Raquel C. Bozzolo - Los vínculos y la producción histórica de subjetividades

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Los vínculos y la producciónhistórica de subjetividades (*)

Raquel C. Bozzolo (**)

En el presente artículo intentamos pensar acerca de lanoción de vínculo, y la noción de modos de subjetivación.Ambas circulan entre los profesionales “psi”, como intentosde pensar las relaciones del sujeto con su cultura. Esta pre-ocupación parece aumentar en la medida en que numerosassignificaciones sociales que fundaron el mundo moderno yhabitaron nuestros saberes, muestran importantes alteracio-nes. Dado que tales significaciones constituían un cierto mar-co de certezas compartidas, encontramos verdaderas crisisde desapuntalamiento en nuestras prácticas y enunciados,que nos exigen revisar algunos desarrollos básicos.

Tanto la noción de vínculo como la de modo histórico desubjetivación han sido formuladas en diferentes campos deproducción teórica: el psicoanálisis y aquel que bajo diferen-tes nombres se ha dado en llamar el “campo de problemas dela subjetividad”1. Antes de la consumación de un casamiento

(*) Este trabajo presenta los contenidos expuestos en la Clase pública yde oposición correspondiente al concurso para el cargo de ProfesorTitular de la Cátedra de Psicología Social, en la Facultad de Humani-dades y Ciencias de la Educación de la Universidad Nacional de laPlata, en junio de 1999.

(**) Psicóloga Clínica, miembro adherente de la A.A.P.P.G.Paraguay 5074 (1425) Bs. As. ArgentinaTel: 4772-1477 - E-mail: [email protected]

1 Dicha denominación, que nos resulta de utilidad, corresponde en elámbito académico de la U.B.A., a Ana Fernández, que titula el “Pro-

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apresurado2, corresponde la caución de pensarlos en susdiferencias.

Los problemas de la subjetividad, constituyen un campo dereflexión que intenta pensar las “formas de existencia” de lossujetos, las modalidades del “ser sujeto” de una cultura dada,producidas por ciertas prácticas sociales conformadas comodispositivos. Suscribimos al uso del término “campo”, definidocomo aquel espacio o territorio simbólico caracterizado porun capital (simbólico) común y por la lucha (fuerzas en pug-na) por su apropiación. Como dice Bourdieu, en estos cam-pos siempre hay “algo en juego y gente dispuesta a jugar”.(Bourdieu, 1990)

El campo de la subjetividad, es concebido en otro momen-to de la producción del pensamiento que aquel de la inven-ción del psicoanálisis. Al ser caracterizado como complejo(aludiendo así no a las dificultades que presenta, sino a laepisteme con que se piensa), exige un abordaje transdiscipli-nario; es decir, un abordaje tal que se anime a enfrentar losimpensables de cada saber disciplinario que pretende jugaren ese campo. La episteme de la complejidad, ha sido postu-lada, entre otros, por Edgard Morin, para aquellos fenómenosque no pueden ser pensados solamente desde un cuerpo desaber, por constituir lo que este autor denomina sistemasabiertos. En esta concepción esa abertura es la que posibilitala transformación que incluye necesariamente el tiempo, esdecir la historia, el devenir (Morin, 1994).

En este marco de problemas, nos preguntamos si las no-ciones de vínculo y subjetividad son articulables, si resultancontradictorias y si requieren de cierta refundación de sussentidos.

Es probable que no podamos responder a este interrogan-

grama de actualización” destinado a graduados universitarios en elárea de interdisciplina como “Programa de actualización en el campode los problemas de la subjetividad”.

2 Utilizamos la expresión usada por René Loureau, en ocasión delEncuentro “Espacio Institucional”, en Bs.As. en el año 1991, paraadvertir sobre ciertos intentos de articulación de Análisis Institucionaly Psicoanálisis.

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te, y tampoco es éste el objetivo de este trabajo, pero lainterrogación será la guía para ir elucidando algunos proble-mas generados por debates actuales, cuando se usan enforma abusiva y naturalizada, tanto nociones provenientesdel psicoanálisis como otras, postuladas por el llamado pen-samiento contemporáneo. Veremos cómo esta preocupaciónha producido posicionamientos que se inscriben en la pugnapor los sentidos (Grüner, 1995) que atraviesa cualquier saber.

Dentro del pensamiento contemporáneo, más precisamen-te de la teoría social, éstos constituyen verdaderas corrientesen la historia de las ideas. Se ha generado en la actualidad lanecesidad de otras formas del pensar, dado que la crisis delos saberes no sólo implica la de sus contenidos teóricos sinotambién la de los procedimientos con que éstos fueron pen-sados (Lewkowicz, 1998). La episteme que hegemonizó lossaberes modernos en occidente, es una episteme “de lo uno”,que identifica, que piensa solamente lo que es uno (“lo que noes un ser, no es un ser” (Leibnitz). Así se pensó por separa-do lo que intentó luego vincular: por un lado al individuo, porel otro a la sociedad, quedando formulada una verdaderaantinomia. (Fernández, 1989) Dicha episteme, al pensar alindividuo como “uno”, lo piensa al mismo tiempo indiviso y deuna única manera de ser. Lo distinto no es pensable más queen términos de jerarquía (Fernández, 1993). Esta manera depensar lo uno y lo diverso, ha sido reformulada por GilesDeleuze, quien retoma una pugna filosófica de la antigüedad,y encuentra en el pensamiento presocrático una concepciónde la diversidad que se opone al mito unificante de lo uno. Enla frase de Lucrecio: “Lo ‘uno’ es una manía del espíritu, en lanaturaleza reina la diversidad.” Queda expuesta esta tesisque hoy retoma fuerza en función de pensar las transforma-ciones y las diversidades del “ser”. (Deleuze, 1989)

El pensamiento dialéctico replanteó la cuestión en térmi-nos de oposición y de contradicción, y ello significó un impor-tante aporte a la teoría del conocimiento y a la comprensiónde los procesos históricos. Los diferentes lugares, otorgadospor la dialéctica, no parecen agotar las diversas formas derelación entre los términos de una situación. El pensamientode Enrique Pichon-Rivière en la Argentina constituyó unademarcación del campo de una Psicología Social que él fun-

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daba en una “epistemología convergente” que, sumando alpsicoanálisis los aportes de la fenomenología, reformulabaen términos dialécticos los procesos grupales (empresa yacomenzada por Sartre y retomada por Lapassade).

Al rastrear en la fundación de la Psicología Social, vemoscomo Serge Moscovici intenta salvar la antinomia entre elsujeto y su sociedad, sin caer en un planteo reduccionista. Merefiero al triángulo con que graficaba la relación ternaria entreel alter, el ego y el alter-ego. En el marco de la producciónteórica que nos interesa, no agrega demasiado y solamentelogra superar la antinomia Individuo-Sociedad en la formali-dad del esquema. (Moscovici, 1991) Su posterior análisispsicosocial del psicoanálisis, es un ejemplo interesante de losalcances de su enfoque. No nos vamos a detener en esteintento de articulación, pero interesa recordar aquí algunasde estas producciones que intentaron la articulación entresujeto, grupo y cultura, ya que es posible inscribir en esoslinajes algunas de las reflexiones del presente.

La presencia activa de esas herencias, necesita ser revisa-da para visibilizar tanto lo que nos posibilitan como lo que noslimitan, los alcances y las fronteras a que nos han conducido.Nos vamos a dedicar luego a la problemática de los modos desubjetivación, como una otra manera de aproximarse al pro-blema. Esta representa, a nuestro criterio, un nuevo intentode enfrentar, en una perspectiva superadora, la antinomiaindividuo-sociedad, sin pretender su reducción explicativa aun solo orden de determinación, que quede sustancializado yse constituya en el fundamento. Al mismo tiempo, se constitu-ye en una apuesta a la aventura de pensar lo diverso, loradicalmente nuevo. No podemos afirmar que lo logre, pero alretomar las preguntas iniciales, pensándolas de otro modo,renueva la oportunidad de reflexión elucidatoria.

El tema que me convoca implica no sólo ideas o represen-taciones, desgajadas de su carnadura. Está animada por lapreocupación por entender los complejos procesos de trans-formación de agrupamientos e instituciones, que conformanla sociedad en que nos toca vivir e intervenir. Es por lo tanto,además de teórica, una reflexión a la vez ética y política. Estaafirmación inicial es una petición de principios para desmarcar

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nuestra búsqueda del eclecticismo posmoderno, que conllevacierta resignación paralizante.

3 En los aportes del estructuralismo vuelve a formularse este plus del

Los vínculos y los lazos sociales

Haremos un breve repaso del significado de un términoclásico en nuestro campo: el de “lazo social”. Su utilización enla actualidad se ha hecho abusiva, y en muchas ocasiones nomuy rigurosa. Dependerá de quién, y en qué contexto dereferencia es incluido, que se enfatice lo social, lo colectivo, loprescriptivo, lo solidario (en un sentido valorativo) o lo psíqui-co, lo libidinal, lo identificante, lo deseante, o lo alienante.

Lo social aparece formulado como “más que la suma delas partes”. Esta fue la visibilidad mayor que pudo arrojardicha episteme: el plus del organismo por encima de la sumade los elementos que lo constituyen.3 Recordemos entonces

La idea de “lazo” bajo la nominación de “lazo social”, seencuentra desarrollado en Durkheim (exponente de la socio-logía objetivista francesa). En el año 1889 publica De lasrepresentaciones individuales a las representaciones colecti-vas. En un intento de encontrar el objeto de estudio propio dela sociología, elogia los esfuerzos de la psicología por dife-renciarse de la fisiología. Como se ve, estamos ante la con-formación de las disciplinas como campos del saber. La pre-gunta que Durkheim se hace es qué mantiene unida a lasociedad sin que el deseo de cada sujeto lo arroje contra losotros. La respuesta es que lo que une a la sociedad, como uncemento, es la conciencia colectiva, o conciencia moral. Afir-ma que en las sociedades ágrafas la solidaridad, es decir loque los une, es mecánica, y se basa en la similitud y lahomogeneidad; en las sociedades más avanzadas, la solida-ridad es orgánica, y se basa en la cooperación. Este últimotérmino debe entendérselo como de cooperación automática,como se da en el plano biológico, por afinidad fisicoquímica.La episteme con que intenta pensar es la del organismo vivo.El “hecho social” tiene, para Durkheim, las siguientes carac-terísticas: exterioridad, potencia coercitiva y vida propia(Montenegro, R. 1998).

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que el “lazo social” para este autor determina por coerción ydesde afuera a los actores sociales.

La pregunta alrededor de la existencia de la sociedad fuerespondida en otros terrenos. Algunos de estos desarrollosse elaboraron al calor de prácticas transformadoras del espa-cio social. En la modernidad, se habían abandonado las acti-tudes contemplativas de la armonía de la naturaleza, y loshombres se lanzaban a su dominación.

Marx se plantea no sólo la tarea de conocer la sociedad si-no de transformarla. Formula que el despliegue de la socie-dad humana se produce en la tarea de transformación de lanaturaleza a través del trabajo, que siempre supone relacio-nes de cooperación entre los hombres4. Es en la producciónde su propia vida, que los hombres se hacen tales (“produc-ción y reproducción de la vida misma”, dice Marx). Las posi-ciones en torno del modo de producción inciden en produciraquello que para Marx es la ideología, incluyendo en estetérmino el conjunto de representaciones del mundo. Es dedestacar la vigencia de esta noción, en la medida que se alejade la acepción mecanicista, que la condena al simple reflejo.La llamada lectura sintomática realizada en el análisis del“fetichismo de la mercancía”5, es un ejemplo de la riqueza deeste pensamiento.

Más allá de las interpretaciones mecanicistas del marxis-mo, la compleja manera en que se construyen los hombres,es decir, la convicción de que sólo con otros el hombre advie-ne hombre, queda planteada. Este es desde luego, un proce-

todo, en una manera más acabada. No nos dedicaremos a esta corrien-te, ya que hoy se ha abundado acerca de cierta insuficiencia de sustesis, y de la importancia del acontecimiento.

4 “La producción de la vida, tanto de la propia en el trabajo, como de laajena en la procreación, se manifiesta inmediatamente como una doblerelación –de una parte, como una relación natural, y de otra como unarelación social; social en el sentido de que por ella se entiende lacooperación de diversos individuos, cualesquiera que sean sus condi-ciones, de cualquier modo y para cualquier fin”. Carlos Marx: La Ideolo-gía alemana

5 Ver al respecto: El sublime objeto de la ideología. Slavoy Zizek, SigloXXI editores, México 1992, Parte Primera, Cap. l.

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so histórico, es decir, los hombres y la sociedad son ambosproductos del trabajo (que siempre es social), que surgefrente a la necesidad de sobrevivir, transformando la natura-leza. Este último concepto, el de la “necesidad”, requirió másadelante de la revisión crítica de algunos de los continuado-res de esta corriente de pensamiento para desprenderse dela característica de fijeza, con que se la connotaba6. En elmarxismo, entonces, los hombres son producidos; no son deuna vez y para siempre; hay una fuerte y determinante pre-sencia de la historia que constituye lo humano y lo social. Allíqueda abierta la discusión acerca de con qué concepción dela historia se formularon las diferentes expresiones que conti-nuaron el pensamiento marxista.

En el psicoanálisis, en el tan mentado texto freudiano de“Psicología de las masas y análisis del yo”, aparece desarro-llada la concepción de Freud acerca de la relación del sujetopsíquico con las formaciones colectivas. En las traduccionesdel término alemán Bindung al francés (lien) y al castellano,intervinieron ciertos deslizamientos de sentido (sabemos quetraducción y traición van de la mano). J.C. De Brasi puntúaque la correcta traducción de Freud en fidelidad a su concep-ción, debería ser “vínculo”. Por los deslizamientos que eltérmino sufrió, fue reemplazado en algunos desarrollos delpsicoanálisis contemporáneo por “lazo”; así se recurrió alvocablo acuñado en la sociología francesa. (De Brasi, J.C.1993) ¿A qué deslizamientos se refiere De Brasi? Las formasinstitucionales del psicoanálisis, que adocenaron en gran me-dida el pensamiento freudiano, otorgaron al vocablo “vínculo”una cierta significación de “relación entre dos o más perso-nas” (acepción que proviene de la psiquiatría dinámica deLagache). Este parece el sentido del que los psicoanalistasde cuño lacaniano intentan desmarcarse al hablar de “lazo” yno de “vínculo”.

Creemos que ésa es aún la forma en que, en algunasocasiones, se piensa al vínculo sólo en su variante “intersub-jetiva”, es decir entre personas. En la comprensión de la

6 Para la revisión crítica de la presencia del concepto de necesidad enPichon-Rivière ver los escritos de Osvaldo Bonano, para la cátedra dePsicología social de la Univ. de Lomas de Zamora.

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noción de “contrato narcisista” de Piera Aulagnier, se filtratambién esta acepción, que requiere una mirada crítica. Másque plantearnos si ese es el verdadero sentido que la autoraquería enunciar, deberíamos explorar las consecuencias teó-ricas que dicha elección significante produce. Pensar las po-sibles relaciones entre “contrato narcisista” y “contrato so-cial”, es parte de la tarea intelectual del campo que nos pre-ocupa.

La constitución del psiquismo, y el advenimiento del yo¿pueden ser entendidos como producidos solamente o princi-palmente por la trama intersubjetiva familiar o también por lacompleja trama que constituyen las distintas instituciones so-ciales? ¿Es el conjunto social, con sus significaciones, susdispositivos, sus procedimientos específicos, el que se encar-ga del modelamiento del nuevo sujeto social? Replantearse ellugar del conjunto trae aparejada una revisión del lugar de lafamilia que, por estar a cargo del cuidado y la cría del cacho-rro humano, ha sido vista tradicionalmente como el principal,y en ocasiones, el único productor de los sujetos. Ubicar otrasinstituciones sociales en la conformación subjetiva no eximedel análisis del complejo anudamiento significante que seproduce en las familias, pero requiere ponderar los atravesa-mientos y transformaciones que sufre en las distintas épocasy en diferentes sociedades. Se requiere entonces concebirlacomo parte de un dispositivo social. Subrayamos la importan-cia de esta pugna conceptual respecto de la subjetividad yaún del psiquismo, por sus repercusiones estratégicas en elterreno de las intervenciones en el campo clínico y en el delasí llamado campo de la “clínica ampliada”: las instituciones.

El vocablo freudiano Bindung, dice De Brasi, trasmitía ma-yor labilidad, mayor despliegue, en continuo desplazamiento,que el de “lazo” aludido por Durkheim, en sociología. ¿Semantiene en Freud la exterioridad de lo social, enunciadaexplícitamente por Durkheim? En las múltiples lecturas querealizaron distintas sociedades psicoanalíticas, es decir elpsicoanálisis en sus formas institucionalizadas, se produjerondiferentes y contradictorias acentuaciones. La idea de queunos textos freudianos son de “psicoanálisis” y otros, losllamados sociales, lo son de “psicoanálisis aplicado”, parecequerer mantener esa dicotomía jerarquizando prácticas y

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enunciados. Los abordajes vinculares corren, en algunosplanteos, la misma suerte descalificatoria y ésta no es unacuestión ajena a la problemática que nos ocupa.

La formulación de “mundo interno”, “mundo externo” vuel-ve a colocar en exterioridad a lo social, y a construir un“psiquismo puro interior”. Si comparamos ambas utilizacionesdel mismo significante, en universos simbólicos tan diferentescomo la sociología francesa de fin de siglo y cierto psicoanáli-sis contemporáneo, es importante señalar un sentido queinsiste: la connotación de algo instituido, exterior al sujeto yde potencia coercitiva, este sentido es el que queda travesti-do en la denominación de “lazo social”.

La nominación de lo histórico social como “macrocontexto”,insiste en esta exterioridad, que tanto en la noción freudianade “series complementarias” como en la perspectiva marxistano se encontraba. El psicoanálisis aporta para pensar losfenómenos colectivos, formulando las condiciones subjetivas,tanto para que el sujeto haga masa, como para la producciónde las creencias colectivas (Fernández, A., 1989). Las narrati-vas familiaristas de los procesos colectivos, contribuyen a unadescalificación de los aportes freudianos, a la vez que naturali-zan y esencializan aquellos existentes que, como enseguidaveremos, es necesario ubicar como producción histórica. Latan mencionada como bastardeada frase de que “la psicologíaes siempre social” enfatiza este sentido en la obra del funda-dor del psicoanálisis, que hoy intentamos tematizar.

Dimensión histórica

¿Cuál es la importancia que tiene para nosotros la dimen-sión histórica? ¿Por qué se hace necesario señalar su impor-tancia? ¿Es que de alguna manera hubo cierto extravío de lahistoria en la formulación de nuestros conceptos claves? ¿El“sujeto” definido por el psicoanálisis, existió desde siempre, ysiempre existirá?

Concebir a los sujetos hechos de una vez y para siempre,naturalizar su forma de existencia, anula la posibilidad detransformación en el plano del sujeto individuado y en el

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plano de los colectivos humanos. La polémica existente en elcampo del pensamiento en la antigüedad, por la vigencia delas esencias universales, y por lo tanto eternas y a-históricas,reaparece en los discursos que suponen una forma del ser,una única forma que siempre fue. Estas afirmaciones pue-den realizarse en territorios disímiles y aparentemente aleja-dos de toda formulación ideológica, sin embargo podemosinteligir sus implicaciones de orden socio-político.

Debemos recurrir a ciertos saberes extra-disciplinarios,para poder abordar la cuestión referida a la dimensión históri-ca, una vez que hemos dejado sentada la importancia estra-tégica que tiene su inclusión en la perspectiva de nuestrocampo. Hay, por lo menos, dos pensadores que nos resultande utilidad para pensar hoy esta problemática. Son CorneliusCastoriadis y Michel Foucault.

Su utilización no se hace desde la aceptación de las verda-des que sus textos enuncian. Tomamos de ellos aquellasnociones e instrumentos conceptuales que contribuyan en ladirección de nuestra preocupación, y que entonces funcionanal modo de las herramientas; es decir las define su uso, suutilidad en cada situación a pensar. La “caja de herramientas”es una noción foucaultiana que no exime de rigor alguno, sinoque exige otro rigor, marcado por su productividad, por laeficacia para el pensamiento en una situación dada. Expresa-da esta voluntad de lectura no dogmática, necesitaremostomar las precauciones metodológicas necesarias, para quesu uso no genere un producto teórico ecléctico, cuya signifi-cación quede determinada al modo del mínimo común deno-minador de las matemáticas, expresando una sola voz yperdiendo la riqueza que la polifonía y la confrontación de lasteorías, generaría. Por ahora, veremos qué aspectos de laobra de cada uno de ellos nos interesa a los fines del temaplanteado.

Tomamos de Castoriadis su concepción de que lo social essiempre socio-histórico. Sus investigaciones nos interesan enla medida en que al considerar a los colectivos humanos, yaún a las psiques singulares, les otorga una capacidad deimaginación que llama imaginación radical, que permite pro-ducir las significaciones sociales, que constituyen la insti-

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tución social, que instituyen la sociedad. Postula que losocio-histórico adopta diferentes formas de ser “sociedad”.Se plantea la existencia de una forma del ser de las significa-ciones sociales en plena indeterminación que constituyen elmagma de significaciones disponibles a ser determinadaspor el colectivo en un momento histórico dado. Como vemos,su planteo exige la reformulación de la cuestión ontológica, yno sólo epistemológica. Intenta pensar las diversas formasdel ser sin quedar atrapado en la metafísica trascendental. Enel presente artículo no podremos detenernos en esta noción,de “magma de significación”, pero creemos que es un aporteque exige un recorrido por esta nueva ontología y nos resultade gran riqueza. (Castoriadis, 1994)

Plantea que los hombres se construyen en forma heteró-noma, al ser producidos en y por un mundo que lo preexiste;ello mismo hace que naturalicen la existencia del mundosocial. Hace una crítica a la lógica heredada (que impidepensar lo diverso que no tenga los atributos de las identida-des agrupables en conjuntos), a la que llama lógica “conjun-tista identitaria” (Castoriadis, 1993). Las dificultades que sele presentan a los contemporáneos, al pensar en otro tipo desociedad ilustra el fenómeno de naturalización que se produ-ce con nuestra forma de ser “sociedad”. La sociedad ateniensebasaba su organización social y su gobierno en la asamblea,donde se discutía y se decidía todo el futuro de la polis. Nosresultan inimaginables formas de sociedad de tal diferenciacon la que habitamos. Es así impensable que una sociedadno tenga leyes formuladas como permanentes y que todo seadecidido cada vez en la asamblea, y además, que esta no seconstituya con representantes estables. Más allá de lo prácti-co o no que nos resulte este procedimiento, interesa interro-gamos qué tipo de subjetividad tenían los griegos para soste-ner esa institución, con qué procedimientos específicos seproducía esta subjetividad. (Lewkowicz, 1998) Este ejemplohistórico, es uno de los tantos que ilustran la diversa manerade instituir su mundo que cada colectivo social se da.

Castoriadis afirma en forma axiomática la existencia deuna capacidad de instituir el mundo social por parte de lospropios hombres, en apoyo de aquello que constituye sureal. Otorga a los colectivos humanos la facultad de otorgar

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sentidos determinando significaciones sociales al extraerlasdel magma de significaciones que, como ya dijimos, se en-cuentran en plena indeterminación. Como se puede apreciar,postula otra manera de ser de las significaciones de difícilrepresentación mental con nuestra “lógica heredada”, es de-cir con las categorías con que nuestro pensamiento se produ-ce. (Castoriadis, 1994)

El aporte a una perspectiva teórica que intente desenciali-zar la noción de subjetividad, requiere de un trabajo de des-naturalización de las teorías que la enuncian. Se encuentraen Castoriadis, una herramienta útil a estos fines: “la elucida-ción crítica de las significaciones sociales”. Esta se planteacomo “el trabajo que intenta pensar lo que los hombres haceny saber lo que piensan”7. Es a través de ese trabajo deelucidación que produce la subjetividad a la que llama reflexi-va y deliberante. En el trabajo de los institucionalistas fran-ceses se encuentra un aporte que resulta de utilidad, en elmismo sentido del trabajo elucidatorio: el análisis de las impli-caciones de un sujeto respecto de las instituciones que loconforman (Loureau, 1987). La nominación de “significaciónsocial” propone otra manera de pensar de la que postula elconcepto de “representaciones sociales”, ya que aluden alproducto y al acto de la imaginación a un mismo tiempo.Castoriadis las enuncia como invenciones. Las “significacio-nes sociales” son las determinaciones significantes que loshombres realizan en determinada situación histórica.

Podemos apreciar que el uso del lenguaje para este autortiene el objetivo estratégico de provocar al pensamiento y,como en el caso de Piera Aulagnier, expresa un pensamientodisruptivo y polémico. Castoriadis dice: “las significacionesimaginarias sociales se inventan, se crean en ocasión dealgo pero no como producto derivado de otro orden”. Afirma:lo social no proviene de otro orden, lo psíquico tampocopuede ser explicado desde lo social. Ambos términos soncreados en el mismo acto. Y sostiene que son para él los dospolos irreductibles de lo humano. No hay sociedad sin psi-

7 Hemos desarrollado junto a O. Bonano y M. L’Hoste, un dispositivo detrabajo grupal, al que llamamos reflexivo, precisamente por considerarque habilita el trabajo elucidatorio de las significaciones sociales.

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que y no hay psique sin institución social. (Castoriadis,1989)

¿Resuelve Castoriadis la antinomia individuo-sociedad o lamantiene en otro plano, igualmente binario? La tensión entrelo individual y lo social insiste y sigue interpelando nuestracapacidad reflexiva, ya que se encuentra instalada en la cons-titución misma del campo de intervención de nuestras discipli-nas.

Modos de subjetivación

¿Qué queremos decir cuando hablamos de modos de sub-jetivación? ¿Qué implica el dominio de la subjetividad? ¿Essólo otra manera de hablar del sujeto psíquico? ¿Qué de lossujetos proviene de su estructura psíquica y qué de lo produ-cido socialmente? ¿Serán discernibles estos planos? Si esasí, y no constituyen una herencia de los matrizamientosepistémicos del pensamiento heredado, ¿tendrán algún or-den jerárquico, alguna secuencia temporal en su aparición?

La noción de modo histórico de subjetivación (Foucault,1987) se inscribe en el mismo posicionamiento filosófico conque pensamos la dimensión histórica. Expresa una voluntadque se enlaza con la idea de asegurar los mayores márgenesde libertad para los hombres, sus significaciones y sus formasde existencia, sin que nociones tales como lo normal y lopatológico los anuden al carro del consenso social. Creemosque es también una urgencia del campo “psi”; éste, si formu-la al sujeto psíquico (del inconciente o del deseo) como uni-versal, a-histórico, termina postulando una forma universal,indeterminada, pero fuente de toda determinación y no sus-ceptible de transformación radical.

La noción de procesos históricos de subjetivación es nece-saria también para comprender las formas de ser de losgéneros, para revisar críticamente las nociones del psicoaná-lisis que impidieron comprender, entre otras cuestiones, lasexualidad femenina. Es posible que numerosos fenómenosde nuestra clínica actual, al sacarse el corsé de las estructu-ras inmutables, puedan ser imaginados de otra manera que

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como modos de la perversión. La relación del sujeto con la“ley” (con la necesaria discriminación entre ley del estado yley simbólica), y el problema de la compleja trama de deseosy poderes que se tejen en forma singular, son cuestionessobre las que urge pensar.

El ejemplo de la subjetividad adictiva, expresado en unartículo de esta misma revista, introduce un enfoque renova-dor para la comprensión de un fenómeno que es usualmenteentendido como producto de patologías familiares y/o socia-les (Lewkowicz, 1998). El tradicional punto de vista, al dejar ala adicción condenada a ser entidad patológica de la clínica, oentidad delictiva del sistema jurídico, suele derivar en accio-nes de normalización y control social. Entender los complejosprocedimientos que constituyen una cierta manera de sersocial, una cierta forma de existencia, requiere trabajar laproducción de subjetividad propia de cada dispositivo socialespecífico, con el conjunto de prácticas que lo constituyen,que modelarán a los sujetos que lo sostienen y reproducen.Así, es posible pensar a la subjetividad adicta como el pro-ducto del mercado (como dispositivo social) y del consumo(como práctica específica). Este planteo complejiza nuestrosabordajes del problema, pero nos desmarca de la normativi-zación social, que acecha nuestro procederes. (Castel, 1980)

El difícil encasillamiento disciplinario así como “ideológico”de Michel Foucault, ha generado más de un malentendido. Enla obra de este autor, el problema de la subjetividad aparecetardíamente como tema, aunque sus maneras de trabajar lascuestiones que aborda inicialmente son una reflexión en acto.Su obra inicial constituye, desde las preocupaciones que laaniman, los métodos para sus investigaciones, hasta los tex-tos producidos, un aporte al campo de la subjetividad. Co-mienza trabajando alrededor de temas como la clínica médi-ca, la locura y el castigo. Le interesa, en ese momento,realizar una arqueología del saber, es decir explora, en lasprácticas y en los documentos que las testimonian, los modoscomo los hombres se pensaron en tanto “objeto de conoci-miento”. Es la etapa de los saberes, y su herramienta es elarchivo que describe minuciosamente con la precaución me-todológica de no interpretar. Es una etapa de exploración ydescripción de las formas, explora y documenta prácticas y

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discursos. Trabaja con las epistemes que modelizan el pen-samiento. Como vemos, ya en esta etapa podemos tomar deFoucault, aquello que constituyó una preocupación metodoló-gica propia de los estudios etnográficos: el apego a los rela-tos minuciosos y la desconfianza de los saberes constituidos,que generan imposición de sentido, bajo la forma de interpre-taciones de lo hallado.

En un segundo momento, va realizando la búsqueda ge-nealógica de los poderes, definiendo a éstos como la fuerzaque se ejerce, no que se posee y que permite la imposiciónde voluntad sobre los demás. En este caso usa el diagramade fuerzas, ya que en eso consiste su noción de poder.Redefine la idea de episteme e inventa la noción de “disposi-tivo social” que al mismo tiempo produce a las institucionesy a los sujetos que las sostienen. Es siempre avanzandosobre sus propios pasos, “generando el escalón siguiente”,como dirá Deleuze, que se le plantea la urgencia de trabajaracerca de las llamadas por él “tecnologías de sí”: los proce-deres específicos y pautados con que cada sociedad modelasubjetividades funcionales a los dispositivos que los produ-cen. Recién en ese momento formula la noción de “modo desubjetivación”, tematizando la cuestión de los disciplina-mientos y de las técnicas de sí. (Deleuze, 1995)

La empresa de Foucault entraña pensar una subjetividadque no requiera de un sujeto trascendente, es decir que norequiera de un garante universal al modo divino, y a la vezque no se reduzca al sujeto psicológico, por considerar a éstecomo producido por uno de los dispositivos de la modernidad:la psicología. Su énfasis metodológico en la exploración delas prácticas sociales es una constante en la obra de esteautor, que retoma en este punto la tradición del marxismo.

Foucault concibe a la subjetividad como “el modo en que elsujeto hace la experiencia de sí mismo”. Entiende que setrata de estudiar los “juegos de verdad” en los que se objetiviza(se piensa, se conoce) y los “modos de subjetivación” en losque el sujeto se produce como sujeto de esa cultura. Se trata,dice, de alentar nuevas formas de la subjetividad, mediante elrechazo de cierto tipo de individuación-individualidad que senos ha impuesto durante siglos. Recorre un camino de ras-

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tros (marcas), dejadas por los modos de subjetivación dediferentes culturas, en un proyecto que quedó trunco con sumuerte, para poder entender cómo se matriza la subjetividaddel presente. Como dice Miguel Morey, en el excelente prólo-go a Las tecnologías del yo, Foucault recorre un camino quetranscurre entre el “conócete a ti mismo”, propio de la antiguaGrecia, el “ocúpate de ti mismo”, propio de la cultura romana,el “confieso mis pecados” del cristianismo, el “cogito” carte-siano (pienso, luego existo) para luego arribar al diván psi-coanalítico. (Foucault, 1992)

Nociones como “dispositivo” y “urgencia social”, resul-tan de utilidad para pensar la emergencia de las nuevasformas de existencia individualizadas o colectivas que seinventan; así instituyen sociedad y luego quedan naturaliza-das, como existentes universales. La noción de “gobernabi-lidad”, de “disciplinamiento y control” y la de “modo desubjetivación” nos ayudan a comprender los fenómenos dereproducción de una cultura, sin lecturas simplistas (conspi-rativas, o simplemente coercitivas), es decir contribuyen a nopensar lo social como exterior. Es probable que la empresade Foucault requiera de una continuación en fidelidad, apor-tando las nociones teóricas útiles para pensar la alteración desubjetividades y de formas de organización colectiva.

Pensar nuestra disciplina, o nuestro marco teórico comoproductos histórico-sociales seguramente constituya un nue-vo ejercicio de descentramiento, con sufrimientos narcisísti-cos incluidos, pero puede habilitar la conformación de prácti-cas transformadoras, allí donde nuestros saberes y disposi-tivos técnicos muestren agotamiento. Puede ser importanteexplorar nuevos horizontes teóricos, para poner a trabajarlas nociones de vínculo, de sujeto, de institución social, derepresentación social, o de ideología. El apuro por una sumaecléctica degrada los aportes de los nuevos pensadores,que quedan reducidos a una moda, a una manera más“aggiornada” de decir lo mismo. Esta perspectiva empobre-ce también la vigencia en el presente de las nociones quemantienen el carácter revulsivo de la fundación de nuestrocampo de operaciones y de reflexión: el de los grupos y lasinstituciones.

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Foucault plantea que la utilidad de “mostrar las determina-ciones históricas de lo que somos, es mostrar lo que hay quehacer. Porque somos más libres de lo que creemos, y noporque estemos menos determinados, sino porque hay mu-chas cosas con las que aún podemos romper, para hacer dela libertad un problema estratégico, para crear libertad, paraliberarnos de nosotros mismos” (Foucault, 1987). Castoriadispropone el trabajo de elucidación de las significaciones imagi-narias sociales como parte de un “proyecto de autonomía”que incluye el trabajo del psicoanálisis y el trabajo político, yaque no concibe un sujeto autónomo en una sociedad que nolo sea. (Castoriadis, 1993)

Inscribimos el trabajo en el plano teórico de las nocionesque fundaron nuestras prácticas, y su confrontación con aque-llas nociones que las cuestionan, en un proyecto de produc-ción de pensamiento. Adoptamos para ello el criterio metodo-lógico de explorar nuestras prácticas y contrastarlas con aque-llas formulaciones que las enuncian, trabajando el desacopleque se produce. Aspiramos con esto, a contribuir al logro deespacios de mayor libertad y justicia para los hombres.

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Resumen

El artículo plantea las dificultades para pensar acerca de larelación del sujeto con su cultura. Para ello, revisa la nociónclásica de lazo social y/o de vínculo a la luz del pensamientocontemporáneo. Realiza un paneo sobre diferentes marcosdisciplinarios y concepciones teóricas, para arribar al pensa-miento de C. Castoriadis y M. Foucault. Por último resalta losaportes de esos autores para pensar las subjetividades comoproductos históricos. Se plantea la urgencia por la revisióncrítica de nociones que impiden hoy abordar de manera efi-caz, en el sentido liberador, los modos de subjetividad actua-les, tanto en el plano del sujeto individuado como en plano delas formas colectivas de organización.

Summary

This paper deals with the difficulties to think about therelationship between the subject and his culture. Therefore,the author re-examines the classical notion of social links and/or links, from the point of view of contemporary thought.Different disciplinary frameworks as well as theoretical con-ceptions are reviewed, reaching C. Castoriadis and M.Foucault’s thought. In the end, the stress is laid on theseauthor’s remarkable contributions to help thinking about sub-jectivity as historical products. The author suggests an urgentcritical revision of those concepts hindering, at present, aneffective approach –in a liberating sense– of the current modesof subjectivity, both of the individual subject as well as that ofthe collective forms of organization.

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Résumé

L’article souligne les difficultés que l’on a pour penser lerapport du sujet à sa culture. A ces fins, il révise la notionclassique de lien social et/ou de lien dans le cadre de lapensée contemporaine. Il réalise un parcours à traversdifférentes disciplines et conceptions théoriques, pouratteindre finalement la pensée de C. Castoriadis et M. Fou-cault.

Finalement il souligne les contributions de ces auteurspour pourvoir penser les subjectivités comme des produitshistoriques. On souligne l’urgence de réaliser une révisioncritique des notions qui empêchent aujourd’hui d’aborder d’unemanière efficace, dans le sens libérateur, les modes desubjectivité actuels, aussi bien au niveau du sujet individuéqu’au niveau des formes collectives d’organisation.