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Miguel CARBONELL* A 1 estudiar el régimen económico de la Constitución, la primera pregunta. que se puede formular el analista es ¿porqué las constituciones deben contener preceptos que se refieran a la actividad económica del Estado y de los particulares?, ¿no se trata de asuntos que puedan ser abordados mediante los instrumentos legislativos ordinarios?, ¿tiene que ser necesariamente la Constitución la que fije las reglas de los intercambios comerciales y mercantiles, el régimen de la propiedad privada, las áreas reservadas exclusivamente -incluso en forma de monopolios- a los poderes públicos? El constitucionalismo contemporáneo, si bien ha desarrollado diversas posibilidades en cuanto a la regulación de carácter económico, está marcado por la presencia más o menos intensa en los textos constitucionales de preceptos referidos al papel del Estado en la economía, a los límites al mercado, a las modalidades de la propiedad, etcétera. La pregunta principal, pese a todo, persiste: ¿porqué? Las respuestas a esa pregunta, al igual que las alternativas concretas que se observan en cada texto constitucional, pueden ser muy variadas. En general, se considera que la regulación constitucional de la economía supone una manifestación peculiar de los dos principales objetos de regulación del constitucionalisrno moderno: los derechos fundamentales y la división de poderes. Por lo que respecta a los derechos fundamentales, las regulaciones económicas en la Constitución tienden a generar un doble ámbito de significados: por un lado, aseguran a los particulares esferas subjetivas * Investigador del Instituto de Investigaciones Juridicas de la UNAM www.juridicas.unam.mx Esta revista forma parte del acervo de la Biblioteca Jurídica Virtual del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM http://biblio.juridicas.unam.mx DR © 2002. Universidad Nacional Autónoma de México, Facultad de Derecho

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Miguel CARBONELL*

A 1 estudiar el régimen económico de la Constitución, la primera pregunta. que se puede formular el analista es ¿porqué las constituciones deben contener preceptos que se refieran a la

actividad económica del Estado y de los particulares?, ¿no se trata de asuntos que puedan ser abordados mediante los instrumentos legislativos ordinarios?, ¿tiene que ser necesariamente la Constitución la que fije las reglas de los intercambios comerciales y mercantiles, el régimen de la propiedad privada, las áreas reservadas exclusivamente -incluso en forma de monopolios- a los poderes públicos?

El constitucionalismo contemporáneo, si bien ha desarrollado diversas posibilidades en cuanto a la regulación de carácter económico, está marcado por la presencia más o menos intensa en los textos constitucionales de preceptos referidos al papel del Estado en la economía, a los límites al mercado, a las modalidades de la propiedad, etcétera. La pregunta principal, pese a todo, persiste: ¿porqué?

Las respuestas a esa pregunta, al igual que las alternativas concretas que se observan en cada texto constitucional, pueden ser muy variadas. En general, se considera que la regulación constitucional de la economía supone una manifestación peculiar de los dos principales objetos de regulación del constitucionalisrno moderno: los derechos fundamentales y la división de poderes.

Por lo que respecta a los derechos fundamentales, las regulaciones económicas en la Constitución tienden a generar un doble ámbito de significados: por un lado, aseguran a los particulares esferas subjetivas

* Investigador del Instituto de Investigaciones Juridicas de la UNAM

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inmunes frente a la acción del Estado, de forma que, por poner un ejemplo, no se p c d a abolir sin más la institución de la propiedad privada o no se puedan confiscar los bienes obtenidos lícitamente en el tráfico comercial;' por otro lado, las disposiciones sobre la economía aseguran la posibilidad de que el Estado pueda en efecto hacerse cargo de las obligaciones que le generan los derechos fundamentales y que suponen costos económicos considerables (pensemos en los que generan el sistema educativo público, la asistencia sanitaria universal o un sistema digno de pensiones).

En lo que toca a la división de poderes, las regulaciones económicas tienen por objeto distribuir facultades y obligaciones entre los órganos públicos, de tal forma que, por poner dos ejemplos, el Estado se encar- gue de proporcionar una serie de servicios públicos esenciales o se re- serve para sí algunas áreas estratégicas en las que la intervención de los particulares no se considera oportuna (por ejemplo, generación de energía nuclear o prestación del servicio público de correos).

De lo anterior se desprende, me parece, la pertinencia de las cláusulas constitucionales relacionadas con la economía. Insisto sobre el hecho de que no hay un único modelo de regulación, pues tanto los textos cons- titucionales como los especialistas teóricos suministran muchas alternativas a la forma en que se puede llevar a cabo dicha regulación. Quizá una tendencia que se observa en el constitucionalismo de las dos últimas décadas (es decir, desde principios de los años 80) es que las constituciones contienen menos previsiones económicas, tal vez como resultado de los embates neoliberales sobre el pensamiento y la acción política recientes. En eso se traduce, seguramente, lo que se podría llamar el "neoliberalismo constitucional" (desarrollado fundamental- mente por los sectores académicos de la derecha norteamericana: Nozik, Buchanan, etcétera), que es igual de dogmático y feroz que el mero neoliberalismo económico.

La Constitución de 1917 contiene distintos preceptos en los que se observa un contenido de carácter patrimonial, por decirlo de alguna

' Por lo que respecta al estatuto de la propiedad y más general de Ics derechos de carhcter patrimonial en relacibn con los derechos fundamentales, ver FERRAJOLI, Luigi, Derechos,~garanlias. La ley del mas débrl, 2 edicibn, Madrid, Trona, 2001, pp. 45-50.

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forma (desde las disposiciones del artículo 3 1 fracción IV en materia de proporcionalidad y equidad de los impuestos hasta las establecidas en el artículo 123 para regular las relaciones entre obreros y patrones). Pero se puede decir que lo que constituye en verdad un :'capítulo económico" dentro de la Constitución se encuentra en los artículos 25 a 28 del texto de 1917. A estudiar someramente una parte de dichos preceptos y sus implicaciones se dedican los siguientes párrafos.

En general, el capítulo económico vigente de la Constitución no puede entenderse sin tomar en cuenta la experiencia del liberalismo -en sentido económico, desde luego- mexicano del siglo XIX y su consecuencia constitucional inmediata: el surgimiento del constitucio- nalismo social en el Congreso Constituyente de 191 6-1 91 7.2

Bajo la Constitución de 1857 y al amparo del liberalismo de ese entonces, el régimen económico de la Constitución tenía que ver únicamente con la garantía de la propiedad, la proclamación de las libertades de industria y trabajo y el establecimiento de una norma suprema del orden económico de la época: la libre con~urrencia.~ No era poco en comparación con las inercias y resistencias del antiguo régimen. Pero pronto se reveló insuficiente frente a los abusos de todo tipo sobre los obreros y campesinos por parte de los patrones y los terratenientes.

Como reacción a las profundas injusticias y tremendas desigualdades generadas por el porfiriato (y aún antes, por supuesto), en el Constituyente de 19 16- 19 17 se introducen algunos preceptos con claros signos redistributivos y de carácter social, tal como ya se ha mencionado en un capítulo anterior de este mismo trabajo. Los derechos de los campesinos a disfrutar de una propiedad comunal sustraída a las posibilidades ordinarias del intercambio mercantil, las posiciones subjetivas de los trabajadores frente al empleador y la garantía de la educación fueron, en ese tiempo, cuestiones de avanzada que se recogieron en el texto constitucional mexicano.

Pero es quizá en el año de 1983 cuando los preceptos constitucionales referidos a la materia económica toman el cuerpo y la dimensión que guardan -con algunos matices por las reformas de 1990 y 1993- hasta hoy en día. Las líneas básicas que la Constitución recoge desde las re- formas de 1983 son las siguientes:4 a) la rectoría económica del Estado;

2 Sobre lo primero, MADRID, Miguel de la, Elpensamrento económico en la Constrtución mexrcuna de 1857, 3" edición, México, Porrúa, 1986

' MADRID, Mguel de la, "El régimen constitucional de la economia mexicana" en Varios autores. Estudro~ jurídicos en torno a la Conititucrón de 191 7 en su septuagésimo qirrnto anrversarro. México, UNAM, 1992, p 441

Fix ZAMUDIO, Héctor y VALENCIA CARMONA. Salvador, Derecho constitucional mexicano y comparado, México. UNAM-Porrúa, 1999, PP. 560 y SS.

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b) la economía mixta; c) la planeación democrática del desarrollo; d) el banco central. Enseguida se analizan, de forma somera, los mencionados principios, en el entendido de que la materia económica que contiene el texto constitucional de 191 7 no se agota en ellos.

La palabra misma de "rectoría" nos da una idea de lo que, en su momento, intentaba lograr el poder reformador de la Constitución. Regir tiene que ver con establecer reglas, con regular, con dirigir. Pero no con hacer por uno mismo; en ese sentido, la Constitución no concibe que el Estado deba ser el que lleve a cabo toda la actividad económica en México. Sí el que la rija y la dirija, desde luego, pero no el que la planifique hasta el más mínimo detalle. Esto queda claro, creemos, con la lectura del segundo párrafo del artículo 25 constitucional, que dispone lo siguiente: "El Estado planeará, conducirá, coordinará y orientará la actividad económica nacional, y llevará a cabo la regulación y fomento de la actividades que demande el interés general en el marco de las libertades que otorga esta Constitución". Una parte fundamental del concepto de rectoria económica del Estado se encuentra precisamente en la parte final del párrafo transcrito: dicha rectoría debe llevarse a cabo en el marco de las libertades que otorga la Constitución, la libertad de empresa y de trabajo entre ellas. El Estado tiene, por supuesto, la obligación de fomentar las actividadzs que revistan un interés general, por ejemplo en materia de infraestructuras básicas, comunicaciones, servicios públicos o prestados al público, etcétera.

Las modalidades de la rectoria económica del Estado se encuentran en el primer párrafo del mismo articulo 25, cuyo texto es el siguiente:

Corresponde al Estado la rectoria del desarrollo nacional para garantizar que éste sea integral y sustentable, que fortalezca la Soberanía de la Nación y su régimen democrático y que, mediante el fomento del crecimiento económico y el empleo y una más justa distribución del in- greso y la riqueza, permita el pleno ejercicio de la libertad y la dignidad de los individuos, grupos y clases sociales, cuya seguridad protege esta Constitución.

Pese a su perceptible carga retórica y a lo que podría sugerir una primera lectura, el párrafo primero del artículo 25 ofrece una serie de coordenadas concretas que determinan la rectoría económica del Estado. Por ejemplo, señala sus fines generales: la integralidad y sustentabilidad

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del desarrollo na~ional ,~ el fortalecimiento de la soberanía y del régimen democrático. Señala también los medios: el fomento del crecimiento económico y una mayor justicia en la distribución del ingreso y la riqueza. Señala, finalmente, los objetivos específicos: permitir el pleno ejercicio de la libertad y de la dignidad de los individuos, grupos y clases sociales. Todas esas indicaciones tienen -o mejor dicho, podrían tener, puesto que no toda doctrina ni desde luego la jurisprudencia las han explorado- consecuencias jurídicas diversas, por ejemplo al momento de enjuiciar la constitucionalidad de una reforma fiscal que no fuera redistributiva, o si se llegara a impugnar un determinado presupuesto de egresos (federal o local, puesto que las previsiones del artículo 25 rigen para todos los niveles de gobierno) porque no fomente el crecimiento económico sino todo lo contrario. Desde luego en la Constitución quedan señalados con demasiada ambigüedad los sujetos que, en su caso, podrían o deberían hacer valer una conculcación a ese precepto: la mención de los individuos, los grupos (¿cuáles? ¿todos? ¿también los grupos musicales, las asociaciones futbolísticas, los clubes recreativos informales?) y las clases sociales (un término ya abandonado por la teoría social más reciente), no parece ser muy precisa y atinada.

Es una tarea pendiente del constitucionalismo mexicano (de los teóricos y de los operadores jurídicos prácticos) ir dotando de sentido a las disposiciones de los párrafos primero y segundo del artículo 25. De ello depende, en parte, la posibilidad de reconducir de forma constitucionalmente adecuada el papel del Estado mexicano en la eco- nomía nacional.

La segunda gran línea maestra del capítulo económico de la Constitución es el principio de la economía mixta. La idea misma de economía mixta nos indica que la Constitución no establece un modelo unívoco de economía; es decir, no se adscribe ni a la visión de la economía centralmente planificada (como la practicada en el ex-bloque soviético) y a la de una economía de libre mercado sin restricciones. La economía mixta supone incorporar elementos de ambos modelos, es decir, supone establecer la libre concurrencia de los particulares en la

j El concepto de "desarrollo sustentable" se introduce en la Constitución mediante una reforma constitucional que también incorpora en el articulo 4 el derecho a un medio ambiente adecuado para el desarrollo y bienestar de todas las personas; la reforma fue publicada en el Dlurio Ofrcral de Iu Federacrón el 28 de junio de 1999

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creación e intercambio de bienes de mercado, pero requiere también de algún papel regulador o suministrador por parte del Estado. Los ele- mentos de los dos modelos (libre concurrencia y planificación estatal) en teoría deberían dar lugar a un sistema armónico donde las libertades de empresa y trabajo convivieran con las necesidades de regulación por parte del Estado.

Los principios de la economía mixta se encuentran en diversas partes de lo que hemos llamado el capítulo económico de la Constitución. Así por ejemplo, el párrafo tercero del artículo 25 menciona a los actores del desarrollo económico nacional: el sector público, el privado y el ~ o c i a l . ~ El siguiente párrafo del mismo artículo reserva al Estado, de forma exclusiva, las llamadas áreas estratégicas, que de acuerdo con el párrafo cuarto del artículo 28 de la Constitución son las que corresponden a: correos, telégrafos, radiotelegrafia, petróleo y los demás hidrocarburos, petroquímica básica, minerales radioactivos y generación de energía nuclear, electricidad y las demás que señalen las leyes. Aparte de las áreas estratégicas, la Constitución menciona también a las áreas prioritarias, aunque deja su desarrollo a la ley ordinaria (artículo 25 párrafo quinto), refiriéndose en concreto solamente a la comunicación vía satélite y a los ferrocarriles (artículo 28 párrafo cuarto).

Como principio general, el artículo 28 establece la libre concurrencia económica y, en consecuencia, prohíbe la existencia de los monopolios. El mantenimiento de la libre concurrencia alcanza, en términos del artículo 28 párrafo segundo, a cubrir la concentración o acaparamiento de artículos de consumo necesario para el efecto de subir los precios, o la colusión entre productores, industriales, comerciantes o empresa- rios de servicios para evitar la libre competencia y obligar a los consumidores a pagar precios exagerados. El artículo 28 en la parte en que establece la libre concurrencia debe ser analizado a la luz de lo dispuesto en el artículo 5 en materia de libertad de trabajo, profesión u oficio.'

La libre concurrencia e incluso la libertad de empresa encuentran en el artículo 28 constitucional dos límites claros y precisos. El primero

" Algunos ejemplos de los sujetos que integran "el sector social" se encuentran en el penúltimo párrafo del propio articulo 25, que menciona lo siguientes: los ejidos, las organizaciones de trabajadores. las cooperativas. las comunidades, las empresas que pertenezcan mayoritaria o exclusivamente a los trabajadores y, en general, todas las formas de organización social para la producción, distribución y consunio de bienes y servicios socialmente necesarios.

' El párrafo primero del artículo 5 constitucional dispone: "A ninguna persona podrá impedirse que se dedique a la profesión, industria, comercio o trabajo que le acomode, siendo licitos El ejercicio de esta libertad sólo podrá vedarse por determinación judicial, cuando se ataquen los derechos de tercero. o por resolución gubernativa, dictada en los terminos aue marque la ley, cuando se ofendan los derechos de la sociedad Nadie puede ser privado del producto de su trabajo sino por resolución judicial"

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tiene que ver con la limitación a precios de productos que se consideren necesarios para la economía nacional o el consumo popular, en cuyo caso se puede determinar por las autoridades los precios máximos (artículo 28 párrafo tercero). El segundo, ya mencionado, se refiere a los monopolios que sí puede tener el Estado y que no son otros más que las áreas estratégicas (artículo 28 párrafo cuarto; tómese en cuenta también lo dispuesto en el mismo artículo, en su párrafo séptimo, en relación a la acuñación de moneda y emisión de billetes). En relación con la limitación a los precios, el artículo 73 constitucional faculta al Congreso de la Unión "Para expedir leyes para la programación, promoción. concertación y ejecución de acciones de orden económico, especialmente las referidas a l abasto y otras que tengan como fin la producción suficiente y oportuna de bienes y servicios, social y nacionalmente necesarios" (fracción XXIX-f).

5. LA PLANEACIÓN DEMOCRÁTICA DEL DESARROLLO

La tercera línea maestra que la Constitución establece en materia económica es la planeación democrática del desarrollo. Ya el artículo 25 en su párrafo segundo señalaba la obligación del Estado de planear, conducir, coordinar y orientar la actividad económica nacional. El detalle de dicha obligación se recoge en el artículo 26, cuyo párrafo primero indica lo siguiente: "El Estado organizará un sistema de planeación democrática del desarrollo nacional que imprima solidez, dinamismo, permanencia y equidad al crecimiento de la economía para la independencia y la democratización política, social y cultural de la Nación".Tos párrafos segundo a quinto del mismo artículo disponen que el Estado organizará un sistema de planeación democrática del desarrollo nacional que imprima solidez, dinamismo, permanencia y equidad al crecimiento de la economía para la independencia y la democratización política, social y cultural de la nación.

Los fines del proyecto nacional contenidos en esta Constitución determinarán los objetivos de la planeación. La planeación será de- mocrática. Mediante la participación de los diversos sectores sociales recogerá las aspiraciones y demandas de la sociedad para incorporar-

" N o d q a de resultar curiosa. dicho sea de paso. la conceptualización que se hace en ésta parte del texto coiistit~cioi~al de la deiiiocratizacioii politica, social (que debe ser algo diferente a la política) y cultural (i?) de la Nación (no de sus integrantes)

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las al plan y los programas de desarrollo. Habrá un plan nacional de desarrollo al que se sujetarán obligatoriamente los programas de la administración pública federal.

La ley facultará al Ejecutivo para que establezca los procedimientos de participación y consulta popular en el sistema nacional de planea- ción democrática, y los criterios para la formulación, instrumentación. control y evaluación del plan y los programas de desarrollo. Asimismo determinará los órganos responsables del proceso de planeación y las bases para que el Ejecutivo Federal coordine mediante convenios con los gobiernos de las entidades federativas e induzca y concierte con los particulares las acciones a realizar para su elaboración y ejecución.

En el sistema de planeación democrática, el Congreso de la Unión tendrá la intervención que señale la ley.

Para cumplir con estos mandatos el Congreso de la Unión cuenta con la facultad "Para expedir leyes sobre planeación nacional del desarrollo económico y social" (artículo 73, fracción xx~x-d). La regulación legislativa de la planeación se encuentra en la "Ley de Planeación", publicada en el Diario OJicial de la Federación el 5 de enero de 1983.'

La misma Ley de Planeación define a la planeación democrática del desarrollo como "la ordenación racional y sistemática de acciones que, en base al ejercicio de las atribuciones del Ejecutivo Federal en materia de regulación y promoción de la actividad económica, social, política y cultural, tiene como propósito la transformación de la realidad del país, de conformidad con las normas, principios y objetivos que la propia Constitución y la ley establecen". La parte final del artículo 26, ya trans- crita, señala el instrumento fundamental para llevar a cabo la planeación democrática: el Plan Nacional de Desarrollo, al cual se deben sujetar obligatoriamente los programas de la Administración Pública Federal. El plan debe elaborarse, aprobarse y publicarse dentro de seis meses contados a partir de la fecha de toma de posesión del Presidente de la República; su vigencia no debe exceder el periodo constitucional del propio Presidente, aunque podrá tener consideraciones y proyecciones de más largo plazo (artículo 21 de la Ley de Planeación).

La obligatoriedad para la Administración Pública configura la primera de las modalidades de la planeación: justamente la obligatoria. Hay otras tres: la coordinada, que se realiza entre el gobierno federal y los gobiernos de las entidades federativas (artículos 33 a 36 de la Ley de Planeación); la inductiva, "que consiste en la acción del gobierno

" Esta ley tiene como antecedente la Ley General de Planeación de la República publicada en el Brarro Oficral de la Federacrón el 12 de julio de 1930.

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federal para propiciar conductas de los particulares que apoyen los objetivos y las acciones que se derivan de la planeación na~ional" '~ (artículos 37 a 41 de la Ley de Planeación); y la concertada, que se lleva a cabo a través de pactos y acuerdos de diversa índole que firma el Ejecutivo Federal con diversas agrupaciones y colectivos para llevar a cabo diversas acciones importantes para el desarrollo económico del país (artículos 37 a 41 de la Ley de Planeación)."

En el párrafo tercero del artículo 26 parecen estar perfiladas las etapas que debe tener la planeación democrática: a) formulación; b) ins- trumentación; c ) control y 4 evaluación del plan y los programas de desarrollo.

El último párrafo del artículo 26, sin duda bien intencionado, ha te- nido escasa verificación en la práctica. En parte porque la misma Ley de Planeación le deja un papel más bien testimonial al Congreso de la Unión dentro del tema de la planeación. En sus artículos 5 a 8, la ley dispone que el Plan Nacional de Desarrollo será remitido al Congreso por el Ejecutivo, "para su examen y opinión" (pero una vez ya aprobado); el Presidente hará referencia a la ejecución del Plan cuando informe al Congreso del estado general de la administración pública, en cumplimiento del mandato del artículo 69 constitucional. La misma obligación tienen los secretarios de despacho, que en sus respectivas comparecencias ante las Cámaras del Congreso deberán referirse al avance y grado de cumplimiento de los objetivos y prioridades fijados en la planeación nacional, siempre en el ámbito de sus competencias, desde luego; también deberán informar sobre el desarrollo y los resultados de la aplicación de los instrumentos de política económica y social, en función de los mencionados objetivos y prioridades.

La participación social en la planeación, que debería tener un papel destacado en un sistema democrático de planeación, recibe escaso tratamiento en la Ley de Planeación, que le dedica apenas el artículo 20. En general, todo el sistema de planeación, más allá de la retórica, puede suponer idealmente un intento de racionalizar el funcionamiento de la administración pública, pero en la realidad es un instrumento más para fortalecer al poder ejecutivo, una manifestación del presiden- cialismo. La planeación debería corresponder al Congreso de la Unión, con base -eso sí- en las propuestas del Ejecutivo. Deberían, por tanto, ser los legisladores los que aprobaran el Plan Nacional de Desarrollo.

I'' MADRID, Mlguel de la. "Articulo 26" en Varios autores, Consrrrircrón Polítrcu de los Esrudos Uriidos .Wexrcoiios conienradu y concordada, 15?dición, Mtixico. UNAM-Porrua, 2000, tomo 1, p 366

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Por reforma constitucional publicada en el Diario Oficial de la Federa- ción el 20 de agosto de 1993, se reformó el artículo 28 para contemplar la figura del banco central. Sus párrafos sexto y séptimo establecen lo siguiente:

El Estado tendrá un banco central que será autónomo en el ejercicio de sus funciones y en su administración. Su objetivo prioritario será procurar la estabilidad del poder adquisitivo de la moneda nacional, fortaleciendo con ello la rectoría del desarrollo nacional que corresponde al Estado: Ninguna autoridad podrá ordenar al banco conceder financiamiento.

No constituyen monopolios las funciones que el Estado ejerza de manera exclusiva, a través del banco central en las áreas estratégicas de acuñación de moneda y emisión de billetes. El Banco Central, en los términos que esta- blezcan las leyes y con la intervención que corresponda a las autoridades competentes, regulará los cambios, así como la intermediación y los servicios financieros, contando con las atribuciones de autoridad necesarias para llevar a cabo dicha regulación y proveer a su observancia. La conducción del banco estará a cgrgo de personas cuya designación será hecha por el presidente de la República con la aprobación de la Cámara de Senadores o de la Comisión Permanente, en su caso; desempeñarán su encargo por periodos cuya duración y escalonamiento provean al ejercicio autónomo de sus funciones; sólo podrán ser removidas por causa grave y no podrán tener ~ n g ú n otro empleo, cargo o comisión, con excepción de aquellos en que actúen en representación del banco y de los no remunerados en asociaciones docentes, científicas, culturales o de beneficencia. Las personas encargadas de la conducción del Banco Central, podrán ser sujetos de juicio político conforme a lo dispuesto por el artículo 1 10 de esta Constitución.

El Banco Central ya existía desde antes (incluso en el texto cons- titucional), pero a partir de esa reforma se le otorga autonomía constitucional.'z Esto significa que el Banco Central es un órgano cons- titucional autónomo, parecido al Instituto Federal Electoral o a la Comisión Nacional de los Derechos Humanos. No está integrado dentro de la estructura orgánica de ninguno de los demás poderes. Dicha autononlía, según algunos, es compatible (esencial, dirían) con sus cometidos, puesto que entre sus funciones se encuentra la de asegurar la estabilidad de la moneda, cuestión que no siempre se puede controlar cuando la emisión monetaria se encuentra sometida a los deseos del gobierno en turno.

l2 FIX ZAMUDIO y VALENCIA CARMONA, Derecho consrrrucronal mexicano y comparado, crr.. pp 572 y ss

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La autonomía de los bancos centrales (no en demasiados casos reconocida a nivel constitucional) es una tendencia muy importante, aunque no indiscutida, en el derecho comparado. La supervisión del sistema bancario y las tareas de control de la política financiera se supone que requieren en los tiempos actuales de un importante grado de auto- nomía funcional. La vulnerabilidad monetaria y la fragilidad del valor de unas monedas frente a otras requieren de un manejo muy escrupuloso del sistema crediticio y, en general, financiero dentro de cada país.

A nivel legislativo el Banco Central se denomina, por su ley orgánica publicada en el Diario OJicial de la Federación el 23 de diciembre de 1993, Banco de México, como tradicionalmente se le ha conocido. La ley dispone, desarrollando los mandatos del artículo 26 constitucional ya transcritos, que el Banco tendrá una Junta de Gobierno, integrada por-un gobernador y cuatro subgobernadores. Los cinco son nombrados por el Presidente de la República con ratificación del Senado o de la Comisión Permanente. El gobernador del Banco, que preside la Junta de Gobierno, dura en su cargo seis años, mientras que los subgobernadores duran 8. La propia Constitución dispone la renovación escalonada de la Junta de Gobierno, de forma que se asegure la mencionada autonomía en el desempeño de sus funciones.

El artículo 3 de su ley orgánica, señala que las funciones del Banco de México son: a) regular la emisión y circulación de la moneda, los cambios, la intermediación y los servicios financieros, así como los sis- temas de pagos; b) operar con las instituciones de crédito como banco de reserva y acreditante de última instancia; c) prestar servicios de tesorería al gobierno federal y actuar como agente financiero del mismo; d) fiingir como asesor del gobierno federal en materia económica y, particularmente, financiera; e ) participar en el Fondo Monetario Internacional y en otros organismos de cooperación financiera in- ternacional, o que agrupen a bancos centrales, y B operar con diversos organismos, bancos centrales y otras personas morales extranjeras que ejerzan funciones de autoridad en materia financiera.

La intervención del Estado en la economía, aún en los tiempos neoliberales que corren, es necesaria y lo seguirá siendo de forma importante en el corto y mediano plazos.

Parte de esa intervención se justifica en virtud del ideal de igualdad que incorpora el constitucionalismo moderno. Recordemos que, si bien

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es cierto que el primer constitucionalismo (el de finales del siglo XVIII)" surge fundamentalmente para proteger el valor de la libertad, el constitucionalismo del siglo XIX (de manera tímida y desorganizada) y sobre todo el constitucionalismo del siglo xx (de manera más clara y contundente) organizan un entramado institucional y una serie de derechos construidos ambos para lograr la igualdad de todos los integrantes de la comunidad política.I4

El objetivo de la igualdad presupone que el Estado se allegue de re- cursos, que son necesarios para el desarrollo de los mecanismos de garantía de la igualdad, concretados fundamentalmente en los derechos sociales (educación, salud, vivienda, empleo, jubilación, etcétera). Una economía absolutamente libre terminaría con la competencia económica (el capitalismo actual es de signo monopolista, no lo olvidemos) y con la escasa igualdad que el constitucionalismo ha intentado alcanzar en los últimos decenios (con menos éxito en América Latina en general y en México en particular, como es obvio). Por eso se requiere un buen funcionamiento de los elementos que en materia económica contempla la constitución mexicana de 191 7 y que se han explicado, si bien de forma somera, en las páginas precedentes.

" PECES BARBA, Gregorio y otros (dirs.), Historra de los derechosfundamentales, tomo 11 (Siglo xviii), volumen 11 (El derecho positivo de los derechos humanos. Derechos humanos y comunidad internacional. los origenes del sistema), Madrid, Dykinson, Universidad Carlos 1 1 1 , 2001.

" Un análisis del principio de igualdad y sus consecuencias constitucionales se encuentran en CAR- BONELL.. Miguel, La constiiucrbn en serio. MuN~a~l/uralismo. rgualdud y derechos sociales, 2' edición, México, Porrúa. 2002

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