Rodo - Jose Enrique Ensayo

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7/23/2019 Rodo - Jose Enrique Ensayo http://slidepdf.com/reader/full/rodo-jose-enrique-ensayo 1/7 JOSÉ ENRIQUE RODÓ [Uruguay, 1871-1917] J os é E nr iq ue R od ó e n s u n iñ ez di sf ru ta l os pr iv il eg io s de u na f am ili a a co mo da da de Montevideo. Cuando muere su padre, en 1885, tiene que ayudar a su familia económicamente, así que obtiene un empleo en la oficina de un escri b ano . E s a ut odi da ct a; s in t en er t ít ulo u ni ve rsi ta ri o, e s d esi gn ado pr of eso r d e l it era tu ra a l os v ei nt is éi s a ño s d e ed ad . C on a mi go s l it era ri os f un da e n 1895 la Revista Nacional de Literatura y Ciencias Sociales. Rodó introduce su america n ism o l it er ar io e n e st a r evi st a c on l a p ub li ca ció n de un ensayo sobre el pasado literario platense, Juan María Gut ié rr ez y su época. E n s u e st ud io s ob re R ubé n Da rí o, p ub li cad o en 1899, muestra su adhesión al modernismo. Americanis mo y modernismo: se logra una síntesis de la ética social y la estética en el ensayo más famoso de Rodó, Ariel 1900), o br a q ue in fl uy e e n t od a u na g ene r ac ió n d e i nt el ec tua le s d e le ng ua e sp año la . En Ariel Rodó se identifica con el p ap el d el s ab io m ag o, P ró sp er o, pe rs ona je t oma do de La tempestad de Shake s pe ar e: s e d ir ige a l a j uve nt ud de A mér ic a c on s u m ens aj e m ag ist ra l. Desde 1901 Rodó participa en la causa política de José Battle y Ordóñez, colaborando en su periódico, El Día. Tres veces entre 1902 y 1911 es elegido diputado de la Cámara en Uruguay. Durante el desempeño del cargo político redacta un informe reformista, Del trabajo obrero en el Uruguay (1908). Entra en una polémica nacional en defensa de la tradición c ri sti an a e n e l U ru guay: de ahí nace su ensayo Liberalismo y jacobinismo (1906). P ubl ic a u na co lección de ensayos. E l mir ad or d e P ró sp er o (1910), cuyo título da eco a la figu r a s im bó lic a d e l a s ab id ur ía e n Ariel. En E l mir ad or d e P ró sp er o s e r eco ge n do s elegías, Bolívar y Montalvo , qu e s on l la mat iv as m ás b ie n po r l a e le ga nc ia literaria que por el análisis. La obra filosófica máxima de Rodó es Motivos de Proteo (1909), de la cual hemos elegido la parte final. En esta selección sobresalen la parábola de la p am pa , la e je mp la rid ad d e D in ama rc a o d e Ho la nd a, y l a d es cr ipc ió n r om ánt i ca del otoño; de tales lugares y paisajes Rodó extrae símbolos que implican 66 J OS É E NR IQ UE R OD Ó 67 valores filosóficos. La tesis central de Motivos de Proteo seresume en lapredica  ón del cambio, según el modelo mítico de Proteo: el ideal, tanto para los p ueb lo s c omo pa ra l os i nd iv id uo s, e s l a re no vac ió n c on st an te s in l a pé rd ida d el rurácter intrínseco. 1)e la gran correspondencia que Rodó mantuvo con muchos de los intelec m al es y e scr it or es d e l en gu a e sp añ ol a m ás d es tac ad os de su é po ca r ep ro du ci- 11111s os cartas: una es dirigida al historiador español Rafael Altamira y la otra 111ensador cubano Enrique José Varona. De su obra póstuma merece aten dún la crónica de su único viaje a Europa, durante 1916-1917: El camino de Paros Un a an to lo gí a i nt er es an te d e e nfo qu e t emá ti co es Rodó: su americanis-  1970), recopilada por Arturo Ardao. Las Obras completas 1954, 1967) de Rodó incluyen un estudio muy fino y útil escrito por el editor Emir Rodrí jl.lll'Z Monegal. A ENRIQUE JOSÉ VARONA* MONTEVIDEO, 7 de mayo de 1900 Sr. Enrique José Varona. l luhana M uy distinguido señor mío: La respetuosa admiración que su alta persona lidad intelectual me ha impuesto siempre, y a la que concurren, no sólo los Indiscutidos merecimientos de usted, sino también mis entusiasmos de 11mnicano por cuanto glorifica y enaltece a nuestra América, me mueve 111  a enviarle un ejemplar de mi último libro, que sea como el homenaje cu que se haga sensible esa admiración muy sincera. l c ngo, además, otro propósito al remitir a usted mi Ariel. E s, é st e, l ib ro dl propaganda, de combate, de ideas. He querido proponer, en sus pági- 11.1s, a la juventud de América Latina una profesión de fe que ella pueda h.ncr suya. Me han inspirado, para hacerlo, dos sentimientos principales: 111iamor vehemente por la vida de la inteligencia y, dentro de ella, por la vida del arte, que me lleva a combatir ciertas tendencias utilitarias e iguali t.uias; y mi pasión de raza: mi pasión de latino, que me impulsa a sostener • José Enrique Rodó, A Enrique José Varona , en O b r a s c o m pl e ta s 2~ ed., editadas con introduc  il111, prólogos y notas por Emir Rodríguez Monegal, Madrid, Aguilar, 1967, pp. 1330-1331.

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JOSÉ ENRIQUE RODÓ

[Uruguay, 1871-1917]

José Enrique Rodó en su niñez disfruta los privilegios de una familia acomoda

da de Montevideo. Cuando muere su padre, en 1885, tiene que ayudar a su

familia económicamente, así que obtiene un empleo en la oficina de un escri

bano. Es autodidacta; sin tener t ítulo universi tario, es designado profesor de

literatura a los veintiséis años de edad. Con amigos literarios funda en

1895

la

Revista Nacional de Literatura y Ciencias Sociales.

Rodó introduce su america

nismo literario en esta revista con la publicación de un ensayo sobre el pasado

literario platense,

Juan María Gutiérrez y su época.

En su estudio sobre Rubén

Darío, publicado en

1899,

muestra su adhesión al modernismo. Americanis

mo y modernismo: se logra una síntesis de la ética social y la estética en el

ensayo más famoso de Rodó,

Ariel

1900),obra que influye en toda una gene

ración de intelectuales de lengua española. En

Ariel

Rodó se identifica con el

papel del sabio mago, Próspero, personaje tomado de

La tempestad

de Shake

speare: se dir ige a lajuventud de América con su mensaje magistral.

Desde 1901Rodó participa en la causa política de José Battle y Ordóñez,

colaborando en su periódico,

El Día.

Tres veces entre

1902

y

1911

es elegido

diputado de la Cámara en Uruguay. Durante el desempeño del cargo político

redacta un informe reformista, Del trabajo obrero en el Uruguay (1908).

Entra en una polémica nacional en defensa de la tradición cristiana en el Uru

guay: de ahí nace su ensayo

Liberalismo y jacobinismo

(1906).

Publica una co

lección de ensayos.

El mirador de Próspero(1910),

cuyo título da eco a la figu

ra simbólica de la sabiduría en

Ariel.

En

El mirador de Próspero

se recogen dos

elegías, Bolívar y Montalvo , que son llamativas más bien por la elegancia

literaria que por el análisis.

La obra filosófica máxima de Rodó es

Motivos de Proteo (1909),

de la cual

hemos elegido la parte final. En esta selección sobresalen la parábola de la

pampa, la ejemplaridad de Dinamarca o de Holanda, y la descripción románti

ca del otoño; de tales lugares y paisajes Rodó extrae símbolos que implican

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JOSÉ ENRIQUE RODÓ

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valores filosóficos. La tesis central de

Motivos de Proteo

se resume en la predica

  ó n

del cambio, según el modelo mítico de Proteo: el ideal, tanto para los

pueblos como para los individuos, esla renovación constante sin la pérdida del

rurácter intrínseco.

1)e la gran correspondencia que Rodó mantuvo con muchos de los intelec

males y escritores de lengua española más destacados de su época reproduci-

11111sos cartas: una es dirigida al historiador español Rafael Altamira y la otra

111ensador cubano Enrique José Varona. De su obra póstuma merece aten

dún la crónica de su único viaje a Europa, durante 1916-1917:

El camino de

Paros

Una antología interesante de enfoque temático es

Rodó: su americanis-

 

1970),

recopilada por Arturo Ardao. Las

Obras completas 1954, 1967)

de Rodó incluyen un estudio muy fino y útil escrito por el editor Emir Rodrí

jl.lll'Z Monegal.

A ENRIQUE JOSÉ VARONA*

MONTEVIDEO,

7 de mayo de

1900

Sr. Enrique José Varona.

l l u h ana

M uy

distinguido señor mío: La respetuosa admiración que su alta persona

lidad intelectual me ha impuesto siempre, y a la que concurren, no sólo los

Indiscutidos merecimientos de usted, sino también mis entusiasmos de

11mnicano por cuanto glorifica y enaltece a nuestra América, me mueve

111  a enviarle un ejemplar de mi último libro, que sea como el homenaje

cu que se haga sensible esa admiración muy sincera.

 l c ngo, además, otro propósito al remitir a usted mi

Ariel.

Es, éste, l ibro

dl propaganda, de combate, de ideas. He querido proponer, en sus pági-

11.1s,a la juventud de América Latina una profesión de fe que ella pueda

h.ncr suya. Me han inspirado, para hacerlo, dos sentimientos principales:

111iamor vehemente por la vida de la inteligencia y, dentro de ella, por la

vida del arte, que me lleva a combatir ciertas tendencias utilitarias e iguali

t.uias; y mi pasión de raza: mi pasión de latino, que me impulsa a sostener

• José Enrique Rodó, A Enrique José Varona , en Ob ra s c ompl e ta s 2~ ed., editadas con introduc

  i l 111, prólogos

y

notas por Emir Rodríguez Monegal, Madrid, Aguilar, 1967, pp. 1330-1331.

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JOSÉENRIQUEODÓ

la necesidad de que mantengamos en nuestros pueblos lo fundamental en

su carácter colectivo, contra toda aspiración absorbente e invasora.

¿Merece ser Ariel una bandera para la juventud intelectual americana?

Tal es mi duda que me siento inclinado a resolver negativamente, teniendo

en cuenta que no basta la bondad de las ideas para elprestigio de una obra

escrita, cuando le falta la autoridad de un nombre esclarecido y el encanto

avasallador de la forma. Por eso anhelo que otros tomen a su cargo la pro

paganda que yo sólo me he atrevido a iniciar, y sería grande mi satisfacción

siusted hablase a la juventud en elsentido en que yo he osado hablarle. Us

ted puede ser, en realidad, el Próspero de mi libro. Los discípulos nos agru

pamos alrededor de usted para escucharle como los discípulos de Próspero.

Acepte usted, con tal motivo, los más respetuosos sentimientos de su

sincero admirador q. b. s. m.

JoséEnrique Rodó

A RAFAEL ALTAMIRA*

LAVIDAINTELECTUALSDÉBILy dificil en esta América. Sin embargo, hay

un grupo que trabaja con fe. Comparando nuestra intelectualidad actual

con la de hace veinte años, elprogreso esenorme. Hoy seestudia, selee, se

toman mucho más en serio las letras. Lo que nos oprime esla falta de pú

blico, de ambiente. Sólo resisten a esta ausencia de estímulos los que tie

nen la vocación muy metida en el alma. La inteligencia abunda: hay ad

mirable vivacidad en la juventud. Además, hay entusiasmos generosos,

desinterés. Pero la política absorbe para sí toda la savia intelectual, y la

necesidad de ganarse la vida se lleva lo poco que queda ... Con todo, creo

que los adelantos conseguidos son muchos y que permiten esperar algo

muy superior a todo lo americano de otras épocas para tiempo no lejano.

La enseñanza esobjeto de mucha atención por parte de los gobiernos y del

pueblo. La superioridad intelectual, si no provecho, da a lo menos cierto

prestigio. En este sentido, Montevideo esuno de los centros más ocultos y

espirituales de América. Menos utilitario, menos mercantilizado que Bue-

*JoséEnriqueRodó, ARafaelAltamira ,nObrascompletas, 2~ed.,editadasonintroducción,

prólogosnotasporEmirRodríguezMonegal,Madrid,Aguilar,967, p.1359.

JOSÉENRIQUEODÓ

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nos Aires, sin duda por su relativa inferioridad material, lleva una vida algo

más estética y desinteresada.

El Ateneo, sociedad literaria que ha hecho mucho por nuestra cultura,

ha logrado levantar un magnífico edificio, debido exclusivamente a la gene

rosidad particular. Tratamos ahora de dar un alma a ese cuerpo, reaniman

do a la insti tución y convirtiéndola de nuevo en centro de nuestra vida in

telectual. Nos faltan revistas l iterarias de la índole de la que redacté yo en

compañía de algunos amigos hasta hace pocos años. Es posible que, bajo

los auspicios del Ateneo, pueda fundarse alguna.

En cuanto a mí, mi buena voluntad y mi entusiasmo serían dignos de

quien pudiera hacer algo más que yo, y mientras me quede alguna hora

tranquila en qué consagrarme a mis aficiones.

MOTNOS DE PROTEO*

[La pampa degranito]

ERAUNAINMENSAAMPAe granito; su color, gris; en su llaneza, ni una

arruga; triste y desierta; triste y fría; bajo un cielo de indiferencia, bajo un

cielo de plomo. Y sobre lapampa estaba un viejo gigantesco: enjuto, lívido,

sin barbas; estaba un gigantesco viejo de pie, erguido como un árbol des

nudo. Y eran fríos los ojos de este hombre, como aquella pampa y aquel

cielo; y su nariz, tajante y dura como un segur; y sus músculos recios como

el mismo suelo de granito; y sus labios no abultaban más que elfilode una

espada. Y junto alviejo había tres niños ateridos, flacos, miserables; tres .

pobres niños que temblaban, junto alviejo indiferente e imperioso, como

el genio de aquella pampa de granito.

Elviejo tenía en la palma de una mano una simiente menuda. En su otra

mano, el índice extendido parecía oprimir en elvacío del aire como en cosa

de bronce. Y he aquí que tomó por el flojo pescuezo a uno de los niños, y

k mostró en lapalma de la mano la simiente, y con voz comparable alsilbo

• JoséEnriqueRodó, MotivoseProteo (fragmento),nObras completas, 2 ~ed.,caps.cu

  1VIII

editadasonintroducción,rólogosnotasporEmirRodríguezMonegal,Madrid,Aguilar,

 

%7,

pp.

489-495.

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helado de una ráfaga, le dijo: Abre un hueco para esta simiente ; y luego

soltó elcuerpo trémulo del niño, que cayó, sonando como un sacomedia

do de guijarros, sobre lapampa de granito.

 Padre -sollozó él-, ¿cómo le podré abrir sitodo este suelo es raso y

duro? Muérdelo , contestó con el silbo helado de la ráfaga; y levantó

uno de suspiesy lopuso sobre elpescuezo lánguido del niño; y los dientes

del triste sonaban rozando lacorteza de laroca, como elcuchilloen lapie

dra de afilar;y así pasó mucho tiempo, mucho tiempo, tanto que el niño

tenía abierta en laroca una cavidadno menor que elcóncavode un cráneo;

pero roía, roía siempre,con un gemido de estertor; roía elpobre niño bajo

laplanta de viejoindiferente e inmutable, como lapampa de granito.

Cuando elhueco llegó a ser lo hondo que seprecisaba, elviejolevantó la

planta opresora; y quien hubiera estado allíhubiese visto entonces una cosa

aún más triste, y es que el niño, sin haber dejado de serlo, tenía la cabeza

blanca de canas;y apartólo elviejo, con el pie, y levantó al segundo niño,

que había mirado temblando todo aquello. Junta tierra para la simiente ,

le dijo. Padre -preguntóle el cuitado-, ¿endónde hay tierra? La hay

en elviento; recógela , repuso; y con elpulgar y el índice abrió lasmandí

bulas miserables del niño; y le tuvo así contra la dirección del viento que

soplaba, y en la lengua y en las faucesjadeantes se reunía el flotante polvo

del viento, que luego elniño vomitaba, como limoprecario; y pasómucho

tiempo, mucho tiempo, y ni impaciencia ni anhelo ni piedad, mostraba el

viejoindiferente e inmutable sobre lapampa de granito.

Cuando lacavidadde piedra fuecolmada, elviejo echó en ellala simien

te, y arrojó alniño de sícomo searroja una cáscarasinjugo, y no vio que el

dolor había pintado la infantil cabeza de blanco; y luego, levantó alúltimo

de los pequeños, y ledijo, señalándole la simiente enterrada: Has de regar

esa simiente ; y como él le preguntase, todo trémulo de angustia: Padre,

¿endónde hay agua? Llora; la hay en tus ojos , contestó; y le torció las

manos débiles, y en los ojos del niño rompió entonces abundosa vena de

llanto, y elpolvo sediento la bebía;y este llanto duró mucho tiempo, mu

cho tiempo, porque para exprimir los lagrimalescansadosestabael viejoin

diferente e inmutable, de pie sobre lapampa de granito.

Las lágrimas corrían en un arroyo quejumbroso tocando el círculo de

tierra; y lasimiente asomó sobre elhaz de latierra como un punto; y luego

JOSÉ ENRIQUE RODÓ

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echó fuera el tallo incipiente, lasprimerashojuelas;y mientras elniño llora

ba, elárbolnuevo criabaramasy hojas,y en todo esto pasómucho tiempo,

mucho tiempo, hasta que el árbol tuvo tronco robusto, y copa anchurosa,

y follaje,y flores que aromaron el aire,y descolló en la soledad; descolló el

árbol aún más alto que elviejoindiferente e inmutable, sobre lapampa de

granito.

El viento hacía sonar lashojas del árbol, y las aves del cielo vinieron a

anidar en su copa, y sus floresse cuajaron en frutos; y elviejosoltó enton

ces alniño, que dejó de llorar, toda blanca lacabezade canas;y los tres ni

ños tendieron lasmanos ávidasa la fruta del árbol; pero elflacogigante los

tomó, como cachorros, del pescuezo, y arrancó una semilla,y fuea situarse

con ellosen cercano punto de la roca, y levantando uno de sus piesjuntó

los dientes del primer niño con el suelo; juntó de nuevo con el suelo los

dientes del niño, que sonaron bajo laplanta del viejoindiferente e inmuta

ble, erguido, inmenso, silencioso,sobre lapampa de granito.

[Sentido de esaparábolaJ

Esa desolada pampa es nuestra vida, y ese inexorable espectro es elpoder

de nuestra voluntad, y esos trémulos niños son nuestras entrañas, nuestras

facultadesy nuestras potencias, de cuya debilidad y desamparo lavoluntad

arranca la energía todopoderosa que subyuga almundo y rompe las som

brasde lo arcano.

Un puñado de polvo, suspendido, por un soplo efimero, sobre elhaz de

la tierra, para volver, cuando el soplo acaba, a caery disiparse en ella; un

puñado de polvo, una débil y transitoria criatura, llevadentro de sí la po

tencia original lapotencia emancipaday realenga, que no está presente ni

en los encrespamientos de lamar, ni en lagravitaciónde lamontaña, ni en

elgirar de los orbes; un puñado de polvopuede mirar a lo alto, y dirigién

dose almisterioso principio de las cosas,decirle: Si existescomo fuerza li

bre y consciente de tus obras, eres, como yo, una Voluntad; soyde tu raza,

soy tu semejante; si sólo existescomo fuerza ciegay fatal, si eluniverso es

una patrulla de esclavosque rondan en el espacio infinito teniendo por

amo una sombra que seignora a símisma, entonces yo valgomucho más

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JOSÉ ENRIQUE RODÓ

que tú; y el nombre que te puse, devuélvemelo,porque no hay en la tierra

ni en el cielo nada más grande que yo.

[La voluntad colectiva. Un milagro del mapa]

Omnipotente fuerza, luz transfiguradoraen los hombres, no lo esmenos en

los pueblos.Allí,en elmapa que tengo frente a donde escribo,veo una man

cha menuda, que abre un resquicio para su pálido verde, entre la gran

mancha amarilla de Alemania y el celeste claro que representa el mar.

Esa mancha menuda esel más pasmoso toque de pincelque sehayaimpre

so sobre la superficie del mundo, desde que este cuadro infinito fue origi

nalmente pintado. ¿Sabeslasmaravillas de voluntad que significa para el

pueblo cuyaobra es, esa pinta humilde del mapa? ¿Sabeshasta qué punto

ellaes efectivamentesu obra?No yalariqueza, ni lafuerza, ni lalibertad, ni

lacultura; latierra, elsueloque pisa,elsolarsobre que estápuesta lacasa,el

limo en donde arraiga el árbol, elterrón que desmenuza la reja, son inven

ciones de su genio, artificiosidades de su industria, milagros de su querer.

Palmo a palmo, ese pueblo quitó su tierra a las aguas; ola por ola, rechazó

el embate del mar; día por día, sintió que faltaba para sus movimientos el

espacio; bajo sus pies, el sustento; en torno suyo, el hálito y el calor del

terruño; como despierta elhuérfano y busca en vano elregazo de lamadre;

y día a día, los rescatócon esfuerzosublime,día por día, tuvo tierra de nue

vo; como si, alamanecer de cadasol, hundiera elbrazo bajo el agua, y allá,

en el fondo del abismo, tomase a la roca por sus crestas, y la alzara de un

arranque titánico y lapusiese otra vez sobre elhaz de laonda... ¡Tierra del

suelo sin consistenciay del color sin contornos; baja, húmeda, lisa; tú eres

elmayor monumento que la voluntad del hombre tiene sobre elmundo

Pueblo manso y tenaz, grande en muchas tareas; tejedor y hortelano, pin

tor y marino; pueblo donde seda culto a lasflores, que manos blancasy ofi

ciosascuidan en competencia tras lasventanasde donde acasoseve, siacla

ra la bruma, partir las naves que van a tierras caras al sol, por ébano y

naranjasy fragantesespecias.Como lasvacasde tus establos,así tu voluntad

esfuerte y fecunda; en eldesvaídoazul de tus ojos hay reflejosde acero que

vienen de tu alma; nadie como tú, pueblo ni hombre, sedebió tanto a sí

JOSÉ ENRIQUE RODÓ

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mismo; porque tal como el pájaro junta su nidamenta con las briznas de

heno, y las ramillas, y la tierra menuda, y de este modo va tejiendo, hebra

por hebra, su nido, de igualmanera juntaste tú ese flacobarro que huellas:

pueblo donde se ama a lasflores, donde el candor doméstico aguarda la

vueltadel trabajador en casaslimpiascomo plata, y donde ríosmorosos van

diciendo, si no elhimno, elsalmode la libertad.

[La personalidad en lospueblos]

Cuanto se dice la unidad consciente que llamamos personalidad en cada

uno de nosotros, ¿no puede extenderse, sin esencialdiferencia,el genio de

un pueblo, alespíritu de una raza, igualmente capacesdelnombre de

perso

nalidad? ¿No sereproduce en esos grandes conjuntos todo lo que laobser

vación del psicólogo halla en el fondo de nuestra historia íntima, y no se

dan en ellos también todos los grados de armonía y continuidad con que

cabe que se manifieste esta síntesisviva de la conciencia individual refleja?

¿No hay pueblos cuya personalidad, compacta y fortísima, se acumula en

una solaidea, en una solapasión, y para lo demás son sordos y ciegoscomo

elfanáticoy elobsesionado; otros, en cambio, cuya unidad personal esuna

complejidad concorde y graciosa;otros en que dos tendencias reñidas se al

ternan, o mantienen un conflicto perenne, como en los temperamentos

que llevan dentro de símismos la contradicción y la lucha; otros incohe

rentes, disueltos, descaracterizados por un anárquico individualismoque es

como la dispersión de su personalidad; otros que no la tienen propia y vi

ven de la ajena, en la condición del sonámbulo, bajo elinflujo de la admi

ración o del miedo; otros que, estáticos en la contemplación de su pasado,

parecen fuera de la realidad de la vida, como el que logra revivir con su

personalidad de otro tiempo merced a lafascinadaatención de lamemoria;

otros que, en su entusiasmo, furor o desconcierto, remedan la alteración

personal de la embriaguez; otros fáciles para modificar su personalidad

mediante su desenvolvimiento progresivo; otros propensos a inmovilizarla

en lacostumbre; otros, en fin, cuyo caráctersufre profunda desviacióndes

de cierto punto de su historia, como quien, volviendo de una honda crisis

moral, tornase en todo distinto de lo que era?...

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JOSÉ ENRIQUE RODÓ

[Elgenio nacional}

Si a la continuidad de las generaciones se une lapersistencia de cierto tipo

hereditario, no ya en lo físico,sino también en lo espiritual, y una suprema

idea dentro de laque pueda enlazarse,en definitiva,la actividadde aquellas

sucesivasgeneraciones, elpueblo tiene una personalidad constante y firme.

Esta personalidad es su arca santa, su paladión, su fuerza y tesoro; es mu

cho más que elsuelo donde está asentada lapatria. Eslo que le hace único

y necesario al orden del mundo; su originalidad, dádiva de la naturaleza,

que no puede traspasarse a otro, ni recobrarse, siuna vez seha perdido, a

no ser abismándose en laprofundidad interior donde está oculta. Porque

toda almanacional esuna agrupación de elementos ordenada según un rit

mo que, ni tiene precedentes en lo creado, ni sereproducirá jamás, una vez

roto aquel inefable consorcio.

Mantener esta personalidad esla epopeya ideal de los pueblos. Veceshay

en que el carácter colectivo se eclipsay desaparece, no disuelto por la ab

sorción de la raza en otra más populosa o más enérgica, sino replegado

sólo bajo una personalidad de imitación y artificio. Como suele suceder en

los hombres, laverdad de lanaturaleza cede entonces sus fueros a un ama

neramiento que arraiga, más o menos someramente, en la costumbre. Tal,

por ejemplo, cuando la civilizacióndescolorida y uniforme del siglo

XVIII,

extendiéndose desde la corte de Francia, ahoga la originalidad, el genio

tradicional de cada pueblo; y así en usosy leyescomo en literatura, sustitu

ye un modelo de convención alespontáneo palpitar de lavida; hasta que

despiertan aquellas

vocesde las naciones

que oyó Herder, y la saviaestanca

da vuelvea subir por elárbol de cada terruño, y en todas partes el corazón

y la fantasíabuscan elmaterno calor de lamemoria.

Otras veces, aún no existe personalidad como en el temperamento del

niño, maraña de tendencias anárquicas; y gran impulso de proselitismo y

pasión, que representa lo que lacrisisde lapubertad, en los pueblos, levan

ta y fija para siempre la forma personal que no existía; como cuando a la

voz del Profeta las tribus nómadas deArabia se alzan de súbito a la digni

dad de la historia; o cuando la palabra de Lutero llega a países, aún sin

alma, del septentrión, y los sacude e inflama, y hace que su alma se anun

cie, y que estampen su sello en lacorteza de la tierra.

JOSÉ ENRIQUE RODÓ

[Cambiar sin descaracterizarse]

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Pero sinabdicar de esa unidad personal; sin romper las arasdelnumen que

se llama

genio

de la raza, los pueblos que realmente

viven

cambian de

amor, de pensamiento, de tarea; varíanel rito de aquel culto; luchan con su

pasado, para apartarse de él, no almodo como elhumo fugaz, o la hoja y la

pluma más livianas que el viento, se apartan de la tierra, sino más bien a

la manera que el árbol seaparta de su raíz, en tanto que crecey va como

concibiendo y bosquejando la idea de la fronda florida que ha de ser su

obra y su cúspide.

No siempre, para juzgar si seráposible en cierto sentido o dirección este

desenvolvimiento, ha de darse paso a la duda, porque aparienciasdelpasa

do finjan una fatalidadineluctable y enemiga. No siempre elfondo de dis

posicionesy aptitudes de un pueblo debe considerarselimitado por la reali

dad aparente de su historia. Nuevas capacidadespueden suscitarsemientras

lavidadura y serenueva; unas veces,creándolas por sugestióny ejemplode

(itros,

y fundiéndose en lo íntimo a favorde un fuego deheroísmo y pasión

que encienda el almay ladisponga para operar en ella; otras veces,evocán

dolas de misterioso fondo ancestral, donde duermen y esperan como la

aurora en el fondo de las sombras, porque también en el almade los pue

blos hay de esas reservas ignoradas de facultades, de vocaciones, de aptitu

des,que aún no semanifestaronen acto, o que, no bien manifiestas,sesote

rraron, y tienden, lentay calladamente,alporvenir, por laoculta transmisión

de la herencia. De este modo, el genio poético y contemplativo del sajón

surge otra vez en la Inglaterra del Renacimiento, después de ahogado bajo

el terreo pie del normando conquistador.

Cambian los pueblos mientras viven;mudan, si no de ideal definitivo,de

finalidad inmediata; pruébanse en lides nuevas;y estos cambios no amen

guan elsellooriginal, razón de su ser, cuando sólo significanuna modifica

  ó n del ritmo o estructura de su personalidad por elementos de su propia

sustancia que se combinan de otro modo, o que por primera vez sehacen

conscientes; o bien cuando tomado de afuera lo nuevo no queda como

costra liviana, que ha de soldarse alsoplo del aire, sino que ahonda y se

concierta con la vivaarmonía en que todo lo del almaordena su impulso.

Gran cosa es que esta transformación, subordinada a la unidad y persis-

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JOSÉ ENRIQUE RODÓ

tencia de una norma interior, severifiquecon el compásy ritmo del tiem

po; pero, lomismo que pasa en cadauno de nosotros, nunca ese orden es

tal que vuelvainútiles los tránsitosviolentos y los bruscos escapesdel tedio

y la pasión. Cuando el tiempo es remiso en el cumplimiento de su obra;

cuando lainerciade lo pasado detuvo alalmalargamente en la incertidum

bre o el sueño, fuerza es que un arranque impetuoso rescate el término

perdido, y que se alcey centellee en los aireselhacha capaz de abatir en un

momento lo que erigieron luengos años. Esta es la heroica eficacia de la

revolución, bélicaenviadade Proteo a lacasade los indolentesy alencierro

de los oprimidos.

[Cuadro de otoño]

El invierno, viejo fuerte, se acerca. Su impetuoso resuello llega en ráfagas

largas alambiente de esta tarde de otoño, y roba a todo lo que hay de mo

vible en elpaisajesu quietud o la suaveondulación con que se adormecía.

Ahora seinquieta, como malcontento de su lugar, cuanto es capaz de mo

vimiento: las ramas, sacudidas desde su raíz; las aspas del molino, que se

persiguen entre sí con furia vana; la cadena del pozo; las ropas tendidas a

secar en el cercado vecino; el polvo yacente, que se levanta en gruesas

nubes. Por el cielo vagan esos blancos vellones que elviento suele agitar,

como enseña, en sus combates. El balcón de la casade enfrente no seha

abierto. Tras suscristalesasomauna cara dulce y pensativa,más pálidaque

de costumbre. En cambio, de esa otra cara, casiinfantil, que, junto a la

enorme y bondadosa vaca, veo pasar todas las tardes, el soplo recio hace

brotar dos frescasrosas.

Sentado a laventana, empleo mi ocio en la contemplación. Mientras en

mi chimenea se abre un ojo de cíclopeque desde hace tiempo permanecía

veladopor su párpado negro, y junto a mími galgo ofrecesusorejas fríasy

sedosasa lascariciasde su amo, sefijami atención enuna muda sinfonía:la

de las hojas que, desprendidas, en bandadas sin orden de los árboles que

van dejando desnudos, pueblan el suelo y el aire, a lamerced del viento.

Me intereso, como en una ficción sentimental, en sus aciagas aventuras.

Ora sealzany van envuelo loco, ora, más alabrigo, ruedan solitariasbreve

trecho y quedan un momento, inmóviles, antes de trazar, lánguidamente,

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1

 tr surco; ora se acumulan y aprietan, como medrosas o ateridas; ya se

despedazan y entregan en suicidio a la ráfaga, deshechas en livianopolvo;

y

giran sincompásalrededor de símismas,como poseídasdanzantes... Su

suerte varia espasto de mi fantasía, cosquilleode mi corazón. Me parecen

en ocasiones los despojos volantes de un sacrificiode papeles viejos, con

los que se avientan cartas de amores idos y vanidades de la imaginación,

obras que no pasaron de su larva. Las imagino después el oropel de una

corona destrozada de cómico. Seme figuran otras vecesmanos exangüesy

amarillas;manos de moribundo, que buscan vanamente tañer, en una lira

que no encuentran, una melodía triste que saben. Caen, caen sin tregua,

lashojas, y el almadel paisajeéntrase en tanto por las puertas del sentido,

alambiente de mi mundo interior. Me reconcentro, sin dejar de atender a

lasaladasmoribundas. Comienza a cantar, dentro de mí esaelegíamarchi

taque, en el pathos romántico, hay para la caída y murmullo de las hojas

secas.Abandono; voluptuosidad de melancolía; complacencia en lo amar

µ o

finoy suave... ¿Dónde está ahora, respecto de mí mismo, el objeto de

micontemplación? ¿Adentro?¿Afuera?.. Caen, caen sin tregua las hojas;y

por un instante siento que su tristeza demuerte secomunica a todo lovisi

ble y sube alcielo,y leentristece también y alcanzahasta la línea lejanaen

que una niebla tenue empieza a tejer su vestido de lino. Pero luego, muy

luego, la expresiónmortal que se había extendido en elpaisajecomo som

bra de nube, se concreta y fijanuevamente en las hojas, que son las que de

verasse van y perecen, y que no volverán nunca a su árbol... En lo demás

queda sólo una esfumadaaureola de esa tristeza, como dolor que nace de

simpatía.Las hojas son lo único que muere. El sentimiento de mi contem

plación de otoño no llega a producir en mi alma esa ilusión de sueño en

que la aparienciatristey bella cobra elimperio de larealidad y nos persua

de caside la universal agonía de las cosas.Sé que este desmayo de la vida

110 dura. La idea de la resurrección próxima y cierta vela dentro de mí,

romo en penumbra o lontananza, y mantiene mi sentimiento de la escena

en la clavede un recogimiento melancólico. No de otra manera, sobre el

desconcierto de las hojas caídasse yergue la armazón escueta de los árbo

les,firmey desnuda como lacertidumbre, y en elaceroclaro del airegraba

unapromesa, simpley breve, de nuevavida.

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JOSÉ ENRIQUE RODÓ

[Final]

Este es mi espíritu cuando toca a su término la corriente de lasideas que

para pasar a tu espíritu tenía. El almadel paisajeme da elalmade la última

página; y como infusay concentrada en ella,el almade lasotras; y mi alma

misma sereconoce en la pintura de la naturaleza, y por la pintura ve, en

imagen, que el libro es su verbo fiel y tiene su acento. El libro y ella son

uno; un libro que seescribe, o es papel vano, o es un alma que teje con su

propia sustancia su capullo. Mientras vuela esta almamía en elviento que

remueve las hojas y conduce lasvoces de los hombres, mensajero del mun

do, lazo que no sepierde, yo quedaré aprestándome otra alma, como el

árbol otro follaje,y otra cosechala tierra de labor; porque quien no cambia

de almacon los pasos del tiempo, es árbol agostado, campo baldío. Criaré

almanueva en recogimiento, y silencio, como está elpájaro en lamuda; y si

llega a sazón, la juzgo buena para repartirla a los otros, sabrás entonces

cuál es mi nuevo sentir, cuál es mi nueva

verdad,

cuál esmi nueva palabra.

[1909]

FERNANDO ORTIZ

[Cuba, 1881-1969] .

A Fernando Ortiz Fernández sele ha nombrado en Cuba Nuestro Tercer

 kscubridor despuésde Colóny deAlexandervon Humboldt, por susexten-

sosestudiosde la culturaafrocubanaen toda su diversidadsociológica,folcló

rica,histórica,musicaly lingüística.Siguiólos idealesde JoséAntonio Sacoy

José Martí en el pensamiento social antirracista, y tuvo la oportunidad de

expresarsu actitudexaltadaen lapolíticaalser elegidoen 1917 representante

  laCámarapor elPartidoLiberal.Estaetapaestádocumentadaenlarecopila

ción de susdiscursos

En la tribuna

(1923). Sevioobligadoa salirdel paísen

1930

como consecuenciadesu oposiciónal dictadorMachado.

Otro dictador cubano, coronel Fulgencio Batista, le encarga en los años

cuarenta buscar la manera de minar las revueltas negras en La Habana: el

resultadoinesperadoeslainvestigaciónpor Ortiz de una de lasexpresionesde

resistenciade los subversivos-las letras del son afrocubano, origende tantos

(irros ritmos latinos-. Como consecuencia, nuestro musicólogo dedicó su

vidaal estudio y al apreciointernacionalde lamúsicafolclóricaafrocubana,la

nial gozó deun augede verdaderapopularidad.

FernandoOrtiz inicióy estimulólosestudiosnacionalesen Cubaa travésde

laRevista Bimestre Cubana, dirigidapor él,la SociedadEconómicadeAmigos

delPaís,laAcademiade laHistoria, laSociedaddel FolkloreCubano, y laSo

cicdad de Estudios Afro-Cubanos. Además, representó a Cuba en muchos

congresosinternacionalesde carácterantropológico, americanista,indigenista

  >

africanista.Por ejemplo,fue elfundadordelInstituto InternacionaldeEstu-

diosAfro-Americanos,establecidoen1943enMéxico.

femando Ortiz inventó el término transculturación para designarla in

fluenciade lacultura africanay deotros continentes en laformaciónde lacul-

  ura latinoamericana.Su curiosidadabarcómuchasdisciplinas:lahistoria  Las

rebel iones

de losafro-cubanos,

1910); la biografiaintelectual

üosé Antonio Saco

v sus ideas cubanas,

1929); la lexicografia

 Un catauro de cubanismos,

1923;

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