Resumen Del Libro Tiempo Muerto

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Universidad Autónoma de Santo Domingo UASD Asignatura Introducción a las Ciencias Sociales Tema Resumen, Análisis y Opinión Personal del Libro “TIEMPO MUERTO” Sustentante / Matricula Luis Fernando Moya Rodríguez / 100299230 Robert Colon Reyes / AB-5765 Nélida Alcántara / 100299370 Facilitador Carlos Castro Medina

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Universidad Autónoma de Santo Domingo

UASD

AsignaturaIntroducción a las Ciencias Sociales

TemaResumen, Análisis y Opinión Personal del Libro

“TIEMPO MUERTO”

Sustentante / MatriculaLuis Fernando Moya Rodríguez / 100299230

Robert Colon Reyes / AB-5765Nélida Alcántara / 100299370

FacilitadorCarlos Castro Medina

Sección67

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22 de Octubre del 2013Distrito Nacional, R. D.

RESUMEN DEL LIBRO“TIEMPO MUERTO”

Primer ConjuntoCapítulo 1

La historia de un negro no le interesa a nadie. Y menos si es un viejo que nada notable ha hecho en su vida. Solo a ti se te ocurre escucharme. Sé que lo haces porque me quieres mucho. Por eso te cuento lo que me pides. Pero de nada va a servir lo que te diga. Porque de nosotros lo único que ha interesado siempre es nuestro trabajo. Después, más nada. Y, a cambio, nos han devuelto mucho rechazo, mucho desprecio por ser negros.

Para mí, en este país, todo comenzó en el muelle de San Pedro de Macorís el día que llegamos. Fue un domingo por la tarde. Había mucha gente mirándonos. Nos dijeron que estaban ahí porque era su día de descanso. Nos miraban fijamente, con curiosidad. Tal vez esperaban la llegada no anunciada de algún familiar. O quizás solo pretendían encontrarse con un conocido para tener noticias de esos seres que dejaron en las islas y de los que jamás volvieron a saber. La verdad era que ninguno de nosotros tenía quien nos esperara. A un negro que llega en busca de mejorar su destino únicamente lo espera el trabajo. Más nadie. Y solo cuenta con la suerte que lo acompaña.

Fue en ese muelle donde sentí por primera vez el olor que siempre hay en los ingenios. Allí iba a parar el azúcar, el melao y todo lo que se sacaba de la caña. Y ahí también se quedaba pululando infinitamente un intenso olor con mezcla de amargura y del sudor de los trabajadores. Algo te puedo afirmar: a nosotros, los que veníamos de otras tierras, con el paso de los años, solo nos ha quedado ese olor edificado en el recuerdo. Es como si fuera el olor del dolor, el mismo olor que me recibió el día que llegué de Saint Kitts. Me ha penetrado hasta quedarse dentro de mí para el resto de la vida. Imagínate, cuando no lo tenemos en el

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olfato aparece en la memoria. Porque el guarapo de la caña, el melao del que se hace el azúcar, es así, penetrante.

Yo siempre había visto las goletas desde lejos. Pero nunca llegué a viajar en ellas. Ni siquiera fui en ellas de Nevis a St. Kitts, pues esa ruta se hacía en pequeñas yolas. Desde esos tiempos soñaba con hacer un viaje lejos en una de esas embarcaciones. Cuando vine a este país fue la primera y única vez que me subí en una para hacer un recorrido tan largo. Era grande como las que a veces alcanzábamos a ver mar adentro. Tenía dos palos bastante altos en los que se sostenían las velas que el viento llenaba para que la goleta pudiera moverse.

De tanto usarse, las velas estaban remendadas y curtidas; se parecían bastante a las faldas que las abuelas usaban en sus faenas. En la parte de adentro no cabían más de treinta personas. Por las noches muchos teníamos que dormir en la cubierta. ¿Y qué iba uno a dormir cayéndole encima el agua de los oleajes en cualquier momento?

Durante la travesía hacía un sol de esos que nunca dejan de quemar todo el cuerpo. Nos seguía por todas partes. Nos ardía en la piel hasta cuando nos escondíamos en el interior de la embarcación. Por las noches, cuando ya no hacía sol, se sentía el resplandor que se quedaba pegado al mar y luego subía y nos ponía pegajosos. Pero por fin llegamos. Los más diestros en eso de navegar y pescar pensaban que se dieron vueltas demás. Decían que tal vez el capitán se extravió. No sé.

Recuerdo que me entretuve mirando el paisaje del entorno mientras desembarcábamos. Todo lo comparaba con Nevis. De tantas vueltas que dimos, yo creía que habíamos caído en el mismo lugar, en el punto de partida. Solo que aquí todo tenía un tamaño mayor. Entonces oí que dijeron algo referente a mí. Por el tono deduje que no era agradable. Yo solo entendí la palabra "cocolo". Esa palabra andaba de boca en boca por toda Nevis. Pero aquí fue la primera vez que la escuché pronunciada por un nativo. Al oírla me sonreí porque me pareció graciosa, aunque el tono no lo fuera. Fue así como recordé que estaba en un lugar donde se hablaba una lengua distinta a la mía y yo no la conocía. Eso hacía que me sintiera más idiota de la cuenta.

Después del chequeo nos iban dividiendo. Hacían operaciones matemáticas con nosotros.

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Primer ConjuntoCapítulo 2

Las tías no lo sabían porque venían por la noche y a esa hora mamá no cantaba. Tampoco lo sabían las que venían nada más algunos fines de semana. Y menos las que llamaban porque el que habla por teléfono tiene que dejar de cantar para hablar. Mami seguía igual; casi ni paraba en la casa. El tío Jacob, como siempre, no viene. Después que te fuiste no dimos con él ni siquiera para decírselo. Entonces, cómo se iban a dar cuenta de que mamá cantaba.

Cecilia fue la primera que lo supo todo. Tuvo una magnífica idea, la ejecutó y logró averiguarlo. Lo consiguió con un vecino de ella que trabaja en el aeropuerto. Ella le dio tu nombre y apellido completo y el vecino lo averiguó. Le detalló el día, la hora y el número de vuelo en el que saliste. Le dijo que partiste hacia St. Kitts con escala en Puerto Rico. Inclusive dio el nombre de otros dos que llevaban esa misma ruta. En principio nadie sabía a quiénes pertenecían esos dos nombres. Después se supo que se trataba de los nombres y apellidos completos de Fefo y de Papolo, los dos vecinos del barrio. Así fue que los demás se enteraron. Yo, aunque ya lo sabía, me quedé con la satisfacción de haber sido fiel a lo que me pediste.

Primer ConjuntoCapítulo 3

— La bendición mamá.— ¡Que Dios te bendigo, muchacha! ¿Pero, qué te pasa?— ¿No ha pasado nada aquí?— ¡No!— ¿Nadie ha llamado de fuera?— ¡No! ¿Qué tú tengo?— ¿No han sabido nada de papabuelo?—Muchacha, no! Pero aquiétate. Siéntate y dime qué tú tengo. Déjame buscarte un mabí bien frío. —Hay que llamarlo. Me quiere hablar.—Si hubiera pasa algo, yo lo sabe. Siéntate, mira como tú estoy de sudada. Con el calor que está haciendo y tú con ese impaciencia.

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—El número de teléfono, mamá. Búsqueme el número de teléfono. Papabuelo me quiere decir algo urgente. A eso vine, a llamarlo. ¿Dónde está el número?—Ahí. Está ahí, en la libreta roja. En ese que está en el gaveta del mesita de la teléfono.—No encuentro el número, mamá.— ¡Y cómo lo vas a encontrar, con ese desesperación! En el letra r. Búscalo en el letra r.—Ya lo encontré. ¿Operadora? Sí. Con cargo a Cate número. ¿Míster Raymond Smith?... Aló. ¡Oh! ¡Miss Fleming? Muy bien. Sí, Manita. ¿Que esperaba la llamada? ¡Ah! ¿Qué cosa? Anjá. ¿Y no está en la casa? ¿En el hospital? ¿Qué pasa Manita?...¿Desde cuándo? No. Que desde cuándo está en el hospital.— ¡Mariita, por Dios! ¿Qué pasa?—Mamá, espérese. Déjeme saber bien primero. No. No. Es aquí, con mamá. Dígame. Sí. En el Hospital General.—Mariita, dime qué pasa. Dímelo de una vez, pronto, antes de que me dé una cosa.— ¡Mamá!... Sí. No. No. Sí. Sí. Hospital General. Dos. Nueve. Uno. Cero. Tres. Dos. Dos. ¿Y qué le pasó? ¡Ah! Sí. Está bien. Anjá. ¡Aaah! Sí. En el pie. Sí. Pues anótelo de nuevo. Cinco. Dos. Nueve. Cinco. Uno. Dos... Está bien. Sí. Voy a llamar seguido. Está bien. Sí. Muchas gracias, Miss Fleming. Sí. Good by.—Muchacha, por Dios, por eso es que tu mamá te pleito! Vas a vuelvo a marcar sin decir nada. Di, por fin, qué pasa. Dilo ya.—Nada mamá. Todavía no sé nada. Papabuelo está en un hospital. Está interno.—Pero, ¿de qué? ¿No te dijo? ¿Qué es lo que tiene tu abuelo?Mamá, es que no sé. Ella no me explicó bien. —Y ella, ¿quién es ella? ¿Con quién fue que tú habló?Con Miss Fleming, mamá; con Miss Fleming. ¿Usted no me oyó? Era Miss Fleming, la de Nevis. La señora donde está viviendo papabuelo, la que es prima de él.— ¿Y qué es lo que hay que hacer entonces? —Llamar al hospital.— ¿A la hospital donde trabaja Esperanza? —No, mamá. A Nevis, al hospital donde está papabuelo interno.—Pues llama.—En eso estoy. Pero tiene que tranquilizarse para yo poder hacerlo.

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— ¡Ah! Sí. ¿Lo conseguiste? ¡Habla muchacha! Di aló aunque sea. Dilo en inglés. Recuérdate que no hablan español, ni siquiera los operadoras hablan en español. Habla tú.—Mamá! ¿A quién le voy a hablar si primero dura un rato para timbrar y después suena ocupado? —Pues marca de nuevo entonces. Eso. Sí. ¿Ya?¿Está timbrando? Sí, sí. Dile que carga aquí el llamada. En inglés, recuerda, habla en inglés. ¿Nada? —Mamá, por dios, todavía está ocupado. —Pues marca por DDD, no importa.— ¡Qué cosa! Mamá, usted me está poniendo más nerviosa. Quédese tranquila.—Marca el número por la DDD y no te apures.

Primer ConjuntoCapítulo 4

3 de marzo de 1970Hornsey Rise, Hazellville RoadLondres, G. B.

SeñoresSociedad para la Localización de Parientes Su DespachoEstimados señores:

Tengo a bien dirigirme a ustedes con el propósito de pedirles formalmente que inicien la investigación de mi caso. La petición la hago, tal y como lo requieren, por escrito.Jamás he sabido nada acerca de mi padre. Nunca lo he conocido. Quien puede dar alguna pista es mi madre. Con ella solo tengo comunicación por correspondencia. Sin embargo se niega rotundamente a hacerlo.

Les ruego me respondan lo más rápido posible. Me notifican, de paso, las informaciones adicionales que requieran. Algo me dice que debo apresurarme. Presiento que mi padre está vivo y que alguna demora podría ir en contra de la posibilidad de conocerlo. Saluda,

Miss Raymond W.

Primer ConjuntoCapítulo 5

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Su nombre se escribe Jacob; pero ellos(as) lo pronunciaban comenzando con "ya", con el acento en la primera sílaba y terminando así, con esa "b" totalmente cerrada. Eso fue lo primero que me vinculó a él. Aunque fue de manera negativa. Es que en estos tiempos, con tanto avance en los trabajos que se realizan para enfrentar la penetración cultural, yo me preguntaba que cómo podía aparecer un nativo cuyo nombre se pronunciara así. Con esa pronunciación totalmente foránea. Por lo menos podría ser Jacob, como en la Biblia, y no pronunciado así, en esa otra lengua. O como en realidad debió ser: Jacobo. Bueno, pues nada. Durante la prima noche escuché el "Yá-cob" por aquí, "Yá-cob" por allí.

Esa noche viajamos desde La Romana a San Pedro de Macorís a ver el ensayo y cuando partimos se lo dije de un tirón a mi amiga. Me parece que el "Yá-cob" ese es un alienado. Mi comentario no le hizo ningún tipo de roncha. Ella era así de receptiva. Me di cuenta desde que llegué a la región, específicamente a la ciudad de La Romana, donde vine como coordinadora de los trabajos del Colectivo Mujer & Feminismo. Ella solo me miró y, finalmente, me lo preguntó. ¿Por qué crees que es un alienado? Porque ese tipo tiene ese nombre así, en otra lengua que no es la nuestra, compañera, y esa es la lengua de ellos(as); los(as) que tienen los valores de nuestra sociedad sometidos a esa alienación cultural atroz que nos embate por todos lados. Dejé de teorizar porque ella no intuía que yo, de alguna manera, quería poner el tema del morenito ese.

No es que sea alienado. Es que él es un cocolo. Cuando me lo dijo no entendí. Aunque no soy de la región, había oído hablar en algunas ocasiones de ese grupo étnico. La verdad, no encontré su relación. Ella me explicó todo el origen anglosajón de esa gente, de su lengua y de sus costumbres. Entonces comenzó a borrarse la imagen de mi falsa apreciación. No obstante se quedó la otra, la de ese que llevaba el nombre de Jacob; el negrito gracioso con los cabellos de pasa, con la dentadura como la masa de un coco seco recién partido y con todo el ritmo que exhibía en el ensayo de ese baile que, según me explicó mi amiga, se llamaba guloya. Tráeme mañana de nuevo, que me gustó el baile, le pedí. Está bien.

Segundo ConjuntoCapítulo 6

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La máquina no demoró en partir. Hizo lo que queríamos para que la gente aglomerada allí dejara de mirarnos tanto como si fuéramos bichos raros. Yo, que siempre aprovecho todo, buscaba entre ellos a ver si reconocía a mi tío, un hermano de mi madre. Durante unos diez años oí decir allá en Nevis que vino para este país. Fue por esa razón que me decidí a venir a esta tierra. No sabía su dirección y nunca la pregunté. Además, allá en las islas nadie sabía la forma de localizar a los parientes que tenían aquí. Decían el nombre de los ingenios donde vivía cuando lo recordaban, y ya, con eso era suficiente. Yo siempre pensé que era igual en todas partes. Que los ingenios, aunque eran varios, estaban en un solo poblado y que podría encontrar al tío por las calles o por referencia. Como sucedía en Nevis. En eso fallé. Es que si me ponía a averiguar una dirección iban a sospechar de mi viaje. Y no quería que nadie supiera de mi partida. Por eso no le dije nada a nadie cuando salí.

Pasamos por otro batey. Aquí, más que las casuchas, tenía tristeza la tarde misma. El sol terminaba de acostarse y solo un resplandor amarillento caía sobre los puñados de casas que aparecían sumergidos en la quietud. El humo seguía llenándonos, entrándonos por todas partes. La máquina comenzó a reducir velocidad. En vez de cañaverales, empezaron a aparecer casas más variadas donde se reafirmaba la miseria de la mayoría y el bienestar de la minoría. Era el Ingenio Consuelo, donde por fin llegamos. Entonces, de repente, apareció ante nuestra vista esa edificación gigante, tan grande como una enorme montaña de hierro en medio del cañaveral. Nos dio la bienvenida el humo que salía de las dos chimeneas. Eran los tubos más inmensos que habíamos visto en nuestras vidas. Poco a poco nos fuimos acercando. La velocidad del aparato que nos llevaba se redujo casi al mínimo.

Por fin llegamos. Al menos, eso intuimos cuando sentimos que la máquina fue reduciendo la velocidad hasta que se detuvo. Era un lugar incierto por desconocido y por la oscuridad. Había gente. Lo supimos porque escuchamos voces. También había una o dos luces muy pobres que se divisaban apenas. Por demás, con aquel infierno de oscuridad, nada se podía ver. Sin embargo todos teníamos la certeza, sin que nos lo dijeran, de lo que se trataba: un batey. Seguido vino alguien con un foco en la mano que nos dio la orden de desmontar. "Soy el capataz", dijo, y de inmediato dio su primera orden. "Bajen". Fue caritativo, nos iluminó para que pudiéramos ver por donde bajábamos. Los que tenían

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algunos motetes en el tercer vagón, los bajaron con rapidez. Cuando terminamos, la máquina, con su parafernalia de vagones, siguió su rumbo, como si todavía hubiera más mundo entre esa inmensidad de tiniebla.

Segundo ConjuntoCapítulo 7

En esos días lo vi muy preocupado. Yo sabía que estaba preparando algo. Ya tenía la seguridad sin que me lo dijera. Lo comencé a sospechar poco a poco, desde que él se quedaba por las tardes bajo el laurel hablando con Fefo y con Papolo y, cuando yo llegaba, cambiaban de tema. Lo notaba porque los varones en eso son torpes. Bueno, en realidad son torpes en muchas otras cosas, pero en eso también. Nosotras somos más astutas. Entonces, si ellos estaban hablando de algo y yo llegaba, cambiaban el tema de la conversación. Pero el tema nuevo se les agotaba de inmediato. Casi al instante. Y se quedan callados. Mudos. No volvían a pronunciar palabras. Papabuelo, para disimular el silencio, repetía una y otra vez esa frase que con tanta frecuencia usaba. Mirando a un punto fijo del horizonte decía:

—Pues sí señor. Pues sí señor.

Con tanta frecuencia se repetía esa escena en aquella época que llegué a percibir un distanciamiento; sentía que ya no era como antes. Porque antes, por las tardes, muchos de los muchachos del barrio venían y se quedaban hablando con papabuelo. Hablaban de todo. Le hacían preguntas extrañísimas y él respondía todo como si fuera una enciclo-pedia.

Segundo ConjuntoCapítulo 8

Mariita, mi hija, ¿qué pasó? ¿Te comunicaste? ¿Ya pudiste hablar?Todavía, mamá.—Pues llama a los muchachas. A Mery, a Gloria, a Victoria, a Cecilia, a Liliana. También a Rosa y a Esperanza.—¿Y qué es lo que está pasando aquí? Hace rato yo llamando y el teléfono ocupado y ocupado. —Dile, Mariita. Dile.—¿Qué le diga qué, mamá?

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—Pero díganme, ¿qué es lo que pasa? Mariita, dime, ¿qué es lo que está pasando?—No se sabe bien todavía. Papabuelo está internado en un hospital de Nevis.—¿Y qué es lo que tiene? ¿Cómo que no se sabe nada y ya supieron que estaba internado? ¿Cómo lo supieron?—Un sueño. Mariita, que tuvo un sueño.Mamá, ¿y usted se va a poner así por un sueño? —No, no. Yo no estoy así por la sueño. Fue por lo que se supo.¿Y quién soñó? ¿Qué fue lo que soñaron? ¡Por Dios, díganme ya, mujeres!—Fue Manita la que soñó. Soñó que la abuelo quería decir algo a ella y no podía hablar. Y vino del capital a llamar. Llamó a la casa donde él está viviendo, en Nevis. Pero dile, Mariita, qué fue lo que pasó. —Miss Fleming me dio el teléfono del hospital donde está internado. Todavía no he podido comunicarme. El teléfono siempre está ocupado.—¿Y qué tiempo tiene internado?—No se sabe, mamá. No se sabe todavía.—Marca tú, Victoria, a ver si tienes suerte. Explícale a la operadora que es urgente. Si no, marca por el DDD. Pregúntale a la operadora qué pasa.¿Cómo le voy a preguntar si casi no hablo inglés? Tía, la operadora contesta en español.—Mamá, usted tiene que quedarse quieta.—Estoy quieta. Pero hay que averiguar pronto. ¿Y si le ha pasado lo peor? Llamen a las otras muchachas. Que vengan. Díganles que vengan. ¡Alfredito! ¡Alfredito!—Dígame, mamá.—Ve donde tu mamá y dile que venga. También pasa por donde Mery y por donde Cecilia. Diles a todas que vengan.—La operadora dice que sigue ocupado.—Tanto que hablan; ahí es como aquí, tienen que ser las enfermeras hablando pendejada por teléfono.Segundo ConjuntoCapítulo 9

13 de abril de 1971Hornsey Rise, Hazellville Road Londres, G. B.

Querida tía Ann:

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Tía, de nuevo vuelvo a escribirte. Cierto que no lo he hecho con mucha frecuencia desde que comenzamos a comunicamos. El trabajo, tú sabes, cada vez más acaparador del tiempo. Ahora te escribo, tía, porque quiero pedirte un favor. Esta petición te la hago porque eres la única hermana de mamá y, además, porque te has puesto a mis órdenes. Por eso, tía, es que acudo a ti.Tía, tú sabes que ya cumplí treinta y nueve años de edad. Y conoces toda la situación con mamá. Es muy duro llegar a esta edad y no conocer su papá. No saber nada de él. Siento por dentro un dolor de ansiedad, tía. Sé muy bien que siempre me has dicho que no sabes nada de eso. Que nunca te has querido involucrar en la vida privada de tu hermana porque ella es muy encerrada. Sé que me has dicho que eso es cosa de ella. Sin embargo, tía, a veces me pregunto, ¿realmente no sabes nada de él? ¿Mi papá vive o murió? ¿Es que fue algún asesino? ¿Qué maldad tan grande hizo? Dímelo, tía. ¿Qué fue lo que hizo?

Escríbeme y mándame razón de mi prima Patrice, me dices como le va allá en Nueva York. Desde que me mandaste su dirección nos hemos intercambiado algunas cartas. Me parece que es una chica muy simpática y familiar. La saluda de mi parte.

Te quiere

Miss Raymond W.

Segundo ConjuntoCapítulo 10

Mamá todo el tiempo me decía que la mujer que se deja poner la mano de un hombre en los senos, inmediatamente es vencida. Termina dándole todo. Yo siempre lo tenía pendiente y en muchos casos me hice la fuerte. Pero ya nuestras conversaciones habían avanzado y ese cocolo me enloqueció el día que me tocó. Me venció. Primero fue su mirada. Después esa sonrisa de masa de coco seco recién partido, esos dientes tan blancos que brillaban en la oscuridad. Ese día, cuando se me acercó, influyó lo poco que me dijo y la profundidad de su mirada. Finalmente se agregó ese olor a sudor recién brotado del cuerpo, tan eróticamente convincente que me penetró en el brevísimo momento en que sucedió todo. Comenzó rozándome los brazos, luego la espalda.

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De los guloyas, me explicaba Jacob conmigo entre sus brazos, la más popular de las representaciones, la que ha sobrevivido y la única que existe hasta hoy, es el baile de los indios o wild indian. Es un grupo que va vestido con unos trajes llenos de colorido, adornados con múltiples lentejuelas y espejitos. Los cascabeles les suenan por doquier. Sobre la cabeza llevan un penacho confeccionado con plumas de pavo real. Las plumas tienen en uno de los extremos unos ojazos parecidos a una

mirada salida de un arcoíris.

Tercer ConjuntoCapítulo 11

Así es la vida, mi hija, mira lo dulce que es la caña y también el azúcar que de ella se extrae. Pero tú no te puedes imaginar la cantidad de amarguras que pasan los trabajadores de la industria azucarera para obtener ese producto. Es una amargura que está enclavada en el tiempo mismo.

Mi primera experiencia como cortador de caña fue bastante difícil. Total, nada es fácil en esta vida para nosotros los negros. En los ingenios el trabajo siempre ha sido duro; las únicas tareas sencillas la hacían los dueños de los ingenios. Los propietarios eran los norteamericanos, que los adquirieron casi todos de manos de los cubanos valiéndose de toda forma de triquiñuelas. Y como todo se paga en la vida, luego tuvieron que vendérselos a Trujillo.

Tercer ConjuntoCapítulo 12

Yo sabía que tú te sentías solo; lo leía en tus actitudes, en tus modales. La soledad se te agudizó más cuando tuve que irme a la capital para ingresar a la universidad. Para mí fue duro dejarte.

Antes de irme reforcé más los encuentros que se hacían por las tardes debajo del laurel del frente de la casa. Yo misma animaba a los muchachos para que te hicieran preguntas. También te pedía que contaras historias repetidas infinitas veces. Quería que esos encuentros fueran para toda la vida. Porque sabía que también servían para distraerte. Pero tuve que irme. Y pronto me di cuenta de que la ausencia es la peor forma de combatir la soledad para el que se queda.

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Tercer ConjuntoCapítulo 13

Que sigan buscando a las muchachas que falto... Que las llamen. Que miren a ver también dónde encuentro a Jacob.— ¿Y para qué le van a avisar a ese?— ¿Cómo que para qué? ¡Muchacha, él también soy hijo! ¡Él soy hijo!—A ese, aunque le quieran avisar, no hay dónde encontrarlo.—Bueno... Vamos a ver. Mariita, no te estés amorrando; no te dejes agarrar de la tristeza. Tú y Victoria localicen a Esperanza. ¿No es en el hospital Luis E. Aybar que ella trabaja? Pues consíganla para lo de la sangre. Mamá, venga, que usted y yo vamos a recoger la casa. Ahora tenemos que enfrentar lo que la vida nos ha traído. Después vendrá el tiempo en que podremos sentarnos y dejar que nos entren las lamentaciones.Toma, Mariita, busca el teléfono de Esperanza y mira a ver si la consigues.—Yo me lo sé de memoria, mamá. Alou. Alou. ¿Equipo de campaña electoral del doctor qué? No... No. Excúseme. Me salió un número equivocado. A ver... Sí. Aló. Con la sala de ginecología. Sí, gracias. Aló. Sí. Con la doctora Esperanza Smith. ¿Cómo que no trabaja ahí? Será usted el que no trabaja ahí. Póngame otra persona. Aló. Sí. Está bien...

Tercer ConjuntoCapítulo 14

15 de junio de 1971Hornsey Rise, Hazellville Road Londres, G. B.

SeñorMaurice Thomas Guyanas

Querido hermano:

Hace mucho tiempo que te vi por primera y única vez, pero todavía te recuerdo con grato cariño. Te escribo, como siempre, para saber de ti, de tu esposa y de tu chiquillo.Me alegra mucho que hayas dejado esa vida de marinero y que te hayas quedado definitivamente trabajando en ese país. Creo que la vida es más segura en la tierra que en el mar. Claro, no dejo de agradecer que gradas a esa ocupación fue que pudimos conocemos por el viaje que

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hiciste a esta ciudad. Siempre me he lamentado de lo poco que duraste aquí. Así es la vida.

Thomas, quiero aprovechar para plantearte algo. Me gustaría que seas lo más cooperador que puedas conmigo y me ayudes. Como soy mayor que tú, dime, ¿alguna vez oíste hablar de mi padre? ¿Qué sabes tú de él? Quisiera tener la oportunidad de conocerlo si es que está vivo. Imagínate Thomas, tú tuviste la oportunidad de conocer a tu papá. Saber de quién se trataba, cómo era. Pero, ¿y yo, que nunca he visto el mío, que no sé absolutamente nada de él? ¿Te imaginas cómo me he de sentir?

Thomas, ¿nunca supiste nada de mi padre?¿Mamá nunca te dijo nada? ¿Ninguna gente del pueblo te comentó nada? Lo que quiero, hermano, es saber lo que tú sepas, sea bueno o malo. Mándamelo a decir. De lo contrario, hermano, escríbele a mamá. Dile, por Dios, que si está esperando morirse sin decirme nada; que ya tengo treinta y nueve años, que me mande cualquier información. Has lo que puedas, Thomas, y escríbeme.

Te saludaMiss Raymond. W.Tercer ConjuntoCapítulo 15

El haber estado compartiendo con Jacob y con otros(as) cocolos(as) me ha hecho reflexionar mucho, sobre todo por el cambio tan brusco que ha dado mi vida desde que estoy compartiendo un espacio con él. Yo sé muy bien que eso no ha influido para nada en la labor que realizo para el Colectivo Mujer & Feminismo. No me puedo cegar aunque sé que me estoy involucrando muy profundamente con él. Lo siento en toda esa situación, a veces de confusión, y a veces de certeza. Por eso he decidido seguir disfrutándomelo.

Con Jacob se me ha prendido una idea: el tema de la tesis. Tengo la sensación de que si no es ahora, nunca voy a presentar la jodida tesis esa en la universidad. La tengo que presentar. Primero voy a hacerme un juramento a mí misma. Después la tesis. El juramento es por lo que pueda pasar. Para que tenga más peso lo voy a tener por escrito, tal y como lo he pensado después de tomar la decisión. Tan decidida estoy

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que todo es un seguir aferrada a la idea, pararme de pronto de la cama. Y lo hice.

Cuarto ConjuntoCapítulo 16

Dios existe. Y para poner a prueba a sus verdaderos hijos, aprieta; pero no ahorca. Esto te lo digo porque el capataz que nos vigilaba, hombre de una cara muy dura y de un carácter muy fuerte, me vio pasando más trabajo de la cuenta con la mocha. Me llamó. Lo pude ver por la señal que me hizo. Cuando me acerqué dijo algo. Era lo primero que decía con más de una palabra durante todo lo que iba del día. Pero no lo entendí. Recuerdo que solo se me ocurrió mostrarle la palma de la mano.

Él me vio las ampollas. Estaban llenas de sangre. Entonces noté que sintió algo por dentro. No creo que se haya condolido porque actuaba con la misma dureza de siempre. Él no era blanco, sin embargo trataba a los negros con desprecio. Pero hasta el mismo diablo siente pena por determinadas almas. Y ese hombre parece que se conmovió conmigo. Me puso a hacer otra labor. Primero me mostró a un negro apilando la caña cortada.

Cuarto ConjuntoCapítulo 17

Desde que terminé mis estudios secundarios me asaltó esa preocupación. Cuando la gente comienza a hacer su vida, va desplazando de ella a los ancianos. Yo tenía que comenzar a hacer la mía; pero no quería desplazar a papabuelo. Terminé mis estudios secundarios y tenía que pensar en lo que iba a hacer. Duré más de un año sin ingresar a la universidad. Me entretuve haciendo cursos innecesarios, dando tiempo para no sé qué. Yo quería seguir acompañándolo. Nunca me preparé para cuando llegara el momento de tener que separarme de él. Hice conciencia de ese apegamiento la vez que fui a Londres y duré tres meses. Me conformaba más porque Ramona y yo no dejábamos de hablar de él. Ramona estaba muy contenta con el cariño que él y yo nos teníamos.

La vida iba pasando y papabuelo cada vez nos dedicaba más tiempo a

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mamá y a mí. De las tías no sé qué decir. De mami tampoco. Porque ellas hacían su mundo y no nos incluían a nosotros tres. Papabuelo también se preocupaba mucho por Jacob. Pero Jacob había decidido tomar su rumbo a muy temprana edad. Comenzó yéndose todas las tardes para el pley a jugar pelota porque le había cogido con decir que quería ser pelotero.

Cuarto ConjuntoCapítulo 18

¿Quién falta?Esperanza.¿Y Jacob?¿Quién cuenta con ese? Nadie le sabe el paradero. —¿Y cuánto es que hay que buscar?Se necesita saber primero cuántas personas van.—Deberían ir dos. Quién sabe lo que se puede presentar allá.—Mejor que vaya una.—Recuerden que es a cargar con una persona inválida. Es mejor que sean dos.Mariita y Esperanza. Que sean Mariita y Esperanza. A él le encantaré ver a Mariita allá. Esperanza debe de ir porque es el doctora.Quien sea, mamá. No importa quién sea.Si van dos, recuerden que hay que calcular dos pasajes y medio.—Primero hay que saber cuánto es. Después se sabrá cuántas pueden ir.—Hay que ver con Esperanza. Como ella trabaja en tres lugares distintos, siempre está ocupada. —Miren, ahí llegó Mariita...— ¿Conseguiste el precio de los pasajes?—Sí.

Cuarto ConjuntoCapítulo 19

Querida prima Patrice:

Acabo de recibir tu última carta y no siento más que el apresurado deseo de responderte. Me alegro de que sigas bien con tu estancia en Nueva York, con tus hijos y con tu esposo.

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A mí me va bien. No puedo quejarme. Desde que me recibí de enfermera ingresé a laborar en Saint Nicholas Hospital. Siempre estoy con Ted; él es la grata condena del resto de mi vida. Es lo mejor que me ha podido suceder.

Patrice, sabrás por tía que he vuelto a insistir con lo de localizar a mi padre. Tú sabes que mamá nunca ha querido hablarme de él. Y ahora siento, más que nunca, una profunda angustia que me la provoca el deseo que tengo de conocerlo. No sabes lo que se siente al llegar a esta edad sin conocer un papá, aunque haya sido el peor de todos. Por tanto, querida prima, te pido que me indagues allá en Nueva York con personas de edad que sean de St. Kitts, que hayan conocido a mamá, para saber si con ellos se puede conseguir alguna pista de mi padre. No pierdo las esperanzas y te ruego que me ayudes en lo que puedas.

De paso, Patrice, si me puedes conseguir la dirección de alguna institución de esas que ayudan a localizar parientes, me la envías. Te lo agradeceré.

A veces le escribo a tía Ann, tu madre, por lo mismo. En verdad, la estimo, tú sabes que ella es la única familia que tengo vinculada con mi mamá, además de mis tres hermanos. Y sobre todo, porque ella ha sido la única pariente que ha decidido darme su acercamiento y hacerme sentir que tengo familia materna. Y eso yo lo agradezco.Bueno, me despido. Escríbeme.

Te abraza,Miss Raymond. W.

Cuarto ConjuntoCapítulo 20

Señores Melchor, Gaspar y Baltazar: siento una profunda necesidad de comunicarme con ustedes. Sí. Lo hago después de rememorar bastante la última vez que lo hice. Para entonces ya casi dejaba de ser una niña. Ahora quiero hacerles una petición como las que hacía en esos años en que la vida aún era un sueño.

La petición, queridísimos míos, diferente a como lo hacía antes, se la

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planteo sin rodeos. Si quieren, para estas navidades en que estamos, no me dejen nada de regalo. Les estoy totalmente agradecida porque ya me han dejado en mi camino a ese coco-lo alegre que tiene permanentemente en los labios una sonrisa de masa de coco seco. A veces es ensimismado, sí. Pero solamente de tocarme me transforma esta piel de mujer negra en piel de gallina. De solo sentir sus manos sobre mí, me entra un ventarrón frío por todo el cuerpo. Es algo que cul-mina haciéndome sentir un mariposeo entre las piernas. Diría que es como lo divino; una sensación subliminal. Tampoco me imaginaba que podía pasarle eso a una mujer cuyos principios e ideales los tiene tan definidos.

Quinto ConjuntoCapítulo 21

El batey se llamaba Montecoca; eso lo supe después. Me llevó un tiempo aprender a pronunciar ese nombre, que resultaba tan difícil; pero lo logré. Como también conseguí adaptarme en los días siguientes a las condiciones de trabajo tan precarias que había allí. Es que el ser humano se adapta a cualquier circunstancia, no importa lo difícil que esta sea. Sobre todo nosotros, los negros, que somos tan resistentes a las adversidades. Allí pude comprobar que todo es cuestión de uno ponerse a hacer las cosas.

Para la segunda orientación la esperanza era más lejana. Había que esperar a que terminara una zafra que todavía no había comenzado. Y esperé. Fueron duros los embates de aquel tiempo muerto, y tuve que mal pasar mucho, sí; pero la zafra llegó, como siempre. Con su ola de prisa y de maltrato. Un maltrato que dolía; pero que era menos malo que el tiempo muerto.

Quinto ConjuntoCapítulo 22

Ese día fue distinto para ti; distinto y amargo. Es que, a veces, es así; tenemos días que todo nos sale mal. Primero trajeron la noticia de que Jacob vivía los días enteros en esos lugares donde estaban las mujeres de "la mala vida". Supiste también que donde quiera que iba presumía de bravucón. Un muchacho tan joven. Eso te cayó mal porque siempre

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decías que los hijos tuyos tenían que ser humildes, obedientes y trabajadores. Todos sabemos que Jacob siempre quiso ser él. Desde pequeñito fue un rebelde, un indomable. Si quería algo y no lo conse-guía, se tiraba al suelo, se revolcaba, se daba golpes en la cabeza. ¡Qué muchacho ese más malcriado! No valió lo fuerte que tú y mamá fueron con él.

Quinto ConjuntoCapítulo 23

Va. Ya va. Espere una momento. Una momento. ¿Quién es?—Soy yo.— ¡Ay, mi hija, si eres tú! ¡Qué temprano llegaste! —Salí de madrugada.— ¡Oh, Esperanza! ¿Cómo estás?— ¿Y qué pasó con la sangre?—Llega hoy domingo a Nevis. Llega a las diez de la mañana.¿Te dio mucha brega?—Tuve muchísimos inconvenientes. Lo resolvimos de Cruz Roja a Cruz Roja. Un amigo de la Cruz Roja de aquí llamó a la de Puerto Rico. Ellos se comunicaron con algunas de las islitas. Finalmente la Cruz Roja de Antigua tenía. Se hizo el arreglo con un viaje que tenía que hacer escala en St. Kitts.—Bueno, qué alivio.¿Y qué hacen todas estas mujeres en bata? Cámbiense ya.—Tú porque acabas de llegar.—Ahora hay que resolver lo del viaje, cuáles son las que van.—Las que deben ir son las que han viajado. Las que tengan visa. ¿Tú no tienes visa norteamericana, Esperanza?

Quinto ConjuntoCapítulo 24

13 de agosto de 1971Hornsey Rise, Hazellville Road Londres, G. B.

SeñoresSociedad para la Ayuda de Localización de Parientes

Su DespachoEstimados señores:

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Excúsenme que haya sido tan parca en la comunicación anterior. Con los datos que a mí conciernen, se los daré de inmediato. Nací en 1933, en St. Kitts, West Indies. Me crió una señora a quien mi madre me envió con una amiga cuando yo tenía dos años de edad. Desde hace 18 años estoy casada con el Señor Ted Walters; trabajador de una fábrica de embutidos. Los últimos 18 años me los he pasado junto a él aquí, en Londres, ciudad en la que vivo desde que llegué a los dos años de edad. No tenemos hijos. Soy enfermera graduada y laboro en el hospital estatal Saint Nicholas.

No conozco a mi madre; no he decidido buscarla porque a ella yo nunca le he interesado. Mi nacimiento fue una imposición a todos sus intentos de abortarme; por eso fue que me regaló.

Con mi padre creo que es distinto. Tengo que conocerlo para saber quién es. Tal vez él sí quiso saber de mí, o no sé. Quisiera saber algo de mi pasado. Recuerden que les comuniqué no saber absolutamente nada de su paradero. Tengo algunas esperanzas. Hace pocos días recibí una carta de St. Kitts que me confirmaba acerca de un hermano de mi padre que, según creen, vive en Estados Unidos. No saben su nombre ni en qué estado vive. Cualquier otro detalle se lo comunicaré.Me ha agradado mucho el hecho de que todas las informaciones que ustedes reciben y dan tiene que ser por escrito. Lo veo, inclusive, como un signo de seriedad.A la espera de su respuesta, saluda,

Miss Raymond W

Quinto ConjuntoCapítulo 25

Tengo que enviar esta misiva. Es de salud para el desarrollo del proyecto de tesis que se ejecuta. No es enloquecimiento. Es que el documento trasciende el marco de lo normal. Porque la vida a veces tiene que discurrir por un laberinto que parezca el lado ilógico, ya que lo lógico es lo que hacemos todos los días. De hecho, yo he aprendido a vivir en lo ilógico. Porque Jacob se ha sumergido en mí; él me ha impregnado con su ser de una manera anormal. Con su práctica me ha demostrado que es posible encontrar quien se ajuste a los

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requerimientos de una a la perfección.

Sexto ConjuntoCapítulo 26Mis manos se iniciaron endurecidas en la próxima zafra. El cabo de la mocha les transmitió su dureza y en vez de ampollas surgieron los cayos. Desde el inicio corté cañas con valor, con fuerza, con decisión, con rapidez. La corté con necesidad de proporcionarme un sustento más estable. Aprendí, inclusive, algunas formas de defensa. Durante el tiempo muerto, mientras vagaba, cayó un periódico viejo en mis manos. Estaba escrito en español y yo apenas machacaba algunas palabras de este idioma. Tomé el periódico y, de tanto leerlo y releerlo, como no tenía otra cosa que hacer, terminé aprendiendo esa lengua en la que, al principio, se me hacía todo tan difícil.

Sexto ConjuntoCapítulo 27A veces pienso que papabuelo fue un héroe de una población donde el heroísmo es solo la capacidad de soportar condiciones adversas en la realización del trabajo honesto. Sí. Hay que ser un héroe para durar treinta y cinco años dentro del ingenio y, al final, salir solo con una pequeña pensión. Se convirtió en un pensionado de los que se reúnen en la esquina del parque a esperar un chequesito mes tras mes cuyo rendimiento se va esfumando hasta que llega el día la muerte. Es como si el mismo trabajo que dignifica, también deshonrara.

Sexto ConjuntoCapítulo 28¡AY! pero si apenas acaban de pitar el doce del día en la ingenio y ya ustedes vinieron! Tú ves que fue mejor así, Mery, que fueras con tu hija. ¿Cómo les fue?... Bueno, pero y ¿por qué llegaron tan calladas? Digan, ¿cómo les fue?—Problemas, mamá, problemas.— ¿Por lo de la viaje a Cuba con la pasaporte? —No.Entonces digan qué pasó. No se queden tan calladas.En el Consulado Norteamericano me atendieron después de mil inconvenientes. Para poder solicitar la visa tengo que llevar un certificado médico del hospital donde está interno.— ¡Ay, qué cosa! Vengan. Vengan. Siéntense para que coman.

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Sexto ConjuntoCapítulo 2921 de septiembre de 1971Hornsey Rise, Hazellville RoadLondres, G.B.

Querida tía Ann:

Gracias por tu última carta. En ella puedo notar que de verdad me aprecias y no sabes cuánto te lo agradezco. En realidad no tengo de qué quejarme con mamá G., pues ella me crió con mucho afecto. Fue buena conmigo y me dio ternura. Pero no es lo mismo, tía, saber que hay gente que tiene la misma sangre de una y que estima a una, eso debe ser un tipo de sentimiento más humano. ¿Te imaginas, tía, que nunca he sentido ese afecto de un familiar que tenga mi propia sangre? Es lo mismo que cuando se sabe que los familiares te rechazan, es algo que hace sentir a una muy mal. Eso sí lo conozco yo.

Sexto ConjuntoCapítulo 30A veces, cuando estoy en ese regazo dulce que son los brazos de Jacob, me siento tratada con tanta ternura que vuelvo a ser niña. Así, de niña, pienso en lo poco consentida que fui durante mi infancia. Solo conté con la comprensión de mi abuela. Después, ya de más crecidita, hallé la orientación de Martí, tratando de aclararle el camino de la vida a todos(as) los(as) niños(as) del universo con una verdad del tamaño del mundo que tenía en su cabeza. Un día, después que terminé mi jornada, pensando en los brazos de Jacob, mientras lo esperaba, le escribí esta carta al maestro.

Séptimo ConjuntoCapítulo 31La zafra no bien terminó, cuando yo estaba organizando mi viaje. Apenas esperé a cobrar y de inmediato partí. Sentí que ya había llegado la hora de cambiar y tomé la ruta hacia el ingenio. Entré al poblado junto

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con el tiempo muerto. El batey estaba prolongándome el estado de miseria de la vida y el ingenio me llamaba. Presentía que entre esas maquinarias era donde estaba mi futuro y no en las estrecheces del batey rodeado de cañaverales. Además, tenía que hacer algún esfuerzo por localizar a mi tío. Me imaginaba que esa vida dura del batey se me podía aligerar si lo encontraba.

Séptimo ConjuntoCapítulo 32Yo estaba ya más grandecita. No necesitaba que mami ni las tías me llevaran del brazo porque podía valerme por mí misma. Aprendí con ellas y luego yo sola seguía llevándote el desayuno o la cena al ingenio. La comida del medio día, papabuelo, tú sabes que casi nunca te la llevaba. Porque cuando estabas en el turno de seis de la mañana a dos de la tarde preferías comer en la casa, tranquilo, bañado, en paz. Cuando tú estabas en ese turno yo siempre estaba atenta. Desde que el ingenio pitaba las dos de la tarde, yo empezaba a esperarte en la galería. Me desesperaba y me paraba en la puerta del patio. Mamá me decía:

Séptimo ConjuntoCapítulo 33Ya hoy es viernes. Viernes. Otro viernes. Ocho días desde que se supo el noticia. Y nada. Nada se ha podido hacer. Hay que reunir más de veinte mil pesos. Ya hoy es viernes y solo han aparecido como ocho mil. Ocho mil pesitos y esa hombre muriéndose por allá.Mamá, cálmese.

Cómo que me calme! No me puede calmar. Me he pasado todos estos días cantando. He cantado bastante para implorar a Dios. Pero ya Dios hizo lo que iba a hacer. Como no se hace la parte de nosotros, siento que me estoy desesperando. Mientras más me desespero, más tengo que cantar. Cada vez que se habla con el gente del hospital dicen que sigue igual. No se sabe en qué se puede ayudar allá. Hay que ir pronto.

Séptimo ConjuntoCapítulo 3419 de octubre de 1971Hornsey Rise, Hazellville Road Londres, G. B.

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Querida prima Patrice:11 penas si termino de leer la carta que me ha enviado tu madre, tía Ann, desde St. Kitts, y siento que debo escribirte con prisa. Quizás han tenido que ver los consejos de tu madre. Tal vez influyó también la carta que Thomas le envió a mamá desde Guyana. Por fin ella ha hablado, ha dicho algo.

Séptimo ConjuntoCapítulo 35Adolfito:

Avanzo con un juramento que me hice para desarrollar una tesis que ya conocerás, porque a personas como tú, todo se lo informan. Estoy suma-mente sorprendida con los resultados que voy obteniendo. Por eso te remito estas líneas y un anexo. He tenido que acercarme lo más posible a mi estado normal y, con frecuencia, me vuelvo lógica.Cómo fue, Adolfito, que tomaste esta islita de adversa y no contaste con que aquí pudiste haber encontrado la solución a tu lucha racial. A Trujillo se le puede dejar pasar esa porque delante de ti

Octavo ConjuntoCapítulo 36En efecto era yo su sobrino y él mi tío. En los diez años que yo tenía sin verlo había cambiado tanto que estaba irreconocible. Le había variado casi de manera radical la fisonomía; su proceso de envejecimiento estaba bastante avanzado. No solo las arrugas ya marcaban su rostro, además tenía canas en sus cabellos. Luego noté en él algo más penoso: lo había asaltado una lentitud en sus movimientos y su ánimo lucía resignado a la conformidad. Yo también había cambiado. El rostro de niño, o no recuerdo si de adolescente, que él me vio por última vez, ahora era el de un hombre. Por tanto, él no podía recordarme ni en lo más remoto.

Octavo ConjuntoCapítulo 37

Yo nunca fui tan enfermiza, pero en esos días me vi muy mal. Parece que se me combinó una anemia con no recuerdo qué otra cosa. El asunto es que me estaban pasando unas fiebres muy altas y no se me

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bajaban con nada. Me llevaron al dispensario médico de las monjas porque en el ingenio no había hospital; y nada. La monja entregó una receta y con dulzura explicó que era necesario conseguirla con mucha premura, porque el caso era urgente. Mami se puso a llorar y a mamá le brotó ese rostro de preocupada que ya yo le conocía. Papabuelo se movió de inmediato: fue a la farmacia Ana, la única que había en el ingenio. La señora dijo que no, que ese medicamento era muy difícil de conseguir. Entonces papabuelo mandó o alguien a la casa a avisar que no había y que iba para San Pedro de Macorís a buscarlo. En San Pedro de Macorís tampoco lo encontró.

Octavo Conjunto

Capítulo 38

- Mama ¿Quién está en esa habitación?

- Mariita; que no quiere salir de ahí, y ella no iba para Barahona a buscar el certificado médico que enviaron de nevis?

- No. Dios no abandona a sus hijos. El hombre era un pastor evangélico y ayer cuando llego, llamo directamente desde el aeropuerto. Hasta quería venir a traerlo, pero no era justo que viniera al este para luego devolverse a Barahona, tan lejos, por eso lo pusimos en contacto con Esperanza allá en la capital, se pusieron de acuerdo para que el para por el hospital a llevarle el certificado a Esperanza.

¿Qué harán?

Mariita se va esta tarde para la capital, allá se encontrara con esperanza y mañana lunes, temprano, van al consulado norteamericano y al de nevis.

¡Qué hombre más generoso!

- Rosa ¿Tú no has sabido nada de Jacob por allá por la Romana?

No, nada, usted sabe que de ese hombre no hay quien sepa. ¡Jesús!. Parece que a ese muchacho se lo ha tragado la tierra. A quien vi el otro fue a la abandonadita que vive con él, yo no sé qué

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mujer es esa, ni se afeita esos sobacos, ni se desriza esos cabellos. Ella siempre anda en esas greñas levantadas y no se pone pintalabios ni que la maten.

- Con ese no se puede contar, no sabe nada de la situación en la que está su Papá.

- Bueno, Mamá, yo pienso que debemos hablar con las muchachas porque cuando traigan a Papá hay que darle mucho cariño, mucha atención y mucha ternura, nada de reprocharle la forma en que se fue.

Eso será muy difícil, pero para él será mucho más duro, al igual que para todos nosotros imaginarse, un hombre que nunca se quedaba quieto. Que el jardín, que en el patio podando las matas de cayena, que cuidando las hortalizas, pero ahora no podrá hacerlo ya que el resto de su vida será en una silla de ruedas. ¡Ay Dios! No se cómo será.

¡Está sonando el teléfono! Cójalo usted misma mamá.

Yo no, cógelo tú, Rosa. Aló, aló ¿sí? Yes no, no one momento, ¡Mariita! Ven cógelo tú, que yo no entiendo bien ese ingles ¡ven corre!.

Aló, si, si, ¡Hello! Yes ¡oh no! When? When?... ¿Al medio día? ¡Oh papabuelo! ¿Por qué nos abandonaste así? ¿Qué pasa Mariita? Mírenla como se puso, paso algo.

¡Mamá, pero déjela que termine de hablar, porque es de larga distancia!

Si, si John Wine dos, tres, dos, cinco, cuatro… si okey. Muchas gracias. Adiós muchas gracias.

Mariita, ¿Qué paso? Yo sé que era desde nevis, di ¿Qué paso?

Papabuelo… papabuelo murió. Aaaaaay, Dios mío! ¿Por qué así? ¿Por qué tan lejos? ¿Por qué tan solo?

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Capítulo 39

3 de diciembre del 1971

Apreciada Tía Ann:

¿Qué tal Tía? ¿Cómo te va? Te quiero agradecer por la carta que me enviaste hace poco en donde me dices que mamá me pide perdón por lo que paso con mmi papá. Dile a mi madre que no se preocupe, que yo entiendo y dale las gracias de por mi parte por haberte facilitado las informaciones que me enviaste, las cuales me han ayudado mucho.

Tía, dile a mi madre que hace unos días Patrice hablo con un hermano de mi padre. Es un negro envejecido, amargado y poco comunicativo. Luego de localizarlo Patrice fue a su casa, pero el no quiso hablar con ella, solo pudo hablar con la mujer, la cual le dijo que Norman Smith y mi padre, siempre se llevaron mar y que era algo que heredaron ambos de sus madres, las cuales eran hermanas que se llevaban muy bien, hasta que ambas salieron embarazadas del mismo hombre. Los dos niños crecieron pensando que eran primos y ya grande se enteraron de que son hermanos. Y desde ese entonces mi padre emigro para otra isla del caribe, para una de las Antillas mayores.

Capítulo 40

Llegue bien temprano en la mañana, no pude volver de la capital la noche anterior, porque la reunión termino demasiado tarde y a esa hora no había transporte. Cuando llegue entre con facilidad porque tenía la llave. Él estaba dormido en la posición cuando está muy cansado: boca abajo, con los brazos abiertos como el papa cuando está implorando, con los puños cerrados con presión y con las plantas de los pies apuntando hacia el techo de la habitación. Ni con todo el ruido que hice se despertó, al ver que no despertaba, tire todo y me desnude, me le acerque y comencé a darle masajes.

Esa mañana nos aparecimos en la casa de sus padres, como era domingo, se notaba la presencia de otros nietos que no vivían juntos a

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los abuelos. Llegamos a la hora de la comida, la madre normal de poco hablar, Mariita, de lo más simpática conmigo. El padre un poco rígido pero agradable. A ellos les desconcertaba la actitud de cometa de Jacob.

El papá me notaba rígida y dejo desbordar su simpatía conmigo, cogió el tema de la comida que comíamos y me decía que a esa comida le decían Fungí, que es una mezcla de harina de maíz con molondrones y me explico el proceso de preparación, también comimos pescado guisado con mucha salsa y yuca, me brindaron Katalú que es una sopa de yautía y molondrones, y el domplin que son unos bollos de harina con sal y mantequilla. Tomamos guababerry una de las bebida cocolas más fuerte y más cuando es casero.

Noveno Conjunto

Capítulo 41

Cuando el hombre es de trabajo la vida le da muchas vueltas y la mía tenía que darla porque yo no era un hombre haragán, ya que durante la zafra que entre el ingenio me sirvió para dar el cambio definitivo a mi vida. El trabajo en el bagazo se volvió cruel, porque no se podía soportar el polvillo que se levantaba y se le metía por todo el cuerpo. Después que terminaba mi turno yo me quedaba para observar y ayudar a los fogoneros, eso me sirvió ya que al año siguiente ocupe el puesto de fogonero, y durante esa misma zafra, pase a los tachos. En cualquier puesto que me ponían yo salía con el trabajo que me encargaban. Por eso aprendí distintos trabajos durante las zafras y por medio de estos hacía chiripas durante el Tiempo Muerto. En mi cuarta zafra en el ingenio entre como ayudante de la centrifuga. Y al poco tiempo me fijaron.

Ya tenía seis años en el país y sentía un vacío durante la noche buena de ese sexto año yo visitaba la casa de un cocolo un viejo centrifugero de mucha experiencia y que me trataba muy bien. Se llamaba Mr. George, un día descubrí que no visita su casa solo por hablar con él, sino también por una de sus hijas una negrita muy coqueta y pegajosa. Una noche nos dimos un beso apasionado sin que Mr. George se diera cuenta, un beso con sabor a caña de azúcar. Al día siguiente le pedí la mano a Mr. George, el me sermoneo y me hizo traer a mi tío y a su

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esposa para aceptarme del todo. En febrero no me espere y me la lleve para una pensión por dos o tres días, una noche cuando visitábamos a mi tío y a su esposa, ellos nos ofrecieron que viviéramos en su casa hasta que consiguiéramos algo mejor.

Capítulo 42

Tu siempre dijiste que no te metías en política por ser extranjero, eso fue hasta la muerte del tirano y luego te decidiste, al estar casado con una dominicana, obtuviste tu cedula y pudiste votar y el partido por el cual votaste gano pero no duro nada porque le dieron un golpe de Estado.

Se había anunciado que en la tarde hablaría un político, uno que era muy bocón por el cual tú simpatizabas por ser constitucionalista y negro como nosotros.

Capítulo 43

¿Qué dices Mariita? ¡Ay no! ¡No puede ser! ¿Tu estas segura de lo que oíste? Sí, sí. Hoy a las 11, murió, le dio un infarto.

Bueno, bueno un momento aquí vamos a llorar todas pero primero vamos a resolver lo que haya que resolver. A Victoria y a mamá que recojan la casa. Y Mariita y yo le avisamos a las muchachas de aquí y la capital. No nos podemos rajar a llorar ahora, ya que nosotras no tenemos quien nos resuelva. Hay que resolver primero y luego sentarse a llorar. Lo primero que hay que hacer es traerlo y para eso hay que pedir un permiso oficial.

Para traer el cadáver hay que buscar $2,000.00 mil dólares, los cual nos llevó a solicitar un préstamo el cual pagaríamos entre todas, por suerte la sociedad de odfelos a la cual papabuelo pertenecía, va a costear los funerales y el velatorio seria en la sociedad o en la casa.

Capítulo 45

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En las primeras décadas del siglo XX, se obtuvieron las características definitivas de un poblado, de nombre desconocido, y su importancia a nivel económico comenzó con el surgimiento del central Romana (Ingenio Azucarero). Esto hizo que se agrupara mucha gente allí y esta se convirtió en la provincia número 26 del país. Los dueños del central deforestaron una extensa porción de montes y conucos y esas tierras se convirtieron solo en campo de cañas.

El central siempre dio la impresión de ser progresista, pero sin embargo, la investigación arroja los siguientes resultados:

1- Las etnias cocolas siempre estuvo presente en los distintos procesos del central Romana y lo sigue estando ahora.

2- El proceso de enriquecimiento y prosperidad de este consorcio estuvo ligado, desde su origen, al derramamiento de sangre.

3- Entre la sangre derramada por muchos anónimos se encuentra la gran culpabilidad de haber asesinado durante la década del 40 a Blanquita y a Negrita, dos sindicalistas que son héroes anónimos.

4- El asesinato de manera vil del abogado y defensor del sindicato unido Guido Gil, contando con la complicidad del gobierno de turno y de un militar.

5- Todavía en el central Romana continua contaminando a media población con ese polvillo terroso que se lanza durante la zafra.

Decimo Conjunto

Capítulo 46

Los hijos no llegaron de una vez, pero fue casi a los tres años de estar juntos que tuvimos a Mery. Al momento de María salir en estado todavía no teníamos donde vivir, mi tío prometió hacer un anexo a la casa y ahí fue donde nació nuestra primera hija, luego en el mismo anexo nació Gloria la segunda. Cuando nació Gloria el ingenio construía un barrio para los trabajadores. Trujillo le declara la guerra a los alemanes en plena guerra mundial, lo que creo una confusión nacional. Y los más vivos comenzaron a meterse y a levantar las paredes de sus viviendas, al darme cuenta de esto fui a casa de mi tío a buscar mi mujer y mis hijas y ocupamos una casita, la guardia siempre nos vivían amenazando

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con sacarnos de las casitas cuando nos venían a presionar les recogíamos unos chelitos entre todos los vecinos.

Capítulo 47

Papabuelo me conto como fue que llego al piso de azúcar me dio pena y rabia, porque un hombre que trabajo por 29 años de su vida ocupando distintos cargos en el ingenio, no era posible que a un hombre de trabajo se le dé semejante trato.

Por su dedicación y entrega a su trabajo el mismo presidente de la republica le entrego un diploma de reconocimiento, en esos tiempos se celebraba el día de la azúcar y él fue reconocido como el mejor azucarero del año. Luego de ese reconocimiento al siguiente año al comienzo de la zafra lo enviaron para el piso de la azúcar a empujar una carretilla con un saco encima, cuando llegaba a la casa cansado no dejaba de maldecir al presidente que le dio la mano. Intento buscar una entrevista con el presidente para preguntarle que después del reconocimiento lo degradaron.

Capítulo 48

Han pasado tres días desde la muerte de papabuelo y han sido tres días de angustias y sufrimiento, ya que el cadáver de nuestro familiar está lejos y la línea aérea nos dice que no hay cupo para traer el cuerpo. La abuela en medio de gritos que se necesita estar cerca de sus muertos para que el alma en pena vea lo mucho que duele su partida, lo cual le da conformidad a las almas en pena. Mi abuela quería morirse pero lo que más le dolía era que Jacob su único hijo varón no sabía lo que le había pasado a su padre y que lo iban a enterar y él no lo iba a ver. Su único hijo varón y salir tan mal agradecido. La hija que tuvo fuera del matrimonio con mi abuela, la mayor Ramona o miss Raymond no va a poder llegar a tiempo porque está en Londres, que es muy lejos. Llamaron de la línea aérea y dicen que mañana llega el féretro a las 11 y que debemos estar ahí a esa hora con la ambulancia.

Capítulo 49

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26 de febrero de 1972

Miss Raymond le escribe una carta a su prima Patricia explicándole que las personas que la estaban ayudando a tratar de localizar a su padre estaban muy interesados en el caso y que necesitaban que el hermano del señor Norman recordara que si fue Haití o Dominicana que emigro mi padre, necesito confirmar el dato.

Capítulo 51

A los cocolos por ser extranjeros no se nos permitía participar en la política del país, lo cual me obligo a mantenerme al margen y a no participar para que se me acusara de metiche. Al terminar la segunda guerra mundial la situación se complicó y el dictador tenia calieses por todos los lados, y parece ese entonces estaban jodiendo con la cuestión de los sindicatos. Había un negro llamado Mauricio Báez alto y un poco delgado, que visitaba todos los ingenios armando huelgas. Lo conocí un día en el ingenio he intento convencerme de participar en un sindicato, y le dije bien claro que no podía participar porque yo era extranjero. A partir de esto vinieron muchísimos problemas y para el año 1946 le hicieron una huelga a Trujillo en todos los ingenios. Después de eso hubo mejoría en los sueldos, hasta la administración del ingenio mando a terminar la construcción de las casas del barrio.

En ese tiempo la gente vivía molestando con que buscara al varón que no me quedara con esas tres hembras, porque el varón era que representaba, María y yo nos pusimos a buscar el varón y el séptimo parto una hembra, el octavo y último fue cuando llego el varón.

En el año 1955 Trujillo había mandado a matar a Mauricio Báez.

Capítulo 52

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La primera dificultad de dimensión extraordinaria fue cuando tu madre Mariita salió embarazada y se quedó callada, se le descubrió cuando empezó a crecer la barriga. Ella continuaba callada y la barriga creciendo y los vecinos haciendo conjeturas feas. Yo me decepcione con ella, pero nunca pensé en decirle que abortara. La nana preguntándole fue quien logro sacarle la verdad, de que tenía amores escondidos el novio la embarazó y cuando supo del embarazo desapareció del mapa. No me importo todo lo que murmuraron yo acogí a mi hija porque el fracaso en un momento de la vida de un hijo no es el fracaso de la vida entera solo se convierte en fracaso de la vida entera si los padres y el medio empujan para que así sea.

Capítulo 53

¿Se acabaron los cocolos?

De esos de pura cepa, quedaron dos o tres, pero las estrías no son como la azúcar del almacén que se acaban; las estrías más bien evolucionan y se transforman.

De esas transformaciones se encargan los hijos y nietos de los cocolos. Los cocolos auténticos eran esos que al llegar al país lo recibían con una mocha, un saco de henequén, una lata de sardinas, pan y tres centavos, esos eran los viejos cocolos que le daban vida a esa institución (la sociedad) cuando celebraban allí sus ceremonias.

Capítulo 54

11 de julio del 1972

Apreciada Patricia

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Tengo que compartir algo grande, extraño he insólito contigo, esto sucedió gracias a tu esfuerzo, encontré una carta de mi padre en la cual me invitan a la republica dominicana a conocerlo a él y a toda su familia.

El me localizo gracias a la dirección que le dejaste a la esposa del hermano de mi padre, ella se encontró con alguien en una calle del Bronx que conocía a mi padre desde niño y le conto sobre mi búsqueda.

Décimo Segundo Conjunto

Capítulo 56

Estábamos papabuelo, tía Esperanza y yo en el aeropuerto esperando la llegada de Ramona, la hija de papabuelo que no conocíamos. A la llegada del avión nos pusimos todos muy nerviosos.

Teníamos una foto para poder reconocerla a su llegada.

You are my father.

Eso le dijo y de inmediato se abalanzo sobre el con un abrazo prolongado y muchas lágrimas.

Todo el camino hasta llegar a la casa fue llorando. Un llanto que se confundía entre la alegría y la tristeza, cuando llegamos se siguió

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llorando de verdad y las lágrimas corrieron por todos los rincones de la casa. Con el paso de los días, me convencí de que esas lágrimas sirvieron para lavar la tristeza de lo pasado y para darle brillo a la alegría de haber recobrado a una hija, una hermana y una tía.

Capítulo 58

Yo presentía que estaba pasando algo por el sueño que tuve en la noche que no fue precisamente un sueño, sino una revelación, ya que yo estaba despierta cuando vi a Mariita llorando y el ataúd delante de ella. No sabía si podía ser María o el papá de Jacob. Me asuste, pero no llame a Jacob a esa hora.

Esa mañana, bien tempranito, lo desperté.

Hay que ir a la casa de tus padres, no puedo.

Hay que ir a la casa de tus padres ahora, Jacob no discutió, está bien. Cuando llegamos al vecindario él se detuvo en dos casas, bajo un laurel y recostó la cabeza sobre el tronco grueso del árbol como si fuera un ser herido. Y en ese momento vinieron algunas personas que lo conocían y se lo dijeron. Salimos directamente para la sociedad porque el entierro estaba a punto de salir, llegamos frente al cadáver y aun muerto el rostro del padre de Jacob era idéntico al de él. El lloro a su padre en silencio.

Llevaron el ataúd al cementerio en un carro de madera color violeta, llamado Catafa con las cuatros ruedas de maderas también y el conductor vestía totalmente de blanco.

Capítulo 59

4Ya en la sociedad el ataúd se les rindieron los honores pertinentes por ser uno de los antiguos cocolos, se acostumbraba a tocar música, y a vestirse con ropa de un mismo color. Esto es la congoja de toda una

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etnia, el pueblo entero vino a decir cómo se siente el dolor que los cocolos cargaron sobre sus hombros en cada una de las zafras azucareras. Un sufrimiento que se hacía más insoportable cada vez que llegaba el Tiempo Muerto.