Pérez Viejo, T. El historiador y las fuentes icónicas

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Cristo entronado en Libro de Kells, folio 32v. Trinity College of Dublin, College Creen. Memoria32 16 28/06/12 16:23

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El presente artículo presenta una análisis delos problemas, teóricos y metodológicos, planteadospor el uso como documento histórico,así como algunas propuestas, teóricas y metodológicas,para enfrentarse a las fuentes icónicasen la escritura de la historia.

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  • Cristo entronado en Libro de Kells, folio 32v. Trinity College of Dublin, College Creen.

    Memoria32 16 28/06/12 16:23

  • Mem.soc / Bogot (Colombia), ISSN 0122-5197, 16 (32): 17-30 / enero-junio 2012 / 17

    Se puede escribir historia a partir de imgenes?

    El historiador y las fuentes icnicasCan We Write History from Images? On Historians and Iconic Sources

    Pode se escrever histria a partir de imagens? O historiador e as fontes icnicas

    Toms Prez Vejo, PhD.

    Profesor-investigador de la Escuela Nacio-nal de Antropologa e Historia de Mxico (INAH) y del Instituto de Filosofa del Con-sejo Superior de Investigaciones Cientficas de Espaa (CSIC). Doctor en Historia, Universi-dad Complutense de Madrid, Espaa.Correo electrnico: [email protected]

    Resumen

    El presente artculo presenta una anlisis de los problemas, tericos y metodolgicos, plan-teados por el uso como documento histrico, as como algunas propuestas, tericas y meto-dolgicas, para enfrentarse a las fuentes icni-cas en la escritura de la historia.

    Palabras clave autor

    Imgenes, fuentes, historia, metodologa, investigacin.

    Palabras clave descriptor

    Iconografa, historia, iconos, metodologa en investigacin.

    El artculo se desprende del proyecto de in-vestigacin terico-metodolgico sobre "Usos polticos de las imgenes de la Escuela Na-cional de Antropologa e Historia de Mxico (INAH).

    Abstract

    This paper presents an analysis of the theo-retical and methodological problems that arise from the use of images as historical do-cuments, as well as some proposals, both theo-retical and methodological, to deal with iconic sources in the writing of history.

    Key Words author

    Images, Sources, History, Methodology, Research.

    Key Words plus

    Iconography, history, icons, research methodology.

    Resumo

    O artigo apresenta anlise dos problemas te-ricos e metodolgicos esboados pelo uso do cone como documento histrico, assim como algumas propostas tericas e metodolgicas, para fazer face s fontes icnicas na escritu-ra da historia.

    Palavras chave

    Imagens, fontes, histria, metodologia, pesquisa.

    Palabras descriptivas

    Iconografia, histria, cones, metodologia de pesquisa.

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  • 18 / Vol. 16/ ISSN 0122-5197/ N 32/ enero-junio de 2012

    IntroduccinLos viejos manuales escolares dividan el pasado

    de la humanidad en Prehistoria, antes del naci-

    miento de la escritura, e Historia, desde la in-

    vencin de los primeros alfabetos. Daban as por

    supuesto que, en sentido estricto, solo se poda

    hacer historia a partir de documentos escritos y

    que las dems fuentes, icnicas o de otro tipo, o

    no eran demasiado fiables o, en todo caso, daban

    una informacin cualitativamente diferente de la

    proporcionada por la escritura. Idea que, aunque

    engeneral de manera no explcita, sigue vigen-

    te en muchos historiadores actuales para quie-

    nes las imgenes siguen siendo documentos de

    carcter secundario cuando no claramente mar-

    ginales, meras ilustraciones de lo que los textos

    escritos dicen o, en el mejor de los casos, objetos

    de estudio que necesitan ser explicados pero no

    fuentes histricas propiamente dichas. Esto ha

    llegado a ser tan extendido que no es arriesgado

    afirmar que en la historia como disciplina cient-

    fica sigue habiendo un problema con las imge-

    nes y que incluso cuando son utilizadas cumplan

    un papel ms ilustrativo que como fuente prima-

    ria de investigacin sobre el pasado.

    Se podra objetar que el uso de las imgenes como

    documento histrico tiene una larga tradicin,

    desde muy pronto los historiadores se dieron

    cuenta de que haba cosas que los textos escritos

    y la imgenes decan, y que ya desde los mismos

    orgenes de la historia como disciplina acad-

    mica los documentos icnicos fueron utilizados,

    con mayor o menor pericia, por historiadores y

    eruditos. Algunos estudios clsicos, como los de

    Burckhardt sobre la cultura del Renacimiento o

    los de Huizinga sobre el final de la Edad Me-

    dia1, por poner dos ejemplos seeros, descansan,

    en gran parte, en la lectura e interpretacin de las

    imgenes artsticas legadas por ambos periodos.

    Esta tradicin que cristaliz en las primeras d-

    cadas del siglo xx en torno al Instituto Warburg

    y su apuesta metodolgica por la utilizacin, en

    palabras de una de sus discpulas ms destaca-

    das, Frances Yates, de los testimonios visuales

    1 Jacob Burckhardt, La cultura del Renacimiento en Italia (Madrid:

    Akal, 2004), primera edicin alemana de 1860, y Johan Huizinga,

    El otoo de la Edad Media (Madrid: Torre de Goyanes, 2006), pri-

    mera edicin holandesa de 1919.

    como documentos histricos2 y que ha cono-

    cido un nuevo auge a partir de los aos ochen-

    ta del siglo pasado. Recurdense, entre una larga

    lista, el influyente Art and History: Images and

    their Meanings, publicado en 1988 pero que re-

    coge las memorias de un congreso de 1985; la

    obra de Simon Schama, en la que las imgenes

    son utilizadas con objetivos tan dispares como la

    reconstruccin de la cultura holandesa del siglo

    xvii o la evolucin de la idea de paisaje en la cul-

    tura occidental, o el reciente Visto y no visto de

    Peter Burke, subtitulado de manera explcita: El

    uso de la imagen como documento histrico3.

    Con estos antecedentes, y otros muchos que se po-

    dran traer a colacin, afirmar que la tradicin

    historiogrfica de Occidente tiene un conflicto

    con el uso de las imgenes puede ser excesivo.

    Una slida tradicin historiogrfica avala el uso

    de las imgenes como fuentes histricas y cual-

    quier reflexin al respecto puede tener un cierto

    aire de gratuidad. Tendra sentido, si acaso, re-

    flexionar sobre nuevas metodologas o enfoques

    en el uso de las fuentes icnicas pero no sobre la

    bondad de estas; ampliamente demostrada y ad-

    mitida por la comunidad acadmica.

    Sin embargo, la hiptesis de este artculo es que el

    uso de las imgenes como fuente histrica est

    lejos de haberse resuelto satisfactoriamente, por

    consiguiente, sigue arrastrando una serie de pre-

    venciones y prejuicios que dificultan en gran

    manera su utilizacin. En lneas generales, las

    investigaciones histricas basadas en imgenes

    continan ocupando un lugar marginal y secun-

    dario con respecto a las basadas en otras fuen-

    tes y que su integracin con el acervo comn del

    saber histrico es todava difcil y problemtica.

    La pregunta sobre si se puede hacer historia a partir

    de las imgenes no solo es pertinente sino necesa-

    ria y, posiblemente, imprescindible. En particular

    para ese nmero creciente de historiadores que

    2 Frances A. Yates, Shakespeares Last Plays: A New Approach

    (London: Routledge and Kegan Paul, 1975), 4.

    3 Robert I. Rotberg y Theodore K. Rabb, ed., Art and History: Im-

    ages and Their Meanings (Cambridge, Cambridge University

    Press, 1988); Simon Schama, The embarrassment of Riches: An

    Interpretation of Duch Culture in the Golden Age (New York: A.A.

    Knopf, 1987); Simon Schama, Landscape and Memory (New York:

    A.A. Knopf, 1995), y Peter Burke, Visto y no visto. El uso de la

    imagen como documento histrico (Barcelona: Crtica, 2001).

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  • Se puede escribir historia a partir de imgenes? El historiador y las fuentes icnicas / Toms Prez Vejo / 19

    trabajan a partir de imgenes, cuyos mtodosy

    objetivos se encuentran cada vez ms alejados

    de los estudios de historia del arte tradicionales,

    en los que frecuentemente y de manera sin duda

    errnea se les tiende a incluir, y cuyas aportacio-

    nes tericas y metodolgicas, revolucionarias en

    algunos casos, tienen un difcil encaje en una his-

    toriografa para la que el documento escrito con-

    tina siendo la fuente fundamental, cuando no

    exclusiva, del conocimiento sobre el pasado.

    Respecto a esto ltimo una precisin importante,

    obvia pero necesaria, no es lo mismo hacer his-

    toria de las imgenes que historia a partir de las

    imgenes, aunque ambos conceptos tiendan a so-

    laparse y hasta confundirse; no es lo mismo ha-

    cer historia del grabado a buril o de la pintura al

    leo, no digamos ya del grabado y la pintura en-

    tendidos como formas de expresin artstica, que

    utilizar las imgenes de grabados y cuadros como

    fuentes de informacin histrica. Por ejemplo, la

    proliferacin en los ltimos aos de historiadores

    del cine o de la fotografa no significa, al menos

    necesariamente, que haya habido un cambio res-

    pecto al uso de la imagen como documento his-

    trico. Se puede hacer, y se hace, historia del cine

    sin que la imagen sea el documento principal sino

    solo el objeto de estudio, explicado tanto a partir

    de fuentes icnicas como de otro tipo. Las prime-

    ras no ocupan de manera obligatoria el lugar ms

    importante y se puede, y por supuesto se hace, es-

    tudiar el cine a partir de su consideracin como

    una forma de expresin artstica, sptimo arte,

    sin que el papel de las imgenes cinematogrficas

    sea particularmente relevante, as, como se expli-

    ca con detalle ms adelante, la conversin de una

    imagen en obra de arte puede ser la forma ms

    eficaz de esterilizarla como documento histrico.

    1. El problema de las imgenes como documentos histricos

    Las imgenes han arrastrado y siguen arrastrando,

    a pesar de esa especie de revival reciente al que

    acabo de hacer referencia y de la afirmacin re-

    trica de que una imagen dice ms que mil pa-

    labras, toda una serie de lastres en su utilizacin

    como fuentes histricas. El primero tiene que

    ver con la propia tradicin occidental, una tradi-

    cin que hunde sus races en la cultura del libro,

    en la idea de que la fuente del conocimiento es

    la palabra escrita, no la imagen. Somos herede-

    ros de una civilizacin, la judeo-cristiano-occi-

    dental, en cuyo principio hay un texto escrito, un

    libro. La Biblia contiene palabras, no imgenes.

    Son aquellas y no estas las depositarias del saber.

    Tal como nos recuerda un temprano texto del si-

    glo ix, el Libri Carolini, El Seor, descendiendo

    del monte Sina, dio a Moiss la ley, no pinta-

    da sino escrita, y entreg en tablas de piedra no

    imgenes sino caracteres de escritura. Y el mismo

    Moiss ense el origen del mundo no pintan-

    do, sino escribiendo4. Ya desde sus orgenes la

    cultura occidental pone a la imagen en lugar se-

    cundario con respecto al texto escrito. Si el mis-

    mo Dios prefiere el texto escrito al pintado, por

    qu los hombres habran de hacer algo diferente?

    Es cierto que, a diferencia de lo ocurrido en Bizan-

    cio, en Occidente no hubo, o los hubo de forma

    muy marginal, conflictos iconoclastas, una afir-

    macin que de todos modos habra que matizar;

    recurdese las prevenciones frente a las imgenes

    religiosas de la Reforma protestante5. Sin embar-

    go, en sentido estricto, a diferencia de lo que ocu-

    rre con las otras dos grandes religiones del libro,

    la juda y la musulmana, con su rechazo radical

    alas imgenes, en Occidente no hubo destruccio-

    nes de imgenes. En parte, posiblemente, porque

    la tradicin icnica juda tuvo que enfrentarse al

    peso de una tradicin pagana fuertemente unida

    a la imagen que acab produciendo una especie

    4 Citado en Facundo Toms, Escrito pintado (Dialctica entre es-

    critura e imgenes en la conformacin del pensamiento europeo)

    (Madrid: Visor, 1998), 109. A continuacin el texto carolingio en-

    cadena una serie de ejemplos que mostraran la superioridad del

    texto escrito sobre la pintura: Josu confi a la memoria de la

    posteridad escribiendo, no pintando; Samuel predijo no con

    imgenes, sino con caracteres de escritura; Jeremas y Mala-

    quas manifestaron los hechos no a travs de la pintura sino de

    la escritura; Daniel vio no en nmeros coloreados sino en libros

    el nmero de aos que el pueblo de Dios debera permanecer en

    la cautividad babilnica; David no dijo pintado, sino escrito: no

    en las paredes ni en los retablos, sino en los libros, y Lucas dijo:

    Como est escrito en el libro de los sermones del profeta Isaas.

    Escrito, dijo, no pintado, y en el libro, no en ninguna materia. Y el

    mismo Seor y redentor nuestro [] pone ejemplos de las Escri-

    turas, no de las pinturas.

    5 Una iconoclasia que no afect para nada al uso de las imgenes

    como arma poltica. En la guerra de imgenes librada entre pro-

    testantes y catlicos, la utilizacin por los primeros de grabados y

    pinturas en los que se mostraban los errores y perversiones de los

    seguidores del Papa fue, al menos, igual de intenso del que hizo la

    Contrarreforma en contra de ellos.

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    de acomodo entre ambas corrientes, pero tambin

    sobre todo, importante para lo que aqu nos inte-

    resa, por la poca valoracin de la imagen y su sig-

    nificado, y por el carcter secundario que las lites

    intelectuales de Occidente han dado tradicional-

    mente a la imagen con respecto a la palabra escri-

    ta. Estamos ante una cultura fundamentalmente

    logocntrica en la que el conocimiento se expresa

    mediante palabras fijadas en textos escritos.

    Es posible, incluso paradjicamente, que si no hubo

    querella de las imgenes en la Europa medieval

    no fuera por su aceptacin sino por su subordina-

    cin, por su carcter menor y, desde la perspectiva

    de los eruditos, intrascendente. An no se ha in-

    sistido suficiente en que la clebre carta del papa

    Gregorio Magno, que zanja casi de manera de-

    finitiva el problema iconoclasta en la parte oc-

    cidental del antiguo Imperio romano, lo hace a

    partir de un desprecio absoluto hacia las imge-

    nes. Se acepta que se deben conservar porque per-

    miten a los necios acercarse a las Escrituras, esto

    significa, paralelamente, que la verdad autntica

    no se encuentra en las pinturas sino en los tex-

    tos escritos. Las imgenes son adecuadas para la

    masa de los indoctos, literalmente para los idio-

    tas, pero no para los que quieran llegar a los sen-

    tidos ocultos, a la autntica realidad de las cosas.

    Algo no demasiado alejado del desprecio con el que,

    todava en nuestros das, las lites intelectuales de

    Occidente juzgan la cultura popular de masas, una

    cultura fundamentalmente icnica. Recurdese

    a este respecto que en la larga polmica sobre la

    consideracin del arte de masas como Arte con

    maysculas, que se extendi durante todo el siglo

    xx y que todava sigue en parte viva, el argumen-

    to fundamental de los que niegan al arte de masas

    la consideracin de Arte, de MacDonald a Green-

    berg6, por no referirnos al propio Adorno, es su

    carcter superficial, dirigido a los sentidos y no al

    intelecto. El sentido profundo de las cosas, el saber

    autntico, est en el texto escrito, no en la imagen.

    Esta es la tradicin en la que los historiadores hemos

    sido formados. Pero no solo hemos sido educa-

    dos en la supeditacin de la imagen al texto es-

    crito, que significa ya una clara valoracin menor

    6 Vanse Dwight Macdonald, Against the American Grain (New York:

    Random House, 1962) y Clement Greenberg, La pintura moderna y

    otros ensayos (Madrid: Siruela, 2006).

    de lo icnico, sino tambin en la consideracin de

    la imagen como expresin de un saber inferior y

    subordinado, algo cualitativamente distinto. Una

    pesada herencia de la que resulta difcil substraer-

    se y en la que la imagen aparece siempre como

    una forma imperfecta y menor de comunicacin,

    cuya autntica comprensin, incluso de ella mis-

    ma!, solo es posible a travs de la escritura. No

    deja de ser llamativo que hasta los iconlogos del

    Instituto Warburg, una institucin sin duda em-

    blemtica en el estudio de las imgenes, utilicen

    las imgenes en muchos casos como el enigma a

    explicar a travs de los textos escritos y no, a pesar

    de la citada afirmacin de Yates, como documen-

    tos histricos para la explicacin de una poca.

    Por citar un ejemplo particularmente revelador,

    en el conocido estudio de Klibansky, Panofsky y

    Saxl, Saturno y la melancola7, el esplndido gra-

    bado de Durero que da origen al trabajo no se

    usa como fuente, sino que esta se explica a par-

    tir de textos escritos, aunque para ello haya que

    remontarse hasta los presocrticos. Y no estamos

    hablando de una obra menor respecto al traba-

    jo con imgenes sino de uno de los libros centra-

    les de Panofsky, quien marc toda una poca de

    los estudios iconolgicos en el mundo acadmico.

    A esta tradicin se aadi, a partir del Renacimien-

    to, y ya de forma mucho ms clara a partir del

    siglo xviii, la conversin de una parte importan-

    te de las imgenes, especialmente de la mayora

    de las que el pasado haba conservado hasta ese

    momento, en obras de arte. El museo fue, desde

    sus orgenes, el principal lugar de conservacin

    de imgenes, pero no de todas, solo de aquellas

    que eran arte. De esta forma, la funcin estti-

    ca desplaz a todos los dems usos que las im-

    genes haban tenido hasta ese momento. As, la

    construccin de las imgenes del pasado como

    obras de arte tuvo un efecto devastador para su

    uso como documento histrico. Elevadas a la ca-

    tegora de expresin del espritu, se convirtieron

    en objetos sagrados, especie de vrgenes vesta-

    les dedicadas a Dios, y como todo lo dedicado

    a la divinidad (Bacon dixit), estriles. Por consi-

    guiente, la imagen artstica devena en un objeto

    7 Raymond Kiblanky; Erwin Panofsky y Fritz Saxl, Saturno y la me-

    lancola (Madrid: Alianza Editorial, 2006).

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  • intemporal, ahistrico, cuya utilizacin como

    fuente histrica se converta en imposible, cuan-

    do no en sacrlega. La obra de arte se alzaba fuera

    de la historia, en una especie de vaco semiti-

    co cuyo nico sentido y significado tena que ver

    con el propio concepto de arte.

    El resultado ha sido que a lo largo de los dos lti-

    mos siglos los historiadores del arte han hecho

    historia del Arte, en singular y con mayscula,

    no historia de las artes, en plural y con mins-

    cula8, ni, menos todava, historia de las imgenes

    o a partir de las imgenes. Y como afirma Flix

    de Azua, el Arte y las artes son dos cosas ente-

    ramente diferentes. Tan diferentes entre s como

    el Tiempo y los relojes. El tiempo no es el singu-

    lar de los relojes, sino algo enteramente distinto y

    quizs ajeno a la existencia misma de los relojes9.

    La historia del Arte no ha hecho historia a par-

    tir de las imgenes, ni siquiera de las imgenes,

    sino historia de un concepto filosfico, aparecido

    en el Renacimiento pero que no llegar a su con-

    figuracin plena hasta finales del siglo xviii o,

    incluso, bien entrado el xix, el cual tiene una cla-

    ra filiacin platnica: la idea de que las diferen-

    tes formas de expresin artstica son reducibles a

    un nico Arte, que a su vez es solo la sombra de

    la idea de arte. Su objeto de estudio no han sido

    las imgenes sino algo as como la historia del

    espritu humano plasmada en las obras de arte.

    Para nadie es desconocido que una historia del

    Arte basada en estas premisas solo es posible si

    se acepta lo esttico como un valor objetivo, o di-

    cho en palabras de Jan Mukarovski, una de las fi-

    guras ms notables del Crculo de Praga, slo la

    hiptesis del valor esttico objetivo da un sentido

    a la evolucin histrica del arte. Una hiptesis

    realmente arriesgada, y que una historia cultural

    de la invencin del arte pondra necesariamen-

    te en cuarentena, pero sobre la que no quiero de-

    tenerme aqu.

    Este universalismo del Arte como concepto, que

    aparece perfectamente expresado, por ejemplo,

    8 Esto al margen, por supuesto, de que despus sus temas de in-

    vestigacin concretos sean las miniaturas carolingias, el grabado

    decimonnico o el cine. Sin embargo, lo que han investigado a

    travs de estas formas de expresin ha sido la evolucin del Arte,

    con mayscula. Otra cosa distinta es que nadie sea capaz de defi-

    nir qu es exactamente eso que llamamos Arte.

    9 Flix de Azua, Diccionario de las Artes (Barcelona: Planeta, 1995), 44.

    en la obra de Winckelmann, tom un giro ines-

    perado en la segunda dcada del siglo xviii de la

    mano de Herder, quien predic, al fin y al cabo

    era un pastor protestante, la idea no de un arte

    universal sino de un arte expresin del alma de

    un pueblo, una raza o una civilizacin. Es decir,

    no exista el arte en abstracto, sino el arte ale-

    mn, colombiano o zul. Los historiadores del

    Arte se vieron as convertidos, en dura pugna con

    los antroplogos culturales, en los guardianes e

    interpretes del alma de sus naciones, expresada

    a travs de su arte. Las imgenes no servan para

    hacer historia sino metafsica identitaria.

    El resultado, en ambos casos (las ideas del arte uni-

    versal o nacional), ha sido que la disciplina aca-

    dmica que ms podra haber impulsado el uso

    de las imgenes como fuente histrica no solo

    no lo ha hecho sino que incluso lo ha vuelto im-

    posible. La historia del Arte estudia la evolucin

    del espritu humano o de los diferentes pueblos

    y naciones en que, pareciera que de manera na-

    tural, aquel se divide. Una eleccin comprensible,

    pudiendo estudiar el tiempo quien quiere ser re-

    lojero, pero que ha impedido ver que los relojes

    pueden decir y explicar muchas cosas sobre el pa-

    sado de la humanidad.

    Esta es, nos guste o no, la tradicin historiogrfi-

    ca en la que nos insertamos y de la cual debemos

    partir. Una tradicin historiogrfica en la que la

    imagen ha tenido un carcter subordinado y me-

    nor y en la que, incluso en aquellas ramas de la

    historia en las que la imagen tiene, por necesi-

    dad, un peso determinante, caso de la historia del

    Arte, a la que acabo de hacer referencia, la fuen-

    te ltima de conocimiento sigue siendo el texto

    escrito y la imagen el objeto susceptible de expli-

    cacin o de veneracin esttica, que para el caso

    vienen a ser lo mismo.

    2. La reivindicacin de la imagen como fuente histrica

    Frente a esta tradicin slidamente asentada, la rei-

    vindicacin de la imagen como documento hist-

    rico debera partir no de una simple enumeracin

    de sus virtudes como fuente de informacin so-

    bre el pasado parece evidente que hay aspectos

    sobre los que las imgenes dan una informacin

    mucho ms fiable que los textos escritos y otros

    Se puede escribir historia a partir de imgenes? El historiador y las fuentes icnicas / Toms Prez Vejo / 21

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    que incluso solo ellas pueden explicar, sino de la

    reconsideracin de algunos presupuestos bsicos

    de la propia historia como disciplina acadmica.

    El primero tiene que ver con el propio concepto

    de fuente. La metfora de los documentos como

    fuentes, o mejor, segn Jackobson, la metonimia,

    ya que para los historiadores el documento no se

    nos presenta como una fuente sino que es una

    fuente10, tiene ms implicaciones de las que pa-

    rece. No hay metforas inocentes. Remite a la

    idea de que hay un lugar en que la verdad his-

    trica brota incontaminada, lo que, salvando las

    distancias, viene a ser la verdad pura de las es-

    crituras frente a la grosera aproximacin de las

    imgenes de los textos altomedievales a los que

    se haca referencia ms arriba. Adems hace re-

    ferencia, de manera ms difusa, a que la historia

    tiene un sentido, camina en una direccin, desde

    un lugar de nacimiento a la desembocaduradel

    ro. Un mundo casi celeste en el que las imge-

    nes, ya lo haba dicho Platn refirindose a los

    artistas, no tienen cabida.

    Pero la metfora o metonimia de las fuentes son ab-

    solutamente falsas. Ni los historiadores tenemos

    fuentes donde encontrar la verdad, ni la historia,

    a pesar de que Goethe la viese cabalgar en Valmy,

    camina hacia ningn lado preciso y determinado.

    Ninguna sociedad deja documentos escritos en

    que se cuente la verdad de lo que fue, entre otros

    motivos, porque ninguna sociedad sabe realmen-

    te lo que es. Ellas tienen un imaginario sobre s

    mismas, a veces hasta una ideologa, pero eso es

    todo. Ninguna deja el documento de lo que fue

    porque nunca lo tuvo. Lo que tenemos son ves-

    tigios de un pasado que intentamos reconstruir,

    y explicar, a partir de los restos que de manera

    aleatoria el paso del tiempo nos ha ido dejando.

    No la verdad cristalina de la fuente, sino el agua

    turbia del ro; los vestigios con los que intenta-

    mos explicar un pasado tan oscuro para nosotros

    como para los propios contemporneos, incluso

    posiblemente menos para nosotros que al menos

    tenemos la ventaja de saber el resultado.

    10 Sobre la distincin entre metfora y metonimia vase el artculo

    clsico de Romn Jakobson y Morris Halle, Dos aspectos del len-

    guaje y dos tipos de trastornos afsicos, en Fundamentos del len-

    guaje, ed. Romn Jakobson y Morris Halle (Madrid: Ayuso, 1973).

    Este concepto de vestigio tiene una larga historia,

    uno de los primeros en utilizarlo fue el histo-

    riador holands Gustaaf Renier11, quien hace ya

    ms de 50 aos propuso sustituir el concepto de

    fuentes por el de vestigios, entendiendo por estos

    manuscritos, libros impresos, edificios, mobilia-

    rio, paisajes y diferentes tipos de imgenes (pin-

    turas, estatuas, grabados, fotografas, etc.), todos

    ellos al mismo nivel y con la misma capacidad de

    servir de fuentes para describir, entender y expli-

    car el pasado. Esta sustitucin tiene profundas

    implicaciones metodolgicas. El nuevo paradig-

    ma historiogrfico no sera la bsqueda del arca-

    no de la verdad encerrado en documentos escritos

    sino el seguir pistas aparentemente insignifican-

    tes que, convenientemente interrogadas, pueden

    llevarnos a explicar procesos centrales del devenir

    histrico. Es lo que el historiador italiano Carlo

    Ginzburg, en su ya ms que archicitado artcu-

    lo Psicopatologa de la vida cotidiana12, donde

    compara el mtodo de Sherlock Holmes con el

    de Freud, propone como una alternativa episte-

    molgica de carcter intuitivo al razonamiento.

    Esta alternativa epistemolgica plantea muchos

    problemas en los que no quiero entrar aqu, pero

    que supone, y esto es lo que me interesa, poner

    a las imgenes al mismo nivel que cualquier otro

    tipo de vestigio. Los historiadores no tendramos

    fuentes donde leer una verdad definida y articu-

    lada sino vestigios de un pasado con los que in-

    tentaramos construirla e imaginarla.

    El segundo aspecto al que me quiero referir tie-

    ne que ver con el problema del carcter comu-

    nicativo de las imgenes. Hace ya tambin casi

    cincuenta aos Umberto Eco afirm en La es-

    tructura ausente que Ver a toda la cultura sub spe-

    cie communicationis no quiere decir que la cultura

    sea slo comunicacin sino que esta puede com-

    prenderse mejor si se examina desde el punto de

    vista de la comunicacin13. Lo mismo, y quizs

    de forma ampliada, puede decirse de las imge-

    nes. Las imgenes, obviamente, no son solo co-

    municacin, hay componentes estticos, tcnicos,

    11 Gustaaf Johannes Renier, History, Its Purpose and Method (Ma-

    con: Mercer University Press, 1982). La primera edicin es de

    1950.

    12 En espaol fue publicado en Carlo Ginzburg, Mitos y emblemas:

    morfologa e historia (Barcelona: Gedisa, 1994).

    13 Umberto Eco, La estructura ausente (Barcelona: Lumen, 1986), 37.

    Memoria32 22 28/06/12 16:23

  • emotivos, etc., pero quizs la mejor forma de

    comprenderlas, lo que les da sentido y explica su

    creacin, sea su carcter comunicativo, es el he-

    cho de que toda imagen cuenta, unas veces de

    manera voluntaria y otras involuntaria, una his-

    toria. Es un mensaje en el tiempo, un texto que

    fue compuesto para ser ledo. Esta no es una in-

    terpretacin nuestra, ya en los orgenes del mun-

    do moderno Alberti, en su tratado De pictura,

    destaca precisamente este carcter de la pintu-

    ra como un medio que permite hablar al pasado:

    Este arte tiene en s una fuerza tan divina que no slo hace lo que la amistad, la cual nos represente en vivo las personas que estn distantes, sino que nos pone delante de los ojos aun aquellos que ha mucho tiempo que murieron, causando su vista tanta complaciencia (sic) al pintor como marabilla (sic) a quin lo mira14.

    Afirmacin que Facundo Toms pone en relacin

    con la hecha por San Agustn mil aos antes de

    que la escritura [] fue inventada para permi-

    tirnos [] hablar con los muertos15. Tanto la

    escritura como las imgenes tendran entre sus

    funciones la de permitir hablar al pasado, dejar

    hablar a los muertos.

    Sin embargo, el carcter comunicativo de las imge-

    nes, su funcin de texto escrito, no ha sido el cen-

    tro de preocupacin de los historiadores16. La idea

    de leer imgenes, a pesar de que ha estado presen-

    te de una u otra forma en la tradicin occidental,

    desde la repetida afirmacin del papa Gregorio

    Magno en el siglo vi de se colocan imgenes en

    las iglesias para que los que no son capaces de leer

    lo que se pone en los libros lo lean contemplan-

    do las paredes, hasta la no menos citada en los

    ltimos aos declaracin de Roland Barthes de

    Leo textos, imgenes, ciudades, etc.17, ha teni-

    do siempre en su contra el carcter impreciso de

    su lectura. Un texto escrito tiene, al margen de las

    14 La cita esta tomada de la traduccin al espaol de Rejn de Silva

    del siglo xviii. Len Batista Alberti, De pictura, en El tratado de

    pintura por Leonardo De Vinci y los tres libros que sobre el mismo

    arte escribi Len Bautista Alberti, ed. y trad. Diego Antonio Rejn

    de Silva (Madrid: Imprenta Real, 1784), 220.

    15 Citado en Toms, Escrito, pintado, 164.

    16 Sobre el carcter comunicativo de las imgenes en un caso con-

    creto, el de la pintura de historia acadmica del siglo xix, vase

    Toms Prez Vejo, Pintura de historia e imaginario nacional: el

    pasado en imgenes, Historia y Grafa 8, no. 16 (2001): 73-110.

    17 Burke, Visto y no visto, 44.

    discusiones filolgicas, un significado preciso y

    un cdigo que es identificable casi de forma auto-

    mtica, todos sabemos si un texto est escrito en

    rabe o en ingls, incluso si desconocemos ambos

    idiomas. Esto hace que sea descifrable de forma

    relativamente unvoca, si sabemos ingls o rabe

    por supuesto18. El texto icnico, por el contrario,

    usa un cdigo no identificable de forma autom-

    tica y, sobre todo, de carcter polismico. No dis-

    ponemos, en la mayora de los casos, de un cdigo

    para su lectura e incluso si lo tuvisemos el nivel

    de polisemia sera extremadamente alto. Esto no

    quiere decir, por supuesto, que en los textos escri-

    tos el significado sea exactamente unvoco, algo

    que posiblemente solo se puede afirmar de len-

    guajes rgidamente codificados como las matem-

    ticas, pero s que su nivel de polisemia es mucho

    menor que el de los textos icnicos, hasta el pun-

    to de que, a pesar de la facilidad con la que los

    estructuralistas hablan de las imgenes como tex-

    to, siempre cabe la dudade si esta afirmacin es

    poco ms que una simple metfora. Finalmente,

    no solo los posestructuralistas ms radicales han

    negado la pretensin estructuralista de la existen-

    cia de un significado, tambin algunos de los se-

    guidores del mtodo iconogrfico clsico fueron

    conscientes desde fechas muy tempranas de que

    no se poda hablar de significado sino de sig-

    nificados. Algo nada extrao en el caso de es-

    tos ltimos si consideramos que la polisemia es

    una caracterstica intrnseca de las imgenes, entre

    otras cosas, porque la mayora de ellas estn escri-

    tas, cmo mnimo, con formas y con colores, dos

    planos de significacin distintos y diferenciados.

    No obstante, la polisemia no es el principal proble-

    ma de la utilizacin de las imgenes como fuen-

    te o vestigio, finalmente, puede ser considerada

    tanto como una carencia o como una virtud. La

    principal dificultad tiene que ver con la prdi-

    da de vigencia comunicativa, algo comn a todo

    vestigio del pasado. Las dificultades de lectura de

    cualquier tipo de texto aumentan a medida que

    nos alejamos en el tiempo, pero en el caso de las

    18 Una afirmacin que, en sentido estricto habra que matizar, abor-

    da toda una larga tradicin hermenutica, por no referirnos a la

    kbala juda, nos habla de las dificultades que la interpretacin

    de los textos escritos plantea, pero que para el objetivo de este

    artculo puede darse por vlida.

    Se puede escribir historia a partir de imgenes? El historiador y las fuentes icnicas / Toms Prez Vejo / 23

    Memoria32 23 28/06/12 16:23

  • 24 / Vol. 16/ ISSN 0122-5197/ N 32/ enero-junio de 2012

    imgenes, a diferencia de lo que ocurre con los

    textos escritos, el desconocimiento del cdigo no

    se evidencia de manera automtica. Todos cree-

    mos conocer el cdigo con el que las imgenes

    estn escritas, entre otras cosas, porque se pre-

    sentan a s mismas, no como una convencin sino

    como un reflejo de la realidad. Una de las escasas

    excepciones sera el arte no figurativo, de ah esa

    extraa zozobra que parece invadir al pblico de

    una exposicin de pintura abstracta, que le lleva

    a preguntarse obsesivamente sobre que significa

    determinado cuadro, una pregunta que raramen-

    te ese mismo pblico se hara en una exposicin

    de pintura barroca, a pesar de que la dificultad

    para leer un cuadro barroco sea posiblemente

    muy superior al de uno abstracto. Se podra de-

    cir que de manera natural identificamos un tex-

    to escrito como conocido o desconocido y que

    de manera tambin natural identificamos todo

    texto icnico como conocido, parte de un len-

    guaje universal.

    Un ejemplo explicar mejor lo que estoy diciendo.

    Un historiador enfrentado a un texto medieval

    escrito en latn sabe que bien estudia latn para

    descifrar el texto, bien recurre a un traductor.

    Elmismo historiador enfrentado a una imagen

    del medioevo se considerar capaz de interpre-

    tarla sin necesidad de hacer un curso sobre lectu-

    ra de imgenes en el mundo medieval ni, mucho

    menos, de pedir que alguien le traduzca el tex-

    to. Las imgenes, se supone, estn escritas en un

    lenguaje natural y, por lo tanto, no necesitan ser

    traducidas. El problema se agrava por el hecho

    de que los lenguajes icnicos varan con una ra-

    pidez incluso mayor que la de los textos escritos.

    Cualquier hispanohablante de un nivel cultu-

    ral medio es capaz de leer, sin demasiados pro-

    blemas, un texto del siglo xvii, por ejemplo El

    Quijote o una poesa de Quevedo. Tendra, por el

    contrario, serias dificultades para interpretar, in-

    cluso para saber qu tiene que interpretar, y aqu

    estriba la principales dificultades, la refinada ale-

    gora en imgenes que puede encerrar una sim-

    ple vanitas barroca del mismo periodo. Es decir,

    el problema es el inverso al que el sentido co-

    mn tiende a pensar: son las imgenes del pa-

    sado lasque ofrecen mayor dificultad de lectura

    que los textos impresos, no al contrario.

    El uso de las imgenes como vestigio plantea, por

    lo tanto y previo a cualquier otra consideracin,

    el problema de una paciente reconstruccin ar-

    queolgica del lenguaje en que fueron escritas.

    Todo ello sin olvidar que lo que para nosotros es

    un erudito trabajo de reconstruccin filolgica,

    en el momento de su creacin, fue ledo de forma

    automtica. Por complejo que pueda parecernos

    un discurso en imgenes, no debemos conside-

    rar que siempre fue as. Los nios chinoshablan

    chino sin necesidad de estudiar chino, aunque

    nosotros necesitemos toda una vida para hacer-

    lo. Salvando las distancias, los hombres del Ba-

    rroco lean imgenes barrocas sin necesidad de

    estudiar iconologa barroca, cosa que, por cierto,

    uno puede dudar leyendo a algunos iconlogos

    seguidores de Panofsky.

    Esta reconstruccin del cdigo con el que la ima-

    gen fue escrita es una tarea difcil y compleja,

    pero necesaria. Para lograrlo, paradjicamente,

    el texto escrito se convierte, a su vez, en vestigio

    imprescindible de un idioma muerto, pero no a

    la manera de los icongrafos que buscan esta-

    blecer una relacin casual entre un determina-

    do texto y una determinada imagen, sino desde

    una perspectiva que nos permita reconstruir un

    cdigo general. No se trata de reconstruir lo que

    una imagen concreta dice o creemos que dice,

    con el riesgo de arbitrariedad que esto conlle-

    va, sino de reconstruir el lenguaje general con el

    que esa imagen est escrita de manera que po-

    damos contrastar su lectura con otras imgenes

    contemporneas. Para ello es preciso considerar

    la utilidad de poner en relacin objetos cultura-

    les contemporneos al margen de sus relaciones

    intencionadas e incluso de la propia voluntad

    de sus autores, cada uno de nosotros sabe mu-

    cho ms de lo que cree saber y dice mucho ms

    de lo que cree decir. No se trata de encontrar el

    texto que explique la imagen, manteniendo la

    habitual relacin de subordinacin de la imagen

    con respecto al texto escrito, sino de los textos,

    y el plural es intencionado, que nos ayuden a re-

    construir el cdigo en el que la imagen fue es-

    crita. Aunque quizs desde el punto de vista del

    historiador, el objetivo debiera ser incluso ms

    ambicioso. Se tratara no solo de reconstruir el

    cdigo sino, sobre todo, de reconstruir la mirada

    de los creadores de las imgenes y del pblico

    Memoria32 24 28/06/12 16:23

  • para el que fue pintado19. Reconstruir eso que

    el historiador del arte ingls Michael Baxan-

    dall ha llamado con toda precisin el ojo de la

    poca20. Una mirada cambiante de un periodo

    histrico a otro, de unos grupos sociales a otros

    y de una cultura a otra, pero capaz de expre-

    sar, y entender, incluso aspectos no conscientes

    del imaginario colectivo. Y en este sentido qui-

    zs Clifford Geertz tiene razn cuando afirma

    que el lector de imgenes debe de dejar de con-

    siderar los signos meros instrumentos de co-

    municacin, un cdigo que debe ser descifrado,

    y considerarlos modos de pensamiento, locucio-

    nes que deben ser interpretadas21.

    Esta idea de reconstruccin y aprendizaje del len-

    guaje en el que las imgenes fueron escritas

    plantea dos problemas relacionados: la no na-

    turalidad de la lectura, es decir, las imgenes no

    estn escritas en un lenguaje universal sino en

    lenguajes diferenciados que es necesario apren-

    der, y la posibilidad de que en algunos casos el

    lenguaje en el que las imgenes fueran escritas

    sea en la prctica imposible de reconstruir y, por

    lo tanto, en un momento concreto, sea un ejer-

    cicio estril para el conocimiento histrico. El

    primer problema debe de ponernos en guardia

    tanto respecto a lecturas apresuradas y no con-

    trastadas como el uso de frmulas estereotipa-

    das tipo este objeto, forma o color significa esto.

    No se traduce un texto de un idioma desconoci-

    do utilizando solo un diccionario, tampoco una

    imagen. El segundo con el hecho de que la pro-

    gresiva lejana en el tiempo o el espacio dificulta

    las posibilidades de lectura hasta volverlas in-

    cluso, hipotticamente, imposibles. Sera el caso,

    19 Para algunos ejemplos de decoficacin de la mirada vanse Nor-Para algunos ejemplos de decoficacin de la mirada vanse Nor-

    man Bryson, Visin and Painting: The Logic of the Gaze (New Ha-

    ven: Yale University Press, 1983) y Stephen Kern, Eyes of Love:

    The Gaze in English and French Culture, 1840-1900 (New York:

    New York University Press, 1996).

    20 Para un ejemplo de la forma como este autor ha reconstruido la

    mirada de dos pocas distintas vanse Michael Baxandall, Paint-

    ing and Experience in Fifteenth Century Italy; A Primer in the

    Social History of Pictorial Style (Oxford: Clarendon Press, 1972) y

    Michael Baxandall, The Limewood Sculptors of Renaissance Ger-

    many (New Haven: Yale University Press, 1980).

    21 Clifford Geertz, Local Knowledge: Further Essays in Interpretive

    Anthropology (New York: Basic Books 1983), 120. Un ejemplo in-Un ejemplo in-

    teresante, por lo novedoso, aunque probablemente no demasiado

    til por la falta de precisin metodolgica, de lectura de im-

    genes es el de Alberto Manguel, Leer imgenes (Madrid: Alianza

    Editorial, 2002).

    por poner un ejemplo, de los vestigios icnicos

    del arte parietal paleoltico. Pocas dudas caben

    en estos momentos de que estamos ante un so-

    fisticado discurso en imgenes, igualmente, to-

    dava hay menos vacilaciones que las primeras

    y naf aproximaciones de los que vieron en las

    pinturas de las cuevas franco-cantbricas colo-

    ristas representaciones de ceremonias de magia22

    como las muchas ms sofisticadas interpretacio-

    nes estructuralistas de Leroi-Gourhan23 son im-

    posibles de validar y, como consecuencia, de usar

    como fuentes de informacin histrica. Sin lle-

    gar a estos casos extremos, habra que ser extre-

    madamente cuidadoso en la lectura de cualquier

    imagen, tan cuidadoso al menos como lo so-

    mos en la de un texto escrito, evitando confun-

    dir intuiciones y opiniones con el conocimiento

    real del cdigo con el que la imagen fue escri-

    ta. El riesgo, en caso contrario, es el del conoci-

    do caso del investigador Neil Macintosh quien a

    su vuelta a un yacimiento australiano, acompaa-

    do por un aborigen que conoca el significado de

    las imgenes representadas, se dio cuenta que sus

    primeras interpretaciones, hechas sin ayuda del

    intrprete, eran completamente errneas24.

    La ltima consideracin tiene que ver, a diferen-

    cia de las anteriores, no con la ausencia de una

    tradicin sino con la presencia de una tradi-

    cin historiogrfica sobre el uso de las imgenes,

    fuertemente arraigada y de consecuencias inclu-

    so ms nocivas que las ausencias anteriores, que

    ha tendido, con una cierta ingenuidad, a consi-

    derar las imgenes como reflejo de la realidad.

    Finalmente, y hechas todas las salvedades en tor-

    no al mayor o menor rigor metodolgico en el

    uso de las fuentes icnicas o a la mayor o me-

    nor sofisticacin interpretativa, la idea de parti-

    da ha sido, casi siempre, que las imgenes reflejan

    la sociedad en que fueron creadas y los pensa-

    mientos de los hombres que las hicieron posibles,

    una especie de espejo en el tiempo. Una tradicin

    22 Henri, Breuil, Quatre Cents Sicles dart parietal: les cavernes or-

    nes de lage du Renne (Montignac: Centre detudes et de docu-

    mentation prehistoriques, 1952).

    23 Andr Leroi-Gourhan, Lart parietal, langage de la Prehistoire

    (Paris: Jerome Millon, 1992).

    24 Neil W.G. Macintosh, Beswick Cave, two Decades later: a Re-Neil W.G. Macintosh, Beswick Cave, two Decades later: a Re-

    praisal, en Form in Indigenous Art, dir. Peter Ucko (London:

    Duckworth, 1977).

    Se puede escribir historia a partir de imgenes? El historiador y las fuentes icnicas / Toms Prez Vejo / 25

    Memoria32 25 28/06/12 16:23

  • 26 / Vol. 16/ ISSN 0122-5197/ N 32/ enero-junio de 2012

    historiogrfica cuyos logros, desde la larga tradi-

    cin del Instituto Warburg hasta las aproxima-

    ciones semiticas ms recientes, no pueden ser

    desvalorados, pues ella encuentra fundamento en

    la propia voluntad de la imagen como testimo-

    nio ocular, como reflejo de la realidad. Es lo que

    Gombrich llam el principio del testigo ocular,

    esa idea de que las imgenes nos permiten ver

    lo que habramos visto en el caso de haber es-

    tado all. Algo muy obvio en el caso de la foto-

    grafa pero presente tambinen otras formas de

    comunicacin visual. Recurdese la explcita afir-

    macin del pintor flamenco Jan Van Eyck en su

    conocido cuadro El matrimonio Arnolfini, Jan

    Van Eyck estuvo aqu. El pintor haba estado all

    y testificaba que lo representado en el cuadro era

    lo que realmente haba ocurrido. Sin embargo, es

    muy posible que en el caso de haber estado all

    habramos visto algo bastante diferente, al igual

    que tampoco veramos lo mismo que vio el au-

    tor de una fotografa de mediados del siglo xix.

    Habra que plantearse la posibilidad de que en mu-

    chos casos, si no en todos, las imgenes, adems

    de reflejo de una realidad, sean tambin, y qui-

    zs de manera prioritaria, una sofisticada forma

    de construccin de realidad, un poderoso ins-

    trumento de produccin y control de imagina-

    rios colectivos. La imagen puede no informar, o

    informar de forma marginal, de la realidad. En

    principio de lo que nos est informando es de la

    forma en que una determinada realidad fue vista

    y de cmo esa realidad fue construida hasta con-

    vertirse en real25, la mirada no es una realidad

    objetiva sino una construccin cultural e inclu-

    so de la forma como alguien, el autor o el comi-

    25 Estaramos ante un nuevo enfoque del viejo problema de la mme-

    sis, que ha recorrido como un fantasma toda la historia de Occi-

    dente, este no sera otro que el de cmo representar la imagen

    visible del mundo. La novedad vendra del hecho de aceptar que

    en esta representacin se est ya construyendo una forma de ver

    y de mirar. Sobre el concepto de mmesis vase Valeriano Bozal,

    Mmesis: las imgenes y las cosas (Madrid: Visor, 1987).

    Jan Van Eyck, El matrimonio Arnolini, 1434, leo sobre roble, 82x60 cm, National Gallery, Londres.

    Memoria32 26 28/06/12 16:23

  • tente, quiso que fuera vista. La imagen es tanto

    constructora de realidad como su reflejo. Hoy

    sabemos, por ejemplo, que El matrimonio Arnol-

    f ini no es una foto de boda, el relato visual de

    un episodio del que el pintor fue testigo, a pesar

    de la explcita afirmacin del pintor de que es-

    tuvo all, sino una compleja alegora matrimo-

    nial que ilustra, de manera minuciosa, el sentido

    y significado del matrimonio en la sociedad eu-

    ropea de la poca y que, sobre todo, adoctrinaba

    a los contemporneos sobre como deba de ser el

    matrimonio ideal. No parece necesario precisar

    que ser y deber ser no son exactamente lo mis-

    mo y que el detallista retrato de Van Eyck puede

    ser un vestigio excelente para reconstruir el ima-

    ginario sobre el matrimonio en los inicios del

    mundo moderno pero psimo para saber cmo

    eran los matrimonios reales. Tampoco una foto

    de boda de nuestros das muestra lo que ocu-

    rri sino una realidad tan construida como la

    del matrimonio de los Arnolfini. La imagen fo-

    togrfica es solo la narracin de lo que novios,

    familiares y fotgrafos quieren transmitir a la

    posteridad, de ah ese fenmeno de que las fotos

    de boda de un determinado grupo sociocultural

    sean prcticamente intercambiables. Estn mos-

    trando lo que la ceremonia de boda debe ser, no

    lo que realmente es.

    3. Imgenes e historia

    Pasemos ya, para concluir, a la utilidad del uso de las

    imgenes como fuente o vestigio histrico. Hay

    una utilidad obvia, pero a la que no me voy a re-

    ferir aqu, que tiene que ver con el hecho de que

    las imgenes pueden, en algunos casos, ofrecer

    informacin sobre aspectos de la realidad que los

    textos pasan por alto. La obra de Philippe Aris

    sobre los nios en las sociedades europeas del

    Antiguo Rgimen26, que parte bsicamente de

    documentos icnicos, es una buena prueba del

    descubrimiento de una realidad cultural, la in-

    vencin de la infancia, sobre la que otro tipo de

    documentos son prcticamente mudos. Cultura

    material, vida cotidiana, vida familiar, compor-

    26 Philippe Aries, Lenfant et la vie familiale sous lAncien Rgime

    (Paris: Plon, 1960).

    tamientos sociales, entre otros, son otros mlti-

    ples aspectos en los que el uso de las imgenes

    parecen prcticamente imprescindibles. En ellas

    aparecen aspectos que por ser cotidianos rara-

    mente estn en los textos escritos pero que son

    de indudable inters histrico. Nadie cuenta lo

    obvio, pero la imagen tiende a representarlo

    Sin embargo, no me interesa este aspecto, que,

    porotro lado, ha sido detalladamente analiza-

    do por otros autores, vase en particular el ya

    citado trabajo de Peter Burke, Visto y no visto,

    en el cual aparece una primera bibliografa que

    puede servir de introduccin al tema. Me in-

    teresa ms otro problema de un mayor calado

    historiogrfico. Los hombres viven en universos

    fsicos, pero tambin, y no en menor medida,

    en universos simblicos, construcciones menta-

    les que les permiten dotar de sentido al mun-

    do enque habitan. En ltima instancia para las

    mltiples generaciones que se han sucedido so-

    bre la tierra han sido ms reales las representa-

    ciones simblicas que se han hecho del mundo

    y de la sociedades en las que vivieron que el

    mundo y las sociedades reales que los histo-

    riadores intentamos reconstruir. El mundo vi-

    vido no es tanto una realidad tangible como su

    representacin, una imagen mental.

    Esta representacin del mundo no tiene porque ser,

    y no lo es la mayora de las veces ni para la ma-

    yora de las personas, un discurso racional sino

    que descansa en algo previo que podramos de-

    finir como un imaginario colectivo. El concepto

    de imaginario es, posiblemente, uno de losque

    ms problemas plantea en estos momentos en el

    campo de las humanidades y las ciencias socia-

    les. Para no entrar en un complejo debate, que se

    saldra completamente de los objetivos de este

    artculo, aqu se entiende el trmino imagina-

    rio como una forma de ver el mundo, general-

    mente, a diferencia de la ideologa, ni explcita,

    ni ordenada, que mediatiza la manera en que

    una sociedad se imagina a s misma y al mun-

    do que la rodea y que se plasma enuna suce-

    sin de imgenes mentales ms que en discursos

    articulados27.

    27 Definicin de imaginario no demasiado alejada de la de Baczko,

    quien lo define como la manera en que una sociedad ordena las

    representaciones que se da a s misma. Para el concepto de ima-

    Se puede escribir historia a partir de imgenes? El historiador y las fuentes icnicas / Toms Prez Vejo / 27

    Memoria32 27 28/06/12 16:23

  • 28 / Vol. 16/ ISSN 0122-5197/ N 32/ enero-junio de 2012

    Y es aqu donde entran en juego las imgenes. Un

    imaginario, entendido como la ordenacin de

    las representaciones que una sociedad tiene de s

    misma y de las dems, se construye con imge-

    nes mentales, pero en su reconstruccin histrica

    el testimonio de las representaciones visuales, las

    mentales por definicin no se conservan, es cen-

    tral y, posiblemente, imprescindible. Esto sita a

    las imgenes en el centro del debate historiogr-

    fico, as se constituyen en vestigios no solo de la

    forma en la que una sociedad se vio as misma,

    sino tambin, y quizs sobre todo, de la manera

    en que determinadas imgenes fueron construi-

    das hasta ser capaces de interpretar y dar sentido

    a una determinada realidad colectiva.

    Pintores, fotgrafos, grabadores, entre otros, toda

    una plyade de creadores de imgenes nos deja-

    ron en sus obras, no la imagen de como una socie-

    dad era, sino las representaciones que esa sociedad

    hizo de s misma y con la que construy sus ima-

    ginarios sociales; no la sociedad que fue sino la

    que los individuos vivieron. Aqu las imgenes

    del pasado se convierten en una fuente, o vesti-

    gio, absolutamente preciosa e imprescindible. Nos

    sirven, no para reconstruir la realidad, sino para

    reconstruir el universo mental en que los hombres

    de una determinada poca vivieron. La imagen,

    tanto visual como escrita, no refleja la realidad, es

    el material con el que la realidad fue construida.

    Un error de la historiografa ha sido considerar

    las imgenes reflejo de realidad. Algo difcil de

    mantener, ni siquiera cuando se da una voluntad

    explcita de reflejar el mundo tal como es. Por

    poner dos ejemplos, ni las pinturas de la escue-

    la holandesa, con sus minuciosas descripciones

    de la vida cotidiana, ni la coleccin de fotografas

    titulada Espejo de los alemanes de August Sander

    de 1929, cuyo objetivo declarado fue hacer un re-

    trato de Alemania en sus individuos tpicos, son

    el reflejo de ninguna realidad sino del imagina-

    rio colectivo que las sociedades holandesas y ale-

    manas, en un momento histrico determinado,

    crearon sobre s mismas.

    La conclusin sobre las posibilidades del uso de

    las imgenes como documento histrica resulta,

    ginario en este autor vase Bronislaw Baczko, Les imaginaires so-

    ciaux. Memoires et espoirs collectifs (Paris: Payot, 1984).

    desde esta perspectiva, bastante extraa. Si que-

    remos saber cmo una sociedad era es muy po-

    sible que el vestigio ms apropiado no sean las

    imgenes sino otro tipo de documentos; pero si

    queremos saber cmo una sociedad se vea a s

    misma y al mundo que la rodeaba, la trama en

    que articulaba sus creencias colectivas, las men-

    talidades que permitan funcionar y legitimar

    determinadas estructuras sociales y polticas, las

    identidades colectivas que hacan a los indivi-

    duos sentirse miembros de una comunidad po-

    ltica o social y, en definitiva, el cmulo de ideas

    preconcebidas y prejuicios morales a partir de

    los que toda sociedad se articula, las imgenes

    se convierten en un vestigio imprescindible y en

    muchos casos nico.

    Uno de los errores de la historia como disciplina

    acadmica, herencia de la voluntad de desencan-

    tamiento del mundo de la tradicin ilustrada, ha

    sido considerar que los hombres viven una rea-

    lidad objetiva; el mundo como es y no en una

    realidad imaginaria, el mundo como es percibi-

    do. Como consecuencia, la tarea del historiador

    ha consistido, de manera general, en descubrir

    esa realidad oculta tras el velo de las apariencias,

    separar la ideologa de la realidad, sin entender

    que el mundo vivido es el imaginado, no el real.

    Las representaciones no son neutras, determinan

    una forma de ver y de imaginar. Es preciso susti-

    tuir la idea, de claras resonancias positivistas, de

    un mundo que est ah, como realidad tangible,

    a la espera de ser descubierto, por la de un pro-

    ceso mediante el cual el mundo es imaginado,

    en sentido estricto dotado de imgenes, hasta

    convertirse en real.

    Pero las imgenes no se limitan a reflejar una vi-

    sin esttica de la sociedad, nos muestran tam-

    bin el cambio, las pugnas que permiten a un

    determinado imaginario social imponerse so-

    bre otro; un conflicto que se dirime tambin, en

    gran parte, en el campo de las imgenes. Ya a fi-

    nales del siglo xviii, Jaucourt, autor del artcu-

    lo Pintura en la Enciclopedia escribi, en todas

    las pocas, los que han gobernado han utiliza-

    do siempre la pintura y la escultura para ins-

    pirar al pueblo los pensamientos apropiados.

    En todas las pocas, y no solo los gobernan-

    tes, se han utilizado las imgenes, y no solo la

    pintura y la escultura, para construir y afianzar

    Memoria32 28 28/06/12 16:23

  • imaginarios polticos que permitan legitimar, o

    cuestionar, la sociedad existente. El fundamen-

    to ltimode toda lucha poltica es la lucha por

    el control de los imaginarios colectivos, por la

    produccin, difusin y consumo de imgenes.

    En este sentido, las imgenes son el vestigio,

    no solo de las sociedades del pasado, sino tam-

    bin de la forma en que estas cambiaron y de

    los avatares que permitieron o impidieron es-

    tos cambios. Podemos seguir a travs de ellas la

    forma en que se construyeron categoras biol-

    gicas como categoras sociales, desde los nios

    a las mujeres; como determinados grupos socia-

    les, por ejemplo los campesinos o los indgenas,

    fueron utilizados como reflejo idealizado de un

    mundo que nunca existi; como el pueblo pasa,

    en los inicios del siglo xix, de una masa desa-

    rrapada y abyecta a ciudadanos conscientes po-

    lticamente; como la nacin se convirti en una

    realidad capaz de explicar y legitimar las accio-

    nes individuales y colectivas, entre otros. Todo

    un universo de imgenes capaces de contarnos,

    si sabemos leerlas, la forma en que las socie-

    dades se fueron construyendo a s mismas y se

    imaginaron. Este quizs sea el gran reto de los

    historiadores en el momento actual, no con-

    tar cmo fueron las sociedades del pasado, sino

    cmo se imaginaron que eran. Objetivo para el

    que las fuentes icnicas no solo son necesarias

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    n Fecha de recepcin: 30 mayo 2011n Fecha de evaluacin: 29 diciembre 2011n Fecha de aprobacin: 31 enero 2012

    Cmo citar este artculoPrez Vejo, Toms. Se puede escribir historia a par-

    tir de imgenes? El historiador y las fuentes icni-

    cas. Memoria y sociedad 16, no. 32 (2012): 11-25.

    Memoria32 30 28/06/12 16:23