Psicología clínica cognitiva (Anormalidad)

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CIENCIA COGNITIVA Material del curso: Ciencia Cognitiva y Psicología Cognitiva Departamento de Ciencias Sociales Facultad de Psicología 2011 Andrés M., Ponce Docente La anormalidad El concepto de anormalidad se adentra en el enfrentamiento de dos polaridades: lo normal y lo anormal. Teniendo en cuenta este señalamiento, el diccionario de la Real Academia Española RAE- (2011), define en primera medida norma, como una regla que se debe seguir; por tanto, normal, denota la acción que está conforme a la regla; siendo más exactos, es cuando algo se acomoda a la naturaleza, es decir, se adapta, actúa o se usa debidamente y cuando por su frecuencia, no produce extrañeza. Mientras que anormal simplemente se define como lo contrario. Asimilando entonces este concepto de frecuencia, Brainsky (1986), parece acertar en algo significativo y es que, debido a aquella repetición de sucesos que hacen que algo sea normal, el concepto de norma se hace relativo debido a que solo sería posible medirlo en un contexto histórico que abarque un espacio y un tiempo específicos. Es decir, lo que es normal en el tiempo presente, pudo ser anormal en tiempo pasado o como pasa en las culturas momentáneas, lo que es aceptado en un lugar, no lo es en otro. Así pues, el concepto de anormalidad es un poco complejo, para lograr entenderlo, no solo se ha estudiado desde aquella polaridad a la que hacemos referencia, sino que ha habido distintas focalizaciones desde donde se han observado dichas problemáticas. Criterios de anormalidad El concepto de normalidad, de acuerdo a Brainski (1986), se ha analizado teniendo en cuenta diferentes criterios: El criterio estadístico: El criterio estadístico de la anormalidad se encuentra fundamentado en la frecuencia de una acción, es decir, la conducta que cumpla con el más alto porcentaje de acción, se convierte en norma. Para Curtis (1971), en el criterio estadístico, planteado también por

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CIENCIA COGNITIVA

Material del curso: Ciencia Cognitiva y Psicología Cognitiva Departamento de Ciencias Sociales

Facultad de Psicología 2011

Andrés M., Ponce

Docente

La anormalidad El concepto de anormalidad se adentra en el enfrentamiento de dos polaridades: lo normal y lo anormal. Teniendo en cuenta este señalamiento, el diccionario de la Real Academia Española –RAE- (2011), define en primera medida norma, como una regla que se debe seguir; por tanto, normal, denota la acción que está conforme a la regla; siendo más exactos, es cuando algo se acomoda a la naturaleza, es decir, se adapta, actúa o se usa debidamente y cuando por su frecuencia, no produce extrañeza. Mientras que anormal simplemente se define como lo contrario. Asimilando entonces este concepto de frecuencia, Brainsky (1986), parece acertar en algo significativo y es que, debido a aquella repetición de sucesos que hacen que algo sea normal, el concepto de norma se hace relativo debido a que solo sería posible medirlo en un contexto histórico que abarque un espacio y un tiempo específicos. Es decir, lo que es normal en el tiempo presente, pudo ser anormal en tiempo pasado o como pasa en las culturas momentáneas, lo que es aceptado en un lugar, no lo es en otro. Así pues, el concepto de anormalidad es un poco complejo, para lograr entenderlo, no solo se ha estudiado desde aquella polaridad a la que hacemos referencia, sino que ha habido distintas focalizaciones desde donde se han observado dichas problemáticas. Criterios de anormalidad El concepto de normalidad, de acuerdo a Brainski (1986), se ha analizado teniendo en cuenta diferentes criterios: El criterio estadístico: El criterio estadístico de la anormalidad se encuentra fundamentado en la frecuencia de una acción, es decir, la conducta que cumpla con el más alto porcentaje de acción, se convierte en norma. Para Curtis (1971), en el criterio estadístico, planteado también por

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Brainski (1986), se define el concepto de normalidad como la situación en donde la mayoría de los casos se agrupan alrededor de una media estadística; la tendencia hacia los extremos de la media sería lo catalogado como anormal. El criterio estadístico implicaría así que un comportamiento sea socialmente visible para poder tener un marcador significativo. Entonces, desde el punto de vista social, las minorías son catalogadas como anormales, puesto que las mayorías logran establecerse como “statuo Quo”. Aquí se introduce el estudio de la epidemiología, que Mahon y Pugh (1970), citados por (Baumann y Pérez, 1994), la definen a partir de dos conceptos. El primero, Prevalencia, que hace referencia al número total de casos de enfermedad que se dan en una población definida en un instante determinado o un periodo, el segundo, incidencia, que hace referencia a la reaparición de una enfermedad dentro de un determinado espacio de tiempo. El criterio normativo: El criterio normativo se encuentra basado en juicios de valor, en algunos casos, son expertos los que valoran y sopesan los límites. Para Gale (1990), por ejemplo, lo funcional o normal responde a juicios de valor acerca de cómo debe vivir la gente y de cómo debe ser su interacción. Lo que se salga de estos juicios de valor, son considerados como disfuncionales o anormales. El criterio adaptativo: El criterio adaptativo se fundamenta en la capacidad del ser humano para equilibrar su mundo interno y externo. Para Holgin y Whitbourne (2003), la anormalidad se observa desde cuatro maneras, las cuales pueden tener coincidencia con los criterios de trastorno: - Como perturbación: experiencia intensa de dolor - Como deterioro: la perturbación reduce de manera intensa la habilidad de la persona para funcionar. - Riesgo para los demás y para sí mismo: peligrosas amenazas para le bienestar de una persona. - Conducta social y cultura inaceptable: conducta fuera de las normas del contexto social y cultural donde sucede. Así, la anormalidad, en relación con el criterio adaptativo, según Holguin y Whitbourne (2003), tiene causas biológicas, psicológicas y socioculturales, causadas por situaciones en relación con el contexto social.

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Teoremas sobre anormalidad Barclay (1985), sostiene que la palabra anormal significa que la conducta es diferente, rara o desviada, es decir, cuando el comportamiento no se ajusta a las normas culturales. Pero especifica qué no todas las conductas de este tipo pueden recibir el calificativo de anormal, únicamente aquellas que se acompañan además de malestar subjetivo y que suponen una deficiencia psíquica como incapacidad de llevar una vida sana. Así, una conducta se podrá juzgar como rara, solamente cuando se le examine dentro del contexto de una situación determinada. En las formas extremas de conducta anormal, como lo sostiene Barclay (1985), el individuo muestra una perturbación muy grave, sufre un fuerte malestar subjetivo y su inadecuación cultural produce gran terror o repulsión en los demás. Para Sarason (1993), las conductas anormales se fundamentan en fallas de la adaptación que comprenden el equilibrio entre lo que la gente hace y desea hacer por un lado, y lo que el ambiente requiere por el otro lado. Según Sarason (1993), la adaptación se refiere a la supervivencia de las especies, en tanto que el término ajuste se refiere al dominio individual del ambiente y la sensación de estar en paz consigo mismo. Descubrir la conducta como desadaptativa implica que existe un problema; también se sugiere que ya sea la vulnerabilidad del individuo, su incapacidad para el afrontamiento o el estrés excepcional en el ambiente son características que llevan a la anormalidad, provocando los problemas para vivir. Así, la infelicidad personal, las preocupaciones de los demás por el propio comportamiento, los problemas legales y los problemas con la comunidad, se convierten en desadaptativos y por tanto anormales. En cuanto a las características propias para la terapia de la anormalidad, se considera que un pensamiento racional es el que encuentra la forma de adaptación personal y el irracional es el que conduce a la desadaptación (Sarason, 1993) Como lo refieren Millon y Everly (1994), en cuanto a personalidad, hay tres criterios que apuntan hacia la presencia de un patrón de personalidad anormal: - Inflexibilidad adaptativa: Tendencia consistente del individuo a relacionarse consigo mismo y enfrentarse al ambiente a través de estrategias inapropiadamente rígidas y aplicadas uniformemente que a su vez inhibe un amplio repertorio de estrategias de afrontamiento, y es tanto, que la persona intenta cambiar las condiciones ambientales. - Tendencia a fomentar círculos viciosos:

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Aunque todo individuo busca refuerzos y evita el castigo, el mismo individuo pone en marcha conductas autofrustrantes que intensifican las dificultades preexistentes. - Estabilidad lábil: Hay patrones de personalidad frágiles y poco elásticos en condiciones de presión ambiental. En estos patrones, los conflictos no resueltos tienden a volver a emerger, no se controlan adecuadamente las emociones y del mismo modo se lleva a percepciones subjetivas y distorsionadas de la realidad. Anormalidad y trastorno Para Myers (1995) un trastorno se define como contenedor de formas de conductas atípicas, perturbadoras e inadaptadas. Adentrándose entonces en los términos de trastorno y problema en relación con lo anormal; los trastornos mentales se han definido de diversas maneras (APA, 2000): como malestar, descontrol, limitación, incapacidad, inflexibilidad, irracionalidad, patrón sindrómico, etiología y desviación estadística. Un trastorno entonces se define como un síndrome, patrón comportamental o psicológico de significación clínica, que aparece asociado a un malestar, discapacidad en áreas de funcionamiento o riesgo significativamente aumentado de sufrirlo, no siendo una respuesta cultural a un acontecimiento particular, no incluyendo el comportamiento grupal o social, pueden ser crónicos o transitorios (Introducción DSM IV-TR, P.29). En el caso de los trastornos de personalidad, estos son definidos como patrones permanentes e inflexibles de experiencia interna y de comportamiento que se aparta acusadamente de las expectativas de la cultura del sujeto, es estable a lo largo del tiempo y comporta malestar o perjuicios para el mismo (DSM-IV TR, P.765). Así, un trastorno sea adaptativo, de personalidad o de otra índole, también puede verse como la dificultad para resistir un impulso, motivación o tentación de llevar a cabo un acto perjudicial para la persona o para los demás, donde el individuo percibe una sensación de tensión o activación interna de cometer un acto, como sucede en los trastornos del control de impulsos DSM-IV TR, P.741), o complejamente, puede ser causa de alteraciones de las funciones integradoras de la conciencia haciendo referencia a la identidad, memoria, percepción del entorno, entre otros procesos como la emoción y el pensamiento. Creencias y pensamientos anormales Las creencias disfuncionales típicas y las estrategias mal adaptadas que se expresan en trastornos de la personalidad, hacen a los individuos sensibles a experiencias vitales que inciden en su vulnerabilidad cognitiva. La vulnerabilidad cognitiva se basa en creencias extremas, rígidas e imperativas; esas creencias disfuncionales se originan en la interacción

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de la predisposición genética de los individuos con su exposición a influencias indeseables de otras personas y a factores traumáticos específicos (Beck y Freeman, 1995: 56). BIBLIOGRAFIA Asociación Psiquiátrica Americana APA- (2000) Manual Diagnóstico y estadístico de los

trastornos Mentales (DSM-IV TR). España: Masson, 2001 1049 p. Baumann, U. y Perrez M. (1994)Manual de psicología clínica. Barcelona: Herder, 1104 p. Barclay, M. (1985) Psicología anormal. México: Interamericano, 609p. Beck y Freeman (1995) Terapia cognitiva de los trastornos de personalidad. 1 ed. Paidos,

Barcelona, 545 p. Carroll A.H. (1975)Higiene mental. México: ed. Continental, 415 p. Curtis H. J. (1971) Psicología social. Barcelona: Martínez Roca, 477p. Franco C.G (1986) La salud mental en la promoción de la familia. Medellín: SENA, 93 p. Gake A. (1990) Psicología y problemas sociales. México limusa, 406 p. Holgin P. R. y Whitbourne K. S.(2003) Psicología de la anormalidad. México: Mc Graw Hill,

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p. Mustard S. H. (1965) Introducción al a salud pública. México: Fourier, 304 p. Myers G.D. (1995) Psicología de la anormalidad. España: Panam, 655 p.