Tiempo Muerto

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Resumen Tiempo Muerto La historia de un negro no le interesa a nadie. Y menos si es un viejo que nada notable ha hecho en su vida. Solo a ti se te ocurre echarme. Se que lo que me pides. Pero de nada va a servir lo que te diga. Por que de nosotros lo único que ha interesado es nuestro trabajo. Después más nada. Y, a cambio nos han devuelto muchos rechazos, muchos desprecios por ser negros. Para mí, en este país, todo comenzó en el muelle de san pedro de Macorís el día que llegamos. Fue un domingo por la tarde. Había mucha gente mirándonos, nos dijeron que estaban ahí por que era su día de descanso. Nos miraban fijamente con curiosidad. Tal vez esperaban la llegada no anunciada de algún familiar. O quizás solo pretendían encontrarse con un conocido para tener noticias de esos seres que dejaron en la isla, y de los que jamás volvieron a saber. La verdad era que ninguno de nosotros tenía quien nos esperaba, a un negro que llega en busca de mejorar su destino únicamente lo espera el trabajo. Más nadie. Y solo cuenta con la suerte que lo acompaña. Fue en ese muelle donde sentí por primera vez el olor que siempre hay en los ingenios. Allí iba a parar el azúcar, el melado y todo lo que se sacaba de la caña. Y ahí también se quedaba pululando infinitamente un intenso olor con mezcla de amargura y del sudor de los trabajadores.. Algo te puedo afirmar: A nosotros, lo que veníamos de otras tierras, con

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Resumen Tiempo Muerto

La historia de un negro no le interesa a nadie. Y menos si es un viejo

que nada notable ha hecho en su vida. Solo a ti se te ocurre echarme.

Se que lo que me pides. Pero de nada va a servir lo que te diga. Por

que de nosotros lo único que ha interesado es nuestro trabajo.

Después más nada. Y, a cambio nos han devuelto muchos rechazos,

muchos desprecios por ser negros. Para mí, en este país, todo

comenzó en el muelle de san pedro de Macorís el día que llegamos.

Fue un domingo por la tarde. Había mucha gente mirándonos, nos

dijeron que estaban ahí por que era su día de descanso. Nos miraban

fijamente con curiosidad. Tal vez esperaban la llegada no anunciada

de algún familiar. O quizás solo pretendían encontrarse con un

conocido para tener noticias de esos seres que dejaron en la isla, y de

los que jamás volvieron a saber. La verdad era que ninguno de

nosotros tenía quien nos esperaba, a un negro que llega en busca de

mejorar su destino únicamente lo espera el trabajo. Más nadie. Y solo

cuenta con la suerte que lo acompaña.

Fue en ese muelle donde sentí por primera vez el olor que siempre

hay en los ingenios. Allí iba a parar el azúcar, el melado y todo lo que

se sacaba de la caña. Y ahí también se quedaba pululando

infinitamente un intenso olor con mezcla de amargura y del sudor de

los trabajadores.. Algo te puedo afirmar: A nosotros, lo que veníamos

de otras tierras, con el paso de los años, solo nos ha quedado ese olor

edificado en el recuerdo. 

Como si fuera el olor del dolor, el mismo olor que me recibió el día

que llegue de Saint Kitts. Me ha penetrado hasta quedarse dentro de

mí para el resto de la vida. Imagínate, cuando no lo tenemos en el

falto aparece en la memoria. Por que el guarapo de la caña, el melado

del que se hace el azúcar, es así, penetrante.

Al llegar, teníamos ya tres días de retrasos. Goletas, mar adentro, no

tenía ninguna forma de mandar mensaje para decir lo que sucedía. A

demás, abordo no venia ninguna gente de importancia. Era el mismo

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sistema que nos acongojaba desde hacia mas de cuatros siglos y

sobre el mismo mar caribe. Con los años solo había cambiado la

forma de cargar a los negros. El fin seguía siendo el mismo: negocio,

ganancia, generar riquezas con nuestras fuerzas. 

Esa gente que estaba en el muelle mirándonos desembarcar asistía,

mas bien, a uno de los escasísimos modos de dispersar la mente en el

único tiempo libre de toda la semana. Esa erala otra forma de revivir

su llegada, de renovarla, de comenzar de nuevo para renovar el

cansancio. En la goleta, lo recuerdo como ahora, veníamos setenta y

nueve hombres y cuatro mujeres. Ochenta y tres en total. Todos

negros fuertes, en edad de trabajar. La mayoría tenia equipajes

numerosos; cachivaches que serviría para emprender una nueva vida.

El mió no, El mió era escaso, a penas tres mudas de ropas. Por que yo

siempre pensé en volver. Los que traían sus mudanzas aparatosas

llegaban para quedarse, pero yo pensaba resueltamente en que

volvería uno o dos años después. A demás, otra cosa iba a traer si

esas tres piezas eran todo lo que yo tenía. Antes de que la goleta

llegara al muelle, alcanzamos a ver el caserío. En la ciudad, dijo el

capital. El poblado estaba sentado a la orilla del mar. Cualquiera diría

que dormitaba. Parecía tener siglos aguardando por nosotros. Tenia

una quietud tan grande que ni los árboles se movían. El capital de la

goleta era u hombre extraño. Hablaba estrictamente lo

imprescindible, como si las palabras se les hubieran ahogado en las

profundas del mar caribe. Lo demostró cuando nos vio adivinar el

nombre en san pedro de Macorís. Solo eso dijo. No dio más

explicaciones. Total, para nosotros daba lo mismo. Retrataba de una

ciudad tan pequeña que de una sola mirada se atravesaba por

completo. El cielo ya había dejado ese color de mar que nos hartaba;

de depende se lleno de nubes blancas. Más allá de la pequeña ciudad

se divisaban tres enormes chorros de un humo negros. Fue algo tan

impresionante que jamás lo he podidito olvidar. Tenían un recorrido

irregular; parecía un rió de agua turbia salidos del corazón de la

tierra, que subían hasta ensuciar esas nubes tan impecablemente

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blancas. Los tres chorros estaban lejos uno de otros; se veían

estáticos, inmóviles. El con su escasez de palabras y gestos; son los

tres ingenios más cercanos del pueblo, pero hay otro, dijo. El humo

era la muestra ineludible de lo que el dijo a seguridad: ya comenzó la

zafra por fin termino el tiempo muerto después, cuando me oriente,

supe que se trataba de los ingenios colon, por venir y santa fe. No

sabía por que nos miraban tanto todas esas gentes que estaban ahí

en el puerto. Pero no solo recibíamos las miradas, también nos daban

ordenes que ningunos de nosotros entendíamos. El desembarco nos

había llenado de felicidad. Arribábamos al fin de una travesía difícil.

La goleta se lo mas que pudo del muelle. De ahí nos pasaban a una

embarcación pequeña, una yolita que nos ponía en tierra firme. Al

mirar hacia atrás, vi la goleta; tenía un nombre de esos que son para

recordarlos siempre: Warspite. Ese aparato nunca se detenía; no

tenia días fijos para partir ni para llegar. Su ruta era hacia el de venir

de la vida.  Esta vez venia de un recorrido que se inicio en Saint

Johns, antigua. De antigua traía pocos negros. Al pasar por nevis,

donde esperábamos desde muy temprano, nos sumamos como

treinta puntos. Subimos rápido. Partimos de inmediato y como a la

hora estábamos en Saint Kitts. Allí esperaban casi cuarenta

personas. También ellos abordaron con rapidez. Parecía como si

tuviéramos prisa por llegar a un destino que nadie sabia si era mejor

o peor. Nuestros propios rostros reflejaba la mezcla de una alegría y

tristeza que no se sabía cual iba a imponerse. Yo siempre había visto

las goletas desde lejos. Pero nunca llegue a viajar en ellas. Ni siquiera

fui en ella de nevis a Saint Kitts, pues esa ruta se hacia en pequeñas

yolas; desde esos tiempos soñaba con hacer un viaje lejos en una de

esas embarcaciones. Cuando vine a este país fue la primera y única

vez que me subí en una para hacer un recorrido tan largo. Era grande

como las que a veces alcanzábamos a ver mar adentro. Tenía dos

palos bastantes altos, en las que se sostenían las velas que el viento

llevaba para que las goletas pudieran moverse. 

De tanto usarse, las velas estaban remendadas y curtidas; se

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parecían bastante a las faldas que las abuelas usaban en su faena. En

la parte de adentro no cabían más de tanta personas. Por las noches

muchos teníamos que dormir en la cubierta. ¿ y que iba uno a dormir

cayéndole encima el agua de los oleajes en cualquier momento?.  La

travesía debió hacerse en siete u ocho días pero duramos once. De

ellos, uno entero fue perdido entupidamente por un guardacostas

norteamericano que cuidaba las aguas territoriales de puerto rico. El

pital, un americano alto y colorado, con kepis negros, insistía en que

la goleta transitaba en aguas territoriales prohibidas. Ahí comencé a

comprender que en este mundo todo estaba repartido; hasta el mar

ya tenía dueño. Interceptaron la goleta casi al amanecer y fue solo al

final del día, después de un largo tiempo perdido, que decidieron

dejarnos ir. Fue un arreglo entre capitanes, con la diferencia que uno

era blando y el otro era negro. Eso mismo pensaba entre ambas

tripulaciones.

Durante la travesía hacia un sol de esos que nunca dejan de quemar

todo el cuerpo. Nos seguía por todo el cuerpo. Nos ardía en la piel

hasta cuando nos escondíamos en el interior de la embarcación. Por

las noches, cuando ya no hacia sol, se sentía el resplandor que se

quedaba pegado al mar y luego seguía y nos ponía pegajoso. Pero por

fin llegamos. Lo mas diestros en eso de navegar y pescar pensaban

que se dieron vueltas de mas. Decían que tal vez el capital se

extravió. No sé. Desde la goleta la ciudad de san pedro de Macorís se

veía triste como las que habíamos dejado en nuestras islas. A lo mejor

era por esa gente que sin sonrisa estaban permanentemente

mirándonos. Tal vez ese parecido tenía mucho que ver con nuestro

estado de ánimo. O es posible que fuera por el hambre y el cansancio

de venir amontados como sardinas nos tuvieran ya la vista

acostumbrada a la tristeza. Prácticamente parecíamos momias

negras. Fueron once días comiendo mal y durmiendo peor, cuando

acertábamos a dormir. La comida que teníamos a bordo nos las

comimos en los primeros cinco días, pensando que íbamos a llegar en

el tiempo normal. Pero nos demoramos tanto, que el mar comer no

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nos mato por que éramos negros, y el negro pasa tanta hambre

durante toda su vida que puede morir sin comer; pero no muere de

hambre. Por eso la llegada nos arranco un pequeño aliento de

felicidad aunquela ciudad se viera triste. En el muelle se percibía un

movimiento, un correcto, algo que comenzó con nuestro arribo. Solo

eso diferenciaba este puerto de los otros que habíamos dejado atrás

hacia unos concedías. Allí dejamos las lágrimas y aquí encontramos la

tristeza. Recuerdo que me entretuve mirando el paisaje del entorno

mientras desembarcábamos. Todos lo comparaban con nebis. De

tantas vueltas que dimos, yo creí que habíamos caído en el mismo

lugar, en el punto de partida. Solo que aquí todo tenia un tamaño

mayor.  Entonces oí que dijeron algo diferente a mí. Por el tono

deduje que no era agradable. Yo solo entendí la palabra ´´ Cocolo ´´.

Esa palabra andaba de boca en boca por toda nebis. Pero aquí fue la

primera vez que la escuche pronunciada por un nativo. Al oírla me

sofreí por que me pareció gracioso, aunque el tono no lo fuera. Fue

así como recordé que estaba en un lugar donde se hablaba una

lengua distinta a la mía y yo no la conocía. Eso hacia que me sintiera

más idiota de la cuenta. Después del chequeo nos iban dividiendo.

Hacían operaciones matemáticas con nosotros. Hicieron cuatros

grupos y a mi me mandaron al mayor de todos.  Estaba formado

como por treinta y cinco personas. Cuando termino la repartición nos

llevaron a una locomotora. Se trataba de una nave extraña: era

totalmente negra, tenía el frente parecido al de un submarino de esos

que ahora es fácil ver en laspelículas y en los museos de algunos

países. Delante, en el centro, tenía un tubo grueso que se elevaba; de

ese tubo salía un tubo infernar, una combinación de piezas se le

recubría por debajo, por donde también le brotaba tanto humo que

abecés le envolvía por completo. Se veía como si se estuviera

quemando. Cerca del extremo delantero quedaba la caceta donde iba

el conductor el que todos llamaban maquinista. Por fuera, en otra

parte que estaba mas hacia atrás, por donde se le depositaba la leña,

tenía un letrero en el lado que estaba en frente a nosotros. Lo leí pero

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no entendí nada hasta que pasaron unos meses. Ingenio consuelo,

eso decía. La loco motora era una maquina de vapor. Decía. Tenia

tres vagones; mas adelante pude ver que se usaba para cargar caña;

y parece que para cargar negros también. Nos montaron en el

primero y en el segundo. En el tercero subieron todos los motetes que

no se podían levar en las manos, esa locomotora a la que todos les

decía maquina, nos llevaría hacia nuestro destino final. A los otros

grupos no los volví a ver jamás. Se los llevaron por rumbos distintos.

No me importó. Después supe que se trataba de caminos que nos

conducirían de la misma ruta de la amargura.

Basto con que me lo pidieras, papabuelo, para yo callar. Fue duro.

Fue penoso verlos a todos preocupados y tener que hacerme yo

también la preocupada. Fue cruel saber lo que ellos querían saber y

no decir nada. Era imposible. Te lo prometí y no podíafaltar a la

confianza que me tenías. Papabuelo por que confianza es confianza. Y

cuando no se hace lo que se promete, se traiciona esa confianza. Por

eso no dije nada, aunque lo sabía. Solo por mama estuve a punto de

hablar. Pero no, los deje que siguieran buscándote para disimular, me

hacia la preocupada, la que estaba ayudando a buscar aunque, en

realidad, tenia en mi adentro una profunda pena. Sentía como que

me exprimía la alegría y me sacaban para siempre. Tú no te imaginas

cuanto llore esa noche. Repetí mil veces esas palabras tal y como me

las dijiste, con ese giro que ustedes los cocolos siempre le daban al

hablar a la lengua local y que yo tuve que cotejar en todo lo que me

contaste. Tienes en ti toda la confianza del mundo y no puede

esconderte nada. Yo te lo dice por que tu no hablo nada. Pero la tierra

donde nací me llama. A mama hubo que suministrarle unos

medicamentos para que se calmara. Se calmo un poco con las fuerzas

de esas capsulas, aunque después de tu partida se transformó en

otro. Desde que lo supo, ya no sigue siendo la misma; se le notaba

una inconformidad que la acorralaba. Con los días comenzó a cantar.

Cantaba a cualquier hora. Parase que cuando se acordaba de ti,

acudía al canto para refugiarse en algo. En los últimos días cantaba

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mucho más Sus cantos, no se por que, me hacia recordarte. En la

casa más nadie se enteraba de que ella cantaba tanto. Solo yo lo

sabía por que me pasaba más tiempo con ella. Yo seguía viniendo de

la capital todos los días libres. Venia a acompañarla por que le

faltabas tú y también le faltaba yo. Pero sentía que todo iba de mal

en peor. Las tías no lo sabían por que venían por la noche y a esa

hora mama no cantaba. Tampoco lo sabían las que venían nada mas

los fines de semana y menos las que llamaban por que el que habla

por teléfono tiene que dejar de cantar para hablar. Mama seguía

igual; casi ni paraba en la casa. El tío Jacob, como siempre no viene.

Después de que te fuiste nos dimos cuenta que con el ni siquiera para

decírselo. Entonces, comos e iban a dar cuenta de que mama

cantaba. Cecilia fue la primera que lo supo todo. Tubo una magnifica

idea, la ejecutó y logro averiguarlo. Lo consigue con un vecino de ella

que trabaja en el aeropuerto. Ella le dio tu nombre y apellido

completo y el vecino lo averiguo. Le detallo en día, la hora y el

número de vuelo en el que saliste. Le dio que partiste hacia Saint

Kitts con escala de puerto rico. Inclusive dio el nombre de otros dos

que llevaban esa misma ruta. En principio nadie sabía a quienes

pertenecían esos dos nombres. Después se supo que se trataba de

los nombres y apellidos completos de Fefo y de Papolo, los dos

vecinos del barrio. Así fue que los demás se enteraron, yo, aunque ya

lo sabia, me quede con la satisfacción de haber sido fiel a lo que me

pediste. La maquina no demoro en partir. Hizo lo que queríamos para

que la gente aglomerada allí dejara de mirar tanto como si fuéramos

bichos raros. Yo, que siempre aprovecho todo, buscaba entre ellos

haber si reconocía a mi tío, un hermano de mi madre. Durante unos

diez años oí decir allá en Nebis que vino para este país. Fue por esa

razón que me decidí a venir a esta tierra. No sabía su dirección y

nunca la pregunte. Además, allá en las islas nadie sabia la forma de

localizar a los parientes que tenían aquí. Decían el nombre de los

ingenios donde Vivian cuando lo recordaban, y ya, con eso era

suficiente. Yo siempre pensé que era igual que en todas partes. Que

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los ingenios, aunque eran varios, estaban en un solo poblado y que

podría encontrar al tío por las cales y por referencias. Como sucedía

en Nebis en eso falle. Es que si me ponía a averiguar una dirección

iban a sospechar de mi viaje. Y no quería que nadie supiera de mi

partida. Por eso no le deje nada a nadie cuando Salí. La maquina

partió dejando un humo parecido al de las chimeneas que habíamos

visto desde el mar, esta vez ese humo se nos metía por la boca y la

nariz. Los vagones donde íbamos no tenían techo; los lados eran

hileras de barras de hierro. Pronto dejamos el muelle y

atravesábamos las ciudades. Entonces volvíamos a sentir el sol.  Por

suerte ahora ya se había puesto amarillento y solo nos miraba de

forma calmada desde el oeste. Nos miraba comocondoliente de todo

lo que habíamos pasado y, sobre todo, de lo que nos esperaba. Al

final de los viajes, se pierde la noción del tiempo, pero para mí ya

pasaba del Cuzco de la tarde. La ciudad iba quedando atrás con el

penetrante olor a melado,. A azúcar. Yo todavía seguía sintiéndolo de

forma remota. Por que ya se había depositado en mi interior ahí

donde se quedaría el resto de la vida. La maquina tomo velocidad.

Con un pito ensordecedor que no cesaba penetró a un carril cubierto

de caña. Eran cañaverales interminables como yo jamás había visto.

Como la velocidad de la maquina y el bailoteo de los vagones, el calor

disminuyo un poco, no mucho. Nosotros casi ni hablábamos. Yambos

aturdidos por el ruido, por el hambre y por el cansancio. Nos

entretenía lo nuevo que iba presentándose ante nuestras visitas.

Todos notamos cuando apareció un poblado pequeño, muy pequeño.

Tal vez ocho o diez casitas de una madera envejecida y cansada; una

madera que el tiempo se iba tragando poco a poco.  Estaban todas

techadas de un zinc acidado o con yaguas. Es un batey, dijo alguien

en ingles; pero lo dijo como si tuviera adivinando. Es un batei

repetimos. Sentados bajo los aleros se veían hombres sin camisas.

Estaban cabizbajos y silenciosos. En la tierra jugando a no se sabe

que, estaban dos o tres niños. Tampoco sonreían. Todo aquello solo

parecía el reinado de la tristeza. Así los veíamos hasta que los

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caseríos se quedaban perdidos en la distancia. Pasamos por otro

batei, aquí, más que las casuchas tenia tristeza la tarde misma. El sol

terminaba de acostarse y solo un resplandor amarillento caía sobre

los cuñados de casas que aparecían sumergidos en la quietud. El

humo seguía llenándonos, entrándonos por todas partes. La maquina

comenzó a reducir velocidad. En vez de cañaverales empezaron a

aparecer casas mas variadas donde se reafirmaba la miseria de la

mayoría y el bienestar de la minoría. Era el ingenio consuelo, donde

por fin llegamos. Entonces, de repente apareció ante nuestra vista

esos edificios gigante tan grande como una enorme montaña de

hierro en medio del cañaveral. Nos dio la bienvenida el humo que

salía de las dos chimeneas. Eran los tubos más inmensos que

habíamos visto en nuestras visas. Poco a poco nos fuimos acercando.

La velocidad del aparato se redujo casi al mínimo. Luego se paro

totalmente. Llegaron al ingenio, dijo alguien que se acerco. Fue en

ese momento que lo reafirmamos, el ingenio no era más que un

montón de motores que trabajaban sincronizados. Como ya había

comenzado las zafras, todos estaban encendidos al mismo tiempo

produciendo un ruido verdaderamente infernal. Que viva el ingenio,

dijo uno que estaba a mi lado con una voz que se perdió entre la

bulla. No solo notamos que era el ingenio por el ruido.

La Zafra comenzaba esparcía el mismo olor intenso a melado que nos

recibió en el muelle. Es el olor del procreo, pensé. Luego reafirme,

que también era el olor del dolor. La maquina separo frente a un

espacio tan grande que parecía un lugar techado para jugar pelota.

Bajen y entren al piso de azúcar ´´, ordeno la maquinista que nos

trajo. ¿Puede hacer un piso de azúcar ´´?, me pregunte. Era un

almacén enorme y estaba vació; solo esperaban que la zafra

comenzara a dar resultado para llenarlos de saco de azúcar. Por eso

su nombre. Quedamos justo a frente a dos hombres que guardaban

sentados junto a una mesa solitaria con papeles encima. Yo, de

inmediato, me fijaba en cualquier persona que veía. En todo buscaba

un parecido con el rostro de mi tío. Pero nada. Solo pude identificar

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de nuevo el olor intenso a melado, a azúcar. Iba a ser difícil apartarse

de el. Nos remontábamos los que traíamos los que traíamos sus

pocos motetes los bajaron con rapidez. Cuando termino de bajar el

ultimo, la maquina se alejo arrastrando ese ruido infernal que

llevábamos dentro. Uno de los hombres que estaba junto a la mesa

nos hizo una señal para que dejemos los paquetes. Hicimos una fila

frente a la mesa. Nos hablaban en español. Entendíamos, más bien,

por las señales que nos hacían, por intuición o por puro milagro. El

grupo restante repetía lo que hacia el primero. Por el supimos que

preguntaban los nombres para ir anotándolos. En unos de los papeles

vi la fecha del día, la capté por que estaba abreviada: dieciséis de

octubre de 1932. Era domingo. Ese hecho me hizo recobrar la noción

del tiempo. Después de dar el nombre, nos entregaban un paquete.

Con el mío en la mano me aparte y pude ver de lo que se trataba: un

saco de arenque vació, una lata de sardinas con un pan, una mocha y

tres centavos. Mientras se hacia en reparto llego un hombre. Vino

caminando con cierta prisa. Hablo algo con los de la mesa. Se acerco

a nosotros y nos hablo. Articulaba la lengua de una forma pésima;

pero era ingles. Con la explicación que las latas de sardinas y el pan

eran las cenas de esa noche, y el desayuno del día siguiente.  Con los

tres centavos íbamos a hacer la compra de la semana en la bodega

del batey; esa compra tenia que rendirnos hasta que cobráramos. La

mocha era para cortar caña. El saco había que usarlo como colchón.

Finalmente advirtió la obligación de levantarnos temprano. Lo dijo

como si se tratara de una sentencia. Tuvimos que esperar muchísimo.

Algunos entrenaron sus ´´ camas allí mismo. Se durmieron sobre el ´´

piso de azúcar ´´ se dieron cuenta de que aquel piso no tenia nada de

dulce cuando la maquina vino a buscarnos cerca de la media noche.

La dureza del piso se impuso a los cuerpos frágiles de aquellos

hombres. La maquina se detuvo nos indicaron que volviéramos a

subir a los vagones cuya entrada quedaba justo a la altura del piso de

azúcar. Subimos. Los dueños subieron sus cachivaches. La maquina

volvió a partir. Comenzó su marcha muy lenta, casi desganada. Iba

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me rodeando el ingenio. Se detuvo de lado en que estaba las dos

grandes chimeneas. La oscuridad se la tragaba aya arriba, donde ya

no se les veía ni la altura ni el humo. Mirándolas, el ruido del ingenio

nos dejaba que no escucháramos. En ese momento, la maquina en

retroceso, sentimos un golpe que nos estremeció a todos. 

Los que estaban de pie, perdieron el equilibrio y cayeron encima de

los otros o en el piso del vagón. Nos dimos un susto enorme. Nadie

sabía que había pasado. Nos tranquilizamos por que los trabajadores

que oyeron el ruido se quedaron diferentes. La maquina se devolvió y

pudimos ver en la semí oscuridad que había enchuchado una

cantidad inmensa de vagones y ahora los remolcaba.  Al pujar,

arrastrando todos esos vagones, la maquina soltaba un humo tan

copioso que la envolvía totalmente y al mismo tiempo nos la hacia

tragamos. veíamos todos el humo; pero lo sentíamos ahogándonos,

así, arrastrando esa larga cadena mecánica, fue alejándose del ruido

del ingenio, de las casitas con luces tenues y de todo el poblado que

rodeaba ese enorme caserón de metal habitado por una maquinaria

verdaderamente monstruosas. Salir del poblado significaba volver a

entrar a los cañaverales. Pero apenas vivimos el inicio, pues de

inmediato nos envolvió una oscuridad total, unas tiniebla absolutas

que se había tragado todo el paisaje. Fue un viaje largo, monótono,

tal vez con un recorrido tan extenso como el que nos trajo desde el

muelle hasta el ingenio. Algunos dormitaron en medio de esa

oscuridad espantosa que nos azotaba. Por fin llegamos. Al menos, eso

intuimos cuando sentimos que la maquina fue reduciendo la

velocidad hasta que se detuvo. Era un lugar incierto por desconocido

y por la oscuridad. Había gente. Lo supimos por que escuchamos

voces. También habíamos una o dos luces muy pobres que se

divisaban apenas por aquel infierno de oscuridad, nada se podía ver.

Sin embargo todos teníamos la corteza, sin que nos lo dijeran, de lo

que se trataba: el batey. Seguido vino alguien con un foco en la mano

que nos dio la orden de desmontar. Soy el capataz, dijo, y de

inmediato dio su primera orden. Bajen. Fue caritativo, nos ilumino

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para que pudiéramos ver por donde bajáramos, la maquina, con su

parafernalia de vagones, siguió su rumbo, como si todavía hubiera

mas mundo entre esa inmensidad de tinieblas. El hombre con el foco

en la mano y con la cara de alguien que ha dormitado, nos hizo una

señal para que lo siguiéramos. Caminamos en silencio y casi sin

ánimos. A pocos metros pudimos divisar, a duras penas, dos hileras

largas, una en frente de la otra, de una edificación en madera.

Estaban divididas en muchas habitaciones pequeñísimas, cuando

entre al cuadro que me asignaron pude percibir que era estrecho y

caluroso. Mientras caminaba sentí el piso de tierra apisonada. Luego

supe que a esas viviendas le llamaban barracón.

En medio de la oscuridad solo atendí a abrir la lata de sardina. La abrí

con la moche; fue una operación hecha a tienta. Tenía tanta hambre

que me comí de un tirón la sardina con todo y pan. Después de comer

pensé que acababa de reponer varios almuerzos atrasados. Sabía que

había cenado y, como si fuera poco más adelante el desayuno del día

siguiente. Todo eso con una pequeña lata que tenía tres o cuatro

sardinas y apenas un pan. 

No importa, pensé, al otro día había a comenzar a trabajar. Además

tenía tres centavos en los bolsillos. Pensando en eso tendí el saco y,

de inmediato, pude palpar con la espalda lo severa que se sentía la

tierra; parecía que con su dureza quería anunciarnos lo que no

esperaba. El cansancio era tan grande que venció esa hostilidad

inicial, y me doblego con suma facilidad ayudándome a dormir

profundamente.

En esos días lo vi muy preocupado. Yo sabía que estaba preparando

algo. Ya tenía la seguridad sin que me lo dijera. Lo comencé a

sospechar poco a poco, desde que el se quedaba por las tardes bajo

el laurel hablando con Fefo y con Papolo y, cuando yo llegaba

cambiaban el tema. Lo notaba por que los varones en eso son torpes. 

Bueno, en realidad, son torpes en muchas otras cosas, pero en eso

también. Nosotras somos más astutas. Entonces, si ellos estaban

hablando de algo y yo llegaba, cambiaban el tema de la conversación.

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Pero el tema nuevo se les agotaba de inmediato. Casi al instante y se

quedan callados. Mudos, no volvían a pronunciarpalabras. Papabuelo,

para disimular el silencio repetía una y otra vez esa frase que con

tanta frecuencia usaba. Mirando a un punto fijo el horizonte decid:

pues si señor. Pues si señor. 

Con tanta frecuencia se repetía esa escena en aquella época que

llegue a percibir un distanciamiento; sentía que ya no era como

antes. Por que antes, por las tardes, muchos de los muchachos del

barrio venían y se quedaban hablando con papabuelo. Hablaban de

todo. Le hacían preguntas extrañísimas, y el respondía todo como si

fuese una enciclopedia. Pero últimamente era distinto. Siempre

estaba con Fefo y con Papolo, los vecinos esos. 

Ellos creían haber encontrado la oportunidad de sus vidas y la

estaban paleados, todo fue culpa de esa gana de irse del país que se

le ha metido a la gente. Nada mas viven pensando, buscando la

forma de salir. Desde que encuentran cualquier brecha, paf se van.

Por que la gente, con su afán de irse para nueva Cork piensa que

cualquier otro país es más fácil llegar a esa ciudad de acero.

Hubo otro hecho que confirmo mi sospecha. Papabuelo siempre me

reiteraba su cariño pero comenzó a hacerlo con más frecuencia. Me

decía: tu papabuelo siempre te va a quiero mucho. . Me decía: tu

papabuelo siempre te va comprendo. Pero de repente cambio la

forma. Entonces me decía: tu papabuelo te voy a comprendo donde

quiera que estoy.

Inclusive, hubo algo con lo que pude confirmarlo todo. Desde ese día

ya no necesite mas pruebas. Recuerdo que una tarde, con los ojos

clavados en el infinito, me preguntó: ¿Qué sensación se puedo sentir

al vuelvo a ver la tierra natal, después de cincuenta y ocho años de

ausencia?

Yo sabia que el no necesitaba respuesta. Tampoco yo no necesite

más. Por que el siempre insistía en que quería morir en el país que

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nació... En su tierra. Siempre lo repetía. Para consolarlo le decía que

yo iba a hacer ese viaje con el. Pero cuando yo se lo comentaba el no

lo veía tan cerca como lo quería.

Llegue esa tarde y volví a notar que cambiaron la conversación. A

Fefo y a Papolo les brotó una pequeña sonrisa. Eso me hizo sentir un

poco mal, no dije nada. Me quede callada hasta que se fueron.

Entonces les hablé: papabuelo, ¿Qué te sientes? ¿Qué tienes que

reprocharnos como familia?_ de ti nada _me dijo. _ni de la abuela

tuya. Pero me siento solo- me siento como si no hubiera tengo hijos,

ni nietos ni nada.

Le brotaron unas lagrimas trasparentes que iban recorriendo poco a

poco las arrugas de su rostro envejecidos. 

Sentí que eran las lágrimas mías y sin saborearlas pude sentir su

sabor amargo. Comprendí que no debí ser insistente; tampoco necia.

_papabuelo, no me voy a poner a tu deseo. Solo te voy a pedir una

cosa. No te vayas a ningún lugar del mundo sin despedirte de mí.

Las lágrimas se le habían detenido, pero cuando le hice esapetición

no pudo contenerse. En sus ojos se reanudo el llanto. Los dos chorros

le corrieron más pronto; parecían goterones de una lluvia que me

contagiaba también a mí. Y mi dolor se unió con el suyo. Entonces lo

abrace y sentí que sus lagrimas y las mías se unieron para formar el

mismo dolor y caer con mas prisa. 

Mamá todo el tiempo me decía que la mujer que se deja poner la

mano de un hombre en los senos inmediatamente es vencida.

Termina dándole todo. Yo siempre lo tenía pendiente y en muchos

casos me hice la fuerte. Pero ya nuestras conversaciones habían

avanzado y ese cocolo me enloqueció el día que me toco. Me venció. 

Primero fue su mirada. Después esa sonrisa de masa de coco seco

recién partido, esos dientes tan blancos que brillaban en la oscuridad.

Ese día, cuando se me acerco, influyo lo poco que me dijo y la

profundidad de su mirada, finalmente se agregó ese olor a sudor

recién brotado del cuerpo, tan eróticamente convincente que me

penetro en el brevísimo momento en que sucedió todo. 

Page 15: Tiempo Muerto

Comenzó rozándome los brazos, luego la espalda. Lo hacia con una

suavidad angelical, y yo nada de resistirme. Parecía que sus manos,

al tocar a una, la untaban de la pasión del amor. Luego me beso,

después me toco los senos y, ya, mamá no se equivocó, caí. Me rendí

entre sus brazos. Que tiernos y que calidos ahí, no es que yo sea tan

puta. Sin embargo, lespuedo asegurar que con el parecía estar en un

paraíso de nubes. Lo juro. El me hizo sentir como una mujer. No joda,

que frágil fui.

Ese cocolo me tiene que nadie puede imaginarse. Yo se que le gusto.

Pero el me tensorcita con su cercanía. Lo noto por la nota en que me

mira mienta estamos observando el ensayo; cuando el entra

disfrazado con ese traje revestido decolorado, lleno de espejitos, y

ese gorro con esa pluma de pajuil macho, y va marcando cada paso al

ritmo de ese redoblante.

Ay, que bien se ve ese negrito así, de gulilla con esa hacha en el

hombro y con los espejitos brillándoles en el tiraje tan enloquecido

como el ritmo de sus movimientos, esas noches, entre sus brazos, el

me explico todo mientras esperábamos a renovar las ganas. Y así, en

ese paraíso de nubes y colorido en que yo estaba quien no entendía.

Oyéndolo pude percibir también que los bulillas constituyen una

verdadera expresión de la cultura popular. 

Se preparan para celebrar con la gente la llegada de una libertad mas

autentica, cuando el presidente electo tome posesión. Para ese

momento están montando el drama que llaman David And Goliat.

De los gulotas, me explicaba Jacob conmigo entre sus brazos, la más

popular de las representaciones, la q ha sobrevivido y la única que

existe hasta ahora, es el baile de los indios o Wild India. Es un grupo

que va vestido con unos trajes llenos de coloridos, adornados con

múltiples lentejuelas y espejitos. Los cascabeles les suenan por

doquier. Sobre la cabeza llevan un penacho confeccionadocon plumas

de pavo real. Las plumas tienen en uno de los extremos unos ajazos

parecidos a una mirada salida de un arco iris.

La música, sumante contagiosa, es producida apenas por un tambor

Page 16: Tiempo Muerto

base, un tambor redoblante, una flauta de bambú, y un instrumento

muy artesanal y estruendoso, llamado tingalin.

Ese instrumento se hace con un trozo de la varilla de construcción.

Durante la ceremonia simulan unas peleas en la que los bailadores

marcan el paso haciendo un rejuego con la punta de uno de los pies

hacia ambos lados. Al mismo tiempo van moviendo las cinturas y

lagándose entre si con el hacha. 

Lo que mas miedo me da es cuando comienza la pelea. Por que creo

que le van a dar un mal golpe, que pasos también calculados en ese

baile que yo desconocía totalmente.

Con su aliento cargado de guaba veri me dijo que, salvo el wild India,

las demás expresiones de los gulotas se habían extinguidos. Existió

con gran parecido al baile de los indios, o a la pelea del pajuil. Fue

muy bailado durante los años treinta y cuarenta en el siglo veinte.

Otra forma de baile que esta muy enclavada en la mente de la gente

es el drama conocido como David And Goliat, que no se escenificaba

desde el año 1958 y lo estamos rescatando ahora para celebrar la

libertad que por fin pensamos llega al país en una forma mas

autentica. Este drama se basa enla leyenda bíblica donde se

representa una lucha entre el bien y el mal. Los bailadores también

van vestidos con trajes llenos de coloridos, donde no faltan las

lentejuelas, los espejitos y los cascabeles, pero en su penacho no

llevan plumas de pavo real. Es David, es pequeño y apenas esta

armado con una honda. El Goliat es grande, fuerte, feo y de barbas

blancas. Lleva un foete en la mano y en la otra una enorme caña de

bambú.

Por fin llegamos. Al menos, eso intuimos cuando sentimos que la

maquina fue reduciendo la velocidad hasta que se detuvo. Era un

lugar incierto por desconocido y por la oscuridad. Había gente.

Lo supimos por que escuchamos voces. También habíamos una o dos

luces muy pobres que se divisaban apenas por aquel infierno de

oscuridad, nada se podía ver. Sin embargo todos teníamos la corteza,

sin que nos lo dijeran, de lo que se trataba: el batey. Seguido vino

Page 17: Tiempo Muerto

alguien con un foco en la mano que nos dio la orden de desmontar.

Soy el capataz, dijo, y de inmediato dio su primera orden. Bajen. Fue

caritativo, nos ilumino para que pudiéramos ver por donde

bajáramos, la maquina, con su parafernalia de vagones, siguió su

rumbo, como si todavía hubiera mas mundo entre esa inmensidad de

tinieblas. El hombre con el foco en la mano y con la cara de alguien

que ha dormitado, nos hizo una señal para que lo siguiéramos.

Caminamos en silencio y casi sin ánimos. A pocos metros pudimos

divisar, a duras penas, dos hileras largas, una en frente de la otra, de

una edificación en madera.

Estaban divididas en muchas habitaciones pequeñísimas, cuando

entre al cuadro que me asignaron pude percibir que era estrecho y

caluroso. Mientras caminaba sentí el piso de tierra apisonada. Luego

supe que a esas viviendas le llamaban barracón. En medio de la

oscuridad solo atendí a abrir la lata de sardina. La abrí con la moche;

fue una operación hecha a tienta. Tenía tanta hambre que me comí

de un tirón la sardina con todo y pan. Después de comer pensé que

acababa de reponer varios almuerzos atrasados. Sabía que había

cenado y, como si fuera poco más adelante el desayuno del día

siguiente. Todo eso con una pequeña lata que tenía tres o cuatro

sardinas y apenas un pan. 

No importa, pensé, al otro día había a comenzar a trabajar. Además

tenía tres centavos en los bolsillos. Pensando en eso tendí el saco y,

de inmediato, pude palpar con la espalda lo severa que se sentía la

tierra; parecía que con su dureza quería anunciarnos lo que no

esperaba. El cansancio era tan grande que venció esa hostilidad

inicial, y me doblego con suma facilidad ayudándome a dormir

profundamente. En esos días lo vi muy preocupado. Yo sabía que

estaba preparando algo. Ya tenía la seguridad sin que me lo dijera. Lo

comencé a sospechar poco a poco, desde que el se quedaba por las

tardes bajo el laurel hablando con Fefo y con Papolo y, cuando yo

llegaba cambiaban el tema. Lo notaba por que los varones en eso son

torpes.  Bueno, en realidad, son torpes en muchas otras cosas, pero

Page 18: Tiempo Muerto

en eso también. Nosotras somos más astutas. Entonces, si ellos

estaban hablando de algo y yo llegaba, cambiaban el tema de la

conversación. Pero el tema nuevo se les agotaba de inmediato. Casi

al instante y se quedan callados. Mudos, no volvían a

pronunciarpalabras. Papabuelo, para disimular el silencio repetía una

y otra vez esa frase que con tanta frecuencia usaba. Mirando a un

punto fijo el horizonte decid: pues si señor. Pues si señor.  Con tanta

frecuencia se repetía esa escena en aquella época que llegue a

percibir un distanciamiento; sentía que ya no era como antes. Por que

antes, por las tardes, muchos de los muchachos del barrio venían y se

quedaban hablando con papabuelo. Hablaban de todo. Le hacían

preguntas extrañísimas, y el respondía todo como si fuese una

enciclopedia. Pero últimamente era distinto. Siempre estaba con Fefo

y con Papolo, los vecinos esos.  Ellos creían haber encontrado la

oportunidad de sus vidas y la estaban paleados, todo fue culpa de esa

gana de irse del país que se le ha metido a la gente. Nadamas viven

pensando, buscando la forma de salir. Desde que encuentran

cualquier brecha, paf se van. Por que la gente, con su afán de irse

para nueva Cork piensa que cualquier otro país es más fácil llegar a

esa ciudad de acero.

Hubo otro hecho que confirmo mi sospecha. Papabuelo siempre me

reiteraba su cariño pero comenzó a hacerlo con más frecuencia. Me

decía: tu papabuelo siempre te va a quiero mucho. . Me decía: tu

papabuelo siempre te va comprendo. Pero de repente cambio la

forma. Entonces me decía: tu papabuelo te voy a comprendo donde

quiera que estoy. Inclusive, hubo algo con lo que pude confirmarlo

todo. Desde ese día ya no necesite mas pruebas. Recuerdo que una

tarde, con los ojos clavados en el infinito, me preguntó: ¿Qué

sensación se puedo sentir al vuelvo a ver la tierra natal, después de

cincuenta y ocho años de ausencia? Yo sabia que el no necesitaba

respuesta. Tampoco yo no necesite más. Por que el siempre insistía

en que quería morir en el país que nació... En su tierra. Siempre lo

repetía. Para consolarlo le decía que yo iba a hacer ese viaje con el.

Page 19: Tiempo Muerto

Pero cuando yo se lo comentaba el no lo veía tan cerca como lo

quería.

Llegue esa tarde y volví a notar que cambiaron la conversación. A

Fefo y a Papolo les brotó una pequeña sonrisa. Eso me hizo sentir un

poco mal, no dije nada. Me quede callada hasta que se fueron.

Entonces les hablé: papabuelo, ¿Qué te sientes? ¿Qué tienes que

reprocharnos como familia?_ de ti nada _me dijo. _ni de la abuela

tuya. Pero me siento solo- me siento como si no hubiera tengo hijos,

ni nietos ni nada.

Le brotaron unas lagrimas trasparentes que iban recorriendo poco a

poco las arrugas de su rostro envejecidos. 

Sentí que eran las lágrimas mías y sin saborearlas pude sentir su

sabor amargo. Comprendí que no debí ser insistente; tampoco necia.

_papabuelo, no me voy a poner a tu deseo. Solo te voy a pedir una

cosa. No te vayas a ningún lugar del mundo sin despedirte de mí.

Las lágrimas se le habían detenido, pero cuando le hice esapetición

no pudo contenerse. En sus ojos se reanudo el llanto. Los dos chorros

le corrieron más pronto; parecían goterones de una lluvia que me

contagiaba también a mí. Y mi dolor se unió con el suyo. Entonces lo

abrace y sentí que sus lagrimas y las mías se unieron para formar el

mismo dolor y caer con mas prisa. 

Mamá todo el tiempo me decía que la mujer que se deja poner la

mano de un hombre en los senos inmediatamente es vencida.

Termina dándole todo. Yo siempre lo tenía pendiente y en muchos

casos me hice la fuerte. Pero ya nuestras conversaciones habían

avanzado y ese cocolo me enloqueció el día que me toco. Me venció. 

Primero fue su mirada. Después esa sonrisa de masa de coco seco

recién partido, esos dientes tan blancos que brillaban en la oscuridad.

Ese día, cuando se me acerco, influyo lo poco que me dijo y la

profundidad de su mirada, finalmente se agregó ese olor a sudor

recién brotado del cuerpo, tan eróticamente convincente que me

penetro en el brevísimo momento en que sucedió todo. 

Comenzó rozándome los brazos, luego la espalda. Lo hacia con una

Page 20: Tiempo Muerto

suavidad angelical, y yo nada de resistirme. Parecía que sus manos,

al tocar a una, la untaban de la pasión del amor. Luego me beso,

después me toco los senos y, ya, mamá no se equivocó, caí. Me rendí

entre sus brazos. Que tiernos y que calidos ahí, no es que yo sea tan

puta. Sin embargo, les puedo asegurar que con el parecía estar en un

paraíso de nubes. Lo juro. El me hizo sentir como una mujer. No joda,

que frágil fui.

Ese cocolo me tiene que nadie puede imaginarse. Yo se que le gusto.

Pero el me tensorcita con su cercanía. Lo noto por la nota en que me

mira mienta estamos observando el ensayo; cuando el entra

disfrazado con ese traje revestido decolorado, lleno de espejitos, y

ese gorro con esa pluma de pajuil macho, y va marcando cada paso al

ritmo de ese redoblante.

Ay, que bien se ve ese negrito así, de gulilla con esa hacha en el

hombro y con los espejitos brillándoles en el tiraje tan enloquecido

como el ritmo de sus movimientos, esas noches, entre sus brazos, el

me explico todo mientras esperábamos a renovar las ganas. Y así, en

ese paraíso de nubes y colorido en que yo estaba quien no entendía.

Oyéndolo pude percibir también que los bulillas constituyen una

verdadera expresión de la cultura popular.  Se preparan para celebrar

con la gente la llegada de una libertad mas autentica, cuando el

presidente electo tome posesión. Para ese momento están montando

el drama que llaman David And Goliat. De los gulotas, me explicaba

Jacob conmigo entre sus brazos, la más popular de las

representaciones, la q ha sobrevivido y la única que existe hasta

ahora, es el baile de los indios o Wild India. Es un grupo que va

vestido con unos trajes llenos de coloridos, adornados con múltiples

lentejuelas y espejitos. Los cascabeles les suenan por doquier. Sobre

la cabeza llevan un penacho confeccionadocon plumas de pavo real.

Las plumas tienen en uno de los extremos unos ajazos parecidos a

una mirada salida de un arco iris.

La música, sumante contagiosa, es producida apenas por un tambor

base, un tambor redoblante, una flauta de bambú, y un instrumento

Page 21: Tiempo Muerto

muy artesanal y estruendoso, llamado tingalin.

Ese instrumento se hace con un trozo de la varilla de construcción.

Durante la ceremonia simulan unas peleas en la que los bailadores

marcan el paso haciendo un rejuego con la punta de uno de los pies

hacia ambos lados. Al mismo tiempo van moviendo las cinturas y

lagándose entre si con el hacha. 

Lo que mas miedo me da es cuando comienza la pelea. Por que creo

que le van a dar un mal golpe, que pasos también calculados en ese

baile que yo desconocía totalmente.

Con su aliento cargado de guaba veri me dijo que, salvo el wild India,

las demás expresiones de los gulotas se habían extinguidos. Existió

con gran parecido al baile de los indios, o a la pelea del pajuil. Fue

muy bailado durante los años treinta y cuarenta en el siglo veinte.

Otra forma de baile que esta muy enclavada en la mente de la gente

es el drama conocido como David y Goliat, que no se escenificaba

desde el año 1958 y lo estamos rescatando ahora para celebrar la

libertad que por fin pensamos llega al país en una forma mas

autentica.

Este drama se basa en la leyenda bíblica donde se representa una

lucha entre el bien y el mal. Los bailadores también van vestidos con

trajes llenos de coloridos, donde no faltan las lentejuelas, los espejitos

y los cascabeles, pero en su penacho no llevan plumas de pavo real.

Es David, es pequeño y apenas esta armado con una honda. El Goliat

es grande, fuerte, feo y de barbas blancas. Lleva un foete en la mano

y en la otra una enorme caña de bambú.