Reflexiones Guerra Mexico-USA

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La Invasión Norteamericana de 1846 Las voces opositoras Un Trabajo de Omar Aaron Delgado Godinez Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades. Licenciatura en Historia. Estados Unidos: Del Expansionismo al Imperialismo

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La Invasión Norteamericana de 1846Las voces opositoras

Un Trabajo de Omar Aaron Delgado Godinez

Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades.Licenciatura en Historia.

Estados Unidos: Del Expansionismo al Imperialismo

Universidad de Guadalajara2011-05-24

Código de Estudiante: 210240824

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En todas las sagas de cualquier nación, siempre existen las guerras. Algunas guerras son

gloriosas, otras tantas significan derrotas humillantes. En nuestra consciencia nacional, se

encuentran guerras de todo tipo. Desde las guerras en las que nuestro país surgió incólume

contra las dificultades, mientras que también existen las guerras –o quizás es más correcto

decir la guerra– en la que el país sufriría la peor de las derrotas de su historia. Dicha guerra

es la Guerra de Invasión Estadounidense. ¿Y por qué una de las más terribles de su

historia? Porque esa guerra le costaría casi la mitad de su territorio original, el cual se vio

obligado a cederle al país invasor.

Mientras que para nosotros dicha guerra tuvo un impacto negativo que a diferencia de

nosotros que nos esforzamos por mantener el recuerdo vivo en la memoria colectiva en la

que aún después de casi 200 años de haber acaecido, sigue teniendo un efecto devastador en

la historia de México, para los Estados Unidos aquella guerra no ocupa un lugar relevante

en sus recuerdos, aún a pesar de que aquella guerra cambió radicalmente sus fronteras y su

carácter como nación1.

Algo que debemos aclarar, es que el conflicto de EE.UU. contra México, más que ser

producto del llamado “Destino Manifiesto”, como nos lo ponen en los libros de historia,

significa algo más. Esta guerra con el tiempo sentaría las bases para la Guerra de Secesión

(1861-1865), al dar pie a varios conflictos sobre la aplicación de leyes esclavistas en los

territorios recién conquistados. Pero hay algo más que a me compete en este sencillo

ensayo. El tratar de relatar cómo fue que esos mismos debates sobre la esclavitud, llevaría a

un pequeño pero muy importante sector de la sociedad estadounidense que vería aquella

guerra con malos ojos, hasta el punto de verla no más como una “guerra de agresión y

conquista”.

Inclusive en uno de los libros que he tenido la oportunidad de leer, se maneja aquella

guerra como digna de ser olvidada por dos importantes razones: la primera, fue porque su

lugar estaba destinado a ser ocupado por otra guerra de mayor importancia en los corazones

y mentes estadounidenses: la Guerra de Secesión; la segunda, prefiero citarla tal cual se

pone en el libro que estuve leyendo:

1 Hows, Kelly King (2003). Mexican American War. Farmington Hills, EE.UU.: UXL. Thomson Learning. Pp. 110-111.

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“… Another reason for our apparent indifference to the Mexican War lies rooted in the

guilt that we as a nation have come to feel about it. The undeniable fact that it was an

offensive war so completely stripped it of moral pretensions.”2

Si nos atenemos a esta cita –que se puede traducir como la confirmación por parte del autor

del sentido de culpa que los propios norteamericanos reconocen–, entonces se puede

confirmar que aún dentro de los propios ciudadanos estadounidenses había esa sensación de

que aquella guerra era una guerra inmoral, una guerra abusiva.

Aquella mentalidad no era la que existía en varios de los habitantes del vecino del

Norte durante los años de 1840. En aquellos días, los norteamericanos (principalmente los

del sur) sentían un odio profundo a todo lo que tenía que ver con México por dos motivos:

el primero fue la muerte de los defensores de El Álamo a manos del ejército de Santa Anna,

para que luego este último ordenase –en un acto de repudio a los texanos– la quema de sus

cadáveres; el segundo, estaría relacionado con la masacre de prisioneros de guerra texanos

en un pueblo llamado Goliad.

Para cuando el general Zachary Taylor cruzó deliberadamente el Río Nueces, que para

los mexicanos era el límite entre EE.UU. y México, ya existía sin embargo otro factor que

hacía que la guerra fuese comúnmente aceptada por todos. Además del Destino Manifiesto

en que creían los norteamericanos, estos también estaban movidos por una excesiva

confianza en su supremacía militar (producto de la Guerra de 1812) y un gran

convencimiento de que eran los “hombres blancos” los que estaban destinados a gobernar

América en toda su extensión (nótese que esta mentalidad predominaba más en los estados

esclavistas que en los abolicionistas).

A pesar de ello, algunos de los sectores políticos vieron la guerra con malos ojos. El

primero en hablar contra la guerra sería Nueva Inglaterra, que llegaría al punto de

cuestionar el poder del presidente en turno James K. Polk. Allí, los abolicionistas no

dudaban en predicar a los cuatro vientos que aquella “guerra del Señor Polk”3 no era más

que un grandísimo complot para asegurar la expansión de la esclavitud.

Incluso dentro del partido Whig, el ancestro del actual Partido Republicano, había

disensión sobre la guerra contra México. Varios miembros prominentes del partido habían 2 Singletary, Otis A. (1960). The Mexican War. Chicago, EE.UU. : The University of Chicago Press. Pg. 5.

3 Ibídem. Pg. 23.

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protestado tanto contra la política agresiva de Polk, como la de su antecesor, John Tyler. El

primero, había ganado las elecciones de 1845 con el slogan de “All of Texas and All of

Oregon!”4, y desde el principio estaba buscando la excusa perfecta para poderse hacer no

solo de Texas, sino de Nuevo México y California; mientras que el segundo, había

orquestado la anexión de Texas a EE.UU., provocando que México, indignado, rompiese

relaciones con sus vecinos del Norte. Algo que sus colegas Whig, habían visto con malos

ojos; ya que no querían arriesgarse a una guerra contra un país del que no se conocía su

terreno y que, más que a sus inmensos ejércitos, le temía a la Fiebre Amarilla.

Las semillas de la oposición pronto se darían conforme avanzaría la guerra. ¿Por qué?

Simplemente por los onerosos impuestos que Polk había impuesto al país para pagar una

guerra para la que no estaba ni siquiera preparado del todo. En cuanto a hombres, mientras

que los soldados de México estaban bastante curtidos en las tácticas de combate –gracias a

los continuos cuartelazos que hubo desde 1824 hasta 1846–, los de Estados Unidos no

tenían mucha experiencia en el combate, salvo el estar en servicio en puestos fronterizos,

peleando una que otra escaramuza contra los indios de aquellos rumbos.

Estas características amenazaban desde el principio la unidad nacional propia de los

Estados Unidos, fuera que estuviesen o no enterados de la delicada situación nacional que

México vivía en aquellos días –donde NO había un sentido de unidad nacional–. Se sabe

que varios escritores notables del país del Norte, como Henry David Thoureau, habían sido

encarcelados por negarse a pagar impuestos que, según ellos, ayudarían a pagar una guerra

injusta contra México.

A pesar de ello, la guerra seguiría su curso contra las olas de protestas. Donde casi sin

esfuerzo, los estadounidenses derrotarían una y otra vez al ejército mexicano hasta el punto

de la firma de los Tratados de Guadalupe-Hidalgo. Donde EE.UU. –en una actitud que

denotaba cierto conocimiento de culpa– pagaría 15 millones de dólares en retribución por

los daños hechos a México.

4 Traducción: “Todo Texas y Todo Oregon”. Hows, Kelly King (2003). Op. cit. Pp. 44-45.