REPORTE DE GALILEO GALILEI

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UNIVERSIDAD DE EL SALVADOR FACULTAD DE CIENCIAS Y HUMANIDADES DEPARTAMENTO DE FILOSOFÍA FILOSOFÍA MODERNA PROFESOR: Lic. Jorge Montenegro ALUMNOS: Rojas López, José Gustavo Quintero Portillo, Edgar Ernesto 1

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VIDA, OBRA Y PENSAMIENTO DE GALILEO GALILEI

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UNIVERSIDAD DE EL SALVADOR

FACULTAD DE CIENCIAS Y HUMANIDADES

DEPARTAMENTO DE FILOSOFÍA

FILOSOFÍA MODERNA

PROFESOR:

Lic. Jorge Montenegro

ALUMNOS:

Rojas López, José Gustavo

Quintero Portillo, Edgar Ernesto

Ciudad Universitaria, 27 de Septiembre de 2011

ÍNDICE

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Page 2: REPORTE DE GALILEO GALILEI

INTRODUCCIÓN 3

1. LA REVOLUCIÓN CIENTÍFICA 4-6

2. BIOGRAFÍA 6-7

3. PRUEBAS DEL SISTEMA HELIOCÉNTRICO PRESENTADAS POR GALILEO 7-9

4. LA OPOSICIÓN SE ORGANIZA 9-10

5. LA CENSURA DE LAS TEORÍAS COPERNICANAS (1616) 11

6. LA CONDENA 11-13

7. EL FIN 13-14

8. GALILEO Y EL MÉTODO DE LA CIENCIA 14-17

CONCLUSIÓN 18

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INTRODUCCIÓN.

Toda ciencia actual, por más moderna, exacta y novedosa, necesita una base, un lugar de donde haber salido, un nacimiento, “El primer escalón” de esa escalera que alguna vez nos llevará al cielo.

Tal es el caso de la física mecánica y, a nuestro gusto, su verdadero nacimiento, acontecido en los pensamientos y estudios de Galileo Galilei.

Galileo era un hombre sabio, curioso y obstinado, si él no se convencía de algo por si mismo, nadie lo haría, tal como lo demuestra la siguiente cita:

“Tenía setenta y nueve años de edad y su cabello y su barba eran tan blancos como la espuma. Sus ojos, que miraron al cielo a través de sus telescopios y observaron más que cualquier ser humano desde el principio de los tiempos, estaban apagados por la edad. Su reputación de ser uno de los más brillantes científicos de su tiempo fue la razón de que reyes, reinas disputaran sus servicios. Ahora estaba arrodillado ante el temido tribunal de la Inquisición, obligado a confesar públicamente un error que no era error: " Yo Galileo Galilei..., abandono la falsa opinión... de que el Sol es el centro (del Universo) y está inmóvil....Abjuro, maldigo y detesto los dichos errores". Algunos dicen que cuando el anciano se puso de pie murmuró para su interior: "E pur si muove”: Y sin embargo (la Tierra) se mueve (alrededor del Sol). “

Es de esta perseverancia, de esta necesidad por saber y descubrir que les vamos a hablar, acompañenos en este viaje por los estudios de este maestro de la ciencia, empezando por sus experimentos de la caída hasta el fin de sus estudios como físico, el péndulo.

1. LA REVOLUCIÓN CIENTÍFICA

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El periodo de tiempo que transcurre aproximadamente entre la fecha de

publicación del De Revolutionibus de Nicolás Copérnico, en 1543, hasta la obra

de Isaac Newton, cuyos Philosophiae Naturalis Principia Mathematica en 1687,

se acostumbra a denominar “periodo de la revolución científica”. Se trata de un

poderoso movimiento de ideas que adquiere en el siglo XVII sus rasgos

distintivos con la obra de Galileo.

En este proceso conceptual, resulta sin duda determinante aquella revolución

astronómica cuyos representantes más prestigiosos son Copérnico, Tycho

Brahe, Kepler y Galileo, y que confluirá en la física clásica de Newton. Durante

este periodo, pues, se modifica la imagen del mundo. Newton, con su teoría

gravitacional, unificará la física de Galileo y la de Kepler. En efecto, desde el

punto de vista de la mecánica de Newton se puede afirmar que las teorías de

Galileo y de Kepler son correctas aproximaciones a determinados resultados

obtenidos por Newton.

Durante los 150 años que transcurren entre Copérnico y Newton, no sólo

cambia la imagen del mundo. Entrelazado con dicha mutación se encuentra el

cambio de las ideas sobre el hombre, sobre la ciencia, sobre el hombre de

ciencia, sobre el trabajo científico y las instituciones científicas, sobre las

relaciones entre ciencia y filosofía y entre el saber científico y la fe religiosa.

Copérnico desplaza a la Tierra del centro del universo, con lo que también quita

al hombre de allí. La Tierra ya no es el centro del universo, sino un cuerpo

celeste como los demás. Ya no es, en especial, aquel centro del universo

creado por Dios en función de un hombre concebido como culminación de la

creación y a cuyo servicio estaría todo el universo. Cambia la imagen del

mundo y cambia la imagen del hombre; más aún: paulatinamente la imagen de

la ciencia. La revolución científica no solo consiste en llegar a teorías nuevas y

distintas a las anteriores. Al mismo tiempo, constituye una revolución en la

noción de saber, de ciencia. La ciencia ya no es una privilegiada intuición de

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mago o astrólogo individual que se ve iluminado, ni el comentario a un filósofo

(Aristóteles) que ha dicho la verdad y toda la verdad, y tampoco es un discurso

sobre “el mundo de papel”, sino más bien una indagación y un razonamiento

sobre el mundo de la naturaleza.

Se trata de un proceso realmente complejo cuya consecuencia, como decíamos

hace un momento, es la fundación galileana del método científico y, por tanto,

la autonomía de la ciencia con respecto a las proposiciones de fe y las

concepciones filosóficas. La experiencia de Galileo consiste en el experimento.

La ciencia es experimental.

Esta nueva imagen de la ciencia, elaborada mediante teorías sistemáticamente

controladas a través de experimentos, “representaba el certificado de

nacimiento de un tipo de saber entendido como construcción perfectible”. Con

la revolución científica se abrieron las categorías, los métodos, las instituciones,

los modos de pensar y las valoraciones que se relacionan con aquel fenómeno

que, después de la revolución científica, acostumbramos llamar “ciencias

modernas”. El rasgo más peculiar del fenómeno constituido por la ciencia

moderna consiste precisamente en el método: éste exige por una parte,

imaginación y creación de hipótesis, y por la otra, un control público de dicha

imaginación.

Es sobre la base del método experimental donde se fundamenta la autonomía

de la ciencia: ésta halla sus verdades con independencia de la filosofía y la fe.

Junto con la cosmología aristotélica, la revolución científica provoca un rechazo

de las categorías, los principios y las pretensiones esencialistas de la filosofía

de Aristóteles. El viejo saber pretendía ser un saber de esencias, una ciencia

elaborada con teorías y conceptos definitivos. En consecuencia, la ciencia ya no

versa sobre las esencias o substancias de las cosas y de los fenómenos, sino

sobre las cualidades de las cosas y de los acontecimientos que resulten

objetiva y públicamente controlables y cuantificables. Tal es la imagen de la

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ciencia que se configura al final del largo proceso de la revolución científica. Ya

no se trata de “qué”, sino de “cómo”; la ciencia galileana y postgalileana ya no

indagará sobre la substancia, sino sobre la función.

Esto implica que la ciencia moderna, autónoma con respecto a la fe y

concepciones filosóficas, con controles públicos, regulada mediante un método,

perfectible y progresiva, con un lenguaje específico y claro, y con sus

instituciones típicas, es de veras la consecuencia de un proceso largo e

intrincado, en el que se entrelazan la mística neoplatónica, la tradición

hermética, la magia, la alquimia y la astrología. La revolución científica, en

definitiva, no es una marcha triunfal. Y mientras se van distinguiendo e

investigando sus senderos racionales, es preciso tener siempre en cuenta las

eventuales contraposiciones místicas, mágicas, herméticas y ocultistas de

dichos senderos.

2. BIOGRAFÍA

Galileo Galilei (Pisa, 15 de febrero de 1564 - Florencia, 8 de enero de 1642),

fue un astrónomo, filósofo, matemático y físico italiano que estuvo relacionado

estrechamente con la revolución científica. Eminente hombre del Renacimiento,

mostró interés por casi todas las ciencias y artes (música, literatura, pintura).

Sus logros incluyen la mejora del telescopio, gran variedad de observaciones

astronómicas, la primera ley del movimiento y un apoyo determinante para el

copernicanismo. Ha sido considerado como el «padre de la astronomía

moderna», el «padre de la física moderna» y el «padre de la ciencia».

Su trabajo experimental es considerado complementario a los escritos de

Francis Bacon en el establecimiento del moderno método científico y su carrera

científica es complementaria a la de Johannes Kepler. Su trabajo se considera

una ruptura de las asentadas ideas aristotélicas y su enfrentamiento con la

Iglesia Católica Romana suele tomarse como el mejor ejemplo de conflicto

entre la autoridad y la libertad de pensamiento en la sociedad occidental.

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En 1583 la oscilación de una lámpara en la catedral de Pisa le permitió

determinar la ley del isocronismo de las oscilaciones del péndulo. En los años

siguientes llegó a formular algunos teoremas de geometría y de mecánica que

publicó más tarde. Su cultura matemática le granjeó el aprecio y la simpatía de

muchos matemáticos de su tiempo, y le fue confiada en 1589 la cátedra de

matemáticas en la Universidad de Pisa. Luego en 1592 pasó a enseñar en la

Universidad de Padua, donde pasó 18 años que fueron los más fecundos de su

vida. De los numerosos inventos de diverso género, hechos durante este

período el más importante es el telescopio (1609): Esta invención inicia la serie

de descubrimientos astronómicos.

3. PRUEBAS DEL SISTEMA HELIOCÉNTRICO PRESENTADAS POR GALILEO

Según Bertrand Russell, el conflicto entre Galileo y la Iglesia Católica fue un

conflicto entre el Razonamiento inductivo y el Razonamiento deductivo. La

inducción basada en la observación de la realidad, propia del método científico

que Galileo usó por primera vez, ofreciendo pruebas experimentales de sus

afirmaciones, y publicando los resultados para que pudiesen ser repetidas,

frente a la deducción, a partir en última instancia de argumentos basados en la

autoridad, bien de filósofos como Aristóteles o de las Sagradas escrituras. Así,

en relación a su defensa de la Teoría heliocéntrica, Galileo siempre se basó en

datos extraídos de observaciones experimentales que demostraban la validez

de sus argumentos. En resumen, y a pesar de que, en ocasiones, se sostiene

que Galileo no demostró el movimiento de la Tierra, las pruebas de carácter

experimental, publicadas por él mismo de su argumentación son las siguientes:

A. Montañas en la Luna. Fue el primer descubrimiento de Galileo con ayuda

del telescopio, publicado en el Sidereus Nuncius en 1609. Con él refuta la tesis

aristotélica de que los cielos son perfectos, y en particular la Luna una esfera

lisa e inmutable. Frente a eso, Galileo presenta numerosos dibujos de sus

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observaciones, e incluso estimaciones de la altura de montañas, si bien errados

por realizar estimaciones incorrectas de la distancia de la Luna.

B. Nuevas estrellas. Fue el segundo descubrimiento de Galileo, también

publicado en el Sidereus Nuncius. Observó que el número de estrellas visibles

con el telescopio se duplicaba. Además, no aumentaban de tamaño, cosa que sí

ocurría con los planetas, el Sol y la Luna.

C. Satélites de [Júpiter]. Probablemente el descubrimiento más famoso de

Galileo. Lo realizó el 7 de enero de 1610, y provocó una conmoción en toda

Europa. Cristóbal Clavio, astrónomo del Colegio Romano de los jesuitas, afirmó:

“Todo el sistema de los cielos ha quedado destruido y debe arreglarse”. Era

una importante prueba de que no todos los cuerpos celestes giraban en torno a

La Tierra, pues ahí había cuatro planetas (en la concepción de planetas que

entonces se concebía, que incluía la Luna y el Sol) que lo hacían en torno a

Júpiter.

D. Manchas solares. Otro descubrimiento que refutaba la perfección de los

cielos fue la observación de manchas en el Sol (funeral de la ciencia

aristotélica) que tuvo lugar a finales de 1610 en Roma, si bien demoró su

publicación hasta 1612. El jesuita Cristopher Shcneider, bajo el pseudónimo de

Padre Apelles, se atribuye su descubrimiento e inicia una agria polémica

argumentando que son planetoides que están entre el Sol y la Tierra. Por el

contrario, Galileo demuestra, con la ayuda de la teoría matemática de los

versenos que están en la superficie del Sol. Además, hace otro importante

descubrimiento al mostrar que el Sol está en rotación, lo que sugiere que

también la Tierra podría estarlo.

E. Las fases de Venus. Esta prueba es un magnífico ejemplo de aplicación del

método científico, que Galileo usó por primera vez. La observación la hizo en

1610, aunque demoró su publicación hasta El Ensayador, aparecido en 1623, si

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bien para asegurar su autoría hizo circular un criptograma, anunciándolo de

forma cifrada. Observó las fases, junto a una variación de tamaño, que son sólo

compatibles con el hecho de que Venus gire alrededor del Sol, ya que presenta

su menor tamaño cuando se encuentra en fase llena y el mayor, cuando se

encuentra en la nueva; es decir, cuando está entre el Sol y la Tierra.

F. Argumento de las mareas. Presentada en la cuarta jornada del Diálogos

sobre los dos máximos sistemas del mundo. Es un argumento brillante y propio

del genio de Galileo, sin embargo, es el único de los que presenta que estaba

equivocado. Según Galileo, la rotación de la Tierra, al moverse ésta en su

traslación alrededor del Sol hace que los puntos situados en la superficie de la

Tierra sufran aceleraciones y deceleraciones cada 12 horas, que serían las

causantes de las mareas. En esencia, el argumento es correcto, y esta fuerza

existe en realidad, si bien su intensidad es muchísimo menor que la que Galileo

calcula, y no es la causa de las mareas. El error proviene del desconocimiento

de datos importantes como la distancia al Sol y la velocidad de la Tierra.

4. LA OPOSICIÓN SE ORGANIZA

Galileo parece ir de triunfo en triunfo y convence a todo el mundo. Por tanto,

los partidarios de la teoría geocéntrica se convierten en enemigos encarnizados

y los ataques contra él comienzan con la aparición de Sidereus Nuncius. Ellos

no pueden permitirse el perder la afrenta y no quieren ver su ciencia puesta en

cuestión.

Además, los métodos de Galileo, basados en la observación y la experiencia en

vez de la autoridad de los partidarios de las teorías geocéntricas (que se

apoyan sobre el prestigio de Aristóteles), están en oposición completa con los

suyos, hasta tal punto que Galileo rechaza compararse con ellos.

La primera flecha viene de Martin Horky, discípulo del profesor Magini y

enemigo de Galileo. Este asistente publica en junio de 1610, sin consultar a su

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maestro, un panfleto contra el “Sidereus Nuncius”. Exceptuando los ataques

personales, su argumento principal es el siguiente

«Los astrólogos han hecho sus horóscopos teniendo en cuenta todo

aquello que se mueve en los cielos. Por lo tanto los astros mediceos no

sirven para nada y, Dios no crea cosas inútiles, estos astros no pueden

existir».

Horky es ridiculizado por los seguidores de Galileo, que responden que estos

astros sirven para una cosa: hacerle enfadar. Convertido en el hazmerreír de la

universidad, Horky finalmente es recriminado por su maestro: Magini no tolera

un fallo tan claro. En el mes de agosto, un tal Sizzi intenta el mismo tipo de

ataque con el mismo género de argumentos, sin ningún éxito.

A. Los ataques se hacen más violentos

Galileo, de retorno a Florencia, es inatacable desde el punto de vista

astronómico. Sus adversarios van entonces a criticar su teoría de los cuerpos

flotantes. Galileo pretende que el hielo flota porque es más ligero que el agua,

mientras que los aristotélicos piensan que flota porque es de su naturaleza el

flotar (Física cuantitativa y matemática de Galileo contra física cualitativa de

Aristóteles). El ataque tendrá lugar durante un almuerzo en la mesa de Cosme

II en el mes de septiembre de 1611.

Galileo se opone a los profesores de Pisa y en especial al mismo Delle Combe,

durante lo que se denomina la «batalla de los cuerpos flotantes». Galileo sale

victorioso del intercambio. Varios meses más tarde, sacará una obra en la que

se presentará su teoría.

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El 2 de noviembre de 1612, las querellas reaparecen. El dominico Niccolo

Lorini, profesor de historia eclesiástica en Florencia, pronuncia un sermón

resueltamente opuesto a la teoría de la rotación de la Tierra. Sermón sin

consecuencias particulares, pero que marca los comienzos de los ataques

religiosos. Los opositores utilizan el pasaje bíblico en el Libro de Josué (Josué

10:12-14) en el cual Josué detiene el movimiento del Sol y de la Luna, como

arma teológica contra Galileo.

El 20 de diciembre, el padre Caccini ataca muy violentamente a Galileo en la

iglesia Santa Maria Novella. El 6 de enero un copernicano, el carmelita Paolo

Foscarini, publica una carta tratando positivamente la opinión de los pitagóricos

y de Copérnico sobre la movilidad de la Tierra. Él percibe el sistema

copernicano como una realidad física. La controversia toma una amplitud tal

que el cardenal Belarmino debe intervenir el 12 de abril. Éste escribe una carta

a Foscarini donde condena sin equívocos la tesis heliocéntrica en ausencia de

refutación concluyente del sistema geocéntrico.

5. LA CENSURA DE LAS TEORÍAS COPERNICANAS (1616)

A pesar de pasar dos meses removiendo cielo y tierra para impedir lo

inevitable, es convocado el 16 de febrero de 1616 por el Santo Oficio para el

examen de las proposiciones de censura. Es una catástrofe para él. La teoría

copernicana es condenada como "una insensatez, un absurdo en filosofía, y

formalmente herética".

El 25 de febrero y 26 de febrero de 1616, la censura es ratificada por la

Inquisición y por el papa Pablo V.

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Aunque no se le inquieta personalmente, se ruega a Galileo exponer su tesis

presentándola como una hipótesis y no como un hecho comprobado, cosa que

no hizo a pesar de que no le fue posible demostrar dicha tesis. Esta petición se

extiende a todos los países católicos.

6. LA CONDENA

El 21 de febrero de 1632, Galileo, protegido por el papa Urbano VIII y el gran

duque de Toscana Fernando II de Médicis, publica en Florencia su diálogo de los

Massimi sistemi (“Diálogo sobre los principales sistemas del mundo”) (Dialogo

sopra i due massimi sistemi del mondo), donde se burla implícitamente del

geocentrismo de Ptolomeo. El Diálogo es a la vez una revolución y un

verdadero escándalo. El libro es en efecto abiertamente pro-copernicano,

ridiculizando audazmente la interdicción de 1616 (que no será levantada hasta

1812: a verificar).

El Diálogo se desarrolla en Venecia durante cuatro jornadas entre tres

interlocutores: Filipo Salviati, un Florentino seguidor de Copérnico, Giovanni

Francesco Sagredo, un veneciano ilustrado sin tomar partido, y Simplicio, un

mediocre defensor de la física aristotélica, un personaje que algunos quieren

ver inspirado en Urbano VIII. Pero, mientras que se le reprocha el carácter

ostensiblemente peyorativo del nombre, Galileo responde que se trata de

Simplicio de Cilicia. Muchos autores coinciden en que Galileo no esperaba estas

reacciones ni que el Papa reaccionara posicionándose entre sus enemigos

En esta obra, Galileo, aunque lo tenía prohibido por el decreto de 1616,

presenta dos nuevas pruebas de carácter experimental y observacional a favor

de la teoría copernicana. La basada en el movimiento de las mareas, errónea, y

la basada en la rotación de las manchas solares, acertada y que refutaba tanto

la ptolemaica (ya descartada por las fases de Venus), como la de Tycho Brahe,

en cuya defensa se habían refugiado los jesuitas del Colegio Romano. Esto

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motivó la intervención de la Inquisición, que sólo le permitía a Galileo el

presentar la teoría como mera hipótesis, y no presentar pruebas a su favor.

Por otra parte, Galileo tiene en Roma poderosos enemigos, fundamentalmente

entre los jesuitas del Colegio Romano, especialmente Christopher Steiner y

Orazio Grascci, quienes se consideraban la rama intelectual de la Iglesia, y

quienes pudieron ser quienes iniciaron el rumor de que el Papa Urbano era, en

realidad, el simpático pero poco brillante Simplicio. Esto fue muy perjudicial

para Galileo, pues en Roma era muy conocida la enorme autoestima del Papa.

Por otro lado, tampoco ayudó a Galileo el escribir su citada obra en lengua

vulgar, en vez de hacerlo en el idioma culto utilizado entonces entre los

hombres de ciencia, el latín, pues a la Iglesia no le gustaba que las obras

llegaran directamente al hombre de la calle.

El proceso realizado por la Inquisición fue irregular, pues a pesar de que el libro

había pasado el filtro de los censores, se le acusaba de introducir doctrinas

heréticas. Puesto que esto dejaba en mal lugar a dichos censores, la acusación

oficial fue de violar la prohibición de 1616.

Galileo fue requerido para presentarse en Roma, sin embargo, estaba

sumamente enfermo y agotado, y ya contaba 68 años, por lo que se demoró en

acudir, además de que en esos momentos existía una epidemia de peste en

Italia. Aunque presentó certificados médicos alegando estas circunstancias, a

finales de diciembre de 1632 fue conminado a acudir inmediatamente de grado

o por fuerza.

El proceso comenzó con un interrogatorio el 9 de abril de 1633, donde Galileo

no reconoce haber recibido expresamente ninguna orden del cardenal

Belarmino. Por otra parte, dicha orden aparece en un acta que no estaba

firmada ni por el cardenal ni por el propio Galileo.

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Con pruebas endebles es difícil realizar una condena, por lo que es conminado

a confesar, con amenazas de tortura si no lo hace y promesas de un trato

benevolente en caso contrario. Galileo acepta confesar, lo que lleva a cabo en

una comparecencia ante el tribunal el 30 de abril. Una vez obtenida la

confesión, se produce la condena el 21 de junio. Al día siguiente, en el

convento romano de Santa Maria sopra Minerva, le es leída la sentencia, donde

se le condena a prisión perpetua, y se le conmina a abjurar de sus ideas, cosa

que hace seguidamente. Tras la abjuración el Papa conmuta la prisión por

arresto domiciliario de por vida.

Giuseppe Baretti afirmó que después de la abjuración Galileo dijo la frase

«Eppur si muove» (y sin embargo se mueve), pero según Stillman Drake Galileo

no pronunció la famosa frase en ese momento ya que no se encontraba en

situación de libertad y sin duda era desafiante hacerlo ante el tribunal de

cardenales de la Inquisición. Para Stillman si esa frase fue pronunciada lo fue

en otro momento.

7. EL FIN

Galileo permanece confinado en su residencia en su casa de Florencia desde

diciembre de 1633 a 1638. Allí recibe algunas visitas, lo que le permitió que

alguna de sus obras en curso de redacción pudiera cruzar la frontera. Estos

libros aparecieron en Estrasburgo y en París en traducción latina.

En 1636, Luis Elzevier recibe un boceto de los “Discursos sobre dos nuevas

ciencias” de la parte del maestro florentino. Éste es el último libro que escribirá

Galileo; en él establece los fundamentos de la mecánica en tanto que ciencia y

que marca así el fin de la física aristotélica. Intenta también establecer las

bases de la resistencia de los materiales, con menos éxito. Terminará este libro

a lo justo, puesto que el 4 de julio de 1637 pierde el uso de su ojo derecho. El 2

de enero de 1638, Galileo pierde definitivamente la vista. Galileo, entre tanto,

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ha recibido la autorización de instalarse cerca del mar, en su casa de San

Giorgio. Permanecerá allí hasta su muerte, rodeado de sus discípulos (Viviani,

Torricelli, Peri, etc.), trabajando en la astronomía y otras ciencias. Unos días

más tarde, el 8 de enero de 1642, Galileo muere en Arcetri a la edad de 78

años. Su cuerpo es inhumado en Florencia el 9 de enero.

8. GALILEO Y EL MÉTODO DE LA CIENCIA

Galileo intentó desbrozar el camino para la investigación científica de los

obstáculos de la tradición cultural y teológica. Por un lado polemizaba contra

“el mundo de papel” de los aristotélicos por otro quería substraer la indagación

científica del mundo natural a las trabas y los estorbos de la autoridad

eclesiástica. Contra los aristotélicos afirma la necesidad del estudio directo de

la naturaleza. Nada es más vergonzoso, dice que recurrir en las discusiones

científicas a textos que muchas veces se escriben con otro propósito y

pretender responder con ellos a observaciones y experiencia directas. No

pueden sacrificarse las enseñanzas directas de la naturaleza a las afirmaciones

de los textos sagrados. La sagrada escritura y la naturaleza proceden ambas

del verbo divino, la primera dictada por el Espíritu Santo, la segunda como

ejecutora de los mandatos de Dios; pero la palabra de Dios ha tenido que

adaptarse al limitado entendimiento de los hombre a quienes se dirigía,

mientras que la naturaleza es inexorable e inmutable, y jamás traspasa los

límites de las leyes que han sido impuestas, porque no se preocupan de que

sus razones sean comprendidas o no por los humanos. Por esto los que nos

revela de la naturaleza la sensata experiencia no puede ser puesta en duda

aunque parezca disconforme en algún texto de la sagrada Escritura. Sólo el

libro de la naturaleza es el objeto propio de la ciencia; y este libro es

interpretado y leído solamente por la ciencia. La experiencia es la revelación

directa de la naturaleza en su verdad. No engaña nunca: aún cuando el ojo nos

hace ver roto el bastón sumergido en el agua, el error no es del ojo, que recibe

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verdaderamente la imagen rota y refractada, sino del razonamiento de quien

ignora que la imagen se refracta al pasar de un medio transparente a otro.

Pero también para Galileo el razonamiento es muy importante, según él la

experiencia y mejor aún los resultados de la misma serían ciegos, es decir sin

significado, sino estuvieran por el raciocinio, o sea, por una teoría que explicara

sus causas. Evidentemente, para Galileo, sólo el razonamiento puede

establecer las relaciones matemáticas entre los hechos de la experiencia y

construir una teoría científica de los mismos, pero también es igualmente

evidente que sólo la experiencia puede proporcionar, según Galileo, el

incentivo para la formulación de una hipótesis y que las deducciones que luego

se derivan matemáticamente de estas hipótesis deben, a su vez, cotejarse con

la experiencia y confirmarse con repetidos experimentos, antes de poder

declarar su validez.

Por lo que respecta a la lógica tradicional, Galileo comparte la opinión negativa

de los escritores del Renacimiento: pues la lógica no sirve para descubrir nada

sino sólo para conocer si los discursos y las demostraciones ya hechas y

halladas proceden de modo concluyente.

La experiencia no es solamente el fundamento, sino también el límite del

conocimiento humano. Le es imposible alcanzar la esencia de las cosas: ésta

debe limitarse a determinar sus cualidades y sus accidentes: el lugar, el

movimiento, la figura, la magnitud, la opacidad, la producción y la disolución,

son hechos, cualidades o fenómenos que pueden ser conocidos y usados por la

explicación de los problemas naturales. La experiencia elimina los elementos

subjetivos y variables y se atiene a los permanentes y verdaderamente

objetivos.

Galileo distingue las cualidades sensibles que son propias de los cuerpos y las

que no lo son, porque pertenecen solamente a nuestros órganos sensitivos.

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No se puede concebir una sustancia corpórea si no es limitada, provista de

figura y magnitud determinada, situada en cierto lugar y en cierto tiempo,

inmóvil o en movimiento, en contacto o no, una múltiple; pero ciertamente se

la puede concebir falta de color, de sabor, de sonido y de olor. Por esto la

cantidad, la figura, la magnitud, el lugar, el tiempo y el movimiento, el reposo,

el contacto, la distancia y el número son cualidades propias e inseparables de

los cuerpos materiales; mientras que los sabores, olores colores y sonidos

subsisten solamente en los órganos sensible, pero no son caracteres objetivos

de los cuerpos, aunque sean producidos por éstos. La objetividad se reduce,

pues, exclusivamente a las cualidades sensibles que son determinaciones

cuantitativas de los cuerpos mientras que las cualidades que no pueden

reducirse a determinaciones cuantitativas se declaran por Galileo como

puramente subjetivas.

Galileo sostiene que el libro de la naturaleza será escrito en lenguaje

matemático y sus caracteres son triángulos, círculos y otras figuras

geométricas. Por esto no puede ser entendido si antes no se aprender el

lenguaje y los caracteres en los cuales está escrito. En la estructura

matemática del Universo se funda su orden necesario, que es único y no ha

sido ni será jamás diferente. Para entender este orden es necesario que la

ciencia se constituya como un sistema de procedimientos exactos de medida.

Las determinaciones genéricas, “grande” o “pequeño”, “cercano” o “lejano”, no

significan nada en la realidad natural: las mismas cosas pueden parecer

grandes, pequeñas, cercanas y lejanas. La consideración científica empieza

solamente cuando se introduce una unidad de medida y se determinan con

relación a esta unidad todas las relaciones cuantitativas.

De este modo Galileo determinó con toda claridad el método de la ciencia

moderna. Ha reconocido en la medida el instrumento fundamental de la ciencia

y ha hecho valer el ideal cuantitativo, como criterio para discernir en la

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Page 18: REPORTE DE GALILEO GALILEI

experiencia los elementos verdaderamente objetivos. Además ha eliminado

explícitamente de la investigación natural cualquier preocupación finalista o

antropológica. Las obras de la naturaleza no pueden ser juzgadas con una

medida puramente humana, a lo que el humano puede entender o a lo que le

resulte útil. Es arrogancia más aún locura, por parte de los seres humanos

declarar inútiles aquellas obras de la naturaleza cuya utilidad para sus fines no

comprende. Nosotros no sabemos para qué sirven Júpiter o Saturno, y no

sabemos tampoco para qué sirven muchos de nuestros órganos, arterias o

cartílagos, que ni siquiera sabríamos que tenemos, si los anatómicos no nos lo

hubieran enseñado. Y en todo caso, para juzgar sobre su utilidad o sobre sus

efectos sería menester hacer la experiencia de quitarlos y comprobar así las

perturbaciones causadas por su falta. Pero cualquier anticipación respecto a la

naturaleza es imposible, ya que lo que nosotros pensemos de ella no le afecta,

ni tiene para ella valor nuestras razones probable. Demóstenes y Aristóteles

tienen que ceder ante un ingenio mediocre que haya sabido averiguar algún

aspecto real de la naturaleza. Por esto cualquier razonamiento que nosotros

hagamos sobre las cosas naturales o es muy verdadero o muy falso; si es falso

es necesario despreciarlo; si es verdadero es menester aceptarlo, porque no

hay manera de evitarlo.

Lo cual confirma que no hay filosofía que pueda enseñarnos la verdad de la

naturaleza mejor que la experiencia, la cual no se anticipa a la naturaleza, sino

que la sigue y la manifiesta en su objetividad.

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CONCLUSIÓN.

Sin duda alguna consideramos de capital importancia que los verdaderos

puntos de inflexión en cualquier campo del saber, se deben a presiones

externas y necesidades internar al investigador, al científico en este caso con

Galileo; y es que los acontecimientos extrínsecos a su persona pero

íntimamente relacionados en su vida social eran de presiones tales, que –por

ejemplo- se tenía prohibido desarrollar nuevas formas de interpretar la realidad

circundante. Y, por otro lado, las necesidades que cada persona lleva y que

muchos buscan todas las formas de poderlas concretar.

Nuestro personaje, un entregado e inquieto investigador de la naturaleza en la

naturaleza misma, pone de manifiesto en aquellos tiempos en los que no se

tenían las mínimas herramientas para desarrollar ciencia, las bases de lo que

será la ciencia moderna. Galileo es un personaje clave en ese periodo histórico

de la Revolución Científica, y aunque hoy en día sus experimentos, sus

conclusiones y publicaciones, parecen carecer de mucha realidad (como

sucede con su teoría de las mareas), caemos en cuenta que son errores

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perdonables, si partimos del hecho que no es tanto la rigurosidad y exactitud

de su ciencia, sino el aspecto de desafío, propósito y determinación en su labor,

que parecía extraña y peligrosa, pero que era el germen de cambios

sustanciales en la realidad, desde esas fechas a las nuestras.

BIBLIOGRAFÍA

1. Historia del Pensamiento Filosófico y Científico II. “Del humanismo a Kant”,

Giovanni Reale y Dario Antiseri

Barcelona, Editorial Herder, 1988

2. Historia de la Filosofía,

Julian Marías

Madrid: Biblioteca de la Revista de occidente 1980.

3. Historia de la Filosofía II: Filosofía Medieval.

Eudaldo Forment

Madrid: Palabra 2004

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4. Historia de la Filosofía II: Filosofía Moderna,

Nicolás Abagnano

HORA, SA. Barcelona

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