Meditaciones del evangelio del XXVII domingo del Tiempo Ordinario

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www.rosarioenfamilia.org.pe 1 Meditación La parábola de los «viñadores homicidas» habla de unos labradores encargados por un señor para trabajar su viña. Llegado el empo de la vendimia, sucede algo sorprendente e inesperado. Los labradores se niegan a entregar la cosecha. El señor no recogerá los frutos que tanto espera. No aceptan al único señor al que pertenece la viña. Quieren ser ellos los únicos dueños. No respetan ni a su hijo. Cuando llega, lo «echan fuera de la viña» y lo matan. Su única obsesión es «quedarse con la herencia». En la «viña de Dios» no hay sio para quienes no apor- tan frutos. En el proyecto del reino de Dios, no pueden seguir ocupando un lugar «labradores» indignos que no reconozcan el señorío de su Hijo, porque se sienten propietarios, señores y amos del pueblo de Dios. La parábola nos habla hoy a nosotros. Dios no bendice un crisanismo estéril del que no recibe los frutos que espera. No puede ser que algunos se sientan dueños de la «viña del Señor» y que, entre todos, echemos al Hijo «fuera», ahogando su Espíritu. Si la Iglesia no responde a las esperanzas que ha puesto en ella su Señor, Dios abrirá su acción a nuevos caminos, nuevos pueblos que produzcan frutos. Meditación del Evangelio del XXVII Domingo del Tiempo Ordinario Mateo 21, 33 – 43 Escuchen otra parábola. Era un propietario que plantó una viña, la rodeó de una cerca, cavó en ella un lagar y edificó una torre; la arrendó a unos labradores y se ausentó. Cuando llegó el empo de los frutos, envió sus siervos a los labradores para recibir sus frutos. Pero los labradores agarraron a los siervos, y a uno le gol- pearon, a otro le mataron, a otro le apedrearon. De nuevo en- vió otros siervos en mayor número que los primeros; pero los trataron de la misma manera. Finalmente les envió a su hijo, diciendo: A mi hijo le respetarán. Pero los labradores, al ver al hijo, se dijeron entre sí: “Este es el heredero. Vamos, matémosle y quedémonos con su herencia”. Y agarrándole, le echaron fuera de la viña y le mataron. Cuando venga, pues, el dueño de la viña, ¿qué hará con aquellos labradores? Le contestan: A esos miserables les dará una muerte miserable arrendará la viña a otros labradores, que le paguen los frutos a su empo. Y Jesús les dice: ¿No han leído nunca en las Escrituras: La piedra que los construc- tores desecharon, en piedra angular se ha converdo; fue el Señor quien hizo esto y es maravilloso a nuestros ojos? Por eso les digo: Se les quitará el Reino de Dios para dárselo a un pueblo que rinda sus frutos. PALABRA DEL SEÑOR – Gloria a Ti, Señor Jesús

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El Evangelio del XXVII domingo del Tiempo Ordinario, acompañado de una meditación y una oración para cada día de la semana, como preparación para la escucha y acogida de la Palabra de Dios.

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Meditación

La parábola de los «viñadores homicidas» habla de unos labradores encargados por un señor para trabajar su viña. Llegado el tiempo de la vendimia, sucede algo sorprendente e inesperado. Los labradores se niegan a entregar la cosecha. El señor no recogerá los frutos que tanto espera. No aceptan al único señor al que pertenece la viña. Quieren ser ellos los únicos dueños. No respetan ni a su hijo. Cuando llega, lo «echan fuera de la viña» y lo matan. Su única obsesión es «quedarse con la herencia». En la «viña de Dios» no hay sitio para quienes no apor-tan frutos. En el proyecto del reino de Dios, no pueden seguir ocupando un lugar «labradores» indignos que no reconozcan el señorío de su Hijo, porque se sienten propietarios, señores y amos del pueblo de Dios. La parábola nos habla hoy a nosotros. Dios no bendice un cristianismo estéril del que no recibe los frutos que espera. No puede ser que algunos se sientan dueños de la «viña del Señor» y que, entre todos, echemos al Hijo «fuera», ahogando su Espíritu. Si la Iglesia no responde a las esperanzas que ha puesto en ella su Señor, Dios abrirá su acción a nuevos caminos, nuevos pueblos que produzcan frutos.

Meditación del Evangelio del

XXVII Domingo del Tiempo OrdinarioMateo 21, 33 – 43

Escuchen otra parábola. Era un propietario que plantó una

viña, la rodeó de una cerca, cavó en ella un lagar y edificó una

torre; la arrendó a unos labradores y se ausentó. Cuando llegó

el tiempo de los frutos, envió sus siervos a los labradores para

recibir sus frutos.

Pero los labradores agarraron a los siervos, y a uno le gol-

pearon, a otro le mataron, a otro le apedrearon. De nuevo en-

vió otros siervos en mayor número que los primeros; pero los

trataron de la misma manera. Finalmente les envió a su hijo,

diciendo: A mi hijo le respetarán. Pero los labradores, al ver al

hijo, se dijeron entre sí: “Este es el heredero. Vamos, matémosle

y quedémonos con su herencia”. Y agarrándole, le echaron fuera de la viña y le mataron. Cuando venga, pues, el

dueño de la viña, ¿qué hará con aquellos labradores?

Le contestan: A esos miserables les dará una muerte miserable arrendará la viña a otros labradores, que le

paguen los frutos a su tiempo. Y Jesús les dice: ¿No han leído nunca en las Escrituras: La piedra que los construc-

tores desecharon, en piedra angular se ha convertido; fue el Señor quien hizo esto y es maravilloso a nuestros

ojos? Por eso les digo: Se les quitará el Reino de Dios para dárselo a un pueblo que rinda sus frutos.

PALABRA DEL SEÑOR – Gloria a Ti, Señor Jesús

Lunes

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Apostolado del Rosario en Familia

Meditación

El Evangelio nos presenta una parábola expuesta por Jesús para expresar las relaciones de Dios con su pueblo. Jesús es consciente de que en él se va a realizar el misterio que expresa San Juan en estos términos: “La Palabra era la luz verdadera que ilumina a todo hombre; ella venía a este mundo... el mundo fue hecho por ella y el mundo no la conoció... vino a su casa y los suyos no la recibieron”. Para comprender el método pedagógico de una parábola es necesario considerar la situación de los oyentes, es decir, los destinatarios de la enseñanza: quiénes son, qué actitud tienen, cómo van reaccionando, etc. En este caso, el Evangelio dice que “mientras Jesús enseñaba en el Templo, se le acercaron los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo para preguntarle: ¿Con qué autoridad haces esto? ¿Quién te ha dado tal autoridad?”. A la luz de la fe en Cristo, la pregunta es absurda y deja en evidencia toda la ceguera de las autoridades judías. Jesús era el Hijo, que venía a “su propia casa”, él es la Palabra de Dios que, enseñaba. Hay que ser ciego para no ver con qué autoridad lo hace. Jesús responde a la pregunta propo-niendo, entre otras, también esta parábola llamada “de los viñadores homicidas”.

Oración

Señor, tú envías a la viña de mi corazón a tu Hijo Jesucristo, ayúdame a recibirle con amor y espíritu de obedien-cia. Que nunca sea sordo a su voz. Aumenta mi fe, para que pueda escucharle; acrecienta mi confianza, para que sea dócil a su voz; dilata mi amor, para que pueda corresponderle.

Amén.

Martes

Miércoles

Oración

Jesús, quiero trabajar por Ti. Dame la generosidad para aprovechar toda ocasión para extender tu Reino. Que el amor a Ti me lleve a entregarme del mejor modo, a buscar la eficacia y las realizaciones concretas de la manera más rápida y con mayor influencia.

Amén.

Meditación

Muchas veces no entendemos a Dios porque no sa-bemos amar, amar sin esperar nada, amor por el otro, el amor más cercano al verdadero amor es el de las madres que con gusto darían sus vidas por salvar las de sus hi-jos. Nunca podremos entender que el Padre Dios haya unido a la misma muerte de su propio Hijo la salvación de aquellos mismos que lo mataron. Y es que en Dios no cabe revancha, no cabe rencor, ni venganza, ni odio. Sin embargo la parábola acaba con un gesto de venganza: se le quita la viña y se les da a otros. ¿Es Dios el que quita la viña o el hombre el que la pierde? Como no es Dios el

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Apostolado del Rosario en Familia

que condena al hombre, es el hombre el que se condena a sí mismo, poniéndose voluntariamente de espaldas a Dios para siempre.

Nos puede ocurrir a nosotros. De hecho nos está ocurriendo. La elección es nuestra, no esperemos que Dios nos fuerce, nunca lo hará. ¿Llegaremos a entender a nuestro Dios? ¿O nuestra humana sabiduría seguirá tildando de payasa y estúpida a la infinita sabiduría de Dios?

Oración

Señor que nuestro corazón sea como una viña que le dé muchos frutos por medio del trabajo apostólico y de la correspondencia diaria a su gracia.

Amén.

Jueves

Meditación

El Evangelio nos interpela buscando una respuesta de vida. Es la palabra misma de Dios que viene a darnos una orientación a nuestro modo de ser, de pensar, de vivir y de actuar. Así como a los viñadores les fue enviado el hijo del dueño del viñedo, Dios Padre nos envía a cada uno a su Hijo. Y yo, ¿qué hago con Jesús? ¿Qué lugar le doy en mi vida? ¿He llegado alguna vez a echarlo de la viña de mi corazón? ¿Cómo estoy correspondiendo al amor de Dios? El Padre nos envía a su Hijo con gran amor, esperando que le respetemos, que acojamos sus enseñanzas, que obedezcamos su voz… Que no nos pase que alguna vez nos acerquemos a la comunión sin la dignidad necesaria para recibir a Jesús, o que hagamos la fila de la confesión de manera rutinaria y hasta superficial; que no lleguemos nunca a vivir con incoherencia nuestra fe, en re-sumen, que no seamos como los viñadores homicidas en nuestro trato con Jesús.

Oración

¡Señor Jesús! Con las palabras que hoy nos has dirigido vienes a suscitar en nosotros el sentido de responsabi-lidad. ¿Somos santos? ¿Somos apóstoles? Si no fuéramos ni una cosa ni otra, no responderíamos a nuestra vocación cristiana. Ayúdanos y fortalécenos en tu amor.

Amén.

Viernes

Meditación

Esta parábola de Jesús va dirigida directamente a los judíos, pero desemboca en la actividad misionera de la Iglesia, a la vez que nos advierte muy seriamente sobre nuestra responsabilidad cristiana. La parábola es muy fuerte. El Reino de Dios pasó de Israel a los pueblos paganos, que lo acogieron, y de estos pueblos se formó la Iglesia. Esta es la historia. La profecía de Jesús, cumplida al pie de la letra. Pero a nosotros, los hijos de la Iglesia, nos echa la misma responsabilidad que tenían los judíos en tiempo de Jesús. La parábola nos lo dice claro.

Por una parte, la Iglesia tiene la misión que tenía Israel de hacer llegar a todo el mundo el Reino de Dios. La Igle-sia debe ser misionera. Por otra, la Iglesia debe ser fiel a Jesucristo, abundando en frutos de santidad, como lo espera Dios. Los hijos de la Iglesia debemos ser santos. La Iglesia debe anunciar a todo el mundo que Jesucristo, el que fue crucificado, es ahora el Resucitado y el Salvador del mundo. Debe llevar a todos el anuncio de la salvación que trae Je-

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sucristo, desmintiendo a todos los que vienen con otros mesianismos distintos del de Jesucristo. Jesucristo es la última palabra de Dios, y no se ha dado ni se dará a los hombres otro Nombre con el que puedan ser salvos.

Aquí vemos la obligación que tenemos de ser após-toles. Cada bautizado siente la responsabilidad de colab-orar con la acción misionera de la Iglesia. Apóstol en la propia Parroquia. Apóstol en la Asociación o Movimiento en el que milita. Apóstol en el propio ambiente. Ilusión de llevar a todos los hermanos hacia Jesucristo, espe-cialmente a los que más lo necesitan. Una palabrita, un consejito, un buen ejemplo pueden realizar maravillas...

Con una expresión muy típica de esta parábola ‘producir frutos’ nos dice Jesús la obligación que ten-emos de ser santos. Si no producimos frutos de santi-dad, ¿qué otros frutos vamos a producir? Y si nuestras comunidades cristianas no son santas, ¿no corremos el peligro de que el Reino sea trasladado a otros campos más productivos?...

Oración

Señor, es nuestro anhelo, nuestro deseo el ser santos y apóstoles, ¡quieres ver los frutos de vida eterna que pro-ducimos! ¡Quieres ver el bien que hacemos en el mundo!... Necesitamos de Ti, Señor, acompáñanos y fortalécenos.

Amén.

Sábado

Meditación

Jesús expone la parábola de los viñadores homici-

das. Es evidente que la parábola describe las relaciones

de Dios con su pueblo. El trato que dieron a los envia-

dos por Dios era proverbial, como lo expresa Jesús: “¡Je-

rusalén, Jerusalén, la que mata a los profetas y apedrea a

los que le son enviados!”. Entre estos enviados se cuenta

también Jesús. En la decisión extrema del propietario de

mandar a su propio hijo, Jesús se refiere a sí mismo y

así manifiesta su conciencia de ser el Hijo de Dios. Esta

conciencia se revela también en su enseñanza explícita:

«Tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida

eterna». Y, sobre todo, en su modo de dirigirse a Dios, llamándolo siempre «Padre», incluso con una intimidad que

sólo él posee: “Abbá”.

Jesús tenía conciencia también de la suerte que lo espera: “Vamos, matémoslo y quedémonos con su herencia”.

La causa histórica de la muerte de Jesús es la que percibió bien Pilatos, que no entendía de la religión judía, pero como

buen político entendía de las pasiones humanas, sobre todo, de la ambición del poder: “Pilatos sabía que (a Jesús) lo

habían entregado por envidia”. Los sumos sacerdotes y los ancianos entregaron a Jesús y obtuvieron su condenación

y muerte porque temían perder su poder: querían quedarse ellos con la herencia. Pero les sería arrebatada y dada a

otros: “Se les quitará a ustedes el Reino de Dios para dárselo a un pueblo que rinda sus frutos”.

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Oración

Señor, tu viña evoca el gran amor que tienes por tu pueblo. Sólo esperas amor en respuesta. No nos abandones aunque muchas fallemos en las respuestas a tu infinito amor.

Amén.

Domingo

Meditación

Leyendo este texto, podemos imaginar a Dios mis-mo quitándole las piedras, arando y abonando el terre-no, eligiendo la mejor de las cepas, cuidando cada brote. Tiene razón para preguntar: “¿Qué más podía hacer por mi viña que no haya hecho?” Pero en lugar de uvas, co-secha de ella frutos amargos. El profeta aclara: “La viña del Señor es la casa de Israel”.

Dios había tenido por su pueblo un amor fiel, como les recordaba continuamente Moisés. Y él no espera de Israel otro fruto que el amor y la obediencia a su ley.

En la parábola del Evangelio no puede ser más clara la alusión de Jesús a su propia misión: “Finalmente les envió a su hijo, diciendo: ‘A mi hijo lo respetarán’”. Pero ellos “agarrándolo lo echaron fuera de la viña y lo mataron”. Entonces pregunta el Señor: “¿Qué más podía hacer por ellos que no haya hecho.... qué hará ahora el Señor con esos labradores?” La respuesta obvia es esta: “Arrendará la viña a otros labradores que le paguen los frutos a su tiempo”. Consecuentemente la conclusión de la parábola es esta: “Se os quitará el Reino de Dios para darlo a otro pueblo que rinda sus frutos”. Este nuevo pueblo es la Iglesia, con razón llamado el “nuevo Israel”, el Israel de Dios.

Las relaciones de Dios con Israel fueron a menudo expresadas como las relaciones de amor del esposo y la es-posa. Es porque en el proyecto original de Dios, el matrimonio es una unión de amor fiel, exclusivo, total, indisoluble y fecundo. En el plan de Dios el matrimonio debe ser un signo apto para expresar las relaciones de amor entre Cristo y su Iglesia. Contemplando este misterio, San Pablo escribe: “Cristo amó a la Iglesia y se entregó a sí mismo por ella para santificarla y presentársela ante sí santa e inmaculada”. La Iglesia es la esposa de Cristo y ama a su Señor.

Oración

Señor, eres la piedra que los constructores desecharon, y ahora eres la piedra angular de mi vida. Fuiste desecha-do, pero ahora eres mi Dios y mi Señor. Soy tu servidor fiel ahora y por siempre.

Amén.

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