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IV Jornadas Clínicas IARPP: Soltando la Rama - 27 octubre 2012, Universidad Alberto Hurtado Mindfulness y Psicoterapia Ricardo Pulido Director Unidad Mindfulness Apuntes de la presentación Tres son las grandes vertientes en que la meditación y específicamente el cultivo de la disposición mindfulness pueden afectar positivamente la práctica del psicoterapeuta y particularmente del psicoterapeuta relacional. 1. Cultivar una actitud mindfulness para consigo mismo, como una práctica constante y comprometida, por ejemplo a través de la meditación u otras prácticas psicofísicas de unificación mente-cuerpo, permiten que el terapeuta desarrolle elementos esenciales que contribuyen positivamente al vínculo terapéutico tales como: a. Interés genuino, apertura intersubjetiva y capacidad de sintonizarse con el otro o regulación mutua. b. Empatía, compasión y auto-compasión. 2. El cultivo constante de dicha disposición, permite la disponibilidad relacional del terapeuta en momentos delicados de la relación con el paciente y que están cargados de una gran oportunidad de transformación tales como la exploración de las escenificaciones y la explicitación metacomunicativa (de Safran y Muran) y los momentos del ahora que llevan al momento del encuentro que posibilita el cambio del conocimiento relacional implícito del paciente y del analista (D. Stern). 3. El cultivo de la “atención-plena/consciencia-abierta” o mindfulness es una vía pragmática, una heurística o metodología práctica extremadamente útil para comprender, profundizar y encarnar la mirada fenomenológica (poner en práctica la reducción fenomenológica o Epoché husserliana) las cual está a la base de la escucha analítica sugerida por Freud y Bion. Esta mirada no sólo es un antídoto contra la reificación de nuestras teorías y concepciones personales y colectivas, sino una necesidad ética que permite el encuentro genuino con el otro y la legitimación radical de su experiencia subjetiva.

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IV Jornadas Clínicas IARPP: Soltando la Rama - 27 octubre 2012, Universidad Alberto Hurtado

Mindfulness y Psicoterapia

Ricardo Pulido

Director Unidad Mindfulness

Apuntes de la presentación

Tres son las grandes vertientes en que la meditación y específicamente el cultivo de la

disposición mindfulness pueden afectar positivamente la práctica del psicoterapeuta y

particularmente del psicoterapeuta relacional.

1. Cultivar una actitud mindfulness para consigo mismo, como una práctica constante y

comprometida, por ejemplo a través de la meditación u otras prácticas psicofísicas de

unificación mente-cuerpo, permiten que el terapeuta desarrolle elementos esenciales

que contribuyen positivamente al vínculo terapéutico tales como:

a. Interés genuino, apertura intersubjetiva y capacidad de sintonizarse con el otro

o regulación mutua.

b. Empatía, compasión y auto-compasión.

2. El cultivo constante de dicha disposición, permite la disponibilidad relacional del

terapeuta en momentos delicados de la relación con el paciente y que están cargados

de una gran oportunidad de transformación tales como la exploración de las

escenificaciones y la explicitación metacomunicativa (de Safran y Muran) y los

momentos del ahora que llevan al momento del encuentro que posibilita el cambio del

conocimiento relacional implícito del paciente y del analista (D. Stern).

3. El cultivo de la “atención-plena/consciencia-abierta” o mindfulness es una vía

pragmática, una heurística o metodología práctica extremadamente útil para

comprender, profundizar y encarnar la mirada fenomenológica (poner en práctica la

reducción fenomenológica o Epoché husserliana) las cual está a la base de la escucha

analítica sugerida por Freud y Bion. Esta mirada no sólo es un antídoto contra la

reificación de nuestras teorías y concepciones personales y colectivas, sino una

necesidad ética que permite el encuentro genuino con el otro y la legitimación radical

de su experiencia subjetiva.

I. Desarrollo de factores inespecíficos (no enseñables) esenciales al vínculo

En las últimas dos décadas la investigación en psicoterapia ha demostrado ampliamente la

relevancia de la alianza terapéutica en el proceso y resultados de los tratamientos

psicoterapéuticos. Sin embargo, justamente su carácter de variable inespecífica o no-

técnica hacen de la alianza un fenómeno no manipulable o controlable. De hecho no

existen investigaciones que demuestren que ciertos programas formativos hayan dado

resultados particularmente relevantes en este ámbito: la alianza no puede ser manipulada

ni controlada, sólo puede ser escuchada y cultivada.

La práctica mindfulness, parece ser de gran utilidad para desarrollar la capacidad de estar

más presentes a los indicadores relacionales del encuentro terapéutico, más abiertos a la

negociación intersubjetiva y por ende más dispuestos a dejar caer las concepciones

clínicas que en ocasiones impiden una escucha genuinamente fenomenológica del

paciente.

Recientemente han aparecido interesantes evidencias empíricas que respaldan esta tesis

de que el entrenamiento en mindfulness y específicamente en la meditación de atención

plena permite el desarrollo de importantes actitudes terapéuticas:

Autor(es) Diseño y muestra Resultados

Shapiro et

al. (2007)

83 terapeutas en

formación.

2 grupos:

entrenamiento

mindfulness (MBSR) y

control activo

Diferencias significativas de meditantes en:

-- Disminución de: estrés, afectos negativos, rumiaciones, ansiedad

(caracterial y reactiva)

-- Incremento de: afectos positivos, capacidad de auto-regulación

emocional y auto-compasión.

Grepmair et

al (2007)

18 terapeutas en

formación.

2 grupos:

entrenamiento en

meditación y control

Los 63 pacientes atendidos por terapeutas “meditantes”

presentaron mejoras significativas en varios indicadores

sintomatológicos respecto a los 61 pacientes atendidos por

terapeutas del grupo control.

Schure et al.

(2008).

35 terapeutas en

formación.

Comparación

entrenamiento en

meditación, yoga y

qigong.

Diseño cualitativo

Todas las prácticas beneficiosas, pero la meditación única que

estimuló:

-- Desarrollo de la toma de consciencia y aceptación de las propias

emociones y aspectos del sí-mismo

-- Tolerancia al propio dolor físico y emocional

-- El estar cómodamente en silencio con el paciente

-- El mantenerse sintonizado con el proceso terapéutico en general.

McCollum y

Gehart

(2010).

Terapeutas en

formación tras

entrenamiento

mindfulness.

Diseño cualitativo

Impacto positivo y significativo en el modo de ser-terapeutas:

-- Mayor capacidad para atender a sus propias experiencias

internas durante las sesiones de terapia y de estar más conscientes

de lo que le pasa a sus pacientes.

-- Ser capaces de tener consciencia de estos dos aspectos

contemporáneamente: del propio estado interno y del estado del

paciente.

-- Transformación: del “hacer-algo” con el paciente, a “ser-con” el

paciente.

Ryan,

Safran,

Doran &

Muran,

(2012)

26 díadas paciente-

terapeuta.

Estudio correlaciona

Disposición mindfulness del terapeuta se asocia positivamente con:

-- Actitudes positivas hacia sí mismo (self-affiliation; r=.41*)

-- Alianza terapéutica percibida por el terapeuta (r=.46*)

-- Mejorías en el funcionamiento interpersonal del paciente

(r=.48*)

Dentro de los resultados más importantes aparecen que terapeutas en formación que

reciben entrenamiento en meditación mindfulness muestran:

• Disminución del estrés, afectos negativos (culpa, rabia, miedo, etc.), rumiaciones, y

ansiedad. Mayor experimentación de afectos positivos (como gratitud, asombro, y

alegría), capacidad de auto-regulación emocional y auto-compasión

• Los pacientes de estos terapeutas reportan mejoras sintomatológicas superiores que

los de otros terapeutas no meditantes.

• Gracias a la meditación sienten que aprenden a tomar contacto y aceptar las propias

emociones y los aspectos negados del sí-mismo y a tolerar el propio dolor emocional.

También logran estar cómodamente en silencio con el paciente.

• Además, van desarrollando la capacidad para atender sus experiencias internas

durante las sesiones y a la vez estar más conscientes de lo que le pasa a sus pacientes.

Y sienten que la meditación va transformando su modo de ser en la terapia: en lugar

de “hacer-algo” con el paciente, vivencian la terapia como un espacio para “ser-con” el

paciente y manteniendo al mismo tiempo la capacidad técnica:

“Meditar dona presencia terapéutica. Pienso que es tan simple y a la vez tan

difícil. No se necesita ningún pensamiento o técnica para desarrollar la

presencia. La única técnica es aquietar la mente (…) Cuando aquietamos la

mente y se silencian todos los ruidos de fondo y narraciones internas… nos

volvemos conscientes de nuestro alrededor… y en el ambiente terapéutico,

nos volvemos más presentes para nuestros pacientes… algo potente”.

(McCollum y Gehart, 2010, en Brito, en prensa)

El último trabajo de Safran y Muran, publicado en la Psychotherapy Research (Ryan,

Safran, Doran & Muran, 2012) documenta un interesante estudio correlacional en el cual

se evidencian asociaciones positivas y significativas entre los rasgos o disposiciones

mindfulness del terapeuta y las siguientes variables:

• Actitudes positivas hacia sí mismo (self-affiliation); r = .41*

• Alianza terapéutica percibida por el terapeuta; r = .46*

• Mejorías en el funcionamiento interpersonal del paciente; r = .48*

Estos resultados los llevan a concluir que la capacidad o rasgos mindfulness del terapeuta

serían una variable pre-tratamiento de gran relevancia en los resultados

psicoterapéuticos.

Una forma de entender cómo es que estas prácticas promueven las actitudes vinculares

en el terapeuta es a través del concepto de sintonización desarrollado por Daniel Siegel,

uno de los pioneros en estudiar los mecanismos interpersonales asociados a la práctica

del mindfulness. La sintonización es un proceso bidireccional donde una persona se

focaliza en los estados mentales de la otra, de tal modo que el receptor de dicha atención

se siente comprendido, vinculado y sentido.

Lo interesante es que para poder sintonizarse con el otro, es necesario desarrollar la

capacidad de auto-sintonización… tal como dice el refrán: “la caridad empieza por casa”.

Según Siegel, la práctica MF fortalecería estructuras neurales involucradas en varios

aspectos que favorecen el desarrollo de la auto-sintonización del individuo, por ejemplo la

regulación corporal y el balance emocional. Sorprendentemente, estas serían las mismas

estructuras y funciones neurales que están activadas en los niños cuando interactúan con

una figura parental protectora y no-ansiosa en una relación de apego seguro

II. Disponibilidad relacional del terapeuta en momentos delicados y cargados de

oportunidad de transformación

Esta sección no la podremos revisar en profundidad, pero refiero algunas citas y

explicaciones muy preliminares que dan cuentas hacia a dónde apunta el tema.

Safran sugiere que le terapeuta puede aplicar la mindfulness a la exploración conjunta de

las escenificaciones con su paciente explicitando las comunicaciones implícitas. A este

proceso le llama metacomunicación y para llevarlo a cabo la mindfulness en acción es una

herramienta de gran valor, pues para que la metacomunicación ocurra es “esencial que el

terapeuta se mantenga anclado en la experiencia inmediata de sus propios sentimientos o

en algún aspecto de la relación terapéutica” (Safran y Reading, pág 187). Algunas citas

reveladoras:

“Para poder desengancharse de las escenificaciones, los terapeutas requieren de una

capacidad básica de autoaceptación (o de trabajo hacia el logro de ella), así como también

la voluntad y el coraje para enfrentar sus propios demonios y para involucrarse en un

proceso continuo de autoexploración y crecimiento persona” (Safran, “Mindfulness y

Escenificación en Psicoanálisis”, pág. 30).

“Un resultado secundario importante de la práctica mindfulness es el descubrimiento del

espacio interno. Esto consiste en aflojar el apego a los procesos cognitivo-afectivos propios

– la capacidad de verlos como construcciones de la mente. Esto a su vez reduce la

experiencia de constricción que resulta de la sobreidentificacción con estos procesos y le

permite a uno reflejarse en ellos y usarlos terapéuticamente. Esta experiencia es similar a

lo que los teóricos psicoanalíticos como T. Ogden (1986) y G. Gabbard (1996) refieren

como espacio analítico, i.e., el estado “doble de consciencia” que permite a los terapeutas

“ser succionados dentro del mundo del paciente y mientras tanto mantener su capacidad

observadora” (pág. 33)

“Son dos, en este sentido, los objetivos a los que apunta la práctica de la mindfulness. Por

una parte, al soltar la identificación con cualquier sentimiento concreto, ayuda al

terapeuta a abrir un espacio interno (...) en el que pueden emerger nuevas posibilidades

para el trabajo terapéutico constructivo. Y, en segundo lugar, permite al terapeuta

perfeccionar sus habilidades atencionales y cobrar consciencia de su experiencia interna y

de su contribución a la escenificación, una información sumamente útil para el proceso

terapéutico” (Safran y Reading, “Mindfulness, metacomunicación y regulación del afecto

en el tratamiento psicoanalítico”, pág. 185-186)

“La meditación mindfulness es una herramienta a la que el terapeuta puede apelar para

aprender a regular su afecto de un modo que, durante la escenificación terapéutica, pueda

servir como un regulador vicario del afecto de sus pacientes. Las habilidades internas

adquiridas a través de la práctica mindfulness pueden ayudar también al terapeuta a

desarrollar la capacidad de metacomunicación con sus pacientes durante la escenificación

para que les ayude a desidentificarse de los escenarios relacionales destructivos y les

proporcione nuevas experiencias de relación que transformen los modelos internos de la

relación que el paciente mantiene tanto consigo mismo como con los demás. Este proceso

conduce a un cambio en el conocimiento relacional implícito que el paciente tiene de las

relaciones entre el yo y los demás” (pág 205).

Por otra parte, un texto muy significativo sobre la fenomenología del encuentro

terapéutico intersubjetivo es el del Grupo de Estudio del proceso de cambio de Boston,

liberado por D. Stern. Consiste en una descripción micro-analítica de la situación

terapéutica:

Los pacientes de tratamientos exitosos recuerdan dos tipos de hechos nodales que creen

los han cambiado:

1. Interpretaciones claves

2. Momentos de encuentro. Momentos de auténtica conexión de persona a persona con

el terapeuta que cambió la relación con él o ella y, por lo tanto, el sentido de sí-

mismos. En estos, el cambio ocurre a un nivel de intercambio implícito o relacional, se

da un cambio en el conocimiento relacional implícito (CRI), ese conocimiento acerca

de: “cómo estar con alguien” (es procedural, no-simbólico, fuera de la atención focal y

de la experiencia verbal consciente).

Los MOMENTOS DE ENCUENTRO reorganizan el CRI del paciente y del analista. Cuando

ocurre, ambos sienten que han alcanzado una versión similar “de lo que está pasando aquí

y ahora entre nosotros”.

Una interacción se caracteriza por una sucesión de unidades subjetivas o momentos

presentes donde ambos van avanzando en un diálogo que pueda posibilitar el encuentro.

Cuando uno de estos momentos se pone “caliente” afectivamente y cargado de

posibilidades para el proceso terapéutico se constituyen como Momentos del Ahora (MA)

que requieren acciones específicas novedosas, diferentes de las típicas. Son como el

KAIROS griego (la oportunidad del destino). No son familiares, inquietan, son extraños. No

se sabe qué pasa ni qué hacer. Se siente como haber llegado a un momento decisivo de la

Relación terapéutica.

Cuando el MA es captado y acogido con respuesta auténtica y específica por ambos se

vuelve un momento de encuentro. De lo contrario será un MA fallido

Desde esta perspectiva fenomenológica del encuentro terapéutico se abren importantes

cuestiones como:

¿Cómo sostener los momentos del ahora?

¿Cómo permanecer abierto y receptivo en los momentos interpersonalmente intensos?

Estos momentos nos desafían, nos revuelcan y exigen una respuesta nueva,

genuinamente novedosa, no preformada.

III. Método práctico, (praxis) para aprender, desarrollar y encarnar la actitud

fenomenológica (Epoché husserliana) y la escucha analítica

Mark Epstein, pionero de la integración clínica entre meditación y psicoanálisis, ha

sistematizado una teoría de la técnica centrada en la “atención desnuda”. Cercano al

psicoanálisis winnicottiano y a la Psicología del Self, ha logrado repensar muchas nociones

psicoanalíticas desde la práctica meditativa, y sus intuiciones han tenido una acogida

enorme en todo el mundo.

Sostiene que las recomendaciones de Freud y de Bion acerca de la actitud analítica no han

sido suficientemente comprendidas o encarnadas en la práctica psicoanalítica. Famosas

son las recomendaciones de mantener una “atención libremente flotante” o de

Secuencia de regulación

mutua:

Ir hacia adelante

Momento de encuentro:

Modificación del

conocimiento relacional

implícito

Desunión mutua o espacio

abierto: soledad,

creatividad, novedad

Momento

presente Momento

presente

Momento

del ahora

Momento

presente

Momento

presente

Contexto

intersubj.

“Ir hacia delante”

Momento de

encuentro

Momento del ahora:

perdido; fallido;

reparado; señalado,

perdurable

permanecer “sin memoria y sin deseo”, pero si bien intuitivamente nos parecen

sugerencias maravillosamente profundas y sutiles, si bien nos hacen mucho sentido

clínico, por lo general no sabemos cómo desarrollar una escucha tal. ¿Cómo se aprende tal

actitud? ¿Cómo se cultiva? Tal como ocurre con la fenomenología de Husserl y Merleau

Ponty, sus recomendaciones no son fácilmente replicables. Seguramente estamos frente a

4 enfant prodige, maestros naturales de la “ciencia de la experiencia” humana que nos

han dejado descripciones impresionantes, pero muy pocos procedimientos concretos y

metodologías prácticas para desarrollar el tipo de escucha y la mirada desde donde

comprendían y llevaban a cabo sus observaciones fenomenológicas y clínicas.

Consideremos estas dos citas famosas:

“La regla del médico puede ser expresada de la siguiente manera: mantenga lejos de la

propia atención todo influjo de la consciencia y abandónese completamente a la propia

‘memoria inconsciente’, o bien, en términos puramente técnicos: escuche y no se preocupe

de tener algo en mente” (Freud, en Consejos al médico en el tratamiento psicoanalítico)

“La capacidad de olvidar, la habilidad de rehusar el deseo y entendimiento, debe ser

considerada como una disciplina esencial para el psicoanalista (…). Si el psicoanalista no se

ha desnudado deliberadamente de la memoria y el deseo, el paciente puede ‘sentir’ esto y

quedar dominado por el ‘sentimiento’ que está poseído por y contenido en el estado

mental del analista, a saber, el estado representado por el término ‘deseo’”. (Bion, en

Atención e Interpetación)

¿Se trata de una pura conceptualización o de un saber-hacer? ¿de un know-what o de un

know-how?

¿Cuánto de nuestra práctica ocurre efectivamente en estos registros?

¿Es tan solo un ideal que guía la escucha y comprensión del clínico?

¿Se puede suspender realmente la “facultad crítica” tal como Freud nos sugiere? ¿Es

posible aprender a hacerlo?

Mi impresión es que no es un ideal, ni una conceptualización. Es un saber-hacer, aunque

técnicamente se debería describir como un saber-no-hacer.

Epstein nos sugiere que la meditación, al menos algunas vinculadas a la tradición budista,

es una práctica que permite desarrollar y cultivar efectivamente este tipo de escucha, tan

esencial a la cura y a la cual llama atención desnuda.

Partiendo justamente desde la mente ordinaria, cotidiana no-educada, se desarrolla una

actitud mental específica: la atención desnuda o mindfulness… se trata de aprender a

dejar de hacer, de introducir nuestras categorías para narrar la experiencia, una verdadera

suspensión de los propios juicios y concepciones. Epstein lo describe como:

“los hechos desnudos, un registro exacto que permite que las cosas hablen por sí solas,

como si las viéramos por primera vez, separando cualquier reacción del simple evento”

(Epstein en Pensamientos sin Pensador).

Es sorprendente cuánto se asemeja a la epoché husserliana, ese poner entre paréntesis

todo lo sabido para que emerja la cosa-en-sí… “A las cosas mismas” era el famoso lema de

Husserl… y la cosa-en-si, por supuesto no es un objeto del mundo externo, sino todo

evento que se da en la consciencia, incluidos, por ejemplo, un encuentro intersubjetivo,

una emoción y una interpretación analítica.

¿Pero cómo se desarrolla este tipo de atención? A diferencia de la fenomenología, la

meditación ofrece un conjunto de procedimientos que permiten a esa mente no-educada

ir entrenándose hasta adquirir una cierta expertice. Esta es una primera recomendación

de Epstein:

“Concentra la atención, momento a momento, precisamente en lo que estás

experimentando, distinguiendo tus reacciones de los eventos puramente sensoriales”

(Epstein, Pensamientos sin Pensador, pág. 101)

Esta práctica es extremadamente dura al principio, la mente enloquece, se siente

estrecha, constreñida. Por eso su entrenamiento se acompaña frecuentemente de

prácticas de unificación mente-cuerpo. Pero una vez que se va cultivando se va

experimentando la atención desnuda y su potencia:

Epstein describe las siguientes características de la atención desnuda:

a. Estado de simple escucha, imparcial y a la vez completamente natural (no artificial)

b. Apertura que no interfiere: un ambiente intrapsíquico receptivo para explorar la

dimensión personal e íntima, que se relaciona con la apertura de la madre

suficientemente buena en cuya presencia el niño puede jugar ininterrumpidamente.

c. Interés y asombro, donde incluso el dolor puede ser fuente de interés genuino y

profundo

d. Impavidez … ecuanimidad o neutralidad implicada

e. Impersonalidad: “como un perro callejero sin dueño, los pensamientos y sentimientos

errantes a los cuales aplicamos la atención desnuda, son tratados como si no tuvieran

dueños”

El famoso libro de Epstein “Pensamientos sin Pensador” es una extraordinaria síntesis

integrativa entre busdismo, mindfulness y psicoanálisis que se centra en el cultivo de la

atención desnuda como práctica clínica, tanto del terapeuta como del paciente. Es un

texto rico de ejemplos clínicos donde vemos su gran sintonía con el pensamiento y la

práctica del psicoanálisis relacional e intersubjetivo. (Ver cita en libro, pág. 170)

Un último elemento muy relevante que nos permite la práctica meditativa es el poder

explorar y estudiar nuestra experiencia de escucha terapéutica. Esto es hacer

fenomenología de la experiencia terapéutica. No fenomenología del paciente, de su

psicopatología, etc., sino de la experiencia misma que significa escucharlo y las diferentes

modalidades, ritmos y tonalidades de la escucha.

Franco Bertossa, un maestro de meditación que integra la fenomenología occidental con

las prácticas psicofísicas del oriente, ha evidenciado, por medio de estudios en primera

persona que pueden ser verificados por quien quiera, siempre y cuando se ponga en la

actitud de escucha adecuada, los 4 tiempos de la experiencia consciente. Toda experiencia

ocurre en 4 tiempos: El abierto, el darse cuenta, la pregunta y la respuesta

Son los instrumentos de nuestro conocer. Cada uno lo puede verificar en su propia

experiencia ahora mismo. Algunos aspectos interesantes de estos 4 tiempos, pero que no

tengo tiempo de profundizar es que:

1. Para negarlos tendrías que usarlos… por tanto negándolos se confirman

2. Se dan siempre en ese orden… son como las aspas de un molino que giran siempre en la

misma dirección… nunca se da que llegue la respuesta antes de la pregunta

3. Cada tiempo tiene un sabor, una tonalidad emocional, una sensación asociada…

Estos 4TC se dan también naturalmente en el encuentro terapéutico. Yo los he llamado los

4 tiempos de la escucha terapéutica.

Esta descripción del proceso natural de nuestra experiencia resulta más interesante si

notamos que las aspas del molino por lo general giran a velocidades tales que no somos

conscientes de estos momentos… la mayor parte del tiempo ocurren automáticamente sin

que logremos tomar consciencia.

Si miramos atentamente este ciclo, nos daremos cuenta que por lo general saltamos de

respuesta en respuesta en todos los ámbitos de nuestra cotidianidad. Los tiempos del

abierto, del darse cuenta y de la pregunta se han reducido enormemente… casi como un

molino al que se le han caído 3 aspas y solo gira con una, la de la respuesta… y por

supuesto como terapeutas no estamos exentos de esta influencia.

Es interesante porque el sabor de la respuesta es el sabor del apagamiento, de la

satisfacción, del fin de un estado de necesidad, de búsqueda, de incompletud que

representa el estado de pregunta. El sabor del abierto y del darse cuenta también son

difíciles de sostener, porque algo está ya clamando el estado de apagamiento… en este

sentido, la meditación es una práctica extraordinaria para cultivar estos tres momentos de

la escucha terapéutica. Ya hemos visto la atención desnuda que corresponde al abierto…

en otra oportunidad podemos profundizar en el darse cuenta y en la pregunta… lo que me

interesa subrayar es que nuestra mente tiende a buscar una respuesta y cada vez tiende a

buscarla más rápido… si no me creen, les pido que me sigan en un pequeño ejercicio: por

favor pongan mucha atención a su mente, fíjense si puede estar en la suspensión o tiende

ella misma a completar la experiencia… si quieren pueden cerrar los ojos… [suena

estímulo auditivo conocido inconcluso].

¿Se mantuvieron en el incompleto o la misma mente rellenó la experiencia con algo que

concluye?

Aprender a cultivar los estados del abierto, del darse cuenta y de la pregunta, significa ir

contra el flujo automático de la mente… es como nadar contra la corriente… o en términos

más psicoanalíticos, ir contra la repetición. Y es que el no saber, la suspensión, la toma de

contacto sin significado, quedarse a la espera del sentido, produce sensaciones poco

agradables, a veces francamente intolerables… tal como dice Levenson:

“La tarea real en terapia no es darle sentido al material, sino resistir a la tentación de

hacerlo” (Levenson, 1992)

Para ello, dilatar el abierto cultivando la atención desnuda. Esperar a que emerja

espontáneamente el elemento que rompe el estado de indiferenciación, que surja el

aspecto de interés, la toma de contacto de una diferencia. Y entonces, confiando en la

significatividad de ese elemento, permitirse sostener el estado de la pregunta, que en el

campo de la escucha se vuelve diálogo con el paciente, intercambio, tanteo, pregunta

abierta y sostenida por ambos. Hasta que en definitiva se decanta en la respuesta, en le

proceso de acuerdo o significación de la experiencia no para cerrarla o ponerle un punto

conclusivo, sino para re-abrirla a un nuevo estado de apertura.

No es el tiempo de las respuestas, sino el de la toma de contacto y el de las preguntas que

surgen de ello, los verdaderos motores de la transformación terapéutica. El momento de

la respuesta, es más bien el culmine de un proceso que permite la entrada en un nuevo

ciclo de experiencia intersubjetiva.

Quisiera terminar citando un fragmento de san Juan de la Cruz que me resulta muy

inspirador en el sentido de sostener implicadamente el no-saber y especialmente el no-

saber en relación al otro, a su encuentro y a uno mismo:

Para venir a saberlo todo,

no quieras saber algo en nada.

Para venir a lo que no sabes,

has de ir por donde no sabes.

(San Juan de la Cruz)