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El Himno Nacional Chileno Una trifulca donde músicos, poetas y toreros corren con colores propios

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Artículo "El Himno Nacional Chileno - Una trifulca donde músicos, poetas y toreros corren con colores propios" de Muñozcoloma

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El Himno NacionalChileno

Una trifulca donde músicos,poetas y toreros corren con

colores propios

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Muñ[email protected]

Artículo aparecido, en dos partes en la sección«La Casa de Asterión»ESCÁNER CULTURALRevista Virtual de Arte Contemporáneo y Nuevas VanguardiasParte 1: N° 87 - Septiembre de 2006Parte 2: N° 88 - Octubre de 2006

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Los últimos días (quizás meses) se han sucedido tan rápidoscomo los años en la ancianidad. No he podido encontrar unfreno o un ancla que impida mi demencial ritmo (a veces) enesta casa. El sol ha recorrido de cenit a nadir su camino conviolenta velocidad y yo, como un animal de la noche, no hepodido evadir su embrujo y he estado pegado a las ventanas(que no existen en esta casa) viéndolo una y otra vez, y otravez, y otra vez pasar despreocupado de los mortales que seasombran con su trayectoria milimétrica.

También, hoy me di cuenta de algo tremendamente delicado,no es que la casa sea fría en sí. Ella tiene la temperaturaapropiada para las casas antiguas y semi abandonadas,

Parte I

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producto de la soledad potenciada por la angustia. Encambio, la sensación de frialdad que he sufrido en estamorada es completamente diferente, en cada habitacióndonde transité lo gélido estuvo presente, sin sospechar queera yo quien irradiaba el frío y la frialdad. No hay ejemplomás claro que esa premura que tuve por ordenar todosimétricamente pasando por encima de todo, de laspersonas incluso, que no fueron más que objetos a mano.Nada más terrible que ser hombre-objeto, lo digo con muchapropiedad, ya que he vivido así cada instante en esta casa,porque manos poderosas me han transformado en unpálido animal demente que se pasea por habitacionesinterminables para saciar quién sabe qué. ¡Pero ya estábueno!, no quiero más de eso, no quiero la frialdad y laopacidad de los paisajes de esta casa que se hatransformado en mi patria, en mi nación (a veces). ¡Noseñor!, he decidido tomarla por asalto y anexarla como unnuevo territorio a mi corazón, para que deje de irradiar esefrío desolador, para volver a ser el de antes (aunque nuncafui diferente). ¡Redactaré leyes en esta soledad, crearé mispropios símbolos patrios, armaré una nueva e imprudentegeografía y mi centro será la periferia!

Con ese inusitado entusiasmo me lancé escalera abajo aescribir mi Constitución sobre las nubes, pero los gritos y elruido de copas que venían desde la cocina me obligó a desviarmi camino. Abrí la puerta de una patada como un ClintEastwood chileno (Manuel Rodríguez) para echar al invasor,pero no pude emitir palabra alguna, mi sorpresa fue mayoral ver a siete hombres rodeando la mesa mientras discutían.Al verme se detuvieron los gritos y uno de ellos me invitó a

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sentarme en la única silla que quedaba, yo dudé, pero cuandovi los chuicos de vino me integré de inmediato a la conversa.La habitación estaba decorada con tres banderas enormes:la de la Patria Vieja, la de la Patria Nueva y la de la estrellasolitaria, esa de la cual aún se discute su autoría entre elespañol Antonio Arcos y Gregorio de Andía y Varela. Cadauna cubriendo completamente una pared (excepto en la quese encuentra la puerta).

Uno de los personajes se dirige a mí con tono cordial y medice: «¿usted quiere un himno para su patria?, yo se lo puedohacer, soy el mejor». En ese instante otro comensal irrumpegritando: «¡no, yo se lo hago!, sin dudas mi calidad literariaes mejor que la suya». Luego otro: «y la música ni hablar,yo lo hago», y así otro, y otro, y otro... y se reinicianuevamente una discusión de casi 200 años. Ahí están enmi cocina Bernardo Vera y Pintado, Manuel Robles, JoséRavanete, Juan Crisóstomo Lafinur, Ramón Carnicer, Fabiode Petris y Eusebio Lillo.

Las cuestiones básicas

El Himno de la nación chilena, al igual que la Patria se fueforjando con la lentitud que dan los procesos históricos, y sibien en el «armado» de lo que hoy llamamos Chile huborencillas, batallas, traiciones y mártires (como los hermanosCarrera y Manuel Rodríguez), hay que señalar que en loreferente al Himno Nacional la situación no fue muydiferente. Más aún, hay que sumar a esto que los

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protagonistas, aparte de su espíritu libertario, eran artistas,y como tales sufrían de esa demencia por la megalomanía yla necesidad imperiosa de la fama y de la trascendencia.

Hasta 1819 los himnos que acompañaron las celebracionesy acaloradas reuniones públicas y que arengaron al chileno(si se le puede llamar así en esa época) fueron el HIMNO DEYERBAS BUENAS, creado a partir del texto de Bernardo deVera y Pintado y estrenado el 2 de mayo de 1813; y el HIMNO

Camilo Henríquez es el autor de la letra del Himno del InstitutoNacional, uno de los dos más antiguos del país

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DEL INSTITUTO NACIONAL con texto de Fray CamiloHenríquez y estrenado el 10 de agosto de 1813 en lainauguración de ese plantel educacional. La música deambas composiciones son atribuidas a José AntonioGonzález, quien oficiaba en esa época como Maestro deCapilla de la Catedral de Santiago.

No obstante, aunque estos himnos habían nacido en laincipiente república no prendían del todo en el alma delpueblo que sí se inflamaba cada vez que escuchaba ointerpretaba el HIMNO NACIONAL ARGENTINO (letra deVicente López y música de Blas Parera). En cada grancelebración que se preciara de tal debía interpretarse elhimno trasandino con profundo sentimiento patriótico (cabeseñalar, que el concepto cerrado de nación que hoy vivimosno existía en ese entonces y si había algo de nacionalismoera la certeza que se formaba parte de una gran naciónllamada Latinoamérica). El mismo José de San Martín,enfundado en sus apretadas balerinas blancas, lo cantabadonde podía y la gente se lo solicitaba en cada pueblo ociudad que visitaba. Incluso el 18 de septiembre de 1817en Talca, cuando se enarbola por primera vez el pabellónnacional (el de la estrella solitaria) se realiza al ritmo delHimno Argentino.

Como la nación chilena se desmarcaba lentamente de laArgentina y viceversa, el Director Supremo considerónecesaria la creación de un verdadero Himno de la patriachilena. Con esa lógica le encomienda al Ministro Joaquínde Echeverría que le solicite al argentino Bernardo de Vera yPintado que escriba una letra para Chile.

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Bernardo de Vera y Pintado, el «cabeza de pistola».

Este hombre de letras nació en Santa Fe, Argentina. Hijo deJosé de Vera Mujica y de María Antonia López AlmonacidPintado. Comienza sus estudios en la Universidad deCórdoba, y al poco andar se traslada a Chile en la comitivadel Gobernador Joaquín del Pino, quien era el marido de lahermana de la madre de éste (el nepotismo de siempre). Laverdadera razón de su viaje era que Bernardo ansiaba

Bernardo de Vera y Pintado

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estudiar Leyes, cuestión que no se impartía en Córdoba; asíque aprovecha el viaje para inscribirse en la Real Universidadde San Felipe donde estudia la citada carrera, y el curso deTeología. Al cabo de un tiempo el Gobernador Del Pino esrequerido en Buenos Aires y emprende la vuelta, peroBernardo decide quedarse en estos pagos donde abraza lacausa independentista-revolucionaria, participandoactivamente de sus actividades y es nombradorepresentante de la Junta de Buenos Aires en el gobiernorevolucionario de Santiago, en 1811.

En el intertanto, en 1808, contrae matrimonio con MaríaMercedes de la Cuadra y Baeza. Como representante de laJunta logra que Chile remita importantes cantidades depólvora para las fuerzas argentinas que combatían en contradel Virrey del Perú. No obstante, si Chile ayudaba al ejércitorevolucionario, al mismo tiempo enviaba trigo al Perú, esdecir, ayudaba a los dos bandos (sin comentarios), estasituación provocó en De Vera y Pintado airadas rencillas conlas autoridades chilenas, las cuales terminaron en 1813cuando estalla la guerra en el territorio chileno. Con la«pelotera» que se armó en Chile comienza la locura del exilio,en esa demencial medida De Vera y Pintado es obligado aretornar a su país y en Mendoza es acogido por José de SanMartín, quien lo nombra inmediatamente como Secretariopersonal y Auditor de Guerra.

A Chile vuelve con O’Higgins y sus huestes, por su experienciay patriotismo es nombrado Auditor General del Ejército,cargo que desempeñará no sólo en desfiles u oficinas, sinotambién en pleno combate, es uno de los tantos casos de

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poetas que han vivido el fragor de la batalla, su espadalatigaba el viento manchando con sangre y poemas furtivossobre la revolución el aire chileno. La poesía y la prosa deBernardo era admirable, de hecho uno de sus más fervienteslectores era el propio O’Higgins, quien muchas veces sedeclaró abiertamente admirador de su obra. Pero (siemprelos hay) luego de la derrota de Cancha Rayada (1818) fuedeclarado proscrito por su propio admirador, a juicio de élse encontraba demasiado cercano a Manuel Rodríguez y alos hermanos Carrera, que a esas alturas (Juan José y Luis)ya habían probado el plomo del Libertador en la ciudad deMendoza. Inclusive O’Higgins le escribe a San Martín: «Verano debe volver a Chile de ningún modo; porque, sobre tenerla peor opinión de mala conducta, es el enemigo másdecidido de usted, de mí, y de todo lo que no sea anarquía».

Con el tiempo la demencia paranoica del complot dejó derondar por la cabeza de O’Higgins (por lo menos en loreferente a De Vera y Pintado) y le permite el ingreso al país,sin poder ocultar su entusiasmo por la obra del retornado yle solicita, por oficio del 19 de julio de 1819, un texto paraun himno netamente chileno. Bernardo pasa horas, días ysemanas buscando las palabras precisas que manifiesten elsentir del pueblo y señalen de manera poética la epopeyaheroica de la lucha por la independencia del país, terminadala obra la presenta a la consideración de las autoridadesquienes, de inmediato, la hacen suya. El 20 de septiembrede 1819 el Senado aprueba el texto, de diez interminablesestrofas y un coro, que llevaba por nombre CANCIÓNNACIONAL DE CHILE y O´Higgins de inmediato ordena

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publicarla, hecho que sucede el 28 de septiembre del añomencionado, en el periódico «El Telégrafo».

Los versos de Bernardo de Vera y Pintado cayeron comoanillo al dedo para las celebraciones de ese año, que habíansido pospuestas para el 28 de septiembre. Los chilenosabrazaron de inmediato los versos, ya que estostrasuntaban por completo el sentir nacional en contra delvil español, explotador y aprovechador. De hecho los versosde De Vera tenían un crudo mensaje anti-imperialista, porejemplo: «El cadalso o la antigua cadena / os presenta elsoberbio español: / arrancad el puñal al tirano, / quebrantadese cuello feroz... Ciudadanos, mirad en el campo / elcadáver del vil invasor...; / que perezca ese cruel que en elsepulcro / tan lejano a su cuna buscó... i empeñad el corajeen las fieras / que la España a estinguirnos mandó...Esosmonstruos que cargan consigo / el carácter infame i servil...»Cuestión que a la larga harían que se cambiara la letra (yaviene). No obstante, también, parte del texto señalaba:«Dulce patria, recibe los votos / con que Chile en tus arasjuró / que o la tumba serás de los libres / o el asilo contra laopresión.» Versos que se han mantenido hasta el día de hoy.

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El único detalle fue que para los bellos y fogosos versos delargentino no había música, así que en un acto de tremendachilenidad se acordó cantar los versos del poeta argentinocon la música del Himno Argentino.

Luego del himno, De Vera y Pintado se dedicó a la prensajunto con Camilo Henríquez, a la docencia en el InstitutoNacional y a la política como Diputado por Linares (1824-1825) alcanzando inclusive la presidencia de la Cámara. El27 de agosto de 1827 fallece en la ciudad de Santiago.

José Ravanete, el del «zapato chino»

Si bien todos los chilenos cantaban el himno patrio al sondel argentino, comenzaron a desear tener un día su propiamelodía para tan enardecidos versos. En esa dinámicaaparece el Coronel Domingo Arteaga, Edecán de O’Higginsy empresario teatral, que fiel a su oficio, le solicita al MúsicoMayor del Ejército, el peruano José Ravanete, que compongauna melodía para el himno patrio. Ravanete ademástrabajaría como instrumentalista de la orquesta del Teatrode Arteaga y además dirigiría las Bandas Cívicas de Santiago.El peruano accede de inmediato y con mucho entusiasmose dedica a esta tremenda labor, ya que sólo contaría con 8días para terminarla, su entusiasmo comenzó a disminuirdrásticamente con el pasar de los días y darse cuenta quenada lograba y que sus intentos no tenían la calidad para losversos de De Vera y Pintado. En su desesperación toma lamelodía de una canción española, que era utilizada en lapenínsula en protesta de José Bonaparte (Pepe Botella), y la

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adapta (eso pensó él) a la letra. Cuando llegó al coro se diocuenta que nada cuadraba, en una parte donde los versosseñalaban: «Arrancad el puñal al tirano / Quebrantad eseferoz...» se encontró con que le sobraban cuatro notas, y(el muy) no se le ocurrió otra cosa que poner a cada nota unsí, sí, sí, sí...

El injerto quedó tan malo que el himno sólo logró risas,desconcierto y rabia entre los chilenos. Las burlas nocesaban cada vez que se interpretaba, las risotadas sedisparaban por doquier al intentar cantarla, por eso de lano cuadratura de la letra con la música alargando las estrofasforzadamente. El gentío esperaba con descontrol el himno,ya que la situación estaba más cerca del ambiente de laRevista que de la solemnidad requerida. En resumidascuentas, el remedio resultó peor que la enfermedad y la

Bernardo O’Higgins y José de San Martínnunca desperdiciaron la oportunidad de andar cantando por ahí.

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Canción Nacional quedó sin música propia, volviendo a lacostumbre de entonarlo con la música del Himno Argentino.

Manuel Robles Gutiérrez, torero demente y bohemio porvocación

Cuando el pueblo chileno estaba medio resignado con esode cantar la Canción Nacional con la música del HimnoArgentino, aparece en escena (y no se puede decir otra cosa)la figura de Manuel Robles, sin dudas el músico con máshistorias que ha tenido este suelo, un personaje dentro dela historia nacional.

Manuel Robles nació en Renca el 6 de noviembre de 1780,era hijo de Marcos Matías Robles, un músico director debandas y profesor de baile, y de Agustina Gutiérrez. Secuenta que de niño tuvo una gran facilidad para la música,no así el rigor necesario para su talento, ya que supersonalidad lo obligaba a tener una conducta temiblementeinquieta. De hecho era uno de los toreros más aplaudidosen la nueva patria, sólo comparable con el mejor torerochileno de su época, Ño Montano. Robles con susparticulares verónicas mareaba al toro y arrancaba los másentrañables suspiros de las señoritas que asistían a la arena.

Se cuenta que en el año 1819 con su amigo José Zapiolapartieron San Francisco del Monte, un pequeño pueblosituado en el camino a Melipilla (a doce leguas de Santiago,señala Zapiola), en la plaza, donde estaba el ConventoFranciscano había una plaza de toros, una de las tardes los

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toros habían hecho de las suyas y se habían convertido enlos reyes de la corrida gracias a un grupo de toreros bastantemalos. Al salir el cuarto toro el público quedó horrorizado,era una bestia enorme y estaba totalmente rabioso (eracostumbre enojarlos antes de tirarlos al ruedo), lo toreroscomenzaron a encajonarse de a poco hasta quedesaparecieron, el terror hizo que no salieran más de suparapeto. El público indignado comenzó con las pifias y luegocon los gritos: «¡Que lo toree Manuel Robles, ManuelRobles!», la gente estaba enfervorizada y buscaba con sumirada al músico.

De pronto, el estruendo fue total, Robles bajabadescolgándose del palco hasta la arena, las mujeres seabanicaban presurosas ante la estampa gallarda del torero,Robles con una calma terrible se acercó a uno de los torerosy le solicita su manta de torear (no se usó capa acá en Chile),hizo una genuflexión al público y se fue contra el toro, quienal verlo se lanza con velocidad en contra del músico. Unaverónica exquisita y el toro pasa de largo, otra y el toro entierralos cuernos en la tierra; Robles le saca un lance al toro y elpúblico lo ovaciona, le saca el segundo y la gente grita, eltercero y la mujeres suspiran... así hasta llegar a doce, quizásquince... aburrido le da la espalda al toro, se acerca a lostoreros (que lo miraban llorando de vergüenza y admiración)y les devuelve la capa, hace un reverencia al público mientrasle lanzan flores, dinero y pañuelos perfumados. Recoge lasflores hasta hacer un gran ramo, huele los pañuelos mientraslos apuña en su mano y el dinero se los da a los toreros queaún no paran de llorar. Sube nuevamente al palco y le regalael ramo de flores a una damisela que se desmaya de la

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emoción. Todo esto con la ovación que aún le daba el públicode fondo. Robles era así, un personaje que hipnotizaba pordonde pasara, siempre a la moda, ropas finas, de cuerpoperfecto y cara armoniosa.

Además era un excelente boxeador que poseía una uppercutmágico y temible que hacía tiritar a cualquier rival que tuvieraal frente, y para armar el cuadro de sus actividades, tendríaque mencionar que era un excelente jugador de pelota,campeón del volantín chupete (barrilete) y es consideradoel sucesor natural de Pascual Intento, el mejor encumbradorde la historia de Chile. Además fue rey del billar, con estaactividad dejó su nombre grabado, incluso en los másconspicuos salones de billarina de Buenos Aires.

También era cantor de tonadas, eso sí, se comenta que suvoz era espantosa, pero nadie se atrevía a criticarlo ya quecada vez que cantaba lo hacía apretando el puño, así que losaplausos iban y venían. Fue también el primer Director deOrquesta del país y con un virtuosismo tremendo para elviolín con el que despertaba las risas «picaronas» de lasseñoras que no iban al ruedo. Ahora, a todo lo anterior,súmele un amor descomunal por la bohemia (¡Robles, no temueras nunca!), quizás tan grande como su amor a la patria.

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Un buen día, el Coronel Domingo Arteaga (seguía con laidea), le solicita crear una melodía para la letra de De Vera yPintado, Robles se entusiasmó de inmediato con la idea y,entre volantines, puñetes (piñas) y toros, compone unamelodía que atraparía el corazón del pueblo. Ésta se estrenóoficialmente el día domingo 20 de agosto de 1820, en elteatro de Arteaga, en el mismo donde un tiempo atrás elpúblico asistente había hecho añicos el himno de Ravanete.En el mentado día se celebraban tres acontecimientos: elcumpleaños de O’Higgins, la partida de la ExpediciónLibertadora del Perú y el estreno de nuevo local del Teatrode la Plazuela de la Compañía (Montt-Varas).

El público estaba expectante, nadie quería otro bochorno ycuando comienzan los primeros sones de la orquesta,dirigida por el mismo Robles, el alivio recorrió el lugar; elgentío quedó maravillado, los aplausos colmaron el lugar yel Himno fue interpretado en todas las noches de función.Al fin Chile tenía una Canción Nacional, con letra y músicapropia, y que se podía cantar por una voz sola, incluso, sinauxilio de instrumentos.

En 1824 decidió partir a Buenos Aires, una vez instalado enla capital de la Argentina, aparte de ganar algunoscampeonatos de billar que lo hicieron famoso, trabajó comoviolinista en la orquesta del maestro Santiago Massoni (luegoeste personaje viajaría a Chile en 1827). Un año estuvo enBuenos Aires y en 1825 regresa al país donde se casa cuandoestaba a punto de cumplir medio siglo. En el viaje de vueltasufre un incidente con una mula que lo dejará cojo (rengo),

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al golpearlo en su rodilla, por intentar auxiliar a otra persona.Desde ese día su apodo será el del Cojo Robles.

En su casa continúa con su vida bohemia e inaugura unaacademia de baile en el Café de Melgarejo, para más tardeformar una orquesta que animaba las tertulias y bailes de laépoca, definitivamente donde estaba el Cojo Robles estabala diversión. Fue fundador de la Sociedad Filarmónica deChile y participó como músico en el montaje de la primeraópera que se presentó en la capital chilena.

Todo bien para Robles, era un ídolo entre la multitud, todoslo querían cerca y su Himno Nacional era interpretado contremendo entusiasmo, parecía que todo seguiría así parasiempre, pero en 1829 el gusto y la simpatía de la plebe sedesvió hacia otra composición, realizada por un español, quea la larga se transformaría en la oficial hasta el día de hoy.Robles quedó impactado ante la vuelta de espalada de losque hasta ayer fueran sus fans, no lo podía creer, los añosse le vinieron encima como buitres sobre la carroña y labohemia, la vida taurina y el boxeo le pasó cuenta. A los 57años fallece en Santiago, el 27 de agosto de 1837, en mediode la soledad, el olvido y la miseria. De hecho los pocosamigos que le quedaban tuvieron que organizar algunascolectas para poder enterrarlo.

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Escudo de la Transición chilena.Se comenzó a utilizar oficialmente el 23 de septiembre de 1819.

Los tipos de la cocina siguen discutiendo, de pronto uno deellos menciona que hay una habitación en esta casa dondehay un piano, cuestión que rebato, pero refutan miintervención recordándome a Enrique Soro. En un instante,como por arte de magia, salen todos disparados de la cocinacorriendo por las escaleras, empujándose y haciéndosezancadillas para llegar primero al piano. Yo los sigolentamente, pensando que esta historia continuará, ya queaún falta hablar de Juan Crisóstomo Lafinur, tío bisabuelode Jorge Luis Borges; de Carnicer, que nunca en su vidaanduvo cerca de Chile; de Fabio de Petris, un italiano paradoen la hilacha; y de Eusebio Lillo, un poeta revolucionario,liberal y masón.

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Parte II

Las cosas no podían salir peor, todos se pelean el piano, enla escalera Robles botó a Lafinur, y Carnicer trató de golpeara De Vera y Pintado. Y ahora De Petris no quiere soltar elinstrumento, mientras el resto se me abalanza paraofrecerme un himno para la Patria de los Soñadores, yo,indiferente, me acerco a la ventana y prefiero mirar lasbandadas de gorriones que se alejan en contra de lacordillera... y el ruido comienza a desaparecer detrás de mílentamente, hasta que una mano se apoya en mi hombro yvuelvo (a mi pesar) a la realidad, es Lafinur que me dice:prosigamos. Yo me resigno, bajo la cabeza y comienzo denuevo.

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Juan Crisóstomo Lafinur, hasta Borges escribe de mí

Este personaje tuvo una efímera participación en la historiadel Himno Nacional chileno, pero siguiendo la cronologíapropuesta por Marcos Maldonado (autor de uno de losartículos citados en las fuentes), hay que señalar que esteargentino nació en la localidad de La Carolina, San Luis, el 27de enero (noviembre según otros) de 1797. Estudió enCórdoba en el Colegio Montserrat y se graduó de Bachiller,Licenciado y Maestro en Artes y Filosofía. Luego, por susideales (y tremenda labia), fue expulsado de la Universidadde Córdoba y se incorporó al Ejército del norte que en esemomento estaba a cargo del General Belgrano, luego lodejaría por problemas personales, con el grado de Teniente.

Con sólo 22 años gana el concurso para ocupar la plaza deprofesor titular de la cátedra de Filosofía en el Colegio deSud de Buenos Aires, cuestión que no pasó desapercibidapor nadie al ser el primer laico que impartiera la clase, lacual la separa de la religión y la dicta en español por primeravez (antes era sólo en Latín). De hecho es él uno de los queabre nuevos rumbos a la enseñanza de la filosofía en laArgentina. Como ha sido la costumbre, los viejos agriosconservadores y algunos curas se opusieron a las prácticasliberales de Lafinur, instigando a numerosas protestas, peroel profesor más luchó y en encendidos discursos defendió alas ciencias y el paso irremediable de la inteligencia por sobreel anquilosamiento de la época. No obstante, fue tal elescándalo y el poder de la Iglesia (como siempre... despuéspiden disculpas y listo) que Lafinur es obligado a renunciar.

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En este tiempo además la masa ilustrada agotaba losperiódicos «El Curioso», «El Censor» y «El Americano», paraleer los escritos de Lafinur, que seguía luchando desde sutrinchera por la secularización de la educación y del Estado.También integra, desde 1818, la «Sociedad de Fomento delBuen Gusto en el Teatro» de Buenos Aires y escribenumerosas composiciones musicales.

Luego se instala en la ciudad de Mendoza, en 1821, dondees contratado por el Colegio de la Santísima Trinidad y dondeesperaba formar una tribuna periodística fuerte, pero unaño después, un cambio de gobierno lo obliga a radicarseen Chile, iniciando el viaje junto a su amigo, el actor ydramaturgo, Luis Ambrosio Morante en 1822.

En Santiago terminó sus estudios de Derecho y se tituló deabogado en la Universidad de San Felipe, mientras escribíacon su suelta prosa en «El Mercurio», «El Tizón», «ElObservador Chileno», «El Despertador Argentino», «ElLiberal» y «El Interrogante», y en su corta vida, además dejóun libro titulado CURSO DE FILOSOFÍA.

Juan Crisóstomo Lafinur y su sobrino bisnieto Jorge Luis Borges

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Pero Lafinur también estaba relacionado con la música,aunque de manera no profesional. En Chile conoce el HimnoNacional, cuestión que le desagradó por completo, tanto asíque comenzó la titánica empresa de rescribirlo, letra ymúsica. El resultado fue un himno que se estrenó en el Teatrode Arteaga (para variar) y que despertó la simpatía delpúblico, cuestión que se corrió de boca en bocarápidamente, era tema de conversación en esa época: sehabía creado un himno mejor que el de De Vera y Pintado yRobles, más armonioso y poético.

En un acto de condescendencia extraña para un artista,Lafinur decide echar marcha atrás a su propuesta, ya quecree que ha herido los sentimientos y la autoestima de losautores, guardando la letra y las partituras para siempre. Elargentino se casó acá en Chile y murió muy joven a raíz deun accidente mientras montaba a caballo, en Santiago, el 31de agosto de 1824, cuando apenas contaba con 27 años.No se puede dejar de mencionar que Lafinur fue tíobisabuelo de Jorge Luis Borges, y el escritor (Rey de laArgentina), lo cita en EL ALEPH (1949), también le dedicó unensayo titulado NUEVA REFUTACIÓN DEL TIEMPO (1947) yun poema titulado JUAN CRISÓSTOMO LAFINUR (1797-1824) en su libro LA MONEDA DE HIERRO (1976).

Ramón Carnicer Battle: ¿Dónde me dijo que queda Chile?

Aquí aparece en las tablas más operísticas, un español quepasaría a la historia nacional, sin haber puesto ni un pie enChile, de hecho no pasó ni cerca.

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Ramón Carnicer nació en Tárrega, en la Provincia de Lérida,Cataluña, el 24 de octubre de 1780, fue músico y empresariolírico con altos y bajos en su producción, de niño participóen el Coro de la Catedral de Andorra, para luego estudiarmúsica formalmente en Barcelona. Comenzó a componerdesde muy joven y muchas de sus obras conocieron el éxitoabsoluto, se cuenta que entre sus admiradores seencontraba Gioacchino Rossini (el mismo del BARBERO DESEVILLA y de la URRACA LADRONA). Cuando Fernando VIIllega al poder, Carnicer abandona su país autoexiliándoseen la capital inglesa, entre julio de 1825 y marzo de 1826.

Ramón Carnicer Battle

En Londres toma contacto con Mariano Egaña, diplomáticochileno, quien le solicita una música para el Himno Nacional(aunque, según la versión de Octavio Lafourcade, Egañanunca lo pensó para el Himno Nacional, sino más bien, comoun regalo para De Vera y Pintado luego del atentado sufridoen 1825), ya que habían algunos encopetados

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«intelectualoides» con cierto poder que considerabandemasiada «básica y fácil» la compuesta por Robles y porende no era digna para un Himno Nacional. Carnicer accedióa la petición del chileno y compuso una obra que llamaríaHIMNO PATRIÓTICO DE CHILE, un canto para 2 voces en lasestrofas y a 3 en el coro, con acompañamiento de piano, elcual aparece publicado en Londres en 1825 (se cree) y esejecutado por primera vez el 23 de diciembre de 1828(adivinen dónde), en el Teatro de Arteaga, en el marco de unconcierto organizado por la Sociedad Filarmónica de Chileque incluyó la CANCIÓN NACIONAL de Robles, entre otrasobras.

Desde ese momento se generó un clima de disputa en tornoal Himno Nacional de Chile, generándose dos bandosirreconciliables: los de Carnicer y los de Robles. A la larga,como se sabe, triunfó la corriente moderna, losCarniceristas. Pero los Roblistas tenían una cartita bajo lamanga y acusaron al español de plagio, por considerar quesu melodía se parecía demasiado a un coro de la óperaLUCRECIA BORGIA de Gaetano Donizetti (el mismo que pasósus últimos días en un manicomio). A decir verdad, si uno loescucha se acuerda en breve del Himno de Chile, pero paraponer la cosas en su lugar hay que mencionar que la óperade Donizetti fue escrita 1833, es decir, 5 años después delestreno del Himno Nacional de Chile. Sin ningún argumentoy con la moda de Carnicer, los Roblistas se dieron por vencido.Así la melodía de Robles pasó al más absoluto olvidoquedando la letra original inmutable (no por mucho tiempo)con melodía nueva. Carnicer había dejado un himno muyapegado a su obra en general, con un fuerte carácter

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operístico y con innegables matices escénicos, lo que lo hacemuy difícil de cantar, sobre todo para quien no estáacostumbrado.

Carnicer, lejos de toda esta historia, fallece en Madrid el 17de marzo de 1855, luego de haber sido Director de losteatros de la Cruz de Barcelona (1821) y del Príncipe deMadrid (1827), y profesor titular de la cátedra de Armonía

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en el Conservatorio de Música. Entre sus óperas destacan:DON JUAN TENORIO (1822), CRISTÓFORO COLOMBO (1831)e ISAMALIA (1835), en los últimos años recién los españoleshan comenzado a rescatar su obra. De Carnicer nos quedala melodía del himno y el piano que utilizó donado a Chilepor el gobierno español, y que actualmente se encuentra enel Museo Histórico Nacional.

Fabio de Petris. El italiano perfeccionista

Como si no fuera suficiente la multinacionalidad en lacreación del Himno de Chile, aparece este músico italiano.De Petris nació en Roma y realizó estudios de piano,contrapunto y órgano en la Academia de los HermanosCapacci, su capacidad como interprete le otorgó cierta fama,cuestión que motivó al gobierno ecuatoriano a contratarlopara que dirigiera el Conservatorio de Quito, hasta dondese traslada. Pero cuando el dictador Gabriel García Morenoes asesinado en 1875, en plena campaña para su tercerareelección, no le queda más remedio que partir hacia el sur,destino: Chile.

Una vez en el país dirigió los coros del Teatro Municipal desde1876 a 1894 y actuó como solista en los famosos ConciertosDucci, organizados por José Ducci Buonarroti. En 1886 fuenombrado profesor del Conservatorio Nacional de Música,pero él prefirió viajar al sur y radicarse en la ciudad deConcepción, donde fue maestro de piano y participóactivamente en las famosas Fiestas de la Primavera de laciudad, realizando conciertos y organizando bandas.

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Entre estos «ires y venires», escuchó el Himno Nacional yno pudo entender cómo una canción tan simple podía serconsiderada Canción Nacional; así que presto (y un pocoarrogante) solicita una entrevista con el Ministro deInstrucción Pública, don Julio Bañados Espinosa, parapresentarle una obra en la que había trabajado desde haceun tiempo y que era justa para reemplazar el himno vigente.La única palabra que escuchó De Petris para él y para sucomposición fue un cordial arriverderci. No obstante, elitaliano dejó varias piezas musicales, entre las que destacan:SINFONÍA DE LA TOMA DEL HUÁSCAR (1880), VIVA CHILE(1881), GLORIA A PRAT (1882) y el HIMNO DE LA SOCIEDADUNIÓN COMERCIAL DE SANTIAGO «AL TRABAJO Y A LAPAZ», con el que ganó la Medalla de Oro en un certamenmusical, compuesta para coro, solista y orquesta.

Eusebio Lillo Robles. Ni ahí con el Himno Nacional

La inmutabilidad de la letra del himno de De Vera y Pintadotenía que llegar a su fin. A la colonia española residente enChile siempre le molestó la dureza y violencia para con ellosde los versos del argentino, y más ahora que se volvía a lapaz y a entablar relaciones comerciales y culturales entreambos países. Con esa lógica el Gobierno Chile acepta en1847 la petición española, realizada a través de SalvadorTavira, Encargado de Negocios de la península. Es así que elMinistro Manuel Camilo Vial, por orden del PresidenteManuel Bulnes, le solicita a un joven poeta la misión degenerar nuevos versos para el Himno Nacional.

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Eusebio Lillo Robles

Eusebio Lillo Robles nació en la ciudad de Santiago de Chileel día 14 de agosto de 1826. Sus padres fueron Agustín Lilloy Dolores Robles. Desde muy niño tuvo que darle pelea a lavida, ya que a temprana edad queda huérfano de padre yen su vida estudiantil, en el Instituto Nacional, tiene queinventar sistemas que le permitan ganar un poco de dineropara solventar sus gastos, es así que siendo un excelentelector, juntaba muchos libros, los cuales, una vez leídos losrifaba entre sus compañeros. No obstante, no pudoterminar sus estudios para recibirse de abogado.

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Desde muy temprano comienza a escribir, y el 18 deseptiembre de 1844 obtiene un premio de la SociedadLiteraria del Instituto Nacional por el poema UN ECO AL DÍADE LA PATRIA, siendo publicado ese mismo día en losperiódicos «La Gaceta del Comercio» en Valparaíso y «ElSiglo» de Santiago. Este sería el inicio de una prolífica carreraliteraria. Entre 1845 y 1851 publicó más de 30composiciones y sonetos.

En 1846 ingresa a trabajar al Ministerio del Interior yparalelamente desempeña el cargo de corresponsal en elperiódico El Mercurio de Valparaíso. Es en este momentocuando le solicitan la redacción de la nueva letra para elHimno Nacional, Lillo tenía apenas 21 años y se encontrócon un proyecto que al principio rechazó, no le parecía bienromper con la tradición más pura, pues comprendía que sibien los versos eran muy enardecidos, éstos eran productode un momento histórico y que la historia no se puedecambiar alterando las palabras (lamentablemente). Perohubo algo que no le permitió rechazar la propuesta, erafuncionario gubernamental, así que no le quedó másremedio que sonreír y decir: si jefe. Aunque él mismodeclararía para la Revista Zig-Zag en 1910: «Yo no queríaescribirla, pensaba que un Himno Nacional no se debecambiar. La de Vera era hermosa y representaba el períodoheroico de nuestra historia. Comencé por esto a escribirlasin ganas y esto se nota en la primera estrofa que es forzada,que no tiene soltura ni movimiento... Conservé el coro deVera, por supuesto. Y después de la primera estrofa sentíque la cosa iba más fácil y más espontánea. Esto se nota

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muy bien leyendo la canción. La primera estrofa es la peorde todas...»

Una vez terminada su creación hubo algo en ella que no lesatisfacía del todo, el coro, consideraba que no llegaba a lafuerza del De Vera y Pintado, así que al final desecha el suyodejando el original como parte de la nueva canción, merefiero: «Dulce Patria, recibe los votos...» A todos les gustóel resultado, un himno macizo, pero hubo otros, comoAndrés Bello (que ya había censurado el coro de Lillo), quele molestaron ciertas palabras como «o el asilo contrá laopresión...». Sin dudas que había un argentinismo bárbaroen la palabra «contrá», pero Lillo se negó tajantemente acambiarlo para la cólera de muchos (nota para chilenos/as:no se extrañe de cómo hablan los argentinos, si usted hacantado toda su vida como ellos). Inmediatamente surgióla disputa en torno a la letra del himno, por una parte estabanlos jóvenes que apoyaban la letra de Lillo y en el otro bandose mantenían firmes los conservadores que considerabanlógico mantener la letra original. Al final los jóvenestriunfaron y el himno quedó definitivamente compuesto por6 estrofas escritas por el chileno y el coro del argentino.

Este himno fue interpretado por primera vez en lascelebraciones del 18 de septiembre de 1847, el texto deEusebio Lillo había sido impreso en mayo de ese mismo enla Imprenta Chilena. Luego, en 1859, aparecería publicadala versión pentagrámica de Carnicer en el suplemento «AlComercio» N° 252 de septiembre de 1859 bajo el nombrede CANCIÓN NACIONAL DE CHILE.

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Coro:

Dulce Patria, recibe los votosCon que Chile en tus aras juróQue o la tumba serás de los libresO el asilo contra la opresión.

Ha cesado la lucha sangrienta;Ya es hermano el que ayer invasor;De tres siglos lavamos la afrentaCombatiendo en el campo de honor.El que ayer doblegábase esclavoLibre al fin y triunfante se ve;Libertad es la herencia del bravo,La Victoria se humilla a sus pies.

Alza, Chile, sin mancha la frente;Conquistaste tu nombre en la lid;Siempre noble, constante y valienteTe encontraron los hijos del Cid.Que tus libres tranquilos coronenA las artes, la industria y la paz,Y de triunfos cantares entonenQue amedrenten al déspota audaz.

Vuestros nombres, valientes soldados,Que habéis sido de Chile el sostén,Nuestros pechos los llevan grabados;Los sabrán nuestros hijos también.Sean ellos el grito de muerteQue lancemos marchando a lidiar,

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Y sonando en la boca del fuerteHagan siempre al tirano temblar.

Si pretende el cañón extranjeroNuestros pueblos osado invadir;Desnudemos al punto el aceroY sepamos vencer o morir.Con su sangre el altivo araucanoNos legó por herencia el valor;Y no tiembla la espada en la manoDefendiendo de Chile el honor

Puro, Chile, es tu cielo azulado,Puras brisas te cruzan también,Y tu campo de flores bordadoEs la copia feliz del Edén.Majestuosa es la blanca montañaQue te dio por baluarte el Señor,Y ese mar que tranquilo te bañaTe promete futuro esplendor.

Esas galas, ¡oh, Patria!, esas floresQue tapizan tu suelo feraz,No las pisen jamás invasores;Con tu sombra las cubra la paz.Nuestros pechos serán tu baluarte,Con tu nombre sabremos vencer,O tu noble, glorioso estandarte,Nos verá combatiendo caer.

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Eusebio Lillo no paró con el Himno Nacional, comienza aparticipar en el Club de la Reforma, lugar que reunía a losintelectuales más liberales de la época, en esa instancianacería la Sociedad de la Igualdad en 1850, siendo su primerDirector. Esta sociedad, muy apegada al Radicalismo y a laMasonería, planteaba la necesidad de una transformaciónrevolucionaria de la sociedad que daría inicio a una naciónde hombres libres e iguales, sus ideales estaban inspiradosen la Revolución Francesa, y es la primera vez que losintelectuales respingados chilenos establecen alianzas conlos sectores populares. Además buscaban la separación delEstado y la Iglesia, cuestión que no les gustó para nada a losconservadores y a los curas (evidentemente, se les acababala leche) desatando tempestades en contra de Lillo y suscamaradas como Victoriano Lastarria, Santiago Arcos yFrancisco Bilbao. Un año más tarde, en abril de 1851, fueacusado de participar en el motín del Coronel Urriola y fuedesterrado a Valdivia y aunque escogió a Perú para exiliarse,terminó viviendo en Bolivia. En 1875 regresa a Chile y eselegido Alcalde de la ciudad de Santiago ese mismo año y en1876 es nominado Intendente de Curicó por el PresidenteFederico Errázuriz Zañartu, también fue Senador de laRepública, Ministro de Campaña durante la Guerra delPacífico y Ministro del Interior. Lillo, ya muy anciano, falleceen su casona de la calle Santo Domingo, en la ciudad deSantiago el 8 de julio de 1910, entre una inmensidad decuadros y su colección de periódicos. Nos dejó un legadopolítico, literario y utópico... y por cierto una parte del himnoque escuchamos todos los chilenos desde que nacemos(nota: acá me incluyo como si fuera un chileno más).

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Al fin, ahora sí que sí, Chile tenía un himno y todos podríamoscantarlo al unísono, como una sola voz, con un solo estilo...¡pamplinas!, todos los chilenos lo cantaban a la chilena, esdecir, como a uno le pareciera. Así que en variados intentosse hicieron esfuerzos por uniformar la interpretación, y nohubo caso, ni el Decreto N° 3.842 emitido el 12 de agosto de1909, en el gobierno de Pedro Montt, que fijó la forma deinterpretación del Himno Nacional, creando una partituraoficial por el Director del Conservatorio, Enrique Soro y elSubdirector, Mario de Petris (la historia es cíclica), ésta sedistribuyó por todo el territorio. Pero nada, así que añosmás tarde, el Presidente Pedro Aguirre Cerda, el 27 de juniode 1941 ratifica el anterior, con el Decreto N° 3.737,imprimiendo 5.000 copias con la idea de corregir esasimprecisiones populares, pero definitivamente no habíacaso.

Luego vendrían adaptaciones, modificaciones, flecos, etc.,dejando el himno, para su interpretación, con el coro de DeVera y Pintado y la quinta estrofa de Lillo («miti-mota»). Perosobre la melodía y las adaptaciones, deformaciones, cambiosde ritmos no había nada que hacer. Augusto Pinochet, luegodel Golpe de Estado de 1973, obligó a los chilenos a cantarla tercera estrofa de Lillo (esa que dice: «Vuestros nombres,valientes soldados...») incorporándola como oficial en lainterpretación, además, en agosto de 1980 promulgó undecreto que modificaba los aspectos melódicos del himno,ajustándolos a la costumbre, y de nada sirvió, cada chilenolo cantaba como quería (y Carnicer se revolcaba en latumba). Con la vuelta de la democracia en Chile se volvió a lacostumbre de utilizar sólo la quinta estrofa de Lillo y el coro

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de De Vera y Pintado, pero todos seguimos cantando elhimno como creemos que se debe cantar, sin dudas, debenexistir unas 15 millones de formas de interpretarlo... y deacuerdo a la historia de éste no podía ser de otra manera. Elfin de la historia indica que Chile tiene un Himno Nacionaltípicamente chileno, que es una marcha en compás de 4/4 opopularmente en 12/8, compuesto por un español y escritopor un chileno y un argentino.

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Los tipos siguen discutiendo en la sala del piano, nadie se hapuesto de acuerdo en nada y siguen peleándose elinstrumento. Yo estoy hastiado, así que los dejo. Seguirécon la idea de fundar mi propia patria, pero sin dudas, éstano tendrá himno (por ahora).

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Fuentes:

- Artículo «Historia del Himno Nacional». Marcos MaldonadoAguirre. www.musicadechile.com

- Wikipedia, la enciclopedia libre. www.wikipedia.org- Artículo «Himno Nacional de Chile». Werner Arias Aeschlimann.

Diario El Mercurio, 18 de septiembre de 1995.- Artículo «La complicada historia del Himno Nacional». Ilona

Goyeneche. Diario El Mercurio, 17 de septiembre de 2004.- Fuentes documentales bibliográficas para la historia de Chile.

Universidad de Chile. «Recuerdo de treinta años (1810-1810).José Zapiola. www.historia.uchile.cl.

- Artículo «Juan Crisóstomo Lafinur, educador y filósofo».www.educar.com.ar

- «Ficcionario». Antología de Jorge Luis Borges. Colección TierraFirme. Fondo de Cultura Económica. México, 1985.

- Artículo «Jorge Luis Borges». Ministerio de Educación, Ciencia yTecnología de la Nación Argentina. www.me.gov.ar

- «Bibliografía musical de Chile, desde los orígenes a 1886».Eugenio Pereira Salas. Serie Monografías. Anales de laUniversidad de Chile. Ediciones de la Universidad de Chile.Santiago, 1978.

- «Oyendo a Chile». Samuel Claro Valdés. Editorial Andrés Bello.Santiago de Chile, 1979.

- Artículo «Con don Eusebio Lillo». Revista Zig-Zag. Septiembre17 de 1905.

- «Grandes biografías. Figuras de la historia de Chile. CristiánGuerrero Lira et al. Ediciones La Tercera. Santiago de Chile.

Agradicimiento:

- A María Eugenia Godoy por revisar este texto, aunque no le gustanestos temas.

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