Predicación Persuasiva

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Algunas Leyes de la Predicación Persuasiva. AY QUIEN afirma que la predicación tiene poco que ver con las teorías seculares acerca de la persuasión. El filosofo danés Soren Kierkegaard creía que las teorías seculares acerca de la persuasión constituían una aproximación inadecuada a la predicación porque las metas de la retórica y de la predicación son diferentes. Kierkegaard propugnaba su propio enfoque de la predicación, denominado “discurso edificante”. Aunque puede que difieran las metas de la retórica y de la predicación, hay mucho que los predicadores pueden aprenden de las leyes de la persuasión, tanto seculares como espirituales. A veces, tal como explicó Jesús, “los de este mundo, en su trato con los que son como ellos, son más astutos que los que han recibido la luz” (Lucas 16:8). Bertrand Russell dijo en una ocasión: “Lo que es distintivamente humano al nivel más fundamental es la capacidad de persuadir y ser persuadido”. Cualquier predicador que no se percate de cómo las leyes de la persuasión pueden realzar su predicación puede perder una gran oportunidad. Intentamos ejercer influencia de varias maneras. Una forma es el poder, que a menudo conlleva fuerza, amenazas y órdenes. En segundo lugar, puede que procuremos usar la negación, un toma y dame, un intercambio o el regateo. Superior a todos ellos es la persuasión, que conlleva comunicarnos con los demás de una manera que los induzca a pensar o actuar de un modo diferente de forma voluntaria. Dios bendice al predicador que aprende a persuadir. Hay al menos trece leyes de la persuasión que aportan herramientas sustantivas para el ministerio: el ethos, el pathos, el logos, el ágora, la sizigia, la reciprocidad, el contraste, los amigos, la expectativa, la coherencia, la escasez, el poder y el Espíritu. Las primeras cuatro proceden del maravilloso libro de Aristóteles La retórica. Las otras nueve llevan muchos años siendo debatidas por los estudios de la naturaleza de la persuasión. La ley del ethos La ley de los ethos se refiere al carácter del mensajero. Nada puede reemplazar la autoridad moral que se tiene cuando la gente percibe que nuestras palabras están respaldadas por hechos. Todos hemos sido testigos de lo que ocurre cuando un gran predicador pierde su reputación. La bondad atrae y persuade. Edgar Guest lo expresó así: “Preferiría ver tu sermón a oírlo el día que sea”. 1 | Página

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Algunas Leyes de la PredicaciónPersuasiva.

AY QUIEN afirma que la predicación tiene poco que ver con las teorías seculares acerca de la persuasión. El filosofo danés Soren Kierkegaard creía que las teorías seculares acerca de la persuasión constituían una aproximación inadecuada a la predicación porque las metas de la retórica y de la predicación

son diferentes. Kierkegaard propugnaba su propio enfoque de la predicación, denominado “discurso edificante”.

Aunque puede que difieran las metas de la retórica y de la predicación, hay mucho que los predicadores pueden aprenden de las leyes de la persuasión, tanto seculares como espirituales. A veces, tal como explicó Jesús, “los de este mundo, en su trato con los que son como ellos, son más astutos que los que han recibido la luz” (Lucas 16:8).

Bertrand Russell dijo en una ocasión: “Lo que es distintivamente humano al nivel más fundamental es la capacidad de persuadir y ser persuadido”. Cualquier predicador que no se percate de cómo las leyes de la persuasión pueden realzar su predicación puede perder una gran oportunidad.

Intentamos ejercer influencia de varias maneras. Una forma es el poder, que a menudo conlleva fuerza, amenazas y órdenes. En segundo lugar, puede que procuremos usar la negación, un toma y dame, un intercambio o el regateo. Superior a todos ellos es la persuasión, que conlleva comunicarnos con los demás de una manera que los induzca a pensar o actuar de un modo diferente de forma voluntaria. Dios bendice al predicador que aprende a persuadir.

Hay al menos trece leyes de la persuasión que aportan herramientas sustantivas para el ministerio: el ethos, el pathos, el logos, el ágora, la sizigia, la reciprocidad, el contraste, los amigos, la expectativa, la coherencia, la escasez, el poder y el Espíritu. Las primeras cuatro proceden del maravilloso libro de Aristóteles La retórica. Las otras nueve llevan muchos años siendo debatidas por los estudios de la naturaleza de la persuasión.

La ley del ethosLa ley de los ethos se refiere al carácter del mensajero. Nada puede reemplazar la autoridad moral que se tiene cuando la gente percibe que nuestras palabras están respaldadas por hechos. Todos hemos sido testigos de lo que ocurre cuando un gran predicador pierde su reputación. La bondad atrae y persuade. Edgar Guest lo expresó así: “Preferiría ver tu sermón a oírlo el día que sea”.

La ley del pathosEl pathos se refiere a la percepción que el predicador tiene de las motivaciones, sentimientos, y actitudes de su audiencia y de su conocimiento de la misma. Deberíamos conocer a nuestra congregación y ser conscientes del hecho de que hablamos a múltiples sensibilidades. Alguien hizo en una ocasión el comentario de que si se procura hablar en el sermón con corazones quebrantados, nunca faltará gente dispuesta a escuchar.

La ley del logos¿Son lógicos, coherentes y convincentes los argumentos y ademanes de nuestro sermón? Hay demasiados predicadores que se centran en el jugo, olvidando que la buena carne hace su propio jugo. Un logos apropiado significa tener siempre algo sustantivo que comunicar.

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La ley del ágoraEl ágora es un lugar de reunión, especialmente el mercado en la antigua Grecia. El predicador que es consciente del ágora será sensible al local, el entorno, la cultura y el horario de la experiencia del culto. Yo predicaría de una forma distinta de Camp David, residencia para fines de semana de la presidencia estadounidense, de la que lo haría en una reunión normal en una iglesia.

La ley de la sizigiaLa sizigia, palabra usada en astronomía, se refiere al alineamiento esporádico de los cuerpos celestes, como el sol, la luna y la tierra, durante un eclipse. Una de las metas de nuestra persuasión debería ser combinar y equilibrar debidamente elementos persuasivos clave. Por ejemplo, es posible tener un exceso de logos y un ethos deficiente. Puede que se tenga demasiado pathos y no bastante ethos. Los persuasores efectivos alinean debidamente los elementos de la persuasión.

La ley de la reciprocidadEsta ley simplemente afirma que cuando alguien te da algo que se percibe valioso, normalmente respondes con un deseo de devolver algo a cambio. Vi esto en T. D. Jakes’ Potrees House Church (Iglesia de la casa del alfarero de T. D. Jakes) de Dallas, Texas, EE.UU. Cuando tres amigos y yo llegamos al templo, se acercaron a nosotros personas a darnos la bienvenida y preguntaron: “¿Esta es su primera visita?” Respondimos: “Si, en efecto”.Como era la primera vez que estábamos allí, se nos entregó una bolsa de compra llena de cintas de sermones, libros y otras cosas útiles. Luego nos llevaron a unos asientos preferentes y nos saludaron efusivamente de forma pública durante el servicio religioso.¿Cuál fue el efecto? Cuando pasaron el platillo de la colecta, me sentí sumamente generoso. Es más, mi corazón parecía aún más deseoso de recibir el sermón. Implementar de la reciprocidad puede potenciar nuestra predicación y nuestro culto.

La ley del contrasteEsta ley declara que cuando dos cosas son relativamente distintas entre si, las veremos más distintas si se ponen juntas en el tiempo y en el espacio.Por ejemplo, yo quería acudir a un seminario sobre la predicación que me habría costado una parte significativa de mi salario mensual. Sin embargo, el coordinador realizó una oferta irrepetible del video del mismo seminario por aproximadamente la cuarta parte de la cantidad en cuestión. Si hubiesen empezado contándome lo de la oferta del video, el precio me habría parecido muy alto. Pero cuando supe que esta valiosa información estaba disponible por una fracción de lo que habría costado acudir al cursillo, me pareció una ganga. Esto ilustra la ley del contraste. Encuentra maneras de incorporarla en tu predicación y en tus cultos.

Le ley de los amigosCuando alguien nos pide que hagamos algo y creemos que esa persona tiene presentes nuestros mejores intereses, nos motiva a querer atender su petición.Hace muchos años trabajé en una campaña de evangelización con una mujer maravillosa llamada Mildred. Trabajaba de instructora bíblica y ayudaba a las personas a decidirse a bautizarse. Había otras once instructoras bíblicas que también ayudaban, pero noté una diferencia: las personas que iban con Mildred se sentían atraídas por su personalidad extrovertida y afectuosa. Ella las llamaba “mi gente”. Al final de una serie de doce semanas, se bautizaron más de 250 personas. Casi la mitad estaba en la lista de Mildred. Ella empleaba con gran pericia la ley de los amigos.

La ley de la expectativa

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La ley de la expectativa afirma que tendemos a cumplir las expectativas de aquellos en quienes confiamos o a quienes respetamos. Esto lo descubrí recientemente al final de un sermón, cuando hice un llamado para que mis oyentes aceptasen a Jesús. Tras apartarme del púlpito y bajar al nivel inferior, muchas personas vinieron al frente a mi encuentro. El poder de esta ley es una de las razones del efecto placebo. Cuando alguien a quien respetan les da una pastilla de azúcar a los pacientes, estos suelen sentirse mejor, aunque no pueda darse razón médica alguna. Es la ley de la expectativa.

La ley de la coherenciaCuando una persona anuncia que adopta una postura respecto a cualquier punto de vista, tenderá a defender o llevar hasta sus últimas consecuencias ese compromiso en los términos más enérgicos. Esta ley de la coherencia se emplea en la predicación para la evangelización. Cuando las personas firman una tarjeta de compromiso para el bautismo y traen consigo un fardo bautismal con ropa para el servicio religioso, casi siempre llevan a término se decisión.

La ley de la escasezSi la gente piensa que algo que desea escasea, cree que el valor de esa cosa es mayor que si estuviese disponible en abundancia. En las reuniones de evangelización regalamos entradas gratuitas debido al número limitado de asientos. Ocurre que, de repente, las entradas adquieren un valor enorme para los que descubren que no pueden acudir. Como mejor se ilustra esta circunstancia es con el fenómeno de la reventa de entradas a precios abusivos para conciertos y acontecimientos deportivos sin localidades. El precio de la entrada se alimenta de su escasez.

La ley de poderLas personas se sienten atraídas hacia quienes perciben que tienen mayor autoridad, fuerza o pericia. En el Antiguo Testamento, un sacerdote tenía un acuerdo especial que simbolizaba su autoridad. Durante mi carrera en la Armada, descubrí que con cada ascenso y aumento de responsabilidad, las personas respondían de forma más positiva a mi predicación debido al poder que percibían que venía asociado con mi nuevo rango.

La ley del EspírituEsta es la más importante de las leyes. Sin ella, las otras zozobran. El profeta Zacarías se refirió a ella: “Así que el Ángel me dijo: ‘Esta es la palabra del SEÑOR para Zorobabel: No será por la fuerza ni por ningún poder, sino por mi Espíritu –dice el SEÑOR Todopoderoso’” (Zacarías 4:6). El apóstol Pablo aludió a la ley del Espíritu: “Yo mismo, hermanos, cuando fui a anunciarles el testimonio de Dios, no lo hice con gran elocuencia y sabiduría. Me propuse más bien, estando entre ustedes, no saber de cosa alguna, excepto de Jesucristo, y de este crucificado. Es más, me presenté ante ustedes con tanta debilidad que temblaba de miedo. No les hablé ni les prediqué con palabras sabias y elocuentes sino con demostración del poder del Espíritu, para que la fe de ustedes no dependiera de la sabiduría humana sino del poder de Dios” (1 Corintios 2:1-5)Evidentemente, Pablo poseía ethos, pathos, logos, ágora, sizigia y los demás dones de la persuasión. No se apoyó en ellos, sino que confió en la ley del Espíritu. Parecía haber descubierto que únicamente el Espíritu de Dios puede convertir a los pecadores, promover la santidad y consolar al afligido.

El llamado a la humanidad

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Para activar la ley del Espíritu, es preciso que cultivemos primero en espíritu de humildad personal. Pablo lo expresó así a los creyentes de Corinto: “Me presenté ante ustedes con tanta debilidad que temblaba de miedo” (1 Corintios 2:3). Un pastor joven predicaba su sermón inaugural en su nueva iglesia. Tras subir por la escalera que llevaba el púlpito con la cabeza bien alta, se dio cuenta de que llevaba apuntes que no eran para su sermón. Procuró, sin sus notas, dar el mensaje que había preparado, pero fracasó estrepitosamente. Mientras descendía del púlpito, con la mirada fija en el suelo, el pastor novato recibió el saludo de una mujer entrada en años, que le ofreció un consejo sabio: “Hijo”, le dijo con una sonrisa, “si hubieses sabido como bajaste, habría bajado como subiste”.Cultiva un espíritu de humildad personal, pues Proverbios nos recuerda que “a los honores los precede la humildad” (18:12). El Espíritu de Dios se inclina hacia quienes tienen un corazón contrito.

Rechaza el ornatoEl predicador persuasivo que permite que el Espíritu de Dios lo conduzca lo conduzca rechaza lo aparatoso y sensacional. Pablo dijo: “Yo mismo, hermanos, cuando fui a anunciarles el testimonio de Dios, no lo hice con gran elocuencia y sabiduría” (1 Corintios 2:1). Parece que Pablo aprendió en el Areópago (Hechos 17) las limitaciones de la elocuencia. Como Pablo, John Wesley rechazaba lo recargado y aparatoso. La tradición cuenta que le leía sus sermones a su criada y que cambiaba las palabras que ella encontraba difíciles de entender.

Domina un temaEn la película “La guerra de las galaxias”, de George Lucas, durante la persecución por la trinchera de la Estrella de la Muerte, oímos el personaje de Obi-Wan Kenobi decirle a Luke Skywalker que utilice la fuerza. La “fuerza” persuasiva del ministro cristiano es el poder del Calvario para convencer de culpa y persuadir. Por lo tanto, los predicadores deben dominar ese tema concreto, usando con ello la fuerza de la ley del Espíritu. Pablo lo expresó así: “Me propuse más bien, estando entre ustedes, no saber de cosa alguna, excepto de Jesucristo, y de este crucificado” (1 Corintios 2:2).Al gran predicador británico Charles Spurgeon le preguntó en una ocasión un predicador joven: “Señor, ¿cómo puedo mejorar mis sermones?” Spurgeon se detuvo y respondió lentamente: “Hijo, no importa por dónde empieces tu sermón, dirígete lo antes que puedas al Calvario”.El Calvario tiene magnetismo. Jesús dijo: “Pero yo, cuando sea levantado de la tierra, atraeré a todos a mí mismo” (Juan12:32). La predicación cristocéntrica que depende del Espíritu de Dios es la vía que evita los escollos de la manipulación y que se escoge el poder positivo y persuasivo.

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