos sobre

comunión y unión. Se pide que se «forme una sola familia con el

vínculo del amor y la fe verdadera»; que trabajemos por «unir a

todos los creyentes con el vínculo de la paz»; que «superando toda

división entre los cristianos, tu Iglesia se recomponga en comunión

perfecta». Una poscomunión dice así:

«Que esta comunión eucarística, signo de nuestra fraternidad en Cristo,

santifique a tu Iglesia con el vínculo del amor.»

Conscientes de que la unión es una tarea, una oración pide el

don del Espíritu, «para que con la búsqueda sincera y el

compromiso común, reconstruya la unidad perfecta de tu familia». Y

uno de los introitos recoge el texto clásico de la carta a los Efesios

4, 4-6:

Hay un solo cuerpo y un solo Espíritu,

como una es también la esperanza que os abrió su llamamiento;

un Señor, una fe, un bautismo,

un Dios y Padre de todos,

que está sobre todos, entre todos, en todos.

8. La comunión de la Eucaristía se prolonga en el antes y el

después. Antes, porque ha de haber ya comunidad para que haya

comunión; porque hay que compartir muchos bienes antes de

Page 156: Meditaciones de Luis Alonso Schokel

compartir el cuerpo y sangre de Cristo. Después, porque la

comunión eucarística es ejemplo e impulso para seguir

compartiendo y comunicando.

CO/COMUNICACION COMUNICACION/COMUNION: En última

instancia, es el egoísmo lo que nos impide o dificulta el compartir y

comunicar. Nos aferramos a nuestras posesiones, también a las

espirituales, nos cerramos en nosotros. Tenemos hoy muchos

medios de comunicación, pero ¿aumenta en proporción la

comunicación entre personas? A lo mejor esos medios nos

comunican sólo informaciones y hasta pueden impedir que las

personas se comuniquen entre sí. A lo mejor quedamos anegados,

sepultados en datos, hasta quedar incomunicados.

Es verdad que comunicar información es una manera de

compartir, pues la información puede ser muy valiosa. Pero no lo es

todo. Es verdad que un pudor espontáneo nos mueve a celar

nuestra interioridad. Por eso es más preciosa la comunión de lo

íntimo.

La comunión eucarística puede ser escuela de comunicación.

Compartimos el cuerpo y sangre glorificados de Cristo, porque el

Padre nos ha comunicado a su Hijo: una persona, no una simple

información. «Aquel que no escatimó a su propio Hijo, sino que lo

entregó por todos nosotros, ¿cómo es posible que con él no nos lo

regale todo?» (/Rm/08/32). Más aún, el Padre nos comunica al Hijo,

que es comunicación. Porque en Dios todo es comunicación de la

totalidad del ser, la comunicación del ser es el ser o consistencia de

las personas. El Padre, haciéndonos partícipes de su Hijo entero,

Page 157: Meditaciones de Luis Alonso Schokel

nos da el ejemplo y la capacidad de comunicar:

Jn 14, 20: Aquel día conoceréis que yo estoy con el Padre, vosotros

conmigo y yo con vosotros.

17, 21: Que sean todos uno, como tú, Padre, estás conmigo y yo

contigo.

LUIS ALONSO SCHÖKEL

MEDITACIONES BÍBLICAS SOBRE LA EUCARISTÍA

SAL-TERRAE SANTANDER 1987. Págs. 123-135

Bendición final

Nuestra eucaristía concluye con un nuevo signo de la cruz e invocación trinitaria, formando una conspicua inclusión. Pero esta vez, al final de la celebración tiene signo distinto. No es marca, sino bendición.

Por tanto, hemos de recordar lo dicho sobre «bendecir» a

propósito del ofertorio=beraka. Cuando el hombre bendice a Dios,

reconoce y agradece; cuando Dios bendice al hombre, pronuncia

una palabra eficaz, otorga bienes. Es decir, Dios comenzó

bendiciendo al hombre con los frutos de la tierra, el hombre

respondió ofreciendo un obsequio agradecido, fruto de su trabajo, y

Dios responde bendiciendo de nuevo al hombre. Tal es el ritmo del

gran diálogo.

Para comprenderlo mejor voy a citar y comentar un salmo

ejemplar: el 134. Se trata del relevo de la guardia sacerdotal en el

templo. Día y noche se suceden los turnos de servicio en el templo,

Page 158: Meditaciones de Luis Alonso Schokel

en la casa del Señor. Por medio de sus sacerdotes como

representantes, el pueblo se presenta y está presente ante el

Señor. Quizá sean menos importantes los variados actos de

servicio: cuidar de candelabros y lámparas, reponer los panes,

vigilar los accesos. Probablemente lo más importante sea

representar a una comunidad que es huésped en la tierra del Señor

y quiere serlo en la casa del Señor: «Dichoso el que tú eliges y

acercas para que viva en tus atrios» (Sal 65, 5).

Los turnos están asignados a familias sacerdotales, de modo

que marquen el ritmo y aseguren la continuidad: «nunca callan, ni

de día ni de noche» (Is 62, 6). El salmo sorprende el momento en

que llegan los sacerdotes del turno de la noche: es el relevo. Los

que terminan pasan una consigna a los que comienzan:

Y ahora bendecid al Señor, siervos del Señor,

los que pasáis la noche en la casa del Señor:

levantad las manos hacia el santuario

y bendecid al Señor.

-El Señor te bendiga desde Sión:

el que hizo cielo y tierra.

La función de los sacerdotes es «bendecir al Señor» es decir,

agradecerle en nombre de la comunidad todos sus beneficios o

bendiciones. Mientras vecinos y ciudadanos duermen, su corazón

vela en la persona de los sacerdotes. Esas manos alzadas hacia el

santuario, o sea, hacia el edificio que se alza dentro del recinto total

Page 159: Meditaciones de Luis Alonso Schokel

del templo, levantan y presentan a la comunidad. Como los brazos

de Moisés que se alzan intercediendo (Ex 17, 11 s). Dios comenzó

bendiciendo al pueblo, el pueblo responde bendiciendo a Dios; así

discurre el gran diálogo del pueblo con su Dios. Y no es pequeño

honor ser interlocutor en tan noble proceso.

BENDICION/D-H: El diálogo no termina ahí. Dios, que tiene la

primera palabra, tiene también la última. Por eso el salmo añade un

verso de petición eficaz. Alguien, quizá el jefe del grupo, pide al

Señor la bendición (como en otra epiclesis). ¿Va a continuar así el

diálogo? Sí, pero con una . diferencia capital. El hombre,

bendiciendo a Dios, pronuncia palabras, «biendice», expresa

sentimientos, no realiza, no ejecuta. En cambio Dios, cuando

bendice, pronuncia palabras eficaces: diciendo bien, hace bien. Su

bendecir es beneficencia. El, en un principio, pronunció palabras y

«creó el cielo y la tierra». Quien, dando órdenes, crea el universo,

puede con su palabra de bendición conservar y enriquecer a su

pueblo.

He ahí el ritmo de nuestra Eucaristía. Al final, el que hizo cielo y

tierra, el que transformó frutos de la tierra en el cuerpo glorificado

de su Hijo, nos bendice. ¿Con qué bendiciones?

2. Antes de contestar, voy a completar el salmo citado con un par

de textos. Tomo el primero del salmo 138, que concluye con una

bellísima jaculatoria. El salmo brota como acción de gracias del

orante, a la que han de unirse otros pueblos:

Page 160: Meditaciones de Luis Alonso Schokel

1: Te doy gracias de todo corazón...

2: Me postraré ante tu santuario para darte gracias

por tu lealtad y fidelidad.

4: Que te den gracias, Señor, los reyes de la tierra...

Es salmo eucarístico. «Dar gracias» puede sonar como sinónimo

de «bendecir». El orante ha recibido diversos beneficios: «cuando

te invoqué, me escuchaste... me conservas la vida... tu derecha me

salva». Es justo agradecer lo hecho; y no lo es menos esperar lo

que falta. Como al hombre le queda mucho para hacerse, a Dios le

queda algo por hacer. Esto es lo que pide o espera la jaculatoria

final:

8: El Señor completará sus favores conmigo:

Señor, tu lealtad es eterna,

no abandones la obra de tus manos.

Al terminar nuestra Eucaristía o acción de gracias, ¿le queda a

Dios algo por hacer? Será prenda de ello y dinamismo eficaz su

bendición conclusiva. Lo que precede es garantía y fuente.

El otro texto es el final del salmo 90: desahogo al sentir la

caducidad del hombre, la brevedad de la vida, súplica para que ese

tramo corto de existencia se llene de sentido. La intensidad

compensa la brevedad:

17: Baje hasta nosotros el favor del Señor, nuestro Dios,

Page 161: Meditaciones de Luis Alonso Schokel

y haz prosperar la obra de nuestras manos,

¡prospere la obra de nuestras manos!

El ritmo de este salmo es muy diverso de la Eucaristía. Pero su

final nos lleva a observar el contenido de la bendición.

3. ¿Qué bendiciones se nos dan? Ante todo, las bendiciones

concentradas en la celebración eucarística. En la renovación del

sacrificio de Cristo se concentran todas las bendiciones que Dios

Padre nos ha otorgado por medio de Cristo, a las que se refiere la

carta a los Efesios 1,1:

¡Bendito sea Dios,

Padre de nuestro Señor Jesús Mesías,

que por medio del Mesías

nos ha bendecido desde el cielo

con toda clase de bendiciones del Espíritu!

Al final de la Misa se abre una compuerta para dar salida a ese

caudal inagotable de gracias, a la potencia o energía de un cuerpo

glorificado. La compuerta cede a una forma de cruz y se abre con

sonido trinitario.

Hablar de gracias y dones puede dar una idea falsa o limitada. El

caudal de agua que se derrama por la compuerta no es simple

masa cúbica de materia, sino energía que se hará luz, que moverá

fábricas, activará aparatos, fecundará campos. La bendición bíblica

Page 162: Meditaciones de Luis Alonso Schokel

pertenece a la esfera de la energía más que a la esfera de la

materia.

El primer capítulo del Génesis, estilizando la obra de la creación,

cuenta la creación de los animales:

21: Y creó Dios los cetáceos y los vivientes que se deslizan y que el

agua hizo bullir según sus especies, y las aves aladas según sus

especies.

24: Y dijo Dios: -Produzca la tierra vivientes según sus especies:

animales domésticos, reptiles y fieras según sus especies. Y así fue.

25: E hizo Dios las fieras de la tierra según sus especies, los animales

domésticos según sus especies y los reptiles del suelo según sus

especies.

¿Por qué la insistencia monótona o hierática «según sus

especies»? Porque el autor nos inculca que Dios no creó al

principio todos los animales individualmente, sino solamente los

cabezas de especie. Y lo mismo sucedió con los hombres. A esos

animales, y al hombre, les infundió como una participación de su

poder de crear: el poder de procrear. Tal dinamismo prodigioso se

otorga en la bendición:

22: Y Dios los bendijo diciendo: creced, multiplicaos, llenad las aguas

del mar, que las aves se multipliquen en la tierra.

28: Y los bendijo Dios y les dijo Dios: -Creced, multiplicaos, llenad la

tierra y sometedla.

Page 163: Meditaciones de Luis Alonso Schokel

BENDICION/DA-PODERES: La bendición no es principalmente

entrega de dones, sino entrega de poderes. La fecundidad es la

primera y máxima bendición. Toda bendición de Dios tiene algo de

genesíaco; pero la glorificación supera al Génesis.

Cuando Eva se ve madre de un hijo, exclama: «He procreado

con el Señor» (Gn 4, 1): Eva es (significa) Madre de los Vivientes.

4. Fecundidad significa, ante todo, generación:

Gn 5, 1: Cuando el Señor creó al hombre, lo hizo a su propia imagen,

varón y hembra los creó, los bendijo...

3: Cuando Adán cumplió ciento treinta años, engendró a su imagen y

semejanza...

El hombre engendra un nuevo hombre, que es corpóreo y

espiritual. Pero el espíritu tiene otras formas de fecundidad. Así

hablamos de una vida fecunda, un escritor o compositor fecundo.

Ese es el sentido de la conclusión del salmo 90.

Como nuestra vida se realiza en una serie de obras y empresas,

invocamos la bendición de Dios para que las haga fecundas: «haz

prosperar la obra de nuestras manos».

Algunos piden a Dios que les dé las cosas hechas o que las

haga El mismo. Más justo es pedir de ordinario que nos capacite

para hacerlas. «La aptitud nos la ha dado Dios. Fue El quien nos

hizo aptos para el servicio de una alianza nueva» (2 Cor 3, 6). «No

Page 164: Meditaciones de Luis Alonso Schokel

digas: Por mi fuerza y el poder de mi brazo me he creado estas

riquezas. Acuérdate del Señor tu Dios, que es él quien te da la

fuerza para crearte estas riquezas» (Dt 8, 17s).

La Eucaristía semanal (también la diaria) es una pausa en

nuestras tareas. Cuando vamos a emprender una nueva etapa, nos

inclinamos a recibir la bendición de Dios para nuestras tareas:

corporales, intelectuales, espirituales, individuales, sociales... En el

régimen de Israel la serie sonaba así:

/Dt/28/03-06:

Bendito seas en la ciudad,

bendito seas en el campo.

4: Bendito el fruto de tu vientre,

el fruto de tu suelo,

el fruto de tu ganado,

las crías de tus reses

y el parto de tus ovejas.

5: Bendita tu cesta y tu artesa.

6. Bendito seas al entrar,

bendito seas al salir.

La serie es lo bastante concreta para reflejar una sociedad y una

economía; lo bastante estilizada para funcionar simbólicamente. La

ciudad y el campo: cultura urbana y cultura agraria; la ciudad es

«polis», madre de la política como convivencia social; el campo es

la producción en cadena organizada. Ambos son la relación entre

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producir y consumir. Benditos sean ambos y su relación. Los

ganados son fecundos, para la comida y el vestido (Prv 27, 26s);

son y producen riqueza. De «pecus» viene «pecunia»

(PECUS-PECUNIA:dinero); hoy añadimos la fecundidad mecánica e

inteligente de la industria. La cesta es para recoger, la artesa para

transformar: ¿no es la fábrica una artesa genial de trasformación?

Salir es comenzar y entrar es concluir.

Naturalmente, las bendiciones no son única ni principalmente

materiales, de bienestar; son ante todo bendiciones «del Espíritu»,

para la vida cristiana.

5. Mucho menos se orientan las bendiciones a intereses y

ventajas individuales. Sería contradecir el sentido de la

«comunión», del compartir.

BENDICION/CRUZ: La bendición que cierra la Eucaristía tiene

forma de cruz. ¿Puede ser bendición la cruz? «Maldito el que

cuelga de un palo», dice la ley (Dt 21, 23). Y contesta la carta a los

Gálatas:

3,13: El Mesías nos rescató de la maldición de la ley, haciéndose por

nosotros un maldito, pues dice la Escritura: Maldito el que cuelga de un

palo;

14: y esto para que la bendición de Abrán alcanzase a los paganos y

por la fe recibiéramos el Espíritu prometido.

La cruz en sí no es bendición, sino suplicio ignominioso. Pero el

Page 166: Meditaciones de Luis Alonso Schokel

sacrificio por amor es fecundo; por eso la cruz de Cristo es fuente o

cauce de bendición. La forma de cruz que la liturgia imprime a la

bendición está recordando que la fecundidad que brota de la

Eucaristía pasa por el sacrificio del egoísmo. Que el servicio, y

también el sufrimiento al servicio de los otros, es fuente de

fecundidad, porque está bendecido por Dios. Empalmamos así con

el comienzo de la celebración, que nos marcaba con esta marca de

salvación.

La bendición se hace además invocando el nombre trinitario. El

texto clásico de la bendición de Israel (Nm 6) ofrece un texto y

explica la ceremonia:

23: Así bendeciréis a los israelitas:

24: «El Señor te bendiga y te guarde,

25: el Señor te muestre su rostro radiante

y tenga piedad de ti,

26: el Señor te muestre su rostro y te conceda la paz.»

27: Así invocarán mi nombre sobre los israelitas,

y yo los bendeciré.

Bendecir aquí es propiamente acción de Dios los sacerdotes son

invitados a invocar el nombre del Señor (una especie de epiclesis).

El nombre se pronuncia tres veces (traducimos Yhwh por Señor,

según uso tradicional).

La invocación que clausura la celebración eucarística también se

hace por invocación del nombre de Dios, no tres veces, sino del

Page 167: Meditaciones de Luis Alonso Schokel

nombre trinitario:

«La bendición de Dios Todopoderoso,

Padre, Hijo y Espíritu Santo,

descienda sobre vosotros.»

Día a día, semana a semana, nuestra vida cristiana «crece y se

multiplica» por efecto de la repetida bendición. Pero el ritmo de la

existencia no debe hacernos olvidar la esperanza. «A esto os

llamaron: a heredar una bendición» (1 Pe 3, 9). Como Jacob

heredaba de Isaac la bendición divina, e Isaac de Abrán, así

nosotros heredamos por Cristo la bendición del Padre. Ahora como

prenda y promesa; un día escucharemos: «Venid los bendecidos

por mi Padre a poseer el reino» (Mt 25, 34).

LUIS ALONSO SCHÖKEL

MEDITACIONES BÍBLICAS SOBRE LA EUCARISTÍA

SAL-TERRAE SANTANDER 1987. Págs. 137-144

...................

Nota conclusiva

El mejor fruto de estas reflexiones sería despertar en los lectores el deseo

de seguir estudiando y meditando, y de acudir para ello a obras más serias,

documentadas y sistemáticas. Por ejemplo, las ya citadas a lo largo del libro:

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M. GESTEIRA, La Eucaristía, misterio de comunión (Madrid 1983).

J. M. SÁNCHEZ CARO, Eucaristía e Historia de salvación (Madrid 1983).