REVISTA DEBATES N° 42

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SEPTIEMBRE — DICIEMBRE/2005 No. 42 REVISTA UNIVERSIDAD DE ANTIOQUIA Contenido 3 11 14 48 54 62 La guerra que viene Por G. Arturo Limón D. Estalló la globalización en Francia Por Orlando Núñez Soto El Senado de Estados Unidos anuló el HABEAS CORPUS El fantasma de Nuremberg Recurrir al miedo Por Noam Chomsky Comisión Internacional de Juristas pide revisar “Ley de justicia y paz” Por Cristiano Morsolin El Acuerdo Humanitario: imperativo ético y constitucional Justicia global, derechos humanos y responsabilidad Por Francisco Cortés Rodas El populismo: su más completa traducción Venezuela en América Latina Por Raúl Zibechi Re-pensando la Universidad para el siglo XXI Por Hans Van Gingek 51 67 70 5 7 9 71 17 El culillo de los intelectuales Por Gustavo Álvarez Gardeazábal La profesión docente: entre banqueros y pedagogos Por Alfonso Tamayo V. De la perenne decadencia de la humanidad Por Juan Camilo Calderón V. La cultura de la información en la sociedad del conocimiento Por José Jaramillo Alzate La salud: un proyecto de política pública Por Heldy Y. Agudelo Osorio La nueva canción… ¿Un canto truncado? Por Jhon Franklin Bolívar Cano La ciudad sumergida Por Bernardo Ochoa Arismendy La valoración de la prueba y el concepto de probabilidad Por José Fernando Valencia Grajales y Mayda Soraya Marín Galeano Las imposturas intelectuales de Alan Sokal Por Albeiro Ramírez 19 30 32 34 74 77

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REVISTA DEBATES N° 42 Septiembre—Diciembre 2005

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SEPTIEMBRE — DICIEMBRE/2005

No. 42REVISTA UNIVERSIDAD DE ANTIOQUIA

Contenido

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11

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48

54

62

La guerra que vienePor G. Arturo Limón D.

Estalló la globalización en FranciaPor Orlando Núñez Soto

El Senado de Estados Unidos anuló el HABEAS CORPUS

El fantasma de Nuremberg

Recurrir al miedoPor Noam Chomsky

Comisión Internacional de Juristas pide revisar “Ley de justicia y paz”Por Cristiano Morsolin

El Acuerdo Humanitario: imperativo ético y constitucional

Justicia global, derechos humanos y responsabilidadPor Francisco Cortés Rodas

El populismo: su más completa traducción

Venezuela en América Latina Por Raúl Zibechi

Re-pensando la Universidad para el siglo XXIPor Hans Van Gingek

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El culillo de los intelectualesPor Gustavo Álvarez Gardeazábal

La profesión docente: entre banqueros y pedagogosPor Alfonso Tamayo V.

De la perenne decadencia de la humanidadPor Juan Camilo Calderón V.

La cultura de la información en la sociedad del conocimientoPor José Jaramillo Alzate

La salud: un proyecto de política públicaPor Heldy Y. Agudelo Osorio

La nueva canción… ¿Un canto truncado?Por Jhon Franklin Bolívar Cano

La ciudad sumergidaPor Bernardo Ochoa Arismendy

La valoración de la prueba y el concepto de probabilidadPor José Fernando Valencia Grajales y Mayda Soraya Marín Galeano

Las imposturas intelectuales de Alan Sokal Por Albeiro Ramírez

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Respuesta al anhelo de estudiantes y profesores de disponer de una publicación que sea canal de expresiónde las disposiciones y puntos de vista de los universitarios.

Alberto Uribe Correa, Rector - Ana Lucía Herrera Gómez, Secretaria General

Editores: Alberto González Mascarozf, [email protected] Luis Javier Londoño Balbín, [email protected]: Carlos Alberto Mejía WalkerDiseño original: Saúl ÁlvarezDiagramación: Juan Camilo Vélez RodríguezImpresión y terminación: Imprenta Universidad de Antioquia

Departamento de Información y Prensa – Secretaría General - Ciudad Universitaria, Bloque 16 oficina 336. Medellín. Teléfonos 2105023 y 2105026. Fax 2331627. E-mail: [email protected] Consulte DEBATES en almamater.udea.edu.co/debates

El contenido de los artículos que se publican en DEBATES es responsabilidad exclusiva de sus autores y el alcance de sus afirmaciones sólo a ellos compromete.

Globalización de la inconformidadLa globalización de la inconformidad. La globalización del rechazo a la exclusión.

La globalización de un no rotundo a la imposición de la miseria como forma de vida a millones y millones de habitantes del planeta. La globalización del convencimiento de que el mundo va de bruces al precipicio. No de otra forma interpretan los analis-tas sociales el inesperado pero previsible estallido de violencia en la aparentemente sosegada y culta metrópoli de París, región del mundo donde la violación a los más elementales derechos humanos (adobada con el calificativo de “escoria” a la juven-tud marginada y con llamados a efectuar contra ella “limpieza social”), sucede sin la condena pública, severa e inflexible de que hacen gala los galos cuando el objeto de la violencia está en las geografías de la exasperante realidad tercermundista.

Por otro lado, pero no por fuera de lo anterior, está el combustible alucinante de la “guerra contra el terrorismo” –la ‘cruzada’ de Bush y gobiernos satélites–, que develó una nueva fase del galopante autoritarismo del régimen norteamericano, asentada en la negativa del Senado de ese país al reconocimiento del derecho de defensa de los detenidos en Guantánamo, negativa que pone sello lacrado al poder imperial del presidente de Estados Unidos –sea el que sea, en la época que sea y bajo las circuns-tancias que sean– de “ignorar la Constitución y actuar según su propio criterio”.

Reflejada en el mismo espejo está la realidad de Colombia, en torno a la cual, dentro y fuera, giran las exigencias de una reorientación a fondo del proceso de ne-gociación con las organizaciones paramilitares y de una revisión profunda de la ley de “justicia y paz”, nacida al amparo de tal proceso. También, entre otros temas, la realidad de Venezuela, en particular el papel que viene jugando el gobierno Chávez en el contexto de la problemática latinoamericana.

Y, como faro que delata y a la vez orienta, se erige la posición del escritor Gustavo Álvarez Gardeazábal, al plantear en su ponencia “El culillo de los intelectuales” que ante la escasez de lectores, los escritores colombianos no pueden tomar el camino del silencio frente a “las continuas convulsiones que sufre la patria”.

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La guerra que viene…el futuro o es de todos o no será de nadie. Esto ya no son palabras. Si París ha sido llamada en el pasado La Ciudad Luz, hoy, cuando arde

Paris, debemos estar atentos a la lección, antes de padecerla.

PorG. Arturo Limón D.*Doctor en Psicología

Universidad Autónoma de México. UNAM

[email protected].

*Profesor investigador de la UPN, en Chihuahua, México. Miembro de la Comisión de Educación y Comunicación de la Unión Mundial de Conservación de la Naturaleza en Meso América.

Texto suministrado por EL GRANO DE ARENA. Correo de información ATTAC. N° 318. Lunes 14 de noviembre de 2005

Fue necesario ver el rostro de los jóve-nes hijos de inmigrantes africanos y musulmanes en-furecidos por la exclusión de que son objeto y advertir la mirada perdida de la desesperanza de quienes incendiaron Francia, para advertir los más amargos frutos de ese nefasto árbol que es el neoliberalismo, abonado con el dolor de los padres de los jóvenes enfurecidos y con el sudor y las lágrimas de genera-ciones, sometidos al abuso laboral. El eficientismo, la avaricia y el utilitarismo nos ha devuelto como el boo-merang de equilibrio, la revuelta de revancha de quie-nes con su actuar están enviando un mensaje claro, no sólo a Francia, no sólo a Europa, sino al Mundo, de que BASTA YA.

¿Cómo empezó todo?La versión oficial dice así: La violencia se inició

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el pasado 27 de octubre, cuando dos adolescen-tes de origen africano, Bouna Traore de 15 años y Zyed Benna de 17, murieron electrocutados cuando, al parecer, escapaban de la policía que los perseguía para arrestarlos, luego de algunos des-órdenes. El hecho provocó un estallido entre las empobrecidas comunidades de origen extranjero en París y se ha extendido por el resto del país.

El factor humano:Bien a bien los sicólogos sociales no sabrán si el

detonador de los disturbios que sacudieron a Francia se originaron de las torpes declaraciones a la pren-sa del ministro del Interior (Gobernación), Nicolas Sarkozy, quien al inicio de la revuelta llamó a los jóvenes “escoria», o el detonador social fue efectiva-mente la muerte de los dos muchachos.

Lo cierto es que se ha dado en el lugar un cóctel mós que peligroso que no es diferente al de otras partes del mundo en donde la acumulación de unos cuantos ha sumido en la miseria a muchos.

¿Qué hay hasta hoy?Lo que sucede en Francia rebasa cualquier ex-

pectativa de revuelta aislada y se estructura en un movimiento que da qué pensar. La razón es que si es espontáneo, es sintomático de que hay algo que no ha funcionado en la sociedad francesa para inte-grar a quienes son miembros de su comunidad por nacionalidad ganada por nacimiento o adopción; y, si es orquestado, peor. Algunas sugerencias oficiales consideran que detrás de los disturbios podrían es-

tar líderes religiosos islámicos. Una de las mayores organizaciones de esa confesión en Francia, la Unión de Organizaciones Islámicas, emitió un decreto (fat-wa) en el que llama a los jóvenes a «apaciguar su cólera».

La persistencia de los motines y la imposibilidad de controlar la situación llevó a la prensa europea –y a la misma Agencia Francesa de Prensa, AFP– a com-parar la crisis de los suburbios con el movimiento estudiantil de Mayo de 1968 y con una intifada (le-vantamiento) como las ocurridas en Palestina.

Pero todavía más que eso, uno de los sindicatos policiales de Francia, Action Police, señaló que «los hechos por los que pasamos no tienen precedente desde el fin de la Segunda Guerra Mundial».

¿Qué está por venir?Si creemos reconocer este cuadro podremos supo-

nerlo...Jóvenes desempleados sin oportunidades de estudio, hacinados en lugares en donde lo único que les acompaña es la desesperanza, traicionados por el país que les margina y les cancela la posibilidad de vivir una vida digna, han sentido que pueden tener el control de algo, de la noche en este caso, y le infrin-gen a sus propios vecinos el daño de privarles de su vehículo, quemándolo, sólo para protestar y dejar oír así su voz a la autoridad que no atiende, la voz que acalla una realidad de dolor y desesperanza que les impone una policía de mano dura, que se alejó de ellos dejando de ser la policía del barrio y regresa a reprimir.

Sumémosle a eso las drogas y las aspiraciones de una sociedad de consumo a la que no pueden acceder por el bloqueo de las dos llaves maestras, el estudio y el trabajo, y tendremos sólo una cosa: FRUSTRACIÓN. Es éste combustible y no la gasoli-na lo que incendia a Francia y está propagándose a Alemania y Bélgica, de momento.

Considero que esta realidad, aún a distancia, puede enseñarnos que no es cerrándole a la ju-ventud los caminos de esperanza y de progreso –como el eficientismo neoliberal ha pregonado– que se lograra la vida en armonía, porque el futuro o es de todos o no será de nadie. Esto ya no son palabras. Si París ha sido llamada en el pasado La Ciudad Luz, hoy, cuando arde Paris, debemos estar atentos a la lección antes de padecerla.

Sumémosle a eso las drogas y las aspiraciones de una sociedad de consumo a la que no pueden

acceder por el bloqueo de las dos llaves maestras, el estudio y el

trabajo, y tendremos sólo una cosa: FRUSTRACIÓN. Es éste combustible y

no la gasolina lo que incendia a Francia y está propagándose a Alemania y

Bélgica, de momento.

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Estalló la globalización en Francia

Por Orlando Núñez SotoAnálista. Managua, Nicaragua

Fuente:

Servicio Informativo «Alai-amlatina»

Agencia Latinoamericana de Informacion - ALAI

[email protected]

Hace algunos años, de Seattle a Gé-nova, los jóvenes altermundistas occidentales (otro mundo es posible) dieron la voz de alarma, gritándole en la cara a los representantes de la Organización Mundial del Comercio (OMC): ¡Vuestra criminal política de comercio hará estallar el mundo entero! Por única respuesta, el imperio y los subimperios que

El París de 1789 que se tomó la fortaleza de la Bastilla y le cortó la cabeza al rey y a la reina; el París que se insurreccionó de nuevo en 1848 y que produjo la democracia participativa más deseada por los revolucionarios del mundo entero en la famosa Comuna de 1871; el París que en 1968 sorprendió al mundo con una insurrección estudiantil y obrera de

naturaleza autogestionaria, contra las normas de la democracia burguesa y de la burocracia del socialismo real, hoy se insurrecciona contra los efectos de la globalización, como son las

medidas discriminatorias y marginantes de la democracia del mercado.

conducen aquella globalización, siguieron reprimien-do, invadiendo militarmente, ahondando la discrimi-nación y el despojo comercial. Los sucesivos tratados comerciales profundizaron el empobrecimiento de los países subordinados al mercado mundial y sus pobladores comenzaron a migrar masivamente hacia el norte. Hasta entonces todo iba bien, los países ricos mostraban aquellas manifestaciones como ejemplo de la democracia neoliberal y los empresarios del norte aumentaban sus ganancias pagando la mitad de precio por la fuerza laboral tercermundista.

De repente, en los primeros días de noviembre del 2005 el mundo recibió la noticia de que los ghetos parisinos se estaban sublevando contra el orden que los rebaja como seres humanos, a pesar de tener una cédula de identidad en sus bolsillos. El

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París de 1789 que se tomó la fortaleza de la Bastilla y le cortó la cabeza al rey y a la reina; el París que se insurreccionó de nuevo en 1848 y que produjo la democracia participativa más deseada por los revolu-cionarios del mundo entero en la famosa Comuna de 1871; el París que en 1968 sorprendió al mundo con una insurrección estudiantil y obrera de naturaleza autogestionaria, contra las normas de la democracia burguesa y de la burocracia del socialismo real, hoy se insurrecciona contra los efectos de la globalización, como son las medidas discriminatorias y marginantes de la democracia del mercado.

Todo ello fruto del fracaso de una política inte-gracionista que quiere mano de obra barata para limpiar sus casas y sus calles, pero sin que le ensu-cien sus alfombras o sus aceras.

Los condenados de la tierraMillones de latinoamericanos y caribeños siguen

entrando a los Estados Unidos en busca de un peda-zo de pan que dos siglos de capitalismo (inversión, empleo y crecimiento) no han podido suministrarles. Millones de africanos se juegan la vida a diario atra-vesando el Estrecho de Gibraltar para exigir aquellos derechos prometidos por la globalización de que así como las corporaciones llegan al tercer mundo, igual-mente los pobladores del tercer mundo pueden llegar a Europa. Los migrantes y las migrantes se han con-vertido en uno de los sujetos de la injusticia y de la contestación, así como en uno de los segmentos más productivos del nuevo proletariado mundial, tanto para los grandes capitales metropolitanos como para los familiares de los migrantes que desde los caseríos de la periferia esperan mensualmente las remesas familiares.

Al desempleo que padecían en sus propios países se agrega ahora el racismo aristocrático y humillante de los blancos metropolitanos. En el tercer mundo eran ciudadanos de tercera categoría, en el primer mundo son ciudadanos sin ninguna categoría, consi-derados simplemente como caraille (escoria), según lo diría el propio Ministro del interior de Francia.

Los que ahora se rebelan contra el infierno de la glo-balización son los mismos condenados de la tierra que Fanon otrora invitara a emanciparse del complejo co-lonial. Ayer los vimos conquistando la independencia política de los imperios europeos, hoy los vemos al interior de estos mismos imperios rechazando su condena y su castigo.

El estado de emergencia es el fracaso del estado de derechoEl tercer mundo llega al primer mundo. La me-

trópolis los necesita como esclavos, pero no logra asimilarlos como ciudadanos. No son sindicalistas porque no tienen empleo, no son gremios porque no tienen patrimonio, no se organizan legalmente porque no tienen permiso. Simplemente se insurrec-cionan, como lo que son, como marginados, testi-moniando las contradicciones de la globalización.

La contradicción se convierte en conflicto, no hay po-licías para tantos migrantes insurrectos y la paz metro-politana se descompone. ¿Qué quieren? Se preguntan los medios de comunicación. Por el momento saben lo que no quieren. Racismo, humillación y desprecio, no seguir viviendo como hasta ahora lo han hecho, con la cabeza baja, esperando compasión, sensibilidad, com-prensión, solidaridad, empleo, salud, educación, en fin, Estado de Derecho para ellos. Salir de la confusión. Si son ciudadanos franceses, aunque hijos de migrantes ¿por qué tanta saña y odio por parte de la policía, el con-serje, el resto de ciudadanos? ¿Por qué el color de la piel tiene que generar tanta diferenciación?

La humillación se convirtió en rabiosa dignidad y co-menzaron a quemar los símbolos de la jerarquía que los discrimina: vehículos, escuelas, bibliotecas, supermerca-dos. Miles de incendios en pocas semanas, desobediencia a las autoridades, pérdida del respeto y del miedo, incluso diversión, la única que han tenido hasta ahora.

¿Qué hacer?, se pregunta la población france-sa, atónita ante la rebelión de los condenados de la globalización y ante la pérdida repentina de su seguridad ciudadana. El FMI calla, pero sigue re-comendando, aún en Europa, bajar los costos sala-riales y el salario mínimo, aumentar los impuestos indirectos y bajar los impuestos al capital, recortar los gastos sociales, gobernabilidad contra los te-rroristas de a pie, justificar el terrorismo de Estado como acción civilizatoria y democrática.

¿Qué arma utilizamos?, discuten las autoridades francesas, mientras desempolvan los mecanismos represivos que utilizaron hace medio siglo contra los abuelos argelinos de estos mismos muchachos. Finalmente, el gobierno se decide y decreta el esta-do de emergencia. Toque de queda en decenas de ciudades, suspensión de los derechos ciudadanos, persecución y arrestos, testimoniando así el fracaso del Estado de Derecho y la farsa de los Derechos Universales del Hombre y del Ciudadano.

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El Senado de Estados Unidos anuló el HABEAS CORPUS

El Habeas Corpus es la piedra angular de la jurisprudencia inglesa desde hace 800 años. Permite a una persona detenida recurrir a un juez para verificar la legitimidad de su detención y obliga al Estado a culparla de un delito

si intenta seguir manteniéndola detenida. Es ciertamente el más fundamental y humano de los derechos y el más importante.

¡Es increíble! Es como votar por el fin de la libertad. Y esto es lo que ha sucedido exacta-mente el viernes 12 de noviembre de 2005, cuando el Senado de Estados Unidos aprobó la enmienda (Lind-say) Graham que revierte una decisión de la Suprema Corte (Rasul vs Bush) que permitía a los detenidos de Guantánamo defenderse anta la Corte Federal. Por 49 votos contra 42 el Senado aprobó la medida que efectivamente les priva del derecho a saber porqué están detenidos y de disponer de medios legales para defenderse.

Ninguno de los presos de Guantánamo sabe si se halla acusado de algún delito. El voto del Senado les asegura que nunca lo sabrán.

Este acto va mucho más allá de una simple dispu-ta con la decisión de la Corte de honrar los derechos

de los llamados «combatientes enemigos». Este voto niega a los prisioneros todo derecho civil contempla-do en la Constitución, en la Convención de Ginebra o en cualquiera de los demás tratados sobre derechos humanos que han firmado los Estados Unidos. Es una evidente tentativa de eliminar el principio de igualdad de tratamiento ante la ley o de que se es inocente hasta que se pruebe lo contrario. Desde ese punto de vista cualquiera que, en el marco de la «guerra al terrorismo» de Bush sea detenido, será considerado culpable.

El Habeas Corpus es la piedra angular de la juris-prudencia inglesa desde hace 800 años. Permite a una persona detenida recurrir a un juez para verificar la legitimidad de su detención y obliga al Estado a culparla de un delito si intenta seguir manteniéndola detenida. Es ciertamente el más fundamental y hu-mano de los derechos y el más importante.

Sin la protección del Habeas Corpus el Estado se halla liberado de respetar la ley y puede poner entre rejas a quién se le ocurra. La negación del Habeas

Fuente:Informativo URUKNET. Cortesía y Copyright Mike Whitney. Traducción Susana Merino

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Corpus es el comienzo de la tiranía.La libertad no funciona en el vacío; sólo puede

subsistir cuando existen restricciones al poder del Es-tado. Las libertades cívicas son los muros cortafuegos que protegen al ciudadano de los abusos del gobierno. El Habeas Corpus es el fundamento sobre el que se erigen las libertades civiles Es el primer escudo contra la violencia del Estado. El Senador Lindsay Graham lo sabe bien y también todos sus abogados. Y sin em-bargo ha dado este paso increíble para revocar la gran orden judicial de libertad y conferirle al presidente au-toridad absoluta.

¿Por qué? ¿Cuál es la evidencia de que destruyen-do las libertades básicas se mejoran las posibilidades de ganar la guerra al terrorismo? En un caso tras otro, la administración Bush ha establecido que el presidente está por encima de la ley y puede hacer prisioneros por sólo encontrarlos «sospechosos de terrorismo» de acuerdo con su discrecional voluntad. El 9 de setiembre de 2005, la administración ganó una batalla crucial cuando un panel de tres jueces del Cuarto Circuito de la Corte de Apelaciones votó por unanimidad que Bush podía seguir mantenien-do preso al ciudadano estadounidense José Padilla, sin culparlo de ningún delito. La Corte dijo que la resolución emanada del Congreso luego del 9/11 autorizaba al presidente a «usar todas las fuerzas ne-cesarias» en la lucha contra el terrorismo. Esto lleva a permitir al presidente a ignorar la Constitución y a actuar según su propio criterio

De nuevo aquí el objetivo del ataque de Bush en el caso Padilla fue el Habeas Corpus, el centro neurológico de la jurisprudencia estadounidense. Recordemos las palabras de Alexander Hamilton quién decía que la orden judicial del Habeas Corpus protege contra «la práctica de la detención arbitra-ria... el instrumento favorito y más importante de las tiranías».

Antonio Scalia dice también con relación a la justicia: «El verdadero corazón de la libertad ase-gurada por nuestro sistema anglosajón de poderes separados ha sido la libertad de no ser indefinida-mente detenido al arbitrio del Ejecutivo».

La administración Bush, bajo el pretexto de la guerra contra el terrorismo está dirigiéndose inexo-rablemente hacia la conformación de un Estado totalitario. A partir del 11 de setiembre ha ido dando pasos para reestructurar la legalidad y promover la supremacía de la presidencia.

Sus colegas del Congreso y de la Justicia han apo-yado sus esfuerzos por alentar la preeminencia del ejecutivo poniendo al presidente por encima de sus propias responsabilidades. Y han postergado todo el tiempo los Derechos Humanos esenciales de los cuales depende la libertad y entre ellos el Habeas Corpus, epicentro de la libertad estadounidense.

¿Cuál es la evidencia de que destruyendo las libertades básicas se mejoran las posibilidades de ganar la guerra al terrorismo? En un caso tras otro, la administración

Bush ha establecido que el presidente está por encima de la ley y puede hacer prisioneros por sólo encontrarlos «sospechosos de terrorismo» de acuerdo con su discrecional

voluntad.

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El fantasma de Nuremberg60 años después del proceso al nazismo, la guerra de Bush contra el terror pone en peligro el derecho internacional

Es la mañana del 20 de noviembre de 1945 en Nuremberg. Acaban de dar las diez de la mañana. La sala de juicio se estremece. Veintiún acusados hacen su entrada. El ex mariscal Hermann Goering, enfundado en el uniforme degradado de la Luftwaffe, la fuerza aérea del Reich, exhibe unos folios. Quiere hacer una declaración. El tribunal re-chaza la petición. La palabra la tiene Robert Jackson, el juez norteamericano que actúa como fiscal jefe de la acusación. Jackson, que ha llegado a la ciudad ale-mana hace días desde Washington, hablará durante toda la jornada.

Pero he aquí su mensaje esencial: «No debemos olvidar que el listón con el que juzgamos hoy a es-tos acusados es el listón con el cual la historia nos juzgará mañana. Pasar a estos acusados un cáliz envenenado es poner este cáliz en nuestros propios labios. Debemos observar en nuestra conducta tal imparcialidad e integridad que la posteridad pueda elogiar este juicio por haber colmado las aspiraciones de la humanidad de que se imparta justicia».

Han pasado 60 años menos dos días. Es el vier-nes 18 de noviembre de 2005. El abogado Reed Brody, de la organización Human Rights Watch, se encuentra en Dakar, Senegal. Allí, ha colaborado en la detención del ex dictador de Chad entre 1982 y 1990, Hissène Habré, esta misma semana, a raíz de una orden internacional de detención de la justicia

El mundo rememoró el pasado 20 de noviembre los 60 años del

comienzo del primer juicio de Núremberg contra los jerarcas nazis

por crímenes contra la humanidad y agresión. “Los procesos de

Núremberg certificaron el nacimiento del derecho internacional. Tanto

sus avances en la pasada década, con el protagonismo de la justicia de España y de Reino Unido en el

caso Pinochet, como su esencia (las convenciones de Ginebra y el

convenio de la ONU contra la tortura, entre otras) están amenazados por la guerra contra el terror que promueve la ddministración de Bush”, aseveró

en su edición del 19-11-2005, con autoría de Ernesto Ekaizer, el diario

El País de Madrid. Revista DEBATES reproduce dicho texto, dada su vigencia no sólo en el contexto

de la realidad mundial, sino de la colombiana en particular.

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de Bélgica para su extradición a dicho país. «Habré ha esquivado a la justicia durante 15 años. He visto cómo le traían arrestado el 15 de noviembre hasta el juzgado. Parece que la justicia ha caído finalmente sobre él», explicó ayer Brody a EL PAÍS en una entre-vista telefónica desde Dakar. «Hemos logrado que el tribunal aplace la decisión sobre la extradición hasta el próximo 22. Ya es algo», añadió.

El profesor de derecho internacional de la Univer-sidad Libre de Bruselas, Eric David, se preguntaba a mediados de los años ochenta si Nuremberg «es una espada de Damocles suspendida sobre la cabeza de cada dictador y cada torturador o bien es un producto congelado enterrado en el refrigerador del aparato le-gislativo de los Estados». Su respuesta: «El derecho de Nuremberg es un poco las dos cosas». Según David era un «derecho dormido». O «derecho fantasma».

Ese fantasma es el que recorrió Europa y África y cobró forma en los tribunales de los años noventa para Ruanda y la ex Yugoslavia. Un proceso que se re-mataría con la creación, en 1998, de la Corte Penal In-ternacional, cuya inexistencia mantuvo la Convención contra el Genocidio de Naciones Unidas convertido en papel mojado durante años.

En el medio de este proceso, en 1996, un viento fuerte, inesperado, comienza a soplar desde el sur de Europa. La justicia española, liderada por el juez Balta-sar Garzón, ha empezado a investigar los crímenes de la dictadura de Jorge Rafael Videla, en Argentina, y de Augusto Pinochet, en Chile. «La doctrina de Nurem-berg inspiró nuestra experiencia en el caso Pinochet», recuerda el abogado valenciano Joan Garcés, quien presentó la querella contra el ex dictador chileno en julio de 1996. «El conflicto entre impulsos criminales y humanistas continuará siendo permanente. Estamos viendo todos los días ejemplos de esa lacra. La doctri-na de Nuremberg sigue siendo uno de los instrumen-tos racionales para enfrentarlas», añade.

La fecha clave es el 16 de octubre de 1998, el día en el que el juez Garzón cursa a Londres la orden internacional de arresto de Pinochet. El 24 de marzo de 1999, la Cámara de los Lores, para determinar si el ex dictador podía ser sometido a un juicio de extradi-ción en Reino Unido, votaba una sentencia capital: ni Pinochet ni ningún ex jefe de Estado podrá invocar su inmunidad ante el delito de tortura.

Esa sentencia está pesando ahora en Estados Unidos. Scott Horton, presidente de la Comisión de Derecho Internacional de la Asociación Americana de Abogados cree que es así. «El cáliz envenenado del

juez Jackson parece estar ante los labios de la admi-nistración Bush, que ha retirado al país de su respeto tradicional al derecho internacional e incumple sus compromisos con las convenciones de Ginebra y la convención contra la tortura. Es el fantasma de Nu-remberg. ¿Por qué razón el presidente Bush y el vice-presidente Cheney amenazan con vetar la enmienda de John McCain en el Senado que prohíbe la tortura? Quieren garantizarse la inmunidad ante una futura persecución penal», explicó Horton a este periódico.

Mientras tanto, Brody reflexiona desde Senegal. «Soy un norteamericano que va por el mundo inten-tando que tiranos y torturadores comparezcan ante la justicia. Hoy la parte más dura de mi trabajo es ser norteamericano, porque a los ojos de los demás repre-sento la doble vara de medir y al imperialismo judicial».

Carlos Castresana, el fiscal que presentó la pri-mera denuncia sobre los crímenes de la dictadura argentina y, más tarde, contra los cometidos por la chilena, advierte, desde California, donde reside, los peligros del huracán Bush contra el derecho internacional. «La doctrina de Nuremberg tiene después del 11-S, en el contexto de la llamada guerra contra el terror, mayor vigencia que nunca: los crímenes internacionales son tales, aunque la ley interna autorice abusos como los que tienen lugar en Guantánamo, Chechenia o Abu Ghraib».

¿Y los asesores de Bush y Cheney, que diseñaron la tortura bajo la guerra contra el terror? Philippe Sands, abogado británico, dice: «La convención con-tra la tortura criminaliza a aquellas personas que son cómplices. Estados Unidos, por otra parte, condenó a Josef Altstotter y otros abogados que colaboraron en las leyes nazis y los decretos de Hitler».

«La doctrina de Nuremberg tiene después del 11-S, en el contexto de la llamada guerra contra el terror, mayor vigencia

que nunca: los crímenes internacionales son tales, aunque la ley interna autorice

abusos como los que tienen lugar en Guantánamo, Chechenia o Abu Ghraib».

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Recurrir al miedo«Si un día la situación se invirtiera y el destino de los derrotados

estuviera en mis manos, dejaría en libertad a toda la gente corriente e incluso a algunos de los líderes que quizás, después de todo, puede que hayan tenido buenas intenciones y no supieran lo que estaban haciendo.

Pero colgaría a todos los intelectuales y a los profesores tres pies más alto que a los demás; estarían pendiendo de las farolas tanto tiempo

como lo permitiera la higiene».

Filadelfia, Pensilvania (1928). Con estudios doctorales en filosofía y lingüística en la Universidad de Pensilvania. Ingreso en el Massachusetts Institute of Technology (MIT) en 1955, donde dicta cátedra en el Departamento de Lingüística y Filosofía. Ha desarrollado actividades académicas en las universidades de Princeton, Oxford y Cambridge. Militante de la izquierda intelectual norteamericana. El trabajo académico e intelectual a lo largo de medio siglo abarca los campos de la lingüística, la comunicación, la política y la sociología.

Por Noam Chomsky*

Profesor Massachusetts Institute of Technology (MIT)

Doctor Honoris Causa de la Universidad Nacional de Colombia

El recurso del miedo, empleado por los sistemas de poder para disciplinar a sus po-blaciones ha dejado un horrible rastro de sangre derramada y dolor que, a nuestra costa, ignoramos. La historia reciente ofrece muchos ejemplos estre-mecedores.

A mediados del siglo veinte se presenciaron crí-menes, tal vez los más terribles desde las invasiones mongólicas. Los más salvajes se cometieron donde la civilización occidental alcanzó su mayor esplen-dor. Alemania era el centro rector de las ciencias, las artes y la literatura, y otros logros memorables. Previamente a la Primera Guerra Mundial, antes de

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que la histeria antigermánica se avivase en el Oeste, los politólogos estadounidenses consideraban que Alemania era también un modelo de democracia digno de ser imitado en el Oeste. A mediados de la década del treinta, Alemania fue arrastrada en pocos años a un nivel de barbarie con escasos parangones históricos. Lo más notable es que esto ocurrió con el apoyo de los sectores de la población más educados y civilizados.

En sus extraordinarios diarios de vida como judío durante el nazismo (que escapó a las cámaras de gas casi por milagro), Victor Klemperer escribe estas palabras acerca de un profesor alemán amigo suyo al que había admirado mucho, y que finalmente se unió al montón: «Si un día la situación se invirtiera y el destino de los derrotados estuviera en mis manos, dejaría en libertad a toda la gente corriente e inclu-so a algunos de los líderes que quizás, después de todo, puede que hayan tenido buenas intenciones y no supieran lo que estaban haciendo. Pero colgaría a todos los intelectuales y a los profesores tres pies más alto que a los demás; estarían pendiendo de las farolas tanto tiempo como lo permitiera la higiene».

La reacción de Klemperer era justificada y ge-neralizada a gran parte del registro histórico. Son muchas las causas de los acontecimientos históri-cos complejos. Un factor crucial en este caso fue la hábil manipulación del miedo. La «gente común» fue arrastrada al miedo de una conspiración mun-dial judío-bolchevique que pondría en riesgo la mismísima supervivencia del pueblo alemán. Eran necesarias medidas extremas, en «defensa propia». Venerables intelectuales fueron aún más lejos.

Cuando las nubes de la tormenta nazi se cernieron sobre el país en 1935, Martin Heidegger describió a Alemania como la nación «más amenazada» del mundo, presa entre las «grandes pinzas» de Rusia y Estados Unidos, en un ataque que era contra la civi-

lización en sí misma, Alemania no sólo era la víctima principal de esta fuerza pavorosa y bárbara, sino que además era responsabilidad de Alemania, «la más metafísica de las naciones», encabezar la resistencia. Alemania estaba «en el centro del mundo occidental» y tenía que proteger la gran herencia de la Grecia clásica de la «aniquilación», confiando en las «nuevas energías espirituales que se desarrollan históricamen-te desde el centro». Las «energías espirituales» siguie-ron desarrollándose de forma muy evidente cuando Heidegger hizo público ese mensaje, al que él y otros destacados intelectuales continuaron adhiriéndo.

El paroxismo de la masacre y la aniquilación no terminó con el uso de armas que bien podrían haber llevado a las especies a un amargo final. No debería olvidarse que estas armas que extinguen especies las crearon las figuras más brillantes, humanas y mejor educadas de la civilización moderna, trabajando en aislamiento, y así la belleza del trabajo en el que es-taban extasiados les encantó tanto que aparentemen-te prestaron muy poca atención a las consecuencias: importantes reclamos científicos contra las armas nucleares comenzaron en los laboratorios de Chica-go, después de que hubieron terminado su rol en la creación de la bomba, no en Los Álamos, donde el trabajo siguió hasta su inexorable final. Que no es el final definitivo.

La versión oficial de la Fuerza Aérea de Estados Unidos relata que tras el bombardeo de Nagasaki, cuando era seguro que Japón presentaría la capitu-lación incondicional, el general Hap Arnold «quería el final más grandioso posible», una incursión con 1.000 aviones a plena luz del día sobre las ciudades japonesas indefensas. El último bombardero regre-só a la base justo cuando se recibió formalmente el acuerdo de rendición incondicional. El jefe de la Fuerza Aérea, el general Carl Spaatz, hubiera prefe-

El marco teológico suprime el debate razonado y reduce los asuntos políticos a elegir entre el Bien y el Mal, y por lo tanto reduce la amenaza a la democracia. Se rechaza a los críticos por

«antiamericanos», un concepto interesante que se tomó prestado del vocabulario totalitarista. Y la población ha de acurrucarse bajo el paraguas del poder, por miedo a que su forma de vida y su

destino estén bajo peligro inminente...

Recurrir al miedo

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rido que el gran final fuera un tercer ataque nuclear sobre Tokio, pero se le disuadió. Tokio era un «blan-co pobre», que ya había ardido con la tormenta de fuego que se ejecutó cuidadosamente en marzo y dejó unos 100.000 cadáveres calcinados, constitu-yendo uno de los peores crímenes de la historia.

Asuntos así se excluyen de los tribunales penales militares y en gran parte se borran de la historia. Hoy día apenas se conocen en algunos círculos de activistas y especialistas. En esa época eran públi-camente ensalzados como un ejercicio legítimo de autodefensa contra un enemigo despiadado que había alcanzado el máximo nivel de infamia al bombardear las bases militares de Estados Unidos en sus colonias de Hawai y Filipinas.

Vale la pena recordar que los bombardeos de Ja-pón de diciembre de 1941 («el día que quedará en la infamia», en palabras de FDR (Franklin D. Roose-velt)) estaban más que justificados según la doctrina de «defensa propia anticipada» que prevalece hoy entre los líderes de los autodenominados «Estados ilustrados», Estados Unidos y su cliente británico. Los mandatarios japoneses sabían que Boeing estaba produciendo las Fortalezas Voladoras B-17, y estaban seguramente enterados de los debates públicos en Es-tados Unidos que explicaban cómo (los B-17) se usa-rían para incendiar las ciudades de madera japonesas en una guerra de exterminio, volando desde las bases de Hawai y Filipinas («arrasar el corazón industrial del Imperio mediante ataques con bombas a ese «montón de hormigueros de bambú», recomendó el general retirado de la Fuerza Aérea, Chennault, en 1949, una propuesta que «sencillamente encantó» al presidente Roosevelt. Evidentemente, es una justificación mucho más poderosa para bombardear las bases militares de Estados Unidos en las colonias que cualquiera inven-tada por Bush, Blair y sus socios cuando ejecutaron su «guerra preventiva», que fue aceptado, con reservas tácticas, por el grueso de la opinión establecida.

La comparación, de todas formas, es inoportuna. Los que habitan en un montón de hormigueros de bambú no tienen derecho a sentir emociones como el miedo. Tales sentimientos y preocupaciones son privilegios de los «ricos que viven en paz en sus mo-radas» –según la retórica de Churchill–, las «naciones satisfechas, que no deseaban nada más para ellas que lo que ya tenían», y, a quienes, por eso, se les «debía confiar el gobierno del mundo» para que haya paz; un cierto tipo de paz, en la que los ricos se verían libres del miedo.

Cuán libres del miedo deberían sentirse los ricos queda gráficamente revelado en el altamente valorado aprendizaje de las nuevas doctrinas de «autodefen-sa anticipada», artísticamente desarrolladas por los poderosos. La contribución más importante, con alguna profundidad histórica, la hace un destacado historiador contemporáneo, John Lewis Gaddis, de la Universidad de Yale. Asegura que la doctrina de Bush viene directamente de su héroe intelectual, el gran es-tratega John Quincy Adams. En la paráfrasis que hace The New York Times, Gaddis «sugiere que el progra-ma de Bush para luchar contra el terrorismo radica en la noble e idílica tradición de John Quincy Adams y Woodrow Wilson».

Podemos dejar de lado el vergonzoso historial de Wilson y quedarnos con los orígenes de la noble e idílica tradición que Adams estableció en un famoso documento de estado al justificar la conquista de Flo-rida por Andrew Jackson en la Primera Guerra de los Seminolas, en 1818. Adams argumentó que la guerra estaba justificada en la defensa propia. Gaddis está de acuerdo en que sus motivos eran preocupaciones le-gítimas por la seguridad. Según la versión de Gaddis, después de que los británicos saquearan Washington en 1814, los líderes de Estados Unidos reconocieron que la «expansión es el camino hacia la seguridad» y por eso conquistaron Florida, una doctrina que se ha expandido ahora por todo el mundo gracias a Bush (con toda propiedad, según él).

Gaddis cita las fuentes correctas, principalmente el historiador William Earl Weeks, pero omite lo que dicen. Se aprende mucho sobre los precedentes de las doctrinas y el consenso actuales sólo con prestar atención a lo que Gaddis omite. Weeks describe to-dos los detalles escabrosos de lo que Jackson hacía en la «exhibición de asesinatos y saqueos conocida como la Primera Guerra de los Seminolas», que no era más que otra fase en su proyecto de «alejar o eliminar a los nativos americanos del sudeste», en proceso mucho antes de 1814. Florida era un problema, tan-to porque aún no había sido incorporada al imperio estadounidense en expansión, como porque era un «paraíso para los indios y los esclavos fugitivos... que huían de la ira de Jackson o de la esclavitud».

De hecho hubo un ataque indio, que Jackson y Adams utilizaron como pretexto: las fuerzas esta-dounidenses expulsaron a un grupo de seminolas de sus tierras, mataron a algunos y quemaron su pobla-do hasta que no quedó nada. Los seminolas respon-dieron atacando un barco de abastecimiento bajo

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mando militar. Jackson aprovechó la oportunidad y «se embarcó en una campaña de terror, devastación e intimidación», destruyendo poblados y «fuentes de alimentación en un esfuerzo calculado para infligir hambrunas a las tribus, que se refugiaron de su ira en las ciénagas». Así siguieron las cosas, que des-embocaron en el documento de Estado de Adams, tan elogiado, que apoyó la agresión inmotivada de Jackson para establecer en Florida «el predominio de esta república por sobre las odiosas bases de la violencia y el derramamiento de sangre».

Éstas son las palabras del embajador español, una «descripción dolorosamente precisa», escribe Weeks. Adams «había distorsionado, disfrazado y mentido conscientemente sobre los objetivos y la conducta de la política exterior estadounidense ante el Congreso y el pueblo», continúa Weeks, violando groseramente sus proclamados principios morales, «defendiendo implícitamente la exterminación india, y la esclavi-tud». Los crímenes de Jackson y Adams «probaron ser un preludio de la segunda guerra de exterminación contra los seminolas», en la que los supervivientes huyeron al oeste, donde más tarde correrían la misma suerte, «o les asesinarían, o serían forzados a refugiar-se en las densas ciénagas de Florida». Hoy, concluye Weeks, «los seminolas sobreviven en la conciencia nacional como la mascota de la Universidad Estatal de Florida», un caso típico e instructivo...

El marco retórico se sustenta en tres pilares (Weeks): «la suposición de la virtud moral única de Estados Unidos, la afirmación de su misión de redi-mir al mundo» difundiendo sus ideales declarados y el «estilo de vida americano», y la fe en el «destino manifiesto» de la nación. El marco teológico suprime el debate razonado y reduce los asuntos políticos a elegir entre el Bien y el Mal, y por lo tanto reduce la amenaza a la democracia. Se rechaza a los críticos por «antiamericanos», un concepto interesante que se tomó prestado del vocabulario totalitarista. Y la población ha de acurrucarse bajo el paraguas del po-der, por miedo a que su forma de vida y su destino estén bajo peligro inminente...

FUENTE

EL GRANO DE ARENA. Correo de información ATTAC. N°312. Octubre 3 de 2005

Comisión Internacional de Juristas pide revisar “Ley de justicia y paz”

La Comisión Internacional de Juristas (CIJ), en el informe** divulgado en septiembre de 2005 en Bruselas (78 páginas), en el que evalúa las políticas del Gobierno Uribe, llamada de “Seguridad Democrá-tica”, “analiza cómo las modificaciones legales en el marco de la política de seguridad blinda de sanción a los responsables de violaciones de derechos humanos, crímenes de lesa humanidad y crímenes de guerra a través de la estrategia paramilitar, como el Decreto 128 de 2003 y la Ley 975 llamada de Justicia y Paz”.

En sus recomendaciones, la CIJ llama al gobierno colombiano a revisar su política de seguridad para que sea compatible con los principios básicos del Estado de Derecho y las obligaciones internacionales de Colombia, y a rechazar cualquier legislación que contribuya a la impunidad.

Igualmente, la CIJ hace eco de las decenas de pronunciamientos en los que se ha exigido, se ha ex-hortado, se ha llamado al gobierno colombiano para que de modo efectivo se desmantelen las estructuras

Por Cristiano Morsolin*

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paramilitares y los militares comprometidos en esta estrategia, e invita a la comunidad internacional a ase-gurar que toda “estrategia de cooperación esté condi-cionada a que las autoridades colombianas tomen me-didas efectivas contra la impunidad y que garanticen el Estado de Derecho”.

“Dada la legislación vigente que legaliza la impuni-dad y la magnitud de los crímenes contra la humanidad y crímenes de guerra cometidos en Colombia, la Corte Penal Internacional debería tomar cartas en el asun-to”, concluyó la CIJ en la presentación de Bruselas.

Desde Europa, un informe más, otra voz, otra constancia que se suma, en medio del silenciamiento, de la tergiversación y del espejismo mediático, a las expresiones de familiares, de víctimas, de organizacio-nes, que afirman el derecho a la verdad, a la justicia y a la reparación integral frente a un proceso en que se legitima, se legaliza y se institucionaliza el paramilita-rismo. Eurodiputados piden al Consejo de la Unión Europea que no sea cómplice de impunidad.

«Estamos profundamente preocupados por la ley de Justicia y Paz, adoptada por Colombia, destinada a otorgar amnistía a los paramilitares por el conjun-to de los crímenes cometidos (asesinato, tortura, narcotráfico, secuestros, prostitución forzada etc.) y asegurándoles impunidad. Lanzamos un llamamien-to urgente al Consejo de la Unión Europea para que no apoye ni política, ni financieramente un proceso de desmovilización contrario a los principios inter-nacionales del derecho humanitario que permitirían la persecución de las actividades criminales», opi-na Raú Romeva, diputado europeo Verde (www.greens-efa.org), en una sesión de presentación del último informe de la Comisión Internacional de Ju-ristas acerca de la evaluación de los problemas de Estado de Derecho en Colombia.

El conflicto armado que desde hace varios dece-nios sufre Colombia, conflicto negado por el gobier-no, cuesta cada año más de 6.000 muertos. A partir de un acuerdo con uno de los actores de dicho conflicto, los grupos paramilitares, el presidente Uribe preparó una ley, adoptada en 2005, que crea un programa, ampliamente subvencionado, de rein-tegración de ellos sin que sus crímenes sean perse-guidos. Esta ley extiende los beneficios del Decreto 129 de 2003, que permitió el ‘blanqueo’ de más de 8.000 crímenes a los responsables de actos atroces.

La ley no contiene ni medidas prácticas para des-mantelar efectivamente las estructuras paramilitares que se prolongan hasta dentro del cuerpo militar

regular, ni alguna información acerca de los medios para indemnizar a las víctimas y restablecerles en sus derechos. Punto igualmente de gran importan-cia: los informes de las instituciones oficiales inter-nacionales, en particular las de la ONU, se ignoran completamente.

«Lanzamos un llamamiento a los Estado Miembros de la UE pidiendo que paren cualquier ayuda militar a Colombia y que tomen medidas para que ni una sola arma se venda a este país», afirma Raül Romeva. «Queremos que la guerra termine en Colombia, y con ella la cultura de violencia e impunidad inauditas», precisó.

Amnistía Internacional ha advertido que la nueva ley colombiana no llevará ni paz ni justicia a un país devastado por la guerra, sino que, por el contrario, impedirá que se realicen investigaciones judiciales imparciales y exhaustivas sobre las violaciones de derechos humanos cometidas por los paramilitares y la guerrilla.

Amérigo Incalcaterra, director encargado de la Oficina en Colombia del Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos, ha manifestado que la ley no hace referencia ni al conflicto armado interno ni al Derecho Internacional Humanitario y

El conflicto armado que desde hace varios decenios sufre Colombia,

conflicto negado por el gobierno, cuesta cada año más de 6.000 muertos. A

partir de un acuerdo con uno de los actores de dicho conflicto, los grupos

paramilitares, el presidente Uribe preparó una ley, adoptada en 2005, que crea un

programa, ampliamente subvencionado, de reintegración de ellos sin que sus crímenes sean perseguidos. Esta ley

extiende los beneficios del Decreto 129 de 2003, que permitió el ‘blanqueo’

de más de 8.000 crímenes a los responsables de actos atroces.

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que convierte al paramilitarismo en delito político, lo que permite que los miembros de esas organi-zaciones puedan ser beneficiados con amnistías e indultos, “medidas que conducen al olvido o al perdón de la conducta delictiva”.También afirma que la ley no habla del procesamiento de servidores públicos que hayan participado de alguna forma en crímenes cometidos por los paramilitares. De la misma manera indica que la norma aprobada por el Congreso y sancionada por el presidente Uribe no establece mecanismos efectivos para lograr el pleno esclarecimiento de los hechos y el establecimiento de la verdad. “Sin eso –dijo– no puede hacerse ca-bal justicia”.

El académico e investigador social Alfredo Molano Bravo, redactor de “El Espectador”, es claro cuando afirma: “Uribe ha tratado de hacernos comer lo que en Europa no han podido digerir: la ley de impuni-dad. Cuando regresó de la gira por Europa, el Presi-dente se daba golpecitos en los hombros, creyendo que había nombrado a Zapatero y a Blair, encargados de los negocios políticos del Gobierno con los paras, ante la Unión Europea. No alcanzó a descansar en el Ubérrimo, cuando Moratinos, ministro de Relacio-nes Exteriores de España, se reunía con sindicatos y ONG que le reiteraron lo que días después el New York Times, y Le Figaro afirmaron: Colombia clau-dicó ante el narcotráfico y el paramilitarismo. Mo-ratinos salió incómodo y preocupado, dicen los que asistieron; sabía que vender la Ley de Justicia y Paz ante el Parlamento Europeo no es fácil porque allí mandan los debates públicos y no las órdenes de los

* Versión del artículo “Manifestaciones europeas contra impunidad en Colombia”, del educador y periodista italiano Cristiano Morsolin, operador de redes internacionales. Trabaja en Latinoamérica desde 2001 con experiencias en Ecuador, Perú, Colombia, Brasil. Fundador del Observatorio Independiente sobre la Región Andina SELVAS. http://alainet.org

** (http://www.icj.org/world_pays.php3?id_mot=20&lang=en)

gobiernos. Es, sin duda, una de las instituciones más democráticas del mundo. Pues bien, por ahí no ha podido pasar la tal ley. En primer lugar, porque la iz-quierda europea tiene una amplia representación, en segundo lugar, porque las ONG no son catalogadas como apéndices del terrorismo y, por último, porque toma a pecho las declaraciones hechas por Naciones Unidas sobre Derechos Humanos. Pero no es sólo un foro, es también una instancia que aprueba fon-dos públicos europeos para programas de desarro-llo. Esa es la espinita que al Gobierno se le atravesó. A Uribe le tienen sin cuidado tanto las declaraciones que lo descalifican como las que él mismo hace en los Consejos Comunitarios, sabe que la cosa es con plata contante y sonante. Y el Parlamento europeo se ha negado a soltar un centavo para el programa de desmovilizados”.

En síntesis, la sociedad civil en Europa y Colom-bia sigue luchando en conjunto, fortaleciendo su rol protagónico para buscar justicia y, sobretodo, una vía política para solucionar el conflicto en Colombia.

“Dada la legislación vigente que legaliza la impunidad y la

magnitud de los crímenes contra la humanidad y crímenes de guerra

cometidos en Colombia, la Corte Penal Internacional debería tomar cartas en el asunto”, concluyó la

CIJ en la presentación de Bruselas.

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Los asistentes al 4º Encuentro Nacio-nal de Escritores por la Paz de Colom-bia, realizado en el municipio de Caice-donia, Valle del Cauca, del 10 al 13 de noviembre, emitieron la declaración “El Acuerdo Humanitario: imperativo ético y constitucional”. Su texto es el siguiente:

Son muchas las personas que por razones del plagio con fines económi-cos, por el secuestro político o por su condición de rehenes militares, han permanecido por muchos años priva-dos de su libertad, viviendo en condi-ciones infrahumanas en cárceles perdi-das en la profundidad de la selva.

El secuestro hace parte de la guerra que los colombianos hemos padeci-do durante más de 50 años, la cual ha traído nuevas formas de dolor: no sólo

El Acuerdo Humanitario: imperativo ético y constitucional

“Para infortunio de los secuestrados, la sociedad colombiana en su mayoría

es insensible frente al dolor, toda vez que no expresa su repudio porque si lo hiciera

masivamente otra sería la suerte de las victimas. La sociedad

colombiana también está padeciendo una desconcertante

crisis humanitaria: la vida ha perdido su valor”.

Más información: Oficina de Prensa Encuentro de Escritores, Cali, teléfonos 4328012 y 310-4142209.

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es el duelo por la muerte, ni el terrible trasegar de tres millones de colombia-nos desplazados de sus territorios, ni la desaparición forzada de cientos de per-sonas, sino el fenómeno dramático del cautiverio de ciudadanos como estrate-gia de guerra.

Esa cruenta realidad que expresa el conflicto interno, es desconocida por la política de Seguridad Democrática; al negarla está ignorando al otro, es decir, al enemigo. Las Farc, por su parte, en sus lógicas de guerra, utilizan el secuestro de población civil como mecanismo de pre-sión política o de financiación económica.

En este sentido, el Acuerdo Huma-nitario que no sólo es una expresión jurídica sino sobre todo un gesto de hu-manidad en defensa de la vida, se ha ido diluyendo por razones de quienes hacen la guerra y no han querido, por el frío calculo político, hacer un alto en el con-flicto para devolver a los secuestrados a sus ámbitos familiares.

Para infortunio de los secuestrados, la sociedad colombiana en su mayoría es insensible frente al dolor, toda vez que no expresa su repudio porque si lo hiciera masivamente otra sería la suerte de las victimas. La sociedad colombiana también está padeciendo una descon-certante crisis humanitaria: la vida ha perdido su valor.

El gobierno tiene la responsabilidad constitucional de aplicar el Derecho In-ternacional Humanitario, para preservar y regresar con vida a los secuestrados.

Por su parte las FARC deben respon-der por la vida de los secuestrados ya

que vivos se los llevaron, vivos deben regresarlos. También de la selva debe salir un gesto humanitario. El Acuerdo Humanitario es una obligación constitu-cional del estado y debiera ser un impe-rativo ético para las Farc.

En todas las guerras, aun en las más crueles, se decretan treguas para la en-trega de prisioneros, de enfermos y de civiles indefensos. Entonces, por qué no hacerlo hoy en Colombia, como ya se hizo, por ejemplo, en el secuestro y canje del hermano del entonces Presi-dente César Gaviria; en el acuerdo de Remolinos del Caguán con la entrega de 60 soldados y 10 infantes de marina; en el acuerdo, durante el gobierno de Andrés Pastrana, cuando se intercam-biaron soldados y guerrilleros enfer-mos; o en los acuerdos de Pastrana y el ELN, cuando recuperaron su libertad los civiles secuestrados de La María, el avión de Avianca y el Kilómetro 18; y en el acuerdo de La Macarena por el cual las Farc entregaron 250 soldados y policías.

Señores de la guerra: ¿Si se ha aplica-do el Acuerdo Humanitario en éstas y muchas otras oportunidades, por qué no hacerlo ahora? Es la respuesta que con ansiedad esperamos los colombianos.

Fdo: Julio César Londoño, Gustavo Ál-varez Gardeazábal, Álvaro Leiva, Arturo Guerrero, Óscar Collazos, Arturo Alape, Lisandro Duque, Joe Broderick, Nodier Solórzano, Humberto Senegal, Susana Henao, Mario Alberto Agudelo, Manuel Tiberio Bermúdez, entre otros.

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Justicia global, derechos humanos y responsabilidad

PorFrancisco Cortés Rodas

Profesor Instituto de Filosofía/Instituto Estudios Políticos

Universidad de Antioquia

¿Hasta dónde puede extenderse la jus-ticia? ¿Ella es universal y por tanto su campo de apli-cación debe trascender las fronteras de los Estados nacionales? ¿O la justicia es nacional o local y por razones conceptuales, normativas o pragmáticas, su influencia sólo puede ejercerse dentro de los límites de una comunidad política? Si la justicia es universal, ¿cuáles son los derechos que deben ser garantizados para que sus ideales normativos sean realizados? ¿Los derechos civiles y políticos? ¿O un conjunto más amplio que incluya éstos y los derechos eco-nómicos y sociales? ¿Qué instituciones deben ser creadas para hacer cumplir esos derechos? ¿Un Estado mundial, una república de Estados, o es su-ficiente una institución como las Naciones Unidas? Si la justicia es nacional, ¿Cómo es posible enfrentar los problemas políticos y sociales determinados por la globalización económica, el crecimiento del des-empleo a nivel mundial, el aumento de la pobreza en los países económicamente más atrasados, la destrucción del medio ambiente, las grandes migra-ciones de poblaciones de los países más pobres a los más desarrollados?

Quienes sostienen que la justicia es universal afirman que el hombre es sujeto de derechos funda-mentales iguales que le corresponden por el hecho de ser hombre; de esto derivan que una concepción de justicia debe regular las relaciones entre todos los hombres en el mundo y asegurar su bienestar indi-

Medellín fue escenario del “Simposio Internacional: Justicia global, pobreza mundial y política internacional”, los días 12 al 14 de septiembre del presente año, con la presencia de conferencistas de Alemania, Estados Unidos, Perú, Argentina y Colombia. En el contexto de los debates contemporáneos sobre el concepto de justicia distributiva, los asistentes se plantearon la pregunta por la relevancia y el sentido de desarrollar una reflexión crítica sobre las injusticias, desigualdades y la pobreza existentes en nuestras sociedades. El autor del presente artículo –miembro del comité organizador del simposio–, autorizó su publicación a Revista DEBATES.

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vidual. Quienes sostienen, por el contrario, que la justicia es local o nacional, dicen que los principios fundamentales de justicia deben regular la distribu-ción justa de los derechos y las libertades al interior de cada sociedad y que los principios de justicia in-ternacional solamente pueden regular las relaciones entre los Estados, es decir, a la justicia internacional le concierne el orden jurídico de las relaciones de poder entre los Estados, no la distribución justa de los recursos económicos y de las oportunidades sociales.

El núcleo de la discusión entre globalistas y libe-rales nacionalistas se da alrededor de la pregunta de si es posible extender el campo de aplicación de los principios liberales de justicia del contexto nacional a un contexto global. Para los globalistas, la justicia se debe entender como una compensación de pre-tensiones individuales que se debe realizar mediante una política global al servicio de los derechos legíti-mos de los individuos a una parte equitativa de los bienes producidos a nivel mundial. Para los liberales nacionalistas la justicia sólo puede realizarse en un contexto nacional, pues ella requiere del esta-blecimiento de un marco de estructuras jurídicas, democráticas y económicas estables, de un contex-to cultural homogéneo, así como de la autonomía política de los Estados. Los liberales nacionalistas rechazan la pretensión de los globalistas de extender la justicia del contexto nacional al contexto global a partir de definir dos tipos de problemas que debe enfrentar un Estado liberal y democrático en el orden actual de las relaciones internacionales: primero, las relaciones entre el Estado y sus asociados deben estar constituidas por los principios de libertad e igualdad social; segundo, las relaciones entre los Estados se basan solamente en los principios de la autonomía política y de la igualdad jurídica de los Estados. El intento de los globalistas de fundamentar una concepción universalista de la justicia descansa, según los liberales nacionalistas, en el error de utilizar el instrumentario del individualismo contractualista, que permite regular las relaciones entre los individuos al interior de una comunidad política, para definir las condiciones normativas de las relaciones entre todos los hombres en el mundo. Esta extrapolación de los principios normativos del Estado liberal de derecho, realizada para fundamentar una concepción global de la justicia, conduce, según la crítica de los liberales nacionalistas, a una concepción idealista e irrealizable de la política.

Voy a presentar en este artículo, en primer lugar, las tesis centrales de las posiciones del liberalismo nacionalista y del globalismo. En segundo lugar haré las consideraciones críticas a sus respectivas concepciones de justicia. En la parte final desarro-llaré algunos elementos para la formulación de una concepción transnacional de justicia que permita dar cuenta de los problemas fundamentales de nuestras sociedades, condicionados por la existencia de des-igualdades radicales y una extrema pobreza.

§1.- El liberalismo nacionalista. La crítica más fuerte de los liberales nacionalistas

contra los globalistas afirma que el conjunto de de-rechos y libertades adquiridos legítimamente por los ciudadanos de un Estado, constituido mediante un orden político regulado por el derecho, no puede ser sometido a las políticas redistributivas de una concep-ción global de la justicia. De esta tesis general derivan dos tesis adicionales: 1) El derecho de propiedad como uno de los derechos fundamentales consagra-dos en las constituciones de los Estados liberales no puede subordinarse a las exigencias redistributivas fundamentadas en una concepción universalista e igualitarista de la justicia. 2) Los espacios de decisión de la legislación democrática de cada uno de los Estados no pueden quedar sometidos a una suprains-titución global que exija recortes de soberanía a sus miembros para implementar las exigencias de justicia global.

Para fundamentar estas tesis los liberales naciona-listas han desarrollado los siguientes argumentos: a) En la argumentación de los liberales nacionalistas se destaca en primer lugar, que en el proceso histórico de conformación del orden político internacional en la modernidad ha jugado un papel fundamental la diferenciación establecida por Kant entre la creación de una constitución interior del Estado adecuada a los principios del derecho y la creación de un esta-tuto jurídico que reúna a las naciones en una especie de federación interestatal. La diferenciación hecha por Kant entre el nivel intraestatal y el nivel extraes-tatal ha sido fundamental en la modernidad por que ha constituido el marco de acción que ha hecho posible, de un lado, la conformación de sociedades orientadas por principios liberales, democráticos y de justicia social y, de otro lado, la superación por medio del derecho de los conflictos entre los Esta-dos. A partir de la diferenciación de estos dos nive-les que determinan las funciones del Estado, Kant

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estableció, de un lado, que la justicia distributiva es un asunto de la política interna de cada Estado que tiene que ver con el aseguramiento de los derechos y las libertades individuales y, de otro lado, que las relaciones entre los Estados no se establecen a partir de principios de justicia distributiva, sino que se ba-san en los principios de la autonomía política y de la igualdad jurídica de los Estados.

b) Según los liberales nacionalistas, esta clara dife-renciación de los niveles que determinan las funcio-nes del Estado es desconocida en el planteamiento de los globalistas. Estos últimos desarrollaron una argumentación para justificar la ampliación del cam-po de aplicación de los principios liberales de justicia del contexto nacional al contexto global. A partir de una crítica a la teoría de la justicia de John Rawls, Charles R. Beitz y Thomas W. Pogge, han mostrado que en esta teoría está incluida una concepción de justicia distributiva global, que se manifiesta, cuando se desarrollan completamente sus presupuestos e implicaciones normativas. Mediante la utilización de algunos elementos estructurales de la teoría de Rawls, amplían cuantitativamente sus condiciones de aplicación e investigan qué exigencias en relación con la justicia social entre los Estados se pueden deducir a partir del principio de diferencia. En suma, Beitz y Pogge globalizan la concepción de Rawls mediante la propuesta de una versión universal del principio de diferencia, según el cual, el sis-tema económico mundial debe organizarse de tal manera que las desigualdades que produce deben redundar en un mayor beneficio de los miembros menos aventajados a nivel global.

Para los liberales nacionalistas, este programa de fundamentación de un orden de justicia global se basa en presupuestos teóricos muy débiles. Interpre-tar la organización de la economía mundial como un

sistema de cooperación social es muy problemático, porque las diferentes interdependencias producidas por la expansión global del comercio, la producción y las comunicaciones, no son suficientes para funda-mentar la idea de la cooperación social, la cual es re-querida como condición básica para definir un con-texto particular de justicia distributiva. Las formas de trabajo en común que se dan en estas esferas, a pesar de la globalización económica, no permiten fundamentar una concepción de justicia distributiva, argumentan los liberales nacionalistas. De otro lado, afirman que la globalización del principio de diferen-cia es teóricamente insostenible. Rawls mismo, en parte como reacción a esta globalización de su teo-ría, señaló que el principio de diferencia no se puede interpretar como un principio de justicia global. Rawls presupone el Estado nacional como unidad básica y plantea que las preguntas sobre la distribu-ción justa solamente pueden resolverse al interior de cada unidad nacional respectiva. En este sentido, Rawls afirma que su teoría no es adecuada para resolver problemas de justicia distributiva a nivel in-ternacional. Rawls, como defensor y continuador de la tradición liberal, considera que no es legítimo ni viable solucionar los problemas determinados por las desigualdades económicas entre los Estados me-diante una limitación de las libertades individuales de los miembros de las sociedades económicamente más desarrolladas. En la argumentación rawlsiana, los Estados liberales de las sociedades más desarro-lladas tienen ciertamente el deber positivo, de apo-yar a los Estados menos desarrollados, pero no en la forma de una transferencia material de bienes, sino a través de la promoción estructural de sus propias ca-pacidades. Para los liberales nacionalistas la política propuesta por los globalistas disuelve el paradigma kantiano de la internacionalización de la concepción del Estado de derecho, al proponer la globalización de la concepción de la justicia social.

c) Para los liberales nacionalistas constituye un error utilizar los principios básicos del universalismo moral para justificar la idea de que los hombres tie-nen un derecho moral a una parte equitativa de los bienes producidos a nivel mundial. Esta afirmación de los teóricos globalistas se basa en una incorrecta interpretación de los derechos humanos. Para definir cuáles son los derechos humanos fundamentales, los liberales nacionalistas dan una prioridad a las libertades individuales y políticas frente a los dere-chos sociales. Así, para esta versión del liberalismo,

El núcleo de la discusión entre globalistas y liberales nacionalistas se da alrededor de la pregunta de si es posible extender

el campo de aplicación de los principios liberales de justicia del contexto nacional

a un contexto global.

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los derechos fundamentales en sentido propio son esferas de la libertad, de las que resultan derechos, y precisamente derechos de defensa o negativos. Los derechos fundamentales son los derechos de li-bertad individual, pero no los derechos sociales. Por estas razones, los liberales nacionalistas afirman que para la realización de los derechos de libertad no se requiere la realización de los derechos de bienestar social. La razón de esto radica en que para la deter-minación autónoma de los proyectos individuales de vida es de mayor importancia la salvaguardia de los derechos de libertad que la protección de los derechos sociales. De esto resulta que los derechos sociales no pueden ser objeto de la justicia distributi-va ni a nivel nacional ni a nivel internacional, puesto que la justicia distributiva sólo puede basarse en el fundamento de legitimación que dan los derechos humanos en su sentido negativo, es decir, los dere-chos de libertad individual.

d) Para los liberales nacionalistas el proyecto de una ciudadanía mundial basada en la moral uni-versal e igualitaria del respeto igual conduce a un desconocimiento de los elementos estructurales del Estado de derecho. Según la caracterización teórica del concepto de justicia del Estado de de-recho, el estatus de la ciudadanía se define con la pertenencia a un Estado.1 Mediante el estatus de la ciudadanía del liberalismo nacionalista se establece quienes son y quienes no son los miembros de una sociedad determinada; se definen los derechos y de-beres que tienen los miembros de esa sociedad; se establecen las responsabilidades que tiene el Estado frente a sus asociados; y se establece la prioridad de los derechos de los ciudadanos frente a los derechos de los miembros de otras sociedades.

e) Para los liberales nacionalistas el planteamiento de la justicia global conduce a proponer como ideal político un Estado mundial. Este ideal es considerado como peligroso porque un Estado mundial repre-senta un peligro potencial, en la medida en que su autoridad podría convertirse en despótica o tiránica, puesto que un Estado mundial no tendría otro poder que pudiera detenerlo o ponerle límites, si intenta ir más allá de las funciones que le corresponde reali-zar.

f) Los liberales nacionalistas rechazan el diagnós-tico de los globalistas de atribuir toda la responsabi-lidad de la situación de los países subdesarrollados a injusticias históricas producidas por el orden econó-mico y político internacional. Las causas de la des-

igualdad, la pobreza y el atraso no se pueden atribuir a la expansión del sistema del mercado que con la creciente globalización ha generado más oportuni-dades y aumentado el bienestar en muchas regiones del mundo, sino más bien, a factores históricos, culturales, antropológicos, políticos, específicos de algunos de los países más pobres, que son los que condicionan la reproducción de la pobreza y la im-posibilidad de construir en estos países instituciones políticas democráticas y alcanzar un nivel mínimo de justicia social.

§2.- El globalismo universalista.Para responder a estas críticas los globalistas han

desarrollado una serie de argumentos, que podemos presentar como réplicas a los puntos anteriores.

a) La globalización ha puesto en cuestión los presupuestos centrales del derecho de gentes, del derecho internacional y la clara separación entre po-lítica interior y exterior. La globalización, entendida como entrelazamiento de la economía mundial, ha supuesto el progresivo desmantelamiento tanto de la estructura política del Estado-nación como de la es-tructura social del Estado de bienestar. La soberanía formal de los Estados nacionales se ha visto socava-da como consecuencia de la gran influencia que han adquirido las grandes empresas transnacionales y los bancos privados con gran influencia internacional. En este sentido, se puede afirmar, siguiendo a Haber-mas, que con las transformaciones producidas por la ampliación transnacional de los mercados, el comer-cio y la producción, se ha terminado desdibujando el límite constitutivo de los Estados soberanos entre

La globalización ha puesto en cuestión los presupuestos centrales del derecho de

gentes, del derecho internacional y la clara separación entre política interior y exterior. La

globalización, entendida como entrelazamiento de la economía mundial, ha supuesto el

progresivo desmantelamiento tanto de la estructura política del Estado-nación como de la

estructura social del Estado de bienestar.

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una política interior y una política exterior.b) Los globalistas interpretan la organización de la

economía mundial como un sistema de cooperación social que permite fundamentar una concepción glo-bal de justicia distributiva.

c) Los globalistas utilizan los principios básicos del universalismo moral, que son el fundamento de las concepciones liberales de justicia distributiva, para justificar la idea de que los hombres tienen un derecho moral a una parte equitativa de los bienes producidos a nivel mundial. En las concepciones globalistas de justicia se considera que la base de la moral política moderna la constituye la moral uni-versal e igualitaria del respeto igual. En la concepción de justicia de las teorías globalistas los derechos humanos no son solamente los derechos liberales individuales, sino también los derechos económicos y sociales. A partir de esta comprensión de los dere-chos humanos las teorías globalistas definen que la política tiene como función la realización del ideal de justicia distributiva. El conjunto de los derechos humanos debe ser por tanto garantizado sin limita-ciones a lo largo del mundo entero. Ahora bien, en la medida en que la posibilidad de asegurar los de-rechos humanos no es realizable en el actual orden político de Estados nacionales independientes, los globalistas sacan como conclusión que ha desapa-recido la justificación de la existencia de los Estados nacionales.

d) Los globalistas rechazan el concepto liberal de ciudadanía por medio del cual se establece la priori-dad de los derechos de los ciudadanos de un Estado particular frente los derechos de los demás hombres. En el marco de su argumentación, el principio de que los miembros de una sociedad tienen prioridad frente a los demás hombres, no puede ser aceptado si la consecuencia de su aceptación es el desconocimiento de los derechos básicos de los miembros de otras sociedades.

e) Los globalistas afirman que las profundas desigualdades existentes en el mundo y la pobreza están determinadas por la existencia de instituciones económicas y políticas injustas.2 Rechazan el diag-nóstico de los liberales nacionalistas, según el cual las desigualdades radicales y el subdesarrollo de-penden solamente de factores internos, específicos y propios de las sociedades más pobres, que impiden el desarrollo, la conformación de estructuras de-mocráticas y la distribución equitativa del bienestar social. Aunque estos factores internos son centrales

y no pueden ser ocultados, los globalistas muestran que hay una relación entre el gran beneficio que han obtenido para sí los países ricos y las élites de los países pobres con el resultado que se ha generado, que es, precisamente, la exclusión de los pobres en la participación del bienestar social.

3 §. - Elementos para la formulación de una concepción transnacional de la justicia.¿Cómo puede evaluarse esta discusión a partir de

considerar los problemas de injusticia, exclusión y pobreza que se dan en sociedades subdesarrolladas?

¿Las formulaciones sobre justicia de los teóricos del globalismo y las propuestas políticas redistributivas derivadas de ellas representan alternativas reales para superar los problemas de desigualdad y po-breza de los países del tercer mundo? ¿O para esto basta, como propone el liberalismo nacionalista, con una política de apoyo humanitario y de solidaridad, construida sobre la base del respeto a los principios de autodeterminación política y de no-intromisión en los asuntos internos? Mi respuesta a estas pre-guntas es que los dos planteamientos son insufi-cientes para proponer una concepción de la política en el contexto internacional que de cuenta de los problemas fundamentales de nuestras sociedades. La debilidad del globalismo radica en que: atribuye toda la responsabilidad de la situación de los países sub-desarrollados a la posición dominante de los países más desarrollados en el sistema mundial, descono-ciendo factores internos de poder y dominación en los países subdesarrollados que son determinantes en el mantenimiento de las estructuras de desigual-dad; y desconoce el papel de los Estados nacionales en la posibilidad de realización de los ideales norma-tivos de justicia social. De otro lado, la posibilidad de enfrentar los problemas políticos y sociales deter-minados por la globalización económica, el empo-brecimiento de una gran parte de la población mun-dial, el crecimiento del desempleo a nivel mundial, la destrucción del medio ambiente, no es realizable en el marco de acción definido por el liberalismo nacio-nalista, puesto que las alternativas políticas propues-tas en los términos de la teoría clásica del derecho internacional conducen a un cerrado nacionalismo y a un desconocimiento de las responsabilidades de los países más desarrollados en la situación de los países subdesarrollados. Con el fin de plantear algu-nos elementos para la formulación de una concep-

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ción de justicia transnacional desarrollaré una crítica a los mencionados argumentos del globalismo y a tres principios básicos del liberalismo nacionalista.

a) El principio de la soberanía absoluta de los Estados. En la argumentación del liberalismo nacio-nalista se establece que a la justicia internacional le concierne solamente la regulación normativa de las relaciones de poder entre los Estados. Esta re-gulación, formulada en la teoría clásica del derecho internacional, comprende los siguientes principios: a cada Estado particular le corresponde la tarea de asegurar los derechos humanos al interior de sus propias fronteras; cada Estado posee una soberanía ilimitada, la cual otorga a las entidades políticas esta-tales el derecho a la autodeterminación política y el derecho a la no-intromisión en los asuntos internos; entre los Estados no existe ni el deber de compartir su bienestar material con otros Estados, ni tampoco el deber de otorgarle residencia a los extranjeros. Los Estados más desarrollados tienen el deber de apoyar a los menos desarrollados en los términos de una política de solidaridad social, fundamentada en el deber moral positivo de ayuda en caso de necesi-dad. Así pues, para estructurar la regulación normati-va de las relaciones de poder entre los Estados no es necesario establecer un poder supraestatal.

Este modelo de sociedades absolutamente in-dependientes, como es supuesto en el liberalismo nacionalista, no corresponde, sin embargo, a la actual situación mundial, es más bien la expresión nostálgica de un pasado político, que al no recono-cer las exigencias de justicia determinadas por las transformaciones globales, sirve a la defensa ciega y unilateral de los intereses de los países más desa-rrollados. Si suponemos, siguiendo la argumentación de los globalistas, que cada una de las comunidades políticas del mundo construye sus proyectos econó-micos, sociales y políticos en términos de múltiples interdependencias y de relaciones de mutua depen-dencia, y que con las transformaciones producidas por la globalización económica, cultural, de las comunicaciones y ecológica, se ha diluido el senti-do de la diferencia entre una política interior y una política exterior, tenemos que considerar, entonces, la consecuencia que resulta de esto, a saber: las rela-ciones entre los Estados no pueden continuar siendo definidas normativamente por los principios de au-todeterminación política y de no intromisión en los asuntos internos, sino que requieren ajustarse a las exigencias de justicia distributiva. Sin embargo, plan-

tear las relaciones entre los Estados en el marco de las exigencias de justicia distributiva no quiere decir necesariamente que se requiera de la conformación de un Estado mundial. Pero esto no puede querer decir que las relaciones entre los Estados solamente admitan o el modelo de sociedades absolutamente independientes, como lo supone el liberalismo na-cionalista, o el modelo de un Estado mundial, como lo sostienen los globalistas. La posibilidad de un modelo transnacional de justicia distributiva que haga viable tanto la realización de las exigencias de justicia social a nivel interno como en las relaciones entre los Estados, es hoy la única alternativa fáctica y normati-va para enfrentar los problemas de justicia entre los Estados.

b) Los principios de la solidaridad humanitaria y de la prioridad de los derechos de cuidadanía. En la argumentación del liberalismo nacionalista, median-te la política de solidaridad humanitaria se establece que existen ciertas obligaciones de los Estados de asistir a otros Estados en situaciones de necesidad, pero que estas obligaciones tienen solamente el carácter de deberes positivos, es decir que éstas no deben entenderse como deberes de justicia distribu-tiva. Mediante la tesis de la prioridad de los derechos de ciudadanía se establece que el conjunto de dere-chos y libertades adquiridos legítimamente por los ciudadanos de un Estado no puede subordinarse a las aspiraciones redistributivas de bienes basadas en una concepción global de la justicia. El fundamento de esta argumentación radica en la comprensión de los derechos humanos en la que se apoya el liberalismo nacionalista, según la cual, los derechos humanos son solamente los derechos de libertad individual, como lo indicamos en §1,c.

Sin embargo, entender los derechos humanos de esta forma conduce al desconocimiento de mu-chos de los deberes implícitos en el ideal normativo planteado en el discurso de los derechos humanos. Según nuestra interpretación de la moral universal e igualitaria del respeto igual, los derechos humanos son los derechos que le corresponden a todo hom-bre en tanto hombre, los cuales tienen validez uni-versal con independencia de los contextos políticos particulares. La idea de que a todos los hombres les pertenecen una serie de derechos inalienables que deben poseer validez por encima de los órdenes de derecho positivo de cada comunidad, es una idea que tiene su origen en la tradición del humanismo cristiano, y que a través del derecho natural y el con-

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tractualismo liberal, ha servido para aclarar porqué al hombre le corresponden unos determinados dere-chos y cómo debe organizarse el Estado para poder realizar este conjunto de derechos. En el núcleo de la argumentación de la moral universal e igualitaria del respeto igual está la idea de que el hombre está dotado de unos derechos que lo protegen de in-tervenciones del Estado en su espacio de libertad y que a estos derechos negativos les corresponden los deberes del Estado de asegurar las condiciones para que el individuo no sea limitado en su autonomía de acción. Sin considerar aquí los problemas de las diferentes fundamentaciones de los derechos hu-manos, ni cuales derechos son comprendidos como fundamentales en cada interpretación, “hoy son entendidos en general, escribe Axel Honneth, como derechos humanos aquellas pretensiones a deter-minadas libertades y a determinados bienes que los seres humanos se reconocen recíprocamente para garantizarse entre sí una vida que corresponda a las condiciones necesarias de la dignidad y el respeto”.3

Los derechos humanos definen la pertenencia a la comunidad universal de los hombres, una comu-nidad, a la que a ningún hombre se le puede negar su pertenencia con buenas razones, es decir con ar-gumentos universales y recíprocos. La inviolabilidad normativa garantizada por los derechos fundamenta-les, así como también su función de ser instrumen-tos para el aseguramiento de pretensiones individua-les de derechos, pretensiones que no pueden ser re-chazadas con argumentos universales y recíprocos, se expresa en la necesidad de su formulación como derechos positivos, lo que presupone su realización al interior de un orden político particular. Esto quiere decir, que el primer destinatario político de las pre-tensiones de los derechos humanos es el Estado, y no los individuos como miembros de la comunidad universal de todos los hombres, como lo afirman los teóricos del globalismo.

Para aclarar este último punto es necesario te-matizar la relación entre la justificación moral y la justificación política de los derechos humanos, tal y como ésta ha sido desarrollada entre otros por Rawls, Habermas y Forst. En la moral universal e igualitaria del respeto igual, el mundo de la acción moral se conforma mediante la definición de los derechos fundamentales. Este mundo es expresión y resultado de las capacidades morales y de las experiencias de hombres autónomos y racionales, que han reconocido la necesidad de establecer unas

normas comunes para la humanidad con sus consi-guientes deberes y responsabilidades. La alternativa de la moral universal e igualitaria del respeto igual para la conformación de esas normas consistió en señalar, primero, que era necesario encontrar unos elementos mínimos para conseguir la cooperación social, segundo, que estos mínimos no podían tener como base una determinada concepción del bien co-mún, ya fuera metafísica o religiosa, y, tercero, que con ellos se debían establecer las condiciones para que cada uno realizara en su vida privada aquello que como ser libre y autónomo quisiera, siempre y cuando con sus acciones no perjudicara el ámbito de las libertades de los demás. Así, el mundo de la acción moral es la idea moral de una comunidad de ciudadanos que reconocen recíprocamente su posi-ción como personas, y en la cual cada uno trata al otro bajo la perspectiva de la dignidad y el respeto. La prioridad de la moral se debe a la naturaleza de su objeto, que consiste en la protección y asegura-miento de las condiciones básicas de la racionalidad humana, establecidas en la forma de los derechos humanos fundamentales o derechos morales. Su re-conocimiento representa por tanto la garantía de una noción mínima de justicia, sin la cual es imposible la construcción de un orden social justo. En este senti-do, “la justificación moral de los derechos humanos es, -en un sentido normativo y formal-, el núcleo de la justificación política”.4 La relación entre estos dos niveles expresa la idea fundamental de la moral uni-

La idea de que a todos los hombres les pertenecen una serie de derechos inalienables

que deben poseer validez por encima de los órdenes de derecho positivo de cada

comunidad, es una idea que tiene su origen en la tradición del humanismo cristiano, y que a

través del derecho natural y el contractualismo liberal, ha servido para aclarar porqué al

hombre le corresponden unos determinados derechos y cómo debe organizarse el Estado

para poder realizar este conjunto de derechos.

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versal e igualitaria del respeto igual: cómo convertir en real el ideal expresado en la justificación moral de los derechos humanos fundamentales.

Ahora bien, este es solamente uno de los elemen-tos contenidos en la moral universal e igualitaria del respeto igual, pues por varias razones no se puede pensar el problema de la construcción de un orden social justo interno sin un sistema de justicia cosmo-polita. Reiner Forst menciona en este sentido: 1) las situaciones condicionadas por el hecho de que un Estado viole sus deberes frente a los miembros de otros Estados, frente a otros Estados, y obtenga, así, ventajas de relaciones injustas con otros Estados. “La justicia en el interior no se puede establecer sobre la base de injusticia externa”.5 2) Y las situaciones condicionadas por el hecho de que un Estado pueda fracasar en conformar una estructura básica justa, en la medida en que factores externos imposibiliten la justicia interna, como por ejemplo, fracasos econó-micos determinados por el funcionamiento de los mercados, o fracasos en la posibilidad de realización de los derechos humanos condicionados por el apo-yo del sistema político internacional a regímenes dic-tatoriales y corruptos. En estos casos, “la justicia en el interior es imposibilitada por factores externos”.6

Según la moral universal e igualitaria del respeto igual los derechos humanos no sólo deben ser exi-gidos al interior de cada Estado, sino que también involucran obligaciones más allá de las propias fron-teras. No sólo en relación con sus propios derechos, sino también con los derechos de aquellos que no son miembros de su comunidad política, deben los ciudadanos de un Estado asumir su papel como per-sonas morales y como ciudadanos del mundo. Para determinar los deberes implícitos en el ideal norma-tivo de los derechos humanos, hay que diferenciar una serie de deberes que tienen ser reconocidos por los ciudadanos de un Estado en la medida en que asumen su papel como personas morales o ciudada-nos del mundo.

En este sentido, asumir como miembro de un Estado el papel de persona moral quiere decir que uno no solamente reconoce el deber de respetar los derechos fundamentales de los demás miembros de su comunidad política, sino que también acepta el deber de ayudar a los hombres de cualquier comu-nidad política cuando sus derechos fundamentales sean violados. Este deber significa que uno está dispuesto a participar en la creación de instituciones que garanticen de manera efectiva que tales violacio-

nes de los derechos humanos sean registradas, que se luche contra ellas y que se busque su limitación. En el caso de graves violaciones de los derechos humanos contra miembros de otras comunidades políticas, este deber significa asegurar a las víctimas de tales violaciones la posibilidad de encontrar segu-ridad en un Estado. “El derecho fundamental al asilo no es un derecho que un Estado le pueda garantizar a una persona según su discreción y posibilidades, es un derecho fundamental que no se puede negar con razones recíprocas y universales”.7 En el caso de los efectos negativos producidos por decisiones políticas, económicas o ecológicas que afecten los derechos e intereses de ciudadanos de otros Esta-dos, este deber significa, que uno está dispuesto a participar en la creación de instituciones que per-mitan la intervención de todos los afectados en los procesos de toma de decisiones políticas, económi-cas o ecológicas; y si los efectos negativos son una realidad irreversible, este deber significa, que uno está dispuesto a reconocer las obligaciones y res-ponsabilidades para hacer efectivas las reparaciones y compensaciones que sean necesarias. En el caso de la agresión de un Estado contra otro, este deber significa que uno está dispuesto a participar en la creación de instituciones y en el desarrollo de políti-cas que permitan alcanzar la paz. En las situaciones de pobreza, hambre, enfermedad, el deber de ayu-dar a los miembros de otras comunidades políticas significa que uno, como miembro de una comuni-

La idea fundamental para desarrollar una concepción de justicia distributiva

transnacional es: para considerar como injustas las instituciones económicas y

políticas constitutivas del orden actual de las relaciones internacionales no basta con

afirmar que existen profundas desigualdades entre los países más ricos y los más

pobres; es necesario identificar cómo esas desigualdades radicales manifiestan una

injusticia, de la cual son responsables los países más ricos y los actores mas influyente

del sistema económico mundial.

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dad política en la que sus ciudadanos disponen de recursos suficientes, acepta el deber de apoyar una política distributiva de los bienes que haga viable para todos los hombres poder vivir su vida de forma digna. Esta política puede concebirse como distribu-ción de los bienes sociales y justificarse a partir de considerar los derechos sociales como parte de los derechos fundamentales.

Si se analizan las características de estos deberes se puede apreciar que en el contexto internacional las obligaciones entre los Estados involucran deberes negativos, es decir, deberes de justicia distributiva. De este modo, frente a la argumentación de los liberales nacionalistas, según la cual, los derechos de los ciudadanos de un Estado particular tienen prioridad frente a las exigencias de justicia global, y las responsabilidades del Estado tienen solamente el carácter de deberes positivos, se puede mostrar, mediante la interpretación propuesta de los dere-chos humanos, que hay fundamentos para introducir la tesis de la responsabilidad negativa, a partir de la cual se puede establecer que los Estados deben por razones de justicia: 1) Compartir su bienestar material con otros Estados cuando hay graves si-tuaciones de pobreza en unos países y un bienestar económico suficiente en otros. 2) Contribuir a la creación de instituciones democráticas para el con-trol y la solución de problemas globales, a través de crear las condiciones para que cada Estado sea un participante en condiciones iguales en el sistema global económico y político, en el sentido de las pro-puestas de David Held; 3) Contribuir a la creación de instituciones redistributivas de bienes para hacer efectivas las reparaciones por daños producidos por decisiones políticas, económicas o ecológicas de los gobiernos de los países ricos y/o de las grandes empresas transnacionales, como la propuesta de un dividendo global de las materias primas de Thomas Pogge. 4) Contribuir a la creación del instrumentario internacional que haga posible darle a los derechos humanos el estatus de derechos positivos y que per-mita hacer efectivas las demandas, controles y san-ciones que resulten de las graves violaciones de los derechos humanos, en el sentido de la La Declara-ción Universal de los Derechos Humanos de la Asam-blea General de las Naciones Unidas de 1948. 5) Garantizar mediante el derecho fundamental al asilo las mínimas condiciones de seguridad a las víctimas de graves violaciones de los derechos humanos. En la medida en que se entiendan estos deberes entre

los Estados como deberes negativos se requiere, entonces, para estructurar la regulación normativa de las relaciones entre los Estados, desarrollar una concepción de justicia transnacional, definida a partir de estos puntos.

c) El principio de la responsabilidad positiva. Al establecerse en la argumentación del liberalismo na-cionalista que a la justicia internacional le concierne solamente la regulación normativa de las relaciones de poder entre los Estados, se pretende evitar la res-ponsabilidad de los países más desarrollados frente a la situación de los países subdesarrollados. Frente a la réplica de los globalistas, según la cual las des-igualdades y la pobreza en el mundo son producidas por instituciones económicas globales injustas, los liberales nacionalistas reaccionan atribuyendo esta responsabilidad a factores internos existentes en las respectivas sociedades subdesarrolladas. Unos y otros fallan en la especificación de los responsables y en la determinación de las injusticias producidas.

Para establecer las responsabilidades de los países más desarrollados no es suficiente, como lo hacen los globalistas, con afirmar que la causa de las gran-des desigualdades y de la pobreza en el mundo está determinada por el sistema económico mundial. Aunque esta afirmación pueda ser cierta, formulada de esta manera es vaga e imprecisa. En este sen-tido, como lo han propuesto Pogge y Forst, para establecer las responsabilidades de los países más desarrollados se requiere de la realización de un aná-lisis histórico de las formas específicas de injusticia que ha producido y produce el sistema económico y político mundial en cada una de las sociedades. En este tipo de análisis, necesario para desarrollar una concepción de justicia social que articule de manera

Para establecer las responsabilidades de los países más desarrollados no es

suficiente, como lo hacen los globalistas, con afirmar que la causa de las grandes

desigualdades y de la pobreza en el mundo está determinada por el sistema

económico mundial. Aunque esta afirmación pueda ser cierta, formulada de

esta manera es vaga e imprecisa.

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correcta los distintos contextos de justicia, el local y el global, se debe partir de especificar las experiencias de injusticia mediante un estudio de las formas de poder y dominio que se dan entre los Estados, entre los actores más importantes del sistema económico mundial y al interior de las organizaciones políticas de los países pobres.8

La idea fundamental para desarrollar una concep-ción de justicia distributiva transnacional es: para considerar como injustas las instituciones económicas y políticas constitutivas del orden actual de las relacio-nes internacionales no basta con afirmar que existen profundas desigualdades entre los países más ricos y los más pobres; es necesario identificar cómo esas desigualdades radicales manifiestan una injusticia, de la cual son responsables los países más ricos y los ac-tores mas influyente del sistema económico mundial. De la misma forma, en los contextos de las organi-zaciones políticas de los países pobres es necesario también mostrar cómo las desigualdades existentes manifiestan una injusticia, de la cual son responsables los grupos más poderosos de estos países. Dicho de otra forma, la mera afirmación de que el poderoso crecimiento de la pobreza a nivel mundial constituye un desafío moral de nuestro tiempo no es suficiente. Así, escribe Pogge, “si nosotros no somos responsa-bles de que exista esa situación, por qué tenemos que contribuir para transformarla.”9

En los casos de pobreza radical en algunas regiones del mundo y de los efectos negativos producidos por decisiones políticas, económicas o ecológicas de los gobiernos de los países ricos y/o de las grandes em-presas transnacionales, hablamos de una responsabi-lidad negativa, en el sentido propuesto por Pogge. La idea de una responsabilidad negativa implica demos-trar que las situaciones de pobreza y desigualdad ra-dical constituyen un problema de justicia económica, porque son resultado de la imposición por parte de las naciones más poderosas sobre las más débiles, de una determinada forma de funcionamiento de las instituciones económicas y políticas a nivel global, la cual ha producido a lo largo del proceso histórico de modernización una situación asimétrica. “Los pobres de este mundo no son simplemente pobres y ham-brientos, sino que son empobrecidos y conducidos al hambre por nuestras instituciones comunes, las cuales determinan sus vidas”.10

De este modo, para establecer la responsabilidad que los países más desarrollados tienen en la imple-mentación de estas políticas es necesario demostrar

que hay una relación causal que vincula las situacio-nes de pobreza existentes en muchas regiones del mundo con el beneficio que han obtenido los países más ricos, los actores determinantes del sistema económico mundial y los grupos más poderosos al interior de las organizaciones políticas de los países pobres. Pogge muestra la existencia de esta relación causal mediante la justificación de tres planteamien-tos.11 El primero afirma que la desigualdad existente en el mundo es el efecto de instituciones comunes, particularmente, el mercado, que con la creciente globalización ha generado una mayor desigualdad. Para justificar este planteamiento Pogge demuestra que el sistema del mercado genera ventajas para unas personas y desventajas para otras; que este sistema podría organizarse de una forma distinta de tal manera que la distribución de los beneficios no produjera un aumento de las desigualdades; y que las desigualdades que produce no pueden atribuirse a factores extrasociales como limitaciones genéticas o catástrofes naturales. El segundo afirma que en el mundo actual se produce una apropiación abso-lutamente desigual de las riquezas del subsuelo y de otras materias primas del planeta. Para justificar este planteamiento Pogge muestra que las personas con mayores recursos económicos usan una parte proporcionalmente mucho mayor de los recursos naturales disponibles, y lo hacen de manera unilate-ral sin compensar de ninguna forma a los pobres por esa apropiación. El tercero afirma que la desigualdad radical existente en el mundo es el resultado de un proceso histórico atravesado por una masiva violen-cia. Para justificar este planteamiento Pogge afirma que no se trata de reparaciones históricas. La idea es que no se deben permitir diferencias tan grandes determinadas por la posición social de las personas, cuando tener esa posición depende de procesos his-tóricos en los que la violación de las reglas y princi-pios morales y jurídicos fue lo más corriente.

Mediante la articulación de estos tres plantea-mientos se demuestra, entonces, que el actual orden mundial es injusto y que los países más desarrollados y los ciudadanos del mundo con mayor bienestar, tanto de los países ricos como de los pobres, están directamente involucrados en la creación y el mantenimiento de la pobreza a nivel mundial. La pobreza y la desigualdad radical no son pues fenómenos distantes con los cuales los países más desarrollados y sus ciudadanos más favorecidos no tengan nada que ver. Por el con-

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trario, los países más desarrollados están impli-cados en el destino de la población de los países pobres en la medida en que 1) los han obligado a la pertenencia a un orden mundial en el que se produce regularmente pobreza; 2) han contribui-do a excluirlos del usufructo de materias primas, 3) han defendido una desigualdad radical que es resultado de un proceso histórico atravesado por violencia. A partir de considerar esta implicación tienen, entonces, los países más desarrollados y los ciudadanos del mundo con mayor bienestar, la responsabilidad “negativa” y el deber de no con-tribuir al mantenimiento del orden actual, obtener provecho de él y en participar en propuestas para cambiarlo.12 El planteamiento de Pogge de un divi-dendo global de las materias primas es una propues-ta de justicia redistributiva de bienes a nivel mundial para hacer efectivas las reparaciones por los daños producidos por el sistema económico mundial. Ésta puede entenderse como parte del programa normati-vo para desarrollar la estructura básica de un sistema de justicia cosmopolita, que permita que los miem-bros de las sociedades empobrecidas por las formas de dominación impuestas por el sistema económico y político global, puedan obtener los recursos que son necesarios para la construcción de un orden de-mocrático y justo en sus respectivos Estados.

§ 4.- ConclusiónEn este ensayo hemos examinado algunos de los

argumentos de las concepciones globalistas y libera-les nacionalistas en torno al problema de sí se puede extender el campo de aplicación de los principios liberales de justicia del contexto nacional al contexto global. El objetivo de la reconstrucción de esta dis-cusión ha sido mostrar las debilidades de estos dos planteamientos para proponer una concepción de la política en el contexto internacional que permita dar cuenta de los problemas fundamentales de nuestras sociedades, condicionados por la desigualdad radical y la pobreza. Mediante la realización de una crítica a los principios básicos del liberalismo nacionalista y de una crítica a argumentos centrales del globalismo hemos planteado algunos elementos para la formu-lación de una concepción de justicia transnacional, basada en una radicalización del ideal normativo del deber de asistencia, definido aquí como un deber negativo. Mediante la interpretación propuesta de los derechos humanos mostramos que la regulación

NOTAS

1 Wolfgang Kersting, Recht, Gerechtigkeit und demokratische Tugend, Suhrkamp, Frankfurt am Main,1997, p. 292 ss.

2 Charles R. Beitz, Political Theorie and International Relations, Op.cit., 125 ss. Thomas Pogge, World Poverty and Humans Rights, Op.cit., p 112 ss, 199 ss.

3 Véase: Axel Honneth, “Universalismus als moralische Falle? Bedingungen und Grenzen einer Politik der Menschenrechte”, en: Axel Honneth, Das Andere der Gerechtigkeit. Aufsäatze zur praktischen Philosophie, Suhrkamp, Frankfurt am Main, 2000. p. 268 ss.

4 Reiner Forst, “Das Grundlegende Recht auf Rechtfertigung”. Op. cit., 90.

5 Reiner Forst, “Zu einer kritischen Theorie transnationaler Gerechtigkeit”, en: Gerechtigkeit und Politik. Philosophische Perspektiven, Schmücker R., Steinvorth U., (Editores) Akademie Verlag, 2002, p. 229.

6 Reiner Forst, “Zu einer kritischen Theorie transnationaler Gerechtigkeit”, Op. cit. p. 230.

7 Reiner Forst, “Das Grundlegende Recht auf Rechtfertigung”. Op. cit., 100.

8 Reiner Forst, “Zu einer kritischen Theorie transnationaler Gerechtigkeit”, en: Gerechtigkeit und Politik. Philosophische Perspektiven, Schmücker R., Steinvorth U., (Editores) Akademie Verlag, 2002, p. 220 ss. Thomas Pogge, World Poverty and Humans Rights, Op.cit. p. 112 ss.

9 Thomas Pogge, “Eradicating Sistemic Poverty: Brief for a Global Resources Dividend”, ”, Op.cit. 198.

10 Thomas Pogge, “Eradicating Sistemic Poverty: Brief for a Global Resources Dividend”, Op.cit. 201.

11 Véase: Thomas Pogge, “Eradicating Sistemic Poverty: Brief for a Global Resources Dividend”, Op.cit. 199 ss.

12 Thomas Pogge, “Eradicating Sistemic Poverty: Brief for a Global Resources Dividend”, Op.cit. 210.

normativa de las relaciones entre los Estados debe hacerse a partir de la tesis de que los Estados tienen entre sí deberes de justicia distributiva. Esta afirma-ción y el argumento que demuestra las responsa-bilidades de los países más desarrollados frente a los países subdesarrollados, nos permite concluir diciendo que una concepción de la política en el contexto internacional sólo es posible hoy a partir de la construcción de una estructura básica de justicia transnacional.

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El término populista, nacido para de-signar, por parte de algunas corrientes de la sociolo-gía política, a gobiernos como los de Getulio (1) y de Perón (2) , ha sido retomado, en el marco del discur-so neoliberal, para designar a las políticas considera-das “irresponsables”, “aventureras”, “inflacionarias”, que promueven concesiones sociales incompatibles con las leyes de hierro del ajuste fiscal. Serían con-cesiones ficticias, que terminarían produciendo un efecto contrario: la inflación corroería el poder ad-quisitivo de los salarios reajustados, el desequilibrio fiscal llevaría a las crisis financieras que frenarían el crecimiento económico, elevaría los impuestos, au-mentaría los gastos estatales, inhibiría la capacidad de inversión, etc. etc. Ya no me alargo, porque los que aún tienen paciencia de leer las columnas económicas

El populismo: su más completa traducción

y de escuchar a los entrevistados en los programas económicos de los medios de información, lo cono-cen de memoria.

Uno de los más promocionados escritores neo-liberales de América Latina, el mexicano Enrique Krauze –protagonista recientemente de una entre-vista reproducida por toda la prensa occidental, junto con Vargas Llosa, en la que se denuncia la po-lítica externa del nuevo primer ministro español José Luis Rodríguez Zapatero, nostálgicos de José Maria Aznar–, escribió un artículo para el periódico español El País, denominado “Decálogo del populismo ibe-roamericano”, en el que resume los puntos de vista de esa corriente.

Considera que el problema original del populismo es su raíz, proveniente de la detestada y descalifica-da palabra pueblo, que él llama, de forma irónica, “palabra mágica”. Pero la preocupación ahora no es con Perón, ni con el peronismo o con Getulio, sino con el “populista posmoderno” Hugo Chávez y su “socialismo del siglo XXI”.

Krauze resume en diez puntos lo que serían los rasgos específicos del “populismo”. En primer lugar, exaltaría al “líder carismático”, un líder providencial que se propone resolver de una vez por todas los problemas del pueblo. Ese líder usaría y abusaría de la palabra, apoderándose de ella, “como intérprete supremo de la verdad general y también de la agen-cia de noticias del pueblo”, “iluminando su camino”. No contento con eso, “el populismo

fabrica la verdad”, abominando la “libertad de expresión”.

Servicio Informativo «Alai-amlatina»

Agencia Latinoamericana de Informacion - ALAI

[email protected]

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Los fondos públicos serían utilizados de forma “discrecional” por los populistas, sin “paciencia con las sutilezas de la economía y de las finanzas”. Para él, todo gasto sería inversión. No contento con eso, el populista cometería el mayor de los pecados: “dis-tribuye directamente la riqueza”. Paralelamente, “in-centiva el odio de clases”, “hostilizando a los ricos”, movilizando permanentemente a los grupos sociales, convocando y organizando a las masas, valiéndose de la plaza pública como escenario privilegiado. Además de eso, el populismo fustiga al “enemigo externo”, como chivo expiatorio, desprecia el orden legal y, como si eso no bastara, “mina, domina y, en última instancia, domestica o cancela las institucio-nes de la democracia liberal”.

Como todo texto liberal, este es ambiguo, con-tradictorio, dice lo que no es, escondiendo lo que realmente significa. En el caso del populismo, bus-quemos la traducción de lo que Krauze afirma. En primer lugar, diabolizar un concepto que tiene su origen en la palabra pueblo, ya habla suficientemen-te del odio al pueblo consagrado por el liberalismo. En nuestro continente, en particular, el liberalismo fue reiteradamente instrumentalizado a favor del pensamiento conservador. Finalmente fueron las ideas “liberales” las que trabajaron para preparar en Brasil el clima del golpe militar de 1964: el mayor atentado a la democracia, a la libertad y a los de-rechos, colectivos e individuales. Es decir, el mayor atentado contra los intereses del pueblo.

Este decálogo es una radiografía de cuerpo en-tero del cinismo liberal. ¿A qué se refieren, cuando hablan de la “exaltación del líder carismático”? Al pánico que tienen por el surgimiento de líderes populares, de dirigentes que unifiquen al pueblo, que traduzcan en proyecto político las necesidades populares. Quieren mantener al pueblo fragmenta-do, sometido, de forma inerte, a la influencia de su infernal máquina mediática, a las condiciones em-brutecedoras de explotación. Necesitan que el pue-blo permanezca distante de la política, que delegue ésta a los “políticos” profesionales, que gobiernan la sociedad en nombre de los intereses dominantes.

Incomoda que los líderes “populistas” se apropien de las palabras. El orden capitalista requiere el silen-cio de los discursos alternativos, requiere que todos los que se manifiesten, lo hagan dentro del universo de sus discursos, en sus términos y sus alternativas, es decir, dentro del sistema de poder que dirigen.

Incomoda que esos líderes expresen las palabras,

los intereses y los sentimientos de los que fueron condenados al silencio por esos sistemas de mono-polio de la palabra.

Esas palabras producen una verdad, que es criti-cada por ser “fabricada”. Y las verdades del sistema de poder actual, ¿no son gigantescamente fabrica-das, al punto que Noam Chomsky acuñó el término “consenso fabricado”, para expresarlas? Sus verda-des –las del “mercado”– son “naturales”, las que se contraponen a ellas, son fabricadas. Toda verdad es construida: la diferencia está entre las que lo son de-mocráticamente, representando a los de abajo y las que son fabricadas desde las cúpulas del poder.

¿Uso discrecional de los fondos públicos? ¿Re-partición de la riqueza? Significan: redistribución de renta, prioridad de lo social, oponiéndose a la priori-dad del ajuste fiscal y a los intereses del gran capital. ¿Moviliza permanentemente a los grupos sociales? ¿Alienta el odio de clases? ¿Diagnostica las causas de la miseria y propone acciones de combate a las de sus mayores víctimas? ¿Fustiga al enemigo exte-rior? Apunta hacia la explotación por los capitales in-ternacionales y los gobiernos que los defienden –los globalizadores– de los países del sur del mundo: los globalizados.

Desprecia el orden legal, debilita la democracia liberal. Traducción: coloca la justicia por encima de las expresiones legales de un orden social injusto, identifica democracia con gobierno del pueblo y no como su expresión limitada en el liberalismo.

En la era neoliberal, la palabra populismo sirve para intentar descalificar la prioridad de lo social: eje de la alternativa posneoliberal.

NOTAS

(1) Getulio Vargas, gobernó Brasil de 1930 a 1945 y de 1951 a 1954, año en que se suicidó.

(2) Juan Domingo Perón, general y político argentino, fue electo presidente de la República en 1946 y derrocado en 1955. Tras 18 años de exilio, regresó a Argentina y fue electo nuevamente presidente en 1973. Falleció en 1974, asumiendo el poder su tercera esposa, María Estela Martínez.

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Venezuela en América LatinaMás allá del libre comercio

PorRaúl Zibechi

Analista<[email protected]>

La importancia de Venezuela en la región es doble: como motor de una integración regional no alineada con Washington, y por lo tanto diferente al libre comercio, y como ejemplo de que es posible encarar políticas para salir del neoliberalismo.

La “diplomacia petrolera” encabezada por el presi-dente Hugo Chávez se está convirtiendo en una po-derosa baza de integración regional, desplazando con acuerdos contantes y sonantes los lentos pasos del MER-COSUR y de la Comunidad Andina de Naciones (CAN).

El quinto productor mundial de crudo consiguió reacti-var primero la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), establecer luego alianzas estratégicas con algunos importantes productores mundiales (en marzo selló un amplio acuerdo de cooperación econó-mica y técnica con Irán), y avanzar en el establecimiento de sólidos acuerdos bilaterales con los más importantes países sudamericanos, a la vez que está creando redes regionales de vasto alcance.

La red de acuerdos regionales va por delante incluso de la Alianza Bolivariana de las Américas (ALBA), la iniciativa alternativa al ALCA, que deja fuera a Estados Unidos y se propone articular las relaciones Sur-Sur a escala continental.

Entre la auténtica catarata de iniciativas que parten de Caracas deben consignarse los acuerdos firma-dos con Brasil y Argentina a comienzos de este año, que incluyen la creación de una empresa petrolera regional, Petroamérica, independiente de los grandes monopolios trasnacionales, de la que Venezuela es el verdadero motor. En la IV Cumbre de la Deuda Social, celebrada en Caracas del 24 al 26 de febrero de este año, Chávez propuso que la OEA se dote de una Car-ta Social que acompañe a la Carta Democrática adop-tada en 2001 a instancias de Washington.

Durante el evento, en el que el mandatario defendió el socialismo, revivió su propuesta de crear un club de paí-ses deudores porque “cada quien maneja el problema en forma individual y no nos ponemos de acuerdo”. Propuso trabajar para que se destine a un fondo especial de desa-rrollo al menos el 50 por ciento de los 270 mil millones

La «diplomacia petrolera» encabezada por el presidente Hugo

Chávez se está convirtiendo en una poderosa baza de integración

regional, desplazando con acuerdos contantes y sonantes los lentos pasos del MERCOSUR y de la Comunidad Andina de Naciones

(CAN).

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de dólares que el Sur paga cada año por intereses de su deuda. Se trata de iniciativas cada vez mejor recibidas por los gobiernos de la región, sobre todo pequeños países como los caribeños que tienen escaso peso en el escena-rio mundial y cuyos reclamos nadie atiende.

Integración petroleraLa Cumbre Energética del Caribe, celebrada a fi-

nes de junio en Venezuela, registró la participación de 15 naciones de la región, incluyendo a Cuba. El país de Chávez ya viene suministrando petróleo a bajo costo y en condiciones preferenciales a varias naciones caribeñas desde el acuerdo energético entre Caracas y México en 1980. En la cumbre se creó Petrocaribe, que pretende dar un paso más y ser “una organización coordinadora y gestora de la producción, transporte y suministro de petróleo en el arco caribeño”, según señaló Chávez en el evento.

Se trata de una alianza regional vertebrada a partir del petróleo, que comprende un fondo de cooperación e inversiones en el que Venezuela colocó de inmediato 50 millones de dólares. La estatal venezolana PDVSA creó una filial, PDV-Caribe, que llevará el crudo a los destinata-rios en sus propios barcos y sólo cobrará el costo del flete, sin utilidades, y con financiamiento blando en 15 años.

Más aún: además de reducir el costo del petróleo, la porción que se paga al contado, y que en el merca-do internacional se debe abonar a los 30 días, Caracas otorga hasta tres meses y acepta el pago con bienes y servicios de los países que integran la alianza.

No se trata sólo de “una jugada diplomática muy hábil de Chávez”, como consigna un cable de la agen-cia IPS, en virtud de que el Caribe siempre fue una suerte de Mare Nostrum para la Casa Blanca, sino que es una muestra de que el petróleo puede ser usado en sentido inverso a como lo vienen haciendo las gran-des potencias y las multinacionales. De mecanismo de expoliación y empobrecimiento, pasa a ser un me-dio de defensa de la soberanía y, en no pocos casos, un verdadero alivio para economías asfixiadas.

Aislar a BushEl mismo mes en que se creó Petrocaribe, Caracas

propuso en la cumbre del MERCOSUR un “anillo energético” sudamericano que incluyese la construc-ción de un gasoducto desde los yacimientos gasíferos del noroeste venezolano hasta el Río de la Plata. Y a mediados de julio, en el marco del XVI Consejo Presidencial Andino, en Lima, estableció un nuevo

“acuerdo estratégico” entre los entes petroleros esta-tales de los cinco países de la CAN (Bolivia, Colombia, Ecuador, Perú y Venezuela) que supone la creación de Petroandina. Se trata de “impulsar la interconexión eléctrica y gasífera, la provisión mutua de recursos energéticos y la inversión conjunta en proyectos”.

En esta ocasión, Venezuela también puso 50 millones de dólares para un fondo social humanitario del que se beneficiarán los otros cuatro países firmantes del acuer-do, y ventajas adicionales como las que recibirán los países caribeños. Así las cosas, Venezuela ha establecido acuerdos con el MERCOSUR a través de Petroamérica, con el Caribe (Petrocaribe) y finalmente con la región an-dina (Petroandina), cerrando de ese modo el círculo de la diplomacia petrolera. No debe olvidarse que tres paí-ses del CAN están discutiendo la firma de un tratado de libre comercio con Washington que levanta serias polé-micas internas, mientras Centroamérica ya firmó su pro-pio tratado (CAFTA por sus siglas en inglés), que supone acuerdos asimétricos que benefician a la superpotencia. Por el contrario, los acuerdos con Venezuela muestran la contracara del libre comercio: la posibilidad real de que se establezcan convenios en beneficio mutuo, en el que los pequeños países salgan beneficiados y dejen de ser expoliados en nombre del mercado libre.

Un paso másLa diplomacia boliviariana muestra otro talante y

otros objetivos que, por ejemplo, la brasileña. Petrobras, la empresa estatal petrolera norteña, se comporta en Ecuador igual o peor que las grandes multinacionales del sector, según denuncia la agencia Carta Maior, que no duda en utilizar el término “imperialismo brasileño” para definir la actitud de esa empresa y, también, del es-tatal Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social. Según la agencia, estas empresas “han demostrado vora-cidad por financiar, construir y explotar megaproyectos en países sudamericanos, ocupando espacios ricos en recursos naturales, en sistemas ecológicos sensibles, y con evidente importancia geopolítica”, con la excusa de la integración regional. En paralelo, esas empresas “se aprovechan de legislaciones ambientales menos restric-tivas y de la evidente asimetría de escala entre la econo-mía de Brasil y la de sus vecinos para conseguir la prima-cía en grandes proyectos de infraestructura”. En suma, el reino del libre comercio. En un clima internacional de este tipo, no puede llamar la atención que la Venezuela bolivariana se haya convertido en un punto de referencia para los empobrecidos pueblos de la región.

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Re-pensando la Universidad para el siglo XXIUna cultura de (alta) calidad en todas sus actividades es por lo tanto un requisito para cualquier universidad.

Por Hans Van Gingek*

* Sub-Secretario General de las Naciones Unidas.

Rector Universidad de las Naciones Unidas

53-70, Jingumae 5-chomeShibuya-ku, Tokyo 150-8925

JapanTel (03) 3499-2811Fax (03) 3499-2828

E-mail [email protected]

IntroducciónFue de hecho hace diez años que fui invitado por

primera vez para pensar y hablar sobre la universidad en el siglo XXI. La invitación se hizo por parte de un comité/panel de alto nivel en el Reino Unido, uniendo la academia y la industria. Mi conferencia fue una de una serie de seis dictadas en el Royal Society de Lon-dres. Fui invitado para tratar nuestro tema desde una perspectiva “continental” europea.

Para estar preparado, escogí como título “La Univer-sidad del 2050: la organización de la creatividad y la innovación”. Este título era deliberadamente ambiguo. Lo podríamos ver simplemente como una pregunta: ¿Cómo van a ser la creatividad y la innovación organi-zadas en el siglo XXI? Pero hay otro significado: ¿Conti-nuarán las universidades en este siglo XXI siendo orga-nizaciones de creatividad e innovación por excelencia?

Esta pregunta, por supuesto, implica la suposición de que las universidades sobre la base de su significati-va combinación de docencia e investigación, así como de su sólido uso de la libertad académica en todas sus actividades científicas, en verdad son, ahora, esos cen-tros de creatividad e innovación. Esta pregunta también implica que tal condición no es “un hecho” o que se da naturalmente. Deber ser merecida y llega sólo acompa-ñada de un desempeño excelente. Una cultura de (alta) calidad en todas sus actividades es por lo tanto un re-quisito para cualquier universidad.

Una parte de este concepto de calidad es la rele-vancia: relevancia de las actividades de la universidad hacia la sociedad que la respalda y le otorga su liber-tad académica así como su autonomía institucional. Después de todo, la autonomía universitaria y la liber-tad académica han sido otorgadas a las universidades para poder contribuir de manera realmente innovado-ra a la sociedad futura, para el mejor beneficio e inte-rés de la sociedad. Las sociedades que han olvidado esta verdad fundamental sobre las universidades han sufrido finalmente un deterioro. Las universidades que han olvidado su parte del trato, también.

En 1994, centré mis observaciones en dos proce-sos íntimamente interrelacionados, a saber, la “esca-lada” de la sociedad de un lado y el desarrollo de la sociedad del conocimiento intensivo en el otro. Los

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efectos y consecuencias de estos procesos intensos e intensificadores aún los considero cruciales para el futuro de las universidades y los sistemas univer-sitarios. Hoy sin embargo, seguramente incorpora-ríamos la “escalada” de la sociedad bajo el amplio denominador de la globalización, lo cual necesita una explicación que más tarde daré. Hoy también se ha vuelto muy claro que la sociedad del conocimien-to intensivo significa mucho más que conocimiento-economía a lo que muchos, muy frecuentemente, reducen el segundo proceso.

El comentario más importante para hacer, sin em-bargo, es que en el transcurso de la última década la importancia creciente de la ética y los valores, de la entrega y del compromiso, se ha vuelto claramente visible como el tercer proceso que moldeará el futu-ro de las universidades y los sistemas universitarios. Los conceptos básicos en el trabajo de universidades más individualizadas y emprendedoras que están tomando forma bajo la influencia de los tres proce-sos mencionados, seguramente serán: complejidad (y cambios sutiles) diversidad y sostenibilidad. En mi plenaria , trataré de explicar e ilustrar estas ideas.

Nuestro Mundo: Condición, PerspectivaVivimos en una época de profundo cambio, en un

mundo crecientemente interconectado. El rápido desarrollo de sistemas mejorados de comunicación y trasporte ha cambiado nuestro mundo de una compleja y a veces caótica colcha de territorios y fronteras a un sistema jerárquico de nodos y canales. La frecuencia y el volumen del intercambio de bienes y la movilidad de personas, dinero e ideas han crea-do una situación en la cual nadie puede permitirse vivir en aislamiento. Nuestro mundo se vuelve cada vez más globalizado y basado en el conocimiento. Nuestra sociedad se está volviendo más compleja y heterogénea, formada por individuos caracterizados por un conjunto fascinante de múltiples identidades. Estamos todos juntos en una carrera insostenible, usando tanto de los recursos de nuestro planeta, que el futuro de las generaciones más jóvenes peligra.

Estos cambios son tanto para bien como para mal. Los positivos pueden ser también negativos. Cuando el terrorismo internacional puede golpear desde una gran distancia, también el bien puede hacerse desde una gran distancia. Juntos podemos tomar la decisión de contribuir a una mejor vida y un mundo más seguro para todos…ahora, y para nuestros nietos y sus hijos. Cuando vivimos en una sociedad rica no podemos ignorar la pobreza, ya sea en nuestra propia sociedad o

en los países golpeados por la pobreza. Ya no podemos ignorar las interconexiones entre globalización, comer-cio, pobreza, desarrollo y medio ambiente. De eso es de lo que hablan la complejidad, diversidad y sosteni-bilidad: Entender toda la compleja y diversa realidad y actuar de formas informadas y adecuadas. Allí es cuan-do entra en juego la educación: estar conscientes de nuestras responsabilidades individuales para contribuir, tomar decisiones responsables, respetar otras perso-nas, la naturaleza y la diversidad.

De hecho, este cambio ya ha sido puesto en mar-cha por más de medio siglo. La idea de este cambio se manifestó a sí misma a través del arte, como puede percibirse en la pintura de Salvador Dalí titulada El niño presencia el nacimiento del nuevo hombre, que data de 1943. En esta pintura el “nuevo hombre” es representado como viniendo de Norte América, lo cual no debería sorprender dado el periodo en el cual fue pintado. En él una nueva sociedad puede ser vista creciendo alrededor de todo el mundo. El profundo cambio que hemos experimentado en el siglo XX, sin embargo, ha cambiado desde el principio del siglo XXI en carácter. Existe una preocupación creciente sobre el futuro de nuestro mundo. El final de los 80’s y prin-cipio de los 90’s del siglo pasado fueron una época de gran esperanza con cambios territoriales como la caí-da del Muro de Berlín y el final del Apartheid. Desde entonces, sin embargo, nuestra situación se ha vuelto crecientemente más oscura.

Extendidos a nivel mundial, el terrorismo interna-cional, las perspectivas económicas desoladoras y la creciente frustración con los resultados de la globali-zación, en particular en los países menos desarrolla-dos, son las raíces de esta creciente preocupación. La guerra contra el terrorismo y la guerra en Afganis-tán, Irak y el Medio Oriente son una causa diaria de profunda preocupación, dividiendo nuestro mundo. Pero también fuera de esta región llena de proble-mas, estamos confrontados con problemas mayores que requieren nuestra atención inmediata.

A pesar de una mejora en los años recientes, sa-bemos que los ingresos reales per capita en África están actualmente en un 10 % por debajo de los niveles de 1980. El desempeño de crecimiento pro-yectado para el continente es apenas por encima de 3% al año, escasamente lo suficiente para sostener el crecimiento de la población. La implicación es que la pobreza extendida continuará siendo la ruina del continente en el futuro previsible. Esta posibilidad ha sido exacerbada por la epidemia del SIDA, la cual–sin un incremento dramático en esfuerzos por combatirla– podría tomar unos 68 millones de vidas

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adicionales para el año 2020, cincuenta y cinco mi-llones de ellos en África solamente. Contra este pa-norama parece improbable que África pueda lograr minimizar a la mitad la pobreza para el 2015, como fue pedido en las Metas para el Desarrollo del Mile-nio (MDM), las cuales fueron acordadas de manera unánime por todos los jefes de Estado en la Cumbre del Milenio de las Naciones Unidas. El desarrollo sostenible, como fue claramente mostrado durante la Cumbre Mundial sobre el Desarrollo Sostenible en Johannesburgo ( 24 de agosto – 4 de septiembre, 2002) encuentra que el apoyo extendido es la meta a alcanzar; sin embargo, convertir “las palabras en acciones” es difícil aún y requiere una perspectiva a largo plazo y mucha energía y creatividad.

El Secretario General de las Naciones Unidas, Kofi Annan, por ende, ha hecho grandes solicitudes para hacer que la “globalización beneficie a todos”, y la UNESCO designó el año 2002 como su año para "la globalización con una cara humana". Desde entonces, la UNESCO y la ONU se han comprometido en un programa a largo plazo para este asunto. También la OIT (Organización Internacional del Trabajo) tomó la iniciativa, lo cual llevó a pedir el informe “Una glo-balización justa: Creando oportunidades oara todos”. Está claro que toda la educación, pero en particular la educación superior, tienen que jugar un papel pro-tagónico. La educación superior, en particular, por su papel importante en la capacitación de los profesores, y en el desarrollo y actualización permanente de los currículos de la escuela. Además, por su papel en la formación de doctores y la organización y provisión de los servicios de salud, su papel en la provisión de expertos y apoyo para el sistema legal, la administra-ción, los negocios y la industria. Adicional a esto, la educación superior tiene un papel crucial que jugar en el sostenimiento y posterior desarrollo de la base intelectual y cultural de la sociedad, ayudando a pre-servar la identidad cultural y a dar inspiración y orgu-llo justificado a los ciudadanos en los logros a lo largo del tiempo, de su propia sociedad, ya sea en países desarrollados o en vías de desarrollo.

Sin embargo: ¿Cómo es la educación superior en sí misma impactada por la globalización? ¿Cómo puede la educación superior optimizar su desempeño en servir a la sociedad en nuestra era de la globaliza-ción? ¿Qué significa realmente la globalización para la educación superior? ¿Qué estrategias puede seguir la educación superior para contribuir al desarrollo soste-nible de toda la humanidad en nuestra era de globali-zación? Hoy quisiera poner en claro primero algunos aspectos principales de la globalización antes de cen-trarme en las oportunidades y retos para le educación

superior que resultan de la globalización y algunas de las estrategias posibles para que la educación supe-rior alcance sus metas de una mejor manera bajo las condiciones de la globalización, particularmente con respecto a la educación para un desarrollo sostenible.

Dimensiones de la GlobalizaciónLa globalización se ha convertido de manera cre-

ciente en un concepto complejo. Es importante, sin embargo, darse cuenta que no es un nuevo proceso. A veces parece como si muchos estuvieran comple-tamente sorprendidos y como si la globalización sólo hubiera existido alrededor de los últimos 10 años, y por supuesto, éste no es el caso. En la pintura de Vincent van Gogh, por ejemplo, conocida en francés como La courtisane (La cortesana), es muy claro que ésta representa a una geisha. La courtisane data de 1887, lo cual indica que en ese tiempo ya existían muchas influencias de alrededor del mundo ha-ciéndose sentir en Europa. En realidad, no es difícil ilustrar también –aún desde mucho más temprano– influencias europeas alrededor del mundo. A pesar de estas influencias tempranas, la pregunta es, sin embargo, si la globalización que experimentamos ahora, representa o no, algo diferente. Pareciera que hay una tremenda diferencia tanto en la escala y el ritmo del proceso de globalización. La diferencia principal es que los impactos de la globalización es-tán siendo sentidos simultáneamente en lugares del mundo entero. Es la simultaneidad –combinada con la velocidad– lo que diferencia la globalización tal y como la conocemos de las influencias extranjeras de periodos anteriores. La información moderna y las tecnologías de las comunicaciones son la clave del rápido y profundo cambio. En el pasado, el intercam-bio de ideas requería nuestro desplazamiento físico propiamente dicho, y esto sólo se podía alcanzar en un solo lugar en un solo tiempo. Por el contrario, ahora podemos interactuar con muchas personas di-ferentes en muchos lugares diferentes alrededor del mundo al mismo tiempo.

Obviamente, uno de los mayores errores cometi-dos hoy, cuando se discute la globalización es el uso de la palabra como tal. Todo lo que es bueno y todo lo que es malo está unido a un concepto, lo cual en consecuencia confunde su significado, y resulta en su uso en cualquier contexto particular, de acuerdo a los deseos y objetivos de quien lo usa. En este senti-do, tratar de lidiar con el concepto de globalización se convierte un tanto semejante a una escaramuza con una sombra. El concepto se ha convertido com-pletamente evasivo y muy difícil de comprender. Una manera de entender el término más coheren-

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temente es mirar al carácter multidimensional de la globalización, o en otras palabras, es separarlo en sus elementos constituyentes. Una de dichas dimen-siones de la globalización es lo geográfico. Se basa en el lugar y la distancia, en las características de las cualidades de los lugares, en el sitio y la situación. Con frecuencia se relaciona con exploración, descu-brimiento y colonización: procesos con los cuales estamos relacionados a partir de la historia, pero también a la migración y el desplazamiento, cambios de población y urbanización, la teoría de la ubicación y el balance regional de personas, empleo, vivienda, provisiones, etc. Otras dimensiones importantes de la globalización son lo económico, lo cultural, lo social y lo político. En discusiones sobre la globa-lización cada una de estas dimensiones puede ser puesta como prioritaria, ya sea individualmente o en combinación con una o con las demás dimen-siones. Más comúnmente de lo que se quisiera, sin embargo, la dimensión económica recibe la mayor importancia. Por ende, no es necesario tratar aquí de manera extensiva esta dimensión de nuevo.

El principal elemento en la dimensión geográfica de la globalización es de hecho el acortamiento de las distancias. Todo el concepto de distancia ha cam-biado de naturaleza con el tiempo, como ha sido cla-ramente explicado por F. Braudel, un gran exponente de la escuela francesa de historiadores y científicos económicos en, "Los Annales". En su magnífico libro sobre el mundo mediterráneo en tiempos de Felipe II se centró En el ritmo y la escala de esa época. Él de-mostró que, a través del tiempo, los conceptos de espacio han cambiado en valor, haciendo la compa-ración entre el tiempo se necesita para que una carta enviada desde Venecia llegue a Londres: Al menos dos semanas en aquellos días, en contraste con las pocas horas de un servicio expreso de hoy en día. Usando el correo electrónico enviamos actualmente nuestros mensajes simultánea e instantáneamente a muchos lugares alrededor del mundo. Gracias a la tecnología moderna, podemos mantener un con-tacto continuo y simultáneo con muchos lugares y personas, y como resultado de este acortamiento de las distancias, la frecuencia y el volumen de nuestros contactos en muchos aspectos han aumentado con-siderablemente tanto como lo ha hecho el comercio en frecuencia y volumen. La manera como esto funciona en términos concretos depende mucho, sin embargo, de las reglas y regulaciones del sector en la sociedad que está siendo considerado: Comercio, desarrollo, educación, salud, etc.

Uno de los efectos más importantes del acorta-miento de distancias es que crecientemente funcio-

namos a diferentes niveles de escala geográfica al mismo tiempo. Uno de los primeros científicos líde-res de los Annales, el fundador de la escuela francesa en geografía humana, P. Vidal de la Blache, introdujo ya en la década de 1870 los conceptos duales de vie régionale (vía regional) y la vie nationale (vía nacio-nal). En aquellos días, la vida en estos dos diferentes niveles al mismo tiempo, era en realidad completa-mente separada. Sin embargo, en nuestro tiempo el número de escalas geográficas ha aumentado dramá-ticamente y muchos viven a niveles diferentes simul-táneamente. Hoy podemos vivir y actuar a un nivel local, provincial, regional, nacional, internacional o global en el mismo día. Lo que es más, hay redes en cada uno de estos niveles y, al contrario de otros pe-riodos de la historia, la gente hoy salta diariamente de una escala a la otra regularmente.

Esto lleva a un tercer elemento de la dimensión geográfica, y éste es nuestra manera de percibir el mundo. De hecho nuestra percepción del mundo ha cambiado de una de áreas, territorios y regiones incluyentes, a otra que implica redes interconectadas a diferentes niveles de escala geográfica, de nodos y canales, anidados en diferentes jerarquías como las muñecas rusas. Una simple comparación de los atlas usados actualmente en un colegio con uno usado hace treinta años puede revelar mucho sobre la naturaleza cambiante de nuestra percepción del mundo en el que vivimos. Aún tenemos mapas –hoy en día muy sofisticados– para dar una idea de la naturaleza de la tierra, con sus montañas, desiertos y llanuras costeras, entre otros. Sin embargo, la limi-tada paleta de colores pastel que antes era suficiente para denotar el mosaico político del mundo ha sido completada con una gran diversidad de mapas inno-vadores que describen nuevas realidades: densidad de la población, canales de comunicación, fuentes de energía, distribución de las principales actividades

En consecuencia, las universidades deben repensar sus formas de gobierno,

su financiamiento, sus estructuras internas y relaciones externas, así

como sus modos de operación. Su organización interna debe cambiar para

permitir a las universidades operar de manera más emprendedora.

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económicas, etc. Demasiado impresionantes son, sin embargo, las fotos desde el espacio de la tierra por la noche. La densidad de luz artificial durante la noche da una clara indicación de la distribución de la población mundial en combinación con sus dife-rentes niveles de vida. Por supuesto, no se pueden ver las fronteras. La foto desde el espacio está más bien dominada por las personas y sus actividades, tal como lo indica la de fuerza de la luz generada; nodos y canales de tamaño diferente e intensidad diferente que ignoran barreras políticas.

Es para esta clase de mundo que estamos edu-cando a nuestros hijos y a nuestros estudiantes. Esto requiere nuestro serio pensar, ya que tenemos que preparar las próximas generaciones para un mundo diferente, un amplio mundo sin fronteras, o al menos un mundo en que muchas de las fronteras han perdi-do gran parte de su significado. Un mundo en el que la integración regional de los países está en aumento tal como fue de nuevo claramente demostrado el primero de mayo de 2004, cuando la Unión Europea dio la bienvenida a diez nuevos países miembros. También los gobiernos nacionales están descentra-lizando más que nunca el poder y, algunas veces, tareas y responsabilidades substanciales a niveles administrativos inferiores en sus respectivos países en un proceso que se ha conocido como la glocaliza-ción: pues el fortalecimiento de los niveles locales y globales parecen ir de la mano. La noción de fronte-ras nacionales como hemos venido entendiéndolas, ya no es válida. El concepto tradicional de naciones estado necesita ser reconsiderado ya que muchos estados –ciertamente, por ejemplo, en la Unión Europea– se han vuelto en gran medida menos re-levantes en nuestras vida diarias o han adquirido un papel diferente. Esto no significa, sin embargo, el fin de la nación estado, sino solo su trasformación. Mu-chas decisiones actualmente tienden a ser tomadas en otros niveles, tanto más altos como más bajos, en un intrincado sistema basado en el principio de subsidiaridad. La nación estado, sin embargo, parece ocupar en gran medida una posición controladora, como la de una araña en la tela.

Mi propósito no es ahondar de la misma manera las dimensiones económicas, culturales, sociales, y políticas de la globalización, por más interesantes que sean. Puede ser claro, sin embargo, que la dimensión geográfica y económica estén fuertemente relaciona-das. El acortamiento de las distancias ha decrecido el costo de transporte e intercambio y al mismo tiempo ha aumentado tanto la frecuencia como el volumen del intercambio internacional de bienes, dinero e

información. También lo ha hecho la expansión de economías de libre mercado, así como la liberaliza-ción del comercio y la integración económica en una base regional o en otras, tales como en el marco de la Commonwealth (Comunidad de Naciones). Desafor-tunadamente, los problemas principales asociados a la globalización parecen girar alrededor de la liberali-zación del comercio y las formas como es conducido el comercio, en particular cuando las instituciones importantes no están en lugar preciso en el momento preciso, tal como lo ha mostrado claramente entre otras investigaciones la del Instituto Mundial para el Desarrollo de la Investigación Económica de las Na-ciones Unidas (UNU-WIDER, Helsinki). No se debe olvidar, sin embargo, que la liberalización del co-mercio ha proveído una gran cantidad de beneficios. Por ende es crucial analizar más detalladamente qué elemento de qué dimensión de la globalización tiene qué clase de consecuencias y cómo estas pueden ser abordadas. Esto es particularmente importante, cuando las discusiones se tornan hacia la commodification de la educación superior. Planear el papel de la educación superior en el fortalecimiento y desarrollo de las iden-tidades culturales, y por ejemplo, en la promoción de la buena gobernabilidad y democracia, es igualmente importante ver como a través de la cooperación in-ternacional las universidades pueden ayudarse unas a otras. Después de todo: Las universidades, también, tienen que operar efectiva y simultáneamente en re-des a diferentes niveles de escala geográfica: la local, la regional, la nacional, la internacional y en última instancia la global.

La sociedad del conocimiento intensivoEl segundo proceso dominante a largo plazo, que

moldea nuestra sociedad y sus universidades es la creciente intensidad del conocimiento de la sociedad y de la ciencia. Esto no requiere una gran explica-ción. Hablando de manera muy general, ésta descan-sa sobre tres suposiciones básicas:

1) Que más y más conocimiento será produ-cido: los cálculos dicen que ahora el conoci-miento se duplica en menos de un lustro. 2) Qué la vida útil del conocimiento está de-clinando rápidamente: indica, aquí, que las pu-blicaciones americanas citadas en los registros de patentes en 1975 tenían en promedio 8 años, pero sólo 6 años en promedio 10 años después; este proceso se ha acelerado desde entonces. 3) Los niveles promedio de educación están en aumento. Todo el concepto de educación

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está cambiando como resultado de esta in-tensificación del conocimiento. Esto tendrá una influencia fundamental en las universi-dades. Las carreras múltiples y el aprendizaje a través del curso de la vida laboral jugarán un papel importante. Como consecuencia, el perfil de la población estudiantil, así como los estilos de aprendizaje y los programas de estudio de las universidades deben cambiar fundamentalmente. La organización interna y la presentación externa deben cambiar de manera fundamental tendrán que seguirles.

La economía del conocimiento intensivo está reemplazando la economía del trabajo intensivo y la economía del capital intensivo. El gobierno de los países bajos fue uno de esos que ya –muy temprano!– acentuaron la importancia creciente de la academia para nuestra futura sociedad: “Hoy estamos siendo testigos de olas de importantes descubrimientos. Son tan significativos que algunas personas los comparan con aquellos de la primera revolución industrial”.

Para las universidades es importante, que lo que también se ha convertido crecientemente en conoci-miento intensivo, sea el dúo de ciencia y academia en sí mismos. La intensificación del conocimiento de la academia permea todas las etapas del proceso acadé-mico. Manejar el conocimiento, procesar la investiga-ción de otras personas, y mantenerse a la delantera en el desarrollo en cualquier otra parte se están tornando mucho más importantes. La profesión de agente de conocimiento toma vuelo. Infraestructuras completas cambiarán. Los politécnicos y, en realidad, un cre-ciente número de universidades se concentrarán más bien, en sus regiones y países en esta función, que en llevar a cabo investigación básica.

La discusión también ha empezado sobre cómo trasformar una biblioteca universitaria que funciona como un depósito de memoria o un banco de me-moria, a funcionar como un compañero interactivo en el proceso del aprendizaje. De hecho, en un buen número de lugares este proceso ya está en camino. La ingeniería del conocimiento está surgiendo rá-pidamente. Esta intensidad del conocimiento en la economía, así como en la sociedad como un todo, a nivel mundial es enorme. Las universidades, aquí, se podrían comparar con varias bolsas de valores, donde los comerciantes se relacionan con el mundo entero, usando muchos teléfonos al mismo tiempo. La ciencia y la academia también funcionan a un ni-vel mundial. El e-mail, la televisión, la radio, el fax, la aviación causaron que el mundo se encogiera. Como fue mencionado anteriormente, las semanas que se

requería, aún hace medio siglo, para pasar un men-saje entre Venecia y Londres han sido reemplazadas por fracciones de segundo, y el número de mensajes se ha multiplicado más allá del reconocimiento. Esto también ha cambiado fundamentalmente el ritmo y el espacio del desarrollo científico y tecnológico. Hay poco tiempo disponible y las innovaciones pue-den, en verdad, venir de todas partes.

Los buenos académicos siempre han ignorado las fronteras, no sólo en el sentido de que los límites del conocimiento y la habilidad humanos se han expandido, sino también en el sentido de que las fronteras geográficas y políticas están continuamente conectadas. A medida que los crecimientos en escala y la globalización progresan, también las universi-dades e institutos de investigación están trabajando juntos en un amplio rango de actividades. Esto lleva naturalmente a promover el refinamiento y el perfila-miento de universidades independientes. Los altos y crecientes costos de la investigación pionera natural-mente alientan esta tendencia. Las redes, las alianzas estratégicas y las fuentes de recursos externos se convertirán en herramientas comunes para exaltar el desempeño de las universidades y los sistemas uni-versitarios en el siglo XXI.

Es claro que con esta creciente intensidad del co-nocimientote en la sociedad, el “conocimiento” se convierte crecientemente en un atractivo campo para que otros “nuevos” proveedores entren. No tengo que entrar en detalle aquí, pues la lista ya es bastante larga. Pensando en el futuro, sin embargo, estoy pro-fundamente convencido que ninguna sociedad puede darse el lujo de perder el papel coordinante y central de la universidad de investigación en la organización y promoción de la creatividad y la innovación. Hay dos argumentos para esto. Primero: una organización agrupadora siempre será necesaria para guiar y com-binar los flujos del conocimiento, un requerimiento que ningún plan de entrenamiento de ninguna com-pañía podría cumplir. Segundo: Es vital que el cono-cimiento retenga su amplia base y que la generación de teoría y la preservación de la academia tengan garantizadas un lugar permanente. La ciencia y la aca-demia no podrán desarrollarse mucho más sin ellas. El conocimiento es tan crucial para las sociedades de conocimiento intensivo, que estas no pueden darse el lujo de dejar al azar el desarrollo y la preservación de procesos “conducidos” por el mercado.

Sin embargo, los grandes cambios llegarán a pasar. Los asuntos que traté anteriormente hacen esto inevitable. Las características más importantes de estos cambios son:

1) las labores de la universidad se concen-

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trarán de gran manera en guiar y combinar flujos de conocimiento; 2) En contraste, las universidades desarrolla-rán su propia investigación(Aplicada/básica) en un menor grado; 3) Un nuevo concepto de educación surgirá: El contenido en el periodo inicial de formación será más general y el aprendizaje será conduci-do a través de toda la vida, mayormente en re-lación con el seguimiento de la vía de múltiples carreras.

Para las universidades esto implica cambios en el área de investigación, docencia y manejo del conoci-miento. La reducida importancia de la investigación es un fenómeno más viejo de lo que podría parecer. Los descubrimientos científicos y la investigación a menudo han dado frutos más allá de las fronteras universitarias. Newton tuvo su annus mirabilis antes de que fuera nombrado profesor en Cambridge en 1669. No fue hasta finales del siglo XIX que la filoso-fía de Von Humboldt intentara llevar la investigación dentro de las fronteras universitarias. Esto es lo que Etzkowitz llama “La primera revolución académica”.

Sin embargo, en Francia, para tomar un ejemplo, esto sólo pasó hasta cierto punto, y gran cantidad de trabajo investigativo fue conducido fuera de las uni-versidades. Sin embargo, las universidades siempre han jugado y continuarán jugando un papel crucial en la organización de la academia y el entrenamiento de científicos y académicos. Ellas acaparan un am-plio rango de los desarrollos científicos independien-tes y educan nuevas generaciones de académicos y científicos para hacer innovaciones investigativas dentro, pero a menudo, fuera de las universidades. El papel tradicional y futuro de la universidad es aportar cohesión a la academia y estimular la creativi-dad preservando el conocimiento existente y trasmi-tiéndolo dentro de una vasta interpretación del papel de la academia: probando y mejorando la calidad del conocimiento; desarrollando el conocimiento más lejos; usando la combinación y la confrontación como herramientas.

Una revolución copernicana:La globalización, y el surgimiento de la sociedad del

conocimiento presentan universidades con un núme-ro de oportunidades y retos. Debemos tratar de ver cuáles son estos y cuáles estrategias podrían utilizar las universidades para manejar estos asuntos. Lo que puede ser dicho inmediatamente es que estos dos procesos están ocurriendo concomitantemente con el deterioro gradual en la relevancia de fronteras y el

surgimiento de la “sociedad en red” como fue analiza-do –en particular– por Manuel Castells. Esto ha lleva-do a un cambio copernicano en el posicionamiento de las universidades individuales. Ya las universidades no pueden verse a sí mismas como sólo una parte de un sistema nacional, protegidas por el Estado que había sentado reglas –a menudo en el marco de sus leyes de educación superior– en los programas de estudios para que fueran proveídos y para que se hiciera la investigación. En Europa, el proceso Bologna ilustra mucho esta nueva realidad.

En forma creciente las universidades deben con-fiar en su propio desempeño para asegurar patro-cinio suficiente para programas de alta calidad en docencia e investigación. Crecientemente se hallarán a sí mismas desprotegidas y en un mundo altamente competitivo. Aún dentro de sistemas universitarios grandes administrados por el Estado, las universida-des individuales deben competir más que nunca por estudiantes, investigación y financiación suficiente. Tienen que fortalecer y diversificar sus relaciones externas con los accionistas, así como sus fuentes de financiamiento.

En consecuencia, las universidades deben repensar sus formas de gobierno, su financiamiento, sus es-tructuras internas y relaciones externas, así como sus modos de operación. Su organización interna debe cambiar para permitir a las universidades operar de manera más emprendedora.

Obviamente esta declaración es especialmen-te verdadera para países poseedores de sistemas de universidades predominantemente públicas, donde los gobiernos establecen el marco en el cual las universidades deben operar. Y la declaración es también válida para las universidades privadas, por-que aunque las han dejado más o menos solas para que se hagan cargo de sus propios asuntos, operan dentro de marcos nacionales y éstas no continua-rán existiendo de la misma manera en el futuro. Es revelador que las universidades estatales japonesas, tradicionalmente la parte más prestigiosa del sistema de educación superior japonés, están siendo puestas a una gran distancia del gobierno nacional y serán apoyadas por el Estado, pero en gran medida, serán instituciones independientes.

Por otro lado, sin embargo, la sociedad no puede darse el lujo de ceder completamente el control sobre estas actividades y sobre el desarrollo de su educa-ción superior. El desempeño del sector de la educa-ción superior es demasiado importante para el futuro del Estado y de la sociedad para dejar que eso pase. La sociedad no sólo necesita especialistas bien edu-

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cados en la fuerza de trabajo. También necesita una adecuada élite intelectual para reflexionar y servir de guía hacia el futuro de la humanidad. La sociedad, por ende, continuará teniendo un vehemente interés y una participación directa en proveer una financiación adecuada y acceso a docencia de calidad y progra-mas de investigación en las universidades. De este modo, cualquier modalidad que sea escogida para la organización de la educación superior, la financia-ción adecuada, el acceso y la calidad siempre consti-tuirán los puntos imperativos para los cuales alguna clase de solución tendrá que ser encontrada.

Con respecto a las oportunidades y a los retos que crea la globalización, es importante mirar como estos afectan las universidades en su funcionamiento real. La internacionalización, por ejemplo, fue vista por lar-go tiempo después de la guerra mundial como crucial para la paz y el progreso y mucha gente pensó que estudiar en el exterior era la clave. Actualmente, sin embargo, se ha vuelto claro que estudiar en el exte-rior está muy lejos de ser suficiente. No es que quiera esto decir que no es importante, pero no constituye en si la internacionalización; Es simplemente parte de ella. Es, sin embargo, igualmente importante para los profesores viajar y trabajar en el exterior, y sería bueno preguntar hasta qué punto las instituciones anfitrionas, no sólo los profesores visitantes, se bene-fician de esta experiencia. Es inusual que este asunto sea considerado desde ambos puntos de vista. Cada parte debe beneficiarse de la experiencia para asegu-rar su sostenibilidad a largo plazo. Además, también se podría preguntar hasta qué punto esta experiencia en el extranjero realmente impacta la enseñanza y los programas de investigación. O hasta qué punto real-mente lleva a proyectos conjuntos de investigación y de aprendizaje. Cualquier discusión acerca de la inter-nacionalización debe tomar en cuenta estos diferentes aspectos de la cuestión.

Lo mismo se aplica al acceso. En términos de ac-ceso es muy importante que todo el mundo con el talento para estudiar, sin importar sus circunstancias socio económicas, tenga la oportunidad de entrar a la universidad. Esto ha sido alcanzado a través del tiempo por un número de países, pero no está para nada garantizado en todas partes. Sin embargo la discusión alrededor del acceso a la educación supe-rior cambia de carácter en el momento en que los ni-veles de entrada entran en la ecuación. Pocos se dan cuenta que hay de 1 a 2 años de diferencia en edad –y desarrollo o madurez– entre los estudiantes en niveles de entrada en diferentes países alrededor del mundo. La diferencia entre la educación superior y

secundaria no es la misma en todo el mundo. ¿Qué pasa durante estos dos años? Forman bien parte de la educación secundaria o de la terciaria y esto es decisivo. De este modo, cuando un país indica que desea que el 80 % de sus jóvenes de cierta edad se conviertan estudiantes y entren a la educación supe-rior, dos preguntas deben hacerse. La primera es si el sistema tendrá la suficiente capacidad. Pero la pre-gunta más importante es si el 80 % tiene de hecho el suficiente talento y es capaz de comprometerse con la educación superior; y qué niveles de calidad deben ser alcanzados en la educación superior?

Otra área de discusión gira alrededor de la relevan-cia de los programas universitarios. La UNESCO, en su Conferencia Mundial sobre la Educación Superior (París 1998) se centró en cuatro aspectos fundamenta-les para preparar mejor en general a las universidades y la educación superior para esta era de globalización: 1. Relevancia de los programas (Pertinencia), 2. Acceso para todos aquellos que tengan la capacidad de termi-nar exitosamente el programa de estudio escogido, 3. Internacionalización y 4. Financiación. Otros asuntos discutidos incluyen el papel de la información y las tecnologías de la comunicación modernas, el papel de la educación superior para el desarrollo humano soste-nible, la preparación para el mundo del trabajo y las re-laciones con otros niveles y tipos de educación. Todos estos, sin embargo, pueden ser resumidos bajo el título de pertinencia (Relevancia). En un mundo globalizado caracterizado por una competencia por financiación cada vez más grande, en particular la pública, pero ciertamente también la privada, la pregunta se resume a qué están contribuyendo realmente las universidades. Y tan pronto como la calidad es tomada en considera-ción y la acreditación está en riesgo, hay toda una nue-va serie de preguntas: ¿Acreditación para qué?, ¿para qué calidades?, ¿Qué clase de calidades realmente deseamos?, ¿Quiénes serán los vigilantes del sistema?, ¿Cuáles serán sus criterios?. Este tipo de preguntas deben ser especificadas y contestadas antes de tomar cualquier decisión seria. Es en este tipo de preguntas que las organizaciones internacionales universitarias como la Asociación Universitaria Europea (CRE/EUA) y la Asociación Internacional de Universidades (IAU, PA-RÍS), pueden jugar y ya han jugado un papel importante y de apoyo, en la preparación de sistemas creíbles de acreditación y la preparación para que las universida-des sean acreditadas.

El punto final –y directamente relacionado con el anterior– es aquel de integridad institucional, el cual puede ser discutido desde dos perspectivas. La prime-ra es el grado de objetividad y neutralidad de la cien-cia llevada a cabo por una institución, que reclama

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su autonomía y su libertad académica. La segunda, sin embargo, es igualmente importante: Dados los cambios en la tecnología de las comunicaciones y la información, hay una gran tendencia de que los espe-cialistas creen redes mundiales. ¿Pone esto en cues-tión la integridad de la institución? En términos de la clase de concepciones integrales a áreas mayores de programas, que son multidisciplinarios en carácter, ¿que propone?. En un artículo sobre La Universidad del 2050: La organización de la creatividad e innova-ción (Política de Educación Superior, volumen 1994) he explicado más a fondo este asunto de las Univer-sidades: ¿Redes o Cuarteles? ¿Será posible, dado el estado de tensión entre esta organización horizontal y vertical, reunir gente en programas universitarios mul-tidisciplinarios y de orientación temática? ¿Y esto bajo condiciones mínimas hace la participación en redes prestigiosas mundiales –en redes disciplinarias ge-nerales– mucho más atractiva?. Esto es una cuestión fundamental enfrentada por muchas universidades.

Cuando se trata de manejar todos estos retos y oportunidades, será muy importante considerar qué cambios en los campos de la gobernabilidad, estructura interna y organización y modos de ope-ración podrían ser posibles y adecuados. Por ejem-plo, cuando se requieren sistemas manejados por el gobierno en las grandes universidades públicas, durante la preparación del presupuesto para proveer la nómina completa de personal para el siguiente año, y/o para solicitar nuevas construcciones para los próximos cinco años, no se está retando real-mente el liderazgo de una universidad para ser muy emprendedor. Dicho de otra manera: cada gobierno tiene el liderazgo universitario que se merece. Entre los gobiernos más limiten la autonomía universitaria y controlen las actividades directivas y administra-tivas, menores serán las capacidades de empren-dimiento e innovación del liderazgo universitario. Sin embargo, la realidad universitaria se ha vuelto demasiado compleja para la participación detallada del gobierno en el manejo y administración regular de las universidades. En realidad, en los últimos 10 años, aún en las universidades estatales, la tenden-cia a convertirse en más independientes y en más emprendedoras se ha vuelto más marcada. La expe-riencia reciente en Japón, donde las universidades públicas han sido sacadas del sistema estatal y serán financiadas en el futuro con algo parecido a una base subsidiaria, indica ya que las estructuras tradicio-nales internas están bajo presión y desarrollan una intención de adaptarse, incluyendo una combinación de actividades y aún de instituciones. En muchos países europeos esto ya ha pasado. Cuando una uni-

versidad individual debe mirar al mundo alrededor y aprender como sobrevivir, un cambio completo en el pensamiento sucede, lo que lleva a cambios en las finanzas, estructura y modos de operación.

Bajo tales circunstancias, cuando se trata de abordar problemas del mundo real, una estructura con facultades definidas a lo largo de líneas discipli-narias no representa la solución óptima, y simple-mente usar un campo multidisciplinario como un pilar extra en el edificio tampoco es una solución. El reto entonces es cómo crear una organización matriz, que reúna disciplinas y que se oriente hacia una metodología basada en problemas. En esta si-tuación, se tiene que prever un tiempo límite en la organización interna que reúna estos elementos por periodos limitados de tiempo, para prevenir que las células de la matriz se conviertan en nuevos pilares. Tal adaptabilidad en la organización ayudará a las universidades a interactuar más eficientemente –en una era de globalización– con otras instituciones, el mundo del trabajo, con los actores de la sociedad, de hecho, con la sociedad a la cual aspiran a servir.

Ética, compromiso, entendimientoEn el rápidamente cambiante y altamente conecta-

do mundo de hoy, el ritmo y espacio de todos los de-sarrollos –sociales, culturales, económicos, políticos y ambientales– han crecido tanto que la universidad no puede mantener durante más tiempo su concepción distante y alejada de “torre de marfil”. Todo el per-sonal y los estudiantes tendrán que comprometerse todavía más con las temáticas y temas de estudio. No pueden sustraerse de los aspectos éticos involu-crados en sus estudios. De manera gradual, estos se han vuelto una parte integral de sus estudios. No es posible ya escapar a cuestiones de equidad e igual-

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Estos cambios son tanto para bien como para mal. Los positivos pueden ser

también negativos. Cuando el terrorismo internacional puede golpear desde una gran

distancia, también el bien puede hacerse desde una gran distancia. Juntos podemos tomar la decisión de contribuir a una mejor vida y un mundo más seguro para todos…

ahora, y para nuestros nietos y sus hijos.

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dad; derechos humanos y democracia; complejidad; matices; género; diversidad; y sostenibilidad. ¿Dónde estamos? ¿A dónde vamos? ¿Deberíamos realmente hacer todo lo que podemos hacer? ¿Cómo se relacio-nan largo y corto plazo? ¿El aquí y el allá? ¿Lo específi-co y lo general? ¿La parte con el todo?

Gradualmente nos confrontan cuestiones sobre los objetivos que la ciencia debería cumplir: cuestio-nes bio-éticas, dilemas de bío-diversidad, repartición de beneficios, asuntos bío- tecnológicos, temas lega-les y de equidad, cuestiones sociales y culturales. En realidad, uno de los mayores temas hoy es la diversi-dad cultural. En nuestro desigual, pero intensamente interconectado mundo, tenemos muchos vecinos cercanos y lejanos; vecinos a menudo con orígenes muy diversos. Más que nunca, un fuerte desarro-llo de relaciones internacionales es necesario, en particular para promover un entendimiento mejor: El miedo es a menudo la consecuencia de falta de conocimiento y de información precisa. Sólo será posible incrementar y mejorar el conocimiento y la información sobre otras personas, culturas y socie-dades, cuando uno está preparado para comprome-terse activamente en el diálogo, incondicional y con una mente realmente abierta, no tratando de “ganar” como en un debate, pero tratando de entender al otro escuchando cuidadosamente.

Las universidades, en realidad, tienen mucho que contribuir en términos de sensibilizar futuras generaciones a la riqueza de la diversidad cultural. Actualmente, sin embargo, las universidades están lejos de ser las instituciones internacionales que pretenden y que anhelan ser. Ni sus graduados son gente con mentalidad internacional, que pueda darle forma al mundo humano y globalizado que hace uso completo de su diversidad cultural. Sin embargo, las universidades no siempre han estado confinadas a lo “nacional” como lo están hoy. Tampoco necesitan ser por ende confinados en el futuro.

En occidente, las universidades modernas, de he-cho, comenzaron como instituciones profundamente internacionales. A principios de la edad media, las primeras universidades occidentales –Boloña, París y Oxford– tenía currículos, estudiantes y facultades realmente internacionales, como también las prin-cipales universidades en el mundo árabe en años anteriores. Unieron estudiantes y profesores de toda Europa y acogieron temas de preocupación univer-sal. Sin embargo en los siglos XIV y XV el número de universidades había incrementado al tiempo que el inicio del proceso de la construcción de la nación es-tado. Con la multiplicación de las universidades a lo

largo de Europa, también somos testigo de su nacio-nalización. Las universidades, a diferencia de uno o dos siglos antes, estaban compuestas por estudian-tes, docentes y currículos con base nacional. Poco a poco se convirtieron en una de las herramientas utilizadas por las instituciones estatales emergentes para establecer y consolidar el espacio y la con-ciencia nacional. Este proceso se intensificó con el tiempo, culminando en los siglos XIX y XX. Hoy, la forma en que las universidades están concebidas y cómo funcionan son todavía parte de esta lógica na-cional. En la mayoría de los países, las universidades se centran en lo “nacional”. Están al servicio de lo “nacional”. Con frecuencia llevan el nombre de la universidad nacional de un país.

En si mismo, esto no es necesariamente negativo. Después de todo, la socialización a través del apren-dizaje y el conocimiento tiene que empezar en alguna parte, y la dimensión nacional es tan buen comienzo como cualquier otro. Discutiría incluso que es un comienzo necesario y feliz. El aprendizaje y el conoci-miento son un poco como la compasión humana: fun-cionan de manera concéntrica. Por un lado, mientras mas ancho el círculo, más gratificante y provechosa la extensión de la compasión y la solidaridad. Por otro lado, sin embargo, es improbable que uno sienta y amplíe la compasión a los más amplios círculos de la humanidad si la compasión y el amor no son sentidos y experimentados en los círculos más cercanos de la humanidad, como por ejemplo, en la familia.

Lo mismo se aplica para el aprendizaje y el cono-cimiento. Mientras que el conocimiento de lo lejano es esencial en el mundo que se globaliza, pero difícil de alcanzar, usualmente puede hacerse posible por un entendimiento inicial del mundo en el que ahora crecemos como niños y jóvenes adultos. Y la mayoría de nosotros no crecemos en el amplio mundo sino en pequeñas comunidades, en naciones y regiones inclui-das localmente. Es difícil llegar a conocer y respetar a los otros si no nos conocemos y nos respetamos a no-sotros mismos. Esta “ancla” nacional de nuestros años de formación y vidas en general también debería ser un canal abierto hacia el mundo exterior. Por lo tanto, ningún conocimiento nacional lo hará ni ningún marco académico. Esto explica la importancia del diálogo y la internacionalización de las universidades.

Históricamente, las universidades han jugado un pa-pel único en términos de educación y socialización. La construcción de naciones tales como Alemania e Italia en el siglo XIX, y de hecho de toda Europa actualmente, ha sido una pacificación de relaciones entre la gente dentro y entre regiones que solían estar en desacuerdo,

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sino en guerra. En este contexto, las universidades han sido cruciales en reunir diversidad, en poner gente al servicio de un propósito común y pacificado. Es tiempo ya de continuar y retar a las universidades para que preparen sus estudiantes a contribuir a una comunidad mundial rica en su diversidad cultural.

En realidad, la línea entre crear un espacio na-cional y nacionalismo puede ser delgada, y ha sido cruzada más de una vez. Las instituciones políticas han estado frecuentemente enlistadas en el servicio de un credo nacional. Y también lo han estado las universidades, que algunas veces se convirtieron en lo que nunca debieron ser: instituciones de adoctri-nación, intolerancia y exclusión. Piensen por ejemplo en el estado de la universidad en la Alemania Nazi, o en la de Vichy, Francia, o bajo la regla comunista en Europa Oriental y la Unión Soviética. Obviamente tal concepción y uso de una universidad no puede ayudar a pacificar el espacio nacional, o a pacificar asuntos internacionales.

Educando para el diálogo¿Cómo pueden las universidades de hoy, que

son todavía predominantemente de base nacional, contribuir a la socialización pacífica del reino inter-nacional? ¿Qué deberían ser y hacer la universidades para contribuir, no necesariamente para el estableci-miento inmediato de una comunidad mundial –eso es probablemente una meta muy ambiciosa– pero por lo menos para un mayor entendimiento entre la gente de un mundo interdependiente? Para contri-buir al cuarto papel más importante y ambicioso de la educación, como fue definido por Jacques Delors y los miembros de su comité en el proyecto de la UNESCO “Aprendiendo el tesoro desde adentro”: para aprender a vivir juntos (pacíficamente).

Veo un número de áreas en las cuales los esfuerzos sistemáticos deberían ser hechos para realzar la con-tribución de la universidad y el conocimiento acadé-mico a un mejor entendimiento entre naciones.

1) La primera preocupación es los currículos. Las universidades deben hacer un esfuerzo real para ampliar sus currículos en las cien-cias sociales pero también en las naturales, ingenierías y medicina. La multidisciplinaridad tiene que convertirse en una realidad, no solo un slogan. Y el alcance de las áreas cubiertas tiene que ser agrandado. Por ejemplo, ¿Qué enseñamos en nuestras universidades sobre las regiones donde los conflictos tienden a re-currir repetidamente? Necesitamos un enten-dimiento más profundo de la complejidad de

la realidad y sus dimensiones históricas. Pien-sen en África: más de 50 naciones, todo un continente y cientos de lenguas, etnicidades, y culturas, todas atacadas por toda una serie de aparentemente problemas insolubles. Y sin embargo, ¿Qué sabemos y que enseñamos hoy sobre África? Muy poco, casi nada: ni en educación secundaria ni en educación supe-rior. Uno se ve tentado a pensar que hay una conexión entre esta falta de conocimiento y la persistencia y variedad de problemas en el continente africano. ¿Cómo vamos a entender la raíz de estos problemas? 2) Otro esfuerzo que se tiene que hacer frente a los currículos: La problematización de los temas. Demasiado frecuentemente los cursos universita-rios se limitan a los temas –desarrollo, seguridad y paz– sin hacer el esfuerzo de preguntar qué asuntos forman el núcleo de estos temas. Creo que esta falta de problematización en gran me-dida explica el lento proceso de entendimiento real. Nombrar el tema y buscar la respuesta fácil tienden a convertirse en este contexto en una excusa institucional –una excusa que no necesariamente sirve al avance del cono-cimiento y la investigación–. La problematiza-ción de temáticas también ayuda a enfocar las conexiones entre los diferentes temas. Sin un claro entendimiento de estas interconexiones no será posible ningún entendimiento efecti-vo ni manejo de los temas. 3) Los intercambios académicos son otra área en la cual las universidades podrían hacer más. Tales intercambios son una herra-mienta crucial de socialización internacional porque pueden promover una cultura de entendimiento y de paz en y entre las nacio-nes. Los intercambios se deberían convertir en un instrumento de aprendizaje mutuo. Por esta razón, no sólo es importante que los estudiantes y los docentes de los países en vía de desarrollo estudien en universidades de naciones desarrolladas, sino que los estudian-tes y profesores de las naciones desarrolladas también deberían pasar tiempo en el exterior, en regiones y culturas extranjeras a la propia. Dado que es parte de una buena educación viajar y ver por uno mismo lo que implica lo culturalmente lejano. Esto no significa sólo mirar y estar asombrado por lo que uno ve, sino participar e involucrase. Sólo de esta manera será posible preparar el terreno para

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el diálogo significativo entre personas que se aceptan unas a otras como iguales.

Lo que uno usualmente descubre en el curso de intercambios y viajes es que otros y sus culturas, al mismo tiempo que son diferentes, no lo son tanto. Otras culturas presentan características similares de experiencia humana en cuanto a lo que encontramos en el hogar y la vida diaria. De esta manera, intercam-bios académicos y culturales son en verdad viajes per-sonales que nos humanizan y nos hacen mejores se-res humanos ya que nos encontramos en los otros, y los otros en nosotros. Idealmente estos intercambios deberían empezar tan temprano en la vida estudiantil como sea posible. Como máximo, debería empezar en un nivel de escuela secundaria, para que las uni-versidades sólo tuvieran que “afinar” una sensibilidad internacional que habría surgido mucho antes. Sin embargo el entendimiento cambia a medida que uno madura. La experiencia internacional debería al menos igualar el desarrollo del entrenamiento y aprendizaje académico y no puede ser relegada sólo a los prime-ros periodos de un programa universitario.

Ahora, no niego que mientras los intercambios académicos son una herramienta fundamental para exaltar el diálogo sincero, también presentan algunos inconvenientes. Por ejemplo, los estudiantes del mun-do en desarrollo que estudian en países ricos podrían querer quedarse y vivir en el extranjero. Alternativa-mente, cuando regresen a casa, podrían traer consigo valores, creencias y prácticas que no son siempre respetuosas del ambiente local. Esto no puede ayudar a países en vías de desarrollo. Además, la informa-ción y el conocimiento que los estudiantes del mundo desarrollado adquieren cuando estudian en países en vías de desarrollo pueden ser usados de una manera explotadora que permita al mundo industrializado penetrar y dominar mejor estos países. Estoy extre-madamente conciente de todos estos defectos reales de los intercambios culturales. En un sentido, estos son dilemas que enfrentamos constantemente en las Naciones Unidas y en todos los miembros de la Aso-ciación Internacional de Universidades, AIU, compro-metidos activamente en la cooperación internacional. Estos problemas requieren el pensamiento serio en soluciones que puedan resolverlos. Sería completa-mente contraproducente, si, al final, los países ricos fueran los principales, sino los únicos, beneficiarios de intercambios académicos y culturales.

Pienso, sin embargo, que las ganancias de los inter-cambios culturales y académicos superan por mucho a las desventajas. Los miedos iniciales acerca del Internet sirven como un paralelo útil. El Internet era presentado como una innovación peligrosa, capaz de

hacer al capitalismo triunfante alrededor del mundo a la velocidad de la realidad virtual. Hoy la mayoría de las personas reconocen que tiene el potencial para ser una herramienta fundamental en la democrati-zación, siempre y cuando sea utilizado con cuidado y con límites. Por ejemplo, si las alianzas estuvieran establecidas entre instituciones académicas alrededor del mundo para superar la división digital entre países ricos y pobres que implica el Internet, eso llevaría a casa el acercamiento y la conectividad de cada uno de nosotros, estemos donde estemos.

Es bajo tales condiciones que la información a nuestra disposición, a nuestro alcance, ahora será trasformada en conocimiento positivo. Si toda la nue-va información es interpretada dentro de un marco sólido de verdadero conocimiento, creando entendi-miento, se convierte en mucho más que información, es información orientada y deducida, conducida por la aspiración y la inspiración. Déjenme enfatizar aquí que la meta de mejor entendimiento en el mundo no es algo que se desea solamente por su propia causa; el diálogo y el entendimiento no son metas en sí mis-mas. En última instancia, la meta es crear un mundo mejor y más pacífico, uno equipado hacia el amor, tanto de uno mismo como del otro. Esto no es sólo idealismo. De hecho es altamente pragmático. Una de las cosas que 30 años de experiencia en aulas de clase me ha enseñado es que hay esencialmente un pragmatismo sobre el que vale la pena ser serio, y ese es el pragmatismo que sirve ideales de tolerancia, res-peto, inclusión y aprendizaje.

Entonces, ¿Qué es lo que se necesita para asegurar el desarrollo de lo que me gustaría llamar una cultura del entendimiento? El principal requisito es un conti-

¿Cómo es la educación superior en sí misma impactada por la globalización? ¿Cómo puede la educación superior optimizar su desempeño

en servir a la sociedad en nuestra era de la globalización? ¿Qué significa realmente la

globalización para la educación superior? ¿Qué estrategias puede seguir la educación superior

para contribuir al desarrollo sostenible de toda la humanidad en nuestra era de globalización?

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nuo esfuerzo para aprender y oír, para dar un verdade-ro significado a la información, para comprometerse en la aventura de un futuro con otros, no trasformándolos, sino uniéndose a ellos en busca de un mundo mejor y más pacífico. Esto necesita una comprensión completa de nuestra realidad presente. Aquí la universidad puede hacer una contribución crucial.

Un espacio de aprendizaje global para el desarrollo sostenible:

Una comprensión completa de nuestra realidad presente, no sólo llevará a una mejor comprensión de la complejidad, apreciación de las diferencias, una evaluación de la importancia de la diversidad cultural, sino también a una aceptación de la necesidad de la sostenibilidad en nuestras acciones, de desarrollo sostenible. Como todos sabemos, desde la Cumbre de la Tierra en 1992, el desarrollo sostenible ha estado a gran altura en la agenda política.

Sin embargo, el papel de la educación no estaba bien articulado y la educación no estaba definida como uno de los grupos de actores principales. Durante la Cumbre Mundial sobre el Desarrollo Sostenible (WSSD) en Johannesburgo en el 2002, varias iniciativas fueron lanzadas para fortalecer el papel de la educación para el desarrollo sostenible, incluyendo la Sociedad Global de Educación Superior para la Sostenibilidad (GHESP) y la Universidad Virtual Global del desarrollo sostenible1. Los gobiernos japoneses y suizos escogieron la educación para el desarrollo sostenible como una cabeza para sus contribuciones en Johannesburgo, y frente a su propuesta, las Naciones Unidas decidieron designar el 2005 como el año y 2005-2014 como la década de la educación para el desarrollo sostenible con la UNESCO como la agencia líder.

También en la Cumbre Mundial para el Desarrollo Sostenible, once de las organizaciones científicas y educativas más destacadas bajo el liderazgo del Instituto de Estudios Avanzados de la Universidad de las Naciones Unidas firmó la Declaración de Ubuntu2 que reunió por primera vez ciencia, tecnología, y educación para el desarrollo sostenible. La declaración se esfuerza por asegurar que los educadores y los estudiantes desde primaria hasta los más altos niveles de educación, tomando parte tanto en educación formal como no formal, estén concientes de los

puntos imperativos del desarrollo sostenible. A través del trabajo enfocado de esta red de redes se anticipa que más gente en el mundo llegará a practicar en su trabajo y hábitos de vida los valores y principios de la sostenibilidad.

El grupo de los firmantes de la declaración de Ubuntu (la Alianza Ubuntu) están conjuntamente trabajando hacia:

• Fortalecer el papel de los educadores en los procesos de la Comisión del Desarrollo Sostenible como una de los mayores actores.

• Promocionar la comunicación y colaboración entre organizaciones científicas, tecnológicas y educativas a través del intercambio frecuente de información y puntos de vista de sus actividades.

• Facilitar el proceso de revisión y repaso de programas educativos y currículos en todos los niveles de educación para integrar el más reciente conocimiento científico y tecnológico para el desarrollo sostenible en programas educativos y en currículos y para desarrollar mecanismos para informar continuamente a profesores y actualizar programas.

• Promocionar esfuerzos para atraer a gente joven a la profesión de docente.

• Enfatizar la importancia de los asuntos éticos en la educación para construir una sociedad global sostenible y pacífica en el siglo XXI.

• Promocionar las transferencias de conocimientos en formas innovadoras para acelerar el proceso de acortar distancias e inequidades en el conocimiento; y

• Trabajar hacia un nuevo espacio global de aprendizaje sobre la educación y la sostenibilidad que promocione la cooperación y el intercambio entre la educación en todos los niveles y entre todos los sectores de la sociedad.

Los firmantes de la declaración Ubuntu han trabajado de manera cercana con la UNESCO para promover la Década de la Educación para el Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas (DSNU), y han contribuido al borrador del marco para el Plan de Implementación Internacional para la DSNU. Aceptaron los Estatutos de la

Re-pensando la Universidad para el siglo XXI

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Tierra como el documento básico sentando los principios sobre los cuales se debe basar la Educación para el Desarrollo Sostenible EpDS.

La Educación para el Desarrollo Sostenible significa lo que dice: no es sólo educación ambiental, ni siquiera educación de desarrollo sostenible. Sino educación para el desarrollo sostenible. No es un tema que pueda ser enseñado en unas cuantas semanas simplemente a cierta edad, pero más bien debería dársele atención en todos los sectores y en todos los niveles en relación con las materias relevantes que ya existen de una manera integrada. De esta manera la “Educación para el Desarrollo Sostenible” le da orientación y significado a la “educación para todos”. EpT y a la EpDS, son dos caras de una misma moneda. Para desarrollar el currículo y el software de los cursos que se necesitan –y actualizar estos regularmente– y para divulgar la capitación profesoral y su re-entrenamiento de manera efectiva, la Alianza Ubuntu apunta a un proceso flexible y comprensivo, movilizando a todos aquellos que tienen algo que contribuir en educación primaria, secundaria y terciaria (incluyendo la superior). Se pondrá atención especial al aprendizaje on-line y a las contribuciones de los medios. El Plan de Implementación de Johannesburgo (PIJ) dará orientación con respecto a los asuntos sobre los cuales concentrarse en particular tales como: agua, energía, salud, agricultura y biodiversidad (AESAB) y por supuesto las Metas de Desarrollo del Milenio. La Sociedad Global para la Educación Superior para la Sostenibilidad (GHESP, incluyendo IAU, la ULSF, Campo-Copérnico y la UNESCO) ha estado promocionando un proyecto para crear un “juego de herramientas (o recursos) para reorientar la educación superior hacia la sostenibilidad” para suministrar recursos de alta calidad y herramientas específicas a los individuos que buscan reorientar la educación superior hacia el desarrollo sostenible. Esto proveerá gradualmente buenos materiales de enseñanza para introducir conceptos, para agudizar el entendimiento y en general mejorar el conocimiento.

El proceso del año y la década de la Educación para el Desarrollo Sostenible debe ser comprensivo y flexible, el marco desafiante y formador, no limitante y controlador. El reto que podría movilizar a muchos y servir para focalizar sus contribuciones podría ser: crear

conjuntamente un espacio global de aprendizaje para la sostenibilidad, basado en centros regionales/grupos de habilidad.

Las regiones son vistas aquí –como en el lenguaje ordinario– como partes de países como Bretagne, Tohoku o Catalunya. Los grupos/centros regionales deberían incluir instituciones de educación primaria, secundaria y terciaria, instituciones de investigación, museos (de ciencia), educación no formal, zoológicos, parques etc. Como es importante movilizar a muchos, inicialmente, se podrían otorgar premios para los proyectos colaborativos innovadores de dos o más instituciones de sectores diferentes. Los centros regionales de habilidad pueden ser identificados de una manera comparable con monumentos en la lista del patrimonio cultural. Esto tendría la ventaja de que las condiciones locales/regionales pueden ser completamente tenidas en cuenta. La década tendría de esta manera como producción visible una red global de tales centros regionales de experticia. En el proceso, sería posible movilizar a muchos, aprender de sus ideas creativas, seguir construyendo la diversidad y promover la cooperación internacional para el desarrollo sostenible. Los centros regionales conjuntos y sus relaciones mutuas formarían el espacio global de aprendizaje para el desarrollo sostenible; el resultado principal del DESD. El interés de los estudiantes sería que pudieran entrar en este espacio global de aprendizaje en cualquier etapa conveniente en el tiempo y el espacio y tener desde allí acceso al mejor conocimiento disponible en sus campos de interés a nivel mundial.

1 Para mayor información de la Universidad Virtual Global, ver www.gvu.unu.edu/

2 Para ver toda la Declaración de Ubuntu y la lista de firmantes, ver wwww.UNESCO.org/iau/tfsd_ubuntu.html

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El culillo de los intelectualesEs posible que ahora ya casi nadie nos lea. La lectura ha pasado a un plano ínfimo en la vida del ciudadano colombiano. Pero el que no tengamos casi

lectores no puede eximir a los escritores de opinar sobre las continuas convulsiones que sufre la patria, de hundir el dedo en la llaga para buscar con

las ideas los cambios que pueden suprimirlas.

Por Gustavo Álvarez Gardeazábal*

[email protected]

En Colombia se estiló por más de cien años que para ser presidente se necesitaba prime-ro saber escribir versos. Por eso nos tuvimos que aguantar al peor de los poetas para que fuera el me-jor presidente: don Rafael Núñez.

Después de la atroz Guerra de los Mil Días, la exigencia se fue olvidando y los generales que asu-mieron la presidencia abrieron campo para que los políticos cada vez con muchos menos tiempo para leer y poseer cultura se apoderaran del gobierno y por ende de la política. Tal vez el último de esos

intelectuales gobernantes fue don Marco Fidel Suá-rez, a quien destituyeron porque empeñó su sueldo a un banco inglés para poder comprar ropa con qué vestirse como primer mandatario.

De igual manera la vinculación de los intelectuales con los gobiernos, con la política y con el desarrollo del país se fue desvaneciendo. El hecho de que las curules dejaron de ser en representación de los par-tidos y se convirtieran en pymes, alejó primero de la arena pública a los que tenían más verbo que mando y después, definitivamente a los que por ejercer de lectores, de humanistas, estaban vetados para el ofi-cio de administradores del negocio de hacerse elegir concejales, diputados, congresistas. Después el nar-cotráfico, y en especial la cultura mafiosa, les inyectó a los intelectuales y a los escritores la enfermedad nacional: el culillo, y la vida del país se fue por otros lados, muy lejanos del estadio en donde aparecían los escritores y los intelectuales.

Colombia entonces, dando bandazos, precipitán-dose en abismo insondable, chisgueteando de san-gre las páginas de quienes actuando tan solo como

* Conferencia dictada en el marco de la reciente Feria del Libro de Pereira y el Festival Internacional de Arte de Santiago de Cali. El escritor autorizó la publicación en Revista DEBATES.

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periodistas se quedaron desempeñando el papel que le correspondía a los intelectuales se ha quedado sin la guía que en otros países asumen los escritores.

La revolución del narcotráfico, que destruyó los cimientos de este país y levantó catedrales efímeras, nos modificó la estructura de valores, la propiedad de la tierra, la aplicación de la justicia. Toda esa úni-ca y gigantesca revolución que cada vez advertimos más que fue el narcotráfico, que lo sigue siendo, no se consolidó como las otras revoluciones de la his-toria universal porque no tuvo filosofía, porque no hubo un solo intelectual que fuera capaz de asimilar lo que se estaba viviendo, de orientarlo, de conver-tirse en el ideólogo.

Llevamos cuarenta o más años en una guerra de guerrillas y aunque ella surgió de las canteras mar-xistas después de que el cura Camilo Torres se atre-vió a pensar en voz alta a favor de esa clase de lucha armada, las simpatías de los intelectuales por alguno de los bandos de la batalla no se conoce. Llevamos quince años de conformación, de presencia, de cre-cimiento de uno de los fenómenos paramilitares más sofisticados de América Latina y del mundo y al lado de Castaño y de Mancuso no hay intelectuales. Tam-poco los ha habido al lado de Tirofijo o del Mono Jojoy, de Gabino o de Antonio García.

Los intelectuales hemos sido ajenos a la locura nacional y con nuestro distanciamiento del fenóme-no conseguimos que las batallas bélicas no tengan asidero, que los procesos embrionarios de cambio se conviertan en empresas rentables y no en oleadas transformadoras de la vida colombiana. Se les ha dado por cuenta de los intelectuales el mismo trato a los partidos políticos, a la guerra de guerrillas, al narcotráfico, al hambre que sufren miles y miles de compatriotas, al dolor de las viudas y los huérfanos de la guerra. Ha sido un trato miserable porque se refugia en el sacaculismo para aparentar distancia-miento del fenómeno, para no darle categoría y es-tigmatizarlo antes que enfrentarlo.

Ha habido, por supuesto, una eterna discusión sobre el llamado compromiso del escritor. La co-rriente de la literatura política y el intelectual com-prometido tuvieron su apóstol en Jean Paul Sartre, pero ya antes del auge del existencialismo, tuvo importantes adherentes. La Guerra Civil Española dio lugar a una importante pléyade de intelectua-les comprometidos que se reunieron en el famoso Congreso de Valencia en 1936. Pero el compromi-

so, como siempre, era de acuerdo al cristal que lo mirara. Mientras en España se luchaba por el por-venir de la humanidad, en Moscú se iban mitigando las esperanzas en la utopía y se abría paso la inversa de ese compromiso cuando la dictadura stalinista subyugaba a los escritores para que su compromiso fuera con el sistema del sátrapa georgiano.

El ser escritor comprometido, como entonces se llamaba, no garantiza la pureza de la actuación. Hay escritores que se han comprometido con causas pésimas y hay escritores que se han comprometi-do con causas mucho más limpias que las de ser turiferarios de dictaduras ominosas. Si por escritor comprometido entendemos a aquel que pone su obra al servicio de una causa determinada, los re-sultados suelen ser malos. Si por escritor compro-metido entendemos una persona normal y corriente que escribe sus cosas y además defiende en su vida diaria determinadas ideas, el compromiso es otro. Un escritor es también un ciudadano, una persona normal y corriente como cualquiera. Pero cuando el compromiso contamina la literatura, el oficio de inte-lectual pasa a ser el de panfletario.

El papel de intelectual y político, escritor y re-volucionario, viene de muy atrás en la tradición de la vida pública de América Latina. Quizás no es propia de otras culturas, en donde los campos están definidos y resulta extraña la idea de un no-velista metido en los vericuetos del poder, o de la lucha por el poder. Pero alguna vez fue también una tradición española. Don Benito Pérez Galdós, ocupó su asiento de diputado por un partido que nadie recuerda cómo llamaba. Don Manuel Azaña,

Pero en una economía de la magnitud como la norteamericana el ejemplo del gordo

Moore enfrentándose con sus películas, con sus libros, a la vaca texana de Bush hace pensar que no es la peste neoliberal sino

la falta de cojones y la excesiva comodidad del modernismo, lo que ha llevado a que las posiciones enhiestas aparezcan como

idealistas y a que sean catalogadas como no rentables.

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intelectual irreductible, presidente de la República Española, aún en el exilio. Rafael Alberti, diputado comunista ante las Cortes Españolas, para los tiem-pos de la transición hacia la democracia al final del franquismo; un símbolo político como Pablo Neru-da, fue también senador por el Partido Comunista de Chile.

Y por supuesto, una tradición francesa, que arrastró a los intelectuales del lado de la República Española. André Malraux fue el paradigma de eso que algunos llamaron el internacionalismo, un tanto en la tradición romántica de Stendhal, internacionalista, también bajo las banderas napoleónicas en Europa. Y muchos años después, sería también Malraux el paradigma del intelectual oficial, y pensante, en la Francia del General De Gaulle desde su silla de Ministro de Cul-tura; encarnando la tradición, y no la rebelión de sus personajes de La condición humana.

Los escritores de Estados Unidos, tan lejos del po-der, y tan ajenos a la política, si alguna vez se presen-tan de candidatos, son vistos como rarezas excéntri-cas: Upton Sinclair, que había escrito La Jungla, perdió las elecciones porque su adversario, poco honesto como tantas veces en las campañas políticas, hacía que se leyeran por la radio párrafos de sus novelas donde sus personajes hablaban mal de la iglesia, de los partidos, y hasta de los boy-scouts. O en Norman Mailer, derrotado como candidato a alcalde de Nueva York, o en Gore Vidal, varias veces candidato perde-dor a senador. Cuando hay en Estados Unidos un pre-

sidente que no desprecia a los escritores, obviamente no estoy hablando de la vaca texana de Bush y no los considera peligrosos, los reúne en la Casa Blanca en alguna velada singular. Pero los escritores jamás han vivido en la Casa Blanca. Es un país que se ha dado ese lujo.

Pero no solamente ha sido en Colombia en donde a los escritores les ha dado culillo seguir asumiendo posiciones frente a la realidad apabullante. Fueron situaciones como la desilusión de Andre Gide, los casos de Koestler y Víctor Serge abandonando el comunismo, las arremetidas teóricas de Raymond Aaron y Merleau Ponty, las que fueron erosionando las posiciones del escritor comprometido, tal como lo pretendía Sartre y las que condujeron a la literatura de aislamiento y vida interior.

Sin embargo en Colombia, en donde no ha existido nada de tales situaciones, en donde tan sólo campea el terror de la muerte y de la persecución, en donde los brazos armados son los que garantizan el ejercicio de la justicia o la redención frente a ella, el aislamien-to de los intelectuales resulta evidente, abrumador, yo diría que vergonzoso.

Es posible que ahora ya casi nadie nos lea. La lectu-ra ha pasado a un plano ínfimo en la vida del ciudada-no colombiano. Pero el que no tengamos casi lectores no puede eximir a los escritores de opinar sobre las continuas convulsiones que sufre la patria, de hundir el dedo en la llaga para buscar con las ideas los cam-bios que pueden suprimirlas.

Es posible también que la peste del neoliberalismo, que sometió a la humanidad a la dictadura del TIR, a tasa interna de retorno, y a subyugarnos para que lo que no dé rentabilidad no tenga validez en la econo-mía de mercado, haya llevado a que los intelectuales y las obras y las ideas escritas ya no tengan ni valor ni importancia. Pero en una economía de la magnitud como la norteamericana el ejemplo del gordo Moore enfrentándose con sus películas, con sus libros, a la vaca texana de Bush hace pensar que no es la peste neoliberal sino la falta de cojones y la excesiva como-didad del modernismo, lo que ha llevado a que las posiciones enhiestas aparezcan como idealistas y a que sean catalogadas como no rentables.

Yo que puedo ser una excepción a la norma porque no he dejado de poner mi pluma en las situaciones límites para pensar en voz alta, para describir lo que a otros les ha dado pánico contar, soy también una excepción porque todavía estoy vivo, porque no he

No tenemos partidos políticos con intelectuales, no tenemos programas de televisión donde los

intelectuales se puedan hacer sentir, no tenemos programas de radio de captación masiva donde

esas ideas puedan ser discutidas, no tenemos suplementos dominicales o literarios en los

periódicos en donde el escritor pueda plantear sus posiciones. Apenas sí quedan las limitantes y castrantes aulas de las universidades para que

alguna vocecita tímida y sin ninguna trascendencia se haga sentir en el panorama.

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caído bajo las balas vengadoras, porque no he dejado de actuar como creo que debe actuar un intelectual. Por supuesto ya pagué con cárcel mi osadía. Ya pagué con el derrocamiento y sigo pagando con la inhabi-lidad eterna mi atrevimiento. Pero el que yo sea casi una excepción no significa que tampoco deje de ser un ejemplo negativo y que muchos escritores crean que si yo no he aprendido ellos no van a caer en la misma equivocación que a mí me zarandeó y que se-guramente me llevará a opciones peores.

Los pocos ejemplos que hoy tenemos en Colombia de quienes se atreven a pintar en sus escritos la reali-dad nacional resultan teniendo mayúscula aceptación así el producido estético no sea el más aceptable. Es el caso, por ejemplo, de Rosario Tijeras de Jorge Fran-co. Pero al lado de este ejemplar casi único florecen jardines enteros de textos que demuestran la habili-dad narrativa y la capacidad gramatical de sus autores pero que sacan del contexto al lector. El mejor ejem-plo de ellos, el escritor Enrique Serrano escribiendo sobre las guerras de Tamerlán en medio de un país que huele a mierda por todos los costados.

No tenemos partidos políticos con intelectua-les, no tenemos programas de televisión donde los intelectuales se puedan hacer sentir, no tenemos programas de radio de captación masiva donde esas ideas puedan ser discutidas, no tenemos suplementos dominicales o literarios en los periódicos en donde el escritor pueda plantear sus posiciones. Apenas sí quedan las limitantes y castrantes aulas de las univer-sidades para que alguna vocecita tímida y sin ninguna trascendencia se haga sentir en el panorama.

No podremos nunca convocar a los ejércitos de es-critores a librar la batalla con su pluma porque ninguno de nosotros se junta con el otro para combatir. Pero tampoco tenemos intelectuales que posen cual gene-rales y mariscales para que al mando de las huestes inatajables de las palabras y las ideas asuman la con-ducción o al menos la guía de una nación desbaratada.

Menos que vamos a conseguir, desde nuestros escritos, con la lanza de nuestra ideas, desbaratar las trincheras que el miedo ha terminado por construir alrededor de la función del intelectual en la sociedad. No me cabe la menor duda. El culillo, la gran enfer-medad nacional, ha vencido y los intelectuales colom-bianos han sido tanto o más contagiados que los habi-tantes de este país de asesinos en donde sin admitirlo jamás, la muerte es una herramienta de vida.

La profesión docente: entre banqueros y pedagogos

PorAlfonso Tamayo V.

Docente Facultad de Educación, UPTC. Tunja

Cada vez más, las instancias financie-ras internacionales intervienen en la formulación de las políticas educativas en Colombia. ¿Qué ocurre cuando la educación deja de ser un derecho y se convierte en una mercancía?

La profesión docente, o mejor, la docencia como profesión, es un campo práctico de trabajo cultural y pedagógico, ético y político, que se ha venido cons-truyendo a lo largo de la historia. En ella se concibe al maestro como sujeto de un saber en el cual fundamen-ta su práctica de enseñanza, instrucción y formación en valores.

Este “campo intelectual”1 está constituido por di-ferentes corrientes de pensamiento, problemas que le son propios, teorías y métodos, fines y conteni-dos, que se reconocen como los códigos especializa-dos de una comunidad académica.

Se reconoce que, a partir de la década de los 80, ha comenzado y se ha consolidado un verda-dero “florecimiento de la investigación pedagógi-ca” en Colombia, gracias al Movimiento Pedagó-

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gico2 y a una nueva legislación sobre educación que sentó las bases para fundamentar el ejercicio de la profesión docente en la Pedagogía.

El impulso al Movimiento Pedagógico dado por Fecode en los ochenta y noventa permitió el de-sarrollo de propuestas pedagógicas de gran altura conceptual y práctica. Este saber propio del maestro, este reflexionar permanente sobre los procesos de formación, este saber explícito sobre la educación, es la fortaleza que da identidad al maestro y lo relaciona con la investigación, con la cultura, con las ciencias y los saberes.

Es también por su pertenencia a este campo especializado de saberes y prácticas por lo que el maestro comprende su responsabilidad social con la educación como un bien público de carácter cultural. El docente como profesional se asume también como ciudadano que piensa políticamen-te su deber de construir un mejor país.

Pero este proyecto pedagógico, cultural y político que se ha venido consolidando en Colombia durante más de 15 años, se ve hoy enrarecido y desdibujado por la mirada contabilizadora y eficientista de los “banqueros”.

En efecto, una mirada a las políticas educativas para América Latina, señalan una creciente intromi-sión del Banco Mundial, el BID, la CEPAL y el PNUD.

A partir de las reuniones de Jontiem (1990) deno-minadas “Educación para todos”, la cumbre mundial a favor de la infancia celebrada en New York (1990), la iniciativa de educación “Plan Universal de Acceso a la Educación” reunida en Miami por iniciativa de los Estados Unidos en 1994 y el Acuerdo de Santiago de Chile de 1996, hasta la tercera cumbre de Qué-bec en 2001, salta a la vista el desplazamiento de la UNESCO como agencia internacional especializada en educación: de actor protagónico en el proyecto principal a inicios de los 80, a actor menor y subor-dinado en el proceso de las cumbres hemisféricas a mediados y hacia fines de los noventa. Esto tiene como contrapeso la emergencia de nuevos actores liderando la esfera educativa a nivel mundial y regio-nal, particularmente la banca internacional, el Banco Mundial y el BID en este caso.3

La banca internacional, preocupada por la cre-ciente deuda externa de los países de América Latina y alertada por las consecuencias que puedan tener los movimientos culturales pedagógicos y políticos que vienen tomando fuerza en las regiones, decide

condicionar sus políticas de crédito y de “apoyo” al cumplimiento de pactos de saneamiento fiscal, recorte al gasto público y neoliberalismo en sus eco-nomías.

Urgen una nueva relación del Estado con la edu-cación, a la que equiparan con la prestación de ser-vicios públicos como el agua, la luz, las carreteras o los bancos... y se abren a la globalización, la libre competencia de oferta y demanda, la sociedad del conocimiento y la aplicación de nuevas tecnologías de comunicación.

Desde las multinacionales de la educación, como la UNESCO y el PNUD, se comienza a “racionali-zar” un discurso sobre la educación como si se tra-tara de una “mercancía” cuya calidad depende de la relación costo-beneficio, capital humano, eficiencia, eficacia y gestión empresarial.4

Dentro de una lógica sociotecnocrática, este discurso busca apropiarse de la idea de calidad bajo criterios y parámetros que suponen la abierta mercantilización de la educación y la búsqueda de la excelencia educativa de carácter elitista, segrega-dora y discriminativa. Este discurso sobre la calidad retrotrae del ámbito de la economía conceptos como productividad, rentabilidad, excelencia, eficacia, efi-ciencia, optimización, indicadores, evaluación, ren-dición de cuentas, control, etc., y urge reordenar el sistema educativo mediante evaluaciones desde este enfoque, fijar criterios de acreditación, poner la en-

Ante tales despropósitos no queda otra alternativa que la consolidación

del Movimiento Pedagógico para que bajo sus objetivos de

fundamentar en la pedagogía la labor del docente y cualificarlo para

enfrentar críticamente las políticas de gobierno, podamos construir entre

todos un proyecto cultural científico, pedagógico y social que enfrente con

dignidad los abusos del dictador.

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señanza en función de las necesidades de la empre-sa, vigilar con criterio empresarial las instituciones educativas... la educación como un bien de consumo y no como un servicio cultural.

Sus destinatarios ya no son los ciudadanos sino los clientes, y la calidad es ahora su nuevo valor de cambio, de transacción entre la escuela y la familia. Se insiste en la descentralización para eludir la res-ponsabilidad del Estado, se asume la capacitación docente como un gasto innecesario, se deslegitima al Estado benefactor para pasar a un estado de míni-mos y se exalta la eficacia y calidad de la educación privada que se constituye ahora en un ejemplo a imitar.

La calidad, concepto que tiene sentido y signifi-cado dentro del campo intelectual de la pedagogía, pierde ahora su origen y se ve definido y reducido, subordinado y desarticulado frente al discurso he-gemónico y estandarizado que pretende imponer el gobierno desde este enfoque neoliberal.

Calidad como indicador de gestión empresarial exitosa, eficiencia porque hace más con menos in-versiones, recorte al gasto en valor agregado en lo cultural, en lo lúdico, en lo ético y estético y mirada contabilizadora sobre el gasto por estudiante, pago a profesores, recursos a las instituciones... ahorrar al máximo es la consigna.

Se desprestigia la educación pública, se denuncian sus costos y se señala a profesores y directivos como despilfarradores ineficaces; se privilegia la educación privada y se monta un dispositivo para evaluar la educación desde esta mirada economicista.

Mirada economicista que es acompañada de leyes y decretos que pretenden regular el sistema educativo con el único fin de ajustar su gasto a los intereses de la banca mundial. No importa que dichas leyes y decretos atenten contra derechos adquiridos, atropellen las libertades democráticas, acaben con las organizaciones sociales y los dere-chos del Magisterio... el fin justifica los medios, y a ellos se une la gran prensa y la oligarquía para hacer aparecer como legítima, urgente y necesaria una reforma a la educación y a la enseñanza que por medio de evaluaciones de eficiencia, estándares mínimos de calidad, competencias básicas, aumento de estudiantes por profesor, integración de institu-ciones escolares y convenios con el sector privado, niegan la posibilidad de hacer de la educación lo que la Constitución consagra: Un derecho ciudadano, un

bien público de carácter social y cultural.Queda desfigurada la profesión docente que se

reduce ahora a administrar con eficiencia, eficacia y “calidad” las directrices del gobierno, dejando de lado la formación pedagógica; y el campo intelectual de la educación y la pedagogía es “colonizado” por el lenguaje de la empresas, lenguaje que le es ex-traño e impuesto. Política en contra de las Escuelas Normales Superiores y las Facultades de Educación, que ahora tienen que competir en su propio campo con profesionales de todas las disciplinas que llegan a la docencia sin fundamentación y sin vocación. ¿Cómo entonces, nos preguntamos, seguir hablando de calidad?.

Ante tales despropósitos no queda otra alternativa que la consolidación del Movimiento Pedagógico para que bajo sus objetivos de fundamentar en la pedagogía la labor del docente y cualificarlo para enfrentar críticamente las políticas de gobierno, podamos construir entre todos un proyecto cultural científico, pedagógico y social que enfrente con dig-nidad los abusos del dictador.

FUENTE

Actualidad Colombiana, Boletín Quincenal. Edición No. 415, septiembre 15 al 29 de 2005.

http://www.actualidadcolombiana.org

NOTAS

1 Díaz Mario “El campo intelectual de la educación”. Universidad del Valle – Cali. 1993

2 Granés José “Principios básicos de la docencia”. Bogotá. 2000. Universidad Nacional

3 Revista “Educación y Cultura”. No.1. FECODE. Bogotá

4 Tamayo Alfonso. “Tendencias de la Pedagogía en Colombia”. UPTC – Tunja. No.30-31. 2003

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De la perenne decadencia de la humanidad

PorJuan Camilo Calderón V. MD*

Profesor Facultad de MedicinaUniversidad de Antioquia

En una época de revuelos y revoluciones, se hace casi de perogrullo que la humanidad tiene problemas, máxime cuando ella misma se la pasa de crisis en crisis: económicas, políticas, filosóficas, éticas, religiosas.

Hasta acá estoy seguro de que el lector está com-pletamente de acuerdo conmigo, pero es justo lo con-trario lo que voy a tratar de demostrar: que no hay tal crisis; si no lo consigo al menos voy a tratar de dejar varias preguntas planteadas.

El primer argumento en contra es que esta situación de crisis ha sido diagnosticada (¿o acaso seudodiagnos-ticada?) en cada época de la historia de la humanidad, cuando se han usado múltiples adjetivos, tales como decrepitud, decadencia, crisis, disolución, lo que me

* Integrante como coinvestigador del Grupo de Investigación en Fisiología del Ejercicio, creado en 1995 por la profesora Hilda Norha Jaramillo, quien es la directora del mismo. Ha publicado 52 artículos nacionales y 7 artículos internacionales. Actualmente, estudiante de Doctorado en Fisiología y Biofísica. Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas. Venezuela.

lleva a preguntarme: ¿es posible estar eternamente en crisis en todos los campos del conocimiento humano?, ¿realmente hemos estado o estamos en crisis?, ¿por qué el hombre se empeña en pensar que está en crisis? Trataré de responder a estos interrogantes de modo que al final pueda concluir que no hay tal crisis, pero si acaso me lleno más de interrogantes que de respuestas espero que el lector comprenda que es más fácil cuestionar que responder y me excuse y lo entenderé si piensa que por estos días no se escriben ensayos como los que solían escribirse. De cualquier forma tendré en gran estima a quien intente extraer respuestas de entre las tantas pre-guntas de este ensayo1.

Según Jaime Alberto Vélez: “Bastaría con mirar las expresiones más comunes de un período histórico para conocer los problemas que lo aquejan. En este senti-do, el lenguaje no sólo dice, sino que revela”. Esto lo escribe refiriéndose a “…una época de crisis como la actual…” (Vélez J. 1999).

El texto de Vélez me autoriza a citar múltiples auto-res para ilustrar y rebatir las ideas de decadencia que han rondado la mente de múltiples escritores.

LiteraturaPermítanme introducir una corta discusión sobre la

idea de decadencia en la literatura citando a un autor cuyos textos bien se podría pensar que fueron editados ayer, ¿en qué año creería el lector que se escribió esto?: “La viciosa y enfangada vida de los clérigos, firme signo de maldad en muchos casos, no ofrece mucha dificultad para que hablen de ella…” (Boccaccio G. 2001).

“Este señor no se parecía a los cortesanos de hoy en día, llenos de la corrupción y vituperables costumbres, con las cuales quieren destacar como hidalgos (…) Gran-de afrenta y reprobación merece el mundo presente por ello, y argumento harto evidente es que la virtud ha huido

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de aquí, dejando abandonados a los míseros vivientes en el fango de los vicios” (Boccaccio G. 2001).

“Cierto que hay pocas mujeres que sepan hoy com-prender un rasgo de ingenio o, si lo comprenden, que sepan dar una respuesta oportuna. Pero esa virtud, que otro tiempo tuvieron las mujeres de antaño, ha sido sustituida por el amor al adorno y a la frivolidad…” (Boccaccio G. 2001).

He aquí perfectamente ilustrado el punto de este artículo: el hombre cree que todo lo contemporáneo a él es decadente, que lo de “hoy” es despreciable, está en crisis, que ha perdido virtudes que solía tener y que los culpables de esta generación son generaciones más jóvenes. “La virtud ha huido de aquí” implica claramen-te que alguna vez estuvo presente, muy probablemente cuando el autor del texto era joven. La idea de una perenne decadencia ha rondado siempre por nuestras cabezas2.

En el mismo sentido, escribió uno de los genios de la historia de la humanidad, en El Anticristo: “Estoy completamente desorientado; soy todo lo que está completamente desorientado; así se lamenta el hom-bre moderno”. Más adelante insiste: “Más vale vivir entre ventisqueros que entre las virtudes modernas…” y agrega: “El europeo de ahora es muy inferior al del Renacimiento” (Nietzsche F. 1995).

Todo lo hasta aquí citado bien podría estar en boca de cualquier erudito o intelectual, o religioso o plebe-yo de los últimos 3 siglos, ó 3 milenios y si alguien lo leyera, como sucederá (no a mí sino a los clásicos de donde saco las citas), en unos 40 ó 60 años, o tal vez más, también lo hará suyo.

Al tratar de analizar las palabras de Nietzsche, sólo surgen preguntas: ¿Por qué habrá escrito esto?, ¿porque no encontraba comparables las obras arquitectónicas, artísticas y científicas de los siglos XIV y XV europeos y aquellas de los siglos XVIII y XIX?, acaso ¿porque le pa-recía que el europeo de esa época estaba lejos de aquel superhombre que él promocionaba?, ¿acaso creía que el del Renacimiento habría estado más cerca, porque veía una crisis de valores en su época?

Una pregunta interesante podría hacerse aquí al respec-to: ¿Qué hubiera escrito Nietzsche si hubiera vivido antes del Renacimiento?, ¿que el europeo de ese entonces era muy inferior al de la época del auge de la cultura griega?

Es más, ¿qué diría ahora que el hombre da más pasos hacia ser dueño de su propio destino al conocer la secuencia completa de su propio genoma (Science 2001; Nature 2001), al haber clonado mamíferos y

estar en proceso de clonarse a sí mismo, al haber rea-lizado múltiples creaciones literarias y artísticas cuyo genialidad ahora es indiscutible? Definitivamente se necesita de la historia escrita para que parezcan más impactantes los hechos, pues ¿acaso nos damos cuen-ta nosotros mismos de las inmensas implicaciones de las cosas que se han hecho en nuestra época?, claro que no, como tampoco eran los europeos de los siglos XV y XVI conscientes de lo influyentes que serían para la humanidad sus realizaciones y sus nuevos concep-tos. Nietzsche subvalora el siglo XIX, ¿pero acaso po-dríamos nosotros hacerlo ahora?, por supuesto que no, ¿creemos ahora que sólo el europeo del siglo XIX ha estado en crisis de valores?, por supuesto que no.

De nuevo citando a Nietzsche nos queda claro que sentía a la humanidad en crisis: “La humanidad no supone una evolución hacia un tipo mejor, más fuerte o más elevado, en la forma como se cree hoy día (...) la evolución no significa en modo alguno y necesa-riamente acrecentamiento, elevación o potenciación” (Nietzsche F. 1995).

Con toda seguridad, teniendo en cuenta sus postu-lados y su grandeza, si Nietzsche hubiese vivido en la antigüedad, en la edad media, o en el Renacimiento, se hubiera sentido en crisis, en decadencia, al comparar la humanidad contemporánea a él con la de alguna otra época conocida como gloriosa. Nietzsche hubiera visto una crisis de valores en casi cualquier época de la his-toria en la que hubiera vivido.

He mencionado que la juventud suele sufrir las afrentas de los que ya pasaron por allí y es así como de la misma manera que la humanidad en general, la ju-ventud frecuentemente ha sido diagnosticada en crisis y ha arrostrado la culpa de la inmersión de la sociedad en tal crisis.

Al ser la juventud una de esas etapas del ciclo vital que parece mantenerse en crisis, vale la pena pregun-tarse: ¿será que siempre lo está realmente o será que siempre la metemos en crisis al verla de algún modo “desde afuera”?

Esta pregunta lleva a una respuesta, que más bien parece un postulado a priori, que puede aportar ele-mentos para la discusión del tema general: siempre está en crisis toda etapa del ciclo vital anterior a uno, aún cuando uno no se haya sentido en crisis cuando estaba viviendo dicha etapa de su propio ciclo vital.

Sobre esta perenne decadencia favorecida por la ju-ventud se escribía en forma tajante hace unos 8 siglos: “La juventud ya no quiere aprender nada, la ciencia

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está en decadencia, el mundo marcha patas arriba (...) Todo está descarriado” (Eco U. 1993). Esto resume perfectamente lo que nuestros abuelos y profesores suelen pensar de las nuevas generaciones; adelante aparecerán textos para ilustrar mi última afirmación.

Y todavía es más diciente Boccaccio cuando escribe “…no cometí otro pecado sino el que consigo lleva la juventud y para quitar el cual habría que quitar la juventud también…” (Boccaccio G. 2001). Al leer esto pareciera que no había nada que hacer desde ese en-tonces, sin embargo, aquí estamos3.

Del tema de la juventud y la educación actual habla Myriam Ríos, en un artículo, por lo demás escrito de manera bastante parroquial, al cual me voy a referir adelante (Ríos M. 2005).

Volviendo al tema central la idea de eterna decadencia , Saramago cree que “…nada hemos hecho que haya superado la Ilíada o las pinturas rupestres de las Cuevas de Altamira”. Según el nobel “vivimos tiempos confusos, contradictorios e injustos” (Osorio A, Márquez G. 2001).

En mi opinión Saramago es exagerado, pues parecie-ra que se le olvidó que después de aquello se pintaron La Gioconda y el Nacimiento de Venus (por mencionar sólo dos, de otra forma la lista sería inmensa) y que se escribieron De Humani Corporis Fabrica (más que escrito es ilustrado, pues es la obra maestra del padre de la anatomía moderna), Philosophiae naturalis prin-cipia mathematica (Newton I. 1972 un texto genial que se encuentra en la Universidad de Antioquia ), El Ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha, Así habló Zarathustra, o Cien años de soledad. De manera que Saramago es duro al hacer esta afirmación.

En una entrevista realizada al filósofo Norberto Bob-bio, el entrevistador hace caer en la cuenta a Bobbio de lo que él mismo (Bobbio) escribió hace cerca de 6 décadas: “La crisis espiritual de estos momentos reside en la dispersión de una realidad dolorosa en miles de realidades indiferentes”. Aquí llama la atención algo, ¿desde tan temprano pensaba Bobbio que estábamos en crisis?, ¿habremos salido de ella o nos hemos hundido más? (Kallscheuer O. 2004). Es bastante curioso que para Bobbio estemos en crisis desde hace 6 décadas, para otros hace una y para otros hace siglos: ¿existe una fecha a partir de la cual estamos en crisis?

Al leer a Bobbio, de nuevo me embarga la sensación de haber vivido (en este caso leído) esto antes: ¿Duda el lector de que el texto puede perfectamente ser es-crito en esta década, en la pasada o en la futura? Este hecho será analizado adelante.

Para Arthur Herman, “Los intelectuales predicen el colapso inminente de la civilización occidental desde hace más de 150 años” (Herman A. 1997), pero es evi-dente que la idea de crisis y decadencia ha perseguido al hombre por siempre.

Al leer su libro, nos damos cuenta de que él ha notado la idea de decadencia en la mente humana, pero en sus mismas palabras, él sólo: “…examina la idea de la decadencia occidental como parte del pensamiento mo-derno”, algo que parece ser inseparable de la idea misma de civilización, de la pregunta por el quehacer humano y de la idea del progreso. El libro, en efecto, examina a pro-fundidad la idea de decadencia en la historia occidental, con un tono en general neutro, de pronto roto cuando “acuña” la expresión: “mito de la decadencia” para referirse a este tema; y sólo en la siguiente sentencia encuentro en su libro una opinión favorable a mi argumento: “Entonces el futuro de la sociedad no es producto de una inevitable ley de progreso o decrepitud, sino aquello que los miembros de la sociedad desean hacer. De un plumazo, se rompe (…) y se disipa el ciclo de desilusión y desesperación, no en el mundo, sino donde realmente existe, en la mente de hombres y mujeres (negrilla mía)”.

Es probable que se hable de decadencia con el fin de ridiculizar la idea de progreso. El peligro de este progreso pareciera ser que atrofia lo que es espiritual, para muchos autores, “esta es una sociedad codiciosa, materialista, en bancarrota espiritual, y sin valores hu-manitarios” (Herman A. 1997). Sin embargo, como ya vimos Boccaccio nos muestra los pocos valores del cle-ro al final de la edad media, lo mismo hace Pepe Rodrí-guez con un recorrido más largo y profundo a través de la historia de la religión católica y su iglesia (Rodríguez P. 1997), por lo que no es exclusivamente la actual una sociedad “codiciosa y (…) sin valores humanitarios”, al contrario, ¡parece serla la sociedad de todos los tiempos! Por lo que llego a la pregunta del principio: ¿acaso es posible vivir eternamente “sin valores huma-nitarios”? Si la respuesta es no, pues no estamos en-tonces en ninguna crisis, debido a que si no es posible vivir en eterna falta de valores, entonces las situaciones exageradamente descritas por los autores no son más que creaciones y no realidades (recuérdese la frase de Arthur Herman citada arriba), y si la respuesta fuera sí, en aras de la discusión, entonces, según muestro que la sociedad en bancarrota espiritual siempre ha existi-do, nadie conoce la sociedad con valores humanitarios y fortalecida espiritualmente, de modo que el término decadencia no podría ser usado para algo que ha sido siempre sin cambios, sin declinación. Recuérdese que

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al principio se enmarcó el problema en términos de pensar que lo actual no tiene las virtudes que tuvo en el pasado, de modo que se implica un cambio, pero si siempre se ha vivido en crisis, sin valores, no se im-plica cambio, por lo cual no puede haber decadencia. Dentro de lo que ha sido siempre igual no puede haber algo peor (en otras palabras, no hay ruina dentro de lo que siempre ha sido ruina).

Uno de los campos en los que más se suele men-cionar la crisis es en el de los valores y la espiritualidad, sin embargo en opinión del autor de este artículo, esta idea tiene un gran trasfondo religioso, y particular-mente en el medio occidental es derivado de las ideas católicas-cristianas. No olvidemos cómo nos muestran, desde la mitología cristiana, a los humanos como seres decaídos, decadentes, vacuos, que son expulsados del paraíso; desde la misma historia mitológica de Caín se introduce el tema de la crisis en la humanidad. Enton-ces, no es raro que la idea de decadencia ronde por nuestras mentes o las de nuestros mayores.

Para Burckhardt, citado por Herman, “En el Renacimien-to, por primera vez el hombre se convertía en individuo espiritual y se reconocía como tal”. De modo que debe-ríamos pensar que por miles de años habríamos vivido de forma “no espiritual”, de pronto en el Renacimiento surge la espiritualidad y luego volvería a desaparecer, como po-dría pensarse según los apartes citados de Nietszche, que considera una época postrenacentista como decadente (recuerde las citas al principio del texto).

El hombre moderno (refiriéndome más que al hombre de la Edad Moderna al hombre moderno y postmoderno) siempre ha tenido como referencia al período clásico grie-go y al Renacimiento. Pero hay que recordar que el Rena-cimiento condenó a la hoguera a Savonarola, favoreció la compra-venta de indulgencias papales o fue tan corrupto que hizo a Masaccio pintar El Tributo. El Renacimiento alimentó la Inquisición y la creación y continuación del Index Librorum Prohibitorum y la modificación, entre otros, del Decamerón para seguir recomendaciones provenientes de Roma (Abad H. 2004). Según estos últimos argumentos, “La noción de la historia como progreso hoy está en descrédito entre los intelectuales, sobre todo entre los historiadores” (Herman A. 1997). Lo interesante es que el descrédito debería existir des-de siempre porque no ha habido época de la historia sin crueldad, invasiones, destrucción, dominación, corrupción, bancarrota espiritual, etc., (ni siquiera el Renacimiento se salva).

Recordemos que para Nietzsche el progreso y la civilización significan decadencia: “¿Qué es para vo-sotros lo malo y lo peor? ¿No lo es acaso la degenera-

ción?” (Nietzsche F. 1999).La humanidad (los intelectuales) en últimas se queja

de que el hombre ha perdido su “espíritu dionisíaco, frente al apolíneo, se ha perdido la voluntad de poder” (Anónimo. 1996), la fuerza vital para la creación, sin embargo para este autor lo que ha sucedido no es nin-guna decadencia, no es más que el devenir de la histo-ria y la afirmación de la pérdida de la fuerza vital para la creación ha sido hecha con demasiada frecuencia como para ser cierta.

Esta observación ya había sido realizada por quien escribió sabiamente en la década pasada: “La idea de la decadencia comprende una (…) necesidad de escapar a las cadenas del presente” (Anónimo. 1996).

Son incontables los autores que piensan que la humanidad está en crisis. En contra de lo que podría pensarse, son variados los sectores de la sociedad de los que proviene tal idea, incluso grandes mentes han incurrido en tal error.

Pero ¿por qué se tiende a pensar en lo presente como en crisis y en lo pasado como mejor?, el corto análisis realizado en las líneas previas revela que tal pensamiento es ante todo salido de lo racional, guiado por lo sentimental, melancólico y religioso y bastante relativo (o universal en el sentido en que la frase ha pertenecido a todas las épocas de la historia).

Tener en cuenta el carácter relativo del valor nos ayuda a entender por qué unas épocas consideran otras como de menor valor. No es cuestión de evaluar si el mundo es más o menos valioso o feliz, sino de ad-mitir que es un mundo diferente.

Bien se podría hacer una lista de algunos problemas de la sociedad actual y muy pronto nos daríamos cuen-ta de que cualquier persona en cualquier época de la historia la podría hacer suya con muy pocos cambios, apenas aquellos que obligan a guardar las proporcio-nes, (había menos habitantes, evolución de la tecnolo-gía y la ciencia, etc.).

Como se ha dicho, la decadencia llega a todas las esferas, a todo lo construido por el hombre, es decir, a la cultura de todas las épocas; el hombre se ha sentido, se siente y se sentirá en crisis.

ArteDel arte también se ha dicho que está en crisis y se

ha sugerido que lo anterior es mejor. Lo pasado y sobre todo lo clásico no suscitan el mismo sentimiento de lo actual: evidentemente lo clásico suscita el sentimiento de ser mejor que lo actual, pero ¿quién ha dado tiempo

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a las creaciones actuales para que la historia las juz-gue?, ¿acaso no se pueden convertir en clásicos? Re-cuérdese que Van Gogh murió sin ser famoso, o lo que es lo mismo, su obra no fue valorada mientras vivió, y en nuestro medio Débora Arango y Fernando Botero fueron duramente criticados antes de ser reconocidos como grandes artistas en nuestro país, lo que pintaron en sus primeros tiempos se consideraba decadente (y ahora algunos encuentran decadente el trabajo de Bo-tero frente al de algunas décadas atrás).

En la misma dirección se escribió: “A cualquiera que ame el arte, debe inquietarlo que la gente se interese cada vez menos por las creaciones estéticas del pensa-miento humano”. (Gracián N. 1999).

Personas como el autor de este texto, profundamente interesadas en el arte y en su historia, reconocemos la dife-rencia del arte actual con el clásico renacentista o con el de otras épocas, hecho que no implica a priori decadencia4. Los cambios en el arte a través de la historia han sido consi-derados respuestas a crisis (sería interesante profundizar en la idea de decadencia en el arte, pero podríamos salirnos del tema), pero curiosamente dichos cambios han sido enmarcados también en una evolución hacia la decadencia, ¿quién tiene en esto la última palabra?

Saramago anotaba: “Ignoro si hay evolución en el arte, pero sé que no hay progreso, y que quizá estamos más próximos al retroceso” (Osorio A, Márquez G. 2001).

Si el lector, como ha tenido la oportunidad de hacerlo el autor de este texto, ha estado al frente de un Botticelli, un Rembrandt, un Toulouse Lautrec, un Degas, un Miró, un Picasso, un Obregón o un Botero, ahora puede res-ponder la siguiente pregunta: ¿en cuál de ellos se percibe la decadencia, el retroceso? ¡por supuesto en ninguno! .

UniversidadPuesto que la universidad es reflejo de la sociedad,

también el ambiente de crisis ha llegado a ella, incluso algo que puede ser benéfico se hace paradójicamente un detonante de la crisis: la explosión de conocimien-tos. Dicho aumento de conocimientos, que se renue-van rápidamente, hace que se esté en crisis permanen-temente. Continuando con Bobbio éste afirma que “…pese a que el hombre moderno ha asimilado millones de hechos de los que los antiguos no tenían conocimien-to, el mundo de hoy nos resulta cada vez más incompren-sible, menos transparente” (Kallscheuer O. 2004). La pre-gunta es ¿no habrán tenido la misma sensación quienes vivieron la explosión de conocimientos del Renacimiento y de los siglos posteriores?, ¿la dificultad para comprender el mundo es sólo de nuestra época?

Luis Pérez escribió que la universidad tiene “…pro-fundos alejamientos del espíritu inicial de su creación”, al comparar con el origen de la universidad, se en-cuentran diferencias, “muchas de ellas nostálgicas”, y agrega que la universidad “…debe recuperar la alegría de enseñar y la alegría de estudiar”.

Por su misión, “…la universidad no puede compartir la tesis de que todo tiempo pasado fue mejor”, escribe Pérez, sin embrago al final de su libro escribe “…a pe-sar de la crisis, la universidad continuará siendo esen-cial para la sociedad” (Pérez L. 1990).

Se ha escrito que las universidades de Latinoamérica están en crisis, al sufrir la reducción del presupues-to, al enfrentar sin éxito la masificación y expansión: “Muchas universidades latinoamericanas viven en una especie de eterna nostalgia de su pasado glorioso, de lo grandes que fueron algún día y ya no lo son” y se llama la atención pues “…si no hay una puesta al día el gran riesgo para la institución universitaria (...) es que siga el proceso lento pero persistente de deterioro, de falta de inversión, de pérdida de relevancia...” (O la U se pone al día o se margina. 2000).

Este tema se reabrió recientemente cuando se pu-blicó una lista de las mejores 500 universidades del mundo, donde se supo que las que fueron ya no son (http://ed.sjtu.edu.cn/ranking.htm; Jerez A. 2004), en particular se habló de crisis en la universidad europea, sobre lo que no profundizaré.

Poco qué decir al respecto de la universidad latinoa-mericana, pues ¿alguna vez tuvo un pasado glorioso la universidad latinoamericana?, ahora cuando se discute el papel de la Universidad en el desarrollo de nuestro país, se hacen grandes esfuerzos para fortalecer la investi-gación, aumentar la cobertura en educación superior con calidad, evitar la deserción, etc., ¿es cuando pre-cisamente estamos en crisis?, cuando a la universidad se entraba por tener cierto apellido, cuando el acceso a la educación superior era restringido para las mujeres, cuando no se podían enseñar ciertas áreas por tener principios contrarios a los absurdos dogmas religiosos, cuando nuestra universidad no generaba conocimiento sino que lo copiaba, ¿no estábamos en crisis?, cuando todo lo criticable que anoto arriba empieza a cambiar ¿es justo cuando entramos en la crisis?

Es interesante aquí retomar el artículo recientemente publicado en Debates, donde la autora (Ríos M. 2005), en medio de una gran indignación y con un lenguaje más que coloquial para mi gusto, discute algunos as-pectos interesantes de la educación en Colombia (aun-que el título genera la expectativa de la comparación

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con el caso europeo, esto no es lo que termina desa-rrollando el texto). Si debiera aplicársele un aforismo a su artículo, estoy seguro de que “todo tiempo pasado fue mejor” resumiría el sentimiento de la autora.

Son múltiples las oraciones que remiten a tiem-pos pasados y hablan de decadencia: “…pero en los ochenta (sic) empezó el declive, sobre cuyo abismo se escriben hoy estas líneas”, “…ha terminado por convertir a las nuevas generaciones en amnésicas…”, “…hasta hace algunos años lograr un título (…) era un asunto de esfuerzo (…) De un tiempo para acá no”5.

Más adelante anota: “…no se muestra, en la actualidad, muy alentador el panorama (…) pues las generaciones nuevas (negrilla mía) de normalistas y licenciados…”.

Es bastante interesante lo que nos ofrece este artícu-lo: frecuente señalamiento a la juventud, a las nuevas generaciones, ideas de decadencia por cambios de modelos, muestra del ánimo incansablemente punitivo de los adultos, comparación con modelos descono-cidos en la práctica: nadie es formado en su juventud varias veces bajo diferentes modelos para comparar sin introducir graves factores de error: ver las cosas desde afuera, ¿qué escribiría la autora si fuera formada en la universidad de la primera mitad del siglo pasado y viera el gran cambio que se dio para la segunda mitad de si-glo?, en forma más clara: estoy seguro de que muchas de sus palabras expresan el sentimiento “decadentista” de casi todas las épocas y generaciones que han tenido alguna relación con la educación en Colombia, quienes consideran nostálgicamente que “todo tiempo pasado fue mejor”, sin que sea necesariamente así.

Una última cita: “El esfuerzo académico ha pasado a ser algo tan despreciado como la honradez o la fidelidad”. A este respecto: ¿no resulta que esto (la honradez y la fidelidad) se había perdido, o había pasado a ser despre-ciado, desde hace al menos unos 8 siglos? Los ejemplos son clarísimos: el prólogo del Decamerón e infinidad de sus narraciones retoman el tema de la infidelidad (en todo el sentido de la palabra, es decir, más allá de una relación sentimental véase como aclaración la definición del DRAE ) ¡masculina y femenina!; Umberto Eco, en su novela El nombre de la rosa, nos relata pasajes cargados de corrup-ción, comportamientos sexuales cuestionables según la moral cristiana católica, muy poca fidelidad, etc.; William Shakespeare nos deleita con poderosas narraciones trági-cas donde el concepto de tragedia derivada de un destino inmodificable, como en las narraciones clásicas griegas, parece ser ahora derivado de la maldad del hombre y se cuentan historias de traición, infidelidad, mezquindad, robos, asesinatos, etc., (sería interesante profundizar en

Shakespeare, el tema del poder y la inversión de valo-res, planteado por ejemplo en Macbeth, como reflejos de la decadencia de aquella sociedad, pero nos sal-dríamos del tema) y Nietzsche se cuestiona en varios textos sobre los valores y el espíritu que mueven a los hombres de su época (Jaramillo R. 2000; Nietzsche F. 1978; Nietzche F. 1999). Además es posible pasar por las tragedias griegas, Verne, Dostoievski (Dostoievski F. 1982), sólo por mencionar algunos autores, hablando de valores y de la descripción de la sociedad que hace cada escritor, pero el texto se haría demasiado largo. Entonces la honradez y la fidelidad, ¿fueron apreciados antes y ahora no?; los ejemplos que acabo de dar que muestran que antes hubo quien se quejara de la falta de estos mismas cualidades sugieren, si fuera cierta la historia de la decadencia, que se perdieron en aquel entonces (su-póngase Edad Media y hasta después del Renacimiento), en algún momento (desconocido para mí) se recuperaron y ahora ¡se vuelven a perder! o simplemente que dichas cua-lidades se habían perdido en Europa y aún están perdidas, pero en Colombia apenas se están perdiendo, es decir, la honradez y la fidelidad fueron apreciadas antes, pero desde hace algún tiempo empezaron a no serlo (si uno revisa la historia de Colombia en realidad le queda la duda de cuán-do fueron apreciadas)6.

No puedo dejar de mencionar un artículo aún más reciente, del profesor Fabio Zuluaga (Zuluaga F. 2005), quien escribe: “Es simpático que lo que para una gene-ración fue una conquista (…), para la otra no importa, pero esto puede estar hablando de lo relativo que son las valoraciones de una generación y de otra”, y más adelante anota: “Si uno analiza la evolución del mundo desde aquella época (década de los 60, anotación mía) hasta nuestros días puede concluir que, en su conjunto, el mundo sí ha cambiado pero ha cambiado para mal (negrilla mía) e independientemente del deseo individual y de las luchas colectivas y generacionales”. Todo esto al respecto de eventos sucedidos en la Universidad de Antioquia durante las últimas décadas. Aparecen los mis-mos elementos analizados en el texto de Myriam Ríos y por eso no se discutirá más al respecto.

Para no alargarme más en este sentido, parece claro entonces que el discurso de la decadencia, de la crisis, no tiene un gran soporte, y que es un recurso al cual se recurre frecuentemente para cuestionar lo presente y defender lo pasado construido por generaciones que ahora parecieran querer esquivar el cambio.

Ciencias socialesIván Darío Garzón escribió “El derecho como disci-

plina y ciencia humana se encuentra en crisis”, “Crisis

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que tiene hondas raíces históricas” (Garzón I. 2002).Surge de nuevo la pregunta ¿acaso nunca se avanza?,

es posible que así se puedan leer todas estas frases, puesto que nadie sabe ni sabrá nunca a dónde hay que llegar.

¿Será que todo se escribe en una época de la vida en la que las cosas se ven en crisis porque parece que se vivieron ya cosas mejores? Es probable que las co-sas se hayan vivido con un ímpetu mayor y entonces parezcan mejores. Tal vez ese juicio no se pueda hacer y las cosas simplemente sean de otra época. La incerti-dumbre siempre genera ansiedad y una posible forma de escapar de esto es regresar al pasado donde lo co-nocido genera sosiego.

Gabriel Córdoba se preguntó, por qué, sin importar las circunstancias y la época histórica, hay tanto dolor en el mundo y afirma que las causas del dolor son constan-tes y casi intrínsecas a la humanidad: “Puede afirmarse que las causas del dolor en el mundo son constantes y están uniformemente repartidas”. El autor introduce así un elemento que puede ayudar a entender por qué nos sentimos en crisis (Córdoba G. 2002).

Es tal “el grado de decadencia”, que en una esfera más local se ha escrito: “En Antioquia se ha perpetuado la idea de pertenecer a una raza en la que sólo caben los mejores, pero el mensaje, que se mantiene vivo fue distorsionado por los jóvenes (de nuevo el cuestiona-miento a los jóvenes, negrilla mía) y hoy no tiene fon-do. Los jóvenes antioqueños hoy se sienten orgullosos de ser paisas, pero sustentan ese orgullo en cosas muy superficiales…” (Jaramillo E. 2002).

Las anteriores citas pretenden mostrar que las ideas y textos referentes a decadencia no se encuentran sólo en la literatura clásica, sino en otros campos, pero es evidentemente imposible profundizar aquí en las ideas de crisis en cada campo del conocimiento humano.

La solución no asomaEs claro que si estuviéramos en una verdadera crisis

la situación sería difícil, si no imposible, de resolver: ¿es en efecto cuestión de “pérdida de valores”? Cual-quier padre de familia, político, profesor o religioso desprevenido respondería que sí, pero de valores se está hablando desde Nietzsche, cuando llamó la aten-ción sobre el tema, propuso la inversión de valores y escribió la Genealogía de la moral, por ejemplo; o desde novelistas como el propio Verne o desde antes de él en la Ilustración, o más atrás aún desde la litera-tura griega, y recientemente con Savater y la Etica para Amador, ¿y la solución?, ¡no asoma! ¿Estamos sencilla-mente condenados?, ¿no hay salida de la crisis?

Es un absurdo pensar que siempre se está en deca-

dencia, porque entonces ¿cuándo no se estuvo, cuál es el periodo de no decadencia para comparar?; ahora, ¿alguien ha vivido tanto como para poder comparar con autoridad las cualidades de un pueblo a lo largo de varios siglos?

Al tiempo que la humanidad se ha sentido en crisis, cada generación se ha sentido y creído predestinada para rehacer el mundo; con el paso del tiempo se dará cuenta que no rehizo nada, pero pocos se darán cuenta de que criticar lo que hacen las nuevas generaciones y defender lo pasado tampoco aporta mucho.

He aquí que, en mi opinión, todo lo anterior ha sido escrito por la generación equivocada para cada época, la que ya no siente ganas ni tiene energías para protes-tar, cambiar o darse cuenta de las genialidades de la nueva época, la que cree que sólo vale lo que se hizo cuando era joven o en las épocas pasadas en las cuales vivió o incluso en las que no vivió, pero las que idealiza y cree que en ellas no hubo un mundo de preguntas sino uno de respuestas.

Es claro que este artículo es escrito por alguien que piensa todo lo contrario, que cree que ésta es la mejor época de la historia y que tal crisis es un invento más de la humanidad en pro del no cambio. La noción de crisis va de la mano del no cambio, al mismo tiempo que paradójicamente obliga al cambio para salir de ella, pero este último cambio debe leerse en muchos auto-res como un ansia de regreso, de retroceso, para dejar entonces la historia en un lugar y momento conocido, que no genere incertidumbre por el devenir. También es posible pensar que la humanidad se siente en crisis porque no ha dado clara respuesta a la pregunta por el quehacer humano, pero desafortunadamente no tengo cómo responder dicha pregunta en este texto.

¿Hasta cuándo durará la decadencia? ¿Se escribirá den-tro de dos siglos que el europeo de entonces es inferior al de ahora, y que el americano de ahora igual lo es?

El no tener que permanecer en la incertidumbre porque se tiene la Creación del hombre en la Capilla Sixtina (Buonarroti), el Nacimiento de Venus (Botticelli) o las Tres Gracias (Rubens); o el no tener que estar tris-tes por no ir a la luna o al fondo de la tierra porque ya se puede leer De la tierra a la luna, Alrededor de la luna o Viaje al centro de la tierra (Verne), el no tener que permanecer al albedrío de la religión católica porque se tiene El Anticristo, la Genealogía de la moral y Así habló Zarathustra (Nietzsche), el no tener que creer que el alma maneja al hombre porque se conoce la se-cuencia del propio genoma, el no tener que creer que la genialidad se acabó porque tuvimos (tenemos) el

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siglo pasado a García Márquez, porque se pintaron las Damas de Avignon (Picasso) o la Crucifixión de cristo (Dalí) y se descubrió la energía atómica, me hace pen-sar que no hay tal crisis y no la ha habido y que ésta existe bajo el auspicio de un relativismo y un patetismo absurdo que tal vez dentro de veinte años me lleve a escribir de nuevo un texto sobre “La perenne decaden-cia de la humanidad”, pero quizá empezándolo de esta forma: “Definitivamente ya no se escribe como se solía hacer…”.

Al final de este texto no me parece exagerado escri-bir que tal decadencia no es más que una “inventada crisis perenne”, e invito al lector para que cambiemos paradigmas y nos dejemos de sentir en nuevas crisis y valoremos nuestra sociedad con “nuevos patrones” que no consideren lo pasado como la mejor opción.

Me disculpo de nuevo por dejar preguntas sin res-ponder, pues ¿quién tiene todas las respuestas?, al contrario de las crisis, ¿quién no las tiene?

BIBLIOGRAFÍA

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NOTAS

1 Aclaro que a pesar de las diferencias, en este escrito se usarán indistintamente las palabras decadencia y crisis, pues es frecuente que se utilicen en la literatura, dentro de ciertos contextos, con igual significado. No discutiré la definición del Diccionario de la Real Academia Española (DRAE) de decadencia como final de un determinado período en términos históricos o artísticos. Tampoco es mi objetivo sugerir ningún momento histórico como superior a otro.

2 Aunque quisiera, me es imposible aquí profundizar en el análisis de la obra de Boccaccio, como no lo podré hacer sobre la de ningún autor citado, por cuestiones de espacio.

3 A pesar de lo anterior, la juventud, la adolescencia y la niñez también han tenido algunos defensores: de un lado, la literatura en algunos episodios ha defendido estas etapas de la vida: Verne en su obra dio un nuevo trato a la infancia y a la juventud, el trato a los niños y jóvenes es diferente, por ejemplo en dos de sus obras, Dos años de vacaciones y Un capitán de quince años, con respecto a Leonardo y otros, para quienes los niños eran “pequeños animales humanos”; y de otro lado, la fisiología argumenta que esta es una etapa de inmadurez física y psíquica, aunque sólo en estas últimas décadas la medicina y la sociología han dado y sugerido un nuevo trato a los niños y a los adolescentes.

4 Una de las definiciones de decadencia precisamente se refiere al fin de un período en términos de arte, pero espero que se haya entendido que no pretendo discutir eso. En otras palabras, existe la decadencia del período renacentista, por simple definición del DRAE, pero no existiría la decadencia del impresionismo frente al renacimiento.

5 ¡Aquí recuerdo lo que me costó hacer mi pregrado en la U de A!

6 No pretendo discutir el contenido del artículo antes citado, sólo retomar algunos elementos, pues la forma en la que está escrito aporta a esta discusión concerniente a la idea de eterna decadencia.

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La irrupción de los medios masivos de comunicación dio origen al tránsito de informa-ciones de toda índole y con ella a la propagación de otros modelos de vida, ya vigentes en países más avanzados. Esta circunstancia propició la for-mación de nuevas fuerzas sociales y entraron en juego otros intereses contrapuestos a los que se conocían en la sociedad tradicional, instalada de hecho sobre tres ecuaciones básicas:

Población-recursos. Aquí se compensaba una alta tasa de natalidad con una tasa igualmente alta de mortalidad. (Natalidad igual mortalidad).

Necesidades-recursos. Se daba por una especie de congelación de aspiraciones y necesidades, den-tro de órdenes políticos y sociales rígidos y estra-tificados con igual rigidez. (Recursos iguales a las necesidades).

Tecnología-recursos. Hasta hace poco era lo que podíamos llamar tecnologías del pasado y su ajuste a los recursos conocidos, (herramientas de producción agrícola, por ejemplo), y a los usos tradicionales de esos recursos.

Conocimiento y poderTodos los fenómenos que pueden ser apreciados

La cultura de la información en la sociedad del conocimiento

PorJosé Jaramillo Alzate

Profesor jubilado. Facultad de Comunicaciones

Universidad de Antioquia

Ponencia para el Diplomado sobre Comunicaciones, Educción y Nuevas Tecnologías. Universidad de Antioquia.

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bajo la influencia de los países más desarrollados, especialmente en el campo del consumismo, crean factores de dependencia. Y originan desequilibrios y causan desórdenes sociales. El crecimiento de la deuda externa y la apertura a importaciones que exceden las necesidades de la producción y el me-joramiento de los servicios, son también factores de condicionamiento. Son campos y circunstancias que no pueden sustraerse al conocimiento común. Y es, precisamente, donde la industria de la información puede alcanzar grandes sectores de la opinión y prestar invaluables servicios a favor del desarrollo nacional.

Muchos países han admitido su incapacidad para competir en el desarrollo de la industria de la información sin la aplicación de una buena tecnolo-gía de comunicaciones. Y la convergencia de estas tecnologías ha creado la posibilidad del crecimiento internacional del conocimiento, eliminando todas las fronteras. Es lo que podríamos llamar la internacio-nalización de la información. Por eso el comercio de los medios de comunicación como videos, pelícu-las, revistas, transcripciones vía satélite, Internet y ahora los nuevos recursos de la electrónica como el burofax, el telefax y el videoteléfono, causan preocupaciones en países que al no poder desa-rrollar estas tecnologías pretenden conservar su identidad cultural. La dependencia en la sociedad pos-industrial regida por la informática, la robótica y el empleo del láser, es hoy la mayor perspectiva de subdesarrollo para las naciones que no se aco-moden a los “signos de los tiempos en el campo de lo positivo”, naturalmente.

Las comunicaciones serán la infraestructura cen-tral de la nueva sociedad, por todos los vínculos que establece entre los pueblos, determinando la celeri-dad de los cambios, como lo señala Danel Bell en su libro The Coming of Post-Industrial Society. Esta es la era del acento en los servicios de educación, salud y ordenamiento social y del análisis de los sistemas de investigación y desarrollo científico. Es lo que el mismo autor denomina la segunda dimensión de la sociedad, porque por primera vez la innovación y el cambio derivan de la codificación del conocimiento humano y toda la sociedad tiene hoy su base en ese conocimiento. Por eso se ha dicho que la nueva tecnología de la información se convierte en funda-mento de una nueva tecnología intelectual, en la que el conocimiento teórico y sus nuevas técnicas, se tornan decisivas para todos los procesos culturales,

económicos, políticos y sociales. Una de las características más distintivas de

nuestra época es la velocidad del conocimiento en materia de ciencia y tecnología, elementos que in-troducen los cambios en la nueva sociedad. En las últimas centurias la humanidad ha experimentado esa modificación sucesiva del pensamiento en as-pectos que parecían inmodificables. Pero lo más sorprendente es la forma como viene acumulándose el conocimiento y acelerando el ritmo exponencial de la creatividad del hombre, cada vez con mayores acentos sobre el comportamiento humano. En un estudio publicado por investigadores de los Estados Unidos se indica que el caudal del conocimiento del género humano se duplica cada 12 años a partir de la década del año 60. A su turno, científicos alema-nes consideran que la duplicación del conocimiento se ha reducido a periodos de tres años. O sea que los conocimientos que hace 10 años eran solo de especialistas en computadores, hoy son obsoletos. En áreas como la ingeniería genética, conductores, rayos láser, biología, física, química e investigación espacial, se duplican los conocimientos en pocos meses. Uno de esos testimonios se acaba de dar en el campo de la medicina con la descodificación casi completa del genoma humano. Es el resultado de in-tensivas investigaciones en la “bioinformática”, que evoluciona el tratamiento de las enfermedades.

Lo grave de esta situación es la concentración de ese conocimiento, pues según Gustavo Malek, di-rector de la Oficina Regional de Ciencia y Tecnología de la UNESCO para América Latina y el Caribe, el 94% de esa producción del conocimiento se genera en siete u ocho países. El otro 6% se origina en más de 150 naciones, entre las cuales están las nuestras, que tienen, además, muy poca capacidad de manejo de esa producción. Es aquí, precisamente, donde la brecha entre los países desarrollados y los subde-sarrollados se advierte con todas las significaciones del conocimiento y la dependencia. Si, como es evi-dente, el conocimiento da poder, tenemos una expli-cación y una respuesta a todas las manifestaciones de inconformidad por el manejo ya no solo político y económico de nuestro destino sino también por la subordinación cultural que condiciona en forma ostensible todos los pasos del desarrollo.

El factor EducativoDado el carácter acumulativo y progresivo de

la ciencia y la tecnología, es necesario admitir que

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allí están los soportes de todos los cambios socia-les y de todas las expresiones de independencia y autonomía. Sobre estas consideraciones entra a jugar papel la educación mediante giros y concep-ciones que la pongan en relación con las fuentes frescas del conocimiento científico. Es la manera de inducir los cambios sociales, que deben ser en-tendidos, planeados y dirigidos con idoneidad por las vías del progreso y bienestar de los pueblos.

La independencia política que nuestros países han alcanzado no tiene mayor significación frente a la dependencia científico-tecnológico porque esta circunstancia condiciona hoy su independencia económica y cultural. Sólo una educación avanzada, donde la enseñanza de las ciencias básicas pueda constituir un generador de apetencias para la inves-tigación, la organización y todas las actividades de la ciencia, puede consolidar todo principio de inde-pendencia. Sin el ejercicio científico, sin tecnologías, sin invención, sin creatividad, siempre habrá someti-miento. En los países llamados del tercer mundo las disciplinas científicas son casi inexistentes y en al-gunos casos, como en el nuestro, es una creatividad embrionaria, no obstante el interés y la dedicación que últimamente se ha dado a la investigación, en universidades como la de Antioquia, la primera de Colombia en este campo.

Por eso es necesario una mayor y mejor edu-cación, con más amplia recepción de los avances científicos y técnicos, para buscarle aplicaciones a nuestras propias circunstancias y condiciones. La difusión y el fomento del pensamiento científico son indispensables para la vida y la convivencia de una sociedad que parece cada vez más compleja. La di-vulgación de los elementos básicos de las ciencias y las tecnologías, resultan esenciales para el lenguaje de referencia y la formación de criterios en el marco de las sociedades modernas. Es donde la escuela, la Universidad y los medios de comunicación tienen un ponderado papel de canales para la transmisión del conocimiento. Las políticas en materia de inves-tigación y ciencia deben ser instrumentos y compo-nentes del desarrollo. Solo así, como lo decía uno de los directores de Colciencias, podremos dejar de ser meros espectadores, depositarios y usuarios a título precario del desarrollo científico y tecnológico, para convertirnos en protagonistas de una creación cien-tífica y tecnológica que podamos poner a nuestro propio servicio para darle vigor a todos los proyectos de bienestar y desarrollo.

La industria del conocimientoUna de las características distintivas de nuestra

era es precisamente la rapidez con que se introdu-cen cambios en el conocimiento y la actividad del hombre, los cuales surgen como resultado del de-sarrollo científico y tecnológico. Son conocimientos que seguirán multiplicándose a un ritmo cada vez más acelerado. La energía nuclear, la física, la ciber-nética, la robótica, la conquista espacial, la estruc-tura de materiales y otros innumerables fenómenos con efectos en los seres vivos, asignarán nuevos rumbos al comportamiento humano en las próximas décadas. El desarrollo de la inteligencia se viene du-plicando en períodos cada vez más cortos. El primer lapso fue de casi dos siglos, entre 1750 y 1950. En esta década se inicia la investigación continuada del espacio y desde entonces se acortan de modo considerable las etapas que señalan y determinan cambios en el discurso de la humanidad. Casi puede afirmarse que cada tres años se hace necesaria la revisión de todo cuanto influye en el proceso vital y en la pedagogía del nuevo conocimiento. Lo que hace diez años era del dominio absoluto de un es-pecialista, en cualquier área del saber humano, hoy resulta subestimado, por no decir obsoleto, y quién haya permanecido al margen de las innovaciones introducidas en ese lapso, tendrá que aprender las nuevas y variadas maneras de utilizarlas eficiente-mente.

Estamos hoy frente a lo que se ha llamado “In-dustria del conocimiento”, o sea, aquella que pro-duce, maneja, distribuye y transfiere información científica. Bajo su influjo se modifican conceptos económicos, culturales y sociales. El 90% de los conocimientos científicos son contemporáneos con las generaciones de hoy. En los últimos treinta años se han impreso más libros que los publicados desde la aparición de la imprenta, en 1450, y la mitad del siglo XX. Son los factores que nos impul-san hacia nuevos conceptos de la educación, en la práctica profesional y en la misma organización de la sociedad. Por eso a la información científica se le ha dado un valor casi de diagnóstico, cuando se advierte que los cambios deben ser entendidos, anticipados, planeados, controlados y dirigidos para evitar resultados negativos que conducen al caos y a la destrucción.

La ciencia tiene hoy una sucesión manifiesta. Se enriquece el conocimiento constantemente y se crean nuevas y sorprendentes perspectivas. En

La cultura de la información en la sociedad del conocimiento

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la bioingeniería se tiene ya como un ejercicio ru-tinario el trasplante y la implantación de órganos artificiales. El empleo de los rayos láser beneficia tanto los experimentos en el campo de la salud como en el industrial. La robótica viene asumien-do los puestos de trabajo pesado en los países más desarrollados. La telemática, el telefax, el scanner, el Internet, y todas las nuevas tecnologías de la imagen y el sonido, nos colocan en un mundo total-mente distinto, convertido en la aldea de que habla-ra McLuhan al pronosticar los grandes fenómenos de la comunicación.

El valor educativo de la informaciónLa información debe manejarse como un instru-

mento de educación permanente, que transfiera al hombre de la sociedad tecnológica los conocimien-tos que le permitan acomodarse a la nueva vida. Es una necesidad de los tiempos que corren. La independencia política es casi inexistente si no se posee independencia económica, y ésta es impo-sible de lograr si no se tiene una cierta autonomía en la creación tecnológica. Manuel Calvo Hernando decía: “al señalarle el papel a la especialidad del periodismo científico, esa actividad debe dedicarse a la divulgación de la ciencia y poner al servicio de las mayorías el saber de las minorías, para hacerlas partícipes de los progresos del conocimiento”.

Estamos frente a una nueva cultura, en la cual la misión educativa de la prensa es cada día mayor. La información está experimentando una transición de lo objetivo a lo sustantivo, de lo emocional a lo reflexivo y de lo meramente noticioso a lo didáctico y cultural. Los horizontes de fin y principio de siglo están enseñados por el desarrollo científico y tecno-lógico. Los países desarrollados están en ese trance y han hecho la necesaria conversión de patrones para salirle al encuentro a ese futuro. Hay una vertiginosa movilización tecnológica de fin de siglo. Pero los cambios de actitud y de comportamiento sólo son posibles cuando se toma conciencia de las situacio-nes, cuando se informa a crecidos auditorios sobre el pensamiento que obra en el cambio. Es allí donde reside la gran responsabilidad del comunicador, pero también del científico y del investigador. Es lo que Bertrand Russell llamó responsabilidad social, afirmando que todos los hechos que deben guiar las decisiones de los gobernantes, no adquieren importancia si permanecen sepultados en publica-ciones que parecen estar destinadas solamente a los

archivos, para eventuales consultas de los estudiosos solitarios de esas tesis. Por eso las decisiones polí-ticas para el desarrollo del país, se toman casi sin ninguna participación de científicos o de los centros de investigación tecnológica, como podrían serlo las universidades. Es una brecha que hay que cerrar por medio de la información para hacer posible la incorporación de la ciencia a todo el bagaje cultural del pueblo. Los científicos, ha dicho Lord Russell, son ciudadanos dotados de habilidades especiales y tiene por eso mismo, la obligación pública de exigir que sus habilidades sean siempre utilizadas en aras del interés común.

Democratización de la informaciónLa explosión de la información, a la que estamos

asistiendo, y la revolución permanente que en el or-den tecnológico se está formulando, demandan una educación permanente, una predisposición social. Necesitamos trasladarnos al nuevo tipo de trabajo exigido, como dice José Luis Aranguren en sus notas sobre la Comunicación Humana. Pero incluso el jo-ven, nacido ahora en el seno de la nueva sociedad, teniendo en cuenta ese nuevo desarrollo de la cien-cia y la tecnología, tendrá, si no quiere permanecer en el ayer, que seguir estudiando y preparándose para la movilidad y la dinámica de su ocupación. En ese tipo de educación los medios de comunicación cobran importancia. Son muchos los sociólogos que hablan hoy de una cultura de masas opuesta a la cultura escolar o, al menos, deferente de ella. El pe-riódico, la radio, la televisión le dan un nuevo “sem-blante” al libro. Por eso, en un diseño de Políticas de Comunicación para América Latina, dentro de la documentación sobre “Comunicación y Sociedad”, de CIESPAL, se establecía la urgencia de adoptar mo-dos, medios y procedimientos. La recomendación es la de buscar medios más apropiados, sistemas idóneos y el establecimiento de canales adecuados para la comunicación que utiliza la sociedad se con-vierta en un instrumento de capacitación popular, de participación, de acción institucional y de desarrollo y transformación social.

Hay que destacar en este momento la importancia que reviste la eliminación de los desequilibrios y las disparidades en la comunicación, en sus estructuras y en la circulación de la información. En el informe MacBride, hacia un Nuevo Orden Mundial de la Comunicación, se plantea el derecho fundamen-tal del individuo a la información. Para reducir

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su dependencia, los países en desarrollo deben reivindicar un nuevo orden en la comunicación, más justo, más equitativo, y por consecuencia, como expresión de libertad. Por eso se considera indispensable que cada país promulgue sus políticas generales de comunicación. Los orígenes del interés en el desarrollo se pueden precisar, en el momento en que se cobra conciencia de que la pobreza no es el sino inevitable de la mayoría del género humano. Esta conciencia se toma como resultado de la rique-za alcanzada por las masas en occidente y la mejora de las comunicaciones masivas, que llevaron los sucesos del norte al conocimiento del sur y de sus élites. Con el auxilio de esos canales, radio, televi-sión, prensa y hoy Internet, políticos y economistas comenzaron a disertar sobre el desarrollo como un derecho del hombre.

Un profesor de física de la Universidad de Har-vard afirmaba que los científicos están unidos en sociedad mundial más justa. Y es aquí donde hay que agregar, que nuestro papel, el de quienes nos dedicamos al maravilloso y hoy riesgoso oficio de informar, es hacer de la información un instrumento de aproximación para que esa unidad y esa justicia hagan beneficiario a todos los seres del universo. Cabe aquí el objetivo de la comunicación en la edu-cación, en la órbita de las nuevas tecnologías.

Situar al hombre como sujeto de necesidades en un proceso de receptividad eficaz a través del diálo-go social, es un deber irrenunciable. Dar la oportu-nidad de experiencias y actividades pedagógicas que faciliten la comunicación y estimulen la capacidad creadora, es promover el conocimiento de la men-talidad humana y la investigación educativa. Buscar los objetivos, metas y desarrollo de una educación y una información que correspondan a la naturaleza y necesidad de nuestro medio cultural y a la dinámica de los cambios sociales, es un factor primario de libertad.

Otra perspectiva de gran significación para este sacudimiento de la ciencia es el que se relaciona con la investigación espacial. La Administración Nacional de la Aeronáutica y del Espacio, NASA, completará en corto plazo su proyecto a setenta vuelos operaciona-les. Será el complemento de los procesos investigati-vos iniciados por la “Lanzadera Espacial Columbia” y sus naves hermanas Challenger, Discovery y Atlantis, de repercusión inmediata en el campo de las comu-nicaciones. Esto sin contar con las experiencias de la Unión Soviética, ni con el auge de la miniaturización

japonesa, ni con los grandes adelantos de Alemania Federal, donde la meta del Instituto Heinrich Hertz, en la técnica de comunicaciones, es también confor-mar, de la manera más adecuada posible, la sociedad de información del mañana. Los investigadores de esta gran nación calculan, que en el año 2010 podrán instalar en la luna los primeros campamentos para la construcción de fábricas, y suponen para entonces, la existencia de ciudades satélites que puedan funcionar correctamente. El convenio sobre la “estación espa-cial” firmado entre las naciones miembros de la Agen-cia Europea de Navegación Espacial, ESA, los Estados Unidos, Japón y Canadá, el 29 de Septiembre de 1988, deja ver otra dimensión en las investigaciones del espacio. Sin contar, tampoco, lo que concierne a la inteligencia artificial y a los proyectos que desa-rrollan Francia y Gran Bretaña. Por medio de satélites se logrará la comunicación telefónica sin necesidad de emplear el sistema terrestre de computadores. Ya se han perfeccionado los teléfonos inalámbricos que pueden llevarse a cualquier sitio y pronto entrarán en uso los de pulsera y bolsillo. En este adelanto sor-prendente de la tecnología los números telefónicos se asignarán a las personas y no a las instalaciones. Con el mejoramiento de las señales, las transmisiones mejorarán considerablemente en la radio y la televi-sión. Las misiones científicas en el espacio permitirán nuevos avances en al industria y especiales cuidados en el área de la salud.

Con el fin de darle una total significación a lo que la ciencia representa para la nueva sociedad, puede acogerse en su texto la siguiente definición de Bro-nowski: “En una vida sin cambios, cada noche es el final de un día como el de ayer, y cada mañana será el inicio de una jornada como la del día anterior”.

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La salud: un proyecto de política pública

Las políticas públicas responden a un programa de acción gubernamental o patrón de acción gubernamental, que tiene por objetivo estimular la coo-peración social o desistimular el conflicto de intereses. En este sentido, las políticas públicas se pueden entender como los actos y los no actos de una autoridad investida de poder público y de legitimidad ciudadana, frente a un problema o en un sector de su competencia, como es el caso de la salud. El análisis de una política pública cubre cuatro componentes, los cuales son el contenido, actores, contexto y el proceso, y la clave para la integración de estos componentes son los intereses y el poder. Las polí-ticas públicas involucran no solo a una, sino a varias insti-tuciones estatales; significan la materialización de las deci-

PorHeldy Y. Agudelo Osorio

OdontólogaUniversidad de Antioquia

siones tomadas en términos de acciones que produzcan resultados sobre una situación socialmente problemática. Dichas acciones se modifican de acuerdo con las inicia-tivas de los actores sociales, que son tenidos en cuenta en el proceso de negociación. Las políticas públicas se expresan en la normatividad jurídica (constitución, leyes, decretos, ordenanzas y acuerdos), en los planes, programas y proyectos, en los contratos, en los cambios de comportamiento que se incorporan en la población en calidad de norma.

La salud pública conocimientos y prácticas lo su-ficientemente amplias para interpretar y explicar la situación actual de salud y de los servicios, apoyar el avance de las condiciones de vida y salud cada vez más deterioradas de las mayorías poblacionales, promover y fortalecer las expresiones individuales y colectivas progre-sistas que impulsen la salud y apoyen la construcción de un Estado democrático coherente con estas necesidades y derechos, el mismo que a su vez, debe ser capaz de tejer redes de cooperación internacional en este campo. Mario Testa en su obra “Pensar en Salud” nos dice: …si solo la historia puede conducir a una ciencia verdadera, una ciencia verdadera tiene que servir para la construcción de la historia1. Actualmente, la salud se concibe como un elemento base para el desarrollo humano y como una concisión indispensable para mejorar la calidad de vida de los ciudadanos. Estos son, entonces, los dos criterios fundamentales sobre los que se tiene que ba-sar la formulación de la política pública en el sector de la salud; una política pública que debe incluir, además, acciones y estrategias para la promoción de la salud.

Los últimos indicadores que se han elaborado para dar cuenta de la situación de la salud en el país, nos

Para construir salud pública lo que se requiere es invertir en promoción de la salud. La promoción de la salud tiene que ver con la defensa de la

vida, con el impulso de valores positivos, y con la valoración del

bienestar colectivo como un valor fundamental de las sociedades

democráticas.

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permiten concluir que existe una crisis en el Sistema Nacional de Salud, con problemas graves como la co-bertura de aseguramiento, hospitales ineficientes y su crisis de identidad, inequidad, entre otros. La situación actual de la salud pública no es, pues, para nada alen-tadora; con un agravante que es la mala utilización de los recursos.

La salud pública ocupa un espacio a cargo del riesgo y la prevención de la enfermedad Actualmente, la salud ha sido reducida al conjunto de servicios asistenciales para enfrentar las situaciones de enfermedad, y el Estado mantiene su carácter de orientador, organizador, cofi-nanciador, controlador y sancionador del sistema.

El tratamiento de las acciones del gobierno encami-nadas a impactar la realidad de la salud a través de la formulación de políticas públicas, deben contrastar in-tereses sociales, políticos y económicos; y articular los esfuerzos de los actores y organizaciones que ejercen presión en defensa de dichos intereses.

La salud pública pasa a ser una buena expresión de una disciplina científica moderna, una forma de orden del mundo, y, a su vez, la enfermedad de la población es transformada en objeto de la ciencia, posible de in-tervención, de transformación, de modelación de “pro-ducción”2. El conocimiento de la realidad nos permite estar atentos a la transformación y a generar nuevas alternativas; es fundamental tener en cuenta que la elaboración de un modelo de seguridad social depende en gran medida del desarrollo científico, tecnológico y político, con estrategias coherentes de formación del personal profesional especializado. Es por todos co-nocido que se ha avanzado mucho en la comprensión y las prácticas de lo que es la salud como bienestar individual, desarrollo positivo, capacidad de pleno desempeño individual y social; elementos estos que hacen parte de la seguridad social y que garantizan la satisfacción de las necesidades, y el acceso a los bienes y servicios socialmente producidos para que cada cual tenga lo que requiere para su desarrollo.

La potencialidad actual de la salud pública radica en el fortalecimiento de la salud de las colectividades, de las instituciones y en la necesidad de transformalos como intérpretes-mediadores del proceso de cambio que está inmerso en el nuevo contexto social, cultural y político y en el modelo de globalización. La planeación es otro factor relevante; identificar en forma objetiva e imparcial una situación problemática, con suficiente y adecuada información, nos permite formular objetivos y estrate-gias sobre la mejor forma de solucionarla; apoyándo-nos en la lógica de la política, que incluye elementos como la mediación con los grupos de presión.

La planeación debe tener en cuenta las necesidades del ser humano como sujeto activo y como eje central de la gestión pública, y se debe apoyar en elementos como: la cooperación intersectorial, en la participa-ción de la comunidad, la valoración de la función que cumplen los funcionarios de la salud y la optimización de los recursos existentes. La participación social se es-tablece en la Constitución Política de Colombia como uno de los elementos que determinan el carácter del Estado Social de Derecho, al definirlo como un Estado Democrático, participativo y pluralista; es así como la participación de diversos actores sociales en al for-mulación de políticas públicas, se constituye en una acción estratégica importante en el escenario de lo pú-blico, en la medida en que es a través de este proceso que se logran los objetivos propuestos.

Las políticas públicas son importantes vehículos para reducir las desigualdades sociales y económicas, y para superar los obstáculos que existen en el ámbito de la salud pública. En la formulación de la política pública, es fundamental el papel que le corresponde al Estado, en su calidad de garante y promotor de la salud como dere-cho humano fundamental y bien público.

La salud colectiva se mueve y se desarrolla en intima relación con el contexto social, económico, cultural y político; debemos partir de la idea de la salud como hecho social que interprete el vivir como acción bio-lógica y social; se requiere explicar y obrar sobre las estrategias de estas acciones sociales. Jairnilson Silva Paim y Naomar de Almeida Filho definen la salud co-lectiva como un conjunto articulado de prácticas, téc-nicas, ideológicas, políticas y económicas desarrolladas en el ámbito académico, en las instituciones de salud, en las organizaciones de la sociedad civil y en los institu-tos de investigación informadas por distintas corrientes de pensamiento resultantes de la adhesión o crítica a los diversos proyectos de reforma en salud3...la salud

Las políticas públicas son importantes vehículos para reducir las desigualdades

sociales y económicas, y para superar los obstáculos que existen en el ámbito de

la salud pública. En la formulación de la política pública, es fundamental el papel que

le corresponde al Estado, en su calidad de garante y promotor de la salud como derecho

humano fundamental y bien público.

La salud: un proyecto de política pública

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OPS/OMS. Las funciones esenciales de la salud pública. Washington: OPS/OMS, 2002.

colectiva se consolida como campo científico y ámbito de prácticas abierto a la incorporación de propuestas innovadoras.

Una política social completa es simultánea con el conjunto de derechos requeridos para el bienestar colectivo; derechos que se deben incluir en la formu-lación de la política pública. Un proceso que, como se ha dicho anteriormente, supone la concertación con los distintos actores públicos, privados y comunitarios relacionados con el sector, para identificar propósitos comunes, hacerla viable, factible y sostenible.

Para promover la salud necesitamos que la población aprenda a conocer y manejar los riesgos, puesto que existen condiciones de la acción humana desconocidas y consecuencias de la acción no deseadas. La salud es un compromiso de todos y en su defensa deben concurrir los esfuerzos y compromisos de diversos actores socia-les: públicos y privados. La ejecución de las políticas pú-blicas, exige de una evaluación posterior que supere las apreciaciones subjetivas y se constituya en un ejercicio riguroso de argumentación, al utilizar una metodología adecuada y basada en información acertada.

Para construir salud pública lo que se requiere es invertir en promoción de la salud. La promoción de la salud tiene que ver con la defensa de la vida, con el impulso de valores positivos, y con la valoración del bienestar colectivo como un valor fundamental de las sociedades democráticas. El agravante en este tema es que los fondos asignados a la salud, han ido a parar al servicio de la publicidad y del incremento de ganan-cias. Si bien las funciones esenciales de la salud pública recomendadas por la Organización Panamericana de la Salud4 conducen a visualizar las obligaciones de un Estado que había dejado de lado el quehacer en este campo, no dan cuenta de los cambios urgentes que deben llevarse a cabo en las maneras de ver, interpretar y accionar en la salud pública, pues al centrar la preocupación alrede-dor del quehacer gubernamental, las prácticas sociales que pueden apuntalar la salud y la vida son conceptualizadas con bastante profundidad pero luego pasan a ser operacio-nalizadas en cuanto función estatal.

Una de las soluciones para los problemas que nos aquejan, y que se han descrito a lo largo de éste articu-lo, consiste en promover la participación integral y el trabajo conjunto e interdependiente en salud pública, en acciones de promoción y prevención, para reducir la morbilidad y mortalidad por causas evitables dentro de la familia.

El Estado y la sociedad tienen la responsabilidad de proponer y ejecutar políticas públicas que permitan la di-

ferenciación para lograr la igualdad. Muchas sociedades reconocen explícitamente que la inversión social es alta-mente rentable para el fortalecimiento de la democracia. El esfuerzo sostenido de incrementar el gasto público en salud, educación, bienestar, cultura, recreación y vivien-da nos da la oportunidad, nos brinda las condiciones necesarias necesaria para que una nación eleve la calidad de vida de sus habitantes y la capacidad de competir en un mercado globalizado cada vez mas exigente.

La iniciativa regional de políticas públicas saludables se basa en un enfoque multisectorial para asegurar la sustentabilidad de los servicios, aumentar la protección de los habitantes y reducir sus riesgos, ampliar la aten-ción a los grupos indígenas, extender la cobertura en cada localidad, y mejorar la calidad de la vida.

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La nueva canción… ¿Un canto truncado?

PorJhon Franklin Bolívar Cano

Licenciado en Educación Universidad Autónoma Latinoamericana

…Es posible y nos estamos refiriendo al contexto latinoamericano, pues este oficio, no es exclusivo de ningún artista ni de ningún país en parti-cular. Norteamérica conoció a principios del siglo XX, a un excelente trabajador de la cultura, llamado Joe Gil y, así, toda una gama de incontables compositores e interpretes que cuestionan y asumen un compromiso que va mucho más allá de los intereses personales. Después del año 1960 va adquiriendo más relevancia la presencia de consagrados en el arte musical, como Atahualpa Yupanqui, Mercedes Sossa, y Quinteto Tiem-po, de Argentina; Violeta Parra, Víctor Jara, Quilapayún e Inti-Illimani, de Chile; Sara González, Pablo Milanes, Silvio Rodríguez, Vicente Feliú y Amaury Pérez, de Cuba; los olimareños, Alfredo Zitarrosa y Daniel Vi-glietti, de Uruguay. Los integrantes del grupo musical Pasajeros, de Medellín, Colombia, quienes recuperaron su libertad el primero de diciembre de 2004 y actual-mente están fuera del país, luego de haber permanecido seis meses detenidos precisamente por cantar y compo-ner de una manera distinta al circuito comercial y con una nueva propuesta.

Los activistas culturales, intelectuales, académicos, co-lumnistas, comunicadores, sindicalistas y politiqueros en Colombia, no han querido reconocer que, para todo sis-tema capitalista, el papel de la cultura es fundamental en todas sus manifestaciones. El tema de la globalización no comenzó ayer y en estos momentos es casi incontenible la inundación de modelos en el modo de ser y compor-tarse, de estrellas fugaces en TV, en las producciones de

Hollywood y sus efectos especiales, los realities, los D.J., los after party, los Donnuts, hamburguesas, sanduwichs, Coca cola, éxtasis, drogas sintéticas, cámaras digitales, computadores personales, celulares G.P.S., guerras de invasión transmitidas en directo y toda una homogeni-zación mental e ideológica, en donde sólo es posible la droga, ser individualista, conformista, mediocre y fanáti-co, el resto es considerado terrorismo o su equivalente después de la Segunda Guerra Mundial: Comunismo.

Lo más ridículo del asunto es observar cómo nues-tros propios nacionales, haciendo uso de la pasarela mercantil, se exhiben y nos muestran un producto mu-sical reciclado y se autocalifican como representantes de la sociedad, así no tengan el mínimo de autoridad moral, de criticar o proponer algo auténtico (Juanes, Carlos Vives y Cía., etc.). Todo es consumo al cubo. Muchos de los que alguna vez se identificaron con ideas liberadoras en cualquiera de las últimas décadas del siglo pasado, hoy se inician en un café bar escu-chando al cubano Silvio Rodríguez y terminan sumidos en borrachera entonando vallenato llorón, merengue más de lo mismo y salsa romanticona entre otras de las opciones de consumo. En este sentido el neolibe-ralismo ha logrado colonizar las mentes desprovistas de dignidad, principios y valores de lo propio. No existe ninguna argumentación seria que justifique el subdesarrollo, no sólo económico, sino además men-tal que elogie tanta miseria espiritual. Es fácil criticar actitudes tan demagógicas en nuestra sociedad como Andrés Pastrana, Noemí Sanín, Horacio Serpa y todos los administradores de Colombia. Más lamentable es ver nuestra oposición, que hace parte de una izquierda desteñida y quienes con su conducta resultan ser más deshonestos que la misma derecha que tanto critica-ron. Obviamente, debemos tener presente en nues-tra conciencia que para una nueva sociedad se debe corresponder con una nueva cultura. Es imposible desear una sociedad nueva y mejor, tanto en su con-vivencia como en su calidad de vida, acompañada con los mismos vicios, apegos y defectos de la sociedad de hoy.

Los pioneros de la nueva canción Latinoamérica, ci-tados anteriormente, nos han dejado un legado funda-mental para no perder nuestra memoria y saber como a través de sus obras podemos iluminar y trascender los retos que este siglo XXI nos propone, como Latinoa-mericanos, como Bolivarianos, como inquilinos de la casa grande de Pablo Neruda.

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La ciudad sumergida

Entre Nueva Orleáns y el río Mississip-pi se fue estableciendo con el correr de los tiempos una simbiosis que convirtió la una en símbolo del otro. El gran río nace en el lago de Itasca en Min-nesota, atraviesa diez estados de la Unión y recibe durante su recorrido de 3.750 kilómetros centenares de afluentes, antes de entregar sus aguas al mar Caribe en el Golfo de Mexico. La ciudad que acaba de ser arrasada por los vientos huracanados del Ca-ribe y anegada por las aguas del lago Pontchartrain, es, sin duda, una ciudad “excepcional” dentro del conjunto de la Unión Norteamericana. Su estilo de vida, su cultura, sus costumbres, poco tienen que ver con su pertenencia al imperio que la adquirió por compra a sus antiguos dueños, los franceses, a principios del siglo XIX, junto con el resto de Lui-siana. En la literatura anglosajona se le ha descrito como el “melting pot” o crisol de fundición racial, en el cual hombres y mujeres venidos de España y de Francia, desfogaron sus instintos y su amor con la población indígena que habitaba los manglares de la de desembocadura del gran río, y con la que llegó en los barcos negreros de los piratas que convirtieron las inhóspitas tierras en la caleta del cruel negocio de los esclavos. Cosa bien diferente ocurrió con los “peregrinos” anglosajones que llegaron en el “May

Por Bernardo Ochoa Arismendy

Profesor jubilado. Facultad de Medicina. Universidad de Antioquia

Hoy, casi trescientos años después de su fundación, aún está allí la

ciudad de Nueva Orleáns. Golpeada por los vientos huracanados

del Caribe y medio sumergida por las embravecidas aguas del

Pontchartrain. Allí está aún con vida y lista a disponer del vigor que le queda de su historia y su cultura, de sus músicos, de sus poetas y

pintores, de todos sus artistas, para superar una vez más los rigores de la naturaleza y seguir contándole al

mundo la historia de los piratas y de los esclavos, de los tentáculos del imperio español y sus bravíos

conquistadores que domeñaron selvas y ríos y pantanos y

sembraron para siempre su imagen aguerrida y su lengua y su cultura.

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Flower” a las costas norteñas de la Nueva Inglaterra, que, no solamente no se mezclaron con la población nativa ni con los negros esclavos, sino que los recha-zó hacia la periferia de sus ciudades, los persiguió, los esclavizó, los segregó y aunque legalmente quiso integrarlos en la década de los años 60, en la prácti-ca nunca lo logró como se vio patéticamente en las imágenes del Katrina. Esto explica, en alguna parte, las notorias diferencias entre Nueva Orleáns, que tiene una “cultura propia”, y el resto del país.

Podemos recordar un poco de lo que fue aquel comienzo histórico de la ciudad que fue tan cruel-mente golpeada por el huracán Katrina. Fue un español, Alonso Álvarez Pineda, el primero en avis-tar la desembocadura del río Mississippi en 1519. Vendrían luego Alvar Núñez Cabeza de Vaca y Her-nando de Soto a dejar la impronta indeleble del im-perio español en un vasto territorio que hoy com-prendería la Florida y todos los estados costeros del Golfo de México, incluyendo Alabama, Mississippi, Louisiana y Texas por un lado, y por el otro, Arizo-na, Nuevo México y California, que históricamente hicieron parte de México hasta cuando ocurrió su despojo por los Estados Unidos.

A los españoles les seguirían los franceses a fina-les del siglo XVII, con Louis Jolliet y un jesuita llama-do Jacques Marquette, y poco después Robert Cave-llier, llamado también Señor de La Salle, que habían colonizado las tierras del Canadá, de donde salieron para bajar por el Mississippi hasta llegar al Golfo de México, y reclamar, a nombre de Francia, todas las tierras de la cuenca del gran río.

Contando con el respaldo del conde de Pontchar-traine, Philippe de Orleáns y Pierre le Moyne, señor de Bienville, los franceses iniciaron en 1718 las primeras construcciones que dieron origen a la ciudad de Nueva Orleáns en el sitio donde hoy queda la ave-nida Esplanade. La colonia volvió a manos españolas hasta 1731 cuando estos la devolvieron a Francia. Al finalizar la guerra que por entonces mantenían Fran-cia e Inglaterra, Francia perdió todas sus colonias en América, incluyendo el Canadá, pero antes, Luis XV, había devuelto a su primo Carlos III, rey de España, el territorio de Luisiana, mediante el tratado secreto de Fontainebleau firmado en 1762. Fue Juan Manuel Salcedo, último gobernador español de Luisiana, quien en cumplimiento del Tratado de San Ildefonso, traspasó nuevamente a Francia el territorio de la colo-nia, que luego, en noviembre 30 de 1803, fue vendido por Napoleón a los Estados Unidos, durante el go-

bierno de Thomas Jefferson.De lo que era entonces el territorio llamado

Luisiana en honor del rey Luis XIV de Francia, nacerían trece florecientes estados de la Unión Norteamericana. Desde entonces la ciudad se convirtió en un importante centro comercial y agrícola con los cultivos de tabaco, algodón y caña de azúcar introducida por los jesuitas en 1752. Hoy aquellos cultivos tradicionales han sido susti-tuidos por muchos otros, y el puerto, que hoy se extiende por 85 kilómetros, se ha convertido en el puerto principal para el ingreso al país de muchos productos.

Quien haya vivido en Nueva Orleáns ó la haya visitado con los ojos bien abiertos y las antenas dis-puestas a captar, saben de sus bellas avenidas con sus robles centenarios, verdaderos iconos para sus habitantes y motivo de gran admiración por todos los visitantes. Saben de su hermosa arquitectura y de los elaborados herrajes que como bordados barro-cos adornan el viejo barrio francés y las mansiones del Distrito Jardín; saben de avenidas que, como la Saint Charles, muestran con orgullo sus imponentes mansiones y la Palmer, donde los brazos de los vie-jos robles se juntan para formar un dosel, cuyo som-brío protege a los transeúntes de los ardientes rayos caniculares del verano. Saben que la ciudad es un

Cosa bien diferente ocurrió con los “peregrinos” anglosajones que llegaron

en el “May Flower” a las costas norteñas de la Nueva Inglaterra, que, no solamente

no se mezclaron con la población nativa ni con los negros esclavos, sino que los rechazó hacia la periferia de sus

ciudades, los persiguió, los esclavizó, los segregó y aunque legalmente quiso

integrarlos en la década de los años 60, en la práctica nunca lo logró como se vio patéticamente en las imágenes del

Katrina.

La ciudad sumergida

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centro universitario de primer orden. Saben de los paseos en aquellos tranvías que con su lento y suave bamboleo dan descanso a los turistas y les permiten ver en paz buena parte de la belleza de la ciudad. Quienes los vemos allí todos los días y apreciamos el significado del viejo sistema de transporte, no podemos menos de añorar los tranvías de Medellín y renegar de quienes tuvieron la torpe y miope ocu-rrencia de acabar con ellos.

Hoy, casi trescientos años después de su fun-dación, aún está allí la ciudad de Nueva Orleáns. Golpeada por los vientos huracanados del Caribe y medio sumergida por las embravecidas aguas del Pontchartrain. Allí está aún con vida y lista a disponer del vigor que le queda de su historia y su cultura, de sus músicos, de sus poetas y pintores, de todos sus artistas, para superar una vez más los rigores de la naturaleza y seguir contándole al mun-do la historia de los piratas y de los esclavos, de los tentáculos del imperio español y sus bravíos con-quistadores que domeñaron selvas y ríos y panta-nos y sembraron para siempre su imagen aguerrida y su lengua y su cultura; y para contar igualmente la historia de los franceses, guerreros, conquistado-res, piratas y soñadores, que junto a los españoles derrocharon sin medida sus instintos amorosos y románticos, en la dulce compañía de sus madamas de bucles dorados. Españoles y franceses sembraron igualmente en las mujeres indígenas la semilla de donde salieron aquellas mestizas que enloquecieron a los navegantes de todos los confines, y las cuarte-ronas que pondrían a delirar a Germán Arciniegas en su Biografía del Caribe. Y qué decir de las mulatas de piel morena, de carnes prietas y senos erectos, en cuyas curvas ondulantes perdieron el rumbo tantos caminantes del mundo para quedarse en la ciudad, rindiendo el merecido reconocimiento a las madres africanas que llegaron en aquellos barcos de la pira-tería y la esclavitud para entregar también su amor a los aventureros de color blanco. Este crisol de razas y de culturas que es Nueva Orleáns abrió luego sus puertas generosas para interactuar con sus vecinos del Caribe y la América Latina. Se dice que es la mas caribe y la mas latina de las ciudades de los Estados Unidos que nunca logro integrarla completamente al resto del país.

Hoy vemos la histórica ciudad devastada por la furia de la naturaleza, pero dispuesta a levantarse para seguir entregando y deleitando al mundo con sus bandas de Jazz y sus Blues, con las melodías

melancólicas de los himnos que compusieron los esclavos durante y después de su cautiverio; con su teatro y su enjambre de pintores y escultores y danzantes y con el espectáculo increíble de esa abi-garrada multitud de hombres y mujeres que llegan de todos los confines, dispuestos a disfrutar de las delicias de la alegre ciudad donde se da y se recibe generosamente.

En un tiempo, mucho menor de lo que muchos afirman y creen, la nueva Nueva Orleáns, abrirá nuevamente sus amplias puertas para brindarnos el espectáculo alucinante de sus bellas avenidas, de sus hoteles y sus tiendas, de sus restaurantes que ofre-cen, junto con los platos de todos los rincones del mundo aquella culinaria propia e inconfundible que nos arriman a la cultura Creole y Cajun; para mos-trarnos su río y sus casinos y sus desfiles mortuorios recorriendo las soleadas calles al ritmo de bandas de jazz, como recordándonos que la muerte no es más que un episodio de la vida. Para enseñarnos de la existencia del Mardi Grass, con la policromía de sus carrozas y sus bandas musicales y sus disfraces y sus collares de pepas de todos los tamaños y colores, que termina el martes anterior a la iniciación de la cuaresma, diseñada, dicen ellos, para lavar el espíri-tu de todos los excesos del carnaval. Para llevarnos de la mano a su Festival de Jazz que reúne lo más granado de los músicos del mundo en su género. Y para brindarnos también el calor humano y la ale-gría contagiosa de sus gentes, que recibe jubilosa la multitud que llega de todas las esquinas del planeta, buscando un nuevo aliento que alivie la tensión y la angustia generada por un mundo enloquecido y violento que amenaza con arrollarnos a todos, una violencia alimentada históricamente y recrudecida con toda la virulencia posible en los tiempos que corren por el propio imperio al cual pertenece, sin identificarse con el.

Medellín. Octubre 30/2005

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No cabe duda de que uno de los temas fundamentales en el derecho probatorio es la valoración de la prueba y las garantías procesales en torno a ella, ya que en la misma se va a reflejar la utilidad de toda la activi-dad procesal y probatoria que se realizó durante el trámite del proceso. Precisamente, en la valoración de la prueba por parte del juez en la sentencia o en decisiones similares lo que se pretende es declarar la verdad sobre los hechos frente a un determinado conflicto entre los ciudadanos en aras de realizar el bien justicia.

Esta declaración de la verdad ha sido muy discutida; es-pecialmente en lo que tiene que ver con su calidad mucha parte de la doctrina puede calificarse de escéptica sobre si tal verdad corresponde o no con los hechos acaecidos en la realidad material. Este escepticismo ha hecho que tanto la legislación como la jurisprudencia hayan establecido figuras que de una u otra forma se constituyen en sucedáneas de la prueba, tales como las distintas modalidades de carga de la prueba y las presunciones, la aparición de mecanismos alter-nativos de solución de conflictos, e incluso, en materia penal aparecen figuras muy cuestionables como las de la acepta-ción o la conformidad del sujeto pasivo del proceso con los cargos a cambio de premios.

Además, las dificultades en obtener la verdad en los pro-cesos judiciales han hecho que aparezca en determinados casos de la jurisprudencia administrativa colombiana lo que se ha denominado probabilidad o verosimilitud prevalente, preponderante o determinante. Tal figura implica una dis-minución del módulo o estándar del grado de convicción al que debe llegar el juez para emitir sentencia.

La temática que a continuación se tratará en el presente escrito, en aras de desarrollar los objetivos propuestos,

La valoración de la prueba y el concepto de probabilidad

Por José Fernando Valencia Grajales y

Mayda Soraya Marín Galeano*

se dividirá en tres acápites: en el primero, se analizará el concepto de probabilidad en las doctrinas nacional y ex-tranjera, así como el papel que cumple en la valoración de la prueba y las garantías procesales más importantes que la regulan; en el acápite segundo, se hará una evaluación del concepto de probabilidad prevalente de la doctrina del Consejo de Estado y, finalmente, en el acápite tercero se esbozará una propuesta sobre la forma como la jurispru-dencia debe tratar el tema de la relación de causalidad en la responsabilidad médica.

En primer término para determinar la probabilidad de-bemos entender que la verdad como correspondencia es un principio regulativo; indica al juez que su conocimiento sobre los hechos debe adecuarse con los eventos del mun-do real sobre los que recae su decisión. No obstante, esta adecuación a la realidad de los hechos es probabilística o aproximativa y debido a ello es necesario cumplir unas garantías procesales con el fin de garantizar que el conven-cimiento que adquiere el juez se inscriba en el principio regulativo de la correspondencia.

En el contexto propio del proceso jurisdiccional, afirma Taruffo,1 la importancia de acoger la verdad como corres-pondencia alude al hecho de que la administración de justicia recrea dentro del proceso fenómenos de la vida real, en ningún caso sueños ni productos imaginarios; por lo tanto, parece obvia la idea de que el litigio se gana o se pierde con fundamento en la efectiva demostración de la realidad de los hechos, además de contar con una adecuada interpretación normativa. Esto permite introducir dentro del contexto procesal la exigencia de que exista una correspondencia entre la determinación judicial y la reali-dad a la que se refiere la decisión.

Aceptar el concepto relativista y aproximativo de la verdad procesal, con respecto a la verdad como corres-pondencia, conlleva a dilucidar que existen grados o medidas de conocimiento que necesariamente se sitúan a lo largo de una escala en la cual pueden ser ordenados, distinguidos y comparados. En un extremo se halla el des-conocimiento y en el extremo opuesto aparece la verdad absoluta. Sin embargo, debe considerarse que este último constituye un valor de referencia, un valor tendencial que no puede ser alcanzado, pero que sirve para orientar y concretar los valores “relativos concretos” que se sitúan entre los dos extremos de la escala. Un grado de conoci-miento es un “grado” en la medida en que se coloca en un punto intermedio entre el desconocimiento y la verdad absoluta de algo.2

Este interludio de grados se ve llenado por la proba-bilística, un razonamiento de carácter inductivo que se hace a partir de las pruebas, pues se trata de hacer infe-rencias a partir de premisas que no son seguras ni ciertas. Esto es así en la medida en que normalmente admiten varias explicaciones alternativas y en que su verdad no es demostrada lógicamente a partir de las premisas, sino que es sólo probada como lógicamente probable o razonable-mente plausible de acuerdo con uno o varios principios de inducción.3 Por ello, el conocimiento que proporcionan las

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pruebas en el proceso admite grados, que dependen de su mayor aproximación a la verdad, lo cual se determina a partir de los criterios de verdad.

De lo anterior surge la necesidad de distinguir entre la verdad como correspondencia y los criterios de verdad. Respecto de la primera, como se ha visto, es el modelo límite, regulativo o ideal al que debe llegarse en los proce-sos judiciales, y los segundos, como se verá en el acápite siguiente, indican los criterios de aceptación de una hipó-tesis fáctica para ese modelo regulativo. Tales criterios se consideran subjetivos toda vez que hacen referencia a la aceptación, por parte del juez, de una proposición fáctica como verdadera.4 Puede deducirse entonces que el grado máximo de verdad al cual puede aspirarse en un proceso judicial es el de la certeza subjetiva, siendo esta relativa, contingente respecto al conjunto de hechos, pero debe corresponder o adecuarse a los hechos.

Ahora bien, la prueba, por tratarse de un derecho consti-tucional fundamental, tiene un doble carácter: uno objetivo que se refiere a la obediencia que la ley, los decretos y demás normatividad deben guardarle a la Constitución Polí-tica. Al respecto ha dicho la Corte Constitucional:

“Con arreglo al artículo 4° de la Constitución, que es norma de normas, quienes tienen la atribu-ción de aplicar las de la ley deben buscar, propiciar y preferir la interpretación y aplicación de éstas que mejor se ajusten a los mandatos superiores y procurar en todo caso, con mayor razón, que, en caso de duda, el entendimiento seleccionado no implique pugna o ruptura con el sistema jurídico que la Carta Política instaura”. 5

El otro carácter que se le reconoce a los derechos fun-damentales es el subjetivo, que reconoce unos titulares de dichos derechos, quienes los ejercen y pueden solicitar su protección. Al respecto, la Corte constitucional se pronun-cia de la siguiente manera:

“La prevalencia de los derechos fundamentales, impone un sentido de solidaridad que mira a la real situación de las personas, adecuando a esta circunstancia el derecho. Es lógico que ningún de-recho se dispone en sentido absoluto; frente a él se establecen deberes, también fundamentales, cuyo cumplimiento no es condición para el ejercicio de las libertades básicas, sino que tienen su razón de ser en el logro de un orden social justo, en el cual todos razonablemente cooperen en forma solidaria, con sentido de identidad nacional, al logro de los fines estatales...”6

El derecho a la prueba implica su reconocimiento y protección en las diferentes fases en que la actividad pro-batoria se desarrolla así: el aseguramiento, la admisión, la práctica y la valoración de la prueba.7 Con respecto a esta última fase el derecho a la prueba implica que el medio de prueba sea valorado en la sentencia con la debida motiva-ción, pues si lo que busca la prueba es lograr el conven-cimiento del juez, si éste no lo toma en consideración en su sentencia está convirtiendo el mencionado derecho en una ilusión. Esta exigencia está consignada en el artículo 304 del Código de Procedimiento Civil que enuncia el

contenido de las sentencias: “La motivación deberá limi-tarse al examen crítico de las pruebas y a los razonamientos legales, de equidad y doctrinarios estrictamente necesarios, para fundamentar las conclusiones”.

Tal como se ha advertido hasta ahora, la valoración con-siste en la verificación de los enunciados fácticos y en la es-timación de su correspondencia con los hechos que descri-be; de ahí que la motivación no sea innecesaria ni imposi-ble. Al contrario, frente a la ausencia de la misma, es decir, de la explicación de las razones que apoyan la verificación de los enunciados fácticos, la libre valoración se converti-ría en valoración discrecional, libre, arbitraria y subjetiva.8 Por consiguiente, se haría nugatorio el derecho a la prueba si no se hace una adecuada motivación de la valoración, ya que afecta la posibilidad de refutación de los argumentos probatorios que el juez utiliza en la sentencia para declarar la verdad en el proceso. En este sentido hay que decir que la motivación es también un derecho fundamental.

El concepto de probabilidad permite comprender que la valoración de la prueba admite grados ya que el modo de establecer la verdad en el proceso es a partir de un razo-namiento inductivo cuyas premisas no son necesariamente ciertas, de ahí que la verdad que se establezca a partir de las pruebas sea de carácter relativo, contingente al estado o conjunto de hechos. No obstante, reconocer que la ver-dad cierta u objetiva es un ideal inalcanzable, no significa de ninguna manera que se renuncie a su búsqueda en los procesos judiciales. Por el contrario, se afirma su impor-tancia, pero entendida como un modelo de corresponden-cia o principio regulativo de la jurisdicción que permita corregir permanentemente el error judicial y que sirva de límite a la discrecionalidad judicial.

Continuando con el orden de nuestra exposición en el acá-pite segundo, se hará una evaluación del concepto de probabi-lidad prevalente de la doctrina del Consejo de Estado.

El Consejo de Estado ha dicho que con respecto a la prueba del vínculo de causalidad: “...El juez puede fundar su decisión sobre los hechos que, aun sin estar establecidos de manera irrefutable, aparecen como los más verosímiles, es decir, los que presentan un grado de probabilidad pre-dominante. No basta que un hecho pueda ser considerado sólo como una hipótesis posible. Entre los elementos de hecho alegados, el juez debe tener en cuenta los que le parecen más probables. Esto significa sobre todo que quien hace valer su derecho fundándose en la relación de causa-lidad natural entre un suceso y un daño, no está obligado a demostrar esa relación con exactitud científica.

Basta con que el juez, en el caso en que por la naturale-za de las cosas no cabe una prueba directa llegue a la con-vicción de que existe una ‘probabilidad’ determinante...”

Precisamente, en relación con la disminución del estándar o el módulo de prueba, el Consejo de Estado, fundamentado en criterios de equidad, ha permitido que, cuando a quien le corresponde probar la falla en el servicio y la relación causal no lo hace porque la prueba sobre la misma sea difícil de conseguir por falta de certeza o de exactitud, o por la complejidad del tema o incluso por carencia de prueba, el juez simplemente puede llegar al grado de conocimiento de la probabilidad de su existencia,

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lo que se ha denominado grado de probabilidad preponde-rante. De esta forma, se sustenta que el juez puede fundar su decisión sobre los hechos que aun sin estar estableci-dos de manera irrefutable aparecen como los más verosí-miles, es decir, los que presentan un grado de probabilidad predominante. Tampoco se trata de que un hecho pueda ser considerado sólo como una hipótesis posible entre los elementos de hecho alegados, sino que el juez debe tener en cuenta los que le parecen más probables.

La verdad como correspondencia es un principio regu-lativo; indica al juez que su conocimiento sobre los hechos debe adecuarse con los eventos del mundo real sobre los que recae su decisión. No obstante, esta adecuación a la realidad de los hechos es probabilística o aproximativa y debido a ello es necesario cumplir unas garantías proce-sales con el fin de garantizar que el convencimiento que adquiere el juez se inscriba en el principio regulativo de la correspondencia.

En síntesis, puede decirse que la verdad en los procesos judiciales es relativa, contingente respecto al conjunto de hechos. No obstante, negar una verdad cierta o absoluta en ningún caso implica renunciar a la consecución de la verdad judicial; sólo se admite que ésta es probabilística o aproximativa, por lo que admite grados de convicción, cuya máxima categoría es la certeza subjetiva que se forma en el intelecto del juez, la cual debe corresponder o ade-cuarse a los hechos.

El reconocer este carácter probabilístico de las de-cisiones judiciales nos obliga a establecer unas reglas epistemológicas o garantías de verdad que permitan aproximar tal decisión al modelo de correspondencia; entre estas garantías se tienen las siguientes: de un lado, la contrastabilidad de los enunciados empíricos, es decir, que pertenezcan al mundo empírico; del otro, afirmación de la verdad a partir de la pruebas, esto es, cumplimiento del principio de la necesidad de la prueba. Además, es necesario acatar el principio de la libertad de prueba para que se pueda usar cualquier elemento que permita aportar información sobre los hechos y, finalmente, la posibilidad de la refutación, vale decir, el cumplimiento del principio de contradicción.

En el acápite tercero se esbozarán unas reflexiones sobre la forma como la jurisprudencia debe tratar el tema de la relación de causalidad en la responsabilidad médica.

Una lectura de la posición del consejo de Estado puede estar constituida por una búsqueda de la equidad en el sentido del otorgamiento de una justicia material por parte del juez, máxime si se trata de un operador jurídico de un Estado social y democrático de derecho, cuya carga ha sido impuesta desde la propia Carta Política.

Pero el Consejo de Estado, al intentar hacer prevalecer el principio de equidad, concentra la solución en el ám-bito procesal cuando en verdad se trata de problemas de carácter sustantivos que tienen su propio remedio en ese mismo campo, pues en última instancia la probabilidad de un daño puede ser solucionada desde las teorías del riesgo sin tener que recurrir a fracturar las garantías procesales de quienes intervienen en el proceso.

El concepto de probabilidad prevalente o preponderan-

te de la jurisprudencia del Consejo de Estado en últimas alude a aquella hipótesis que según la coherencia o acep-tación resulte ser la más justa, aun cuando no corresponda con la realidad de los hechos, lo cual afecta garantías procesales constitucionales, tales como el contradictorio efectivo, ya que se dan por ciertos hechos que no están suficientemente corroborados por las pruebas y por lo tan-to, la parte perjudicada con el fallo resulta ser condenada sin haber sido vencida en el juicio.

Si bien es cierto que la prueba, y la valoración de la prueba son un derecho fundamental, es también cierto que por ser un derecho fundamental la prueba no puede comenzar a ser modulada de manera arbitraria, con el fin de buscar la justicia disfrazándola de equidad, porque el fin de la justicia es llegar a la verdad, es hacia donde el juez debe dirigir toda concepción lógica y racional.

Se insiste, finalmente, en lo encomiable que resulta que nuestro máximo órgano contencioso administrativo se in-cline por el reconocimiento de los principios de equidad y justicia material. Sin embargo, se advierte que debe ser cau-teloso en su aplicación, en tanto no puede considerarse de manera general, sino para aquellos casos excepcionales que razonablemente no encuentren una solución diferente, pues como se ha advertido, las garantías procesales son conquis-tas humanas que no pueden soslayarse en el proceso so pena de incurrir en el arbitrio judicial.

Por ello, se propone que se encaminen las soluciones a los problemas del nexo causal en la responsabilidad médica hacia modelos de carácter sustancial, tales como las teorías del riesgo, que protegen con más eficacia el derecho material, dejando incólumes las garantías procesales.

NOTAS1 TARUFFO, Michele. La prueba de los hechos, Traducción de Jordi Ferrer Beltrán. Madrid: Trotta. 2002. p. 171.

2 TARUFFO, op. cit., pp. 179-180.

3 FERRAJOLI, op. cit., p. 53.

4 Ibíd., pp. 65-69

5 Sentencia T-243 de 1998. M.P. Dr. JOSÉ GREGORIO HERNÁNDEZ GALINDO.

6 Sentencia T-124 de 1993. M.P. Dr. VLADIMIRO NARANJO MESA.

7 PARRA QUIJANO, Jairo. Manual de Derecho Probatorio. Bogotá: Librería el Profesional. Décimasegunda edición. 2002. p. 111 – 113. Asimismo, sentencias de la Corte Constitucional T-694 de 2000, SU-087 de 1999, y la sentencia de la Corte Suprema de Justicia, Sala de Casación Penal. M.P. Dr. RICARDO CALVETE RANGEL, Agosto 28 de 1997.

8 GASCÓN, op cit., p. 189 y ss.

* La presente versión hace parte del trabajo con el que, bajo el mismo título, los autores, junto con los estudiantes Adriana Ruiz Gutiérrez, Beatriz Suaterna Hurtado, Edwin Gómez Muñoz, Gabriel Gómez Serna, Marta Gómez Vélez, ganaron el Concurso Internacional de Derecho Procesal en septiembre de 2005 en Bogotá. Ellos integran el semillero de Derecho Procesal de la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas de la Universidad de Antioquia, coordinado por la profesora Rosmery Velásquez Herrera y el profesor Luis Bernardo Ruiz Jaramillo.

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Las imposturas intelectuales de Alan SokalEn torno al relativismo epistémico

IntroducciónLuego de realizado el Seminario Episte-

mología(s) de la(s) Ciencia(s) Social(es), organizado por un sector de estudiantes y profesores del Departamentos de Sociología de la Universidad de Antioquia, y en conversa-ción con el profesor Eduardo Domínguez de la Facultad de Comunicaciones de la misma universidad, recibí la moti-vación necesaria y pertinente para darme a la tarea de res-ponder a Sokal en el terreno de debate epistémico, rebatir así sus chistes de mal gusto y la necesaria condición de poder intelectual que expresa en cada una de sus líneas.

Ésta proposición se (me) presenta en el marco de una serie de artículos que he venido escribiendo para la Revista Debates de la U de A con el título: ‘Debates Epis-temológicos entre Pensamiento Moderno y Pensamiento Contemporáneo’1, y se inserta en este hilo discursivo bajo la forma propiamente dicha de debate sobre el mismo estudio epistémico de algunos postulados científicos que Sokal sitúa en la escena de sus discusiones, me refiero particularmente a lo referente al mencionado Relativismo Epistémico y al Psicoanálisis.

Se inserta también este análisis en los desarrollos coti-dianos de mi investigación: ‘Urgente Crítica a la Filosofía

PorAlbeiro Ramírez

Estudiante de Sociología. Facultad de Ciencias Sociales y Humanas.

Universidad de Antioquia

Revisión Técnica deEduardo Domínguez

Profesor Faculta de ComunicacionesUniversidad de Antioquia

de la Educación Superior Latinoamericana en el Contexto de la Modernidad’, toda vez que se plantea como la po-sición que asume el Pensamiento Latinoamericano, como subsidiario del pensamiento contemporáneo, frente al Pragmatismo Norteamericano, como subsidiario del pen-samiento moderno2.

En tal sentido, el presente texto constituye una lectura juiciosa y rigurosa, fundamentada en el análisis hermenéutico y lingüístico. Lingüístico porque analiza la utilización de los términos, la sintaxis gramatical, las afirmaciones y su desa-rrollo dentro del texto, la conjugación de diversas acepciones y tantos otros que se hacen visibles en el discurso de Sokal (como sus sintagmas fantasmagóricos), tanto así como las posibilidades de errores en la traducción de Joan Carles Guir Vipalma para Paidós Ibérica Editorial. Y, hermenéutica porque pretende descubrir y develar el sentido del chiste que emite Sokal, donde la hipótesis primigenia consiste en resolver la pregunta que indaga acerca de ¿a quién pretende burlar Sokal: A los Modernos o a los Contemporáneos? En ésta parte se presenta Sokal como un intelectual sin escrúpulos que no tiene vergüenza ni respeto por la ciencia y mucho menos por los (supuestos) científicos, menos aún por la Epistemología como disciplina de análisis de los propios discursos y paradigmas científicos, la cual ridiculiza incesantemente convirtiéndola en lo que en Colombia, y quizás en el continente entero, conoce-mos popularmente como ‘ropa de trabajo’. Es decir, vulgariza incesantemente la epistemología como reacción psíquica de los discursos de poder frente a su talón de Aquiles: la propia epistemología; que en el siglo XX se convirtió en el instru-mento (arma) que junto a la lingüística y la hermenéutica ha permitido develar y desenmascarar los discursos de poder (político) inmersos, ocultos en los postulados científicos de la Ciencia Moderna. Como los descubiertos recientemente sobre el Evolucionismo Darwineano.

Apreciaciones preliminaresPor tratarse preciso de una serie de chistes, como él

mismo lo reconoce, el texto de Sokal no puede ser tomado seriamente; sin embargo, ha de aclararse que muy a pesar de sus intenciones ‘liquidacionistas’, el autor nos permite realizar ejercicios teóricos y conceptuales, tanto como me-todológicos a través de sus afirmaciones que a los ojos de un epistemólogo juicioso y bien intencionado arroja una serie de posibilidades explicativas a través de sus textos. Hemos de entender, entonces, las proposiciones de Sokal tan sólo como una trampa intelectual que para evitar caer en ella se requiere de una sólida formación intelectual, tan-to como seriedad y rigurosidad para entender los ‘subter-fugios constituidos’ en la escritura de Sokal; de tal manera que la utilización de términos (sintagmas) por parte del autor es casi perfecta, en el sentido en que logra engañar y distraer al lector desprevenido; es decir, aquel que gusta de lecturas rápidas de periódico, las que evidentemente no pueden extrapolarse a las ciencias sociales y mucho me-nos al terreno de la epistemología propiamente dicha, éste tipo de lecturas permiten al poder engañar al vulgo tanto como al lego, así se pretendan intelectuales o simples aca-

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démicos; esto nos pone de manifiesto frente a la charlata-nería, tanto como frente a los verdaderos impostores de la ciencia que con un título en mano y algunos conceptos huecos en su memoria, engañan e intimidan al público haciéndose pasar por verdaderos ‘estudiosos’, cuando no pasan de mandarines del sistema.

Sokal nos enseña a leer, a conocer el sentido profundo de la hermenéutica; a la vez que nos induce a insertarnos en los dominios de la lingüística y enfrentarnos a ella. El mensaje oculto de Sokal a sus lectores, tanto detractores como defensores, es que aprendan a leer y conozcan, al menos básicamente, los presupuestos de la gramáti-ca formal, tanto como los conceptos que gravitan en el acervo intelectual de nuestro tiempo y, entretanto, en el debate científico internacional. Lo más triste de los escritos de Sokal en la materia referida es que logra demostrar la decadencia profunda en que ha caído el discurso ‘epis-témico’, toda vez que un simple chiste mal intencionado logra tambalear y con ello poner a prueba la rigurosidad el debate epistémico en nuestro medio, al lograr Sokal, no solo confundir a sus editores, sino a una amplia pleyade de intelectuales en el mundo entero, tanto defensores como detractores, quienes de una u otra forma han to-mado posición frente a los enunciados de Sokal dándolos como ciertos, sin descubrir en ellos la agudeza y sagacidad con que los plantea, y mucho menos sin descubrir que en el trasfondo de sus constructos subyace un análisis ‘vacia-do de contenido’.

Para el entendimiento de los (buenos) Latinoameri-canos, Alan Sokal representa a la epistemología y a los discursos científicos en general, lo que habría de significar para el cine Latinoamericano la figura de Mario More-no. Preciso en aquellas líneas en que utilizando las más rebuscadas palabrejas construye desaforadamente unas proposiciones sintagmáticas en que al final, y luego de un discurso denso y farragoso, el cine-adicto descubre que en realidad no ha dicho nada coherente y con sentido prácti-co: meros constructos del lenguaje vaciados de contenido: sintagmas. Lo que en ambos casos se puede entender sólo en la lógica del ‘humorismo develador’.

He de aclarar también que éste texto se redacta luego de la tercera lecturación profunda de las Imposturas Intelectua-les de Alan Sokal y su amigo de travesuras Jean Bricmont.

Presupuestos de Sokal–Dice el abogado al cliente: usted, en su declaración,

trate de que todo quede bien claro; que yo me encargo de enredarlo todo. (Referencia a un popular chiste de aboga-dos)

El que a su vez nos permite, de entrada, representar de manera sencilla el propósito del texto de Sokal; es decir, volver a enredar un asunto filosófico-epistémico que ya había sido, al menos en buena parte, des-enredado por los pensadores contemporáneos con respecto a los discursos modernos ilustrados, cargados de una retórica densa y farragosa, (según la historiadora Diana Uribe) y que como lo notaría Karl Marx en su ‘Miseria de la Filosofía’, dejaba enteramente en pié el planteamiento del problema, ya que, los pensadores modernos –según Marx- se conforman

con hacer afirmaciones, sin desarrollar argumentaciones y sin llegar a demostraciones; nada más que por el peso de su prestigio intelectual se tomaba como cierto, válido, irrefutable o ‘científico’, sin profundizar en las implica-ciones, que llamaríamos, epistémico-conceptuales de sus afirmaciones complicadas y debidamente embrolladas, y dirigidas sólo al entendimiento de las élites. Preciso, en demostrar la carga de imprecisión epistémica se funda-menta toda su obra en economía política, en hacer una juiciosa hermenéutica de los textos de Smith, Ricardo, Proudhon, Hegel y otros.

En tal sentido, lo primero que diremos es que el texto de Sokal acusa una falta grave en el desarrollo de sus afir-maciones, que por demás son tendenciosas, peyorativas y cargadas de una evidente emotividad ‘derechista’, en lo que tiene que ver con los intereses académicos de las élites en occidente; motivo que le resta objetividad a sus propias intenciones, toda vez que trasluce en ellas la ‘pa-sión por el positivismo’.

Pero, antes que nada, deseo hacer un paréntesis intro-ductorio para notar en Sokal su maltrato evidente del idio-ma, al menos del español, dado su acentuado ‘dequeísmo’; con lo que voy a aclarar que gran parte de sus ideas pierden valor, preciso, en las graves falencias a la hora de construir las oraciones, lo que gramaticalmente se conoce en nuestro idioma como sintaxis; de allí no sólo se deriva la sólida for-mación académica, sino también, se intuye el conocimiento que el autor posee sobre una disciplina tan natural a los es-critores cual es la gramática formal, sin considerar con ello que para quien se pretende epistemologo como nosotros la-tinoamericanos ha de poseer, introyectar y ‘dominar’ (en el buen sentido del término) las virtudes de la lingüística, las que evidentemente están ausentes en la obra de éste pre-tendido epistemólogo norteamericano. Mas la utilización abundante y pesada de términos políticamente peyorati-vos, reduce las posibilidades de considerar el discurso de Sokal como un discurso epistémico; más bien podríamos decir, y sería más exacto, que Sokal se comporta como un político que opina sobre la validez epistémica de unos discursos que para él se hayan fuera de ‘control’, por tanto pretende aparecer como un policía de la ciencia que reali-za ‘pesquisas’ en los textos, lo que se manifiesta Psicoana-líticamente en la utilización recurrente de términos como investigación policíaca, terrorismo intelectual, detectives y otros que aparecen por todo el texto, reduciendo así sus pretendidas proposiciones ‘científicas’ a simples consignas de cuartel.

Es obvio que Sokal se lanza al ataque contra la ciencia contemporánea, en lo que parece convertir en un asunto de ‘seguridad nacional’ para los pensadores norteameri-canos, y que debe ser resuelto con el ‘gran garrote’ del pragmatismo norteamericano.

Debate epistémicoLa primera claridad que merecen los lectores, tanto de

Sokal como los que se disponen a leer éstas líneas, es que Sokal es un físico, no un epistemologo; es decir, un estu-dioso de las ciencias exactas. Muy a pesar de que James Lighthill3 haya reconocido en el texto citado que después

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de 1960 se comprobó que eran inexactas algunas postula-ciones respecto del determinismo, por ejemplo. Esto nos conduce a pensar que no precisamente es o sea un filóso-fo, epistemologo, cientista social, o cualquier otro ropaje que desee vestir, lo que nos indica el porqué navega, sin timón ni velas, por las aguas de epistemología, la ciencia, la política o la filosofía indiferentemente.

En este sentido ha de aclararse que la epistemología es una disciplina cuyo objeto es contrastar la certeza y vali-dez de los constructos que se pretenden ‘científicos’, mo-tivo por el cual deja por fuera a los discursos filosóficos, políticos, artísticos y teológicos que no son su objeto de estudio; el fallido epistemologo norteamericano se burla y engaña a editores y lectores cuando pretende hacer ‘epis-temología’ de discursos filosóficos como si éstos fueran preocupación de aquella. Los discursos filosóficos, artísti-cos, culinarios, estéticos y otros similares son analizados por algo que en el siglo XIX hizo época y se denominó Gnoseología, que trata de estudiar el conocimiento hu-mano indiferentemente; la epistemología del siglo XX sólo se ocupa de los discursos científicos, o que se pretenden científicos, como el Psicoanálisis, por ejemplo.

En un sentido muy latinoamericano, la ciencia constitu-ye un modelo o discurso explicativo de la realidad en que vivimos por medio de la observación directa y metódica (y no de la contemplación filosófica o la meditación trascen-dental) para formular soluciones técnicas (o metódicas) a problemáticas específicas: en resumen. Es por ello que la meditación estética y la contemplación filosófica no están comprendidas por la disciplina que estudia y verifica la vali-dez de los discursos científicos, como pretende Sokal.

La Cuestión Del Relativismo EpistémicoAl atacar el relativismo epistémico, Sokal lo asume como

ciencia o como discurso filosófico, lo asume como cuerpo o estructura teórica, el que compara con tendencias como el solipsismo, el escepticismo radical, las matemáticas y otras cosas; cuando el ‘relativismo epistémico’ no es más que un postulado de la epistemología de las ciencias que conduce a pensar que cada discurso científico es válido en épocas, contextos, situaciones, intereses y necesidades particulares, y que no es posible pensar en postulados ‘científicos’ abso-lutos, universales e irrefutables.

Por ejemplo, un postulado de la física dice que el agua hierve a 100 grados centígrados, lo que es par-cialmente cierto puesto que en algunos ambientes del planeta, como en el fondo marino, a 200 grados el agua permanece líquida: eso es relativismo epistémico. La visión de los físicos en este aspecto estaba cegada por la observación de ‘una’ realidad, la de la superficie te-rrestre. Entonces, elevaron dicho postulado a ‘ley’ uni-versal de manera teológica y metafísica; es decir, con la fé absoluta en lo que observaron a primera instancia. Los físicos que postularon dicha ‘ley universal’, que todavía hoy se enseña en escuelas y colegios, jamás imaginaron que existiese otra realidad: la del fondo marino. Por tal, su postulado es relativo al ambiente planetario ‘específico’ que se trate. Entonces, su postulado no es falso, sino, par-cialmente cierto.

Evidentemente Sokal, para elaborar sus complicadas elucubraciones casi perfectas, omite el estudio de lo más sencillo: un diccionario. En Espasa-Calpe Madrid 1999, se hallan con claridad las siguientes acepciones: -relativo: que hace relación a ‘una’ persona o cosa (no a todas)4; que no es absoluto. Sinónimos: referente, concerniente, to-cante. Antónimos: dependiente, variable (o determinado). –relativizar: introducir en la consideración de un asunto determinadas circunstancias que atenúan su importancia (universal). –relativismo: doctrina según la cual el cono-cimiento humano sólo tiene por objeto relaciones (…) es incapaz de alcanzar verdades absolutas y universalmente válidas.

Así las cosas, de pretendido epistemologo, Sokal avan-za a la posición de charlatán de las ciencias, a mero opi-nionista; el que no sólo desconoce que la epistemología posee un ‘objeto de estudio’, sino además desconoce sus postulados básicos.

En ocasiones parece inútil debatir con claridad un chiste tan bien elaborado que a mí mismo me es difícil establecer si Sokal es un ignorante inserto en la academia, es un habilido-so propagandista, es un físico confundido, es un policía de los intelectuales, es inescrupuloso charlatán o simplemen-te es un académico delirante. Además por todo su texto aparecen recurrentemente los conceptos de creencia, mi-lagro, fé y predicción, lo que nos deja sin piso para afirmar que su estudio sea válido desde cualquier punto de vista, y fundamentalmente desde el punto de vista epistémico. Sokal ¿es un científico? o ¿es un clérigo?, no está claro.

De principio a fin, y sin vergüenza, de una página a la otra, de un párrafo al otro o de una línea a la siguiente confunde incesantemente discursos matemáticos, con dis-cursos filosóficos, con discursos estéticos, con discursos científicos, etcétera; es posible que las academias de física en Norteamérica no conozcan el principio epistémico de la ‘delimitación’ de un objeto de estudio y traten de aplicar sus estudios a cualquier cosa, sin reparo. Lo que nos dá la idea de ser Sokal un policía de la academia, cuya carabina escu-pe fuegos hacia todos los lados. Será esta una demostración de la omnipresencia del sujeto social norteamericano. De su capacidad teológica para estar en todas partes.

Citemos a Sokal en su página 69, para demostrar su capacidad atlética de ir de un lado al otro por medio de acrobacias intelectuales:

‘(…) La razón principal para ‘creer’ en la veraci-dad de las teorías científicas…’ Líneas 3 y 4

‘(…) El valor del momento magnético del elec-trón es: 1,001.159.652.201 + o – 0,000.000.000.030’ donde + ó – designa las incertidumbres en el cál-culo teórico, que contiene varias aproximaciones. Una experiencia reciente ha dado el resultado de: 1,001.159.652.188 + ó – 0.000.000.000.004’ lí-neas 10 y 11

‘A lo largo de este capítulo insistimos en la conti-nuidad metodológica entre conocimiento científico y conocimiento ordinario. (…) ésta es la manera de responder a los distintos retos escépticos y disipar las confusiones generadas por interpretaciones radi-cales de ideas filosóficas…’ líneas 20 a 23.

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‘(…) En las discusiones sobre el significado de éstos conceptos teóricos es donde distintas familias de realistas y antirealistas (por ejemplo, instrumen-talistas, pragmatistas) tienden a separase.’ Líneas 29 a 31.

‘Los instrumentalistas querrán vindicar que no tenemos forma de saber si las entidades teoréticas “inobservables” existen realmente, o bien que su significado se define únicamente mediante cantida-des mensurables; pero esto no indica que conside-ren estas entidades como “,subjetivas” en el sentido en que su significado esté sensiblemente influido por factores extracientíficos.’ Líneas 33 a 36.

Es cierto que la cita aparece confusa, como confusa es toda la página, donde inicialmente se propone demostrar la ‘veracidad de la teorías científicas’, pero en menos de diez líneas se distrae hacia las matemáticas para demostrar las ‘incertidumbres experimentales’ y las ‘incertidumbre de los cálculos teóricos’, que no invalidan el relativismo sino que lo verifican (y ojo, se supone que los cálculos son matemáticos, lo que es teórico son las argumentaciones); más luego, en menos de veinte líneas, salta a demostrar la ‘continuidad metodológica’ entre conocimientos científicos y ordinarios para ‘disipar confusiones filosóficas’, y terminar ilustrando la ‘historia de las ideas’ y su desenlace entre instrumentalistas y relativistas, todo esto en una solo página.

En realidad, confundir o mezclar conocimientos filosóficos, matemáticos, científicos y ordinarios para refutar, invalidar o deconstruir el relativismo epistémico constituye una brutalidad que el lector desprevenido no logra articular (por ello se hace necesario varias lecturas con varias metodologías); lo que indica y demuestra que se requiere de la lingüística, la hermenéutica y la epistemología para quitar los velos de una retórica gran-dilocuente y ensordecedora como la de occidente. Lo más perverso de la página no es eso; sino el remate que hace de ella, teniendo en cuenta que Sokal y su amigo de travesuras se proponen dar cuenta del relativismo epistémico terminan reafirmándolo así:

‘Este acuerdo entre teoría y experimento, como muchos otros menos espectaculares aunque pareci-dos, sería un puro milagro si la ciencia no dijera algo verdadero –o, por lo menos, “aproximadamente” verdadero- sobre el mundo. Las confirmaciones ex-perimentales de las teorías científicas más probadas, tomadas en su conjunto, dan fé de que realmente hemos adquirido un conocimiento objetivo, aunque sólo sea incompleto y aproximado, de la naturaleza’.

Eso es lo que alega el relativismo epistémico, que sólo tenemos conocimientos parciales y aproximados de la realidad, incluso los más objetivos. Nunca absolutos en el nivel científico. Saber que estoy escribiendo estas líneas en un computador portátil negro, o que hay un vaso ‘con’ agua en mi mesa no constituye un conocimiento científico, sino una experiencia fáctica, una realidad. Por tanto, el ejemplo que cita de Leonhard Euler con árboles y casas, no aplica a la epistemología, esta no se ocupa de verificar o convalidar la experiencia cotidiana, sino únicamente, los discursos que se pretenden científicos.

Sin embargo hay que llamar la atención sobre la cita extraída de las líneas 33 a 36: ¿qué dice allí?, ¿qué son ‘entidades teoréticas inobservables’?, ¿qué es un signifi-cado definido mediante cantidades mensurables?, ¿Qué son entidades subjetivas sensiblemente influidas por fac-tores extracientíficos?, ¿qué es esto? Es posible que, en lo personal, me encuentre frente a una jerga ‘elevadamente científica’ que mi ignorancia no alcanza a comprender; sin embargo, invito al lector a hacer uso de un diccionario sencillo (o especializado) para especificar a que se refiere este señor. Al final sólo podrán preguntar ¿qué es esto?

Sokal no sabe si se lanza en ristre contra el relativismo epistémico o contra el escepticismo ideológico o contra los textos sagrados o contra los argumentos de autori-dad; motivo por el cual me inclino a pensar que del deba-te epistémico, Sokal avanza hacia el combate ideológico con su carabina que escupe fuegos hacia todos los lados, mediante una surte de ‘guerra preventiva’ donde queda bien con el dios y con el diablo.

De ésta manera promete ‘atacar’ el relativismo epis-témico, pero finalmente termina convalidándolo; no está claro si en un acto de ignorancia, charlatanería o simple confusión; sin embargo, sus conclusiones son favorables al relativismo epistémico, veamos:

‘(…) No pretendemos que estos principios se puedan codificar definitivamente ni que su lista sea exhaustiva. Dicho de otro modo, no existe, al menos hasta la fecha, ninguna codificación completa de la ra-cionalidad científica y dudamos seriamente que pueda llegar a haberla. Al fin y al cabo, el futuro es en sí mis-mo impredecible; la racionalidad siempre implica una adaptación a una situación nueva.’ Pág. 70.

Por otro lado, encontramos aquí una demostración cier-ta de la falta de seriedad en los planteos de Sokal, toda vez que en la cita de la página 70 dice: ‘el futuro es en sí mis-mo impredecible’. Más en la página 75 define que: ‘(…) una de las funciones de la ciencia es hacer predicciones… ’ Líneas 16 y 17. Y luego en la página 85 se convierte en un físico fantástico cuando sostiene que: ‘(…) los científicos intentan adivinar…’. Es difícil sostener que un físico nor-teamericano se halle confundido, inconscientemente, de una página a la otra, y menos aún que éstas fallas se puedan atribuir a una ‘mala’ traducción. Pues ambos principios son claros y consecuentemente contrarios. No se trata tampoco de una contradicción ‘in situ’, puesto que el pre-tendido epistemologo norteamericano parece tener claro todos los discursos que cita; sin embargo subyace en su argumentación un interés mal sano de confundir al lector mediante ensordecedor estofado de términos en contrario (o sintagmas). La trampa está en el ejercicio de la lectura; la lectura de Sokal exige unas metodologías específicas y concretas para poder digerir sus especulaciones, por lo demás, bien elaboradas.

A mi juicio, Sokal, a pesar de su deshonestidad, es un buen defensor del relativismo epistémico aunque quiera aparecer como su sepulturero, en verdad, lo vivifica y vigo-riza cuando plantea que:

‘(…) Algunas inducciones están justificadas y otras no o, para ser más preciso, algunas inducciones son

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más racionales y otras menos. Todo depende del caso particular. Retomando un ejemplo filosófico clásico, el hecho de que hayamos visto salir cada día el sol, unido a todo nuestro conocimiento de astronomía, constituyen buenas razones para creer que mañana también saldrá. Pero esto no implica que vaya a salir dentro de diez mil millones de años; de hecho, las teorías astrofísicas actuales predicen que se habrá extinguido mucho antes.’

Si esto no es relativismo epistémico ¿qué es? Aquí no se critica el relativismo epistémico, sino que se argu-menta con otros términos que no consultan la expresión ‘relativo’; se suplanta con términos como ‘aproximado’ o ‘inconpleto’; constituye, entonces, un juego de palabras: meros constructos del lenguaje que al final argumentan lo mismo, no lo contrario.

En la página 72 encontramos un claro caso de mani-queísmo de los conceptos, en lo que él llama el doble origen de la deriva relativista:

- ‘una parte de la epistemología del siglo XX ha intentado codificar el método científico’.

- ‘el fracaso ‘parcial’ de ésta tentativa ha condu-cido (…) a un escepticismo irracional’.

En realidad es difícil saber ¿qué parte de la epistemo-logía ha alcanzado la condición de sujeto (en abstracto) como para proponerse codificar algo? Tal vez un sector de pretendidos epistemólogos se haya dado a la tarea de ha-cerlo, lo que sería gramaticalmente aceptable; sin embargo cita al circulo de Viena y a Popper. Analicemos: desde el pensamiento crítico contemporáneo es bien sabido que la pretensión de ‘codificar’; es decir, clasificar, enumerar, in-ventariar, ha sido una pretensión pragmática de la ciencia moderna y el positivismo occidental, en tal sentido, Sokal se refiere a un sector de epistemólogos oficiales, moder-nos y positivistas que desean reducir el instrumentalizado ‘método científico’ a mero códice, cual tabla de los diez mandamientos de la ciencia positiva o moderna religión; o receta de cocina.

La claridad consiste en que no es pretensión de la disci-plina que conocemos como ‘epistemología’, la de codifi-car, ni inventariar nada; su objeto o razón de ser es la de consultar el carácter científico de unos discursos que así se pretenden; por lo tanto, éste ‘fracaso parcial’, a que se refiere Sokal en tono burlón, no es de la epistemología en sí, sino del positivismo occidental (que a su vez es objeto de la epistemología) en su intento de codificarlo e inven-tariarlo todo, hasta el universo subjetivo que pretenden ‘objetivar’ con calculadora y tubo de ensayo. El escepti-cismo irracional hace presa de los pensadores modernos-racionalistas, no de los epistemólogos; que por un lado hemos superado discusiones bizantinas del siglo XIX, y por el otro, demostramos racional y objetivamente a los pen-sadores modernos que no toda la realidad es susceptible de reducirse a fórmulas, leyes, cálculos o meros códigos. Ésta obsesión positivista, ha llevado por ejemplo a que en alguna plaza de mercado de la ciudad de Medellín, se venda ‘la suerte envasada’; más o menos esto es lo que trata de hacer la doctrina positivista: ‘envasar lo subjetivo’. Ante lo cual tendríamos que decir que la ‘suerte envasada’

es demostración científica y positiva de la existencia de ‘la suerte’ como tal. Habría que aplicar la epistemología para contrastar la cientificidad de éste postulado.

El Terrorismo intelectual de SokalEl policía oculto que Sokal lleva dentro, consciente o

inconscientemente, salta a la vista cuando señala y sindica a Julia Kristeva de terrorismo intelectual en la siguiente cita:

‘(…) Kristeva no explica la relación que pueda tener con el lenguaje poético. Por otro lado, hacer preceder un enunciado tan técnico como éste por la expresión “como es sabido”, es un típico ejem-plo de terrorismo intelectual’.

Es cierto que teoréticamente, los intelectuales que suelen argumentarse sin argumentos; es decir, suponer el argumen-to o dejarlo implícito, y peor aún suponer (metafísicamente) que el público receptor sabe intuitivamente de lo que le están tratando de hablar, o que todo está implícitamente sabido o explicado; constituye una mala práctica literaria y discursiva. Me queda difícil entender que sea ‘un típico ejemplo de terrorismo intelectual’; puesto que es primera ocasión que me enfrento a un supuesto tan agresivo; un epistemologo desprevenido y sin mezquinas intencio-nes diría simplemente que constituye una mala práctica gramatical o sintagmática, definir esto como terrorismo intelectual es un tanto apresurado, y repito, agresivo y policíaco.

Lo triste no es tanto que haya satanizado a la pobre Kristeva, que en el fondo lo único que deseaba era darle estatuto de cientificidad al lenguaje poético, reduciéndolo ‘positivamente’ al lenguaje matemático, sin éxito; en este sentido ha de aclararse que el fracaso no se atribuye ni a la epistemología, ni al relativismo epistémico, puesto que no son éstas tareas de esos. El fracaso evidente se lo propinan Kristeva y Sokal al mismo positivismo occidental que todo lo quiere ‘reducir’ a mero inventario matemático, como si las matemáticas fueran la realidad, o como si la gráfica fue-ra el objeto, o como si el mapa fuese el territorio de mane-ra instrumentalmente ciega (sin comprender que éstos son meros instrumentos o modelos interpretativos, no realida-des) al demostrar ambos que, tal y como lo supone el rela-tivismo epistémico: no toda realidad es susceptible de ser reducida a fórmulas, leyes, datos, cifras, códigos, etcétera. Existen realidades como la del discurso poético que po-seen su propio estatuto dentro de la cultura humana y no necesitan de otros estatutos para hacerse ‘válidas’; habría que criticar a Kristeva su perversa intención de reducir un lenguaje artístico-estético a mero cálculo matemático, en esto Kristeva pierde la delimitación de los objetos de estu-dio y el horizonte de las diversas actividades humanas, las que se presentan como construcciones objetivas de unas proyecciones subjetivas. El lenguaje poético no tiene por qué tener validez científica, y sería una brutalidad evidente que algún pretendido epistemologo tratase de dársela.

Sokal es un gendarme de doble moral, pues acusa a otros de ‘terrorismo intelectual’ mientras usurpa sus prác-ticas y las repite, veamos en la página 73:

‘(…) Para comprender la naturaleza y el origen de

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esta crisis, así como el impacto que puede tener en la filosofía de la ciencia, nos remontaremos a Pop-per. “Es obvio” que Popper no es un relativista, sino todo lo contrario’.

Al igual que Kristeva, Sokal afirma, pero no explica nada acerca de su afirmación, la deja en el aire, suspendida por el poder de un prestigio intelectual; esta actitud tiene una explicación psicoanalítica popular en la expresión (básica-mente juvenil) que reza: ‘tira la piedra y esconde la mano’; es decir, lanza el improperio pero no explica ni argumenta nada, hace el daño de la manera más vulgar y descarada y se queda tan tranquilo como si nada; así mismo, como si nada, quienes realizan lecturas de periódico toman este postulado como cierto (cuando ni siquiera dice a que se refiere con ser contrario al relativismo) y salen por el mun-do, por los eventos y por la literatura a defender y repro-ducir ésta afirmación sin argumentación ni demostración; en lo que real y consecuentemente podríamos calificar como terrorismo intelectual. ‘Es obvio’ que también Sokal constituye un (físico) terrorista que desea inspirarse el los discursos epistémicos. Veamos como Sokal en su página 36-37 utiliza la misma lógica con Lacan, quien le facilita su trabajo:

‘(…) Seguramente el lector se estará preguntando qué relación existe entre éstos distintos objetos topoló-gicos y la estructura de la enfermedades mentales. No-sotros también; y el resto del texto de Lacan no aporta nada que clarifique la cuestión, pese a que el propio autor insiste en que su tipología ‘explica muchas cosas’. (…) una vez más Lacan no aporta ningún argu-mento para sostener su afirmación perentoria, según la cual el Toro “constituye exactamente la estructura del neurótico” (signifique esto lo que signifique) además, cuando se le pregunta explícitamente, ¡niega que se trate simplemente de una analogía!’.

Si hablásemos de Sokal, sin duda alguna, podrían apli-carse a él las mismas palabras, líneas y párrafos que dedica a sus ‘victimas’; es decir, se le podría suministrar una dosis de su propio medicamento, puesto que al igual que Lacan y Kristeva no aporta ningún argumento para sostener sus afirmaciones contra el relativismo epistémico, muy a pesar de tener razón al señalar los equívocos de quienes han pre-tendido reducir realidades y universos subjetivos a la doctrina positivista, como Lacan y Kristeva, y quizás muchos otros que en el siglo XX intentaron ‘positivizar’ lo imposible; de esa imposibilidad ha nacido la ciencia contemporánea que se plantea como contradicción dialéctica de la ciencia moderna y reconoce, en consecuencia, la imposibilidad de reducir el universo subjetivo a mero cálculo positivo; mientras la cien-cia moderna ‘inventa’ más mitos para explicarlo todo, sin éxi-to (como Lacan) y de cuyo fracaso ha preferido ‘aislar’ éstas realidades que se hallan fuera de su jurisdicción de control social e intelectual, a la condición de ‘fantasmagórico’ y por tal ‘no científico’; es decir, al no poder reducir éstas realida-des a un esquema mental aceptable-rentable (pragmatismo), las ha clasificado como una manera de satanizarlas para descalificarlas. La ciencia contemporánea en cambio, al reco-nocer la pluralidad de racionalidades, reconoce con ello la necesidad de dicha pluralidad como una forma de enten-der y explicar otras realidades, no necesariamente materia-

les, es decir, no necesariamente medibles, cuantificables, codificables, etcétera. La racionalidad única de occidente, su fundamentalismo científico, su hegemonía cultural, su linealidad incuestionable, su universalismo abstracto, sus leyes ‘naturales’, sus inventarios exhaustivos, sus cálculos absolutos, sus determinaciones ineludibles han entrado en crisis en la época contemporánea, que ha identificado dichas doctrinas como expresiones de una nueva religión moderna, y por lo tanto, como una ideología más, despro-vista de carácter científico, aunque se soporte en un cierto tipo de ‘metafísica razonable’.

Esta religiosidad en el método y las doctrinas (su-puestamente) científicas ha conducido a una especie de neurosis académica o intelectual, según la cual existe un fijación profunda y neurótica por parte de los cientistas occidentales (y algunos de la periferia, sobre todo los más alienados en la cultura intelectual de occidente) en la necesidad de demostrar la validez de sus hallazgos y afirmaciones mediante la reducción de sus tesis a cálculos, códigos, gráficas y ‘leyes’, aunque se trate de ciencias so-ciales y humanas, de filosofía, de arte o de cualquier otra disciplina ajena a las ciencias exactas (que ya se ha demos-trado no son tan exactas). Un ejemplo fehaciente de ello lo constituye el propio Lacan, quien con la lógica de los ‘fraccionarios’ logra ser aceptado por la crítica moderna y difundida su doctrina (positivización del psicoanálisis) has-ta hoy, pese a que el mismo Sokal demuestra que Lacan, en realidad no ha dicho nada, sólo ha tratado de reducir una realidad tan subjetiva como la mente humana a un lenguaje matemático: como si se tratase de demostrar la existencia o in-existencia de los fantasmas por medio de cál-culos matemáticos o fraccionarios; es indudable que en esto se han equivocado Lacan y todos los clérigos de la doctrina positivista, o quienes se han pretendido bautizar en ella. De otro lado, la metafísica razonable es ilustrada con lujo de detalles por el propio Lacan cuando trata de explicar que ‘la estructura del neurótico constituye exactamente la estruc-tura del Toro’, lo que es incuestionable tratándose de una analogía, pero trasciende los terrenos de la metafísica al querer fundamentarse en esa razón análoga para explicarlo todo en una supuesta tesis científica; así las cosas, con la mera analogía, no se construye un discurso científico, a lo sumo una interpretación vulgar, o quizás, una opinión ordinaria. Está claro en la epistemología Marxista que los discursos científicos se construyen con afirmaciones, argu-mentaciones y demostraciones. No con meras analogías, por razonables que parezcan.

La capacidad de ‘manipulación intelectual’ que expresa Sokal en su texto, expresa la capacidad de manipulación discursiva que han desarrollado las élites norteamericanas, las mismas que en Irak (2003-2004) han demostrado al mundo entero que con un sólo sintagma: ‘(…) poseen ar-mas de destrucción masiva…’ se pueden adelantar a cual-quier realidad y convertir una ‘idea-fantasía’ en realidad aparente, para justificar el desarrollo de una acción brutal contra ‘el otro’.

Así mismo, Sokal lanza sus afirmaciones pretendidamente epistemológicas, para desprestigiar el trabajo serio de un au-tor tan reconocido en el mundo contemporáneo como Pop-per, veamos lo que termina afirmando en el mismo párrafo

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de la página 73:‘(…) Lo cierto es que una gran parte de nues-

tros problemas tienen su origen en determinadas ambigüedades o inexactitudes contenidas en ‘La Lógica de la Investigación Científica’ de Popper. Es importante comprender las limitaciones de ésta obra para enfrentarse más eficazmente a la deriva irracionalista creada por las críticas que suscitó’.

En tan sólo cuatro (4) líneas Sokal acusa a Popper de: crear problemas, de ambiguo, de inexacto, de limitado, e implícitamente le señala como ‘profundamente criticado’; en lo personal no conozco la tal ‘deriva irracionalista’ que lo critica, aunque es lógico pensar en la repulsión y reac-ción de poderes establecidos en los discursos científicos, pero, también es cierto que dicha reacción se pronuncia con el más ‘bajo volumen’, puesto que después de la aparición de la física de partículas parece que todos los pilares sobre los que estaba levantado el determinismo se vinieron al piso; por el contrario, la epistemología contemporánea cada día encuentra nuevos argumentos para validar las tesis del relativismo epistémico, que sin duda tienen su origen en los postulados del propio Popper. Más, en 293 páginas, Sokal no argumenta nada que pueda aceptarse como ‘decosntrucción’ del texto de Popper, sin embargo dada su capacidad de manipulación intelectual, hace parecer mediante algunas ‘simples opiniones’ que ha dado cuenta de Popper; pero, hay que aclarar que sus ar-gumentos no son serios y mucho menos, epistémicamente válidos. Para demostrarlo habría que citar sus 293 páginas y demostrar línea por línea: vacíos argumentales, dispersión temática, contradicciones evidentes, inconsistencia lógica, confusión conceptual y tantas otras falencias que a lo largo del presente texto trataremos de ilustrar en su justa medida, pero se nos hace imposible citar cada línea de Sokal.

Otro ejemplo en que se desnuda y hace evidente el talante de terrorismo intelectual contenido en los textos de Sokal, lo constituye la cita que extractamos de la página 80, donde de una manera atrevida e intrépida, estructura una serie de palabrejas que al lego o al vulgo pasan des-apercibidas, veamos:

‘Pero dichas ideas no son originales en él ni constituyen lo que realmente es nuevo en su filoso-fía (…) algunos pensadores, principalmente Feye-rabend, rechazan la epistemología de Popper (…) pero luego caen en una actitud extremadamente anticientífica, como veremos más adelante.

A pesar de su promesa, en el resto de las 213 páginas que siguen, por ningún lado logra demostrar la supuesta ‘actitud anticientífica’, es más, ni siquiera retoma sus afir-maciones ‘más adelante’ para argumentarse en lo dicho: es un típico ejemplo de terrorismo intelectual.

Precisiones históricasEl pretendido epistemologo norteamericano se halla des-

orientado. No puede, no quiere o no le conviene, recono-cer la tensión paradigmática de la actualidad, la que hace época en el debate científico internacional: La vieja ciencia moderna viene siendo cuestionada y reemplazada por la nueva ciencia contemporánea. He desarrollado ésta afir-

mación en una serie de artículos personales publicados en los números 31,33, 35, 37 y 39 de la Revista Debates de la Universidad de Antioquia denominados ‘Debates Epis-temológicos entre Pensamiento Moderno y Pensamiento Contemporáneo’, allí, explico con un cierto lujo de detalles mi tesis acerca de la tensión paradigmática de la actualidad entre ciencia moderna y ciencia contemporánea, motivo por el cual en este texto sólo voy a resumir todos esos escritos en simples afirmaciones, al tiempo que invito a los lectores a consultar en mis artículos citados, el desarrollo argumental y demostrativo de mi tesis. Citemos las confu-siones de Sokal:

‘(…) Una parte sustancial de las aportaciones “mo-dernas” a la epistemología (Khun, Feyerabend, etc.)…’

En primer lugar, llamar la atención sobre un posible error de traducción con respecto al término ‘moderno’, que en las dificultades que ofrece el idioma inglés, pudo haberse también traducido como ‘actual’ que sería mu-cho más acertado y evitaría caer en ésta digresión; lo cual constituye una ventaja sustancial del idioma español5 en cuanto a la construcción de discursos científicos se refiere; ésta digresión se realiza no sobre el término en abstracto, sino sobre el concepto en concreto. Ésta tiene su origen en dos contradicciones históricas bien definidas de la época actual: la contradicción entre tradición y modernidad, y la contradicción entre modernidad y contemporaneidad.

Sostendremos entonces, como lo he sostenido en muchos otros escritos, que la modernidad constituye un proyecto cultural de dominación universal; por ello la re-ligión es universal, la ciencia es universal, la literatura es universal, la política es universal, la historia es universal, la economía es universal, e incluso, su cultura se pretende hegemónica para alcanzar así su estatuto de universal, por ello insisten en que el saco y la corbata sea el traje univer-sal, el inglés su idioma universal, su sistema de símbolos y medidas universales, las leyes universales; todo ello dentro de la lógica del espíritu universal que canonizara el mismísimo Hegel. Consecuencia de la cual hoy se nos imponen los valores (negativos) de la cultura occidental como valores únicos, verdaderos, incontestables, incues-tionables y universales; es decir, totales, mundiales y glo-bales. Un ejemplo de ello (octubre de 2004), lo representa la expulsión de dos estudiantes musulmanas de una uni-versidad parisina, porque no quisieron acatar una ley fran-cesa que les prohíbe llevar el velo que caracteriza su cultu-ra; las mujeres musulmanas lo usan porque no quieren ser reconocidas por sus rasgos faciales o estéticos, sino, por la luz de sus ojos y el brillo de su mirada, dicen que los ojos son el reflejo del alma; cosa que a estructuras mentales domesticadas por occidente les queda difícil comprender.

Así, sus intereses de la actualidad pasan por la univer-salización de sus valores, la globalización de los mercados, la mundialización de la vida social de occidente y la tota-lización de la hegemonía lograda por sus potencias milita-res. En consecuencia con ello, la ciencia moderna trata de satisfacer esos objetivos aunque sólo lo logre de manera aparente; por ello ha degenerado en tecnicismo, por que solo así logra integrar lo desintegrado.

Contrario a ello, la ciencia contemporánea, que es pro-

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ducto histórico de relaciones intelectuales y académicas pre-cedentes, relaciones desiguales, elitistas, hegemonizadas por el sujeto social de occidente (el que ha sido llamado ‘hombre blanco’, el mismo que ayer esclavizó a los negros africanos, el que expropió las riquezas de los árabes, el que expolió a la América y trató de aniquilar las culturas precolombi-nas, el mismo que usurpó durante cien años el producto del trabajo de los hindúes, el mismo que hoy se organiza institucionalmente en la OTAN y en el FMI) en detrimento de los intereses de las demás culturas del planeta que políticamente constituyen democracia al representar a la mayoria; como producto de ello y contrario a ello emerge la contemporaneidad como contradicción dialéctica, la que surge paralela a la misma modernidad, cuestionando la ciencia moderna e identificándola como ideología de la dominación al practicar su deconstrucciòn académica con la herramienta de la epistemología y develar los subterfu-gios que la constituyen como discursos de poder inmersos en los discursos científicos (hermenéutica). Al reconocer la pluralidad de racionalidades y con ello la gran diversidad étnica y cultural del planeta, el paradigma contemporá-neo, desmitifica el método científico para rescatarlo de la cosificación vulgar a que lo han sometido los intereses rentabilistas y hegemónicos de occidente. Al desmitificar el método científico, se han relativizado los metarelatos que actuaban en contra de la diversidad cultural planetaria para fundamentar los discursos integracionistas en ‘una sola cul-tura’ (hegemónica).

El ataque de que hoy es víctima el mundo árabe es una expresión del fundamentalismo integracionista de occiden-te; los Latinoamericanos sabemos bien qué significa y qué consecuencias históricas produce un ataque de semejantes magnitudes.

Ahora bien, Khun, Feyerabend, Popper; Schopenhauer, Nietszche, Marx; y toda la pleyade de pensadores (inclu-yendo latinos) que se han dado a la tarea de deconstruir el absolutismo científico de la cultura moderna, no son ‘modernos’, sino, contemporáneos porque representan la oposición tajante al determinismo positivista y al univer-salismo abstracto de occidente; evidentemente Sokal se halla confundido en éste tema, como en todos los demás que intenta ‘manipular’, lo cual nos permite seguir especu-lando acerca de la condición de gendarme de las ciencias que intenta asumir el pobre epistemologo norteamericano. La falta de desarrollos conceptuales remite a su pobreza intelectual, mientras su actitud de gendarme sin duda constituye una necesidad sentida de una pretendida cien-cia que se supone a sí misma como única, verdadera e in-contestable: hegemónica; gendarme que trata de meter en cintura a todo aquel que se halle por fuera de su estructura ideológica de control y dominación universal. Como las culturas tradicionales, que han sido satanizadas por Ma-linovski y Strauss como primitivas, irracionales, salvajes, embrutecidas y envilecidas para descalificarlas y justificar así su aniquilamiento e integración a la cultura occidental; realidad ésta que ha sido muy cercana a nosotros Latinoa-mericanos y que expresa de manera sencilla y clara la ten-sión paradigmática entre tradición y modernidad.

En fin, la modernidad científica constituye el oscurantis-mo del siglo XX; mientras la contemporaneidad científica

representa el renacimiento del siglo XXI. La ciencia moder-na ha ocupado, en consecuencia, el lugar oscuro y vacío dejado por la religión, y a esto le llaman en occidente: secularización. La educación, entonces, viene a representar la evangelización en la moderna religión, y la graduación, su solemne ceremonia bautismal. La ciencia contemporá-nea, en consecuencia, se hace laica porque desmitifica la religión científica en su forma moderna.

Una cuestión bastante complejaSokal no sólo asume el relativismo epistémico como

estructura independiente, sino además, parece confundirse entre filosofía y epistemología; pues también asume la epis-temología no ya como cuerpo disciplinar de estudio sobre los discursos científicos, sino como ‘filosofía de la ciencia’, lo cual es totalmente novedoso, arriesgado e ingenioso:

‘Nos ha parecido útil incluir aquí una discusión epistemológica. Somos conscientes de que estamos abordando problemas complejos sobre la naturaleza del conocimiento y de la objetividad, que ha preocu-pado a filósofos desde hace siglos. (…) nuestra argu-mentación filosófica será, en todo caso, bastante mi-nimalista y, por lo tanto, no abordaremos los debates epistemológicos más delicados…’ (Pág. 63)

Nótese la gran capacidad del genio norteamericano de ir y venir entre filosofía y epistemología, indiferentemente. Como si fuesen lo mismo. Se nota aquí con claridad que se refiere a la ‘gnoseología’ cuando reseña las preocupaciones filosóficas de ‘hace siglos’ (cuando la epistemología es re-ciente) y a la ‘naturaleza’ del conocimiento; es indudable que Sokal ni siquiera sabe de lo que está hablando, y lo reconoce inconscientemente cuando acepta su incapacidad: lo por tanto ‘no abordará los debates epistemológicos mas delicados’, aunque ya es bastante delicado el daño que le ha propinado a la ciencia en general.

Primero ha de hacerse un ejercicio gramatical, que es por tanto un ejercicio lingüístico y en consecuencia, epistemológico y hermenéutico. La diferencia primigenia entre filosofía y ciencia se construye mediante la tensión entre doxa y episteme; es decir, entre conocimientos doxológicos y conocimientos epistemológicos. Para una mejor y más sencilla comprensión, podríamos decir que se construye a partir de la tensión entre meditación trascen-dental y observación metódica; o, dicho de otro modo, es la diferencia fundamental del conocimiento en general que se presenta, o bien bajo la forma de ‘intuición pensante’ (del discurso) o bien, bajo la forma de ‘observación estruc-turante’ (del discurso). En éste sentido, pues, el desarrollo de la cultura en occidente ha llevado a establecer claras diferencias entre filosofía y ciencia, la ciencia estaría en el orden de la episteme mientras que la filosofía estaría en el orden de la doxa; ahora bien, dónde se ubicaría la ‘epis-temológía’ como disciplina que falla a favor o en contra de los discursos ‘científicos’; es decir, como observación metódica de la estructura de los discursos científicos y que verifica el estatuto epistémico de los discursos en cues-tión. No se halla entonces en el terreno de la doxa, o sea que no es filosofía; pero posee un método de observación que a su vez consulta varios requisitos como fuentes, es-

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tructura, coherencia lógica, solidez argumental, demostra-ciones probadas (empiria) y otros, entonces, se halla en el terreno de la observación estructurante y no de la intuición trascendental: es ciencia de las ciencias y no su filosofía.

Es posible que en los albores del siglo XIX se haya to-mado la naciente disciplina como la expresión filosófica de las ciencias, su esencia fundamental, su idea trascendente, su ‘metafísica razonable’; pero no, y es preciso a partir de las aportaciones de Bachellard, Khun, Popper y Feye-rabend que se estableció que aunque ‘aparentemente’ la epistemología se asemejaba a una suerte de ‘filosofía de las ciencias’ en realidad se trata de un método analítico para la ciencia misma, una técnica para determinar su fundamento epistémico. Y aunque posee un discurso, no necesariamente es filosófico, sino metódico; es decir, que parte de la observación estructurante.

Sé que al defenderse de éstos y otros argumentos, alegará Sokal que no tiene responsabilidad alguna en los hechos que se le imputan, puesto que él es un físico y no un especialista de la epistemología, tal y como ya antes lo habría advertido; sin embargo, hemos de constatar que no se trata aquí de una ignorancia suprema, sino más bien, de un indelicado acto bien calculado desde un conocimiento ‘vulgar’, el que aparece implícito por todo el texto; la habi-lidad de Sokal consiste en que sabiendo la confusión a que ha conducido ésta nueva disciplina entre el público ‘no ilustrado’ (por ejemplo, algunos sectores de izquierda han declarado la epistemología como ‘arma’ de la burguesía contra el proletariado, por el hecho de haber deconstruido discurso llenos de ‘ilusión’ y vaciados de fundamentos, como el maoísmo, el stalinismo y el trotskismo), ha utili-zado ésta confusión para hacerla parecer como ‘cierta’, es decir, que en el lugar de la epistemología como disciplina ha colocado la confusión sobre la epistemología; con lo que Sokal se presenta como un impostor de la epistemo-logía y la ciencia, lo que ha manifestado claramente en su título, y sorprendentemente, nadie, o muy pocos, nos hemos percatado de ello. Si alguien desea saber en qué consiste un juego del lenguaje, un sintagma gramatical o un constructo subjetivo, ha de consultar el texto de Sokal.

Finalmente, ha de hacerse claridad en que la ‘filosofía de la ciencia’ es una y la epistemología como disciplina es otra. Podríamos decir que la filosofía de la ciencia es el discurso de sus fundamentos que le hacen tal, su principio estatutario; la epistemología, entonces, constituye la meto-dología por medio de la cual se verifica el estatuto episté-mico de lo que se pretende ciencia. A manera de ejemplo no puede confundirse el derecho con el proceso. Ni la me-dicina con la cirugía. Ni la ciencia con la investigación. Ni la política con el gobierno. Ni el deporte con la disciplina: conceptualmente hablando. No niego que la ciencia posea una filosofía de ser en sí, me opongo a confundirla con la epistemología, como metodología que compara y verifica lo que se pretende científico, con su estatuto filosófico. La epistemología es, entonces, el estudio de los fundamentos epistémicos de un discurso que se pretende científico. La frenología ha sido uno de sus primeros objetos de estu-dio, el positivismo, por ser ideología se ha constituido en paradigma, y así mismo, se ha hecho el más in-permeable de sus objetos y por tanto el más duradero y resistente. La

medicina moderna, que, tal y como lo expresa una película de Holliwood: -la medicina occidental se propone prolon-gar la enfermedad para hacerla rentable; ya no puede ser tomada como ciencia, sino como industria que moviliza capitales a través de la enfermedad6.

No obstante, en la página 92, crítica a Feyerabend el confundir ciencia y religión de la misma manera que él mismo confunde filosofía y epistemología, lo que nos in-dica que sabe claramente la delimitación de los discursos, sus alcances e implicaciones, motivo éste que no permite pensar en confusiones ignorantes o inconscientes, sino que se convierte en una pista más que nos permite afirmar sobre las mezquinas intenciones del físico norteameri-cano: confundir, engañar, volver al pasado y enredar lo que estaba des-enredado partiendo de un habilidoso ma-niqueísmo de los conceptos y de las confusiones que el ‘público no cultivado’ ha logrado infiltrar en los discursos académicos de nuestro tiempo. En tal caso, ha de hacerse un examen de consciencia cada uno de los académicos que han leído o (supuestamente) estudiado a Sokal, toda vez que tomaron posición a favor o en contra de un ‘esto-fado de términos’, que según el análisis de sus estructuras, el que aquí se hace, en realidad no estructura nada, o por lo menos, nada que pueda tomarse en serio. A mi juicio, es tan insulso aquel académico que toma a Sokal en serio, sin saber a ciencia cierta el por qué, o por el mero encanto de sus es-tructuras poéticas; como aquel académico que tomó a Sokal por falso sin saber el por qué o, simplemente, porque sus pa-labras no lograron encantarlo. Puesto que lo que ha de ana-lizarse en el discurso de Sokal, no son sus estructuras poé-ticas, sino, sus estructuras conceptuales. En las estructuras poéticas encontramos un hilo discursivo-sonoro, mientas en las estructuras conceptuales encontramos un hilo argumenta-tivo-conceptual, que es de lo que carece Sokal; sin embargo su utilización (aunque sea irresponsable) de ‘términos’ dan la idea subjetiva de ‘conceptos’, pero he ahí lo que estudian las tres herramientas de la ciencia contemporánea: El contenido de los conceptos, no el contenido de las páginas. Esos co-rresponden a los dramaturgos y a los profesores de literatura, el contenido de los conceptos le pertenece a la lingüística, la hermenéutica y la epistemología. En un análisis riguroso deben de ir las tres acompañadas y al unísono, quienes se dedican a una sola, como los filósofos hermenéuticos, caen en el terreno vacío de la ‘charlatanería’, pues esto constituiría algo así como estudiar Mecánica en un pizarrón, sin máqui-nas y sin la herramienta de las matemáticas. Eso constituiría, entonces, un estudio o una clase de dibujo, simplemente.

En América Mestiza cuando hemos de abordar un es-tudio, lo hemos de abordar en todos sus frentes: es decir, Holísticamente. Es más, la hermenéutica obliga a un abor-daje psicoanalítico del sujeto que escribe, toda vez que el discurso, es también un discurso del inconsciente.

Observaciones finalesEl epistemólogo norteamericano reivindica su estatuto

de poder intelectual al hacer gala de la ‘dialéctica hegelia-na’ que divide el mundo entre bueno y malo, se queda con lo bueno (pragmatismo) y ‘elimina’ lo que considera malo (fascismo), más al enaltecer la religión ‘científica’ moderna

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reivindica la ‘verdad’ como fin último de la ciencia y por ende de la búsqueda epistemológica; la que, según Sokal, busca la verdad (veracidad) de los discursos científicos, que para él constituyen todo discurso falsable o verifica-ble. Veamos: ‘yo soy la verdad’, parece que exclamó Jesús el cristificado, por tanto la búsqueda de la verdad consti-tuye un interés teológico, no científico, por tal es en ésta pretensión dónde sé ve claramente que la moderna ciencia occidental viene a reemplazar el lugar que supuestamente ha dejado vacío la cristiana religión. El imperio necesita de una verdad para legitimar la dominación sobre el pluralis-mo cultural del planeta.

En consecuencia observamos una relación histórica entre el constructo ‘verdad’ y las relaciones de poder; toda vez que desde Soroastro y su legado administrativo-político, el poder político se soporta desde la construcción de verdad que en aquella época como en ésta define, desde las elites dominantes, qué y quién es bueno, y qué y quién es malo para caer sobre él con el peso de la ‘ley’, que constituye la verdad última del poder, la que ha sido extrapolada por occidente a la ciencia, y que según la con-cepción ‘ilustrada’ buscaría las ‘leyes naturales’ que hacen posible la realidad; lo cual es también una pretensión teológica, pues supone una ‘predeterminación del mundo’ por un ser superior que le ha impuesto unas dinámicas (unas leyes) ‘naturales’, según las cuales estaría determi-nado ‘el mundo’ por un arquitecto universal que ha puesto en las ‘cosas’ las leyes que las determinan.

Todo esto constituye una metafísica razonable difundida ampliamente por la cultura intelectual de occidente tanto de derecha como de izquierda, la que ha sido difundida por todo el planeta como ‘discurso científico’ (y seculariza-do), cuando en realidad no es más que la misma ideología cristiana sublimada bajo la forma de ideología científica. El mismo que dice: yo soy la verdad; dice: yo soy el rey de reyes. Motivo por el cual todas las culturas, y en especial, la cultura occidental fundamentan el poder político me-diante una suerte de ‘sacerdocio divino’; es decir, ejerce el poder aquel que ha sido ‘acreditado’ por la divina pro-videncia; es por ello que el vaticano distribuye poderes y tierras por todo el mundo, bendice gobiernos y respalda mandatarios: en fin, el poder se sostiene por una determi-nación metafísica de ‘verdad’; la verdad, entonces, consti-tuye una construcción de poder. Lógicamente infiltrada en los discursos científicos por una cultura intelectual que se pretende hegemónica como la de occidente que construye su hegemonía definiendo lo falso y lo verdadero, lo bueno y lo malo, lo científico y lo no científico como una manera de clasificar para satanizar y luego descalificar; es decir, como una manera de ejercer el poder (intelectual).

No es éste el espíritu de la epistemología contemporánea, sino, el espíritu de la epistemología moderna. La epistemo-logía contemporánea no aboga a favor o en contra de la ‘veracidad’ por que no es una disciplina teológica; sino que determina la precisión de los discursos científicos respecto de la realidad de la cual pretenden dar cuenta, donde se asume que los discursos científicos constituyen modelos explicativos de la realidad; no son los discursos científicos palabra de Dios. Sino, constructos humanos susceptibles de error, y por tal, de ser precisados por la epistemología.

En otro sentido, existen verdades parciales dados un tiempo y un espacio específicos. Me explico con el ejem-plo más sencillo y recurrente: que el sol giraba en torno de la tierra, constituyó ‘un verdad’ por mucho tiempo, hasta que se comprobó que era la tierra la que giraba en torno del sol; la primera fue una conclusión extractada de una observación somera, no detallada que al ser combinada con un ‘reflexión’ intuitiva dio como resultado que la tierra era estática y que el sol giraba en torno de ella; sin em-bargo, una posterior observación metódica demostró que no bastaba la intuición para dar cuenta de un fenómeno tan evidente para cualquier ser humano, entonces, una reflexión más elaborada, que combinada con instrumentos técnicos de observación, mas cálculos racionales apoya-dos en modelos geométricos y matemáticos permitieron analizar el fenómeno en un sentido metódico, el que a su vez permitió construir un modelo explicativo satisfactorio aunque contrario a la intuición inmediata.

En la ciencia de hoy en día sucede igual, postulados que en el siglo XIX se tomaron como verdades últimas, han sido revaluados por la ciencia contemporánea y es totalmente razonable pensar que en el futuro podrían descubrirse factores, no (pre)vistos hasta ahora, que nos indiquen la necesaria revisión de las conclusiones anterior-mente concebidas.

Cuando hablamos de ‘verdades científicas’ (ciencia moderna) en verdad estamos hablando de ‘verdades par-ciales’ (ciencia contemporánea), que han sido posibles sólo por los instrumentos de observación y medición que hasta el día de hoy poseen los científicos para analizar realidades; puede, y es casi una axiología, que en el futuro otros instrumentos, otros cálculos, otras mediciones, e incluso, otras racionalidades, nos permitan re-elaborar los discursos explicativos de la realidad en que vivimos: ‘la realidad tiende a ocultarse’- parece que dijo Eráclito. En cita de Edgar Morín.

Cuando los epistemólogos contemporáneos constatamos éstas ‘limitaciones parciales’, comprendemos el sentido de lo que constituyen ‘verdades parciales’; entonces, no nos ocupamos de ‘establecer verdades absolutas y últimas’ como pretenden los epistemólogos modernos, sino más bien de pre-cisar los modelos explicativos a fin de ajustarlos lo más posible a explicaciones satisfactorias de los fenómenos observados.

En sentido psicoanalítico, es decir, freudiano, el pre-sumir que en nuestras pequeñas y mal educadas mentes vamos a abarcar toda la verdad (primera y última) del universo, constituye una pretensión lo bastante narcisista (y positiva) como para observar allí una serte de neurosis teológica. Mientras, en sentido positivo, es decir, pia-getiano y comteano, constituye un estadio infantil de la humanidad el creer que al descubrir una pequeña cosa, ha descubierto toda la verdad. O sea que el narcisismo intelectual del epistemologo norteamericano, le lleva a construir, neuróticamente, una suerte de ‘epistemología in-fantil’, según la cual, los científicos adivinan cosas e inven-tan verdades. Esto sólo nos conduce a una degradación del sentido de la ciencia, a su vulgarización y ridiculización; es decir, a su ideologización: a su desconfiguración; es decir, a su positivización.

Ideologización en torno a discursos de poder: discursos

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de verdad. Finalmente, podemos reflexionar sobre lo siguien-te: si el fin de la ciencia fuese el de emitir verdades últimas, entonces no existiría el ‘debate científico’, puesto que cada científico, o grupo de científicos, al decir su discurso, es-tarían diciendo la ‘verdad última’, por lo tanto su discurso constituiría un discurso incontestable, incuestionable e irrefutable. Pero no es así, y ello es la prueba de que nin-gún discurso científico constituye un discurso de verdad.

Una cuestión bien delicadaEn las páginas 72 y 88 aparecen dos afirmaciones que

también podríamos calificar como terrorismo intelectual, pues constituyen desconfiguraciones vulgares de la episte-mología como disciplina, veamos:

‘(…) una larga serie de argumentos relativistas (…) son críticas aceptables a determinados inten-tos de formalización del método científico (pero) no permiten cuestionar la racionalidad del discurso científico…’

‘(…) ningún argumento concebible fundado en la visión Kuhniana de la historia puede acudir en ayuda de los sociólogos o filósofos que pretenden desafiar, de forma global, la fiabilidad de los cono-cimientos científicos’.

Aquí, Sokal le cambia de horizonte al objeto de la episte-mología: ‘cuestionar y desafiar la racionalidad y fiabilidad de los discursos y conocimientos científicos’. Como quien dice, Sokal presenta al público ‘no ilustrado’ la epistemología como ‘ideología’ que pretende ‘desarticular’ toda la estructura de los conocimientos científicos, de la ciencia en general: como parte de la cultura humana; lo que constituye una clara muestra una ‘ciencia reaccionaria’ que no permite ser contrastada y valo-rada en su justa medida, la ciencia moderna que representa Sokal; es decir una ciencia absoluta e incuestionable, una ideo-logía bajo la forma de moderna religión.

Pero el objeto de la epistemología no lo constituye la deconstrucción de la ciencia misma o de su racionalidad, el objeto de la epistemología, como ya lo he anotado, se orienta hacia la contrastación de las teorías científicas con la realidad; es decir, precisión de sus postulados respecto de la realidad que pretenden interpretar en sus conclusiones y modelar en sus constructor teóricos. Esa afirmación de Sokal es tan peligrosa como inferir que la función de los ‘peritos’ es eliminar el derecho; simplemente por que tratan de verificar y contrastar la veracidad de las pruebas aportadas a ‘un proceso’. Con lo que concluimos que un epistemologo es algo así como un perito de la ciencia. La epistemología, entonces, constituye un simple peritazgo sobre las pruebas y tesis aportadas por los científicos. Pero, contrario a Sokal, no constituye un ‘gendarme’ que anda en busca de lo ‘malo’ para señalar y sindicar, no. Porque la ciencia no constituye un discurso moral, sino racional-metódico. No se trata de señalar a nadie como ‘terrorista’, sino, de demostrar la inconsistencia de sus afirmaciones.

Por último: Sokal el relativoEl gendarme de la epistemología ha identificado la mal-

dad del relativismo epistémico, motivo por el cual se pro-puso ‘reaccionar’ frente a ello, como lo manifiesta amplia-mente en su página 81: ‘(…) hay dos maneras de reaccionar frente a éste tipo de tesis…’ evidentemente se refiere a tesis sobre el relativismo epistémico; lo que describe con lujo de detalles la reacción de la ciencia moderna frente a otro tipo de tesis, modelos, paradigmas o racionalidades, pues ella misma se considera única e incontestable dado su carácter teológico y su interés tierno por la verdad úl-tima. De ésta ‘reacción’ se deriva la tensión paradigmática de la actualidad, la que a su vez permite dibujar con cierta nitidez el debate científico internacional entre pensamien-to moderno y pensamiento contemporáneo; es lógico que el ‘antiguo régimen’ va a reaccionar frente al ‘nuevo régimen’, pero finalmente sus contradicciones internas, fundamentalmente su contradicción entre ‘objetivismo’ e ‘ideologismo’, le llevarán a su sepultura, y aunque quede habitando en la memoria colectiva de sus clérigos, no será ya más que el recuerdo ‘mnémico’ de la prehistoria del conocimiento científico. La ciencia moderna constituye, entonces, el estadio más primitivo, atrasado e infantil del conocimiento científico en la época contemporánea.

La ciencia moderna y el positivismo occidental se colocan en su condición de poder incontestable y reaccionario cuando determinan lo que es o no científico; como si el cristianismo tuviese el estatuto de poder que le permitiera definir que es religioso y que no. Sokal lo ilustra de la siguiente manera:

‘(…) Actitudes anticientíficas y relativistas (…) afirmaciones ambiguas o confusas que, en ocasio-nes, desembocan en ataques virulentos contra la ciencia moderna…’

La ciencia moderna, en boca de Sokal, reacciona contra la epistemología; pero, lo que constituye una inconsisten-cia en el discurso de Sokal es que se dota de argumentos relativos para supuestamente deconstruir el relativismo epistémico, como ya antes lo he hecho notar; sin embar-go, parece pertinente traer a colación una serie de citas ex-tractadas de las afirmaciones de Sokal, que se constituyen en prueba fehaciente de mi tesis al respecto:

Pág. 67- ‘(…) La razón por la que rechazamos el escepticismo sistemático en la vida cotidiana es bastante obvia y similar a la que nos lleva a re-chazar el solipsismo. La mejor manera de explicar la coherencia de nuestra experiencia consiste en suponer que el mundo exterior corresponde, POR LO MENOS DE UN MODO APROXIMADO, a la imagen que nos dan de él nuestros sentidos’.

Pág. 68- ‘(…) EL MÉTODO CIENTÍFICO NO ES RADICALMENTE DISTINTO A LA ACTITUD RACIO-NAL DE LA VIDA CORRIENTE o en otros ámbitos del conocimiento humano. Los historiadores, los de-tectives y los fontaneros –de hecho todos los seres humanos- utilizan los mismos “métodos” básicos de inducción, de deducción y de evaluación de los datos que los físicos o los bio-químicos. La ciencia moderna intenta hacerlo de una forma mucho más cuidadosa y sistemática (…) aunque EL CONFLICTO SE PRODUCE SIEMPRE EN EL PLANO DE LAS CON-CLUSIONES, no en el planteamiento básico.

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NOTAS

1 Ver, Revista Debates, Universidad de Antioquia, números 31,33, 35, 37 y 39; en los artículos de la serie.

2 RAMÍREZ, Albeiro. Urgente Crítica a la Filosofía de la Educación Superior Latinoamericana en el Contexto de la Modernidad. Inédito, Medellín, 1998-2004.

3 LIGHTHILL, James. Proceedingns of de royal society of london, 407, 1986. cita del médico Payán de la Roche. PAYÁN de la ROCHE, Julio César. Lánzate al Vacío, se Extenderán tus Alas. Revisión Técnica de Jaime Parra Rodríguez. Mac Graw Hill, Santa Fé de Bogotá, 2000.

4 Los paréntesis son míos y se usan para redondear, ampliar, precisar o aclarar la idea que desarrolla el texto citado.

5 Ver mi ponencia: ‘El Problema de la Resistencia Cultural Latinoamericana’, quinto informe de la investigación: ‘Urgente Crítica…’, inédito, Medellín, 1998-2005.

6 Ver mi ensayo: Medicina Moderna vs. Medicina Contemporánea. Que constituye la última entrega de los debates epistemológicos entre Pensamiento Moderno y Pensamiento Contemporáneo. Inédito, Medellín, 2003-2004. Sexto informe de la investigación ‘Urgente Crítica a la Filosofía de la Educación Superior Latinoamericana en el Contexto de la Modernidad’.

Pág. 71- ‘(…) El desarrollo de las pesquisas puede ser, en general, BASTANTE COMPLEJO. El investigador tiene que tomar decisiones y extraer conclusiones provisionales de la INFORMACIÓN –SIEMPRE INCOMPLETA- de que dispone. Casi toda investigación infiere lo no observado a partir de lo observado. (…) pero no existe ningún medio que permita decidir ‘a priori’, independientemente de las circunstancias, lo que distingue “una buena de una mala” investigación. Es más, NADIE PUEDE ESCRIBIR UN TRATADO DEFINITIVO SOBRE ‘LA LÓGICA DE LA INVESTIGACIÓN POLICIAL’.

Pág. 74- ‘(…) NUNCA SE PUEDE PROBAR QUE UNA TEORÍA ES VERDADERA (…) pero, cuando se toma la doctrina falsacionista al pié de la letra, sur-gen innumerables dificultades’.

Pág. 76- ‘(…) Todas nuestras observaciones astronómicas DEPENDEN, para poder ser inter-pretadas, de determinados enunciados teóricos y, en especial, de hipótesis ópticas sobre el funciona-miento de los telescopios y acerca de la propaga-ción de la luz en el espacio’.

Pág. 78- ‘Así como lo que sometemos a PRUE-BAS DE FALSACIÓN es el conjunto de las propo-siciones teóricas pertinentes, así también ES EL CONJUNTO DE NUESTRAS OBSERVACIONES EMPÍRICAS LO QUE RESTRINGE NUESTRAS INTER-PRETACIONES TEÓRICAS’.

Pág. 78-79- ‘No obstante, si se tiene en cuenta el contexto, se puede sostener perfectamente la racionalidad de éste proceder, (…) de lo contrario toda ciencia sería imposible. SIEMPRE EXISTEN EXPERIENCIAS U OBSERVACIONES QUE NO SE PUEDEN EXPLICAR DE UN MODO SATISFACTO-RIO, o que incluso están en contradicción con la teoría, y que se dejan a un lado en espera de tiem-pos mejores’.

Pág. 79-‘La ciencia es una empresa racional, pero DIFÍCIL DE CODIFICAR’.

Pág. 80- ‘(…) Las predicciones no siempre son las pruebas más eficaces, DICHAS PRUEBAS PUEDEN ADOPTAR FORMAS RELATIVAMENTE COMPLEJAS…’.

Pág. 89- ‘Estamos fundamentalmente de acuerdo con lo que dice Feyerabend (LA IDEA DE QUE LA CIENCIA PUEDE, Y DEBE, ORGANIZARSE AL TE-NOR DE UNAS REGLAS FIJAS Y UNIVERSALES ES, A SU VEZ, UTÓPICA Y PERNICIOSA) es dificilísimo, sino imposible, codificar el método científico, lo que no obsta para que se puedan desarrollar determi-nadas REGLAS DE UNA VALIDEZ MÁS O MENOS GENERAL, sobre la base de la experiencia previa’.

Pág. 91- ‘Éstos planteamientos de Feyerabend se podrían defender invocando la distinción clásica entre el CONTEXTO DEL “DESCUBRIMIENTO” Y EL CONTEXTO DE LA “JUSTIFICACIÓN”. (…) el único criterio verdaderamente importante es el pragmático. En cambio, la justificación de las teorías se debe efectuar racionalmente, AUNQUE

ÉSTA RACIONALIDAD NO SE PUEDA CODIFICAR DE UNA FORMA DEFINITIVA’.

Nótese como Sokal no demuestra la ‘actitud anti-científica’ de Feyerabend como lo prometió, sino que, por el contrario aporta elementos para ‘defender’ las tesis del autor mencionado. En otro sentido obsérve-se que si el autor abandonara los verbos verificar y falsar, y colocara en su lugar el verbo contrastar, comprendería a que e refiere el relativismo episté-mico, y dejaría de jugar con la inocencia intelectual de sus lectores (lingüística).

Dejo pues, en los lectores, la inquietud por la epistemología, la hermenéutica y la lingüística como herramientas primigenias y fundamentales de la ciencia contemporánea; y el interés tierno por el debate científico internacional en torno a la actual tensión paradigmática entre ciencia moderna y cien-cia contemporánea, tensión de la cual nuestro pen-sar latinoamericano es detonante y protagonista de primera línea, tanto como vanguardia intelectual del pensamiento crítico contemporáneo que desde la periferia geopolítica alza su mirada irreverente a los ojos del amo inquisidor, representado por las ricas potencias del atlántico norte (occidente), tal y como el mismo Richard Rorty lo reconociera aún siendo pensador liberal pragmático norteamericano.

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