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RESUMEN
La fotografía urbana podría compararse con el ojo que ve el paso diario de la ciudad, un
espectador de su movimiento que trata de retratar la esencia de toda aquella
manifestación que va conformando una ciudad y la que dotan de características únicas, al
igual que otras compartidas en el concepto básico de urbanización. Teniendo en cuenta
las múltiples caras de la ciudad y la subjetividad en la apreciación que se puede construir
de ella, la fotografía como testimonio certero al capturar lo que vagamente podríamos
llamar realidad, pasa por ese mismo filtro de cierta subjetividad, donde cabe preguntarse
por las posibilidades de una representación realista y fiel en ese espacio donde la
individualidad se enmarca en la mirada del fotógrafo sobre su entorno diario. Dentro de
estas miradas, la manera única en que el fotógrafo colombiano Luis Carlos Acosta captura
la ciudad nos da cuenta de ese hilo conductor donde la visión, concepto o estilo de quien
está detrás de la cámara juega un papel importante, y que para este caso, presenta una
obra atravesada por diferentes técnicas y etapas, que muestran una cotidianidad urbana
alterada por colores y composiciones de forma, que rompen con la mirada clásica de la
ciudad poniendo de manera manifiesta por parte de este fotógrafo, su concepción de la
realidad en cada toma llevándonos a través de sus fotografías a esos espacios pasadas
por alto en la calle y que toman relevancia estética al ver su obra.
PALABRAS CLAVE
Fotografía – urbanización – fotografía urbana – señalización – inmigración – surrealismo –
mimesis – arte – maquina – técnica – fotografía análoga – fotografía digital.
HUELLA URBANA DE UN CAMINANTE
Las fotografías de Luis Carlos Acosta
La fotografía urbana podría compararse con el ojo que ve el paso diario de la ciudad, un
espectador de su movimiento que trata de retratar la esencia de toda aquella
manifestación que va conformando una ciudad y la que dotan de características únicas, al
igual que otras compartidas en el concepto básico de urbanización. Teniendo en cuenta
las múltiples caras de la ciudad y la subjetividad en la apreciación que se puede construir
de ella, la fotografía como testimonio certero al capturar lo que vagamente podríamos
llamar realidad, pasa por ese mismo filtro de cierta subjetividad, donde cabe preguntarse
por las posibilidades de una representación realista y fiel en ese espacio donde la
individualidad se enmarca en la mirada del fotógrafo sobre su entorno diario. Dentro de
estas miradas, la manera única en que el fotógrafo colombiano Luis Carlos Acosta captura
la ciudad nos da cuenta de ese hilo conductor donde la visión, concepto o estilo de quien
está detrás de la cámara juega un papel importante, y que para este caso, presenta una
obra atravesada por diferentes técnicas y etapas, que muestran una cotidianidad urbana
alterada por colores y composiciones de forma, que rompen con la mirada clásica de la
ciudad poniendo de manera manifiesta por parte de este fotógrafo, su concepción de la
realidad en cada toma llevándonos a través de sus fotografías a esos espacios pasadas
por alto en la calle y que toman relevancia estética al ver su obra.
Luis Carlos Acosta nació en Cali, Colombia en 1990, y no es menor detalle su lugar de
origen, porque el gusto por reflejar la ciudad inicia en las calurosas calles de la capital del
valle y más importante aún es el hecho de encontrar su mayor cantidad de producción
fotográfica realizada en las calles de Buenos Aires; por un lado estamos ante lo obvio, y
es el hecho de desarrollar en esta ciudad su obra por haber iniciado sus estudios de
fotografía en Argentina, pero más allá de esto y por otro lado, como él mismo afirma con
respecto a su obra en la capital argentina, el hecho de llegar de un país y de una ciudad
diferente, genera un contraste fascinante que permite al ojo alimentarse de un entorno
desconocido y rico, que por más cotidiano que pueda parecer, tiene su belleza, la cual
para los mismos argentinos puede parecer desapercibida, por ello su condición de
inmigrante es una de las piezas que conforman el motivo que hay detrás de aquel recorte
de la realidad que con el pasar del tiempo Luis Carlos ha ido desarrollando. Él mismo nos
afirma: “Fotografiar la ciudad ha despertado cierta sensación de (falsa) apropiación del
espacio, ya que me ha servido para tejer un mapa mental de los lugares por donde me
desenvuelvo, dándome una seguridad en el andar cotidiano puesto que se va conociendo
el ambiente y ritmo de cada barrio… Es gracias a la fotografía que logro despertar una
verdadera reflexión de mi condición de estar presente, de no ser solo un observador sino
un ser activo que juega con la realidad que percibe”.
Si encontramos una posición marcada desde el ámbito socio cultural con respecto a la
búsqueda de un fotógrafo de retratar la realidad urbana, es claro que nos encontramos
ante el hecho de una construcción de la realidad a partir de una lectura marcada por
principios culturales que marcan la forma en que percibe el hombre su entorno, donde
algo cotidiano para algunos puede ser extraordinario y novedoso para otros. De esta
manera, la capacidad de Luis Carlos por reflejar esos elementos mínimos característicos
de Buenos Aires, está en el hecho de lograr mostrar el valor estético alrededor de aquello
retratado, y que no se trata de esos elementos que describen la ciudad por excelencia,
traspasando los agotados tipos de fotos hechas a la ciudad Buenos Aires, como si citara a
la cultura urbana misma en sus fotos.
“La fotografía tiene la deslucida reputación de ser la más realista, y por ende la más
hacedera, de las artes miméticas”1, desde sus inicios ha conseguido la reproducción
exacta que durante tantos años persiguió parte de la pintura, y muchos la han
considerado como esa simple reproducción exacta por cumplir esa función dentro de la
sociedad, forma que por si fuera poco, con el pasar de los tiempos se ha perfeccionado
técnicamente sumándose a una manera más de producción masiva (en cuanto a la
maquina se refiere), estandarizando la manera de hacer fotografía y reforzando lo que
para consideración general de la gente, es la reproducción de un realidad. Pero ante esto,
surge siempre la duda con respecto a ese recorte que se hace de la realidad, aquello que
el fotógrafo elige para captar, como una antítesis de la consideración generalizada sobre
el rol de la fotografía masivamente hablando. Siguiendo con el aporte de Susan Sontag,
su análisis más allá de la relación con el surrealismo, tema extenso que se escapa de lo
acá analizado, es valioso su análisis sobre el rol del fotógrafo, en contraposición a aquella
“reputación de realismo”, como su capacidad para captar un momento como mensaje de
tiempo pasado, una visión de la realidad como presa exótica relacionada con la
1 SONTAG, Susan (2006), pág. 79. “Objetos melancólicos” en Sobre la fotografía. Buenos Aires: Alfaguara.
oportunidad ante el accidente, el imprevisto o el error, que puedan llegar a suponer según
sus consideraciones, a la fotografía como surreal.
La pintura y la escultura como una consecuencia de la poesía, es para el surrealismo uno
de los principios, que vincula al desarrollo artístico con la escritura, siendo Breton escritor
y responsable de iniciar el surrealismo. Sin embargo, esto debe extenderse a otras formas
de arte, más si se tiene en cuenta, la aplicación del surrealismo al cine y a la fotografía
por parte de artistas como Luis Buñuel o Man Ray. El ejercicio del automatismo como
método de escritura surrealista por aquella búsqueda de manifestar sin el uso de censor
de la conciencia, se traslada a otras formas de expresión artística, una exploración que
marca una etapa importante en el arte, influido por el psicoanálisis y la introducción del
término del inconsciente de las teorías de Sigmund Freud. Los surrealistas toman el
concepto del inconsciente como región de la mente en donde el ser humano forma un
todo con la realidad, más que algo con carácter objetivo, siendo el arte en este sentido,
una conexión del individuo con ese todo, medida por el azar objetivo, esas casualidades
significativas en las que convergen un deseo y devenir ajeno del individuo, revelados por
los sueños.
Como vanguardia, el surrealismo marcó la evolución del arte y también de la literatura, su
principal manifestación en las artes se dio en la pintura y la escultura, siendo la fotografía
parte de los trabajos de Man Ray con los fotogramas o los fotomontajes dotados de un
carácter onírico. Pero más allá de estos trabajos, ante el planteo surrealista del
inconsciente expresado en un arte que salte los procesos conscientes de la razón para
encontrar en esas casualidades y deseos su manifestación, cabe recordar el acto
fotográfico, como un proceso accidental, repleto de casualidades en toda su realización y
además de manifestación inmediata al disparar, que en cierta manera resulta siendo
inconsciente en el artista detrás de la cámara, dando a la fotografía en sí, un valor
surrealista.
Esto es importante para poder comprender lo que sucede ante ese filtro del individuo que
está detrás de la cámara y que juega un papel definitivo en el resultado de la foto. Esas
diferentes formas que pueda tener la fotografía bajo el autor que la realice, son evidentes
en la obra de Luis Carlos, quien directamente ha elegido el camino de la experimentación
fotográfica como parte del desarrollo de su obra. En algunas de sus series, nos
encontramos con fotografías con saturación de colores y virajes que juegan
constantemente con los colores, como varias por algunas calles del barrio Palermo, con
un rollo vencido y un proceso cruzado que da una saturación muy marcada de los tonos
azules y un virado verde en toda la imagen, que además juega con las formas
geométricas de la ciudad misma por sus edificios y señalizaciones, todo englobado en la
noción de lo urbano y la subjetividad, como si partiera de sus sensaciones para alterar la
imagen tal y como se distorsiona su mirada diaria de las calles, encontrando en el hecho
de capturar la imagen técnicamente hablando mucho más que “disparar con el botón”,
donde no solo está la decisión de tomar la foto hacia aquello que tiene cierta relevancia
estética, sino jugar con la forma misma en que se hace la foto.
Nos referimos con esto a la experimentación fotográfica, donde se relaciona el concepto
detrás de las fotografías urbanas de su obra, con aquello ya mencionado sobre la forma
masiva de producción que ha conducido a la fotografía como parte del mercado. Con
respecto a esto, el mismo Luis Carlos afirma: “Empleando recursos analógicos (fotografía
estenopeica, fotogramas, películas y papeles fotosensibles) y digitales (computadora,
escáner, Photoshop) planteo un acercamiento experimental al campo fotográfico sin
necesidad de usar cámaras y equipos impuestos por la industria fotográfica. Esto permite
una mayor libertad expresiva, ya que no se está limitado por el diseño y el funcionamiento
de los aparatos estándar (diseñados para cumplir funciones sistemáticamente);
mostrando al interesado en trabajar con la imagen fotográfica que es posible crear
imágenes sin caer en el consumo de productos de última tecnología que terminan
democratizando la auto-expresión”.
Ese concepto tras sus fotos, así como la relación entre la fotografía y la condición
inmigrante se refleja progresivamente en su trabajo. La ausencia de la familia, de
personas cercanas, como él indica al reflexionar sobre su etapa en Buenos Aires, se
manifiestan en sus capturas desde las primeras tomas hechas en esta ciudad, en donde
se hace evidente una ausencia de personas, diferente a lo que muchos fotógrafos hacen
al retratar una ciudad y sus personas. Hay un enfoque a lo que la misma calle transmite
desde su misma forma y los símbolos recurrentes que marcan la organización del
movimiento mismo en las calles. Múltiples carteles, símbolos de tránsito o semáforos son
protagonistas de sus fotos, como realizadas por una persona ajena a la ciudad y sus
habitantes, sensaciones de la soledad de un caminante de las calles, andando al
inevitable ritmo que marca en los pasos de un ciudadano la infraestructura misma de la
ciudad, la forma en que todas las personas de la urbe se mueven al ritmo de estas pautas
organizativas, y como aquello se manifiesta en movimiento, que es único y constante
dentro de la ciudad, de fuerzas que chocan o armonizan, movimiento del que todos
definitivamente hacen parte. Resultan siendo así su capturas, formas de detener ese
movimiento continuo, de capturarlo en sus soportes análogos o digitales, dando un
significado relevante a la fotografía como su medio, más que cualquier otra expresión de
arte que también representan lo urbano en diferentes niveles.
BIBLIOGRAFIA
Aumont, J. (1992). La imagen. Barcelona: Paidos.
Flusser V. (1990). Hacia una filosofía de la fotografía. Mexico: Trillas.
Sontang, S. (2006). Sobre la fotografía. Buenos Aires: Alfaguara.
ANEXOS