Modernidad e Independencias Guerra

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    Modernidad e independencias. Ensayos sobre las revoluciones hispnicas(Guerra, F. X.)La idea de que las ideas de la revolucin francesa provocaron la independencia enHispanoamrica es hoy insostenible. Para el autor, existen dos fenmenos: laindependencia de las metrpolis y la revolucin, es decir, la adopcin brusca de un

    sistema de nuevas referencias polticas y sociales que intentan hacer tabula rasadel pasado.La Independencia: crisis poltica que afecta a una unidad poltica hasta entoncesde una extraordinaria coherenciaLos Borbones marcan avance del absolutismo: las cortes de los reinos de la coronade Aragn son suprimidas. El Siglo XVIII tambin coincide con el avance dela ilustracin: es la victoria del individuo considerado como valor supremoLas Elites encuentran nuevas formas de sociabilidad y su nueva cultura seconstruyen el margen del ejercicio del poder. Aparece imagen de una sociedadcontractual e igualitaria, una nacin homognea formada por individuoslibremente asociados. Esta imagen se encuentra en contradiccin con la realidad,

    es necesario un nuevo pacto.Las Elites prefirieron durante buena parte del siglo XVIII escudarse en la autoridaddel rey para realizar sus proyectos reformistas (adictas a un absolutismo queconstitua para ellas el instrumento fundamental de las reformas). Hay por eso, enel campo social, una continuidad evidente entre el reformismo de la monarqua yel liberalismo pos revolucionario. Esa alianza comenz a quebrarse porque elestado absolutista no poda llegar hasta los ltimos lmites de la reforma ya quebuena parte de su legitimidad perteneca al registro tradicional. No comenz a serdiscutido el rey mismo pero si eldespotismo ministerial. Existe cierta ambigedaden el lenguaje poltico: libertad, nacin, constitucin. Hay acuerdo en la necesidadde una representacin de la sociedad ante el estado, pero difieren en la imagen de

    la sociedad representada (la aspiracin a la restauracin de las institucionesrepresentativas es comn a ambos grupos).La alianza entre modernos y constitucionalistas histricos, fundamental en losorgenes de la revolucin, estaba llamada a durar muy poco.La Revolucin es una mutacin cultural: en las ideas, en el imaginario, en losvalores, en los comportamientos, en las prcticas polticas, pero tambin en loslenguajes que los expresan. Aparecen nuevos lenguajes que manifiesta una nuevavisin del hombre y de la sociedad, pero que son tambin una pedagoga. Existendiferencias entre Francia y Espaa, sobretodo en el campo religioso.La revolucin en Espaa se hizo en buena parte en ausencia del rey y combatiendoen su nombre.

    La sociedad espaola, y an ms la americana, se muestra mas corporativas ytradicionales y con menos elites modernas que la francesa.Los Revolucionarios espaoles tienen referencias previas y buscaran cortar por losano todo lo que pudiese llevar al jacobinismo. El impacto de la revolucinfrancesa en Espaa fue inmediato y muy grande.Los ms atentos primero fueron las elites culturales. Esa simpata inicial va atornarse luego desconfianza y hostilidad (por la ejecucin del rey y la persecucinreligiosa).

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    Las reacciones fueron las mismas en Amrica. Esto lleva las elites a la prudencia ya una reflexin de tipo constitucionalista. Sin embargo, la revolucin no empezaraen el mundo hispnico por maduracin interna sino por la crisis de la monarquaprovocada por la invasin de Espaa por napolen. Salvo una porcin de la elite, lasociedad rechaza la abdicacin forzada de Fernando VII. En 1808se producen los

    levantamientos contra los franceses y la formacin de juntas insurreccionales enEspaa. Al desaparecer la legitimidad real y al rechazar la del intruso, no quedabaa la resistencia espaola y a la lealtad americana ms camino para justificar suaccin que apelar a la soberana del reino, del pueblo o de la nacin.Las JUNTAS sern la forma improvisada de la representacin de la sociedad. Sedesarrolla un debate pblico sobre la representacin y se intensifica y adquiere uncarcter oficial. El rechazo prctico por parte de los peninsulares de la igualdadproclamada ser la causa esencial de la independencia americana. El debatepeninsular atraviesa el atlntico gracias a los folletos y gacetas llegados de lapennsula y es as como la mutacin cultural de la Francia revolucionaria llegamasivamente a ella.

    Los miembros ms jvenes de las elites culturales sern el motor de la revolucin.Regiones Insurgentes De AmericaLa ruptura se justifica primero con un discurso pactista en el que se encuentranmuchos de los elementos del constitucionalismo histrico. A fin de fundar cuantoantes una nueva identidad con ritmos que son especficos en cada regin, seadoptan rpidamente el lenguaje, los smbolos y la iconografa dela Franciarevolucionaria. Al romper el vnculo con el rey, no quedaba ms va para legitimarel poder quela moderna soberana del pueblo. Existen dos Problemas:-Desintegracin territorial.La independencia se basaba ciertamente en la soberana nacional, pero qu

    hacer cuando todava no existe una nacin moderna?-Por su imaginario, sus valores, etc., la sociedad sigue siendo tradicional. Solo loshombres de la elite que participan de los nuevos mbitos de sociabilidad hanhecho suyas las referenciasmodernas.En1808 se producen las abdicaciones deBayona, las cuales llevan a levantamientos peninsulares. En 1810 se produce ladisolucin de la junta central America sigue la evolucin ideolgica de la pennsulay pasa al mismo tipo en 2 aos de un patriotismo hispnico unnime y exaltado auna explosin de agravios hacia los peninsulares.Las coyunturas polticas peninsulares son las que marcan entonces los ritmos de laevolucin americana.Los reinos y provincias de Amrica participan de lejos pero con idntica pasin que

    los peninsulares en el mismo debate poltico y por lo tanto en el mismo procesorevolucionario.Los asuntos locales cuentan pero son contemplados y definidos con relacin alconjunto de la monarqua. Con las abdicaciones de Bayona se producenlevantamientos populares. Buena parte de la elite ya haba aceptado al nuevomonarca. Se da una difusin bastante amplia de noticias y opinin publica.Los valores del conjunto de la monarqua llevaban a la exaltacin patritica: sedebe fidelidad alrey, se debe defender la religin, la patria. Si el rey desaparece el

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    poder vuelve a su fuente primera (el pueblo). Para la gran mayora no se trata masque de algo provisional, pero la poltica se abre a todos los actores sociales. Estollevar a la formacin de la suprema junta central gobernativa del reino. EnAmrica se da el mismo problema. Ausente el rey, cesaban todas las autoridadesdelegadas y haba que constituir juntas que encarnaran la soberana reasumida

    por el pueblo. Para el autor, esta postura no es independentista, sino que es unamanifestacin del patriotismo hispnico, con el que buscan librarse de ladominacin francesa. En Amrica no esta el mismo contexto que permiti laformacin de juntas en 1808 en la pennsula.La distancia se constituye como problema, ya que genera informacin confusa ydesordenada, noticias falsas, etc. Amrica reconoce a la junta central pero sulegitimidad es precaria.Los americanos queran ejercer los mismos derechos que los otros espaoles. Enbastantes medios peninsulares se los tiende a considerar como colonias o reinossubordinados. Esta desigualdad desencadeno problemas, que terminarn llevandoa la independencia americana. Existan 3 grandes grupos en Espaa:1)

    absolutistas ilustrados ( junta central como poder provisional encargadonicamente de suplir alre y y dirigir la guerra)2)constitucionalistas histricos(reforma de la monarqua y la instauracin de un sistema constitucional mediantela restauracin de las antiguas cortes)3) liberales partidarios de la soberana delpueblo y de una constitucin inspirada en la francesa.Las mismas corrientes se encuentran en Amrica, aunque an encubiertas.Los constitucionalistas son mayora, aunque los liberales van ganandoterreno Amrica aparece en estos aos desfasada en relacin con la intensidad deldebate peninsular ycon la profundidad de las mutaciones ideolgicas de lapennsula. Sin embargo, el debate atraviesa elatlntico gracias a los folletos ygacetas llegados de la pennsula

    CHIARAMONTENacin y Estado en Iberoamrica. Cap 3: La formacin de los estadosnacionales enIberoamricaEl propsito de este capitulo no es ofrecer una historia de la formacin de losEstados iberoamericanos, sino exponer algunas comprobaciones importantes parala mejor comprensin de esta historia. La primera dificultad para cumplir con estepropsito es la clsica cuestin del diccionario, por tanto debe aclararse que elautor no parte de una definicin de Estado, sino solo de una composicin de lugarfundada en las propiedades que generalmente le atribuyen los historiadores quese ocupan del tema.

    La mayor parte de los escollos que complican las tentativas de realizar una historiade los Estados iberoamericanos provienen de la generalizada confusin respectodel uso de poca de las nociones de nacin y Estado. Esta confusin esconsecuencia de presuponer que la mayora de las actuales nacionesiberoamericanas exista ya desde el momento inicial de la Independencia. Estaconfusin arroja luz sobre la falta de atencin que se ha prestado a cuestionescomo la emergencia, en el momento inicial de las independencias, de entidades

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    doctrinaria, deba preservarse la soberana de los pueblos. Posteriormente, ydentro de la teora moderna del Estado, surgir la idea de la indivisibilidad de alsoberana, debido a que esta era fuente de anarqua.El dogma de la indivisibilidad de la soberana se encarnaba en las elites polticasde las ciudades capitales que proyectaban la organizacin de un estado

    centralizado bajo su direccin. Frente a esta propuesta centralizadora de lasciudades capitales, las otras ciudades apelaron a la figura de la confederacin,conformada por Estados independientes que poseen rganos propiospermanentes para la realizacin de un fin comn. Asi se dio en casi todaHispanoamrica, como lo muestran los casos de Mxico, Nueva Granada,Venezuela, el Ro de la Plata o Chile. Asuncin del Paraguay fue una de lasprimeras en recurrir a la idea de una confederacin para defender su autonomafrente a Bs As. Finalmente, adems de la postura confederalista y centralistaencontramos la federal.En el caso particular de Brasil vemos que el resultado final de la transicin a laindependencia seria el de un solo Estado soberano. Los mismos factores que en

    muchas de las ex colonias hispanas llevaron a la autonoma o a la uninconfederal, en Brasil se orientaron hacia la organizacin de un Estadocentralizado. Contrariamente, que en el caso de Paraguay se observa que lasrelaciones entre este territorio y Bs As fueron tensas desde un principio. Asuncinjams admiti la preeminencia de Bs As. En consecuencia se decidi llevar a cabouna construccin de lazos entre ambos territorios con la idea de disminuir latensin. La unin confederal resultaba ser el modo ms natural de conciliar laspretensiones autonmicas y la necesidad de contrarrestar la debilidad de esosnuevos sujetos soberanos. As vemos como Paraguay trataba de salvaguardar susderechos soberanos a la vez que protegerse de los intentos de Bs As porsubordinarlo.

    Sin embargo, las clusulas de este acuerdo fueron incumplidas por ambas partes.Finalmente, con la renuencia de Paraguay al envo de auxilios militares, losimpuestos a la yerba y al tabaco y los obstculos para el arribo de armas a aquellaprovincia provocaron la ruptura entre ambos gobiernos.Ante esta situacin, Buenos Aires trato de restablecer la relacin con Paraguay.Fueron Alvear, Martin Rodriguez, Ferre, Rivadavia quienes intentaron por todos losmedios recomponer la alianza.Finalmente, en Paraguay se estableci un fuerte centralismo.Derecho natural y de gentes en el imaginario poltico de la pocaPara poder comprender el significado de poca de esta variedad de formas deconcebir el derecho a la autonoma poltica y para explicarnos asimismo de que no

    se vea contradiccin alguna en conjugar esas tendencias autonmicas con labsqueda de integracin poltica en pactos, ligas o confederaciones, es necesariorecordar las peculiaridades de las concepciones que guiaban entonces laspracticas polticas.En primer lugar, segn el derecho de gentes, todas las naciones o Estados eranpersonas morales, a las que, en cuanto a tales, les eran tambin pertinentes lasnormas del derecho natural.

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    Congruentemente con este criterio se entenda que todas las naciones eraniguales entre ellas, independientemente de su tamao y poder. Esta igualdad dederechos en relacin con las dems entidades soberanas es uno de los puntales delas prcticas polticas del periodo.De tal manera, tenemos algunos de los hilos fundamentales para entender mejor

    el proceso de organizacin de los nuevo Estados iberoamericanos: La definicin de una legitimidad poltica a partir de la doctrina de la reasuncindel poder por los pueblos. La adopcin de un estatuto de autonoma fundado en la calidad soberana queaquella doctrina supona, y a partir de alli, la bsqueda de una mayor fortaleza ydefensa ante el mundo exterior aIberoamrica, o ante los propios pueblos vecinos, mediante una variedad desoluciones polticas que iban del extremo de las simples alianzas transitorias al delEstado unitario.Una visin tradicional de este proceso atribua al sentimiento de la nacionalidad laformacin de esas diversas entidades estatales que reuniran las soberanas

    menores. Peor una interpretacin mas acertad muestra un conjunto de pueblossoberanos en la medida en que perciben los riesgos de una subsistenciaindependiente, tienden a alejarse de las aspiraciones a la independenciaabsoluta, para asociarse a aquellos con quienes tienen mayores vnculos, sinresignar su condicin de personas morales y el amparo del principio delconsentimiento para su libre ingreso a alguna forma nueva de asociacin poltica.Sera recien luego de 1830 cuando se registre el influjo del principio de lasnacionalidades y comenzaran a formularse proyectos de organizacin o de formaestatal en trminos de nacionalidad.Estado nacional y formas de representacin polticaSi abandonamos entonces la obsesin por la cuestin de la nacionalidad, se hacen

    ms comprensibles las pautas que guiaban la conducta poltica de los pueblosiberoamericanos. Las cuestiones centrales que absorban el inters de la genteeran como proteger la autonoma dentro de la asociacin poltica por constituir,como ingresar a ella con libre consentimiento y como armonizar la soberana delas partes con la del Estado por erigir. Entre estas cuestiones, el tema de larepresentacin poltica, indisolublemente anexa a la de soberana, constituirapermanente terreno de disputa.En el eje de la representacin vemos que en todas las reuniones para intentarorganizar constitucionalmente un nuevos Estado, o para arreglar asuntos diversosentre algunas de las ciudades, luego provincias, los diputados tenan inicialmentecarcter de apoderados, a la manera de los procuradores del antiguo Rgimen

    Espaol. Esto fue hasta 1827, cuando tras el CongresoConstituyente las provincias se asumieron como sujetos de derecho internacional,reglando sus relaciones como tales y designando a sus diputados como agentesdiplomticos.-Sin embargo, lograr el consentimiento para la ereccion de unEstado nacional implicaba que los diputados de las partes concurrentes a actoconstitucional revistiesen la calidad de diputados de la nacin y abandonaran laantigua calidad de procuradores o la reciente de agentes diplomticos queconvalidaba su independencia soberana. Cuando la maduracin de los factores

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    propicios del xito de aquella iniciativa lo hizo posible, como en el caso argentino,el requisito indispensable fue que los diputados del Congreso Constituyente de1853 revistieran esa calidad y abandonaran la de ser apoderados de sus pueblos.Tulio Halperin Donghi - Historia contempornea de Amrica Latina1

    Captulo I: el legado colonial

    Todava a principios del SXIX seguan siendo visibles en Iberoamerica las huellasdel proceso de conquista.En el SXVIII lo que haba movido a los conquistadores era la bsqueda de metalprecioso. Si hasta 1520 el ncleo de la colonizacin espaola estuvo en las Antillas,las dos dcadas siguientes fueron de conquista de las zonas continentales demeseta, donde iba a estar por dos siglos y medio el corazn del imperio espaol,desde Mxico hasta el Alto Per.Sin duda las Antillas y hasta mediados el SXVIII el entero frente atlntico son elflanco dbil de ese imperio organizado en torno a la minera andina desde Jamaica

    hasta colonia de Sacramento en el Ro de la Plata, el dominio espaol haretrocedido en ms de un punto ante la presin de sus rivales. An as el imperiollega casi intacto hasta 1810.El sistema colonial tan capaz de sobrevivir s sus debilidades tena el fin principalde obtener la mayor cantidad posible de metlico con el menor desembolso derecursos metropolitanos. A ms de la porcin extraa por la Corona por va deimpuesto, era necesario orientarla hacia la metrpoli, mediante el intercambiocomercial. Las consecuencias de este intercambio comercial para la economahispanoamericana eran mltiples y tanto ms violentas cuanto ms lasfavoreciesen los datos de la geografa. La primera de ellas era la supremacaeconmica de los emisarios locales de la economa metropolitana: el fisco y los

    comerciantes que aseguraban el vnculo con la Pennsula. La segunda era elmantenimiento casi total de los dems sectores de la economa colonial al margende la circulacin monetaria.Lo que hizo del are a de las mesetas y montaas de Mxico a Potos el ncleo deIndias espaolas no fue solo su riqueza minera, sino tambin la presencia depoblaciones indgenas, a la que su organizacin anterior a la conquista habautilizables para la economa surgida en esta.Para la minera, pero tambin para las actividades artesanales y agrcolas. Haciaesta ltima se orientan predominantemente los conquistadores y sus herederos,primero como encomenderos a quienes un lote de indios ha sido otorgado para

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    Captulo 1: sobre Misiones y Paraguay esta en la Pg 42estructura de la administracion hispanoamericana (cabildos, virreyes,etc.) 56-58

    poblacin del Brasil 69-70demografa brasilera 73-74

    Captulo 2: Alto Peru y Quito 92-93

    Moreno vs Funes 101-102

    Chile, Venexuela, Nueva Granda y su proceso de independencia 104-108

    biografia de San Martin y Bolivar 116-130 (esta que hizo cada uno en los pases tb)

    Mxico (Hidalgo y Morelos) 131-135

    Capitania de Guatemala 135

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    percibir de ellos tributo que de todos modos los vasallos indgenas deben a lacorona; luego como dueos de tierras recibidas de mercedes reales. La situacinde los nuevos seores de la tierra no ha sido ganada sin lucha, primero abierta yluego ms discreta contra las exigencias de la corona y de los sectores mineros ymercantiles que contaban en principio con su apoyo: a medida que el derrumbe de

    la poblacin indgena se aceleraba, la defensa de la mano de obra se haca msurgente, la mita haba ganado antipata entre los seores de territorios yadministradores laicos y eclesisticos de las zonas en que los mitayos deban serreclutados.Los seores de la tierra tenan as un amplio predominio sobre amplias zonas de lasociedad colonial; no haban conquistado situacin igualmente predominante en laeconoma hispanoamericana globalmente considerada.La catstrofe demogrfica del XSVII provocar transformaciones en el sectoragrario: reemplazo de la agricultura por la ganadera del ovino, respuestaelaborada desde el Mxico hasta el Tucumn a la disminucin de la poblacintrabajadora; reemplazo parcial de la comunidad agraria indgena, de la que el

    sector espaol se limita a extraer una renta seorial en frutos y trabajo, por lahacienda, unidad de explotacin del suelo dirigida por espaoles. Este ltimocambio, es muy incompleto; de intensidad y de formas jurdicas variables segnlas comarcas, de algunas estuvo totalmente ausente. A diferencia de la comunidadindgena, a la que la conquista a impuesto un nuevo seor, la hacienda es unaorganizacin orientada hacia consumidores ajenos a ella.Su triunfo es entonces limitado; se da con mayor pureza all donde el contacto msdirecto con la economa metropolitana, gracias al cual los sectores mercantiles ymineros defienden mejor su parte del producto de la actividad econmica. Esa essin duda la causa del ritmo relativamente ms acelerado que el proceso tuvo unMxico, que pese al papel secundario que al principio le cupo dentro de la

    produccin minera hispanoamericana alcanz, desde muy pronto, una situacinrelativamente privilegiada en sus relaciones econmicas con la metrpoli.Dentro del orden econmico colonial la explotacin agrcola forma una suerte desegunda zona, dependiente de la mercantil y la miera, pero a la vez capaz dedesarrollos propios bajo el signo de una economa de autoconsumo que elaborasus propios y desconcertantes signos de riqueza.La funcin del sector agrcola es, dentro del orden colonial, proporcionar fuerza detrabajo, alimentos, tejidos y animales de carga a bajo precio para ciudades yminas.Esa combinacin de intereses privados y presiones oficiales tienen acaso suexpresin ms tpica en la institucin del repartimiento de efectos: los

    corregidores, los funcionarios ubicados por la corona al frente de enteros distritos,ofrecan esos productos al trueque de las poblaciones indgenas sometidas a sumando. Las quejas sobre las muchas cosas intiles que se obliga a comprar a losindios se hacen cada vez ms ruidosas a lo largo del SXVIII.El pacto colonial, laboriosamente madurado en los SXVI y SXVII, comienza atransformarse en el SXVIII. Influye en ello la decisin por parte de la metrpoli deasumir un nuevo papel frente a la economa colonial, cuya expresin legal son las

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    reformas del sistema comercial introducidas en 1778-82, que establecen elcomercio libre entre la pennsula y las Indias.Las reformas implican: por una parte la admisin de que el tesoro metlico no erael solo aporte posible de las colonias a la metrpoli; por otra el descubrimiento delas posibilidades de las colonias como mercado consumidor. Una y otra innovacin

    deban afectar el delicado equilibrio interregional de las Indias espaolas; losnuevos contactos directos entre la metrpoli y las colonias hacen aparecer aaquella como rival de las que entre estas haban surgido como ncleossecundarios del anterior sistema mercantil.El contacto directo con la pennsula comienza la fragmentacin del reaeconmica Hispanoamericana en zonas de monocultivo que terminarn por estarmejor comunicadas con su metrpoli ultramarina que con cualquier otra reavecina. Esa fragmentacin es a la larga polticamente peligrosa; si parece fortificarlos vnculos entre Hispanoamrica y su metrpoli, rompe los que en el pasado hanunido entre s a las distintas comarcas de las Indias espaolas.La reforma comercial no los consolida y promueve esos cambios en la economa

    indiana; se vincula adems con otros que se dan en la metrpoli. Esa nueva oleadade conquista mercantil que a lo largo del SXVIII es denunciada en todas partescomo afirmacin del monopolio de Cdiz.Junto con la hegemona mercantil de la renaciente Espaa septentrional se afirmatambin su avance industrial, que las medidas proteccionistas incluidas en elnuevo sistema comercial intentar fortalecer asegurndole facilidades en elmercado colonia. En este sentido la reforma alcanza un xito muy limitado: eldespertar econmico de la Espaa del setecientos no tiene vigor bastante paraque la metrpoli pueda asumir plenamente el papel de proveedora de productosindustriales para su imperio.As los privilegios que el nuevo sistema comercial otorga a la metrpoli benefician

    menos a su industria que a su comercio: el nuevo pacto colonial fracasasustancialmente porque mediante l Espaa slo logra transformarse en onerosaintermediaria entre sus Indias y las nuevas metrpolis econmicas de la Europaindustrial.De la Hispanoamrica marcada por las huellas contradictorias de tres siglos decolonizacin, Mxico era la regin ms poblada, la ms rica, la ms significativapara la economa europea. Es la expansin de la plata del Mxico septentrional laque sostiene el crecimiento capitalino.Ese Mxico septentrional es menos indio que el centro meridional; ha sido mstocado que este por la evolucin que va desde la comunidad agraria indgena a lahacienda, que parte porque en amplias zonas de l la hacienda ganadera se

    implant all donde nunca se haba conocido agricultura. En el Norte en expansinson los mineros quienes dominan la sociedad local; junto con los hacendados,ambos predominantemente blancos ocupan las primeras filas de la alta clasecriolla que en la capital rivaliza con la peninsular, ostentando frente a ella ttulosde nobleza que en el SXVIII no ocultan su origen venal. Los comerciantes queconquistaron desde Veracruz el sistema mercantil mexicano, estaban tambindetrs del avance de la agricultura de mercado. Luego de 1795, el avance delazcar estaba destinado a durar. Existe adems en Mxico central una industria

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    artesanal ms importante que en el Norte, es el centro textil de Puebla y suproduccin se destina sobre todo al mercado interno.El crecimiento mexicano, muy rpido en la segunda mitad del SXVIII, parece hacercrecer las causas del conflicto entre los miembros de la clase alta. En primer lugar,en una clase alta inevitablemente encendida entre seores de la plata y grande

    comerciantes del Mxico central, que son predominantemente peninsulares. En elplano poltico es el Cabildo Mxico la fortaleza de la aristocracia criolla, frente a lasmagistraturas de designacin metropolitana.Toda esa clase alta es rica y su prosperidad va acompaada de una honda miseriapopular. Por el momento, este contraste no paree haber hecho temer nuevastensiones. Las oposiciones se daban, en primer lugar, en medio de una rpidaexpansin demogrfica; de menos de tres millones de habitantes a mediados delSXVIII. Mxico pasa a ms del doble medio siglo despus. La mayor expansindentro de la economa, se da en el sector de autoconsumo, cuya participacin enel dominio de la tierra es disminuida por el avance de la economa comercial. Heaqu un problema que va a gravitar con dureza creciente en la vida mexicana: ya

    es posible adivinarlo detrs de la violencia de los levantamientos de Hidalgo y deMorelos. Otro problema que afecta a factores menos numerosos es el deldesemboque para la poblacin urbana que, en parte a causa de la inmigracinforzada de campesinos, en parte por el puro crecimiento vegetativo, aumenta msrpidamente que las posibilidades de trabajo en la ciudad.Para la corona, cuyo progresismo esta inspirado, en parte, en criterios fiscalistas,Mxico, capaz de proporcionar los dos tercios de las rentas extradas de las Indias,es la colonia ms importante. Para la economa metropolitana tambin: la platamexicana parece encontrar como espontneamente el camino de la metrpoli.Esa riqueza est concentrada en pocas manos; es por aadira el fruto de laacumulacin de una parte mnima del producto de la minera mexicana.

    Si Mxico es al final del SXVIII, la ms importante econmicamente de lasposesiones indianas, no es ya la que crece rpidamente. Las Antillas espaolasoriginariamente ganaderas, desde comienzos del SXVIII se orientan hacia laagricultura tropical. Es sobre todo la Cuba la beneficiaria de esta expansin,acelerada luego por la ruina de Hait y anticipada desde el SXVII por la aparicindel tabaco como segundo rubro de la economa cubana al lado del ganado. Pero elmonopolio del tabaco es variable y la compre pone un limite en la expansin. Ladel azcar, por el contrario, acelerada por la coyuntura internacional: la guerra dela independencia de los EE UU abre la economa cunaban al contacto de estosaliados de Espaa; luego el ciclo de la revolucin francesa y las guerras civilesimperiales le asegura una nueva y ms rpida expansin. La expansin azucarera

    se produce en medio de una crnica escasez de capitales, en exploracionespequeas, que trabajan con esclavos relativamente poco numerosos cuyospropietarios arrastras deudas frente a los comerciantes habaneros que les hanprestado lo necesario para instalarse.

    Frente al crecimiento de Mxico y Cuba, Amrica central organizada en laCapitana General de Guatemala, se mostraba ms esttica. El mayor predominio

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    indgena se encuentra en el Norte, tierras de grandes haciendas y comunidadesindgenas orientadas al autoconsumo.El Salvador tiene una poblacin ms densa de indios y mestizos y una propiedadms dividida. Son los comerciantes los que dominan las zonas y controlan laproduccin y exportacin del principal producto, el ndigo.

    Ms al Sur, Honduras y Nicaragua son tierras de ganadera extensiva yescasamente prospera.

    Las tierras sudamericanas del Caribe son de nuevo zonas de expansin. NuevasGranada tiene su principal producto de exportacin, el oro, cuya produccin crecirpidamente en el SXVIII. Esta regin era compleja: integrada por una costa en queCartagena de Indias, la ciudad-fortaleza, era el centro de poder militar espaol enla orilla sudamericana del caribe. La capital, Bogota, ciudad surgida en medio de lameseta ganadera tena dificultad para imponerse sobre sus rivales. NuevaGranada avanza sobre lneas muy tradicionales y su contribucin a la economaultramarina es sobre todo la de sus minas de metales preciosos.

    Venezuela se volcaba al comercio ultramarino: cacao y ganado menos y vacuno.Con la mitad de poblacin que Nueva Granda, exportaba el doble. El msimportante de sus rubros es el cacao, luego el caf y el algodn. Los seores delcacao mantuanos- dominan la economa venezolana.

    La presidencia de Quita, opone ms que el Per la diferencia entre Sierra y Costa.La costa estaba consagrada a la agricultura tropical exportadora para ultramar. Esuna agricultura de plantacin con mano de obra esclava. Pero la mayor parte de lapoblacin se encuentra en la Sierra, esta es predominantemente india. La sierraesta mal integrada a la economa ultramarina, es en buena parte de autoconsumo.

    El virreinato del Per vivi una etapa complicada. La reorganizacin imperial de lasegunda mitad del SXVIII se ha hecho en l su primera victima: la separacin delvirreinato neogranadino y del rioplatense, arrebatan a Lima la importanciaadministrativa y el dominio mercantil de la meseta altoperuano y el de los circuitoscomerciales del interior rioplatense. Como compensacin a esta reorganizacin sequeda con la produccin de la plata que se da en las tierras bajo peruanas que lepertenecen. La minera segua estando en la bese de la economa y del comercioultramarino de Per.La sierra meridional, es el gran centro de poblacin indgena peruana, con sucapital Cuzco.

    La agricultura serrana vive oprimida por la doble carga de una clase seorialespaola y otra indgena, agravada por la del aparato poltico-eclesistico, quevive tambin de las tierras.La sede virreinal lo es tambin de una aristocracia que une al dominio de laagricultura costea el del comercio del conjunto del virreinato. An conserva partedel mercado chileno, aunque antes lo controlaba por completo

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    En el SXVII Chile tambin crece: la produccin de metales preciosos esta enascenso y llega hacia fines de siglo a cerca de dos millones de pesos anuales. Lapoblacin crece ms rpidamente que la economa y sigue siendo en su mayorparte rural formada de blancos y mestizos. Este avance demogrfico vinculado conla expansin del rea ocupada se da sin transformaciones notables de la

    estructura social: el campo es dominado por la gran propiedad y trabajado cadavez ms por los labradores que explotan lotes individuales a la vez que cultivan latierra seorial. La clase terrateniente se renueva en el SXVIII abrindose a muchosinmigrantes peninsulares llegados a Chile como burcratas o comerciantes.La oposicin dominante es entre peninsulares y americanos; la poblacin negra esescasa.

    Con las transformaciones de la segunda mitad del SXVIII el Ro de la Plata,Venezuela y las Antillas son las comarcas mas profundamente afectadas. Bs. Ascentro de importacin de esclavos para todo el sur del imperio espaol desde 1714y desde 1776 capital del virreinato. La gobiernan un conjunto de medidas sobre el

    comercio que derivan de algo ms que de la posicin geogrfica, ya que la dotande un hinterland econmico que va hasta el Pacfico y el Titicaca. El ascenso de laciudad es rpido, crece su poblacin y su aspecto de transforma.El sector prospera gracias a su dominio sobre los circuitos que rematan en el AltoPer. Igualmente vinculada con el norte esta le economa del interior rioplatense lade los distritos comerciales, ganaderos, artesanales de la ruta al alto Per. Unos yotros encuentran un mercado alternativo en el litoral, pero los productos agrcolashan sufrido han sufrido un golpe provocado por el comercio del trigo y el vino delLevante que expulsan a los de Bs. As y Cuyo.En el litoral los indios no constituyen una amenaza, sino que sirven deintermediadotes entre las tierras espaolas y las tierras portuguesas. El litoral vive

    dominado por los comerciantes de Bs. As., los salarios son aqu altos, pero lasnecesidades de mano de obra tan limitadas que ello no frena la expansinganadera. La ganadera del litoral tiene por principal rubro la exportacin decueros y la industria de carne salada en menor medidaPero el ncleo demogrfico y econmico de este virreinato sigue estando en el AltoPer y sus minas. En torno a ellas se expande la agricultura altoperuano. La ladode las ciudades mineras surgen las comerciales, la ms importante es La Paz.La economa y sociedad del virreinato rioplatense muestran una complejidad quederiva, en parte, de que sus tierras han sido reunidas por decisin poltica en fechareciente, luego de haber seguido trayectorias profundamente distintas.

    Rasgos comunes de Amrica Espaola. Una de ellas es el peso econmico de laIglesia y sus rdenes y como estas influyen de maneras diversas en la vidacolonial. Otro rasgo, es la existencia de lneas de castas cada vez ms sensibles,que no se afirman solo en donde las diferencias econmicas son muy marcadas,sino tambin, donde deben dar nueva fuerza a diferenciaciones que corren peligrode borrarse, sobre todo entre los blancos, los mestizos y mulatos libres. Lastensiones entre estos grupos tnicos estn dispersos por todo el territoriohispanoamericano.

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    La diferenciacin de castas es un elemento estabilizador, destinado a impedir elascenso de los sectores urbanos ms bajos a travs de la administracin, elejercito y la Iglesia, a la vez que a despojar de consecuencias sociales el difcilascenso econmico obtenido por otras vas, pero se acuidad creciente revela elproblema capital de la sociedad hispanoamericana: si las fronteras entre castas se

    hace dolorosas es porque la sociedad colonial no tiene lugar para todos susintegrantes.La sociedad colonial crea as, en sus muy reducidos sectores medios, una masa dedescontento creciente: es la de los que no logran ocupacin, o la logran solo pordebajo del que juzgan su lugar. Este conflicto estuvo condicionado por lasmigraciones desde la metrpoli.Al agolpamiento de la poblacin urbana en torno a posibilidades de ocupacin yascenso demasiado limitadas para ella, se revela como un aspecto de otro rasgoms general: la desigualdad extrema de la implantacin de la sociedadhispanoamericana en el vastsimo territorio bajo dominio espaol.El orden colonial deja abiertas las nociones de que la actividad mercantil es

    prestigiosa (porque es lucrativa), al igual que la nocin de que grupos humanoscada vez mas vastos en torno de las limitadas posibilidades que ofrecen losoficios de repblicas que tambin dan prestigio.El escaso dominio de la tierra, sumando a los obstculos naturales, explica laimportancia que conservan los ros en el sistema de comunicacinHispanoamrica: el transporte fluvial permite esquivar las dificultades que unanaturaleza apenas transformada impone al terrestre; proporciona adems unarelativa seguridad cuando se trata de bordear zonas pobladas por indios de guerra.Los ros pueden ser preferibles a las rutas terrestres an as presentan a menudoriesgos muy serios.Por estas dificultades en la comunicacin terrestre, en transporte se agota una

    parte importante de la fuerza de trabajo, a menudo escasa, a la vez el consumodesenfrenado de mulas como medio de transporte no contribuye a abaratar lascomunicaciones; introduce uno de los rubros mas pesados en el coste total delsistema.

    Las innovaciones dirigidas por la corona tienen dos aspectos: el comercial y eladministrativo. En el primero lograron comenzar la transformacin del comerciointerregional hispanoamericano y favorecieron el surgimiento de ncleos deeconoma exportadora al margen de la minera. Aunque esta sigue dominando lasexportaciones hispanoamericanas.La reforma mercantil se encuentra ms influyente en torno a las importaciones. La

    libertad del comercio en el marco imperial acerca a las Indias a la economaeuropea, abarato localmente los productos importados y hace posible aumentar suvolumen. Esta transformacin, que corresponde al cambio de las funcionesasignadas a las Indias frente a su Metrpoli, esta lejos de significar unaincorporacin plena de los potenciales consumidores hispanoamericanos a unmercado hispnico unificado, el uso de bienes de consumo importados que selimita a las capas sociales mas altas, conoce adems limitaciones geogrficas, y sefunde peor lejos de los puntos de ingreso de la mercanca ultramarina.

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    Con todas esas limitaciones las reformas mercantiles parecen introducir un nuevoequilibrio entre importaciones y exportaciones, menos brutalmente orientado afavor de la metrpoli. Esa innovacin es balanceada por otras: en primer lugar, laque significa la conquista de los grandes circuitos comerciales hispanoamericanospor comerciantes peninsulares y en segundo, la presencia de la corona cuyas

    tentativas de reforma tienen motivacin mltiple, pero estn inspiradas por unavocacin fiscalista que no se esfuerza por ocultarse. Detrs de las reformasadministrativas puede encontrarse tambin la intencin de fortalecimiento poltico,visto sobre todo en la perspectiva militar; adems era para las autoridades un finen si mismo: sin ellas, crean, que el vinculo imperial iba a terminardesapareciendo.

    Dentro del cuadro tradicional, el SXVIII asistir a un proceso de creacin de nuevasunidades administrativas (Nueva Granda 1717; Ro de la Plata 1776) que otorganmayor poder de decisin a autoridades regionales dentro de los virreinatos. Pero allado de esas transformaciones, vinculadas sobre todo a la necesidad de defensa y

    destinadas a hacer ms eficaz la administracin, se da otra modificacin deintencin ms ambiciosa.El resultado de las reformas: se descubrir que las reformas no logran disminuir losconflictos institucionales, se descubrir tambin que los procesos contra lacorrupcin de la administracin colonial son modestos.Ese fracaso era inevitable: la corona buscaba crear un cuerpo de administradoresque fueran realmente sus agentes, pero el cuerpo que organizo era demasiadolimitado en nmero; cada intendente de hallaba solo frente a un sistema deintereses consolidados. Esas limitaciones impiden entonces que la reformaadministrativa haya puesto realmente en manos de la corona el gobierno de susIndias; el poder de los agentes del Rey sigue limitado, a la vez que por corrupcin

    poda ser muy amplia.La reforma en la administracin se extiende a la esfera militar: tambin aquencuentra una organizacin que descansa sobre todo en las fuerzas locales, a laque va a transformar creando como ncleo de las fuerzas armadas de las Indias unejercito profesional, con soldados enganchados en la pennsula. Para los soldadosde este ejrcito las reformas se procuran de asegurar una posicin socialrespetable, mediante fueros especiales y una buena situacin en la jerarqua deprecedencias. Se crea un ejrcito propio de Indias, antes inexistente.La preocupacin por la guerra esta muy cerca de la inquietud por el progresotcnico.La Iglesia tambin iba a ser muy tocada por la oleada de renovacin. Constituidas

    en un aspecto fundamental de la administracin espaola en Indias, La iglesia y lasrdenes deban a esa situacin un patrimonio cuya importancia relativa variabasegn regiones, pero que era muy importante.A mas de dominar tierras diseminadas entre las de espaoles, las ordenes siguenal frente de empresas complejas que son a la vez de evangelizacin y gobierno:misiones y reducciones que, en las fronteras imperiales, cumplen una funcinpoltica precisa. Expulsados los jesuitas, es el clero secular el que domina elpanorama eclesistico en las Indias, y la corona juzga sin duda bueno que esto sea

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    as. El clero secular es ms dcil y en la medida en que se renueva en su jerarquapor impulso directo de la corona, podr ser remodelado conforme a los deseos deesta.El clero secular posee tambin bastas riquezas, lo mismo que en la metrpoli y aunms que ella, esas riquezas se vuelven sobre obispos y cabildos catedralicios y

    alcanzan la mayor parte del clero parroquial. Este colabora con la obrareformadora de la corona: el prroco de aldea es visto como el pastor de las almasperdidas que son la de los indios (esa es la idea ms o menos).

    Brasil durante el SXVIII ha sido ms transformado que Hispanoamrica. Su zonanuclear se ha trasladado del norte azucarero al centro minero; al mismo tiempo seda una expansin al norte sobre la amazona y al sur se abren nuevas tierrasganaderas sobre Ro Grande.Hasta finales del SXVII es Brasil un ncleo azucarero rodeado de un contorno quelo complementa, proveyndolo de hombres y ganados. Uno y otro sufren demanera distinta las consecuencias de la decadencia azucarera, unidas a las de una

    secesin secular que excede el marco brasileo (fines del SXVII).La decadencia del azcar tiene consecuencias inesperadas sobre las zonasmarginales. En ella sobrevive la que ha sido cronolgicamente la primera de lasformas de maderas, algo de oro y piedras preciosas, obtenidas todas por truequescon la poblacin indgena. Otras has adquirido importancia creciente: la ganaderaen la retaguardia de la zona azucarera; est y la caza de hombres en lo que ser elbrasil central. La expansin de esa caza indgena se da en forma de defensa de laeconoma azucarera demasiado golpeada, que no poda seguir recibiendo un ritmocreciente de esclavos africanos, cuyo comercio estaba integrado en circuitos cuyoinstrumento de cambio era esa moneda metlica, a la que por la crisis exportadoradel azcar se tenia cada vez menos acceso.

    El desarrollo de la minera produjo una nueva importancia para el Brasil, y laimportacin de esclavos retomo un ritmo rpido. Pero la pequea empresa deexplotacin admita una multiplicidad de empresarios individuales y provoco unainmigracin metropolitana que no tuvo paralelo en Hispanoamrica; gracias abretodo a ella Brasil pudo alcanzar, a fines del SXVIII, los 3 millones de habitantes. Yapara entonces la explotacin minera haba cerrado su ciclo de prosperidad. Anluego de la decadencia de su nuevo ncleo, el Brasil del oro se habia ampliado demodo irreversible hacia el norte y hacia el sur.Las alternativas de prosperidad se vinculan tambin con las polticas comercialessucesivamente adoptadas por la corona. De comienzo del SXVIII es la totalintegracin de la economa portuguesa en el rea britnica: el oro brasilero va

    hacia su metrpoli y concluye su recorrido en Gran Bretaa.La diferenciacin entre productores y mercaderes tiene en Brasil un sentidodiferente del que tiene en Hispanoamrica: aqu hay desde el comienzo un ampliosector agrcola que produce para ultramar y tiene a su frente a una clase deterratenientes muy homognea; aqu la metrpoli no puede tener una polticaeconmica tan definida y sobre todo tan determinante como la Espaola. Solo muytardamente tiene el Brasil una administracin colonial comparable en coherenciaa la que tuvo Hispanoamrica ya en la segunda mitad del SXVI; ese punto de

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    apoyo a las fuerzas que aseguran la cohesin economiza entre metrpoli y coloniaes por lo tanto menos slido.En Portugal la Corona no puede llevar adelante por s sola la exploracin yconquista: reservndose la soberana de los territorios americanos conquistadospor portugueses, reconoce muy amplias atribuciones a quines ponen el dinero y

    los hombres necesarios para la empresa. El primer Brasil, el de las capitanas, esentonces un conjunto de factoras privadas (escasamente rendidoras) en la costaamericana: no solo su transformacin en colonia de la corona es ms lenta que enHispanoamrica es adems menos completa. Cuando un nuevo Brasil, surge delprimitivo, junto con el surgir una clase terrateniente cuya mano de obra nodepende de las concesiones mas o menos gratuitas de la Corona; esta compuestade negros esclavos comprados en el mercado. Del mismo modo cuanto la tierra:falta en el Brasil del azcar esa imprecisin en la posesin jurdica de la tierra porlos conquistadores, que en Hispanoamrica, sigue haciendo depender su fortunainmobiliaria de los favores del poder poltico.En Hispanoamrica la posesin de la tierra y la de la riqueza no van juntas; en el

    Brasil si suelen acompaarse, y eso da a las clases dominantes locales un poderque les falta en las Indias castellanas.La compaa de Jess en Brasil solo adquieren una dbil importancia en el SXVIII yen el remoto Amazonas, aunque rica e influyente. El personal eclesistico era enBrasil parte de esa clase dominante de base local y rural, cuyo podero no tieneparalelo en Hispanoamrica.

    Captulo 2: La crisis de la Independencia

    Ese edificio colonial entr en rpida disolucin a principios del SXIX; en 1825Portugal haba perdido todas sus tierras americanas, y Espaa slo conservabaCuba y Puerto Rico.En el marco de la nueva Europa industrial, la Lucha por la independencia, sera eneste aspecto, la lucha por un nuevo pacto colonial que conceda a los productoresaccesos menos limitados al mercado ultramarino y una parte menos reducida delprecio all pagado por sus frutos.Al lado de la reforma econmica estaba la reforma poltica administrativa: elreclutamiento de funcionarios (preferentemente metropolitanos para la corona)dispuestos a defenderlos intereses de la corona frente a las demasiado poderosasligas de intereses locales. Pero no hay duda de que esa reforma aseguro a las

    colonias una administracin ms eficaz que la antes existente.La enemiga contra los peninsulares favorecidos en la carrera administrativas comola oposicin frente al creciente centralismo, eran solo un aspecto de las reaccionesdespertadas en las colonias por la creciente gravitacin de una metrpolirenaciente. La misma resistencia se presenta frente a los cambios en la estructuracomercial: ese enjambre de mercaderes metropolitanos que en la segunda mitaddel SXVIII avanzaba sobre los puertos y los nudos comerciales de las Indias,

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    cosechando una actividad importante de los frutos de la activacin econmica, eraaborrecida.Esa renovacin no tena necesariamente contenido polticamente revolucionario.Por el contrario, avanzo durante una muy larga primera etapa en el marco de unaescrupulosa fidelidad a la corona. Ello se fundaba en que era la corona la ms

    poderosa de las fuerzas renovadoras que actuaban en Hispanoamrica. La crticade la economa o de la sociedad colonial, la de ciertos aspectos de su marcoinstitucional o jurdico no implicaba una discusin del orden monrquico o de launidad imperial.Desde fines del SXVIII esta fe antigua y nueva tenia sus descredos. En estesentido indudable se ha hallado ms de una vez la explicacin para losmovimientos sediciosos que abundan en la segunda mitad del SXVIII, y en lo quese ven los antecedentes inmediatos de la revolucin independiente. Vistos decerca, ellos presentan una fisonoma escasamente homognea t a la vez nonotablemente nueva. Sin duda, podemos encontrar un elemente desencadenantecreada por las reformas administrativas, pero las respuestas son localmente muy

    variables.Menos discutible es la relacin entre la revolucin de independencia y los signosde descontento manifestados en muy estrechos crculos dentro de algunasciudades de Latinoamrica desde aproximadamente 1790. Esos signos fueronmagnificados primero por sus represores y luego por los historiadores: el resultadode esos episodios eran los mrtires y los desterrados.Frente a un Portugal encerrado en una difcil neutralidad y a una Espaa a partirde 1795 aliada a Francia revolucionaria y napolenica, se desarrolla en Amricaespaola en particular la crisis de la independencia a partir de la degradacin delpoder espaol que desde 1795 se hace cada vez mas rpida.El primer aspecto de esa crisis: ese poder se hace cada vez ms lejano. La guerra

    con Gran Bretaa que domina el Atlntico separa progresivamente a Espaa desus Indias. Hace ms difcil mandar all soldados y gobernantes, hace imposible elmonopolio comercial. Un conjunto de medidas de emergencia autorizan laprogresiva apertura del comercio colonial con otras regiones; a la vez conceden alos colonos libertad para participar en la navegacin cada vez ms riesgosa en lasrutas internas del imperio.Esta nueva poltica es recibida con entusiasm en las colonias. Las Indiascomienzan a sentirse capaces de valerse solas por un sistema comercialprofundamente perturbado por las guerras europeas.Los comerciantes especuladores y los productores a los que las vicisitudes de lapoltica metropolitana privan de sus mercados tienden a ver cada vez ms el lazo

    colonial como una pura desventaja; la libertad que derivara de una polticacomercial elaborada por las colonias mismas pasa a ser una inspiracin cada vezmas viva.En lo administrativo, el agotamiento de los vnculos entre la metrpoli y coloniascomenzara a darse ms tardamente que en lo comercial, pero en cambio tendrun ritmo ms rpido. En este campo y en el de aislamiento de Espaa por laineficiente comunicacin marina los quince aos que van desde 1795 a 1810borran los resultados de esa lenta reconquista del imperio colonial que haba sido

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    una de las hazaas de la Espaa borbnica. Por otra parte, la Europa de lasguerras napolenicas no esta tampoco dispuesta a asistir a una marginalizacin delas Indias, que solo le deje abierta, como en el SXVII, la puerta del contrabando.En 1806, en el marco de esta guerra, el dominio espaol en Indias recibe su primergolpe realmente grave; en 1810, ante lo que parece ser una ruina inevitable de la

    metrpoli, la revolucin estalla desde Mxico hasta Bs. As.En 1806 la capital del virreinato del Ro de la Plata es conquistada por sorpresa poruna fuerza britnica; la guarnicin local fracasa en una breve tentativa de defensa.Las conspiraciones se suceden y finalmente, un oficial naval francs al servicio delrey de Espaa conquista Bs. As con tropas que se han organizado en Montevideo.El virrey, que en 1806 y 1807 ha huido frente a las invasiones es declaradoincapaz por la Audiencia, interinamente lo reemplaza Liniers, el jefe francs de lareconquista (ese que tiene una casa en Alta gracia). Son las milicias la que hacenla Ley y la Audiencia si inclina ante u voluntad.

    La guerra de la independencia significa nuevamente que la metrpoli (ahora aliadade Inglaterra) puede entrar en contacto con sus Indias. Significa tambin que espoderosa aliada se abre el acceso al mercado indiano.En Mxico reaccionan frente a la inclinacin del virrey Iturrigaray a apoyarse en elcabildo de la capital, predominantemente criollo, para organizar con sucolaboracin una junta de gobierno que gobernase en nombre del rey cautivo. En1808 un golpe de los peninsulares captura al virrey y lo reemplaza.En el Ro de la Plata el cabildo de Bs. As. Intenta reemplazar a Liniers, pero fracasadebido a la supremaca local de las milicias criollas.En Montevideo los oficiales peninsulares dominan y establecen una junta quedesconoce al virrey y pretende gobernar todo el virreinato.

    Estos episodios siguen un esquema que luego se repiten: son ahora fuerzas de razlocal las que contraponen; los grandes cuerpos administrativos ingresan en elconflicto poltico para conferir una legitimad por otra parte bastante dudosa a lassoluciones que esas fuerzas han impuesto. Los movimientos criollos reiterarnsustancialmente el mismo esquema de los dirigidos por peninsulares.Estos movimientos criollos se haban mantenido en los lmites (cada vez msimprecisos) de la legalidad. En 1809 otros iban a avanzar hasta la rebelin abierta,por Ej.: Alto Per.Esos episodios preparaban la revolucin. Mostraban en primer trmino, elagotamiento de la organizacin colonial: en ms de una regin esta haba entradoen crisis abierta; en otras las autoridades anteriores a la crisis revelaban, a travs

    de sus vacilaciones, hasta que punto haba sido debilitadas por ellas. Por Ej.: as enNueva Granada en 1809, el virrey acepto ser flanqueado por una junta consultiva.En el naufragio del orden colonial, los puntos reales de disidencia eran lasrelaciones futuras entre la metrpoli y las Indias y el lugar de los peninsulares enestas. En estas condiciones, las fuerzas cohesivas, que en la Pennsula eran tanfuertes, an en medio de la crisis, contaban en Hispanoamrica bastante poco; nila veneracin por un rey cautivo; ni la fe en un nuevo orden espaol surgido de

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    cortes constituyentes, poda aglutinar a este subcontinente entregado a tensionescada vez mas insoportables.Pero de los dos puntos de disidencia, relaciones con la metrpoli y lugar de lospeninsulares en las colonias; el ms grave era el segundo. El problema del lugar delos peninsulares en Hispanoamrica se hacia cada vez ms agudo: las revoluciones

    comenzaron por ser tentativas de los sectores criollos de las oligarquas urbanaspor reemplazarlos en el poder poltico. La administracin colonial, puso, todo supeso a favor de los peninsulares. En los virreyes, los intendentes, las audiencias,se vea ahora sobre todo a los agentes e la supremaca de los espaoles sobre lasaltas clases locales.

    En 1810 se dio otra etapa en el que pareca irrefrenable el derrumbe de la Espaaantinapoleonina: la perdida de Andaluca reducida el territorio real a Cdiz yalguna isla de su Baha; en medio de la derrota, La Junta Suprema Sevillana,depositaria de la soberana, era disuelta sangrientamente por la violencia popular,en busca de responsables del desastre: el cuerpo que surga en Cdiz para

    reemplazarla se haba designado a s mismo; era titular extremadamentediscutible de una soberana ella misma algo problemtica.Este episodio proporcionaba a la Amrica Espaola la oportunidad de definirsenuevamente frente a la crisis del poder metropolitano: en 1808, una sola oleada delealtad dinstica y patriotismo espaol haba atravesado las Indias. Dos aos deexperiencia con un trono vacante, y que lo seguira estando por un futuroindefinido, los ensayos por definir de un modo nuevo las relaciones con larevolucionaria metrpoli, parecan anticipar una respuesta mas matizada.La cada de Sevilla es seguida en casi todas partes por la revolucin colonial; unarevolucin que ha perdido ya a presentarse como pacifica y apoyada en lalegitimidad. Sin duda haba razones para que un ideario independentista maduro

    prefiriese ocultarse a exhibirse: junto al vigor de la tradicin de lealismomonrquico entre las masas populares pesaba la coyuntura internacional queobligaba a contar con la benevolencia inglesa. Pero en medio de la crisis delsistema poltico espaol, el pensamiento de los revolucionarios poda sersinceramente ms fluctuante de lo que la tesis del fingimiento quiere suponer.En casi todas partes las autoridades pueden exhibir signos de esa legitimidad quetanto les interesa. Las revoluciones que se dan sin violencia, tienen por centro alCabildo; esta institucin municipal tiene por lo menos la ventaja de no serdelegada de la autoridad central en derrumbe; por otra parte, el Cabildo Abiertoasegura en todos los casos la supremaca de las elites criollas. Son los cabildosabiertos los que establecen las juntas de gobierno que reemplazan a los

    gobernantes designados desde la metrpoli. Esos gobernantes se inclinan en casitodas partes ante los acontecimientos: la Junta de Bs. As. no se cansara de exhibirla renuncia del ultimo virrey, que previamente a aprobado las reuniones de las queel cambio de rgimen ha surgido.Por ahora la revolucin es un drama que se presenta en un escenario muylimitado: las elites criollas de las capitales toman su venganza por las demasiadaspostergaciones que han sufrido, heredadas de sus adversarios, los funcionariosmetropolitanos; si bien saben que una de las razones de su triunfo es que su

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    condicin de americanas les confiere una representatividad que todava no les hasido discutidas y estn dispuestas a abrir a otros sectores una limitadaparticipacin en el poder, sin embargo, no apoyan cambios demasiados profundosen las bases reales el poder poltico.Por mucha que sea su habilidad para envolverse con el manto de la legalidad,

    saben de ante mano que esta podr ponerlos en mejor situacin que susadversarios internos, pero no doblegara la resistencia de los mismo. En todaspartes, funcionarios, clrigos, militares peninsulares utilizan su poder en contra deun movimiento que saben tramado en su dao; la defensa de su lugar en las Indiasla identifican con la del dominio espaol. Hay as una guerra civil que surge en lossectores dirigentes; cada uno e los bandos procurar extenderla como pueda,buscar, fuera del circulo estrecho en que la lucha se ha desencadenado,adhesiones que le otorguen la supremaca.Las primeras formas de expansin de la lucha siguen tambin cauces nadainnovadores: las nuevas autoridades requieren la adhesin de sus subordinados.En el Ro de la Plata la Junta revolucionaria enva dos expediciones militares a

    reclutar adhesiones; una de ellas dirigida por Belgrano al Paraguay (fracasa), otraa Crdoba. La revolucin de 1810 iba a ser punto de partida para una nuevadisidencia de Montevideo, en la que ms e las reticencias del puerto rival de Bs.As. contaba la presin de la estacin naval espaola y sus oficiales peninsulares.Frente a ella se decidio una accion militar: en 1811 la interrumpi mediante unarmisticio que daba a las fuerzas portuguesas papel de garantes; junto conPortugal, era Gran Bretaa la que aprecia como arbitro de la situacin en esafrontera entre Amrica espaola y portuguesa.Al mismo tiempo iba a darse en la Banda Oriental un alzamiento rural encabezadopor Jos Artigas: el movimiento rompa ms radicalmente con las divisionessociales heredadas, debilitadas por la emigracin temporaria de uruguayos a Entre

    Ros por la ocupacin portuguesa a la Banda Oriental aceptada por Bs. As.La Junta constituida para reemplazar al virrey estuvo bien pronto divida entre losinflujos opuestos de su presidente, el coronel Saavedra y de su secretario MarianoMoreno. El triunfo de los moderados en 1811 fue efmero y se estableci elTriunvirato para enfrentar la difcil situacin revolucionaria y aplicar tambin ellosla poltica dura. Los oficiales del ejrcito regular y algunos sobrevivientes d lasetapas polticas anteriores formaron en la Logia Lautaro, que iba a dirigir de modoapenas secreto la poltica de Bs. As. hasta 1819

    En 1815 solo quedaba en revolucin la mitad meridional del virreinato del Ro de laPlata. Su situacin pareca aun ms comprometida porque ya la lucha haba dejado

    de ser una guerra civil americana: la metrpoli de vuelta a su legtimo soberanocomenzaba a enviar hombres y recursos a quienes durante ms de cuatro aoshaban sabido defender con tanto xito y con solo recursos locales su casa.Los ms prudentes jefes realistas y patriotas se vean obligados a entrar por uncamino cuyos futuros tramos los llenaban de una alarma no inmotivada. Tenanque formar ejrcitos cada vez ms numerosos. Ahora pasan a primer plano losjefes criollos y alguno de los futuros generales mestizos de la Hispanoamrica

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    Independiente han alcanzado su grado en las altas filas realistas. Tenan quetambin dotarlos recursos y aqu la poltica toca con la economa.En Bs. As, en Venezuela, en Santiago de Chile, menos marcadamente de NuevaGranada, el libre comercio significa una vertiginosa conquista de las estructurasmercantil por emprendedores comerciantes ingleses, que vuelcan sobre

    Sudamrica el exceso de una produccin privada de un mercado continental. Todoes ahora mucho ms barato, comienza una lenta ruina de las artesanasregionales.,La lucha contra el peninsular va a significar la proscripcin sin inmediatoreemplazo de una parte importante de las clases coloniales: el peligro que para lasclases altas tena la humillacin y el empobrecimiento de los peninsulares era muylucidamente advertido por algunos jefes revolucionarios. Vencida la revolucin, larepresin utiliza mecanismos parecidos.La transformacin de la revolucin en un proceso que interesa a otros grupos almargen de la elite criolla y espaola ha avanzado de modo variable segn lasregiones, desde un mximo en Venezuela hasta un mnimo en Nueva Granada,

    donde las disensiones revolucionarias son las de las oligarquas municipales.La transformacin de la guerra civil en guerra colonial no deja de causar tensinentre los realistas: oficiales y soldados metropolitanos y criollos estaran prontodivididos por muy fuertes rivalidades. Pero, por otra parte, la posibilidad de nuevosapoyos metropolitanos pareca asegurar sostn indefinidamente prolongado parala causa del rey. Ahora las soluciones polticas se subordinaban a las militares, alos episodios armados de una compleja revolucin los reemplaza una guerra enregla.

    Entre la primera y segunda etapa de revolucin hispanoamericana se diorestauracin de Espaa y Europa: de ella derivaban para la revolucin peligros,

    pero tambin posibilidades nuevas.En 1823 la restauracin del absolutismo espaol por Francia de Lus XVIII marco unmomento importante en la quiebra de la inquieta concordia que haba caracterizolos primero aos de la restauracin en Europa. Esto significaba una victoriadiplomtica de Francia frente a Inglaterra. Un nuevo avance de Francia no iba aser tolerado por Gran Bretaa, gracias a la restauracin del absolutismo enEspaa, la neutralidad britnica se inclinaba ms decididamente a favorecer a larevolucin hispanoamericana. A la vez, EE UU aliaba su poltica a la britnica: ladoctrina Monroe, formulada en diciembre de 1823, declaraba, entre otras cosas, lahostilidad norteamericana a una empresa de reconquista de Hispanoamrica porEuropa de la restauracin.

    En ese momento, la guerra de la independencia haba ya avanzado hasta muycerca de su final exitoso. El avance de la revolucin haba sido la obra de SanMartn y Bolvar, el primero con la base que proporcionaban las provincias del Rode la Plata; el segundo, al comienzo sin base ninguna en el continente.

    En las diferencias entre la independencia de Brasil y la Hispanoamrica remata unproceso de diferenciacin que viene de antiguo; desde la restauracin de su

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    independencia, Portugal haba renunciado a cumplir plenamente su funcin demetrpoli econmica respecto de sus tierras americanas, pronto integradas juntocon la madre patria en la orbita britnica. La revolucin emancipadora era enBrasil menos significativa.Diferente en el marco local, la situacin de Brasil era tambin profundamente

    distinta en la perspectiva proporcionada por la poltica internacional, que adquiriimportancia creciente a partir de las guerras revolucionarias y napolenicas.La perdida de la metrpoli significo un cambio profundo en la vida brasilea; ahoraRo de Janeiro, capital aun reciente de una colonia de unidad mal consolidada, setransformaba en corte regia. Por otra parte y aun ms radicalmente que enHispanoamrica, el alineamiento al lado de Inglaterra llevaba a un cambio en elordenamiento mercantil; por los tratados de 1810, Gran Bretaa pasaba a ser en lavasta colonia la nacin ms favorecida.Todo esto no se daba sin tensiones, pero la relacin de fuerzas hacia imposible queestas encontrasen manera de expresarse en cualquier resistencia, por moderadaque fuese, a la inclusin directa del brasil en la orbita britnica. Todo ello haba

    debilitado los ya frgiles lazos entre Brasil y su metrpolis poltica. En 1820 larevolucin liberal estallo en Portugal: el rey de decidi entonces a retornar a sureino, dejando a su hijo Pedro como regente del Brasil, una tradicin no probada,pero verosmil, quiere que al partir, le haya aconsejado ponerse al frente delmovimiento de independencia de todos modos inevitable.La ruptura fue acelerada por la difusin de tendencias republicanas en Brasil, y porla tendencia dominante en las cortes liberales portuguesas a devolver a la coloniaa una situacin de veras colonial, mal disfrazada de unin estrecha entre lasprovincias europeas y americanas, estas ultimas insuficientemente representadasen el Gobierno Central. Don Pero declaro la independencia en septiembre de 1822Amrica espaola: la corona imperial iba a ser vista como el fundamento de la

    salvada unidad poltica de la Amrica Portuguesa, frente a la disgregacincreciente de aquella. Aunque la ausencia de una honda crisis de independenciaaseguraba que el poder poltico seguira en manos colonial haba entre estasbastantes tensiones para asegurar al imperio brasileo una existencia rica entormentas. En ellas encontramos un eco mas apacible de las que conmovan a laAmrica Espaola, unas y otras nacan de la dificultad de encontrar un equilibriointerno, que absorbiese las consecuencias del cambio en las relaciones entreLatinoamrica y el mundo que la independencia haba trado consigo

    Captulo 3: La larga espera 1825-1850

    En 1825 terminaba la guerra de la Independencia, la cual, dejaba un legado nadaliviano: ruptura de las estructuras coloniales, consecuencia a la vez de unatransformacin profunda de los sistemas mercantiles, de la persecucin de losgrupos mas vinculados a la antigua metrpoli, de la militarizacin que obligaba acomparto el poder con grupos antes ajenos a el.La nocin, al parecer impuesta por la realidad, de que se haban producido enHispanoamrica cambios sin duda diferentes, pero no menos decisivos que los

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    previos, si esta muy presentes en los que deben vivir y sufrir cotidianamente elnuevo orden hispanoamericano, no logra, sin embargo, penetrar en los esquemasideolgicos vigentes.Cambios ocurridos: no hay sector de la vida hispanoamericana que no haya sidotocado por la revolucin. La ms visible de las novedades es la violencia: en el Ro

    de la Plata, en Venezuela, en Mxico, y mas limitadamente en Chile o Colombia, lamovilizacin militar implica una previa movilizacin poltica, que se hace encondiciones demasiado angustiosas para disciplinar rigurosamente a los queconvoca la lucha. La guerra de la Independencia, transformada en un complejo hazde guerras en las que hallan expresin tensiones raciales, regionales, grupalesdemasiado tiempo reprimidas, se transforma en el relato de sangre y horror. Allado de la violencia surge un nuevo estilo de acciones de la elite criolla que en 15aos de guerra saca de s todo un cuerpo de oficiales: estos obligados a menudo avivir y hacer vivir a los soldados de sus pas que ocupan, terminan posedos por unespritu de cuerpo rpidamente consolidado y son a la vez un incubo y uninstrumento de poder para el sectores que ha desencadenado la revolucin y

    entiende seguir gobernndola.Esa violencia llega a dominar la vida cotidiana, y los que recuerdan los tiemposcoloniales en que era posible recorrer sin peligro Hispanoamrica casi vaca dehombres armados, tienden a tributar a los gobernantes espaoles una admiracin.El hecho es que eso ya no es posible: luego de la guerra es necesario difundir lasarmas por todas partes para lograr un orden interno tolerable; as la militarizacinsobrevive a la lucha.Pero la militarizacin es un remedio costoso e inseguro: los jefes de gruposarmados se independizan bien pronto de quienes los han invocado y organizado.Para conservar su favor, estos deben tenerlos satisfechos: esto significa gastar enarmas lo mejor de las rentas el Estado. Las nuevas republicas llegan a la

    independencia con demasiado nutrido de cuerpo de oficiales y no siempre seatreven a deshacerse de ellos. Pero para pagarlos tienen que recurrir a msviolencia, como medio de obtener recursos de pases mucho de ellos arruinados, ycon ello dependen cada vez ms del apoyo militar. Al lado de ese ejercito, lospases han hecho la guerra fuera de sus fronteras, pero pesan mas las miliciasrusticas para guardar el orden interno, estas comienzan a veces su ingreso en lalucha poltica expresando las protestas de las poblaciones agobiadas por el pasodel ejercito regular; a medida de que se internan en esa lucha se hacen tambinellas mas costosas; ese es el precio de una organizacin mas regular, sin la cual nopodran rivalizar con el ejercito.La imagen de una Hispanoamrica prisionera de los guardines del orden debe ser

    matizada. Solo en parte puede explicarse la hegemona militar como un procesoque se alimenta as mismo, y su perduracin como una consecuencia de laimposibilidad de que los inermes desarmen a los que tienen armas. La gravitacinde los cuerpos armados, surga en el momento mismo en que se da lademocratizacin, limitada, de la vida poltica y social hispanoamericana, por esoaun quienes deploran algunas de las modalidades de la militarizacin hacen aveces poco por ponerle fin.

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    Esa democratizacin es otro de los cambios que la revolucin ha trado consigo.Adecuado o no el termino democratizacin, los cambios advertidos en esteaspecto han sido importantes.Ha cambiado la significacin de la esclavitud: si bien los nuevos estados semuestras remisos a abolirla, la guerra los obliga a manumisiones cada vez mas

    amplias; las guerras civiles sern luego ocasin de otras..Esas manumisores tienenpor objeto conseguir soldados. La esclavitud domestica pierde importancia, laagrcola se defiende mejor en las zonas de plantaciones que dependen de ella.Pero aun donde sobrevive la institucin, la disciplina de la mano de obra esclavaparece haber perdido buena parte de su eficacia: en Venezuela, como en la costaPeruana, la productividad baja; lo mismo ocurre en las zonas mineras de NuevaGranada, que haba utilizado mano de obra africana. Por otra parte, la reposicinplantea temas delicados: a largo plazo la esclavitud no puede en Hispanoamricasobrevivir a la trata, y con las trabas puestas en esta, el precio de los esclavossube rpidamente. Antes de ser abolida la institucin de la esclavitud se vaca desu anterior importancia. Esto lleva a pensar en una sociedad, que si bien no es

    igualitaria, organiza sus desigualdades de manera diferente a la colonial.La revolucin ha cambiado tambin el sentido de la divisin de castas. Frente almantenimiento del estatuto real de la poblacin indgena, son los mestizos, losmulatos libres, en general los legalmente postergados en las sociedades urbanas oen las rurales de trabajo libre los que aprovechan mejor la transformacinrevolucionaria: aun cuando los censos de la primera etapa independiente siguenregistrando la divisin de castas, la disminucin a veces vertiginosa de losregistrados como de sangre mezclada nos muestra de que modo de reorganiza lasociedad posrevolucionaria en este aspecto.Simultneamente se a dado otra cambio: ha variado la relacin entre elitesurbanas prerrevolucionarias y los sectores, no solo de castas sino tambin de

    blancos pobres, desde los cuales haba sido muy difcil es acceso a ellas. Ya laguerra, creaba posibilidades nuevas, en las filas realistas aun ms que en lasrevolucionarias. Este proceso se da tambin en donde la fuerza militar esexpresin directa de los poderosos de la regin, pero los cambios tambin sevinculan a la perdida de poder de estas frentes a los sectores rurales (pasa enVenezuela y en el Ro de la Plata)La revolucin, porque armaba bastas masas humanas, introduca un nuevoequilibrio de poder en que la fuerza del numero contaba mas que antes:necesariamente este deba favorecer a la rural.. Los resultados de la radicalizaronrevolucionaria son efmeros, en la medida en que solo esta preside la organizacinpara la guerra, la reconversin a una economa de paz obliga a devolver poder a

    los terratenientes. Es el entero sector terrateniente, al que el orden colonial habamantenido en posicin subordinada, el que asciende en la sociedadposrevolucionaria. Las elites urbanas no solo deben adaptarse a las consecuenciasde ese ascenso: el curso del proceso revolucionario las ha perjudicado de modoms directo al hacerles sufrir los primeros embates de la represin revolucionaria orealista. Adems la ha empobrecidoPero la revolucin no priva solamente a las elites urbanas de su riqueza. Acaso seamas grave que despoje de su poder y prestigio al sistema institucional con el que

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    sus elites se identifican, y que hubieran querido dominar solas, sin tener quecompartirlo con los peninsulares favorecidos por la corona. La victoria criolla tieneaqu un resultado paradjico: los poderes revolucionarios no solo han debidoremplazar el personal de las altas magistraturas, las ha privado de modo mspermanente de poder y prestigio, transformndolas en agentes escasamente

    autnomos del centro de poder poltico. La revolucin han trado ara ellas unadecadencia irremediable.Un proceso anlogo se da con la Iglesia.: la colonial estaba muy vinculada a laCorona, y no se salva de la politizacin revolucionaria. Los nuevos dirigentes de laIglesia son a menudo apasionados patriotas, y no solo las consideraciones debidasal poder poltico del cual dependen las que los hacen figurar en primer termino enlas donaciones para los ejrcitos revolucionarios, ofreciendo ornamentos preciososy vasos sagrados, esclavos conventuales y ganados de las tierras eclesisticas.As, la Iglesia se empobrece y subordina al poder poltico, en algunas zonas elcambio es limitado y compensado por el nacimiento de un prestigio popular muygrande. En otras partes esto no ocurre y el proceso es agravado por las

    deserciones de curas y frailes (caso del ro de la plata). El papa no reconoce orosoberano legtimo que no sea el rey de Espaa, el resultado es queadministradores de sedes episcopales y prrocos son designados por lasautoridades polticas y con criterios polticos. Lo mismo que en las dignidadesciviles, las eclesisticas han perdido buena parte de las ventajas materiales quesolan traer consigo; han perdido aun mas prestigio.Debilitadas las bases econmicas de su poder por el coste de la guerra,despojados en las bases institucionales de su prestigio social, las elites urbanasdeben aceptar ser integradas en posicin muy subordinada en un nuevo ordenpoltico, cuyo ncleo es militar. Los ms pobres dentro de esas elites hallan en esaadhesin un camino para la supervivencia; los que han salvado parte importante

    de su riqueza aprecian en la hegemona militar su capacidad para mantener elorden interno, que limitada y costosa es por el momento insustituible; se unenentonces en apoyo del orden establecido a los que han sabido prosperar en mediodel cambio revolucionario.La revolucin ha suprimido un rasgo esencial de la realidad hispanoamericana,luego de ella sigue siendo imprescindible el apoyo del poder poltico-administrativopara alcanzar y conservar la riqueza. En los sectores rurales se da una continuidadmuy marcada: ahora y antes la tierra se obtiene por el favor del poder poltico, quees necesario conservar. En los urbanos la continuidad no excluye cambios msimportantes: si en tiempos coloniales el favor por excelencia que se buscaba era laposibilidad de comerciar con ultramar, esta ya no plantea serios problemas en

    pocas posrevolucionarias.La miseria del Estado crea por todas partes una nube de prestamistas a cortotrmino en todas partes. La relacin entre poder poltico y los econmicamentepoderosos ha variado: el podero social, expresables en trminos de poder militar,de algunos hacendados, la relativa superioridad econmica de os prestamistas loscoloca en posicin nueva frente a un estado al que no solicitan favores, sinoimponen concesiones.

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    Desde 1810 toda Hispanoamrica se abri plenamente al comercio extranjero; laguerra se acompaa entonces de una brutal transformacin de las estructurasmercantiles, que se da tanto en las zonas realistas como en las dominadas por lospatriotas.En la primera mitad del SXIX ningn pas europeo hace apreciables inversiones de

    capitales en Hispanoamrica. Durante toda esta primera mitas Hispanoamricaentra en contacto con una Inglaterra y secundariamente con una Europa que solopuede cubrir con dificultad los requerimientos de capital de la primera edadferroviaria en el continente y en EE.UU.Esa Europa no quiere arriesgar mucho porque les queda poco que arriesgar, poresto buscan cosas muy precisas de las nuevas relaciones que se han abierto. Loque se busca en Latinoamrica son sobre todo desemboques a la exportacinmetropolitana, y junto con ellos un dominio de los circuitos mercantiles locales queacentu la situacin favorable para la metrpoli.Desde Mxico hasta Bs. As, la parte mas rica, ms prestigiosa, de comercio localquedara en manos extranjeras, luego de 50 aos en Bs. As o Valparaso los

    apellidos ingleses abundaran en la aristocracia local. Aun fuera de los puertos lasituacin de los comerciantes extranjeros es privilegiada. As la ruta de Liverpoolreemplaza a la de Cdiz y sus emisarios pasan a dominar el mercado. El cambiosin duda no se detiene aqu: el comercio de la nueva metrpoli es en muchosaspectos diferente al espaol. Entre 1810-1815, los comerciantes ingleses buscana la vez conquistar los mercados y colocar un excedente industrial cada vez msamplio. Es esos aos es destruida la estructura mercantil heredada. La economaconfirma a la poltica impulsando a la emancipacin del productor rural frente almercader y prestamista urbano.Luego de 1815 esa relacin entra en crisis: por una parte la depresinmetropolitana obliga a cuidar los precios a que se compran los frutos locales; por

    otra, la capacidad de consumo hispanoamericana ha sido colmada. Pero a la vezhan aparecido competidores a los nuevos seores del mercado, y frente a larivalidad norteamericana los ingleses comienzan a advertir que debilidades seescondan bajo sus aparentes cartas de triunfo.No es casual que luego de 1825, se hagan abundantes la toma de posicinbritnica sobre Hispanoamrica en que se hace amplia justicia al antiguo rgimen.En muchos aspectos, Inglaterra es la heredera de Espaa, beneficiaria de unasituacin de monopolio que puede ser sostenida ahora por medios mseconmicos que jurdicos. La Hispanoamrica que emerge en 1825 no es igual a laanterior a 1810: en medio de la expansin de comercio ultramarino, ha aprendidoa consumir mas, pero al lado de esta conquista, el mercado existente, estaba la

    creacin de un mercado nuevo: los aos de ofertas superabundantes llevaban aventas de liquidacin que si podan arruinar a toda un oleada de inversorescomerciales, preparaban una clientela para quien los seguiran. Sin duda, esaampliacin encontraba un lmite en la escasa capacidad de consumo popular.Pero quiz su consecuencia mas grave no fue esa; el aumento de lasimportaciones, al parecer imposible de frenar significaba un peso muy grave sobrela economa en su conjunto, sobre todo cuando se daba un aumento paralelo eigualmente rpido de las exportaciones. El inters principal de los nuevos dueos

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    del mercado, como el de los anteriores, era obtener metlicos y no frutos; ahora lafragmentacin del antiguo impero haba separado a zonas enteras de sus fuentesde metal precioso, aun en zonas que las haba conservado, el ritmo de laexportacin, mas rpido que el de la produccin, poda llevar al mismo resultado.

    La economa nos muestra un Hispanoamrica detenida, en la que la victoria delproductor sobre el mercader se debe, sobre todo, a la decadencia de este y nobasta para inducir un aumento de produccin que el contacto mas intimo con laeconoma mundial no estimula en el grado que se haba esperado hacia 1810;Hispanoamrica parece entonces encerrada en un mismo equilibrio, acaso masresueltamente esttico que el colonial.Desde el comienzo de su vida independiente Hispanoamrica pareca ofrecer uncampo privilegiado para la lucha entre nuevos aspirantes a la hegemona. Esalucha iba a darse, pero la victoria siempre estuvo muy seguramente en manosbritnicas. Las ms decididas tentativas de enfrentar esa hegemona iban a estar acargo de EE.UU. y a partir de 1930 de Francia.

    El avance norteamericano se apoyaba en una penetracin comercial que comenzpor ser exitosa: desde Mxico a Lima y Bs. As, lo denunciaban los informesconsulares britnicos para los aos muy cercanos a 1825. Los favores de ladiplomacia britnica eran buscados ansiosamente y recibidos con unagradecimiento, mientras que los EE.UU. encontraban una corts indiferencia. Enlo econmico la presencia norteamericana se desvaneci mas lentamentesostenida de un sistema mercantil extremadamente gil, iba a perder buena partede sus razones de superioridad cuando se rehiciera slidamente una red detrficos regulares.La presencia francesa nunca significo un riesgo para el comercio britnico: msque concurrente, el comercio francs era complementario al ingls, orientado

    como estaba hacia los productos de consumo de lujo y semilujo y secundariamentehacia los de alimentacin de origen mediterrneo, en lo que Francia tenda areemplazar a Espaa.En la dcada del 20 Inglaterra se va a consolidar aun mas haciendo pagar elreconocimiento de la independencia a los nuevos estados con tratados de amistad,comercio y navegacin que recogen por entero sus aspiraciones. En ese momentola hegemona de Inglaterra se apoya en su predominio comercial, en su podernaval, en tratados internacionales. Los esfuerzos britnicos por imponerdeterminadas polticas sern siempre limitados: a falta de un rpido xito suelenser abandonados, dejando en situacin a menudo incomoda a quienes creyeroncontar incondicionalmente con su apoyo. No hay que olvidar que las aspiraciones

    polticas de Gran Bretaa en Latinoamrica estn definidas por el tipo de interseconmico que la vincula con estas tierras.Si a mediados de siglo el comercio y la navegacin britnicos siguen ocupando elprimer lugar en Latinoamrica, estn muy lejos de gozar todava el comerciomonoplico de los aos posteriores a la revolucin. Pero, pese a la multiplicacinde conflictos locales, el influjo ingles, que en lneas generales no combate, sinoapoya a los sectores a los que las muy variadas evoluciones locales han ido dandopredominio, es a la vez favorecido por estos. Es en este sentido muy caracterstica

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    la indiferencia que un gobernante gustoso de identificarse con la causa de Amricafrente a las agresiones europeas, Juan Manuel de Rosas, establece entre lasfrancesas y las britnicas, frene a las cuales busca discretamente solucionesconciliatorias, convencido como esta de que a la postre Gran Bretaa descubriradonde estn sus intereses en el ro de la plata, y de que, no bastara la resistencia

    mas tenaz para borrar de influjo britnica de esa comarca.A mediados del SXIX parece surgir de nuevo EE.UU. Por un lado, esta la voluntadde expansin territorial de regiones consagradas a una economa agraria, divididasentre si por el problema del trabajo servil; en particular, el sur esclavista debeexpandirse o perecer, y la guerra de Mxico es su triunfo, como la anexin de cubaes su proyecto. En ese aspecto la presencia norteamericana se traduce en unavance sobre las fronteras de las tierras iberoamericanas. Hay tambin el esbozode una relacin nueva, a la que el descubrimiento del oro californiano transformaen ejes de las comunicaciones de la amplia rea econmica; en este aspecto laamplia presin estadounidense anuncia un futuro que solo ha de madurar a

    comienzos del SXX en un marco muy distinto del que encierra a Latinoamricaentre la emancipacin y los aos centrales del SXX.Hacia la dcada del 40, definitivamente alejada la posibilidad de una restauracindel antiguo orden, dejan ver los cambio negativos trados por la independencia:degradacin de la vida administrativa, desorden y militarizacin, un despotismomas pesado de soportar porque debe ejerce sobre poblaciones que la revolucin adespertado a la vida poltica y que solo deja la alternativa de la guerra civil,incapaz de fundar sistemas e convivencia menos brutales. En lo econmico desdeuna perspectiva general hispanoamericana se da un estancamiento. Pero esasituacin general conoce variaciones locales muy importantes, que se relacionan,ms bien que con la diferente intensidad del desorden intenso, con las

    caractersticas de las distintas economas regionales. Venezuela en su agriculturay el ro de la plata tienen en su ganadera, desde antes de 1810, el germen de unaestructura econmica orientada a ultramar, que compensar las desventajas delnuevo clima poltico-social con las ventajas que le aporta la nueva organizacincomercial, y as podr afirmarse. En cambio Bolivia, Per y Mxico, cuya economaminera ha sufrido de muchas maneras el impacto de la crisis revolucionaria, yrequerira aportes de capitales ultramarinos para ser rehabilitada, no logranreconquistar su nivel de tiempos coloniales.Entre estos casos extremos se sita la mayor parte de las regioneshispanoamericanas, cuya evolucin es menos rica en altibajos.Es entonces, la Hispanoamrica marginal, la que en tiempos coloniales estaba en

    segundo plano, y solo comenzaba a despertarse luego de 1780, la que resistemejor las crisis del periodo de emancipacin: junto con el ro de la plata,Venezuela, chile, costa rica, las islas de las antillas.Junto con esa Hispanoamrica dinmica, que se superpone casi totalmente conque ha empezado a expandirse en la segunda mitad del SXVIII, tambin Brasilsupera sin dificultades econmicas inmediatas la crisis de independencia. Si elimperio logra vivir, el brasil independiente solo adquirir una cierta cohesincuando el caf vuelva a colocar al centro del pas en el ncleo de la economa.

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    Bajo el predominio del norte azucarero, brasil debe sostener una luche tenaz, perode resultado necesariamente negativo, con un Inglaterra dispuesta a abolir latrata. Absorbido paulatinamente en la defensa de su economa esclavista, Brasilcede paulatinamente en los otros puntos de conflicto con la potencia hegemnica:a partir de 1845 Gran Bretaa pasa a reprimir la trata por la violencia; solo cuando

    se resigna a eliminarla, Brasil recupera la posibilidad de una poltica en otrosaspectos mas independiente de la tutela britnica. Entretanto, se ha constituido enel principal mercado latinoamericano para gran bretaa. Los resultados por estoson los esperables: dficit comercial, desaparicin del circulante metlico, penuriade las finanzas.Para esa situacin inesperadamente dura, la Amrica latina fue elaborandosoluciones que solo lentamente iban a madurar. All donde la crisis fue, a pesar detodo, menos honda, las soluciones fueron halladas ms pronto, y significarontransformaciones menos profundas. El viejo orden era en Brasil mas parecido alnuevo que en Hispanoamrica; una metrpoli menos vigorosa, y por lo eso, menoscapaz de hacer sentir su gravitacin.; un contacto ya directo con la nueva

    metrpolis, un peso menor de los agentes de la corona respecto de podereseconmicos sociales de raz local acostumbrados a imponerse, eran todos losrasgos que en brasil colonial anticipaban el orden independiente. Lastransformaciones eran, sin embargo, indudables y la transicin difcil.Un liberalismo brasileo, vocero sobre todo de las distintas aristocracias localeschoca con un conservadurismo urbano, comprometido por la presencia en sus filasde los portugueses que dominan el pequeo y mediano comercio de los puertos yrepresentado sobre todo por funcionarios herederos de la mentalidad del antiguorgimen. Sin duda, entre esos adversarios el equilibrio era posible. Aun as su tareano era fcil: el emperador Pedro I iba a fracasar sustancialmente en ella; terminopor quedar identificado con los sectores que e