Sacrificio humano: extracción del corazón

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    EL SACRIFICIO HUMANO POR EXTRACCINDE CORAZN. UNA EVALUACIN

    OSTEOTAFONMICA DE VIOLENCIA RITUALENTRE LOS MAYAS DEL CLSICO*

    VERATIESLERYANDREACUCINAFacultad de Ciencias AntropolgicasUniversidad Autnoma de Yucatn

    Introduccin

    El sacrificio humano era considerado la expresin suprema del ejercicio religiosoentre los mayas. En particular, la remocin del corazn pulsante, la inmolacinde la vida humana y el ofrecimiento del rgano vital esencia y alimento de losdioses permita la recompensa de lo sagrado y la comunicacin ltima conello (Njera, 1987: 9, 40-50). Al igual que otras prcticas sacrificiales, la extrac-cin del corazn era regulada por un conjunto de normas y reglas especficas(Njera, 1987: 144-165; Lpez Austin, 1989: 432-442; Carrasco, 1999: 81-87).Los procedimientos sacrificiales incluan la preparacin de los oficiantes y de la

    vctima, la apertura violenta del tronco y la ablacin y consagracin del corazn.En seguida, el cuerpo, ahora parte de lo sagrado, poda ser sometido a diferen-tes tratamientos como la mutilacin, el canibalismo ritual o el enterramientoen lugares especficos (Schele, 1984: 7-8; Njera, 1987: 205-216; Taube, 1999:228-230; vase tambin Matos Moctezuma, 1986: 105-118; Lpez Austin, 1989:432-442).

    Prcticas de extraccin cardiaca estn muy bien documentadas durante laspocas Posclsica y Colonial en el rea maya; menos conocidos son los procedi-

    *Queremos agradecer a los siguientes proyectos y colegas por el acceso a materiales, las dete-

    nidas discusiones, los consejos e informacin: Proyecto Restos Humanos del Templo XIII, Palenque,Chiapas (a cargo de Arturo Romano Pacheco), Arnoldo Cruz Gonzlez (Proyecto Arqueolgico Palen-que), Proyecto Arqueolgico Becn (a cargo de Luz Evelia Campaa), Proyecto Arqueolgico Calakmul(a cargo de Ramn Carrasco Vargas), Sergio Ral Arroyo (director del INAH), Francisco Ortiz Pedraza(Direccin de Antropologa Fsica, INAH), Margaret Streeter (Department of Anthropology, Universityof Missouri at Columbia), Ivn Olivia y Patricia Quintana (CINVESTAV, Politcnico Nacional, Unidad M-rida). Gracias a Felipe Bate Petersen (Escuela Nacional de Antropologa e Historia, INAH) por asistirnosen la identificacin de los implementos cortantes. Apreciamos mucho tambin la ayuda y asistencia deWilberth Pantoja (SEMEFO), Margarita Valencia (SEMEFO) y Rafael Blzquez (Centro Mdico NacionalIgnacio Tllez Garca, IMSS); gracias por compartir su amplia experiencia y conocimiento en materiade patologa forense y cardiociruga con nosotros.

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    mientos empleados en tiempos anteriores (Taube, 1999: 228-2330; Miller, 2003:383-400), una situacin que es extensiva tambin a otras reas mesoamericanas.Si bien gracias a la iconografa se reconoce que la remocin ritual del coraznconstitua una prctica ya conocida durante el Clsico (Robicsek y Hales, 1984:

    49), se considera que la decapitacin era la forma ms comn de muerte ritualdurante el primer milenio d. C. pues predomina claramente en el acervo icono-grfico sacrificatorio procedente de aquel tiempo (Miller y Taube, 1993).

    Hasta el momento, los estudios sobre las prcticas rituales se han basadomayormente en la documentacin etnohistrica y en el registro grfico (Schele,1984: 7; Njera, 1987: 10; Schele y Miller, 1986: 15-16). Entretanto, la identifica-cin arqueolgica de las vctimas sacrificiales an se limita a indicios indirectosque derivan de la informacin contextual: la presencia de entierros simultneosmltiples e irregulares, caracterizados por un perfil de sexo y edad no demogr-fico o por la ausencia de objetos funerarios asociados. Aun menos peso se ha

    concedido a la evidencia de violencia que puede encontrarse en los esqueletos,si bien posee un gran potencial para la reconstruccin de procesos rituales queinvolucraban al cuerpo humano (Massey y Steele, 1997: 62-77; Tiesler, 2002a:137-139; Tiesler, et.al.: 75-77; Buikstra, et al., 2004: 202-203; Tiesler y Cucina,2003: 337).

    En el caso especfico de la prctica de remocin cardiaca, el mal estado depreservacin de los restos arqueolgicos humanos, producto del ambiente h-medo y tropical que caracteriza gran parte del rea maya, no facilita el registrodirecto de los huesos y limita o impide un acercamiento osteotafonmico, en-tendido en este caso como la evaluacin integral del esqueleto en su contexto

    deposicional (Tiesler, 2003a). De hecho, tampoco en otras reas de Mesoamricaabundan las marcas esquelticas que pudieran ser producto del sacrificio por ex-traccin cardiaca. Los huesos presumiblemente afectados, es decir, las costillas yel esternn (cuerpo y manubrio), raramente presentan marcas tangibles de aper-tura torcica. Aquellos que s las presentan, como son los esternones cortadosde Champotn, Campeche, Loma Alta, Michoacn, y Tlatelolco, en la Ciudad deMxico (Pijoan, 1997: 242-280; Pereira, 1999: 233-243; Gmez, et al.,2003: 146-147), estn acompaados de marcas de manipulacin claramente pstumas, porlo cual no puede asegurarse que hayan sido producto del sacrificio o acaso dealgn tratamiento posterior a la muerte.

    Los procedimientos tcnicos de la intervencin ritual seguramente variaban deregin en regin. En 1984, Robicsek y Hales afirmaron, tras una discusin de lasventajas y desventajas de cuatro procedimientos, que el acercamiento al coraznse debe haber logrado mediante una toracotoma transversal bilateral, implican-do que el corte cruzaba el trax de lado a lado, abriendo el esternn al nivel dela quinta o sexta costilla. Los autores abogan por este acercamiento fundamen-tndose en los beneficios que conlleva en la prctica quirrgica actual, ademsde citar e interpretar una serie de escenas sacrificiales representadas en la icono-grafa prehispnica as como la documentacin histrica de la regin. Concluyen

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    con ello que el acercamiento propuesto debi haber sido la tcnica de aperturams factible, rpida y directa (figura 1) al ocasionar un colapso inmediato delos pulmones de la vctima y con ello el desmayo, posibilitando as un accesoal corazn despus de tres a cuatro minutos. A diferencia de Robicsek y Hales,

    otros investigadores admiten la posibilidad de diferentes acercamientos (vase,por ejemplo, Gonzlez Torres, 1985: 113-116) y alegan que en el rea maya seprivilegiaba el acceso por debajo de la caja torcica. Igualmente, Pereira (1999:192-194) propone que para el rea de Loma Alta, Michoacn, el acceso habrasido subtorcico.

    FIGURA1. REPRESENTACINGRFICADELOSDIFERENTESACERCAMIENTOSALCORAZN.Caja torcica en posicin sobre extendida con el diafragma representado

    mediante una lnea punteada. A) estereotoma vertical axial;B) toracotoma transversal izquierda; C) toracotoma bilateral transversal;

    D) acceso transabdominal vertical; E) acercamiento subtorcico transdiafragmtico;F) acceso paraesternal (dibujo de Vera Tiesler).

    En el presente trabajo deseamos contribuir al debate sobre la extraccin ritualdel corazn entre los mayas con una serie de criterios operacionales fundamen-tados directamente en la evidencia esqueltica. Proponemos para ello un modeloque integra un conjunto de pasos para la extraccin del rgano, los cuales per-miten reconstruir el proceso ritual y correlacionarlo con las potenciales marcasencontradas. En concreto, este modelo trata de explicar la conducta que originlas marcas de violencia perimortem encontradas en restos esquelticos primarios

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    de Palenque, Calakmul y Becn, en Mxico, as como en un potencial caso halla-do en los restos de los acompaantes de Pakal en el Templo de las Inscripcionesen Palenque. Aparte de la interpretacin de dichos casos, deseamos ofrecer unaexplicacin plausible sobre la reducida presencia en la regin de marcas esque-

    lticas correspondientes al sacrificio cardiaco.

    Marcas de violencia perimortem y manipulacin pstuma del cuerpoen los sitios de Palenque, Calakmul y Becn

    Al principio, nuestras reflexiones sobre el patrn de la excisin cardiaca ritualfueron impulsadas por la evidencia encontrada en cuatro esqueletos humanos,todos procedentes de contextos primarios. Fueron hallados en las estructurascentrales de los sitios clsicos de Palenque, Calakmul y Becn en Mxico. Tres de

    ellos se asocian con cmaras sepulcrales.Las marcas culturales fueron investigadas directamente por los autores en cadauno de los contextos y en las evaluaciones osteotafonmicas llevadas a cabo uti-lizando la informacin fotogrfica y/o los dibujos tafonmicos. Anteriormente,las muestras haban sido cuidadosamente restauradas por profesionales.

    El sexo y la edad de los individuos fueron estimados con base en los indicado-res macroscpicos analizados en pelvis, fmures, mandbulas y crneos (Ubelaker,1989; Meindl, et al., 1985; Iscan y Loth, 1986; Brooks y Suchey, 1990; Buikstray Ubelaker, 1994), mientras la evaluacin tafonmica sigui lo establecido porDuday (et al.,1990; Duday, 1997). Las huellas de impacto fueron analizadas bajo

    luz tangencial utilizando un microscopio estereoscpico de 10 a 40 aumentos.Nuestro primer caso procede de Calakmul, Campeche. Corresponde a unamujer que muri en su tercera dcada de vida y fue enterrada en la antecmarade la tumba dinstica sub-4a en la Estructura II (Carrasco, et al., 1999: 47-59;Tiesler, 2003a). Con base en los elementos iconogrficos y en su edad al morir,se deduce que la mujer, junto con un nio de entre 10 a 12 aos de edad, acom-paaba a quien fue identificado como el gobernante Yuknoom Yichaak Kak.Las inscripciones nos narran que el jerarca ascendi al trono en el 686 d. C., yse piensa que muri al finalizar el siglo (Carrasco, et al., 1999: 47-59; Martin yGrube, 2000: 110-111; Carrasco, 2000: 12-21; Garca, Moreno y Granados, 2000:

    28-33). La acompaante, en deposicin primaria, yaca en posicin extendida yestaba rodeada de una gran cantidad de adornos personales y objetos funerarios,adems del cuerpo del nio arriba mencionado. El anlisis tafonmico llevadoa cabo durante la excavacin permiti establecer que los dos individuos fuerondepositados simultneamente y durante el mismo evento en el cual fue empla-zado el personaje dentro de la cmara principal (Tiesler, 2003a; Ramn Carrasco,comunicacin personal, 2005).

    Las marcas encontradas en la mujer se pueden observar en la figura 2a. Setrata de uno o probablemente dos cortes en la porcin inferior izquierda de

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    la duodcima vrtebra torcica. El corte presenta mrgenes bien delimitados yregulares y penetra el hueso entre dos y cuatro milmetros. Aparentemente, elarma presentaba un filo recto que, ms que por deslizamiento, impact directa-mente sobre los segmentos (Bate, comunicacin personal, 2003). Ninguna otra

    vrtebra presentaba marcas, pero aclaramos que el cuerpo de las primeras vrte-bras lumbares no se preservaron, por lo cual no es posible establecer el patrnde los cortes debajo de la doceava torcica.

    Los casos de Palenque, Chiapas, conciernen respectivamente a una joven mu-jer que acompaaba los restos mortales de la Reina Roja en el Templo XIII-sub(Lpez Jimnez y Gonzlez Cruz, 1995: 124-125; Gonzlez Cruz, 1998: 61, 2001;Tiesler,et al., 2002: 76; Cucina, et al.,2004: 82) y a uno de los cuerpos deposita-dos en el contexto mltiple que sellaba la entrada de la cmara del rey JanaabPakal en el Templo de las Inscripciones.

    La mujer hallada en el Templo XIII-sub fue descubierta en la cmara sepul-

    cral al lado del sarcfago con los restos de la Reina Roja, una alta dignatariacuya identidad sigue sin establecerse (Tiesler, et al.,2004: 74).* Su cuerpo esta-ba depositado en posicin ventral con los brazos cruzados atrs. Alteracionestafonmicas posdeposicionales no permiten hacer inferencias precisas sobre lacorrespondencia anatmica del cuerpo; sin embargo, la porcin superior deltronco se halla desfasada lateralmente en relacin con la parte inferior, lo cualda la impresin de que el cuerpo fue partido en dos a nivel del abdomen (Tiesler,et al.,2002: 77). La investigacin macroscpica evidenci numerosas marcas deimpacto con arma cortante en el rea torcico-lumbar. Dos costillas, que por susdimensines y caractersticas deben ubicarse entre la nmero 7 y la 10, ostentan

    profundos surcos que afectan el hueso a unos centmetros de la articulacincosto-vertebral (Tiesler y Cucina, 2003: 341-242). Sus caractersticas indican quefueron provocados por una serie de impactos punzo-cortantes. Tres vrtebrastorcicas bajas (T10, T11 y T12), as como la tercera vrtebra lumbar, presentannumerosos vestigios de violencia perimortem. La onceava vrtebra torcica re-sulta ser la ms lesionada durante este acto. Las porciones derecha y superiordel cuerpo fueron seccionadas mediante un impacto cortante. En general, elpatrn de las huellas y los golpes inferibles a partir de los restos es propio deun proceso violento de manipulacin del cuerpo llevado a cabo desde adelantey atrs, quiz con la intencin de separar el cuerpo en dos. Respecto al presente

    estudio, las marcas de inters se encuentran en el margen inferior derecho delonceavo cuerpo vertebral (figura 2b). Esta huella, sealada por la flecha en lafigura, presenta un patrn muy bien delineado; con ello podemos excluir quehaya sido el resultado de procesos tafonmicos pstumos.

    El segundo caso de Palenque corresponde a uno de los cinco individuos halla-dos en la caja que sellaba la cmara funeraria de Janaab Pakal (Ruz, 1973: 54-56;

    *Nota del editor: despus de una acuciosa investigacin dirigida por la misma Vera Tiesler, se con-cluy que la persona enterrada en la Tumba Roja fue la seora Sak Bu Ajaw, esposa de Kinich Janab Pakal.

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    vase tambin Cucina, et al.,2004: 81). Los restos se encontraron completamenteempotrados en concreciones calcreas que impidieron un anlisis macroscpicosistemtico. Aun as se reconoci una dcima vrtebra torcica con una huellade impacto en su margen antero-superior (figura 2c). El margen inferior presen-

    ta una rotura reciente mientras ms arriba se reconoce una lesin, con mrgenesbien definidos, que an estaba cubierta por concreciones al igual que el restode la superficie. Este ltimo aspecto podra indicar que la huella fue producidaantes de la deposicin calcrea y al mismo tiempo excluye su origen moderno,como podra haber sido la intervencin efectuada durante la recuperacin delos restos en el ao 1952. Desafortunadamente, no fue posible estudiar todos lossegmentos seos de los acompaantes de Pakal. Esta limitacin, junto con lamala preservacin del material, nos induce a considerar este caso slo como unposible indicador del ritual de sacrificio aqu estudiado.

    El ltimo espcimen que nos ocupa fue descubierto debajo de la escalera

    en una subestructura clausurada dentro del Complejo X de Becn, Campeche(Tiesler, 2002b; vase tambin Tiesler y Campaa, 2006: 32-46). El cuerpo perte-neca a un adolescente de entre 15 y 18 aos de edad, probablemente de sexomasculino (Buikstra y Ubelaker, 1994) y que yaca en posicin flexionada. Losanlisis tafonmicos indican que la osamenta fue visitada tiempo despus de quela cmara haba sido sellada para extraer algunos huesos. Pese a esta remocin(principalmente de los huesos largos y el crneo), la mayora de los segmentostorcicos, la pelvis y los pies mantenan todava su conexin anatmica. Ahorabien, el lado izquierdo del cuerpo de la duodcima vrtebra torcica presentabatres profundas muescas verticales con bordes regulares (figura 2d). Tal como en

    los casos restantes, el corte parece haber sido causado ms por impacto que pordeslizamiento (Bate, comunicacin personal, 2003). Aparentemente, el procesode violencia perimortem no afect ms partes, pues no se detectaron huellas deviolencia en otros segmentos observables (Tiesler y Campaa, 2006: 32-46).

    Ahora bien, las evidencias apuntan a que ninguna de las marcas culturalesarriba descritas fueron el producto de procesos tafonmicos ocurridos durante lafase de recuperacin y restauracin del material. Tampoco creemos que se hayanproducido despus de la perturbacin del esqueleto, ya que no sera factible pro-ducir marcas de las presentes caractersticas en osamentas. En el caso del huesoseco, la presin y violencia necesarias para provocar estas huellas habra fragmen-

    tado la pieza en vez de dejar surcos y habra alterado notablemente su aspecto.Las marcas encontradas en los cuatro especmenes analizados presentan unpatrn comn. En todos los casos, el rea afectada corresponde a las ltimas vr-tebras torcicas, las secciones se muestran bien marcadas y regulares y el tejidoseo luce comprimido, lo cual sugiere un patrn de impacto en hueso fresco conun instrumento filoso ancho. Adems, la porcin del cuerpo vertebral afectadaresulta ser la izquierda en todos los casos.

    A la luz de las semejanzas encontradas, nos enfocaremos en la tarea de re-construir, desde una perspectiva metodolgica, los procedimientos que podran

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    FIGURA2. MARCASDECORTEPORIMPACTOen la porcin izquierda en los cuerposde las ltimas vrtebras torcicas procedentes de: a) Calakmul;b) Palenque (Templo XIII-sub: acompaante de la Reina Roja);

    c) Palenque (Templo de las Inscripciones:uno de los acompaantes de Janaab Pakal);

    d) Becn (fotos de Andrea Cucina).

    a)

    b)

    c)

    d)

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    dar cuenta de las lesiones e interpretarlas conjuntamente con la evidencia os-teoarqueolgica, etnohistrica e iconogrfica. Discutimos nuestros resultados su-brayando sus implicaciones en la investigacin de los patrones funerarios mayasy las conductas sacrificiales durante el Clsico, como parte de un culto personal

    dirigido a y por la antigua aristocracia.

    Procedimientos y pasos rituales

    A fin de poder diferenciar actos de violencia perimortem de aquellos trata-mientos que ocurrieron en los conjuntos esquelticos en una fase pstuma, lainterpretacin osteotafonmica y contextual busca reconocer patrones y regu-laridades. La violencia perimortem designa por definicin un evento que acon-tece entorno a la muerte, y cuando afecta al esqueleto suele resultar en huellas

    por impacto sin sanar y se distinguen de los patrones que dejan las marcasclaramente pstumas, tales como los cortes por desmembramiento, descarna-miento o exposicin al fuego por largo tiempo.

    Considerando que la tradicin de la extraccin del corazn, al igual queotras prcticas religiosas, sigue un patrn establecido y altamente pautado,es plausible suponer que las potenciales marcas dejadas por aquella en el es-queleto deben tambin presentar un patrn compartido. Para la presente re-construccin de los procedimientos involucrados tomamos en cuenta todos losparmetros que se sabe jugaban un papel en el evento ritual: el instrumentalutilizado y la rapidez en la ejecucin del acto por un ejecutor ayudado por va-

    rios asistentes (Njera, 1987: 143-150; para Mesomrica en general, vase tam-bin Gonzlez Torres, 1985, 2003: 40; Lpez Austin, 1998: 11). Landa (1982)menciona que el nacn se acercaba a la vctima con un cuchillo de pedernal,cortaba sbitamente el lado izquierdo debajo del pecho para insertar la manoy extraer el corazn pulsante. Tomas Lpez-Mndez (citado en Tozzer, 1941)tambin subraya la rapidez y facilidad con la cual se llevaba a cabo el acto. El na-cn se caracteriza en las descripciones como la nica persona que ejecutaba laescisin, mientras unos asistentes mantenan el cuerpo extendido sobre el altar(Scholes y Adams, 1938; vase Anda, et al., 2004: 379). Acto seguido, aquelentregaba el corazn al sacerdote Ah kin para su consagracin y presentacin

    a los dioses.Para nuestros propsitos de reconstruccin conductual recurrimos al esque-ma conceptual de la expresin ritual del sacrificio formulado por Lpez Austin(1998: 15), que permite separar los pasos rituales documentados en una seriede componentes bsicos (tabla 1). Las categoras representadas en la tabla seproponen dilucidar la compleja serie de pasos que preparan, constituyen y si-guen al acto culminante del sacrificio. Dicha clasificacin pretende facilitar lacorrelacin entre el comportamiento ritual y las marcas en el esqueleto quela intervencin pudo haber dejado.

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    Por lo pronto, las semejanzas encontradas en los cuatro casos aqu analizados(donde se afecta la porcin ventral izquierda de las ltimas vrtebras torcicas)inducen a considerar que son el producto de un procedimiento comn. Debido aque los cuerpos de las vctimas estaban intactos, el instrumento debi penetrar

    el trax para poder afectar las vrtebras. La iconografa y los registros colonialessuministran informacin que apoya la interpretacin de las marcas, pues des-criben dos acciones rituales capaces de explicar la presencia de las huellas: laextraccin del corazn y la remocin de las vsceras (Schele, 1984: 7; Schele yMiller, 1986: 217; Njera, 1987: 147-150; Stuart, 2003: 25-26).

    Crucial para la verificacin de ambas posibilidades es la topografa de las le-siones en el cuerpo y sus relaciones anatmicas con los tejidos que las circundan.

    TABLA1. PASOSRITUALESYEVIDENCIAOSTEOTAFONMICAESPERADA

    Pasos rituales ProcedimientosProbable utensilio

    empleado

    Posible evidencia

    esqueltica

    Dispersinde sangreanterior a lamuerte

    Boca, nariz, ore-jas, dedos, pene

    Espina de mantaraya,lasca

    Ninguna

    Colocacin dela vctima

    Altar, piedraritual

    Monolito, estructuraen madera

    Ninguna

    Accesoal corazn

    (A) Esternotomaaxial vertical

    (A) Piedra para serru-char, lasca o cuchi-llo bifacial, hacha,martillo

    (A) Seccionamiento ofractura del esternn

    (B) Toracoto-ma transversalizquierda

    (B) Lasca o cuchillobifacial

    (B) Marcas de cortetransversal del esternn,posicin medial izquierda

    (C) Esternotora-cotoma bilateraltransversal

    (C) Piedra para serru-char

    (C) Biseccin del esternn

    (D) Accesotransdiafragm-tico abdominal

    vertical

    (D) Lasca o cuchillobifacial

    (D) Ninguna o marcastangenciales en la porcininferior del esternn o delas costillas

    (E) Acceso subto-rcico transdia-fragmtico

    (E) Lasca o cuchillobifacial

    (E) Ninguna o marcastangenciales en la porcininferior del esternn o delas ltimas costillas

    (F) Accesoparaesternalizquierdo

    (F) Cuchillo bifacial opiedra para serruchar

    (F) Ninguna

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    Exposicindel corazn

    (A) Transtorcico(A) Utensilios deimpacto: dilatador decostillas, hachas

    (A) Marcas de corte oimpacto en las costillas,esternn y cuerpos verte-brales (impacto directo)

    (B) Transdiafrag-mtico (B) Cuchillo bifacial (B) Ninguna

    Remocindel corazn

    Corte de losligamentos

    Cuchillo bifacialNinguna o marcas tan-genciales en las costillas,esternn y vrtebras

    Ofrendadel corazn

    Posicionamiento,incineracin

    Vasos, quemador deincienso, fuego

    Ninguna o huellas deresiduos qumicos

    Ofrendade sangre

    Recoleccin enun vaso, de-rramamiento,

    incineracin

    Vasos, quemador deincienso, fuego

    Ninguna o huellas deresiduos qumicos

    Mutilacinsacrificialdel cuerpo

    Carnicera, des-membramiento,cremacin

    Fuego y utensilios deimpacto: cuchillos yhachas

    Exposicin al calor,marcas de golpe, de corteo de impacto, fracturasaisladas. Las huellas seencuentran principalmen-te en los apndices

    Tratamientopstumo

    del cuerpo

    Desmembramien-to, tratamientotrmico, des-carnamiento,desollamiento,reutilizacin

    Fuego y utensiliosde precisin: lascas,cuchillos bifaciales,pulidores, etc.

    Exposicin al calor, mar-cas de golpe, percusin,fracturas extensas, cortes

    de precisin, marcas entodo el cuerpo

    Las marcas estn ubicadas en el lado izquierdo, en la porcin posterior internade la cavidad torcica y por encima de la insercin fibrosa del diafragma (quesepara el trax del abdomen). La topografa orgnica relega los tajos al medias-tino inferior de la cavidad torcica ms que a la abdominal, razn por la cualdescartamos la hiptesis de una remocin abrupta de los rganos abdominales.Aun menor es la probabilidad de que el proceso de evisceracin descrito para

    el Posclsico (Ruz, 1991) haya dejado las lesiones profundas presenciadas eneste estudio. Era de esperarse que la remocin de las vsceras hubiera dejadosu huella ms bien en forma de sutiles deslizamientos en columna, pelvis y cajatorcica (M. Valencia, semefo, comunicacin personal, 2004).

    Evaluemos entonces las implicaciones de conducta del segundo acto, i. e. laextraccin de corazn. Aparentemente, las marcas encontradas no son el pro-ducto de la apertura directa del trax, sino del corte violento de tejidos en lacavidad pectoral. La ausencia de huellas en el esternn sugiere que el accesopudo haber sido intercostal, paraesternal o por debajo de la caja torcica (figura 1

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    y tabla 1; procedimientos B, D, E, F). Consideramos que el acceso a travs delas costillas no proporcionara espacio suficiente para remover el corazn, ade-ms de requerir un tiempo relativamente prolongado y la asistencia directa deotras personas, como ya han subrayado Robicsek y Hales (1984: 82). Los mismos

    problemas se manifestaran en una intervencin paraesternal vertical, ademsde que este acercamiento requiere tambin el corte del cartlago costoesternal.Ninguno de los dos parece proporcionar un mtodo viable, fcil y sobre todo deacceso rpido al corazn. Igualmente improbable sera una aproximacin subdia-fragmtica vertical, la cual, a pesar de no implicar huesos o cartlagos, encontra-ra en el camino los tejidos intestinales.

    Por otra parte, la aproximacin al corazn desde el margen inferior de lascostillas (procedimiento E) parece resultar el modo ms directo y rpido una vezque el cuerpo est en posicin supina sobreextendida. No requiere de la seccinde huesos o cartlagos, y en el caso de individuos femeninos, como los que se

    presentan en este estudio, tampoco interfiere con el seno. Una vez seccionado eldiafragma en el acto de apertura torcica, el corazn est al alcance de la mano.Por su situacin en la caja torcica, la mejor exposicin del corazn se da conun corte a lo largo de todo el margen subtorcico (de izquierda a derecha) y elcuerpo estando en posicin supina sobreextendida. La imagen resultante aseme-ja el retrato de las vctimas representadas en la iconografa de Piedras Negras yen el Cdice Dresden (figura 3a y b).

    A diferencia del acceso por el cual abogamos en este estudio, la esternotora-cotoma transversal a nivel del espacio intercostal entre la quinta y sexta costilla,

    FIGURA3. DETALLESDEREPRESENTACIONESDELRITUALDEEXTRACCINDECORAZNdesde una perspectiva lateral:

    a) estela 11 en Piedras Negras, Guatemala (redibujado a partir de Njera, 1987);b) Dresden Codex 3 (3) (redibujado a partir de Thompson, 1988).

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    propuesta por Robicsek y Hales (1984: 82), sera obstaculizada por el volumendel seno femenino, complicando y alargando el tiempo de la intervencin. Caberecalcar en este punto que la extraccin de corazn no debe entenderse comouna intervencin quirrgica (terminologa que emplean Robicsek y Hales, 1984:

    82) llevada a cabo con el cuidado y con el tiempo necesario, sino el acto culmi-nante de un sacrificio violento que requera una rpida ejecucin de una vctimaviva y al principio an consciente.

    En lo que se refiere al paso consecutivo, i. e.la remocin cardiaca, se requie-re seccionar para ello las membranas que fijan la base del rgano con el tejidoconectivo atrs y sobre la columna. Este anclaje se da a la altura de las ltimascuatro vrtebras torcicas (T9-T12). Para nuestros propsitos de reconstruccininteresa que esta posicin corresponda al patrn que encontramos en las vrte-bras, lo cual nos permite suponer que las huellas fueron originadas por el impac-to violento para liberar el corazn de las membranas y vasos circundantes. A pe-

    sar de que no podamos excluir a prioriel empleo de otros mtodos, la presentereconstruccin conductual s explica la presencia de las lesiones encontradas enlas vrtebras torcicas bajas que de otro modo seran difciles de justificar.

    Desde una perspectiva instrumental, el uso de cuchillos filosos es necesariodurante la abertura subtorcica para permitir un corte de precisin. Sin embargo,estos no dejaran las marcas de impacto aqu encontradas. Entretanto, hachas oadznes no seran de tanta utilidad para una apertura del trax (para una discu-sin sobre los instrumentos, vase Robicsek y Hales, 1984: 69-76; Sievert, 1992:70-71; Pereira, 1999: 192-194; Talavera, et al.,2001: 32-34). Asumiendo que el im-plemento cortante no se haya cambiado durante el proceso, tal como nos hacen

    creer las fuentes y tomando en consideracin el tiempo corto de ejecucin, po-demos pensar que las huellas de impacto fueron producidas por un instrumentoque combinaba efectos de corte y de impacto, tales como los cuchillos curvadoso las hachas filosas de pedernal, cuya presencia est ampliamente registrada enlas escenas de sacrificio.

    Al revisar la iconografa del Clsico, nos percatamos en primer lugar de quelas representaciones generalmente carecen de precisin anatmica. Por otra par-te, las escenas sacrificiales del primer milenio d. C. s subrayan dos aspectos muyimportantes del sacrificio de corazn: la posicin sobreextendida de la vctima yla caracterstica herida en el cuerpo. La vctima suele retratarse extendida sobre

    un altar con el pecho en alto y mantenida en ese lugar mediante sus cuatro ex-tremidades. La porcin superior del abdomen (y no el trax) suele ostentar unaprofunda apertura que parece convexa en K928 (Robicsek y Hales, 1984: 56) yes reproducida como una seccin transversal en los grafitis de Tikal, las pintu-ras de K1377 y la estela 11 de Piedras Negras (figura 3a). Un detalle relevantepuede apreciarse en la estela 14 de Piedras Negras, la cual representa la heridadesde una vista diferente (figura 4). Muestra la seccin como una amplia aper-tura angular que converge mesialmente y corre paralela al margen inferior dela caja torcica. Puesta en relacin con el procedimiento arriba propuesto, esta

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    representacin refuerza la hiptesis de que el ritual fue realizado por medio deun corte recto a lo largo de la caja torcica, y no a travs de un tajo que hayaatravesado la misma.

    Tomando en consideracin las diferentes lneas de evidencia, las etapas conse-

    cutivas del sacrificio de corazn confirman su realizacin mediante una serie deactos coordinados. En nuestra reconstruccin parece factible que fuera llevadoal cabo por una sola persona utilizando un solo implemento, semejante a la des-cripcin de una escena del periodo Colonial en Yucatn (Scholes y Adams, 1938:106). Al mismo tiempo, la operacin resalta el conocimiento anatmico prcticoy la destreza del practicante, seguramente un experto que obraba en estrechacoordinacin con sus asistentes.

    Una importante fuente de informacin es proporcionada tambin por la do-cumentacin etnohistrica. Las crnicas afirman que una vez extrado el rga-no vital, el cuerpo con frecuencia segua siendo objeto de manipulaciones. Los

    tratamientos en las ceremonias subsecuentes variaban. Las fuentes sealan eldesollamiento, descarnamiento, la amputacin de partes del cuerpo (Scholes yAdams, 1938; Edmonson, 1984: 97-98) y la cremacin del cuerpo o del corazncomo posibles conductas postsacrificiales (Taube, 1994: 650-685). Las manipu-laciones pstumas encuentran sustento tambin en las evidencias seas de losrestos de la acompaante de la Reina Roja en Palenque. La lesiones que afectanvarios segmentos vertebrales y de costilla proporcionan, junto con el troncodesalineado, evidencias adicionales para suponer que el cuerpo de la mujer pudohaber sido desmembrado despus del ritual sacrificatorio, aspectos todos quedemandan una reflexin detenida sobre su presencia y distribucin regional en

    la sociedad maya del Clsico.Discusin aparte merecen las interrogantes sobre la notoria ausencia de ves-

    tigios materiales de procesos sacrificiales en el registro seo de la regin. Hastahoy, esta falta de evidencia ha obligado a la arqueologa a recurrir casi exclusiva-mente a la evidencia contextual y taxonmica (Coe, 1965: 462-469; Fowler, 1984:603-618; Welsh, 1988: 167-185; Becker, 1993: 45-50). Tambin el perfil de sexoy edad en el momento de morir ha servido para establecer patrones de muerteno natural, mismo que en algunos casos, como los caches(escondrijos) o los de-psitos problemticos en Becn y Kohunlich, es particularmente notable (Tieslery Cucina, 2003: 345). Ms al norte, la coleccin del Cenote Sagrado de Chichn

    Itz recuperada por Pia Chan presenta una mayora de individuos masculinos(ms del 70 por ciento) cuyo rango de edad se halla entre los 7 y los 15 aos(Hooton, 1940: 272-273; Tiesler, 2005a, b: 341-363; Anda, et al.,2004: 380).

    Recientemente, la falta de evidencias directas de homicidio ritual ha inducidoa una serie de autores a considerar que estos conjuntos mortuorios podran ser elproducto de tratamientos funerarios ms que de muertes rituales (Becker, 1992:185-196, 1993; Chase y Chase, 2003: 256; McAnany, 1995, 60-63; Weiss-Krejci,2001: 769-780, 2003: 376; Fitzsimmons y Fash, 2003: 300-301). EspecialmenteWeiss-Krecji (2003: 376) ha expresado sus dudas respecto al origen sacrificial que

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    otros investigadores han propuesto para una serie de entierros mltiples mayasno perturbados. Desde la perspectiva de las evidencias esperadas, los resultadosencontrados en este estudio son reveladores. El hecho de que las prcticas sacri-ficiales no dejan obligatoriamente marcas en el esqueleto impone limitaciones al

    acercamiento tafonmico para su evaluacin y limita esta a los hallazgos, comoes el caso de este estudio. Tampoco la estimacin del estado de articulacin enlos contextos primarios o el inventario de las partes presentes resulta til, pues laintervencin no da resultado en el disturbio de las partes seas. Siendo as,la mera ausencia de evidencia de extraccin cardiaca no confirma ni rechaza suexistencia.

    No obstante, la presente reconstruccin s ayuda a aclarar el por qu las evi-dencias de violencia perimortem pueden faltar en el registro material. Mientrasque el mtodo propuesto por Robicsek y Hales (1984: 82) implica la seccin delesternn y probablemente tambin de las costillas, estas marcas no han sido re-

    portadas hasta el momento en contextos primarios. En contraste, el acercamien-to subtorcico transdiafragmtico no involucra ningn segmento seo; as, lashuellas vertebrales aqu encontradas son el producto inadvertido de la escisin.Consecuentemente, ausencia de evidencia no significa evidencia de ausencia.Este aspecto, junto con el reducido estado de preservacin del material y laescasa atencin que las marcas culturales han recibido en la investigacin maya,explica la pobreza de informacin documentada a partir del esqueleto.

    Solamente podemos especular sobre la existencia y la forma de muerte vio-lenta a partir de entierros primarios similares a los analizados en este estudio,tal como los numerosos contextos de acompaantes de altos dignatarios mayas

    durante el Clsico. Por lo pronto, el presente trabajo hace pensar que el sacrificode los acompaantes fue mucho ms comn de lo que el registro material hapodido documentar. A la luz de nuestra interpretacin no creemos entonces quelos actos sacrificiales hayan sido tan aislados entre los mayas del Clsico comoalgunos autores han sealado.

    Conclusin

    Con base en el modelo osteotafonmico de actos rituales, la evidencia contex-

    tual y esqueltica, concluimos que los practicantes mayas del Clsico eligieronel acceso transdiafragmtico subtorcico, abriendo el cuerpo inmediatamentepor debajo de la caja torcica. De ser as, las recurrentes marcas de impactoencontradas en los restos de Calakmul, Becn y Palenque constituyen la primeraevidencia directa del proceso de sacrificio y manipulacin pstuma del cuerpodocumentada hasta el momento para la regin. El modelo propuesto en esteestudio a su vez obligar a revisar la literatura osteolgica regional y su registroosteotafonmico, siendo extensivas sus implicaciones a otras reas y periodosculturales. Al mismo tiempo, la presente reconstruccin explica por qu este ri-

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    tual apenas est representado en el registro esqueltico. Esta falta de evidenciascontundentes subraya a su vez la necesidad de considerar evidencias alternaspara distinguir contextos humanos postsacrificiales de aquellos propiamente fu-nerarios. Concluimos por ello que slo la integracin de la evidencia biocultural

    en un amplio esquema de reconstruccin interdisciplinario ofrecer una contri-bucin verdadera a la descripcin precisa y comprensin de la expresin ritualde los antiguos mayas, como en el caso de los sacrificios humanos.

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