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Ligia Galvis Ortiz Página 1 14/09/2009 PRESENCIA DE LA FAMILIA EN LAS POLITICAS PÚBLICAS Si hay paz en la Familia hay paz en la Nación Proverbio chino Ligia Galvis Ortiz * Abogada y Filósofa La Complejidad del Tema Es compleja la relación entre la familia y las políticas públicas. El tema impone la revisión de estos dos conceptos. El análisis del primero indaga por la noción de la familia en la sociedad actual, cómo se entiende esta institución en este contexto caracterizado por cambios tan determinantes para la dinámica familiar como la revolución silenciosa protagonizada por las mujeres para el reconocimiento de su dignidad y la titularidad de sus derechos, el reconocimiento de los niños, las niñas y los adolescentes como personas titulares de los derechos humanos. Estas dos transformaciones de la vida social y política del siglo XX nos permiten afirmar que para el siglo XXI, el desafío en este tema es el ingreso de la democracia a la familia. Desde el punto de vista de las políticas públicas, el enfoque de los derechos humanos también invita a la reflexión en torno a su concepción en la democracia representativa y participativa. La participación es un derecho fundamental que interpela a sus titulares a interactuar con el Estado en su calidad de sujetos actores y actoras del desarrollo y de la realización de la gestión pública en función de los intereses individuales y colectivos de la sociedad. Desde esta dimensión, la concepción del Estado y de las políticas públicas se modifica con el ingreso de nuevos actores y actoras partícipes activos en los procesos de elaboración y de gestión de las políticas públicas En síntesis, el tema es cómo se instala la democracia fundada en los derechos humanos en la familia y cómo las políticas públicas intervienen en ese proceso. Pero la familia es una institución problemática, es un concepto difuso que está en tensión permanente con sus componentes individualmente considerados. La cohesión familiar no se rige hoy por la relación dominante-dominado ni en la vida de la pareja ni en la relación con los hijos y las hijas porque este modelo es incompatible con el paradigma de los derechos humanos. Con el reconocimiento de la titularidad universal de los derechos, los miembros de la familia son interlocutores válidos en las relaciones intrafamiliares. Por ello hay que tener en cuenta que la relación de pareja se conforma con personas que son sujetos activos de derechos y, por consiguiente, son libres para la * Docente del Doctorado en Ciencias Sociales, Infancia y Juventud del CINDE y la Universidad de Manizales. Consultora nacional e internacional en derechos humanos, asuntos de familia, derechos de la mujer y de la infancia.

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PRESENCIA DE LA FAMILIA EN LAS POLITICAS PÚBLICAS

Si hay paz en la Familia hay paz en la Nación

Proverbio chino

Ligia Galvis Ortiz* Abogada y Filósofa

La Complejidad del Tema Es compleja la relación entre la familia y las políticas públicas. El tema impone la revisión de estos dos conceptos. El análisis del primero indaga por la noción de la familia en la sociedad actual, cómo se entiende esta institución en este contexto caracterizado por cambios tan determinantes para la dinámica familiar como la revolución silenciosa protagonizada por las mujeres para el reconocimiento de su dignidad y la titularidad de sus derechos, el reconocimiento de los niños, las niñas y los adolescentes como personas titulares de los derechos humanos. Estas dos transformaciones de la vida social y política del siglo XX nos permiten afirmar que para el siglo XXI, el desafío en este tema es el ingreso de la democracia a la familia. Desde el punto de vista de las políticas públicas, el enfoque de los derechos humanos también invita a la reflexión en torno a su concepción en la democracia representativa y participativa. La participación es un derecho fundamental que interpela a sus titulares a interactuar con el Estado en su calidad de sujetos actores y actoras del desarrollo y de la realización de la gestión pública en función de los intereses individuales y colectivos de la sociedad. Desde esta dimensión, la concepción del Estado y de las políticas públicas se modifica con el ingreso de nuevos actores y actoras partícipes activos en los procesos de elaboración y de gestión de las políticas públicas En síntesis, el tema es cómo se instala la democracia fundada en los derechos humanos en la familia y cómo las políticas públicas intervienen en ese proceso. Pero la familia es una institución problemática, es un concepto difuso que está en tensión permanente con sus componentes individualmente considerados. La cohesión familiar no se rige hoy por la relación dominante-dominado ni en la vida de la pareja ni en la relación con los hijos y las hijas porque este modelo es incompatible con el paradigma de los derechos humanos. Con el reconocimiento de la titularidad universal de los derechos, los miembros de la familia son interlocutores válidos en las relaciones intrafamiliares. Por ello hay que tener en cuenta que la relación de pareja se conforma con personas que son sujetos activos de derechos y, por consiguiente, son libres para la

* Docente del Doctorado en Ciencias Sociales, Infancia y Juventud del CINDE y la Universidad de Manizales. Consultora nacional e internacional en derechos humanos, asuntos de familia, derechos de la mujer y de la infancia.

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determinación y orientación de sus acciones y dignas en las expresiones de sus conductas, de sus deseos, de sus esperanzas y de sus proyectos. Por consiguiente, la mujer en la familia es actora en condiciones de igualdad con su pareja y la familia para la mujer debe ser un campo de realización y no el lugar en donde entierra su vida en cumplimiento de los trabajos y responsabilidades del mantenimiento del hogar. Así mismo, los hijos y las hijas no son objetos de amor o de maltrato, no son seres dominados por la voluntad de los padres y de las madres, ellos son personas y como personas, son titulares activas de los derechos humanos e interlocutores válidos en todas las manifestaciones de las relaciones intrafamiliares. Familia y Democracia El reconocimiento de la titularidad de los derechos humanos al interior de las relaciones familiares es el primer momento en el ingreso de la democracia a la familia. La familia compuesta por las personas y sus derechos, modifica las formas de su interacción. Del modelo de relaciones basado en el autoritarismo conyugal y parental, se pasa a un esquema basado en los principios de realización personal de sus miembros individualmente considerados y del grupo, a la participación en igualdad de condiciones de todos sus miembros en la responsabilidad del mantenimiento y cohesión del grupo y al ejercicio de la autoridad democrática. Veamos estos aspectos con detenimiento. La familia es el espacio primario de la convivencia de los seres humanos; es el primer contexto que percibimos y a través del cual configuramos la dimensión colectiva de nuestra personalidad. Esto es que desde el punto de vista de las personas que la integran, la familia es la dimensión social del desarrollo personal; la familia es ámbito, es contexto, es el factor topográfico del desarrollo de la personalidad; pero esta dimensión es compleja, está conformada por todos los factores de nuestra humanidad: los deseos, las pasiones, las esperanzas, los amores, las vocaciones, las tendencias, es el espacio de la ira y del amor, de la conversación espontánea, de la conversación razonada, de la autoridad amorosa, de la conciencia moral inmediata, de las razones prácticas del obrar, del encuentro con el otro en términos de amor o desamor, es el espacio de la comunicación a través de las percepciones, a través de las vivencias. Por todo esto la familia es un espacio formador a partir de las vivencias y de las razones que se guían más por las tonalidades de la ternura y del amor, que por las demostraciones deductivas o inductivas que proponen las diferentes teorías del conocimiento. Por ser la familia ese ámbito inmediato de la conformación de la personalidad, ésta tiene un papel determinante en la formación del sujeto titular de los derechos. Ella es formadora de conciencias libres y autónomas o de conciencias sumisas y autoritarias. El maltrato y la violencia al interior del hogar marcan de manera indeleble la personalidad de quien la sufre y es un factor determinante de sus conductas presentes y futuras. El niño o la niña que padece la violencia física o psicológica de sus padres o de cualquier miembro de su familia es una persona con fuertes incapacidades para asomarse a la vida con dignidad y libertad, por el contrario será una personalidad inclinada a utilizar la fuerza y la violencia para conducir sus relaciones interpersonales. Por

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el contrario, el niño o la niña que percibe en su hogar el reconocimiento y el respeto a la dignidad de la persona, cuando las madres y los padres están atentos a reconocer, orientar y respetar las propuestas de sus hijos, para estimularlos a realizar sus propios proyectos, cuando estamos atentos a cumplir las reglas del juego que los niños y niñas establecen en sus juegos y en sus acuerdos con sus padres y madres, entonces podemos afirmar que el ámbito familiar es un contexto apropiado para la conformación de la conciencia libre y autónoma de los seres humanos. Desde el punto de vista de las personas que forman parte del grupo familiar la familia es un ámbito irremediable, es su primer contexto, el contexto mediador entre la persona y la sociedad. Ahí formamos las primeras vivencias y experiencias de la libertad, o de la dominación, de la dignidad o de la minusvaloración de su propio yo; en fin, en esas primeras interrelaciones experimentamos las vivencias de la felicidad o de la desventura. A partir de estas consideraciones, nos preguntamos entonces cuál es o debe ser la función de la familia en la sociedad actual. Lo primero que debemos reconocer es que la familia es el espacio ineluctable en el cual pasamos los primeros momentos del ciclo vital, las experiencias vividas conforman ese archivo de la historia personal que nos sigue y nos acompaña para el resto de la vida. El archivo que nos hace demócratas o autoritarios. Por ello hoy, que estamos viviendo y conformando la democracia fundada en el paradigma de los derechos humanos, es preciso tener en cuenta que este paradigma hace énfasis en el sujeto de los derechos. Para la democracia contemporánea el sujeto es el eje de su dinámica, pero esta característica tiene que estudiarse con sumo cuidado porque el sujeto de la democracia contemporánea es un sujeto activo, un sujeto con la comprensión y aprehensión de sus derechos y de la responsabilidad que le asiste en la efectividad de la democracia para cumplir sus propios fines. Pero la formación del sujeto de la democracia es un proceso que se inicia justamente en las relaciones primarias que instauramos en el seno de nuestro grupo familiar. Cuando la democracia se lleva en el corazón a través de las vivencias, la práctica política es fluida y coherente. No sucede lo mismo cuando la democracia se aprende con la adquisición de la cédula de ciudadanía y cuando se participa por primera vez en las elecciones para elegir al Presidente de la República o a los miembros del Congreso y las demás corporaciones públicas. Desde el punto de vista de la perspectiva de los derechos, la democracia es una forma de vida y no solamente una práctica política. La práctica política es efectiva cuando la democracia es ante todo un compromiso con nosotros y nosotras mismas y cuando este compromiso no se entiende como una aspiración individual, sino como la conjunción de los anhelos individuales y colectivos. El sujeto de la democracia se forma, en su etapa inicial, en la familia. Pero para que esto se cumpla, es condición indispensable que la democracia se instale en la familia y esto quiere decir, en primer lugar, que se debe superar el modelo autoritario con características patriarcales. Para instalar la democracia en el corazón el mejor camino es ejercerla en todas las relaciones de nuestra vida cotidiana y en particular en nuestras relaciones

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intrafamiliares. Acá, las directivas de la democracia las establece el corazón; la Constitución Política es el referente. El ingreso de la democracia en la familia supone la transformación del modelo de relaciones intrafamiliares y, por consiguiente, la forma de ejercicio de la autoridad al interior del hogar. La autoridad en el hogar y, en general, las relaciones intrafamiliares, es un encuentro entre personas libres e iguales, nadie es objeto de nadie, ninguno de los miembros del grupo familiar tiene derechos sobre cualquiera de sus integrantes. El gran desafío que tenemos como padres y como madres, como esposos o esposas, compañeros o compañeras, es ejercer la autoridad en democracia, es decir, entre sujetos titulares de los derechos, entre interlocutores en un proceso de comunicación intergeneracional que tiene exigencias e inmensas posibilidades. La Autoridad paterna y materna tiene como fin establecer los límites pero también las posibilidades para el desarrollo de la libertad, la autonomía y la responsabilidad; el secreto es hacer de los límites, posibilidades de realización de los proyectos personales de cada uno de sus miembros. En síntesis, la función de la familia en la sociedad actual es formar a sus miembros en la vivencia de la democracia. En este ámbito aprendemos a ser demócratas desde el corazón, desde la dimensión de los afectos pero también desde el equilibrio entre la sensibilidad y la razón. La finalidad de la autoridad en el hogar es mostrar la manera como establecemos el equilibrio entre la sensibilidad y la razón en las relaciones cotidianas y con las concertaciones permanentes que rigen las relaciones interpersonales. Para ello, hay un presupuesto indispensable, que ya enunciamos, que es el conocimiento y la apropiación de esos elementos definitorios de la democracia que son los derechos y libertades fundamentales. La apropiación que las mujeres han hecho de sus derechos ha sido la puerta de entrada en la familia de la democracia fundada en los derechos de todos y de todas. Este factor ha sido fuente de apertura al reconocimiento y respeto a la dignidad de las mujeres. Esta apropiación de los derechos lleva aneja la asunción de responsabilidades económicas al interior del hogar. La autoridad en la familia hoy es compartida entre los padres y las madres pero el modelo sigue siendo autoritario en la mayoría de los hogares colombianos. Por consiguiente, la formación para la vivencia de la democracia es una aspiración y hay que hacer que se vuelva una realidad. Las mujeres aún no se han apropiado integralmente de sus derechos, falta mucho camino por recorrer porque en las ciudades y en los campos las mujeres aún aceptan la sumisión a sus padres, esposos o compañeros, aún de sus hermanos. Los estudios de Profamilia así lo demuestran. Por eso mientras las mujeres no se apropien de la titularidad de sus derechos, la democracia no puede entrar en el hogar. Las mujeres somos el camino real de la democracia en el hogar, pero para ello es necesario que los hombres desciendan del trono del poder patriarcal. Actualmente, el ejercicio de los derechos de las mujeres al interior del hogar es uno de los factores de violencia porque los hombres se resisten a perder el poder que le otorgó el modelo de familia patriarcal. La otra gran transformación que conlleva la superación de ese modelo autoritario, es el reconocimiento de los niños, las niñas y los adolescentes

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como personas titulares activos de sus derechos. Esta es una realidad que plantea los más profundos desafíos al modelo patriarcal y al modelo de Estado y de orden jurídico que tiene como su punto fundamental la teoría de la capacidad para obligarse o para renunciar a las obligaciones. La coherencia con la universalidad en la titularidad de los derechos, obliga al reconocimiento de los derechos desde el punto de vista intergeneracional. En todos los momentos del ciclo vital los seres humanos ejercen sus derechos. Es preciso reconocer los mundos, los sentidos y lenguajes con que nos expresamos en cada uno de los momentos del ciclo vital y a partir de ese pluralismo orientar las relaciones interpersonales y la comunicación entre los padres y madres y los hijos e hijas. Estas son las nuevas realidades que comprometen a la familia y a sus integrantes. Son justamente las personas titulares de los derechos las que hacen del ámbito familiar un espacio democrático o autoritario. Por ello, desde el punto de vista de los sujetos, la familia es un tejido de relaciones entre seres igualmente dignos, igualmente libres, igualmente autónomos. ¿Cómo damos curso a relaciones intrafamiliares entre iguales? ¿Cómo ejercemos autoridad entre iguales? ¿Cómo formamos a nuestros hijos e hijas en las vivencias de la democracia? ¿Cómo hacemos de la familia un espacio democrático? Estos son los desafíos que tenemos como miembros del grupo familiar, como agentes del Estado y como dirigentes y líderes sociales en el orden privado. La Familia Sujeto Colectivo en la Paradigma de los Derechos Para aproximarnos al tema que nos convoca este evento, la familia y las políticas públicas, es pertinente mirar la relación Familia-Estado. En esta perspectiva la categoría familia es la manifestación de un conjunto de personas, no es la institución en sí misma, que, para existir, oculta a sus integrantes. La familia está presente en los tratados internacionales de derechos humanos; los tres instrumentos internacionales vinculantes que nos rigen1se refieren a ella como el elemento natural y fundamental de la sociedad; en esta calidad debe recibir la protección del Estado y de la sociedad. No hay una definición o caracterización determinada clara de familia en esos convenios internacionales. En el ordenamiento jurídico nacional se la considera como una institución un ente específico que despliega su presencia en el orden privado. Es la unidad doméstica en la cual se ejerce la autoridad paterna y materna de acuerdo con los lineamientos establecidos en la Constitución y en las leyes. Se regula su constitución, sus efectos y las relaciones entre sus miembros. Pero desde el punto de vista de las políticas públicas qué es la familia. Más que institución del orden jurídico, frente a las políticas públicas, la familia tiene la calidad de un sujeto colectivo. Pero esta noción tiene aspectos complejos en su consideración. Los países denominados desarrollados no aceptaban la idea de los derechos colectivos y menos aún la de sujetos colectivos. Estas nociones se reivindican desde los países del denominado tercer mundo especialmente para reclamar 1 Pacto Internacional de los Derechos Civiles y Políticos. Pacto Internacionales de los Derechos Económicos, Sociales y Culturales y Convención Americana sobre Derechos Humanos. Pacto de San José.

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los derechos de grupos como los pueblos indígenas, los afrodescendientes, las mujeres, los pueblos rom, y se va extendiendo a sujetos específicos como las minorías étnicas, los niños y las niñas, los refugiados, los trabajadores migratorios, los discapacitados, etc. A partir de la Conferencia Mundial de Derechos Humanos de l993, la idea de los derechos colectivos y por ende de los sujetos colectivos quedó aceptada en su Declaración y Programa de Acción. El derecho colectivo por excelencia es le derecho al desarrollo ratificado como derecho humanos inalienable en esa misma Declaración; están también los derechos al medio ambiente y el derecho a la paz, los derechos individuales que se ejercen colectivamente como la libertad de asociación. El reconocimiento de los derechos colectivos nos lleva a la cuestión de los sujetos titulares de los mismos. La existencia de un derecho reclama la presencia del sujeto que lo ejerce y que lo exige, en consecuencia es pertinente preguntarnos si la familia tiene esta calidad y frente a qué derechos. Como ya lo afirmamos, en relación con las personas que conforman el grupo, la familia es el ámbito de realización de sus derechos, pero frente a la sociedad y el Estado, y ante las políticas públicas, la familia es un sujeto colectivo. Esto quiere decir que la familia es una entidad reclamante y destinataria de la gestión pública. Reclama lo que se desprende de los intereses del grupo, es decir de la conjunción, mas no la suma, de las pretensiones individuales que llegan a conformar la identidad como grupo familiar. El desarrollo es una aspiración colectiva del grupo familiar, de los padres porque su gestión conduce a generar las condiciones para asegurar que los niños y las niñas vivan la infancia, vivan la adolescencia y asuman su adultez con libertad y autonomía. Los niños y las niñas porque es en la familia en donde despliegan su curiosidad, realizan sus encuentros y descubrimientos del mundo, las mujeres porque también reclaman sus derechos y garantizan los de sus hijos e hijas, los hombres porque también garantizan y respetan derechos pero también reivindican sus propios derechos. En la familia se recogen todos estos intereses los cuales se plasman en el denominado derecho al desarrollo. Para atender a todos estos intereses en una dimensión identitaria hablamos de la familia. Pero la familia como sujeto colectivo es una entidad que exalta los derechos de sus miembros, no los oculta. En consecuencia, la familia es sujeto colectivo para reivindicar los derechos de sus miembros, tanto desde el punto de vista individual como colectivo. La calidad de sujeto colectivo también es pertinente para configurar las responsabilidades que le competen como agente corresponsable en la garantía de los derechos. Todo ello hace de la familia un interlocutor válido en el proceso de participación, es la vocera en la definición de las políticas públicas y la destinataria de los programas y proyectos que le permitirán cumplir con sus funciones y su finalidad en la sociedad actual. En síntesis, la familia es el espacio en donde se realiza la formación de las vivencias de la democracia. La Familia y las Políticas Públicas Desde el punto de vista del paradigma de los derechos, y en su calidad de sujeto colectivo, la familia es sujeto activo de las políticas públicas y, por

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consiguiente, forma parte del cuerpo institucional. La democracia participativa es una de las características del Estado Social de Derecho, y por ello, la participación forma parte de los derechos fundamentales. La participación como derecho fundamental es el eje de la dinámica de la democracia. Esto supone que en la realización de la gestión pública, los actores forman parte tanto del Estado como de la sociedad civil. Por esta razón, en la democracia participativa el cuerpo institucional, es decir, el cuerpo responsable de la gestión y la realización de los fines del Estado comprende a las personas individualmente consideradas, a la sociedad a través de sus organizaciones, y al Estado. Desde el punto de vista de los fines, la gestión pública y las políticas tienen un referente que el Estado Social de Derecho y no se puede perder de vista que su referente es el paradigma de los derechos. Entonces, la finalidad de las políticas públicas será la realización de los derechos humanos de todas las personas sin distinciones de ninguna naturaleza. La carencia de recursos no es excusa que el Estado garantice las condiciones necesarias para alcanzar la igualdad, la justicia social y la libertad de todas las personas y grupos es todas las expresiones de la diversidad social y cultural. En las democracias fundadas en la vigencia de los derechos humanos, el catálogo consagrado en los instrumentos internacionales y en las Constituciones nacionales -los derechos económicos, sociales, culturales, civiles y políticos- conforma el marco de las políticas y el eje de los planes de desarrollo. En esta perspectiva las políticas públicas se entienden como el medio a través del cual el Estado y la Sociedad Civil cumplen los compromisos adquiridos con sus ciudadanos y ciudadanas, en todos los momentos del ciclo vital, y con la comunidad internacional a través de la ratificación de los convenios internacionales de derechos humanos. El profesor André-Noel Roth, define las políticas públicas así: “Un conjunto conformado por uno o varios objetivos colectivos considerados necesarios o deseables, de medios y acciones que son tratados, por lo menos parcialmente, por una organización u organización gubernamental con la finalidad de orientar el comportamiento de actores individuales o colectivos para modificar una situación percibida como insatisfactoria o problemática.”2 Los objetivos comunes son los derechos humanos individuales y colectivos no son simplemente deseables porque los compromisos de los Estados son de obligatorio cumplimiento. Por lo tanto, si se piensa en políticas públicas desde la perspectiva de los derechos, los objetivos no pueden ser simplemente deseables. Pueden ser escalonados en sus metas y coberturas, pero solamente por razón de los recursos para ejecutarlas. Las metas cumplidas tienen que ser sostenibles para asegurar su permanencia para así alcanzar las coberturas totales en la realización de los derechos. Así mismo, las políticas públicas no son exclusivas del Estado, también es preciso tener en cuenta el pluralismo en la determinación de los agentes responsables de su elaboración, ejecución, seguimiento y elaboración. Dos consideraciones le dan fundamento a esta afirmación. En primer lugar, la dinámica de la democracia participativa pone en marcha la interlocución entre el individuo, la sociedad y el Estado cuyo

2 Noel D. André-Noël. Discurso sin Compromiso. La Política Pública de Derechos Humanos en Colombia. Ediciones Aurora. Bogotá. 2006. Pg. 66.

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objetivo no es la simple escucha para la determinación de necesidades; los seres humanos de manera individual y colectiva son actores activos y pro-activos en la elaboración y ejecución de las políticas, así como en su seguimiento y control. La participación ciudadana en este campo, es la expresión más clara de su poder y por ello el ámbito de las políticas públicas, sus actores y sus objetivos parten y llegan a las personas, a sus organizaciones y por supuesto a las familias. En segundo lugar, el principio de corresponsabilidad en la vigencia de los derechos, recae en tres agentes: la familia, la sociedad y el Estado. En el derecho internacional el Estado es sujeto de derecho; en el orden interno es persona jurídica y por consiguiente sujeto de derechos y obligaciones. La familia es un sujeto difuso. Se interpela a la familia cuando se detectan disfunciones importantes en alguno o algunos de sus integrantes; en estos casos se apela a la familia para establecer responsabilidades, para hacer el diagnóstico de las violencias que la afectan: se puede afirmar que la familia es sujeto actor de las disfunciones que afectan al grupo familiar. En la actualidad se la interpela también como agente de responsabilidad; es la familia el sujeto responsable de la vigencia de los derechos de quienes la integran; pero para cumplir estas responsabilidades también tiene que ser considerada como sujeto activo de las políticas. De esta manera, la familia hace valer los intereses del colectivo en torno a los derechos colectivos, como el derecho al desarrollo, al medio ambiente, a la paz, son derechos que hacen posible la realización de todo el grupo desde el punto de vista del crecimiento personal, de la formación del sujeto democrático y en última instancia para la realización del más fundamental de los fines de la humanidad que es la felicidad. Esta es la búsqueda perenne de los seres humanos. En el paradigma de los derechos las personas, las familias, las organizaciones, los grupos y los pueblos son actores y actoras, responsables y beneficiarios de las políticas públicas. Es así como la familia tiene esa compleja dimensión de ámbito de realización de los derechos de sus miembros individualmente considerados, y de sujeto colectivo titular de los derechos colectivos, pero esta titularidad no puede ocultar la titularidad la titularidad personal de los derechos. Las mujeres, las niñas, los niños y los adolescentes son titulares y ejercen activamente sus derechos en todos los escenarios de la vida individual, social y política y en todas las circunstancias. Como puede apreciarse, el paradigma de los derechos transforma todos los hilos de la institucionalidad. Inyecta de energía a la democracia porque interpela a todos los miembros de la sociedad, porque transforma su estructura institucional, porque interpela los modelos económicos y políticos y al orden jurídico. Los modelos económicos tienen su razón de ser cuando su finalidad es la realización de los derechos individuales y colectivos de la gente. Cuando los modelos políticos propenden por el fortalecimiento personal y colectivo de todos los miembros de la comunidad se puede afirmar que vivimos en la democracia fundada en los derechos. El orden jurídico ya no es una razón de ser en sí misma. Orden jurídico y políticas públicas conforman una unidad interrelacionada que garantiza la eficacia de las decisiones judiciales y la legitimidad de las políticas.

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En este orden de ideas, las políticas sectoriales o poblacionales son un medio para alcanzar la igualdad social; pero no pueden ser una estrategia permanente de realización de los derechos de los grupos aislados porque de esta manera se fomenta la exclusión y el asistencialismo. Igualmente, no es pertinente formular las políticas públicas con categorías negativas. En la perspectiva de los derechos la formulación de las políticas tiene que partir del conocimiento del contexto, de la claridad en la formulación de los intereses de los implicados que son ante todo sujetos titulares y en ejercicio activo de los derechos; entonces, los objetivos se expresan en función de la realización de la igualdad y la justicia social y no como paliativos a la pobreza y a la desigualdad. Para alcanzar la justicia social hablamos de igualdad de oportunidades, de redistribución de los recursos, de garantía de ingresos adecuados para la realización autónoma de los derechos en el hogar y en la sociedad, de fortalecimiento de las destrezas para la autosuficiencia en la realización del derecho al desarrollo. Los subsidios solo tienen cabida en la medida en que sean capital semilla para la realización de proyectos productivos que estimulen el crecimiento personal y colectivo de las familias, para formar a los niños, niñas y adolescentes en las vivencias de la democracia, para consolidar el desarrollo de la personalidad para la autonomía y la libertad de las personas, de los pueblos y de los Estados. En días pasados inauguré una clase de familia, sociedad y Estado en las políticas públicas con una pregunta radical: ¿estarían dispuestos a formular una política pública de familia que tenga como objetivo general la felicidad de todos sus integrantes? Quiero concluir esta ponencia con la misma inquietud. ¿Estamos dispuestos todos y todas a formular la política pública cuyo fin sea la búsqueda de la felicidad de las personas, los grupos y los pueblos? Esta sería una verdadera política de inclusión y de realización y de puesta en marcha del paradigma de los derechos humanos. Bogotá, Agosto 27 de 2009